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Revista Ciencia Politica #15 Marzo 2012

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INCIDENCIAS
Asociacin Civil Coincidencias coincidenciasong@yahoo.com.ar

Revista de Ciencia Poltica


Marzo 15 de 2012 N 15

INCIDENCIAS
Asociacin Civil Coincidencias coincidenciasong@yahoo.com.ar

Revista N15 Marzo 2012

TEORIA POLITICA E HISTORIA


Gustavo Alcntara Moreno

Democracia Cosmopolita, Estado moderno y globalizacin.


Lic. Esteban Amoretti

Concepciones filosficas en materia de ideologa y totalidad: del legado de Marx, a la superacin por la concepcin del hacer til "Contra y ms all del trabajo".
Diego Asproni

Reformas en el Estado, sistema de partidos y ascenso de Hugo Chvez Faras en Venezuela, tras el "Caracazo".
Hernn Fair

La construccin poltico-cultural de la hegemona menemista. La doble dimensin ideolgica.


Juan Camilo Rivera Lpez

La flexibilizacin del trmino populismo y neopopulismo en la categorizacin de los actores polticos en Amrica Latina.
Dr. Brahiman Saganogo

Dictaduras y democracia en Africa: un ensayo de historiografa y anlisis.


Prof. Rubn Daro Salas

Notas acerca de la historiografa crtica y del singular entramado del pensamiento mtico: La gestacin del "Mito Kirchner".

INSTITUCIONES Y PROCESOS GUBERNAMENTALES


Lic. Juan Jess Hernndez

Las ltimas dcads en Latinoamrica: de la Reforma de la Refundacin del Estado.


Sofa Miranda Cogollos

La popularizacin de los lderes ousiders en Amrica latina, como respuesta a la crisis democrtica de la regin: un estudio del caso peruano.
Jennifer Gonzlez londoo

Personalizacin del liderazgo poltico en los gobiernos de Alvaro Uribe y Alberto Fujimori

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Democracia cosmopolita, Estado moderno y globalizacin (1).


Gustavo Alcntara Moreno (2). Resumen. El presente trabajo aborda diversas problemticas con respecto a la democracia liberal, la nacin y el Estado moderno, tomando como eje central los planteamientos tericos de David Held con respecto a la democracia cosmopolita, en tiempos de globalizacin. Se propone que la ciencia poltica debe plantearse un rompimiento con los anlisis tradicionales, excesivamente dependientes del funcionamiento de la democracia dentro de cada sistema poltico estatal. Se concluye que es necesario crear nuevas instituciones que garanticen el proceso de redefinicin de la democracia, en un contexto de globalizacin que induce un proceso de cambio poltico. Palabras claves: democracia, nacin, Estado moderno, globalizacin. 1. Introduccin. En su libro La democracia y el orden global, David Held aborda el problema de la democracia contempornea desde una perspectiva novedosa, que rompe con las proposiciones de los tericos clsicos de la de democracia liberal. La visin de Held plantea la necesidad de redefinicin de la idea de democracia, en un contexto que ciertamente ha cambiado mucho a partir de 1989. A esos cambios se le suman la intensificacin y mayor relevancia que otras variables de la vida social han adquirido con el transcurrir de los aos. La sumatoria de todos estos fenmenos afecta directamente al Estado liberal democrtico como forma de organizacin poltica. Es conveniente entonces, revisar cul es ese contexto que amenaza la forma actual del Estado liberal democrtico y nos obliga a concebir una visin distinta y actualizada de la democracia, si tomamos en cuenta que los problemas de la democracia se extienden ms all de las fronteras de los Estados (Held, 1995, p. 37). Ante este reto de la democracia, la ciencia poltica debe plantearse un rompimiento con los anlisis tradicionales, excesivamente dependientes del funcionamiento de la democracia dentro de cada sistema poltico estatal. Ya no resulta prctico para el cientfico social aquella concepcin que planteaba la doble visin del Estado, considerado por una parte desde la dimensin interna, que concibe al mismo como una forma de organizacin poltica autnoma con instancias democrticas de toma de decisiones; y una dimensin externa, propia de la teora de las relaciones internacionales, que hace nfasis en el Estado como el actor privilegiado en el escenario internacional, por lo que lo primordial en ese mbito es el estudio de las relaciones interestatales (Vallespn, 2000). El Estado, como centro de control y de poder poltico, ha sido trascendido por la dinmica social, siendo incapaz de regular e intervenir en la totalidad de las acciones e interacciones que fluyen del campo econmico y social. Por ello, hay que replantear el papel del Estado-Nacin tradicional, con miras a sustentar la posibilidad de una democracia adaptada a ese nuevo orden global, esto es, una democracia cosmopolita.

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2. La Democracia Liberal. La democracia liberal es la forma de gobierno que se ha impuesto contemporneamente (Schumpeter, 1983). Desde las formulaciones clsicas del liberalismo, esta tipologa de democracia ha venido moldeando su forma y adquiriendo caractersticas propias. La base de toda teora liberal tiene como punto de partida al individuo. Esta es la categora de anlisis principal, pues se plantea una verdadera tica de la autonoma de la persona como ser humano. Toda esta discusin tiene sus antecedentes en la defensa del individuo ante los abusos de poder provenientes del Estado3 . El contexto en el que surge este debate es aquel que tuvo en el Estado absolutista la forma de gobierno predominante. La preocupacin bsica de los filsofos y tericos liberales era la de proponer un orden poltico que garantizara el reconocimiento de una serie de derechos al individuo, a la vez que se expresara un conjunto de restricciones y lmites al poder discrecional ejercido por el centro poltico. El reconocimiento de los derechos del hombre tiene sus antecedentes en la escuela del derecho natural o iusnaturalista. Esta escuela plantea en su doctrina que existen una serie de derechos que subyacen a la condicin misma del ser humano, independientemente de la voluntad de stos, tales como el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad, entre otros. Dichos derechos no pueden ser violados o desconocidos por quien en un determinado momento histrico detente el poder legtimo de ejercer la fuerza para obtener la obediencia de sus mandatos. Esa autoridad tiene el deber y, por tanto, la obligacin, de respetar y proteger esos derechos frente a cualquier intervencin posible por parte de los dems (Bobbio, 1999, p. 11). Existe entonces una relacin de derecho entre el individuo y el Estado, en la que el primero es el titular de un derecho y el segundo el constreido por una obligacin. Pero la situacin no es tan sencilla, ya que plantea un dilema cientfico y filosfico entre la justificacin de los derechos del individuo y la restriccin del poder y funciones del Estado, para resolver el problema de equilibrar el poder coercitivo y la libertad. En cuanto al Estado, los liberales clsicos propusieron la teora del Estado limitado. Esto se plantea en dos dimensiones, la del lmite de los poderes, por una parte, y la del lmite de las funciones por el otro (Bobbio, Ob. cit.). El lmite de los poderes tiene que ver con la creacin de un Estado de derecho que se opone al Estado absoluto; en lo relativo a las funciones, se plantea el Estado mnimo frente al Estado mximo. El estado de derecho plantea la creacin de un corpus legal que regule la estructura de los poderes pblicos y sea garante de los derechos civiles de las personas. El Estado mnimo se refiere a la no intromisin de la estructura de dominacin en las libertades contractuales de los individuos, defendiendo la autonoma de la voluntad de las personas. Este tipo de Estado con frecuencia suele ser relacionado con el sistema del librecambismo. La solucin de los pensadores polticos al dilema, atendiendo a la parte individual, fue el de la democracia representativa. El proceso a travs del cual se va fraguando este modelo democrtico, es el vivo reflejo de diversos conflictos y contradicciones sociales. Para ilustrar esta situacin, podemos hacer referencia al proceso histrico y poltico que marca el paso de la democracia liberal a secas, hacia la democracia liberal representativa

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(Caminal, 1996). En los principios del liberalismo poltico, la idea de ciudadano, entendida como aquel individuo que participa polticamente en los asuntos de su sociedad, era bastante restringida, ya que se reduca a un pequeo grupo de personas con privilegios econmicos o de estatus. El derecho al voto, que es el acto ms conspicuo de toda democracia representativa, era de tipo censitario, por lo que haba que ser pudiente para tener acceso a su ejercicio. Esta situacin, traa como consecuencia que una porcin bastante significativa de personas estuviera vetada para participar formalmente en los procesos polticos. Slo con la implantacin definitiva del sufragio universal, existi la posibilidad de superar esa verdadera discriminacin social de la participacin poltica que sufran la mayora de las personas. De esta forma quedaba abierta de manera ms efectiva la representacin de los intereses de los diversos grupos sociales en la asamblea o parlamento. Con la obtencin de esta igualdad poltica, quedaran solventados muchos inconvenientes de tipo poltico, dejndose abierta una posibilidad mucho mayor para que los individuos expresen su voluntad y defiendan sus intereses. Esta premisa, conjugada con la libertad de mercado, eran las piedras angulares que edificaran el modelo liberal democrtico que hoy conocemos. 3. El problema de la nacin. Luego del fin de la guerra fra, el mundo ha experimentado profundos y sensibles cambios con respecto al orden internacional, puesto que la cada del muro de Berln y la disolucin de la Unin Sovitica significaron la desaparicin del ntido, predecible y estable sistema bipolar que haba trazado las reglas del juego internacional durante cuarenta y tres aos. El mundo ya no est dividido por la confrontacin entre dos grandes ideologas. El conflicto Este-Oeste ha dado paso a un nuevo escenario internacional, mucho ms complejo y ambiguo, con una superpotencia dominante y varias potencias que reclaman una mayor injerencia en las decisiones que marcan el rumbo de la poltica mundial. Han aparecido o resurgido nuevos problemas, confrontaciones que se crean ya superadas a partir de la desmembracin de los imperios perdedores tras la Primera Guerra Mundial y de la descolonizacin, durante la segunda posguerra, de Asia y frica. Se crey que la aparicin, a finales del siglo XV, del Estado-Nacin -el cual ms tarde se convertira en la estructura poltica por excelencia de la modernidad, adems de constituirse como uno de los principales actores en la historia de las relaciones internacionales- de la mano incipiente de la burguesa europea, se encargara de ser la unidad bsica de cohesin y de gobierno poltico durante la edad moderna y para siempre. Sin embargo, al final del siglo XX, las pasiones tnicas, nacionales y religiosas hacen resurgir, con fuerza de huracn, explosivos movimientos que desafan las premisas en que se funda el estado moderno, tanto en oscuros rincones del mundo como en sus principales potencias. Estamos en presencia del resurgimiento de los nacionalismos (Gellner, 1994), fenmeno que constituye una primera fuerza desintegradora de la estructura del Estado-Nacin. Ante este resurgir de las fuerzas nacionales desintegradoras, cabe preguntarse qu aspectos son los que motivan a un grupo a constituirse en movimiento de liberacin nacional. Ante esta interrogante, Held propone estudiar las condiciones de posibilidad de la participacin poltica, as como el conjunto de instituciones de gobierno capaces de regular las fuerzas que dan forma a la vida cotidiana, pues existe un dficit terico al respecto. En tal sentido acaso Es la falta de espacios de participacin poltica dentro de la estructura del Estado-Nacin lo que motiva a los grupos separatistas o secesionista a buscar otras formas de organizacin y expresin poltica?

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Este problema pasa en primer lugar por la vigencia que en las actuales circunstancias posee la concepcin de nacin, pues hasta el momento la sociedad civil es bsicamente una sociedad nacional. Ante las fuerzas fragmentadoras y atomizadoras del mercado transnacional, una reafirmacin del poder de la Nacin como fuerza estabilizadora resulta pertinente (Giddens, 1999, p. 153). Para ello se plantea una nueva concepcin de la Nacin, que no la identifique como un grupo humano con una identidad comn fijada a partir de una unidad, bien sea lingstica, religiosa, tnica, cultural o histrica gracias a un pasado comn, circunscrita en un espacio territorial delimitado. El aspecto territorial es el que primero hay que replantear. Para ello Giddens propone no hablar de fronteras sino de lmites. La concepcin de fronteras ntidas, demarcadas con precisin cartogrfica en los mapas, sencillamente se hace insostenible durante la poca actual, caracterizada por un incremento, a escala mundial, de las interacciones que unen entre s a todas las actividades humanas. Ese aumento de las interdependencias ya no conoce fronteras gracias a la abolicin de los obstculos imputables al espacio y al tiempo (Brunswick y Danzin, 1999, p. 15). Es por ello que se plantea una concepcin ms cosmopolita de la nacionalidad, ya que el sistema de fronteras rgidas fue creado por la geopoltica de la primera posguerra, bajo una lgica que no se adecua a las actuales circunstancias. Estamos viviendo, desde hace ya unas dcadas, una tendencia hacia la constitucin de bloques regionales. El primer impulso para este paso se dio en el plano econmico, pero como lo demuestran los avances experimentados por la Unin Europea, la expectativa busca extenderse con intensidad, en los prximos aos, hacia la dimensin poltica. Esto se presenta en la dimensin pblica, pero en el mbito privado, quizs por escapar de las regulaciones y controles estatales, tal vez las interacciones se estn dando con mucha mayor fuerza. As lo demuestran las asociaciones y ONG, que vienen haciendo sentir su peso y su influencia en el escenario internacional. Estos nuevos movimientos sociales son capaces de agruparse en torno a un inters comn, sin importar la nacionalidad, la raza, el grupo tnico o la clase social. Sin aspirar al control poltico, esos grupos provenientes de los espacios privados de la sociedad civil buscan satisfacer sus objetivos por medios no institucionalizados polticamente. Cmo se explica lo anterior? El fenmeno de la globalizacin, o lo que otros prefieren llamar de manera ms optimista mundializacin, hace que existan problemas cuyos efectos y soluciones trascienden las fronteras de los Estados-Nacionales modernos (Giddens y Hutton, 2001). Los ciudadanos que viven en una determinada sociedad nacional, ya no son los nicos que formulan las demandas, ni sus representantes democrticamente elegidos, quienes formulan las respuestas (Alcntara Moreno, 2011). Como argumenta Held, las comunidades nacionales no son de ninguna manera las nicas fuentes de diseo y elaboracin de las decisiones y polticas que ejercen influencias sobre las vidas de sus miembros, y las medidas implementadas por los gobiernos nacionales, no afectan exclusivamente a sus propios ciudadanos (Ob. cit., p. 38). Para citar un ejemplo, pensemos en las repercusiones que a nivel mundial puede tener la decisin del gobierno de los Estados Unidos de no firmar el Protocolo de Kioto, considerando que se trata del pas ms contaminante del mundo. Del otro lado, podemos observar como las constantes protestas contra las reuniones de la Organizacin Mundial del Comercio o del G-8, son realizadas por grupos totalmente heterogneos desde cualquier punto de vista. Lo anterior nos demuestra en qu forma ya no es posible afirmar que las personas que viven en un territorio demarcado por fronteras, pueden tomar de manera soberana y

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legtima las decisiones que afectarn sus vidas. Este cmulo de circunstancias afectan directamente la idea moderna de democracia y sus principales elementos constitutivos tales como la naturaleza del cuerpo poltico, el significado de la representacin, la forma y el alcance adecuados de la participacin poltica y la relevancia del Estado-Nacin democrtico, enfrentado a las turbulentas pautas de relaciones y restricciones del orden internacional (dem, p. 40), que vendra a fungir como el garante de los derechos, obligaciones y bienestar de los ciudadanos. Si asociamos esta circunstancia con la democracia, tenemos que afirmar, a nuestro modo de ver, la proliferacin de movimientos separatistas es consecuencia de un dficit democrtico en el interior de los Estados Nacionales que padecen esta dificultad, pues siguiendo los planteamientos de Fernando Mires no se puede formular una teora de la democracia sin la base de una teora del reconocimiento (Mires, 2001, p. 109). El peligro de este aparente dficit democrtico parece amenazar con una mayor fragmentacin a la tradicional unidad nacional. Para construir una nacin cosmopolita, es necesario encontrar un significado diferente de la misma, en el cual se plantee el principio de la tolerancia. Para ello las viejas formas de identidad nacional han de ser reestructuradas (Giddens, Ob., cit., p. 59). Es imperioso que se hallen valores con los que todos estn comprometidos y una identidad con la que los ciudadanos se sientan cmodos, aceptando al mismo tiempo la ambigedad que en el interior de cada sociedad se deriva como consecuencia de las inmigraciones. Este proceso, que es caracterstico del actual orden global, afecta de manera directa los antiguos vnculos de identidad nacional, en el cual persiste un cierto recelo hacia el multiculturalismo. Pero, para dar un argumento fuerte en contra de esta idea, tenemos que decir que ese nacionalismo homogeneizador es slo una ficcin imposible de cumplir en la realidad. 4. Democracia y globalizacin. La crtica bsica que Held les formula a los tericos de la democracia de los siglos XIX y XX, es la de que conciben a la democracia como una relacin simtrica entre electores y representantes. Esta relacin tiene que ver con el control democrtico que los electores ejercen sobre sus representantes, lo que da pie para hablar de la representacin como gobierno responsable; y el proceso de toma de decisiones o formulacin de polticas pblicas, por parte de los gobernantes en relacin con los intereses de sus electores o del grupo o partido que representa. Esta relacin se da tradicionalmente en el mbito nacional. El problema comienza cuando se generan decisiones polticas, que tomadas fuera de cualquier rgano representativo o asamblea nacional, afecta a los ciudadanos de un determinado pas. Esto crea irremediablemente una sensacin de que no hay representatividad por parte de quienes toman las decisiones. Esta situacin se evidencia cuando apreciamos las acciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), al momento de aprobar o no un prstamo para algn pas. En el caso de no aprobarlo, el pas pudiera carecer de liquidez para pagarle a las personas sus ahorros bancarios, tal y como sucede en Argentina. Bajo la otra posibilidad, si lo aprueba, entonces impondr una serie de recetas o polticas como condicin para realizar el aporte de capital. Este tipo de situaciones puede afectar notablemente la vida del ciudadano comn, al cobrarle ms impuestos y dejar que la crisis se solvente golpeando su espalda, o simplemente negndole la educacin superior a sus hijos, cerrndole las puertas a una

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posibilidad de movilidad social vertical hacia arriba, porque la educacin ha dejado de ser pblica y gratuita. Otro problema, que se deriva de esta formulacin de polticas fuera del espacio nacional y de la asamblea de representantes de las poblaciones asentadas en un territorio geogrfico, legtimamente constituidas a travs de elecciones libres y competitivas, es el hecho de que quienes estn detrs de la toma de decisiones, son burcratas y tecncratas (Garca-Pelayo, 1987, p. 33). Este tipo de funcionarios o gerentes carecen de cualquier tipo de control electoral democrtico y, por lo tanto, estn exentos de responsabilidad para los ciudadanos, que son directamente los depositarios de las decisiones. Lo triste y peligroso de esta realidad, es que ni siquiera est garantizado que quienes toman las decisiones sean los mejores, por lo que a los ciudadanos slo les queda apostar a que el tecncrata tenga al menos tica profesional. La otra posibilidad es la de la protesta cvica, que puede muy bien terminar en violencia. As pues, en Amrica Latina la democratizacin se ha vinculado con ciertos avances de corte netamente tecnocrtico en el espacio de lo gubernamental y administrativo, lo que representa para el ejercicio de la democracia fuente segura de desviaciones autoritarias en las prcticas polticas efectivas (Ramos Jimnez, 2008, p.110). De manera que, existen ejemplos mucho ms difusos y subrepticios que los del FMI. Inclusive decisiones de tipo privado pueden afectar a toda una sociedad, como cuando una empresa transnacional decide instalarse o no en un determinado pas. Esta situacin podra, de ser positiva la entrada de capital de inversin en un pas, menguar el problema del desempleo, sirviendo como vlvula de escape a muchos otros problemas sociales. Si la decisin de invertir es negativa, sencillamente el pas seguira sumido en su crisis social, que tendra en el desempleo slo el punto de partida que afectara a toda la economa y, eventualmente, a la estabilidad poltica. El anterior era un ejemplo que tomaba en consideracin una actividad lcita. Pero qu tal si nos referimos a acciones de tipo ilegal. Pinsese por un momento, en el aporte en metlico que las mafias internacionales le pueden hacer a la economa de un pas, simplemente utilizndolo como puente del narcotrfico, para luego introducir la droga en el mercado de consumo. Las posibles situaciones que ilustran lo anterior y las caractersticas de los mismos, pueden ciertamente seguir multiplicndose. Lo es que la estructura estatal moderna no luce ptima a la hora de controlar y contener, toda esa ola de acontecimientos derivados de la compleja poca en que vivimos. Al respecto, autores como Beck (1997) han lanzado hiptesis interesantes, como la que plantea el hecho de que vivimos en lo que se podra denominar como sociedad del riesgo, es decir, un tipo de sociedad en la que los peligros y amenazas superan con creces las certezas y seguridades. Esta situacin se puede explicar travs de la idea de modernidad reflexiva. Segn Beck, las sociedades modernas siguen viviendo bajo los patrones de la sociedad industrial tradicional, la cual estaba construida en base a las reglas y principios de la modernidad tradicional. Acompaando a este fenmeno, tenemos que lo poltico se ha transformado, por lo que asistimos a una poca caracterizada por la tendencia a que lo social se convierta en poltico, ampliando a su vez el espacio poltico. A la par de esa propagacin de actividades polticas, han surgido nuevos actores polticos que se expresan bajo pautas de conducta e instituciones polticas no tradicionales.

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No es posible continuar pues, con las mismas instituciones obsoletas, si la poltica gubernamental tiene que estar disponible para todo, y todos quieren y deben participar en ella (Beck, 1999). Un panorama como este requiere de la invencin de lo poltico, es decir, de la aplicacin de una poltica creativa, autocreativa, que proponga nuevos contenidos, formas y coaliciones. Resulta perentorio, quizs ms que nunca, aplicar la imaginacin poltica y emplear el saber poltico como artificio que posibilite la creacin y la construccin de un nuevo orden poltico, tanto en el plano nacional como internacional y considerando su interrelacin. Esta es la difcil tarea que tienen que encarar los filsofos y cientficos de la poltica. 5. La situacin del Estado moderno y el cambio social. Todas estas mutaciones anteriormente esbozadas, dejan marcada una huella sobre la estructura del Estado moderno. Recordemos que la sociedad es, por definicin, dinmica y nunca esttica. El cambio social es una categora de anlisis sociolgico, que podemos comprobar al revisar la historia. Este hecho parece ser contradicho por aquella corriente que plantea el fin de la historia. Esta tradicin, que arranca con Hegel y continua con Marx, retom vida con la propuesta, muy criticada por cierto, de Francis Fukuyama (1992). Si el fin de las ideologas implica la asuncin hacia la sociedad ltima, la mejor sociedad y, por tanto, la sociedad utpica, estamos ante la presencia de una visin mecanicista de la sociedad. El planteamiento central consiste prcticamente en haber encontrado una ley universal, casi natural, que seala las distintas fases por las que una sociedad debe transitar4 . Es muy fcil desmontar la tesis anteriormente comentada, mediante la simple afirmacin de que todas las personas, por naturaleza, siempre tendrn una ideologa mediante la cual expresen sus valores y creencias. Pero el asunto es ms complejo, y tiene que ver con la posibilidad del cambio social. Ese cambio social no ocurre por azar, ni mucho menos por una ley natural, sino por la capacidad creativa y transformadora de los individuos y de la sociedad y sus instituciones en su conjunto. Las instituciones sociales plantean pautas de comportamiento reiteradas, ejerciendo un indudable influjo en la conducta humana, puesto que estas son las reglas del juego en una sociedad o, ms formalmente, son las limitaciones ideadas por el hombre que dan forma a la interaccin humana. Por consiguiente, estructuran incentivos en el intercambio humano, sea poltico, social o econmico (North, 1995, p. 13). Esa caracterstica nos permite hablar de la existencia de una estructura social. Estas instituciones moldean la conducta y las interacciones de los individuos, pero a la vez se da un proceso de retroalimentacin. Mediante la retroalimentacin, los individuos como tales, o considerados como adscritos a redes de mayor tamao como los grupos de inters, movimientos sociales, partidos polticos, ONG, y pare usted de contar, pueden ejercer influjos sobre las instituciones y modificarlas gradualmente o de manera brusca o revolucionaria. El proceso anteriormente descrito es el resultado no slo de la voluntad explcita de los actores sino como consecuencia de los cambios estructurales que se van fraguando en la vida cotidiana. Recurdese que muchos de los acontecimientos de los cuales la historia

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puede dar fe, son el resultado de consecuencias imprevistas, inesperadas y no sopesadas por los actores (Giddens, 1992). Nadie puede afirmar de manera contundente, que el mercado sea una creacin de la clase burguesa para adquirir y mantener su dominacin sobre la clase trabajadora. El mercado es el resultado de un proceso histrico y cultural que involucra aspectos de toda ndole. Se trata de una consecuencia del cambio social, el cual muchas veces ocurre debido al conflicto, pues las contradicciones en el interior de determinada estructura social, son el punto de partida para cualquier posibilidad de cambio y reformulacin. Pero no todos los conflictos resultan tan evidentes pues Con quin est enfrentado el liberalismo, si el socialismo se ha disipado hasta el punto de casi no dejar rastros? Cul es la contradiccin del mercado libre, si la economa planificada y la propiedad en manos del Estado no result ser, a la postre, un rival competitivo? En opinin de Beck, el enemigo de la sociedad liberal democrtica sera, al contrario de lo que muchos pudieran pensar, su propio xito. Y es que ya no persisten los mismos antagonismos blicos del mundo bipolar, por lo que la lgica en base a la cual funcionaban los Estados nacionales se ha desdibujado. Los intereses en juego son puestos en disputa en base a la primaca de la economa, lo que en este contexto est caracterizado por un sistema global de intercambios interdependientes que refuerza la hiptesis de una paz militar entre los competidores, compensada por una lgica de guerra econmica por la conquista de mercados y la divisin internacional del trabajo (Brunsvick y Danzin, Ob. cit., p. 23-24). Por supuesto que siguen existiendo enfrentamientos armados, pero sucede que los mismos estn mucho ms localizados5 y se sustentan en problemas bsicamente tnicos, racistas, nacionalistas o religiosos. Entre tanto, la lgica de la mundializacin hace que los conflictos econmicos estn mundializados6 . Esa competencia econmica en el plano global, a travs del libre mercado, es visto con muy buenos ojos, pues evita la posibilidad de un guerra catastrfica a nivel global (Giddens, 1999). Se tiene que tener en cuenta todos los muertos que de manera directa o indirecta, generaron las guerras del siglo XX. La competencia econmica permite pues, desviar los enfrentamientos. Puede que esta tesis sea muy discutida por los socialistas o los neomarxistas, ya que una competencia implica necesariamente la existencia de ganadores y perdedores. Los no aptos para una actividad comercial, en el peor de los casos abandonarn la actividad para la cual no son competitivos, sin que ello les cueste, en teora, la vida. Entonces, de un principio que exalta el egosmo, tal y como lo es la competencia para satisfacer los intereses personales, se obtiene una visin positiva, que sera la disminucin de las potencialidades destructivas de la guerra. Teniendo en cuenta los cambios en el ajedrez mundial, cabe preguntarse cules son las dems vicisitudes que estamos afrontando. Esos problemas estn all sobre el tapete, slo que no son tan perceptibles, porque sencillamente los Estados nacionales y las dems instituciones polticas y sociales, fueron estructuradas y reproducidas para funcionar bajo una realidad distinta a la actual. Ante tales circunstancias, podemos afirmar que estamos afrontando una verdadera crisis, no slo del Estado-Nacin, sino del orden global y de la vida individual. Y es que la

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estabilidad no tiene por qu ser considerada como la regla, despus del fin del sistema bipolar de la guerra fra. Muy por el contrario, se trata de una poca de redefiniciones y nuevos significados, que implica el resurgimiento de viejos temores o el nacimiento de otros totalmente desconocidos. Y es que son las instituciones y los individuos los que tienen que adaptarse a este escenario de cambio. En base a este compromiso de adaptacin, y refirindonos especficamente al Estado moderno, nos encontramos con que ste tiene que sufrir una metamorfosis tal y como lo hara una vbora que abandona la piel de sus tareas clsicas y desarrolla una nueva piel de tareas global (Beck, 1999, p.185). En este punto debemos comentar que, los mediadores clsicos entre la sociedad civil y el Estado, los partidos polticos, tienen una suerte de falsa definicin de la poltica, ya que no han sabido interpretar las actuales exigencias de la sociedad civil, as como la caracterstica ms novedosa que presenta recientemente, como lo es la capacidad de auto-organizacin. Esta nueva tendencia de la sociedad civil es bastante novedosa, pues permite la posibilidad de que se pueda prescindir de los polticos, lo que significa que la sociedad civil devendra en sociedad poltica. Esta es una de las presiones ms importantes que recibe el Estado- Nacin liberal democrtico de la actual sociedad. 6. A manera de conclusin: la democracia cosmopolita. Dado que la adquisicin del orden democrtico no es un hecho natural, queda sometido a la voluntad de los ciudadanos libres determinar las condiciones y el curso de su propia asociacin (Held, Ob. cit.). Una vez hecha esta eleccin, se puede pasar a una segunda etapa que cosiste en la discusin acerca de la institucionalizacin democrtica. Lo que se debe tener muy en cuenta a la hora de constituir un orden democrtico cosmopolita, es el hecho de que estamos frente a un contexto de interconexin regional y global. Como el derecho democrtico cosmopolita es una condicin necesaria para la institucionalizacin democrtica a nivel global, un requisito bsico para que sea posible es la internacionalizacin de la ley democrtica. Se trata de la aceptacin de un conjunto de derechos vinculados de manera directa a la democracia, dejando a un lado la formulacin de concepciones del derecho de tipo reduccionista, como lo seran los derechos ciudadanos o universales (7). La funcin de ese derecho pblico cosmopolita, no estara orientada slo a los Estados nacionales, sino que tambin influiran decididamente en la vida de cada individuo, creando una ciudadana cosmopolita. El presupuesto para que esto sea posible sera mediante una previa adaptacin de la constitucin nacional del ciudadano al derecho pblico cosmopolita. No se trata de crear un cuerpo jurdico supranacional que dirija todas las actividades de las personas, sino que se trata de construir un marco vinculante de los asuntos polticos de los Estados, las sociedades y las regiones (Held, Ob. cit., p. 278). De esta forma, las actividades de los ciudadanos que trasciendan el campo nacional, se integraran con las redes regionales y globales ms amplias, dndole al individuo un campo de facultades y obligaciones mucho ms amplio. Entre las facultades, el ciudadano cosmopolita podra participar, por ejemplo, en la eleccin de su representante en las Naciones Unidas, puesto que las decisiones que all se tomen pueden afectarlo directamente. En cuanto a las obligaciones, la situacin es mucho ms interesante, pues se

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podra combatir de manera directa la impunidad criminal internacional de los autores de crmenes de lesa humanidad, tal y como le ocurri a Pinochet o a Milosevic. Es as como la creacin del Tribunal Penal Internacional, mediante el Tratado de Roma, crea un precedente categrico en cuanto a la institucionalizacin del derecho cosmopolita. Tambin llaman la atencin el seguimiento que se le puede hacer a los delitos de corrupcin, tal y como actualmente se le sigue la investigacin a Hugo Chvez por el caso del financiamiento de su campaa electoral, con dinero sucio depositado en las cuentas del Banco Bilbao Vizcaya de Espaa. Esta internacionalizacin de la ley democrtica es sin lugar a dudas una tarea bastante difcil. No se trata de que estemos profesando un escepticismo a priori, sino que se deben dejar bien claras cules son las posibilidades y limitaciones del mismo. En cuanto a las posibilidades, en aquellas sociedades con una tradicin democrtica arraigada y donde la cultura poltica est avanzada y sofisticada, la posibilidad de construir una estructura de accin poltica democrtica, en un contexto de interconexin global y regional, es sumamente viable. As lo demuestran los logros de la Unin Europea8 , cuyo ejemplo es digno de imitar en otras latitudes que presenten condiciones posibles de integracin, como es el caso de Amrica Latina. Un modelo como el europeo sera bastante til desde el punto de vista del mtodo comparado para hacer posibles nuevas experiencias de integracin econmica y poltica, con la advertencia de que se debe ser muy cuidadoso al estudiar la realidad cultural e histrica de cada regin, para evitar cualquier proyecto social mecanicista. En cuanto a las limitaciones, el multiculturalismo es sin duda una de ellas. Vivir en democracia implica, de entrada, aceptar las diferencias. Esas diferencias pueden ser de muchos tipos: fsicas, genricas, sociales, polticas, religiosas, culturales, de intereses, lingsticas, entre otras. En este punto persiste una contradiccin que tiene que ver con el principio bsico de construccin de la mayora de los Estados nacionales, particularmente en Amrica Latina (Mires, Ob. cit.), en lo referente al principio de homogeneizacin. Venezuela, a travs de casi cien aos de guerra fraticida, es un claro testimonio de homogeneizacin de las clases sociales. Ese principio homogeneizador, desde todo punto de vista, es irreconciliable con la democracia. Sin embargo, en Venezuela ya no existe el problema de las subculturas gracias, paradjicamente, a las guerras del siglo XIX. Este fue quizs uno de los elementos trascendentales para sustentar la democracia de nuestro pas a partir de la segunda mitad del siglo XX. Pero existen pases en los que la homogeneizacin no surti efecto, por lo que viven una realidad multicultural. Esta situacin, en los pases antidemocrticos, ha desatado las ms cruentas guerras internas, como lo demuestran los conflictos en Yugoslavia o en Indonesia. El derecho democrtico cosmopolita debe tener muy en cuenta esta realidad multicultural, por lo que no se puede pretender que los pases ms democratizados introduzcan valores culturales en otras sociedades, en nombre de la democracia. Con tales acciones no se estara siendo en modo alguno democrtico, porque, sencillamente no se estaran reconociendo las diferencias de los dems. Es por ello bastante acertada la idea de Held de asociar los derechos cosmopolitas con los valores subyacentes a la democracia, en vez de relacionarlos con derechos que se circunscriben a aspectos de tipo nacional o cultural.

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Otro factor que debemos tratar en este apartado es el relativo a la representacin. Particularmente nos interesa referirnos a la representacin poltica, que es aquella que hace alusin a la idea de gobierno representativo como gobierno responsable (Sartori, 1992). Esa responsabilidad se presenta entre representantes y cuerpo electoral, relacin esta que es criticada por Held como apuntamos ad supra. Sin embargo, debemos decir que este tipo de representacin nos interesa porque es aqu donde intervienen los partidos polticos, quienes se encargan de seleccionar el personal poltico que se postula para las elecciones, adems de preparar el proyecto poltico o la propuesta electoral. Son los partidos polticos, adems, quienes estn encargados de articular y aglutinar los diversos intereses sociales, a travs de la interpretacin de las exigencias que emanan de la sociedad. Ya habamos citado a Beck cuando se refera a la tendencia hacia la autoorganizacin que en la actualidad se presenta en los diversos grupos que componen la sociedad. El problema es que esos intereses auto-organizados, son intereses corporativos y egostas, lo cuales se disipan una vez han alcanzado el objetivo, por lo que se suele hablar de despolitizacin de la sociedad, ya que los grupos no se organizan para competir por el poder poltico. Por otra parte, estos grupos no llevan a cabo una representacin de tipo poltico, sino que ms bien cumplen una funcin de representatividad (dem), por lo que las gestiones realizadas por los representantes, no tienen porque responder de manera responsable ante el grupo que se representa. Esto debido a que no existe el control poltico que se deriva de las elecciones, por parte de los representados. Si esto no es as, entonces no se est cumpliendo con uno de los principios bsicos de la democracia procedimental (Dahl, 1999), que habla de la realizacin de elecciones libres y competitivas. Por supuesto que van a seguir existiendo los cargos polticos electivos para conformar un cuerpo o asamblea de representantes, pero no son ellos y tampoco los partidos polticos, quienes efectivamente se estn encargando de la formulacin de las polticas. Este es ciertamente un sntoma que denota una crisis de los partidos, a la hora de darle repuestas efectivas a los problemas y demandas ciudadanos. Pero esto se debe al contexto, al cambio en el interior del sistema poltico, como consecuencia del aumento de las interconexiones e interacciones a nivel regional y global. Por ello, debe existir una perentoria redefinicin y redimensionamiento de los partidos polticos, para hacer factible una nueva democracia. Si hablamos de democracia cosmopolita, entonces deberamos referirnos a la pertinencia de renovados partidos polticos, tambin cosmopolitas. Ello se justifica por la multiplicacin de los mbitos de decisin, que como ya sabemos no son slo nacionales. Esos grupos tendran la funcin de transmitir a los pblicos nacionales la agenda de las cuestiones globales, movilizndolos en este sentido. Pero esto puede ciertamente generar tensiones, pues esos partidos cosmopolitas podran estar enfrentados a los partidos y grupos nacionales en el interior de los distintos sistemas polticos (Vallespn, Ob. cit.). Pasando a lo que se refiere a la organizacin del gobierno, la democracia cosmopolita requiere de una nueva organizacin que se adapte a las exigencias del orden global. En este punto Held hace una propuesta inspirada en principios de la Administracin Pblica, pues plantea la ampliacin clsica de los niveles administrativos del Estado, un peldao ms hacia arriba. As estaramos en presencia de cuatro niveles polticos administrativos: la comunidad local, los niveles nacionales, los niveles regionales y el nivel global (Held, Ob. cit.). Cada uno de estos niveles tendr ciertas y determinadas competencias, segn el mbito y ubicacin del problema, o el impacto de las polticas que lleve a cabo. En tal

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sentido se proponen tres criterios para determinar la competencia y facultades para actuar que tiene cada nivel gubernamental. Estos son las pruebas de la extensin, la intensidad y la eficiencia comparada. La primera sirve para determinar que poblaciones se ven afectadas por el problema o la decisin; la segunda mide el grado con la que las poblaciones estn afectadas; y la tercera se ocupa de evaluar qu nivel posee los mejores recursos para actuar. Quedan de esta forma, planteados los puntos y lineamientos bsicos para crear nuevas instituciones que garanticen el proceso de redefinicin de la democracia, en un contexto confuso y complejo, tal y como lo son todos aquellos mbitos sociales y culturales que han atravesado por un proceso de cambio poltico. 7. Bibliografa.
Alcntara Moreno, Gustavo (2011). La globalizacin y sus implicaciones para el proceso salud-enfermedad. Una aproximacin interdisciplinaria. Editorial Acadmica Espaola. Saarbrcken, Alemania. Beck, Ulrich (1999). La invencin de lo poltico. Mxico: F.C.E. Beck, Ulrich (1997). Modernizacin reflexiva, Madrid: Alianza Editorial. Bobbio Norberto. Liberalismo y democracia, F.C.E., Bogot, 1999. Brunsvick, Yves y Danzin, Andr (1999). Nacimiento de una civilizacin. Vendome, Francia: Ediciones de la UNESCO. Caminal, Miguel (1996). La representacin y el parlamento, en Miguel Caminal (coord.), Manual de Ciencia Poltica, Madrid: Tecnos, pp. 373-394. Dahl, Robert (1999). La democracia: una gua para los ciudadanos. Madrid: Taurus. Fukuyama, Francis (1992). El fin de la historia y el ltimo hombre. Barcelona, Espaa: Editorial Planeta. Garca-Pelayo, Manuel (1987). Burocracia y tecnocracia. Madrid: Alianza Editorial, segunda reimpresin. Gellner, Ernest (1994). Naciones y nacionalismo. Madrid: Alianza Editorial. Giddens, Anthony., y Hutton, Will (2001). Conversaciones entre Anthony Giddens y Will Hutton, en Giddens y Hutton (Eds.), En el lmite. La vida en el capitalismo global. Barcelona, Espaa: Tusquets Editores. Giddens, Anthony (1999). La tercera va. Madrid: Taurus. Giddens, Anthony (1992). Sociologa. Madrid: Alianza Editorial. Held, David (1997). La democracia y el orden global. Madrid: Paids. Martnez Migulez, M. (1999). La nueva ciencia, su desafo, lgica y mtodo. Mxico: Trillas. Mill, John Stuart (2006). Ensayo sobre la libertad. Madrid: Mestas Ediciones. Mires, Fernando (2002). Civilidad. Madrid: Editorial Trotta. North, Douglas. (1995). Instituciones, cambio institucional y desempeo econmico. Mxico: Fondo de Cultura Econmica. Ramos Jimnez, Alfredo (2008). Las formas modernas de la poltica. Mrida, Venezuela: CIPCOM, Segunda Edicin Ampliada. Sartori, Giovanni, (1992). Elementos de teora poltica. Madrid: Alianza Universidad Textos. Vellespn, Fernando (2000). El futuro de la democracia. Elementos para un debate, en www.etcetere.com

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CONCEPCIONES FILOSOFICAS EN MATERIA DE IDEOLOGA Y TOTALIDAD: DEL LEGADO DE MARX, A LA SUPERACIN POR LA CONCEPCION DEL HACER TIL CONTRA Y MS ALL DEL TRABAJO.
Lic. Esteban Amoretti

Resumen La teora crtica practica nuevas visiones sobre el orden capitalista y su desarrollo, planteando una nueva concepcin sobre su devenir en relacin al trabajo y los nuevos procesos de alienacin que deben sobrellevar diferentes sujetos sociales bajo un novedoso paradigma de posmodernidad. La filosofa ser la herramienta fundamental para intentar comprender este profundo proceso. Introduccin El legado de la Escuela de Frankfurt y la Teora Crtica. Concluida la primera Guerra mundial, en la derrotada Alemania de posguerra fracasa la revolucin proletaria a pesar de la existencia de una fuerte organizacin poltica socialista. En este marco, un grupo de intelectuales, en su mayor parte de origen judo, y de formacin marxista, funda en 1923, en Frankfurt, el Instituto de Investigacin Social que publicar la revista de Investigacin Social. En ella la tradicin marxista se enriquecer con aportes procedentes de otras vertientes como el psicoanlisis y las ciencias sociales, y se independizar de la accin poltica concreta desarrollada por los partidos polticos socialistas y comunistas. Max Horkheimer, Theodor Adorno, Herbert Marcuse y Erich Fromm, entre otros, pertenecen a la primera generacin de la Escuela y con el ascenso del nazismo deben exiliarse, reconstruyendo el Instituto de Investigacin Social en los Estados Unidos, y continuando con sus publicaciones hasta retornar a Frankfurt una vez concluida la Segunda Guerra Mundial. Los francfortianos realizan una crtica del marxismo ortodoxo, expresado en los partidos polticos de esa orientacin, desconfiando del supuesto potencial revolucionario de la clase obrera y del peso que en los anlisis marxistas se le asigna a la infraestructura econmica para comprehender la sociedad. Esta posicin crtica hacia el marxismo se extiende hacia el positivismo y su cerrada defensa de la ciencia que lo convierte en un cientificismo, es decir, en una posicin que identifica conocimiento y ciencia, y tambin a lo que los francfortianos llaman razn instrumental, es decir, a la razn que se aplica a la determinacin de los medios ms adecuados para lograr un fin, pero que se desentiende precisamente de una discusin racional de los fines, tpica de una ingeniera aplicada a la naturaleza o la sociedad. La crtica al cientificismo y la razn instrumental significar una crtica de la sociedad contempornea en la que toda vida se halla regulada y administrada, y del hombre alienado o cosificado para el cual las relacionas entre las personas se convierten en relaciones entre cosas que se le imponen absolutamente; pero la crtica al marxismo significa su desconfianza frente a las presuntas soluciones que como en el caso del stalinismo sovitico pueden ser peores que los males que pretenda enfrentar, pues lejos de liberar al individuo, lo alienan an ms.

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La teora crtica de los francfortianos renuncia a disear la sociedad futura, a las utopas positivas, pero no a la crtica de la sociedad moderna denunciando su irracionalidad profunda y sus patologas, y buscando nuevos agentes de cambio social entre los grupos marginados del sistema social: minoras tnicas, grupos feministas, jvenes, maestros, estudiantes, desocupados, entre otros. Por eso Herbert Marcuse, terminar su libro El hombre unidimensional con una cita de Walter Benjamn, otro miembro de la Escuela: Slo gracias a aquellos sin esperanza, nos es dada la esperanza. Algunas alusiones previas Para realizar una crtica profunda del devenir de la sociedad moderna y sus prcticas, en donde se establecen los principios de la crtica de la Escuela de Frankfurt, debemos introducirnos previamente en el arduo trabajo de intentar recuperar definiciones filosficas fundamentales que harn completo el escenario terico en el marco de la ideologa y la filosofa, para entonces luego s, con todos estos elementos, enunciar el desarrollo de las tesis que enmarcan a la ideologa y la filosofa en conjunto, en referencia a la aplicacin de estos conceptos en la prctica de la vida moderna, la sociedad enmarcada en el trabajo abstracto, como rasgo propio de la concrecin de la totalidad como concepto filosfico. Para ello se utilizarn autores clsicos de la filosofa universal, que aportarn los principios bsicos para realizar un estudio filosfico en el escenario de las ciencias sociales, as como tambin autores de la modernidad y la racionalidad burguesa, y precisamente tambin, los enmarcados bajo la teora en estudio. Que entendemos por ideologa La ideologa guarda relacin directa con la divisin social del trabajo y responde a los intereses de las clases sociales. Podemos definirlas como el conjunto de comportamientos, hbitos, reacciones, conceptualizaciones, sistematizaciones, que expresan los intereses de las distintas clases sociales. Los intereses de clases pueden interpretarse fundamentalmente de dos maneras. Los intereses inmediatos o los histricos o estratgicos. Los primeros no se refieren a la estructuracin de la totalidad, sino solo a conseguir ciertas ventajas. En otras palabras, estos intereses no miran a la toma, la conservacin o consolidacin del poder de clase, sino solo a ubicarse mejor en la totalidad estructurada. Es as como la clase obrera lleva a cabo numerosas luchas en forma de protestas, huelgas, manifestaciones, con el fin de obtener mejoras salariales o ciertos beneficios, y las distintas fracciones de clase de la burguesa luchan entre s para obtener mayores dividendos en la explotacin de la fuerza de trabajo de la clase obrera. Los intereses histricos, miran en cambio, directamente a la totalidad, buscan la toma del poder si es que no se la posee, para pasar a estructurar la totalidad de acuerdo a eso intereses, sea la conservacin y consolidacin del poder si se lo posee, o la reafirmacin o reacomodamiento, si se lo siente en crisis. As por ejemplo, los intereses histricos de la burguesa se sintetizan sustancialmente en la estructuracin, conservacin, consolidacin y expansin del modo de produccin capitalista. Para no perder este objetivo estratgico, muchas veces las fracciones de la burguesa o la burguesa en su conjunto deben ceder parte de sus intereses inmediatos, como acontece en el caso de los regmenes populistas o los regmenes de excepcin, en donde el peso de los bloques de poder econmico son frenados por un rbitro co-constitutivo, que podra ser el Estado capitalista, para pasar de la acumulacin a la legitimacin, conferida en el gasto social, y as no agotar el sistema de explotacin.

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La ideologa en sentido propio expresa los intereses histricos de las clases, en sentido amplio y riguroso. En primer lugar, la ideologa debe comprenderse en el amplio margen que abarca desde los comportamientos ms espontneos del hombre, como sucede en su conducta diaria al levantarse, caminar, trabajar y comunicarse, hasta las construcciones tericas ms refinadas. En otras palabras, comprende tanto las zonas del ethos como la de la teora. Al expresarse as de la forma conceptualmente de nivel ms alto, asume la forma de filosofa, como agregaba el filsofo italiano Antonio Gramsci. En segundo lugar, lo caracterstico de la ideologa, es expresar los intereses histricos de clase. De aqu provienen otras caractersticas en determinados sistemas sociales, como son el encubrir o mistificar la realidad que equivocadamente se suele hacer pasar por definitoria. De hecho, ideologa no es sinnimo de enmascaramiento ni de falsa conciencia. Cuando Aristteles sostena que los esclavos eran tales porque tenan alma de esclavos, es decir, una esencia instrumental, y en consecuencia solo sometindose a los que tenan almas de hombres libres accedan a un obrar racional, no se enmascaraba nada, ni se tena falsa conciencia. En lugar de disfrazar, pona a la luz. Sin embargo formulaba filosficamente la ideologa de los amos. En tercer lugar, la ideologa se corporiza en determinadas instituciones como universidades, escuelas, fbricas o iglesias, a las que, a partir de Althusser, se suelen denominar aparatos ideolgicos de Estado. La denominacin se presta a confusiones, por cuanto el que una determinada institucin como un partido poltico o la Iglesia sea aparato ideolgico de Estado no depende de una pretendida esencia suya intrnseca, sino de los intereses de clase que representa. Parecera ms correcto hablar de instituciones de la sociedad civil, empleando el sentido de sociedad civil en el sentido gramsciano de espacio del consenso. Estas instituciones, como decamos, pueden convertirse en aparatos ideolgicos de Estado o pueden dejar de serlo, de acuerdo a la lucha de clases. Precisamente la conquista de la hegemona de las instituciones de la sociedad civil es uno de los aspectos fundamentales del combate. Segn lo que planteamos lneas arriba, la ideologa se define a partir de la sociedad capitalista. Para extender el concepto a otros modos de produccin debemos hablar de sectores o grupos sociales en lugar de hablar de clases sociales en sentido estricto. Esto es importante que lo tengamos en cuenta. No tenerlo en cuenta puede llevarnos a trasladar de forma unvoca la funcin de ideologa a diferentes etapas histricas, en las que cumpli roles diferentes. Ahora bien, en la sociedad capitalista, haciendo un juego de abstraccin y creando una especie de tipos ideales al mejor estilo weberiano, podemos distinguir dos clases fundamentales: la burguesa y el proletariado, que seran los sujetos de dos ideologas contrapuestas, la burguesa o conservadora y la proletaria o revolucionaria. En su seno se presentan como dijimos, mltiples variantes, de acuerdo con los diferentes sectores sociales en que estn formadas estas clases fundamentales, as como debido a las diferentes culturas, tradiciones y otras variables. Pero sin lugar a dudas una de las dos clases es la dominante y la otra la dominada. Lo mismo acontece con las ideologas, pero es necesario hacer algunas apreciaciones al respecto para no caer en simplificaciones superficiales o determinismos. En primer lugar, el hecho de haber ubicado un sistema filosfico, sociolgico o religioso, en un campo ideolgico, de ninguna manera significa haber dado cuenta total de l. Todo el logro consiste en ubicarlo en un contexto en que se torna inteligible. El ubicar por ejemplo, El ser y el tiempo de M. Heidegger en el contexto de la situacin de la pequea burguesa en el momento de una de las extensas y profundas crisis del capitalismo posibilita

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comprender por qu la angustia deviene la experiencia privilegiada para la captacin del ser, pero de ninguna manera con ello se puede dar por terminado el tratamiento de la misma que hace Heidegger. La angustia no es algo que acontece a los pequeoburgueses en contextos de crisis. Es algo comn que le pasa al hombre, sea noble, burgus o proletario. Develada la situacin socioeconmica particular en la cual irrumpe con fuerza, queda por ver todava que revela ese fenmeno en cuanto al ser mismo del hombre, y este aspecto por lo estudiado acadmicamente, tanto Heidegger como Kierkegaard tienen mucho para explicar. Muchas veces al colocarlos en la sub-ideologa perteneciente a la pequeo burguesa sirve de pretexto para no leerlos, o si se los lee, para no entenderlos. Siendo coherentes con esa manera de pensar, habra que condenar de antemano casi todo el saber elaborado por la humanidad, por cuanto en su mayor parte est escrito bajo la razn burguesa, y no debera ser as. Por otro lado, si las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de cada poca 9, ello no se debe solamente a una imposicin establecida desde arriba por la fuerza o por la educacin mediante el control de los rganos de difusin ideolgica, sino tambin a la misma estructuracin social. En tercer lugar, la ideologa de una determinada clase va tomando aspectos distintos de acuerdo con la etapa de formacin social a la que corresponde. As la ideologa burguesa desde su nacimiento hasta su muerte expresar los intereses y anhelos de la burguesa, y bajo esta razn siempre sostendr ciertos principios como inmutables: la legitimidad de la propiedad privada de los medios de produccin, la existencia del Estado como el detentador de la legitimacin de la violencia y rgano conciliador de clases. Sin embargo, dado que la situacin de la burguesa va cambiando en las diferentes fases de la formacin social del modo de produccin capitalista, van variando tambin las formas que adquiere la ideologa. As, el liberalismo es la forma que adquiere la ideologa burguesa en la etapa de la reciente consolidacin del modo de produccin capitalista, si bien no tiene las mismas connotaciones el liberalismo ingls, que el francs o el alemn, puesto que corresponden a fases de formacin distintas. En la etapa del capital monoplico asume otra por ejemplo. La ideologa de la burguesa del capitalismo dependiente puede asumir por ejemplo, formas populistas o desarrollistas. En las coyunturas de crisis tienen lugar las ideologas bonapartistas, como vimos con el 18 de Brumario, fascistas o de seguridad nacional, en otras. No hay problema en hablar de la ideologa de la seguridad nacional o del fascismo como caso histrico, siempre que se tengan en cuenta que son modalidades de la ideologa burguesa. La ideologa adems admite diferentes formas sociales de expresin como el folklore, el arte, la literatura, la novela, la religin. La filosofa constituye, como definimos anteriormente su nivel ms alto de expresin, utilizando la vinculacin entre ideologa dominante y sistema filosfico. Que entendemos por filosofa en relacin con la ideologa Comenzaremos diciendo que todo sistema filosfico es ideolgico, pues como habamos dicho representan intereses de clase. Esto es expresado en la medida en que toda cosmovisin se formula a partir de la prctica social de una clase o un sector social de la que el filsofo en cuestin se constituye en representante, lo quiera o no. Mientras se est en sociedades divididas en clases es totalmente utpico plantearse la posibilidad de elaborar

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una filosofa que no tenga que ver con las mismas. Es fcil comprobarlo haciendo un rpido recorrido por alguno de los sistemas filosficos ms conocidos. La filosofa platnica corresponde ideolgicamente a los intereses del sector aristocrtico de los amos griegos. Ello se desprende claramente de la lectura del modelo de polis que Platn enunciara en La Repblica, con un fuerte acento en la estratificacin jerrquica que en ella debe reinar. Es este aspecto ideolgico, se encuentra el causante de que en su filosofa estn acentuados los rasgos del dualismo amo-esclavo, el inmovilismo estamental y la jerarquizacin social que adems, impregnan con matices distintos todo el pensamiento de la Grecia Antigua, as como el medieval. La filosofa aristotlica sin embargo, corresponda a los sectores medios, ms democrticos. As lo afirma expresamente Aristteles despus de una detallada explicacin en la Poltica Queda claro, pues, que la mejor poltica es la constitua por el elemento intermedio dia ton mesn- y que estn bien gobernadas las polis en las cuales este elemento es muy numeroso y ms fuerte que los otros dos juntos10 . Esta impregnacin ideolgica que veamos claramente en las tres caractersticas que enunciramos ms arriba, se atenen, pero no desaparezcan. Es claro ejemplo de bajar las ideas platnicas del cielo a la tierra. Muchas cosas son mejores para la clase media. De la clase media quiero ser en una ciudad, cita Aristteles a Foclides. Kant, por ejemplo, expresa la ideologa alemana de la burguesa en sus inicios, o sea, a fines del siglo XVIII. Para esa poca ya las burguesas holandesas, inglesas y francesas haban desarrollado sus propias revoluciones, mientras que la alemana se debata por el si y el no. Entonces la imposibilidad de realizar la revolucin real, a Kant, lo llevar a hacer la revolucin terica, cuyos resultados sern los brillantes y profundos conocimientos del sistema idealista del siglo XIX. Kant, como punta de lanza, expresa fundamentalmente los deseos de la burguesa de hacer la revolucin, la imposibilidad de lograr plenamente sus objetivos, su claudicacin frente a la aristocracia feudal, y el rencor de no poder hacer nada como sentimiento de tiempo malogrado. As como la realidad no puede ser cambiada por la burguesa, tampoco puede ser totalmente conocida. All est la raz, entre el nomeno incognoscible y el fenmeno conocido por todos. Si la praxis de transformacin es imposible, la actividad queda reducida a lo puramente tica, es decir, encorsetada al interior del ser humano. Lo que vale como veamos en los cursos bsicos de filosofa es la buena voluntad, aunque sea ineficaz. La tica gira en el deber ser del imperativo categrico, que no tiene representacin prctica, y gira en el vaco. El idealismo termina con la visin superadora del majestuoso Hegel, cuyo sistema expresa a nivel filosfico la visin de la burguesa en su etapa acabada de consolidacin y expansin, al mismo tiempo que vive como individuo los vaivenes de las alegras, los retrocesos y las crisis del avanzar burgus. Con valenta enuncia y reivindica todo la historia anterior como preparacin para el advenimiento del saber absoluto que tiene lugar con la consolidacin de la revolucin burguesa. La Historia (as, con mayscula) no es ms que el auto-despliegue del Espritu en bsqueda de su autorrealizacin, que culmina cuando finalmente bajo la realizacin del Estado moderno alemn pude llegar con el saber absoluto a todo el autoconocimiento. Si en un primer momento, cuando Hegel terminaba la Fenomenologa del espritu (1807), ubica al Estado moderno como el Estado napolenico, ms tarde, luego de la derrota de Napolen, cuando redacta Fundamentos de la filosofa del derecho (1821), se para en el Estado prusiano.

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Pero definitivamente, la cosmovisin filosfica de Hegel supera los lmites de la burguesa alemana y expresa de la forma ms completa el devenir de la burguesa en general. Entonces diramos que toda ideologa encuentra su visin ms acabada en un sistema filosfico, en aquel que construye una cosmovisin., como enuncibamos con el caso de Hegel. Para ser ms claro consideramos que slo las ideologas enmarcan su concepcin en cosmovisin, pero no as lo que denominbamos ms arriba como sub-ideologas, o ideologa de un sector de clase. Aristteles, Santo Toms, Hegel, fueron capaces de elaborar esa cosmovisin. Y como veremos despus, esta visin acabada del saber de la razn burguesa, solo puede ser superada por la obra de Marx. Esos autores explicaron de la forma ms acabada la ideologa de una clase, la visin de la ideologa del amo y el esclavo de la antigedad, la de los seores feudales y la de la moderna burguesa. Heidegger o Kierkegaard, aunque lo hubiesen querido, les hubiese sido imposible elaborar un sistema filosfico, pues no expresaban a una clase social, sea en un momento de expansin o consolidacin o en momento de crisis, sino solo representaban a sectores sociales en crisis, como la pequeo burguesa. El punto central es la construccin de un sistema filosfico como cosmovisin, que remita a la ideologa de la forma tan acabada que exprese el concepto de totalidad, desde el ethos a la teora, de la teora a la prctica. La totalidad a la que se dirige la visin prioritariamente es la totalidad social. Por esto, es bueno distinguir la necesidad de totalizacin de parte del filsofo como tal, considerando el hecho individualmente, y la de la clase como proyecto de poder o en el proceso de la estructuracin de la totalidad social. Si el proyecto individual no corresponde con el proyecto de la clase en ascenso al poder o en el poder, sino a clases o fracciones marginales o en decadencia, la totalizacin filosfica puede tener dos consecuencias: frustrase en una pura inspiracin como los casos de Kant o Heidegger, al que les faltaron elementos de representacin histrica para dar cuenta de la realidad del cambio histrico social como totalidad o porque se centraron en un sector, o realizarse en forma totalmente idealista. Por otro lado, puede la teorizacin ser recogida y corregida por los discpulos, como se ve en tradicin marxista. Sin duda Marx no se equivoc al plantear las visiones de una clase en ascenso enmarcadas en el plano histrico, y configur una visin dialcticamente superadora de la visin hegeliana, a lo que refiere la incorporacin de la clase proletaria. Sin embargo slo es concebida como totalidad para su poca, ya que los nudos de la historia demarcaron el devenir de las modificaciones de la vida en el sistema de produccin capitalista, en donde las clases dominadas debieron hacer una revisin de sus principios de clase, e instalarse como minoras o identidades fraccionadas distintas (como enuncibamos en la introduccin, haciendo referencia a los estudiantes, las feministas, los ecologistas, etc.) frente a un sistema en constante cambio. Pudieron dar cuenta de la situacin de clase de su tiempo, pero no llegaron a definir en la totalidad las concepciones que debieron enfrentar en el anlisis filosfico autores como John Holloway para distinguir el nuevo posicionamiento de un sistema productivo en cambio, la razn de una sociedad del trabajo abstracto en un aspecto neo-positivista, en donde va muriendo la aplicacin del concepto del trabajo como abstraccin, para pulirlo y hacerse de las nuevas concepciones libertarias del hacer contra y ms all del trabajo. Sin duda el impacto de la teora althusseriana marc un antes y un despus. Con su desaparicin fsica se pudo eliminar al mensajero, pero no se pudo detener al mensaje. Las nuevas crticas al viejo nivel de las fetichizaciones y las nuevas crticas de los legados marxistas posmodernos a favor del cambio social, y sin

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tomar el cielo por asalto, marcarn nuestro horizonte terico por varios aos ms. A partir de entonces, el slo hecho de mencionar la categora de fetichismo o la de cosificacin, pas a ser sntoma de hegelianismo encubierto y, por lo tanto, de idealismo filosfico o ideologa burguesa disfrazada. Es determinante que todo sistema dialctico debe ser reinterpretado. Para usar la expresin de Marx, es necesario develar el fondo racional del mtodo que Hegel ha descubierto y al mismo tiempo ha mistificado. Esto expresado por Marx en 1858, era lo que haba dicho en los Manuscritos de 1844: la fenomenologa es la crtica oculta, oscura an para s misma, y mistificadora, pero en cuanto retiene el extraamiento del hombre (aunque el hombre aparece solo en la forma del espritu) se encuentran ocultos en ella todos los elementos de la crtica y con frecuencia preparada y elaborados de un modo que supera ampliamente el punto de vista hegeliano. La conciencia desventurada, la lucha de la conciencia noble y la conciencia vil, etc., estas secciones sueltas contienen (pero en forma enajenada) los elementos crticos de esferas enteras como la religin, el Estado, la vida civil, etc.11 . Esto es lo que Marx se propuso elaborar en su cosmovisin superadora de la hegeliana. Y lo que los autores marxistas occidentales debieron enmarcar luego para realizar un visin mas acabada aun de su tiempo con las transformacin de la vida en la modernidad, bajo las evoluciones del sistema de explotacin capitalista y la implementacin definitiva del trabajo como abstraccin, en su forma totalizadora, enterrando el quehacer para siempre del trabajo til o el hacer til, en relacin con la naturaleza y la sociedad. Aplicaciones en la vida moderna de la ideologa como sistema filosfico, en el marco del trabajo abstracto. A partir del siglo XVI, la revolucin burguesa produce transformaciones profundas en todos los niveles, y el dualismo, que haba nacido en las sociedades estamentales, sobre el paradigma amo - esclavo, se transforma en escisin. Se trata de la primera revolucin mundial, la revolucin burguesa, que an hoy vivimos. Es imposible el conocernos como seres humanos si no conocemos los aspectos fundamentales que derivaron de esta revolucin. Vivimos en una sociedad que se erige en ella. La economa moderna rompe los lmites que la contenan. Ya no responde a la frmula de la circulacin simple de mercanca-dinero-mercanca, sino a la frmula dinero-mercancadinero. La produccin ya no se dirige a la satisfaccin de las necesidades, sino a aumentar el dinero, que de esa forma se transforma en capital. Esto es sencillo. Si antes la frmula era mercanca-dinero-mercanca, y la mercanca figuraba en el primero y en el ltimo trmino por cuanto se la venda por comprar una nueva mercanca para la satisfaccin de ciertas necesidades, ahora el dinero figura al principio y al final de la frmula. La razn es que se compra una determinada mercanca, no para satisfacer alguna necesidad, sino para venderla. El dinero al final de este ciclo que no es solo una formula, sino que es una aplicacin de relaciones reales, aparece acrecentado, se transforma en capital. Lo que Aristteles tema y condenaba, la crematstica innecesaria, es ahora la nica crematstica. Es indudable que nosotros como analistas apliquemos los conceptos de Aristteles, ya que Marx, lo introduca constantemente como referente de sus conceptualizaciones, en obras previamente citadas como El Capital. Continuando con el anlisis, ahora no predomina en la produccin el trabajo concreto sino el abstracto, es decir, la fuerza de trabajo. El productor no lleva a cabo todo un proceso

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creativo al final del cual puede verse a s mismo reflejado en el producto, como lo haca el maestro artesano, sino que participa simplemente como una pieza que gasta determinada cantidad de energa. Solo importa el tiempo de trabajo. El obrero trabaja, por ejemplo, ocho horas en una fbrica de automviles, ensamblando determinadas piezas. Este es otro motivo fundamental que debe ser agregado al formulado por Lukcs, por la cual la matemtica, la ciencia de la medida, lo mensurable y controlado, pasa a ser en la modernidad, la ciencia por excelencia. Vemos que desaparece lo cualitativo. Solo importa lo cuantitativo, la cantidad de trabajo es decir, la cantidad de fuerza de trabajo medida por la cantidad de tiempo empleado. El trabajo se mecaniza. Hegel, lo deja bien claro, en sus Fundamentos de la Filosofa del Derecho el trabajo del individuo se torna as ms simple a travs de la divisin y mayor habilidad en su trabajo abstracto, as como mayor la cantidad de su produccin12 . Si en la produccin de las sociedades anteriores interesaba fundamentalmente el valor de uso, orientado a satisfacer las necesidades, ahora lo que interesa fundamentalmente es el valor en el que se materializa el trabajo abstracto y le permite ser valor de cambio como siempre argument Marx. Toda la produccin ahora est en funcin del valor y del crecimiento del capital. En la modernidad, aparecen las clases sociales, que en sentido estricto, son una creacin de la revolucin burguesa. Ya que slo se dan en el seno de la sociedad capitalista. Los sectores sociales que ahora constituyen clases sociales se definen exclusivamente por su ubicacin en el proceso productivo. Esto determina que slo lo econmico determina su ser, el ser de clase. Pero lo econmico no significa la cantidad de bienes que se tienen, sino el lugar que se ocupa en el proceso productivo, sea como dueos de los medios de produccin o despojados de estos. Desaparece lo cultural como rasgo de su esencia, como en sistemas antiguos. Esto implica la superacin del inmovilismo de las sociedades anteriores. Efectivamente, aunque siempre se nazca en una clase social, no se est determinado a pertenecer de por vida a ella. Se puede cambiar de clase. No hay un derecho adquirido de una vez y para siempre que fije permanencia a una clase social. El burgus puede transformarse en proletario y viceversa. Otro rasgo fundamental, es que el productor es separado de sus medios de trabajo. Ello determina que hay una marcada escisin con la naturaleza. Se pierde la comunin que hasta el momento se tena con el medio natural. Se forma una verdadera sociedad artificial en relacin a las anteriores, que eran sociedades naturales. La naturaleza deja de ser el cuerpo orgnico del ser humano, y en consecuencia, de la sociedad, para transformarse en un simple objeto de manipulacin. La naturaleza solo es capital en potencia. Francis Bacon, una de los tericos de la revolucin burguesa, tiene al respecto un aforismo lapidario que dice: la ciencia del hombre es la medida de su potencia porque ignorar la causa es no poder producir el efecto. No se vence a la naturaleza sino obedecindola, y en lo que la especulacin lleva el nombre de causa convirtase en regla en la prctica 13. No se vence a la naturaleza sino obedecindola. La naturaleza no es ya un interlocutor, no forma parte del ethos del hombre moderno. No hay comunicacin posible con ella que no sea la de la destruccin. No hay otra lucha que no acabe con la destruccin de la naturaleza. La ciencia est para aumentar la potencia del hombre en su lucha contra todo lo vivo, y

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claro est, contra la naturaleza, en primera medida. Esta debe ser vencida, dominada, y esto quiere decir que semejante empresa solo se traduce en el deber de producir dinero, ganancia, capital. La naturaleza ser talada, destruida, dinamitada, contaminada. Todo se convertir en capital. La modernidad producir la escisin tambin entre los hombres, ya que no solo se pierde la comunicacin con la naturaleza, sino con los dems seres humanos, los cuales tambin deben ser vencidos y derrotados. Se rompen las totalidades orgnicas como la familia patriarcal, el feudo, las Iglesias, el gremio, los ejrcitos, y se forma la tan conocida por todos nosotros sociedad civil, o sociedad burguesa, sociedad en la que cada uno es para s mismo y nadie para todos. Thomas Hobbes ha sido el clsico expositor de esta sociedad a la que l denomina estado de naturaleza : es manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder comn que los atemorice a todos, se hallan en la condicin o estado que se denomina guerra, una guerra tal que es la de todos contra todos14 . La famosa definicin del hombre lobo del hombre. Bacon dice que el hombre se encuentra en guerra con la naturaleza. Hobbes, nos determina que tambin con sus semejantes. Hegel expres que la sociedad civil ofrece en estas contraposiciones y en su desarrollo el espectculo de la corrupcin y la miseria, con la decadencia fsica y tica que es comn a ambas 15. Pero ah no se detiene, ya que bien identifica que de esta lucha de todos contra todos, surge la miseria y la corrupcin diciendo que cuando la sociedad civil funciona sin obstculos se acenta as dentro de ella el progreso de la poblacin y de la industria. A travs de la universalizacin de la conexin entre los hombres, a causa de sus necesidades y del modo en que se preparan y producen los medios para satisfacerlas, se acrecienta la acumulacin de riquezas, pues de esta doble universalidad se extrae la mxima ganancia, mientras que por otro lado como consecuencia, se incrementa la especializacin y limitacin del trabajo particular, y as la dependencia y la miseria de la clase ligada a este trabajo, lo que provoca la incapacidad de sentimiento y goce de las restantes posibilidades, sobretodo de los beneficios espirituales, que ofrece la sociedad civil. 16 . Adems de todo lo planteado, agregamos que bajo tal modalidad se emplea la inversin de la realidad. Cuando hablamos de realidad no nos referimos simplemente a los objetos o las cosas, sino primordialmente a los sujetos, a los seres humanos, a los individuos que bajo esta estructuracin devienen en sujetos, o sea a la sociedad, a los sujetos que son seres sociales. Pero los seres humanos son seres del mundo, en relacin esencial con la naturaleza, y son esencialmente creadores, productores, transformadores de la realidad. El ser humano es totalmente praxis, totalidad de prctica y conciencia. Con la prctica transforma continuamente la realidad natural, crea productos como bienes de consumo, obras de arte, etc., en los que se ve as mismo y en los que expande su ser social como sujeto sujetado. Su ser es su hacer, su obrar y crear. A la naturaleza la transforma en mundo humano, con todo lo que esto implica: odios, sentimientos de venganzas, gozos y pasiones, vida y muerte. Pero como habamos planteado anteriormente, al producirse la separacin entre el producto y los medios de trabajo se realiza un segundo movimiento consistente en la inversin entre el sujeto y el objeto. El sujeto pasa a ser objeto, y el objeto, sujeto. Ello

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significa que el objeto o producto de la actividad creadora del hombre, que debiera estar a su servicio, se transforma en un sujeto que pasa a ser dominante sobre el mismo hombre, al que lo transforma en objeto. En efecto el producto del trabajo, el objeto, se transforma en capital, que pasa a ser el verdadero sujeto de la historia. La mayor parte de la obra terica del Marx maduro est dedicada al anlisis de cmo el capital impone sus leyes a los sujetos que lo han creado y entonces los hombres se encuentran objetivizados, cosificados, para luego l s con su teora proponer la manera de subvertir esta situacin, y poner la realidad nuevamente de pie. Es que el individuo en esta realidad de la modernidad pasar a estar por sobre la sociedad ya que la aparicin de la sociedad civil significa la aparicin misma del individuo. En todas las sociedades anteriores haba un claro predominio de la totalidad sobre el individuo, del universal sobre el particular, el individuo estaba totalmente ligado a la familia patriarcal, al clan, a la tribu, a la comunidad primitiva, al feudo, a la Iglesia, a las instituciones educativas y militares. Con la separacin del productor de sus medios de produccin se rompen las totalidades. Se produce la dispersin de los individuos. Pero dicha ruptura y dispersin como individuos produce posteriormente otra sujecin por parte de otra totalidad que es la visin del sujeto como sujeto subsumido a una clase. Clase que se encontrar en los niveles de la modernidad confinada a los cambios histricos, que le otorgan identidad slo de clase, volviendo a reificar al individuo, instituyndolo en sujeto de clase, alienado y cosificado. Es decir, se avanzar un paso, para retroceder dos. La idea de totalidad como visin del proletariado. Como habamos visto, Hegel representa el mximo de conciencia posible de las clases dominantes del modo de produccin capitalista en su primer periodo de consolidacinexpansin. Pero bajo el mismo modo de produccin, desde el proletariado, por ser la clase en ascenso, se pueden ver fenmenos que desde la burguesa permanecen necesariamente ocultos, pues esta clase se mueve dentro de brutales contradicciones. Por esto, Marx, ve mucho ms que Hegel. No solo la esclavitud es un hecho histrico destinado a ser superado, sino que se explica no idealsticamente mediante el recurso de la lucha a muerte por el reconocimiento, como supone Hegel, sino por las propias condiciones materiales. Marx representa el mximo de conciencia posible desde el proletariado en la etapa en la que la consolidacin-expansin del modo de produccin capitalista comienza a hacer crisis. El mximo de conciencia posible no significa el conocimiento-exposicin exhaustivo de la realidad, de manera que ya no quedara ms que su repeticin mecnica y su aceptacin de verdades formuladas. Sino as se consolidara slo un dogmatismo. Significa que a esa altura histrica del modo de produccin capitalista, el tiempo de Marx, no es posible una visin de la realidad alternativa, capaz de explicar fenmenos inexplicados. En concepto significa segn los historicistas, que mientras estemos en el modo de produccin capitalista, una visin alternativa a la marxiana no es posible. Pero decimos que el pensamiento de Marx, solamente fija grandes lneas de la nueva visin. Y estas lneas deben ser complementadas, reinterpretadas, repensadas y criticadas profundamente. Aun siendo correcta la visin elaborada, puede haber y de hecho hay lneas continuadores, parcialmente fieles y parcialmente disruptivas. Aplicamos esto a las concepciones filosficas de Engels y Lenin, y no descartamos, por supuesto a Marx. Desde otras visiones, las denominadas post, las del funcionalismo, modernismo, estructuralismo, etc. puede haber, y de hecho hay aciertos parciales, descubrimientos, aportes inteligentes, que deberan ser integrados a la visin basada en la crtica, revisin, inversin/recuperacin de la imagen de

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sujecin fetichizante que totaliz al individuo en las estructuras del devenir histrico material y econmico, y en donde cuanto ms se trataba de zafar, ms se alienaba. El punto de vista de la superioridad o de mayor objetividad desde el punto de vista proletario para dar cuenta de totalidad, ha sido expuesto hasta el hartazgo por Lukcs centralmente en forma correcta, si bien de la forma hegelianamente exacerbada que conocemos. Ha expresado en Conciencia de clase: la superioridad del proletariado sobre la burguesa [] estriba exclusivamente en que el proletariado es capaz de contemplar la sociedad desde su mismo centro, como un todo coherente, y por lo tanto, es tambin capaz de actuar de un modo central que transforme la realidad entera. 17 La exageracin idealista es clara en Lukcs. Pero no deja de ser su teora de carcter relevante, ya que el proletariado, es segn l, la nica clase para la que su autoconocimiento es al mismo tiempo un conocimiento recto de la entera sociedad. 18 Sin embargo, a pesar de lo que podamos criticar, la teora de Lukcs es correcta en lo esencial. En toda visin de la sociedad en su totalidad, siempre la teora esta ntidamente ligada a los intereses de clase o ideolgicos, como plantebamos en un principio. En la medida en que la clase desde la cual se contempla la sociedad tenga intereses de clase histricamente superiores a nivel dialctico, material e histrico, ms amplios que los vigentes de su poca, su visin, ser tambin ms amplia, ms comprensiva, y por ende ms objetiva, pero no debe morir ah el anlisis. El desarrollo de las visiones superadoras de clase, no tien la verdad con la quietud de un dogmatismo inamovible. La teora critica intenta superar al sujeto de clase, al Espritu de la historia que se transforma en clase, el proletariado, para superar los nudos que se interponen en el desarrollo de la fase de depreciacin del modo de produccin capitalista en crisis, y por ende del modo cosificado que imprime la alineacin del sujeto a su condicin de objeto bajo la misma estructura. Obviamente que la visin historicista, economicista, negar ese desenvolvimiento hasta que no se supere por la aparicin de otra nueva clase. Niega que a pesar de la quietud de la morfologa de la estructuracin histrica, y su opacidad, se pueda saltar a nuevas interpretaciones de cambio social, ya que los nuevos planteamientos crticos, ideas y conjeturas, para esta visin, solo se sortean con la superacin materialista histrica. A pesar de ello, nosotros interpretamos que las ideas pueden superar la objetividad de una clase, embolsada por la estructura econmica y la opacidad de la historia. Es por esto que Descartes, Montesquieu, Rousseau, vieron ms que aquellos que vean la sociedad feudal de ese entonces, como Marx, vio ms que Ricardo y Adam Smith. La teora crtica posmoderna ve ms que lo producido por Engels y Lenin. Aunque ellos denuncien que muere el sujeto que da identidad de clase, y se pierde la identidad de lucha en interpretaciones a- histricas e ideales, subsumidas en la ideologa colaboracionista del capital. Pensando algunas conclusiones Como hemos analizado a lo largo de estas pginas de exposicin terica, se centra un fuerte debate entre el historicismo estructural materialista, y su flujo de identidad de clase, ideolgica, por cierto, frente al devenir de un anlisis crtico de una sociedad que se

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encuentra en los albores de la modernidad, que ha mutado y no puede utilizar las mismas clasificaciones ni conceptualizaciones que han expresado la teora marxista ortodoxa, y poco resultado han dado, en la construccin de una teora de la liberacin del individuo, sino todo lo contrario. La teora de identidad de clase, expresa que no se ha producido teora superior a la declarada por la dialctica materialista que engloba las percepciones que dan pie a la verdadera crtica de las visiones de explotacin capitalista, infundadas en la lucha contra el Estado, la revuelta civil y los patrones de lucha armada. Nosotros definimos que esta visin histrica ha sido vlida, pero actualmente pierde sentido en referencia a no plantear una clara solucin a la fetichizacion de la accin alienante del trabajo abstracto, subsumida en la misma reificacin continua que imprime la misma identificacin de un individuo como un sujeto de clase. Es decir pasar de un rasgo de alineacin ideolgica de raz burguesa para adentrarse a una de raz proletaria, o peor an, no liberarse de la burguesa, por continuar idealsticamente pronunciando su razn modificada y enmascarada. Sera pasar de una totalidad a otra. Es por eso que la tradicin marxista pone el grito en el cielo cuando desde la teora critica post mayo francs, se reorienta la fundamentacin a la desaparicin del sujeto de clase. No se acepta la idea a la crtica negativa de que es mentira (que segn esta corriente, es planteada desde los cmodos sillones de la universidad) de que el individuo alienado solo puede liberarse por la razn otorgada por la identidad de clase enraizada en lucha. Es por esto que la teora crtica ofrece un nuevo men interesante a la hora de plantear alternativas reales a los procesos de evolucin de la sociedad moderna bajo el modo de produccin capitalista, criticando la idea del trabajo como abstraccin, desde la posicin del hacer contra y ms all del trabajo para retomar la idea del hacer til, y del trabajo social, como modo inmerso dentro del trabajo abstracto. Como planteara Holloway, la relacin entre el trabajo abstracto y el hacer til es una relacin antagnica. El hacer til existe en contra y ms all del trabajo abstracto. Todos estamos conscientes del modo en el cual el hacer til existe en el trabajo abstracto, del modo en el cual nuestra actividad diaria est subordinada a la exigencias del trabajo abstracto, es decir, al proceso de hacer dinero, en palabras claras. Lo experimentamos tambin como proceso antagnico: como antagonismo entre nuestro impulso hacia la autodeterminacin de nuestro hacer, haciendo lo que queremos hacer y la necesidad de hacer lo que tenemos que hacer para ganar el dinero para sobrevivir. La existencia del hacer libre contra el trabajo abstracto se experimenta como frustracin. El hacer til existe tambin ms all de su forma como trabajo abstracto en aquellos momentos o espacios en los cuales logramos, individual o colectivamente, hacer lo que nosotros queremos, sea necesario o deseable. Aunque el trabajo abstracto contiene y subordina al hacer til, nunca logra subsumirlo totalmente. El movimiento del hacer til contra el trabajo abstracto ha existido siempre como corriente subterrnea y subversiva ms all de ethos alienante. Ya que el hacer til es simplemente la riqueza enorme de la creatividad humana. Este movimiento dicen-, tiende a ser algo catico y fragmentado, un movimiento de movimientos luchando por un mundo de muchos mundos. Desde esta perspectiva es fcil caer en la idea de que estas luchas no tienen conexin, que son las luchas de tantos agentes e identidades distintas, que se trata de una lucha de y por las diferencias. Sin embargo decimos que no es tan as. Aunque el hacer til creativo tiene un potencial infinitamente rico, existe en contra y ms all de un enemigo

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comn, la abstraccin del hacer en el trabajo, bajo el marco del sistema de explotacin capitalista actual. Por eso, es importante pensar en contradiccin y no simplemente diferencia. Es la lucha de la liberacin y la creatividad humana, nuestro poder hacer, la fuerza productiva del trabajo social, contra su propia abstraccin, contra su reduccin a la produccin gris de valor-dinero-capital. El marxismo heterodoxo occidental, enmarc esta aventura, y bajo la teora critica, tiene su lucha contra el dominio del trabajo abstracto y los conceptos enajenantes que se derivan de este dominio. Ya que el movimiento del hacer til es el empuje hacia la creatividad socialmente auto-determinante, sus formas de organizacin son igualmente totalmente auto-determinantes, anti-verticalistas, multitudinarias y conscientes, orientadas hacia la participacin de todos. Es la tradicin consejista o asamblesta que siempre se ha opuesto a la tradicin estado-cntrica y partidocntrica dentro del movimiento anticapitalista. Esa manifestacin que no necesariamente encarna un nuevo paradigma o pretende imponer un dogma, sino a contrapelo, el preguntarse por nuevas formas que traten de transformar la realidad. Esto se ve expresado en las acciones de grupos que intentan repensar sus propuestas a favor de la humanidad y en contra del doble sentido que encarna la explotacin de clase enmascarada en verdades construidas por un sistema ideolgico basado en la accin concreta de la disciplina estado-cntrica. Nos referimos a las acciones de los movimientos ambientalistas, de desocupados, feministas, de estudiantes que reaccionan frente a lo que est dado, frente al control del individuo y la sociedad. A Karl Marx le encantaba repetir, para-fraseando a Goethe: gris es la teora () verde el rbol de la vida. Lo cual nos muestra a un Marx preocupado por el movimiento social, reafirmando: Vale ms un paso del movimiento real que cien programas. Pues bien, el reto es saber si la teora puede tener un color diferente al gris, aproximndose sucesivamente al verde, el color de la vida. Pensamos que los movimientos que reivindican su caminar hacia un cambio profundo de la realidad social creen que s. La condicin: que la teora sea el resultado de su propia prctica. Bibliografa
Althusser, L. Ideologa y aparatos ideolgicos de Estado/ Freud y Lacan (nueva visin) Althusser, L, Para leer El capital, Mxico, siglo XXI, 12 edicin, 1976 _ Prctica y lucha ideolgica, en Filosofa como arma de la revolucin, Crdoba, Cuadernos del Pasado y del Presente, 8 edicin, 1977. Aristteles. Poltica, Buenos Aires, Alianza editorial, 1995. Bacon, F, Novum Organon, Buenos Aires, Losada, 1990 Bobbio, N. Gramsci y la concepcin de la sociedad civil, Crdoba, Cuadernos del Pasado y del Presente, 4 edicin 1977. Gramsci, A. Notas crticas sobre una tentativa de ensayo popular de sociologa, Crdoba, Cuadernos del pasado y del Presente, 1977. Hegel, WGF, Fenomenologa del Espritu, Mxico, FCE, 1997 _ Fundamentos de la filosofa del derecho, Buenos Aires, SXX, 1987. _ Lecciones sobre filosofa de la historia universal, Buenos Aires, Alianza, 1998. Heidegger, M. El ser y el tiempo, FCE, 1995. Hobbes, T. El Leviatn, FCE, 2002 Holloway, J., La crisis del trabajo abstracto. Material discusin para el III Coloquio Internacional de teora crtica y marxismo occidental.

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Lukcs. G, Historia y conciencia de clase, Alianza, 1995. Marcuse. H. El hombre unidimensional, Barcelona, Seix Barral, 1964. Marx. K., Critica de la filosofa del estado de Hegel, Mxico, Grijalbo, 1980. _ Tesis sobre Feuerbach, en F. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofa clsica alemana _ Manuscritos: economa y filosofa, alianza, 1995. _ El capital, t 1 Vol. 1, Mxico, SXXI, 1980. Marx y Engels, La ideologa alemana, Cuadernos del marxismo, 1987. Platn, La Repblica, Eudeba, 2002. Weber, Economa y sociedad, Mxico, FCE, 1990.

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Reformas en el Estado, sistema de partidos y ascenso de Hugo Chvez Fras en Venezuela tras el Caracazo
Por: Diego Asproni*

Resumen El presente trabajo recorre los cambios en el mapa poltico venezolano desde la segunda presidencia de Carlos Andrs Prez hasta la actualidad, bajo la presidencia de Hugo Chvez Fras La intervencin de los organismos multilaterales de crdito, el pacto de punto fijo, la insercin de la sociedad en la poltica y su posibilidad de hacerlo, las distintas Rebeliones Populares y como teora, el llamado Socialismo del Siglo XXI son los aspectos claves en los cuales se sumerge el trabajo para poder investigar tanto en trminos de liderazgo, como de participacin de la sociedad en poltica, qu sucesos y actores determinaron el progresivo, pero a la vez abrupto traspaso de la segunda presidencia de Andrs Prez, a la creacin de, entre otras cosas, Consejos Comunales en Venezuela bajo la presidencia de Hugo Chvez. Es as, que la cada del puntofijismo y las reformas del Estado, en intrincada relacin con el Caracazo brindaran un marco de anlisis certero que permitir explicar el proceso llevado a cabo durante los ltimos aos.

Introduccin
El cambio en el mapa poltico venezolano a raz de la eclosin del bipartidismo en la dcada del 90 es el punto de partida a nivel analtico ms exhaustivo para explicar las reformas de Estado venezolanas en esa poca. No solamente es menester ahondar y hacer hincapi en ese mapa poltico interno, identificando y caracterizando a los nuevos actores preponderantes en ese perodo, sino que tambin, los cambios en la coyuntura internacional y nacional- signan de trascendental importancia el andar de la dcada neoliberal. As, la irrupcin del Pacto de Punto Fijo y su posterior derrumbe deben ser abordadas y analizadas a la luz de las reformas de Estado que sucedieron a lo largo y ancho de Amrica Latina, y desde el prisma, adems del gobierno de Carlos Andrs Prez, sin dejar de lado, las implicancias del Caracazo. El objetivo de este trabajo es analizar la intrincada ligazn entre el Pacto de Punto Fijo, y su implosin durante la dcada del 90 en manos del caracazo. En segundo lugar, y desagregado de l, analizar la relevancia de los nuevos actores en el mapa poltico venezolano, para arribar luego, a diversas problemticas y consideraciones sobre la aparicin del PSUV y el gobierno de Hugo Chvez Fras.

Planteo del problema:


Durante la dcada neoliberal, el Estado, las reglas de juego, los actores polticos y la arena poltica en general ha vivido grandes cambios en Venezuela, es por esto que nos preguntamos: Qu papel jug la reforma del Estado que se despleg a lo largo y ancho de Amrica Latina en el derrumbe del Pacto de Punto Fijo? Qu repercusiones tuvo a nivel poltico-social la intervencin de los organismos multilaterales de crdito? Cul fue el rol del gobierno de Carlos Andrs Prez? Desde esta perspectiva, Que signific el Caracazo? Siguiendo con el segundo objetivo planteado, se debe indagar Qu implicancias tiene la rebelin cvico-militar de febrero de 1992? Cmo entender la figura de Chvez en este perodo signado por gobiernos neoliberales?

Como punto final y no por ello menos importante- a intentar comprender en este sistema de problemas, buscaremos responder si representa el gobierno de Chvez las caractersticas

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del neopopulismo o si por el contrario, busca diferenciarse de distintas experiencias catalogadas dentro de ese marco conceptual en Amrica Latina. El puntofijismo, su ruptura y relacin con la dcada del 90ser tratada desde autores como Gonzlez Fuentes, Jos Molina, Rivas Leone, Roberto Castel, entre otros. Por otra parte, Miguel Mazzeo, Modesto Guerrero, Atilio Born, y Chavez como fuente directa, aportaran para una lectura en clave del proceso bolivariano durante el perodo tratado. En un nivel de lectura de la arena poltica en un sentido amplio en Venezuela, nos apoyaremos en textos de Abal Medina, Thwaites Rey, y nuevamente Atilio Born, entre otros.

El bipartidismo en Venezuela: El Pacto de Punto Fijo


Este apartado tiene como intencin sistematizar, a grandes rasgos, las principales caractersticas del bipartidismo entre Accin Democrtica (AD) y COPEI vislumbrando cmo lo que distintos autores han llamado el espritu 23 de enero ha influido de manera trascendental en la vida poltica venezolana a partir de 1958. Vale decir en este apartado, que adems de Rmulo Betancourt (AD) y Rafael Caldera, el Pacto de Punto Fijo fue firmado tambin por la Unin Republicana Democrtica, encarnada en Jvito Villalba. Entonces, dicho pacto comprometa a los firmantes a asegurar la estabilidad del rgimen naciente, manteniendo una estrategia cooperativa para resolver los problemas relacionados con la gobernabilidad, y respetando los resultados de los comicios, como base de la alternabilidad poltica1i . Ahora bien, si bien es cierto que la URD tena presencia en ese pacto, debido a la correlacin de fuerzas existente en ese momento, el mismo se basaba mayoritariamente entre AD y COPEI, sumando tambin, a otros actores, extra-partidarios, -pero no por eso con poca influencia, como ser el sector empresarial -a travs de Fedecamaras-, la mayor organizacin de los trabajadores va la CTV, las fuerzas armadas y la Iglesia. Intelectuales como Jos Molina plantean que entre 1958 y 1973 el sistema de partidos presenta una gran inestabilidad electoral, lo que permite entonces, caracterizarlo como dbilmente institucionalizado. Al decir de este autor, durante este periodo surgen y desaparecen con rapidez nuevos grupos polticos, aunque el principal eje de confrontacin poltica sigue siendo entre AD-COPEI. Jos Molina remarca, adems, un elevado nmero de volatilidad electoral, que tiene influencia, justamente en esa dbil institucionalizacin que se observa a lo largo de este periodo. Ahora bien, el periodo siguiente, que comprendido desde 1973 a 1993 es caracterizado por Molina como de un bipartidismo atenuado, ya que la distancia ideolgica entre las principales fuerzas polticas mencionadas anteriormente (AD-COPEI) es poca, tendiendo a coincidir y situarse, dentro de una lnea trazada, en el espacio de la centro-derecha. Es interesante destacar que, para el autor, la legitimidad de los partidos como tales comienza a declinar progresivamente a partir del inicio de la crisis econmica producida por la aguda reduccin del ingreso petrolero a comienzos de los aos ochenta, la incapacidad de los gobiernos para atenuar sus efectos sobre la poblacin, la insatisfaccin creciente de esta y su cada vez mayor conciencia de la corrupcin y el clientelismoii . Hacia 1993 se revela, segn trabaj Sonia Gonzlez Fuentes, una fase de dealingment a raz de la erosin de los vnculos partidistas: se da un menor impacto en la identificacin partidaria, perdiendo lealtad poltica a la luz de la convergencia centro-derechista, ya que gracias por culpa- de ello, quienes se identifican con AD y COPEI son ms susceptibles

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de traicionar a sus partidosiii . Esto se traduce, por deduccin, en la suplantacin de los vnculos partidistas como factor de decisin del voto por la evaluacin personal de los candidatos o del estado de la economa. Es entonces, que observaremos ms a fondo las variables socio-econmicas de este perodo, para ver si estas influyen en el cambio del mapa poltico y, por supuesto, de qu forma lo hacen.

Carlos Andrs Prez: su segundo gobierno


El texto de M. Victoria Murillo llamado Del populismo al neoliberalismo: sindicatos y reformas de mercado en Amrica Latina resulta muy claro respecto al giro que Carlos Andrs Prez da ni bien llega a su segundo mandato. Durante su primer periodo de gobierno, en los aos 70, Prez haba extendido la intervencin estatal, reglamentando salarios mnimos y regularizando los despidos. De ah que el viraje de este haya sorprendido tanto a la oposicin como a sus propios seguidores cuando en febrero de 1989, tras asumir el gobierno por segunda vez, anuncie una liberalizacin comercial regada de ajustes macroeconmicos y reformas estructurales del Estado, estableciendo una sintona con el periodo que se viva a lo largo de Latinoamrica. Ahora bien, el caso venezolano muestra un contrapunto que Murillo deja a la clara respecto a la respuesta por parte de los aliados sindicales: en Argentina y Mxico las principales confederaciones de trabajadores (CGT y CTM, respectivamente) apoyaron los planes de reforma estructural. La Central de Trabajadores Venezolanos (CTV), controlada por AD, respondi a este cambio de poltica organizando la primera huelga general de la historia de Venezuela, seguida por una serie de manifestaciones y otras huelgas que boicotearon muchas de las reformas de Prez en el sector social y laboraliv. El anlisis que la autora da a raz de esta convocatoria general, resulta muy interesante al observar que tras los anuncios de Prez sobre las reformas estructurales se produjeron disturbios urbanos, que demostraron claramente una insatisfaccin generalizada por parte de la poblacin. As, los dirigentes sindicales de AD convocaron a dicha huelga por el temor que les generaba perder el control de la CTV en manos de los partidos de oposicin que rechazaban abiertamente las reformas proclamadas. De esta manera, se produjo, sin ms, una tensin entre la lealtad al partido y la supervivencia de los lideres, que tuvo como resultado la divisin de los dirigentes sindicales de AD, entre los provenientes de la CTV, favorables a la huelga, y quienes posean cargos designados en el partido, que se oponan a la movilizacin. Del 27 de Febrero al MBR 200 durante los recortes del Estado o Caracazo Al igual que este apartado dentro del presente trabajo, el 27 de Febrero de 1989 tambin fue un quiebre dentro de la vida poltica y social del pueblo venezolano, este no fue un da ms en la vida del pas. Aquella maana, tras conocerse un excesivo aumento del combustible y del transporte pblico, entre otras exigencias del FMI, hubo una instantnea rebelin cristalizada masivos saqueos en las principales ciudades del pas por esto mismo, hay quienes consideran(mos) lo restrictivo e incorrecto del trmino Caracazo ya que no refleja la real extensin de las manifestaciones a lo largo y ancho del pas-. Entonces, la disciplina y la seguridad se hicieron presentes: el toque de queda fue establecido por el gobierno y, ordeno una sangrienta represin cuyo resultado fue el asesinato de ms de 500 personas, de aquellos sin voz, de mayora pobre que se haban hecho escuchar; para el gobierno no era necesario ahorrar sangre.
En que se basaba el programa firmado por el gobierno de Carlos Andrs Prez para obtener casi 5.000 millones de dlares por parte de organismos multilaterales? Pues bien, aquel paquetazo inclua

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las siguientes medidas: la decisin de acudir al Fondo Monetario Internacional y someterse a un programa bajo supervisin de ese organismo con el fin de obtener aproximadamente US$ 4.500.000.000.000 en los 3 aos siguientes; la liberacin de las tasas de inters activas y pasivas en todo el sistema financiero hasta un tope temporal fijado en alrededor del 30%; unificacin cambiaria con la eliminacin de la tasa de cambio preferencial; determinacin de la tasa de cambio en el mercado libre de divisas y realizacin de todas las transacciones con el exterior a la nueva tasa flotante; liberacin de los precios de todos los productos a excepcin de 18 reglones de la cesta bsica; incremento gradual de las tarifas de servicios pblicos como telfono, agua, electricidad y gas domstico y sincerizacin general de precios de las empresas pblicas; aumento anual en el mercado nacional durante 3 aos de los precios de productos derivados del petrleo, con un primer aumento promedio del 100% en el precio de la gasolina; aumento inicial de las tarifas del transporte pblico en un 30%; aumento de sueldos en la administracin pblica central entre el 5 y el 30% e incremento del salario mnimo a Bs. 4.000 en el rea urbana y a Bs. 2.500 en el rea rural; racionalizacin y eliminacin progresiva de los aranceles a la importacin; reduccin del dficit fiscal a no ms del 4% del producto territorial bruto (PTB) y congelacin de cargos en la administracin pblicav. Antes de mencionarlo en trminos formales, podramos decir, en otras palabras, que la concepcin de reformas del estado oculta una poltica mucho ms siniestra: recorte del presupuesto pblico, despido masivo de funcionarios del Estado, y recorte de los derechos laborales vi .

Concretamente:

Someterse a un programa bajo supervisin del Fondo Monetario Internacional con el fin de obtener aproximadamente 4 mil 500 millones de dlares en los 3 aos siguientes. Liberacin de las tasas de inters activas y pasivas en todo el sistema financiero hasta un tope temporal fijado en alrededor del 30%. Unificacin cambiaria con la eliminacin de la tasa de cambio preferencial. Determinacin de la tasa de cambio en el mercado libre de divisas y realizacin de todas las transacciones con el exterior a la nueva tasa flotante. Liberacin de los precios de todos los productos a excepcin de 18 renglones de la cesta bsica. Anuncio del incremento no inmediato, sino gradual de las tarifas de servicios pblicos como telfono, agua potable, electricidad y gas domstico. Aumento anual en el mercado nacional durante 3 aos de los precios de productos derivados del petrleo, con un primer aumento promedio del 100% en el precio de la gasolina. Aumento inicial de las tarifas del transporte pblico en un 30%. Aumento de sueldos en la administracin pblica central entre el 5 y el 30% e incremento del salario mnimo. Eliminacin progresiva de los aranceles a la importacin. Reduccin del dficit fiscal a no ms del 4% del producto territorial bruto. Congelacin de cargos en la administracin pblica vii.

Estos puntos reflejan a las claras el programa con el cual los organismos multilaterales de crdito vinieron a imponer condiciones a los pases que nos encontramos bajo el sur del ro Bravo. Para dar cuenta de eso, basta con observar el informe del Banco Mundial (BM) de nombre Amrica Latina y el Caribe: Diez aos despus de la crisis de la deuda. All se habla de un nuevo modelo basado en la orientacin hacia el mercado y de la generacin de un nuevo consenso que implicara la apertura del comercio y la menor participacin del Estado en la

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economa, entre otros, con el fin de aliviar la pobreza. No obstante, es en ese mismo informe donde el BM explica que esas reformas, en algunos pases han sido lentas y vacilantes. Tal es el caso de Guatemala y Venezuela que debido a problemas polticos, le han plasmado incertidumbre a los procesos de reforma. Ahora bien, lo que el BM jams va a decir, es que son estos mismos problemas polticos los que provocado el despertar del pueblo venezolano, lo que le ha otorgado voz a los eternamente silenciados. Asi, el caracazo fue el primer gran sacudn que sufri el puntofijismo en Venezuela, puesto que salieron a la calle aquellos actores sociales, silenciados y oprimidos que no se sentan representados por ninguna de las opciones pre configuradas por ese pacto. O MBR 200 El 4 de febrero de 1992 explot una rebelin cvico-militar comandada por l, en ese momento coronel Hugo Chvez Fras: es este el principal problema poltico al que se haca mencin anteriormente en el apartado del Banco Mundial. En palabras de Chvez, la protesta popular se desat cuando el pueblo se dio cuenta que un grupo de militares estaba junto a l. En ese momento el pueblo pas de esa situacin en ebullicin reprimida a una etapa de expansin explosiva. Esa rebelin militar fue, creo, la ms grande de la historia venezolana viii. La importancia que remarca Chvez en su alocucin se condice ms con el peso cualitativo que cuantitativo del despliegue, ya que se movilizaron slo 6 mil hombres (es decir, el 10% de los efectivos), pero que pudieron producir combates simultneos en el Palacio de Miraflores, la Residencia Presidencial la Casona, y en otras ciudades como Valencia, Maracay y Maracaibo. Sin embargo, hay que remarcar que la ausencia sin previo aviso de La Causa R, importante desprendimiento del Partido Comunista Venezolano (PCV) que vena trabajando los preparativos del levantamiento, signific un duro golpe para Chvez y los rebeldes, quienes decidieron rendir las armas rpidamente. No haba otra salida, el destino ya estaba marcado y la prisin los esperaba. All el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) se fortaleci notoriamente, a tal punto que, tanto Caldera, como Causa R buscaron capitalizar la Rebelin de la madrugada del 4 de febrero. Se debe a que mientras en el Congreso Nacional, todos los oradores censuraban los sucesos del 4 de febrero, Caldera buscaba mostrarse crtico con el cuadro de la situacin, viendo al movimiento militar como consecuencia de un deterioro del rgimen democrtico. Por su parte, la Causa R, comenzaba a manejar la prisin de los insurrectos como un botn propio, haciendo lobby para que estos puedan candidatearse en las elecciones de diciembre de 1993. Para ese entonces Carlos Andrs Prez haba salido de la presidencia acusado de corrupcin, asumiendo fugazmente en su lugar Ramn Velsquez. As, las elecciones de ese fin de ao toman una trascendental importancia, ya que el panorama electoral se encontraba totalmente abierto e impredecible. Ante esto, el MBR-200 planteo la abstencin activa, que se resuma en tres consignas: no a los partidos, no a las elecciones, si a la propuesta alternativa de constituyente popularix . Ms all de la elevada abstencin que se visualiz, Caldera ex COPEI y candidato de Convergencia- result electo presidente, tras lo cual se decret la liberacin indultado de Chvez y los suyos Una vez recobrada la libertad, recorri el pas planteando la necesidad de la Constituyente, logrando as una maduracin de esta idea. Durante 1994 y 1995, el MBR-200 se propuso no dejar de ir a ninguna ciudad, pueblo, barrio, o campamento, lo que termin provocando la conformacin de coordinadoras locales y regionales. Agrega Chvez tambin, en la

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entrevista que le hace Marta Harnecker que comenzaron a aparecer experiencias incipientes aun en aquellos tiempos. De ah viene la idea de los comits bolivarianos, de los comits constituyentes (...) nuestra estrategia haba sido bien estudiada. Y dentro de ella siempre estuvo presente la necesidad de buscar esos contactos con movimientos de izquierda en Venezuelax A la hora de optar por una ventana tctica dentro de un plano estratgico diversas contradicciones se dieron dentro del MBR 200 sobre la pertinencia o no de que Chvez fuera candidato. La tctica: presentarse a elecciones. La estrategia: la convocatoria a la Asamblea Constituyente. Esta claridad estratgica resolvi contradicciones y, sumado a ello, durante ese periodo se realizaron ms de un centenar de consultas que dieron una gran aceptacin a su candidatura. Democracia participativa: una nueva constitucin. o Democracia participativa o hper-presidencialismo? La destruccin de un mito. La llegada al gobierno de Hugo Chvez Fras signific el primer golpe certero al neoliberalismo en su fase institucional en Amrica Latina, justo en el momento de mayor auge del mismo en la regin. Es cierto que existen antecedentes como pueden ser la revuelta antiglobalizacin de Seattle el levantamiento zapatista de 1994, pero lo cierto es que solo la eleccin de Chvez fue una victoria en el mismo juego que el Norte propona: el de la democracia liberal. As, y como se mencion anteriormente, su propuesta ms reiterada en su campaa fue de la necesidad de convocar a un proceso constituyente para refundar el pas, buscando entonces abandonar el modelo de democracia liberal representativa, buscando instalar un modelo de democracia participativa, buscando el protagonismo del pueblo. 87,75% fue el categrico resultado positivo del referndum consultivo sobre convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. As, obtuvo tambin un elevado porcentaje de apoyo a sus candidatos para integrar dicha Asamblea, teniendo entonces el gobierno la posibilidad de disear un modelo constitucional de democracia participativa. No obstante, hay que aclarar, que el nuevo modelo poltico que surge tras la reforma constitucional no reemplaza al modelo de democracia liberal, sino que la complementa con diversas modalidades de participacin. Es necesario entonces analizar este lmite y tambin marcar la importancia y relevancia de los mecanismos de participacin que si contempla el nuevo texto, en contraposicin con la Constitucin del 61, heredera del pacto puntofijista. La participacin del pueblo en la formacin, ejecucin y control de la gestin pblica es el medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo. Es obligacin del Estado y deber de la sociedad facilitar la generacin de las condiciones ms favorables para su prctica xi Reza el artculo 62 de la constitucin venezolana, quien obliga al Estado a facilitar la generacin de condiciones para que el pueblo se haga protagonista. En el mismo sentido, el artculo 70 se encarga de plantear las distintas formas de participacin: Son medios de participacin y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberana, en lo poltico: la eleccin de cargos pblicos, el referendo, la consulta popular, la revocacin del mandato, las iniciativas legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y ciudadanas cuyas decisiones sern de carcter vinculante, entre otros; y en lo social y econmico: las instancias de atencin ciudadana, la autogestin, la cogestin, las cooperativas en todas sus formas incluyendo las de carcter financiero, las cajas de ahorro, la empresa comunitaria y dems formas asociativas guiadas por los valores de la mutua cooperacin y la solidaridad.

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La ley establecer las condiciones para el efectivo funcionamiento de los medios de participacin previstos en este artculo. xii. Como importante novedad, tambin el articulo 72 plantea que: todos los cargos y magistraturas de eleccin popular son revocables. Transcurrida la mitad del perodo para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria, un nmero no menor del veinte por ciento de los electores o electoras inscritos en la correspondiente circunscripcin podr solicitar la convocatoria de un referendo para revocar su mandato. Cuando igual o mayor nmero de electores o electoras que eligieron al funcionario o funcionaria hubieren votado a favor de la revocacin, siempre que haya concurrido al referendo un nmero de electores o electoras igual o superior al veinticinco por ciento de los electores o electoras inscritos o inscritas, se considerar revocado su mandato y se proceder de inmediato a cubrir la falta absoluta conforme a lo dispuesto en esta Constitucin y en la ley. La revocacin del mandato para los cuerpos colegiados se realizar de acuerdo con lo que establezca la ley. Durante el perodo para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria no podr hacerse ms de una solicitud de revocacin de su mandatoxiii A la vista queda la importancia, en un sentido democratizador, que surge de la posibilidad de establecer por ejemplo, referndums populares y la posibilidad de revocatoria de mandatos de todos los cargos de eleccin popular,, siendo este un hecho indito. Siendo el mismo Chvez quien en el ao 2004, fue sometido a dicha eleccin de revocatoria de mandato, tras los intentos de desestabilizacin que la derecha le asest. Las urnas lo dieron victorioso nuevamente, tal como sucedi en 14 de las 15 elecciones que disput en los ltimos 11 aos. Ahora bien, distintos autores caracterizan el primer periodo de Chvez al mando del gobierno dentro de un clivaje dentro de la oposicin democracia de partidos democracia plebiscitaria. As, permiten argumentar que la construccin de la democracia plebiscitaria, retorna tericamente- el liderazgo personalista, basando sus argumentos en los distintos neopopulismosxiv realmente existentes en varios pases: Bucaram en Ecuador, Menem en Argentina y Fujimori en Per. Ahora bien, no es justificable que este periodo de Chvez al mando del Ejecutivo pueda ser equiparable a fenmenos como los de Fujimori o Carlos Menem por varias razones. En primer lugar, la orientacin ideolgica dista de ser similar ms all de intentar etiquetarlos bajo el mismo rtulo, como es el caso del neopopulismo. Pero, ms all de eso, mediante la Constitucin del ao 1999 se introduce un articulado que termina por privilegiar no una forma meramente plebiscitaria sino que apuesta verdaderamente a lograr una mayor participacin popular. xv Por otra parte, la creacin de las misiones por parte del Ejecutivo en simultneo con la reforma muestra cmo se busca responder a los principales problemas sociales sin tener que esperar cambios administrativos de fondoxvi . Esto es bueno remarcarlo para no terminar haciendo una fetichizacin de las instituciones cuando hay necesidades acuciantes en la poblacin, a la vez de evitar un prate de las mismas por cuestiones burocrticas a nivel estatal. De ah que se busquen programas que brinden respuestas urgentes a necesidades como la alfabetizacin, el apoyo a estudiantes secundarios y universitarios, la atencin medica primaria, la generacin de empleo o la entrega de tierras a los campesinos, creando as, las Misiones Robinson, Ribas, Sucre, Barrio Adentro, Vuelvan Caras y Zamora, respectivamente. Entonces, puede compararse el neopopulismo de Menem, que rif las empresas estatales sin transparencia alguna y bajo sospechas de corrupcin, con la participacin popular permanente que impulsa el neo-populista de Chvez? Qu tipo de hper-

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presidencialismo es el que omite su estructura estatal para dar nacimiento a misiones sociales no focalizadas que garanticen las necesidades bsicas de la poblacin? Se condice el neopopulismo o hper-presidencialismo, con la posibilidad de revocacin de mandato y la bsqueda constante mediante acciones y guios de una participacin del pueblo que lo supere, por caso, a l mismo? Desde esta perspectiva, no hay teora que resista, y con esto, se derriba un mito, y, detrs de estas teoras desfasadas y de la cada del mito, solo queda ideologa, ni ms ni menos.
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Entre lo poltico y la libertad econmica

El artculo 302 de la Constitucin del ao 1999 es de suma importancia a la hora de repensar la poltica estatal respecto a la llamada libertad econmica y los alcances de la misma. Este mismo reza que el Estado se reserva, mediante la ley orgnica respectiva, y por razones de conveniencia nacional, la actividad petrolera y otras industrias, explotaciones, servicios y bienes de inters pblico y de carcter estratgico. El Estado promover la manufactura nacional de materias primas provenientes de la explotacin de los recursos naturales no renovables, con el fin de asimilar, crear e innovar tecnologas, generar empleo y crecimiento econmico, y crear riqueza y bienestar para el pueblo xvii. La importancia del mismo reside a la luz de los hechos acontecidos en los ltimos aos, y tambin en la coyuntura regional en la cual se introdujo este articulado. En los ltimos aos se puede visualizar la nacionalizacin de sectores claves de la economa venezolana, buscando lograr un desarrollo autnomo a nivel econmico. As, pueden diferenciarse dos olas de nacionalizaciones durante los mandatos de Chvez: una primera orientada al sector de servicios, y una segunda centrada en sectores de la produccin como la siderurgia (Sidor), las cementeras y las usinas lcteas. Esto contrasta y derriba los argumentos que intentan especular, alegando que no hubo una propuesta integral de modelo de desarrollo ni una poltica econmica consistente. An ms, en consonancia a la radicalizacin del proceso se dio tambin un cambio en cuanto a la orientacin econmica, tomando como eje nodal lo propuesto en la Reforma Constitucional del 99, pero orientndolo de acuerdo a las necesidades bsicas de la poblacin de all en ms. En ese sentido, Mabel Thwaites Rey analiza los alcances de la poltica neoliberal, que se contrapone indudablemente al articulado que se ha analizado anteriormente. Siguiendo con su argumento, dentro de la visin neoliberal el radio de accin de lo poltico debera limitarse a lo mnimo indispensable, dejando libres a las fuerzas de mercado para que organicen a la sociedad conforme a un ptimo social que resultar, precisamente, de ese libre juego xviii. As, y teniendo en cuenta la anttesis que respecto al paradigma neoliberal configura Venezuela desde 1998 a esta parte, resultan llamativas conclusiones como las de por ejemplo, Jos Antonio Rivas Leone en su libro Transformaciones y crisis de los partidos polticos. La nueva configuracin del sistema de partidos en Venezuela, donde plantea que el neopopulismo venezolano va de la mano de un pragmatismo desideologizado. De ah que pueda decir cosas como que la anti-poltica y los outsiders representan el mesianismo, el neopopulismo, la democracia plebiscitaria, el autoritarismo e incluso la anarqua al prescindir de organizaciones estables, fuertes y disciplinadas, as como tambin no contar con programas polticos, sociales y econmicos. Por consiguiente, la alternativa viable para nuestras democracias, frente al avance de la antipoltica y otras tendencias, es precisamente el imperante reforzamiento de la sociedad poltica a travs de los partidos polticos; por supuesto, dicha tarea implica su reinsercin y redimensin como actores centrales de la lucha democrtica xix

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Cabe entonces, preguntarse si no es extrao caracterizar como anti-polticos a actores que se proponan ampliar el radio de accin de lo poltico. Desde este punto entonces, Cmo es posible explicar la conformacin del Partido Socialista Unido Venezolano?

PSUV: Nuevo sistema de partidos

La simplificacin (in)pertinente es sencilla: si el caracazo fue el primer sacudn al puntofijismo, la llegada de Chvez al gobierno es la cristalizacin de su ruptura y, terminada de consolidar con la conformacin del PSUV. La conformacin del Partido Socialista Unido Venezolano, rompe de raz concepciones sobre los nuevos partidos, y la crisis de los partidos polticos, quienes alegan que estos nuevos partidos, a pesar del basto apoyo popular que tienen, no logran consolidarse organizativamente y fracasan en la construccin de lealtades partidarias duraderas, estn mirando otra realidad, o pagan cualquier precio tratando de lograr que la realidad encuadre dentro de la teora, y ya lo sabemos, si los hechos no encuadran dentro de la teora, tanto peor para los hechos. El PSUV, que cuenta con ms de 7.000.000 de miembros constituye algo novedoso en Venezuela, y tal vez por eso, difcil de teorizar. Lo cierto es que es el primer partido que se afirma verdaderamente tras la cada de AD-COPEI, tanto a nivel interno, como a la vista de los otros actores polticos. La reciente conformacin de las denominadas patrullas de trabajadores en reemplazo de los antiguos batallones demuestra precisamente que la organizacin se fortalece. Ahora bien, historiando un poco, la creacin del PSUV se da como un anhelo hacia finales de 2006, tras ganar el chavismo las elecciones presidenciales de diciembre de ese ao. Para ese entonces, Chvez llam a aquellas agrupaciones que lo respaldaban a dejar de lado los colores y las siglas, ya que partido unido es lo que requiere la revolucin, no una sopa de letras, con lo cual estaramos cayndonos a mentiras y engaando al puebloxx As, la primera prueba de fuego se dio con el intento de Reforma Constitucional de fines de 2007, lo que constituy la primera -y nica- derrota de Chvez del 98 a esta parte. Propona no slo una intervencin estatal a nivel econmico, sino que estableca por ley nuevas clasificaciones de propiedad adems de la privada, como ser la pblica, social, colectiva y mixta -articulo 115-. Ms all de la derrota puntual, que mereci diversas, el PSUV sigui su camino organizndose en ms de 22 mil batallones a lo largo y a lo ancho del pas.

Socialismo del Siglo XXI

La primera cuestin que uno tiene que plantearse en relacin al socialismo del siglo XXI, al socialismo bolivariano, es que es una reaccin en contra de lo que se haca en los aos 80 y 90, supuestamente sin otra alternativa. O bien adoptbamos los principios del neoliberalismo y asumamos los costos amargos pero necesarios de una medicina que luego iba a producir efectos benficos. O, de lo contrario, nos iramos a sumir en la ms profunda de todas las crisisxxi En este apartado es interesante la reflexin que Modesto Guerrero, asesor de la embajada venezolana en Buenos Aires realiza, para ponerlo en tensin con el supuesto neopopulismo, o simplemente populismo a secas. Argumenta que su estada en el poder y reelecciones no ahogan el desarrollo del poder popular, ya que ese mismo Poder Popular, tiene una vida propia, relacionada si con el mismo Chvez, pero a la vez con otras mediaciones y con una dinmica propia bastante independiente, y esto, es algo que se escapo, no por error, sino porque el mismo Chvez lo busc, manifestndose en la abstencin del voto chavista en diciembre del 2007. xxii

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Es aqu entonces, donde se debe incluir el concepto y los debates que gener el llamado Socialismo del Siglo XXI, evocado ms de una vez por el Comandante nacido en Barinas. Este, tanto en sus discursos como en su accionar ha resignificado la idea de socialismo: la ventana tctica de las elecciones, los artculos ya mencionados de la constitucin, la creacin de consejos comunales, las distintas Misiones llevadas a cabo, la ley orgnica del Poder Popular, su avance en la formacin poltica, citando, por ejemplo en congresos adversos a Rosa Luxemburgo, su resistencia al ALCA, su propuesta del ALBA y, hasta con el visto bueno de l, la conformacin del ALBA de los pueblos a lo largo de Nuestra Amrica toda, las expropiaciones, los guios para crear empresas bajo control obrero, su constante verborragia sobre el socialismo, y un sinfn de acciones que hablan ms que cualquier teora o discurso, a pesar de su gran capacidad de oratoria. En palabras de Born: La nica forma, el nico camino que permite salir del neoliberalismo y construir un sistema econmico, social y poltico postcapitalista, llmenle Socialismo del siglo XXI, Socialismo bolivariano, etc., es creando a partir de las instituciones, de las tradiciones y de la memoria de los pueblos. No hay ninguna otra frmula alternativa. No se trata de que venga alguien y escriba un modelito y ese modelito se aplique, eso no pasa en la historia. Lo que pasa es que hay invenciones, y entonces una frmula que se inventa la tenemos en Venezuela, pero luego Bolivia se inventa otra frmula que tiene algunos elementos parecidos a los de Venezuela, pero otros muy diferentes. Y luego en Ecuador hay una nueva invencin permanente de salidas del neoliberalismo. Son todas invenciones y por eso son experimentos que tienen una enorme densidad social, una enorme base social y una gran legitimidad, porque son creaciones originarias. No son copias de nada, simplemente son criaturas originales de los pueblos en un momento determinado de su desarrollo. xxiii La pregunta que surge entonces, y reforzando la teora del Socialismo del Siglo XXI es entonces, si se le puede pedir a un gobierno popular que construya el socialismo. As, desde esta tesitura, se refuerzan los ejes retomados por Born, en tanto, con acciones concretas ya enumeradas algunas- previamente, busca construir un movimiento que supere la figura del presidente mismo, ser para dejar de ser, dejando al gobierno en un segundo plano y subsidiario al movimiento popular emancipatorio, protagonista real de la revolucin social. Ahora bien, es cierto que la llamada Revolucin Bolivariana creo una referencia, casi dependencia con su lder, entonces, es posible seguir en el camino empezado a transitarse hace ya unos aos sin la presencia de Chvez? La respuesta queda a modo de conclusin.

Conclusin
A modo de conclusin, no me apresuro en mencionar la implicancia directa que tuvo la aplicacin de las recetas neoliberales propuestas por el FMI y diversos organismos multilaterales mientras regia el pacto de punto fijo en Venezuela durante la segunda presidencia de Carlos Andrs Prez. Es en este sentido, el caracazo una expresin cabal de la nula representacin que distintos sectores tenan tanto a nivel poltico como social, considerndose entonces, el caracazo como el primer sacudn de los oprimidos en busca de representacin, y para ello, es claro, nuevos actores deban aparecer y el punto fijo deba ser desarticulado para lograrlo. All, la figura de Chvez, con un gran apoyo de parte del pueblo emerge como vocera de un nuevo movimiento: la Revolucin Bolivariana. Desde la perspectiva planteada a lo largo del trabajo, se han analizado y descartado los distintos argumentos que hablan del fenmeno venezolano como neopopulismo e

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hper-presidencialismo, contraponindolo con el ya conocido Socialismo del Siglo XXI. Sin embargo, no por eso quedan debates por saldar y preguntas sin responder. Podr el pueblo venezolano prescindir de la figura que ha motorizado gran parte de este proceso? Es el pueblo venezolano capaz de hacerlo sin l, o por el contrario, se ha formado una dependencia hacia l? Creo que ese es el principal enigma planteado, que solo los hechos, y ninguna teora puede dar cuenta. Es cierto que este proceso bolivariano esta colmado de contradicciones, entendibles, por gobernar buscando el socialismo, creando consejos comunales y apoyndose en un pueblo que busca que lo sobre pase, e inmerso en un mundo contrario a su ideologa. Las contradicciones abundan: por citar un ejemplo actual, puede ser el caso de la extradicin de Prez Becerra al gobierno derechista de Colombia. Tantas ms contradicciones hay. Sin embargo, sin contradicciones no se puede avanzar. As, la perspectiva y apuesta a futuro para seguir investigando, es la mencionada anteriormente: Dentro del Socialismo del Siglo XXI y ese hacer para dejar de ser, es posible seguir en el camino empezado a transitarse hace ya unos aos sin la presencia de Chvez? Bibliografa: Libros
Abal Medina, JM (S/D). Elementos tericos para el anlisis contemporneo de los partidos polticos: Un reordenamiento del campo semntico, en El asedio a la poltica (Abal Medina- Cavarozzi, compiladores). Banco Mundial.(1992) Amrica Latina y el Caribe: Diez aos despus de la crisis de la deuda Born, A. (2008) Estado, Capitalismo y Democracia en Amrica Latina Born, A. (2008) Socialismo del Siglo XXI. Hay vida despus del neoliberalismo?, Ediciones Luxemburg Castel, R. (S/D) La inseguridad social, Qu es estar protegido?, Ediciones Manantial. Gonzlez Fuentes, S. (S/D) Desconfianza poltica: el colapso del sistema de partidos en Venezuela, Unidad de Polticas Comparadas (CSIC, Madrid). Maingon, T(S/D). La sentencia del desastre, en El asedio a la poltica (Abal MedinaCavarozzi, compiladores). Mazzeo, M. (S/D) Venezuela, la revolucin por otros medios?, textos para la militancia popular, varios autores. Murillo, M. (2000) Del populismo al neoliberalismo: sindicatos y reformas de mercado en Amrica Latina. En Desarrollo Econmico, Vol. 40, N 158 Ramos Jimnez, Alfredo. (S/D) Partidos y sistemas de partidos en Venezuela, en El asedio a la poltica (Abal Medina- Cavarozzi, compiladores). Rivas Leone, J. (2002) Transformaciones y crisis de los partidos polticos. La nueva configuracin del sistema de partidos en Venezuela. Universidad de Los Andes, Instituto de Ciencias Polticas y Sociales (ICPS), Barcelona Thwaites Rey, M.(2005) Tecncratas vs. Punteros, en Entre tecncratas globalizados y polticos clientelistas. Derrotero del ajuste neoliberal en el Estado argentino, Ediciones Prometeo

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La construccin poltico-cultural de la hegemona menemista. La doble dimensin ideolgica.


Hernn Fairi

Resumen El trabajo indaga en la construccin poltico-cultural de la hegemona menemista. En ese contexto, analiza lo que define como la doble dimensin ideolgica. Partiendo desde un marco terico y metodolgico basado en la Teora Lacaniana de la Ideologa de Slavoj Zizek, y algunos aportes tericos complementarios del propio Lacan, pretende dilucidar, de forma interpretativa, las principales modalidades que asumi el proceso de legitimacin psico-poltica y sociocultural del menemismo. Especficamente, se centra en las particularidades que definieron a este proceso a partir de la aplicacin del Rgimen de Convertibilidad. 1. Introduccin El siguiente trabajo se propone indagar acerca de la construccin poltico-cultural de la hegemona menemista. En ese contexto, analiza las caractersticas que asume lo que define como la doble dimensin ideolgica del discurso de Menem. Partiendo desde un marco terico y metodolgico interpretativo basado en la Teora Lacaniana de la Ideologa de Slavoj Zizek y algunos aportes tericos complementarios del propio Lacan, pretende dilucidar las principales modalidades que asumi el proceso de legitimacin psico-poltica y sociocultural del menemismo. Especficamente, se centra en las particularidades que definieron a este proceso a partir de la instauracin del Rgimen de Convertibilidad, de abril de 1991, examinando, en un nivel ms amplio, las caractersticas asumidas durante la primera presidencia de Menem (1989-1995). Se parte de la base que la Convertibilidad, junto a una amplia cadena de significantes adosados (entre los que se destaca especialmente la estabilidad monetaria), se edific discursivamente como un Significante Amo que funcion como punto nodal hegemnico de sutura imaginaria de lo social. En ese contexto, se sostiene que la construccin poltico-cultural o ideolgica del discurso menemista logr obtener una amplia y duradera legitimacin social que puede comprenderse a partir de una doble dimensin de anlisis articulada. Por un lado, como un respaldo social efectivo derivado de la fantasa del 1 a 1, en tanto fuente de goce inconsciente que suple lo Real, llenando imaginariamente la falta estructural ausente. Por el otro, como un apoyo fetichizado de aqullos sectores sociales que, debido a la lgica del fetichismo de la mercanca, materializan en la prctica cotidiana su propia creencia. De este modo, al significante Amo como fuente de goce del sujeto se le incorpora un plus de goce que, partiendo del fantasma primordial como su condicin de posibilidad, se legitima en una lgica de estructuracin prctica y de sentido comn basada en el lo hacen y, por lo tanto, no lo saben. Finalmente, en una segunda etapa del trabajo, se afirma que la doble dimensin de la ideologa menemista, en un marco socio-histrico y cultural ms amplio signado por la declinacin de la imago paterna, coadyuvar a generar una identificacin idealizada en torno al objeto parcial Convertibilidad, lo que terminar por investir catexialmente al discurso menemista, quien se presentar como su garante de conservacin y permanencia temporal. 2. Ideologa: Antecedentes de una nocin crucial de la teora y la filosofa polticai

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Los antecedentes de la nocin de ideologa, aunque forjado originariamente por Cabanis y Destutt de Tracy a fines del siglo XVIII (Althusser, 1988: 120), nos remiten indefectiblemente a la obra de Carlos Marx y, ms especficamente, al Marx de La Ideologa alemana. Como es sabido, all el terico alemn defina a la ideologa como una falsa conciencia de la posicin de clase, fenmeno que era posible a partir de la relacin que estableca la clase capitalista entre la defensa de sus intereses particulares y la defensa ilusoria del inters general de la sociedad (Marx y Engels, 2001). Esta concepcin subjetivista, que entra en contradiccin con la lnea ms objetivista derivada de textos como el Prefacio de la Contribucin a la Economa Poltica (respecto de la diferencia entre estas dos concepciones, vase Laclau et al., 1991) sera luego retomada y reformulada parcialmente por el estructuralismo marxista del filsofo argelino/francs Louis Althusser. Bsicamente, Althusser (1988) destacar la necesidad de incorporar a la funcin represiva del Estado, su funcin consensual o ideolgica. En ese marco, har hincapi en la funcin que ejercen los Aparatos Ideolgicos del Estado (religiosos, escolares, familiares, jurdicos, polticos, sindicales, de informacin y culturales) en la reproduccin material de la ideologa dominante. La primera tesis central de Althusser, que a su vez juega como su definicin oficial, seala lo siguiente: La ideologa es una representacin de la relacin imaginaria entre los individuos y sus condiciones reales de existencia (p. 123). Segn Althusser, todos los hombres se representan su realidad del mundo, sus condiciones de existencia, de una forma imaginaria que deforma la realidad de sus condiciones reales (verdaderas) de existencia. Sin embargo, ms que preguntarse por la causa de esta construccin imaginaria, que en algunos trabajos de Marx era la alienacin de las verdaderas relaciones de existencia, se pregunta cul es la funcin que ejerce esta construccin imaginaria (pp. 125-126). Esta recuperacin de la dimensin ideolgica lo lleva a sealar la segunda de sus tesis centrales: la ideologa tiene existencia material (p. 126). En efecto, para Althusser lejos de tener una existencia ideal o espiritual, al estilo del idealismo alemn, la ideologa, en tanto deformacin imaginaria, tiene una existencia plenamente material. Esta materialidad, afirma Althusser, se inserta en prcticas y rituales especficos. As, cuando uno cree en Dios, va a la Iglesia, asiste a misa, reza, se confiesa, hace penitencia. Del mismo modo, si un individuo cree en el deber, apela a ciertas prcticas rituales que sirven, digamos, como su soporte. As, si cree en la Justicia, uno se somete, entonces, a las reglas del derecho, participa de manifestaciones y peticiones legales, etc. De este modo, se puede observar que las ideas de los sujetos existen en sus actos, o deben existir en sus actos. En otras palabras, las ideas tienen una existencia material en un aparato ideolgico. As, como seala Althusser a partir del ejemplo de Pascal, cuando uno se pone de rodillas y reza, entonces es que ya cree (pp. 126-128). Esto le permite concluir que la existencia de las ideas es material, en cuanto sus ideas son actos materiales insertos en prcticas materiales normadas por rituales materiales definidos por el aparato ideolgico material del cual derivan las ideas de este sujeto (p. 129). Este novedoso enfoque iniciado por Althusser constituye, junto a los aportes de Gramsci y de Bajtn y Voloshinov, un inestimable avance dentro del marxismo ms tradicional u ortodoxo, que crea que la economa determinaba casi mecnicamente a lo polticoideolgico a partir de la metfora base-superestructura. Sin embargo, a pesar de su notable esfuerzo, la crtica althusseriana a los enfoques economicistas, como dijimos, slo es posible para Althusser situndose en el tradicional campo de la Ciencia marxista (la Ciencia del materialismo dialctico de El Capital), lo que se opondra a la Ideologa burguesa para

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criticar la falsa representacin de las relaciones sociales objetivas derivadas de la interpelacin de los sujetos en Sujetos. Es, precisamente, este intento de integrar a la supuesta ciencia marxista con la filosofa poltica marxista con pretensiones de alcanzar su mismo status cientificista, el punto que sera, junto con el esencialismo de clase en ltima instancia, el motivo de crtica de los enfoques postestructuralistas, entre las que se destacaran el enfoque postmarxista de Ernesto Laclau y, en un plano ms psicoanaltico, el enfoque lacaniano de la ideologa de Slavoj Zizek. Dejando de lado las diversas crticas del enfoque laclausiano (vanse Laclau y Mouffe, 1987; Laclau, 2006a), nos interesa centrarnos en los valiosos aportes del terico y filsofo esloveno. 2.1. Los aportes de la Teora psicoanaltica de la ideologa de Slavoj Zizek La obra de Slavoj Zizek presenta un novedoso proyecto terico de anlisis que intenta integrar de modo eclctico los aportes tericos y filosficos del marxismo, con el kantismo, el hegelianismo y el psicoanlisis lacaniano. En relacin a los pensadores ms contemporneos, pueden hallarse algunas influencias de los aportes del enfoque postmarxista de Ernesto Laclau, con quien, sin embargo, mantuvo en los ltimos tiempos algunas diferencias (vase Zizek, 2003a). Precisamente en este punto, que lo ha llevado a seguir un camino divergente al terico argentino, es donde quisiramos centrarnos, para destacar las valiosas contribuciones conceptuales a lo que Zizek ha dado en llamar la Teora psicoanaltica de la ideologa. Lo que viene sealando Zizek desde sus trabajos iniciales es que la Teora de la hegemona de Laclau resulta adecuada y pertinente para analizar los fenmenos socio-polticos contemporneos, al hacer hincapi en el antagonismo como constitutivo de toda sociedad, del mismo modo que la desconstruccin derridiana permite destruir toda la metafsica Occidental, mostrando que su condicin de posibilidad es, a su vez, su condicin de imposibilidad. Sin embargo, el filsofo esloveno sostiene que este tipo de anlisis desconstructivos y postmarxistas no logran dar cuenta de un abordaje ms estructural de la formacin identitaria. Segn afirma Zizek, slo a partir del psicoanlisis lacaniano es posible desarrollar una crtica ms profunda a la ideologa dominantei . Esta crtica, para ser tal, debe partir de la base, como lo hace el propio enfoque de Laclau en alguno de sus textos (Laclau, 2006a), de que la crtica ideolgica es siempre intra-ideolgica, es decir que, a diferencia de lo que crea Althusser, al menos en su primera etapa estructuralista de los Aparatos ideolgicos del Estadoi (Althusser, 1988), la crtica no puede ser situada por fuera de la ideologa en una especie de objetividad cientfica que permite develar la realidad social externa no contaminada de valores. En efecto, la ideologa no puede ser denunciada, como lo haca tambin la Escuela de Frankfurt, como falsa conciencia. El punto de partida de la crtica de la ideologa, segn Zizek, debe ser el reconocimiento pleno del hecho de que es muy fcil mentir con el ropaje de la verdad (Zizek, 2003a: 14). A partir de esta afirmacin, Zizek se distancia, no sin inconvenientesi , del marxismo, que desde la distancia neutral del metalenguaje, se cerciora de la tendencia objetiva de la historia hacia el comunismo; luego, elabora la ideologa proletaria para inducir a la clase obrera a cumplir su misin histrica. Del mismo modo, se aleja tambin del neomarxismo de la Escuela de Frankfurt, en la que la distorsin ideolgica se deriva de la forma mercanca hasta la nocin de razn instrumental, que ya no se basa en una realidad social concreta sino que, en cambio, es concebida como una especie de constante primordial antropolgica, incluso cuasi trascendental, que nos permite explicar la realidad

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social de la dominacin y la explotacin (Zizek, 2003a: 16). Para Zizek, al igual que para Laclau (2006a), la realidad es siempre, y necesariamente, ideolgica, ya que para el anlisis del discurso, la nocin misma de un acceso a la realidad sin el sesgo de dispositivos discursivos o conjunciones con el poder es en s misma ideolgica. El grado cero de la ideologa consiste en percibir (errneamente) una formacin discursiva como un hecho extradiscursivo (Zizek, 2003a: 18). Pero si la realidad es indistinguible de la ideologa (Zizek, 2003a: 23), entonces, cul es el gran aporte que realiza Zizek para complementar el anlisis necesariamente intra-ideolgico de la ideologa? Para desarrollarlas, veamos, brevemente, las crticas que le hace Zizek a la visin material de la ideologa de Althusser. Como hemos dicho, para Althusser la ideologa interpela al sujeto convirtindolo en Sujeto, y esa interpelacin se realiza en la prctica, esto es, en la realidad cotidiana del sujeto. Zizek retoma y acepta este ltimo punto, que tiene su origen en Pascal, para sealar, del mismo modo que el filsofo francs, que toda creencia, lejos de ser un estado ntimo, puramente mental, en realidad se materializa siempre en nuestra actividad social efectiva: la creencia sostiene la fantasa que regula la realidad social (Zizek, 1992: 64). En efecto, la materializacin de la ideologa no es meramente terica o mental, sino que, tal como lo ha analizado tambin el socilogo Pierre Bourdieu, se realiza en el sentido prctico y cotidiano de los sujetosi (Bourdieu, 1991). Al igual que Althusser, Zizek afirma que encontramos razones que confirman nuestra creencia porque ya creemos: no es que creamos porque hayamos encontrado suficientes buenas razones para creer (Zizek, 1992: 66). De este manera, cuando un sujeto sigue una creencia, por ejemplo, cuando cree en la prensa independiente, en las elecciones limpias y en el mercado, ya cree en la ideologa liberal sin saberloi (Zizek, 2003a: 17). Del mismo modo, cuando uno sigue los rituales del fascismo, ya cree de forma efectiva en esta ideologa organicista sin saberlo, e incluso sin quererlo. Es por eso que Zizek seala, siguiendo los aportes de Althusser y de Sloterdijk, que la realidad no se encuentra en el saber, sino en el hacer, esto es, que lo que entendemos por realidad social se encuentra apoyado por la experiencia de lo que hacemos, la materializacin prctica y corporal que evidenciamos cotidianamente. Sin embargo, si la ideologa tiene necesariamente una existencia material que se materializa en prcticas ideolgicas, rituales e institucionesi (Zizek, 2003a: 20), lo que agrega Zizek, desde su particular interpretacin lacaniana, y diferencindose de Pascal y del propio Althusser, es que la costumbre externa es siempre el soporte material para el inconsciente del sujeto (Zizek, 1992: 69). Es decir, que existe una creencia inconsciente que va ms all de la creencia cotidiana y que sirve como la apoyatura no consciente de la creencia material. Como lo resume el terico y filsofo esloveno: cuando nos sometemos a la mquina del ritual religioso, ya creemos sin saberlo: nuestra creencia ya est materializada en el ritual externo; en otras palabras, ya creemos inconscientemente, porque es a partir de este carcter externo de la mquina simblica como podemos explicar el estatus del inconsciente como radicalmente externo (Zizek, 1992: 73). Como destaca Zizek, esta teora pascaliana de la materializacin corporal se encuentra analizada en la nocin de AIE de Althusser que hemos resumido anteriormente. Sin embargo, el problema que observa Zizek en el enfoque althusseriano, ms all de criticarle su pretensin de objetividad derivada del saber supuestamente cientfico del marxismo, es que no puede dar cuenta de cmo se produce el efecto ideolgico exitoso en el sujeto, esto es, cmo genera la ideologa su efecto interpelatorio del sujeto en Sujeto. Lo que concluye Zizek es que esta mquina simblica ejerce su fuerza slo en la medida en que

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se experimenta, en la economa inconsciente del sujeto, como un mandato traumtico, sin sentido (Zizek, 1992: 73). Siguiendo la interpretacin del enfoque psicoanaltico lacaniano (vase Lacan, 1971-1972, 2006, 2008), Zizek seala que lo que se olvida en la teora althusseriana es la dimensin de deseo inconsciente, del goce derivado de la fantasa ideolgica previa de alcanzar la unidad social plena que lleva todo sujeto. Este deseo eterno de alcanzar el Uno todo, el rasgo unario (Lacan, 1987: 147), es precisamente el soporte inconsciente que acta como la condicin de posibilidad de este reconocimiento ideolgico del sujeto. Debemos tener en cuenta que, como bien seala Zizek a partir de Lacan, lo que llamamos la realidad es una construccin de la fantasa que nos permite enmascarar lo Real de nuestro deseo (Zizek, 1992: 76). En otras palabras, la realidad social slo puede ser comprendida si se la estructura en el marco de una fantasa estructural de plenitud que es imposible o Real, en tanto est constitutivamente fallada. Este deseo primordial es, segn la interpretacin del psicoanlisis lacaniano, el deseo inconsciente de plenitud y transparencia de lo social que instaura el significante y genera, a partir de su prohibicin simblica, el deseo eterno de recuperar la unidad corporal con la Cosa. Sin embargo, como el retorno al paraso mtico de la Cosa (la Madre) resulta estructuralmente imposible, esta recuperacin slo es posible realizarla de forma imaginaria por la va del significante, que, en tanto representa al rasgo unario, se encuentra investido de fuente de goce para el sujetoi (Lacan, 1971-1972, 2006, 2008) Qu implicancias tienen estas afirmaciones para el debate sobre la interpelacin ideolgica? Pues que, a partir de ahora, la ideologa no es un sueo que construimos para huir de la realidad, sino ms bien el elemento que acta como soporte inconsciente de nuestra realidad cotidiana, esto es, el elemento que permite enmascarar el ncleo traumtico, Real, que representa la dimensin de falta estructural que nos constituye. En otras palabras, la realidad que observamos cotidianamente oculta un deseo inconsciente, un fantasma o fantasa de igualdad social plena. Esta fantasa, a diferencia de lo que cree Althusser, es previa y condicin de posibilidad de toda ideologa que triunfa y, a diferencia de Laclau, va ms all de ser un antagonismo constitutivo de todo discurso, en tanto est investido de un mandato inconsciente (superyoico) de goce (goza!) que estructura, en un nivel ms amplio y profundo, toda identidad social (Zizek, 1992, 2006). As, por ejemplo, la ideologa nazi, ms all de que busca eliminar los antagonismos constitutivos, y de all que para Laclau (2006a) deba ser considerado una ideologa, y ms all de que, como bien dira Althusser, logra materializarse en las prcticas y rituales tales como las concentraciones y desfiles masivos, las campaas de gran escala y la propaganda nazi, tiene xito, sobre todo, ya que, a partir de sus metforas unarias de raz organicista, representa uno de los tantos ejemplos que permiten recuperar de modo imaginario la unidad corporal. Pero adems de este factor, que ya ha sido destacado por Lefort (1990), lo interesante de estas ideologas es que slo logran proyectar esta imposibilidad estructural de unidad social en un eje externo (que a su vez es interno e ineliminable) representado, en este caso, por la figura del judo, en tanto smbolo, no importa si realidad o no, de los valores del capitalismo ms explotador. La ideologa, precisamente, se encuentra en la direccionalidad de todas las culpas en ese objeto externo del que nada quiere saberse y del que se goza en su exclusin, en tanto permite formar y conformar, as, la ansiada unidad social (la comunidad orgnica) plena (Zizek, 1992). 3. La doble dimensin de la ideologa menemista

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3.1. La fantasa inconsciente como fuente de goce En el apartado anterior hicimos referencia, brevemente, a la relevancia que adquiere la Teora psicoanaltica de la ideologa de Slavoj Zizek para dar cuenta del mecanismo de interpelacin ideolgica. Resulta pertinente plantear ahora sus posibilidades de aplicacin emprica en diversos estudios de caso. A continuacin, brindaremos algunas reflexiones interpretativas en esta lnea, a partir del anlisis poltico del discurso menemista durante los aos 90. Analizamos en otro lugar (vase Fair, 2010a) de qu modo el proceso de identificacin en torno al menemismo poda ser entendido a partir de un discurso poltico que se hallaba investido catexialmente a partir de la doble funcin lacaniana del goce y el plus de goce (Lacan, 2006). En el caso del goce, vimos que se hallaba vinculado a la entrada en escena del significante que, a partir de la prohibicin (castracin simblica), genera el deseo inconsciente de unidad social en plenitud, un retorno que slo puede realizarse por la va del significante, el cual se encuentra investido de goce, precisamente, en tanto garantiza, siempre de forma imaginaria y parcial, la unidad plena con la Cosa. En el caso del plus de goce, se trata, en cambio, de un agregado o suplemento de goce que va ms all del deseo inmanente de unidad social que instaura el orden simblico, y que se vincula con un exceso suplementario vinculado al cumplimiento del mandato superyoico que, desde el discurso hegemnico, nos exige imperativamente gozar (goza) del proceso de acumulacin econmica capitalista y del consumo masivo de mercancas o letosas creadas para causar su deseo irresistible de ser adquiridas y consumidas (Fair, 2010). Resulta interesante abordar ahora este proceso tomando como eje las contribuciones de la llamada Teora psicoanaltica de la ideologa. Comencemos por la primera dimensin. Como destacamos, Zizek afirma, a partir de los cruciales aportes de Lacan, que toda ideologa se constituye a partir de un rechazo al sntoma, que a su vez es situado o proyectado en un elemento externo que es acusado de impedir la mtica unidad social plena. En ese marco, resulta pertinente tener en cuenta, en primer lugar, la lgica de unificacin social que garantiz el discurso menemista y, especficamente, la aplicacin exitosa del Rgimen de Convertibilidad. En efecto, es sabido desde Marx que la moneda, en tanta mercanca, representa un equivalente general que puede intercambiarse por cualquier otra mercadera. Sin embargo, la moneda no constituye slo el equivalente general por excelencia, sino que, adems, permite instituir lo social. Como destaca Hugo Quiroga (2005), la moneda permite vehiculizar el lazo social que une a los sujetos como tales. Precisamente, la catica situacin econmica y social en la que accedi al poder el menemismo a mediados de 1989 se hallaba signada por la destruccin de la moneda nacional y la consecuente desarticulacin de los lazos sociales. En ese marco de anomia general, la hiperinflacin del perodo iniciado en febrero de 1989, y luego extendido a fines de ese ao y de 1990, haba generado un contexto de caos socioeconmico que fomentara la presencia de saqueos a comercios y supermercados de todo el pas y la existencia de mltiples conflictos sociales entre los propios argentinos, un panorama que algunos trabajos han asemejado a un Estado de naturaleza hobbesiano, al que solamente le faltara la guerra civil (Baldioli y Leiras, 2010). En ese contexto de profunda desorganizacin econmica (Leiras, 2009: 100) podemos decir, retomando a Laclau (1996), que el orden social como objetivo deseable slo se haca presente a travs de su ausencia en el seno de la comunidad (Fair, 2010). A pesar de que inicialmente el discurso de Menem se presentara como el salvador de ese infierno, cuestin que se pondra de manifiesto con la famosa frase Sganme, de la campaa electoral de 1988, durante el perodo comprendido entre julio de 1989, cuando

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asumi oficialmente la presidencia, y marzo de 1991, cuando concluy el segundo episodio hiperinflacionario, su discurso poltico de superacin del caos anterior slo tendra un xito parcial en recuperar el orden ausente. No obstante, a partir de la aplicacin y el posterior xito de la Ley de Convertibilidad -inicialmente previsto como un plan antiinflacionario de paridad cambiaria fija de la moneda nacional y el dlar estadounidense que luego adquirira una organicidad con las reformas estructurales-, el discurso menemista logr recuperar la estabilidad social, hasta entonces ausente en el seno de la comunidad. En ese marco, a lo que debemos sumar la represin efectiva al levantamiento militar Carapintada de diciembre de 1990, podemos decir que existe una primera funcin del discurso menemista que permiti instalar un principio de orden social comunitario, all donde hasta entonces se hallaba ausente (Fair, 2010a, 2011b). En el mismo sentido, podemos decir tambin que, a partir de los indultos presidenciales de 1989 y 1990, y la efectiva disipacin de la amenaza de nuevos Golpes de Estado tras el fallido levantamiento carapintada de diciembre de 1990, el discurso menemista logr instalar un segundo principio poltico de orden comunitario. Mientras que el primer ordenamiento social se hara presente, bsicamente, con los significantes orden, paz y estabilidad social, el segundo se edificara mediante los significantes reconciliacin y pacificacin nacional. Cada uno de estos significantes anudados, junto con otros gestos simblicos de reconciliacin nacional, como la repatriacin de los restos de Rosas para que descansen junto con los de Sarmiento, o el abrazo con el dictador antiperonista Isaac Rojas, simbolizaran, por la va del significante, la funcin de colmar de su falta o ausencia, en este caso, de lo que era la inestabilidad, el caos, los conflictos y la fractura social del perodo anterior (Fair, 2010a, 2011b). Como dijimos previamente, desde la teora psicoanaltica lacaniana, cuando el significante funciona como un elemento que llena la falta estructural, es investido de un goce lenguajero para el sujeto (Braunstein, 2006). En otras palabras, la sutura imaginaria de la falta mediante el orden simblico genera un goce inconsciente para el sujeto que se expresa por la va del significante (Lacan, 1971-1972, 2008). En este caso, el retorno de la unidad imaginaria y fantasmtica de la pacificacin y reconciliacin social sera investido libidinalmente de un goce inconsciente para el sujeto, en razn de que permitira, precisamente, recuperar el retorno al mundo de unidad plena con el objeto, en este caso, la unidad social plena entre todos los argentinos, metfora unaria que reemplaza la imposibilidad de la relacin sexual, en los trminos de Lacan (2006, 2008), o bien la imposibilidad de la sociedad, en los trminos de Laclau y Mouffe (1987). Pero adems, la misma lgica de (re)produccin material de la unidad corporal se hara presente a partir de la utilizacin corriente de diversas metforas despolitizadas por parte del discurso menemista. En efecto, al igual que el discurso de Pern y sus tradicionales metforas organicistas y biologicistas de la unidad social (Sigal y Vern, 2003), el discurso de Menem apelara a varias metforas despolitizadas. Entre ellas, debemos destacar la apelacin constante al hermanos y hermanas, la cosmovisin de las relaciones internacionales como una comunidad o un concierto armnico y sin conflictos, o la idea del mundo como una aldea global carente de relaciones de poder y dominio (Fair, 2011c). En la misma lnea, el Presidente sola decir en sus discursos que se deba realizar una ciruga mayor sin anestesia para sanar el cuerpo social, lo que implicaba realizar una Reforma del Estado cuyos efectos eran traumticos, aunque necesarios. En todos los casos, se destacaba el mandato superyoico de gozar de la unidad social, la paz y la

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reconciliacin nacional entre todos los argentinos que se derivara de ese sacrificio (Fair, 2009a, 2011d). Cabe destacar, para no generar confusiones, que en Lacan, a diferencia de Freud, el goce no es equivalente al placer. En efecto, mientras que el placer otorga felicidad al sujeto, el goce es, en muchos casos, doloroso y displacentero. Sin embargo, como en el masoquismo, que, al decir de Freud, se encuentra Ms all del Principio del Placer, se sigue, igualmente, el imperativo superyoico que nos exige gozar de la unidad y la reconciliacin sociali . En este caso, por ejemplo, el cumplimiento del mandato inconsciente del goce de la unidad llevaba a un sufrimiento que no era placentero (incluso generaba displacer), sino que era ms bien gozoso, en tanto implicaba el sufrimiento de llevar a cabo la ciruga mayor sin anestesia, con sus devastadores efectos. Sin embargo, como con las cirugas estticas que muchos sujetos realizan compulsivamente con el objeto de cumplir los mandatos e imperativos de la moda capitalista actual, ese goce implicara luego resultados positivos tras su cumplimiento, por lo que haba que realizar el sacrificio, en este caso, el de la unificacin, para lograr un futuro ms placentero y mejor. Del mismo modo, como hemos visto, en la mayora de sus discursos, adems de comenzar con la metfora despolitizada Hermanos y hermanas, que claramente denota un mundo de unidad social plena, el Presidente haca mencin a la necesidad de alcanzar la unidad social tras dcadas de enfrentamientos entre los propios argentinos. En la misma lnea, el discurso presidencial haca hincapi, ya desde la campaa electoral de 1988, en la necesidad perentoria de alcanzar la pacificacin y reconciliacin social, situacin que luego le permitira legitimar los indultos a los responsables del Terrorismo de Estado, firmados por l mismo durante el perodo 1989 y 1990, y una lgica similar aplicara cuando intentara justificar discursivamente la firma del Pacto de Olivos con el radicalismo, a fines de 1993, un acuerdo poltico que modificara discursivamente la frontera de exclusin en relacin al pasado alfonsinista, para situar al Partido Radical dentro de la propia frontera interna del discurso menemista (Fair, 2011b, 2011d). Esta necesidad perentoria de alcanzar la unidad y pacificacin nacional representaba un nuevo intento de articular hegemnicamente a todos los sectores sociales en torno al proyecto neoliberal/neoconservador menemista. Sin embargo, como en las ideologas totalitarias, aunque en un grado cualitativo menor, la imposibilidad de alcanzar esa unidad mtica era proyectada en un objeto exterior (a su vez interior) que impeda el logro del objetivo a seguir. En ese marco, el fuerte discurso de unidad social del menemismo se hallaba relacionado con otro discurso paralelo que exclua discursivamente a una porcin de la comunidad, en este caso, representado por los Otros del menemismo, es decir, todos aquellos discursos opositores a sus polticas pblicas. Este potente discurso de exclusin y rechazo sistemtico de la alteridad, en particular en relacin a aquellos sectores polticos y sociales que se oponan a las reformas de mercado aplicadas sin anestesia por el Gobierno, exclua del orden comunitario a una porcin de la misma, acusada de tener intereses polticos o ideolgicos sectoriales, de buscar el retorno nostlgico a un pasado que ya haba fracasado y no podra regresar, o bien de ser ilusos que no haban logrado comprender la realidad real de los nuevos tiempos de globalizacin e interconexin mundial, aquellos que deban adaptarse y aggiornarse a la nueva etapa socio-histrica (Palermo y Novaro, 1996; Fair, 2009a, 2010a). Si seguimos los aportes de Zizek, podemos decir que todos estos ejemplos del discurso de Menem eran intentos de incluir, excluyendo, al mismo tiempo, el sntoma social (los que

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se quedaron en el 45, los que protestan sinsentido, los ideologizados que defienden intereses polticos particulares, los inadaptados), y que este discurso hegemnico de la necesidad perentoria de unidad, pacificacin y reconciliacin entre todos los argentinos se hallaba investido de una fuente de goce, derivado del mandato superyoico estructural de la unidad social corporal. Sabemos, desde los aportes que el propio Lacan (1971-1972, 2008) retoma desde la interpretacin freudiana, la semitica peirciana y la lingstica jacobsoniana, que las metforas adquieren una importancia crucial, en tanto sustitutos imaginarios de la ausencia de relacin sexual que se estructuran bajo la forma del orden significante (Braunstein, 2006). En el caso del discurso menemista, como hemos mencionado, la aplicacin de metforas unarias inclua tambin la utilizacin de una metfora despolitizada como era la aldea global, el concierto internacional, o bien la idea mtica de una comunidad internacional, para referirse a la necesidad perentoria de promover medidas econmicas neoliberales tendientes a la integracin mundial al fenmeno de interconexin global conocido como la globalizacin. A diferencia de lo que sostienen algunos trabajos que han abordado el perodo, en el discurso de Menem no se haca presente una contraposicin discursiva entre el Primer Mundo y el Tercero, sino que se trataba de un slo mundo interconectado y beneficioso, en el que no existan relaciones desiguales de poder y dominacin y en el que la dimensin de lo poltico, asociado a la presencia del antagonismo (Mouffe, 2007), se hallaba completamente ausentei . En ese marco, potenciado por el contexto socio-histrico y cultural signado por el derrumbe del muro de Berln, la cada de la URSS y el fin de la Guerra Fra, la metfora unaria contribuira a potenciar la necesidad de un orden global en el que predominaba la plenitud del consenso y los beneficios de la globalizacin y la modernizacin, por sobre el conflicto, la dominacin y los riesgos sobre la soberana y el desarrollo nacional (Fair, 2011c). Finalmente, debemos tener en cuenta la importancia ejercida por la metfora del 1 a 1, una metfora unaria que fuera corrientemente utilizada tras la aplicacin del Rgimen de Convertibilidad, en particular a partir de 1992, cuando ingresase en vigencia la nueva moneda, el Peso, en condiciones de igualdad plena con el dlari . En el marco de la cada del bloque sovitico y el fracaso mundial del comunismo y el keynesianismo, esta metfora despolitizada generaba tambin, junto a la idea de la aldea global o del concierto internacional, una lgica carente de antagonismos constitutivos, que contribua a legitimar el discurso de unidad social del menemismo (Fair, 2009a, 2010b). En el caso del 1 a 1, se haca presente, adems, una lgica discursiva en la que exista una igualdad absoluta con la principal superpotencia mundial, aunque la misma lgica extenda la cadena de equivalencias para configurarse en un plano de igualdad con las principales potencias mundiales (Fair, 2008). En ambos casos, el discurso menemista apelaba con insistencia a los indicadores macroeconmicos favorables y a la fuerte lgica de interconexin de la economa argentina al mercado internacional, para legitimar su discurso de la unidad nacional. De todos modos, el xito de este tipo de discurso unario, ya constituido desde su primer alocucin oficial, y presente desde antes de su acceso al poder, slo lograra adquirir efectividad plena a partir del xito del Rgimen de Convertibilidad, que lograra consolidar la hegemona discursiva del menemismo a partir de la estabilizacin monetaria y el auge del crdito para consumo y modernizacin tecnolgica (Fair, 2009a, 2009b, 2010a).

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Pero ms all de estas metforas a-conflictivas, que de ningn modo deben ser entendidas por fuera de un particular discurso material que contribua a resignificar y reorientar la realidad vigente y, de este modo, a legitimar el discurso menemista, haba nuevos factores que tambin contribuan a justificar la creencia efectiva en el 1 a 1 y, por consiguiente, en la hegemona menemista. Entre ellas, podemos sealar la propia institucionalizacin legal de la paridad cambiaria fija. En efecto, la Convertibilidad se estableci a partir del 1 de abril de 1991 mediante un marco legal aprobado democrticamente por el Congreso, y no a partir de un decreto del Ejecutivo (Thwaites Rey, 2003). Este marco, como destaca la corriente neo-institucionalista de la Ciencia Poltica (North, 1993), las normas contribuyen a otorgar un contexto de referencia estable a los sujetos en su lgica cotidiana, garantizando, como seala Giddens (1995), desde un enfoque diferente, una seguridad ontolgica al sujeto que reduce la angustia constitutiva. Adems, al ser sancionado de forma legal, la paridad cambiaria contiene una lgica de efecto realidad que se deriva de la creencia de que las leyes, corrientemente, son entes con existencia real (efectiva). Si tenemos en cuenta, adems, el proceso de repeticin que se instituye cotidianamente, se producira una lgica de la estructuracin que reproduca y contribua a legitimar la propia realidad social, a partir de su produccin material (Fair, 2008, 2010b). 3.2. El fetichismo de la creencia en la prctica cotidiana como plus de goce

El cuerpo cree en aquello a lo que juega. Pierre Bourdieu, El sentido prctico


Veamos ahora la segunda de las dimensiones derivadas de la funcin lacaniana del goce, que es representada por la dimensin plus de gozar. Esta cuestin nos remite nuevamente a la interpretacin que realiza Zizek acerca de la ideologa. Segn nos dice el terico y filsofo esloveno, recuperando elementos ya analizados por Marx y Althusser, la ideologa tiene una existencia material. Esto quiere decir, tal como lo han notado tambin pensadores como Bourdieu, Giddens y el propio Lacan, que la creencia no se legitima en el decir, sino en el hacer prctico y concreto de los sujetos (Zizek, 1992, 2003a). Esta afirmacin tiene implicancias fundamentales para entender la lgica poltico-cultural o ideolgica de respaldo social al menemismo y, ms especficamente, el apoyo masivo a una ficcin como la que representaba el Rgimen de Convertibilidad. Como es sabido, el 1 a 1 era, desde un comienzo, una especie de farsa, en tanto el peso se hallaba sobrevaluado y la fortaleza de la moneda nacional nunca poda ser equivalente de par en par a la moneda estadounidense. Sin embargo, en cada una de las elecciones que transcurrieron desde las legislativas de septiembre de 1991, tras la supuesta traicin al verdadero peronismo por parte de Menem, hasta la contundente reeleccin presidencial de mayo de 1995, donde obtuvo an ms votos que en la eleccin presidencial de 1989 y que los dos partidos opositores subsiguientes, el menemismo obtuvo un sistemtico respaldo social que extendi su coalicin de apoyo a un amplio y heterogneo conglomerado de sectores sociales, lo que inclua un importante consenso (ya sea activo o pasivo) de sectores populares, adems de medios y altos y, en un plano diferente, a una porcin importante de sectores de origen peronista, incluyendo a dirigentes y bases de origen sindical y grandes empresarios y sectores tradicionalmente antiperonistas, en general. Para entender este amplio y heterogneo respaldo social se han planteado muchas hiptesis tentativas que aqu no desarrollaremos (vase Fair, 2010a). Sin embargo, al menos desde el anlisis poltico del discurso, no se ha abordado an en detalle la funcin de legitimacin ideolgica de esa hegemona en torno a la Convertibilidad. Con la excepcin de Barros (2002), quien toma como referencia el enfoque terico de Laclau para analizar el perodo

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1989-1991, el nico trabajo interpretativo que hemos hallado en esta lnea de anlisis psicoanaltica es el de Alberto Bonnet (2008), quien destaca el componente de respaldo cnico, en los trminos de Zizek, en torno a la Convertibilidad, derivado del supuesto saber de su fantasa, pero que se legitimara en el aun as que actuaba como su soporte inconsciente, a lo que el autor incorpora tambin el elemento de disciplinamiento social que haba provocado la violencia hiperinflacionaria del perodo 1989-1991. En ese marco, Bonnet se refiere, desde un enfoque marxista heterodoxo, al cinismo que caracteriz el respaldo social al discurso menemista y su funcin de fetiche de la lucha de clases (Bonnet, 2008). Sin dejar de reconocer los valiosos aportes de este trabajo, y dejando de lado las diferencias en torno al marxismo, lo que pretendemos formular aqu es que el respaldo poltico al discurso menemista configurado en torno al 1 a 1 no puede ser limitado a una forma de legitimacin puramente cnica. Si bien es cierto que algunos sectores sociales podan saber o suponer acerca de la ficcin que representaba el origen y permanencia del 1 a 1, en particular a partir de las tempranas crticas de trabajos como los de Muchnik (1992) acerca de los fuegos de artificio de la Convertibilidad, y la presencia de algunos desequilibrios estructurales que comenzaran a hacerse evidentes en ciertos perodos de zozobra (como ocurrira a comienzos de 1993), desequilibrios que seran destacados por algunos grandes empresarios y economistas con altos grados de informacin sobre su funcionamiento, los ms importantes indicadores socioeconmicos conspiraban para evitar comprender en toda su magnitud esa ficcin. En todo caso, lo ms interesante es que el discurso de Menem slo destacaba aquellos componentes macroeconmicos positivos (tasa de inflacin, nivel de reservas, crecimiento del PBI y el PBN, crecimiento del consumo y la inversin, nivel de pobreza en relacin a los datos de 1989, etc.), relegando o ignorando directamente aquellos ms negativosi . En ese marco, teniendo en cuenta la funcin performativa que adquiere el lenguaje (Austin, 1998), y la escasa visibilidad de las voces crticas del modelo socioeconmico, podemos decir que lo excluido careca de potencia para adquirir efectividad social. En dicho contexto, creemos que en los sectores populares (ya que, como hemos dicho, quizs algunos dirigentes del establishment ms informados saban parcialmente de su lgica y actuaban cnicamente como si no lo supieran para continuar obteniendo ganancias patrimoniales extraordinarias) se haca muy difcil comprender la forma de estructuracin de esa ficcin, en tanto la misma se materializaba de diversos modos en la prctica concreta y emprica, lo que, a su vez, se reproduca cotidianamente, instituyendo (y cimentando) la estructuracin misma del sistemai . A continuacin, intentaremos mostrar por qu creemos que exista en los aos 90, sobre todo en el primer perodo de gobierno de Menem (19891995), una lgica fetichista, materializada en la creencia prctica, que impeda comprender, o al menos limitaba fuertemente, la capacidad de atravesar la fantasa ideolgica en la que se hallaba constituido el llamado 1 a 1. Dijimos previamente que, desde la interpretacin de Zizek, quien a su vez se basa en gran medida en la filosofa de Sloterdijk, la ideologa puede ser definida a partir del cinismo, nocin que para el terico esloveno resulta dominante en los tiempos actuales, o bien poda ser entendido bajo un manto de fetichismo, lo que nos remite al fetichismo de la mercanca de Marx y su denuncia del capitalismo en tanto lgica de igualacin de los productos como cosas, a partir del dinero como equivalente universal (Zizek, 1992). Si seguimos esta ltima lgica de anlisis para abordar el discurso menemista, podemos observar que la Convertibilidad cumpla con todos los requisitos para ser equiparada con la

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lgica de equivalencia general de la moneda que destacaba Marx en El Capital. En efecto, es sabido que la moneda constituye por definicin el equivalente general por excelencia, lo que implica que puede ser reemplazado por cualquier mercanca en un supuesto plano de igualdad, al tiempo que se oculta, segn Marx, la explotacin material de la fuerza de trabajo por parte del capitali . En ese marco, entendemos que, a partir de la instauracin de la Ley de Convertibilidad, el 1 de abril de 1991, y el posterior xito tangible del denominado 1 a 1, comenz a hacerse presente una pluralidad de motivos que impedan observar la ficcin en la que se haba constituido su mecanismo y, de este modo, seguir la lgica cnica posmoderna que destaca Zizek como hegemnico de los actuales tiempos pospolticos. En efecto, el llamado popularmente 1 a 1 tuvo la particularidad de ocultar de una forma multimodal su componente de inherente ficcin fantasmtica. En primer lugar, debemos tener en cuenta que, en un nivel tcnico general, la paridad cambiaria fija exiga que existiera una igualdad absoluta de reservas de oro y divisas en poder del Banco Central, en relacin al total de moneda circulante. Como la paridad fija era imposible en un rango puramente igualitario, se mantena mediante dos fuentes. Por un lado, mediante la privatizacin y concesin de las empresas pblicas y el ingreso de inversiones externas. Por el otro, sobre todo tras el perodo en el que finalizaron las privatizaciones ms importantes, mediante la lgica del endeudamiento externo con los organismos multilaterales de crdito. Sin embargo, lo ms relevante es que esta lgica de funcionamiento tcnico del Rgimen de currency board no era reconocido y sabido como tal dentro de los sectores populares, que ignoraban el mecanismo especfico de funcionamiento del sistema y cmo, por ejemplo, el Estado financiaba de hecho el dficit que generaba, en gran medida, el sector privado con la fuga de capitales, mediante un mayor endeudamiento externo (Basualdo y Kulfas, 2000). Adems, para complicar an ms las cosas, el rgimen de paridad cambiaria fija, mantenido en un primer momento mediante el proceso de privatizaciones (Reforma del Estado) y el ingreso de inversiones externas y luego, sobre todo a partir de 1993, mediante el endeudamiento externo con el FMI, haba llevado a un incremento notable de las reservas monetarias (a partir del ingreso masivo de dlares), lo que permita mantener en el tiempo, si bien de forma precaria, la libre disponibilidad del rgimen convertible. Estos nmeros concretos de reservas en poder del Banco Central actuaban como un primer soporte material tendiente a legitimar la creencia en la realidad efectiva de la Convertibilidad. En efecto, si existan, por ejemplo, 30.000 o 40.000 millones de dlares en reservas monetarias, como insista el Gobierno y nadie pona en discusin, al menos no de forma abierta y pblica, entonces el 1 a 1 no poda ser equiparado a una ficcin, esto es, a una irrealidad. Pero adems de este dato macroeconmico concreto, debemos recordar nuevamente que la Convertibilidad haba logrado estabilizar la economa de forma casi absoluta. En efecto, en 1989 los ndices inflacionarios haban alcanzado una cifra cercana al 4000% anual, mientras que en 1990 alcanzaran ms del 1000%. A partir de 1991, en cambio, la inflacin se reducira al punto tal de alcanzar el simblico 0% a fines de 1993, a lo que luego seguiran, incluso, indicadores de leve deflacin monetaria. Este importante dato macroeconmico, que se materializaba de forma emprica y concreta en la realidad cotidiana de los sujetos, por ejemplo, cuando iban al supermercado a hacer las compras y vean que los precios de los productos eran estables, permita legitimar nuevamente a la Convertibilidad y, como correlacin, al discurso de Menem que, adems de hacer mencin insistentemente a los

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nuevos ndices inflacionarios y sus efectos sobre el bolsillo de los trabajadores, prometa mantener la paridad fija como fuera, en tanto elemento clave que haba posibilitado estabilizar por completo la economa (Fair, 2009a, 2010a). Pero ms all de la importancia crucial que haba tenido la Convertibilidad en lograr una estabilizacin efectiva de la economa, tras dcadas y dcadas de inflacin e hiperinflacin en nuestro pas, el rpido xito del 1 a 1 haba promovido un fenomenal boom de consumo masivo e inversin que se materializaba en los indicadores econmicos favorables que sealaba Menem. Estos indicadores, sobre todo durante el perodo de oro de 1991-1994 (Basualdo, 2006), mostraban ndices macroeconmicos de crecimiento efectivo del consumo, la inversin y la demanda agregada, junto a inditos ndices de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI). No obstante, estos datos cuantitativos positivos, que colocaban al pas como uno de los ms importantes de la regin, e incluso del planeta, slo podan ser crebles y adquirir eficacia interpelatoria si lograban materializarse en la prctica concreta y emprica de los sujetos sociales. Y, precisamente, a partir de la sobrevaluacin cambiaria y la creacin de expectativas favorables, se logr una importante reduccin de las tasa de inters que, junto al proceso de apertura comercial asimtrico, permiti el acceso masivo al crdito barato y en cmodas cuotas para adquirir todo tipo de mercaderas, desde electrodomsticos (televisores, heladeras, lavarropas, aires acondicionados), productos de indumentaria y esparcimiento (ropa, electrnicos), la posibilidad de acceder en 12 o 24 cmodas cuotas a un automvil cero kilmetro, o el acceso efectivo al crdito hipotecario para adquirir desde un departamento propio, hasta viajes de turismo por tres semanas o un mes al exterior (desde Miami a Punta del Este) a muy bajos precios (Fair, 2008, 2010b). Finalmente, la fiesta de consumo ostentoso que inici el 1 a 1 haba permitido recuperar el valor del ahorro en dlares en muchas familias, sobre todo debido a que se haba logrado terminar con el impuesto inflacionario, que perjudicaba a los sectores de menores ingresos, quienes no tienen acceso al sector financiero o a la compra de inmuebles para resguardarse de la inflacin, y adems dedican la mayor parte de sus ingresos a la compra de alimentos bsicos de la canasta familiar (fideos, arroz, azcar, pan) (Gerchunoff y Torre, 1996). De todos modos, lo que pretendemos destacar como relevante es que estas prcticas de consumo masivo no eran pura teora abstracta, sino que se materializaban en los cuerpos, esto es, en la prctica cotidiana de los sujetos. Esta materializacin objetivada en los cuerpos, al decir de Bourdieu (1991), actuaba, ahora en trminos psicoanalticos, como un soporte inconciente a la creencia del sujeto (Zizek, 1992) que, de este modo, impeda representarse la ilusin que encarnaba la Convertibilidad. En otras palabras, la lgica del hacer actuaba como soporte para el fantasma del 1 a 1, legitimando, de este modo, al modelo neoliberal y al propio menemismo (Fair, 2008, 2010b). Adems, como un nuevo (y descuidado) elemento a tener en cuenta, debemos recordar que, en el marco de la sobrevaluacin cambiaria y la expansin del consumo interno provocados por el 1 a 1, a partir de 1991 accedieron al pas decenas de reconocidos artistas y cantantes internacionales, entre ellos, artistas internacionales de la magnitud de Madonna, los Rollings Stones, Paul Mc Cartney, U2, o figuras internacionales, como la modelo Claudia Schiffer o la cantante brasilea Xuxa, que mostraban la grandeza tangible y concreta que haba adquirido el pas. Del mismo modo, en 1990 la Argentina llegara a la final del mundial de ftbol, mientras que en 1991 y 1993 lograra obtener la Copa Amrica, por lo que se converta en el principal pas de la regin en ese deporte. Incluso, aos

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despus, muchos creyeron que Argentina poda llegar a ser elegida para organizar los Juegos Olmpicos del 2004, cuando quedara preseleccionada junto con otros 4 pases desarrollados en la seleccin oficial del Comit Olmpico Internacional. Finalmente, el pas era reconocido y elogiado una y otra vez por el presidente de Estados Unidos, los organismos multilaterales de crdito y economistas de prestigio local e internacional, quienes ubicaban a la Argentina como el mejor alumno, el lder de la regin y otros adjetivos positivos referidos al proceso de reforma estructural del Estado. Estos elogios del mundo seran ampliamente aprovechados por el discurso de Menem para obtener una legitimacin poltica en vastos sectores de la sociedad, atentos a las definiciones sobre el pas en el exterior. Por otra parte, debemos tener en cuenta que la amplia y exitosa cadena de significantes equivalenciales que conform el discurso de Menem, se insertaba discursivamente en el marco ms general de un proceso largamente sedimentado que actuaba como su condicin de posibilidad. En efecto, desde los comienzos de la formacin de la identidad nacional exista y persista un discurso parcialmente sedimentado, signado por lo que en otro lado hemos denominado el mito del pas potencia (Fair, 2009b). Este mito nacional sera recuperado y potenciado por el discurso menemista a partir de la enumeracin de los datos macroeconmicos positivos, e incluso con el detalle de algunos datos sociales (con la excepcin silenciada de la desocupacin y subocupacin, que aumentara paulatinamente). Desde el discurso hegemnico, estos logros del modelo slo se haban alcanzado a partir del xito innegable del Rgimen de Convertibilidad y sus significantes asociados (en particular, la estabilidad monetaria). Precisamente, el discurso de Menem destacaba en cada una de sus alocuciones las bondades y beneficios tangibles y concretos que haba posibilitado el xito del 1 a 1, entre ellos, la estabilizacin econmica, la recuperacin de una moneda fuerte, y los indicadores macroeconmicos favorables sobre consumo, inversin, demanda y reservas monetarias, a lo que debemos agregar la reduccin relativa de los ndices de pobreza e indigencia, a partir de la estabilizacin monetaria y el crecimiento del PBI, del orden del 9% anual (Fair, 2009a, 2010a, 2010b). Todos estos factores, tangibles en la prctica cotidiana de los sujetos sociales, coadyuvaban a la creencia efectiva en las bondades y xitos de la Convertibilidad, en tanto rgimen socioeconmico ya convertido en un verdadero modelo de pas. En ese marco, con ndices de crecimiento econmico y de inversin que Menem destacaba como logros inditos del proceso de transformacin y modernizacin nacional que haba iniciado en 1989, ndices que, adems, permitiran colocar al pas en el puesto 35 en la escala de desarrollo mundial del PNUD, el discurso menemista poda sealar sin problemas que el proceso de insercin al mundo moderno haba permitido que el pas recuperara el protagonismo y el destino de grandeza que le tena asignado la Historia, retornando, a partir del xito tangible y concreto del 1 a 1, a su sitial de privilegio como potencia mundial (Fair, 2009b). Al mismo tiempo, la evidencia incontrastable de los datos macroeconmicos materializados en la prctica cotidiana, a lo que debemos sumar, por supuesto, la crisis efectiva del Estado Social de posguerra (permanencia de prcticas de corrupcin, ineficiencia y burocratizacin en el sector pblico) (Gerchunoff y Torre, 1996; Sidicaro, 2002), le permitan deslegitimar a los propios discursos polticos que se oponan a los xitos tangibles y concretos del 1 a 1. Estos discursos de oposicin, como hemos mencionado, eran acusados por Menem de defender intereses polticos o ideolgicos meramente particulares, o bien de defender visiones atrasadas, o que no haban logrado comprender los cambios generados por la

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evolucin del peronismo y del propio planeta tras el derrumbe del comunismo y el fin de la Guerra Fra (Fair, 2009a, 2010). En el caso especfico del consumo masivo, que adquiri una importancia crucial en los aos 90 al comps de la famosa Pizza con champn que promova el propio crculo ntimo del menemismo, esta lgica de la farandulizacin y la fiesta menemista era reproducida, adems, por los propios medios masivos de comunicacin y muchos de sus intelectuales orgnicos, que promovan el consumo masivo como modelo de identificacin social en revistas de la farndula como Gente y Caras y mostraban los constantes viajes al exterior a Punta del Este y a Miami y los lujosos gastos por parte de estrellas locales como Susana Gimnez, Ante Garmaz, Mariana Nannis y Roberto Giordano, entre otros. Si tenemos en cuenta, adems, el contexto socio-histrico y sociocultural atravesado por la cada de la imagen paterna, en el marco de un discurso hegemnico que promova la ausencia de lmites al consumo y el propio discurso hegemnico promovido por los medios masivos y el establishment a favor de la lgica de la mercantilizacin social, podemos notar sin esfuerzo la importancia clave que haba adquirido contextualmente la lgica del mximo lucro econmico individual y el consumo hedonista como sobre determinante del comportamiento colectivo (Fair, 2010a). Finalmente, debemos destacar nuevamente que, desde el exterior, la Argentina era presentada por el entonces respetado Fondo Monetario Internacional (FMI) y por los prestigiosos tcnicos nacionales e internacionales, como el mejor alumno en la aplicacin de las reformas de libre mercado (Bembi y Nemia, 2007). En el mismo sentido, el menemismo obtena de forma frecuente el respaldo, ya sea simblico, o bien estrictamente econmico, por parte de las principales potencias mundiales y los organismos multilaterales de crdito, situacin que se materializaba a veces mediante apoyos financieros, o bien, como hara el ex Presidente George Bush (padre) (y luego Bill Clinton), con el orgullo de convertirse en un verdadero amigo y aliado poltico de la Argentina, al punto tal de realizar reuniones peridicas y amistosas con el presidente argentino en la Quinta de Olivos, donde se jugaba corrientemente al tenis o al golf y se elogiaban los logros del gobierno de Carlos Menem. En ese marco, signado por las relaciones carnales con los Estados Unidos, la Argentina se convertira en aliado Extra OTAN de la superpotencia mundial, y en uno de los pocos pases que llevara tropas a cada una de las Misiones de Paz internacionales, contribuyendo, desde el discurso hegemnico, a consolidar la democracia a nivel mundial y a recuperar el prestigio internacional que se haba perdido en las ltimas dcadas (Fair, 2009b, 2011d). En la misma lnea, hemos visto tambin que en los aos 90 exista un consenso social generalizado en torno a las bondades del 1 a 1 por parte de los principales economistas del establishment (entre ellos, la mayora de los tcnicos de las principales consultoras del pas y del extranjero), as como de la mayora de los grandes empresarios y de los periodistas e intelectuales de los medios masivos de comunicacin. Todos ellos, ya sea de forma consciente o inconsciente, intencionalmente o no, contribuiran tambin a construir una slida hegemona cultural en torno a los valores asociados al modelo de Convertibilidad y de reduccin del Estado Social de posguerrai . Al mismo tiempo, en el marco del miedo general a que retornase la hiperinflacin y luego, cada vez en mayor medida, al peligro que significara la devaluacin monetaria, a lo que debemos sumar la visin hegemnica sobre la ausencia de alternativas y la imposibilidad de actuar de un modo diferente, prcticamente se dejaba fuera de discusin, o al menos se invisibilizaba, toda posibilidad concreta de salida del modelo.

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Podemos decir, entonces, que, en lneas generales, los indicadores macroeconmicos favorables de crecimiento, demanda, inversin y consumo, el crecimiento efectivo de las reservas monetarias en poder del Banco Central y del Producto Bruto Interno, as como la reduccin relativa de los ndices de pobreza e indigencia (tanto a nivel individual, como a nivel familiar), la indita estabilizacin de la moneda nacional, el acceso a prcticas de consumo masivas tangibles para amplios sectores sociales, como la compra de electrodomsticos mediante crdito y de viajes al exterior a bajos precios, la estabilizacin efectiva y el ordenamiento de la catica situacin social previa, el tambin efectivo crecimiento y modernizacin tecnolgica que promovi el dlar barato y la apertura comercial, la llegada de las principales figuras del exterior (cantantes, actores, etc.) en forma masiva, los elogios cotidianos del mundo (presidentes de Estados Unidos y Europa, prestigiosos tcnicos de los organismos multilaterales de crdito, financistas, empresarios y economistas nacionales e internacionales), la institucionalizacin de la paridad cambiaria fija mediante un marco legal, y, finalmente, los mitos sedimentados del pas potencia y de la aldea global, actuaban todos y cada uno de ellos, en el marco de un discurso hegemnico que contribua a potenciar su eficacia, como soportes materiales que impedan evitar la no creencia de que exista una igualdad verdadera y real 1 a 1 con la principal superpotencia y, por lo tanto, que el 1 a 1 era una verdadera realidad. Finalmente, como una nueva modalidad estructural de cemento de la nueva ideologa en torno al modelo socioeconmico de la Convertibilidad y sus polticas asociadas, debemos tener en cuenta la importancia ideolgica de un factor ms general como es el propio contexto socio-histrico y cultural signado por la cada del comunismo y el fracaso de la experiencia keynesiana, y la visin subyacente acerca de una ausencia efectiva de alternativas polticas frente al triunfo mundial de la democracia liberal. En ese marco de resignacin y preeminencia de la ideologa imposibilista (Pucciarelli, 2002), el discurso de Menem aprovechara la coyuntura para destacar en reiteradas ocasiones la ausencia efectiva de alternativas tras el fracaso emprico tanto del Estado social de posguerra (peronismo de 1945), como del comunismo sovitico y de la socialdemocracia (gobierno de Alfonsn). Adems, en el caso de los sectores populares, y en particular de los sectores de origen peronista, utilizara la nocin de evolucin, a la que corrientemente se asocia el tiempo histrico como modalidad de crecimiento lineal, para destacar la necesidad de actualizar y aggiornarse la doctrina peronista a los nuevos tiempos de modernizacin y globalizacin a escala mundial (Palermo y Novaro, 1996). De esta manera, bajo diversas modalidades y estrategias discursivas, se contribua a disciplinar a la sociedad en torno al nuevo rumbo iniciado en 1989 y profundizado con el xito estabilizador del Rgimen de Convertibilidad y su amplia cadena de significantes asociada. En ese marco, retomando los trminos psicoanalticos, podemos decir que, si el goce lenguajero se hallaba vinculado a la funcin unaria del significante Convertibilidad y su articulacin con una cadena significante de unidad, paz, estabilidad y reconciliacin, exista un plus de goce que se derivaba del cumplimiento del mandato superyoico hegemnico. Este mandato, asociado a la necesidad perentoria de consumir y acumular ganancias, se replicaba tanto en el discurso presidencial, como en la lgica discursiva de los medios hegemnicos, a travs de las propagandas televisivas desreguladas y la promocin e incentivo de una cultura poltica de la frivolizacin por parte de sus principales figuras. En un contexto general de declinacin de la imagen paterna y su funcin de limitacin del goce, y de desculpabilizacin por la exhibicin de riquezas, las nuevas circunstancias del

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capitalismo a favor de la liberalizacin del goce ilimitado hacan posible un retorno imaginario al mundo carente de la falta Real, por la va corporeizada del consumo masivo y el disfrute personal. Finalmente, si es cierto que la mirada y la voz del Otro constituyen objetos de deseo que se invisten de goce, en razn de que sustituyen imaginariamente el deseo fantasmtico inicial de la Madre que nos reconoce, nos otorga entidad y nos dice lo que debemos hacer (Braunstein, 2006), el propio discurso hegemnico incorporaba un plus de goce que se derivaba del deseo (satisfecho imaginariamente) que demandaba ser mirado y reconocido por la comunidad internacional. En efecto, a partir del xito socioeconmico del Plan de Convertibilidad, la Argentina lograba ser nuevamente una potencia mundial, alguien importante en el mundo, lo que generaba un narcisista plus de goce derivado de haber alcanzado el objetivo de ser nuevamente el pas potencia que es mirado, y adems es reconocido y admirado, por todos los pases hermanos del exterior. 3.3. Lo hacen en la prctica cotidiana, por lo tanto, no lo saben El sentido prctico, necesidad social vuelta naturaleza, convertida en esquemas motrices y automatismos corporales, es lo que hace que las prcticas () sean sensatas, vale decir, habitadas por un sentido comn. Precisamente, porque los agentes no saben nunca completamente lo que hacen, lo que hacen tiene ms sentido del que ellos saben Pierre Bourdieu, El sentido prctico Hemos visto que, desde el anlisis poltico-cultural o ideolgico de su hegemona, el discurso menemista se estructur a partir de la fantasa inconsciente de un discurso de la unidad social plena entre todos los argentinos y, al mismo tiempo, mediante una lgica de transformacin social que prometa el cumplimiento efectivo de una segunda fantasa plusde goce en torno al paraso de felicidad del consumo masivo y el ingreso a las bondades y beneficios del mundo moderno, en tanto pas potencia que era reconocido como tal y recuperaba su antiguo esplendor y grandeza. Esta doble fantasa, slo posible a partir de un discurso hegemnico basado en la aplicacin de las metforas despolitizadas, y cimentado a partir de una sedimentacin parcial vinculada al mito del pas potencia y a la demanda social sedimentada a favor del consumo individual como modelo sociocultural a seguir (un modelo aspiracional con antecedentes en la famosa Plata dulce de los aos de la Tablita de Martnez de Hoz), llegara a su apogeo para poder cumplirse de forma efectiva recin a partir del rpido xito del 1 a 1. En efecto, con el xito tangible y concreto del Rgimen de Convertibilidad, con su crucial efecto estabilizador, por fin se cumpla el viejo sueo del pas potencia prometido por Menem y soado por largas generaciones. Ahora bien, como hemos dicho, esta lgica discursiva del pas potencia que recuperaba su histrico destino de grandeza (Fair, 2009b) no era una pura teora abstracta, sino que se materializaba y, de este modo, se objetivaba en la prctica cotidiana. En efecto, al hacerlo, esto es, al lograr acceder de forma efectiva al crdito barato para adquirir bienes e inmuebles, notar de forma prctica y corporal la estabilizacin de los precios (con su efecto positivo sobre el poder salarial de compra), poder viajar de forma efectiva al exterior para hacer turismo y consumir a bajos precios, ver y or de forma real las buenas y cotidianas crticas por parte de los economistas nacionales y la comunidad internacional, etc., se reproduca auto-poiticamente la propia realidad fantasmtica, al tiempo que se la produca. De este modo, la materializacin prctica de la ideologa en la creencia cotidiana de los sujetos, al tiempo que fetichizaba la realidad de lo Real-imposible que estructuraba la doble fantasa ideolgica (la de la unidad plena y la del pas potencia), legitimaba el orden social menemista como una verdadera realidad inconsciente para los sujetos, y esto incluye tanto a los pocos sujetos que saban de forma efectiva de su falsedad (aquellos cnicos que

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lo saban, pero lo hacan), como a la mayora de la sociedad, que efectivamente no podan de ningn modo saberlo, en tanto lo hacan y vivan de forma prctica (y, por lo tanto, inconsciente) en su cotidianeidad (fetichistas). Por un lado, como bien destaca Bonnet (2008), es posible que hubiere en parte una lgica social basada en el famoso cinismo del s, pero aun as, esto es, no creo para nada en la realidad de la Convertibilidad, pero aun as hago de cuenta de forma cnica que s existe, en tanto me beneficio de su existenciai . Esta posibilidad de salir del fantasma se expresara por primera vez en la mini-corrida empresarial de 1993, que mostrara los lmites de la sobrevaluacin cambiaria y acrecentara el temor a una devaluacin, sobre todo a partir del incremento del dficit comercial. Del mismo modo, en la crisis del Tequila de fines de 1994 se pondr de manifiesto el peligro latente de que la Argentina siguiera temporalmente el mismo camino que Mxico, obligndose a devaluar su moneda, con su consiguiente efecto negativo sobre los salarios y sobre los mltiples sectores endeudados en dlaresi . Estos elementos, que harn que el Gobierno se vea obligado a insistir una y otra vez en que no devaluara nunca la moneda y que, en todo caso, llegara a dolarizar toda la economa antes de salir del 1 a 1, permiten suponer que haba sectores sociales, sobre todo empresariales, que eran conscientes de la farsa tcnica del rgimen cambiario. Sin embargo, las crticas polticas a la Convertibilidad eran escasas y recin se haran visibles en todo su esplendor a partir de la crisis financiera de Rusia de 1998, y, en particular, tras la devaluacin monetaria de Brasil del ao siguiente. Esta medida potenciara el temor de parte del establishment, en tanto Brasil representaba un pas al que la Argentina exportaba gran parte de su capital, por lo que los dlares ahora dejaban de ingresar y ponan en peligro la permanencia del Rgimen convertible. En ese lapso, como hemos sealado, haba crticas espordicas a las ficcin y los fuegos de artificio de la Convertibilidad, tales como el renombrado libro de Muchnik (1992), sus propias editoriales crticas en el diario Clarn, adems de la abundancia de crticas desde todos los sectores a los efectos negativos del plan socioeconmico. Sin embargo, durante el primer gobierno de Menem las tendencias devaluacionistas, o bien eran excluidas por diversos medios del espacio pblico, o bien no tenan la legitimidad necesaria para ser expresadas de forma pblica, frente al temor al masivo rechazo social que provocaban en quien atinaba a formularlas. La perspectiva del puro cinismo colectivo muestra sus limitaciones, en el momento en que la creencia se materializaba, como hemos dicho, en el hacer prctico de los sujetos en su vida cotidiana. En efecto, la prctica, materializada y objetivada en los cuerpos, hemos visto que acta como un soporte inconsciente para los sujetos, que se basan en el sentido comn cotidiano para materializar sus creencias (Bourdieu, 1991). Pero adems, debemos tener en cuenta, a modo de un nuevo ejemplo, que los depsitos de los bancos, si bien mayoritariamente se hallaban en dlares, tenan un importante nivel de depsitos en pesos. Por otra parte, debemos recordar que muchos ciudadanos pagaban sus gastos de forma cotidiana y realizaban sus transacciones indistintamente en dlares y en pesos, lo que muestra que no saban ni sospechaban acerca de la sobrevaluacin efectiva de la moneda local y la supuesta farsa en la que se asentaba. En todo caso, si la Convertibilidad era una pretendida ficcin, por qu la gente no retiraba sus depsitos rpida y masivamente de los bancos nacionales, lo que hubiese generado una catstrofe del sistema bancario como la que luego ocurrira a fines del 2001? Precisamente, porque, sobre todo durante el primer gobierno de Menem, todos los indicadores y las prcticas cotidianas conspiraban para materializar, y de este modo objetivar, la creencia social fantasmtica, desde el mito parcialmente sedimentado del pas potencia, hasta la metfora unaria del 1 a 1, pasando por

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la institucionalizacin del rgimen convertible mediante ley del Congreso, la estabilidad efectiva de la economa, el nivel de reservas monetarias, el crecimiento de la economa, el acceso masivo al crdito familiar para compra de inmuebles y consumo privado o los viajes cotidianos al exterior. En efecto, por qu Doa Rosa debera pensar que la estabilidad es una ficcin, cuando va todas las semanas al supermercado y observa con sus propios ojos que el kilo de yerba, el del pan y el del azcar cuestan siempre lo mismo?, Por qu debera sospechar de las variables econmicas, si los ndices sealan que la economa crece a tasas cercanas al 10% anual, las reservas monetarias son altas, se observan buenas ventas en los negocios y shoppings, la gente puede viajar al exterior y encima el pas recibe constantes elogios de los sectores ms importantes del planeta y que ms conocen sobre estos temas? La misma lgica prctica de sentido comn puede aplicarse para el auge de los crditos personales y sus mltiples e indefinidas posibilidades de uso. Pero adems, y no menos importante, debemos tener en cuenta que el propio discurso hegemnico, tanto el de los medios masivos, como el del oficialismo, entre ellos el discurso de sentido comn de Menem, contribua a construir un mismo relato de significacin en torno al contexto socio-histrico y cultural y en torno a las prcticas y deseos colectivos. Ese discurso de consumismo y acumulacin hedonista e individualista, convertido en Pensamiento hegemnico, haba construido un slido relato en el que la aplicacin de las reformas pro-mercado y el consumo privado se asociaban a la insercin al mundo mgico de la modernizacin y a un futuro signado por la paz y la felicidad para todosi . En ese marco, aquellos que actualmente, tras haber pasado la experiencia histrica de la dcada menemista y la posterior devaluacin del 2002, afirman que el 1 a 1 era una ficcin, tal como nosotros mismos lo hemos comprobado en una serie de entrevistas personales realizadas en el ao 2004 (Fair, 2008), parecen estar expresando ms bien su actual pensamiento a posteriori. Se tratara, entonces, de una construccin retroactiva, un relato adhoc de los hechos, que, si bien no puede decirse que se extienda al conjunto de la sociedad, parece ajustarse ms bien a la actual opcin polticamente correcta que reniega, quizs por vergenza, del anterior respaldo poltico masivo, o bien del silenciamiento, frente al menemismo y su modelo socioeconmico. Este respaldo, en gran medida pasivo y resignado, se expresa claramente en la famosa frase Yo no lo vot, clebre consigna poltica que desde las elecciones de 1995 acompaa como una sombra a quienes se refieren a la reeleccin presidencial de Menem de mayo de aquel ao. En efecto, la frase Yo no lo vot, al igual que las encuestas que mostraban previo al triunfo menemista un respaldo menor al que posteriormente obtendra, es una cabal expresin de que el consenso en torno al menemismo fue, mayoritariamente, un respaldo poltico al Rgimen de Convertibilidad y a sus significantes asociados (en particular, la estabilidad econmica), en lugar de serlo de forma primordial al liderazgo menemista que es idealizado. Las propias encuestas del perodo nos muestran, en la misma lnea, que el apoyo al modelo de Convertibilidad era ligeramente superior al respaldo al liderazgo de Menem y a su Gobierno en general (Gerchunoff y Torre, 1996). En todo caso, como a continuacin veremos, la lgica del apoyo poltico al discurso menemista debe ser examinado en el marco de una mediacin que inviste su discurso en torno a su vinculacin directa con la continuidad temporal del Rgimen de Convertibilidad. 4. La investidura catexial en torno al liderazgo menemistai

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Desde el psicoanlisis lacaniano, la castracin paterna prohbe e impide alcanzar la unidad fantasmtica con el objeto primordial del deseo que representa el cuerpo de la Madre (la Cosa). En ese contexto, instaurado por el orden del significante, surge el deseo eterno de retornar a aquella situacin de plenitud, lo cual slo se hace presente mediante significantes unarios (Lacan, 1987: 264) que logran recuperar parcialmente, mediante el lenguaje, el goce perdido de la vinculacin cuerpo a cuerpo (Lacan, 2008). En otras palabras, tras la ruptura de la unidad mtica con el cuerpo de la Madre, en tanto prohibida, surge el deseo inconsciente de retornar a aquella situacin paradisaca. Este deseo inconsciente logra hacerse presente imaginariamente por la va de lo simblico, por la va del significante, lo que, con cierta prdida inevitable, permite recuperar esa unidad mtica imaginaria, eludiendo la falta constitutiva Real. De este modo, el significante adquiere una investidura catexial de goce, en tanto permite hacer posible, precisamente, ese retorno imposible a la Cosa que tanto se desea (Braunstein, 2006; Stavrakakis, 2008). Ahora bien, si hemos visto que el significante es aparato de goce (Lacan, 2006: 51), si existe la posibilidad de un goce lenguajero (Braunstein, 2006), un goce que se logra acceder por la va del significante (Lacan, 2008), qu lugar ocupa en estas circunstancias el lder? Para entender esta compleja cuestin, ignorada por la bibliografa especializada en el estudio del menemismo, debemos tener en cuenta que, como afirma Lacan en su Seminario XVII, conocido como El reverso del psicoanlisis, diferencindose en parte del enfoque seguido por Freud en Psicologa de las masas y anlisis del yo (Freud, 1973), el lder no ocupa necesariamente el lugar del ideal del yo (Copjec, 2006). En efecto, como ya sealara Lacan en su Seminario XI, la identificacin puede ser instaurada tanto en la funcin del lder como ideal del yo (I), como tambin en un objeto privilegiado al que la pulsin le da la vuelta. Este objeto privilegiado que sirve de soporte es, precisamente, el objeto a minscula (Lacan, 1987: 264-266). En este ltimo caso, la identificacin no reside, como pretenda la visin freudiana clsica, en el lder en tanto ideal del yo que suple la autoridad protectora paterna, o cierta imagen superyoica que provee seguridad y reprime los instintos, sino que atraviesa el plano de la identificacin narcisstica para, en palabras de Lacan, llevar la demanda a la identificacin (Lacan, 1987: 281-282): En ese contexto, a diferencia de lo que sealaba Freud a partir de su famoso anlisis de la identificacin hipntica de las masas en la Iglesia y el Ejrcito (Freud, 1973a), el lder no necesariamente encarna al significante Amo o punto de capitn, en los trminos de Lacan, que articula como punto de partida la cadena equivalencial. Por el contrario, como nos recuerda el psicoanalista francs, el lugar del agente, sea el que sea, no es siempre el del significante amo (Lacan, 2006: 185). En otras palabras, el significante Amo no necesariamente se encuentra ligado al papel unificador del lder, al menos no en una primera instancia. Puede darse el caso, como ocurre con la identificacin del analista en torno a su supuesto saber superior, en el que la identificacin (transferencia) se realiza alrededor de una caracterstica particular que adquiere el objeto, alcanzando la identificacin amorosa en torno al lder por la va del objeto parcial, que en este caso es el supuesto conocimiento superior del analista. En la misma lnea, pero ahora desde el ngulo de la teora poltica contempornea, Laclau seala que, si bien el amor hacia el lder resulta importante para constituir todo vnculo social, e incluso situar en otro trabajo a la figura de Pern como un significante vaco (Laclau y Mouffe, 1987), Freud se apresura demasiado en pasar de apuntar el amor por el lder como condicin central de la consolidacin del vnculo social, a la afirmacin de que l constituye el origen de ese vnculo (Laclau, 2005a: 109). En efecto, si bien es cierto que

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el lder es el que unifica el espacio social mediante la absorcin equivalencial de demandas sociales insatisfechas, no necesariamente es l el cristalizador del movimiento. Como bien destaca en un texto posterior, no es que el lder sea el origen del movimiento, sino que, sin ese punto de aglutinacin, el movimiento no podra forjar su unidad, se dispersara entre los elementos que lo componen (Laclau, 2006b: 118). En otras palabras, como seala Marchart, citando a Laclau, aunque el nombre es la condicin para la formacin del grupo, el mismo no constituye su origen necesario (Marchart, 2006). Pero entonces, qu lugar ocupa el agente que encarna al significante Amo? En primer lugar, debemos tener en cuenta que, como seala Lacan, ningn agente (as lo denomina) es tal, sino que encarna esa funcin (Lacan, 2006). Partiendo de esta premisa, que nada tiene que ver con el funcionalismo sociolgico clsico, el psicoanalista francs afirma que su funcin radica, precisamente, en investir libidinalmente al significante Amo (Lacan, 1987: 276). En ese contexto, Laclau (2005a) subraya que, para que se logre la articulacin de las diferentes demandas sociales equivalenciales, resulta imprescindible la nominacin por parte de una autoridad. Ahora bien, lo que incorpora Laclau en sus ltimos trabajos, basndose en los cruciales aportes del psicoanlisis lacaniano, en particular a partir de la influencia de Joan Copjec (Laclau, 2005a, 2008), es que esta nominacin o acto de identificacin (Laclau, 1993, 1996), cumple la funcin primordial de generar un afecto o investidura libidinal (Lacan, 2003: 84) en torno al objeto que lo encarna (Laclau, 2005a; Copjec, 2006). En efecto, dado que el acto de la nominacin simblico logra articular las diversas demandas particulares, formalizando imaginariamente el lazo social, esa vacuidad pasa a ser encarnada por la fuerza hegemnica. En esas circunstancias, seala Laclau, el lder obtiene una investidura ontolgica a partir de que logra hegemonizar el espacio social (Laclau, 2005a: 214). En otras palabras, si Lacan tena razn al afirmar que Aquello de lo que el amor hace su objeto es lo que falta en lo real (Lacan, 2003: 421), Laclau puede sealar, en la misma lnea, que el lder, en tanto representa la entidad que encarna la satisfaccin del objeto, adquiere una investidura afectiva en torno suyo. En sus trminos, la entidad encarnadora se convierte en el objeto pleno de investidura catctica, en razn de que se presenta como el exceso fantasmtico de un objeto a travs del cual la satisfaccin puede alcanzarse (Laclau, 2005a: 152-153). Mediante la recuperacin de esta nocin de investidura catexial, Laclau realiza un paso crucial para comprender la lgica de identificacin en los nuevos tiempos hipermodernos. En efecto, al revalorizar la dimensin afectiva, prcticamente ignorada por la Ciencia Poltica de raz conductista, el terico argentino logra alejarse completamente de estos enfoques racionalistas, quienes, como hemos visto, reducen el vnculo a clculos puramente lgicos de individuos racionales (Laclau, 2005a: 282-283). A partir de ahora, ms an en el marco de la declinacin de la Imago paterna y su tradicional funcin de limitacin al goce del sujeto y su reemplazo por un nuevo orden pospoltico en el que el Padre es ocupado por una Ciencia y un discurso liberal que promueve como un mandato superyoico imperativo la libertad de gozar libremente en un mundo carente de lmites (Lebrun, 2003; Berdiel Rodrguez, 2009), se producen profundos cambios socioculturales y polticos en la relacin que se establece entre los ciudadanos y los liderazgos representativos. En las nuevas circunstancias, y con la incorporacin del elemento catexial de identificacin, el liderazgo presidencial puede adquirir, entonces, una lgica identitaria que excede el clculo meramente instrumental, al estilo otorgamiento de estabilidad poltica y/o econmica a cambio del voto, o el llamado voto cuota o voto licuadorai . De ahora en ms, es el propio discurso el que instituye performativamente la modalidad de vinculacin

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social, al ser aquel el que genera el proceso de identificacin, en este caso, a partir de una investidura mediada por el Significante vaco (llamado por Lacan S1) y la amplia cadena de equivalencias o cadena significante asociada a aquel (el llamado S2). De todos modos, debemos tener en cuenta que esta vinculacin no deja de ser racionalizable, en tanto y en cuanto, al menos durante los aos 90, el discurso que sobre determina el pensamiento y el accionar social de los sujetos inmersos en el juego capitalista es la economa y su lgica instrumental. Sin embargo, como destacan Laclau y Mouffe (1987), a partir de los cruciales aportes de la pragmtica wittgesteiniana, ya no puede pensarse este vnculo con independencia de un discurso particular que otorga significacin legtima y gua a los propios pensamientos y acciones de los individuos y sujetos colectivos. En otras palabras, aunque no existe una determinacin en alguna instancia de la dimensin econmica, el anlisis socio-histrico y cultural s nos permite aseverar que el discurso mercantilista y de racionalidad formal hegemoniza en los 90 el espacio social. De este modo, se instituyen discursivamente identidades polticas que tienen como modalidad de identificacin social el consumo masivo de tecnologa y la acumulacin econmica sin restricciones morales, religiosas, o de otro tipo. Veamos ahora cmo podemos articular estos cruciales aportes de la teora poltica contempornea y el psicoanlisis lacaniano, para intentar comprender la particularidad del caso del discurso menemista y su vinculacin con el objeto a Convertibilidad. Vimos previamente que el significante promordial (Lacan, 1987: 259, 284) permitir, a partir de la sutura del hueco faltante en la sociedad, vehiculizar simblicamente el fantasma de unidad con el otro, lo que posibilitar acceder a la constitucin imaginaria de plenitud corporal con la Cosa. A su vez, en lo que refiere a la funcin de exceso o plus de goce, el rgimen cambiario permitir el acceso, al mismo tiempo, a un plus de goce o excedente derivado del consumo masivo individual y la acumulacin de capital. Podemos decir, ahora en los trminos de la teora poltica, que el significante Convertibilidad (siempre en asociacin con su cadena de significantes adosados) se constituir, en ese sentido, en un objeto parcial que vaciar su inherente particularidad para hegemonizar metonmicamente el espacio social. Sin embargo, ese significante hegemnico, responsable de la estabilizacin econmica y social del pas, slo sera garantizado mediante un liderazgo, en este caso el de Menem, con su consiguiente investidura derivada de su institucin. En ese contexto, podemos decir que el Presidente, en tanto entidad o agente que funciona como garante del fantasma de la plenitud mtica y de la satisfaccin pulsional, esto es, en los trminos de Laclau, el momento en el que, en ltima instancia, se cristaliza la unidad del movimiento (Laclau, 2006b: 119), obtendr una investidura catecrtica, es decir, un afecto en torno a su persona (Laclau, 2005a: 152, 2008; Copjec, 2006). Como lo hemos analizado en detalle en otro lugar (Fair, 2010a), esta investidura o ligazn catexial, slo posible a partir de la institucin exitosa del objeto a Convertibilidad, en tanto smbolo de la plenitud social imaginaria y causante del deseo, le permitir a Menem articular, y al mismo tiempo consolidar, lo que hasta entonces era una frgil e inestable hegemona. Esta slida hegemona cultural se materializar en las contundentes victorias obtenidas en las elecciones legislativas de septiembre de 1991 y octubre de 1993, donde obtendr cerca del 40% de los votos a nivel nacionali , y, tras modificar exitosamente la Constitucin Nacional al ao siguiente, en la eleccin presidencial del 14 de mayo de 1995, donde, a pesar del escaso respaldo explcito hacia su liderazgo (Yo no lo vot), ser electo nuevamente como Presidente con un porcentaje cercano al 50% del total de votos.

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5. Conclusiones En el transcurso de este trabajo nos propusimos examinar la dimensin poltico-cultural de la hegemona menemista. En ese marco, desarrollamos un anlisis interpretativo acerca de la modalidad especfica de identificacin social que asumi la ideologa menemista. En particular, colocamos en el eje en el proceso de legitimacin social del primer perodo de gobierno de Menem, destacando la relevancia ejercida por el Rgimen socioeconmico de Convertibilidad y su amplia cadena de significantes asociada, en la constitucin de aquella hegemona cultural. A partir de un enfoque con eje en los aportes de la Teora psicoanaltica de la ideologa y ciertas contribuciones conceptuales adicionales del psicoanlisis lacaniano, sostuvimos que el fenmeno de la ideologa menemista poda ser analizado bajo una doble dimensin. Por un lado, poda ser entendido como un respaldo derivado de una fantasa inconsciente que actuaba como un goce superyoico para el sujeto. En dicho marco, destacamos la funcin de sutura imaginaria del espacio social ejercido por el significante Convertibilidad, que se ados al logro de una serie de significantes anudados tales como la pacificacin, la estabilidad econmica y social, la unidad y el orden, contraponiendo la situacin con el perodo anterior de inestabilidad, conflictos, desorden y caos social. Adems, subrayamos la importancia de la mitologa metafrica del 1 a 1 y de otras metforas unarias, entre ellas la de la aldea global y la de la concierto internacional, o la apelacin presidencial al Hermanos y hermanas, como smbolos de la unificacin imaginaria del espacio social y el intento de suplir fantasmticamente la ausencia ontolgica de relacin sexual. A su vez, enfatizamos en la importancia que ejerci la institucionalizacin de la paridad cambiaria fija bajo un marco legal, en la formacin de un principio de naturalizacin y sedimentacin del nuevo rumbo, situacin cimentaba por una visin hegemnica que resaltaba la restriccin de alternativas polticas vlidas al proyecto estabilizador y a las reformas neoliberales. Finalmente, vimos de qu modo, a partir del xito tangible del 1 a 1, a lo que sumamos el sofocamiento del ltimo levantamiento militar de diciembre de 1990, se lograra pacificar la situacin previa de caos social. En ese marco, que contrastaba con los saqueos a supermercados y comercios y con el elevado nivel de conflictos y enfrentamientos sociales que caracterizaran al perodo 1989-1991, el discurso menemista lograra la firme construccin de un principio de orden colectivo, que hasta entonces slo se haca presente a travs de su ausencia. As, el significante Rgimen de Convertibilidad, articulado a una amplia cadena significante vinculada a la paz o reconciliacin, el orden y la estabilidad econmica y social, funcionar como un objeto parcial o punto nodal que encarnar el goce colectivo de la unidad plena, en razn de que lograr suturar de forma imaginaria la falta estructural. En la segunda parte del trabajo nos centramos en una segunda dimensin de la formacin ideolgica del discurso menemista, cuyo eje radicaba en el fetichismo de la creencia materializada en la prctica cotidiana. En ese marco, destacamos, en primer lugar, la relevancia performativa ejercida por el discurso menemista en la legitimacin social del nuevo orden. En particular, hicimos hincapi en el recuento de los datos macroeconmicos favorables que, sobre todo a partir del xito estabilizador y el auge de consumo promovido por el 1 a 1, seran una constante apelacin por parte de las alocuciones presidenciales. Estos ndices positivos, entre ellos un crecimiento indito del PBI, las reservas monetarias, el consumo interno, la demanda agregada, la inversin externa, a lo que sumamos, a partir de 1991, una reduccin drstica de las tasas de inflacin y un importante descenso de los indicadores de pobreza e indigencia, al materializarse cada uno de ellos en la prctica cotidiana de los sujetos, contribuyeron a fetichizar los cambios estructurales que estaban

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generando las polticas neoliberales del menemismo, al tiempo que contribuyeron a legitimar activa o pasivamente al nuevo rumbo. En la misma lnea, el rpido xito de la Convertibilidad permitira mostrar el logro efectivo y tangible de una estabilizacin monetaria que contrastara de forma concreta con la trgica experiencia hiperinflacionaria y con los indicadores negativos del perodo 1989-1991. Adems, la reduccin de las tasas de inters, junto a las expectativas favorables generadas por el nuevo marco legal del 1 a 1 y la apreciacin cambiaria, incentivaron un fenomenal boom de consumo que permiti a amplios sectores sociales el acceso al crdito barato para la compra de todo tipo de electrodomsticos, viviendas, coches, indumentaria, o bien para viajar por el mundo y consumir a bajos precios. Todos estos elementos, lejos de representar un discurso abstracto o meramente terico, se materializaban y objetivaban en la prctica cotidiana de los sujetos actuantes, que podan ver, tocar y sentir de forma tangible y concreta los beneficios de la fiesta menemista y sus cnones de consumo y modernizacin similares a los de los pases ms desarrollados. En el marco de un discurso largamente sedimentado y objetivado que haca creer en el mito de un pas potencia destinado por la Historia a un futuro de grandeza, las nuevas circunstancias de indita conexin al orden global y de reconocimiento cotidiano de las principales potencias mundiales hacia los innegables xitos del gobierno de Menem, se lograba acceder ahora el cumplimiento efectivo de la fantasa tan anhelada. Finalmente, el contexto socio-histrico y cultural, signado por la cada del comunismo, el fracaso del keynesianismo y, en el caso argentino, la trgica experiencia del gobierno de Alfonsn, coadyuvaban tambin, junto al papel de los principales representantes del establishment local y transnacional, a generar un clima sociocultural hegemnico, en el que todo indicaba que la instauracin del Rgimen de Convertibilidad haba sido un notable e indiscutible xito del menemismo. En ese marco, a partir de algunos aportes del psicoanlisis lacaniano, destacamos que el acceso al consumo masivo y al ahorro en sectores medios y medios-altos, junto al proceso de acumulacin econmica para los ncleos de poder del capital, funcionaron como un plus de goce que incorpor un suplemento que exceda al goce de la unidad social y que se vinculaba al goce del reconocimiento de la comunidad internacional y al mandato superyoico del consumo individual como modalidad de identificacin en los tiempos pos-polticos signados por el declive de la imagen paterna y su tradicional funcin de restriccin de los lmites. De ahora en ms, bajo la gida del xito indiscutible del modelo de Convertibilidad, el discurso menemista haba posibilitado la incorporacin de un plus o excedente de goce que se derivaba del cumplimiento del mandato imperativo de gozar sin lmites del consumo hedonista individual y del reconocimiento nacional y mundial de la Argentina como un pas potencia que recuperaba, ahora s, su mtico destino de grandeza al que lo tena asignado la Historia. En ese marco de materializacin prctica y objetivacin corporal de los supuestos xitos del modelo de Convertibilidad, concluimos que el respaldo poltico hegemnico al menemismo no poda limitarse a un puro cinismo basado en la lgica del lo s, pero aun as. Si bien ciertos sectores sociales, particularmente aquellos dirigentes del establishment que se hallaban ms informados, podan saber o suponer acerca de la ficcin en la que se asentaba el llamado 1 a 1, muchos otros no podan ni sospecharlo, en tanto observaban y vivan de forma efectiva y real los efectos positivos tangibles del rgimen socioeconmico. Entre ellos, la indita estabilidad temporal de todos los precios, la posibilidad de acceder al crdito y consumir, ahorrar y/ o viajar, los datos macroeconmicos positivos del perodo 1991-1994 y las constantes muestras de aprobacin y las felicitaciones de parte de organismos multilaterales de prestigio tales como el FMI o el Presidente de los Estados Unidos, como as tambin de decenas de

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economistas, financistas, comunicadores y empresarios nacionales e internacionales que resaltaban los logros y xitos del modelo argentino. Todos estos elementos, que se sedimentaban y objetivaban diariamente en los cuerpos, nos llev a concluir que en muchos sectores de la sociedad existi en los aos 90 un consenso social basado en una lgica que no era cnica, sino primordialmente de sentido comn y prctico, a partir de la premisa de que lo hacen en la prctica, por lo tanto, no lo saben. En la etapa final del trabajo nos centramos en la modalidad de legitimacin discursiva del liderazgo menemista, indagando, especficamente, en el proceso de identificacin cultural en torno a su figura. Partiendo de un marco terico psicoanaltico estrictamente lacaniano, afirmamos que este respaldo social y esta lgica de identificacin poda ser entendida en el contexto de una investidura catexial hacia el liderazgo de Menem, aunque mediado discursivamente a travs del Rgimen de Convertibilidad. Este modelo, asociado directamente a un conjunto de significantes adosados (entre los que se destacara la estabilidad monetaria), se convertira en el punto nodal que funcionara como un objeto parcial o significante vaco sustituto imaginario de la ausencia de relacin sexual. En ese marco, la famosa frase Yo no lo vot, as como las escasas movilizaciones de apoyo social al menemismo, lejos de ser un sntoma del cinismo colectivo en el que se basaba el respaldo al discurso de Menem, deba ser considerado, ms bien, como una identificacin mediatizada que expresaba el respaldo masivo a un rgimen socioeconmico hegemnico que se haba materializado en una verdadera realidad para gran parte de la sociedad, al encarnar el goce derivado del rasgo unario y, al mismo tiempo, el plus de goce fetichizado del consumo y la acumulacin que simbolizaba la moneda, en tanto equivalente general de todo tipo de mercancas posibles de ser consumidas y/o acumuladas. Se trataba, en efecto, de una creencia fetichizada que, al materializarse de forma efectiva y tangible en la prctica cotidiana y habitual de los sujetos, lograba objetivarse como una realidad plena que impeda hacer presente su componente de cinismo y fantasa. Una promesa mtica de plenitud y opacidad que, en tanto verdad prctica instalada a partir del saber de sentido comn, slo lograra ser atravesada exitosamente como creencia fantasmtica a partir de observar y vivir los efectos desestructurantes causados por la devaluacin monetaria de comienzos del 2002 y el consiguiente fin del 1 a 1. 5. Bibliografa
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La flexibilizacin del trmino populismo y neopopulismo en la categorizacin de los actores polticos en Amrica Latina
Por: Juan Camilo Rivera Lpez*

Resumen El tema del populismo y el ascenso de los neos en la teora poltica hacen pertinente el estudio de este tema, para resaltar en mayor medida los errores en los que se puede caer al caracterizar lideres dentro de esta categora. Es por esto que resulta tan importante y pertinente para avanzar en el tema la teora de Mara Moira Mackinnon y Mario Alberto Petrone que hace referencia al complejo de cenicienta. En esta medida el presente trabajo se presentara como un ensayo acadmico que usa el mtodo comparativo para resaltar lo dicho en la hiptesis. Los casos a analizar sern lvaro Uribe en Colombia y Hugo Chvez en Venezuela. Introduccin El tema del neopopulismo y su injerencia en el actuar de un poltico es un tema siempre evidente dentro de los diferentes debates alrededor de los dirigentes de los pases. Es por esto, que el presente artculo se presenta como una alternativa a analizar el tema desde un punto de vista crtico. En donde, se tiene muy en cuenta el anlisis terico, adicionndole, el anlisis comparado de dos casos muy relevantes dentro del estudio de este tema, los lderes lvaro Uribe en Colombia y Hugo Chvez en VenezuelaEn esta medida, el tema del neopopulismo hace pertinente el estudio del mismo desde un punto crtico-terico en donde se analice de forma crtica el uso inapropiado del trmino o la implicacin del mismo, para incluir diferentes casos. Por consiguiente, la seleccin de los casos se hace en primera instancia, y como se dijo anteriormente, por ser de los casos ms nombrados en los diferentes debates. Adicionalmente es menester analizar los mencionados lderes polticos, debido a que son dos dirigentes muy diferentes e incluso para muchos contrarios en su actuar poltico. Lo cual lo hace necesario para poder entender este tema y desglosar la complejidad del mismo. El objetivo del presente trabajo es analizar los casos Uribe y Chvez desde la perspectiva neo-populista para evidenciar diferencias, semejanzas e incluso errores en la categorizacin de estos casos. El debate frente al trmino neopopulismo como forma recurrente en que los gobiernos de la regin han empezado a manifestarse es evidente. Tericos como Kenneth Roberts afirman que el populismo se ha presentado en diferentes lugares del mundo pero se ha expresado de forma clara en Latinoamrica, con casos particulares como Hugo Chvez en Venezuela y lvaro Uribe en Colombia. Los cuales, abren el debate frente al populismo en la nueva poca. En los casos mencionados de neopopulismos se resalta el patrn personalista de regmenes polticos, como caracterstica tajante para categorizar (Vilas 2003: 13). No obstante, el reduccionismo es un error comnmente concurrido, en la medida que, como lo resalta Aldo Olano, se cae en dos reduccionismos, el meditico, referente a por ejemplo que la exposicin del lder a los medios de comunicacin lo hace populista. Y el reduccionismo fiscalista, que se refiere al proteccionismo caracterstico de algunos sectores, en donde se

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dice que cualquier propuesta alternativa a la teora neoliberal es populista (Olano 20062007). Desde las reformas neoliberales y macroeconmicas de 1990 se empez a usar el trmino neopopulismo para referirse a los personalismos de estas caractersticas. Sin embargo existe una discusin referente al anlisis del trmino populismo. En donde posiciones como las de Laclau quien afirma que es posible calificar de populistas a la vez a Hitler, a Mao o a Pern (Vilas 2003: 20), a lo cual Vilas critica haciendo referencia a que el cae en un reduccionismo discursivo de lo que se llama populismo. Adems de esto se le suma la mala caracterizacin de los regmenes considerados neo populistas. Es por esto, que la posicin de Mackinnon y Patrone se hace evidente en donde se puede hacer referencia a que el trmino de populismo y neopopulismo son flexibilizados para hacer que calce dentro de cualquier piei . Por consiguiente, es importante analizar a profundidad el tema presentado para evitar caer en el reduccionismo. En un principio comenzaremos con la siguiente hiptesis de trabajo: La teora populista y neo-populista se puede ver algo limitada al quedarse en aspectos discursivos y no trascender a otras caractersticas. En esta medida, en muchas discusiones se caera concurrentemente en el error de usar el trmino de forma indiscriminada para referirse a dirigentes que incluso luego se afirmaran como contrarios en trminos generales. Marco Terico: Como punto de partida para analizar el trmino como tal y sus componentes tericos se toma la obra de Mackinnon y Petrone, teniendo en cuenta posiciones crticas como las de Carlos Vilas y Aldo Olano. En adicin, se tendr en cuenta la conferencia de Michael L. Connif para bordar la parte histrica del surgimiento del neopopulismo en Amrica latina. Adicionalmente para encaminar el articulo hacia el objetivo de evitar la flexibilizacin de los trminos se usara la literatura de Sartori, en especial el termino stretching, que hace referencia a una parte importante de la hiptesis anteriormente esbozada. Para el caso de lvaro Uribe se empezara por un anlisis teniendo como base el anlisis de la gestin del mandatario. Esto se har por un lado analizando sus polticas, adicionalmente por medio de un anlisis meditico se podr analizar sus caractersticas en pblico. Se usaran autores como Aldo Olano nuevamente, quien analiza el caso de Uribe y Chvez. De igual forma se usara el trabajo de Carolina Galindo Hernndez sobre el neopopulismo en Colombia. Dentro de este anlisis se incorporaran dos autores ms que son Luis Guillermo Patio Aristizbal y Porfirio Cardona Restrepo, quienes analizan el discurso de Uribe desde una perspectiva neopopulista, adicionalmente analizan el discurso de Chvez desde la misma posicin. Al igual que Claudia Ximena Carrillo Vargas que analiza a Uribe desde una perspectiva neo populista. Adicionalmente para el caso particular de Chvez, adems de los artculos en donde es nombrado anteriormente se analizara desde el trabajo de, Nelly Arena. Quien analiza el proyecto chavista como tal y la discusin entre el viejo y nuevo populismo. Adicionalmente el trabajo de Fernando Casal quien, analiza el discurso y la poltica internacional de Hugo Chvez.

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Por ltimo, se realizara una yuxtaposicin de los casos estudiados para analizar las teoras anteriores y los aportes de los mismos para demostrar la hiptesis. 1. Anlisis del neopopulismo desde el caso lvaro Uribe Vlez, en Colombia durante sus dos periodos presidenciales. Con las reformas neoliberales y macroeconmicas caractersticas de los 90 se empez a usar el trmino neopopulismo para referirse a los personalismos de estas caractersticas. No obstante, dentro del ambiente acadmico y terico existe una discusin referente al anlisis del trmino populismo y neopopulismo. En dicha discusin, se pueden resaltar posiciones anteriormente mencionadas como la de Laclau quien de forma crtica afirma que es posible calificar de populistas a la vez a Hitler, a Mao o a Pern (Vilas, 2003:20), de igual forma, se encuentra la posicin de Vilas quien critica el termino y el uso de este en diferentes trabajos haciendo referencia a que el cae en un reduccionismo discursivo. Adicionalmente a esto se le suma la mala caracterizacin de los regmenes considerados neo populistas, pues la discusin se extiende como se extiende el trmino para su aplicacin a regmenes con nuevas caractersticas. Dentro de esta lgica es vlido aterrizar el tema en primera medida con el caso de la administracin de lvaro Uribe Vlez, quien es llamado de forma abierta por muchos sectores como neo populista, neo liberal y dems neos para atacarlo, pero dentro de este anlisis acadmico es importante preguntarse Qu tan neo populista es este dirigente en verdad?. En primera instancia, se afirma en algunos trabajos y registros de prensa que un aspecto caracterstico de este ex dirigente era el hecho de no pertenecer un partido tradicional, sin embargo esto fue porque no paso dentro de las votaciones internas y por esto decidi presentarse independientemente. Es decir que, en un inicio lvaro Uribe, se presenta como un perteneciente del partido liberal, partido tradicional colombiano al cual perteneca desde 1977. Sin embargo, dentro de las elecciones internas gana Horacio Serpa para representar al partido como nico candidato de liberalismo colombiano. Por esto, Uribe decide presentarse como independientei y de esta forma crear un partido personalista y un posterior gobierno igual. En esta medida, el trmino populista parece evidente en su independencia. No obstante, en el momento de su posesin, se apoya en el partido conservador colombiano, adems de sectores del partido liberal. Por consiguiente, el tema de la independencia la presenta l como algo fuerte dentro de su gobierno, sin embargo, en los cargos pblicos se pueden identificar los partidos y los sectores aliados. En esta medida, su independencia queda muy cuestionada, pues a pesar de quedar electo como candidato independiente su triunfo y su mandato reposa en los partidos y sectores tradicionales con los que anteriormente mantena simpata o contacto. De igual forma, el factor nacionalista evidente en las caractersticas de un rgimen populista es evidente pero no para rechazar la presencia extranjera en primera medida como ocurre tradicionalmente en los denominado populistas. En este gobierno se realiza todo lo contrario, se hace hasta lo imposible por atraerla, en este gobierno se impulsan un gran nmero de incentivos para atraer la inversin extranjera. El punto nacionalista se puede ver evidenciado en otras polticas internas, tales como el manejo del conflicto interno contra las FARC. Adicionalmente, se presentaban enemigos externos en particular Venezuela quien como Estado apoyaba las operaciones de las FARC.

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El factor de apoyo popular muy importante para quienes caracterizan lderes dentro de este tipo, es evidenciado en este gobierno en donde tiene niveles de popularidad muy altos y constantes. Esto se puede ver en las encuestas con intento de voto y de apoyo al gobierno, inclusive, en la reeleccin alcanza un 62,35%i ganando de forma inmediata la presidencia para el periodo de 2006-2010, esta cifra record lo llevo a posicionarse como el presidente con mayor nmero de votos. Esto lo explican tericos colombianos, sosteniendo que dicha popularidad se debe a que por medio de una dinmica de guerra ataca de forma directa el conflicto armado, lo cual, es aceptado positivamente por la mayora de la poblacin colombiana. Sin embargo, es importante resaltar que en la teora, el nacionalismo dentro del discurso es presente de forma constante el uso de referentes culturales e identificando fcilmente enemigos y males exteriores dentro o fuera de la regin. De forma que, en trminos econmicos que eran de suma importancia por el contexto de crisis de la dcada de los 30se atacaba constantemente la dependencia al mercado del norte de la mano de las ideas de progreso y modernidad por lo cual los lderes populistas e intelectuales reformistas consideraran al imperialismo norteamericano como el principal enemigo del pueblo (Olano, 2006-2007:15) En esta medida, aspectos puntuales tales como el exceso de consejos comunales y el personalismo con el que se mueve su poltica puede decirse que si existe cierta semejanza al populismo aunque es un anlisis muy vago y compartiendo lo que dice Vilas la teora neo populista se limita a la hora de caracterizar a quienes dicen ser neo populistas, se quedan en el discurso y no comprenden bien la teora base, el populismo. Esto lo dice teniendo en cuenta que argumentar que alguien es populista o neo populista porque parece serlo es irresponsable y se debe analizar la base de la teora y no estirar los trminos para lograr encajar un caso en particular. En esta misma lnea argumentativa, es importante resaltar incgnitas en torno a la definicin y enumeracin de atributos referentes al populismo. Como lo expresan Ionescu y Gellner es pertinente cuestionarse si Existe un sustrato unitario subyacente bajo esas formas [populistas] o bien se designa con un mismo nombre una multitud de tendencias desvinculadas entre si?, haciendo referencia a la flexibilidad irresponsable del trmino, convirtindose en una etiqueta poltica, que designa una amplia gama de fenmenos, partidos, movimientos, lderes democrticos y autoritarios de distintas pocas, lugares y afiliaciones ideolgicas (Ruiz 2006: 103). En este punto es donde la teora se flexibiliza tanto que la teora pierde peso en trminos acadmicos y tericos puede pasar a ser usada de forma imprudente en otros escenarios para estigmatizar o resaltar ciertos lderes. Otro punto que es importante tratar es su relacin con los otros poderes, debido a que a lo largo de sus mandatos tuvo unas relaciones tensas. Este punto es resaltado debido a que se argumenta que el presidente concentraba -o lo intentaba- el poder. En donde muchos argumentaban que si bien sus consejos comunales eran un problema porque suprima las funciones de los entes regionales, sus presiones a la corte son mal vistas pues concentraba todava ms el poder. Esto lo haca apoyndose en las encuestas que lo favorecan. Este punto es ms fuerte, en la medida que muestra una clara personalizacin de la poltica, en donde, en el poder legislativo se da un florecimiento de partidos en torno al presidentei El poder judicial y el ejecutivo tenan relaciones constantemente ms tensas, debido a que, temas como la reeleccin, investigaciones por compra de votos y vnculos con grupos paramilitares siempre se hicieron latentes. Adicionalmente las interceptaciones telefnicas

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hechas a la corte suprema de justicia, partidos de la oposicin y dirigentes de diferentes ONG, sindicatos y grupos de presin sellaron el cierre de su mandato con las relaciones ms deterioradas que ha tenido un dirigente. Por consiguiente, en este punto se puede ver como este punto de la personalizacin de la poltica empieza a cruzar la lnea de la legalidad, poniendo en discusin esta caracterstica populista. En esta medida, se debe resaltar que la caracterstica de lder carismtico no puede ser el nico camino para una aproximacin excluyente o discriminante al populismo, pues esta caracterstica est presente en otros estilos polticos y no polticos. Por esto, se debe evitar caer en reduccionismos para no hacer usos indebidos de este trmino para caracterizar a un lder. Debido a que la personalizacin de la poltica es un camino diferente al populismo y neo populismo, esta se puede explicar por la crisis de los partidos y se vuelve cada vez ms comn en los partidos modernos, pues en muchos se rescatan virtudes de representantes para atraer mayor cantidad de votos y adeptos. Adicionalmente el hecho de ser un outsider o no, no lo caracteriza como populista de forma automtica. Un punto que debe ser resaltado con mayor fuerza si se quiere rescatar el tema de la popularidad de Uribe, es el hecho de que el siempre busca responderle a su electorado, mostrando encuestas y cifras de apoyo para sustentar sus polticas. Sin embargo, este punto es muy dbil en la medida que en el mandato de Uribe solo se promulg un referendo y no obtuvo los resultados esperados. Adicionalmente la abstencin en las votaciones a presidente en su segunda eleccin y en las elecciones al congreso son cifras record. Por consiguiente, el tema del populismo en Uribe se ve un poco difuso, por esto se analizara otro caso y se sobrepondrn las similitudes y diferencias para analizar estos mandatarios y la flexibilidad del trmino. 1. Anlisis del neopopulismo desde el Caso Hugo Chvez, en Venezuela durante sus mandatos. El caso de Hugo Chvez es un caso particular, debido a que, en cierta medida existe un consenso sobre su categorizacin en el rubro del populismo. Chvez representa o lo intenta- un lder latinoamericano de los pases que estn en contra del imperio extranjero particularmente norteamericano, este lenguaje es muy tpico del lder populista, en la medida que recuerda aquellos lderes populistas clsicos en donde se movilizaban a las grandes masas contra el enemigo externo. Esto sigue estando presente en la actualidad y se puede afirmar que es la base de la transmisin ideolgica y las movilizaciones. El origen de Chvez es humilde con carrera militar y su acceso al poder fue por va electoral, eso lo hace smil a clsicos como Pern. (Gratius 2006) Adicionalmente su constante ataque hacia la oligarqua venezolana es otro factor que se puede recordar de las bases tericas del populismo. Las caractersticas ms resaltantes del populismo venezolano son la movilizacin y el control de las masas por Hugo Chvez, el apoyo en un movimiento (el bolivariano), el rechazo de los tradicionales partidos polticos, un presidencialismo fuerte y autoritario, una mayor intervencin del Estado y un discurso poltico nacionalista (Gratius 2006: 5) El punto difcil del anlisis del mandatario venezolano es el hecho de ser acusado de autoritario, incluso Petkof adversario poltico afirma que Chaves se encuentra con un pie en el autoritarismo y uno en la democracia. Actualmente las potencias capitalistas ven su modelo como un modelo peligroso para el orden internacional. Adicionalmente sus amistades con mandatarios de pases no muy apreciados por el mundo occidental, como

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Irn, Rusia y China, dificultan sus relaciones y su imagen con estos pases. Sin embargo sus reformas en nimo de concentrar el poder estn encaminadas no a cerrar instituciones del Estado, sino a colocar personas afines a sus objetivos y fines polticos. Esto lo hace debido a que al igual que el mandatario anterior, tiene un nivel de apoyo electoral muy significativo, No cabe ninguna duda de que el origen del Gobierno venezolano es democrtico: a diferencia de muchos otros presidentes latinoamericanos, Hugo Chvez fue democrticamente elegido en 1998, reelegido en 2000, reconfirmado por el referndum de agosto de 2004 y nuevamente elegido en los comicios de diciembre de 2006 (Gratius 2006: 5). Esto muestra que su origen es su democrtico, mas no que su actuar es igual. Teniendo como base su apoyo popular el mandatario utiliz su poder para promover diferentes clases de reformas, por ejemplo, el aumento del periodo presidencial, incluyo en consultas populares las revocatorias de los mandatos, otorgando al pueblo una mayor cantidad de poder. Adicionalmente la nacionalizacin de los productos energticos es un punto manejado por el mandatario por medio del nacionalismo, pues muestra la mano extranjera como una amenaza al manejo independiente de los recursos del pas. El acercamiento al pueblo lo hace Chvez constantemente, se puede ver en su conocido programa Al presidente, en donde el mandatario trata de forma personal los problemas, triunfos e incgnitas que se presentan en la poltica diaria del pas. La forma de dirigirse al pas nunca es formal en trminos semnticos, sino por el contrario a lo largo de su acercamiento se maneja una relacin informal que pretende brindar al pblico una sensacin de mayor confianza y pertenencia. Dentro de sus mayores opositores se puede encontrar el argumento que hace referencia a que el mandatario tiene una comunicacin muy buena que es convincente y clara. Esto fue expresado por la Universidad de la Plata quien en semanas pasadas otorgo al mandatario el premio Rodolfo Walsh otorgado por la Red Carreras Argentinas de Periodismo y comunicacin. Dicho galardn es dado al presidente Chvez por su trabajo y esfuerzo en la comunicacin popular. Tema que no fue bien acogido por algunos sectores opositores al rgimen chavista, sobre todo por canales y medios de difusin cerrados en momentos pasados. Otro punto caracterstico que relaciona a Chvez con el populismo clsico es el tema del enemigo, pues como se dijo anteriormente, el enemigo que empieza por destruir es la oligarqua existente en el pas, sin embargo, pero en la medida en que sus adversarios fueron perdiendo poder y dejaron de constituir una amenaza para su rgimen, la frontera fue corrindose hacia una exterioridad enemiga, ms all de los lmites nacionales, como la que encarnan EEUU y su gobierno (Arenas, 20014: 40) Lo cual hace referencia evidente al tema del populismo clsico. Sin embargo, un punto en donde se afirma que este caso puede ser analizado desde el punto neo-populista es el carcter de outsider que emana de su mandato. En la medida que, se afirma que sin hacer ninguna carrera poltica ni haber ejercido ningn cargo poltico se posicin como presidente. Presentndose en esta lnea como diferente a la poltica tradicional. La intencin que se puede resaltar en este aspecto es que se quiere usar el trmino neo-populista para dar continuidad al trmino e incluir nuevas caractersticas particulares que antes no se presentaban en los regmenes dentro de este grupo categrico. No obstante, el estiramiento de los conceptos es un tema delicado en la medida que se puede contradecir. Es decir, se puede por ejemplo incluir presidentes o ejemplos que antes no se incluan o que se consideraban fuera de este rubro.

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De igual forma, el mandatario venezolano es catalogado en el viejo o clsico populismo por sus caractersticas evidentes anti oligrquicas y anti influencia extranjera en especial EEUU. Adicionalmente moviliza gran parte del pueblo en la medida de mostrarse pro a favorecer las capas ms desfavorecidas de la sociedad. Estas movilizaciones de masas las hace con una estrategia nacionalista en donde reviven sentimientos de patria y unidad encaminados a sus reformas. En esta medida, el personalismo es evidente y esto se ve expresado en la medida en que se presenta como un outsider fuera de ese crculo tradicionalista de los partidos y las elites polticas y econmicas del pas. Este ltimo punto es importante en la medida que se usa para incluir al mandatario en la extensin neo del trmino populista. Esto en la medida que, se basa en ejemplos de mandatarios latinoamericanos de la dcada de los 90. Sin embargo, Hugo Chvez es catalogado dentro del populismo clsico en la medida que sus caractersticas se tornan ms propensas a ser incluidas dentro de esta inclinacin. No obstante, autores como Nelly Arenas rescatan caractersticas particulares que no se encuentran en los casos del populismo clsico, el de Chvez es un populismo militarista cuyas relaciones con la democracia son, en consecuencia, tanto o ms ambiguas que las que en el pasado tuvieron los gobiernos de esta naturaleza en la regin (Arenas 2004), a pesar de esto esta autora afirma que Chvez es un populista clsico con particularidades, como la resaltada. Adicionalmente, es importante resaltar el carcter autoritario que muchos sectores afirman, en la medida que es pertinente para enriquecer este anlisis. Actualmente el presidente venezolano es catalogado por sus opositores internos y externos como autoritario, debido a que, presenta reformas polticas y econmicas que incluyen recortes, restricciones y cierres. Autores como Susanne Gratius resaltan en trminos positivos la ampliacin de mecanismos para la participacin popular y la organizacin, adicionalmente el gran nmero de programas en favorecimiento a los sectores ms desprotegidos del pas. Sin embargo resalta en trmino negativos, la militarizacin de la poltica y la concentracin cada vez mayor del poder en el ejecutivo. De igual forma, se afirma que el hecho de que se personalice la poltica en exceso amenaza la institucionalidad y la democracia, pues disfraza el autoritarismo de populismo es decir, la democracia tambin se menoscaba cuando los lderes populistas se ofrecen como los nicos capaces de resolver los problemas en el mismo instante en que los padece la sociedad, para lo cual reclaman su relacin directa con los oprimidos, sin mediaciones ni arreglos polticos que involucren plazos. Entonces la creacin de institucionalidad democrtica sostenible se ve amenazada (Arenas 2004: 47) A pesar de esta posicin es pertinente resaltar nuevamente el hecho de que el gobierno bolivariano de Chvez no ha suprimido instituciones, sin embargo, esa delgada lnea entre el populismo chavista y el autoritarismo es el debate que sigue en curso. 2. Anlisis comparado de los casos estudiados anteriormente, conclusiones, semejanzas y diferencias encontradas en el estudio. Los casos anteriormente estudiados dan un acercamiento a la teora populista, en la medida que ambos presentan puntos que comnmente son otorgados al estilo populista, tales como la forma de comunicacin directa e informal con el pueblo, los altos niveles de popularidad, la personificacin del poder, entre otros. Adicionalmente presentan puntos particulares que hacen evidente el debate entre la categorizacin clsica o nueva. Por esto, es pertinente hacer una yuxtaposicin de los casos en trminos de encontrar diferencias similitudes y vacos entre la teora y el estudio.

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Para empezar es importante recordar la teora de Mara Moira Mackinnon y Mario Alberto Petrone que hace referencia al complejo de cenicienta. En dicha ponencia terica se resalta el problema del reduccionismo en el anlisis, en la medida que critica el populismo pues un reduccionismo terico y adicionalmente una flexibilidad en los trminos genera una zapatilla que podra quedarle a muchos mandatarios. En esta medida, se puede considerar que reducirse a caractersticas discursivas o carismticas sera un error. Ambos mandatarios comparten caractersticas de estilo poltico, por un lado, Uribe mantiene con sus consejos comunales y su acercamiento constante a los medios una relacin personalista con su electorado, esto ocurre de forma muy parecida con el mandatario venezolano, quien es un poco ms ambicioso y con su programa Al Presidente mantiene una relacin igual con el pueblo. Ambos mandatarios usan trminos informales para generar un ambiente de mayor confianza entre ellos y su pueblo. Ambos se dirigen constantemente a diferentes regiones para solucionar los problemas de las regiones del pas, ahondando el tema del personalismo en la poltica. Adicionalmente, son seguidores de las encuestas y de esta forma legitiman su gobierno y sus polticas. Ambos mandatarios presentan popularidades muy altas y constantes, por lo que aprovechan esto para movilizaciones de masas en torno a sus polticas. En este punto se encuentra un factor diferenciador y es la intencin de decidir todo por medios plebiscitarios. Desde el lado venezolano se puede identificar reformas por este medio incluso en 2004 fue reconfirmado en el poder por referndum, no obstante, el lado colombiano tiene intenciones de elegir por plebiscito diferentes puntos, sin embargo, su intento fracaso en 2003 cuando impulso un referendo y no obtuvo los resultados esperados. En esta medida, el gobierno de Uribe descarta este medio y usa los medios y las alocuciones presidenciales para presionar de forma pblica a los otros poderes para alcanzar sus objetivos. De esta forma, se ve como el gobierno del colombiano concentra el poder de otra forma, con llamadas y enfrentamientos con los otros poderes. Otro punto encontrado que muestra diferencia en ambos mandatarios es el ataque a un enemigo. Como se identific antes en el trabajo, para Chvez el enemigo empez por ser la oligarqua venezolana que haba hundido al pas en una crisis y luego el enemigo pas a ser Estados Unidos y su influencia en la regin. Uribe no presenta un enemigo muy claro, el enemigo en el que se acoge para promover su poltica es las FARC quienes representan la amenaza ms grande contra el funcionamiento de la democracia. Adicionalmente, en un inicio no muestra enemigos extranjeros, por el contrario promueve la inversin extranjera otorgando ventajas significativas a las empresas externas. Este punto es significativo, en la medida que se encuentra ligado con los postulados de la teora populista. En esta misma lnea se encuentra el tema del nacionalismo, que aunque se presenta en ambos mandatarios, estos lo fortalecen diferentemente. Por un lado, el colombiano usaba el tema de la violencia y la guerra contra el terrorismo como afianzador nacionalista, mientras que el presidente venezolano usa la intervencin extranjera y la nacionalizacin de recursos como promotor del nacionalismo. Adems, el favorecimiento a los sectores ms desprotegidos de la sociedad se hacen evidentes en su plan de gobierno de forma muy clara por el venezolano, quien luego usara esto para movilizar las masas. Esto no se ve de forma tan clara en el caso colombiano, pero su relacin con el pueblo por medio de los consejos comunales y los acercamientos regionales. Ambos mandatarios presentan particularidades que hacen debatible su entrada en el rubro neo-populista. El mandatario venezolano es un outsider que proviene de las fuerzas

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militares y de un intento fallido de golpe de Estado, que da en sus polticas gran importancia a los militares y a los sectores ms desprotegidos y desfavorecidos de la ciudad. En el otro lado, el mandatario colombiano se presenta como outsider cuando parece no serlo, lo que este intenta es concentrar el poder con personas afines a sus objetivos de gobierno. El tema del acercamiento y la movilizacin de las masas parece novedoso y es por esto que en ocasiones intenta introducirse al mandatario en esta categora. 4. Conclusiones y Reflexiones Dentro de la teora neo populista se puede ver un poco limitada al quedarse en aspectos discursivos y no trascender a otras caractersticas. De igual forma es resaltante el anlisis de Vilas en donde afirma que no se entiende completamente la teora base del populismo. Por tanto afirmar que existen neopopulismos se puede si se toman ciertas caractersticas sin embargo esta no contempla los casos complejos en donde se afectan ms variables. Adicionalmente el estudio comparativo muestra que los casos estudiados en ciertas ocasiones se acercan y parecen smiles y en otras parecen opuestos. Sin embargo, el objetivo del trabajo era mostrar los problemas que hay en la categorizacin de los mandatarios de forma irresponsable y flexible en este rubro. Adicionalmente, si se le agregan aportes como los de Laclau y Vilas quienes afirman que el trmino como tal es muy poco construido adicionalmente la flexibilidad del trmino hace que si existan discusiones en temas del populismo clsico, cuando se hace mencin al debate neo el tema queda todava con mayores vacos. Es por esto que es pertinente cuestionarse si el trmino es usado de forma indiscriminada o no, debido a que esto se ha hecho en diferentes momentos en los cuales se quiere estigmatizar o resaltar algo de un candidato. Actualmente el tema sigue siendo punto de debate entre tericos y actores de la poltica, debido a que es usado por la prensa y por candidatos de diferentes partidos para demeritar o alabar diferentes estilos polticos de otros actores. En esta medida es pertinente concluir que el debate queda abierto, no existe una posicin ni un argumento ltimo, segn lo estudiado. El tema sobre la flexibilizacin del trmino puede hacer que en ocasiones no se caiga en bloqueos conceptuales, pero a la vez puede hacer que esta se convierta en aquella zapatilla de la cenicienta que le puede quedar a quien le parezca al que lo utiliza. Se debe usar de forma ms responsable que haga referencia ms al estilo como tal del poltico y no para referirse de forma irresponsable a aspectos discursivos o de accin que no le gustan de cierto poltico. Debido a que entre ms se estire el trmino en sentido conceptual pierde validez en el ambiente acadmico y terico.
*Universidad Externado de Colombia.

Bibliografa: Libros:
Arena Nelly, El gobierno de Hugo Chvez: populismo de otrora y de ahora, Nueva Sociedad, Segundo semestre de 2004. Arena Nelly, El proyecto chavista: entre el viejo y el nuevo populismo, Cuestiones Polticas N 36, EneroJunio 2006. Gratius Susanne, La Revolucin de Hugo Chvez: Proyecto de izquierdas o populismo histrico, FRIDE, 2006.

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Hernndez Galindo Carolina, Neopopulismo en Colombia: el caso del gobierno de lvaro Uribe Vlez , Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Nm. 27, Quito, enero 2007, pp. 147-162. Mackinnon, Mara Moira y Petrone, Mario Alberto, "Los complejos de la Cenicienta", en Mara Moira Mackinnon y Mario Alberto Petrone (Comps.), Populismo y neopopulismo en Amrica Latina: el problema de la Cenicienta, Buenos Aires: Eudeba, 1999. Olano Aldo, El Per y las falacias del neopopulismo, Revista OPERA, Universidad Externado de Colombia, 2006-2007. Patio, Luis y Cardona, Porfirio. (2009, enero-junio). El neopopulismo: una aproximacin al caso colombiano y venezolano. Estudios Polticos, 34, Instituto de Estudios Polticos, Universidad de Antioquia, (pp. 163-184). Ruiz, Jos, Resea a la razn populista de Ernesto Laclau, 2006, Revista Confines 2, (pp. 103-107) Vargas Carrillo, Claudia Ximena ANLISIS DEL DISCURSO DE ALVARO URIBE VELEZ (20022006) BAJO UNA LOGICA NEOPOPULISTA, Universidad del Rosario, Bogot, Colombia. 2010 Vilas, Carlos, Populismos reciclados o neoliberalismos a secas?, 2003 WWW Casal Fernando, HUGO CHAVEZ FRIAS: hacia una nueva poltica exterior venezolana?, Revista nmeros, octubre de 2003, ver en: http://www.rlcu.org.ar/revista/numeros/01-01-Octubre2003/documentos/fernando_casal.pdf http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81lvaro_Uribe_V%C3%A9lez http://es.wikipedia.org/wiki/Hugo_Chavez http://es.wikipedia.org/wiki/Neopopulismo Neo populismos en Amrica Latina. La dcada de los 90 y despus, Michael L. Conniff, Universidad Estatal de San Jos, Revista ciencia poltica 2003: Disponible en lnea, ver en: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/324/32423103.pdf

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DICTADURAS Y DEMOCRACIA EN AFRICA: un ensayo de historiografa y anlisis


Dr. Brahiman Saganogo / Departamento de Filosofa / Universidad de Guadalajara

Resumen: Este es un breve estudio sobre la democracia y las dictaduras en el continente africano. El presente trabajo parte desde perspectivas definicionales de los trminos de democracia y dictadura, y de algunos corolarios de la dictadura, tales como fascismo, autoritarismo y totalitarismo. Adems se revisa desde un ngulo historiogrfico-analtico, la existencia en muchas naciones independientes de frica, de una supuesta democracia africana como forma exacerbada de la democracia. Reflexiones y propuestas para una consolidacin de la democracia en frica y la abolicin de las dictaduras constituyen los ltimos puntos abordados en el estudio. Palabras clave: frica, dictaduras, democracia, historia, ensayo analtico. La historia poltica y contempornea del continente africano ha sido marcada por tropiezos por lo menos, en muchos pases, eso despus de la colonizacin. La llegada de la democracia en frica coincide con el final de la primera mitad del siglo XX, y aparece como un suceso de gran envergadura para los nuevos gobiernos autctonos, y a la vez, un momento crucial, hecho de hesitaciones y caos en muchos pases en el continente. Si en frica, los demcratas (pro-independentistas) reclamaron la autonoma nacional ante la metrpoli colonizadora, cabe anotar que al obtenerla, la euforia dur poco ya que los nuevos Estados africanos todava aprendices de las democracias europeas, fueron desde el comienzo de su respectivo ejercicio del poder, cometiendo errores de administracin del mismo poder amenazando o traicionando los valores fundamentales de la democracia. En otros trminos, se tratan principalmente de la gobernanza, del poder y su modo de devolucin. Tras la euforia de las independencias que realmente dur poco tiempo, enseguida, surgi el desencanto generalizado debido a fantasmas polticos que fueron sustituyendo a los colonizadores, aniquilando a sus respectivos pueblos, y explotando tambin para su provecho personal la libertad que juntos haban conquistado. De tal manera que a las independencias africanas las sigui un sentimiento de angustia, desesperanza a tal punto que la libertad conquistada y lograda se hizo cada vez ms hueca. Esta poca marca el nacimiento en frica, de gobiernos o focos de regmenes autoritarios, dictatoriales, opresores, totalitarios y policacos, aunque aqullos siguieron proclamndose democrticos. Cmo se explica la crisis de la democracia en frica y el autoritarismo de los nuevos gobiernos nacionales tras las independencias? Contestaremos hipottica y recapitulativamente que la crisis de la democracia africana se debe a: la naturaleza de la democracia y las distintas crisis de la misma, la incapacidad de realizar la unidad de una suma de individuos, la instalacin de regmenes concurrentes, las ambiciones desmesuradas y los proyectos de sociedad poco realizables y por fin, por una autonoma muy relativa.

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Nuestro trabajo girar en torno a cuatro puntos fundamentales a saber: unas aproximaciones definicionales y anlisis de los trminos de democracia y dictadura, la existencia de una supuesta democracia en frica, una lectura analtica de algunas dictaduras o Estados autoritarios en el continente y para terminar, algunas reflexiones y propuestas para un fin de las dictaduras africanas. Para ello, el estudio se abordar mediante principios metodolgicos de la historiografa y del anlisis. 1. Aproximaciones definicionales y anlisis de los trminos de Democracia y Dictadura. Abusivamente, la democracia es un modo de gobierno en el cual el pueblo ejerce la soberana. Segn Abraham Lincoln, es el gobierno del pueblo por y para el pueblo 1. En esta perspectiva lincolniana, la democracia es sin duda alguna, el opuesto de cualquier poder que no sea la emanacin del pueblo. En ella, el verdadero responsable del poder resulta ser el pueblo designado como primer soberano, dado que sera imposible que ejercieran los ciudadanos dicha soberana, y por coherencia, otorgan su poder a un nmero reducido de representantes elegidos por vas de elecciones libres y transparentes para que lo ejerzan en su lugar. As que, el poder ejercido por representantes lo ser en el sentido propio, slo cuando stos rinden cuentas al pueblo que se lo ha conferido. En tanto que forma de gobierno, la democracia surge en el siglo XIX en Francia, Inglaterra y en los Estados Unidos de Amrica. En estos pases, la democracia lleg hasta el punto de ser considerada como una forma de vida incluso una rutina puesto que se ha manifestado por la competicin pacfica entre distintos individuos o grupos polticos que buscan el poder, el derecho de los ciudadanos a participar libremente en la eleccin de sus dirigentes mediante sufragios libres, sobre todo transparentes y equitativos, y por el reconocimiento y la garanta jurdica de las libertades individuales, civiles y polticas de los ciudadanos. Tocante al segundo trmino de nuestro ttulo dictadura, conviene mencionar de entrada, que ste va a la par en cuanto a sentido, de los trminos de autoritarismo, totalitarismo y mucho ms, de fascismo. La dictadura es polticamente, un rgimen en que gobierna un magistrado supremo dspotas, que asume todo el poder sin responsabilidad alguna. Si la nocin de dictadura ha sido objeto de estudio en el jurista, conservador y nacionalista alemn Carl Schmitt, quien public en 1921 sus conclusiones en las cuales insiste en la etimologa de la palabra y en la esencia del sujeto de la dictadura: Dictator est qui dictat. El dictador es quien dice, dicta, el que en nombre de su poder, habla slo. En tiempos de la Repblica romana, la dictadura fue considerada como un perodo de suspensin del derecho comn y con la pretensin de salvar a la Repblica, se alega la ley fundamental para luego, re-establecerla. Designa entonces, la dictadura cualquier forma de ejercicio del poder en el cual una sola persona habla. De ah que se trata de una autocracia sin carcter hereditario ni derecho divino, pues, la mon-arqua de un siglo XX sin fundamentos antiguos del poder, mejor dicho, sin basamentos divinos, tampoco tradicionales. El dictador al hablar slo, dictar e imponer, censura cualquier debate del parlamentarismo moldeando as a una comunidad poltica obediente y al servicio de su jefe supremo. Es el fin del racionalismo, tambin como consecuencia directa del monlogosoliloquio autoritario y totalitario.

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El fascismo como vertiente de la dictadura, se entiende como movimiento poltico, nacionalista, totalitario y ultraderechista. Al respecto leamos los pasajes que siguen: El fascismo [] no cree en la posibilidad tampoco en la utilidad de la paz perpetua. Por eso rechaza el pacifismo que oculta una renuncia de la lucha y una cobarda ante el sacrificio. Solamente la guerra lleva al mximo todas las energas humanas e imprime un sello de nobleza a los pueblos que tienen el nimo de hacer frente a ella2. Los fascistas exaltan la guerra, tampoco la consideran como un crimen, ni como una necesidad deplorable, sino como un modo de ser y estar, una expresin de la voluntad de poder que manifiesta y hace crecer, o como una ley de la historia. Caracterizado por un idealismo sin sustancia, el fascismo se convierte en un movimiento sin meta precisa ni fin, en una bsqueda acumulativa e indefinida de enemigos y de proyectos guerrilleros: Lo que debemos conquistar nos interesa ms que lo que hemos conquistado. La vida y la gloria de las naciones residen en este espritu venidero, en esta voluntad de proyectarse ms all del presente: esta actitud es el signo heroico de la fe fascista3. La llamada fe fascista es una especie de ofensismo que apunta crear el imperio en tanto que la ms alta expresin humana del poder, lo que hace del fascismo un belicismo, autoritarismo, totalitarismo y un imperialismo. La esencia de la dictadura y de las otras formas de gobierno mencionadas arriba, incluso del nazismo se basa en la prctica de polticas del espectculo. El discurso dictatorial dirigido exclusivamente a los sentidos y a los ciudadanos convertidos en sujetos irracionales (por el propio dictador), son constantemente invitados y evocados como simples sujetos pasivos en audiencias pasivas. Emilio Gentile resume tal situacin en los trminos siguientes: Un sistema poltico fundado sobre el irracionalismo reducido, casi ineluctablemente, la participacin poltica, individual y colectiva, al espectculo de masa. Cuando se menosprecia al hombre por su idealismo racional, su capacidad de conocimiento lgico de la realidad, su necesidad de conviccin y comprensin, el hombre se encuentra reducido a un elemento celular de la muchedumbre y, como muchedumbre, sugerible no a travs de un discurso racional, sino nicamente mediante los instrumentos del abuso de poder psicolgico, de la violencia moral a travs de la manipulacin de las conciencias, deteriorando la vida [] (Gentile, 2004, p. 142)4. Y el propio Gentile profundiza an ms sus reflexiones cuando afirma a continuacin que: El fascismo es una nueva forma indita, de experiencia de dominacin poltica puesta en prctica por un movimiento revolucionario que profesa una concepcin integrista de la poltica, que lucha para conquistar el monopolio del poder y que, tras haberlo conquistado, mediante vas legales o ilegales, administra o transforma el rgimen pre-existente y construye un Estado nuevo, basado sobre el rgimen de partido nico y sobre un sistema policaco y terrorista como instrumento de la revolucin permanente contra los enemigos interiores. El objetivo principal del movimiento totalitario es la conquista y la transformacin de la sociedad, a saber la subordinacin, la integracin y la homogeneizacin de los gobernados sobre la base del principio del primate de la poltica ms que cualquier otro aspecto de la existencia humana. sta es interpretada, segn las categoras, los mitos y los valores de una ideologa palingensica, dogmatizada bajo la forma de una religin poltica, que pretende moldear al individuo y a las masas por una revolucin antropolgica, para crear una nueva especie de ser humano, nicamente

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dedicada a la realizacin de los proyectos revolucionarios e imperialistas del partido totalitario. En otros trminos, se trata de crear una nueva civilizacin de ndole supernacional y expansionista (Gentile 2001, pp. 245-246)5. Para Robert Paxton, el fascismo es sin duda, un tipo de: comportamiento poltico marcado por una preocupacin obsesional por la decadencia de la sociedad, su humillacin y victimizacin y por los cultos compensatorios de la unidad, la energa, la pureza; sus militantes, nacionalistas convencidos capacitados por un partido basado sobre la masa, colaboran a menudo, de modo rugoso pero eficaz con las lites tradicionales; el partido abandona las libertades democrticas y prosigue, mediante una poltica con violencia redentora y sin contradicciones ticas o legales, un doble objetivo de limpieza interna y de expansin externa (Paxton, 2004, p. 373)6. Con todo, la dictadura y las dems formas de gobierno (fascismo, nazismo) son mucho ms culturales que ideolgicas por caracterizarse por contradicciones internas, una coherencia monoltica, y un discurso polifnico; y por ser prcticas polticas reactivas. El actor fascista premedita sus actos y arma sus estrategias en funcin del efecto de la manipulacin, la dominacin y la sumisin que pretende lograr. El dictador nunca se dirige a la razn sino que emplea lo racional de lo irracional como estrategia poltica. 2. Consideraciones sobre una supuesta democracia en frica En frica, tras la de-colonizacin, la democracia heredada de la metrpoli colonial ser privada de su contexto real en cuanto a la prctica. Es esta mala administracin la que precipit al continente (buen nmero de pases) al autoritarismo bajo distintas formas: monopartidismo, golpe de Estado militar, el patrimonialismo, la presidencia de por vida, el populismo militarista, entre otros, y la formacin del Estado-nacin, tirando por el suelo a la verdadera democracia. Todo eso orquestado por tiranos y dictadores liberales, socialistas y marxistas. En efecto, para los responsables del poder, bast con darse una bandera, adherirse a una ideologa en ismo para proclamar la libertad. La situacin social del continente africano, aprendiz de la democracia a los pocos das de las independencias, da nacimiento a nuevas clases, sobre todo a una burguesa que se instal en un lujo insolente mientras que la masa trabajadora andaba errando en una miseria. Muchos pases enfrentan obstculos a nivel poltico, social, econmico (golpes de Estado militar, instalacin de dictaduras y poderes arbitrarios y represivos, corrupcin y robos). Es la poca del fracaso de los procesos democrticos y sus corolarios de desencanto, desesperanza y de angustia generalizada. Por eso, consciente de una posible exacerbacin de los principios democrticos, el escritor cameruns Maxime NDebeka afirm durante una entrevista: [] Debemos ahora, exigir mucho de los que nos administran, controlan y que quieren confeccionarnos ropa lista para vestir olvidando que uno puede engordar o adelgazar. La democratizacin de frica fue despus de las independencias, un proyecto de revolucin poltica puesto que se ambicionaba desde luego, poner fin al proyecto social de la colonia y construir una nueva constitucin. As es como sta ser vista desde un principio, como la va del pueblo y una reaccin contra las depredaciones del neopatrimonialismo autoritario y los costos de las reformas neoliberales de los programas de estructuracin estatales. El ideal suscit el surgimiento de dos tipos de democracias: la democracia liberal y popular. En el continente africano, la democracia liberal caracterizada

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por la buena gobernanza, es la ms empleada por los pases y ha representado una ventaja democrtica aunque necesita ser ms reforzada. Si a nivel poltico, se empieza a organizar elecciones multipartidistas, a utilizar el sufragio universal como forma de elegir a los dirigentes polticos y a instaurar el debate multipartidista, cabe notar que en la prctica existen todava grandes confusiones y contradicciones por el hecho de que muchos gobernantes se empean a obstaculizar la buena gobernanza (la liberacin socio-poltica y econmica y la aplicacin de las reformas de programas). Aqu es cuestin de la honestidad de muchos dirigentes polticos que al teorizar sobre las instituciones democrticas terminan por no darles ms credibilidad. La democracia en la mayora de los pases africanos ha venido siendo una democracia de papel dado que la puesta en prctica de las instituciones democrticas tales como el multipartidismo, la conferencia nacional, la consulta popular, la poltica de decentralizacin, la alternancia poltica, la existencia de una Asamblea altamente multipartidista y garante del poder legislativo, el consejo electoral independiente y el poder judicial autnomo permanecen todava digmoslo-, titubeantes. En resumidas cuentas, es de afirmar que la simple existencia de las instituciones democrticas en frica no es de ninguna manera, sinnimo de la de un rgimen democrtico. Desde el punto de vista terico-formal la democracia en su sentido estricto, existe en frica puesto que los principales fundamentos del Estado de derecho a saber: la legitimidad de los gobernantes, la separacin de poderes y la autonoma de la magistratura aparecen claramente en muchos pases, aunque esta democracia resulta enigmtica a causa de la difcil alternancia y sus condiciones de emergencia. Esta problemtica es sobre todo, la que constituye el mayor obstculo a la consolidacin de una verdadera democratizacin del continente africano, aunque existen tambin factores culturales y tnicos. La democracia a la africana? Adems de los problemas subrayados como obstculos al proceso de democratizacin del continente, aadimos otros motivos tales como los conflictos tnicos, regionales, religiosos y las ambiciones personales que siguen frenando la emergencia de una democracia real. En suma, en frica, una de las principales dificultades al nacimiento de una democracia verdadera es la presencia de grupos tnicos muy arraigados culturalmente, divididos y sostenidos entre sus races y el mundo moderno. 3. Anlisis de algunas dictaduras o Estados autoritarios en frica De las independencias hasta hoy da, el continente africano conoci a dirigentes poco capaces que se pusieron al margen de la democracia y de las normas de la buena gobernanza. Tal situacin provoc un estado de anarqua en muchos pases. Los nuevos Estados africanos post-independentistas sern desde luego, naciones marcadas por rupturas, paradojas, ambigedades y contradicciones. Es en este perodo cuando surge el problema de posicionamiento poltico en varios dirigentes en detrimento de las reglas democrticas, lo que se explica por el hecho de que tras la obtencin de la soberana nacional, los llamados Padres de la independencia ya Presidentes, se negaron a compartir el poder. En esta maniobra de adueamiento, fueron garante de su reconocimiento y posicionamiento. De ah que la democracia va cediendo paso al fenmeno conocido como unipartidismo, y aun, a nivel social, al tribalismo, nepotismo, despotismo, etnicismo,

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unilateralismo, totalitarismo, fascismo y entre otros ismos, y dictadura. Asistimos desde entonces, a una crisis o a una escisin a veces aniquiladora entre gobierno y parte del pueblo inconforme, lo que sola desembocarse en represiones violentas y sangrientas. Para el gobierno represor, todo lo que no es obediencia es tildado categricamente de disidencia, anti-gobierno y perturbacin del orden nacional, y por ende, debe ser reprimido y reducido a la nada. La estrategia impuesta consista en mantener un frente popular a la vez autoritario, radical, omnipresente y anti-progresista que ha de encarar y obstaculizar cualquier alianza o frente reaccionaria. Esta poca es la de gobiernos fascistas, dictatoriales en frica y an ms de gobiernos caracterizados segn Georgi Dimitrov, por una dictadura abierta y terrorista de los elementos ms reaccionarios, patrioteros, imperialistas del capital financiero7 y del capital poltico. La toma del poder por los Padres de la nacin en muchos pases africanos despus de las independencias suscit el establecimiento progresivo de regmenes inditos que sern vistos por unos (la mayora) como fascistas gracias a su retrica, y al estilo enrgico militarizado y unilateral, y como democrticos por una minora privilegiada. La prctica errnea de la democracia en frica tuvo sus primeras consecuencias notables de 1960 a 1970. El decenio fue marcado por golpes de Estado derivados de la lucha de poder, la presencia militar en el poder, la crueldad y la incompetencia poltica. La crisis entre el poder y los intelectuales, el control de las universidades, las producciones intelectuales, el fomento de la poltica del silencio y la subordinacin de la intelligentsia a la causa del rgimen fueron tantas estrategias puestas en marcha para consolidar y dar seguridad permanente a un Estado-provincia. A esto, cabe aadir medidas unilaterales de exclusin que permitieron tambin reducir a los movimientos de oposicin favoreciendo una verdadera teocratizacin del rgimen. Al respecto revisaremos algunos casos de dictaduras: Caso de Guinea bajo el rgimen sanguinario y policaco de Ahmed Skou Tour. Con la independencia lograda ante Francia en 1958, en vez de un mejoramiento de la escena poltica del pas, la vida de Guinea se empeor drsticamente en todos sus aspectos debido a la instalacin de un rgimen autocrtico encabezado por el primer jefe de Estado Skou Tour. El proyecto poltico de Tour desde el inicio de su poder, se mostr bastante confuso en cuanto a la idea de una revolucin mal concebida (fue un rgimen prosocialista y pro-sovitico) y a la administracin de dicho poder. Algunos pasajes discursivos de Tour justifican perfectamente lo anterior: Como el da 28 de septiembre de 1958 / el partido del pueblo / el partido de la libertad / el partido de la dignidad / dijo no categricamente no definitivamente no. [] No a la contra-revolucin [] No al renacer del racismo [] no a la corrupcin [] No a la subversin []. No a la calumnia. No a las traiciones. No a la quiebra de la economa. No a la derrota del pueblo [] y s a la revolucin, al progreso social y democrtico [] a cada rgimen su moral y el sistema de educacin de la clase en el poder / A cada rgimen su base social y el sistema de gobierno de la clase en el poder / A cada rgimen su derecho y el sistema de coercin y de dictadura de la clase en el poder / A cada rgimen su economa y su modo de produccin conformes a los intereses de la clase en el poder []. El pueblo de Guinea eligi / Eligi la revolucin que pertenece a todos / eligi a

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frica, su historia y sus valores reales / Eligi a la humanidad que sufre y sus objetivos de libertad de progreso en la justicia / Eligi y eligi muy bien la clase [.]. No ms piedad para los que dan la espalda al honor y a la patria / No ms piedad para los que encienden y roban a los consumidores y a los usuarios / No ms piedad para los que sin vergenza, defraudan a los trabajadores [] No ms piedad para los que por sus actos malsanos quieren oscurecer el horizonte de la juventud [] No ms piedad para los que sacan ventajas econmicas de sus funciones polticas y administrativas []8. He aqu secuencias discursivas sobre el programa poltico de Skou Tour, los cuales reflejan la situacin socio-poltica de Guinea. Pasajes retricos que no expresan nada en especial, sino que producen efectos al captar de entrada, la atencin del auditorio cuando traza su perfil de culpable. Los discursos son tambin la expresin de una voluntad de actuar y de convertir a la sociedad en un campo poltico que debe ser regido por la obediencia. De 1960 a 1961, Skou Tour emprende fortuitamente hostilidades contra la intelligentsia, precisamente contra el magisterio de su pas supuestamente opuesto a su ideologa y autora del primer complot contra el nuevo rgimen. La reaccin del rgimen fue inmediata, siete personas fueron reprimidas y condenadas a muerte por el gobierno de Tour. stos son El hadj Lamine Kaba, Ibrahim Diallo, Koumandian Keita, Djibril Tamsir Niane, entre otros intelectuales. Muy pronto, se abre la era de la opresin comandada por una administracin al servicio del Presidente-dictador cuyo nico objeto ha sido su pueblo; y sus medios, el uso constante del ejrcito nacional, la crcel, la tortura, y su fin, dar la muerte. Uno de los fundamentos del comportamiento del rgimen de Skou Tour resida en el lema siguiente: el gobierno no necesita aportar pruebas: basta con acusar, y se lo cree enseguida. En base a ste, los supuestos culpables y acusados fueron transferidos a los famosos campos militares llamados Camp Alpha Yaya y Camp Boiro (conocidos mundialmente como campos de concentracin por el grado tan elevado e increble de tortura). Esta primera demostracin de fuerza y autoritarismo del rgimen de Tour termin llamando la atencin del mundo sobre su proyecto de nacin, en particular, la de sus aliados ideolgicos a saber las ex URSS (Unin de las Repblicas Socialistas Soviticas) y RDA (Repblica Democrtica Alemana) a tal punto que llegaron a un rompimiento de las relaciones bilaterales. Tras la ruptura de las negociaciones emprendidas por el gobierno de Khrouchtcchev a favor de los detenidos arriba mencionados, Skou Tour inconforme de la intervencin de la URSS, expulsa de manera unilateral a Daniel Solod, embajador de la URSS en Guinea. Todos los sectores de la vida en Guinea sufrieron la dictadura de Skou: los periodistas (caso de Siradiou Diallo, Boubacar Kant, ste ltimo se haba refugiado en Costa de Marfil donde trabaj como periodista destacado hasta su muerte), los obreros inconformes con el sistema de remuneracin, los campesinos agricultores desesperados con la poltica de explotacin de sus tierras, la poblacin civil privada de sus derechos bsicos, los comerciantes y algunos grupos tnicos tales como los Peulhs y los Sossos9 vctimas del tribalismo y el nepotismo por no pertenecer al grupo tnico del Presidente camarada Skou Tour.

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La estrategia del rgimen de Tour descansaba principalmente en los viejos mtodos heredados de los fascistas italiano y alemn, y en otras tcticas de opresin y tortura procedentes de Varsovia que resumimos en pocas palabras: humillar, reducir y destruir al ser humano. Para ello, el principal espacio para llevar a cabo todas estas maniobras era el Campo Boiro donde los detenidos sufran maltratos psicolgicos (provocaciones, insultos, vivan entre sus excrementos, se les ahogaban con pauelos hundindoselos por la garganta) antes de ser ejecutados en la mayora de los casos. Tal situacin hizo del rgimen de Skou no slo un rgimen policaco sino el segundo en el mundo detrs de los dictadores europeos (Mussolini, Hitler, Franco y Salazar entre otros), y oblig a la Comisin Internacional de Juristas a emprender una lucha a favor del mejoramiento de las condiciones en las crceles y de los presos en Guinea. Este breve anlisis de los discursos de Tour y de sus prcticas autoritarias no remite indirectamente a la figura del pueblo como enemigo del actor poltico enmascarado en actitudes totalitarias, ste en una evolucin mucho ms compleja con respecto a la esencia de la democracia. El rgimen de Skou Tour que termin en 1984 (con la muerte de ste en el poder) se caracteriz por una demagogia populista, el terror, el menosprecio de los valores, la barbarie y la muerte gratuita. Caso de Uganda con Idi Amin Dada. Idi Amin Dada (1924-2003) fue presidente de Uganda de 1971-1979 tras un golpe de Estado en 1971 contra el gobierno de Milton Obote, con la ayuda de Israel e Inglaterra. Una vez en el poder, Idi Amin Dada no dud en constituir un rgimen autoritario de ideologa izquierdista, anti-occidental y religiosa (por su acercamiento a los gobiernos de los pases rabes y musulmanes del Cercano y Prximo Oriente) de tal modo que su gobierno putchista fue considerado como uno de los ms sanguinarios de la segunda mitad del siglo XX al igual que el de Skou Tour. El rgimen de Idi Amin muy pronto, se fue caracterizando adems de las atrocidades cometidas durante el golpe de Estado, por la violencia, la opresin sin motivos reales, el maltrato psicolgico (por ejemplo se introducan tambin pauelos en las gargantas de los detenidos) y la manipulacin de la realidad. Era adems Idi Amin Dada, xenfobo y antisemita por expulsar de Uganda a la minora hind en 1972. Sus fuerzas del orden asesinaron a ms de trescientos mil ugandeses, acto que enseguida, fue considerado como uno de los peores genocidios en contra de la humanidad (dado que la mayora vena de clanes opuestos y constituan minoras sociales), y durante la guerra del Yom Kipur, se declar Amin Dada abiertamente anti-Israel al quemar la bandera de dicho pas y al expulsar a su Embajador de Uganda. La represin de Idi Amin Dada no tuvo lmites, de manera que muchos politlogos lo han comparado con Hitler, como el aprendiz de Hitler. La crueldad de su rgimen alcanz dimensiones impensables puesto que entre las vctimas de su barbarie figuraban sus mujeres quienes fueron respectivamente asesinadas cobardemente por sus mercenarios y bajo sus rdenes. En suma, desde los puntos de vista tanto nacional como internacional, el rgimen de Skou Tour y de Idi Amin Dada se han identificado de sobremanera con el fascismo italiano y el nazismo alemn. Fueron dos regmenes autoritarios, sangrientos y por fin, sin duda alguna, dictatoriales por el ejercicio tan peculiar del poder. Dos jefes de Estado en un momento crucial de la evolucin de su respectiva nacin, que se estuvieron convirtiendo en

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Fhrer, Duce y Caudillo, y responsables de todos los males de su pas cuya memoria sigue siendo dolorosa. He aqu de manera sumaria y numricamente hablando, las dos principales dictaduras africanas tocante a las cuales no habra duda alguna. Al lado de stas, se podrn mencionar a otros gobiernos un tanto dictatoriales: el gobierno de Dsir Kabila en Repblica Democrtica de Congo (RDC) y el de Juvnal Habyarimana en Rwanda, ste ltimo responsable de la guerra civil genocidio como consecuencia de la represin iniciada en 1993 y que no tard en ser considerada como el genocidio de las minoras Tutsis y Hutus por los Hutus y apoyados por el clero; matanzas que se cifrar a ms de un milln de muertos. Al respecto afirma Emmanuel Viret: Recordamos brevemente los hechos: en un centenar de das, de abril a julio de 1994, aproximadamente 800,000 personas fueron asesinadas, bajo las rdenes de una coalicin conformada por elementos del aparato del Estado, los partidos polticos y de las fuerzas armadas rwandesas (FAR). Mundo rural y urbano, adeptos de diversas confesiones religiosas, altos funcionarios o trabajadores agrcolas, jornaleros, ni una regin, ni un sector se escap de las consignas de exterminacin de la poblacin Ttusi y de la liquidacin de los opositores a la coalicin Power (Viret, 2009, pp. 4-5)9. En todos los pases mencionados arriba, la ideologa del Estado apuntaba a una masa quizs desde su nacimiento, miembro del partido presidencial, partido nico, a una masa sumisa y partidaria de una cultura de la obediencia. Los discursos son como lo podemos constar, ms que una estrategia de posicionamiento, una manera de legitimar de antemano, el desencadenamiento de una dinmica de la violencia fsica y radical, y de una semntica del odio adems, son discursos que enuncian, un proyecto democrtico como, segn palabra de Smelin, un organizacin de la masacre que para fraseamos diciendo una democracia de la masacre y del crimen como consecuencia de una crisis de Estado. Las prcticas violentas de los dictadores resultan ser mensajes dirigidos no a las vctimas actuales sino a los prximos disidentes. Se trata de prcticas como dinmica de sumisin o eradicacin de civiles un segn Nahoum-Grappe uso poltico de la crueldad, una demostracin ejemplar para intimidar psicolgicamente. 4. Reflexones y propuestas para un fin de las dictaduras en frica No podemos terminar nuestro estudio sin intentar aportar soluciones frente a la degradacin creciente del Estado de derecho en muchos pases africanos desde las independencias hasta hoy en da, a pesar de la poca mejora lograda a partir de los aos 1990 con el multipartidismo. La instauracin de una verdadera democracia en frica depender de varios factores que deben de converger hacia el establecimiento del Estado de derecho como sinnimo de racionalidad socio-poltica. En otros trminos, se trata de crear y consolidar las instituciones polticas y al mismo tiempo convertirlas en garantes de las libertades individuales y promotoras del pluralismo tanto socio-poltico, econmico, cultural como religioso, y sobre todo, de una sincera alternancia poltica. Tal medida implica una colaboracin recproca entre gobernantes o clase poltica y ciudadanos.

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El establecimiento de una democracia estricta en el continente ha de pasar por una complicidad (en el sentido positivo) entre el Estado y la sociedad civil. El Estado debe desde luego, reconocer y tomar en cuenta a una sociedad nacional y plural, as se lograr un liberalizacin econmica y democrtica cuyo locutor ser el Estado democrtico o el Estado ptimo. Dicho Estado slo habr de considerar a la sociedad civil como su alter ego, su partidaria y aun, como otra institucin de apoyo, pero no como enemiga. A la necesidad urgente de una relacin entre el Estado y la sociedad civil como una de las condiciones de la instauracin democrtica, se plantea la idea de la capacitacin en democracia en el sentido de una formacin continua de las masas por la va de las escuelas y las polticas de alfabetizacin. Otro punto a favor de la vida democrtica sera la resolucin definitiva y favorable de las condiciones de participacin ciudadana sin restriccin alguna, de las minoras tnicas que muchas veces (casos de los Tutsis en Rwanda, Ibos en Nigeria y de los Touaregs en Mali, Algera y Libia) no logran llegar al poder supremo. Los partidos polticos nacidos del multipartidismo debern tener todas las garantas para formarse libremente al igual que el partido en el poder. Estos partidos han de evitar en sus filas los criterios tnicos, religiosos, regionalistas y de parentesco en provecho de una contribucin sincera a la formacin de un Estado de derecho y a la misin democrtica. Para lograr en el continente una democracia plena y eficiente, es tarea urgente que se instituya una prensa libre y autnoma, una prensa no sujeta a las censuras polticas y una prensa crtica e imparcial aun cercana a tal o cual formacin poltica. A este imperativo, cabe aadir el papel preponderante de los intelectuales y las lites en frica, que ineluctablemente ha de rechazar cualquier poltica de la barriga y otros juegos polticos a fin de contribuir seriamente a la edificacin de una democracia real en el continente. Ms all de todo eso, se han de reforzar los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), garantizar siempre elecciones libres y transparentes y combatir el monopartidismo velado y las segregaciones tnicas y regionales. En resumidas cuentas, para lograr una democracia real en frica, har falta que se debiliten a los Estados-providencia mediante la estructuracin de las instituciones de integracin y de justicia social, para pretender una democracia-mundo. En conclusin, muchos pases del continente africano desde su independencia hasta la actualidad, viven bajo regmenes dictatoriales o semi-dictatoriales que confiscaron las libertades individuales y obstaculizaron el buen funcionamiento de las instituciones polticas. Si es cierto que el multipartidismo de los 1990 trajo consigo algunas esperanzas, conviene mencionar que el cambio no fue del todo sustancial dado que el juego democrtico sigue siendo obstaculizado por la imagen y las maniobras sucias de un Presidente que anhela constantemente permanecer en el poder de por vida (aunque muchas veces la constitucin dice lo contrario). Por eso, a todas las posibles soluciones necesarias para el establecimiento de una vida democrtica, las ms importantes seran la promocin de una cultura democrtica, la consideracin de la democracia como una forma social, y el concebir una teora nueva sobre la democracia: la de la democracia-mundo. Obviamente, no ser tarea fcil, sino una cuestin de voluntad poltica porque ninguna institucin funciona por s sola.

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Bibliografa
Chapoutot, Johann (2008), Fascisme et rgimes autoritaires en Europe de lOuest (1919-1945). Paris, Presses Universitaires de France. Chrtien, Jean-Pierre (dir.) (2002). Rwanda. Les medias du gnocide, Paris, Karthala. Courtois, Stphane (dir.) (2001), Quand tombe la nuit. Origines et mergence des rgimes totalitaires en Europe, 19001934. Paris, ds. Lge dHomme. Gentile, Emilio (2004), Quest-ce que le fascisme? Histoire et interprtations. Paris, Gallimard. Nahoum-Grappe, V., Lusage politique de la cruaut: lpuration ethnique (ex-Yougoslavie, 1991-1995) in F. Hritier (dir.) (1996), De la violence, Paris, Odile / Jacob, pp. 273-323. Paxton, Robert (2004), Le fascisme en action. Paris, Seuil. Popov, N. (1998), Radiographie dun nationalisme, Paris, ds. De lAtlier. Smelin, Jacques (20029, Analyser le massacre. Rflexions comparatives, Paris, Centre dtudes et de recherches internationales. Sciences Po. Viret, Emmanuel, (2009), La langue amre des temps nouveaux: dynamique de la violence au Rwanda rural (19911994), Paris, Centre dtudes et de recherches internationales. Sciences Po.

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NOTAS ACERCA DE LA HISTORIOGRAFA CRTICA Y DEL SINGULAR ENTRAMADO DEL PENSAMIENTO MTICO: LA GESTACIN DEL MITO KIRCHNER
Por RUBN DARO SALAS

RESUMEN Dos cuestiones y una muestra ilustrativa de la segunda cuestin estructuran estas notas. El calificativo de notas responde al carcter necesariamente introductorio de esta propuesta, cuya hiptesis bsica busca demostrar la falacia objetivista de la historiografa: pretender apresar la cosa-en-s (an de hechos contemporneos) violenta la estructura psico-fsica del ente humano, a quien slo le es dable capturar imgenes que luego comprender hermenuticamente. La historiografa crtica u objetivista inmersa en la diseccin de la cosa-en-s se aleja de su nica vlida misin que es apropiarse de la savia del factum (que desprecia) para permitir al hombre entenderse como ser-en-el-mundo con-otro. Nuestra hiptesis reposa en la necesidad de operar un giro copernicano que retome la tradicin preservada durante 2.500 aos y que remonta a la historia de la plenitud vital, al epos, a encontrarnos con nuestra esencia histrico-mtica. Podr entonces el historiador ayudar a procrear generaciones libres, lo cual impone desprenderse del lastre txico de la voz ciencia, marca indeleble de la omnipotencia antropolgica con que el siglo XIX envolvi a las disciplinas del espritu. Lo histrico mundano es posible por el pensamiento mtico. En Argentina, el mito Kirchner as lo mostr colocando en entredicho a toda positividad objetivista. INTRODUCCIN Estas notas se proponen dar cuenta de la emergencia en Argentina de un mito poltico. Naci con el fallecimiento, el 27 de octubre de 2010, de quien ejerci la presidencia de la Repblica entre los aos 2003 y 2007. Nos referimos a Nstor Kirchner, cuya figura devino construccin mtica sin que narracin historiogrfica alguna hubiera siquiera entrevisto el proceso de gestacin de ese poderoso lan vital que hizo eclosin el da de su deceso. En el mundo globalizado del discurso hegemnico de la Corporacin imperial desterritorializada (Hardt y Negri 2002: 12), aquel que ha reemplazado a las tradicionales estructuras polticas del llamado Estado-Nacin, la expresin vital de la multitud (cf. Hardt y Negri 2004: 1519) se desliz entre sus hendiduras. Nuestras notas buscan dar cuenta de esa realidad que despert calladas vivencias dentro del estridente orden virtual de la cultura post-moderna del discurso hegemnico. Vale decir, advertimos que el discurso replegado, de imponerse algn da, puede hacerlo recorrido por formas de expresin donde el pensamiento racional y el mtico se articulen sin conflicto. Mytos y lgos se insinan como dinmica creadora de aquel discurso que en silencio murmura: otro mundo es posible. Notas que pretenden tambin (a manera de contraste) exhibir la esterilidad del pensamiento historiogrfico de nuestro medio, aquel que, desde el mbito especfico de la historiografa argentina y americana, traduce sin ambages ese discurso hegemnico produciendo fatigados y yermos escritos destinados a sus aclitos, a los que mantiene bajo estrecho sometimiento para asegurarse de que sus nombres no sean olvidados.

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Argentina tuvo un triste protagonismo mundial en el ao 2001, protagonismo que hoy acusan los pueblos occidentales tanto de Europa como de los Estados Unidos de Amrica del Norte. La Corporacin inici el milenio con el objetivo de implementar ajustes en la estrategia global y se encuentra en plena actividad. En estas notas atendemos especficamente a esa expresin mtica que interpretamos como respuesta vital que hace frente inconscientemente al orden corporativo del mundo globalizado y a sus ms conspicuas expresiones locales, cuya voz resuena a travs de los variados medios de comunicacin. Nos importa s dar cuenta del paradigma dentro del cual se produce esta actitud reactiva y colocar un nombre genrico, Corporacin, al sistema de control (Hardt y Negri 2002: 290) que desplaz al modelo representativo de gobierno que slo se conserva como ajada mscara, de manera absoluta en el llamado mundo desarrollado y con signos todava de Modernidad en los llamados pases emergentes de Amrica. A la hora de dar cuenta acerca de este hecho tan inesperado como sorprendente, entendimos que se haca necesario bucear (aunque a poca profundidad en razn de nuestros limitados conocimientos sobre la cuestin) en el vasto ocano de la Psicologa evolutiva y de la conducta, a los efectos de remitir al momento inicial evolutivo en que se forja el pensamiento mtico. Los prrafos sobre la cuestin, borrosos en ms de un trayecto discursivo, deben leerse en clave didctica. I. LA HISTORIOGRAFA HISTORIOGRFICA CRTICA O LA PATOLOGA

Un da especfico, 27 de octubre de 2010, en distintos momentos del da los habitantes de un pas llamado Argentina vamos tomando conocimiento de la muerte de un presidente de la Repblica que lo fuera hasta el ao 2007, continuando luego con la impronta que lo signific. Se trata de un dato indudable, est ante los ojos; ese dato en cuanto tal se halla preado de objetividad, entendiendo vulgarmente la voz objetividad como el acto de capturar la realidad-en-s. Ese objeto se encuentra a la mano en un preciso espacio y en un preciso tiempo fsico. Otro dato dice que al da siguiente se celebra un velatorio en el Palacio de gobierno abierto a todos los que deseen acercarse: una nutrida hilera de casi tres kilmetros renovada continuamente durante aproximadamente 26 horas avanza lentamente hacia el punto convocante. Aqu estamos frente a otra cuestin objetiva y, como sta, se podran enumerar muchas otras que, a manera de crnica, dicen de algo que puede ser verificado. En poca de vrtigo comunicacional todos los habitantes del pas toman conocimiento del dato. Dato que resulta indiferente a unos y conmocionante a otros. Hasta aqu unas sucintas referencias, que retomaremos luego en su autntica dimensin, slo vlidas para comenzar a desnudar historigrafos responsables de la autofagia de la disciplina; aquellos mismos que pronto fatigarn las imprentas con tan brutales como primitivos razonamientos disecando la entraa viva del personaje. Imaginemos a un historigrafo que quiera dar cuenta de lo acaecido. Ms an, que entienda que es preciso acercarse al lugar para dar cuenta de la realidad histrica. l no duda que sin moverse de su cmoda estancia podra hacerlo objetivamente dibujando la situacin

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histrica y poltica que tal hecho reviste. Sin embargo, pretende capturar la realidad in situ, tal vez para demostrar a los incrdulos subjetivistas aquello de que la historia, como ciencia que es y con la misma rigurosidad que el bilogo frente al microscopio, puede retratar lo que est acaeciendo. As las cosas, emprende un corto viaje hacia el lugar y, luego de divisar la hilera de personas que ya se encuentran all, halla un hueco donde depositarse. Mientras avanza en la caminata hacia la Palacio de gobierno anota (para evitar olvidar algn dato) cuestiones que atienden a los tipos sociales que all se encuentran, franjas etarias, cantidad estimada de personas asistentes, nivel de pertenencia y de no pertenencia poltica de los all presentes, etc. Despus de muchas horas de observaciones y anotaciones regresar a su hogar satisfecho por haber cumplido con la misin objetivista. Todo lo que ahora volcar no podr revestir para l otro nombre que el de registro autntico de los hechos. Importante labor que tiene por finalidad ilustrar rigurosamente sobre un acontecimiento a quienes en el futuro lean su trabajo. All reside la verdad de los hechos: en trminos de Max Weber su trabajo traduce neutralidad valorativa (Weber 1918: 47), pues nada lo conmovi, dado que a la manera de un arquelogo slo dio cuenta de datos. La neutralidad valorativa resuelve la pretensin objetiva de la historiografa nacida cientfica a mediados del siglo XIX de la entraa del Positivismo, pero, entindase bien, traducida vulgarmente en nuestro tiempo post-moderno, esto es, alejados los representantes de la inteligentzia historiogrfica de cualquier actitud comprensora hermenutica. Dicho en otras palabras, hambrientos por reservarle a la disciplina historia un lugar dentro del mbito de la ciencia, violentan su autntico sentido. Pero la simple ancdota con que comenzamos este texto dice tambin del carcter metafrico de la historiografa, en tanto la significacin del objeto se desva (metfora significa desvo) hacia otra que opera en la psiquis del historigrafo como su smil. No obstante, el virtual historiador no advierte que las palabras que luego verter librescamente en clave de pretendida historia cientfica no son ms que expresin metafrica, esto es, una transposicin a una hoja de algo que est aconteciendo y donde slo le es dable rescatar aspectos parciales, necesariamente subjetivos en muchos trayectos de su texto cuando se adentre en apreciaciones sobre lo acontecido. Vale decir, ms all de cualquier pretensin objetivista, el texto histrico es rigurosamente metafrico. Escogimos intencionalmente un ejemplo de una realidad reciente a los efectos de no dejar lugar a una vulgar hermenutica que concluya en afirmar que cuanto ms cercano se encuentra el objeto de estudio es dable absolutamente apresar la cosa-en-s. Quien esto escribe presenci dos accidentalidades histricas que los humanos habitantes de estas tierras acusaron como significativas: la primera acontecida un 20 de diciembre de 2001 llevaba una consigna esperanzadora (que se vayan todos) que pareca poner en marcha (desde la Argentina) la utopa salvfica de la humanidad sojuzgada por la cultura de la muerte o totalitaria; utopa (entendida aqu como energa creadora revolucionaria) (Lasky 1985: 26) sintetizada en la expresin otro mundo es posible. Nueve aos despus, la convocatoria espontnea surga de la necesidad de rendir un homenaje a alguien que se haba atrevido a retomar, aunque por atajos, el sendero utpico; alguien que haban comenzado a darle sentido a un puado de voces (eleccin o libertad, libertad frente a

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sometimiento; arrojo frente a astenia). Se trat de un hecho que, como el primero, aunque desde otra dimensin, sacudi el nimo de algunos humanos. Acaso ese personaje apenas delineado arriba es este narrador que posee grado en Historia? De manera alguna, porque quien estuvo presente en ambas jornadas fue movido por vivencias fuertes y no quiere confundirse con el decir historiogrfico de nuestro tiempo; contrariamente no se identifica con la consigna de la pretensin de objetividad. En la Argentina hasta la dcada de los 80 del siglo pasado, historigrafos maduros crean en la historia como expresin de verdad, pero lo hacan desde la vehemencia de sus ideas y de sus ideologas. Luego los ya cuarentones que reemplazaron a aquellos lo hicieron con actitud mercantilista. En el lapso de esos treinta aos dieron innumerables volteretas llevados por los vientos de las modas de la hora. Un nmero importante de acadmicos y profesores universitarios consagrados dan cuenta de ello. Seguramente la historiografa resultara efectivamente valorizada si el historigrafo se reconociera slo como cronista sin otra pretensin que la de consignar datos ocurridos a lo largo del tiempo. Vale decir, si aceptara que su labor (en tanto persista en su actitud aislacionista respecto del mbito ms amplio de las ciencias del espritu) no es otra que la de recolector de datos provenientes de fuentes varias, como con humildad lo aceptaron los historigrafos hasta concluir el siglo XVIII. Debe reconocerse que los varios materialismos decimonnicos (Positivismo y Materialismo dialctico) al depositar su fe en la historia echaron los cimientos de la peligrosa y deletrea omnipotencia antropolgica que reinara mediado el siglo XX: las fuerzas contrarias (v.gr., Friedrich Nietzsche, Henry Bergson, George Sorel) no consiguieron construir una discursividad alternativa de igual pregnancia, aunque s alertaron con vehemencia del peligroso avance del monstruo historiogrfico, estado de alerta posible porque pisaban un paradigma (Modernidad) que an guardada reservas de energa cognitiva. Humilde lugar ocup la disciplina historia hasta el umbral del Romanticismo, sin pretensin de objetividad cientfica, cuando no haba abstracto hombre sino humano que reconoca sus limitaciones y poda decir sin hesitarse (como lo haba hecho el doctor John Lightfoot, del Colegio St. Catherine, a comienzos del siglo XVII) que cielos y tierra, centro y circunferencia, fueron creados juntos [] y el hombre fue creado por la Trinidad el 23 de octubre del ao 4004 a.C. a las nueve en punto de la maana) (Daniel 1968: 18) Lo descrito era propio de las centurias racionalistas de los siglos XVII y XVIII vidas de encontrar alguna clasificacin para los humanos (al culminar el siglo XVIII se impona el concepto de naturaleza humana) como se haba hecho en relacin con los otros seres vivos. An bien entrado el siglo XIX los hombres ilustrados volvieron sus ojos hacia la narracin de la Creacin que da el Gnesis, la de la cada y la del diluvio, para explicar el origen del hombre y de la sociedad. (Daniel 1968: 26). Qu obras resultan ms imponentes como expresin de narrativa histrica? Indudablemente la Ilada y la Odisea. Dioses y hombres pugnan entre s y despliegan una realidad notablemente articulada. All, en la admirable narrativa se encuentra la grandeza de estas obras que cantan la guerra de helenos y troyanos; he ah vvida la historia. Nos instruimos igualmente, v. gr., con las crnicas de Indias en las que la cita de autoridad basta para dar por cierto un hecho. Historias bien contadas definen el ser de la accidentalidad histrica, pues eso es la historia humana, accidente perdido en el polvo del cosmos. Como anticipamos, hasta los inicios del siglo XIX la historiografa se defini en su

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legtima dimensin humana: el saber romntico al peraltar lo vital frente al racionalismo de la Ilustracin, se esforz por construirse mticamente. Esta historiografa rescataba la dimensin especficamente humana. De igual forma, tanto en las historias de los caballeros de la mesa redonda, en las del Santo Grial as como en las crnicas bblicas, reside la esencia de la historia, aquella que vale pues dice que el humano es verdaderamente histrico en el fondo de su ser (Heidegger 2002: 72, 337). El hombre es histrico ontolgicamente y puede prescindir de cualquier historiografa, mucho ms de aquella que en aras de la objetividad le arrebata su autntica sustancia. El historigrafo de la objetividad o de las certezas indubitables ha llevado a la implosin de su disciplina. Fruto de la autosuficiencia disciplinar, de las micro-especialidades rampantes, no puede siquiera acercarse a la comprensin de una realidad por ms cercana que sta se encuentre. Nuestro ejemplo quiere demostrar la impotencia de una disciplina sometida a los cnones que, nacidos en el seno del Positivismo decimonnico, arrib a la Post-Modernidad acentuando las fracturas que los historigrafos positivistas sorteaban en razn de su erudicin multidisciplinar en el mbito de aquello que Wilhelm Dilthey llamara ciencias del espritu y que otros posteriormente designaran como ciencias de la cultura. Si el historiador positivista rechazaba explcitamente el sentir mtico como impropio del progreso de su centuria, ste igualmente se deslizaba en el rico entramado discursivo; as se observa, v. gr., en obras como las del gestor de la historiografa cientfica (crtica) Leopold von Ranke, y tambin en los escritos de Jacob Burckhardt y Jules Michelet. Expurgar la narrativa histrica de miradas romnticas fue la consigna del historiador positivista, mirada filosfica compartida por el Materialismo histrico. Sin embargo, hablar de progreso era hacerlo de un mito y, en lxico marxista, plantear un futuro mundo de iguales, supona reconstruir un antiguo mito y (adems) concluir en el sueo utpico de lo inalcanzable (Lasky 1985: 289). Criterio epistmico positivista compartido durante un tiempo de su vida por Sigmund Freud, antes del giro copernicano que lo llevara al adentrarse en el suelo de los mitos que ocuparon un lugar central en la obra del padre del Psicoanlisis. Cuando la tcnica triunfe sobre la ciencia en el siglo XX; cuando el humano ya no consiga reconocerse y se diluya en la voz abstracta hombre, entonces el sentir mtico comienza su repliegue. Sin embargo, resistir a su expulsin: aunque el sujeto no logre identificar su regin mtica, sta escorzadamente serpentear en la realidad histrica en la medida en que el ente humano es esencialmente histrico en el fondo de su ser. En virtud de ello, la historiografa es posible. Ms an: La falta de historiografa no es una prueba en contra de la historicidad del ser, sino [] prueba de ella. Al pueblo griego en su momento de mayor esplendor le es indiferente la historiografa y esto no significa que fuera ahistrico (Heidegger 2002: 6, 27). Un mito naci en Argentina el 27 de octubre. La fuerza del mito activada por el nivel inconsciente de la estructura psico-biolgica requiere del esfuerzo interpretativo conjunto de quienes entienden que el saber no es mera sumatoria de conocimientos (obra de artilugios inteligentes), sino discernimiento que se interroga; es entender y demostrar algo aboliendo las fronteras disciplinares. II. METFORA HISTORIOGRAFA Y MITO: SNTESIS DE LA AUTNTICA

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El verbo metaforizar significa traducir a otro lenguajei , desvo del sentido original. Es una figura del lenguaje que consiste en designar una cosa con el nombre de otra que le asemeje, pero fundamentalmente la referencia metafrica permite re-descubrir una realidad inaccesible a la descripcin directa. La metfora es una forma de pensamiento que libera fuerzas energticas que no se podran decir literalmente (Ricoeur 1995: 152). El pensamiento mtico es un ejemplo de expresin metafrica; cuando emerge es metfora viviente. Regresando a nuestro ejemplo, aun presenciando y casi tocando una realidad, el historigrafo objetivista slo podr dar cuenta de desplazamientos de sujetos, de situaciones sociales y econmicas que determinaron la adhesin multitudinaria a la muerte del presidente, distinguir banderas polticas, intentar dar cuenta material de lo que all aconteci, pero se le escapar el ncleo duro de la cuestin que llev a la multitud hacia un determinado lugar ante una determinada circunstancia. Captar el mundo externo visible pero no le ser dable visualizar (ver-a-travs) los mundos internos que requerira de analistas lcidos, con actitud no-tica, esto es, con una actitud que les imponga un ver discerniendo. El historigrafo que nos sirve de ideal-tipo es mero copista de una sumatoria de ah pero con pretensiones de atesorador del saber. Estril descripcin surgir de su fatigada pluma. Lo sustancial de la cuestin permanecer sepultado. El humano es ente histrico y como tal segrega accidentalidades varias (la historia mundana) recorridas por la savia mtica de su pensamiento: es en esa realidad transida de mitos donde el historigrafo encontrar las preciosas vetas de ese pasado que le inquieta. Aproximarse al mundo fctico le obliga a descender hacia la humildad del saber para, desde all, ascender a la comprensin e interpretacin de aquello que se le escapa por padecer de ese singular daltonismo cognitivo llamado objetividad. No se trata de negar al historigrafo la incumbencia en el abordaje de la materia histrica, slo importara que se esforzara por retornar a aquel camino que durante 2.500 aos defini a su quehacer: contar historias que tica y didcticamente (historia pragmtica) permitan a los humanos del comn ilustrarse sobre cuestiones diversas de la accidentalidad humana. Desde esa perspectiva podr ver a travs del objeto y no slo tenerlo ante los ojos. Lograr entonces acercarse a la verdad, que es descubrir, ver autnticamente. En el caso referido podr advertir que una multitud ritualmente se encolumna hacia un punto determinado donde el mito fnebre se activa y que este mito a su vez atraviesa religiones que imponen que el cuerpo muerto yazca en un fretro, que el fretro ser depositado en una tumba, porque una creencia ancestral habla de un espritu que sigue viviendo. Que las personas que all se acercaron hacen una ofrenda, que quien yace en el fretro simboliza el poder y que esta voz remite a padre; que la incertidumbre de la prdida del padre se impone bajo formas diversas. Que la ritualizacin del mito por parte de una multitud que permanece por largas horas aguardando la hora de ingresar para estar en contacto con el luchador, le evoca a su vez lo efmero de la vida mundana. Esa multitud as volcada a una calle, y que se dirige a una casa simblica donde va a despedir a alguien que construye como jefe carismtico (y carisma dice de ungido) ve a ese alguien como hroe (cf. Weber 1987: 78), aunque no ose pronunciar una voz que, aguijoneada por la logofobia post-moderna, se le hace esquiva.

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Surge la pregunta: toda la poblacin guarda idntico sentimiento? Donde unos ven luz, los crticos ven oscuridad, pero todos participan de la incertidumbre del mito de lo desconocido del temor a la muerte (mito del misterio, de lo oculto). La cotidianeidad ha sido vulnerada por obra del juego del destino, voz emblemtica de lo misterioso que no es dable develar. Del conjunto de situaciones en pugna, mediadas por el mito, surge la explicacin de la naturaleza del poder y de sus titulares; queda abierto un horizonte ajeno a la historiografa objetiva que, por insistir en tal asepsia, se aleja de la cuestin cuando cree hallarse en el meollo de la misma. Lo autnticamente histrico, en tanto tal, es desconocido por el historiador de marras empeado en hilvanar datos con pobres argumentos. III. EL ORIGEN MTICO DEL PENSAMIENTO Este acpite pretende acercarse a un interrogante: cmo fue posible que hiciera eclosin un mito en una poca signada por el relativismo materialista de la tica indolora? Es entonces que entendimos necesario esbozar alguna explicacin (antes de abordar la cuestin especfica de estas notas referidas al mito Kirchner) acerca de un pensamiento que siempre est presente en el sujeto, ms all de que a l mismo no se le haga conciente: se trata del pensamiento mtico, aquel que asoma en el origen de la autntica historia de los pueblos (Henderson 1984: 106) y que luego tal el caso del pueblo heleno desde Scrateses marginado por el lgos (pensamiento racional). Arquetipos o imgenes primordiales (Jung 1984: 65) (v.gr., sufrimiento, temor, hambre, luz, sombra) constituyen una tendencia a formar representaciones de un motivo, representaciones que pueden variar muchsimo en detalle sin perder su modelo bsico. Estos arquetipos forman el inconsciente colectivo de la humanidad que, al decir del psiquiatra Carl Gustav Jung, se construyen psquica y biolgicamente (son innatos y heredados) y flotan en el nivel inconsciente del pensamiento (Jung 1984: 66); formas preontolgicas que hicieron posible en algn momento de la accidentalidad histrica (de manera contundente a partir del siglo XVII) la construccin de la filosofa racionalista o idealista nacida de la mano de Ren Descartes. El mito Kirchner fue posible porque exista embozado en el yo de los sujetos esa forma primordial que, sin prejuicio alguno, se hace visible en la niez a espaldas del paradigma en que se gest ese nio. El mito se explica desde esa dimensin primaria que comienza en la plcida vida intrauterina. Formas arquetpicas primordiales que se trasmiten a travs de un encadenamiento de generaciones y que el pensamiento occidental, desde la nueva era de hierro de Occidente que alcanza su plenitud en la Post-Modernidad, flagela sistemticamente. Estas formas arquetpicas (primordiales) reaparecen, adaptadas, en la etapa adolescente y perduran en el adulto, aunque replegadas. En el primer ao de vida biolgica asistimos (dice la Psicologa de la conducta) a su formacin. Los arquetipos son imgenes cargadas de emocin, ella le inyecta a la imagen energa psquica, la hace dinmica (Jung 1984: 94). En razn de la construccin del pensamiento mtico represe atentamente en la siguiente rida (como incompleta) descripcin. Antes de gestarse el pensamiento simblico (el lenguaje) en el nio (hasta aproximadamente los dos aos) (Piaget 1968: 14) ste se expresa mticamente: en el punto

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de partida de su evolucin mental no existe seguramente ninguna diferenciacin entre el yo y el mundo exterior y las impresiones vividas no distinguen entre lo interior y lo exterior (Piaget 1968: 24). Desde esos inicios opera reflejamente de acuerdo a coordinaciones hereditarias que persiguen la nutricin. Es en el acto de succin (dice la psicoanalista Melanie Klein al hablar de El psicoanlisis de nios) cuando se apropia activamente de algo que le pertenece; acta frente a una necesidad que, como tal, es un desequilibrio. Traspngase en el tiempo la necesidad de nutrirse y nos hallamos con un adolescente frente al imperativo de encontrar un alguien que provea algo, hacia cuyo objetivo se dirige (de manera ms decidida como adulto joven) reconociendo que ese algo a alcanzar supone actuar decididamente. En suma, el acto reflejo (reflejo, reflexin remiten a espejo) es activo y desempear un papel en el desarrollo psquico ulterior (Piaget 1968: 20). A partir de los dos aos y hasta los siete va descubriendo hechos superiores a l a los que se subordina: antes de la aparicin del lenguaje observaba en sus padres entes grandes fuente de actividades imprevistas y misteriosas; ahora bien, con la aparicin del lenguaje descubre el pensamiento de esos entes envueltos en una aureola de seduccin y de prestigio. Se trata de un yo ideal del que emanan rdenes y consignas que se le imponen. Una esfera de lo misterioso y de lo fuerte establecen ncleos de obediencia desarrollndose una sumisin inconsciente, intelectual y afectiva, debida a la presin espiritual ejercida por el adulto (Piaget 1968: 35). Comienzan a construirse los arquetipos primordiales que se convertirn en los referentes que marcarn de manera inconsciente el mundo afectivo, psquico y social de sus conductas futuras. Al llegar a los siete aos ya se encuentran asentadas las bases de todas las conductas adultas ulteriores. La primera socializacin influye, no como determinismo absoluto, pero s como fuerte condicionamiento, en la mirada hacia el mundo, que es a la vez imagen ideal y situacin en la que nos movemos con otros (cf. Ricoeur 2001: 106-107). Si en el mundo construido por el nio dominan los arquetipos vinculados al gozo, seguridad, libertad, si el juego simblico ha sido lo suficientemente rico y la socializacin se plantea como libre dialctica entre las partes donde los por qus reciben una respuesta vivida satisfactoriamente, las bases estn dadas para construir la adultez que dice de hacer frente en libertad como ser-en-el-mundo con-otro (Heidegger 2002: 26 113-114). Pero an si las vivencias del nio no hubieran encontrado ese mbito ideal en el proceso de crianza y educacin, toda la estructura orgnica guarda espacio para albergar lo donante. La palabra que en alguna instancia proviene del otro es reparadora, no obstante advenga en el perodo del desarrollo conflictivo del proceso adolescente, o aun cuando ha sido superada la turbulencia propia de la madurez biolgica. Las tres reas de la conducta (mente, cuerpo, mundo externo) (cf. Bleger 1969: 30-37), siempre en constante interaccin, no son impermeables a nuevas experiencias, de all que la actitud del mundo externo sea decisiva para facilitar u obstaculizar el crecimiento (Aberastury 1971: 26). Aqu reside la autntica y significativa historia del ente humano que nada dice de la impostacin historiogrfica que siempre resulta remedo imperfecto e intelectualizado de una realidad cuyas coordenadas se le ocultan al historigrafo, de manera rotunda si se atribuye la pretensin de constituirse en portador de verdades. Su accionar expresa aquello que los psiclogos definen como conducta omnipotente. Esta mirada historiogrfica objetivista de nuestro tiempo slo persigue escudriar el archivo y lee la masa documentaria como documento y nunca como texto. El ver

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discerniendo en donde al ser le va este mismo se alza en enigma para el sentir y pensar genuinamente post-moderno. Se impone bloquear a su mirada todo aquello que indique socializacin (proceso por el cual los sujetos adquieren y se identifican con el sistema de normas y pautas de su sociedad). Congelada su visin en aquello ante los ojos y reacio al ver a travs se le oculta, por ejemplo, que mediando escasa socializacin una determinada comunidad en cualquier tiempo y lugar encontrara bloqueado bsicamente el sentir ergeno (pulsin de vida) a favor del tantico (pulsin de muerte); se le oculta tambin el decir del mito. Si, v. gr., aborda el Medioevo, ignora la dimensin socializadora, porque para ello se hara necesario (al decir de un medievalista inscripto en el positivismo decimonnico) penetrar con la imaginacin en toda esta susceptibilidad del espritu (Huizinga 1930:18). La vivencia ergena aguarda embozada dentro del paradigma tantico post-moderno pues eros y tnatos definen la historia humana; a veces la pulsin de vida se oculta en un remoto fondo del alma o, si se quiere, en la primera de las reas de la conducta psquica: el rea de la mente. S importa notar que decir historia humana remite a la ontologa del ente humano y no a la impropiedad recogida por historiografa objetivista alguna que, si de Medioevo hablamos, traduce en clave racional aquello que requiere de una hermenutica mtica y simblicai . La cultura totalitaria (Sartori 1990: I, 47-51) que se asienta rpidamente desde la tercera dcada del siglo pasado para reinar luego de 1970 de mano de la publicidad y de los distintos resortes de control audiovisual, es expresin autnticamente tantica que requiere del sometimiento psquico de grandes masas de individuos; voz masa que no dice de sentido de pertenencia a una especfica clase social, sino que refiere a individuos manipulados cognitivamente: la inteligentzia es un ejemplo de masa en tanto cree conocerlo todo cuando desconoce los autnticos mecanismos del comprender. Hablamos de individuo porque dentro de la cultura totalitaria, quien se entrega pasivamente al vaho sulfuroso de los medios de comunicacin, no logra constituirse en ente reflexivo (persona), sino que es simple individuo (objeto no divisible) en tanto desactivado cognitivamente. Ese sentir ergeno puede despertar en circunstancias inesperadas de diferentes maneras dependiendo del carcter seguido por el proceso de socializacin, bsicamente a partir de la infancia. Con esto queremos decir que, si bien todo sujeto respira y habla con el pensar de su tiempo, niveles afectivos arquetpicos pueden influir en el primer ao de vida de manera de forjar una figura de identificacin positiva que se pueda traducir en la posibilidad de sentir por afuera del crculo violento de su paradigma. La psiquis no necesariamente se quiebra en el marco de una cultura totalitaria. En ella siempre existen nichos que resisten las discursividades violentas. Si en el transcurso de su niez y de su adolescencia el sujeto logra preservar la integridad de su psiquis, podr an con una instruccin elemental hacer frente (encontrndose) al mundo del cual es inseparable. Podr advertir, aunque borrosamente, esa imagen primitiva de su niez depositada en alguien que sospecha rescata algo de lo gozosamente vivido; alguien que intuye como restaurador de posibilidades. Si ha conseguido encontrarse en su nombre reconocindose como ente al que le va su ser en este mismoi (Heidegger 2002: 9, 48), su ser emotivo (que es el encontrarse) (Heidegger 2002: 29, 130) le activar el caudal mtico y simblico que atesora desde sus primeros aos de vida. Sirva, a manera de ejemplo, el por qu? que define la conducta de los nios de tres o cuatro aos y que es continuado en el tiempo cronolgico de su existir y, fundamentalmente, en el tiempo ntimo de sus vivencias, convirtindose tal por qu?, en

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el momento evolutivo correspondiente, en causalidad lgico argumentativa. Ante el arribo durante la adolescencia (expresin de la cultura occidental) del estadio lgico formal (logicidad, vale aclarar, que slo advendr mediante un autntico proceso de socializacin), el mundo del mito, intenso en los primeros aos de vida del nio o estadio sensoriomotriz, se preserva (ontognesis) (Bleger 1969: 132) descendiendo al nivel inconciente de la psiquis. Vale decir, la continuacin natural del proceso socializador en la instancia lgico formal ser efectivamente formadora en tanto no violente la estructura de personalidad bsica del sujeto que impone dejar abierto el camino hacia el pensamiento mtico originario. ste ser el que le rescate como proyectoi y se activar vivencialmente en instancias decisivas, as como tambin le permitir desarrollar la actividad creadora que, por esencia, distingue al humano. La vitalidad mtica de la niez se desplazar ntegra en el transcurso del existir a otras realidades con la fuerza originaria. En suma, aunque la fuerza mtica ocupe un pequeo lugar dentro del mundo robtico, bastar para proteger al sujeto de la fragmentacin de su psiquis. Tambin el mundo simblico, v. gr., de los cuentos, del animismo, vividos en plenitud surgir con el mismo mpetu en su adolescencia, y todo ello le significa al sujeto abrirse cuidndose en su continuo peregrinaje por el mundo del que l es parte desde el fondo de su seri . El poder poltico (potestas) expresado en el mito de la realeza (Garca Pelayo 1981: 18) dice mucho acerca de la vida de los mitos y de los smbolos. Baste recordar el ritual de coronacin de los reyes; ritual al que el gobierno britnico, en oportunidad de la coronacin de la reina Isabel II (1953), otorg singular solemnidad, entendiendo que contribuira a compensar afectivamente el efecto destructor de la Segunda Guerra. La Realeza es expresin genuinamente mtica (Weber 1987: 81-82) y, adems, smbolo de continuidad. El cortejo fnebre al que referimos en el comienzo de este trabajo remite a ese mundo mtico vinculado al poder poltico. Sujetos de entre 18 y 40 aos representaban un rito, nica forma en que se actualizan los mitos (Caillois 1988: 30). La forma ritual pretenda cuidar una situacin que pareca entrar en zona de turbulencia. Ahuyentar la fuerza de la imagen arquetpica del miedo requiere en simetra cuidar lo que se teme que sucumba. IV. EL MITO KIRCHNER 1. Ya desde del segundo apartado de estas notas anticipamos sobre la cuestin del mito o del pensamiento mtico, cuestin sobre la que volveremos. Importa s, dado que presentamos un mito contemporneo, acudir a algn concepto. Mytos es una palabra griega que en el antiguo uso lingstico homrico no quiere decir otra cosa que discurso, proclamacin, notificacin, dar a conocer una noticia (Gadamer 1997: 25). Es todo sistema de valores situados fuera del saber exacto. Es una forma esencial de orientacin, una forma de pensamiento, ms an una forma de vida. El mito es una asociacin de imgenes [] no es individual, sino colectivo y social. Toda una comunidad se expresa en l, y en l encuentra sus aspiraciones y ansiedades, sus temores y esperanzas. Se trata de tendencias inconscientes bsicas [] cuyo mecanismo es entonces el de la proyeccin, o si se quiere el de la condensacin (Castagno 1980: 28, 30-32).

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Su funcin es mantener y conservar una cultura contra la desintegracin y destruccin. Sirve para sostener a los hombres frente a la derrota, la frustracin, la decepcin. Los momentos crticos de la vida social abren la puerta al mito (Garca Pelayo 1981: 19). Como apuntamos arriba, el mito se realiza mediante el rito: Al margen del rito, el mito pierde, si no su razn de ser, cuando menos lo mejor de su poder de exaltacin: su capacidad de ser vivido (Caillois 1988: 30). Contrariamente al mito, el smbolo es la representacin sensible de una idea; los smbolos sugieren antes que expresan (Castagno 1980: 2, 4). 2. Juventud dice de fuerza, de irreverencia, de frontalidad. Se muestra reacia ante lo adulto por sentirlo apocado, astnico, derrotado. Para reconocer a alguien como valor o figura de identificacin positiva le exigir algn compromiso. Segn la clase social y el grado de instruccin de cada sujeto los caracteres mencionados revestirn matices varios, pero en todos los sujetos se hallarn importantes similitudes. Si el finalizar biolgico de un adulto con el poder de gobernar un pas conmociona, es porque se han cumplido gran parte de los pasos enumerados en el proceso evolutivo descrito. El caer en el frente de lucha convierte definitivamente al sujeto de referencia en hroe o, tal vez, para traducir psicolgicamente el pensar de estos tiempos, en inconfundible luchador (Henderson 1984: 109). El hroe (el luchador) es la proyeccin (en trminos psicolgicos) del propio individuo: imagen ideal de compensacin que tie de grandeza su alma humillada. El sujeto presa de conflictos psicolgicos mltiples de los que la mayora de las veces l es inconsciente, dado que en general son producto de la propia naturaleza social [] est en la imposibilidad de salir de esos conflictos, pues slo podra hacerlo mediante algn acto condenado por la sociedad y, por consiguiente, por s mismo, pues su conciencia est fuertemente marcada y, en cierto modo, es garante de las condiciones sociales. Paralizado ante el acto tab confa su ejecucin al hroe. En suma, la nocin de hroe [de luchador] en el fondo est implcita en la existencia misma de las situaciones mticas. Por definicin, el hroe es aquel que encuentra a sta una solucin, una salida feliz o desdichada (Gadamer 1997: 27-28). El hroe es el que resuelve el conflicto en que se debate el individuo, el que viola las prohibiciones que el mito siempre justifica. (Gadamer 1997: 28-29). El hroe es el que tiende el puente que conduce a lugar seguro; es el que tiende la mano al abandonado. El modelo del hroe tiene significado psicolgico tanto para el individuo que se dedica a descubrir y afirmar su personalidad, como para toda sociedad, que tiene una necesidad anloga de establecer la identidad colectiva (Henderson 1984: 109-110). Extender la mano hacia un alguien (presidente) que transita por la calle y depositar en sus manos (como era costumbre) una nota que encierra un pedido, dice de un acto de fe hacia el depositario. Este acto de solicitud es pensado hacia alguien que conmueve al solicitante. Intentar explicar el fenmeno psquico que produce ese movimiento que aparece (que se ve) como espontneo es el acto final de un proceso cognitivo complejo que determina tal accin. Pero hay una voz que captura el significado de la accin: esperanza, voz que encierra un complejo de haces de significacin cargados de sacralidad. El abrirse hacia alguien de manera tan espontnea como incondicional supone necesariamente el accionar del mundo mtico que todos los humanos guardan en distinto grado, an en estos tiempos de incredulidad y violencia cognitiva.

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[] porque un pas que castiga a los asesinos, a los corruptos, a los ladrones es un pas que tiene futuro, es un pas que recupera la esperanza, la dignidad, que recupera los valores ticos, que son fundamentales para construir una nueva sociedad [] (Kirchner 2005) [] con argentinos excluidos, con argentinos indigentes, con una desocupacin que superaba el 20 por ciento y con algo que era peor, nos habamos resignado, habamos perdido la autoestima [](Kirchner 2005). El ejemplo dice de un hombre revestido de cualidades excepcionales para cuya explicacin el anlisis argumentativo carece de respuestas y que se define desde la perspectiva del carisma o, al decir de Max Weber, detenta naturalmente un poder carismtico (Weber 1987: 78-81, posee ese algo denominado por los latinos auctoritas (autoridad moral). Carisma (que dice literalmente de uncin sacral) remite a misterio, a fuerza tremenda, que el otro intuye de varias formas, ya naturalmente, ya intelectualmente. Dice de quien es confiable y lo dice as porque provoca un acto aparentemente espontneo de acercamiento que, en realidad, debe leerse como acto en donde se activan fantasas reprimidas desde la niez vinculadas a la proteccin paterna y que el tiempo ha adormecido pero no sepultado. Esas fantasas de la roca en forma de tejado que protege con amor (segn el Proverbio de Isaas) aguardan ocultas el momento de hacerse or. Pueden permanecer as a lo largo de toda la existencia, pero pueden tambin encontrar un momento de concrecin: es el momento en que bullen y hacen erupcin. Nstor Kirchner surge como el sujeto cuya conducta impregna los ojos de ese otro esperanzado en la era de la humillacin y del sometimiento. Priorizamos la respuesta del joven, porque es futuro y horizonte; proyecto. La cultura totalitaria persiste en envolverlo en el conformismo, le requiere adicto a imgenes y realidades virtuales escabullndole la vida y los ideales, precisamente a quien psicofsicamente es energa por definicin. El panptico corporativo vigila las veinticuatro horas del da con la consigna de desalentar y sembrar de ruina y horror toda construccin de mundo. Frente a las figuras de identificacin positiva le impone manifestaciones varias de violencia. De manera conciente o no el joven busca orientacin y gua: en Argentina, las corporaciones a travs de la telepantalla orwelliana, con hbiles estrategias intentaron ocultar y silenciar una voz que anunciaba consignas bsicas que podran sintetizarse como sigue: lucha por tu libertad, no dejes que oscurezcan tu horizonte; recuerda que, cuando debas hacer frente, fuerzas oscuras siempre estarn al acecho; recuerda que eres persona y no ente inanimado. Eres ente pensante, recurdalo. [] les pido que tengamos muy buena memoria, porque la lucha cotidiana contra los intereses es muy difcil y los intereses se pueden agazapar, pero quieren volver a retomar la iniciativa (Kirchner 2006). Ese mensaje recorra la didctica oratoria de Nstor Kirchner; conformaba la matriz de una discursividad que se asentaba en ciertos ejes invariables construidos dentro de la figura retrica de la repeticin que opera como reforzador argumentativo. Su lenguaje gestual y la palabra encendida que nombra al objeto que acecha, siempre repetido y siempre matizado (el nombre desnuda al nombrado), dice a su vez de la sustancia nutricia de la infancia y advierte sobre aquellos que se la apropian, que es apropiarse de su existencia.

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Ese hombre captura lo que el joven silenciosamente aguarda. En el extremo, el anciano advierte que alguien ve y reconoce su estado de abandonado, que es abandono del ser, desprecio por la raz misma del valor sacral humano. A su vez, muchos adultos jvenes escuchan palabras extraas para el vocabulario de estos tiempos: la dignidad no es una cuestin de negocios (No se negocia la justicia social ni la dignidadi ). Gestos y palabras que evocan el estado de moratoria social (Aberastury 1971: 27) en que el orden poltico haba sometido al humano ms desprotegido. El joven se reencuentra a travs de la figura salvfica con ese yo ideal paterno que le incita afectivamente (jugndose) a hacer lo propio, a actuar de un modo combativo (donde le va su ser) en-el-mundo-con-otro. [] me juego por mi pueblo, me juego por la Patria, me juego por una Argentina para todos y con todos [] (Kirchner 2006). [] Tenemos que recuperar esa vocacin de cambio, esa vocacin transgresora que tuvo durante muchsimo tiempo la sociedad argentina [](Kirchner 2006). [] decirle a los jvenes argentinos [] militen donde militen tienen la posibilidad de hacer el cambio en paz y en democracia que nosotros como generacin no tuvimos, por eso participen, por eso opinen, por eso sean transgresores, por eso ganen las calles, por eso recorran todas las universidades, los talleres, los trabajos, esa juventud debe ser el punto de inflexin de la construccin del nuevo tiempo [] (Kirchner 2005). [...] mis convicciones [] las voy a llevar hasta el final, vine a luchar por una Patria justa, vine a luchar por la dignidad, por la inclusin social, por que se consolide el nuevo modelo, por el nuevo tiempo por la nueva historia (Kirchner 2005). [] se fortalece la esperanza de cambio, se fortalece la posibilidad de estar en un punto de inflexin para construir un nuevo pas, el pas que nos contenga a todos [] (Kirchner 2008). [] Solidaridad, convivencia son elementos fundamentales para construir un Pas que lo soamos [] (Kirchner 2008). [] Fuerza dignidad, alegra, convivencia [] adelante con Uds. no somos de los que dicen anmese y vayan, vamos adelante como corresponde (Kirchner 2008). [] Quiero llegar a la Argentina donde los padres y las madres vuelvan a sonrer porque el hijo est mejor [] porque el hijo tiene dignidad, porque el hijo tiene futuro, esa es la Patria con la que sueo [] (Kirchner 2005). Como toda muestra, las aqu escogidas exigen ser explicadas dentro del contexto dentro del cual circulan. Decir algo es hacer algo (Austin 1971: 48, 53,138) y, como quiere la teora de los actos del habla, hacer algo remite a la expresin realizativa (performative uterances) del lenguaje. En la muestra ese acto realizativo que afecta al receptor del discurso lo hace de manera eminente y, se traduce en el acto perlocucionario, que consiste en lograr ciertos efectos por el hecho de decir algo. Actos donde decimos algo como convencer, persuadir, disuadir (Austin 197: 153, 166). El reverso de la moneda salvfica muestra el contoneo de los activadores de la telepantalla que, agitando las consignas de los grupos de poder que representan, entienden acercarse al objetivo final por ellos anhelado; final que, para el nativo argentino, supona regresar a las calamidades que, gestadas al mediar los aos 80 y desatadas con furia impiadosa a partir

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del ao 2001, haban devorado casi dos generaciones. Muchos integrantes de un variado espectro de profesionales de la poltica (que no excluye expresiones del mismo partido gobernante) enemigos de la puesta en marcha (por parte del matrimonio Kirchner) de un ideario que priorizaba las cuestiones de carcter social y poltico sobre las de contundente sesgo econmico, y a quienes visualizan con la firme conviccin de avanzar con su modelo de pas, aguardan el ocaso de esa energa renacida con la esperanza de retomar el camino de ortodoxo disciplinamiento dentro del orden globalizado. Permtasenos un desvo an a expensas de interrumpir el ritmo del texto. La accidentalidad histrica enfrent a la Argentina con una aguda crisis que tuvo su punto ms lgido en el mes de diciembre del ao 2001. El colapso social era el final anunciado de la felicidad subjetiva que le haba proporcionado la era del consumo de la dcada de los aos 90. El paisaje urbano argentino semejaba al de un campo arrasado: en pocas palabras, la crisis europea de nuestro tiempo reproduce (aunque slo dbilmente) aquello que aconteci en nuestras tierras. El pas qued a la deriva poltica conducido por administraciones obedientes de los mandatos de las gerencias ms aquilatadas del orden corporativo imperial (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial), hasta que finalmente en 2003 result electo un ignoto sujeto proveniente del extremo sur del pas llamado Nstor Kirchner. Este alguien de perfil heterodoxo comenz a agitar la modorra cotidiana actuando con decisiones enderezadas a rescatar del estado de desamparo y desasosiego a aquellos que, en distinto grado, conformaban ms de la mitad de la poblacin. Se descubra un alguien sobre quien proyectar la incertidumbre, en la certeza de que ese alguien no dudara en hacer frente a la sombra de lo adverso. El mito comenzaba a gestarse pues ste trata de satisfacer una necesidad existencial de instalacin y de orientacin ante las cosas, fundamentada en la emocin y en el sentimiento (Garca Pelayo 1981: 23). Como el objeto de estas notas no pretende hacer una resea de su accin gubernativa, trazamos slo algunos ejes que influyeron en su proyeccin a la estatura de mito, vinculado con el regreso al modelo de gobierno denominado Estado mximo, anttesis del Estado mnimo (Bobbio 1987: 139-147) donde el poder econmico decide el camino de la administracin de gobierno en detrimento bsicamente de la denominada poltica social, forma de Estado imperante entre 1990 y 2003 fiel a las consignas emanadas de la Corporacin imperial. El eje central de su accionar se centr en el rescate de la palabra. La palabra es un arma y su impronta qued pronto demostrada. El sentido tico del discurso se tradujo en un modelo de gobierno denominado de crecimiento econmico con inclusin social, cuya clave resida en subordinar el accionar econmico a la esfera poltica. Esa fue la consigna en accin que (con suerte varia) contina hasta el presente, siempre acompaada por un discurso incisivo enderezado a conmover una sociedad frustrada psicolgicamente y socialmente anmica y cuyas expresiones exhortaban a apropiarse de esa dignidad que le haba sido arrebatada, a luchar por aquellos ideales ticos sin los cuales todo porvenir resulta ilusorio, a rescatar el sentido comunitario de la existencia, al tiempo que desnudaba al autntico poder corporativo local e internacional al que comenz a enfrentar y nombrar, empleando la misma estructura retrica de la repeticin. A partir del ao 2006 revel el nombre de las mayores corporaciones locales que condicionaban no slo el accionar de su gobierno sino que lo haban hecho a travs de muchas administraciones con el beneplcito

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de stas: se trataba de dos oligopolios de la comunicacin, representados por las empresas La Nacin y Clarn, con quienes se encolumnan las expresiones partidarias afines, lo cual supone hablar de casi todo el espectro opositor. [] con la fuerza y la dignidad de millones de argentinos que desean tener una Patria, no me import lo que decan [] muchos medios de comunicacin [] No me importa a m, no vine a tratar de que escriban bien de m [] (Kirchner 2005). [] Tambin dijimos que con el Fondo Monetario Internacional ya no bamos a aplicar ms las recetas que hundieron la Patria. [] Que sepan [] las autoridades del Fondo Monetario Internacional que no vamos a negociar cediendo nada de lo que corresponde a la Argentina. No se negocia la justicia social ni la dignidad, no se negocia el crecimiento argentino, no se negocia el desendeudamiento de la Patria [] (Kirchner 2005). [] junto con la dignidad de este Pueblo, le pagamos al Fondo y le dijimos chau, los argentinos vamos a gobernar nuestro destino [] (Kirchner 2008). Hacia quines iba orientada especficamente la estructura discursiva de Nstor Kirchner? Quines podan tener la energa para traducir vivencialmente en hechos sus palabras? Los sujetos ms jvenes y los jvenes adultos desencantados. Discurso (dice a la vez de palabra y accin) que martillaba los odos de los oyentes y fue escuchado en una alocucin pronunciada pocos das antes de su muerte. Al atender a la configuracin del mito Kirchner lo hacemos desde la visin de quienes lo observan desde una perspectiva amigable: as entendido, el objeto mtico queda expurgado de cualquier atributo negativo, dado que el mito se construye en base a un patrn virtuoso (Garca Pelayo 1981: 22). Importa precisar que quienes confrontaban, tanto desde la mirada oficial como desde la contraria, respondan a la generacin de los nacidos en torno a los aos 50 (padres fundadores de la Post-Modernidad), cada uno asistido por un nutrido grupo de asesores pertenecientes a la autntica generacin post-moderna (nacidos en la dcada de los 70). Respecto de las expresiones que serpenteaban (y an lo hacen) dentro de un amplio espectro de la partidocracia en busca de un quiebre del orden constituido enarbolaban un pendn de cuo ciceroniano: Kirchner debe ser destruido. Como todas sus energas convergan hacia ese objetivo, se sintieron relevados de esbozar cualquier programa electoral de circunstancia con miras a las elecciones presidenciales de 2011. Se trata del cmodo refugio que encuentra aqul que no se atreve a confesarse cmodamente instalado dentro de un sistema-mundo que entiende le asegura su pertenencia a un privilegiado grupo de status. Grupo de poder y de status cuya consigna consiste en repetir una y otra vez por la telepantalla la consigna orwelliana: Esclavitud es Libertad, vale decir, asegurar la neutralizacin psquica de la multitud. Este profesional poltico representa la total abdicacin tica; en suma, es el rostro autntico de la poca de los presidentes corruptos que definen el perfil poltico del discurso hegemnico post-moderno. Al advertir que alguien hace frente a aquello a lo que l ha renunciado junto a sus compaeros de fracasos y de resignaciones, slo queda destruirlo y hacer evidente ese imperativo.

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Como dijimos, todo el sistema de control se haba puesto en marcha para neutralizar a la figura molesta. Los noticieros televisivos y radiales no daban descanso ni al odo ni a la vista del (en apariencia) pasivo espectador u oyente. Importa rescatar la locucin adverbial en apariencia: sucede que el dispositivo meditico no se encuentra adaptado para advertir fenmenos anmicos distintos del minimalismo tico. El discurso hegemnico (en tanto discurso de control) opera sobre una base social estandarizada (mayoritaria) hpermediatizada, sometida al ver todo lo ms rpido posible (cf. Lipovetsky 1994: 48, 237) en donde implanta opiniones y emociones: su presa es una sociedad desgarrada, anmica, cuya actividad lingstica o mental ya no es intencional sino ms o menos automtica (van Dijk 2001: 31) a la que todo horizonte de expectativa le es ajeno. Se le escabullen entonces los complejos procesos psquicos que venan actuando en buen nmero de jvenes y de adultos jvenes (en torno a los cuarenta aos) que, aturdidos de consignas confusas, se refugiaron en su mundo interno. La sociedad de control encuentra en los medios de comunicacin su autntica expresin pues se lanzan hacia la organizacin directa de los cerebros y los cuerpos con el propsito de llevarlos hacia un estado autnomo de alienacin, de enajenacin del sentido de la vida y del deseo de creatividad. (Hardt y Negri 2002: 36). Cuando el ojo avizor de la multitud detect en el afuera signos de salvacin que guardaban sincrona con lo que le dictaba la mirada interna, idealiz a cierto sujeto adulto cuyas palabras y actitudes se adecuaban bastante a esa emotiva identidad inconsciente que hablaba de supervivencia (arquetipo de la nutricin): a partir de entonces el mito Kirchner qued forjado. Abordemos el final de la crnica: Sbitamente, un da de asueto en razn de un censo poblacional, aquel que haba luchado y al que expresiones eclcticas haban enfrentado hasta el da anterior, fallece. Antes del medioda las varias telepantallas anuncian la noticia: al anochecer la Plaza de mayo comienza a poblarse de un nutrido grupo de personas. Al da siguiente (ya lo adelantamos) las corporaciones locales deben reconocer con desconsuelo que el monstruum horrendum virgiliano era un mito. Ms an se trataba, dentro de los tipos mticos, del ms potente: el reconocido en silencio y que muere conciente de que tal situacin final lo aguardaba en las cercanas. Ante dos crisis cardacas los mdicos ordenan vida sosegada. Llevado por sus convicciones eligi no cejar en su accionar y avanz hacia lo inevitable. El mito del hroe est completo: en plena lucha contra las fuerzas del mal llega el sacrificio heroico que desemboca en la muerte (Henderson 1984: 109). V. LA FUERZA DEL MITO La fuerza mtica se verifica en el desfile de los presentes durante el funeral del luchador (hroe); fuerza que dice de la autntica historia que se hunde en los mitos, en esos arquetipos primordiales anteriores a toda ontologa, es ese pre-ser que envuelve y cuida al ente humano, cuidado existencial que anuncia la vida intrauterina. El vivir impropio de su naturaleza humana se diluye cuando el ente humano deviene hroe pues se funde en una dimensin carismtica. Al entrar en el panten de los hroes el sujeto deviene entramado de valores ticos. Al mencionar los mitos polticos no puede ignorarse que muchos que lo fueron en su tiempo sostenidos en el culto a la personalidad, de los cuales el siglo XX exhibe conocidos

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exponentes (Hitler, Stalin), se derrumbaron apenas concluido el rgimen que los haba cobijado. En el mbito del pensamiento mtico occidental resulta frecuente que el reconocimiento del hroe (luchador) se haga efectiva manifestacin aos despus de su muerte. Pero la construccin mtica rompe la barrera racional cuando la muerte le sorprende en pleno combate: entonces hace eclosin el sentimiento que vena gestndose. En el caso del mito Kirchner asoma otro rasgo singular. Las historias hablan, v. gr., de Isabel de Castilla y Fernando V de Aragn como de dos portentosas figuras que se identificaban en la energa combativa. La actual presidenta era su esposa y ambos compartan la voluntad y la energa cuyo objetivo consista en materializar ideas forjadas durante los aos juveniles que guardaban la impronta del Mayo francs. Ella, ahora viuda, se representa como custodio natural del legado del hroe; rinde culto ante el cuerpo yacente de su esposo, pero a su vez se sabe comprometida con la continuacin de una misin trunca. Despide un cuerpo y en el acto resignifica el ideal compartido. Somos, vemos la luz del mundo mticamente: todo nuestro ser desde la misma primera nutricin es una construccin imaginaria que dice de una misteriosa fuente de donde mana el alimento: el humano en su transitar es siempre necesidad de reencontrarse con esa fuente benfica, con ese bien mgico-mtico que el intelecto intuye (en tanto proyeccin adaptada de ese primer acto nutricio), capta y aguarda. No expresa acaso el Estado esa fuerza donadora y justa que da a cada uno lo que le corresponde segn el principio de la justicia distributiva? Cuando esa fuerza encarna en alguien, la experiencia arquetpica de la imagen primera se activa en el sujeto y se proyecta (porque lo reconoce) en ese alguien. Se trata de un regreso a las fuentes, al que se arriba despus de un largo y tortuoso peregrinaje interior. Cul es el nutriente que atesora ese hombre cuyo nombre una multitud espontneamente encolumnada comienza a agitar en la hora aciaga? El nutriente es para los hombres y mujeres de todas las edades la voz esperanza, sntesis del ente humano en tanto persona. La palabra preada de mnimo contenido (y es mnimo porque el decir autntico an no ha podido ser recuperado de las zarpas del discurso hegemnico post-moderno) se impone a la palabra hueca de la telepantalla. Por ahora se trata de consignas gritadas, tal vez de frases que condensan un mnimo de significado respecto del trgico hecho que arrebat al luchador. Como ser relativamente a la muerte que es el ente humano, Nstor Kirchner ha sido tempranamente sorprendido por ella. Pero llegar al final biolgico significa finalizar, no morir, que guarda significacin ontolgica y no habla de final (cf. Heidegger 2002: 53, 236-242). Esta particularidad del fenecer identifica al hroe: el es muerto, vale decir, su ser sigue conjugado, permanece esencialmente por fuera del acontecer biolgico. La multitud que saluda al hroe encuentra en ese finalizar de la vida el triunfo sobre la sombra de sus aspectos reprimidos. La imagen del hroe se le representa en gerundio como siendo, pues (de manera singular en las generaciones jvenes) ese final marca el comienzo de la batalla de la liberacin (Henderson 1984: 117, 120). El hroe siempre es portador de la verdad y sta en rigurosa etimologa dice de lo que permite ver: ve tanto la luz que abre hacia como la sombra que cierra el horizonte. El hroe ha combatido contra la sombra que haba iniciado la invasin del yo ntimo del sujeto joven. Es en la instancia en la cual el joven inicia el lento descenso en bsqueda de ayuda a ese fondo inconsciente de imgenes primordiales o arquetpicas para hacer frente, cuando su psiquis materializa lo que ha ido a buscar en el

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inconsciente, se trata de esa coincidencia significativa que Jung denomina sincronicidad, conexin inexplicable entre el mundo interno y el externo (von Franz 1984: 207). Ese morir es donante: conciente de su finalizar apura sus palabras para dejar un mensaje de lucha por la libertad de la conciencia del porvenir (que es el joven), o mejor, de un porvenir que advierte que ya est siendo y que es necesario vigorizar con nuevos esfuerzos reflexivos. Los ideales se le imponen frente a la preservacin biolgica de su cuerpo. Denigrar o exaltar un nombre propio, con la magia y la dureza diamantina que tienen los nombres propios, habla de identidad y pone al enemigo del nombrado en la encrucijada de un final irreversible. Una comunidad sana nombra con precisin tanto lo que condena como lo que venera. El hroe que emergi el 27 de octubre le coloc el nombre a la cosa. [] Empecemos a ser los polticos dueos de nuestras propias palabras. La Argentina y los argentinos tenemos que recuperar el sentido de la autoestima, el sentido de ser [] (Kirchner 2005). [] nos jugamos por un pas distinto, que somos capaces de decir las cosas que hay que decir y que hay que hacer, ms all de los impedimentos que nos pongan []. (Kirchner 2005). El mito, apunta Fernndez Savater al referir a la obra Espartaco de Howard Fast, no slo transmite el deseo de otro mundo posible, sino su posibilidad concreta, en los hechos. Como explicaba G. Sorel, los mitos son lo contrario de las utopas: stas exigen fe en el advenimiento de un modelo acabado, pero los mitos expresan la fuerza de una comunidad presente. La esperanza que movilizan brota de la confianza en las propias posibilidades y capacidades. Dice y recuerda que no hay que rendirse ante ninguna ineluctabilidad (Sorel 2005: 83). Espartaco porta la ilimitada claridad de la esperanza humana, la aseveracin testaruda del valor de la vida cotidiana de todos los seres humanos sobre la tierra. Su triunfo se debe a que conserva vivo en el alma del hombre el sentimiento indestructible de que lo que se hace vale la pena ser hecho [] de que el pueblo merece que se le libere (Chesterton) (Fernndez Savater 2004). CONCLUSIN El pensamiento mtico que ha emergido por las ranuras del materialismo relativista del conformismo no puede ser destruido, pero requiere evitar que se oculte nuevamente. Una vez activado, el pensamiento mtico debe continuar sacudiendo de su modorra a la conciencia racional en aquellos que han vivido como una eclosin sorprendente ese pensamiento oculto en el nivel inconsciente de su estructura psquica. Mirando por ltima vez a los historigrafos de la pretensin de objetividad, a aquellos para los cuales hablar de pensamiento mtico o de cualquier otro que no sea el de su propia crcel les parece mera impostura, en fin, a aquellos que desde su disciplina hacen gala de fragmentar, y al tiempo esterilizar, el conocimiento, nos parece oportuno recordar aquello que Ernst Cassirer sostuviera en la dcada de 1920, donde sealaba que era difcil llevar a cabo una separacin lgica entre mito e historia. Para decirlo mejor: toda concepcin histrica tiene que estar impregnada de elementos mticos y necesariamente ligada a ellos:

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Si esta tesis est en lo justo, entonces no slo la historia sino todo el sistema de las ciencias del espritu que se fundan en ella tendra que serle arrebatado a la ciencia para entregarlo al mito (Cassirer 1971: II, 14) Como consideracin final de estas notas nos importa sealar dos cuestiones. La primera refiere a la ceguera historiogrfica que (como aconteciera durante el ao 2001) volvi a ignorar la realidad por la que transitbamos los humanos de estas tierras. La historia construida con pretensin de verdad poco le dice al historigrafo, ms all de sus amaados escritos de fragmentos documentales ensamblados a los que su acrisolada ignorancia venera. La segunda cuestin (en la hora actual del mundo y atendiendo a la construccin del mito Kirchner como expresin de un hacer frente al paradigma del discurso hegemnico) obliga a los intelectuales, a quienes convoca a reconocer su daltonismo cognitivo y a plantear, menos un trabajo interdisciplinario entre las llamadas ciencias del espritu y ms un trabajo que proyecte una nueva subjetividad convencida de la necesidad de integrar el conocimiento; donde el criterio holstico domine sobre la extrema fragmentacin del conocimiento. Para acudir a este llamado que, v.gr., encuentra en la obra de Michel Foucault Las palabras y las cosas un significativo ejemplo, la filosofa parecera la ms indicada (por su tradicin) para comenzar con ese emprendimiento. Esa nueva subjetividad se expres con fuerza el 28 de octubre en Argentina: dej al desnudo la discursividad hueca de la partidocracia en su conjunto, pero, fundamentalmente, enarbol un mito para significar aquello que ya en el ao 2001 se haba apenas esbozado: otro mundo es posible ([] se puede construir un nuevo orden en forma paulatina []) (Kirchner 2005).
* Profesor y Licenciado en Historia (Facultad de Filosofa y Letras, UBA). Doctor en Historia (Facultad de Historia y Letras. Universidad del Salvador). Docente-Investigador: Proyecto financiado por la Secretara de Ciencia y Tecnologa (Universidad Nacional del Sur, Baha Blanca): Perodo 1997-2000 / 2001-2003 / 20042007 / 2007-2010. Profesor de Post-grado en el Seminario de Historia del Derecho de la Facultad de Ciencias Jurdicas (Universidad del Museo Social Argentino). Miembro titular del Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho. Libros publicados: Estado, Lenguaje y Poder en el Ro de la Plata (1816-1827), Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 1998; El discurso histrico-jurdico y poltico-institucional en clave retrico-hermenutica. Del Clasicismo ilustrado a la Post-Modernidad, Buenos Aires, Instituto de Historia del Derecho, 2004. Colaborador de la Revista de Historia del Derecho (Buenos Aires), Jahrbuch fr Geschichte Lateinamerikas (Berlin), Iberoamericana (Instituto Iberoamericano, Berln) Correo electrnico: rubendariosalas@gmail.com.

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INSTITUCIONES Y PROCESOS GUBERNAMENTALES Las ltimas dcadas en Latinoamrica: de la Reforma a la Refundacin del Estado
Por: Lic. Juan Jess Hernndez

Resumen El presente artculo es una aproximacin a los cambios que los estados de Amrica Latina han experimentado en las ltimas dcadas. Desde la Reforma del Estado neoliberal de fines del siglo XX, en nuestra regin se inici un periodo de trasformaciones en las instituciones estatales y en sus relaciones con la sociedad civil. El Estado capitalista fue activo partcipe de una redefinicin del espacio pblico que tendi a ensanchar el mercado y que culmin en una gran crisis econmica, social y poltica, que atraves, casi sin excepciones, a todos los pases latinoamericanos. 1. Introduccin El presente trabajo es una aproximacin a los procesos vividos por los pases de Amrica Latina en las ltimas dcadas. La Reforma del Estado consolidada en la dcada del 90 y gestada en los aos anteriores, culmin en una importante crisis econmica y poltica que fue marco propicio para el inicio a principios del nuevo siglo de una nueva etapa, que en algunos pases se ha denominado Refundacin del Estado. El captulo 2 presenta algunos elementos de Teora del Estado, un marco terico, un punto de partida para comprender el Estado capitalista, la forma en que se gestan sus polticas pblicas y algunas especificidades de la construccin de los estados en Latinoamrica. El captulo 3 analiza a grandes rasgos el proceso de Reforma del Estado y las polticas por las cuales se concretiz. El captulo 4 estudia en lneas generales el actual contexto de la regin, para luego profundizar en la Refundacin del Estado en Bolivia y Ecuador y la actuacin de los Nuevos Movimientos Sociales en la ampliacin de la democracia. Por ltimo el captulo 5 es una breve conclusin que compara los procesos de Reforma y Refundacin del Estado. 2. El Estado, el capitalismo y las polticas pblicas 2.1 Teora del Estado capitalista La estructura que denominamos Estado surge en la Edad Moderna con la sociedad burguesa capitalista. Un Estado, como forma de organizacin de la dominacin poltica sobre un territorio, se conforma cuando existe un aparato de poder autnomo y centralizado, separado de la sociedad y la economa. Cuando esto ocurre, poltica y economa se diferencian como esferas autnomas de la sociedad. Slo a partir del surgimiento de la sociedad capitalista emerge el Estado con tales atributos. Esa sociedad se caracteriza por sostenerse y desarrollarse materialmente en base a la produccin privada, el trabajo asalariado y el intercambio de mercancas en el mercado. Impulsada por la coercin de maximizar la ganancia, la acumulacin de capital determina

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las estructuras y los desarrollos sociales, las condiciones de la divisin del trabajo, las formas de progreso tecnolgico, etc. La sociedad capitalista se caracteriza por la relacin de competencia entre los diferentes propietarios de mercancas y por los antagonismos entre clases y grupos sociales. El carcter social de los seres humanos se exterioriza en formas sociales separadas de ellos. Esas relaciones se encuentran cosificadas, es decir se enfrentan a los seres humanos como cosas, como fetiche difcilmente aprehensible, que oculta lo que las origina y sostiene. En esta sociedad capitalista la relacin social bsica es la de obrero patrn, es decir la de trabajador asalariado propietario de los medios de produccin, la cual es la principal, pero no la nica relacin de dominacin. El segundo agente de esa relacin paga un salario al primero, y se apropia del plus producto. Esa apropiacin no se hace mediante el uso directo de la fuerza, a diferencia de otros tipos de sociedades anteriores. Las condiciones capitalistas slo pueden conformarse en plenitud si la coaccin fsica experimenta una institucionalizacin independiente de todas las clases sociales y se concentra en el Estado. Esto no quiere decir, que la violencia desaparezca de la sociedad, sino que sigue actuando en forma silenciosa obligando a los seres humanos no poseedores de medios de produccin a la venta voluntaria de su fuerza de trabajo, a riesgo de no poder subsistir sino no lo hacen. Tampoco quiere decir que fuera del Estado no se ejerza coaccin, sino que slo el Estado se impone normalmente como ltima instancia coercitiva. (HIRSCH, J., 2005: 165 167) La falta de coercin para vender fuerza de trabajo es condicin necesaria para la apariencia formal de igualdad entre los sujetos que se proclama en el derecho y en los contratos que regulan las relaciones entre el trabajador y el propietario de los medios de produccin. El Estado emerge como un tercer sujeto de aquella relacin social bsica. El capitalismo se caracteriza por la separacin de los trabajadores de los medios directos de produccin y por la separacin de los trabajadores y de los burgueses de los medios directos de coaccin, que son concentrados en el Estado. Al separarse la coercin de las relaciones econmicas, se diferencian poltica y economa, pero a su vez se vinculan. Lo poltico es una parte del fenmeno ms general de la dominacin en la sociedad y su caracterstica especfica es la supremaca de los medios de coercin fsica en un territorio excluyentemente delimitado. A travs de las instituciones estatales se cristaliza, se concretiza, se hace visible el Estado; ellas ponen en prctica el ejercicio de la supremaca de la coaccin. El Estado es el garante de la relacin bsica de produccin, y posee un inters y una racionalidad distinta y ms general que la de los sujetos que participan de esa relacin. En ciertas ocasiones puede proteger a uno u otro, y es una mediacin articuladora de los sujetos sociales, pero no es un rbitro neutral, porque su inters est en garantizar la reproduccin de una relacin de dominacin desigual y contradictoria. (ODONNELL, G., 1984: 3-7) El desarrollo del Estado slo se puede entender cmo momento del desarrollo de la totalidad de las relaciones sociales, es decir como una parte del desarrollo de la sociedad capitalista. Su existencia depende de la reproduccin de estas relaciones. Por lo tanto, no es simplemente un Estado en una sociedad capitalista sino un Estado capitalista, ya que su

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supervivencia como tal est ligada a su capacidad de promover la reproduccin de las relaciones capitalistas en su conjunto. Lo que hace el Estado no es necesariamente en beneficio del capital, ni siempre puede realizar lo que es necesario para asegurar la reproduccin de la sociedad capitalista. No es el Estado de los capitalistas. La relacin entre el Estado y la reproduccin de las relaciones sociales del capitalismo es una relacin de prueba y error. (HOLLOWAY, J., 1992: 13) El Estado no es slo sus instituciones que ejercen la supremaca de la coaccin, ni tampoco es slo el gobierno. El gobierno puede hablar en nombre del Estado, pero slo es una parte de l. La administracin pblica, el poder judicial, el parlamento, los gobiernos subnacionales, etc., conforman tambin, en sus relaciones recprocas, el poder del Estado. Si bien el gobierno ocupa un lugar decisivo dentro de las instituciones pblicas, y es quien est investido formalmente del poder estatal central, no necesariamente controla efectivamente todos los resortes para su ejercicio. tener el derecho a gobernar, no siempre implica poseer el poder real para ejercerlo. (OUVIA, H., 2005: 22) Cada Estado slo ejerce poder al interior de un territorio definido, lo cual implica que es inmvil de una manera que contrasta con la movilidad del capital, que se puede mover de un lado al otro del mundo en cuestin de segundos. Sin embargo la reproduccin del capital en su conjunto depende de su transitoria inmovilizacin en la forma de capital productivo. Mientras que la existencia de cualquier Estado nacional depende de la reproduccin del capitalismo dentro de sus fronteras, por lo cual tiene permanente inters y necesidad de atraer e inmovilizar al capital en su territorio. Para conseguir esto, el Estado tiene que tratar de asegurar condiciones favorables para la reproduccin de capital, proveyendo infraestructura, orden pblico, educacin, polticas monetarias, regulacin y control de la fuerza de trabajo, etc., y generalmente haciendo caso omiso a la nacionalidad de los propietarios legales de ese capital (HOLLOWAY, J., 1992: 18 19). El proceso de acumulacin capitalista est permanente sometido a la posibilidad de estancamientos y colapsos, tanto en su circulacin en toda la economa nacional o mundial, o en industrias particulares. Esas crisis dependen de condiciones sociales, econmicas o incluso de la naturaleza. Estado y mercado se relacionan. Si bien el ensanchamiento de uno tiende generalmente a limitar al otro. El mercado necesita de la regulacin que le impone el Estado para evitar o sortear las crisis. Mientras que el Estado surge como tercer sujeto en la relacin de produccin bsica por la cual se generan las mercancas que se valorizan y comercian en el mercado y es garante de las relaciones sociales capitalistas. Estado y mercado en su existencia dependen uno del otro. Pero la relacin entre ellos, no se auto-regula sin fisuras, est sujeta a conflictos, y es variable histricamente. Los hombres y mujeres son en la economa miembros de clases sociales desiguales y al mismo tiempo son en la comunidad poltica democrtica, ciudadanos formalmente libres e iguales. Esa contradiccin promueve conflictos sociales, a travs de los cuales la forma de Estado se impone, se modifica o mantiene. Existe una relacin histrica y conflictiva ente capitalismo y democracia en la sociedad burguesa. El Estado no es ni el instrumento creado conscientemente de la clase dominante ni la encarnacin de la voluntad popular, ni tampoco un sujeto que acta con autonoma. Existen obstculos institucionales que impiden el impacto directo de la voluntad popular en el proceso resolutivo del Estado. La democracia poltica de la sociedad capitalista no puede

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ser democracia de base, o dominacin directa del pueblo, sino que se reduce a la coparticipacin de ste en el ejercicio del poder estatal, pero de manera restringida y sujeta a reglas de procedimiento. El Estado es una relacin entre individuos, grupos y clases, la compactacin material de una relacin de fuerzas sociales. Esta relacin en el sistema de las instituciones, organizaciones y aparatos polticos, adquiere una configuracin y unos mecanismos concretos. Una modificacin en la correlacin de fuerzas entre las clases en la sociedad tiene efectos al interior del Estado, aunque no se trasfiere de manera directa o inmediata, sino que slo se cristaliza en el aparato estatal en forma refractada, diferenciada, y a veces luego de periodos de transicin. Pero el Estado no slo refleja esa correlacin de fuerzas, sino que a la vez la moldea y estabiliza. El hecho que el Estado sea un entramado de relaciones sociales y de clases contradictorias se expresa en la diversidad de sus componentes [el Estado] se disgrega en instancias relativamente autnomas que compiten entre s, hasta se combaten con frecuencia, y cada una establece sus propias relaciones sociales y de clase. Los aparatos estatales representan relaciones con todas las clases y todos los grupos, pero en forma diferenciada en cuanto a la efectividad para imponer intereses. (HIRSCH, J., 2005: 168 172). La morfologa concreta del Estado (por ejemplo, cuntas ministerios y oficinas tiene, cuanto personal contrata, de qu recursos dispone, etc.), y sus acciones (las polticas y las funciones que decidir asumir o ignorar) dependen de la correlacin de fuerzas en una sociedad, y se puede reformar. Por eso no se puede hablar de un tamao universalmente ptimo del Estado. (THWAITES REY, M., 2005) En una sociedad capitalista no existe slo un conflicto. Es decir adems del conflicto social bsico entre trabajador asalariado y capital, existen toda una serie de contradicciones sociales en las relaciones de dominacin: tales como las sexuales o de gnero, religiosas, culturales, regionales, etc. Estas no son simples derivaciones de la relacin capitalista de clases, ni tampoco desapareceran con ella. Incluso suelen ser contradicciones ms antiguas que la sociedad capitalista misma. Tampoco se trata de contradicciones secundarias o insignificantes. Sino que estn vinculadas con la relacin capitalista de diversos modos, develando con fuerza su importancia en diferentes contextos histricos. En las instituciones del Estado se expresan y entrelazan esos antagonismos sociales. Las relaciones entre Estado y sociedad estn marcadas por todas esas contradicciones. El Estado burgus es entonces siempre y simultneamente un Estado capitalista, racista y patriarcal. (HIRSCH, J., 2005: 170 - 171). El Estado es un campo de lucha y una forma de lucha poltica, a la vez que se pretende que sea la forma de unificacin de territorios y poblaciones divididas por criterios de propiedad, poder poltico y cultural (GARCA LINERA, A., 2010: 5) Ese Estado cuenta con cierta autonoma frente a la correlacin de fuerzas sociales, sobre las que puede intervenir, garantizando con su accin, en ltima instancia la pervivencia del carcter capitalista de esa sociedad, porque de ese carcter tambin depende su existencia. La accin que despliega el Estado entonces no depende slo de la voluntad de algn actor singular (partidos, grupo de inters, movimientos sociales, capitalistas), sino que tiene una racionalidad propia y distinta, que se genera desde las dinmicas de relaciones sociales y de clase. El Estado equilibra los conflictos de forma que sean compatibles con la reproduccin de la sociedad y la revalorizacin del capital. La factibilidad de las polticas estatales est

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ligada a la condicin de que el proceso de revalorizacin del capital no se vea seriamente afectado. La forma de socializacin capitalista permite la organizacin de intereses o asociaciones polticas, las cuales atraviesan las estructuras de clases y reproducen en su interior los diversos antagonismos sociales. En el seno de esas organizaciones estn incorporadas las contradicciones del Estado y la sociedad, y su burocratizacin genera una cierta proximidad entre sus cpulas y la administracin estatal, y una creciente oposicin entre bases y conduccin. As resulta totalmente equivocado suponer que polticamente existe una simple contraposicin entre el Estado como aparato de poder y la sociedad civil como esfera de la libertad y la democracia La forma poltica acua a la sociedad y al Estado de igual modo. Ambos conforman una unidad contradictoria y entrelazada. La contradictoria unin separacin de Estado y sociedad se expresa por ejemplo, en que el Estado se encuentra separado de las clases, grupos u organizaciones sociales, a la vez que establece vinculaciones con ellos. Los antagonismos sociales tienen su correlato al interior de las diferentes partes del aparato burocrtico y en las polticas estatales. Esos mbitos en ocasiones pueden ser cooptados por uno o varios grupos, de forma que pasan a expresar sus intereses y sus conflictos. La sociedad capitalista se caracteriza por permanentes crisis, que sacuden el aparato poltico e imponen su reformacin peridica. Esas crisis tambin, dan el marco propicio para mantener la singularizacin y la autonoma relativa del Estado, cada vez que transcurren dentro de los espacios, formas y mecanismos establecidos por las instituciones estatales, y no hacen peligrar el proceso productivo capitalista bsico. La multiplicidad de instituciones del Estado y la sociedad civil confiere a la sociedad capitalista una gran ductilidad para dirimir en su seno los conflictos, a la vez que aumenta las posibilidades de ejercicio de libertades y derechos de individuos y grupos. Esas crisis econmicas y polticas conducen a modificaciones en los mecanismos de acumulacin, en los modos de trabajo y consumo, en la tecnologa, en las estructuras sociales y en las relaciones de clases, generando trasformaciones constantes en la configuracin histrica concreta de lo que se llama capitalismo. Esas trasformaciones tienen su correlato al interior del aparato del Estado. Las reorganizaciones del sistema poltico son impulsadas por luchas sociales y polticas, y por lo tanto surgen en forma de crisis. Esas luchas pueden llevar incluso, en situaciones particulares, al cuestionamiento de la sociedad capitalista y del Estado capitalista. La superacin revolucionaria de la primera, est vinculada a la superacin prctica de su forma poltica. Pero aquellas luchas se originan y desarrollan en el marco de las instituciones capitalistas dadas y se enfrentan a la dificultad de confrontar con ellas. (HIRSCH, J., 2005: 171 174). 2.2 Las Polticas Pblicas Oscar Oszlak y Guillermo ODonnell, en Estado y Polticas Estatales en Amrica Latina: hacia una estrategia de investigacin sostienen que las polticas estatales permiten una visin del Estado en accin, desagregado y descongelado como estructura global y puesto en un proceso social en el que se entrecruza complejamente con otras fuerzas sociales El estudio de las polticas estatales ayuda a desagregar y poner en movimiento a un Estado y actores (clases, fracciones de clases, organizaciones, grupos, eventualmente individuos) El campo propio de este enfoque es el proceso social tejido alrededor del surgimiento,

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tratamiento y resolucin de cuestiones ante las que el Estado y otros actores adoptan polticas. (Oszlak y ODonnell, 1984: 99-100). Se llama cuestiones a asuntos (necesidades, demandas) socialmente problematizados, es decir, aquellos problemas socialmente vigentes y tematizados por actores (organizaciones, grupos, etc.). Como ninguna sociedad puede atender a todas las necesidades y demandas de sus integrantes, slo algunas son problematizadas, en el sentido de que ciertas clases, organizaciones, grupos, o incluso individuos estratgicamente situados, creen que puede y debe hacerse algo a su respecto y estn en condiciones de promover su incorporacin a la agenda de problemas socialmente vigentes. Toda cuestin atraviesa un ciclo vital que va desde su surgimiento (o problematizacin social) pasando por su desarrollo hasta llegar a su resolucin. A lo largo de este proceso, diferentes actores afectados positiva o negativamente, por el surgimiento y desarrollo de la cuestin, toman posicin frente a la misma. Entonces el anlisis de las polticas estatales debe tener en cuenta su surgimiento, desarrollo y resolucin. Incluso el estudio debe iniciarse desde el periodo previo al surgimiento de la cuestin, tratando de observar quien la reconoci como problemtica, quin y sobre la base de qu recursos y estrategias logr convertirla en cuestin, qu oposicin tuvo, como se percibe, valora y define la cuestin segn los diversos actores (sabiendo que difcilmente van a coincidir en estas percepciones), etc. En otra parte del artculo citado, Oszlak y ODonnell sostienen que las cuestiones pueden ser iniciadas o no por el Estado. Frente algunas cuestiones el Estado va a tomar una posicin, vale decir, va a explicitar una intencin de resolverla. Una poltica estatal es esa toma de posicin que intenta (o ms precisamente dice intentar) alguna forma de resolucin de la cuestin. Si bien reconocen que es controvertido el sentido y extensin que cabe al trmino poltica estatal (o pblica), estos autores la definen como un conjunto de acciones y omisiones que manifiestan una determinada modalidad de intervencin del Estado en relacin con una cuestin que concita la atencin, inters o movilizacin de otros actores de la sociedad civil. Dicha intervencin afectar el futuro curso del proceso social. La poltica estatal constituye un conjunto de iniciativas y respuestas, manifiestas o implcitas, que observadas en un momento histrico y en un contexto determinado permiten inferir la posicin predominante del Estado frente a una cuestin que atae a sectores significativos de la sociedad. Se habla de posicin predominante porque las polticas estatales, por lo general, son suma de iniciativas o respuestas, e incluyen decisiones de una o ms organizaciones estatales, simultneas o sucesivas a lo largo del tiempo. Esas tomas de posiciones no suelen ser unvocas, homogneas ni permanentes. Las distintas unidades o aparatos estatales involucrados en la fijacin de una posicin en ocasiones entrarn en conflictos con respecto por ejemplo, a los trminos en que debe definirse la cuestin suscitada o cual es el mejor modo para resolverla, o debido a intereses organizacionales o clientelsticos contradictorios. As las tomas de posicin del Estado adquieren un carcter negociado o abiertamente conflictivo. Otros actores (adems del Estado) tambin toman posicin frente a cuestiones que los afectan, adoptando polticas cuyas consecuencias pueden influir considerablemente (incluso

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ms que las polticas estatales) en el proceso de resolucin de esas cuestiones y en las futuras tomas de posicin sobre las mismas. Cada toma de posicin de un actor refleja una estrategia de accin, cuyas premisas depende por lo general, de la cantidad de recursos y apoyos que el actor pueda movilizar y de sus expectativas sobre el comportamiento de los otros actores con respecto a la cuestin. El conjunto de polticas privadas y estatales se entrelazan en un complejo proceso social. La poltica estatal no puede ser entendida ni explicada con prescindencia de las polticas de otros actores. (OSZLAK O. y ODONNELL G., 1984: 109 114; 120-122) 2.3 El Estado latinoamericano El capitalismo surge primariamente en Europa y desde all se expande al resto del mundo. A Amrica Latina llega con la conquista y colonizacin encontrando en nuestros territorios tierras y mano de obra que fortalecieron la acumulacin originaria en los pases centrales. Durante la poca colonial el capitalismo convive en nuestros continentes con otros modos de produccin: formas semifeudales y esclavismo. El capitalismo colonial instalado en nuestros pases formaba parte de una lgica mundial y tuvo continuidad luego de los procesos de independencia, que fomentaron ese modo de produccin y mantuvieron su carcter colonial, dominando y excluyendo desde el poder del Estado a buena parte de sus habitantes. La fundacin del Estado en Amrica Latina en el siglo XIX es un proceso largo e indispensable para la consolidacin del capitalismo en el subcontinente. Gracias al Estado en cada territorio se conforma un mercado interno, se expropian tierras a comunidades originarias para que produzcan para el comercio exterior y se inserta al pas en la divisin del trabajo internacional como productores exportadores de materias primas e importadores de bienes industriales provenientes de los pases centrales. La constitucin de las clases y la formacin de una identidad nacional no fue en Latinoamrica un proceso acabado como en Europa. Estructuras econmicas inestables y dependientes, y territorios en los que viven dificultosamente diferentes naciones, fueron el marco en el que el capitalismo alcanz algn grado de desarrollo. La intervencin estatal, y en menor medida la inversin extranjera, supli la frgil iniciativa privada local. La gnesis del Estado y el capitalismo en nuestros territorios tuvo sus particularidades que marcaron su evolucin futura. La existencia de una sociedad civil fragmentada tuvo su correlato en un Estado con marcado predominio de las instituciones burocrtico represivas como mecanismo para imponer la unificacin aparente de la poblacin y del territorio. Sin embargo el dominio que se logr establecer fue precario e inestable en importantes zonas geogrficas. El Estado pas por diversas formas (oligrquica, populista, burocrtico autoritaria, neoliberal) en las que fue capitalista, pero de un modo propio y singular de nuestra regin. (OUVIA, H., 2005: 27 -30) 3. La Reforma del Estado 3.1 La Reforma: su gnesis y sentido Gestada desde mediados de la dcada de 1970 por el impulso de las corrientes neoliberales, la denominada Reforma del Estado se consolid en la dcada de 1990, fruto de un cambio en la correlacin de las fuerzas sociales, y trajo como principal consecuencia una

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reformulacin en la relacin entre Estado y sociedad, una redefinicin de las fronteras y del espacio pblico. Trminos como Nueva Gestin Pblica, Gerencia Pblica, Privatizaciones, Desregulaciones, Apertura de los mercados, Globalizacin, etc., se transformaron en elementos infaltables del discurso de polticos e intelectuales orgnicos. La globalizacin cultural, la mundializacin de los mercados y las decisiones de los grandes centros financieros y de las institucionales internacionales de crdito, se impusieron a los estados y las sociedades. Los Estados redefinieron sus funciones. Abandonaron tareas asumidas en la poca del Estado de Bienestar o estado de compromiso populista. Disminuyeron su responsabilidad y su capacidad de respuesta frente a los reclamos de la sociedad, en especial de aquellos que no cuentan con el poder econmico suficiente para lograr adquirir un buen nivel de vida en el mercado. Descentralizaron sus funciones, empoderando a gobiernos subnacionales y organizaciones no gubernamentales. Vendieron empresas pblicas a firmas privadas, argumentando la necesidad de achicar y hacer eficiente un aparato estatal agigantado en las dcadas anteriores. Emprendieron una reforma administrativa que incorpor conceptos propios de la lgica mercantil privada. Pero la Reforma del Estado fue mucho ms que una reforma administrativa. El capitalismo financiero impuso sus lgicas de acumulacin. La necesidad de territorializar el capital, de asentarlo por lo menos temporariamente, lanz a los estados a una feroz competencia, por inversiones en industrias reales o en negocios simplemente especulativos. Capitales que slo prometan arraigarse si se las garantizaba beneficios, si se les abran nuevos nichos de mercado en espacios antes reservados a la sociedad o al Estado, si se abran las economas nacionales a los flujos monetarios y comerciales internacionales, y si se les permita apropiarse de tierras y empresas que les aseguraran fuentes acumulacin. Promesas que supieron retirar, aggiornar o cumplir segn si los gobernantes locales acataban los dictados de organismos como el FMI o el Banco Mundiali . Prdida de la soberana estatal, mayor espacio para el mercado, disminucin del poder de los trabajadores para mejorar o por lo menos sostener sus condiciones laborales. Cambios en la correlacin de fuerzas: ms mercado, ms espacio privado o privatizado, menos instrumentos para que el Estado intervenga en la economa, menos poder para la mayora de la poblacin. La democracia se expandi por el mundo occidental, en su forma representativa delegativa. Se perfeccionaron los mecanismos por los cuales se garantizaba el voto a la vez que se imponan trabas para el ejercicio efectivo del poder por las mayoras.. Estados y sociedades ms capitalistas y mayoras de las poblaciones ms alejadas de las condiciones de vida dignas; administraciones pblicas con acceso a nuevas tecnologas y mejores rutinas burocrticas, y sectores sociales privados del acceso a servicios que antes eran pblicos; extensin de la democracia representativa delegativa y desmovilizacin social y poltica asentada en el miedo o el desinters a comprometerse con lo pblico. Estas dicotomas marcaron el panorama de una etapa del desarrollo del capitalismo y del Estado. Los Estados fueron fuertes para imponer cambios, aunque estos implicaron la disminucin de su propia capacidad para moldear el desarrollo de la sociedad y la economa, y equilibrar los conflictos sociales. No se desguaz o se redujo el conjunto de las instituciones estatales,

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sino slo aquellas que respondan a la lgica bienetarista, que en los aos anteriores haban crecido por la presin del movimiento obrero que tras largas luchas haba arrancado a los gobernantes el reconocimiento de algunos derechos. No se cuestion aquellas instituciones que garantizaban la relacin de produccin bsica, es decir que aseguraban al capital la efectividad de su dominacin. Los dictados de los mercados y las organizaciones de crdito no tenan poder efectivo sobre los territorios, sino mediante polticas estatales que incorporaban sus lgicas y convertan en obligaciones para las poblacin el conjunto de sus recetas. Un grupo importante de intelectuales, profesores universitarios, consultoras, en general adhirieron a la corriente en boga. El neoliberalismo cont con miles de intelectuales orgnicos, que supieron transmitir al conjunto de la poblacin que en algn futuro su vida iba a mejorar si confiaban ciegamente en estas reformas e incorporan una nueva subjetividad. La hiperinflacin, la recesin econmica, las represin de las dictaduras, la propaganda oficial, la retrica en las ctedras o en la televisin, fueron medios de trasmisin imposicin de una nueva manera de concebir el mundo, como inexorablemente ms globalizado y capitalista, ms competitivo, individualista y prometedor de un progreso reservado a quienes triunfaran en un mercado ahora idolatrado. Este pensamiento simplificado planteaba que cuanto ms se achicara ese Estado reino de la ineficiencia y la coaccin, ms podra florecer el mercado, reino de la libertad y el crecimiento. Menos Estado, supuestamente era menos impuestos, ms eficiencia en la asignacin de recursos, ms empresas privadas creadoras de empleo, ms libertad para quienes contaban con el poder para imponer sus decisiones en aquel mercado. Las ideas neoliberales se ofrecieron como neutrales aunque beneficiaban a actores concretos, y se difundieron desde los pases centrales, en especial Estados Unidos, aunque sus recetas fueron aplicadas en especial en los pases latinoamericanos. Las instituciones del Estado de Bienestar y la propiedad pblica de empresas, apenas fueron cuestionadas en los pases de la OCDE, mientras que fueron drsticamente reducidas en nuestra regin. Las reformas fueron impuestas desde los organismos internacionales como condicin indispensable para otorgar crditos que servan en general para pagar antiguas deudas. Organismos dominados por esos pases centrales, que no hacan en sus territorios lo que predicaban hacia afuera. Lgica comprensible porque el aumento de las posibilidades de negocios para firmas privadas, lo era en especial para empresas trasnacionales cuyos dueos en general eran de los mismos pases que dominaban los directorios del FMI o el Banco Mundial. La crisis del petrleo de mediados de la dcada del 70 fue la seal de inicio de una nueva etapa de desarrollo del capitalismo. A partir de all los fondos se desarraigaron de la produccin para vagar errantes en forma lquida por aquellos espacios que prometan rentabilidad a corto plazo, dejando tras de s el incremento de las deudas de empresas y pases subdesarrollados y la crisis econmica en aquellos territorios que dejaban de brindar las condiciones ideales para la acumulacin. (LOPEZ, A., 2003: 9 - 13; OSZLAK, O., 1997: 1;
OSZLAK, O., 1993: 18 23; THWAITES REY, M., 2005; THWAITES REY, M., 2008: 1; HOLLOWAY, J., 1992: 23 - 27)

3.2 La Reforma: las polticas y sus impactos

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La Reforma se concret a travs de polticas estatales. Hubo una primera generacin de reformas que consisti en una reduccin del Estado, en lo que concierne a su tamao y su injerencia en la actividad econmica. Amrica Latina, fue la regin que ms fielmente aplic las polticas contenidas en lo que se conoci como Consenso de Washington. En nuestros pases se privatizaron empresas estatales productoras de bienes y servicios, ya sea vendindolas o entregndolas en concesin por tiempos prolongados a empresas privadas nacionales o extranjeras. Industrias petroleras, de telecomunicaciones, medios de comunicacin, servicios pblicos esenciales (agua, gas, electricidad, etc.), ya no fueron estatales ni menos an pblicas. Incluso se entreg la gestin de derechos bsicos como las jubilaciones, cuyos fondos pasaron a ser administrados por firmas que competan por el ahorro de los trabajadores formales. Espacios antes reservados al Estado, como las aerolneas de bandera, la televisin, la prestacin de servicios pblicos, se convirtieron en mbitos de mercado, pero no de un mercado competitivo, sino de un espacio controlado por monopolios privados, o en el mejor de los casos por una frgil competencia oligoplica. Las economas de Latinoamrica se abrieron al comercio y a los flujos financieros internacionales, fruto de la decisin de sus lites gobernantes y de la imposicin de los organismos internacionales de crdito, para los cuales esto era una condicin insoslayable para refinanciar deudas o para considerarlos parte del grupo de pases catalogados como confiables para recibir inversiones privadas. Las actividades productivas se desregularon o sufrieron modificaciones en su modo de regulacin, siempre tendientes a aumentar la libertad de mercado, es decir la facultad de las firmas privadas de decidir dnde invertir, cmo producir y cunto explotar a la fuerza de trabajo. La flexibilizacin laboral fue una poltica presente en la mayora de los pases de la regin. Derechos laborales conquistados histricamente fueron considerados por los diagnsticos neoliberales, pesados costos para las empresas que obstaculizaban la contratacin de nuevos trabajadores y la acumulacin de capital. Entonces se decidi reducir salarios, fondos destinados a la seguridad social, estabilidad laboral, etc. A la vez que se controlaba o reprima a las organizaciones sindicales, o se realizaban acuerdos corruptos entre sus cpulas, las lites gobernantes y los mximos representantes del capital nacional y trasnacional. Sindicatos y partidos polticos vivieron un proceso de creciente desprestigio y prdida de afiliados desencantados y enojados con quienes hablaban en nombre de las instituciones que antes los representaban. El corolario fue el que se vayan todos que en Argentina son al comps de las cacerolas en el 2.001. El espacio de lo pblico se redujo y la parte sustrada se transform en propiedad privada, la cual fue garantizada por nuevas leyes. Seguridad para las inversiones fue un objetivo clave de polticas que ataron las manos al Estado en su facultad de redistribucin en favor de los sectores sociales ms carenciados. A esos sectores se les destin polticas sociales focalizadas, donde la atencin de los grupos ms pobres era un objetivo tan importante como reducir el gasto social. Se crearon diversas polticas sociales que intentaron disminuir los costos sociales de la reforma, que dejaba sin

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empleo a muchos, y contener las protestas. Lo que antes era reconocido como derecho, ahora se transform en una prebenda otorgada clientelsticamente o enfocada selectivamente a aquellos grupos que pasaban filtros de seleccin rigurosos, que tenan por finalidad evitar que muchos fueran considerados beneficiarios de aquellas polticas que antes eran universales. Las reformas de segunda generacin partieron del diagnstico que indicaba que la reduccin del tamao del Estado operada en los primeros aos de la dcada deba ser complementada ahora por un fortalecimiento de la capacidad de gestin de las instituciones estatales, a las que ahora se les reconoca un rol importante como promotoras del desarrollo y garantes del buen funcionamiento del mercado. Hacer ms eficiente lo que haba quedado de Estado, fue el objetivo de la segunda etapa de reformas, iniciada en 1997 por el Banco Mundial tras un informe titulado El Estado en un mundo en transicin. Las instituciones estatales deban mejorar sus mecanismos y tecnologas de gestin para atender las necesidades de los usuarios o clientes. La lgica mercantil se haba apoderado del lenguaje reformista. A los que antes eran considerados ciudadanos con derecho a recibir del Estado bienes y servicios que garantizaran una buena calidad de vida, ahora se los llamaba clientes, a semejanza de las empresas privadas y de su rol de consumidores en el mercado. As tambin se empez a llamar gerentes, a quienes conducan polticas y oficinas pblicas. Una gama de nuevos gerentes, asesores y consultores se incorporaron al Estado. Un grupo tecnocrtico formado en las ideas y prcticas neoliberales fue empoderado para cambiar la estructura y las dinmicas del Estado. Sigui existiendo la vieja burocracia de carrera la cual fue mirada con desconfianza y en la medida de lo posible fue pasada a retiro. El personal del Estado nacional en la mayora de los pases disminuy, no as en los gobiernos subnacionales. Provincias y municipios recibieron funciones que el Estado nacional descentralizaba o delegaba con o sin presupuesto suficiente. A veces las decisiones seguan centralizadas y la ejecucin quedaba a cargo de gobiernos con reducida capacidad de gestin. Pero tambin esto fue un espacio para acercar algunas polticas a los ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil, llegando en ciertos casos a generarse espacios de participacin, sin que esto significara un sustancial aumento de la movilizacin social o un estrechamiento de los vnculos comunitarios. Cualquier indicio de politizacin de la sociedad fue mirada con desconfianza y hbiles mecanismos de desconcientizacin fueron aplicados con el objetivo que el ciudadano se conformara con ser consumidor en el mercado, votante en las elecciones y fuente de consulta de alguna encuesta de opinin pblica o de satisfaccin de la calidad de los serviciosi . Una democracia ahuecada (HOLLOWAY, J, 1993: 29) que supo mantener una promiscua convivencia con el crecimiento de la pobreza y la desigualdad social. Una democracia delegativa (ODONNEL, G., 1993: 3) en la que, luego de las elecciones, al Poder Ejecutivo se le delega el derecho de hacer lo que le parezca adecuado. Presidencias fuertes, funcionarios controlados y ms trasparentes, empleados pblicos cuya productividad se midiera por indicadores y se fomentara con incentivos econmicos, tcnicos en puestos claves que supieran que es lo mejor para fortalecer la iniciativa privada, agencias para ejecutar polticas especficas, etc. fueron algunas ideas que dominaron la agenda de la Nueva Gestin Pblica, tal como se le llam desde Estados Unidos a ese conjunto de principios, tomados en parte de las empresas privadas, y transmitidos en forma

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de manuales a funcionarios de diversos pases que intentaron con ellas una tarea que estuvieron lejos de cumplir: modernizar a sus burocracias todava impregnadas de rasgos patrimonialistas. Un Estado fuerte para imponer reformas que fortalezcan al mercado, el cual deba de crecer sobre los espacios antes reservados al Estado. Una sociedad que a veces reciba algo de lo que el Estado dejaba y que otras veces quedaba presa del mercadoi . Los pases que implementaban las reformas eran presentados en los medios de comunicacin internacionales como ejemplos a seguir por otros que se resistan a la corriente neoliberal. Un paralelismo: Algunas firmas privadas otorgaban el premio al empleado del mes a quien alcanzara estndares de productividad superiores a sus pares y no planteara conflictos a sus patrones, mientras que los organismos financieros internacionales otorgaban crditos a los pases que pagaran regularmente los vencimientos de sus deudas anteriores y abrieran sus economas e instituciones estatales a la lgica del mercado. Si bien los resultados fueron distintos en cada pas, en general los primeros aos de reforma en el continente se caracterizaron por moderadas tasas de crecimiento e ingreso de capitales extranjeros. Pero hacia finales de la dcada la crisis haba estallado. Sucesivas debacles de las bolsas se extendan por los pases, que estaban lo suficientemente globalizados para contagiarse sus problemas. El desempleo y la pobreza crecan. Las instituciones financieras internacionales comenzaron a negar refinanciaciones de prstamos y a subir las tasas de inters, de modo tal que pagar la deuda externa se transform en una empresa heroica que exiga sacrificios enormes: reduccin del presupuesto social, de los salarios de los empleados pblicos, aumento de impuestos, etc. El ajuste estructural de la dcada del 80 que precedi a las reformas, tuvo una reedicin con el ajuste de fines de la dcada del 90, que cay sobre los presupuestos pblicos y se traslad desde all al conjunto de la economa y en especial al nivel de vida de las personas. La promesa de quienes decidan los recortes, era que se generara confianza en los mercados, se reactivara el crdito internacional, las inversiones volveran a fluir y la economa retornara a la senda de crecimiento. Pero nada de esto se cumpla. Argentina fue el ejemplo paradigmtico de esta historia, prototipo de los pases que aceptaron las lgicas impuestas por sus acreedores y puestas en prcticas por un grupo de funcionarios que tomaron el credo neoliberal como religin que se negaron a cuestionar por lo menos hasta que estall la crisis ms grande de la historia del pas. Clases medias empobrecidas, saqueos, corrupcin de funcionarios pblicos, renuncia de presidentes, etc. fueron las noticias de los diarios a finales del ao 2.001. Pero la crisis se gest en los aos anteriores al calor de las reformas. En los otros pases la suerte fue similar porque las polticas tambin lo fueron. Antes o despus, muchos pases entraron en aquella crisis que cuestion el modelo neoliberal, y dej abierta la necesidad de operar de nuevo sobre la frontera entre el Estado y la sociedad, sobre la capacidad de las instituciones pblicas para intervenir en la economa ya sea para garantizar la acumulacin de capital o responder a las demandas sociales. El Estado tras su Reforma se convirti en ms capitalista, pero tras la crisis profunda e histrica, qued en las condiciones ideales para que mltiples actores sociales replantearan su sentido, funciones, historia, polticas... Porque por fuera del escenario del neoliberalismo, siempre hubo quienes se conservaron resistentes a la mercantilizacin de

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los vnculos sociales. As se iniciaba una nueva etapa, que ms o menos coincida con un nuevo siglo. (LOPEZ, A., 2003: 7 - 13, 18 21; THWAITES REY, M., 2008: 9; RESTREPO, D., 2003: 6; 4. La Refundacin del Estado? 4.1 Caminos diversos sin metas comunes

PRATS I CATAL, J., 1998: 1 4; OSZLAK, O., 1993: 10 20; FELDER, R., 2007; THWAITES REY, M., 2005: 6; OUVIA, H., 2005: 30 - 33)

En los inicios del siglo XXI Amrica Latina vive una nueva poca caracterizada por el surgimiento de movimientos sociales que se convierten en nuevos actores polticos, reformas en las instituciones del Estado, novedosos mecanismos de participacin, reconocimiento de derechos de naciones originarias y modificaciones profundas en la relacin Estado Sociedad plasmadas en las constituciones. La contemporaneidad de los cambios dificulta su anlisis. Slo se puede aspirar a conceptualizaciones y caracterizaciones provisorias, siempre sujetas al debate. La trayectoria de las polticas y de las orientaciones de los gobiernos son cambiantes y los giros hacia derecha o izquierda una posibilidad constante. UNASUR, Telesur, Banco del Sur, ALBA, etc., son ejemplos de nuevos procesos de integracin regional, de espacios de coincidencia entre un nmero variable de estados que comparten ciertos principios u objetivos. Sin embargo los procesos que se viven en cada uno de ellos son diversos. Como primera aproximacin se podra hacer una clasificacin, no exhaustiva y siempre discutible, que distinga tres grupos de pases en la actual coyuntura de la regin, slo con el fin de justificar la decisin de profundizar luego en uno de esos grupos: El primer grupo estara conformado por aquellos pases que presentan una menor distancia, en comparacin con los miembros de los otros grupos, de la retrica y de las polticas propias del neoliberalismo predominante en las ltimas dcadas del siglo XX. Gobiernos centro derecha, Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, fortalecimiento de los aparatos represivos del Estado, bsqueda del orden entendido como cancelacin de los conflictos sociales, caracterizan a Colombia durante las presidencias de Uribe y Santos, al Chile de Sebastin Piera o a la actual Honduras. El segundo grupo de pases se encuentra en una posicin intermedia dentro de esta clasificacin. Se trata de aquellos con mejores resultados de crecimiento econmico, basado generalmente en polticas que impulsan el desarrollo de sus mercados internos y en una coyuntura internacional favorable en la cual se valorizan los precios de sus comodities exportables. En el nuevo siglo el Estado adquiri en ellos una creciente importancia en la economa, el presupuesto destinado a educacin se increment, se crearon mecanismos de cooperacin entre el Estado y las empresas, se foment la competitividad internacional de la produccin mediante devaluaciones del tipo de cambio y promocin de la modernizacin tecnolgica, se recuper la planificacin en algunas reas a travs de planes estratgicos elaborados con participacin de mltiples actores, hay una recuperacin tmida de la regulacin sobre el capital financiero y se reconocieron formalmente derechos a la diversidad cultural y a los pueblos originarios. Adems se han creado o fomentado mecanismo de transparentacin de la gestin pblica y de participacin en las decisiones, tales como audiencias pblicas para ciertas polticas

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estatales, presupuestos participativos, concejos municipales de servicios, etc. Las sociedades presentan un grado creciente de politizacin, pero todava escaso en comparacin con otros pases del continente en que los movimientos sociales se han convertido en actores relevantes en el escenario poltico nacional. En estos pases los gobernantes critican en sus discursos la poca neoliberal y la accin imperialista de los pases centrales, sin embargo no se ha modificado en forma significativa las dinmicas de acumulacin propias de fines del siglo XX, existe una presencia creciente de firmas trasnacionales controlando resortes bsicos de la produccin y poco se ha avanzado en procesos de recuperacin nacional de empresas de servicios pblicos privatizadas. Boaventura de Souza Santos (2010) denomina a este grupo como Estado comunidad ilusoria y lo caracteriza por su vocacin poltica popular, nacional y transclasista y por la capacidad del Estado de incorporar demandas populares por va de inversiones financieras y simblico ideolgico. En estos pases no se cuestiona el capitalismo, sino que se intenta desarrollar polticas creativas que permitan minimizar los costos sociales de la acumulacin. Se promueve la reduccin de la desigualdad en cuanto a ingresos sin alterar la matriz de produccin de dominacin clasista. El gobierno socialdemcrata de Lula da Silva en Brasil es el ejemplo paradigmtico, con una poltica econmica neo-desarrollista que articula el nacionalismo econmico con la obediencia resignada a las instituciones del capitalismo global En el tercer grupo se ubican Venezuela, Bolivia y Ecuador, pases en donde se ha iniciado un proceso que algunos cientficos sociales y decisores polticos han denominado Refundacin del Estado para distanciarlo de la Reforma del Estado neoliberal de la dcada del 90 y para simbolizar cambios profundos en la matriz social, econmica y poltica de estos territorios. Se trata de pases en transicin, en camino hacia algo que todava no se logra definir con exactitud pero que tiene caractersticas opuestas no slo con respecto a la poca neoliberal, sino tambin a la forma de organizacin colonialista y patrimonialista predominante en los ltimos siglosi . En estos pases la lucha de clases est abierta, una lucha basada en diferencias no slo econmicos, sino tambin regionales, tnicas, etc., Nuevos Movimientos Sociales (NMS) han surgido levantando la bandera de la ampliacin del espacio pblico ms all de la frontera estatal, de la reivindicacin de la participacin poltica y social sin exclusiones de gnero, nacionalidad y condicin econmica, y como en el caso de Bolivia han sabido tejer alianzas para acceder al poder del Estado, en donde han iniciado una verdadera revolucin lenta y no exenta de mltiples dificultades. En los siguientes apartados se analizan los procesos que viven Bolivia y Ecuador y las nuevas formas de participacin democrtica en el Continente. 4.2 El Estado plurinacional boliviano La historia de Bolivia desde su independencia formal de la Corona espaola estuvo caracterizada por la continuacin del colonialismo expresado en la exclusin de los pueblos y naciones indgenas, que son mayora en el pas, del ejercicio real de los derechos polticos y de los puestos de trabajo de mayor prestigio social. La organizacin de la economa y la sociedad estuvo marcada por el patrimonialismo, es decir por propietarios latifundistas de la tierra (obtenida en base al despojo a los aborgenes, sus dueos originales) que

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controlaban las estructuras de dominacin poltica, a la vez que el Estado no logr consolidar un ejercicio de poder continuo sobre todo el territorio por lo cual persistieron formas de dominio oligrquicas en varias regiones y los pueblos originarios campesinos continuaron con su organizacin comunitaria de la vida econmica y social en zonas marginales. Es decir un Estado instrumentalizado por la clase dominante, una economa pobre, excluyente y abigarrada (con persistencia de modos de produccin y formas de organizacin poltica diversas), y una sociedad civil que aprendi a resolver sus problemas a veces con independencia del poder estatal central. Desde 1985 y por 20 aos gobernaron el pas partidos conservadores neoliberales. Pasaran por la presidencia Paz Estenssoro, Paz Zamora, Snchez de Losada, Banzer y Quiroga, todos ellos avanzaron en el proceso de liberacin del mercado, privatizacin y cierre de empresas pblicas, desregulacin de la fuerza laboral y extranjerizacin de la propiedad de los recursos productivos. (GARCIAL LINERA, A., 2010 b: 72). Desde la revolucin democrtico burguesa de 1952 se haban fortalecido una serie de organizaciones, ligadas a actividades productivas y grupos sociales, comunidades, barrios, productores de coca, campesinos indgenas, es decir una gama de movimientos sociales amplia, cuyo poder para producir hechos de resonancia social se puso de manifiesto a partir del ao 2000, cuando iniciaron en forma aislada mltiples protestas, diversas en sus objetivos y en su ubicacin geogrfica, que intentaban defender el control local sobre recursos productivos como el agua, el gas y la tierra. Estos grupos sociales en los aos anteriores haban aprovechado la descentralizacin administrativa para ganar espacios de participacin a nivel municipal. Las manifestaciones dispersas expresaban en diferentes lenguajes reclamos comunes. A partir de 2003 este bloque social heterogneo y movilizado comenz a ganar cohesin, a promover un programa de transformaciones estructurales, a sumar apoyos de sectores criollos de clase media y baja y movimientos cooperativistas. En las elecciones de 2005 presentaron una propuesta poltica, a travs de un instrumento especficamente creado a este fin, el partido MAS (Movimiento al Socialismo) que present como candidato a presidente a un indgena, lder de las manifestaciones populares, Evo Morales Ayma, y de vicepresidente a un intelectual criollo, Alvaro Garca Linera. Con el triunfo electoral del MAS comenz un proceso de sustitucin de las lites dirigentes. Un gran nmero de indgenas por primera vez en la historia de Bolivia desde la conquista espaola, acceda a los ms altos espacios de poder. (GARCIA LINERA A. 2010 b: 77 - 87). Este nuevo bloque de poder dominante tiene como base econmica la pequea produccin mercantil, agraria y urbana. Est formado por campesinos indgenas, pequeos productores urbanos, empresarios que producen para el mercado interno, profesionales e intelectuales afines a las clases populares, obreros que sufrieron en las dcadas anteriores la precarizacin laboral, las fuerzas armadas que adhieren al nuevo gobierno por su defensa de la soberana estatal y una parte de la burocracia. Es decir una composicin de los grupos gobernantes muy distinta a la que haba predominado en los siglos anteriores. La base material de poder de este nuevo bloque se fortaleci por las nacionalizaciones de los recursos naturales y la recuperacin por parte del Estado de la propiedad de las empresas de hidrocarburos (principales exportadoras) y de telecomunicaciones. El Estado se transform en el principal inversor en la economa, duplic su participacin el Producto Bruto Interno y mediante el Banco de Desarrollo Productivo apoya a los pequeos y medianos productores. (GARCIA LINERA, A., 2010 b: 17 28)

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Fruto del Pacto de Unidad entre los principales movimientos sociales se reform la Constitucin incorporando cambios sustanciales, tales como: el reconocimiento del pluralismo jurdico (las comunidades indgenas campesinas pueden regirse en sus territorios y en los conflictos al interior de ella por sus propias normas); la democracia participativai y la democracia comunitaria son reconocidas a la par que la democracia representativa ; se promueve la economa social y comunitaria; se reconocen nuevos derechos; se aumenta la capacidad del Estado para retomar el control sobre los recursos bsicos del pas; se obliga a la consulta y consentimiento de los pueblos para la explotacin de recursos naturales en sus territorios, etc. El primer artculo define el modelo de Estado como unitario social de derecho plurinacional comunitario con descentralizacin administrativa y autonomas. El segundo artculo plantea la preexistencia colonial de las naciones y pueblos indgenas originarios campesinos, y por lo tanto el reconocimiento a su derecho al autogobierno, a instituciones, lengua, normas, cosmovisin y gestin propias. La plurinacionalidad expresada en la Constitucin implica el reconocimiento de la diversidad cultural y la afirmacin de la existencia de diversas naciones iguales en derechos como miembros de un mismo Estado y anterior a l. Con la nueva Constitucin se oper tambin un cambio en los rganos que conformaban la estructura estatal, rompiendo con el modo clsico tripartito de divisin de poderes. En Bolivia existe hoy, adems del Poder Ejecutivo, una Asamblea Legislativa Plurinacional cuyos miembros son elegidos algunos en circunscripciones tradicionales y otros en distritos especiales indgenas, un rgano judicial que cuenta con un Tribunal Constitucional Plurinacional que resuelve en ltima instancia litigios segn el derecho moderno occidental y tambin segn las normas propias de las comunidades originarias, y el rgano Electoral Plurinacional que controla y supervisa los procesos de representacin poltica en todos los niveles de gobierno y organizaciones polticas, supervisando el ejercicio de la democracia al interior de cada comunidad y de cada mtodo de seleccin de candidatos. La organizacin econmica del pas qued regida a partir del principio del Buen Vivir (Sumak Kawsay o Suma Qamaa, segn idiomas indgenas), una concepcin distinta a la de crecimiento como aumento del PBI y a la idea de desarrollo propia de la modernidad occidental. La Constitucin reconoce una economa plural constituida por formas de organizacin econmica comunitaria, estatal, privada y social cooperativa. Es una Constitucin para una transicin en el sentido que introduce cambios menores a los reclamados por los grupos que promovieron la reforma, pero importantes para iniciar transformaciones en la ordenacin misma de la sociedad, la economa y el Estado. (DE
SOUSA SANTOS, B., 2010; GARCA LINERA A., 2010 b; VEGA CAMACHO, O., 2010)

La oposicin al gobierno de Evo Morales est articulada en los terratenientes, que conservan sus latifundios y en los partidos polticos que gobiernan los departamentos de Santa Cruz, Pando, Beni, Tarija y Cochabamba, zonas con importantes recursos naturales como petrleo y gas. Este grupo cuenta con alrededor de un tercio de los miembros de la Asamblea Legislativa Plurinacional y la mayora de los votos en el Senado. Precisamente en esa Cmara en 2008 se aprob el llamado a un referndum revocatorio del mandato del presidente impulsado por estos grupos opositores. En ese referndum Evo Morales obtuvo el apoyo del 67% de la poblacin.

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La ms radical ofensiva de la oposicin se expres en el intento de golpe de Estado en setiembre 2008 que lleg a tomar los aeropuertos y varios edificios pblicos en diferentes zonas del pas. Pero tras el asesinato de 11 indgenas en Pando por orden del gobernador local, el intento de derrocamiento perdi todo el apoyo social y justific la intervencin del ejrcito en defensa del gobierno constitucional y democrtico. El golpe fracas y una amplia movilizacin social respald al presidente. Evo Morales luego fue reelegido en su cargo en 2010 y sus opositores, disminuidos como fuerza poltica y como bloque de poder social y econmico, se refugiaron en el dominio de varios medios de comunicacin, en el poder de algunos gobiernos en departamentos importantes y en comits cvicos, con un cierto apoyo social, que operan como contraparte de los movimientos sociales que apoyan al MAS. Claro, ninguna clase dominante abandona voluntariamente el poder ni acepta que de la noche a la maana quien era su sirviente o empleada ahora sea su legislador o ministro (GARCIA LINERA, 2000 b: 78 -79) La realidad boliviana expresa an ms contradicciones y lmites para el proceso iniciado en 2005: la desigualdad y la pobreza histrica en el pas si bien se ha reducido contina en niveles preocupantes, la propiedad concentrada de la tierra no se ha modificado sustancialmente conservndose as intacta la base de sustentacin material del antiguo bloque dominante y el crecimiento econmico del pas, si bien ha posibilitado obtener recursos para la redistribucin, se solventa sobre el aumento del precio internacional de los hidrocarburos exportables. El extractivismo, es decir el crecimiento basado en la extraccin, explotacin y venta, de recursos naturales renovables y no renovables, con poca industrializacin y por mtodos en ocasiones contaminantes, es quiz la contradiccin mayor del modelo econmico. En el seno de los intelectuales que apoyan el gobierno est planteado el debate entre quienes reconocen la urgencia de obtener recursos que brinden al Estado la posibilidad de aplicar polticas pblicas inclusivas y quienes rechazan que esos recursos se obtengan a travs de actividades productivas que pueden afectar el equilibrio de la naturaleza y la biodiversidad en el pas. El vicepresidente Garca Linera denomina como Socialismo Comunitario al objetivo hacia el cual se dirige Bolivia. Lo define como un horizonte, como una va democrtica a la construccin de un socialismo de races indgenas, que recoja la modernidad en ciencia y tecnologa, pero tambin la tradicin asociativa y campesina en la gestin de lo comn.
(GARCIA LINERA, A., 2000 b: 88)

4.3 La revolucin ciudadana de Ecuador En Ecuador la Refundacin del Estado se encuentra menos avanzada que en Bolivia. Sin embargo ha dado como fruto una reforma constitucional que introdujo principios que marcan el inicio de una nueva etapa en el reconocimiento de los derechos de los pueblos y los ciudadanos, y en la relacin entre el ser humano y la naturaleza. La reforma de la Carta Magna fue impulsada por el presidente Rafael Correa y su partido Alianza Pas, contando con el apoyo de una amplia mayora en el referndum de abril de 2007. Existi una importante participacin popular en la presentacin de las propuestas e indgenas formaron parte de la Asamblea Constituyente aunque en menor nmero que en Bolivia. La nueva Constitucin sancionada en 2008 introdujo cambios significativos, por ejemplo:

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Reconoce cinco gobiernos autonmicos y prev la creacin de circunscripciones indgenas y pluriculturales que pueden invocar pluralismo jurdico y regirse en algunos aspectos por sus propias normas, reconocindose el derecho ancestral de los pueblos. En reemplazo de la antigua divisin tripartita de poderes, se definen cinco funciones del Estado: legislativa; ejecutiva; judicial y justicia indgena; de transparencia; y control social y electoral. Ecuador reconoce su plurinacionalidad al inicio de la Constitucin, sin embargo el concepto predominante a lo largo del texto para referirse al reconocimiento de las identidades de los diversos pueblos y naciones que habitan el territorio, es de pluralidad cultural o interculturalidad. Se reconocen derechos a la Pachamamai , un verdadero mestizaje conceptual entre las cosmovisiones aborgenes y las occidentales modernas, y un gran avance en la defensa del patrimonio natural comn. Se reconoce el principio del Buen Vivir como faro orientador de la economai , se establece al Estado como planificador de la economa, y se indican pautas para promover la participacin ciudadana en la elaboracin de polticas pblicas. La cuestin econmica ha marcado fuertes lmites en el proceso de Refundacin del Estado en Ecuador. Existen profundas dificultades para salir de la dolarizacin de la economa, en la que se encuentra el pas desde principios de siglo, y para lograr alternativas de desarrollo al modelo extractivista. La explotacin de recursos como el petrleo, principal bien exportable, ha generado tensiones entre el gobierno y los pueblos donde se encuentran los yacimientos. El desarrollo de los Nuevos Movimientos Sociales es menor en Ecuador que en Bolivia. Rafael Correa lleg al poder acompaado de un vicepresidente indgena nombrado por la CONAIE, entidad que agrupa a los principales grupos, comunidades y movimientos indgenas del pas. La alianza con esta organizacin se transform en un importante enfrentamiento a los pocos aos, lo que marc la ms importante tensin al interior de la coalicin gobernante. El gobierno de Correa puede ser calificado como progresista o de izquierda, posee una retrica y ciertas polticas antiimperialistas y antineoliberales. El horizonte declarado y no bien definido todava es el socialismo del siglo XXI. (DE SOUZA SANTOS, B., 2010: 65 125) 4.4 Nuevos Movimientos Sociales y demodiversidad En Amrica Latina en las ltimas dcadas existe un proceso de extensin del nmero y la importancia de las organizaciones de la sociedad civil. Favorecidos por la continuidad democrtica en la mayora de los pases, por la descentralizacin de la gestin pblica y por polticas que requieren la participacin ciudadana en su diseo o implementacin, han emergido una gama diversa y heterognea de nuevos movimientos sociales (NMS). El proceso de Refundacin del Estado tiene a los NMS como actores destacados, como lo demuestran las experiencias boliviana, ecuatoriana y venezolana. Ellos son distintos a los partidos polticos y a los sindicatos tradicionales, generalmente no estn ligados a un rea concreta de la produccin, sino que se gestan en virtud de la necesidad de defender

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derechos, peticionar a las autoridades, resolver problemas sociales o hacer visible a grupos generalmente excluidos. En la mayora de los casos no presentan propuestas polticas para acceder al poder del Estado, sin embargo la experiencia boliviana demuestra como la asociacin entre estos movimientos dio origen a un partido que consigui el apoyo electoral mayoritario en el pas. Los NMS tienden a extender lo pblico ms all de lo estatal. Surgen en el seno de la sociedad civil y si bien entablan algn tipo de relacin con el Estado (que puede ir desde la abierta confrontacin a la intensa cooperacin) no dependen completamente de l. Las demandas de estas organizaciones son diversas y sus formas de liderazgos, de expresin y de vinculacin con el resto de la sociedad, son infinitas. Difcilmente constituyen un nuevo bloque social, porque sus intereses son heterogneos y hasta diferentes los idiomas en que se expresan. La comunicacin entre movimientos barriales de una ciudad muy poblada de Bolivia y un pueblo indgena de la zona amaznica del mismo pas, requiere un intenso trabajo de traduccin, es decir encontrar puntos comunes, bases de entendimiento entre culturas distintas. Las polticas neoliberales que privatizaron buena parte del andamiaje estatal y las prcticas sociales que ampliaron el espacio de la poltica y de lo pblico, han tenido en comn el cuestionamiento del Estado. El Estado sigue siendo un referente inevitable de las relaciones sociales y en los ltimos aos ha aumentado su participacin en la economa, a la vez que comparte con empresas, organizaciones sociales y ciudadanos individuales la iniciativa, el diseo y la gestin de polticas pblicas antes reservadas en exclusivo a la maquinaria burocrtica. La importancia de los NMS en cada pas es variable. En Argentina las organizaciones barriales, de piqueteros, desempleados, etc. tomaron fuerza con la crisis del ao 2001, pero no conformaron una alternativa de poder frente a los partidos polticos tradicionales, sino que se integraron a ellos, negociaron con el Estado ciertas concesiones o permanecen subalternas. Los NMS dinamizaron la participacin, la extendieron cuantitativamente (ms gente participativa) y cualitativamente (nuevos modos de participacin). No slo como ciudadanos, sino tambin como miembros de una organizacin social, de un pueblo o una nacionalidad, los hombres y las mujeres de Latinoamrica se insertan en las arenas de discusin sociales y polticas, en forma creciente, como actores, con poder de incidencia en la resolucin de las cuestiones que los afectan, un poder variable segn el contexto social pero superior al que imper durante las dictaduras de dcadas anteriores o en la poca de la despolitizacin neoliberal. La democracia delegativa predominante va dejando de a poco espacio a una democracia de mayor intensidad. La Constitucin de Bolivia reconoce en un pie de igualdad a la democracia representativa, la participativa y la comunitaria. El reconocimiento de diversas culturas en el continente, implica permitir y promover prcticas democrticas no uniformes, sino acordes con la historia, las necesidades y las posibilidades de cada comunidad. La historia de la democracia en territorio latinoamericano no se remonta a la polis griegas, simplemente porque ellas estuvieron ubicadas en la Europa antigua, sino que nuestra tierra guarda memoria de prcticas sociales participativas, comunitarias, anteriores a la conquista

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espaola y portuguesa, que han sobrevivido en las formas de organizacin social de pueblos y naciones originarios. Mecanismos de determinacin de cargos por rotacin, ejercicio de las funciones pblicas en forma gratuita y como obligacin frente a la comunidad, decisiones tomadas por consenso en asambleas populares que no tienen un lmite de tiempo marcado ms que el necesario para encontrar una decisin que satisfaga mnimamente a todos, etc., son formas culturales distintas, medios de ejercer la participacin antiguos y novedosos a la vez. La democracia representativa al estilo del liberalismo poltico con origen en Europa ya no es la nica existente. La demodiversidad crece y empieza de a poco a caracterizar nuestra realidad. Pero el optimismo debe ser limitado. La pobreza, las desigualdades sociales, si bien no son un lmite infranqueable, si son obstculo para estos procesos de participacin. Son las comunidades ms pobres e histricamente excluidas las que han dado origen a mltiples movimientos sociales, pero tambin son ellas y sus miembros los que experimentan mayores dificultades para acceder a puestos estatales claves, a la propiedad de medios de comunicacin con altos niveles de audiencia o al manejo de recursos econmicos que les permitan modificar de un modo profundo la realidad econmica, social y poltica. El Estado latinoamericano sigue siendo capitalista y sigue garantizando esas relaciones de produccin. La democracia predominante es la delegativa representativa. El Estado es ms pequeo que 30 aos atrs porque vendi regal a firmas privadas nacionales o extranjeras buena parte de los instrumentos con lo que contaba para operar sobre la economa, con lo cual cancel espacios, tales como la gestin de servicios pblicos, que hoy podran abrirse a la participacin popular. Latinoamrica es hoy una realidad contradictoria, donde hay matrices comunes, pero donde los polos existen, donde un pas se diferencia de otro. La historia de la democracia verdaderamente encuentra un captulo propiamente latinoamericano y la teora poltica escrita hasta ahora no es suficiente para dar cuenta de la praxis que realimenta a esa teora y que le impone nuevos desafos. 5. Conclusiones y comparaciones No es tan sencillo establecer similitudes entre los procesos de Reforma y Refundacin del Estado. Pero como uno es continuacin del otro, ambos se producen en el mismo espacio geogrfico e inserto en el mismo mundo, se pueden delinear algunas comparaciones, a riesgo de forzar los parecidos. En primer lugar, como se dijo anteriormente ambos procesos se dan en Latinoamrica, y no en otra parte del mundo. Aunque las medidas neoliberales tuvieron amplia difusin, lo ocurrido en nuestra regin es nico e indito, aunque guarde rasgos en comn con el resto de los pases capitalistas. Como Latinoamrica es el territorio comn a ambos procesos, ellos parten de la base de una historia, de una cultura, de una sociedad, de una clase poltica, que transita ambas etapas. Si bien los actores predominantes se renuevan con el correr de los aos, los habitantes de nuestros pases son los mismos. Pero no exactamente los mismos. Las subjetividades en Latinoamrica han sido transformadas por estos procesos, o por lo menos lo estn siendo lentamente. La mentalidad neoliberal se abri paso al calor de las dictaduras de los 70 y 80 para consolidarse como sentido comn en los 90 y ser cuestionada a partir del nuevo siglo. La

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Refundacin del Estado requiere de los hombres y mujeres nuevos modos de pensar y de concebir la normalidad, de valorar y de relacionarse con otras personas y con el Estado. Estamos quiz en un proceso de gestacin de esos nuevos modos. El amplio apoyo electoral a gobiernos que se declaran crticos del neoliberalismo, el aumento de la participacin poltica y social, y una nueva conciencia acerca del respeto a los derechos, parecen ser indicios de que algo est cambiando, aunque de a poco. Lo que no cambia es la globalizacin. Ella atraviesa las dcadas, y parece que se instala en el mundo. Pero puede ser utilizada de modos diversos. El neoliberalismo la signific como la seal de que el crecimiento slo era posible si se abran los mercados y la cultura al torrente capitalista moldeado en los pases centrales. En la nueva etapa al parecer se reutilizan y resignifican los mecanismos que la globalizacin brinda. Se fortalecen lazos entre los pases que promueven los cambios econmicos y sociales, aumentando su comercio, creando proyectos comunes, por ejemplo en el campo energtico y creando redes internacionales de reaseguro de la democracia, que han demostrado su eficacia para detener algunos intentos de golpe de Estado y dirimir enfrentamientos entre pases de la regin. La democracia justamente es un rasgo comn y a su vez un parte de aguas. Tanto en la dcada del 90 como en los inicios del nuevo siglo, el grueso de los pases latinoamericanos tuvo continuidad en el ejercicio de los mecanismos mnimos de la democracia. El neoliberalismo de fines de siglo se hizo amigo de las autoridades electas por el voto, a diferencia de las dcadas anteriores en que haba preferido a los dictadores. Mientras que los nuevos procesos polticos de nuestro siglo fortalecen los mecanismos democrticos. La diferencia se encuentra en la participacin popular: ella estaba restringida en la etapa neoliberal a los comicios y a lo sumo a alguna injerencia en polticas especficas, en cambio en los aos recientes se intensifica en forma creciente en todos los pases del subcontinente, en especial en los que estn llevando adelante la Refundacin del Estado. Crecimiento de los NMS, protestas sociales amplias, consultas populares, aumento de las participacin poltica, etc. son parte del mapa democrtico actual. Hay otros rasgo en comn entre los periodos analizados: el cuestionamiento del Estado. Pero esta afirmacin hay que matizarla. El neoliberalismo propone disminuir el espacio estatal para que crezca el del mercado, aunque para ello reclama un Estado fuerte que imponga las reformas que debiliten el poder popular y creen oportunidades de negocios en espacios antes reservados a lo pblico o a los derechos de las personas. El proceso de Refundacin cuestiona tambin al Estado pero con el objetivo de fortalecer a la sociedad, a sus redes, sus organizaciones, a su capacidad de resolver problemas. Pero tambin reclama un Estado ms activo y dirigido ahora por grupos polticos afines a los sectores populares. Un Estado que cree espacios de participacin, recupere empresas entregadas a capitales trasnacionales y equilibre la distribucin de la riqueza. Con estos procesos muta constantemente la cara del Estado, es decir sus instituciones se modifican en uno u otro sentido, porque expresan el devenir histrico de la correlacin de fuerzas al interior de la sociedad. Ambos procesos no han sido acabados. La Reforma del Estado antes de culminarse, mostr sus consecuencias ms perversas y fue por ello de a poco clausurada como opcin poltica. La Refundacin todava est en proceso de gestacin y tiene mltiples promesas a futuro.

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Las diferencias son ms fciles de identificar. Para comenzar, la Reforma del Estado tuvo una extensin territorial ms amplia que la que tiene actualmente la Refundacin. Gravit quiz la influencia de los organismos financieros internacionales que impusieron sus recetas de igual modo en todos los pases de la regin. Hoy no existe ninguna autoridad externa comn que promueva el paso a la nueva etapa. Los problemas a resolver a principios de los 90 son diferentes a los del nuevo siglo. Incluso las consecuencias de las polticas neoliberales son uno de los principales problemas que los pases de la regin han tenido que afrontar en los ltimos aos. Pero la Refundacin no es simplemente un parche o una vuelta atrs a lo hecho en los aos inmediatos anteriores, sino que intenta sanar heridas ms antiguas, generadas en la Conquista espaola y portuguesa y mantenidas en la poca independista neocolonial. Son distintas tambin las crisis internacionales y sus impactos. La gran apertura de las economas latinoamericanas de fines del siglo XX gener un campo propicio para la transmisin a nuestros territorios de los problemas en cualquier parte del mundo. Hoy parece que estamos un poco ms blindados, o por lo menos que los efectos negativos de la gran crisis del capitalismo que estall en 2008 y est lejos de resolverse, son contrarrestados por otras tendencias internacionales que nos benefician, como el aumento del precio de las materias primas. Pero no hay que olvidarse de la capacidad demostrada en dcadas anteriores por las grandes potencias para transferir a las periferias los costos de sus ajustes. Adems la ortodoxia neoliberal paradjicamente se fortalece con la crisis en la Unin Europea, porque los recortes sobre los presupuestos para garantizar derechos sociales proliferan, los nuevos lderes de los pases son a veces representantes de los grandes capitales financieros y los habitantes lejos estn todava de plantearse un cuestionamiento profundo del capitalismo o sus instituciones. Las propuestas latinoamericanos son en este contexto una opcin para el mundo. Si las soluciones ensayadas hoy en Europa fracasan cabe esperar que el mundo occidental considere esa alternativa. Asistimos en Latinoamrica a una etapa histrica nueva, como todas lo son, lo singular es que existe la voluntad poltica de que ella sea muy distinta a las anteriores. Pero en cada pas los procesos son variados y no directamente asimilables, pero en todos algo positivo est pasando, aunque queda mucho por hacer. Podramos cuestionarnos si es pertinente decir que el neoliberalismo ha llegado a su fin en nuestra regin. La respuesta ms adecuada quiz sera: el debate est abierto. No es una respuesta de compromiso, porque implica reconocer que una forma de Estado que se consolida en los 90 hoy no slo est siendo cuestionada, sino que hay indicios del paso hacia algo nuevo. Tales indicios son por ejemplo: la mayor intervencin del Estado en la economa, nuevas regulaciones en algunos mercados, polticas sociales universales, constitucionalismo transformador en Bolivia y Ecuador, etc. Sin embargo el Estado conserva buena parte de la fisonoma heredada de la poca neoliberal y a pesar de la retrica oficial, los mecanismos bsicos de acumulacin no han sido trastocados en la mayora de los pases. Oscar Vega Camacho en su trabajo Al sur del Estado, que forma parte de la obra El Estado campo de lucha, expresa un llamado interesante a reproducir: Ahora, se tratara de pensar y hablar desde el Sur con los otros puntos cardinales, pero sobre todo, se tratara de la posibilidad de configurar y constituir una brjula de navegacin para estos tiempos a partir de las iniciativas y alternativas que produce esta fractura y separacin de las realidades

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materiales y culturales para orientarnos a mundos por hacer y crear, otras geografas que pensar y recorrer de otros mundos posibles estamos trabajando el paso de la transicin El quiebre es nicamente el inicio, un gran impulso, la fuerza que cambia pero an no es el cambio, apenas comienza la tarea del cambio, abre el escenario y la agenda de los cambios, alimenta el sentido e imaginacin de producir cambio, afirmar la capacidad de ser cambio. (VEGA CAMACHO, O., 2010: 129 130) Estamos en una poca de transicin, hacia algo que esperemos sea mejor que lo que vivimos. Estamos llamados a vivir la tensin de la transicin y a ser protagonistas de ella.
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La popularizacin de los lderes outsiders en Amrica latina, como respuesta a la crisis democrtica de la regin: un estudio del caso peruano.
Por: Sofa Miranda Cogollos*

Resumen El siguiente artculo es una aproximacin a las causas que dan origen al fenmeno outsider en Amrica latina. As, a travs de un marco terico y el estudio del caso peruano se muestra que es principalmente la crisis de gobernabilidad y la creciente desconfianza en los partidos polticos de los electores la que lleva a la eleccin de estos lderes anti-polticos, quienes aparecen ante la poblacin como la nica alternativa posible frente a una tradicin de polticos corruptos en el poder. Adems, tambin se analizan las causas nocivas que este fenmeno tiene sobre la democracia y las consecuencias que tuvo para Per la eliminacin de la divisin de poderes y los organismos tpicos de control, lo que termin por dejar al pas en una situacin de desigualdad y corrupcin, an ms compleja de que la tena antes de Fujimori. Introduccin En las ltimas dcadas, las democracias latinoamericanas han enfrentado un proceso de desgaste: el entusiasmo democrtico entre la poblacin ha decado, las instituciones polticas se encuentran fuertemente desprestigiadas entre la poblacin votante y los partidos polticos parecen estar cada vez mas debilitados. Todo esto ha dado lugar al ascenso de nuevos lderes anti-polticos o outsiders, que llegan al poder con la promesa de solucionar los problemas y demandas de la sociedad que no han logrado remediar los lderes polticos tradicionales. Este fenmeno se ha hecho cada vez ms frecuente en la regin, extendindose por pases como Per, Ecuador, Bolivia, Venezuela, Colombia y Argentina, los cuales, como es el caso de Fujimori en Per y de Chvez en Venezuela, muchas veces han desembocado en gobiernos de tinte autoritario. En este sentido, vale la pena explorar a fondo las causas que han llevado a la popularizacin de estos lderes en las dinmicas polticas de Amrica latina y las consecuencias que esto ha conllevado sobre las democracias latinoamericanas. El objetivo de este trabajo es analizar el caso Peruano a la luz de los anlisis y teoras sobre partidos polticos y democracia en Latinoamrica realizados por distintos acadmicos tanto locales como extranjeros. Todo esto, en aras de dilucidar las causas concretas del ascenso de los lderes outsiders en los gobiernos latinoamericanos y las consecuencias nocivas que esto pueda o no tener en las democracias de los distintos pases. Planteo del problema: A finales de los ochenta, la democracia peruana atravesaba un momento crtico: los partidos polticos tradicionales eran incapaces de organizar sus estructuras internas, la volatilidad electoral era alta y la poltica se desarrollaba con altos grados de polarizacin y confrontacin. Este contexto, favoreci la simpata de los votantes por actores ajenos a la poltica, quienes aparecieron como el antdoto a las difciles problemticas que viva el pas. As, en noviembre de 1989, Ricardo Belmont, un lder anti-poltico, era elegido como

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alcalde de Lima, al tiempo que el reconocido escritor, Mario Vargas Llosa se postulaba como candidato presidencial de un nuevo frente poltico, el FREDEMO. Sin embargo, sera el triunfo en las elecciones presidenciales de 1990 de Alberto Fujimori, el que pondra en evidencia la total decepcin de los peruanos frente a la poltica tradicional y su desconfianza en partidos polticos nacionales. Fujimori, cuya trayectoria profesional distaba mucho de los caminos de la poltica y que en las primeras encuestas figuraba con menos del 3% de popularidad, obtuvo su triunfo con el apoyo de diferentes sectores polticos tanto de izquierda como de derecha y su estancia en el poder se prolongara por los siguientes 10 aos. Durante este tiempo la estabilidad macroeconmica del pas se recuperara y el Estado obtendra grandes victorias en su guerra contrainsurgente. Sin embargo, este sera tambin un periodo de fuerte represin en contra de los medios y la poblacin civil, caracterizado por numerosas desapariciones, secuestros, censura y asesinato. Todo esto invita a preguntarse qu factores favorecieron el ascenso de un outsider a la presidencia peruana y cules fueron los efectos que esto tuvo sobre la democracia de este pas? El contexto de inequidad econmica, violencia e inestabilidad poltica de Per, durante los aos ochenta, unido al desprestigio y desorganizacin de los partidos polticos, seran las causas principales del triunfo electoral del outsider por excelencia, Alberto Fujimori. Sin embargo, su eleccin lejos de ser la solucin a los problemas peruanos, sera altamente perjudicial para la democracia peruana, aun cuando lograra fuertes avances a nivel econmico y en la lucha contrainsurgente. En primer lugar, se tomar el anlisis de Ren Antonio Mayorga sobre outsiders polticos y neopopulismo, el cual servir para introducirnos a la cuestin, dado que muestra la creciente popularizacin de los lderes anti-polticos en el contexto latinoamericano, especialmente entre los pases andinos. Por otro lado, los trabajos de Sebastin Miller y Carina Perelli servirn de marco terico para analizar el fenmeno de los lderes outsiders. As, Miller, explica como los outsiders no son necesariamente un fenmeno nuevo, y que es ms comn para pases con grandes brechas entre ricos y pobres. Por su parte, Perelli demostrar que si bien el fenmeno de los outsiders no es nuevo, en Amrica latina si puede pensarse como una nueva forma de hacer poltica que ha ido tomando fuerza, y donde se tiende a acentuar el principio de la mayora sobre el de libertad, lo que implica que los partidos polticos sean devaluados; al igual que las instituciones representativas clsicas, como los parlamentos. Por otro lado, se utilizarn los trabajos de Julio Cotler, Hernn Fair, Mercedes Garca Montero y Jo Marie Burt para analizar el caso peruano. En primer lugar, el artculo de Julio Cotler servir para explicar el contexto poltico en el que Fujimori llega a la presidencia peruana, manifestando que factores como la subversin, las violaciones de derechos humanos y el narcotrfico, influyeron fuertemente sobre este hecho. Del mismo modo, el artculo de Mercedes Garca Montero, mostrar las principales variables que influyeron en el ascenso, mantenimiento y cada del poder de Alberto Fujimori, haciendo nfasis en la crisis econmica, el sistema presidencialista y las leyes electorales, como otros aspectos que influyeron directamente en el ascenso.

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Asimismo, el trabajo de Jo Marie Burt Muestra el papel de los medios de comunicacin durante la administracin de Fujimori como instrumento para prolongarse en el poder. De la misma manera, por medio de Fair y algunos artculos periodsticos se explicaran otros hechos del estudio de caso. 1. Los outsiders como nueva forma de liderazgo poltico en amrica latina El sistema democrtico de toda la regin est en juego, y se ve frente a una crisis doble de representacin poltica y gobernabilidad. Mayorga Desde mediados de la dcada de los noventa, Latinoamrica empez a ver truncado el sueo de paz y democracia que prometa la cada del muro de Berln al final de los 80, y los procesos de democratizacin que se dieron como consecuencia del triunfo del modelo occidental en el mundo empezaron a verse fuertemente deteriorados durante este periodo. Debido a esto, diversos pases tomaron caminos contradictorios y regresivos hacia regmenes autoritarios, democracias delegativas o semidemocracias. Todo esto forj un hbitat de confusin poltica, con graves consecuencias para la estabilidad, los cimientos polticos y las perspectivas futuras de la regin (Mayorga, 2006, p. 209). 1.1 Outsiders: una respuesta a la crisis de los partidos. Evidencia de esto, es el contexto de inestabilidad que vivi Ecuador entre 1997 y 2005, con el derrocamiento de 5 presidentes consecutivos; o el derrumbe en el sistema de partidos y la crisis econmica que se vive en Venezuela desde 1992. Para Mayorga, la caracterstica ms desfavorable de este periodo es la crisis estructural que han enfrentado los partidos polticos de la regin, puesto que sta ha ocasionado el surgimiento de lderes neopopulistas y anti-polticos (outsiders) que han establecido gobiernos poco democrticos en diferentes pases. En este sentido, se puede entender que para Mayorga, el fenmeno outsider se enmarca en un contexto de auge de regmenes neo-pupulistas que surgen a raz de la crisis democrtica de la regin, en el cual, el lder anti poltico juega un rol fundamental debido a la crisis de gobernabilidad y la declinacin y profunda fractura de los sistemas de partidos. Es decir, cuando los partidos como agentes gubernamentales no logran tener un desempeo razonable en el tratamiento de los problemas y las necesidades bsicas de los ciudadanos, pierden su capacidad de representacin poltica. Esto genera un vaco de poder que los outsider pueden aprovechar en su beneficio (Mayorga, 2006, p. 215). As, segn Mayorga, la causa principal de la crisis de los partidos es que estos fueron incapaces de responder eficazmente a los nuevos problemas polticos y sociales que trajo la adopcin de economas de mercado en la regin. Sin embargo, estos problemas no fueron slo estructurales, sino consecuencia de decisiones polticas y un mal desempeo partidario (Mayorga, 2006, p. 216), lo que cre una gran desconfianza en la poblacin frente a las organizaciones partidarias. Es decir, que el fenmeno outsider, ms que la crisis de representacin poltica, fue en mayor medida consecuencia de una crisis de gobernabilidad que cre una brecha entre la sociedad y los partidos. As, con el tiempo los partidos polticos dominantes de Per y Venezuela sufrieron una prdida significativa de votos y bancas porque una mayora de los votantes dejo de confiar en ellos debido a su fracaso en la funcin de gobernantes (Mayorga, 2006, p.). En este contexto, el outsider aparece como una alternativa radical que tiene la misin de llevar a cabo la redencin. As, llegan al poder con las reglas electorales establecidas, pero

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no reivindican su autoridad y legitimidad sobre los principios democrticos, sino que por el contrario los atacan constantemente. De esta manera, acuden al uso de un discurso anti poltico radical, como herramienta eficaz para identificarse con las necesidades de las personas excluidas e interpretan el papel de lderes paternalistas que encarnan con mayor eficacia que las instituciones democrticas, la unidad del Estado y pueblo (Mayorga, 2006, p.218). Es decir, eliminan los intermediarios entre gobierno y electores y se relacionan directamente con las masas y sus deseos. Finalmente, Mayorga considera que aunque las causas poltico institucionales ya mencionadas fueron el caldo de cultivo de los outsiders. En muchos casos, fue el contexto socioeconmico de divisin social, desigualdad y fragmentacin el que abon el terreno perfecto para la aparicin de estos. En este mismo sentido, Sebastian Miller considera que las democracias de Amrica latina, son ms propensas al surgimiento de outsiders, debido a la debilidad de sus democracias y los altos niveles de corrupcin, pero principalmente por los mayores ndices de concentracin del ingreso que tiene la regin. 1.2 El fenmeno outsider como una consecuencia de lo econmico As, mediante la creacin de un modelo cualitativo, en el que la principal variable es el nivel de ingreso de los votantes, Miller concluye que aunque el fenmeno outsider no es exclusivo de Amrica latina, al compararlo con pases desarrollados como los de Europa, estos ltimos tienen menores posibilidades de elegir outsiders, porque tienen mejores niveles de redistribucin del ingreso en la poblacin (Miller, 2008, p.2). Esto se debe a que en los pases con mayor concentracin del ingreso, el outsider aparece como una alternativa a las elites ricas y poderosas que financian y conforman los partidos y que han manejado el poder por tanto tiempo (Miller, 2008, p.19). Posibilidad que puede verse incrementada con la aparicin de alguna crisis econmica o un contexto de violencia. De la misma manera, Miller resalta que es ms probable que en pases con mayor cantidad de pobres los outsiders sean elegidos, porque apuntan a votantes que pueden ser fcilmente influenciados por su elocuencia y encanto. As, el autor considera que los electores de menores ingresos son ms impresionables. Mientras que en pases con mejor distribucin del ingreso, los votantes son menos impresionables porque son mas instruidos, prefieren las organizaciones partidarias, conocen sus agendas y financian las campaas de estos (Miller, 2008, p.24). 1.3 Los outsiders como una fenmeno de medios En sntesis, se puede ver que tanto Miller como Mayorga piensan que el fenmeno outsider est intrnsecamente asociado al surgimiento del neopopulismo. Para Carina Perelli, ambos fenmenos son muy diferentes, pues si bien es cierto que los outsiders tambin aparecen como opositores a la poltica tradicional, estos no apelan a las masa ni se presentan como dioses ante estas; sino que se muestran como ciudadanos comunes alejados de la poltica, y que son ms bien expertos o tcnicos, que pueden ejercer ms efectivamente la labor de gobernar. En este sentido, el fenmeno outsider o de nuevos caudillos no es exclusivo de Amrica latina, sino consecuencia de una tendencia creciente del siglo XX entre los pases occidentales, de hacer primar el principio puramente mayoritario. La tendencia hacia las formas plebiscitarias se relaciona con el principio de deliberacin, con la necesidad de debate pblico en una democracia, para facilitar la toma de decisiones (Perelli, 1995, p.164). Este debate usualmente se realizaba en los partidos polticos, pero estos perdieron

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su carcter masivo pues la sociedad industrial empez a disolverse en la nueva organizacin donde el poder se fragment y apareci una sociedad atomizada en sus intereses. En este contexto de fragmentacin, son los medios de comunicacin los nicos capaces de agregar los intereses de los votantes porque llegan a todos los sectores de la sociedad y en este sentido, slo aquellos lderes que tengan mayor carisma y puedan transmitir su mensaje de manera simplificada por medio de estos, tendrn posibilidad de acceso al poder. Es decir que nos encontramos ante el surgimiento de una nueva videopoltica que se enfrenta a la poltica tradicional, y que se sostiene en un videopoder. Segn Sartori, est surgiendo un homoocular, una persona que se relaciona con el mundo a travs de lenguajes visuales () Esta videopolitica aparece en un contexto en que los partidos polticos estn en crisis y ante la falta de referente partidario su accin apagada, el medio de comunicacin se transforma en un receptor de las preocupaciones ciudadanas (En Perelli, 1995, p. 166). As, en este contexto los lideres cobran mayor importancia que el diseo institucional formal. Para mantenerse dentro del marco de justificacin democrtico, estos jefes deben manejarse con un estilo que supone actuar pegados a la opinin pblica (Perelli, 1995, p. 167), y la tendencia general de esta ltima, es de repudio frente a la poltica tradicional. Por lo tanto, cualquiera que aparezca como una alternativa radical frente a esto, tendr mas posibilidades de acceder al poder. Por otro lado, el triunfo de la sociedad industrial se ha traducido en un desmantelamiento del Estado y en mayores problemas sociales tales como desempleo, subempleo, crecimiento de la pobreza urbana, etctera. Los partidos no estaban preparados para lidiar con las nuevas demandas asociadas con las desigualdades introducidas por el ajuste econmico de los aos 80 (Perelli, p.30). Y la instauracin de modelos neoliberales, especialmente en Amrica Latina, dej al desnudo la debilidad de los partidos polticos que comenzaron perder su papel de mediadores entre la sociedad y el Estado, frente a lo cual, los tcnicos y expertos como economistas, analistas polticos y encuestadores empezaron a tomar el lugar del poltico tradicional. En este sentido, los tcnicos y expertos aparecen como el elemento que encaja perfectamente en este nuevo contexto, donde los medios de comunicacin son los que promueven e integran los intereses de la sociedad, y donde las nuevas demandas sociales, se hicieron casi imposibles de manejar para las organizaciones partidarias tradicionales. As, el experto se puede refugiar en su saber y no tiene porque responder a una estructura partidaria. Es ms, carece de la cultura de partido. Y el poltico profesional pasa a ser percibido por el ciudadano como una figura ineficaz y hasta innecesaria (Perelli, 1995, p.184). Con base en lo anterior, Perelli plantea 5 elementos primordiales para que un outsider se haga con el poder: 1) Crisis del partido por falta de representatividad ciudadana, 2) desconfianza en el viejo liderazgo 3, necesidad de un mensaje de esperanza, 4) existencia de una persona dispuesta a encarnar un liderazgo a travs de una amplia cobertura de los medios de comunicacin masivos y, 5) propuestas de accin vagas que implican sustancialmente la realizacin de una actividad simblica tendiente a tener en cuenta los intereses populares, es decir una poltica pragmtica fuera de marcos o principios estrechos (Perelli, 1995, p. 192). En resumen, el fenmeno outsider surge gracias una amalgama de situaciones sociales, polticas y econmicas que se han presentado en las ltimas dcadas en el contexto

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mundial. Sin embargo, en Amrica latina estas caractersticas han sido an ms evidentes y se han presentado de manera simultnea lo que ha dado lugar, a que este sa ms pronunciado y evidente en la regin como es el caso de Venezuela, Ecuador y primordialmente Per, donde los factores mencionados por los autores (crisis democrtica, declive econmico, aumento de la desigualdad social, y la aparicin del tcnico como alternativa perfecta a la poltica tradicional) se conjugaron de manera tan perfecta que dieron lugar a la llegada a la presidencia del que es conocido como lder outsider por excelencia: Alberto Fujimori. 2. Fujimori: el outsider por excelencia "Los pueblos a veces se equivocan, y a menudo la pagan caro. Por regla general, los pueblos tienen los gobiernos que merecen tener, aunque luego se arrepientan." Mario Vargas Llosa 2.1 Per: el contexto poltico perfecto para la llegada de un anti-poltico Per, como la mayora de pases latinoamericanos, tiene una larga tradicin de profundas desigualdades sociales, corrupcin, autoritarismo y fragmentacin poltica. As, durante largas dcadas, Per vivi una trgica historia signada por Golpes de Estado, gobiernos pseudo-democrticos y democracias blandas caracterizados por un sistema poltico dbilmente estructurado. Este rgimen poltico imposibilit conformar un sistema de partidos que funcionara de manera coherente e integral (Fair, 2010, p.81). Sin embargo, la transicin democrtica a la que se someti en los aos ochenta, ms que resolver los problemas que aquejaban a la sociedad peruana, evidenciaron la debilidad y desacreditacin de las organizaciones partidarias, adems de la profundizacin de problemticas como la subversin, el narcotrfico, violacin de los Derechos Humanos y e hiperinflacin que en su conjunto llevaran a Per a conformarse en el escenario perfecto para la llegada al poder de un outsider. De esta manera, durante la dcada de 1980 se sucedieron los gobiernos del dirigente de Accin Popular Fernando Belande Terry (1980-1985) y el aprista Alan Garca (19851990). Al primero de ellos le tocara enfrentarse a los difciles problemas de orden poltico, econmico y social heredados del rgimen anterior (Fair, 2010, p.84). A su llegada, Belande se present como mediador entre los partidos tradicionales y desmantel algunas reformas decretadas por los militares; sin embargo, perdi rpidamente popularidad entre sus electores pues las tibias medidas liberales que aplic, merecieron reacciones contrarias en la sociedad y fueron calificadas como una traicin a su plataforma electoral (Cotler, 1995, p.124). Asimismo, los indicadores econmicos de su gobierno comenzaran a volverse en su contra al poco tiempo de su gobierno. De este modo, si bien durante los dos primeros aos del gobierno de Belaunde, el crecimiento del PIB fue de 2%, en 1982 decreci en la misma proporcin, al ao siguiente cay en 15% sin poderse recuperar en los dos aos restantes (Cotler, 1995, p. 125). Esto desemboc en una crisis macroeconmica hacia 1983, la cual se profundiz con el desastre econmico causado por la corriente el Nio. Adems, el Presidente debi enfrentarse al inicio y desarrollo de un perodo de violencia poltica generado por los grupos guerrilleros de Sendero Luminoso (SL) y, a partir de 1984, del Movimiento Revolucionario Tpac Amaru (MRTA) (Fair, 2010, p.85). En consecuencia, al final de su mandado Belaunde tendra un gobierno altamente deslegitimado, con una poblacin decepcionada, en crisis y vida de un cambio.

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En este contexto, el aprista Alan Garca llegara a la presidencia del Per en 1985. Las polticas de Garca, adems de adoptar una conducta conciliatoria y de tolerancia con los enemigos de su partido, se enfocaron en dos frentes: enfrentar los problemas econmicosociales y polticos-militares que afrontaba el pas. En cuanto a lo primero, implementara polticas neokeynesianas, que fueron principalmente la otorgacin de subsidios a las exportaciones, sumado a la negativa de pagar la deuda externa. Por otro lado, en lo poltico-militar se enfoc en el respeto a los Derechos Humanos y a buscar un dilogo con los grupos subversivos (Fair, 2010, p. 81). En consecuencia, la popularidad al principio de su mandato sera alta y de resultados positivos, en el primer ao del gobierno de Garca los sueldos subieron 22.1% y los salarios 30%. Adems por primera vez el gobierno estableci una poltica de atencin al trapecio andino donde se concentra la poblacin indgena y la pobreza extrema (Cotler, 1995, p.127). Sin embargo, el gobierno de Garca no fue la excepcin a las conductas de corrupcin que tradicionalmente ejercan los gobiernos peruanos. As, los subsidios y exenciones tributarias, se constituyeron en autnticas prebendas y sinecuras que el jefe distribua graciosamente (Cotler, 1995, p. 127). Adems, en el mbito militar, su conducta laxa con los grupos subversivos hizo que las Fuerzas Armadas perdieran cada vez ms el control sobre el territorio nacional. Sin contar, que sus polticas econmicas de carcter ortodoxo, hicieron que todos los empresarios y las elites econmicas le retiraran su apoyo y la mayora de los capitales se fugaran al exterior. De esta manera, al final de la dcada la situacin del Per era realmente preocupante. El caos e ingobernabilidad poltica, econmica y sobre todo social, llegaba a un extremo que lo diferenciaba cualitativamente del resto de los pases de la regin. En efecto, el pas andino no slo se hallaba inmerso en una situacin de hiperinflacin explosiva y fuerte crisis de representacin poltica, sino que se hallaba tambin signado por una pesada herencia de dcadas de una trgica y feroz lucha interna entre el Estado y los grupos guerrilleros, lo que pona al Estado soberano frente a la amenaza latente de disolucin de lo social (Fair, 2010, p.83). A todo esto se sumaba, la creciente problemtica del narcotrfico y el evidente descontento de la poblacin, que empezara a traducirse en un rechazo a los polticos, el cual se hizo evidente en las elecciones municipales de 1989 cuando el grueso de los votantes se inclin por los independientes (Cotler, P.130). En este sentido, es evidente que a inicios de los noventa, Per encajaba perfectamente en los parmetros presentados por Miller, Mayorga y Perelli para la eleccin de un outsider. En primer lugar, exista una fuerte crisis de gobernabilidad, que se tradujo en la incapacidad de los partidos polticos tradicionales de resolver los problemas de violencia, pobreza e inflacin que enfrentaba el pas. Todo esto, tambin se tradujo en una crisis de representacin poltica, en la cual, los grupos de izquierda se encontraban divididos, el APRA totalmente desprestigiado y la derecha neoliberal altamente debilitada, lo que implicaba un fuerte repudio entre la poblacin por toda la clase poltica del pas y la disposicin de la poblacin de encontrar nuevos liderazgos que llevaran adelante polticas radicales de verdadero cambio. Para Mercedes Garca, las principales causas del triunfo de Fujimori fueron la crisis de los partidos polticos, relacionada con la crisis de representacin; as como la crisis de otras instituciones relevantes del Estado, el sistema presidencialista y, en menor medida, las leyes electorales () A estas variables institucionales hay que unir la crisis econmica y la polarizacin creciente que sta provoc (Garca, 2001. P. 50). Sin embargo, para otros

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autores, un factor que influy fuertemente, fue la rivalidad de Alan Garca con Mario Vargas Llosa, que era hasta poco antes de las elecciones el candidato ms probable para ser elegido. As, la activa participacin de Garca ayud a fin de bloquear a su enemigo personal, Vargas Llosa y al candidato aprista que desafiaba sus intenciones de seguir dirigiendo los destinos de APRA (Cotler, 1995, P. 131). Asimismo, no queda duda de que la imagen innovadora y neutral que representaba Fujimori, tuvo una gran influencia en su eleccin. Mientras el candidato aprista tena reducidas opciones de llegar al poder, por el descrdito tan grande en el que haba dejado Alan Garca a su partido; Vargas Llosa, que haba aparecido en principio como ese lder innovador que necesitaba el pas, no tardara en aparecer frente a la poblacin como el lder del neoliberalismo que velara simplemente por los intereses de las lites econmicas. As, la contienda se plante como una eleccin entre los ricos y los pobres o bien entre blancos y cholos (mestizos), situndose como aquel que defenda a los pobres, mientras Vargas Llosa, crtico de la irracionalidad indgena, era situado como el representante y encarnacin de los intereses particulares de los ricos, blancos y clases altas en general (Fair, 2010, p. 89). En este contexto, Fujimori era la imagen perfecta que buscaba el pueblo peruano. Su historial, totalmente limpio de poltica y su trayectoria de tecncrata lo hicieron muy interesante ante los electores. Fujimori era un ex profesor universitario sin lazos con el sistema poltico tradicional, lo que le permita reforzar su discurso basado en la crtica al sistema poltico vigente y lo autonomizaba de cualquier sector social especfico (Fair, 2010, p. 88). Asimismo, hombre de ciencias duras (se gradu en matemticas y fsica), este ciudadano de origines modestos era desconocido del gran pblico hasta su entronizacin en las elecciones presidenciales de 1990 (Colombet, 2011). Sin embargo, contrario a los argumentos presentados por Carina Perelli, los medios de comunicacin no fueron tan influyentes en la eleccin de Fujimori como presidente del Per, aunque llegado cierto momento, su presencia tuvo mucha afinidad con el lenguaje de la televisin. El silencio y el manejo de la imagen lo favorecieron. Esos escasos segundos de televisin mostrando su paseo en el tractor y su cara de personaje diferente de la sociedad tienen que haber incluido frente al residente del barrio de barranco y las capitales europeas (Cotler, 1995, p. 140). As, toda esta amalgama de circunstancias polticas, econmicas y sociales permitieron a Alberto Fujimori llegar a la presidencia del Per el 28 de julio de 1990. 2.1 Fujimori: De hroe a villano El gobierno de Alberto Fujimori, aunque en principio fue un giro radical frente a lo que haba planteado durante las campaas polticas, se vio marcado de mltiples triunfos. En primer lugar, se dio la adopcin de una poltica econmica altamente neoliberal (an ms que la propuesta de su opositor Vargas Llosa). El proceso de liberalizacin fue muy rpido ya que entre 1991 y 1995 se privatiz una gran parte del sector pblico, se dejaron los precios en manos del mercado, se elimin la mayora de las protecciones arancelarias, se trat de llegar a un acuerdo con los acreedores extranjeros y se dio prioridad a la inversin extranjera (Cotler, 1995, p. 141). Dichas polticas, demostraron xitos instantneos como la disminucin de los niveles de inflacin que tanto aquejaban a la economa del pas, lo que hizo que el apoyo del pueblo peruano por el presidente aumentara sustancialmente.

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Asimismo, los inmediatos triunfos militares de su gobierno, dejaran convencidos a los peruanos de haber tomado la decisin correcta. Esto gracias a las capturas de Vctor Polay Campos lder del MRTA, y en especial, la captura de Abimael Guzmn, jefe de Sendero Luminoso, que dej casi completamente debilitado al grupo guerrillero reducindolo a unas pocas columnas en la selva peruana. Esto sumado a las frecuentes transmisiones de golpes militares a los grupos subversivos, por medio de la televisin, convertiran a Fujimori, en una especie de salvador o hroe de los peruanos, que haba logrado salvarlos de las condiciones tan preocupantes en las que haban vivido la ltima dcada. Sin embargo, en lo poltico el gobierno de Fujimori no fue nada consensual, desde su llegada al poder se mostr poco respetuoso de las instituciones democrticas, lo que se evidenci en el autogolpe de Estado del 5 de abril de 1992 o en la constante asignacin de familiares y amigos en los puestos pblicos. Sin embargo, este suceso ms que ser repudiado por la poblacin, fue apoyado por sta. Lo que pondra en evidencia, que aunque el gobierno de Fujimori cometiera constantes atropellos contra la poblacin y las instituciones, sus victorias en la economa y la seguridad opacaran cualquiera de estos actos. El autogolpe consisti bsicamente en la disolucin de las principales instituciones democrticas del pas el Congreso, el Tribunal de Garantas Constitucionales, el Consejo Nacional de la Magistratura y la Procuradura General de la Nacin. Adems, Fujimori destituy a los miembros de la Corte Suprema y ces a 150 jueces; depuso a los miembros del Jurado Nacional de Elecciones y a la dirigencia del Banco Central de Reserva. Adems, suspendi la Constitucin de 1979, orden el arresto de varios lderes de la oposicin, la ocupacin de locales partidistas y sindicales, clausur el Congreso, desmantel la judicatura, y pospuso las elecciones municipales (Fair, 2010, p.113). Todo esto hizo evidente la voluntad de Fujimori de gobernar lejos del rigor de las instituciones democrticas y an ms lejos de los partidos polticos, y reemplazar el sistema democrtico por uno autoritario de concentracin personalizada del poder o de democradura. Un personaje fundamental de su gobierno sera Vladimiro Montesinos un personaje carente de mandato popular y con cargo y funciones desconocidas, quien control las relaciones con la prensa y el Ejrcito y ayud a Fujimori a perpetuarse en el poder (Garca, 2008, p. 70). Montesinos estara al frente no slo del Servicio de Inteligencia, sino que tambin sera el responsable de las violaciones de Derechos Humanos cometidas por el gobierno, adems de enriquecerse en gran medida de los dineros del Estado. En abril de 1997, el canal de televisin Frecuencia Latina inform que las declaraciones de impuestos de Montesinos indicaban que ganaba 600.000 dlares al ao, aunque su salario oficial era de 18.000 (Garca, 2008, p.74). En este mismo sentido, las polticas de opresin que aplicaba el gobierno de Fujimori, de la mano de Vladimir Montesinos se enfocaron principalmente a la manipulacin en intervencin de los medios de comunicacin. As, utiliz noticias sensacionalistas, hacindolas coincidir con actos polticos controvertidos, tales como revelaciones de corrupcin. Estas noticias o cortinas de humo solan estar referidas a intimidades de personajes de la farndula, escndalos en los denominados tal,-shows e informacin deportiva (Garca, 2008, p. 73). Adems, a menudo se censuraban las noticias que afectaban la imagen del gobierno y se logr que por medio de amenazas a los periodistas que estos tergiversaran la informacin o la falsearan.

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Del mismo modo, la censura y opresin no se dirigieron nicamente a los medios de comunicacin. A menudo polticos de oposicin, sindicalistas y jueces, fueron perseguidos, espiados y desaparecidos. En consecuencia de esto, la poblacin empez a sentirse amenazada e inconforme, lo que se profundizaba con el hecho de que los xitos econmicos iniciales del Gobierno de Fujimori, no se tradujeron en un aumento del empleo y, el nivel de subempleo fue del orden del 42,6 por ciento en 1997 (Garca, 2008, p. 80). Lo que dejaba en evidencia que en realidad, la implantacin del modelo neoliberal haba terminado por favorecer slo a las elites empresariales y a Fujimori en su crculo. Gracias a todo esto, la poblacin empez a sentir que diez aos en el poder ya eran suficientes y que Fujimori se haba cobrado sus xitos en ese tiempo. A ello se uni la salida a la luz pblica de diversos casos de corrupcin (Garca, 2008. P. 82). Por lo cual, los constantes intentos de Montesinos y Fujimori de condicionar la segunda reeleccin a la victoria sobre la subversin y de encadenar a los peruanos en una especie de miedo a la vuelta al pasado (hiperinflacin y terrorismo), resultaron en vano frente al inconformismo de la poblacin. As, para las elecciones del 2000, el candidato Alejandro Toledo, empez a ganar un lugar muy fuerte en las encuestas, a diferencia de lo que haba sucedido en las elecciones de 1995, en las cuales Fujimori haba sido reelegido sin ninguna dificultad. Sin embargo, Fujimori lograra una tercera victoria muy cuestionada, en la cual se cree que se realiz fraude en el conteo de los votos, amenazas, extorsiones y diversas manipulaciones de los resultadosi . Esto provocara un gran descontento entre la poblacin, que encabezada por Toledo, realiz mltiples marchas en protesta por el supuesto sabotaje en las elecciones. Esta situacin se profundizara cuando salieron a la luz escndalos por contrabando de armas, que iban a manos del grupo insurgente Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que realizaban Montesinos y Fujimori, adems del descubrimiento de actividades corruptas dirigidas desde el SIN. Abrumado por la situacin, el presidente sali del pas supuestamente para asistir a una reunin internacional en Brunei y desde Japn anunci su renuncia a la Presidencia de la Repblica el 19 de noviembre. Dos das despus, el 21 de noviembre, el Congreso de la Repblica decidi no aceptar su renuncia, declarando la vacancia de la Presidencia por incapacidad moral (Garca, 2008, p. 81). Por lo tanto, el Congreso llamara a nuevas elecciones en abril de 2001, poniendo fin al periodo de autoritarismo y represin de Fujimori y Montesinos. 3. El outsider y su efecto nocivo sobre la democracia Como se ha evidenciado a este punto, Per ha sido el caso ms emblemtico del fenmeno outsider en Amrica latina. As, segn el marco terico presentado, logr hacerse con el poder gracias a una amalgama de elementos de tipo poltico, econmico y social que implicaban la crisis democrtica de la regin, crisis de gobernabilidad y la desconfianza en los partidos polticos, debido a su inhabilidad para enfrentar los problemas de desigualdad que haban causado las reformas econmicas liberales en el pas. De este modo, Fujimori aprovechando el contexto de desintegracin social y crisis partidaria que se viva en Per, es elegido presidente gracias a su imagen de tecncrata, apoltico y neutral entre los distintos sectores de la sociedad peruana. Sin embargo, durante su gobierno, las cosas resultaron muy en contra de las expectativas de los peruanos, porque aun cuando se debilit fuertemente a la guerrilla Sendero Luminoso y disminuyeron los altos niveles de inflacin que afectaban la economa, los peruanos tuvieron que soportar

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altos niveles de violencia, represin y violaciones de Derechos Humanos. Adems, el tan mentado crecimiento econmico, no benefici mucho a los pobres, sino que al contrario fue a parar a manos de las lites y a los que gobernaban junto a Fujimori. Esto demuestra que el caso peruano, no es slo clave para entender el fenmeno outsider y las causas de su ascenso al poder, sino tambin las consecuencias nocivas que puede llegar a tener la eleccin de unos de estos sobre la democracia de un pas. En este sentido, Garca Montero piensa que la crisis de representacin que permite el fenmeno outsider y su modelo de democracia plebiscitaria son altamente peligrosos en la medida en que la desaparicin de los partidos y dems poderes implica darles el poder directamente a las mayoras, lo que inevitablemente implica la opresin de las minoras de ese pasi . As, la opinin pblica no debe ser tomada en cuenta en forma primaria, sino que es necesario pasarla por intermedio de un cuerpo elegido por los ciudadanos, lo que presupone dejar de lado los impulsos de momento que normalmente pueden tener grandes masas de poblacin que reaccionan de forma emocional ante hechos que las afectan o perciben como muy relevantes para la vida en su sociedad (Perelli, p. 165). En el caso de Per, por ejemplo, la desaparicin de los partidos, como rgano principal de representacin poltica, implic una relacin directa del lder (Fujimori) con sus electores, los cuales abrumados por las cifras econmicas en mejora y los golpes a Sendero Luminoso, permitieron e incluso apoyaron un autogolpe que implic la desaparicin del equilibrio de poderes y dems organismos de control del poder ejecutivo. Adems, tambin permiti las violaciones de derechos humanos y la represin de muchos de sus polticos, periodistas y jueces, todo lo cual se vea como un sacrificio menor en pro de la eliminacin del grupo guerrillero y mejoras econmicas, es decir el sacrificio de unos pocos, por lo que se considera el bien mayor. En este sentido, es evidente que el fenmeno outsider no es una estrategia poltica y un estilo poltico anti-institucional diferente y saludable; sino una estrategia conducente al debilitamiento y el derrumbe de la democracia representativa liberal, y en particular, a su transformacin en una democracia plebiscitaria. El llamado retorno del lder ha significado la destruccin de las instituciones democrticas y el ascenso de regmenes polticos autoritarios (Mayorga, 2008, p.210). Lo que evidentemente sucedi en el Per con el gobierno de Fujimori, quien a travs del cierre del Congreso, las Altas Cortes y organismos como la Procuradura, busc dejar a la poblacin desprotegida frente a las polticas autoritarias y conductas poco democrticas que se adoptaran en su gobierno. As, una vez el poder estaba completamente centralizado en las manos de Fujimori, los ataques contra la poblacin se fueron multiplicando. El gobierno empez a cometer masacres y atentados sistemticamente contra periodistas, jueces y opositores. En este sentido, las fuerzas armadas cometieron mltiples matanzas durante el gobierno de Fujimori, de las cuales hubo evidencia que no se presentaron como consecuencia de las dinmicas de violencia, sino que fueron completamente intencionadas; por ejemplo, Fujimori fue declarado culpable de los delitos de homicidio calificado y asesinato con alevosa, lesiones graves y secuestro por las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, que dejaron 25 muertos en 1991 y 1992, adems del secuestro de un periodista y un empresario en 1992(El Mundo, 2009). Sin embargo, este puado de asesinatos, trficos y violaciones a los derechos humanos son un difano muestrario de los horrores que vivieron los peruanos entre 1990 y 2000 (Vargas Llosa, 2007), y el resto de vctimas quedaron sepultadas bajo el velo de la guerra de

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baja intensidad que se implementaba contra Sendero Luminoso, o escondidas por la prensa amarillista, que a rdenes de Montesinos y Fujimori presentaba el asesinato de opositores como producto de incidentes pasionales o escndalos sexuales. Pero la poltica opresora de Fujimori no se limit al terror, sino que tambin se enfoc a repartirse con sus colaboradores el dinero de las arcas estatales peruanas. As, durante el Gobierno de Fujimori se privatizaron empresas pblicas por un monto aproximado de 7.000 millones de dlares, pero al trmino de esa gestin slo se encontraron 500 millones de dlares en el Tesoro Pblico (El Comercio, 2010). En este sentido, se dice que cerca de 6.000 millones desaparecieron del erario nacional, de los cuales hasta el momento solo se han recuperado 184 millones. Por ltimo, otra consecuencia negativa del fenmeno outsider sobre la democracia es la friccin que crea entre el poder ejecutivo y el legislativo. Esto sucede, en primer lugar, porque es muy poco probable que el outsider que llegue al poder tenga el apoyo de las mayoras en el congreso, puesto que no pertenece a ningn partido, en este sentido las posibilidades de confrontacin entre poderes aumenta (Carreras, 2010, p.8). As, es muy probable que el presidente outsider cometa excesos de poder para poder avanzar en sus agendas. Por ejemplo, a la llegada al poder de Fujimori, era complicado tomar decisiones consensuales para llevar a cabo las polticas que pretenda el gobierno, en ese sentido, la disolucin del congreso era de las pocas opciones que el outsider tena para ejecutar sus planes. Por otro lado, factores como la manipulacin de los medios de comunicacin para perpetuarse en el poder y para presentar los logros como hazaas y los errores como necesarios es otro fenmeno constante en el gobierno outsider. As, para Fujimori el manejo de medios fue clave; segn Jo-Marie Burt sirvi bsicamente para exacerbar la amenaza del rebrote terrorista, sobredimensionar las capturas y asociar a los opositores del gobierno con el terrorismo, entre otros aspectos que apuntaban bsicamente a ocultar los escndalos de corrupcin de su gabinete o las violaciones de derechos humanos que se cometan con su consentimiento (Burt, 2006, p.36). En resumen, Fujimori y sus aliados procuraron utilizar las victorias polticas contra la subversin para justificar un proyecto neoliberal y autoritario concebido para largo plazo, garantizar la impunidad a los miembros de las fuerzas armadas y forjar redes masivas de corrupcin y compadrazgo (). Por lo que en resumen, queda demostrado que la eleccin de outsiders ms que ser la solucin a la crisis democrtica gracias a la cual llegan al poder; son el elemento crucial que acaba por destruir la democracia. As, con el caso de Per se ha comprobado que desde su llegada los outsiders afectan la democracia y tienden a adoptar conductas autoritarias, ya sea por su falta de experiencia negociadora con la oposicin y su poca habilidad para buscar consensos; o por su cercana a los deseos de las mayoras que exigen resultados rpidos, aun cuando esto implique grandes costos. Adems, se evidencia que el fenmeno outsider, afecta no nicamente al poder legislativo y el judicial, cuando busca ejecutar su agenda, sino que tambin hace uso del llamado cuarto poder, es decir los medios de comunicacin para perpetuarse en el poder, exagerar la imagen del enemigo y ocultar los propios errores. Conclusiones: En primer lugar, se puede concluir que el fenmeno outsider ha debido su popularizacin en Amrica latina a las crisis de gobernabilidad que han implicado la tradicin de una clase poltica gobernante corrupta que acta en amanguale con las elites econmicas y las

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beneficia. Pero tambin, por las problemticas sociales y econmicas que trajo consigo la instauracin de reformas neoliberales en la regin, porque los partidos polticos se vieron incapaces de afrontar las nuevas demandas de la poblacin ante esos cambios. Sin embargo, tambin se concluye que este no es un factor suficiente para que el outsider se haga con el poder, adems de la creciente desconfianza en los partidos polticos, es la mezcla de otros factores que ataen a las particularidades de cada pas las que pueden permitir el ascenso de estos lderes. As, para el caso especfico de Per no fue slo la existencia de una tradicin de una clase poltica corrupta, sino el factor que profundiz la necesidad de un cambio de liderazgo fue la existencia de una lucha insurgente que tenia a la poblacin peruana atemorizada. Adems, las dinmicas electorales del momento tambin posibilitaron ese ascenso; por ejemplo, el hecho de que Alan presentara su apoyo a Fujimori debido a sus diferencias personales con Vargas Llosa, tambin influencio fuertemente en que Fujimori pasara de un 3% en las encuestas a un triunfo electoral. Asimismo se puede concluir, que la ascensin de estos lderes tiene graves consecuencias para la democracia de los pases porque elimina la representacin poltica que implican los partidos dejando las decisiones a merced de las mayoras que muchas veces deciden ms emocional que racionalmente. Adems la dificultad de construir consensos con los dems poderes en especial con el legislativo, fomenta las decisiones autoritarias del lder para llevar a cabo sus agendas. Lo que en el caso peruano implico la disolucin del congreso y otras entidades de control como la procuradura, lo que caus que la poblacin se encontrara desprotegida frente a los abusos, violaciones de derechos humanos, censura y corrupcin que ejerci el gobierno de Alberto Fujimori.
*Universidad Externado de Colombia

Libros
COTLER, Julio: Crisis poltica, outsiders y democraduras: El fujimorismo en PERELLI, Carina; PICADO, Sonia; ZOVATTO, Daniel (comps.): Partidos y clase poltica en Amrica Latina en los 90. San Jos, CAPEL-IIDH, 1995, p. 117-141 FAIR, Hernn. La construccin y consolidacin del discurso neodecisionista de Fujimori en Per (19901995). En LEIRAS, Santiago. Estado de excepcin y Democracia en Amrica latina Argentina, Brasil, Per y Venezuela. En perspectiva comparada. Homo Sapiens Ediciones, Santa F, Argentina. MAYORGA, Ren Antonio (2006). Outsiders polticos y neopopulismo: el camino a la democracia plebiscitaria. En: Scott Mainwaring et al. La crisis de la representacin democrtica en los pases andinos. Editorial Norma. PERELLI, Carina (1995). La personalizacin de la poltica. Nuevos caudillos, outsiders, poltica meditica y poltica informal. En: Carina Perelli, Sonia Picado y Daniel Zovatto. Partidos y clase poltica en Amrica Latina en los noventa. IIDH-CAPEL, San Jos.

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Personalizacin del liderazgo poltico en los gobiernos de lvaro Uribe y Alberto Fujimori
Por: Jennifer Gonzlez Londoo*

Resumen El objetivo del trabajo es realizar un anlisis comparativo del comportamiento de dos importantes lderes en Amrica latina durante el periodo de sus respectivos gobiernos, Alberto Fujimori y lvaro Uribe Vlez, con el fin de identificar las semejanzas y diferencias de sus comportamientos y decisiones a lo largo de su presidencia, teniendo en cuenta el contexto de conflicto interno que poseen ambos pases. As mismo, analizar las consecuencias de sus actuaciones basadas en el marco legal y sistema judicial peruano y colombiano. I. Introduccin: La personalizacin de la poltica es un factor que influye de manera significativa en el gobierno de un pas, teniendo en cuenta que ante la existencia de un lder carismtico es ms fcil inducir a los votantes a participar en el proceso electoral sin fijarse en elementos importantes como la ideologa los planes de gobierno y la implementacin de distintas polticas. En algunos de estos casos los gobernantes aprovechan su popularidad para cometer excesos en el ejercicio de sus funciones o llegar al punto de violar los derechos humanos y cometer delitos, aprovechando el seguimiento popular que generan que se incrementa con el uso de los medios de comunicacin para su beneficio y que logra que la poblacin pase por alto estas actuaciones. Principalmente el objetivo del trabajo es realizar un anlisis comparativo del comportamiento de dos importantes lderes en Amrica latina durante el periodo de sus respectivos gobiernos, Alberto Fujimori y lvaro Uribe Vlez, con el fin de identificar las semejanzas y diferencias de sus comportamientos y decisiones a lo largo de su presidencia, teniendo en cuenta el contexto de conflicto interno que poseen ambos pases. As mismo, analizar las consecuencias de sus actuaciones basadas en el marco legal y sistema judicial peruano y colombiano. Per y Colombia como muchos otros pases presentan o han presentado conflictos internos a lo largo de su historia, las guerrillas de ambos pases en su momento han sido tildadas de terroristas, esto implica la necesidad de la exigencia de un factor adicional y quizs el ms importante para los gobernantes de estos pases. Acabar con la guerra se convierte en el principal objetivo de los presidentes de estas dos naciones. Es as, como Alberto Fujimori y lvaro Uribe Vlez llegan al poder con la meta de acabar a como d lugar con estos grupos terroristas. Para comparar a estos lderes es importante identificar la alta popularidad que ambos poseen en sus respectivos pases y como en algn momento aprovecharon esto para sobrepasar algunos limites como la misma legalidad. Ambos utilizaron su carisma para cambiar a su antojo mecanismos propios del sistema de gobierno como lo son las instituciones (Congreso, Departamentos Administrativos. Ministerios), las leyes y hasta cambiar la misma Constitucin para su propio beneficio (aumentar sus funciones y perpetuarse en el poder). No obstante, el factor ms grave en el marco del uso del carcter personalista de su sistema electoral es utilizar su poder y su popularidad para actuar en contra de la ley con

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acciones como: la creacin de grupos paramilitares al margen de la ley y grupos de autoayuda en teora legales que trabajen a la par de las fuerzas armadas para combatir los grupos guerrilleros, el incremento de la represin estatal a tal punto de declarar a cualquier ciudadano como terrorista, utilizar las instituciones pblicas para funciones diferentes a las que poseen, corrupcin, clientelismo, etc. Es por esto que las violaciones de los derechos humanos por parte del Estado en estos dos gobiernos aumentaron considerablemente en estos periodos. Una pregunta que surge en este contexto es Si las prcticas de estos dos presidentes en el ejercicio de su funcin de combatir el terrorismo son tan parecidas porque los efectos y las consecuencias para ambos dirigentes en trminos legales son diferentes? De acuerdo a lo antes expuesto llegaremos a la enunciacin de la siguiente hiptesis de trabajo: La diferencia en las causas y los efectos de las actuaciones cometidas por ambos dirigentes durante sus periodos presidenciales radica principalmente en el contraste entre el sistema judicial peruano y el colombiano siendo, el sistema judicial peruano sera ms fuerte en el momento de evaluar y juzgar violaciones a los derechos humanos, corrupcin, clientelismo y abuso de poder. Marco terico: El tema general de liderazgo y personalismo poltico ser tratado a partir del texto de Pasquino, Liderazgo y comunicacin poltica y el de Salome Berrocal Una aproximacin a la nueva retrica del lder poltico televisivo: acciones, cualidades y discurso. Ms especficamente el tema de medios y poltica ser tratado con base en el texto de Sartori La opinin teledirigida- video poltica y Beln Amadeo. El tem de crisis de los partidos ser expuesto bajo la mirada de Freidenberg y Levitsky. Por otro lado, el tema de los lideres Alberto Fujimori y lvaro Uribe en general ser tratado a partir de los textos de Rojas Andrade, Durand y Rico. Ms especficamente el anlisis de la poltica de Fujimori se har con base en los artculos de Moiss Arce, Francisco Durand y Cndido Monzn, por su parte la poltica colombiana ejercida por Uribe ser estudiada a partir de los textos de Echanda, Walter, Uprimny, Bechara, etc. Por ltimo se analizaran las reformas en el marco legal, constitucional e institucional peruano y colombiano a partir de la lectura de la constitucin sus reformas, los decretos emitidos por los presidentes y los cambios efectuados en el sistema de gobierno de la poca. Liderazgo y personalismo poltico. Con el paso del tiempo la poltica se ha convertido en algo ms complejo que el simple manejo de la polis, las figuras polticas dejaron de ser aquellas personas notables para ser personas comunes que tenan capacidades de entrar en el juego poltico debido a los disminucin de los costos de entrada, en la medida en que la poltica pasa a ser de masas y se nacionaliza, los notables tienden, por un lado a desaparecer; por otro, a ser absorbidos en las organizaciones partidarias que emergen y se consolidan (Pasquino, 1990, p 72). Lo anterior significa que en la medida de que la poltica cambiaba con ella se transformaba el comportamiento de los gobernantes y los polticos en general, es as como aparece el trmino de la personalizacin del liderazgo.

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Es por esto que, para efectuar un anlisis comparativo de las dinmicas polticas de los gobiernos de Alberto Fujimori y lvaro Uribe Vlez es necesario realizar una descripcin terica del liderazgo y el personalismo poltico y es indispensable analizar las personalidades de las figuras polticas teniendo en cuenta la alta influencia de este factor en las decisiones y manera de gobernar de los presidentes, as mismo, se debe reconocer el impacto de la personalizacin del liderazgo en la cultura poltica, entendiendo como personalizacin el proceso visible de concentracin y desconcentracin del poder poltico sobre y en una persona (Roth, 1990). Para empezar, es esencial definir especficamente que es liderazgo poltico, el liderazgo en trminos generales es definido como el conjunto de las actividades, y sobre todo de las comunicaciones interpersonales, por las que un superior en jerarqua influye en el comportamiento de sus subalternos, en el sentido de una realizacin voluntariamente eficaz de los objetivos de la organizacin y del grupo. En trminos polticos el liderazgo no es bueno ni malo en s mismo, sino que es un medio cuya bondad o maldad est dada por sus objetivos, el fin del liderazgo poltico es la cuestin crucial para determinar si favorece o no la comunidad o el grupo al que el lder pertenece. Para Max Weber, el liderazgo poltico estaba estrechamente relacionado con el carisma que lo defina como una cualidad extraordinaria y sobrenatural, sin embargo en las democracias occidentales actuales el carisma se identifica ms con la popularidad, a los candidatos no les conviene hacerse ver como personas superiores a los electores, por el contrario el lder poltico debe presentarse como alguien corriente, no distanciado del resto. Triunfa quien representa los intereses del grupo, quien puede presentarse como parte de la mayora" (Martn Salgado, 2002, p 86). La importancia del liderazgo en la poltica radica en su utilizacin como herramienta para acceder al poder por parte de los polticos, es decir el liderazgo poltico es un instrumento que se utiliza dentro de los lmites del Estado que le permite el acceso o toma de poder a las personalidades o especialmente a los partidos polticos en general (Vega Carballo, 1989, p 466). Como se mencion anteriormente el liderazgo poltico no es bueno ni malo, no obstante dependiendo de los objetivos de la figura poltica la personalizacin del liderazgo puede traer consigo algunos riesgos, en la prctica esto se encuentra representado en los casos estudiados de los presidentes en su momento de Per y Colombia. El mayor riesgo de la personalizacin de la poltica y ms especficamente del liderazgo, es la posibilidad de que la informacin poltica sea no slo manipulada, sino tambin monopolizada por quienes detentan el poder poltico (Pasquino, Converse, 1985), por otro lado existe el riesgo de que la informacin sea homogenizada y trivializada a tal punto que desaparezca la posibilidad de elegir entre diversas alternativas (Pasquino, 1990, p 83). Por otro lado, el liderazgo est ligado intrnsecamente a la autoridad, lo que significa que de la personalizacin del liderazgo podra resultar en un exceso de autoridad que permitiera ejercer el abuso del poder por parte del lder, el abuso de poder implica que el actor poltico imponga su voluntad, incluso a pesar de la resistencia, sobre otro actor. Para contrarrestar estos efectos es necesario crear grupos sociales en una sociedad articulada capaces de resistir y combatir las tendencias a la personalizacin del liderazgo que trae consigo la espectacularizacin de la poltica y el liderazgo sin responsabilidad que afectan la toma de decisiones y el contenido de la poltica. Es importante tener en cuenta que la personalizacin del liderazgo poltico se ve incrementada por la gran influencia del popularmente conocido cuarto poder, los medios de comunicacin, la aparicin de los

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mass media como actores polticos relevantes no hizo otra cosa que acentuar esa tendencia a la personalizacin, la aceler y, en cierto modo, la hizo espectacular (Pasquino, 1990, p 68). Adems de los factores anteriormente mencionados, el liderazgo poltico y su respectiva personalizacin se lleva a cabo debido a la existencia de la crisis de los partidos en la escena electoral, teniendo en cuenta que la debilidad de los partidos tradicionales favorece en cierta medida el posible aparecimiento de un lder carismtico que represente los intereses de la poblacin y que pronuncie un discurso poltico capaz de cubrir las necesidades de los ciudadanos. La crisis de los partidos en Amrica Latina se refleja en la existencia de numerosas organizaciones informales sin estructuras reales, as mismo la existencia de partidos clientelistas y personalistas (Freidenberg, 2007, p 542). Nuevos lderes en la poltica latinoamericana (Alberto Fujimori y lvaro Uribe). Para efectos de este trabajo comparativo donde se analiza la personalizacin del liderazgo de las figuras de Fujimori y Uribe, el factor de la crisis de los partidos polticos es muy importante teniendo en cuenta el contexto poltico, la proveniencia del lder poltico y la forma de ejercer la poltica comparada con aquellos polticos que pertenecen a partidos tradicionales. Antes de explicar especficamente la situacin de los partidos y la particularidad de la personalizacin de su liderazgo en estos dos pases es necesario especificar el contexto en el que aparecen estos lderes latinoamericanos. Como primera medida, Alberto Fujimori llega a la presidencia de Per en el ao 1990 en un entorno plenamente neoliberal en materia econmica y donde debido a la cada del socialismo se elabor en Amrica un replanteamiento de la Doctrina de Seguridad Nacional propia de la Guerra Fra que se estaba llevando a cabo en ese momento (Rojas Andrade, p 2). Teniendo en cuenta, que en Per aparece uno de los grupos subversivos ms importantes de Latinoamrica: el Sendero Luminoso, el futuro presidente del pas deba garantizar acabar con la creciente violencia desatada por este grupo guerrillero y ninguno de los candidatos de los grandes partidos (Accin Popular y Partido Aprista Peruano) se vea como este candidato. Las polticas implementadas por los partidos tradicionales para combatir a los terroristas fueron infructuosas, esto sumado el pas se encontraba en una grave crisis econmica que deba ser solucionada de manera inmediata que tampoco era enfrentada por estos partidos. Es as, como aparece Alberto Fujimori como una opcin viable para ser presidente, el cual prometa acabar con el terrorismo y al mismo tiempo mejorar la economa del pas y la crisis de gobernabilidad existente gracias a la debilidad de los partidos polticos. La principal diferencia entre Fujimori y su rival en las elecciones Mario Vargas Llosa, fue el manejo de su discurso donde se evidenci la notable falta de liderazgo y extrema torpeza de Vargas Llosa, cuyas propuestas de seguir a pi juntillas las imposiciones de los inefables BM y FMI, quienes a su vez aplican el denominado Consenso de Washington, biblia econmica y social del imperio gringo para Amrica Latina(Rojas Andrade, p 3) lo llevaron a perder las elecciones, a pesar de que despus el propio Fujimori haya puesto en prctica ajustes neoliberales ms radicales que los propuestos por el derrotado Vargas Llosa. Teniendo en cuenta la personalizacin del liderazgo analizada, Alberto Fujimori es un ejemplo claro de cmo un lder carismtico independiente puede llegar al poder con una alta aceptacin popular siendo un matemtico y no un poltico de profesin, tras ganar las

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elecciones bajo el lema de honradez, tecnologa, trabajo, Fujimori afirma con prepotencia que para ser poltico se necesita de slo 3 meses de entrenamiento, eso basta. Durante su gobierno, este lder se gana progresivamente a la opinin pblica por resolver la crisis de gobernabilidad y al aplicar con xito la dura receta de estabilizacin econmica y derrota estratgicamente a Sendero Luminoso a travs de una concentracin de poderes en el ejecutivo (Durand, 1996, p 183). Por otro lado, el caso de lvaro Uribe se diferencia al de Fujimori teniendo en cuenta que Uribe si ejerca una carrera poltica reconocida en el pas, entre los cargos ms importantes que desempeo estn el de Alcalde de Medelln y el de Gobernador de Antioquia. No obstante, de la misma manera que Fujimori, Uribe no llega al poder representando ningn partido poltico tradicional, teniendo en cuenta que aunque hacia parte del Partido Liberal no era exponente de esta ideologa, la eleccin de lvaro Uribe es una muestra de la crisis de partidos que se viva en Colombia en ese momento, la importancia de esta dinmica poltica en el pas radica en la fuerte importancia que han tenido los partidos Liberal y Conservador en la poltica colombiana a lo largo de su historia. Es de esta manera, como Uribe llega al poder en el ao 2002 despus de ganar en primera vuelta presidencial con la promesa de acabar con mano firme y corazn grande las actividades de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y recuperar de esta manera la paz y la seguridad en el pas. Su objetivo era remediar la que para el pas fue una mala gestin por parte del ex presidente Andrs Pastrana (1998- 2002) por el hecho de haber establecido la zona de distensin en la regin del Cagan, donde se realizaban los dilogos de paz entre el gobierno y las FARC. Por otro lado, Colombia estaba pasando por una de sus mayores recesiones en la historia y la nica forma para el gobierno de mejorar esta situacin era acabar a como d lugar el conflicto armado mediante la eliminacin total de esta fuerza subversiva. A pesar de las mltiples acusaciones de los posibles nexos de lvaro Uribe y su familia con el narcotrfico y los paramilitares, el ex presidente Uribe alcanzo valiosos ndices de su popularidad, este carismtico lder alcanz una de las votaciones ms altas en la historia electoral colombiana, lo que le otorgo ms legitimidad a su gobierno y a su autoridad, lo anterior es una evidente muestra del fenmeno de la personalizacin del liderazgo de una figura carismtica fuera de los partidos comunes. La importancia de este ejemplo de liderazgo y personalizacin de la poltica se incrementa teniendo en cuenta el contexto poltico de Latinoamrica en el momento donde lvaro Uribe se consolid como el principal aliado de los Estados Unidos en un gobierno de derecha que contrastaba con el entorno de izquierda de los dems lderes latinoamericanos de la poca. Estos dos tipos de liderazgo son una muestra de cmo ante una crisis de partidos es ms fcil llegar a una personalizacin del liderazgo teniendo en cuenta las caractersticas de las figuras, en estos dos casos los lideres desplazaron a los partidos polticos tradicionales viviendo as un claro proceso de personalizacin de la poltica. Tanto para las candidaturas como durante de los gobiernos de estos dos presidentes se llev a cabo la creacin de nuevos partidos polticos representados por ellos mismos donde ms all de tener una postura poltica y una ideologa definida lo que se tena era la movilizacin de masas en torno a un lder dejando en un segundo plano las propuestas y los planes de gobierno planteados en un principio.

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Es de esta manera como nacen en el caso peruano los partidos Cambio 90 y Nueva Mayora y en el caso colombiano el partido Primero Colombia y el Partido Social de Unidad Nacional (Partido de la U). En el caso de Per, el partido Cambio 90 que estaba dirigido por el profesor universitario Alberto Fujimori, nunca desarroll un programa ni maquinaria de partido (Durand, 1996, p 195), esta organizacin poltica apunta a una profunda crisis de representacin poltica vivida en el pas. De la misma manera, Fujimori cre otra organizacin llamada Nueva Mayora en 1992 la cual estaba compuesta solo por tcnicos, la aparicin de estos dos partidos evidencian la crisis de los partidos polticos peruana y son un indicio de que los electores buscaban nuevas opciones. Tanto Cambio 90 como Nueva Mayora funcionan en tiempo de elecciones, la estrategia es desarrollar lo que Fujimori llamaba una democracia directa en tanto que elimina la intermediacin poltica de los partidos (Durand, 1996, p 205) Por otro lado, en el caso de Colombia lvaro Uribe Vlez llega al poder de manera independiente representando al partido Primero Colombia que aval su candidatura despus de no lograr llegar a las elecciones nacionales como candidato del Partido Liberal por no tener garantas ni conseguir la mayora en las elecciones internas. En el ao 2005 se cre el Partido de la U que es un movimiento de centro derecha liderado por Uribe, compuesto por polticos uribistas principalmente que hacan parte del Partido Liberal Colombiano. El fin de la creacin de este partido es netamente electoral, teniendo en cuenta la ausencia de una ideologa clara y definida, es por esto que este partido fue el principal promotor de las dos reelecciones presidenciales. Es as como, los anteriores son ejemplos de la creacin de partidos polticos basados en la personalizacin y el seguimiento a un lder poltico. Anlisis y comparacin de los periodos presidenciales de Alberto Fujimori (19902000) y lvaro Uribe Vlez (2002-2010). Para continuar con el anlisis de estos dos lderes polticos se debe efectuar un anlisis comparado de los periodos presidenciales de estos dos gobernantes con el fin de identificar sus diferencias y similitudes. El principal objetivo de esta comparacin es definir el comportamiento de dos figuras que se vieron inmersas en procesos de personalizacin de liderazgo poltico, para esto se desarrollaran los aspectos ms importantes que se encontraron a lo largo de los mandatos de estos dos polticos y como algunas de las polticas se consolidaron como una evidencia de los riesgos de la personalizacin de la poltica. En el caso de Alberto Fujimori su gobierno se caracteriz por el uso de la personalizacin del liderazgo hacia un gobierno autoritario reflejado en el control de la prensa y de la poblacin que buscaba implementar y ms exactamente evidenciado en el autogolpe del 5 de abril de 1992 propiciado a travs de las Fuerzas Armadas donde se lleg mediante acciones violentas e inconstitucionales a la disolucin inconstitucional de las dos Cmaras del Congreso de la Repblica y a la intervencin del Poder Judicial. Es de esta manera, como Alberto Fujimori instaur el Gobierno de Emergencia y Reconstruccin donde se suspende el uso de algunos decretos de la Constitucin de 1979 y se convoca a las elecciones de un Congreso Constituyente Democrtico que obtuvo una alta votacin popular y que cre la Constitucin de 1993 en la cual se permite la reeleccin inmediata del Presidente de la Repblica. (Andrade, p 7).

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En el caso de Uribe, en materia de reformas constitucionales, durante el periodo de gobierno de Uribe se realizaron una serie de cambios, algunos de ellos fueron los encaminados a permitir la reeleccin inmediata en el ao 2005 mediante la reforma del artculo 127 de la Constitucin Poltica de 1991, la aprobacin de la reforma en el Congreso fue un hecho controversial debido a que los representantes Yidis Medina y Teodolindo Avendao cambiaron su decisin a ltima hora, no obstante, la votacin de esta eleccin lo convirti en el presidente con mayor nmero de votos en la historia electoral del pas. Otras de las reformas realizadas durante el gobierno de lvaro Uribe fueron la disminucin de los gastos del Estado a travs de la fusin de ministerios, las privatizaciones basadas en su poltica econmica de libre mercado, entre otras. Teniendo en cuenta que el punto clave que atraviesa la poltica de estos dos lderes es el objetivo de derrotar a los grupos guerrilleros presentes en sus respectivos pases, ambos gobernantes desarrollaron una serie de polticas con el fin de derrotar completamente lo que para ellos eran grupos terroristas. Las medidas implementadas por estos dos lideres polticos para acabar con el conflicto no tuvieron ningn limite legal, eran una muestra clara de lo que para Maquiavelo seria el fin justifica los medios. Para estudiar el caso colombiano es necesario reconocer la magnitud del conflicto que se presenta en este pas hace ms de 60 aos, es por esto que es preciso identificar los aspectos ms importantes de la guerra. Colombia presenta uno de los ndices ms altos de violencia en los pases occidentales teniendo en cuenta que adems de un conflicto armado posee otras dos amenazas el narcotrfico y los grupos paramilitares, sin contar los problemas sociales y econmicos de la poblacin. Es por esto que los temas de la guerra y la paz, de las soluciones del conflicto y de la lucha contra el narcotrfico, constituyeron los ejes centrales de las campaas presidenciales en los ltimos veinte aos. (Santamara, 2008) Desde su existencia las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han luchado contra diferentes gobiernos y presidentes, los cuales tienen presente que los grupos insurgentes son la principal amenaza del pas, para el ao 1998 las FARC rodeaban los principales centros del poder especialmente ciudades estratgicas como Bogot y Cali. Para analizar las reformas implementadas durante el gobierno de Uribe para luchar contra los grupos armados al margen de la ley, es indispensable saber que a pesar de las constantes crticas por parte de la sociedad al gobierno de Andrs Pastrana, las polticas en materia de seguridad implementadas por este presidente fueron fundamentales para las posteriores actuaciones de Uribe en este aspecto. Despus de que Pastrana realizara la primera reforma militar exitosa desde 1960 complementada con la firma del Plan Colombia, lvaro Uribe Vlez desarroll una serie de polticas encaminadas a perfeccionar estas reformas y alcanzar resultados contundentes en medio del conflicto armado, su principal objetivo era acabar totalmente con las FARC dejando de lado otros aspectos importantes que deben ser garantizados a la poblacin por parte del Estado como lo son los mismos Derechos Humanos. Lo anterior significa que la situacin actual en trminos de conflicto en el pas es el resultado de las reformas realizadas por el presidente Pastrana complementadas por la famosa Poltica de Seguridad Democrtica que se lleva los aplausos de todos aquellos que consideran que el conflicto armado en Colombia no tiene ningn sentido y no tiene nada que ver con la desigualdad social y la precaria calidad de vida de la mayora de la poblacin.

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Es por esto que, la Poltica de Seguridad Democrtica acta como un complemento a las reformas impulsadas durante el gobierno de Andrs Pastrana. Es importante tener en cuenta que el xito de la poltica de Seguridad Democrtica esta extremadamente ligada a los cimientos de varios programas del gobierno que lo precedi puesto que ste le otorg las bases necesarias adems de los recursos para seguir avanzando en temas de seguridad y defensa, y para obtener xitos contundentes como las operaciones realizadas por Uribe durante su gobierno que han incrementado notablemente su popularidad permitindole obtener una reeleccin en el mandato presidencial. No obstante, a pesar de que la Seguridad Democrtica se ha desarrollado gracias la existencia de una Polica y unas Fuerzas Militares renovadas y fortalecidas, el gobierno de Uribe aport algunas polticas como el incremento del pie de fuerza, la coordinacin y el trabajo conjunto tanto al interior de la fuerza pblica como entre sta, la articulacin de una respuesta integral a los retos de seguridad. Adems de la creacin de nuevas brigadas mviles, batallones de alta montaa, unidades de soldados campesinos, unidades especiales antiterrorismo, carabineros y policas. El pilar de la seguridad democrtica que la diferencia bsicamente con las reformas de Pastrana es la inclusin de la sociedad en la lucha contrainsurgente, la seguridad no se alcanza slo con los esfuerzos de la fuerza pblica, debe ser un esfuerzo de todo el Estado, de todos los colombianos. Una estructura estatal fuerte apoyada en la solidaridad ciudadana garantiza el imperio de la ley (Poltica de Defensa y Seguridad Democrtica, 2003) y mejores resultados en combate. El desarrollo de estas polticas es una demostracin de la concepcin del conflicto que posee el Estado colombiano, la posicin del gobierno se caracteriza por ser altamente belicista y por no pensar en las verdaderas causas de la guerra que estn presentes en el diario vivir de la mayora de familias colombianas que viven con necesidades bsicas insatisfechas y en medio de una constante desigualdad social, econmica y poltica. La premisa es acabar la guerra con ms guerra sin importar las consecuencias sociales que esto pueda traer a la poblacin, a diferencia de Pastrana a Uribe nunca le interes establecer un dialogo con los grupos armados como mecanismo para resolver el conflicto. El hecho de no pensar en las consecuencias de combatir la guerra de esta manera para los ciudadanos es el principal problema de las medidas desarrolladas por parte de lvaro Uribe, la legitimidad y popularidad de este lder y el personalismo de su poltica le permite a Uribe excederse en el ejercicio de sus funciones al punto de tocar en ms de una ocasin la ilegalidad. Durante el gobierno de Uribe las violaciones a los derechos humanos se incrementaron de manera considerable por diferentes factores. En trminos de las reformas a las fuerzas militares, exista una alta exigencia de resultados hacia los militares que conllevaron a la aparicin del fenmeno de los falsos positivos que consista en asesinar a civiles inocentes y hacerlos pasar por guerrilleros muertos en combate. Otro de los efectos negativos de estas polticas radica en el alto gasto militar incrementado en los ltimos gobiernos, donde el dinero que debera ser utilizado para el beneficio del pas en general es usado para financiar la guerra entre las fuerzas militares y los grupos guerrilleros. Por otro lado, las reformas militares favorecieron el aumento de la corrupcin dentro de la institucin adems de la violacin de los derechos humanos por parte de los mismos militares.

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Adems de esto, la crtica ms importante hacia el gobierno de lvaro Uribe es su vinculacin con los grupos de autodefensas incluso desde antes de ser presidente, estas acusaciones se ven opacadas ante los altos ndices de popularidad de este lder poltico. Sin embargo, las frecuentes denuncias por parte de los organismos de derechos humanos nacionales e internacionales demuestran un posible patrocinio por parte del Estado colombiano hacia los paramilitares. Siguiendo la lnea de anlisis que une los gobiernos de Uribe y Fujimori: el combate hacia los grupos armados guerrilleros, se puede establecer las similitudes en este aspecto entre estos dos lderes teniendo en cuenta que tanto en Colombia como en Per existen fuerzas de autoayuda alternas a las Fuerzas Armadas del Ejercito encargadas de enfrentarse a los grupos guerrilleros, como lo son los paramilitares en el caso de Colombia y el reconocido Grupo Colina en el caso peruano. Es importante tener en cuenta que en el caso de Per la existencia de Sendero Luminoso ha desencadenado una constante lucha por parte del gobierno nacional hacia lo que ellos denominan terrorismo, lo que se encuentra representado en la existencia de organismos legales como las rondas campesinas y el Grupo Colina que cuentan con un marco legal en el pas incluso anterior a la presidencia de Alberto Fujimori. Para entender mejor las polticas implementadas por parte del gobierno de Fujimori y la forma como este combate y ataca el terrorismo ejercido por Sendero Luminoso y otros grupos insurgentes como el Movimiento Revolucionario Guevarista, es necesario entender cmo funcionan las organizaciones de autoayuda presentes en el territorio peruano. Como primera medida, el Grupo Colina fue un escuadrn de la muerte que se encontraba inmerso en el Sistema de Inteligencia Militar del Estado y eran los ejecutores de lo que al igual que el caso argentino se denomin guerra sucia contra los movimientos subversivos del pas (Rodrguez Arias, 2007), este grupo es el culpable de actos de violencia en el marco de la represin estatal y graves violaciones a los derechos humanos, como la masacre de Barrios Altos donde fueron asesinadas 15 personas. Por su parte, las rondas campesinas son organizaciones comunales peruanas que datan de mediados de los aos 70 en los departamentos de Piura y Cajamarca. Surgieron como respuesta al abandono estatal de estas zonas rurales, por lo cual, en los aos 80, se extendieron a todo el pas (Reglamento de las rondas campesinas en Per). Estas organizaciones cuentan con una regulacin establecida en la Ley No. 27908 del 17 de diciembre de 2002 y su Reglamento (29 de diciembre de 2003), en los cuales se les reconoce el derecho a participar de la vida poltica del pas, a ser mediadores en conflictos y, a apoyar la administracin de la justicia en general, que tambin toman como base reglas tradicionales de las mismas poblaciones (Ibd.). Las acciones de las Milicias Rurales de la Sierra se combinaron con las de los Servicios de Inteligencia de la Marina, Ejrcito y Polica Nacional del Per, estos adiestraron y equiparon militarmente a los ronderos para otorgarles ms y mayores golpes a los terroristas. Las rondas campesinas no se pueden comparar con los grupos paramilitares (en Colombia se podran comparar con la guardia tribal de los indgenas nasa en el Valle del Cauca), teniendo en cuenta que estos son grupos organizados de ciudadanos que defienden sus derechos ante el Estado y ante los grupos armados insurgentes, se comenzaron a organizar grupos de proteccin y vigilancia en la regin de Cajamarca, principalmente para combatir los robos de bandas organizadas de abigeos (Korsbaek, 2011), nacen como producto de la reaccin de la poblacin ante la incapacidad del Estado para resolver sus

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problemas por razones como la escasez de personal y la corrupcin e inaccesibilidad para administrar justicia en diversas zonas del pas (Ibd.). La importancia de las rondas campesinas radica en el alto nivel de expansin que poseen desde la creacin de la primera ronda nocturna en Chota en 1976, las rondas campesinas se multiplicaron con una sorprendente rapidez debido a su inesperada eficacia para combatir las acciones de los grupos al margen de la ley y el abigeato (ibd.). Para efectos de este anlisis es esencial tener en cuenta que las rondas campesinas no son una creacin del gobierno de Fujimori, sin embargo si se consolidan como una forma utilizada en este gobierno para combatir el terrorismo al articularse con otros organismos del Estado para la consecucin de este objetivo. Conclusiones Despus de analizar los gobiernos y las polticas de estos dos lderes latinoamericanos y como estos hacen uso de la personalizacin de su liderazgo y de su alta popularidad para ejercer acciones desfasadas en el marco de sus funciones, es posible concluir que una de las principales consecuencias del fenmeno de la personalizacin del liderazgo poltico es la posibilidad de realizar acciones que en otro contexto serian ilegales y los efectos contraproducentes que estas puedan traer como lo son las constantes violaciones a los derechos humanos presentes en los periodos presidenciales de ambos pases. El hecho de combatir grupos insurgentes que son considerados por los respectivos gobiernos como terroristas no debe ser una excusa para atentar contra los derechos de la poblacin y olvidar el papel del Estado como garante del bienestar de sus ciudadanos. Las similitudes entre los comportamientos, decisiones y polticas de ambos gobernantes es claro, no obstante a lo largo del trabajo fue posible identificar algunas diferencias claves en materia de polticas encaminadas al combate a grupos insurgentes, por ejemplo los mecanismos utilizados en Per para combatir la rebelin y el terrorismo actan bajo la supuesta legalidad conseguida gracias al carisma, popularidad y en algunos casos autoritarismo de Alberto Fujimori, mientras tanto las fuerzas de autoayuda presentes en Colombia actan bajo la ilegalidad que le permite al gobierno tener relaciones con estos grupos en la clandestinidad y evitar de esta manera las sanciones que en el futuro se les puedan otorgar a los involucrados. Es as como, aunque los efectos para la poblacin son negativos en ambos casos y los derechos son igualmente vulnerados, en el caso de Per fue posible condenar estos hechos teniendo en cuenta el fcil acceso a la informacin para reconocer los abusos de poder por tratarse de actuaciones enmarcadas en un contexto supuestamente legal. Por otro lado, no es posible que esto mismo suceda en el caso colombiano hasta ahora porque al tratarse de actividades completamente ilegales no se puede probar fcilmente el hecho de haber cometido delitos en el ejercicio de sus funciones. As mismo, existe una importante diferencia entre el sistema judicial peruano y colombiano que le permiti a Per garantizar la justicia en el caso de los crmenes cometidos por Fujimori y su gobierno. De igual manera, otro de los factores primordiales que marca la diferencia entre las condenas hacia el gobierno de Fujimori y la impunidad en el caso de Uribe es el hecho de que hasta el momento en Colombia no se ha presentado un cambio en el sistema de gobierno, actualmente el pas est en manos de las mismas personas que trabajaron con Uribe en la lucha contra el terrorismo ejercido por las FARC. Lo que significa que no es factible que este gobierno reconozca que durante el mandato de Uribe se presentaron

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violaciones a los derechos humanos, abuso de poder y se cometieron delitos a travs del apoyo a los grupos paramilitares y mediante las mismas actuaciones del gobierno y de sus Fuerzas Militares, por lo tanto es muy difcil que se busque investigar por medio del sistema judicial los excesos de poder ejercidos por lvaro Uribe Vlez usando su popularidad. De otra forma, en el caso colombiano los medios de comunicacin juegan un papel decisivo teniendo en cuenta la constante manipulacin ejercida hacia la sociedad colombiana. Estos medios de comunicacin estn en manos de las mismas personas que gobiernan el pas y logran una alta influencia en el pensamiento de la mayora de la poblacin, se han encargado de demonizar a las FARC y con ellas a todas las organizaciones de izquierda presentes en el pas. De la misma manera, fueron un elemento indispensable en el incremento de la popularidad de Uribe y actualmente en el encubrimiento de sus delitos. Por ltimo, se debe reconocer que es casi imposible exigir justicia si antes no se identifican la trascendencia de los acontecimientos cometidos bajo el gobierno de lvaro Uribe y que se siguen cometiendo actualmente, para la mayora de la poblacin solo existe un culpable en este conflicto, la guerrilla y la nica forma de combatirlo es por medio Seguridad Democrtica. La falta de educacin en el pas acompaada de otras carencias logra que en Colombia no se busquen otros mecanismos para solucionar el conflicto armado y que no se reconozca resultado que la guerra es el resultado de la inmensa desigualdad existente en el pas que cada da aumenta ms y ms.
*Universidad Externado de Colombia

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