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Ministerios de Laicos

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Jos Aldazbal

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Ministerios laicos
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Centre de Pastoral Litrgica


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Jos Aldazbal

MINISTERIOS DE LAICOS

Dossiers CPL, 35 Centre de Pastoral Litrgica


Barcelona

Este dossier ha sido redactado tomando como base una serie de artculos publicados en la revista "Oracin de las Horas".

SUMARIO

No est permitida la reproduccin total o parcial de esta obra, por cualquier procedimiento, sin la autorizacin escrita de la editorial.

Ministerios de laicos para una comunidad celebrante El organista '. El servicio de la acogida! El animador musical ...*. El animador de la celebracin Los aclitos El lector' Los cantores. El salmista .r El sacristn Laicos que distribuyen la comunin Llevar la comunin a los enfermos El equipo de liturgia

5 ** 1 27 33 43 51 60 68 75 83 9<f

Primera edicin: octubre 1987 Segunda edicin: mayo 1990 Tercera edicin: diciembre 1993 Cuarta edicin: octubre 1999 CENTRE DE PASTORAL LITRGICA Rivadeneyra, 6.7. 08002 Barcelona ISBN: 84-7467-128-0 D.L.: B- 43.415-99 Inip.: Vlultitex.t, S.L.

MINISTERIOS DE LAICOS PARA UNA COMUNIDAD CELEBRANTE


Una de las novedades ms significativas de la ltima reforma litrgica ha sido que tambin los laicos participan ahora en los varios ministerios, proclamando lecturas, animando la oracin o el canto, incluso distribuyendo la Eucarista. En este Dossier vamos a ofrecer una sencilla reflexin sobre estos ministerios. No hablaremos de los ordenados (obispo, presbtero, dicono), sino slo de los que pueden asumir los laicos. Naturalmente los laicos tienen, en el conjunto de la vida comunitaria cristiana, otros campos en que trabajar desde su identidad ministerial: catequesis, pastoral de los marginados, atencin a los enfermos, pastoral juvenil o familiar, medios de comunicacin, etc. Aqu nos limitamos exclusivamente a su actuacin en la liturgia, que es, por otra parte, un momento privilegiado en la vida de la comunidad. Con ello queremos hacernos eco del tema y de la literatura que ha suscitado el Snodo de otoo de 1987, sobre la misin de los laicos en la Iglesia. En la liturgia los laicos, adems de participar en ella celebrando -que es, desde luego, su ms noble derecho y deber- tienen tambin la capacidad de que se les encomienden diversos ministerios. En este dossier trataremos de los ms frecuentes, pero hay otros que tambin podran ser objeto de reflexin: el ministerio de los padres y padrinos en el Bautismo y Confirmacin, los varios trabajos de animacin, tanto de oracin como de canto, en la Liturgia de las Horas, sobre todo en las comunidades religiosas... En particular se est escribiendo mucho ltimamente sobre el ministerio de la presidencia, que tambin puede ser encomendado a los laicos en ausencia del sacerdote en las asambleas dominicales. Sobre este ministerio de la presidencia por los laicos, cfr. el clarificador artculo de Mons. P. Marini, La

SC MS IGMR OLM

Sacrosanctum Concilium, "Constitucin sobre la Sagrada Liturgia del concilio Vaticano II "Musicam sacram", Instruccin de 1967 "Institutio Generalis" del Misal Romano "Ordo Lectionum Missae", edicin de 1981

eventual presidencia litrgica de los laicos en ausencia del sacerdote: Phase 158(1987)113-128; tambin en "Los laicos y la liturgia" (=Cuadernos Phase 13) Barcelona 1990. ^ . Diversas clases de ministerios en la comunidad

En la comunidad cristiana hay ministerios ordenados (diaconado, presbiterado, episcopado), por los que una persona es configurada por medio de un sacramento especial a Cristo como Pastor y Maestro. Hay otros ministerios instituidos: es la terminologa que ha quedado en la Iglesia desde que Pablo VI, en 1972, suprimiera las "rdenes menores" y dejara dos ministerios "instituidos", el del lector y el del aclito ("Ministeria Quaedam"), aunque con la posibilidad de que las conferencias Episcopales, si lo juzgan conveniente para sus regiones, pidan la institucin de otros ministerios (el Episcopado italiano pens en un momento, por ejemplo, que podra ser el caso de los catequistas, sacristanes, distribuidores de la comunin, salmistas, etc.). La novedad de la decisin de Pablen VI fue que estos ministerios seguiran siendo propios de laicos: o sea, el que quedara instituido en ellos no pasaba.aLclero", sino que reciba este encargo oficial desde su identidad laica. Lo que ha pasado es que en casi todas partes estos dos ministerios slo se dan a los que luego van a seguir el camino del diaconado. Hay ministerios no instituidos, pero que de alguna manera tienen carcter oficial y ms o menos permanente: son los que se pueden llamar reconocidos. Tal es el caso de los que han sido propuestos por los responsables~3eTacomunidad y han recibido del Obispo el nombramiento como ministros extraordinarios._de_,la distribucin de la Eucarista. Pero los ms numerosos de los laicos que ejercen ministerios en la liturgia son los que de hecho ejercen la proclamacin de las lecturas, la animacin del canto y Ja oracin, el servicio en torno al altar: o sea, una especie de sustitucin o de prolongacin de lo que en principio haran los diconos o los ministros instituidos como lectores y aclitos. En el caso de estos ministros "de hecho" o los "reconocidos" no hay distincin entre hombre y mujer. Mientras que los ministerios "ordenados" y los "instituidos" slo se pueden encomendar a varones. Precisamente ste es uno de los motivos por los que en algunas dicesis, como la de Barcelona, se ha recurrido a otro concepto: el de los laicos con misin pastoral. Por decreto de 1979 (cfr. el Boletn Oficial del Arzobispado de Barcelona, 1979,53-55 y 294-298), el cardenal Jubany, como fruto de instancias anteriores de varias instituciones diocesanas, estableci que se fueran nombrando grupos de "laicos con misin pastoral", tanto hombres como mujeres, que asumen de una forma ms o menos estable el encargo de los varios ministerios para bien de la comunidad, en coordinacin con los ministros ordenados. El campo de esta misin a los laicos abarca desde la catequesis hasta la animacin de grupos y comunidades, pasando por el cuidado le los enfermos, la preparacin a los sacramentos, la pastoral de los

marginados, la labor en organismos econmicos, etc. Se trata de aprovechar la conciencia creciente que estimula a los laicos a la corresponsabilidad, actuando como servidores de sus hermanos en los varios campos mencionados. Tambin, y de un modo muy privilegiado, en el de la celebracin litrgica. Aunque no est muy clara, en. estos momentos, la comprensin y la terminologa de los ministerios laicales, lo que s se puede afirmar es que por todas partes existe la intuicin de que ste es un camino bueno para la vida de las comunidades, y de hecho se est recorriendo este camino con buenos resultados. $. Tambin las mujeres

Uno de los aspectos en que la comprensin ha sido al principio ms dubitativa y la praxis ms insegura ha sido la admisin de las mujeres a estos ministeros propios de laicos. No slo los ministerios ordenados, que todava no se vislumbra que puedan ser abiertos a la mujer: tampoco los "instituidos" (el de lector y aclito) como tales, o sea, como ministerios oficiales y establemente conferidos, se dan a la mujer. Aunque en este caso ha habido peticiones formuladas por personas muy autorizadas, para que se revise esta norma, ya que "de hecho" estos mismos ministerios los realizan ya las mujeres (lecturas, distribucin de la comunin, etc.). La mujer tiene un papel privilegiado en tantos campos de la vida eclesial: la catequesis, los medios de evangelizacin, la pastoral de los marginados y enfermos, la asistencia social... Es lgico que tambin en la liturgia haya entrado con toda naturalidad, en estos ltimos aos, a realizar los ministerios de la lectura, la animacin del canto y de la oracin, la distribucin de la comunin, el servicio de la acogida, etc. As la imagen de la comunidad queda mucho ms representativamente retratada en el modo mismo de la celebracin. Esto ha sucedido con los titubeos iniciales que todos recordamos. Cuando en 1969 apareci la primera redaccin de la introduccin al Misal Romano, se deca que si las lecturas eran proclamadas por una mujer, sta no poda subir al presbiterio (por tanto, al ambn) (IGMR 66). Pero luego, en la Instruccin de 1970, ya se dejaba este extremo a la decisin de las Conferencias Episcopales, criterio que luego pas a la 23 edicin tpica del Misal. Entre nosotros se tiende claramente a la igualdad entre hombres y mujeres respecto a estos ministerios. Continan, sin embargo, los titubeos, porque todava hoy la mujer, que s puede recibir el encargo de distribuir la comunin a sus hermanos presentes o a los enfermos, no puede actuar de ayudante del altar, llevando, por ejemplo, el agua y el vino en el ofertorio (instruccin "Inaestimabile Donum", de 1980). Cuando hablemos del ministerio de los aclitos diremos tambin una opinin personal sobre la conveniencia o no de admitir a las muchachas o a las mujeres a este ministerio, sencillo pero muy visible. Ha sido una riqueza el que con naturalidad se haya admitido a la mujer a muchos ministerios litrgicos, sin excesivas distinciones entre hombre y mujer. Sin
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que tengamos que caer en el extremo opuesto: que ahora slo ellas aparezcan realizando estos ministerios. -S El porqu de estos ministerios de laicos

Si el motivo ltimo de esta apertura a ministerios de laicos fuera el que ahora hay pocos sacerdotes, sera una motivacin realista pero poco profunda. Si se tratara sencillamente de dar ms entrada a la nueva sensibilidad democrtica que existe en el mundo, sera una acomodacin razonable, pero tampoco demasiado consistente. Si lo que se persigue es una mejor pedagoga para que la celebracin, siguiendo unas leyes propias de dinamismo de grupos, sea ms eficaz con la ayuda de sus miembros, tambin sera legtimo, pero no la razn ms convincente. En el fondo lo que ha hecho que nuestra j^neracin haya comprendido mejor la identidad de los ministerios laicales y les haya dado cauce es la teologa nueva que ha surgido del concilio. La eclesiologa de la "Lumen Gentium", basada en la identidad de toda la comunidad como Pueblo sacerdotal asociado a Cristo Sacerdote, es lo que motiva ms profundamente la participacin de los laicos no slo en la celebracin misma, sino en sus varios ministerios: "de este modo (cumpliendo cada uno con su oficio), por el mismo orden de la celebracin se har visible la Iglesia como constituida en su diversidad de rdenes y de ministerios" (IGMR 58). Es la imagen de la Iglesia, su teologa, la que ha motivado esta diversidad de ministerios. Una Iglesia que est constituida no slo por los clrigos, sino tambin por los laicos. Ellos son admitidos, no con aire paternalista, sino por el "derecho y el deber" que tienen (cfr. IGMR 58) de aportar su participacin en la liturgia en virtud de su pertenencia bautismal al Pueblo de Dios. Antes los laicos se deca que tenan un ministerio "delegado", no propio (as en la Instruccin sobre la msica y la liturgia, de 1958: "servitium ministeriale directum quidem sed delegatum"). Ahora el Concilio habla de que tambin ellos realizan ministerios verdaderamente litrgicos ("vero ministerio litrgico funguntur": hablando de los aclitos, lectores, comentadores y cantores: SC 29). Estos ministerios no se consideran como un "desglose" del ministerio ordenado, a modo de ayudantes instrumentales, sino como un desarrollo del carcter bautismal, que hace que, aunque no tengan "derecho" a ejercitar los ministerios, s tengan la "capacidad" radical de que se les encomienden por parte de los responsables 4. Rasgos comunes para los buenos ministerios

Antes de introducirnos en cada uno de los ministerios ser bueno que recordemos algunas pistas comunes, evidentes por otra parte, para una buena realizacin de los mismos. ( a) Lo msjioble que hacen los laicos en la celebracin litrgica no son los ministerios, sino su participacin. Es ms importante que un crista escuche la

Palabra, pueda rezar y cantar con sus hermanos, sintonizar con la accin de gracias eucarstica y participar el Cuerpo y Sangre del Seor, que no que le encomienden una lectura o un canto. La participacin es antes que las intervenciones ministeriales, aunque tambin stas tienen sentido. Todos estn invitados a celebrar y participar. Pero no todos en todo momento estn interviniendo. Uno est proclamando la lectura, por ejemplo, y todos los dems escuchan. Todos participan y celebran la Palabra. Aunque en este momento uno solo est "actuando". Lo mismo puede decirse del ministerio de la homila o la proclamacin de la Plegaria Eucarstica. Tambin se participa, y activamente, escuchando y mirando (cfr. IGMR 62). ( b) Todo ministerio en la comunidad, desde el del presidente hasta el del ltimo monaguillo, se entiende como servicio y no como un privilegio de poder. Es un "carisma" para bien de los dems. El Misal (cfr. IGMR 60) le recuerda al presidente que su actitud fundamental es la de servicio. Esto se tendra que notar tambin en los laicos que intervienen como ministros. No son "dueos", sino "servidores". El tono de su voz, su porte, su actitud tendran que poner de manifiesto claramente su talante servicial, su amor a lo que hacen, su entrega a la comunidad, su deseo de ayudar, a la vez que ellos mismos expresan y profundizan su fe. { c) Estos ministerios deben concebirse desde una visin de pastoral de conjunto. Dentro de la programacin de la vida comunitaria, que tiene en cuenta las diversas funciones de sus miembros, est tambin el equipo de animacin litrgica con sus diversos ministerios. Dentro de ese mismo equipo y su funcionamiento, tambin debe existir una buena coordinacin. El encargado de la msica no se puede desentender del animador de la celebracin, y todos ellos no pueden actuar independientemente del que preside la celebracin. Una de las cualidades de todo buen ministro es su capacidad de trabajar en equipo. Adems, es bueno que los varios laicos que actan en la celebracin aportando sus ministerios, no limiten su trabajo a este campo de la liturgia. Si es posible sera bueno que el lector ejercitara algn otro apostolado en el terreno de la catequesis, la preparacin de otros lectores o en la organizacin de cursos bblicos. O que el aclito o el animador de las celetraciones o el que distribuye la comunin, interviniera tambin activamente en otros momentos de la pastoral comunitaria, como la atencin a los enfermos o a los nios o los marginados. ( d) Los ministerios, a ser posible, deberan distribuirse entre varios y no acumularse en una misma lrersonaT~P5TlRemplo. que hava varias personas que proclamen las lecturas; que el salmo responsorial lo realice el salmista, y no el mismo que ha hecho la lectura. Un reparto ms variado da mejor idea de la comunidad, si es que se va a poder hacer con un mnimo de dignidad. Hay otros ministerios que s conviene que los haga una misma persona a lo largo de la celebracin: las varias intervenciones del monitor o la_direccin del canto. ( e) Todo ministro se supone que tiene unconocimiento tcnico de su
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intervencin, y por tanto requiere una preparacin: un lector que sabe leer, con buena diccin y fraseo; un cantor que sabe comunicar con su voz el espritu de un salmo; un organista que con su acompaamiento no ahoga, sino que realza el canto del solista o de la comunidad; un ministro de la comunin que conoce bien el modo ms digno de realizar su ministerio, tambin cuando la lleva a los enfermos. Pero adems ganaran en la eficacia de su servicio a la comunidad si recibieran una formacin bblica y litrgica. Todos estos ministerios no son slo tcnicos, sino que piden ser hechos desde una actitud de fe y de sensibilidad litrgica. Insistiremos en la conveniencia de que la comunidad d facilidades para que sus ministros laicos participen oportunamente en cursos o cursillos de liturgiaj)jje_biblia., .Tomar en serio el equipo de ministros laicos

Cada uno desde su situacin dentro de la comunidad se debera sentir corresponsable en la vida y tambin en la celebracin dejodos. ' Esto de que los laicos ct^nnmTstrialmente en la celebracin litrgica ha supuesto para algunos una autntica "conversin mental" a la nueva eclesiologa conciliar. A veces da la impresin de que los altos principios teolgicos, mientras estn en la pginas de la "Lumen Gentium", por muy altas que sean las perspectivas que abren a los laicos como pueblo sacerdotal de bautizados, se admiten con mucha paz interior. Pero que son las aplicaciones concretas, por ejemplo en el terreno de los ministerios litrgicos, ljs_^u^_^sjiertari_suspicacia o resdtanjncj5rnodjs_j^nJli prctica. ' Y sin embargoj bastara que los responsables de una comunidad leyeran algunos nmeros del Misal o de otros Rituales para que se convencieran que el espritu de la Iglesia es de una apertura clara hacia la participacin de los laicos en estos ministerios en bien de la comunidad orante. Por ejemplo en la introduccin al Misal se dice que "conviene que^ ordinariamente asistan al sacerdote celebrante un aclito, un lector y TTcator: esta forma, en lo que seguir, la denominaremos tpica" (IGMR78). Es curioso que a continuacin parece como que va a ofrecer "rebajas", porque habla de otras posibilidades, que se supone sern sencillas. Y es al revs. Prosigue: "sin embargo, el rito que a continuacin se describir, prev tambin la posibilidad de un mayor nmero de ministros" (IGMR 78). "" O sea, el Misal supone que "ordinariamente" haya na aclito, un lector y un cantor, al menos. Todos ellos laicos, claro. No se trata de que ahora los sacerdotes descarguenjoda s^responsabilidad.en los laicos. Sino que coordinados, complementariamente, unos y otros, se vaya consiguiendo una celebracin de calidad en que la comunidad cristiana pueda pltlclpl^y^cTebrar enlas mejores condiciones posibles. No podra considerarse esta situacin de los ministerios (ordenados o no) de .- i una comunidad como un termmetro muy expresivo de su vitalidad y buena direccin >' pastoral?

EL ORGANISTA
Puede parecer extrao dar inicio a una serie de reflexiones sobre los ministerios litrgicos de laicos, precisamente por el del organista. Si en general se podra decir -alguno lo ha hecho con amargura- que la msica y el canto han sido los parientes pobres de la reforma litrgica, del rgano y del organista en particular se podra pensar que han sufrido una clara disminucin en su protagonismo anterior y un cierto menos-precio en el conjunto de la liturgia. Tiene suficiente motivacin un msico para aprender el arte del rgano o para seguir dedicndose a l, si su intervencin va a ser tan efmera en las celebraciones? Tiene alicientes para el futuro el fabricante para construir un rgano, y un pastor para comprarlo o restaurar el que ya tena? Sin embargo, el servicio del rgano y del organista es un servicio inapreciable para una comunidad cristiana y la calidad de su celebracin. Vamos a reflexionar sobre l. Sigue siendo "el rey" A pesar de las vicisitudes histricas y de la introduccin permitida de otros instrumentos musicales en la liturgia, no hay ningn otro que llegue tan profundamente como el rgano a la sensibilidad humana, que cree un clima tan adecuado de oracin, que entre por todos los poros de la persona transportndola a la esfera de lo sagrado y llenndola de serenidad. El rgano sigue siendo el instrumento por excelencia de la msica litrgica: "tngase en gran estima en la Iglesia latina el rgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesisticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades

celestiales" (SC 120). "El rgano... cuando acompaa el canto o cuando suena solo, aade esplendor a la celebracin, subraya las alabanzas divinas, favorece la oracin de losfielesy eleva sus mentes a Dios" (Bendicional 1052). Es verdad que "en el culto divino se pueden admitir otros instrumentos... siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificacin de los fieles" (SC 120 y MS 62). Se trata de instrumentos que antes no considerbamos como vlidos para lo sagrado, pero que ahora han tenido una acogida ms favorable tambin en la celebracin litrgica, a no ser que "segn el comn sentir y el uso normal" slo sean "adecuados para la msica profana" (MS 63), por las connotaciones que pueda tener su uso, a veces indisolublemente unidas a ambientes no precisamente sagrados. "Todo instrumento admitido en el culto se utilizar de forma que responda a las exigencias de la accin litrgica, sirva a la belleza del culto y a la edificacin de los fieles" (MS 63). O, como dice el Directorio de las Misas con nios, hablando de los instrumentos musicales en general: "contribuyen, bien a sostener el canto o bien a alimentar la meditacin..., al mismo tiempo expresan a su manera el gozo festivo y la alabanza a Dios" (DMN 32). De todos ellos ciertamente sigue siendo el rgano "el rey". Ningn otro posee tal capacidad sonora, tan hermosa fuerza armnica, tal cercana con el misterio cristiano y su profundidad de sentimientos. Por eso, sobre todo en los ltimos siglos, ha sido tan apreciado el rgano en la Iglesia, no slo entre los catlicos, sino tambin -y a veces con mayor fidelidadentre los protestantes y los orientales. Hubo siglos en que se le mir con una cierta desconfianza, porque su origen y el lugar de su uso haba sido ms bien el profano (fiestas sociales) y el idoltrico (culto a los dioses orientales o romanos). Pero cuando se pudieron evitar las confusiones, se admiti con gozo creciente en la celebracin cristiana. A medida que tambin se iba perfeccionando el rgano, hasta convertirse en verdad en la "mquina ms maravillosa creada por el hombre", se fue considerando como el instrumento ms apropiado a nuestro culto. La recomendacin del Concilio de "que se tenga en gran estima el rgano de tubos", debe seguir estimulndonos a continuar esa merecida tradicin de aprecio, sin caer en la fcil comodidad de otros instrumentos menos expresivos y adecuados para la celebracin cristiana, y haciendo los esfuerzos necesarios para conservar -o restaurar, si es el caso- el rico tesoro de rganos que hemos heredado como patrimonio cultural y religioso, y hacer posible que su uso en nuestra liturgia pueda ejercitar toda su fuerza pedaggica. Acompaa el canto A veces el organista tiene la misin de acompaar el canto: el de los solistas, el de la coral o el de la comunidad. En este caso el empleo del rgano es "bueno para sostener las voces, facilitar

la participacin y hacer ms profunda la unidad de una asamblea" (MS 64). Aunque la experiencia nos puede decir que es mejor no acompaar que acompaar mal, tambin es verdad que el canto adquiere con el acompaamiento instrumental, si se realiza bien, mayor consistencia, seguridad y expresividad. Las condiciones para su eficacia son evidentes: "el sonido de los instrumentos no debe cubrir las voces, ni dificultar la comprensin del texto" (MS 64). No debe arrastrar ni adelantar la meloda del canto, sino seguirla con justeza, cuidando la registracin de modo que coopere a dar a cada canto, dentro de su identidad, el ritmo y el tono debido. Hay cantos que son eufricos, otros meditativos; unos son cantados por el solista, con la consiguiente moderacin sonora del acompaamiento; otros son realizados por toda la comunidad, etc. A veces un canto queda mejor situado en la celebracin cuando el organista no se limita a dar el tono e insinuar la entrada, sino que realiza un breve "preludio", dando al canto la tonalidad, el aire, el ritmo, y sugiriendo ya su fraseo ms caracterstico y su tono espiritual. Cosa que no se podr hacer, naturalmente, cuando debe ser inmediata la entrada de la comunidad o del solista, como en el "Sanctus" o en el "Seor ten piedad". Crea clima de oracin con sus "solos" Otras veces el organista crea, l solo, un espacio sonoro: Son cuatro los momentos que nombra la instruccin sobre Msica Sagrada de 1967: a) antes del comienzo de la celebracin, a modo de concierto ambientativo o incluso sustituyendo el canto de entraada, si no se va a poder realizar bien con la comunidad; b) en el breve espacio del ofertorio y preparacin del altar; c) durante la comunin, a lo largo de su distribucin o bien en el espacio de silencio que le sigue, segn se haya planificado un canto durante la procesin o despus; d) al final de la celebracin, como prolongacin ambiental de la misma: un "canto de salida" no tiene mucho sentido, y s lo tiene una buena interpretaicn musical al rgnao. Es un ministerio nobilsimo el del organista. Ofrece a Dios, ante todo, el homenaje de su arte sonoro, la alabanza de la msica. Y a la vez crea un clima de oracin y celebracin para la comunidad. A veces, dando al momento un tono de acogida y preparacin, otras de prolongacin y eco. Cuando los fieles van acudiendo a la convocatoria y entran en una iglesia llena del sonido del rgano, segn el tono del tiempo litrgico o de la fiesta; cuando los que han comulgado se dejan envolver por ese mismo sonido en el momento de su interiorizacin; cuando un canto queda resonando en el nimo de todos por el "comentario" ms o menos improvisado que le hace el organista: todo ello puede contribuir no poco a que la comunidad cristiana celebre con paz, con reposo psquico, en un clima de contemplacin y de interioridad, de alegra o de seriedad: un clima que necesitan hoy ms que nunca los cristianos, tambin en su oracin.

Saber callar Los organistas estn un poco quejosos de que la actual reforma les ha dejado relativamente poco espacio para ejercitar su arte. Pero se quejan sobre todo los que no han acabado de entrar en la nueva sensibilidad litrgica y no se han dado cuenta de que los cantos y espacios musicales dentro de la celebracin han cambiado a veces de sentido y hasta han adquirido una nueva identidad, que relativiza las intervenciones protagonistas, no slo del organista, sino tambin de los solistas, de la coral y hasta del propio presidente. Ya hemos dicho antes los momentos en que se puede prever una actuacin del organista en plan de "solista", as como tambin su interesante servicio acompaando el canto de la comunidad. Pero otras veces un organista tiene que conformarse con la norma -no caprichosa, sino consecuente con cada momento de la celebracin- que le dice que no intervenga. Esto sucede durante toda la Plegaria Eucarstica, excepto para acompaar las aclamaciones de la asamblea. As como la homila no se concibe que sea acompaada con msica, por suave que sea, lo mismo hay que decir de la Plegaria Eucarstica, que proclama el presidente para que la comunidad le escuche con facilidad y pueda sintonizar con l. Antes, esta Plegaria la deca en secreto y en latn: era razonable que un suave acompaamiento de rgano contribuyera a darle un aire de oracin. Pero ahora es una proclamacin y toda la comunidad debe poder escucharla sin ninguna "distraccin". Por eso ya la instruccin de 1967 deca que "todo instrumento debe callar cuando el sacerdote o un ministro pronuncian en alta voz un texto que les corresponde por su funcin propia" (MS 64) y lo repite el Misal Romano cuando manda que "mientras interviene el sacerdote, no se cante ni se rece otra cosa, y estn igualmente callados el rgano y cualquier otro instrumento musical" (IGMR 12). Lo mismo sucede cuando, por una pedagoga aprendida de siglos, se dice que la msica instrumental, incluida la de rgano, debe callar durante tiempos del Ao Litrgico como el Adviento o la Cuaresma, en que se destaca ms el valor del silencio y de la sobriedad, para preparar la expresin de la alegra en lafiestaque les sigue (MS 66). Aunque en estos mismos tiempos puede sonar, con moderacin, acompaando el canto. La primera cualidad: el arte musical La primera condicin que se le exige a un organista que quiera realizar bien su servicio a la comunidad cristiana, es que sepa msica, que sea "un experto en el instrumento que se le ha confiado" (MS 67). El arte musical no lo va ser todo en su ministerio, pero es la base irrenunciable. Saber tocar bien el rgano significa acompaar con justeza el canto del solista o de la comunidad; sostenerlo con los oportunos acordes, ritmo e intensidad: a veces apoyando la meloda y otras con un expresivo contracanto; usar una registracin que

no ahogue al solista o no deje sin apoyo a la asamblea; tener la habilidad para transportar a otro tono ms elevado o ms bajo, segn las condiciones del solista o de la asamblea, la tesitura del canto; saber interpretar una msica adaptada en los momentos en que el rgano puede actuar solo (entrada, ofertorio, comunin o salida); conocer tambin el canto gregoriano para poder acompaarlo bien. Tambin supone en muchas ocasiones la capacidad de improvisar, preparando el canto o prolongando sus ecos, y llenando con el acento conveniente en cada momento la pausa que se ha creado en elritmode la celebracin. Con sensibilidad litrgica A este conocimiento musical debe aadir el organista cristiano una sensibilidad especial: "debe conocer y penetrarse ntimamente del espritu de la liturgia... para que al ejercer su oficio... enriquezca la celebracin segn la verdadera naturaleza de cada uno de sus elementos y favorezca la participacin de los fieles" (MS 67). El organista que interviene en una celebracin cristiana, debe tener un talante, no de concertista, sino de servidor y ministro de la comunidad orante. Y para ello ha de poseer un sentido de liturgia: cada canto de la celebracin y cada momento musical de la misma, tienen unafinalidadespecfica. No es lo mismo acompaar con el canto de entrada la procesin inicial, que crear con el salmo responsorial un clima de meditacin y eco a la lectura anterior. Al organista se le pide, adems de que sea capaz de ejercitar bien su arte, la sensibilidad para dar a cada canto su tono justo, su intensidad sonora adecuada, su ambiente de meditacin o de jbilo, segn los acentos que a cada momento le ha dado la reforma litrgica de la Iglesia. Es un autntico ministerio litrgico el que l realiza dentro de la comunidad cristiana con su arte, como otros lo realizan cantando, o proclamando lecturas, o animando la oracin. Cuando el arte musical se convierte en ministerio litrgico es cuando se puede decir que adquiere su mejor nobleza y dignidad: est ayudando, por medio del rgano, con la belleza sonora que l crea, a que una comunidad exprese sus actitudes y celebre mejor el culto cristiano. Pero adems-y es un aspecto que se recuerda menos veces- este mismo arte es como un homenaje que el organista eleva a Dios: no es esa msica que l crea una alabanza viva, una ofrenda de belleza y de fe, una oracin sonora? La finalidad de la msica en la liturgia es "ante todo el glorificar a Dios y ayudar a la santificacin de los hombres... El sonido del rgano es signo expresivo de aquel cntico nuevo que debemos elevar a Dios..." (Beiiciotd 1057). En el libro del xodo se nos cuenta qu se peda de artistas como el escultor Besalel. Se asegura que Dios les ha concedido habilidad, pericia y experiencia para concebir y realizar proyectos en oro, plata y bronce, para labrar piedras de engaste, tallar la madera y ejecutar cualquier otra labor. Pero no slo se trata de la labilidad tcnica: Dios les ha "llenado de su espritu" y les ha dado su sabidura, les "ha
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infundido habilidad para que hagan todo lo que El ha mandado" (Ex 31). El arte lo ejercitaban estos escultores en torno a la tienda del culto, para bien de toda la comunidad, que a travs de esta tcnica, se vea transportada a la celebracin sagrada. Lo mismo podramos decir del organista o del msico que acompaa con su instrumento el culto de la comunidad. Cuando el Misal habla de los varios ministerios que realizan los cantores y msicos, aade: "sobre todo el organista" (IGMR 63). Un buen organista integra su arte, su fe personal, los sentimientos de la comunidad, el clima de cada tiempo litrgico, las caractersticas de cada canto: y de todo ello hace un "ministerio" litrgico, ayudando a que la celebracin de la comunidad sea ms expresiva y profunda. Pertenece a la comunidad y celebra con ella Un aspecto que habr que recordar a los organistas -uno, modestamente, lo ha sido durante aos y conoce las tentaciones que les acechan- es que deben sentirse miembros de la comunidad celebrante y celebrar con ella. Eso empieza a tener su aplicacin prctica cuando se decide el lugar que ocupar el rgano, o al menos su mesa de teclado. El coro, lejano y las ms de las veces a espaldas de la comunidad, no es el sitio adecuado, ni para el organista ni para los cantores: les hace sentir alejados, distrados de lo que est celebrando la comunidad. Una de las primeras normas de la reforma litrgica (ao 1964, en el documento nter Oecumewci, n. 97) fue que "el lugar de la schola y del rgano se situar de tal forma que aparezca claramente que los cantores y el organista forman parte de la asamblea congregada y puedan desempear mejor su ministerio litrgico". El Misal vuelve a insistir que los cantores "constituyen una parte de la comunidad de los fieles y en ella tienen un oficio particular" (IGMR 274), y que les debe resultar posible la plena participacin en lo que todos hacen. Se buscar, por tanto, el lugar tcnicamente ms apropiado para la acstica, pero tambin un lugar que favorezca que estas personas, los cantores y el organista, se sientan miembros de la comunidad que escucha, ora, canta y participa en la celebracin. El organista que ya lo tiene todo preparado de antemano, y que est atento a las lecturas, y hace suyas, sintonizando con ellas, las oraciones del presidente, y no "necesita" estos tiempos para preparar papeles, cambiar registros o dar encargos a los solistas, est dando testimonio de que no es un "mercenario" que viene a "amenizar" pedaggica o festivamente la Misa. La "espiritualidad"de un organista es la de un cristiano que pone a disposicin de la comunidad su arte y su sensibilidad musical, que prepara de antemano los cantos, los tonos, la registracin, la coordinacin de las diversas funciones. Todo ello para ayudar a los dems a orar mejor. Pero que durante la celebracin l mismo quiere -adems de ejercitar ese ministerio- participar en la accin comn de la asamblea: ver, or, atendff, orar, cantar... y la primera "oracin" con la que concelebra es precisamente coi su arte.
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Pero la comunidad tambin le tiene en cuenta a l Es conveniente que el organista tenga conciencia de estas motivaciones y condiciones de su ministerio litrgico. Pero la comunidad, a su vez, debera tener comprensin y aprecio para con el organista. Y si ha disminuido estos aos, recuperarlo. Por una parte, tener un organista bien preparado y dispuesto a ejercer su arte para bien de la comunidad, es un tesoro: si no lo cuidamos, se convertir pronto en un lujo accesible a pocos. Hay que tenerle en cuenta, valorar su servicio en la celebracin. Y este aprecio debe incluir los aspectos de facilitarle la formacin musical y el de la remuneracin econmica. En muchas naciones (Alemania, Francia, Hungra) en que todava afortunadamente son apreciados los rganos y los organistas, su situacin econmica est muy detalladamente regulada por contratos por parte del Estado o por la misma comunidad cristiana, a la vez que se especifica claramente lo que se espera de ellos. El organista debera ser considerado tambin como miembro del equipo litrgico animador de las celebraciones, que programa el ritmo de las mismas y decide y selecciona los cantos. El, desde su preparacin especfica, puede muy bien contribuir a que los cantos resulten adecuados a las condiciones y capacidades de esta comunidad concreta, y que adems su seleccin tenga calidad musical: es bueno que alguien en este equipo vele por la seriedad y el buen gusto de esta seleccin. En todo caso, el organista debera tener con tiempo el plan detallado de cantos y de intervenciones para cada celebracin, especificndose qu pertenece a los solistas, qu a la coral, qu a la comunidad, y cundo se le pide a l que realice intervenciones a modo de solista. ****** El organista cristiano, con su arte musical y la sonoridad entraable de su instrumento, favorece la participacin activa de la comunidad en el canto y crea el ambiente propicio a la celebracin. Aporta a la accin comn algo ms que su tcnica: es un "ministro" animador de la asamblea celebrante. De l depende en un cierto grado la calidad de esta celebracin y la hondura de la oracin de todos. En colaboracin estrecha con los otros animadores de la celebracin, sobre todo el presidente y el director del canto, l ayuda con su arte a que el rito sea lo ms significativo y expresivo posible. Un magnfico ministerio litrgico, ofreciendo a Dios el culto de su sensibilidad musical. Un magnfico ministerio litrgico, haciendo ms fcil y expresiva la oracin de la comunidad.

comunidad. Cada uno viene de "la calle", de sus ocupaciones, de un clima de dispersin. Por eso hay que ayudarles, con la "pedagoga de los cinco primeros minutos" a crear esta doble atmsfera de comunidad y de celebracin sagrada, para que la Eucarista no sea una suma de "monlogos" en presencia de Dios, sino una celebracin comunitaria. Uno de los factores a cuidar es que nadie se sienta forastero, sino que todos se vean acogidos por la comunidad, evitando el anonimato y el clima impersonal de unos almacenes o una sala de espectculos. Los cristianos somos miembros de una misma familia, del Pueblo sacerdotal, que nos reunimos para celebrar nuestra fe y los signos de la salvacin de Dios. Y es bueno que esto tenga una expresin adecuada en la acogida por parte de los dems, y en particular de los ministros de la comunidad.

EL SERVICIO DE LA ACOGIDA
Una celebracin toda ella acogedora "Existe tambin en algunas regiones el encargado de recibir a los fieles a la puerta de la iglesia, acomodarlos en los puestos que les corresponden y ordenar las procesiones" (IGMR 68). No se suele hablar mucho de este servicio litrgico de la acogida. Y sin embargo en bastantes comunidades se ha experimentado su conveniencia: puede ayudar a que la celebracin d comienzo con mayor clima de fraternidad. He ledo en un boletn de la iglesia episcopaliana de Estado Unidos el testimonio de una persona que ahora es den de una catedral y que narra el inicio de su experiencia religiosa. A la vuelta del servicio en la marina, entr en una iglesia anglicana, con su joven esposa, y oy cmo el sacerdote que presida la celebracin les daba la bienvenida presentndoles por su nombre a la asamblea y pidiendo un aplauso para ellos. Tambin recuerda en este escrito que el tal sacerdote-pastor tena un estilo muy particular de presidir, pidiendo a la asamblea, por ejemplo, que repitiera una vez ms el "amn" final, "a ver si derretan entre todos la nieve del tejado", o para pedir a Dios que alejara todo mal de su ciudad, o sencillamente para expresar lo contentos que estaban (este sacerdote anglicano, por cierto, es ahora un celoso prroco catlico en Andaluca). No se trata slo de que haya, a la entrada de la iglesia, unas personas encargadas de acoger amablemente a los que llegan, sobre todo si son forasteros. Se trata de que ese ministerio se inserte dentro de un clima que todo l rezume bienvenida y respeto. La primera manera de mostrar que se est tomando en serio a una comunidad y a cada uno de sus miembros es preparar bien la celebracin. Y que los fieles encuentren un espacio amable, acogedor, una iglesia que les haga sentirse en casa, la "casa de la comunidad", limpia, adornada con gusto, con una iluminacin adecuada, con una megafona que funciona, con la temperatura ideal. Si al entrar encuentran tambin un clima musical de ambientacin, porque el organista les da la bienvenida o porque alguien ha puesto msica de fondo, ser un modo bueno de preparar la celebracin y crear ambiente. En el atrio o prtico, con los carteles, avisos, las alusiones a la fiesta o al tiempo litrgico, se favorece el paso hacia la celebracin cristiana, adems de hacer tambin posible que en ese espacio se cree un clima de saludo mutuo y conversacin. El oportuno ensayo de cantos y los avisos sobre alguna novedad que pueda haber en la celebracin, contribuyen a corresponsabizar a todos en lo que se va a hacer en comn. El estilo de hablar y actuar del presidente y de los dems ministros que dirigen la celebracin (comentador, director del canto, etc.) debe ser a lo largo de toda ella amable, acogedor^ paciente, aunque a veces tenga tambin que ser exigente o estimulador. Dentro de un contexto as es cuando tiene sentido que se destaque a algunas personas para el servicio de la acogida.

Saber empezar la celebracin La finalidad de todos los elementos que llamamos "rito de entrada" es crear una conciencia de comunidad entre los que han acudido, y prepararlos para lo que van a celebrar en comn, la Palabra y el sacramento (IGMR 24). No es fcil que todos acudan a la reunin con motivaciones ricas y con una disposicin espontnea de participar activamente, como miembros conscientes de la

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A quin acoger La actitud de bienvenida se debe tener para con todos los cristianos que vienen a la celebracin. Cada uno es importante, hijo en la familia, miembro de la Iglesia. Naturalmente las circunstancias son diferentes en unas ocasiones y en otras. En un grupo pequeo el clima de acogida mutua puede ser ms intenso que en una asamblea numerosa. Si cada vez vienen los mismos, es diferente la situacin que si aparecen personas desconocidas, a las que lgicamente habra que atender de modo especial. En celebraciones de bautizos, exequias, bodas, etc., se crea una pedagoga pastoral distinta para con las personas "ocasionales" que se suman a la celebracin. En una comunidad religiosa es evidente que cada da no habr que ejercitar un ministerio de acogida y de presentaciones mutuas, aunque tampoco deba reinar un clima de frialdad o de silencio hiertico. Hay personas que convendr atender de modo particular. Los nios deberan ser objeto de atencin, tanto en las Misas en que ellos son ms o menos protagonistas, como en las ms generales: acogerles, saludarles, orientarles hacia sus lugares, etc., puede ser un primer gesto para que ellos tambin sestaiTa gusto en la celebracin de la comunidad. A veces se ha organizado un verdadero "jardn de infancia" junto a la iglesia, como sugiere el Ritual del Bautismo de prvulos (n. 115) en el caso de los nios que van a ser bautizados, para que sean all atendidos durante la celebracin de la Palabra y los mayores puedan celebrarla tranquilos. Pero lo mismo podra decirse de los nios que acompaan a sus padres a la Eucarista dominical, si no van a poder asistir pacficamente a ella: se les puede entretener oportunamente, para que los padres s puedan celebrar en paz. Los ancianos a veces puede ser que requieran la ayuda de alguien para situarse en su lugar o subir las gradas de la iglesia. Lo mismo puede ocurrir con los invlidos, si les va a resultar difcil acceder al espacio de la celebracin. A veces hay grupos ocasionales (jvenes de paso, personas de visita) a los que vale la pena saluda de modo particular y mostrarles que son bienvenidos a la celebracin. El caso ms repetido, sobre todo en grandes ciudades o sitios de turismo son - los grupos de turistas o de prasteros. Muchos de ellos, naturalmente, son creyentes, y acuden a la celebracin eucarstica del domingo. Es un deber el atenderles. Deca la instruccin Eucharisticum Mysterium de 1967: "preocpense los pastores de ayudar a los fieles que provienen de otras regiones con medios oportunos a que puedan unirse a la comunidad local" (n. 19). Esto puede suceder en los perodos de \acaciones anuales, sobre todo el verano, pero tambin en muchas poblaciones de la costa o de la montaa, con los habitantes de las ciudades que buscan para su fin de semana un lugar ms tranquilo, y que agradecen a la vez una comunidad cristiana con la que poder celebrar la Eucarista. Hacer ver a estas personas que se les recibe corno de casa, que pertenecen a la misma Iglesia que_rosotros, que celebramos lo mismo, es una gran ocasin de
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sentir nosotros y de hacerles experimentar a ellos la universalidad, la "catolicidad" de la Iglesia. Quin acoge a) Quin acoge a los que acuden a la celebracin? Ante todo, la comunidad misma. O sea, nos acogemos unos a otros a la vez que nos vamos formando como asamblea celebrante. Acogemos a los hermanos conocidos y tambin a los ocasionales. Empezamos la Eucarista con una actitud de aceptacin y respeto para con todos. Con sentimientos de fraternidad. Los "forasteros" que acuden a una celebracin notan fcilmente la actitud de los "nativos": si les reciben con cordialidad o bien con desconfianza e indiferencia. A veces tambin en comunidades estables, en las que se renen normalmente los mismos, es conveniente crear un clima de acogida. Al menos con los de al lado, no es lgico que nos ignoremos, o que no nos atrevamos ni siquiera a darles los buenos das o las buenas tardes, una inclinacin de cabeza o una sonrisa, o dirigirles brevemente la palabra para interesarnos de la salud de algn familiar. El "tab" de que no debemos "hablar en la iglesia", que nos metieron tan profundamente desde pequeos, tiene una buena interpretacin: no debemos estorbar el clima de oracin y paz del lugar sagrado. Pero sera exagerado si se practicara como absoluta falta de atencin para con los vecinos, como si furamos desconocidos o indiferentes los unos con los otros. No creo que sea ninguna falta de respeto al lugar del culto si, adems de saludar al Seor con una genuflexin al sagrario, saludamos tambin con sencillez al que est a nuestro lado. b) En concreto el presidente de la celebracin, como ministro de la comunidad y representante de Cristo, es el que tiene tambin encomendada la tarea de la acogida a todos los que acuden a la celebracin. A veces encuentra el sacerdote, revestido o no, el modo de poder atender a los fieles, en la puerta de la iglesia, saludarles, interesarse por ellos. O bien, al final de la celebracin, irlos despidiendo y teniendo con ellos unos momentos de encuentro. Si esto resulta posible, es una buena seal: las cosas estn en unas proporciones que permiten la humanizacin, -aqu adems la cristianizacin- de las relaciones entre el ministro y la comunidad. Me ha encantado el gesto que varias veces he visto hacer al arzobispo de Barcelona, el cardenal Jubany, cuando al final de una celebracin solernne, indicaba a los otros concelebrantes que volvieran a la sacrista, pero l se quedaba tranquilamente, revestido todava, y sin prisas, saludando y hablando con los fieles en la misma iglesia. Muchas veces esto no es posible: y ojal sea nada ms porque el sacerdote tiene que apresurarse a acudir a otro lugar donde presidir otra Eucarista. Sera peor que no lo hiciera porque no siente ninguna clase de relacin y cercana con aquellos cristianos cuya celebracin va a presidir o ha presidido. Pero aunque no sea posible siempre este encuentro, el presidente tiene otros medios para mostrar en sus palabras y en su cara la acogida. El saludo bblico con el que empieza la celebracin debera sonar a "verdadero", dicho desde dentro, abarcando 21

en ese "con vosotros" a todos, conocidos o no, "practicantes" u ocasionales: que se note que como representante de Cristo est aceptando a todos. Adems el saludo se prolonga normalmente con unas palabras de monicin, humanas, adaptadas a las circunstancias. Con esta monicin inicial -que es ms propia del presidente que del comentador o monitor- puede ayudar a crear un clima de familia, de preparacin inmediata, tambin humana, aludiendo a las circunstancias particulares, si las hay, o saludando a algn grupo que pueda haber acudido ocasionalmente a la celebracin, y ayudando a que los presentes se sientan como en su propia casa por la amabilidad y la naturalidad de la acogida. El presidente tiene adems toda la celebracin para seguir con un talante acogedor: representa a Cristo sobre todo en esta actitud de cercana y aceptacin, sin "reir" en la homila ni en ninguna otra ocasin, sintindose no dueo, sino servidor de todos, dando con amabilidad los avisos que haya que dar y despidiendo con tonos de esperanza y optimismo al final de la celebracin. c) Dentro de esa comunidad acogedora y adems de un presidente amable, puede muy bien actuar un equipo de acogida, sobre todo al principio de las celebraciones. Es la misin que durante siglos se haba encomendado, en otro sentido diferente, al "ostiario" (de ostium = puerta), o sea, al "portero", que se encargaba, por ejemplo, de no dejar que entrasen en el lugar de la reunin los no cristianos, o de que los catecmenos no asistieran a la segunda parte, reservada slo para los ya bautizados, o en general, se cuidaba de la recepcin y acomodacin de las personas en el recinto de culto. El ostiario era una de las rdenes menores, y por tanto el que lo reciba perteneca al clero. Ahora, desde 1972 (Pablo VI), no existe este ministerio como tal orden menor. Pero sigue en pie la conveniencia o no, segn la sensibilidad de las regiones y de las circunstancias, de realizar su servicio sin necesidad de un ministerio estable. Si hay diconos o "aclitos instituidos", sera muy propio de ellos. Pero tambin pueden los laicos en general, hombres o mujeres, realizar esta tarea de acogida: un matrimonio, o un par de jvenes, o unas seoras, o unas religiosas. Personas que conozcan y sean conocidas, que atiendan a los usuales y tambin ayuden a los nuevos. Personas que sean aceptadas en la comunidad, de carcter amable, de sonrisa fcil, que sepan estar al quite en todo momento para responder, para acomodar a las peisonas en el lugar que les corresponde, haciendo la entrada en la iglesia mas humana. Cuando uno reciba antes la orden menor del ostiariado, le daban como signo una llave y una campana. Smbolos de apertura y de convocatoria amable. Ahora sin smbolos, pero s con actitudes equivalentes, podran muy bien los laicos ejercitar el mismo ministerio. Por cierto, en uno de los documentos ms antiguos en que se habla de este ministerio, las Constituciones Apostlicas (11,58), cuando se dice que atiendan de modo particular al pobre y al anciano que acuden a la reunin, se manda que si no se les encuentra un sitio, incluso los obispos deben cederles el suyo...

Acoger con estilo Las personas encargadas de la acogida pueden desarrollar varias tareas, segn las circunstancias: - ir saludando y dando la bienvenida a todos; con mayor naturalidad y menos ceremonia cuando son las mismas personas de siempre (no habr necesidad de "hacerles los honores" cada vez), y con mayor atencin a las nuevas; - interesarse con naturalidad por diversas circunstancias que pueden resultar espontneas: preguntar por un enfermo de la familia, si parece oportuno, o por los resultados de una iniciativa o de un viaje, etc.; - responder a las preguntas y consultas que la gente pueda hacer sobre horarios, celebraciones, detalles de "despacho" sobre bautizos, etc., orientando e informando con amabilidad; - repartir folletos, cantorales, hojas bilinges, etc; para el caso de los extranjeros convendra tener algo en su lengua, si parece oportuno por el nmero constante de una nacionalidad; el folleto "Eucharistia" (nmero 9 de la coleccin "Celebrar", del CPL, con los textos de la misa en francs, italiano, ingls, alemn y latn) puede resultar til en ms de una ocasin; - situar u orientar a las personas hacia su lugar, segn las caractersticas de la celebracin; por cierto, si algn "ostiario" de los modernos logra el secreto para que los fieles a) lleguen puntuales y b) se pongan ms bien en los bancos de delante, que nos avise, publicaremos su testimonio y le daremos premio; - hacer algn pinito en lenguas, si hace falta, sirviendo de intrpretes para con los extranjeros; no estara mal, en los lugares de turismo, destacar a personas que pudieran desenvolverse en este terreno; y que el presidente pudiera saludar en las lenguas ms usuales; - a veces sera un papel delicado pero necesario el que este equipo de acogida lograra "retener" durante unos momentos a los que llegan tarde, para que no avancen hacia los asientos de delante durante una oracin o una lectura, distrayendo a los dems, sino en el momento ms oportuno de intervalos en que no molestan; - es papel tambin de estas personas el organizar las procesiones, por ejemplo la de entrada, si se hace de modo ms solemne, o luego la de la presentacin de dones; - a veces, en su lugar de procedencia, algunos veraneantes o "domingueros" son lectores, cantores, solistas...: sera una intuicin oportuna la del equipo de acogida el saberles incorporar a algunos ministerios litrgicos oportunamente preparados; - tambin en las comunidades religiosas se dan circunstancias en que hay que ejercitar esta acogida: viene, por ejemplo, la familia de un(a) religioso(a); al menos el primer da sera lgico que se les diera la bienvenida tambin a las celebraciones de oracin, si participan en ellas; y siempre que haya otros fieles que acuden a la oracin o a la Eucarista de una comunidad religiosa convendra darles facilidades

(cantorales, salterio, folletos) para que puedan participar plenamente en la celebracin, igual que la comunidad. Celebraciones especiales No slo en la Eucarista: tambin en otras celebraciones resulta a veces til -y con frecuencia, ms que en la Eucarista- el servicio de esta acogida litrgica. As, en el Bautismo, atender a las familias, situarlas para la celebracin, puede ser un primer signo de aceptacin cristiana. Como dice el mismo ritual (n. 68 del Bautismo de nios): "el tono cordial, afectuoso y humano con que el celebrante va acogiendo a los fieles... contribuir a crear un ambiente de celebracin comunitaria y favorecer la integracin de los fieles a la misma". Adems de la acogida oficial, con la signacin a los bautizandos, debe haber toda una serie de factores, entre ellos el equipo acogedor, si parece oportuno, que favorecen el que todos se sientan en su casa. En la celebracin del Matrimonio hay dos posibilidades de organizar elritode entrada y por tanto de acogida: a) que el sacerdote reciba a los novios en la puerta, les salude, y luego entre procesionalmente con ellos hasta el altar; b) que espere en la sede y les salude desde all. En muchos lugares se opta por esta segunda forma, dejando que sean los padres o padrinos los que les acompaen en la procesin de entrada. Eso s: "el tono cordial y expresivo, capaz de crear el clima de comunidad reunida para celebrar el sacramento" (Ritual n. 43) no debe faltar nunca. Cuando se celebra personalmente el sacramento de la Reconciliacin "el sacerdote acoja al penitente con caridad fraterna y, si es oportuno, saldele con palabras de afecto" (Ritual n. 16 y 83). En las Exequias, adems de los signos de respeto para con el difunto (el incienso, la aspersin con el agua como recuerdo bautismal, etc.), tambin ser lgico que alguien ayude si hace falta en la entrada de las personas, y que el presidente les dirija oportunamente palabras de consuelo,personalizando la monicin de entrada, y mostrando en todo momento el respeto al dolor de los seres queridos del difunto. Hay veces en que al que se acoge es el propio Obispo, en su visita a una parroquia, con una serie de signos y smbolos a la puerta de la iglesia. Otras es al prroco en su primera entrada a su nueva parroquia. Para ambos casos se puede seguir elritualque ofrece el Secretariado Nacional de Liturgia (Celebraciones de la Visita Pasto jal, de le Misa estacional y de la entrada del nuevo Prroco, Coeditores Litrgicos 1986,45 pgs.). Un ltimo caso, bastante comn: cuando el sacerdote que preside la Eucarista no es toncado por los fieles, Sera conveniente que alguien le pesentase, la primera vez, ala comunidad, motivando su presencia. Si nadie k hace, no estara de ms que lo hiciera l mismo. No es indiferente tuiin preside wa Eucarista. Unas sencillas palabras d motivacin pueden facuitar el acercamiento.

Actitud espiritual de los encargados de la acogida La acogida puede ser para losfielesel primer signo de la presencia de Cristo Jess: la comunidad, o alguien en su nombre, que les recibe y les hace sentir miembros de la asamblea. Los encargados de este servicio son algo ms que ujieres, porteros, ordenanzas, acomodadores: son hermanos que saludan y dan la bienvenida a hermanos. Naturalmente que es una tarea un tanto delicada. La acogida no tiene que sonar a paternalismo, porque tanto el que recibe como el que llega pertenecen a la misma comunidad cristiana, y no se trata de resaltar ninguna superioridad, sino al contrario. No hace falta exagerar la amabilidad hasta convertirla en zalamera. No es cuestin de que nos pongamos casi como a dar gracias a cada uno por haber venido. Todos los cristianos tienen el derecho y el deber de acudir a la Eucarista. Su presencia es bien recibida, pero con cierta naturalidad familiar, no con empalago. Tampoco tendra que tener color d inquisicin ni control. Sera lo contrario de una buena acogida el que se hicieran preguntas indiscretas o el que se notara un cierto recuerdo de "la vuelta del hijo prdigo" en la actitud de los que reciben a uno un tanto alejado de la prctica religiosa. La delicadeza debe ir unida a la atencin y al respeto para con todos. Algunos fieles preferirn un cierto anonimato en la recepcin, en vez de un no deseado protagonismo o excesiva personalizacin de su entrada en la iglesia. La carta de Santiago nos da una leccin respecto al carcter universal y fraterno que debe tener esta acogida, sin "acepcin de personas", privilegiando a los ricos o a los ms afines a nosotros: "no hay acepcin de personas... supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con anillo de oro y un vestido esplndido, y entra tambin un pobre con un vestido sucio; y que dirigs vuestra mirada al que lleva el vestido esplndido y le decs: t, sintate aqu, en un buen lugar; y en cambio al pobre le decs: t, qudate ah de pie, o: sintate en el suelo a mis pies. No es esto, hacer distinciones y juzgar con criterios falsos?" (St 2,1-4). La motivacin ms profunda de esta acogida igualmente fraterna para todos es que cada cristiano tiene su personalidad y su valor, que es bautizado, creyente en Cristo Jess. Nifo o anciano, conocido o forastero, rico o pobre, cada cristiano forma parte de esta asamblea universal que la fe ha convocado a la celebracin. El que lo recibe, recibe a Cristo, y es a la vez signo de Cristo que recibe a cada uno, y tambin ministro de la comunidad que le ha encargado este servicio litrgico. Lo que en toda la vida deberamos hacer, -"acogeos mutuamente como os acogi Cristo" (Rrn 15,7), porque "no hay judo ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jess" (Ga 3,28)-, lo hacen aqu, al comienzo de la celebracin encarstica, aquellas personas que han sido encargadas de la acogida.

Estas personas podrn pensar con gozo en las palabras que al final puede decirles Cristo Jess: "era forastero y me acogisteis" (Mt 25,35). Sena bueno que los equipos litrgicos de una parroquia o comunidad cristiana reflexionaran la conveniencia o no de introducir o seguir promoviendo y mejorando este servicio de la acogida. Es un ministerio que presenta evidentes valores. Pero depende tambin de la sensibilidad y de las circunstancias de cada lugar. Para con los forasteros, pero tambin para con los emigrantes de otra lengua, en las zonas bilinges, o en general con todos los cristianos que acuden a la Eucarista fuera de su comunidad, la acogida puede ser un signo de pertenencia eclesial y de fe comn. "Donde viven transentes de otra lengua o emigrados en un nmero apreciable, procuren los pastores que se les ofrezca ocasin, al menos de cuando en cuando, de participar en la misa segn el modo acostumbrado por ellos" (Instruccin Eucharisticum Mysterium, 19). Todo ello fomenta el sentido de la comunidad, de tal modo que "cada uno sienta que se une con los hermanos en la comunin de la Iglesia tanto local como universal" (ibid. 18).

EL ANIMADOR MUSICAL
Dichosa la parroquia que en su equipo litrgico cuenta con personas capaces de realizar los diversos ministerios musicales: organista, solista, pequeo o gran coro, salmista... Y, en concreto, dichosa la comunidad que puede favorecerse del ministerio de un animador musical o director de canto. Se trata de un servicio ministerial muy importante para una asamblea que celebra: elegir los cantos apropiados, ensayarlos, coordinar a los diversos actores musicales, animar a la comunidad a que cante, dar el ritmo justo a la celebracin de acuerdo con el presidente, que es el coordinador nato de la misma. Es un ministerio importante porque la msica no es algo "aadido" a la liturgia, para embellecerla o adornarla pedaggicamente, como el merengue sobre un pastel. La msica es parte integrante de la misma celebracin: es liturgia. La liturgia, para expresar la alabanza o la alegra, el lamento o la splica, muchas veces se convierte en canto y msica. Por eso, una comunidad animada por personas que entienden de msica y a la vez de liturgia, est en mejores condiciones para celebrar en profundidad y con ms expresividad el misterio cristiano. Seleccionar bien los cantos La actuacin de un director de canto empieza bastante antes de la celebracin. Es en gran parte tarea suya, con sus ayudantes, en conexin con el monitor y sobre todo con el presidente, preparar bien toda la celebracin, y en concreto su ritmo musical y los diversos ministerios que van a actuar en l, para que luego todo resulte fluido y sereno: qu intervenciones va a tener la asamblea, cules el solista, qu papel va a tener la coral, qu "solos" va a realizar el organista...
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VARIOS, Canto y msica, Dossiers CPL 27, Barcelona 1989 (2a. ed.), 112pgs. VARIOS, La msica en la liturgia: Documentes, Dossiers CPL 38, Barcelona 1988,100 pgs. VARIOS, Por qu cantar en la liturgia (= Cuadernos Prese 28) Barcelona 1991, 72 pgs.

Pero sobre todo tendr que decidir los cantos que se van a realizar. No se trata de cantar un canto cualquiera, sino el que sea ms adecuado para un momento determinado, con la mirada puesta tambin en el enriquecimiento progresivo del repertorio y en la educacin musical y litrgica de la comunidad. Para la seleccin de los siguientes cantos sera bueno que este equipo tuviera presentes estos criterios: un juicio musical: cantos de cierta calidad musical; a veces, para lograr una rpida incorporacin, se aceptan canutos sin ninguna dignidad artstica, hasta banales y rastreros, que se aprenden a la primera y que a la segunda ya se aborrecen; un juicio sobre la letra y el texto: un canto para la celebracin cristiana no es un sermn, ni una catequesis, ni una arenga social; debe evitar el excesivo sentimentalismo, aunque muy bien pueda ser lrico y potico; adems, la Iglesia de nuestro tiempo ha puesto nfasis en algunos valores teolgicos y espirituales (por ejemplo, hablando de la Virgen Mara o de la comunidad eclesial) que no son exactamente los que tenamos antes; basta recordar los cantos desaconsejados ahora en la celebracin de las exequias (el "Dies Irae" o el "Libera me") y el tono ms esperanzado y pascual de los nuevos; un juicio litrgico: o sea, la conveniencia o no de un canto para el momento en que pensamos cantarlo: es distinto un salmo responsorial que un canto de entrada o una aclamacin dentro de la Plegaria Eucarstica; tampoco aqu vale sin ms el cantar cualquier canto; no "cantamos durante la Misa", sino que "cantamos la Misa", o sea, cantamos el misterio que estamos celebrando, y cada momento musical tiene unafinalidadpropia dentro de la dinmica de conjunto de la celebracin; y, por fin, un juicio pastoral: ver si este repertorio est ajustado a esta comunidad en concreto, a esta coral, a este solista: a su capacidad y su sensibilidad. A veces suceder que hay conflicto entre los "msicos" (que tendern espontneamente, si tienen buen gusto, a cantos de calidad, aunque sean ms difciles) y los "pastores" (que muchas veces carecen de formacin y sensibilidad rnusical, y se conforman con cantos menos consistentes). Hay que procurar salvar las dos cosas, la calidad artstica y la funcionalidad litrgica. Para que cada canto, precisamente desde su belleza sonora y desde su arte, sirva de veras ala celebracin de la comunidad y a la alabanza de Dios. De l depende el equilibrio j la proporcin Un aspecto importante de toda celebracin es la proporcin, el ritmo interior, el equilibrio dinmico que se da entre sus varios elementos: silencio, palabra, movimiento, accin, canto, msica escachada, oracin, lectura. El animador musical contribuye a esta proporcin general cuidando el equilibrio del elemento musical: haciendo, por ejemplo, que no todo lo resuelva la coral, todo la asamblea, y sabienio aplicar una inteligente gradualidad en la solemnizacin del conjunto.

Pero sobre todo deber pensar de antemano la proporcin en cuanto al nmero de los cantos. Una Eucarista sin ningn canto parece fra. Pero tambin puede darse un excesivo nmero de intervenciones cantadas. Por ejemplo, si en el rito de entrada se programa un canto procesional ms o menos largo, y adems el "Seor, ten piedad" y el "Gloria", ciertamente se dar a ese momento (que es introductorio, inicial) una importancia demasiado recargada. Tambin hay otro bloque de la celebracin que a veces tiende a saturarse de canto: el de la comunin. Si se ha cantado un solemne "amn" al final de la Plegaria (cosa muy de alabar) y despus se canta el Padre Nuestro, y se aade un canto de paz, adems del "Cordero de Dios" que acompaa el gesto de la fraccin, y todava un canto durante la procesin a la comunin, y otro despus, a modo de accin de gracias (sin contar con que todava algunos siguen con el "canto de salida", aunque en ningn momento lo contempla el Misal), tenemos un final de celebracin excesivamente cargado de msica. Con la particularidad de que en medio de estos dos momentos tan plenos, hay otros dos, el de la Palabra y el de la Plegaria Eucarstica, que apenas se cuidan musicalmente: a duras penas una antfona para el salmo y un "Sanctus" para la Plegaria. As, los dos momentos centrales aparecen como dos "oasis" de casi-silencio musical en medio de dos "conciertos".

El arte de ensayar un canto Para que una comunidad pueda celebrar bien, participando con cierta seguridad tambin en el canto, es importante que ensaye sus intervenciones. No es tarea fcil. Muchos se muestran remisos a adelantar cinco minutos su presencia en la iglesia. Uno de los mritos no pequeos del animador musical sera ir persuadiendo a la gente de que vale la pena ensayar los cantos, porque son ellos, todos los feles, los "celebrantes", y que sus intervenciones musicales adems de su oracin y su participacin en todo el misterio son en verdad "sacerdotales": es la comunidad entera la que as alaba a Dios y le dirige sus splicas y aclamaciones, y eso no se puede hacer con un mnimo de dignidad y conocimiento si no se ensaya el canto. Se requiere una pedagoga especial, que el maestro de canto va adquiriendo con la prctica, para conseguir que este ensayo sea eficaz, breve, amable, y no pesado y contraproducente. Un ensayo que abre el apetito y crea un clima de acogida a lo que va a ser la celebracin. Si un canto ya sale bastante bien, no hace falta insistir en l. No hace falta ensayar todos los cantos que se van a interpretar, ni tampoco cansar a la asamblea con la descripcin exhaustiva del "programa", que no van a retener de todas maneras. Slo lo ms nuevo del da vale la pena ensayarlo. Tampoco ser buena pedagoga introducir muchas novedades cada vez. A la vez que se busca un enriquecimiento del repertorio de la comunidad, hay que tener en cuenta tambin que los cantos ya sabidos son los que ms a gusto se cantan. Es bueno conjugar las dos pedagogas: la de lo repetido y la de lo nuera.
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En el ensayo el director puede echar mano a veces de grabaciones del canto (que a lo mejor ya ha ido sonando mientras entraba la gente), o de una intervencin de la coral, que puede dar as vida a la meloda que se quiere introducir. Tambin sena bueno que presentara y motivara muy brevemente el nuevo canto, a partir del tiempo litrgico o de la fiesta o del momento de la celebracin en que se introduce. El ensayo debera terminar con una breve pausa antes del inicio de la celebracin: que se note la transicin. Ahora no va de ensayo, sino que empieza la Eucarista. Ahora no es l el animador el importante, sino el presidente que ya entra. Cambia el clima: se debera notar.

Coordinar, sin acaparar Despus de la preparacin y del ensayo inicial, llega la misma celebracin, en la que el animador musical tiene un ministerio muy interesante. Es l el que, en previo entendimiento con los otros ministros de la celebracin, coordina a los varios actores musicales: el presidente, que tambin canta algunas veces, los solistas, el coro, el organista, la asamblea. Sabe de antemano, naturalmente, qu parte le toca a cada cual y da la "entrada", discretamente, a las diversas actuaciones. Lleva, por as decirlo, el ritmo de la celebracin en lo tocante a la msica. Adems dirige el canto de la comunidad, la anima a cantar, le sugiere en cada momento su actitud de escucha, de espera o de intervencin musical. No sera bueno que l acumulara varios ministerios: no es lo ideal que l sea tambin el solista de los cantos, o el salmista, y mucho menos que tenga que hacer adems de monitor o de lector. No es el "fac-totum" de la celebracin, si puede contar con otros colaboradores. No har falta recordarle que no es "duefio" de la asamblea, ni del canto, sino servidor y ayudante. Eso se le debe notar en la cara, en los gestos, en la actitud general. Y que no le parezca superfluo o hiriente que le recuerden esto, porque tambin se le recuerda al mismo presidente. Cuando el Misal habla del ministerio presidencial, ms importante y teolgico que el del animador, junto al verbo "presidir", emplea el de "servir" (por ejemplo en IGMR 60). No es l ni el presidente ni el director de canto el que impone su gusto o monopoliza la accin. Est para servir a una comunidad celebrante: en este caso, ayudndole a que con el canto exprese y realice sus mejores sentimientos de fe.

b) Pero adems debera poseer unas cualidades humanas y pedaggicas. Es un arte saber estar delante de una asamblea: la sola presencia, la expresin de la cara, el mover los brazos y dar expresin a las manos, es una condicin de eficacia en este ministerio de mover a una comunidad a cantar. Un buen director de canto adopta una actitud cordial, humana. Muestra una cierta autoridad, pero sin dominar ni creerse el amo. La suya es una actitud serena, no de tensin. Una postura amable, con buena cara, con paciencia en todo momento, porque la comunidad no siempre llega al ideal en la realizacin de un canto. Posee decisin, pero a la vez flexibilidad y humildad, sabiendo cambiar sobre la marcha, cuando la cosa se pone ms difcil, y encajando con cierto humor y cordialidad los inevitables imprevistos que a veces suceden. c) Un director debera mostrarse sobrio y no espectacular. No es protagonista y centro, sino servidor y ministro de la oracin comn. Por ejemplo, no sera bueno que tapara a la comunidad en su canto desde su potente micrfono: la apoya, pero no debe "sustituirla". Busca ser expresivo, pero a la vez es discreto en sus gestos. El gesto es un lenguaje comunicativo, elocuente: una mirada, una cara que invita, o que disuade, que est sugiriendo que se cante ms suave, o que se avive el ritmo. Pero a la vez que expresivo, el lenguaje gestual no se debera convertir en espectacular. El msico francs D. Julien ha hecho famosa la escala de este lenguaje: cuando es suficiente cuando es suficiente cuando es suficiente cuando es suficiente una frase, no utilicemos un discurso, una palabra, no utilicemos una frase, un gesto, no utilicemos la palabra, una mirada, no utilicemos un gesto.

La cualidades de un buen animador musical a) Ante todo, al animador musical se le supone un conocimiento tcnico: debe conocer los cantos, estar bastante seguro de su meloda y de su ritmo, saberlos entonar, darse cuenta de si estn demasiado altos o bajos para la tesitura de esta comunidad.
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Un buen animador musical se da cuenta de que a veces no hace falta sealar ni el nmero del cantoral, porque ya se sabe de sobras el canto, y as evita la distraccin de los papeles. Si tiene que anunciar el canto, lo hace brevemente, motivando o iniciando la actitud espiritual del mismo. Otras veces, ni eso, porque el canto ya se presenta a s mismo. A los diversos actores les da "paso" con una simple mirada, si basta. Procura ser ms expresivo cuando dirige a toda la comunidad, dndole entrada en sus intervenciones, dirigiendo su canto o sealando el final. A veces acompaa con su gesto el comps entero. Otras, slo los acentos fuertes, a modo de "pulsacin". Pero luego, cuando se da cuenta de que el canto "marcha solo", deja de actuar tan visiblemente, y ms bien orienta con su postura y su mirada hacia los puntos de atencin, por ejemplo las estrofas que canta el solista o los interludios que realiza el rgano. La sensibilidad litrgica d) Pero una de las cualidades principales del director de canto, como en el caso del organista, es la sensibilidad litrgica.

Adems del arte musical, debe haber asimilado la finalidad de cada canto en el conjunto, la dinmica interior de la celebracin, el espritu de los tiempos del Ao Litrgico... As sabr seleccionar y luego realizar un canto de entrada que de veras introduzca en la Eucarista, que cree un ambiente, que invite a "pasar" del quehacer profano al celebrativo. Y le saldr espontneo un canto de comunin que acompae la distribucin de la Eucarista con un texto y un estilo plenamente centrados en el misterio que en ese momento se celebra. Y sufrir si alguien le propone cambiar el texto del Padrenuestro por cualquier glosa. Y ni se le ocurrir sustituir el salmo de meditacin despus de la primera lectura por cualquier canto... Un buen director de canto ama y conoce la msica. Pero tambin ama y conoce la dinmica de la celebracin.

Educar a la comunidad Gran servicio el que un animador musical bien preparado puede realizar. Debera ser su mayor orgullo: ayudar a su comunidad a celebrar mejor precisamente desde y con el canto. Y esto no slo porque facilita el que todos puedan participar ms activa y conscientemente en la celebracin, sino tambin porque de este ministerio, realizado con ilusin y constancia, depende el que se vaya educando el buen gusto musical de todos los fieles (y del clero) y que se vaya enriqueciendo el repertorio de sus cantos, con los cuales de un modo muy pedaggico pueden ir entrando en la comprensin y la celebracin del misterio cristiano. Adems, el animador musical puede realizar un eficaz apostolado catequtico con los miembros del coro y los solistas. Con su pedagoga y su conviccin personal, puede hacer que los que cantan en una celebracin no lo hagan slo por motivos profesionales o meramente estticos, sino sintiendo lo que cantan, entrando en el espritu de la celebracin, de un tiempo litrgico, de una fiesta. Se nota cuando una coral canta sabiendo lo que es Pascua, y por qu el salmo tiene este tono meditativo, y el Aleluya un aire ms eufrico... Es admirable el trabajo de tantos directores de canto en nuestras iglesias y comunidades religiosas: personas que sacrifican horas y horas, preparan con esfuerzo los ms mnimos detalles de la celebracin, ayudan a la comunidad con constancia y paciencia, con ilusin y desinters econmico las ms de las veces, dedicando energas preciosas a su apostolado musical. Vale la pena ayudarles tambin a ellos, concedindoles los materiales que pidan, pagndoles la asistencia a alguno de los varios cursos de perfeccionamiento especializado que se organizan en Espaa para ellos. Es un capital bien invertido: su mejora la notar la comunidad: mejorar tambin ella en su canto, y a travs del canto, en la celebracin misma, y en su vida de fe.

EL ANIMADOR DE LA CELEBRACIN
La "animacin" de una Eucarista es un ministerio complejo, que puede abarcar varios de los servicios que ayudan a una comunidad a celebrar: el del "monitor" o "comentador", el del "gua" y conductor que trata de coordinar los dems ministerios, as como el ritno de la celebracin, al modo como lo hace el "maestro de ceremonias" en las celebraciones ms solemnes, sobre todo con la presidencia del Obispo; a veces el animador se encarga tambin de la direccin de la parte musical de la asamblea. El monitor o comentador Se ha hecho ya general en nuestras celebraciones la presencia de un monitor. El Misal lo describe as: "entre los ministros que ejercen su oficio fuera del presbiterio est el comentarista (en latn se le llama "commentator", como tambin lo haca el Concilio en SC 29), que es el que hace las explicaciones y da avisos ("admoniciones": queda pobre la traduccin con "avisos"), para introducirlos en la celebracin y disponerlos a entenderla mejor" (IGMR 68). Hay varias clases de intervenciones en este campo: unas son "indicativas" (las posturas corporales, el modo de organizar una procesin), otras "explicativas" (ambientar una lectura desde su contexto histrico) y otras "exhortativas" (desde qu actitud espiritual podemos cantar este salmo responsorial). El servicio que un comentador realiza en la celebracin es muy antiguo, aunque el nombre y el nfasis actual sean recientes. Los diconos, ya en los ms antigaos libros litrgicos, tenan encomendado ir guiando con sencillas explicaciones al pueblo en la celebracin.
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En el Concilio de Trente (Denzinger 946), al tratar de la lengua latina o vulgar en la Eucarista, se hablaba de un servicio a la comunidad que pudiera interpretarse en esta direccin: "manda el Concilio a los pastores... que frecuentemente durante la celebracin de las Misas, por s o por otro, expongan algo de lo que en la Misa se lee, y entre otras cosas declaren algn misterio de este santsimo sacrificio, sealadamente los domingos y das festivos". Se discute si esta norma se refiere a lo que hoy llamamos moniciones o bien a la homila. Fue hace apenas treinta aflos cuando se dibuj por primera vez esta figura del monitor: en la Instruccin de 1958 sobre msica y liturgia. La celebracin era todava en latn, y por tanto la tarea que se le encomendaba a este ministro, a ser posible clrigo, era notoriamente distinta de la que hoy conocemos. Despus de unos aos de claro aprecio, no es raro oir cmo se formulan ahora dudas e interrogantes sobre si sigue siendo til el ministerio del monitor. En efecto, si las moniciones se conceban tal vez al principio como el medio para ir orientando a la asamblea cristiana a travs de los varios ritos, porque estos eran "nuevos", recin reformados; o bien, si su funcin se entenda como una ayuda para entender el contenido de las oraciones o de las lecturas, porque todava eran en latn, ahora que ya los ritos nos son familiares y la lengua en que celebramos es la nuestra, podra pensarse que las moniciones ya no son necesarias. Pero evidentemente cuando hablamos de las moniciones y de su funcin en nuestra Eucarista dominical, entendemos algo bastante ms profundo, con una identidad muy especfica. Moniciones del presidente o del dicono Algunas de estas intervenciones parecen ms propias del presidente de la celebracin: aquellas que contienen ms mensaje espiritual y que guan a la comunidad en sus actitudes interiores, dejando para otros las que ms bien se refieren a las posturas o a la explicacin concreta de un canto o de una lectura. As la monicin de entrada se concibe ms en boca del mismo presidente. Es su primer contacto con la asamblea, adems del saludo inicial. Con palabras breves, humanas y espirituales a la vez, trata de motivar prximamente la celebracin que empieza, conectarla con la vida, con la fiesta o las circunstancias especiales del da. No se trata de una homila adelantada: a las lecturas y su mensaje ya les llegar su tiempo ms tarde. Se trata de que esta monicin (junto con el canto y los otros elementos) ayude a conseguir la finalidad ltima del rito de entrada: crear la conciencia de que todos forman una comunidad celebrante y que se preparen a lo que van a hacer en comn (cfr. IGMR 24). A lo largo de la Eucarista se invita varias veces a los fieles a la oracin: en el acto penitencial, en las oraciones breves (colecta, ofrendas, poscomunin), la Oracin Universal, el Padrenuestro, etc. Esta monicin (la ms breve es "oremos") quiere motivar, crear ambiente de oracin. Es propia del presidente. Las "intenciones" litnicas que pueden seguir despus, en el acto penitencial, en la oracin universal, o
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en las "preces" de Laudes y Vsperas, s perteneceran a ser posible a otro ministro. Tambin sera ms adecuada en sus labios, si se hace, la monicin antes de la Plegaria Eucarstica, motivando brevemente la actitud de alabanza o de memorial de la Pascua. Antes de las lecturas caben varios modos de realizar las moniciones. Se puede hacer una en conjunto para todas ellas, sobre todo si tienen unidad entre s, como en las grandes fiestas. O bien decir una a cada lectura o a alguna de ellas. Si lo prefiere, estas moniciones las puede hacer el presidente: "corresponde al presidente introducir, de vez en cuando, a los fieles mediante unas moniciones, en la liturgia de la palabra, antes de la proclamacin de las lecturas" (OLM 42). As se hace por ejemplo antes de la serie de lecturas de la Vigilia Pascual. Pero en seguida aade: "esta funcin puede ejercerla por medio de otros, por ejemplo, del dicono o del comentador". En todas las moniciones del presidente (para el acto penitencial, el Padrenuestro, el gesto de la paz, la comunin, etc.) cabe siempre la posibilidad, que el Misal le recuerda (IGMR 11), que no las diga tal como estn en el libro, sino que las adapte a las circunstancias del da o de la comunidad. Al dicono se le encomiendan tradicionalmente otras moniciones ms relacionadas con la marcha externa de la Eucarista: "daos fraternalmente la paz", "podis ir en paz", "arrodillaos", "podis levantaros"... Tambin son propias del dicono, en principio, las intenciones de la Oracin Universal. Estas intenciones, dirigidas normalmente, no a Dios, como si fueran una oracin resumida, sino a los fieles, recordndoles las intenciones por las que vale la pena que ore una comunidad cristiana, son como una monicin. La oracin propiamente dicha no son las intenciones, sino la respuesta que les da la comunidad, que, ella s, dirige su oracin a Dios. Las difciles moniciones antes de las lecturas Excepto en aquellas intervenciones que el Misal atribuye especficamente al presidente, las moniciones las puede realizar un laico preparado, que asume as, sobre todo en ausencia del dicono, este servicio a la comunidad. Por ejemplo, antes de las lecturas, tanto si se hace una monicin global, o bien detallada para cada lectura. Estas moniciones "podrn ser de gran ayuda para que la asamblea reunida escuche mejor la palabra de Dios, ya que promueven el hbito de la fe y de la buena voluntad" (OLM 42). Son breves intervenciones del monitor que quieren ayudar a que la comunidad escuche con ms atencin, despertando su inters, situando la pgina que se va a escuchar en un contexto que la haga ms accesible. No es fcil el gnero literario de estas moniciones. No deben ser, por ejemplo, una homila anticipada, o un resumen de lo que ya la lectura misma va a decir. Al principio, cuando se escuchaban estas lecturas en latn, s se esperaba que alguien ayudase a los fieles a captar su contenido. Ahora no se trata de adelantar el contenido o de resumirlo, sino de preparar la escucha, motivar la actitud de inters y de "obediencia de fe".
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A veces, por ejemplo, es til presentar brevemente el contexto histrico de una lectura: una pgina proftica se capta de un modo ms concreto si se sabe que est escrita durante el destierro, o bien despus de la vuelta, en la poca de la restauracin de Israel; unas recomendaciones de Pablo se entienden si se recuerda que estn escritas desde la crcel o en unas circunstancias concretas de la comunidad a la que se destinan. Un monitor, en el caso de la lectura ferial continuada, dice amablemente a sus hermanos que "hoy empieza, para tres semanas, la lectura del libro del Gnesis", y brevemente sugiere el inters que puede tener para nuestro camino cristiano el ejemplo de Abraham. Otras veces la monicin intenta despertar la atencin de la comunidad a partir de las circunstancias que estamos viviendo en la actualidad: las palabras de Pablo o de Cristo las anuncia como respuesta concreta a interrogantes o problemas nuestros. O bien suscita la pregunta: alabara Cristo nuestro modo de comportarnos en tal situacin? se nos podrn aplicar las palabras duras que va a dirigir contra los fariseos? merecen nuestras comunidades las alabanzas que vamos a escuchar de Pablo referidas a la comunidad de Roma, o la ria que va a dirigir a la de Corinto? La monicin no adelanta todava cules son los motivos o los trminos de la alabanza o de la ria: eso lo tiene que traer consigo una buena lectura y luego el comentario y la exhortacin de la homila. La monicin lo que hace es presentar que la lectura que vamos a escuchar es de inters tambin para nosotros: "abrir el apetito".

rica, saborendolos, dicindolos desde dentro. Si la nica "monicin" que se oye es que "los salmos de hoy estn en tal pgina, y los diremos a dos coros: los de la izquierda son el primer coro..." poca ayuda espiritual estamos dndoles a los dems. Mientras que si hemos acertado con el tono de una monicin, podemos sugerir con pedagoga y eficacia con qu espritu podemos decir hoy nosotros este salmo de alabanza o de lamentacin o de reflexin sapiencial sobre la vida. La monicin ayuda a conectar un salmo con la vida, con Cristo que sigue orando, o con la Iglesia y la humanidad que encarnan hoy los dolores y las alegras, las esperanzas y los miedos del salmo. Las cualidades de la buena monicin Es interesante la evolucin que se nota en los varios documentos sobre las moniciones litrgicas. A medida que pasa el tiempo, son ms insistentes las recomendaciones de brevedad y de discrecin. En el documento conciliar se peda ya que fueran "breves" y "slo en los momentos ms oportunos, con las palabras prescritas u otras semejantes" (SC 35). Luego el Misal, en 1969, recomienda al comentador que "lleve bien preparados sus comentarios, con una sobriedad que los haga asimilables" (IGMR 68). Al ao siguiente, en la instruccin de 1970, y como si la experiencia hubiera aportado un cierto grado de escarmiento, se dice que "estas palabras sean breves y eficaces, pensadas de antemano... evtese toda exageracin y diga slo lo que verdaderamente es necesario" (n. 3). El nuevo Leccionario, de 1981, insiste en las cualidades de una buena monicin. La lista de adjetivos y matices es significativa: "breves y apropiadas... sencillas, fieles al texto, breves (por segunda vez en el mismo nmero), preparadas minuciosamente y adaptadas al matiz propio del texto al que deben introducir" (OLM 15). Se advierte que no es fcil acertar con el tono de estas intervenciones: "hay que atender con mucho cuidado al gnero literario de estas moniciones" (OLM 15). Ms tarde se siguen pidiendo cualidades para estas moniciones: "breves" (OLM 19), "unas explicaciones y moniciones oportunas, claras, difanas por su sobriedad, cuidadosamente preparadas, normalmente escritas y aprobadas con anterioridad por el celebrante" (OLM 57). Se insiste, pues, en que sean breves. Todos tenemos experiencia de cmo unas intervenciones largas dan al conjunto de la celebracin un tono pesado, escolstico y farragoso. Que sean sencillas, difanas. Se trata de ayudar a captar mejor el contenido de los ritos o de las lecturas. Eso no se logra con frases alambicadas, a base de oraciones subordinadas, queriendo decirlo todo. Que sean fieles al texto. Cada pasaje tiene su propio tono y cada gesto ritual su finalidad: la monicin debe ayudar a escuchar la lectura desde la actitud justa (sin manipular su interpretacin, dejndola abierta) y a realizar el gesto simblico (por ejemplo, el gesto de la paz) exactamente dentro de su identidad y finalidad.
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Tambin el salmo responsorial En general antes de los cantos no se suelen hacer moniciones. Y sin embargo la comunidad canta con mayor conciencia y gusto si alguna vez la motivamos dicindole por qu cantamos este canto y desde qu actitud interior. Esto es ms interesante en el caso del salmo responsorial: "tambin pueden ayudar unas breves moniciones en las que se indique el por qu de aquel salmo determinado y de la respuesta y su relacin con las lecturas" (OLM 19). Una monicin bien pensada puede sugerir los sentimientos y el talante interior que estn en la base de un salmo. El profeta, por ejemplo, nos invitaba en la lectura a la esperanza (le invitaba a Israel, pero nosotros hemos asumido para nosotros la invitacin). Ahora el salmo nos quiere hacer ejercitar esta esperanza, y por eso varaos a repetir entre las varias estrofas nuestra intervencin cantada: "en Dios pongo mi esperanza...". Y as en otros salmos con la alabanza eufrica o con el arrepentimiento o con el compromiso de vida moral. El salmo prolonga el mensaje y la actitud que suscitaba la lectura. Muchas veces esta relacin es evidente. Pero otras es til hacerla notar. Es la funcin de la monicin. Lo que se dice del salmo responsorial en la Misa, se tendra que decir de las moniciones a los salmos de la Liturgia de las Horas. Un monitor o gua puede contribuir a que una comunidad cante o recite los salmos desde una actitud espiritual
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Que sean discretas: discretas en nmero (no hace falta que se hagan todas las posibles, sino las que parezcan ms convenientes, y no siempre las mismas). El monitor -as como el dicono o el presidente en sus intervenciones libres-deben evitar la tentacin de la palabrera. A veces se les nota una verdadera obsesin didasclica, una vez que se han apoderado del micrfono. Eso hace que las moniciones, en vez de ayudar y crear ambiente, lo que hacen es agotar y aturdir a los
fieles.

Las moniciones se espera que sean pedaggicas, o sea, que produzcan con sus palabras y sugerencias el efecto deseado: despertar el inters por la lectura, o suscitar la actitud interna desde la que cantar un canto o realizar un gesto. Todo esto supone que estn bien preparadas. Ya hemos odo cmo insisten en ello los documentos. Normalmente por escrito (ese "normalmente" ya dice tambin el margen de flexibilidad de estas normas) y adems en coordinacin con el presidente: es importante que haya confluencia de direcciones entre el presidente con su homila, el que hace las moniciones y el que escoge y dirige los cantos. Todos tienen una nica finalidad: ayudar a que la comunidad escuche y cante y celebre mejor. Si en vez de unir, dispersan la atencin, se les hace un flaco servicio a los fieles. Pistas sencillas sobre el modo de hacerlas Sobre la manera concreta de realizar las moniciones bastar recordar unas pistas bien sencillas. Es conveniente que las moniciones de una celebracin las diga la misma persona: para dar unidad al conjunto. El que proclama la lectura no debe ser el que tambin dice la monicin: es mejor distinguir claramente lo que es "palabra nuestra", ms o menos explicativa, y lo que es "Palabra de Dios". Las moniciones no se tienen que hacer desde el ambn: lo deca ya el Misal (IGMR 68 y 272) y lo repite el Leccionario (OLM 33). La razn es sencilla: el ambn se reserva a la proclamacin de la palabra revelada; por tanto habr que establecer otro lugar desde el que decir las moniciones. Las moniciones es mejor "decirlas", aunque estn escritas. Tambin es verdad que algunas personas saben muy bien "decir" aunque estn "leyendo". La monicin pide una comunicatividad especial. Las moniciones que ofrecen los libros o las hojas pastorales las tiene que considerar el monitor (o el equipo que prepara la celebracin) como sugerencias, como material que tendr seguramente mucho de aprovechable, pero no como dogmticas. A partir de lo que all se dice, con sentido litrgico y sintona con la comunidad, deben llegar al lenguaje ms vlido de una monicin.

Animador, gua, coordinador Adems de las moniciones, le tocan a esta misma persona que llamamos 38

"animador" o gua de la celebracin otros ministerios. Algunos los asume como prolongacin del presidente o el dicono, otros como el equivalente del "maestro de ceremonias", o incluso del director de canto: son diversas intervenciones que sirven para conducir y animar la celebracin. Es verdad que el gua y coordinador nato de la celebracin es el presidente. Pero la imagen de la comunidad queda mejor expresada cuando el sacerdote asume slo aquellas funciones estrictamente presidenciales y deja a los laicos la realizacin de otras, ponindose de acuerdo antes con el "animador" o "monitor". Lo que se espera de este ministro es, ante todo, que coordine, de acuerdo con el presidente, los varios ministerios en torno a la celebracin: cantos, intenciones de la oracin universal (las hace l o ha preparado a alguien para que las diga), las del acto penitencial (lo mismo: las puede encargar a alguien), las moniciones (normalmente las hace l mismo). El es el que da unidad a todo como un director de orquesta, que no se sobrepone al presidente, sino que, en conexin con l, se ocupa de la marcha armnica de la celebracin. El buen animador sabe dar entrada con una sencilla mirada al lector o al cantor o a los que van a formar la procesin de ofrendas. Es como un maestro de ceremonias, del que vuelve a hablar elogiosamente el nuevo Ceremonial de los Obispos (nn. 34-35) cmo del que depende la "belleza, sencillez y orden" de la celebracin, y que ya el Misal (IGMR 69) nombraba como el encargado de preparar la accin y encargarse de que todos los ministerios funcionen debidamente. Depende en gran parte de l el que la celebracin tenga el ritmo debido. El ritmo depende de la proporcin entre los varios elementos (por ejemplo, el equilibrio entre palabras y silencios, entre canto y recitados, entre msica escuchada y realizada). Depende tambin del tono de serenidad o de precipitacin que se transmita a los fieles en la sucesin de los varios momentos. Un buen gua de la celebracin sabe conseguir con discrecin, sin apenas hacerse notar, que haya un momento de silencio y pausa en el momento justo, o que al revs se siga la sucesin de las cosas con mayor agilidad. "Animar" una celebracin es darle nimos, darle alma, darle vida. Para eso no hacen falta cosas muy nuevas y espectaculares. Muchas veces basta dar verdad a cada elemento, y sobre todo, darle el ritmo adecuado. Respecto a los avisos o comunicaciones que se suelen dar, habra que afirmar, ante todo, que es bueno que se tengan: pueden ser un factor interesante para crear un clima de corresponsabilidad de los fieles en las varias actividades de la comunidad parroquial. Que se enteren de que las sesiones de la catequesis, de nios o de adultos, empiezan esta semana, o que los jubilados organizan una excursin, o que se van a realizar conferencias de formacin permanente para todos, o que esta semana toca una fiesta y por eso van a cambiar los horarios, o que se est haciendo una campaa de asistencia social. Es bueno que la convocatoria no sea slo para la oracin estrictamente dicha, sino tambin para las vivencias extralitrgicas de la comunidad. Ahora bien, estos avisos o comunicaciones no se hacen en la homila, o inmediatamente despus de la homila: estos momentos ya tienen su propia 39

identidad, que no conviene distraer hacia otras direcciones. Su puesto mejor parece ser al final, antes de la despedida. Y las puede hacer el mismo sacerdote presidente, o tal vez, en coordinacin con l, el "animador" o monitor laico (o el dicono si lo hubiera). Y no hace falta decir que sean breves y discretas estas comunicaciones. Como dice el Misal, se trata de "oportunos anuncios o advertencias al pueblo" y que se hagan "con brevedad" (IGMR 123). Para cosas menos importantes ya hay carteleras u otros cauces de informacin. Consejos (amables) al animador litrgico 1. Tenga Ud. paciencia. No se desanime fcilmente. Persevere en su empeo de dar calidad a las celebraciones y hacerlas ms vivas, para bien de todos, ministros y feles. No todo saldr siempre a pedir de boca y siguiendo los magnficos planes que Ud. y el equipo litrgico han pensado. No importa. Encaje con humor los imprevistos. No se altere en ningn momento. D a la asamblea la impresin de que todo va bien, que lo estn haciendo estupendamente. As contagiar paz y serenidad y har que la celebracin sea ms amable. 2. A Ud. le toca coordinar a los que se mueven en los diversos ministerios. Su papel es el de "repartir juego", de modo que tal vez Ud. mismo (misma) no hace demasiadas cosas, pero s est al quite para que se hagan por la persona designada y en el momento justo. A lo mejor Ud. hace nada ms que las moniciones, y se ha cuidado de repartir a otros el acto penitencial o las intenciones de la oracin universal y la direccin de los cantos. Recuerde la alabanza que se hace del arbitro de ftbol: cuando la gente apenas se ha dado cuenta de que tambin l estaba presente en el campo, buena seal. Ha sabido dirigir a todos con suavidad. 3. Sobre todo tiene que contribuir Ud. a que el ritmo de la celebracin sea el justo. Ni precipitado ni excesivamente lento, ni atropellado ni pesado. Un ritmo sereno, con los debidos y breves momentos de silencio y pausa (entre la primera lectura y el salmo, entre el salmo y la segunda lectura...), de modo que las cosas, por bien preparadas, se sucedan con fluidez, lo que comunica a todos una sensacin de bienestar y tambin de dignidad de lo que se celebra. (Le estoy hablando con tratamiento de Ud., porque le supongo una persona adulta, no un nio o un adolescente. Adems, una persona digna de todo respeto por parte de la comunidad (si no, no se atrevera a estar delante de todos, animndoles y dirigindoles). Un animador litrgico no hace falta que sea doctor en filosofa ni que haya hecho estudios especiales de dinmica de grupos. Pero s tiene que poseer unas cualidades. No todos valen para dirigir a una comunidad en un momento tan importante como es la celebracin litrgica). 4. No se sobreponga Ud. al presidente de la celebracin, que es ms importante que Ud: no por sus cualidades, sino porque en este momento privilegiado est representando a Cristo Jess. Ud. es una persona que "ayuda" al presidente a "ayudar" a la comunidad. Los dos son "ministros", que quiere decir "servidores y ayudantes" (de la comunidad). Pero l es el principal director de la celebracin. No es
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bueno - y por eso, seguro que lo evita Ud. ya cuidadosamente- que lo de ser animador se le suba a la cabeza y se atribuya excesivo protagonismo. Evite los modos del "show-man" (o -woman). Su voz, su talante, deben ser claramente de "servidor" y no de "dueo". Ms an, de servidor secundario, despus del presidente. Lo cual ya es mucha humildad. Pero como Ud. se toma este ministerio como una autntica vocacin, est dispuesto a aceptar esto y ms. 5. Su servicio a la comunidad requiere un lugar adecuado, visible, delante de todos (no una voz "en off', annima). Pero sin subirse al ambn. El ambn es el lugar "reservado al anuncio de la Palabra" (IGMR 272 y OLM 33). Cuando el Misal habla de Ud., dice que "el comentarista ocupa un lugar adecuado entre los fieles, que, a ser posible, no conviene que sea el ambn" (IGMR 68). No se trata de que por ser Ud. laico no le quieran dejar subir al presbiterio o al ambn. Lo hacen y con pleno derecho los lectores y lectoras. Es que ese lugar se ha querido reservar slo a los que proclaman la Palabra de Dios, no para otras palabras, interesantes, pero no tan significativas. Tendrn que pensar, pues, los responsables de la iglesia, en prepararle a Ud. un micro y un lugar para su actuacin de monitor y coordinador. Un lugar que no hace falta que sea tan destacado como el ambn o la sede del presidente, pero que sea visible y con tcnica eficaz de audicin. Desde ah mismo se podrn decir las intenciones de la oracin universal o la direccin de los cantos. 6. D Ud. ejemplo estando atento a la celebracin en todo momento. Cuando alguien est leyendo o el presidente diciendo una oracin, o cuando se est realizando un rito importante, no est Ud. distrado, dando recados, buscando papeles, movindose de una parte a otra. Ya lo hace Ud. bien, seguramente. Pero se lo digo porque Ud. es muy "visto" por los dems, y de Ud. depende el que se vaya educando el sentido celebrativo de todos. Cuando est sucediendo algo, todos deben estar atentos a lo que se est haciendo, desde el presidente hasta el organista y el ltimo monaguillo, pasando por Ud., que est delante de todos. Con su sola presencia, su atencin, su postura corporal, vuelto hacia el "polo" de atencin de lo que est pasando, est Ud. ayudando a la comunidad a captar dnde est en cada momento lo importante de la celebracin. 7. Sea Ud. discreto. O sea, realice su funcin sin exagerar ni en el nmero de sus intervenciones ni en la longitud de las mismas ni en la insistencia machacona de sus recomendaciones. Si le basta con una mirada, no se lance a decir discursos. Si la gente sabe ya qu postura debe adoptar en este momento, no hace falta que se lo recuerde Ud. cada vez. Lo ms, con un amable gesto. Las moniciones hgalas bien preparadas y breves. Discretas tambin en cuanto a la caiga de exhortacin que contengan: no "obligue" a rezar o a participar o a ser buenos. Invite, haga fcil, sugiera, mueva. Pero sin exagerar en el "dominio" que tiene sobre los otros por el hecho mismo de que es animador y est delante de todos y tiene el micro en la mano... 8. Lo ms importante de su trabajo lo hace Ud. antes de la celebracin. Es all, en la reunin de grupo y en los contactos que ha tenido con el presidente y los otros responsables (el msico,el sacristn) donde Ud. ha previsto ya el repartcde los

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ministerios y el modo concreto de realizar las cosas cuando caben diversas posibilidades. Ud. ya sabe quin va a decir las intenciones de la oracin universal, o las invocaciones del acto penitencial, quin va a cantar los varios cantos y proclamar las lecturas, y est bastante seguro de que todo ir bien. Luego, en la celebracin, podr estar Ud. distendido -dentro de lo que cabe- y hasta podr Ud. participar como los dems en todo lo que se celebra: lecturas, oraciones, cantos, comunin, etc.. 9. Tenga la conviccin de que Ud. ms todava que otros, necesita una formacin especial, sobre todo litrgica. Recurdelo a los responsables de la comunidad, para que le den ocasin de acudir a cursos intensivos o sistemticos de liturgia. Porque no puede "dirigir" una celebracin si no sabe bien de qu va, cules son sus estructuras, su ritmo, las caractersticas de este tiempo litrgico y de esta fiesta. Su ministerio es muy delicado. El que canta un salmo tiene un momento intenso de actuacin, pero luego se retira. Ud. est ante la comunidad todo el tiempo. Le ven todos. Le oyen todos en sus intervenciones. Debe Ud. estar bien preparado para su actuacin. 10. Sepa Ud. escuchar a los dems: tambin a los fieles. No slo a los que pertenecen al equipo litrgico y que tienen conocimientos y estn comprometidos con Ud. en ayudar a la comunidad. Tambin otros cristianos, los que se dejan guiar y animar por Ud. en la misa de doce, podran enriquecerle a Ud. con sus comentarios y opiniones, indicndole cules son los elementos que s les gustan y cules desearan mejorar. Si es Ud. animador o animadora de una comunidad religiosa, atienda las opiniones de los dems, sobre todo si son bastante compartidas. No se desanime de las crticas. A veces pueden ser constructivas aunque a Ud. no le haya gustado el tono con que se las han hecho. Si las recibe con humildad, le sugerirn direcciones e iniciativas que a veces no se les ocurren a los del equipo. No olvide nunca que el protagonista de la celebracin no es Ud., ni siquiera el equipo, ni tampoco el presidente, sino la comunidad cristiana entera. Y es a ella a la que hay que pedir tambin, en los momentos oportunos, su opinin, (cfr. IGMR 313). Es un apostolado noble el que Ud. ha escogido dentro de su vocacin cristiana.

LOS ACLITOS

Pero siguen haciendo falta los aclitos o monaguillos? ''.. La impresin es que, despus de la reforma litrgica, han ido poco menos que desapareciendo de nuestras iglesias. Por una parte se podra pensar que no hacen falta: el dilogo que ellos realizaban con el sacerdote en nombre de la comunidad lo hace ahora sta, la asamblea entera del pueblo cristiano. (Es significativa a este respecto la ancdota que cuenta el P. Jounel: el ao 1922 se consult a Roma si se poda cambiar la costumbre, haciendo que la asamblea del pueblo respondiese al sacerdote "en lugar del ayudante", y la respuesta fue que no, que eso traera inconvenientes y que era mejor que el monaguillo continuara dialogando en nombre de todos: cfr. Notitiae 1982,155). Adems ya no parece que haya necesidad de ayudar al sacerdote en tantos movimientos y "acarreos" de cosas en torno al altar, porque los libros no se cambian de lugar, el incienso apenas se usa, el lavabo ha cado en desuso en muchas partes, las campanillas no son obligatorias. Todo esto, unido a la literatura un poco humorstica sobre su picaresca ("si quieres un hijo pillo, mtelo a monaguillo") y sobre la falta de preparacin y de dignidad de algunas de sus actuaciones (la bsqueda de propinas en ciertas celebraciones), suscita la pregunta de si seguir siendo un ministerio con sentido ste de los aclitos.

Un verdadero ministerio litrgico Y sin embargo, en muchas iglesias es todava apreciado - o * recuperando- e l servicio litrgico de los monaguillos.
Al

se est

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Hay regiones, como Amrica del Sur o Centroeuropa, en que su actuacin se valora mucho. En Alemania, hace muy pocos aos, se contaban ms de doscientos mil. A veces, y tambin entre nosotros, han constituido asociaciones propias (sobre todo la Coetus Internationalis Ministrantiwri) y tienen reuniones o congresos peridicos, as como revistas que les animan en su espiritualidad y su trabajo. La palabra "aclito" viene del griego akoluthein, seguir, acompaar. En castellano se llaman tambin "ayudantes" de Misa y sobre todo "monacillos" o "monaguillos", o sea, monjes pequeos. En otras lenguas su mismo nombre apunta tambin a otras de sus caractersticas. En italiano se les llama "chierichetti", cleriguitos, o "pccolo clero". En cataln, "escolans", escolanos, nios de la "schola", porque tambin el del canto se ha considerado una funcin litrgica importante al alcance de los nios. En Alemania se les dice "ministrantes", que es el nombre que suelen recibir ahora en los documentos latinos. Hablamos, no de los aclitos "instituidos", con un ministerio estable, sino de aquellas personas, por lo general nios o adolescentes -aunque con igual o mayor sentido pueden ser jvenes o mayores- que ayudan al sacerdote o al dicono en el servicio del altar. Son los que en las procesiones de entrada o para el evangelio llevan la cruz, los cirios, el leccionario o el incienso; los que en el ofertorio ayudan al dicono a preparar el altar, trayendo el pan, el vino y el agua; los que sirven el lavabo de las manos al presidente; los que pueden realizar la recogida de los dones; los que ponen al alcance del presidente todo lo necesario para las diversas celebraciones (agua bendita, libros, etc.) y ayudan a retirar a la mesa lateral o credencia los varios objetos del altar despus de la comunin... En el Concilio (SC 29) se dijo, nombrando expresamente a los aclitos, que estos servicios, realizados por diversos laicos en la celebracin, son un verdadero ministerio litrgico. Hay otros ms importantes: los ordenados (dicono, presbtero, obispo) y los "instituidos" (lector y aclito en sentido estricto). Pero tambin estos otros (cantores, monitores, organistas, lectores y aclitos no instituidos) se consideran ministerios litrgicos para bien de la comunidad cristiana.

iban a seguir recibiendo las rdenes del diaconado y del presbiterado, sino tambin para hombres laicos, que los ejercitaran para bien de la comunidad desde su condicin de laicos, sin necesidad de integrarse en el clero. Pero de hecho, entre nosotros, estos ministerios, en su calidad de "instituidos", que supone una mayor oficialidad y estabilidad, no se dan ms que a los que siguen el camino del presbiterado. La funcin de estos aclitos en sentido propio es la de ayudar al dicono y al sacerdote en el servicio del altar, preparar y purificar los vasos sagrados en ausencia del dicono, coordinar los otros ministerios (monaguillos, lectores, cantores), promoviendo la formacin y la espiritualidad del equipo litrgico, y tambin, fuera de la esfera litrgica, cuidarse de las obras de caridad y beneficencia. Son ministros extraordinarios de la distribucin de la Eucarista, as como de la exposicin del Santsimo, aunque no pueden, a diferencia de los diconos, dar la bendicin al final. Es un ministerio que, si parece ms oportuno, se puede llamar "subdiaconado", como sugiere Pablo VI (MQ 4). Los monaguillos, aclitos "de hecho" Ojal en cada comunidad hubiera lectores y aclitos instituidos, que asumieran establemente estos servicios. Pero, como hemos dicho, entre nosotros no existen estos ministerios para laicos. Por eso, "de hecho", la funcin tanto de lectores como de aclitos la realizan laicos ms o menos oficialmente encargados por los responsables de la comunidad. Los monaguillos no "son" aclitos en el sentido anterior, pero "actan" como tales. Los nios y adolescentes, en principio, no deberan recibir encargos como "animadores" de la celebracin de los mayores, con ministerios como el de lectores, monitores, directores de la oracin o del canto. (Otra cosa es en las celebraciones en que la mayora son nios). Pero s pueden realizar servicios que, poi ejemplo, subrayan la "representatividad" de las diversas clases de personas en la celebracin (as, en la procesin de dones en el ofertorio, junto con jvenes, mayores, matrimonios o religiosos). Lo que s tiene sentido es que, principalmente los domingos y fiestas, los nios ayuden en la celebracin en las diversas funciones que hemos enumerado. La presencia de estos aclitos en el espacio del presbiterio, en tomo al evangelio o el altar, sigue siendo til y expresiva: son como una representacin visual y viva de la comunidad entera, tambin atenta y presente en el misterio celebrado. Con su actuacin pueden hacer que la celebracin sea ms festiva, fluida y digna. Una seora proclama la lectura, un joven entona el salmo, dos religiosas ayudan en la distribucin de la comunin... Y unos nios o adolescentes, corresponsables tambin ellos, prestan su servicio a lo largo de la celebracin, sintindose tambin ellos "ministros", ayudantes no slo del sacerdote, sino de toda la comunidad, para que tambin por su intervencin adquiera calidad la oracin de todos.
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Los aclitos instituidos El ministerio del aclito es muy antiguo en la Iglesia. Durante siglos era una de las cuatro rdenes menores, junto con los lectores, los ostiarios y los exorcistas. Los encontramos llevando la Eucarista a los enfermos o los presos, precediendo con sus cirios la entrada del Papa o del Obispo celebrante, o ejerciendo diversos ministerios en los ritos del catecumenado. El ao 1972 Pablo VI, con su "motu proprio" Ministerio Quaedam (=MQ) suprimi las cuatro rdenes menores, pero quiso que quedaran para la Iglesia universal dos "ministerios instituidos", el de lector y el de aclito (cfr. su texto y comentario en Phase 72,1972,528-548). El los pensaba no slo para los que luego
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Monaguillas? ltimamente en bastantes regiones tambin las nias ejercen este ministerio de servicio directo al altar. En Amrica del Norte y Alemania ms que entre nosotros, y con toda naturalidad. En varios de estos lugares, con la aquiescencia ms o menos explcita de los Obispos. Una Instruccin de 1970 (Liturgicae Instaurationes n. 7) y otra de 1980 (Inaestimabile Donum n. 18) haban sealado que "no estn permitidas a las mujeres las funciones de servicio al altar" ("muera obire acolythi seu altare ministrantis"). Es difcil entender por qu razones la mujer s puede proclamar las lecturas de la Palabra de Dios desde el ambn, dirigir la oracin y el canto de la comunidad, ser ministro extraordinario de la comunin... y no puede, por el contrario, hacer de aclito, llevando el agua y el vino, o alcanzando el libro al sacerdote. La cosa se encuentra fluida, sin solucin categrica de momento. Porque varios Episcopados han interpretado las citadas normas en un sentido amplio: las mujeres no pueden, como haba indicado Pablo VI, ser lectoras o aclitos "instituidos", pero s pueden ejercer las funciones de tales ministerios, tanto en torno a la Palabra como al altar. El nuevo Cdigo de Derecho Cannico de 1983 no hace esta distincin discriminatoria para las mujeres al hablar de los ministerios no ordenados, y cuando la ley no distingue, no hace falta ni es bueno que distingan otros. Donde no entra la distincin propia de los ministerios ordenados -y aqu, por voluntad de Pablo VI, se trata de ministerios propios de laicos- no hay por qu distinguir entre hombre y mujer. As sucede en todos los casos, incluida la distribucin de la Eucarista, para la que pueden ser llamadas tambin las mujeres, con un rito de designacin que a veces se hace -sobre todo en Roma- con notable solemnidad. Por qu, pues, esta reticencia en contra de las "monaguillas"? Las razones de los que se oponen a ellas van en estas direcciones: a) en la tradicin de la Iglesia ha habido una clara oposicin a que las mujeres entren en el espacio del altar; como dice en el siglo IV un canon de Laodicea, "quod non oporteat ingredi mulieres ad altare"; b) adems, es distinto el efecto psicolgico de otros ministerios, incluso bastante ms importantes, ejercidos por las mujeres (como el proclamar la Palabra de Dios o repartir la comunin) comparados con ste del servir al altar: ste supone una "cercana ptica al sacerdote", continuada a lo largo de la celebracin, que otros ministerios no implican; c) esta cercana al altar y al presidente de la celebracin podra fomentar una aproximacin psicolgica de la mujer al ministerio ordenado, empezando por estos servicios sencillos, que insensiblemente podran conducir a la aspiracin femenina a los ministerios tambin ordenados. Y como esta "meta" es impensable, es mejor evitar tambin los pasos intermedios, aunque en s no tengan ms peligro o inconveniente. Pero esta manera de razonar no es convincente. Porque el Concilio ha revalorizado la dignidad y la corresponsabilidad del laico, hombre o mujer, en la comunidad cristiana, "en virtud del bautismo". No se demuestra tampoco que, si se
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realizan bien estos ministerios, puedan dar lugar a inconvenientes de demasiada cercana o familiaridad, o que produzcan necesariamente efectos reivindicativos de la mujer hacia los ministerios ordenados, como si fueran a despertarse "vocaciones sacerdotales" entre las nias como tradicionalmente ha sucedido entre los nios. No necesariamente ha de considerarse este ministerio como ligado, ni siquiera psicolgicamente, al camino del sacerdocio, porque tiene su raz en la dignidad radical del pueblo de Dios por su bautismo y es ministerio propio de laicos. Parece ser que la cosa est siendo objeto de reflexin en Roma. El cardenal Mayer, Prefecto de la Congregacin del Culto Divino, en una conferencia de prensa de 1986, afirm: "una eventual solucin podra consistir en que las Conferencias Episcopales en cuyo territorio existe el problema... soliciten a la Santa Sede un permiso especial" (cfr. Gottesdienst, 9,1986). La respuesta, pues, puede que no sea igual para toda la Iglesia. Un caso semejante a como se ha solucionado lo de la comunin en la boca o en la mano. Si llega el momento, ms o menos prximo, de esta decisin, creo que sera de desear que los Obispos la tomaran a favor de la igualdad radical -bautismal- de los nios y las nias en este campo de los ministerios inferiores, tratndose de un servicio litrgico pensado para laicos y que el nuevo Cdigo no excluye expresamente para la mujer.

Vestidos litrgicos? Los monaguillos, tradicionalmente, han ejercido su ministerio revestidos segn un estilo ms o menos litrgico. A algunos les puede parecer que esto no sera tan conveniente ahora, para no "clericalizar" excesivamente este ministerio, sino que se vea ms claramente que los que lo ejercen son y permanecen "laicos", sobre todo si son jvenes o personas mayores. Pero tambin siguen siendo vlidas las razones de este vestido litrgico: la esttica, el tono de festividad, el sentido de lo sagrado. El lenguaje simblico del vestido, aplicado a este servicio, les ayuda a los mismos aclitos a sentirse servidores de la comunidad en una accin especial, y no meramente profana. No es una cuestin muy trascendente, aunque parecen ms convincentes las razones a favor de un vestido especial, que tendra que ser, eso s, esttico, discreto, sencillo, no al estilo de los "pajes" de tiempos pasados, sino con una sencilla tnica blanca o alba, el vestido bsico de todo ministerio litrgico. Juan Pablo II les comentaba a los monaguillos este color blanco de su tnica "como recuerdo del Bautismo: y es este sacramento el punto de partida del ministerio litrgico que vosotros realizis al servicio de los sacerdotes y diconos" (alocucin a 20.000 monaguillos, en Pascua de 1985: cfr. Notitiae 1985, 183-188). En el Directorio publicado recientemente por el Secretariado Nacional de Liturgia (El Aclito y el ministro extraordinario de la comunin, PPC, Madrid

1985) se deja libertad sobre este aspecto: "pueden llevar alba o tnica blanca o la vestidura adaptada a su edad" (n. 15).

La actuacin y las actitudes de los aclitos No es el mero hecho de moverse y ser tiles en una celebracin: la presencia de los aclitos en medio de una comunidad abarca ms aspectos que afectan a su formacin, su espiritualidad, su modo de actuar. a) Ante todo, se debera cuidar su formacin espiritual y litrgica. Realizarn mucho mejor su ministerio si van recibiendo oportunamente aquella iniciacin a las actitudes eucarsticas de que hablaba el Directorio de 1973 para las Eucaristas con nios, y si conocen las riquezas del Ao Litrgico. b) Esta formacin debera conducirles a un adecuado sentido de lo sagrado, que es la condicin mejor para que su actuacin sea digna, respetuosa, aleccionadora para la comunidad. Su saber estar, su modo de moverse, con serenidad y no con precipitacin, su aproximacin reverente al altar y a todo el misterio al que sirven, suelen ser fruto de una motivacin catequtica y de unas convicciones que alguien les ha ayudado a adquirir. c) La suya debe ser una actitud celebrativa: sus gestos y posturas, y su atencin activa hacia los varios "polos" de la accin, debe mostrar que se sienten miembros de una comunidad que celebra, escucha, ora, canta y participa, de un modo ms expresivo que en otras personas que no estn tan a la vista de la comunidad . No hace falta que aparezcan como protagonistas, sino como ayudantes de los ministros principales. Normalmente su lugar no es, como si fueran "dicono y subdicono", al lado del presidente y de cara al pueblo, sino en otro plano ms discreto. d) Juan Pablo II, en la alocucin antes aludida a los monaguillos, les daba esta pista de actitud espiritual: que supieran descubrir las varias presencias de Cristo en la celebracin: - en la comunidad cristiana reunida: por tanto, debern amar y servir a esta comunidad que es la suya, y en la que est presente Cristo Jess; - en la Palabra de Dios que se proclama: por tanto debern hacer esfuerzos por conocer cada vez mejor esta Palabra bblica de Dios y proclamarla bien, si reciben ese encargo; - en la persona del sacerdote u obispo presidente: por tanto debern tener como una honra y realizar con gozo y dignidad el ministerio que se les ha confiado de ayudar, en el presidente, al mismo Cristo; -y d e modo especial en el Pan y Vino de la Eucarista, sobre el altar: por tanto, debern amar la Eucarista, acercarse con respeto convencido al altar y expresar con su modo de actuar su fe en la presencia de Cristo y en la dignidad de la Eucarista que la comunidad celebra. e) L a institucin de los monaguillos debera entenderse desde una visin pastoral de conjunto: ellos son una clula de un organismo vivo, la parroquia o la
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comunidad cristiana equivalente, en la que se distribuyen los varios ministerios de evangelizacin, catequesis, cuidado de los enfermos y marginados, consejos pastorales o econmicos, movimientos y grupos: y en medio de toda esta riqueza de carismas y servicios, est tambin el grupo de nios y adolescentes que se responsabiliza consciente y gozosamente del servicio del altar en las celebraciones litrgicas. f) Lo cual ciertamente producir ms efecto si existe entre ellos un buen espritu de grupo: si aprecian y son fieles a sus reuniones, a sus programas de formacin, a las actividades de varios tipos, incluidas las recreativas y culturales...

El valor de unos nios en torno al altar No porque en muchos lugares hayan desaparecido los aclitos hay que considerar sin ms que ha sido para bien. Haca falta otro estilo en el conjunto de nuestra liturgia, pero no todas las simplificaciones que hemos realizado han sido enriquecedoras. Si ste de los monaguillos es un valor -y muchos lo consideran o lo vuelven a considerar as- aunque no sea necesario o decisivo para la pastoral de una parroquia, siempre estamos a tiempo para recuperarlo. A ellos -los nios y adolescentes- les puede hacer mucho bien, tanto en clave de su identidad personal de cristianos, como de ambiente vocacional o de otros movimientos cristianos de adolescentes. En varios viajes me ha producido una ptima impresin la serie de experiencias que he tenido a este respecto. En una parroquia andaluza he visto cmo los monaguillos, pocos pero muy bien formados, no slo ejercan con gran fe su ministerio, sino que, junto con el sacerdote que cuidaba de ellos, hacan tambin durante el da sus momentos de oracin ante el Santsimo. En otra parroquia, esta vez vasca, he podido comprobar que antes de salir al altar, mantenan unos momentos de recogimiento en la sacrista -cosa que no ira mal recordar a los mismos sacerdotes- y decan una breve oracin propia de aclitos, que un sacerdote haba colocado junto a la puerta de acceso al presbiterio. En la capilla de un colegio religioso me ha admirado la naturalidad con que, nios y nias, de hasta trece y catorce aos, actuaban juntos de aclitos, prolongando as la coeducacin que juntos viven normalmente en los otros niveles. Tambin para la misma celebracin puede resultar muy conveniente su presencia: con la ayuda de unos monaguillos bien preparados se realiza mejor, por ejemplo, todo el gesto simblico de la proclamacin del evangelio, o la preparacin del altar (que puede estar limpio desde el principio y slo en el ofertorio recibir el pan y el vino y dems elementos de la Eucarista). Claro que en los tiempos que corren no deja de ser un mrito, en ciertos ambientes sociales, el que las familias cristianas deseen para sus hijos y que los mismos adolescentes se presten a este ministerio tan claramente manifestativo de la fe cristiana. Razn de ms para que no se considere superfluo, sino como un factor educador de la fe para ellos y para la comunidad.
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En el anteriormente citado Directorio sobre el Aclito se recomienda: "toda parroquia o comunidad cristiana debera contar con un grupo de servidores del altar, estable y bien formado. Los pastores deben estar convencidos de la contribucin positiva que los aclitos y ministrantes prestan a la pastoral litrgica, especialmente en el culto divino" (p. 29). Y en la carta que la Comisin Episcopal de Liturgia dirigi en 1984 a los sacerdotes espaoles, se les preguntaba: "por qu no volvemos a llamar a nios y jvenes para que cumplan este oficio y les ofrecemos una iniciacin de los diferentes ministerios litrgicos?".

EL LECTOR
Uno de los ministerios litrgicos ms importantes que se puede ejercitar en la celebracin es el de proclamar las lecturas. Junto con el salmista y el predicador de la homila, el lector ayuda a la comunidad cristiana a escuchar en las mejores condiciones posibles la Palabra de Dios y a acogerla como dicha hoy y aqu para cada uno de los creyentes. Leer bien no es fcil No es fcil leer bien. Leer bien es re-crear, dar vida a un texto, dar voz a un autor. Es transmitir a la comunidad de los fieles lo que Dios les quiere decir hoy, aunque el texto pertenezca a libros antiguos. Leer es pronunciar palabras, pero sobre todo decir un mensaje vivo. En gran medida depende del lector el que los oyentes se den por enterados y se dejen interpelar por el Dios que les habla. No se trata slo de que todos oigan. Adems deben entender lo que oyen. Ms an: deben poder captar el sentido del mensaje, de modo que produzca como un eco en ellos y se sientan movidos, por el mismo modo de proclamar la Palabra, a responderle que s. El texto a veces es difcil. Las motivaciones y la preparacin de los presentes no siempre son las mejores.Si adems el lector cae en los defectos corrientes de este ministerio -precipitacin, mala pronunciacin, fraseo inexacto, tono desmayado o empalagoso, mal uso de los micrfonos- se corre el peligro de que la solemnemente llamada "celebracin de la Palabra" sea un momento poco menos que rutinario e intil dentro de la Eucarista. Ms que "leer", se trata de "proclamar" expresivamente la Palabra. Pro-clamar es pronunciar, promulgar delante de una asamblea que escucha. No es mera lectura personal, o informacin, o clase. Es un ministerio que se realiza dentro de una celebracin, y el mismo hecho de leer en pblico para esta comunidad de creyentes es todo un gesto de culto, un servicio litrgico, realizado con fe y desde la fe.
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En el Bendicbnal recientemente editado (Coeditores Litrgicos, 1986) hay una "bendicin de aclitos" (pp. 183-188), que es un rito para admitir y orar por los nios o jvenes que entran en el grupo de ayudantes del altar. Este mismo rito, enriquecido adems con unas palabras de un catequista o responsable, con las que presenta al sacerdote y a la comunidad a los nuevos aclitos, se halla en la edicin del Directorio sbrelos Aclitos, PPC, Madrid 1985, pp. 43-45.

Mediadores, no protagonistas Una de las primeras condiciones de un buen lector es que recuerde que en este ministerio l es simplemente -y nada menos- un mediador ente el Dios que dirige su Palabra y la comunidad cristiana que la escucha y la hace suya. Lo que l transmite a sus hermanos no es palabra suya ni tampoco de la Iglesia, sino de Dios. El no lee para s. Est ejercitando un servicio para la comunidad, pero de parte de Dios. Dios se comunica ahora, no a travs de revelaciones y de ngeles, sino por el ministerio concreto de unas personas llamadas lectores o lectoras. Por medio de ellas se hace realidad viva la Palabra y se "encarna" el mensaje. Lo que est escrito en los libros, por sagrados que sean, es "letra impresa", que tomar vida a travs de su voz y de su actitud comunicativa. Entonces lo escrito se convierte en acontecimiento vivo y salvador vez por vez. El lector es el ltimo eslabn en la cadena transmisora: el profeta o el apstol hablaron hace siglos, sus palabras quedaron fijadas en el libro inspirado, otros las han traducido y preparado para la celebracin, y ahora este lector concreto es el que las proclama a esta comunidad. Por muy sublime que sea la teologa de Isaas o de Pablo o de Juan, si el lector no la comunica expresivamente o si el micrfono no funciona, ser difcil que se realice ese dilogo viviente entre Dios y su comunidad. Quin hace j e lector a) "Segn la tradicin, la lectura no es oficio presidencial, sino ministerial" (IGMR 34). En principio no debera ser el presidente el que proclamara las lecturas en la celebracin. Slo en los casos en que no haya ningn otro que pueda hacerlo. Tambin por tradicin, el evangelio se ha reservadQjJoAJrMDistrps ordenados. Su configuracin especial a Cristo, por el sacramento del orden, explica que se les encomiende la proclamacin de la que es, de modo muy especial, Palabra de Cristo. Las dems lecturas las han proclamado desde el principio ms bien los laicos. Y aunque en siglos posteriores se haba convertido este ministerio tambin en propio de los clrigos, en la ltima reforma se ha vuelto a restablecer la antigua costumbre de que lean los laicos, y sin^disncin entre hombre y mujer. b) En la nueva estruciuracin de los ministerios en h Iglesia, se han suprimido las rdenes menores, entre ellas la del Lector. Pero Pablo VI estableci en 1972 (Ministeria quaedam) dos ministerios instituidos, el Lector y el Aclito: dos ministerios que pueden recibir establemente los laicos (esta vez, como ministerio instituido y permanente, slo los varones). Un lector instituido no slo recibe el encargo de proclamar las lecturas previas al evangelio d e un modo oficial y estable, sino tambin otros relacionados con la celebracin de la Palabra: ayudar al desarrollo de esta celebracin, colaborar en la formacin de otros lectores no instituidos, fomentar cursos bblicos y litrgicos, organizar la catequesis, etc.
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c) En toda comunidad cristiana, adems de estos Lectores permanentes -que, en la prctica, no se dan en casi ninguna parte, porque slo se instituyen lectores aquellos que luego van a recibir el diaconado- es necesario que haya un grupo de personas que puedan realizar ms o menos establemente el ministerio de lectores, para el que no hace falta un encargo tan oficial como el del ministerio instituido. Hombres y mujeres, religiosos y religiosas, jvenes o mayores: una imagen de la comunidad eclesial, compuesta de cristianos que no slo son invitados a celebrar ellos, y acoger la Palabra, sino tambin a prestar a sus hermanos diversos ministerios, unos en la vida comunitaria (catequesis, organizacin fraterna y econmica, etc.) y otros en la celebracin (por ejemplo, las lecturas). Por eso es bueno que, aunque haya sacerdotes y diconos, las primeras lecturas se encomienden a los laicos, con tal que puedan decirlas bien (cfr. IGMR 66). Si hay varios, que no se acumulen en una nica persona las diversas lecturas y el salmo, sino que se distribuyan entre ellos. d) En la historia ha habido siglos en que se ha encomendado leer en la asamblea ajosjvenesytwn a los nios o adolescentes. Tal vez por el timbre de voz o por el simbolismo de su inocencia, o por a "escolarizacin" del ministerio litrgico de la lectura. Al principio el ministerio haba sido de personas adultas. En el siglo III, el obispo san Cipriano, en el norte de frica, tuvo que escribir una carta justificando el que haba nombrado lector a un joven, Aurelio, motivando el gesto porque ste haba dado ya dos veces testimonio de su fe en las persecuciones contra los cristianos. Fue ms tarde cuando se generaliz lo de los adolescentes como lectores. Eso s: cuando se encargaba oficialmente a uno, nio o joven, que leyera en las celebraciones, se miraba mucho que estuviera preparado, y se le haca un examen detenido en presencia del Obispo, para que luera ste el que diera su beneplcito al nombramiento. En el Ordo Romanus n. 35 (los libros que regulaban el desarrollo de las celebraciones) se establece que se presente al Obispo el candidato y muestre su preparacin: "audiamus eum in ecclesia legentem", veamos cmo sabe leer ante una comunidad. Y entonces se le aceptaba en el grupo de lectores. En algunos snodos, como el de Vaison, del siglo VI, se establece que haya una escuela de lectores, para asegurar gente preparada paxajest&jninisterio. , Ahora, en una celebracin normal de la comunidad adulta, no sera en' principio muy significativo que leyera un nio. Es un ministerio de animacin que para los mayores es mejor que lo realicen los jvenes o los mayores. En las Misas en las que los nios son mayora, s tiene sentido el que alguno de ellos, bien preparado, prodamelas lecturas antes del evangelio. En el Directorio de 1973 no se habla de nios lectores en las Misas de los mayores, y s en las propias de ellos. Lo importante es que se realice bien el servicio. Es bueno que los lectores resulten representativos de la comunidad -laicos y religiosos, mayores y jvenes, hombres y mujeres- pero sobre todo se trata de que la comunidad pueda escuchar y entender en las mejores condiciones posibles la Palabra de Dios.
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"Aptos y diligentemente preparados" El Misal, y luego la introduccin al Leccionario en su nueva edicin de 1981, quieren que los lectores no sean designados de cualquier modo: deben ser "aptos y diligentemente preparados" (IGMR 66 y OLM 55). Es demasiado serio este ministerio como para que se pueda improvisar. Parece democrtico y familiar, pero no es signo de respeto ni a Dios ni a la comunidad, el que sobre la marcha se invite a que salga un voluntario a leer o que lo haga alguien sin apenas preparacin. Cuando el Leccionario (OLM 55) trata de las cualidades de un lector quiere que tenga una preparacin espiritual y tcnica. a) La preparacin espiritual debe ser ante todo bblica: de modo que el grupo de lectores tenga una idea bsica del lenguaje de la Biblia y de sus gneros literarios. O sea, que puedan captar el "sentido de las lecturas en su propio contexto y entender a la luz de la fe el ncleo central del mensaje revelado". Slo as se puede proclamar a los dems una lectura con garantas de expresividad. El lector debe entender lo que va a leer, saber qu clase de pasaje es (proftico, potico, histrico._etc.), haber comprendido cul es la palabra o la frase decisiva, cul el mensaje central... b) La preparacin espiritual del lector requiere adems un conocimiento litrgico, o sea, una "cierta percepcin del sentido y de la estructura de la liturgia de la palabra", as como de la resonancia que una determinada pgina bblica puede tener segn en qu fiesta o tiempo del ao cristiano es proclamada. c) Tambin debe tenerse en cuenta la_ preparacin tcnica: cuidar la voz, educarla, saberla proyectar rectamente; hacer un recto uso de los medios de amplificacin, conocer las caractersticas del micrfono que se va a usar; resolver antes las dificultades que pueda haber en el texto (a veces hay palabras histricas menos conocidas o pasajes ms complicados en cuanto a sintaxis). Un lector debe leer antes, en voz alta, y a ser posible del mismo Leccionario desde el que va a proclamarla, la pgina asignada. No basta que cinco minutos antes d una mirada superficial al texto, findose de que ya le saldr bien. d) Una comunidadjieberajr formando un grupo de lectores organizando oportunos cursillos, de mbito diocesano o zonal, que abarquen las tres dimensiones sealadas (biblia, liturgia y tcnica). A veces ha resultado muy til la colaboracin de gente del teatro, de la radio o de profesores de lenguaje, para motivar y orientar a los lectores litrgicos que participan en estos cursos. Tambin resulta imprescindible el uso de los mejores recursos de grabacin para ir revisando la tcnica y los resultados de la proclamacin de la palabra en pblico. La voz, la diccin, el tono de las moniciones, lecturas, cantos, oraciones presidenciales: son aspectos que no podemos descuidar, si es que estamos realmente convencidos de que la comunidad hace algo importante cuando celebra la Eucarista, y por tanto, que los ministros que le ayudan deben estar bien preparados.
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Consejos generales Un buen lector tiene en cuenta una serie de aspectos que constituyen el marco y la preparacin prxima de su ministerio. El acceso^^Jugar^deijimbn debe ser digno, sereno, no ponindose en movimiento hasta que el sacerdote no ha terminado la oracin, en el caso de la primera lectura, o hasta que el salmo responsorial no se haya concluido, para la segunda. La postura corporal tambin cuenta: la persona misma es un signo. Puede indicar atencin y respeto, o por el contrario superficialidad y dejadez. La actitud del lector debe evitar tanto la afectacin y el teatro exagerado, como la excesiva timidez y encogimiento. La asamblea "oye" al lector, pero tambin le "ve". No es indiferente desde dnde s proclama una lectura y de qu libro. El ambn es un lugar digno, visible, ms o menos estable, reservado para la proclamacin de las lecturas bblicas (cfr. IGMR 272). El libro tambin debe manifestar en su mismo formato y uso que su contenido es apreciado por la comunidad que lo escucha y por el ministro que lo proclama. Es "vlido" leer de una hoja dominical, pero no es significativo ni simblicamente expresivo. Adems, un libro bien impreso, con la letra suficientemente grande y, sobre todo con una buena puntuacin y disposicin sintctica de las frases (distinguiendo, por ejemplo, con exactitud los dilogos y los relatos), favorece una mejor lectura. La vestidura de los lectores no hace falta que sea especial. Los ministros ordenados" s tienen una vestidura litrgica propia, cuando actan como tales. Tambin los lectores instituidos. Pero los laicos no instituidos como lectores, que son los que la mayora de las veces realizan este ministerio, lo normal es que vayan "con la vestidura ordinaria" (OLM 54). Un lector responsable ensaya antes el uso del micrfono: la distancia, la direccin, el sonido y el volumen. La amplificacin tcnica suele ser ambigua: puede ayudar o estorbar; El micrfono multiplica tanto las virtudes como las deficiencias de la lectura.Xpca atencin a la acstica y la megafona de las iglesias hace que la escucha de la Palabra sea menos provechosa de lo que tendra que ser. No se debe empezar a leer sin que haya silencio en la asamblea: sobre todo en la primera de las lecturas, cuando todava la gente puede estar sentndose. Desde la quietud y el silencio es desde donde se inicia la lectura o la monicin previa a la misma. El lector no tiene que decir "primera lectura" ni tampoco pronunciar la frase resumen que en letra roja precede al texto. Lo que s debe proclamar claramente es el ttulo del libro bblico del que se toma la lectura, haciendo una breve pausa acontinuacin antes de empezar el texto. Es bueno cantar las lecturas? Antes se haca, en las misas solemnes. Desde que se han introducido las lenguas vivas, se ha visto que no es tan conveniente. El cantar un texto bblico, en vez de ayudar, puede desfigurarlo o distraer la atencin de
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la asamblea, que debera dirigirse claramente al contenido del mismo. Lo cual no obsta a que quede abierta la posibilidad de que alguna vez, por el tono particularmente lrico y festivo del pasaje (en la noche de Pascua o Navidad, o con algn texto que sea casi como un himno) se pensara que el canto del mismo ayuda a transmitir su mensaje con mayor eficacia. Lo que s se puede cantar, sobre todo los domingos y das de fiesta, es el ttulo y la aclamacinfinaldel evangelio. Debe el lector mirar a la comunidad durante la lectura? Es un consejo que se suele dar repetidamente, afirmndose que si un lector mira de cuando en cuando a los oyentes, da a su ministerio un tono ms comunicativo. Personalmente creo que no. Es bueno que el ttulo de la lectura y la aclamacin final ("palabra de Dios") se digan mirando a la comunidad. Son a modo de monicin exclamativa. Pero durante la lectura me da la impresin de que el lector debe estar ms bien concentrado en el mensaje que transmite, que no es palabra suya, sino de Dios. Una monicin o una homila, s, piden ms bien ser dichas mirando a los destinatarios del mensaje. Pero una lectura es mensaje de Otro. En ella el lector debe mostrarse ante todo como discpulo, oyente, con su vista centrada en el libro y la atencin puesta en una buena proclamacin. La voz, s, la proyecta hacia la asamblea. Pero el levantar la vista y mirar a los oyentes puede interpretarse como una personalizacin innecesaria o como una "dedicatoria" de segn qu frases a unos u otros. La mejor comunicacin entre el lector y la asamblea es una buena lectura. Reglas para bien leer "Lo que ms ayuda a una adecuada comunicacin de la palabra de Dios a la asamblea por medio de las lecturas es la misma manera de leer de los lectores" (OLM 14). Jara leer bien convendr, entre otras, tener presentes al menos estas normas. L y^)ilay^uejeei despacio, La precipitacin es uno de los defectos ms comunes de los que proclaman las lecturas. Los oyentes dependen, normalmente, slodeLodo^para captar el mensaje. Es un nexo dbil, que necesita ser ayudado por la expresividad de la lectura y por la calma de su pronunciacin. Tampoco es bueno que sea excesivamente despacio,pero no suele ser ste el defecto ms comn. Hay que leer a un ritmo que permita a todos ir captando el sentido de b que se dice, que la palabra vaya calando y resonandoen la comunidad. El sonido viaja rpido, il sentido, no. Cuanto mayor es la asamblea, ms lentamente hay que proclamar la lectura. Si uno estuviera leyendo para s mismo, puede ir todo lo rpido que le jermite su vista y su propia comprensin del texto. Pero aqu tiene que tenei en cuenta el lector que bastantes personas van posesionndose del contenido de una lectura con cierta lentitud. (_b> Con el tono justo deyM___ Hay voces ms agradaUes que otras. Unas graves y otras agudas. Es
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interesante que cada uno sepa las cualidades y los lmites de su voz: que haga pruebas, que escuche la opinin de los dems. La correccin fraterna y los medios de grabacin deberan servimos para que cada uno sepa en qu falla su voz, para poder cuidarla y mejorarla: potencia, claridad, suavidad de tono. Ni gritar demasiado, de modo que quede aturdida la asamblea. Ni hablar en voz tan baja que la gente tenga que hacer esfuerzos para captar lo que se dice. Leer bien en pblico es "proclamar", pero no se debera caer en el defecto de una "declamacin" teatral. Hay que leer con un tono de voz comunicativo, agradable, sin aristas, ni spero ni melifluo, sin agresividad y a la~vez"sIrT empalago. Una Voz que comporta un cierto calor, una conviccin de lo que se transmite. Evitando el tonillo en la cadencia final de las frases, que quita naturalidad a la lectura. (t)hd& diversas lecturas requieren diversa expresividad en la voz. Por eso hay que prepararse con Cuidado cad vez que uno acta para la comunidad. No se lee igual un dilogo que un relato. No requiere el mismo tono una pgina potica que una dramtica. Una lista de tribus de Israel no se lee igual que un pasaje lleno de euforia. Cuando hay paralelismos o anttesis en el texto, eso pide que el lector los subraye con su acentuacin. Si estoy leyendo el dilogo en que Abraham le pide a Yahv la salvacin de Sodoma, debo hacer notar con las inflexiones de voz lo que cuenta el cronista, lo que es splica en labios de Abraham y cmo responde Dios. Es una lectura a tres voces, pero realizada por una sola persona. Una pgina potica de Isaas ("surge ya, Jerusaln") no es lo mismo, en cuanto al tono de voz, que una serie de consejos de Pablo a Timoteo. Si uno proclama en el evangelio la orden con que Cristo manda calmarse la tempestad, no usa la misma voz que cuando dice la splica del ciego del caminoo^laoracin del publicano en el templo. (jfjyHay que vocalizar bien. O sea, hay que pronunciar claramente todos los sonidos. La buena diccin es articulacin exacta,de modo que todos pueden entender fcilmente las palabras -con todas sus slabas- y as poder captar su sentido global. Tambin en esto uno debe hacerse ayudar, porque tal vez no conoce sus propios defectos. Hay quienes "se comen" la mitad de las slabas, otros que no pronuncian articuladamente algunas letras concretas, o que, al final de las frases, bajan kvoz de tal manera que se les pierden las ltimas slabas. Cg)/Pero ademases importante un buen fraseo. Aunque pronuncie bien, si el lector w organiza bien las palabras de la frase, y las frases entre s, har difcil la comprensin del sentido del pasaje. Al leer no transmitimos slabas o palabras, sino frases enteras. La frase esta construida sintcticamente de manera que muchas veces hay un movimiento ascendente (prtasis) y otro descendente (apdosis). En el primero est, por ejemplo, la enumeracin de las causas, y en el segando de los efectos. Si esto no aparece claramente en la manera de proclamar la frase entera, no se captar fcilmente la intencin del autor. Si no se agrupan bien las palabras, segn la unidad que tienen en esta construccin sintctica, puede hasta cambiar el sentido del pensamiento. Una vez
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ms se ve que hay que preparar cuidadosamente la lectura antes de emprender su proclamacin en pblico. El fraseo exacto supone "puntuar" bien la lectura. Igual que en el escrito hay comas, puntos, signos de interrogacin y admiracin, etc, as tambin en la lectura viva el lector debe decir su texto con una buena puntuacin. La coma o el punto del i texto escrito corresponden a pausas ms o menos breves en la voz. Se tiene que r v notar, por el modo de pronunciar una frase, si es la ms importante, si es una 7 exclamacin, si constituye una oracin subordinada. Se tiene que captar, por la modulacin de la voz, cul es la palabra clave de una frase, si el pensamiento est ya acabadlo si todava prosigue. (j) IJTL-buenJficioLsabe.. dar ritrno_a_su iectura_con breves y jjxpresiyos silencios, que son los que dan vida al pensamiento. Igual que cuando llega la palabra o la frase culminante del texto se eleva la voz o se pronuncian con mayor fuerza expresiva, as tambin habra que destacar la palabra clave con un brevsimo silencio antes o despus de la misma. Un silencio da fuerza a lo que antecede o a lo que sigue. Las frases estn construidas de palabras y de silencios. Alguien ha dicho que la palabra est "agujereada de silencio". Esto lo tiene que expresar el lector. Un momento de silencio le sirve a l mismo para "escuchar" lo que est diciendo, y a los dems para que cale en ellos el pensamiento que se acaba de proclamar y preparar el siguiente. Aqu tiene plena vigencia aquello de "si quieres que te escuchen, calla". No es que haya que ir intercalando silencios en una lectura hasta hacerla pesada y desconexa: se trata de breves "respiros" que ayudan a destacar la dinmica de un pensamiento. Por ejemplo, alfinalde la lectura, antes de decir "Palabra de Dios", convendr unos instantes de pausa (dos segundos), permitiendo que el ltimo pensamiento tenga tiempo de calar y reposar en el odo de todos, antes de invitarles a la aclamacin conclusiva. Primer oyente, luego lector | En todo esto, adems de la preparacin tcnica, cuenta mucho la actitud espiritual del lector. La persona que lee para la comunidad no es un cartero que transmite mensajes de los que no se entera. Ella misma es la primera que queda afectada por la Palabra que dice. Se la ha ledo antes. Se ha dejado convencer y llenar de ella. La ha entendido, la ha aceptado. Y luego, slo luego, se atreve a proclamarla a los hermanos. s, Saber qu ministerio ejercia llena aleetor de alegravjiereseto_a la vez. Se trata de que Dios quiere hablar a su pueblo, y le ha elegido a l como portavoz. Se trata de que Cristo Jess se quiere comunicar a los suyos -ofrecindose primero como Palabra, ya antes de convertirse en el Pan eucarstico- y es l, el lector, el designado para que a todos les llegue vivamente esta comunicacin.
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Adems de prepararse con esmero, se pone en una actjtU(j e fe; e s como el profeta a quien, antes de hablar, se le deca que "comiera el ron0 g a palabra", que hiciera suyo el mensaje de Dios antes de decirio a los dems (Cfr Ap 10 9 Y Ez 3,3). Ojal se cumpla en cada lector lo que deca san Jernimo: "por m e di 0 dei estudio y I a meditacin diaria de la Escritura, ha convertido su corazn e n u n a biblioteca de Cristo" (Carta a Heliodoro 60,10) En la bendicin del lector, que se ha incluido en el n u e v 0 Bendicional, se afirma que l es "el ltimo eslabn entre Dios que se ha revejacj0 e n j a s sagradas Escrituras y el hombre a quien stas estn destinadas" (pg. 17^ y por e s 0 se le pide que "anuncie la Palabra de Dios a los dems meditndola prj mero e n s u corazn" (pg. 182): "cuando proclamis la palabra, sed vosotros misr^ dciles oyentes de ella, conservndola en vuestros corazones y llevndola a la practjca guiados por el Espritu Santo". Sera bueno que todas las personas que ejercen este ministerjQ i everan y revisaran su prctica con el Directorio publicado por el Secretariado Nacional e Liturgia sobre El Ministerio del Lector (PPC, Madrid 1985, 48 pgs.), que contiene tar^bin un temario y " n a bibliografa para los cursos de formacin de lectores.

SECRETARIADO NACIONAL DE LITURGIA El aclito y el ministro extraordinario de la corrnjn/n (Docum. V estudios 102) PPC, Madrid 1985, 45 pgs. El ministerio del lector (Docum. y estudios 103) Pf>c( Madrid 1 9 8 5 , 45 pgs. El Salmo responsorial y el ministerio del Salmista (Docum y Estudios 120) PPC, Madrid 1986, 32 pgs. El equipo de animacin litrgica (Docum. y Estudios 139) PPC, Madrid 1989, 243 pgs.
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LOS CANTORES. EL SALMISTA


El ministerio de cantar como solista, o como parte de una coral, y sobre todo el de salmista, es uno de los ms importantes que pueden realizar los laicos. Un coro que anima el canto de la comunidad El canto es un aspecto sustancial de la celebracin cristiana. El canto ayuda a sentir ms en profundidad y a expresar ms claramente los varios sentimientos y actitudes de la fe: la alegra, la peticin, la alabanza, el dolor. El canto hace que se manifieste y crezca el sentido de comunidad y de fiesta. Es en s mismo un homenaje de alabanza artstica a Dios. Los que favorecen el canto de la comunidad estn realizando un servicio noble en la celebracin litrgica. De ellos se ha tratado ampliamente en el Dossier CPL n. 27, Canto y msica, y de algunos de ellos hemos trazado como un retrato en los meses anteriores de esta serie de ministerios de laicos, sobre todo el organista y el director del canto. Aqu vamos a recordar, ante todo, a los cantores de una coral o "schola cantorum", para pasar luego al salmista. El coro de cantores son esos cristianos, jvenes o mayores, o tambin nios, los "pueri cantores", que se sienten miembros de la comunidad y a la vez son un grupo especializado en msica, y que realizan dentro de ella un verdadero ministerio litrgico. A veces los cantores apoyan y favorecen el canto de la comunidad, en aquellos momentos en que la intervencin musical pertenece ms bien a todos: las respuestas breves del salmo y las aclamaciones de la Plegaria Eucarstica (el "Santo", el "anunciamos tu muerte", el amn final), etc. En estos casos los miembros de una coral cantan con todos, aadiendo eventualmente voces armnicas a la meloda ms sencilla de la comunidad.
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Otras veces alternan con la asamblea en las varias estrofas o apartados de un canto, como en el Gloria, el Cordero de Dios, o algn otro canto de comunin o de entrada. Algunas veces asumen sin ms la realizacin de un canto, cuando no es tan propio de toda la comunidad. Que la coral cante en el ofertorio o durante la comunin no priva al pueblo de sus intervenciones ms propias, mientras que s puede contribuir a ambientar mejor el momento litrgico. Los cantores de una coral son cristianos que, adems de celebrar y participar ellos como los dems, se han tomado la molestia de formar un grupo de canto, tienen regularmente sus ensayos, con sacrificio evidente, y participan en la celebracin comunitaria con espritu de servicio ministerial, para favorecer con su canto la calidad de la oracin de todos. Estos coros merecen toda alabanza, y sera una lstima que se perdieran. Respecto a su ubicacin, es bueno que la coral no se site lejos de la asamblea y de los "polos de la celebracin" (altar, ambn, sede) sino que estn cerca, visibles, en un lugar cerca del presbiterio; desde el que puedan ejercer bien su ministerio y a la vez participar en la accin comn. Ellos, como los dems, han venido sobre todo a participar en la Palabra, en la oracin y en la Eucarista (cfr. IGMR 274). No se contentan con la realizacin artstica del canto, como podran hacer unos profesionales. Son, ante todo, creyentes, que expresan su fe y la cantan, a la vez que ayudan a sus hermanos a cantar y expresar la misma fe. Son miembros de la comunidad, ms que artistas invitados. Es seguro que estos cantores disfrutan y encuentran gusto en el canto. Si no, hace tiempo que habran abandonado el sacrificio que supone el actuar en una coral. Pero ciertamente actan por algo ms que un gusto o la satisfaccin de un "hobby": seguro que han ido creciendo en su conciencia de "ministros" de la comunidad, de personas que con su voz y su arte estn ayudando a sus hermanos a sentir y cantar expresivamente la alegra de su fe. Hemos recuperado el salmo responsorial Uno de los elementos que hemos recuperado en la actual reforma litrgica es el salmo responsorial despus de la primera lectura. Haba sido uno de los cantos ms antiguos de la celebracin cristiana, heredado probablemente ya de la sinagoga juda. Aunque no tenemos muchos datos histricos de cmo se introdujo y cmo se cantaba en los primeros siglos, s sabemos que ya en el siglo IV era muy apreciado como elemento integrante de la celebracin de la Palabra. Textos de san Agustn, san Ambrosio, san Juan Crisstomo y san Len Magno nos muestran la importancia litrgica que le concedan al salino, hasta el punto de que a veces las homilas de estos Santos Padres se inspiraban precisamente en las ideas del salmo que haba proclamado el salmista. En los siglos posteriores se fue dando ms importancia a la msica que al texto del salmo: se fue complicando su realizacin musical, convirtindolo en 61

patrimonio de especialistas o de grupos corales capaces de interpretar el gregoriano ms elaborado de los "graduales" o "tractos", perdindose as la intervencin del pueblo cristiano con su escucha atenta y su respuesta. En la actual reforma poco a poco se ha ido clarificando el papel de este salmo en el conjunto de la celebracin de la Palabra. La evolucin se ha visto, entre otras cosas, en el mismo nombre. Al principio no era raro que los libros litrgicos hablaran del "canto interleccional", nombre que apuntaba ms bien a "un canto entre lecturas". Luego se vio ms claramente que se trataba con mayor precisin del "salmo responsorial", o sea, un salmo (no cualquier canto) y responsorial (ejercitado de un modo responsorial entre el salmista y el pueblo). No se puede decir que ya hayamos asimilado en la prctica de nuestras comunidades toda la eficacia de este salmo. Lo realizamos a veces prosaicamente, cuando es un poema. Sin msica, cuando su mejor fuerza pedaggica est en el canto. Sin gran motivacin o conviccin, cuando es un elemento muy vlido para dar a la Palabra su clima de profundizacin personal y comunitaria, permitiendo que su mensaje penetre en los espritus. El abandono en que durante siglos ha estado este salmo no puede remediarse si no se supera la inercia y no se logra una motivacin convincente, que ayude a vencer las dificultades, tambin musicales, que una comunidad puede encontrar en este salmo s lo quiere realizar bien. Pero a nivel eclesial s se puede decir que se est comprendiendo cada vez mejor, al menos en teora, la "importancia litrgica y pastoral" de este salmo (OLM 19). La aparicin entre nosotros del Libro del Salmista, junto con la campaa desde diversas instancias a favor de la buena ejecucin de este salmo, y la satisfaccin que sienten los que ya lo hacen, con no poco esfuerzo y mrito, harn que cada vez sean ms los que no se conformen con la mera recitacin prosaica del salmo responsorial, y que se vaya recuperando este ministerio entraable, antiqusimo, del salmista, uno de los que ms provechosamente pueden realizar los laicos en la celebracin de la Eucarista. Un salmo para interiorizar la Palabra Cada momento musical tiene su propia identidad dentro de la celebracin. La finalidad del salmo responsorial, despus de la primera lectura, es prolongar, interiorizndolo, el mensaje de la misma. El salmo, que es tambin Palabra del mismo Dios, nos ayuda a hacer eco a la lectura. As el mismo Dios nos gua en nuestra respuesta. No es un canto nuestro, moderno, como puede ser el de entrada o el de comunin. Es voz de Dios, una pgina bblica, como la anterior, pero esta vez potica y lrica. Por eso el lugar ms coherente de su realizacin es el ambn reservado a la Palabra de Dios, cosa que no sucede con los otros cantos de la Misa. El salmo hace eco al mensaje contenido en la lectura. Si sta nos invitaba a la alegra, el salmo prolonga esa misma actitud. O nos mueve a sentimientos de penitencia, alabanza, splica, reflexin sobre la vida...
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Se llama tambin "salmo de meditacin" y en efecto, muchas veces tiene el tono de una reflexin contemplativa, serena, de lo que se nos ha comunicado en la lectura, creando el clima para "rumiar" y asimilar su sentido y haciendo que su mensaje cale en nuestros espritus. Pero no siempre prevalece este tono meditativo. Cuando el gnero de la lectura y del salmo es de aclamacin, o de lamento, o de splica intensa, el salmo, ms que movernos a reflexionar, nos lleva con su dinmica a "obedecer" a esa invitacin y "realizar" con nuestra voz y nuestra sintona interior esas actitudes de aclamacin o splica. Lo que s es siempre es una interiorizacin y una personalizacin de los sentimientos y valores que se nos han proclamado en la lectura. As el salmo se convierte en un momento importante de la celebracin de la Palabra, que nos ayuda a entrar con viveza en el dilogo entre el Dios que habla y la comunidad que escucha y responde. De esto se trata: que la comunidad y cada uno de sus miembros diga "s" desde su interior a Dios, a la salvacin que ofrece, al proyecto de vida que ha presentado, a la Alianza que quiere pactar con su pueblo. En principio habra que decir siempre el salmo que ofrece el Leccionario, porque ha sido seleccionado para responder muy de cerca al espritu de la lectura. Y an hay que tener en cuenta que este salmo no suele estar entero: se han seleccionado aquellos versculos o estrofas que mejor eco hacen a la idea central de la lectura. Habr que ir con cuidado, cuando "ya se sabe" el salmo con una determinada meloda, en cantar aquellas estrofas concretas que el Leccionario ofrece. Hay salmos largos y con variedad de sentimientos: no todos cumpliran en un determinado da este servicio de prolongacin potica del mensaje de la lectura. El salmo responsorial no se canta o recita por s mismo, como haciendo un ejercicio de salmodia o una introduccin gradual al conocimiento de los salmos, sino en funcin de la finalidad que en este momento tiene: ayudar a profundizar y personalizar la primera lectura. El hermoso ministerio del salmista El salmista haba sido un personaje entraable en los primeros siglos. Se apreciaba su arte musical, hecho de tcnica y de fe. Cantilando las estrofas del salmo, para que la comunidad intercalara a cada una su respuesta cantada, creaba un clima de serena profundizacin. El papa san Dmaso habla del "placidum modulamen" del salmista en sus misas; una modulacin plcida que infunda serenidad y contribua a que fueran penetrando los sentimientos del salmo en los espritus de los fieles. Ahora se trata de recuperar este ministerio, tan propio de los laicos con dotes musicales. Superando las exageraciones de siglos pasados, en que haba la tentacin de resaltar ms el lucimiento de la tcnica musical, un salmista es aquella persona, consciente de que pertenece a la comunidad cristiana, que se siente de alguna manera preparada y llamada a ayudar a sus hermanos a entrar en la dinmica amable y profunda de la salmodia, como respuesta a la lectura. El salmista es gua y maestro de oracin potica y cantada. Con su voz
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modulada intenta dar vida al salmo, y por tanto expresar y comunicar los sentimientos de alegra o de dolor, de penitencia o jbilo, de admiracin o lamento, que el texto trae y que la msica seguramente contribuye a expresar. Con la finalidad de que la Palabra de Dios no slo "suene" en medio de la comunidad, sino que "resuene" en todos los corazones. El salmista, siguiendo las modulaciones de la cantilacin, o bien recitando poticamente las estrofas, es algo ms que un lector. Sus palabras son poesa y canto, que comunican, a la vez que expresan, toda la riqueza de matices que puede comportar un salmo. Un buen salmista canta desde dentro. Es l el primero que ha escuchado la voz y ha entendido el salmo. El salmista -joven o adulto, hombre o mujer, religioso o seglar- pone al servicio de la comunidad su voz y su arte musical. Es el primero que se alegra con el salmo, el que se entristece, medita, se compromete, suplica humildemente o aclama gozoso. Y as, con su voz, suave y decidida a la vez, invita al pueblo a que responda a la Palabra con los sentimientos del salmo. Al igual que los otros lectores, realizar mejor su servicio comunitario si tiene una buena formacin bblica (para saber los varios gneros de los salmos y la riqueza de sus sentimientos), una formacin litrgica (para situar exactamente su intervencin en el conjunto de la celebracin de la Palabra y en el tiempo litrgico). Y tambin necesitar, evidentemente, una formacin tcnica. Si todos los ministerios que se hacen a favor de la comunidad son en algn modo tcnicos, ste lo es de modo especial: "para cumplir bien con este oficio de proclamar el salmo, es preciso que el salmista posea el arte de salmodiar y tenga dotes para emitir bien y pronunciar con claridad" (IGMR 67); "para ejercer esta funcin de salmista es muy conveniente que en cada comunidad eclesial haya unos laicos dotados del arte de salmodiar, y de facilidad en la pronunciacin y en la diccin" (OLM 56). No slo ha de tener tcnica en la emisin de la voz, sino de un modo particular en la recitacin y el canto de los textos poticos y en la salmodia, que requiere seguridad de fraseo, modulacin ajustada a las cadencias y acentos, y comunicatividad de expresin. Un salmo no se "lee", sino que se "declama" o se canta lricamente. Y depende en gran parte del arte de salmodiar que tenga el salmista el que pueda transmitir a la comunidad toda la serenidad y la fuerza que su texto comporta. Un salmista debe unir tcnica musical y gusto por la salmodia. Necesita ir profundizando en el sentido de los salmos, ir asimilando sus contenidos, antes de convertirlos en sonido de su voz. Sepuede decir que es toda una espiritualidad la que hay en la base de un buen salmista: a) una persona fascinada por los salmos y su riqueza, b) dotada d e voz y arte musical que ejerce con gusto, c) que expresa as su propia fe, asumiendo las vanas actitudes que le sugieren los salmos, d) y que por fin pone todo esto, humildemente, al servicio de la comunidad, contribuyendo as a que sus hermanos vayan celebrando con ms calidad la Palabra de Dios.

Una msica que respeta y resalta la letra En el salmo responsorial la letra tiene ms importancia que la msica. Su lnea musical no es la de una cancin. Es, ms bien, una cantilacin salmdica, una meloda sencilla, que sirve como de soporte a las palabras. As como en otros cantos es la msica la que prevalece, aqu se podra decir que el canto se esconde tras la letra; que es el texto el que se comunica a la asamblea, hecho ms expresivo por una sencilla meloda musical. La salmodia tiene sus dificultades. Aparte de que muchos grupos, sobre todo de jvenes, estn acostumbrados ms bien a un canto rtmico, para todos la salmodia cantilada supone un entrenamiento y un cantor bastante especializado, que tiene que preparar su intervencin bastante ms que un lector o un comentador. Esta cantilacin tiene, por otra parte, ventajas para un cantor con un mnimo de decisin y creatividad. Como canta solo y en una modalidad bastante libre, no tendra que mostrarse nervioso en el caso de que se equivoque en alguna cadencia o acento. Sin mostrar titubeos, debera saber seguir adelante, haciendo sobre la marcha las adaptaciones necesarias. Consejos para un buen salmo responsorial a) Ante todo, el salmista debera ser una persona distinta de la que ha proclamado la lectura. Se trata de otro elemento dentro del conjunto de la celebracin de la Palabra. b) El salmo est pensado para que tenga una alternancia entre el salmista que recita o canta las estrofas y la comunidad que escucha y despus de cada estrofa responde cantando. El salmo se llama "responsorial", no tanto porque con l se responde a la Palabra proclamada, sino sobre todo porque se hace de tal forma que la comunidad va respondiendo a las estrofas dichas por el salmista. As, la asamblea tiene dos modos de participar en el salmo: por una parte escucha serena y activamente las estrofas del salmista, y por otra responde con una antfona, que suele condensar lo mejor del salmo y el sentimiento que se quiere subrayar de l. c) El modo ideal de realizar este salmo es que la comunidad cante la antfona o respuesta, la propia del da segn el Leccionario, u otra muy parecida a ella en su espritu y sentido, y que el salmista cante tambin las estrofas salmodindolas. Este modo, que es el que propone el Libro del Salmista, con modelos dignos de antfonas y de salmodia, es un poco difcil, porque no todas las comunidades tienen salmistas bien preparados y tampoco todas sabrn cantar antfonas propias del da o equivalentes. Pero esto es lo que habra que ir persiguiendo con paciencia. d) Otro modo, no tan ideal, pero tambin vlido, sera que la comunidad cante la antfona propia u otra parecida, y que el salmista recite lenta y poticamente las

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estrofas, intercalando la comunidad su respuesta cantada. Unas estrofas bien recitadas pueden tener tambin, aunque no tanto como la salmodia cantada, eficacia expresiva en la comunicacin de los sentimientos del salmo a la comunidad. Lo comn de estos modos es que la comunidad canta su respuesta. Una antfona cantada, repetida tres o cuatro veces, en medio de unas estrofas que estn insistiendo en los mismos sentimientos, tiene una innegable fuerza educativa: "alma ma, recobra tu calma", "en Dios pongo mi esperanza", "bendice, alma ma, al Seor"... Esta respuesta cantada no slo expresa sentimientos, sino que los va creando, los alimenta dentro de nosotros por medio de una verdadera ley de "induccin" espiritual. e) Habra que tener como menos correcto el modo que suele ser ms frecuente, y que habra que considerar como provisional: mandar recitar de memoria una frase, a veces difcil de retener, entre estrofa y estrofa. En el caso de que sea totalmente imposible cantar la respuesta, sera mejor que la frase la dijera al principio el salmista y la repitieran todos, y entonces el salmista recitara lentamente todo el salmo, sin interrupcin, y al final de nuevo l dice la respuesta, para que la repitan todos. As no tiene que preocuparse la comunidad de aprender de memoria la frase, lo que le hace perder al salmo gran parte de su ambiente de serenidad meditativa. O bien cabe que sencillamente el salmista recite el salmo en directo, sin ninguna clase de interrupcin por parte de la asamblea, como otra lectura bblica, pero esta vez ms lenta y potica: un "poema" escuchado. f) En el caso de la lectura directa del salmo por el salmista, sin respuestas, podra pensarse en un suave acompaamiento musical, desde el rgano hasta una guitarra discreta: la msica de fondo puede dar a esta recitacin un tono distinto del de otras lecturas, ms potico y lrico. g) Una manera menos recomendada, pero no del todo excluida, es la que apunta el Leccionario (OLM 20): que toda la comunidad recite el salmo, tanto de modo directo -todas las estrofas- como alternando con el salmista. No se puede negar que a algunas comunidades les puede resultar ms realizable este modo, a la vez que les ayuda a iniciarse de un modo ms directo en la recitacin y oracin de los salmos. El Leccionario, que "permite" este modo de realizar el salmo, recomienda sin embargo la forma cantada y responscrial, dejando las estrofas para el salmista. Cor ello se puede conseguir mejor lo que considera el principal criterio, que el salmo se haga "de la forma ms apta para la meditacin de la Palabra de Dios" (OLM 22), y que "el canto favorece la percepcin l sentido espiritual del salmo y la meditacin del mismo" (OLM 21). h) Esta y otras "facilidades" habra que considerarlas provisionales y menos convenientes. As, por ejemplo, el que durante un perodo de tiempo se diga el mismo salmo o respuesta, por ejemplo en la semana de Navidad o despus de la Ascensin (cfr. IGMR 36), o que incluso se pueda alguna vez sustituir el salmo por

otro canto (Directorio de las Misas con nios, n. 46). Con esfuerzo y claridad de ideas habra que ir caminando hacia un salmo bien realizado, superando las etapas provisionales. En la lnea que nos seala el Libro del Salmista y el Directorio que contiene para la realizacin del salmo y para la preparacin del salmista: Libro del Salmista, Coeditores Litrgicos 1986, 406 pgs. El Directorio litrgico-pastoral sobre el salmo responsorial y el ministerio del salmista, en pgs. 7-20.

LA RESPUESTA CANTADA DEL SALMO


"No cantemos la respuesta con rutina, sino tommosla como bastn de viaje. Las respuestas que t has cantado, no una sola vez, ni dos, ni tres, sino muchas veces, recurdalas con inters y entonces sern para ti de gran consuelo. Yo os exhorto a no salir de aqu con las manos vacas, sino a recoger las respuestas como perlas, para que las guardis siempre, las meditis y las cantis a vuestros amigos" San Juan Crisstomo, Comentario sobre el salmo 41

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EL SACRISTN

Uno de los ministerios para laicos ms caractersticos y "visibles" es el del sacristn/sacristana. No parece tener una intervencin directa en la misma celebracin, como el lector o el director del canto. Pero desde su plano ms escondido e indirecto, el sacristn es una persona que tiene una innegable influencia por el mantenimiento material y la preparacin inmediata de todo lo necesario para la celebracin. Sobre todo, si tiene una buena sensibilidad litrgica, puede ayudar en gran manera a que toda la accin se realice en las mejores condiciones y de acuerdo con las lneas de la reforma litrgica eclesial. El nombre de "ministerio" lo estamos empleando en los diversos casos no en un sentido unvoco, sino anlogo. No es de la misma densidad significativa el ministerio del presidente que el de un lector o el del sacristn. Pero todos ellos tienen algo en comn: adems de celebrar ellos mismos desde su fe, intentan ayudar a la comunidad entera a que celebre lo mejor posible. Por eso se puede hablar siempre de alguna manera de un verdadero "ministerio". Aqu vamos a reflexionar brevemente sobre el servicio que prestan a la asamblea celebrante esas personas sacrificadas, benemritas, que, a veces a plena dedicacin, y otrjs en un turno rotativo, por ejemplo en las comunidades religiosas, se ocupan de preparar lo necesario para la celebracicn y tener todo en orden en la iglesia y en la sacrista. El pluriempleo del sacristn En verdad son mltiples las cosas que se le encomiendan a un sacristn, sobre todo en una parroquia.
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De l, depende mantener en orden y buen estado los locales y los objetos relativos al culto, los vestidos, los libros, los varios utensilios. De los responsables ltimos, o del "consejo econmico" de la parroquia, depender el que se proyecten y realicen las obras ms importantes de compra y renovacin de muebles, arreglo de instalaciones, etc: pero del sacristn depende en modo directo la conservacin y el cuidado diario de los locales y de las cosas, su limpieza y su justo trato. El sacristn es quien prepara las celebraciones en su aspecto ms material, que no por ser extemo es menos necesario y decisivo para una celebracin fluida y ordenada. El es quien tiene a punto los libros que hacen falta y los vestidos para los ministros; quien vela por la iluminacin y la megafona de la iglesia. El prepara el pan y el vino que harn falta para la Eucarista, en la cantidad suficiente para cada Misa, siguiendo la orientacin que desde hace ya muchos aos se da en la Iglesia de que se consagre en cada Misa, y adems, a ser posible slo formas grandes (cfr. IGMR 283), y tambin con la posibilidad del vino para los fieles, si se ha decidido as, siguiendo tambin en esto las invitaciones de los mismos libros (cfr. IGMR 240242). El es el que convoca a los fieles con los oportunos toques de campanas. El que, si as se ha decidido, cuida de que haya msica ambiental mientras van llegando los fieles. El que se encarga en el momento oportuno de la colecta ofertorial, para que se haga del modo ms fluido posible. El que a veces recibe el encargo de cuidar del grupo de monaguillos y su recto funcionamiento en la celebracin. El que est siempre al quite para ir cambiando las flores; el que cuida de las luces, de la lmpara del Santsimo; el que avisa oportunamente de la necesidad de restaurar imgenes, objetos, libros, cantorales... El que abre y cierra las puertas de la iglesia, a las horas que hayan decidido los responsables. Del sacristn depende en gran manera el clima de paz y oracin que conviene que haya en los locales del culto. El nuevo Ceremonial de los Obispos (n. 37) le recuerda que cuide del silencio y la modestia, tanto en la sacrista (que es la sala donde se conservan los objetos y vestidos) como en lo que este libro llama el "secretario", la sala donde en los das solemnes se revisten los ministros sagrados e inician la procesin de entrada ("silentium et modestiam in sacrista et secretario observare curet"). Si un sacristn logra que los monaguillos, y tambin los sacerdotes, sobre todo cuando se trata de concelebracin, tengan y respeten un clima de discreto silencio, apto para la oracin, en los momentos inmediatamente anteriores a su salida al altar, es en verdad meritoria su influencia... Del sacristn depende que la iglesia, con todos sus locales, aparezca ante los fieles como un espacio limpio, agradable, acogedor, preparado en las mejores condiciones para la celebracin, tanto en cuanto a luz como a temperatura y sonoridad. A veces, adems, por falta de otros ministros preparados, tiene que asumir l tambin otros servicios litrgicos que en principio sera mejor que se diferenciaran en varias personas: proclamar las lectura, distribuir la Eucarista, dirigir el Rosario o las celebraciones de la Palabra en ausencia del sacerdote...
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La esttica y el buen gusto Una de las mejores virtudes de un buen sacristn es su sensibilidad artstica y su buen gusto, que le hace cuidar la esttica en los locales y los objetos relativos al culto. No hace falta que haya lujo, pero tampoco tacaera o miseria. La mejor belleza es la limpieza, la dignidad, el buen gusto, la sencillez. Un buen sacristn no permite que haya desorden en su territorio (sillas y sillones, libros, papeles, cantorales...), o que aparezcan flores marchitas, o candelabros antiestticos, o manteles sucios, u objetos intiles. Le gusta que las cosas sean autnticas en cuanto a sus materiales y su funcionalidad: no flores de plstico ni imitacin de velas ni lmparas que "parpadean" como si fueran de verdad... Lo externo, lo visual, no es lo ms importante. Pero tiene su influencia para que la comunidad, viendo el respeto y la dignidad con que son tratadas las cosas del culto, entre en armona y sintona interior con lo que se hace. Como dice el Ceremonial de los Obispos: "el adorno de la iglesia sea tal que aparezca como signo de amor y reverencia a Dios, y al pueblo de Dios le sugiera el sentido propio de las fiestas y la alegra y piedad del corazn" (n. 38).

La disposicin de los "polos" de la celebracin Otro aspecto que debe cuidar el sacristn, y en que debe estar preparado, con una sensibilidad litrgica adaptada a las nuevas normas de los libros, es la disposicin externa de los varios "polos" de atencin en la celebracin. El altar es la mesa que atrae la atencin de los feles durante toda la segunda parte de la Eucarista. Desde el principio est ya preparado, pero slo en lo esencial: unas luces encendidas (a no ser que estn fuera de l, en un lugar cercano) y unas flores. Pero no el pan y el vino y lo dems necesario para la Eucarista, que slo deben ser trados al altar en el momento del ofertorio. Mientras tanto, estn en la mesa de la "credencia". El sacristn, no slo no llena ya el altar de todos estos objetos al principio, sino que ayuda a llevarlos durante el ofertorio (o se encarga que lo hagan otros ayudantes). El ambn atrae la atencin de losfieleshacia el libro de la Palabra de Dios durante la primera parte de la celebracin. Debe ser un lugar digno, bastante fijo, con libros tambin dignos. Desde el ambn se proclaman todas las lecturas (incluido el salmo responsorial), pero no las dems "palabras" que se dicen a lo largo de la celebracin: moniciones, direccin de cantos, avisos,.. Tampoco sera muy significativo el que se dijeran desde el ambn las intenciones de la oracin universal, ni la homila. Aunque ambas cosas en rigor se "pueden" decir desde el ambn, es ms expresivo que se hagan desde otro lugar. El Misal indica la sede para la homila y otros micrfonos para las intenciones de la oracin de losfieles (que el presidente dirige tambin desde su sede).
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Al final de la celebracin hara bien el sacristn en no retirar ni el ambn ni el libro: sino dejar ste abierto en la pgina que se ha ledo en la Misa del da, como recordatorio para toda la jornada, y a ser posible, vuelto cara al pueblo. Si no sabe dnde poner una hermosa maceta que tiene, la puede poner al pie de este ambn. El sagrario tendr una lmpara, la Virgen unas flores, y el ambn de la Palabra de Dios tambin un adorno expresivo del respeto que nos merece. El tercer polo de atencin es la sede del presidente, que tambin depende, en su disposicin ms inmediata, de la sensibilidad que tenga el sacristn, de acuerdo naturalmente con los responsables de la celebracin. La sede es nica, est situada de cara a la comunidad, y en un lugar que haga fcil la comunicacin (por ejemplo si, como el Misal recomienda, se predica desde ella la homila). El sacristn, consciente del nuevo sentido que el Misal mismo da a esta sede, evitar, por ejemplo, igualarla con otros asientos (todava en muchas partes se sigue usando el "tresillo" de cuando haba dicono y subdicono): el asiento del presidente, que es nico, porque ste acta en nombre de Cristo, es distinto de los asientos de los otros concelebrantes y ministros. Sobre estos y parecidos aspectos hara bien el sacristn en leer los nmeros correspondientes del Misal, en su introduccin. O bien algunas publicaciones breves que le puedan orientar sobre la nueva sensibilidad de la Iglesia. As, por ejemplo: SECRETARIADO NACIONAL DE LITURGIA, Ambientacin y arte en el lugar de la celebracin. Directorio litrgico-pastoral: Pastoral Litrgica 165-166 (1987) 1-40; COMISIN INTERDIOCESANA DE LITURGIA DE LA TARRACONENSE^ Memorndum de las normas litrgicas vigentes para la construccin y remodelacin de igleas: Phase 158 (1987) 169-175. Todo esto no se trata de potenciarlo por pura esttica o por pedagoga. La disposicin misma de las cosas y de los espacios puede llegar a ser un "signo sacramental" de lo que se celebra y de la identidad, teolgica incluso, de la comunidad cristiana. Retrato de un buen sacristn Felices las comunidades religiosas y las parroquias que tienen un buen sacristn, una buena sacristana. a) Una persona, ante todo, con cualidades humanas que son ms importantes en ella precisamente por la estabilidad de su servicio comunitario y se cercana a la celebracin. Madurez, sentido de responsabidad, puntualidad, espritu de orden y diligencia... Pero sobre todo capacidad de relacin humana y de trato, facilidad para trabajar en equipo: el sacristn no es el "ltimo" responsable de las cosas y de las disposiciones, sino que tiene que saber cooperar con otros, incluidos los encargados del canto o de las moniciones, adems de con los sacerdotes que van a presidir la celebracin. De un buen sacristn se pide que sea paciente (con los monaguillos, con las personas que vienen a encargar cosas o a preguntar horarios, con los sacerdotes que
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no siempre dejan las cosas como quisiera l...), y que realice su trabajo con amor y con humor, superando as la imagen tpica y tpica del sacristn malhumorado y spero de trato. b) Pero adems una persona con cualidades tcnicas, que por otra parte se consiguen ms fcilmente que las humanas con un poco de esfuerzo: sabe manejar bien los aparatos electrnicos para la iluminacin, para la megafona; tener sensibilidad y buen gusto artstico para la disposicin del presbiterio, sus adornos, sus flores, las imgenes... Si adems de las encomiendas antes enumeradas, del sacristn se pide, como sucede en no pocas regiones, que tambin atienda al despacho, naturalmente tendr que saber todo lo referente a inscripciones, preparacin de sacramentos, etc. c) No puede actuar bien un sacristn sin unos conocimientos litrgicos, sobre todo ahora que han cambiado bastantes cosas y las orientaciones se han multiplicado en los libros litrgicos. Debe conocer lo que es la celebracin litrgica, cules son sus momentos culminantes, su dinmica, las caractersticas de los varios tiempos litrgicos y de las fiestas. As sabr qu libros hacen falta, dnde se encuentran los varios textos que se pueden ir alternando (dnde estn las nuevas Plegarias de la Reconciliacin, o las de las Misas con nios, o las nuevas "de Suiza"?), para irlas ofreciendo a los sacerdotes que presiden la celebracin y que a veces no llegan con el tiempo suficiente para prepararse ellos mismos los libros. Un sacristn con sensibilidad litrgica influye y hasta se puede decir que "educa" a los sacerdotes con su buen hacer. Esta sensibilidad litrgica har que un sacristn respete los momentos cruciales de la celebracin, sin innecesarios traslados y ajetreos en torno al altar. Durante las lecturas o las oraciones presidenciales, no distrae a la comunidad con sus movimientos, sino que est quieto, atento a la accin comn. d) Finalmente, pertenece tambin al retrato de un buen sacristn la calidad de su fe personal. Se nota en seguida si una persona que se mueve por el presbiterio, antes de la celebracin o durante la misma, cree en verdad en aquello que sucede all: sus movimientos, sencillos y dignos, pero siempre respetuosos (desde la preparacin del altar o el encender las velas hasta el trato con los libros o en torno al altar durante el ofertorio o despus de la comumn), indican a la comunidad que l tambin siente el respeto y la conviccin de lo que se est celebrando. El sacristn es un personaje muy "visible", para los asiduos a la celebracin y para los "ocasionales". Para muchas prsonas (sobre todo en algunas exequias y bodas) la persona del sacristn es uno de los contactos ms significativos con "la Iglesia": de sus cualidades humanas y ciistianas depende mucho la impresin que se lleven. 72

Un peligro innegable de un sacristn es la excesiva familiarizacin con "lo sagrado", hasta ir perdiendo la sensibilidad y caer en una cierta rutina que podra parecer -aunque no lo sea- prdida de respeto o de conciencia de fe. Hara bien el sacristn para que esto no suceda. La fe es la que estimula al sacristn a ayudar a la comunidad cristiana precisamente en el momento privilegiado de su celebracin litrgica. Porque cree en que se celebra algo importante, por eso acta con dignidad y respeto. Ama la liturgia, y ama a la comunidad. No con aires de "dueo", sino con actitud de "servidor", como por otra parte deben hacer todos los ministros de la comunidad, incluido el presidente. Un sacristn, estable o transitorio, tiene una buena ocasin de ejercer su propia fe cristiana, como homenaje a Dios. Poner unas flores o encender unas luces; mantener limpio el altar o colocar bien las sillas; repartir los cantorales, o mantener siempre encendida la lmpara del Santsimo: se pueden convertir en pequeos actos de culto personal a Dios. Y a la vez ejercita as su ministerio de apostolado para con los dems, ayudndoles a celebrar mejor y se sienten como en su casa, porque todo est atendido y limpio. Noble ministerio. Darles oportunidades de formacin No cualquier persona vale para sacristn. No todos los que van buscando trabajo son aptos para este servicio a la comunidad. No harn falta ttulos acadmicos, pero s preparacin y sensibilidad humana, litrgica y cristiana. A las cualidades que ya se tengan, debera la comunidad contribuir dando a los sacristanes oportunidades de formacin especfica. No se trata slo de saber qu color deben tener los vestidos de un da, o cmo se accionan las campanas para que suenen bien, o cmo quiere el sacerdote que se distribuyan los asientos en el presbiterio. Hay toda una sensibilidad litrgica y espiritual, que quedara muy favorecida si al sacristn se le diera ocasin de asistir a algn curso intensivo o peridico de liturgia bsica, como hay organizados en bastantes lugares. Ofrecer formacin a los ministros que animan las celebraciones de una parroquia es una "inversin" que da sus frutos para bien de todos. As el sacristn aprender dnde estn las directrices fundamentales para su labor y para el tono de las celebraciones: aprender a leer las introducciones a los varios Rituales, que le dirn el por qu de las cosas, qu caractersticas tienen las celebraciones especiales de la Semana Santa, cul es el espritu del Adviento y cmo se tendra que manifestar en la disposicin de los locales (colores, libros, smbolos posibles) etc. No se trata de que cumpla materialmente con mediana eficacia los trabajos encomendados, sino que tenga conocimiento lo ms profundo posible del porqu de las cosas y del espritu de las celebraciones a las que sirve con su trabajo. Los sacristanes son algo ms que unas personas que encienden velas o preparan el pan y el vino sobre el altar, Son las que hacen posible una buena celebracin
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litrgica. Con su labor callada, en gran parte escondida, ayudan a que luego las celebraciones discurran con paz y fluidez. Cuando los fieles entran en la iglesia y encuentran todo en orden y limpio, se sienten movidos a considerarse como en su casa: sa es la mejor bienvenida a los que acuden a la celebracin. Cuando los sacerdotes encuentran en la sacrista cada cosa en su sitio y los libros preparados y los espacios convenientemente distribuidos, se sienten tambin ellos estimulados a realizar bien su propio ministerio en bien de la comunidad. Cuando el sacristn atiende amablemente a todos, y no pierde el humor y la paciencia ni en das de ajetreo o defiesta,la buena impresin que produce ayuda a crear el clima conveniente para una celebracin festiva y participada. Un sacristn as es un tesoro. Y sera conveniente que formara parte del equipo de liturgia que cuida las celebraciones, para que sea ms fcil la coordinacin entre todos. La suya es una verdadera vocacin: ayudar a sus hermanos cristianos a rezar y a celebrar mejor. Hay que ayudarles a ellos a que vayan sintiendo cada vez ms consciente y gozosamente la nobleza de esta vocacin.

LAICOS QUE DISTRIBUYEN LA COMUNIN

"El sacristn prepara las celebraciones juntamente con el maestro de ceremonias, pero secundndole. Debe disponer con toda diligencia los libros para la proclamacin de la Palabra de Dios y para las oraciones que hay que decir, las vestiduras y todas las dems cosas necesarias para la celebracin. Debe vigilar los toques de las campanas... Cuide que se guarde silencio y modestia en la sacrista y en el "secretario". .. Por lo que toca al ornato del lugar de las celebraciones sagradas, hay que cuidar ante todo de que haya una perfecta limpieza del piso, paredes y de todas las imgenes y dems objetos que se usan o se exponen. El ornato de la iglesia sea tal que exprese el amor y la reverencia a Dios, y al pueblo cristiano le sugiera el sentido propio de las fiestas y la alegra y piedad del corazn". Ceremonial de los Obispos, nn. 37-38
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Entre los ministerios litrgicos que en estos ltimos aos se han ido encargando a los laicos, el que tal vez ha llamado ms la atencin es el de poder distribuir la comunin. No es una novedad absoluta. Hasta el siglo octavo tenemos testimonios de que los laicos reciban con frecuencia la misin de llevar la Eucarista a los ausentes, enfermos o presos. Ms tarde este ministerio se fue reservando poco a poco a los clrigos, hasta nuestros das. El ao 1969 se envi a los Episcopados un documento llamado "Fidei Custos", que daba normas para que los laicos, en determinadas circunstancias, pudieran distribuir la comunin. Por ejemplo, en la dicesis de Barcelona, siendo Obispo Mons. Marcelo Gonzlez, el 1970, se regul el ejercicio de este ministerio por laicos, para los casos en que hiciera falta, dentro y fuera de la celebracin. En 1972, Pablo VI estableci que los "aclitos instituidos", que pueden ser laicos, fueran ministros extraordinarios, pero permanentes, de este ministerio de la comunin (Ministeria Quaedam). Finalmente, en 1973, la Congregacin de los Sacramentos public la instruccin Immensae Caritatis, en que se establecan los motivos y las modalidades de la distribucin de la Eucarista por laicos, as como la repeticin de la comunin el mismo da, la mitigacin del ayuno y la comunin recibida en la mano. Cfr. el texto de esta instruccin en la revista "Phase" 1973,513-520; en A.PARDO, Liturgia de la Eucarista, 1979, pp. 210-215; o en el Ritual de la Sagrada Comunin y del culto a la Eucarista fuera de la Misa (= "Ritual del Culto") 1974, pp. 131-138.
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Un ministerio con futuro El servicio litrgico de distribuir la comunin, tal como ha quedado ahora regulado, abierto tambin a las mujeres, se puede decir que ha entrado bien en la sensibilidad del pueblo cristiano, despus de las primeras y naturales reacciones de sorpresa o incluso de oposicin. No en vano haba sido un verdadero tab durante siglos para los laicos el tocar con la mano la Eucarista. All donde la nueva praxis se ha introducido con pedagoga y buena preparacin, se ha convertido en una experiencia enriquecedora, que va educando a la comunidad en el sentido de Iglesia y de Eucarista. En muchas iglesias vemos ahora cmo con toda naturalidad y dignidad participan los laicos en esta misin. En Roma, hace cuatro o cinco aos, se calculaban en unos 800 los ministros extraordinarios de la comunin, oficialmente nombrados como tales, de los cuales unos 600 eran religiosos. Las varias funciones incluidas en este ministerio son: - dentro de la Misa: ayudar al sacerdote a repartir la comunin, cuando es grande el nmero de comulgantes y faltan otros ministros ordenados; o bien cuando se quiere darla bajo las dos especies; - fuera de la Misa: cuando en ausencia del sacerdote hay feles que quieren comulgar, poder darse a s mismos y repartir a los dems la Eucarista; el rito a seguir est en el "Ritual del culto", nn. 26-53, y tambin en el folleto de la coleccin Celebrar que acaba de aparecer: La comunin fuera de la Misa, CPL, Barcelona 1987, pp. 25-37; - la comunin llevada a los enfermos, incluso a modo de Vitico: cfr. el rito en el "Ritual del Culto" nn. 54-78 y en el citado folleto del CPL, pp. 7-24; - celebraciones dominicales en ausencia de sacerdote, en las que los laicos pueden recibir el encargo oficial por parte del Obispo de presidir la celebracin de la Palabra y distribuir a sus hermanos la comunin; cfr. el folleto Celebraciones dominicales y festivas en ausencia de sacerdote, del Secretariado Nacional de Liturgia, Madrid 1981; - facultad para purificar los vasos sagrados, despus de la celebracin, fuera del altar en la "credencia" y preferiblemente una vez acabada la celebracin y despedido el pueblo: cfr. IGMR 204.238; - la exposicin del Santsimo, caso repetido sobre todo en las comunidades religiosas, masculinas o femeninas, en ausencia de sacerdote: "Ritual del Culto" nn. 91-92. Aqu reflexionaremos sobre la misin de los ayudantes dentro de la Misa.

extraordinario de la comunin" obedece al deseo de ayudar a que la comunidad cristiana celebre mejor la Eucarista. Se puede decir que la motivacin primera es la utilidad pastoral. As, dentro de la Misa, el que unos laicos puedan ayudar a repartir la comunin cuando son muchos los fieles que se acercan a recibirla y no hay (suficientes) ministros ordenados, favorece el que la celebracin sea gil, proporcionada, no innecesariamente larga. La reforma actual ha introducido elementos que piden un ritmo pausado y que alargan la Misa: la tercera lectura, la homila como obligatoria, la oracin universal, cantos y espacios de silencio... Es conveniente que otros momentos que no necesariamente piden un desarrollo largo, como el de la comunin, se agilicen con la multiplicidad de ministros. Sobre todo si se quiere realizar bajo las dos especies: con la ayuda de ministros laicos se puede realizar mejor la comunin tambin con el vino, que por razn del signo da a la comunin una expresividad ms plena (cfr. IGMR 240). En los casos en que, fuera de la Misa, los laicos son encargados de repartir la comunin, la comunidad cristiana encuentra facilitado su acceso a este sacramento, si en caso de no concederse este permiso se tuviera que quedar sin comulgar. Asimismo los enfermos pueden comulgar ms frecuentemente, en especial el da del domingo, gracias a que se ha "liberalizado" este ministerio. Pero la sola utilidad pastoral no hubiera abierto tal vez las puertas a este ministerio ejercido por laicos si no hubiera sido por una coherencia ms profunda. Se trata de que con este ministerio se da otra imagen de Iglesia y se pone de manifiesto la dignidad del laico. En virtud de su bautismo, todo cristiano pertenece a la comunidad sacerdotal y puede recibir el encargo ministerial de ayudar a sus hermanos tambin en la celebracin de los sacramentos. Aqu se trata de una misin litrgica no necesariamente ligada al ministerio ordenado, y que slo "de hecho" se haba reservado al clero y ahora se vuelve a encomendar en algunas circunstancias a los laicos. El bautismo no da "derecho" a ejercitar ni este ni otros ministerios, pero s la "capacidad" de recibir por parte de los responsables la misin de ejercerlos en bien de la comunidad. Es la nueva imagen de la Iglesia, tal como ha aparecido sobre todo en la Lumen Gentium, la que sirve de motivacin radical de todos los servicios litrgicos encomendados a los laicos, y la que se pone en evidencia cuando se ejercen bien.

A qu personas A qu personas conviene encomendar esta distribucin de la comunin? No ciertamente a nios o adolescentes, sino a personas ya maduras. En algunos pases, como Alemania, se ha indicado como edad mnima, aproximativamente, la de los 25 aos. Se trata de un servicio importante a la comunidad cristiana, que hay que saber realizar con desenvoltura y dignidad. Es natural que los varios documentos indiquen que las personas encargadas sean de buena fama, aceptadas en la comunidad, que ofrezcan una cierta garanta.
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Motivacin de este ministerio para laicos Toda esta serie de misiones litrgicas
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incluidas en el "ministerio

Sera bueno que los designados estuvieran ya comprometidos en alguna otra clase de apostolado, como la catequesis, el cuidado de los enfermos, o que pertenezcan al equipo de liturgia, al consejo pastoral o a una comunidad religiosa. As, el servicio de repartir la comunin o llevarla a los enfermos no sera un hecho aislado dentro de su identidad y de su imagen en la comunidad. Es lgico que la instruccin avise: "no ser elegido para tal oficio uno cuya designacin pueda causar sorpresa a los fieles", y que "deber distinguirse por su vida cristiana, por su fe y sus buenas costumbres". El mismo documento seala un orden indicativo de prioridades, de acuerdo con los criterios de mayor o menor significatividad: "la designacin se har teniendo presente el siguiente orden: lector, alumno de Seminario mayor, religioso, religiosa, catequista, fiel varn o mujer". Pero aade que este criterio "puede ser cambiado segn el prudente parecer del Ordinario del lugar". (Entre las personas a las que no habra que encomendar este oficio estaran, adems de los nios y adolescentes, los novios el da de su boda. Por muy "bonito" que sea el gesto, ese da los novios no deberan en principio realizar el ministerio de lectores y menos el de distribuir la comunin. El que celebren este sacramento con evidente protagonismo no obliga a que tengan que ser "animadores de la comunidad"). Modo de designacin Entre nosotros a veces da la impresin de que la designacin de los ministros extraordinarios se hace un poco a la buena, con criterios ms de improvisacin y de hechos aislados que con una programacin pastoral de conjunto. Es al Obispo a quien corresponde designarlos, tras haber escuchado la peticin de los prrocos. El responsable de la comunidad seguramente tras haber consultado a su vez con otros, por ejemplo con el consejo pastoral o el equipo de liturgia, presenta al Obispo los nombres de las personas que desea sean designadas para este ministerio, indicando tambin las motivaciones que hacen aconsejable la decisin. El Obispo, por s, por su Vicario u otro Delegado, designa oficialmente a estas personas para que puedan ejercer en tal parroquia el ministerio de distribuir la comunin o llevarla a los enfermos: lo puede hacer para un ao o para varios (en muchas dicesis suelen concederlo para tres o cinco aos). El nombramiento se concreta en algunos lugares en un documento oficial firmado por el Obispo, para que se vea que no es un capricho de una persona o de un grupo, sino encargo oficial de la dicesis. Cara a la comunidad parroquial, habra que cuidar el modo de dar a conocer este nombramiento. Se trata de dar, no tanto solemnidad, pero s expresividad, al acto. El prroco, ante la comunidad reunida en la Misa principal de un domingo en los meses de septiembre u octubre, que es cuando suelen empezar las actividades a muchos niveles notifica la decisin de encomendar este ministerio a tales personas,y los motivos por los cuales haparecido conveniente.
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El rito del nombramiento Si se quiere hacer bien, habra que seguir el rito de nombramiento que ofrece el "Ritual del Culto" (pp. 139-142). Es un acto que puede representar para la comunidad cristiana una hermosa catequesis de lo que es la Iglesia, la dignidad y corresponsabilidad de los laicos y la importancia de la Eucarista para los presentes y los enfermos. Hay dos formularios distintos en el Ritual: para la designacin estable de estos ministros y para los casos concretos y aislados. a) El rito para la designacin estable es el ms significativo: - empieza con una monicin en la que se da a conocer a la comunidad qu ministerio se va a encomendar y a quines (repartir la comunin en Misa, llevarla a los enfermos, etc.) y se les recuerda a las personas designadas su deber de dar testimonio de vida cristiana y de ejercitar este oficio con respeto especial a la Eucarista; - siguen unas preguntas a los candidatos, para que delante de todos ratifiquen su compromiso de realizar bien este ministerio en beneficio de la comunidad; - a continuacin la asamblea hace oracin sobre ellos; - se tiene particular recuerdo por ellos tambin en la oracin universal. b) En el caso de que el sacerdote llame ocasionalmente a alguien para que le ayude a dar la comunin, a falta de otros ministros estables, el Ritual ofrece una breve frmula: "el Seor te bendiga para distribuir ahora a tus hermanos el Cuerpo de Cristo". Tambin se podran usar otras palabras, a modo de monicin y encomienda: "que el Seor os bendiga a vosotros, que vais a distribuir a vuestros hermanos el pan que El ha preparado para la comunidad cristiana", "he aqu el Pan de la Vida, id y servid a vuestros hermanos en la mesa del Seor"... Todo esto indica que el ministerio de repartir la comunin no es como otros que se pueden encomendar para cada caso y sin particular solemnidad (oraciones de los fieles, direccin de cantos, lecturas, etc.). Se quiere, oficialmente, que se destaque y que se le d expresividad, sobre todo cuando va a ejercitarse durante un cierto tiempo. Es un ministro "extraordinario" Los laicos que reciben as esta misin, dentro o fuera de la Misa, son considerados ministros "extraordinarios" de la comunin. Tambin los aclitos "instituidos" lo son, aunque sean ministros permanentes. Los nicos ministros "ordinarios" de la distribucin de la comunin son los ordenados (diconos, presbteros y obispos). Llamar a uno ministro "extraordinario" significa que slo puede ejercitar el encargo recibido en ausencia de los ministros ordinarios. Si hay diconos o

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sacerdotes, son stos los que deben distribuir la Eucarista. Empezando por el presidente de la celebracin, que es el que con mayor coherencia, en nombre de Cristo, reparte a sus hermanos el Cuerpo y la Sangre del Seor. (Todos los documentos desautorizan expresamente el que un sacerdote se siente y deje que sean los laicos solos los que repartan la comunin). Esto no sucede as en otros ministerios. Para las lecturas anteriores al evangelio, la "prioridad" la tienen los lectores laicos, por encima, por ejemplo, de los concelebrantes. Con todo, en cuanto a esta preferencia de los ministros ordenados en la distribucin de la comunin, personalmente me entran dudas sobre el sentido que pueda tener el que en este momento aparezca en el presbiterio un sacerdote o dicono que no han estado presentes en la celebracin hasta entonces, ayudan a dar la comunin y luego se esfuman en direccin a la sacrista. Creo que en este caso sena ms expresivo el que los laicos que s han estado presentes en la celebracin sean llamados para ejercer el ministerio que tienen oficialmente encomendado.

e) Es mucho ms expresivo el dar la comunin que no invitar a que los feles la cojan. Queda mejor expresada la mediacin de la Iglesia cuando se hace por sus ministros. Los sacramentos no los "cogemos" nosotros, sino que nos son ofrecidos en y por la Iglesia. En los gestos importantes no es expresivo el "self-service" (nos imaginamos un reparto de medallas a los vencedores, o de diplomas a los graduados, dejando que cada uno los vaya tomando de encima de la mesa?). Adems el dilogo contiene palabras importantes que dan su sentido de fe al gesto. En siglos anteriores, incluso a los sacerdotes concelebrantes, y al mismo obispo, les era "dada" la comunin por el presidente o por el dicono (al Papa se la ofreca el archidicono). En algunas liturgias orientales todava se hace as con los concelebrantes: todos "reciben" la Eucarista, no la "cogen". En la actual regulacin de nuestro Misal Romano los ministros inferiores reciben la comunin (por ejemplo, el dicono no la coge, sino que se la da el presidente: lo mismo, por tanto, a los ministros extraordinarios: cfr. IGMR 137), mientras que los sacerdotes concelebrantes s "pueden" ir tomndola del altar. Pero no sera ningn gesto empobrecedor que tambin ellos la recibieran.

Modo de realizar el ministerio La comunin es el acto central de la celebracin eucarstica: hay que realizarla con pausa, dignidad y expresividad. a) Los ministros extraordinarios suben al espacio del altar en el momento adecuado. En algunos lugares han pensado que este momento adecuado para que se acerquen al altar los ayudantes de la comunin es antes del Padrenuestro, porque despus del "amn" de la Plegaria Eucarstica ya empieza la preparacin inmediata a la comunin: el sacerdote espera que suban, y entonces entona el Padrenuestro. Otros prefieren (y as lo insina el "Ritual del Culto", p. 141) que se acerquen durante la fraccin del pan por parte del sacerdote. Si hubiera que traer del sagrario algn otro copn (aunque siempre es preferible que se consagre en cada Misa todo el pan que har falta para la comunin), es tambin en este momento de la fraccin cuando ms coherentemente se va a buscar. b) El sacerdote, despus de comulgar con el Pan, lo da a los que van a ser ministros de la comunidad, para que comulguen ellos, y asimismo el vino: es bueno que los que van a "dar" el Cuerpo y la Sangre del Seor a sus hermanos, lo "reciban" antes de manos del presidente. c) Entonces el sacerdote les entrtga visiblemente el copn o el cliz, para que se vea que son como una prolongacin del presidente, que es el representante del mismo Cristo. d) Y bajan conjuntamente a repartir la comunin a los fieles. Lo hacen con pausa y expresividad: mostrndola ante todo a cada uno y diciendo el dilogo con calma ("el Cuerpo de Cristo", "la Sangre de Cristo") y depositando luego el Pan en la mano o en la loca de cada fiel, segn la opcin de ste, y asimismo ofreciendo el cliz; del Vino.
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Pastoral de conjunto Para que sea plenamente eficaz y expresiva la introduccin de estos ministros extraordinarios de la comunin, deberan tenerse en cuenta unos principios bastante evidentes de pastoral de conjunto: - que la designacin de las personas se haga en coordinacin con otros ministerios y tareas en la vida de la comunidad (catequesis, cuidado de los enfermos, servicios de caridad, pastoral con los que se preparan a sacramentos, etc.), - que se haga sobre todo en coordinacin con el responsable ltimo, el prroco, tanto en cuanto a la designacin como al ejercicio del ministerio; - que se realice sobre todo los domingos, como da de la comunidad y da del Seor, tanto en la celebracin misma como en servicio a los enfermos; - que el nmero de los as asignados sea suficiente para asegurar su presencia y participacin en todas las Eucaristas dominicales en las que se prev su conveniencia; y que formen como un equipo que se distribuyan las incumbencias, de tal manera que no haga falta normalmente echar mano de otros ministros ocasionales, que deberan considerarse an ms "extraordinarios". Pero la iniciativa ms importante es que estos ministros laicos de la comunin tengan la ocasin de recibir una preparacin adecuada antes de empezar a ejercer su ministerio. En el directorio El Aclito y el ministro extraordinario de la comunin, publicado por el Secretariado Nacional de Liturgia (PPC, Madrid 1985), se recomienda vivamente una preparacin bblica, litrgica, teolgica, pastoral y ceremonial; para ello se deberan organizar a nivel parroquial, arciprestal o diocesano, cursillos intensivos, pero serios, para estos laicos. El mismo directorio, en las pgs. 30-42, ofrece un programa detallado de esta formacin, con bibliografa
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para ir ampliando su preparacin. No estara mal que este curso de preparacin tuviera el sello de un diploma o certificado que acredite la seriedad del nombramiento. Actitud exterior e interior Distribuir la comunin a los hermanos de la comunidad y llevarla a los enfermos, es un servicio hermoso, significativo, que debera llenar de alegra a quien es llamado a realizarlo. Exteriormente no hace falta decir que si todo ministerio litrgico dirigir el canto o la oracin, o proclamar la lecturas merece una compostura y una actitud digna, ste de la comunin todava lo pide ms. En cuanto al vestido con que se supone que realizan su funcin, el "Ritual del Culto" o los otros documentos no son taxativos. Depende de las costumbres de cada lugar: se puede vestir el alba o la tnica litrgica, o bien sencillamente aparecer como laicos, "permanecer" laicos a la vista de la comunidad, sin necesidad de "asimilarse" al clero, para que se vea claramente que es un ministerio no desglosado del ordenado, sino encomendable tambin a los laicos. Eso s, con un vestido digno y adecuado: no hace falta decirlo. Pero es ms importante la actitud espiritual interior. Ante todo se pide a estos ministros respeto y aprecio a la Eucarista: es el momento central de la celebracin, cuando Cristo se da a los suyos como alimento de vida eterna. Todo ministro que ayuda a que la comunin se realice con dignidad, debe l mismo estar convencido de la importancia de este sacramento, tener "sentido de lo sagrado", porque est sucediendo el misterio central de la donacin de Cristo y de la fe de los cristianos, sin "banalizar" los gestos por la precipitacin o la rutina. Est ayudando a un acontecimiento de fe y debe notrsele en su modo de actuar y en su postura interior. Estos ministros deben tambin mostrar su respeto y amor a la comunidad a la que sirven: estn ayudando a sus hermanos a recibir al Seor en las mejores condiciones posibles de celebracin. En el caso de llevarlo a los enfermos, estn facilitando este encuentro de fe a personas que no han podido acudir a la celebracin comunitaria. Este ministerio no es primariamente un "privilegio" para ellos, sino un "servicio" para bien de los dems. El que tambin puedan "darse a s mismos" la comunin, cuando sucede el rito fuera de la Misa, tiene bastante menos importancia que el que hayan sido llamados a favorecer la comunin de los dems. Su actitud interior y exterior de "servidores" y su talante humilde harn manifiesta su fe en la importancia de la Eucarista y el respeto que les merece la comunidad. Es un ministerio que delera ir unido a una actitud de disponibilidad generosa: muchas veces no ser cmodo estar dispuesto a participar en algunas celebraciones en que hace falta este ministerio, porque no coincide con los planes y proyectos personales del fin de semana: pero todo ministerio es para los dems, no para provecho propio.
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LLEVAR LA COMUNIN A LOS ENFERMOS


Acabamos de hablar de la novedad que ha supuesto para la Iglesia de hoy el que los laicos puedan distribuir la Eucarista: su motivacin, el modo de designar a las personas y la actitud espiritual con que deberan actuar. Hasta ahora nos hemos fijado en este servicio litrgico cuando tiene lugar dentro de la Misa, ayudando al sacerdote presidente a distribuir la comunin a la asamblea. Pero este ministerio tiene varias prolongaciones interesantes: a) repartir la comunin a otros fieles fuera de la celebracin, b) llevarla a los enfermos e impedidos, c) incluso en forma de vitico, aunque este ltimo caso, entre nosotros, es ms bien excepcional que se haga por medio de laicos. Al final sealaremos los libros actuales en los que se encuentran losritosen sus diversas modalidades, todos ellos recientemente reunidos en una edicin muy manual: La comunin fuera de la Misa, Coleccin "Celebrar" n. 21, CPL, Barcelona 1987, 52pgs., preparada por J. Lligadas. La comunin fuera de la Misa El ideal es comulgar dentro de la celebracin. Es cuando ms expresivamente se participa de la Eucarista del Seor. Pero hay casos legtimos en que los fieles, por falta de sacerdote, o porque ellos mismos no han podido acudir a la celebracin, an estando sanos, piden la comunin fuera de la Misa. Normalmente ser el sacerdote o el dicono el que se la d. Pero lambin aqu tiene vigencia el ministerio extraordinario, en ausencia de los ministros ordinarios.
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Esto puede pasar con algunos grupos defielesbastante sistemticamente, por falta de sacerdote en la comunidad. O puede ser un caso ms o menos aislado, para pocos o ms fieles. Esta comunin, distribuida fuera de la Misa, tiene un rito propio, ms desarrollado que antes, y que comporta una mini-celebracin: - un saludo dirigido al grupo que va a comulgar, - un acto penitencial, para el que se ofrecen varias frmulas, - y una oracin que concluye esta introduccin; - tiene lugar a continuacin una celebracin de la Palabra, con las dos lecturas del da, si se trata de un caso permanente para una comunidad, o bien de una lectura oportuna, si es un caso ms aislado: seguidas de un momento de silencio, o de un salmo de meditacin, o incluso de unas palabras de homila o comentario; la celebracin de la Palabra termina con la oracin universal o de los fieles; - ya preparado sobre el altar el copn con el Cuerpo del Seor, se recita o canta el Padrenuestro y se da el gesto de paz; se distribuye la comunin; y todo concluye con unos momentos de silencio, una oracin a elegir entre las que propone el Ritual y la bendicin final, que, si el ministro es laico, se convierte en una invocacin a Dios para que nos bendiga. Mayor facilidad para los enfermos En el caso de los enfermos, el ministro ordinario que les lleva la comunin es tambin el sacerdote o el dicono. Tenemos un hermoso testimonio a mediados del siglo II, cuando Justino, en su Apologa, describe la celebracin y dice que los diconos reparten los dones "eucaristizados" a los presentes y los llevan tambin a los ausentes. Pero, como en el caso de la Misa, tambin en el de los enfermos o impedidos, pueden hacerlo los aclitos instituidos o sencillamente los laicos encargados, en ambos casos ministros extraordinarios. La nueva regulacin sobre la comunin ha trado varias ventajas: - ha facilitado el que los enfermos puedan participar con mayor frecuencia de la Eucarista, sobre todo los domingos y fiestas, que es cuando ms sentido tiene, y a la vez cuando menos podan atenderles los sacerdotes o diconos; - y esto, no slo para los enfermos que estn en sus casas, sino de manera especial tambin para los enfermos y ancianos de las clnicas, hospitales y comunidades religiosas; - se ha simplificado notoriamente el ayuno eucarstico, tanto para los enfermos como para los que los cuidan; - se ha previsto que puedan comulgar tambin los familiares y otros que acompaan a estas personas; y todo ello con un rito nuevo, que incluye tambin la celebracin de la Palabra de Dios.
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Motivaciones de un ministerio lleno de sentido "Estuve enfermo y me visitasteis". Ayudar a los enfermos y a los ancianos es una de las facetas ms nobles de la caridad eclesial. 1. Los momentos de dolor, debilidad y soledad que muchos enfermos o ancianos experimentan en su vida, son una participacin muy especial en el sufrimiento pascual de Cristo. Esta perspectiva la trata muy bien Juan Pablo II en su carta apostlica Salvifici Doloris, de 1984, sobre el sentido cristiano del dolor, en especial en su captulo 5a, "partcipes en los sufrimientos de Cristo". Son pginas muy oportunas para los mismos enfermos o ancianos, pero tambin para los que realizan para con ellos un ministerio de caridad como ste de llevarles la comunin. Un ministerio lleno de sentido: llevar a estas personas la fuerza de Cristo, en los momentos de debilidad, bajo la forma del sacramento de la Eucarista, el memorial de la Muerte redentora del Seor. 2. Pero este ministerio tiene otra motivacin entraable: expresar y alimentar los lazos de comunin con la comunidad a la que siguen perteneciendo. a) Es bueno, por una parte, que la comunidad se acuerde explcitamente de estas personas que tal vez han estado acudiendo a sus convocatorias durante tantos aos, y que ahora, transitoria o definitivamente, se ven alejadas de la asamblea dominical. La comunidad cristiana no puede olvidar a sus miembros enfermos o impedidos: es bueno que ore por ellos (recordndoles, por ejemplo, con frecuencia en la oracin universal de la misa), que se interese por su salud, que vea cmo, despus de la comunin, los ministros designados reciben expresivamente el encargo de llevarles la Eucarista. La comunidad, en el momento oportuno, cuidar tambin de que estos enfermos celebren el sacramento de la Uncin o que reciban solemnemente el Vitico, y despus de la muerte, seguir orando por sus miembros, en las exequias y en el tiempo sucesivo. b) Por otra parte, los mismos enfermos o impedidos es bueno que, precisamente en estos momentos de alejamiento y dolor, sientan la cercana de su comunidad. Que sepan que los dems oran por ellos; que les envan la Eucarista para que puedan participar de su reunin dominical o festiva (o diaria); que, adems de la comunin, reciban de ese mismo ministro noticias de la comunidad, por ejemplo la hoja parroquial. As, los enfermos y ancianos reciben de una vez la visita de uno o varios miembros enviados por la comunidad, la proclamacin de la Palabra y la Eucarista: no slo el gozo y el consuelo de la comunin para su fe personal, sino la ocasin de experimentar la prolongacin de la Misa comunitaria a la que no han podido asistir por sus circunstancias. Reciben la comunin porque estn en comunin. Y no es un juego de palabras. La comunin eucarstica que se les lleva es la expresin mejor de la comunin eclesial que no se debe romper ni debilitar por el alejamiento fsico de la asamblea dominical. Se les lleva el Cuerpo (eucarstico) de Cristo porque siguen perteneciendo al Cuerpo (eclesial) de Cristo.
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c) Ms an, si el comulgar puede ser para un anciano o enfermo una experiencia enriquecedora, en su direccin de fe personal y de pertenencia comunitaria, tambin puede ser su modo de enriquecer a la comunidad. Comulgar con la Eucarista que se les enva oficialmente puede ser la ocasin para que los enfermos o impedidos, acordndose de los dems, sintindose miembros, ahora como antes, de la parroquia o de la comunidad cristiana, ofrezcan su dolor por las intenciones de todos, transmitiendo su saludo y su ofrecimiento sacrificial a la comunidad, por medio del ministro de la comunin. Ellos, sin discursos y sin grande actividad, porque estn enfermos o dbiles, tienen este modo de enriquecer a sus hermanos, con su testimonio de participacin en el dolor de Cristo y con el ofrecimiento del suyo para el mismo fin que lo ofreci Cristo, la salvacin de todos. Este podra ser con frecuencia el tema de las lecturas, de las oraciones o palabras de nimo que el ministro de la Eucarista, ordinario o extraordinario, les dirija a estos miembros enfermos de la Iglesia. Sobre todo el domingo, el da del Seor Todo esto tiene sentido cualquier da, pero sobre todo el domingo. El primer da de la semana, el da del Sefior Resucitado, es tambin el da de la comunidad reunida y de la Eucarista. Es probablemente el da que ha marcado el ritmo de vida de estas personas que ahora estn enfermas o ancianas, impedidas de seguir acudiendo a la convocatoria de la comunidad. Es, pues, el da en que con ms coherencia y sentido pueden recibir la Eucarista. Por eso, siendo tambin el da en que los sacerdotes estn ms ocupados en otras urgencias pastorales de la comunidad, se ha ampliado a los laicos el encargo de ejercer este ministerio de la comunin. Los criterios de que hablbamos antes sobre el modo de designar a los que van a realizar este servicio pastoral establemente, sirven con mayor motivo todava para los que llevan la comunin a los enfermos, que es un servicio ms complejo que el de ayudar a repartir la Eucarista en la celebracin. Tanto en la eleccin corno en el envo de estas personas habra que cuidar la significatividad del gesto. La lista de prioridades de eleccin que establecen los diversos documentos -prioridad, no tanto por su valor o categora, sino por su significatividad- tiene en primer lugar a los religiosos y religiosas, pero tambin a personas laicas que aaden este ministerio de la atencin sacramental a los enfermos a otros que ya ejercen probablemente en el terreno de lacatequesis, de la celebracin de la comunidad o de la caridad. Personas aceptadas, concualidades para este delicado apostolado, que hay que realizar con pedagoga y dignidad, personas disponibles, sobre todo los das festivos, para dedicar tiempo a este senicio en favor de los enfermos. Personas que sean conocidas por la comunidad, y sobre lodo por las familias de los ancianos y enfermos, como encargadas oficialmente para este ministerio.
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Por otra parte, su envo debera ser tambin expresivo. Una vez que han comulgado ellas, en la cercana del altar, reciben en unas cajitas adecuadas el Pan eucarstico que han de llevar: posiblemente con unas palabras a modo de monicin que indiquen claramente que son designadas por el responsable de la comunidad para que en nombre de todos lleven la Eucarista a los que la han pedido. Celebrar la comunin El modo concreto de "celebrar la comunin" con los enfermos est en los Rituales. Se trata de algo ms que de "dar la comunin": es una celebracin ms pausada y completa. Para que el rito aparezca, como lo que es, una celebracin festiva, aunque excepcional y abreviada, de la Pascua del Seor, ser conveniente que con anterioridad se avise a la familia que prepare una mesita con un mantel limpio, con flores y velas a ser posible, para indicar que se va a participar de la Eucarista del Seor que ha celebrado la comunidad. La estructura delritoes, ms o menos, como la que antes hemos descrito para la comunin fuera de la Misa, con algunos detalles ms simplificados, como por ejemplo la oracin de los fieles o el gesto de paz, que no aparecen en este Rito de los enfermos. Las lecturas y oraciones habr que seleccionarlas previamente con adaptacin a las circunstancias, de modo que todo el conjunto ayude a expresar y a crecer en la fe a todos, los enfermos y sus familias. No estara mal que, aunque no estn en los libros, se recitaran alguna vez, por parte de todos los presentes, oraciones que saben y que pueden ayudarles en esta expressin de su fe: adems del Padrenuestro, tambin el Avemaria, o el Gloria y el Credo de la Misa, que as se podran convertir, si los saben bien, en lazo de comunin con la Misa de la comunidad en la que han participado tantas veces. Los que rodean al enfermo o anciano, familiares o no, pueden comulgar tambin, si lo desean. Con la salvedad de que, si es domingo, es mejor que los que puedan lo hagan en la celebracin comunitaria. Otra cosa sera si alguna persona, precisamente por atender al enfermo, no puede ir a Misa. O bien que se trate del vitico solemnemente celebrado: en estos casos es evidente que estas personas pueden comulgar junto con el enfermo. En clnicas, hospitales, y sobre todo en casas religiosas, es posible a veces conectar las habitaciones de los enfermos con la capilla para que los que quieran puedan seguir por la megafona el desarrollo de la Eucarista. Entonces, la comunin se puede distribuir, a los que la hayan pedido, en conexin con la celebracin, sin necesidad de todos los elementos antes sealados.

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La actitud espiritual del ministro de la comunin Pero junto al modo ritual de desarrollar este ministerio, es importante la actitud espiritual de fe desde la que se acta. a) El cristiano que dedica su tiempo y sus energas a este apostolado, se puede decir que contina la misma misin de Cristo, que atenda a los dbiles y los enfermos, que dedicaba sus palabras de aliento a ayudar precisamente a los que se encontraban ms necesitados de ellas. b) A la vez se siente enviado de la comunidad: no acta slo como una persona que por su buen carcter o por la amistad que tiene con un enfermo le acompaa y le hace partcipe de la Eucarista, sino que lo hace adems como enviado y ministro de la comunidad. c) Esto requerir probablemente de l espritu de sacrificio, porque el ministerio que le han encomendado supone tiempo, dedicacin, cario; y no siempre, precisamente en los das festivos, resulta fcil renunciar a los propios proyectos para atender a otros. d) Es un ministerio que requiere amor a los enfermos y ancianos. La psicologa debe ensear a tratar a estas personas, a tener con ellas una sensibilidad de cercana y afecto, capacidad de escucha, optimismo, cordialidad y paciencia. Todo ello supone que esta visita "sacramental", y otras que puedan prepararla o prolongarla, se hacen sin prisas. Cada ministro no debera ser encargado de llevar la comunin a muchas personas: hay que calcular que requerir cada una ms tiempo del que ocupa el rito escueto. e) Y a la vez es un ministerio que requiere un verdadero amor a la Eucarista y la conviccin de que vale la pena fortalecer con ella a los cristianos en momentos de debilidad. Por eso el ministro se esforzar por saber usar bien los libros, elegir las diversas frmulas posibles, y realizar todo el rito con dignidad y respeto, sin banalizarlo en ningn momento ni caer en la rutina o el mero formalismo. Sentirse ministro de Cristo y de la comunidad eclesial en un momento como ste es la actitud que le inspirar la justa palabra y actuacin, para que los enfermos se sientan acompaados por la comunidad y para que vayan viendo su propio estado de enfermedado debilidad desde la perspectiva pascual de incorporacin al dolor salvador de Cristo Jess. Dentro de la pastoral de conjunto Tambin para este ministerio, y con mayor razn tal vez, valen los criterios de coordinacin global de que hablbamos en el anterior apartado en relacin con el ministerio intra-celebrativo. Pero adems en este caso hay otras consideraciones a hacer. Siempre seguir siendo el ideal que el que lleva la comunin a un enfermo o impedido sea el responsable de la parroquia o de la comunidad cristiana. Y en el caso de que sea un laico el que lo haga, ser conveniente que alguna vez lo siga haciendo
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el sacerdote, tambin para asegurar la posibilidad del sacramento de la Reconciliacin y el contacto ms representativo con la comunidad. Los laicos que ejercen este ministerio harn bien en tener informado al prroco sobre la evolucin de estas personas, con una sensibilidad especial para captar los deseos y necesidades tanto de las personas enfermas como de sus familias. La atencin pastoral a estas personas va ms all del hecho mismo de llevarles la comunin. Incluye visitas, atencin, preocupacin, seguimiento, y a veces hasta ayuda econmica y sanitaria. Los enfermos y ancianos pueden desear la Eucarista, pero muchas veces necesitan y desean sobre todo compaa y ayuda, una mano que sepa apretar las suyas, una persona que les dirija palabras amigas, que sepa escucharles y hacerles compaa sin mostrar impaciencia ni prisas. En la parroquia tendr que haber una lista de las personas que han mostrado ya explcitamente el deseo de recibir la comunin. Y tambin de otras que, si supieran la facilidad que hay de recibirla, no ya en plan de vitico, sino sencillamente porque es domingo o fiesta, seguramente la pediran, porque han estado comulgando toda la vida, y no hay motivo -al contrario- para que ahora dejen de hacerlo. Las personas del equipo pastoral no deberan dar por supuesto demasiado fcilmente que "no querrn", que "no lo han pedido". El celo pastoral, an manteniendo la discrecin, debe buscar incansablemente el bien de todos los miembros de la comunidad y en especial de los ms dbiles. Con tacto pedaggico y oportunidad psicolgica, se trata de adelantarse a veces, porque puede suceder que las personas no den el primer paso por miedo a incomodar al sacerdote o a la comunidad. Libros que ofrecen el rito para esta comunin - Ritual de la Uncin y de la pastoral de Enfermos, Coeditores litrgicos 1979 (tamao manual, 237 pgs.): contiene los ritos y textos de la Eucarista llevada a los enfermos, del Vitico y de otros ritos en tomo a esta situacin. -Ritual de la sagrada Comunin y del cuite a la Eucarista fuera de la Misa, Coeditores htrgicos 1974: sobre todo el cap. I8, "la sagrada comunin fuera de la Misa", y el 2a, "la comunin a los enfermos llevada por un ministro extraordinario". -La comunin fuera dla Misa, Coleccin "Celebrar" n. 21, CPL, Barcelona 1987, 52 pgs, preparado por J. Lligadas: contiene los tres casos, la comunin fuera de la Misa, la de los enfermos, y el Vitico. Hay edicin castellana y catalana. - P. Fams, La comunin distribuida por los laicos, Regina, Barcelona 1973,47 pgs.

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EL EQUIPO DE LITURGIA

El Misal pide: "la preparacin de cada celebracin litrgica hgase con nimo concorde entre todos aquellos a quienes atae, tanto en lo que toca al rito como al aspecto pastoral y musical, bajo la direccin del rector de la iglesia, y odo tambin el parecer de los fieles en lo que a ellos directamente les atae" (IGMR 73; cfr. tambin IGMR 313). Antes no haba necesidad de un equipo de liturgia: bastaba que el sacerdote y el sacristn se cuidaran de prepararlo todo. En todo caso se agradeca la buena voluntad de unas seoras que mantenan limpia la iglesia o preparaban con gusto las flores. Ahora cada vez ms es un grupo el que asume la tarea de preparar cada celebracin y revisar sus orientaciones tambin a largo plazo. La corresponsabilidad de los laicos se nota en otros aspectos de la vida comunitaria, como la catequesis, la economa y otras actividades, p r o tambin en la animacin de la liturgia. Un grupo de liturgia puede llegar a ser un autntico fermento y un motor dla celebracin de la comunidad. Y eso, no slo porque ahora hay menos sacerdotes o porque el prroco no llega a todo, o porque es moda la participacin de la base, sino por motivos tambin teolgicos: la imagen de la Iglesia que se comprende a s misma como ms irresponsable de la propia vida y animacin, basndose en la dignidad de todos los laicos, en razn de su sacerdocic bautismal. Un equipo mixto y representativo El equipo que se ocupa de esta tarea de la preparacin y animacin de las celebraciones es idealmente un grupo variado, rico, representativo de lo que es la 40

comunidad: debera agrupar a los ministros ordenados (los que van a presidir las celebraciones), algunos religiosos y religiosas, y sobre todo laicos, mayores y jvenes, casados y solteros. Este grupo no debera considerarse un coto cerrado, como dueos nicos de las decisiones. Aunque se va formando a partir de las personas dispuestas a colaborar, y luego se va organizando ms, debera permanecer abierto. En todo caso, si llegan a ser muchos sus miembros, se podra pensar en una rotacin a la hora de distribuir los ministerios o en subgrupos que se cuiden de los diversos sectores y de las celebraciones especializadas, pero que a la hora de la reflexin y de la oracin formen unidad. Tambin en las comunidades religiosas convendra que hubiera este grupo de liturgia, que se ocupara, por rotacin, de animar las celebraciones. Es un apostolado que, tanto en una parroquia como en una comunidad religiosa, resulta ser de los ms nobles y tiles para la vida de fe de todos. En concreto se supone que un equipo as est constituido por las personas que normalmente se hacen responsables de los varios ministerios litrgicos o al menos de su preparacin y distribucin: los que proclaman las lecturas, los que dirigen la oracin o el canto, el organista, los que van a cantar los solos y el salmo responsorial, los encargados de las moniciones o de las intenciones de la oracin universal, los ministros extraordinarios de la comunin, el sacristn y los monaguillos, o al menos alguno de ellos en representacin de los dems, los que atienden el servicio de acogida, etc.

Preparar bien la celebracin La tarea que se le encarga de modo inmediato al grupo de liturgia es preparar los aspectos de una celebracin comunitaria: - aparte de la preparacin material de los locales, que probablemente ya tendr sus encargados, cuida de la distribucin de los espacios y asientos, tanto de la asamblea como de los ministros que actan en el presbiterio: de esta disposicin espacial depende en buena medida una celebracin significativa; - la ambientacin del atrio o de la iglesia, sobre todo en los tiempos litrgicos fuertes y en las fiestas, puede ser objeto de atencin, por su importancia pedaggica; - tambin la ambientacin musical, cuando van llegando los fieles, porque favorece no poco el tono de la celebracin; - una reunin de grupo piensa sobre todo en la distribucin de ministerios, al menos para las Misas de los domingos, pero a ser psible tambin para cada da de la semana: las lecturas, el salmo responsorial, el servicio de la acogida, la colecta del ofertorio, las moniciones, la oracin universal; - un momento importante de esta preparacin es la seleccin de los cantos, adaptados tanto a la comunidad como al momento concreto de la celebracin, con 91

calidad de msica y de texto, pensando tambin en una gradual educacin y enriquecimiento del repertorio de la comunidad; - debera ser objeto de decisin comn el lenguaje y el texto de las moniciones que se van a decir, as como de las intenciones del acto penitencial y de la oracin universal, y hasta las direcciones de la homila; cada uno de estos ministerios tendr su encargado (de la homila, por ejemplo, el presidente), pero la reflexin en comn sobre su lenguaje y contenido puede ayudar mucho a que el espritu de la fiesta o del tiempo litrgico, y sobre todo el mensaje de la Palabra proclamada tengan una traduccin concreta y viva para esta comunidad y su historia: los laicos, con su vivencia personal, pueden aportar matices muy especficos; - hay momentos en la celebracin que admiten variedad de soluciones que habr que decidir: el grupo, con su sentido litrgico y su intuicin pastoral, decide cmo realizar los diversos gestos, o qu formularios escoger, si son libres, o el grado de solemnidad que se va a dar a la celebracin, o cmo se va a realizar la comunin bajo las dos especies; - hay celebraciones especiales, algunas ordinarias (Misas en que se presta ms atencin a los nios o a los jvenes, cada semana), y otras extraordinarias (primeras comuniones, confirmaciones, bautizos) sobre las que es bueno que el grupo reflexione en comn; - de una buena reunin del grupo litrgico depende en gran parte que luego exista la necesaria coordinacin: el presidente sabe qu intervenciones se esperan de l, y el monitor a su vez sabe las suyas, evitando duplicados y divergencias, as como el organista que est en perfecto acuerdo con el que dirige el canto o con el monitor... Visin a largo plazo Pero adems de la preparacin inmediata de las celebraciones, el grupo de liturgia debera tener una vista ms larga. Ante todo debera revisar las anteriores. Ms an, la direccin que van teniendo las celebraciones a lo largo de las semanas y los meses. Una reflexin sincera y lcida puede descubrir aspectos que van bien y otros ms deficitarios: por ejemplo sobre la realizacin de los ministerios, o la eficacia del lenguaje simblico, o la dignidad esttica del lugar y la accin litrgica, o la calidad <le la msica... Una pregunta que el grupo debera hacerse es sobre el ritmo de la celebracin: demasiado lento, pesado? o, al revs, atropellado y precipitado? Ur buen ritmo tiene en cuenta el tiempo, pero tambin h proporcin entre palabra y silencio, entre canto y recitacin, antre palabras y accin, entre lo visual y lo meramente odo. El grupo litrgico debera tener una sensibilidad especial para captar las mejoras que est pidiendo la celebracin. Para esto ayuda mucho el saber escuchar. Dentro del grup, satxr escucharse los unos a los otros, porque los no encargados de la msica pueden aportar observaciones seguramente muy sugerentes al cantor o al que dirige el canto, o bien
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estos expresar su opinin sobre la eficacia de las moniciones o la calidad de las lecturas. Y tambin habra que saber escuchar a los que no forman parte del grupo. Los fieles (y los jvenes y los nios...) tendran que poder expresar sus deseos para la mejora de los cantos o del ritmo o del ambiente... La "vista larga" de un grupo de liturgia abarca tambin la previsin de celebraciones que todava estn lejos en el tiempo, pero que deben ser preparadas especialmente por su importancia, como las del Triduo Pascual. Debe tambin alcanzar a la formacin permanente, en liturgia, de sus propios miembros: cmo pueden acudir a tal o cual cursillo de liturgia que se organiza cerca los varios monitores o encargados de msica o sacristanes... Reuniones amables pero serias Con estos encargos, inmediatos y a largo plazo, los grupos litrgicos de las varias parroquias se van organizando poco a poco, con variedad de estilos, pero con el deseo de que sus reuniones no slo sean un reparto pragmtico de funciones tcnicas. La periodicidad de estas reuniones parece en principio que es bueno que sea semanal, a no ser que se demuestre que con un ritmo por ejemplo quincenal atienden igualmente las celebraciones de dos semanas. La revisin de las celebraciones anteriores puede dar buen inicio al trabajo, no limitndola a la materialidad de los ministerios sino siempre con la mirada puesta en el ambiente y el clima de oracin que haya podido ayudar o estorbar a la comunidad. En muchos grupos la preparacin de las celebraciones siguientes se empieza con la lectura "orada" de las lecturas del domingo siguiente: una escucha cltica precede a la preparacin tcnica o a la distribucin de ministerios. As salen ms desde dentro las ideas sobre las posibles aplicaciones a las moniciones o a la homila, o la actualidad de las intenciones de la oracin universal. Si alguien ha preparado la presentacin de estos momentos (lecturas, oraciones que ya ofrecen las publicaciones empleadas, etc.), se puede con relativa agilidad ver qu materiales s valen y cules hay que adaptar ms a la comunidad y su historia concreta. Pertenece tambin a este momento de la reunin la seleccin motivada de los cantos. Y, finalmente, la distribucin de las tareas. Despus de la revisin y preparacin inmediata de las celebraciones, una reunin puede seguir -y as lo hacen no pocos grupos- con el estudio de un punto concreto, en torno a la oracin o la liturgia, o del tiempo litrgico, o de la Biblia. Es un elemento importante que podramos llamar de "formacin permanente": el por qu del canto en la celebracin cristiana, la importancia de la Palabra revelada, el espritu del Adviento, las motivaciones de las posturas coiporales, etc. Unas fotocopias de breves artculos, o de esquemas, o la colaboracin de algn conferenciante o de un miembro del grupo convenientemente preparado, pueden constituir una preciosa ayuda a la profundizacin de todos en el espritu litrgico y la motivacin de su servicio a la comunidad. Todava hay otro elemento que algunos ircluyen para terminar la reunin

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semanal: un momento de oracin. As los miembros de un grupo litrgico no se motivan slo hacia un ministero tcnicamente bien realizado, que no es poco, sino tambin a crecer ellos mismos en la fe y a orar desde y sobre su propio ministerio litrgico. La actitud del sacerdote No es fcil la actitud de un sacerdote en relacin con el equipo de liturgia que se va constituyendo en su parroquia, como no lo es en general respecto a sus varios consejos pastorales o econmicos. El paso de un estilo ms individualista de actuacin a otro ms de corresponsabilidad con los laicos no resulta siempre espontneo, sobre todo segn qu formacin se ha recibido y la experiencia que se ha acumulado. Los sacerdotes y los otros ministros ordenados hacen bien en tomar parte en las reuniones de preparacin y revisin, o sea, hacen bien en formar parte del grupo de liturgia, aunque les resulte una reunin ms en su apretado horario, y adems puede ser que una de las ms incmodas, si siguen considerando este terreno como algo que "les pertenece" a ellos. La cita del Misal con que empezbamos esta reflexin apunta claramente a esta conversin mental que debera darse en los sacerdotes. El sacerdote asiste, escucha, aporta su reflexin, orienta, motiva las cosas, hace ver en qu puntos son ya ms normativas las orientaciones de los libros litrgicos, y por qu; y en qu otros, por el contrario, se deja margen a la creatividad y soluciones variadas. El sacerdote deber evitar los dos extremos. A algunos la primera actitud que les sale del alma es la suspicacia, o la desconfianza sobre la utilidad de las aportaciones de los laicos. A otros la formacin de los grupos de liturgia les puede resultar la excusa para aligerar el propio trabajo, "cediendo" todas las decisiones y responsabilidades al grupo. Los extremos del monopolio (ya lo hago todo yo, y no tengo que buscar a nadie) y de la dejadez (que lo hagan ellos todo) deben evitarse por igual. La reflexin y las decisiones del grupo son complementarias, no sustitutivas, del papel que toca al responsable ltimo de la comunidad y de la celebracin. El sacerdote debe contribuir a que se cree un clima de confianza, de fraternidad, de bsqueda comn de una mejor calidad de las celebraciones. En ltimo trmino lo que todos deben buscar no es ni el bien del clero ni del grupo, sino el provecho espiritual y pastoral de toda la comunidad celebrante.

Tocacin de servicio Esta bsqueda del bien de la comunidad es precisamente el meollo de todo: si hay un grupo de liturgia que se rene y que prepara la celebracin, no es para "hacer lionito", ni para lucirse, ni para dar salida ms o menos psicolgica a las energas y rapacidades de los laicos o de les que saben msica.
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La razn de ser ms profunda, la que debe dar sentido a todas las dems, es el deseo de servir, de ayudar a la comunidad a que pueda rezar mejor y celebrar ms consciente y profundamente su Eucarista dominical o las otras celebraciones que se organicen. Este admirable grupo de personas que gastan horas para preparar los detalles de la celebracin, que ponen a disposicin de los dems su voz o su saber musical o su capacidad de direccin, y que estn dispuestas a acudir cada semana durante un par de horas a la reunin de equipo, no lo hacen por obligacin, ni por gusto meramente artstico o de actividad, sino por vocacin. Una vocacin que resulta ser plenamente coherente con su ser cristiano, y que puede llegar a alimentar una verdadera "espiritualidad". Otros, adems de ser buenos cristianos en su vida personal, dedican energas a la catequesis o al cuidado de los enfermos o a la enseanza. Los miembros de un grupo de liturgia han credo intuir que tambin es importante la animacin de las celebraciones de la comunidad, y han puesto a disposicin de esta "causa" su tiempo y sus cualidades. De paso, personalmente, profundizan en su conocimiento del misterio cristiano, y en la expresin de su fe, y en su aprecio a la Biblia, y adems son capaces de orar con los otros del grupo y hasta de comunicarse a nivel de fe con ellos en una reunin semanal, que para algunos de ellos se est convirtiendo en un ritmo adicional de vida de fe, no desligado, sino precisamente consecuente y preparatorio del ritmo dominical con la comunidad entera. Junto a esta vocacin, gradualmente madurada y ms consciente, a los cristianos del equipo litrgico se les nota que van creciendo en su capacidad de trabajo en equipo y de dilogo, y en la alegra de poder ser corresponsables en la comunidad, y en la generosidad de su prestacin. Muchas veces tambin se les nota que si no fueran humildes, hace tiempo que se hubieran "descolgado" del empeo. Porque su estilo no es de sentirse y actuar como "dueos", sino como servidores. Y no siempre realizan los ministerios que hubieran preferido. Y no siempre encuentran la colaboracin deseada u obtienen los resultados p e haban previsto. Pero por espritu de servicio, con humor y amor, saben seguir perseverantes en su servicio. Y se abren a las opiniones y las intervenciones de los dems, sin creerse propietarios exclusivos de ese salmo responsorial que ellos realizan tan bien, o de las moniciones que hace tiempo que preparan ellos. Dan paso con elegancia a otros: porque no buscan su propio lucimiento, sino el bien de la comunidad y la convergencia de muchos laicos en la animacin comn. * * ** En una parroquia de Barcelona el grupo de liturgia se presentaba as, despus de algunos aos de formacin y maduracin, ante la comunidad: "Creemos que estamos en situacin de poder decir que el Grupo de liturgia de esta parroquia ha pasado de ser un grupo inconexo a un grupo con conciencia propia. Hemos pasado de ser unos cuantos que "leamos lecturas en la Misa" ms o

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menos regularmente, a ser unos equipos comprometidos en los diferentes ministerios de cada celebracin. Hemos pasado de ser unas personas que iban a la sacrista a preguntar si haba algo que leer, a ser una comunidad que se preocupa de la dinmica de las celebraciones. Hemos pasado de ser unas personas sin opinin a ser un equipo que dialoga previamente entre s y juntos todos, presidente, monitor, cantor y lectores, determinan qu canto es el ms adecuado, qu sentido hay que dar a las moniciones, qu plegaria podra agregarse que refleje alguna inquietud actual, etc..." El citado grupo, en aquel momento, constaba de cuarenta y tres personas, incluidos los sacerdotes. Los grupos as no se constituyen de la noche a la maana. Tienen un proceso largo y paciente de composicin, organizacin y funcionamiento. Y conocen a veces historias de altibajos. Pero vale la pena que tambin los laicos sientan esta vocacin: ayudar a sus hermanos a que cuando se renen para celebrar, sobre todo los domingos, puedan hacerlo en las mejores condiciones posibles, para que su fe se exprese y se alimente cada vez con mayor profundidad y alegra.

DOSSIERS CPL DISPONIBLES


2. 3. 4. 5. 9. 12. 15. 16. 17. 20. 21. 22. 23. 26. 27. 28. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44. 46. 47. 48. 49. Adviento* El arte de la homila La cincuentena pascual* Navidad y Epifana* Antiguo Testamento. Gua para su lectura* Claves para la oracin Penitencia - Reconciliacin La misa dominical, paso a paso* Claves para la Eucarista Celebrar la Eucarista con nios* La misa diaria. Material* 22 salmos para vivir* El bautismo de los nios* El sabor de las fiestas Canto y msica Celebrar las fiestas de Mara* Homilas para el matrimonio* Homilas para las exequias* Nuevas homilas para el bautismo* Va Crucis* El domingo cristiano Ministerios de laicos Liturgia de las Horas. 20 siglos de historia La mesa de la Palabra La msica en la liturgia La comunidad celebrante Gestos y smbolos Como no decirla misa Principios y normas de la Liturgia de las Horas* Orar los salmos en cristiano Celebrar la venida del Seor: Advientc-Navidad-Epifana La alabanza de las horas. Espiri-tualidad y pastoral Oracin marianaa lo largo del ao* Lectura de la Biblia en el ao litrgico Pastoral de la Eucarista

Publicaciones del Centre de Pastoral Litrgica de Barcelona


De la coleccin "Celebrar" N. 2 1 , La comunin fuera de la misa, 1987, 52 pgs. N. 22, Cmo escoger y dirigir los cantos, 1987, 48 pgs. N. 26, El lector y el animador, 1989, 48 pgs. IM. 42, Llevarla comunina los enfermos, 1994, 52 pgs. Dla coleccin "Cuadernos Phase": VARIOS, Los laicos y la liturgia (= Cuadernos Phase, 13) Barcelona 1990,68 pgs. (artculos de Tena, Marini y Yez) VARIOS, El lector. Histotia. Documentacin Directorio. Preparacin tcnica (=Cuademos Phase 81 ),1 997,60 pgs.

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