Libro de La Subversion-Jabes
Libro de La Subversion-Jabes
Libro de La Subversion-Jabes
JABS
Vuelta
La imaginacin
Ttulo original: Le petit livre de la subversin hors de souppon ditions Gallimard, 1982 ISBN 2-07-029575-3
D.R. 1989, Editorial Vuelta, S.A. de C.V. Av. Contreras 516, 3 e r piso; colonia San Jernimo Ldice 10200 Mxico, D.F.
ISBN 968-6229-15-9
Impreso en Mxico
Edmond Jabs naci en El Cairo el 16 de abril de 1912. Deseondente de una familia de judos instalados en Egipto desde haca varias generaciones, su formacin fue predominantemente francesa y laica, aunque su atmsfera familiar guardaba estrechas relaciones con la tradicin juda, cuyos ecos sostienen en profundidad las voces que recorren los textos de este escritor seducido por las percusiones de un Libro que se manifest como una revelacin en, y del, desierto: la Tora.1 La llegada de Nasser al poder en 1957 tuvo como consecuencia la expulsin de los judos, coptos y otras minoras no musulmanas de Egipto. Desde entonces Edmond Jabs radica en Pars. En 1967 obtuvo la ciudadana francesa. Sus libros publicados hasta la fecha son: Je btis ma demeure (poemas 1943-1957); Le liure des Questions y Le liure des Ressemblances, dos series que comprenden siete ttulos la primera y tres la segunda, y que constituyen el cuerpo de su bsqueda y de su interrogacin como escritor, interrogacin inherente a su condicin de hombre y de judo; Pa suit son cours, Le petit liure de la subuersion hors de souppon, y Le parcours. Du Dsert au liure es u n a serie de largas entrevistas con Marcel Cohn, en forma de libro, donde Edmond Jabs prolonga, de manera coloquial, aspectos de su vida, de su pensamiento y de sus temas, inseparables. No tiene la pretensin de explicitar en l sus textos anteriores (el volumen fue editado en 1983), sino que, por el contrario, va extendindose sobre sus incesantes interrogaciones de una manera ms libre, menos ceida a su obsesin por el espaNombre que se da en hebreo a la Biblia: strictu sensu comprende el Pentateuco y, de manera general, incluye adems los libros de Jueces, Reyes, Profetas, Hagigrafos y Crnicas.
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ci de la pgina y las configuraciones de la palabra verdaderos surcos de viento en la infinitud de las arenas desrticas. El desierto: en Jabs la imagen del desierto no es una metfora, es una realidad fsica, una realidad viva que se trasmina en todos sus escritos, y que es, inclusive, el soporte de su conciencia, de su memoria; una memoria milenaria que hurga en las palabras para encontrar de nueva cuenta el lenguaje de las cosas, de los seres, el lmite entre lo visible y lo invisible, entre la vida y la muerte; lmite que no se nom- . bra pero que podra, a fuerza de ser trasgredido, revelar el secreto del Verbo, es decir, de Dios, y, en consecuencia, de la Creacin. En el anonimato del desierto el escritor encuentra al que crea ser, se despersonaliza, experimenta lo esencial en un desposamiento continuo que transmitir a su es critura: "Y es que el desierto le asigna al menor gesto, a la I ms insignificante palabra, su ritmo lento de tras-silencio, I | de trasvida. En el desierto uno se transforma en otro: en I f aquel que sabe el peso del cielo y la sed de la tierra; aquel { que ha aprendido a contar con su propia soledad. Lejos de I excluirnos, el desierto nos envuelve, Nos convertimos en inInmensidad de arena igual que, escribiendo, somos el libro". 2 Slo en la vacuidad del desierto es posible entablar el dilogo con el Tiempo y enfrentarse a la emergencia perpetua del presente, a la manifestacin del Libro, nica morada posible. El Libro, para Jabs, y siguiendo la tradicin rabnica, es el modelo ejemplar en el que Dios se inspir para crear: en el origen estaba el Libro, antes an; Libro eterno e inalterable que se busca a s mismo, enigma por descifrar en todos y cada uno de los libros que se escriben. As, de la misma manera en que cualquier libro no es ms que el reflejo, un reflejo fragmentario, una sombra, del Libro nico, el escritor sera una semejanza de la divinidad, y la escritura la in2 DuPars, dsert 1981. au livre. Entretiens avec Marcel Cohn. Editions Pierre Belfond,
saciabilidad de lo que interroga sabiendo que no hay respuesta. De aqu tambin el carcter de sacralidad que las palabras tienen y el imperativo de pureza que exigen: ante el llamado de la zarza ardiendo, hay que descalzarse. La escritura es un gesto solitario solidario?, un acto de soledad realizado en los confines del ser el suelo sagrado de la Revelacin, al borde siempre del vaco, de la desesperanza y la trasgresin. Frente a la prohibicin de fabricar imgenes y de pronunciar el nombre de Dios en vano (dicen los rabinos que toda la Tora es en realidad nicamente Su nombre); frente al peligro de zozobrar como la generacin de Babel por convertir al lenguaje en ladrillos, y a la imposibilidad de no conocer de la Presencia ms que sus "espald a s " y escuchar de su Palabra slo "la voz callada del silencio", 3 qu puede hacer el escritor sino convertir su escritura en un acto subversivo, una duda constante, un cuestionamiento incansable e insatisfecho? _^ Afortunadamente la prohibicin no atae al Libro; por el contrario: la nica libertad que el hombre tiene ante los designios divinos es la de escudriar a lo largo y a lo ancho a saciedad, se podra decir asumiendo la paradoja de su impenetrabilidad esencial las pginas del Libro, cada u n a de sus frases, de sus vocablos, de sus letras, de sus puntos. Se dice, adems, que el Libro no fue dado en orden, y que le cosrresponde al hombre ordenarlo. Esta libertad de escrutinio, esta exgesis y hermenutica seculares constituyen el acervo cultural el Talmud y la Cabala del llamado "Pueblo del Libro", pero tambin forman parte del derecho inalienable de cualquier hombre a ejercer su libre albedro. 4 No es,
xodo 33, 17. Reyes I, 19,12. El Talmud es el comentario exotrico a la Tora. Su compilacin y desarrollo abarca casi siete siglos y encierra, desde precisiones jurdicas y lo concerniente a la prctica religiosa, hasta narraciones histricas, ancdotas personales, leyendas y todo lo referente a la cultura popular juda. La Cabala es un conjunto de tratados y comentarios esotricos
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por cierto, a Adn, el hombre universal, a quien se le da la facultad de nombrar, es decir, de otorgar realidad a todo lo creado por el hecho de designarlo con un nombre? El desierto es el lugar de la interrogacin sin rplica, el espacio del silencio absoluto, la tierra de nadie. Por eso Dios lo escoge para revelar su Palabra, y, simultneamente, velar su Rostro, imposibilitar el "cara a cara" y conminar al hombre a buscarle a travs de sus designios. El Libro es, entonces, el espacio donde Dios dej la huella de Su ausencia, el olvido de una Memoria que hay que recobrar, de un Conocimiento que pide ser hablado, porque, dice el poeta, loj3ue no se nombra deja de existir". 5 Si el Libro es el espacio donHe'^F^sconHe, silencioioTll nombre de Dios, impronunciable, la escritura, por ende, es inseparable de la Nada, del exilio y, tambin, de la subversin. Pues la paradoja de la ausencia y del silencio de Dios est en que nos permite la libertad del grito que exige su presencia inmediata, de la voz que pide una respuesta a ese "dnde ests?" que todo hombre le devuelve a Dios desde el vaco de un mundo desgarrado por la contradiccin y la duda, por el tambaleo y la cada, a partir de Auschwitz, de los valores de nuestra cultura occidental. Ser es interrogarse; lo que no se interroga, .no existe. En cuanto al escritor, no le resta sino escribir con justeza para que las palabras alcancen su mxima extensin, vertical y horizontalmente, o sea su mxima profundidad y riqueza de significados: "La escritura no es nunca, dgase lo que se diga, una victoria sobre la nada; por el contrario, es una exploracin de la nada a travs del vocablo". 6 Hay que aprender de las palabras, escucharlas, comprenderlas, viy msticos a la Tora. Su origen se pierde en el tiempo, pero su libro ms importante, el Zohar, fue recopilado en Espaa por Moiss de Len hacia fines del siglo xra. 5 Czeslaw Milosz, Poemas. Tusquets Editores, Barcelona, 1984. 6 Du dsert au livre. . .
virlas, pues detrs de cada palabra se esconde otra palabra setenta rostros, dice la tradicin cabalista, tiene cada letra, detrs de la realidad hay una realidad ms tangible an, y las evidencias son siempre engaosas. "La ms pe-;; quena piedra est baada de infinito": de ah la necesidad de una pacienciaTsmi^*aTa de la gota de agua, de una atencin ininterrumpida, como si se temiera no atrapar sino la sombra de las cosas; una lentitud y un silencio interiores donde el escritor se borra no as su conciencia para permitir que las palabras se digan a s mismas, y que el libro se escriba por s solo. Pero la obra nunca se consuma, siempre hay una distancia entre el escritor y el libro, entre la escritura y la pgina escrita arena del desierto donde slo queda la huella de una plenitud efmera e instantnea, entre la voz y su emisin, entre la plasmacin de la palabra y la infinitud de sus significados no dichos. La semejanza, la tentativa, la ficcin, la sospecha: el libro siempre permanecer en sus umbrales, imitacin del desierto, repeticin y retorno a un inicio que no es, a su vez, sino retomar lo inconcluso. Es a la ausencia a quien el libro interroga, el silencio a quien cuestiona la escritura. Y en vano intenta el escritor desterrarse del exilio a travs de la palabra, aunque sea la escritura el lugar donde el exilio se detiene, "un espacio cerrado que el infinito circunda", una morada itinerante. Escribir ser siempre slo un camino ms en el recorrido de la errancia; ios libros, lugares de paso: oasis o espejismos? La escritura de Edmond Jabs est penetrada por el ritmo y la seduccin del desierto, lenta, con infinitos matices, despojados, desnudos, sobrios, imperceptibles juegos de espejo dentro del espejo; la temible lentitud anterior a la sbita borrasca, esa pregunta nunca acallada, esa subversin siempre latente. Un tinte de fatalismo ante la inminencia de la muerte y, al mismo tiempo, un toque de esperanza en la percepcin que intuye una no-barrera entre vida y muerte,
como si en realidad esta ltima fuese nuestro estado natural y la vida un milagro, la abolicin del vaco, de lo contingente y aleatorio. El libro, dice Jabs, se hace a partir de una carencia esencial, insoslayable, que lo lleva a cuestionar, a interrogar sin tregua, a interpelar, pues no hay meta ni logro que, una vez alcanzados, no resulten obsoletos. Slo la insurgencia perpetua, la subversin frente al patrimonio adquirido cultural, moral, religioso, intelectual, nos permite avanzar, crecer, conocer: "En efecto, se conoce en contra de un conocimiento anterior, destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando aquello que, en el espritu mismo, obstaculiza a la espiritualizacin". 7 Por lo mismo, no se termina nunca de escribir, y nicamente las repetidas lecturas de un texto alcanzan, si acaso, a entreabrir su misterio: ningn libro, ningn ser humano, ni siquiera los objetos, entregan su secreto a las primeras de cambio. La escritura de Jabs trasgrede, por lo inslito, la manera habitual de leer las palabras, de pedirle al lector un estar a la escucha de ellas similar al acecho del silencio: adentrarse en s mismo para descubrirse, tambin, subversivo. ESTHER SELIGSON
La subversin es el movimiento mismo de la escritura: el de la muerte. El escrito no es un espejo. Escribir es afrontar un rostro desconocido. Loco est el mar de no poder morir de una sola oleada.
7 Gastn Bachelard, La formacin del espritu cientfico, Siglo XXI, Mxico, 1984.
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Qu es la subversin? De la rosa que te fascina, es quiz la ms discreta espina. Al cuerpo, al espritu, el libro impone su ritmo. Libre queda, entonces, el campo de la subversin. Hagas lo que hagas, es a ti a quien esperas salvar. Es a ti a quien pierdes. La verdad conoce todas las subversiones. SJ lo que nos retiene es el lugar, un estorbo, una traba humillante habr sido, por fin, el mo", dijo. Por todo lugar, slo habrs tenido la esperanza de un lui M chmente ms all de las arenas: espejismo del reposo. LJI vida suma. La muerte resta.
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Habr por doquier abatido las vallas para ofrecer mis obras, adems de su propio espaci, la infinitud de un espacio prohibido.)
Existe un tiempo para el acatamiento Tiempo fuerte o dbil. Toda subversin requiere, ante todo, nuestra total adhesin. No se puede doblegar la subversin. Se le pone fin obligndola a cambiar de blanco. Como la sombra al pie de la noche, la subversin no puede desembocar ms que en s misma. Vivir es hacer suya la subversin del instante y morir, aquella irreversible, la de la eternidad. "Cadencia de la subversin. Ah! Me haca falta recobrar esa cadencia", dijo. No h a s creado. A imagen de Dios, en tu pequeo radio de accin, creas para el instante. La subversin es pacto para el porvenir. "Tan natural, t a n inocente es la subversin en su apogeo que estoy tentado de considerarla como uno de los momentos privilegiados del restablecimiento de nuestro precario equilibrio", dijo adems. La amenaza es ilegible. 18
("La banalidad no est desprovista de subversin. Aliada del tiempo que la desvalora, es subversin vuelta trivial", dijo.)
La subversin odia el desorden. Es en s misma orden virtuoso opuesto al orden reaccionario. El conocimiento choca con la fra extensin de la ignorancia, como los rayos del sol con el espejo del mar cuya profundidad los pasma.
(No hay acciones excepcionales. Hay slo acciones naturales; pero, entre ellas, las hay mayores y las hay mediocres. El es creacin.)
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Sabios y locos de mis libros que me habis familiarizado con la subversin, aqu est vuestro sitio. En ninguna parte. En medio de las arenas donde, tendido sin querer an morir, he dejado a menudo mis manos abrirse al vaco. Profetas subversivos del rido reino donde os di alcance, habis llenado mis aos con vuestras sentencias, cribado mi cielo con vuestras preguntas insistentes, amortajado a vuestro paso mis certezas. "El universo es un libro y cada da una hoja. All lees una pgina de luz de despertar y una pgina de sombra de sueo; una palabra de aurora y una palabra de olvido", anot. El desierto no tiene libro.
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Encrespado, el ocano turba el cielo con sus preguntas brincadoras. En un mar agotado, devuelto a la pasividad del agua, all te baars. Sombras sin sombra luces sin luz son las trazas relevantes del olvido y aqu, misterio del camin. Dios es, de Dios, el Silencio que calla. El esclavo del Prncipe y el esclavo del cortesano tienen la misma condicin de esclavo. Adentrarse en s mismo es descubrir la subversin.
Encrespado, el ocano turba el cielo con sus preguntas brincadoras. En un mar agotado, devuelto a la pasividad del agua, all te baars. Sombras sin sombra luces sin luz son las trazas relevantes del olvido y aqu, misterio del camin. Dios es, de Dios, el Silencio que calla. El esclavo del Prncipe y el esclavo del cortesano tienen la misma condicin de esclavo. Adentrarse en s mismo es descubrir la subversin.
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Encrespado, el ocano turba el cielo con sus preguntas brincadoras. En un mar agotado, devuelto a la pasividad del agua, all te baars. Sombras sin sombra luces sin luz son las trazas relevantes del olvido y aqu, misterio del camino. Dios es, de Dios, el Silencio que calla. El esclavo del Prncipe y el esclavo del cortesano tienen la misma condicin de esclavo. Adentrarse en s mismo es descubrir la subversin.
LA CUESTIN DE LA SUBVERSIN
( Amenazamos alo que nos amenaza. La subversin no va en direccin nica", haba anotado. Este pequeo libro, por su ttulo, a travs de la obra que ya lo contena, se liga con los diez tomos del "Libro de las preguntas". Tambin eso es, sin duda, subversin. Otorgar el mismo ttulo a dos libros diferentes no es acaso oponer ms el uno al otro, imponindoles arbitrariamente una unidad de circunstancia? El conflicto es interior. La palabra que nos nombra es aquella que, tarde o temprano, violar el Nombre inefable de Dios; pues a la criatura le es insoportable la ausencia del nombre divino. No haba escrito ya: "Dios est a la merced del hombre por Su Nombre"? La rebelin de una sombra precipita el arribo de la luz, como la ilegibilidad, sublevada contra s misma, nos prepara para la legibilidad perfecta.
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Necesitamos continuidad, semejanza, reciprocidad, como tenemos necesidad de pan fresco. El hombre es, para el hombre, a la vez el origen y su ms all. ' Basta una sonrisa para detener una lgrima. Basta una lgrima para quebrantar por siempre la sonrisa. "Subversivo no es forzosamente lo que se da de antemano como tal; a menudo es lo contrario: aquello que, para obrar mejor sobre seres y cosas contra los cuales se subleva, se coloca sin reserva a su lado hasta valerse de ellos. "De igual modo, el blanco hace balancear al blanco en un abismo fatal de blancura, afirmndose a su vez como el mismo blanco", dijo. Inconscientemente, la subversin apuesta siempre a la Nada.)
Y agreg: "No es sta la razn por la que el Consejo de Ancianos me conden, por actividades subversivas?" "Con un nudo no puede hacerse otro nudo pero, en cambio, con cualquier hilo puede hacerse un nudo. "Todo nudo, en consecuencia, es nico. ,? Lo mismo ocurre con nuestra relacin con Dios, con el hombre, con el mundo", deca.
El pensamiento no tiene ataduras: vive de encuentros y muere de soledad. "Mrame deca. Escucha. Soy la continua interrogacin que reaviva la fuente. "Es ella la que ves y oyes. Hacia ella, en las horas de sed, te inclinars para beber."
A cada libro, sus veintisis letras; a cada letra, sus miles de libros. / Entreg temblando a su maestro un cuaderno lleno de / palabras manuscritas: su libro. Por qu tiemblas? le pregunt el maestro. Estas pginas respondi como hojas de hielo, me queman los dedos. Tiemblo de fro. Dime qu contienen replic el maestro. Lo ignoro contest. Si no t, quin lo sabr? dijo entonces el maestro. El libro lo sabe. 29
"Slo tengo malos discpulos deca un sabio. Buscando imitarme, me traicionan y, creyendo asemejrseme, se desacreditan." "Tengo ms suerte que t respondi otro sabio. Habiendo dedicado mi vida a interrogar, carezco naturalmente \de discpulos."
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f.
I (El ciego guarda la mirada, como el muido la palabra, uno y otro depositarios de lo invisible, de lo indecible; \ .. .invlidos guardianes de la Nada.)
"Lo que sigue continuar. Nunca es tributario de lo que fue sino de lo que ser", dijo.
" Son la ausencia y la presencia dos elementos de vidrio destinados a unirse? "En tal caso, el pensamiento sera elpuntel", dijo.)
Estas pginas atestiguan la imposibilidad no slo de llegar al lmite del propio pensamiento, sino tambin de s mismo. Dicen nuestro desconcierto ante la impotencia de ser que nos caracteriza. Toda duracin est ligada al recuerdo. A lo real sucede una irrealidad, ms que real, de la que se apropia la memoria. El pensamiento sigue el camino opuesto. Va delante de la ausencia cuyo trayecto, al desplegarse, ayuda a fijar. El pensamiento es el relmpago que desgarra el vaco. El olvido, su momentneo espacio. El confuso recuerdo que de l guardamos quiz sea, ms que el artfice de la recuperacin del pensamiento merced a un nuevo espacio, el celoso instigador de la confrontacin del pensamiento con su pasado y su probable porvenir, el responsable de su definitiva puesta bajo tutela. Por un lado la libertad, por el otro las cadenas. Prisionero del pensamiento, estar Dios sujeto al universo? Lo impensado su no duracin inconcebible sera entonces lo nico que secretamente lo perpeta, pues la eternidad es tambin no duracin lmpida que escapa de la duracin percibida.
"Nunca se ha subrayado lo suficiente haba anotado que el pensamiento, surgido de un pensamiento anterior y no necesariamente del ltimo en aparecer, se basa en la influencia que ste ejerce todava sobre aqul o se conduce en funcin de la desconfianza que le inspira. "Ello hara suponer que el pensamiento posee su propia memoria, sin que sepamos si ella depende totalmente de la nuestra. "Oh complejidad de los recuerdos que desgranamos sin saber cmo se enmaraan ni cul es su alcance final." No hay recuerdo inocente. El olvido es, en todo recuerdo, el recuerdo que nace muerto y aflige a la memoria. "'Preceder agreg debe tambin entenderse como aventajar. "El pensamiento que precede al pensamiento es a veces el que lo aventaja en penetracin, obligndolo a cederle el lugar. "Por eso jams podr decirse con exactitud cul de ambos fue pensado antes. 31
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"Todo hace creer que la memoria del pensamiento conserva tanto el recuerdo de su triunfo como el de su incapacidad de ubicarse en tal o cual momento de su historia; recuerdo de instantes de orgullo o de humillacin que pasarn inadvertidos." Todo pensamiento tiene sus gozos y sus heridas. El pensamiento slo est atento a las reacciones del pensamiento. "Piensas: imaginas, reflexionas y sueas, todo a la vez. "Apenas dominado, tu pensamiento te remite a tu imaginacin, a tu reflexin, a tus sueos. "Nunca tendrs sobre l supremaca", dijo. "Estars siempre por debajo, no de lo que piensas sino de lo que an tienes que pensar", dijo adems. "Piensas para conocer. No conoces ni tu pensamiento", escribi. "El da est ligado a la conciencia. El inconsciente es noche opaca. "Mira qu paradjicas son las voluntades de Dios. "Por un lado, apela a la conciencia para desarrollar en nosotros la idea, el sentimiento de la divinidad y, por el otro, al prohibir la imagen, nos arroja al inconsciente donde impera sin nosotros", anot por su parte. La nada es nuestro eterno lugar de exilio; el exilio del Lugar.
Indiferente a Dios, al hombre, dejemos que la piedra, en su dura soledad, vele sobre la nada.
Las imgenes se hunden en el inconsciente pero no se apagan: resplandores del olvido. Dijo: "Las imgenes del inconsciente se parecen a la flora y a la fauna submarinas. La antorcha vivaz del buzo las acosa. "Fuera del agua, no son ms que objetos heterogneos, alfabeto no descifrado de memoria soterrada; causa frecuente de desgarramientos ntimos." Vivimos de la recuperacin de imgenes enlutadas cuyo nmero jams evaluaremos. La ms antigua es, sin duda, la de Dios. Ni Dios mismo se acuerda ya de ella. Imagen del primer da. Imagen de la muerte que nos ser rechazada hasta la muerte. La legibilidad es postuma.
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ron transmitidos. Ah! nuestras palabras todas son slo creacin de sombra, figuras de la carencia que nos mina". "Si la sombra pregunta a la luz, tambin pregunta a la sombra; si la luz responde a la sombra, tambin responde a la luz. Oh anillo dentro del anillo!", dijo. "La sombra no es carencia, sino la plenitud del vaco donde el astro brilla. Negrura, negrura de la Nada", dijo adems. El mnimo fulgor es sospecha de universo. Cul es tu mirada? La de mi libro. Cul es tu or? El de mi libro. Cul es tu respiracin? La de mi libro. Cul es tu esperanza? La de mi libro. Cul es tu posibilidad? La de mi libro. Cul ser tu muerte? La que me acecha en la ltima pgina del libro: muerte de todas nuestras muertes compartidas. Si Dios fuese Uno, sera doble. Lo nico es lo impensado del Uno que, ni bien pensado, deja de ser nico. El paso jams se resignar a ser slo un paso: un paso solitario.
. . .de una muerte fecunda en la que sera el punto radiante de nacimiento oh vocablo!
I D i o s no es para Dios ms que l mismo. Sea cual fuere, la distancia es siempre concebible: si pequea, es presa de la mirada; si inconmensurable, presa de la imaginacin. "La lnea ms larga se origina en la ms corta, que es el deseo no aplacado de sobrepasar el punto", haba anotado. "El infinito no da la medida del Todo o de la Nada, o sea, ni de lo realizado ni de lo vaco; da la medida de lo no realizado", deca. "Al infinito, el trazo promete en vano un deseado final", deca. "Y si Dios necesitase una sombra para dudar de S mismo? "Puede que esa sombra fuese el libro que es perplejidad del claror y afliccin de la noche", deca. Y agreg: "Herederos del Libro, disponemos por toda fortuna del poco de oscuridad y del poco de claridad que nos fue84
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II Escribes con los ojos bajos, pero el cielo est en tus ojos. ("Todo libro que no resiste al acontecimiento no es un libro9', dijo. "El tiempo ha vencido siempre al acontecimiento", le replicaron. "El libro es entonces ese tiempo concluy, un tiempo que no tiene fuerza de tiempo, que es ms bien endeblez de eternidad.") Hay slo un cielo, como no hay ms que una hoja. Nuestros vocablos cubren de estrellas las noches del pensamiento. En la maana de lo impensado, son imperceptibles. Pginas sin sombra del Libro de Dios; pginas deslumbradas del libro del hombre. o podemos sino interrogar al Poder. El no poder es la pregunta misma. La pregunta es de sombra. La respuesta, breve claridad. La respuesta no tiene memoria. Slo la pregunta recuerda. ("Puede que el cumplimiento sea una forma reconfortante de lo incumplido: la nica visible", dijo. ". . .en suma, la posibilidad de que lo no cumplido tome conciencia de la medida de su incumplimiento", agreg.)
La obra nunca se consuma. Nos deja en ese incumplimiento en que morimos. Es esa parte en blanco la que nos queda, no por emplear sino por tolerar. All debemos instalarnos. Aceptar el vaco, la nada, el blanco. Todo cuanto creamos est detrs de nosotros. Hoy, de nuevo estoy en ese blanco, sin palabras, sin gestos, sin vocablos. Lo que queda an por realizar nunca es ms que aquello que se da naturalmente por realizado: el desierto adonde nuestra impotencia nos expulsa. Decirse que el fin el trmino buscado es imposible. Consuelo, por supuesto, para la mayora de nosotros. Angustia para los extraviados a quienes lo desconocido fascina. Lmites transgredidos en sus lmites: nuestro mundo cotidiano. Los extremos nos sern siempre desconocidos.
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y la de la hoja con respecto a la palabra, tras la huella de un pensamiento agredido. Entonces, hacer el libro ser apoyar, a medida que se reactivan, esas fuerzas subversivas que atraviesan tanto el lenguaje como el silencio. La subversin es a la vez el arma favorita de lo inslito y de lo cotidiano. "La relacin con Dios, deca, es un vnculo indirecto con la subversin." Toda palabra pronunciada es subversiva con respecto a la palabra callada. La subversin pasa a veces por la eleccin, por la arbitrariedad de una eleccin que es necesidad an oscura. Subversivo, cmo Dios pudo pensar que el hombre no lo sera frente a El? Dios cre al hombre a imagen de Su subversin. Y si la subversin fuese slo la distancia entre la cosa creada y la cosa escrita? Un mismo abismo separara entonces al hombre del hombre y al libro del libro. ("Divino o humano, YO dijoes el teatro de todas las subversiones." "Un arte de vivir dijo adems: arte empujado a la subversin! Eso es, tal vez, el comienzo de la sabidura.")
Subversiva es la hoja donde la palabra cree asentarse; subversiva es la palabra donde la hoja se abre a su blancura. Basta una paso en la nieve para estremecer la montaa. La nieve ignora la arena. No obstante, en ambas est el desierto. Glacial es en sus cimas la blancura. Negro es el sol de la palabra. La alianza del papel con el vocablo del blanco con el negro es el acoplamiento de dos subversiones alzadas una contra otra en el corazn mismo de su unin; de ello, el escritor paga las consecuencias. Lo que concuerda en apariencia es, sobre todo, aquello que se desgarra interiormente. El ojo slo percibe lo que emerge. La evidencia es el terreno ideal donde opera la subversin. T escribes. Ignoras todos los conflictos que tu pluma a su paso provoca; en ellos est en juego el libro. Libro subversivo es, quiz, aquel que, confundindolas, denuncia la subversin de la palabra con respecto a la hoja
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Qu concluir sino que nada est a salvo de la muerte, ni Dios, pues pensamiento, mirada y mano obran por ella. "La muerte no mata. A cada instante matamos por ella", dijo. "Ardida por antigua ausencia, viva est, en el desierto, la subterrnea luz que el frote del grano de arena con el grano de arena produce; Oh deseo comn de eternidad! oh muda chispa de amor en mi alma desolada!", escribi. "De la pasin del libro por el libro no quedan ms que los vestigios de la pasin. "Nuestros das y nuestras noches no fueron ms que ardor y torpor de ese loco sentimiento", dijo "Todo libro es el objeto dcil de los contradictorios deseos que inspira en el libro que lo escribe", dijo adems.
O r e e s soar el libro. Eres soado por l. Qu es el sueo sino la escritura borrada de un libro que se escribe en esa borradura y que ser ledo a ciegas: la carencia laguna, omisin, deficiencia del libro? Escribir ser restituir a la imagen del sueo la realidad abstracta del signo. No hay sueo sino en el olvido de una palabra.
La va que lleva a mi libro es va abierta por diez caminos. Recuerdas? Hace mucho tiempo que la arena los enterr. Slo quedan estras sin fecha desplazadas por el viento, pues el libro nunca cesa de aventurarse fuera del libro. Seguir sus trazas es errar sin fin. 'La fortaleza mejor edificada depende siempre del mnimo hundimiento del suelo", deca. No hay camino que no pueda ser sealado con el dedo, pero qu mano podra asirlo? Ninguna, seguramente. Cualquiera, en cambio, podra destruirlo.
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"Abre Dios. Es el abismo", deca. Hacer de su nombre un rosario de nombres no atribuidos. Ed que lo saba de Emo que lo saba de Nod que lo saba de Don que lo saba de Seb que lo saba de Jas que, por su parte, lo saba de Bes que lo saba por boca de Sebaya, deca: "No hay libros sino en la muerte del Libro, pues es su propia muerte la que los escribe; pero esta escritura est condenada a quedar para siempre insepulta"
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Y agreg: "Por una definicin valedera del libro, sacrificara con gusto todos los libros del mundo, pues slo gracias a esta falta de definicin nuestros libros han podido hasta ahora imponerse como enigma por descifrar".
"No slo formulas un vocablo cuando lo escribes, tambin circunscribes un instante de tu vida", anot. ("Se habla para romper la soledad, se escribe para prolongarla", deca.)
"Cierra el libro deca. Agregars as a la sombra csmica el peso de una sombra recluida. , ,
"La desesperacin del escritor no es la de no poder escribir el libro, sino la de estar indefinidamente obligado a proseguir un libro que no escribe. "De este dolor habr hablado slo una vez. Pueda tu palabra fraternal reemplazar hoy a la ma", dijo tambin.
"Dios es a la par salvado y destruido por el libro. En su gloria y su miseria, el vocablo nos lo ensea." "Dios necesita la garanta de Su Palabra y la Palabra necesita la garanta del Libro," "Dios da a leer. No lee." "Escribir el libro consiste quiz en devolver, con el rodeo de cada una de sus palabras, a la eternidad el instante ledo."
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La aurora --deca- es un gigantesco auto de fe de libros, espectculo grandioso del supremo saber destronado. "Virgen es entonces la maana."
Quin osara, en medio de las arenas, hacer uso de la palabra? El desierto no responde sino al grito, al ltimo, envuelto ya en el silencio de donde saldr el signo, porque siempre se escribe en los confines imprecisos del ser. Cobrar conciencia de este lmite es a la vez reconocer co~ rno punto de partida del escrito, la irregular lnea de demarcacin de nuestra soledad. Hay as, para la soledad y el escrito, fronteras fluctuantes que recorremos pluma en mano, fronteras reconocidas por y gracias a nosotros. A cada libro, sus antros de soledad. Siete cielos invocan al cielo. El vaco tiene su escala. Tambin la soledad que es vaco de cielo y tierra, vaco del hombre donde ste se agita y respira. Ligada a todo origen, la soledad posee ese poder excepcional de romper el tiempo, de despejar la unidad primigenia, de convertir, en cierto modo, lo mltiple indeterminable en lo uno innumerable. Procurar escribir, en tales condiciones, consiste, al margen del escrito, primero en rehacer, pero en sentido inverso, el camino del pensamiento, en retrotraerlo al objeto mismo de su pensar, en devolver el escrito al vocablo que lo contena; consiste, en suma, en salir de su propia soledad para adoptar la soledad inicial del libro que ignora an su comienzo y a la cual el libro dar nombre. Pues el libro se construye sobre las ruinas de un libro del que fuimos apartados, sobre la aterradora soledad de sus escombros. El escritor no abandona el libro. A su lado crece y se desploma. Escribir es, al comienzo, j u n t a r las piedras del libro derribado para edificar con ellas otra obra la misma, sin duda; el escritor es su infatigable capataz, arquitecto y albail, menos atento al progreso de su construccin que al mo-
El gesto de escribir es un gesto solitario. Es la escritura la expresin de esa soledad? Puede haber escritura sin soledad o soledad sin escritura? Habr grados de soledad por ende distintos planos, diferentes niveles de soledad- como hay grados de sombra o de luz? Podra, en ese caso, afirmarse que hay ciertas soledades consagradas a la noche y otras al da? Habr por fin diversas formas de soledad: soledad resplandeciente, redonda la del sol o soledad lisa, tenebrosa - 4 a de las lpidas funerarias; soledad de la fiesta y soledad del duelo? La soledad no puede decirse. Ni bien dicha, deja de existir. Puede escribirse slo en la distancia que la protege del ojo que la leer. El decir es entonces al texto lo que la palabra oral es a la palabra escrita: para la palabra oral, es el fin de una soledad asumida; para la palabra escrita, el preludio de una aventura solitaria. El que habla en voz alta nunca est solo. El que escribe recobra, por intermedio del vocablo, su soledad.
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vimiento interno natural que preside su trmino; atento, ante todo, a la escritura de esa doble soledad la del vocablo y la del libro que se querr paulatinamente legible. En ninguna parte, fuera de ese rectngulo de papel fino reservado a lo indecible, palabra y morada estn tan fuertemente ligadas y a la par oh paradoja tan alejadas; pues a la soledad ninguna alianza le est permitida, ninguna unin o asociacin, ninguna esperanza de liberacin comn. Sola, ella se edifica; sola, en complicidad con la escritura, organiza la lectura de los altivos paneles de sus pocas de esplendor o de sus largas y profundas heridas, cuando la obra que ha contribuido a erigir se convierte en polvo, cuando el libro se hace trizas por la ruptura infinita de sus palabras. Soledad a la que el escritor se somete, concordando a veces con ella ms de lo que l puede soportar, incapaz de apartarse del compromiso que a ella lo liga. Por qu? No es la soledad una eleccin deliberada del hombre? Cules son entonces esas cadenas que no ha forjado? Existe una soledad que escapa a su voluntad y que lo fuerza a sufrirla? La exigencia de esa soledad que el escritor no sabe eludir es precisamente la impuesta por la palabra que la denomina, soledad del trasfondo de su soledad, como si hubiera una soledad ms sola, hundida en la soledad, donde la palabra se moldea a imagen de s misma, como el nio en el vientre materno. De ah en adelante, todo se elaborar segn un orden premeditado, porque el proyecto del libro es, ante todo, el temerario proyecto del vocablo. No se puede escribir el libro sin haber participado indirectamente en ese proyecto; quiz ste no es ms que nuestra intuicin del libro, a partir de la cual se escribe.
Soledad de u n a palabra, soledad de la palabra antes de la palabra, de la noche antes de la noche donde el vocablo, astro sumergido, brilla slo por ella. Pero, se objetar: cmo, a partir del libro, puede irse a la palabra? Como va el da al sol, respondera yo. Libro, no es una palabra? Siempre se vuelve a la palabra "Libro". El espacio del libro es interior a la palabra que lo designa. Escribir el libro es ocupar ese espacio oculto, escribir en esa palabra. Pero esa palabra que rene todas las palabras de la lengua como el astro matinal toda la luz del mundo no es sino el lugar de su soledad, el lugar donde la lengua se confronta con la nada, donde designando slo la Nada, deja de significar. f< No puedes leer lo que vives, pero puedes vivir lo que lees", dijo.
Cuntas pginas tiene tu libro? Exactamente noventa y seis lisas superficies de soledad. U n a encima de otra. La primera en el tope, la ltima en la base. Tal es el encaminamiento de la escritura respondi. Y agreg: "Ms que haber descendido de hoja en hoja todos los escalones del libro, lo que me intriga es saber cmo hice para encontrarme de entrada sobre el ms alto, el primero". El fondo del agua est constelado de estrellas.
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La escritura es apuesta de soledad, flujo y reflujo de inquietudes. Tambin es reflejo de u n a soledad reflejada en su nuevo origen. En el corazn de nuestros deseos confusos y de nuestras dudas, forjamos su imagen.
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ANTEMORADA
Es el libro el antetrmino? En tal caso, se escribe slo para la muerte; la escritura, llegada al punto en que nada ms puede escribirse, nos abandona a la nada. "La diferencia entre nuestros libros y el Libro divino es quiz sta: los primeros tienen que atravesar la vida para llegar a Dios; el segundo, slo la muerte para alcanzarnos", dijo. Lo uno es el doble del Uno. Lo prohibido protege al doble. Libro sobre libro! El Libro sagrado encubre, con su transparencia, el libro prohibido. No se pasa de lo sagrado a lo profano; ms bien de lo profano a lo sagrado. Como pasamos de un silencio poblado de palabras a un silencio devuelto a su ausencia inicial.
A n t e s de la morada, interroga al umbral. En l, la piedra est ya neutralizada", deca. Todo estaba a la espera de Dios. La creacin precedi as al Creador. . . .as Dios sobrepas a Dios en la Idea de Dios. Todo estaba a la espera de la Nada y la Nada precedi a la espera.
Dios es por haber respondido a la pregunta: " T eres?" "Si la existencia de Dios fuese posterior a la del hombre, nada nos impedira pensar que la nada tuviese voz ms antigua que la del mundo, y que el desierto, en su relacin con el vaco, poseyera una palabra anterior al da en que habra sacudido las tinieblas. "Voz sofocada del mar. Voz ahogada de la arena", dijo. La pregunta crea. La respuesta mata. Dios ha muerto de Su respuesta prematura a la que el hombre se pleg. Desde lo ms remoto de la muerte, Dios habla. Estamos, desde siempre, a la escucha de ese silencio.
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Exclusiva, la consonante protege la ilegibilidad del Nombre divino: morada murada. La vocal: canto melodioso de la maana. "Nuestra alma es un nido voclico. En el origen de la lect u r a infinita del mundo, hay un pjaro", dijo adems. La antemorada es quiz vocablo en potencia.
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("El vocablo jams ser la morada deca; tiene, no obstante, su asentamiento y sus escapes/' La palabra es garganta embriagada por la brisa marina. Oh deseos insaeiados!Oh viajes imperdibles!) La prohibicin es veda de horizonte.
LA PROHIBICIN DE REPRESENTAR
Jtor qu tu libro le pregunt no es ms que una sucesin de fragmentos? Porque la prohibicin no alcanza al libro roto respondi. Pero, en su diario, haba hace poco anotado: "Escribo un libro para restituir a Dios, en su integridad, la imagen que de El con palabras fabriqu. "Escribir en tales condiciones no ser perecer de la clera divina? ". . .perecer por una imagen prohibida en el seno de toda imagen?"
"No se puede leer la tachadura deca; pero puede imaginarse una lectura de lo que ha sido definitivamente tachado. "Lectura de la muerte." "Se lee siempre lo que falta de la lectura total de la palabra dijo tambin. "De modo tal que se es inducido a emprender cada vez una lectura diferente." Quin sabe promover la lectura de la prohibicin que intenta levantar toda lectura del libro? Slo lo puede aquel que, de antemano, haya conducido, de silencio en silencio, el vocablo.
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En la infinita distancia que separa la ausencia de la ausencia, puede entonces emprender, hasta el inevitable abandono, la lectura riesgosa. ''Exhibes lo que no puede ser revelado. Del objeto cernido, slo dejas entrever aquello tras lo cual se oculta. "Y ese tras lo cual puede perfectamente ser otro objeto. "Maliciosa prohibicin", escribi. "Dios est lleno de malicia. Si Su rostro no puede ser visto, es porque de todos los rostros escrutados el Suyo es el inmostrable, el incontemplable en virtud del cual toda figura, al adquirir su independencia, logra su libertad de engaar, de ser de inmediato apreciada por s misma, en tanto fortuita y fugitiva proyeccin de un rostro ignorado", escribi adems. Dios escapa a la mentira mediante una mentira ms elocuente que, pronta a denunciar toda otra mentira, acaba por imponerse al creyente como nica verdad.
marca, rostro que es la deseada abdicacin recompensada del primero y ltimo rostro. La verdad es ese final dramtico de todo relato que tenga a Dios por hroe y al hombre por comparsa. Y si la prohibicin divina tocase a la Idea misma de Dios? Doble e idntico sacrificio. El relato original se descifrara en la superficie del ocano que lo hubiese tragado, en el localizado lugar de su desaparicin. Slo pueden leerse las ondas que la palabra naufragada deja t r a s de s cuando el agua, aquietndose, las deshace. No quedara entonces ms que la solcita onda para velar por lo vedado.
"Lo prohibido est dentro de lo dicho, no como el carozo en la fruta, sino como el sol en la noche que abraza", deca. De todo pensamiento carente de apoyo, lo prohibido hace un impensado sin par. Si la luz le est prohibida a la sombra porque le es fatal cul es esa claridad indefinible que percibo sobre nosotros? Quiz la del cuchillo cuya hoja fina brilla en la noche. Dios se sirvi de l para separar la noche del da como mitades de un mismo fruto. * Todo escrito es un campo frtil, segado en sazn por la muerte. Por eso, la guadaa del tiempo es la mejor arma de lo prohibido.
Y si la prohibicin divina tocase en primer lugar a la Verdad? La imagen real de Dios cedera a la repetida presin de una ausencia absoluta de imagen; no sera sino el sujeto privilegiado del encarnizamiento que sta despliega para ano nadarlo. El objeto se complace en su ausencia. De igual modo, el Creador se complace en el hombre y la creatura en Dios. Al punto de no ser cada uno ms que ausencia de una ausencia reclamada, el tiempo de esta ausencia que el rostro propuesto
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"Hay un tiempo del quehacer y un tiempo de la hoz: un mismo tiempo", haba anotado.
"Los verdaderos libros slo son libros? No son tambin la brasa que duerme bajo la ceniza, como las palabras de los Sabios, segn Rab Eliezer?" Emmanuel Levinas
El silencio de la Palabra de Dios es siempre el silencio infinito de nuestras abatidas palabras comunes. No podemos alcanzar el silencio de Dios sino confundindonos con l. El reconocimiento de la Palabra de Dios no es para nosotros otra cosa que la aceptacin de nuestro propio silencio. Decir ese silencio es decir lo sagrado y, a la par, abolirlo. No hay un Libro sagrado sino libros abiertos al silencio del Libro sagrado. A partir de ese silencio, escribir es insertar el Libro de la eternidad en el libro mortal de nuestras metamorfosis.
"Sabes deca-- lo que a veces, en el desierto, da a los granos su tinte grisceo? -No es la cercana de la noche, es el velo de ceniza que cubre nuestros libros sin maana/" Si quieres que tus palabras sean las de Dios, hars de tu libro provisorio un libro de eternidad. Pero si creemos en lo que Dov Baer de Mezeitz escribi: "Lo Santo, bendito sea, reside en cada letra", tu libro, antes de ser escrito, era ya un libro eterno. Un libro sobrevive en el tiempo gracias a su parte divina. Esa parte qu otra conclusin cabe? est en nosotros como palabra premonitoria de un tiempo en reserva de eternidad. Silenciosa es la Palabra de Dios desde el da en que, para hacerse escuchar, impuso silencio a nuestras palabras humanas, olvidando que nos hablaba por ellas.
("No hars libro a imagen del Libro pues Yo soy el nico Libro, "Tampoco hars de la palabra atemorizada, harapienta, una palabra gloriosa; "ya que puedes solamente escribir lo que eres y Yo te he querido polvo." As hubiera podido expresarse Dios, pero no procede l, casi siempre, por alusiones? "Desconfa de lo que se dice claramente, pues la claridad es la vertiente acogedora de la sombra y la Palabra de Dios se mantiene apartada de una y otra vertiente", anot. Habra un sol para la oscuridad? Si lo hubiese, no sera la estrella sino el titilante secreto.)
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Qu es un libro sagrado? Qu confiere al libro su carcter de sagrado? Depende lo sagrado de nosotros? Un libro de saber es un libro sagrado? No, porque el saber es humano. Decimos: "En ese libro est la palabra de Dios. Por ende, es un libro sagrado." Pero no somos nosotros mismos quienes, buscando revelarla, formulamos esa palabra? Ser la Palabra de Dios esa Palabra silenciosa que deja su silencio romperse en cada una de las nuestras? No habra as ni libro sagrado ni libro profano: habra el libro. Pero cul libro? El Libro absoluto de Dios, el libro inacabado del hombre? El libro es a la vez presentacin presenta, se presenta y representacin reproduce, busca fijar. Pero no ha condenado Dios toda representacin de S mismo?
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Y si lo profano, en tanto palabras emancipadas, fuese desafo al silencio divino? Entonces, la imagen sera a la palabra lo que la ausencia de imagen es al silencio. Profano y sagrado se veran arrastrados a un inevitable enfrentamiento. Escribir, bajo la mirada constante de Dios, supondra reproducir incansablemente Su Palabra; pero reproducir esa Palabra no implica introducir, sin quererlo, la imagen en el texto?
Y si la prohibicin divina de representar se encontrase tambin en la escritura, a la vez como su ley implacable y su parte maldita? Y si lo sagrado, en tanto Palabra de Dios, fuese el silencio de nuestras palabras?
"Los verdaderos libros son slo libros? No son tambin la brasa que duerme bajo la ceniza, como las palabras de los sabios?" An es necesario precisar de qu libros se trata. Qu es un verdadero libro? Habra entonces falsos libros? Si son libros, los verdaderos libros son tambin "brasa bajo la ceniza". Significa ese tambin que su destino es consumirse consumiendo los otros hasta no ser ms que la fuerza misma de ese consumo? Como si el consumo de otros libros, lejos de aduearse de ellos, los renovara dndoles un vigor a toda prueba? Sern los verdaderos libros aquellos que siguen muriendo de la muerte de los otros? Puede que la brasa que enrojece bajo la ceniza sea la Palabra del sabio que sobrevive al libro. En tal caso, los verdaderos libros seran los que cesaron de ser libros para slo ser Palabra del libro sacrificado, palabra de ese sacrificio que lleva duelo por un libro.
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. . .duelo por un libro que no ser, en suma, sino duelo por un lugar. Pero el lugar es igualmente Dios a travs de uno de sus innumerables nombres. A qu porvenir se consagra esta Palabra sin lugar? En otros trminos: tendr porvenir lo sagrado cuya Palabra ejemplar escapa a todo dominio del lugar? Si no hay para lo sagrado lugar que no sea ausencia abismal de lugar, qu es un libro sagrado? Tendra que serlo conforme a esta Palabra, ser esta Palabra a la vez fuera del tiempo y anclada en un tiempo que se aplica en vano a consumirla consumindose y que, por este acto, le otorga su condicin de Palabra audible, legible. As habra por un lado una Palabra sagrada, libre, sobe rana y, por el otro, un espacio indefinido que el hombre procurara circunscribir y que.posiblemente fuese el libro: libro profano, tributario de nuestros vocablos pero que, por su proximidad a la Palabra sagrada, soalzara a la altura de sta. El libro sera entonces la empresa humana ms audaz: la que se propone dar lugar a una Palabra nica, universal lo sagrado es incompartible y que permite a los vocablos agrupados a su alrededor superarse en la muerte. El libro, segn esta conjetura, sera anterior a la Palabra que, siendo ante todo Palabra silenciosa, sera anterior al libro que la revela. Palabra del silencio, mantiene ese silencio en el seno de toda palabra, Pero, a la vez, es Palabra avecinada, captada en lo recndito de ese silencio que, por misterioso retorno al origen, sera la virginidad del libro. Habra pues dos libros en uno. El libro que est en el Libro Libro sagrado, austero, inasible y el que se abre a nuestra curiosidad, obra profana cuya transparencia revelara en algn sitio la presencia del Libro que oculta en su seno: limpidez, de repente, de un vocablo inspirado, tan etreo,
tan maravillado, tan vido de duracin que nos precipitara, por un instante, al corazn de una eternidad presentida, blan ca, desnuda: la del verbo divino. Su eco desesperado es el verbo recargado del hombre. 6 'Pueblo de sacerdotes", sumisos al mandamiento de Jefaov, los judos se reconocen en u n a sola Palabra: Palabra sagrada, santa; la palabra profana no tiene derecho de ciudad. Si bien en lengua hebrea sagrado y santo se designan con la misma palabra puede verdaderamente decirse que lo sagrado sea lo santo y viceversa? La misma palabra, es cierto, pero como una nuez abierta donde la parte izquierda del cascarn sera lo sagrado y la parte derecha, lo santo, y el fruto tendra el primitivo sabor del silencio. Lo sagrado sera menos lo santo que la sacralizacin de un silencio interiorizado, cargado de todos los silencios, y lo santo sera menos lo sagrado que la santidad de la ddiva. Pondra Dios en boca del hombre una palabra profana? Pondra el hombre en boca de Dios una palabra sagrada? \ Habiendo sido la respuesta tajante y definitiva, lo sagrado t es mudo. Se sita antes y despus de la pregunta. La escritura, interrogativa hasta en sus afirmaciones y siempre en tela de juicio es nuestra debilidad; por eso pertenece al dominio de lo profano. Enclavado en el instante, siendo el decir la palabra de la abolicin de toda palabra, lo absoluto de la escritura, en tanto escritura de lo sagrado, slo podra ser el silencio del decir. Escritura de un extratiempo, siempre fuera y no obstante legible a travs de la palabra por ella trascendida: u n a ultraescrtura, e incluso ultrajada, que pesa sobre nuestra escritura con su indeterminado peso de ausencia y que le per-
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mite afrontar los lmites de su propia dependencia de u n a ilimitud, de la que es miserable expresin. . . .dependencia, por ende, del silencio que buscar en vano romper, no tanto para reducirlo como para sobrevivir a l. El trayecto del Libro absoluto, silencioso una palabra inmutable no puede sino ser silenciosa va de la palabra per--~ sealizada a la palabra impersonal, como el trayecto del Libro absoluto al libro va de la Palabra de fuego a la palabra en llamas. Pero quin trazara la frontera? En el comienzo estaba el Todo y el Todo era el verbo sagrado y el verbo sagrado era el infinito silencio. Ningn ruido, ningn sonido, ningn soplo lo turbaban. Una vez concebido por el hombre, el Todo se precipit en la Nada y la Nada fue vocablo y el vocablo fue libro y el libro fue el disturbio. Conoceremos alguna vez Q| alcance de ese disturbio? El acto de escribir desdea toda distancia. Elevar lo efmero lo profano al rango de lo perdurable, no es sta la ambicin de todo escritor? Posiblemente, la escritura, de una a otra obra, consiste en el esfuerzo de los vocablos por agotar el decir el i n s t a n t e para refugiarse en lo indecible, que no es lo que no puede ser dicho; es, por el contrario, aquello que ha sido tan ntimmente^ t a n totalmente dicho que no dice sino esta intimidad, esta totalidad indecible. Lo profano y lo sagrado son entonces el preludio y el trmino de un mismo compromiso: el que consiste, para el escritor, en vivir la escritura hasta el umbral del silencio donde ella lo abandonar, silencio insostenible del cual emerge el universo sorprendido para perderse, a su vez, en el vocablo que lo asume.
Si se admite que lo que inquieta, agita, inculpa febrilmente es en principio profano, podra deducirse que lo sagrado sera, en su persistencia desdeosa, por un lado lo que nos fija en nosotros mismos, una suerte de muerte perpetrada del alma, y, por el otro, la decepcin causada por el resultado del lenguaje, el ltimo vocablo petrificado. En su relacin con lo profano y a travs de l se pone a prueba lo sagrado, no ya como sagrado sino como sacralizacin de lo profano, ebrio de rebasamiento, como prolongacin indefinida del minuto y no como eternidad extraa al instante; pues la muerte es asunto del tiempo. No es acaso por intermedio de la palabra incapaz de apropiarse del decir como la eternidad cobra conciencia de su incompatibilidad con el lenguaje? Al Dios invisible le haca falta un Nombre impronunciable. Escribir ser escrito sera pues, sin que nos demos siempre cuenta, pasar de lo visible la imagen, la figura, la representacin que duran lo que una aproximacin a la no visibilidad, a la no representacin, contra las cuales lucha estoicamente el objeto; pasar de lo audible, que dura lo que una escucha, al silencio donde dcilmente se ahogan nuestras palabras; pasar del pensamiento soberano a la soberana de lo impensado, remordimiento, supremo tormento del verbo. Lo sagrado sigue siendo lo desapercibido, lo disimulado, lo protegido, lo indeleble; por eso, escribir es tambin la tentacin suicida de asumir el vocablo hasta su ltima borradura, hasta donde deja de ser vocablo para no ser ms que traza revelada herida de una fatal y comn ruptura: la de Dios con el hombre y la del hombre con la Creacin. Pasividad divina, irreductible silencio frente a lo imprevisible y peligrosa aventura de la palabra librada a s misma.
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Un nuevo Libro de las preguntas, presentndose a la vez como su doble arbitrario y su tirnico frente a frente, ve la luz. Este alumbramiento nos conecta con una realidad hasta ahora disimulada detrs de su precaria apariencia, y a su vez reactiva, en su comprometida totalidad, la interrogacin. (1976) La sospecha. El desierto Estar la dificultad de ser ligada al nombre, como si ella se diese a traducir por el inasumible nombre? La interrogacin del nombre, perseverando de libro en libro, desde el primer Libro de las preguntas el Libro de las semejanzas toma el relevo es nuestro propio enjuiciamiento a travs del vocablo que nos lleva y nos rechaza. Tiene toda servidumbre plenamente asumida su origen oh irrisin! en la comprobacin insoportable de la imposible pertenencia que, para no sucumbir, consentimos en negar? El libro quiz sea u n a etapa franqueada rumbo al horizonte donde todo se simplifica, pues slo la muerte es simple. En el meollo de la sospecha que cada una de sus palabras agrava, en el umbral del desierto donde nos deja, el libro, nombrado por lo que nombra, es la abertura y la clausura infinitas del nombre. (1978) Lo imborrable. Lo imperceptible Todos los libros estn en el ltimo y de l se nutren. Libro anterior a todo libro. Libro de la desemejanza al que los otros buscan asemejarse. Modelo ntimo que ninguna copia igualar. Libro mtico, nico.
V i d a y muerte de la arena son una misma aproximacin al da y a la noche, liberados del tiempo que tiene por cuna y ltimo lecho el desierto. De semejanza vive la arena; de su vaco tornasolado, muere. La semejanza del grano de arena con el grano de arena es la que hay entre las trizas de un espejo en el instante de su cada y las de un espfejo roto desde milenios. No hay semejanza sino al precio de u n a abdicacin.
El Libro de las semejanzas Un libro se lee a travs de su semejanza con el libro perdido? Es todo libro un libro de semejanza? La semejanza es el lugar desenmascarado del libro? Somos slo semejanza, mil veces desbaratada, con nosotros mismos? Un libro est por leerse. "Se asemeja a un libro que no era un libro sino la imagen de su tentativa." Nos cruzamos en l con "personajes que se parecen a personajes frecuentados pero que slo eran hroes de ficcin".
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ms que lo que, por su propio cuidado, deja entrever. Mi pensamiento hizo de l el lugar desmembrado de su resonancia. Te sostengo con mis palabras; las mismas palabras nos retienen. Dios dice "YO". Cmo el hombre, hablando de s mis mo, podra, despus de l, decir "Yo"? Puede ser porque "Yo" es el vaco que uno y otro llenan. Uno por otro. Pureza del silencio! No del silencio que sabe, que oy y repiti; del silencio que ha olvidado Si lo impensado es lo blanco, cmo no colegir que ms all un pensamiento puede aprestarse tmidamente a nacer. El pensamiento est formado por lo pensado su pasado fervoroso- y lo impensado su problemtico porvenir entrelazados: nudo corriente o insigne. El futuro tiene tambin un maana. "Lo impensado es a diario superado; lo que refuerza mi conviccin de que no hay pausa para el pensamiento, "Semejante a la muerte que est antes y despus de la vida, lo impensado es la medida no verificable de un pensamiento constantemente puesto a prueba por su fracaso", escribi. Y agreg: "A quien dijese que lo impensable no puede ser superado porque nos priva de todo pensamiento, le respondera que, para el pensador vido de superacin, lo im-
lada por el nudo tronchado de una cuerda que un nuevo nudo est por reemplazar". Y concluy: "La vida del pensamiento es una serie de miserables nudos sacrificados a su perennidad". No haba acaso escrito: "Lo pensado y lo por pensar son un mismo hilo cuyas hebras lo impensado reuni. Apretarnos nuestros nudos en torno de una ausencia de pensamiento que registra su grado de resistencia"? Ante una rosa, nuestro comportamiento resulta inexplicable. Cautivados por su belleza, con un gesto admirativo, le quitamos la vida. Escribir es renovar, sobre s, ese gesto. Lo que en nosotros muere slo con nosotros puede morir. El libro es el psame cotidiano de todas esas muertes.
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DE LA PALABRA CLAVE COMO CREACIN Y DESTRUCCIN DEL SER A TRAVS DEL PENSAMIENTO
N o s apuramos a confundir deca las palabras obsesivas con las palabras clave. "La palabra clave no es necesariamente una palabra obsesiva. Es por el contrario una palabra inadvertida, insospechada. " P a r a abrir una puerta hay que poner la llave en la cerradura. Qu hace luego el poseedor de la llave? La deja deslizar en el bolsillo. "No le pediremos que nos la muestra Su barra, su hembra, sus dientes no despiertan nuestra curiosidad. "Toda llave es concebida para accionar una cerradura y para luego desaparecer de la vist& "No existe la obsesin de la llave, sino de su prdida. "En un escrito, la palabra clave desempea el mismo papel. Es la palabra que abre el texto al texto y por ende nos lo abre. No es la palabra del comienzo, sino la palabra de todo comienzo. Se la encuentra tanto al principio como al final de una pgina escrita, en el medio, despus de las palabras iniciales o antes de las postreras. "No se la puede reconocer de entrada, pues opera casi siempre en secreto; pero su gesto es luminoso. "En vano buscaremos ubicarla. Es la palabra que todas las palabras del texto que la contiene, enfilndose, pronuncian tan quedamente que nadie puede escucharla: santo y sea misterioso, detrs est el libro." "Y si la palabra clave no fuese una palabra sino una cla70
ve de la que cada palabra podra servirse? Significara que slo podramos entrar en el libro con la complicidad de la palabra que guarda en su posesin la llave de la puerta con la que habramos topado: palabra clave en esta circunstancia. "Escribir sera entonces facilitar ese intercambio de llaves entre las palabras. Es lo que llamara vnculo instintivo con el texto", dijo adems. "Es evidente anot que la palabra azul evoca la palabra cielo, pero no la revela. La palabra vaco podra en cambio lograrlo. "Si escribo: Antes de ser negro, azul fue el vaco de mi alma, cubro con esta sola frase toda la extensin del cielo." "No es el escritor tambin anot quien posee la llave del texto; tampoco la posee el texto tal como se ofrece a su lectura; la posee lo que no se ha dejado encerrar en la palabra. "La llave es, sin duda, esa carencia denunciada en el libro por algunos vocablos portadores de u n a ausencia inmemorial: carencia en la infinitud de la carencia. "Lo que no vemos es lo que nos permite ver." Todos los silencios estn reunidos en las cuatro letras de la primera y ltima palabra silenciosa: Dios. Cuatro es la cifra del infinito. El llavero de Dios est enterrado en el Texto. Este don divino otorgado a los vocablos es el origen de su ntima, de su loca ambicin. Todo pensamiento est en suspenso, a la merced de u n a llave.
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Encarnizarse en la respuesta. Transferir a s mismo tal encarnizamiento. Ser el que hiere y es herido. En la muerte, la verdad resplandece con todos sus destellos, El acontecimiento prevalece. "El acontecimiento, deca, es una de las perforaciones en el margen izquierdo de mis hojas, perforaciones que me permitirn desprenderlas algn da sin dao para librarlas intactas al viento: mi ltima ofrenda." Y agreg: "La eternidad est puntuada de abismos: nuestra perpetua cotidianeidad". % Uno cree vivir, escribir su vida: agujerea. Lo cotidiano es agua que se derrama; la duracin la filtra. Lo que sucedi era previsible. Nadie hubiera buscado evitarlo. Sin flaquear, la noche espera al sol. Slo lo que nos toca de cerca nos preocupa. Nos preparamos en la soledad a hacerle frente. Deca: "La indiferencia es el veneno que paladeamos como, en verano, un zumo de fruta helado".
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El horror predomina. El dolor se repliega sobre s mismo. Ronda de asesinos, el instigador no es siempre aquel en quien, con pleno conocimiento de causa, pensamos. "No se juzga a la vctima sino al asesino. La vctima ha sido ya juzgada: juicio de asesinos. "Cuntos entre vosotros lo aprueban? Cuntos lo denuncian", escribi.
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Deca: "El rostro de un nio, al no estar todava esculpido por el lenguaje, es rostro fuera del tiempo. "El tiempo del rostro es el de sus arrugas", Deca tambin: "El primer rostro es tierno llamado a los rostros que prefigura; el ltimo, la suma de todos nuestros rostros marchitados". La identidad es menos la captacin del rostro que su conquista. Una alianza con la muerte. Todo pensamiento de muerte pasa por la destruccin del rostro. La identidad no puede pensarse fuera de la nada. Dios desgasta al hombre en Dios. Crueldad de la Nada. La Nada no puede pensarse sino a travs de todos los pensamientos reducidos a nada de nada.
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No hay ausencia que el tiempo no haya previamente considerado como su merecido recreo, su legtimo reposo, su sptimo da. La realidad, marcada por el tiempo, alcanza en un breve instante la eternidad de u n a irrealidad que la hubiera imaginado y a la que sin saber hubiese dado existencia. A ese tiempo, sustrado al tiempo, pertenece la ausencia. La ausencia es a la presencia lo que el todo a la nada: un mismo estupor. . . .lo que el sueo del sueo es al soar.
responder as como tambin a los interrogantes propios de la pregunta; pero, testaruda, ella no responde ms que a s misma* La eternidad est detrs del tiempo. De la nada a lo impensado se da todo el trayecto del pensamiento: desde su eclosin nocturna hasta su abreviado fin. Creer que se tiene todava algo que decir, a u n cuando no se tenga nada que expresar. La palabra nos mantiene vivos. Se muere siempre de una palabra frustrada.
"Ahorr mi tiempo anot. Yo hubiese sido mi propio sueo." Deca: "No tengo lugar", como si dijese: "No tengo vnculos", sabiendo sin embargo que toda palabra crea su lugar. Hay instantes que nacen y mueren al instante. Nunca sern tenidos en cuenta. De lo que permanece, soy la parte ligera de infortunio: la paja quemada. La cuestin, en el seno de lo cotidiano, es a la vez el instante en cuestin y la cuestin del instante. La eternidad est fuera de cuestin. A los interrogantes del instante, la respuesta debera
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El instante es rico en eternidad entrevista, arrostrada como la vela izada, ebria de espacio y de mojaduras. Insensible eternidad! El cielo desaparece en el cielo y el mar en el mar sin provocar disturbio ni inspirar compasin. La prdida del instante tiene consecuencias inmediatas o lejanas solamente p a r a el que germina o se doblega. P a r a los cielos, para el ocano, la noche no es ni luto ni sueo, slo punto muerto. El sol juega a la eternidad contra el instante. Medir el instante es quiz mofarse de la eternidad. De un puado de arena recogida en el desierto no se sust r a e un grano para pesarlo.
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Luz por encima de nuestras plidas luces. El pensamiento es deslumhrado por ella. Ciego es el pensamiento del vidente. ("No se puede escribir sobre la arena; sera como escribir sobre las propias palabras, sobre un texto condenado ya por la arena", dijo.)
ARENA
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"Soy el rehn de una palabra que a su vez es rehn del silencio", deca. La muerte est de antemano en la palabra. "Por eso no busques la ma all donde, febriles, otras se apresuran; bscala donde ellas se repliegan sobre su difunta eternidad", deca. La muerte, el vaco, la nulidad, la Nada no se piensan; pero s sus innmeras metforas: una manera de contornear lo impensado.
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H u b o libros mos escritos, no en la arena ni con arena, sino por y para la arena. Libros donde despos el destino -aventura inmvil al descifrarlos a medida que con ellos me identificaba hasta no ser ms que su escritura. Milagro que fue posible slo al precio de mi propia disolucin. Arenas que en nombre de la Nada anulan la Nada, os despojara yo de vuestra parte de infinito?
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. . .a fondo, es decir hasta all donde la ligazn, llegada a su trmino, se nos presente como un nuevo compromiso.
Xil cielo puede ms que el libro pero no que la arena; a travs de cada grano, ella lo petrifica. Slo el peso del silencio es aqu pensable. Dios no grab Su palabra en la piedra sino en el eterno instante de un silencio petrificado. La rotura de las Tablas es primordialmente el acto fundamental que permiti el pasaje de la divina escritura del silencio al silencio validado de todo escrito. Riqueza de la suprema pobreza. "Escribir deca es un acto de silencio dirigido contra el silencio, el primer acto positivo de la muerto contra la muerte." "Ms all de lo que podra an decir. "T a leer. Yo a desaparecer. "Intruso", haba anotado. "Careciendo nuestro planeta de la levedad del azul o de la sombra, es el cielo el que desciende sobre la tierra y no la tierra la que sube al cielo", dijo. Y agreg: "As descender la muerte sobre nuestros cuerpos ajados,") El escrito nos liga. Escribimos probablemente para desligarnos sin saber que ese desligamiento no es ms que un modo de respetar a fondo nuestra ligazn.
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Leemos como se siega la hierba lo que la tiniebla nos toma. El pensamiento necesita rebajarse para luego retomar alt u r a . Sus cimas son todava sus lmites. Por eso puede decirse que lo impensado es un pensamiento no rebajable. Somos presa de varias escrituras. "Si la verdad existiese deca, habra sido nuestro nico adversario. "Felizmente, no existe; podemos as inventarnos enemigos." "Pobl la noche de reclamos deca tambin. Algunos no quisieron ver en ellos ms que estrellas cautivadas por su titilar." Entero cabe el tiempo en u n a mirada. El infinito nos abre los ojos, el instante los cierra. No hay eternidad sino en el olvido. Deca: "Generoso y despiadado vocablo. Todo me fue acordado o rechazado por ti, incluso el instante que hoy infla de amor mi corazn y aquel que pronto lo h a r palpitar tan dbilmente que slo la alertada muerte llegar a orlo" .
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Toda lectura limita. Texto ilimitado es aquel que suscita cada vez una nueva lectura a la que en parte escapa. Lo que queda por leer es su nica posibilidad de sobrevivencia. Vivir sin preguntarse "por qu?" es eludir de antemano la pregunta "cmo morir?"; es aceptar una muerte sin origen. La historia del pensamiento quiz sea el audaz pensamiento de u n a historia vivida a ras del pensamiento como rama cortada a ras del tronco. Un libro sin fin no puede tener otro trmino que el de sus imprevisibles prolongamientos. El aire que respiras te fuerza a devolverlo al aire. Tal es el hlito. Tu pecho es harto estrecho para este don del cielo. "Soy, sin duda, la memoria de mis libros; pero hasta dnde mis libros han sido mi memoria?", deca. El pensamiento no nace al da. Es el da. Dir, por mi parte, que nace a la noche? "Amo deca adems- esos pensamientos flotantes atrapados todava entre las brumas del sueo y el tmido claror del da; "entre la nada ya menos sombra donde zozobran y la espiguilla sorprendida por la primera mirada." Qu define el pensamiento? No lo que es sino lo que cierne.
Lo que llamamos pensamiento no es ms que su capacidad de circunscribir lo que a l se ofrece. J a m s sabemos hasta dnde puede llevarnos su curiosidad; ella, para estar a la altura de nuestra fe en el lenguaje, a su vez subordina el pensamiento al imprevisible xito de su formulacin. Semilla ciliada, alada, con pelusilla: el pensamiento. Comparaba el pensamiento ya con un campo de trigo ya con un ocano. Se equivocaba doblemente. El pensamiento tiene carga de espiga y dimensin de ocano. Pensamiento bastardo, agua magra. Pensamiento que grana. Lo impensado no tiene tallo.
"Lo impensado deca es el allende del libro, su horizonte interior," Si comparo, para definirlo, lo impensado a un fermento determinado, se me aparece en seguida como el infinito tormento de mi pensamiento. As, el ms all del libro es todava el libro. Slo puedo pensar lo impensado partiendo del lmite. Dnde voy, no est previsto. Todos los grados son para el pensamiento. P a r a lo impensado, abrupta carencia de peldaos.
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Conocer cada intervalo de infinito, como a los moradores de u n a morada. El instante es la minscula puerta de la duracin. Por all se entra empequeecido. En mi morada, el tiempo no est al abrigo. "Puedo decir anot sin riesgo de equivocarme, que lo impensado es el temido desmoronamiento del puente que una dos riberas indistintas/' La tierra gira en torno del temerario pensamiento de su redondez y en el vaco de lo impensado que la soporta. Aquello que posee el poder de deshacer no puede ser deshecho. Se escribe siempre al filo de la Nada. Decir del pensamiento, como de un fruto, que ha cobrado bien su forma. Slo en lo desconocido hay salida. Quien se va Abraham hacia dnde va? Yndose en busca de su identidad, es al otro a quien descubre. Sabe anticipadamente que morir por ese otro en la insondable distancia que lo separa de s mismo y de la cual surge el rostro de su soledad. Se vive aquende. Se muere siempre allende, pero la frontera es mental.
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El otro puede pensarse? Slo podemos referirnos a la idea que de l tenemos. No ser la relacin con el otro mero vnculo entre dos pensamientos estriles de espaldas el uno contra el otro, donde lo impensado no osa todava vanagloriarse de su triunfo? As sucede con la noche y el da obligados a morir de sus propias armas. La edad nos hiere. Sufrimos sangrientos reveses pero, en lo ms bajo de la encorvadura, basta a veces una chispa de amor para iluminar nuestra noche. Considerar siempre la experiencia como manifestacin de la irona de la Nada. Tener experiencia es, en cierto modo, vivir a expensas del saludable humor de la Nada.
"El pensador es un pescador avezado deca. Del ocano de lo impensado extrae brillantes pensamientos pez luna o pez globo; pez volante o pez de fango que, habiendo mordido el anzuelo, entre el azul del cielo y el azul del mar, colean un momento antes de quedar sobre el suelo ajenos e inmviles." Pareja terrible: la vida tiembla, la muerte re. El pensamiento es a la vida lo que lo impensado es la muerte: la misma boya. Nos serviremos para vivir y para morir de la misma devanadera.
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Cotno u n a lmpara de cabecera ilumina el borde de la cama, la libertad aclara la sombra slo a un paso. Interrogar a la ausencia parece, a primera vista, absurdo. No obstante, no interrogamos verdaderamente ms que a ella. "Nos precipitamos con tal ceguera hacia vastas comar-, cas de ausencia, que estoy pasmado, "Todo porvenir es ausencia asumida poco a poco", deca. Y agreg: "A mi alma le amputaron su mejor parte, como a un cuerpo sano su brazo derecho "Ah, cmo me hace sufrir fsicamente esa parte que me falta! "Qu otra conclusin sacar: es por el dolor como la ausencia se nos manifiesta." La sangre enrojece la tinta sin entibiarla Todo vocablo muere de fro. Quiz nuestra ausencia en el mundo es nuestra presenca en la nada. Puedes contar solamente los das que pierdes. Mirada cuya soledad no sabremos nunca imaginar: mirada de la Nada. A quien te desea el mal, oculta tus heridas: lo exaltaran. Qu os espanta?
Lo que en nombre vuestro se instaura y que no tenis ya necesidad de justificar. No os entiendo bien. Y si os respondiese que vuestra verdad mata?
(Si Dios es Su Palabra, el desierto es ms viejo que Dios por ser el lugar donde ella surgi; ms viejo por ende que Su Palabra; pero Dios no tiene pasado. Decir que Dios nace y muere de Dios significa admitir que El es a la vez la Palabra y el Lugar? Al declarar: "Soy el Lugar" buscaba Dios sealar que El era Palabra de todo lugar y Lugar de toda palabra? La vida de Dios fue de una brevedad desconcertante; Su muerte, la de Su Palabra fulminada. De esta vida, el desierto testimonia por su silencio. A esta muerte, cada grano de arena nos remite.) Por haber opuesto Dios a Dios, el Pensamiento al Pensamiento, el Libro al Libro, los habrs destruido, uno por otro; pero Dios sobrevive a Dios, el Pensamiento al Pensamiento y el Libro al Libro. En su sobrevivencia seguirs provocndolos. Al desierto sucede el desierto, como la muerte a la muerte.
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NDICE
Edmond Jabs o la seduccin del libro 7
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La cuestin de la subversin Pequeos lmites a lo ilimitado La hoja como lugar de subversin de la palabra y de la blancura Fuera del tiempo, el sueo del libro De la soledad como espacio de la escritura Antemorada La prohibicin de representar . Las tres "contraportadas" del Libro de las semejanzas devueltas a la arena Del pensamiento como creacin y destruccin del ser a travs de la palabra ... De la palabra clave como creacin y destruccin del ser a travs del pensamiento La ausencia como origen o la paciencia de la ltima pregunta ,. . . .
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