La Bandera
La Bandera
La Bandera
ALUMNOS Y ALUMNAS DE CUARTO GRADO En distintos lugares del pas, de norte a sur y de este a oeste, con paisajes bien diferentes, pero seguramente con la misma emocin de los grandes, muchos nios y nias como ustedes realizan la promesa de lealtad a la bandera. En este da, queremos felicitarlos y hacerles llegar un regalo. Reciban este cuento ilustrado como parte de la alegra que, docentes, familiares, vecinos y autoridades sentimos al compartir con ustedes este momento tan especial. Pero como todo sueo grandioso y potente, triunfa: Hoy la celeste y blanca es la bandera nacional que flamea en cada lugar de nuestro hermoso pas y presidir el acto en el cul ustedes darn su promesa.. Por eso, a todos los chicos y chicas que nacieron en Argentina y a los que llegaron de otros pases y hoy tienen dos banderas para querer, los saludamos con un fuerte abrazo, felicitaciones! La bandera, tal como habrn conversado en estos das, es un smbolo que nos hermana, nos permite sentirnos parte de un proyecto compartido y soar un sueo en el que estemos todos. La bandera es parte de nuestra historia. A continuacin conocern un relato que narra un episodio protagonizado por Manuel Belgrano. Se van a enterar de algo que lo preocupaba: la falta de un smbolo que identificara a los grupos que estaban a favor de la revolucin, no piensen que crearlo fue tarea sencilla! Muchos, como Belgrano, estaban convencidos de hacerlo, otros dudaban bastante. Por eso hubo marchas y contramarchas. Que disfruten mucho de esta historia! La bandera!... Hay que esconder la bandera!
Era el mes de abril de 1815. Habamos llegado a casa despus de asistir al acto en la Plaza Mayor, donde se haba cambiado la bandera espaola por la celeste y blanca. Mientras que se acomodaba el rebozo, Clementina dej deslizar un comentario acerca de la bandera que despert mi curiosidad... -Parece ser que la primera bandera que mand a hacer don Manuel no era como la que tenemos ahora... -Ah, no? Y cmo era, Clementina? -Asegn cuenta el ato Paredes, era toda blanca con una franja celeste en el medio... -Y l cmo sabe esas cosas? -Uhhh! l sabe...; lo sigui a Belgrano a todas las campaas! Lo que pasa es que al ato nadie le cree, porque siempre tiene olor a vino. Pero yo lo conozco de antes. Cuando me cuenta alguna historia...lo miro fiiijo a lo' ojo!, y ahicito nom' ya me doy cuenta si me va a decir la verd' o me va a hacer el cuento. Entonce' me pongo seria y le digo: "Negro Paredes, no le irs a mentir a una de tu raza!" Si baja la mirada es porque se trata de una picarda... Y esto de los colores de la primera bandera me lo cont l, y le juro, nia, que no menta.
Las cosas, segn el ato, sucedieron as... Era febrero del ao '12. Andaba Belgrano con el ejrcito, all por la villa de Rosario, custodiando el ro Paran, pa' que no pasaran los godos... La tropa estaba de capa cada. Y no era pa' menos; sus compaeros, en el Alto Per, haban sido derrota'os por los espaoles. Quedaba abierto el camino pa' que los ejrcitos realistas entraran a Salta, despus a Tucumn y de ah, por qu no, a la misma Buenos Aires. La Revolucin estaba en peligro! Todos saban que all en el norte los espaoles eran fuertes! Qu se poda hacer pa' entusiasmarlos un poco? Y, mientras pensaba, don Manuel se dio cuenta que ni siquiera tenan una bandera. "Eso, una bandera, una bandera que sea nuestra!", grit. Y sin perder tiempo, la mand a coser blanca y celeste. -Y por qu eligi esos colores, Clementina? -Y..., eran colores que usaban los que estaban a favor de la Revolucin. Poquito a poco se fueron haciendo populares... Un da una cintita en la solapa, otro da un moito en el pelo de las nias, despus escarapelas pa' que los soldados se pusieran en los gorros... Y as hasta que le fuimos tomando cario a esos colores. Bueno, como le deca, mand a coser la bandera y tambin escribi una carta al
gobierno de Buenos Aires, contndole, orgulloso, lo que haba hecho. No quiera saber cmo se pusieron cuando se enteraron! Se les pararon los pelos de punta! "Pero qu barbaridad, pero cmo se le ocurre, pero qu es esto de enarbolar una bandera sin consultar!", vociferaban. "Estas cosas hay que discutirlas bien primero!", deca otro. "Urgente!", grit uno, "un correo al Rosario avisndole a Belgrano que guarde esa bandera!" Pero quiso el destino que el general no se enterara. Bueh!, el destino o un caballo medio lento. La cosa fue que cuando el mensaje lleg, don Manuel jhaca raaato! que se haba marchao pa' hacerse cargo del ejrcito del Norte..., contento con la bandera. En mayo del ao '12 andaba por Jujuy. Se acercaba el aniversario de la Revolucin. Pa' festejarlo, tuvo la idea de reunir a toda la tropa en la plaza y saludar con unos caonazos a la nueva bandera de la Patria. Volvi a informar al gobierno. "Pero... otra vez! Pero qu desorden! Pero qu desobediencia!", decan en Buenos Aires. Y vueeelta el correo, ahora pa' Jujuy, con la orden de guardar esa bandera. Y esta vez Belgrano se enter. Apenao, fue a ver a su amigo, Juan de Dios Aranivar, que era un cura de aquellos pagos, pa' ver si le daba algn consuelo... Despus de un rato de conversaciones, le entreg las banderas al padre Juan y se march otra vez al campamento. El cura esper que se hiciera bien de noche. Aprovech la intensa lluvia y se lanz por la callecita pa' ir al establo a buscar un caballo. Carg las alforjas con algunas herramientas...Un buen martillo, unos clavos, algunos fierros con punta y..., a todo galope por el camino! Debajo de la sotana, atadas con una cinta, iban las dos banderas camino a su escondite... Qu se tena entre manos el padre Juan? Se diriga a Titiri, un pueblecito cercano, pues ya tena un plan en su cabeza pa' esconder esas banderas. Habr llegado a Titiri pasada la medianoche. No haba un alma por las calles! At el caballo a un poste y enfil por el caminito. Adnde iba el padre Juan? Su destino era la capilla del pueblo... Empuj con fuerza la gruesa puerta de madera... y entr sigilosamente. Todo estaba oscuro y en silencio. Slo de vez en cuando el terrible rugido de un trueno estremeca la noche. El padre Juan recorri a tientas la capilla para asegurarse de que no haba nadie. Prendi una vela y fij sus ojos en cada uno de los muebles y adornos que haba en el lugar... De pronto, su mirada se detuvo en unos cuadros de santa Teresa. Eran lo suficientemente grandes, y los marcos parecan resistentes. Despacito, despacito, comenz a sacar las herramientas. Mientras tanto, en la calle, unos soldados hacan
la ronda nocturna como todos los das. Venan charlando de temas militares cuando, al pasar por la puerta de la capilla, oyeron ruidos extraos. Miraron por una de las ventanitas, pero la oscuridad de la noche y la fuerte lluvia no les dej ver nada. Desde adentro, unos golpes parecidos a martillazos seguan sonando. Apuraron el paso y fueron hasta la puerta. La empujaron y se abri. En ese mismo momento, un rayo de esos que pocas veces se ven ilumin enterita la capilla. Uno de los soldados crey ver un bulto que se mova. "Alto! Quin vivel", grit. Nadie contest. Vuelta a gritar, esta vez mucho ms fuerte: "Alto! Quin vive!" Pero nada... De pronto, una rfaga cerr con fuerza la puerta de la capilla. Los soldados dieron la voz de alarma y enseguidita vino una patrulla. Prendieron todas las velas, revisaron todito' lo' rincones, pero no encontraron nada de nada. Mientras tanto, a lo lejos, el caballo del padre Juan galopaba a toda velocid' pa' alejarse de Titiri... -Pero, y las banderas? Dnde escondi las banderas, tita? -Eso no lo sabe nadie, mi nia. Hasta el da de hoy las primeras banderas de la Patria y sus colores siguen siendo un misterio.
Fuente: Diana Gonzlez - En: Zelmanovich, P. y otras, Efemrides, entre el mito y la historia, Buenos Aires, Paids, 1994