Cambios Sociales y Trastornos de La Personalidad
Cambios Sociales y Trastornos de La Personalidad
Cambios Sociales y Trastornos de La Personalidad
l estudio de la personalidad desde una ptica historicista o cultural ha sido una tradicin que se
remonta a autores provenientes de diversos campos de las ciencias sociales. A pesar de la especial relevancia de dicho enfoque para la psicologa (Fuentes y
Quiroga, en prensa), dado que la identidad personal es
un elemento clave de la realidad subjetiva y se halla en
una relacin dialctica con la sociedad (Berger y Luckmann, 1968, pp. 214), probablemente no se le ha prestado la consideracin que se merece. Quiz el nfasis
intrapsquico ha oscurecido el contexto social, aunque
ningn enfoque sensato dara por supuesto aqul sin el
concurso de ste. Sea como fuere, en psicologa de la
personalidad poco se ha avanzado desde los textos clsicos de Freud, Allport, Ericsson, Sullivan o Adler. De hecho, incluso el personlogo contemporneo ms
influyente, T. Millon, cogera prestado el enfoque que
Gardner Murphy (1956) propuso y que plasm en su li-
Correspondencia: Francisco Martn Murcia. Instituto de Ciencias del Comportamiento. Avda. Carlos III 432, 7J 04720,
Aguadulce, Almera. Espaa.
E-mail: murcia@cop.es
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bro de personalidad con el sugerente subttulo una investigacin biosocial acerca de sus orgenes y su estructura . En la actualidad, tanto Millon en su primera
aproximacin al tema -Teora del Aprendizaje Biosocial,
en la que la personalidad era entendida como el patrn
de comportamiento resultante de la interaccin temprana
de contingencias biolgicas y sociofamiliares-, como las
propuestas ms recientes que han sido realizadas desde
el conductismo radical en la que sta se entendera como
el repertorio de clases de respuesta seleccionadas por
las contingencias relevantes en las que el lenguaje, gracias a su naturaleza simblica, permitira regular la conducta y por tanto la comunidad socioverbal sera el
contexto que dara cuenta de quien uno es- enfatizan la
cultura como la variable de raz para explicar la emergencia del yo (Prez, 2004, pp.164) o la personalidad
(Luciano, 2002). En este punto, se hara inevitable una
historiografa del YO. El concepto de YO o s mismo ha
sido una adquisicin reciente, siendo la revolucin comercial y la reforma protestante sus principales valedores. El YO medieval era asimilado al rol socio-laboral,
en el que el sujeto saba quin era en funcin de la clase
Otras aportaciones
TABLA 1
DENOMINACIONES DE ORIGEN DEL POSTMODERNISMO
Capitalismo tardo
Capitalismo post-industrial
Capitalismo multinacional
Capitalismo post-consumista
Capitalismo post-estructuralista
TABLA 2
SEAS DE IDENTIDAD DEL POSTMODERNISMO
Ahistoricidad
Subjetivismo
Devaluacin de la familia
Individualismo
Consumismo
Multiculturalismo
Victimizacin
Infantilismo
Tecnologas de alto nivel
Cambios laborales: flexibilidad,
superficialidad y riesgo
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Otras aportaciones
PARTE I: CAMBIO SOCIAL Y CAMBIO PERSONAL
La personalidad es el individuo socializado
(Durkheim)
Se ha venido observando una progresiva enfatizacin
de los sntomas en el anlisis psicolgico derivado de los
contextos profesionales de salud mental, inversamente
proporcional a la investigacin de la historia del sujeto;
as, los rboles no dejaran ver el bosque y la Historia
Personal del usuario de servicios de salud mental- se
convertira simplemente en una Historia Clnica. Habra
un paralelismo con la compleja situacin actual en Espaa de la psicologa, en la que el grueso de los profesionales y acadmicos la entienden en su vertiente aplicada
como una disciplina eminentemente sanitaria que ira
ms all aunque no en perjuicio- de la psicologa clnica. Aunque los criterios o causas materiales fundamentalmente econmicas si se permite la alusin a Marvin
Harris- estaran en la base de esta exclusivizacin o recorte de la investigacin clnica en torno a los sntomas,
lo cierto es que los tratamientos psicolgicos aun con
un nivel aceptable de eficacia- podran verse mejorados
si se hiciera ms psicologa, si se conociera ms y mejor
a la persona que requiere esos servicios. Pero se sugerira no empezar la casa por el tejado e iniciar la comprensin del sujeto en el contexto macrosocial que le
dara sentido. De hecho, toda una corriente de tericos y
profesionales han estado desarrollando con acierto las
relaciones entre el contexto socio-cultural y personalidad. As, citaramos a Horney que describi ciertas caractersticas del sujeto moderno, que Lasch retom, entre
las que se encontrara la especial e intensa dependencia
de afecto y cario, que les hara elevar la susceptibilidad
y el temor a ser heridos, lo que redundara paradjicamente- en una incapacidad para ofrecer lo que se demanda (Horney, 1937, pp. 91). Dicha dependencia e
incapacidad para amar, se ejemplificara en los arreglos
neurticos de la queja por los autos (baja autoestima,
autoconcepto y autoafirmacin), en la propulsin a alardear de s y de los objetos extremo que se retomar un
posterior apartado, respecto al consumismo-, en la manifestacin de hostilidad hacia los dems y en el comportamiento sumiso (Horney, 1937, pp. 33-36, pp.102).
De esa hostilidad ya dara cuenta Ortega al distinguir
entre el individualismo inactivo o autocomplaciente, en el
que el narcisista escondera su rencor y envidia, del individualismo creador en el que siguiendo la formulacin
de William James, el sujeto se hace valer por lo que hace por los mritos, por apoderarse del mximo posible
106
de comprensin del mundo- (Ortega, 1981, pp.158, original 1914). Sin embargo, no parece que sea la bsqueda de conocimiento, sino la bsqueda de afecto el
mtodo de la cultura actual para asegurarse contra la
angustia (Horney, 1937, pp. 135), as como el afn de
poder, fama y posesin, que se utilizaran como repertorios de una clase ms amplia: el control o afianzamiento
de nuestra posicin en y respecto a la sociedad, para
dar al sujeto una sensacin de mayor seguridad. La necesidad de control llevara aparejada una enorme impaciencia, irritabilidad, miedo al fracaso, baja tolerancia a
la frustracin y la incapacidad para construir relaciones
recprocas. Podra decirse que dicho sujeto en este caso
se trata de una descripcin del neurtico moderno- vive
como si careciera de historia; se trata de una postura en
la que el sujeto se evade de la responsabilidad de hacerse cargo de su propia existencia, como si no le incumbiera dirigirla. En ese sentido, siguiendo a Ortega, si el
hombre no tiene naturaleza sino historia y sta sera la
circunstancia a la que el sujeto estara sujeto en alusin
a la formulacin expuesta en Prez (2003a, pp. 64)-, se
dira que una enajenacin de la misma sera como una
enajenacin de s mismo. As, esta falta de historicidad
ha ido evolucionado culturalmente y ha tomado carta de
naturaleza como uno de los sntomas que autores contemporneos dictaminan como prototpicos de la posmodernidad (Jameson, 1996, pp. 232); la historia ha
perdido su sentido como fuente de conocimiento y direccin personal/social. Ha referido Lasch (1999) que dicho alarde de ahistoricidad actual no debiera leerse
como una actitud optimista, sino ms bien como la desesperacin de una sociedad incapaz de enfrentarse al
futuro. La prdida de confianza en la poltica, de la que
el sujeto se ha distanciado tras el activismo social de los
sesenta, se presentara como la consecuencia del capitalismo tardo, donde la poltica es ejecutada desde virtuales multinacionales despersonalizadas. Esta prdida de
referentes para el sujeto podra consolidarse en un repliegue hacia el s mismo, cuyo paradigma sera el Yo
narcisista. Apunta el autor citado hacia una caracterizacin psicolgica de dicho narcisismo ms all de la
descripcin superficial y simplista de sujeto egosta y
orientado hacia s mismo- segn la cual las dimensiones
de la personalidad narcisista seran el vaco interior, la
hostilidad, el exceso autorreferencial, el temor al fracaso
y a la vejez, las relaciones efmeras y deteriorantes, el
temor a la dependencia de los dems, la insatisfaccin
generalizada, el odio a uno mismo ms que el amor
Otras aportaciones
subjetivas conforman a un Yo tan voltil y efmero como
las modas. La rpida obsolescencia de los objetos consumibles interesa no slo a los productores y mediadores
del poder adquisitivo, sino a los propios consumidores,
dado que el valor de los objetos tal y como se ha apuntado- no residira en sus propiedades materiales sino en
la funcin nutricia psicolgica (tener personalidad, juventud, libertad, seguridad) que, al no estar sustentada
en una historia personal consistente sino en una accin
inmediata y circunstancial, perdera vigor o efecto tras
un repetido contacto con el sujeto, a modo de extincin
psicolgica. As, el Yo ya no es hijo de sus obras siguiendo la clebre frase cervantina de su Quijote- sino el
resultado de un proyecto de marketing ajeno a su control. En la poca posmoderna se ha producido la irrupcin si no invasin- de las tecnologas de la
comunicacin (Gergen, 1991, pp. 76-90), trayendo
aparejadas el aumento exponencial de contacto entre
sujetos y el inevitable conocimiento de otros yoes que
admirar, denigrar, querer, odiar, influir, desear, competir, entender y temer en el corto espacio que tiene la vida. Teniendo en cuenta que el contexto comparativo ha
aumentado vertiginosamente para los sujetos de nuestra
poca y por tanto la competencia (por un buen trabajo,
fama, buena imagen, xito, poder, etc.), junto con un
aumento de las posibilidades reales y virtuales de control, podra concluirse que existen unas condiciones sociales que facilitan las probabilidades de neurotizarse en
el sentido de Horney (1937, pp. 155). Dicha colonizacin del Yo (Gergen, 1991, pp. 100) generara una
fragmentacin, lo que unido al enorme aumento del diccionario personal para definir nuestros estados introspectivos o privados, concluira en una fracturacin o
disipacin de un Yo, que sera en palabras de Prez
lvarez- ms contingente que consistente (Prez, 2001).
El extraordinario incremento del contacto con otras personas facilitara el dilogo privado sobre ellos, sus escenarios y situaciones, con lo que la vida subjetiva se ha
ido expandiendo y tomando una relevancia insospechada en otras pocas. Tanto el subjetivismo como la saturacin social podran ser los valedores del paso de un
Yo estable a otro circunstanciado al extremo en sus mltiples relaciones. El subjetivismo, entendido como ruptura
con la antigua Verdad modernista, sera, pues, otra sea
de identidad del postmodernismo; se refiere a la posicin de cada cul como criterio de verdad (Prez,
2001). El constructivismo sera el enfoque que conviene
a la fragmentacin generalizada de la poca actual. La
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Otras aportaciones
verdad dependera entonces del punto de vista del observador y por tanto lo que consideramos realidad no
sera sino una construccin dependiente de la perspectiva previa del sujeto (Gergen, 1991, pp. 127, Watzlawick, 1998, pp. 11). Sin embargo, este constructivismo,
a diferencia del orteguiano en el que la intervencin del
hombre en la realidad supone una responsabilidad en el
conocimiento y ese gravamen o esfuerzo es lo que re-valoriza la existencia (Ortega, 1914/1981, pp. 147), disculpa al sujeto de ser agente del saber. Por otra parte, se
socava el supuesto de una estructura yoica estable, aunque no se aclare pertinentemente si la mente seguira
existiendo cosificndola o identificndola con el cerebro- o se hablara de ella metafricamente, por lo que se
podra estar cayendo en el error denunciado por Nietzsche de confundir el modelo con la cosa representada y
acabar siendo utilizado por la metfora (Navarro,
1981, pp. 426). En todo caso, se da un predominio al
lenguaje -que no es que antes no lo tuviera, recordando
de nuevo a Nietszche y la tradicin filosfica analticacomo si todo fuera lenguaje, siendo que se construye la
realidad (externa y subjetiva) en la interaccin con la comunidad socioverbal, a lo Vigotsky (aunque se eche en
falta su cita en los textos constructivistas consultados).
As, sin relacin, no habra lenguaje que conceptualice
las emociones, pensamientos o intenciones del yo (Gergen, 1991, pp. 204) y la autobiografa pasa a ser sociobiografa (Gergen, 1991, pp. 211). Respecto a la
identidad del yo, el posmodernismo participara de la
pluralidad de yoes y de un self en proceso continuo, ms
que de la mismidad persistente moderna. Ya Lawson habl de la crisis del realismo y objetivismo, colocando a
la reflexividad en su punto de mira: La situacin posmoderna es por cierto de crisis, una crisis de nuestras verdades, de nuestros valores, de las creencias que ms
apreciamos. Una crisis que debe su origen, su necesidad
y su fuerza a la reflexividad [] entendida como autorreflexin o autoconciencia (Gergen, 1991, pp. 177).
Podra apuntarse que el exceso de reflexividad ansiosa
ms que crtica- como caracterstica esencial del sujeto
moderno y posmoderno, se entendera como un fracaso
ms que como una virtud. Dicho fracaso podra verse en
la incapacidad actual que muchos individuos tienen para hacerse cargo de cuestiones cotidianas como la alimentacin, crianza, educacin de los hijos, etc. En
relacin a este ltimo aspecto, ciertos cambios sociales
como la incorporacin de la mujer al trabajo o la creacin del Estado teraputico, junto con el excesivo psico-
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Otras aportaciones
camino hacia el futuro-, junto con los cambios producidos en la familia (como la prdida del tejido generacional) y la patologizacin de la vejez (como algo que
curar o tratar) son factores a los que el sujeto contemporneo suele responder con pnico, que por otro lado intentar aliviar evitando pensar en la vejez lo que le
traer lgicamente ms de lo mismo- o actuando para
retrasar la vejez, lo que le traer mayor frustracin dado
que, aunque el exacerbado optimismo biotecnolgico
nos invita a creer en ello, alargar la esperanza de vida
no es lo mismo que evitar la vejez (Fukuyama, 2002,
pp.101-123). Refiere Sennet que los cambios en las condiciones laborales tienen que ver con la importancia que
se da a la juventud; en el capitalismo tardo o flexible
actual, los trabajadores mayores careceran de la energa necesaria para adaptarse a las exigencias sobrevenidas por los vertiginosos cambios empresariales, siendo
ms reacios al riesgo. Por otro lado, la experiencia ya
no es un valor en alza y se ha reducido a la mitad la vida laboral (Sennet, 2000, pp.97-101). En todo caso, vivir en una sociedad en la que la ancianidad se torna un
problema, en vez de un incontestable hecho de la vida,
trae, de vuelta, cambios psicolgicos en el sujeto, como
la ansiedad constante ante el paso del tiempo y el derrumbe temprano por perder uno de los valores sociales
ms reforzantes. Queremos ser nios y somos vctimas
de la edad, por lo que se intenta dar la imagen parecer joven. Precisamente la imagen se ha considerado el principal vehculo estimular actual de
comunicacin (Lasch, 1999, pp.71), dado por el torbellino consumista de estmulos visuales, con un aumento del
nmero de horas que dedicamos a ver TV, cine, publicidad, juegos de video consola, Internet, DVD, prensa escrita para ver ms que para leer, aumento
exponencial de canales de TV, modas efmeras y de ciclos rpidos, aumento de la msica que se escucha
por TV. En definitiva, parece que slo existe lo que se ve.
Dicha hipertrofia de la imagen sera uno de los factores
que mantendran la vivencia del Yo tan sustentada en la
imagen del propio cuerpo. No se tratara, slo, de que
culturalmente se prime un modelo esttico determinado y
los individuos intenten seguirlo, sino desde el anlisis
que precede- que los cambios sociales promueven cambios profundos de la personalidad y dirigen la conducta
en una dialctica sujeto/sociedad- para procurar la
adaptacin a las condiciones sociales imperantes, aunque dicha adaptacin traiga aparejado en ocasiones un
precio excesivo. Aun as, parece que la personalidad
109
Otras aportaciones
narcisista es una buena forma de lidiar con la angustia y
tensiones de la vida moderna (Lasch, 1999, pp.74) y
hacerse el esquizoide la mejor respuesta en ciertos
contextos (Prez, 2003b).
No es raro, pues, que en una sociedad iconogrfica,
los trastornos de la imagen hayan ocupado un lugar
predominante. Por otra parte, no puede escaparse la similitud entre la imagen prototpica del arte de transicin
modernista, cuyas expresiones seran el minimalismo,
sobriedad, languidez, desnudez en edificios y la desaparicin de las diferencias entre exterior e interior (Jameson, 1996, pp. 128), con la psicopatologa de las
personas anorxicas, en las que la identidad personal se
confunde con el cuerpo. La fragmentacin del s mismo
bien pudiera extrapolarse a la fragmentacin de la corporeidad debida en parte a las tcnicas iconogrficas
redundantes desde la modernidad hasta nuestros das,
donde, como refiere Martnez Benlloch (2001, pp.104 y
122-123), se ha ido microfragmentando el cuerpo, mostrando hasta la saciedad las partes ms que el todo,
ofreciendo al sujeto/espectador de forma inusitadamente compulsiva- orificios, pechos, talles bajos de pantalones para ensear huesos de cadera y bragas,
trasparencias, tejidos que embuten traseros, minibiquinis, cabellos, labios, abdominales, pmulos, hasta el
punto de darles a dichas zonas un sentido y valor en s
mismas, en otras palabras, porciones a desear, amar,
odiar y, por tanto, susceptibles de controlar y mejorar.
La inflacin del culto a la imagen no es un fenmeno
contemporneo. En la Grecia clsica, dicho culto sera
patrimonial de los hombres siendo el gimnasio ateniense
y la escultura antropocentrista su expresin (Sennet,
1997, pp. 47-51). El cuerpo desnudo del ateniense dignificaba su condicin de ciudadano y significaba tanto
una seal de su buena salud como de su grado de civilizacin y cultura (Sennet, 1997, pp. 35), en tanto que
ahora es sntoma de juventud, autocontrol, bienestar,
disciplina, atractivo, felicidad y seguridad. Tanto en Esparta como despus en Roma, la funcin del culto al
cuerpo estara relacionada con la consecucin de fortaleza para hacer y ganar la guerra, siendo la funcin actual la de controlar la probabilidad de tener xito
(pareja, trabajo, amistad, juventud) en la guerra de ser
alguien especial. En la antigedad, el modelaje corporal
solo estara al alcance de ciertas clases sociales (nobles,
ciudadanos, soldados) mientras en la actualidad se ha
universalizado gracias a las tecnologas de la comunicacin- y distribuido democrticamente gracias a la
110
Otras aportaciones
servado tasas de prevalencia semejantes a la espaola
en poblacin iran (Nobekht y Dezhkam, citado en Ruiz
Lzaro, 2004) y una mayor frecuencia de alteraciones
de la conducta alimentaria en mujeres iranes no emigrantes que en iranes residentes en Norteamrica (Abdohalli y Mann, 2001). En Fidji, donde la figura
corporal obesa era prevalente y valorada, se ha observado un cambio similar coincidiendo con la entrada de
la televisin angloamericana en 1995- (Martnez, 2001,
pp. 116-117). De otra parte, en los pases latinoamericanos ms occidentalizados, -por ejemplo, Argentina,
que adems cuenta con una gran raigrambre individualista, subjetivista y psicologista- se encuentran las mayores tasas de prevalencia de TCA de Latinoamrica (Ruiz
Lzaro, 2004). Para el anlisis de dicho problema desde
el enfoque cultural que aqu se defiende, solidario con la
propuesta que Garca y Prez (2003) realizan respecto
a la esquizofrenia, debiera hacerse una genealoga de
los trastornos alimentarios documentados, que comenzara con los casos expuestos bajo el epgrafe de Anorexia
Santa, no tanto porque antes no los hubiera, sino porque
no se han encontrado reseas previas sobre la personalidad de los sujetos y ello sera un criterio central del presente trabajo. Desde Santa Liberata hasta Catalina de
Siena (Toro, 1996, pp. 17-19), se han observado ciertos
aspectos culturales y funcionales semejantes a los de las
anorxicas de nuestros das; por una parte, la valoracin del ayuno en esos casos, como rito de perfeccionamiento moral, seal de amor desencarnado o
alcanzar la imagen ideal de un Cristo exhnime- y, por
TABLA 3
CARACTERSTICAS DEL YO NARCISISTA
Adaptado de Horney (1937) y Lasch (1999)
Vaco interior
Hostilidad
Exceso autoreferencial
Temor al fracaso y a la vejez
Relaciones efmeras y deteriorantes
Dependencia de afecto y cario
Temor a la dependencia
Insatisfaccin generalizada
Odio a uno msmo
Idolatrizacin de famosos
Temor a ser heridos
Incapacidad para amar
Propulsin a alardear
Hostilidad hacia los dems
Comportamiento sumiso
Susceptibilidad
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Otras aportaciones
otra, la funcin del ayuno como conducta de evitacin
de matrimonios de conveniencia -pero no convenientes
para dichas mujeres- o como liberacin de las pasiones
corporales o exigencias sexuales. De los ayunos clebres, por ejemplo, Sissi y Lord Byron referidos por Toro
(1996, pp. 79-81)-, destacaramos precisamente la celebridad de los personajes con el refuerzo que ello supone y el miedo subsiguiente a perder la imagen clebre-,
la forma de vida tan acomodada que les hara liberarse
de los quehaceres prcticos y necesidades cotidianas de
la vida lo que supone un superhbit de tiempo libre para dedicarse a ellos mismos-, el contacto con modelos de
vida perfectas, sea por santidad o por narcisismo que
supondra una exigencia de mantenerse cercanos a dicha perfeccin- y una forma de existencia teatral, donde
el papel/rol se confunde con la persona, siendo que el
personaje podra o no ser del agrado de la persona que
lo realiza. Se remarcara la proximidad con las condiciones de las personas anorxicas de nuestros das, aunque la particularidad del nicho socio-cultural (religioso o
noble) hara que la relacin dialctica en la configuracin del Yo fuera sustancialmente distinta y tanto el proyecto vital como la construccin de la identidad distara
mucho entre las anorxicas santas y las que pueblan las
aulas en la actualidad. Por otro lado, el anlisis debera
completarse aunque aqu solo se apuntar- con la reflexin acerca de la participacin de otras variables explicativas que, sin perjuicio del nivel cultural practicado
aqu, pudieran arrojar luz sobre un fenmeno tan ubicuo. A otros niveles, se sabe que la conducta alimentaria
experimenta alteraciones en otros trastornos psicopatolgicos (p.ej. depresin, ansiedad, psicosis) y stos podran ser antecedentes de la anorexia nerviosa en muchos
casos trastornos que por otra parte no estaran excusados en las anorxicas santas ni mucho menos en las celebridades expuestas-. La inanicin dispara rpidamente
la obsesividad, rigidez y disminuye el umbral delirante,
aspecto relevante en muchas experiencias msticas y reveladoras. Se recordar a la sazn, el anillo de compromiso divino de Catalina de Siena formado por el
prepucio de Cristo, que nadie ve pero ella exaltar tras
una revelacin o las visitas celestiales de Santa Teresa
que la llevaron a desear la muerte por tan alta vida que
esperaba. No comer sera reforzado por la experiencia
de xtasis y comunin. La caquexia traera tambin el
aumento de la analgesia al dolor entendido como experiencia global- por lo que la falta de apetito pertinaz
podra ser una funcin compensadora tanto en los esta-
112
dos depresivos como en las situaciones vitales traumticas como por ejemplo humillacin, sometimiento o maltrato- por lo que una vez instaurada la pauta de
restriccin se llegara a una prdida de peso cuyas consecuencias psicobiolgicas tambin haran de mantenedores de la conducta. Hay pues muchas razones tanto
para no comer como para no seguir comiendo. En la actualidad, el aumento de la calidad de vida y del tiempo
para hablar con uno mismo, las presiones sociales (de
xito y belleza), la subida del listn de la perfeccin
dada la arbitrariedad de tales marcas-, la fragmentacin del Yo y del cuerpo, la modificacin de la estructura
y funciones de la familia, entre otros factores, se han
globalizado. Existiran ms condiciones para crear personas con comportamientos disfuncionales relacionados
con el cuerpo, con la comida y con la vida. Dichas personalidades se han visto habitualmente en el trabajo clnico con dichas pacientes, objetivndose ciertas
caractersticas comunes de conducta, ms all de las patognomnicas alimentarias, por ejemplo. perfeccionismo,
rigidez, frialdad o inestabilidad emocional extrema, evitacin social, inhibicin sexual o promiscuidad, anhedonia, alexitimia, dependencia familiar extrema, evitacin
de la relacin teraputica, manipulacin, mentiras, ausencia de fantasa y problemas de identidad personal.
Desde una perspectiva histrica, la descripcin de la
personalidad en los pacientes con alteraciones alimentarias parte de Janet, que hablaba de anorexia histrica,
con prdida de apetito, hiperactividad y rasgos histrinicos, y de la anorexia obsesiva con apetito conservado,
escrupulosidad y rasgos obsesivo-compulsivos. Garner
(1989) advirti que los factores de personalidad podran
jugar un importante rol en la patognesis o, al menos,
en la expresin sintomtica de los trastornos de la conducta alimentaria, habiendo una gran cantidad de estudios que han investigado sobre el tpico de la
personalidad en dichos trastornos, de los que la tabla 4
ofrecera un resumen.
La mayor parte de estudios confirman la alta prevalencia de trastornos de personalidad congruentes con la
descripcin de los estilos de personalidad ms frecuentes
en la sociedad posmoderna, segn se ha apuntado: esquizoides, lmites y narcisistas. En los sujetos con TCA se
confirmara un patrn evitativo, que podra integrarse en
el Trastorno de Evitacin Experiencial expuesto por Hayes (1999, pp. 58-69), en el que la topografa restrictiva
se podra asociar a la personalidad esquizoide mientras
la bulmica se asociara a personalidades lmite y narci-
Otras aportaciones
sista. A modo de apunte final, se planteara la semejanza entre los sntomas negativos observados en la esquizofrenia, de los que la personalidad esquizoide podra
ser su estadio formal (Prez, 2003b) y los sntomas de
frialdad, distanciamiento emocional, autismo y fracturacin del yo de los pacientes con anorexia restrictiva (cuya personalidad ms prevalente suele ser tambin la
esquizoide). La propuesta es que ambas comparten el nicho cultural que les dara la forma desintnica y la experiencia anmala de s mismos. As, la construccin de la
identidad personal con una marcada ausencia de contacto social impedira aprender a conocer, percibir, interpretar y anticipar sentimientos y afectos, siendo ese
dficit de cognicin social probablemente el ms desorganizador y el de mayor impacto en el funcionamiento
general de muchos pacientes, por lo que tiene de prdida del sentido comn (o sea, de comunalidad o tener
que ver con el mundo).
DISCUSIN
Aun siendo extensa la evidencia de que los TCA son algo ms que trastornos del comer y que existen profundas
alteraciones de la personalidad en la mayor parte de los
sujetos con dichos trastornos, no parece que esos hallazgos se incorporen al enfoque del tratamiento; en tanto
pauta de conducta culturalmente dada, no es susceptible
de abordarse exclusivamente desde una perspectiva mdica, dado que conceptualizar la AN como enfermedad
ni es pertinente ni es operativo (Duro, 2003) y probablemente ah radique la causa de los hechos que se documentan aunque no tanto como sera de desear- en la
clnica: abandonos, recadas continuas, resistencias incorregibles, tratamientos psicolgicos extenssimos, respuesta terapetica mediocre y/o elementos teraputicos
no claramente definidos (McIntosh, 2005) , no existencia
de tratamientos farmacolgicos ex profeso e inmovilizacin de la familia debido a la estigmatizacin de ser
una enfermedad . No se trata, sin embargo, de negar
la psicopatologa de los TCA, sino ms bien de volver a
ella, algo no muy al uso en la comunidad clnica actual
(Prez, 2003a). As, uno de los errores ms habituales a
la hora de enfocar el tratamiento con estos pacientes
sin menoscabo de hacerlo extensivo a otros trastornos
psicolgicos- podra ser la precipitacin con la que se
intenta implementar tcnica tras tcnica sin tener al paciente previamente comprometido con su cambio y la direccin concreta de ste, as como un ensaamiento
contra el sntoma. Sin reparar en la escuela terica del
TABLA 4
REFERENCIAS SOBRE PERSONALIDAD Y TCA
Pillay (1977)
Baja autoestima
Garfinkel (1982)
Bell (2002)
Trastorno lmite de la
personalidad
Kleinfield (1994)
Bulik (1995)
Personalidad dependiente
Coexistencia de trastornos de
personalidad y trastornos
afectivos
Trastorno lmite
Trastorno evitativo
Personalidad evitativa,
dependiente y obsesivocompulsiva
Anorexia Restrictiva:
Personalidad esquizoide
Anorexia compulsiva y Bulimia
nerviosa: personalidad
histrinica y lmite
113
Otras aportaciones
terapeuta, la utilizacin precoz de tcnicas ha tenido en
muchas ocasiones el objetivo de aliviar la ansiedad del
terapeuta, ms que hacer algo efectivo por el paciente.
Quizs por ello la tercera ola de las terapias de estirpe
conductual o cognitivo-conductual (Hayes, 2004 pp. 5)
en las que la historia del sujeto, su contexto familiar y
social y la aceptacin primero del clnico y despus del
paciente- del valor existencial que tiene la conducta problema en su estilo de ser en el mundo permiten una toma
de posicin filosfica distinta, parece que ha empezado
a ser adoptada por un nmero creciente de clnicos, fundamentalmente para enfocar el tratamiento de clientes
especialmente refractarios a las intervenciones al uso.
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