La Lengua y Las Escrituras Ibéricas, Libro
La Lengua y Las Escrituras Ibéricas, Libro
La Lengua y Las Escrituras Ibéricas, Libro
1
Para Merche, Irene y Andrés.
La Le n gu a y l as es c r it ur as ib ér ic as ( C ues t io nes ge n er a l es p ar a un a a pr ox im ac i ó n) .
ISBN-10: 84-9316-83
ISBN-13: 978- 84-931683-4- 6
2
LA LENGUA Y LAS ESCRITURAS IBÉRICAS
(Cuestiones generales para una aproximación).
ÍNDICE .
INTRODUCCIÓN. ............................................................................ 5
PRIMERA PARTE: .......................................................................... 8
CUESTIONES GENERALES SOBRE LOS SIGNARIOS IBÉRICOS. 8
A. SISTEMAS EXÓGENOS. ........................................................ 9
1.- Alfabeto griego y alfabeto greco-ibérico. ................................ 9
2.- Abecedario latino. ................................................................. 13
B. SISTEMAS ENDÓGENOS. ..................................................... 15
3.- Semisilabario Suroccidental. ................................................. 17
4.- Semisilabario Meridional. ..................................................... 21
5.- Semisilabario Oriental. ......................................................... 27
a.- Contexto general. .............................................................. 27
b.- Características generales de los signos. ............................. 28
c.- Comentarios particulares sobre los signos. ........................ 31
6.- Relaciones entre los signarios Suroccidental y Meridional. .... 40
7.- Posible origen y evolución de semisilabario Oriental. ............ 49
8.- Notas sobre el Celtibérico. ..................................................... 55
SEGUNDA PARTE: ......................................................................... 59
CUESTIONES GENERALES SOBRE LA LENGUA IBÉRICA. ........ 59
1. Fonología. ............................................................................... 59
2.- Morfología. ........................................................................... 64
3.- Sintaxis. ................................................................................ 71
4.- Léxico. .................................................................................. 73
a.- Elementos antroponímicos. ............................................... 73
b.- Otros elementos léxicos. .................................................... 76
5.- Excurus: Sobre el segmento –ok-. .......................................... 84
6.- La cuestión del vasco-iberismo. ............................................. 88
7.- ¿Qué es la lengua ibérica? ..................................................... 92
8.- Breve análisis de un texto ibérico (C.1.24). .......................... 103
---Comentario general:......................................................... 103
---Dibujos: ........................................................................... 103
---Lectura: ........................................................................... 104
---Comentarios particulares: ................................................ 105
EPÍLOGO. .................................................................................... 117
***BIBLIOGRAFÍA. ..................................................................... 119
3
**********
4
INTRODUCCIÓN.
Nuestra intención no es otra que hacer que aquél que nos lea pueda
ser capaz de entender, aunque sea sucintamente, cómo escribían los
antiguos iberos y qué lengua utilizaban, hechos que sucedieron no sólo
antes de la llegada de los romanos a la península ibérica, sino también
durante siglos después de su establecimiento en ella.
Para llevarla a cabo hemos intentado ser lo más asépticos posible.
La mayor parte de los temas aquí tratados, han sido objeto de estudio y
en parte consensuados o puestos en común por reputados investigadores,
y cuando expresamos nuestra opinión particular lo explicitamos. Pero,
creemos, no nos hemos dejado llevar por veleidades aciéntificas y sin
base argumental. Por ello no se encontrarán aquí “milagrosas”
traducciones ni “espectaculares” interpretaciones.
Como se podrá comprobar, muchos de estos aspectos son mu y mal
conocidos, e incluso de algunos de ellos (especialmente los relativos a la
lengua) somos casi completamente ignorantes.
No obstante, queremos que el lector obtenga un acercamiento a
aquello que sí sabemos y tenga consciencia de lo que ignoramos.
Como el potencial lector, Usted o tú, es variadísimo y no tiene por
qué ser un experto en lenguas antiguas, lingüística general, epigrafía, o
cualquier aspecto relacionado con todo esto, hemos intentado que esta
obrita pueda dirigirse a un público amplio. No obstante las numerosas
referencias a aspectos de una lengua concreta implica hacer alusión a
ciertos tecnicismos lingüísticos (esperamos que no demasiados), aunque
no creemos que sean de comprensión insalvable. No obstante, cualquier
conocimiento sobre lenguas puede resultar mu y útil.
Así, muchos de los temas aquí tratados lo han sido de un modo
general (a veces porque, a raíz de nuestros conocimientos, prácticamente
no había más remedio). Con todo, en ocasiones sí hemos profundizado en
algunos aspectos particulares, que quizás puedan interesar más a
aquellos que ya tengan un mayor conocimiento de lo aquí tratado. Pero
los capítulos en los que nos hemos dejado llevar, quizás demasiado
alegremente, por esta profundización (sobre todo los apartados 6 y 7 de
la primera parte, y los 5 y 8 de la segunda) no creemos que afecten a la
comprensión global del conjunto.
5
También es posible que en muchas ocasiones nos hayamos quedado
cortos al tratar un tema concreto. Para subsanar esto en la medida de lo
posible, hemos incluido una serie de notas a pie de página (esperemos
que no resulten abrumadoras), y sobre todo una amplia bibliografía (mu y
posiblemente incompleta, por lo que desde aquí pedimos disculpas si
hemos olvidado incluir alguna obra digna de ello), que pueda servir
como referencia (y ampliación) para aquellos que sientan un mayor
interés por estos temas.
Con todo, todo investigador que sienta aprecio por aquello que
investiga, no debe ser en absoluto intransigente en aquello que
contradice sus propias propuestas, sino, al contrario, estar abierto a
críticas, objeciones, correcciones, matizaciones, debates, etc. Y mucho
más en estos temas cu yo conocimiento es tan precario y, por tanto,
susceptible de innumerables propuestas que ayuden en su comprensión.
Con ello queremos decir que, por nuestra parte, cualquier crítica,
comentario, sugerencia, etc., etc., sobre esta obrita será bienvenida y, sin
duda, atendida. Adelantamos desde este momento nuestro agradecimiento
por ello.
6
Un agradecimiento mu y especial quiero hacérselo a mi mujer,
Mercedes, y a mis hijos, Irene y Andrés, sobre todo por soportar las
abundantes horas que he dedicado a este trabajo y que, por tanto, no les
dedicaba a ellos, especialmente en momentos de casi absoluta
abstracción en estos temas aislantes del mundanal ruido y del ruidoso
mundo. Con esto verán sobre el papel las cosas raras sobre las que me
ponía a veces a leer, escribir o simplemente elucubrar. Pero sobre todo
gracias por estar. Sin ellos no hubiera encontrado sentido para dedicarme
a aprender cosas nuevas. Y además, gracias a mi mujer también por sus
sugerencias en cuestiones de estilo, a pesar de que no le he hecho todo el
caso que mereciera, lo que sin duda deberá notarse en los diferentes
errores y dificultades de comprensión que mu y probablemente haya en lo
que sigue.
7
PRIMERA PARTE:
CUESTIONES GENERALES SOBRE LOS
SIGNARIOS IBÉRICOS.
1
Au nq ue ya h ub o a va n c es a nt er io r es , e l d es ci fr a mie n to d e fi n it i vo , al me no s p o r lo
q ue r e sp ec ta al s e mi s il ab ar io ib ér ico o r ie n ta l, es mér ito p r i nc ip a l d e M. Gó me z
Mo r e no . P ar a má s d eta ll es, c f. Gó me z -Mo r e no ( 1 9 4 9 ) y ( 1 9 6 2 ) .
8
A. SISTEMAS EXÓGENOS.
2
E s t ud io s má s co mp le to s so b r e el a l fab eto gr e c o - ib ér i co p ued e n ver s e, so b r e to d o ,
en d e Ho z ( 1 9 8 7 , 1 9 8 9 y 2 0 0 0 ) .
3
Co mo ver e mo s p o s ter io r me n te, e n lo s s e mi si lab ar io s ib ér i co s no se p ued e n
tr a n scr ib ir e sta s o cl u s i va s f i na le s, y l a d i f er en cia ció n e nt r e fo n e m as o cl u s i vo s
so r d o s y so no r o s no se e fe ct uó h ab i t ua l me n te d e fo r ma si st e má tic a.
9
Mayores diferencias se observan en relación a los signos para
vibrantes y silbantes. El alfabeto griego sólo disponía de un signo para
la vibrantes, pero al parecer el ibero tenía dos fonemas vibrantes, por lo
que junto a la adopción del signo griego ( R ) se creó otro mediante la
simple adición de un signo diacrítico ( $ ), aunque la distinción entre
las realidades fonéticas de ambos signos no está del todo clara.
Del mismo modo, el ibero parecía disponer de dos fonemas
silbantes (cu ya distinción fonética tampoco se ha dilucidado
completamente), para uno de los cuales se adaptó el de la sigma griega (
( ), mientras que para el otro se adoptó un signo ya en desuso en el
griego clásico, pero posiblemente todavía no en la variante jonia de la
que los iberos (o griegos adaptadores de su escritura a la lengua griega)
lo tomaron; nos referimos a la “sampi” ( & ), que posiblemente tendría
un valor africado en su origen). Además, desecharon los signos para la
“xi” y la “zeta”.
Finalmente, para el fonema lateral sólo adoptaron el único signo
existente en griego ( L ), a pesar de que en ibero quizás haya dos
fonemas laterales. 4
Según lo antedicho el sistema greco-ibérico quedaría establecido
del siguiente modo:
a 0A e 1 i 2 o 3 u 4
b 5 t 9 d 8 k 7 g 6
ŕ % r . ś ( s &
l ! n ,
T ab la 1 : Al f ab eto gr eco - ib ér i co
4
P ar a e s te se g u nd o fo ne ma l at er al , a s í co mo o t r o s asp ecto s d e la fo no l o gí a ib ér ica,
p ued e co n s ul tar se Q u i nt an il la ( 1 9 9 8 )
10
moderna, que no tiene por qué ser la más válida), y, en cambio, tuvo
mucho más éxito, y difusión, otro sistema, quizás más “genuino”, pero
sin duda, aparentemente, más defectivo para la plasmación escrita de
esta lengua, como fue, sobre todo pero no sólo, el sistema semisilábico
oriental (o levantino o nororiental).
Como ejemplo, incluimos el dibujo de una cara del más extenso y,
quizás, más conocido (y también de descubrimiento antiguo) texto en
lengua ibera escrito en el sistema greco-ibérico. Se trata de un plomo
(objeto de múltiples, variadas [ y también disparatadas], interpretaciones)
hallado en el yacimiento de La Serreta de Alco y, que según la
nomenclatura de J. Untermann (y aceptada por la mayo ría de los
investigadores, dada su claridad y precisión), recibe el nombre de G.1.1:
A-I iŕike.orti.gaŕokan.dadula.baśk
buiśtiner.bagaŕok.SSSX<.tuŕlbai
luŕa.leguśegik.baseŕokeiunbaida.
11
uŕke.basbidiŕbartin.iŕike.baseŕ
okar.tebind.belagaśikauŕ.isbin
ai.asgandis.tagisgaŕok.binike
bin.śalir.kidei.gaibigait.
A-II sakaŕiskeŕ
arnai.
B iunstir.śalirg.basiŕtiŕ.sabaŕi
dai.birinaŕ.guŕś.boiśtingiśdid.
seśgeŕśduŕan.sesdiŕgadedin.
seŕaikala.naltinge.bidudedin.ildu
niŕaenai.bekoŕ.sebagediŕan.
T r ans cr ip ció n 1 : T e xto d e la i n scr ip ció n G.1 .1
12
2.- Abecedario latino .
Con respecto al otro sistema “exógeno”, el abecedario latino, éste
fue producto de la paulatina romanización de la península ibérica, es
decir, no fue adoptado sino como consecuencia del dominio político (y,
por derivación, cultural) de Roma. Ello, posiblemente, explique que
apenas tengamos textos escritos en lengua(s) ibera(s) en abecedario
latino, excepto en citas toponímicas y o nomásticas, como podría ser el
Bronce de Ascoli (donde aparecen mencionados varios personajes
ibéricos), aunque curiosamente fue hallado, y redactado, en Italia, fuera
de la península ibérica, 5 así como otras menciones epigráficas sobre
tumbas, leyes, diversos pactos en los que se veían implicados personajes
indígenas, etc. Y. por otra parte, tampoco debemos olvidar, aunque en
este caso las “adaptaciones lingüísticas” quizás sean más distorsionantes
de lo que desearíamos, las numerosas menciones sobre la península
ibérica y su historia (historia relacionada sobre todo con los avatares que
experimentó la expansión y engrandecimiento de la República Romana),
junto con algunos términos “exóticos” y cierto vocabulario técnico, que
aparecen en diferentes escritores romanos, como Tito Livio, César,
Plinio, etc.
Sin embargo, hay que hacer dos importantes salvedades con
respecto al uso del abecedario latino y su utilización para la plasmación
de las lenguas paleohispánicas.
La primera de ellas concierne a la lengua celtibérica, pues junto
con diferentes inscripciones en escritura ibérica (lo que podríamos
llamar adaptaciones celtibéricas del signario ibérico oriental), 6 también
encontramos documentos (sobre todo los llamados pactos de
hospitalidad) escritos en el abecedario latino pero en lengua celtibérica
(sin duda como consecuencia de la romanización anteriormente
mencionada).
La segunda debe ser mencionada con relación a la lengua lusitana.
En efecto, de esta lengua tenemos mu y escasos testimonios (algunos de
ellos son en realidad textos que empiezan en lengua latina y después “se
pasan” al lusitano), y además de época relativamente tardía, que siempre
aparecen escritos en abecedario latino. Sin duda, la tardía necesidad en
el uso de la escritura, coincidente con la decadencia del uso de los
signarios “endógenos” y el avance de la romanización, y la lejanía de los
lugares de empleo habitual de estos signarios, ha tenido como
consecuencia el que no se usara ningún sistema “ibérico” (al menos por
lo que hasta el momento sabemos o tenemos atestiguado) para la
plasmación escrita de esta lengua. 7
5
Se tr at a d e u n d o c u me n to e n e l q ue se r ep r o d uce n lo s no mb r es ( co n s u
co r r e sp o nd ie n te p atr o n í mico ) d e u no s j i ne te s ib ér i co s ( p r o ced e nt e s d e v ar i as
lo ca lid ad e s, a u nq ue p o r r ef er e n cia a la d e lo s p r i mer o s, Sa ll ui e, a ct u al Zar a go na,
es te gr up o e s co no cid o co mo “T ur ma Sal l u ita n a”) a lo s q ue P o mp e yo hab ía
co n ced id o l a c i ud ad a n í a r o ma n a co mo r eco m p en sa a s u s act u acio n e s d ur a n te la
g uer r a s már s ica s. E s te b r o ce e s f ec had o e n e l 8 9 a. C.
6
P ar a e llo p u ed e co n s u lt ar s e el cap ít u lo 8 d e e st a mi s ma p r i me r a p ar te .
7
So b r e la s i n scr ip c io ne s l u si ta n as p ued e co n s ul tar se U nt e nr ma n n ( 1 9 9 7 ) , d o nd e
ta mb i é n se e nco ntr ar á a b u nd a n te b ib l io gr a f ía al r esp ecto .
13
[Por otra parte, también sería conveniente hacer referencia al
alefato fenicio (sin duda de importancia transcendental para la creación
de los sistemas endógenos), y sus derivados “directos”, de cu yo
testimonio encontramos pruebas sobre todo en monedas acuñadas por
ciudades de fundación fenicia o cartaginesa, así como algunos
testimonios epigráficos. Sin embargo, al parecer, todos los testimonios
en esta escritura contienen la lengua fenicia, o sus dialectos derivados
“coloniales”, por lo que, de momento, no hacemos mayor referencia a
ella con respecto a la lingüística paleohispánica, aunque, insistimos, es
un tema que requeriría una mayor profundización y, desde luego, no se
debe soslayar (de ahí el inciso “de momento”). 8
No obstante, creemos que puede resultar ilustrativo para establecer
comparaciones y relaciones con los signarios paleohispánicos incluir una
tabla con los signos convencionales de tal alefato:
8
So b r e d i fe r e nt es a sp e ct o s il u str at i vo s y a cce s ib le s, y co n l a p e r ti n e nt e b ib lio g r a fí a,
d e la ep i gr a fí a f e ni cia y p ú ni ca e n la p e n í n s u la ib ér ic a y f uer a d e e lla, c f .: J . L.
C u nc h il lo s - Z a mo r a ( 1 9 9 7 ) , y Za mo r a ( 2 0 0 4 ) .
14
B. SISTEMAS ENDÓGENOS.
El segundo gran grupo de escrituras es el que donimanos “sistemas
endógenos”.
9
Lo q u e mar car ía u na d i fer e nc iac ió n co n r esp ect o al si lab i s mo , a u nq ue no p o d e mo s
sab e r s i se tr a ta d e u n i n te nto d e ab a nd o no d e és te o u na te nd e nc ia ha ci a él.
10
T a mb i é n e n c el tib ér ico se p r o d u ce e n o ca sio n e s u n u so r ed u nd a n te d e vo c ale s tr a s
si lab o gr a ma s, p er o c r ee mo s q ue e n es ta o c a sió n e sto es d eb id o a la i n f l ue nc ia d e l
ab eced ar io la ti no , q ue p r o vo c ar í a u na te nd e nc ia a us ar e s to s si lab o gr a ma s co n si mp le
va lo r mo no fo n e má tico .
15
estableció una diferenciación entre fonogramas y silabogramas, cómo y
por qué se crearon nuevo signos, y se desecharon otros, son cuestiones
no completamente aclaradas, y más cuando tampoco sabemos con
exactitud las características lingüísticas de la lengua, o lenguas, para la
que se hizo tal adaptación (o la percepción interna o externa que se tenía
de ella).
Tampoco está ex cesivamente claro el tipo de vinculación existente
entre los tres sistemas de escritura. Sin duda el más antiguo es el
Suroccidental, aunque no por ello ha de ser el primero o único en surgir
como adaptación del fenicio (como parece inferirse tras el
descubrimiento del llamado signario de Espanca), y de éste o de uno mu y
similar, derivaría el Meridional y el Oriental (que derivaría, a su vez,
también, de este Meridional, aunque nosotros creemos que no es
exactamente así, como más adelante intentaremos explicar).
Como se puede comprobar, es éste un tema que requiere un estudio
mucho más profundo y ser tratado de forma más particular, por lo que
nosotros, al tratar de forma individualizada cada uno de estos grupos,
simplemente haremos referencias, no exhaustivas, a algunos aspectos
parciales sobre ello.
16
3.- Semisilabario Suroccidental.
El sistema o semisilabario Suroccidental también ha sido
llamado, según diferentes autores, de diversas maneras, aunque
predominan las denominaciones de Turdetano, Sud-lusitano, Tartésico,
etc. Nosotros preferimos llamarlo Suroccidental a partir de una
concepción geográfica, tanto por su asepsia con respecto a la lengua que
representa como por oposición, clara, creemos, a las denominaciones que
empleamos para los otros signarios ibéricos.
Con este signario tenemos textos, cu ya dirección de escritura es
habitualmente de derecha a izquierda, como en fenicio, sobre todo
escritos sobre placas o estelas de piedra y algunos esgrafiados sobre
cerámica cu ya datación oscila entre los siglos VII y V a.C., con los que
tenemos los textos escritos más antiguos hallados en la península con
sistema gráfico endógeno. 11
Por otra parte, no deja de ser sorprendente que este tipo de
escritura desapareciera con, aparentemente, tanta brusquedad, pues el
sistema que se considera su heredero (o al menos mu y relacionado), el
signario meridional, aparece (por lo que sabemos, aunque sin duda se
usaría desde un tiempo anterior al que permiten datar los hallazgos que
poseemos) relativamente bastante después y, sobre todo en zonas
alejadas (aunque quizás sí relacionadas comercialmente) de la zona
suroccidental. Queda claro, por lo menos, que, según los testimonios que
disponemos, esta zona, aparentemente pionera en hábitos gráficos,
quedaría “ágrafa” durante dos o tres siglos.
Hasta la fecha todos los hallazgos con este sistema de escritura se
sitúan, sobre todo, en el sur de Portugal (en las regiones del Algarve y
Alentejo), con extensiones hacia Extremadura y el occidente de
Andalucía, precisamente en una época en la que las fuentes clásicas
sitúan el esplendor del reino de Tarteso en la baja Andalucía.
El inventario habitual de los signos en el semisilabario
suroccidental, con la posible extensión de ciertas variantes particulares,
es el siguiente:
11
P ued e n ver s e e s t ud io s co n cr e to s so b r e lo s asp ecto s r el acio n ad o s co n es te s i g nar io
en : Co r r ea ( 1 9 8 3 , 1 9 8 7 , 1 9 9 3 , 1 9 9 6 a, 1 9 9 6 b , 2 0 0 5 a y 2 0 0 5 b ) , Ro d r í g ue z R a mo s
( 2 0 0 0 a, 2 0 0 0 c, 2 0 0 2 c, 2 0 0 2 d y 2 0 0 4 , p p . 3 7 -1 0 1 ) , d e Ho z ( 1 9 8 3 , 1 9 8 6 ,1 9 8 5 , 1 9 9 6 ) y
U nter ma n n ( M LH , I V, 1 9 9 7 ) .
17
T ab la 3 : Si s te ma d e e s cr it ur a s ud l u si ta no se g ú n J . Ro d r í g uez R a mo s, 2 0 0 0
12
Co mo co mp e nd io d e la s id ea s p r o p u es ta s p o r J . Ro d r í g ue z Ra mo s, p u e d e ver se la
úl ti ma o b r a c it ad a e n l a no t a a n ter io r ,e n la q ue t a mb ié n hac e r e f er e nc ia a o tr as s u ya s
an ter io r e s.
13
C f. Co r r ea, no ta 1 1 .
14
C f. U nt er ma n n, no ta 1 1 .
18
de que este sistema de escritura no deriva directamente del sistema
fenicio, sino de una adaptación anterior de la que no tenemos
testimonios, lo que vendría corroborado por el hallazgo de la llamada
“Estela de Espanca” que contiene una lista de signos (repetidos en dos
líneas, como si fuera obra la primera de ellas de un maestro y la segunda
de un alumno) a modo de enumeración de los existentes en un sistema de
escritura (como si se tratara de un ejercicio de escritura de un alfabeto).
Esta lista empieza, en parte, en el mismo orden que el alefato fenicio,
pero progresivamente se va apartando de él, además de incrementar su
número. Por otra parte, muchos de estos signos coinciden con los
existentes en el signario suroccidental, pero otros no. Sin embargo, y
esto complica más las cosas, el contexto arqueológico de su hallazgo lo
sitúa en el siglo V a.C., fecha relativamente tardía con respecto al uso de
este signario suroccidental. 15
15
Di f er e nt e s e s t ud io s so b r e e l si g n ar io d e E sp an ca ap ar e ce n e n: Ad i ego ( 1 9 9 3 ) ,
Co r r e a ( 1 9 9 3 y 1 9 9 6 a) , d e Ho z ( 1 9 9 6 ) y U nter m an n ( M L H, I V, p p . 3 2 7 - 3 2 9 ) .
16
So b r e la le n g u a d e e st o s t e xto s, c f. Co r r ea ( 1 9 9 6 b , 2 0 0 2 y 2 0 0 5 b ) , y U nt er ma n n
( M LH, I V, p p . 1 5 6 -1 6 8 ) .
17
C f. Kr a h e ( 1 9 6 4 ) . T a m b ié n p ued e n ver se d i fer en te s a sp e cto s r ela cio n a d o s co n es te
te ma e n F. Vil lar ( 1 9 9 5 Y 2 0 0 0 ) .
19
podemos tampoco traducir esta lengua, y sólo conjeturar el valor de
algunas formas, mu y pocas.
Por otra parte, las formas de esta lengua tampoco “casan” bien con
los testimonios toponomásticos abundantes en esta zona; nos referimos a
la abundancia de nombres de lugar con los formantes “ipo” y “u/oba”,
sobre todo, que han sido relacionados con el mundo tartesio y su
resbaladiza (?) lengua. 18
De momento, parece quedar claro que no se trata de la lengua que
habitualmente llamamos ibérica.
18
C f. Co r r ea y F. V il lar , en la s o b r as me nc io nad a s e n la s no ta s a n ter io r e s .
20
4.- Semisilabario Meridional.
El semisilabario Meridional es habitualmente conocido como
silabario ibérico suroriental. Verdaderamente es ésta la denominación,
desde una perspectiva geográfica y lingüística, más adecuada, y desde
luego la más extendida. Sin embargo, bajo nuestro punto de vista, para
este trabajo, preferimos llamarlo Meridional para evitar confusiones y
“solapamientos” semánticos. Así, aunque básicamente este signario
aparece testimoniado en el cuadrante suroriental de la península ibérica,
con nuestra denominación quedaría separado del silabario suroccidental
(que desde un punto de vista lingüístico pertenece a otro ámbito) y del
que nosotros llamaremos Oriental, con mucho el mejor documentado, y
que presenta una serie de peculiaridades a cu ya especicifación debe
responder una serie de denominaciones concretas que han de procurar
evitar, con sus concreciones, la confusión con éste (pensamos en
variantes del tipo nororiental, levantina, etc.).
[Tanto si el amable lector ha sido capaz, como si no, de entender
el párrafo precedente, aclaramos que, para nostros, de momento, la
denominación Meridional y Suroriental es la misma.]
Con respecto al sistema suroccidental este signario presenta
profundas coincidencias, pero también significativas diferencias, tanto
por lo que respecta a su estructura externa y a su cronología, como a la
lengua que aparentemente sub yace tras su (ciertamente no exenta de
problemas) lectura. 19
La datación de los soportes con signario meridional no parecen
remontar más allá del siglo IV a.C. (aunque arqueológicamente, los
argumentos “ex silentio” no son desde luego probatorios de que esta
escritura no remonte varios años, o algún siglo, atrás), lo que representa
un salto cronológico importante con respecto a las últimas dataciones en
escritura suroccidental.
Estos soportes representan, además, una mayor variedad que los
aparecidos con el signario suroccidental, puesto que junto a soportes
pétreos habituales (ciertamente mu y pocos, en contraste con la
abrumadora mayoría de las estelas suroccidentales), encontramos
estatuas, cerámica, cuencos de plata y, sobre todo, láminas de plomo e
incluso monedas.
En cuanto a la estructura de la escritura es llamativo el abandono
(casi absoluto, pues apenas hay alguna excepción mu y concreta) del
sistema redudante, lo que nos lleva a la incognita de si el sistema
meridional fue una adaptación del suroccidental cuando éste ya había
abandonado la práctica redundante (de lo que, por otro lado, no tenemos
constancia), o se adaptó a partir de otro sistema de escritura, afín, que
no usaba la redundancia, y que, posiblemente, estaría más próximo a él
tanto geográfica como cronológicamente (pero del que de momento no
tenemos testimonios, a no ser que alguna breve inscripción no datada,
corresponda a éste y haya sido confundido con el sistema meridional).
19
E s t ud io s co ncr e to s so b r e e st e si g n ar io p ued e n v er se e n: Co r r ea ( 1 9 8 3 , 1 9 9 4 a y
2 0 0 4 ) , d e Ho z ( 1 9 8 3 , 1 9 9 3 b y 1 9 9 6 ) , F let c her ( 1 9 8 2 ) , Ro d r í g uez Ra mo s ( 2 0 0 2 a y
2 0 0 4 ) y U nt er ma n n ( M L H, I I I , s. t. p p 1 4 0 -6 ) .
21
Como más abajo se verá, la similitud y correspondencia (al igual
que el sentido de la escritura, de derecha a izquierda) de ambos sistemas
es evidente, aunque también hay algunas diferencias en algunos signos,
algunos de ellos problemáticos, dado que de no todos la lectura es
unánime y de algunos incluso desconocida (hecho éste agravado, además,
por las muchas variantes en diferentes signos que encontramos en los
textos de algunos soportes con respecto a otros).
20
C f. no ta 1 9 .
21
C f. no ta 1 9 . Au nq u e e st e a uto r ma n ti e ne u na tr a n scr ip ció n d e la s vib r a n te s i n ver sa
a la d e fe nd id a p o r Co r r e a, y q ue no so tr o s co mp a r ti mo s.
22
C f. no ta 1 9 .
23
C f. no ta 1 9 .
22
Valor fonético Signo “habitual” Posibles variantes
a a A
e e E
i i
o o
u u
n n
ŕ r RQM
r b O
s s
ś x
ba F P p I
be B S
bi f F
bo v
bu w
ta t T
te d D
ti z ñ q J E
to ? ?
tu y Y V X
ka k K
ke g G
ki j
ko c C W Ç
ku ? ?
T ab la 4 : Se mi s il ab ar i o ib ér i co mer id io n al. Si g no s id e nt i f icad o s co n ci er t a
p r o b ab li lid ad
23
(con sus variantes Ñ ç ), para el que se ha propuesto “ki 2 ” (De Hoz) y
“ki” (Rodríguez Ramos).
I : ba (H) m : ki (RR)
E : ti (H) Z : e ó ki (RR)
f : bi 2 (H) ñ q : ti (RR)
F : bi (H) w : bo ó bu (RR)
Z : ti 2 (H) y : to ó tu (RR)
j : ku (?) (RR)
Como se puede comprobar, hay muchos signos para los que existe
un consenso de lectura bastante amplio, aunque todavía quedan otros con
significativas discrepancias en cuanto a su identificación, y otros para
los que no se ha encontrado una transcripción adecuada.
Finalmente, queríamos hacer observar que las “casillas”
correspondientes a los signos “to” y “ku” todavía permanecen (salvo en
las propuestas de Rodríguez Ramos) sin ocupar.
De todo ello deducirá el lector que la interpretación, como
dijimos, de los textos en escritura Meridional todavía es mu y
problemática, aunque, en honor a la verdad, se debe saber que en los
últimos años se ha avanzado notablemente, pues hasta no hace mucho ni
24
So b r e é st a v éa se e n co ncr eto : De Ho z ( 1 9 8 3 y 1 9 9 6 ) . P o r o t r a p ar t e, el s i g nar io
o r ie nt al no p ar e ce mo s tr ar i nd icio s d e é st a.
24
siquiera estábamos en condiciones de leer algunos signos que ahora sí se
pueden interpretar con cierta seguridad.
Sin duda la gran mayoría de inscripciones con este signario
corresponden a la lengua ibérica (no sabemos con certeza en qué grado
diferenciada dialectalmente de la que corresponde a las inscripciones con
signario oriental), pero no es descartable que en algunas inscripciones,
sobre todo breves, se transcriba otra lengua que no conocemos
(¿tartésica?).
nki QZlEis:bDZjualTo
QZl Eis:bDZjualTo
nFnan:kbgqnisos:bEbRTE
nFnan:kbgqnisos:bEb RTE
I l us tr a ció n 2 : D ib uj o d e la i n s cr ip c ió n G.7 .2
25
A,a ]śeliŕ.ututa.baśiŕ.tarakar
]nki
b otalaukiX9X8ŕ.sielX9rikan
etaX7ŕeŕ.sosintikeŕka.nanban
baneśarikan.etaŕ
urketiikeŕka.eX8tiX7ŕ.laki
B saltulakokiaX4.
berśiŕkaX4.artakerkaX4.X12lX9śtautinkaX4.berśiŕkaao.X4.
biurtakerkaX4.X2X7ltirkaX4.saltulakokiaX4.saltulakokiao.
X11beronkaX4.berśiŕkao.sakarbaśkaX4.(bi)berśiŕkaX4.aituarX
3kiaX4.
kaniberonkaX4.biuriltirkaX4.sX9kelkaX4.biurtakerkaX4.aituar
X3kaiX4.
T r ans cr ip ció n 2 : T e xto d e la i n scr ip ció n G.7 .2
(Recuérdese que los signos ibéricos deben leerse, en este signario,
de derecha a izquierda).
26
5.- Semisilabario Oriental.
25
So b r e e s te s i g nar io d i s p o ne mo s d e l a b ib l io gr a f ía má s ab u nd a n te, u na p ar te d e l a
cu al ap ar e ce a l f i nal d e es ta o b r a, p o r lo q ue n o la me n cio n a mo s aq uí . No o b s ta n te,
al g u no s es t ud io s e sp e cí f ico s o más r ela cio n ad o s co n al g u no s d e ta lle s q ue ir e mo s
tr at a nd o ap ar ec e n e n la s no ta s q ue s i g ue n.
27
soportes cerámicos y sobre instrumenta nos permiten, al ser a los que se
le puede dar una datación cronológica más aproximada, conocer la
evolución del signario (lo que no es ex actamente lo mismo que la, o las,
lengua que expresan) y enmarcar cronológicamente éste; en los bronces,
por lo que sabemos al menos en el ámbito celtibérico, encontramos
documentos aparentemente públicos y “urbanos”; finalmente los plomos,
aunque son de datación cronológica más problemática y no se presentan
en un contexto arqueológico preciso, nos muestran, también al parecer,
sobre todo documentos comerciales: cartas, cuentas, etc., y son los que
denotan una mayor complejidad léxica y gramatical, y por lo tanto los de
interpretación más “oscura”, aunque, paradójicamente, donde se puede
realizar un estudio interno más complejo y exhaustivo de la lengua
ibérica; además también nos “hablan” sobre la complejidad de la cultura
ibérica en sus aspectos comerciales, de hábito de lectura-escritura y
difusión de su lengua, bien como lengua patrimonial o vehicular.
En relación con este último aspecto, también los textos en signario
oriental ocupan un espacio geográfico más amplio que los anteriores,
pues abarca desde la costa sur del Languedoc francés hasta la costa de
Almería (aunque a partir del sur de la provincia de Alicante son mu y
escasos), inclu yendo Cataluña, Valencia y Murcia, con una profunda
penetración en Aragón (y si incluimos la escritura celtibérica, abarcaría
Aragón en su práctica totalidad e incluso zonas de Navarra, Guadalajara
y este de Castilla-León) y la zona oriental de la submeseta sur.
Una extensión temporal tan amplia (con su variedad de soportes) y
un espacio geográfico tan amplio también obviamente muestran una gran
complejidad en los usos escriturarios, pues implica que estos usos fueron
relativamente frecuentes en personas de diversa categoría social, que la
sociedad ibérica era también relativamente letrada, al menos en
contextos urbanos o quasi-urbanos, y que el número de pueblos que usó
esta escritura era variado y no necesariamente de lengua ibérica (y aquí
recogemos la idea ya expuesta por J. de Hoz 26 del uso de la lengua
ibérica como lengua vehicular entre pueblos de otras lenguas), pues
resulta difícil creer que un área tan extensa estuviera habitada por un
pueblo homogéneo con una lengua homogénea.
26
C f. d e Ho z ( 1 9 9 3 ) .
28
esbozar una aproximación cronológica en su origen y evolución, e
incluso para indagar sobre bases menos imprecisas la lengua (o lenguas)
que con él se transcriben.
27
P er mít as e no s la d e no mi na ció n d e c lá si co q u e d a mo s a l s i ste ma má s co no c id o o , al
me no s, má s hab it u al y g e ner a li zad o , co mo d eci mo s, d el s i g nar io Or ie n ta l. E n
r eal id ad ha y s i g no s q u e u n mu c h o s te x to s no a p ar ece n ; o tr o s q u e só lo ap ar ec e n u na
ve z ( háp a x ) ; y o tr o s q ue es tá n ge n er a liz ad o s só l o en al g u n as zo na s. P o r ello , al i g ua l
q ue e n la tr a n sc r ip c ió n hab it u al d e la s gr a f ía s, p r e fer i mo s al tér mi n o “E st a nd ar ” el
má s cl ás ico “cl á sico ”.
28
P ar a la h is to r i a d e l a escr it ur a p ued e n co n s ul tar se la s o b r a s d e G elb ( 1 9 9 3 ) ,
Haar ma n n ( 2 0 0 1 ) y Cal ve t ( 2 0 0 1 ) .
29
Valor Signo
fonético “habitual” Variantes
a a A{|} ~Ê
e e E™š›œŸ¢£¤
i i I ¥¦ §¨©ª +
o o OËÌÍÎÏ =
u u Uýþÿ
l l L
r r RÐÒ|A %
ŕ ñ ÑÑE ÓÔÕÖ×
s s SØÙÚÛÜÝÞß
ś x X à
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ç Ç ÆÈÉ
ba p P g„
be b B … † ‡ ˆ ‰ Š ‹ Œ‘ - / 0
bi f F’“”•–
bo v V—˜?
bu w W
ta t ¿ — ˜ ?
te d D á â ã ä å æèé ê ëì í Íî
ti z Zï ðòóôõö <
to h H÷ø
tu y Yùúûü ;
ka k K«¬ ®LŸ &
ke g G‾°±²³´µ·¸¹º» (
ki j J¼½¾¿ÀÁÂ
30
ko c CÃÄ
ku q QñÅ
? M T ] [ \ ^ _ ` ? @
Numerales? 1 2 3 4 5 6 7 h 9
Otros ! # $ * , . : ¶ € (No de los textos, excepto los
separadores de “palabras”)
T ab la 6 : Se mi s i lab ar io i b ér ico o r ie n ta l
29
E n r ea lid ad , a u nq u e e es el má s hab it ua l, ta mb ié n e n co ntr a mo s e st e si g no co n u n
mú me r o ma yo r d e tr azo s o b lic uo s : š , › .
30
I g no r a mo s, a u nq u e e s d es tac ab le , si el hec ho d e tr atar s e d e vo ca le s i nt er med ia s
tie n e a l go q ue v er co n e st e “b a il e” d e s i g no s.
31
valor “bi” en los signarios Suroccidental y Meridional (obviamente no
coincidente, excepto en su rasgo fonético labial).
31
E n el a l fab eto gr e co -i b ér ico , al me no s, lo s d o s s i g no s co n va lo r s il b an te ser ía n
to mad o s d e l al f ab e to sa mi o c ua nd o to d a v ía a m b o s e st ab a n e n u so . C f . d e Ho z ( 1 9 8 7
y 2 0 0 0 ) . V id . t a mb i é n e l ap ar t ad o d ed icad o al al fab eto gr eco - ib ér ico .
32
No o b st a nte , e n el al f a b eto gr eco -ib ér i co no e xi s te u n a co i nc id e nc ia ab so l uta e n
cu a nto a lo s si g no s ad a p tad o s, e i nc l u so p ar ec e hab er u na i n ver sió n d e va lo r e s, p ue s
te ne mo s ( , co n e l v al o r d e “ś”, y & ( “s a mp i ”) , co n el valo r d e “s ”. C f. L a tab la
co r r e sp o nd ie n te a e st e s ig n ar io .
33
C f. S ile s ( 1 9 8 1 ) .
34
C f. Co r r ea ( 1 9 9 4 a y 1 9 9 9 ) , Q ui n ta n il la ( 1 9 9 8 ) , Va ler i ( 1 9 9 3 ) , Ro d r í g ue z Ra mo s
( 2 0 0 0 b ) y B al le st er ( 2 0 0 1 ) .
32
incógnita, aunque quizás esté relacionada con la “waw” fenicia (y
también con la “ypsilon” griega), y tampoco es descartable su relación
con el signo u suroccidental y meridional. Aquí lo transcribimos con el
signo , aunque otros autores lo hacen con “w”, “y” o “ñ”, entre otras.
35
P ar a a l g u na s d e la s c ar ac ter í s ti ca s d e l s is te ma d ua l p u ed e co ns u lt ar s e: Co r r ea
( 2 0 0 4 ) , Q u i nta n il la ( 1 9 9 3 b ) , y Ro d r í g ue z Ra mo s ( 2 0 0 1 b ) .
33
fonema /u/, para /bi/ oriental debió utilizarse otro, que bien pudiera
tratarse del inicial “pe” fenicio o incluso (y si nos atenemos al probable
origen nororiental de este signario) de la “pi” griega 36.
Finalmente no queremos dejar de hacer notar que este signo en
ocasiones presenta problemas de interpretación epigráfica dada su
simplicidad gráfica.
Los signos para /be/, b , presentan una enorme variedad, como ‡
o ‰ , entre otros, quizás explicable, en parte, por la dificultad que
presenta escribir este signo sobre soportes duros. Su forma quizás
pudiera relacionarse con la forma “be” del signario suroccidental, que
posiblemente derive de la letra “beth” fenicia. Es destacable, en cambio,
que el signo “be” del signario meridional es completamente diferente al
de los otros dos signarios paleohispánicos.
Con respecto al signo para /bi/, f , ya hemos hablado
anteriormente. Baste añadir que sus variantes gráficas apenas difieren
entre sí, lo que representa una clara oposición con respecto al grafema
utilizado en los otros dos signarios, con la posible excepción
anteriormente mencionada.
Los signos para /bo/, ˜ , han sido objeto de atención desde hace
cierto tiempo, sobre todo por obra de Joan Ferrer 37. Este autor mantiene
que los signos habitualmente identificados en la nomenclatura de J.
Untermann como “bo1” y “bo3” (v y — ) deben ser leídos como /ta/, y,
por tanto, deberían pasar a denominarse “ta2” y “ta3”. Esta nueva
lectura se aplicaría a las inscripciones en las que es constatable el uso
del anteriormente mencionado sistema dual, que afectaría principalmente
a las zonas sur de Francia (la llamada zona B, en la nomenclatura
establecida por Untermann) 38 y al entorno de Ullastret (ubicado en la
zona C), con dataciones antiguas o al menos que no superan apenas los
inicios del siglo II a.C. Esta circunstancia también sería constatable en
algunas inscripciones de la zona occidental de celtiberia 39.
Con ello, y a resultas de lo cual, la lectura de muchos textos es
perfectamente coherente, eliminaríamos la duplicidad de signos para un
mismo valor labial en un mismo texto, y obtendríamos testimonios de la
notación para la diferenciación de sonoridad en el único silbograma
dental cu yos testimonios nos faltaban.
El signo “bu”, w , parece coincidir con el que aparece en el
signario meridional, aunque la correspondencia no es exacta con respecto
al suroccidental. De todos modos el valor /bu/ atribuido a este signo en
el signario meridional es problemática. Además, incluso su aparición en
las inscripciones orientales es mu y escasa, 15 en términos brutos (más
una en alfabeto greco-ibérico), según nuestros cálculos.
36
J . d e Ho z p o s t ula q ue u na fo r ma s e mej a n te a “b i” no r o r ie n tal t ab ié n s e u sar ía co mo
var ia n te p ar a “b i” Mer id io n al ( De Ho z , 1 9 9 6 ) .
37
J . Fer r er ( 2 0 0 5 ) .
38
P ar a l as p ar t ic u lar id ad e s d e é sta , véa se má s ab a j o .
39
P ar a el lo p ued e ver se, ad e má s d e l ar tí c ulo m en cio nad o e n l a no t a 3 7 , C. J o r d á n
(2004 y 2005).
34
Por lo que respecta a los signos que marcan una oclusiva dental, ya
hemos mencionado las novedades que podrían aplicarse a los signos con
el valor de /ta/, t , es decir, si bien el más común es el conocido como
“ta1”, en las inscripciones en las que se aplica el sistema de notación
dual, habría que añadir “ta2” y “ta3” (v y — ), que representarían las
variantes con oclusiva sorda (anterioremente transcritos como “bo1” y
“bo3”).
Por otra parte este signo, en su forma más habitual, coincide con el
que ha sido atribuido con el mismo valor en los otros dos signarios
paleohispánicos, y sin duda debe proceder en última instancia de la “tau”
fenicia: ”t”.
El signo “te”, habitualmente d , presenta muchas variantes
gráficas en las diferentes inscripciones ibéricas 40. Es mu y posible que en
el sistema de notación dual la variante “sorda” esté representada por la
añadidura de un trazo oblicuo más, como hemos dicho. Este signo, por
otra parte, representa una innovación con respecto al utilizado por los
otros dos signarios paleohispánicos para transcribir este silabograma, los
cuales coinciden entre ellos. El de éstos últimos no parece guardar
ninguna relación con signos para fonemas dentales utilizados para el
fenicio (de hecho sólo parecen tener semejanzas con el “heth” fenicio).
El signo del semisilabario oriental parece relacionarse más con el “teth”
fenicio (y también con la “theta” griega), el cual, por otra parte, parece
estar más relacionado con el signo que en los semisilabarios meridional
y suroccidental transcriben la sílaba /ti/.
Con respecto al signo para /ti/, z , también encontramos en las
inscripciones con sistema dual una variante con un trazo más. Este signo
no aparece en el signario suroccidental, pero sí en el meridional, aunque
con interpretación problemática: de Hoz propone transcribirlo como
“ti2” (con la sexta vocal que propone este autor) 41 , mientras que
Untermann se decanta por “e”. Gráficamente es bastante parecido al que
transcribimos como “to”, aunque no parece haber una correspondencia
por lo menos aproximada con ningún signo fenicio. Sólo se nos ocurre, a
modo de hipótesis, una deformación del signo fenicio “tau”.
Además, no queremos dejar de hacer notar que, de forma parecida
a lo sucedido con respecto a los silabogramas labiales (donde el signo
para /bi/ meridional pasa a transcribir /u/ en el oriental, luego este
sistema reinterpretó o retomó (o se inspiró en) otro para /bi/), en este
caso, al utilizarse el signo que transcribía /ti/ en meridional como /te/ en
oriental, fue necesario crear otro para /ti/, que bien pudiera ser, como
hemos dicho, una deformación de la “tau” fenicia. Incluso es posible que
en la creación de este signo no fuera ajena, a pesar de su diferente valor
fonético, la influencia de la “psi” griega propia del alfabeto jonio
(dentro de los denominados azul oscuro por Kirschoff), y que era el
40
Re s u lta c ur io so el hec h o d e q u e d e lo s si g no s q ue mar ca n u na o cl u s i v a má s vo ca l
lo s q u e p r e se n ta n u na ma yo r var iac ió n gr á f ica sea n aq ue llo s q ue es tá n co n fo r mad o s
co n la vo ca l “e ”.
41
Ya me n cio n ad a e n e l ap ar tad o d ed i cad o a l si g n a r io mer id io n al.
35
utilizado con mayor probabilidad por los griegos foceos que se
establecieron en la zona nororiental de la península ibérica. 42
Algo parecido puede decirse con respecto al signo transcrito como
“to”, h , que no tiene paralelos en los signos de los otros dos sistemas
paleohispánicos. Nosostros pensamos que se trata de una transformación
del signo para /ti/. Por otra parte, también presenta la añadidura de un
signo adicional para marcar la diferencia de sonoridad en el mencionado
sistema dual.
Esta última característica también es válida para el signo transcrito
como “tu”, y . Este signo, por otra parte, sí presenta claras
concomitancias con aquellos utilizados con el mismo valor en los
signarios meridional y suroccidental. Además está clara su relación con
el “daleth” fenicio, del que apenas difiere la “delta” griega.
Por lo que se refiere a los signos con valor velar, el signo “ka”,
k , con su correspondiente variante en el sistema dual, sí parece tener
una correspondencia exacta con el utilizado en los otros dos signarios
paleohispánicos. En cuanto a su forma, la más parecida es la
correspondiente al “kaf” fenicio, pero este parece tener más relación con
el signo “ke”, también coincidente en los tres signarios, por lo que
quizás estaríamos ante una transformación gráfica del signo inicial para
adaptarlo a otro valor fonético semejante.
Con respecto a este signo “ke”, g , además de lo que acabamos de
decir, también tenemos indicios de variantes gráficas, con un signo
añadido con diferentes variantes, a su vez, en el sistema dual.
El signo para /ki/ (con su variante con signo añadido en el sistema
dual), j , es coincidente en el signario oriental y en el meridional. Sin
embargo no ocurre no mismo en el signario suroccidental, donde aparece
un signo que, no obstante, también aparece en el meridional, aunque de
interpretación problemática, pues éste, además de alejarse del
habitualmente utilizado como /ki/, ha sido interpretado como “ti2” por
de Hoz, y como simple variante de “ki” por Rodríguez Ramos. En cuanto
a su forma, no hemos encontrado ninguna semejanza destacable ni en el
alefato fenicio ni el alfabeto griego, por lo que su origen sigue sin ser
discernible, aunque quizás pueda tener alguna relación con el signo “ke”
con una variación en uno de sus trazos.
Algo parecido puede decirse del signo “ko”, c , también
aparentemente coincidente en los tres signarios, pero sin que pueda
establecerse un origen claro, como no sea una adaptación con respecto a
“bo” o viceversa, al menos por lo que puede deducirse a partir de la
semejanza de estos signos en el signario meridional.
Finalmente, la interpretación del signo “ku”, q , también es
problemática. En el signario meridional no se ha identificado claramente
ningún signo para este valor, mientras que en el suroccidental parece ser
42
C ir c u n st a nci a q ue he m o s i nd icad o e n o tr o l u g ar , j u nto co n o tr a s c ue s tio ne s so b r e
la p o sib le i n f l ue n cia gr ie ga, e n u n ar t íc ulo to d a v ía i n éd i to ( “Al g u n a s
co n s id er a cio ne s e n to r no a l a i n fl u e nci a g r ie ga e n la co n fo r ma ció n d el si g n ar io
ib ér i co o r i e nt al” ) .
36
una mera variante de “ko”. En el signario oriental, donde tampoco es
mu y frecuente salvo en ciertas secuencias recurrentes, ni siquiera es
claramente identificable una variante de sonoridad en el sistema dual.
Por lo que se refiere a su posible origen, creemos que presenta ciertas
posibilidades de relación, pese a su variación gráfica con respecto al
trazo vertical, con el “qof” fenicio o con la “koppa” griega 43
C.2.3:
43
Ob vi a me nt e ta mb ié n co n la “t h eta ”, p er o co n sid er a mo s q ue e st o e s me no s
p r o b ab le p o r s u gr a n d i f er e nc ia fo né ti ca.
44
E n te nd ie nd o e s te t ér mi no co mo el q ue se ad ec ua a lo q ue sab e mo s d e la fo no lo g ía
y mo r f o lo gí a ib ér i ca s.
45
So b r e lo s p o sib le s si g no s co n v alo r n u mer a l en ib ér ico p u ed e ve r s e U nte r ma n n
( M LH, I I I ) , Or o z ( 1 9 8 7 ) y Lej e u n e ( 1 9 8 3 ) . Ad e má s, so b r e lo s n ú me r al e s b aj o fo r ma
lé xi ca ta mb ié n p ued e ve r se E . O r d u ña ( 2 0 0 3 ) .
37
I l us tr a ció n 3 : D ib uj o d e la i n s cr ip c ió n C.2 .3
A 1 ar.basiaŕebe
2 ebaŕik’ame.t’uik’esiŕa.b’orst’e.abaŕkeb’orst’e.t’eŕ
3 tiŕs.b’aitesbi.neit’ekeŕu.taŕb’elioŕku.t’imor
4 k’iŕ.bartaśko.anb’eiku.baitesir.saltuko.kuletabeŕku*
5 bikiltiŕst’e.eŕeśu.kotib’anen.eberka.bośk’aliŕs
6 loŕsa.bat’ibi.biuŕtaneś.saltukileŕku.ki
I l us tr a ció n 4 : D ib uj o d e la i n s cr ip c ió n D.1 0 .1
38
aloŕiltu
i.belaśbais
ereban.keltaŕ
erker
i.a e
teikeoen.er
F.13.10:
I l us tr a ció n 5 : D ib uj o d e la i n s cr ip c ió n F.1 3 .1 0
(a) eŕiar.bankuŕs.aitulkikute.na*[
39
6.- Relaciones entre los signarios Suroccidental y
Meridional.
46
Si n ser e x h a us ti vo s, e n est e se n tid o p ued e n co n s ul tar se, ad e má s d e lo s d i fer e nt es
vo l ú me ne s d e lo s M L H d e Un ter ma n n , la s o b r as d e Co r r e a, d e Ho z y Ro d r í g u ez
Ra mo s me nc io nad a s e n l o s ap ar tad o s a nt er io r es .
40
lo que sabemos, establecer una exacta correspondencia lingüística con la
lengua que se deduce a partir de los topónimos habituales de la baja
Andalucía y el valle del Guadalquivir. 47 De ello nos permitimos deducir
la existencia no sólo de otra lengua diferente a la testimoniada en la
escritura de las estelas, sino también, hecho que resultaría bastante
probable, de otra escritura de la que no nos han quedado, al menos
aparentemente, testimonios. Ello se debería sin lugar a dudas a
diferentes hábitos escriturarios y a utilizarse soportes perecederos (que
suele ser lo habitual), y además, con el adverbio “probablemente”
queremos indicar que posiblemente algunos de los testimonios que
incluimos dentro de la escritura meridional correspondan, siempre
quizás, a este tipo de escritura X, con la que aparentemente tendría más
relación, como más abajo intentaremos indicar.
Pensamos, además, que el signario Meridional no puede proceder
directamente del signario Suroccidental. Para ello nos basamos en una
serie de indicios y probabilidades extraídos a partir de los propios
soportes que disponemos, de su cronología y, sobre todo, de su
distribución geográfica y del análisis interno de los “grafemas” de ambos
signarios, así como de las particularidades y diferencias en sus sistemas.
Sin embargo, para poder destacar mejor las diferencias existentes,
quizás sea mejor mencionar, en primer lugar, las similitudes y
coincidencias que comparten.
47
No s r e fer i mo s b á s ica m en te a lo s me n cio nad o s e n “ip o ” y “u b a”. P ar a el lo p ued e
ver s e G ar cí a Mo r e no ( 2 0 0 1 ) y Co r r ea ( 1 9 9 6 b ) .
48
P ar a e st a se xt a vo c al, v id . no t a 2 4 .
41
se trata de una escritura redundante, con lo que si a un signo silábico le
seguía uno vocálico, a aquel se le asignaba la vocal del timbre de la que
seguía. La práctica redundante es bastante sistemática en el signario
suroccidental, pero también somos conscientes de que en algunas
ocasiones se producen ex cepciones e incluso alguna contradicción, al
menos aparente. Por ello, también se da la existencia de signos de valor
no seguro, junto a otros de valor desconocido, y una relativa abundancia
de signos hápax, también de valor no seguro o ignorado. Con ello
queremos decir que, dada la inseguridad que todavía persiste para
algunos signos en cuanto a su valor fonemático, quizás nuestras
suposiciones simplemente sean consecuencia de este desconocimiento.
Esto podría ser válido, efectivamente, pero quizás las diferencias
gráficas que nosotros observamos obtengan mayor relevancia si las
unimos a las diferencias que aparecen en otros aspectos de ambos
signarios.
Esta similitud en buena parte de los signos se explica mu y bien por
otra de las coincidencias entre ambos sistemas gráficos. Nos referimos a
la ya sin duda evidente procedencia de los dos signarios a partir del
alefato fenicio. La filiación de los signos resulta evidente, pero también
hay diferencias con respecto a él y, esto lo queremos recalcar,
diferencias en la distinta adaptación con respecto a algunos signos.
Creemos que es más probable que fuera un fenicio con ciertos
conocimientos de la lengua del pueblo paleohispánico con el que entró
en contacto (mu y probablemente la baja Andalucía) el que readaptara su
sistema de escritura para intentar plasmar la realidad fonética de un
pueblo de lengua diferente. Tanto si se considera al alefato fenicio como
un alfabeto consonántico como un silabario sin notación vocálica, sin
duda este fenicio en cuestión (sea un personaje individual o un grupo)
intentaría marcar la realidad fonética vocálica del idioma “indígena”,
que sin duda sería más rico o variado que el de la lengua fenicia. La
adecuación se haría mu y probablemente con la ayuda, en parte, de los
usos habituales de las “matres lectionis” 49 y, en parte también, con la
readaptación o asimilación de signos ya existentes para un valor
vocálico. Con todo, insistimos, es difícil dar una explicación
completamente satisfactoria de por qué se estableció este tan peculiar
sistema semisilábico.
Con respecto a este punto queremos destacar que los contactos
probablemente más intensos entre fenicios e indígenas se darían en la
zona de la baja Andalucía, y resulta curioso que no es en esta zona donde
se da, ni mucho menos, una mayor concentración de inscripciones, ni del
signario suroccidental ni del meridional. Esto también hace aumentar la
credibilidad de la hipótesis de la existencia de un sistema de escritura,
no atestiguado, originario, del que derivarían (¿cada uno hacia un
extremo de la zona nuclear de este primer sistema?) los dos
mencionados.
Otra similitud evidente entre ambos signarios es el hecho de ser
semisilabarios, es decir los grafemas para marcar las consonantes
oclusivas son silábicos, un grafema diferente para señalar una oclusiva
49
P ar a e llo , c f. d e Ho z ( 1 9 9 6 ) .
42
con distinta vocal, pero los grafemas que señalan consonantes no
oclusivas y vocales son fonémicos. Esto es, en realidad, sólo aparente en
el signario suroccidental debido precisamente a la práctica de la
mencionada escritura redundante, a partir del cual podríamos pensar que
o bien sobran las vocales en esta escritura (cuando van precedidas de
consonante oclusiva), o bien deberían resultar innecesarios cuatro de los
cinco signos empleados para cada serie oclusiva según su punto de
articulación. Esto sería razonable, claro está, visto desde una perspectiva
de los que estamos habituados a un sistema de escritura
predominantemente fonémico (aunque no hay que olvidar que nuestros
sistemas de escritura también tienen características redundantes), pero
resulta obvio que los “escribas” del signario Suroccidental tendrían sus
propias razones para semejante práctica, aunque a nosotros se nos
escapen o nos parezcan sorprendentes. Seguramente esta práctica debe
tener algo que ver con la creación o el tipo de adaptación a partir de un
modelo previo y las características de la lengua que este signario
transcribe. De todos modos, esto es algo que todavía no entendemos
bien, y desde luego plantea un reto, uno más, en su comprensión.
Por su parte, en el signario Meridional no hay indicios relevantes
de tal práctica escrituraria, en parte, sin duda por reflejar una lengua
diferente (en este caso, con toda probabilidad, el ibérico,
preferentemente), pero especialmente, y con esto nos reafirmamos en la
no derivación de este sistema del suroccidental sino de otro, que serviría
de origen común a ambos, por una diferente adaptación o evolución de
los dos signarios. Como queda señalado con un alto grado de certeza, el
signario Suroccidental y el Meridional (y también el Oriental) remontan
en última instancia al alefato fenicio. Por ello, podríamos pensar que la
escritura redundante representó una innovación propia del signario
Suroccidental, pero no creemos que el signario Meridional eliminara esta
práctica redundante como un acto de economía gráfica. Aun
reconociendo que sin duda nos movemos en el subjetivismo, nos parece
que hubiera sido más económica la simplificación en un único signo para
cada consonante oclusiva, quedando éste con un valor consonántico
simple o bien silábico con valor vocálico fijo o con vocal muda cuando
seguía otra de diferente timbre (como ocurre en otros sistemas de
escritura como el Devanagari), o incluso una reestructuración del sistema
de notación de oclusivas para diferenciar su modo de articulación con
posible reaprovechamiento de los signos desechados. El signario
Meridional nunca llegó a realizar estas innovaciones (y t ampoco el
Oriental, con la excepción, en algunos aspectos, del sistema dual), por lo
que creemos que tampoco en él se hubiera dado la simple innovación de
la eliminación de la redundancia vocálica. Más bien creemos que es más
lógico pensar que procediera, por tanto, de un sistema en el que dicha
redundancia era completamente ignorada, o en todo caso marginalmente
empleada por razones que se nos escapan.
43
El primero de ellos, como hemos adelantado más arriba, obedece a
criterios geográficos. La mayor parte de los epígrafes con textos en
signario Suroccidental se localizan sobre todo en la zona sur de Portugal,
con algunas extensiones, pero con un porcentaje de apariciones mucho
más escaso, en algunas zonas de Andalucía Occidental y en Extremadura.
La mayoría de estos epígrafes aparece sobre soporte pétreo, por lo que es
posible que otros muchos textos con este signario sobre soportes más
perecederos hayan desaparecido (o todavía no han sido encontrados). Sin
embargo, a pesar de esta última objeción, resulta llamativo el hecho de
que casi todos los hallazgos se sitúen en zonas cercanas pero marginales
a lo que por otras fuentes ha sido considerado el área nuclear de la
cultura Tartésica, y que estas zonas se sitúan al oeste y noroeste de esta
área; y más significativo nos parece que esta escritura no aparezca, sobre
ningún tipo de soporte, ni al sur ni al este de la denominada área nuclear.
Por lo demás, también queremos destacar el hecho de que al parecer,
aunque con dudas no despreciables, la lengua que transcriben estos
textos pertenece al ámbito lingüístico indoeuropeo, lo que no termina de
ser compatible con los abundantes topónimos en –ipo y –uba de esta zona
nuclear (aunque es cierto que se extienden a zonas más amplias), pero sí
con algunos testimonios historiográficos y literarios y con otros
arqueológicos y, aunque de datación más tardía, de tipo onomástico que
mencionan la llegada de pueblos indoeuropeos a la zona donde
encontramos estos epígrafes suroccidentales.
Sin embargo la ubicación geográfica de los hallazgos de textos con
escritura Meridional difiere significativamente de la mencionada para la
escritura suroccidental. Estos epígrafes se sitúan sobre todo en la alta
Andalucía oriental, es decir, en la campiña de Jaen y alto Guadalquivir,
con alguna extensión hacia el Guadalquivir medio y hacia el sur
(Granada y Almería); y aunque tenemos hallazgos en zonas alejadas,
como en Portugal, éstos son ex cepcionales, y debemos tener en cuenta
que la mayoría de los epígrafes con signario Meridional están sobre
soportes fácilmente desplazables, como platos, cuencos, etc., y plomos,
por lo que, a pesar de la escasez de hallazgos, debemos atender a
criterios de concentración y relativa abundancia de éstos. Esta zona es la
que conocemos a partir de las fuentes clásicas como Oretania (con
extensiones, posiblemente, hacia Bastetania). Dada la relativa cercanía
con lo que hemos denominado zona nuclear tartesia y las sin duda
frecuentes relaciones, bien comerciales, bien de otro tipo, con ella,
pensamos que sería precisamente esta zona donde se originó el signario
Meridional (o al menos donde encontramos los primeros testimonios de
él) y donde, además, más perduró, si tenemos en cuenta la existencia de
este signario en monedas como las de la ciudad oretana de Castulo. De
todo ello también se infiere que los oretanos o buena parte de ellos eran
ibero-parlantes (según lo que entendemos en términos habituales como
lengua ibérica), pues los textos de esta zona denotan, por lo que
sabemos, la lengua ibérica.
A partir de la zona oretana también tenemos testimonios en
signario Meridional en algunas zonas de la actual provincia de Albacete
y, a través de ella, en el norte de la de Alicante y, sobre todo, en el sur
de la de Valencia. Ello implicaría su extensión hacia la región conocida
44
como Contestania. Pero queremos hacer una salvedad, pues en la actual
provincia de Alicante apenas tenemos testimonios de hallazgos con
signario Meridional (siempre sin olvidar que nos movemos ante el hecho
de que falta de hallazgos no tiene por qué implicar falta de su
existencia). Y, si tenemos en cuenta el hecho de que las escasas
dataciones cronológicas que podemos establecer nos llevan a la
coetaneidad de epígrafes en signario Meridional y en alfabeto Greco-
ibérico, resulta curioso el hecho de que el signario Meridional no se
extendió, de modo general, por la zona en la que se usaba el Greco-
ibérico. Sin duda existirían en esta época relaciones comerciales entre
Oretania y Contestania (siendo además ambas zonas de lengua ibérica,
como hemos visto), y que éstas se establecerían o enlazando el alto
Guadalquivir con la meseta o aprovechando el curso fluvial del Segura,
aunque posiblemente, conjeturamos, esta ruta no seguiría todo el curso
del río, sino que en su cuenca media o media-alta se apartaría de él y
continuaría por las altiplanicies del sureste de Albacete y norte de
Murcia hasta enlazar con la vía que desciende hasta el Júcar por el curso
de su afluente el Can yoles. Precisamente junto a este río se ubica el
importante yacimiento de Mogente, donde se han hallado varios plomos
inscritos en signario Meridional (como el anteriormente transcrito,
G.7.2) y algunas de las escasas inscripciones en piedra que conocemos
con este sistema de escritura. Por otra parte esta ruta coincide no sólo
con las modernas vías de comunicación que ho y enlazan preferentemente
la llanura del Júcar con la meseta sur, sino también con algunas antiguas
vías romanas, como la vía Heraclea, que posiblemente aprovecharían
otras rutas más antiguas.
Con todo lo expuesto podríamos deducir que el signario
Meridional surgió, en principio, en Oretania, y desde allí siguiendo rutas
posiblemente comerciales se extendería hacia Contestania, pero dejando
al margen la zona de ésta que ya utilizaba, al menos en parte, el alfabeto
greco-ibérico. Las razones de todo quizás habría que buscarlas en que los
“usuarios” ibéricos del alfabeto greco-ibérico ya estarían influenciados
por griegos que comerciarían con ellos, con la irradiación cultural que
ello implica. No obstante, es probable que la utilización de este alfabeto
ya hubiera desaparecido (no sabemos si bajo la presión del signario
meridional) cuando se produjo la expansión del semisilabario oriental
por esta zona. 50
50
P ar a la p r o b ab le cr o no lo g ía d e l al f ab e to gr eco - ib ér i co c f. d e Ho z ( 1 9 8 7 , 1 9 8 9 y
2000).
45
de nuevas gentes?), o, como mucho, algunos años después. Sin embargo,
creemos que el signario Meridional debe remontar a fechas más
tempranas de lo que los hallazgos arqueológicos nos permiten datar. Para
ello nos basamos en la difusión de esta escritura, ya extendida a sus
diferentes zonas de hallazgos en el siglo IV, y en la variedad de soportes
(como ya dijimos vajilla de cerámica, de plata, plomos, etc.), que
conllevan unos hábitos escriturarios y una “soltura” técnica que necesita
un relativamente prolongado espacio de tiempo para su difusión y
expansión. Por ello, pensamos que la creación del signario Meridional
debe remontar, al menos, a pleno siglo V.
Sin duda, podría pensarse que esta última conclusión sirve de
apo yo a la hipótesis de que el signario Meridional deriva directamente
del Suroccidental, pues uno se inicia justamente cuando el otro
desparece, y se explicaría también la diferenciación en la estructura del
signario, la diferenciación de signos y el cambio de soportes. Pero
creemos que esto no es así.
En primer lugar, en el signario Suroccidental no se aprecian
cambios epigráficos que anuncien o anticipen los que vemos establecidos
en el signario Meridional (aunque, en verdad, éste nos parece un dato
poco relevante, porque es cierto que dichos cambios se pudieron dar por
los miembros del pueblo que crearon el Meridional, y en el lugar que
habitaban). Con todo, ni siquiera las abundantes variaciones epigráficas
existentes en este signario permiten considerar ninguna de ellas como
más cercana al Suroccidental. En segundo lugar, y en contra de lo dicho
en el párrafo anterior éste nos parece un argumento más importante, la
posible contigüidad y sucesión cronológica entre ambos signarios nos
parece poco creíble y económica. Nos parece extraño que un pueblo
aparezca usando una escritura transformada a partir de otra usada por
otro que justo antes, o poco antes, ha dejado de usarla. En tal caso
creemos que sí debería haber indicios de tal adaptación, incluso en los
soportes utilizados. Junto con este razonamiento, y consideramos que ya
con un planteamiento difícilmente objetable, debemos tener mu y en
cuenta la distancia geográfica (eso sí, con alguna excepción) de los
hallazgos de ambos signarios. Además, en esta distancia está implicada,
como “topológica intermediaria”, lo que, recordemos, podríamos llamar
la zona nuclear de la cultura tartésica, por lo que la supuesta derivación
del signario Meridional a partir del Suroccidental debería haber estado
“tamizada” por los usos escriturarios de esta zona, que no creemos que
usara el signario Suroccidental.
Por todo lo expuesto nos parece más adecuado buscar una
respuesta alternativa que explique de una forma, si no segura y
contrastada, al menos plausible y con un mínimo de lógica, estos hechos
(aunque, desde luego, siempre revisable, objetable y rechazable, a partir
de nuevos hallazgos e incluso nuevos razonamientos lógicos). Y en esto
consiste nuestro razonamiento.
46
-Pensamos que en una fecha indeterminada, pero sin lugar a dudas
temprana, se creó una primera escritura bajo la influencia fenicia. Esta
primera creación o adaptación tendría lugar en la zona de la baja
Andalucía (o como hipótesis alternativa, en la costa onubense), zona
nuclear de la cultura tartésica.
-Por otra parte, en una fecha posterior (no sabemos con seguridad
cuánto) a la creación del signario Suroccidental, se crearía, también a
partir de esta escritura X, otra adaptación en la zona de la alta
Andalucía. Es precisamente ésta la que denominamos como signario
Meridional.
51
C f. , e nt r e o t r o s, Al ma gr o et a li i ( 2 0 0 1 ) , R u i z y Mo l i no s ( 1 9 9 3 ) y C. W a g n er
(1983).
47
“competencia”, no sabemos por qué razones, pero sin duda no
lingüísticas (¿pueblos más helenizados por esas supuestas colonias, o al
menos asentamientos, focenses?, ¿diferentes círculos o circuitos
comerciales que entrarían en competencia, manifestada por la utilización
de escrituras diferentes?), con la escritura greco-ibérica, cuya creación
tampoco puede remontar mucho más atrás en el tiempo.
48
7.- Posible origen y evolución de semisilabario Oriental.
Aunque carecemos de muchos datos relativos a la cronología de los
soportes de las incripciones ibéricas, gracias a los pocos indicios que
disponemos sobre dataciones arqueológicas de algunos de ellos, junto
con el propio análisis interno que podemos extraer de las inscripciones
mismas, estamos en condiciones de llegar a ciertas conclusiones que,
aunque todavía no completamente corroboradas, son al menos probables
sobre la evolución del signario ibérico oriental, e incluso llegar a
vislubrar de modo un poco más claro el controvertido origen de éste.
Los datos internos en los que nos basamos están extraídos de las
propuestas de diferentes investigadores de la materia. 52 Muchas de sus
conclusiones no han sido todavía completamente aceptadas por todos los
estudiosos, e incluso para algunas de ellas nosotros mismos tenemos
reparos en algún punto concreto, pero creemos que en su conjunto, con
sus aciertos pero también con sus hipótesis, quizás refutables pero que
abren nuevos caminos en la investigación, muestran un abánico de
posibilidades que una vez concretado sin duda representará un estado de
la situación mu y cercano al realmente acaecido.
Así, las escasas pruebas arqueológicas junto con los datos internos
a los que hacíamos referencia apuntan a que el semisilabario ibérico
oriental tuvo su origen probable en la zona costera nororiental de la
actual Cataluña (al menos esta es la opinión, que modestamente
compartimos, de algunos investigadores), es decir, en el entorno de la
colonia griega de Emporion. Y aunque las primeras inscripciones que
podemos fechar datan, como dijimos, del siglo IV a.C., 53 posiblemente el
uso de la escritura debe remontarse a algunos años más atrás, por lo que
no es improbable que la fecha de creación de ésta se sitúe en pleno siglo
V.
Los creadores de este signario fueron con toda probabilidad unos
iberos comerciantes asentados en esta zona, que actuaría como foco de
comercio “internacional”, valga el anacronismo, como lo demuestran los
hallazgos de inscripciones de valor comercial no ya sólo en griego y en
ibero, sino también en etrusco, junto con menciones a personajes de
origen galo y ligur y quizás de otros pueblos. 54
Una cuestión diferente es dilucidar si estos iberos eran autóctonos
de esta zona o procedentes de alguna zona más al sur, incluida en las
rutas comerciales que conectarían toda la costa mediterránea y
suratlántica. No vamos aquí a desarrollar en profundidad esta cuestión
(cu ya respuesta no estamos en condiciones de aclarar con seguridad),
pero quizás sea la segunda opción la más probable, si consideramos el
uso de la ibérica como una lengua vehicular, y que la población que la
tenía como lengua propia sería la de las regiones de Contestania y
52
P ar a el lo , y si n e x te nd e r no s e xc es i va me n te , p u e d en ver s e la s o b r a s me n cio nad a s d e
Co r r e a, d e Ho z , U n ter m an n y Ro d r í g u ez Ra mo s) .
53
Q ui zá s a l g u na i nc l u so p ued e r etr o tr aer se a lo s f i na le s d el s i glo V , co mo u n kí li x d e
cer á mi ca át ica hal lad o e n Ul la str et ( el d e no mi n a d o e n lo s M LH. I I I C.2 .3 0 ) .
54
E n e ste s e nt id o vé as e C o r r ea ( 1 9 9 3 ) .
49
Edetania. Aunque ello no impide, claro está, que la población del
entorno de Emporion también fuera ibero-hablante, al menos en parte. 55
55
C f. d e Ho z ( 1 9 9 3 ) .
56
Sí q u e te n e mo s te s ti m o ni o s ta mb ié n d e es cr i t ur a s i ni str o s a, p er o é s t o s so n mu y
esc a so s, y p o s ib l e me n te s e d eb a n a u n a f al ta d e si st e ma tiz ac ió n d ur a n te u n c ier to
tie mp o ( r e c uér d e se e l caso d e la p r o p i a e scr i tu r a gr ie g a) , y, ¿p o r q ué no ? , a la
in f l ue n ci a mar g i nal d e o tr a s e scr i t ur a s si n i st r o sa s, co mo el f e nic io y e l p r o p io
si g n ar io me r id io na l, y q ui zá s e l e tr u sco .
57
T a mb i é n t e ne mo s te st i mo n io s , co n d eta ll e s e n p r i ncip io so r p r e nd e nt es, d el u so d el
si s te ma d u al e n e l c el tib ér ico . P ar a e llo véa se el ap ar t ad o si g u ie nt e.
58
C f. no ta 4 2 .
50
solucionar los problemas intrínsecos que este sistema presentaba para la
plasmación escrita de su lengua. Es decir, ¿por qué cambiar un sistema
de escritura por otro similar pero con diferencias de detalle (y que sin
embargo obligan a un nuevo aprendizaje) si ello no supone una mejora?
Precisamente el argumento de la creación en la zona nororiental
del signario ibérico oriental, en una zona alejada de aquella en la que se
usaba el signario meridional, explicaría las razones no ya del supuesto
cambio sino el hecho de las diferencias existentes.
Bajo nuestro punto de vista, por tanto, el semisilabario ibérico
oriental fue creado (ya en su variante primera nororiental) por algún (o
algunos) comerciante ibérico asentado o con intereses comerciales en la
zona del entorno de Ampurias ya al menos en el siglo V a.C., tal como
indicamos más arriba.
Este comerciante, gracias a las rutas posiblemente de navegación
de cabotaje a lo largo de la costa ibérica, tendría conocimiento de los
otros sistemas de escritura empleados en ese momento en la península, y
creemos, siempre según nuestra hipótesis, que con el que estaría más
relacionado sería con aquél que hemos denominado “escritura X” (el cual
también consideramos como origen primero tanto del signario
suroccidental como del meridional), pues posiblemente sería el más
utilizado en lugares más cercanos a la costa, mientras que los otros dos
eran empleados básicamente en tierras interiores. 59
Así pues, este ibero, conocedor de un sistema de escritura
autóctono (en principio no usado para el ibérico, pero del que
posiblemente se sabía que tenía un sistema derivado usado para esta
lengua), tendría interés en la plasmación de su lengua, diferente,
obviamente, a la griega.
Sin embargo, dado que este sistema de escritura X sin duda no
reflejaría la lengua ibera (al menos la lengua ibera que nosotros
consideramos como tal bajo esta denominación), y mantendría con ésta
algunas diferencias de carácter fonológico (que de momento no estamos
en condiciones de concretar), nuestro ibero habría sentido cierta
necesidad de establecer algunos cambios, 60 tanto en la estructura del
sistema (los mencionados como cambio en la dirección de la escritura y
la diferenciación gráfica de las consonantes oclusivas sordas y sonoras),
como en la forma misma de los signos, con la creación de algunos
nuevos. Y, como ya indicamos, es en estos cambios donde aparece la
influencia del alfabeto jonio, que difícilmente podría haberse producido
en otros lugares.
59
No d e sc ar ta mo s q u e t a mb ié n t u vier a co no ci mi en to d e l a l fab e to gr e co - ib ér i co , p er o
p o r lo s d ato s ar q ue o ló g ico s d e í nd o le cr o no ló g ica y p o r lo s ep i gr á f ico s to d a vía no
sab e mo s s i e ste al f ab et o es tab a ya e n uso e n e l s i glo V. D e s er a sí se añ ad ir ía u na
in có g ni ta má s e n es te s e nt id o ; ¿p o r q ué no s e e x te nd ió má s e s te s i ste ma o se
d esa r r o l ló e n o tr o s l u g ar es?
60
E s ta ne ce sid ad e n lo s c a mb io s t a mb i é n p o d r ía o b ed ecer a o tr as r azo ne s, q ui zá s e n
p ar te r e lac io nad a s, co m o p ud ier a ser el q ue el cr ead o r d e l si g n ar io o r ie nt al no se
si n ti er a co ns tr e ñ id o a se g u ir to ta l me n te el si s te ma q ue to mó co m o mo d elo , o
( ta mb ié n e s p o s ib l e) e l q u e no t u vier a u n co n o ci mi e nto to tal d e to d o s lo s s i g no s
u sad o s e n e sta e scr it ur a X, p o r lo q ue se ver í a o b li gad o a cr ear o r ecr ear o tr o s.
51
Precisamente al tomar como base de nuestras consideraciones el
hecho de que el semisilabario oriental se creó en la zona nororiental de
la península ibérica, consideramos ésta como una de las principales
razones que nos impelen a postular que este semisilabario no tuvo su
origen en el meridional. Y además creemos que los argumentos
utilizados anteriormente para ello, como el uso originario del sistema
dual y los cambios producidos en los signos, que serían innecesarios para
plasmar la misma lengua en los mismos lugares, ayudan a confirmar
nuestra hipótesis.
Así pues, desde esta zona indicada el uso del semisilabario ibérico
oriental fue extendiéndose paulatinamente, primero por la costa
posiblemente por razones comerciales y posteriormente hacia algunos
puntos del interior. 61
Esta expansión cronólogica y geográfica de este sistema por
pueblos y gentes de lengua ibera (y quizás también por otros que no
tuvieran ésta como lengua propia), posiblemente diferenciados
dialectalmente, provocaría algunas transformaciones en el propio
sistema.
Con estas transformaciones no nos referimos sólo a los naturales
cambios en la forma de algunos signos (cu yo estudio, por otra parte,
puede ser indicativo de la evolución epigráfica de las inscripciones y
ayudar a su datación cronológica, como ha intentado establecer
Rodríguez Ramos 62 ), sino también a algunas características concretas
cu yas razones se nos escapan (como el hecho de que los signos m
(<m>) y ç (< >) prácticamente no aparezcan a la vez en una misma
inscripción, con algunas excepciones que más abajo veremos), y sobre
todo la gradual desaparición del uso de la notación dual de las
consonantes oclusivas, aunque no sin antes haberse extendido al sistema
celtibérico en su variante occidental, curiosamente la más alejada
geográficamente del foco de la escritura ibérica, 63 como comentaremos
sucintamente después en el apartado dedicado al celtibérico. Con todo, al
parecer la desaparición de este uso se acentúa conforme nos alejamos
cronológica y geográficamente del lugar y época originarios del signario
oriental, pues fuera de las zonas “B” y “C” (según la clasificación de
Untermann para las zonas del sur de Francia y Cataluña Costera) apenas
hay esporádicos testimonios seguros de este uso en algunas inscripciones
de la zona valenciana (“F”), sobre todo de Liria (junto con la
mencionada zona celtibérica occidental). 64
61
A lo q u e s i n d ud a a yu d ar ía, to ma nd o e n c ue n ta la me n cio nad a hip ó te si s d e d e Ho z,
el u so d e l ib ér i co co mo le n g ua v e hic u lar ( c f. d e Ho z, 1 9 9 3 ) .
62
Ro d r í g uez R a mo s, ( 2 0 0 4 a) .
63
P ar a es te te ma p u ed e co n s u lt ar s e F er r er , “No ve tat a s so b r e el s is te ma d e
d i fer e n cia ció gr á f ic a d e les o c l u si v es ” ( 2 0 0 5 ) ; y C . J o r d á n, C el tib ér i co ( 2 0 0 4 ) , y
“¿S i ste ma d ua l d e e scr it ur a e n c el tib ér ico ? ” ( 2 0 0 5 ) .
64
C f. d e n ue vo , J . F er r er ( en no ta a nt er io r ) .
52
inicial empleo con fines comerciales. Y esta ampliación conllevaría a su
vez una diversificación en los soportes utilizados para plasmarla, con lo
que nos encontramos, además de los plomos inscritos, con los conocidos
soportes cerámicos, pétreos, instrumentos variados, etc.
Sin duda el número de soportes en materiales perecederos seguiría
aumentando, pero de éstos, como su propio nombre indica, no nos ha
quedado nada, a pesar de que mu y posiblemente serían los más
abundantes.
65
Y ad e má s ser ía ad ap t ad o p o r lo s c el tíb er o s ( o r i en ta le s) p ar a s u p r o p ia l en g u a. P er o
u na c ue st ió n q ue to d av ía q ued a p o r ac lar ar es d e q ué zo n as ( y var ia n te s
esc r it u r ar i a s) ad ap tar o n lo s c el tíb e r o s d e la s zo na s o r ie nt al y o c cid e n ta l el si g n ar io
ib ér i co , p ue s la ad ap t ac ió n s e r e al izó d e u n mo d o p ar ci al me n te d i f er e n te. P ar a el lo
p ued e ver s e, ad e má s d e la s o b r a s d e Fer r er y J o r d á n a n ter io r me n te me n cio n ad a s:
U nter ma n n, M LH.I V .
66
P ar a e l e s t ud io d e la mo n ed a ib ér ica r e s ul t an i mp r es ci nd ib l es , ad e má s d e lo s
ML H.I d e J .U n ter ma n n , la s o b r a s: Vi ll ar o n ga, L . ( 1 9 9 4 ) , Co rp u s Nu mmu m H isp a n ia e
a n te A u g u st i A eta tem , Mad r id ; y G ar c ía -B e l lid o , M.P . y B lá zq uez , C., ( 2 0 0 1 ) ,
Dic cio n a rio d e c eca s y p u eb lo s h i sp á n ico s, C. S. I .C. , Mad r id .
67
So b r e la co n v i ve nc ia d e i n scr ip c io ne s e n l at í n e ib ér i co ( e i n cl u so gr ie go ) y la
in f l ue n ci a d e lo s háb ito s e scr it ur ar io s r o ma no s en el mu n d o ib ér i co , vé ase M. M a yer
y J . V ela za ( 1 9 9 2 ) , “E p ig r a fí a ib ér ic a so b r e so p o r te s t íp ic a me n te r o ma no s” , L en g u a
53
aquéllas en lengua y escritura latina se van imponiendo paulatinamente.
Además vemos aparecer documentos en lenguas autóctonas (sobre todo
en celtibérico) en alfabeto latino, pero no al contrario (con la posible
excepción de algunas adaptaciones de nombres propios).
Así, tras ese periodo de expansión y esplendor, la epigrafía ibérica
inició un declive, tal como muestran los testimonios arqueológicos, a la
par que la pervivencia de la lengua ibérica. Aunque, obviamente, ésta se
mantendría más o menos viva durante un tiempo mucho más prolongado
que su plasmación escrita.
Las últimas inscripciones en lengua y escritura ibéricas, ya de una
forma dispersa, se fechan en el siglo I d.C., aunque todavía son
relativamente abundantes en época augústea, pero mucho menos en la
julio-claudia, y ya sin apenas representación en la flavia.
Parece ser que el último testimonio epigráfico ibérico, al menos de
momento, correspondería a una estela de tipo romano hallada en la
población de Requena (Valencia), y se situaría en un momento
indeterminado pero ya avanzado del siglo II d.C. 68
De todos modos, aunque es éste último un testimonio aislado, no
podemos descartar que se produzcan nuevos hallazgos que confirmen
esta desaparición tardía de la escritura ibérica, sobre todo en soportes
podríamos decir “marginales”, o de uso particular y privado (como
inscripciones sobre instrumentos domésticos o de tipo rupestre o similar,
muchas de las cuales, además, todavía están pendientes de datar), que
reflejarían ese uso todavía vivo, aunque “familiar” o restringido, de la
lengua ibérica hasta fechas avanzadas.
y cu l tu ra en la H isp a n ia P re r ro ma n a . V C L CP (A c ta s V ) ; y J . V elaz a ( 2 0 0 3 ) ,
“E p i gr a f ía ib ér ic a e mp o r ita n a: b as e s p ar a u na r e co n s id er a ció n” , P a la eo h isp a n ica , 3 .
68
C f. J . V ela za, 1 9 9 6 “C hr o n ica E p i gr ap hic a I b er ic a: h al laz go s d e i n scr ip cio n e s
ib ér i ca s e n Le v a nte , Ca tal u ñ a, Ar a gó n y Na v ar r a ( 1 9 8 9 -1 9 9 4 ) ”, V I C L CP , 3 1 1 -3 3 7
( Act a s VI ) .
54
8.- Notas sobre el Celtibérico.
69
P ar a l as car act er í s tic a s gr á fi ca s d e l si g na r io s cel tib é r ico , a sí co mo so b r e al g u no s
ap ecto s r e lac io nad o s co n s u l e n g ua, p ued e ver se, si n s er e x ha u st i vo s : U nter ma n n
(1997) y Jordán (2004).
70
No o b s ta n te, d ad a s u i mp o r ta n ci a, p o r co m o d id ad y co n gr ue n cia r ef er e n cia l,
se g u ir e mo s u ti liz a nd o e l tér mi n o “si g n ar io ce lt ib ér ico ”, co n es ta mat iz ac ió n .
71
U n p o sib le i n te n to d e so l u ció n p o r p ar t e d e l ce lt ib ér ico p ar a so l u cio nar es te
p r o b le ma me d ia n te l a e scr it ur a d e “o cl u s i va s mu d a s ” ( e n la s q ue el va lo r vo cá li co
p ar a u n si g no s il áb ico n o se p r o n u nci ar í a) p ued e ve r s e e n P . d e B er n ar d o ( 2 0 0 1 ) .
72
Sí ha y al g u no s i nd ic i o s d e d o b le no t ació n vo cál ic a, si mi l ar a l a e scr it ur a
r ed u nd a nt e s u r o cc id e n ta l, q ue p o d r ía n i nt er p r e ta r se co mo no t ac ió n d e vo cale s lar g as ,
p er o se tr a ta d e t e st i mo nio s tar d ío s y p o sib le m en te b aj o la i n fl u e nc ia d el ab e ced ar io
lat i no , y c u ya e xp li cac ió n no es tá r el acio n ad a co n la c a nt id ad vo cál ic a.
73
C f. C . J o r d á n, 2 0 0 4 , p p . 2 9 -3 2 .
74
T o d o ello ap ar ece, co mo ya i nd i ca mo s, e n J . Fer r er ( 2 0 0 5 ) y C. J o r d án ( 2 0 0 4 y
2005).
55
también obedece a criterios geográficos, se basa, sobre todo, en las
diferentes adaptaciones de un mu y reducido número de signos.
Según esto, dentro del signario celtibérico, habría un variante
occidental y una variante oriental.
De todos modos, antes de especificar cuáles son las peculiaridades
concretas que diferencian estas dos variantes, creemos conveniente
mencionar los cambios, escasos, comunes que el celtibérico realizó con
respecto al signario ibérico.
Al parecer el celtibérico poseía un único fonema vibrante, por lo
que sólo se adoptó uno de los dos signos existentes en el ibérico; el
elegido fue Ñ (en ibérico transcrito como <ŕ>, y que, por cierto, tiene un
índice de aparición más alto), mientras que se desechó r (<r>), aunque
en algunas inscripciones mu y concretas sí aparece, mu y posiblemente por
una influencia más cercana (incluida la geográfica) de los propios iberos.
Por lo que respecta a las silbantes, ya vimos que en ibérico están
representadas por dos signos, pero todavía no somos capaces de
determinar la naturaleza fonética concreta de éstos, por lo que les damos
una trascripción convencional: s (<s>) y x (<śś >). Pues bien, parece
ser que en celtibérico también existían dos silbantes, una de carácter
sordo y otra de carácter sonoro (quizás no siempre así, pero con un
componente similar), procedente esta última de la sonorización de la
sorda en algunos contextos y también de la evolución de algunos
fonemas oclusivos dentales en ciertas posiciones. Por ello el celtibérico
sí adoptó ambos signos ibéricos para las silbantes pero readaptándolos.
En concreto el signo x se adaptó para la silbante sorda, trascrita como
<s>, y el signo s se adaptó para la silbante sonora, trascrita como <z>
o como <ð ð >. 75
Finalmente, y en esto se basa principalmente la diferenciación de
las dos variantes existentes en la escritura celtibérica (además de ciertas
diferencias de detalle en el dibujo concreto de algunos signos), también
se realizó una readaptación en las grafías correspondientes a los fonemas
nasales.
Ya vimos que en ibérico existen tres signos a los que se les ha
atribuido un valor nasal: n (con mu y probablemente valor dental, /n/),
m (al que, con reservas, se le puede atribuir un valor labial, /m/) y ç
(cu yo valor fonémico concreto todavía está por determinar). Pues bien,
con toda probabilidad el celtibérico tenía dos fonemas nasales, uno
dental y otro labial, por lo que en su adaptación gráfica tuvo que adoptar
dos de estos tres signos y rechazar el otro. Y esta adaptación fue la que
se realizó de modo diferente en cada una de las dos variantes gráficas del
celtibérico.
La variante oriental adoptó para el fonema dental el signo n ,
mientras que para el labial adoptó el signo m . Pero, por su parte, la
variante occidental adoptó para el fonema dental el signo ç , mientras
75
P ar a má s d e ta ll e so b r e es ta s c ue st io ne s, y co n ma yo r e s r e fer e nci as b ib lio gr á f ic as ,
p ued e v er s e: U n ter ma n n ( M L H.I V) , F. V il lar ( 1 9 9 3 ) y ( 1 9 9 5 ) , y C . J o r d án ( 2 0 0 4 , p p .
6 9 -7 3 ) .
56
que para el labial adoptó el signo n . Esto se puede visualizar mejor en
el siguiente esquema:
Oriental: n m
Occidental: ç n
76
C f. , d e n u e vo , J . Fer r e r ( 2 0 0 5 ) .
57
Se ha postulado, como una de las razones de este hecho, el que al
ser los romanos considerados como enemigos por parte de los celtíberos,
éstos prefirieron adaptar para su escritura el sistema ibérico, pues los
iberos posiblemente estarían posiblemente más relacionados con ellos
cultural y socialmente, y así también la escritura marcaría un hecho
diferenciador con respecto a los invasores. Esto podría ser cierto sólo en
parte, además de que prejuzga sobre la idiosincrasia de los pueblos
celtibéricos. Nosotros, más bien, creemos, a partir de las nuevas
referencias cronológicas sobre la adopción de la escritura por parte de
los celtíberos, que éstos ya habrían adaptado el signario ibérico para
escribir su idioma antes de la llegada de los romanos (bien por motivos
comerciales u otros sociales de carácter práctico), aunque con la llegada
de éstos, y su influencia cultural en distintos aspectos, sus hábitos
escriturarios recibieron un notable impulso, pero sobre la base del
sistema gráfico celtibérico de origen ibérico ya existente.
Esta influencia cultural romana se dejaría notar primero
principalmente en los tipos de soporte escriturario, como son los bronces
de exposición pública, 77 plasmación gráfica en téseras de hospitalidad, 78
etc. Pero poco a poco en este tipo de documentos, junto a otros, vemos
aparecer textos no ya en escritura celtibérica, sino latina, a pesar de
mantenerse la lengua celtibérica.
Finalmente, y a pesar de que carecemos de referencias
cronológicas concretas, los testimonios no ya sólo en escritura
celtibérica sino también en su lengua terminaron por desparecer, hecho
que posiblemente estaría consumado en el siglo I d.C., aunque como
lengua hablada quizás persistiera algo más, de forma similar a lo que
sucedió con el ibérico.
77
C u yo s ej e mp lo s má s n o to r io s so n lo s h al lad o s e n B o to r r it a ( M L H.I V: K.1 .1 y
K.1 .3 , a u nq ue h a y o tr o to d a v ía s i n n u me r ac ió n, p o r lo q ue t a mb ié n s o n co no c id o s
co mo B B I , B B I I I y B B I V) . C f., ad e má s , e st ud io s p ar tic u lar es so b r e é sto s e n :
U nter ma n n ( M L H I V , 1 9 9 7 , y 1 9 9 9 ) , B e ltr á n , d e Ho z y U n ter ma n n ( 1 9 9 6 ) , y V il lar ,
Día z, M ed r a no y J o r d á n ( 2 0 0 1 ) .
78
L a b ib lio gr a fí a so b r e és ta s e s mu y ab u nd a nt e, p er o p u ed e ver se u n a v i sió n d e
co nj u nto , i n ter p r e ta cio n es y b ib l io gr a f ía p er t i ne nt e e n C . J o r d á n ( 2 0 0 4 ) .
58
SEGUNDA PARTE:
CUESTIONES GENERALES SOBRE LA LENGUA
IBÉRICA.
1. Fonología .
El sistema fonológico ibérico es mu y posiblemente el aspecto que
mejor conocemos de esta lengua, aunque desde luego esto no implica que
lo conozcamos en su totalidad, pues todavía quedan algunos aspectos no
resueltos y otros en los que los estudiosos no se ponen totalmente de
acuerdo.
Así, parece que el ibérico disponía de un sistema de cinco vocales,
sin distinción por lo que denotan los textos entre largas y breves, como
el castellano entre otros idiomas:
i u
e o
a
79
So b r e lo s a sp ec to s ge ner al es y co ncr e to s d e la l e n g ua ib ér ic a y s u gr a má ti ca
d isp o n e mo s d e ab u n d a n te b ib l io gr a f ía q ue, o b v ia me n te, no va mo s a m en cio na r aq uí
en s u to ta lid ad , a u nq u e s í har e mo s r e f er e n cia s a o b r a s co ncr eta s al ir tr a ta nd o lo s
d i fer e n te s asp ec to s gr a ma ti ca le s. E n é s ta s se p ued e e n co ntr ar a s u v ez u n n ú mer o
ma yo r y má s co mp le to d e r e f er e nc ia s b ib l io gr á f ica s d e i nte r é s p ar a q u ie ne s d es ee n
p r o f u nd izar e n la ma ter i a.
59
Por lo que respecta a los diptongos encontramos testimonios de los
que son decrecientes, del tipo “ai, au”, etc., pero apenas de los
crecientes, pues sólo la “i” parece poder tener valor de semiconsonante,
como en el término “iunstir”, si bien en casos como éste la “i” puede
tener valor plenamente consonántico, o incluso vocálico si se
pronunciara con hiato. 80
<s> <ś>
Alf. Greco-ibérico: & (
Sem. Ib. Oriental: s x
80
So b r e e l vo c al is mo ib ér ico , c f. B a lle s ter ( 2 0 0 1 ) , Q u i nt a ni lla ( 1 9 9 3 a y 1 9 9 8 ) y
Ro d r í g uez R a mo s ( 2 0 0 0 b ) .
81
C f. A. Q ui n ta n il la ( 1 9 9 8 , p p . 2 4 7 -2 5 4 ) .
82
So b r e la s co nso n a nte s l ater ale s ib ér ica s, c f. Q u in ta n il la ( no ta a nte r io r ) : .
83
U na d i fer e n ci ació n s i mi lar ta mb ié n ap ar ec e e n e l s e mi s ilab ar io s ur o cc id en ta l.
84
So b r e la s vib r a nte s i b ér ic as, c f. B a ll es ter ( 2 0 0 1 y 2 0 0 5 ) , Co r r e a ( 1 9 9 4 b ) ,
Q ui n ta ni ll a ( 1 9 9 8 ) y Ro d r í g uez R a mo s ( 2 0 0 3 ) .
60
Tampoco aclara mucho la situación las comparaciones con los
hechos del aquitano. 85
En cuanto a las transcripciones latinas y griegas, éstan no parecen
distinguir las variaciones que aparecen en ibérico, lo que induce a pensar
que no eran representativas o no pertinentemente distinguibles para
ellos.
Sea como fuere, desde un punto de vista tipológico, lo más
probable es que alguna de ellas representara una silbante apico-alveolar
sorda, y la otra o bien una sonora o una africada. 86
85
So b r e la s r e la cio ne s d el ib ér i co co n el aq u it ano y d i fe r e nt es p o s t ur as so b r e el
va sco - ib er i s mo , v id . má s ab aj o .
86
So b r e la s s ilb a nte s ib ér ic as, c f. : B a ll es ter ( 2 0 0 1 ) , Co r r ea ( 2 0 0 1 ) , Q ui n ta ni ll a
( 1 9 9 8 ) y Ro d r í g ue z Ra m o s ( 2 0 0 4 b ) .
87
C f. M.I . P a no sa ( 2 0 0 2 ) . T a mb ié n ap ar e ce n e n el p lo mo d e l Ce r r o d e la s B a ls as ,
p er o é ste e s so sp ec ho so , d e mo me n to , d e s er u na f al si f ic ació n .
88
So b r e es ta se c ue nc ia e n e l s u fij o “- na i ”, vé as e el ap ar t ad o co r r esp o n d ie nt e a l a
mo r fo lo gí a, e n la e ntr ad a “ i”.
89
So b r e la s n as ale s ib ér ic as, c f. : B al le s ter ( 2 0 0 1 ) , Co r r ea ( 1 9 9 9 ) , Q u i nt a n ill a ( 1 9 9 8 ) ,
Ro d r í g uez R a mo s ( 2 0 0 0 b ) y Va ler i ( 1 9 9 3 ) .
61
nororiental del signario ibérico oriental, sabemos que en la lengua
ibérica se daban dos series según su probablemente modo de
articulación. Encontramos así una serie sonora y otra sorda.
En la serie sonora encontramos una labial, una dental y otra velar:
/b, d, g/, pero en la serie sorda carecemos del correspondiente fonema
labial (/p/) y sólo tenemos el dental y el velar: /t, k/. Este sistema
asimétrico, aunque no es mu y frecuente desde un punto de vista
tipológico, 90 parece similar al reconstruido para el proto-vasco. 91
90
Co n to d o , no e s d e scar t ab le l a e xi st e nci a d e u n so nid o [ p ] co mo var ia n t e a lo fó ni ca
d e /b / .
91
So b r e la s o cl u s i va s ib ér ic as, c f. B al le s ter ( 2 0 0 1 ) y Q u i nt a ni lla ( 1 9 9 3 b y 1 9 9 8 ) .
So b r e lo s h ec ho s d e l ( p r o to ) va sco vé a se l a b ib l io g r a fí a me n cio nad a e n el cap ít u lo 6
d e e sta mi s ma s e g u nd a p ar te.
92
E n r ea lid ad , lo s fo ne m as lab ia le s ib ér i co s , co n so ná n tico s y v o cá li co s, r ep r e se nt a n
en s u co nj u n to u na s p ec ul iar id ad e s co ncr et a s e n la s q ue d e s gr a ci ad a me n te no
p o d e mo s e ntr ar aq u í.
62
“palabra”, 93 como son el hecho de que una vibrante (r o ŕ) nunca aparece
al inicio de palabra; en este inicio también es mu y poco frecuente la
dental sonora (“d-“), curiosamente mu y próxima articulatoriamente a un
vibrante apical; y tampoco suele aparecer la “m-“ como inicial (aunque
ésta es escasa en general); al contrario, la consonante líquida (“l”) es
mu y infrecuente en final de palabra; y en esta posición no aparece nunca
el signo ç .
Una buena parte de lo relativo a la estructura silábica del ibérico,
así como las restricciones en cuanto al inicio de palabra, junto a algunos
aspectos de su fonología, como indicamos, coinciden con los hechos que
se han reconstruido para el protovasco, lo que facilitaría los postulados
vasco-iberistas; pero para estas cuestiones, mu y amplias, remitimos al
apartado correspondiente.
93
Au nq ue u n b ue n n ú me r o d e te x to s ib ér i co s ap a r ece n co n s i g no s , so b r e to d o p u n to s,
q ue d i vid e n és to s e n p ar te s, p o r lo q ue se p o d r ía e n te nd er q ue es ta s “p a r te s” so n
p alab r as, e n o ca sio n e s l o s el e me n to s d el i mi tid o s so n e xce si v a me n te l ar go s p ar a q u e
se p ud i er a n e n te nd er c o mo si mp le s p al ab r a s ( a no ser q ue e n te nd a m o s el ib ér i co
co mo u n a l e n g ua d e ma r cad o car ác ter i n co r p o r an te, co mo ver e mo s d es p ué s) , d e a hí
q ue a ve ce s se e n ti e nd a q ue mar c a n gr up o s d e é s ta s o si n ta g ma s d i ver so s .
94
No o b st a nte se p u ed e n v er d o s es t ud io s, co n co ncl u s io ne s o p u es ta s, e n e s te
se n tid o : L. Si l go ( 1 9 9 4 - 1 9 9 5 ) y X. B al le ste r ( 2 0 0 3 ) .
95
Co mo co mp e nd io g lo b al d e n ue s tr o co no c i mi en to d e la fo no lo g ía ib ér ic a r e s ul ta
i mp r e sc i nd ib le, co mo y a he mo s ad el a nt ad o , la co ns u lt a d e A. Q u i nt a ni ll a ( 1 9 9 8 ) .
Ad e má s, p ued e co n s ul ta r se ta mb ié n : d e Ho z ( 2 0 0 1 , Ac ta s VI I I , p p . 3 3 7 - 3 4 0 ) , d o nd e
el a u to r r e al iza u n r ep as o d e la fo no lo g ía ib ér ica d esd e u n p u nto d e v is ta tip o ló gico .
63
2.- Morfología.
A medida que en el estudio de la lengua ibérica alcanzamos un
mayor nivel de abstracción o, si se prefiere, complejidad, nuestros
conocimientos resultan más inseguros y aumenta el nivel hipotético en el
que nos movemos, por lo que cualquier afirmación que podamos exponer
siempre estará sujeta a nuevas hipótesis, replanteamientos e incluso
refutaciones que nuevos hallazgos de textos o nuevos estudios a partir de
éstos o de los anteriores realizados con mayor fineza puedan llevarse a
cabo.
Así, con respecto a la morfología ibérica mu y poco es lo que
podemos decir de una forma concreta; es decir, como veremos enseguida
sí podemos distinguir una serie de elementos morfológicos,
prácticamente por deducción, pero apenas podemos vislumbrar el valor
gramatical de algunos de ellos, e incluso de otros muchos nuestro
conocimiento es prácticamente nulo.
En buena medida se ha conseguido aislar gran parte de estos
elementos morfológicos (denominados por Untermann “morfos” 96 como
una acepción aséptica sin presunción de su valor concreto) después de
haber identificado algunos segmentos lexicales, sean elementos
onomásticos o toponímicos, sean lo que, con todas las salvedades que se
quiera, podemos denominar “palabras” (o al menos elementos léxicos
recurrentes). 97
Es decir, una vez identificado un elemento lexical, sea de la
naturaleza que sea, se ha comprobado que existen una serie de afijos que
se añaden a ellos, en mayor medida sufijos, aunque también se ha podido
identificar algún prefijo e infijo, y de ahí se ha deducido que son
precisamente estos elementos los que otorgan algún valor “gramatical” al
elemento al que se unen.
En todo caso, una primera conclusión que se puede extraer a partir
del estudio de estos “morfos” es el hecho de que la ibérica parece una
lengua de tipo aglutinante, es decir, aquella en la que los elementos
morfológicos se unen a un elemento léxico de una manera bastante fija y
unívoca sin que éste experimente variaciones sustanciales en su forma 98
(al igual que sucede con el euskera, y por oposición a las lenguas
flexivas, como el griego y el latín, y las propias lenguas romances), e
incluso se da el caso de la sucesión de varios de éstos tras un mismo
elemento léxico. No obstante, ni siquera sabemos si muchos de estos
elementos se unen sólo a sustantivos o también, o sólo, se unen a
paradigmas verbales. 99
96
So b r e s u ac ep c ió n y u n e st ud io i n ic ial d e é sto s b a st a nt e p o r me no r izad o , v id .
M LH.I I I , 1 , p p . 1 5 5 -1 8 0 .
97
P ar a el e s t ud io t a nto d e la o no má s tic a ib ér ic a co mo d e o tr o s e le me nto s lé xi co s
vé as e e l c ap í t ulo p o st er i o r co r r e sp o nd i e nte .
98
E n r e lac ió n co n el valo r a gl u ti na n te d el ib é r ico , e i n cl u so , e n e s te se n ti d o , s u v alo r
“i nco r p o r a nte ”, p ued e v er s e: d e Ho z ( 2 0 0 1 , Act as VI I I , p p . 3 4 0 -3 4 9 ) y úl ti ma me n te
E . Or d u ñ a ( e n p r e ns a) .
99
U n es t ud io má s p o r m eno r iz ad o d e es to s mo r fo s, s u d is tr ib ució n e i nc l u so u n
an ál is i s d e s u f u ncio n a mi e nto e n al g u n o s te x to s p ued e v er s e e n la t es i s, i n éd i ta, d e
E . Or d u ñ a ( e n p r e ns a) .
64
Los “morfos” ibéricos han sido objeto de muchas interpretaciones
e intentos de traducción o al menos de determinación de su valor.
Untermann presenta un elenco que se acerca a los cincuenta, 100 algunos
de ellos no mu y frecuentes, pero otros extraordinariamente recurrentes
en diversos contextos. Por ello, a título simplemente ilustrativo,
mencionaremos solamente algunos de estos últimos, junto con las
interpretaciones que se han realizado sobre sus hipotéticos valores.
100
P ar a es te e le n co , c f. U nter ma n n ( M L H.I I I ,1 , p p . 1 5 5 -1 8 0 . Y co mo es t ud io má s
act ua li zad o , E . Or d u ña ( en p r e n sa) .
101
Au nq ue h a sta a ho r a no lo he mo s me nc io nad o e x p líc it a me n te, co n vi e ne a clar ar q ue
en la s t r a n scr ip cio n es d e te x to s ib ér ico s, se r ec ur r e a l a le tr a n e gr i ta p ar a aq ue llo s
to mad o s d e lo s s e mi si la b ar io s, y l a ne gr it a c ur s iv a p ar a lo s p r o c ed e n te s d el a l fab e to
gr e co -ib ér i co . Lo s te x to s e n la tí n se t r a n scr ib e n en ma yú s c u la y lo s e n gr ie go e n e l
p r o p io a l fab e to gr ie go .
102
E . Or d u ñ a ( e n p r e n sa, p p . 5 5 -5 8 ) .
103
Dad o e l car á cte r d e e st a o b r a, no q u er e mo s ab r u ma r al l ec to r co n exc es i va s
r ef er e n cia s co ncr e ta s c ad a ve z q ue me nc io ne m o s a l g ú n tér mi n o ib ér i c o . Co n to d o ,
to d a " p alab r a" p ued e s er e nco ntr ad a e n d i fer e nt e s í nd i ce s d e l as o b r as a la s q ue
he mo s h ec ho r e fer e n ci a, so b r e to d o lo s M L H d e U nter ma n n.
65
Es mu y frecuente también su aparición seguido de otros sufijos
(pues él suele aparecer en primer lugar en la combinación de diferentes
sufijos), sobre todo –en, y - i (como ]aŕbi ś ar-en, ]ninar-en, alosoŕtin-
ar-
i, leistikeŕ-ar- i, n keiltiŕ-ar-
i) cu yas interpretaciones veremos
enseguida.
Como hemos mencionado, ante su frecuente aparición, a este sufijo
se le han atribuido diferentes valores, aunque casi siempre como un
marcador de posesión con diferentes matices. No obstante, consideramos
más plausible la hipótesis de de Hoz 104 de que se trata de una especie de
presentador o determinante. 105
104
De Ho z ( 2 0 0 1 , p . 3 5 6 ) .
105
Al r e sp ec to , vé sa ta mb i én E . Or d u ña ( e n p r e n sa , p p . 5 8 -6 0 ) .
106
Véa se , co mo o b r a d e c o nj u nto má s r ec ie nt e: M. -P . Ga r cí a B el lid o y C. B lázq u e z
(2001).
107
Se g ú n Co r r ea ( 1 9 9 3 b ) e st a ad ap ta ció n se p r o d uc ir ía a p ar ti r d e l vo ca ti vo .
66
veces seguido de - i (como en la anterior secuencia –ar-en- i):
ilturbiltis-en- i, eikeboŕ-en-
i-ekuan. De los diferentes valores que se
le han atribuido, hay cierta coincidencia en considerarlo como genitivo o
indicador de pertenencia (atribución que incluiría la de destinatario). 108
En este sentido coincidiría con el sufijo posesivo del vasco, pero no, al
parecer, con el genitivo pronominal, y que es el reconstruido para el
protovasco, 109 como –e.
A) sakalakuka. a I . o I ki I
sikeboneśś ka. o IIIIXI
B) sakalakuka. e. kibaskitar. o IIIIII. ki II
o IIIIIIII
ki I ki II
a IIIIII
108
Ro d r í g uez Ra mo s ( 2 0 0 2 d , p p . 1 1 3 -1 3 2 ) . So b r e s u v alo r p o s es i vo , v éa se ta mb i é n L .
Si l go ( 2 0 0 0 ) .
109
C f. Go r r o c hat e g ui y L a kar r a ( 1 9 9 6 ) .
110
C f. De Ho z ( 2 0 0 2 ) .
111
P ar a má s d eta ll es , c f. E . Or d u ña ( e n p r e n s a, p p . 7 5 -7 8 ) .
112
T anto e s te s u fij o co mo o tr o s q u e v er e mo s a c o nt i n ua ció n ( - i- ke, - i - ku, - i- t e) , y
o tr o s q u e no a na li za mo s aq u í, e s fr ec ue n te q ue ap ar ez ca n p r e ced id o s d e l el e me n to –
i- , si n q u e sep a mo s s i é s te se d eb a a r azo n es fo n éti ca s, mo r fo ló gi ca s u o tr a s.
67
incluso como marca de ergativo (lo que lo equipararía al vasco, con el
“actual” sufijo -k) o agente.
Otro hecho que merece destacarse es el que relaciona este sufijo
con los que aparecen en los textos en alfabeto greco-ibérico. En ellos
encontramos un sufijo –ke (y –ge): iŕ-ike, naltin-ge; pero otros que
aparecen como –k (y –g): 113 legu ś egi-k, ś alir-g. Por ello se ha propuesto
que el sufijo –i-ka equivalga en alfabeto greco-ibérico a –k ó –g, o, con
otras palabras, que en los semisilabarios ibéricos la terminación con el
silabograma <ka>, al menos cuando actúa como sufijo, represente en
realidad una consonante oclusiva con vocal muda (no pronunciada). 114
113
Re co r d e mo s q u e e n e l al f ab eto gr e co -ib é r ico sí s e p ued e n ma r car l a s o c l u si v as
f i nal es .
114
P ar a lo r el acio n ad o co n el s u fij o – i- ka , s u s p o sib le s v alo r es y r ep r es en tac io ne s,
co n s id er a mo s mu y i l u st r ati v a la co n s u lta , co m o o b r a act ua li zad a , d e E . Or d u ña ( e n
p r en s a, p p ., so b r e to d o , 4 9 -5 4 , 6 5 - 6 8 y 2 2 2 -2 2 6 ) .
115
C f. Ro d r í g ue z Ra mo s ( 2 0 0 2 d ) .
116
C f. d e Ho z ( 2 0 0 2 ) . So b r e é s te v alo r véa s e ta mb ié n, i n fr a, el ap ar tad o d ed icad o a –
( e) s ke n.
117
Ro d r í g uez R a mo s ( 2 0 0 2 d ) .
118
U nt er ma n n ( 2 0 0 1 ) .
119
E n e sto s c a so s p o d r ía e nt e nd er se la b- i ni ci al c o mo u n el e me n to p r e f ij a l.
68
como precomponente de una raíz o lexema, o morfema, –ok-: 120
]tinba ś teeŕoke, biteŕokan, ś alaiaŕkisteŕokan, basbiteŕoketine, etc.
También aparece atestiguado ante el elemento “ekiar”,
ocasionalmente con la posible contracción de las dos “es”, si es que no
hay que entender el sufijo –te como –t, con vocal muda:
bilosaŕkertekiar, kaŕesirteekiar, kekebesteekiarte, unskeltekiar,
ebiŕteekiar. Este elemento “ekiar”, como veremos en el apartado
dedicado al léxico, ha sido considerado como verbo, o sustantivo verbal,
con el sentido de “hacer” u “obra”, o similar.
Una circunstancia añadida guarda relación con la representación de
este sufijo en el alfabeto greco-ibérico, pues en éste encontramos
terminaciones –t (y –d), como en boi ś tingi ś did, gaibigait, iŕiseret,
tebind. Ante esto es posible que en los semisilabarios ibéricos el sufijo –
te represente en realidad (aunque no tiene por qué ser siempre así, pues
es posible que nos encontremos ante dos sufijos, uno con vocal plena y
otro sin vocal) el fonema simple /t/ (puede compararse en este sentido el
greco-ibérico gaibigait con el término en escritura oriental kaitiukaite),
de forma similar a lo que hemos expuesto con respecto al silabograma
<ka> para representar /k/. No obstante, los datos de que disponemos no
son todavía conclu yentes, y, como hemos dicho, es mu y posible que nos
encontremos con un doble sufijo.
Finalmente, con respecto a su valor, aunque se han postulado
varios, la mayoría de los estudiosos coincide en que tendría uno cercano
al ablativo (con variantes como dativo o locativo) o agente.
Recientemente, a partir de una nueva lectura de una moneda de Sagunto
(A.33): aŕsbikis-te-ekiar, J. Velaza 121 cree posible confirmar que el
valor del sufijo sea el de agente (lo que no es incompatible ni con el
valor de ablativo ni con el de ergativo).
- -
i: Se trata sin duda de uno de los sufijos más abundantes, y
también objeto de mayores interpretaciones, no sólo por sus contextos de
aparición, sino también por la propia forma del morfo, pues contiene el
signo que en el semisilabario ibérico oriental todavía no ha sido
descifrado con seguridad. No obstante, es frecuente que aparezca en
lugares donde en el alfabeto greco-ibérico encontramos –nai (secuencia,
por otra parte, poco frecuente en los propios semisilabarios), de ahí que
este –nai se haya asimiliado a -
i, y por derivación que el signo <> se
pronunciara de una forma semejante a /na/. 122
Su aparición es frecuente, aunque no exclusiva, tras elementos
antroponímicos: keltaŕerker- i, taŕbanikoŕ- i, iunsir-
i. Pero es
todavía más frecuente precedido de otros sufijos, como –ar, -en (o la
120
Au nq ue to d a v ía r e s u lt a hip o tét ico , no e s d e s car t ab le q ue e s te ele m en to – o k- ,
hab it u al me n te p r e fij ad o y s u f ij ad o , co r r e sp o n d a a u na r a íz d e t ip o ver b a l ( o
s u sta n ti vo ver b a l) , a u nq ue, p o r e l co n tr ar io , ta mb ié n cab e la p o s ib i lid ad d e q ue s e
tr at e d e u n mo r fe ma u ni d o a b as es ver b a le s . So b r e é l p ued e ver s e u n e st ud io
p ar ti c ul ar e n el cap í t ulo 5 d e e st a mi s ma se g u nd a p ar t e.
121
J . Ve laz a ( 2 0 0 2 b ) .
122
P ar a e st a a si mi lac ió n v éas e J . Si le s ( 1 9 8 1 ) .
69
unión de ambos: -ar-en), o –ban; y siempre ocupando el último lugar:
i, bastoba ś or-en-
ilturbiltis-en- i, leistikeŕ-ar- i, n keiltiŕ-ar-
i,
sakaŕisker-ar-nai, anaio ś -ar-en- i, ban-
i, seltar-ban- i.
Muchos autores han defendido hipótesis diversas sobre su valor,
entre ellas el de posesivo, sufijo terminal, demostrativo o pronombre
personal, verbo “ser” enclítico, o artículo o determinante. Obviamente
todas ellas están justificadas, pero ante tal variedad todavía es pronto
para decantarnos por cualquiera de ellas.
123
C f. d e Ho z ( 2 0 0 2 ) .
124
P ar a Ro d r í g uez Ra mo s ( 2 0 0 4 , p p . 3 3 7 -3 4 4 ) e l e le me n to p l ur al izad o r , o s u f ij o
te má ti co , ser ía má s b ie n – k( i ) - . M ás r ec ie n te, d e l p r o p io a uto r , ( 2 0 0 5 a) .
125
So b r e el p o s ib l e va lo r d e é st e úl ti mo he mo s es b o zad o u na p r o p ue st a d e hip ó te si s
al co me n t ar lo e n e l cap í tu lo 8 ( C f . “ne it i n”) .
70
3.- Sintaxis.
Se trata éste de un campo en el que nuestro nivel de
desconocimiento resulta particularmente elevado. No sólo porque, ho y
por ho y, no somos capaces de determinar con seguridad muchos de los
elementos gramaticales y lexicales de la lengua ibérica, sino también
porque, aunque en ocasiones podemos distinguir algunos, la relación que
guardan entre ellos dista de ser establecida sobre bases mínimamente
seguras. De hecho, la sintaxis representa posiblemente el aspecto sobre
el que menos se ha avanzado en el estudio de la lingüística ibérica. No
obstante, siempre podremos, a partir de los propios textos, extraer
algunas relaciones que, al menos, nos permitan establecer algunas
hipótesis (ciertamente pocas), aunque no conclusiones.
i.ban i. (C.4.2)
tikirsbalauŕ.ar
seltarban-
i-basibalkar
baŕ-
i (F.14.1).
be]ikeai.aneŕai.śanibeiŕai.leitaśeai.botota ś te.bantakikia
]ŕatite.isai.iltursaiŕsai.aŕikaŕbinisai. (F.9.7).
126
E n e s te ca so d eb er ía m o s e nte nd er la t er mi n a ció n – r ( mej o r q u e – i r ) co mo u n
s u fij o .
127
J . d e Ho z ( 2 0 0 1 a, e sp ec ial me n t e p p . 3 4 9 -3 5 3 ) .
71
determinante preceda al determinado. Es decir orden SOV y determinante
+ determinado. 128 Ello no impediría por supuesto que en la lengua
hablada (o en ciertos “formalismos formulares”) existiera cierta libertad
sintáctica.
Así, efectivamente vemos que en algunas ocasiones (aunque hay
que reconocer que existen abundantes excepciones) lo que podríamos
considerar como una oración, o segmento oracional (aunque, insistimos,
esto es mu y inseguro), está encabezada por un elemento sin sufijo (lo
que equivaldría al caso absolutivo o sujeto intransitivo), seguido de un
posible elemento verbal, 129 o por un elemento sufijado por –ka (lo que,
si entendemos éste como marca de ergativo, equivaldría a un sujeto
transitivo) o por –te (en cu yo caso podría ser intepretado como un
agente) al que también seguiría un posible elemento verbal: 130
128
As í mi s mo es te a u to r ( o . c. , p p . 3 5 2 -3 5 3 ) ma n ti e ne l a h ip ó t es i s d e q ue l a
d i fer e n cia ció n e ntr e p o se s ió n a li e nab l e/ no al ie nab le o e n tr e p o se s ió n
p r ed ic at i va/ atr ib ut i va v e nd r ía ma r cad a p o r la p r e se nc ia o no d e s u f ij o s.
129
Au nq ue r ea l me n te s ab e mo s mu y p o co so b r e e l lé x ico ib ér ic o , v éa se e l ap ar t ad o
si g u ie n te so b r e p o s ib le s se g me n to s v er b al e s.
130
P ar a c ue s tio n es r el at i va s a mo r fo si n ta x i s c o n sid er a mo s mu y co n v en ie n te la
co n s u lta d e la te si s d o c t o r al d e Or d u ñ a ( e n p r e n sa, p p . 2 1 7 -2 2 9 ) .
131
So b r e e sta s h ip o t ét ica s tr ad uc cio ne s v éa se el ap ar tad o s i g uie n te.
72
4.- Léxico.
En el momento de tratar este apartado debemos resaltar en primer
lugar que nos encontramos, en el momento actual sobre el conocimiento
de la lengua ibérica, ante una dicotomía.
Por una parte conocemos relativamente bastante bien el
funcionamiento y los componentes que se refieren a los elementos
antroponímicos, es decir aquel que afecta a los nombres propios de los
iberos, a cómo se llamaban; pero por otra parte, aunque se ha conseguido
aislar algunos segmentos léxicos que pertenecen al vocabulario común
(incluidos sin duda algunos de los elementos que forman parte de los
onomásticos), en gran medida nos mantenemos en ese estado, porque
todavía no podemos realizar ninguna traducción, en sentido estricto, de
ninguno de ellos, aunque se hayan efectuado aproximaciones semánticas,
sin duda plausibles y con una base documental bastante sólida.
Por ello dividiremos este apartado en dos subapartados según el
tipo de léxico establecido con anterioridad.
Sanibelser Adingibas f.
Illurtibas Bilustibas f.
P. Fabius Enasagin f.
Sosinaden Sosinasae f.
Sosimilus Sosinasae f.
Urgidar Luspanar f.
Nelbeaden Agerdo f.
Beles Umarbeles f.
132
E l r es to d e c i ud ad e s m en cio nad a s, a u nq u e d e al g u na s d e e ll as l a lo ca liz ació n no
es co mp le ta me n te se g u r a, p er te n ece n a l r e fer id o á mb i to g eo gr á f ico . P o r e llo e s
p o sib le, p r á ct ica me n t e se g ur o , q ue e n a l g u na s d e ella s no s e h ab la r a ib ér i co e n
se n tid o e str ic to , lo q ue i mp li car ía q ue a l g u no s d e lo s no mb r e s q ue m en cio na r e mo s
no p er te n ezc a n a e st a l e n g ua , s i no a o tr a s q ui zá s a f i ne s; e i nc l u so e s m u y p r o b ab le
q ue ha ya e le me n to s “v ascó n ico s”. Co n to d o , la gr a n ma yo r ía d e lo s e le me n to s
o no má s ti co s q ue ap ar e ce n vo l ve mo s a e n co nt r ar lo s e n o tr a s i n sc r ip cio n es d e
in d u d a b le ib e r icid a d .
73
Balciadin Balcibil. F.
133
L a s o b r a s b á si ca s, e i mp r es ci nd ib le s, d e J . U nt er ma n n so b r e e sto s a s p ecto s so n :
R ep e rto rio … ( 1 9 8 7 b ) y ML H.I I I ( 1 9 9 9 , p p . 1 9 5 - 2 3 8 ) .
134
E n ho no r a la ver d ad s e d eb e r eco no ce r q ue ta l p r o ced i mi e nto ya f ue d esc ub ier to
p o r H. Sc h u c har d t e n 1 9 1 2 , a p ar tir d e lo s no mb r es d el B r o nce d e A sco li ( c f. H.
Sc h uc h ar d t, " I b er i sc he P er so n e n na me n" , R I E V .3 , 1 9 1 2 , p p . 2 3 7 -2 4 7 .
74
Del número anteriormente citado mencionaremos, como ejemplos,
sólo algunos: abaŕ, alos, aŕki, atin, baiser, balke, beleśś , biuŕ, ikoŕ,
iltiŕ, iskeŕ, kuleśś , oŕtin, sosin, tiba ś , unin, uŕke, entre otros (algunos
de ellos, como hemos dicho, con variantes).
135
L a r e lac ió n co mp le ta d e é sta s p u ed e ve r s e e n l a b ib l io gr a f ía ( F ar ia , A. M.)
136
C f. Ro d r í g ue z Ra mo s ( 2 0 0 2 e) . T a mb ié n d el mi s mo a u to r ( 2 0 0 4 , p p . 3 4 4 -3 5 5 ) .
137
E . Or d u ñ a ( e n p r e n sa, s .t. p p . 4 4 7 -4 5 6 ) .
75
también como elemento independiente o acompañado de probables
topónimos, signifique “ciudad”, con lo que en sentido estricto
“Iltirbikis” vendría a significar “Ciudad-bikis” o “Bikis de ciudad”, es
decir algo semejante a los nombres parlantes griegos. No obstante, son
éstos unos elementos sobre los que todavía hay muchas oscuridades, y
aunque de algunos podemos vislumbrar algo sobre su significado, de
otros no podemos decir prácticamente nada. Pero de todo esto trataremos
en el siguiente apartado.
138
E n tr e d i fer e n te s tr ab aj o s so b r e el lé x ico ib ér ico d e st aca n : J . Si le s ( 1 9 8 5 ) , J .
U nter ma n n ( ML H, 1 9 9 0 , p p . 1 8 0 -1 9 4 ) , J . Ve la z a ( 1 9 9 1 ) , y L. Si l go ( 1 9 9 4 ) . T a mb i é n
p ued e n r e s ul tar ú ti le s: J . Ro d r í g uez R a mo s ( 2 0 0 0 d y 2 0 0 4 , p p . 2 6 7 -2 8 9 ) y E . Or d u ñ a
( en p r e n sa, p p . 8 9 -1 1 6 y 1 4 9 -1 5 9 ) .
76
distanciadas en el tiempo. No obstante, de todo esto hablaremos con
mayor amplitud al tratar el tema del vasco-iberismo.
Son muchos los términos que en los textos ibéricos aparecen con
cierta frecuencia, pero, para no extendernos en demasía, analizaremos a
continuación sólo algunos de éstos, con algunos comentarios sobre las
propuestas (de valor, contextual, etc.) que se han hecho sobre ellos. En
nuestra ordenación tampoco prejuzgamos sobre su posible significado ni
la clase de palabras a la que puedan pertenecer, excepto si hay cierto
consenso sobre ellos o dichas propuestas nos parecen (con cierta
subjetividad) particularmente interesantes.
139
Véa se al r e sp ec to e l co me n tar io so b r e el s u f ij o “– a r”.
77
seguido, al igual que el elemento tratado antes, del elemento –ok-, que a
su vez puede ir sufijado. Veamos algunos ejemplos:
bas-biteŕ-ok-etine biteŕ-ok-an
bas-bidiŕ-bartin biteŕ-ok-etetine
El problema con este tipo de secuencias es su posible
segmentación, pues se puede entender un prefijo b- (al tener también
atestiguados segmentos iteŕ- e itiŕ-), pero también se ha especulado con
un segmento -eŕok- (e -iŕok-), también atestiguados tras otros
elementos, como bas-eŕok-ar (vid. supra). No obstante, consideramos
más probable una segmentación del tipo b-iteŕ-ok-, en el que
estableciendo paralelos con otras secuencias, b- sería un prefijo, -iteŕ-
un elemento (pro)nominal o lexema verbal, y –ok-, a su vez, un posible
lexema o morfema verbal. 140
No obstante caben otras interpretaciones: Así la ocasional
aparicion de los segmentos –teŕ- o –tir-, sin una i- inicial, induciría a
pensar que tal i- pueda ser considerada también como un prefijo (con lo
que obtendríamos tres variantes: bi-, i- y Ø). Según esto, también se
podría conjeturar que el posible lexema verbal fuera (i)teŕ o (i)tiŕ, y el
frecuente segmento –ok- fuera en realidad un morfema verbal, como
hemos indicado. Intentaremos aclarar, en la medida de lo posible, en el
siguiente apartado algunos aspectos de todo esto.
Obviamente, a la vista de lo mencionado, tampoco podemos decir
nada acerca de su posible significado.
140
So b r e é ste vo l ver e mo s a tr a tar u n p o co má s ab a j o .
141
J . Ve laz a, y o tr o s a uto r es, ma n tie n e n q u e l as i n scr ip cio n e s f u ner ar ar ia s ib ér i ca s s e
d eb e n so b r e to d o a la in f l ue n ci a r o ma n a. C f. M. M a yer y J . Ve la za ( 1 9 9 3 ) y J .
Vel aza ( 1 9 9 6 c y 2 0 0 3 a) , y ta mb ié n L . Si l go ( 1 9 9 6 ) .
78
“Aloriltui, hijo de Belasbaiser,…”
*** ekiar: Quizás sea también este elemento uno de los que más
ha atraído la atención de muchos estudiosos. También presenta como
variante ekien, sobre la que se ha especulado mucho; e incluso tekiar,
aunque en este caso es más probable que la forma “te-“ sea un sufijo de
la palabra anterior contraído con el principio “e-“, pues se dan ambas
formas: kaŕesirte-ekiar y unskelt-ekiar.
Aunque también se ha propuesto que el término tenga el valor de
una especie de título o cargo, a partir de textos como:
likinete.ekiar.usekeŕteku (E.7.1) o aŕsbikisteekiar (A.33), 142 hay
bastante consenso en considerar que en realidad pertenece al ámbito
semántico de la “actuación”. Otra cuestión es concretar su valor dentro
de ese campo, pues podría entenderse como un verbo (y así ekiar podría
ser singular y ekien plural, aunque esto es todavía más especulativo),
una especie de “hizo”, o un sustantivo, quizás verbal, algo así como
“obra” o “hecho”.
También tenemos otro elemento semejante, eŕiar, y aunque cabría
interpretarlo como una variante de ekiar, es más probable que sea
distinto, quizás, no obstante, perteneciente a un mismo “paradigma”.
142
L a s tr ad uc cio n es p r o p u es ta s s er ía n “He c ho p o r / lo h izo L ici no d e /e n Os i cer d a” ( se
tr at a d e u n mo sa ico ) y “Hec ho p o r /lo hi zo Ar s b ik i s” ( i n scr ip c ió n e n u na mo ned a d e
Sa g u n to ) , ap r o x i mad a me nt e.
143
C f. A. P ér ez Al mo g u er a ( 2 0 0 1 ) .
144
U n r ep la n tea mi e n to so b r e la s car a cter í st ica s d e e ste tér mi n o p ued e ver s e e n d e
Ho z ( 2 0 0 5 , p p . 7 0 -7 7 ) .
145
J . U nt er ma n n ( 1 9 6 3 ) .
79
onomásticos ibéricos. No obstante, y esto puede ser importante para
indagar el valor fonológico de la lateral ibérica e incluso comprobar si
había más de una, la secuencia <-lt-> se adaptó al latín como <-l-> o <-
ll-> (lateral geminada) o, mu y rara vez, <-ld->, sin que la determinación
de tal diferenciación esté todavía clara. Según esto tenemos, por
ejemplo: Ilerda, ) I lerka/ o nev , Iliberris, Illiturgi, Ilurco, Indibilis,
Nesille, Illurtibas (estos dos, elementos onomásticos). De esta
adaptación (si en ibérico no se había dado una evolución fonética
similar) han derivado algunos topónimos y etnónimos actuales, como
Lérida (e ilerdenses), Elche (e ilicitanos, cf. < Ilici), etc., los cuales
constitu yen algunos de los pocos ejemplos de pervivencia del ibérico
ho y.
146
C f. B el tr á n, d e Ho z y U nt er ma n n ( 1 9 9 6 ) .
147
U n r ep a so so b r e d i fer en te s i n ter p r e tac io ne s p ued e v er s e e n Ro d r í g ue z R a mo s
( 2 0 0 4 , p p . 2 7 6 -2 7 9 ) .
80
probable carácter comercial asociado a numerales, precedidos a veces
éstos de algún otro elemento indeterminado, como ś alir o III, o ś alir
kaIIIIIIIIIII.
Todo esto ha llevado a atribuir a este elemento el sentido de
“moneda” o “dinero”, o al menos, a algo susceptible de ser contado o
medido como objeto de intercambios comerciales o con cierto valor.
En ocasiones también aparece sufijado, como la secuencia
destacable del plomo de Alco y, con constancia de oclusiva final de
“palabra”: ś alirg.
Por otro lado, a pesar de presentarse de foma mu y poco cambiante,
no es descabellado pensar que la raíz de este elemento sea en realidad
ś ali- o ś al-, pues son frecuentes los sufijos (y los elementos así
terminados) en –i-r, además de tener documentados términos con este
segmento ś al-i-, como is ś aletar, ś alibos o ś alkiteita[---]. 148
148
So b r e e ste a sp ec to p ued e v er se E . Or d u ñ a ( e n p r en sa , p . 9 0 ) .
81
en secuencias como aŕebin, aŕeka, aŕika, etc., tenemos ba ś - (ba ś bin,
ba ś ir, ba ś k, etc.), iŕ- (iŕe, iŕika, iŕike, iŕide, etc.), o is- (isai, isbinai,
istaŕ, etc.), como algunos de los más habituales. Desde luego hay otros
que también se han interpretado como tales, pero no los mencionaremos
aquí por no alargar demasiado nuestra exposición. 149 Existe, además, la
posibilidad de que algunos de éstos sean en realidad prefijos, o incluso
que tengan ambos valores.
149
U n c atá lo go y co me nt ar io má s e x h a u sti vo p ued e ve r s e e n J . U nt er ma n n ( 1 9 9 0 , p p .
1 8 0 -1 8 2 ) , y úl ti ma me n te E . Or d u ñ a ( e n p r e n sa, p p . 9 7 -1 1 6 ) .
150
Al g u no s d e e s to s t ér m ino s ha n s id o o b j eto d e a te nc ió n, a u nq ue ca si n u n ca d e
fo r ma mo no gr á f ica, p o r d if er e n te s e st ud io so s, cu ya s r e fer e n ci as ser ía mu y p r o l ij o
me n cio n ar aq u í. S i n e mb a r go , sí r e s u lt a e se nc ia l la co n s ul ta d e l o s cap ít u lo s
d ed icad o s a lo s se g me n t o s le x ica le s y el e me n to s fo r mu l ar e s e n U n ter ma n n ( 1 9 9 0 , p p .
1 8 2 -1 9 4 ) .
151
E . Or d u ñ a ( 2 0 0 5 ) .
152
E . Or d u ñ a ( e n p r e n sa, p p . 1 1 7 -2 1 6 , y e sp e ci al m en te 1 4 9 -1 5 9 ) .
153
Otr o s e st ud io s e sp e cí f i co s so b r e p o s ib l es fo r ma s ver b ale s : L . Si l go ( 1 9 9 6 ) , J .
Ro d r í g uez R a mo s ( 2 0 0 0 y 2 0 0 4 p p . 2 6 7 -2 8 9 ) y d e Ho z ( 2 0 0 1 p p . 3 4 4 -3 4 9 ) .
82
mismo texto, uskaŕe, kaŕieukiar, -ŕeśś - (como uŕeśś tinir,
etc.);
iŕeśś tinir, eŕeśś u, etc.); -s-iŕ- (como en koŕasiŕen, ekisiŕan, lasiŕa,
etc.); -tuŕ- (como lakeŕeiartuŕu, ituŕutan, bantuŕer, se ś geŕ ś duŕan,
bantuŕa ś , etc.); y -eŕok- (baseŕokeiunbaida, baseŕokar, eŕokar i,
biteŕoke, biteŕokan, ś alaiaŕkisteŕokan, etc.). Establece, así, a partir de
estas formas, prefijos y sufijos que pueden ser verbales, e incluso,
siguiendo el planteamiento de J. de Hoz, 154 el hecho de que una base
verbal pueda incorporar otros lexemas.
154
De Ho z, no ta a nte r io r .
83
5.- Excurus: Sobre el segmento –ok-.
A partir del último elemento mencionado, -eŕok-, queremos, si se
nos permite un pequeño excursus, plantear una hipótesis particular. Se
trata, a juzgar por los elementos que lo acompañan, de que en realidad
habría que considerar un segmento, mu y probablemente un morfema
verbal, –ok-, y el resto de estos elementos o bien diferentes lexemas
verbales (aunque con tal abundancia de aparición de algunos de ellos que
pueden considerarse como íntimamente ligados, al menos a juzgar por
los textos que disponemos, cu ya precariedad, paradójicamente, nos
obliga a ser cautelosos en este sentido), o bien formas que se le unirían
como afijos u otros elementos incorporados, ya sea por el posible lexema
verbal ya por la concordancia morfosintáctica exigida por este morfema
u otros añadidos. Por ello haremos un estudio particular.
*****Ámbitos de –ok-:
84
itiŕ ok ankeŕ[***]++++ Espejo
basbiteŕ o [ H.0.1
biteŕ [o]k etanbale F.9.1
]biteŕ ok itin G.22.1
T ab la 7 : Á mb i to s d e ap a r ició n d el s e g me n to -o k -
---Elementos previos:
biteŕ : 10
iteŕ : 1
teŕ : 2 (sin bi- previo)
teeŕ : 1
eŕ: 4 (eŕ- inicial, todos en D.18.1)
ba-śeŕ : 2 (cambios en ś/s y ŕ/r)
bitiŕ: 2
itiŕ: 2
otir: 1
bi*ŕ: 1
gaŕ: 4 (una vez kaŕ-)
artaŕ: 1
]ŕ o ]r: 3.
---Elementos posteriores:
85
Además, en cuatro ocasiones vemos la secuencia -an (tres finales),
lo que sin duda sí puede ponerse en relación con los finales que tratamos
a continuación.
Otro presenta un final en –an (al que podríamos añadir un final en
–a con ruptura y otros dos en –a, quizás por olvido de la grafía -n), al
que en sólo en dos ocasiones sigue otro elemento:
-an (7) + an-abe (1) + -an-keŕ[ (1).
Según esto vemos que cuando aparece el segmento -ok- el término
finaliza, de manera clara, por -an en diez ocasiones, y en otras tres
también aparece.
Por otra parte, otro grupo presenta un elemento en –ar (al que
habría que unir -a i, quizás por olvido de la grafía –r):
-ar (2)
-a(r)
i: 2.
Finalmente hay dos finales "aislados": -ate (mu y repetido, como -
kate, en la inscripción en la que aparece, D.18.1), e -itin, que de
momento no podemos saber si guarda alguna relación con los segmentos
en -et- o con aquellos en los que también aparece un elemento -tin (-ete-
tin-e y -e-tin-e)
]ŕ-ok-et-an
*bi*ŕ-ok-et-a n
biteŕ-ok-et-et-ine (¿-et- reduplicado?)
bas-biteŕ-ok-et-ine
otiŕ-ok-et-a
itiŕ-ok-et-et-an (¿-et- reduplicado?)
biteŕ-[o]k-et-an-bale
Y con –an:
tortonbalaŕ-biteŕ-ok-a** (?)
gaŕ-ok-an
śnśalir-bitiŕ-ok-an-abe
itiatubankutur-biteŕ-ok-an
]ŕ-ok-an
bastubarer-teŕ-ok-an
tuŕs-biteŕ-ok-an
biteŕ-ok-an
86
kaulte-biteŕ-ok-an
śalaiarkis-teŕ-ok-an
kaŕ-ok-a (?)
itiŕ-ok-an-keŕ[***]+++
eŕ-ok-a(n)-
i ( ¿?)
87
6.- La cuestión del vasco-iberismo.
A lo largo de nuestra exposición hemos hecho referencia a algunas
coincidencias y paralelismos entre la lengua ibérica y la vasca. 155 La
relación entre ambas lenguas ha sido traída a colación prácticamente
desde siempre, incluso antes de que el ibérico fuera correctamente
“leído”.
La razón de esta comparación puede parecer lógica, sobre todo si
tenemos en cuenta que el vasco es la única lengua prerromana (y no
indoeuropea) que ha subsistido en la península ibérica, por lo que fue
considerada como un residuo de la lengua que se hablaba en ésta antes de
la llegada de los romanos y de la expansión del latín, primero, y de las
lenguas románicas, posteriormente.
No obstante, parece ya claro que la lengua ibérica no se habló
nunca, al menos hasta donde podemos rastrear, en la zona en la que ho y
se habla el vasco, y mucho menos hay rastros de una emigración de
gentes de habla ibérica al solar que ocupan actualmente los
vascoparlantes. Por ello, en este sentido, no se podría hablar de una
derivación directa de la lengua vasca con respecto a la ibérica.
Pero también se podría considerar que la lengua ibérica era, si no
igual, sí al menos mu y similar al vasco, o al vasco de hace dos mil años.
Sin embargo, saber cómo era ese vasco de hace dos milenios no es una
tarea precisamente fácil, pues de él tenemos escasísimos testimonios
escritos, y éstos ceñidos a ámbitos mu y concretos, por lo que su
reconstrucción debe basarse sobre todo también en criterios y
comparaciones internas, porque, a pesar de numerosos intentos en este
sentido, no ha podido establecerse con un mínimo de seguridad ninguna
relación de tipo de familia lingüística entre el vasco y cualquier otra
lengua, como muy bien saben los vascólogos, entre los que
desgraciadamente no nos incluimos.
Curiosamente los testimonios escritos más antiguos en lengua
vasca, o en una mu y estrechamente emparentada con ésta, se dan en una
zona geográfica en la que en la actualidad en gran parte no se habla esta
lengua. Nos referimos al aquitano, 156 hablado, al menos a la llegada de
los romanos, en la zona suroccidental de la actual Francia, entre el río
Garona y los Pirineos. De éste nos quedan abundantes testimonios
onomásticos, que precisamente lo identifican con el antiguo vasco, y
tienen ciertas similitudes con el sistema onomástico ibérico. 157 Además,
aunque de forma bastante más esporádica, también tenemos algunos
testimonios de esta onomástica en el territorio actual del País Vasco
155
Ob vi a me nt e no es é s te el l u gar i nd i cad o p ar a u na d e sc r ip c ió n, p o r s u ci nt a q ue s ea,
d e la l e n g ua v as ca, d e l a q ue ad e má s no s co n fe sa mo s, p o r d e s gr a ci a, p r o f u nd a me nt e
ig n o r a nt es . P ar a é st a, e sp ec ia l me n te e n a sp e cto s r e la ti vo s a s u h is to r i a , e vo l u ció n y
d iacr o n ía ( y e n o c as io ne s r el ac io ne s co n e l ib ér i co ) , e xi s te u n a m u y ab u nd a n te
b ib lio g r a fí a, e ntr e la q u e, p o r si mp li f icar , so la me n te d e st aca mo s l a s o b r as ( a s u ve z
co n s u s co r r e sp o nd i e nt es y ab u nd a n te s r e f er e nc ia s b ib l io gr á f ica s) d e Mi c he le na,
Go r r o c ha te g u i, H uald e, L a kar r a y T r as k ( p ar a s u co ncr e ció n, vid . ap ar t ad o d ed i cad o
a la b ib l io gr a f ía) .
156
C f. Go r r o c hat e g ui ( 1 9 8 4 ) .
157
C f. Go r r o c hat e g ui ( 1 9 9 3 ) .
88
(junto con otros testimonios lingüísticos de tipo céltico o, al menos,
indoeuropeo) y Navarra. 158 Esto, unido a algunos datos que nos
proporciona la toponimia (y otros de carácter histórico), 159 nos permite
hacernos una idea de la extensión geográfica de la antigua lengua vasca,
cu yos límites no coinciden con los de la ibérica, aunque en algún
pequeño punto podrían tener alguna “frontera” común (siempre y cuando
no tengamos en cuenta la hipótesis de considerar al ibérico como lingua
franca, y no como lengua propia de los habitantes más cercanos al
ámbito lingüístico vascónico).
Estos testimonios, junto con los que nos proporcionan las
reconstrucciones anteriormente mencionadas para el denominado
“Protovasco”, 160 nos muestran una situación de la lengua ciertamente
bastante diferente a la actual, lo que sin duda debe tenerse muy en cuenta
a la hora de establecer relaciones, y mucho más comparaciones, entre
ambas lenguas.
158
Ad e má s, e n N a var r a se ha e nco n tr ad o u n a i n sc r ip ció n so b r e b r o nce , a u nq ue mu y
fr a g me nt ad a, q ue se h a r elac io nad o co n la a n ti g u a le n g u a va sc a. U n ca so ap ar t e ser ía
el mo sa ico hal lad o e n A nd e lo s, ap ar e n te me n te e n le n g u a ib ér i ca, p er o p o d r ía tr a tar se
d e é sta p o r r a zo ne s d e p r es ti g io .
159
É s to s no s hab la n d e u n a p er vi ve n ci a d e la le n g ua va s ca ha st a b ie n e n tr ad a la E d ad
Med i a e n al g u no s va ll e s d e lo s P ir i neo s c e ntr a le s, co n e xt e ns io ne s h a cia al me no s
u na p ar t e d e la zo na o r i en ta l, co mo el val le d e Ar á n, el P a ll ar s o And o r r a.
160
C f. Go r r o c hat e g ui y L a kar r a ( 1 9 9 6 y 2 0 0 1 ) .
161
E n e ste a sp ec to si g u e si end o f u nd a me n ta l l a o b r a d e M ic h ele n a ( s.t . 1 9 7 7 ) .
89
sufijos del vasco que se han relacionado con los, supuestos, del ibérico
han estado sujetos a una larga evolución, tanto fonética como
posiblemente semántica, y en protovasco deberían presentar una forma
bastante diferente. Destacamos, en este sentido, a modo de ejemplo, la
identificación que se ha hecho del sufijo ibérico –en con el del genitivo
vasco también “–en”, pero para este valor se ha demostrado que la forma
más antigua era “–e”.
Aunque las raíces de las palabras suelen ser más “largas” y de
fonética más compleja, por lo que están menos expuestas a las
mencionadas “coincidencias” casuales, no conviene olvidar tampoco que
de una de las lenguas comparadas no conocemos con exactitud (a veces
ni siquiera con aproximación) ningún valor semántico, de ahí que
muchas comparaciones entre “palabras completas” en casi todos los
casos no trasciendan de meras hipótesis más o menos fundamentadas o
imaginativas. Además, insistimos, la fonología de tales palabras no ha
estado exenta de las evoluciones más arriba indicadas. Finalmente, y esto
también debe ser tenido mu y en cuenta, es en el campo léxico donde se
produce un mayor número de prestamos entre lenguas (sobre todo con el
predominio de una), por lo que muchas palabras, sobre todo aquellas
cu ya etimología nos es desconocida, pueden realmente proceder de otra
lengua, sin que necesariamente haya relación genética entre la
“tomadora” y la “prestataria”.
162
Au nq ue e n u n e stad io a nt er io r al p r o to va sco es ta s r e str ic io ne s p o d r í a n no ser as í.
( C f. L a kar r a, 2 0 0 5 ) .
163
C f. no ta a nt er io r .
164
Si l go ( 1 9 9 4 , 1 9 9 6 , 2 0 0 0 , 2 0 0 4 y 2 0 0 5 )
165
And er so n ( 1 9 9 3 ) .
166
Or d u ña ( 2 0 0 5 ) .
90
ocasiones diversos autores han hecho diversas menciones en sus estudios
a distintos aspectos del vasco, tomados como elementos de comparación
tipológica o estructural o como meros elementos referenciales. Con todo,
y siguiendo la necesariamente escrupulosa tendencia a la prudencia y
moderación, mu y rara vez se han atrevido a establecer “traducciones”, y
éstas siempre bajo criterios con un mínimo de cientifismo.
Pero, en cambio, y esto lo mencionamos aquí simplemente como
prevención, ha habido otros “investigadores”, por llamarlos de algún
modo, y que no nos molestaremos en mencionar, que bajo criterios
pseudo o nada científicos sí se han atrevido a realizar (y, por increíble
que parezca, publicar), generalmente estableciendo compararaciones con
el vasco actual, como si no hubiera cambiado en dos mil años,
traducciones de textos ibéricos, o ibéricos y celtibéricos (como si fueran
lo mismo), e incluso de otros idiomas, no descifrados, bajo los mismos
criterios. Se trata de traducciones verdaderamente milagrosas que,
sorprendentemente, nadie antes se había dado cuenta de que se podían
hacer, a pesar de ser tan claras. Bien es cierto que habitualmente estas
“traducciones” no tienen ningún sentido o dicen cosas completamente
incongruentes, como si traducir fuera cambiar palabras de un idioma a
otro, etc., etc. Además, resulta curioso que ninguna “traducción” de
estos “investigadores” coincida, a pesar de usar criterios tan seguros y
fundamentados, según ellos (sólo ellos, claro, cada uno para el su yo).
167
E s to no i mp id e , d e sd e l ue go , q ue la le n g ua má s i n fl u ye n te ta mb ié n se v ea e n p ar te
af ec tad a p o r la i n f l uid a, tal co mo si g u e s uc e d ie nd o e n n u es tr o s d ía s. E s d e cir ,
te nd r í a mo s u na i n ter r e la ció n e n tr e d o s l e n g ua s, au nq u e co n p r ed o mi n io “i n fl u ye n t e”
d e u n a so b r e o tr a, si b i en la c u a nt i fi cac ió n co n cr et a d e e sto s he c ho s s e r ía, p ar a l as
co n e xio ne s v a sco -ib ér i c as, mu y d i f íc il d e d e ter mi n ar .
168
Ad e má s d e l a b ib l io gr a f ía me nc io nad a , e n la c u es tió n co ncr et a d e l va sc o - ib er i s mo
p ued e r e s ul tar ú ti l la co n s ul ta d e la s o b r as : B a ll es ter ( 2 0 0 1 ) , C ar o B ar o j a ( 1 9 8 8 ) , d e
Ho z ( 2 0 0 1 a, p p . 3 5 7 -9 ) , Ro d r í g ue z Ra mo s ( 2 0 0 2 y 2 0 0 4 , p p . 2 8 9 -3 0 4 ) , y T r as k
( 1 9 9 7 , p p . 3 7 8 -3 8 8 ) .
91
7.- ¿Qué es la lengua ibérica?
Quizás pueda parecer sorprendente que nos formulemos esta
pregunta precisamente en este momento, cuando ya hemos realizado un
análisis no sólo de los tipos de escritura en los que esta lengua está
plasmada, sino también cuando incluso hemos intentado describir
algunas de sus características gramaticales.
No obstante creemos que, una vez realizada esta escueta
aproximación a sus aspectos particulares (y adelantadas algunas de sus
características), podemos intentar esbozar sus posibles relaciones con
otras lenguas, un acercamiento general sobre cuál es su tipología, y los
medios que podemos utilizar para intentar comprender algo más de ella o
al menos reducir, cuantitativa y cualitativamente, las numerosas
incógnitas en las que todavía permanece.
Para ello resulta obvio que disponemos de muchos más
argumentos de índole negativa que positivos, es decir, sabemos más lo
que no es que lo que es, aunque sobre esto sí podemos aportar algunos
datos. 169
169
U na ap r o x i mac ió n so b r e e s ta s c ue st io ne s p u ed e ver se e n Vel aza ( 1 9 9 6 b ) , p p . 5 9 -
63.
170
C f. d e Ho z ( 2 0 0 1 , a) , p p .3 4 4 -3 5 3 , y Or d u ñ a ( e n p r en s a) .
171
As í p o r ej e mp lo , e n va sco , le n g ua ta mb ié n a gl ut i na n te, lo s ad j et i vo s s ig u e n a lo s
s u sta n ti vo s.
92
cu ya aparición en ibérico podemos vislumbrar en ocasiones para algunas
de ellas, pero no para otras. Para el primer caso podemos interpretar
algunos hechos de "declinación en grupo", pero de otros hechos, como
puede ser la armonía vocálica, no hemos visto ningún testimonio, o no
hemos sido capaces de establecerlo.
Con todo no debe resultar vano advertir sobre el hecho de que la
aparición de un rasgo de una determinada categoría tipológica implique
necesariamente la aparición, como hemos visto, de otros que son
habituales en ésta. 172
Pero la probabilidad de que el ibérico sea una lengua aglutinante
ya nos permite un primer acercamiento a sus posibles relaciones con
otras lenguas. Y así, sabemos que el ibérico no es una lengua
indoeuropea, y por lo tanto no está relacionada con ninguna de las
lenguas de este grupo, ni antiguas ni actuales. Aunque en este sentido no
conviene olvidar una observación importante, que no es otra que el
hecho de que la tipología específica de una lengua puede variar a lo
largo del tiempo (y mucho más algunos aspectos parciales de una
tipología dada); es decir, si podemos suponer que el ibérico era una
lengua aglutinante, ello no quiere decir que siempre (sin entrar a valorar
ahora qué significación le damos a este adverbio) lo hubiera sido.
Efectivamente, no faltan indicios de que en muchas lenguas ha
variado, al menos parcialmente, su estructura tipológica, e incluso son
visibles rasgos que indican cierta transición o tendencia a la variación,
aunque esta no sea necesariamente unidireccional.
Así, si seguimos a Lakarra, 173 existen indicios de que el protovasco
(o “proprotovasco”) no era una lengua aglutinante, sino analítica. Y en
lenguas más “cercanas” a nosostros, como las románicas y germánicas,
hemos sido testigos de una tendencia diacrónica hacia formaciones
analíticas a partir de otras flexivas. Además tampoco conviene olvidar
que las lenguas, como entes vivos, pueden presentar muchas
fluctuaciones, y en absoluto resulta adecuado ceñirnos a patrones
demasiado rígidos sobre tendencias o ciclos evolutivos. 174
172
E i n cl u so r a s go s t e nid o s co mo u n i ver sa le s li n g ü ís ti co s no lo so n t an to , y e l
ib ér i co ( d e ntr o d e s u r ar eza, s i se q uie r e d eci r a sí) p r e se n ta p r ueb a s d e ello . As í, lo s
he c ho s fo no tá ct ico s d el ib ér i co , al me n o s a p ar tir d e lo s d a to s q ue act ua l me n te
d isp o n e mo s, co ntr ad i ce n e l u n i ver sa l fo no ló g ic o n ú mer o 2 0 d e Mo r e no Cab r e r a ( c f.
Mo r e no Cab r er a, 1 9 9 7 , p p . 1 2 4 -5 ) : " S i u na le n g ua ti e ne CV C n t a mb ié n te nd r á
C n V C" , p u e s el ib ér ico sí ti e ne co d a s s il áb i ca s co mp lej a s, p er o no c a b eza s. E n la s
r azo ne s q ue ha n d ad o l u gar a e s ta e x cep c ió n o b v ia me n te no p o d e mo s e n t r ar .
173
La kar r a ( 2 0 0 5 ) .
174
E n r el ac ió n co n lo s mo d elo s e vo l ut i vo s q u e p u ed e n p r e se n tar la s le n g u as v u el ve a
ser i nt er e sa n te la co n s ul ta d e Mo r e no Cab r e r a ( 1 9 9 7 ) , so b r e to d o e l cap ít u lo 9
“U ni v er sal es d el ca mb io gr a ma tic al ” ( p p . 2 3 9 -2 5 2 ) .
93
El mismo planteamiento que nos ha llevado a rechazar que el
ibérico pertenezca a la familia de lenguas indoeuropeas (tomado este
término en sentido metodológico), también nos lleva a no relacionarla
con el grupo de lenguas afro-asiático, lenguas también flexivas, al que,
entre otras, pertenecerían las lenguas fenicia y bereber del norte de
África. Y lo mismo sucedería con cualquier otro grupo de lenguas de
tipología básicamente flexiva.
Con todo, y retomando la observación anterior, tampoco conviene
olvidar que dos lenguas en contacto (bien geográfico, bien por
cuestiones de otro tipo, como las relaciones comerciales, de prestigio
cultural o sociológico, etc.), pueden influirse mutuamente (aunque no
necesariamente equilibradamente) en muchos de sus rasgos,
especialmente léxicos, pero también de otro tipo, como morfológicos o
sintácticos, e incluso tipológicos.
Así pues, con las salvedades anteriores, y ciñéndonos a lo poco
que sabemos de las estructuras gramaticales ibéricas, podemos buscar
paralelos entre la tipología que parece presentar la lengua ibera y las
lenguas que presentan una tipología similar, es decir, se trata de buscar
paralelos con el resto de lenguas aglutinantes, como ya mencionamos
más arriba; no tanto para establecer relaciones de parentesco entre el
ibero y alguna de estas lenguas, lo que sin duda nos conduciría a un buen
número de aporías (y no conviene olvidar que diferentes grupos de
lenguas aglutinantes no tienen más relación entre sí que el mero hecho
de ser precisamente eso, aglutinantes), sino para entender mejor los
modelos estructurales en los que se asientan las lenguas de este tipo, y
así intentar transvasarlos, o buscar similitudes, a la presumible tipología
ibera; pero siempre con todas las reservas posibles y una buena dosis
crítica (lo que no significa un excesivo escepticismo).
El número de lenguas aglutinantes al que podríamos hacer
referencia, siendo cronológica y geográfica generosos, es variado, pero
dentro de éste podemos incluir: el sumerio, el elamita, el hurrita, las
lenguas dravídicas, los diferentes grupos de lenguas caucásicas, las
lenguas altaicas, las lenguas urálicas y, por supuesto, el vasco. 175
Por tanto, teniendo en cuenta algunas de las características
estructurales de estas lenguas (no todas, por supuesto), vamos a
continuación a ver si éstas son aplicables (o pueden ofrecernos algún
indicio sobre el funcionamiento de algún aspecto concreto), aunque sea
en parte, a lo que podemos vislumbrar de la lengua ibérica a partir,
insistimos, de los pocos datos de que disponemos para ésta. Para ello,
realizaremos nuestro estudio atendiendo a los diferentes niveles de la
lengua, aunque algunos de ellos presentan una mayor posibilidad de
comparación tipológica.
175
U n i n ter e sa n te co mp e n d io d e e st ud io s so b r e l e n g ua s a n ti g u as d e d i f er en te s t ip o s
se p ued e e n co ntr ar e n W o o d ar d , ed . ( 2 0 0 4 ) . A d e má s, so b r e e l s u me r io e n p ar t ic u lar ,
y e n ca s tel la no , p ued e c o n s ul tar se J i mé ne z Z a m ud i o ( 1 9 9 8 ) .
94
no para el vasco. Precisamente el vasco posee un sistema vocálico de
cinco fonemas (exactamente igual que en castellano), aunque quizás en
otros tiempos fuera diferente. 176 El ibero presenta este mismo sistema
vocálico y no parece haber indicios de que el timbre, apertura, etc. de
una vocal en un elemento "léxico" afecte a otras del mismo (Cf.
balkaketur y balkeatin, o bikirtibaśki y aitikeltunki, o biteŕ y bitiŕ).
Por tanto, en este sentido, hasta donde nosotros podemos vislumbrar, no
parece producirse el fenómeno de la armonía vocálica en ibérico. No
obstante, esto nos llevaría a pensar que el timbre vocálico de un sufijo
dado puede tener valor morfológico distintivo (Cf. iŕike e iŕika), aunque
no cabe descartar que algunas de estas variaciones respondan también a
hechos dialectológicos o diacrónicos.
Bajo este mismo punto de vista poco puede decirse sobre el
sistema consonántico, pues encontramos lenguas con una gran diferencia
en el número de fonemas consonánticos, algunas con un número enorme
de ellos (como las lenguas caucásicas), y otras con un número mu y poco
superior al de las vocales. El número de éstos en ibérico no parece mu y
abundante (en realidad no sabemos con total seguridad si debemos
asignar a alguno de los supuestos sonidos del ibérico la categoría de
fonemas), y la oposición distributiva de éstos parece obedecer a varios
rasgos, e incluso estar "desequilibrada" (Cf. los tres fonemas oclusivos
sonoros frente a dos sordos). Así pues, no parece que se pueda obtener a
partir de estos datos ninguna conclusión relevante que afecte a la
tipología comparativa con respecto al ibérico en este sentido.
Del mismo modo, la estructura silábica de las diferentes lenguas
aglutinantes es mu y variada, por lo que pocos criterios comparativos
podrían afectar a la estructura ibérica, excepto que, como vimos, resulta
relativamente "original" o "atípica".
Finalmente, no debemos dejar de recordar que la fonología de una
lengua representa uno de los elementos que más sujetos están a
variación, por lo que establecer criterios estructurales comparativos
tomando éstos como base resulta cuanto menos problemático y poco
sólido, y esto es todavía más susceptible de ser tenido en cuenta a la
hora de establecer comparaciones entre lenguas.
176
P ar a e llo v éa se lo d i c ho p o r La kar r a ( 2 0 0 5 ) .
177
T a mb i é n la s le n g ua s f le xi v as so n, cla r o e s tá, r i ca s e n s u fij o s, p er o és to s
f u nc io na n d e o tr a ma n e r a, y lo s d i fe r e nt es val o r es gr a ma ti cal e s q ue i nd i ca n no so n
fá ci l me n te d i st i n g uib le s p o r e l gr ad o d e f u sió n q u e p r es e nta n ; es d e cir , no so n
u ní v o co s.
95
detectables en la lengua ibérica, y, de hecho, quizás pertenezcan a esta
categoría algunos elementos considerados como sufijos (cu ya distinción,
al menos categorialmente, no tiene por qué ser pertinente).
Otra cuestión, tal como vimos al tratar algunos de estos segmentos
y las diferentes hipótesis que se han planteado con respecto a ellos, es
dilucidar el valor que se puede atribuir a estos afijos o intentar vislubrar
a qué categoría semántica o morfológica pertenecerían, o también a qué
tipo de elementos léxicos son susceptibles de unirse.
No obstante, en este sentido se han hecho, como hemos ido
comprobando en páginas precedentes, interesantes intentos por distinguir
qué tipos de sufijos se unen a unos u otros tipos de elementos; y así una
vez esclarecido, por ejemplo, qué segmentos pueden ser antropónimos, se
ha podido establecer que los diferentes sufijos que aparecen con éstos
pertenecen al ámbito de los apelativos, por lo que, nuevamente teniendo
en cuenta criterios tipológicos que aparecen en otras lenguas
aglutinantes, otros sufijos que no se unen a éstos posiblemente
pertenecerán al ámbito verbal. Podríamos distinguir así, junto con otros
criterios que paulatinamente veremos, qué tipo de elementos pueden
calificarse como verbos. En éstos se han incluido, según diferentes
criterios, algunos de los cuales no siguen las pautas mencionadas, y
según diferentes autores, con propuestas no siempre coincidentes, las
formas ekiar, eban, biteŕok (con diferentes segmentaciones), baites,
iunstir, kaŕ, uskeike, entre otras.
Pero a pesar de todo, también podemos encontrarnos con
segmentos, algunos de ellos incluidos en el listado anterior, que, bajo
estos otros criterios, pueden ser verbos, y sin embargo también reciben
sufijos pertenecientes al ámbito de la onomástica. En este sentido, una
explicación bastante verosímil es que se trate de sustantivos verbales,
con lo que, gracias a este criterio combinatorio, podríamos comprobar la
existencia de esta nueva "subcategoría" gramatical.
Siguiendo este razonamiento, vemos que esta categoría que
llamamos verbal por oposición a la apelativa precisamente acusa una
mayor riqueza de elementos que se unen a los que la componen (o al
menos tener capacidad para ello, lo que no significa que tenga que
suceder necesariamente así siempre), pues una vez distinguida como tal
una de estas bases comprobamos no sólo que se le pueden unir varios y
variados sufijos (incluso estableciendo diferentes secuencias), sino
también prefijos (y/o infijos), e incluso otros elementos léx icos, dando
pie así a calificar el ibérico como una lengua incorporante, tal como
también indicamos más arriba.
Esta riqueza de elementos unidos a posibles bases verbales
también es compatible con lo que podemos comprobar en otras lenguas
aglutinantes. En éstas los diferentes afijos añadidos a una base verbal
pueden indicar diferentes valores (en ocasiones semejantes a los de las
lenguas flexivas, pero no siempre), algunos de los cuales hacen
referencia a otros elementos de la oración, que pueden estar explícitos en
ésta o no, tales como la implicación de persona (y no sólo como sujeto),
y la función que pueden desempeñar éstos en la misma.
Precisamente las lenguas que presentan verbos con estas
características (de concordancia "polipersonal", podríamos llamar),
96
suelen tener una estructura ergativa, y si toda esta estructura verbal es
aplicable a la lengua ibérica, también sería razonable que en ella
encontráramos elementos apelativos con una marca (o morfo) de caso
ergativo.
Volvemos con ello a la morfología (y tipología) nominal. Y como
ya vimos al tratar los diferentes sufijos, los mencionados -te y -ka han
sido considerados por diferentes autores y bajo diferentes criterios como
probables morfos con valor ergativo. 178 Y ello nos lleva, asimismo, a
establecer la existencia de un sistema casual en los elementos apelativos
ibéricos, con posibles sufijos aglutinados a la raíz de éstos, tal como
también hemos podido comprobar.
Curiosamente esta estructura gramatical en sus elementos comunes
es bastante coincidente con la tipología que presentan algunas de las
lenguas mencionadas más arriba, como el vasco, el sumerio y las lenguas
caucásicas (que nos han servido de guía simplemente porque lo que
podemos extraer de la lengua ibérica sí concordaba con lo ex puesto para
éstas), pero no con otras, que tampoco coinciden en estos aspectos con
las mencionadas antes, como las lenguas urálicas y las altaicas. Esto no
indica, obviamente, que estas lenguas tengan una relación genética entre
sí, sino simplemente que presentan un buen número de paralelismos
tipológicos en cuanto a su morfología, y este hecho puede deberse a mu y
diferentes razones.
Otra cuestión vuelve a ser establecer el valor de estos sufijos, o
incluso si son simplemente casuales o pertenecen a otro ámbito (de
derivación, posesivos, de estado, género, 179 categoría personal, etc.), tal
como sucedía con los posibles verbos.
En este sentido, la tarea que todavía queda por hacer es no sólo
establecer un elenco de elementos que puedan considerarse como afijos
(prefijos, infijos y sufijos), y por oposición un elenco de bases léxicas, 180
cosa nada fácil, sino también las relaciones paradigmáticas y
sintagmáticas de éstos, y tras ello intentar dilucidar, aunque sea en parte,
su valor léxico o gramatical, cosa que de momento todavía pertenece al
ámbito de lo hipotetizable.
178
Re mi ti mo s, p o r ta n to , a l ap ar tad o co r r e sp o nd ie nt e a la mo r fo lo g ía, d o n d e hace mo s
u n b r e ve co me nt ar io so b r e é sto s.
179
Au nq ue la ma yo r p ar t e d e l e n g ua s a gl u ti n a nt es c ar ec e n d e la d is ti n ció n d e l a
cate go r ía d e gé ner o e n s u s i ste ma o no má st ico , o , e n to d o ca so , p r e se nt a n o tr o t ip o d e
d is ti n cio ne s.
180
E n e st e se n tid o , r e co r d a mo s, p ued e r e s u lt ar mu y p r o vec ho s a l a lec tu r a d e la
me n cio n ad a o b r a d e E . Or d u ña ( e n p r e n sa) .
97
expusimos al principio de este apartado (y con las objeciones y
restricciones también mencionadas).
Ello nos llevaría a un esquema ideal de la sintaxis oracional
ibérica establecida del siguiente modo:
1) Sujeto, y si es ergativo, marcado morfológicamente (-ka ó –te, entre
otras posibilidades).
2) Complemento, posiblemente sin marca casual, como sería un supuesto
absolutivo.
3) Verbo, que sería además el elemento más susceptible de ser complejo.
Sin embargo, esto no siempre sucede así en los textos ibéricos, y
parecen darse en ocasiones otro tipo de secuencias. Y ello puede
obedecer a diferentes razones: Bien a la habitual dificultad de interpretar
con seguridad un elemento como verbo; bien a que la propia naturaleza
incorporante de éste produzca cambios (de estructura, elipsis, etc.) en el
resto de elementos de la oración; bien a la aparición de otros elementos,
cu ya naturaleza casi siempre ignoramos, que distorsionen este orden
ideal; bien a que este orden ideal en la práctica no lo sea tanto y pueda
aparecer otro u otros dentro de una secuenciación de palabras
relativamente libre; o bien simplemente a que nuestras hipótesis estén
equivocadas o no siempre seamos capaces de ver nuestros propios
aciertos.
Resulta obvio que algunas de estas dificultades podrían
solucionarse paulatinamente con el avance en el estudio de los textos
ibéricos (y la deseable aparición de nuevos hallazgos), pero creemos
conveniente ampliar brevemente algunos de los aspectos de éstas.
Entre los elementos que hemos dicho que pueden distorsionar, o
desdibujar, el orden básico sugerido podemos encontrarnos con otro tipo
de complementos, como por ejemplo los circunstanciales, que pueden
llevar o no marcas casuales (o llevarlas y no ser todavía discernibles
para nosotros); complementos de diferente tipo de subordinación, entre
los que se encontrarían los oracionales, cu yo funcionamiento,
estructuración o marcas tampoco conocemos; conjunciones, coordinantes
o subordinantes (que estarían en conexión con los complementos
oracionales anteriormente referidos), que unan segmentos no
necesariamente contiguos; y, especialmente, la denominada "declinación
en grupo", pues en ocasiones aparecen segmentos que parecen corroborar
su existencia, pero en otras ocasiones también aparecen segmentos en los
que podríamos hablar de concordancia casual, sin que por el momento
podamos estar seguros de que esta concordancia sea producto de una
hipercaracterización casual (de caso), con lo que lo habitual sería la
declinación de grupo, o ésta sea excepcional y responda a elementos
íntimamente ligados, pero no tanto para dar lugar a una "palabra"
compuesta.
A raíz de lo expuesto queda claro que a partir de presupuestos
tipológicos podemos entrever algunos hechos de la sintaxis ibérica, pero
sólo en sus rasgos generales, y que la concreción de éstos está sujeta,
pensamos, a un conocimiento más profundo de los datos morfológicos
con los que los sintácticos interactúan.
98
- Con respecto al ámbito del léxico ibérico quizás la comparación
tipológica puede ofrecernos a priori más bien poco.
En efecto, al no ser capaces de traducir, en sentido estricto,
ninguna palabra ibérica, sino sólo vislumbrar para alguna de ellas un
sentido aproximado, pocos paralelismos tipológicos podemos determinar,
para así establecer grupos de derivación, familias de palabras, campos
semánticos, etc.
Pero a pesar de todo esto, a partir de ciertas pautas que se dejan
entrever en la propia lengua ibérica, sí podemos determinar cómo se
estructuran algunos grupos de palabras y se comportan en su formación,
aunque en este aspecto no conviene ceñirse únicamente a lo que nos
puede decir la tipología de las lenguas aglutinantes, sino que puede
resultar útil ampliar este ámbito a los universales lingüísticos.
Como ya vimos en el apartado correspondiente, podemos
establecer con meridiana claridad qué tipo de elementos pueden ser
definidos como antropónimos (lo que ha sido mu y útil para ir viendo qué
segmentos pueden ser "morfos" nominales, y, a partir de aquí, seguir
indagando en el estudio lingüístico con nuevas hipótesis y conclusiones),
y del mismo modo cuáles de éstos no lo son (o posiblemente no puedan
serlo). La mayoría de éstos están conformados, a su vez, por dos
elementos (bisilábicos en su mayoría) yuxtapuestos. Y esto nos lleva a
concluir que la ibérica es una lengua que admite con relativa facilidad la
composición nominal.
Obviamente, los elementos que entran a formar parte de la
composición nominal mu y probablemente tengan significado por sí
mismos, es decir, estos elementos podrían funcionar como lo que
conocemos por "palabras independientes", y como suele ser habitual en
la composición en estas "palabras" entrarían componentes nominales y
también verbales. Otra cosa es determinar cuál sería su valor concreto (y
no digamos su significado), pero éste es un campo que continúa abierto,
mu y abierto, para futuras investigaciones.
Continuando con el ámbito antroponímico, gracias a algunas
inscripciones sepulcrales en las que se menciona a una difunta,
comprobamos que muchos de estos elementos presentan una serie de
sufijos, como -iaunin (o similares) o -eton, indicadores de nombres
femeninos. Con éste y otros indicios, podemos concluir que en el ibérico
también se daba el fenómeno de la derivación, hecho éste que, junto con
el de la composición, también es frecuente en las lenguas aglutinantes,
aunque no sólo en ellas.
Por otro lado, gracias a diferentes paralelismos tipológicos,
podemos intuir que algunos de los segmentos ibéricos pertenecen al
ámbito verbal, aunque otros se nos escapan; pero determinar ante qué
tipo o forma verbal estamos es algo que todavía no podemos concretar.
Finalmente, estableciendo paralelismos con otras muchas lenguas,
no sería descartable que aquellos segmentos con "poca carga fónica"
sean bien pronombres (algunos de los cuales admiten sufijos similares a
los de los apelativos), bien adverbios, etc.
Tras ello, y si aplicamos el criterio de coincidencia o paralelismo
sufijal establecido con los elementos onomásticos, podríamos distinguir
(aunque a veces es ciertamente difícil) qué elementos pueden incluirse
99
en el ámbito de los apelativos, sean sustantivos comunes, nombres
propios, o incluso adjetivos. Pero saber qué pueden ser no quiere decir
saber qué significan.
Por razones obvias, entre estos elementos podemos distinguir
algunos topónimos (aunque mu y probablemente no seamos capaces de
reconocer otros), algunos de los cuales son mencionados por otras
fuentes, aparecen en leyendas monetales, o se han transmitido (con
diferentes modificaciones) hasta nuestros días. En varios de estos
aparece el componente iltiŕ- (o ILI-) con lo que de nuevo vemos el
procedimiento de la composición. Este es uno de los elemento menos
opacos y hay bastante unanimidad en interpretarlo como "ciudad" o
similar, y mu y probablemente el otro elemento al que se une debe tener
valor adjetival, sin excluir el verbal.
Otro campo léxico que mu y probablemente tendremos ante
nosotros es el de los numerales (por definición, habitual en los
elementos contables). En este sentido se han hecho algunos intentos por
identificar la forma léxica de una parte de éstos, 181 pero de momento la
cuestión queda abierta, pues tampoco se pueden sacar conclusiones a
partir de los documentos en los que aparecen numerales escritos en cifras
(algunas de las cuales tampoco podemos identificar). Finalmente
tampoco podemos distinguir claramente si el sistema de numeración
ibérico tenía una base hexagesimal, decimal, vigesimal, etc., pues los
paralelismos que podemos establecer pueden contener cualquiera de
estos sistemas.
Nos quedaría así por intentar ver, una vez eliminadas en lo posible
otras alternativas (lo que no pocas veces no sucede), qué tipos de
segmentos podrían ser substantivos comunes. Entre éstos, como ya
vimos, y tampoco siendo exhaustivos, se han identificado con mayor o
menor grado de probabilidad (y, como se puede comprobar, algunos
también se han identificado como verbos, lo que testimonia el grado de
"hipotetización" en el que nos movemos) los siguientes:
abaŕ, baites, baseŕ, batir, biteŕ, biuŕ, borar, eban, ekiar, iltiŕ,
iltun, iunstir, kalir, kaśtaun, kutur, neitin, śalir, seltar, uskeike.
Ante tal variedad poco se puede decir, como no podría ser de otra
manera, desde un punto de vista tipológico, aunque creemos que sí
conviene destacar el elevado número de elementos que terminan por -r o
-ŕ, y también por -n, pero no sabemos si ello obedece a la casualidad
(que sería mucha), o a tratarse de algún elemento morfológico, o bien ser
algún tipo de identificador (lo que sí podría tener paralelos tipológicos).
Para terminar querríamos insistir en que la comparación tipológica
no debe confundirse con la comparación léxica. Establecer ésta entre
elementos cu ya semántica ignoramos y otros con los que los primeros
distan mucho bien geográfica bien cronológicamente puede inducir a
múltiples errores (y también a meras coincidencias casuales).
Recordamos que los elementos léxicos de todas las lenguas (además de
poder ser resultados de préstamos) están sujetos no sólo a variaciones
semánticas, sino también a transformaciones fonológicas que pueden
convertir una palabra en otra aparentemente diferente, y cu yas
181
C f. E . Or d u ña ( 2 0 0 5 ) .
100
características concretas de cambio y diacronía ignoramos. Y esto es
todavía más problemático, como ya indicamos, cuando se comparan
elementos breves con poca carga fónica, al igual que sucede con los
componentes gramaticales, en todos los cuales debemos tener mu y
presente la cuestión de la homofonía.
Por ello, pensamos que sólo es loable, para una lengua tan poco
conocida como el ibérico, establecer comparaciones interlingüísticas
desde un punto de vista tipológico, y con su ayuda seguir su estudio con
criterios internos.
182
E n es te se n tid o se h an r eal iz ad o d i fe r e nt e s e st ud io s y p r o p ue st as, co mo ,
esp e ci al me n te : F. B el tr án ( 2 0 0 4 y 2 0 0 5 ) , M ª. P . d e Ho z ( 1 9 9 7 ) , M a yer y Vel aza
( 1 9 9 3 ) , S il go ( 1 9 9 6 b ) , y Ve laza ( 1 9 9 6 c y 2 0 0 3 a) .
101
Es algo habitual que las cartas contengan fórmulas de saludo y de
despedida, y sin duda algunos de los elementos que aparecen en los
plomos (siempre y cuando no se hayan perdido en aquellos que no
conservamos enteros) deben corresponder a estas fórmulas.
De modo semejante, en contratos o documentos legales es habitual
encontrar una fórmula introductoria, el tipo de contrato, etc., y en qué
consiste, así como las personas o entes afectados por éste.
Pero, y esto es lo que aquí nos interesa, en este tipo de documentos
puede aparecer obviamente, con gran variedad en muchos sentidos,
cualquier cosa susceptible de ser dicha, con lo que en los textos ibéricos
sobre plomo nos podemos enfrentar a toda la riqueza que posee una
lengua, en sus aspectos morfológicos, sintácticos y léxicos. Y es por ello
por lo que este clase de documentos resulta mu y adecuada para intentar
profundizar en el estudio de la lengua ibérica. Posiblemente de momento
no podremos llegar a conocer su significado, pero sí podremos cotejar
los elementos que disponemos para enfrentarnos al estudio de su
estructura y tipología.
Sin duda nos enfrentamos ante ellos a muchas dificultades y
cometeremos muchísimos errores y malinterpretaciones. Pero para
subsanar un error, primero hay que percatarse de que lo es; y para
interpretar bien algo, primero hay que distinguir qué interpretaciones son
malas.
102
8.- Breve análisis de un texto ibérico (C.1.24) .
---Comentario general:
---Dibujos: 184
183
P ar a e st e e st ud io no q uer e mo s ab r u ma r a l l ec to r co n e x ce si v as no ta s a p ie d e
p ág i na co mo és ta. L a ma yo r ía d e lo s co me n ta r io s r eal izad o s so b r e é l ap ar e ce n e n
lo s tr ab aj o s q ue h a n l l ev ad o a cab o d i f er e n te s e st ud io so s ( p ue s aq u ello s q u e so n
es tr ic ta me n t e n ue st r o s s o n mí n i mo s y se i nd i ca n co mo tal es ) . E sp e cia l me n te p ued e
co n s u ltar s e, ad e má s d e la o b r a co n la p u b lic ació n d el te x to m en cio nad a a
co n ti n u ació n : U n ter ma n n ( 1 9 9 6 ) , De Ho z ( 2 0 0 3 ) , y Or d u ña ( 2 0 0 5 , p p . 2 7 1 -2 8 4 ) .
So b r e al g u na s c ue st io n es d e l e n g ua el lec to r p u ed e r e mi tir se a l o s ap ar t ad o s
co r r e sp o nd ie n te s d e lo s te ma s tr a tad o s, a s í co mo a la b ib lio gr a fía al lí i n d icad a .
184
Dib uj o s fac il it ad o s p o r J o an Fer r er , a q ui e n d e s d e aq uí a gr ad ezco s u d e fer e nc ia.
103
I l us tr a ció n 6 : D ib uj o s d e la i n scr ip ció n C.1 .2 4
---Lectura:
El plomo, tal como vemos, aparece varias veces plegado pero está
escrito por ambas caras, dejando la parte más visible de la exterior, una
vez plegado, con un texto transversal, y de tamaño no mucho mayor, al
resto del texto de esta misma cara.
Este texto transversal, que consta, como se puede comprobar, de
una sola palabra correspondiente a un onomástico, posiblemente
indicaría el destinatario (o con menor probabilidad el remitente) si el
documento fuera una carta, o el poseedor del mismo, si este documento
fuera un contrato o indicara algún tipo de posesión, o incluso aquél a
quien hace referencia el documento, si éste fuera una especie de
documento de archivo.
104
La lectura del texto no se ve dificultada en exceso por los pliegues
que se efectuaron en el plomo, pero éste aparece algo deteriorado en la
esquina superior izquierda (tomando como referencia la llamada "cara
A", la del último dibujo) y parte del borde derecho, lo que provoca
algunas lagunas que afectarían a un número reducido de signos.
Aunque con respecto a su lectura ha habido diferentes
discrepancias, para nuestro estudio emplearemos la que consideramos
más correcta, es decir, la efectuada por Untermann, pero con las
correcciones introducidas por J. Ferrer 185 sobre la lectura del signo v ,
que interpretamos como "ta" en lugar de la antigua lectura "bo".
C.1.24 186
C katulatien
---Comentarios particulares:
185
C f. J . F er r er ( 2 0 0 5 )
186
Co r r e gid o : t a = a nt er io r bo ( v )
105
secuencia neitin:iunstir (con interpunción interna o no), la primera
propuesta es la más factible.
Tanto esta secuencia como, sobre todo, su segundo elemento,
iunstir (con sus variantes), han sido objeto de muchísimas
interpretaciones, muchas de ellas sólidamente defendidas, aunque
ninguna ha sido unánimemente aceptada. Entre éstas interpretaciones
destacan, como ya vimos, las de o que signifique "conviene" o algo
parecido, o que se trate de la denominación de un cargo, o que
pertenezca al ámbito semántico de donación, o una fórmula de saludo al
estilo del Xai= r e griego.
Todas ellas son, efectivamente, perfectamente posibles, pero
remitiéndonos nuevamente a su aparición en otros textos (donde incluso
aparece repetido varias veces en uno de ellos), y basándonos en la
posibilidad (difícil pero no imposible) de que este plomo no contenga
una carta sino que se trate de algún documento jurídico, de propiedad o
compra-venta, queremos plantear otra propuesta, hipótetica pero también
factible.
Parece ser que este término puede usarse como fórmula
introductoria en algún tipo de texto, pero no exclusivamente (tal como
aparece en otros documentos), por ello sería aceptable suponer un
sentido similar a otras fórmulas introductorias de textos griegos (no
olvidemos que este plomo fue hallado en Ampurias, donde la relación
entre diferentes personas con lenguas diferentes produciría influencias
mutuas en su modo de expresión o, dicho de otro modo, calcos
expresivos), y así obtendríamos un valor semejante al término griego
tu/ x h| , o similar. Este valor pudiera ser además perfectamente compatible
con el término que aquí, y en otros lugares, le precede.
Efectivamente, neitin ha sido interpretado como uno de los
elementos que forman parte de los compuestos antroponímicos ibéricos,
y, junto con los más arriba mencionados, con la misma terminación -tin
o -ti-n, forma un grupo relativamente compacto. Con ello, si tenemos en
cuenta que en varias ocasiones forman compuestos con otros elementos
que mu y probablemente son sustantivos (como iltiŕ o iltun), es mu y
posible, según nuestro criterio, que formen parte de una categoría
gramatical concreta, como la de los adjetivos.
Ciertamente, encontramos este elemento -tin unido a otros
segmentos que difícilmente podrían pertenecer a lexemas verbales, 187
aunque no siempre sucede así; lo que no obsta para que -tin- pueda
seguir interpretándose como adjetivador de verbos (resulten éstos
participios o no). 188
Obviamente, que -tin aparezca como terminación habitual de
componentes onomásticos puede interpretarse de muchas otras maneras,
pero mientras no estemos seguros de su posible valor, nuestra hipótesis
nos parece perfectamente factible y, si no sólida, sí al menos plausible.
187
P ar a u na p o sib le i n ter p r eta ció n d e se g me n to s ver b ale s y lo s cr i ter i o s p ar a s u
d eli mi t ac ió n vé as e E . O r d u ña ( 2 0 0 5 ) . Co n o tr o s cr i ter io s vé as e ta mb ié n J .Ro d r í g ue z
Ra mo s ( 2 0 0 0 d ) y A. Q u i nt a ni ll a ( 2 0 0 5 ) .
188
No o b st a nte , t a mb i é n p o d e mo s e st ar a n te d o s s u fij o s ho mó gr a fo s ( no ta n to
ho mó fo no s, p u es e n e l p lo mo d e Al co y t e ne mo s l a s te r mi n acio n es – t in y – d i n) co n
d i fer e n te v alo r y q ue se u ne n a d i f er e n te s “cl as e s” d e p a lab r a s.
106
Esta hipótesis se ajustaría además a la interpretación que estamos
dando sobre el valor inicial del texto que tratamos, es decir, es mu y
posible que la fórmula introductoria con la que éste se inicia constara de
un adjetivo más un sustantivo (siguiendo el orden habitual esperable de
determinante + determinado). Lo que no podemos saber, claro, es el
valor concreto de neitin, pero si seguimos buscando paralelos en otros
textos griegos sin duda, y remitiéndonos a nuestra interpretación de
iunstir, tal fórmula vendría a ser paralela (lo que no quiere decir que
signifique lo mismo) a a) g aqh| = tu/ x h| . 189
La interpretación que acabamos de dar para -tin podría a priori
plantearnos problemas ante el siguiente segmento del texto: tautikote,
pero consideramos que no es necesariamente así.
Dicho segmento podría subdividirse como tauti-ko-te. Según esto
tauti podría ser una variante (quizás con escritura defectiva) de tautin,
con lo que tendríamos otro elemento “adjetival”, pero la sílaba que le
sigue, “ko”, es habitual como formadora de nombres de persona “no
compuestos”, es decir añadidos a un elemento onomástico único, como
Edeco o Austinco, por lo que a pesar de que tauti(n) pudiera ser un
adjetivo, no hay inconveniente en considerar la posibilidad de que éste y
otros similares sirvan, mediante diferentes procedimientos, para formar
bases o partes de nombres de persona. Así, con una nueva segmentación
quedaría como tautiko-te, con un sufijo, como hemos visto, mu y
frecuente, al que se le han asignado diferentes valores.
Entre éstos destaca el de agente (lo que, como dijimos, no ex clu ye
los que se pueden atribuir a un ablativo o a un ergativo), y así podríamos
proponer hipotéticamente para este segmento la traducción de “(algo
hecho) por Tautinko” ó “Tautinko (hizo algo)”.
El segmento siguiente katu[---/---]tien, aunque coincide con dos
lagunas en el texto, puede interpretarse perfectamente como katulatien,
que es precisamente la palabra que quedaba visible, con escritura
transversal, al quedar plegado el plomo, en el llamado texto C.
Se trata, sin duda, como ya adelantamos, de un nombre de persona,
quizás de origen galo, a juzgar por su forma, con un sufijo –en al que
habitualmente se le ha dado el valor de genitivo.
Aunque no es apreciable la interpunción entre este segmento y el
siguiente, se trata sin duda de dos elementos diferentes.
En banitiŕan nos encontramos con una “palabra” con tres
elementos bastante recurrentes: ban-, -itiŕ- y –an.
Así, ban es un elemento que encontramos actuando tanto en
posición de prefijo como de sufijo (y en no pocas ocasiones sufijado éste
también), e incluso como elemento independiente (especialmente en
leyendas monetales). Mu y posiblemente en éste y otros casos que
aparece como elemento inicial se trate de un segmento incorporado a una
base verbal o que haya quedado morfologizado con respecto a ésta. Esto
desde luego no contradice el valor que se le ha atribuido como
indeterminado o numeral.
189
U na h ip ó t es i s si mi lar , a u nq ue d e sd e d i fe r e nt es cr it er io s, p la n te a Ro d r í g ue z Ra mo s
( 2 0 0 2 g, p p . 1 3 -1 6 ) .
107
Con respecto al segmento itiŕ ya hicimos alguna referencia al
tratar las secuencias biteŕ-ok- y sus variantes, donde efectivamente
vimos que biteŕ y bitiŕ podían ser variantes y que ambas podían
aparecer o no con la b- inicial. Estos elementos aparecen con cierta
frecuencia seguidos por el segmento –ok-, y en varias ocasiones éste
seguido a su vez de –an. Por tanto este segmento pertenecería a un
paradigma que presenta bastantes variaciones, lo que lo hace un buen
candidato para ser una base verbal. En esta ocasión aparecería con un
elemento incorporado (ban), sin prefijo labial (b), y sin sufijo –ok-
(posiblemente un morfema verbal), y con sufijo –an (también
posiblemente un sufijo verbal, y que también varias veces aparece tras el
mencionado –ok-). 190 Obviamente, nada podemos decir de su posible
significado.
Además resulta interesante constatar que dicha secuencia –itiŕ-,
aparece en otras tres ocasiones en este texto: sit-itiŕ-kaŕkan (A.7), ban-
itiŕ-kata (B.2) (con el mismo elemento ban- incorporado), y itiŕ-
oketetan (B.3) (en este caso con el sufijo –ok- y quizás también con el
sufijo –an). Además, también nos encontramos con la variante –iteŕ-
(A.9, la última secuencia del texto A), batiŕakaŕ-iteŕ-itan, por lo que
podríamos deducir que dichas variantes no responden a hechos
dialectales, sino de otro tipo (morfológicos o, menos probablemente,
fonéticos). Además, en B.1/2, vemos un mu y paralelizabale ban-teŕ-an,
que comentaremos más abajo.
Así pues, insistimos, nos encontraríamos ante un paradigma verbal
que haría referencia, con diferentes variantes, a una acción repetida a lo
largo del texto.
Finalmente ya vimos que –an es un sufijo mu y posiblemente verbal
(habitualmente terminal, aunque en ocasiones seguido de otros
elementos), aunque algunas veces también lo encontramos como final de
otros segmentos (como ban o eban), probablemente por homofonía.
Si hasta aquí quisieramos hipotetizar un acercamiento semántico a
lo que el texto nos dice podríamos aventurar la siguiente (pero,
insistimos, es sólo una posibilidad, no una auténtica traducción, en la
que cabrían muchísimas variantes, e incluso es mu y posible que en todo
lo que hemos dicho estemos totalmente equivocados, por lo que rogamos
al amable lector que tome esto como un mero “divertimento”, y si algo
de ello pudiera confirmarse posteriormente, pues mejor): “””Con buena
suerte. Tautinco lleva a cabo esto acerca de Catulatio”””.
190
So b r e la s r ec ur r e nc ia s y co nt e xto s d el s e g me nto – o k- p ued e ver se e l cap ít u lo
co r r e sp o nd ie n te e n e st a mi s ma sec ció n.
108
aquí nos limitaremos a un análisis estrictamente interno (o con
referencias a segmentos iguales o similares que aparecen en otros
textos), lo que no impide desde luego conjeturar hipótesis (siempre
mínimamente razonadas) sobre algunos criterios gramaticales, como ante
qué tipo de “palabras” o segmentos nos enfrentamos y a sus posibles
relaciones dentro del texto.
El siguiente segmento, biuŕtikis-e[, parece claro que se trata de un
nombre de persona, con elementos bastante recurrentes en otros textos,
sufijado por –e seguido de una ruptura. El problema es precisamente esta
ruptura, por lo que no podemos añadir nada más al respecto.
Le sigue beŕisetitiatin, “palabra” compleja en la que aparecen
algunos segmentos que pueden funcionar como elementos nominales,
como beŕi y quizás seti, además del elemento final –atin. El problema es
que el elemento beŕ por sí sólo es también bastante frecuente, aunque si
aquí lo separamos no tenemos paralelos para el resto de la secuencia,
mientras que una secuencia –tiatin sólo la encontramos en este texto.
Podría así entenderse como un nombre de persona trimembre, aunque
sería algo extraño (aunque no imposible) o algún tipo de cargo con un
sufijo adjetivador, pero dados nuestro conocimiento de la lengua no
podemos decir nada seguro.
Con respecto a nikokatiaŕibai tenemos un paralelo en A.7,
nikokaiatai/is, pero se nos presentan al respecto problemas añadidos.
Así si comparamos ambas “palabras”, coinciden en nikoka-, pero en este
caso parecería más probable separar nikokati, que, aunque no tiene
muchos paralelos, dejaría ver dos secuencias frecuentes: aŕi y bai. Aŕi
ha sido considerado como la base de un paradigma pronominal, y aparece
frecuentemente sufijado, aunque no por bai. Éste es, a su vez, un
segmento frecuente, pero no como final de secuencia, por lo que quizás
sería preferible hacerlo seguir del término de la línea siguiente, tuŕ-
kosbetan. No obstante, teniendo en cuenta la repetición del término
nikoka-, no deja de llamar la atención que quedaría una secuencia –ti-
extraña (nikoka-ti-aŕibai-), curiosamente igual que sucedía en la
“palabra” enterior, beŕiseti-ti-atin.
Continuando con (bai)tuŕkosbetan, tuŕ- ha sido considerado como
un lexema verbal, lo que es perfectamente factible, incluso prefijado,
pero por otra parte -betan también ha sido considerado como elementos
de compuestos onomásticos, mientras que una secuencia –kos-, aunque
existente en otros lugares, no parece que pueda ser paralelizable en este
caso. No obstante, en A.5 encontramos bin-tuŕ-kes-ka, y en A.8 i-tuŕ-
utan). Por ello es conveniente dejar en el aire toda interpretacción.
(Sobre un final semejante, aunque con diferente grafía, tinebetan, véase
más abajo).
Sí es destacable, en cambio, el final en –(e)tan, anteriomente leído
–bon. Se trata de un final de “palabra” relativamente frecuente, incluso
en este texto (aunque a veces con diferente grado de sonoridad en la
oclusiva). No obstante, también podría segmentarse esta secuencia como
–t- (segmento sin vocal 191 o con vocal elidida ante la siguiente) más el
191
Co n v ie ne te n er e n c u e nt a ta mb ié n q u e so n f r ec ue nt e s l a s sec u e nc ia s – et - e – it -
se g u id a s d e d i fer e nte s s u f ij o s.
109
conocido sufijo (verbal) -an, lo que podría corroborar que nos
encontramos ante la existencia de un verbo (cu ya fragmentación podría
quedar como bai-tuŕ-kosbe-(e)t(e)-an).
Por lo que se refiere a uskaŕe, tenemos como paralelos el principio
en us- (como en uskeike) y la secuencia kaŕ, entendida también como
lexema verbal (que aparece como gaŕ en alfabeto greco-ibérico), más un
sufijo –e, que, dada su brevedad, poco puede aportar en este caso. Si se
tratara de un verbo no dejaría de ser chocante que aparecieran dos (si la
anterior “palabra” también lo es) seguidos, aunque no es imposible.
A continuación siguen una serie de términos que coinciden en
presentar un mismo sufijo –ka (aunque en uno ellos ha y
desgraciadamente una ruptura donde debería estar precisamente éste, es
probable que también lo llevara): tie-ka, ultitikir-[, iŕkubaś-ka,
bintuŕkes-ka, y aitutiker-ka. Con excepción del primero de ellos, se
han considerado éstos como nombres personales (aunque para nosotros
bintuŕkes presentaría problemas para considerarlo como tal, quizás sí
fuera otro tipo de nombre). Con respecto al primero, tie-ka, al tener una
base tan breve pero aparecer en “concordancia” con el resto, quizás
pudiera considerarse como un (pronombre o adjetivo) presentador,
aunque no tenga muchos paralelos en otros textos.
A este sufijo –ka, mu y frecuente, se le han dado, como vimos,
diferentes valores, como el de ablativo, dativo o ergativo, aunque en este
contexto no podemos decantarnos por preferir ninguno de ellos (sólo
teniendo en cuenta que ya ha aparecido un término, más arriba
comentado, con un posible valor de agente, seguido de –te, y el lugar en
que aparecen éstos sería más descartable el valor de ergativo, aunque no
la de posibles acusativos o absolutivos).
De batita (antes leído batibo) poco puede decirse, aunque bati-
parece servir como base para un nombre (substantivo o adjetivo) con
diferentes sufijos, entre los cuales puede entenderse el –ta que aparece
aquí (cf. iltiŕ-ta), pero desconocemos su valor.
La secuencia tiŕatisukika también presenta cuestiones
problemáticas y abiertas a numersosas interpretaciones. Por una parte
nos encontramos con un segmento tiŕatisu con algunos paralelos
esporádicos pero difícilmente comparables. Aparentemente estamos ante
un compuesto bimembre pero no interpretable, a partir de los datos que
disponemos, como nombre de persona, por lo que podríamos estar ante
algún tipo de nombre indeterminado. Además, podemos ver que tenemos
una secuencia tiŕ, que nos recuerda la mencionada itiŕ sin la vocal
inicial, por lo que no sería descartable relacionar ambos segmentos
teniendo en cuenta que dicha i- inicial pudiera responder a algún tipo de
prefijo (no olvidemos que podemos observar una especie de alternancia
bitiŕ, itiŕ, tiŕ). Por otra parte, el segmento –ati- podría entenderse como
una escritura defectiva por –atin-, con elisión de la nasal ante una
silbante, aunque esto es difícil porque sí encontramos habitualmente
estas secuencias en ibérico. Además, no es completamente descartable
que la forma –su- pudiera responder a algún tipo de sufijo, vislumbrable
en otros textos.
Sea como fuera, y entendiendo la secuencia tiŕatisu como un
elemento en conjunto, nos encontraríamos tras éste con un doble sufijo –
110
ki-ka, o -k-ika. La terminación –ka (o su variante –ika) recuerda la de
los términos anteriormente analizados, por lo que podríamos estar ante
un hecho de concordancia. Además resulta atractiva la teoría 192 que
presenta un infijo –k- como pluralizador en ibérico, por lo que esta
“palabra” podría interpretarse como un elemento continuador o
resumidor de todos los anteriores (con la excepción del interpuesto
batita).
Como se puede comprobar, a partir de un simple segmento textual,
tan ilustrativo como éste, podemos conjeturar varias posibilidades, y,
además, abiertas debido precisamente a nuestros precarios conocimientos
concretos de la lengua ibérica.
En cambio (o además), ante itikotesun nos encontramos ante un
segmento bastante opaco. Podría entenderse un prefijo, como antes
comentamos, i- seguido de su segmento tik-o, cu ya primera parte no es
infrecuente. Pero se entiende mal una secuencia –te- que poco parece
tener que ver con el conocido sufijo. Sí podría enterderse la terminación
–sun, como la contracción de dos sufijos (si –su- lo fuera) -su-en. No
obstante todo esto no pasa de ser una mera conjetura.
Algo parecido puede decirse con respecto a la siguiente secuencia:
koronka. Para koron apenas tenemos paralelos, aunque podría
entenderse con una secuencia sufijada por –ka. No obstante cabe otra
interpretación, que no es otra que entender que esta secuencia forma una
unidad con la de la línea siguiente: tinkaŕ, y así entender un conjunto
koronkatinkaŕ, donde nos encontramos con otros elementos conocidos.
Efectivamente, podemos volver a ver una secuencia –atin- (no tanto –
katin-), con lo que, siguiendo nuestro planteamiento inicial, no es
descartable un adjetivo compuesto o algún tipo de nombre compuesto
adjetivizado, o incluso un nuevo onomástico compuesto, aunque
carezcamos de paralelos claros. Además, nuevamente observamos la
forma kaŕ posibilitada como lexema verbal, lo que no significa que
estrictamente sea un verbo, cosa improbable ante la “palabra” siguiente.
Ésta es sitiŕkaŕkan, que se presta a diversas interpretaciones. Así,
en primer lugar nos encontramos ante la secuencia sitiŕ, que podría
analizarse como el conocido elemento itiŕ con un elemento inicial s- (o
bien tiŕ prefijado con si-). En segundo lugar también encontramos el
recurrente segmento kaŕ (que también aparece como final en la “palabra”
anterior). Y finalmente una terminación –kan que puede segmentarse en
–k-an, quizás el infijo pluralizador más la terminación (¿verbal?) –an.
Según lo expuesto, nos encontraríamos ante dos lexemas verbales,
prefijado el primero y doblemente sufijado el segundo, lo que no sería
improbable en una lengua de carácter incorporante, o bien entenderse
como que uno de estos lexemas pudiera tener cierto valor de auxiliar (e
incluso entenderlo como una especie de causativo). Otra posibilidad, con
respecto a esta secuencia pudiera ser la del conocido sufijo –ka,
contraído con el final –an.
Con nikokaiatai/is volvemos a encontrarnos con la secuencia
nikoka- mencionada anteriormente como A.3. Aquí el problema consiste
en la secuencia siguiente –iatai/is, pues ésta es poco frecuente en su
192
C f. Ro d r í g ue z Ra mo s ( 2 0 0 5 a) .
111
conjunto. Además no sabemos si el segmento –is, que sí es relativamente
frecuente como final pero no tanto aislado, de la línea siguiente debe
entenderse como unido a –iatai- o no. En todo caso la secuencia –ii- es
poco frecuente en ibérico (aunque también puede enterderse, en el
cambio de línea, que una de estas vocales sea redundante).
Con respecto a beŕteike también encontramos secuencias
conocidas. Así, beŕ es bastante frecuente, y también encontramos en –
eike un claro paralelo con la “palabra” frecuente usk-eike. Pero además
también sería posible otra segmentación a partir de la base beŕ-, que ya
hemos visto en A.3, más un doble sufijo –te- e –ike. Aunque sería dificil
conjeturar qué valores podrían tener en este orden.
Con ituŕutan volvemos a encontrar el segmento i-tuŕ y una
terminación –an, con lo que probablemente podría considerarse un
verbo, o palabra con cierto contenido verbal, pues ante la abundancia en
esta fase de probables lexemas verbales habría que tener en cuenta que
tales lexemas pudieran usarse con otro valor. Además, entre ambos
elementos mencionados queda la secuencia –ut- cu yo valor se nos escapa
(aunque no sería descartable una relación “paradigmática”, por lo visto
hasta aquí, –et-/-it-/-ut-).
Del segmento inicial de lebosbaitan poco pude decirse, aunque la
parte final –baitan presenta más paralelos. Nuevamente encontramos una
secuencia –bai- o –ba- más –i- que podría entenderse como un prefijo.
Además también vemos la secuencia –itan ó –i-tan. De esta “palabra”
no estamos seguros si es final, pues aparece ante una ruptura; pero de ser
así nuevamente nos encontraríamos ante una relación de concordancia,
pues tanto ésta como la anterior y la siguiente acaban de igual forma
(con respecto a la cual tampoco es descartable una contracción –te-an,
con lo que, por lo que se refiere a ésta, obtendríamos un nuevo ejemplo
del elemento baite-s-).
La última “palabra” del texto A, batiŕakaŕiteŕitan, también se
presta a numerosas segmentaciones e interpretaciones. Otra vez vemos el
segmento tiŕ, aquí quizás prefijado con ba- (aunque la secuencia batiŕa
también aparece en otro texto). También encontramos la secuencia –kaŕ-
mu y frecuente en este texto. A continuación viene la secuencia –iteŕ-
mu y abundante en ibérico, pero que en este texto sólo aparece aquí (y,
como estamos viendo, es más frecuente –i-tiŕ-), aunque también puede
entenderse como un segmento –teŕ, que sí vuelve a aparecer (en el texto
B), del mismo modo que –itiŕ- puede entenderse como –i- más –tiŕ-. Y
finalmente el elemento final mencionado –i-tan. Así pues, y según lo
expuesto, nos encontraríamos, entre otras cosas, ante tres lexemas con
posible carácter verbal. Obviamente, podríamos deducir que aunque
efectivamente algunos de ellos puedan servir como base para formar
verbos, en este caso tendrían simplemente un valor léxico cercano al que
por otros medios serviría precisamente para realizar tal función, al
menos como desde la perspectiva de nuestras lenguas los entendemos. En
todo caso, es mu y probable que nos encontremos ante un verbo que
incorpora diferentes elementos.
112
semejante, cosa que parece bastante probable. E incluso su aparición en
este lugar puede ser congruente con el inicio de una segunda parte en el
contenido del documento.
Desgraciadamente, la siguiente secuencia i[ ]ata[ ]r aparece mu y
fragmentada, por lo que no podemos decir nada de ella ni de sus posibles
relaciones con el resto de secuencias (aunque en todo caso se aprecia un
final en –r, como la anterior śalir).
La siguiente secuencia, banteŕan, guarda claros paralelos con
banitiŕan comentada en A.2. Así, aunque la secuencia –teŕ- ó –tiŕ- suele
ir precedida de –i-, si la secuencia está prefijada por ban-, mu y
probablemente estamos ante un mismo paradigma, pues nos encontramos
con el prefijo ban- (con el posible valor indicado anteriormente), y el
abundante sufijo –an añadidos a una base verbal b/Ø-i/Ø-te/iŕ, cu yas
razones de diferenciación ignoramos, incluso en un texto como éste, con
una aparición tan recurrente.
La siguiente palabra también puede representar algunos problemas
de segmentación debido al final ya aparecido en –etan. No obstante el
final de esta secuencia puede coincidir con el resto sólo aparentemente,
pues el signo ibérico para “ta” aquí es t , mientras que en el resto es v
(que anteriormente, como comentamos, era leído como “bo”), por lo que
es posible que estemos ante una cuestión de la homografía que afecta a
nuestras transcripciones. Según esto nos encontraríamos ante un
componente nominal betan añadido a tine, que no había sido
considerado como tal, pues aunque aparece en otros contextos,
posiblemente coincide, en muchos de ellos, por razones de homofonía. Si
se tratara de un nombre de persona obtendríamos una serie semejante a la
de A.2 (banitiŕan/banteŕan + nombre de persona).
A continuación volvemos a encontrar la conocida secuencia ban-
itiŕ- en este caso seguido por –kata, que posiblemente se trate de un
doble sufijo.
La siguiente secuencia salaker, aunque con matizaciones, mu y
posiblemente se trate de otro nombre de persona.
Y a continuación, ante itiŕoketetan, de nuevo nos encontramos
con el segmento itiŕ-, en este caso sin prefijo, pero sufijado con –ok-
que es, tal como vimos, mu y frecuente precisamente tras este posible
lexema y sus variantes, por lo que nos parece un claro morfema verbal,
aunque en este texto sólo aparece en esta ocasión. Toda la secuencia
aparece sufijada por el frecuente –an, mientras que en medio nos
encontramos con el segmento –etet-. La segmentación interna de éste
resulta problemática, pero si comparamos las terminaciones en otros
textos, -ok, -okan, -oketan, -oketine, -oketetine, se podría conjeturar
que estamos ante un infijo –et-, en este caso reduplicado (con un
paralelo en biteŕoketetine). Obviamente, el valor y la posibilidad de que
un infijo pueda o no aparecer y reduplicarse o no es algo que se nos
escapa.
La doble aparición de esta base –itiŕ- de forma tan próxima pero
no contigua da desde luego que pensar, y más si añadimos la forma con
el segmento –teŕ-. No conocemos las razones de ello, pero sí podemos
establecer un cierto paralelismo “secuencial”:
113
śalir + ? (¿nombre de persona?) + ban-teŕ-an
Nombre de persona + ban-itiŕ-kata
Nombre de persona + itiŕ-oketetan
Según esto, y sólo como hipótesis, parece que con respecto a śalir
tres personas tuvieran que realizar una misma acción (teŕ/itiŕ) con
diferentes variantes. Obviamente, es muy aventurado postular esto, pero
es una posibilidad que puede quedar abierta.
114
nombre de persona, y aquí quedaría resaltado (y más visible una vez
plegado el plomo) como destinatario de la carta o, como mantenemos
como hipótesis, como referencia al afectado por el documento. En
ambos casos el posible valor de genitivo de la terminación –en sería
aceptable.
]tin (A.1)
(tautikote) (A.1)
beŕisetitiatin (A.3)
koronkatinkaŕ (A.6/7)
(tinebetan) (B.2)
iunstir (A.1)
iunstirika (B.4)
banitiŕan (A.2)
banteŕan (B.1/2)
banitiŕkata (B.2)
banitiŕan (A.2)
(tiŕatisukika) (A.6)
sitiŕkarkan (A.7)
(batiŕakaŕiteŕitan) (A.9)
(banteŕan) (B.1)
banitiŕkata (B.2)
itiŕoketetan (B.4)
banitiŕan (A.2)
(bai)tuŕkosbetan (A.3/4)
sitiŕkarkan (A.7)
ituŕutan (A.8)
lebosbaitan (A.8)
batiŕakaŕiteŕitan (A.9)
banteŕan (B.1/2)
(tinebetan) (B.2)
itiŕoketetan (B.3)
biuŕtikise[ (A.2)
beŕisetitiatin (A.3)
beŕisetitiatin (A.3)
beŕteike (A.8)
115
nikokatiaŕi(bai) (A.3)
nikokaiatai/is (A.7/8)
(bai)tuŕkosbetan (A.3/4)
bintuŕkeska (A.5)
ituŕutan (A.8)
tieka (A.4)
iŕkusbaśka (A.5)
bintuŕkeska (A.5)
aitutikerka (A.5)
tiŕatisukika (A.6)
(koronka) (A.6)
(sitiŕkarkan) (A.7)
iŕika (B.3/4)
iunstirika (B.4)
koronkatinkaŕ (A.6/7)
sitiŕkaŕkan (A.7)
batiŕakaŕiteŕitan (A.9)
116
EPÍLOGO.
117
Todo conocimiento humano nunca debe entenderse como completo.
Afortunadamente siempre queda algo por aprender. Desde un punto de
vista del conocimiento lingüístico esto es algo que está bastante claro, y
especialmente evidente para los estudiosos del ibérico, del que como se
habrá notado, apenas sabemos nada. Sin embargo, sintiéndonos
optimistas, el hecho de que de algo no se sepa casi nada implica que
queda muchísimo por conocer, y esto, como creemos que hemos dejado
patente, es algo que se puede aplicar con bastante propiedad, insistimos,
a la lengua ibérica (aunque no sólo a ella). Este conocimiento está lleno
de dificultades y el camino hasta (o mejor, a través de) él avanza mu y
lentamente. Pero, como dijo el poeta, se hace camino al andar. Mu y
probablemente nunca encontraremos en ibérico una Ilíada, un Quijote o
algunas gracias catulianas, pero sí otras cosas. Y si están no cabe duda
que sería mu y interesante entenderlas.
Si con esta obrita el amable lector es capaz de apreciar los avances
que en este sentido se produzcan, o puede interpretar su significado, por
mínimamente que sea, o que incluso se sienta inspirado para contribuir,
aunque sea modestamente, en éste, creemos que el esfuerzo y el empeño
por realizarla habrá merecido la pena. Además de ser merecedor de un
afectivo abrazo, claro.
118
***BIBLIOGRAFÍA.
**OBRAS GENERALES:
119
---Finalmente, resultan imprescindibles los diferentes volúmenes
publicados por J. Untermann (y D. Wodtko) bajo el nombre génerico de
MONUMENTA LINGUARUM HISPANICARUM, en los que se recogen
los textos aparecidos, hasta la fecha de su publicación, en las diferentes
lenguas paleohispánicas, y que inclu yen diferentes estudios epigráficos,
históricos y lingüísticos (en alemán), así como abundante bibliografía:
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