Una Visión Crítica de La Conquista en América!
Una Visión Crítica de La Conquista en América!
Una Visión Crítica de La Conquista en América!
El primer impacto fue el asombro, luego el miedo ante los cañones de bronce,
arcabuces, mosquetes, pistolones y la fuerza mágica del hombre blanco subido a un
caballo. Los invasores aprovecharon el desconcierto y dominaron fácilmente a las
sociedades más desarrolladas de los aborígenes americanos, que eran más populosas e
imponentes que las existentes en Europa.
El arribo de Cristóbal Colón a América fue un emprendimiento que hizo posible uno de
los hechos más destacados de la historia de la humanidad. A partir de esa fecha, en
menos de un siglo se pudo alcanzar a conocer la dimensión total del planeta. Se
vincularon así mundos desconocidos entre sí con los más diversos estadios de
desarrollo. La ventaja para los europeos fue conocer la pólvora, la brújula, el papel y la
imprenta, entre otras adquisiciones.
La navegación superó todos los límites y se aventuró hacia todos los rincones del
planeta, el conocimiento del mundo comenzó a ser posible, el comercio empezó a
diseñar el mercado internacional y el desarrollo económico que terminarían por sepultar
definitivamente a la sociedad feudal y al absolutismo monárquico.
Un siglo después de la llegada de las carabelas de Cristóbal Colón al mar Caribe, de los
más de 70 millones de indígenas preexistentes sólo quedaban tres millones y medio de
almas. Primero, fueron derrotados por la desproporción de recursos, la sorpresa y la
confusión. Luego, fueron privados de su cultura y creencias, sometidos al trabajo
esclavo y finalmente, las enfermedades importadas por los europeos encontraron a sus
organismos sin anticuerpos para resistir los virus y bacterias.
Medio milenio después, no se puede ocultar el exterminio indígena, salió a la luz otra
versión de la historia, atrás quedaron definiciones como el “Descubrimiento de
América”, que pretendía ignorar la existencia de millones de seres humanos que habían
descubierto el continente miles de años atrás. También quedó demodé la más reciente
definición de “Encuentro de dos mundos”, cuando en realidad subyace el aplastamiento
de uno por otro.
No se puede dejar de reconocer que la llegada europea a costas americanas produjo un
avance notable de la humanidad, pero el progreso no puede ocultar la magnitud de
sangre derramada.
La expedición de Colón fue la más destacada empresa de las que hicieron posible uno
de los acontecimientos más importantes de la historia humana: tomar conciencia de la
magnitud del planeta y poder comunicar sus diversos puntos geográficos. Se
relacionaron mundos antes desconocidos entre sí, algunos en estadios muy primitivos de
desarrollo otros más avanzados como los europeos, que ya conocían la brújula, la
pólvora, el papel y la imprenta.
El capitalismo logró cumplir un rol progresivo sólo interrumpido por las crisis cíclicas
que desquiciaban periódicamente la producción y su economía, dejando en evidencia las
limitaciones del sistema.
A pesar de este notable aporte a la evolución humana, el capitalismo desde sus primeros
pasos denotaba características salvajes, corruptas e inhumanas que hoy se explayan en
su total plenitud.
Europa, 1492
La llegada europea a América motorizó una serie de elementos que hasta ese entonces
se manifestaban en forma embrionaria y que provocaron un verdadero sacudón en la
sociedad que comenzaba a desperezarse de la economía medieval.
El primer paso de las transacciones fue el trueque, ante los desiguales requerimientos
surgía la necesidad de establecer compensaciones en valores internacionalmente
aceptados, por lo general, se utilizó el oro, la plata y piedras preciosas.
“El descubrimiento de América se debió a la sed de oro que anteriormente había lanzado
a los portugueses hacia tierras al Africa, porque la industria europea, enormemente
desarrollada en los siglos XIV y XV, y el comercio correspondiente reclamaban más
medios de cambio de los que podía abastecer Alemania la gran productora de plata entre
1450 y 1550...” (2)
El saqueo de América
“En menos de una década, los españoles exploraron casi todas las islas del Caribe,
especialmente Cuba, Jamaica, Puerto Rico y La Española. En 1513, Balboa avistó el
Pacífico. Durante la década de 1520-30, se inició la conquista México y Centroamérica.
Y en la próxima, la de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile” (6).
Los primeros relatos difundían las condiciones para la captura de riquezas: “... por las
faldas de esta cordillera se han hallado grandes mineros de plata y oro... y en todo el
reino del Perú; y si hubiera quien lo sacase, hay oro y plata que sacar para siempre
jamás; porque en las sierras y en los llanos y en los ríos, y en todas parte que caven y
busquen, hallarán plata y oro” (4).
Entre 1503 y 1660 salieron desde tierras americanas hacia España, según constancias
documentadas en Sevilla y Madrid, alrededor de 200 toneladas de oro y 17 mil
toneladas de plata. Considerando una relación de once a uno entre esos dos metales, se
llega a las dos mil toneladas de oro, esta acumulación de envíos valuados a precios
actuales rondarían los 28 mil millones de dólares (5).
“Según las estadísticas más autorizadas, la producción de oro y plata indianos, entre
1503 y 1560 ha sido estimada por Soetbeer en 173 millones de ducados; por Lexis en
150 millones y por Haring en 101 millones” (6). Otras estimaciones mensuran en unas
90 mil toneladas de plata las extraídas de las entrañas americanas en el lapso
comprendido entre 1500 y 1800 y su valuación se elevaría a unos 120 mil millones de
dólares actuales (3).
“Con base a los datos que proporciona Alexander von Humboldt, se ha estimado en
unos cinco mil millones de dólares actuales la magnitud del excedente económico
evadido de México entre 1760 y 1809, apenas medio siglo, a través de las exportaciones
de plata y oro” (11).
Para contar con una aproximación del formidable impacto que generó esta invasión de
riquezas a territorio europeo, basta con tomar como referencia que la totalidad del oro
existente para esa época en el “viejo mundo” se estimó en unos mil millones de dólares
y la plata en unos mil quinientos millones de dólares actuales.
Las cifras del saqueo, con seguridad, deberían elevarse notablemente si se considerasen
la cantidad de navíos hundidos, que son cuantiosos en las aguas del mar Caribe, en las
costas chilenas y en la confluencia austral de los océanos Pacífico y Atlántico. La
recuperación del cargamento de las bodegas, hace unos años atrás, de “El Preciado”,
frente a costas uruguayas, fue valuado en cifras que oscilaban entre 600 y 3.000
millones de dólares. Sólo en las proximidades del río de la Plata existen otras ocho
embarcaciones hundidas con sus bodegas repletas de oro y plata.
Por otro lado, habría que considerar la carga secuestrada por piratas y corsarios que
fueron a parar a otras potencias europeas. “...el pillaje obtenido por (el capitán) Drake
puede ser considerado con justicia como la fuente y el origen de la inversión externa
británica. Con él, Isabel pagó la totalidad de su deuda externa e invirtió una parte del
remanente en la Compañía de Indias Orientales, cuyos beneficios representaron, durante
los siglos XVII y XVIII, la principal base de las ligazones externas de Inglaterra...
Jamás hubo una oportunidad tan prolongada y tan rica para el hombre de negocios, el
especulador y el aprovechador. En esos años de oro, nació el capitalismo moderno” (8).
El despegue capitalista
“La condición de acreedores del Tesoro, no sólo de Carlos V sino también de Felipe II,
que vendía con anticipación los cargamentos de oro de las Indias para sostener
aventuras militares y religiosas, permitió a los banqueros y comerciantes extranjeros
controlar los metales preciosos y convertirse en los rectores de la economía española.
Era uno de los tantos tributos que el pueblo español pagaba por la incapacidad sus
clases dominantes para lograr la unidad nacional, el desarrollo de la industria y la
creación del mercado interno” (6).
Primer genocidio
El primer impacto fue el asombro y el miedo ante los cañones de bronce, arcabuces,
mosquetes, pistolones y la fuerza mágica del blanco subido a un caballo. Esto fue
aprovechado rápidamente por los astutos españoles, que dominaron fácilmente a las
sociedades más adelantadas de América: los sedentarios aztecas, incas y mayas. Estas
sociedades habían llegado a formas sociales similares a las de los egipcios, asirios y
caldeos, con la existencia de un estado e incipientes formas de explotación tanto de los
sectores plebeyos como de las tribus vecinas que eran violentamente sometidas. Esto
explica que las sociedades americanas más desarrolladas y poderosas, por sus
contradicciones internas fueron las que más fácilmente fueron sojuzgadas.
En cambio, las tribus que adoptaban formas sociales comunistas primitivas, fueron las
que más dificultades y resistencia ofrecieron al invasor. Las sociedades nómades dieron
valientes batallas para enfrentar el sometimiento; pero la diferencia abismal de
desarrollo económico y tecnológico, expresado en potencial bélico, hacía inexorable el
resultado final.
“Los indios de América sumaban no menos de setenta millones y quizás más, cuando
los extranjeros aparecieron en el horizonte. Un siglo y medio después se habían
reducido en total a sólo tres millones y medio...” (10)
El genocidio comenzó a implementarse en la guerra de conquista. Luego, en la
explotación inhumana de los socavones. Allí, los indígenas sufrían el desarraigo, al ser
obligados a dejar sus tierras y familias; se les imponía un ritmo de trabajo para el que no
estaban acostumbrados; los socavones les devoraban los pulmones y los dejaba
rápidamente discapacitados. Algunos adelantaban el inexorable final con el suicidio,
otros mataban a sus hijos para liberarlos del yugo inevitable y la capacidad reproductiva
se deterioraba paralelamente al desinterés por la vida.
Las rebeldías de las tribus nómades fueron apaciguadas con la acción de la Iglesia, que
los sometía por la vía religiosa para luego obligarlos a trabajar en producciones
agrícolas, forzándolos a abandonar su vida ancestral dedicada a la caza, la pesca y la
recolección, generando efectos similares a los socavones.
Otro importante porcentaje de nativos fue víctima de las enfermedades introducidas por
los europeos, los organismos indígenas no estaban preparados para resistir a los virus y
bacterias importados. Así, la viruela, tétanos, sífilis, tifus, lepra, entre otras, produjeron
estragos. “Los indios morían como moscas; sus organismos no oponían defensas ante
las enfermedades nuevas. Y los que sobrevivían quedaban debilitados e inútiles. El
antropólogo brasileño Darcy Ribeiro estima que más de la mitad de la población
aborigen de América (...) murió contaminada luego del primer contacto con los hombres
blancos” (11).
El debate generado por el quinto centenario dejó a las claras la orgía de sangre desatada
por el supuesto “encuentro de dos culturas”. El exterminio de la población nativa junto a
las necesidades de mano de obra para ocuparla en las flamantes explotaciones dio lugar
a una nueva rama económica del naciente capitalismo: el tráfico de esclavos.
Sólo entre 1680 y 1688, la Real Compañía Africana embarcó setenta mil negros, de los
cuales sólo llegaron a las costas americanas unos 46 mil. En Haití, ingresaba un
promedio de treinta mil esclavos por año. En 1789, la población de la mitad francesa de
la isla Española era de cuarenta mil blancos y 450 mil negros.
La reconstrucción de los datos disponibles permite determinar que, en no menos de un
siglo, se importaron unos diez millones de nativos africanos. Según fuentes inglesas, esa
estimación se duplica.
Si se toma en cuenta que gran cantidad de africanos morían antes de pisar tierra
americana, víctimas de las cacerías, en el traslado hacia los barcos, en las tortuosas
travesías hacinados en las bodegas o en el desembarco, la cifra de seres arrancados
violentamente de Africa puede elevarse a cuarenta o cincuenta millones desde que
comenzó este sucio comercio hasta mediados del siglo diecinueve, provocando el
arrasamiento de regiones, aldeas y etnias.
El censo de 1790 de Estados Unidos indicó que los esclavos sumaban 697 mil
individuos. En 1861, esa cifra se elevó a más de cuatro millones.
Un miembro de la Cámara de Diputados de España, decía en 1870: “Un esclavo que por
reglamento debía trabajar 16 horas en la zafra y ocho o nueve durante el resto del año.
Un esclavo que recibe no más de una camisa, un calzoncillo, un pañuelo y un gorro. Un
esclavo que se alimenta con seis u ocho plátanos, con ocho onzas de carne de bacalao o
con cuatro de harina o de arroz. Un esclavo que llega con los dolores que ha sufrido
desde que lo embarcaron en la costa de Africa, que llegó a la costa desde su lugar natal
durmiendo en suelos húmedos, que es llevado a Cuba en un barco de 200 toneladas
entre más de quinientos negros, con gérmenes de todo tipo de enfermedades, traspasan
los mares con un 25 por ciento de bajas, es arrojado al mar como insignificante lastre si
el buque zozobra...”, en estas condiciones el promedio de vida del esclavo no podía ser
muy elevado. El esclavismo como toda forma de explotación creó su ideología
justificadora, sosteniendo que los negros eran de naturaleza distinta, que se asemejaban
a los monos, etc. (13)
El papel de la Iglesia
Los religiosos buscaron congraciarse con los nativos al ofrecerles algunas formas de
protección ante el salvajismo colonizador, para luego someterlos por la vía de la
imposición cultural y el sometimiento ideológico.
El solo hecho de haber impuesto una creencia distinta, demuestra el profundo desprecio
de los sacerdotes hacia las costumbres ancestrales indígenas. El objetivo de inculcar,
catolicismo mediante, la resignación y la docilidad ante el nivel de explotación
infrahumano permitió la incorporación de una cuantiosa mano de obra barata y útil para
los proyectos de los europeos.
Muchos herederos de los que sufrieron en carne propia las atrocidades de los invasores
europeos y el cínico papel de la Iglesia, aprovecharon la oportunidad del viaje de Juan
Pablo II a Lima, en 1984, para entregarle una carta firmada por el Movimiento Indio
Kollasuyo, el Partido Indio y el Movimiento Túpac Katari, de Bolivia y Perú, que en
uno de sus párrafos decía lo siguiente: “Hemos decidido aprovechar la visita del Papa
para devolverle su Biblia, pues en cinco siglos no nos ha dado ni paz, ni amor ni
justicia... Por favor, llévese su Biblia y désela a nuestros opresores, cuyos corazones y
cerebros necesitan más de sus preceptos morales... Recibimos la Biblia, que fue el arma
ideológica del asalto colonialista. La espada española que de día atacaba y mataba
cuerpos indios, de noche se volvía cruz que atacaba el alma india...” (15).
Las rebeliones
En Brasil, numerosos negros huían de las explotaciones hacia la selva. Los cimarrones
se fueron concentrando y organizando hasta llegar a constituir el reino de Palmares, en
pleno Amazonas. La superficie que controlaban llegó a alcanzar un tercio del dominio
portugués de la época. Durante todo el siglo XVII resistieron el acoso de expediciones
holandesas y portuguesas que intentaron aniquilar a ese mal ejemplo.
En 1791, estalla una exitosa rebelión negra en Haití que logra abolir la esclavitud y
desata la huida masiva de los blancos. Trece años después, constituyen la primera
república negra de América, cuya constitución consideraba negros a todos los
ciudadanos independientemente del color de su piel.
La burguesía criolla
El promotor de la campaña contra los indios pampeanos así exponía ante el Congreso su
plan: “En la superficie de quince mil leguas que se trata de conquistar, comprendida
entre los límites del río Negro, los Andes y la actual línea de fronteras, la población
indígena que la ocupa, puede estimarse en veinte mil almas, en cuyo número alcanzan a
contarse de 1800 a 2000 hombres de lanza... Su número es bien insignificante con
relación al poder y a los medios de que dispone la Nación. Tenemos seis mil soldados
armados con los últimos inventos modernos de la guerra, para oponerlos a dos mil
indios que no tienen otra defensa que la dispersión, no otras armas que la lanza
primitiva” (17). El general Roca fue el “héroe” de la denominada “Conquista del
Desierto”, un desierto poblado por “veinte mil almas”.
El presidente Miguel Juárez Celman, en 1888, justificó con argumentos racistas los
“obsequios” efectuados luego del brutal desalojo indígena: “Dicen que dilapido la tierra
pública, que la doy al dominio de capitales extranjeros: sirvo al país en la medida de mis
capacidades. (Carlos) Pellegrini mismo acaba de escribirme que la venta de 24 mil
leguas sería instalar una nueva Irlanda en la Argentina. ¿Pero no es mejor que estas
tierras las explote el enérgico sajón y no que sigan bajo la incuria del tehuelche?”.
Esta conducta de la burguesía criolla fue, con algunas diferencias de matices, la que se
repitió en cada país americano.
Las películas del lejano oeste invierten cínicamente los roles de quienes fueron los
protagonistas del salvajismo. Un líder piel roja, a fines del siglo pasado, reflejó con
estas palabras su angustia: “estoy cansado de luchar. Nuestros jefes han muerto... Todos
los ancianos han muerto. Hace frío y no tenemos frazadas. Los pequeñuelos mueren de
frío. Algunas de mis gentes han escapado a las montañas y no tienen abrigo ni
alimento... Quiero tener tiempo de buscar a mis hijos y ver cuantos de ellos han
quedado. Acaso los encuentro entre los muertos. Oíd, mis jefes, mi corazón está triste y
enfermo. Estoy cansado” (18).
Mientras, el epitafio de la tumba de un puritano del siglo XVII nos recuerda a otros
personajes que asolaron otras regiones del continente, en este caso, Tierra del Fuego:
“Consagrado a la memoria de Lynn S. Love, quien, en el transcurso de su vida mató a
98 indios que le fueron dados por el Señor. El esperaba elevar esa cifra a 100 antes de
fin de año, cuando en su casa, se durmió en los brazos de Jesús” (19).
Rigoberta Menchú, indígena guatemalteca premio Nóbel de la Paz, afirmó tiempo atrás
que: “En los últimos veinte años, he recorrido todos los países con pueblos indígenas. Y
por doquier encontré la misma realidad: nadie quiere darnos voz... Hace poco estuve en
Canadá: indígenas de esas tierras, fueron despojados de todo por las empresas
multinacionales que talan los bosques. Actualmente, hay ocho de estas firmas en plena
actividad. Allí pudimos ver lo que está haciendo nada más que una de esas compañías:
en un año talaron bosques por una extensión que supera el millón doscientos mil metros
cuadrados por lo que serán necesarios doscientos o trescientos años para que esa tierra
recupere su ritmo natural”.
La lucha por la liberación del sojuzgamiento dependerá de que las crecientes víctimas
puedan resistir y El sistema de dominación imperante y los gobernantes funcionales a
ese status quo son los responsables del empobrecimiento generalizado, del hundimiento
de las economías y de la descomunal entrega del capital social. Ellos son los causantes
de que 180 millones de niños, mujeres y hombres latinoamericanos padezcan hambre,
miserias, marginación y desesperanza.
Ayer como hoy la sangre, el sudor y las lágrimas que corren son de los oprimidos.