2004 Donde Estan Las Llaves Catarata
2004 Donde Estan Las Llaves Catarata
2004 Donde Estan Las Llaves Catarata
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Total
Madrid
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El Grfico 1 refleja la evolucin del nmero de NMOK en la muestra anali-
zada. Pese a todos los posibles sesgos que pueda tener la muestra, parece claro
que tanto en la seccin local madrilea como en el total de noticias, el ao
1997 marca un punto de inflexin en cuanto a volumen de informaciones se
refiere. Antes, solamente existieron mnimos picos informativos en ocasin
de desalojos sonados, especialmente en Madrid, como refleja la superposi-
cin de las dos lneas en algunos momentos. Por el contrario, en 1997 la
cobertura informativa se incrementa exponencialmente, llegando a niveles
particularmente elevados durante 1998 y 1999. En Madrid ello est estrecha-
mente relacionado con la okupacin emblemtica del Laboratorio, cuyos oku-
pantes sabrn jugar hbilmente con los medios. En los ltimos semestres de la
muestra se aprecia un descenso de la atencin meditica dedicada al MOK por
parte de El Pas, debiendo destacarse un repunte del volumen de noticias a
principios de 2002, aunque ms suave y breve que el ocurrido a finales de la
dcada de los noventa.
TABLA 1
DNDE APARECE EL MOK EN LAS PGINAS DE EL PAS? TEMAS POR NMERO DE NOTICIAS Y EXTENSIN
TEMAS NMERO TOTAL Y POR CIENTO DE NMOK EXTENSIN (SUMA PALABRAS
EN LAS QUE SE TRATA EL TEMA* DE NMOK EN QUE SE TRATA
EL TEMA COMO PRINCIPAL)
Total Madrid Total Madrid
MOK u otros MS 184 (56,4) 95 (61,3) 34.456 19.187
Accin represiva (i.e. desalojo) 144 (44,2) 73 (47,1) 21.390 10.378
Proceso judicial 104 (32,9) 52 (33,6) 23.657 13.274
Polticas de vivienda y juventud 64 (19,6) 35 (22,6) 3.342 1.005
Delincuencia/terrorismo 43 (13,2) 21 (13,5) 9.913 2.713
Palabra okupa descontextualizada 42 (12,9) 5 (3,2) 14.893 1.130
Violencia okupa 29 (8,9) 16 (10,3) 3.268 2.855
Cultura 29 (8,9) 9 (5,8) 12.912 4.289
Urbanismo 28 (8,6) 19 (12,3) 4.698 3.676
Crnica poltica y social 27 (8,3) 12 (7,7) 12.831 5.187
Ocupacin de viviendas 17 (5,2) 13 (8,4) 4.251 3.377
Violencia ultraderecha 14 (4,3) 8 (5,2) 3.541 1.295
Total temas 725 (223,4) 358 (231,0) 149.152 68.366
Total noticias 326 155 326 155
* SE HAN CODIFICADO HASTA TRES TEMAS POR NMOK. LAS CIFRAS ENTRE PARNTESIS SON PORCENTAJES SOBRE EL TOTAL DE NOTICIAS.
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Esta evolucin en el volumen de la cobertura informativa resulta coherente
con la evolucin de los eventos de protesta del MOK en estos aos (Martnez, 2002;
Adell en este libro). As, los picos informativos coinciden con desalojos como los
de La Guindalera en Madrid, el cine Princesa en Barcelona y el teatro Princesa en
Valencia
15
. Ahora bien, no en todas las noticias se tratan los mismos temas.
La Tabla 1 muestra la frecuencia de los principales temas tratados en las NMOK
(columna 1). En cada noticia se codificaron hasta tres temas diferentes. Las distintas
categoras temticas han sido ordenadas en orden descendente segn el porcentaje de
NMOK en las que son tratadas. Los valores en la columna 2 indican la extensin total,
medida en palabras, de las NMOK en las que cada tema aparece como el principal
16
.
Como era de esperar, dada la definicin escogida de NMOK, el propio MOK
aparece como uno de los tres temas principales en ms de la mitad de las noticias,
seguido por las acciones represivas y los procesos judiciales
17
. Cabe subrayar la quin-
ta posicin en esta lista de los asuntos relativos al terrorismo y la sexta, de noticias en
las que aparece la palabra okupa sin referencia explcita al MOK. Otros temas a
mencionar son los de crnica poltica y social (donde se desarrollan parte de los
eventos de protesta) y las acciones de violencia de grupos de ultraderecha contra
colectivos okupas, un tema que no siempre se menciona al hablar del MOK.
Respecto a las diferencias entre las cifras del total de noticias y las relativas a la
seccin de Madrid, cabe destacar cuatro temas en los que parece existir una atencin
meditica mayor en la seccin local: los movimientos sociales, las polticas de vivien-
da y juventud, las polticas de urbanismo y la okupacin de viviendas (generalmente
llevadas a cabo por familias en una situacin econmica delicada). Por el contrario,
los okupas logran mayor visibilidad meditica en noticias relativas a cuestiones cul-
turales en las otras secciones (especialmente en las de difusin estatal), en las que,
por otro lado, hay un nmero creciente de noticias en las que se usa el vocablo
okupa sin un contenido especfico o sin relacin con el MOK (en gran parte de las
cuales es usada de forma despectiva o para descalificar al adversario)
18
.
En tercer lugar, si atendemos a los temas que (en trminos relativos) ms espa-
cio ocupan en la muestra analizada, vemos que (adems de los que se situaban en los
tres primeros lugares) existen otros que deben destacarse. As, las crnicas polticas
y sociales, los actos culturales y las noticias donde aparece el vocablo okupa de
forma descontextualizado, los cuales estaran sobrerrepresentadas, en comparacin
con su situacin en las columnas de la izquierda, especialmente en las pginas de
difusin estatal. En la seccin de Madrid, en cambio, las noticias clasificadas temti-
camente como palabra okupa descontextualizada y violencia ultraderecha ocupan
un espacio relativamente menor que en el conjunto del total.
235
LA BATALLA DE LOS MEDIOS
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Estos resultados sugieren que la presencia meditica del MOK, al menos en El
Pas, incluye slo en parte el conflicto social concreto ms relacionado con las
demandas centrales del movimiento: la problemtica de la vivienda, la especula-
cin inmobiliaria y, en definitiva, las polticas de reestructuracin urbana en la
tabla, polticas de juventud, vivienda y, hasta cierto punto, urbanismo. En este
sentido, Martnez (2002) seal el crecimiento de los precios inmobiliarios en las
dos ltimas dcadas, as como el aumento del desempleo y la precariedad laboral
como factores que habran incidido bsicamente en la juventud, parte de la cual
habra optado por organizarse en el MOK, con base a la denuncia poltica y pblica
que se hace a partir de las okupaciones.
Por otro lado, y atendiendo a la diferenciacin de Herreros (1999) en cuanto a las
actividades del movimiento, los resultados indican que los medios de comunicacin
tienden a recoger en mucha mayor medida las que se produce en condiciones extraor-
dinarias (i.e. desalojos) que aquellas que el MOK desarrolla de forma cotidiana, a pesar
de que estas segundas abarcan mucho ms tiempo que las primeras.
Segn el esquema de Pruijt, los datos apuntan a que, a rasgos generales, los
okupas ms numerosos en el Estado espaol son los entrepreunial squatters.
Aparece tambin la okupacin de viviendas que sera la ms relacionada direc-
tamente con la okupacin basada en la pobreza, aunque alejada de lo que seran
los ncleos del MOK. El resto de configuraciones tiene una representacin
mnima, al menos en las pginas de El Pas.
Por otro lado, la atencin prestada a los eventos de protesta, las acciones
represivas, los procesos judiciales derivados de las mismas y los temas de delin-
cuencia y terrorismo, no slo constata el valor informativo de las cuestiones de
orden pblico, sino que tambin seala el modo inicial de acceso del MOK a la opi-
nin pblica (i.e., la naturaleza del terreno sobre el que construye su imagen). Su
consolidacin en los medios es discutible, ya que, pese a que existe un nmero
apreciable de noticias centradas en el MOK, sus demandas no aparecen de forma
clara. Adems, el hecho de que el MOK aparezca en noticias sobre terrorismo y
delincuencia sugiere la existencia de una dimensin de criminalizacin en el pro-
ceso de configuracin de su imagen. Por ltimo, la importancia de las noticias en
las que aparece la palabra okupa descontextualizada sugiere que, de un modo u
otro, el trmino s ha entrado en la agenda meditica y en el vocabulario comn de
una gran parte de la poblacin.
En el siguiente apartado, el anlisis de las NMOK permitir discernir las dimen-
siones en las que se centran los discursos acerca de la identidad del movimiento, as
como la naturaleza y posicionamientos de los actores que participan en este proceso.
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JAVIER ALCALDE VILLACAMPA
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LA CONFIGURACIN MEDITICA DE LA IDENTIDAD PBLICA DEL MOK
Las menciones al MOK o a sus actividades de protesta no van siempre acompaa-
das de un discurso acerca de su naturaleza. No obstante, en un significativo 70,5
por ciento del total de noticias (i.e., 230 NMOK) y un 74,8 por ciento de la seccin
de Madrid (116 NMOK) han sido identificados elementos de construccin de la
imagen del MOK o de la definicin de su problemtica. Los siguientes epgrafes
detallan e interpretan los principales resultados.
EVOLUCIN EN EL TIEMPO
Evolucin temporal de la configuracin meditica de la imagen pblica
del MOK
El proceso de construccin de la identidad pblica del MOK en las pginas de El
Pas no es uniforme en el tiempo, sino que presenta cambios notables en su
intensidad:
GRFICO 2
EVOLUCIN SEMESTRAL DE NMOK CON ELEMENTOS DISCURSIVOS
Como puede apreciarse en el Grfico 2, la evolucin de las noticias con ele-
mentos discursivos relativos a la naturaleza del MOK sigue un patrn similar a la del
nmero total de NMOK (vase Grfico 1). As, mientras en los ochenta y primera
dcada de los noventa la frecuencia de NMOK es mnima y se concentra alrededor
237
LA BATALLA DE LOS MEDIOS
40
35
30
25
20
15
10
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1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002
Total Madrid
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de determinados casos (cine Princesa en Barcelona, La Guindalera en Madrid, tea-
tro Princesa en Valencia, los Laboratorios en Madrid...), a partir de 1997 crece
exponencialmente, alcanzando el cenit entre 1998 y 1999, decreciendo en el 2000
y 2001 para volver a repuntar algo el primer semestre de 2002. La tendencia actual
parece ser a decrecer. Por otro lado, tambin se observa una diversificacin de las
ediciones donde aparecen desde mediados de 1998 respecto a los aos anterio-
res, en los que las NMOK parecan ubicarse casi exclusivamente en las pginas
locales
19
.
M. Martnez (2002) identificaba como principales consecuencias de la
entrada en vigor del nuevo Cdigo Penal el incremento de la represin poli-
cial, as como de su visibilidad pblica y meditica y, paradjicamente, la expan-
sin del movimiento con un incremento exponencial de las okupaciones y de
las manifestaciones de apoyo al mismo. A la luz de los datos presentados en
esta seccin, parece confirmarse la correlacin temporal entre la cobertura
meditica del MOK y la intensidad del proceso de configuracin de su imagen
pblica.
La evolucin de otros indicadores presentes en la siguiente seccin refuerza la
interpretacin de estos resultados, que sealan los aos posteriores a 1996 como
los de mayor visibilidad, as como la recurrencia a casos concretos por parte de
El Pas.
Evolucin temporal de algunos datos contextuales
En cuanto al tipo de noticia, la muestra no permite encontrar patrones concretos
respecto a su evolucin temporal, ms all del hecho ya comentado de la acumula-
cin y concentracin alrededor de los casos recurrentes. As, en general, existen
algunas pocas que coinciden con determinados casos de conflicto donde hay
ms informaciones, predominando siempre las noticias clasificadas como
corrientes
20
.
Y lo mismo ocurre con las distintas fuentes, donde el predominio es de las
noticias firmadas por redactores o periodistas concretos
21
. En este punto, hay que
destacar una variacin temporal importante, ya que si bien en los aos ochenta El
Pas firmaba genricamente un 72,2 por ciento de las noticias frente a un 27,7 por
ciento de redactores, en los ltimos tres aos (2000-2002) se diversifican las
fuentes, invirtindose as la tendencia
22
.
Respecto a la dimensin de la violencia, y pese a que esta se estudiar con
mayor profundidad en una seccin posterior, debe destacarse su importancia
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para la muestra analizada, as como la identificacin de una serie de tendencias
longitudinales.
En primer lugar, la distribucin de frecuencias de las noticias que inclu-
yen informacin sobre acciones de protesta coincide, en trminos generales,
con la de las NMOK que hablan de eventos de protesta, menos en 1997, donde
aparecen ms eventos de protesta que acciones represivas. En la interpreta-
cin propuesta, el aumento de las okupaciones habra sido ms importante
que el incremento de la represin, tras la entrada en vigor del Cdigo Penal
de 1996
23
. Adems, el efecto de violentos desalojos como el del cine Princesa
o La Guindalera que habran sido percibidos como actuaciones muy despro-
porcionadas por parte de la opinin pblica
24
se habra traducido en un
aumento de los apoyos del MOK, as como del inters de la prensa en el tema
de la okupacin, haciendo ms costosa la represin abierta para las institu-
ciones
25
.
Por otro lado la cuestin de si se produce o no violencia por parte de la
polica es relevante en los ochenta, dado el escaso nmero de noticias en
general; muy importante en los noventa (sobre todo en los aos 97-98) y casi
inexistente en los tres aos siguientes. En el caso de la violencia ejercida por
parte de los okupas ocurre un patrn similar, pero siendo siempre menos
numerosas que las noticias en las que se menciona la violencia policial.
En un 49 por ciento de las NMOK se menciona a las Fuerzas de Seguridad
(FFS), por un 36,1 por ciento de las menciones a las instancias judiciales. Sin
embargo, debe sealarse que mientras el primero de estos datos se mantiene
constante en el tiempo, el segundo empieza a surgir con fuerza a finales de
1996, incrementando su intensidad de forma clara a partir de ese momento.
Y lo mismo ocurre con la variable elementos de construccin de la imagen
pblica del MOK, siendo ms relevante entre 1997-1999.
Por ltimo, se han contabilizado aquellas noticias que informan de que el
inmueble en cuestin se hallaba abandonado (o vaco desde haca aos) hasta
la okupacin. La evolucin temporal es similar a las anteriores, siendo poco
mencionado en los ochenta, ms en los noventa, mientras que en los ltimos
aos de la muestra casi siempre se menciona.
Es de destacar que no existen diferencias apreciables respecto al tipo de
propietario de los inmuebles okupados: pblico el 38,6 por ciento; privado un
54,6 por ciento y mixto un 6,8 por ciento.
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LA BATALLA DE LOS MEDIOS
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La importancia de quin escribe la noticia
Respecto a quin firma la noticia, existen algunas diferencias remarcables entre si
son noticias realizadas por periodistas o redactores concretos (RC) o, por el con-
trario, las firma genricamente El Pas (EP)
26
. En primer lugar, en estas noticias
genricas, los emisores de otros movimientos sociales, artistas, intelectuales, y
colectivos de vecinos todos ellos potencialmente aliados del MOK no consiguen
encontrar espacio.
Por otro lado y como caba esperar, en las noticias firmadas por RC se recuer-
da y se anuncian ms eventos, acciones y ocurrencia de violencia en sus distintas
versiones que en las genricas, fruto de la mayor investigacin que conlleva el pri-
mer tipo de noticias las cuales tienden, pues, a ofrecer ms puntos de vista. A este
respecto, sirva de ejemplo el porcentaje de NMOK en las que se nombra a otras
organizaciones sociales, siendo un 65,7 por ciento las firmadas por un periodista
concreto, frente a un 13,3 por ciento de las genricas.
En esta mayor riqueza de detalles destacan dos aspectos directamente relacio-
nados con la imagen pblica del MOK: a) cuando se menciona al propietario (75,0
por ciento RC por 22,2 por ciento EP) y b) cuando se informa de que el inmueble
estaba abandonado (75,4 por ciento RC por 36,4 por ciento EP). As, cabe pensar
que el hecho de omitir esta informacin perjudica la valoracin favorable del movi-
miento, puesto que puede dar lugar a interpretaciones errneas acerca del objetivo de
las okupaciones. Por ello, el mayor detalle de las noticias realizadas por periodis-
tas concretos supone un (potencial) aliado para el MOK.
Finalmente, cabe destacar las menciones a las FFS y a las instancias judiciales.
Mientras en las primeras no han podido hallarse diferencias significativas, las
segundas aparecen con mucha mayor frecuencia en las RC (65,7 por ciento) que en
EP (28,6 por ciento).
Por ltimo, debe sealarse la concentracin de NMOK en la seccin de
Madrid en una sola redactora (43 por ciento de NMOK, por 57 por ciento del
resto)
27
. De la comparacin entre las noticias firmadas por periodistas sensibles a
las demandas del MOK cabe concluir que aparecen menos actores institucionales
(en concreto, el PSOE o la polica) y ms protagonistas directos de la noticia (como
los vecinos o los propietarios de los inmuebles), tal y como corresponde al perfil de
los periodistas de calle, que se han dedicado siempre a lo social (entrevista con
Begoa Aguirre). Se trata, pues, de personas con experiencia en cubrir asuntos
relativos a movilizaciones sociales. En este sentido, las diferencias en cuanto a los
temas pueden interpretarse del mismo modo. As, en las noticias firmadas por
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periodistas conocedores de la problemtica okupa hay ms eventos de protesta,
acciones represivas y procesos judiciales derivados de los mismos y menos actos
institucionales, en las que se usa la palabra okupa de forma descontextualizada,
sobre la crnica social y poltica, y en las que se relaciona al MOK con acciones o
grupos terroristas.
En suma, 1996 marca un punto de inflexin en cuanto a la cobertura informa-
tiva se refiere. Hasta la entrada en vigor del nuevo Cdigo Penal, las noticias versan
casi exclusivamente sobre eventos de protesta y/o acciones represivas (desalojos y
cargas en las manifestaciones, bsicamente), sin entrar en demasiados detalles.
Por otro lado, tal y como sugieren muchos indicadores, no hay una cobertura com-
pletamente paralela a la dinmica de okupaciones y (desalojos) del MOK, sino que
se concentra en casos recurrentes, de especial impacto, como los tres sealados en
Barcelona, Valencia y Madrid. La magnitud de la represin de los tres casos
marcara un antes y un despus para el MOK en cada una de esas ciudades, tanto en
su relacin con las instituciones y la respuesta de ellas, como en la cobertura
meditica de sus acciones. En concreto, en la seccin de Madrid, a partir de 1997
se produce un punto de inflexin en Madrid con el violento desalojo de La
Guindalera, lo que conllev que hubiese un mayor inters por parte de El Pas hacia
el tema de la okupacin, tanto por la parte social, como por la parte de orden pbli-
co
28
. Respecto a las diferencias entre secciones, cabe suponer que los redactores de
las secciones locales estn ms sensibilizados con los temas sociales y locales, ya
que son quienes ms los cubren. La okupacin no es un tema de Nacional, a no
ser que conlleve una alteracin del orden pblico muy importante.
Por ltimo, que quien escribe la noticia sea un redactor concreto o no, impor-
ta. Y no es lo mismo cualquier redactor. Los hay ms vulnerables a las demandas del
movimiento y ms preocupados por dar una versin lo ms ajustada posible a la
realidad y, como veremos, tambin por incluir mayor nmero de actores y puntos
de vista sobre la problemtica okupa en sus noticias.
ALIADOS POTENCIALES DEL MOK EN LA CONSTRUCCIN DE SU IDENTIDAD
PBLICA
El MOK no suele caracterizarse por una estructura organizativa esttica y rgida. En
este sentido, en slo un 9 por ciento de las NMOK de la muestra se mencionan
organizaciones concretas identificadas con el MOK
29
. Por otro lado, frecuente-
mente se ha sealado que el MOK mantiene una estrecha relacin con amplios sec-
tores de la sociedad civil
30
. Para contrastar esta afirmacin, se contabilizaron todas
241
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las organizaciones que aparecan mencionadas en las noticias de la muestra (Tabla
2). Un total de 374, de las cuales 202 pertenecen a la edicin de Madrid, otorgan
una media de 2,48 (2,64 en Madrid)
31
. Si desagregamos por redactores, la media
en los artculos firmados por periodistas conocedores de la problemtica okupa es
de 3,1, por 2,1 del resto de periodistas de la edicin madrilea. Los siguientes
subepgrafes detallan e interpretan estos resultados.
TABLA 2
ORGANIZACIONES, MOVIMIENTOS Y COLECTIVOS SOCIALES EN LAS NMOK
1
TIPO DE ORGANIZACIN TODAS LAS EDICIONES EDICIN MADRID
Ayuda a los presos 1 (0,7) 1 (1,3)
Apoyo a los inmigrantes 19 (12,5) 14 (18,4)
Antifascista 7 (4,7) 2 (2,6)
Antiglobalizacin (MRG...) 11 (7,3) - -
Antirracista (SOS racismo...) 4 (2,7) 4 (5,3)
Desarrollo (Oxfam...) 4 (2,7) 1 (1,3)
Ecologista (Aedenat, Ecol. en Acc...) 20 (13,1) 17 (22,4)
Estudiantes 10 (6,7) 4 (5,3)
Feminista 6 (4,0) 5 (6,6)
Gays/Lesbianas 1 (0,7) 1 (1,3)
Hackers 1 (0,7) 1 (1,3)
Independentista 7 (4,7) - -
Madres contra la Droga 7 (4,7) 6 (7,9)
Pacifista y antimilitarista
2
32 (21,1) 21 (27,6)
Parados 8 (5,2) 5 (6,6)
Pro Derechos Humanos 4 (2,7) 2 (2,6)
Trabajadores Sociales 3 (2,0) 3 (3,9)
Vecinos 45 (30,5) 29 (38,1)
Abogaca y judicatura
3
9 (5,8) 6 (7,9)
Artistas e intelectuales 24 (15,9) 21 (27,6)
Critas 3 (2,0) 1 (1,3)
CiU 3 (2,0) - -
CGT 6 (4,0) 3 (3,9)
CNT 3 (2,0) - -
ERC 5 (3,3) - -
GRAPO 5 (3,3) 2 (2,6)
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TIPO DE ORGANIZACIN TODAS LAS EDICIONES EDICIN MADRID
Izquierda Unida/IC 35 (23,0) 23 (30,2)
Izquierda Abertzale
4
26 (17,1) 7 (9,2)
PSOE 10 (6,7) 2 (2,6)
Terra Lliure 2 (1,3) 2 (2,6)
Tribus Urbanas
5
4 (5,2) 4 (5,3)
Ultraderecha 19 (12,5) 8 (10,5)
Otros
6
30 (19,8) 6 (7,9)
Total 374 (248,4) 202 (264,4)
1. LAS CIFRAS ENTRE PARNTESIS INDICAN EL PORCENTAJE SOBRE EL TOTAL DE NOTICIAS EN LAS QUE APARECE ALGUNA ORGANIZACIN.
2. INCLUYE A OBJETORES Y A INSUMISOS.
3. INCLUYE LA ASOCIACIN LIBRE DE ABOGADOS, JUECES POR LA DEMOCRACIA, EL COL. DE ABOGADOS DE BARCELONA.
4. INCLUYE A ETA, HB, EH, JARRAI, KAS Y A COLECTIVOS DE LA KALE BORROKA.
5. INCLUYE A PUNKIES Y A HEAVIES.
6. INCLUYE, ENTRE OTROS, A COLECTIVOS ANARQUISTAS Y COMUNISTAS, AL CONSEJO DE JUVENTUD DE BARCELONA, A LA ASOCIACIN CONTRA LA TORTURA,
A UGT, AL BNV, A COLECTIVOS DE APOYO A LA REBELIN ZAPATISTA DE CHIAPAS, COLECTIVOS URBANISTAS, AL DEFENSOR DEL PUEBLO, ETC.
El papel de los vecinos
Los vecinos siempre hablan a favor de l@s okupas y en contra de la poli-
ca. La cosa tiene explicacin sencilla. El vecino tiene que convivir con el delin-
cuente, que va a volver; en cambio, al polica no le ver ms el pelo. En
consecuencia, denuncia al poli que se va para que no se enfade el gngster que
se queda (ABC, Editorial, 31-10-96)
32
.
Los chicos que llevaban el centro eran muy majos, pero cuando organi-
zaban conciertos la gente que vena de fuera se pasaba mucho. [...] A diario
no haba problemas, pero lo de los conciertos era horrible: nuestra calle aca-
baba llena de botellas rotas, meados y basura (El Pas, Un vecino, 5-10-
1996).
Se observa en la Tabla 2 cmo los colectivos vecinales son los que ms veces
aparecen relacionados con el MOK: 29 en Madrid y 45 en el total de las edicio-
nes analizadas. En el caso especfico de Madrid, ello supone un porcentaje cer-
cano al 40 por ciento de las noticias en las que aparece mencionada alguna
organizacin.
Sin embargo, esta relacin no siempre refleja una alianza slida y sin fisu-
ras. En este sentido, se han hallado tambin noticias en las que los vecinos cri-
tican los comportamientos de algunos miembros del MOK. En concreto, 9
243
LA BATALLA DE LOS MEDIOS
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todas en Madrid, lo que significa que un 27 por ciento de las veces que en las
pginas de El Pas se recoge el apoyo de vecinos a determinados colectivos
okupa, se hace lo propio con sus quejas (a modo de ejemplo, vase la segunda
cita con la que se encabezaba este subepgrafe).
Los otros movimientos sociales
Tal y como se coment en un apartado anterior, gran parte de los miembros de
colectivos okupas suelen pertenecer tambin a otros movimientos sociales
33
.
La Tabla 2 refleja bien esta situacin. As, han sido contabilizadas hasta 145
menciones, lo que supone un porcentaje del 96,2 por ciento o, lo que es lo
mismo, en cada NMOK en la que aparece mencionada alguna organizacin,
una media de 0,96 veces se halla citado algn movimiento social
34
. Para la
edicin de Madrid, son 86 las organizaciones mencionadas correspondientes
a movimientos sociales, lo que representa una media de 1,14 por noticia.
Entre ellos, los ms relacionados con el MOK resultan ser los objetores e
insumisos, el movimiento ecologista y las asociaciones de apoyo a los inmi-
grantes, siendo todos ellos ms importantes en Madrid que en el resto de sec-
ciones.
Actores institucionales e instancias mediadoras
Los partidos de izquierda, as como los nacionalistas autonmicos, tambin son
potencialmente aliados del MOK sobre todo (y casi exclusivamente) cuando
son oposicin en los distintos municipios. En este sentido, destaca el papel de
IU y, en mucha menor medida, el del PSOE. En Catalua, ERC tiene una aporta-
cin destacable, y tambin se registran menciones de CiU y BNV en la
Comunidad Valenciana.
Respecto a los sindicatos, debe sealarse la presencia relevante de los
dos de corte anarquista (CGT y CNT), existiendo tambin alguna mencin de
UGT.
Por ltimo, resulta apreciable las menciones de organizaciones de sectores
que podramos denominar progresistas de la judicatura y la abogaca, como la
Asociacin Libre de Abogados, Jueces por la Democracia y otras instancias
que podramos calificar como mediadoras, como el Defensor del Pueblo, las cua-
les se revelarn especialmente importantes en la configuracin de aliados y
opositores del MOK.
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JAVIER ALCALDE VILLACAMPA
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 244
El papel de la cultura
La relacin con sectores de la vida cultural es extremadamente notable en
Madrid, donde sus 21 menciones se traducen en que, como mnimo, en una de
cada cuatro noticias en las que aparece mencionada alguna personalidad u orga-
nizacin en las pginas de El Pas, se cita la presencia de algn artista o intelec-
tual. En el resto de ediciones dicha presencia es tambin significativa, aunque
algo menor.
Otras organizaciones
Adems de los potenciales aliados del MOK, en la Tabla 2 aparecen organizaciones
que habitualmente se perciben como vinculadas de un modo u otro con el terroris-
mo, especialmente en las secciones de difusin estatal. Nos referimos, como
supondr el lector, a las englobadas en la izquierda abertzale, al GRAPO y a Terra
Lliure, que suman apariciones en un 21,5 por ciento de las noticias. Adems, en
ms de un 10 por ciento se mencionan organizaciones de ideologa neonazi o de
ultraderecha gran parte de las cuales hace referencia a agresiones al MOK. Por
ltimo, debe destacarse en esta amalgama de organizaciones la presencia de tribus
urbanas particularmente punkies que contribuyen a aumentar la confusin
sobre quin compone el MOK
35
.
En resumen, los resultados que ofrece la Tabla 2 sugieren una relacin
intensa y en algunos casos estrecha del MOK con las organizaciones de la socie-
dad civil que le rodean
36
. Ello ha sido consecuencia, en parte, de que determi-
nados sectores del MOK hayan dedicado tiempo y esfuerzos a ello, de una forma
creciente desde 1997, como una va de respuesta ante su criminalizacin en el
Cdigo Penal
37
.
Por otro lado, se han identificado potenciales aliados en los mbitos de la cul-
tura, la poltica y la judicatura. En tercer lugar, la presencia de organizaciones cri-
minales en las noticias donde se habla del MOK puede indicar un intento de
criminalizacin desde los poderes polticos y mediticos, como se ha destacado en
la literatura especializada
38
.
El anlisis de la construccin de la identidad pblica desarrollado en las
siguientes secciones matizar estas impresiones, desvelando en qu medida cada
uno de los actores deviene en mayor o menor medida aliado (u opositor) del MOK
en este proceso.
245
LA BATALLA DE LOS MEDIOS
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 245
LOS ACTORES EN EL PROCESO DE CONSTRUCCIN DE LA IDENTIDAD PBLICA
DEL MOK
Esta seccin analiza quin participa en el proceso de construccin de la imagen
pblica del MOK a travs de las pginas de El Pas. Para ello, la Tabla 3 presenta los
distintos tipos de emisores clasificados en doce categoras. Respecto a los emiso-
res del propio diario, bajo la etiqueta de El Pas se incluyen los casos en los que los
propios periodistas o redactores de El Pas emiten juicios valorativos sobre el MOK
(sin tratarse de transcripciones ms o menos literales de declaraciones de otros
actores), mientras en la categora de Opinin se recogen los juicios realizados en
artculos, columnas de opinin y cartas al director. Por otro lado, la categora de
actores polticos institucionalizados aparece desagregada de acuerdo a su adscrip-
cin partidista. Existe tambin una categora de emisores denominada instancias
mediadoras que incluye actores ligados a la Administracin de justicia y al
Defensor del Pueblo. Los resultados en las dos columnas reflejan la distribucin
porcentual de los emisores en todas las ediciones (columna 1) y slo en la edicin
de Madrid (columna 2).
La Tabla 3 refleja el distinto acceso de cada uno de los actores participantes en
el proceso de construccin de la identidad pblica del MOK. En primer lugar, debe
subrayarse la participacin activa del peridico a travs de redactores y colum-
nistas, en el proceso de configuracin de la imagen del movimiento, circuns-
tancia esta frecuentemente destacada en la literatura del newsmaking. En un 32
por ciento de estas noticias es el propio periodista quien acta como emisor de
enunciados acerca del MOK y la definicin de su problemtica, porcentaje que
aumenta si aadimos la actividad de columnistas y lectores, ligados, informal o
formalmente a El Pas (y, por tanto, dentro de la lnea editorial del mismo). En
segundo lugar, los resultados tambin constatan el acceso privilegiado de actores
institucionalizados frente a los vinculados al sector de los MS, que apenas alcanzan
un 20 por ciento
39
.
Y, entre aquellos, las voces del PSOE frente a las de otros partidos como IU.
Sin embargo, los emisores dentro de la categora de actores polticos institu-
cionalizados no llegan nunca a constituir ms de una cuarta parte del total.
Estos resultados sugieren que el discurso meditico sobre el MOK no ha
entrado (an?) en el terreno de la confrontacin poltica con la misma fuer-
za con la que lo ha hecho, por ejemplo, el discurso del movimiento antiglobali-
zacin
40
.
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JAVIER ALCALDE VILLACAMPA
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TABLA 3
ACTORES INVOLUCRADOS EN LA CONSTRUCCIN DE LA IDENTIDAD PBLICA DEL MOK*
TIPO DE EMISOR TODAS LAS EDICIONES EDICIN MADRID
El Pas (staff) 143 (30,8) 78 (33,5)
MOK (miembros y simpatizantes) 86 (19,2) 46 (19,5)
PP 36 (8,0) 23 (9,9)
Instancias mediadoras 28 (6,2) 14 (5,9)
PSOE 27 (6,0) 9 (3,9)
Opinin (firmas y cartas al director) 25 (5,6) 8 (3,4)
Polica 21 (4,7) 9 (3,9)
IU/IC 19 (4,2) 13 (5,6)
Propietarios 13 (2,9) 7 (3,0)
Artistas e intelectuales 11 (2,4) 9 (3,9)
Vecinos 5 (2,2) 6 (2,6)
Otros 35 (7,8) 11 (4,9)
Total 449 (100,0) 233 (100,0)
* LAS CIFRAS ENTRE PARNTESIS SON PORCENTAJES Y SE REFIEREN AL TOTAL DE EMISORES. SE HAN CODIFICADO HASTA CINCO POR NMOK.
Respecto a las especificidades de la edicin de Madrid, cabe destacar el mayor
acceso del PP en detrimento del PSOE. Este resultado resulta lgico si tenemos en
cuenta que el MOK suele entrar en conflicto principalmente con instancias muni-
cipales, dado que la mayora de las noticias se refieren al ayuntamiento de Madrid
en una poca en la que estaba gobernada por el PP, mientras que en el resto de las
ediciones se incluyen ayuntamientos socialistas, especialmente los catalanes
41
.
Entre los emisores que tienen un mayor acceso a la edicin local, debe sea-
larse a IU, los colectivos de artistas e intelectuales y los de vecinos. Por el contrario,
tanto a la polica como a los sectores de la judicatura y abogaca se les reduce el acce-
so en Madrid respecto al conjunto de todas las ediciones y, especialmente, las de
difusin estatal. Tambin se constata el surgimiento de nuevos emisores, agrupa-
dos en la categora otros, ante la diversidad de ediciones.
Si procedemos a comparar la Tabla 2 y la Tabla 3, hallamos resultados que con-
firman el acceso privilegiado de los actores institucionalizados frente a los poten-
ciales aliados del MOK. As, pese a salir mencionados en gran parte de las noticias,
las opiniones de los colectivos de vecinos y de artistas e intelectuales sobre el MOK
solamente consiguen un acceso mnimo a las pginas de El Pas. En el mismo sen-
tido, la facilidad que encuentra el PSOE contrasta con las dificultades de IU para
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LA BATALLA DE LOS MEDIOS
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 247
conseguir difusin meditica de sus valoraciones sobre el MOK, especialmente en
las ediciones locales donde el PSOE gobierna en los principales ayuntamientos.
Tambin las instancias mediadoras tienen un mayor acceso que el que tendran en
funcin de su nmero de menciones (Tabla 2).
Ello confirma las predicciones de la literatura politolgica o sociolgica acer-
ca del sesgo meditico hacia las fuentes oficiales, en detrimento de actores ligados
a los MS o elites polticas simpatizantes. Ahora bien, no todos los actores hablan de
los mismos temas con relacin al MOK. La siguiente seccin analiza en profundi-
dad esta cuestin.
SOBRE QU HABLAN LOS QUE HABLAN DEL MOVIMIENTO DE OKUPACIN?
La propuesta de estudio del proceso de construccin (conflictiva) de la identidad
pblica del MOK en la prensa se centra en el anlisis del discurso de distintos acto-
res (o emisores) con relacin a las siguientes dimensiones: su naturaleza violen-
ta/pacfica, el grado de representatividad de sus integrantes, el fundamento de sus
demandas, la existencia de actividades en los centros sociales, su valoracin nor-
mativa explcita y el proceso de criminalizacin del MOK. Algunas de ellas resulta-
ron estar presentes con mayor frecuencia que otras en los pronunciamientos sobre
el MOK recogidos en la muestra. As, un 26,2 por ciento de los emisores valoraron
la actuacin de las Fuerzas de Seguridad variable considerada como proxy o apro-
ximada a la primera dimensin analizada: la naturaleza violenta/pacfica del
MOK, es decir, uno de cada 4 actores que utiliz las pginas de El Pas para opinar
acerca del MOK, emiti un juicio de valor acerca de la actuacin de las Fuerzas de
Seguridad en las acciones represivas contra el movimiento
42
. Por otro lado, un 36,1
por ciento de los emisores manifestaron su opinin acerca de su representatividad
y un porcentaje similar (30,5 por ciento) trat la cuestin del fundamento de sus
crticas y/o alternativas y opin acerca de si realizan o no actividades sociales y cul-
turales (28,3 por ciento). Un 9 por ciento emiti un juicio de valor explcito a favor
o en contra del MOK. Por ltimo, un 23,6 por ciento particip en el discurso de
denuncia (o apoyo) de un proceso de criminalizacin del movimiento.
Dado el diferente nivel de acceso de los distintos tipos de emisores, este
resultado sugiere que no todos ellos han tendido a centrar su discurso en las mis-
mas facetas de la identidad pblica: en qu medida es un movimiento violento,
representativo, fundamentado, activo, legtimo y criminalizado. Un anlisis ms
detallado mostrar ms adelante en qu medida ha habido diferencias y similitu-
des entre los distintos actores.
248
JAVIER ALCALDE VILLACAMPA
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 248
En las siguientes pginas, se presentan los resultados del anlisis sobre los
posicionamientos que los diferentes emisores mantuvieron con relacin a las
dimensiones sobre la identidad pblica en las que se centra el estudio. En cada una
de las tablas, las dos columnas de la derecha ofrecen el nmero de emisores que
tratan en su discurso cada dimensin y su porcentaje con relacin al total de emi-
sores dentro de cada categora. Este porcentaje indica, en qu medida los distintos
emisores tratan en su discurso (registrado por El Pas) las dimensiones en las que
se centra el proceso de construccin de la identidad pblica del MOK. Las colum-
nas de la izquierda presentan la distribucin porcentual de los emisores entre los
distintos posicionamientos posibles.
Violencia
A la hora de estudiar la dimensin violenta/pacfica de la identidad pblica del
MOK en las pginas de El Pas hallamos diversos problemas metodolgicos. En
primer lugar, result imposible presentar una tabla acerca de la valoracin de la
naturaleza violenta del MOK, con valores como el MOK es pacfico, el MOK
es violento, existen minoras violentas dentro del MOK..., ya que los emiso-
res registrados no desarrollan en este aspecto un discurso lo suficientemente
explcito.
Otra posibilidad radicaba en valorar las distintas opiniones acerca de la solu-
cin a las okupaciones, con valores como la solucin es el desalojo o se apela al
dilogo. Sin embargo, ello tampoco result demasiado revelador, habida cuenta
que todos los partidos polticos, como el MOK y sus potenciales aliados e incluso la
mayor parte de las instancias mediadoras que trataban el tema, insistan sistem-
ticamente en la cuestin del dilogo, sin ser posible discriminar los distintos sig-
nificados que cada actor otorgaba a dicha expresin a travs de las pginas de El
Pas
43
. Dada esta situacin, esta variable tampoco sirve para observar el proceso
real de construccin de la imagen pblica del MOK en torno a la cuestin de la vio-
lencia.
Una tercera opcin consista en observar la evolucin de distintos indicadores
contextuales, algunos de los cuales se presentan en la Tabla 4. Pese a que no per-
miten discriminar por emisores, s ofrecen algunas tendencias de la cobertura de
esta dimensin por parte de El Pas. As, el hecho de que sea mayor el porcentaje
de NMOK donde se recuerdan eventos de protesta, acciones represivas y detenidos
puede interpretarse como una confirmacin de la idea de la recurrencia de deter-
minados casos de conflicto. Por otro lado, el menor nmero de heridos recordados
249
LA BATALLA DE LOS MEDIOS
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 249
hara referencia a que las noticias que relatan hechos recin sucedidos lo hacen con
mayor detalle que las que lo recuerdan. Por ltimo, se relatan ms eventos de pro-
testa que acciones represivas, pero estas son ms recordadas y ms anunciadas, lo
que refleja una atraccin por los sucesos que conllevan una alteracin del orden
pblico.
TABLA 4
DATOS CONTEXTUALES RELATIVOS AL DISCURSO SOBRE LA REPRESIN DE LA PROTESTA
1
RECUERDA RELATA ANUNCIA
Eventos de protesta 30,6 23,6 (2,53)
2
12,9
Accin represiva (i.e. desalojos) 40,7 18,7 (1,24)
3
17,4
Violencia policial 4,6 21,2 -
Violencia okupa (y de otros MS) 2,9 14,0 -
Existencia de heridos 5,2 7,9 -
Existencia de detenidos 25,8 7,0 -
1. LAS CIFRAS SON PORCENTAJES SOBRE EL TOTAL DE NOTICIAS.
2. MEDIA DEL NMERO DE EVENTOS PROTESTA QUE APARECE EN LAS NMOK DONDE APARECE ALGUNO.
3. MEDIA DEL NMERO DE ACCIONES REPRESIVAS QUE APARECEN EN LAS NMOK DONDE APARECE ALGUNA.
La ambigedad de El Pas es manifiesta a la hora de referirse a las situacio-
nes de violencia protagonizadas por el MOK u otros MS. As, mientras en algunas
noticias se habla de ello como un hecho probado, en otras se distingue el nivel de
veracidad de la informacin con expresiones como segn fuentes policiales o
contrastando distintas versiones. Ello es especialmente patente cuando se trata de
noticias publicadas en secciones de difusin estatal, en donde el acceso del MOK
pasa inexorablemente por alteraciones graves del orden pblico
44
.
Empricamente, se pens que resultara posible analizar el discurso de los
distintos actores acerca de la definicin de la problemtica okupa en lo relativo a la
represin de la protesta. En este sentido, se codificaron las opiniones de los emi-
sores en lo referente al desarrollo de las acciones represivas, es decir, si los des-
alojos haban sido violentos o pacficos, si haba habido resistencia del MOK, si
esta haba sido pasiva, activa o incluso violenta. Pese a que en ocasiones no se espe-
cifica el origen de la violencia y a que el hecho de que se valore como pacfico un
desalojo pueda tener distintos significados
45
, s ha sido posible identificar algunas
tendencias.
As, los resultados reflejan que los emisores de El Pas se mueven en la indefi-
nicin, hablando a menudo de batalla campal, sin explicitar un discurso con
250
JAVIER ALCALDE VILLACAMPA
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 250
respecto a la naturaleza violenta o pacfica de los okupas. A este respecto, cabe
sealar que en los aos ochenta lo que se corresponde con la primera etapa del
MOK (Martnez, 2002), y probablemente debido a la novedad del fenmeno
okupa en nuestro pas, la atribucin de responsabilidades por parte El Pas era ms
explcita que en los noventa
46
.
En general, el inters del peridico no se centra en esclarecer la naturaleza
pacfica o violenta del MOK, ni en argumentar sobre la legitimidad o no de las
estrategias de resistencia no-violenta o de desobediencia civil que configuran su
repertorio de protesta
47
(Martnez, 2002). En este sentido y aunque de forma ms
o menos ambigua segn los periodos, un objetivo del peridico (o de los redacto-
res encargados de cubrir el tema) residira en atribuir al gobierno conservador una
actitud negativa hacia un movimiento que goza de creciente popularidad y acepta-
cin social, con un discurso que identifica claramente al MOK en su conjunto con
la violencia y el desorden pblico. Contrarios a esta visin El Pas sita al resto de
los emisores cuyo discurso participa de esta dimensin. Por otra parte, las posicio-
nes polarizadas entre las instancias mediadoras sugieren la extensin del proceso
de construccin de identidad a quienes deben sopesar la legalidad de los actos de
protesta y de las medidas represivas.
Finalmente, se procedi a medir la valoracin que realizan los distintos acto-
res de las acciones (represivas) de las Fuerzas de Seguridad, lo cual se revel como
la variable ms cercana para precisar el discurso de los emisores con relacin a la
dimensin de la violencia (Tabla 5), brindando pues, un anlisis particularmente
fructfero.
Que haya una carga no es noticia. Se tendran que cambiar las leyes para
evitar tantas manifestaciones que entorpecen el trfico (J. I. Echeverra, con-
cejal del Ayuntamiento de Madrid)
48
.
Los antidisturbios se han convertido en un grupo de provocacin social y
el delegado del Gobierno parece incapaz de controlarlos (Juan Ramn Saiz,
diputado de IU)
49
.
De la observacin de la Tabla 5 cabe deducir que el tema de la actuacin de las
FFSS a) resulta extremadamente relevante para el MOK, el PP, el PSOE, la polica y
la seccin de opinin del diario analizado; b) los actores ms crticos con las FFSS
se hayan muy diversificados, como refleja el elevado nmero de emisores agrupa-
do en la categora otros
50
; c) resulta un tema espinoso para los emisores de los
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LA BATALLA DE LOS MEDIOS
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sectores de la abogaca y la judicatura, que, sin embargo, tambin participan de
este discurso.
TABLA 5
PROMOTORES DEL DISCURSO DE VALORACIN DE LA ACTUACIN DE LAS FFS
Emisores (% de fila) % que critica % que aprueba Nmero de % emisores
su actuacin su actuacin emisores en cada categora
Movimiento de okupacin 100,0 - 17 37,8
PP 27,3 72,7 11 47,8
PSOE 100,0 - 8 88,9
Opinin en El Pas 66,7 33,3 6 75,0
Polica - 100,0 6 85,7
Instancias mediadoras 50,0 50,0 2 26,6
IU 100,0 - 2 14,9
Artistas e intelectuales 100,0 - 1 12,3
Otros 86,7 13,3 8 7,0
Total 73,5 26,5 61 26,2
Por otro lado, pese a que los resultados tambin muestran la ausencia del
principal emisor (los periodistas y redactores de El Pas), el sesgo positivo de 73,5
por ciento frente a 26,5 por ciento en cuanto a las crticas a la actuacin de las FFS
confirma el rol del peridico y su inters en participar en esta dimensin, la cual
se sita, en gran medida en un terreno de confrontacin partidista entre
PP/Oposicin (bsicamente PSOE). Por ltimo, la tabla tambin refleja el acceso
privilegiado de las fuentes institucionales (i.e polica) en contraste con los poten-
ciales aliados del MOK (i.e. artistas e intelectuales), aunque ello depende, como
vimos, de quin escribe la noticia
51
.
Representatividad
En cuanto a la representatividad, el sesgo de El Pas en la seleccin de discursos
positivos sigue siendo relevante. As, un 83,3 por ciento de los emisores que parti-
cipa en la configuracin de la imagen del MOK en esta dimensin subraya el carc-
ter representativo de sus demandas, mientras un 16,7 por ciento expresa un
discurso negativo en este sentido (presentndolo, por ejemplo, como minora
marginal). De nuevo, el discurso del gobierno del PP refleja su estrategia de
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deslegitimacin del MOK. En una ocasin este discurso es compartido por colabora-
dores de El Pas y, en otra, por un representante de las instancias judiciales. No obs-
tante, pese a que su discurso no sea perfectamente uniforme, El Pas (sobre todo en la
seccin de opinin) aparece como principal impulsor de la imagen del MOK como
representativo, dando legitimidad a su causa. Las afirmaciones en este sentido de
emisores del PSOE, IU o del propio MOK son recogidas con menor frecuencia.
TABLA 6
VALORACIN DE LA REPRESENTATIVIDAD DEL MOVIMIENTO DE OKUPACIN
EMISORES EL MOK NO TIENE EL MOK ES EL MOK SE NMERO DE % EMISORES POR
(% DE FILA) REPRESENT. REPRESENTATIVO COMPONE EMISORES CATEGORA
BSICAMENTE
DE JVENES
El Pas 13,3 86,7 92,5 67 85,9
Opinin - 100,0 25,0 4 50,0
PP 100,0 - - 2 8,7
PSOE - 100,0 100,0 1 11,1
IU - 100,0 50,0 2 15,4
MOK - 100,0 50,0 4 8,9
Instancias
mediadoras 50,0 50,0 50,0 2 14,3
Otros - 100,0 100,0 2 4,9
Total (o promedio)* 16,7 83,3 82,1 84 36,1
* LOS PORCENTAJES DE LAS DOS PRIMERAS COLUMNAS ESTN CALCULADOS SOBRE EL TOTAL DE 24 EMISORES QUE EXPRESAN UN DISCURSO CODIFICABLE EN
ALGUNA DE LAS DOS, DADO QUE LA UNA SE CONTRAPONE A LA OTRA. LOS DE LA TERCERA, POR EL CONTRARIO, ESTN CALCULADOS SOBRE EL TOTAL
DE 84 EMISORES QUE HABLAN, EN ALGUNA DE LAS TRES FORMAS PROPUESTAS, DE LA DIMENSIN DE LA REPRESENTATIVIDAD DEL MOK.
Se ha procedido a contabilizar en la tercera columna a aquellos emisores que
destacan como una caracterstica que podramos calificar de inherente al MOK, el
hecho de estar formado por jvenes
52
. En este sentido, la presencia de los redac-
tores y periodistas de El Pas es abrumadora, utilizando en numerosas ocasiones la
expresin joven okupa o incluso la de joven como sinnima de okupa.
Atendiendo al porcentaje de emisores de cada categora que tratan esta cues-
tin (columna de la derecha) se observa cmo la cuestin de la representatividad
no supone uno de los principales ejes alrededor del cual se articular el proceso de
construccin de la identidad pblica de MOK. En este sentido, debe remarcarse la
actitud de El Pas, ya comentada, tanto en lo que se refiere a los periodistas como a
los articulistas.
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Fundamento de sus demandas
TABLA 7
VALORACIN DE LAS CRTICAS Y PROPUESTAS DEL MOVIMIENTO DE OKUPACIN
EL MOK PLANTEA ALTERNATIVAS
EMISORES ...QUE NO ESTN ...A LAS POLTICAS ...PARA EL CAMBIO NMERO TOTAL % EMISORES EN
(% FILA) CLARAS DE VIVIENDA SOCIAL Y POLTICO DE EMISORES CADA CATEGORA
Y JUVENTUD
El Pas 3,8 84,6 34,6 26 33,3
Opinin - 40,0 60,0 5 62,5
PP 50,0 50,0 - 2 8,7
PSOE - - 100,0 1 11,1
IU - 100,0 25,0 4 30,8
Movimiento
de okupacin - 76,5 23,5 17 37,8
Artistas e
intelectuales - 66,7 33,3 3 33,3
Vecinos 33,3 66,7 - 3 50,0
Instancias
mediadoras - 60,0 60,0 5 35,7
Otros 20,0 80,0 40,0 5 19,2
Total (o promedio)* 5,6 74,6 33,8 71 30,5
* EL PORCENTAJE TOTAL DE LAS TRES PRIMERAS COLUMNAS EST CALCULADO SOBRE EL TOTAL DE 71 EMISORES QUE PARTICIPAN DEL DISCURSO ACERCA
DE LA IDENTIDAD PBLICA DEL MOK EN ESTA CATEGORA. EL HECHO DE QUE NO SUMEN EL 100 POR CIENTO ES DEBIDO
A QUE LAS OPCIONES SEGUNDA Y TERCERA NO ERAN EXCLUYENTES.
La identidad pblica del MOK se dirime tambin en torno a una tercera dimen-
sin: el grado de fundamento que sostiene sus demandas (sus crticas a las polticas
de vivienda y juventud por un lado, y al sistema capitalista por otro, y/o sus propues-
tas alternativas). La Tabla 7 recoge la frecuencia y posicin de los 71 emisores (30,5
por ciento del total de emisores registrados) que trataron este tema en El Pas.
De acuerdo con los porcentajes en las columnas segunda y tercera, la presen-
cia de emisores parece estar sesgada a favor de posiciones que tienden a conside-
rar fundamentada la crtica del MOK
53
. Slo una minora mantiene posiciones
antagnicas.
Dentro de las posiciones positivas, el emisor ms activo en afirmar el funda-
mento del MOK vuelve a ser el propio peridico, seguido de los portavoces del propio
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MOK y de otros MS. En este debate, las pocas opiniones que recoge El Pas de los
partidos polticos vuelven a reflejar la inexistencia de un enfrentamiento gobierno
(PP)-oposicin (PSOE e IU), donde, segn los datos que ofrece la Tabla 7, lo nico
destacable resulta ser la postura siempre favorable de IU.
El hecho de que dentro del MOK algunos de sus miembros subrayen sus pro-
puestas en cuanto a polticas de vivienda y juventud, mientras otros prefieren des-
tacar su potencial como motor del cambio social y poltico, sera un indicador ms
de la pluralidad de visiones y la heterogeneidad existente en su interior. Y algo
similar parece ocurrir con los colectivos vecinales. As, pese a que la mayora con-
sidera fundamentadas las crticas del MOK, ello no sucede siempre, lo que redun-
dara tambin en el argumento ya presentado acerca de la ambigua relacin del
MOK con este sector de la sociedad civil.
Actividades
TABLA 8
VALORACIN DE LAS ACTIVIDADES DEL MOVIMIENTO DE OKUPACIN
EMISORES (% DE FILA) EL MOK REALIZA EL MOK NO REALIZA NMERO DE % DE EMISORES
ACTIVIDADES EN ACTIVIDADES EMISORES POR CATEGORA
LOS CENTROS SOCIALES O
SOCIALES CULTURALES EN
LOS CSA
El Pas 100,0 - 40 51,3
Vecinos 100,0 - 2 33,3
MOK 100,0 - 11 24,4
IU 100,0 - 3 23,1
Artistas e intelectuales 100,0 - 1 22,2
PSOE - 100,0 1 11,1
Instancias mediadoras 50,0 50,0 2 14,3
Opinin 100,0 - 1 12,5
Otros 100,0 - 1 2,0
Total (promedio) 96,8 3,2 63 28,3
A la luz de los datos que ofrece la Tabla 8, difcilmente puede sostenerse que el
MOK no realiza ningn tipo de actividad social o cultural en los Centros Sociales
Autogestionados. As, solamente se han codificado dos emisores contrarios a este
discurso, que es apoyado por un 96,8 por ciento de quienes participan de esta
dimensin. Destaca la categora del propio peridico, con 40 emisores y la del MOK
255
LA BATALLA DE LOS MEDIOS
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(principalmente familiares y simpatizantes)
54
. Otros actores que participan del
discurso acerca de las actividades del MOK son los miembros de colectivos vecina-
les e IU. Las dems casillas de la tabla no permiten extraer conclusiones, por no ser
lo bastante representativas. Por ltimo, debe subrayarse la ausencia de emisores
del PP en esta dimensin.
Estos datos vienen a confirmar la tesis de M. Martnez (2002), segn la cual, los
okupas habran construido una cultura especfica creativa y crtica, que movilizara
y proporcionara recursos y que servira como imn de atraccin social a los cen-
tros sociales, legitimndolos ante potenciales miembros y simpatizantes del MOK
55
.
Legitimidad
Pese a que solamente un 9 por ciento de los emisores expresan una opinin acerca de
esta dimensin, se ha considerado necesario su inclusin en el estudio al entender
que se trata de una de las dimensiones que ms claramente crean o configuran la ima-
gen pblica de un movimiento social. En este sentido, cabe subrayar que esta es la
dimensin donde los actores o emisores expresan un discurso menos positivo en las
pginas de El Pas, declarndose un 35,0 por ciento de ellos abiertamente en contra
del MOK. Entre ellos, cabe destacar a los 4 del PP, a uno del colectivo vecinal que de
nuevo, parece albergar visiones favorables y contrarias acerca del MOK y a dos fir-
mados por el propio peridico (uno por un redactor y otro por un articulista).
TABLA 9
VALORACIN EXPLCITA DE LA LEGITIMIDAD DEL MOVIMIENTO DE OKUPACIN
EMISORES (% DE FILA) A FAVOR EN CONTRA NMERO TOTAL % DE EMISORES
DE EMISORES POR CATEGORA
El Pas - 100,0 1 1,3
Opinin 80,0 20,0 5 62,5
PP - 100,0 4 17,4
Vecinos 50,0 50,0 2 33,3
IU 100,0 - 3 23,1
Artistas e intelectuales 100,0 - 2 22,2
Instancias mediadoras 100,0 - 1 7,1
MOK 100,0 - 1 2,2
Otros 100,0 - 2 5,7
Total (o promedio) 65,0 35,0 20 9,0
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Es de destacar la ausencia total del PSOE en esta dimensin, lo que una vez
ms demuestra que el enfrentamiento partidista en este terreno es mucho menos
acusado que lo que sucede con otros movimientos sociales
56
, y se concentra en los
aos 97-99
57
.
Entre las opiniones positivas, las firmas son esta vez quienes ms participan
de este discurso aunque no siempre en el mismo sentido, apareciendo tam-
bin el MOK (en este caso se trata del padre de un okupa) y actores considerados
como potenciales aliados, como IU o los agrupados en la categora de artistas e
intelectuales.
Criminalizacin
TABLA 10
PROMOTORES DEL DISCURSO DE LA CRIMINALIZACIN DEL MOK
% DE EMISORES EN CADA CATEGORA...
EMISORES ...QUE DENUNCIA LA ...A FAVOR DE LA NMERO TOTAL % EMISORES
( % DE FILA) CRIMINALIZACIN CRIMINALIZACIN DE EMISORES POR CATEGORA
Movimiento de okupacin 100,0 - 19 42,2
Instancias mediadoras 91,9 9,1 11 78,5
IU 100,0 - 6 46,2
Artistas e intelectuales 100,0 - 4 44,4
PP - 100,0 4 17,4
Opinin en El Pas 100,0 - 3 37,5
Vecinos 100,0 - 2 33,3
PSOE 100,0 - 1 11,1
Otros 100,0 - 5 5,1
Total (o promedio) 91,9 9,1 55 28,2
Los okupas son delincuentes comunes. Tienen montado todo un
negocio de fiestas satnicas y antifascistas con todo tipo de drogas y alco-
hol. Son delincuentes porque se meten en la casa de otro y se hacen fuertes
en ella dedicndose a quemar coches y a atracar (Fernando Martnez
Vidal)
58
.
Estamos ante un colectivo organizado y revolucionario, tal como lo
prueban los gritos de Gora ETA (Julia Garca Valdecasas)
59
.
257
LA BATALLA DE LOS MEDIOS
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La dimensin de la criminalizacin adquiere en el caso del MOK una relevan-
cia muy particular, habida cuenta de que es un movimiento social (como lo fue en
su da el de objecin de conciencia) cuyas prcticas son, desde mayo de 1996, cons-
titutivas de un delito que ha de juzgarse a travs de la va penal. En este contexto,
debe subrayarse cmo esta dimensin adquiere relevancia sobre todo a partir de
esta fecha y en el discurso de muchos y muy variados actores
60
.
A diferencia de las tablas anteriores, El Pas no es esta vez quien ms intervie-
ne con relacin a esta crucial dimensin de la opinin pblica del MOK, lo que
considerando que es el principal emisor en la muestra, confiere una importancia
mayor a ese 23,6 por ciento
61
. Por el contrario, son en este caso el MOK, sus fami-
liares y simpatizantes, los principales impulsores de un discurso que seala la
existencia de un proceso de criminalizacin del movimiento. Tras ellos, el papel de
algunas asociaciones de la abogaca y de la judicatura, as como del Defensor del
Pueblo, se revela especialmente trascendente en una dimensin que les implica
(en muchas ocasiones) personalmente. Sin embargo, es de destacar que las opi-
niones de esta categora no son unnimes. Por otro lado, tanto IU como las perso-
nalidades ligadas al mundo del arte y la cultura y, en menor medida, los colectivos
vecinales, tienen un discurso inequvocamente positivo de cara al MOK y a la
denuncia de su situacin legal. El PSOE, aunque tambin participa de este discur-
so, sigue siendo menos activo que los otros actores en cuanto a creacin y configu-
racin de la imagen pblica del MOK se refiere.
En el lado opuesto, debe subrayarse tambin la existencia de actores que
manifiestan su acuerdo con la existencia de leyes que consideran la actuacin del
MOK como criminal. En este punto, es constante la opinin y actitud del PP, pero
tambin la de algunos juristas, los cuales tienen que sopesar la legalidad de los
actos de protesta y/o de las medidas represivas en la interpretacin del Cdigo
Penal de 1996.
En resumen, el proceso de configuracin de la identidad pblica del MOK
revela una menor instrumentalizacin poltica que en el caso de otros MS, entre
otras razones debido a que no se trata de un tema clave para los principales parti-
dos polticos, ni para El Pas (entrevista con Begoa Aguirre)
62
. As, solamente ha
podido identificarse con claridad en las dimensiones de la violencia y de la crimi-
nalizacin. En cada una de ellas, la no participacin de El Pas como un actor por s
mismo aumenta si cabe la importancia relativa del nmero de emisores de cada
categora que enfatizan estas dimensiones en su discurso. Sin embargo, la creacin
de imagen pblica es ms difusa que explcita, confundindose en ocasiones con la
definicin de la problemtica okupa. En cualquier caso, dicha politizacin implicara
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JAVIER ALCALDE VILLACAMPA
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la alianza (coyuntural) de actores institucionalizados (PSOE e IU) y sus aliados
(junto a El Pas) frente a la imagen del MOK que promueve el PP, como un movi-
miento violento y legtimamente criminalizado, que justificara las medidas repre-
sivas. Hay que situar este anlisis en un contexto madrileo de delegados del
gobierno frecuentemente cuestionados por la actuacin de las FFS y, en distintos
momentos, de creciente movilizacin social contra las polticas conservadoras.
Por emisores, el discurso del MOK a travs de las pginas de El Pas se centra
en hacer pblicas las actividades que lleva a cabo en los centros sociales, en las cr-
ticas al sistema capitalista y a las polticas urbanas y, sobre todo, en la denuncia de
la criminalizacin meditica, poltica y legal existente
63
. Sus familiares valoran
positivamente y de forma explcita al movimiento, denunciado tambin la inclu-
sin de sus prcticas en el Derecho Penal. Estos ltimos no tienen un gran acceso
al peridico, pero cuando aparecen, su discurso suele participar de casi todas las
dimensiones.
Los articulistas que deciden escribir un artculo de opinin o una carta al
director en El Pas enfatizan tambin la dimensin de la valoracin explcita, la
representatividad y slo en parte las crticas del movimiento. En este sentido, los
mismos periodistas que cubren las noticias son conscientes de que en muchas
informaciones no se cuenta qu es lo que se pretende en ltima instancia o qu es
lo que se critica:
En conclusin, que cuando dicen que a veces nos quedamos en la ancdo-
ta de la informacin, creo que tienen razn. O sea, que es una crtica con fun-
damento, que muchas veces se queda en que el edificio era una antigua fbrica,
que ha entrado la poli, que ha salido, que les han recibido con gritos... (entre-
vista con Begoa Aguirre).
Dos actores que partan como potenciales aliados del MOK, los englobados en
artistas e intelectuales e IU han confirmado su respaldo al movimiento, centrando
su discurso en la denuncia de la criminalizacin y, en menor medida, apoyndolo
explcitamente. IU adems participa en las dimensiones de las actividades y de las
demandas expresadas desde el movimiento. Por otro lado, los vecinos enfatizan la
dimensin de las actividades, pues son quienes ms de cerca las conocen. Sin
embargo, tanto su juicio explcito como su valoracin de las demandas refleja un
variado contenido de opiniones, albergando as posturas negativas entre una ten-
dencia esencialmente positiva.
Los emisores del PP se han revelado en Madrid como los ms crticos con
el movimiento, valorndolo explcitamente como negativo y apoyando como
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LA BATALLA DE LOS MEDIOS
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 259
consecuencia la consideracin de sus actividades como objeto de procesamiento
penal. Su participacin en el discurso del resto de dimensiones ha sido menor.
Las instancias mediadoras, por su parte, hablan principalmente del proceso
de criminalizacin poltica, meditica y, especialmente, legal del MOK.
Por ltimo, la categora de emisores englobada en El Pas se revela fundamen-
tal, ya que representa un tercio de la muestra. As, el anlisis de cada una de las
dimensiones cambia radicalmente cuando este actor participa o no de su discurso.
En este sentido, debe destacarse el rol de El Pas a la hora de comentar las activida-
des del MOK, legitimar su representatividad, describir su composicin en trmi-
nos de cohortes jvenes y, en ltimo lugar, la difusin, en parte, de sus demandas.
RECAPITULACIN
El caso de Madrid ofrece una buena oportunidad para examinar la presencia del
MOK okupacin en los medios de comunicacin y, en concreto, analizar los pro-
cesos de definicin de su problemtica y de construccin de su identidad pblica.
Los resultados sugieren que la presencia meditica del MOK, al menos en El
Pas, incluye slo en parte el conflicto social concreto ms relacionado con sus
demandas centrales: la problemtica de la vivienda, la especulacin inmobiliaria y,
en definitiva, las polticas de reestructuracin urbana. Por el contrario, se halla
estrechamente ligado a la dimensin de la violencia y a las alteraciones del orden
pblico (acciones represivas, procesos judiciales, presuntas conexiones con orga-
nizaciones terroristas).
En este sentido, resulta clave en todo el proceso de configuracin de la iden-
tidad pblica del MOK el nuevo Cdigo Penal, que los considera delincuentes. Segn
todos los indicadores analizados, los aos 1997-1999 son los aos de mayor inten-
sidad del movimiento, mayor represin y, particularmente relevante para los pro-
psitos del captulo, mayor cobertura meditica, confirmando as las intuiciones
de la literatura
64
.
Como preveamos, un actor fundamental en dicho proceso, ha resultado ser el
propio medio analizado, El Pas. Movindose entre la indefinicin y la ambigedad
en trminos generales, en ocasiones ha tratado el tema con inters y precisin, lo
que, segn la interpretacin propuesta, ha estado directamente relacionado con
la sensibilidad y especializacin del periodista concreto que escriba la noticia, la
lejana de la seccin donde apareca publicada local vs. estatal, la apuesta per-
sonal de ciertos redactores (o incluso directores) y la importancia que reciba el
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JAVIER ALCALDE VILLACAMPA
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tema de la okupacin segn el momento, ya que dicho tema no se revel como un
ncleo importante del peridico.
En este sentido, los datos confirman la existencia de un conjunto de actores
que se comportan en las distintas dimensiones que componen su discurso medi-
tico como aliados u opositores del MOK. Entre los primeros ms diversificados,
como corresponde a un movimiento en creciente interrelacin con sectores diver-
sos de la sociedad civil, cabe destacar a colectivos vecinales aunque con excep-
ciones, otros MS, a personalidades del mundo de la cultura, a partidos polticos
de la izquierda parlamentaria (principalmente IU; el PSOE slo cuando es oposi-
cin), a sectores progresistas del mbito jurdico y a una gran parte de quien desde
el propio medio ha cubierto las informaciones sobre el MOK.
Por otro lado, el PP se revela siempre como un adversario del MOK en su dis-
curso, al que se suman, en ocasiones, las Fuerzas de Seguridad, los colectivos de
propietarios, los sectores jurdicos ms conservadores, el PSOE en el gobierno y
algunos vecinos, mostrando todos ellos un apoyo al Cdigo Penal vigente, que cri-
minaliza a los okupas.
En este sentido, el proceso de criminalizacin meditica corre en paralelo a su
criminalizacin poltica y legal. Tres hechos de carcter emprico indican la rele-
vancia de esta dimensin: a) la cantidad de noticias acerca de temas sobre terroris-
mo y/o delincuencia; b) la cantidad de menciones a organizaciones cercanas a la
izquierda abertzale (i.e. Jarrai); y c) el discurso explcito sobre la criminalizacin,
del que participan de forma frecuente casi todas las categoras de emisores, refle-
jando una (relativa) instrumentalizacin poltica de la problemtica okupa
65
,
especialmente a la hora de valorar las actuaciones de las FFS en las acciones
represivas.
Los resultados del anlisis sugieren tambin que la creacin de imagen pbli-
ca del MOK es ms difusa que explcita, confundindose en ocasiones con la defi-
nicin de la problemtica okupa, en la medida en que su existencia se desprende de
la acumulacin de aspectos ms concretos. En este sentido, el tratamiento de la
dimensin de la violencia es paradigmtico. As, no se habla demasiado de si el
MOK es bsicamente violento o pacfico, sino del modo en el que han tenido lugar
sus eventos de protesta y las acciones represivas (i.e. okupaciones, manifestacio-
nes y desalojos).
Respecto a cuestiones de carcter metodolgico, el estudio pone de mani-
fiesto la necesidad de corregir los sesgos del buscador de El Pas. Por otro lado, la
definicin de NMOK utilizada muestra la utilidad de incluir noticias en las que apa-
rece la palabra okupa sin referirse explcitamente al MOK, dado que ha permitido
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LA BATALLA DE LOS MEDIOS
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identificar procesos de estigmatizacin del mismo ligados a la faceta sensaciona-
lista de la noticia, as como confirmar la entrada de dicho vocablo en la agenda
meditica y en el lxico comn para una gran parte de los ciudadanos.
En tercer lugar, y de cara a futuras investigaciones, resultados como la conti-
nua apelacin al dilogo por parte de las instituciones sugieren que este tipo de
anlisis debera sofisticarse y considerar tambin los procesos de configuracin
de la imagen pblica de los actores enfrentados a los MS. Tambin es preciso sea-
lar que la cuestin de la violencia resulta fundamental, ya que es el punto clave de
deslegitimacin del MOK en sus primeros tiempos, aunque luego es parcialmente
superado. Por todo ello, merecera un anlisis especfico, inexistente en el captu-
lo por falta de espacio.
Otro problema, al menos en el caso espaol, lo encontramos a la hora de tra-
tar de forma diferenciada como recomiendan algunos autores la cobertura
meditica de la okupacin basada en la pobreza con la okupacin de centros socia-
les, puesto que la primera est numricamente muy poco representada, al menos
en las pginas de El Pas.
Para el MOK, las conclusiones son pesimistas desde el punto de vista de la
identificacin de numerosas e importantes trabas para un tratamiento meditico
objetivo; no obstante, un halo de optimismo surge al reconocer tambin la existen-
cia de rendijas en los medios que pueden favorecer la estructura de oportunidad
meditica existente. En este sentido, el conocer cmo funciona un medio grande se
revela fundamental. En concreto, en El Pas, los resultados sugieren que en algunas
secciones (i.e. cultura) el acceso de los MS es ms sencillo debido a su menor ins-
trumentalizacin poltica. Del mismo modo cabe entender el hecho de que deter-
minados temas (los considerados de inters general, los que representan una
novedad en el mbito de lo social, los que se refieren a cuestiones de orden pbli-
co) se hallan sobrerrepresentados.
En conclusin, cul es la posicin de los medios de comunicacin acerca del
tratamiento del MOK y la problemtica okupa? La respuesta es que no mantienen
una posicin unvoca y clara, combinndose informaciones precisas y opiniones
de los protagonistas (como los vecindarios que los acogen), con una sobrerrepre-
sentacin de los desalojos y de las fuentes institucionales. Ahora bien, el que la
cobertura sea mayor o menor y ms o menos favorable depender del periodista en
cuestin, de su jefe de seccin y (dado que respecto al inters social parece haber
perdido novedad) de que se prevean importantes alteraciones del orden pblico o
que se cree un movimiento de apoyo muy fuerte en apoyo de CSOA con amenaza de
desalojo.
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NOTAS
* Este captulo se ha beneficiado de los comentarios de Manuel Jimnez e Igor Sdaba.
1. Esta seccin est basada, en gran medida, en un trabajo previo del autor, junto con Manuel Jimnez:
Jimnez y Alcalde, 2003.
2. Vanse las obras de V. Sampedro sobre el movimiento de objecin de conciencia (1997); A. Jerez (2001)
sobre el movimiento para el desarrollo; M. Jimnez sobre el movimiento ecologista (2002), M. Jimnez y
J. Alcalde sobre el movimiento antiglobalizacin (2003).
3. V. Sampedro ha utilizado una metfora similar en Sampedro, 1996. Hay que sealar que ello no ha sido
siempre as. Por el contrario, el que los medios de comunicacin de masas jueguen un papel clave en los
procesos de accin colectiva es un hecho contemporneo, histrico y contingente.
4. Para una distincin conceptual de las distintas nociones de identidad, vase Johnston et al., 1994.
5. Desde la tipificacin de los okupas como delincuentes se ha producido un debate social sobre la legalidad-
legitimidad de sus acciones (AA.VV., 1998).
6. Vase tambin Gamson y Wosfield, 1993; Sampedro, 1997.
7. Citado en Asens, 1999: 59.
8. Una relacin de los motivos tcnicos, tericos y socio-culturales que se hallan detrs de la eleccin de la
prensa escrita en los estudios sobre MS, mass media y procesos polticos se halla en Alcalde, 2003.
9. Esta definicin de noticia se centra en el discurso periodstico sobre los sucesos acontecidos, en el que
quedan incluidos los artculos evaluativos (de fondo) y de opinin (incluidas las cartas al director). Sobre
la noticia como discurso y su estudio, vase Van Dijk, 1996.
10. Entre otros, vase el Libro Blanco de la Prensa Diaria, que edita la Asociacin de Editores de Diarios
Espaoles (AA.VV., 2002).
11. Entre otros, Jimnez y Alcalde, 2003.
12. En general, se trata de un diario liberal, de centro-izquierda, aunque con importantes matices depen-
diendo de las secciones y de la poca concreta (Espantalen, 2002).
13. Respecto a la diferencia entre el volumen de NMOK publicadas en la seccin madrilea y el resto de sec-
ciones, tambin deben ser consideradas cuestiones relacionadas con las peculiaridades de las distintas
redacciones y el distinto nivel de acceso de los representantes del MOK en cada caso.
14. Este autor distingue entre la okupacin debido a la pobreza (por causa de privacin extrema de
vivienda), la okupacin como estrategia de vivienda alternativa, la okupacin entrepreunial o empre-
sarial (centrada en los centros sociales y espacios liberados), la okupacin conservacional (del
espacio natural) y la okupacin poltica o en base a demandas de cambios econmicos y poltico-
sociales.
15. El desalojo del cine Princesa tuvo lugar en octubre de 1996, el de La Guindalera en marzo de 1997 y el del
teatro Princesa en octubre de 1999.
16. Esta respuesta mltiple explica que la suma de porcentajes supere el 100 por ciento. El criterio para selec-
cionar el tema principal y los restantes se fundament en las valoraciones del investigador sobre la exten-
sin dedicada y su mencin en los titulares.
17. Respecto a los temas agrupados en la categora Movimiento de Okupacin, hay que sealar que un 63
por ciento de las noticias hacen referencia a eventos de protesta (okupaciones, manifestaciones...),
mientras el otro 37 por ciento son noticias sobre el MOK en s y sus actividades cotidianas.
18. Por ejemplo, F. Lzaro Carreter dice que el euro es un okupa que desplaza a una amiga (El Pas, 8-1-02),
o el titular: Recuenco llama okupa a la Generalitat por instalarse en un edificio del patrimonio sindical
(El Pas, 9-11-99). A modo de insulto, La escalada de la tensin ha sido progresiva desde los primeros
insultos con los que desde el PP se agigant el verano pasado la fratricida operacin de acoso al presiden-
te del Principado, Sergio Marqus. Okupa, pirata, golpista, vanidoso, incompetente, torpe... (El
Pas, 15-3-99).
19. Ello es consecuencia, en parte, del sesgo de seleccin de noticias, aunque a la luz de los datos, puede gene-
ralizarse esta afirmacin sealando que hasta la segunda mitad de la dcada de los noventa, las noticias
sobre el MOK muy difcilmente logran difusin estatal, quedando ubicadas en su gran mayora en la edi-
cin local de Madrid y el resto de ediciones locales, como Catalua. Por el contrario, a partir de ese
momento y especficamente en los tres casos citados, logra acceder a las pginas de difusin estatal en las
secciones de Espaa, Sociedad y tambin Cultura.
20. Del total de NMOK en Madrid, un 88,4 por ciento han sido clasificadas como noticias corrientes, un 3,2
por ciento como reportajes, otro 3,2 por ciento como artculos de opinin, otro 3,2 por ciento como car-
tas al director y el ltimo 1,9 por ciento hace referencia a entrevistas.
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LA BATALLA DE LOS MEDIOS
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21. Respecto a esta variable, la distribucin porcentual es la siguiente: 0,6 por ciento son firmadas por agen-
cias, un 81,3 por ciento por redactores o corresponsales, un 3,9 por ciento por firmas, un 11,0 por cien-
to por el genrico El Pas y un 0,6 por ciento por otros.
22. En concreto, un 78,2 por ciento para periodistas y redactores concretos, por un 13 por ciento de El Pas y
un 4,3 por ciento para lectores y otro 4,3 por ciento para firmas, durante este periodo 2000-2002.
23. Las propias Fuerzas de Seguridad sealaban: La polica admite en su informe que la penalizacin de la
okupacin es un factor que explica el aumento y expansin de estos movimientos (El Pas, 22-7-2001).
24. Ambos desalojos llegaron a ser debatidos en el Congreso de los Diputados, lo que a buen seguro debi
causar alguna reprimenda a los respectivos delegados del Gobierno, como responsables de los mismos.
25. Si en algo coinciden la polica y estos colectivos es en que la represin policial o judicial contra ellos sirve
en muchos casos de elemento de acercamiento y cohesin entre grupos de diferente ideologa (El Pas,
22-7-2001).
26. En la codificacin se utilizaron otras posibilidades como que la noticia estuviese firmada por agencias,
cartas al director o firmas, siendo marginal su representacin en la muestra analizada. Por esta razn, la
comparacin se ha hecho entre RC y EP.
27. En este resto se incluyen hasta 31 redactores distintos, aparte de la firma genrica El Pas, agencias, arti-
culistas y cartas al director. Por este motivo, dada su importancia relativa entre las distintas fuentes de la
muestra, se realiz una entrevista en profundidad semi-estructurada a Begoa Aguirre, de 70 minutos de
duracin, el 4-3-2003 en Madrid.
28. Por la parte social, debido a que se trataba de un movimiento social desconocido para la mayora de la opi-
nin pblica. Pero el inters tambin vena de saber si al siguiente desalojo se iba a montar otro lo igual
de grande, un posible problema de orden pblico o una manifa con cargas (entrevista con BA).
29. Este hecho contrasta con anlisis similares realizados para otros movimientos sociales, en los que las
menciones a organizaciones del propio movimiento son muy abundantes (i.e. antiglobalizacin, Jimnez
y Alcalde, 2003). En el caso del MOK, ocurre que hay pocas organizaciones, suelen constituirse alrededor
de centros sociales concretos, obteniendo muy poca difusin. Tampoco las Asambleas de okupas de Madrid
o Barcelona logran ms de tres menciones en la muestra. En ocasiones, aparecen tambin Coordinadoras
o Plataformas en las que se integran determinados colectivos okupas.
30. Entre ellos, vase Martnez, 2002; Herreros, 2003; Gonzlez y Blas, 2002. Los mismos okupas tambin lo
han subrayado en numerosas ocasiones: Un centro pblico se supone que es del pueblo y nosotros lo
abrimos para el pueblo directamente, seala Lola Gmez, una de las jvenes okupas. Los jvenes asegu-
ran que con su iniciativa han dado cabida a muchos colectivos que no conseguan locales del
Ayuntamiento y han ofrecido alternativas para el ocio al margen de los bares de copas (El Pas, 19-12-97).
31. Estas cifras de medias y porcentajes que se presentan en esta seccin estn calculadas sobre el total de
noticias en las que aparece mencionada alguna organizacin. Aquellas en las que no se cita ninguna han sido
excluidas del clculo.
32. Citado en Asens, 1999: 60.
33. M. Martnez (2002) interpreta este escenario como de gran transversalidad en la medida en que los movi-
mientos sociales tienen como prioridad estratgica el ejercicio simultneo de un poder de resistencia a
dominaciones globales (o transversales: en espacios econmicos, ecolgicos, polticos, culturales, etc.).
34. En este clculo no se cuentan las organizaciones y colectivos vecinales, analizadas de forma especfica en
el subepgrafe anterior.
35. Para la cuestin de la relacin entre el MOK y las tribus urbanas, vase Martnez (1998).
36. Un ejemplo de alianza entre el MOK y otros sectores de la sociedad civil fue lo que dio en llamarse La
semana social: rompamos en silencio, en junio de 2000, emulando las acciones de los parados france-
ses.
37. Tambin de forma creciente se ha identificado una nueva figura o actor, que podramos denominar como
famoso vinculado al MOK. En este sentido, siempre que aparece un famoso que tiene un pasado okupa,
se destaca. Se ha convertido en algo glamouroso. Ahora, decir en una entrevista que has sido okupa de
joven parece que le da calidad de algn tipo al entrevistado (entrevista con BA).
38. A este respecto, vanse, entre otros, Rodrguez, 1999; Asens, 1999; Alabart, 1999.
39. Debe recordarse en este punto que dentro de la etiqueta MOK se han incluido personas y colectivos per-
tenecientes a otros MS, los cuales en ocasiones forman parte de varios movimientos a la vez. Adems, el
propio peridico no suele distinguirlos cuando los trata como emisores. Por ello, en aras de la simplifi-
cacin y claridad en la exposicin todos ellos han sido agrupados en esta amplia categora de miembros y
simpatizantes del MOK, que incluye tambin a familiares de los mismos.
40. A este respecto, vase Jimnez y Alcalde (2003).
41. El hecho de que los ayuntamientos sean el principal objetivo de las protestas es debido a su posesin de
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propiedades en desuso y a su responsabilidad en los desalojos, adems de las crticas evidentes desde el
MOK a las polticas urbansticas y de juventud.
42. Tanto este como el resto de los datos que aparecen en esta seccin deben interpretarse como al menos un
26,2 por ciento, dado que la codificacin slo ha tenido lugar cuando el juicio era formulado de modo
explcito. Es decir, resulta un cmputo conservador que con otras codificaciones ms flexibles a buen
seguro hubiese sido mayor.
43. Solamente la categora de propietarios manifestaba explcitamente su convencimiento de que las okupa-
ciones deban llegar a su fin y el nico modo para ello era el desalojo de todas ellas.
44. A modo de ejemplo, valga destacar un reportaje publicado en la seccin Espaa titulado La compleja red
de la violencia antisistema, que lleva como subttulo Okupas, independentistas y libertarios confluyen
en la reiterada explosin de enfrentamientos callejeros en Barcelona (El Pas, 21-10-2001).
45. En este sentido, hay que sealar que crecientemente los desalojos se producen por sorpresa. Cada vez
menos se produce la situacin en que la polica avisa al MOK el da D a la hora H, desalojo, por lo que las
concentraciones y la resistencia es cada vez menor. Tambin el nmero de detenidos y el de heridos ha
descendido de forma muy considerable.
46. As, titulares como los siguientes son mucho ms difciles de observarse en la actualidad: Violencia poli-
cial contra la protesta por el desalojo del edificio de Lavapis (El Pas, 13-11-1985); Siete heridos en la
carga policial contra una sentada por el desalojo de Lavapis (El Pas, 14-11-1985); La polica dispers a
los manifestantes con una espectacularidad que barri las calles (El Pas, 14-6-1986).
47. Para una conclusin similar, generalizable al conjunto de los MS del Estado, vase Jimnez, 2002.
48. El Pas, 27/05/1998.
49. El Pas, 27/05/1998.
50. Esta cifra es, de hecho, la mayor de todas las que aparecen en la categora de otros en cada una de las
dimensiones de la identidad pblica analizadas en esta seccin.
51. En este sentido, tambin depende de si algn periodista del medio est implicado directamente en el
suceso: Al menos cuatro personas fueron atendidas de golpes por el Samur. Entre ellas, el fotgrafo de El
Pas, Cristbal Manuel, quien present anoche una denuncia en la comisara de la calle de la Luna. El parte
policial indica que estas lesiones se debieron a una cada. La versin del fotgrafo, corroborada por varios
testigos, es que se dio la vuelta cuando corra, ense la cmara a los policas y estos le respondieron a
porrazos y patadas. El delegado del Gobierno, Pedro Nez Morgades, asegur ayer que se investigar
hasta sus ltimas consecuencias (El Pas, 26-5-1998).
52. Para una interesante discusin acerca de las distintas acepciones del concepto juventud en relacin a los
movimientos sociales y, especialmente, al MOK, vase Martnez (2002).
53. En este sentido, el propio medio ha sealado la correlacin entre el fenmeno de la okupacin y el enca-
recimiento de los precios de la vivienda: El fenmeno de las ocupaciones de viviendas deshabitadas que
empez a principios de la dcada de 1980 ha ido en aumento y en paralelo al encarecimiento del precio de
la vivienda (El Pas, 22-7-2001).
54. Sin embargo, tampoco El Pas ha cubierto con detalle todos los eventos trascendentales que tenan lugar
en los CSOA. As, por ejemplo, una nica mencin se ha hallado al Encuentro contra el Neoliberalismo que
tuvo lugar en el Estado Espaol (siendo Madrid la sede principal) entre el 26-07 y el 3-08 de 1997, que fue
la siguiente: Durante esta semana pasada ha servido de sede para el II Encuentro Intercontinental por la
Humanidad y Contra el Neoliberalismo, y ha acogido a un centenar de personas de otros pases que han
acudido a esta especie de cumbre alternativa (El Pas, 4-8-1997). Este Encuentro tambin fue silenciado
en Catalua (AA.VV., 1998).
55. As, el autor seala la programacin de conciertos como una de las prcticas culturales estrella en la red
de los CSOA, aunque no la nica. El extenso abanico de actividades desarrolladas en los CSOA abarcara
desde proyecciones de cine y vdeo, charlas y debates, comedores populares, distribuidoras de informa-
cin y msica, edicin de revistas y fanzines, radios libres, asesoras jurdicas y laborales, cooperativas de
trabajo y consumo... (Martnez, 2002). En El Pas, por ejemplo: Los okupas estuvieron en este edificio
de la calle de Olite tres meses, y llevaron a cabo en l actividades de todo tipo, como talleres ingls,
malabares, matemticas y teatro o pases de vdeo, disponan de una biblioteca, adems de que organi-
zaban fiestas para recaudar dinero para otros colectivos (El Pas, 1-7-1998).
56. En este sentido, vase Jimnez y Alcalde (2003) para el caso del movimiento antiglobalizacin; para el de
la objecin de conciencia, vase Sampedro (1997).
57. A modo de ejemplo, valga destacar una noticia publicada en poca de campaa electoral el 8 de junio de
1999. Se trata de un reportaje: La respuesta del candidato, en qu casos aceptara la okupacin. Las
respuestas las formulan los candidatos del PP, PSOE e IU a la alcalda de Madrid y la presidencia de la
Comunidad de Madrid. Las distintas visiones s reflejaban entonces una (parcial) confrontacin partidista
265
LA BATALLA DE LOS MEDIOS
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 265
a causa de este tema: No acepto ningn tipo de okupacin; no considero delito okupar casas vacas;
slo si tiene un carcter cultural; s, en casos de necesidad; nadie debe incitar a la okupacin; en
un edificio pblico desocupado.
58. Fernando Martnez Vidal es presidente del PP del distrito de Salamanca (El Pas, 11-3-97).
59. Julia Garca Valdecasas fue delegada del Gobierno en Catalua (El Pas, 21-5-98).
60. A modo de ejemplo, valga destacar una noticia publicada en la seccin catalana que lleva como ttulo A
debate Vivienda, pobreza, rebelin: Debe despenalizarse la okupacin y como subttulo Los dueos
defienden las penas para los okupas y estos dicen que no van contra la propiedad (El Pas, 22-7-2001).
61.
Es decir, que si descontamos los 78 emisores de El Pas del total de 233 de las NMOK en Madrid, el por-
centaje resultante es del 35,5 de actores que participan del discurso de la criminalizacin. Adems debe
recordarse el hecho ya subrayado de que la gran mayora de emisores que tratan en su discurso esta
dimensin lo hacen en noticias posteriores a 1996, por lo que de hacerse el clculo slo contando las noti-
cias desde ese ao, su peso relativo sera todava mayor.
62. En este sentido, y a diferencia de otras cuestiones, como las ecologistas, la okupacin no se ha institucio-
nalizado (todava?). As, no existe en El Pas ni en ningn otro medio de comunicacin de masas, ningu-
na seccin de okupacin, a modo de Medio Ambiente, y sus periodistas ambientales. Por otro lado, debe
tambin sealarse la propia resistencia del MOK a relacionarse con los medios de comunicacin de
masas, lo que contribuye a reducir su presencia en los medios.
63. Este hecho es recogido en El Pas, al menos desde 1988: Los okupantes no quieren hacer ningn tipo de
declaraciones a la prensa por miedo a ser utilizados (El Pas, 19-7-1988).
64. Gonzlez y Blas (2002) denominan a los aos comprendidos entre 1996 y 2001 la etapa de represin,
crecimiento y entrada en la agenda pblica; Martnez (2002) subraya la conflictividad de 1996-1999.
65. En este sentido, una posibilidad para interpretar la limitada inclusin de la okupacin en el enfrenta-
miento partidista, es que dicho enfrentamiento en el terreno poltico no haya cristalizado todava, el cual
se revelara particularmente favorable con la regeneracin de las elites polticas: Todas las juventudes de
los partidos polticos catalanes se acercan con mucha ms comprensin que sus mayores al movimiento
okupa. Asuntos que generan controversia en el conjunto de la sociedad concitan un alto grado de unani-
midad entre las juventudes. As sucede con el MOK, que despierta las simpatas de la mayora de estas for-
maciones y hace converger en el mismo camino a organizaciones distantes en el terreno ideolgico. El
dilogo es visto como la mejor va para dar salida a las demandas de los okupas, segn la prctica totalidad
de los lderes juveniles (El Pas, 13-5-1998).
266
JAVIER ALCALDE VILLACAMPA
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 266
CAPTULO 10
EL MOVIMIENTO DE OKUPACIN ANTE LAS NUEVAS TECNOLOGAS:
OKUPAS EN LAS REDES
1
IGOR SDABA RODRGUEZ Y GUSTAVO ROIG DOMNGUEZ
TONY JUNIPER, DEL GRUPO ECOLOGISTA BRITANICO AMIGOS DE LA
TIERRA, CALIFICAAINTERNETCOMOELARMAMA S PODEROSADELARE-
SISTENCIA. PUEDE MUY BIENSER ASI, PEROLA REDES MAS QUE UNINS-
TRUMENTODEORGANIZACION; HALLEGADOASERUNMODELOPARAESOS
PROPOSITOS, UN MANUAL PARA LA ADOPCION DESCENTRALIZADA PERO
COOPERATIVA DE DECISIONES. FACILITA EL PROCESO DE DIFUSION DE
INFORMACIONHASTATAL PUNTOQUEMUCHOS GRUPOS PUEDENTRABAJAR
AL UNISONO SIN NECESIDAD DE ALCANZAR UN CONSENSO MONOLITICO.
Klein, 2001: 456-457
INTERNET FUE CREADO POR EL PENTAGONO COMO UN INSTRUMENTO
MILITAR. UTILIZADOCIVILMENTE, SINQUENINGNESTRATEGALOPUDIE-
RA PREVER, HA SERVIDO TAMBIEN PARA GENERAR UN ESTADO DE OPINION
MUNDIAL QUE POR PRIMERA VEZ EN LA HISTORIA SE PUEDE MANIFESTAR
GLOBALMENTE DE FORMA SIMULTANEA HASTA CONVERTIRSE EN UN
EXPLOSIVO PLANETARIO.
Manuel Vicent, Pulso, El Pas, 16-03-2003
LA COMUNICACIN COMO PARTE DE LA ACCIN COLECTIVA
Es un lugar comn y un tpico repetido en algunos anlisis sociolgicos contem-
porneos estudiar la interaccin o influencia mutua entre los movimientos socia-
les y los medios de comunicacin. Se observa, particularmente, el tipo de acciones
colectivas o intervenciones polticas que se realizan (como variable dependiente)
en funcin del abanico de posibilidades que las tecnologas o los medios de comu-
nicacin permiten (como variable independiente). De esta manera nos encontra-
mos cmo se han llegado a vincular (con grados variables de evidencia emprica) la
consolidacin del movimiento obrero, la extensin de movimientos religiosos o
los nacionalismos con la aparicin de la cultura impresa
2
y la propaganda (ver, por
ejemplo: Vzquez Montalbn, 1985: 54-107; Tarrow, 1994: 93-115; Gellner, 1994:
caps. 2, 3 y 8). Idnticamente, se ha insistido en la influencia de la radio (con una
capacidad de penetracin en la poblacin enorme, que llega incluso a los analfabe-
tos funcionales y no distingue clases sociales) en la cristalizacin de ciertos movi-
mientos populistas y de masas como los fascismos
3
o la revolucin iran de 1979
que derroc al Sha de Persia. Tambin se ha advertido el papel de otros artefactos
comunicativos y dispositivos tecnolgicos como frenos que obstaculizan las
267
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 267
demandas de cambio y transformacin, a la cabeza de los cuales est, sin dudar-
lo, la televisin como blanco de todas las iras (en su papel de apuntalador ideo-
lgico, garante del ciclo de consumo fordista, anestesiante de conciencias,
vocero meditico de los lobbies empresariales, difusor de la versin oficial,
etc.). De alguna manera, todos estos anlisis se han fundamentado en una mira-
da posterior e histrica sobre esos fenmenos, en un estudio a toro pasado de
lo ocurrido.
Por ello, sera excesivamente arriesgado e ingenuo (por determinista, poco
fiable y poco productivo) hacer con Internet y las TIC
4
lo mismo y suponer una
relacin unvoca, lineal y exacta entre la naturaleza del mundo electrnico-vir-
tual y los Novsimos Movimientos Sociales (NMS) de manera que fijsemos
unas consecuencias y propiedades necesarias para estos ltimos. Se podra
decir que estamos todava en pleno cambio, observando los influjos y las muta-
ciones que van, progresivamente, operndose en los grupos polticos por la
entrada e implantacin masiva de las nuevas tecnologas de la informacin,
la telemtica y los entornos de redes distribuidas (expresin tpicamente
anglosajona). A estas alturas de la pelcula, en plena trama, nos queda todava
todo el desenlace sobre las implicaciones de la adopcin de las TIC. Dentro de
las familias sociolgicas, la escuela norteamericana se ha preocupado ms de las
formas de instrumentalizacin de las tecnologas y los medios de comunica-
cin, entendidos estos como recursos organizativos de sujetos calculadores
(elecciones racionales y evaluacin de costes y beneficios). Por otro lado, la
perspectiva europea ha puesto el nfasis en los procesos de identidad y de
creacin de cdigos culturales compartidos a travs de lo tecnolgico y lo comu-
nicativo. Ambos funcionan como tipos ideales o polos antagnicos en la
interpretacin de las tecnologas comunicativas dentro de los ciclos de protes-
ta social.
En cualquier caso, aparcando la cuestin sobre el tipo de modulacin que las
tcnicas comunicativas (y, por tanto, organizativas) que un medio como Internet
tiene sobre la accin colectiva, vamos a intentar abordar un caso concreto
5
.
Entraremos a diseccionar brevemente el ejemplo del movimiento de okupacin y
su interaccin con las primeras estrategias polticas que pivotan sobre estos nue-
vos medios. El anlisis de los usos sociales de Internet por parte del movimiento de
okupacin es un ejemplo de la reconversin de la participacin colectiva, el con-
flicto social y la intervencin poltica ante (o a causa de) las nuevas tecnologas de
la informacin. Y, por tanto, tambin de sus xitos y fracasos, de sus conquistas
y de sus desengaos.
268
IGOR SDABA RODRGUEZ Y GUSTAVO ROIG DOMNGUEZ
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 268
Partimos necesariamente del reconocimiento del mayor protagonismo y peso
del factor comunicativo en la vida poltica y social de los movimientos ciudadanos
contemporneos, apareciendo nuevas estrategias comunicativas de los NMS para
adaptarse al hecho de que el ruedo poltico se haya vuelto un espacio para la lucha
de frases, las batallas de papel o los combates multimedia (ver, por ejemplo:
Sampedro, 1997; Ibarra y Tejerina, 1998; Melucci, 1996; Bourdieu, 1997; Klein,
2001 y Alcalde y Jimnez, 2002) en donde cada actor refleja su competencia polti-
ca en funcin de su capacidad y habilidad para manejarse en un mundo cada vez
ms mediatizado y comunicacional (sera necesario avisar de que este desplaza-
miento de los conflictos al lado simblico o comunicativo no debe hacernos per-
der la materialidad de los mismos ni su enraizamiento en relaciones cotidianas con
sujetos de carne y hueso para evitar caer por la pendiente de un postmodernismo
semitico intangible).
HISTORIAS DE OKUPAS Y DE REDES: UBICANDO LA OKUPACIN
Y LA TELEMTICA EN SU CONTEXTO HISTRICO
Cuando se habla de okupacin se entiende que se apunta a un fenmeno juvenil de
reivindicacin poltica
6
en el que lo ms importante no es tanto vivir en un espacio
okupado como participar de prcticas comunitarias y dinmicas polticas con-
cretas. En ese sentido, podramos atrevernos a asegurar que el moderno movi-
miento de okupacin
7
despunta en los aos ochenta y alcanza su cenit o se asienta
a principios o mediados de los noventa. A partir de entones, se percibe una peque-
a bajada y aminoramiento de su intensidad que vendra marcado por: 1) una
mayor represin en todos los frentes (policial, judicial, meditico, etc.), especial-
mente a partir del nuevo Cdigo Penal que entra en vigor en 1996
8
; 2) la disolucin
dentro de movimientos ms fuertes o masivos (la okupacin es un afluente ms del
Movimiento Antiglobalizacin que, actualmente, lo eclipsa casi todo
9
); y 3) no
haber sido capaz de avanzar de lo contracultural estricto hacia lo social amplio, es
decir, de poner en el centro de su actividad y de su discurso el problema de la
vivienda y el de la gestin de los espacios urbanos, de buscar aliados en esta estra-
tegia o de incorporar al movimiento a otra fuerzas polticas, sindicales, a otras
generaciones y grupos sociales. El nacimiento del movimiento estuvo presidido
por el desolador panorama de la izquierda espaola en la segunda mitad de los aos
ochenta: resaca de la derrota en el referndum de la OTAN, captacin de los lde-
res del movimiento vecinal por el PSOE, crisis del modelo sindical ante la ofensiva
269
EL MOVIMIENTO DE OKUPACIN ANTE LAS NUEVAS TECNOLOGAS
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 269
neoliberal (primeras reconversiones industriales, primeras reformas del mercado
de trabajo, precarizacin laboral, etc.), conflictos internos dentro de las organiza-
ciones de izquierda
10
, cada del muro y prdida del referente sovitico, etc.
Por las mismas fechas, finales de los ochenta, comienza a penetrar la tecnolo-
ga digital (acceso a primeros ordenadores) en ciertos sectores de la izquierda
radical europea, de manera fundamental en Italia (la European Counter Network o
ECN
11
, precisamente vinculada a centros sociales okupados), en Holanda (el grupo
Hacktic y la De Digitale Stand, embrin de XS4All)
12
y en Alemania (el Chaos
Computer Club)
13
hasta consolidarse a mediados-finales de los aos noventa. Son
los primeros momentos en los que las redes estn asociadas a extraos obsesos con
artilugios y cachivaches, mticos hackers visionarios y locos fanticos del New
Age. En ciertos casos (Italia y Alemania) estas redes estn muy politizadas y se ubi-
can en los mrgenes o entornos de ciertos movimientos sociales. En otros
(Holanda), los sueos de comuna digital acaban en empresa.com alternativa y cre-
cimiento desmesurado (XS4All). En Espaa, no obstante, hasta mitad de los
noventa no hay mucho rastro del fenmeno. El embrin o la semilla de la telem-
tica alternativa son las primeras BBS
14
(HELP en Barcelona, Revolware y Altercom
en Madrid, las BBS basadas en Fido, etc.) que con tecnologas relativamente rudi-
mentarias (en comparacin con las actuales) comienzan a explotar las posibilida-
des del mundo neotecnolgico y a profetizar un desplazamiento gradual al lado
ciber
15
. FidoNet
16
, que era una red de BBS interconectadas entre s desde 1983,
formada por entusiastas de la nueva informtica reticular funcionando como
comunidad a nivel mundial. Cabe sealar tambin que el imaginario de las nue-
vas tecnologas penetra justamente en la opinin pblica de nuestro pas como dis-
curso contra la crisis econmica y el desempleo masivo de la mano del gobierno
del PSOE durante esos aos.
Lo que nos interesa subrayar es que, desde las coordenadas temporales
anteriores, parece obvia una coincidencia histrica y un solapamiento cronol-
gico parcial del movimiento de okupacin en Espaa (desde principios de los aos
ochenta) y el boom de las redes telemticas (desde principios-mediados de los
aos noventa). Ms all de una explicacin totalmente causal en la que uno deter-
mina al otro, parece que el azar coloc a ambos elementos en el mismo escenario
histrico
17
. Pero, como veremos, la coincidencia de ambos ciclos (uno de protesta
y otro comunicativo/tecnolgico) ha permitido el intercambio y la coinfluencia
mutua hasta mimetizar ambos fenmenos. El encuentro es accidental, pero el
matrimonio entre ellos ha funcionado y la alimentacin recproca ha existido.
Interaccin, pues, sobre la que versa este captulo.
270
IGOR SDABA RODRGUEZ Y GUSTAVO ROIG DOMNGUEZ
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 270
La relacin, adems, ha pasado por diversas fases y por distintas maneras de
acoplar o encajar los elementos. No hay intencin de temporalizar o trazar lapsos
histricos bien definidos pero pueden observarse algunas tendencias claras. As,
por ejemplo, el primer conjunto de okupaciones era medianamente ajeno a lo tec-
nolgico y mantena una postura bastante hermtica y reticente debido a que: 1) el
fenmeno telemtico estaba todava incipiente y poco extendido (sin mostrar su
autntica potencia an) y 2) el progresismo clsico siempre ha sido bastante ten-
dente y aficionado a los discursos tecnfobos
18
. No obstante, segn pasa el tiempo,
otros sectores del movimiento de okupaciones no slo comienzan a ser ms abier-
tos a estas tecnologas, sino que incluso se posicionan y participan dentro de acti-
vidades y debates concretos sobre su utilizacin (politizando su uso). La afinidad a
la crtica tecnolgica se tornar entonces en una posicin ms meditada y recepti-
va a ciertos usos de la tcnica. Esta evolucin cambiante ser clave para poder des-
cifrar el uso que de Internet hacen los movimientos sociales. Es cierto adems que
el cambio no es global y que ser el sector postmoderno de la okupacin el que se
vuelque ms abierta y decididamente a Internet, superando usos clsicos e instru-
mentales y desarrollando todo un discurso acerca de la tcnica, las mquinas, los
cuerpos, las identidades, las redes, la cooperacin, etc.
Todo ello se ve mediado tambin por el crecimiento formidable del uso de
Internet en la poblacin espaola general (no hay datos slo para movimientos
sociales). En unos pocos aos, desde 1996 a 2001, el crecimiento ha sido especta-
cular, multiplicando desorbitadamente el nmero de usuarios
19
(un 27,49 por
ciento, de 277.000 a 7.079.000)
20
. Definitivamente, Internet irrumpe en el movi-
miento en la misma medida y en el mismo momento en que se instala en la socie-
dad como fenmeno de consumo de masas (a partir del ao 98). El movimiento de
okupacin no es pionero en este sentido, no se adelanta al mercado en el uso de la
red y se incorpora a ella al calor de la publicidad y el asalto que desde las empresas
de comunicacin se hace sobre la sociedad y sobre los consumidores.
ACERCAMIENTO EMPRICO: UN BREVE VISTAZO AL MUNDO TELEMTICO
DE LA OKUPACIN
Metodolgicamente hablando, uno de nuestros objetos de estudio se constituye,
principalmente por la idiosincrasia del medio a estudiar, en el mosaico de pgi-
nas web producidas por el movimiento de okupaciones
21
. Dichos documentos son
unidades electrnicas de informacin y noticias que combinan texto e imagen
271
EL MOVIMIENTO DE OKUPACIN ANTE LAS NUEVAS TECNOLOGAS
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 271
(e incluso sonido o imagen en movimiento) y que estn escritas en un determina-
do lenguaje (el Hyper Text Markup Language, HTML). Con ellas en mente atende-
remos a cuatro dimensiones: 1) la presencia en la red del movimiento; 2) la
evolucin de esa presencia; 3) la visibilidad de esa presencia y 4) los usos con-
trainformativos de la misma
22
.
1) Presencia en la red: las primeras webs relacionadas con el movimiento de
okupacin (casas okupadas, asambleas de okupas o movimientos por la
okupacin de viviendas) son de difcil datacin debido al carcter efmero
y temporal de muchas de ellas
23
. Si la casa okupada desaparece (es desalo-
jada, mayormente, o se abandona, en algn caso) tambin lo suele hacer su
pgina en la red (pierde su sentido a veces), correlato de una vida nmada
y en constante alternancia. Aun as nos atrevemos a proponer que fue por
los aos 1996-1997 cuando comenzaron las primeras pginas que se dedi-
caban o referan ntegramente a este fenmeno (Lavapis 15 en Madrid y la
Kasa de la Muntanya en Barcelona, por ejemplo).
Lo que es cierto es que la ubicacin de las webs relacionadas con el movi-
miento de okupaciones suele concentrarse en unos pocos servidores o
proveedores de servicios: o aquellos que se definen como alternativos
24
o en los gratuitos (las dos tendencias mayoritarias). La cantidad aproxima-
da de webs tambin vara considerablemente por ser este un medio emi-
nentemente dinmico y por el carcter efervescente y fluctuante de los
NMS. Si tomamos Sindominio (como el servidor en el que ms centros
sociales okupados tienen su pgina web) encontramos 11 casas okupadas
25
sobre un total de 95 colectivos (febrero 2003), una presencia de un 11,6 por
ciento sobre el total de colectivos y organizaciones polticas. En Nodo50, el
segundo lugar donde buscar, encontramos slo tres centros sociales oku-
pados
26
sobre un total de 624 (febrero 2003) organizaciones, en torno al
0,5 por ciento del total. Respecto al resto de pginas que estn albergadas
en servidores gratuitos existe una dispersin total que dificulta su ubi-
cacin
27
.
La tipologa de webs encontradas es relativamente escasa. A pesar de la
variabilidad esttica y la versatilidad de las presentaciones multimedia,
la mayora posee unas caractersticas estructurales comunes: presentacin
e historia (donde se explicitan las reivindicaciones especficas y la biogra-
fa de la casa o edificio), convocatorias de actividades (una agenda de lo que
se mueve en esa okupa), informacin sobre los desalojos (datos sobre la
272
IGOR SDABA RODRGUEZ Y GUSTAVO ROIG DOMNGUEZ
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 272
represin, cronologa de los litigios y el futuro posible de ese espacio),
textos y documentos (archivo de escritos recomendados o producidos en la
casa okupada), enlaces a otras pginas (men seleccionado o tour guiado
por lo ms en Internet, por aquello que es afn, por las redes de paren-
tesco poltico), etc. El discurso electrnico es bastante similar en todo
el movimiento pero es distinto a los discursos encontrados en otros
medios (papel, radio, etc.): hay un predominio de los mensajes cortos y
directos, de iconos cromticos, de las narraciones saltarinas que provo-
can los constantes enlaces
28
y de cierta interactividad (formularios, envos,
correos electrnicos, posibilidad de colocar informacin, acceso a listas de
correo o foros, etc.).
2) La evolucin temporal de esas webs es tambin complicada de estimar
debido a la permanente sustitucin de unas pginas por otras y de unas
okupaciones por otras. Como los propios movimientos, las webs no des-
cansan. Lo cierto es que, acorde con la evolucin de la ocupacin, se ha
producido una reduccin del nmero de pginas dedicadas exclusivamen-
te a dicho tema. Si se accede a la pgina de organizaciones de Sindominio
del 3 de enero de 2000
29
se observa la cantidad de 11 webs sobre okupas
que han desaparecido en este tiempo
30
, un lapso de tres aos (de 2000 al
2003). En Nodo50 ocurre algo parecido aunque no tan drstico
31
.
Lo que s podemos constatar ms claramente es la evolucin funcional o la
metamorfosis organizativa de las pginas: se ha pasado de las informacio-
nes concretas asociadas a un nico centro social o de las pginas indivi-
duales a los weblogs (sistemas de noticias, de posteo annimo y con
formato peridico, por ejemplo, los Indymedias) y pginas ms colectivas.
Hay una tendencia a la baja de pginas nicamente dedicadas a un tema
concreto y solitario en contraposicin a la multiplicacin de espacios de
encuentro mixtos y combinados donde la miscelnea de noticias es la tni-
ca. La okupacin deja de ser protagonista nica y pasa a convertirse en un
tema ms de los tratados y debatidos en algunos foros, pginas de noveda-
des o tablones de noticias; al igual que el propio movimiento se inserta e
integra en conglomerados antiglobalizacin mayores o movimiento de
movimientos. Es una seccin, como otra cualquiera, emparentada con el
resto, que slo se activa cuando la realidad lo provoca, cuando las circuns-
tancias lo hacen pasar a primera plana. A esto hay que sumar una segunda
evolucin: de pginas inicialmente estticas y unidireccionales (una car-
telera o expositor de contenidos) a conjuntos de herramientas horizontales,
273
EL MOVIMIENTO DE OKUPACIN ANTE LAS NUEVAS TECNOLOGAS
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 273
interactivos y de participacin colectiva (foros, debates, publicacin abier-
ta, etc.).
3) Cuando hacemos uso de un trmino tan ambiguo como visibilidad nos esta-
mos refiriendo a la posibilidad de medir y contar el nmero de accesos
32
a
una pgina web (y por tanto comparar). Los contadores de visitas o las
estadsticas de acceso proporcionan una medida, siempre aproximada y
relativa, de la incidencia de un sitio web
33
. Nos encontramos, sin embar-
go, conque no todas las webs llevan este medidor incorporado y que no
sabemos desde cundo estn computando visualizaciones. Hay casos en
que s; por ejemplo, el Ateneu Llibertari de Cornell informa en su pgina
inicial de tener 729 visitas desde el 24 de diciembre de 2002 (una media de
unas 9,9 visitas diarias, 729 en 73 das). La Casa Encantada muestra 22848
visitas a su pgina de inicio que lleva desde, por lo menos, el 28 de marzo
de 2002
34
(lo que nos da unas 66,4 diarias). La Gasteizko Gaztetxea indica
10.141 visitas desde por lo menos el 30 de abril de 2001
35
(lo que propor-
ciona unas 15 visitas diarias). A diferencia de los ndices de audiencia cl-
sicos estos datos (calculados muy grosso modo) no permiten conclusiones
aventuradas, tan slo comparaciones parciales y limitadas entre ellas
(dentro de un mismo contexto).
4) La contrainformacin en Internet: en este apartado pretendemos recoger
los principales usos y utilidades de esas webs mencionadas y que pueden
resumirse o sintetizarse en los siguientes bloques clasificados a partir de la
observacin del material encontrado:
a) Propaganda: entendida como forma de expresar demandas, ideas, pro-
puestas y discursos donde se clarifican y exponen las razones de los
diversos centros okupados. Obviamente, se mantiene siempre la pers-
pectiva propia del movimiento o de la casa, intentando apuntalar la
legitimidad poltica para la reapropiacin de ese espacio. Dicha mani-
festacin pblica de opciones polticas es lo que permite fijar y forjar,
tambin, la identidad poltica y las propuestas programticas del movi-
miento
36
.
b) Espacios dedicados a la discusin/intercambio: son espacios telemti-
cos para participar e intercambiar informacin entre diversos grupos
que formen parte del movimiento. Este asamblearismo virtual, al
margen de toda mediacin institucional o exterior, permite mantener
actualizado y vivo el movimiento, facilitando formas de democracia
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participativa en lugares de reunin inmateriales. Son una suerte de
foros virtuales, lugares de conversacin electrnica o arenas de deli-
beracin colectiva orientados hacia el interior del movimiento, hacia la
construccin de la estructura interna de coordinacin y organizacin.
Ello incluye no slo los foros o famosos weblogs (Indymedia a la cabeza
con su periodismo de cdigo abierto u open publishing y algn PHP-
Nuke o PostNuke)
37
sino tambin las listas de correo, los chats, los wikis,
etc. Estos sistemas de registro (son las bitcoras del movimiento), al
estar disponibles en todo momento y desde diferentes localizaciones,
permiten generar rganos de conexin entre militantes y coalicin
entre grupos. Facilitan que personas dispersas de regiones distintas
estn al corriente de sus respectivas actividades, superando grandes
divisiones geogrficas
38
.
c) Convocatorias: en este caso lo que se difunde y presenta son todo el
conjunto de actividades pblicas en general que se pueden realizar en
un centro social okupado. Debido a la falta de canales informativos
estables y del poco acceso a los medios oficiales e institucionales, se
opta por publicar en web todo anuncio o llamada como estrategia de
visibilizacin de lo ocurrido o lo que se va a realizar. Por su carcter ins-
tantneo y por la facilidad de difusin, algunas convocatorias son inclu-
so ms efectivas va Internet que por papel o por radio ya que, en ciertos
casos, el tiempo entre la decisin o preparacin del evento y la realiza-
cin del mismo es muy corta y no hay tiempo para pasar por imprenta o
por las ondas
39
.
d) Desalojos y respuestas a la represin: en este caso la utilizacin del
medio electrnico se focaliza en responder o reaccionar contra las
dinmicas represivas
40
de las instituciones ante dicha okupacin (des-
alojos, amenazas, juicios, actuaciones policiales, redadas, acosos, mon-
tajes, detenciones, sentencias y recursos, etc.). Lo que conduce a una de
las paradojas de los movimientos sociales: en algunos casos, son ms
visibles cuanto ms represin sufren (Martnez, 2002). Todo ello cons-
tituye una autntica crnica periodstica al uso al hacer hincapi en
acontecimientos, sucesos, noticias, datos, etc., y al denunciar los abu-
sos o agresiones externas
41
.
De alguna manera sera posible decir que, si no fuera por la efmera vida de
las pginas web y su existencia tan catica y fugaz, se podra recuperar el hilo de una
275
EL MOVIMIENTO DE OKUPACIN ANTE LAS NUEVAS TECNOLOGAS
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 275
crnica telemtica del movimiento de okupaciones a travs de ellas. La auto-
narracin fragmentaria que estos documentos electrnicos van construyendo
permite seguir la vida del movimiento, su biografa accidentada y cambiante. Si
hacemos una comparativa con el resto de medios clsicos (prensa, panfletos
impresos, radios, etc.) percibimos que las cuatro novedades fundamentales que
introducen las pginas web son, en nuestra opinin: a) el mayor peso de las con-
vocatorias debido a su urgencia, celeridad y facilidad de difusin masiva; b) el
aumento de las presentaciones multimedia con la combinacin de mltiples
formatos (fotos, vdeos, grabaciones sonoras, msica, etc.); c) la posibilidad, en
algunos casos, de participacin e interaccin colectiva en su realizacin (coope-
racin en la elaboracin o publicacin de informacin); y d) la naturaleza
conectiva, vinculante, difusora e intermediadora de las webs gracias a los links o
enlaces entre documentos (saltos constantes de una a otra pgina, lazos de una a
otra casa okupada y de uno a otro movimiento) que diluyen muchas veces las
fronteras borrosas entre grupos, colectivos, organizaciones, luchas o movi-
mientos.
Mencionar finalmente que, aunque nuestra intencin era circunscribirnos
al territorio espaol, obviamente, por las caractersticas de la red no tiene
mucho sentido el hablar de lo nacional en este tipo de cuestiones. Existen
numerosos ejemplos internacionales
42
que pululan o circulan por Internet y
que sirven como prueba de la vinculacin existente entre los squatters y las nue-
vas tecnologas
43
.
DE OKUPAS A HACKERS: RECONVERSIN Y PUENTES ENTRE
MOVIMIENTOS. DE LOS CENTROS SOCIALES A LOS HACKMEETINGS
Y HACKLABS
A modo de sugerencia podramos intuir una continuidad o duplicidad de los suje-
tos de la accin colectiva, un trasvase o pluri-militancia entre los sectores ms cen-
trados en la okupacin y los ms involucrados en la extensin de las redes
telemticas por los movimientos sociales. Muchos movimientos se solapan, pisan
o intercalan compartiendo militantes y activistas. Nos referimos al engarce que
existe, a veces, entre diversas demandas y resistencias y que, en este caso, se expre-
sa en una singular correspondencia o complicidad entre algunas casas okupadas y
ciertas posturas polticas sobre el uso de Internet. Se pasa del edificio o del barrio
como unidad de accin al espacio comunicativo y virtual como trampoln para la
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misma. Okupas, en uno, y hackers
44
, en otro, mantienen una estrecha y peculiar
relacin.
Ambos pueden leerse como figuras sociales con cierto parecido, como tipos
en los mrgenes del sistema, sujetos rebeldes que comparten su lucha contra la
propiedad privada del suelo (y la especulacin) o contra la propiedad privada de
la informacin o los modelos hegemnicos de propiedad intelectual (y la manipu-
lacin o la monopolizacin). En definitiva, son resistencias sociales que se oponen
a los monopolios de propiedad o a la comercializacin del mundo y que pasaran de
la reapropiacin de los espacios inmobiliarios a la reapropiacin de los espacios
virtuales y comunicativos. Des-mercantilizar las reas urbanas o los espacios tec-
nolgicos y expresivos pueden ser vistas como actividades complementarias.
Ambas realizan una inversin de valores de cambio (precio del suelo, precio de la
informacin y del Software) por valores de uso (habitar y dotar de actividades a ese
suelo; utilizar, compartir y difundir esa informacin). Uno y otro encuentran inco-
herente la existencia de espacios vacos (sin habitar, sin utilizar, sin comunicar) y
la lgica apropiativa e individualista de los mismos, oponindole un discurso de la
cooperacin social (moral y tcnicamente mejores. Ver Himanen, 2001) patente
en centros sociales o en fenmenos como el Software Libre
45
y el sistema operati-
vo GNU/Linux
46
. El suelo es de quien lo habita y la informacin es libre para su
intercambio. Hay que recuperar ambas cosas, hacerse con esos espacios de socia-
lizacin (tanto real como virtual). El cuestionamiento que desde el movimiento de
okupacin se hace sobre los conceptos de propiedad y de trabajo, tiene su correla-
to en el terreno de la produccin inmaterial (produccin de conocimiento o, ms
concretamente, programacin de Software) en el movimiento hacker: hacktivistas y
militantes polticos acaban cuestionando las relaciones de poder y propiedad que
atraviesan todos los niveles de la vida en un sistema reorganizado sobre la base de
la mercantilizacin y privatizacin del mundo, material o no, ambos reales, al fin y
al cabo
47
. La filosofa de un movimiento que nace ligado al mundo del software y al
desarrollo de las redes choca desde un primer momento, igual que el movimiento
de okupacin, con dos dinmicas: la del Estado, que impone su necesidad de regu-
larizar el nuevo fenmeno (todo nuevo fenmeno), y la del mercado, que pre-
tende hacer valer en el terreno de la creatividad y la investigacin cientfica sus
principios de propiedad y su pulsin mercantilizadora de todo nuevo mbito de
produccin.
Esta relacin ntima tambin se ha expresado en la prctica en Espaa
48
en
diversos encuentros de hackers. Los famosos Hackmeetings
49
se han realizado inva-
riablemente durante tres aos consecutivos en casas y centros sociales ocupados.
277
EL MOVIMIENTO DE OKUPACIN ANTE LAS NUEVAS TECNOLOGAS
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 277
Esas tres grandes reuniones del sector politizado del mundo hacker y del soft-
ware Libre espaol han estado repetidamente unidas al mundo okupa y a los espa-
cios autogestionados. Las tres versiones pueden encontrarse en: http://www.
sindominio.net/hmbcn00/, http://www.sindominio.net/hmleioa01/ y http://
www.sindominio.net/hackmeeting/.
En octubre de 2000 se rene en Barcelona, y por primera vez en nuestro
Estado, un colectivo amplio y heterogneo de activistas y hackers en lo que se cono-
ce como el primer Hackmeeting del Estado espaol
50
. Los vasos comunicantes entre
el mundo de los centros sociales y la nueva cultura hacker son evidentes. Se com-
parten repertorios de accin, posturas y prejuicios
51
. Un ao ms tarde, entre el 21
y el 23 de septiembre, se celebra el segundo Hackmeeting, esta vez en el Gaztetxe de
Leioa, en el que el debate y las iniciativas se balancean desde las ponencias y talle-
res eminentemente tcnicos a sesudas reflexiones tericas sobre la tcnica, el
poder y la autoorganizacin. Se marcha cada vez ms decididamente en la senda
del hacktivismo, como prctica de intervencin tcnico-poltica sobre el con-
junto de problemticas derivadas de la conflictividad social
52
. El tercer, y hasta
ahora ltimo encuentro, se organiza en Madrid, entre el 3 y el 5 de octubre de
2003 en el Centro Social Ocupado El Laboratorio 0.3 (desalojado el 9 de junio
de 2003). Este tercer Hackmeeting se prepara y se lleva a cabo en un ambiente
caldeado por la inminente entrada en vigor de la LSSI (Ley de Servicios de la
Sociedad de la Informacin) y lo que se presupona como un recorte a la liber-
tad de expresin y el fin de la privacidad de las comunicaciones en Internet. De
estos encuentros anuales fsicos, presenciales entre gente que a lo largo del
ao se conoce y se coordina desde la red en multitud de iniciativas cibersub-
versivas, irn cristalizando proyectos organizativos ms o menos estables,
colectivos de personas que vinculados a los centros sociales asumen esta lnea
de intervencin social. As, nacen varios Hacklabs
53
en diferentes ciudades del
Estado como materializacin permanente y localizada territorialmente que
surge de la experiencia adquirida en la red y el contacto personal en los
Hackmeetings. Toma cuerpo, pues, un nuevo movimiento social, muy vinculado
fsica y polticamente con el movimiento de okupacin y de los centros sociales
ms desarrollados de las grandes metrpolis que le permite superar, en el mbi-
to de los movimientos urbanos antagonistas, esa percepcin un tanto esquizoide
que ha arrastrado la izquierda sobre las nuevas tecnologas y que pendula entre la
tecnofilia y la tecnofobia. Las prcticas de ciberactivismo que se dan hoy en da en
el entorno de lo Centros Sociales Ocupados se complementan con dichos Hacklabs.
La mayora utiliza, nace o se inserta en Centros Sociales Okupados, como es el caso
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de Kernel Panik de Barcelona, que se rene en el Centro Social Les Naus. En el
Gaztetxe de Udondo (Leioa), en el rea metropolitana de Bilbao, se rene como un
grupo de trabajo del Centro Social, el Metabolik Bio Hacklab. En marzo de 2003
organiza unas Jornadas sobre wireless y redes ciudadanas libres, junto a
BilboWireless y MadridWireless
54
. Iniciativas dentro del mismo movimiento encon-
tramos tambin en Madrid, en pleno centro de la capital se rene el Wau Holland
2001
55
y el Vallekas Hacklab
56
que funciona como un grupo de trabajo dentro del
Centro Social Okupado Seco
57
. En Zaragoza el Downgrade Hacklab
58
se rene en
el Centro Social Autogestionado La Trama, en Santiago, es un grupo de trabajo
dentro de la Casa Encantada
59
y en Alicante se llama La Cuca Albina
60
y se rene en
el Centro Autnomo Autogestionado El CAU
61
(estos dos ltimos centros sociales
no estn okupados).
EL CSO EL LABORATORIO, UN CASO DE REFERENCIA OBLIGADA
Hablar de Internet y del movimiento de okupacin nos obliga a detenernos en
la experiencia del CSO Laboratorio, en su web y su rea Telemtica. En estos
momentos, junto a la Casa Encantada (Santiago de Compostela), es uno de los
centros sociales que ms ha avanzado en su trabajo en la red, en su reflexin
sobre lo tcnico y en su proyeccin sobre este nuevo territorio de intervencin
colectiva que es el ciberespacio. Su web ha mutado en tres diferentes versiones
(una por cada uno de los emplazamientos fsicos por los que ha pasado el cen-
tro) y refleja en su estructura, su organizacin y diseo, la evolucin del pro-
yecto al que ha acompaado desalojo tras desalojo, okupacin tras okupacin.
En su versin ms actualizada se asiste a un despliegue estructural que cubre en
la prctica varios objetivos: canonizacin del discurso formal del proyecto, sis-
tematizacin de la publicidad de su agenda, definicin estratgica de su imagen
ante la Administracin (interlocutor obligado en los procesos de negociacin
que se abren tras cada nueva okupacin en el centro de Madrid) y presentacin
del proyecto ante su entorno social, las redes en las que se habita y de las que se
nutre.
El website actual se organiza sobre 27 secciones
62
e intenta dar fe del conjunto
de reas de trabajo, talleres, espacios y microproyectos que conforman el centro
social. En conjunto, la web transmite la idea y la imagen de un proyecto experi-
mental, en estado de ebullicin y creacin permanente, en sintona natural con
el hacktivismo social. En cada una de las secciones se capta esta postura a mitad
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EL MOVIMIENTO DE OKUPACIN ANTE LAS NUEVAS TECNOLOGAS
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de camino entre el esteticismo y la militancia, entre la experimentacin creativa
y la intervencin poltica, desde donde se entiende perfectamente un taller de
fotografa en el que se lee lo que Walter Benjamin
63
escribi sobre arte y marxismo,
un proyecto wireless
64
de construccin de redes ciudadanas inalmbricas para
generar redes comunitarias o un Espacio de Artes Plsticas en cuya presentacin
para la web hay ms tica hacker contenida que en la propia definicin del rea
Telemtica
65
.
Queda patente en la web la capacidad que ha tenido esta tercera edicin de
un proyecto de centro social, que ha cristalizado en su agenda y en una buena
parte de las iniciativas y propuestas que comenzaron a experimentarse desde las
redes sociales anticapitalistas madrileas en el seno de las campaas contra la
presidencia espaola de la UE (2002) o las multitudinarias movilizaciones con-
tra la guerra de Irak. Internet, comunicacin horizontal, experimentacin pol-
tica y tcnica y desobediencia colectiva se entretejen en un website y en un
proyecto que rompe con la tradicional precariedad poltica de un movimiento
que hasta la fecha habitaba en las catacumbas de la marginalidad poltica y el
aislamiento social.
En la versin 0.2
66
de la web del centro podemos acceder a la primera ver-
sin de la pagina del rea Telemtica del Laboratorio
67
. Ya en 1997 el Centro
Social Okupado Laboratorio constituye un grupo de trabajo especifico en el que
participa gente interesada en proyectos informticos o al menos en proyectos o
actividades en los que se utiliza la informtica. Su intencin inicial fue la de
poner en marcha algunas tareas especficas en el propio centro social (red local,
diseo de la web, instalacin de un servidor Linux, etc.) y la relacin con otras
gentes y otras experiencias similares. Desde el rea Telemtica se gestionaba el
correo y la web del centro, se estableca contacto con proyectos en el extranjero
o con otros servidores espaoles. De este ncleo nace y madura el proyecto de
un servidor de Internet vinculado a los centros sociales okupados y a las prime-
ras prcticas de hacktivismo social. Tras alguna que otra Velada Telemtica
68
y
algn Encuentro Estatal de Contrainformacion
69
, organizados desde este rea
de trabajo, se pondr en marcha un proyecto de autogestin telemtica vincula-
do a los centros sociales y a la nueva cultura hacker del Estado espaol que se
conoce como Sindominio.net.
70
.
Desde el principio el rea Telemtica apuesta por el sistema operativo
GNU/Linux y el uso y la difusin del Software Libre sobre el que despliegan una
doble lnea de defensa: sus bondades tcnicas por un lado y la correccin poltica
de un fenmeno que se defiende como icono de referencia antimonopolistca
280
IGOR SDABA RODRGUEZ Y GUSTAVO ROIG DOMNGUEZ
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 280
frente a Microsoft y al poder econmico de la industria del Software propietario.
Sin llegar al desarrollo de un discurso tan depurado como el de los actuales
Hacklabs, desde esta rea Telemtica ya en 1997 se inicia un proceso de acerca-
miento al proyecto GNU/Linux que dar como resultado la amplia aceptacin pol-
tica del nuevo sistema operativo y el revolucionario proyecto de cooperacin que lo
ha hecho posible en el mbito de los centros sociales.
Llama la atencin el ejercicio reflexivo sobre el conjunto de tareas que traba-
jan; por ejemplo, el anlisis de la web como herramienta, las luces de su potencial
y las sombras de sus limitaciones. As, se destaca la capacidad comunicativa del
hipertexto (la lectura no lineal, rizomtica), del multimedia (imagen, sonido) y
sobre todo la facilidad con que desde la WWWse garantiza la visibilidad de las luchas
y sujetos sociales. De la misma manera, se defiende que la web no es ni mucho
menos el servicio ms interesante de Internet, por ser quiz la que ms se acerque
a los dispositivos clsicos de flujo unidireccional de datos dentro de un esquema
ms o menos pasivo de navegacin/consulta que podra llegar a parecerse en oca-
siones al zapeo televisivo
71
. El empeo del rea es precisamente explotar y mate-
rializar ese potencial que permite superar desde la web las barreras tcnicas y
polticas de lo que hasta la irrupcin de Internet se entenda como contrainforma-
cin y no garantizaba la interactividad, la multidireccionalidad de la comunicacin,
la horizontalidad y la no mediacin. Lo que en el ao 1997 era un dispositivo nove-
doso lleno de posibilidades ha demostrado ser el medio de comunicacin por exce-
lencia de las redes antiglobalizadoras que, a travs de un esqueleto mundial de
webs dinmicas (el proyecto Indymedia)
72
, han conseguido poner en pie un medio
independiente, horizontal, democrtico, masivo y de capacidad movilizadora glo-
bal, sin referente inmediato en la historia de la comunicacin y el desarrollo tc-
nico contemporneo.
En esta lnea y en este momento, el CSO El Laboratorio da cabida a una de las
experiencias ms avanzadas en cuanto al uso poltico, militante, de las tecnologas
de la comunicacin, de Internet. Al calor de las movilizaciones actuales contra la
guerra de Irak y con la participacin de hackers, militantes y activistas de medios
independientes, se ha creado un centro de medios de comunicacin con el prop-
sito de coordinar diferentes iniciativas de comunicacin y contrainformacin que
surgen desde los movimientos sociales de Madrid. Basado en herramientas libres,
conexin local wireless, ADSL hacia el exterior, recepcin de televisin va satlite,
un dispositivo de telfonos mviles en contacto con las movilizaciones, se puso en
marcha una emisora de radio por Internet que cubri la contrainformacin de las
jornadas de movilizacin antiblicas en Madrid
73
.
281
EL MOVIMIENTO DE OKUPACIN ANTE LAS NUEVAS TECNOLOGAS
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 281
CASA ENCANTADA: UN NUEVO MODELO DE INTERS
La Casa Encantada de Santiago de Compostela ha asumido desde hace tiempo la
necesidad de formalizar su presencia en Internet. Si bien durante algn tiempo
la web (http://www.casaencantada.org) se ha limitado a informar sobre las acti-
vidades del centro social y sus reas o grupos de trabajo, posteriormente la web
se ha ido transformando en un centro de recursos informativos sobre la activi-
dad de los movimientos sociales de Santiago y de Galicia. La casa albergaba
(desalojada el 17 de junio de 2003) a diversos colectivos que poseen espacio pro-
pio en la web
74
.
Lo realmente innovador en la relacin entre la colectividad y lo tcnico es el
doble salto que ha dado el proyecto telemtico del centro social. En un primer
momento su equipo tcnico, organizado en el HackLab de la casa, decide montar un
servidor propio, sobre GNU/Linux y conectado a la red permanentemente a travs
de una lnea ADSL. La web y el correo electrnico de las diferentes reas del pro-
yecto, que hasta el momento estaban alojadas en Nodo50, irn migrando progresi-
vamente hacia su propia mquina de forma que ahora toda la web y el correo se
autogestionan de manera autnoma sin la asistencia de los proveedores de servi-
cios tradicionales de la izquierda alternativa y los movimientos sociales: Nodo50 y
Sindominio.
En esa misma lnea y en una segunda vertiente de gran inters poltico,
desde el servidor de La Casa Encantada se comienza a dar servicio de alojamien-
to web a otros colectivos gallegos, como es el caso de la Mocidade Galega Pola Paz
(http://causaencantada.org/mocidadepolapaz/) o el dominio del colectivo
Ultreia (http://www.ultreia.org/). Durante algunas semanas tambin alojaron la
versin en pruebas de lo que hoy es Indymedia Galiza (http://galiza.indyme-
dia.org). Este paso hacia la autogestin tcnica a travs de un servidor propio es
una de las primeras experiencias de apropiacin directa de las Nuevas
Tecnologas de la Informacin, por encima de la intermediacin de proveedo-
res, ni siquiera de aquellos que como Nodo50 han sido levantados desde los
propios movimientos sociales. La propia expansin del mercado de la conecti-
vidad y la apropiacin de lo tcnico como elemento de liberacin y confronta-
cin poltica abren con la experiencia de La Casa Encantada un nuevo modelo de
autogestin tcnico-poltica que tiene bastantes posibilidades de consolidarse
como otra posibilidad, alternativa, a la provisin tradicional de servicios de
Internet.
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VIRTUDES Y VICIOS DE LA COMUNICACIN TELEMTICA
EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
Las nuevas tecnologas han acompaado en la reactivacin de todo un nuevo ciclo
de luchas y protestas sociales. Adems, dichas tecnologas permiten conceptualizar
a los NMS ms como redes que como organizaciones formales y en las que la
mediacin tecno-comunicativa se convierte en otra forma de instituir la accin
colectiva. Esta faceta tambin demuestra que hay algo ms que comportamiento
instrumental en los NMS y que los nudos de solidaridad pueden descifrarse tam-
bin en clave cultural y comunicativa. Los elementos no humanos (recursos, tec-
nologa, artefactos tcnicos, herramientas, soportes, etc.) tienen adems un papel
crucial en la organizacin de la protesta (Diani, 2000). Ello ha permitido entramar
nuevas formas de sociabilidad y de expresin poltica muy potentes, fortaleciendo
algunos de los puntos ms frgiles de los grupos polticos (por ejemplo, la infraes-
tructura y los recursos). Esas comunidades invisibles de discurso (Tarrow, 1994)
le deben mucho al rol agregador y aglutinador de los medios de comunicacin elec-
trnicos y a las TIC (Scott y Street, 2000). A lo que hay que sumar que dichas tec-
nologas facilitan el terreno a aquellos movimientos que aspiran a ejercer efectos
globales desde actividades locales. Otro elemento sugerente es el papel poroso y
difuso de movimientos como el de okupacin: en esta forma de conexin federati-
va, los enlaces virtuales de una web pueden ser vnculos reales en los movimientos.
Un mecanismo relacional en donde lo nico comn es un protocolo (unas reglas
para entenderse y comunicar) y a travs de experimentacin e inmediatez se rein-
venta lo poltico.
Las estrategias de comunicacin de los movimientos sociales son absoluta-
mente imprescindibles para sobrevivir hoy da, formando parte de su bagaje y de
su aptitud poltica en sociedades informacionales y mediatizadas. Coordinacin,
visibilidad, protagonismo, legitimidad, cohesin, identidad, etc., dependen en
gran medida de sus capacidades y habilidades comunicacionales. Frente a actores
institucionales (Estado, partidos, etc.) que monopolizan los espacios pblicos y los
mass media clsicos, movimientos como el de okupacin desarrollan sus propios
medios de competencia simblica gracias a tecnologas accesibles como Internet.
A su vez, estas estrategias van metamorfoseando y recombinando algunos de sus
rasgos esenciales, adaptando gran parte de sus recursos a la potenciacin de sus
interacciones comunicativas. Es decir, el movimiento evoluciona al encuentro de
tcnicas y tecnologas que le son necesarias para subsistir frente a correlaciones de
fuerzas desventajosas. Es, en este sentido, que cobra significacin el paso de okupas
283
EL MOVIMIENTO DE OKUPACIN ANTE LAS NUEVAS TECNOLOGAS
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a hackers. Un proceso que da lugar a un nuevo movimiento social, muy vinculado
fsica y polticamente con el movimiento de okupacin y de los centros sociales
ms desarrollados de las grandes metrpolis. Poco a poco se va introduciendo en
este escenario de activismo telemtico la reflexin sobre lo social como algo previo
a lo tcnico, disipando ilusiones sobre la posibilidad de que el potencial liberador
de lo tcnico supere por s mismo (en un plano independiente) limitaciones
y desequilibrios estructurales. Se perfila, pues, una imagen del hecho tcnico y
comunicativo como fundamentalmente poltico y la tecnologa como un elemento
sistmico, tanto de dominio (en la produccin, la educacin o la guerra) como de
la liberacin (de la produccin, de la educacin, de la guerra) como ya avisara
Marcuse. En este universo conceptual se estructura el puente sobre el que desde el
movimiento de okupacin se trasvasan inquietudes, militancias, conocimientos,
infraestructuras hacia ese nuevo espacio de hacktivismo poltico que traduce a la
esfera de la produccin inmaterial, a la generacin de conocimiento social, el ima-
ginario poltico de un movimiento que le precede y que cuestiona radicalmente
relaciones de produccin, de propiedad y de mando en el mundo material. El trn-
sito de okupas a hackers podra entenderse como la proyeccin hacia el ciberes-
pacio de un movimiento insurgente, de corte radicalmente contracultural y
subversivo, que se define en el rechazo y la superacin de las relaciones socia-
les de dominacin que imperan en las calles y se imponen en las redes.
Por otra parte, mientras el movimiento obrero o los grandes movimientos de
masas del siglo XIX y la primera mitad del XX materializaban sus avances polticos
en el terreno electoral o territorial (el reparto de zonas de influencia urbanas y
control poltico y social de barrios, fbricas, universidades, etc.), los NMS urbanos
apuestan por un juego poltico desterritorializado, mutante y simblico. En ese
sentido, el espacio preferente es la Red, manifestndose en y a travs de ella, que
acta como medio de comunicacin y al mismo tiempo como modelo organizativo
en el que se construyen identidades con mucha ms facilidad y eficiencia que con
los medios polticos tradicionales, ya que Internet consigue superar en gran medi-
da las limitaciones territoriales y la verticalidad de los media clsicos.
Sin embargo, no podemos olvidar algunos peligros, lmites y obstculos que se
han dado y pueden llegar a darse:
1) Poca incidencia en las agendas polticas. Se ha cuestionado repetidas veces
la dudosa capacidad de Internet para sacar de los propios movimientos
sociales sus discursos y para perturbar la idlica vida del modlico ciudada-
no moderno, ajeno a sus demandas y quebraderos de cabeza. Qu grado
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de incidencia en las agendas polticas ha existido en comparacin a como
pudo hacer la Insumisin/Objecin a travs de la prensa escrita
75
? Se
puede considerar que Internet ha ayudado a sensibilizar las conciencias de
los no militantes (suponiendo que esa fuera una de las metas)? Y para
crear un colchn social que haya hecho ms simptica la okupacin
para los vecinos y urbanitas
76
? Internet sigue estando reservado a un per-
fil sociodemogrfico concreto, sigue cumpliendo una labor esencial de
cara al interior de los movimientos y sigue yendo a la zaga (en este tema)
frente a la televisin o a los peridicos
77
. Son asignaturas pendientes que
deben tenerse en cuenta. Una de las supuestas labores de los movimientos
sociales es alterar las agendas polticas, desafiando conformismos
impuestos y activando la participacin ciudadana. Sin embargo, el impac-
to de Internet parece surtir mayor efecto como reforzamiento de lo exis-
tente y consolidacin de las redes de coordinacin internas que como
incentivo hacia el exterior. No se ha conseguido articular del todo la utili-
zacin interna de la comunicacin (organizacin, coordinacin, difusin
entre los movimientos, elaboracin de un discurso propio, etc.) con el
aprovechamiento hacia fuera para enfrentar realmente a las ideologas
hegemnicas. La escasa complementariedad con sectores sociales no poli-
tizados podra suplirse con la construccin de vasos comunicantes con
otros sectores y otros mass media
78
.
2) Internet, por sus rasgos caractersticos (instantaneidad, globalidad,
soporte multimedia, etc.) supone una suerte de espectacularizacin de la
poltica. Espectculo que puede hacer atractiva la participacin y servir
como llamativo estmulo para la gente. Pero espectculo que tambin
puede caer en una vorgine colorista y sonora, simplemente consumida
por su propia imagen autorreferente (Turkle, 1997). Existe el peligro de
estetizar virtualmente la accin poltica (como alertara el viejo Benjamin)
y perder los enganches con la materialidad de otros procesos sociales.
Corre el riesgo de convertirse en una simple distraccin alrededor de una
mitologa neotecnolgica desvinculada del resto de problemas sociales.
3) Debido a la facilidad y comodidad de uso de las redes telemticas, puede
propiciarse un repliegue hacia comunidades cerradas en lo meramente
tecnolgico y a la construccin de guetos virtuales. Las redes telemti-
cas pueden proveer a los movimientos de un medio de marketing poltico
muy potente que se quede en la simple autocomplacencia, en el enclaus-
tramiento narcisista o en la contemplacin pasiva de las competencias
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tcnico-comunicativas de cada uno. Ello conduce, adems, a la formacin
de jerarquas internas que consolidan los diferentes grados de conoci-
miento, experiencia y aptitud para las nuevas tecnologas. Intentar no capi-
talizar simblicamente los saberes es precisamente lo que se predica pero
no siempre se practica dentro de algunos movimientos. Las distribuciones
desiguales de conocimiento y manejo tcnico y su no socializacin pueden
alentar competitividades internas y recortar las potencialidades polticas
de estos medios.
4) El peligro de saturacin por ruido y excesiva informacin es otro de los
miedos latentes que emergen asiduamente. Las rutinas comunicativas,
multiplicadas por el nmero de centros emisores, acaban hartando a los
militantes, incapaces de discernir y de gestionar un atracn de informa-
cin. La cultura de corta y pega puede generar confusin no slo por
saciedad (que no sociedad) de informacin sino tambin por dudosas fia-
bilidades (de dnde viene la informacin, qu grado de veracidad tiene).
Los espacios de expresin libre, adems, pueden generar tal cantidad de
debates, noticias, consignas, conflictos internos, etc., que acaben parali-
zando e inmovilizando dinmicas ms productivas en los movimientos.
Hay que implementar desde los movimientos sociales dispositivos tcni-
cos que reduzcan y filtren el ruido meditico para hacer accesible la infor-
macin a sus militantes.
En definitiva, las TIC han transformado la prctica, la organizacin y el dis-
curso de muchos movimientos sociales contemporneos. Se han convertido en
herramientas privilegiadas para actuar, informar, reclutar, organizar, dominar y
contradominar (Castells, 2003: 179), formando redes complejas que permiten
construir espacios virtuales sobre los que operan los MS locales, facilitando con-
tactos capilares e interacciones constantes. Las condiciones de un mundo hiper-
tecnologizado han animado y estimulado a algunos movimientos que han sido
modificados de raz, redefinindose decisivamente. Han hecho entrar la gestin de
conocimientos, la creacin de comunidades
79
y el intercambio de informaciones
en otro rgimen de relaciones. Internet no es tan slo un utensilio cmodo sino un
medio maleable y adaptado al tipo de movimientos sociales que nacen en la era
informtica o el capitalismo globalizado. En cualquier caso, es evidente que no
podemos extrapolar lo aqu expuesto sobre las okupaciones a otros movimientos,
protestas, temticas conflictivas, geografas o periodos. A partir del mtico 1999
(Seattle y el Movimiento de Resistencia Global), autntico momento fundacional
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de la antiglobalizacin, se han centuplicado los centros emisores en la red, hacien-
do de Internet el medio predilecto de los NMS
80
. Pero esa es otra historia para con-
tar en otro momento y otro lugar.
NOTAS
1. Agradecemos los comentarios y crticas constructivas de Javier Alcalde, las sugerencias materialistas de
Mario Ort, la correccin ortogrfica de Elena Rodrguez.
2. El peridico cuenta slo con aproximadamente dos siglos de existencia y fue un elemento movilizador
esencial. Durante los aos de la Revolucin Francesa se calcula que lleg a haber 350 peridicos en Pars:
Los episodios revolucionarios han sido terreno abonado para nuevos peridicos (Tarrow, 1997: 104).
3. Todas las radios alemanas en 1932 eran propiedad del Estado y fue el mtodo ms eficaz, cmodo y bara-
to para hacer llegar los discursos de Hitler a los ms recnditos rincones de Alemania. Adems, es el nico
medio de comunicacin ms consumido por mujeres que por hombres.
4. TIC: Tecnologas de la Informacin y la Comunicacin, las innovaciones en materia informtica y comunica-
tiva de las ltimas dcadas: Se denominan Tecnologas de la Informacin y las Comunicaciones (TIC), al con-
junto de tecnologas que permiten la adquisicin, produccin, almacenamiento, tratamiento, comunicacin,
registro y presentacin de informaciones contenidas en seales de naturaleza acstica (sonidos), ptica (im-
genes) o electromagntica (datos alfanumricos) (http://www.transformando.com/minisites/tecnologia/
escritorio/Paginas/Cont1D.htm). [Nota: todas las direcciones electrnicas, de ahora en adelante, fueron con-
sultadas en mayo de 2003].
5. Hasta la fecha se han realizado muy pocos anlisis empricos interesantes de la interaccin entre Internet
y los movimientos sociales. Un magnfico estudio desde las teoras de la accin colectiva del uso de
Internet por parte de los movimientos ecologistas en el desastre de Aznalcllar (Doana) puede verse en
Rodrguez (2002). Otro caso algo explorado es el de los zapatistas (Castells, 2000).
6. Obviamos todas las figuras o enfoques mediticos, policiales, periodsticos y penales en los que se estig-
matiza al movimiento como tribu urbana, pose juvenil, algaraba violenta, marginalidad barrial, malestar
adolescente e inadaptacin, nido de drogas, etc.
7. Entendindolo como movimiento poltico medianamente organizado y que expresa sus demandas colec-
tivamente. Dicho caricaturizadamente: cuando la ocupacin empieza a ser realizada por jvenes y se
comienza a escribir con K. Para adentrarse en las ocupaciones vecinales anteriores ver Villasante (1976),
Ala (1978) o al Castells marxista (1975 y 1976).
8. Consensuado por todas las fuerzas polticas y que entra en vigor el 25 de mayo de 1996.
9. Esto no implica ms que una cierta prdida de protagonismo, de exclusividad en la protesta. Al mismo
tiempo que el movimiento de okupacin se diluye o se mimetiza en el movimiento Antiglobalizacin,
tambin se expande, se fortalece en sus relaciones con otras redes sociales, intercambia militantes, com-
parte espacios, ofrece infraestructuras, etc.
10. Por ejemplo, la ruptura de la CNT y la escisin de la CGT y la doble escisin en el seno del PCE que da lugar
a la segregacin del sector prosovitico (PCPE-Ignacio Gallego) y del sector socialdemcrata (MUC-
Santiago Carrillo).
11. Ver http://www.ecn.org/ y http://www.ecn.org/inr/
12. Ver http://www.xs4all.org, XS4All se lee como Access For All (Acceso para todos). Puede consultarse su
interesante historia en: http://www.xs4all.nl/uk/overxs4all/geschiedenis/index.html
13. Ver http://www.ccc.de/
14. BBS (Bulletin Board System): tabln de anuncios electrnicos servidos por un ordenador anfitrin.
15. En aquel momento [1993-1994], en el Estado existan dos BBS dedicadas a temas alternativos y antagonis-
tas: HELP en Barcelona y Revolware en Madrid. Estas eran pequeos proyectos que aglutinaban a un reduci-
dsimo grupo de cibermilitantes y se soportaban sobre sendos ordenadores 286 (uno de ellos robado en
Alemania) con tecnologa Fido sobre MS-DOS. HELP estaba soportada por el mpetu de un solo individuo:
Manolo Barber, aunque apoyado muy de cerca por la gente de El Lokal, la agencia ADAI y GEA, a quien la BBS
daba soporte para la difusin de datos de radioactividad post-Chernobil de la Red RAD. Por su parte, Revolware
surga de un grupsculo con el mismo nombre dedicado a la crtica y apropiacin social de las nuevas tec-
nologas, y con estrecha relacin con la agencia de contra-informacin UPA. L@s usuari@s de estas BBS eran
cuatro chalad@s que aunaban su militancia poltica con el inters por la informtica (Jimnez, 1999).
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16. Fidonet naci gracias a un programa de comunicaciones creado por Tom Jennings en 1984 en San
Francisco (EE.UU.). [...] Su intencin era crear un programa para intercambiar informacin y ficheros
con su amigo John Madill, que viva en Baltimore. Dise un sistema que permita realizar una conexin
de acceso telefnico entre ambos ordenadores sin necesidad de intervencin humana. [...] Tres meses
despus de que Tom Jennings diseara su programa Fido, ya lo usaban 30 BBS, al ao siguiente haba
160... de modo que se form una red de BBS que intercambiaban correo y ficheros entre ellos y sus usua-
rios por todos los Estados Unidos. Y esa red se fue extendiendo paulatinamente por todo el mundo, dando
lugar a lo que hoy es Fidonet (http://www.fidospain.org/fidowebs/fidoweb1.htm).
17. Esta hiptesis no tiene por qu hacerse extensiva a otros pases en los que la aparicin de ambos fenme-
nos puede ser cronolgicamente distinta. En algunas zonas europeas la okupacin lleva varios aos de
adelanto con respecto a Espaa y a Internet.
18. Es un tanto paradjico que, desde la izquierda tradicional que se orienta con un recetario ideolgico marxis-
ta acartonado, no se sea coherente apostando por el uso masivo de las nuevas tecnologas como parte de lo
que se entiende como desarrollo de las fuerzas productivas. No olvidemos que en el manual de materialismo
histrico bsico este desarrollo desemboca en una crisis en las relaciones de produccin, es decir, en una
crisis revolucionaria. La tecnofobia se demuestra muy poco marxista, al menos en sus versiones clsicas.
19. Internet es la tecnologa con ms alta tasa de penetracin social a escala mundial. Se ha difundido su uti-
lizacin mucho ms rpido que la electricidad, la radio, el PC o la televisin.
20. Fuente: AIMC, Audiencia de Internet, abril/mayo 2001.
21. Un anlisis que, en combinacin con otras fuentes, ya ha comenzado a ser explotado en alguna investiga-
cin sociolgica de este mismo tema con mayor o menor fortuna (Navarrete y otros, 1999).
22. No obstante hay otra limitacin aadida: slo se han volcado a la red los centros sociales okupados y no las
casas que se han dedicado nicamente a viviendas. Si diferenciamos los espacios colectivos culturales
(centros sociales) y las okupas slo para vivir (viviendas), nuestro estudio se queda con los primeros, lo
que restringe las posibles conclusiones sobre todo el movimiento. Queda el aviso a navegantes de que
la dimensin meramente residencial, por tanto, no aparecer aqu. Habra que realizar una segunda obje-
cin y es que muchos centros sociales tampoco han optado por su presencia virtual con lo cual la repre-
sentatividad de lo dicho en las lneas posteriores puede ser cuestionada.
23. Un punto de partida interesante es la pgina http://www.archive.org/, en donde su herramienta
WayBackMachine muestra un archivo histrico de pginas web antiguas, una especie de memoria de
la Red.
24. Segn su aparicin cronolgica: Pangea (http://www.pangea.org), Nodo50 (http://www.nodo50.org),
Sindominio (http://www.sindominio.net), Rebelin (http://www.eurosur.org/rebelion), La Haine
(http://www.lahaine.org) y los Indymedias (http://barcelona.indymedia.org, http://madrid.indymedia.
org, http://euskalherria.indymedia.org y http://galiza.indymedia.org).
25. Todas accesibles desde la pgina: http://sindominio.net/colectivos.shtml.
26. Accesibles desde la pgina: http://www.nodo50.org/organi.php?x= por ciento.
27. Algunos ejemplos de estas pginas seran: la Masa ocupada de Collserola (http://www.cascall.org/can-
pasqual/), la Kasa Okupa de Logroo (http://www.geocities.com/Baja/9842/), Laldea Okupa de Leganes
(http://www.redestb.es/Laldea/), el Pueblo okupado de Sas (http://cascall.org/sase), el Can Mas Deu
(http://www.canmasdeu.net/) y la Casa de las Iniciativas de Mlaga (http://centrosocial.cjb.net/).
28. Me gusta ser libre, expandir mi cdigo, compartirlo, difundirlo, copiarlo, enlazarme con otras pginas,
otros proyectos, otros seres... disfruto al experimentar con diversos lenguajes y protocolos, aprender y ser
aprendido, participar de los procesos tecnolgicos y humanos que me constituyen, interactuar con mis
entornos a travs de mis diversos cuerpos para defender la autoorganizacin y la autonoma que me da la
vida (Manifiesto Metabolik).
http://www.sindominio.net/metabolik/wiki/index.pl? (ManifiestoMetabolik).
29. http://web.archive.org/web/20000103211301/http://www.sindominio.net/.
30. Assemblea dOkupes de Terrassa, Centro Social - Casa de Iniciativas (Mlaga), Centro Social El Lokal
(Sevilla), CSO Camino de Ronda 190 (Granada), CSA Can Vies (Barcelona), CSA Hamsa (Barcelona),
CSAO de Krdoba, CSO Julio Velez de Morn (Sevilla), CSO Pepika la Pilona (Valencia), Kasa de la
Muntanya (Barna) y La bola okupada (Madrid).
31. Desaparece C.S.O Tierra Libre (Madrid).
32. Algo que equivale a los ratings, shares, ventas o audiencias en televisin, periodismo y radio. Sin embar-
go, en este caso las medidas son propias, automticas y, normalmente, no mediadas.
33. Hay un modelo alternativo de medir la visibilidad: calcular la cantidad de pginas que enlazan la web estu-
diada. Midiendo el nmero de enlaces que nos dirigen a la pgina en cuestin podemos interpretar la
popularidad de la misma. Este clculo se puede hacer a travs de algunos buscadores (Google, por ejemplo).
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Por otra parte, sealar que los CGI que controlan los contadores tienen la capacidad de descartar mlti-
ples visitas desde el mismo ordenador en un periodo determinado de tiempo para evitar falsificar o dis-
torsionar los resultados globales.
34. http://web.archive.org/web/20020328042500/ http://www.casaencantada.org/index.html
35. http://web.archive.org/web/20010430052107/ http://www.sindominio.net/gga/
36. Ver: http://www.sindominio.net/laboratorio/lab03/faq.html
http://www.casaencantada.org/encanta/historia/gz/hist_01.htm
http://www.sindominio.net/dga/quienes.html, http://www.cascall.org/canpasqual/texts/
http://www.sindominio.net/karakola/presentacion.html
http://www.canmasdeu.net/web_pages/idees.ct.htm o http://www.redestb.es/Laldea/
37. http://centrosocial.cjb.net/ o http://www.alasbarricadas.org/
38. Ejemplos seran: Infousurpa: http://tande.com/usurpa, EnAcci: http://www.enaccio.net/resposta.php?
tema=Okupaci&idioma=ct, Revista de Pangea: http://revista.pangea.org/search.php?query=&topic=6,
Los Indymedias: http://barcelona.indymedia.org, http://madrid.indymedia.org y http://euskalherria.
indymedia.org o Actualidad en los Centros Sociales: http://www.sindominio.net/acs
39. Ver: http://www.sindominio.net/gga/castellano/agenda/month.php
http://www.casaencantada.org/encanta/desaloxo/gz/cursillos.htm
http://www.sindominio.net/karakola/events.htm, http://www.canmasdeu.net/web_pages/noticies.ct.htm
http://www.sindominio.net/labiblio/agenda.htm
40. En otros casos lo que encontramos son respuestas a los discursos de criminalizacin o vemos cmo se
rebaten algunas de las acusaciones tpicas y tpicas de los poderes oficiales (violencia, vinculacin con el
entorno abertzale, droga, etc.).
41. Ver: Desalojo del Labo2: http://www.sindominio.net/laboratorio/desalojo.html,
http://www.sindominio.net/lesnaus/materiales/Dossier.pdf, Desalojo del pueblo de Sas: http://cas-
call.org/sase/noticies.shtml, Montaje policial de los Butrones: http://www.nodo50.org/butrones,
Noticia de jvenes detenidos en un desalojo en Valencia: http://www.casaencantada. org/encanta/novas/
gz/valencia.htm, cine Princesa: http://orbita.starmedia.com/~k-gate/okupa/princesabar.htm, Desalojo
de El Casal Popular de Valencia: http://orbita.starmedia.com/~k-gate/okupa/ kasal.htm, Desalojo y derri-
bo de la Kasa Okupada Tararena de La Punta: http://euskalherria.indymedia.org/eu/2002/08/683.shtml
o Victoria del movimiento okupa en Barcelona: http://www.lahaine.org/ espana/juez_can.htm
42. Ver: Squatters Embassy http://huizen.dds.nl/~squatter/, Les liens squats http://perso.infonie.be/
den11/lesliens.htm, Squat!net: http://www.squat.net/, Reclaim the Streets de Squat Net: http://rts.squat.net/,
Centros Sociales Okupados de Italia: http://www.tmcrew.org/csa/csa.htm, Paginas okupas: http://www.
geocities.com/CapitolHill/7996/links.html#squat, Okupas en la Repblica Checa: http://www.ssp.cz/
Styl/index.html y Okupas en Holanda: http://www.xs4all.nl/~keyser/
43. Hay quien piensa que Internet y movimiento de okupaciones estn muy ligados: Algunos okupas se
orientaron pues hacia la utilizacin de herramientas de comunicacin modernas y alternativas, directas
y difcilmente censurables, como la red Internet, desde sus primeros estadios. Como atestigua el website
squat!net, desde 1999 [...], que albergan cantidad de pginas de okupas o dems grupos polticos, inicia-
tivas alternativas vinculadas al movimiento okupa. Muy popular, este website ofrece a los okupas la posi-
bilidad de comunicarse ms all del marco restringido de su entorno inmediato, algo que aparte de la
difusin de informacin que supone, puede llegar a ser un instrumento de presin suplementario para
la creacin de relaciones de fuerza entre okupas y autoridades [...] Internet proporciona asimismo otra
dimensin a las iniciativas orientadas hacia el mbito local: adems de textos publicados en la red, los
okupas de Amsterdam aadieron programas de sus radios y de sus televisiones piratas, accesibles en
directo. En Francia, los okupas de Dijon dan noticias de su actualidad, entre otras acciones, por medio de
una lista de difusin (la malokaliste) y de un website [...] Por supuesto, Internet es tambin una herra-
mienta de comunicacin entre casas okupas. Squat!net y otros servidores alternativos albergan decenas
de listas de discusin (foros) y difusin que hacen posible la coordinacin de grupos y el intercambio de
informaciones [...] el caso del Intersquat francophone, que federa a las casas okupadas de Francia, Suiza
y otros pases, en torno a un espacio de debate, comunicacin y solidaridad que utiliza la red Internet
como instrumento de enlace.
(http://www.lahaine.org/pensamiento/movimiento_encrucijada.htm).
44. Recordemos que aqu el trmino no tiene ninguna connotacin delictiva o maliciosa (reservada para los
crackers). Ver la definicin cannica que aparece en The Jargon File, v. 4.3.3., http://jargon.watson-
net.com/. Los hackers son una comunidad de programadores, fsicos, radioaficionados, mentes inquietas
y apasionados en la investigacin sobre las nuevas redes y las aplicaciones de software relacionadas con la
comunicacin y la informtica.
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45. Ver las pginas que explican la filosofa de estos proyectos en: http://www.gnu.org/philosophy/free-
sw.es.html y http://www.fsfeurope.org/documents/whyfs.es.html
46. Para avanzar en estos temas, ver: http://www.linux.org/ y http://www.gnu.org/. En el mundo hispano,
especialmente: http://www.hispalinux.es/.
47. El concepto de cooperacin y comunidad es bsico y no parte de una simple identificacin gregaria. Si el
mundo est lleno de problemas pendientes de solucin, est en la vocacin y en la curiosidad del hacker la
predisposicin a resolverlos. El tiempo y las energas son limitados de ah la necesidad de compartir
experiencias sin desgastarse en la reinvencin de lo que ya existe y funciona: operatividad, pragmatismo,
cooperacin, inteligencia colectiva. E.S. Raymond lo explica con claridad: Para comportarte como un
hacker, debes creer que el tiempo para pensar que emplean otros hackers es precioso, tanto, que es casi una
obligacin moral para ti el compartir la informacin, resolver los problemas y luego exponer la solucin
de manera que los otros hackers puedan resolver nuevos problemas, en lugar de enfrentarse perpetua-
mente a los viejos, E.S. Raymond, en http://nbk.hackindex.com/library/howtos/cceh.htm
48. Y fuera de ella. Adems de en Italia, la web Squat.net dice: Different people, with different backgrounds (e.g.
squatters, punks, hackers, etc.) try to work together and collect news and important stuff on the squatter scene
(http://www.squat.net). (El subrayado es nuestro.)
49. El trmino Hackmeeting se recoge de los encuentros que los hackers de Italia vienen haciendo anualmen-
te en diversos centros sociales ocupados de ese pas desde 1998 (Ver: http://www.hackmeeting.org/). El
ltimo se organiz en Bolonia, entre el 21 y 23 de junio de 2002. De la misma manera que buena parte del
universo poltico de un sector del movimiento de okupacin de este Estado se inspira en la experiencia
del movimiento de los Centros Sociales Okupados italianos, tambin se asume en diferentes crculos de
militantes la reflexin sobre la tecnologa y del hacktivismo poltico italiano. A su vez, la tradicin italia-
na bebe de otros encuentros previos y posteriores como el Galactic Hackers Party (Amsterdam, 1989), las
conferencias Next Five Minutes (Amsterdam, 1993 1996 y 1999), Hacking at the end of the Universe (Holanda,
1993), Hacking in Progress (Holanda, 1997), ZeligConf (Pars, 2000) y Hackers at Large (Holanda, 2001).
50. Como carta de presentacin recurren a la mtica cita del clsico de Nani Balestrini, Los Invisibles, autor de
una serie de novelas (Vogliamo Tuto, Los Invisibles, LEditore, etc.) que perfilan magnficamente la expe-
riencia poltica y generacional de la autonoma italiana de los setenta, libros de culto de la militancia y los
activistas de los Centros Sociales: ampliar la ofensiva significa radicalizar la insubordinacin a cualquier
jerarqua ejercer nuestra creatividad destructiva contra la sociedad del espectculo sabotear las mercan-
cas que sabotean nuestras vidas reunirse en asambleas eligiendo delegados siempre revocables por la
base conectar todos los lugares de lucha no descuidar ninguno de los medios tcnicos tiles para la comunicacin
liberada dar un valor de uso directo a todo lo que tiene valor de cambio organizar la Autodefensa de los
territorios conquistados... (Balestrini, 1988; cursiva nuestra).
51. Como los que se imponen desde la organizacin a los/las asistentes (el tradicional y polticamente correc-
to vegetarianismo en los espacios comunes del centro social) y a los medios de comunicacin. En este
sentido se imprime al encuentro una de las histricas limitaciones que ha arrastrado desde sus orgenes
a la hora de establecer un mtodo en el trato y la relacin con los media convencionales (agencias, televi-
sin, prensa, radio, profesionales), reflejado en el tratamiento que estos dan al evento (escasa difusin,
maniquesmo, tpicos, criminalizacin), iniciando un proceso que se retroalimenta en una espiral vicia-
da desde la que no se consigue romper con la imagen de gueto que proyecta el movimiento (los medios no
informan o intoxican, el movimiento no informa a los medios, los medios no informan o intoxican); idea
fuerza adherida a su imaginario poltico.
52. ... resulta poco menos que obligatorio hacerse eco de las investigaciones socio-jurdicas que empiezan
ya a dividir el fenmeno hacker en dos momentos: Uno, ms cercano a esa idea de joven solitario encerra-
do ante un ordenador, apoltico, solidario si acaso con sus compaeros e implicado en una defensa gen-
rica de la libertad de acceso a la informacin. Y un segundo momento, el del hacktivismo, en el que el
hacking, phreaking e incluso la creacin de tecnologa pretende conseguir objetivos sociales o polticos.
Estas lneas de trabajo engarzan con las que consideran que el hacking ha de entenderse como un nuevo
movimiento social en la medida en que tiene una mnima organizacin (BBS, redes, publicaciones...),
configura colectivos no institucionalizados, propone programas de cambio en los mbitos de la normati-
vidad social y moral, se opone a determinadas polticas, normativas e incluso ordenes establecidos, tiene
un amplio alcance social. (C. Olmo. http://www.sindominio.net/hmleioa01/material/comunicacion.txt).
53. Los Hacklabs se caracterizan principalmente por sus habituales reuniones sociales en las que se compar-
ten habilidades y se colabora en proyectos y puestas en comn. Tambin se intenta concienciar a la pobla-
cin del control que se intenta llevar sobre los usuarios en las nuevas tecnologas as como tambin en la
vida real y del aprovechamiento que hacen de ellos monopolios ofrecindoles alternativas no solo ms
potentes que las impuestas por el sistema sino adems gratuitas y de mayores ventajas hacia el usuario
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como el software libre, la idea es mostrar que esto no es slo de un par de locos de la lnea de comandos,
concienciar de que este tipo de software es para todos y que no es necesaria la piratera. FAQ de hac-
klabs.org, web de coordinacin del conjunto de Hacklabs del Estado espaol. (http://www.hacklabs.org/
wiki/wiki.pl?Faq).
54. Agenda del 2002: http://www.sindominio.net/metabolik/wiki/index.pl?AgendaDel2002, agenda del
2003: http://www.sindominio.net/metabolik/wiki/index.pl?AgendaDel2003.
55. http://sindominio.net/wh2001/
56. http://vallekaslab.ath.cx
57. http://seco.sinroot.net/
58. http://sindominio.net/zgz-hl/
59. http://hacklab.casaencantada.org/
60. http://sindominio.net/lacucalbina/
61. http://sindominio.net/elcau/
62. Abopress, agitprop, quines somos, faqs, adhesiones, acrcate, contactar, listas de correo, agenda, encie-
rro, Jornadas Renta Bsica, comedor, cafetera, sala de cine, sala palomar, rea telemtica , wireless, coo-
perativa de consumo, Lavapis, artes plsticas, sala Petras, fotografa, enlaces, yomango, sobre SinDominio,
webs anteriores y archivo (http://www.sindominio.net/laboratorio).
63. Taller de Fotografa http://sindominio.net/laboratorio/lab03/fotografia.php
64. Madrid Wireless: http://www.madridwireless.net/
65. Espacio de Artes Plsticas: http://sindominio.net/laboratorio/lab03/artesplasticas.php
66. La versin 0.2 corresponde al Laboratorio de la Plaza de Cabestreros: http://www.sindominio.net/labo-
ratorio/lab.htm. La versin 0.1 es la del primer Laboratorio de la calle Embajadores: http://www.sindo-
minio.net/laboratorio/lab_antes_desalojo.htm
67. rea Telemtica del Laboratorio http://www.sindominio.net/laboratorio/atl
68. Ver el Programa de las Veladas Telemticas de mayo del 98 en: http://www.sindominio.net/laborato-
rio/atl/home.htm
69. IV Encuentro Estatal de Contra-informacin: http://www.nodo50.org/contrainfos/
70. El proyecto Sindominio.net (http://www.sindominio.net) trasciende el objeto de estudio de este captu-
lo. Si bien es resultado de la reflexin que sobre la tcnica y sobre la informtica se hace desde algunos
espacios de los centros sociales y se puede situar en el sentido de los nuevos proyectos de hacktivismo
poltico, su materializacin en un servidor de Internet desborda el mbito de la ocupacin y se sita en el
de los usos y la participacin de los movimientos sociales en la red. Para indagar ms ver: http://www.sin-
dominio.net/laboratorio/lab03/sindominio.php
71. Sobre el rea Telemtica del Laboratorio: http://www.sindominio.net/laboratorio/documentos/atl/atl.htm
72. Indymedia: http://www.indymedia.org
73. Ver la versin completa de este proyecto telemtico en: http://acp.sindominio.net/gallery.pl?sid=03/
03/23/2043243&mid=03-03-23-2045210
74. PreS.O.S. (Asociacin de axuda @s pres@s): http://causaencantada.org/presos/, Negativo/Positivo
(Colectivo Fotogrfico): http://causaencantada.org/negativopositivo/, HackLab da Casa Encantada:
http://hacklab.casaencantada.org/, Iris - Filosofa encantadora: http://hacklab.casaencantada.org/~iris/
Ultreia: http://www.ultreia.org/, Redes Negras: http://causaencantada.org/redesnegras/ y Mujeres
Nacionalistas Galegas tambin figuran como parte del proyecto pero alojan su web en un portal feminis-
ta enlazado desde la Casa Encantada: http://www.feminismo.org/mng/
75. Las estrategias del movimiento antimilitarista espaol supieron tratar hbilmente con los mass media de
una manera bastante provechosa, conjugando los intereses especficos del movimiento con las coyuntu-
ras polticas y empresariales de algunos peridicos y grupos mediticos (Sampedro, 2000).
76. En una encuesta indita de la empresa Tbula-V realizada sobre una muestra nacional urbana en 1997, el
77 por ciento de las personas de ms de 45 aos opinaba en contra de los okupas, las pandillas de jve-
nes que invaden ciertos edificios (sic). Por debajo de los 45 aos slo el 53 por ciento se opone a los
okupas (De Miguel, 2002: 120). No existi diferencia alguna en las repuestas entre hombres y mujeres.
77. Dicho maliciosamente: Qu vale ms desde el punto de vista de la eficiencia poltica, 100.000 visi-
tas en una web o 1 minuto en el telediario de la primera o una foto en la portada de El Pas?
78. Como dice Javier Alcalde en el captulo 9, el movimiento de okupaciones no debera descuidar otros
medios de comunicacin. Dicho provocativamente: la contrainformacin es necesaria pero no sufi-
ciente.
79. Internet y el ciberespacio facilitan enormemente la formacin de esas comunidades imaginadas requi-
sito imprescindible para hablar de poltica, ciudadana y movimientos sociales (Kroes, 2002: 265-266).
80. Ver, por ejemplo, el monogrfico de Peace Review, Vol. 13, num. 3, Social Justice Movements and the Internet.
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EL MOVIMIENTO DE OKUPACIN ANTE LAS NUEVAS TECNOLOGAS
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CAPTULO 11
LA REPRESIN AL MOVIMIENTO DE LAS OKUPACIONES:
DEL APARATO POLICIAL A LOS MASS MEDIA
JAUME ASENS LLODR
Cada movimiento social se organiza, desarrolla, y eventualmente, ve satisfechas
algunas de sus demandas o todas en funcin del contexto poltico-social en el que
se desenvuelve. Pero ese contexto tambin influye a su vez en las estrategias y for-
mas organizativas que el movimiento adopta (Tarrow, 1994).
En el estudio de ese contexto poltico-social, los socilogos de la accin colec-
tiva han analizado abundantemente la reaccin estatal a la protesta, pero, en cam-
bio, se han despreocupado de uno de sus aspectos concretos, la represin policial,
a pesar de que es un decisivo indicador de la actitud institucional, en su grado de
abertura o receptividad ante la protesta. En ese sentido, Charles Tilly considera la
represin gubernamental a los movimientos sociales como un barmetro explica-
tivo de sus oportunidades polticas que adems incide enormemente en el reper-
torio de accin o de lucha que estos utilizan, es decir, en su forma de actuar (Tilly,
1978).
Los procesos interactivos entre la represin y la protesta son complejos pues-
to que tanto los costes como los beneficios que la represin supone para la accin
colectiva dependen de diversos factores. As, si bien es cierto que normalmente
un grado de represin alto dificulta el desarrollo de la accin colectiva y desincen-
tiva la protesta masiva, tambin lo es que algunos tipos de represin dura pueden
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incentivarla creando situaciones de injusticia que ahondan los problemas que
generaron la protesta (Della Porta, 1995).
En este captulo se pretende analizar el papel que ha jugado la persecucin
penal as como la consiguiente represin policial en la formacin, expresin y
extensin de las movilizaciones de protesta okupa, partiendo de la base que ha sido
una de las condiciones catalizadoras relevantes para su surgimiento. Por eso, en
primer lugar consideraremos los aspectos o variables ms relevantes del contexto
sociopoltico de la protesta okupa con relacin a la represin posterior a la pena-
lizacin de la okupacin, y las diferentes estrategias policiales manejadas. En
segundo lugar se analizar de forma ms especfica cmo, en ese contexto, la inte-
rrelacin de los mass media con el aparato policial (desde los antidisturbios a los
servicios secretos) juega un papel decisivo para establecer, limitar o ampliar las
oportunidades polticas del movimiento.
Este estudio se deber contextualizar dentro del marco ms general de la repre-
sin contra el conjunto de los movimientos sociales de carcter radical o alternativo,
partiendo de la base de que la criminalizacin de la okupacin ha influido decisiva-
mente en el inicio de un ciclo represivo tambin para ellos. Por otro lado, aunque el
mbito de estudio se centra sobre todo en Catalua, donde el auge del movimiento ha
sido seguramente ms importante, consideramos que la mayora de observaciones o
conclusiones son fcilmente aplicables al resto del Estado
1
.
LA REPRESIN LEGAL AL MOVIMIENTO OKUPA
El contexto socioeconmico y poltico de los aos 1984-1996 facilita el surgimien-
to y consolidacin del fenmeno de las okupaciones, sobre todo en las grandes ciu-
dades espaolas, como Barcelona, Bilbao o Madrid, donde las okupaciones se
convierten en una forma de respuesta reivindicativa ante la dificultad de acceder a
una vivienda. Durante este periodo las okupaciones duran ms (en parte por los
relativamente lentos procesos judiciales de desalojo), y los centros sociales se con-
vierten en un referente e importante espacio de socializacin poltica alternativa.
En un creciente contexto de contestacin a la transformacin global del capita-
lismo y la democracia liberal, los colectivos que all se renen o realizan sus acti-
vidades cotidianas se convierten en el caldo de cultivo de nuevas prcticas
contraculturales as como nuevas formas de participacin, de carcter ms radical
o autnomo, en luchas urbanas o sociales de los barrios, especialmente a partir
de los aos noventa. En resumen, durante este periodo, los Centros Sociales
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JAUME ASENS LLODR
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Okupados se consolidaran como un laboratorio cultural, configurador de una
identidad antagnica con un fuerte potencial transformador de base, que facili-
ta la creacin o conexin de redes con otros movimientos sociales alternativos
(Martnez, 2002).
La respuesta estatal para contener esta creciente subcultura de oposicin ven-
dr con la aprobacin del nuevo Cdigo Penal en 1995 (el llamado Cdigo de la
democracia), cuando se incluye el delito de usurpacin. A partir de entonces, los
conflictos derivados de la okupacin dejan de resolverse desde la jurisdiccin civil
y pasan directamente a la penal, pudiendo comportar penas de prisin. Se trata de
una figura punitiva introducida por el legislador fascista de 1928 y desterrada del
ordenamiento jurdico hace casi ms de ochenta aos. El legislador republicano la
consider una opcin poltico-criminal de carcter autoritaria o reaccionaria,
atentatoria de los valores ms elementales de un Estado de Derecho. Ni el Cdigo
Penal franquista de 1944 consider necesario recurrir al Derecho Penal para
resolver un conflicto que encontraba su acomodo en el Derecho Civil
2
(Asens,
1999; Baucells, 1999). As pues, el referente es el Cdigo fascista de 1928, cuando
el sistema dictatorial del General Primo de Rivera incluy por primera vez el deli-
to con la finalidad principal de evitar la fuerza difusiva y de contagio de las ideas
comunistas y anarquistas. Ahora, ms all de la indita proteccin penal que el
legislador de 1995 confiere al lucro especulativo de los inmuebles abandonados o a
la desconfiguracin social de la propiedad privada, el delito tendr, pues, la misma
funcin poltica de persecucin penal de la disidencia crtica que en el Cdigo
Penal de 1928.
No obstante, contrariamente a las expectativas legislativas, la criminalizacin
no tuvo los efectos disuasorios o preventivos esperados y, ms bien, podemos afir-
mar que la persecucin penal de los okupas incluso lleg a ser un revulsivo o recur-
so externo para ellos. As, se inicio a partir de 1996 un novedoso ciclo de protesta
ms desafiante y disruptivo que el anterior, pese al contexto punitivo del nuevo
Cdigo Penal y el ascenso al poder del Partido Popular.
EFECTOS EN EL MUNDO DE LA OKUPACIN
Desde el punto de vista interno del movimiento, la represin intensific el com-
promiso poltico de los propios activistas y aument el grado de organizacin
interno, superando, al menos momentneamente, ciertas discrepancias organiza-
tivas de carcter interno as, sobre todo en Madrid, en el contexto del desalojo de
Minuesa en 1994 (Wilhelmi, 1998). Eso se reflej en la posibilidad de una accin
295
LA REPRESIN AL MOVIMIENTO DE LAS OKUPACIONES
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colectiva mantenida. Al irse difundiendo nuevas formas de accin, esos cambios
contribuyeron a superar el carcter episdico y localizado del anterior ciclo de pro-
testa y facilitaron la formacin de coaliciones entre diferentes localidades y entre
activistas que no se conocan entre s, a partir de una extensa coordinacin inclu-
so en el mbito estatal. La Asamblea de Okupas de Madrid y Barcelona se rene
ms regularmente, se organizan jornadas de discusin y las primeras asambleas o
manifestaciones estatales, entre las que cabe destacar por su espectacularidad la de
abril de 2000 en Barcelona convocada con el lema Stop especulacin. Las okupa-
ciones, lejos de disminuir, entre el periodo 1996-1998 aumentaron en la mayora
de las ciudades hasta llegar seguramente a ms de 300 por todo el Estado. En
Barcelona, este ciclo efervescente se inaugura en marzo de 1996 con la okupacin
de dos grandes centros sociales: La Hamsa y el cine Princesa y sus posteriores
intentos de desalojo frustrados en el primer caso y finalmente conseguidos en el
segundo.
Por otro lado, la penalizacin gener un foco de conflicto permanente, incre-
mentndose la espiral de okupaciones y desalojos, donde el incremento de las tc-
ticas policiales ms duras generan formas de resistencia tambin ms duras. Si
antes la actividad principal era la gestin de los Centros Sociales, despus la acti-
vidad contracultural se politiza y se expande hacia otros escenarios. Se trata de una
confrontacin abierta y pblica con las autoridades y otros actores antagnicos,
donde destacan acciones espectaculares o cargadas de simbolismo, como las suce-
didas en Catalua con la tapiada de la casa de Queralbs del presidente de la
Generalitat, la okupacin durante dos das de unas antiguas y abandonadas insta-
laciones olmpicas, situadas en la Ronda Sant Pau de Barcelona, as como la colo-
cacin de la bandera okupa en el mstil de las dos instituciones ms relevantes de
Barcelona: el Ayuntamiento y el Parlamento cataln.
La protesta toma la calle con un variado repertorio de acciones: acampadas,
ruedas de prensa, exposiciones, happenings, pintadas o murales, bloqueos de vas
circulatorias importantes, eskratxes, sentadas, pasacalles, cacerolazos u okupa-
ciones de inmobiliarias y instituciones pblicas, en lo que representar una inno-
vacin significativa respecto del anterior marco de protesta, ms discreto y
convencional. En este contexto, tambin debe sealarse el aumento de los enfren-
tamientos con la polica durante las manifestaciones, as como de acciones ms
duras de sabotaje.
En resumen, en el mbito interno, la represin se convierte en un fuerte cata-
lizador que hace emerger y consolidar una movilizacin ms desafiante, que se
visualiza con ms facilidad en escenarios de confrontacin con la polica ya sea en
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el transcurso de los desalojos o en otras acciones de protesta y eso representar,
para bien o para mal, un salto significativo a las agendas pblicas. Por lo que pode-
mos concluir que la criminalizacin de la okupacin a partir de 1996 no slo no
impide la consolidacin, sino que incluso, al menos inicialmente, favorece una
dinmica de accin colectiva mayor, con la creacin de un movimiento pblico de
apoyo o solidaridad destinado a mostrar los efectos negativos de su persecucin.
EFECTOS EN EL MUNDO DE LA SOCIEDAD CIVIL
A nivel externo, esa formacin de un movimiento de solidaridad se visualizar con
la entrada en escena de diversos actores sociales o polticos que saldrn a la calle en
seal de protesta por la criminalizacin a la okupacin. Esa nueva alianza social
asumir parte de su discurso crtico y se movilizar no slo en respuesta a situacio-
nes represivas sino tambin para evitar desalojos. Por ejemplo, en la manifesta-
cin de ms de 5.000 personas, en febrero de 1997, que recorre el centro de
Barcelona hasta el barrio de Sants, evitando el desalojo previsto al da siguiente en
el CSO Hamsa. Debe tenerse en cuenta que la penalizacin se produce en un con-
texto social que es sensible al problema de la vivienda y la especulacin inmobilia-
ria del suelo urbano. Eso facilita que una parte de la opinin pblica hasta entonces
recelosa hacia la prctica okupa despus de su contundente represin se reoriente
a su favor.
El apoyo principal de esa solidaridad proviene tanto de los otros movimientos
sociales como de las asociaciones de vecinos. Con relacin a los primeros, la pro-
testa okupa adquiere muchos de sus rasgos ya que comparte similares experiencias
o definiciones colectivas de los problemas
3
. Pero es a partir de 1996 cuando la pro-
testa okupa sufre su criminalizacin ms fuerte, que aumenta su interrelacin con
ellos y se convierte en un actor principal, catalizador o cristalizador de luchas ante-
riores en una nueva cultura de movilizacin. Ciertamente, la mayora de movi-
mientos alternativos tienden cada vez ms a confluir en un mismo campo de
accin, donde la protesta okupa adquiere un protagonismo o centralidad indiscu-
tible en la formacin del nuevo ciclo de protesta dominante de finales de los
noventa (de este modo, por ejemplo, muchos activistas antimilitaristas, desencan-
tados ante la creciente desmovilizacin de su protesta, se reactivarn e incorpora-
rn a las movilizaciones okupas).
Con relacin a los segundos, resulta evidente que tambin se convierten en
uno de los aliados influyentes de las reivindicaciones okupas, estableciendo una
relacin discontinua pero, en lo general, de colaboracin fluida en la organizacin
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de actos de protesta de envergadura. En el caso de Barcelona, la FAVB (Federacin de
Asociaciones de Vecinos de Barcelona), uno de los actores principales del tejido
social, desde que en el 1996 reconoci la legitimidad de la protesta, le ha propor-
cionado un apoyo casi incondicional. No obstante, en las propias entidades fede-
radas la actitud ha sido dispar. Observamos la siguiente pauta: las asociaciones ms
institucionalizadas, dedicadas ms a la prestacin de servicios a sus afiliados y
dependientes de las autoridades en su organizacin y financiacin, manten-
drn ciertas actitudes de desconfianza hacia la protesta, mientras que aquellas ms
reivindicativas, sensibles o permeables a las demandas urbanas y sociales, no slo
realizarn un rol mediador con las autoridades, sino que se movilizarn activa-
mente a favor de la protesta
4
.
Por otro lado, este contexto tambin facilita que no slo se den muestras de
solidaridad provenientes de mbitos afines o prximos, sino tambin que actores
menos receptivos a sus demandas se movilicen contra su criminalizacin, forman-
do coaliciones antirrepresivas enfrentadas a las coaliciones pro ley y orden. En
Catalua, por ejemplo, ya en 1997 sindicatos como CCOO, UGT o CGT, partidos
como Els Verds, IU-Iniciativa per Catalunya o ERC y ms de un centenar de enti-
dades ciudadanas firman un manifiesto de apoyo al colectivo, exigen la despenali-
zacin y una poltica que fomente el acceso a la vivienda para los jvenes y las capas
ms desfavorecidas de la sociedad como alternativa a la represin penal. Este apoyo
externo se visualiza claramente en 1997 con el concierto multitudinario de ms
de 10.000 personas, organizado con la ayuda de la FAVB, en el Mercado del Born de
Barcelona, as como en multitud de otras manifestaciones y protestas pblicas en
el contexto de una efervescente movilizacin popular durante el periodo 1996-
1998.
EFECTOS EN EL MUNDO INSTITUCIONAL
A pesar de esa importante presin social, los poderes pblicos se mostrarn inal-
terables en su cerrazn, y lejos de variar su poltica punitiva, con la subida al poder
del PP en 1996, la mantendrn para intensificarla posteriormente en una nueva
escalada de represin ms dura, donde reaparecen antiguas formas de persecucin
policial y se innovan otras.
Mientras Izquierda Unida y otros partidos polticos de mbito autonmico
intentarn modificar ese proceso represivo del cual inicialmente participaron
con la aprobacin del Cdigo Penal de 1995 en cambio el PSOE tendr un papel
decisivo en su impulso y se opondr de una forma extremadamente beligerante
298
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hacia la protesta okupa de igual forma que con los antimilitaristas, situndose
mucho ms a la derecha del PNV o incluso de CIU. Tanto en el Congreso de los
Diputados de Madrid como en algunos Parlamentos autonmicos as en
Catalua, el PSOE y el PP rechazarn las propuestas de ley instando a la despena-
lizacin de la okupacin
5
.
En el mbito poltico, a nivel estatal la configuracin del poder con la hege-
mona del PP y el PSOE bloquea posibles alianzas polticas menos beligerantes
con la protesta. En cambio, a nivel autonmico y municipal, la presencia de otros
partidos favorece coaliciones ms beneficiosas, sobretodo en el Pas Vasco y
Catalua
6
.
A nivel autonmico cabe destacar que se producen algunas iniciativas parla-
mentarias, aunque en la prctica con un contenido ms retrico o simblico que
real. As, por ejemplo, en 1998, el Parlamento cataln aprob en el contexto de
una escalada represiva que termin con varios desalojos como el de la Vakera
de Hospitalet y multitud de detenidos crear la Comisin Parlamentaria para el
Dilogo con el Movimiento de Okupacin, que finalmente no conseguir ningn
fruto destacable en parte porque el contexto represivo de origen estatal limita
las posibilidades de acuerdos en el mbito autonmico.
A nivel local se producen algunos intentos de acercamiento o dilogo con el
movimiento okupa, destacndose en primer trmino las legalizaciones de hecho
de gaztextes en Euskadi, como el Gazteizko Gaztetxea (AA.VV., 2001), y en segun-
do, los procesos de aproximacin o dilogo en Catalua
7
. No obstante, en general,
las autoridades municipales han tenido una posicin no slo ambivalente sino
tambin contradictoria, porque a pesar de mostrar su apoyo pblico a iniciar un pro-
ceso de negociacin o dilogo con el movimiento, cuando la okupacin es de un
edificio municipal no dudan en reclamar la intervencin penal ni en reprimir con-
tundentemente a los okupas
8
. En este sentido se puede apreciar que los ayunta-
mientos salidos de la Transicin tuvieron una mayor sensibilidad hacia las
okupaciones que los posteriores, sobre todo en Euskadi, en parte por el acceso al
poder municipal de sectores provinentes del mundo vecinal (Castells, 1983).
En definitiva, despus del contexto represivo posterior a 1995 se genera un
movimiento de respuesta o reivindicacin que no consigue alterar un escenario
institucional absolutamente cerrado u hostil a la protesta. Tanto el Gobierno como
el principal partido de la oposicin mantiene la misma actitud inmovilista y anta-
gonista, con lo que no es previsible que a corto o medio plazo se produzca ninguna
divisin de las elites polticas que facilite una apertura parcial o una modificacin
sustancial en las oportunidades polticas de la protesta en el mbito institucional.
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LA REPRESIN AL MOVIMIENTO DE LAS OKUPACIONES
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EFECTOS EN EL MUNDO DE LA JUSTICIA
En el mundo de la justicia, la movilizacin social tiene una favorable acogida y las
posiciones contrarias a la aprobacin del delito son mayoritarias. Ciertamente,
diversos operadores jurdicos se movilizan activamente en contra de la penaliza-
cin, reforzando la presin social en el mbito penal. Esta coalicin legal de apoyo,
formada principalmente por abogados, ser la ms influyente en la elaboracin y
difusin de un discurso antirrepresivo del movimiento ante la opinin pblica. Cabe
destacar la Comisin de Defensa del Colegio de Abogados de Barcelona que rea-
liza un amplio informe jurdico en febrero del 1998
9
, as como algunas asociacio-
nes de abogados como ALA en Madrid o ACDDH en Barcelona. Se trata de una
autntica red crtica de profesionales de la justicia, especializada en la defensa legal de
la protesta, que abrir un constante campo de batalla en el escenario judicial. No
obstante, tambin desde el mbito de la judicatura se producen algunas reacciones
destacables; as, despus del desalojo del cine Princesa, en octubre de 1996, la aso-
ciacin judicial llamada Jueces por la Democracia aprob, en su congreso anual
celebrado en Santander el 8 de noviembre de 1996, un manifiesto en el que des-
aprueba y critica la inclusin del delito de usurpacin en el nuevo Cdigo Penal
como una poltica criminal equivocada y no necesaria puesto que ya existe pro-
teccin civil suficiente de los bienes inmuebles, que adems radicaliza las pos-
turas y puede crear nuevos delincuentes sin abordar el problema de raz (La
Vanguardia, 12/11/96).
Estos apoyos desde el mundo de la justicia facilitaron que diversos juzga-
dos, audiencias penales e incluso Tribunales Superiores de Justicia como el de
Madrid
10
realizaran un esfuerzo de interpretacin jurdica del delito ms
favorable y benvola para los okupas (y de acuerdo, por otro lado, con las exi-
gencias constitucionales). Se dictan las primeras resoluciones absolutorias o de
archivo que despus consolidarn una doctrina mayoritaria restrictiva del
mbito de aplicacin del delito. El alcance de la conducta penalmente persegui-
ble se matiza, considerando necesaria la concurrencia de ciertas circunstancias
o requisitos para sancionar la okupacin pacifica. Por ejemplo que la vivienda
no disponga de condiciones de habitabilidad y no se encuentre en una situacin
de abandono o deterioro prolongado; que la permanencia no sea simplemente
temporal; que exista un uso efectivo y real de la posesin por parte del propieta-
rio o el inquilino del inmueble; que exista una querella o denuncia por parte
del mismo. En algunos casos, a pesar de la actitud de control del CGPJ
11
, algu-
nos jueces incluso irn ms lejos y realizarn valoraciones crticas de la poltica
300
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criminal legislativa sobre el fenmeno okupa o sobre la permisividad institucio-
nal con ciertas actitudes especulativas. De las ltimas sentencias ms significa-
tivas o emblemticas cabe destacar la dictada por la Audiencia Provincial de
Barcelona, el 16 de enero de 2003, absolviendo a los ms de 30 okupas deteni-
dos durante el desalojo del cine Princesa y condenados en primera instancia por
el delito de usurpacin y resistencia. Esta sentencia representar no slo un giro
sustancial en la reconstruccin jurdica de ese episodio histrico, sino tambin
uno de los precedentes judiciales ms favorables para los okupas en los ltimos
aos
12
.
A pesar de este criterio mayoritario en el campo judicial, tambin se pro-
ducir una reaccin conservadora, y algunos jueces aplicarn el delito de una
forma expansiva, a partir de una interpretacin estrictamente formal y literal,
sin matices y sin realizar un mnimo anlisis hermenutico o contextual es
decir, obviando la sistemtica del resto del ordenamiento jurdico y los princi-
pios constitucionales. Por otro lado, no es improbable que, tarde o temprano,
alguno de los juzgadores se plantee la conveniencia de formalizar la cuestin
previa de constitucionalidad, que suspendera cautelarmente la aplicacin del
delito en todo el Estado hasta que el Tribunal Constitucional se pronunciara al
respecto
13
.
En cuanto a la fiscala, otro de los operadores judiciales, la incidencia
social es ms tmida, entre otros motivos por su mayor vinculacin jerrquica
u orgnica con el Gobierno espaol. Pero a pesar de eso, debe resaltarse la
actuacin de ciertos fiscales adscritos a la minoritaria asociacin de Fiscales
Progresistas (UPF) que atemperan el criterio mayoritario de la Fiscala General
del Estado, fundamentalmente a partir de la circular de 20 de febrero de 1998 del
Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Catalua
14
, en la que se indica
la necesidad de no actuar de oficio contra la okupacin, restringiendo el ejer-
cicio de la accin penal pblica cuando existe una firme oposicin explcita de
los propietarios. A esa circular debe aadirse otra nota de servicio aprobada a
finales de 2002 por la misma Fiscala en la que se considera que con la entrada
en vigor de la nueva reforma de la legislacin civil de 2000 (LEC 1/2000 de 7 de
enero) donde se agilizan y facilitan los procesos de desahucio se produce
una derogacin tcita del delito de usurpacin. Debemos recordar que una de
las supuestas funciones principales (segn el Partido Popular) para aprobar
el delito de usurpacin pacfica era la lentitud de la va civil. Por ese motivo,
algunos fiscales retiran las acusaciones pblicas en beneficio de las instancias
civiles.
301
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EFECTOS EN EL MUNDO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIN
La relacin de los media con la protesta okupa ha sido dispar. En el mbito del
movimiento no se han dedicado demasiados esfuerzos a acceder a los mass media.
A diferencia de la mayora de movimientos sociales que utilizan los mass media
para ampliar su capacidad movilizadora o para comunicarse con el resto de la
sociedad, generndose una importante dependencia con ellos
15
, la protesta
okupa, desde una visin profundamente crtica con estos, apuesta principalmente
por canalizar sus esfuerzos en la creacin de medios de comunicacin propios, lo
que se ha llamado medios de contrainformacin (Egia y Bayn, 1997).
En los aos ochenta se impulsa la creacin de importantes radios libres o
boletines contrainformativos como UPA o Molotov en Madrid, Tas-Tas en Euskadi
o ANA en Barcelona, as como fanzines o revistas como Ekintza Zuzena en Bilbao,
la Lletra A en Barcelona o Sabotaje en Madrid, que se estabilizan y consolidan en los
noventa. Estas iniciativas sern un legado indispensable para el resto de movi-
mientos sociales, ya que aportarn formas alternativas de percibir la realidad,
decisivas para su campo de oportunidades en el nuevo ciclo de protesta iniciado.
No obstante, la creciente represin de la okupacin posterior a 1996 reorien-
ta esa tendencia, obligando a los activistas a complementar sus actividades con-
trainformativas con labores informativas convencionales, sobre todo cuando el
papel de los mass media pasa a primer plano y resulta decisivo para contrarrestar
los efectos de las acciones informativas de la polica en el campo de batalla de la
opinin pblica.
En la primera etapa, comprendida entre 1984-1996, los mass media tratan el
fenmeno okupa desde los aspectos ms anecdticos, superfluos o espectacula-
res de sus acciones, usando a veces clasificaciones desacreditadoras del colectivo
como los okupas pijos, los cutres o los okupas buenos y okupas malos
(Briz, 1997)
16
. En este periodo no se producen confrontaciones destacadas con la
polica durante los desalojos, por eso los media son ms benvolos, aunque tampo-
co ayudan al movimiento a difundir su protesta. En vez de tratar los problemas sub-
yacentes a su accin, destacan tan slo cuestiones intrascendentes o ajenas al
conflicto, caricaturizando a los okupas por su aspecto y vestimenta como indivi-
duos desviados o anormales, en lo que podramos llamar proceso de estigma-
tizacin meditica
17
.
En el contexto represivo posterior a 1996, la protesta funciona a todo gas y se
genera un ciclo de atencin meditica, pero los mass media tienden a focalizar su
inters en las confrontaciones callejeras, cada vez ms peridicas, entre activistas
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y polica, atribuyendo progresivamente una imagen incvica o violenta a la protes-
ta, que perjudica claramente al movimiento. El acceso a los mass media se convier-
te en un arma de doble filo, ya que si por un lado ganan su atencin, por el otro
puede generar consecuencias no deseadas para sus reivindicaciones, repercutien-
do negativamente en su imagen pblica (Gamson y Wolfsfeld, 1992)
18
.
Por otro lado, la cobertura meditica tambin visualiza la represin policial y
eso permite al movimiento saltar a las agendas pblicas, al menos en el tema can-
dente de su represin. Argumentos y contraargumentos, que haban estado laten-
tes hasta el momento, pasan a ocupar un lugar central. Los actores sociales toman
postura en el debate y, evidentemente, eso da gran resonancia al asunto. Desde
entonces, la cobertura va dando bandazos y a veces se ve alterada por cambios
importantes en la opinin pblica que favorecen la protesta. En estos casos se
generan oportunidades fortuitas que permiten un acceso, a corto plazo, a las agen-
das, como en el desalojo del cine Princesa en 1996. No obstante, a largo plazo, a
medida que se recrudece el conflicto, la protesta paga un alto precio ante los mass
media, sobre todo a partir del tratamiento informativo de episodios como el del 12
de octubre de 1999 en Barcelona, que facilitan que la coalicin pro ley y orden
gane influencia poltica o judicial respecto la coalicin pro derechos civiles. Por
lo que podemos decir que, aunque bascule de un lado a otro segn el contexto
sociopoltico, tiende ms a disminuir que a ampliar las oportunidades polticas del
movimiento, particularmente en sus aspectos sustanciales.
En definitiva, la relacin de los media con la protesta okupa ha sido ambivalen-
te y no siempre homognea. Mientras en algunas ocasiones ha tenido una incidencia
positiva decisiva en el desenlace de ciertos conflictos posteriores a 1996 sobre todo
la televisin, con su capacidad de captar situaciones complejas en imgenes visuales
breves, como durante el desalojo frustrado de Can Masdeu de Barcelona en 2002,
en la mayora ha sucedido lo contrario, especialmente cuando el conflicto se endu-
rece y se presenta como un juego suma-cero entre ambas partes. No obstante, dada la
inestabilidad propia de la atencin meditica, eso puede cambiar en el futuro.
EL APARATO POLICIAL FRENTE A LA PROTESTA OKUPA
Para examinar cmo ha evolucionado la relacin entre la polica y el movi-
miento de las okupaciones, debemos analizar primero el uso del poder puni-
tivo por parte del aparato policial as como sus posibilidades o medios de
intervencin en el manejo de los actos de protesta, para comprobar despus
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cmo a su vez el movimiento reacciona o se adapta, en su repertorio de lucha, a
cada situacin represiva.
Se suele decir que el aparato policial tan slo es la longa manus del poder eje-
cutivo, pero lo cierto es que, en su mediacin entre la sociedad y el Estado, dispo-
ne de un importante plus de poder derivado, entre otras cosas por su capacidad
de coaccin directa, que hace difcil que se pueda considerar como un simple ins-
trumento inerte al servicio del Gobierno
19
.
Si eso resulta cierto para cualquier aparato policial europeo, an lo es ms para
los cuerpos policiales espaoles concebidos, formados y utilizados durante dca-
das, en el anterior Rgimen, para reprimir todo tipo de derechos y libertades ciu-
dadanas. As, el Cuerpo Nacional de Polica, la fuerza urbana de orden pblico por
excelencia, ha sido una institucin con un notorio poder fctico propio que no ha
dejado de incrementar su autonoma de accin y su dotacin humana. A pesar de
los cambios sufridos con el fin del rgimen franquista, este cuerpo policial sigue
arrastrando muchos de sus anteriores rasgos: por ejemplo, en su forma de recluta-
miento, en su organizacin rgida, jerrquica e incluso militarizada, a nivel cultu-
ral o simblico con la persistencia de ciertos tics castrenses, valores o hbitos
predemocrticos. No obstante, en el mbito poltico y judicial ha existido un cier-
to desinters o despreocupacin por investigar esos excesos y desmanes cometi-
dos, normalizndose una cierta impunidad policial, en parte porque algunos de los
actores principales implicados han hecho dejacin de su antigua labor de denun-
cia o vigilancia, en un acto de confianza excesiva en la democratizacin de los cuer-
pos policiales. Esa preocupante situacin se produce en un contexto de ascenso de
polticas policiales duras que facilita el actual proceso de relajamiento de los dere-
chos de la protesta en beneficio de las actuales coaliciones pro ley y orden.
Tampoco han sido ajenos a este proceso autoritario los otros cuerpos estatales,
no slo la Guardia Civil, sino tambin las policas locales o autonmicas (en el Pas
Vasco o en Catalua) con un mbito competencial cada vez mayor. En Barcelona,
por ejemplo, en los ltimos aos la Guardia Urbana se ha dotado de una brigada de
informacin propia y de una dotacin de antidisturbios, llamada UPAS, caracteri-
zada por un endurecimiento notable de sus actuaciones
20
.
Con relacin al movimiento de las okupaciones, as como a la protesta en
general, el complejo policial se organiza con estrategias y funciones represivas
diferentes a partir de dos instancias o mandos; por un lado, estn las Unidades de
Intervencin Policial que asumen un papel represivo ms reactivo, generalizado
y duro contra la protesta; y por el otro, los servicios secretos, como los de las
Brigadas de Informacin, que asumen un papel represivo ms blando, selectivo
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y preventivo. Por lo que resulta conveniente analizar por separado una y otra ins-
tancia, para comprobar despus la relacin que establecen con los medios de
comunicacin y su incidencia en la protesta okupa.
LAS UNIDADES DE INTERVENCIN POLICIAL
Las Unidades de Intervencin Policial son un cuerpo policial dependiente del
Ministerio de Interior, con una organizacin jerrquica de carcter militar y acuar-
telada en reservas mviles e itinerantes. Su funcin no es la investigacin crimi-
nal, sino la proteccin del orden pblico, y sus actuaciones ms destacadas
consisten en planificar y ejecutar operativos policiales, como desalojos o manifes-
taciones, bajo directrices polticas del Gobierno. Para esta misin estn equipados
con escudo, porra, pistola y un equipo con un casco protector de visera que les per-
mite ocultar su identidad y facilita un alto grado de impunidad en su actuacin.
Estn organizados en unidades policiales adscritas a diferentes demarcaciones,
compuestas por unos 200 agentes cada una. El mando ltimo de la cadena jerr-
quica del cuerpo la ostenta el Comisario Jefe de Madrid, y despus los Jefes de
Unidad; por debajo de estos ltimos estn los jefes de grupo, despus los inspecto-
res y finalmente los agentes. As, por ejemplo, la UIP de Barcelona ha estado com-
puesta por 200 agentes organizados con seis jefes de grupo y en cada grupo treinta
agentes dirigidos por tres inspectores.
Desde la aprobacin del nuevo Cdigo Penal, el fenmeno okupa es tratado
slo como un problema de orden pblico y por ese motivo se detecta una sobreuti-
lizacin de este cuerpo policial en los escenarios de confrontacin. Bsicamente
dos: los desalojos y los enfrentamientos.
(1) En los desalojos es donde se convierte en la fuerza de asalto por excelencia,
en detrimento de otros cuerpos policiales. As, la Guardia Urbana, que
antes del nuevo Cdigo Penal actuaba habitualmente en los desalojos, casi
siempre con el apoyo del Cuerpo Nacional de Polica, ahora se limita al
control del trfico y la va pblica, generndose por ese motivo un cierto
malestar en la polica antidisturbios, que debe asumir en exclusiva esa fun-
cin (La Vanguardia, 30/10/96).
En los desalojos siempre se siguen ciertas pautas. Primero, se estudia sobre
el terreno las calles, el lugar, los accesos del inmueble, las personas que lo
frecuentan, a menudo con la ayuda de otras unidades policiales
21
. Despus
se disea un plan tcnico, donde se determina la dificultad o viabilidad del
305
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operativo, que se activar en funcin de un conjunto de variables de carc-
ter poltico-social. La decisin final la adopta la autoridad judicial,
siguiendo las recomendaciones de la polica, a la que le da un amplio mar-
gen de actuacin en el cmo y el cundo del desalojo. No obstante, en un
proceso creciente de autonomizacin del cuerpo de antidisturbios, a veces
incluso tambin la toma la autoridad gubernativa o policial; as cabe desta-
car el asalto a Kasa de la Muntanya en 2001, cuando el jefe de las UIP de
Barcelona decide desalojar y detener a una treintena de personas que se
encontraban en el Centro Social, sin ninguna autorizacin judicial (de
hecho, el juez de guardia desestim la peticin policial de entrada y regis-
tro del inmueble a pesar de que esta ya se haba producido) y con la excusa
de repeler una supuesta agresin mientras se estaba practicando el desalo-
jo de otro inmueble.
Frente a esta coyuntura, enmarcada en un proceso creciente de represin,
el colectivo okupa considera legtima la resistencia defensiva en los des-
alojos, con mtodos tambin ms desafiantes, fortificando a veces el
inmueble okupado. Se pasa ms a menudo de una resistencia pasiva a una
activa violenta o no y los desalojos se convierten en el lugar central
de colisin simblica de los okupas con la polica. Estos enfrentamientos
polarizan a la opinin pblica sobre todo cuando el escenario desalojo/
manifestacin/confrontacin violenta entra en una escalada progresiva de
tensin que se traslada a los barrios donde se produce el conflicto, como en
la posterior manifestacin de protesta al desalojo del cine Princesa de
Barcelona.
Durante los desalojos se normalizan las detenciones masivas, aunque no se
produzcan enfrentamientos o situaciones conflictivas con la polica
22
.
Tambin se incrementan las acusaciones policiales. De este modo, aparte
del delito de usurpacin, a menudo se aade el de desobediencia e incluso
en ciertas situaciones se imputan desrdenes pblicos o atentado contra la
autoridad.
(2)En los enfrentamientos con los activistas este cuerpo policial acostumbra a
utilizar los mtodos de confrontacin ms duros y clsicos, con finalidades
meramente punitivas, pero tambin se detectan tcticas ms sofisticadas
que se activan en determinadas circunstancias. Estas nuevas formas varan
o se adaptan al contexto poltico-social en el que se interviene
23
, partien-
do de la premisa de que, en general, las tcticas ms duras se utilizan tras
la adopcin de una decisin poltica respecto de la necesidad de optar por
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una estrategia de confrontacin. A veces, incluso algunos sectores del
cuerpo de polica se muestran contrarios a las estrategias ms represivas,
invitando a los polticos a enfocar los problemas desde un punto de vista
poltico y no slo policial.
En Barcelona, en enero de 1999, despus de la represin de la protesta estu-
diantil de la Universidad Autnoma, el Secretario del Sindicato Unificado de
Polica (SUP) utiliz los mass media para hacer un llamamiento a los polticos en
ese sentido y responsabiliz directamente a la delegada del Gobierno de Catalua
de lo sucedido, asegurando que no es la primera vez que ordena una carga policial
que no tena que haberse llevado a cabo, as como afirmando que la delegada da
rdenes tajantes y es muy poco respetuosa con los conflictos sociales, y siempre quie-
re resolverlos por la va de la contundencia policial y que debera dimitir si tuviera
un poco de vergenza, que me parece que le falta bastante (El Pas, 22/01/99). En
esos momentos, lo que ms preocupaba a la polica era la negativa imagen pblica
que esos y otros sucesos les haban causado, por eso el mismo mando policial consi-
deraba que se tendran que revisar las actuaciones que hemos llevado a cabo en
Catalua desde que est esta seora y slo con esto ya sera suficiente para entender
qu instrucciones se estn dando a la polica (La Vanguardia, 22/01/99). En el nuevo
contexto represivo, la polica tambin mostraba signos de insatisfaccin por deter-
minados planes policiales como el Plan 2000 de incentivos, que motiva la mayor
manifestacin de policas en Madrid, en enero del 1999, donde se reunieron unos
8.000 bajo el lema policas s, mercenarios no. Su portavoz considera que su
sueldo miserable puede forzarles a actuar en el lmite de la legalidad y realizar
detenciones injustas (El Peridico, 22/01/99). Si bien su mayor descontento se
refiere a sus condiciones de trabajo (por ejemplo, durante el enorme despliegue
policial de la presidencia espaola de la Unin Europea).
Cuando los eventos que deben gestionar los antidisturbios son de alcance
local existe una importante autonoma de actuacin en las subunidades territoriales.
Pero cuando se trata de protestas de envergadura se organizan centralizadamente
bajo el mando del Jefe Comisario de Madrid. En estos casos, la mayor dificultad de
coordinacin y el escaso conocimiento del terreno de muchos de los agentes puede
contribuir a generar consecuencias imprevisibles en su actuacin y episodios
incontrolados de violencia policial, como durante las protestas del 24-J de 2001 en
Barcelona, donde los agentes camparon a sus anchas.
Por otro lado, tambin debe mencionarse la incidencia del nuevo panora-
ma internacional de la protesta en este cuerpo, cuando se empieza a normalizar
307
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la bunkerizacin o atrincheramiento de las instituciones internacionales ante la pre-
sin ciudadana (fortificacin de los ricos en Davos, muro de la vergenza en
Qubec, aislamiento inexpugnable en el lejano Qatar, cierre medieval de la ciudad
en Gnova). En el interior de estos escenarios marciales los antidisturbios tienden
a participar de un clima preblico de amenaza o tensin, justificativo de las habi-
tuales restricciones de derechos de la protesta durante el transcurso de las con-
tra-cumbres. En estas situaciones, los altos mandos espaoles de la polica
antidisturbios se coordinan en su manejo con los de unidades de distintos estados
europeos. As, en 2001 la Escuela Europea de Polica (CEPOL) creada un ao
antes por decisin del Consejo Europeo emite su programa de trabajo, donde a
causa de los problemas surgidos en Goteborg y Genova se acuerda formar a los
funcionarios policiales de rango superior de los Estados miembros en lo que lla-
man gestin no militar de crisis a partir de sus experiencias en los respectivos
operativos policiales (Asens, 2003).
Esta iniciativa, despus de la aprobacin de un reglamento y un presupuesto,
se impulsa durante la cumbre espaola, pionera en organizar cursos de orden
pblico, por el Ministerio de Interior espaol, con meses de antelacin al inicio
de la presidencia. Ciertamente, se disea la llamada Operacin Ail, en la que
deban participar 10.000 efectivos policiales en la proteccin de las reuniones de
Sevilla, Madrid y Barcelona
24
. En este contexto, varios ministros de interior euro-
peos defienden la creacin de una polica antidisturbios europea que haga frente al
fenmeno nuevo de la violencia durante el transcurso de las cumbres internacio-
nales (El Peridico, 5/8/01).
En lo general, y volviendo a la actuacin de los antidisturbios espaoles,
podemos decir que, despus de 1996, cargan con ms facilidad en las concen-
traciones o en las manifestaciones, donde a menudo se hace sobre el grueso de
la marcha, hiriendo tanto a los manifestantes pacficos como a los ms extre-
mistas.
En este periodo, en el balance represivo de las UIP estn ms de 150 desalojos
con ms de 800 personas detenidas, numerosas personas heridas de diversa con-
sideracin as, una persona pierde el ojo por el impacto de una bala de goma dis-
parada por un polica durante el desalojo de Kasa de la Muntanya en 2001 y un
muerto, en octubre de 1999, durante el desalojo del antiguo teatro Princesa de
Valencia. Por eso sus intervenciones, caracterizadas por una violencia escnica
ejemplar, han sido las que han creado mayor controversia pblica, a la vez que han
desencadenado numerosas protestas, iniciativas antirrepresivas e intensas movi-
lizaciones que han facilitado una radicalizacin del conflicto.
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LOS SERVICIOS SECRETOS DE INFORMACIN
La Brigada de Informacin de la Polica Nacional es un cuerpo policial dependien-
te del Ministerio de Interior que hereda la estructura organizativa de la antigua
Brigada Poltico-Social y empieza a funcionar de forma visible a partir de 1995,
nutrindose de componentes procedentes de otros cuerpos como las brigadas de
estupefacientes o antiterrorista, as como de algn agente de otros servicios secre-
tos europeos
25
. Por otro lado, la brigada mantiene una fuerte coordinacin con el
CESID ahora llamado CNI (Centro Nacional de Inteligencia)
26
, as como con
otros servicios secretos europeos. En su inicio la brigada fue creada para cumplir la
funcin bsica de prevencin, control e investigacin de determinados sectores
pertenecientes a los movimientos sociales alternativos, pero despus a diferen-
cia de los antidisturbios adopt facultades ms operativas y amplias, convirtin-
dose, durante los ltimos seis aos, en el artfice principal de su represin.
Efectivamente, coincidiendo con la aprobacin del nuevo Cdigo Penal y la
primera victoria electoral del Partido Popular en 1996, se abre una etapa dorada
para la polica, pero sobre todo para los servicios secretos de informacin, cada vez
ms profesionalizados y especializados en el control de los movimientos sociales.
En el nuevo contexto poltico, la mejora de los medios tcnicos y el aumento de su
plantilla le permitir llevar a cabo una estrategia represiva ms elaborada, incisiva
y selectiva (as, por ejemplo, con nuevas tcticas destinadas al aislamiento de los
portavoces o los miembros ms destacados del colectivo okupa). Se trata de una
guerra sucia de baja intensidad que no hace ms que seguir el patrn organizati-
vo caracterstico de la mayora de los cuerpos policiales cuando tienden a buscar el
control policial ms sofisticado y sutil, que reduzca la necesidad del uso de la fuer-
za y aumente su eficacia meditica (Monjardet, 1990). No obstante, estas nuevas
estrategias se combinarn con mtodos antiguos menos discretos y propios de la
anterior Brigada Poltico-Social, como los llamados montajes policiales, y pos-
teriormente como ya veremos ms adelante con dispositivos u operativos de
carcter espectacular que buscan decantar las controversias mediticas a su favor.
Uno de los mtodos ms usados por la brigada para investigar a los movi-
mientos sociales alternativos ha sido la infiltracin por otro lado, una prctica
habitual y una constante histrica de control y espionaje de todo servicio secreto
como reconoci el propio director de los servicios secretos del CNI en su primera
comparecencia parlamentaria: El CNI tiene infiltrados en los grupos antiglobali-
zacin (El Peridico, 5/02/03). En el caso de los okupas, el proceso de infiltracin
policial se ha realizado con la figura del agente encubierto
27
y se ha intentado
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con soplones o confidentes pagados a los que se les ofrece una remuneracin
por su colaboracin (La Vanguardia, 15/01/03). Una de las actividades principales
de esas infiltraciones ser la elaboracin de archivos, ficheros o abundantes lbu-
mes fotogrficos, as como la confeccin de informes internos, y a veces externos,
para difundir a la prensa en contextos polticos favorables.
La Brigada, en el contexto de la protesta internacional, tambin se coordina
ms intensamente con las agencias de espionaje de otros pases en el intercambio
de informacin a travs del Sistema de Informacin Schengen (SIS) y los ficheros
Sirene, as como la organizacin de dispositivos conjuntos desplegados durante
protestas de envergadura. Eso sucede especficamente a partir de febrero de 2001,
cuando se aprueba el Documento Madrid, gua de la polica europea (Europol) en
la lucha antiterrorista, donde se siguen las directrices del acuerdo de colaboracin
policial de Italia, Espaa y Grecia para combatir el terrorismo de grupos radicales
que actan en los tres pases, lo que se ha llamado terrorismo anarquista del eje
mediterrneo. Dos casos claros de esta colaboracin hispanoitaliana (el CNI y la
DIGOS) se producen en 2001. Primero en junio durante la Operacin Sellado
contra la protesta antiglobalizadora en Barcelona y despus en julio en el operati-
vo policiaco-militar de Gnova.
En definitiva, la valoracin del funcionamiento de la Brigada de Informacin
es ms compleja que la de las UIP, ya que podremos observar que, si bien en el ini-
cio predomina esa funcin preventiva de servicio de inteligencia destinado a la
investigacin, infiltracin y control difuso, despus adopta una autonoma crecien-
te e interviene activamente con iniciativas represivas ms sucias, movindose en
un mayor margen discrecional de actuacin, hasta el punto que a partir de su inter-
vencin del 24 de junio de 2001 en Barcelona empieza a hablarse de una nueva
desviacin policaca (Asens, 2002 y 2003).
EL APARATO POLICIAL Y LOS MASS MEDIA
Se podra decir que una sociedad es tanto ms democrtica cuanta ms facilidad
existe para que los diversos grupos sociales accedan al mercado de la opinin
pblica y a la vez cuanto ms se contraste la informacin policial con otras fuentes,
a diferencia de un rgimen autoritario, donde puede constituirse en la nica fuen-
te de informacin.
No obstante, el hecho es que cuando un problema o suceso entra en el proce-
so de conversin en noticia, las fuentes no disponen siempre del mismo poder
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o capacidad de acceso a los media, y algunas son ms silenciadas que otras, espe-
cialmente cuando la fuente de una noticia es policial. Esto se explica en parte por la
asignacin o especializacin de los periodistas en mbitos institucionales concre-
tos, siguiendo las pautas de los que se ha llamado periodismo beat (Ryan, 1991),
hasta el punto que acaban manteniendo una relacin rutinizada de mutua depen-
dencia con las fuentes tradicionales, como los especializados en sucesos respecto a
los gabinetes de prensa policiales.
En consecuencia, los gabinetes de prensa policiales diariamente suministran,
con procedimientos estandarizados y regularizados, noticias a los media, que pri-
vilegian, por cuestiones de lealtad e inters mutuo
28
, la fuente policial. Muchas
veces no contrastan las informaciones proporcionadas, las publican como si fuera
informacin investigada por el propio periodista u ocultan su procedencia policial
bajo el pseudnimo segn fuentes bien informadas (Rodrguez, 1999). En defi-
nitiva, las fuentes policiales son las ms ventajosas o prcticas para los media, no
slo por considerarlas ms fiables sino tambin por ciertos incentivos personales
que facilitan la relacin, en un contexto que favorece las reglas del juego(as la
obtencin o no de exclusivas) o las propias presiones institucionales, sobre todo en
contextos de crisis
29
.
Ante ese exceso de confianza meditica con la fuente policial no resulta extra-
o que las rutinas periodsticas divulguen informaciones sin contrastar que des-
pus se desvelan falsas y as se produzcan hechos tan graves como los ocurridos en
Barcelona en 1997 cuando el gabinete de prensa policial filtr la desarticulacin de
una supuesta red de pederastia, en lo que se llam el caso del Raval
30
, o cuando
en el ao 2000 el gabinete se invent una brutal agresin de un grupo de skins
contra una joven que supuestamente qued tetrapljica (El Peridico, 31/03/00).
Esta era, segn El Pas (31/03/00), slo una de las andanzas de un personaje con-
trovertido, el Jefe Superior de la Polica de Barcelona. En ese ltimo episodio
algunos medios desvelaron pblicamente y sin complejos el funcionamiento habi-
tual del gabinete policial de prensa: la noticia se haba generado siguiendo un sis-
tema empleado por la polica en determinadas ocasiones. Un polica filtra una
informacin exigiendo reserva de la fuente, se consigue un determinado impacto
social y luego, si conviene, se desmiente o incluso se atribuye su origen a la pren-
sa (El Pas, 31/03/00).
Pues bien, la polica en su relacin con la protesta okupa, consciente de la cada
vez mayor importancia de los medios de comunicacin, maneja estrategias infor-
mativas de lo ms dispares, que variarn segn el contexto socio-poltico, pero que
tendrn como objetivo general inducir o generar estados de opinin favorecedores
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de la accin policial represiva. En este cometido, a partir de 1996 la Brigada de
Informacin tendr el principal protagonismo con la filtracin de informes poli-
ciales, en el contexto de una reorientacin estratgica de la labor policial hacia los
media para lograr una mayor eficacia o legitimidad de su actuacin. Esa reorienta-
cin viene beneficiada por los incentivos econmicos que el Plan Polica 2000
previene para los mandos policiales cuando estos demuestren tener fcil acceso a
los medios de comunicacin y utilizarlos en beneficio de la imagen y operatividad
(El proyecto de Interior Polica 2000 choca con la tcnica y la ley, El Peridico,
23/01/99).
Con relacin a estos informes policiales podemos detectar bsicamente dos
tipos, a partir de su procedencia o autora, que corresponden con dos etapas dife-
rentes:
(a)Informes policiales externos (1986-1996). Estos documentos pretenden
basarse en investigaciones de carcter cientfico o riguroso, y estn redac-
tados por otros profesionales ajenos a los cuerpos policiales, general-
mente socilogos, psiclogos o expertos en seguridad. As en el periodo
1984-1996 cabe destacar dos. En primer lugar, en 1986, las conclusiones
de un simposio entre psiclogos, socilogos y policas para discutir las
Ponencias de Seguridad Ciudadana redactadas por la Escuela de la Guardia
Urbana de Barcelona. En segundo lugar, en 1993, un informe elaborado
por un grupo de socilogos de la Universidad Autnoma de Barcelona
sobre las llamadas tribus urbanas que operan en la ciudad de Barcelona.
A menudo, estos informes o estudios, de escasa o nula cientificidad, pre-
tenden asignar responsabilidades tribales a todo tipo de acciones de
gran magnitud y basan sus interpretaciones a partir de la terminologa
de Psicologa Social o de las deterministas teoras de la desviacin social
sobre la violencia juvenil (que encuentra en las disposiciones natura-
les del sujeto y las presiones de su medio social su supuesta explicacin
causal).
En definitiva, podemos afirmar que a travs de burdas generalizaciones y
conceptos de escaso valor explicativo o cientfico, los socilogos de las tri-
bus urbanas (como Moraza y Lasa) llegan a conclusiones absolutamente
banales pero que sirven para sobredimensionar, de forma sensacionalista,
esos supuestos comportamientos desviados desde una perspectiva poli-
cial eficaz para su posterior represin. Por lo que se convierten volunta-
ria o involuntariamente en colaboradores acadmicos de la polica.
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(b)Informes policiales internos (1996-2003). Estos documentos estn redactados
por la propia polica sin excesivas pretensiones cientficas y bsicamente con
el acopio de informacin exclusivamente policial. Cabe destacar, por ejemplo, el
eco meditico en marzo de 1998 de un informe policial de unas 20 pginas titu-
lado Estudio sobre okupas de la ciudad de Barcelona, donde se habla de las moti-
vaciones reales de los okupas, su condicin social, la limpieza de los inmuebles
como una estrategia para hacer comprensible la ocupacin a los ojos de los
vecinos y de su manipulacin por grupos antisistema, independentistas y
extremistas que utilizan la ocupacin como mtodo para dotarse de compresin
social y atencin meditica (ABC, 6/3/98). En general, estos informes no se
difunden cuando finaliza su elaboracin, sino que se escoge el momento opor-
tuno, normalmente en contextos de intervenciones policiales polmicas, para
conseguir un resultado meditico favorecedor de la accin policial.
Por otro lado, en esta etapa, la Polica Nacional no es el nico cuerpo que
redacta estos documentos; as cabe destacar tambin la radiografa que los
Mossos de Esquadra de Catalua realizan del movimiento despus del des-
alojo del cine Princesa. El estudio, de 32 pginas, divide el colectivo en tres
grupos: trabajadores, bienestantes y radicales (Okupas: retrato de
grupo, La Vanguardia, 1/2/98).
Si analizamos la interaccin entre la polica y los mass media respecto a la pro-
testa okupa podremos observar su evolucin desde la perspectiva de los diferentes
tipos de estrategias represivas manejadas, a partir de dos hiptesis formuladas por
la sociloga Donatella della Porta: (1) La protesta y las tcticas policiales se adap-
tan la una a la otra en un proceso de influencia recproca. (2) Esa relacin no es
negativa ni positiva sino curvilnea. Es decir, si bien el incremento de la represin
normalmente supone ms costes que beneficios para la accin colectiva, produ-
cindose una vuelta a la esfera privada o desmovilizacin poltica, a veces en un
determinado contexto sociopoltico puede generar el efecto inverso, cuando se
percibe una necesidad de hacer algo ante una situacin de mayor injusticia y
se crea un incentivo mayor para la movilizacin (Della Porta, 1995; Tilly, 1978).
PRIMERA ETAPA (1984-1996). LA ESTIGMATIZACIN POLICACA
El periodo comprendido entre los aos 1984-1996 es el del surgimiento, consoli-
dacin y expansin de las okupaciones, sobre todo en las grandes ciudades espa-
olas, como Barcelona, Bilbao o Madrid.
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En el contexto postfranquista los movimientos sociales principalmente el
obrero y el vecinal an conservan una destacada subordinacin o dependencia
organizativa al escenario partidocntrico, propia del marco anti-rgimen anterior
(Laraa, 1999). No obstante, a partir de 1982, con el PSOE en el Gobierno, se pro-
ducen importantes movilizaciones de masas que desbordan a las organizaciones
convocantes de la izquierda institucional (lvarez, 1994), con nuevas formas de
accin colectiva, caracterizadas por un alto nivel de espontaneidad y autoorganiza-
cin anti-aparato institucional. Esas nuevas formas emergentes de conflicto social
anuncian el choque entre la Izquierda tradicional vinculada a los partidos polti-
cos y la Nueva Izquierda radical vinculada a los movimientos sociales que se
desarrollar en toda su intensidad en los aos noventa. En este periodo de cre-
ciente desencanto o impugnacin del modelo partidista, cabe destacar el conflicto
de los estudiantes (1986-1987), las huelgas generales (sobretodo la del 14-D 1988
o 27-E 1994), contra la OTAN (1986) o contra la Guerra del Golfo (1990-1991). Al
calor de ese nuevo ciclo de movilizaciones sociales tambin aparece un nuevo movi-
miento urbano autonomista, donde la okupacin ser la principal va de acceso al
activismo poltico para centenares de jvenes.
En los aos noventa, el constante declive de las formas de participacin par-
tidista junto al incremento del malestar popular abren camino para la accin pol-
tica de los denominados nuevos movimientos sociales, que ganan centralidad en
la esfera pblica con un discurso postmaterialista ms desafiante
31
. En este contex-
to, el nuevo repertorio de confrontacin genera mayores situaciones conflictivas
con la vieja izquierda, sobre todo desde movimientos como el antifascista o con-
tra el trabajo temporal situados en el rea de la autonoma. As ya desde el inicio
de este periodo se producen destacados episodios represivos, como la operacin
Garzn contra las movilizaciones contra los Juegos Olmpicos de 1992
32
, que
endurecern paulatinamente el choque entre la nueva izquierda y la coalicin de
ley y orden de la vieja izquierda y la derecha. Con el paso del tiempo, las relaciones
entre contestatarios y la polica no hicieron sino empeorar, con una poltica de
orden pblico cada vez ms conservadora.
Respecto a las okupaciones, a pesar de esa escalada de tensin de los noventa,
an existe una cierta tolerancia, que ayuda a su consolidacin como espacios con-
traculturales o de socializacin urbana alternativa, sobre todo para colectivos de la
izquierda radical o anarquista.
Los desalojos, de forma mayoritaria, se producen mediante lentos procesos de
desahucio civil, que permiten que las okupaciones duren ms tiempo y que los
enfrentamientos duros con la polica sean menos habituales o frecuentes
33
, por lo
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que la dinmica cotidiana se concentra ms en el desarrollo de las activida-
des propias de los Centros Sociales que en su defensa o resistencia. El nmero
de okupaciones es siempre superior al de desalojos, sobretodo en la etapa de
expansin comprendida entre el periodo 1991-1995, y las okupaciones duran
una media aproximada de dos o tres aos (Martnez, 2002). En las okupaciones
iniciales de los ochenta el movimiento punk tiene un destacado peso y su prin-
cipal objetivo es cubrir una necesidad de vivienda, pero progresivamente se
empiezan a crear importantes CSO reivindicados polticamente, en un proceso
de apertura, derivado de la incidencia de otros movimientos sociales, como el
antimilitarista, el estudiantil o el ecologista. As, en julio de 1994 se producen en
el Centro Social Seco de Madrid los primeros encuentros estatales de debate entre
grupos autnomos, donde se pretende impulsar una mayor coordinacin a nivel
estatal.
En este periodo aparecen los primeros embriones de asambleas de okupas
y algunos CSO destacados, como Amparo, Minuesa o David Castilla en Madrid,
los gaztextes de Bilbao, la Kasa de la Muntanya en Barcelona o el Ateneu de
Cornell de Llobregat acaban convirtindose en referentes simblicos para al
movimiento.
En esta etapa la incidencia meditica de las okupaciones y desalojos es ms
bien escasa y por eso la polica no mantiene una excesiva relacin de contacto con
la prensa. No obstante, en determinadas situaciones represivas de mediados de los
noventa ya se manejan ciertas tcticas sucias mediante la infiltracin policial y
posterior elaboracin de informes que se difunden o filtran a los media. En
Madrid, por ejemplo, cabe destacar el montaje periodstico-policial de noviembre
de 1995, donde el proceso de criminalizacin de la coordinadora Lucha Autnoma
culmina con la detencin bajo la ley antiterrorista de cinco personas (Wilhelmi,
1998). Los medios acusan a Jarrai de estar tras las movilizaciones contra la penaliza-
cin de la okupacin y la insumisin del Cdigo Penal de 1995 (La polica acusa
a Jarrai de organizar disturbios, El Pas, 14/12/95).
Los informes policiales son, principalmente, de origen externo y tienen como
objetivo aportar elementos tribales o sensacionalistas de la protesta okupa para
distorsionar su sentido o significado y as desacreditarlos ante la opinin pblica.
As, por ejemplo en Madrid, en el contexto de una creciente impunidad de los gru-
pos fascistas como Bases Autnomas que en 1994 asesinan a la inmigrante domi-
nicana Lucrecia Prez y al activista Ricardo Rodrguez, se criminalizan las
respuestas antifascistas del 20-N y 12-O y se frivolizan las agresiones fascistas lla-
mndolas peleas de tribus urbanas.
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SEGUNDA ETAPA (1996-1999): INICIO DE LA CRIMINALIZACIN POLICIAL
Este periodo se caracteriza por la respuesta estatal, de carcter represivo, al creci-
miento de las okupaciones, en un contexto de desarrollo de los movimientos
sociales, con la intencin de frenar su mayor incidencia en los conflictos poltico-
sociales de la escena urbana. Es el inicio del proceso de criminalizacin o persecu-
cin policial de los okupas, en lo que hemos llamado anteriormente como ciclo de
represin, generador a su vez de un ciclo de protesta con multitud de actividades
y acciones reivindicativas. Por otro lado, los activistas y la polica se enzarzarn en
confrontaciones callejeras cada vez ms peridicas. Las continuas amenazas de
desalojo y el desgaste de energas dedicadas a una defensa de los Centros Sociales
tienen una repercusin directa en su dinmica diaria, donde la lgica de resisten-
cia y confrontacin con la polica concentra muchos esfuerzos que antes se canali-
zaban en el desarrollo de sus actividades contraculturales, y que ahora facilitan un
mayor nivel de reflexividad o conciencia poltica. En este periodo cabe destacar el
desalojo de tres Centros Sociales importantes: en 1996, el Kasal Popular de Valencia
y el cine Princesa de Barcelona; en 1997, La Guindalera de Madrid.
Efecto cine Princesa: En Barcelona, a pesar de la importante movilizacin
para evitar el desalojo del cine Princesa, finalmente, ocho meses despus de su
okupacin, se desaloja en una espectacular operacin policial que concluy con 48
detenidos y 15 heridos
34
. La retransmisin en directo del desenlace y la repro-
duccin de algunas imgenes en el Telediario dej atnita e indignada a la socie-
dad catalana, que no comprenda la exagerada utilizacin de medios y violencia
policiales. La actuacin policial fue criticada desde todos los mbitos y slo el PP la
respald (El Peridico, 29/10/96). A partir de ese desalojo se produjo un giro subs-
tancial con un amplio acceso meditico, que en palabras de un medio puso a los
okupas en el ojo del huracn (El Peridico, 3/11/96). Ese salto meditico a su vez
facilit la extensin de oportunidades polticas para el ciclo de protesta okupa,
con constantes movilizaciones. De hecho, los efectos de ese impacto meditico y
social ya se pudieron comprobar la misma noche del desalojo, cuando, espont-
neamente, la gente sali a la calle, en una manifestacin improvisada, de ms de
2.000 personas, que finaliz con el indito asalto a la sede de la Jefatura Superior
de la Polica en Via Laietana y lo que los medios calificaron de segunda batalla
campal (29/10/96) con varios heridos y 15 detenidos, que en febrero de 1997 fue-
ron condenados por delitos graves
35
. La Asamblea de Okupas hace un balance de
los incidentes y anuncia una escala de nuevas okupaciones (Avui, 01/11/96), accio-
nes de protesta como la acampada de cinco das delante de los juzgados (El Peridico,
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5/10/96) o la primera manifestacin estatal por la despenalizacin, que termina en
una reokupacin simblica del cine Princesa (El Mundo, 9/11/96). El efecto
Princesa tambin se extendi a otras localidades, como Terrassa, donde se produ-
ce la primera okupacin y desalojo de un ciclo de represin local especialmente
duro, con ms de diez desalojos en dos aos y numerosos detenidos.
Por tanto, podemos decir que la cobertura meditica de los hechos se convir-
ti en un recurso externo al movimiento en la difusin del marco de injusticia
que supona la desproporcin entre la represin y la protesta. Foment una con-
troversia pblica que se decant en contra de la actuacin policial, repercutiendo
significativamente en la vida poltica y ciudadana (La Vanguardia, 5/11/10), donde
los actores ms destacados tomaron partido as, por ejemplo, el presidente de la
Generalitat, Jordi Pujol, y el alcalde de la ciudad, Pascual Maragall, se enzarzaron
en un cruce de acusaciones mutuas.
En Madrid, el desalojo del CSO Guindalera, en marzo de 1997, fue el tercero
en dos meses despus de Lavapis y David Castilla y el clima estaba tan tenso
que se producen importantes disturbios por toda la ciudad. El balance fueron 65
personas detenidas durante las protestas y 100 durante el desalojo. Posteriormente
se produjo una amplia respuesta social con una importante cobertura meditica
(sobre todo de El Pas y El Mundo) en lo que fue tambin el inicio de un nuevo ciclo
de protesta y represin en Madrid.
En este contexto polarizado el papel de los media haba pasado a primer plano.
Se trata del periodo de mayor visibilidad social de la protesta okupa y su represin,
en lo que llamamos un nuevo ciclo de atencin meditica
36
. La polica no es ajena
a esa variacin fundamental en el contexto socio-poltico de la protesta y se adap-
ta rpidamente a las circunstancias, dedicando mayores esfuerzos logsticos a la
accin informativa. El objetivo es mejorar su capacidad de incidencia meditica y
consolidarse como principal fuente de informacin en los contextos de enfrenta-
miento, que hemos mencionado antes: en los desalojos y en las acciones de pro-
testa.
(1) En los desalojos: El primer caso quiz el ms significativo de esta nueva
etapa es el desalojo del cine Princesa, en octubre de 1996. Las autoridades
gubernativas y policiales manejan estrategias informativas de desprestigio,
que llaman campaas de sensibilizacin (La Vanguardia, 30/10/96),
para justificar pblicamente una intervencin policial de difcil apoyo
social; as, incluso intentan provocar situaciones de tensin o malestar
vecinal tal como recogieron los propios mass media (La Vanguardia,
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31/10/96)
37
. En ese contexto, la polica vincula los okupas del cine
Princesa con Jarrai. Despus del cine Princesa esa estrategia policial de
intoxicacin meditica se seguir manejando cuando la polica prev que
los desalojos sern medidas polmicas o impopulares con costes polticos
relevantes (por ejemplo, en 1998 la polica relaciona a los okupas de
Terrassa con grupos armados, antes de realizar un desalojo).
(2)En las protestas: Tambin se utilizarn este tipo de artimaas desprestigia-
doras despus de intervenciones policiales con una mala acogida mediti-
ca. As, en 1999, cabe mencionar dos episodios destacados: (a) la represin
de la protesta estudiantil ante la visita de Aznar a la Universidad Autnoma de
Barcelona el 14 de enero. Despus de la polmica, el ministro de Interior
se ve obligado a comparecer en el Parlamento con una lista de estudiantes
peligrosos y de trayectoria radical (El Mundo, 19/01/99) que la Brigada
relaciona en un informe con Jarrai
38
; (b) los incidentes del 12 de octubre
en Barcelona, cuando los mandos policiales relacionan al movimiento anti-
fascista cataln otra vez con Jarrai, y a los okupas de ser una cantera proe-
tarra (La Vanguardia, 14/10/99).
Por eso, en esta etapa se radicalizan las estrategias policiales de carcter infor-
mativo y se pasa de unas tcticas represivas ms difusas o blandas a otras ms duras
o reactivas. En la anterior etapa, la polica difunda ciertos estereotipos estigmati-
zadores a partir de la indumentaria, supuestos hbitos o gustos musicales, etc.
con el objetivo de desacreditar o deslegitimar a la protesta okupa ante la opinin
pblica, con ayuda de informes policiales de carcter externo. Ahora se produce un
importante salto represivo, cuantitativa y cualitativamente, puesto que la estrate-
gia consistir en asignar a los okupas una imagen de violentos e incvicos a travs
de la difusin de informacin estrictamente policial, hasta el punto de empezar a
buscar conexiones o vinculaciones con la izquierda abertzale. El objetivo no slo
ser desacreditar el sentido o significado poltico de su protesta (como en la ante-
rior etapa), sino tambin criminalizarla para inducir o fomentar una mayor acep-
tacin por la opinin pblica de la poltica criminal adoptada a partir de 1996, con
la aprobacin del nuevo delito y la posterior persecucin policial.
En esta etapa, los antidisturbios endurecen sus tcnicas represivas, realizan-
do actuaciones policiales ms comprometidas. Por otro lado, los servicios secretos
tambin salen ms a la calle e intensifican los seguimientos personales, escuchas,
intimidaciones, retenciones
39
, infiltraciones, as como otras actuaciones de lo que
es el inicio de una guerra sucia contra el movimiento. Un punto lgido de este
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clima de asedio policial es el de los episodios de las pistolas, donde policas, nor-
malmente camuflados, desenfundan y encaonan con su pistola a los manifestan-
tes, a veces ni tan siquiera en contextos problemticos de detencin o de
enfrentamiento. En escasas ocasiones se puede fotografiar o grabar estas anmalas
actuaciones, pero en este periodo se consigue unas cuatro veces, destacando la del
7 de marzo de 1999 durante el transcurso de una detencin de un joven de Cornell
por parte de un polica de la Brigada de Informacin
40
, que provocar numerosas
acciones de protesta, como una importante manifestacin tres das despus, de
ms de 3.000 personas, que termin con algn incidente en la entrada del
Parlamento de Catalua (El Peridico, 11/03/99).
La difusin meditica de algunos de estos episodios situar en una posicin
delicada a la polica, que intentar contrarrestar su mala imagen pblica con un
aumento de las acciones informativas contra el movimiento. En este contexto apa-
rece una de las tcnicas policiales ms sucias de los servicios secretos, los llamados
montajes policiales contra los movimientos sociales; es decir, actuaciones poli-
ciales que permiten a veces incluso fuera del contexto de una investigacin
detener a activistas sobre la base de acusaciones falsas, manipulando pruebas o
directamente fabricando el delito para llevarlos a juicio.
Al igual que los movimientos sociales tienden a adoptar frmulas organizati-
vas que les resultan conocidas, as tambin las fuerzas policiales utilizan las formas
represivas que les son ms familiares. Los montajes policiales fueron intensa-
mente manejados por la polica en el anterior Rgimen para reprimir ms selecti-
vamente a los miembros ms activos o destacados de la protesta. Algunos sectores
de la abogaca y la judicatura llaman la atencin de los peligros de la deriva poli-
cial de este tipo de actuaciones: as, por ejemplo, cabe destacar, en 1999, una sen-
tencia absolutoria para los okupas que muestra preocupacin ante la actuacin de
la Brigada de Informacin, que considera ms propia de la extinta Brigada Poltico-
Social
41
.
En este periodo se producen, como mnimo, unos quince casos significados
de montajes selectivos del Grupo 6 de la Brigada de Informacin de Barcelona,
en la mayora de los casos como respuesta inmediata a controversias mediticas en
las que se pona en tela de juicio su actuacin. As, en los episodios de las pisto-
las cabe destacar dos casos:
(1) Durante la bicicletada de abril de 1999 en Barcelona, cuando un polica
encaon a los asistentes y su fotografa apareci en los peridicos del da
siguiente (El Peridico, 25/4/99). Pocos das despus la Brigada organiz
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una amplia operacin policial mediante la persecucin personalizada de
algunos de los miembros ms destacados del movimiento, llegando a
incriminar a personas que pudieron probar que en esos momentos traba-
jaban o que ni tan siquiera estaban en la protesta
42
.
(2)Durante unos disturbios posteriores a una manifestacin de protesta por el
desalojo del CSO Vallparads de Terrassa en diciembre de 1999, donde un
polica desenfund su pistola. Una fotgrafa capt la imagen para un peri-
dico (El Pas, 14/12/99) y se gener una cierta polmica en la ciudad.
Posteriormente, la brigada incrimin por varios delitos a la fotgrafa, as
como a uno de los portavoces destacados del movimiento, que se encontra-
ba en esos momentos en una reunin con representantes municipales.
Estas actuaciones policiales, que hemos denominado montaje policial,
motivaron la creacin de una Campaa Contra la Impunidad Policial y una mani-
festacin, el 5 de junio de 1999 en Barcelona, convocados por un centenar de
colectivos y entidades civiles (C-I, n 49). Durante esta campaa se acusaba a la
Brigada, por primera vez de forma pblica, de instigar la persecucin contra los
movimientos sociales alternativos (en lo que se califica como caza de brujas), y se
realiza el primero de una serie de informes antirrepresivos que se difunden, con
poco o nulo xito, a los medios. Y es que estos durante esta etapa tan slo visuali-
zan las acciones represivas protagonizadas por los antidisturbios, siendo muy
excepcionales como hemos visto las veces que lo hacen con la Brigada.
TERCERA ETAPA (1999-2001): LA RADICALIZACIN Y EXPANSIN DE
LA CRIMINALIZACIN POLICIAL
Este periodo coincide con el recrudecimiento de las polticas represivas impulsa-
das por el Partido Popular en un contexto europeo que le empieza a ser cada vez ms
favorable. La Unin Europea necesita polticas duras para contener la inmigracin
y todas aquellas expresiones de malestar o disidencia poltica que puedan alterar la
estabilidad monetaria de la zona euro. Por eso, mientras se adoptan nuevas pol-
ticas de orden pblico, tambin se intensifica la represin policial contra las cre-
cientes movilizaciones del nuevo ciclo de protesta global. Este periodo represivo,
despus de los hechos de Praga, Niza o Davos, encuentra su mxima expresin en
la brutal actuacin policaca de Goteborg (14-16 junio de 2000) y finalmente llega
a su punto lgido en la reunin del G-8 en Gnova en julio de 2001 (Asens, 2002,
2003).
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El Estado espaol, junto a Italia, juega un papel destacado en este impulso
europeo de las polticas ms duras de seguridad. En el mbito interno se aprueban
nuevas reformas regresivas de carcter penal, la mayora inspiradas por la poltica
de tolerancia cero elaborada en EE.UU. de la mano del alcalde de Nueva York,
Giuliani, y traspasadas a Europa a travs de Gran Bretaa
43
. En el mbito policial,
entre las medidas ms involucionistas, cabe destacar el llamado Plan 2000, tam-
bin inspirado en la doctrina de tolerancia cero e ideado por el anterior director
general de la Polica, en el que, junto a la multiplicacin de los efectivos, se crea un
programa de incentivos econmicos para practicar ms detenciones
44
. En el mbi-
to legislativo sustantivo, en este periodo cabe destacar la reforma en el ao 2000
del Cdigo Penal con la introduccin de nuevas figuras penales como la exalta-
cin y justificacin del terrorismo o la del llamado terrorismo anarquista o urba-
no, as como la aprobacin de la Ley de responsabilidad penal del menor, donde
se regula un tratamiento especial para los llamados menores terroristas.
Por eso no resulta extrao que, con relacin a la protesta okupa, en esta corta
etapa comprendida entre 1999 y 2001 (antes del 11-S) se radicalice y expanda el
proceso de criminalizacin policial iniciado en 1996, producindose un agrava-
miento represivo. Para los okupas, el escenario de enfrentamiento se produce ms
en la calle que en los desalojos. Las estrategias policiales ms duras incentivan los
sectores ms radicales, que utilizan un repertorio de accin ms disruptivo, con un
mayor grado de confrontacin. Se empiezan a normalizar situaciones en las que la
Fiscala solicita medidas de prisin provisional para los detenidos, y as es como
los enfrentamientos del 12 de octubre de 1999 terminan con decenas de detenidos
en prisin.
En esta etapa los medios de comunicacin jugarn un papel decisivo en la
reconstruccin social del conflicto. Si bien es cierto que en la anterior etapa, 1996-
1999, la tendencia de los mass media a centrar su inters en los acontecimientos
espectaculares que tienen un impacto visual mayor sirvi al movimiento para acce-
der a los medios y dar a conocer ciertos desmanes o excesos policiales, progresiva-
mente, sobre todo a partir de 1999, se utiliza para frivolizar su lucha, asignndole
una imagen de violencia e incivismo contraproducente para sus reivindicaciones.
Esta tendencia la podemos detectar al principio de esta etapa, en los aos 1999-
2000, pero destacadamente a partir de 2001.
1999-2000. Efecto 12 de octubre. Precisamente, el caso del 12 de octubre de
1999 en Barcelona marc el inicio de esta etapa y fue paradigmtico de esa influen-
cia meditica negativa. Los media otorgaron un fuerte componente sobredimen-
sionador y dramtico a las imgenes de los disturbios, hacindose adems eco de
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informaciones policiales alarmistas no contrastadas, donde se relacionaba a los
manifestantes con Jarrai. Fue una bomba informativa que atemoriz a ciertos
sectores de la audiencia con la ayuda de titulares catastrofistas como Arde
Barcelona, Vandalismo en la ciudad, Alarma Social y provoc el propio des-
enlace judicial inmediato del conflicto, con la puesta en prisin de 14 de las 26 per-
sonas detenidas (entre ellas, numerosos menores de edad). Podramos decir que
fue una decisin judicial de carcter meditico (Asens, 1999), donde las rdenes
de prisin se dictan ms desde el mundo de los mass media que desde el judicial.
Ciertamente, el Consejo de Informacin de Catalua en su dictamen posterior a
instancias del Aula de Investigacin de la Facultad de Ciencias de la Comunicacin
Blanquerna concluy que algunos media haban vulnerado el Cdigo
Deontolgico del Colegio de Periodistas, reproduciendo filtraciones policiales fal-
sas y no contrastadas, que propiciaron un clima de alarma social determinante para
el desenlace judicial.
No obstante, das despus, la desproporcin de la medida gener una sensa-
cin de injusticia generalizada y una respuesta social de rechazo de carcter masi-
vo de la cual algunos medios se hicieron eco, con continuas acciones de protesta
y solidaridad con los presos, hasta el punto que la propia jueza consider que la
alarma social de los hechos ya haba menguado, y decret la libertad de los pre-
sos, dos das antes de una masiva manifestacin de protesta, el 21 de octubre, con
ms de 10.000 personas (El Pas, 22/11/99). El efecto del 12-O se prolong hasta
el ao siguiente. En octubre de 2000 se organiza un indito encuentro con los
media para debatir su posicionamiento en el conflicto a partir de un estudio reali-
zado por la Universidad Ramn Llull, en lo que seguramente fue el intento ms
importante de acercamiento a los media. Por otro lado, mientras en Madrid la tra-
dicional manifestacin antifascista del 20-N rene a unas 3.000 personas pero
termina con enfrentamientos con la polica, 40 heridos y 7 detenidos (C-I, 2000),
en Barcelona se crea una amplia coalicin de colectivos, partidos y sindicatos, lla-
mada Plataforma Cvica por un 12 de Octubre en Libertad que consigui que el
acto fascista se trasladara a la montaa de Montjuic y que la manifestacin antifas-
cista, convocada bajo el lema de Fascismo nunca ms, ni en Sants ni en ningn
lugar, reuniera a ms de 10.000 personas. En esta ocasin, se evidenci una capa-
cidad de organizacin y coordinacin del movimiento con otros grupos sociales.
En el ao 2000 el efecto 12 de octubre se extiende a otros movimientos
sociales, con la doctrina de tolerancia cero, manejndose tcnicas policiales de
represin ms duras y reactivas, propias de una polica intensiva que apunta ms
a grupos e ideas polticas que a individuos y hechos concretos
45
. En el mbito de las
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acciones informativas se utilizarn tcnicas de intoxicacin meditica que se
complementan o forman parte de las estrategias de crispacin previa al inicio de
operaciones o acciones policiales durante la celebracin de eventos de gran impor-
tancia simblica. Cabe destacar en el 2000 el dispositivo policial llamado
Operacin Tambor, organizado con motivo de los actos de protesta contra el des-
file militar en Barcelona, y que concluy con ms de 150 identificaciones, 18
detenciones, un desalojo y numerosas cargas policiales. Este dispositivo vena pre-
cedido por la difusin de un informe elaborado por la Brigada en el que se acusaba
a los antimilitaristas de proetarras. Hasta el propio ministro de Exteriores decla-
r que detrs de las protestas antimilitaristas contra el desfile militar en Barcelona
se encontraba ETA, y que grupos de proetarras preparan actos de sabotaje (El
Peridico de Catalua, 20/05/00). No obstante, en este episodio se produce una
importante reaccin del Consejo de la Informacin de Catalua, que adopta, en
noviembre de 2000, un acuerdo de condena ante la criminalizacin meditica de
los antimilitaristas realizada desde peridicos como La Razn, por considerar que
difunda como ciertas informaciones falsas
46
.
En este contexto se detecta un aumento en la proliferacin de acciones infor-
mativas de las autoridades gubernamentales, caracterizadas por su mayor grado de
criminalizacin de la protesta. En los informes policiales difundidos a los medios
se realizarn todo tipo de conexiones o colaboraciones de los okupas con otras
organizaciones, desde la vinculacin de los disturbios del 12 de octubre de 1999
con Jarrai ahora ya tradicional y recurrente hasta la ms novedosa de GRAPO,
en junio de 2000
47
. Esto tambin obliga al movimiento a dedicar mayores esfuer-
zos informativos y antirrepresivos que en la anterior etapa
48
.
2001.Efecto ETA. En este segundo momento, que se produce a partir de 2001,
ya no slo se trata de la difusin a los media de genricas e inconcretas acusaciones,
sino que se pasa a la accin con amplias operaciones antiterroristas contra algunas
personas relacionadas con la protesta okupa, acusadas de pertenecer a ETA en
Barcelona (la red catalana de apoyo a ETA) o GRAPO en Madrid.
El momento lgido de este proceso de criminalizacin sucede en enero de
2001 cuando la delegada del Gobierno de Catalua relaciona a los okupas con la
organizacin armada ETA, al declarar que activistas de estos colectivos van a
Euskadi, donde reciben de Jarrai adoctrinamiento ideolgico y adiestramiento en
violencia de calle, como una fase previa a su colaboracin ms o menos activa con
ETA (Valdecasas vincula ETA con los grupos antisistema, El Peridico de
Catalua, 25/01/01)
49
. Estas declaraciones se realizan en el contexto de la deten-
cin de supuestos miembros de ETA acusados de integrar el Comando Barcelona
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y sern la excusa para intensificar la campaa de desprestigio y persecucin poli-
cial contra los okupas y otros grupos alternativos, trasladando la poltica antiterro-
rista del Pas Vasco al resto del Estado.
El contexto represivo de esta etapa (1999-2001), sobre todo en 2001 con las
operaciones antiterroristas, tendr importantes consecuencias para la protesta y el
aparato policial.
1) En la protesta. Se produce un cierto repliegue ante la severidad del con-
texto represivo, que obliga al movimiento a dedicar mayores esfuerzos
al campo antirrepresivo, donde se detectan, bsicamente en Terrassa
donde el movimiento siempre ha sido especialmente fuerte, algunas
divisiones estratgicas a la hora de elaborar y difundir el discurso antirre-
presivo. Algunos sectores inician un proceso de reflexin sobre la necesi-
dad de conseguir una mayor apertura a la sociedad, sobre todo a partir de
las ltimas ofensivas mediticas gubernamentales. Por eso, podemos decir
que en esta etapa el movimiento tiende a centrarse ms en la consolidacin
de la amplia red antirrepresiva, configurando coaliciones ms slidas,
capaces de protagonizar acciones multitudinarias, como la manifestacin
del 12 de octubre de 2000 en Barcelona, ante un contexto represivo mucho
ms duro.
De todas formas, en esta etapa tambin se producen importantes acciones
de protesta de carcter reivindicativo, ya sea de tipo defensivo u ofensivo.
Del primer grupo destacaremos dos: las movilizaciones de protesta ante la
amenaza de desalojo del CSO Palomar en el barrio de San Andreu de
Barcelona finalmente realizado en abril de 2002 y las protestas que evi-
tan el desalojo de Torreblanca en San Cugat del Valles en julio de 2000, con
una amplia movilizacin ciudadana (C-I, 2000). Del segundo grupo, tam-
bin destacaremos dos manifestaciones por su carcter innovador. La pri-
mera, la que en enero de 1999 recorre el centro de Barcelona para acabar
en una okupacin masiva en la ronda Sant Pau
50
; y la segunda, la que rene
en Barcelona a ms de 4.000 personas, en abril de 2000, con el lema Stop
Especulacin
51
.
2) En el aparato policial. La polica utilizar el nuevo escenario para practicar
re-lecturas de episodios represivos como el de enero de 1999 en la UAB,
donde la opinin pblica se haba posicionado claramente contra los exce-
sos policiales
52
. Por otro lado, este contexto tambin facilitar que las tc-
nicas de represin de los servicios secretos empiecen a tomar vida propia,
324
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promoviendo intereses propios a su dinmica interna de aparato represi-
vo, al estilo de grupos policiales autnomos como los escuadrones espe-
ciales de los antiguos servicios italianos. As, los okupas acusan a la Brigada
de proteger e incluso de participar en agresiones fascistas contra ellos
53
.
Durante esta etapa, la mayora de las acciones informativas de la Brigada
sobre los grupos alternativos tendrn una amplia y destacada inciden-
cia, sobre todo en cuestiones de terrorismo dndose una veracidad casi
absoluta a la fuente policial dadas las caractersticas mediticas del fen-
meno (Rodrigo, 1991) y eso dificultar an ms el acceso meditico de las
denuncias del movimiento contra la Brigada. Ese grado de impunidad
meditica conquistada por la Brigada, junto a un contexto general ms
favorable hacia su actuacin, seguramente provoca un grado de confianza
mayor en sus agentes, que en sus intervenciones dejan de adoptar anterio-
res cautelas o precauciones de proteccin. Ese relajamiento policial facili-
ta que los media ocasionalmente puedan captar algunas situaciones
represivas de la Brigada inditas desde el punto de vista meditico.
Efecto 24 de junio 01. Un claro punto de inflexin de esa tendencia se produ-
cir en Barcelona con la mayor controversia pblica de los ltimos aos sobre una
de sus actuaciones durante la manifestacin del 24 de junio de 2001, cuando mani-
festantes y periodistas pueden observar cmo sus agentes, camuflados y con palos,
intervienen al final de la marcha, junto a los antidisturbios.
Debemos recordar que la manifestacin, convocada por ms de 350 entidades
y colectivos en el marco de la Campaa contra el Banco Mundial, termin con una
contundente carga policial contra el grueso de los manifestantes pacficos que se
encontraban en la plaza Catalua (23 detenidos y ms de 60 heridos). Estos hechos
provocaron tal indignacin en la mayora de la sociedad catalana que un cente-
nar de entidades, sindicatos y partidos polticos presentaron una querella popu-
lar, dirigida por un grupo de abogados de la Comisin de Defensa del Colegio de
Abogados de Barcelona y avalada con ms de 100 testigos y 13 horas de vdeo. En
sntesis, la tesis de la acusacin es que exista un plan criminal para crear una
confrontacin y que los policas actuaron de manera premeditada e injustificada
para evitar el xito de la manifestacin (El Pas, 4/07/01).
Lo ms destacado del dispositivo desplegado, llamado Operacin Sellado,
fue la coordinacin en su ejecucin de los antidisturbios y la Brigada de Informa-
cin (junto a la Brigada Internacional, un grupo especial de investigacin formado
por europolicas), pero tambin la aparicin pblica de esta ltima, cuando, segn
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muchos testimonios (diputados y regidores incluidos), actuaron como agentes
provocadores de la manifestacin, participando en los alborotos para justificar
posteriormente la disolucin de los antidisturbios (Asens, 2002).
El Ayuntamiento y la mayora de los partidos catalanes tambin atribuyeron la
violencia a los policas infiltrados (El Mundo, 25/05/01) y el presidente del Tribunal
Superior de Justicia de Catalua calific de autntico peligro el modo de actuacin
de la polica infiltrada, sealando que los policas no tienen por qu llevar palos,
porque no es el arma reglamentaria y por lo tanto no tienen por qu ir con palos ni
barras de hierro (El Mundo, 29/05/01).
Esa controversia pblica, una de las mayores tormentas polticas y sociales
segn los media, se gener en parte porque la represin se extendi a un sector ms
amplio de la protesta. Por otro lado, exista abundante material videogrfico y los
profesionales del periodismo fueron un blanco destacado de los excesos policiales.
A pesar de que resulta habitual que los fotgrafos de prensa que cubren los episo-
dios represivos se conviertan en blanco de las iras de la polica para evitar pruebas
de sus excesos o desmanes, en el 24-J se produjo contra ellos una represin espe-
cialmente selectiva y dura. Algunos fueran amenazados o agredidos verbal y fsi-
camente, y eso facilit una reaccin generalizada de rechazo en el mundo del
periodismo. La Comisin de Defensa del Colegio de Periodistas de Catalua emi-
ti un informe sobre las agresiones sufridas en el que se afirma que en el decurso
de la manifestacin, diversos profesionales de la informacin, en especial fot-
grafos de prensa, no solamente sufrieron serios impedimentos a la hora de des-
arrollar su normal labor informativa, sino que fueron objeto de agresiones
fsicas y verbales de todo tipo, as como de absoluto desprecio hacia las acredita-
ciones profesionales que llevaban y exhiban, entre ellas la del propio Colegio de
Periodistas de Catalua (24/06/01). La indignacin es especialmente significati-
va en el colectivo de fotgrafos UPIFC, que dedic el nmero 25 de su revista
LAgenda de la Imatge a la delegada del Gobierno en Catalua, contra la cual tam-
bin se querell. Finalmente tan slo se pudo identificar a uno de los antidistur-
bios que agredi a un periodista. Cuando es juzgado ante el Juez de Instruccin 32
de Barcelona, en su defensa alega que tan slo cumpla rdenes de sus superiores
y es condenado en mayo de 2002.
Por tanto podemos decir que el final de este periodo se cierra con un contex-
to meditico ms perjudicial para la polica y ms favorable para la protesta, que
incide en el tratamiento meditico de situaciones represivas inmediatamente pos-
teriores, como la del desalojo de la Kasa de la Muntanya, el 17 de julio de 2001. Esta
vez la polica asalta, inesperadamente y sin orden judicial, el emblemtico CSO
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Kasa la Muntanya del barrio de Gracia de Barcelona, con la excusa de la protesta
okupa ante el desalojo de un inmueble cercano. La operacin policial se salda con
la detencin de quince personas que se encontraban en el interior del inmueble.
En la calle, se producen acciones de protesta que finalizaron en fuertes enfrenta-
mientos con la polica, donde se detiene a dos personas y se producen diversos
heridos, como un joven que perdi un ojo por el impacto de una bala de goma (La
Vanguardia, 18/07/01)
54
.
La incidencia meditica de los disturbios posteriores, con titulares como
Batalla okupa en Gracia (Avui, 18/07/01) o Valdecasas equipara okupas con
terrorismo de baja intensidad (La Vanguardia, 18/07/01), revierte negativamente
sobre la situacin legal de los detenidos sobre los cuales la fiscala pide prisin,
pero el contexto meditico no es el mismo que en el 12 de octubre de 1999. La
anterior refriega policial est muy fresca y, adems, unos das antes se haba pre-
sentado la querella popular contra la actuacin policial del 24-J de 2001, donde la
delegada del Gobierno de Catalua era una de las principales querelladas.
La Delegacin del Gobierno de Catalua emite un comunicado en el que com-
para a los grupos alternativos de Barcelona con la kale borroka y se refiere a las accio-
nes de los radicales como terrorismo de baja intensidad
55
(El Pas, 18/07/01).
Pero esa teora criminalizadora crea un rechazo absoluto en las diferentes entidades
y partidos polticos, hasta el punto de que los media se hacen eco de su solitaria
posicin con titulares como El PP se queda solo en la denuncia de una kale borro-
ka en Catalua
56
(El avui, 22/07/01). Adems, en respuesta a esta acusacin,
diversas entidades cvicas y partidos organizan una campaa de protesta que ter-
mina con una multitudinaria manifestacin, con ms de 7.000 personas, el 28 de
julio de 2001, bajo el lema Stop brutalidad policial, Valdecasas Dimisin.
CUARTA ETAPA (2001-2003). INCIDENCIA DE LOS ATENTADOS DEL 11-S DE 2001
Este periodo coincide con el desarrollo de la nueva era de la guerra global perma-
nente iniciada despus de los atentados del 11 de septiembre de 2001. El terro-
rismo internacional ser la excusa en todo el mundo desde Israel a Colombia
para extender la represin al conjunto de los movimientos sociales reivindicativos
bajo una lgica de guerra de la subversin parecida a la desarrollada en las dicta-
duras de Amrica Latina, donde la disidencia es el principal enemigo interior a
combatir como representante del enemigo exterior.
Esa dinmica involucionista no ser ajena a Europa, cuando despus del 11-S
decidi que la lucha antiterrorista fuera el objetivo prioritario de la UE, aprobando
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un conjunto de medidas normativas de carcter ultraseguritario inspiradas en
la cultura de la emergencia de los aos setenta contra los focos subversivos,
que en realidad subvertirn los mismos fundamentos legitimadores de la UE. As,
por ejemplo, la libertad de circulacin del Tratado de Maastrich es subvertida por
el conjunto de medidas restrictivas como los bloqueos ilegales de los antigloba-
lizacin en fronteras que ya no existen. Tambin se impulsa la polica europea
(Europol) y las listas de disidentes (Sirene), se aprueba el Eurojust, la nueva defi-
nicin europea de terrorismo y el mandamiento europeo de detencin (euroor-
den), que subvertirn derechos y garantas democrticas histricamente
consolidadas en el Estado de Derecho
57
.
En el interior de Europa se produce un escenario represivo indito, sobre
todo en Italia y Espaa. As, a la vez que en Italia, en noviembre de 2002, se utiliza
el Cdigo Rocco cdigo fascista que nunca antes se haba utilizado para acusar
de delitos de conspiracin poltica, subversin del orden constitucional y eco-
nmico a los antiglobalizacin
58
, en Espaa se utiliza la legislacin antiterrorista
para acusar de pertenencia a banda armada a okupas, anarquistas e independen-
tistas por acciones de sabotaje poltico.
Si antes, en la etapa 1999-2001, las operaciones policiales antiterroristas
contra miembros de grupos alternativos buscaban el pretexto de un apoyo a orga-
nizaciones armadas como el GRAPO o ETA, ahora se observa una tendencia repre-
siva a considerar que ellos mismos pueden llegar a ser organizaciones armadas. Los
actos de la llamada violencia urbana, perseguidos como daos, desrdenes o
incendios, ahora son calificados directamente de acciones terroristas y a los
detenidos se les aplica la legislacin antiterrorista.
En esta etapa cabe destacar tres episodios represivos, en forma de operacio-
nes antiterroristas, de estas caractersticas:
1) En octubre de 2002 un juez de Valencia ordena la detencin de cuatro per-
sonas vinculadas al Centro Social Malas Pulgas, que permanecern en pri-
sin hasta marzo de 2003, despus de pagar fianzas millonarias. Durante la
operacin policial se desaloja el Centro Social. El juez considera que se
trata de un grupo en trnsito insurreccional violento llamado Malas
Pulgas, una asociacin ilcita que comete acciones terroristas contra
inmobiliarias. En este contexto, incluso una lista con nombres de perio-
distas se convierte en una lista de objetivos (Levante, 23/11/02).
2) En febrero de 2003, el juez Garzn dirigir una operacin policial de la
Brigada que se saldar con la detencin e incomunicacin bajo la ley
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antiterrorista de cinco anarquistas vinculados al movimiento okupa del
Baix Llobregat de Barcelona. En total sern siete personas imputadas
de pertenencia a banda armada por su supuesta participacin en actos de
sabotaje contra cajeros automticos. Dos ingresarn en prisin provisional
y despus sern puestos en libertad bajo fianzas millonarias.
3) En abril de 2003 el mismo juez Garzn dirige otra operacin contra tres
personas vinculadas a grupos alternativos de la localidad de Tor, a los que
enva a prisin, acusados tambin de pertenencia a banda armada por
hechos similares
59
.
Son muchas las explicaciones que se pueden encontrar a esta escalada repre-
siva, entre las que se puede destacar el afn incontenible o megalmano del juez
Garzn por ampliar su mbito jurisdiccional
60
, pero est claro que ha tenido un
peso especfico la agresiva posicin ideolgica antiterrorista de los EE.UU. La
emergente cultura jurdica de la emergencia o la excepcionalidad permite al presi-
dente del Gobierno espaol anunciar una ofensiva legal por la seguridad, contra
el terrorismo y la delincuencia, o sea el we are at war espaol con un doble obje-
tivo: satisfacer los deseos emotivos de pena de algunos sectores sociales permea-
bles a la actual ideologa seguritaria hegemnica a la vez que desviar la atencin
meditica o el creciente descontento ciudadano por ciertos disparates polticos
(Decretazo, el Prestige, el apoyo del Gobierno a la guerra de Irak...).
Por otro lado, los tres episodios descritos, como otros, obedecen a un contex-
to de envalentonamiento de la polica, que dispone de ms facultades discrecio-
nales dado el mayor grado de autonoma de la autoridad ejecutiva. Los servicios
secretos aprovechan el nuevo contexto internacional para reabrir casos no resuel-
tos en la anterior etapa. Ahora no se inicia una investigacin para esclarecerlos
recogiendo las correspondientes pruebas, sino que la estrategia policial
consistir en presentar a los sospechosos detenidos como terroristas para as
poder aplicarles la legislacin terrorista, que facilita la prctica de la tortura y la
posterior confesin, como denunci, en abril de 2003, el propio relator especial
del Comit Contra la Tortura de la ONU, Theo van Boben. Para ese torticero come-
tido el mejor destinatario es el juez Garzn, especialmente inactivo ante las denun-
cias por torturas y otros abusos policiales en la obtencin de pruebas. La lgica
preventiva en boga permite tambin a la Audiencia Nacional mantener en prisin
provisional durante un largo periodo de tiempo a ciertos detenidos (como a los
16 magrebes detenidos en Girona acusados de pertenecer a Al Qaeda, el llama-
do Comando Dixan) sin disponer de ninguna prueba o indicio incriminatorio,
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consolidndose una nueva cultura penal preventiva que facilita una praxis judicial
cada vez ms reacia a la libertad provisional.
En este periodo, la lgica preventiva de la ofensiva policial empez ya en el
julio de 2001 en Gnova con los militares en la calle, la utilizacin de armas,
carros blindados o gas prohibido por las Convenciones de Ginebra y se expande,
despus del 11-S, a otros pases como Espaa. La polica cargar bajo esa lgica
antes del inicio de las marchas y, adems, con ms facilidad sobre el grueso de las
manifestaciones hiriendo tanto a los pacficos como a los ms extremistas. As,
las detenciones masivas de carcter preventivo no slo se practican en las ciudades
norteamericanas como en las movilizaciones contra la guerra de Irak sino tam-
bin en Barcelona, cuando en la protesta convocada en el centro de Barcelona, el 12
de octubre de 2003, la polica organiza filtros previos a la marcha y detiene de
forma preventiva a unas 30 personas (El Pas, 12/10/03). Tambin aumentan las
prohibiciones de celebraciones o reuniones pblicas, acompaadas de barreras
policiales y otras actuaciones de carcter preventivo que terminan a menudo en
contundentes cargas: as, por ejemplo, en Barcelona se organiza una barrera poli-
cial que impide el inicio de la tradicional manifestacin del 23 de abril de 2003,
disolviendo con cargas a los concentrados (El Peridico, 24/04/03) y en Madrid se
reprime con extrema dureza las protestas contra la guerra de Irak.
Con relacin a la protesta okupa debemos decir que en este periodo pierde
visibilidad pblica y cede su protagonismo a las importantes movilizaciones que se
producen en el contexto de la formacin de un ciclo de protesta ms global (la cam-
paa contra la globalizacin y el Banco Mundial en junio de 2001; las movilizacio-
nes contra la reunin del Consejo de Ministros de la UE en marzo de 2002; y
finalmente las acciones de masas contra la guerra de Irak, en el 2003), en las cua-
les participa de forma amplia. De hecho, resulta obvio que en este periodo los
Centros Sociales Ocupados, en una actividad menos visible, han contribuido a
crear las condiciones de aparicin y eclosin del conjunto de movimientos socia-
les emergentes, difundiendo repertorios de accin ms desafiantes como la des-
obediencia civil o la accin directa, e influyendo en que estos incorporen
experiencias y prcticas polticas como el trabajo descentralizado y en horizon-
tal aprendidas dentro del movimiento (Herreros, 2003). En Barcelona esas con-
fluencias entre la protesta global y la okupa se materializan en proyectos
innovadores como el del CSO Can Masdeu, okupado en el 2002, o en iniciativas
contra-informativas ambiciosas como los peridicos surgidos en el contexto de las
contra-cumbres de 2001 (EstTotFatal) o de 2002 (Altaveu). Especial inters tienen
los Espacios liberados contra la guerra de 2003, protagonizados mayoritariamente
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por personas y colectivos ajenos al movimiento de las okupaciones pero que utili-
zan la okupacin como medio de protesta. En este caso, la okupacin de edificios y
espacios pblicos no slo se convierte en una herramienta que permite visualizar
el conflicto que genera la guerra de Irak, sino que adems vincula la guerra exterior
con la guerra interior con lemas como Otra guerra es posible o Cul es tu gue-
rra?, en referencia a problemas sociales como la especulacin, la precariedad o la
inmigracin.
NOTAS
1. Seguramente en el caso del Pas Vasco no resulte tan evidente el paralelismo, dado su particular contexto
poltico-social, y que la protesta okupa se inicia y expande en los aos ochenta, a diferencia del resto del
Estado, que lo hace en los noventa (AA.VV., 2001).
2. El Derecho Penal es un instrumento nicamente al servicio de un marco mnimo de convivencia, debe
estar limitado por el principio de intervencin mnima ante ataques graves a bienes jurdicos de rele-
vancia constitucional, y debe abstenerse de actuar en aquellos conflictos que pueden encontrar sus vas de
solucin con otras ramas o instrumentos jurdicos, como en el caso de las ocupaciones pacficas de bien-
es inmuebles (Asens, 1999; Baucells, 1997).
3. Podemos decir que del movimiento ecologista toma la necesidad del consumo ecolgico; del feminista, la
conveniencia de politizar la vida cotidiana y del movimiento antimilitarista, el antiautoritarismo
(Herreros, 1999). As, desde los centros sociales en el mbito ecolgico se impulsan distribuidoras de
productos biolgicos o cooperativas de consumidores; en el mbito feminista se organizan jornadas,
exposiciones, talleres de gnero o publicaciones de revistas como Mujeres preokupando; en el mbito anti-
militarista se ocupan espacios militares, como el Ekonomato de Barcelona en el 1996, donde se invita a
todos los sectores del movimiento a organizar debates.
4. Esta pauta reproduce el funcionamiento de la tipologa de organizaciones relacionadas con los movi-
mientos descritas por Kriesi, donde el proceso de institucionalizacin de las organizaciones representa un
lmite en su capacidad de autonoma y reivindicacin (Kriesi, 1993).
5. La despenalizacin, propuesta por partidos como IU/Iniciativa per Catalunya, ERC o PNV, fue rechazada
con los votos del PP y el PSOE en un debate en el Congreso de los Diputados, el 29 de septiembre de 1998,
donde CIU matiz su posicin y se aline ms con los primeros que con los segundos.
6. Normalmente, si existe un mayor nmero de partidos polticos que articulan diferentes demandas en la
poltica electoral, resulta ms probable encontrar aliados que sirvan de vehculo para los demandas de los
movimientos sociales (Kitschelt, 1986).
7. En Catalua cabe destacar, durante el periodo 1999-2001, el proceso de dilogo entre los okupas del
Centro Social Okupado de Torreblanca (Sant Cugat) y las autoridades municipales que culmina en un con-
venio sobre el uso pblico de esta masa, abandonada durante muchos aos a pesar de ser Patrimonio
Histrico de la ciudad.
8. El Ayuntamiento de Barcelona daba apoyo al CSO Hamsa ante su posible desalojo y solicita mediar en el
conflicto (El Pas, 28/10/98), mientras unos meses antes ordenaba un brutal desalojo contra un local oku-
pado en la calle Regomir en 1997, propiedad del Ayuntamiento de Barcelona. Durante este ltimo episo-
dio las autoridades municipales no slo no intentaron dialogar con ellos, sino que los desalojaron sin
autorizacin judicial y ordenando su detencin. A partir de esa actuacin municipal (criticada por la pro-
pia jueza en la misma sentencia absolutoria) los niveles de conflictividad o crispacin aumentaron visi-
blemente en la ciudad, organizndose una campaa de protesta contra el alcalde Joan Clos durante las
fiestas de la ciudad.
9. La Comisin de Defensa de los derechos de la persona del Colegio de Abogados de Barcelona organiza un
grupo de trabajo especfico sobre la okupacin, donde tambin participan jueces y profesores universita-
rios, que finaliza en unas jornadas de debate jurdico y la presentacin pblica, en febrero de 1998, de un
informe denominado Anlisis socio-jurdico sobre la necesidad de derogar el artculo 254.2 del Cdigo
Penal, donde no slo se analiza jurdicamente el nuevo tipo penal, sino tambin las consecuencias socia-
les de su aplicacin prctica.
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10. En octubre de 1999 el TSJ de Madrid decide archivar las diligencias abiertas por okupacin contra el CSO
Embajadores, 68 de Madrid, donde entre las 604 personas inculpadas haba diversos diputados, con
argumentos que han sido utilizados en otras instancias judiciales (C-I, 99).
11. Determinados sectores de la judicatura hace tiempo que se quejan de sentirse atemorizados de dictar sen-
tencias en asuntos que pueden perjudicar al Gobierno o su entorno ideolgico, sobre todo a partir de la
apertura de expedientes inmediatos en casos polmicos o la creacin de nuevos rganos dciles, como por
ejemplo, la liquidacin de la antigua seccin cuarta de la Audiencia Nacional (que haba dejado en liber-
tad a bastantes procesados por el juez Garzn o modificado muchas de sus resoluciones) despus de que
dos de sus tres magistrados fueron expedientados y destinados a otros puestos con la excusa peregrina de
la fuga de un presunto narcotraficante, o la creacin, tras la polmica de la juez de Bilbao, de un juzgado
de vigilancia penitenciaria en la Audiencia Nacional para controlar a los presos de ETA. Otro caso recien-
te es la liquidacin de la Sala de la Discordia creada por el Tribunal Superior de Justicia del Pas Vasco para
decidir la admisin a trmite de la querella presentada por la misma fiscala contra el presidente del
Parlamento vasco y otros representantes de la mesa de la Cmara sobre la disolucin del Grupo
Parlamentario Socialista Abertzaleak, y su substitucin, en julio de 2003, por otra favorable a tramitar la
denuncia. Por hechos como estos, tanto los Jueces para la Democracia (JD) como la Unin Progresista de
Fiscales (UPF) denuncian el servilismo fiel del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) a los postu-
lados del Gobierno (La Vanguardia, 14/06/2003).
12. La sentencia hace una larga y argumentada exposicin para revocar la anterior sentencia condenatoria y
absolver a los okupas. As considera que, sobre el delito de usurpacin, la proteccin penal slo alcanza a
la posesin que se goza y disfruta de forma efectiva, que utiliza el bien inmueble, situacin radicalmente
diferente a la del cine Princesa, abandonado por sus propietarios desde haca ya muchos aos. Por otro
lado, recogiendo uno de los argumentos de la defensa, considera que igualmente la okupacin pacfica
tuvo lugar con anterioridad a la entrada en vigor del Cdigo Penal de 1995, por lo que entonces era
impune por no encontrarse tipificado en l. Sobre el delito de desobediencia o resistencia, tambin hay
diversos motivos absolutorios, pero el ms destacado e innovador es el que considera que no concurre el
delito cuando la resistencia que los okupas ofrecen frente a la polica viene precedida por una orden judi-
cial de desalojo ilegal. La okupacin del cine Princesa, como se ha dicho antes, no era constitutiva de nin-
guna infraccin penal, y por tanto no resultaba legalmente oportuno que un juez dictara una orden de
desalojo en sede penal. Segn la Audiencia Provincial esa orden no slo no era antijurdica e ilegtima
sino que representaba un funcionamiento anormal de los servicios pblicos y no engendraba ninguna
obligacin de cumplimiento penalmente relevante.
13. De todas formas ese escenario jurdico, dada la actual configuracin poltica del Alto Tribunal, segu-
ramente sera ms bien contraproducente para el movimiento por su previsible resultado final desfa-
vorable.
14. El Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Catalua, Josep Mara Mena, lleg a declarar pblica-
mente que las conductas protagonizadas por los okupas merecan escassimo reproche social, calificn-
dolos a los okupas de ciudadanos alternativos respetables (El Pas, 1/3/97). Por otro lado, anunci que
la actitud de la fiscala con los gestos pacficos, aunque sean irregulares, ser pacfica y no participare-
mos en la espiral de violencia que se genera alrededor de los okupas reconociendo que el problema es
que los jueces son rehenes de una disfuncin jurdica ya que la ley sigue siendo compatible con la cul-
tura alternativa de los okupas. Finalmente Mena se pregunt qu dao social han causado las personas
que estuvieron ocupando en el cine Princesa (El Pas, 1/3/97).
15. Esa dependencia meditica se puede comprobar con el movimiento vecinal de los aos setenta, ya que si
bien al inicio tuvo una fuerte incidencia pblica en parte por su cobertura meditica, despus, con la
Transicin, perdi su capacidad de movilizacin en parte tambin por el desplazamiento del inters
meditico a otros asuntos (Domingo y Bonet, 1998).
16. La mayora de las veces estas descripciones banales sobre los atributos superficiales de los okupas son
tergiversadas, sobredimensionadas o simplemente falseadas, proyectando una imagen deformada del
significado de su lucha e identidad. Estos estereotipos mediticos tienen claras consecuencias estigmati-
zadoras que facilitan la posterior criminalizacin policial del colectivo, y este es uno de los motivos por los
que a menudo se crean situaciones de conflicto entre los periodistas y okupas, en un contexto de distan-
ciamiento creciente.
17. Los media se interesan por sus supuestas aficiones o gustos musicales, lo que comen o la indumenta-
ria, para entretener al lector o a la audiencia con aspectos sensacionalistas. Algunos de los ejemplos
de ese tratamiento meditico lo podemos encontrar en Medios de comunicacin y movimientos sociales:
el caso de la ocupacin (Rodrguez, 1999). De hecho, esta preferencia por los individuos concretos ms
que por sus reivindicaciones no es nueva; as por ejemplo, en su momento el movimiento feminista
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fue objeto de burlas y prejuicios que construyeron una imagen pblica peyorativa de su lucha
(Zoonen, 1992).
18. Como sealaron Gamson y Wolfsfeld (1992): a aquellos que se disfrazan para ser admitidos en la fiesta
preparada por los media luego no se les permite cambiarse de ropa antes de la sesin fotogrfica. A pesar
de que las voces que se dejan escuchar en los mass media corresponden predominantemente a la de los
grupos poderosos y establecidos (Margolis y Mauser, 1989) los media pueden constituir un importan-
te componente en las oportunidades polticas de un movimiento social, puesto que son la forma prin-
cipal de acceder a la poblacin en general. De hecho, en el actual proceso de incidencia de los nuevos
movimientos sociales sobre los poderes pblicos, como se ha podido comprobar ltimamente, los
media tienen tanta o ms importancia que los propios movimientos, como operadores principales del
proceso de reconstruccin de los problemas sociales o de influencia en las agendas pblicas. No obs-
tante, en la actualidad no es fcil captar la atencin meditica, sobre todo para aquellos movimientos
sociales ms perseguidos o menos institucionalizados, que deben incrementar los aspectos ms extra-
vagantes, sorprendentes o violentos de su protesta si quieren atraer su inters y ganar la batalla de la opi-
nin pblica.
19. La polica puede modificar, a veces de modo decisivo, las finalidades de las normas adoptadas. Los
Cuerpos de Seguridad pueden alterar, con su conducta, la significacin prctica y real de la poltica deci-
dida en otras instancias. Es sabido que la polica puede aplicar con todo rigor una norma, o por el contra-
rio, puede frenar y hasta boicotear su aplicacin. Por lo tanto hay un notable margen de apreciacin en
unos Cuerpos que estn en contacto tangible con los ciudadanos, y que no ostentan respecto a ellos una
posicin neutra o equidistante. Si a ese amplio grado de autonoma policial o poder discrecional se le
suma su particular ideologa o cultura policial, podemos decir que la accin de la polica no es mera-
mente pasiva y que por lo contrario tienen una relacin esencial con el sistema poltico, absolutamente
determinante para que su funcionamiento sea de una o otra forma (Garrido, 1987).
20. Episodios como el de las cargas policiales de noviembre de 2002 en el Forat de la Vergonya contra los
vecinos o el desalojo de marzo de 2003 del Espacio liberado contra la Guerra en la plaza del Pi contra el
movimiento anti-guerra son un buen ejemplo de ello.
21. En el caso del cine Princesa se utiliz una inslita investigacin policial previa, donde colaboraron agen-
tes de prcticamente todos los cuerpos policiales. As, los Mossos de Escuadra organizaron un dispositivo
durante los meses previos al desalojo, en los que fotografiaron, identificaron y describieron las activida-
des cotidianas de ms de 30 personas que entraban o salan del inmueble, con informaciones tan concre-
tas como sus tendencias polticas o estticas, tal como consta en un atestado policial, aportado a la causa
penal, de ms de 500 pginas, 4 cintas de vdeo y cerca de 70 fotografas de los habituales (y algunos
ocasionales) del centro.
22. Ciertamente, a pesar que la detencin no resulta necesaria en la investigacin, se tiende a detener a todas
las personas que se encuentran en el interior y a veces tambin en el exterior del inmueble alojado,
siendo en muchos casos ilegal, puesto que resultara suficiente la citacin judicial de los identificados.
23. As, por ejemplo, se puede observar en la utilizacin de tcnicas policiales como la denominada salchi-
cha (la polica empuja los flancos de una manifestacin para forzar a la gente a entrar en un lugar donde
pueda cargar contra ellos) o el pastoreo (la formacin de un cordn policial que se sita en los laterales
de la manifestacin, marchando con ella). Mientras en Madrid resultan habituales desde hace ya aos, en
Barcelona no se manejan esos dispositivos la primera vez que se hizo fue en la manifestacin convoca-
da por Reclaim the streets en marzo de 2002.
24. De esta manera, mientras los agentes antidisturbios se entrenan durante seis meses en Linares (Jan), los
altos cargos policiales participan en cursos y seminarios, como el llamado El papel de la polica europea
en la gestin civil de crisis: las fuerzas robustas de la polica multinacional organizado en marzo de 2001 en
la isla de la Toja (Asens, 2003).
25. En la localidad de Terrassa, donde el Gupo 6 de la Brigada de Informacin de la Polica Nacional tiene un
subgrupo propio, destaca por sus polmicas actuaciones policiales un ex agente de la PIDE salazarista de
Portugal (Que ens deixin en pau, febrero 2001).
26. El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) es el nombre del servicio secreto CESID, de acuerdo con el pro-
yecto de ley orgnica elaborada despus de los ataques del 11-S. Curiosamente el CNI es el mismo nom-
bre con que Pinochet rebautiz la temida polica DINA en 1977 para dar un cambio de imagen a pesar
de que la CNI sigui siendo la DINA. Con la nueva ley, las actividades hasta ahora ilegales del CESID en
la intervencin de comunicaciones y en las entradas domiciliarias dispondrn de cobertura legal (desde
su creacin el CESID ha conocido numerosos escndalos, como el caso de Perote o de las escuchas). En
el 2003 la estructura del CNI cuenta con 2.031 agentes y con un presupuesto de 138 millones de euros
23.000 millones de pesetas (El Peridico, 5/09/03).
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27. El caso ms conocido de agentes policiales infiltrados del anterior CESID en grupos alternativos de
Catalua (desde los colectivos pro-insumisin y okupas hasta los colectivos zapatistas) ocurri durante el
periodo 1991-1995. El infiltrado logr hacerse cargo de la oficina de Informacin y Defensa del Soldado
(IDS), a travs de la cual tuvo acceso a todos los datos de los militantes o colectivos que desarrollan acti-
vidades pro-insumisin (El Triangle, 03/06/98).
28. Todo periodista sabe que debe cuidar sus fuentes de informacin, cosa que implica, en trminos perio-
dsticos, que si recibes una informacin, por contrapartida, debes publicarlas de forma favorable a tu
informador. En relacin a la okupacin, la Polica Nacional, los Mossos de Esquadra y la Guardia Urbana
estn especialmente interesados en tener bien ligados a los periodistas que se dedican a su mbito, pues-
to que es un tema que muchas veces les pone en evidencia y reciben criticas... Un periodista, en el ao
1998, estuvo a un paso del despido por no mantener la confidencialidad de sus relaciones con los depar-
tamentos de prensa de la polica nacional, respecto a las informaciones de su medio referidas al movi-
miento okupa (Rodrguez, 1999).
29. Todos los responsables gubernamentales refuerzan estas reglas a seguir por los periodistas que
desean obtener las exclusivas: los presidentes y sus jefes de prensa no dudan en limitar el acceso a
ciertos periodistas a la Casa Blanca, y han llegado a intimidar, directa o indirectamente, a reporteros
o editores que no presentaban las noticias de forma coincidente con sus intenciones polticas
(Hilderbrand, 1981).
30. Arcadi Espada, en su libro Raval: Del amor a los nios, desvel el escndalo del tratamiento periodstico del
suceso, cuando fue presentado como la desarticulacin de una importantsima trama de pederastia con
amplios contactos internacionales, con dirigentes vecinales implicados. Al final del montaje policial slo
quedaron tres personas acusadas, en uno de las mayores manipulaciones policiales y periodsticas suce-
didas en Barcelona (Espada, 2000).
31. Los nuevos movimientos sociales irrumpen como reaccin a la triple restriccin surgida de la izquierda
clsica: estructuras verticales y poco deliberativas, repertorio convencional de las formas de accin y poca
sensibilidad hacia temas emergentes (OFFE, 1988). Wallerstein menciona cinco de los errores que la
nueva izquierda imputa a la vieja: debilidad, corrupcin, connivencia con los poderes dominantes, negli-
gencia o desatencin hacia los verdaderamente desposedos y arrogancia o soberbia ideolgica
(Wallerstein, 1999).
32. Se detiene a ms de 40 personas en nombre de la paz olmpica. Otros episodios destacados de esta ope-
racin son la entrada y registro policial en el semanario El Temps o la clausura del programa LOrquestra de
Catalunya Radio. Debemos recordar que los responsables polticos de esa operacin estn en prisin por
corrupcin (Roldn) o indultados y condenados por terrorismo de Estado (Vera), y que en abril de 2003
precisamente el Tribunal Europeo de Estrasburgo ha admitido la querella de torturas de los detenidos en
1992, que el juez Garzn desatendi.
33. En los procesos civiles de desahucio lo que est bsicamente en juego es slo el desalojo del inmueble.
Esta situacin jurdica favorece la situacin personal de los okupas, que no se exponen por la simple oku-
pacin a ninguna detencin ni proceso penal. Aunque la pauta eran los desalojos civiles, debe decirse que
algunos ya se producan por la jurisdiccin penal, mediante el delito de coacciones. Los pocos desalojos
que se realizaban desde esa instancia penal difcilmente llegaban a juicio, y cuando lo hacan, ms difcil-
mente los okupas resultaban condenados, puesto que los jueces consideraban que la okupacin no era una
coaccin.
34. El cine Princesa era un emblemtico edificio, situado en el centro de la ciudad de Barcelona, que fue oku-
pado en febrero de 1996, y en el cual se realizaron multitud de actividades socio-culturales de todo tipo.
Al cabo de ocho meses, en la madrugada del domingo 28 de octubre, se desaloj en una espectacular ope-
racin policial que dur todo el da, donde intervinieron bomberos, un helicptero y ms de 200 agentes
de las Unidades de Intervencin Policial (UIP) provistos de porras, fusiles, gases lacrimgenos, escudos
y escaleras. Al final concluy con 48 detenidos, 15 heridos y una crispacin vecinal que qued reflejada en
ms de las 200 denuncias contra lo que algn media llam estado de sitio policial (El Mundo, 2910/96).
Ese apoyo vecinal tena una curiosa explicacin para el ABC: los vecinos siempre hablan a favor de los
okupas y en contra de la Polica. La cosa tiene explicacin sencilla. El vecino tiene que convivir con el
delincuente, que va a volver; en cambio, al polica no le ver ms el pelo. En consecuencia denuncia al poli
que se va para que no se enfade el gngster que se queda (ABC, 31/10/96). Aunque otro da aparece una
versin, curiosa tambin, menos beligerante de ese apoyo: los okupas eran apreciados por la gente del
barrio del mismo modo con el que se acaricia el lomo de un animal abandonado, por lstima(ABC,
29/10/96).
35. La sentencia dictada por el Juzgado Penal en febrero de 1997 condena a la mayora de los detenidos, algu-
nos de ellos a penas de ocho aos de prisin, pero la Audiencia de Barcelona las rebaja posteriormente.
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Entre las condenas definitivas ms altas cabe destacar la de tres aos de crcel para un manifestante que
finalmente no tuvo que cumplir ya que fue indultado, a instancia de todos los grupos parlamentarios cata-
lanes a excepcin del Partido Popular, por el Consejo de Ministros a principios de 2001.
36. Por el otro lado, debemos decir que si bien es cierto que los media ayudaron involuntariamente al movi-
miento a obtener una atencin meditica inicial sobre todo la televisin, buscando el dramatismo de las
imgenes del desalojo, la forma en que cubrieron la noticia no permiti profundizar en la problemtica
implcita en el fenmeno okupa. Los media se limitaron a proporcionar una mera descripcin descarna-
da del evento, sin buscar su significado o las causas de los problemas sociales implcitos, y eso sirvi para
empezar a construir mediticamente una imagen pblica del movimiento a partir de una serie de estereo-
tipos desacreditadores, que lo desdibujaron y desvirtuaron para la opinin pblica. As, si bien es cierto
que a raz del desalojo del cine Princesa acceden a agendas pblicas ms polticas como la legal des-
pus son desplazados otra vez a la de orden pblico, de ms fcil acceso gracias a la confrontacin coti-
diana con la polica, sobre todo a partir de la etapa comprendida entre 1999 y 2001.
37. La Delegada del Gobierno en Catalua previ desde el primer momento que el desalojo poda suponer
un serio desgaste de imagen para la polica y se propuso evitarlo como fuera. Para ello, en las fechas pre-
vias a la operacin, aconsej extraoficialmente a instituciones ciudadanas que destacaran el lado ms
negativo de la presencia de los okupas, como quejas de vecinos, denuncias ante el juez y problemas de
higiene. La Federacin de Vecinos de Barcelona dej anteayer en mal lugar esos anhelos, al hacer un
encendido elogio de los okupas y pedir la dimisin de la delegada del Gobierno (La Vanguardia, 31-X-
1996). En este sentido, uno de los ejemplos ms curiosos para enrarecer el ambiente y la convivencia ciu-
dadana fue la decisin de retirar, durante los das previos al desalojo, los servicios de limpieza de las calles
adyacentes del cine Princesa, con el subsiguiente problema de higiene vecinal.
38. En este episodio la cobertura meditica de la actuacin policial fue tan desfavorable que hasta aparecan
crticas de algunos sectores policiales.
39. Un caso significativo se produce en octubre de 1997, cuando un joven es detenido en el contexto de una
protesta contra las ETT. Despus de quedar en libertad, vuelve a ser detenido y sometido a un interroga-
torio, apareciendo muerto al da siguiente en la va del tren.
40. La detencin se produjo en el contexto de una protesta por la poltica laboral del Gobierno, aprovechan-
do la visita del ministro de Trabajo a Cornell. En las imgenes de televisin tambin apareca cmo otro
polica camuflado le golpeaba en la cabeza con un palo de madera.
41. El magistrado titular del Juzgado Penal 4 de Barcelona dice que el informe policial criminaliza al movi-
miento reivindicativo y parece redactado ms por la afortunada extinta brigada poltico-social que por
un Cuerpo policial perteneciente a un Estado de derecho.
42. La polica, en vez de citar a declarar a los sospechosos, todos perfectamente localizados en sus domicilios
o lugares de trabajo, organiz un espectacular dispositivo en el que fueron detenidos como si fueran peli-
grosos delincuentes. Despus de las detenciones, el juez de guardia acept un habeas corpus y deneg las
rdenes de captura solicitadas por la polica. Por otro lado, inmediatamente archiv la causa contra todos
los implicados algunos ni llegaron a declarar, excepto dos que fueron posteriormente absueltos.
43. As, por ejemplo, con un endurecimiento de las penas en casos de multirreincidencia. El objetivo, dice el
ministro de Interior, es erradicar fsicamente de las calles a los ms graves infractores (La Vanguardia,
5/7/2001). Por eso se intenta implantar la teora de los cristales rotos que sostiene que la lucha poco a
poco contra los pequeos desrdenes cotidianos permite eliminar las grandes patologas criminales, y
sirve de coartada criminolgica de la doctrina de tolerancia cero (Wacquant, 2003; Rivera, 2003).
44. Esta medida, segn Wacquant, transforma las comisaras en centros de beneficios: el beneficio en
cuestin es la disminucin estadstica de los delitos registrados, y fundamenta todos los criterios de eva-
luacin de los servicios slo en funcin de esta medida. En sntesis, dirige la administracin policial como
lo hara el directivo de una empresa que sus accionistas consideran baja en rendimientos (Wacquant,
2003). Debe recordarse que el sindicato de policas SUP critic el plan, llegando a organizar acciones de
protesta como la manifestacin, de ms de 6.000 personas, el 22 de enero de 1999 en Madrid.
45. En Madrid, dos de los episodios represivos destacados del 2000 suceden el 19 (ya citado ms arriba) y el
27 de noviembre. El da 27 contra una concentracin pacfica de ms de 400 personas delante del Palacio
de Congresos de Madrid, organizada por la Red Ciudadana por la Abolicin de la Deuda Externa, que
termin con un centenar de heridos y detenidos (El Pas, 28/11/00).
46. El Consejo de la Informacin de Catalua (CIC), en su acuerdo de 28 de noviembre de 2000, consider
que el peridico La Razn haba vulnerado de forma flagrante el Cdigo Deontolgico del Colegio de
Periodistas de Catalua cuando en mayo de 2000 afirmaba en su portada y en su titular ms destacado que
autobuses con activistas de Jarrai llegaron a Barcelona para reventar el desfile militar, sin que hubiera
ninguna base informativa fundamentada para afirmar ese dato.
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47. A raz de unas acciones contra ETT sucedidas en el mes de junio de 2000, la Brigada de Informacin fil-
tra un informe a los media, en el que se relaciona a los okupas de Cornell y la RAK con los GRAPO (El
Mundo, 15/06/99).
48. As se crea un grupo antirrepresivo llamado Suport, que en junio de 2000 edita el primer dossier anti-
represivo. Por otro lado, el movimiento realiza esfuerzos considerables para evitar la criminalizacin
meditica de la polica, sin mucho xito. Un ejemplo se produce cuando, en Cornell, se organiza una
rueda de prensa para presentar un informe antirrepresivo y denunciar la vinculacin del movimiento con
GRAPO, sin ninguna incidencia meditica (C-I, 2000).
49. Destaca tambin La Vanguardia cuando afirma: ETA planeaba crear un comando cataln y captar a nue-
vos activistas entre las organizaciones antisistema que operan en Catalua, segn las conclusiones a las
que ha llegado la Polica (Albert Gimeno, La Vanguardia, 24/01/2001).
50. Se trata de unas antiguas instalaciones olmpicas abandonadas, donde durante la ocupacin se organizan
unas Jornadas de Denuncia contra la persecucin del movimiento que termina con un desalojo y poste-
rior tapiado del edificio (C-I, 99).
51. Durante la protesta se realizan imaginativas acciones reivindicativas en las sedes de las principales enti-
dades especuladoras y termina en las Ramblas, ante la estatua de Coln, okupada durante dos das (C-I,
2000).
52. As el 28 de enero de 2001, el ministro de Interior afirma que ETA ha contactado con grupos violentos,
radicales e independentistas catalanes que le proporcionan informacin para atentar. Tenamos razn
cuando, con motivo de los incidentes de la UAB alertamos que eso estaba pasando. No eran excusas (La
Vanguardia, 28/01/01). Por otro lado, segn la polica algunos de los detenidos acusados de pertenecer a
ETA estaban presentes en los episodios represivos ms polmicos de los ltimos dos aos, as en el 12
de octubre de 1999 o en las protestas por el desfile militar de mayo de 2000, donde participaron ms de
100.000 personas en las diversas actividades organizadas.
53. En el ao 2000 cabe destacar: 11/09/00, 22/02/00 y 02/11/00 en Sants, 23/05/00 en Terrassa, 21/03/00
en Gracia, 14/10/00 y 17/07/00 en San Cugat, 3/10/00 en Cornell; tambin por su gravedad 6/6/00 con-
tra la sede de una editorial alternativa en Madrid (C-I 2000).
54. Por el otro lado, al da siguiente de las detenciones, el 18 de julio, se organiza una manifestacin de pro-
testa, con ms de 1.500 personas (El Pas, 19/07/01) que termina ante el edificio de los juzgados penales,
donde se encuentran los detenidos. El Ministerio Fiscal llega a solicitar que se dicten prisiones provisio-
nales y sin fianza contra los okupas con relacin la gravedad de los disturbios posteriores a su detencin
y hace alusin al riesgo de reincidencia de los detenidos a partir de la propia manifestacin de protesta.
Finalmente el juez deja en libertad a los detenidos, pese a la oposicin enrgica de la fiscala.
55. En el mismo comunicado la Delegacin hace referencia a que en los ltimos cinco aos se han producido
65 manifestaciones y acciones que han acabado con destrozos de mobiliario urbano, rotura de escapara-
tes, ataques a entidades bancarias, agresiones a personas y otros ataques vandlicos. Tambin se hace
mencin de que en Catalua se han registrado 284 atentados con artefactos explosivos e incendiarios,
acciones de terrorismo de baja intensidad. Por eso, estos colectivos, sentencia el comunicado, no
pueden imponer una kale barroka catalana y no es positivo que haya dudas ante los violentos porque as
se sienten fortalecidos (El Mundo, 19/07/01).
56. Es casi unnime el rechazo: Catalua no ha importado el fenmeno de la guerrilla urbana. Todos coinci-
den en no criminalizar a los okupas (El avui, 22/07/01).
57. El conjunto del entramado normativo europeo quedar contaminado o invadido de excepcionalidad, en
aquello que constituye probablemente, junto a la integracin econmica, el cambio ms significativo pro-
ducido en el interior de las instituciones europeas. Por otro lado, aparecer una nueva agenda transatln-
tica, donde la cooperacin policial con los EUA pasar a primer plano, sobre todo en el mbito de control
y vigilancia electrnica global. El cambio de reglas en el nuevo orden mundial dirigido por los EUA nos
permiten vislumbrar cmo se proyecta sobre la Europa Occidental una nueva legislacin de emergencia o
excepcin sin estado de excepcin, diseadas para inmovilizar toda oposicin interior y asegurar el statu
quo actual (Asens, 2003).
58. Efectivamente, en noviembre de 2002 la polica italiana dirige una vasta operacin en Cosenza contra ms
de 60 activistas del movimiento antiglobalizacin del sur de Italia (Red del Sur Rebelde) y 13 quedan en
prisin por los hechos de Gnova y Npoles de 2001. Esta reinterpretacin de los hechos de Gnova per-
mite extender la represin ya no contra los llamados black block sino tambin contra amplios sectores
del movimiento (por ejemplo los tutte bianche o disobbedienti, con sus disfraces defensivos), ahora acu-
sados de coparticipacin psquica en los incidentes, as como del delito de propaganda subversiva
para realizar labores informativas o de asistencia jurdica a los manifestantes (Guadagnucci, 2003). En
este contexto represivo tambin se archiva la investigacin de la muerte de Carlo Giuliani.
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59. Uno de los detenidos, despus de los interrogatorios policiales, terminar en el hospital psiquitrico, vc-
tima de un ataque de ansiedad, y sus familiares interpondrn una querella criminal por torturas.
60. De forma sistemtica, su actuacin se caracteriza por una extralimitacin de las funciones propias de un
juez instructor, que lo ha convertido en el protagonista de una cruzada personal contra el mal, en todas
sus manifestaciones. Pervirtiendo la reforma procesal del ao 1995, que reorientaba la funcin del juez a
un trabajo de control de garantas, y reservaba el impulso acusatorio al Ministerio Fiscal o a los acusado-
res privados, el seor Garzn se erige en un juez combatiente que asume un papel activo y beligerante
en funcin de sus ambiciones personales, que le llevan a invadir competencias de otros rganos jurisdic-
cionales. As, en las ltimas operaciones, la imputacin absurda de terrorismo a los detenidos le permite
sustraerlos al juez ordinario y reclamarlos para su competencia (Asens, 2003).
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LTIMOS TTULOS PUBLICADOS
175. Dnde estn las llaves? El movimiento okupa: prcticas y contextos sociales
Ramn Adell Argils y Miguel Martnez Lpez (coords.)
174. Hind. Nacionalismo religioso y poltica en la India contempornea
Eva Borreguero
173. La crisis de los veinte aos (1919-1939). Una introduccin al estudio de las Relaciones
Internacionales
E. H. Carr
172. Cambiar el mundo
Daniel Bensad
171. La Repblica Islmica de Irn. Dinmicas sociopolticas y relevo de las lites
Mara Jess Merinero Martn
170. La participacin de los trabajadores en la democracia industrial
Arturo Lahera Snchez
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169. Qu es la poltica? Tres respuestas: Aristteles, Weber y Schmitt
Javier Franz
168. Europa: entre la integracin monetaria y la crisis econmica mundial
Francisco Rodrguez Ortiz
167. Desafos para una nueva asociacin. Encuentros y desencuentros
entre Europa y Amrica Latina
Christian Freres y Karina Pacheco (eds.)
166. Las nuevas guerras en el mundo global. La convergencia entre desarrollo y seguridad
Mark Duffield
165. Porto Alegre se mueve. Veinte opiniones sobre el futuro
del Foro Social Mundial
J.M. Antentas, J. Egireun y M. Romero (coords.)
164. Globalizacin, resistencia y negociacin en Amrica Latina
Gnther Dietz y Beatriz Prez Galn (eds.)
163. El divino Bolvar. Ensayo sobre una religin republicana
Elas Pino Iturrieta
162. Los Estados inviables. No-desarrollo y supervivencia en el siglo XXI
Oswaldo de Rivero
161. Educacin ambiental para el desarrollo sostenible
Fernando Kramer
160. El despertar de la nueva China. Implicaciones del ingreso
de China en la Organizacin Mundial del Comercio
Jacinto Soler Matutes
159. El movimiento antiglobalizacin en su laberinto.
Agustn Morn (coord.)
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158. Cultura, desigualdad y reflexividad.
La sociologa de Pierre Bourdieu
Javier Noya (ed.)
157. La presencia militar en las ciudades. Orgenes y desarrollo
del espacio urbano militar en Espaa
Rafael Mas Hernndez
156. Hermanos y enemigos. Liberalismo y relaciones internacionales
Francisco Javier Peas
155. Industria como naturaleza. Hacia la produccin limpia
Blount, Luis Clarimn, Ana Corts, Jorge Riechmann y Dolores Romano (eds.)
154. Bosnia en paz. Lecciones, retos y oportunidades
de una posguerra contempornea
Ral Romeva Rueda
153. Espaa y la cuestin palestina
Ignacio lvarez-Ossorio e Isaas Barreada (coords.)
152. Financiacin del desarrollo y coherencia en las polticas
de los donantes
Jos Antonio Alonso, Marta Arias Robles, E.V.K. FitzGerald, Paul Hoebink,
Andrew Mold, Manuel Montobbio, Paul Mosley, Sheila Page, Kunibert Raffer
y Olav Stokke
151. La puerta afortunada. Canarias en las relaciones hispano-africanas
de los siglos XVII y XVIII
Germn Santana Prez y Juan Manuel Santana Prez
150. La globalizacin y sus crisis. Interpretaciones desde
la economa crtica
I. Chesnais, G. Domnil, D. Lvy e I. Wallerstein
Dnde estn M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Pgina 351
149. Conflicto en el centro escolar. El modelo de alumno ayudante
como estrategia de intervencin eductiva
Isabel Fernndez, Emiliana Villaoslada y Silvina Funes
148. Elementos de anlisis econmico marxista.
Los engranajes del capitalismo
A. Martin, M. Dupont, M. Husson, C. Samary y H. Wilno.
147. La formacin del espacio pblico.
Una mirada etnolgica sobre el Casc Antic de Barcelona
Nadja Monnet.
146. Las Relaciones Internacionales en un mundo
en transformacin
Fred Halliday.
145. La cuadratura del crculo: posibilidades y retos de
la triangulacin Espaa-Amrica Latina-Asia Pacfico
Pablo Bustelo y Jos ngel Sotillo (comps.).
144. Desarrollo y cooperacin en zonas rurales de Amrica
Latina y frica. Para adentrarse en el bosque
Gonzalo Ramrez de Haro, Antonio Rodrguez-Carmona, Alfredo Macas
y Pilar Ballarn (coords.).
143. Manual prctico de educacin ambiental.
Tcnicas de simulacin, juegos y otros mtodos educativos
Fernando Kramer.
142. El trabajo de las mujeres.
Karen Messing.
141. Hugo Chvez, tal cual
Teodoro Petkoff.
140. La unificacin de Corea.
El eplogo de la guerra fra
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