Manejo Creativo de Problemas
Manejo Creativo de Problemas
Manejo Creativo de Problemas
Un mínimo de análisis nos revela que los cuatro problemas están mal planteados.
El primero no es cómo vender, aun malbaratándolos, los cincos departamentos, sino
cómo conseguir el dinero necesario.
El segundo no consiste en cómo motivar al arquitecto, sino en cómo activar la
construcción hasta finalizarla.
El tercero no es un problema de ratoneras, sino de librar la casa de ratones.
El cuarto supone, sin haberlo probado, que corresponde a los gobiernos eliminar las
drogas. Pretende configurar el problema con lo que es una de las posibles alternativas de
solución.
¡Qué frecuente es que los planteamientos estén ya “casados” con una solución, una entre
varias posibles! ¡Y que cándidamente se ignore este mal matrimonio!
En los ejemplos anteriores, vender los departamentos en plena crisis, seguir con el
mismo arquitecto y utilizar ratoneras son ya esbozos de solución; pero no
planteamiento lúcidos.
Antes de resolver los problemas hay que tener la capacidad para identificarlos, es decir,
para formular preguntas que nos lleven a detectarlos y definirlos. Esta facultad e s uno
de los rasgos inconfundibles de la conducta creativa.
Además, sucede que la correcta definición de un problema ya muestra por sí sola el
camino de salida. Lo malo es que, como deplora Edwards: “We are basically solution-
minded rather than problem-minded”.
2. Averiguar las causas del problema, sus raíces, sus factores, y las condiciones
que lo hicieron nacer. Hay que reunir e interpretar todos los hechos que se
producen en torno a una situación, y seguir los hilos que los entrelazan para
formar la maraña.
En los casos más complejos conviene distinguir la realidad misma, por una parte, y, por
otra, todo lo dicho y escrito sobre ella: juicios, opiniones, documentos, etc. Éstos
también son hechos, pero de orden diferente.
3. Imaginar todas las posibles soluciones. Para esta fase el mejor método suele ser
el brainstorming, porque sólo si se afloja al máximo la mente, sin inhibiciones, y
se consideran muchas alternativas, puede aspirarse a optar por una solución
verdaderamente profunda y creativa.
La relatividad que señalamos como esencial al concepto de problema, pide no sólo
estar concientizados del problema, sino de sí mismo ante él. De este modo, conviene
aplicar a los problemas, además de la inteligencia, también los sentidos: visualizarlos
(tal vez dibujarlos), tocarlos, olerlos, escucharlos....
4. Seleccionar la solución. Esto supone un proceso de deliberación, pero es
propiamente un acto de toma de decisión. Tal cosa es factible a veces por el
método de la comprensión (captación intuitiva de la realidad completa como un
todo o como un gestalt). Otras veces hay que recurrir al método de ensayo y
error. A veces se requieren razonamientos inductivos, otras, deductivos. Lo más
común es que intervengan ambos tipos.
Hay estudios que revelan que la personas muy creativas se distinguen de las
poco creativas principalmente por el proceso que siguen para resolver
problemas. Las primeras emplean más tiempo en analizar la información y
menos en sintetizarla que las segundas.
5. Implementar la solución. Más allá de capacidades intelectuales y competencias
técnicas, hay otros aspectos que muchas personas tienden a ignorar o a dejar al
margen: las actitudes. Actitudes de optimismo, de seguridad, de fuerza, de fe, de
esperanza, de audacia, de participación, de compromiso, o sus contrarias.
¡Qué diferente es afrontar un problema visto como una oportunidad, a encararlo como
un obstáculo molesto! Viene a cuento un dato etimológico curioso: la palabra griega
problema corresponde a la palabra latina pro-jectum. De este modo tenemos
convertidos los problemas en proyectos, es decir, en retos y desafíos y, lo que es lo
mismo, en oportunidades que nos brinda la vida.
Si tú crees que no tienes ningún problema, busca o inventa algunos. De lo contrario,
estás perdiendo oportunidades de vivir y de crecer.
Prácticas