Las Lógicas de Edgar Morin
Las Lógicas de Edgar Morin
Las Lógicas de Edgar Morin
1. Antecedentes
Al menos dos mil cuatrocientos años pueden dar fe del imperio de la lógica aristotélica
sobre el mundo del conocimiento y sus paradigmas epistemológicos. Se trata de una
poderosa estructura, si vamos a juzgar por los resultados que produjo su intensa
aplicación. Está montada sobre tres principios básicos: (a) El principio de identidad; (b)
El principio de no contradicción; y, (c) El principio del tercero excluido.
Este acto científico se planteó sus objetivos: conocer las cualidades físicas, químicas y
biológicas del mundo. Conocer las leyes generales que actúan sobre él. Medirlo.
Separarlo en sus sustancias y elementos más simples hasta alcanzar los elementos
primeros. La ciencia es el imperio de las claridades. El hombre se piensa entonces
poseedor del don de conocer. Con Descartes, este pensamiento culmina y su dominio
generará en los siguientes trescientos años la mayor suma de conocimiento jamás
pensado.
Es así como, eventualmente, a principios del siglo XX, como consecuencia directa de la
evolución de la misma ciencia y sus postulados positivistas, se produce la crisis de la
idea de unidad elemental. Cuando se descubre que el átomo no es lo último indivisible,
entra en crisis la idea de objeto y elemento que ya no puede ser considerado “sustancia”,
sino “continuum”.
2. Lógica dialéctica
Nace fundamentándose en una actitud diferente para ver y pensar el fenómeno real: (a)
asume lo contradictorio como parte de lo fenoménico; (b) afirma que lo contradictorio
es capaz de tener un “papel generativo”; (c) intuye, a partir de la negación de la
negación, que en la realidad se da o pueden darse transformaciones orientadas hacia
“mayor complejidad”; (d) supera el carácter binario de la lógica aristotélica y ella
misma es “ternaria”. 3
Así que la lógica dialéctica constituye, en efecto, un avance sustancial. Sin embargo,
Hegel no logra llevar su vuelco teórico hasta las últimas consecuencias y, de hecho, no
logra siquiera igualar a su predecesor Heráclito.
Así que, por todo esto, la dialéctica termina configurando “una nueva simplificación.”
Sin embargo, el profesor Morin va más allá aún y no quiere una lógica de lo tautológico,
no quiere una lógica de lo previsto, sino que quiere romper la lógica aristotélica y
dialéctica y fundar una lógica más amplia, quiere una “imaginación lógica”, quiere
“creación lógica”. Quiere hacer verdad la afirmación de Ossip Mendelstamm: La lógica
es el reino de lo inesperado.
El profesor Morin salta al vacío aún inexplorado que pone a prueba la constitución
misma del ser humano: ¿una lógica que a la vez sea creativa? Es este, por decir lo
menos, un comercio espiritual y mental que rompe con todos los esquemas de
pensamiento y comprensión. Queremos embarcarnos a este salto lleno de peligros, pero
también pleno de promesas transformadoras.
No podemos entender todo esto sino como una expresión máxima de la libertad
humana, siempre dependiente pero siempre posible. La ciencia como integrada al arte
que es sobre todo creación. Creación humana.
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Edgar Morin, Lógica Dialéctica, Pág. 335