Estrategia de Aprendizaje
Estrategia de Aprendizaje
Estrategia de Aprendizaje
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• Se dan cuenta de lo que hacen.
• Son procedimientos.
Con base en estas afirmaciones podemos intentar a continuación una definición más
formal acerca del tema que nos ocupa:
Una estrategia de aprendizaje es un procedimiento (conjunto de pasos o
habilidades) que un alumno adquiere y emplea de forma intencional como
instrumento flexible para aprender significativamente y solucionar problemas y
demandas académicas (Díaz Barriga, Castañeda y Lule, 1986; Hernández, 1991).
Los objetivos particulares de cualquier estrategia de aprendizaje pueden consistir en
afectar la forma en que se selecciona, adquiere, organiza o integra el nuevo
conocimiento, o incluso la modificación del estado afectivo o motivacional del
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aprendiz, para que éste aprenda con mayor eficacia los contenidos curriculares o
extracurriculares que se le presentan (véase Dansercau, 1985; Weinstein y Mayer,
1983).
Aunque resulte reiterativo, estos procedimientos deben distinguirse claramente de
las otras estrategias que revisamos en el capítulo anterior y que llamamos de
enseñanza. Las estrategias de aprendizaje son ejecutadas voluntaria e
intencionalmente por un aprendiz, cualquiera que éste sea (v. gr., el niño, el
alumno, una persona con discapacidad mental, 1111 adtrl1o, etcétera), siempre
que se le demande aprender, recordar o solucionar problemas sol)¡-(, algún
contenido de aprendizaje.
La ejecución de las estrategias de aprendizaje ocurre asociada con otro tipos de
recursos y procesos cognitivos de que dispone cualquier aprendiz. Diversos autores
concuerdan con la necesidad de distinguir entre varios tipos de conocimiento que
poseemos v utilizamos durante el aprendizaje (Brown. 1975; Flavell y Wellman,
1977). Por ejemplo:
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Los procesos cognitivos básicos son indispensables para la ejecución de todos los
otros procesos de orden superior. Aquellos se ven poco afectados por los procesos
de desarrollo; desde edad muy temprana, los procesos y funciones cognitivos
básicos parecen estar presentes en su forma definitiva, cambiando relativamente
poco con el paso de los años. Una excepción que destaca es la referida a la
supuesta capacidad creciente de la memoria de trabajo (operador M: espacio
mental) con la edad (de la niñez temprana a la adolescencia), tal como lo han
demostrado algunos investigadores neopiagetianos por ejemplo R. Case y J.
Pascual-Leone.
El conocimiento esquemático puede influir decisivamente en la naturaleza y forma
en que son empleadas las estrategias cognitivas. Una base de conocimientos rica y
diversificada que ha sido producto de aprendizajes significativos, por lo general se
erige sobre la base de la posesión y uso eficaz de estrategias generales y
específicas de dominio, así como de una adecuada organización cognitiva en la
memoria a largo plazo (véase Chi y Glaser, 1986; Pozo, 1989). Una base de
conocimientos extensa y organizada (en dominios específicos: módulos), puede ser
tan poderosa como el mejor de los equipamientos de estrategias cognitivas.
Se ha encontrado varios hallazgos en torno a la influencia recíproca entre el
conocimiento esquemático y la aplicación del conocimiento estratégico (Garner y
Alexander, 1989). Además de la relación causal entre la aplicación de estrategias y
el conocimiento esquemático, antes mencionada, se sabe, por ejemplo:
• Se ha encontrado también que algunos aprendices, ante una tarea particular para
la cual no poseen una buena base de conocimientos esquemática, pueden actuar
como "novatos inteligentes", aplicando distintas estrategias que conocen y que
transfieren de otras situaciones o dominios donde les han resultado eficaces,
para sustituir dicha falla y así no fracasar ante las situaciones de evaluación
futuras (Brown y Palincsar, 1985; Shuell, 1990).
Del conocimiento estratégico, tema de este capítulo, podernos decir por el momento
varias cuestiones además de lo ya antes dicho y de lo que será expresado con cierta
profundidad a lo largo del capítulo.
En primer lugar, puede decirse también que existen formas más, generales y otras
más específicas. Algunas estrategias son aplicables a varios dominios de
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aprendizaje, mientras que otras tienden a restringirse a tópicos o contenidos muy
particulares. Esto ha llevado a algunos autores a clasificar entre estrategias
generales y específicas, aunque en muchas ocasiones se ha incurrido en vincular a
las estrategias generales con las llamadas metacognitivas. (Véase, por ejemplo,
Kirby, 1984 citado por Nisbet y Schucksmith, 1987, quien utiliza el término
"microestrategias", para las estrategias cognitivas o de aprendizaje, y
"macroestrategias'°, para el caso de las estrategias metacognitivas.)
Otro asunto relevante, relacionado con el comentario anterior, tiene que ver con el
grado de especificidad que a veces hace confundir al término estrategia con técnica
o hábito de estudio o aprendizaje. Nos parece que la distinción fundamental entre
cada uno debe referirse al grado de flexibilidad e intencionalidad con que sean
utilizadas cuando se requieran o demanden. En este último sentido, cualquier
entrenamiento en estrategias es incompleto si se les concibe como simples técnicas
a aplicar (como "recetas de aprendizaje"), aunque no parezca aceptarse ni en su
planteamiento ni en su forma de enseñarlas (véase Muriá, 1994),
No existen, tal como parece demostrarlo la literatura especializada, estadios o
etapas de desarrollo (en el sentido estricto del término) para el caso de las
estrategias cognitivas. Algunas de éstas pueden aparecer en etapas tempranas de
aprendizaje, mientras que otras en momentos más tardíos del desarrollo. Dependerá
del dominio de que se trate y del grado de experiencia de los aprendices en dichos
dominios particulares. Sin embargo, sí es posible describir las fases de adquisición o
internalización de las estrategias cognitivas. Otros asuntos relevantes sobre las
estrategias que vale la pena mencionar aquí, son los siguientes:
• Algunas estrategias son adquiridas sólo con instrucción extensa, mientras que
otras se aprenden muy fácilmente, incluso parecen surgir "espontáneamente"
(Garner y Alexander, 1989).
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Sobre el conocimiento metacognitivo, tal como ya ha sido insinuado, éste
desempeña un papel fundamental en la selección y regulación inteligente de
estrategias y técnicas de aprendizaje (más adelante le dedicaremos una sección
especial a tal conocimiento).
En este cuadro complejo de relaciones entre los distintos tipos de conocimientos,
todavía haría falta mencionar la intervención de los procesos motivacionales
(discutidos ya en un capítulo anterior de esta obra, por lo que no nos detendremos
en ello aquí), tales como los procesos de atribución, expectativas y establecimiento
de objetivos, de los cuales se reconoce cada vez más su influencia en la aplicación
de los tipos de conocimiento anteriores y los procesos asociados con ellos. Algunos
autores han utilizado el término estrategias de apoyo para referirse a algunos de
estos asuntos.
Las estrategias de apoyo permiten al aprendiz mantener un estado mental propicio
para el aprendizaje, y se incluyen, entre otras, estrategias para favorecer la
motivación y la concentración, para reducir la ansiedad, para dirigir la atención a la
tarea y para organizar el tiempo de estudio (Dansereau, ob. cit.; Weinstein y
Underwood, ob. cft.). Las estrategias de apoyo tienen un impacto indirecto sobre la
información que se ha de aprender y su papel es mejorar el nivel de funcionamiento
cognitivo del aprendiz.
FIGURA 6.1. Esquema integrador de estrategias y procesos (Tomado de Elosúa y
García, 1993)
Identidad personal
Motivación
Situados: Motivación y efectividad Expectativas
Culturalmente Reacciones afectivas
Históricamente Evaluación
Institucionalmente Competencia y control
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gran variedad de enfoques. Las estrategias de aprendizaje pueden clasificarse en
función de qué tan generales o especificas son, del dominio del conocimiento al que
se aplican, del tipo de aprendizaje que favorecen (asociación o reestructuración), de
su finalidad, del tipo de técnicas particulares que conjuntan, etcétera.
Aun así, en este apartado retomamos dos clasificaciones: en una de ellas se
analizan las estrategias según el tipo de proceso cognitivo y finalidad perse-guidos
(Pozo, 1990); en la otra se agrupan las estrategias según su efectividad para
determinados materiales de aprendizaje (Alonso, 1991). (Las características
detalladas de cada una de las estrategias mencionadas en las clasificaciones,
pueden encontrarse con un buen nivel de profundidad el las obras de los autores
citados.)
Las estrategias de recirculación de la información se consideran como las más
primitivas utilizadas por cualquier aprendiz (especialmente la recirculación simple,
dado que niños en edad preescolar ya son capaces de utilizarlas cuando se
requieren. Véase Kail, 1984). Dichas estrategias suponen un procesamiento de
carácter superficial y son utilizadas para conseguir un aprendizaje verbatim o "al pie
de la letra" de la información. La estrategia básica es un repaso (acompañada en su
forma más compleja con técnicas para apoyarlo), el cual consiste en repetir una y
otra vez (recircular) la información que se ha de aprender en la memoria de trabajo,
hasta lograr establecer una asociación para luego integrarla en la memoria a largo
plazo. Las estrategias de repaso simple y complejo son útiles especialmente cuando
los materiales que se ha de aprender no poseen o tienen escasa significatividad
lógica, o cuando tienen poca significatividad psicológica para el aprendiz; de hecho
puede decirse que son (en especial el repaso simple) las estrategias básicas para el
logro de aprendizajes repetitivos o memorísticos (Alonso, 1991; Pozo, 1989).
Las estrategias de elaboración suponen básicamente integrar y relacionar la nueva
información que ha de aprenderse con los conocimientos previos pertinentes (Elosúa
y García, 1993). Pueden ser básicamente de dos tipos: simple y compleja; la
distinción entre ambas radica en el nivel de profundidad con que se establezca la
integración. También puede distinguirse entre elaboración visual (v. gr., imágenes
visuales simples y complejas) y verbal-semántica (v. gr., estrategia de "parafraseo",
elaboración inferencial o temática, etcétera). Es evidente que estas estrategias
permiten un tratamiento y una codificación más sofisticados de la información que se
ha de aprender, porque atienden de manera básica a su significado y no a sus
aspectos superficiales. Las estrategias de organización de la información permiten
hacer una reorganización constructiva de la información que ha de aprenderse.
Mediante el uso de dichas estrategias es posible organizar, agrupar o clasificar la
información, con la intención de lograr una representación correcta de la
información, explotando ya sea las relaciones posibles entre distintas partes de la
información y/ o las relaciones entre la información que se ha de aprender y las
formas de organización esquemática internalizadas por el aprendiz (véase Monereo,
1990; Pozo, 1990).
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CUADRO 6.1
Una clasificación de estrategias de aprendizaje (basada en Pozo, 1990).
Proceso Tipo Finalidad Técnica
de estrategia u objetivo o habilidad
Aprendizaje Recirculación Repaso simple Repetición simple y
memorístico de la informa- acumulativa
ción Apoyo al repaso Subrayar
(seleccionar) Destacar
Copiar
Aprendizaje Elaboración Procesamiento Palabra clave
significativo simple Rimas
Imágenes mentales
Parafraseo
Procesamiento Elaboración de
complejo inferencias
Resumir
Analogías
Elaboración
conceptual
Organización Clasificación de Uso de categorías
la información
Jerarquización Redes semánticas
y organización Mapas conceptuales
de la informa- Uso de estructuras
ción textuales
Recuerdo Recuperación Evocación de Seguir pistas
la información Búsqueda directa
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Tipo de material que ha de Tipos de estrategias
aprenderse
Información factual: Repetición
Datos • Simple
Pares de palabras • Parcial
Listas • Acumulativa
Organización categorial
Elaboración simple de tipo
verbal o visual
• palabra-clave
• imágenes mentales
Información conceptual: Representación gráfica
Conceptos • redes y mapas conceptuales
Proposiciones Elaboración
Explicaciones (textos) • tomar notas
• elaborar preguntas
Resumir
Elaboración conceptual
Habilidades organizativas
• Cómo establecer prioridades.
• Cómo programar el tiempo de forma correcta.
• Cómo disponer los recursos.
• Cómo conseguir que las cosas más importantes estén hechas a tiempo.
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Habilidades inventivas y creativas
• Cómo desarrollar una actitud inquisitiva.
• Cómo razonar inductivamente.
• Cómo generar ideas, hipótesis, predicciones.
• Cómo organizar nuevas perspectivas.
• Cómo emplear analogías.
• Cómo evitar la rigidez.
• Cómo aprovechar sucesos interesantes y extraños.
Habilidades analíticas
• Cómo desarrollar una actitud crítica.
• Cómo razonar deductivamente.
• Cómo evaluar ideas e hipótesis.
Habilidades de comunicación
• Cómo expresar ideas oralmente y por escrito.
Habilidades sociales
• Cómo evitar conflictos interpersonales.
• Cómo cooperar y obtener cooperación.
• Cómo competir lealmente.
• Cómo motivar a otros.
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Lo que sí puede afirmarse, casi sin ningún cuestionamiento que lo impugne, es la
identificación y descripción de las fases generales por las cuales atraviesa el
proceso de adquisición de cualquier tipo de estrategia de aprendizaje. En este
apartado, expondremos en forma breve algunos asuntos relativos a ambos
aspectos, con un énfasis especial en el problema de las fases de adquisición.
Varios autores, especialmente aquellos que han hecho investigación sobre este
tema en el campo del desarrollo de la cognición y de la memoria (J. Flavell, A. Brown
y S. Paris), se han abocado a trabajar sobre el primer asunto (véase Flavell, 1993;
García Madruga, 1991; Kail, 1984).
A partir de las investigaciones realizadas por J. Flavell y su grupo, a principios de los
setenta, dirigidas a indagar lo que los niños pequeños eran capaces de hacer
respecto al uso de estrategias de memoria, encontraron algunos asuntos de
relevancia singular que merece la pena comentar aquí. Se demostró por ejemplo,
que desde etapas muy tempranas (aproximadamente desde los 7 años) los niños
parecían ser capaces de utilizar, sin ningún tipo de ayuda, estrategias de repaso de
la información ante una tarea que las demandaba. También se demostró que unos
años después (a los 9 o 10 años) los niños son capaces de utilizar, también de
forma espontánea, una estrategia de categorización simple para recordar listas de
cosas y objetos. Se demostró en varios estudios, que el uso de ambos tipos de
estrategias al principio es titubeante, pero su aplicación mejora paulatinamente con
la adquisición respecto a las estrategias y con los años.
Un hallazgo más interesante fue revelar que los niños de edad preescolar ya eran
capaces de utilizar los dos tipos de estrategias y beneficiarse de su recuerdo cuando
se les enseñaba directamente a hacerlo. Las diferencias evolutivas entre estos niños
y los que las utilizaban espontáneamente (diferencias reales de varios años), se
diluían por completo cuando se establecía una comparación en su ejecución en
tareas de recuerdo.
Otro asunto revelador encontrado en dichos estudios, fue demostrar la existencia de
un patrón similar que describe la forma en que se adquieren estos recursos
cognitivos. A través de varios trabajos (véase Flavell, 1970), se evidenció que los
niños en edad preescolar no utilizaban las estrategias mencionadas si no se les
animaba directamente a hacerlo. Con base en ello, se logró demostrar que estos
niños sí eran capaces de hacer uso de los procedimientos estratégicos y que no
tenían ningún "déficit mediacional" (como generalmente se pensaba). El déficit era
más bien de "producción", puesto que podían utilizar las estrategias, aunque no de
forma espontánea sino bajo condiciones de inducción. Sólo después, con la práctica
de la estrategia, la deficiencia de producción desaparecía y los niños llegaban a
mostrarse competentes para usar las estrategias a voluntad cuando fueran
requeridas ante tareas de aprendizaje y recuerdo. Por tanto, parecen ocurrir tres
grandes momentos en la adquisición de toda actividad estratégica: primero, cuando
no se tiene la competencia para producirla y utilizarla (déficit mediacional); segundo,
cuando ya se es capaz de producirla pero no de utilizarla espontáneamente salvo
por la ayuda de alguna actividad instigadora o inductora externa (déficit de
producción), y tercero, cuando se es capaz de producirla y utilizarla a voluntad.
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También en el campo de la metacognición se encontraron algunos datos relevantes,
en el plano evolutivo. De nuevo fueron los trabajos de Flavell, junto con los de
Brown, los iniciadores en este campo.
El campo de la metacognición inició con el estudio de la metamemoria (conocimiento
sobre lo que sabemos). En él Flavell demostró que los niños de nivel preescolar
demostraron una cierta sensibilidad y conocimiento incipientes sobre su capacidad
limitada para memorizar datos. De igual modo, se reveló que junto con el desarrollo
ellos van empezando a comprender la influencia de las distintas variables
metacognitivas (del sujeto, de la tarea, y de estrategias; véase más adelante)
implicadas en el uso de estrategias. Se ha documentado que la mejora del
conocimiento metacognitivo se extiende hasta la adolescencia, para la mayoría de
los dominios de aprendizaje.
Según Flavell (1981, citado por Nisbet y Schucksmith, 1987) las diferencias en la
edad, existentes en la capacidad metacognitiva, se deben a que los niños mayores
poseen un caudal mayor de conocimientos, una mejor organización de la capacidad,
pero sobre todo, más destreza para utilizar esa información estratégicamente para
fines específicos, porque se va estableciendo una vinculación cada vez más
estrecha entre lo que se sabe y el conocimiento metacognitivo.
Garner y Alexander (1989) opinan que los pequeños no han desarrollado tal
conocimiento porque aún no se han aproximado a reflexionar sobre el conocimiento
y/o su cognición como objeto de conocimiento, ante tareas académicas; algo que los
mayores se han visto impelidos a hacer debido al gran número de tareas de
aprendizaje intencional que ya han enfrentado en su vida escolar, las cuales fungen
como "catalizadores" y provocan la adquisición de este tipo de saberes.
En el campo asociado de la regulación de la memoria y el conocimiento (otra área
importante de la metacognición) los trabajos de Brown y sus colaboradores fueron
más fructíferos. Las investigaciones de Brown se asociaron de forma considerable
con el campo de la comprensión y aprendizaje de textos y se realizaron con una
aproximación metodológica más sólida, dado que muchos de los anteriores trabajos
fueron realizados con tareas simples y con una metodología basada fuertemente en
el autorreporte (ambas líneas serán comentadas con más amplitud en un apartado
posterior).
En el ámbito anterior de la metacognición parecen haberse encontrado algunos
datos claros de naturaleza evolutiva (se demostró que había una aparición
relativamente temprana aunque incipiente de la conducta metacognitiva y que su
desarrollo se prolonga con lentitud hasta la adolescencia). En las actividades
relacionadas con la regulación y control en la ejecución del uso de las estrategias, su
manifestación en los niños parece depender más del tipo de tareas y de la situación
planteada y no de la edad, al grado que estas conductas autorreguladoras pueden
aparecer aun en niños con edades muy tempranas (siempre que la tarea que se les
plantee no sea muy difícil para ellos; véase Brown, 1987).
Por su parte, Paris y sus colaboradores (véase Paris y Cross, 1983; Paris, Newman
y Jacobson, 1985) han desarrollado una interpretación interesante sobre los factores
que hacen posible la adquisición y uso de las estrategias. Ellos apelan a varios
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principios generales que los aprendices desarrollan progresivamente en la medida
en que se involucran con distintos contextos y demandas donde se requieren las
estrategias de aprendizaje.
El primero es el llamado principio de "agencia", el cual se refiere a la toma de
conciencia que logran los aprendices, en relación a la mejora que puede lograrse de
los procesos de aprendizaje y memorización si se actúa intencional y
voluntariamente sobre ellos, buscando optimizarlos. Esto quiere decir que los
pequeños llegan a reconocer que no es lo mismo realizar un acto de aprendizaje
accidental o incidental que uno intencional (este último involucra un esfuerzo
cognitivo distinto). En ello va involucrado el papel activo del agente, quien actúa
directamente por medio de ciertas acciones autodirigidas para optimizar su
funcionamiento. En un principio, los adultos (padres o enseñante) son los primeros
modelos de agente activo que el niño reconoce, porque le enseñan (a través de
situaciones de andamiaje) cómo conducirse activamente para mejorar su
aprendizaje o su ejecución en alguna tarea de solución de problemas; más tarde, el
niño logra entender que él puede desempeñar ese papel, y una vez que consigue
interiorizarlo, llega a ser capaz de hacerlo por sí mismo.
El segundo principio se refiere al reconocimiento del niño del "propósito de
aprender", como tarea cognitiva específica distinta de otras actividades cognitivas
que también puede hacer y conoce (por ejemplo, reconocer, percibir, etcétera). El
niño descubre que el propósito de aprender va cambiando según distintos contextos,
demandas y situaciones, lo cual le exige que también tome conciencia de que son
necesarias formas de actuar distintas y que se requiera de un esfuerzo e
involucramiento diferenciados para actuar de manera adecuada ante cada uno de
ellos.
El tercero se denomina "principio de instrumentalidad", el cual se relaciona
estrechamente con el anterior, en el sentido de que para el propósito establecido de
aprender es necesario coordinar de manera inteligente determinados medios o
instrumentos para poder conseguirlos. Estos instrumentos o medios son las
estrategias, por lo que es necesario reconocer su "valor funcional", su "eficacia" y
una comprensión en términos de considerar la relación entre lo que exigen tales
estrategias (esfuerzo cognitivo) y los beneficios que pueden aportar para la mejora
del aprendizaje. Conviene señalar que si un niño o aprendiz no está convencido del
valor instrumental y funcional de una estrategia, no la utilizará espontáneamente
cuando se requiera.
CUADRO 6.3
Adquisición de las estrategias de aprendizaje (ampliado de Flauell, 1993).
Fase 1: Fase 2: Uso Fase 3: Uso
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Estrategia inexperto de experto
no la estrategia (flexible)
disponible de la estrategia
Habilidad para Nula o pobre Inadecuada Adecuada
ejecutarla (rígida)
Uso espontáneo Ausente Ausente Presente
ante tareas que
lo exijan
Intentos de Ineficaces Eficaces Innecesarios
inducir
su uso
Efectos sobre el -- Positivos Positivos
aprendizaje
Regulación Inexistente Baja Alta
metacognitiva
Vinculación con -- Fuerte Débil
el dominio o tarea
en que se
aprendió
Posibilidad de -- Escasa Alta
transferencia
El niño toma ejemplo y descubre los tres principios en el contexto de las distintas
prácticas sociales en donde interviene cuando aprende. Los adultos, por lo general
fungen como modelos y actúan como mediadores sociales, proporcionando formas
concretas sobre cómo actuar, establecer propósitos y utilizar recursos para actuar
prepositivamente en situaciones de aprendizaje. Así, los niños, al participar en
dichas actividades, a veces creadas con toda intención para ellos mismos, van
captando y apropiándose de cada uno de los principios y de los recursos
estratégicos, para usarlos después en forma autónoma e independiente.
Retomando ahora el segundo punto de interés sobre el asunto relativo a la
identificación de las fases de adquisición de las estrategias, pueden exponerse los
siguientes comentarios.
Partiendo de los argumentos propuestos por Flavell en torno a la adquisición de las
estrategias, y partiendo también de las ideas vigotskianas de ZDP, internalización y
de la llamada "ley de la doble formación" de lo inter a lo intrapsicológico (véase
Vigotsky, 1979), proponemos sobre la base de la idea original de Flavell (1993) una
tabla que describe tres fases básicas en el proceso de adquisición-internalización de
las estrategias (véase cuadro 6.3). En ella se señalan algunos aspectos relevantes
en torno al proceso de su adquisición que tienen una clara implicación educativa.
Bajo esta visión, podemos observar que existe una primera fase en la que en
principio no es posible el uso inducido o espontáneo de las estrategias, simplemente
porque se carece de la competencia cognitiva para lograrlo o porque no se ha
aprendido la estrategia. En esta fase podemos decir que hay una deficiencia
cognitiva en el uso de mediadores o estrategias en situaciones de aprendizaje.
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En una segunda fase el uso de mediadores o estrategias es posible, siempre y
cuando haya una persona que apoye o proporcione directamente la ayuda para
hacerlo. Puede decirse que el aprendiz incipiente llega a ser capaz de utilizarla en el
plano interpsicológico y recibe ayudas de distinto tipo, en particular instrucciones
diversas, modelamientos, guías, etcétera; sin embargo, sin tales apoyos, el aprendiz
no es capaz de usarlas espontáneamente porque aún no ha ocurrido su
internalización completa. En comparación con la etapa anterior, ya se tiene la
capacidad para utilizar las estrategias como mediadores o instrumentos cognitivos,
pero todavía hay un déficit en su empleo autónomo y/o espontáneo, dado que no se
ha desarrollado su regulación metacognitiva.
En estos momentos iniciales ya es posible el uso de estrategias a través de
inducciones e instrucciones externas para hacerlo, no obstante, las estrategias
suelen estar muy vinculadas al dominio o contenido de aplicación donde fueron
enseñadas, y además, todavía tienen una posibilidad muy limitada de transferencia
hacia nuevos contenidos similares.
Por último, la tercera fase se caracteriza por el uso espontáneo, maduro y flexible de
las estrategias cuando el aprendiz lo requiere, gracias a que ha logrado una plena
internalización de éstas y posee un conocimiento metacognitivo apropiado para
hacerlo. En esta fase final el aprendiz ya puede hacer uso autónomo de las
estrategias y tiene la posibilidad de transferirlas a otras situaciones similares.
Esta explicación coincide considerablemente con las ideas de Paris y sus asociados,
ya nombradas antes, en el sentido de que el empleo de las estrat-gias se aprende
en el contexto de prácticas de interacción con quienes saben más; éstas son
actividades que en un inicio son mediadas socialmente y que sólo después se van
interiorizando y haciendo parte del repertorio de los aprendices.
METACOGNICIÓN Y AUTORREGULACIÓN DEL APRENDIZAJE
En un apartado anterior señalamos de forma somera que la metacognición consistía
en ese “saber” que desarrollamos sobre nuestros propios procesos y productos del
conocimiento. Ahora vamos a analizar con más detenimiento este concepto.
En primer lugar es evidente que el concepto, sin llamarlo así, ha sido objeto de
interés de diversas tradiciones de investigación (v. gr., la piagetiana, la sociocultural,
etc.; véase Brown, 1987; Lacasa y Villuendas, 1988), las cuales de uno o de otro
modo han tratado de abordar asuntos asociados a distintos aspectos o procesos
metacognitivos.
Sin desdeñar los aportes de las tradiciones de investigación antes mencionadas, a
juicio de A.L. Brown (véase Brown, 1987), el uso contemporáneo del concepto desde
mediados de los setenta hasta la medianía de los ochenta en distintas
investigaciones realizadas había conjuntado dos líneas claramente discernibles
entre sí, las cuales muchas veces habían provocado que el uso y comprensión del
concepto resultase confuso y oscuro.
La primera de las líneas es la más típicamente asociada al concepto y se refiere al
“conocimiento acerca de la cognición”, y la segunda se refiere más bien a la
“regulación de la cognición”. Expondremos algunos comentarios relativos a cada una
de las dos líneas identificadas.
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El conocimiento y comprensión acerca de la cognición, según Brown, es de tipo
“estable, constatable y falible”, además se supone que es de aparición relativamente
tardía en el curso del desarrollo cognitivo, debido a que implica una actividad
reflexiva sobre lo que se sabe (para algunos autores, por ejemplo los piagetianos,
sólo es posible hasta la adolescencia porque se realiza sobre la base de la
abstracción reflexiva; para otros, pueden identificarse indicios claros en edades
inferiores; véase Brown y DeLoache, 1978).
De acuerdo con la autora, el conocimiento que tiene una persona sobre su propio
conocimiento es relativamente estable porque lo que se sabe sobre algún área de la
cognición no suele variar de una situación a otra; es constatable o verbalizable
porque cualquiera “puede reflexionar sobre sus procesos cognitivos… y discutirlos
con otros” (Brown, 1987, p. 68) y por último, es considerado falible porque “el niño o
el adulto pueden conocer ciertos hechos acerca de su cognición que
(verdaderamente) no son ciertos” (ob. Cit., p. 68).
Con el ánimo de poner un cierto orden en este campo, Brown señala que a esta área
se le puede atribuir, con certeza, el término de metacognición.
Otro de los autores que han dedicado númerosos trabajos a este campo y donde sin
duda es considerado como un pionero es J. Flavell. En un artículo previo en el área,
este autor analiza también el concepto de metacognición y señala que puede a su
vez dividirse básicamente en dos ámbitos de conocimiento (véase también Flavell,
1993):
El conocimiento metacognitivo
Las experiencias metacognitivas.
El conocimiento metacognitivo se refiere a “aquella parte del conocimiento del
mundo que se posee y que tiene relación con asuntos cognitivos (o quizá mejor
psicológicos)” (Flavell, 1987, p. 21).
El conocimiento metacognitivo está estructurado a partir de tres tipos de variables o
categorías que se relacionan entre sí.
1. La variable de persona: se refiere a los conocimientos o creencias que una
persona tiene sobre sus propios conocimientos, sobre sus capacidades y
limitaciones como aprendiz de distintos temas o dominios, y respecto a los
conocimientos que dicha persona sabe que poseen otras personas (v. gr.,
compañeros de clase, hermanos, maestros, etc.); por medio de este
conocimiento que el aprendiz sabe que poseen las otras personas, pueden
establecerse distintas relaciones comparativas (comparaciones consigo
mismo o entre las diversas personas). Otro aspecto incluido en esta categoría
se refiere a lo que sabemos que tienen en común, cuando aprenden, todas
las personas en general. Por tanto, en relación a esta variable pueden
adquirirse conocimientos intraindividuales, interindividuales y universales.
2. La variable de tarea: son los conocimientos que un aprendiz posee sobre las
características intrínsecas de las tareas y de éstas en relación con él mismo.
Flavell distingue dos subcategorías: a) el conocimiento que tiene vínculo con
la naturaleza de la información involucrada en la tarea (v. gr., si la información
es poco familiar, si está organizada en formas complejas, etc.), y b) el
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conocimiento sobre las demandas implicadas en la tarea (v. gr., saber que es
más difícil una tarea que exige analizar la información a otra que simplemente
exige recordarla).
3. La variable de estrategia: son los conocimientos que un aprendiz tiene sobre
las distintas estrategias y técnicas que posee para diferentes empresas
cognitivas (aprender, comprender lenguaje oral y escrito, percibir, solucionar
problemas, etc.), así como de su forma de aplicación y eficacia. Según
Flavell, puede hacerse una distinción entre estrategias cognitivas y
metacognitivas: “La función principal de una estrategia cognitiva es ayudar a
alcanzar la meta de cualquier empresa cognitiva en la que se esté ocupado.
En cambio, la función principal de una estrategia metacognitiva es
proporcionar información sobre la empresa o el propio progreso de ella” (p.
160).
Cabe mencionar que, según Flavell, la mayoría del conocimiento metacognitivo está
constituido por la interacción entre dos o tres de estas categorías. De hecho, la
interacción entre ellas es lo que permite la realización de actividades metacognitivas.
Las experiencias metacognitivas son aquellas experiencias de tipo consciente sobre
asuntos cognitivos o afectivos (v. gr., pensamientos, sentimientos, vivencias, etc.).
No cualquier experiencia que tiene el sujeto es metacognitiva. Para que pueda
considerarse como tal, es necesario que posea relación con alguna tarea o empresa
cognitiva. Ejemplos de experiencias metacognitivas son: cuando uno siente que algo
es difícil de aprender, comprender o solucionar, o cuando uno siente que está lejos
de conseguir la realización completa de una tarea cognitiva o cuando uno cree que
está cada vez más próximo a conseguirla, o también cuando uno siente o percibe
que una actividad es más fácil de realizar que otras. Las experiencias
metacognitivas pueden ocurrir antes, durante o después de la realización del acto o
proceso cognitivo, pueden ser momentáneas o prolongadas, simples o complejas.
De acuerdo con Flavell (1987), con el desarrollo el individuo se muestra más
capacitado para interpretar y responder apropiadamente a las experiencias
metacognitivas. Mientras que los niños pequeños, aun cuando pueden tener o darse
cuenta de dichas experiencias, su capacidad para comprender lo que ellas significan
e implican para la realización de alguna tarea cognitiva, es limitada.
Flavell (1979) señala algunas de las implicaciones de las experiencias
metacognitivas en la realización de tareas cognitivas:
Pueden contribuir a establecer nuevas metas o a revisar o abandonar las
anteriores.
Pueden afectar el conocimiento metacognitivo, ya sea por aumentarlo,
depurarlo o suprimirlo.
Participan de forma activa en el involucramiento (selección, rectificación) de
las estrategias específicas y de las habilidades metacognitivas
(autorreguladoras).
Flavell (1987) menciona las siguientes situaciones, en donde las experiencias
metacognitivas pueden ocurrir con mayor probabilidad:
Si la situación explícitamente las demanda o las solicita.
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Si la situación cognitiva fluctúa entre lo nuevo y lo familiar.
Cuando se plantean situaciones donde se juzga importante hacer inferencias,
juicios y decisiones.
Si la actividad cognitiva se encuentra con alguna situación problema u
obstáculo que dificulte su realización.
Si los recursos atencionales o mnemónicos no son enmascarados por alguna
otra experiencia subjetiva más urgente (miedo, ansiedad, depresión).
Por otro lado, la regulación de la cognición se refiere a todas aquellas actividades
relacionadas con el “control ejecutivo” cuando se hace frente a una tarea cognitiva,
como son las tareas de planeación, predicción, monitoreo, revisión continua,
evaluación, etc. Actividades que un aprendiz realiza cuando quiere aprender o
solucionar un problema.
Brown (1987) argumenta que a esta área o ámbito de actividades cognitivas
complejas se les podría identificar y agrupar claramente bajo el concepto de
autorregulación.
Las actividades de planeación son aquellas que tienen que ver con el
establecimiento de la meta o el propósito, la predicción de resultados, la
programación de estrategias, etc., y por lo general se realizan antes de enfrentar
alguna acción efectiva de aprendizaje o de solución de problemas.
Las actividades de monitoreo o supervisión son las que se efectúan durante la
ejecución de actividades para aprender o solucionar problemas, tales como la
supervisión y chequeo de las acciones estratégicas, en relación a ciertos criterios de
eficiencia y efectividad; estas actividades por lo general se realizan durante o
después de la ejecución de la tarea cognitiva.
Basándonos en Kluwe (1987), podemos señalar que estas actividades
autorreguladoras pueden resumirse en las típicas preguntas que se suelen hacer
cuando se emprenden tareas cognitivas, a saber: ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo lo voy
a hacer? (planeación) ¿Qué estoy haciendo? ¿Cómo lo estoy haciendo? (monitoreo
y supervisión) ¿Qué tan bien o mal lo estoy haciendo? (revisión y evaluación).
Brown ha comentado que estas actividades de autorregulación son “relativamente
inestables, no necesariamente constatables y relativamente independientes de la
edad” (Brown, 1987, p. 68). La regulación de la cognición es variable y depende de
las características del sujeto y del tipo de tarea de aprendizaje; de igual modo no es
necesariamente constatable o verbalizable porque no siempre la realización correcta
de una acción implica su toma de conciencia (o tematización), y se le considera
independiente de la edad porque se ha demostrado que pueden aparecer formas de
conducta autorregulada desde edades muy tempranas (como señalábamos
anteriormente, dado que esto depende del tipo de tarea, dominio o situación de que
se trate).
Como puede apreciarse, dentro de las actividades de autorregulación están
involucrados importantes aspectos metacognitivos. Por ejemplo, sería imposible
realizar actividades de planeación sin una aplicación de lo que se sabe sobre las
distintas variables de conocimiento metacognitivo (de la tarea, del sujeto o de
estrategias) cuando se hace frente a la realización de alguna tarea o supervisión en
19
la realización de alguna tarea determinada. Igualmente, sería muy difícil emprender
actividades de monitoreo o supervisión en la realización de una tarea, sin las
experiencias metacognitivas que informen sobre qué tanto se ha progresado o
cuánto hace falta para la realización o solución de una tarea en función de una meta
establecida.
Por tanto, ambos grupos de procesos están vinculados con fuerza entre sí y son
necesarios para el uso activo e inteligente de las estrategias de aprendizaje. A
manera de resumen, en el cuadro 6.4 se demarca con claridad los dos procesos.
ENTRENAMIENTO EN ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE
En la literatura reportada encontramos múltiples intentos por dotar al estudiante de
estrategias de aprendizaje efectivas, los cuales varían en su orientación, profundidad
y modelo específico de intervención.
CUADRO 6.4. Metacognición y autorregulación (basado en Elosúa y García, 1993,
p.17).
1. Conocimiento de la cognición (metacognición)
Conocimiento del qué.
Noción del cómo.
Conocimiento del cuándo y dónde.
Variables o categorías de persona, de la tarea y de estrategia.
Experiencias metacognitivas.
2. Regulación del conocimiento (autorregulación)
Planificación y aplicación del conocimiento.
Monitoreo y supervisión (regulación, seguimiento y comprobación).
Evaluación (relacionadas con las categorías de personas, de la tarea y de
estrategia)
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Al hacer una revisión extensa sobre los modelos y hallazgos de investigación en
programas tradicionales de instrucción en hábitos de estudio, Hayes y Diehl (1982) y
Aguilar (1983) concuerdan en que éstos no son congruentes con los modelos
recientes sobre procesos cognitivos, metacognitivos y autorreguladores.
Por lo anterior, sus logros se restringen a aumentar la práctica en la memorización
de unidades de información y en la resolución de preguntas sobre contenido
específico, y mantienen estos avances muy poco tiempo después de terminada la
fase de enseñanza, y no permiten una transferencia sustancial a otras situaciones.
A continuación vamos a comentar, a la luz de las investigaciones que ya estudiamos
en este capítulo, como debe entenderse la enseñanza de las estrategias desde una
perspectiva como la que estamos manejando en esta obra. Primero haremos
algunos comentarios sobre la concepción de programas de entrenamiento, luego
respecto a la enseñanza de estrategias y al problema de la transferencia, y por
último abordaremos el papel del docente en la enseñanza de las estrategias.
Conceptualización de los programas de enseñanza de estrategias
Estos programas, que aún siguen proliferando en nuestro medio, le enseñan al
aprendiz las estrategias como meros hábitos o recetas para aprender, proporcionan
un entrenamiento “ciego”. Se le llama así a los programas de entrenamiento que
habilitan en forma muy limitada, puesto sólo explican al aprendiz la naturaleza de las
estrategias que supuestamente les pueden servir en su conducta de estudio. Su
estructuración se basa en términos generales en proporcionar instrucciones más o
menos claras sobre cómo emplear las estrategias (sin explicarles su significado,
importancia, función y limitaciones), dándoles posteriormente la oportunidad de
información evaluativa sobre el grado en que fueron utilizadas las estrategias. La
idea central de estos programas, es que los aprendices que participan en ellos
vayan desarrollando un aprendizaje de las estrategias y una comprensión más o
menos espontánea más o menos espontánea sobre la importancia de la actividad
estratégica.
Según Brown, Campione y Day (1981) con este tipo de entrenamiento puede
mejorarse ligeramente el recuerdo, pero no se favorece de ningún modo el
mantenimiento, la generalización o la transferencia de los procedimientos
estratégicos aprendidos.
En su lugar, los modelos de intervención con orientación cognitiva enfatizan el
denominado entrenamiento con información (Brown, Campione y Day, 1981), a
través del cual se induce el empleo de estrategias y se informa al aprendiz sobre su
significado y utilidad, y ofrecen retroalimentación en la ejecución y una fase de
mantenimiento de las habilidades entrenadas. Sin embargo, aun estos modelos
adolecen de un problema: la generalización solo ocurre con tareas similares.
Estos hallazgos condujeron a diversos autores a plantear que el problema de la
transferencia puede resolverse en gran medida enseñando a los estudiantes no sólo
las estrategias de aprendizaje (entrenamiento ciego) y su valor respecto a cuándo,
dónde y por qué emplearlas (entrenamiento informado), sino enseñándoles directa y
detalladamente cómo aplicarlas y autorregularlas frente a diversas tareas
21
significativas para ellos (véase Campione, 1987). A este tipo de entrenamiento se le
ha denominado entrenamiento informado con autorregulación.
Uno de los esquemas que han demostrado mayor efectividad para el análisis de la
situación de aprendizaje, y el cual posteriormente ha evidenciado también su
potencialidad para orientar la concepción y estructuración de los programas de
entrenamiento en las estrategias de aprendizaje, es el propuesto por Brown (1982)
(derivado de las ideas de Jenkins, 1979), denominado “tetraedro del aprendizaje”
(véase figura de la página siguiente). En él se expresa una concepción
contextualista de distintos aspectos internos (cognitivos, estratégicos,
metacognitivos y autorreguladores) y externos (tipos de materiales, demandas en las
tareas, etc.) que influyen en las actividades de aprendizaje intencional. El modelo
coincide perfectamente con muchos de los asuntos tratados en secciones anteriores
respecto a la forma en que deben ser entendidas y enseñadas las estrategias de
aprendizaje.
FIGURA 6.2. El tetraedro del aprendizaje (tomado de Brown, 1982)
Estrategias de aprendizaje
Demandas y criterios de las tareas
Atención:
Reconocimiento:
Repaso, Elaboración, etc.
Recuerdo, Transferencia, Solución de problemas, etc.
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2. Naturaleza y características de los materiales de aprendizaje. Los
materiales que habrá de aprenderse pueden variar en: complejidad,
familiaridad, organización lógica, formato de presentación, etc.
3. Demandas y criterios de las tareas. Son las distintas demandas de
aprendizaje y solución de problemas que se le plantean al alumno en la
situación escolar, por ejemplo, recordar, elaborar trabajos, presentar un
examen, exponer un tema, etc. Cada una de las demandas le exige al
aprendiz una forma diferenciada de conducirse. Esta característica y la
anterior están relacionadas directamente con la variable de tarea.
4. Estrategias. Es el conocimiento que el alumno tiene sobre las estrategias
que conoce y respecto a su forma de aplicación, viabilidad y efectividad para
distintos materiales y demandas de las tareas. Corresponde a la variable
metacognitiva estrategia.
Es evidente que dentro del tetraedo están implicados distintos aspectos de tipo
estratégico y metacognitivo. Por ejemplo, a través de aquél pueden comprenderse (y
hacerse comprender) las distintas relaciones entre estrategias y el conocimiento
metacognitivo (variables de persona, estrategia y tarea), sobre el asunto de cuáles
estrategias seleccionar (una cuestión también metacognitiva) y sobre como llegar a
enfrentarse a una tarea o material de aprendizaje determinado de una manera global
o contextual. Todos estos aspectos deben tomarse en cuenta para proporcionar un
entrenamiento informado sistemático, por lo que puede ser de mucha ayuda para
programar respecto al qué y al cómo tendrán que ser enseñadas las actividades
estratégicas para promover aprendizajes significativos.
Con base en el mismo, se entiende que la enseñanza de las estrategias no puede
hacerse en forma abstracta, sino en función de explicar para qué tareas o demandas
son viables, útiles y eficaces y para cuáles otras resultan improcedentes o
insuficientes; asimismo en la enseñanza, deberá explicitarse para qué materiales,
dominios y temáticas son valiosas. Sin embargo, todavía hará falta enseñar
explícitamente como utilizar las estrategias. Esto se verá directamente en la
siguiente sección.
Técnicas para la enseñanza de las estrategias de aprendizaje
Como ya hemos señalado, las estrategias deben considerarse primero como
procedimientos de carácter heurístico y flexible. En tal sentido, Coll y Valls (1992)
han propuesto un esquema básico para la enseñanza de procedimientos, el cual se
basa en gran parte en las ideas de Vigotsky y Bruner ya comentadas en capítulos
anteriores respecto a las nociones de “zona de desarrollo próximo”, “andamiaje” y
“transferencia del control y la responsabilidad”.
Esta propuesta nos parece que puede ser la “estrategia guía” para la enseñanza de
cualquier tipo de habilidad o estrategia cognitiva (de aprendizaje, metacognitiva,
autorreguladora, etc.; véase Solé, 1992). Dicha estrategia está basada en la idea de
que los procedimientos (herramientas que forman parte de un bagaje cultural) se
aprenden progresivamente en un contexto interactivo y compartido, estructurado
entre el enseñante y el aprendiz del procedimiento. En dicho contexto, el enseñante
actúa como un guía y provoca situaciones de participación guiada con los alumnos.
23
De este modo, se presentan en la situación de enseñanza tres pasos básicos en el
tránsito que ocurre entre el desconocimiento del proceso por parte del aprendiz,
hasta su uso autónomo y autorregulado. Dichos pasos son los siguientes:
Pasos básicos en el aprendizaje de un procedimiento
1. Exposición y ejecución del procedimiento por parte del enseñante.
2. Ejecución guiada del procedimiento por parte del aprendiz y/o compartida con
el enseñante.
3. Ejecución independiente y autorregulada del procedimiento por parte del
aprendiz.
Como podrá inferirse, la tarea del enseñante consiste en ayudar a que el alumno
logre la construcción del procedimiento estratégico que le propone, no sin antes
proporcionarle un contexto de apoyo y de andamiaje que se modificará ajustándose
en función de la creciente capacidad del aprendizaje para utilizarlo. Además, dicha
visión de la enseñanza coincide en gran parte con el esquema identificado sobre el
patrón de las fases de adquisición de las estrategias que ya se mencionó en una
sección anterior.
La propuesta, como se ha dicho, puede verse acompañada o traducida por distintas
técnicas más específicas según la estrategia de aprendizaje y el dominio de que se
trate.
De acuerdo con varios autores (Dansereau, 1985; Coll y Valls, 1992; Elosúa y
García, 1993; Monereo, 1990; Morles, 1985; Muriá, 1994) podemos identificar varios
métodos o técnicas concretas para el entrenamiento en estrategias de aprendizaje,
los cuales pueden utilizarse en forma combinada, siguiendo la estrategia básica
descrita. Éstas son las siguientes:
La ejercitación. Consiste en el uso reiterado de las estrategias de aprendizaje ante
varias situaciones o tareas, luego de que éstas han sido enseñadas de manera
previa por el profesor o instructor que por lo general asignará la situación o tarea y
vigilará su cumplimiento, evaluando también la eficacia de la aplicación así como los
productos del trabajo realizado.
El modelado. Es la forma de enseñanza en la cual el docente “modela” ante los
alumnos el modo de utilizar una estrategia determinada, con la finalidad de que el
estudiante intente “copiar o imitar” su forma de uso. Puede hacerse una extensión y
utilizarse el “modelamiento metacognitivo”, en donde el modelo enseña y muestra la
forma de ejecución de la estrategia, de manera conjunta con aquellas otras
actividades reflexivas (que generalmente quedan en marcha cuando se enfrenta a
una tarea de aprendizaje o de solución de problemas. De esta manera el alumno
observará los pasos en la ejecución de las estrategias y tomará ejemplo a partir de
las acciones y reflexiones metacognitivas del modelo.
Respecto al modelado, pueden identificarse otras dos variantes: el “modelado de
uso correcto” y el “modelado de contraste” entre un uso correcto y otro incorrecto de
la estrategia. También pueden ser importantes las actividades de posmodelado, en
donde se aclare con información adicional una “representación alternativa”
(analogías, metáforas, etc.) que les sirva a los alumnos para su posterior utilitización
(véase González, 1994).
24
La instrucción directa o explícita. Por medio de ella se le informa al estudiante en
forma directa, a través de una serie de indicaciones, instrucciones y consignas el
uso correcto de la estrategia, las recomendaciones para su uso y la rentabilidad que
el alumno puede conseguir. Posteriormente se le da la oportunidad de practicar las
estrategias aprendidas, guiando y retroalimentando su aplicación.
El análisis y discusión metacognitiva. Por medio de esta técnica se busca que los
estudiantes exploren sus propios pensamientos y procesos cognitivos al ejecutar
alguna tarea de aprendizaje, con la intención de que valoren la eficacia de actuar
reflexivamente y modifiquen más tarde su forma de aproximación metacognitiva ante
problemas y tareas similares. Monereo (1990, p.13) distingue dos variantes: “a) el
profesor propone una actividad o tarea, y una vez finalizada pide que los
participantes escriban o expongan oralmente el proceso cognitivo seguido, y b)
distribuidos en parejas, algunos alumnos deben resolver una tarea “pensando en voz
alta”, mientras sus compañeros anotan el proceso cognitivo, para después exponerlo
al análisis y discusión de toda la clase”.
La autointerrogación metacognitiva. También consiste en ayudar a que los alumnos
conozcan y reflexionen sobre las estrategias utilizadas (procesamiento involucrado,
toma de decisiones, etc.) con el fin de conseguir mejoras en su uso, por medio de un
esquema de preguntas que el sujeto va aprendiendo a hacerse antes, durante y
después de la ejecución de la tarea. Pueden identificarse con claridad tres fases: a)
primero, el profesor propone el modelo de interrogación que emplea y expone varios
ejemplos ante los alumnos; b) después, cada alumno usa el esquema y comienza
con distintas tareas impuestas por el profesor, para luego terminar con tareas
elegidas o propuestas por el propio estudiante, y c) por último, se intenta promover
que el alumno internalice el esquema y lo use en forma independiente.
Una de las mayores dificultades para los estudiantes que participan en un programa
de entrenamiento es poder adaptar las estrategias entrenadas a nuevos contextos y
hacerlas compatibles con sus propias técnicas.
Ya hemos dicho que el entrenamiento con información extensiva (saber cuándo,
dónde y por qué) sobre el uso de las estrategias, provee elementos suficientes para
que el aprendiz logre comprender el valor y la utilidad de las estrategias
proporcionadas para diversos contextos de aplicación. Explicamos también que esto
puede hacerse al usar el tetraedro. Pero además debe adjuntarse la enseñanza que
explicite al alumno la forma de regularlas cuando éstas se aplican (entrenamiento
informado con autorregulación).
Otros asuntos deben tenerse también presentes para potenciar el mantenimiento y
la transferencia positiva del entrenamiento de las estrategias. Para Ashman y
Conway (1990) debe también considerarse:
La sensibilización de los participantes respecto a la importancia del
entrenamiento.
La vinculación con aspectos motivacionales: enseñar a los alumnos a
establecer procesos de atribución sobre las mejoras logradas, fincados en el
uso y el esfuerzo estratégico.
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La estructuración de secuencias de tareas diferenciadas que promuevan la
transferencia cercana y lejana tanto como sea posible (esto es, que las
tareas varíen paulatinamente desde aquellas con mayor nivel de artificialidad
hasta las pertenecientes a uno o varios dominios reales).
La participación activa del docente y los compañeros en los procesos de
generalización (v. gr., a través de discusiones en grupo, etc.).
Ellis, Lenz y Sabornie (1987, citados por Ashman y Conway, ob. Cit.) presentan un
cuadro sobre la identificación de cuatro niveles de generalización en el
entrenamiento de estrategias de aprendizaje (véase cuadro 6.5).
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Discusión y trabajo en equipos cooperativos.
Selección y enumeración de los problemas identificados.
Ilustración y análisis de casos concretos observados en el aula.
Revisión y crítica de textos, ejercicios y tareas naturales (escolares) de los
alumnos.
Resolución, autoevaluación y análisis individual/grupal de ejercicios,
cuestionarios, trabajos, productos, etc.
Supervisión y retroalimentación correctiva y mensajes referidos a los
procesos de aprendizaje del alumno.
Ejercicios de simulación o modelado.
Elaboración de materiales y planes de clase apoyados con estrategias de
enseñanza y aprendizaje.
Por último, el trabajo deliberado y sistemático con una orientación a desarrollar en el
alumno habilidades que le permitan comprender y pensar significativamente, es de
hecho una propuesta que aboga por el establecimiento de un metacurrículo. Esto
denota la necesidad de enseñar a los estudiantes cómo aprender y procesar el
conocimiento de forma más efectiva en cada curso escolar y en vinculación con
áreas de contenido específicas. Los propios docentes pueden inducir el desarrollo
de estrategias de aprendizaje efectivas a la vez que enseñan el contenido de la
asignatura (Weinstein y Underwood, 1985).
De esta forma, el docente entraría al aula con dos tipos de metas: las referidas a los
productos del aprendizaje, que se enfocan a lo que deben saber o ser capaces de
hacer los alumnos, y las respectivas al proceso de aprendizaje, enfocadas a enseñar
a los alumnos como aprender. Esto convertiría a los modelos de intervención para
estrategias de aprendizaje a una modalidad de currículo inserto, y no
extracurricular, como generalmente ocurre.
Como último comentario de esta sección, puede decirse que independientemente de
la modalidad adoptada, los modelos de intervención enfocados a la comprensión de
textos deben ofrecer prescripciones de tipo heurístico, más que algorítmico. Esto
implica que las estrategias entrenadas requieren flexibilidad, en el sentido de que
puedan ser modificadas por el alumno y el docente, dependiendo de las demandas
de la tarea, el tipo de materiales de aprendizaje, las necesidades y habilidades del
propio aprendiz.
SUMARIO
En este capítulo se ha expuesto y discutido el papel de las estrategias de
aprendizaje en las conductas de aprender a aprender. Esto sin duda es una de las
metas más desafiantes para toda situación educativa, porque implica que el aprendiz
sea capaz de actuar en forma autónoma y autorregulada, relativamente
independiente de la situación de enseñanza.
En primer término, intentamos hacer una presentación de las estrategias desde un
enfoque constructivista, con el señalamiento de que éstas son procedimientos
flexibles que el aprendiz tiene que apropiarse a partir de contextos educativos en su
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más amplio sentido, gracias a la intermediación de alguien que sabe más
(generalmente el profesor).
Posteriormente se presentaron distintas clasificaciones de las estrategias y se
analizó el importante papel que desempeñan en su aplicación inteligente y flexible
los procesos metacognitivos y autorreguladores. La metacognición se refiere al
conocimiento que tenemos sobre nuestros propios procesos y productos de
conocimiento y la autorregulación a la aplicación de ese conocimiento para su
control y supervisión ante tareas de aprendizaje y solución de problemas.
También discutimos en el texto, de una manera general, los asuntos relativos a la
adquisición, la enseñanza, los problemas de entrenamiento y transferencia de las
estrategias de aprendizaje, con el establecimiento de un contexto básico conceptual
que será retomado posteriormente en el siguiente capítulo en los dominios de la
comprensión y la composición escrita.
Referencia:
Díaz Barriga Arceo, Frida y Hernández Rojas, Gerardo. (1998). Estrategias docentes
para un aprendizaje significativo. McGraw Hill, México.
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