Jos Donoso o el eros de la homofobia

Miguel Nter1
1 Universidad de Puerto Rico, Ro Piedras

Para Luis Felipe Daz y Lizza Fernanda Los documentos que el autor de El obsceno pjaro de la noche vendi a la Universidad de Iowa no eran necesarios para afirmar el evidente enmascaramiento de una de sus tendencias sexuales, ni mucho menos para realizar una lectura que los mismos textos de Donoso sealan y exigen al buen lector. En un fragmento del ensayo Conjeturas sobre la memoria de mi tribu, Jos Donoso Yez (1924-1996) revelaba el "escndalo" que ha estado causando el ltimo hit de la investigacin literaria en los Estados Unidos en relacin con la obra donosiana. Se trata de la narracin de un episodio, muy velado por cierto, de homosexualidad, narrado con un lirismo impecable y seductor: El repartidor tena olor a peste, a Gruta de Lourdes...? No, tena otro olor que yo desconoca. Con la punta de mis dedos lo acarici donde su camisa abierta descubra su pecho, con el fin de indagar el secreto de su piel cobriza y untar mis yemas en la miseria, a ver si quedaban impregnadas, abrindome, con ese contacto, qu s yo qu caminos, y ensendome que uno puede aorar la posesin de otra piel (1996, 69). Esta nostalgia de su niez, similar a las expresiones de sus cartas, por lo sutil y tierno de la evocacin, contrasta con la agresividad con que los narradores, tanto de El lugar sin lmites (1966) como de El obsceno pjaro de la noche (1970), presentan a sus personajes y se posicionan frente a la homosexualidad. Podra destacarse la utilizacin del travestido en la primera novela, la Manuela, junto con el homosexual "de clset", Pancho Vega, situacin que se extiende a las fobias que elabora monstruosamente su novela ms celebrada y ambiciosa, a lo cual se suma la sodoma como expresin del poder y de la sumisin, como puede verse en el fragmento siguiente, que muestra el resultado del vnculo entre don Jernimo de Azcoita con las prostitutas, una especie de relacin monstruosa en la cual el narrador-personaje copula con su amo y lo somete como resultado de su anhelo de poder: [...] yo no slo estaba animndolo y poseyendo a travs de l a la mujer que l posea, sino que mi potencia lo penetraba a l, yo penetraba al macho viril, lo haca mi maricn, obligndolo a aullar de placer en el abrazo de mi mirada aunque l creyera que su placer era otro, castigaba a mi patrn transformndolo en humillado, mi desprecio creca y lo desfiguraba, don Jernimo ya no poda prescindir de ser el maricn de mi mirada que lo iba envileciendo hasta que nada salvo mi penetracin lo dejaba satisfecho, lo que quieras Humberto, lo que se te antoje con tal de que nunca te vayas de mi lado (1991, 227-228). n embargo, al analizar las obras donosianas no me parece legtimo encajonarlas bajo el rtulo de "literatura gay". El aspecto de la sexualidad ambigua, compleja y problemtica dentro de un mundo tambin ambiguo, complejo y problemtico, no debera reducirse en la nueva visin de esas obras a un simple estudio desde la perspectiva homosexual. Como bien afirma Silvio Caiozzi en el diario chileno La Cuarta (7 de junio de 2003), resulta alarmante que en Chile todava estn preocupndose por la sexualidad de los escritores: "Es una vergenza que los chilenos se preocupen por la supuesta homosexualidad de un gran escritor. Creo que esto slo pasa en Chile con Donoso, la Mistral... Creo que la fijacin sexual an es una cuenta pendiente". Esta tendencia al escndalo tambin puede notarse en el artculo que Julio Ortega envi a la Revista Domingo del peridico El Nuevo Da en Puerto Rico, que, adems se ha publicado en peridicos electrnicos:Identidades, The Titanic Club y Rebelin. Se trata, en estos casos, de afirmar que el diario La Tercera ha intentado fomentar el sensacionalismo en relacin con la homosexualidad "indita" de Donoso, una verdad a voces, y el nombre del joven Jos Miguel al cual se refiere el Premio Nacional de Literatura de 1990 en una de sus cartas. Habra que matizar que estos reportajes del diario santiaguino no se dedican solo a exponer la tendencia homoertica de Donoso, como he expuesto en un artculo para el peridico El Vocero (Puerto Rico, sbado 27 de

septiembre de 2003, p. E10), "Jos Donoso antes y despus del escndalo", sino que resaltan los aspectos ms importantes con los cuales podra relacionarse el contenido de los famosos ya "Papeles de Jos Donoso" que custodia la Universidad de Iowa. En el fondo, las dos novelas que he mencionado son una larga y complicada narracin acerca de las transgresiones sociales, polticas y literarias de un escritor marginado que culmina en Marcelo Chiriboga, el personaje-novelista de obras como El jardn de al lado (1987) y Donde van a morir los elefantes (1995), y que, en buena medida, comienza a forjarse en Humberto Pealoza, el personaje-novelista de El obsceno pjaro de la noche. Se trata del problema del artista en el mundo moderno, de la amenaza de la homosexualidad en el espacio heterosexual y viceversa; y, en ese sentido, el origen de este aspecto en la obra total de Donoso es Manuel Gonzlez Astica, la Manuela. El vnculo con este asunto del artista real, del novelista con su entorno, con su novela y sus posibilidades de ser ledo, publicado y encumbrado a la fama es el tema central de estas novelas, como tambin del ensayo acerca de la novela hispanoamericana, Historia personal del "Boom" (1972). Y se entiende, de ese modo, la necesidad de leer la vida del autor real en las obras de Donoso. Ahora bien, no estamos ante una novela como Muerte en Venecia de Thomas Mann, como Theleny y El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, o como La muerte de Tadzio de Luis G. Martn, por tomar unos ejemplos obviamente vinculados. No se trata de la ocultacin del eros y la tensin que produce el objeto del deseo frente a la impotencia, tensin que explicita muy bien la msica del cuarto movimiento de la Sinfona nmero cinco de Gustav Mahler que utiliz el productor de la pelcula Death in Venice, Luchino Visconti, en 1970, pelcula que es una reescritura de la obra de Mann y que resalta, ms que la novela, el elemento homosexual. Tampoco se trata de la obscenidad crasa, a pesar del ttulo tan enigmtico de la cuarta novela de Donoso y de la rearticulacin de la pelcula de Visconti en la novela aludida del espaol Martn. La marginalidad del artista que nos presenta Donoso, este Thomas Mann hispanoamericano, como lo llamara Carlos Fuentes, desborda el simple dato biogrfico en relacin con el hermoso joven Jos Miguel, tal como lo destaca un fragmento de sus cartas publicado en el peridico chileno La Tercera. Para Julio Ortega, esta actitud de la prensa solo atiende a la tergiversacin chismogrfica: "Dicen su edad pero callan su nombre, no por discrecin sino por pausa retrica en las malas artes del chisme" (18). Se trata, segn el profesor de la Universidad de Brown, de extraer beneficios de una verdad que los textos del autor de La misteriosa desaparicin de la marquesita de Loria (1980) destacan mucho mejor. Ahora bien, me parece que la queja de Ortega limita los hallazgos que La Tercera ha destacado en relacin con otros aspectos de la obra donosiana. No solo atienden el truculento tema de la sexualidad del autor de La desesperanza (1986), sino que sealan con acierto aspectos literarios que la sobrepasan, tales como el origen de El obsceno pjaro de la nochey El lugar sin lmites, el ttulo inicial de esta ltima (La apuesta), y los esbozos de las tres novelas que Donoso no lleg a escribir: Paseo, Pisagua y El Tigre. sta s pretenda ser una novela "gay". Donoso prefiere las transgresiones y las monstruosidades como elementos liberadores de una esttica que privilegia el orden castrante de la sociedad, y la homosexualidad grotesca se incluye entre esos elementos. No existe en sus obras una presentacin de la homosexualidad lrica y sutil como aparece en el fragmento ms destacado de su correspondencia hasta ahora: "Mi tremenda, violenta, incontenible admiracin por su belleza. Mi asombro ante su pursima juventud. Cmo no amar, cmo no asombrarse? Cmo no desear de un ser as todo lo que es capaz de dar y, a mi vez, drselo todo?" Esta exaltada pasin hacia la belleza y la juventud es todo lo contrario de lo que se presenta en las novelas de Donoso. La Manuela es un travestido viejo, enfermo y cobarde que se amilana ante el "macharrn", pero que abiertamente es el marica del pueblo, la "reina" de una fiesta que se convierte en objeto de su recuerdo reivindicador de un paraso perdido. Sin embargo, la "reina," la "queen" en el mundo gay, debe ser el homosexual ms cercano al prototipo del homosexual femenino, todo lo contrario de la Manuela, que es una especie de esperpento que encarna las fobias de la marginalidad acosada y amenazada por el orden que representa Pancho Vega, quien a la luz de los nuevos descubrimientos biogrficos, tendra que ser el alter ego de Donoso, precisamente, quien, bajo los efectos del alcohol, por debajo de la mesa y bajo el traje de espaola acaricia el muslo de la Manuela. Tanto la Manuela como Pancho se encuentran en la misma situacin de amenaza. Si bien es cierto que la Manuela es un homosexual, su

problema no es la homosexualidad, y mucho menos representa la homosexualidad del autor. Muy bien podra relacionarse el enclaustramiento en el gallinero con la internacin en el clset (espacio del encierro del eros homoertico), con la inaceptable homosexualidad. Sin embargo, en relacin con Talca y el espacio exterior, la Manuela es una expresin del deseo de conservacin y de perpetuidad del espacio que lo ata a su gloria pasada. La Manuela es, en ese sentido, una oposicin al anhelo de un Donoso que quisiera exteriorizar sus anhelos homoerticos o su encierro en el Chile de la narrativa realista. La Manuela es el grotesco, las fobias y lo deteriorante en un mundo que, tambin, es grotesco, fbico y detrtico. El travestismo -que no es la homosexualidad- de la Manuela, est en funcin de representar la decadencia de un mundo del pasado que pugna por sobrevivir con la esperanza puesta en los adelantos tecnolgicos, como sucedi en la cultura finisecular y de principios del siglo XX (Dugast, 22): especficamente esto se muestra en las metonimias de la modernidad, en el tren, el Wurlitzer y la calle longitudinal. Esos elementos convertiran a la casa en el espacio de la liberacin respecto de la carencia del presente. Para Bernhardt Roland Schulz, quien ha hecho un estudio bastante preciso del personaje de la Manuela desde la perspectiva narratolgica y queer, el vnculo con la casa est en funcin de definir el ser y de establecer la identidad: La Manuela ha permanecido en El Olivo porque le era muy importante fijar su propio espacio en donde poder establecer su identidad, de all que la vivienda haya sido ese anhelado territorio que le permitira liberarse para materializar sus fantasas y asegurar su futuro (232). La identidad entre ambos no es fortuita; sirve para presentar la cosmovisin desintegradora y detrtica de la situacin del personaje. La casa-burdel se va hundiendo y queda acorralada por el crecimiento de las vias de don Alejo, posible representacin de la situacin econmica que implic el agresivo programa de expropiaciones que impuso el Presidente de Chile elegido en 1958, Jorge Alessandri (Skidmore, 144); es la ltima sobreviviente de un mundo en descomposicin, de la "cada del orden", como ha declarado Jos Promis Ojeda (1985). Pancho Vega, por el contrario, es el hombre joven, el ngel rebelde que se opone al poder de don Alejo y que se vincula con el espacio exterior de Talca. Adems, al poseer uno de los smbolos del adelanto tecnolgico, el camin colorado que le permite saltar fuera del crculo infernal de El Olivo, se opone evidentemente al anhelo mayor de la Japonesa y de la Manuela, quienes viven esperanzadas ante la posibilidad de que la casa vuelva a ser el gran prostbulo cuando pase frente a ella la calle longitudinal. Don Alejo, por su parte, pretende apoderarse de la casa, que una vez le perteneci, pues era herencia de su familia y la perdi en una apuesta con la Japonesa Grande -apuesta que debi ser el centro de la novela en un principio, y el ttulo de la obra, La apuesta, como se desprende de las recientemente publicadas cartas de Donoso- para convertirse en el poder totalizador. Se ha pensado que quien se opone a los planes de don Alejo es Pancho Vega; sin embargo, es la Manuela su verdadero rival, quien contina esperanzada en un futuro imposible, deteniendo, en su ignorancia y desesperanza, la totalidad de la via de don Alejo. En ese proceso del poder, Pancho y Octavio, al eliminar a la Manuela, son aliados del mundo opresor. La homosexualidad de Pancho Vega y la homofobia inculpadora de Octavio son elementos de la destruccin de las esperanzas, uno de los temas centrales de la obra de Donoso. Estamos muy lejos de la visin miope y prejuiciada contra la homosexualidad, como puede verse en el ensayo de Fernando Moreno Turner, cuando afirma: Junto con lo anterior, resulta importante sealar que se trata de la conciencia de un ser pervertido, de un homosexual -expresin de una humanidad deformada- la que se encarga, en buena medida, de entregar la visin del mundo. Esto no es sino una manifestacin de la precariedad de la existencia, de la degradacin y decadencia de un mundo satnico, sumido en el caos y la destruccin irremediable (81). Sin embargo, la sensibilidad de Donoso no se limita a la condena del homosexual, sino a la representacin artstica como expresin de la crisis de la modernidad y de su visin apocalptica. La repulsin del narrador es expresin del rechazo social hacia la homosexualidad. De hecho, la Manuela encarna la pugna constante entre Eros y Tanatos, si seguimos las exposiciones psicolgicas que Herbert Marcuse desarrolla en Eros y civilizacin. Para Marcuse, el ser humano se encuentra en tensin entre dos fuerzas: los instintos naturales, que implican el verdadero ser, y las coacciones que impone la sociedad,

que promueven el advenimiento de un ser enmascarado. A partir de El malestar en la cultura de Sigmund Freud, Marcuse seala la importancia de entender el narcisismo no como autoerotismo, sino como una forma de comprender el cosmos. Para Freud, los contenidos de los sentimientos primarios que surgen del ego son como una extensin ilimitada unida al universo (sentimiento ocenico), el cual busca instalar el narcisismo ilimitado. Marcuse reelabora las teoras de Freud del siguiente modo: La sorprendente paradoja de que el narcisismo, generalmente entendido como escape egosta de la realidad, sea relacionado aqu con la unidad con el universo, revela la nueva profundidad de la concepcin: ms all de todo autoerotismo inmaduro, el narcisismo denota una relacin fundamental con la realidad que puede generar un comprensible orden existencial (161). Donoso no resuelve el problema del encuentro con la libertad absoluta, que segn Marcuse desembocara en la barbarie y en el caos absoluto, sino que prefiere ampararse en la ambigedad humana, incluyendo la sexualidad, para especificar la infinitud de la tensin vital. Es, como ha visto muy bien Severo Sarduy en Escrito sobre un cuerpo (1969), el travestismo pleno en todos los niveles de la vida, que impulsa la aversin heterosexual y que exige un mundo marginado como espacio infernal y apocalptico. De hecho, para Hortensia Morell, esa visin apocalptica "expresionista" se desarrolla en la voz narrativa: "El narrador de El lugar sin lmites comunica en el marco espacial del relato ese mismo sentimiento apocalptico que caracteriza los mbitos expresionistas" (30), y Moreno Turner ha destacado el villorrio como un cielo invertido, como un infierno subyacente (82). En ese sentido, no se resalta solo el infierno de la Manuela, sino la lenta aparicin de la via infinita de don Alejo, el lugar sin lmites, una metonimia de la impotencia tanto de los subalternos como del representante del poder en decadencia. No existe en esta novela un personaje central. Como en la novela de la naturaleza, es el ambiente quien se opone a las esperanzas, a la vida, y lo devora todo. Qu rol juega la homosexualidad en este mundo? La Manuela es un hombre con un pene enorme que se convierte en smbolo de la impotencia de los hombres del pueblo, quienes rechazan tanto a la bailarina espaola como al grotesco cuerpo que los seduce: Cuando por fin les dieron la mano para que ambos subieran a la orilla todos se asombraron ante la anatoma de la Manuela. -Qu -Mira burro! armado... maricn.

que

est no

bien parece

-Psstt, si ste -Que no te vean las mujeres, que se van a enamorar. La Manuela, tiritando, contest con una carcajada.

-Si este aparato no me sirve nada ms que para hacer pip (95) Se trata de la mirada absorta de los hombres ante el cuerpo de Manuel Gonzlez Astica; sin embargo, la Manuela aflora en el momento de afirmar, con su castrante carcajada, el travestismo lingstico que atraviesa toda la obra. El vestido de espaola es una metonimia de la eliminacin del hombre. Al romper el vestido de la Manuela, Pancho promueve la aparicin de lo masculino y el rechazo por la liminaridad, as como los hombres de don Alejo en la fiesta la arrojan al lago nocturno, smbolo de la psique profunda, segn la sicologa junguiana. Para Carl Gustav Jung, el agua es smbolo de la conciencia, el espacio en el cual el ser llega a conocerse. El agua es el mundo de la indeterminacin, en el cual todo queda en suspenso: "[...] donde yo soy inseparablemente esto y aquello; donde yo vivencio en m al otro el otro me vivencia como yo" (27). Precisamente, se queda temblando en las mentes de los hombres de don Alejo el eros que los seduce, el deseo de poseer ese otro cuerpo abyecto, ertico, marginado y problemtico. La subida desde el lago hacia la orilla es expresin del retorno de las fobias y de lo reprimido. Nos encontramos con lo libidinal en lo liminal. Estos encuentros se desarrollan, en la mayora de los casos, en los bordes, en las orillas, en las guardarrayas, en esos lugares indefinidos an, convirtindose en espacios de una libertad momentnea como la que ofrecen las mujeres del pueblo a sus esposos en la casa-burdel, como la mano de Pancho entre el vestido de mujer y la piel del hombre.

El rechazo de los hombres por Manuel Gonzlez Astica responde al impulso opuesto en la agresividad de Pancho, quien desea matarlo para ocultar su homosexualidad y reivindicarse ante la mirada inquisitiva de Octavio. Al matar a la Manuela, desean eliminar la pugna continua entre lo ertico y lo tansico en trminos marcusianos, y, a la vez, se envuelven en el plan absoluto de don Alejo. Sin embargo, entre Pancho y la Manuela existe una similitud estrecha. Ambos estn ntimamente relacionados con el fundo El Olivo. Pancho es el nico personaje que logra salir del pueblo, pero se encuentra todava atado a su economa, al tener una deuda con don Alejo. La Manuela desea permanecer en la casa-burdel que ha heredado de la Japonesa Grande, pero don Alejo desea comprar la propiedad y expulsarla para convertir el pueblo en una gran via. El adelanto tecnolgico y el crecimiento urbano promueven, en ambos personajes, intenciones opuestas. Pancho tiende hacia la libertad, pero no logra despojarse de sus vnculos con don Alejo; mientras la Manuela no quiere despojarse de sus vnculos con la casa, y don Alejo quiere expropiarla. El espacio infernal, el lugar sin lmites, surge entre ambos movimientos, en la fisura de lo ertico y de lo tansico, en los espacios de lo indefinido. Es la pugna de la esperanza y de la desesperanza, actitud sta que dar ttulo a una de las novelas posteriores de Donoso, La desesperanza. Por otro lado, la escena ms importante de la obra, la apuesta entre don Alejo y la Japonesa Grande, presenta el problema de las transformaciones y del enmascaramiento, de las pugnas entre Eros y Tanatos. En el interesante episodio de la apuesta entre la Japonesa y don Alejo, Donoso expone precisamente la posibilidad de la cpula y la generacin entre un homosexual y una mujer. El engendro es monstruoso, no por la homosexualidad de la Manuela, sino por las leyes genticas. Ese engendro necesariamente no tiene por qu ser producto del gnero humano abocado a la homosexualidad, ya que en El obsceno pjaro de la noche se produce entre heterosexuales un ser deforme similar o peor. El episodio de la unin de la Japonesa y la Manuela ha sido interpretado como reescritura del mito de la cada de Adn y Eva, lo cual me parece exagerado, debido a la distancia entre los elementos de la unin. Charles M. Tatum se aferra a esta idea de los viedos de don Alejo como una tierra de promisin y la unin como la cada (1971). Precisamente, los viedos de don Alejo se convierten en una especie de organismo viviente, metonimia del poder anrquico que va creciendo y ahogando la esperanza de la Japonesa Grande, de la Manuela y de la Japonesita, herencia en la narrativa de Donoso de la novela de la naturaleza o de la tierra y, a la vez, de la novela naturalista. Ms pertinente me parece la interpretacin de Sarduy en Escrito sobre un cuerpo. Al relacionar El lugar sin lmites con el surrealismo y la tradicin mtica del mundo al revs, la presenta como espacio de las conversiones, de las transformaciones y de los disfrazamientos, en relacin con el lenguaje. Esta visin metanarrativa que propone Sarduy presenta la escritura como travestismo. A pesar de que resulta un poco forzado, la metfora de la Manuela para el texto literario s podra aplicarse al artista. Sarduy seala lo siguiente: "[los libros] son los que un prejuicio persistente ha considerado como la faz exterior, como el anverso de algo que sera lo que esa faz expresa: contenidos, ideas, mensajes, o bien una `ficcin', un mundo imaginado, etc." (47). Esta idea es muy atractiva; sin embargo, carece de prueba textual. S podramos afirmar la lectura de la Manuela como prototipo del artista en un pas subdesarrollado y en relacin con el deterioro de las esperanzas ante el progreso, que coincide con el deterioro de su arte. Ms arriesgada y, a veces francamente irrisoria, es la afirmacin de Ben Sifuentes Juregui acerca del travestismo en esta obra: "Yo afirmo, en cambio, que el lugar sin lmites es el cuerpo de la Manuela y su mariconera" (89). Tal vez el lmite sea o est entre el juego de los hombres (que Sifuentes ha querido ver como homosociedad, momento en que entre hombres se ha eliminado toda referencia a la sexualidad) y el travestido. Precisamente, todo se viene abajo cuando la Manuela intenta besar (ser activo) a Pancho. La mirada de Octavio seala en Pancho la institucin familiar, la "unidad" dira Julia Kristeva, que el sujeto cuestiona, y se establece el "proceso" como la desestabilizacin y el intento de protegerse contra la acusacin de homosexualidad. Ese acontecimiento del beso de la Manuela se opone al "apretn" que Pancho le proporciona a la Manuela por debajo de la mesa o el contacto con la mujer simulada en el baile espaol. El traje de espaola y el mantel de la mesa subvierten el contacto ertico, mientras la exposicin del contacto ante la mirada de Octavio seala la disolucin de la "unidad" que se reconoce en la virilidad. En la definicin del "proceso" frente a la "unidad", Kristeva relaciona al sujeto

hablante del discurso con una institucin social que dicho sujeto percibe como el soporte de su identidad. El texto, como travesa de los signos, viene a ser el cuestionamiento del sujeto frente a las instituciones en las cuales se reconoce, y coincide con los momentos de ruptura, renovacin y revolucin de la sociedad (13). Partiendo de la relacin entre el modo de produccin y la produccin significante, Kristeva seala el "proceso" como la marginacin, la locura, lo sagrado o la poesa, frente a las instituciones del Estado, de la familia, de la religin (la "unidad"); y resalta el surgimiento de la funcin subversiva del arte a partir del siglo XIX con el triunfo de la revolucin burguesa, el capitalismo y la declinacin de la religin cristiana. Desde esta ptica, Kristeva propone el advenimiento de una crisis de la "unidad", que se desarrolla con la nueva narrativa desde Joyce, la nueva poesa desde Mallarm y el nuevo teatro desde Artaud. En el fondo, la crisis se desarrolla en la forma subversiva de la ideologa: "Se anuncia la era de la crisis, de lo finito, crisis de la familia, del Estado, de la religin que est acompaada por una crisis de lo que en el arte depende del sistema para acentuar lo que en l es portador de desgaste. Hoy sufrimos las consecuencias de ese proceso" (15). Siguiendo la dualidad entre "unidad" y "proceso", Kristeva opone lo simblico a lo semitico, el funcionamiento lgico frente a la irracionalidad. La disolucin de la "unidad" viene a ser la transformacin, metamorfosis o revolucin de la forma novelesca, del lenguaje potico, plantendose el surgimiento de la alteridad a partir del goce o de lo semitico. El goce genital que representa el beso de la Manuela a Pancho desestabiliza las relaciones familiares precisamente por la exposicin de la escena a la mirada de Octavio. Por otro lado, la Manuela es un ser deforme y grotesco. Despus del primer baile que realiza para la celebracin de la eleccin del diputado, los hombres de don Alejo lo lanzan a un charco. La Manuela se quita su traje de espaola y muestra su enorme pene. Contradictoriamente, el homosexual, en la visin tansica y, a la vez, ertica de los hombres, est ms dotado que los hombres del pueblo. La Japonesa, por su parte, tambin es un ser deforme fsicamente. La mezcla de estas dos fuerzas contradictorias produce, mediante el arte, una criatura tambin deforme, la Japonesita, cuyo cuerpo feo y flaco no le permite ejercer su funcin en el lugar que le corresponde: "[...] la Japonesita que aunque quisiera ser puta la pobre, no le resultara por lo flaca" (17). Adems, a pesar de que su cuerpo posee una disfuncin del sistema reproductivo, se caracteriza por la ambigedad, ausente en las dems prostitutas, y su mayor deseo es la procreacin: La Japonesita, en cambio, era pura ambigedad. De repente, en invierno sobre todo, cuando le daba tanto fro a la pobre y no dejaba de tiritar desde la vendimia hasta la poda, empezaba a decir que le gustara casarse. Y tener hijos. Hijos! Pero si con sus dieciocho aos bien cumplidos ni la regla le llegaba todava. Era un fenmeno (27). La presentacin de la deformidad tanto de la Japonesita, de la Manuela, la pugna de los tres hombres en el momento de la muerte de la Manuela y, posteriormente de Boy y "el Mudito", implica el grotesco como distanciamiento del mundo, en el sentido que le da Wolfgang Kayser (1964) y viene a plantear el problema de la crisis social. Como seala David Rearwin: One of the dominant motifs in twentieth century Spanish American literature is social and cultural conflict. [...]El lugar sin lmites (Chile, 1966) expresses the motif of conflict in terms of distorted sexual identity, perversion, and a schism between male and female roles and values (158). A pesar de que esta relacin entre la crisis del protagonista y la crisis social es vlida, el problema que introduce Rearwin es la identificacin de Pancho como figura central del relato: "[...] the resolution of the protagonist, Pancho Vega, forms a progressively advancing line which eventually separates from that of this alter ego instead of rejoining it to form a closed circle" (159). Sarduy, por su parte, centra su interpretacin de El lugar sin lmites en la figura de la Manuela. En el libro citado, el autor de Cobra seala que la novela se sustenta sobre la base de la inversin de la Manuela: "La inversin central, la de la Manuela, desencadena una serie de inversiones: la sucesin de stas estructura la novela" (44). La Manuela simboliza al artista, igual que la Japonesa en esas escenas que representan ante don Alejo. Ambos, igual que Pancho y los hombres borrachos, son de naturaleza ambivalente. En

ese mundo catico, la sexualidad cumple la funcin simple de la reproduccin y no est relacionada con la sacralidad, como puede verse en el apareamiento de los perros de don Alejo. El artista se debate en su arte para re-crear la realidad que el espectador desea ver. Sin embargo, esa escena del deseo produce la destruccin de las esperanzas de los tres personajes, no de la raza humana. La Japonesa desea la casa porque piensa en las promesas de progreso que ha hecho don Alejo; sin embargo, tambin desea seducir a la Manuela, acto que le hara sentir un enorme placer lsbico, lo cual contradice lo que afirma Sarduy en el siguiente pasaje: "La Manuela, que novelsticamente (gramaticalmente) se significa como mujer, -primera inversin-, funciona como hombre, puesto que es en tanto que hombre que atrae a la Japonesa" (44). Precisamente, lo que la Japonesa desea es todo lo que no puede ofrecer un hombre como ella lo entiende: "Manuela, [...] ya estoy aburrida de esos hombronazos que me gustaban antes cuando era ms joven, que me robaban plata y me hacan lesa con la primera que se les pona por delante, estoy aburrida, y las dos podemos ser amigas [...]" (101-102); y ms adelante: "Quizs llegara a sufrir por l, pero de otra manera, no con ese alarido de dolor cuando un hombre deja de quererla, ese descuartizarse sola noche a noche, porque el hombre se va con otra o la engaa [...]" (104-105). Otra lectura nuevamente irrisoria es la que ofrece Sifuentes, para quien "[...] la Japonesa Grande comprende que la Manuela es, en ltima instancia, un hombre como los otros" (93). Todo lo contrario. Por eso lo desea. Es un gesto lsbico. Ella finge ser hombre y por eso logra seducir a la Manuela. La Japonesa no "[...] consigue que la Manuela acabe por ser un hombre" (Sifuentes, 94). Don Alejo y sus hombres ven representada la comedia de la seduccin verbal. La Manuela funciona, a los ojos de don Alejo, como hombre, pero en el fondo, desnudo, Manuel Gonzlez Astica es como un hombre que oculta el ser de una mujer; la Japonesa lo hace sentir mujer proponindose como macho fuerte: "[...] no, no, t eres la mujer, Manuela, yo soy la macha, ves cmo te estoy bajando los calzones y cmo te quito el sostn para que tus pechos queden desnudos, y yo gozrtelos [...]" (130). Aqu se evidencia el travestismo lingstico mediante el cual Manuel es femenino y la Japonesa es masculino. Don Alejo se ve obligado a cumplir su promesa para no verse mal parado ante sus proslitos, pero en el fondo no desea otorgar la casa, pues anhela derrumbarla para convertir todo el pueblo en una enorme via. La Manuela tambin desea la casa como lugar de refugio, ya que lleva desde su infancia una vida errabunda de casa en casa, desde que lo sorprendieron teniendo relaciones sexuales con otro chico en el colegio. Los tres deseos se vern frustrados y culminarn en la desesperanza. La bsqueda de un espacio exterior podra vincularse con la liberacin del eros homoertico en el caso de Pancho; no as en el caso de la Manuela, cuyo temor es la transformacin en "mujer", el travestismo, precisamente porque teme a la muerte que pueda infligirle Pancho. Eso implica el vestido desgarrado, una herida en la esperanza de la Manuela. La seguridad de la juventud, del cuerpo sano y gil, del traje nuevo y de la casa-burdel esplendorosa, se ha transformado en la inestabilidad de la vejez, del cuerpo enfermo, del traje desgarrado y de la casa que va sumindose, todo como metonimia de la prdida de las esperanzas. Esta relacin entre el cuerpo y la casa que se van desintegrando paulatinamente es lo que he llamado "espacio apocalptico" (2002). Una lectura biogrfica de esta novela estara forzada a una doble visin: la de la homosexualidad del "macharrn" y la de la duda del travestido frente a la amenaza del homosexual de clset. El gran temor de Donoso, como se desprende de los fragmentos que se conocen de sus cartas, est centrado en la amenaza social, poltica y religiosa, que en Chile parece resultar ms recalcitrante. Sin embargo, esa lectura va ms all de la sexualidad en el proceso de ambas novelas. Los narradores de El lugar sin lmites y de El obsceno pjaro de la noche son entes representativos de las coacciones y de la visin degradante del mundo heterosexual agresivo. Las fobias y la neurosis que produce la esquizofrenia de "el Mudito" y de Humberto Pealoza en El obsceno pjaro de la noche implican una re-elaboracin de las amenazas que el artista experimenta en un mundo que lo asfixia, como sucede con la Manuela. En mi tesis doctoral titulada "El espacio apocalptico en las novelas iniciales de Jos Donoso", he estudiado cmo estas fobias se reflejan en el discurso de la novela de Humberto Pealoza, el cronista que no logra escribir la historia de los Azcoita. El narrador de El obsceno pjaro de la noche es un ser proteico, como la

novela misma desde las perspectivas que nos ofrecen las teoras de Mijail Bajtn en Teora y esttica de la novela, y Gyrgy Lukcs en Teora de la novela. Para ambos, la novela es un gnero en proceso de formacin, ya que presenta las transformaciones de la sociedad moderna; por lo tanto, es un gnero proteico. Esa "proteicidad" de la novela, en el caso de la cuarta obra de Donoso, tambin se refleja en las transformaciones del narrador. Humberto Pealoza es historiador, escritor, novelista, quien debe escribir la crnica al estilo realista del siglo XIX, cuyo libro ha sido escrito por encargo de don Jernimo de Azcoita con el propsito de perpetuar la gloria de su estirpe. Es, tambin, "el Mudito", cuyo discurso esquizofrnico se dirige a narratarios mltiples que en su imaginacin enfermiza irn mezclndose, a su vez, con su propia personalidad. Es la evidente tendencia a la negacin de la funcin del narrador, la "voz" de un mudo que "narra" a la madre Benita su propia destruccin, sus metamorfosis y su final encierro, su desaparicin solipsista al final de la novela. En ese mundo apocalptico, la homosexualidad ha dejado de estar en el centro de la narracin. Los trastornos de Humberto/"el Mudito" estn ms cerca de las fobias del autor real, que muy bien expres Donoso en Historia personal del "Boom". La alienacin es, en ese sentido, el tema central de estas grandes novelas. Mientras en las cartas de Donoso se expresa una ternura frontal y un amor indecible por el objeto del deseo, en las novelas existe una gran agresividad del narrador hacia la Manuela, agresividad que no va dirigida precisamente a la Manuela, sino a la homofobia. La narracin se convierte en bsqueda de liberacin por medio de la evocacin del discurso del otro. En El obsceno pjaro de la noche, el narradorpersonaje utiliza la sodoma masculina como forma de sometimiento. Donoso utiliza las amenazas, los insultos, los motes y el rechazo de la sociedad homofbica para elaborar un personaje que seduce al hombre ejemplar de la macharranera, quien debe ser Pancho Vega/don Jernimo. En ese sentido, la mirada de Octavio se convierte en la amenaza del orden que obliga a Pancho a reaccionar en contra de la Manuela. Se trata del cdigo heterosexual que en el pueblo ha establecido unas reglas especiales que permiten a los "hombres" actuar en las fronteras de ambos mundos. En el fondo, el aspecto libidinal establece la liminaridad del dominio homosexual en el mundo heterosexual y viceversa. El "lugar sin lmites" se establecera entre la posibilidad de la trasgresin y la proscripcin del deseo, el eros de la homofobia. Pancho es "hombre" ante la mirada de Octavio, hasta que sucede el beso transgresor de la Manuela. Esta regla especial expresa la ambigedad en la cual se mueve la mayor parte de la obra de Donoso. La homosexualidad es un fragmento del estadio profundo de la conciencia de Pancho y debe permanecer en ese espacio, igual que la Manuela debe permanecer en el gallinero, marginado por el temor a la muerte. Donoso practica una potica irnica y grotesca que recupera el insulto y lo convierte en contra-discurso. La relatividad de la belleza, de la verdad y de la realidad corresponde a la relatividad de la personalidad y del discurso novelstico. La secuencia de cambios de narratario en El obsceno pjaro de la noche, que comienza a surgir en Coronacin (1957), se desarrolla en Este domingo (1966) y El lugar sin lmites y se intensifica en la cuarta novela, propicia una serie de relaciones binarias que estructuran la fbula como un cmulo de pugnas que no se resuelven, como travestismo. Una de las cartas citadas en el peridico La Tercera me parece interesante por el hecho de que destaca la potica del detritus y del espacio apocalptico que he estudiado en relacin con las primeras cuatro novelas de Donoso: Por fin soy feliz Siento que mi vida est tomando un verdadero curso, un curso nico. Mi amor por Jos Miguel, que haba estado hecho de escombros o de cosas sin construir, enunciadas por la sombra de un mundo naturalmente hostil a tales cosas ha vuelto, y no me avergenzo de l. Este fragmento resulta ms interesante que los que resaltan la "homosexualidad" del autor de Casa de campo (1978). La gran novela de Donoso est estructurada del mismo modo que el amor por Jos Miguel. Casi toda la obra donosiana est atravesada por la obsesin de envolver, de guardar en cajones, debajo de la cama; y esto culmina en el maleficio del imbunche, que implica guardar el ser en el cuerpo o la eliminacin del mundo exterior, una especie de solipsismo a veces aterrador, a veces liberador. Para Alicia Borinsky, el origen de este topos donosiano se inicia con El obsceno pjaro de la noche y culmina en la potica de la autodestruccin en La misteriosa desaparicin de la marquesita de Loria, "tomo verde nmero cinco" y las novelas cortas incluidas en Cuatro para Delfina (293). El imbunche est, a su vez, relacionado con la transgresin de la hija proscrita que hay que esconder en la casa para que no se

conozca la verdad. En eso consiste toda la obscenidad de El obsceno pjaro de la noche. Es necesario esconder, ocultar todo aquello que afrenta ante las coacciones de la sociedad, como la Manuela y como el deseo homoertico de Pancho. As como se oculta el rostro bajo la mscara, el cuerpo bajo el traje de espaola, el ser bajo el discurso esquizofrnico, tambin se oculta la novela realista en el discurso de la nueva novela. Donoso no abandona la tendencia de la novela hacia la "historia" que hay que narrar; sin embargo, esa historia est oculta, es obscena, como son obscenos Boy, el Mudito y las viejas. Al final de la novela, el encierro total del Mudito, el imbunche, ser la metonimia de la novela hermtica, encerrada y autodestructiva, en pugna por encontrar una nueva forma y un nuevo espacio. De hecho, obsce-num en latn es precisamente aquello que no se puede mostrar. La nia-bruja, la niabeata, el nio-Mesas, el Mudito, Boy y las viejas sirvientas de las grandes familias, as como la Manuela, son smbolos de los deseos, de los impulsos no slo homosexuales, sino de los instintos naturales del ser humano que deben transformarse en monstruosidades que se enclaustran en el inconsciente, producindose lo que Sigmund Freud llamaba lo siniestro o lo ominoso. Para el autor de La interpretacin de los sueos(1900), lo siniestro es el producto de los contenidos reales de los temores que han sido "olvidados" y colocados en el inconsciente, que retornan para perturbar la conciencia. Este es uno de los aspectos que sustenta la grandiosidad de las novelas de Donoso, de las obsesiones que Ana Mara Moix ha destacado como moduladoras de las narraciones que nos ocupan (10-11). En las cartas recientes de Donoso, igual que en sus novelas y cuentos, existe la tendencia a relacionar las percepciones y los sentimientos de los personajes con los lugares detrticos. Esa percepcin del espacio apocalptico, junto con los espacios infernales y labernticos, coincide con las mentes esquizofrnicas y los cuerpos enfermos. La homosexualidad cumple la funcin de simbolizar las fobias, los instintos naturales que Tanatos o las coacciones sociales pretenden eliminar. No obstante, Donoso plantea la posibilidad de utilizar el discurso agresor contra la homosexualidad como artificio que permita recrear la ambivalencia de la vida, del ser, de la realidad y de la verdad en el eros de la homofobia.

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Secretos sin confesor

Los papeles de Jos Donoso

Julio Ortega Clarin, Cultura y Nacin, agosto de 2003. Lejos de los fulgores del boom latinoamericano, las cartas personales entregadas a la universidad de Iowa ventiladas en Chile recientemente, revelan a un hombre herido por el conflicto de la ambiguedad. El diario chileno La Tercera dedic una serie de reportajes (cinco informes y entrevistas entre el 27 de abril y el 18 de mayo de este ao) a revelar que Jos Donoso (1924-1996) haba sido secretamente homosexual. En una poco escrupulosa manipulacin del archivo personal del autor, que est en la Universidad de Iowa, ese tabloide empez identificando la escritura liberadora deCoronacin (1957) con el "momento en que super inconfesados temores y asumi ''sin vergenza'' su amor por un hombre". Los papeles (mayormente notas y manuscritos de enorme valor documental) fueron, as, convertidos en piedra de escndalo. "Correspondido o no, este sentimiento de Jos Donoso hacia su amigo revela una parte de la personalidad del novelista que hasta ahora haba permanecido indita", enfatiza el vespertino, violentando la vida privada del escritor, cuya sexualidad no es parte de su personalidad sino de su humanidad. El 11 de febrero de 1957, Donoso anot: "por fin soy feliz (...). Siento que mi vida est tomando un verdadero curso, un curso nico. Mi amor por Jos Miguel, que haba estado hecho de escombros o de cosas sin construir, enunciadas por la sombra de un mundo naturalmente hostil a tales cosas, (...) ha vuelto, y no me avergenzo de l, ms bien siento que tiene la simplicidad y el abandono de todas estas cosas", leemos. El diario advierte: "La persona a la que se refiere el escritor es Jos Miguel O., quien por entonces tena 21 aos". Dicen su edad pero callan su nombre, no por discrecin sino por pausa retrica en las malas artes del chisme. "Mi ternura infinita hacia l. Mi respeto por sus grandes y nobles cualidades de hombre. Mi tremenda, violenta, incontenible admiracin por su belleza. Mi asombro ante su pursima juventud. Cmo no amar, cmo no asombrarse? Cmo no desear recibir de un ser as todo lo que sea capaz de dar, y a mi vez, drselo todo?" Ms que la "extensin del crimen" (como dice Otelo), llama la

atencin el hecho de que Donoso tena 32 aos cuando hizo esa nota. El filsofo Michel Foucault escribi su Historia de la sexualidadpara demostrar que el "crimen" no tiene edad, y que le damos el nombre de una sancin a un estado indiferenciado del deseo. Pero como el escritor, precisamente, se asoma al dictamen de su deseo y requiere nombrarlo, su dilema est hecho de preguntas (''cmo no amar'', ''cmo no desear'') menos retricas que la misma confesin. Las otras confesiones estn en las cartas de Donoso a Mara Pilar Serrano, escritas en 1961, un ao antes de su matrimonio: se ha conmovido, le dice, al encontrar a una pareja homosexual y feliz. Y le pregunta, "Hasta dnde puede llegar a destruir nuestra vida, esa envidia ma por una situacin homosexual?" En otra carta, responde: "La tentacin es inmensa, terrible pero resulta de eso (asumir una vida homosexual) me producira tanto o ms dolor que el no hacerlo. Mi neurosis es debida, ahora, a esa sensacin de estar viviendo sobre arena movediza". El deseo (entre parntesis) osa decir su nombre. Sintomticamente Pilar, ese mismo ao, lo decide: se casarn, le escribe. El diario chileno anuncia que "pudo revisar" los papeles de Donoso "previo permiso" de la Biblioteca de la Universidad de Iowa. Pero sta advierte que las cartas de Donoso a Mara Pilar, escritas entre 1958 y 1961, son de lectura restringida. Como si la indeterminacin de la sexualidad no pasase por la cen sura sino por la confesin, Donoso le escribe a su padre: "Y es virgen, pap! Se imagina qu horror? No puedo hacer que se acueste conmigo, aunque tiene ms de treinta aos". Ninguna pareja es imposible, slo que estas cartas y notas parecen contaminadas del discurso del sof. Donoso estaba bajo el cuidado de su psiquiatra, aunque la "carta al padre" no slo lleva la cruda pedagoga de la confesin; tambin la escena primaria de las recusaciones. Cuando me enter de estos artculos y su repercusin, pens que Donoso haba planeado su ltimo asalto a la fama pstuma, aunque fuese una de trmite escabroso. Recuerdo bien que visit la universidad de Brown, donde trabajo, el da que se dictaminaba el premio Cervantes. Pepe estaba en la lista de los finalistas (siempre fue un finalista, hay que decir), y me convenci de llamar a Madrid para saber el resultado. Yo haba tratado de disuadirlo porque estaba seguro de que otra vez lo perdera. Se lo mereca ms que nadie pero era un escritor, como algunos de los mejores, perdedor; esto es, siempre desubicado y casi relegado. Tena un encanto pre-freudiano, una inocencia desinhibida y vulnerable. Carlos Fuentes, con esa fidelidad suya, votaba todos los aos por l y en vano. En casa del escritor Robert Coover, esa noche, conoci al novelista John Hawkes y a Robert Scholes. Pepe fascin a todos. Lo vi en el centro de la sala,

rodeado y feliz, en la intimidad que haba forjado. Me dijo con entusiasmo: "Hemos descubierto que tenemos mucho en comn, empezando por la sordera". Hawkes, autor de Las naranjas sangrientas, crea que El obsceno pjaro de la noche es una de las grandes novelas contemporneas. Fuentes asegura que el "boom" naci el da que le habl por telfono a Pepe para contarle que Coronacin sera traducida al ingls. Se escuch "boom!", y Pilar tom el telfono para explicar que su marido haba cado desmayado. Pepe tena las virtudes del escritor "amateur", el candor de contarlo casi todo, y el aire gozoso de ser reconocido. Por eso, cuando en una visita a Nueva York su editor lo invit a una cena de escritores famosos, se sinti en la gloria. Pero le toc sentarse (horror) frente a Susan Sontag, quien de pronto le habl: "Pepe, despus de El obsceno pjaro de la noche no he ledo nada bueno tuyo, has publicado algo ms?" A nadie ms vulnerable poda ella haber agredido esa noche. Aunque me parece que, al contarlo, l saboreaba el elogio a su novela herida. Tambin es cierto que los apetitos de la inocencia son el camino ms corto al malentendido, en cuyos bordes Pepe zozobraba. Uno no se encontraba con nadie en el tren a Pars, pero estoy seguro de que no soy el nico de haberlo compartido con los Donoso desde Barcelona. Debe haber sido la primavera de 1972. Pepe iba vestido de expedicionario, de lino y botas altas cruzadas de broches; tena el aire estrafalario de un Tintn retirado y feliz. Estaba exaltado porque llevaba las pruebas de su primera traduccin al francs. Agotaban historias de Calaicete, el poblachn de la campia donde vivan. Se haban comprado un casern arruinado creyendo que era un castillo del siglo XVIII. Regalaban un mapa esperando visitas, pero entonces uno crea, con Max Jacob, que el campo es all donde los pollos corren crudos. Algunos se enfadaron con su Historia personal del boom (1972) pero si l cit una carta o caricaturiz a alguien, fue por su desmesura desvalida, nunca por malicia. Mucho ms tarde, paseando el malecn de Sitges me contaron, resignados, que haban decidido volver a Santiago. No entendan los protocolos catalanes, resentidos con algunos nativos que no les haban correspondido la invitacin a cenar. Donoso le tema a Santiago, pero los acogieron amistosamente, y hasta se reanim mucho con su taller literario y los nuevos escritores que lo reconocan como maestro (ver Lidiar con...). Pero no haba previsto que algunos de sus amigos haran de sus viejas confesiones una lectura domstica. Esther Edwards declara que de chico, "impulsado por su carcter bromista, se disfrazaba de niera gorda". Y concluye, casi como un personaje de Donoso: "la homosexualidad es algo natural a cierta

edad en la mayora de los hombres, cuando se dan estas amistades muy ntimas que los ingleses asumen con tanta gracia. A todos les pasa y algo parecido le debe haber sucedido a Pepe Donoso, a quien conoc desde los 17 aos" ("Libro devela la intimidad de Jos Donoso", La Tercera, mayo 5). Fernando Balmaceda, en su De zorros, amores y palomas, fue el primero en dar a conocer una carta del joven Donoso en la que implica, no sin pudor, su homosexualidad. "A Jos Donoso su homosexualidad le distorsion la vida", sentencia. El ltimo artculo del diario chileno titula, sin irona, "El renacer pstumo de Jos Donoso". Gonzalo Contreras y Carlos Franz, dos de los brillantes narradores del taller de Donoso, coinciden en que su "bisexualidad"(...)."era un secreto que los cercanos a Pepe guardbamos tambin". Y creen que si el escritor entreg esos papeles a la Biblioteca de Iowa es porque "quera que ese aspecto de su vida fuese conocido". O, tal vez, porque no asuma su sexualidad como un estigma que tachar ni una angustia que olvidar. Y quiz se hubiese sorprendido de que esa "bisexualidad" fuera considerada determinante de "la naturaleza de los mundos que crea". Pero si la fama es de por s un malentendido, la que ahora aguarda a Jos Donoso no ser la del gran escritor mal ledo que siempre fue, sino la del novelista homosexual, ledo en clave de travesti yqueer para entusiasmo de quienes creen haberle hecho el favor de sacarlo del closet. Tal vez al extraviar el enigma de su privacidad, entre los periodistas y los profesores que llevan agua a su molino, perdamos de vista el temblor antiguo de una obra que, como pocas, se resista a ser procesada. Aunque, quin sabe, de pronto esta sobrevida pstuma le resulte ms propicia. Por lo pronto, ha sido acogido por "SantiagoGay.com", entre las secciones "Chico del mes" y "Tu chat".
J. Ortega, escritor y catedrtico peruano, ensea en la Universidad de Brown, EE.UU. Ha escrito de El discurso de la abundancia, entre otros libros de crtica.