Derecho de La Integración - Freddy Flores Ponce
Derecho de La Integración - Freddy Flores Ponce
Derecho de La Integración - Freddy Flores Ponce
PRESENTACIÓN
Es motivo de especial distinción el tener que presentar esta nueva obra del Dr. Freddy
Flores Ponce I. digno profesional, que en su polifacética actividad. se encuentra también
inmerso en la investigación científica desde la perspectiva de lo jurídico, político y social.
La especialidad por él lograda le permite enfocar y desarrollar con solvencia temas como
los que se incluyen en este trabajo, con contenidos por demás ilustrativos cuyo valor
intrínseco es digno de toda ponderación, en las actuales circunstancias, cuando esos
aspectos inherentes a la Unión Europea no siempre son enfocados ni tratados con propiedad
y facilidad.
Por lo anotado es honroso para la Empresa Gráfica Druck anotar estas iniciales
puntualizaciones que introducen a la lectura de esta obra de mucha significación. Al mismo
tiempo agradece a su distinguido y apreciado autor por la confianza que siempre nos brinda
para la publicación de sus diversas trabajos.
Los editores
EL TRATADO DE MAASTRICHT
1. INTRODUCCIÓN
No faltan algunos estudiosos y analistas de esta temática quienes consideran que si Europa
con el transcurso del tiempo no lograba constituirse y actuar en consecuencia como bloque,
probablemente hubiese terminado siendo atomizada debido a las fuertes corrientes de
intereses que se presentaban en esa época y a la fragilidad que demostraba ante las políticas
que imprimían aquellas dos posiciones ya polarizadas,
Tuvieron que transcurrir más de veinte años para que aquellas intenciones integracionistas
cobren mayor importancia y consiguientemente preeminencia con relación a otros
mecanismos que bien pudieron haberse planteado también en el afán de cambiar el curso de
los acontecimientos en Europa.
Al terminar los años cuarenta surgió un programa de cooperación con el nombre de Unión
Europea Occidental. Sin embargo, de conformidad a la naturaleza y fines que perseguía,
esta organización estaba aun lejos de constituir un acuerdo de integración propiamente
dicho.
Casi paralelamente se implementó el Plan Marshall por el cual los Estados Unidos de
Norteamérica brindaban amplia cooperación a Inglaterra. Un tanto más allá, en 1947, el
Consejo de Europa firmó en Londres un acuerdo para brindar recíproca y permanente
cooperación intergubernamental por la vía directa y democrática, declarando al mismo
tiempo un respeto profundo a la vigencia de los derechos fundamentales.
El primero de los Estados mencionados abrió en consecuencia los surcos y caminos a seguir
para poder superar la compleja problemática que confrontaba en ese entonces Europa,
surgida como consecuencia o efecto de esa segunda conflagración bélica. Por ello esta
iniciativa se constituyó en un medio para lograr la paz inspirada en esa paz infinita
sustentada por Kant. Pero dicha convocatoria efectuada no sólo fue dirigida a Alemania,
sino también a otros países habiéndose adherido en consecuencia Italia, Bélgica, Holanda y
Luxemburgo. Inglaterra inicialmente adaptó la política del "wait and see" (ver y esperar que
es lo que ocurre, para luego decidir).
De esta manera es que el Tratado de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero
(CECA), suscrito en Francia el 18 de abril de 1951 y que entró en vigencia el 25 de julio de
1952, ciertamente estructuró y cimentó las bases sólidas para lograr establecer un proceso
de integración que con el transcurso del tiempo se consolidó como un paradigma
integracionista de significativas connotaciones mundiales.
Es posible que de haberse efectivizado este acuerdo, probablemente las sucesivas etapas
dentro del proceso de integración europeo se hubiesen tornado en eficaces realidades, lo
que a su vez habría generado una marcha mucho más acelerada hacia la concreción de lo
que luego llegó a consolidar el Tratado de Maastricht.
Después de haberse dejado de lado lo inherente a la Comunidad Europea de Defensa
particularmente por parte de Francia, los miembros de Benelux (Bélgica, Holanda y
Luxemburgo) propusieron a las otros Estados comunitarios en 1955, durante el desarrolla
de la Conferencia de Messina en Italia, crear un mercado común con la libre prestación de
servicios y la circulación amplia y sin restricciones de trabajadores, capitales y obviamente
mercancías.
Esta nueva alternativa fue apoyada por Alemania e inclusive por Francia quienes pusieron
énfasis en el tratamiento del asunto pero en relación antes que nada a lo concerniente a
transporte y a energía nuclear. De tal modo que el 25 de marzo de 1957 se suscribieron en
Roma los Tratados de la Comunidad Económica Europea (CEE) y de la Comunidad
Europea de Energía Atómica (CEEA), los que una vez ratificados por los Estados
signatarios entraron en vigencia a partir del 1º de enero del ano siguiente, vale decir de
1958. Años más tarde, concretamente en 1965, se suscribió el Tratado de Bruselas
denominado también Segundo Tratado de Roma, mediante el cual oficialmente se
fusionaron la CECA, la CEE y la CEEA o EURATOM.
2. EL TRATADO DE MAASTRICHT
Bien podemos manifestar en consecuencia que el Tratado de la Unión Europea fue suscrito
en Maastricht el 7 de febrero de 1992 para posteriormente ingresar en vigencia, con todo su
alcance y rigor, el 1º de noviembre de 1993 tras la ratificación por parte del Reino Unido
que fue el último de las integrantes en hacerlo. España autorizó ratificar el respectivo
documento mediante Ley Orgánica 10/1992 de fecha 28 de diciembre de 1992 es decir el
mismo año en el que fue suscrito El Tratado de la Unión Europea fue modificado el 1º de
enero de 1995 con la aplicación práctica del Tratado de Adhesión de Austria, Suecia y
Finlandia
Se ha planteado así mismo como otro de sus objetivos desarrollar una cooperación
coordinada en el área de la justicia y en el de los asuntos internos de la región, en la
perspectiva de lograr el permanente y efectivo fortalecimiento de la democracia. Por otra
parte busca de forma constante brindar bienestar a su capital humano, por ejemplo
reforzando la protección de las derechos e intereses de su población mediante la creación de
una ciudadanía única de la Unión Europea que, sea beneficiosa en todo tipo de interacción
al interior de su territorio e incluso más allá, dentro del campo de las relaciones en y con
otros Estados, bloques o regiones inmersos también en procesos de integración.
No está lejos el día en el que realmente el total de la extensión, resultante de la suma del
territorio que pertenece a cada uno de los países miembros de la Unión, sea en verdad un
espacio sin fronteras tal cual ya de alguna manera en los hechos ocurre hoy en día.
Todo ello tiene una estrecha relación con el planteamiento de Montesquieu quien,
seguramente tomando en cuenta e inspirado también en aquellas posiciones y
fundamentaciones aristotélicas, efectuó la división de los Poderes del Estado para evitar
que todo el poder se concentre en una sola persona o institución.
Lo indicado resulta ser también útil para cimentar de mejor manera y enriquecer el campo
doctrinario del Derecho Comunitario que día que pasa va cobrando mayor importancia
como una nueva rama de !a Ciencia del Derecho. De ahí que todo Acuerdo o Tratado
inicial suscrito entre dos o más Estados en materia y tema de integración, se equipara a la
Ley Fundamental de cada país, es decir a su Constitución Política. Mientras que los demás
instrumentos suscritos como protocolos modificatorios, complementarios u otros para crear
organismos diversos dentro de aquel inicial documento marco, equivalen al resto de las
disposiciones legales vigentes dentro de un país en particular.
Todo cuanto acabamos de indicar fácilmente nos lleva a concluir que el Derecho
Comunitario Originario involucra precisamente a esos instrumentos que tienen la
características de toda Constitución. Por su parte el conjunto del resto de acuerdos y
convenios posteriores obviamente son objeto de estudio del Derecho Comunitario
Derivado, por constituir algo así como leyes secundarias o circunstanciales según el criterio
que Oliverio Cromwell planteó hace ya mucho tiempo en Inglaterra.
El Parlamento Europeo.- Está compuesto por 626 representantes de los diferentes países
miembros de la Unión Europea, los que son elegidos por un periodo de cinco años mediante
sufragio universal y directo en circunscripciones nacionales al interior de cada uno de los
Estados, siguiendo procedimientos que les son propios en particular a cada uno de ellos,
aunque por recomendaciones expresas se tiende a uniformar el sistema de elección.
99 en total, mientras que Luxemburgo lo hace sólo con 6. Sin embargo para evitar mayores
distancias se establece un límite o tope máximo del número de parlamentarios, los que
responden a diversas corrientes políticas existentes dentro del enorme territorio de la
Unión.
El Consejo tiene poder de decisión, encontrándose de otro lado entre sus facultades el fijar
sueldos, dietas y pensiones de los miembros de la Comisión así como de los del Tribunal de
Justicia y de otras instituciones e instancias de la Unión. Por otra parte el Consejo cuenta
con el apoyo de un Comité de Representantes Permanentes (COREPER) que se encarga de
organizar las reuniones y prepararlo todo para la toma de decisiones por parte de los
Ministros de Estado que acuden a la cita. Si COREPER cataloga a algunos acuerdos a
adoptarse en la categoría A, la suscripción de los instrumentos respectivos se los efectúa sin
observaciones y lógicamente con mayor celeridad.
Del mismo modo la Comisión se constituye en el guardián del Derecho Comunitario lo que
significa que cuando hay incumplimiento de los trotados tiene facultad y legitimación
activa ante los tribunales de justicia. También efectúa recomendaciones y emite dictámenes
con relación a las diversas materias previstas en el Tratado de la Unión.
Está compuesta por 20 miembros quienes actúan con total independencia y únicamente en
función a los intereses de la Unión Europea, lejos de influencias de parte de los gobiernos
de cualquiera de los países embarcados en este proceso de integración. Por lo delicado de
sus altas funciones estos personeros son designados por sus gobiernos previa consulta al
Parlamento quien debe otorgar su pleno conformidad. Cumplen sus tareas por un periodo
de cinco años.
El Tribunal de Justicia está integrado por 15 jueces uno por cada país miembro de la Unión,
se reúne en sesión plenaria aunque puede constituir salas compuestas de tres, cinco o siete
magistrados con el propósito de proceder a determinadas diligencias de instrucción en casos
concretos y precisos o de conocer determinadas categorías de asuntos. Del mismo modo
cuenta con un total de nueve abogados generales que. emiten sus conclusiones para que el
Tribunal adopte la resolución que corresponda. Estos abogados generales duran en sus
funciones seis años al igual que los jueces.
Todo trámite tiene dos fases, escrita la una y oral la otra. Las partes tienen derecho a la
réplica y dúplica, luego el juez ponente elabora un Informe el que es sometido a
consideración del pleno del Tribunal de Justicia en audiencia pública qué corresponde ya a
la segunda fase del proceso, que tiene como característica la oralidad. Posteriormente la
sentencia dictada se la da a saber públicamente en otra audiencia, esta decisión es firmada
por todos los jueces sin explicar ni hacer mención a los votos disidentes.
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea toma conocimiento del recurso de nulidad, del
de omisión, del de incumplimiento y finalmente del recurso de cuestión prejudicial.
Actualmente también tiene vigencia el Tribunal de Primera Instancia compuesto por 15
miembros de las cuales uno, por estricto orden, actúa como abogado general. Tiene
competencia para conocer litigios administrativo-laborales en asuntos internos. En
determinados casos es viable el recurso de casación y de revisión extraordinaria de
sentencia contra las decisiones adoptadas por este Tribunal de Primera Instancia.
Cuando a fines de la década de los años cuarenta el francés Jean Monnet sugirió al Ministro
francés de Relaciones Exteriores de su país Robert Schuman reconstruir la economía
francesa y la de esa parte de Europa, seguramente jamás se imaginó que su opinión y
planteamiento constituirían el sólido cimiento o base fundamental para hacer realidad lo
que hoy es un sui géneris proceso de integración que tiene peculiares características.
Es una tarea interesante analizar los antecedentes históricos de lo que inicialmente fue la
Comunidad Económica Europea (CEE) de 25 de marzo de 1957, creada sobre la base de la
Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) de 18 de abril de 1951 y la
Comunidad Europea de Energía Atómica (CEEA) también de 25 de marzo de 1957. Es de
justicia sin embargo reconocer que ya en 1923, luego de la Primera Guerra Mundial,
surgieron intentos por lograr una integración. Tales propósitos fracasaron debido a que las
mismos carecieron de un sustento popular siendo por el contrario tratados en determinados
círculos cerrados cuando no clasistas.
Del mismo modo se fijó entre otros objetivos el determinar una política de seguridad
común y llevar adelante una adecuada política exterior haciendo conocer un solo criterio
unificado en lo referente a la problemática mundial, amen de brindar la cooperación y
asistencia necesarias en los campos de la justicia y otros asuntos internos con el fin de
consolidar en definitiva una ciudadanía europea.
Al margen de las especulaciones y de los diversos criterios que bien pueden brindarse en
torno al euro, su vigencia, derivaciones y repercusiones en la economía mundial; vale la
pena analizar otras facetas de la Unión Europea no menos importantes, pero sí muy lejos de
los cálculos fríos y del estudio de los iniciales resultados macro-económicos emergentes de
la circulación de aquel nuevo signo monetario.
Inicialmente entonces tenemos que señalar con énfasis que todo acuerdo de integración
supone la creación y puesta en vigencia de un conjunto de normas supranacionales de
aplicación directa y privilegiada en relación a la normatividad interna que tienen todos los
Estados. Estas disposiciones legales "comunes" gozan de preferente aplicación sobre las
que rigen individual y particularmente en cada país por esa su naturaleza de ser y constituir
precisamente normas de Derecho Comunitario.
En otros términos, ninguna de las partes integrantes de esa unidad puede adoptar decisiones
particulares en los temas que son inherentes al acuerdo de integración. Las metas son
únicas y tienen por su propia naturaleza la característica de buscar el beneficio colectivo.
De ahí que se pretende no una mera interrelación sino más bien una clara y fuerte
interdependencia entre quienes forman un todo conjunto, los que deben observar y cumplir
a cabalidad las normas comunitarias para garantizar el arribo exitoso a las metas deseadas.
Bien podemos manifestar que en un acto de legítima soberanía cada uno de ellos se hizo
parte de un todo conjunto regulado por normas supranacionales. De ahí que la soberanía
tiene ahora otra concepción en función a otros mucho más amplios intereses.
Hay que recordar que conforme dijimos e indicamos anteriormente, la Unión Europea creó
e instituyó una sola ciudadanía: la europea, propósito que en los hechos y tal cual se
aprecia, con criterio práctico se materializa en todos sus matices, cuando se ve por ejemplo
que un ciudadano de la Unión tiene derecho a ser asistido y protegido en tierra extraña por
una representación diplomática distinta a la de su país de origen, pero sí miembro y
participante del Tratado de Maastricht.
Del mismo modo todo ciudadano de la Unión que reside en un Estado ajeno al propio o del
que no es nacional, tiene derecho a participar como elector o elegible en elecciones
municipales en igualdad de condiciones que los nacionales de ese Estado, previo
cumplimiento simplemente de algunos requisitos como por ejemplo el de permanencia en el
lugar.
Según la tesis de Thomas H. Marshall la ciudadanía tiene tres elementos: el civil, el político
y el social. Este planteamiento nos parece por demás interesante y lo consideramos
pertinente al tema que nos ocupa, ya que en base a lo que sucede hoy en día y lo que
probablemente ocurrirá más adelante con el ciudadano europeo tales planos o niveles, a los
que Marshall denomino elementos, serán cada vez más implícitos e intrínsecos a este nuevo
ciudadano.
El hecho de que en la actualidad las 626 miembros del Parlamento Europeo sean elegidos
por voto universal y directo al interior de cada uno de las Estados integrantes de la Unión, a
no dudarlo, contribuye de manera eficaz a la consolidación de estas realidades nuevas que
se dan en lo referente a lo soberanía y a la ciudadanía, en esa parte del viejo Mundo.
En las actuales circunstancias cuando vive junto a nosotros esa cosmopolitización de todo
cuanto concierne a lo económico-comercial que deriva muy pronto en lo político-social, es
lógico reconocer que las repercusiones, beneficiosas o por el contrario negativas y
perjudiciales, se dan y presentan tan rápidamente originando ya situaciones ventajosas o
más bien desajustes tanto al interior de cada Estado o en medio de varios de ellos,
agrupados por ejemplo en procesos de integración.
Dentro de este marco resulta interesante efectuar un análisis, por muy breve que éste sea, de
lo inherente a la Unión Europea en cuanto a sus relaciones con Latinoamérica se refiere.
Vale la pena indicar entonces que la anterior Comunidad Económica Europea (CEE) hasta
fines de la década de los años sesenta, nada tenía previsto para interactuar o siquiera lograr
un acercamiento con esta parte del mundo.
Fue en 1967 cuando se dieron los primeros pasos en las relaciones con esta región. En las
años setenta se vieron algunas demostraciones de una mayor actividad dentro de esa etapa
nueva de amistad y solidaridad, aunque recién a fines de esta década, vale decir de los
setenta, se acrecentaron los legítimos y claros intereses recíprocos. por alcanzar metas
satisfactorias. Bien podemos decir que la Comunidad Económica Europea (CEE) más
adelante recién incluyó en su agenda de política exterior una diversidad de acciones para la
década de los años ochenta, que fue el periodo en el cual se tendieron en verdad puentes de
acercamiento y también de cooperación y asistencia en diversos rubros.
Con el transcurso del tiempo y a partir de las años noventa, la CEE comenzó a brindar
atención a otras regiones del mundo probablemente considerando que en Latinoamérica se
fueron superando aunque muy difícil y parcialmente, pero remediando siquiera en
parte al fin de cuentas, aquellos problemas estructurales que amenazaban en determinados
momentos de su historia con originar esos desajustes con posibles lamentables
consecuencias.
Lo indicado desde luego no significa que se haya producido una especie de enfriamiento en
las relaciones, sino que la atención prestada por la CEE hoy Unión Europea (UE), más bien
se diversificó dirigiéndose hacia otros regiones del mundo.
Vale la pena sin embargo tomar en cuenta que para algunos estudiosos e investigadores del
terna, surgieron tres razones que condicionaron las relaciones existentes:
por una parte la recesión europea, por otra el efecto de los nuevos o renovados tratamientos
preferenciales por parte de la UE, y finalmente la poca significación que en el aspecto
económico le representaba Latinoamérica si consideramos por ejemplo que en 1993 los
indicadores alcanzaron el 5% de todo lo que movió la UE.
En la actualidad es para todos conocido que dentro de esa interacción de amistad, ese
bloque de integración europeo brinda apoyo por ejemplo en el plano de la lucha contra el
narcotráfico, en el esfuerzo por lograr el desarrollo y progreso de importantes sectores
rurales, del mismo modo vuelca su concurso en lo inherente a educación y salud y medio
ambiente, participación de la mujer en todo propósito de mejoramiento de las condiciones
de vida, como también en otros rubros de significativa importancia.
Pero mucho más allá de toda asistencia o cooperación, están los inicios de una nueva
manera de encarar las relaciones de la UE con Latinoamérica en las tiempos presentes,
cuando al interior de la Unión se tiene ya un nuevo signo monetario, la que nos permite
avizorar una renovada forma de encarar sus asuntos económico-comerciales.
Frente a este panorama se tiene por otra parte, en nuestro continente, la intención de
establecer para dentro de poco tiempo el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA),
que incluye aquella inicial idea aún muy lejos de concretarse en realidad: la creación de un
sólo signo monetario dentro del indicado nuevo proceso de integración sustentado
principalmente por los Estados Unidos de Norteamérica.
El tema da para mucho más por sus alcances y lógicas derivaciones, sin embargo en
consideración a aquellos acontecimientos que se ven no sólo de naturaleza económica sino
más bien político-social, convendrá fomentar desde la óptica y posición latinoamericanas
esas vinculaciones de amistad y de interacción que existen con la Unión Europea dentro del
marco de una mutua consideración y recíproco respeto en la perspectiva también de asumir
y desarrollar un rol verdaderamente protagónico en un futuro próximo sino inmediato.
De una manera general cuando hablamos de los elementos del Estado encontramos aquel
referido a la población, la misma que está formada o, dicho de otra manera, está integrada
por todos los habitantes y estantes nacionales o no, sin distinciones de edad, sexo, nivel
cultural, aspecto económico ni de ninguna otra naturaleza, quienes desarrollan sus
actividades con total amplitud. Consiguientemente esta población incluye a aquellos que
pertenecen a diversos y diferentes grupos étnicos, por lo que el concepto de nación al
presente necesariamente adquiere otras connotaciones.
En la actualidad los países no son monoétnicos ya que por el contrario agrupan dentro de su
población a diversas etnias, lo que determina que el denominado Estado-nación resulte ser
ahora una ficción, algo inexistente que indudablemente ya no se adecua a la realidad en la
que vivimos. De ahí que recientemente como producto de las nuevas teorías críticas del
Derecho ha surgido una corriente o tendencia que pretende brindar explicaciones lógicas y
racionales con referencia a lo que es o debe entenderse por nación.
Así esta reciente posición sustenta la llamada nación-cívica, que es básicamente el conjunto
de ciudadanos los que se avienen justamente a la ciudadanía formando una sola unidad
compacta sin considerar origen, raza, religión o cualquier otro aspecto que podría ser
motivo de distanciamiento y consiguiente resquebrajamiento de ese todo unísolo logrado
con criterio enteramente práctico. Como ejemplo podemos señalar lo que sucede en los
Estados Unidos de Norteamérica donde quienes obtienen la calidad de ciudadanos
estadounidenses ejercitan sus derechos cumpliendo al mismo tiempo sus deberes y
obligaciones emergentes de esa su nueva condición, despojándose y dejando atrás la que
anteriormente regía en sus vidas como originarios europeos, latinos, asiáticos o africanos.
En este análisis que vamos efectuando del multietnicismo que caracteriza a la población de
todo Estado actual lo que origina un redimensionamiento del concepto de nación dentro de
ese contexto, además de la manera de cómo se ignora a las mayorías negándoles o por lo
menos limitándoseles el acceso a oportunidades para su realización en todo orden de cosas,
necesariamente debemos abordar el tema relativo a las minorías, más no a esas que
pretenden
constituirse en intérpretes del sentimiento popular, sino más bien referidas a aquellos
grupos étnicos cuya situación ciertamente es preocupante y por lo mismo merece especial
atención dentro del marco de procesos de integración como la Unión Europea.
En este enfoque podemos señalar que existen diversas maneras de clasificar a las minorías.
De nuestra parte y dado el tema que desarrollamos anotamos a las siguientes clases: 1.
Minorías nacionales que son aquellos grupos de una determinada nacionalidad que se
ubican en un territorio que no es el suyo y que se identifican con un Estado vecino. 2.
Minorías territoriales, llamados así aquellos connacionales que fueron incorporados al
territorio de otro Estado como consecuencia de conquista y otras razones fuertemente
determinantes. 3. Minorías étnicas culturales y religiosas, que no siempre están anexadas a
un Estado por mantener incólumes su acervo y principios culturales, e inquebrantablemente
firmes sus creencias y fe religiosas. 4. Minorías nuevas, conformadas particularmente en
Europa por los inmigrantes y sus descendientes.
Las características y condiciones básicas en la totalidad de estos grupos humanos
minoritarios son las siguientes:
1. Mantienen rasgos propios que les son comunes y que les individualizan frente a otros
grupos. 2. Se encuentran en inferioridad numérica con relación al total de la población y a
sus distintos componentes. 3. Se encuentran en un estado y situación de permanente
subordinación sin que les este o sea permitido efectuar reclamos y peor todavía adoptar
acciones en procura de lograr mayor o mejor atención a sus necesidades. En tales
condiciones por ejemplo se encuentran los gitanos y judíos en diversas regiones de Europa.
Ahora bien, si las minorías existentes en los diversos países del Viejo Mundo, sin importar
su origen o clase, fuesen ignoradas dentro de cada Estado en particular, su situación sería
desesperante cuando ahora se encuentran y las ubicamos ya dentro de un enorme y extenso
escenario ciertamente más complejo como lo es el que corresponde al de la Unión Europea.
En esta situación, y tomando en cuenta las particularidades anteriormente señaladas que
caracterizan a las minorías, podría decirse que ellas estarían condenadas a perecer y
finalmente a desaparecer.
Sin embargo no es así puesto que dentro del Tratado de Maastricht, al haberse creado y
consolidado una sola ciudadanía que no es otra sino obviamente la europea, de manera
implícita se las involucró en esa vida dinámica que permanentemente se desarrolla en
procura de arribar a ambiciosas metas. Así por ejemplo el punto 2 del artículo 48 del
Tratado de la Unión Europea, relativo al sector laboral, expresa: "La libre circulación
supondrá la abolición de todo tipo de discriminación por razón de la nacionalidad entre los
trabajadores de los Estados miembros, con respecto al empleo, la retribución y demás
condiciones de trabajo".
Por su parte el inciso c) del punto 3 del mismo artículo, con referencia a los derechos que
comprende lo libre circulación de los trabajadores, señala: "de residir en uno de los Estados
miembros con objeto de ejercer en él un empleo, de conformidad con las disposiciones
legales, reglamentarias y administrativas aplicables al empleo de los trabajadores
nacionales.”
BIBLIOGRAFÍA
Olesti Rayo Andreu, "Los Principios del Tratado de la Unión Europea". Ed. Ariel Madrid -
España. 1998.
Oreja Marcelino, "La Reforma de la UE, Tarea de una Sociedad" en "Política Exterior" Ed.
Hispaniorum Generusitas. Sevilla - España. 1996.
Truyol Serra Antonio, "La Sociedad Internacional". Ed. Alianza. Madrid - España. 1998.