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Verdú. Yo y Tu Objetos de Lujo

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Annotation

Hacia dnde se dirige nuestra sociedad? El belicismo de la primera mitad del siglo XX provoc el nacimiento de una fuerte conciencia poltica y revolucionaria que, con el fracaso de las utopas, deriv en un individualismo extremo. El narcisismo y el consumismo desenfrenado eran las bases de este modelo que hoy, finalmente...

VICENTE VERD Yo y t, objetos de lujo El personismo: la primera revolucin cultural del siglo XXI 2005, Vicente Verd Primera edicin: noviembre de 2005 ISBN: 84-8306-641-6 Depsito legal: B. 46.713-2005 Digitalizacin: JJJM y slstc 2012 fb2: slstc 2012

Pour une seconde vie

Un poete doit laisser des traces ... non des preuves. Seule des traces font rever. RENE CHAR

Prlogo La poca sin prestigio


Nuestra poca tiene mala prensa.Y no slo en sentido literal, sino tambin en sentido audiovisual: est mal visto y suena peor referirse positivamente a ella. Lo correcto y lo ilustrado es despotricar contra lo que compone el panorama de la actualidad. Sentirse a gusto en el mundo actual nos igualara a los necios, mientras que declarar nuestro desprecio nos ayuda, por lo menos, a ser dignos. No importa de qu se trate, desde el sistema econmico a los videojuegos, desde las artes a la democracia de baja calidad, desde el cine de Hollywood a la detestable calidad del pan. Las cosas van mal. Van mal respecto a lo bien que fueron o pudieran ir, y rematadamente mal puesto que no hay indicios de que puedan corregirse. Vista sumariamente pero tambin particularizadamente, la crtica culta cree estar detectando una colosal marea de productos basura, copias pirata, mentiras polticas y corrupcin a granel. Todo parece degradado y los ms veteranos de los ilustrados sienten nuseas ante el atufante alrededor. O slo tristeza, cuando no cuentan ya, estos provectos detractores, con fuerzas suficientes para vomitar. A juicio de la generacin adulta, la sociedad aparece vencida por la complacencia del consumo y la trivialidad de los medios de comunicacin, mientras la juventud ha perdido el sentido del esfuerzo y se ha volcado en la incesante meloda de los iPods. En definitiva, torturados o amargados, los supervivientes de la ltima generacin educada en el culto al libro observan que su vida discurre entre la escombrera de lo que respetaron y sin la esperanza de un Estado que intervenga contra la ruina del porvenir. La primera parte del siglo XX crey en la realizacin de utopas para bien (y para mal) de la condicin humana, pero el siglo XXI es descredo, cnico y superficial. El mundo se ha colmado de tantos objetos superfluos, de perfumeras, karaokes y tiendas de ropa, de chats mal escritos, de telfonos que hacen fotos, de parques temticos, centros comerciales y oscars al efecto especial, que considerado en conjunto hace pensar en un paso de lo importante a lo distrado, de lo trascendente a un presente sin ms horizonte que su propio bazar. Pero, con todo, aceptando que las manifestaciones culturales han perdido calado, cmo no preguntarse sobre la posibilidad de que la ebullicin de los numerosos fenmenos en la comunicacin, en los deseos y en el valor, no estn conformando un nuevo sistema? Porque y si nosotros, los ilustrados, estuviramos ofuscados y lo que llamamos inepcia y descomposicin fuera, en realidad, un panorama tan listo que no llegamos a ver? Y si la sociedad de consumo no significara el cataclismo del espritu absoluto sino el nacimiento de otro que todava no conocemos? Y si el ciudadano, en suma, por quien pugn la Ilustracin se hubiera carcomido y slo su mortaja, engalanada por la melancola, impidiera verificar su defuncin? Estas preguntas no fueron capaces de inquietarnos hasta ahora pero, fatigados de nuestra propia salmodia, cmo no asegurarse de que las censuras al videojuego, el asco al marketing, la abominacin de las marcas no sean un discurso de clase? Clase social, cultural, lites desesperadas de intelectuales con problemas de adaptacin. Porque son ms ignorantes, en general, los jvenes actuales que los de hace un siglo, cuando la mitad no saba leer? Puede compararse la tosquedad de nuestros juegos infantiles, desde las canicas al escondite, con la complejidad de sus entretenimientos dentro y fuera de la red? Apenas leen pero cuntas otras opciones de ocio no les ocupan su tiempo?

No leen, pero piensan peor que nosotros? Contribuyen negligentemente a deteriorar el mundo o nuestro mundo? Se quejan ellos, inconsolablemente, del nivel cultural? Entonces, a qu sollozar? Los ineptos seramos nosotros, y ellos, gracias a una ptica ms avanzada, quienes alcanzaran a divisar el ms all. Porque no ser que si la cultura de hoy nos parece tan flaca es efecto no de que objetivamente se muere sino la consecuencia de que, a nuestra distancia cronolgica, su extrao bulto se distingue mal? En definitiva, cmo ser posible seguir valorando de la misma manera las obras de la contemporaneidad si los modos de vivir, de gozar y de saber han sido trastornados por las nuevas tecnologas, los mass media, la mutacin del modelo femenino, del modelo del nio, del modelo del animal, del modelo del objeto, de la manera de amar y de comer? En el festival de teatro de Avin 2005, por primera vez en sus cincuenta y tantos aos de existencia, ms de la mitad de las obras carecan de texto. De modo que se introdujo una seccin especial titulada, como un pleonasmo, thatre de texte para referirse a lo que era el teatro de toda la vida. Efectivamente, la mayora de los espectculos presentados no pronunciaban palabra, sino que consistan en comunicaciones plasticas y sonoras. Como consecuen cia, los espectadores de tradicin protestaron rabiosamente y los mismos crticos no supieron cmo calificar el fenmeno. Cambio de paradigma? Transformacin del gnero? Sensacionalismo pasajero? Consumismo? Simple afn comercial? La cuestin es decisiva porque o bien aquellos ancianos de Catuli Carmina tienen la razn y el mundo se descompone circularmente o bien no la tienen y lo apremiante sera corregir nuestras posturas para asistir apropiadamente al cambio de poca. Desfallecer de melancola es propio de los asilos, reales o imaginarios. Permanecer en la nostalgia envejece la mente, ha dicho Sarita Montiel. Cmo no ensayar, pues, buscando la misma vida, la aventura de la novedad, el conocimiento en un sistema indito y, quin sabe si, al cabo, ms ameno? Toda sociedad ha devastado la cultura precedente, no importa que se llamara cristiana y cruzada, humanista y universal, progresista y revolucionaria. Ahora la cultura del consumo se encuentra a punto de exterminar la cultura ilustrada dentro del ascendente capitalismo de ficcin (Vicente Verd, El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficcin, Anagrama, Barcelona, 2003). Se perfila, pues, actualmente un poderoso sujeto protagonista: el sujeto consumidor que ha iniciado su propia liberacin tan espectacular como eficiente. Para bien o para mal, para su mutacin antropolgica y para el cumplimiento de una extraa utopa que nadie pudo llegar a enunciar. El proyecto del mundo del consumo? Precisamente lo que este libro pretende mostrar es que la energa del consumo, la energa del placer, ha ido conformando un tipo de hombre/mujer, sujeto/objeto, un sobjeto que sin poseer un destino inscrito acta en bsqueda de una felicidad especialmente relacionada con los mltiples nexos con los dems, por superficiales y efmeros que sean los contactos. Al superindividualismo de los aos noventa sigue ahora un personismo que supera el repetido deseo de los objetos y busca el trato con los dems como sobjetos, sujetos y objetos a la vez, nuevos objetos de lujo. Contrariamente a los agoreros, nuestro mejor porvenir de seres humanos se decide en este sistema de extroversin que es la cultura del consumo, de la conversacin, la conversin y la traduccin. No atender esta revolucin por atpica denotara tanto xenofobia cultural como instinto de muerte. Porque cmo creerse vivo intelectualmente sin sentir curiosidad por los cientos de millones de blogs que han crecido en la red en apenas tres aos o por los ochocientos millones de personas

enganchadas a los foros romnticos, o por el fenmeno de los ms de dos mil millones de mensajes diarios que se cruzan los mviles? Efectivamente, el mundo no es lo que era, y menos todava el mundo surgido de la relacin liberadora entre el sujeto y el objeto. Porque tal como la mujer en la liberacin sexual ha logrado su emancipacin disponindose y disponiendo al hombre como sujeto y objeto a la vez, el otro ser, cuando lo deseemos, el mximo objeto de nuestra degustacin: no ya un elemento utilitario ni instrumental, como lo fuera en el ltimo capitalismo de produccin, sino una pieza de disfrute que ha crecido de una humanidad reunida y planetaria, menos racional y poltica, pero ms afectiva, moral y compleja. Ms extrovertida o consumista que abroquelada y reprimida. Hasta hace relativamente poco se conceba lo mejor de lo humano como efecto del ahorro o de la represin: el cielo tras la penitencia, el premio despus del denuedo, la creatividad tras la contencin seminal. Existe, sin embargo, otra energa, menos ensayada productivamente, que procede del placer y no del dolor. Una energa que llega incluso ms all del principio del placer y que ha ido abriendo vas a la imaginacin, la invencin y la creatividad contemporneas. Ciudadanos fueron los tipos vestidos de marrn que liber individualmente la modernidad, ciudadanos fueron los burgueses calados de negro, pero consumidores son aquellos que ahora los sustituyen al fin de la modernidad: gentes de todos los colores y orgenes que buscan el placer aqu y no en los indeterminados tiempos de una Revolucin futura, ni atravesando, auxiliados por el confesor, el abismo de la muerte. Se trata de nuevos sujetos cuya cultura ha ido alejndose tanto de la axiologa burguesa como de la profeca para proletarios. Una nueva cultura correspondiente a la etapa del capitalismo de ficcin que ha producido el fenmeno estrella del personismo. O lo que es lo mismo: a los sujetos y objetos permutndose en una masiva demanda de lujo.

Primera parte LA SUPERFICIALIDAD DEL SABER, EL SABER DE LA SUPERFICIE

1 La cultura sin culto


Susan Sontag contaba como ya he comentado alguna vez que al encontrarse en una calle de Los ngeles con Win Wenders le pregunt qu haca un hombre tan culto como l en un pas donde prcticamente no exista la cultura. Y Wenders respondi: Imagina usted mayor felicidad que vivir en un mundo sin cultura!. Se refera, en efecto, a una liberacin orgnica, fsica y mental del peso de la cultura, de la cultura de peso. Liberacin del sujeto de la cultura profunda, autorizada para requerir esfuerzo y suma atencin, para sentenciar entre lo excelente y lo popular con una guillotina ilustrada. Sin esa cultura Terminator o Termidor viven hoy los consumidores. La nica cultura, la cultura respirable y funcional se confunde con la escena, el espectculo, el entretenimiento de todos los das. El da del espectador es el mircoles, rescatado de la mediocridad para que no quede jornada sin su acontecimiento propio, da de la semana sin su racin de placer. La sociedad de consumo tiene como misin proveer de placeres sin tregua y como destino esencial la diversin hasta morir. La cultura de consumo no ha prosperado con la penitencia (tripalium) del trabajo, sino con la fiesta sin fin. Con una cultura sin sacramentos, donde los autores del cine, de la radio, de la escritura, del telefilme proporcionan distracciones laicas, superficiales, dirigidas al entretenimiento y al sentir superficial. No hay santos, se nudioses, magos, creadores o demiurgos tras las obras, sino nica mente profesionales que trabajan en eso, ya sea la pintura, la empresa, el diseo o el guin. Que la cultura pierda profundidad no supone que pierda conocimiento, capacidad de instruccin y sentido crtico. El autor del capitalismo de produccin era intrnsecamente avaro y elitista; el autor del capitalismo de consumo es, sobre todo, comunicador. El ejercicio de su condicin consumidora le ha adiestrado en la importancia de la relacin calidad/precio y es difcil que venga a timarnos como sigue ocurriendo con algunos charlatanes honoris causa. Por su parte, el receptor se encarga de realizar el escrutinio, como era de esperar. No triunfa nadie que no procure satisfaccin ni tampoco quien prometa satisfaccin a plazo largo o indeterminado. El jurado consumidor es insobornable porque el rigor de su fallo coincide con su propio bien. Hay productos basura, telebasuras que producen ominosa satisfaccin, pero quin los califica? Los ilustrados de media jornada laboral o los profesionales libres que habitan viviendas espaciosas y disponen de un ocio y unas rentas que alcanzan holgadamente el final de mes? La sociedad de masas junto a los medios de comunicacin de masas y las estrecheces de las masas han enseado ms sobre la cultura real que el juicio de las lites: delgadas a fuerza de un deleite aislado. La sociedad de consumo produce una cultura opuesta al cenculo o el oratorio. Es la cultura que llev a los norteamericanos a hacer un gran cine sin pensar que estuvieran haciendo cultura, contrariamente a los franceses, que hasta hace quince aos no han dejado de comer, cenar o hacer el amor dentro de la cultura. De la misma manera, los diarios norteamericanos no advierten al lector mediante un destacado cintillo que van a adentrarse en las pginas de Cultura. En Estados Unidos, la cultura se encuentra en todas partes y en ninguna, como ocurre hoy con el virus, el sexo o el terrorismo, de la misma manera que las iglesias protestantes no enfatizan el culto y los pastores, lejos de ser personajes sagrados, reciben un sueldo de empleados como los otros operarios que son retribuidos o despedidos por el condominio residencial. La cultura no es sagrada sino popular, no

mira desde lo alto sino que se encuentra al lado y al servicio del bienestar cercano. Ahora es frecuente que se hable de la decadencia del cine de Hollywood, pero posiblemente Hollywood, que ha sabido siempre mucho de cine y de pblico, ha mutado al comps de la nueva sociedad. Nosotros, los ilustrados, seguimos viendo cine con cdigos literarios y hasta filosficos, esperamos de la cinta lo que demandaramos paralelamente a un libro de Faulkner o Marguerite Duras, pero esta historia ha concluido. La celebracin de horrendas pelculas llenas de efectos especiales por parte de la juventud no es consecuencia directa de que no saben nada, sino de que saben algo que los adultos no llegaremos a saber jams: ver cine con el canon de la imagen y el sonido, sin la expectativa de recibir estmulos morales o intelectuales, sino con la sola idea de pasar un buen rato. Despus de la cinta no hay nada sino el discurrir por el centro comercial, y antes de la cinta no hay sino el paso de presentes continuos ante los escaparates, el yo incluido en el reflejo del consumo. De esta manera, sin inversiones, sin planes de redencin social, el arte ingresa en la constelacin de las experiencias comunes donde, como soaba Rousseau para los promeneurs, Pascal para los voyageurs o Baudelaire para los flneurs, puede convertir cada da en un domingo de la vida. Los valores del capitalismo de produccin marcaban con nfasis la diferencia entre el bien y el mal, lo feo y lo hermoso, el hombre y la mujer, el yo y el t, mientras que en la sociedad de la informacin, en el capitalismo de ficcin, las categoras se deshacen sobre un espacio que considera la monumentalidad un bulto insoportable. Ni siquiera nuestro planeta posee hoy la solemne imagen de lo esfrico: el planeta se ha aplanado a la vez que se ha hecho transitable para los turistas de la tercera edad, para las embestidas del libre comercio, para las especulaciones financieras patinando sobre una cinta de luz. El espacio global, en consecuencia, va perdiendo su imago de baln divino y ha venido a convertirse en una extensa placenta. Tambin, en contraste con el grandilocuente orden que inculc la Ilustracin y sigui en el capitalismo de produccin, los objetos actuales no pesan ni ceban los espacios. Hoy las cosas ocupan diez veces menos que sus eventuales semejantes de hace treinta aos y cada vez son ms livianas, se ven menos y su precio tiende a cero. El pendant que formaba la fuerza fsica del obrero y la lurda presencia del objeto (planchas, locomotoras, telfonos) ha sido reemplazado por el paralelismo entre el blink personal y el chip de los aparatos. Ahora nada puede agobiar demasiado, ni el iPod o el mvil ser mostrencos. Los colores suaves han reemplazado al terno burgus, y el tacto resbaladizo, a la severidad del fieltro. En la organizacin de sistemas, la retcula sustituye a la pirmide, la construccin virtual al monumento y la intangibilidad de internet al lomo del libro. La biblioteca, la estatua o la pintura son accesibles al sentido del tacto, pero el hipertexto, el videojuego, la imagen (la musical, la olfativa, la gestual) escapan de las manos. Nosotros, los adultos, no entendemos esta cultura y creemos que no emite; no logramos entrar y sentenciamos que no hay nadie, no llegamos a traducir y deducimos que balbucean, no venios e ignoramos la virtud de la transparencia, la sabidura y el placer de las superficies. Visin sbita, emocin certera, impacto. Hoy no se aprende mediante largos discursos sino por instantneas que el cerebro se encargar de asociar. El saber debe saberse ha dejado de basarse en un ejercicio esforzado o premioso para nutrirse de partculas cazadas a gran velocidad, sea en el viaje lejano o en los panoramas de las ciudades, las pantallas de los grandes edificios, los Xbox 360. Ser sabio equivale hoy a contar con un amplio punto de vista a partir del cual se dirime y se elige el bien sobre un plano, fotografindolo. Y el mal tambin: lo caracterstico de nuestro tiempo es que nos hallamos sometidos a juicios

sumarsimos. Sumarsimos en su doble acepcin: saltndose la lgica de una premiosa instruccin y reuniendo en una sentencia no una sucesin de datos sino un impacto. La mirada se ha hecho objetivo. Ms objetivo que subjetivo o ambas cosas a la vez. Por este efecto de sobjetos matamos o salvamos, elegimos o rechazamos, compramos o no, trazamos binariamente a la velocidad de la luz el itinerario de nuestra biografa digital: bio y bi. Biolgica como el instinto de un animal y binaria, cosiendo la experiencia mediante elecciones punteadas y raudas. Pero cmo se efectuar esa accin? A golpe de vista, por intuicin femenina o afeminada, a primera vista, por formacin conseguida en la cultura inmanente del consumo. El viaducto francs de Millau diseado por Norman Foster e inaugurado en 2004 se encuentra a 245 metros del suelo, resiste vientos de 210 km y cost ms de cuatrocientos millones de euros. Su punto de arranque no fue propiamente la ingeniera sino la visin paisajstica. La emocin de ver la naturaleza desde su punto de vista, sin teoras, directamente, por empatia. La nueva estrategia comercial dicta a la vez que el almacena miento ha caducado. Los almacenes de Zara o de Dell ya no existen: el almacn son sus mismos distribuidores y clientes. Ahora el fin no es almacenar objetos o conocimientos, basta con mantener la red. En coherencia con ello, lo determinante en cuanto a la posesin de cultura es hallarse conectado. El antiguo mundo posea un puado de cerebros grandes y munficos, maestros pensadores, padres espirituales, donde se concentraba el saber. Ahora, como en los muchos contagios de la poca, la informacin se expande en todas las direcciones, ocupando extensas superficies a la manera de una sinapsis. La cultura pierde profundidad en beneficio de la trama vasta y compleja. Pero, tambin, lo ms profundo del cerebro es la corteza o lo ms profundo del hombre es la piel. Extraa postura la que valora ciegamente la profundidad a expensas de la superficie y que quiere que superficial signifique no una dilatada dimensin, sino slo falta de calado, deca Deleuze e n Lgica del sentido. Por ello el sentido del humor es tan importante en nuestros das y no se concibe un buen comunicador que no use esta forma de complicidad superficial y ampliable a todos los sentidos. La tragedia o el drama requieren alguna profundidad, pero nuestro tiempo, enemigo de lo trgico, incompatible con lo histrico, es eminentemente presencial y superficial. Ni profundamente religioso ni agresivamente ateo, la partida se decide en un campo deslizante como las pantallas de todos los juegos. En la tradicin, lo superficial fue lo malo, y lo profundo, lo bueno. Esta oposicin se corresponde con el mal de las apariencias y el bien de las esencias. O tambin: la vanidad del lujo, de la ostentacin, del consumo de objetos, expuestos a la vista, mostrados y obscenos, en contraste con el pudor, la honra, el ahorro velado en el interior de la alcanca. La cultura/culta tena en la cabeza una sociedad atestada del saber elitista, pero la sociedad actual slo puede moverse sin cargas ni nudos trascendentes. Esta cultura sin culto, sin bibliografa, apenas pesa, y la liviandad de su memoria (histrica, erudita, inventarial) es consecuente con su gran velocidad y complejidad desplegada en superficie. Nuestros antepasados deban memorizar la Ilada o la Eneida si queran meditar sobre ellas, pero hoy la memoria est ligada a internet y a las enciclopedias instantneas. Un mundo, pues, sin equipaje? Los ilustrados odian ciertamente esta ligereza, pero ellos, a su vez, son odiados por sus descendientes inmediatos. Porque as como en el complejo de Edipo el hijo es siempre quien mata al padre, las generaciones actuales entre los veinticinco y los treinta y cinco aos (la generacin X) son vctimas de los nacidos tras la Segunda Guerra Mundial, quienes han venido a asesinar la voz del hijo, a agostar sus iniciativas vacilantes, a dirigir sediciosamente sus conocimientos y a ejercer, sin tregua, una autoridad campanuda o basal.

Durante todo el siglo XX, la nueva generacin siempre fue ms rica que la anterior, pero la racha termin a la altura de los jvenes adultos de ahora. Jvenes resentidos contra la precariedad de los empleos, desengaados polticamente y necesitados, como nunca antes, de las consolas, la Champions, el porno, la droga y el homecinema. Deplorable calidad? La pregunta es del todo impertinente. A una baja calidad de trabajo correspondera naturalmente una baja calidad de ocio, pero, por otra parte, hablar de calidad en la cultura carece de sentido, puesto que la cultura es la cultura. La cultura es lo que hay. Y siempre en detrimento de la etapa anterior. Con algunos de los hijos de la generacin del 68 concluye la era de la cultura/culta, basada esencialmente en el cdigo escrito, en los modos literarios, en el pensamiento hondo y la excavacin interior. En adelante, cuando luzca esta forma de cultura, ser exclusivamente un vintage. La cultura en sentido amplio, el signo cultural del tiempo, se confunde ya con el estilo. No habr, pues, nuevos Ateneos, ni Cenculos, ni Grandes Bibliotecas, ni graneros mesopotmicos, a no ser que se quiera distraer a los turistas. La Ilustracin sustituy a Dios por la diosa Razn y el culto sigui encontrando feligreses. El culto al ciudadano, el culto al artista, el culto a la obra maestra. Pero la cultura actual no posee una Religin Verdadera sino muchas religiones o religiones de consumo, tal como denunci, indignadamente y puesto al da, Benedicto XVI. Las ideas de la cultura y de los cultos se van transformando en sensibilidad, imaginacin y creaciones para el entertainment. Poco a poco, una obra ser ms o menos interesante, ms o menos innovadora, slo dentro del amplio mbito del entretenimiento, de manera que no habr que disponerse de ningn modo reverencial para entrar en una sala de espectculos o visitar un museo. Ms bien el predominio de la superficialidad sobre la profundidad conduce a una clase de establecimiento en horizontal, metafricamente femenino. Para un sujeto educado en la modernidad, la descodificacin del mensaje sigue una lnea vertical, pero para el sujeto posmoderno la descodificacin se realiza en un plano, dilucidando sin confusin, integradamente, en el abigarramiento sonoro o grfico que tanto desconcierta al adulto en las discotecas, los conciertos de rock, los nuevos centros comerciales o los videojuegos. Hace relativamente poco los educadores ms finos, ajenos al fenmeno audiovisual, continuaban diciendo que con cultura se poda ir a todas partes, pero ciertamente su cultura proceda casi en exclusiva de los libros. Segn su parecer, haba tantos libros por leer y tanta ciencia escrita que dentro de las bibliotecas se encerraba todo, y las libreras, como sucursales del templo, eran sagradas; los libreros, pequeos sacerdotes, y los escritores, profetas. Esa fue nuestra fe. La cultura culta reproduca los caracteres de la devocin, el sacrificio, la tenacidad, la meditacin, el xtasis tal como se demostr en el fervoroso centenario del Quijote, reproduccin fidedigna de un Ao Santo donde mediante el texto se alcanzaba el jubileo. Nuestros antepasados ms egregios lo fueron gracias a los libros y nosotros crecimos desde la pgina impresa y con la pgina impresa. La radio? La televisin? La fotografa? El cine, incluso? Estos medios (hoy llamados de comunicacin ms que de cultura) constituan elementos del entretenimiento, no fuentes del saber, en sentido estricto. El saber una vez ms se hallaba guardado en los libros y aspirar a ms significaba servirse ms de ellos, fuera en un convento o en una prisin, en una buhardilla o bajo un almendro. En el contexto del anterior capitalismo de produccin (con ahorro, aplazamientos, acumulacin de capital, represin sexual) la lectura era esencial: serva para creerse rico sin gastar, viajero sin tomar el tren, adltero sin escndalo social, hombre de letras como sinnimo de sabio. Pero ahora ese expediente ha terminado y no, obviamente, para perdicin de la humanidad.

Antes la lectura lo enseaba y lo curaba todo, nos engrandeca moralmente, nos humanizaba, nos abrillantaba y terminaba conducindonos, incluso, a la Revolucin. La lectura fue para nosotros, los lectores de toda la vida, como el blsamo de Fierabrs. La humanidad mejora, segn la antigua ortodoxia educadora todava en nmina, si lee. En ocasiones se mostr tolerancia hacia los que vean una televisin (documentales, telediarios, series histricas, debates), pero cmo comparar cualquiera de esos pasatiempos con la incandescencia primordial de las lneas de un libro? El libro en la leyenda ilustrada es el viaje interior, la reflexin, la conciencia de s, lo insigne, la libertad, la rebelin.Todo ello sin distinguir, frecuentemente, si se trata de un buen libro o no y por lo general refirindose a la novela sobre la que no han podido recaer mayores regalas. A la poblacin de un pas se la tiene por ignorante si su mitad no lee ni un libro al ao. Pero cmo sostener esta simpleza en el complejsimo estadio audiovisual? Slo los ciegos y los sordos culturales podran hacerlo. En este supuesto, la falta de visin se junta con las pocas ganas de escuchar. De esta manera, el videojuego, por ejemplo, importa cmo sea, siempre empobrece, pero el libro, no importa cmo sea, enriquece. Este simplismo que detesta lo que no conoce se cree, obviamente, representante de la cultura superior. Pero efectivamente no sabe. Quienes no hemos practicado con los videojuegos hemos supuesto que su dificultad resida en la rapidez de manipulacin y la coordinacin entre la vista y el movimiento de las manos. La verdad, sin embargo, para la mayor parte de los videojuegos, es que su inters y complejidad se encuentran en el desciframiento de las reglas, que van aprendindose a lo largo del proceso. Leer un libro es siempre seguir una historia prefigurada mientras que el videojuego imita fielmente el avatar de la vida, con secuencias que se crean y conforman a partir de la accin del jugador. Por comparacin al videojuego, que requiere accin constante, el libro se presenta ante los nuevos consumidores jvenes como un ocio demasiado pasivo y sumiso. Con el videojuego son protagonistas de la intriga, del enredo, mientras que con el libro se sienten slo contempladores de lo que vaya pasando. Indudablemente el libro posee ventajas superiores en cuanto a potenciacin de la imaginacin y creacin de universos interiores, contribuye a desarrollar la concentracin y es, sin duda, el mejor medio para la transmisin de determinadas informaciones. Pero todas estas cualidades son, probablemente, las que inducen a rehuirlo en la cultura ms veloz del consumo y las que, al cabo, sustituidas por las caractersticas del videojuego, estn creando otra mentalidad y otras destrezas. Diferentes habilidades, en suma, para percibir y elaborar decisiones sobre una realidad diferente. Los jvenes descifran mejor la heterogeneidad de las grandes ciudades modernas, son menos capaces de leer un libro intrincado pero ms raudos y perspicaces en la interpretacin de superficies promiscuas, fsicas y virtuales, o ambas cosas a la vez. Los chicos, en fin, tal y como ha evolucionado el mundo, no pierden el tiempo en los videojuegos: ganan y pierden a la vez para acomodarse a la cultura que les corresponde. Viajar? Fotografiar? Conocer lugares remotos? Lo que viajaba un espaol de clase alta en toda su vida lo recorre un estudiante de clase media en menos de un mes. La gente viajada se tena antes, sin duda alguna, por ms culta, pero tambin por no del todo regular. A Alemania, por ejemplo, slo consigui llegar deliberadamente Ortega y Gasset, y los que haban estado en Italia o en Egipto no se olvidaban de hacerlo constar en sus currculos como seal de una vida prestigiosa y sofisticada. Ahora, en cambio, el viaje apenas punta y la escuela pblica no se ocupa de tenerlo en cuenta ni siquiera enseando debidamente una lengua extranjera. En Francia, donde la Ilustracin ha sido como Dios y la Escuela su profeta, una comisin parlamentaria present, en abril de 2005, un informe sobre la reforma de la educacin secundaria que

pretenda tomarse en serio nuestra poca. Efectivamente, como ha venido ocurriendo en otros pases muy institucionalizados, terminaron por no hacerle caso. La comisin consideraba que contribuir al conocimiento mediante disciplinas cerradas (lengua, matemticas, historia, naturales, etc.) era esclerotizante y conduca a un nefasto apilamiento de los saberes. En lugar de este bagaje enciclopedista, la comisin propona (en lenguaje republicano) un surtido de materias indispensables para formar al hombre honesto del siglo XXI. Materias que comprenderan, en primer lugar, el dominio de la lengua propia y ... la capacidad para utilizarla como instrumento de socializacin. Otra competencia ms radicara en saber trabajar en equipo y cooperar con el otro. Y, para acabar, habra que foijar un espritu crtico para analizar, valorar y escoger referencias que siten [al alumno] en la sociedad. Ahora bien, en qu sociedad? Qu referencias? En Princeton se ofrecen un total de 350 asignaturas para formar una cultura general y en Stanford una coleccin todava ms numerosa. Demasiadas opciones dispersas? Demasiado muestrario? En los estantes de un drugstore de San Francisco, de Chicago o de Filadelfia puede elegirse entre 40 tipos de pastas de dientes, 90 medicamentos para el catarro y la congestin nasal, 116 cremas para la piel. Parecer extrao que se tienda al mximo surtido en la universidad actual? Asombrar que haya nacido un nuevo tipo humano que, aprendiendo de aqu y de all, antes y despus, reciclndose, conectndose, viajando, navegando en la red, escuchando melodas y hablando o chapurreando otros idiomas, difiera notablemente del que se curti slo en los libros? Puede ser. Pero, por otra parte, cmo oponerse, siendo progre, a esta cultura de las masas recin llegadas sin negar la democracia masiva? En el universo de la muchedumbre se form el intelectual que hered de Sartre a Chomsky el espritu de la contestacin junto a varios quintales de libros robados, prestados, subrayados, requisados. Pero ese intelectual que breg codo a codo con los obreros hace medio siglo siente hoy rechazo ante las colas de la clase media frente a los museos mediticos. La mtica del obrero se estropea con la vulgaridad del consumo cultural medio y el canto a la Revolucin se detiene ante la canalla verbena de los centros comerciales del extrarradio. De hecho, en cuanto los obreros han pasado de trabajadores explotados a consumidores ilusionados se ha clausurado la complicidad. Pero adems estos obreros convertidos en clase media, en ejemplares de cultura mediocre, crecieron tanto en capacidad adquisitiva que inclinaron la oferta hacia sus gustos, y sus gustos, a estas alturas, conforman no slo su ropa interior sino las pelculas o los libros de ms xito. Libros de xito? Mientras que en los tiempos de la novela el libro constitua una manera de estar con uno mismo y tambin con los dems despaciosamente; o de estar all lejos entre paisajes a los que no se poda llegar, ahora el libro, en general, representa un medio demasiado moroso e importuno. Porque qu clase de parlamento comn puede iniciarse con una experiencia lectora que no se refiera a un indiscutible best seller? Los libros son hoy best seller o no son ms que episodios de vida interior, demasiado silenciosa y solitaria; algo difcil de llevar cuando la comunicacin reinante incluye el ruido y la accin. nicamente el libro ms vendido, transformado en acontecimiento, nos rene, del mismo modo que los conciertos de Bruce Springsteen, el terrorismo, la guerra o la gripe aviar. El libro como medio de cultura ha perdido as su carcter tradicional y opera como un dispositivo que se juzga en trminos de su habilidad para generar o no acontecimiento. A travs del best seller, el libro inunda las libreras y conquista el derecho a inscribirse en la seccin de sucesos. De este modo se hace socialmente presente, se erige como un centro eucarstico para la comunin general. Si esto no ocurre, si el libro no genera una noticia bomba llegando al tipping point,

desaparece como una maniobra fallida. Hoy no se editan libros con el afn de que se lean y difundan cultura, sino con el propsito mayor de hacer dinero para el grupo multimedia. No se escribe, adems, con la aspiracin de avanzar en el conocimiento del mundo, sino con el afn de darse a conocer. El libro triunfa, y triunfa el escritor no en cuanto escritor propiamente dicho, sino en cuanto estrella intercambiable por una actriz o un futbolista. Sera lo mismo que escribiera, que cantara o que fuera un famoso atracador. Su identidad no pertenece a una disciplina profesional, sino al orden de las celebrities. Quien consigue producir espectculo es tenido en consideracin, puesto que el pblico no desea exactamente leer sino, en general, presenciar accidentes. Y cuanto ms graves mejor. No importa que las entregas de Harry Potter sean de seiscientas pginas o ms, todo lo contrario: incluso este despropsito estimula la compra, porque el motivo que la espolea no es ya leer, sino formar parte del evento. La idea del marketing, a su vez, no consistir ms en proclamar las cualidades literarias de la obra, sino su potencia o su alta probabilidad de parecerse a un cataclismo: Si abres esta novela, nadie podr detenerla, deca el anuncio de la novela Leila.exe (Alfaguara, Madrid, 2005). Hasta hace poco era el lector quien no podra soltar el libro interesante que haba cado en sus manos, pero ahora es el libro quien nos arrolla como un fenmeno incontrolable. Sin Harry Potter la literatura no pierde nada, pero sin el libro sus no lectores se pierden la participacin en la actualidad. Con todo esto, el libro ha ido perdiendo su carcter diferencial. Lo importante no ser tanto la escritura como la bomba meditica escondida en su continente, del mismo modo que lo decisivo no es la mochila, sino la bomba que estalla. Que cmo se fabrica ese artefacto? Precisamente, lo caracterstico de tal artefacto es el misterio de su fabricacin, igual que del acto terrorista no se conoce nunca dnde ni cmo se va a producir. El desconocimiento de su proceder, el enigma de su explosiva eficacia, es aquello que magnetiza a las masas y no consiguen despegarse de l. Ms an: como el terrorismo o las drogas esta sustancia libresca posee la propiedad de enganchar y cada best seller, cada explosin crean la expectativa de otra nueva. Los editores de todo el mundo viven gran parte de esta tensin en sus despachos. Cada ao se publican ms y ms libros, aunque los lectores son cada vez menos. Todos los editores, sin embargo, se ven impelidos a seguir editando exageradamente en espera de que estalle la bomba. De ese modo su oficio se ha convertido en una suerte de ruleta rusa al revs: son despedidos si no percuten la bala decisiva; siguen vivos en sus puestos si consiguen que, afortunadamente, el arma se dispare y mate a la multitud, y cuantas ms vctimas mejor. En pleno siglo XXI, Harry Potter es el ejemplo eximio, porque los afectados por la masacre se cuentan por cientos de millones y los idiomas a los que se traduce se van acercando al infinito. Esta mancha humana, esta superbomba editorial, no hace bien a la lectura de libros, como dicen algunos, sino todo el mal de que es capaz un sucedneo cualquiera. Una tragedia? Tampoco, puesto que leer slo tiene importancia cuando la cultura culta le pertenece y no es ste ya el caso. Este libro perjudicar, adems, al lector tanto si se pretende leer en el futuro como si no se lee nunca ms. En ambos casos, la naturaleza del fenmeno no promover la aficin a los libros sino a los macrosucesos, a las Guerras de los Mundos, a la muerte del Papa o al huracn. El bien que se obtiene por cada lector proviene del hecho interpersonal, suprapersonal, planetario, rave, la excitacin que se deduce de verse reunidos en la superficie de la conexin global.

2 La formacin sin informacin


Qu se dice de todo esto en las aulas? Una parte del profesorado honrado y culto, formado en el capitalismo de produccin, an embobado con los principios de la Ilustracin de hace siglo y pico, sigue creyendo que los mundos ligeros, superficiales y consumistas son los que menos valen. Aman la solidez, la lentitud, sobrevaloran la duracin, los tempus del mausoleo, y preferiran, en suma, haber nacido en otro tiempo. No asumen que el pasado se ha centrifugado a la misma velocidad que impera en el periodismo o el accidente, siendo el golpe de la noticia la nica y exclusiva forma de empezar a ensear. La historia es slo asumible como actualidad actualizada, las ciencias naturales slo son estimadas con motivo de una gran noticia en Nature. La historia es, pues, intransmisible como historia. No hay alumno capaz de mantener la atencin de una historia del arte desde el Partenn hasta nuestros das. Por el contrario, las historias artsticas, a partir de una multimillonaria adjudicacin en Christie s o una muestra monogrfica que provoca largas colas y sale en la televisin, puede permitir hablar de pintura. La cultura de consumo conlleva la iluminacin del presente y la oscuridad del pasado. Ningn maestro ser capaz de empezar desde atrs sin que los alumnos duerman ininterrumpidamente. O se evadan. O no acudan. Si a los jvenes, consumidores de nacimiento, no se les tiene en cuenta como tales, ellos no tendrn en cuenta a sus maestros asignados. Ms bien descubrirn que sus profesores no saben. En principio todo el mundo parece estar de acuerdo en que en la preparacin de un alumno deben introducirse conocimientos de cine, televisin y de los medios de comunicacin en general. Pero esto es as hablando fuera de los claustros, dentro de ellos domina la regla o la inercia de los viejos legados. No cabe duda, sin embargo, de que en la formacin del alumno habr de estimarse su condicin de consumidor de bienes y servicios, de informacin y comunicacin. No cabe duda de que las tcnicas de comunicacin y venta no le vendran mal a nadie, y especialmente a los profesores y catedrticos, educados hasta ahora en redactar volmenes indigestos. Los profesores, salvo alguna curiosa excepcin, llegan a clase (fuera es otra cosa) como si emergieran de la profundidad de los tiempos e imparten los contenidos como mdiums de alguna revelacin casi atemporal. Guste o no a los modernos, los conceptos de la Ilustracin se han revenido y en su lugar crece no necesariamente alfalfa. Por otro lado, si, como es patente, el mundo ha cambiado mucho, a qu empearse en seguir todo el curso con lo inexistente? Los planes de estudio pierden cada ao, cada mes, cada da, tiempo y oportunidades para actualizarse. Los alumnos se aburren, fracasan o descreen de la universidad, y una cuarta parte de los universitarios entre los veinte y los veinticuatro aos abandonan. Con sobrada razn: su educacin est teniendo lugar fuera de las clases, ante las mil pantallas, en sus dormitorios o en los cibercafs. Las clases tienen que ver poco o nada con sus intereses, y los profesores aparecen inexplicablemente alejados de la realidad (y de la virtualidad). Ajenos, salvo casos raros, a casi todo aquello que ha cambiado la cultura en los ltimos treinta aos y que parecen desdear como si el tiempo se hubiera detenido o muerto en sus aos de oposiciones, y las novedades, en general, no pudieran traspasar el permetro del campus. Los mismos videojuegos, que los profesores siguen asociando a lo peor de lo peor, estn ya empezando a emplearse en Estados Unidos como medios para la educacin y la formacin. Cmo no

detectar en esta estrategia slo sentido comn, puesto que la mitad de la poblacin norteamericana practica esta distraccin y la media de edad de los jugadores ha crecido hasta los treinta aos? Cmo ignorar, a su vez, que en Espaa hay ya ms de ocho millones y medio de personas que videojuegan al menos una vez por semana y que el fenmeno no deja de crecer aqu y en todo el mundo? Es la ignorancia de lo que pasa el propsito de la cultura superior? Para los componentes de la generacin que tiene ms de cincuenta aos, los videojuegos equivalen a violencia, sexo desaforado, degradacin. Para la generacin que ha nacido en la era digital, el videojuego constituye una forma de entretenimiento, junto al cine, la msica o la televisin. No ven el mal ni tampoco se malician, del mismo modo que tampoco produjo enfermedades incurables el xito del twist. Hace casi medio siglo, el cine, la novela negra, el cmic y hasta los psters se integraron en el paquete intelectual, por qu no habr de hacerlo ahora la publicidad, el vdeo, el videoclip, el videojuego, el hip-hop, el diseo, el net-art o el chindogu? En el siglo XIX el vals fue un ritmo maldito y, en general, todo cuanto induca al molinete se consideraba pecado contra el buen gusto o la virtud. El rock sufri persecucin en los aos cincuenta acusado de favorecer la violencia, la promiscuidad y el satanismo, e incluso la novela fue despreciada como indigna por la universidad del siglo XIX. Baudelaire, por su parte, no tragaba la fotografa, y a Bergson se le indigestaba el cine. Nos hallaremos, pues, ante un nuevo problema de trnsito intestinal? S, aunque, como en todo, de una duracin ms corta. En 2001, por ejemplo, George Bush calific al cantante de rap Eminem como la mayor amenaza para los nios norteamericanos desde la poca de la polio. Apenas dos aos ms tarde Eminem fue galardonado con un Oscar. Pronto, el abismo entre una y otra valoracin de la cultura actual conducir a una implosin de las disidencias. La aceleracin, la publicidad y el marketing, las drogas, el porno, el patinaje de los pxels, el mundo de la Xbox, la tecnologa del Prius, Malcolm Morley, Marilyn Manson, iRiver, Dragones y mazmorras, Bill Gates,JeffBezos, Brin y Page,Tom Ford son cuestiones e individuos tenidos por extracurriculares y, mientras tanto, en la red, aquello que se vende como una filfa son los ttulos universitarios. Diplomas de Harvard, de Yale, de la Polytechnique o la Sorbona a cincuenta dlares la pieza, pero tambin titulaciones de instituciones inventadas o falsificadas, llamando Standford a Stanford del mismo modo que en los recipientes copiados del Ans del Mono se vende pardicamente el Ans del Orangutn. Lo falso, cuando se propone ser muy falso, es mucho mejor que lo verdadero y, sin duda, ms consternador. Precisamente un profesor universitario, Nstor Garca Canclini, cuenta en su libro Diferentes, desiguales, desconectados (Gedisa, Barcelona, 2004) que un doctor en Educacin por la Universidad Autnoma de Barcelona, Guillermo Bon Bonz, envi a varios congresos tres ponencias con nombres falsos, prrafos plagiados e insultos racistas ... que los comits de especialistas aceptaron sin rechistar ... revelando en qu se han convertido las ferias de vanidades acadmicas. Pero tambin en Francia, donde el bachillerato fue siempre una institucin patritica y sagrada, lecho gestante de la excepcin cultural, se ha conocido que los jvenes bachilleres acaban encontrndose ante el mercado laboral en las mismas condiciones que los sesenta mil estudiantes que cada ao abandonan la escuela sin diploma alguno (Le Nouvel Observateur, 9-15 de junio de 2005). El bacdeca Marie Duru-Bellat, investigadora en el Institut de Recherche sur lEconomie de lEducation ha perdido su valor de mercado. Es necesario pero no es suficiente. Para ser exactos, de las diferentes clases de bachillerato impartidos en Francia, el nico con algn valor de uso es el S (de Scientifiqu), apreciado no justamente por la mayor formacin de sus

graduados, sino porque, siendo el ms difcil, es el emblema de los aplicados y de que los costes de repeticin han podido sufragarlos las familias acomodadas. Es decir, acomodadas en la sociedad, aprovisionadas de contactos y lenguas extranjeras, capacitadas para pagar viajes y dotadas a menudo de una cultura transmisible en el mundo de la distincin. Ciertamente, si la poltica ha logrado en los ltimos tiempos reclutar a los ms vanos y peor vestidos de los licenciados universitarios, la universidad ha conseguido transformarse en un mundo demasiado funcionarial y ofuscado. Y siempre a su pesar, porque uno a uno todos los profesores mantienen la lucidez para despotricar contra la institucin a la que sirven y les malpaga. Cmo no entender, por tanto, que la institucin educativa se encuentre en decadencia? En general, tal como ocurra con la mili, el estudiante est deseando librarse de esa penitencia y, a continuacin, con el ttulo arrinconado, empezar algo de provecho. Uno de los grandes retos de la industria espaola se lea en El Pas, 30 de julio de 2005 es conseguir adaptar el gran nmero de universitarios que cada ao salen de las facultades espaolas a las necesidades empresariales. Pero esto mismo, sin ninguna variacin, lo oamos hace cincuenta aos. No consigue la universidad convivir con la actualidad? No puede o no quiere? Se da el caso de que, en Espaa, la generacin entre los veintisis y los treinta y cinco aos es la ms titulada universitariamente de Europa, segn las estimaciones oficiales, lo que da una idea, por un lado, de cmo debe de hallarse Europa. Pero, por otro, plantea la pregunta de titulada para qu? Si no consiguen cumplir con sus empleos en las empresas, en qu lugar de trabajo se est pensando? En la poltica? En la Academia de Platn? En los conventos? En la propia universidad, para reproducir el proceso ad infmitunP. De vez en cuando los profesores confiesan esta aberracin. En el mismo diario, Emilio Fontella, decano de la facultad de Ciencias Econmicas de la Universidad de Nebrija, deca: A los titulados espaoles les falta conocimiento de idiomas, talante emprendedor, capacidad para solucionar problemas y la inquietud por mantener una investigacin permanente. Segn este profesor y cualquier otro que pasara por all: En la mayora de las universidades se estudia una ciencia pura en lugar de una aplicada. Pero depurada de qu? En un nmero extraordinario de Le Monde de esa misma semana (n. 338, julio-agosto de 2005) dedicado a pensar la cole de demain (escuela del maana), el admirado filsofo alemn Peter Sloterdijk dice: Entrar en la universidad es salir del mundo. Esta es la gran excelencia, al parecer, de su universidad. Cuantas menos contaminaciones, ms pureza de raza, cuanto ms lenguaje indescifrable y volmenes estomagantes, ms pronto se gana un tramo y su correspondiente colacin. Pero y los estudiantes? Los estudiantes ya se las arreglarn, como se las han arreglado tambin ellos. Mediante la farsa o la reconversin. Porque si cultura y empresa se han tenido por entidades antagnicas dentro de la universidad, no se querr que la educacin universitaria cometa la vulgaridad de formar profesionales para encontrar empleo en esos espacios. La universidad es un mundo fuera del mundo, segn se da a entender y a experimentar a quien quiera verificarlo. En consecuencia, lo justo de la universidad, respetuosa con su matriz ilustrada, ser dispendiar licenciaturas inaplicables. Porque siendo pragmticas o productivas como pensar que se ha sucumbido a la ley del capital? Cmo no haber estropeado el programa con la atencin a lo real? Cmo deshacer la autocomplacencia de lites vitalicias o sagradas? Porque aun pretendiendo procurar algo eficiente a los alumnos, como sera imaginable que gran parte de los actuales profesores fueran capaces de transmitir algo relacionado con la actualidad? Harto de que las cosas fueran as en Europa, Edgar Morin fund un universidad en Mxico donde se ensea mundologa. Con esto Morin defiende la obviedad de que la divisin de las disciplinas es actualmente un grave defecto del sistema educativo. Son necesarias las conexiones

entre universidad y empresa, cultura cientfica y humanidades; es necesario incorporar al conocimiento los mass media, la tecnologa de las comunicaciones, el consumo, la ecologa, la tica, el sentido de la vida y de la muerte. Incultos los jvenes? Inculta la sociedad de nuestro tiempo? Una institucin docente que slo estima verdaderamente a quien lee, y desprecia a quien ve la tele o se entretiene con los videojuegos no puede pervivir en esta poca. Igualmente, esa enseanza pblica que pone los ojos en blanco ante los libros (sin contar con que el 40 por ciento de los maestros espaoles no visitan jams la biblioteca) y no sabe explicar la publicidad, que repite los nombres de personalidades de hace una eternidad y no acierta a referirse a quienes lideran nuestras vidas, una institucin, en fin, que se vanagloria de textos donde aparecen los nombres egregios de centurias atrs y es ciega a la mitologa de nuestra poca, no sirve. Sencillamente, debera cerrar. Habra cerrado ya si fuera una empresa y, de hecho, su nico poder deriva, como en los tiempos del mandarinato, del monopolio en la dispensacin de ttulos casi gratuitos. Cmo no iban a prosperar, aun siendo caros, los centros privados y los centros piratas, los clandestinos, las falsificaciones, la corrupcin? Si los educadores ignoran los intereses actuales de los educandos, los educandos ignorarn las palabras de los educadores. Quin desdea, pues, a quin? Los estudiantes a los profesores o los profesores a los estudiantes? Hace tiempo que la universidad sigue un proceso de autodevoracin, y para salir de l deber atender, por paradjico que parezca, a la cultura del consumo. A la cultura interactiva del consumo, porque la cultura, a diferencia de los tiempos piramidales, se encuentra ms despierta e interrelacionada de lo que pueda parecer. Los textos homricos, las joyas etruscas, los cuadros de Boticelli, las novelas de Balzac, el teatro de Visen, son cultura. Pero qu decir de la porcelana de Saxe, la arquitectura de Alberto Moletto, la silla de Franceso Rota, el aeropuerto de Osaka, el Bentley Continental Flyng Spur de Ral Pires, las prendas de JohjiYamamoto, el diseo de Joas Nordgren, el escape del reloj Breguet, el bolgrafo Bic? A medida que el objeto se hace ms cercano (y consumible) parece menos culto (de menor culto). Cuanto ms se aproxima mayor es la dificultad de visin. Pero igualmente se padece aberracin visual cuando el amor se tiende intensamente hacia el pretrito y el presente es slo trivial. O bien, cuando se piensa que cuanto se acumula vale y aquello que circula no. En marzo de 2003, el director de la Casa de la Literatura austraca, Heinz Lunzer, de clsica formacin universitaria, sentenciaba que el funcionamiento como empresa de instituciones tales como el Museo de Historia del Arte, la Biblioteca Nacional o el Teatro de Opera de Viena representa una catstrofe cultural. Sin embargo, el odioso museo capitalista de gestin privada, con su factor emocional y su efectismo, ha necesitado implantar la reserva de entradas para controlar el fervor de la multitud, un xito desconocido sin la idea de empresa. Un xito para gentes vulgares? La cultura es culta porque es minoritaria o es minoritaria para ser culta? Preguntas sin fuste en la actualidad. Los empresarios que han venido al mundo para hacer dinero pero tambin otros bienes (si no para hacer el Bien, segn la nueva responsabilidad social de las empresas) nunca han sido queridos por los intelectuales y por la universidad. Nunca desde esos centros era imaginable que la empresa se elevara a paradigma del quehacer general. Pero ahora, desde las mismas parroquias a los mismos museos se guan por criterios de empresa. Ni a los museos acuda tanta gente cuando eran gestionados funcionarialmente (se trate del Prado o del Metropolitan) ni se hablaba tanto de arte, sea esto lo que Dios quiera que sea. Claro que se habla superficialmente y las gentes, en las colas del Prado o del Bundeskunsthalle, no saben bien adonde van a parar ni, despus, se paran tampoco demasiado a considerarlo. Claro que en el Louvre,

tras la nueva ubicacin de la Gioconda, se ofrece a diario una escena conmovedora: la masa de turistas se apila con cmaras y mviles ante la Mona Lisa mientras deja vaco el espacio a su espalda, donde dos grandes retratos de Tiziano cortan la respiracin. Pero el turista, en efecto, no viaja para morir de asfixia. La cultura de consumo ha terminado decidiendo que grandes museos internacionales como la Tate Modern muestren ahora sus fondos ordenados por gneros (la vida cotidiana, el paisaje, el cuerpo, la sociedad) y no por pocas o por estilos. All su director ha juntado, marco con marco, una obra de Nicholas Hillard (1547-1619) con otra de Maggi Hambling, nacida en 1945, una pintura de Johan Zoffany (muerto en 1810) con un cuadro de Hockney, fechado en 1967. La vecindad busca el efecto especial, puesto que el impacto, el accidente, la publicity es aquello que ms gusta al consumidor. Si fuera otro el receptor acaso se vera defraudado, pero el consumidor se nutre de la novedad y el suceso. Los escaparates, las pantallas urbanas, las rebajas, las marcas, las copias pirata, los pxels, los best sellers. Ninguna civilizacin puede pensarse a s misma, escribi Lvy Strauss, si no dispone de otras que le sirvan de comparacin. El Renacimiento hall en la literatura antigua el modo de situar su cultura desde una perspectiva diferente. Cmo resistirse a aceptar un cambio en lo que fuera la nuestra? La nuestra? Nunca la actividad intelectual, nos guste o no, fue tan creativa, libre y vivaz como en este momento, ni el ordenador que nos obliga a volcarnos puede compararse al libro que incita a tumbarnos. Han desaparecido los marmreos maestros pensadores y las referencias han adquirido una consistencia tan dctil que en nada se parece a la ferramenta anterior. Se ha vuelto incuestionable que la mejor escritura, el pensamiento ms agudo requieren una lectura esforzada y atenta. Pero quin puede pedirle esfuerzo lector al consumidor medio en un ambiente audiovisual veloz y, a menudo, empleando ocho horas en trabajos relacionados con las pantallas? Ms que un pasaje el consumismo es una manera de ser y de tener, una forma de vida. Pero tambin, para consideracin de los ms sabios, una colosal operacin contra el miedo a morir.

3 La muerte sin mortalidad


Han desaparecido los horarios, pero persiste el tiempo que acaso nos mata. Se dice que la globalizacin ha abatido el tiempo y el espacio. El espacio quiz s. Pero el tiempo es central y personal. El tiempo es un tigre que me devora; pero yo soy el tigre, deca Borges.Yo soy el tiempo que acosa y desengaa, cmo podramos prescindir de l? La muerte nos mira y nos calibra para establecerse. La fe religiosa se cita con ella, pero la cultura de consumo trata, por todos los medios, de expulsarla o deshacer su identidad. Segn la mitologa religiosa, la muerte propicia el paso a una entidad superior, ms poderosa y rica que la identidad humana. Sin muerte habramos de conformarnos con la condicin de seres humanos, pero la muerte nos coloca, segn la fe, ante la oportunidad de llegar a ser ngeles, santos, condenados, criaturas inmortales. Qu hace, sin embargo, la cultura de consumo, hedonista y neopagana, para sustituir esta gran oferta religiosa para los duros momentos de expirar? Qu clase de superoferta ha preparado el capitalismo de ficcin para hacernos eternamente felices? El proyecto que el capitalismo de ficcin ha emprendido contra la muerte constituye la operacin de mayor envergadura que haya conocido la humanidad en conjunto y desde sus balbuceos en el Paraso. La religin busc la conversin de la muerte en trnsito excelso y todas las civilizaciones han repetido su pilar consolatorio en la grandilocuencia del ms all. Con esta idea, el imperio traspona a sus sbitos el impulso de perpetuidad y se consolidaba como poder divino en permanente dilogo con las alturas. El aqu y el all se vivan y se padecan o gozaban conjuntamente, y el trnsito, la transaccin, la transparencia entre uno y otro paraje conferan a la muerte una caracterstica pasajera, ni trgica ni capital. El ms all se encontraba abierto de par en par y, en consecuencia, la muerte fsica era una especie de ficcin indolora, un rito para lograr el ascenso a lo verdadero y supervital. Los muertos resucitaban, los cadveres se incorporaban con agilidad, los desaparecidos se reunan con amigos y familiares en los recintos celestiales antes y despus del Juicio Final. La mortalidad absoluta era una cuestin reservada a los brutos y a las plantas, as como a los muchos objetos no sagrados. Los seres humanos no moran nunca. Ms bien nacan y se reproducan para dar ocasin a que se realizara el garantizado milagro de la eternidad. Los hombres, y ms tarde las mujeres provistas de alma, aparecan con un principio discreto, un nacimiento corriente, pero llegaban a un desenlace extraordinario. En el tramo intermedio, la divinidad o las divinidades se hacan presentes, y con su intervencin, devorando o mimando sin tasa, convertan a las criaturas carnales ms comunes en un picadillo inmortal. La muerte individualizada no existi, por otra parte, hasta entrada la Edad Media. Hasta entonces se mora principalmente en masa, epidemiolgicamente, catastrficamente, como una fatalidad nauseabunda e inherente a un mundo que se comportaba arbitrariamente y a granel. Con todo, se trataba siempre de muertes materiales que ms tarde se reciclaban en espritus exornados de virtud. Slo los animales y los objetos carentes de espacio adecuado para hospedar un alma moran miserablemente, se desintegraban y desaparecan en el polvo, mientras el sujeto, criatura teolgica, se hallaba eximido de esa sevicia cruel. Con este discurso, halagador y persuasivo, emotivo y gratificador, el marketing religioso se haca ms prometedor que ninguna droga, ms embaucador que

cualquier hechizo.Y as ha venido triunfando hasta nuestros das. La religin provee de jaculatorias o soportes inspirados en el miedo a morir o ver morir a quienes amamos, y con la finalidad de mitigar el terror de un vaco absoluto donde se desintegrara nuestra identidad y la de todos aquellos que la amparan. La cultura de consumo no niega la mortalidad de las personas, no propaga la historia de una vida posterior. Para la cultura de consumo todo se desarrolla aqu y ahora, pero paradjicamente es la cultura de consumo quien procura, en su extremo consumista, la alternativa gemela de la inmortalidad. Una alternativa simtrica pero servida a travs de un estilo procedimental radicalmente inverso. Porque si la religin trata de superar la muerte concedindole el valor de trnsito excelso, el consumo trata de borrar la muerte allanndola como un dato ms; como un paso tan insignificante que no se ve ni debe llamar a la reflexin. Los religiosos viven consolados mediante la creencia de que morir es el hecho consternador gracias al cual se ingresar en un mbito prodigioso, baado de felicidad. Contrariamente, los consumistas viven consolados respecto a la muerte negando su excepcionalidad o, ms an, reduciendo su relieve hasta alcanzar una consideracin nula. La cultura de consumo no incorpora el producto muerte en su repertorio de bienes y servicios, no censa el artculo muerte ni lo etiqueta, y no poseyendo reconocimiento ni precio desaparece del registro general. Para qu servira la muerte al consumidor? Ni aporta valor de uso ni tampoco valor de cambio. Al revs de lo que ocurre con el mismo elemento en el interior del sistema religioso, donde la muerte posee un valor de uso cabal y un valor de cambio portentoso. La muerte se magnifica en los ceremoniales funerarios de las iglesias, se enaltece en las tumbas de los faraones, de los emperadores o de los Papas, se solemniza siempre entre los rezos ms fervorosos del feligrs. Los panteones de hombres ilustres son monumentos histricos porque contienen el cuerpo y la extincin imprescindibles para transformar a los seres humanos en personajes eternos. Pero dnde se encuentran esos panteones productivos en el sistema de consumo? Cundo se ha fundado un edificio comercial destinado a glorificar la defuncin? Los tanatorios son, en todo caso, como estaciones de cercanas, lugares de trnsito hacia la inhumacin sin restos de materia prima consumible. Igualmente, los ritos funerarios se han reducido en tiempo y significacin con la finalidad acaso de que los cadveres sean abandonados pronto en su encierro y hacer sentir que no ha pasado nada. El cadver incomoda como un objeto desbaratado e inservible. La muerte no es de este mundo eficiente, donde la vitalidad, la estimulacin, el cambio incesante, el presente continuo, conforman sus factores de progreso. Frente a ellos, la mortalidad, la inanicin, la inmovilidad, la trascendencia son elementos mostrencos y retardadores. El sistema de consumo progresa gracias a la expulsin de la muerte porque se hara mal favor a s mismo si se rozara con la consumacin y sus sntomas. La filosofa central de la cultura consumidora establece que seguiremos asistiendo a novedades y ofertas sin fin, a cambios de vida y oportunidades inagotables, a temporadas sucesivas que reciclan el pretrito y garantizan su regreso en la nueva coleccin. Vivimos sin meta, envejecemos sin perder la juventud, enfermamos sin que, en ningn caso, signifique que podamos morir. En la etapa religiosa nos sacrificbamos con la esperanza de que los efectos especiales llegaran despus. Ahora debemos atender slo a las escenas del presente real o virtual. Aqu est todo lo que hay y lo que no hay, y el fatalismo de esta constatacin redunda, necesariamente, en seres implicados en una experiencia intensa y surtida, propensa a la curiosidad, la aventura y el flirt.Y no slo por la codicia de recibir ms sino por el vicio mismo de probar y experimentar en los bordes, el fulgor de la muerte denegada y transformada

en adrenalina pura.Vida al cien por cien. La vida es aqu, extremadamente, todo a lo que se puede aspirar. Se trata del supremo objeto de consumo, el superartefacto especial, gracias a cuya acertada utilizacin obtenemos las mximas respuestas, aunque no todas benvolas. Nunca el vitalismo se hall, pues, tan requerido ni las condiciones (mercantiles, existenciales, imaginarias) fueron tan reclamadas para crear, siempre en vivo, la ficcin de su reproduccin sin defuncin. De hecho, la muerte que llega suele ser considerada como una disfuncin, un defecto de la organizacin personal, un golpe que debe asumirse como consecuencia de algunos problemas todava sin resolver. Y la vida seguir, indemne y encuadrada en la corriente que, por su exigencia de celeridad y movimiento, prohbe cargar con los muertos. Los muertos apenas siguen representados en nuestras casas a la manera de la etapa del capitalismo de produccin, apenas se les deja apoyarse en nuestro recuerdo, y las ayudas teraputicas o farmacolgicas tratan de aliviar tanto su peso como nuestro pesar. La superficialidad, la ligereza, la velocidad, aprendidas en la instruccin consumista, se oponen a la profundidad, la pesantez y el estatismo doloroso del difunto. La persona fallecida no est pero parece que su recuerdo tampoco debe permanecer demasiado tiempo, tanto por su efecto doloroso como por su espesura. Los lutos de la muerte religiosa se prolongaban durante aos puesto que la muerte constitua un gran suceso y los parientes permanecan como deudos, subordinados o dependientes, del desaparecido. Le deban todo el respeto a causa de haber ingresado en el ms all y le rendan culto como se hace con los santos, puesto que, efectivamente, su naturaleza haba mejorado extraordinariamente. El muerto, desde el cielo, se converta en objeto de invocacin, susceptible de conceder favores imposibles, capaz de obrar milagros o de orientarnos mgicamente en los conflictos ms impensados. El muerto era implorado por sus seres queridos como si el difunto, gracias a dejar la existencia, hubiera ganado poder y no, por el contrario, hubiera pasado a transmutarse en nada como parece ocurrir hoy. La muerte, en fin, vale ya muy poca cosa. La posible inmortalidad se ha instalado culturalmente y el ms all del muerto no punta. Todo aquello que no se muestra a la vista o no reposa en los anaqueles, todo aquello que no puede adquirirse ni utilizarse es difcil de tener en cuenta. Ms an: es patolgico, esquizofrnico, tenerlo en demasiada consideracin. En la antigua sociedad religiosa, la muerte habitaba en su interior, formaba parte de las vidas y las fiestas, se encarnaba en objetos y detalles del hogar, resida en las oraciones, las conversaciones y las costumbres. Hoy, por el contrario, en una sociedad laica y consumidora, la vivencia de la muerte genera una anomia que peijudica la integracin con el conjunto de los dems. Los muertos no existen. Ni para bien ni para mal. Han desaparecido casi por entero, y lo que de ellos queda, en creciente mengua, es la traumtica huella de haberles contemplado como injustas vctimas de un virus o de un azar. As, cada da ms, la muerte, como el resto de los fenmenos en la cultura del cambio sbito, no acaece como efecto de un proceso y mucho menos de un proceso vital. Lo vital es lo vital, no la finalidad de nada sino el motor de la vida. De este modo, sin ninguna articulacin histrica o biogrfica, la muerte nos explota como un acto terrorista, sin significacin, sin convalidacin, sin prestigio. Morirse es tan slo una calamidad. As como el mundo entero ha sido culturizado y los espasmos de la naturaleza se viven como brbaros retazos de una civilizacin que se niega desesperadamente a fenecer, la muerte individual se comporta como un vestigio anticultural dentro de un sistema que, aun hallndose controlado, presenta, de vez en cuando, averas importantes que la ciencia mdica ya est tratando de corregir. No llegamos a creernos absolutamente inmortales debido a estas deficiencias, pero creemos,

ciegamente, en que lo seremos en cuestin de aos. Los que ahora viven morirn pero la especie empieza a creer seriamente en un futuro sin trmino. Los que vayan naciendo vivirn cada vez ms y se llegar a vivir tanto en un momento dado que, entonces, la muerte, bajo cualquier consideracin econmica, simblica o biolgica, ser como un residuo insignificante. Un resto de tan nfimo valor que ni siquiera importar a uno mismo, puesto que ya el s mismo habr podido dar todo de s. En consecuencia, plenamente obsoleto, fuera de servicio, admitir mediante el paradigma general aprendido de los sobjetos su correspondiente sustitucin. Con lo cual, tampoco simblicamente moriremos sino que seremos reemplazados y recordados como tiles de otra poca e intiles aos despus. La muerte, en fin, que antes serva para aspirar a lo ms alto y celestial, se habr revelado, al cabo, dentro de nuestro sistema consumista, un episodio sin enjundia ni dinamismo. Es decir, algo molesto o residual, incompatible con la circulacin, la levedad y la fiesta. Incompatible con nuestra vida al ras, horizontal (sin cielo ni infierno), superficial, parpadeando sobre una inmensa pantalla sin destino, para bien y para mal.

4 La feminidad sin la mujer


Ser humano, llorar en los entierros, acudir a las manifestaciones en favor de las vctimas, convertir en grandes xitos los documentales sobre pases indigentes, apadrinar a un nio peruano, inscribirse en un voluntariado son quehaceres del individuo puesto al da. Ahora nada cobra pleno sentido sin la prestacin humanitaria, el contacto solidario, la red o el link. Este nuevo sujeto, propicio a la joint-venture, volcado en el chat, proclive a los viajes, tolerante, intercultural, es un individuo que aspira a ser persona, o mejor: a ser otra mujer. No una mujer como las dems, sino una edicin recin estrenada de mujer. Porque este prototipo, con morfologa de macho o hembra pero con leve alma de grupo, se desea liberado (liberado del conformismo, liberado de s) y abierto a diferentes contextos. Lo caracterstico de este sujeto no sern ni los compromisos fuertes ni los permanentes, pero s la interconexin y el engarce mltiple, para lo cual el buen humor, tan presente en las estrategias del marketing, ser el pegamento imprescindible. Una actitud de cercana que pone en el centro el valor de la emocin. En 2003, la Universidad de Oxford public un estudio donde se afirmaba que para encontrar hoy un buen trabajo es preferible no ostentar un saber muy profundo y concreto. Las empresas se declaran hartas de los sabihondos y prefieren tipos despiertos, con don de gentes y habilidad para formar grupos. El cambio en la valoracin de los currculos ha sido notable desde comienzos de los aos setenta, pero clamoroso en el siglo XXI. En la poca industrial se requeran saberes especficos para tratar con las mquinas, pero hoy, en el amplio universo de los servicios y de la robtica, la demanda se fija no en los buenos tcnicos sino en las personas buenas, gentes encantadoras que se comporten afablemente y gocen de intuicin y empatia. Una mujer? Un tipo, en fin, cuya formacin haya sido orientada menos a crear musculatura que elasticidad, ms hacia la perceptibilidad que a la perorata. La cultura, los conocimientos, la informacin no deben venir acumulados como un fardo sino a la manera de un tono que favorece la impresin y la comprensin en un medio heterogneo. La importante figura del manager, desarrollada a finales de los aos ochenta, es un indicio significativo. El manager no desempea una tarea delimitada y concreta, sino que se ocupa de atender a unos y a otros empleados o clientes, a mejorar las relaciones entre departamentos, a impulsar la motivacin y a impulsar iniciativas. En los crculos profesionales se les conoce como animadores de equipo o como donners de souffl (donadores de aliento), listos para actuar cuando las fuerzas corporativas estn fallando o el estmulo se desgasta. Su funcin ha crecido de tal manera que la Harvard Business Review de junio de 2005 deca: El valor del manager no acaba en su funcin de soporte, sino que se constituye en eje central del proceso de gestin. Ocupado en las relaciones de los trabajadores en cuanto seres humanos, este corazn del organigrama (atleta de la empresa se le denomina) debe ostentar atributos capaces de convertirle en figura de referencia y apoyo. Los managers se distinguen as de los cuadros, en que lo suyo es, precisamente, la esfericidad, la disposicin en todas las direcciones. Muchas de las tradicionales empresas son hoy negocios de servicios, pero tambin, en muchas industrias, el coste del personal resulta ahora ms alto que el del capital, y los estados de nimo del trabajador junto al grado de su actitud creadora han cobrado relevancia extraordinaria. A The Rise of the Creative Class (Basic Books, Nueva York), de 2002, su autor, Richard Florida, aadi, en 2005,

otra obra titulada The Flight of the Creative Class. The New Global Competition for Talent (Harper Business, Nueva York) referido esta vez a diferentes pases y no tan slo a Estados Unidos. Este nuevo volumen aplica a China, India o Europa la tesis de que el desarrollo de la economa se apoyar cada vez ms en el talento y la sensibilidad de ciertas personas (inventores, artistas, diseadores, interioristas) y destaca el gran impacto internacional alcanzado por ciudades comoVancouver, Dubln, Bangalore o Singapur, donde se han ido concentrando estos profesionales y sus colaboradores. Complementariamente, frente a la idea de la high tech que inaugur la tercera ola tecnolgica, la tendencia en ascenso se llama high touch (alta emocin), segn pronosticaba Naisbitt y su esposa, Nana, en un libro del mismo enunciado (High Tech, High Touch, Nicholas Brealey Pub., Naperville, II., 2000). El mundo se globaliza con un modelo de inspiracin femenina que estuvo arrinconado en el anterior capitalismo de produccin pero que ahora llega por razones de mayor productividad y maximizacin de beneficios. O de otro modo: la cultura del capitalismo de consumo sera inimaginable sin el ascenso del principio del placer, y la dinmica del principio de placer es inconcebible sin la autorizacin femenina. La apertura sexual de la mujer, el formidable abandono de su autorrepresin y, de paso, el alivio de la represin sexual del otro seran base simblica de la nueva economa de la extroversin y el gasto, el punto seminal del personismo en sustitucin de otros ismos duros, como el hiperfeminismo o el hiperindividualismo. El auge de la mujer personaliza la vida. Las mujeres establecen contactos all donde van, de la iglesia al supermercado, de las farmacias a las playas, de manera que, como han anotado los profesionales del marketing, prcticamente todos los encuentros entre mujeres son personales y el modo en que se venden las cosas a una mujer parece tan decisivo o ms que aquello que se vende. La mujer personaliza con facilidad los objetos y les confiere, a menudo, un pseudoestatus de seres vivos. Mientras que el hombre ha tratado frecuentemente los objetos diarios como herramientas del trabajo dependiente, la mujer ha tratado con utensilios familiares y familiarizados. Los objetos del trabajo exterior fueron instrumentos para desempear tareas prefijadas por el patrn y su propiedad no corresponda al obrero. Los objetos que histricamente ha usado la mujer en la vida domstica pertenecan a su dotacin domstica y se alineaban en la casa al lado de otros que conferan identidad y sentido. Las herramientas del asalariado sufren uno u otro grado de ajenidad, mientras que los utensilios domsticos como los tiles del artesano se integran en el muestrario de la existencia propia. A los hombres, desde los ms insignes, les ha interesado, en trminos generales, el ser humano; pero a las mujeres les han interesado, especialmente, las personas. El filantropismo tiende a la abstraccin, mientras que el personismo es sentimental y fsico. El ascenso del personismo o, correlativamente, del modelo femenino sobre el masculino no provoca adems el efecto de dependencia que se registraba con la supremaca masculina. La mujer ha sido el amor, el cuerpo, el colorido, mientras que el hombre detentaba la autoridad, la racionalidad, el no color. El hombre se ensalzaba con el poder de la fuerza, pero la gloria femenina es claramente otra cosa. El mundo puede ser ms sutil siendo femenino y ms complejo al estilo de las partituras todava por interpretar. La mujer ha mimetizado comportamientos, formas de vestir, costumbres y lenguajes masculinos desde hace cincuenta aos, pero no ha variado tanto su valoracin de lo bueno, lo malo y lo mejor. No ha sometido incondicionalmente la vida familiar a la vida laboral, no ha olvidado su maternidad y, en consecuencia, no ha situado el amor (el romntico, el familiar, el de las amigas) en posiciones de segunda fila. De la misma manera, la experiencia emocional sigue constituyendo una experiencia

tpicamente femenina y si ahora flota a gran escala en los medios sensacionalistas, en la poltica o en la economa cusmotizada, es gracias a que ellas han alcanzado una influencia mayor. Como consecuencia, la sociedad acenta su consumo de efectos especiales, programas rosa, love marks. El desarrollo del factor emocional (e-factor) en todos sus aspectos ha llevado a la transformacin de parques y jardines, telediarios, comercios, novelas y diseo de webs, as como a la correccin de las teoras econmicas y los ndices que miden la riqueza social de los pueblos. Incluso en la tipologa arquitectnica, a despecho de algunos falos soberbios (Foster, Nouvel o Pelli), la arquitecta iraqu Zaha Hadid, que no haba conseguido materializar ninguno de sus proyectos en varios decenios, construye ahora sin tregua y ha sido galardonada con el Pritzker. Sus proyectos, antes carsimos y tecnolgicamente casi irrealizables, despliegan velos, transparencias, escorzos de cristal a modo de una victoria de las finuras del gnero. Pero si se trata de los arquitectos, las obras de Koolhaas, Gehry, Alsop, Herzog & Meuron o Tun y Mansilla recalcan el olvido de lo que sera el quehacer viril. La arquitectura emocional destaca sobre la racional de la misma manera que en los medios de comunicacin de masas aumenta el efectismo. Una arquitectura fotognica, dirigida a lanzar impactos mediticos, se corresponde con una comunicacin general que se apoya en los avatares del corazn. Igualmente, el propio cuerpo, que fue menos objeto de atencin para los hombres que para las mujeres, ha ganado protagonismo y muchsimos cuidados. Un ndice de este fenmeno es el aumento en la demanda de cosmticos preparados para hombres, desde los bronceadores instantneos o los dfatigants hasta los antiarrugas y los reafirmantes. Clarins, LOral, Biotherm, Shiseido, Este Lauder, Avons, Nivea han lanzado lneas completas para el cuidado de la piel masculina, puesto que el mercado de la mujer parece estar saturado, segn Jean-Marc Mansvelt, director en Biotherm y pionero de este target. Pero incluso marcas muy femeninas lo han comprendido tambin: A las mujeres se las debe hacer soar con un discurso glamuroso. Para los hombres es necesario hablar de manera ms concreta, dice Marie-Caroline Darbon, directora de marketing en Lancme. La belleza fsica pareca un asunto especialmente femenino y las perfumeras reciban siempre la inspiracin de un gineceo rosa. Ahora, sin embargo, hay corners en los grandes almacenes dedicados a los hombres y las revistas del tipo FHMy Mens Health no cesan de recomendar dietas, ejercicios y cosmticos. Hasta ciento sesenta mil millones de dlares anuales factura hoy la industria del maquillaje, de los acondicionadores del pelo, las cremas hidratantes, las cirugas y las pldoras adelgazantes, sin que todas las cifras dejen de crecer.Y no slo en el mundo ms desarrollado; en Brasil trabajan ms mujeres para Avon (novecientas mil) que hombres y mujeres para el ejrcito. La guerra contra la fealdad o el sobrepeso viene a ser como la otra batalla contra la discriminacin, puesto que en todas partes los obesos suelen cobrar menos, y en Holanda, Alemania, Francia o Estados Unidos, varias empresas han constatado una estrecha relacin entre belleza notable y notables cargos y privilegios. Como consecuencia, en Norteamrica la poblacin gasta ms en cosmticos que en educacin, menos en instruccin que en seduccin. Hasta el cario filial se encuentra afectado y, segn la psicloga Nancy Etcoff, los bebs quieren ms a los padres de buena apariencia. Derecho universal a la sanidad? A esta vieja demanda, propia de la Tercera Internacional, sucede la reclamacin de la belleza para todos en los actuales tiempos personistas. Al derecho a la sanidad pblica universal se agrega el derecho a la belleza para cada uno, de acuerdo con sus deseos. De hecho, deseamos estar sanos no slo para sentirnos bien con nosotros mismos, sino para lograr una positiva sentencia judicial, para ganar ms dinero, para aprobar las oposiciones o para llegar al poder. Necesitamos sentirnos bien, vernos jvenes y agraciados para ser agraciados,

apreciados por los otros y extraer ventajas de una mayor cotizacin. El capitalismo de produccin procuraba a los obreros un salario de subsistencia como requisito para poder seguir extrayndoles plusvalas. Ahora, dotarlos de un salario para que accedan al consumo se hace tan indispensable como no dejarles morir. Hasta las rgidas instituciones bancadas de antes vienen a ofrecernos prstamos on line o asistirnos personalmente con crditos fciles para que no cesemos de gastar; para que no dejemos de ser productivos a travs de la indita energa del placer. El placer sexual, el placer por antonomasia, ha parecido siempre menos importante para las mujeres que para los hombres, pero ahora, una vez que la mujer ha levantado las compuertas, la sexualidad se ha dispersado en todos los sentidos, gneros y subgneros, desde los gays a las lesbianas y desde los transexuales a los queers. Esta vaporizacin de lo sexual da lugar a combinaciones mltiples dentro del mundo del consumo aunque con una cualidad fundamental. El conjunto se feminiza sin que esta cultura femenina, ms ambigua y disipativa, aparezca como imposicin sino como evolucin. El mundo, en fin, se ha feminizado tanto que el erotismo femenino se ha convertido en el paradigma general de la cultura. El patriarcado, que tom a la mujer como objeto, troce pormenorizadamente su cuerpo a efectos de aumentar la explotacin del goce: los labios, los pechos, el pelo, las piernas, el culo. Siendo entonces la mujer un objeto se poda desmontar, saborear en porciones, fragmentar el recuerdo carnal porque lo interesante de las chicas era su repertorio en cuanto bocados y segn los gustos de cada cual. Frente a ello, el hombre apareca, supuestamente, como un ser entero; un personaje tan encajado en el papel de sujeto que era difcil de desear como un objeto. El hombre estaba para mirar y la mujer para ser mirada. ste era el mundo amoroso y, en su interior, la cosmtica constituy un quehacer eminentemente femenino, porque la palabra cosmtica proviene de cosmos y su significado remite a la idea de poner en orden el mundo, reordenarlo de acuerdo con un patrn. La mujer recurra a la cosmtica para gustar o, lo que es lo mismo, para adquirir la apariencia que respondiera a los gustos del hombre, el patrn. De esa manera ella seduca, gustaba y con ello engatusaba; despertaba el deseo de ser poseda para, a travs de esa atraccin, lograr otras parcelas de la previa realidad subordinada. El funcionamiento de este sistema asimtrico se deshace con la tendencia a la igualacin, pero mientras el cuerpo de la mujer, tratado como objeto, ha demostrado de sobra su productividad, el tratamiento del cuerpo masculino como cosa ha dado, por el momento, muy poco de s. Hombres en cueros? Mientras el striptease de las mujeres dejaba absortos, el del hombre mueve demasiadas veces a la hilaridad. Ms an: quienes de verdad estn interesados en los cuerpos masculinos desnudos en la publicidad actual son menos las mujeres que el grupo gay, porque tanto para las mujeres como para los hombres lo ms chic son todava las chicas y lo sexy se encuentra en lo femenino, se trate de hombre o mujer. Significativamente, en la primavera de 2005 apareci en varias ciudades francesas la publicidad de unos slips para hombres con encajes de color rojo, transparentes y ceidos como si fueran bragas. La publicidad de Hom deca: Te faire rougir de plaisir. Juste pour toi et moi (Para hacerte enrojecer de placer. Justo para ti y para m). La erotizacin se reciba pues parasitariamente de la tradicin femenina.Y el modelo general, tambin. En todos los casos, el hombre asume estos cambios no como una prdida de lo anterior sino como liberacin ms o menos secreta. Una liberacin del sujeto machista, flico y dominador, de tareas tan adustas como fatigosas. Una liberacin del hombre a travs del movimiento de liberacin

de la mujer y adoptando un modelo que, aunque dotado de feminidad adicional, no podr llamarse ni feminizado ni masculinizado, sino actualizado. Compuesto de sujeto y de objeto sexual, convertido en sobjeto, sexo producido. En la etapa del capitalismo de ficcin sujeto y objeto se concillan, pblico y publicidad se interpenetran, y el sexo tiende al artificio. Porque el sexo que fue antes una realidad natural, materia prima en el capitalismo de produccin, se revela ahora, de acuerdo con la feminista nocin de gnero, una realidad producida. Cada cual, dentro del universo electivo que ha desarrollado el consumo, podra elegir ahora la dotacin sexual y estilstica segn su conveniencia. Cada uno podra (tericamente) coronar la ilusin (ilusionada, ilusionista, ilusoria?) de un sexo generado: gnero masculino, gnero femenino, gneros mixtos desplegados a lo largo de un catlogo infinito. El sexo/gnero, que defienden actualmente las feministas, viene a ser igual a una performance, un papel que se desempea a voluntad y de acuerdo con las diferentes secuencias de la biografa, un sexo, por tanto, de eleccin y coyuntura tal como hacen las drags y los travests. Tal como se comportan en los anaqueles del supermercado las doscientas clases de champ y las 359 variedades de barras de labios. Verdad? Simulacro? Sin reconocer esta verdad dramatrgica (performtica) del repertorio masculino-femenino toda poltica de emancipacin estar condenada al fracaso, ha escrito la feminista Judith Butler (Trouble dans le genre. Pour un fminisme de la subversin, La Dcouverte, Pars, 2005). O ms claro: sin la posibilidad de ejercitar todas las opciones con el asentimiento social se agudizaran proclama Butler las marginaciones de las minoras sexuales. No habr, sin embargo, marginacin sino fiesta si desaparece la censura de la imaginacin. Cabra decir, no obstante, que si lo masculino y lo femenino no fueran ms que asignaciones circunstanciales, sin barreras entre s, si no fueran sino mecanos flexibles y modelos para armar, cmo se justificara la continuidad del movimiento liberador de las mujeres? La liberacin de Judith Butler y sus correligionarias quedara asociada al amplio movimiento de liberacin del consumidor (objetos y sujetos combinables) y la utopa se habra cumplido. Aceptada la homosexualidad y la heterosexualidad, la bisexualidad y la plurisexualidad, las lesbianas que hacen el amor con hombres, los gays que escogen el placer con heteros, ms todas las formas inclasificadas de lo sicalptico, la nica transgresin posible es, como en el altermundismo, el NO. As que existen ya grupos activos de antisexualidad, en paralelo a los Adbusters o los contraconsumistas. Esta corriente antisexualista naci entre los norteamericanos de los aos noventa pero se ha extendido a partir de 2004 a varios pases de Europa. Los A se reclaman como una minora 1 por ciento de la poblacin, segn sus clculos que debe gozar de los mximos derechos, porque ser asexual declara David Jay, lder del site AVEN (Asexual Visibility and Education NetWork, www.asexuality.org es sentirse como un ateo... Las gentes se sienten mal admitiendo que no experimentan ningn deseo sexual, pero yo no tengo pudor en decirlo. Puedo hablar de sexualidad con mis amigos, pero el acto sexual no me interesa, no me veo hacindolo. Miles de personas militan en AVEN y defienden la A-Pride attitude (el orgullo antisexual) con este eslogan: La asexualidad no es exclusiva de las amebas!. Puede pedirse ms? Puede pedirse menos? La cultura del consumo incluye el anticonsumo, de la misma manera que la verdadera Iglesia incluye a los descredos y a los curas pedfilos. Nada permanece fuera de la fe ecumnica, nada escapa al universo del consumo conversacional, superficial, global. El sexo, que ha perdido su alto valor de cambio para reciclarse en distraccin, constituye una de las categoras renovadas de nuestro tiempo. Emancipada de lo religioso, de lo poltico, de lo moral, la sexualidad ha perdido gravedad simblica y transgresora, pero ha ganado una insospechada

difusin. La accin sexual de los aos sesenta formaba parte del corazn revolucionario debido a la energa explosiva atribuida al orgasmo, pero la asexualidad de estos A del siglo XXI parece, cincuenta aos despus, un anticonsumo trivial dentro de la cultura del NO sin consecuencias. Hace medio siglo, cuando estall la sociedad de consumo, la mujer pareca ser el porvenir del hombre. Ahora el andrgino o el queer es el porvenir de ambos. O, mejor, el porvenir del gnero, puesto que sujetos y objetos han ingresado en un sistema nico donde la oposicin masculino/femenino va borrndose y, en adelante, se tratar de un espacio sin aranceles. Como el mundo sin fronteras, como la masculinidad sin el falo, como el nio sin la infancia, como la feminidad sin la mujer, como el trabajo sin felicidad, como la infidelidad sin fe.

5 El trabajo sin felicidad


Hasta hace poco se admita que la mayor parte de lo que realmente la gente desea amor, amistad, respeto, familia, proteccin, diversin no era valorado econmicamente y, en consecuencia, no existira en el mercado. Pero ahora en el mercado se encuentra de todo y la economa, tradicionalmente conocida como ciencia lgubre, ha prestado atencin a la felicidad. Segn Expansin (24 de enero de 2005), un equipo de investigacin norteamericano de la Universidad de Princeton dirigido por Daniel Kahneman Nobel de Economa en 2002 y Alan Krueger, profesor de economa en esa institucin, est elaborando un medidor del bienestar nacional menos dependiente de los ingresos y ms ajustado a los diversos parmetros que proporcionan felicidad personal. No son adems los nicos que han introducido o ensayado valoraciones semejantes segn ha estudiado Vidal Beneyto. Watslawick cuenta en unos de sus libros una historia ocurrida en una familia de clase media juda donde el hijo dice: Pienso casarme con la seorita Katz. Pero la seorita Katz no tiene dinero para la dote, dice el padre. Slo con ella podr ser feliz, replica el hijo. Ser feliz? concluye el padre, y qu ganas con ello? Ser feliz ha sido, durante mucho tiempo, un asunto de poco relieve para el hombre. Tan slo las mujeres y los nios tenan derecho a entretenerse en buscar felicidad. Los hombres en cuanto productores bragados no se empeaban en la felicidad propiamente dicha sino en la prosperidad. No se detenan, por tanto, con el cuento de casarse y ser felices al modo de la tpica mujer burguesa. Todo aquello constitua un mundo demasiado delicado e ineficiente para un varn a quien correspondan otras metas de mayor sustancia. Pero ser feliz, aprender a ser feliz (algo tan propiamente de las mujeres), es una de las grandes llamadas mediticas de la cultura de consumo. Esta satisfaccin coincide unas veces con la sofisticacin, como sera el caso de hacerse servir caf cuyos granos se los comen las civetas y se recogen despus entre sus excrementos (33,5 euros los 100 gramos en Pars), y otras con la mxima simpleza, el minimalismo radical. De esta ltima manera es como el espritu ha ido transformndose en un condimento exquisito. No basta con comer o beber bien, hay que hacerlo adems en un restaurante histrico, potico o estrafalario. El vino, las setas, la perdiz o las lentejas han adquirido, en algunos casos, el tratamiento de bienes sagrados, propios de un estadio donde tras haberse saciado de materiales tangibles se codicia el aura, donde tras abastecerse de la cantidad importa la calidad. El primer consumidor, de condicin macho, se mostraba arrobado por la abundancia y segua desarbolado por el portento de poseer mucho de todo. El nuevo consumidor, en cambio, ms femenino, ama y distingue la calidad tanto como se ama a s mismo. Se cuida de s como nunca lo hizo antes, y blande ante el productor, la publicidad y la oficina de marketing una exigencia que est desconcertando a los profesionales de la venta, puesto que el objetivo de la solicitud no termina ya en la cosa, ni tampoco en la calidad de la cosa sino que llega hasta la calidad de vida y, con ella, a asuntos de la tica, la poltica y la sensibilidad. Paradjicamente, mientras los obispos claman contra el materialismo del mundo, el mundo se reconvierte, ahto de s mismo, en una factora de depuracin espiritual. De la misma manera que el efecto Baubourg que describi Baudrillard conseguira que la cultura de masas acabara con la

cultura de masas, el consumo de masas acabar con el consumo de masa. No con el consumo en general pero s con su aspecto ms brbaro. Y como ya est ocurriendo, girar hacia el consumo tambin de caridad local, de piedad por el tercer mundo, o de televisin mejor. Este paladar ms fino y sentimental, propio de la feminidad femenina, es un signo de la actualidad. Ahora es realmente inconveniente cualquier cosa que no contenga una adicin neofemenina y sentimental, sea en porciones nfimas de perfume caro, sea en cucharadas gay. La maternidad ha tapado a la paternidad y hoy todos los padres de verdad desean parecerse a sus madres. De esa forma creen llegar a ser ms personas. Llegar a ser persona parece, en teora, un objetivo tan cerca de un sexo como de otro, pero efectivamente ms prximo a las mujeres. No a todas, evidentemente, pero s a una proporcin notable, y ello por su peculiar relacin con la sexualidad, porque mientras el hombre ha aparecido en la historia subyugado por el sexo al extremo de convertirse en maltratador y criminal, las mujeres han podido utilizarlo en su provecho (maternal, econmico, recreativo) con incomparable dominio. As, mientras que el hombre ha asesinado, se ha arruinado, se ha suicidado por pasin, las mujeres slo sucumbieron excepcionalmente. A lo largo de la historia, la mujer ha debido controlar su sexo para conseguir estimacin social y contraer matrimonio, ha debido aprender a administrarlo con tino antes de los anticonceptivos y a enfocarlo utilitariamente en su vocacin de madre. Como consecuencia, mientras que los hombres han sido tironeados infatigablemente por las hormonas, las mujeres fueron instruidas (y diseadas biolgicamente) para llevar las riendas. La mujer era el pecado (gracias a los hombres), pero ella no necesitaba alocadamente pecar. Los sujetos cometan los pecados y ellas, en cuanto objetos, se dejaban, o no, acometer. Las mujeres provocaban (pretendindolo o no) que los hombres perdieran la cabeza y era as como les privaban temporalmente de ser sujetos. Los decapitaban en cuanto tales sujetos y los convertan en objetos para s. No objetos para disfrute sexual principal o exclusivamente, como se ha imputado a los varones, sino para otros fines ms rentables, sean la procreacin, la proteccin o la alimentacin. Hasta hace muy poco, mientras dur este machismo, el hombre necesitaba radicalmente a la mujer para afianzar su identidad sexual, mientras la mujer no necesitaba al hombre para eso. He aqu la tremenda asimetra fundamental. Pero ahora, por aadidura, no lo necesita ni para la maternidad. Durante siglos y siglos, los hombres se han aplicado con denuedo a la tarea de redactar poemas, pintar cuadros de amantes o componer melodas que derrochaban pasin, melancola o desesperacin, pero las mujeres no.Toda la carga de la prueba sobre la calidad de una relacin sexual ha venido recayendo sobre el macho, mientras ellas podan ocuparse en otros menesteres. La frigidez femenina, contrariamente a la calumnia comn, no es prueba de la inepcia masculina sino acaso el indicio de la ventaja de que ha disfrutado la mujer, protegida contra los delirios del sexo y estratgicamente acomodada en la pasividad. En el sexo, las mujeres salvo anomalas documentadas han disfrutado un benfico enfriamiento desde el que contemplar los halagadores espectculos de inmolaciones, desbarramientos y hechos ridculos de los varones. La crecida del feminismo propag el descrdito de los hombres y su fama de insoportables brutos. No consideraban, obviamente, que si el sexo los embruteca, los enloqueca o no les dejaba pensar en otra cosa, era debido a la extrema represin de la mujer y por la mujer, como ha enseado Castilla del Pino. No repriman, efectivamente, en nombre propio, no para su exclusivo provecho personal, sino en cuanto obligados baluartes de los valores en el capitalismo de produccin, cuando el ahorro era clave para el progreso. O bien, cuando la acumulacin del capital y la contencin del

deseo constituan la potencia del crecimiento. Ahora, no obstante, cuando la industria lleva a una produccin masiva y la demanda debe ser masiva, el derroche se hace indispensable y se alza en regla extensible a todo: a la sexualidad sin excepciones de sexo, al consumo de bienes sin excepciones de estatus, al consumo del otro sin excepcin del yo.Y da a da, efectivamente, requiriendo una mejor relacin calidad/precio. El consumidor que exige calidad no es slo melindre para la leche del beb, sino que acaba siendo tambin aprensivo para la democracia barata, el timo de la crema adelgazante o la incompetencia del concejal. El consumo supone aprendizaje de lo social, pericia para dirimir, confianza para demandar, firmeza contra el estafador, de manera que la comunidad se vuelve vigilante y vindicante en un grado superlativo. En este sentido, un gran ejemplo es la exigencia consumidora de una oferta de trabajo que sea compatible con la vida familiar, una vida laboral que sea acorde con la calidad de vida. Por el momento no slo las mujeres son las que mayor inters muestran en ello sino que han empezado a organizarse para hacer efectiva su peticin. A finales de 2004, Financial Times informaba de que Un creciente nmero de mujeres triunfadoras, que hace diez o quince aos haban consagrado todo su tiempo a la profesin, estn cuestionando sus propias ambiciones y las exigencias de la profesin elegida para buscar otros modelos de vida y de trabajo. De hecho, en 2003, la London School of Economics concluy que entre el 60 y el 70 por ciento de las madres en Gran Bretaa son lo que se conoce como adaptive women, mujeres que preferiran en el caso de tener nios, alterar sus modelos de trabajo para acomodarlos a las necesidades familiares. A la interrupcin voluntaria del embarazo, que facilit la pldora en los aos sesenta, est sucediendo ahora lo que los franceses llaman la interrupcin voluntaria de la carrera. Las mujeres, y no precisamente las peor preparadas, abandonan crecientemente sus puestos en la empresa para volver al hogar y cuidar de sus hijos. Cul es la verdadera causa? Se han decepcionado de la profesin? Estn hartas de los jefes? Prefieren las cargas familiares en lugar del mobbing o el burning? De todo hay, pero, relevantemente, tanto para ejecutivas como para ejecutivos la tensin laboral est provocando una desafeccin profesional que no se conoca hace diez aos. Masificados y banalizados, los profesionales dependientes, ejecutivos de nivel medio, se encuentran cada vez ms cerca de los trabajadores manuales de otro tiempo: explotados, resentidos, deseando lo peor para el capitalismo, dice Frangois Dupuy en La fatigue des lites. Le capitalisme et ses cadres (Seuil, Pars, 2005). Los hombres no abandonan todava sus puestos, pero las mujeres s. Cuarenta aos despus de la revolucin feminista, el mercado laboral de Estados Unidos y el rea ms rica de Europa refleja un fenmeno paradjico: pese a que las mujeres constituyen el segmento mejor formado de las clases profesionales, tanto en nmero de licenciaturas como en msters, son las que demuestran un inters cada vez menor por consagrarse a sus carreras. Una primera razn tiene que ver con la maternidad y la otra con el talante empresarial. La atraccin que una madre siente por criar a sus hijos no necesita explicacin. Es cierto que las feministas de los sesenta gritaban maternidad/alienacin, pero cualquiera poda distinguir de ms cerca la calidad de esos personajes estridentes. Las hijas de aquellas activistas, ahora en la treintena, han asistido a la desarticulacin de demasiados hogares, y ser madre, hacer de madre, les parece todo menos alienarse. Pensaba encontrar mujeres que se quedaban en casa por tradicin o por imposibilidad de hacer otra cosa declara la sociloga Dominique Maison. Pero he visto diplomadas que llevan esta vida por eleccin y consideran su rol de madre como un verdadero trabajo (Grandeur et servitudes domestiques: exprience sociale defemmes au foyer, CNAF,

2005). Las mujeres que regresan al hogar no son timoratas ni reaccionarias, sino una vanguardia que denuncia clamorosamente las malas condiciones del presente mundo laboral. Especialmente para ellas. Un factor general se refiere a las dificultades insufribles que siguen imperando en los empleos para compatibilizar la familia y la profesin. Otro, ms particular y sexista, tiene que ver con los obstculos que encuentran las mujeres para ocupar puestos de inters y poder mximos. Porque si bien parece cierto que las mujeres son menos competitivas que los hombres para los cargos de responsabilidad media, no les falta ambicin y compromiso para ostentar los puestos ms altos. Hace veinte aos que The Wall Street Journal introdujo la expresin glass ceiling (techo de cristal) para describir el tope que encontraban las mujeres en su ascenso, y las condiciones objetivas no han variado mucho. El techo de cristal determina que entre diez altos ejecutivos de las grandes empresas multinacionales slo uno es mujer. Para investigar esta desigualdad pertinaz se han creado comisiones gubernamentales y empresariales en varios pases occidentales, y en Noruega, tan proclives a la discriminacin positiva a favor de la mujer, se aprob por decreto que, a partir de finales de 2006, todas las empresas debern contar al menos con dos mujeres en sus consejos directivos. Valgan o no valgan? S. Pero ya valen. Y no poco, precisamente. La Universidad de Harvard, los departamentos de IBM, de Alean o de Hewlett-Packard han coincidido en que un mayor nmero de mujeres en la direccin contribuye decisivamente al incremento de los beneficios. Las empresas de entretenimiento y comunicacin, la banca y los seguros, las compaas de servicios, en general obtienen ms provecho del prototipo femenino que del masculino, pero la inmensa mayora de otras clases de empresa se beneficiaran de su eficaz disposicin para trabajar en grupo, de sus habilidades para crear nexos internos y externos, de su demostrada superioridad para mejorar los ambientes afectivos dentro de la compaa. Siendo as, qu razn impide que las mujeres presidan en mayor proporcin las grandes empresas? The Economist enunciaba, en julio de 2005, tres importantes motivos. Uno se refiere a que para ocupar los puestos ms elevados es preciso demostrar no slo un alto nivel de competencia, sino tambin mangonera poltica, noches de copas y complicidades con los amigotes. Otro motivo es que los hombres en general no suelen ser partidarios de recomendar a las mujeres para puestos de enjundia porque todava les parecen frgiles, caprichosas o dbiles para desenvolverse en el medio empresarial. Y, finalmente, por si faltaba poco, las empresas se inclinan ahora menos por estructurarse jerrquicamente. Tienden, segn el estilo del mundo, a trabajar en red y se encuentra en boga la moda flat, no los dibujos piramidales del organigrama. Conclusin? Que el techo permanece hasta en compaas intrnsecamente afeminadas, como Procter & Gamble, matriz de Tampax o de MaxFactor. Deprime esto a las mujeres? Deprime, pero no tanto a ellas como a las auditoras que insisten en los potenciales beneficios que estn perdiendo sus clientes. Los headhunters se encuentran hoy con problemas para seleccionar hombres apropiados a las funciones de la nueva economa, y cuando tratan de buscar mujeres, tropiezan con que su disponibilidad no suele ser absoluta, y mucho menos en los entornos de su maternidad. Uno de los peores efectos de estos recientes aos neoliberales ha sido la interminable ampliacin de la jornada de trabajo, que, explotando los medios de telecomunicacin, no respeta espacios ni tiempos privados. El trabajo, sea de identidad pblica, ha venido a ocupar la privacidad, y no precisamente para mejorarla. En una serie de charlas en la London School of Economics, Richard Layard expona, en marzo de 2003, los pequicios empresariales de esta absurda

penitencia recalcando que, a pesar del progreso material de los ltimos cincuenta aos, no se registran signos de una mejora en la felicidad. Ms bien, la primera causa de que la depresin haya crecido espectacularmente en los ltimos treinta aos se atribuye a la creciente insatisfaccin de grupos sociales que, trabajando ms que nunca, no encuentran la recompensa personal de los aos cincuenta y sesenta. Solucin? Las mejores publicaciones econmicas recomiendan sin cesar medidas urgentes y eficaces para acabar con la rigidez laboral, las largas jornadas y su presin insoportable. Pero la dinmica de la cultura de consumo ser, con todo, quien termine con esta opresin tan diacrnica como inconsecuente con la demanda de calidad, porque el consumidor/trabajador actual no es ya el sumiso y fiel empleado de otros tiempos.

6 La infidelidad sin fe
Cambiar de televisor, de automvil, de casa, de aspecto, hace tiempo que se da por descontado. Lo ms acuciante desde finales de los aos ochenta ha sido la extendida neurosis por cambiar de vida. Ciertamente, la cultura de consumo no slo ha introducido el desplazamiento, la fragmentacin, la gripe aviar y el fashion victim sino tambin la multiplicacin de las decisiones relacionadas con la vida y con la muerte. El psiquiatra Serge Hefez declaraba que muchos de nuestros contemporneos se hallan obsesionados por la obligacin de cambiar y se sienten aterrorizados ante la idea de que, no siendo as, su vida carecer de sentido... De hecho, como a menudo no es tan fcil cambiar de trabajo, de ciudad o de pas, se empieza generalmente por cambiar de pareja. En la treintena muchos jvenes se sienten intensamente involucrados en su trabajo, viven la estela de su relacin amorosa y acaban de tener un nio. Por qu dicen querer separarse? No porque su pareja se encuentre en crisis ni porque se amen menos... sino porque sienten que sera intolerable una vida sin cambios, sin otras historias de amor, sin otras experiencias... (Le Monde, 6 de abril de 2005). Los anhelos de una estabilidad duradera se sustituyen por las aventuras, ms o menos controladas. Al orden de la lealtad, en casi todos los campos, sucede el desorden de la infidelidad. En casi todos los mbitos. Los lazos de la comunidad se han hecho ligeros y quebradizos, hay trnsfugas en la vida poltica, fugitivos de la vida eclesial, desaparecidos del vecindario. Cambian de un da a otro el cartero, los camareros, las peluqueras, los recepcionistas y slo nos quedan, por el momento, las farmacuticas y los quiosqueros. La pareja, a su vez, ha adquirido algunas de las caractersticas del renting frente a las inversiones conyugales que conducan a la eternidad. Existen, de hecho, contratos matrimoniales firmados como contratos a plazo fijo, carns matrimoniales con bonos para gozar un nmero de infidelidades, clusulas resolutorias ante ciertas descortesas enumeradas, amores en la pantalla que acaban con un clic. Los componentes de la pareja tienden a declararse independientes sin negar que se aman, se unen, viven juntos, pero no se funden a la manera de la siderurgia tradicional. Son, a veces, parejas del tipo que los norteamericanos llaman living apart together o los franceses libres ensemble, residentes en viviendas diferentes o usando habitaciones donde no se llega hasta la intimidad integral. Parejas de fisin en lugar de las clsicas parejas de fusin. En los matrimonios civiles espaoles se leen a veces estos versos del poeta Khalil Gibran: Amaos el uno al otro, pero no hagis que el amor sea una ligadura./ Dejad ms bien que sea cual un mar que se mueve entre las orillas de vuestras almas./ Llenaos mutuamente la copa, pero no bebis solamente de una./ Compartid vuestros panes, pero sin comer de la misma rebanada./ Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero dejad que cada uno se sienta aparte/ as como las cuerdas de un lad se hallan separadas aunque vibren con la misma msica (El profeta,Visor, Madrid, 6.a edicin, 2002). Quin iba a decirlo! En el mismo momento de casarse estar ya pensando en hacer vidas separadas! La contradiccin aparente de este planteamiento se sintetiza, no obstante, con el redondeo del personismo actual. Se quieren incandescentemente, pero no queman la dualidad. Los matrimonios se hacan conocer por el anillo de la alianza, pero ahora se comercializa tambin un anillo que se lleva para indicar disponibilidad. Por otra parte, en Estados Unidos, los

supermercados WalMart venden a su vez un anillo llamado Independence, que Halle Berry o Britney Spears han exhibido con el orgullo de vivir la contemporaneidad. Amarse pero sin atarse, quererse pero sin arrasarse. Mon opinion deca el prudente Montaigne est quil faut se prter autrui et ne se donner qu soimme. (Mi opinin es que es necesario prestarse al otro pero no darse mas que a s mismo.) La historia ha venido a darle la razn. La infidelidad ha adquirido tal visibilidad social que han surgido negocios para explotarla y en Gran Bretaa funciona, desde 2004, una agencia Mister Alibi encargada de preparar coartadas para los adulterios y las infidelidades. La empresa se encarga de realizar llamadas invitando a congresos falsos, reservar habitaciones de hotel a nombre de otro, comprar discretamente flores y regalos. La direccin en internet es www.misteraHbi.be y ha empezado por tratar con hombres. Pero es seguro que las mujeres encontrarn enseguida alguna otra agencia paralela, puesto que la infidelidad de las mujeres es tendencia. Las mujeres tienen necesidad de tener historias, dice Patricia Delahaie en su libro Fidle, pasfidle. Etiquete sans tabou sur Vinfidlit fminine (Leduc ditions, Pars, 2004), donde se afirma que un 70 por ciento de las esposas norteamericanas o europeas son infieles al menos una vez en los primeros cinco aos de matrimonio. Las jvenes de hoy son incomparablemente ms promiscuas que sus hermanas mayores, y en el nuevo amor lquido de Bauman los elementos van de aqu para all, se superponen, vuelan, flotan, bucean. La infidelidad es una forma de afirmacin de s misma para la mujer moderna, dice la psicoterapeuta Paule Salomon. O bien: nadie posee una identidad si no posee un secreto, pero deseando poseer varias identidades, cmo dudar de que la prctica aumente? Los cibernautas, la gente en los chats, suelen adoptar varios nicks y as despliegan una segunda o tercera personalidad que les permite el juego de ser algo ms que un modelo preescrito. Un modelo de vida conocido? Una vida ejemplarizada? Quin piensa en ello? La vida, la familia, el trabajo se componen de diferentes perodos sin pauta predeterminada. Si hasta hace poco se celebraban las despedidas de solteros como un adis a las sorpresas de la libertad, desde hace poco se festejan las despedidas de casados como una efusin de desahogo tras haber conseguido el divorcio. Las separaciones o los divorcios, que generan en la gran mayora de los casos sentimientos depresivos, no se tratan aqu como un fracaso. La ruptura amorosa (matrimonial o no) es menos sinnimo de un fin funerario que el probable principio de algo nuevo. De la misma manera, las alianzas entre empresas son, con frecuencia, joint-ventures, coaliciones transitorias, y de forma notable la lealtad de los clientes a una marca ha ido deshacindose vertiginosamente. Los fabricantes han visto durante mucho tiempo a las marcas como una fuente de ingresos, pero la verdadera fuente de ingresos dice Larry Light, famoso brand thinker, en The Fourth Wave: Brand Loyalty Marketing (Coalition for Brand Equity, Nueva York, 1994) es la lealtad a la marca. Una marca en s no es un ingreso. La brand loyalty es el ingreso. Es decir, lo ms duro de lograr en tiempos de infidelidad global. La oferta empresarial no slo pelea con un consumidor ms listo sino escurridizo. Ni las grandes marcas que podan presumir de consumidores sbditos pueden ahora estar seguras de sus imperios. Por una parte el consumidor es cada vez ms escptico respecto a que una marca muy conocida sea sinnimo de lo mejor, pero por otra la proliferacin de los bienes ms distintos bajo un mismo logo (ropa y lencera Marlboro, vestidos de novia Virgin, mantas para perros Ralph Lauren) han conseguido un efecto bidireccional: si es verdad que han extendido la opcin a participar de la marca, han reducido su capacidad de encantamiento y degradado su mito. En sentido complementario, el mayor error de los supermercados franceses Carrefour o Auchan

(Alcampo, en Espaa), pioneros en Europa hace dos dcadas, ha sido continuar ofreciendo grandes marcas con mrgenes de beneficio mayor mientras los competidores del maxidescuento, como Lidl, Leader, Price o AD, se apoyaron en marcas blancas o marcas del distribuidor (MDD), de precios muy inferiores. Contra las previsiones de los franceses, los clientes no siguieron fieles a la firma reconocida sino que se lanzaron masivamente sobre los baratsimos productos MDD de calidad similar. Ms an: la extensin de los supermercados de descuento (har discount) ha conseguido en Alemania que un 95 por ciento de los hogares de todas las condiciones sociales compren en ellos. Efectivamente, hay grandes marcas como Sony por las que el 99,5 por ciento de los consumidores se declaran dispuestos a pagar ms, segn un sondeo de Landor Associates en 2004. Pero ya no es tanto: en 2000, Sony cargaba los reproductores DVD con un 44 por ciento ms que sus competidores y hoy apenas lo hace en un 16 por ciento. Inversamente, una marca desconocida, como CyberHome, buena y barata, ha logrado desbancar en Estados Unidos a todos los competidores en los reproductores DVD. En especialidades electrnicas, el caso de Nokia es muy representativo del cambio en algunas conductas consumidoras. En 2002, Nokia era la sexta marca ms apreciada del mundo, valorada en treinta mil millones de dlares por la consultora Interbrand. Pero, al ao siguiente, Nokia cometi un imperdonable error: no fabric los mviles que esperaba la gente y perdi seis mil millones de dlares en la cotizacin burstil. Los consumidores fueron tan infieles como despiadados. Tras el acontecimiento planetario del iPod ha quedado tambin patente que, con un consumidor ms cultivado y exigente, no son ya las marcas quienes hacen buenos a los productos sino los productos quienes sostienen la marca. Apple ha hecho, en efecto, menos por el iPod que el iPod por Apple. La dinmica de los consumidores es tan veloz que las posiciones son ms inestables que nunca. TiV o, la marca que ha dado nombre al aparato que limpia de spots las grabaciones de los programas televisados cay en picado en 2004 ante la aparicin, arrolladoramente barata, de DVRs lanzados por las compaas de cable y satlite. En las prendas deportivas, Reebock pareca muy asentada antes de la acometida de Nike en los ochenta, y Nike pareca imbatible en los noventa hasta que Adidas reaccion. Ahora Adidas o Nike tiemblan ante el empuje de Under Armour. Hasta Mercedes, que pareca un valor imbatible, ha sufrido que sus modelos especialmente los de la serie E presentaran demasiadas averas y fue Chrysler, su socio decadente en los momentos de la unin (Daimler-Chrysler), quien, mejorando los diseos (PT Cruiser, 300C), lograra amortiguar la cada de beneficios. El consumo devora a sus propios hijos y crea, simultneamente, hijuelas cuyos efectos se hacen difciles de prevenir si se tiene en cuenta la celeridad con la que el nuevo consumidor se libera. Se libera de tal modo, tanto sentimental como espacialmente, que los publicitarios encuentran grandes dificultades no ya en la elaboracin de los mensajes sino en saber adonde enviarlos. A la radio, al mvil, a la televisin, a la web, al videojuego, al iPod, al VOD (vdeo sobre demanda)? Para tratar de cazar al nuevo consumidor caprichoso y movedizo, la empresa Erin Media, compuesta por una docena de jvenes, ha patentado un sistema que permite, a travs de las compaas de cable, saber qu programa televisivo se ve y quin lo hace. Las leyes federales norteamericanas sobre privacidad han provocado que las empresas de cable se mostraran reluctantes a facilitar esta informacin, pero los jvenes de Erin Media crearon un software que permite obtener el total de la informacin, los recorridos del usuario y sus condiciones, sin revelar el nombre de la persona. Erin Media puede deconstruir la audiencia para cada show y ofrecer a sus clientes operadores de cable, estaciones de televisin o compradores de espacios publicitarios un detallado informe de la

audiencia regional de televisin en cualquier momento. Pero no acaban aqu las dificultades. En Japn, por ejemplo, poda saberse hasta hace poco que el 90 por ciento de los potenciales clientes se encontraba viendo la televisin entre las ocho de la tarde y las diez de la noche, pero ahora acaso no sobrepasen el 70 por ciento, y otro 60 por ciento est navegando por internet (aunque muchos estn haciendo las dos cosas a la vez). Ms an: en el hogar actual, la radio se ha desplazado a la web, la televisin se encuentra en los mviles, la web ha viajado a la televisin y a otras partes, ya sea la VOD (vdeo sobre demanda) o incluso el iPod o la Play Station porttil. Pero, adems, una vez que la localizacin se hubiera logrado, el siguiente problema para el anunciante sera conocer el grado del impacto sobre un consumidor tan resbaladizo. Con el llamado portable people meter (PPM) prendido en las ropas del espectador, la profesin consegua saber qu canal se escoga y quin era el sujeto. Lo ms decisivo ha sido, despus, la monotorizacin y el seguimiento del receptor hasta el momento en que efecta la compra. Para lograr tal espionaje, la empresa Arbitran ha instalado un cdigo digital inaudible en la pista de audio de todos los canales de radio y televisin de Estados Unidos de manera que el PPM reconocer el cdigo y registrar despus los consumos mediante los chips que porten los artculos. Esta tecnologa, que se hallar lista antes de 2007, se desplegar a travs de un programa llamado Apollo, que planea disponer de setenta mil personas monotorizadas. Los anuncios y mensajes que estas setenta mil personas vean, oigan, lean o palpen sern contrastados con las compras que realicen. Los estmulos procedern de las pantallas, de las vallas en las carreteras o de los pasillos de un centro comercial, pero hasta los peridicos y revistas podran llevar un invisible microchip en sus pginas que indicaran al PPM el comportamiento del sujeto. Apollo permitir saber qu anuncio impulsa al consumidor a comprar sus productos, pero podr tambin ofrecer datos ms refinados relacionando el estilo de los anuncios y la velocidad de la respuesta. Ms an: Apollo podra dar a los anunciantes un mayor conocimiento sobre si la radio, la televisin o la web les ofrecen la mejor rate econmica en relacin con su gasto. Si, por ejemplo, Apollo demuestra que los anuncios de refrescos tienen mayor xito en la radio que en la televisin (como es el caso), eso ayudara a las empresas a recolocar sus inversiones de marketing.Y rpidamente, dado que el mercado es muy voluble y el consumidor se harta muy pronto de cualquier cosa. Infantilizado el consumidor? Inculto? Cultura dice Zygmunt Bauman es la capacidad para cambiar de tema y de posicin muy rpidamente. O sta es la actual cultura: cultura de patinajes veloces sobre superficies variables y casi sin lindes. El grupo de rock Caf Tacuba canta estos aos un tema que dice: Soy anarquista, soy neonazi, soy un eskin head y soy ecologista. Soy peronista, soy terrorista, capitalista y tambin soy pacifista. Soy activista, sindicalista, soy agresivo y muy alternativo. Soy deportista, politesta y tambin soy buen cristiano. Y en las tocadas la neta es el eslam pero en mi casa s le meto al tropical. ... Sin duda, los consumidores siguen manteniendo una relacin emocional con las marcas pero esos nexos sentimentales son, como pasa con las parejas o con las religiones, mucho ms quebradizos. El cliente, el amante, el consumidor, en fin, se han vuelto ms crticos, libres e independientes. En Estados Unidos, un 80 por ciento de los clientes de Ford se informa concienzudamente por internet antes de acercarse a un concesionario. Igualmente ms de las dos terceras partes de los compradores de mviles se informan en la red sobre sus virtudes y defectos relatados, en la mayora de los casos, por otros consumidores. Los clientes jvenes, ms habituados a navegar por la red, son

tambin los ms exigentes y sus quejas un 30 por ciento ms numerosas. La creciente infidelidad a una marca se corresponde con la falta de fe en los mensajes publicitarios y, de paso, con el descrdito general que han sufrido las instituciones para beneficio de la confianza en el boca a boca. Una moda entre jvenes urbanos consiste hoy en no adquirir ninguna de las marcas renombradas y realizar pesquisas personales para descubrir otras apartadas de la publicidad. Se tratara de hallar un signo diferenciador, pero tambin emancipador. Marcas como Triple Five Soul, SVSV o WE/Superlative, que apenas son conocidas en Espaa, hacen las veces de haber descubierto, a un compositor o un escritor que vale a pesar de su falta de xito, o precisamente por ello. Despus el efecto del boca a boca lo rescatar acaso del anonimato, porque la comunicacin personista se ha demostrado de una fuerza epidemiolgica total. Consecuentemente, la publicidad est cultivando ya el llamado viral marketing, que acta difundiendo comentarios personales favorables sobre la marca, dentro o fuera de la red. La Viral & Buzz Marketing Association (VBMA) define el marketing viral como la estrategia que incentiva al receptor de un mensaje para que lo transmita rpida y espontneamente a otros consumidores potenciales, adquiriendo dicho mensaje la validez y credibilidad que no consigue por los medios tradicionales de transmisin. Entre los miembros de VBMA se encuentran pequeas compaas como Blowfly, que construye integralmente su marca de este modo, y multinacionales como Bacard, que emplean estas mismas tcnicas para sortear la ley que impide a los fabricantes de bebidas alcohlicas emplear medios tradicionales. Nuevas empresas en el mundo del marketing, como Electric Artist, Ammo, Big Fat o Buzz Marketing Group, basan su xito en la estrategia del rumor y emplean a gentes contratadas para propagar la bondad de ciertos artculos en los ambientes apropiados. Actores desconocidos que hacen de turistas y exhiben las ltimas novedades de Sony; actores prestigiosos que aparcan en lugares emblemticos un determinado modelo de coche; adolescentes actores que difunden entre sus condiscpulos una marca de ropa o de zapatillas, gentes comunes que propagan las ventajas de Apple o de la Play Station Portable (PSP). El rumor y su capacidad de contagio son los temas de libros como The Tipping Point (Little, Brown and Company, Boston, Nueva York y Londres, 2000) o The Anatomy of Buzz (Doubleday, Nueva York, 2000), y del ms reciente Buzzmarketing (Portfolio, 2005) de Mark Hughes, donde se muestra el superpoder del boca a boca. Como reconocimiento de esta tendencia, se celebran ya los Viral Awards para premiar las mejores campaas de esta modalidad y hay pginas web como ifilm, viralx o pocketmovies, que permiten descargar vdeos virales. Igualmente Seth Godin, un lder del marketing viral y de la rumorologa, posee un blog donde facilita informacin prctica de este proceso con la ilustracin de divertidos ejemplos. As, mediante el boca a boca, persona a persona, han alcanzado un formidable xito libros como El cdigo Da Vinci, y as se han extendido modas, y cohelos, pulseras de colores y sudokus. Crtica de libros, de cine, de espectculos? Pocas veces estas secciones, clave en otros tiempos, han logrado una influencia menor. El pblico vive alerta en una sociedad llena de inseguridad, falsificaciones y estafas. Como consecuencia, descree de lo que dicen los medios, los polticos o la teletienda. Aquello que de verdad cuenta es lo que nos dice un conocido, un hermano, un usuario, un consumidor como nosotros. Matt Britton, el director general de Mr.Youth, una compaa lder en la publicidad destinada a los estudiantes universitarios, declaraba: Los jvenes estn controlando al cien por cien los medios por los que orientar sus consumos. La habilidad de las marcas para influir sobre los estudiantes a

travs de los medios tradicionales ha concluido... Los mensajes de texto, los nuevos mtodos on line, el blogging, el podcasting, los marketings creando suceso, sern los elementos que marcarn la tendencia futura (International Herald Tribune, 10 de septiembre de 2005). La prctica y el placer del consumo se ha convertido en la base de un nuevo poder. La fuerza del Mal.

Segunda parte EL PLACER DEL CONSUMO, LA ENERGA DEL PLACER

7 El Imperio del Mal


Para Wilhem Reich el orgn, la fuerza desencadenada en el momento del orgasmo, constituira una energa revolucionaria avasalladora. No hara falta escoger entre orga y revolucin: la orga conducira a la salvacin. Este malditismo es ahora el consumismo que invita al placer consigo, contigo y con los otros.Y, con los otros, no necesariamente por amor sino por la evidencia de que el supremo objeto de consumo ni siquiera soy yo a solas, como crey el hiperindividualismo, sino yo con los dems. Un saber aprendido no en las parroquias ni en las madrazas, no en el campamento ni en los parlamentos, sino en los abarrotados pasillos de los supermercados, dentro y fuera de la red. La energa que mueve la prosperidad procede de este principio de placer sobre el que prospera el auge del consumo. Cerca de la mitad de los productos que adquiere actualmente la poblacin son menos instrumentales que discrecionales. Se adquieren en menor grado para atender un problema objetivo que para atender a sacudidas subjetivas, no para ser aplicados a algo sino a uno mismo. Estas solicitudes de consumo superfluo responden, segn Pamela N. Danzinger (Why People Buy Things They Dont Need, Dearbon, Trade Pub., Chicago, 2004), tanto a la decisin de darse gusto como a disfrutar con la posesin de un bien que traslada simblicamente de situacin o de clase. El consumo contribuye al placer de ofrecerse satisfacciones a travs de bienes materiales o espirituales destinados a una digestin preferentemente emocional y, en consecuencia, dura de someter, porque en l ha venido a cumplirse una de las sentencias del Dada: Lo intil constituye lo ms indispensable. Pero, por aadidura, el principio del placer, al que abri las puertas la sociedad de consumo, no ha comportado la muerte de la realidad sino que el principio de realidad, la realidad misma, lo avala pragmticamente en el crecimiento econmico universal. Y as se redondea el cambio moral, la apertura de otra poca. Un tiempo, en fin, donde ha ido esfumndose la trascendencia en beneficio de la inmanencia y donde el peso del poder poltico ciudadano ha sido reemplazado gradualmente por la efectividad del poder de compra. En el mundo desarrollado unos viven altamente endeudados y otros totalmente endeudados. En todo Occidente se oye decir a los analistas que los pases, cualesquiera que sean, estn viviendo por encima de sus posibilidades. Se encontrar el mundo entero viviendo por encima de sus posibilidades reales y en consecuencia se habr ascendido en la escala gracias a la imponente fuerza de lo irreal, la fuerza del Mal? Acaso estos moralistas que se alarman desearan que las gentes gastaran menos, pero no es, de ningn modo, seguro que lo celebraran: cada vez que el grado de confianza de los consumidores decrece y con ello su gasto, la economa fsica o virtual se resienten, la bolsa baja y las verdaderas alarmas se disparan. El optimismo de la compra, y hasta su temeridad, ha mantenido las perspectivas empresariales en alza y, con ellas, las oportunidades de empleo, la renta y el consumo de nuevo. El consumo sin fin. El ahorro acaba por sepultarnos, pero por el consumo todava no se nos ha visto perecer. Ms bien al revs: gracias al consumismo hemos querido que todos los dems siguieran vivos. Que se incorporaran a la orga consumidora y cesaran de hacernos dao con su inanicin. El consumo es hoy el rey de la creacin. Durante el siglo XIX y gran parte del XX fue capital el mundo del trabajo. El trabajo constitua todo el haber del trabajador y, segn enfatizaba Adam Smith, casi todo el capital del Capital, El trabajo, ms la rareza de cada cosa, daba valor a las mercancas,

mientras los trabajadores valan ms o menos gracias a su labor y, por ella, eran o dejaban de ser. Ampliamente, omnmodamente, el trabajo era el motor del progreso, de su desarrollo y de su moral. Hoy, sin embargo, el mundo econmico no se forma, ni terica ni prcticamente, tan slo del trabajo, e incluso depende menos del trabajo que del consumo, menos de la productividad que de la energa consumidora, aunque, en su extremo, ambas se funden en una misma propulsin: el trabajador se encuentra en accin productiva tanto cuando est faenando como cuando est comprando. Su vida es, definitivamente, una cadena fabril continua. Una cinta sin trmino donde nada se pierde ni se entrega al tiempo libre de rentabilidad, puesto que todo el tiempo, la existencia completa se halla colonizada por el capital, entregada a sus dominios y marcada por su sistema. De hecho, el capitalismo aparece as camuflado en toda suerte de organizacin y slo se detecta su colosal poder cuando se exhibe en gigantescas operaciones de fusin o masas de miles de millones de dlares. Pero ni aun as. Porque entonces la magnitud del fenmeno, su conmocin, termina acercndolo ms a la categora de los cataclismos naturales que a las finas tramas que condicionan nuestras vidas. El sistema imperante se ha dilatado tanto, se ha naturalizado tanto que se confunde con el aforo de lo real y cualquiera de sus movimientos se mezcla con la obviedad, la cotidianidad o el designio. El ro que nos lleva est formado por la liquidez del sistema y serpentea por los mercados a lo largo de un curso donde ingresar y gastar. O tambin: la oficina y el centro comercial han derribado sus lindes productivos y, en conjunto, se ha formado un nico loft vital. Hasta hace tres dcadas se esperaba que los pases pobres progresaran siguiendo, paso a paso, el camino trazado por los pases occidentales ms ricos y con ello adoptaran, poco a poco, sus modelos de vida. Hoy, sin embargo, el contacto entre pases ricos y pases pobres resulta de carcter explosivo, y lejos de promover un mimetismo regular, desencadena una suerte de contagio terrorista, epidmico, trastornador. Los dos modelos entran en relacin no para dar lugar a una homeoptica transfusin de bienestar sino para injertar valores, patrimonio espiritual, compulsiones que reemplazan violentamente las pautas que fueron de largusima tradicin. Ni el ascetismo pregonado por Confucio o Buda ha detenido el contagio de los mal en China o en la India, a pesar de las primeras y grandes resistencias. En 2005 ya haba en China cuatro macrocentros comerciales, dos de ellos (South China Mal y Golden Resources Mal) mayores incluso que el West Edmonton Mal de Alberta, en Canad, considerado, hasta hace poco, el ejemplar supremo. En los pocos aos que han transcurrido del siglo XXI se han inaugurado otros cuatrocientos centros comerciales ms en la nacin, y algo semejante est ocurriendo en la India o en Indonesia, en Tailandia o en Corea del Sur, donde paralelamente el ahorro ha descendido desde la cuarta parte de los ingresos a poco ms del 6 por ciento. En Japn, donde siempre se ahorr mucho, la tasa bajar, segn las previsiones, hasta menos de cero en 2007. En todo el mundo, las familias han aumentado sus endeudamientos dirigidos a convertir la cultura del consumo en cultura general. Adquirir objetos, asumirlos, abrazarse a su condicin proteica equivale a desplegar un proceso minitico donde el mundo no occidental se recoloniza a travs de una extraa feria de placer consumidor. En la actualidad, la economa mundial ha llegado a depender tanto de los niveles de consumo que si los habitantes redujeran a la mitad sus dispendios el resultado podra llevar a una formidable implosin. No consumir lo suficiente de acuerdo con la econometra internacional es trabar el crecimiento y el sentido del desarrollo, de manera que los que se declaran no consumistas son, ms o menos, como los electores abstencionistas: dislocadores del orden social. La expresin sociedad de consumo apareci por primera vez en los aos veinte en Estados Unidos y se populariz en el mundo occidental durante los aos cincuenta y sesenta. Decir, sin

embargo, sociedad de consumo para designar la sociedad actual resulta tan ocioso como redundante. O hay consumo o no hay sociedad. La vitalidad de la sociedad es ya dependiente de la vitalidad del consumo y, al cabo, la cultura se encuentra entremezclada con sus requerimientos. Nuestro destino se juega en el interior de esa esfera y la crtica a la cultura de consumo es una ocupacin intil que ni siquiera es capaz de imaginar la afectacin del objeto al que dirige su inquina. Por otra parte, la cultura del consumo masivo es inconcebible sin el masivo desarrollo de los mass media. La comunicacin de masas y el consumo de masas se cruzan en una catlisis reproductora. La primera remite al segundo y los segundos a la primera. Los medios de comunicacin de masas hacen posible el consumo de masas y se potencian por el sujeto receptor, consumidor. Conceptualmente, histricamente, funcionalmente, el consumo de objetos corre paralelo al consumo de los media y sus mensajes, como seuelos y como objetos puros. El actual sujeto consumidor es un consumidor absoluto y explcito, tanto de informaciones como de los propios medios de comunicacin. Es un consumidor sin tregua puesto que de ah obtiene su indiscutible condicin de contemporaneidad. Por su parte, los media reproducen las fuerzas del consumismo mientras se reproducen a s mismos en cuanto elementos de la misma especie, de la misma actualidad. Los media actan como la visin de la sociedad mientras la sociedad al otro lado de la pantalla va conformndose con la visin de los media. Unos y otros, sujetos y objetos, mantienen a ambos lados de la emisin un dilogo ininterrumpido. Unos y otros se redundan, se identifican, se funden. Objetos y sujetos se comunican a travs de la membrana de los media que hace doblemente el papel de espejo y plasma. Los sujetos y los objetos entran y salen de los media, pero en un caudal tan copioso que el dintel se borra y las escenas de una y otra parte se traducen en una sola escena, un espacio difano que, como ocurre con el capitalismo, tiende a perder sus confines, a difundirse como realidad. No habr, pues, ningn espacio mercantil neto ni tampoco un permetro para el sistema capitalista. Tampoco lucha de clases? La sociedad de consumo culmina dentro del actual capitalismo de ficcin la desaparicin del sistema como sistema, la desaparicin de sus contradicciones internas en cuanto conflicto destructor. El capitalismo pasa de ser una forma concreta a una transparencia pasajera. Desaparece as, como formacin histrica, para hacerse dueo de la historia, tal y como Marx soaba, paradjicamente, para el comunismo. Un capitalismo dueo de la realidad y de la produccin de realidad, donde fcilmente se incluye la virtualidad, la clonacin o el artificio tras alcanzar el monopolio de la fabricacin en sus mltiples colecciones de apariencia. Esto es el capitalismo de ficcin. La obra mayor de Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo (Alianza, Madrid, 1977), presagiaba el conflicto que podra crearse dentro del capitalismo entre las maneras de ser en el mundo del trabajo, derivadas del ascetismo protestante, y un modo de vida basado en el goce inmediato, segn aireaba el consumismo. Un conflicto que, al fin, no fue tal sino, por el contrario, un efecto acelerador. As, la obra ms citada de Bell se ha convertido en su obra ms acertada si se lee, aproximadamente, en sentido inverso. Contradicciones, s, pero en lugar de romper intilmente el mecanismo, desencadenaron un superaccidente de cuya influencia el capitalismo sali tan rejuvenecido como por un exfoliante de Clarins. De otra manera, igualmente alarmista, los revolucionarios del 68 se oponan a la entonces incipiente sociedad de consumo considerndola nefasta para la condicin humana. El consumismo deca Baudrillard en 1970 es un sistema que se encuentra en trance de destruir las bases del ser humano (La socit de consommation, Denol, Pars, 1970). Complementariamente, si los protagonistas del 68 apelaban a la creatividad, al placer, al poder de la imaginacin, a una liberacin

de todas las dimensiones de la existencia, hacan tambin un llamamiento para la destruccin de la sociedad de consumo que vino a ser despus, contradictoriamente, lo ms creativo que caba imaginar y que situaba el placer, la invencin y el mito de la liberacin personal como motivos del desarrollo. Autntica liberacin personal? Segn se tome, porque igual que la nueva agricultura (o la nueva procreacin de seres humanos) no se interesa en explotar las tierras (los cuerpos) para obtener cosechas de ellas (o ellos) sino que busca crear frutos artificiales en vilo, el capitalismo de ficcin no se detiene en entregar bienes sino en crear realidades. Otras realidades diseadas y favorecidas por el desarrollo del consumidor cuyo deseo no se sacia ya con ms productos sino que busca recibir ms vidas. El nuevo consumidor, en efecto, ya no persigue tanto deslumbrar al vecino con su compra como mejorar la calidad de su existencia. El consumidor sabe ms lo que hace y no vive para el consumismo sino para aprovecharse de l. Lo necesario fue antes esencial para vivir, pero hoy lo necesario se encuentra siempre ms all de lo indispensable. Es pues pecado consumir? Es pecado mortal consumir ms? Pero y ahorrar? No es reaccionario ahorrar? Mediante el consumo hemos ingresado en una fase histrica desconocida y compleja. Ser un sujeto civilizado, participativo y actuante conlleva ser un sujeto consumidor en sus mltiples dimensiones electivas, selectivas, conflictivas. Ser un consumidor lleva probablemente a convertirse en un consumidor de s, transmutando el yo en el mximo objeto, el artculo supremo. E n La parte maldita (Icaria, Barcelona, 1987), Georges Bataille identificaba el motor revolucionario con la suma de las fuerzas individuales que luchaban para darse gusto. Darse gusto personal, seguir las indicaciones del deseo, pareca subversivo en el capitalismo de produccin, pero, despus, en el capitalismo de consumo, obedecer las leyes del deseo nos identifica con las leyes regulares de la produccin. La parte maldita de Bataille contena la crtica viviente del capitalismo de produccin, pero aquel capitalismo abnegado ha sido superado por otro modelo donde el principio de placer hace las veces del principio de realidad en una acrobacia de grandes resultados prcticos. Frente a la idea del consumismo como un quehacer degradante del espritu, la cultura del consumo ha demostrado su energa positiva; la fuerza revolucionaria del Mal. O incluso: contra las voces de los agoreros que pronosticaron una alienacin del consumidor, su embrutecimiento y su pasividad ante la manipulacin de los mass media, el consumo ha desarrollado una impensable conciencia de derechos sociales e individuales, y ha contribuido a crear un sujeto crtico y activo. De hecho, el mundo del consumo ha extrado del principio de placer un poder ingnfugo que ha desmentido el pronstico de conducirnos irremediablemente al infierno. Hoy, mientras el trabajo aparta y divide, quema y descarta, jubila anticipadamente, despide masivamente o entrega pagas basura, el consumo cumple el simulacro de la personalizacin, la libertad de eleccin y el ejercicio de la identidad. Por otra parte, si en el siglo XIX el trabajo lo era todo, en el siglo XXI es ya una ocupacin en cuarentena, sometida a revisin y contraste con otras aspiraciones o deseos. As, la identidad que antes provena directa e intensamente de lo que cada cual haca se ha corrodo por los cambios de ocupacin, los desarraigos profesionales, las actividades flexibles. Complementariamente, la organizacin por tareas y trabajos individualizados, donde una importante parte de la remuneracin viene expresada en bonus (de guarderas, de vacaciones, de pensiones) asociados al cumplimiento de objetivos difciles, ha creado una penitencia cruel que se manifiesta en frecuentes fenmenos de depresin, desorientacin y fatiga. Nunca antes, entre la clase media, pareci tan insufrible la explotacin laboral y, en consecuencia, ms

compensador el paseo eventual por los escaparates. Las elecciones religiosas, los deportes, los actos caritativos, el cine, los videojuegos, las relaciones de amistad o amor en la red, los viajes, las psicoterapias y taloterapias, las corporaciones dermoestticas, las gimnasias, los cursillos de cata han ido componiendo un territorio de actividades paralelo al mundo del trabajo y de valor compensador. Ni el trabajo resulta ser el pilar vital en que se tena, ni tampoco el amor domstico la otra consolacin. Pasados ahora los aos de la novedad consumista, lo que el consumo aporta es un creciente bien social, simulado o no. Una experiencia de significados que llega a travs del deleite del gasto y una extraa bondad, sedativa o exultante, que nace del Mal hedonista. Hace cincuenta aos, todava sin revolucin sexual, se pretenda una revolucin laboral y una abolicin de la jerarqua y la autoridad. La escuela, la familia, el psiquitrico, el Estado tenan enfrente la antiescuela, el feminismo, la antipsiquiatra, el anarquismo, para alcanzar de este modo antirrepresivo un mundo ms justo, ms libre, ms cabal. Pero ahora, con la revolucin sexual desplegada, la escuela desbaratada, la familia disgregada y el feminismo ahogado de xito, crece, como energa renovable, el principio del placer (jugando, simbolizando, dialogando) que propaga la cultura del consumo y su coleccin de atracciones. Ilusiones del consumidor? Fantasas de la publicidad? Frustraciones sucesivas tras la posesin del objeto? Probablemente. Los seres humanos no se complacen nunca con lo que poseen o consumen porque, como deca Freud, despus de que el sujeto haya experimentado en su infancia el goce de tenerlo todo, haber sido omnipotente gracias a las absolutas atenciones de la madre, qu podr satisfacerlo en la madurez? Pero la frustracin consecutiva ha venido actuando como un eficiente motor con resultado doble: de una parte ha impulsado sin cesar la secuencia consumidora, econmicamente productiva; de otra, ha hecho del deseo un bien sostenible, una vivacidad permanente sobre la que se monta la apariencia festiva y fragmentada. Una simulacin? Qu importancia tendra? Si hemos perdido la funcin realstica de la realidad, qu importa el grado de realidad y virtualidad que subsista? Precisamente el caudal de ficciones e ideologas propagado a partir del objeto aureolado, de la mitologa de las marcas y de las narraciones publicitarias, ha promovido un nuevo encantamiento del mundo y los derechos son propiedad de la maldad consumista. Efectivamente, la victoria del consumo de masas ha significado una transformacin devastadora, tanto respecto al pasado como respecto al porvenir. Su exaltacin del momento presente ha convertido el instante en materia radiante, la actualidad en la escena suprema y la metafsica en papiroflexia. Cmo no entender, por tanto, el malestar de los profetas, de los historiadores o de los ilustrados? La enfatizacin del presente ha reducido el valor de los procesos y ha achicado decisivamente la importancia de la memoria. Con una consecuencia relevante para los modos de entender la vida: el anhelo de desarrollar una existencia hacia una meta distante ha sido reemplazado por el afn de absorber el instante porque el ahora es por fin la eternidad. Todas las instituciones edificadas histricamente sobre el aplazamiento de la satisfaccin, se trate de la recompensa sexual tras las nupcias, del poder tras las oposiciones o de la santificacin tras los largos procesos, han ido quedando obsoletas. Ni un santo, ni una esposa, ni un notario conservan la mitad de la categora de hace treinta aos. Ahora no hay obispo ni catedrtico que nos parezca de rango extraordinario, pero tampoco se lo parece a sus propias instituciones, que les hacen vivir con sueldos infamantes. No hay grandes ni purpuradas categoras de color indeleble, sino empleos, cargos, puestos mviles, en consonancia con el cambiante vestuario del consumo. Slo el yo sera el posible broche unificador de la vida. Pero ni eso. El yo zarandeado por el viaje, la

flexibilidad, la novedad, el traslado, trata a su vez de comportarse como un artista y hacer de su vida una productora con filmes de todos los gneros. La existencia y el consumo han juntado sus decisiones y en este lazo cunde tanto la vitalidad del consumo como el consumo de vida. La vida, incluso, como mximo objeto de consumo: objeto o artefacto del que extraer el mejor provecho, el sabor idneo, la mxima variedad. Ser consumidor no es, por tanto, una caracterstica episdica o accidental; constituye una condicin central, porque la cultura del consumo marca tambin nuestra escena personal, desde el deporte hasta la fe, desde el grupo al uno a uno. La aceleracin de los consumos, sus mudanzas, sus pujanzas nos alteran como un consumo ms y, en las empresas o en las parejas, nos vemos desgastados u obsoletos de manera parecida a los avatares que siguen los objetos. El reciclaje, la restauracin, el revival de las cosas se corresponde con nuestros reciclajes constantes, con nuestra indispensable restauracin mediante injertos o liftings, con nuestra ilusin de juventud sin trmino o con nuestro retorno a pueblos y alimentos biolgicos como si estar aqu equivaliera a vivir en las pantallas o reiniciarse sin cesar y no apagarse definitivamente nunca.

8 El nacimiento de los sobjetos


A diferencia de lo que fue, los objetos en el alto capitalismo de consumo empezaron a dejar de ser piezas subordinadas y lerdas. Hoy, en el capitalismo de ficcin, los objetos, sus morfologas, sus vibraciones buscan seducirnos, nos reclaman para ser fotografiados, reconocidos, exhalados. Seres animados que reciben vida a travs de la accin entre ellos y con los sujetos, dentro de la corriente que circula en su sistema y fuera de l, desde el deseo hasta la compra, desde la exhibicin hasta la posesin. Esta tensin inherente a la cultura de consumo ha decidido una concepcin del mundo asociada a la dialctica que mantienen la personalidad del sujeto y la objetualidad del objeto. Y tambin, cruzndose mentalidades y emociones, ha nacido un espacio general donde crece la subjetividad del objeto y la objetividad del sujeto, ambos emitiendo y recibiendo partculas del otro y, en el proceso, construyendo la criatura hbrida de los sobjetos. Cuando los objetos eran slo bienes de uso (o de uso y de cambio), cuando, simultneamente, las personas se suponan nicamente personas o templos del Espritu Santo, no exista posibilidad de canje entre unos y otros. El sujeto se serva de los objetos como esclavos dispuestos a servirle y mantenerse callados como herramientas, piezas condenadas a lavar la ropa o abrir las latas. De esta manera el objeto quedaba apartado de casi toda significacin simblica o apenas se iluminaba mortecinamente. Tampoco la relacin asimtrica del hombre con la mujer autorizaba la conversin de uno en otro, y el mundo intersexual, tal como relata todava el filme The World de Jia Zhang-Ke, era duro, perfectamente inconsumible. Ahora, sin embargo, dentro del capitalismo de ficcin, cualquier cambalache puede efectuarse, cualquier combinacin parece admitida, como si el sexo se hubiera transformado en una cinta continua, sin obstculos, prejuicios culturales o prohibiciones tab. En el capitalismo de produccin, hasta el triunfo de la revolucin sexual, la mujer desempe el papel de un objeto celado, adorado, reprimido, reproductor. Y, tal como estudi Veblen, dentro de la clase burguesa daba cuenta del estatus a travs de su ocio y su ornamento. Esta mujer/objeto, editada en diferentes versiones hasta la propagacin de la libertad sexual y sus liberaciones adyacentes (en lo poltico, en lo econmico, en lo maternal) fue siempre una criatura sin rescatar de su objetualidad intrnseca; sin redimir de su ptrea divinizacin. Los objetos se hallaban junto a ella, y ella, a su vez, formaba sistema con los dems objetos. Ahora, no obstante, mediante la dinmica del consumo, la relacin hombre/mujer se desarrolla sin velos, disuelta la frontera e inaugurada la liberacin de los dos. Uno y otro se intercambian y mudan no slo como sujetos simtricos sino como deliberados objetos iguales y deslizantes en una superficie donde las funciones respectivas tienden a confundirse en una lnea epicena. La satisfaccin femenina de haberse vindicado como sujeto, en igualdad de derechos con el varn, se dobla con la satisfaccin masculina de llegar a ser objeto deseado y equivalente. Uno y otro se homologan no ya en la independencia o la dependencia situacional sino que fluyen en la deriva constante que ha inaugurado la figura del sobjeto. Un avatar que incluye el recproco paladeo del partenaire como nunca antes conoci la humanidad matriarcal o patriarcal, capitalista o no. Envueltos en la mermelada meditica, orgnica y convulsa, partcipes de una vida atestada de artculos y especies de artculos que brotan sin tregua alrededor, nuestra identidad va debiendo a

ellos una parte cada vez mayor de su contenido. As, los artefactos que antes se contentaban con mostrar sus propiedades prcticas y obedecan mudamente, se manifiestan como provistos de historias que volcar en nuestros odos. Diseado para los sentidos, dice Nokia como lema de su ltimo mvil 8800, porque los objetos nacen ya con la misin de seducirnos o turbarnos, ocuparnos o acompaarnos. Los acariciamos mientras se dejan acariciar para poseernos subrepticiamente, nos envan un filo de luz para descomponernos y penetrarnos hasta gestar esa criatura mixta de objetos y sujetos a la vez, segn el estilo mestizo de nuestro tiempo. La referencia de casi todos los productos que lanza el mercado, por tecnolgicos que sean, no se encontrar ya, de manera fundamental, en su ingeniera, descontadamente regulada y competente, sino en el factor emotivo, personalizado. La distincin entre los modelos de automviles se encuentra hoy ms que nada en su capacidad para ofrecer determinadas experiencias afectivas, secretos del corazn, puesto que el coche no es, desde luego, una simple mquina, ni nada de cuanto lo compone pertenece a esa condicin elemental, desde la densidad de los cromados al relieve de los neumticos. Cada elemento trata de ser deliberadamente elocuente y convertir la venta en un dilogo triunfante. Ford,V olkswagen, Mercedes, Chrysler o Cadillac se precian de fabricar coches capaces de advertir a distancia la presencia del amo y de recibirlo con seales en la entonacin de las luces, en la emanacin de un aroma, en la presteza de unos mandos, en una actitud que subraya sin confusin la pertenencia.V olvo, que ha creado un prototipo (2003-2004) diseado por mujeres y para mujeres, un coche/mujer, es un ejemplo de este fenmeno animista extensible desde los ordenadores a las zapatillas, desde las habitaciones de los hoteles a las equipaciones de los deportistas, desde los desayunos norteamericanos de Starbucks a las gafas modulares. Incluso las ciudades, en cuanto artefactos, se han planeado idealmente como espacios dotados de palpitacin. As, en el festival DigiFest (Toronto 2003) se present la idea de las metrpolis sensibles, cuajadas de resortes que les permitieran interactuar con sus habitantes, provistos a su vez de emisores y receptores digitales. Como resultado, la construccin dejara supuestamente de ser un producto concluido y se alterara al comps del humor de sus pobladores. La msica, que tanta referencia hace a lo mgico, es utilizada cada vez ms por las marcas para crear un envoltorio de identidad. Incluso Armani, que pareca tenerlo todo, ha cedido a la proposicin de expresar su cultura mediante un CD compuesto especialmente. El disco una mezcla de aires del Far East, al estilo de la Bollywood Brass Banda de Bombay y de material mediterrneo puede encontrarse en los grandes almacenes de casi todo el mundo y en todos los Emporio Armani del planeta como si se tratara de una meloda insignia. Ningn objeto, en fin, que se precie de contemporneo es slo objeto. Herms o Mercedes Benz han cuidado el sonido del cierre de sus bolsos o sus coches como indicio de que poseen vida interior, vida elegante o exclusiva. Los mandos, los efectos de la calefaccin y la refrigeracin, el sonido de las puertas, la guantera, los indicadores o las escobillas de los mejores automviles se someten hoy al mayor anlisis con el propsito de que cada uno cumpla la finalidad de prestar sus sentidos corporales a la sensibilidad del usuario. El coche ser as, en conjunto, como un organismo dispuesto a amar y ser amado, un animal que respira y nos rodea. En los aos ochenta el diseo se ocupaba de la forma y las texturas, pero el sonido aade ahora un plus decisivo a la relacin. El tableteo de los teclados, los traqueteos del lavaplatos, los timbres de los pisos, las campanillas del microondas, los golpeteos de las latas componen, en su conjunto, un zoo preconcebido y astuto. Los investigadores han comprobado la importancia del gruido de unas bisagras, el murmullo de un motor, la exclamacin de un cierre. Nestl ha afinado la acstica de sus

comestibles crujientes o el chapoteo de los batidos al servirlos. Los ayes mecnicos, las quejas de las cosas nos apartaran de ellas, mientras que los productos que traen consigo un timbre grato se hacen querer y aumentan el amor a la marca. Rowenta ha descubierto que segn sea el rumor de sus aspiradoras, el usuario se siente su subordinado o su amo. Cmo negar, en consecuencia, importancia al rumor? Los Porche, los Ferrari, los Alfa Romeo, las Harley-Davidson coronan su mitologa a travs del rumor de sus motores. El funcionamiento del motor? Hace mucho tiempo que nadie examina los pormenores de un motor. El A-2 fue concebido para poder atender los cambios de aceite y lquido de frenos sin necesidad de levantar el cap y el V olvo femenino notifica sus problemas de mecnica como si se tratara de enfermedades internas, puesto que una vez que el automvil se biologiza, qu le impedir reproducir otros detalles de nuestra condicin? Ms an: todo aquello que lo distancia del modelo humano lo pequdica. Objetos? Sujetos? La separacin entre sujeto y objeto es a la vez real e ilusoria, deca Theodor Adorno. Y todava no se haba visto prcticamente nada. La siguiente novedad en el afn de dar vida a los productos ha sido dotarlos de un calculado olor porque mediante el olor puede aspirarse al embaucamiento perfecto. Las cosas se plasman inequvocamente en su esencia, su efluvio es su efusin y su intimidad profunda. La importancia del olor se revela en su alta capacidad de recuerdo, 65 por ciento superior a la evocacin de lo visto; y en su diferenciacin, puesto que nuestro sentido del olfato puede distinguir entre diez mil tonos distintos. La marca surcoreana Samsung fue una de las pioneras en introducir un aroma identificativo de sus productos en su cadena de almacenes Samsung Experience.Y tambin lo ha hecho Sony con sus locales Sony-Style, perfumados con notas de mandarina y vainilla que pueden percibirse incluso desde la acera de Madison Avenue en Nueva York. La idea de encantar mediante el olor era, al principio, un recurso propio de firmas de prendas ntimas como Victorias Secret, pero actualmente se ha extendido tambin a los hoteles, a los casinos de Las Vegas, a los Starbucks, a las compaas areas y al interior de los coches. Rolls-Royce, que vio disminuir imprevisiblemente sus ventas a mediados de los aos noventa, averigu que la causa principal provena del cambio de olor del habitculo. Para restituirle su deseada personalidad, la compaa escogi el modelo Silver Cloud de 1965 como referencia y mand deconstruir su aroma en ochocientos elementos con los cuales fabric un spray que ahora sirve para rociar el bajo de los asientos. Pronto, no slo todos los sentidos sino el resto de las propiedades biolgicas sern incorporadas a los objetos, a las construcciones, a la oferta global. La gran operacin del capitalismo de ficcin consiste en crear una cosmologa completa y autnoma que permita, conociendo su frmula general, alcanzar un control del mundo. La idea que el materialismo dialctico inculc en los revolucionarios para transformar la historia una vez conocidas las leyes de su funcionamiento, se realiza en el capitalismo de ficcin que, an sin programa, tiende a reemplazar da a da lo real por lo producido, lo natural por lo naturificado, la vista por el vdeo, el sonido por la alta fidelidad, el aroma por el spray y el gusto por los aditivos. De esa manera se emprende una gigantesca tarea de reconstruccin del mundo: la gran hazaa de un sistema que paso a paso, escudriando los pliegues, analizando los tegumentos, descomponiendo los ruidos, se hace capaz de introducir un sentido controlado sobre lo preexistente. Y un sentido en su doble acepcin: un nuevo sentir del mundo y de nosotros, ms una nueva direccin personalizada de las cosas. Martin Lindstrm, autor de Brand Sense; Build Powerful Brands Through Touch, Taste, Smell,

Sight, and Sound (FreePress, Nueva York, 2005), anticipa que en los prximos aos el impacto del logo de una mercanca o un servicio ser mnimo en comparacin con las mltiples conexiones personales que portarn los artculos y los establecimientos donde se exponga al pblico. En los tiempos del capitalismo de produccin, el vendedor hablaba directamente al parroquiano sobre las cualidades de los artculos; en el capitalismo de consumo la publicidad ocup la ahuyentada voz del tendero. El actual descrdito de la publicidad obliga a dar un paso ms, y el capitalismo de ficcin se esfuerza por reproducir fielmente las huellas profundas: el tacto, el sonido, el olfato, el color o tambin, obviamente, el sabor, puesto que el sabor es el saber seguro. The Substance of Style (Harper Collins, Nueva York, 2004), de Virginia Postrel, es una obra dirigida a mostrar la relevancia del contenido sensorial de los objetos. Los objetos como ofertas simblicas pero tambin como propensos a la comunicacin y el amor libre. En la actualidad, los objetos-utensilios son muy escasos mientras que los objetos enamorados, rebozados de afecto, tratan de ser prcticamente todos. En el oficio de la building brand identity, en la construccin de la identidad de una marca, los especialistas coinciden en que la adherencia emocional resulta absolutamente indispensable para la prosperidad de un logo. Los productos del futuro tendrn que apelar a nuestros corazones, no a nuestras cabezas dice Rolf Jensen (The Dream Society, McGraw-Hill, Nueva York, 1999, p. vn). Cuando esto ocurra el modelo de las sociedades ricas no ser la sociedad de la informacin, sino la Dream Society. La sociedad ensoada que se encuentra en fase de desarrollo pero de la que diariamente aparecen signos en los medios de comunicacin, en las reas de entretenimiento, en el mundo entero del marketing con factor emocional o e-factor. En definitiva, despus de que la mayor parte del siglo XX fuera traspasado por la ciencia y el racionalismo, por el materialismo y el pragmatismo, las proposiciones de nuestro siglo XXI, siglo femenino, comienzan anegndose de emocin y artificios, de sensibilidades y personalismos.

9 Las personas y las marcas


Tal como proclaman los profesionales del marketing, la gente se imagina frecuentemente las marcas como si se tratara de personas o poseyendo caracteres personales: Nivea representa a una mujer limpia y maternal, Apple son tipos simpticos e inventivos, Johny Walker es vicioso, Mercedes es una abuela rica,V olvo resulta ser la sensatez. Las marcas han dejado de comportarse como cuos inmviles para establecer una conmovida relacin con los dems. En numerosos casos, la marca persigue encarnarse, pasar del mundo de las abstracciones al universo de las emociones. Efectivamente, la marca debe poseer un concepto que contribuya a darle luz, pero su nacimiento efectivo, su alumbramiento ocurre cuando se metamorfosea en un elemento biolgico junto a los seres humanos. Hay incluso marcas que se han concretado en personas fsicas; as, Bill Gates ha apoyado la imagen de Microsoft, como Walt Disney, mientras vivi, apoy a Disney y Ted Turner a Time Warner. Igual que hizo Ruiz Mateos con Rumasa, Paco Rabanne con Rabanne y Giorgio Armani con Armani. Estas personas famosas son personas y marcas a la vez, pero incluso las personas comunes son como marcas dentro de esta cultura general del marketing. La consultora Future Brand realiz una investigacin en gran parte de Europa y concluy que muchos jvenes pensaban en s mismos como marcas (El Pas, 9 de junio de 2002) y, paralelamente, una de las sesiones de Davos en 2004 se titul Yo, S. A., asociando la buena realizacin personal a una gestin eficiente para producir, al cabo, un yo que disfrutara de la consideracin, el atractivo y el amor de una buena marca. Nos sentimos marcados en la medida en que podra hacerse un retrato a partir de nuestras diferentes elecciones, pero tambin somos marca en cuanto personajes que forman parte del mercado (profesional, sexual, moral). Las marcas nos proveen de signos y, a la vez, nosotros aparecemos como personas/marca. We are brands and brands are us, Somos marcas y las marcas somos nosotros, dice la empresa Getty Images. Curiosamente, Brand-ADN es la denominacin para los casos futuros de nios que sean diseados con un grupo de genes hasta constituir un ser humano de caractersticas y propiedades predeterminadas al modo de cualquier modelo fabricado. El capitalismo de produccin slo fue capaz de elaborar mercancas inertes, pero las nuevas tecnologas en el capitalismo de ficcin pueden elaborar seres vivos, desde ganado lanar hasta bebs. Todos con la ambicin de llegar a ser excelentes ejemplares marcados. Poseer una buena marca, tener una firma renombrada, parece una necesidad para gentes que se ganan la vida con ello, pero empieza a resultar cierto para casi cada ciudadano del montn que busca hacerse presente a travs de los media, a travs de los blogs, los podcastings y las mil pantallas. Muy expresivamente, en internet cada uno de nosotros podra disponer de una pgina web y en ella exponerse como una oferta de comunicacin, de entretenimiento, de curiosidad o de compaa. Cuantas ms visitas reciba esta web personal mejor ser, cuanto ms la soliciten ms vale, de acuerdo con la ley general que rige el precio de las mercancas. La relacin entre marcas y personas o entre personalidades y marcas llega a ser tan estrecha que, en Estados Unidos, se ha empezado desde hace unos aos a dar nombres de marcas a ciertos recin nacidos. Cleveland Evans, profesor de psicologa de la Bellevue University de Nebraska, que ha estudiado la evolucin de los nombres de bebs en los ltimos veinticinco aos, descubri en

2000 el registro de nios y nias con los nombres de LOral,Versace o Pepsi. Incluso haba dos nios, uno en Michigan y otro en Texas, llamados ESPN, que son las siglas de un canal de deportes. Entre todos los sectores econmicos, los automviles procuran el mayor nmero de patronmicos, de manera que hasta veintids chicas fueron inscritas con el nombre de Infiniti (la gama alta de Nissan) y cincuenta y cinco chicos con el de Chevy (Chevrolet). En cuanto al sector de la moda, trescientas muchachas se llamaban Armani, siete chicos Denim y otros seis Timberland. Tambin otra media docena de varones recibieron el nombre de Courvoisier (BBCNews, 13 de noviembre de 2003). A fin de cuentas, la repugnancia que se senta hasta hace poco por ser considerado un objeto ya no es tan grande. La publicidad ha hecho de los objetos un valor referencial y, por si faltaba poco, las marcas nos personalizan antes que nos cosifican. Ahora la marca se revela como el tramo medio entre el individuo sin atributos y la persona superior. Ser individuo es muy poca cosa pero alcanzar la intangible categora de marca significa superar el rasante del anonimato. Las ltimas tendencias en el marketing hablan incluso de la marca como identidad, un concepto que busca alargar la presencia de la marca y extenderla hacia cualquier territorio de la cotidianidad, incluso personal, como si se tratara de un hlito de vida. O, como dice Mont Blanc temiendo y celebrando haber ido demasiado lejos: That is you?. Nuestro mismo organismo puede ser marca? La biocultura, que ha logrado la humanizacin de todas las especies (incluidas las mquinas espirituales) no est lejos de manejar esta nocin. As, a los derechos sobre el propio cuerpo y sobre la privacidad, a la presuncin de inocencia y a la propiedad privada, se ha unido hace poco el derecho a la imagen o sobre la propia imagen. Derechos de la imagen de marca donde se incluye, en primer lugar, el derecho a no ser reproducido. Ni reproducida la obra ni reproducido el sujeto mediante un clon, sea en su totalidad o parcialmente. Brand yourself es el mandato que el clebre manager Tom Peters ha difundido en la revista Fast Company. Se tratara en suma de darse a conocer mediante un nombre que aluda a cualidades y habilidades, vicios y virtudes, catalogadas, tal como de otra parte se hace ya en los catlogos de tipologas psicolgicas para psiquiatras y terapeutas. El mundo de las marcas ha hecho mucho ms que distinguir o prestigiar unos u otros productos. Ha instalado en el espacio social una construccin de valores y narraciones en cuyo interior vivimos, por cuyos espacios transitamos y cuyas ideologas ingerimos. El universo de las marcas se ha acoplado al universo general de los valores y los ha dotado de nuevos sentidos y mitos. Desde la cuna a la funeraria, desde la boda al divorcio, desde la ropa que nos abriga hasta la casa que nos alberga, se encuentran traspasados por los signos y significados de las marcas. La marca, en fin, no pertenece en exclusiva a la empresa: es capital para la compaa, pero tambin es crucial para nuestra compaa. Una gran marca, dicen los especialistas, es como una historia que nunca acaba de contarse por completo porque parte de su naturaleza se conecta con el inconsciente y otra con la mitologa. La apropiada construccin de una marca exige siempre una gran cantidad de recursos para obtener visibilidad y peso, pero todava no basta. La ejecucin eficiente requiere una comunicacin brillante porque lo principal ser el establecimiento de las relaciones con los clientes. Una marca puede desarrollarse sin recurrir en exceso a la publicidad o incluso prescindiendo de ella por completo. Starbucks ha crecido vertiginosamente sin publicidad y casi lo mismo cabra decir de Zara. O qu publicidad se ha hecho nunca de Rolls Royce? El ex jefe de marketing de Coca-Cola, Sergio Zyman, en The End of Marketing As We Know It (Harper Collins, Nueva York, 1999), deca: El nico propsito del marketing fue conseguir gente para venderle ms unidades de un producto,

ms frecuentemente y consiguiendo que gastaran ms dinero... Actualmente el marketing ya no se centra en las ventas sino en las compras. Se refiere a cmo hacer ms fcil y placentero comprar. Se refiere a cmo crear relaciones con los clientes que desarrollen las preferencias emocionales por la marca. La emocin siempre. Danone, Zara, Philips, Nescaf no son tan slo logos de empresas particulares sino denominaciones que, a estas alturas, componen nuestra cotidianidad y donde adquieren los caracteres que en los tiempos preurbanos tenan las plantas, las piedras o los zorros. El paisaje de las marcas genera una naturaleza propia del capitalismo de ficcin donde es cada vez ms fcil intercambiar lo natural por su artificio, la rplica por el original, siendo ste, a su vez, progresivamente irrelevante. Esta conversin o confusin entre lo natural y su artificio se est deslizando ya, dentro de algunos mercados japoneses y norteamericanos, en las naranjas, las patatas o los pepinos, cuyas unidades llegan al consumidor no como cados del rbol o de su mata sino manipulados y grabados con lser para concederles su nueva identidad (cdigo de barras, procedencia y fecha de recoleccin, fecha de caducidad, calidad, composicin, etc.) tal como si fueran otros frmacos. La marca, la informacin aadida, el sello, le confiere identidad; aparta el fruto de su rudo nacimiento y le otorga la vitola del logo. Incluso la llamada denominacin de origen no es sino un artificio para conceder valor ulterior a algo que espontneamente sera annimo y barato. Dnde acaba pues el valor de lo natural y comienza el del artificio? Cmo saber qu sera este vino sin la marca? Hasta la herona, en Nueva York, se vende con marca y de esa manera cada cual sabe ms con quin se juega su vida. La herona posee de este modo una identidad, por clandestina que sea. La marca la redime de ser sencillamente droga. No la legaliza pero la bautiza. En qu quedara, en fin, Estados Unidos sin la identidad de sus marcas? Uno de los jvenes lderes del movimiento contra Bush en Corea del Norte, ParkYoung Hoon, declaraba a la revista BusinessWeek (4 de agosto de 2003) que si bien muchos jvenes se manifestaban contra la poltica de Estados Unidos no por ello dejaban de apreciar sus marcas. Deca: Luchar por la independencia de nuestro pas respecto de la influencia norteamericana es una cosa y amar sus marcas otra. Of course I like IBM, Dell, Microsoft, Starbucks and Coke. No su Dios bblico, sino sus grandes marcas han sofrenado la mala reputacin norteamericana de los ltimos tiempos. Los estudiantes llevan calzoncillos de Gap mientras gritan muerte al imperio; repudian la invasin de Irak y Afganistn pero llenan los cines para ver el ltimo filme de Hollywood, en cuyas cintas proliferan sin lmite las marcas de mercancas norteamericanas. Entre los cien labels ms valorados por la especie humana en 2003, segn Business Week, sesenta y dos fueron norteamericanos, con ocho de ellos entre los diez primeros. Esos diez primeros fueron: Coca-Cola, Microsoft, IBM, General Electric, Intel, Nokia, Disney, McDonalds, Marlboro y Mercedes. Significativamente, sin embargo, estos puestos no son estables porque la marca tiene vida, sufre enfermedades o recobra la salud tras haber desfallecido. En la relacin del ao 2003 tanto LOral como Samsung y Toyota registraron notables ascensos mientras los escndalos contables afectaron a marcas de larga solvencia como Enron, Xerox, J. P. Morgan, Merril Lynch y Morgan Stanley. Por otro lado, firmas como Ford o Kodak, que fueron hasta hace unos aos valores firmes en el hit parade, han padecido cadas espectaculares. Ford no ha conseguido sostener las ventas ni repetir un modelo mtico desde quiz el Ford Mustang, mientras Kodak ha recibido, en su produccin de pelculas, el fuerte impacto de lo digital y de la competencia japonesa. Los turcos, los espaoles, los italianos, los austracos o los franceses creyeron que sus cafs les distinguan como una sea de identidad, pero los locales prefabricados y marcados de Starbucks

(pseudointelectuales, chics, pseudonaturales, esmaltados de msica clsica, rociados de spray con aroma de caf) son ahora miles en el planeta en detrimento de las instituciones locales. Hasta China contaba ya, en 2002, con cuarenta locales, uno de ellos situado en el interior de la Ciudad Prohibida. El caf de Starbucks no es el verdadero caf de los cafs, pero, curiosamente, Starbucks desbanca incluso enViena al caf tradicional. El caf viens posee mayor valor de uso pero no puede compararse en valor de cambio. Alexis de Tocqueville confesaba a mediados del siglo XIX que haba visto en Amrica la imagen misma de la democracia, pero ahora su imagen es la cara de sus marcas. De hecho, Estados Unidos no ha exportado con sus Levi s, sus Kelloggs o sus Harley-Davidson unos artculos ms o menos tiles sino, ante todo, unos modos de vida y de creencias. En la India Pepsi Cola consigui que su eslogan all fuera Yeh Dil Maange More! (Este corazn quiere ms!), el grito lanzado por un mayor del ejrcito en el valle del Himlaya cuando en la guerra de Kargil, de 1998, sus tropas vencieron a las de Pakistn en un enfrentamiento inolvidable. Tras un caso as, no hace falta explicar por qu las ventas explotaron. La marca se haba instalado entre los signos patriotas de la propia historia. Con todo ello, la salida de la tupida esfera que han creado las marcas es no slo difcil sino prcticamente imposible porque a travs de ellas se ha gestado una cultura completa. Las supermarcas marcan la Tierra y le proporcionan referencias, hitos, signos, con los que se transmite un mbito comn. Reflexionbamos sobre nosotros y nuestras vidas; ahora adems aprendemos de nuestra vida en relacin con los consumos y entre los relatos del consumo. Consumir es relacionarse y resolverse en un cruce de existencias, chocar o ensamblarse con el exterior, aprender a tratarse en parte como objeto y habituarse a recibir su marca como un t a t. La identidad de una marca es hoy el pilar sobre el que giran las mximas estrategias de promocin y desarrollo, pero esta identidad, como todas las identidades, no se logra aisladamente. La identidad de la marca, como la identidad de las personas, nace de una interrelacin, brota de un cruce entre las sugerencias del emisor y las percepciones del receptor. Como consecuencia, pues, la pesquisa en pro de la identidad de la marca debe seguir una va que incluya siempre a los posibles clientes como consumidores y como fautores. O como declaraba Sony en 2004: You make it Sony (Usted hace que esto sea Sony). La publicidad se alia a lo interpersonal o muere de su propia torpeza.

10 Ser como la publicidad


Antes la publicidad pretenda embelesar, encantar, mentirnos dulcemente. Ahora ya no. Ahora se presenta como una obra, una ocurrencia, un objeto en s. Estadios de ftbol, comedias musicales, novelas, letras de canciones, parques y jardines transportan el nombre de una marca sin complejos ni tapujos. Las marcas se difunden creando sucesos, poemas, pequeas historias y recuerdos complacientes. Al final de la pelcula 2046 de Wong Kar-Wai, en el ngulo superior izquierdo de la pantalla y presidiendo los ttulos de crdito, aparece el logo de la firma surcoreana LG. El logo se vela o se ilumina, desaparece y reaparece suavemente, al comps de los efectos visuales de la cinta, se mueve con el filme y como parte inseparable de l. Ser la pelcula verdadera y la publicidad falsa? O bien ser la pelcula cultura y la publicidad su detritus? As lo pens el intelectual de hace medio siglo que, desde luego, presumir de no saber nada de LG y sus excitantes peripecias. Aqu, sin embargo, en la hermosa pelcula de Won Kar-Wai, LG no se muestra como una firma industrial que posee sensibilidad o que apoya la sensibilidad del filme, para vender de paso sus electrodomsticos. LG es la pelcula misma. La marca patrocina la existencia de la obra, pero de su mano se incorpora a la cinta como una secuencia. Ella es un sobjeto, se recibe como una experiencia, un espectculo, un elemento cultural que consumimos junto a otros artculos, ms o menos refinados y de diferente gnero. La publicidad, llegada a esta fase, no se ocupa en hablar de un producto y todava menos de sus cualidades tcnicas o estticas, sino que se refiere directamente a la vida, a nuestra vida, como puede hacerlo el cine, la novela o el teatro. Como lo hace, en efecto, la nueva publicidad en cuanto oferta cultural, esttica, comercial, todo en el mismo bloque consumista. El 52 Festival de Publicidad de Cannes, en 2005, la profesin mostr esta nueva tendencia dirigida a transformar la relacin con el receptor y convertirlo en partcipe. La publicidad no como manipulacin o indicacin sino como opera aperta. Lo importante afirmaba la directora de marketing Russ Klein no es lo que la marca diga sobre s, sino lo que las gentes digan de nuestras marcas. Deseamos crear una conversacin en torno a nuestra marca (Le Monde, 27 de junio de 2005). La dialctica entre los objetos y los sujetos hace de la publicidad una produccin ms artstica que ordenancista. Un producto culto porque, mientras las novelas son cada vez peores, la publicidad es progresivamente de mayor calidad y complejidad, de acuerdo con la esttica y la tcnica de nuestros das. No significa esto, desde luego, que una importante parte del pblico no siga observando la publicidad como una intrusin insufrible ni que hayan cesado las campaas infames, pero la direccin es otra. Efectivamente, debera poderse elegir entre recibir publicidad o no mientras se pasea o se ve la televisin pero esta libertad est influyendo decisivamente sobre sus formas y sus contenidos. De hecho, frente al rechazo de la publicidad por parte de consumidores individuales y asociaciones de consumidores, los publicistas han ido buscando estrategias de complicidad ideolgica, que les llevan, por ejemplo, a emitir mensajes con las mismas proclamas que los altermundistas. Gap o Nike han ensayado estos mtodos con eslganes inspirados en las concentraciones de Seattle o Porto Alegre, y algunas agencias publicitarias se han decidido por

propagar las marcas en una suerte de guerrilla urbana remedando las actuaciones de los grupos subversivos que alteran la normalidad de la ciudad. Para sensibilizar a los automovilistas neozelandeses sobre los riesgos de la velocidad excesiva, la agencia Colenso BBDO se dedic a pegar sobre los parabrisas de los coches una vieta donde apareca el rostro ensangrentado de una mujer. Igualmente, la agencia TBWA Pars coloc sobre los pasos de cebra pegatinas de tamao natural de peatones atropellados. La idea, en fin, de la guerrilla urbana publicitaria expresa el intento de fundir la publicidad con la ideologa y de hacer coincidir el mensaje con la actitud del receptor. Frente a la queja de un individualismo insolidario o un materialismo vergonzante, la publicidad ha lanzado invitaciones a la solidaridad interpersonal o el amor hasta tal punto que en el festival de Cannes de 2004 V olkswagen present un spot donde cada nuevo propietario de este vehculo se converta pronto en miembro de una familia muy afectiva. Mucho antes, en 1990, Body Shop se haba presentado en New Jersey no enarbolando cremas ni lociones sino imgenes de la destruccin del muro de Berln y de la apertura al Este. En ese territorio aparecan trabajadores de Body Shop que, como empleados pblicos, contribuan a la reconstruccin del Berln oriental pintando edificios o cuidando nios, a la manera de una ONG. El mtodo, pues, de responder a la desconfianza suscitada por la publicidad es tratar de transformar al consumidor en compinche, en amigo ms que cliente, en un t a t ms que en un pblico a granel: TVE piensa en ti. Hay que pensar en l porque, como deca en 2004 Christophe Lambert, presidente de Publicis, uno de los cinco grupos publicitarios ms grandes del mundo: A los publicitarios ya no nos quedan muchos argumentos respecto al producto y tenemos que crear cada vez ms lazos con el consumidor. La marca debe demostrar que es como un ser humano o superhumano y que se desvela por nosotros como consumidores/personas. En los supermercados Tesco, la carta informativa que se enva a once millones de amas (o amos) de casa se redacta en cuatro millones de versiones diferentes, de acuerdo con los datos e intereses registrados de cada uno. Puede pedirse un inters personal mayor? Capital no falta pero clientes s, y a los clientes se los disputan las firmas cada vez ms encarnizadamente, cuerpo a cuerpo. La notoria atencin individualizada o los servicios personalizados tienen como objetivo esta retencin t a t. El pegamento del plus personista. As, en abril de 2005, Carrefour, que se encontraba sufriendo los efectos de una competencia muy agresiva a travs de los supermercados de descuento, tom la decisin de recompensar al cliente con ms empleados dispuestos a atenderle. Como ya ocurre en Estados Unidos, en Europa se empieza a introducir mucho personal al lado de la mercanca, ms factor humano junto al autoservicio. Las personas a tiempo parcial, con un jornal mnimo pululan por libreras, grandes almacenes o supermercados solcitos y diligentes con el cliente para orientarle sobre los artculos rebajados, ofrecerle una degustacin o echarle una mano en el acarreo de sus compras. Se trata, en fin, de agregar sustancia personal, personismo, conexin humana. Wal-Mart, que es la primera empresa del mundo por volumen de facturacin y la primera a gran distancia de Carrefour entre los minoristas del mundo, ha creado en sus supermercados la figura del greeting people, unos empleados que reciben a la clientela y se comportan a la manera de los antiguos tenderos: preguntan por los hijos, felicitan el cumpleaos o las navidades, se deshacen en cordialidad para que el cliente se encuentre a gusto en el establecimiento. En la actualidad muchos de los productos son intercambiables y los lugares de venta se escogen en funcin de estos elementos afectivos. Igualmente, las marcas no suelen ofrecer fsica o tecnolgicamente artculos con grandes

diferencias en calidad o precio, la distincin procede del mundo emocional que hayan logrado crear en relacin con la clientela. Escuchar al cliente, poner atencin a sus necesidades y preferencias, emplear tiempo en conocerlo es la base de los consejos que el gur de los negocios Peter Druckner ha difundido repetidamente en la Harvard Business Review. Por su parte, Jeff Bezos, el artfice de Amazon.com, deca que se vea obligado a escribir un manual profesional centrado, ms all de las tcnicas, la organizacin o la financiacin, en la importancia de fijarse en el cliente. Pienso deca en la revista Business, 20 de abril de 1999 que todos fallamos en lo mismo. Especialmente en el negocio on line, el poder se desplaza desde la compaa al cliente, donde ste alcanza una voz decisiva. Si se advierte que un consumidor se muestra insatisfecho hay que poner mucho cuidado, porque quiz signifique que hay otros miles con la misma o parecida insatisfaccin. Por el contrario, si se hace feliz a un consumidor puede ser que vaya dicindolo a otros. Lo que sus clientes sientan sobre su marca ha escrito el especialista en mercados Daryl Travis en Emotional Branding (Prima Ventura, 2000) no es una cuestin casual. Es la cuestin crucial. Esta emocin no slo es importante para el departamento de ventas y publicidad sino que tanto los jefes ejecutivos como sus correspondientes colegas financieros deben tener un inters vital en estos sentimientos. Personalizar es el modo ms efectivo del afecto.Y esto lo han aprendido intensamente las marcas donde ya importan ms las insinuaciones que las reflexiones, ms el tamao del corazn que la razn de peso. El anuncio moderno no empuja a adquirir este producto o aqul, slo da a entender algo y procura ser cordial, ameno o inteligente. Lo importante es componer una estampa o un texto de inters, y luego ya se recogern los frutos. Ninguna publicidad significativa de nuestro tiempo emplea su tiempo en detallar las particularidades de la mercanca: esto es demasiado viejo, literario y aburrido. Todas las mercancas son buenas y valiosas por definicin: lo importante es la idea original que aporta la marca, de la misma manera que en los ltimos siglos se ha premiado la idea original que conceba un artista. El cliente bien curtido y hastiado de anuncios no aceptara ms presiones de compra, pero raciones de intriga, de humor o de misterio, s. Ahora, una buena parte de los anuncios de automviles no muestran nunca el coche, ni los anuncios de moda destacan la ropa, el diseo del bolso o de los zapatos. Las grandes revistas de tendencias en vestidos y complementos son de arriba abajo una coleccin de fotografas artsticas cuyo atractivo no reside en lo que dejan ver sino en su valor como producto fotogrfico con el aura esttica de la marca. El anuncio acta como si se hubiera emancipado de su esclavitud comercial y funciona como una creacin dirigida a receptores tratados a su vez como artistas. Qu significa el anuncio de Adidas expresado en las tres rayas pintadas sobre el pie descalzo de un nio de las favelas brasileas? Qu significan los anuncios tan amigables de Toyota sin ningn rastro de sus coches? Ningn eslogan contemporneo deber, en fin, llamar a comprar esto o lo otro: las gentes estn hartas de gastar. El objeto debe revelarse como un don, sin precio, tan incalculable (e impagable) como las ideas o los valores. Esto no es un automvil dice V olvo. Es una ideologa. O bien: Apple is not about bytes and boxes, it is about vales, dice su creador, Steve Jobs. Cada compra trata de presentarse menos como un desembolso que como un input espiritual; un ingreso de algo humano y recibo de alguna transrealidad no mercantil. El marketing contemporneo ha comprendido el rechazo del materialismo grosero, el mal gusto del despilfarro, el pecado del consumismo y ha fundado, en consecuencia, una estrategia de nivel superior. Lo que importa no es la cosa sino su alma. Lo decisivo no ser vender un determinado artculo sino gustar; introducirnos en la

cosmologa de la firma que piensa encantadoramente y que nos corteja. Si en el capitalismo de produccin lo importante fueron las mercancas y en el capitalismo de consumo lo esencial fue lo que una voz dijera de ellas, en el sistema actual es el artculo quien habla. Coca-Cola nos habla de jovialidad, V olvo de seguridad, Nike de malditismo, Body Shop de conciencia ecolgica, White Label del culto al individuo. A las proclamas de las religiones o los discursos de los partidos, ha sucedido este prontuario de valores disponibles. Cualquiera de estas marcas se halla en la escena menos como simple nombre de empresa que como construccin ideolgica para consumo y servicio de la clientela. Tratando de servirnos, el site MSN de Microsoft proporciona detalles sobre comercios locales a peticin del usuario y un mapa para llegar a la tienda Microsoft.Tambin A9, un nuevo motor de bsqueda de Amazon.com, ofrece la BlockView con fotografas de las calles y los rtulos de sus locales, de manera que si el cliente ha olvidado el nombre del restaurante que busca puede reconocerlo visualmente, y si trata de encontrar una vivienda puede recibir la foto de su fachada, sus comunicaciones prximas, su distribucin interior. Google, por su parte, ha empezado a comportarse como una agencia de publicidad, colocando pequeos textos sobre pginas webs para uso de sus clientes y repartindose los beneficios con las propias webs sobre las que informa. E incluso puede no mostrar publicidad alguna. Precisamente, contra la impertinencia de la mala publicidad la industria electrnica ha ideado aparatos como elTiV o que permiten grabar los programas de la televisin sorteando los anuncios. Forrester, una empresa norteamericana de investigacin de audiencias, calcula que en 2008 habr alrededor de treinta y seis millones de hogares norteamericanos con dispositivos de este tipo, lo que supone que las agencias estn empezando a trasladar sus inversiones a otros mbitos, conscientes de que el medio televisivo es un campo demasiado arriesgado para gastarse el dinero. Concretamente, los anunciantes norteamericanos estn desviando sus anuncios desde la televisin, donde son vistos simultneamente por muchos y heterogneos espectadores, a mensajes incorporados a la Play Station o a los mviles, donde se ofrece una relacin ms individualizada. En el ao 2005, diversas corporaciones gigantes han lanzado varios advergames. Uno de Nokia referido a carreras de esqu combina el videogame con el mvil, donde se reciben los resultados de la performance, y Kraft relaciona la carga de diferentes videojuegos (minigolf, bolos, puzles) con las visitas a su propia web. Michael Wood, director de Cojocambo, una empresa britnica de entretenimiento publicitario, declaraba en Newsweek: Los videojuegos nos estn proporcionando la ms comprometida y concentrada audiencia. La ms comprometida y concentrada porque en adelante los anuncios no aparecen paralelamente a la vida o al vdeo, que lo mismo da, sino que son el vdeo y la eleccin deliberada del vidente. You are now in the world the advertiser has created for you (Usted se encuentra ahora en el mundo que los anunciantes han creado para usted), deca el diseador de advergames Dan Fergeson en Time. Pero en verdad no se trata slo de Fergeson, de los advergames y de la revista Time. La publicidad, sin dejar de estar presente en los paneles y las pantallas, ha ido buscando introducirse en cualquier entresijo viviente, bien hacindose personaje de las cintas, de los videojuegos o de internet, bien convirtindose, como ha logrado BMW, en programas audiovisuales por s mismos y para los que ya existe una demanda capaz de inducir millones de copias pirata. La publicidad, tal como poda imaginarse, dejar as de ser un apsito del producto para transmutarse en producto absoluto. Porque el relato verdaderamente contemporneo es el relato publicitario, directo, emotivo, breve, enigmtico, total. As como sus principales actores no son los

objetos ni los sujetos sino los sobjetos. Con ello, en fin, se redondea un nuevo modelo de produccin donde la oferta y la demanda no se contemplan desde campos diferentes sino que habitan coaligados. No hay consumidor y producto consumible sino una cohabitacin donde conversan al modo en que el ser humano dialoga con los productos de la naturaleza. En 2005, una agencia realiz unas vallas para la revista The Economist en que todo el panel reproduca el caracterstico color rojo de la mancheta y apenas apareca discretamente, en el lado inferior izquierdo, el ttulo del semanario. Sobre esa gran superficie se haba adosado una bombilla gigante que se iluminaba cuando un peatn pasaba a su lado. Este juego en que no hay anuncio sin el cuerpo del consumidor, no hay publicidad sin presencia activa del cliente, lo ha repetido V olvo con un filme compuesto por varias escenas donde aparecen, en diferentes actitudes, los viajeros que dialogan mientras ocupan el coche. Ms burdamente, Burger King explota la figura de un pollo que se comportaba siguiendo las rdenes del consumidor nio o el cliente infantilizado. Una estratagema que se ha repetido especialmente en Estados Unidos. Pero incluso en espacios privados, orinando en los lavabos de un restaurante o una discoteca vienen a aparecer sobre la pileta algunos mensajes publicitarios como reaccin al fluido fisiolgico. El propio organismo participa en el mensaje, y no es la publicidad, como antiguamente, la que estimula al cliente sino al contrario. Puede imaginarse algo ms personal? La publicidad, como tantas otras instancias, ha decidido hacerse humana. Fieramente humana.

11 El personismo
La industria de la informacin y el entretenimiento, los reafirmantes de LOral, los ordenadores Dell o los automviles Toyota iniciaron hace tiempo el proceso de personalizacin (o customizacin), pero hoy, redondeando ese proceso, la persona aparece como el modelo central del consumismo maduro. Desde los lanzamientos comerciales hasta los tratamientos mdicos, desde los trabajos y remuneraciones individualizados hasta los despidos diferenciados, la oferta ha venido centrndose obsesivamente en la personalizacin: aumento de atencin al cliente, servicios personales en los bancos, regmenes dietticos personalizados, coachs individuales, clases particulares de yoga, biografas, autobiografas, dietarios, memorias, people, novelas del corazn, autoficciones, reality shows. La persona concreta, y no el sujeto abstracto, se ha convertido hoy en el objetivo del marketing y, recprocamente, el consumidor se traza su propio tuning, fsico, tatuado, transexual. Tras el programa para aumentar nuestra capacidad de liderazgo, nuestra posibilidades de xito, nuestro atractivo fsico o nuestro punto G, aparece el bullicio de los otros, y el hiperindividualista se reconduce, en el consumismo maduro, hacia la degustacin de los dems. Hoy da, el deseo de las gentes, la demanda comercial de las gentes, es estar con gente. Nuestra poca no puede ser individualista. Ni por nuestra propia salud, ni por nuestra tecnologa, ni por nuestra nueva percepcin de lo feliz. El individualismo, el hiperindividualismo fueron superados a finales del siglo XX por la explosin de una mirada de relaciones promovidas por los medios, dentro y fuera de la red, impulsadas por la cultura del consumo maduro. Hasta finales de los aos ochenta, antes de la cada del Muro, la sociedad an crea poder ofrecer algo propio y de inters porque la misma existencia del comunismo mantena a raya el temible embate liberal. Despus, sin embargo, entre el ascenso del neoliberalismo y el superindividualismo, fueron anulados muchos de los caudales y protagonismos de lo pblico y, con ello, la participacin en lo social. No slo se desvanecieron del todo las utopas colectivas, sino que las instituciones han ido debilitndose hasta niveles grotescos, en una dinmica que deja al sujeto desprotegido de referencias oficiales y padrinos ideolgicos. Ni la Justicia, ni la Religin, ni la Poltica, ni el Estado, ni la Democracia se libran de ser objeto de aparatosas fallas y desarticulaciones que impiden al individuo considerarlas parte de su plan personal. En consecuencia, quebrantada la escena, en quin creer? En Dios? En el Papa? En ING Direct? Por una parte el ciudadano acusa este desapego y, por otra, las instituciones, un da s y otro tambin, aumentan su descrdito a causa de nuevas corrupciones y complicidades con el imperio del capital. El enemigo es lo social, llega a decir Alain Touraine, porque en lo sucesivo aspiramos a vivir fuera de lo constituido social e institucionalmente, tras haber padecido su deterioro. Persona a persona, individuo a individuo, se trenza planetariamente ahora la ilusin de un mundo mejor, donde las personas, una a una, experimentan, a travs de sus contactos, el gozo creciente de una cultura comn, cualquiera que sea, puesto que cualquier proyecto no es una esencia o una identidad acabada, sino una construccin interactiva. Contra quienes ven en la homologacin del mundo un mal para la humanidad, nunca la humanidad ha encontrado una mejor oportunidad para rehacerse y reconocerse como especie. Las

lenguas distintas, los valores y hbitos diferentes fueron efecto de la incomunicacin espacial, de sus asentamientos disgregados y del abroquelamiento bajo banderas e identidades guerreras. No hay peor mal que la magnificacin de la pertenencia, y hoy, como nunca, quienes continan enarbolando esa condicin merecen no formar parte del proyecto contemporneo y ser, como efectivamente vienen a ser, elementos anacrnicos, composiciones patolgicas en coherente proceso de extincin. La defensa de la biodiversidad es bonita y posee la fragancia de lo moral porque pretende proteger vidas, pero la utopa todava posible trata esencialmente de la amalgama, el guiso comunitario y no el largo men de platos incompatibles, algunas de cuyas recetas son altamente indigestas y hasta venenosas para la salud de los mil grupos. El mundo ha experimentado hasta ahora tanto el fracaso del proyecto colectivo como de su anticristo, el hiperindividualismo. Y todo en apenas cuatro dcadas. Lo que llega ahora con fuerza es una revolucin personista que hilo a hilo viene a reconstruir la trama. Una acentuacin de la individualidad habra desembocado en asfixia y una mayor ansiedad por consumir ms objetos habra concluido en desesperacin. Hartos pues de ver escapar la felicidad en los repetidos intentos del ego y sus caprichos, crece hoy el inters por los dems sujetos. Se abre, pues, una poca conectiva, femenina, podcasting. Y neorromntica tambin. La primera modernidad fue racional, geomtrica, ilustrada, pero esta segunda modernidad (posmodernidad, hipermodernidad, modernidad lquida, etctera) es, ante todo, sensitiva, sensacionalista y afectiva. En la pintura, en la arquitectura, en el diseo de coches y muebles prosperan las ondulaciones orgnicas, y en la ciencia la oleada biolgica ha ocupado el centro de la investigacin. No regresa, por tanto, con el personismo ningn sujeto de corte poltico, filosfico o moral, sino tan slo el bulto (superficial o no) del otro, su proximidad, su respiracin en el mvil, su parloteo en el MSM, su dilogo en el chat. Fin, pues, del ciudadano abstracto y principio del sobjeto, interactivo, despojado de los caracteres que blindan, sean stos el fanatismo religioso o racial, el gen intraducibie o el nacionalismo paleto. No ruge ahora ni la enfebrecida masa proletaria, ni da un paso adelante el hombre sin atributos, tampoco la ciudadana encalada ni la comunidad eclesial, sino, sigilosamente, el sujeto dctil de la sociedad civil. El personismo constituye el producto supremo del capitalismo de ficcin. Con l, la nueva etapa del sistema efecta el simulacro de la recuperacin de la persona, el rescate del amor al prjimo y el reality show de una nueva comunidad a travs del bucle de la conectividad consumista, tecnolgica y mercantil. El mundo se ofrece abarrotado de comunicaciones, cargado de impulsos compasivos, ms consciente que nunca de la condicin igualitaria del ser humano a travs de las catstrofes, la enfermedad o la miseria masiva que contemplamos en la televisin y contribuye diariamente a estrenar un compromiso afectivo. Ciertamente, la creacin del personismo pertenece al orden de las realidades producidas o de segundo orden. Realidades de verdad? Realidades falsas? Agotados en este fatigoso dilema, acostumbrados a paladear desde Filadelfia a Kuala Lampur el delicioso cheescake de Sara Lee fabricado con ingredientes naturales?, artificiales?, lo importante han dejado de ser los saberes. El sabor es lo importante. Al antiguo y fatigoso proyecto de llegar a ser persona en un imaginario reino de los cielos, ha sucedido el objetivo ms pragmtico de verse feliz. Pero feliz a solas? Claro que no. A solas terminamos amargados; con los dems los males son menos y las celebraciones mayores. Cheescake industrial? Pasteles de ficcin? Lo importante viene a ser el efecto: el bien de la conectividad en

lugar de la distante colectividad, el alivio del nexo sin la ardua escalada del vnculo. De la ecologa al altermundismo, desde los grupos tecno a los hinchas de ftbol, de las asociaciones de consumidores a las tribus urbanas, el personismo se reproduce en el convencimiento de que nuestra vida desmerece si no se comparte o se conecta. No importa si los enlaces son firmes o fciles de suprimir. De hecho, pocos se afilian a un partido o se congregan puntualmente, pocos entienden la militancia ni el inters general. El concepto de simpatizante poltico ha resurgido por encima de las nociones de militante porque lo que cuenta hoy no es la militancia sino la personancia. Se aglomeran con motivo de un suceso, se funden para una protesta explosiva, se agregan bajo una sombra del viento, una concentracin rock o una denuncia personalizada. Despus se deshace el armazn hasta una prxima eventualidad humanitaria. Hace slo medio siglo, el plan progresista consista en salvarnos o hundirnos todos juntos. Ahora, el programa vanguardista sobre un mundo sin futuro perfecto conlleva salvarse a pequeas dosis, segn las circunstancias. Aumentar con ello la calidad de los sujetos? No es descartable. El sujeto actual ha aprendido mucho gracias al consumo. Ha aprendido a distinguir entre calidades, sopesar los precios, calibrar las recompensas, dialogar con la prestancia del objeto. El consumo es como la puerta para deshacer el temor al otro mediante el puente mestizo del sobjeto. Los seres humanos, en fin, se reencuentran ahora no como cuerpo mstico o como fanticos del Real Madrid, pero tampoco como unidades a secas. Unos y otros se alian mediante la fusin entre la tipologa del sujeto y del objeto. Nos queremos sin estorbarnos, nos solicitamos sin comprometernos, nos prestamos sin endeudarnos. La conectividad, tan presente en el mundo de los mviles, los messengers, los chats o los blogs, se extiende a los multitudinarios y ya imprescindibles conciertos de Benicasim, los maratones compasivos o las fratras del rave. Esta relacin personista sera lo ms cool de la poca. Un lujo relativamente fro y barato que, como todos los que cunden en la democracia actual, se exiende epidemiolgicamente y genera el principio de otra poca. Perdida la naturaleza aparece la ecologa, perdida la historia nace el gusto por la restauracin, perdida la poltica arrecia el auge de lo personal, la customizacin de la mercanca, la personalizacin de los servicios, la oferta de convivencialidad, los encuentros.com. La razn de que esta demanda no haya aparecido antes estriba en que en tanto el sujeto ha estado peleando por alcanzar la privacidad y sus derechos individuales la alternativa careca de coherencia. La individualidad y el derecho a ser tratados todos como iguales desencaden la gran fiesta de la modernidad, su justicia, su voto, la supuesta equivalencia entre pares en el marco de un mundo idealmente gobernado por la razn y el pueblo soberanos. Contrapartidas? El mayor coste de la individualidad es, sin embargo, la pesada carga de la responsabilidad. El mayor regalo y, simultneamente, la mxima cruz de la individualidad es sentirse obligado a foijarse una identidad y seguir siendo coherente con ella. Pero la situacin ha llegado a su punto lmite, a la fatiga de ser yo. Todo parece haber ocurrido dice Baudrillard como si de un estado natural con entera disponibilidad sobre s mismo se hubiera pasado a un estado artificial donde la libertad y la individualidad se hubieran convertido en imperativos morales cuyo decreto implacable nos transforma en rehenes de nuestra identidad y nuestra propia voluntad (Le pacte de lucidit, Galile, Pars, 2004). El individualismo es sinnimo de interioridad, mientras que el personismo se reclama con vistas al otro. El individualismo extremo, el superindividualismo y todas sus variaciones, han acabado por abrumar la individuacin y agobiarla con un rgimen redundante. El sujeto se hace egotista y en esa extremada maniobra se ahoga. El actual mundo superindividualizado, deca Mounier, es lo opuesto a

un universo personal porque en el mundo individualizado nada se crea y nada contribuye al juego de una libertad responsable (Le personnalisme, PUF, Pars, 13.a ed., 2001). El individualismo, que apareci como ideologa y estructura dominante entre los siglos XVIII y XIX, fue creando un hombre abstracto, sin nexos o comunidades naturales, dios soberano en el centro de una libertad sin direccin o medida, cultivando respecto al otro la desconfianza, el clculo y la vindicacin. Tal sera, para Mounier en 1950, la civilizacin que por su pobreza humana deba agonizar pronto. La paradoja, pues, de la individualidad consiste en que nos ofrece tanta identidad como para hacerla un fastidio del que desearamos desprendernos para ser de verdad libres. La persona que tendemos a ser, por el contrario, aceptara la opcin de la mscara incesante sin que ese aditamento fuera artificioso sino la manera de evolucionar y proceder. Sobrevivir entre los otros seres consumidores. La identidad absoluta no ha existido jams y lo peor se ha derivado de la obligacin autoimpuesta de obrar como clones de nosotros y sin poder abandonar nunca la coercin de una supuesta coherencia que osamos confundir con la autenticidad. Ser autntico, sin embargo, es todo menos repetir la misma representacin. Tenemos la cabeza redonda para permitir al pensamiento cambiar de direccin, deca Francis Picabia. Esto lo hemos ido sabiendo espectacularmente dentro del espectculo con la crisis de la modernidad o, lo que es lo mismo, con el paso del que fuera capitalismo de produccin (unvoco, rgido, ordenado) al capitalismo de ficcin, donde las caras, las apariencias, los cosmticos llegan y pasan de moda no como un adorno sino como el corazn del juego. La vida del actor. En el capitalismo de produccin, la identidad nos traba y nos hace un blanco fcil ante la muerte. En la cultura del capitalismo de ficcin el cambio es la ley y el repertorio de identidades la condicin de la supervivencia. La variabilidad, la compatibilidad de las diferencias nos protegen del naufragio puesto que casi todos los pilares incuestionables se han descompuesto y los acantilados nos rechazan. Slo la cooperacin ha procurado el desarrollo de la especie y slo los cooperadores son los supervivientes. El personismo es as como una provisin de supervivencia que flota tras el hundimiento superindividual por exceso de carga. El personismo representa, en fin, el nuevo estadio de la vida cooperativa una vez agotada la democracia representativa, fundida la Ilustracin, superado el capitalismo de produccin, madurado el capitalismo de consumo y luciendo entre los destellos utpicos, romnticos, la nueva poca del capitalismo de ficcin. La persona posee argumentos, el individuo slo un destino. La persona presenta una estructura abierta mientras el individuo es compacto. La persona ofrece instersticios por donde perderse, hacerse amar, copular, desdecirse, pero el individuo tiende a una unidad, paquete indivisible donde se incluye la cmara de la intimidad y el autovdeo. La intimidad supone, en la persona, la mdula del sabor; el individuo, por el contrario, es prcticamente inodoro. El individuo sirve a la mecnica, la persona al teatro. El individuo encuentra representacin poltica; la persona no. El individuo es sociologa, los ciudadanos politologa, las personas comunicacin. El individualismo es cnico, la ciudadana es racional y abstracta, el personismo es emotivo y mujer. Marx reprochaba a Hegel que hubiese convertido al espritu abstracto, y no al hombre, en sujeto de la historia; que hubiese reducido a mera idea la realidad viva de los seres humanos. Es la alienacin que Marx asimila al mundo capitalista, que trata al trabajador como un objeto de la historia y lo expulsa de s y de su reino natural.

Tambin el mundo de los otros se consideraba, tras la Segunda Guerra Mundial, una provocacin permanente porque el otro significaba constantemente el riesgo o el sufrimiento. Pero esta tragedia, deca entonces Mounier, es efecto del individualismo denigrante, antihumano, homicida y suicida. Su personalismo trataba de superar aquel desastre posblico con un aporte de un nuevo cristianismo humanista. Qu trata de superar el personismo? No ms que los estragos de un neoliberalismo doblado de terrorismo y la melancola de una sociedad donde las buenas noticias parecen haber desaparecido casi por ensalmo. Esto de un lado. Pero el personismo supera tambin la histeria de la identidad, que ha terminado en una exasperacin de la diferencia tan anonadante y estril como el anonimato. La sociologa clsica opona individualismo a sociedad, pero el personismo trata con la sociedad y con el individuo mediante los roces convergentes, oportunos, variantes. No tendemos ya al hiperindividualismo, al monstruo del aislamiento, pero rehuimos tambin de la gran fusin. Nuestro concilio no se halla en una u otra opcin: no queremos ser individuos, no somos ciudadanos, rechazamos la aglomeracin, amamos, sin embargo, al personal.

Tercera parte LA IDEOLOGA DE LA PIEL, LA PIEL DEL MUNDO

12 El cutis de la poltica
Hace cincuenta aos, la poltica lo era todo. Hoy es un residuo. Michel Serres ha contado de su experiencia como profesor en la Sorbona que cincuenta aos atrs, cuando deseaba interesar a sus alumnos, les hablaba de poltica, y cuando quera hacerles rer, les hablaba de religin. Ahora, sin embargo, hace justamente lo contrario: consigue su atencin hablndoles de religin y les hace rer refirindose a cuestiones polticas. La religin no es desde luego lo que fue, pero la poltica mucho menos. Mientras las instituciones religiosas han seguido cumpliendo con su funcin intemporal y obtienen as la condonacin de sus locuras, las instituciones de la poltica, con el paso del tiempo, han envejecido muy mal. La religin puede permitirse siempre, de acuerdo con su pretendida trascendencia, desafiar la cultura de la poca, pero la poltica que no se corresponda con la cultura vigente se pequdica ante los ojos del pblico y termina apareciendo, como ocurre ahora, a la manera de un edificio desvalijado, vaco de mobiliario, asindose perversamente a la supervivencia de un antiguo significado que ya no significa. Los polticos hablan sin decir nada, prometen sin creer en sus palabras, corrigen sus trayectorias sin cesar, firman alianzas disparatadas o despilfarran los recursos slo con la finalidad de conservar el poder. El elector contempla a sus representantes con escepticismo incluso antes de la votacin y si acude a las urnas, aunque cada vez menos, lo hace atendiendo a un histrico mandato moral que, por otra parte, nada tiene que ver con la actualidad de las circunstancias. V ota, efectivamente, obedeciendo a una voz abstracta, casi religiosa, que asocia la votacin con la mitologa democrtica y la urna con el sagrario. Pero la poltica, en efecto, tiene muy poco de sagrado. La adoracin a la democracia, que inaugur la modernidad, naca en coherencia con el respeto a un sistema que liberaba de las tiranas del poder absoluto supuestamente recibido de Dios, para instaurar el gozo de la soberana popular inmediatamente aureolada de fiesta humana. O, en suma, la democracia ha traspasado el tiempo como una herencia de razn y humanidad proveniente de una revolucin destinada a establecer sobre la tierra la libertad, la igualdad y la fraternidad como el trbede sobre el que se cocinara la felicidad de los siguientes seres humanos. Lo que la religin haba prometido lograr mediante la fe y el paso de la muerte, lo mejoraba la democracia planeando el Paraso aqu y gracias a la voluntad humana cada vez ms asistida por los avances del conocimiento. Los representantes polticos seran los conductores de esa tarea y la confianza que reciban del pueblo, para hacer o deshacer, se correspondera con su responsabilidad extraordinaria. No todos los mejores hombres de la sociedad se involucraban en la poltica pero, sin duda, la democracia poltica cont durante un par de siglos con personalidades y lderes insignes. Elites cultas e ilustradas, provistas de proyectos. Pero este mundo tambin ha terminado. El tiempo ha pasado, el sistema ha evolucionado en beneficio de lo econmico, y los polticos que presiden las democracias, europeas o no, tienen cada vez menos que decir, menos que presentar y, sobre todo, nada que representar. La gente podra representarse a s misma a travs de los nuevas tecnologas de comunicacin y no delegar la gestin de sus condiciones de vida a figuras que ya no respeta. Una y otra vez, en los estudios demoscpicos dirigidos a conocer la calificacin que otorgan los

encuestados al lder gubernamental o al de la oposicin, la nota no llega al 5. Con la obtencin de un 5 podra decirse que las cosas iran igual de mal o de bien sin su presencia. Con menos de 5 la deduccin es que la nacin mejorara si el lder desaprobado dimitiera. Pero no dimite. El sistema democrtico contemporneo confiere nada menos que cuatro aos para que los elegidos acten a su antojo y tal como si merecieran ciegamente usufructuar los ms importantes asuntos de nuestra existencia social. En plena sociedad de consumo, donde los objetos y los sujetos cambian aceleradamente en todos los mbitos, donde ni el director de la empresa ni el entrenador del Real Madrid, pero tampoco el cnyuge, disfrutan de un irrevocable contrato a plazo, a los polticos se les permite el monumental abuso de, una vez elegidos, no poder ser destituidos prcticamente en unos mil quinientos das. Pero aun llegado ese trmino se consideran autorizados para preparar acuerdos y cambalaches con otros colegas polticos, no importa si del partido adversario y de ideologa opuesta, para seguir encaramados en el gobierno. Ciudadanos? Sbditos? La descomposicin del sistema poltico ha producido un movimiento regresivo igual que determinadas enfermedades de raquitismo conducen hasta una situacin preconstitutiva. Y, en efecto, la Constitucin flaquea o se ofrece en tan malas condiciones como un papel mojado. Ciertamente, a los polticos podra cesrselos antes mediante procesamientos que siempre requieren, primero, el expediente de ser desaforados, desdivinizados, y despus un laberinto de sumarios y pruebas que ni siquiera lograron, en lustros, terminar con los peores. En esos cuatro aos de mandato y disponiendo de mayora absoluta hacen y deshacen sin que prcticamente nadie ni nada pueda intervenir de inmediato contra su inmoralidad o su incompetencia. No hay ms que observar la clase de desplome personal que muestran cuando pierden una eleccin para vislumbrar que su vocacin no fue de servicio a los dems sino de autoservicio.V ocacin barata. No hay ms que observar, complementariamente, el resentimiento con que se expresan respecto a los vencedores de la otra formacin para inducir que la llamada cosa pblica de la poltica ha regresado a una disputa de cosa nostra. Y, frecuentemente, ya slo la cosa de dos. De dos centristas, puesto que la clave no es hacer la poltica en un sentido claro sino mistificado o vacuo. El poltico y su poltica se reproducen, pues, en la inanidad y conservan vida a fuerza de mantenerse artificialmente. Y los electores lo consienten? Cada vez menos. Los electores van dejando las urnas progresivamente vacas en correspondencia con el vaco del poltico. Poco a poco, los jvenes ignoran el momento de votar. V otan los de la generacin ilustrada, los del sexo determinado, reprimido y liberado, los viejos lectores de libros y aquellos de la muerte con mortalidad. El resto, la generacin del trabajo sin felicidad o de la infidelidad sin fe, no son ya fieles ni felices en la poltica, no creen en ella y son incapaces de soportar las peroratas. Los especialistas en ciencia poltica hace tiempo que denuncian las diferentes degradaciones del actual sistema de representacin y critican las numerosas democracias de pega que proliferan por todo el mundo pero tambin los graves vicios de las democracias con solera. Unas y otras se encuentran, adems, interrelacionadas. O bien: las democracias de pacotilla, de Rusia a Filipinas, de Venezuela a Singapur, son ahora posibles, pueden denominarse democrticas sin que nadie les arrebate ese nombre, porque las democracias histricas son, a su vez, democracias de ficcin, cada vez ms determinadas por el capital y por las intrigas endogmicas de los representantes. La cultura del consumo maduro requiere otra clase de organizacin poltica, ms democrtica que la democracia inventada hace doscientos aos y que, lejos de servir al pueblo, tiende a ser un artefacto de privilegios e imposturas. La gente manifiesta su desapego no acudiendo a votar, y con ello da a entender claramente, como cuando no compra, que detesta el producto. Pero es necesario

algo ms. Una liberacin del elector, de la misma manera que crece la liberacin del consumidor. Ni las marcas pueden dar por conquistada la fidelidad del cliente, ni los partidos polticos pueden seguir valindose de los chantajes morales del antiguo pensamiento de izquierda o de derecha para secuestrar la adhesin. El elector hace tiempo que deja, da a da, de ser un ciudadano taxidermizado para comportarse como un expeditivo cliente, y pronto har ver la libertad aprendida. En China, los gobernantes pensaron en prohibir un programa al estilo de Operacin Triunfo (Star Ac) que acaparaba, en 2005, la atencin de doscientos millones de telespectadores porque el ejercicio de votar en el concurso les habra inculcado el juego democrtico y podran actuar contra el monopolio oficial del partido comunista. De la misma manera, en Occidente, si el consumo omnipresente ha instaurado la costumbre de elegir o rechazar sin demoras, por qu habramos de soportar aos a un poltico tras haberse comprobado su holgazanera, su incompetencia o su irresponsabilidad? En la primera modernidad, la instancia suprema se identificaba con el pueblo soberano. Despus, durante buena parte del siglo XIX, su lugar vino a ocuparlo la nacin. Finalmente, con la expansin del marxismo y el comunismo sovitico, el proletariado se erigi en la gloriosa medida de la Revolucin. Qu ocurre ahora? Que todas estas construcciones de la modernidad han cado en picado: ni el pueblo existe ms all del turismo rural, ni el nacionalismo es otra cosa que un pretexto para la manipulacin, ni el proletariado tiene prole. La nica instancia ascendente en el vademcum poltico es la sociedad civil, designacin que encubre, en las ctedras polticas, el nombre de sociedad de consumo. La sociedad civil odia la violencia: el acoso sexual, el bulling, la violencia de gnero, los incendios forestales, el embotellamiento de las ciudades, las doctrinas fuertes. La sociedad civil es un concepto beato que permite dar cabida a lo ms heterogneo pero sin extremosidad. En las situaciones de emergencia, representa todo lo bueno y sano contra la acechanza terrorista, el demonio epidemiolgico o la catstrofe natural. Buena, mala o regular, la fuerza de la sociedad civil es todo lo que se le ocurre actualmente al msculo de la subversin, puesto que el enemigo no se materializa ya en burgueses avaros o invasores estrafalarios, sino que, como muestran las pelculas de terror, llega en forma de virus misteriosos y enfermedades transparentes. De verdad, la vida de la sociedad civil slo aparece netamente cuando salta la alarma o la hecatombe real o ficticia la rodea. Todos somos sociedad civil, gente comn, asustada e inocente. Tan infantil como escolarizada. Educada para votar y soportar la tabarra de los polticos sin caer en la tentacin de quemar el establecimiento. La sociedad civil constituye, no obstante, a travs de los multimedia o de los domicilios, el nico espacio donde cabe localizar el contrapoder de las gentes comunes, por suave que sea. Nadie sabe, en efecto, qu significa exactamente sociedad civil debido a su delicadeza. La sociedad civil no aspira, como el proletariado, a un gran Paraso y se conforma, casi siempre, con que se la evoque, se la vacune, le limpien las aceras y se la encueste de vez en cuando. Durante el resto del tiempo, slo se agita si sobreviene una guerra, una injusticia escandalosa, una barrabasada poltica o los despidos en masa. Motivos rotundos que haran resucitar a un muerto. Cuando esto no ocurre, la sociedad civil emplea el tiempo en sobreponerse al tedio, el cansancio y la necedad. Proyectos? La sociedad civil no posee un proyecto que no sea la familia, la salud, el dinero y la paz. Descarta el estallido revolucionario y tambin la poltica de los polticos, tan visiblemente intiles como democrticamente elegidos. La sociedad civil se bate por el sentido comn, la obviedad y las zonas verdes, la justicia y la no imposicin, por la gobernanza sensata antes que por el gobierno, por la tica y por las rebajas en general. La sociedad civil reclama un Estado donde la transparencia sea una condicin que afecte

desde la contabilidad de las grandes empresas al ncleo del Vaticano, pero una vez que lo ha reclamado no cree en ello y termina fatigada. Lo interesante del ttulo sociedad civil, muy usado hoy por analistas y socilogos polticos, es que no proviene de una conceptualizacin actual, sino que aparece con el pensamiento liberal de David Hume o Adam Smith en el siglo XVIII, aunque nunca figurara como un desidertum. En realidad, significaba tanto carne como pescado, nada fuerte en sentido poltico ni suficientemente encantador en sentido ideal. Si la sociedad civil adquiere protagonismo en nuestros das es acaso porque ha desaparecido la sociedad y, como consecuencia, puede ser civil, es decir, descaracterizada. Los profesionales de la ciencia poltica seleccionan dos clases de razones para justificar su reaparicin en peridicos y libros. La primera razn sera la degradacin de los regmenes democrticos y la segunda razn provendra retricamente del gusto por nuevas expresiones blandas que sirvan para lo local y lo global: global civil society. La sociedad civil sera un concepto de la misma especie que el nuevo ciudadano a que se refieren tanto los polticos contemporneos sin saber bien qu dicen, pero seguros de que se trata de un decir obvio, inocuo, adecuado a su profesin. As, ciudadano o ciudadana, que fueron conceptos fieros hace dos siglos, se reciclan como restos desinfectados y desinsectados, palabras vanas extradas de los bales de los tatarabuelos y expuestas ante los electores como signos de una historia liofilizada, desprendida de tragedia, fantasma de un destino amortajado en el pretrito/ficcin. Consecuentemente, el uso poltico de la palabra ciudadano se explica hoy porque dentro de su oquedad cabe casi todo (lo amistoso, lo noble, lo liberal, lo digno, lo cvico y lo solidario) para redundar en nada. Somos ciudadanos en sentido estricto en cuanto personal urbano, pero ni un paso ms. Paralelamente, sociedad civil sera tambin el escenario de los sims. Todo dentro de una especulacin ldica e intrascendente. El infantilismo de la cultura de entretenimiento, la superchera poltica, el individualismo, el miedo han producido una sociedad civil o grado cero del proyecto colectivo. Dentro de esta sociedad habitan, por ejemplo, las ONG, los vecinos ricos y pobres, los adultos y los nios, los implicados en causas humanitarias que no requieran denuedo, los militantes a favor de la justicia y las energas renovables, los amigos del Prado y las monjas, porque, en general, hay sitio para todos. Gracias a esta barahnda, la sociedad civil se reafirma como un espacio humano, demasiado humano, el mayor bien social de que se dispone en estos tiempos donde no es fcil que acuda mucha gente a un funeral. Sus aportaciones, adems, no incluyen alternativas concretas a los defectos de este mundo, sino que, debido a su naturaleza, lo mejor de sus acciones se cumple bajo la palabra NO. La sociedad civil, en fin, es igual a la sociedad de consumo vista con otros ojos. A la idea del ciudadano-rey sucede la del cliente es el rey. Por primera vez el consumidor es el boss deca el gur del marketing Kevin Roberts. Lo cual es asombrosamente escalofriante, pavoroso y aterrador, porque cada cosa de las que hacamos, cada detalle que antes conocamos, ya no funcionan. De hecho, el consumidor, a fuerza de ser importante en el mercado, llega a ser importante en casi todo lo dems. En cuanto ser frustrado, ser alegre, ser dormido o en movimiento. Qu hay, en todo caso, de comn entre consumidor y ciudadano? Lo comn radica en que el llamado ciudadano sera no tanto aquel que decide con su voto o su abstencin sino quien decide comprando o boicoteando, quien ejerce su eleccin ante los estantes y no en las urnas, no frente a las desgastadas proclamas de partido sino frente a los creativos discursos del marketing.

Aquellos que siguen observando el territorio poltico para extraer conclusiones sobre el devenir social pierden tanto el tiempo como quienes pretenden obtener un diagnstico de los ndices de cultura a travs de la lectura de libros. Ni la poltica ni la biblioteca son del nuevo mundo. En su lugar se ha desarrollado una mudanza que ha empezado coincidiendo con el fin del comunismo, el fin de un siglo y los primeros aos de un tercer milenio amenizado por el vdeo, la msica planetaria y el movimiento de liberacin del consumidor. La poltica, tan esencial hasta hace medio siglo, ha pasado, en efecto, a convertirse en un ritualismo que disfraza el poder de lo econmico y el vicio del poder. Si las marcas se falsifican, si la informacin se manipula, si la contabilidad se maquilla, si las comidas son aditivos, la autonoma poltica es la falacia mayor. De los ciudadanos fundados en el siglo XVIII nos queda una memoria esencial, pero ahora nos hemos constituido como clientes sociales. Somos conspicuos consumidores no slo cuando adquirimos un peine, un horno, un viaje de placer o un mvil de tercera generacin, sino cuando elegimos una pareja ms y una creencia. Nuestra formacin como consumidores es tan profunda que no es fcil hallar actividad sin su influencia ni un poltico en pie que no la tenga en cuenta. O bien: la nica poltica con posibilidades de xito es aquella que olvida la retrica del ciudadano y atiende al personal, traspasa los sujetos civiles y cuida de las personas: crditos a las familias para que adquieran un ordenador, atencin a los deseos de los padres para que los chicos aprendan de una vez ingls, abaratamiento de las medicinas, provisin de viviendas dignas, guarderas, compatibilidad entre trabajo y vida familiar, feminizacin general como forma de ponerse al da. Seguirn tronando algunas instituciones solemnes, como sigue habiendo procesiones de Semana Santa, pero ahora lo harn bajo la inspiracin del consumidor y atendiendo a sus deseos que, en definitiva, significan la prevalencia de lo micro sobre lo macro, del personismo sobre el republicanismo y de la personancia efectiva sobre la democracia formal.

13 Las mquinas solteras


Todava la democracia representativa? Los derechos del hombre acabaron con la autocracia, los derechos de la mujer estn acabando en complicidad con la cultura del consumo con la democracia convencional. La Ilustracin, la modernidad fueron creaciones eminentemente masculinas. Los Derechos del Hombre y del Ciudadano fueron efectivamente tan varoniles que slo despus de la Segunda Guerra Mundial lograron el derecho a voto las mujeres francesas. En la patria de Marianne. Ni las mujeres, en cuanto tales, ni el feminismo han reconocido el extraordinario papel que la cultura de consumo ha desempeado despus para sus fines. Pero hoy el estereotipo femenino de la seduccin, su aptitud para la cosmtica, su gusto por el e-mail, su desorientacin espacial, su intuicin cognitiva, su blink, son parte decisiva del paradigma imperante. Y la corriente hedonista que ha concedido derechos a la sexualidad sin sexo fijo tambin, puesto que ha legitimado a la mujer para ser a la vez madre, lesbiana, heterosexual y figura del toreo. La mujer fue en la modernidad la fuerza central del ahorro, el contrapeso al gasto y el derroche, sexual o no. Ella fue ahorro de la sexualidad frente al placer por el placer, el guardin de la tradicin frente a la innovacin peligrosa, la vigilante del caudal invertido contra el libertinaje del dispendio inmediato. Ahora, sin embargo, las mujeres emergen como grandes consumidoras, mquinas deseantes, la machine clibataire. El nuevo consumidor, metrosexual, mujer, bisexual, gay, aparece con el modelo de un soltero, liberado de la institucin contractual, emancipado del compromiso matrimonial, desprovisto de hijos, propicio a la multifuncin. La soltera es el porvenir del hombre, deca Le Nouvel Observateur. Y esa soltera es significativamente de la nueva mujer. La mujer pasa de ser la madre y esposa que limpiaba la casa y administraba la economa del hogar a un sujeto independiente que entra y sale sin dar cuentas y sin hacerlas meticulosamente, como le encargaba la tradicin secular. Las marcas todava se reprimen en dirigirse al soltero o la soltera, pero poco a poco los spots presentan a un tipo solo viendo un vdeo o a una animada reunin de amigas que desayunan y bromean en pijama picoteando aqu y all. Ella, que ha dejado de ser la antigua y frrea celadora del sexo, tiende a convertirse en el eje de la libertad. Gracias especialmente a ella se puede hacer todo lo que se hace, ya que por ella por su autorrepresin y su papel represivo apenas se poda hacer nada referente al placer fundamental. Porque mientras la mujer se encontraba forzosamente instalada en una realidad vivencial diferente al varn, las fronteras entre lo real y lo imaginario, el principio de realidad quedaba estrictamente delimitado. Con ese lmite bien trazado, ella se eriga en la vigilante eficaz, casi insobornable, como una mquina, tan eficiente para la moral burguesa como las virtudes del capital. La pelcula porno muestra el desorden social a travs del desorden carnal, los miembros se entrecruzan y pierden distincin, tal como se reproduce en los cuadros picassianos del gnero, porque efectivamente no hay un hombre y una mujer netamente diferenciados sino la orga. El mundo entrecruzado de donde surge una suerte derivada de androginia que es la amalgama sin cabeza ni pies, sin vagina ni pene, puesto que todo es carne, aglomerada, sexuada y sin nombre. De esa manera la igualacin mediante el placer sin freno conduce a un placer sin protagonistas activos o pasivos, lleva a una recompensa sin el trance de la conquista y a una composicin de hedonismo simtrico que

desarbola el contrapeso entre ahorrar y gastar. Hombre y mujer se citan despojados de simbolizacin productiva y no respondern en adelante a la reparticin jerrquica del patriarcado ni a la consiguiente particin del t y yo en objetos y sujetos de la accin. Uno y otro ingresan, tras perder el sexo simblico, en el sexo cambiadizo y circulante del consumo, en el acoplamiento de las mquinas infrtiles y solteras. Un sexo sin fines procreativos sino recreativos, sin ms consecuencia que la recompensa, sin ms principios que el principio del placer. De ese modo se inaugura un mundo a la manera vaginal de Courbet, donde cabe simblicamente todo. Un universo donde la vagina est abierta y no es necesario entregar nada a cambio para descerrajar la entrada. Ella, la vagina, decide de igual manera que los dems rganos, masculinos, femeninos o excntricos. Los sexos se escogen entre s sin leyes, se relacionan sin rbricas, se extienden en una gama sin posible definicin contractual. De manera que, sigilosamente, el contrato social queda orgnicamente abolido y la democracia formal puesta en cuestin. Mientras la mujer cumpli un rol social diferente, la realidad se hallaba afianzada (fiance), pero cuando la mujer puede conmutar su realidad con la del hombre y cambiar las referencias azarosamente, la fundamentadn desaparece y lo que prevalece no es el valor de lo institucional sino tan slo de lo situacional. De hecho, tan pronto se ha querido consumar con radicalidad la plena igualdad entre hombre y mujer se han conculcado las bases constitucionales, sea mediante la discriminacin positiva de la mujer, sea mediante la aberracin del matrimonio sin padre y madre. Esta igualdad excntrica, forzada por el desorden del placer en plena cultura del consumo, deshace la reglada carpintera de la representacin institucional y favorece la circulacin arbitraria; anula la ley de los sacrificios y favores en nombre del potlach; presenta, en suma, como espantajo los principios polticos de la Ilustracin. La revolucin sexual constitua una revolucin social y poltica. Pero ahora nadie asocia el sexo ni sus perversiones a liberacin social o poltica alguna. Se trata de un mundo que ha salido del sistema de produccin para ingresar en el sistema del consumo cada vez provisto de precios ms bajos, de asntotas cero. En las manifestaciones antiglobalizacin, en las protestas de artistas, en las vindicaciones sindicales, a mitad de una jornada de huelga, al final de los desfiles, la gente se desnuda, pero esa accin, que antes provocaba escndalo moral, ha venido a convertirse en consumo trivial. El sexo, cuya liberacin pona en peligro la familia burguesa y los principios de autoridad, ha quedado reducido a un producto de circulacin interminable y fcil. En menos de veinte aos se ha consumido tanta sexualidad que lo exquisito es consumirla muy selectivamente. Recuperarla como un producto bio, un artculo neorreal, lo ms equvoco y alejado del sexo en bruto. Igualmente, el pleno igualitarismo sexual introduce un factor secundario y equvoco, una segunda realidad andrgina o afsica que reblandece la referencia del canon, deshace la geometra de la razn ilustrada y propaga, como normativa, el laxo argumento de la emocin indiferente, la sensacin a cambio de la sensacin. Con todo esto, la democracia, trazada con regla y cartabn, pilares y paramentos, se sustituye por una segunda realidad emotiva, blanda, fcil de metabolizar, que, ciertamente, no provoca los efectos fuertes de la equidad, la justicia o la libertad por los que luch el hombre, sino una mixtura flexible y de virus fcil, desde Irak a Venezuela, desde Turqua al Kurdistn. El marxismo criticaba al Estado constitucional liberal por considerarlo una ficcin, y a la idea de ciudadana por comportar, en su opinin, un formalismo abstracto. La democracia real, deca Marx, slo se cumplir cuando el trabajador y el ciudadano sean uno solo. Es decir, cuando la participacin poltica del ciudadano no quede reducida a la participacin episdica en la democracia

mediante el voto, sino cuando la revolucin haya transformado la infraestructura social y permita a los individuos ser personas a tiempo completo, dueas continuadas de su historia. Cnico, escaldado, informado, irnico, el actual consumidor se presenta ante la oferta del capital con un contrapoder desconocido. Batirse como ciudadano slo conduce a la masacre, pero la animosidad de los consumidores viene a ser tras haber amortizado el comunismo, el feminismo y el terrorismo lo nico que inquieta al G-8 o las agendas de Davos. El comunismo est fenecido, el socialismo infectado de corrupciones, el populismo se desacredita en boca de feriantes y el humanismo, nacido en el siglo XVII, hace tiempo que ha dejado de respirar. Al sistema no hay nada que se le oponga con gravedad que no sea una enfermedad de su propia sangre. Al capitalismo de consumo nada puede presentarle ms conflictos que el humor de los consumidores. La comunidad despide un escepticismo y odio por lo poltico asumiendo que lo decisivo hoy no es la poltica poltica o la economa poltica sino la poltica econmica, las hipotecas, el desempleo, el colegio de los nios, los bancos, los impuestos, el veraneo, la lotera, las pensiones, los emigrantes y el precio del gas. Los consumidores se encuentran por todas partes y en continua lucha por el poder. En 2004, treinta y cinco empleados de la Meiosys Inc, una firma de software radicada en Palo Alto (California), empezaron a usar un programa llamado Skype que les permita realizar llamadas gratuitas a travs de internet e incluso con mejor calidad de sonido que los telfonos normales. Poco ms tarde, en junio de 2005, ms de cuarenta millones de personas estaban usando Skype a razn de unas ciento cincuenta mil llamadas diarias, sencillamente, gratuitamente. Qu ser pues de Telefnica, de BT o de AT & T? Los mismos inventores de Skype difundieron antes el software Kazaa que permita la libre descarga de msica de un fichero compartido. Con Skype ocurre, adems, que cuando un usuario se desconecta deja espacio para que otro posible usuario lo ocupe, y as el entramado funciona como una malla donde se prenden las personas y forman juntas una colonia dentro de la red que actualmente componen mil millones de internautas. Este entramado en horizontal, tejido de consumidores, se comporta como un superpoder tanto en el cruce o acumulacin de comentarios sobre un producto, un programa poltico o el servicio de un restaurante, como en la consideracin de un valor burstil, la denuncia de un abuso laboral, la propaganda y servicio de un estupefaciente, la difusin de una nueva pelcula, la persecucin de un criminal. Por si faltara poco, la explosin cuantitativa y cualitativa de los blogs ha probado la influencia de la muchedumbre, annima o no, agrupada espontneamente. El blog tiene su doble tangible en los boicots a determinadas marcas o lderes, en las manifestaciones y protestas callejeras, en los movimientos de los votantes o en las llamadas a la abstencin. La eficacia de esta urdimbre la avala el uso que hacen de ella superempresas como Procter & Gamble o Dow Chemical para recabar opiniones a propsito de nuevos productos. Lego ha solicitado la directa colaboracin de los consumidores para disear sus prximas novedades y Hewlet-Packard elabora sus pronsticos de mercado basndose, parcialmente, en esta informacin. Segn los especialistas, todava est por dirimir el grado de fiabilidad de los usuarios cibernticos, pero cmo ignorar las opiniones que se difunden en los millones de blogs? Estamos asistiendo a la emergencia de una economa de la gente, por la gente, para la gente, sostena C. K. Prahaland, profesor en la Universidad de Michigan y coautor del libro The Future of Competition: Co-Creating JJnique Valu with Consumers (Harvard Business School Press, Boston, 2004), que considera como un producto de mercado los mismos gestos del gento, interpretados e introducidos

en la produccin del artculo. Howard Rheingold, autor de Smart Mobs:The Next Social Revolution (Basic Books, Cambridge, Mass., 2002), sugiere la posibilidad de que se encuentre en formacin un sistema econmico hasta ahora desconocido basado en la interaccin del consumidor. Un sistema donde se establecera un t a t entre empresarios y consumidores o un tanteo inteligente entre la compaa mercantil y la gente en amplia compaa. De hecho, las personas actan en la red decidiendo sobre la clase de msica a consumir y opinando sobre otros temas, aparte de crear compilaciones propias para audiencias millonarias, fuera del circuito de la produccin institucionalizada. A la dictadura de la oferta por parte del capital sucede esta nueva democracia directa y efectiva en forma de gento. Contra el privilegiado dinamismo de la oferta aparece la accin de las bases, antes supuestamente pasivas y ahora aunadas en la imposicin de sus deseos como en los inicios de una revolucin del placer. La batalla por la liberacin del deseo en las asambleas del 68 se ha prolongado con el desarrollo de la sociedad de consumo y desemboca hoy en un movimiento social cuando menos se lo esperaba y los toricos de la cultura tras haber muerto todos, desde Jacques Lacan a Roland Barthes, desde Marcuse a Bourdieu estaban presentado su dimisin. Si mayo de 1968 fue la fecha en que estudiantes, trabajadores, feministas o anarquistas gestaron demandas de igualdad, equidad y crecientes implicaciones en la gestin del trabajo y la vida, ahora estaramos ingresando en un tiempo similar aunque sin la poltica, en una demanda de justicia sin pensamiento social. La poca es diferente en contenidos pero pertenece al mismo tipo de olfato. Si entonces la seguridad en las condiciones democrticas permitieron unas reivindicaciones antisistema, ahora el triunfo absoluto del capitalismo, su confusin con la misma naturaleza, el descrdito de la democracia, induce a una superacin natural, espontnea, deducida de la bsqueda de la satisfaccin a travs del deslucido ejercicio del consumidor. La superacin mediante una transformacin sexual que no se llama revolucionaria sino transaccional. Aunque llevada a tal extremo, la transaccin deshace las estrategias de que dispona el cuerpo represivo del sistema. El nmero de grupos que desestiman la participacin poltica ha aumentado considerablemente, pero no han desestimado la accin. Todo lo contrario. Las numerosas asociaciones y protestas de consumidores que exigen calidad y precio, revolvindose contra la estafa o la farsa, son paralelas a las protestas altermundistas que, sin proponer otro sistema concreto, exigen un mundo mejor. Qu mundo? Dnde? Lo caracterstico de esta nueva superficie global es que imita el comportamiento de una piel alterada por impulsos, sin programa poltico; en sintona con la ideologa emocional.

14 Las revoluciones de la emocin


No hace falta adquirir una conciencia social revolucionaria para alistarse. No hace falta un adoctrinamiento ideolgico para oponerse. No es preciso estudiar, investigar, formarse en el manejo de las armas, basta tan slo con ver y or. En la oferta regular de los medios de comunicacin de masas se incluye la filmacin de la miseria si es espectacular, la grabacin de la muerte o la injusticia si son consternadoras, la exposicin de epidemias sin medicamentos o de hambrunas sin vveres si las escenas son escalofriantes. Algunas veces, incluso, se monta deliberadamente el cuadro pattico para garantizar el impacto emocional y la agitacin de las conciencias. Los medios de comunicacin de masas cumplen hoy, a travs de sus clculos mercantiles, una funcin anticapitalista, antineoliberalista o antiimperialista ms eficaz que todas las vanguardias del viejo leninismo. Casi cada da, cientos de millones de personas observan la situacin insoportable de otros millones de seres humanos convertidos en basuras, degradados a la categora de ganado envenenado o famlico, hacinados en campos de refugiados, mutilados y abandonados a la putrefaccin. Estas escenas son sensacionales (sensacionalistas) y como tal circulan homologadas por los canales de la industria de la comunicacin y el entretenimiento. Se trata de denuncias sin ideologa, de revelaciones sin conclusin poltica, de abusos sin llamada a la revuelta. Quedan expuestas con el doble efecto de hacer sentir y pasar como estampas del mundo para uso libre del consumidor dramatizado. Apadrinar a una nia hurfana? Alistarse en el voluntariado de ACNUR? Enviar fondos a la cuenta que recoge fondos para las vctimas del terremoto? Unirse a los misioneros? A diferencia de lo que se vea sobre las pantallas del primer mundo hace cincuenta aos, donde casi tan slo se proyectaban pelculas de ricos, comedias romnticas, westerns y filmes de suspense o de romanos, el desarrollo de los medios de comunicacin ofrece ahora todo aquello que pueda conmover al espectador en el amplio catlogo del entretenimiento. Sin las escenas de catstrofes creemos que nos sentiramos mejor, pero probablemente los suministradores conocen ms los ltimos efectos de sus programas. Gracias al espectculo del sufrimiento humano, el espectador recibe una dosis de dolor que acta como lenitivo para la mala conciencia; o que le afecta sin daar apenas su bienestar y le concede un relente de humanitarismo solidario que embellece su autoestima. Es de este modo como el consumo de la tragedia del tercer mundo se ha convertido en un fenmeno de colosal demanda y rentabilidad comercial. Y en un tema de conversacin que va desde las cenas de matrimonios a los balnearios elegantes, desde el G-8 hasta las playas de Benidorm. Las penalidades de las masas de emigrantes, de las masas de refugiados, de las masas de infectados por el sida, se han convertido en formidable consumo de masas. Quin puede decir que cualquier otra convocatoria deliberada y revolucionaria habra congregado a una multitud mayor? Quin podra haber soado desde la subversin un contagio tan unnime de la protesta? En general, el pblico va siendo tan insistentemente adoctrinado respecto a la injusticia capitalista, la explotacin de las multinacionales, el comercio sexual de nios y nias, el abuso de los trabajadores en China, que no puede tener peor impresin de la organizacin imperante. Con ello, la conciencia de que es urgente transformar el mundo ha llegado a alcanzar el nivel de conciencia global. Nadie sabe cmo podran resolverse tantos problemas y pronto, sean internacionales o domsticos, del orden de la economa financiera, del cultivo agrcola, de la sanidad o de la educacin, pero cualquiera,

inadvertidamente, se siente implicado en el asunto. La pelcula de la que podemos conversar todos no se encuentra en un cine de estreno y menos de arte y ensayo, sino en los servicios informativos de la televisin, un da tras otro, sobre un destrozo humano o sobre el anterior. Como consecuencia, atiborrados de malestar, hartos de este mundo despiadado, todos somos altermundistas. Todos somos reformistas, pseudorrevolucionarios, minirrevolucionarios, contestatarios, humanitarios en un panorama en que los medios han sembrado de catstrofes el pensamiento del consumidor comn y han aguzado la necesidad de protesta contra las autoridades nacionales o internacionales, contra el Banco Mundial o no importa qu otra maldita organizacin responsable de la iniquidad. Nunca como ahora ha habido menos revolucionarios activos y ms revolucionarios parados, pero de repente, con motivo de la noticia bomba, la guerra de Irak, la masacre terrorista, la muerte de cientos de miles de inocentes, estalla la solidaridad masiva y espectacular. Un espectculo lleva pues al otro, un suceso desmedido invita a desaforarse y ya siempre a la necesidad de hacer algo para poder seguir viviendo bien. Los dos grandes acontecimientos fundadores del primer humanitarismo contemporneo fueron el genocidio de Biafra (1961-1970) y la hambruna en Camboya (1979-1980). Gracias a ellas brot la primera conciencia masiva y dolorosa de la diferencia entre nuestra realidad y la otra realidad; de la diferencia entre nuestro mundo, ms o menos asimilable y consumista, y otro indigesto, difcil de admitir, incompatible con nuestro bienestar. Porque cmo sentirse bien si tantos se sienten mal? La nica sublimacin de esta apora es la vivencia de un grado sostenible de conmiseracin y un pequeo dolor crnico que nos permita sentirnos humanos y a salvo en medio de la Calamidad y la Culpa. De hecho, el humanitarismo hoy es mucho ms que una tendencia pasajera. El humanitarismo es una reaccin orgnica contra la insalubridad del malestar, una suerte de asuncin responsable, bio o etno, de la injusticia que se solventa, en nuestra escala, con un ingreso en la Caja, la compra de caf en un establecimiento de comercio justo, la adquisicin de valores con la etiqueta de fondos ticos. El sistema vende ahora bienes espirituales embuchados en los materiales, expende analgsicos contra las penas sociales como psicofrmacos contra los pesares del corazn. El desequilibrio entre pobres y ricos no desaparece por ello, pero los consumidores cumplen con una demanda que acabar escuchndose en todos los rincones de la sociedad. Desaparecer la pobreza alguna vez y con ello cambiar la programacin? Desearamos francamente que desaparezca por completo el mal televisado y, en consecuencia, se haga ms difcil y solitario practicar el bien? Claro que no. Una de las consolaciones importantes de nuestra poca es la representacin colectiva de la desesperacin a distancia, controlada con el mando electrnico y servida a voluntad. Make Poverty History fue el eslogan de Geldof en su Live-Aid 8, y durante cuatro segundos los millones de asistentes a los ocho conciertos se dieron las manos. Tan sencillo como esto. Un nio muere de hambre en el mundo cada tres segundos. Puede imaginarse una escenografa ms gore? El consumidor, a travs de los medios de comunicacin de masas, resuelve participar en masa en el consumo humanitario que ofrece la televisin. Tras haberse alejado supuestamente de los dems a travs de consumos distintivos, el consumidor regresa euforizado al consumo de objetos globales y comunes. Objetos de bien. La televisin, en cuanto a emisora de la miseria, es anticapitalista. Pero anticapitalista al servicio del capitalismo de ficcin, tan rentable como benefactor. El nuevo capitalismo caritativo y de consumo moral. Sin la televisin del siniestro y de la hambruna, la sociedad desarrollada perdera calidad de vida, puesto que, en efecto, para millones de personas el programa cumple la funcin de dar remedio a su malestar superior y conceder destino digno al entretenimiento culpable. La televisin de lo peor se constituye as en proveedora de lo mejor, humanamente hablando. La

calamidad televisada nos excita y, a la vez, nos calma, nos quita confort superficialmente y nos resarce con un confort ms hondo. La televisin nos provoca malestar y nos reintegra a la vez el bienestar, nos hace sentir contestarlos a granel contra el estado del mundo, en contra de la normalidad y a favor de las rupturas. Quin no ama, en suma, un mundo mejor? El desarrollo del caritarismo y las presiones sobre Davos aparecen as como un inesperado o paradjico correlato del consumo masivo de los medios de comunicacin. Porque esta sociedad consumidora es necesariamente, constitutivamente, protestataria, moral, afectiva, romntica. De hecho, la mala conciencia formada ante el televisor inaugura un mpetu sentimental que no se conoca desde los lejanos tiempos romnticos. Uno de los grandes axiomas de la Ilustracin del siglo XVIII resida en que era posible descubrir respuestas vlidas y objetivas a toda gran pregunta que agitara a la humanidad: cmo vivir, cmo ser, qu es el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, lo bello y lo feo, el hombre y la mujer. El romanticismo de entonces se alz briosamente contra todo esto. No hay norma ni moral absolutas, no hay regla de vida nica, ni libre aceptacin del pensamiento nico, decan los polticos romnticos. En Francia clamaban: Le romantisme cest la rvolution. Pero la rvolution contra qu? Bueno, aparentemente una revolucin contra el mundo existente, una revuelta altermundista. Porque contra el reino de la Razn el romanticismo potenciaba el resurgir del instinto y de la emocin, del desorden pasional y el NO. Saint-Simon escriba en el peridico Le Producteur : Jvenes, sois no s qu de justo y de hermoso que no veis por ninguna parte, pero as cundi el socialismo comunista y todo lo dems. El movimiento altermundista rechaza ser calificado de derechas o de izquierdas porque aspira a un objetivo mucho ms simple: la defensa de la humanidad. Igualmente, su accin no registra un deseo de poder determinado, sino la abolicin del poder. Ideario? No ms ideario, por ahora, que la impulsin moral, la accin ms o menos personal y emocional. El mundo resolver pronto la miseria de sus dos terceras partes excluidas puesto que la miseria no es ya la madre de la revolucin anticapitalista sino el signo de una marginacin insoportable en el permetro del ayuntamiento global. sta ser as, segn se documenta, la primera generacin que acabe con la pobreza del mundo y gracias a una movilizacin que, sin proponrselo, han impulsado los espectculos mediticos. Ningn consumidor desea que los dems no lo sean, sino que, por el contrario, la fiesta del consumo es incompleta sin verse atiborrada de sujetos y de objetos. El consumismo es un extrao colectivismo. Consumiendo a solas nos culpabilizamos, consumiendo mientras los dems no pueden hacerlo nos criminalizamos. La gran desigualdad entre una parte de los habitantes del planeta y los cinco mil millones restantes se acometer eficazmente no gracias a la ayuda oficial sino mediante acciones de microcrditos o prstamos, microacciones que propicien el brote de pequeos consumidores emancipndose por el malditismo del gasto y no por la beatitud de la mendicacin. Microacciones incluso de grandes compaas que ahora ven la necesidad de unir su imagen a toda suerte de gestos humanitarios. Una consultora cada vez ms famosa llamada SustainAbility otorga ahora, con la colaboracin del Programa sobre Medio Ambiente de Naciones Unidas, etiquetas de buena conducta a los clientes (Shell, BP, Ford o British Telecom) que son respetuosos con el entorno, no sobreexplotan a los empleados o no manipulan la contabilidad. Con estas etiquetas u oscars ticos, las estrellas empresariales se convierten en ejemplos para todos, pilares de un mundo mejor que colaboran a construir.

Hacer buenos negocios en la tradicin puritana anglosajona ha ido frecuentemente unido a hacer algo bueno para todos los dems, y lo que acaso no haca un jefe de Estado lo haca un empresario de buen corazn. De esa actitud filantrpica naci en Estados Unidos la prctica que lleva hoy el nombre de cause marketing (marketing con causa) constituida en una estrategia insoslayable en el quehacer de muchas compaas. Una mala imagen pblica en el aspecto moral es hoy tan peligrosa para la empresa que, con toda razn, existen auditoras ticas para respaldar o corregir pblicamente el cumplimiento de la entidad aplicando la norma SA 8000 (social accountability), que precepta la libertad sindical, un salario mnimo, mnimas condiciones de higiene y de seguridad, etc. En su actividad, las empresas buscan su beneficio, pero no es raro que para ello necesiten cuidar su imagen moral. American Express, que haba cometido repetidos abusos hace quince aos, quiso contrarrestar la animadversin que provocaban sus altas comisiones en restaurantes y comercios con una campaa antihambrientos llamada Charge against hunger, donando tres centavos a los desamparados por cada transaccin. Procter & Gamble busc lavarse la cara con sus propios detergentes Dash entregando algunos centavos a Etiopa por cada paquete que venda, y as han actuado tambin las tabacaleras, las compaas de aguas o los fabricantes de ordenadores. El marketing con causa, este marketing del corazn, trata de embellecer la marca con una luz afectiva, y en este sentido, Avon ha logrado que el lazo rosa de su campaa contra el cncer de mama se convirtiera en una seal de solidaridad absoluta con estas mujeres enfermas. Estados Unidos no era, como nacin, el protagonista de esa obra femenina y cariosa, pero qu duda cabe de que la sensibilidad de Avon ha beneficiado la imagen del pueblo norteamericano, donde fue posible esa enorme colecta? De hecho, instituciones pblicas norteamericanas de carcter benfico como la Breast Cncer Organitation (NABCO) o el National Cncer Institute (NCI) han trabajado posteriormente con la marca Avon. Puede imaginarse una integracin ms provechosa para la salud de la firma y, de paso, para la salud general? Por su parte, Body Shop, atenta tambin a los problemas femeninos, se ha asociado a campaas contra la violencia de gnero (su anuncio se exhibi en Francia con la pelcula Te doy mis ojos), y, desde su fundacin, Anita Roddick comprometi su firma en una apasionada campaa contra los experimentos con animales y en defensa de la naturaleza. Sus productos naturales han sido el mejor emblema de la compaa y, de hecho, los compradores de los productos Body Shop se han sentido como votantes, mediante la compra, de la defensa del entorno puesto que sus champs o sus cremas no contaminan, no intoxican, no disfrazan su composicin. Sin duda que en este movimiento tico ha intervenido un alto componente comercial, pero tambin la existencia de una atmsfera caritativa fundada en la tradicin empresarial de los anglosajones. De los aos sesenta es el eslogan Trade, no aid! (Comercio, no ayuda!), pero ahora esta modalidad, acantonada entre progresistas, se ha extendido universalmente. Concretamente el comercio que se llam despus quitable, comercio justo, empez en Europa con una asociacin de dos jvenes holandeses, uno con residencia en Mxico y el otro en Europa. De esa unin naci, en 1988, una marca hoy mtica, Max Havelaar, convertida en una referencia de solidaridad humana y seriedad comercial. La marca ha venido a ser como una consigna. Una clave mediante la cual se comunicaban todos aquellos ciudadanos que, por su consumo, formaban una comunidad de apoyo al tercer mundo. Y as, actualmente, con centenares de otros logos. Desde finales de octubre de 2005 los consumidores espaoles adems de holandeses, franceses, britnicos, alemanes o canadienses pueden comprar alimentos con el distintivo de etiqueta justa

que patrocinan una decena de ONG y la entidad internacional FLO (Fairtrade Labelling Organizations). Pero este fenmeno no es del todo reciente. La ltima moda en la prosperidad norteamericana de los aos noventa fueron menos las joint-ventures que las venture philantropy, y hasta el 83 por ciento de los hogares del Valle de San Jos donaron fondos para fines caritativos. A los treinta y cinco aos, Steve Kirsch de Microsoft destin cincuenta millones de dlares para que se investigara sobre los asteroides, preocupado por sus posibles impactos sobre las cabezas humanas, y en enero de 2000, Bill Gates anunci en el Foro Econmico Mundial de Davos que entregara 750 millones de dlares (125.000 millones de pesetas) en cinco aos para financiar la Alianza Global para las Vacunas y la Inmunizacin. La marca britnica Daddies Ketchup, que empez vendiendo poco, eligi la prevencin de los malos tratos infantiles para agradar, y Ro Tinto, Shell y BP decidieron mitigar sus destrozos ecolgicos procurando ayuda sanitaria a los vecinos de sus explotaciones. En el nuevo capitalismo no es lo ms importante cumplir ante las autoridades sino ante los clientes, y la positiva opinin que obtienen de ellos acta como un eficiente marchamo de bondad. Incluso Harley-Davidson, que ha vivido de una imagen asociada a las bandas transgresoras de los Angeles del Infierno (Hells Angels), ha buscado nuevos atributos humanos comprometindose en campaas de caridad contra las enfermedades paralizantes y la distrofia muscular. Igualmente, en 1988, Reebock, que acababa de aparecer, se alist en una fuerte apuesta por los derechos humanos y gast ms de diez millones de dlares, el 90 por ciento de su gasto en marketing, promoviendo un tour con Bruce Springsteen, Sting, Peter Gabriel o Tracy Chapman por diecisis pases para recaudar fondos destinados a Amnista Internacional. Human Rights Now! fue la voz que clamaba en las pancartas de Reebock en lugares como Buenos Aires, Mosc, Sao Paulo o Zimbawe, donde la sensibilidad hacia la falta de derechos humanos era grande. Existe hoy, dentro del capitalismo de ficcin, lo que se conoce sin ambajes como dinero tico, mediante el cual cualquier ciudadano ahorrador puede exigir desde hace unos aos que su capital no se invierta en negocios asociados al armamento, a la fabricacin de bebidas alcohlicas, al juego, al tabaco o al maltrato de animales. Esos fondos, que sortean actividades polticamente incorrectas, destinan parte de sus beneficios a paliar el hambre y la enfermedad en el tercer mundo, con lo cual el negocio cumple una estrategia de cause marketing redonda y sin cesar. En pocos aos, los fondos ticos representarn el 10 por ciento del mercado burstil y su influencia econmica ser incluso superior, debido a sus mayores rentabilidades. En Francia existen los fondos Hymnos, creados en 1989 por el Crdit Lyonnais, cuya propaganda dice: Hymnos es un fondo comn de colocacin diversificada que invierte mayoritariamente en sociedades cuyos activos se corresponden con una tica cristiana y humanista. En la cartera de Hymnos aparecen empresas como BNP Paribas, LOral, LVHM,Vivendi o Axa. Finalmente, los minicrditos para pobres son una modalidad que han comenzado a incorporar hasta los grandes bancos. Crditos para sobrevivir pero tambin, progresivamente, dinero para consumir. Redimirse de la indigencia mediante la compra, adquirir derechos a travs de su presencia en el mercado. Al ciudadano sucede, en fin, el consumidor, de la misma manera que a los partidos polticos y sus manifiestos los sustituyen las agrupaciones de consumidores y sus folletos explicativos de los derechos. La suma de ellos, su conectividad a travs de la red especialmente, cumple la funcin y la ficcin de una nueva conversacin amorosa o caritativa que ninguna campaa religiosa en favor del amor fraterno habra soado jams.

15 El tacto de la trama
En 1983, Muhammad Yunnus fund en Bangladesh el banco Grameen, dedicado a los microcrditos. Los prestatarios eran indigentes y no podan ofrecer otra garanta que su palabra.Yunnus, entonces profesor en la universidad de Chittagong, crey en ella. Primero prest veintisiete dlares de su bolsillo y, en veinte aos, el banco ha llegado a prestar quinientos millones de dlares anuales. Actualmente los microcrditos se han difundido por un centenar de pases, y en Espaa hasta La Caixa participa en esta clase de operaciones. Ciertamente, la primera intencin de Yunnus fue hacer el bien, pero no habra salido bien, si los rditos no hubieran compensando a los emprendedores. La base del xito, con todo, no ha sido el clculo mercantil sino la confianza en las personas y, concretamente, en las mujeres, que han llegado a ser hasta el cien por cien de los beneficarios. Razn? La razn es que el dinero en manos de las mujeres cunde ms, resulta ms eficiente, produce ms riquezas. Hoy Muhammad Yunnus, que ha obtenido distinciones hotwris causa en los cinco continentes y fue galardonado con cincuenta premios internacionales, tiene cuatro millones de prestatarios en su banco Grameen y presta el dinero a pobres absolutas, miserables y analfabetas. En caso de que haya dificultades para la devolucin, adems, la sociedad, el vecindario, los amigos o familiares responden mancomunadamente en una suerte de capitalismo en sentido inverso. Precisamente, en los comienzos, Yunnus fue acusado de difundir sigilosamente el capitalismo en las poblaciones del tercer mundo, y hoy su obra est considerada como las ms eficaz contra la pobreza de los ltimos veinte aos. Es el capitalismo la solucin inesperada a la pobreza? Probablemente. Un capitalismo benefactor en la etapa desarrollada del capitalismo de ficcin cuando la cultura de consumo forme parte inseparable de cualquier cultura. El programa Milenio, que espera reducir el nmero de pobres mundiales a la mitad en 2015, introduce como instrumento importante el recurso a los microcrditos y, segn su inventor, pronto ser posible hablar de una superada Historia de la Pobreza con museos especializados en mostrar su pasado. La confianza entre las personas despide nobleza y rentabilidad. La confianza es, literalmente, capital. Desempea un papel indispensable en la mayora de los negocios cara a cara y es factor decisivo para el desarrollo del comercio en la red, en todas las webs donde se difunden consejos para el consumidor (Epinions) o se desarrollan conversaciones sobre las bondades de una pelcula, un restaurante o una compaa area (Slashdot). El valor del mercado en la red crece gracias a la fiabilidad que le proporcionan sus mismos usuarios y, simultneamente, el posible prestigio de una empresa, de un subastador, de un vendedor de coches se apoya en las opiniones que expresan los clientes. Los consumidores otorgan los certificados de garanta al productor y sostienen o no la entidad de una marca. Ellos son, al fin, quienes confieren valor mediante sus juicios, a travs de sus elecciones efectivas y de acuerdo con una constante conversacin personal. Los valores de las personas han doblado as a las ansiedades que se inculcaban a la clientela. O tambin: entre los pliegues del comprador se transparenta cada vez ms el concreto reconocimiento de la persona libre. Hegel distingua tres clases de reconocimiento personal: el reconocimiento jurdico, que comprende las condiciones requeridas para ser respetado en derechos y dignidad en una comunidad social; el reconocimiento social, o la estima manifestada mediante gratificaciones sociales que

cimentan su pertenencia a un grupo, adems de su utilidad respecto a la comunidad; y, finalmente, el reconocimiento amoroso, con cuya energa se funda la autoestima y la oportunidad de afianzarse en la mirada del otro. De estos tres reconocimientos, el primero se da por descontado a estas alturas de la historia democrtica; el segundo se encuentra en una crisis de desencanto, tras el hundimiento de las instituciones y la quiebra de lo social; el tercero se consolida, no obstante, como el pilar para subsistir en equilibrio e incrementar la cohesin social. Estas tres formas de reconocimiento se corresponden con los registros indispensables en la emergencia del individuo moderno: sujeto de derechos, sujeto sociohistrico y sujeto de deseo. Un sujeto de deseo que debe superar la dialctica entre su amor propio y la extraversin, y que ya, actualmente, no tiende a resolverse en trminos de hiperindividualidad sino recobrando lo que llama Maffesoli un mecanismo de participacin mgica que acta mediante el tribalismo, el ecologismo o las religaciones dentro de la retcula urbana o en internet. En la ciudad moderna es imposible vivir sin ligazones, ms o menos expresas, fuertes o ligeras, efmeras y mltiples. A medida que una ciudad se convierte en metrpoli y ms sujetos diferentes se encuentran en ella, mayor creatividad desarrolla cada cual para llamar a los otros. La cultura de consumo en su fase personista es altamente creadora de objetos, de personas y de modos de vida. Cuanto ms disminuyeron los lazos sociales al final del siglo XX ms aument el nmero de individuos que queran hacerse notar, hacerse ver, ser reconocidos por los otros. En las calles de la gran metrpoli, en cuanto metfora de la mixtura del mundo, nadie desea pasar inadvertido y una gran mayora busca atraer la atencin sea con su atuendo, su peinado, sus pericias o todas las cosas a la vez. Cuesta trabajo averiguar en esas grandes ciudades a qu marca pertenece esa ropa, porque no es ya la moda que decide sino una contramoda basada en el modo personal de ser. Madrid es ms variada que Lisboa, pero Pars se encuentra muy distante de Madrid porque all, como en Nueva York o en Londres, la gente vive apoyndose en un yo vido de atraer a los otros. Deseosos de lograr su atencin y su emocin, puesto que no obtenemos identidad sin la otra mirada, no cristalizamos como seres reales sino a travs de fundirnos como objetos en la contemplacin de los dems.Y viceversa. Al margen de las tribus urbanas, en el territorio abierto de la ciudad, las diferencias entre el aspecto de los individuos, sus colores, sus pintas estrafalarias, la feria general de disfraces, son sntoma del deseo de comunicacin. Cada uno anhela ser una persona diferenciada, no para apartarse de los otros sino, precisamente, para interesarlos, no para expresarse en solitario sino para convertirse en reclamo, como en los ropajes del cortejo hacia el apareamiento. La compaa se solicita descaradamente, vistosamente, con el propsito final de estar vivo, ser visto o investido. El consumo conlleva relacin con los dems, comunicacin activa, sin que importe mucho, en todo caso, la profundidad. El ahorro, en sentido general y metafrico, se correlacionaba con la oscuridad del amagador, pero el consumo se alia con el escaparate, la publicidad y la luz. Consumir ha llegado a ser hoy no solamente la manera de responder a una neurosis sino un lenguaje para darse a conocer, autoconocerse, conectarse, mantener conversaciones, comparaciones, aglomeraciones, identidad. En un mundo donde los medios de comunicacin son omnipresentes, desbordantes y propicios, el anonimato se lleva mal y los vecinos buscan ser reconocidos por otros para verse existir. Como objetos? Como sujetos? En los reality shows los participantes son sujetos y objetos a la vez. Sujetos de avatares y objetos de degustacin popular. Pero ellos mismos, conscientes de su papel en el plato, se sienten tambin consumidores de sus personajes, degustadores de su imagen, sobre la que actan como fautores del yo y de acuerdo con los supuestos que orientan el programa

ante la audiencia. Hasta hace poco era inconcebible que la intimidad pudiera exhibirse hasta el grado y los modos en que se hace hoy, porque la intimidad se asimilaba a la conciencia y nadie poda estar seguro de poderla mostrar sin rubor. El rubor vena correlacionado con el temor y la intimidad con la idea de un recinto delicado cuya apertura slo nos acarreara dao. Dolor parecido al de una herida, puesto que la intimidad consista en el reducto an palpitante de un episodio sin cicatrizar. La cultura de consumo, sin embargo, no atiende a estos remilgos subjetivos porque en la dialctica de los sobjetos ha ido abrindose un camino franco (sin mscaras, sin secretos) y simultneamente liberador. Somos todo lo que somos y no perecemos saliendo a la luz, puesto que la totalidad de la escena se encuentra extrovertida y la interioridad ha sido suficientemente velada, reelaborada y comercializada como para incorporarse a la exterioridad. Todos somos sujetos y objetos a la vez, todos en una escena comn donde el secreto de cada cual se revela materia popular en la que nos sentimos inesperadamente semejantes. El mundo ajeno se convierte as en algo sorprendentemente prximo, y los extraos se ensamblan mientras van desencajndose de sus impertinentes misterios. La intimidad pareca constituir la esencia de la identidad, pero ahora comprendemos, gracias a la obscenidad de los media, que apenas se trataba de un truco separador que se deshace al comps que se descubre. O que se revela para quedar en participacin comunitaria, a la manera de un microfilm cuya vocacin, hasta ahora reprimida, no fue otra que proyectarse ante millones de ojos. El consumo es extraversin, y el mundo ha estallado gracias a l en una metralla de microconversaciones tan productivas como los microcrditos y que, a la manera de stos, han potenciado, preferentemente, las mujeres. Chatear es multiplicar las sinapsis en la superficie del mundo, y de ah nace la composicin de un yo comunicado/comunitario: un yo eminentemente mezclado. Al ritmo actual dice Jacques Attali en La voie humaine (Fayard, Pars, 2004) el nmero de individuos que viven en un pas diferente al de su nacimiento se triplicar en treinta aos. Ya, en ciertos pases de frica cerca de la mitad de la poblacin ha nacido en otra parte, y ste es el caso tambin de la quinta parte de los habitantes de Australia, de la doceava parte de los ciudadanos de Estados Unidos, de la veinteava parte de los censados en la Unin Europea cuando estaba compuesta por quince estados. En el futuro las procedencias nacionales cada vez contarn menos y se revelarn crecientemente inestables o efmeras. Todo el mal del mundo procede de la pertenencia, dice Michel Serres. Pertenencia a una tribu, una etnia, una nacin, una religin, un linaje, un valle de nacimiento considerado el colmo de la vinculacin indisoluble. Una intimidad impenetrable para impedir la copulacin. Pero qu piedra, en realidad, nos cierra? De qu gruta somos? De ninguna parte cerrada, de las transfronteras, de la mixtura y del condimento. Nuestra identidad gana jugosidad deshacindose de la pertenencia y cocinndose en un gran mole poblano. De nuevo, la mujer llega a ser la metfora crucial de esta mezcla, porque as como los cuerpos, en general, presentan rechazo a las clulas extraas, el cuerpo de la mujer se alia precisamente con las secreciones del otro para auspiciar la fecundacin. Nuestra mixtura se gesta, literalmente, cientficamente, biolgicamente, en el cuerpo de la mujer. Pero tambin aquello que sucede en la fertilizacin biolgica ocurre en la fertilidad de los diferentes valores. V oltaire deca, inaugurando la modernidad: No hay ms que una moral como no hay ms que una geometra. Pero quin no escuchara hoy esta sentencia como un desvaro? Frecuentemente se habla hoy de un humanismo tctico carente de principios iguales o absolutos y con principios nacidos de un proceso de negociacin y traduccin. El humanismo tctico no cree

en la equivalencia de todos los valores sino, ms bien, en la produccin de valores como efecto del contraste y el debate. El humanismo tctico diceVattimo supone que reconocemos no poseer las certidumbres morales de las naciones o de las religiones, y que hemos ingresado en un perodo donde el derecho individual deber corregirse con el propsito de no volver a corromperse. Ahora la realidad, doblada por la imagen vibrante de los media, se ha transformado en una placenta plurifecundada de la que nace un mundo miscelneo. Los tiempos cambian y la clase de ilustracin tambin. Precisamente la solidaridad actual procede de la idea compleja de las diferencias con posibilidad de cruces e intercambiables. No vivimos en un Nuevo Mundo dorado al estilo de las utopas ilustradas sino a partir de un nido trenzado donde las diferencias culturales copulan. Ver cmo los dems padecen masivamente por la misma catstrofe repetida ha logrado el efecto de hacernos sentir que algo esencial tenemos que ver con ellos. Ellos son iguales a nosotros en lo esencial, ya que una moral igualitarista se ha extendido por todo el mundo gracias a los media y al acercamiento indito de las poblaciones. Cooperar, conectarse es cool mientras el hiperindividualismo se ha vuelto demasiado odioso. La reunin de cientos de miles de personas acercando sus vidas a lo largo del mundo contraviene la idea de que a cada uno slo le interesaba su porvenir. Contra ese apogeo del yo exclusivo, propio del final del siglo XX, la gente se complace en la multiplicacin de los lugares de encuentro, electrnicos o no, en el boyante negocio de las cadenas de restaurantes, congresos, clubes auditorios y Starbucks. La cultura del cocooning ha llegado, en suma, a su fin. Mucha gente prefiere antes inscribirse en bailes de saln que quedarse en casa. La tendencia, presente en los pases anglosajones en los aos ochenta y noventa, de encerrarse con todos los aparatos para el ocio y el disfrute hogareo ha girado hacia el gusto por entablar relaciones, y Marta Stewart, mxima representante de la casa encastillada, ha sido condenada por estafadora. La palabra que sustituye en occidente al cocooning es conecting. La felicidad no correlaciona con la edad, la inteligencia, la cultura o la etnia, sino con la sustanciosa materia que crece en la relacin con los semejantes. Es ms quien ms conexiones tiene. Siempre fue, de hecho, as. Lo nuevo es que este bien circule como un deseo ascendente en la cultura y en coherencia con el paradigma del conocimiento. La comunidad cientfica pensaba hasta hace aproximadamente un siglo que el mundo haba dejado de ser misterioso y que todo poda explicarse mediante la razn y los datos objetivos. Sin embargo, la fsica cuntica destruy esta conviccin; y al determinismo, la objetividad, la racionalidad o el orden, sucedi la imprevisibilidad y las sorpresas de la interaccin. El sujeto que conoce el objeto altera con su presencia el objeto de conocimiento, de manera que sujeto y objeto interactan para hacerse recprocamente en la misma relacin. De igual manera, el universo, segn esta ciencia, no evoluciona, como se pensaba, a lo largo del tiempo y del espacio, sino que son el tiempo y el espacio los que se interpenetran para ir formndolo. El universo es lo que sea gracias a la interaccin, y los sujetos/objetos tambin. El todo es ms o menos la suma de las partes pero nunca la exacta adicin de las unidades. Esto que supo hace tiempo el mundo de la ciencia es hoy el aire de nuestro tiempo. Ni el tratamiento mdico de un enfermo ni los pronsticos de una climatologa local, ni el desarrollo de la vida de un gusano tienen que ver con uno o varios datos aislados sino con una vasta interaccin de elementos desiguales e imprevistos. La fuerza de trabajo del obrero era mercanca bajo el capitalismo de produccin, y el obrero un sujeto-fijo (valga el pleonasmo). Ahora, en el capitalismo de ficcin, el sujeto es un sujeto mvil y

llega a coaligarse con la alienacin para salir de ella. El sobjeto, en fin, es un ser complejo, hijo de la sociedad compleja de su tiempo, y, en consecuencia, no posee una definicin firme sino varias flexibles, no cuenta con una medida de todas las cosas sino con un cruce de reglas para cada caso. No desea vivir en exclusividad, en pertenencia autctona sino que encuentra la razn de vivir en expandirse, interferirse, inmiscuirse, ser amado y penetrado en la orga de la conexin.

16 La orga de la conexin
En 1960 un psiclogo social norteamericano de la Universidad de Harvard, Stanley Milgram, trat de dibujar la red de las conexiones interpersonales en la comunidad norteamericana. Para llevarlo a cabo, envi una serie de cartas a distintas personas seleccionadas al azar que vivan en Nebraska y Kansas, solicitando a cada una que enviaran la carta a un amigo suyo que viva en Boston pero del que no facilitaba direccin. Como nica condicin para llegar al destino pidi que no remitieran la carta a ningn intermediario que no conocieran personalmente y tampoco a quien consideraran ms prximo al destinatario. La mayora de las cartas llegaron al amigo de Stanley Milgram, pero lo ms asombroso es que no necesitaron recorrer muchos pasos sino que, en casi todos los supuestos, bastaron unos seis enlaces. El resultado fue espectacular, teniendo en cuenta tanto los millones de habitantes norteamericanos como que Nebraska o Arkansas se encuentran muy alejadas de Boston. El famoso descubrimiento de Milgram fue conocido popularmente como los seis grados de separacin y consiste en que cada persona del planeta se hallara separada de otra slo por seis intermediarios personales. Desde el presidente francs a un portamaletas indio slo habra que enlazar media docena de amigos, parientes, conocidos, paisanos, colegas o compaeros de escuela. Y as, tambin, entre un pescador turco y Ana Garca Obregn. Posteriormente esta idea ha conocido otros desarrollos cientficos que, al final, desembocaron recientemente en los grficos de los matemticos Duncan Watts y Steve Strogatz con idntica conclusin: seis vnculos son suficientes para llegar desde una a otra persona en el cosmos de los seis mil cuatrocientos millones de seres humanos. Pero esto no es todo. Watts y Strogatz encontraron adems una gran similitud entre la red de conexiones humanas y la red de conexiones neuronales en un gusano (mematode) y la estructura de conexiones en la red elctrica de Estados Unidos. Actualmente, parece tambin cierto que el sistema de nexos entre las personas es casi idntico al de la World Wide Web, la red de pginas web conectadas por los links del hipertexto. Pero incluso estas redes se asemejan enormemente a las de los negocios mundiales y a las cadenas alimentarias de cualquier ecosistema. Estas constataciones han promovido, en suma, la mencionada teora de la complejidad, que atribuye un carcter sustantivo a la matriz que informa la interconexin entre las partes, sean stas tomos, empresas, peatones o bacterias. La red est por todas partes (desde el comercio al terrorismo, desde el trfico de drogas al amor cristiano) y las partes persisten activas gracias a la red. Tal es la estampa reticular imperante que sustituye a la idea del uno a uno. Durante cientos de aos se estudi la naturaleza pieza a pieza, pero ya ningn cientfico trata de comprender la estructura y propiedades de una molcula de agua sin abordar la investigacin en forma de red. La red constituye el patrn contemporneo del conocimiento cientfico, de los problemas sociales, de los xitos artsticos y de las mayores desgracias. Para bien y para mal, para las bandas criminales o para los socorros, vivimos, trabajamos y morimos en red. Una red que se compone de abultados nodulos o hubs como puntales de la malla. Ha y hubs en el transporte areo representados en los superaeropuertos, hay hubs en la pintura representados por los supercentros del arte, hay hubs en la transimisin del sida y hay hubs en el

organismo humano. La supervivencia se apoya en la resistencia del ecotejido gracias a la persistencia de algunos nodulos clave o hubs que soportan el sistema y lo dotan de elasticidad o capacidad para regenerarse. El creciente inters actual por los fenmenos de epidemia, sea en el rumor, en la moda, en las gripes, se corresponde con el estilo de la poca, los memes, los tipping points, el desencadenamiento de una influencia masiva en todas las direcciones. La repeticin de modelos y la celeridad de los contagios han crecido en paralelo a la globalizacin y las relaciones complejas. El deseo de singularidad se dobla con este otro placer de las interacciones masivas; la ambicin de independencia se cruza con el excitante deseo de conexin. Nos sentimos, nos definimos a travs de redes, nos amamos reticularmente. Aquello que nos distingue de los vegetales o los animales no es, como se esperaba, el nmero de genes sino la riqueza de las interconexiones. Tampoco el cncer, como se supona, procede de un determinado gen, ni la fabricacin del ser humano perfecto es consecuencia de seleccionar determinados datos genticos. La clave se encuentra en la interconexin y, al cabo, somos el efecto no de una constitucin sino de una organizacin en marcha. En contra, pues, de lo que se crey, el mundo o los organismos funcionan no tanto a partir de la clase de materiales o protenas que lo componen como de la manera en que esos componentes conversan entre s. Si la electricidad fue la metfora del mundo que aceler su marcha a comienzos del siglo XX, la conversacin informtica es la confirmacin de la velocidad sublimada. No somos tanto lo que hacemos, al estilo industrial y esforzado del capitalismo de produccin, como lo que recorremos y traspasamos, al estilo informtico del link en el capitalismo de ficcin. De la misma manera, los jvenes no logran su saber ms eficaz sumergidos en los libros sino viajando o navegando. No son ms siendo ellos mismos sino difundindose en red. La intensidad no es de nuestros das mientras que s lo es, por antonomasia, la extensividad, el conocimiento en superficie. Los lazos con los dems son menos fuertes que nunca, pero lo son con un nmero de personas incomparablemente mayor. La trama del parentesco, del paisanaje o de la religin se sustituye por una piel ms fina, pero en internet hay disponibles mil millones de webs y apenas es necesaria una docena de clics para establecer cualquier relacin, por remota que sea. Son contactos ocasionales o no, pero constituyen una textura tan tupida que, a la fuerza, nuestra vida, nuestro destino, nuestro trabajo, se decide sobre ese tapiz. Realmente, la experiencia cotidiana ha demostrado que los lazos ms tenues y alejados de nuestro crculo son los que nos abren oportunidades de superior valor. Los ms cercanos redundan con nosotros, nos acompaan tanto como nos cercan y son estriles para proporcionarnos ocasiones imprevistas. Un estudio sobre la bsqueda de empleo de Mark Granovetter, de la Johns Hopkins University en Baltimore, demostr en 1973 que el 84 por ciento de los trabajos fueron conseguidos a travs de la mediacin de contactos alejados u ocasionales, precisamente porque el entorno ms prximo posea unas informaciones sobre empleo y unas influencias sociales semejantes a las nuestras. El deseo de encontrarse con extraos no es nuevo. Lo nuevo es la facilidad con que las nuevas tcnicas permiten satisfacerlo. Los web sites han sido relativamente difciles de construir, pero desde 1997 el blog parece haber resuelto el problema para cualquiera que se quiera dar a conocer y ser reconocido. Los blogs sirven como ejercicios narcisistas y como oportunidades para conversar con los dems, rectificar comentarios, hacer anotaciones al escrito del otro. Para los jvenes, de cuya intervencin se decide el futuro de los blogs, este medio est convirtindose en un espacio de discusin y hasta en exutorio para frustraciones de todo gnero.

Actualmente existen decenas de millones de blogs aunque slo unos diez mil son realmente conocidos y visitados. Hay blogs dedicados a gatos, ftbol, sexo, Dios, programas de televisin, judo, recetas de cocina, msica, escritura de cuentos. El blogging ha logrado su mundo particular o blogosfera, donde tambin se forman microcelebridades y villanos, obreros y bloguesa, lo que, en conjunto, constituye una sociedad virtual con sus habitantes, sus ritos, sus lenguajes que evolucionan a medida que los emisores y receptores se multiplican y entrelazan. Algunos estudiosos de los blogs, como los profesores de ciencia poltica Daniel W. Drezner y Henry Farell, de las universidades de Chicago y Washington, consideran de extraordinaria importancia este gnero, que pone en comunicacin a millones de individuos en la red y que est desplazando a las fuentes de informacin tradicionales como suministradores de verdad. De hecho los blogs, que han servido como vehculos de contestacin y protesta, de denuncia y de informacin veraz, han tentado tambin a las empresas, y Nike, Xbox, Siemens o Vichy se han planteado la siguiente cuestin: Puesto que los jvenes quieren expresarse, por qu no aprovechar este deseo para que divulguen nuestras marcas?. Siguiendo esta inspiracin, Vichy pidi a la agencia de comunicacin Euro RSCG 4D abrir un blog para el lanzamiento de una nueva crema antiarrugas en la primavera de 2005; en ste una mujer, identificada como Clara, deba escribir su diario y transmitir a los internautas su experiencia del producto. Los textos desprendan, sin embargo, tanto tufo a publirreportaje que los bloguistas denunciaron el montaje y Vichy se vio obligada a reconocer la manipulacin. Un sitio en la red, www.freecycle.org, aparecido en 2003 y que frecuentan actualmente unos dos millones de personas tiene por finalidad dar a conocer, como en un barrio, aquello que alguien ya no piensa usar y podra servirle a otro. No es un trueque ni una subasta; lo que uno desecha, el otro lo aprovecha en un remedo de vida ecumnica y primordial. Al lado de los blogs han ido creciendo, adems, los wikis (documentos escritos que permiten la intervencin de otros para cambiar o no su sentido, mejorarlo, desviarlo, erotizarlo), los grupos de discusin, los P2P (persona a persona), las herramientas para chat como IRC, los espacios compartidos para una colaboracin virtual, los puntos de encuentro como Friendstar.com en la que se almacenan los amigos con sus respectivas fotos y datos, los sites comerciales o no, como Meetup y upcoming.org. La revista Psychology Today estimaba a principios de 2004 que de cada cien usuarios de internet, cuatro o cinco se hallan envueltos en algn avatar amoroso iniciado a travs de portales de encuentro como Meetic.com, Muchagente.com o Match.com, con cuarenta y cinco millones de usuarios (ms de milln y medio de espaoles). En total, unos ochocientos millones de personas se encontraban enganchados a chats de naturaleza romntica en 2005. Personas de todo el mundo y de todas las clases. Ms de cien millones de chicos entre los doce y los veinticinco aos (los screenagers) se comunican a travs de los messenger, con cmara incluida, de MSN, Yahoo! o Wanadoo, para intercambiar escritos, imgenes y msica a lo ancho del mundo. Y estos muchachos, al revs que la mayora de los adultos, no emplea internet como una reserva de saber sino como una va de contactos. Desaparicin de lo social? Nunca hubo ms tejido social, ni mayor intercambio afectivo, aunque los viejos registros no detecten estos nudos y sus emoticones. Si no se est conectado no se es nadie. La lite de los solitarios se ha convertido en una quincalla de un mundo que invita y empuja a la reunin. Reuniones breves, asociaciones suaves, grupos de viajeros? Pero as las ocasiones se multiplican y, de acuerdo con el estilo del mundo, lo gozoso no es fundirse con una fe de hierro, ni

hundirse en el seno de una nica persona de por vida, ni marcarse con una sola identidad, sino experimentar la cinta tornasolada y larga del nuevo ADN cultural; el nuevo modo comunicacional del mundo. El MSM y la red son los medios preferidos por los chicos entre quince y veinticinco aos, antes que la televisin o el cine, que van revelndose como instrumentos del pasado. Por otra parte, as como la invencin de la plvora o de la misma imprenta no desencaden un mayor poder militar o cultural en la China de hace cuatro siglos, la tecnologa de la comunicacin actual prende socialmente y con voracidad porque coincide con una fuerte demanda de comunicacin. Si la tecnologa de internet o el telfono mvil han alcanzado un xito espectacular, se debe a que sus aportaciones coinciden con la oportunidad de un consumidor vido de comunicacin. Leer ms? La gente lo que estaba deseando era hablar. Ser escuchado e intercambiar confidencias, rumores, verdades y mentiras. Expresarse ante los dems corporalmente, antes mediante gestos de la fisiologa que de la ortografa. La escritura disfraza el cuerpo y la palabra hablada lo revela, pero igualmente el habla sincopada de los mviles difunde ms los sonidos corporales que las frases; distoles sin apenas codificacin en beneficio de la comunicacin directa. Howard Rheingold, director de la Whole Hearth Review, la biblia tecnolgica alternativa de los hippies, pionero del ciberespacio y antroplogo que ha explorado durante veinte aos el desarrollo de las nuevas formas de comunicacin, public en 1993 Comunidades virtuales porque por entonces todava no eran reales. Pero ahora s. Multitudes tangibles, audibles, que si hasta hace poco parecan pasionales, vienen hoy a dar mucho que pensar. Dan tanto que pensar que bien podran configurar un pensamiento nuevo. Proftico? Redentor? La revolucin naranja de Ucrania se sirvi de las comunicaciones por mviles para las manifestaciones, y tambin los estudiantes chinos, en sus manifestaciones antijaponesas de abril 2005, emplearon masivamente los mviles. Igualmente, a comienzos de 2003, los mensajes de texto fueron bsicos para ayudar a la poblacin a transmitir informaciones fiables y tambin rumores infundados sobre el brote del sndrome respiratorio agudo severo (SRAS) en un momento en que el gobierno ocultaba la enfermedad. Las seales que se cruzaron las smart mobs o bandas inteligentes, dieron lugar a concentraciones contra las dictaduras en Filipinas o en Senegal, a manifestaciones antiglobalizacin en Seattle o Barcelona, a marchas contra la guerra de Irak en Madrid, en Nueva York o en Sidney. Las smart mobs posibilitan citas entre jvenes para amarse (Lovegety) o boicots masivos contra un yogur o una institucin inicua. Sus componentes se ponen de acuerdo para canjear servicios, casas o ropas, para hacer pedidos cuantiosos exigiendo un precio ms bajo, para arruinar a un estafador o un parque temtico. Todo gracias a la red, que acta como una piel comn e inimaginable para los utpicos del comunitarismo universal. Al Foro de Porto Alegre 2005 acudieron ciento cincuenta mil asistentes y se convirti no slo en la expresin de las culturas marginadas y oprimidas, sino en la plataforma de lanzamiento para las nuevas tecnologas de libertad que son ahora el medio natural de las nuevas generaciones. All se reuni el movimiento de software libre, los campesinos sin tierra, los pueblos indgenas del mundo, las mujeres en lucha por su emancipacin, los movimientos por la libertad de elegir a quien se ama sin prescripcin sexual, los lemas contra la pobreza, los defensores de los millones de nios a quienes el sistema neoliberal masacra, los salvadores del planeta, los pacifistas, las prostitutas. Dentro de este multimovimiento hay voces que piden pasar a la accin al estilo bolchevique y quienes piensan que la iniciativa para cambiar el mundo requiere un proyecto personal, una suma de microproyectos que sanarn celularmente el estado del mundo con sus conexiones. La sociedad civil global es la suma de estos microimpulsos y microgrupos que aciertan a

juntarse para fertilizarse. En los tiempos de la revolucin comunista el motor resida en la accin de la lucha de clases, ahora la energa proviene de los rganos personales. En el Nuevo Orden Mundial no hay revoluciones sino espasmos, no hay procesos sino fracturas, contracturas, extrasstoles, metamorfosis. Lo decisivo no es tanto la conquista como la explosin, no tanto la gloria como el deseo conjunto, no la colectividad sino la conectividad, la orga de los contactos. Los jvenes se relacionan, se comunican y se buscan como fratras, y en esos grupos urbanos o transurbanos han aparecido colectivos que acaso nunca habran nacido. El mvil es un medio pero quin puede negar que se comporta como una prolongacin de la identidad, un rgano o una prtesis imantada de vida propia y de una congregacin de otras? El nexo, el link, el despliegue reticular del mvil ms internet han redoblado el inters por las teoras de la complejidad aplicable tambin a las relaciones personales en la placenta del mundo. Unos dos mil millones de mensajes diarios se cruzan en la tierra a travs del mvil. Para bien? Para mal? La omnipresencia de esta cultura hipercomunicada y sin lugar fijo genera un nuevo punto de vista y un nuevo sujeto consumidor y productor. Con los nuevos medios de comunicacin se funden los tiempos de ocio y de trabajo, se alteran los plazos de decisin y los puntos horarios, pero, sobre todo, se potencia la compulsin de llamar y ser odo. A las aldeas sucedieron las ciudades y a las ciudades las metrpolis. En cada etapa se habl de un nuevo espacio progresivamente deshumanizado. Pero hacia dnde tendra que dirigirse hoy el espacio para que se considerara ms humano? Hacia atrs? Hacia la tribu? Hacia el seno materno? Hacia el centro de la oscuridad? O bien: el deseable espacio humano no ser esta plataforma comn, sin lindes, la explanada planetaria donde se festeja diariamente la reinauguracin de la humanidad?

17 La utopa consumida
El personismo, podra ser adems una utopa? Una sociedad tan enfrascada en su presente, tan engolosinada con el placer para qu necesitara utopas? Ms bien la utopa de la cultura de consumo consiste en la consumacin de la utopa, el fin de esa murga sobre el ms all y su futuro perfecto. Porque todo lo que de verdad cuenta y posee encanto debe hallarse necesariamente aqu. El mundo saturado de mundo ha terminado con el lugar secreto, con las llaves de Thomas Moro, de Campanella o Charles Fourier. El planeta ha quedado allanado exhaustivamente y hasta los cantones ms duros han sido reblandecidos, metabolizados y difundidos en DVD. No hay foto, adems, de indgena estrafalario que no devuelva a Occidente una partcula de su logo clavado sobre el chamizo o un eslogan en la camiseta del chita. La utopa realizada consiste en este fin del sueo, el acabamiento del futuro por venir. O, al menos, la desaparicin de la ansiedad por que irrumpa el milagro cientfico o estalle la revolucin. El efecto de la cultura de consumo lo ha paladeado todo, desde lo real a lo virtual, desde la poltica a la poesa. Junto al viejo imperio de la razn ilustrada se alzaba el contraimperio de la fantasa, y flanqueando el paquete de la democracia popular emerga el Reino de los Cielos. Ahora, sin embargo, fsica y ficcin, reflexin y sensacin, sensibilidad y sentido, se han unido en un conocimiento andrgino, remix, sobjetivo. Todo es ms complejo en la vida social y personal y, paradjicamente, todo es ms susceptible de traduccin, traslacin, interpenetracin. La mxima bondad de la utopa radicaba en lo inefable. Gracias a ese cuento sin la totalidad de las palabras se movilizaban las masas, se aguantaba la realidad y se respiraba con el corazn ardiendo en el resplandor de lo no articulable. Pero hoy hemos llegado al punto en que todo puede y debe ser dicho. Todo debe ser accesible y comunicable, siendo la transparencia la virtud fundamental. El mundo se homologa a la vez que se transparenta: los grupos marginales salen en la televisin, las sectas llaman a los reporteros, los callejones tienen videovigilancia y tanto los partos como la descomposicin de los cadveres disponen de webcams para contemplarlos en vivo. Los socialismos utpicos o cientficos, el cristianismo, el nazismo se edificaban con la misma materia prima: la fe ciega. Pero en la cultura de consumo no hay realidad o irrealidad sin luminotecnia. La humanidad ha dejado de ser una especie con frunces y sombras, procesos o misterios por descubrir, para mutar en una superficie lisa e incesantemente actualizada como las noticias en la red y los muestrarios en H & M. Contra todos los desdenes, la cultura de consumo (audiovisual, meditica, masiva, sensacionalista, efectista, sentimental) ha introducido algo ms que un modelo de vida, nos ha impulsado a vivir ms. A tratar intensamente y cuanto antes con el placer, advertidos de que nunca sabremos cunto tiempo nos queda. Es decir, cunto tiempo no queda. En tanto la sociedad de consumo no exista, caba el sueo de la utopa sin fin. Con el consumo, si embargo, este sueo se esfuma y despierta un vitalismo integral. Un ego empinado que aprende a tratarse como sujeto y objeto a la vez. Como sujeto de este mundo sujeto a los lmites de su vida y como objeto supremo que merece la pena amar y mimar. La eternidad, el lifting, la viagra, la eterna juventud? Si el consumo posee un atributo glorioso es aquel que coincide con su optimismo primordial. En la cultura del capitalismo de produccin, la dialctica vida/muerte se corresponda con el ac y el ms all, pero ahora no hay espacios para

situar con precisin los nacimientos ni los cementerios: se nace en un hospital donde las confusiones de la identidad se repiten y se muere all mismo sin importantes distintivos. Siempre en el seno de la biologa. La tremenda dialctica entre estar y no estar, entre la materia y la nada, ha procurado borrar la cultura de consumo a travs de la simulacin o la clonacin, la nanotecnologa inmortal o la electrnica sin cuerpo. La sociedad de consumo es trivial, superficial, falta de culto, y gracias a ello ha progresado eliminando la tragedia y promoviendo una nueva comedia humana. El teatro de la conexin y la comunicacin global. El consumidor maduro no es tan slo un comprador. Compradores han existido antes. El cambio actual se refiere a que el cliente resulta ser ms culto que nunca. No culto para redactar escritos o descifrar pergaminos, no para leer a James Joyce o a Claude Simn. Es ms avispado e instruido para vivir en la sociedad que le toca, la que le ha presenciado crecer y en la que crece en complicada relacin con sus prjimos ms lejanos, puesto que ahora la conexin es la base de su supervivencia. El mundo se trenza mediante esta formacin personista horizontal y apaisada. No habiendo descabezado al jerarca sino fermentndolo, no destruyendo el palacio del poder sino sustituyendo sus piedras. El firme individuo que naci bajo el capitalismo de produccin circula hoy como un ser que se multiplica en los juegos del capitalismo de ficcin y entre los relentes de los contactos humanos. Pero el personismo no es un humanismo. El humanismo, fundado sobre la idea de dominar la naturaleza mediante el avance del conocimiento cientfico, se ha ido a pique. No hay meta final sino incidentes, no hay una moda en el vestir, en la pintura o en la gastronoma; slo ocurrencias. El modelo del accidente impera sobre la armona, la negligencia sustituye al proceso, el caos organiza el espectculo y la ciencia es parte del elenco. El consumismo es oportunismo, la prenda excelente hallada por azar en las rebajas. El personismo no es un humanismo pero nace, sin embargo, de una melancola sobre la ilusin humanista, de la misma manera que el ecologismo surge de la melancola sobre la Naturaleza. Ciertamente, las manifestaciones personistas contra la guerra de Irak no crearon un movimiento poltico, pero dieron a luz a una masa que, en vez de hallarse quieta, se incorporaba. Aquella mayora fra y silenciosa de los aos ochenta gira hacia la bulla emocionada del siglo XXI, y la implosin que se atribua a lo social se reconvierte en una explosin de gentes. Hasta finales de los noventa, cuando imperaba el modelo de la televisin, los ciudadanos se sentaban para ver los programas. Ahora, sin embargo, los nuevos medios de comunicacin, desde el mvil a internet, son instrumentos activos e interactivos que incitan no slo a ver sino a promover. El personismo es el correlato de esta cultura que acciona, elige, reclama, se conecta. Hartos de ser tratados como objetos y hastiados de acumular objetos, los consumidores aceptan la nueva creacin del capitalismo de ficcin: el sobjeto. Un producto cultural que resulta posible gracias al paso de la sociedad de la informacin, eminentemente tcnica, a la sociedad de la conversacin, sustancialmente afectiva y femenina. Una utopa de ficcin? Mejor todava: una golosina planetaria y personista dispuesta para ser gozada y consumida. El optimismo empieza aqu: una vez agotados los discursos ms tristes, las ideologas profundas, la larga cultura de la lamentacin y el prestigio del martirio.

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