Antropología Filosófica
Antropología Filosófica
Antropología Filosófica
1
José Ortega y Gasset, Origen y epílogo de la filosofía, México, FCE, 1998, p.61.
que ha sido ya puesto en interrogación, ¿cómo es posible andar el camino hacia lo
latente?, ¿cómo es posible encontrar siquiera el camino?, ¿cómo es posible filosofar?
En este sentido, toda filosofía requiere partir de un dato radical, 2 irrefutable. En esa
búsqueda, Descartes3 – dándose cuenta o no – dejaría claro el carácter
personalísimo, de génesis puramente subjetiva, de las filosofías, así como la
necesidad de un puente metafísico: si mi dato o hecho radical es que pienso, si dudo
de todo menos de eso, es la aceptación – explícita o implícita – de algún principio o
hipótesis metafísica no verificable (“Dios”, en el caso de Descartes) lo que permite al
cogito tener por objeto de reflexión objetos distintos al cogito mismo, al darles
garantía de existencia.4 Sin él, la reflexión de Descartes y su duda metódica no habría
podido escapar del pensamiento que se piensa. Pero entonces, si no hay forma de
salir de ahí más que con este salto metafísico, que puede consistir en una mera
enunciación del tipo “existe, fuera y distinto a mi pensamiento, un mundo de entes”,
la posibilidad de toda filosofía pasa por una solución – consciente o no consciente –
al denominado problema de la “comunicación de las sustancias”, es decir, cómo se
relacionan las imágenes mentales de un objeto (res cogitans) con el objeto real (res
extensa) y por lo tanto la definición de las posibilidades, los métodos o los límites del
conocimiento humano (res cogitans) respecto a la realidad externa (res extensa).
Una filosofía, considerada como producto, es decir, como sistema argumentativo,
debería, en sentido estricto, asumir una posición explícita al respecto.
Ya entrado el siglo XX, aunque enraizado en el pensamiento de Hegel, Marx,
Nietzsche, Freud y otros, el denominado posmodernismo llamaría la atención sobre
un hecho ineludible. Toda filosofía existe sólo en tanto enunciación, es cosmo-logía,
una proposición de un sistema de conceptos, un lenguaje, que no permitiría acceder
a la verdad de los objetos en tanto todo lenguaje está determinado por la propia
subjetividad del autor:
La filosofía, con mayor rigor – nos dicen Delleuze y Guattari en el final de sus
días – es la disciplina que consiste en crear conceptos […] Crear conceptos
siempre nuevos, tal es el objeto de la filosofía. El concepto remite al filósofo
como aquel que lo tiene en potencia, o que tiene su poder o competencia,
porque tiene que ser creado […] A decir verdad, las ciencias, las artes, las
2
José Ortega y Gasset, ¿Qué es filosofía?, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1989.
3
René Descartes, El discurso del método, Trad. Risieri Frondizi, España, Editorial Alianza,
1999.
4
“Metaphysics is inquiry beyond or over beings, which aims to recover them as such and as a
whole for our grasp.”, Martin Heidegger, “What is Metaphysics”, en Martin Heidegger, Basic Writings,
Ed. David Farrell, Nueva York, 2008, p.106
filosofías [nótese el plural] son igualmente creadoras, aunque corresponda
únicamente a la filosofía la creación de conceptos en sentido estricto.5
De modo que lo que han venido haciendo los filósofos no es ir develando una
verdad preexistente, sino construyendo sistemas conceptuales que en tanto
herramientas heurísticas han permitido reconocer nuevos elementos y relaciones
respecto al problema que se plantea el filósofo en primera instancia. Desde el
planteamiento del problema, incluso, se abre, al tiempo que se delimita o al menos
insinúa, el ámbito conceptual donde se desarrollará el filosofar. Es importante
destacar, además, que la crítica posmoderna no excluye la existencia de una verdad,
sino la posibilidad de describirla.
Me permito, entonces, formular una definición prudente de la filosofía: la
filosofía es una actividad del pensamiento por la que se aspira a producir un sistema
de conceptos (un lenguaje) que abra con él un mundo de objetos y relaciones en las
que el sujeto, en actitud cogitante, trascienda de manera convencida hacia un más
allá de sí. En la base de esta actividad racional, sin embargo, se encuentra siempre el
sustrato emocional adelantado por la filia, el deseo que lanza al sujeto hacia la
búsqueda de la comprensión (por ello que se enfatice el convencimiento del sujeto
como condición necesaria. ¿De dónde puede nacer este deseo sino de la sensación de
incertidumbre, la percepción del posible sinsentido, de la inquietud de Pascal,6 de
enfrentar la posibilidad de que la sentencia de Sileno referida por Nietzsche resulte
cierta,7 de enfrentar la angustia en la que arroja la total incredulidad frente a lo dado,
de enfrentar la angustia frente a la nada heideggeriana? Así, para Heidegger, la
filosofía demanda, “primero, que nos abramos hacia la nada, es decir, que nos
libremos de los ídolos que todo mundo tiene y a los que son serviles.”8
5
Guille Delleuze y Felix Guattari, ¿Qué es la filosofía?, Barcelona, Anagrama, 2009, p.11.
Nótese, porque será relevante más adelante, que en su listado de ciencias, filosofía y arte los autores
dejan fuera a la religión, que será, como se verá, también un ámbito de creación.
6
“Porque, finalmente, ¿qué es el hombre en la naturaleza? Una nada frente al infinito, un
todo frente a la nada, un medio entre la nada y todo. Infinitamente alejado de comprender los
extremos, el fin de las cosas y su principio le están invenciblemente ocultos en un secreto
impenetrable, igualmente incapaz de ver la nada de donde ha sido sacado y el infinito en que se halla
sumido.” (Blas Pascal, Pensamientos, Trad. X. Zubiri, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1943, p.25.
7
“Estirpe miserable de un día, hijos del azar y la fatiga, ¿por qué me fuerzas a decirte lo que
paratí sería muy ventajoso no oír? Lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber
nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti – morir pronto.” (Apolodoro,
Biblioteca mitológica, Trad. M. Rodríguez Sepúlveda, Madrid, Editorial Gredos, II, 6,3.
8
Martin Heidegger, cap. cit., p.110. El “liberarse de los ídolos” no es una proposición nueva: no
sólo la propone Bacon, la intenta Descartes en su “desarmarse” mediante la duda metódica y la asume
como bandera Kant en Qué es la ilustración; la diferencia radica es que en Bacon se trata de falsos
ídolos que impiden ver la verdad, la misma idea que en Descartes, dudar de todo para llegar a la
Ahora bien. Si he interrogado a la historia de la filosofía para definir a esta
última, debo asumir también la tradición intelectual en la que se produce para lograr
una diferenciación clara de actividades que pudieran resultar similares. Como señala
Gadamer, “sólo en Europa se ha dado una diferenciación entre nuestras actividades
intelectuales que nos permite distinguir a la filosofía de la ciencia, el arte y la
religión.”9 ¿Por qué encontramos una vez más esta diferenciación que implica una
cierta similitud como fondo que se prestaría a confusión? Porque todas ellas nacen
de la misma filia, del mismo deseo de trascendencia y se fundan todas ellas en un
acto afirmativo-creador.10 Las diferencias se pueden formular como sigue: la ciencia,
en su acepción moderna, crea leyes y enunciados a partir de conceptos dados por la
filosofía de las ciencias y su aplicación experimental; la religión crea conceptos para
la trascendencia y la comprensión a partir de una doctrina que se considera como
verdad revelada y eterna; la filosofía crea conceptos para la comprensión sabiéndose
humana, finita, limitada y perfectible; y el arte crea objetos – no conceptos – en los
que el individuo se proyecta y se trasciende a sí mismo. 11 Esta diferenciación formal
no excluye el que podamos encontrar, por ejemplo, literatos cuyos personajes
discurren de manera filosófica o filósofos que parten de una doctrina que consideran
revelada.
Procedo, pues, a unir los términos: la antropología filosófica, en tanto
quehacer, es una labor intelectual que busca construir un sistema de conceptos que
permita la comprensión de un hecho radical que se acepta como dado: la existencia
de los seres humanos.
verdad irrefutable desde la que puede descubrir la verdad de las cosas, así como la liberación ilustrada
kantiana que abre el camino a la posibilidad del conocimiento de la naturaleza.
9
Hans-Georg Gadamer, La herencia de Europa, Trad. Pilar Giralt, Barcelona, Península, 1990,
p. 24. (cfr. Delleuze y Guatarri, loc. cit.)
10
Véase Martin Heidegger, “Hölderlin y la esencia de la poesía”, trad. Samuel Ramos, en
Martin Heidegger, Arte y Poesía, Buenos Aires, FCE, 1992.
11
Al respecto puede revisarse tanto la noción de cultura de Simmel y la objetivización de la
subjetividad y la subjetivización de lo objetivo, como la noción concreta de arte tal y como se
encuentra en Vassili Kandinsky, en tanto materialización de lo espiritual y espiritualización de lo
material, siendo ambas nociones que abordan el problema descrito de la comunicación de las
sustancias. (Ver, Georg Simmel, “De la esencia de la cultura”, en El individuo y la libertad, Trad.
Salvador Mas, Barcelona, Península, 2001, pp.185-97, Wassily Kandinsky, De lo espiritual en el arte,
Buenos Aires, Letras Vivas, 1998.)
II
12
Jacques Derrida, La escritura y la diferencia, Trad. Patricio Peñalver, Barcelona, Anthropos,
1989, p.385.
sino que le da forma y sentido – estructura – a dicha realidad. Pero si todo lo que
tiene un ser humano para operar la huida es determinado por su coyuntura,
históricamente definida – y nótese que en esta afirmación está implícita una
antropología –, si no tiene otro lenguaje que su lenguaje, no existe un centro real que
se descubra y toda operación de trascendencia es tan válida como cualquiera. Sigo
con Derrida:
13
Loc. cit. Este desvanecimiento o relativización del centro ha implicado la descentralización
de los discursos, de modo que, como señala Lyotard, “simplificando al máximo, se tiene por
“posmoderna” la incredulidad” con respecto a los metarrelatos”, es decir, respecto a las proposiciones
metafísicas que permitían el discurrir de los discursos sobre la realidad y su conocimiento. (Jean-
François Lyotard, La condición posmodena, Trad. Mariano Antolín Rato, Madrid, Cátedra, 2006, p.10.)
14
La labor deconstructivista es la que se plantea en el análisis crítico de los discursos, las
distintos campos o juegos de significación, en la historia del pensamiento, vinculándolos con las
condiciones históricas de su generación. De ahí la recuperación, por ejemplo, que harán
posestructuralistas como Foucault del término “genealogía”; Foucault trabajará en esta línea la
genealogía de la locura, de la anormalidad, del racismo, de la clínica, de la sexualidad, etc.
sector cultural es, es “hablar de Platón, Agustín, Descartes, Kant, Frege…y
todo eso.” La filosofía es vista, en todo caso, como una forma de escritura.15
19
Jacques Derrida, La universidad sin condición, España, Editorial Trotta, 2002.
20
Ibíd., p.66.
21
“Este criterio es […] el origen de que dejemos de analizar algunos conceptos muy típicos de
la filosofía reciente más especializada. Por ejemplo, no vamos a analizar detenidamente conceptos
como “ser-en-el-mundo”, mediación o dialéctica. […] Estos conceptos nos situarían magníficamente
respecto de la historia de las ideas. Son conceptos que surgieron para comprender al ser humano,
refiriéndose al hombre de la calle […pero que] una vez que han entrado en el clima intelectual, se han
ido alejando, de cierto modo, de las personas concretas. No nos ponen en ese contacto vivo con el ser
de carne y hueso que se encuentra, o desencuentra con nosotros en la vida. (Eloy Rodríguez Navarro,
Bases de la antropología filosófica, Instituto Virtual de Ciencias Humanas, 2010, pp.4-3.)
22
Clifford Geertz, “anti-antirelativism”, en Geertz, Available Light. Anthropological Reflections
on Philosophical Topics, Nueva Jersey, Princeton University Press, 2000, p.61.
Esto, sin embargo, no conduce a una alteridad radical en la que todo
conocimiento del otro sea un esfuerzo inútil. Es, de hecho, precisamente porque los
antropólogos han conocido algo sobre los otros, sobre su racionalidad, sobre sus
formas de justicia y organización política, sobre sus costumbres y significaciones,
que Geertz puede afirmar lo que afirma. Además, como señala Nicolás Sánchez Durá
en su introducción a Los usos de la diversidad de Geertz,
23
Nicolás Sánchez Durá, “Introducción”, en Clifford Geertz, Los usos de la diversidad,
trad.Nicolás Sánchez Dura et. al., Barcelona, Paidós, 1996, p.15 (mis cursivas)
24
Ver Gellner, op. cit., pp.77-9.
25
Ver, por ejemplo, los trabajos de Paul Feyerabend (Tratado contra el método. Esquema de
una teoría anarquista del conocimiento, Trad. Diego Ribes, Madrid, Tecnos, 1986), Thomas Khun (The
Structure of Scientific Revolutions, Chicago, Chicago University Press, 1970), Imre Lakatos (Historia de
la ciencia y sus reconstrucciones racionales, Trad. Diego Ribes, Madrid, Tecnos, 1987) y la sociología
de la ciencia de Pierre Bourdieu (Pierre Bourdieu, “The Peculiar History of Scientific Reason”,
Sociological Forum, Vol.6, no.1 (1991)).
su cientificidad no será ya sinónimo de objetividad, pues resulta una pretensión
imposible, sino que será definida a partir de ciertos criterios específicos. El primero y
más importante es el criterio de falseabilidad definido por Karl Popper,26 que
sustituye el criterio de cientificidad como sinónimo de “verdad” o adecuación entre
lo enunciado y su referente real, y de acuerdo con el cual una proposición sobre
algún aspecto de la realidad perceptible será considerado como una hipótesis
científica si y sólo sí se presenta de tal modo que sea posible pensar la posibilidad de
que, en algún momento, se descubra evidencia que la refute. Este criterio mantiene
la ligazón entre la proposición y el mundo que se supone objetivo sin rechazar el
hecho de que la ciencia se trata, en último término, de una práctica humana
limitada. Es importante señalar que como centro de la empresa cientificista
(tomando el término en el sentido en el que nos ha sido mostrado por Derrida)
permanecen, al menos, tres hipótesis no verificables que suponen el salto metafísico,
la fuga que posibilita la trascendencia del cogito:
Estas serían las nuevas reglas del juego de la cientificidad que producirían en
mí y en quien las reconozca como tales el efecto de conocimiento, tal y como es
articulado por Althusser, el reconocimiento de que existe ahí, en tal o cual
proposición, una proposición de orden científico.27 De este modo, si el “problema” es
la inevitable intromisión de la subjetividad en el conocimiento (que en tanto
inevitable deja de ser un problema para convertirse en un hecho), la solución pasa
por que el sujeto cognoscente articule la subjetividad desde la que mira, tomando
conciencia en todo momento de los principios que rigen su empresa. Se trata, como
26
“But I shall certainly admit a system as empirical or scientific only if it is capable of being
tested by experience. These considerations suggest that not the verifiability but the falsifiability of a
system is to be taken as a criterion of demarcation. In other words: I shall not require of a scientific
system that it shall be capable of being singled out, once and for all, in a positive sense; but I shall
require that its logical form shall be such that it can be singled out, by means of empirical tests, in a
negative sense: it must be possible for an empirical scientific system to be refuted by experience.” (Karl
Popper, The Logic of Scientific Discovery, New York, Routledge, 2002, p.18)
27
Ver Louis Althusser, “Prefacio: de “El Capital” a la filosofía de Marx”, en Louis Althusser y
Étienne Balibar, Para leer el capital, Trad. Martha Harnecker, México, Siglo XXI, 2006, pp.73-5.
señala Norbert Elias, de asumir una posición de distanciamiento, opuesta a la actitud
comprometida, militante, dogmática o ideológica: “La pregunta típica del
pensamiento comprometido, ¿qué representa eso para mí o para nosotros?” – explica
Elias –, se encuentra ahora subordinada a las preguntas “¿qué es eso?” o “cómo están
relacionados estos fenómenos entre sí?”28 La actitud comprometida, en los términos
descritos por Elias, es equiparable a la actitud ideológica “orientada y limitada por
un proceder ideológico, autocontemplativo”, que encuentra Carlos París en la
tradición del pensamiento antropológico, en la que el hombre “tras materializar
determinadas formas de vida y realizar algunas de nuestras múltiples posibilidades,
las ha absolutizado, identificándolas con la condición humana sin más”, de modo
que “la teorización antropológica se transforma en un espejo idealizador,, cuyo
marco define nuestra condición.”29 . Así, toda antropología que se funde en
principios distintos a los criterios de distanciamiento o des-ideologización, es decir,
a los criterios de cientificidad, será una antropología imposible de adjetivar como
filosófica, para ser, más bien, una antropología cristiana, marxista, neoliberal, etc.,
en tanto partan – explícita o implícitamente – de una actitud o pregunta
comprometida (¿Qué representa eso para mí o para nosotros (cristianos, marxistas,
economistas, etc.)?) y tengan por centro (de nuevo, en el sentido de Derrida) un
postulado metafísico distinto a los aceptados por el criterio descrito de cientificidad,
que se caracterizan por abrir el mundo a la pregunta, y no, como lo hacen los centros
dogmáticos o ideológicos, por orientar y delimitar el mundo y la pregunta.
El distanciamiento o pensamiento des-ideologizado, sin embargo, no deja de
producir y producirse mediante un lenguaje, lo que no impide, empero, que este
lenguaje se construya – desde la filosofía, precisamente –, ex profeso, tomando en
consideración los criterios de la cientificidad. Es así que se constituye, por proponer
un concepto que lo englobe, una subjetividad o lenguaje cientificista.30 En la
28
Norbert Elias, Compromiso y distanciamiento, Trad. José Antonio Alemany, Barcelona,
Península, 2002, p.26-7 La idea de este “hacer como si” uno no existiera fundante de la mirada
científica ya estaba expuesta por Aristóteles en las primeras líneas de su Física: “La vía natural [del
conocimiento de la naturaleza] consiste en ir desde lo que es más cognoscible y más claro para
nosotros hacia lo que es más claro y más cognoscible por naturaleza; porque lo cognoscible con
respecto a nosotros no es lo mismo que lo cognoscible en sentido absoluto. Por eso tenemos que
proceder de esta manera: desde lo que es menos claro por naturaleza, pero más claro para nosotros, a
lo que es más claro y cognoscible por naturaleza. (Aristóteles, Física, trad.Guillermo R de Echandía,
Madrid, Gredos, 2008, p.83.)
29
Carlos París, El animal cultural. Biología y cultura en la realidad humana, Madrid, Crítica,
2000, pp.20-1.
30
En tanto los antropólogos no han podido detener su marcha y la teorización se ha llevado
en un ir y venir del trabajo etnográfico a la reflexión conceptual, no existe, después del reto
posestructuralista, una teoría antropológica integrativa que oriente su labor. Esto no ha impedido
esfuerzos rescatables como los de Arjun Appadurai y su noción de Ethnoscape, o la antropología de la
descolonización y la noción de “modernidades” y “subalteridad” (Ver Arjun Appadurai, Modernity at
antropología, sin embargo, se presenta la peculiaridad, que no enfrenta, por ejemplo,
la física o la matemática, de que mediante ella un ser humano busca describir a
través de un discurso acciones y hechos referentes a otros seres humanos que poseen
o son capaces de dar descripciones verbales sobre sus formas de pensar y de
comportarse. La antropología, en pocas palabras, tiene un objeto de estudio peculiar,
pues es un objeto que tiene ya una explicación sobre sí mismo que puede oponer a la
explicación antropológica. De modo que la queja de Gellner respecto a la doble
insistencia en la subjetividad (la de la persona o personas estudiadas y la de quien los
describe), y muy a su pesar, es un hecho. Si de un lado, sin embargo, tenemos ya la
proposición de una subjetividad cientificista, basta reconocer la subjetividad del otro
e incluirla, diferenciándola en todo momento de los productos de la primera, en el
cuadro general de la descripción y comprensión del otro.
La doble subjetividad la podemos asimilar al esquema de comprensión bajo
los conceptos de proposiciones etics y emics. Las proposiciones emics corresponden
a la perspectiva del otro respecto a su ser, pensamiento y comportamiento, mientras
las proposiciones etics “dependen de las distinciones fenoménicas consideradas
apropiadas por una comunidad de observadores científicos.” 31 Así, el criterio de
validación de las proposiciones emics será la validación que de ella haga el otro,
mientras la validación de las proposiciones etics se daría en el marco de una
estructura conceptual que producirá un discurso diferente sobre el mismo hecho al
que se refieren las proposiciones emics, pudiendo, incluso, existir un rechazo del
otro a la manera etic de comprenderlo.
Se impone así a la antropología filosófica el articular un sistema conceptual
que defina de tal modo el ser del ser humano que permita una comprensión y
descripción distanciada o desideologizada de todo hecho humano, delimitando así
las características (conceptos, principios y relaciones) de la subjetividad cientificista
desde la que se construyan descripciones emics, así como fundamentar la necesidad
de las descripciones etics para una comprensión integral de lo humano. Es esa la
función de la antropología filosófica: proveer estructuras conceptuales para quienes
se dedican a la comprensión de fenómenos humanos específicos. Así – decía
Merleau-Ponty, “cuanta vez el sociólogo retorna a las fuentes vivas de su saber, a lo
III
DESCARTES, René, El discurso del método, Trad. Risieri Frondizi, España, Editorial
Alianza, 1999.
FEYERABEND, Paul, Tratado contra el método. Esquema de una teoría anarquista del
conocimiento, Trad. Diego Ribes, Madrid, Tecnos, 1986.
GADAMER, Hans-Georg, La herencia de Europa, Trad. Pilar Giralt, Barcelona,
Península, 1990.
HARRIS, Marvin, Teorías sobre la cultura en la era posmoderna, Trad. Santiago Jordán,
Barcelona, Crítica, 2007.
POPPER, Karl, The Logic of Scientific Discovery, New York, Routledge, 2002, p.18)