El documento discute cómo el daño causado por los períodos de terrorismo de estado puede transmitirse transgeneracionalmente y afectar a toda la sociedad. Explica que el trauma social y la impunidad han impedido la elaboración colectiva del daño, manteniendo sus efectos hasta el presente. También analiza cómo las actuales lógicas globalizadas de guerra y violencia producen nuevas formas de daño en la subjetividad contemporánea.
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El documento discute cómo el daño causado por los períodos de terrorismo de estado puede transmitirse transgeneracionalmente y afectar a toda la sociedad. Explica que el trauma social y la impunidad han impedido la elaboración colectiva del daño, manteniendo sus efectos hasta el presente. También analiza cómo las actuales lógicas globalizadas de guerra y violencia producen nuevas formas de daño en la subjetividad contemporánea.
El documento discute cómo el daño causado por los períodos de terrorismo de estado puede transmitirse transgeneracionalmente y afectar a toda la sociedad. Explica que el trauma social y la impunidad han impedido la elaboración colectiva del daño, manteniendo sus efectos hasta el presente. También analiza cómo las actuales lógicas globalizadas de guerra y violencia producen nuevas formas de daño en la subjetividad contemporánea.
El documento discute cómo el daño causado por los períodos de terrorismo de estado puede transmitirse transgeneracionalmente y afectar a toda la sociedad. Explica que el trauma social y la impunidad han impedido la elaboración colectiva del daño, manteniendo sus efectos hasta el presente. También analiza cómo las actuales lógicas globalizadas de guerra y violencia producen nuevas formas de daño en la subjetividad contemporánea.
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Transgeneracionalidad del dao y memoria
Miguel Scapusio 1
Quienes trabajamos en instituciones cuyo cometido es la defensa y promocin de los DD.HH., tenemos la responsabilidad de entender e investigar los medios a travs de los cuales el terror experimentado en pocas pasadas puede estar expresndose hoy en la subjetividad y en las caractersticas de la vida relacional de toda una poblacin. Actuamos en un campo en el que emerge, de mltiples maneras, la dimensin de lo humano con sus ideales, sus valores y sus dignidades, y en el que se trata en ltima instancia de la vida y su potencial de transformacin. Por ello, pensamos que es en esa vida que se recrea diariamente en el ncleo familiar, en las relaciones entre los gneros, en el mundo cada vez ms complejo del trabajo y de la exclusin, en los cdigos culturales, en los distintos posicionamientos a travs de los que interactuamos, en el accionar de los colectivos, donde debemos intentar descubrir cmo y qu subjetividad est siendo producida y buscar los elementos con los que individuos y grupos van construyendo sus estrategias identitarias y sus lazos de inclusin en la comunidad de la que forman parte. Pero tambin es necesario advertir cmo en la vida cotidiana estn las marcas de las situaciones histricas vividas; cmo los signos de la violencia del terrorismo de Estado pueden estar presentes hoy no slo en el cuerpo y el psiquismo de los afectados, sino en cada trama del tejido social. Porque sabemos que esa diferenciacin entre afectados y otros que (aparentemente) no lo fueron es engaosa, que los perodos de terror poltico, de violencia desatada por el Estado tienen efectos sobre toda la sociedad. Es cierto que hubo miles de directamente afectados, pero el dantesco ejercicio de fuerza y brutalidad que se hizo sobre ellos persigui que los dems integrantes de la sociedad fueran tambin afectados. Por ello, el trabajo con quienes fueron presos, torturados, perseguidos y sus familiares, tiene que poder incluir esta expresin del dao dentro de los padecimientos sociales.
Trauma social y dao
Dao es la resultante, el efecto de la irrupcin de la situacin traumtica con sus secuelas subsiguientes de prdidas y dolor. Con la particularidad de que -a diferencia de otras situaciones, un terremoto, un cataclismo o incluso situaciones vinculadas a la violencia interpersonal (violencia familiar, maltrato, etc)- hubo en el accionar del terrorismo de Estado la intencionalidad de provocar ese dao. No se trat de excesos ni del accionar de algunos sujetos perturbados o sdicos. Se trat de un conjunto de acciones planificadas sistemticamente por parte de quienes detentaban el poder del aparato estatal para ocasionar daos fsicos, psicolgicos, emocionales, econmicos y sociales a quienes fueron sealados para que a travs de ellos la sociedad advirtiera el horror de lo siniestro como realidad concreta. Por eso, entenderemos aqu el dao como todo tipo de afectacin o menoscabo a la integridad de las personas y a la trama social que las sustenta. A la alteracin y eliminacin deliberada utilizando la
1 Psiclogo de SERSOC (Servicio de Rehabilitacin Social, Uruguay. Dibujo de Arturo Castell. 2 fuerza y el poder- de un devenir potencialmente productivo de lo individual y lo colectivo en el que se conjugan y se enlazan los destinos personales y sociales. Y, adems, se trata de ver que el dao no es algo que cese porque la causa haya cesado con el trmino de las dictaduras y el terror de Estado, sino algo que sigue aconteciendo, sustancialmente como efecto de la impunidad y la no reparacin y la consiguiente frustracin en relacin a los ideales de justicia, con la repercusin que esto tiene en las expresiones subjetivas. Seala Carlos Madariaga: La impunidad constituye el mecanismo retraumatizador por excelencia; su efecto deletreo sobre el psiquismo individual y colectivo est hace ya tiempo debidamente probado en trminos cientficos. Sin embargo, nada ha logrado (ni siquiera la razn terica) que el Estado chileno (tampoco el uruguayo, acotamos nosotros) asuma su responsabilidad histrica y se disponga a una reparacin real que se sustente en pilares bsicos como la moral, la poltica, la cultura, la ley, la salud. Recuperada la democracia formal, expresa Giorgi- la impunidad, el silencio y el olvido, ejes centrales de las polticas post-dictaduras, imposibilitaron la elaboracin colectiva, haciendo que los efectos de la etapa del terror se mantuvieran activos hasta nuestros das. Sobre esa herida histrica se produjo en la dcada de los 90 la ofensiva ideolgica y cultural del neoliberalismo, acentuada actualmente por la asfixia econmica y las amenazas de la intervencin militar que esgrime con arrogancia la potencia imperial. La violencia y la guerra son realidades que atraviesan cada dimensin de la vida en el mundo actual. Esta omnipresencia supera cuanti y cualitativamente a situaciones blicas y post-blicas del pasado, particularmente la segunda guerra mundial y el terror nuclear que caracteriz a las dcadas posteriores a su culminacin. Hoy en da lo inslito se ha transformado en acontecimiento casi cotidiano al impulso del cinismo del capitalismo mundial integrado. Prueba de ello son el empobrecimiento de nuestros pases (como el de otras vastas regiones del mundo), con sus incontables masas de desocupados y excluidos, enormes sectores de la poblacin viviendo en niveles de miseria absoluta y Estados en quiebra y vaciados por la corrupcin, que abandonan servicios esenciales como la seguridad social, la educacin y la salud. Estas lgicas signadas por la guerra, en las que se combinan poderes militares y econmicos sin precedentes, configuran -como seala Baudrilliard- un terrorismo virtual de efectos permanentes en todas y cada una de las expresiones de la subjetividad contempornea. La divisin del mundo en ejes del bien (EE.UU. y sus aliados coyunturales) y ejes del mal, en los que se incluye por ahora a algunos regmenes integristas y despticos, pero que podra extenderse progresivamente a cualquier pas, organizacin poltica, etnia o colectivo de cualquier tipo que se oponga a los intereses imperiales, muestra claramente la intencin de implantar la sociedad nica, el pensamiento nico, las formas de vivir nicas, en donde lo diferente se elimina a travs de la guerra preventiva, la segregacin econmica de las regiones a las que se quiere controlar y las colosales campaas propagandsticas que apuntan a anestesiar a la opinin pblica mundial sobre lo que se est llevando a cabo. Esto tambin es produccin de dao. Para todas las generaciones, pero en particular para las que, por razones etreas, anhelan proyectarse hacia el futuro. Por ello es que pensamos hoy que, sin dejar de realizar la asistencia psicosocial a las vctimas del terrorismo de Estado, el trabajo clnico debera utilizar lo aprendido en esos espacios para trascenderlos, para encontrar las huellas del dao en las diversas expresiones de la subjetividad actual. 3 Mi inters es mostrar ciertas expresiones en las que se acoplan lo heredado por el terrorismo de Estado con las angustias del momento actual del mundo en el campo de lo subjetivo, entre las que podemos destacar: a) Miedo: esto incluye tanto el miedo vivido y no comprendido como el miedo transmitido por la generacin precedente, pero fundamentalmente por los relatos de la historia oficial, en donde la desvirtuacin y oscurecimiento de los hechos se contrasta con las narraciones e intercambios inter- generacionales. b) Temor: por el conocimiento distorsionado del pasado que mantiene la aprensin de que lo siniestro, esto es, las fantasas respecto a objetos o situaciones temidas, pueda volverse real. c) Nostalgia: vivida como la prdida de un tiempo y de una situacin idealizada anterior al terrorismo de Estado, con toda la carga que esto implica de decepcin y apata ante el presente y de tristeza, desconcierto y desesperanza ante el futuro. d) Silencio: aqu se observa la funcin del secreto como organizacin, que abarca diferentes aspectos: el silencio social inducido por el Estado, la identificacin alienada con ese mandato y la necesidad -como tcnica defensiva de mantener silencio con posterioridad a las situaciones traumticas vividas. e) Violencia: que muestra en toda su magnitud los efectos de la impunidad: cul es el grado de credibilidad para una convivencia pacfica cuando los responsables de los crmenes ms horrendos no han sido castigados, ni siquiera enjuiciados?, qu actitud tomar frente a los episodios de corrupcin que cada vez ms sacuden a nuestras sociedades?, cmo reaccionar frente a la injusticia y a la exclusin que conlleva el mundo actual y que se expresa en la creciente discriminacin de grandes sectores de la poblacin? f) La desconfianza y la falta de credibilidad: que se expresan en el hac la tuya y que muestra la ruptura de cdigos simblicos que tienen una funcin organizadora de lo social. Lo que advertimos en el trabajo con la llamada segunda generacin, es decir, con los hijos de ex- presos, detenidos-desaparecidos o exiliados, es que las particularidades y diferencias entre los directamente afectados y los que aparentemente no lo son, no alcanzan a borrar los elementos en comn que enlazan a todos los integrantes de esta generacin, situacin que tenemos que apreciar para entender las causas que conspiran contra la salud mental de nuestras poblaciones. Tambin otros jvenes estn enfrentados al dao y viven el riesgo de ser atrapados por el silencio, el olvido y el desconocimiento, ya que stos fueron los dispositivos sociales en los que se bas el intento de dar vuelta la pgina pregonado por las salidas post-dictaduras. Y tambin como ellos, estn en lucha contra la desconfianza, el escepticismo y la resignacin, generados por las polticas basadas en la impunidad. Porque la impunidad no es solo la de los genocidas que realizaron el trabajo sucio. Es tambin la de los que alentaron y planificaron estos hechos desde el poder econmico y poltico, la de aquellos los funcionarios- que ayer y hoy deciden la suerte de miles de personas, arrellanados en el confortable silln de su despacho, a veces, inclusive a distancias lejanas de donde transcurren esos sucesos.
Los dispositivos
Si llegamos a la conclusin de que efectivamente hay una transgeneracionalidad del dao que abarca, sin omitir aconteceres e historias propias, a toda una generacin, nuestro esfuerzo debera orientarse a la construccin de agrupamientos colectivos mltiples, a partir de singularidades 4 reconocidas y asumidas. Singularidad que alude a los modos diferentes, particulares, nicos, que cada uno de estos adolescentes y jvenes se dio y se da para ir armando su proceso identitario. Proceso que tiene como rasgos diferenciales los distintos lugares de ubicacin social, sus inclusiones, proximidades o lejanas en relacin a lo que otros sufrieron. Pero que tiene en comn las situaciones de dolor vividas, las pasiones polticas y los conflictos de sus padres, las lneas ideolgicas que atraviesan cada genealoga. De all, a nuestro entender, la riqueza del trabajo grupal para permitir el pasaje de la historia a la historicidad, es decir, la asuncin de una historia personal vivida como diferencia que da sentido a la existencia con y entre otros, tambin diferentes. Nos encontramos, pues, en una nueva etapa de nuestro trabajo, en donde tratamos de articular el trabajo teraputico grupal con integrantes de la segunda generacin (afectados directos) con espacios ms abiertos (los talleres de memoria) para tratar de investigar sobre los modos de expresin generacional en los dispositivos grupales- de campos absolutamente interpenetrados como el de la afectividad, la subjetividad y la socialidad. A las preguntas iniciales quines son stos jvenes?, qu vivieron y qu pueden transmitir de sus experiencias como nios ante la prisin, el exilio y el dolor de sus padres?, qu pas en aquellos momentos con ellos mismos, con sus sentimientos, sus ilusiones, sus indefensiones y sus fortalezas?, qu les pasa hoy?, cmo se ubican en relacin a lo vivido? se sucedieron otras que nos fueron ubicando en un camino en el que se haca cada vez ms evidente la necesidad de no escindir el trabajo clnico del que desplegbamos en otros mbitos. Nuevas preguntas, pues: cules son las diferencias y los nexos que se advierten entre ellos y otros jvenes (los supuestamente no afectados)?, cmo interactan en la sociedad en que les toca vivir? Y tambin: qu se expresa en el encuentro entre generaciones?, qu dilogo puede ser posible?, qu pasa con las marcas generacionales, con los afectos, con las ideas, con lo que se dice, con lo que se calla? Fue as como a partir del aqu y ahora de las situaciones de vida de cada integrante, fuimos iniciando la creacin de instancias en las que proponamos un trabajo de memoria e historizacin, tanto en los grupos teraputicos que ya funcionaban como en los dems espacios que bamos tratando de promover. Memoria e historizacin que incluyen no solo el mundo familiar y los recuerdos ligados al s- mismo, sino tambin a los distintos momentos histrico-polticos (luchas sociales previas a la instalacin de la dictadura, terrorismo de Estado, transicin a la democracia) con la impronta sobreagregada que conllevan para la construccin de una visin del mundo los terribles sucesos de la actual etapa de globalizacin. A partir de la creacin en la Facultad de Psicologa de la Ctedra Libre de Etica y Derechos Humanos, nos encontramos con la posibilidad de puentear nuestra experiencia institucional con espacios ms amplios muchos de ellos inclusive con otras lgicas de funcionamiento- pero que tenan en comn el inters de muchos estudiantes por conocer y trabajar situaciones de un pasado reciente por el cual tambin se sienten afectados. Fue en ese encuentro que fuimos repensando y ajustando diferentes recursos metodolgicos y tcnicos. En los grupos teraputicos con instancias intensivas para propiciar historias de vida en grupo a travs del trabajo con el rbol genealgico (aspectos culturales, econmicos, sociales y simblicos de la genealoga de la familia), el hbitat (espacios fsicos significativos en los que transcurri la existencia), la historia amorosa (modelos identificatorios, sentimientos, elecciones, momentos de vida, sexualidad, gnero, ideales), etc. 5 En los talleres de memoria, realizados fundamentalmente con estudiantes de la Facultad, pero tambin en otras instancias (Primer Congreso de Madres de Plaza de Mayo, Foro Social-Uruguay, jornadas, etc) a travs de tcnicas diseadas por nosotros como la que denominamos la lnea del tiempo (registro de acontecimientos significativos de distinto tipo ocurridos desde la mitad del siglo pasado hasta la actualidad tanto en el plano local como en el mundial) o la que propone un trabajo sobre ideales, valores y metas de la generacin de los padres y de la generacin actual. Tambin el relato de ancdotas vinculadas a la etapa de la dictadura. En ambos casos, la propuesta es centrarse en un trabajo de memoria e historizacin que permita, sin dejar afuera los aspectos emocionales y la historia propia, propiciar un efecto de distanciacin a fin de integrar vivencias y conceptos para lograr una comprensin ms abarcativa de la relacin entre lo identitario y lo socio-histrico. Una enseanza vigente de Pichon Rivire seala que lo teraputico es el aprendizaje. Consideramos que la memoria es parte integral de este aprendizaje en la medida que es compartir con otros los mismos o distintos tiempos vividos, intercambiando recuerdos y experiencias y corrigiendo visiones, posicionamientos y significaciones. El hecho mismo de rescatar el pasado y pensar el futuro se convierte as en una forma activa de transformacin del presente, de ponerlo a funcionar como generador de deseo. De ah tambin la importancia de la memoria para la potenciacin de las redes sociales, en tanto generador de espacios grupales, de colectivos en los que se despliega la temporalidad como elemento constitutivo de una trayectoria social. Tambin para hacer una travesa por la identidad, una fenomenologa colectiva expresada en una narrativa, como seala Corradi.
Transgeneracionalidad
En este contexto, considero que el concepto de transgeneracionalidad es a la vez ms preciso y ms abarcativo que transmisin transgeneracional, nocin que muchas veces se usa como equivalente. Transgeneracionalidad traza una lnea que muestra cmo las situaciones de dao atraviesan varias generaciones, sin hacer recaer en stas la exclusiva responsabilidad de reproducir y transmitir ese dao. Y esto tiene el valor de obligarnos a escudriar sobre lo que est oculto, opacado, invisibili- zado: la funcin de los sistemas de poder y sus aparatos ideolgicos, especialmente aquellos que cientficamente proporcionan la inteleccin adecuada a problemas como los que nos toca pensar. Solucin que a veces pasa por psicologizar, familiarizar y privatizar la violencia, eludiendo el que sta se origina en el interjuego de lo poltico y lo social. No negamos el hecho de que haya una transmisin intersubjetiva que traslade, por ejemplo, en el mbito de la familia una cantidad de efectos no elaborados de lo experimentado en las etapas del terror. Pero nos interesa ms lo que se pudo transmitir en aras de un legado tico, de vida buena como dira Aristteles, en el que se ensamblaron amores e ideales. Fue as que como seala una compaera de la Facultad- los nios se convirtieron en incontables oportunidades, al cantar el himno, al comentar una situacin con un amigo o un compaero de la escuela, en militantes de 6 aos, ligados a sus padres en la resistencia a aquello que se les quiso imponer. Similar comentario nos merece la nocin de transmisin trans-subjetiva. Tenemos que advertir que all no juegan solamente inconscientes individuales o grupales con su circulacin fantasmtica a travs de distintas generaciones, sino todo un funcionamiento real maqunico, en el que se acoplan modos de produccin, entramados institucionales y produccin de subjetividad, constituyendo 6 formas de captura de lo nuevo para mantener y reproducir lo ya existente a travs de modelos personolgicos en consonancia con lo establecido. O sea, la transmisin transgeneracional no la hacen solamente los sujetos, como equivocadamente esa nocin induce a pensar, sino el trabajo de campos inmanentes (naturaleza, socialidad, subjetividad y grado de desarrollo material) que actan acoplndose unos con otros. Necesitamos, por tanto, instancias que puedan convertirse en formas de producir un conocimiento verdaderamente cientfico. Esto es, no-neutral, no-cientificista y disciplinario, no adaptado a los criterios de cientificidad de las corporaciones transnacionales del conocimiento, sino en un saber en el que se asuma el desafo de repensar colectivamente nuestros propios vnculos con el universo sociopoltico.
Referencias bibliogrficas
Corradi, Juan. 2001. Revista Puentes. Giorgi, V. 1995. Represin y olvido. Montevideo: Sersoc. Giorgi, V. Los grupos y el escenario acadmico. Indito. Madariaga, C. 2002. Modernidad y retraumatizacin. Lo pblico y lo privado en el sujeto social chileno. En: Paisajes del Dolor, Senderos de Esperanza. Salud Mental y Derechos Humanos en el Cono Sur. Buenos Aires: Polemos. Robaina, M. C. 2002. Tortura e impunidad. En: Paisajes del Dolor, Senderos de Esperanza. Salud Mental y Derechos Humanos en el Cono Sur. Buenos Aires: Polemos. Vieites, S. Los militantes de 6 aos. Indito. Viar, M. 1993. Fracturas de memoria. Montevideo: Trilce.