Guía 7 - Delitos Omisivos
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CAPÍTULO X
I. CONCEPTO DE OMISION
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Apuntes redactados, fundamentalmente, sobre la base de RODRÍGUEZ COLLAO, Luis, Apuntes de
Derecho penal, 2005, pp. 141—146 y del material para el curso de Protección Penal de la Familia,
Universidad de Navarra, del prof. PIÑA ROCHEFORT.
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Las omisiones propias son aquellas en que la mera omisión, es decir, el mero
hecho de no realizar una conducta, se sanciona con una pena. Los delitos de
omisión propia son delitos que se cometen por la simple infracción del deber de
actuar, sin que sea necesario que se produzca ningún resultado distinto de la
omisión. Este es el caso, por ejemplo del artículo 494 Nº 14 CP (delito de omisión de
socorro): «El que no socorriere o auxiliare a una persona que encontrare en
despoblado herida, maltratada o en peligro de perecer, cuando pudiere hacerlo sin
detrimento propio». Aquí no se aprecia una posición especial de garante, ni se exige
la producción de ningún resultado, sino que basta con que quien pueda (cualquiera
que pueda) prestar auxilio al desamparado sin riesgo propio, no lo haga. Si el
desamparado muere o se salva, si sale ileso o gravemente herido, es
completamente indiferente.
Se trata de delitos excepcionales dentro del Código penal, tales como, por
ejemplo, los contemplados en los arts. 237, 257, 355, 448, etc.
En todos estos casos las omisiones están expresa y directamente
descritas en la ley. El legislador es claro y explícito al castigar conductas omisivas,
pues las describe como tales, en tipos que aluden precisamente a la omisión de un
determinado comportamiento.
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Pero para que exista esa equivalencia es necesario que concurra un deber
jurídico especial: así, el deber de salvar al bañista que emana de la posición de
salvavidas, o el deber de socorrer al hijo recién nacido que emana de la posición de
madre. En las omisiones propias, en cambio, ello no es necesario pues, como
veíamos, sólo se establece una obligación general de actuar sancionando en caso
que no se produzca dicha actuación.
Por otra parte, en los delitos de omisión impropia o de comisión por omisión el
legislador adopta una vía indirecta para castigar los comportamientos omisivos:
no tipifica expresamente una conducta omisiva, sino que el castigo de una omisión
se extrae a partir de un tipo redactado en términos (aparentemente) activos. Por
ejemplo: el delito de homicidio se describe a través de un verbo —matar— que
primariamente parece denotar una actividad, pero también es posible matar, por
ejemplo, dejando de suministrar el antídoto a quien padece un envenenamiento. Es
decir, en el homicidio podemos encontramos en presencia de un delito de omisión,
pero el precepto no describe directamente la conducta omisiva.
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Al igual que en los delitos de omisión propia, aquí se requiere que concurran
las circunstancias fácticas que imponen el deber de actuar y que no se actúe
existiendo la capacidad real de hacerlo.
Pero, además, los delitos omisivos impropios tienen que limitarse a
determinadas situaciones, pues de lo contrario, cualquiera podría ser acusado de
“no haber hecho algo” para evitar cierto resultado.
En las omisiones impropias, por ende, se requiere la existencia de un especial
deber jurídico del autor. En otras palabras, para que alguien pueda ser sancionado
penalmente por una omisión, y para que dicha omisión pueda ser considerada
equivalente a una acción (como si el daño hubiera sido causado mediante una
conducta positiva), es preciso que recaiga sobre él un especial deber de actuación,
un deber concreto de proteger el bien jurídico amenazado. Es preciso que la persona
deje de hacer algo a lo que estaba especialmente obligado.
Tradicionalmente se considera que la obligación de proteger de daño a los
bienes jurídicos puede emanar de las siguientes fuentes:
a) De la ley, como ocurre entre los cónyuges o entre padres e hijos, pues el
ordenamiento establece recíprocas obligaciones de asistencia y protección entre
ellos. Por ejemplo, el padre debe responder tanto si lesiona a su hijo, como si
impávido permite que un tercero lo lesione. Es también el caso de quienes detentan
ciertas profesiones o cargos, como los funcionarios policiales.
b) Del contrato, como cuando se ha convenido un servicio que implica un deber de
protección de una o más personas. Así, por ejemplo, se encuentra en posición de
garante la enfermera que cuida al paciente en su domicilio durante la noche, y el
salvavidas, respecto de la seguridad e integridad de los bañistas.
c) De ciertas situaciones de hecho, se trata de algunos supuestos especiales
caracterizados por la ausencia de una norma jurídica legal que expresamente
imponga un deber. El caso más destacado es el criterio del “hacer precedente”,
según el cual, se encuentra en posición de garante y, por lo tanto, obligado a evitar
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POLITOFF/MATUS/RAMÍREZ, Lecciones de Derecho penal chileno. PG, Santiago, Editorial Jurídica de
Chile, 2004, p. 184.
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EJERCICIOS
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