Historia de Una Profesion
Historia de Una Profesion
Historia de Una Profesion
Al asumir el poder, los liberales promovieron una mayor injerencia del Estado en
la instrucción primaria. En este periodo se reglamenta la organización escolar en el
Distrito y territorios federales y crece el sistema escolar municipal tanto en la capital de
la república como en los estados; en algunos de éstos se expiden planes y programas
de estudio oficiales y los ayuntamientos consolidan su facultad para autorizar el
ejercicio de la profesión docente y se convierten en los principales empleadores de los
maestros de primeras letras. En suma, se produce una tendencia hacia la
transformación del magisterio en una profesión de Estado.
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La ENM nació para servir a la reforma pedagógica y como uno de los medios
institucionales para centralizar y uniformar la enseñanza. Se pretendía que fuese el
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educativa, observar los nuevos planes y programas y hacer respetar las nuevas normas
disciplinarias y técnico-pedagógicas.
Esta pirámide era semejante a otra en la que los niveles dependían del lugar y de
la institución donde se desempeñaban; es decir, los sueldos de los profesores
dependían de dónde impartían sus cátedras, si en el campo o en la ciudad, y de quién
era su empleador: si una institución particular o el ayuntamiento, si el gobierno estatal o
el federal. En general, estos estratos definían sus diferencias.
Ya para la primera década de este siglo, las autoridades federales de más alto
rango intentaron constituir, con carácter pedagógico y mutualista, una Asociación
Nacional del Magisterio que prácticamente nació muerta, primero, por el fallecimiento de
dos de sus principales promotores, luego por las disensiones internas, la resistencia de
los maestros y las sociedades magisteriales provincianas, y además, por la revolución
que entonces comenzaba.
En síntesis, el magisterio dejó de ser una profesión casi libre para convertirse en
una profesión de Estado, primero municipal y luego progresivamente federal y estatal.
Por otra parte, los maestros dejan de rendirles cuentas a sus clientes para
rendírselas a sus superiores en las oficinas escolares y educativas de los distintos
niveles de gobierno.
Formar un grupo profesional distinto, pero con el mismo rango de otros grupos
de profesionistas, que superase el empirismo de los maestros reclutados por los
ayuntamientos y de los egresados de las escuelas de segunda enseñanza.
Entre los pedagogos (los normalistas) y los directores de instrucción hubo una
tensión más o menos permanente por el control de la dirección técnica de la instrucción
pública. En algunos estados la tensión se atenuó designando a una misma persona
para los cargos de director de Instrucción Pública y de la Escuela Normal del estado
(Coahuila o Nuevo León); la norma más general fue, sin embargo, la separación entre
ambas instancias (Distrito Federal, Veracruz, Campeche, Puebla).
Ahora, el magisterio era una profesión de Estado y, como tal, quería para sí el
monopolio de la profesión y de la dirección educativa oficial en los ayuntamientos y en
los gobiernos federal y de los estados.
Ahora, los maestros eran mucho más numerosos y, aunque no contaban con
agrupaciones sólidas, ya tenían una mayor capacidad de influir en los asuntos referidos
a la instrucción pública. Además, eran mucho más frecuentes los intentos de instituir
esas organizaciones por iniciativa de los propios maestros, de las autoridades del ramo
o de los directivos de las escuelas normales.
En esas circunstancias, siempre fueron muy pocos los aspirantes y muchos los
desertores de las escuelas normales, particularmente en la de varones de la ciudad de
México. Varios de los primeros egresados dejaron la docencia y se dedicaron a otra
actividad o a estudiar otra carrera más productiva o de mayor status; otros
permanecieron en el magisterio y se resignaron a su condición social y profesional, y
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otros nunca se resignaron, por lo que, cada vez que podían, le echaba en cara al
gobierno, a la sociedad y a los otros profesionistas, el abandono en que tenían al
magisterio y el poco valor que le reconocían.
Peor fue la suerte de los maestros no normalistas que no tenían más título que
su nombramiento y antigüedad en el servicio. Los normalistas creyeron que tendrían
una mejor posición social y económica, pero luego se desencantaron. En cambio, los
maestros empíricos y titulados no normalistas sufrieron una devaluación profesional y
económica por partida doble: se ahondó su distancia de status frente a otros grupos y,
quizá lo que más hirió su sensibilidad, perdieron presencia y prestigio dentro de su
mismo grupo profesional. Los maestros no normalistas fueron desplazados por los
normalistas del estrato superior del magisterio y de los principales puestos (técnicos y
administrativos) del ramo en el gobierno federal y en los estados.
Con frecuencia, los directivos y los egresados de las normales criticaban los
sistemas escolares municipales, del Distrito Federal y de los estados, refiriéndose a la
incapacidad técnica y administrativa de los ayuntamientos para dirigir un asunto tan
delicado como es la educación, a las eternas dificultades económicas que éstos tienen
y a sus frecuentes cambios de autoridades municipales. Igualmente las críticas iban en
el sentido de la inestabilidad "congénita de la política de campanario", traducida en
arbitrariedad, favoritismo, capricho y desprecio contra los maestros, la reducción y el
retraso en el pago de sueldos y, en ocasiones, el despido que algunos de ellos
padecían.
Las normales, mediante sus egresados, alentaron e hicieron posible que los
gobiernos tuvieran una mayor intervención (total o parcial, directa o indirecta) en la
organización y dirección de las escuelas municipales. En varias de ellas, los dirigentes,
maestros y egresados de las normales fueron los primeros directores de las oficinas
estatales de educación que absorbieron parcial o totalmente el control de las escuelas
municipales. A veces una misma persona ocupaba los cargos de director general de
instrucción y director de la escuela normal del estado.
Por lo regular, las normales que los gobiernos de los estados sostenían fueron
un nuevo obstáculo para el gobierno central en cuanto a su proyecto de absorber o
uniformar los sistemas escolares estatales. Esto ocurrió principalmente en las entidades
federativas, cuyas normales eran las más organizadas, con mayor cobertura y de mayor
prestigio.
El regionalismo normalista se difundió de tal modo que aun antes de abrir sus
aulas, la normal del D.F. ya competía con la de Jalapa, competencia que se prolongaría
entre sus egresados durante varios años.
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Continuidad y cambio
Durante la Revolución, la política para formar maestros fue una continuación del
régimen porfiriano, aunque con algunos cambios importantes.
Al principio, el cambio más notable fue la interrupción del antiguo proyecto para
federalizar la enseñanza primaria, uniformándola en todo el país mediante la
centralización, las asambleas nacionales de instrucción pública y el acuerdo entre el
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gobierno federal y los gobiernos de los estados. Esta uniformación pretendía construir
un sistema nacional de educación primaria moderno con elementos comunes e igual
orientación en toda la república.
Con ese fin, por ejemplo, algunas escuelas normales introdujeron cursos
técnicos de carácter práctico y materias como economía política; hubo otras que
intentaron establecer la enseñanza mixta o coeducativa mediante la reorganización
escolar para que hombres y mujeres estuvieran en las mismas aulas; no obstante, tales
cambios fueron muy reducidos, ya que la mayoría de las escuelas normales, incluidas
las del Distrito Federal, no tuvieron cambio alguno.
Las escuelas normales, lo mismo que el conjunto del sistema escolar, cumplieron
una función ambigua respecto a los cambios sociales y políticos provocados por la
Revolución: por un lado, transmitieron y reprodujeron los valores del orden; por el otro,
fueron transmisoras de los valores del cambio.
Por lo anterior nos atrevemos a afirmar que las escuelas normales fueron, al
mismo tiempo, nidos conservadores y cuna de revolucionarios. Ya fuesen unos u otros,
lo cierto es que los maestros en servicio, normalistas o no, fueron transformados por la
Revolución.
Lejos estamos de tener una respuesta cabal para esa serie de preguntas; no
obstante, su mero planteamiento nos sugiere la posibilidad de una especie de
sobrevaloración ideológica del papel revolucionario del magisterio durante la Revolución
mexicana.
Por lo mismo, los maestros primarios tuvieron un menor desprecio que los
universitarios hacia los "iletrados", "ignorantes" y, a veces, "salvajes" jefes
revolucionarios.
Por las mismas razones, los maestros pudieron incorporarse con mayor facilidad
que los universitarios al discurso revolucionario y pos revolucionario, por lo que no les
costó trabajo sentirse parte del pueblo, de los sectores populares, de la clase
trabajadora y, en algunos casos extremos, del proletariado. Los universitarios, en
cambio, no querían que se les ubicara en ninguna de estas categorías sociopolíticas;
tampoco lo querían la mayoría de los profesores egresados de las escuelas normales
del antiguo régimen, quienes constituían una pequeñísima minoría del magisterio en
servicio, incluso en el Distrito Federal.
sus predecesores, por lo que los profesores se veían obligados a renunciar o a emigrar
a otras partes del país.
• Al principio fueron muy pocos los maestros que por decisión personal se enrolaron
en alguno de los grupos alzados o levantados en una región distinta y distante al
lugar donde desempeñaban su función docente.
Fue entonces cuando los maestros de regiones más amplias del país
comenzaron a padecer con mayor intensidad y frecuencia las consecuencias de la
Revolución, en virtud de que la lucha armada contra Huerta (y a la derrota de éste, la
guerra de facciones) fue mucho más violenta, fluctuante y azarosa y cubrió una mayor
extensión del territorio nacional.
Al llegar Huerta al poder, casi todos los maestros del D.F. continuaron en el
servicio; más adelante, un grupo de alumnos de la normal abandonó la ciudad de
México y se sumó a algunos grupos revolucionarios, particularmente al encabezado por
Álvaro Obregón. Fueron pocos los maestros del D.F. que se sumaron a la rebelión
maderista y menos todavía los que cuestionaron el régimen de Huerta o que se
rebelaron contra él; casi todos continuaron prestando sus servicios hasta los últimos
días del gobierno de Huerta.
Los normalistas siempre quisieron ser distintos y ser como los universitarios:
querían constituir un grupo profesional diferente al resto de los profesionistas; querían
tener su propio campo de actividad, sus propias funciones y sus propias normas de
ingreso, de permanencia y de movilidad profesional, pero al mismo tiempo pretendían
gozar de un status semejante al de los universitarios.
Tanto la normal como la universidad tenían una vocación nacional y un papel que
desempeñar en el proceso de integración nacional, sólo que tendrían que hacerlo por
medios distintos.
La normal tenía que difundir la lengua nacional, la historia patria y los valores
cívicos contemplados en el programa de educación obligatoria. Su tarea consistía en
difundir en el país la formación básica de los mexicanos, de acuerdo con un programa
previamente definido por el Estado mediante sus órganos de dirección y consulta
educativa.
He aquí otra de las diferencias entre los normalistas y los universitarios: los
primeros eran profesionistas prácticamente condenados a trabajar para el Estado por la
creciente intervención estatal para garantizar el cumplimiento de la instrucción primaria
obligatoria; es más, hasta los profesores primarios que se desempeñaban en la
docencia privada estaban obligados a seguir los programas oficiales para enseñar
algunas materias.
Por su parte, los profesores universitarios eran profesionistas libres que podían o
no ingresar al servicio público. Además, generalmente no vivían de la cátedra en la
universidad, sino del ejercicio libre de su profesión (el abogado en el despacho, el
médico en el consultorio y el contador en su bufete) o de un empleo en la
administración pública. Aun el profesor universitario de tiempo completo que vivía de y
para la docencia gozaba de un amplio margen de libertad en el desempeño de su labor
dentro de una institución que tenía su propio margen de libertad frente al Estado y la
sociedad.
institución del Estado para formar a los maestros que iban a realizar una actividad cada
vez más estatal: la formación de los ciudadanos que darían vida a las instituciones
liberales. Las normales también nacieron para alfabetizar e integrar la nación en los
grupos marginados del desarrollo nacional.
Por varias décadas, los egresados de las normales constituyeron un grupo muy
reducido, una élite no sólo de la sociedad sino también del magisterio; se trataba de un
grupo mucho más reducido que el resto de los profesionistas egresados de las escuelas
superiores. Sin embargo, salvo en el interior de su profesión, los normalistas fueron
vistos como un grupo profesional mucho menos restringido o elitista que el de los
universitarios.
universidad? ¿En la normal? Por eso, algunas de las escaramuzas más sonadas entre
los normalistas y los universitarios ocurrieron en torno a la educación media.
La caída del régimen porfiriano trajo consigo otra de las diferencias entre la
preparatoria y la normal: a la primera se le identificó con el antiguo régimen y a la
segunda, con la Revolución.
Artes de los estados; otras se debatía si los estudios normalistas eran inferiores,
equivalentes o superiores a los preparatorianos y, por tanto, si los egresados de las
normales podían ingresar o no a las escuelas superiores de los Institutos de Ciencias y
Artes o a las universidades de los estados.
Cuando los normalistas buscan mejorar su status quieren que se les reconozca
el mismo rango social que a los universitarios e incluso algunos de ellos quieren
convertirse en universitarios. En cambio, cuando buscan afirmar su identidad
profesional, los normalistas no quieren que se les confunda con los universitarios;
cuando quieren monopolizar los cargos de dirección educativa, aparecen como los
verdaderos profesionales de la educación y para desplazarlos critican a los
universitarios, incluso a aquellos que han hecho de la educación su carrera profesional.
sucesivo las cátedras de la ENM sólo pudieran ser impartidas por profesores
normalistas.
La mayoría de los maestros llegaron a esos puestos no porque eran tales sino
como miembros del nuevo grupo gobernante en formación. Casi todos venían no de la
cátedra ni de dirigir una escuela, tampoco de las oficinas educativas o de las
organizaciones profesionales del magisterio, sino de los grupos políticos y militares a
los que se habían incorporado tiempo atrás.
Los normalistas y los maestros sin título originarios de los estados pero
radicados en el D.F. fueron privilegiados por el último gobierno convencionista; de sus
filas también salieron varios de los que se pusieron a las órdenes de Carranza durante
su refugio en Veracruz. Al triunfo de los constitucionalistas ese grupo consiguió, gracias
al gobierno preconstitucional de Carranza, un trato igual y en ocasiones mejor que el
que tuvieron algunos de los egresados de la normal del D.F., como fue el caso de los
egresados de la normal de Coahuila.
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Entre los maestros urbanos y los rurales había grandes diferencias: los urbanos
tenían más normalistas en sus filas y mayores niveles de escolaridad, mientras que
gran parte de los rurales apenas habían terminado sus estudios de primaria. Los
urbanos eran identificados como conservadores o reaccionarios, verbalistas, inflexibles
y reacios a la introducción de nuevos métodos de enseñanza; los rurales, en cambio,
eran considerados como revolucionarios, partidarios de la escuela popular y, en conse-
cuencia, aliados de la obra educativa del nuevo régimen.
suerte de los maestros rurales dependía de los políticos y de las autoridades locales y
de su relación con las autoridades educativas federales en los estados.
Durante este periodo los políticos locales tuvieron una considerable injerencia en
el establecimiento de escuelas y el reclutamiento de maestros rurales, sin embargo
habrán de compartirla cada vez más con los directores e inspectores de educación
federal en los estados. Los políticos locales tenían una considerable influencia en el
reclutamiento de los maestros, pero su permanencia y movilidad dependerían en mayor
medida de las autoridades educativas federales en los estados.
A mediados de los años veinte los maestros urbanos gozaban de más estabilidad
y, por tanto, de una mayor antigüedad en el servicio que sus colegas rurales. Los
maestros rurales, en cambio, padecían una intensa rotación por la rapidez y el carácter
masivo del reclutamiento, por sus bajos sueldos, por el medio adverso en el que
trabajaban y por la influencia política externa. A finales de esa década, año con año se
reemplazaba alrededor de 50% de maestros rurales en servicio.
Otras diferencias entre unos y otros surgían del medio institucional y social en el
que se desempeñaban: la mayor parte de los urbanos trabajaban en primarias de más
de dos grupos y grados, estaban sometidos al control del director de la escuela, del
inspector de zona y de las altas autoridades educativas en un medio donde debían
medir, con un gran número de profesionistas de otras disciplinas, su status y su
presencia como profesionales. Los maestros rurales, en cambio, casi se confundían con
la escuela —generalmente unitaria— y tenían una mayor libertad de acción que los
normalistas en virtud de su aislamiento geográfico y su incomunicación con los
supervisores y directores de educación federal en los estados.
Muchos maestros comenzaban a trabajar en lugares a los que nunca antes había
llegado ninguna otra agencia gubernamental ni local ni federal. Por otra parte, su
trabajo tenía un carácter secundariamente docente (enseñar a leer, escribir y contar) y
predominantemente social y político: incorporar a los campesinos e indígenas en la vida
nacional y contribuir a organizar a la comunidad para mejorar su higiene, las formas de
producción y comercialización de sus productos, sus sistemas de comunicación y
transporte, entre otros.
i) Los maestros rurales crecen en presencia numérica, mientras que sus directivos
ganan influencia en la dirección educativa del país, a costa de la que los
normalistas habían alcanzado a finales del Porfiriato.
ii) Las escuelas normales tienden a perder el control del recluta miento de los
docentes en beneficio de los políticos y las autoridades educativas.
Se podría decir que el carácter nacional de la Federación era más bien nominal,
puesto que la relación que su comité directivo mantenía con las pequeñas y poquísimas
agrupaciones de maestros de provincia era realmente endeble. No obstante, sus
dirigentes mantendrían varios años una considerable influencia sobre los maestros del
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iii) Los directivos y el personal de la SEP compiten con las autoridades locales por
el control sindical del magisterio y promueven la formación de sindicatos de
maestros estatales y municipales.
Para 1930 el personal docente del gobierno federal ya era numeroso y constituía
una importante fuente de poder político, por lo que distintas autoridades educativas y
gubernamentales, al igual que los grupos políticos, trataron de organizarlos sindical-
mente bajo su control. Igualmente, la formación de sindicatos magisteriales fue alentada
por la crisis de la administración pública federal y el reacomodo de las fuerzas políticas
que había provocado la muerte del presidente electo.
Las diferencias patentes entre el personal docente urbano y rural, entre las
distintas áreas de la SEP y entre los maestros federales y locales en cada estado,
ahora se expresan también en el terreno sindical.
Ya desde los años veinte los maestros del Distrito Federal contaban con sus
propias organizaciones, de modo que a principios de los treinta la disputa por el control
sindical del magisterio encuentra en provincia su principal arena.
Según los criterios establecidos por la SEP "para el reconocimiento oficial de las
organizaciones magisteriales en el D.F.", en 1929 se constituye la Confederación
Nacional de Organizaciones Magisteriales (CNOM) que, bajo la dirección de los
antiguos dirigentes de la FNM, agrupa a un sinnúmero de sociedades magisteriales de
la capital de la república.
El breve periodo del interinato de Emilio Portes Gil fue pródigo en disposiciones
jurídicas que alentaron las agrupaciones magisteriales y su inserción en las
instituciones clave para definir la política, la dirección educativa y el control sobre
algunos aspectos esenciales de la profesión docente, como el ingreso, la permanencia
(inamovilidad) y la movilidad (escalafón) dentro del servicio.
Unos días antes de entregar el poder al presidente Pascual Ortiz Rubio, Portes
Gil decreta la creación del Consejo Técnico de la Educación, en el que la CNOM
alcanzará una representación dominante y desde donde logrará una notable influencia
en la aplicación de la Ley de Escalafón y la de Inamovilidad del Magisterio,
promulgadas también en la víspera de la trasmisión del poder en febrero de 1930.
cultura extensiva, respondiendo al clamor de las masas populares, que exigieron antes
que el perfeccionamiento mayor de la aristocracia intelectual, la democratización de una
cultura de nivel no muy alto si se quiere, pero uniforme en todo el país.
[...] eliminando a todos aquellos elementos que, por su escasa preparación, por
su conducta moral poco edificante, por su poco espíritu de servicio, no presten las
garantías suficientes para promover el progreso y el bienestar de las comunidades
rurales.
Una vez hecha esta selección, agrega Aarón Sáenz, se trataría de consolidar la
situación de los maestros rurales y llevarla a las mejores condiciones económicas
posibles.
A Sáenz le sucede en el cargo José Ma. Puig Cassauranc, que ya había sido
secretario de Educación durante el periodo presidencial de Calles. Puig recibe la SEP
en una situación crítica; así lo informa a menos de un mes de alejarse de nuevo del
cargo: las circunstancias de ambiente y trabajo que prevalecían en diciembre [de 1930]
eran [...] las siguientes:
Bassols
Años después, Samuel Ramos, colaborador de Bassols, recuerda que éste había
luchado contra "el liderismo magisterial" que, a costa de la debilidad de los propios
secretarios de Educación, había adquirido "una fuerza extraordinaria" hasta constituirse
en "un poder superior a veces al de las autoridades".
Las principales características del consejo, según Bassols, eran las siguientes:
Por una parte, era una asamblea constituida totalmente por virtud de elección, y
en la que los maestros tenían una representación gremial preponderante; la
representación era, antes que otra cosa, manifestación de las actividades gremiales en
las asociaciones constituidas por los maestros. En segundo término, el número de
miembros que constituía la asamblea era, por un lado, abundante, y por el otro,
susceptible de un crecimiento continuo mediante la multiplicación indefinida de las
asociaciones magisteriales que podían hacerse representar en el Consejo. En tercer
término, la naturaleza de las funciones encomendadas al cuerpo era doble, mixta,
heterogénea: en primer lugar el cuerpo tenía facultades para estudiar [...] cuestiones de
orden educativo relacionadas con la Escuela Primaria, y en segundo lugar, también se
le asignaban funciones de carácter gremial, facultándolo para avocarse al conocimiento
de asuntos que interesen en lo personal a los maestros, como individuos o como
agrupaciones.
El escalafón de Bassols
La SEP sólo aceptó la propuesta que se refiere a los maestros normalistas que
prestan sus servicios "de carácter técnico pedagógico relacionados con la educación
primaria", no sólo en instituciones docentes sino también en oficinas e instituciones no
docentes.
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iv) La falta de reciprocidad para los maestros del D.F., por las
condiciones en que se encuentra el ramo en la mayoría de los
estados.
c) Sobre los sueldos para cada clase y el escalafón económico (artículos 5o, 6o y
7o):
La CMM pidió que la preferencia proporcional entre los normalistas del D.F. y los
de los estados se estableciera en el reglamento de la ley y que se dictaran
disposiciones tendientes a evitar el predominio de alguno de los sexos en el magisterio.
• El inspector de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, propuso que para lograr la
reciprocidad, cinco de cada seis vacantes en las primarias locales deberían ser para los
normalistas estatales y una para los del D.F. La SEP rechazó la propuesta, señalando
que esa facultad les correspondía a los gobiernos locales y que, de cualquier forma, en
los convenios podían fijarse las bases justas de reciprocidad.
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La petición fue rechazada por la SEP aduciendo que ya era suficiente garantía
contra el abuso el hecho de que interviniera la Comisión de Escalafón y no, como en la
Ley de 1930, el Consejo de Educación Primaria.
Los maestros sin título permanecieron en las mismas condiciones en las que
estuvieron desde 1930, conforme a las leyes de Inamovilidad y de Escalafón. Lo único
que se hizo fue separar a los no titulados del D.F. de los no titulados de los estados.
Para los primeros eran suficientes cinco años de servicio continuo para alcanzar la
inamovilidad, pero mientras no obtuvieran su título no tendrían derecho a ascensos
escalafonarios.
Esta distinción fue justificada por la SEP, aduciendo que los maestros del D.F.
que se hallaban en esa situación, además de ser pocos, tenían un incentivo negativo (la
inamovilidad escalafonaria) para titularse.
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Otros funcionarios también pidieron una ampliación a seis años del plazo para la
titulación de maestros rurales o, al menos, concederles los mismos derechos que a los
profesores no titulados del Distrito Federal.
La SEP rechazó todas esas propuestas y preservó el trato diferenciado para los
maestros sin título del D.F. y los de los estados. Además, recordemos que antes de
someter a discusión su anteproyecto de Ley de Escalafón, ya había dado algunos
pasos tendientes a la depuración de los maestros rurales sin título, a cargo de los
inspectores y directores de Educación Federal en los estados.
De las dos clases que había en la ley de 1930, maestros y maestros directores
de escuela rural, la nueva ley suprime la de maestro director y establece tres categorías
de maestro de escuela. Las dos categorías que había para las escuelas semiurbanas
(maestro y maestro director), la ley de 1933 las convierte en cuatro: dos para cada una
de las anteriores. Por último, la nueva ley preserva las dos categorías de las escuelas
tipo (maestro y maestro director) y la de maestro inspector (que corresponde a la
anterior de maestro inspector instructor); pero incorpora al escalafón, como uno de los
cambios más importantes, las clases de director de Educación Federal y la de inspector
general.
Bassols hizo las reformas que era preciso hacer para rescatar la autoridad
educativa de la SEP y deslindar los asuntos educativos de los intereses gremiales del
magisterio; sin embargo, pronto tuvo que dejar el cargo de secretario en las manos más
conciliadoras de Eduardo Vasconcelos. Antes de irse de la SEP a la Secretaría de Go-
bernación, Bassols pronunció un discurso con un fuerte olor a despedida, fracaso y
advertencia. Fueron palabras que —según el propio Bassols— podrían ser falsas o
verdaderas, admisibles o no, pero tenían al menos una virtud:
En cierto sentido es, pues, más aparente que real el problema, pero tiene, sin
embargo, un peligro indudable: el de que mine el organismo sano, se convierta en un
mal crónico y alcance los caracteres de una deficiencia constitucional del magisterio
mexicano.
Había que frenar —dijo Bassols— una serie de actos que, de persistir,
generarían en la masa de maestros "actitudes de desconfianza y sorda hostilidad frente
al Estado".
Crear entre los maestros y los gobernantes una actitud análoga a la que en
ciertos momentos se creó entre los universitarios mexicanos y el gobierno sería un mal
mucho más grave que cualquiera de los que hasta hoy hemos podido presenciar en
nuestra atormentada y dolorosa vida social. No creo que pudiera acontecer otro hecho
tan preñado de influencias para la desintegración de México como el de convertir a los
maestros —que deben ser agentes de coordinación, de organización de la vida social,
de aglutinación— en sordos, solapados y vergonzantes enemigos del Poder Público.
que las disposiciones dadas por el Estado para protegerlo contra la arbitrariedad,
el despotismo, el capricho o las variaciones inciertas de la política personal —de
garantías que son— se conviertan en trinchera en la que se afortine el enemigo para
lanzar proyectiles contra el gobierno del país.
Más adelante agrega Bassols que quieren enfrentar al magisterio con el Estado,
convenciéndolos de que el gobierno desdeña sus servicios y no intenta siquiera mejorar
su retribución y su condición social; de que se ha retrocedido en su obra educativa,
deteniéndose el ímpetu revolucionario de la llamada "edad de oro" de la educación
pública (que se identificaba entonces con los años de 1921 a 1923).
Siguiendo una política que debe calificarse como verdadero chantaje, los líderes
han tratado de subastar su fuerza aparente a cambio del mantenimiento de sus
privilegios. Se consideraban intermediarios forzosos entre el gobierno y los maestros,
amenazando al primero con la fuerza de los segundos, y a éstos con los ataques del
gobierno, cuya línea de conducta decían inspirar y determinar para beneficio del
magisterio. Su política de chantaje reclamaba indispensablemente atemorizar al
gobierno y atemorizar a los maestros. Sin ellos no habría mejoramiento económico,
aumento en las oportunidades de trabajo y organización eficaz del servicio, sino
represión sistemática y menosprecio injusto y creciente para los educadores. Sin su
celestinaje tampoco podría el gobierno apaciguar las ansias de rebeldía de los
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maestros, sus protestas airadas, su agresión inminente. Tal era el doble juego que
garantizaba la subsistencia de un poder que, por no derivar de la masa, tenía que
fincarse en la amenaza y la transacción.
La educación socialista
El 1 de agosto de 1934 Calles se reúne con los diputados Bremauntz y Coria, los
más activos promotores de la reforma del artículo 3o. Les dijo que el Estado mexicano
tenía "perfecto derecho de dar una orientación [la educación] de acuerdo con las
doctrinas y principios que sustenta", como en su tiempo lo había hecho el clero y como
entonces lo estaban haciendo Rusia, Alemania e Italia. La reforma —les dijo Calles—
debe hacerse en noviembre con el fin de que sea el general Cárdenas "el que libre esta
batalla contra la reacción al asumir el poder".
los maestros de la república, sobre todo los egresados de las escuelas normales
urbanas, se oponían a la educación socialista, lo mismo que la mayoría de los padres
de familia, las autoridades locales y, desde luego, la Iglesia. Un año después, Molina
Betancourt —ya en el cargo de oficial mayor de la SEP— ratifica la percepción anterior
y recomienda al presidente Cárdenas que continúe apoyando la depuración del
magisterio federal, enemigo de la educación socialista. Planteaba, además, la
necesidad de definir con mayor claridad las bases filosóficas y las características de la
escuela socialista, a fin de que los maestros pudieran "contrarrestar con éxito la
campaña de calumnias [...] en contra de la reforma del artículo tercero constitucional".
El panorama se complicó aún más con los conflictos que surgieron en torno a la
educación socialista, que en poco tiempo fortaleció a los dirigentes más radicales del
magisterio y alentó una mayor participación de los maestros como asesores y agentes
organizadores de los campesinos en el contexto de una reforma agraria radical
promovida desde el poder público.
de Escalafón por el conflicto intergremial, pero más tarde se convertiría en la base para
la posterior consolidación del control sindical sobre el sistema escalafonario.
En las escuelas normales rurales y urbanas del país, incluida la Escuela Nacional
de Maestros, disminuyeron las inscripciones de nuevo ingreso y aumentaron las tasas
de deserción de sus alumnos. La mayoría de las primeras pasaron por diversos
conflictos internos y con las autoridades educativas federales y locales. Algunas de las
normales de los estados se cerraron.
En los últimos años del sexenio de Cárdenas se intensifican los intentos fallidos
por "federalizar la instrucción primaria", entendida como centralización o absorción
técnica y administrativa de los sistemas locales por el ejecutivo federal.
Paradójicamente, el antiguo proyecto centralizador de la enseñanza primaria no se lleva
a cabo, pero en menos de veinte años la acción educativa de la SEP supera con creces
en los estados la magnitud del sistema que se hubiera formado mediante la mera
absorción de los sistemas locales.
Con esta nueva política se disuelven las misiones culturales y la mayor parte de
su personal se transfiere al Departamento de Asuntos Indígenas, quedando fuera de la
SEP el grupo más radical del magisterio.
En 1942 también se expide una nueva Ley Orgánica de Educación que modera
la orientación socialista de ésta. Al cambio de gobierno, la reorientación política general
del régimen afecta a la vida sindical del magisterio. Después de un periodo de cierta
continuidad con el anterior sexenio, se inicia una política educativa contraria a la
educación socialista y al cardenismo, al lombardismo y al comunismo en la SEP.
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Torres Bodet emprende una política educativa tendiente a lograr dos objetivos
básicos:
basificación de los empleados públicos, especialmente la de los maestros sin título, que
constituían el segmento más numeroso del personal docente federal.
La opción de reemplazar en poco tiempo a los maestros sin título hubiese tenido
que hacerse mediante la ejecución de un plan de expansión acelerada de la enseñanza
normal en el país. Aparte del costo directo del ensanchamiento del sistema de
enseñanza normal, éste no hubiese podido lograrse sin estimular el crecimiento del
número de aspirantes a la carrera normalista mediante una buena dotación de becas y
una política salarial que hiciera más atractiva económicamente la carrera magisterial.
Entonces se dijo que el IFCM era la escuela normal "más grande del mundo" y
en verdad lo llegaría a ser, pero también era algo más en el sistema educativo
mexicano: desplaza a las misiones culturales en el cumplimiento de sus funciones de
capacitación y mejoramiento profesional del magisterio federal y centraliza los cursos
intensivos para los maestros sin título de las escuelas normales rurales y de la Escuela
Nacional de Maestros. Con esto termina por anularse, o al menos reducirse
drásticamente, la relación de las misiones y de las normales urbanas y rurales con los
maestros en servicio. Así, el instituto surge como un novedoso medio de comunicación
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de las altas autoridades de la SEP con los maestros, los alumnos y los maestros
profesores de las escuelas Oral y por Correspondencia.
Por otra parte, hasta hacía muy poco tiempo la escuela secundaria mexicana era
casi exclusivamente un colegio preparatorio clásico, una institución a la que asistía
solamente un grupo reducido y selecto de estudiantes. De la misma manera, la
educación superior seguía el antiguo modelo humanista y conducía a las profesiones de
prestigio tradicional, pero desde hacía un cuarto de siglo las cosas habían comenzado a
cambiar. En la educación superior hay una "tendencia definida [...] a equilibrar la
educación humanista con los estudios realistas en sus programas". Más recientemente
se produce un aumento en el número de escuelas vocacionales y en los centros
educativos y especiales con proyectos patrocinados por el gobierno: se estaba
concediendo mayor atención a la investigación científica y técnica, así como a los
estudios económicos. Finalmente, "las escuelas secundarias están siendo consideradas
cada vez más como colegios del pueblo y no como meros colegios preparatorios para
las instituciones superiores".
También ese tipo de instituciones habían quedado bajo la órbita sindical, pero en
el caso de las secundarias se habían convertido en una opción de movilidad
ascendente de los maestros primarios en servicio.
formación de maestros. Era obvio que lo que llegara a ser controlado por la SEP sería
factible que también lo controlara el sindicato, en virtud de la presencia que éste había
alcanzado desde sus orígenes frente y dentro de la Secretaría.
Grupo II. A cargo de un delegado oficial que atiende los asuntos del personal
docente de las escuelas primarias y de los jardines de niños del D.F. y de éstos en los
estados, de los internados de enseñanza primaria y de las escuelas particulares
incorporadas. Total: 9 380 maestros.
Grupo III. A cargo de un delegado oficial que cubre los asuntos relacionados con
el personal docente técnico y especializado del INBA, del IPN, de la ENM, de la ENEF,
de Enseñanza Agrícola, de Misiones Culturales, de secundarias, de escuelas normales
foráneas, de asuntos indígenas, de enseñanzas especiales, del Departamento de
Prensa y Propaganda, etc. Total: 38 000 personas.
66
Grupo IV. A cargo de un delegado sindical que atiende los asuntos relacionados
con el personal administrativo manual, obrero y servidumbre. Total: 9 000 empleados.
Entre 1944 y 1947 se aumentan los sueldos de los maestros federales y mejoran
algunas de las prestaciones laborales. El salario real se recupera parcialmente sin
alcanzar el que tenían a finales de los treinta; luego se inicia una nueva caída que se
prolonga hasta principios de los años cincuenta.
durante este tiempo, se mantiene —aunque tiende a acortarse— la brecha salarial entre
unos y otros en beneficio de los últimos.
En general, entre esas instituciones había muy pocos vínculos y sobre ellas se
ejercía un control técnico y administrativo muy diferenciado: la SEP, los gobiernos
estatales y los particulares. Aun dentro de un mismo sistema, como el federal, las
instituciones estaban incomunicadas entre sí y bajo el control de diferentes
dependencias.
Tampoco el IFCM tenía relación alguna con las normales federales; sólo que
éste era un caso aparte, ya que el instituto:
Ha venido sosteniendo una lucha constante por mantenerse dentro de una cierta
autonomía, como la que vivió en los primeros años que siguieron a su creación,
razón por la cual el control que debiera haber ejercido la actual Dirección General
de Enseñanza Normal no ha sido factible en todas sus partes.
Y Agregaba:
En muchos lugares, para los jóvenes la escuela normal era la única oportunidad
de educación posprimaria y, por tanto, ingresaban a la normal aunque tuvieran planes
de estudiar después una profesión distinta a la del magisterio. Además, en las normales
encontraban algunas prestaciones como el internado, la alimentación, el vestido y las
becas, con la ventaja adicional de que los requisitos de admisión eran "mínimos y
ninguno de carácter profesional"; dichos requisitos se abatían aún más por la
70
Ésa era una de las causas por las que la profesión de maestro tenía "poco
crédito social" y una insuficiente remuneración económica.
El cambio de una a otra normal también era el comienzo de una deserción de los
estudios normalistas, puesto que se interrumpían los estudios en alguna escuela normal
de provincia —particular u oficial, federal o estatal, urbana o rural— para inscribirse con
intención desertora en la Escuela Nacional de Maestros. Los propios alumnos
reconocían que venían a la capital de la república, porque aquí contaban con mayores
posibilidades para cursar profesiones más ventajosas que la del magisterio.
Esto se podría lograr, en cierto grado, haciendo obligatorio que los alumnos
becados terminasen sus estudios en la escuela donde los iniciaron, además de que los
egresados ejercieran la profesión por un plazo mínimo de diez años o restituyeran las
cantidades que el Estado había invertido en ellos.
iii) Garantizar las inscripciones de los primeros años. Para conseguirlo debía
ponerse fin al influyentismo, informar a los alcaldes y maestros que las
escuelas normales son instituciones educativas, no de beneficencia. De
ese modo se reduciría el número de alumnos inscritos con vocación
desertora, tradicionalmente enviados por
sus padres a las normales para "quitarse bocas de la casa" y luego,
73
cuando alcanzan cierta edad, retirarlos de las escuelas antes del término
de sus estudios para que les ayuden en los trabajos y gastos familiares.
Por otra parte, entre las medidas propuestas para estimular la carrera magisterial
se encontraban:
El sueldo único paraliza todos los resortes psicológicos del ser humano y es la
negación de toda buena doctrina económica, porque es una versión del destajo, sin el
poder estimulativo de éste. Es necesario hacer un escalafón auténtico con un número
de escalas que permita ascensos periódicos no demasiado distanciados. Nadie permite
quedar varado en una remuneración inconmovible, cualquiera que ésta sea, por toda su
vida.
A finales del sexenio del presidente Adolfo Ruiz Cortines, los funcionarios de la
SEP, los dirigentes políticos, los pedagogos, los líderes sindicales del magisterio y la
prensa nacional declaran a la educación nacional en situación de desastre, o al menos
se referían a "la crisis de la educación" y, dentro de ésta, la crisis de la profesión
docente y los conflictos surgidos en las escuelas normales, el IPN y la sección IX del
SNTE en el Distrito Federal.
iii) La baja movilidad por remplazo en los puestos más altos, a causa del poco
interés que los maestros de mayor antigüedad tenían en jubilarse.
Otro de los signos de la crisis de la profesión era la caída del salario real de los
maestros urbanos, de 1947 a 1955.
Los problemas que hereda el gobierno del presidente López Mateos (1958-1964)
del sexenio anterior fueron varios y algunos de ellos difíciles de resolver: una de las
decisiones clave para enfrentarlos fue la ejecución del Plan de Expansión y
Mejoramiento de la Educación Primaria (Plan de once años).
Vamos a tratar de enmendar [...] el pesimismo de quienes temen que nuestro sistema
educativo esté condenado a una lamentable parálisis progresiva [...] Y no será [tarea]
fácil porque estamos experimentando, en materia educativa, una crisis de desaliento.
Queremos crecer de prisa [...] pero debemos percatarnos a tiempo de que crecer sin
madurar no sería crecer de veras.
Además de los problemas coyunturales, Torres Bodet tenía que afrontar otros de
carácter más estructural, producidos por el desarrollo histórico de la SEP:
Los gobiernos creían que los maestros acataban fielmente sus planes, que, a menudo,
ni siquiera leían. Entre las razones de Estado que exponen los funcionarios y la forma
en que muchos de los educadores interpretan tales razones media un abismo. En 1921
Vasconcelos pugnó por federalizar la enseñanza; en 1943 imaginé candorosamente
que la firme unidad sindical de los profesores contribuiría a mejorar la federalización
ideada por Vasconcelos. Pero, en 1958, me daba cuenta de que, desde el punto de
vista administrativo, la federalización no era recomendable en los términos concebidos
por el autor de El monismo estético. Por otra parte, la unificación sindical no parecía
favorecer de manera muy positiva a la calidad del trabajo docente de los maestros.
Habíamos perdido contacto con la realidad de millares de escuelas sostenidas por el
gobierno, desde Sonora hasta Chiapas, y desde la frontera de Tamaulipas hasta las
playas de Yucatán. Nuestros informantes directos eran inspectores que, como socios
activos del sindicato, encubrían a tiempo las faltas y las ausencias de los maestros,
pues no ignoraban que la gratitud de sus subalternos les sería, a la larga, más
provechosa que la estimación de sus superiores.
Llamé a varios de los maestros que pertenecían a la que estimaba mi "vieja guardia".
Los encontré indecisos, aterrados ante los jóvenes. ¿Qué había ocurrido durante mi
ausencia? Ni los programas de 1944 dieron los frutos que supusimos, ni los nuevos
egresados de las Normales querían oír hablar de "apostolados" o de "misiones".
Advertían que, en nombre del progreso económico, el país estaba acostumbrándose a
desmentir los ideales de la Revolución.
aunque casi todas las plazas docentes recién creadas se adscribieron a centros de
población semiurbanos y urbanos. Casi todo el programa fue sostenido por las finanzas
del gobierno federal.
Para los maestros primarios urbanos —sobre todo del D.F — la expansión de la
secundaria se tradujo en una mayor probabilidad de mejorar sus ingresos, combinando
su trabajo en las escuelas primarias con el de las posprimarias o pasando de uno a otro
nivel.
Por otra parte, el gobierno federal establece dos Centros Normales Regionales:
el de Ciudad Guzmán, Jalisco, y el de Iguala, Guerrero. Sus alumnos eran becarios de
la SEP y, a cambio de ello, estaban obligados a prestar, al término de sus estudios, tres
años de servicio social en los sitios que les fueran señalados por la Secretaría y con el
sueldo correspondiente a maestros titulados. Tales disposiciones, además de atender
las necesidades del crecimiento de la educación primaria, constituyeron la respuesta a
la resistencia de los egresados de la ENM para prestar su servicio social fuera del
Distrito Federal.
En cierta medida las actividades del instituto se expanden a costa de una mayor
flexibilidad en el cumplimiento de sus programas. Así lo reconoce un documento del
SNTE, al afirmar que con la reforma de 1958 culmina la etapa academicista del instituto.
Faltaría agregar que con ella, quizá, comienza su etapa sindicalista.
Fue notable el efecto del instituto sobre el perfil profesional, la situación laboral,
los sueldos, la clasificación escalafonaria y el mercado ocupacional del magisterio. Sus
principales efectos, como ya lo vimos, fueron los siguientes:
iii) La mejoría progresiva de los sueldos de los maestros conforme avanzaban sus
estudios, y su incorporación al escalafón y su ascenso al terminarlos.
Por otra parte, la expansión del sistema de enseñanza normal y del IFCM
provocó un desequilibrio en la relación entre la oferta y la demanda de profesores
primarios, que luego de ser escasos, a principios de la década pasaron a ser
demasiados tan sólo un lustro después. Pese a algunas medidas adoptadas por la SEP
para restringir el nuevo ingreso a las normales federales, al finalizar la década de los
sesenta uno de los principales problemas entre la SEP y el SNTE fue el creciente
desempleo de los egresados de las normales, estimado en alrededor de 20 000
maestros.
una tenaz labor de orientación que difunda la necesidad, los principios, medios y
fines de la reforma educativa; que insista en la actualización pedagógica del
magisterio activo, en su función moral y cívica, en el cumplimiento puntual de su
alto ministerio, sin cortapisas o pretextos.
El orden de la enseñanza que nos rige hace recaer un papel decisivo en los
inspectores escolares. Constantemente lo hemos ponderado: son los nervios de
82
Finalmente, la SEP pedía la colaboración del SNTE para lograr un mayor arraigo
de los maestros y los inspectores en las comunidades y en las zonas donde trabajaban,
pues iban en aumento las quejas de ausentismo y otras irregularidades:
cada día crece la exigencia popular por la mayor constancia y eficacia del
servicio educativo. Esas exigencias indican el avance de la conciencia y la
severidad del juicio público respecto a la importancia y necesidad de la
educación; prueban también el dinamismo social a que ha llegado el país.
Tan penosa era aquella situación, que algún día en que por ausencia del ministro
debía yo desahogar el acuerdo presidencial, el señor licenciado Díaz Ordaz me
preguntaba sobre si era conveniente buscar los medios para que el sindicato no
peleara, cuando justificadamente aplicáramos una sanción y que nos dejara libertad
para operar los ascensos.
Vivíamos una perturbadora realidad educativa y lo cierto era que esa realidad
parecía anestesiarnos, parecía robarnos energías, parecía volvernos insensibles y esto
era grave [...] demasiado grave, por poco que fuera lo que pudiéramos hacer, debíamos
hacerlo.
Pero también sentía que me veían con ojos azorados algunos compañeros como
diciendo ¿y a este desclavado de dónde lo sacaron y qué anda haciendo aquí?
Los problemas comienzan a surgir cuando ya no hay, o hay menos, qué nivelar,
o bien cuando disminuye el ritmo de la nivelación, entre otras razones, porque el
nivelador (el gobierno federal) lo puede hacer cada vez menos o con menor impunidad
(por ejemplo, financiera o política) gracias a la escasez de recursos o al aumento de los
costos de la nivelación.
Esto resulta todavía más problemático cuando lo que falta por nivelar sólo se
puede hacer en el terreno económico, con dificultades en el terreno profesional, y
difícilmente en lo que se refiere a las características del lugar, de la zona o de la región
sociodemográfica donde trabajan. Esta "imposible" nivelación cobra actualidad en los
setenta como problema educativo, profesional y gremial, al grado de que adquiere una
mayor intensidad, puesto que en las zonas rurales es donde había mayor demanda de
nuevos maestros, pero una creciente proporción de los de nuevo ingreso al servicio se
habían formado en escuelas normales urbanas oficiales y privadas. En otras palabras:
los nuevos maestros eran cada vez más urbanos —por su lugar de origen y de
formación— pero estaban condenados a trabajar en zonas cada vez más rurales, en
aquellas a las que no había llegado la acción educativa de las décadas anteriores.
a). El IFCM casi había terminado con la tarea de titular a los maestros en
servicio;
y reanimar hacia arriba la circulación interna de la pirámide por medio de los agregados.
Éstos se buscaron particularmente mediante la profesionalización del magisterio que,
además de ser una antigua demanda del gremio, tenía la ventaja de requerir un menor
desembolso económico inmediato por parte del gobierno federal, comparado con el que
necesitaba para los aumentos generales de sueldos.
Por otra parte, la SEP autoriza la creación de dobles plazas: 20% de nueva
creación para los docentes y los dobles turnos para los directivos. Con esta disposición
se benefician principalmente los maestros de la capital de la república y los de las
ciudades más grandes del país.
La política de la SEP, agregó, debería ser tal que no frustrase a los maestros ni
académica ni económicamente.
Después de una leve caída a fines del periodo anterior, en los primeros dos años
del sexenio del presidente Echeverría los sueldos reales del magisterio permanecen
prácticamente congelados, pero entre 1973 y 1976 se incrementan 30% en términos
reales.
Al igual que los salarios, después de una leve caída, a partir de 1973 crecen
aceleradamente las escuelas y la matrícula de enseñanza normal. La reanudación del
crecimiento del sistema de formación de maestros fue el resultado de distintos factores:
uno de ellos la visible mejoría en las condiciones de trabajo, sueldos y posibilidades de
88
movilidad de los maestros federales; otro, la mayor flexibilidad del gobierno federal y de
los estados para autorizar y reconocer los estudios en las escuelas normales
particulares, lo que abatió el costo económico y académico para los alumnos.
Así, nos encontramos con maestros cada vez más urbanos (por su origen
sociodemográfico y/o profesional) condenados a prestar sus servicios en el inicio y
durante periodos cada vez más prolongados en el medio rural.
La SEP había intentado resolver ese problema de diversos modos. Uno de ellos
fue la reglamentación del servicio social de los recién egresados de las normales
federales para que desempeñaran sus primeros años de servicio en los lugares donde
se requiriesen, según la perspectiva de la SEP. Otro fue el otorgamiento de
compensaciones salariales a los maestros que trabajaban en las zonas más aisladas,
marginadas y adversas para la docencia, así como la construcción de casas anexas a
las escuelas rurales.
En los años setenta, la SEP intentó adjudicar las plazas no a los maestros sino a
las comunidades donde se hallaban ubicadas las escuelas. De ese modo, aunque
temporalmente se quedasen sin maestros, no se quedarían sin plazas laborales para
ocuparlas en el menor tiempo posible.
A pesar de ello, la SEP asume una política que oscila entre la abstención y los
recurrentes intentos de ejercer un mayor control, regular la matrícula e imprimir una
mayor unidad a las normales superiores del país.
Detrás de todas esas preocupaciones estaba, desde luego, el interés del SNTE y
de la SEP por establecer un mayor control sobre las normales superiores que se habían
multiplicado y desarrollado con una dinámica casi propia, a fin de atender la creciente
demanda de profesores de educación media, media superior y normal. Por otra parte, el
SNTE sabía que su control sobre las normales superiores pasaba por un proceso
previo: la centralización de éstas, bajo la dependencia única de la Secretaría de
Educación.
8. Organizar los planes y programas de estudios (de las ENS) con tal flexibilidad
que faciliten, en lo futuro, la adaptación del profesor a los cambios que se
seguirán operando en la educación media.
La tercera estrategia fue mucho más directa: crear los programas de licenciatura
en preescolar y primaria para el magisterio en servicio. Esta opción tampoco elevaba el
rango de los estudios efectuados en las escuelas normales, pero al magisterio en
95
Pero también tenían notables diferencias: el objetivo general del IFCM era que
miles de maestros sin título completaran la carrera de profesor de educación primaria;
para ello ofrecía cursos desde el primer grado de secundaria hasta el último de
enseñanza normal; sus principales destinatarios fueron los profesores foráneos y
rurales, entre los que se hallaba la mayor proporción de docentes no titulados. Con la
terminación de la carrera, los mentores no sólo recibían mejores sueldos y ganaban
puntos escalafonarios, sino que también regularizaban su relación laboral con la SEP y
se les abría la posibilidad de ser transferidos de las escuelas rurales a las semiurbanas
y urbanas.
SNTE). Su cobertura fue muy restringida durante sus primeros quince años de vida,
pero en los otros quince aumenta con rapidez: pasa de ser una institución transitoria
con término fechado, a otra con una existencia asociada (si no permanente al asunto
que se le había encomendado: titular a todos los maestros de educación primaria en
servicio.
Todas las diferencias que hemos señalado estaban marcadas por una mayor. El
IFCM, fue de hecho una inmensa escuela normal: su objetivo era lograr que los
maestros en servicio concluyeran sus estudios de enseñanza normal primaria urbana
conforme al plan vigente para las escuelas de este tipo. En pocas palabras: el IFCM no
agregaba una credencial al título de profesor de educación primaria —aunque sí al de
maestro rural—, sino que ofrecía la oportunidad de obtener ese título a los maestros en
servicio no titulados. El programa de licenciatura, en cambio, agregaba una credencial
superior al título de profesor de educación primaria. La antigua preocupación y
demanda de reformar la educación normal primaria y elevarla al nivel de licenciatura,
introduciendo como antecedente los estudios de bachillerato, se hacía de una manera
sui generis a través del programa de licenciatura.
A pesar de haberse propuesto varias veces, tanto por la SEP como por el SNTE,
la enseñanza normal no se había elevado al rango de licenciatura —mediante la
98
Había, quizá, una mayor semejanza entre la organización y las finalidades del
IFCM con los cursos abiertos y semiabiertos de las normales superiores: en ambos
casos se trataba de titular a los maestros en servicio. Las principales diferencias entre
ambos eran el nivel en el que iban a ejercer la docencia y el hecho de que el desarrollo
de los cursos abiertos y semiabiertos de normal superior no había sido resultado de una
decisión centralizada de la SEP, sino de una respuesta de las propias normales
superiores a la creciente demanda de profesores de secundaria. La expansión de la
matrícula en los cursos semiabiertos de las normales superiores del país significó, de
hecho, el regreso al origen: la formación de maestros de educación secundaria
comenzó en cursos intensivos y semiabiertos que ofrecieron sucesivamente la
Universidad Nacional y la SEP en los años veinte y treinta.
Volviendo a los setenta: con todo y las diferencias que había entre el programa
de licenciatura y los cursos abiertos de normal superior, ambos eran sucedáneos del
IFCM: la escuela normal más grande del mundo. Tarde o temprano, los tres programas
terminan convirtiéndose en agencias masivas de titulación que pasan de la agenda de
mejoría profesional a la de la regularización laboral y mejoramiento económico del
magisterio en servicio.
99
Algunos de los cambios que estos fenómenos introdujeron al servicio son los
siguientes: i) el agudizamiento del problema de desarraigo del maestro rural; ii) la
diversificación profesional del magisterio; y iii) una elevación del nivel social de origen
de los aspirantes a la carrera magisterial.
La ampliación del sistema no podía ser infinita, como tampoco podía durar por
tiempo indefinido su esquema de crecimiento, tanto por razones financieras como
demográficas.
Otras de las reformas que promovió la SEP tenían como objetivo explícito elevar
la calidad de la enseñanza primaria. El diagnóstico oficial era que la calidad de la
enseñanza dependía esencialmente de la del personal docente, por lo tanto, de la
calidad de la enseñanza normal.
Una de las primeras medidas adoptadas por la SEP fue la creación del Consejo
Nacional de Enseñanza Normal, que formalmente se encargaría del estudio y el diseño
de las propuestas sobre los distintos aspectos relacionados con el sistema de formación
de profesores. En la práctica, el consejo permitiría incorporar a los distintos actores
interesados a fin de comprometerlos y legitimar las decisiones referidas al sistema de
formación de maestros.
103
La UPN nace finalmente con dos sistemas: uno escolarizado y otro a distancia.
Al primero podrían ingresar los egresados de las escuelas normales y del bachillerato
general, y al segundo, los maestros en servicio. Los programas de educación a
distancia se impartirían por medio de unidades ubicadas en las ciudades más
importantes del país (en 1982 había aproximadamente 80 de esas unidades), y los
escolarizados en dos unidades ubicadas en la ciudad de México.
En los años setenta el conflicto entre ambos grupos resurge con dos signos
novedosos:
Más de 80% de los 144 000 alumnos de la normal superior se inscribían en los
cursos intensivos de verano o de invierno de la ENSM y de otras escuelas normales
superiores de los estados, como las de Nayarit, Puebla, Oaxaca y la de la Universidad
Autónoma de Guerrero. Este fenómeno muestra la gran flexibilidad que tenían este tipo
de escuelas y la persistente aspiración de los maestros de primaria por pasar de la
docencia en primaria a la cátedra en secundaria.
Para resolver ese desequilibrio, la SEP firmó una serie de convenios con la
mayoría de los estados a fin de regular la matrícula de las escuelas normales de
preescolar y primaria y adoptar una serie de medidas para normalizar la vida académica
de las normales superiores de México y de los estados.
106
Esa tradición comienza a reconocer sus límites a finales de los años setenta: la
oferta de nuevas plazas federales en educación primaria se contrajo drásticamente en
toda la república, pero en especial en el D.F. Para absorber a los egresados de las
normales primarias, especialmente de la ENM, la SEP diseñó algunos programas
especiales de empleo. Uno de ellos los capacitaba para que se desempeñaran como
"promotores de educación artística". Otro, los habilitaba para trabajar en un programa
especial que tenía como objetivo lograr que los niños de 9 a 14 años terminasen su
educación primaria. Uno más capacitaba a los normalistas de primaria como profesores
de educación preescolar; no obstante, los egresados de la ENM tardaban cada vez más
tiempo en recibir adscripción de la SEP.
El problema se acentuó en junio de 1984, cuando la SEP informó que 75% de los
egresados de la generación 1980-1984 (alrededor de 1200 de los 1 600 que ingresaron)
prestarían sus servicios donde se necesitaban: fuera de la ciudad de México, en
comunidades rurales, sobre todo de los estados de México, Jalisco, Tabasco y Baja
California Sur.
107
Una parte de los afectados por esa disposición protestaron y ocuparon durante
unos días las instalaciones de la Nacional de Maestros. La protesta fue inútil y a varios
de ellos, en vez de asignárseles una plaza, se les contrató por seis meses para
condicionárselas según la conducta que observaran durante ese periodo. Los afectados
más inmediatos nada pudieron hacer contra esa disposición, pero los estudiantes de las
tres generaciones posteriores se movilizaron e hicieron un paro en la ENM demandando
plaza y adscripción en el D.F., además de 100% de aumento en el número y el monto
de las becas para los alumnos y lo mismo para los egresados en el extranjero, así como
cursos de licenciatura para los egresados de la ENM.
Los alumnos inscritos en las normales podrían continuar sus estudios conforme a
los planes y programas vigentes con anterioridad, mientras que los egresados conforme
a estos planes podrían completar sus estudios de licenciatura gracias a sistemas
especiales que se establecerían para ese fin.
La dirección nacional del sindicato planteaba que para el próximo ciclo escolar
(1984-1985) las escuelas normales debían aceptar no el ingreso de bachilleres, sino el
ingreso de nuevos alumnos al bachillerato pedagógico en los propios planteles
normalistas. El argumento sindical era el siguiente:
Lógico es que cada institución de educación superior, y entre ellas las escuelas
normales, conserven sus propios bachilleratos como garantía de una correcta
preparación propedéutica en la formación de los profesionales que de ella egresen.
Después, la SEP le propuso al SNTE una solución conciliatoria: que las escuelas
normales impartieran, para los alumnos de la primera generación de licenciatura, un
curso propedéutico de psicopedagogía que vinculase la educación media superior con
el nuevo grado.
Jongitud insiste en que "sólo los profesores que salgan de las clases populares y
del campo serán los comprometidos con la educación popular, y no los bachilleres". El
secretario general de la Sección XVI (Jalisco) califica al secretario de Educación como
"enemigo del normalismo y el magisterio nacional".
En mayo, la víspera del Día del Maestro, Jongitud vuelve sobre el asunto:
Como un intento de conciliar su postura con la del SNTE, la SEP estipula en esa
convocatoria que los seleccionados deberían aprobar, a principios del año escolar, "un
curso intensivo con materias psicopedagógicas para suplir, por el momento, la carencia
del bachillerato recomendado por la Comisión SEP-SNTE".
Desde los sesenta, las escuelas normales superiores tuvieron un desarrollo muy
errático, cuyo resultado fue una gran diversidad en la organización, los planes y los
programas de estudios, así como una extremada flexibilidad académica.
b) El plan de 1976, por áreas, en vigor desde septiembre de ese año en las
cinco ENS particulares incorporadas a la SEP y en algunas de las escuelas
estatales.
Además, la mayoría de los alumnos de las ENS estaban inscritos en los sistemas
abiertos de enseñanza (casi todas las normales superiores particulares funcionaban
sólo mediante cursos intensivos de verano), en los que se abordaban parcialmente los
programas en sólo seis semanas de trabajo.
La ENSM tuvo para los disidentes la misma importancia política —y casi por las
mismas razones— que para la dirección nacional del SNTE, cuando la escuela ha
estado bajo su influencia o control.
al convenio de noviembre de 1982, por el que se nivelaban los sueldos del personal
docente de educación normal con los del IPN. El frente también demandaba que fueran
nivelados los trabajadores administrativos, técnicos y manuales del sistema normalista
federal.
Al Puerto de Veracruz irían —sin que pudieran optar por ninguna otra sede— los
alumnos maestros de los estados de Oaxaca, Chiapas, Puebla, Tamaulipas, Tlaxcala y
Veracruz. Era claro que se trataba de aislar a los chiapanecos y a los oaxaqueños y
colocarlos en la condición de un grupo minoritario frente a los alumnos maestros de
113
• Invitar a profesionales del más alto nivel a participar en los seminarios y cursos de
formación y de capacitación para docentes.
torno a la CNTE, al margen de la SEP y el SNTE, e incluso contra las políticas de las
altas autoridades de la Secretaría y del grupo hegemónico del sindicato.
pedagógico, que había dado al traste con varias normales rurales pues, cuando mejor
les iba, las transformaban en instituciones de educación media superior.
I. Plaza inicial (con valor de 25 hsm: todas docentes). El sueldo, según la zona a
la que se perteneciera, iba de 166 000 a 245 000 pesos de 1987.
En esta categoría podían entrar tanto los maestros egresados de las normales
básicas con planes de estudios de dos, tres y cuatro años, como los egresados de la
licenciatura conforme al acuerdo de marzo de 1984.
118
Aquí se permitía que entraran los egresados de las normales básicas con
estudios aún incompletos de licenciatura en la UPN o su equivalente en estudios de
Normal Superior, conforme a una tabla de compensación entre el grado que estaban
cursando en cualquiera de esas instituciones —e incluso la falta de estudios— y los
años de servicios ininterrumpidos como maestros.
La crisis de la profesión
para entrar al bachillerato pedagógico en 1983; sin embargo, su mayor efecto fue
desestimular el ingreso en la enseñanza normal, comenzando por el propio bachillerato
pedagógico.
A todo eso habría que agregar que la calidad de la enseñanza normal era
deficiente y, por lo general, las actividades de actualización, capacitación y
mejoramiento profesional del magisterio se habían convertido en programas de
titulación masiva de maestros para fines escalafonarios que poco tenían que ver con el
cumplimiento de sus objetivos formales.
Taylorización centralista
120
Desde principios de los años ochenta el magisterio vio abatir sus salarios reales
y, junto con ellos, sus esperanzas de recuperarlos y mejorar su posición en el escalafón
formal y real del sistema educativo.
La caída salarial del magisterio ocurrió no sólo contra su propio pasado, sino
también con respecto a otros grupos sociales de bajos ingresos, a los que se fue
aproximando por la ruta descendente. Basta para ello recordar el acercamiento de sus
sueldos al salario mínimo.
Las "mordidas" que algunos docentes en servicio deben erogar para lograr su
cambio de adscripción y la venta de plazas en zonas atractivas son algunos
ejemplos de corrupción entre el magisterio; lo mismo puede decirse del
ausentismo endémico de algunos maestros en muchas zonas rurales y
marginadas del país, de la seudosupervisión que realizan algunos inspectores
escolares y de la incapacidad de algunos funcionarios mayores y menores que
fingen cumplir con sus funciones.
Otra posibilidad era combinar la profesión docente con otro tipo de actividades
que complementaran los ingresos —un pequeño negocio, el desempeño de otros oficios
como taxista o mesero, por ejemplo—, pero si esta opción funcionaba, generalmente
acababa dejando la profesión.
Cierto que los maestros en servicio nunca habían contado con tantas
oportunidades para continuar sus estudios dentro y fuera del sistema de enseñanza
normal, pero, al mismo tiempo, nunca la realización de esos estudios les había
significado tan poco: en materia económica y profesional y de status profesional.
Crisis de identidad
En suma, han venido a menos los maestros de los niveles en los que predomina
el personal docente de procedencia normalista. En cambio tenderán a aumentar su
presencia los de los niveles y modalidades de enseñanza que tradicionalmente han sido
atendidos por profesionistas egresados de instituciones no normalistas, como las
universidades y las escuelas técnicas superiores.
Salario profesional
En 1988, el salario de la plaza inicial del magisterio —la más baja del
escalafón— equivalía a 1.5 salarios mínimos. En mayo de 1989 se inició el
desprendimiento del salario profesional mínimo del magisterio y, también para mayo,
pero de 1993, la mayoría de los maestros ya había alcanzado alrededor de cuatro
salarios mínimos generales del país.
Sin embargo, las cosas han ido cambiado: según el INEGI, a finales de
1987,27.8% de la población ocupada recibía menos de un salario mínimo, mientras que
en el cuarto trimestre de 1992 ese porcentaje había disminuido a 7.1%. Dicho de otra
manera: en 1987, 72.2% de la población ocupada ganaba más del salario mínimo,
mientras que en 1992 lo hacía 92.9%.
Carrera Magisterial
El propósito era que los profesores pudieran tener acceso, dentro de la misma
función, a niveles salariales superiores según su preparación académica, los cursos de
actualización, su desempeño profesional y su antigüedad en el servicio y en los niveles
de la propia carrera magisterial.
Objetivos
Beneficiarios
Organización
Sistema de evaluación
Para esa tarea recibirán el apoyo de las autoridades responsables de cada tipo y
modalidad educativa.
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Procedimiento de incorporación
Salarios
Los salarios integrados que recibirán los maestros que ingresen a la CM serán
significativamente mayores que los correspondientes al escalafón vigente y a los del
Esquema de Educación Básica (que desaparece al ser absorbidos por la CM). Incluso
en la categoría más baja de la CM los maestros recibirán un salario equivalente a 24%
más que el de la plaza inicial del escalafón y a 20% más que el de la plaza de director
del escalafón. Los maestros de la categoría más alta de la CM recibirán un salario
equivalente a 197% más que el de la plaza inicial del escalafón y a 193% más que el de
la plaza de director.
Permanencia y cobertura
En el arranque, la CM tiene una cobertura mucho más extensa o masiva que los
programas anteriores, incluido el más cercano, el Esquema de Educación Básica; no
obstante, es difícil saber de antemano cuáles serán las probabilidades de ascenso entre
una y otra categoría dentro de la CM, entre otras razones porque dependerá de los
recursos de que se disponga para ello y de la negociación que se haga año con año en
la comisión SEP-SNTE.
El futuro
• Puede ocurrir, como ocurrió con otros programas, que la CM extienda su cobertura
mediante la concesión de mayores facilidades para el ingreso y la promoción del
magisterio de los niveles inferiores a los superiores.
El ANMEB y los convenios que firmó la SEP con todos los gobiernos de los
estados en mayo de 1992 consumaron la transferencia de todos los establecimientos y
programas federales de formación de maestros a la jurisdicción estatal, y los gobiernos
de los estados se comprometieron a integrar, en sus respectivas jurisdicciones,
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B) Habrá una reforma curricular para terminar con la enorme dispersión de los
actuales planes de estudio y, en cambio, capacitar al maestro en el dominio
de los contenidos básicos.
Sin embargo, casi todo está por hacerse en el resto de la integración del sistema
nacional y de los sistemas estatales. La tarea es compleja porque, como hemos visto, el
sistema de formación de profesores desde su origen se ha caracterizado por la gran
heterogeneidad —organizativa y curricular— de las instituciones que lo integran. Las
preguntas que están por resolverse son, entre otras:
¿Cuál será la suerte de las instituciones con sede en la ciudad de México que
tenían una vocación nacional, como la ENSM, la ENM y la UPN?
¿Se les asignarán funciones relacionadas con el ejercicio de las facultades que
se reserva el ejecutivo federal?
¿Cuál será el vínculo entre las distintas instituciones oficiales y privadas que ya
estaban en la jurisdicción estatal, y entre éstas y las instituciones que eran federales y
que se transfirieron a la dependencia de los gobiernos de los estados?
Una relación más estrecha con los órganos de dirección y con el sistema escolar
de educación básica estimulará en las instituciones de enseñanza normal un mayor
interés por el desarrollo de actividades de investigación mucho más vinculadas a las
necesidades educativas concretas. Esa cercanía también alentará la participación de
sus comunidades académicas en el diseño de planes y programas de estudio,
materiales didácticos y modelos de organización escolar.