Karpus Minthej
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LETRAS LIBRES NOVIEMBRE 2013
Jordi Garca Bergua se suicid a los veintitrs aos y dej una sola obra: la excepcional Karpus Minthej, poco conocida en el medio. Se trata, nos dice Domnguez Michael, de la nica novela verdadera del modernismo mexicano.
NA NOCHE DE ENERO DE 1979, Rafael Castanedo, amigo de la familia, irrumpi teatralmente, como l era, en casa. Lloraba porque se haba suicidado un joven discpulo suyo, gente de cine como l. Sali mi pap a recibirlo y lo dej consolndolo en la biblioteca, en los sillones de mimbre separados por un tablero de ajedrez profesional. Me pidieron un par de brandys y me retir. Al doctor Domnguez le gustaba que yo sirviese los tragos en ocasiones intempestivamente solemnes. Lo crea, supongo, inicitico. Pocos aos despus at cabos: la persona cuya muerte haca sollozar a Rafael era Jordi Garca Bergua, el autor de Karpus Minthej, que el FCE publicara por primera vez, ya en forma pstuma, en 1981 y que en breve se reeditar acompaado de estas lneas mas. Oportunamente, sus hermanas, Alicia, poeta, y Ana Garca Bergua, novelista, ambas muy activas en la vida literaria mexicana, han agregado a esta nueva edicin de Karpus Minthej un puado de poemas poco conocidos o inditos de aquel suicida de veintitrs aos, que son de utilidad para entrever la catadura artstica del autor de una novela excepcional.
A pesar de que sus hermanas han estado presentes en mi vida a lo largo de ms de treinta aos, apenas si he visto alguna fotografa de Jordi Garca Bergua, hijo de Alicia Bergua y del crtico de cine hispano-mexicano Emilio Garca Riera. Desconozco, a su vez, los detalles de su vida y de su muerte. Tampoco me ha interesado conocerlos: cuando le por vez primera, tan pronto apareci, Karpus Minthej, apremiado por Jos Ramn Enrquez, era la obra pstuma de un adelantado, una especie de joven-viejo que haba decidido sumarse al paraso infernal de quienes desean ser los elegidos de los dioses. Como abismo y como espejo, Karpus Minthej era ms que suciente. Saber ms era una indiscrecin peligrosa para alguien que tena diecinueve aos en 1981. Me era suciente con asociar su fracaso con su triunfo a travs del suicidio, pues como Chatterton, Von Kleist o Michelstaedter, dej Garca Bergua una esfera que incluye indivisible, otante y dorada a la vida y a la obra. Mucho de ello, de la leyenda del suicida joven y genial, se difumin a travs de aquel primer ensayo mo sobre Karpus Minthej. Y cumplido mi propio medio siglo, cuando los muertos jvenes quedan en calidad de nuestros menores, muertos casi nios, no creo que una vida cercenada a los veinte aos incluya una biografa interesante. Todo lo que l fue, creo, sobrevive en su nico libro y en los poemas recuperados.
la promovimos, como tambin lleg a decirse, solo por complicidades de cogulla o conventillo. Otros lectores corroborarn si, en algo o en mucho, tenamos la razn. Los reparos a la novela, acaso muy profesionales, tal como los desplegu en mi ensayo de 1989, ya no me parecen decisivos, o porque actualmente disfruto de cierta sabidura o porque soy un caso perdido de admiracin por mi propia adolescencia. Todo en Karpus Minthej lo encuentro bien puesto, a lo largo de una novela presentada como un manuscrito firmado en agosto de 1899 por Joseph K. Maturin, biznieto del autor de Melmoth, el errabundo (1820), novela gtico-romntica frente a la cual Garca Bergua escribi la suya. El libro naliza con tres apndices. Uno reporta la muerte del padre de Karpus, personaje importante del libro, en 1905; otro la del narrador, en Pars, en 1904; y un tercero, hallado proverbialmente en 1946, que se trata de un manuscrito rmado por un viejo K. Minthej donde entramos, al n, al inerno personal de este antihroe byroniano. Karpus Minthej, como lo dijo uno de sus pocos lectores comprometidos, Emiliano Gonzlez, es una biografa espiritual narrada por Joseph K. Maturin, que obviamente representa la unin entre el siglo de Lord Byron y el siglo de Kafka. Noble albans nacido en 1876 y educado en Inglaterra, Karpus viaja primero a Venecia; despus, tras su amada Charlotte, a una Grecia rarsima, segn Gonzlez, donde se revela como un dandi transformado en asesino.
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La historia del libro ha sido tristona. Al entusiasmo de unos pocos ha seguido el silencio, la indiferencia y, en algunos casos, cierta inverecundia: entre quienes hace ms de diez aos se paseaban por Madrid o Barcelona, antes de que la crisis econmica volviese a darle su justo valor a la cultura espaola y se autopromocionaban como los primeros mexicanos en atreverse a abandonar el rancho grande escribiendo sobre nazis, lsofos griegos o franceses, Europa y la cristiandad, etctera, abundaban los olvidadizos. Entre los libros escritos por mexicanos que no trataban sobre Mxico lo cual era vendido como una revolucin astronmica, cuya existencia les ocultaban aquellas estrellas fugaces a los cndidos periodistas peninsulares para darse importancia de adanes o colones, estaba Karpus Minthej junto a las obras, nada menos, de Arreola y Elizondo, entre otros autores capaces de desmontar aquel teatrito. No todos, desde luego, haban ledo Karpus Minthej o saban quin haba sido Jordi Garca Bergua, porque entre los escritores tambin hay gente muy ignara o que se jacta de no leer a sus contemporneos, idiotez pertinaz cuando se torna precisamente en eso, en una jactancia. En n, la reedicin de esta novela es una nueva oportunidad para saber si quienes hemos apostado por ella nos dejamos impresionar por la buena prensa literaria que suele acompaar a los suicidas o si
Testamentaria quiz pero no inconclusa, Karpus Minthej es una novela terminada, metdicamente neoclsica.
Karpus nos habla de las mujeres que am y de sus volubles maestros particulares, ansiosos de inocularle, primero, el cancionero de Heine, y luego la losofa idealista alemana. El libro expone su filosofa moral, que en 1989 me pareca nietzscheana y ahora leo como una glosa de Schopenhauer. En 1981, Gonzlez, por cierto, adverta no compartir la ideologa ms que pesimista de las meditaciones sepulcrales que hacen de intermedios entre cada episodio. Jordi parece haber tomado a la letra la losofa expuesta por Villiers en Axel, que debe ser entendida en un plano puramente simblico: en la irrepresentable obra dramtica del wagneriano conde, Axel es un emblema y solo eso del rebelde absoluto, del hombre que exige ser ngel en un mundo de hombres-mono.*
* Emiliano Gonzlez, XXV. Karpus Minthej en Almas visionarias, Mxico, FCE, 1987, p. 97. Vale la pena llamar la atencin sobre ese excntrico que es Emiliano Gonzlez, nacido en la ciudad de Mxico en 1955, un escritor que se propuso, con desigual fortuna, ser un raro desde la adolescencia y quien es, para bien y para mal, un alma gemela de Garca Bergua.
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La hipersensibilidad decadentista, la estilizacin extrema que haca de Karpus Minthej la nica novela verdadera del modernismo mexicano aparecida anacrnicamente un siglo despus de las misas negras y de la Revista Azul y el ajetreo libresco de un lector imberbe que no pudo sino haber ledo en vez de haber vivido son las caractersticas esenciales del libro de Garca Bergua. En cuanto a su carcter nisecular decimonnico, Karpus Minthej es la obra de un escritor eminentemente visual, como lo calic Gonzlez con tino, y est escrita, para empezar, en una de las prosas ms claras y seductoras del pasado n de siglo. Yo no encontr, y la busqu ociosamente, alguna nota falsa, una negligencia. Testamentaria quiz pero no inconclusa, Karpus Minthej es una novela terminada, metdicamente neoclsica, pues ese romntico megatardo que fue Garca Bergua se propuso imitar a lo gtico y a lo byroniano pero, como tuvo genio, logr singularizarse imitando. Si su Venecia es tpica, su Grecia es salvaje, la de las estatuas coloradas, ms parecida a la que conoci Lord Byron dndose cuenta de que era un lugar para morir, y la verdadera locura de su autor la que quiz lo mat va aduendose, pesadillesca, de la novela. Karpus, como capitn de corsarios, nos lleva a un mundo distinto (atroz, por cierto) al de las primeras pginas: el tono es el de Poe en Narracin de Arthur Gordon Pym. Pasa, para decirlo en cine, de James Ivory a Raoul Ruiz: el mismo periplo encontrar, en sus poemas, el lector. Van de la calculada inocencia modernista o prerrafaelita a la degeneracin al estilo de Max Nordau, pasando por un lado cmico que tambin se asoma, con una timidez encantadora, en Karpus Minthej. Tambin en los versos de Garca Bergua sonren con la falsa sonrisa del gato de Cheshire algunos gatos eliotianos. Y no olvido, entre los poemas rescatados, una versin mexicansima de El desdichado, de Nerval. Pero eso no es todo: en el apndice III, cuyas pginas estn entre las ms genuinamente sdicas de nuestra literatura, la atmsfera viciada de manicomio, hospital y tortura huele a Sade, desde luego, pero tambin deja distinguir el tufo del Conde de Lautramont y de Artaud. Sin ese apndice, titulado Sweet Charlotte, rerindose a la amada de Karpus, quien acaso persiste en este mundo como muerta viva, la novela podra calicarse (o descalicarse) como un pastiche, es decir, como una reconstruccin articial de una manera artstica anacrnica. Pero ese apndice ja a la novela en los albores de otro n de siglo, el del siglo XX, porque Garca Bergua ejerci la innovacin retrgrada. El ajetreo libresco del que he hablado, fuente de reticencia frente a Karpus Minthej, en nada conspira para hacer de la novela una banalidad alcanzada gracias a una intoxicacin de escritura artstica. La prosa, insisto, nunca es recargada o preciosista y quisiera ejemplicar con algunas citas. Lase la llegada de Karpus a Venecia:
El vaporino, cerca ya de su destino, permiti a Karpus darse cuenta, desde la borda, de lo que era San Michele: una isla que estaba ocupada, en toda su extensin, por los muertos de todos los tiempos de Venecia; un inmenso cementerio coronado en un extremo por una iglesia a cuyos pies se hallaba el puente del desembarcadero. Mientras bordeaban, contemplaba en silencio la inmensidad de cruces blancas que, deslando frente a sus ojos, se erguan rmes e inamovibles de cara a un cielo que, no compartiendo una extraa impresin que l haba tenido siempre, era forzosamente para todos.
Finalmente, copio una escena del Karpus ya maldito y maldecido, en Grecia, cuando asesina a su el Mullingar:
Yo soy esta mujer se dijo Karpus. As me siento. De cualquier modo, querido Mullingar, nunca hubieras podido seguirme; menos an regresar a Inglaterra... Era mejor as. Habiendo dicho esto, se llev las manos al cuello y se despoj de la rosa de piedra que Ebrach le haba obsequiado. Entonces, abrindole los dedos al cadver de su joven amigo, deposit la piedra en la palma picoteada y volvi a cerrarle la mano suavemente. Despus dobl el grabado y se alej, apresuradamente, dejando atrs el buharro que haba cado, convertido en cenizas, sobre las brasas de la humilde fogata. Cuando llev ms de dos horas caminando y pudo ya divisar Pirgos a lo lejos, pens que debi haber sepultado al desdichado Mullingar. No haba dado ms de dos pasos emprendiendo el regreso cuando decidi que, despus de todo, no vala la pena. El da despuntaba. Te dejo frente al mar, querido amigo exclam levantando la voz, y descendi corriendo por una colina cubierta de olivos.
La obra de Gonzlez ha sido un desenlace posible, que no un desarrollo, de lo que habra podido ser la del autor de Karpus Minthej: una literatura sin maduracin, un huerto sellado, una buhardilla bajo llave. Deberan reeditarse Los sueos de la Bella Durmiente, de 1978 que le dio a Gonzlez, el ms joven en obtenerlo, el Premio Villaurrutia, Almas visionarias, de 1987, y algunos pasajes de su Historia mgica de la literatura, de 2007.
Hice la relectura de Karpus Minthej con el temor natural de que se derrumbara el mito que yo mismo haba contribuido a crear con un par de artculos e incluyendo a Jordi Garca Bergua en mis antologas y diccionarios. Pero la novela me pareci aun mejor que la primera y la segunda veces que la le. Algn da la volver a leer para despedirme de ella para siempre, pues ha estado estrechamente ligada, apenas histrica, a una vida anterior a mi trabajo de escritor y de crtico. Me repito y concluyo: un joven contemporneo que se mata y deja una novela ejemplar no es una sombra fcil de exorcizar. Vade retro, Karpus Minthej? Imposible. ~
Prlogo a la reedicin de Karpus Minthej, de Jordi Garca Bergua, que el FCE publicar prximamente.