El Turno Forestal
El Turno Forestal
El Turno Forestal
La importancia de encontrar la solucin adecuada a esta cuestin era grande, segn este
autor, pues permita obtener el valor econmico del suelo forestal aplicable a casos
como las expropiaciones de montes o la destruccin de bosques a consecuencia de
incendios, plagas o determinadas actividades humanas. Pero, sobre todo, la solucin
permita elegir el sistema selvcola ms adecuado y la determinacin del turno forestal
ptimo, uno de los temas centrales de la ciencia de los montes.
Faustmann sintetiza su solucin en varias expresiones matemticas, en las que la renta
anual del suelo vendra expresada por la frmula:
en la que
E representa el valor en efectivo de la produccin final,
D, el valor de las claras (aprovechamientos intermedios) durante la rotacin,
rD, el valor de los aprovechamientos intermedios al final de la rotacin,
C, los gastos de plantacin necesarios al principio de la rotacin,
A, los gastos anuales para administracin, vigilancia, etc.,
u, el turno de la rotacin,
p, el tanto por ciento de inters, y
R, la renta anual del suelo[1].
De ah es fcil deducir el valor del suelo, B, que viene dado por la capitalizacin simple
de la renta:
He aqu la "frmula de Faustmann" tal como fue publicada en Allgemeine Forst- und
Jagd-Zeitung en 1849, que hara famoso a su autor y estaba destinada a disfrutar de un
fecundo porvenir no slo entre los forestales sino tambin entre los economistas, una
vez estos la hubieron descubierto.
La polmica sobre el turno forestal
Por turno se entiende en la literatura forestal el nmero de aos necesario para el
aprovechamiento y renovacin de un monte, segn definicin del introductor de la
ciencia de los montes en Espaa, el ingeniero Agustn Pascual (Pascual, 1852-55: 487),
en una definicin en la que segua muy de cerca a su maestro Heinrich Cotta, el que
fuera fundador y primer director de la alemana Academia Forestal de Tharandt.
Federico Judeich, que unas dcadas despus tambin fue director de la mencionada
Academia, lo defina de forma parecida como el espacio de tiempo que transcurre
desde la creacin de un rodal hasta su aprovechamiento, combinado con la nueva
repoblacin (Judeich, 1913: 100). A la edad del rodal en el momento de su corta se la
llama cortabilidad: se dice cuando las plantas han adquirido aquel grado de sazn o
madurez que deben tener para su derribo (Pascual, 1852-55: 488), de manera que cada
turno corresponde a un determinado tipo de cortabilidad.
Los diferentes autores que se han ocupado de este tema, aunque reconocen la existencia
de unos tipos bsicos de cortabilidad, varan en el nmero de los que toman en
consideracin. Tampoco coinciden con frecuencia en el nombre. As, para Agustn
Pascual (1852-55: 488) cabe distinguir entre cortabilidad natural (se dice cuando el
rodal adquiere el grado de perfeccin necesaria para hacer por s el repoblado),
cortabilidad industrial (se dice del rodal cuyas plantas tienen las dimensiones propias
para los usos de la industria) y cortabilidad econmica (cuando las plantas han
llegado a aquel momento en que dan el mximo de renta). Por su parte, Lucas de
Olazbal, uno de los ingenieros forestales ms influyentes, si no el que ms, del siglo
XIX, en su obra sobre Ordenacin y valoracin de montes (1883:178) diferenciaba
entre las cortabilidades natural, mercantil y econmica o tcnica. La cortabilidad
natural se refiere al periodo de tiempo comprendido entre el momento en que un rbol
adquiere la capacidad de reproducirse hasta que la pierde. Por cortabilidad econmica o
tcnica entiende la cortabilidad que se efecta en el momento en que el rbol presenta el
mximo crecimiento medio anual, es decir, en el momento en que rinde la mayor renta
en especie. Finalmente, la cortabilidad mercantil es aquella que atiende exclusivamente
a criterios econmicos, a los intereses lucrativos del propietario, sin preocuparse por la
continuidad del monte[2]. Para Olazbal, la cortabilidad financiera (a la que
corresponde un turno financiero, que l denomina hacendstico) es una variedad de la
cortabilidad mercantil que, dice, es aquella cuyo turno tiene por objeto fijar en cada
rodal la edad de corta, en el ao que mayor beneficio pecuniario reporte al dueo del
monte (p. 183).
Por la misma poca en que escriba Olazbal en Espaa, en Alemania Friedrich Judeich
presentaba un panorama ms amplio de cortabilidades, distinguiendo cinco tipos bsicos
que caracterizaba de la manera siguiente:
- Cortabilidad fsica. Es la adecuada para la repoblacin natural de las especies o bien la
que coincide con la duracin de la vida de los rboles.
- Cortabilidad de mximo rendimiento en especie. La considera como la cortabilidad
propiamente forestal y es la que en el aprovechamiento de un rodal proporciona el
mximo volumen de productos leosos.
- Cortabilidad tcnica. Es la que permite efectuar unos aprovechamientos aptos para ser
destinados a determinadas aplicaciones, por ejemplo piezas de grandes dimensiones,
postes, etc.
- Cortabilidad de mxima renta del monte. Es la que permite que el aprovechamiento
del monte produzca el mximo rendimiento en dinero.
- Cortabilidad financiera. Es la que se corresponde con aquel turno que produce la
mxima renta del suelo en la hiptesis de un determinado inters para la explotacin
(Judecih, 1913, 107).
Un autor ms moderno, Octavio Elorrieta (1920:172), considera que en realidad las
distintas cortabilidades y en consecuencia turnos pueden reducirse a tres, fsica,
forestal y financiera, de manera parecida a la distincin efectuada por Olazbal.
La cuestin del turno era importante porque de la misma se desprendan diversos
modelos de aprovechamiento del monte y, en consecuencia, determinaba el papel
econmico, social y ambiental de los recursos forestales. En efecto, los turnos que
buscaban el mximo rendimiento en especie (madera), eran turnos largos o muy largos
que implicaban aprovechamientos que priorizaban el monte alto y productos de grandes
dimensiones. Por otro lado era, en principio, el que pareca adecuarse mejor a las
finalidades protectoras del bosque.
Por contra, si lo que se buscaba era la mxima renta en dinero, los turnos cortos o
medios eran los adecuados, lo que, por otra parte, implicaba que el mtodo de beneficio
a aplicar al monte sera el de monte bajo, bsicamente destinado a la produccin de
leas o madera de dimensiones ms pequeas, y que buscaba un beneficio pecuniario a
corto o medio plazo. En este caso, el papel de proteccin ambiental del monte quedaba
muy disminuido.
El caso del turno financiero, tal como lo formul el forestal alemn Max Robert Pressler
basndose, entre otros autores, en la formulacin matemtica efectuada por Faustmann,
es ms complicado, puesto que lo que intentaba era integrar plenamente la economa
forestal dentro del sistema econmico capitalista como un sector productivo ms e
igualmente rentable.
Figura 2. 1) Esquema del spiegel hypsometer de Martin Faustmann (Lfgren, 2000: 152); 2) Imagen de un
spiegel hypsometer del ao 1856 (http://www.tu-dresden.de/kustodie/kustodie/samm_019.htm)
Max Robert Pressler naci en 1815 y falleci en 1886. Su principal inters radicaba en
extender el conocimiento y la aplicacin de las matemticas a la ciencia forestal. l
mismo fue profesor de matemticas en la Academia Forestal de Tharandt, asignatura
que imparti en diferentes momentos de su carrera profesional. Su defensa de la
Fue Pressler quien le confiri la dimensin aplicada que la hizo famosa. En efecto,
aunque de la frmula de Faustmann se poda deducir cul era el turno que maximizaba
la renta del suelo, de ah no se poda concluir si la explotacin forestal en cuestin, en
cuanto que empresa capitalista, era o no rentable considerada en el conjunto de mercado
de capitales; es decir, que el turno forestal ptimo deducido segn la frmula de
Faustmann muy bien poda corresponder a una actividad cuya rentabilidad estuviera
muy por debajo de la rentabilidad media de la economa y, en consecuencia, representar
una actividad ruinosa. Es decir, la cortabilidad financiera presupone que el capital del
suelo forestal rinde unos intereses a un determinado tanto por ciento. El problema para
el propietario del monte es saber si este tanto por ciento es adecuado a sus
conveniencias. Pressler dio respuesta a esta cuestin a partir de lo que denomin el
tanto por ciento indicador o ndice centesimal, que seala la madurez para la
recoleccin de los rodales desde el punto de vista financiero. Este tanto por ciento
indicador lo obtiene tomando en consideracin todos los factores que intervienen en la
constitucin del capital del monte, es decir el vuelo, los gastos de administracin, los
impuestos, el capital suelo y los gastos de repoblacin. La interpretacin de este
ndice[4] es, en palabras de Judeich, la siguiente:
Si es todava ms elevado que el tanto por ciento adoptado para la explotacin, el rodal es inmaduro, su
aprovechamiento producira una prdida; si ha descendido por debajo del tanto por ciento adoptado en la
explotacin, el dejar en pie el rodal ocasionara prdidas econmicas. Entre ambos grados est la madurez
econmica del rodal o sea aquel momento en que el tanto por ciento en cuestin es igual al adoptado en la
explotacin (Judeich, 1913: 82)
autores esgrimieron sus primeros escritos polmicos cuando contaban entre los treinta y
los cuarenta aos. Fue la etapa en que se consolidaron sus respectivas concepciones
tericas y que en lo sustancial mantendrn a lo largo de su vida. La mayora de ellos
fallecer antes de 1900.
La introduccin de criterios econmicos en la definicin del turno tuvo consecuencias
importantes en diferentes sentidos. Como hemos visto, en la concepcin tradicional, el
turno, en general conocido como turno tcnico, viene dado por el perodo de tiempo
necesario para que la masa forestal alcance su madurez en trminos de la cantidad de
productos extrables. Ello evidentemente depende de factores diversos (caractersticas
del suelo, del clima, de la especie, etc.) de evaluacin compleja y de difcil
determinacin desde un punto de vista terico. Por ello, la determinacin del turno
tcnico se efectuaba mediante la confeccin de tablas de base emprica, diferentes para
cada lugar y especie. Experimentalmente se haba hallado que el crecimiento de la masa
forestal segua de forma aproximada una progresin aritmtica, hasta llegar a un punto
en el que los incrementos del crecimiento comenzaban a decaer. En base a ello se
decida cual era el turno -la edad de corta- para cada especie que, para el monte alto,
sola situarse entre los 60 y 200 aos.
El turno financiero modificaba esta nocin tradicional de turno -de base naturalstica- al
introducir criterios de tipo econmico, situando la edad de corta por debajo del turno
tcnico con independencia, en general, de la especie de que se tratara.
Esta adaptacin de la gestin forestal a los mecanismos del mercado tena, sin embargo,
consecuencias diversas segn las circunstancias sociales y polticas del pas donde
tuviera que implantarse, adems de encajar con dificultad en las diferentes realidades de
orden fsico de pases distintos, es decir, segn el papel protector que la cubierta forestal
y en especial el monte alto deba desempear en la conservacin de la calidad
ambiental, uno de los axiomas fundamentales de la tradicin forestal, en general no
discutido.
Hacia mediados del pasado siglo, Espaa se enfrentaba a una situacin donde estos
factores se manifestaban de una manera especialmente sensible. Pas profundamente
desforestado, en 1855 se haba decretado la ley de desamortizacin que afectaba de
forma muy intensa a la propiedad de los montes. Como tcnicos encargados de la
gestin forestal, los ingenieros de montes fueron encargados de determinar las bases
bajo las cuales los montes podan ser vendidos, lo que dio lugar a que la Junta
Facultativa del Cuerpo elaborara un informe en el que se establecan los criterios a
seguir para determinar los montes que podan pasar a manos privadas y cules deban
permanecer bajo dominio pblico (Junta Facultativa, 1855). Utilizando criterios de tipo
geobotnico, el informe, elaborado por Miguel Bosch y Agustn Pascual, conclua
clasificando los montes pblicos en tres agrandes apartados: enajenables, no enajenables
y de enajenacin dudosa para los que se propugnaba un estudio especfico para decidir
en que categora incluirlos.
Pero adems de las consideraciones sobre el papel ambientalmente protector del monte,
Bosch y Pascual entraron de lleno en la cuestin econmica en un apartado titulado
Constitucin econmica de la produccin forestal y del monte maderable en particular
(parte del cual reproducimos en el anexo 1), donde contrastaban los dos mtodos antes
comentados de establecer el turno forestal. Para ellos, el turno tcnico era el que
(1)
en la que T es el turno, C el crecimiento y f la razn de la progresin que caracteriza la
evolucin de los recursos del monte.
De igual modo, procede a sintetizar en una frmula la evolucin del mismo monte en
trminos de su valor, en el que intervienen otros factores tales como la calidad de las
maderas que, supone, se incrementa con el tiempo. Toma, para este supuesto, el caso
ideal, suponiendo que el valor aumentar en una progresin geomtrica, llegando a la
siguiente frmula:
(2)
donde x expresa la relacin del valor del vuelo y de la renta, P el numero de partes en
que se divide al monte, r la razn de la progresin geomtrica del valor, m el nmero de
perodos del turno y V el valor medio de las existencias de la superficie S/T (la
superficie total, S, dividida por el nmero de aos del turno T).
De estas frmulas concluye consecuencias importantes. Por una parte, la expresin (1)
depende, en lo esencial, del primer factor
, es decir, x est en una relacin inversa
al turno T o, lo que es lo mismo, que la renta en especie disminuye a medida que se
eleva el turno, lo que Martino expresa en los siguientes trminos: a medida que el turno
se eleva, la produccin absoluta aumenta, y la renta disminuye en el perodo en que el
crecimiento medio anual es creciente, y despus lo mismo la produccin que la renta,
disminuyen sucesivamente.
De (2) concluye de manera parecida, pero en trminos de valor: los intereses en dinero
decrecen cuando se eleva el turno y, en consecuencia, que a mayor turno, mayor
produccin absoluta y menor inters en especie y en dinero.
Martino calific esta conclusin de teorema fundamental de la ordenacin, del que
dedujo consecuencias importantes para la situacin poltica y social de la Espaa de
aquel momento, es decir, del periodo desamortizador. Si lo anterior era cierto, la
propiedad individual de los montes maderables sera incapaz de garantizar su
conservacin, ya que la bsqueda del mximo beneficio comportara la necesaria
reduccin de los turnos, convirtiendo el monte alto en monte medio y bajo,
aprovechable a turnos ms cortos y, en consecuencia, la destruccin del monte
maderable. Slo el Estado, concluye Martino, es capaz de conservar el monte alto, lo
que vale decir que, en trminos de lo que llama relaciones internas de los montes, es su
propietario natural. A lo que desde luego cabe agregar la importancia de las relaciones
exteriores, su papel protector desde un punto de vista ambiental, que refuerza el
mencionado papel de propietario del monte alto que debe desempear el Estado.
La demostracin matemtica de la necesaria propiedad pblica de los montes
maderables quedaba as establecida. Pero al parecer algunos forestales cuestionaron que
la frmula (1) fuera general en todos los casos, es decir, que tuviera el carcter de ley en
el sentido de la ciencia positiva. De esta cuestin, que trasladaba el problema al terreno
de la matemtica pura, Martino encarg su resolucin al joven Alberto Bosch, alumno
de los ltimos cursos de la Escuela de Ingenieros de Caminos, con el que le una una
estrecha amistad. Alberto Bosch era hijo de Miguel Bosch, uno de los primeros
profesores de la Escuela de Montes y destacada personalidad del perodo inicial de la
ingeniera forestal en Espaa. Los aos de formacin acadmica de Alberto Bosch
haban coincidido con el mejor momento de la Escuela de Caminos, en la que se oper
la modernizacin del conocimiento matemtico en Espaa, en buena medida gracias al
impulso dado al mismo por Jos Echegaray. El mismo Alberto Bosch hizo en aos
posteriores contribuciones importantes al conocimiento y renovacin matemtica en
nuestro pas (en 1873 difundir por primera vez en Espaa la teora de los cuaternios de
Rowan Hamilton) (Bosch, 1873) y es uno de los pocos autores relevantes en materia
matemtica que Julio Rey Pastor menciona para la segunda mitad del siglo XIX espaol
(Rey Pastor, 1915). Posteriormente, Alberto Bosch entr en la arena poltica, terreno en
el que ser diputado, alcalde de Madrid, ministro de Fomento y senador.
El encargo de Garca Martino lo resolvi Bosch con premura. Al ao siguiente present,
bajo el ttulo de Demostracin analtica de una importante ley forestal, un trabajo en
el que realizaba una elegante demostracin de que la frmula se cumpla en todos los
casos sin excepcin (Bosch, 1870).
La aportacin de Garca Martino debe verse, ms all de las polmicas doctrinales
corporativas, como una respuesta al reto de la renovacin del pensamiento cientfico en
la Espaa de la segunda mitad del siglo XIX. No debe ser casual que el ao 1866, fecha
de la primera publicacin de sus Consideraciones econmicas, lo sea tambin del
alegato de Echegaray para la renovacin del conocimiento matemtico en Espaa con
motivo de su ingreso en la Real Academia de Ciencias (Echegaray, 1866). El sentido de
la renovacin del conocimiento cientfico, y de paso la reivindicacin de la existencia de
una especfica ciencia forestal, lo expres claramente Garca Martino al sealar que los
mtodos exclusivamente prcticos no podan satisfacer las aspiraciones cientficas y la
necesidad de buscar en los llamados mtodos racionales, la solucin general y
verdaderamente terica a los problemas que estudia, sealando seguidamente que la
ciencia de los montes quiz entre las de aplicacin, sea la forestal la nica, que haya
conseguido plantear en una teora general los principios en que se apoya, deduciendo de
ellos a priori, las reglas generales para alcanzar el objeto que se propone (introduccin
de Garca Martino a Clesbsch, 1869).
Unos aos despus, en 1872, uno de los colaboradores de la Revista forestal, econmica
y agrcola, Hilarin Ruiz Amado, que entonces contaba 40 aos, public el segundo
volumen de sus Estudios forestales, sin la menor duda la ms importante obra de
propaganda forestal escrita durante el siglo XIX. Ruiz Amado, que ms tarde fue autor
de obras importantes en el terreno de la topografa[7], abordaba, en la primera parte (p.
779-819, vase anexo 4) del primer y extenso captulo del mencionado segundo
volumen de los Estudios forestales, todo lo referente a las "propiedades econmicas de
los montes", insistiendo en algunos de los temas tratados por Garca Martino, al que
sigue en gran medida, pero incorporando nuevas cuestiones. Concretamente la
mencionada primera parte del primer captulo est dedicada a demostrar cuatro
proposiciones, de la cuales nos interesa en especial la cuarta que dice:
"A mayor turno corresponde:
[...]
4 Mayor inters o rdito del capital forestal hasta la edad de la cortabilidad comercial, en que se obtiene
el mximo igual al tanto por 100 admitido en la localidad para tales fincas, consiguindose aquella de
ordinario, a una edad no muy avanzada y desde ella en adelante menor inters; de manera que este
siempre resulta as respecto al rdito admitido, excepto a la edad correspondiente a dicha cortabilidad" (p.
780).
argumental de Garca Martino antes comentado. Al igual que en el caso de ste, Ruiz
Amado apunta en su texto a los planteamientos de lo que llama "nuestros ilustrados
adversarios", expresin con la que claramente se refiere a Lucas de Olazbal, y la
conclusin de su anlisis refuerza una vez ms la incompatibilidad de la conservacin
del monte alto maderable con la propiedad privada del mismo, tambin en el caso de la
aplicacin de turnos financieros, es decir, de las posiciones tericas defendidas sobre
todo por Max Robert Pressler en Alemania:
"[la cortabilidad comercial] es tanto menor cuanto mayor sea el rdito, mayores los gastos, menor la
diferencia de los precios y peor la calidad del vuelo, hallndose siempre a una edad tan poco avanzada
que, para las especies que le admiten, debe buscarse en el mtodo de beneficio de monte bajo, a no ser
que por la rapidez de su crecimiento puedan aprovecharse en monte alto a turnos muy cortos, como
sucede en las especies blandas o blancas" (p. 818-819).
El ordenador, por consiguiente, dadas las condiciones del propietario, fijar ante todo el turno, dndole
gran extensin si quiere obtener grandes resultados, grandes efectos climatolgicos y hasta sociales, como
cumple al Estado; de corta duracin, si quiere movimiento, velocidad, inters al dinero, resultados
inmediatos, cual corresponde a la febril actividad del especulador individual." (p. X y XIII)
Figura 4. Dos destacados forestales espaoles que intervinieron en el debate sobre el turno forestal: Lucas de
Olazbal (izquierda) y Francisco de Paula Arrillaga (derecha).
Por lo que conocemos, con la edicin de la traduccin del libro de Heyer era la primera
vez que la famosa frmula se reproduca en una publicacin en espaol. Y desde luego
no en una publicacin cualquier sino en un manual de amplia difusin utilizado durante
muchos aos en la enseanza de la Escuela[10]. Puede afirmarse, pues, que en la dcada
de 1870 la frmula de Faustmann no slo era conocida por los forestales espaoles sino
que adems se enseaba en la Escuela Especial del ramo.
Otra cosa es que a la frmula y a su asociado turno financiero se le diera un uso
prctico. Probablemente las circunstancias vinculadas al proceso desamortizador, que se
prolong durante toda la segunda mitad del siglo XIX, lo hizo inviable. Las
"Instrucciones de Ordenacin" elaboradas por Olazbal hacia 1890 no lo toman en
consideracin, propugnando el turno tcnico como el turno a aplicar en los
aprovechamientos forestales de los montes pblicos espaoles. Pero hacia finales de
siglo la situacin parece cambiar. La evolucin de la situacin poltica y econmica y la
misma renovacin que a principios del siglo XX se oper en la corporacin forestal, que
en el periodo final del siglo XIX haba perdido por muerte biolgica o jubilacin las
primeras y dinmicas promociones que lo impulsaron, plante de nuevo la cuestin, en
unas circunstancias mucho ms favorables.
De hecho, en Alemania la orientacin Faustmann-Pressler de la economa forestal haba
ganado posiciones. En la Academia de Tharandt, su director, F. Judeich, era, como ya se
ha sealado al principio, el principal continuador de las ideas de Pressler. Su obra ms
conocida e influyente, La ordenacin de montes, fue publicada en su primera edicin en
1871. En 1904 iba por la sexta edicin alemana, que fue traducida al castellano por
Eduardo Herbella en 1913.
Pero la obra de Judeich era bien conocida por los forestales espaoles antes de su
traduccin. De hecho, en la Revista de Montes haban aparecido con anterioridad
algunas partes de la obra. Por ejemplo, en 1893 y 1894 se publicaron varios artculos
bajo el ttulo comn de "El ndice centesimal por Judeich" que corresponden al apartado
que en la traduccin de 20 aos despus Herbella llamar "Elementos del tanto por
ciento indicador". En este apartado se expone detalladamente los planteamientos de
Faustmann y Pressler, a los que se menciona expresamente. De Faustmann en concreto
seala, despus de reproducir la frmula para la obtencin de la renta del suelo, que "fue
obtenida por primera vez por Faustmauns (sic), en el Allgemeine Forstund Jagdzeitung,
de 1849, pero no se dio aplicacin directa a la economa" (Revista de Montes, 1893, p.
518; vase el anexo 6, donde se reproduce la traduccin posterior de Herbella). No
creemos equivocarnos al afirmar que era la primera vez que su nombre se escriba mal,
por cierto en una publicacin forestal espaola.
En 1903, Eduardo Herbella, joven forestal de la promocin de 1896, public en la
Revista de Montes un artculo titulado "La determinacin del turno financiero", donde
expone la manera como obtener de forma precisa el mencionado turno a partir de la
frmula de Faustmann. Que sepamos, es la primera vez que un autor espaol expone
explicita y detalladamente el aparato matemtico subyacente a la determinacin del
turno financiero a partir de Faustmann. Por cierto, el artculo tiene importancia por otra
cuestin: hasta aquel momento, el turno financiero se haba conocido, siguiendo a
Olazbal, con el nombre de turno hacendstico. Herbella, en una nota a pie de pgina,
rectifica a Olazbal y propone utilizar la palabra financiero "por estar aquella admitida
en la ltima edicin del Diccionario de la Academia Espaola, y ser la ms fiel
traduccin de la palabra alemana finanzielle[11], con que fue designado este turno por
sus autores" (Herbella, 1903: 317).
Durante las primeras dcadas del siglo otros forestales se ocuparn del tema, en especial
Octavio Elorrieta, uno de los redactores de la revista Espaa Forestal y profesor de
Ordenacin de montes en la Escuela Especial. Tanto en la citada publicacin como en la
Revista de Montes, Elorrieta, ingeniero de la promocin de 1904 y uno de los primeros
pensionados en el extranjero en el momento en que se retom esta prctica a partir de
1907, public diversos artculos en los que abordaba diferentes cuestiones relacionadas
con la economa forestal (por ejemplo, Elorrieta, 1913 y Elorrieta, 1915). Elorrieta fue
probablemente el personaje ms influyente en materia forestal en Espaa del primer
tercio del siglo XX. Director general de Montes durante la Dictadura de Primo de
Ribera, fue el autntico artfice de la creacin del Instituto Forestal de Investigaciones y
Experiencias, que desempe un importantsimo papel en la modernizacin de la
ciencia forestal en Espaa.
los turnos debern ser igualmente largos. En cambio, en los montes de los particulares
"es si duda el turno financiero, o sea la colocacin al mximo inters, el nico criterio
aceptable" (p. 450). Y a modo de resumen concluye el apartado del siguiente modo:
"Hoy por hoy, la disminucin en la demanda de grandes piezas de construccin, procedente del empleo
del hierro, acero y hormign armado, hace casi general la conveniencia de la cortabilidad financiera,
salvo en los montes de proteccin, o en los que por razones especiales haya que adoptar un criterio
extraforestal de explotacin. Por lo dems, en los primeros basta ordinariamente aplicar el turno
correspondiente a la edad en que igualan el crecimiento medio anual, para satisfacer tanto el fin de
proteccin como el de abasto del mercado de piezas de grandes dimensiones" (p. 450).
Que en una obra como la Enciclopedia Espasa vieran la luz esta clase de planteamientos
es una seal clara de la existencia de un importante grado de aceptacin de los mismos,
a los que por otra parte la propia Enciclopedia contribua en medida nada desdeable.
En 1930 Elorrieta inspir unas nuevas Instrucciones de Ordenacin que deban sustituir
a las elaboradas por Olazbal cuarenta aos antes, y que incorporaban todos los criterios
antes sealados, pero que sin embargo nunca fueron aplicadas en la prctica debido a las
circunstancias polticas y sociales del perodo. Pero era la expresin de la incorporacin
plena e institucional a la ciencia forestal espaola de unos planteamientos que hemos
ido rastreando desde mediados del siglo XIX.
Notas
[1] En trminos modernos la frmula de Faustmann puede expresarse de la siguiente manera:
, donde:
Mx VAN = Mximo valor actual neto
P = precio de la madera
t = turno
i = tipo de descuento
K = costes de la plantacin
(Romero, 1997: 131)
[2] Olazbal incluye dentro de la cortabilidad mercantil tanto la que resulta de los intereses
exclusivamente lucrativos del propietario particular, como de la es consescuencia de la necesidad de
obtener piezas de grandes dimensiones (por ejemplo, para la Armada, a la que Agustn Pascual llamaba
cortabilidad industrial). En consecuencia, para Olazbal, la cortabilidad mercantil tanto puede abarcar
turnos cortos como muy largos:
"Estas miras, en un propietario particular, sern generalmente lucrativas, pero, en el Estado, podrn
responder a previsiones gubernamentales, como las de obtener piezas de grandes dimensiones, destinadas
a las construcciones de la Armada, y que no pueden lograrse, sino mediante turnos extraordinariamente
prolongados, en los que slo puede pensar una entidad imperecedera y desinteresada. Pero, lo mismo el
individuo que el Estado, cada cual dentro de su objeto, atiende a la naturaleza del producto que busca, y
no al monte que ha de darlo. Uno y otro miran slo el mercado; el individuo, para ver lo que ste
demanda y paga mejor; el Estado, para ver lo que hay en l, a fin de poder suplir por s mismo lo que no
hay y necesita. Ni el Estado se cuida de la mayor produccin, ni el individuo de la mejor. En la
cortabilidad mercantil, todo es extrnseco con relacin al monte" (Olazbal, 1883: 178-179)
[3] Estos artculos fueron Das Verhltnis zwischen Holtz und Bodenwert, en Allgemeine Forst-und
Jagd-Zeitung, 1853, 204-210, In welchem Alter sind Holzbestnde- und Bodenwerter einander Gleich,
en Allgemeine Forst- und Jagd-Zeitung, 1853, 364-68, y Wir berechnet man den Geldwert junger, noch
nicht haubarer Holtzbestnde, oder berhaupt den Produktionswert eines Holzbestandes, en Allgemeine
Forst- und Jagd-Zeitung, 1854, 81-86, 330-332 (Lfgren 2000: 151-152).
[4] La frmula a que llega Pressler para la determinacin del ndice centesimal o tanto por ciento
indicador puede encontrarse en Pressler, 1860. Una explicacin manualizada del mismo puede verse en
Judeich, 1913: 80-99 y Judeich, 1893-94: 513-521 (1893), 305-311, 327-331 (1894). Una comparacin de
la frmula de Pressler con las variantes utilizadas por otros autores, se encuentra en Herbella, 1911: 823829.
[5] Eran estas unas conclusiones que sintonizaban perfectamente con la lnea principal del pensamiento
forestal germano, en especial con la representada por Heinrich Cotta. Una opinin, sin embargo, que por
aquella poca era compartida por personalidades alejadas profesionalmente de los forestales y poco
sospechosas de sintonizar con el conservadurismo poltico y social que en ocasiones se les ha achacado.
Por ejemplo, en el segundo volumen de El Capital, publicado pstumamente por F. Engels en 1886,
podemos leer la opinin al respecto de Karl Marx:
El largo perodo de produccin (que incluye un perodo relativamente corto de trabajo), y por tanto la
larga duracin de sus perodos de rotacin, , hace de los cultivos forestales una base de inversin poco
favorable para una empresa privada y, por consiguiente, capitalista, la cual no perder este carcter
aunque en vez del capitalista individual la regente una sociedad capitalista. En general, el desarrollo de la
cultura y de la industria se ha traducido siempre en la tendencia celosa a destruir los bosques y todo lo
que se ha intentado para la conservacin y produccin de la riqueza forestal representa un factor
verdaderamente insignificante al lado de aquella tendencia (K. Marx, 1867-94 [1973, II]: 217).
[6] Afirmacin que en cierto modo corrobora Lucas de Olazbal en su Ordenacin y valoracin de
montes, de 1883, al indicar que Garca Martino haba intentado dar "aire de generalidad" a este tipo de
demostraciones empricas (como por ejemplo la expuesta por el forestal francs Parade, al que
concretamente se refiere) mediante "frmulas algebraicas" y, que, aunque equivocado, el trabajo de
Garca Martino "es, en su gnero, uno de los mejores" (p. 160).
[7] En especial, cabe mencionar la revista La topografa moderna y el Catastro, que fund y dirigi entre
1895 y 1897, y su Tratado de topografa moderna (Barcelona, 1903, 2 vols.)
[8] "Y mientras, en particular no se sepa, todo cuanto se diga acerca de la edad, en que los valores de cada
rodal denotan la renta media anual mxima, gira inseguro. Hblase mucho de ello, sin embargo, y an se
asienta, por algunos, con cierto aplomo, que el Turno Hacendstico, se seala en todos los casos, aos
antes que el Tcnico" (Olazbal, 1883, p. 184)
[9] "En el segundo caso, o sea cuando se puede cortar toda la parte aprovechable sin obtener renta
constante y sin destinar el terreno a otro empleo que a la produccin de maderas y leas, hay que valuar
separadamente las existencias, el suelo y los productos secundarios. Como no se puede realizar de una
vez todas las existencias, porque las plantas nuevas apenas tienen valor y todas ellas no hallaran mercado
a la vez, hay que distinguir la cantidad de productos que se pueden vender despus. Las primeras se
gradan por su valor presente y las segundas por las probabilidades de su valor futuro, considerando
adems el crecimiento y la prdida del inters.
Determnase adems el valor del suelo como medio para la produccin forestal, se agrega a este resultado
el valor de los productos secundarios, y la suma total, menos los gastos de administracin y de
contribuciones, representa el valor real del monte" (t. IV, p. 557)
[10] Arrillaga, el traductor de Heyer, fue profesor de Ordenacin y Valoracin de montes desde 1870
hasta 1872, y en tal contexto se enmarca su traduccin, para ser utilizada como manual en la Escuela.
Lucas de Olazbal, que tambin fue profesor de Ordenacin en los aos siguientes, utilizaba tambin la
traduccin de Heyer como manual, segn consta en la Revista de Montes (1880, p. 453-454), y debi
continuar utilizndose durante bastante tiempo.
[11] En el artculo publicado en la Revista de Montes, se utiliza la inexistente palabra finalciell, sin duda
debido a un error tipogrfico.
[12] Octavio Elorrieta formaba parte del cuerpo de redactores de la Enciclopedia Espasa y, cuando se
public el referido artculo, era profesor de Ordenacin en la Escuela de Montes, lo que le converta en la
persona idnea para redactarlo. De todas formas, lo que nos induce a pensar que el artculo fue escrito por
Elorrieta son las numerosas coincidencias en la formulacin de los temas con otros escritos suyos, tanto
anteriores como posteriores, incluidos algunos de los grficos.
Bibliografa
ARRILLAGA, Francisco de Paula (1872). Prlogo a Gustavo HEYER, 1872.
ARRILLAGA, Francisco de Paula. Ordenacin y valoracin de montes, por D. Lucas
de Olazbal. Revista de Montes, t. VIII, 1885, p. 144-155.
BALAGUER, Vctor, GARCA MARTINO, Francisco. Memoria elevada al Excmo. Sr.
Presidente del Consejo de Ministros por la Direccin General de Estadstica sobre los
trabajos ejecutados por la misma desde 1 de octubre de 1868, hasta 31 de diciembre
de 1869. Madrid: Manuel Minuesa, 1870, 563 p.
BOSCH, Alberto. Juicio crtico acerca de los cuadrinomios de Rowan Hamilton. 1873,
p. 526.
BOSCH, Alberto. Demostracin analtica de una importante ley forestal. Revista
forestal, econmica y agrcola, t. III, 1870, p. 505-516.
BOULDING, K. E. The Theory of a Single Investment. Quarterly Journal of
Economics, t. 49, 1935, p. 475-494.
CASALS COSTA, Vicente. Los ingenieros de montes en la Espaa contempornea
(1848-1936). Barcelona: Ediciones del Serbal, 1996, 432 p.
CHANG, Sun Joseph. One formula, myriad conclusions, 150 years of practicing the
Faustmann Formula in Central Europe and the USA. Forest Policy and Economics 2,
2001, p. 97-99.
CLEBSCH, A. Un problema de la ciencia de montes. Revista forestal, econmica y
agrcola, t. II, 1869, p. 513-523, 577-589, 641-650, 705-717. La serie de artculos van
firmados por Francisco Garca Martino, aunque en realidad ste slo es autor de una
pequea introduccin y de la traduccin del original alemn, como por otra parte
explcitamente Garca Martino seala en la mentada introduccin.
por la Junta facultativa del Cuerpo de Ingenieros del ramo. Madrid: Imprenta del
Colegio de sordomudos, 1855, p. 18-23
La mayor produccin en especie da la menor renta en el beneficio de los montes
Si en el aprovechamiento de los montes la mayor produccin en dinero correspondiese a
los mayores productos en especie, el problema de los montes sera fcil de resolver: en
rigor no habra cuestin bajo el punto de vista econmico. Pero la produccin forestal es
de ndole singular, como vamos a ver.
La ciencia dasonmica conoce la ley que sigue el crecimiento de los montes. Para
representar las variables de las fuerzas forestales entre los extremos de la fertilidad y la
esterilidad se han fijado ciertos valores, expresando cada uno de ellos la cantidad en
volumen de maderas y leas que se puede obtener de los vegetales leosos, en una edad
cualquiera, segn los diferentes sistemas de beneficio y los diversos mtodos de cortas.
Comparando entre s los valores de las tablas de productibilidad forestal se nota que los
productos absolutos van aumentando a medida que aumenta el turno, o sea, la edad del
aprovechamiento. Los productos medios anuales se obtienen dividiendo los productos
absolutos por el nmero de aos a que se ha fijado el turno. En todas las especies
leosas estudiadas hasta aqu se halla que el mayor producto anual siempre se verifica
en turnos muy altos. Las especies de madera dura, como el roble, dan el mximo de
producto anual a los 150 aos; las conferas, de 80 a 120 aos; los rboles de madera
blanda, de 55 a 65 aos. De manera que, sea cual fuere la especie arbrea y la naturaleza
del suelo, nicamente se obtiene el mximo de los productos leosos cuando la
propiedad forestal se beneficia en monte alto o maderable. Y no es seguramente
insignificante la diferencia: los robledales colocados en tierras de igual calidad dan la
relacin de uno o dos, en los productos anuales de 25 a 150 aos. La fisiologa vegetal
est de acuerdo con este principio, resultado de observaciones irrecusables y de gran
importancia prctica. De l se infiere que dando el monte alto mayores cantidades de
productos leosos que los montes bajo y medio, es el que ms aumenta la riqueza
pblica. Desgraciadamente, es el que menos se aviene a los intereses privados.
Desde el momento en que se empieza a crear un monte principian tambin las
operaciones de la acumulacin de rditos en este gnero de produccin. Por un lado est
el capital del terreno, cuyos rditos se van acumulando, gradual y sucesivamente, y por
otro estn los gastos de produccin, cuyos rditos se acumulan. Se concibe con facilidad
que en un monte figuran dos capitales: el del suelo y el capital aditivo, procedente del
crecimiento anual de los rboles, el cual va aumentando a medida que es mayor el turno
del aprovechamiento.
La suma del capital del suelo y del capital aditivo, o sea del valor de las existencias del
monte despus de verificada la corta, comparada con esta misma corta, que viene a ser
la renta, nos da la medida del inters de la produccin. En los hayales beneficiados al
turno de 120 aos, es menester conservar en pie 39 veces la cantidad del crecimiento
anual. Una cosa anloga pasa en los robledales; y en las conferas hay que conservar en
pie cantidades mucho mayores. Beneficiados los hayales en monte bajo, al turno de 10
aos, por ejemplo, slo debe conservarse en pie el quntuplo del crecimiento anual.
La escala de crecimientos sucesivos en especie nos sirve para conocer, al cabo del turno
en cada edad, el volumen de la corta anual y el de las existencias, y con estos datos se
puede determinar la relacin entre el rdito y el capital. Dos montes de la misma cabida,
situados en el mismo pas, en un suelo de igual calidad, poblados por las mismas
especies, pero ordenados a distintos turnos, si bien pueden dar la misma renta, es porque
representan dos partidas diferentes en capital y que slo dan igual renta por la diferencia
del inters. La simple inspeccin de los nmeros que figuran en las tablas del
crecimiento de las especies arbreas, ponen de manifiesto que ese crecimiento sigue una
marcha que se aproxima a una progresin aritmtica creciente, as como la serie de los
intereses que van resultando de la comparacin de las existencias y la corta anual, al
prolongar el turno, disminuye siguiendo a corta diferencia una progresin aritmtica
decreciente. El resultado definitivo es, que hay un antagonismo entre la produccin
leosa y la produccin pecuniaria; antagonismo que causa, que a mayor produccin en
especie, no corresponda mayor producto en dinero, como sucede en todos los casos en
que no entra como factor principal el tiempo en perodos seculares. La pequeez del
rdito a turnos largos; los riesgos a que quedan expuestos los capitales por el peligro
que corre la conservacin de la gran cantidad de existencias que hay que sostener en pie
para llegar a obtener productos maderables; el aumento del rdito cuando aquellos son
cortos; la facilidad de realizar las existencias leosas que hay y debe haber siempre en
esta clase de fincas; la inferioridad de su producto neto, comparado con el de la mayor
parte de las tierras de labor; el alto precio de los transportes inherentes al volumen
extraordinario de sus productos; las aplicaciones errneas del principio de la divisin de
la propiedad, y el aprovechamiento ilimitado de pastos, son las causas poderosas que
impiden al inters individual aplicar sus colosales recursos a las maderas de grandes
dimensiones.
Esta es en resumen la clave que explica una porcin de hechos estadsticos, econmicos,
legislativos y administrativos dignos de llamar la atencin de los Gobiernos. Ya no debe
sorprender, al examinar la estadstica forestal de Europa, que por regla general los
montes que rinden la menor cantidad de productos leosos y que dan un rdito de 3 a 4
por 100, con relacin al capital en metlico que representan, se encuentren en poder de
los particulares, de los Propios y Comunes; que los montes cuyos turnos estn entre 60
y 140 aos, que dan una produccin media en especie y una renta de 2 a 1 por 100,
se hallen en poder del Estado de los Propios y Comunes ricos; que los montes cuyos
turnos estn entre 140 y 240 aos, que dan una gran produccin en especie y un rdito
de 1 a 1 por 100, pertenezcan por lo regular al Estado; y, por ltimo, que todos los
montes cuyos turnos estn entre 240 y 300 aos, que dan una produccin exuberante en
especie, y una renta mnima de a por 100 estn exclusivamente en poder del
Estado. Esta clasificacin de la riqueza forestal significa, que unos montes sirven para la
produccin de pastos y leas, otros para produccin de maderas de medianas
dimensiones, y otros para satisfacer el consumo de maderas de gran tamao. Que
ningn capital empleado en montes produce mucho, si se atiende a lo que suele ganar el
dinero en nuestro pas. Que los montes producen ms o menos segn las funciones
econmicas llamadas a ejercer en la organizacin de la produccin forestal. Si un
acontecimiento cualquiera disloca los capitales forestales, hacindoles pasar de una
clase a otra de las indicadas, los resultados son fatales, segn ensea una larga
experiencia. En ningn pas de Europa, en donde la propiedad forestal haya sido
regularmente respetada, los montes altos de dominio particular han dado tanta cantidad
de productos como los del Estado; y si no consltense las estadsticas. El inters
individual rechaza la creacin y conservacin de los montes maderables, porque le dan
un inters mezquino. Esta es la verdadera causa de que ese cmulo de disposiciones,
las leas y de las maderas. Que habr una temible concurrencia; que habr lucha entre
los hierros y las maderas; entre el carbn de piedra y las leas: concedido. Mas esto no
es motivo suficiente para que se abandone la produccin forestal, y menos en nuestro
pas. Los vergonzantes bosques subterrneos durarn todo el tiempo que quieran sus
apasionados; pero de seguro no sobrevivirn a los que se reproducen en la superficie de
la tierra; a los que verdean a la luz del sol; a los que embellecen el pas; a los que
protegen a la agricultura y al hombre; a los que por tantos ttulos se recomiendan a la
solicitud del Gobierno de S. M.
Anexo 2
A. B. (seudnimo de Lucas de OLAZBAL). Montes. Cinco artculos publicados en
La Amrica acerca de este importante ramo. Pamplona: Imprenta de la Unin
Artstica, 1862, p. 16-23.
CONTINUACIN DE LA RPLICA
"En la propiedad forestal, a medida que aumenta la renta en especie decrece la renta en
dinero". Tal es el principio fundamental de la doctrina que tenemos que combatir hoy,
cumpliendo con el compromiso solemnemente adquirido en nuestro artculo anterior.
Cuando Alfonso el Sabio examinaba el inarmnico sistema de Tolomeo, confundiendo
la obra de ste con la obra de Dios, deca que, si l hubiera aconsejado en la creacin, el
mundo hubiera salido ms perfecto. En cambio, otro sabio ms sano que nuestro
Alfonso, Kepler, en vez de proferir semejante blasfemia, a vista del mismo sistema,
exclam: Esto no puede ser obra de un Dios que es todo armona; y tomando tan
profundo sentimiento por punto de partida, arrebat, segn su magnfica expresin, los
vasos al Egipto, y construy con ellos el Tabernculo de Israel; es decir, descubri las
majestuosas armonas del Universo y diolas a conocer en su inmortal Sistema
planetario.
El contraste que presenta la impiedad y la fe entre los pensadores acerca del mundo
fsico, se manifiesta con enrgica analoga, entre los que discurren sobre el mundo
econmico y social. Proudhom y los suyos, creyendo o afectando creer que todas las
leyes econmicas y sociales haban sido verdaderamente interpretadas por Smith, Say,
Malthus, Ricardo y otros, hicieron de esta interpretacin un sangriento anlisis y
exhibieron su espantable antinomia, gritando a la sobrecogida sociedad: "djate
reconstruir bajo las nuevas leyes que te dictaremos, o pereces consumida por la
contradiccin eterna que rige tu modo de ser actual". Por fortuna la ciencia econmica
tuvo su Kepler en Bastiat, que diciendo: "antes que en todo creo en Dios", supo
distinguir y separar la verdad del error, la ley de la falsa interpretacin dada en los libros
de los economistas, y socavando de esta suerte el cimiento sobre el que colocara su
pedestal la moderna antropolatra, hizo caer a sta entre los silbidos del buen sentido,
repuesto ya, proclamando victorioso el siguiente principio consolador: "Todos los
intereses legtimos son armnicos".
[]
Meditando sobre ese antagonismo entre la renta en especie y la del dinero, antagonismo
del cual se ha querido hacer la piedra angular de la economa forestal, no hemos podido
menos de evocar todo lo que antecede, para preguntar a la vez: ser efectivamente esa
repulsin entre las dos rentas una verdad, y una verdad constante? Es posible que la
produccin forestal est sometida a una triste excepcin de las leyes generales de
economa que al lado del sacrificio ponen la compensacin? Es posible que la
inteligencia y la perseverancia, galardonadas en todos los ramos de produccin, slo en
los montes sean invariablemente pagadas por una decepcin amarga? Es posible que
un pas no pueda obtener maderas indgenas ms que a costa de estriles dispendios?
Es posible que slo los montes ofrezcan un altar eterno e inviolable al principio de
amortizacin? Posible e irremisible, contestan a todo esto los hombres que pasan por
orculos de la ciencia de montes; pero el sentimiento, reclamando la respuesta como
juicio de su jurisdiccin, se muestra desde luego contrario a lo declarado por los
flemticos preceptores; y creemos que en ste, como en muchos otros casos la razn
est en el sentimiento.
Para demostrarlo, empezamos por abrir el libro de uno de esos clsicos y exponer,
tomando de l el armazn completo de guarismos que sirve de sustentculo a la aflictiva
proposicin que nos hemos propuesto combatir. Hle aqu:
Estado en que se establece el paralelo entre las acumulaciones leosa y pecuniaria
Escala del crecimiento material o productos
peridicos por hectrea de un robledal en su
tercera calidad, segn Cotta
Edad del
aprovechamiento
AOS
METROS
CBICOS
FRANCOS
FRANCOS CN.
1,00
20
20,00
4,68
94
106,18
10
9,80
196
229,28
20
22,59
452
537,40
30
37,88
758
951,50
40
54,73
1.095
1.508,01
50
73,14
1.463
2.251,91
60
92,95
1.859
3.261,02
100
184,75
3.695
12.145,54
150
296,14
5.923
55.500,74
"Este estado nos indica en sus columnas 3 y 4 que, al fin de un perodo de cinco aos,
la acumulacin de los productos en especie no ofrece ms que un valor de 94 francos,
mientras que la acumulacin de los intereses pecuniarios se eleva a 106 fr. 18 cnt.; que
a los diez aos la acumulacin leosa no ofrece ms que un valor de 196 fr.; mientras
que la pecuniaria se eleva a 229 fr. 28 cnt.; .. finalmente, despus de un turno de 150
aos, la acumulacin pecuniaria da la cantidad de 55,500 fr. 74 cnt., mientras que la
acumulacin leosa no presenta ms que un valor de 5,923 fr."
Todo este aparato numrico que con sus comentarios se acaba de insertar, descansa en
dos supuestos falsos; despjesele de ellos y se viene a tierra estrepitosamente. El
primero de estos supuestos es, que un metro cbico de chavasca de roble, que tal es el
nico producto que pueden dar plantas de un ao, valen lo mismo que un metro cbico
de madera procedente de un pie de roble limpio de 150 aos, lo cual es grandemente
inexacto; pues, donde un metro cbico de chavasca se estime en medio real de velln,
otro de madera de roble se estimar en ms de seiscientos. No hablamos de memoria, ni
con relacin a mercados extranjeros, ni siquiera a ninguna transaccin privada. En la
subasta celebrada el da 20 de abril ltimo, por nuestra marina de guerra, con el fin de
adquirir madera para la construccin de buques durante dos aos, el precio asignado a
las de roble que tuviesen 40 pies de largo, y 20 pulgadas de ancho y otras tantas de
grueso, fue el de 196 reales el codo cbico, o sea 1,130 reales el metro cbico. El roble
cubre mucho antes de los 150 aos las referidas dimensiones. Dedzcase ahora los
residuos que no pueden entrar en esta ventajosa licitacin, los productos de las claras
ejecutados, el coste de todas las operaciones necesarias hasta ponerlas en cualquiera de
nuestros tres arsenales, pero siempre resultar que, lo menos en que pueden valuarse los
296 metros cbicos en pie que comprenden una hectrea de un robledal en su tercera
calidad, es a razn de 250 reales de velln el metro cbico. Nadie podr demostrarnos,
empero, que un metro cbico de chavasca, valga en el mismo monte ms de medio real.
Luego la tercera columna del preinserto estado debe ser sustituida por otra, en donde se
consigne el aumento sucesivo del precio de los productos a medida que avanzan en
edad, y que en unin con la segunda, revela una bellsima armona econmica de la
produccin forestal, armona que ha sido olvidada por los hombres del arte, empeados
en hacer triunfar el antittico principio que se imaginaron, y que pone a los montes al
amparo de esta ley de equidad, esencialmente inmutable: a mayor produccin mayor
provecho para quien la obtiene; armona que es el feliz enlace de la cantidad con la
calidad, de lo mayor con lo mejor, de la progresin aritmtica, a que se aproxima el
crecimiento leoso en el tiempo, con la geomtrica que representan los precios de los
productos de las diversas edades.
Y tngase en cuenta, que la razn de esta progresin sigue creciendo a su vez
decididamente. Hubo un tiempo en que la existencia de las masas de arbolado secular
no tena relacin con el ms leve esfuerzo por parte del hombre; habalas puesto la
Providencia en manos de ste, que considerndose agobiado con el exceso de ellas,
estimaba en tanto o en menos un rbol corpulento que una carga de ramas, que
iluminara calentando su hogar, y aplicaba, con despecho o con desprecio, sobre aquel el
hacha o la tea incendiaria: entonces no exista esa progresin. Pero desde el momento en
que el hombre empez a tener conciencia de la necesidad de maderas, dirigi sobre la
produccin de este artculo ese angosto anteojo del porvenir, con que slo a l dot
Dios, la previsin; el precio de las maderas fuese y sigue rpidamente acrecentndose en
razn directa de sus dimensiones. Para nadie que tenga atento el odo al clamor de la
demanda, y sepa el estado respectivo que hace diez aos, por ejemplo, tenan en el
mercado las maderas y el combustible vegetal, es un secreto el incomparable favor que
en la actualidad alcanzan las primeras sobre el segundo, y nadie tampoco deja de
presentir confiadamente que este fenmeno ha de subir de punto en lo futuro. Esto es,
nadie deja de presentir que, si hoy los precios de los productos forestales obtenidos a las
edades de 10 y de 150 aos, estn en relacin de uno a trescientos, maana estarn en
proporcin de uno a cuatrocientos. He ah la justa y natural compensacin para quien
previsoramente se abstiene de cortar el arbolado hasta la poca en que puede dar la
mayor renta media anual en especie.
Nada hemos dicho hasta aqu de la cuarta columna; se sobreentiende, sin embargo, que
queda tambin radicalmente destruida en el mero hecho de colocar por eje de
generacin, medio real, en vez de los veinte francos que se han tomado como tal en ella.
Pero bajo este enorme lunar que cubre por completo a esa columna, o confeccin de
cuentas galanas, tenemos que hacer notar otro de gran cuanta. Aludimos al segundo
supuesto falso de que se ha partido al erigirla y que consiste en haber considerado que
es incesante y segura la acumulacin de los intereses durante ciento cincuenta aos.
Quin responde de esa acumulacin uniforme y no interrumpida en un tiempo que
siega tres generaciones humanas?
Para que un capital formado de anualidades pasivas, por decirlo as, alcanzara el
prodigioso desarrollo que en la mencionada columna cuarta se manifiesta, sera preciso
que en manos de quien se ha puesto adquiriera mayor desenvolvimiento, pues de otro
modo no se comprende por qu ni cmo haba de pagar ste los intereses. Y bien, a
pesar del inmenso crecimiento que ha experimentado el capital en los ltimos ciento
cincuenta aos, de haber aumentado considerablemente la extraccin de los metales
preciosos, y de multitud de circunstancias propicias que han tenido lugar y que no
pueden apenas enumerarse en un artculo, habr alguno que sostenga que el capital de
que est hoy en posesin la humanidad guarda mayor relacin con el que dispona hace
ciento cincuenta aos, que el ltimo trmino de la columna que se examina con el
primero? Es decir, habr alguno que sostenga que cuenta hoy la humanidad con un
capital ms de dos mil setecientos setenta y cinco veces mayor que el que posea ciento
cincuenta aos ha? Preguntar esto siquiera, es inferir una ofensa a la razn.
Esta prueba general y decisiva, se ostenta parcial y palpitante en la historia del
numerario, que, sealando frecuentes trastornos y pavorosas crisis, ensea con
irresistible evidencia que, lo que se denomina inters matemtico, verdadero o
compuesto, no libra los lmites de la abstraccin aplicado, no a siglo y medio, sino a
medio siglo.
Digamos ahora para coronar nuestro aserto, y en honor de la verdad, que no todos los
hombres del arte estn de acuerdo en este punto. Algunos, y entre ellos el ms
autorizado de todos, aconsejan que, en este gnero de clculos, debe considerarse un
inters medio entre el simple y el compuesto en vez de este ltimo. Exagerado nos
parece aun el inters medio relativamente a ciento cincuenta aos; pero lo admitimos, y
aplicndolo con todo lo dems que llevamos expuesto sobre el asendereado estado,
queda este traducido a la verdad en la forma siguiente.
Edad del
En materia o pleno
En dinero a razn de
RESULTADO de la
aprovechamiento
volumen
medio real el metro cbico acumulacin pecuniaria
de los productos de un ao con arreglo al inters
y de 250 rs. el de los 150 medio y al rdito de 3 por
aos
100
AOS
METROS CBICOS
REALES
REALES CNT.
1,00
0,50
0,50
4,68
" "
" "
10
9,80
" "
" "
100
184,75
" "
" "
150
296,14
74.035,00
900,51
As se explica, como el inters individual construye con sus propias fuerzas una red
vastsima de ferrocarriles en Inglaterra, cuando en otros pases no se atrevera a abrir
una carretera; como la Holanda y la Francia meridional mantienen una poblacin rica y
floreciente, en lugares de condiciones anlogas a las de otros, en los cuales la Francia
septentrional sostiene slo algunos rebaos, cuidados por haraposos pastores; como la
Francia cuenta con numerosos pozos artesianos, de donde surgen raudales de agua que
convierten afrentosos eriales en campos de produccin permanente, en puntos en que
Espaa no contara, a ser suyos, una vetusta noria con que entibiar la ardiente tierra; y
como, en fin, el particular en Sajonia, Prusia, etc., despus de someter a una rotacin
continua de cosechas a las tierras destinadas al cultivo agrario, se dedica en las que no
sirven para este fin, a fomentar la produccin forestal siquiera en monte bajo, mientras
en Espaa, no solamente yacen punto menos que despreciados inmensos matorrales,
sino que descansan todos los aos ms de la mitad de las tierras de labor.
Cuando nuestros treses se coticen a 8, la pobre agricultura de barbechos habr cedido a
la de rotacin de cosechas, y cuando en nuestro pas se encuentre dinero sobrante al 2 y
2 por 100, como en Holanda, como Holanda, en los arenales recientemente
abandonados por el mar, haremos tambin nosotros desahogadamente siembras o
plantaciones en los tristes yermos que divisamos por donde quiera. Los montes son y
sern la produccin menos lucrativa, porque es la produccin que admite en menor
grado la intervencin directa del hombre, factor inicial o poderossimo en todas las
dems ciencias e industrias; pero caern a la larga bajo el dominio del individuo; pues el
dinero que no puede colocarse al 5 ser colocado resueltamente al 4, al 3, al 2 o a lo que
se pueda, antes de tenerle amortizado.
Hoy el particular, aun en los estados ms favorecidos, no puede acometer
desembarazadamente la empresa de fomentar los montes, y los ejemplos tomados de
allende los Alpes y que se nos citan a todas horas y en todos los casos, no son ms que
una prueba de este aserto. S; el individuo que aprovecha un robledal a los diez, veinte o
treinta aos, no es porque cree que le tiene mejor cuenta hacerlo as; no porque ignora
que si le fuera dado esperar ochenta o cien aos ms, obtendra mayor provecho, sino
porque le falta dinero, fuerza, capital para hacer frente a las necesidades que le ponen el
hacha en las manos prematuramente. Eso es todo. Ignoran acaso nuestros labradores
que reportaran mayor utilidad si estuviesen en condiciones de poder cultivar las tierras
que tienen en descanso? Ignora aquel otro que se ve precisado a vender la cosecha
antes o en el momento de recogerla, que le ira mejor guardndola por algn tiempo en
su granero? Ignora el comerciante de quinto orden las ventajas que reportara de poder
adquirir el gnero directamente en el punto de produccin, saltando por encima de los
ms fuertes que viven a expensas de l y de los que en su caso se encuentran? No.
Siempre y en todas partes la misma razn, a saber: la falta de capital, y no de
conveniencia propia.
Al par que de este modo desvanecemos cumplidamente la observacin, o mejor dicho,
el argumento que tanto hace trabajar la pluma de nuestros ilustrados adversarios, ya se
habr echado de ver, que ponemos de relieve otro de sus errores sistemticos.
Empeados en ajustarnos a un patrn germnico, al paso que le niegan hasta la ms leve
participacin en el monte alto, encomiendan o quieren a toda costa encomendar en
Espaa al inters individual, el fomento, conservacin y aprovechamiento del monte
bajo, sin ms ni otra razn que porque en Alemania se halla este en manos de aquel;
olvidando que, para el particular, antes que la produccin forestal es el cultivo agrario, y
Anexo 3
Francisco GARCA MARTINO. "Consideraciones econmicas sobre la propiedad
forestal". Revista forestal, econmica y agrcola, vol. II, 1869, p.27-34, 36-38, 92-97.
ARTCULO PRIMERO
I
La observacin de todos los tiempos, y la historia de todos los pases hacen ver con
notable constancia un hecho en la propiedad forestal, que econmica e industrialmente
considerado, se halla en aparente desacuerdo con las leyes que rigen y determinan la
produccin, distribucin, cambio y consumo de la riqueza.
Este hecho, en todas partes observado, consiste en que creciendo con el desarrollo y
progreso social la necesidad y el valor en los productos de los montes, la disminucin de
estos ha sido siempre progresiva, llegando a desaparecer por completo en algunos
pases, que hoy sienten las irreparables consecuencias de la falta de uno de los primeros
elementos de la vida material de los pueblos. Y que las causas determinantes de tan
constante fenmeno son inherentes a la naturaleza y modo de ser de la propiedad, y
residen, por decirlo as, en su parte interna independientemente de sus relaciones
exteriores, lo demuestra con toda claridad la ineficacia de los esfuerzos hechos por
todos los gobiernos de Europa, para remediar un mal siempre sentido, deplorado
siempre y nunca corregido y extirpado Ser imposible la existencia permanente de los
montes? Estar acaso sujeta a condiciones econmicas distintas, que la de los dems
ramos de la produccin? El inters individual tan activo y emprendedor: ser impotente
para conservar la propiedad forestal aprovechando normalmente sus productos? Y en
caso afirmativo y en la necesidad de que el poder pblico, nico y legtimo
representante del inters colectivo, posea los montes, habr contradiccin o afirmacin
con los principios demostrados por la ciencia econmica?
Tales son las trascendentales cuestiones que nos proponemos estudiar y sobre las cuales
llamamos toda la atencin de los economistas, porque de su acertada resolucin
depende el porvenir de un importante ramo de la riqueza pblica y la existencia de
muchas y muy extensas comarcas de nuestra Pennsula.
II
Cuando se observa que los montes altos o maderables, que requieren largos perodos de
tiempo para elaborar sus productos se hallan generalmente bajo el dominio pblico, y
que los montes bajos o leosos, en que slo algunos aos bastan para que produzcan sus
naturales rendimientos, estn constantemente en poder del individuo, y cuando se
considera, que esa natural distribucin de dominios tiene lugar del mismo modo en
todos los pases, sean cualesquiera su grado de prosperidad, su rgimen econmico y su
sistema administrativo y en todas las localidades independientemente de sus
condiciones fsicas, es forzoso admitir, que el inters particular no encuentra las mismas
ventajas en la posesin de los unos y los otros, y al mismo tiempo, que la razn
determinante del hecho reside nica y exclusivamente en la naturaleza especial de la
propiedad, puesto que por lo que a las dems relaciones de dominio se refiere, son
idnticas las que en ambos casos concurren.
Examinemos, pues, con todo el detenimiento posible y con el mayor grado de
generalidad, las leyes a que la produccin leosa obedece en su lenta y sucesiva
formacin.
Supngase un monte, cuya superficie representaremos por S, que se halla en estado
normal y que se aprovecha por posibilidad; es decir, que entre otras condiciones existe
la gradacin normal de clases de edad que asegure la realizacin de la renta a la edad
fijada y establecida por el turno. Supngase tambin, que toda la superficie tiene el
mismo grado de fertilidad, pues no alterando este supuesto en lo ms mnimo la esencia
de la cuestin, evita las consideraciones puramente tcnicas que sera preciso hacer en
otro caso, que es, por lo dems, el que comnmente se presenta en la prctica. Por
ltimo, imagnese asimismo, que no existen, o por mejor decir, que no obran sobre el
monte, las causas de destruccin y perturbadoras de la renta, que son tan frecuentes
como inevitables e imprevistas; y por el contrario, que la marcha de la produccin es la
natural de la especie leosa que constituye el monte.
Llamando T al nmero de aos del turno, tendremos, que para satisfacer la condicin de
que el monte se halle en estado normal, ser preciso considerarle dividido en T partes
cuya superficie estar representada por
Como resultado de las experiencias hechas, para determinar la ley del crecimiento de las
masas o rodales de monte se ha obtenido, que dicha ley se aproxima mucho a una
progresin ascendente por diferencia. Naturalmente este resultado de la prctica, no ha
podido demostrarse con rigor matemtico porque para ello hubiera sido indispensable
considerar los rodales, no slo situados en los centros de creacin de la especie leosa
respectiva, sino tambin, en un estado normal absoluto; lo cual, como desde luego se
concibe, no es posible en la realidad; pero en las aplicaciones puede sin error sensible
admitirse aquella ley de desarrollo, que segn se ha indicado, es una deduccin prctica,
comprobada hasta cierto punto, por todas las tablas de existencias, publicadas hasta el
presente.
de un ao
id.
id.
de dos aos
C+f.
id.
id.
de tres aos
C+2f.
id.
id.
de cuatro aos
C+3f
id.
id.
de T aos
C+(T1)f
Existencias de la parte
Existencias de la parte
Existencias de la parte
Existencias de la parte
.
.
Existencias de la parte
Las existencias totales del monte, estarn representadas naturalmente por la suma de las
de cada una de las T partes en que se halla dividido, esto es, por
TC+f(1+2+3+4+5+..+(T1))
o lo que es lo mismo
C+(T1)f
de modo, que la relacin de tanto por ciento entre el capital constante del vuelo y la
renta, ser el valor x de la ecuacin
de donde
El segundo factor, como fcilmente puede observarse, es siempre menor que la unidad,
a la que se aproxima a medida que T aumenta, de modo que en el lmite superior de T,
esto es, cuando T = , se tiene
Cuando T = 0; se reduce a
es decir a una cantidad constante siempre, para la misma especie y para el mismo
monte.
Resulta por tanto, que los valores de x depende esencialmente del primer factor
es decir, que se hallan en razn inversa de los de T.
Y como x representa la relacin de tanto por ciento entre las existencias del vuelo y la
renta normal y T el turno de aprovechamiento, se tiene este primer principio de la
propiedad forestal: que la renta en especie disminuye a medida que se eleva el turno.
La produccin absoluta crecer con el turno, mientras este no pase de la edad del
mximo crecimiento medio y ser la mayor posible, cuando aquel coincida con esta; as,
que puede establecerse en general, que a medida que el turno se eleva, la produccin
absoluta aumenta, y la renta disminuye en el perodo en que el crecimiento medio anual
es creciente, y despus lo mismo la produccin que la renta, disminuyen sucesivamente.
La relacin hallada se refiere nicamente a la masa o volumen del vuelo; cuando se trata
de sus valores hay necesidad de echar mano de otro gnero de consideraciones, porque
los ltimos aumentan con la edad y la calidad de los rodales.
No es posible establecer y fijar con exactitud el aumento sucesivo de valor que
adquieren con la edad los productos de los montes, porque es tan variable y dependiente
de las circunstancias de localidad y de mercado, que en vano se pretendera hallar una
relacin constante. Nosotros, sin embargo, en la necesidad de adoptar una regla general,
vamos a suponer que aumentan de perodo en perodo en progresin geomtrica; y
estableceremos este supuesto, porque siendo el que menos favorece al principio que
sostenemos, ha sido tambin admitido por algunos de los que le impugnan, fundndose
precisamente en l para rebatirle. Por lo dems, que dicho aumento se verifica en menor
grado de lo que supone una progresin geomtrica, lo demuestra la diaria experiencia,
pues por nadie ni en parte alguna, se paga doble o triple por un rbol de cien aos, que
por otro de ochenta. Pero repetimos que le aceptamos, porque siendo el menos
favorable, si conseguimos demostrar, que la renta de los montes disminuye a medida
que el turno se eleva, lo habremos conseguido tambin y con mayor razn, para todos
los casos posibles en la prctica.
, en
cualquiera de los aos del primer perodo P; esto es, que cada una de las P partes
,
pobladas respectivamente con plantas de 1 a P aos de que consta, tenga un valor
pecuniario representado por V; admitiendo que los valores crecen de perodo en perodo,
en progresin geomtrica, podremos representar el de las existencias de cada uno de
ellos, llamando P a la magnitud del perodo, o lo que es lo mismo, al nmero de aos
necesario para que los productos varen de valor, del modo siguiente:
V
valor medio de
Vr2
valor medio de
perodo
PVr
PVr2
en el I perodo
Vr
valor medio de
PV
en el II perodo
en el III
Vr3
valor medio de
perodo
en el IV
PVr3
PVrm-1
.
.
Vrm-1
valor medio de
en el m perodo
La suma de los valores de las existencias de los perodos, ser el de las totales del
monte, es decir, que estarn representadas por
P(V+Vr+Vr2+Vr3++Vrm-1)
o lo que es lo mismo
de donde
en cuya expresin los valores de x estn en razn inversa de los de P. Si en ella se hace
mP = , esto es, si se supone el turno mayor posible resulta x > 0, pero siempre el
mnimo valor que puede tener; y como m representa el nmero de perodos del turno y x
indica el tanto por 100 en valor pecuniario de la produccin respecto al capital de las
existencias, resulta este segundo principio de la propiedad forestal que los intereses en
dinero decrecen cuando se eleva el turno.
Pero, en la mayor parte de las ordenaciones forestales, se aspira a hacer coincidir el
turno con la edad de mximo crecimiento de la especie leosa respectiva, por eso se ha
establecido en ellas como ley constante: que a mayor turno, mayor produccin absoluta
y menor inters en especie y dinero.
Por lo dems, es evidente, que cuando por exigirlo la necesidad de producir maderas de
grandes dimensiones para la marina y las construcciones civiles, se fije la cortabilidad
sobre la edad del mximo crecimiento anual, disminuirn a la vez, la produccin leosa
y con mucha ms rapidez las rentas en especie y en dinero.
El principio acabado de demostrar, que con razn puede llamarse el teorema
fundamental de la ordenacin, ha encontrado dentro y fuera de Espaa decididos
impugnadores. Unos ms versados en la economa poltica que en la ciencia de montes,
han credo, que por l se destrua la armona econmica, y sin ms prueba ni examen le
han rechazado por absurdo. Otros, sin ms fundamento que su inters, dudan de su
verdad y le afirman o niegan, segn los lugares y los compromisos, y algunos, con
mejor deseo que fortuna, han procurado restablecer la armona, que, como los primeros,
imaginaron destruida, pretendiendo demostrar el principio contrario; esto es, que los
intereses forestales crecan con la edad del aprovechamiento. Prescindiendo de las dos
opiniones primeramente enunciadas, que para nada debemos tener en cuenta,
indicaremos, respecto de la tercera, el origen del error que se comete sustentndola.
Muchos autores han presentado, como ejemplo de la marcha del crecimiento de los
montes, los volmenes del vuelo obtenidos por experiencias directas en determinadas
superficies; y algunos, apreciando la produccin de los montes, del mismo modo que la
de los rodales aislados, han establecido una teora sobre la renta de aquellos, que queda
destruida observando, que la produccin expresada de tal suerte, no tiene relacin
alguna con la renta normal. La renta supone la idea de un capital que la origine, y
adems exige, por su cualidad de permanente, la existencia constante de dicho capital en
las condiciones capaces de producirla, por manera, que los que para juzgar de las
relaciones de la produccin de los montes en el concepto de renta normal, que es el caso
ordinario considerado por la ciencia, toman las masas sucesivas de una hectrea, por
ejemplo, en diferentes edades, y asignndolas un valor cualquiera, comparan el
incremento de dicho valor en los diversos perodos, del turno, con el que sucesivamente
adquiere, en los mismos perodos, el de las existencias de la primera edad como un
capital impuesto, desconocen por completo la naturaleza y las tendencias de la
ordenacin forestal.
Para demostrarlo, presentaremos un ejemplo numrico, del absurdo procedimiento, por
el cual se ha pretendido destruir la opinin sostenida por hombres como Cotta y Grebe,
y profesada por todos los Ingenieros medianamente instruidos en la ciencia de montes.
Todo el afn de los que atacan el principio de la disminucin de la renta cuando se eleva
la edad del aprovechamiento, consiste en hallar un resultado anlogo al siguiente:
500.000
500.000
500.000
100.000
.
el de una de 50 aos
20.000
.
el de una de 1 aos
0,50
es decir, un capital enorme del cual son los 500.000 rs. algunos cntimos por 100; y ese
capital es el que el particular tiene inters en destruir y ese es, el que siempre destruye,
lo mismo en Alemania, que en Francia, que en Espaa, que en todas partes, sea
cualquiera el valor de los productos, que afectan igualmente a la renta anual que a las
existencias.
Creemos que con lo dicho basta, para que pueda juzgarse de los argumentos empleados
por los impugnadores de las doctrinas admitidas por los hombres ms eminentes por su
ciencia y explicadas en todas las academias de Europa.
Sin censurar nosotros su conducta, que atribuimos al natural deseo de adquirir gloria
destruyendo en un da la creencia de ms de un siglo, no podemos menos de deplorar,
que sin la instruccin, que slo con largos aos de estudio se consigue, contribuyan
entre nosotros a extraviar la opinin con grave dao de los altos intereses que los
montes representan en el orden fsico y econmico de las naciones.
III
Conocida ya la relacin entre la renta y el turno de los montes, fcil es darse cuenta de
los hechos que la observacin presenta, acompaando en todas las circunstancias y
localidades a la propiedad, y que difcilmente podran explicar los impugnadores del
principio fundado en aquella relacin. En efecto, dada la disminucin gradual de la
renta, nada ms lgico y natural, que el individuo procure reducir su capital leoso hasta
el punto en que mayor inters le rinda, y sea por consiguiente en todas partes, poseedor
de los montes bajos de turno mximos de 20 o 30 aos. Y como la ley es constante, se
observa la reduccin del turno, y como consecuencia forzosa la realizacin de las
existencias en todos los pases, as en los abundantes como en los escasos de montes; lo
mismo cuando estos dan grandes rendimientos, que donde su rentabilidad es pequea:
as en los climas fros, en que las leas y maderas son una de las primeras necesidades
de la vida, como en los templados en que aquellas tienen un limitado consumo. En
Francia desde 1789 a 1803; en Alemania en la primera mitad del siglo pasado; en Suecia
desde 1828 a 1858; en Espaa en los ltimos cuarenta aos: en todas partes y siempre,
la tala y la destruccin del monte alto ha sido siempre la consecuencia inmediata de su
traslacin del dominio pblico al privado. Tal es la sagacidad y previsin del inters
individual, que mucho antes de que la ciencia lo demostrase, sabia perfectamente que su
provecho y su ganancia estaban en la realizacin del capital leoso de los montes, por
ms que se redujese con su produccin absoluta la calidad de los productos!
Se ve, pues, que la nica, la sola garanta de la existencia de los montes maderables, es
su posesin por el Estado bajo cualquiera de las formas en que puede tener lugar; y que
de otro modo, lo mismo antes, que ahora, que despus, el particular siempre hallar un
provecho directo en su destruccin, porque con ella obtiene un rdito mayor de su
capital, que conservndolos alcanzara.
Pero al pedir la ciencia la pblica posesin de los montes, muchos economistas, poco
versados en la materia, extraviados por un ciego espritu de escuela y secundados por
agiotistas sin conciencia y sin patriotismo, se pronunciaron desde luego contra esa doble
deduccin de la teora y de la prctica, y arrastrando por tan funesto camino la pblica
opinin, se vieron aquellos, y desgraciadamente se ven amenazados todava, por una
falange de especuladores, apoyados con la mejor buena fe, por los que ms entusiastas
que verdaderos defensores de la escuela liberal-econmica, piden para el individuo, lo
que el inters del mismo no consiente. Y sin embargo, al punto a que hemos llegado, la
cuestin es de clarsima resolucin. Que los montes altos o maderables son de necesidad
absoluta, por la importancia econmica de sus productos y por la incuestionable y
benfica influencia que ejercen en algunos agentes del clima, en la salubridad, y sobre
todo en la existencia y distribucin de las aguas, no puede razonablemente negarse por
nadie medianamente instruido en las ciencias fsicas y naturales; y que el inters privado
no garantiza su existencia, antes por el contrario, que la amenaza constantemente, lo
hemos demostrado con un rigor matemtico; hay, pues, que optar, entre la desaparicin
de los montes, y con ella la prdida de las utilidades que proporcionan o su posesin por
el Estado.
[]
Tal es la esencia de los razonamientos con que los economistas atacan la propiedad
pblica de los montes, presentndolos unas veces en la forma escolstica con que
nosotros lo hemos hecho, o acompaados otras de declaraciones ms o menos lricas.
Considerados lgicamente, son falsos a todas luces los tres silogismos anteriores, y por
consiguiente falsa tambin la consecuencia que contra los montes se ha deducido. El
primero, porque supone que el Estado es propietario en el mismo sentido que el
individuo, y esto no es cierto. El Estado se hace propietario de los montes, porque
siendo estos necesarios y tiles no est garantizada su existencia por la posesin
privada. El segundo, porque se considera al Estado productor por los mismos motivos
que al particular, lo cual no siendo exacto como no lo es en la produccin forestal,
destruye la consecuencia. El tercero, en fin, porque se parte del supuesto de que el
individuo tiene el mismo inters en conservar la propiedad forestal, que todas las dems,
y nosotros hemos demostrado que sucede precisamente lo contrario; adems se da la
misma extensin a la palabra propiedad en lo supuesto y en la consecuencia, lo cual es
grandemente equivocado, porque la forestal, al mismo tiempo, que como todas,
concurre inmediatamente a la produccin, proporciona otros beneficios que no pueden
ser apropiados y se disfrutan en comn.
La fuente del error est, como se ve, en considerar a la propiedad forestal en idnticas
circunstancias que todas las dems, prescindiendo absolutamente de sus naturales y
necesarias condiciones de existencia y hasta de su origen distinto del de aquellas. La
propiedad y, en general, la apropiacin de la materia, no puede legitimarse sino en tanto
que se la considere como una forma de trabajo acumulado y ahorrado a que se da el
nombre genrico de capital. Por manera, que todo capital supone un trabajo anterior o
representa un servicio prestado, y slo por tal concepto puede considerarse legtima su
posesin. No deja por tanto, de sorprender que la escuela que ha tenido que apelar a este
origen para defender la propiedad de los rudos ataques de que ha sido objeto en los
ltimos tiempos, sea la que con ms encarnizamiento censure la posesin pblica de los
montes, cuando difcilmente podra probar, que en ellos, provenga el enorme capital que
el vuelo representa, de un trabajo humano anterior. Nadie desconoce, en efecto, que la
suceder en algn caso, no debe admitirse en general, porque para ello sera preciso
suponer, que la necesidad que produjo la realizacin del capital no vuelve a presentarse,
y lo que es an menos probable, que la renta de la propiedad no forme parte esencial del
presupuesto de la familia. De suerte, y la experiencia lo acredita, que en un porvenir
ms o menos lejano, la reduccin de los turnos y con ella la disminucin del capital y la
de la produccin de los montes, con todas sus consecuencias, sera tan segura como
inevitable[***].
Creemos, pues, poder concluir de lo expuesto afirmando:
1 Que la posesin de los montes maderables corresponde de derecho al Estado, porque
es la ms legtima, la ms moral y la ms conveniente.
2 Que esta posesin, lejos de expresar una contradiccin econmica, confirma, por el
contrario, la armona entre las ciencias sociales, porque se halla sancionada a la vez por
la ley moral, por la ley jurdica y por la ley econmica.
Y 3 Que la Administracin en nuestro pas no ha sabido en tiempos anteriores y no ha
querido en los presentes, garantir la existencia de la propiedad, como demostraremos
ms extensamente examinando su historia, su legislacin y su estadstica.
[*] Der Rationelle Waldwirth und sein Waldbau des hoechsten Ertrags, v. M. R. Pressler. Dresden, 1858.
Aechlen Ansichten der Waldungen und Forsten, v. J. Hazzi. Munchen, 1805.
Ideen aus dem Gebiete der Nationalkonomie und Staatswirthschaft, v. Dr. R. Murchardt. Goetingen,
1808.
Neuer Plan zu einer allgemeinen Revolution der bisherigen Forstverwaltung, J. J. Trunk. Franfurt, 1802.
[**] Rossi: Cours d'Economie politique. L. 27 y 28. J. S. Mill: Principes. II. 416.
[***] Admitimos con Buffon, que la duracin media de una generacin es de 19 a 20 aos, aceptada
generalmente por todos los estadistas.
[****] Si se desean ms detalles sobre este punto, vase la obra de Grebe citada en una nota anterior.
Anexo 4
Hilarin RUIZ AMADO. Estudios forestales. Los montes en sus relaciones con las
necesidades de los pueblos. Tarragona: Imprenta de Puigrub y Aris, 1872, vol. II,
p. 779-783, 805-819
ESTUDIO PRIMERO.
Principales condiciones de existencia y propiedades econmicas de los montes.
SUMARIO.I. A mayor turno corresponde: 1 Mayor produccin hasta la edad de la cortabilidad
absoluta, que es avanzada en las principales especies, que pueblan o deben poblar nuestros montes. 2
Menor relacin entre los productos anuales y las existencias necesarias para conseguirlos. 3 Mayor
renta hasta la edad de la cortabilidad a ella relativa, que es tambin muy avanzada en las principales
especies forestales. 4 Mayor inters o rdito del capital forestal hasta la edad de la cortabilidad
comercial, en que se obtiene el mximo igual al tanto por ciento admitido en la localidad para tales fincas,
consiguindose aquella, de ordinario, a una edad no muy avanzada y desde ella en adelanto menor
inters; de manera que ste siempre resulta as respecto al rdito admitido excepto a la edad
correspondiente a dicha cortabilidad. II. El rdito mximo debe ser mayor en los montes que en los
campos en atencin a que: los primeros no son accesibles a las pequeas fortunas por exigir un capital
considerable para ser bien y econmicamente administrados, lo que implica dificultades en el traspaso de
unas a otras manos por falta de concurrencia; por ser muy limitado el mercado de sus productos y
necesario gran nmero de aos para conseguir la renta en unos casos y en otros corregir las consecuencias
de una falsa apreciacin; por no poder ser arrendados y finalmente por hallarse ms expuestos que los
campos a perjuicios de consideracin, no obstante de tener en su favor las ventajas siguientes: 1 no ser
preciso aprovechar y vender en una poca determinada los productos anuales pudindose aplazar o
anticipar las cortas segn los precios 6 las necesidades del propietario, y 2 aumentar las rentas, esto es
hacer ms intenso el cultivo sin tantos riesgos de perder el capital al efecto empleado en las fincas. III.
Los montes regulares y muy especialmente los altos de elevado turno son los que dan con menores gastos
ms y mejores productos.
I.
Para poder conseguir ms fcilmente nuestro objeto es de todo punto indispensable que
empecemos por demostrar, como teorema fundamental de las condiciones y propiedades
econmicas de los montes, las cuatro proposiciones siguientes:
A mayor turno corresponde:
1 Mayor produccin hasta la edad da la cortabilidad absoluta, que es avanzada en
las principales especies, que pueblan o deben poblar nuestros montes.
2 Menor relacin entre los productos anuales y las existencias necesarias para
conseguirlos.
3 Mayor renta hasta la edad de la cortabilidad a ella relativa, que es tambin muy
avanzada en las principales especies forestales.
4 Mayor inters o rdito del capital forestal hasta la edad de la cortabilidad
comercial, en que se obtiene el mximo igual al tanto por 100 admitido en la localidad
para tales fincas, consiguindose aquella, de ordinario, a una edad no muy avanzada y
desde ella en adelante menor inters; de manera que ste siempre resulta as respecto
al rdito admitido, excepto a la edad correspondiente a dicha cortabilidad.
Comparando la primera proposicin con la tercera y la segunda con la cuarta resulta la
armona entre la produccin y capital leosos y sus valores, que tanto echaban de
menos los economistas en el teorema, que al mismo objeto se los ha presentado muchas
veces en forma paradjica por haber sacrificado la verdad al laconismo en la expresin
de aquellas, por no haberse ajustado bastante en su demostracin a los sanos principios
do la ciencia, omitido en ella razonamientos esenciales y haber empleado en sentido no
admitido por el uso y algunas veces con lamentable confusin palabras que tambin lo
son: esta primera armona se har ms evidente con la demostracin del teorema, pues
se ver que si no empieza la disminucin del rdito (cuarta proposicin) desde el
principio del turno, es debido al valor del suelo, que en la segunda no entra en la
comparacin y finalmente tambin se comprender por lo que en ste y el artculo
segundo digamos, que si entre la produccin leosa y la agrcola hay notables
diferencias, no alcanzan el lmite de las antinomias.
los indicados gastos, al objeto de ver si el que a las existencias corresponde compensa o
no los sacrificios, que el dueo del suelo se impone para convertirle en monte de un
turno dado, no slo privndose de sus intereses, sino de los valores que representan los
gastos hechos hasta el fin del plazo.
El valor de las existencias es evidentemente igual al que resulta de multiplicar la
cantidad de cada clase de sus variados productos por el precio que les corresponde en
pie, si son desde luego realizables con ventaja o el que podrn adquirir en plazo ms o
menos largo descontado a intereses compuestos durante el mismo, si por la variacin de
los productos y los precios conviniera ms obrar as para todos o parte de aquellos.
En una sociedad ilustrada el valor del suelo, desnudo de vegetacin y a montes
destinado, le determina la prctica do las transacciones, el precio corriente en el
mercado; pero no sucede lo mismo cuando ya se halla cubierto de vegetacin forestal,
porque con ella es susceptible de dar rentas muy distintas con gastos tambin diferentes
y no proporcionales, ya que varan con la edad y composicin de aquella, no slo por la
mayor o menor acumulacin de los intereses, sino tambin con los gastos de cultivo,
que exija la repoblacin, segn que ms o menos se haga contribuir a la naturaleza;
aquella diferencia, har asimismo variable el capital de que procede, el que el suelo
representa, como es consiguiente permaneciendo igual el rdito o tanto por ciento
admitido en la localidad para tales fincas.
Estas breves indicaciones bastan para comprender las dificultades que en la prctica
presentar la determinacin tcnica del valor del suelo, y no pudiendo entretenemos a
dilucidar completamente esta delicada materia, nos concretaremos a indicar cmo se
debe obrar en dos casos de los muchos que pueden presentarse; es a saber, cuando se
pide conocer el valor del suelo de un monte regular y de renta constante y cuando lo
mismo se pretende relativamente al que se halla completamente desnudo de vegetacin
forestal, siendo sta su nico destino til y no estando bien determinado por las
transacciones, como acontece en muchas localidades de Espaa.
Supongamos para el primer caso que se trate de determinar el valor del suelo de la
seccin de ordenacin, a que se refiere el cuadro precedente y que el rdito o tanto por
ciento admitido sea 4, trmino medio de los entre que flucta en Espaa el
correspondiente a tales fincas[iii].
Es indudable que multiplicando por 25 cada una de las rentas lquidas, que en la lnea
18 aparecen, los productos nos dirn los diferentes capitales, que, en aquel supuesto,
corresponden a cada una de aquellas; pero stos se componen del valor de las
existencias ms el valor del suelo; aquel nos le da para cada turno la lnea 19, luego si
restamos este valor del capital correspondiente, la diferencia representar en cada caso
el valor del suelo; y como no resulta ni puede resultar igual, elegiremos el mayor,
porque l nos dice el beneficio que puede obtenerse de esta parte del capital, que la
finca representa, o lo que es lo mismo, este resultado nos dice como hemos de constituir
el monte para sacar del capital el mayor inters, que ser el admitido en la localidad
para las fincas de iguales condiciones.
En el ejemplo a que nos referimos, la edad a que esto se consigue, es decir, la de la
cortabilidad comercial, es 60 aos y el valor del suelo en las 100 hectreas 6.988
escudos, como consta en la lnea 20.
Para abreviar la discusin del segundo caso supongamos que se nos pide el valor de una
hectrea de terreno, que se pretende repoblar de una sola vez y es susceptible de dar a
diferentes turnos los mismos productos expresados en el cuadro precedente.
Es indudable que lo que buscaremos es conocer el capital que, impuesto a intereses
compuestos al tanto por ciento ya expresado, pueda darnos la mayor renta lquida.
Para determinar sta debemos conocer la cantidad y clase de productos que a diferentes
edades se pueden obtener por hectrea del suelo, que pretendemos valorar y el precio
por unidad, al objeto de deducir el valor total de los productos principales por hectrea a
distintas edades; pero como en otras precedentes se habrn realizado algunos valores
con los productos de las claras, para conocer el total de los ingresos a cada turno, debe
aadirse al valor de los productos principales el que corresponda a los de cada clara
aumentado de sus intereses compuestos durante los aos que han de transcurrir desde
que se realiza hasta el fin del turno y la suma de todos representar la renta bruta a cada
uno.
Los gastos se compondrn:
1 De los propios del cultivo del terreno aumentados con sus intereses compuestos
durante el nmero de aos de cada turno, sino fuere preciso hacer reposicin de marras
y otras mejoras, que, en caso afirmativo, deben tambin tenerse en cuenta con la
acumulacin de sus intereses compuestos desde que se hacen hasta el fin del turno.
2 De la suma de las cantidades pagadas por contribuciones y servidumbres aumentadas
con sus intereses desde que se hacen efectivas y
3 De los gastos anuales de administracin y guardera acumulados tambin con sus
intereses.
Para hacer ms comprensibles estas indicaciones desarrollemos los clculos en el
supuesto indicado, esto es, que el monte resultante nos de a cada edad los productos que
por hectrea corresponden en la seccin a que se refieren los dos cuadros anteriores,
siendo tambin iguales los precios, etc., etc., pues as dispondremos de los elementos
necesarios al objeto y la posibilidad de la comparacin en los resultados.
A los 40 aos tendremos:
Ingresos.
Productos principales, 97 metros cbicos, de los que 19,5 son de maderas, que a 3,600
escudos el metro cbico importan 70,200 escudos y 77,5 metros cbicos de leas, que a
1,200 escudos el metro cbico valen 93 escudos o sea en junto 163,200 escudos.
Productos intermedios, 61 metros cbicos de los que 6,1 metros cbicos son maderas y
54,9 metros cbicos leas y suponiendo que se realicen en dos claras iguales se tendr:
A los 20 aos 3 metros cbicos de madera que a 2,800 escudos valen 8,400 escudos y
27,5 metros cbicos de lea, que a 1,200 escudos importan 33 escudos y su suma de
163,200
De la 1 clara y sus intereses
90,207
De la 2 id.
62,160
TOTAL
316,067
Gastos:
De cultivo 20 escudos, que a los 40 aos ascienden con sus intereses compuestos a 20 x
4801 = 96020 escudos.
De Administracin y guardera 2 escudos anuales, que acumulados con sus intereses
compuestos ascendern al fin del turno a 2 x 98816 =197632 escudos,
De contribucin nada, pues suponemos que hasta los 40 aos llegue la exencin
concedida por ms o menos tiempo en todas las naciones a los terrenos nuevamente
repoblados, con lo que y con no incluir partida alguna por mejoras necesarias reducimos
los gastos cuanto es posible en las condiciones admitidas para la formacin del cuadro,
a que hacemos referencia.
El resumen de los gastos ser por consiguiente para la hectrea
Por el cultivo
96,020 escudos
197,632
id.
293,652
id.
316,067
id.
22,415
id.
que representa la renta lquida peridicamente percibida cada 40 aos y el valor del
suelo sera en tal concepto por hectrea de 5,895 escudos, segn resulta multiplicando
aquella por el coeficiente 0,263 sealado por la tarifa III de Nanquette.
Haciendo clculos anlogos para el turno de 60 aos se tendrn:
Ingresos:
Productos principales 194 metros cbicos, de los que 58,20 son de maderas, que a
4,851 escudos el metro cbico importan 282328 y 1358 metros cbicos de lea, que a
1455 escudos el metro cbico valen 197589 escudos o sea en junto 479917 escudos.
Productos intermedios 86 metros cbicos, de los que 12,90 son maderas y 73,10 metros
cbicos leas y suponiendo que se realicen en cuatro claras, de las que las dos primeras
sern las mismas que en el caso precedente y las otras dos comprensivas de la diferencia
de las cantidades totales por partes iguales en los decenios siguientes, resultar:
A los 20 aos, segn antes dijimos, el valor de los productos ser de 41,400 escudos
que, acumulados con sus intereses compuestos durante 40 aos, que han de transcurrir
hasta el fin del turno, ascendern a 41,400 x 4,801 = 198,761 escudos.
A los 30 aos la segunda clara dar productos por valor de 42 escudos, que acumulados
con sus intereses durante 30 aos ascender a 42 x 3,233 = 135,786 escudos. Para las
dos claras restantes quedarn disponibles 68 metros cbicos de maderas y 18,2 metros
cbicos de leas, por consiguiente
A los 40 aos la 3 clara dar 3,4 metros cbicos de madera, que a 3,500 escudos el
metro cbico valen 11,900 escudos y 9,l metros cbicos de lea, que a 1,400 escudos
valen 12,74 escudos y su suma de 24,64 escudos acumulada con sus intereses durante
los 20 aos restantes hasta el fin del turno ascender a 24,64 x 2,191 = 55,986 escudos.
A los 50 aos la 4 clara dar tambin 3,4 metros cbicos de madera, que a 4 escudos
valen 13,600 escudos y 9,l metros cbicos de lea, que a 1,600 escudos valen 14,560
escudos y su suma de 28,l60 escudos acumulada con sus intereses durante 10 aos
ascender a 28160 x 1,48 = 41,676 escudos.
El resumen de los ingresos ser por consiguiente:
Por los productos principales
Por los productos intermedios
479,917
1 clara
198,761
2 id
135,786
3 id
53,986
4 id
41,676
TOTAL
910,126
Gastos:
De cultivo 20 escudos, que a los 60 aos ascienden con sus intereses compuestos a 20 x
10,520 = 210,400 escudos.
De administracin y guardera 2 escudos anuales, que acumulados con sus intereses
compuestos ascendern al fin del turno a 2 x 247,501 = 495,002 escudos.
De contribucin de 1 a 40 aos nada y de 40 a 60 aos 1 escudo por ao y hectrea[iv],
que al fin del turno ascendern acumulados con sus intereses a 30,970 escudos.
El resumen de los gastos ser, pues, para la hectrea a 60 aos:
Por el cultivo
210,400
escudos
495,002
id.
30,970
id.
636,372
id.
910,126
id.
Queda lquido
273,254
id.
Y como este valor representa la renta, que se percibir peridicamente cada 60 aos, el
capital que la produce, es decir, el valor del suelo ser por hectrea igual a 28744
escudos o sea: cerca de cinco veces mayor que el resultante para el turno de 40 aos.
No continuamos los clculos para los dems turnos por no hacer este artculo
interminable y ser notorio que el valor del suelo resultar menor, ya que la edad de la
cortabilidad comercial se encuentra a 60 aos, segn la investigacin por la renta
constante.
Aquellos de nuestros adversarios, que carezcan enteramente conocimientos
dasonmicos, no dejarn de hacer numerosas objeciones contra nuestras teoras al
examinar estos resultados; no es posible que de todas podamos ahora librarnos entrando
en su detallada discusin; pero si lo haremos de las principales y que ya en otras
ocasiones se han presentado.
Dirn en primer lugar: de los clculos precedentes resultan valores distintos para el
mismo suelo y al mismo turno segn que se hagan para rentas contantes o peridicas, y
esto no puede ser.
As parece a primera vista, pero es realmente el mismo suelo, el mismo instrumento o
medio de produccin el que en uno y otro caso valoramos? no; porque en el primer caso
se halla en condiciones de producir ms con menos gasto que en el segundo, no slo por
la disminucin en los propios del cultivo sino tambin por las ventajas de la anualidad
que evita acumulaciones distintas y por lo tanto su valor debe ser mayor. Otros dicen;
estos resultados contradictorios son debidos a que es inadmisible el inters compuesto a
largos plazos como lo justifica que el capital social, aunque aumenta, no lo hace en la
escala que a aquellos corresponde.
Pero tampoco en esto tienen razn; porque negar el inters compuesto es lo mismo que
hacerlo del simple, de la renta y por consiguiente de la legitimidad de la propiedad, y
esto es improcedente: podr, pues, discutirse con ms o menos razn el tanto por ciento,
que en tal caso deba admitirse en los clculos, segn las condiciones probables de la
oferta y demanda de los capitales en cada uno de los perodos, en que puede dividirse el
turno; pero por ningn concepto negar la necesidad y la razn del uso en tales clculos
del inters compuesto; no siendo tampoco de ningn valor la cita que se hace de la
experiencia, porque se olvida que ni todos, ni aun la mayor parte de los capitales se
hallan colocados en las condiciones necesarias para producir y acumular sus intereses
compuestos, ni siquiera los simples, que hace desaparecer el consumo diario, as como
no pocos capitales, quedando otros improductivos por razones, que no tenemos
necesidad de recordar.
Algunos dirn tambin; pues que la acumulacin es tal que se puede obtener del valor
que resulta para el suelo un inters igual con slo dedicarle al pastoreo sin correr tantos
riesgos ni necesitar esperar tan grandes plazos para obtener rentas seguras, no debe
hacerse la repoblacin de los terrenos empradizados naturalmente o a lo ms procede
verificar la herbcea que no presenta aquellos inconvenientes.
Empezando por declarar que los clculos antes hechos no tienen otro objeto que el de
indicar el procedimiento, pues los resultados han de variar necesariamente con la
importancia de sus componentes originarios y aplazando otras consideraciones para
cuando tratemos de las miras del individuo y del Estado, contestaremos desde luego a la
objecin manifestando que sera atendible si fuera cierta la premisa, que no lo es en
muchsimos casos; si los montes no produjeran otros beneficios que el valor de sus
productos; si el inters social pudiera nunca confundirse con el individual; si el aumento
de las rentas acompaado indefectiblemente y por razn de la naturaleza de esta
produccin de la disminucin del rdito, no fuera indicio seguro de bienestar y de
progreso, de la aplicacin a los montes del cultivo intensivo, que tanto, y muchas veces
sin fundamento racional, se pide para los campos por los mismos enemigos de los
montes; cierto que en aquellos para que sea procedente es preciso que las rentas
aumenten de manera que el rdito admitido no disminuya; pero siempre ser evidente
que la razn porque se pide no es mirando a ste, que slo interesa a quien le obtiene, y
si en consideracin a aquellas, resultado que en los montes se consigue, como ya hemos
demostrado, aumentando los aos del turno, a que se aprovechan y favoreciendo al
consumo por hacer menos oneroso el servicio de los capitales al propio tiempo que se
da mayor intervencin en las rentas o mejor dicho en la produccin a las fuerzas
naturales
Dicho esto, que sentiramos no fuera bastante a convencer a nuestros ms intransigentes
adversarios, aunque si lo haya sido para causar a otros enojo por considerar prolijas o
innecesarias las explicaciones dadas, pasemos a demostrar brevemente la preinserta
proposicin.
El tanto por ciento no puede ser mayor en ningn caso, porque ello equivaldra a
disminuir el capital, a sufrir innecesariamente una prdida, ya que el admitido en la
localidad depende de condiciones ajenas a la propiedad y si puede variar con las
fluctuaciones de la oferta y la demanda, la misma marcha seguir el que corresponda a
todas las dems fincas, demostrando la experiencia no ser tales cambios muy frecuentes
ni especiales nunca a una determinada.
Pero puede el tanto ser menor en los montes con slo variar el turno a que se
aprovechan? No, dirn nuestros adversarios; s, decimos nosotros en la proposicin de
que nos ocupamos.
En efecto as sucede, as debe suceder no obstante de que las rentas aumentan a medida
que lo hacen los aos del turno, porque con ellos lo hace en mayor escala el capital de
que proceden o mejor dicho el valor de las existencias, que es la parte variable, como se
comprende fcilmente a la sola inspeccin de las cantidades consignadas en las lneas
19, 21 y 22 del cuadro referido.
La ltima, que en un todo justifica nuestra proposicin, sigue una marcha anloga a la
demostrada en la segunda para la relacin entre la cantidad de los productos anuales y la
que deben contar las existencias necesarias para producirlos, difiriendo slo en que la
disminucin en la ltima es constante desde el primer ao y en aquella slo se verifica a
partir de la edad correspondiente a la cortabilidad comercial, porque el valor del suelo,
que es una constante en los distintos capitales, que con los turnos resultan, ha de
disminuir tanto ms el rdito cuanto menores sean las rentas, esto es, cuanto menor sea
tambin el turno a que se refiere.
Algunos de nuestros ilustrados adversarios olvidndose de la necesidad de las
existencias para obtener rentas constantes y negando, cuando se trata de las peridicas,
la necesidad de admitir en los clculos los intereses compuestos, han pretendido negar la
verdad de la proposicin suponiendo que si la produccin aumenta en progresin
aritmtica, en la geomtrica lo hacen los precios con el tiempo.
Este supuesto no es cierto en la prctica; pero en l nos fundaremos para comprobar la
verdad de nuestra tesis con relacin a un monte de renta constante, ya que para los que
las den peridicas hemos demostrado que no tienen razn en su negativa y as nos
ajustaremos ms a su supuesto; y como es indudable que la marcha de los precios,
aunque no es regular y constante, ms se aproxima a la progresin aritmtica y con ella
la que siga el inters se ha de acercar ms a la que corresponde a la relacin entre la
produccin y capital leosos, evidente es que si en aquel demostramos que sucede y ha
de suceder lo que la proposicin dice, lo har con mayor motivo en el caso menos
desfavorable de los hechos reales, como ya lo justifica el cuadro precedente, segn
dejamos expuesto.
Ahora bien, llamando a el primer trmino de la progresin, es decir el valor del rodal
poblado de plantas de un ao; u el ltimo, esto es el valor de los productos anuales; r la
razn de la progresin formada por los valores de los rodales de edades diferentes; n el
nmero de trminos o de aos del turno y s ti la suma o valor de las existencias,
tendremos:
;
y como este valor de x, disminuye siempre que el de n aumenta, sea cualquiera el valor
de r, evidente es que cuando no se tiene en cuenta el del suelo, disminuye siempre el
inters del capital forestal, como tenamos anunciado.
Teniendo en cuenta el valor del suelo, que llamaremos S, la proporcin ser la siguiente:
;
dividiendo los trminos del 2 miembro por arn resultar:
Aumentando el valor de n,
disminuir y en tal concepto aumentar el valor de1
denominador; pero como al mismo tiempo diminuir en mayor escala, dentro de ciertos
limites de S, de r y de a el valor de
, resultar disminuido el denominador y
por consiguiente aumentado el valor de x, hasta que aquellos lmites se alcancen; cual
sea la expresin matemtica de stos en el supuesto admitido no se nos ocurre por ahora
y tal vez sea imposible fijarlos; pero de todos modos se comprende que se hallarn
cuando, en el supuesto de semejante aumento de los precios, el valor del suelo sea tan
pequeo relativamente al de las existencias que pueda despreciarse sin alterar
sensiblemente la relacin entre ellas y la renta lquida y desde entonces, segn la
frmula primera, el inters decrecer constantemente a medida que aumente el turno.
La experiencia universal dice que el lmite de la variacin en la marcha del inters se
encuentra a la edad de la cortabilidad comercial y que sta es tanto menor cuanto mayor
sea el rdito, mayores los gastos, menor la diferencia de los precios y peor la calidad del
vuelo, hallndose siempre a una edad tan poco avanzada[v] que, para las especies que le
admiten, debe buscarse en el mtodo de beneficio de monte bajo, a no ser que por la
rapidez de su crecimiento puedan aprovecharse en monte alto a turnos muy cortos,
como sucede a las especies blandas o blancas.
Creemos que con esto queda suficientemente demostrada la cuarta y ltima proposicin
del teorema fundamental.
De l pudiramos deducir desde luego algunas importantes consecuencias; pero como
en ellas hemos de basar ms adelante razonamientos concluyentes, por no repetirlos
para su lugar oportuno aplazamos el consignarlas, con lo que en nada perjudicaremos la
ms fcil inteligencia de la solucin que damos al complejsimo problema objeto de esta
segunda parte de nuestro libro; esto no obstante llamamos la atencin de los
economistas sobre la grandsima analoga que existe entre los principios demostrados y
el que el ilustre y malogrado Bastiat expresa en sus Armonas econmicas, al hablar del
capital, en los trminos siguientes: "A medida que los capitales aumentan, la parte
absoluta de los capitalistas (renta) en los productos totales aumenta y su parte relativa
(rdito) disminuye" bien sabemos que funda su demostracin en la concurrencia; pero es
indudable que si hubiera conocido las leyes de la produccin forestal habra utilizado
para ste y otros muchos puntos razonamientos ms concluyentes y no habra incurrido
en algunos errores, que como negros lunares aparecen en sus excelentes libros; los que
siguiendo sus ideas, muchas veces sin comprenderlas bastante, las desnaturalizan con
improcedentes exageraciones, harn bien en dedicar algn tiempo al estudio de las leyes
de la produccin forestal para evitar sus errores propios y los en que incurri a pesar de
su clarsimo talento el maestro, a quien pretenden imitar, de algunos de los cuales nos
haremos cargo ms adelante dejando los restantes, por no ser por ahora indispensables a
nuestro objeto, para cuando la discusin, que esperamos, lo haga necesario, si se
continuaran utilizando para demostrar la necesidad y conveniencia de poner todos los
montes en manos del individuo.
CUADRO demostrativo de la rentabilidad a diferentes turnos del monte-alto-regular calculado para una seccin
de ordenacin de 100 hectreas segn los datos experimentales de G. L. Hartig para los robledales de 1 calidad
40
Ingreso
s por
Productos
principales
(2)
48
60
80
Productos
intermedios
(5)
(8)
(9)
172
20
Volmen; metros cbicos (4) 194 225 209 176 141 124
Leas
186
180
109
96
15
21
27
39
57
84
236
220
114
132
36
Leas Volmen; metros cbicos (1 137 122 109 119 134 157
0)
172
161
(1
2)
373
370
(1
1.45 1.90 2.41 2.76
3) 514 992
7
0
4
4 3.081 3.272 3.4
(1
4) 200 200 200 200 200 200
200
200
(1
5) 100 100 100 100 100 100
100
100
Cultivo, 10
(1
6) 25,0 16,6 12,5 10,0
6,2
5,5
Gastos
por
id.
Id.
Id.
8,3
7,1
(1
1.14 1.59 2.10 2.45
8) 189 675
4
0
6
7 2.775 2.966 3.1
(2
2) 1,87 4,00 3,79 3,32 3,08 2,60 2,30 2,04 1,
[i] Cumple a nuestro deber hacer constar que en cierto modo en estos defectos incurrimos tambin
nosotros en obras y escritos anteriores, como es muy posible que en otros lo hagamos en sta a pesar del
cuidado que ponemos para evitarlo; pues es la cuestin tan compleja y tal la dificultad de resolverla
metdicamente sin dejar oscurecido alguno de sus puntos numerosos, que slo por correcciones sucesivas
podrn evitarse los defectos, y este libro ni es, ni puede ser por ahora otra cosa que un ensayo defectuoso,
entre otras muchas razones por el completo aislamiento y sensible precipitacin con que le escribimos.
[ii] Revista forestal, econmica y agrcola.1869. Pg. 68.
[iii] En el articulo siguiente examinaremos si debe o no ser mayor que el admitido para las propias de la
agricultura atendidos sus inconvenientes y ventajas.
[iv] En las fincas de renta peridica realmente la contribucin debiera serio tambin y calculada sobre la
renta lquida, que constituye la riqueza imponible.
[v] En el ejemplo a que los cuadros precedentes se refieren, se consigue a 60 aos, siendo as que la
absoluta se encuentra a 160 y como el suelo es de 1 calidad esto indica bastante cuanto ms reducida ser
aquella en la generalidad de los casos.
Anexo 5
Gustavo HEYER. 1872. Compendio de valoracin de montes. Madrid: Imprenta
Nacional, 123 p. Traducido del alemn por Francisco de P. Arrillaga.
Del prlogo del traductor:
"Las condiciones de un prlogo me impiden entrar en indicaciones ms extensas acerca
de un sin nmero de objetos y materias dasocrticas dependientes de la valoracin, y
habr de limitarme a dos de los puntos que descuellan sobre los dems, bajo el punto de
vista econmico el uno y bajo el cientfico el otro.
Resuelve de hecho la valoracin la cuestin econmica de los montes, y por lo mismo la
de su existencia bajo el dominio pblico.
Demustrase, en efecto, en la determinacin del valor posible del suelo, que este alcanza
su mximo a una edad tanto ms avanzada dentro de ciertos lmites, cuanto menor sea el
inters a que se considere impuesto el capital forestal, o lo que es lo mismo, que si el
propietario se contenta con un inters muy bajo, puede elevar su turno aproximndose al
absoluto; pero que, cuanto mayor sea el tanto por ciento que en su especulacin quiere
obtener de la finca, tiene que ir rebajando el turno en trminos tales que, si su codicia es
mucha, no hallar modo de satisfacerla en la economa forestal, y que, aun cuando se
contente con el 3 por 100, por ejemplo, para un pinar de pino silvestre, debe tratarle a un
turno 20 o 30 aos ms corto que el absoluto que a dicha especie corresponde, si le ha
de mantener en las mejores condiciones econmicas. No debe, pues, nunca conservar
montes altos a turno absoluto, que es el tipo del monte alto, el particular que conozca
sus verdaderos intereses y las condiciones econmicas de la propiedad forestal.
Y si se objeta que las circunstancias de un pas pueden variar hasta darse el momento en
que sea un inters regular el 2 o el 1 por 100, la valoracin demuestra que, aparte de que
entonces tambin variaran en igual proporcin los valores forestales, siempre
subsistira la relacin inversa entre el turno y el mximo valor posible del monte; y que
por tanto, rebajando aquel, aumentara el inters del capital que el suelo representa." (p.
X-XI)
"El turno es como el punto cardinal sobre que gira la economa forestal entera, como el
eje en que fundamentalmente se apoyan todas las fuerzas vivas del suelo y del vuelo,
como el punto de apoyo, repetimos, de la palanca forestal, a uno de cuyos extremos obra
el capital (suelo, vuelo), y el otro la renta (productos leosos, influencias cosmolgicas).
Es evidente, con efecto: varese el punto de apoyo, varese el turno, y a un mismo
capital correspondern distinta cantidad y calidad de productos, diverso inters al
dinero, diferentes influencias climatolgicas, diverso momento esttico, por decirlo de
una vez. As, continuando la comparacin y apurando el smil, se explicar como a un
brazo largo de palanca para la potencia, es decir, a turnos largos, se vence una gran masa
y se obtiene la plenitud de las influencias climatolgicas; pero, fjese bien la atencin,
a costa de la velocidad, esto es, a costa del inters, que es como la velocidad un factor
de relacin; porque es principio eterno que lo que se gana en fuerza se pierde en
velocidad.
El ordenador, por consiguiente, dadas las condiciones del propietario, fijar ante todo el
turno, dndole gran extensin si quiere obtener grandes resultados, grandes efectos
climatolgicos y hasta sociales, como cumple al Estado; de corta duracin, si quiere
movimiento, velocidad, inters al dinero, resultados inmediatos, cual corresponde a la
febril actividad del especulador individual." (p. XIII)
****
Determinacin del valor posible del suelo
A. Clculo del valor actual de los ingresos.
t = turno
At = renta peridica de t en t aos con inters p.
b) Gastos anuales.
v = gastos anuales:
Anexo 6
Federico JUDEICH. La ordenacin de montes. Madrid: Imprenta de Ricardo F. de
Rojas, 1913, p. vol. I, p. 80-82, 84-87, 100, 107 y 110. Sexta edicin ampliada por el
Dr. Max Neumeister, 1904, traducida al castellano por Eduardo Herbella y Zobel.
Elementos del tanto por ciento indicador
Toda industria debe formarse clara idea de cundo est su producto terminado, cundo
est maduro para la recoleccin. En el sentido en que el hilandero da por terminado su
hilo y el tejedor su lienzo, o en el sentido en que el agricultor puede llamar maduros a
sus cereales, no podemos hablar en el producto principal forestal, en la madera, de
madurez para la recoleccin.
Y, sin embargo, no se puede pensar en una explotacin racional sin decidir, por lo
menos en principio, esta cuestin. De un modo relativo tiene lugar esta madurez de la
madera cuando tenemos a la vista determinadas aplicaciones; sirve entonces de
fundamento a la llamada cortabilidad tcnica. Pero al forestal mismo interesa slo poco
el conocimiento de esta madurez relativa, pues no decide para l la cuestin de si
obrara mejor dejando en pie los rboles durante ms tiempo o cortndolos ms
temprano. Casi puede decirse que no hay que considerar una madurez fsica de la
madera.
Para encontrar respuesta a la importante cuestin de cundo estn nuestros rodales
maduros para la recoleccin, tenemos que buscar, por consiguiente, otros medios
auxiliares. Estos pueden deducirse de razones econmicas.
Si partimos de la idea de que el forestal debe saber no slo de qu manera puede
producir muchas y buenas mercancas, sino tambin cmo puede producirlas con
utilidad, obtenemos puntos de apoyo. Toda produccin de bienes slo puede ser dirigida
con utilidad para el productor, si el precio del bien producido cubre por lo menos los
gastos de produccin; si, por consiguiente, no slo paga el trabajo empleado, sino
tambin proporciona los intereses del capital fijo empleado, eventualmente con
amortizacin, los intereses del capital circulante consumido y este mismo capital. En la
produccin de la madera sucede lo mismo.
La determinacin y suma de los tantos por ciento a, b y c tratados en los prrafos
anteriores no es, por consiguiente, suficiente para medir la importancia econmica del
crecimiento, puesto que no slo corresponde a ste la misin de amortizar
exclusivamente el capital vuelo. El rbol o el rodal creciente ocupa un suelo,
anualmente hay que pagar gastos de administracin e impuestos; adems, por regla
general, es necesario un anticipo bajo la forma de gastos de repoblacin. El crecimiento
debe remunerar todos estos factores, si la explotacin ha de dar utilidad, es decir, si ha
de dar un rendimiento lquido.
Adems del capital vuelo tenemos que ocuparnos, por consiguiente, de gastos de
administracin, impuestos, capital suelo y gastos de repoblacin.
Aquel tanto por ciento, pues, que exprese el crecimiento del rodal en relacin con todos
estos factores, es capaz de dar respuesta a la cuestin de la madurez de recoleccin del
rodal. Si es todava ms elevado que el tanto por ciento adoptado para la explotacin, el
rodal es inmaturo, su aprovechamiento producira una prdida; si ha descendido por
debajo del tanto por ciento adoptado en la explotacin, el dejar en pie el rodal
ocasionara prdidas econmicas. Entre ambos grados est la madurez econmica del
rodal o sea aquel momento en que el tanto por ciento en cuestin es igual al adoptado en
la explotacin.
El gran mrito que Pressler ha contrado en el esclarecimiento de la ciencia y
explotacin forestal, estriba en esta teora de la madurez de recoleccin de los rodales.
Al tanto por ciento en cuestin llam tanto por ciento indicador, porque nos indica esta
madurez[*] para la recoleccin.
El introducir en el clculo los factores arriba mencionados ofrece, si ha de ser hecho con
exactitud matemtica, grandes dificultades, a causa de la determinacin de los
fundamentos necesarios para ello. Sin embargo, se puede encontrar por regla general
valores aproximados suficientes para la prctica. Los gastos de administracin, los
impuestos y el valor del suelo son cantidades que se expresan del modo ms
conveniente en forma de capital. Por esto hay que decidir primero qu tanto por ciento
se adopta, puesto que sin un tanto por ciento (p) aceptado de antemano para la
explotacin no se puede capitalizar. Por las razones desarrolladas detalladamente en el
25, debe calcularse para la explotacin forestal, a lo sumo, un inters de 5 por 100
aproximadamente.
[]
3) El valor del suelo.
El clculo del capital suelo B, puede tener efecto de tres maneras.
Distinguimos, siguiendo a G. Heyer:
a) El valor en venta,
b) El valor en coste,
c) El valor posible del suelo.
a) El valor en venta se determina segn la indicacin de ventas de suelo conocidas. Es
una magnitud utilizable solamente cuando puede deducirse como promedio de
numerosas compras. Al mismo tiempo hay que tener adems en cuenta que los datos
adquiridos para superficies pequeas no pueden jams servir de medida para las grandes
masas de monte. Circunstancias casuales proporcionan, con frecuencia importantes
valores de afeccin a los predios pequeos, particularmente en la proximidad de los
poblados.
b)El valor en coste del suelo se compone de la suma de gastos que se han invertido para
conseguir un suelo capaz para la repoblacin. Estos gastos se componen del capital de
compra, del gasto para ponerlo en condiciones de repoblacin (no confundirlo con los
gastos de repoblacin) y los intereses acumulados desde este gasto hasta la poca de la
capacidad para la repoblacin.
Ejemplo. Una hectrea de suelo de monte encharcado cuesta 40 marcos; para el
saneamiento debe pagarse inmediatamente 60 marcos; despus de dos aos se hace el
suelo capaz para la repoblacin; se calcula con el 3 por 100 el valor en coste en (40 +
60) 1,032 = 106 marcos.
Tambin el valor en coste del suelo puede en determinadas circunstancias discrepar tan
considerablemente de su valor econmico, que slo en determinados casos especiales
puede servir de base al clculo.
(23), se obtiene su valor mximo (Bu), que designamos con el nombre de valor
econmico del suelo.
El clculo se efecta del modo ms breve como sigue:
Los rendimientos de un rodal se componen del aprovechamiento principal y de los
aprovechamientos intermedios; frente a ellos est el gasto por repoblacin, recoleccin,
administracin e impuestos. Todos los gastos y rendimientos deben referirse a una
misma poca, para poderlos comparar. Lo ms conveniente es deducir los gastos de
recoleccin inmediatamente de los rendimientos correspondientes, y, por consiguiente,
hacer entrar estos ltimos en el clculo libres de aqullos.
Si designamos por Hu el rendimiento principal en el ao u libre de los gastos de
recoleccin, por Da, Db etc., los aprovechamientos intermedios libres de los gastos de
recoleccin, que se realiza en los aos a, b, etc., importa la suma de los rendimientos
referidos al ao u:
Hu+Da 1,0pu-a+Db 1,0pu-b
El valor de los gastos de repoblacin k es en el ao u= k 1,0pu.
La expresin
Hu+Da 1,0pu-a+Db 1,0pu-b k 1,0pu
nos da una cantidad que es igual a la suma del valor final para el ao u de la llamada
renta bruta del suelo (r); es decir, una renta que est todava gravada con los gastos de
[**]
Ejemplo. Un pinar que se ha de explotar a turno de 60 aos, da por hectrea los
siguientes rendimientos, libres de gastos de recoleccin: aprovechamiento principal,
1.800 marcos; aprovechamientos intermedios en el ao 20,8 marcos; a los 30 aos, 32; a
los 40 aos, 40, y a los 50 aos, 40. Los gastos de repoblacin de una hectrea importan
40 marcos; los gastos anuales de administracin e impuestos, 6 marcos. Qu valores
tienen r y Bu, adoptando el 3 por 100?
marcos.
En una explotacin de monte ordenada por contabilidad, ser siempre posible
determinar un nmero aproximadamente exacto para el valor econmico del suelo, que
baste para el clculo sucesivo. Debe buscarse para ello rodales que puedan ser
considerados como promedios utilizables y emprender aquel camino de aproximacin
que ha sido propuesto en el II libro para la determinacin del capital fundamental en
general. Se considera el rendimiento total libre de los gastos de recoleccin del rodal
correspondientes prximamente al turno financiero como inters final del capital
fundamental buscado (G), y se calcula ste, dividiendo el rendimiento total por 1,0pu1.
Se tiene entonces G(V+S+C)=Bu.
Por lo dems, cunto ms exacto sea poner en cuenta, para todas las investigaciones
econmico-financieras, el valor del suelo con aquella magnitud con que grava la
explotacin, tanto ms justificado parece tambin determinar para el clculo del tanto
por ciento indicador un valor del suelo, aprecindolo con el auxilio de datos estadsticos
sobre valores en coste y con auxilio del clculo de una serie de valores posibles del
suelo; pero no considerando ese valor del suelo entonces como una magnitud que oscila
con la alteracin de los precios de la madera, sino como una magnitud constante. Ms
tarde volveremos sobre esto. Aqu, como base de la teora, puede emplearse en los
ejemplos sencillamente Bu.
[]
EL TURNO
18
Concepto
Por turno se entiende el espacio de tiempo que transcurre desde la creacin de un rodal
hasta su aprovechamiento, combinado con la nueva repoblacin.
Se llama edad de corta principal o de cortabilidad al fin de este espacio de tiempo; es
decir, a la edad del rodal en su corta. Si sta coincide con la que ha sido reconocida
como la ms ventajosa para los fines de la explotacin, es normal; por el contrario, es
anormal, cuando el rodal debe llegar a la corta ms temprano o ms tarde.
Las anomalas se presentan por fenmenos meteorolgicos perturbadores, destrozos por
insectos, incendio, etc.; pero tambin, particularmente, por consideraciones exigidas por
la explotacin respecto a la sucesin de cortas.
Los diferentes turnos se apoyan sobre las diferentes cortabilidades que distinguen la
ciencia y la prctica.
Las cortabilldades son:
1) La fsica.
2) La del mximo rendimiento en especie, llamada tambin forestal y econmica.
3) La tcnica.
4) La de la mxima renta del monte.
5) La financiera.
A cada una de estas contabilidades corresponde un turno determinado.
[]
El turno financiero.
Entendemos por turno financiero, aquel con el cual proporciona el monte el mximo
rendimiento lquido, la mxima renta del suelo en la hiptesis de un determinado tanto
de inters para la explotacin.
Coincide con aqul con el cual se calcula el mximo beneficio industrial, bajo la
hiptesis de un determinado valor del suelo o el mximo inters medio anual del fondo
total de produccin activo en el monte. (G. Heyer, 76, 1 edicin, p. 107 etctera.)
El camino ms sencillo para la determinacin del turno financiero, es el del clculo de la
renta del suelo. Hay que proporcionarse para este objeto, en el monte o en el rodal en
cuestin, todos los datos posibles, y se calcula despus la renta del suelo para diversos
turnos. Aquel que prometa la mxima renta es el financiero. Aun cuando sera muy de
desear poseer para esto tablas locales completas y financieras de produccin, no es
posible esto, sobre todo para turnos elevados, dada la variabilidad de los factores. La
prctica no puede, por consiguiente, ajustarse jams por completo a la verdad: no hay
ms remedio, pues, que contentarse prcticamente con resultados aproximados, como
tiene que suceder en la determinacin de cualquier turno, no slo del financiero.
[*] Vase los trabajos de Pressler, en "Allgem. Forts-u. Jagdztg." Revista general de Montes y Caza,
1860. "Zur Verstndigung ber den Reinestragswaldbau und sein Betriebsideal". Para la inteligencia de la
Selvicultura del rendimiento lquido y el ideal de su aprovechamiento.
El moderno trabaja del Director Superior de Montes Bose (188) no pudo inducir a alterar nada del
contenido de los prrafos que tratan del tanto por ciento indicador.
Stoelzer ha indicado en "Allgemeine Forst-und Jagdzeitung", Revista general de Montes y Caza, de 1894
(cuaderno de Junio), que ya Knig haba sido antes de Pressler un precursor de la Esttica.
[**] Desarrollada primeramente por Faustmann, en "Allgem. Forst-und Jagd-zeitung" (Revista general de
Montes y Caza), 1849; pero publicada sin referencia directa a la prctica.
Anexo 7
Monte. Enciclopedia Universal Europeo-Americana Espasa-Calpe, t. 36, Madrid,
1918, pp. 447-450.
[]
B.- Constitucin y funcionamiento del capital forestal
Hay en toda explotacin de esta clase tres capitales que funcionan conjuntamente: el
capital circulante, que sirve para remuneracin del trabajo del hombre y colabora a la
recoleccin de la cosecha, mejoras, conservacin, etc.; el capital suelo, que puede
definirse con Huffel diciendo que es lo que queda despus de la tala, es decir, el suelo
con las cepas, races, semillas, humus, hojas muertas y abono natural, y obras de arte
inamovibles (mojones, caminos, construcciones, etc.); y el capital vuelo, caracterstico
del monte y formado por las masas de arbolado que le constituyen. Los dos primeros
capitales dan una renta y estn colocados a un inters siempre fcil de determinar, pero
no ocurre lo mismo con el tercero, pues as como en las explotaciones agrcolas se
conoce siempre el momento de la madurez del producto, es decir, la poca de la
recoleccin, no ocurre lo mismo en las forestales, donde este momento de madurez no
est naturalmente determinado, y donde, adems, en un instante cualquiera de la vida de
las masas hay siempre una o ms cosechas en periodo de formacin que ocupan una
superficie ms o manos grande de la extensin total explotada.
He aqu por qu no puede formarse concepto de este capital sin fijar antes un criterio de
explotacin; a este criterio se llama cortabilidad en economa forestal, y turno al
intervalo de tiempo que transcurre entre el nacimiento de una masa y su poca de
aprovechamiento.
Cortabilidad. Reuss clasifica los criterios de cortabilidad del siguiente modo:
I. Cortabilidad correspondiente a los fines que llenan las masas 1 Cortabilidad fsica.
en pie
2 Cortabilidad extraforestal
a. Mirando al producto en
especie
3 Absoluta.
4 Tcnica.
II. Cortabilidad correspondiente
al aprovechamiento de maderas
y leas
5 Econmica.
, o sea
pero puesto que a la edad del mximo crecimiento medio ste es igual al anual, se
tendr
de donde se deduce
estar en su mximo y si
el crecimiento medio es
ser decreciente.
Para este clculo son muy tiles las tablas de productibilidad, y este criterio de
cortabilidad es el que se aplica en los montes espaoles por la Administracin del
Estado.
4 La cortabilidad tcnica es aquella edad en que los rboles pueden dar un producto
determinado, como por ejemplo, postes de minas, palos de telgrafo, traviesas, etc., y se
aplica generalmente por entidades particulares (Compaas ferroviarias, mineras, etc.), o
cuando se desea realizar en dinero los productos en un momento determinado.
5 La cortabilidad econmica es aquella edad en que el aprovechamiento de la especie
de que se trate pueda proporcionar mayor nmero de empleos diversos o servicios
posibles. Dicha edad es la ms avanzada posible dentro del perodo de madurez natural,
puesto que a mayores dimensiones del rbol mejor puede despiezarse para diversos
usos, y menor tambin es su prdida por la labra. Dados los naturales usos de la madera,
la cortabilidad econmica puede perfectamente llenarse con la forestal o absoluta.
6 La cortabilidad que da el mximo de renta del monte, en dinero, se obtiene hallando
experimentalmente el valor de n que hace mxima la expresin:
prescinde de los intereses de los valores en los aos que transcurren desde su realizacin
hasta la edad n del turno.
7 La cortabilidad que da el mximo de renta del suelo, o cortabilidad financiera, se
determina fijando de antemano un tanto de inters para la explotacin, y viendo despus
la poca en que es mxima la renta lquida del suelo. Consideremos una masa de 1
hectrea de extensin y supongamos que por experiencia directa se ha determinado los
valores p1, p2, p3 de sus productos principales a las edades n1, n2, n3Si se corta la
masa a los n aos, obtendremos una renta peridica de p pesetas, mas, si partimos como
hiptesis fundamental de que durante el nmero de aos del turno, n, ha funcionado el
capital al tanto por 100 constante t, es claro que los crecimientos de cada ao se
aadirn al volumen ya existente como se aaden al capital las rentas que funcionan a
intereses compuestos, es decir, que el suelo es un capital capaz de producir la renta
peridica p cada n aos, y por tanto, que su valor S puede formularse
de donde se deduce
Ahora bien, si llamamos Ia, Ib a los productos intermedios que se obtienen dentro del
turno n, a las edades a, b etc., el valor del suelo ser
Pero como por otra parte se gastan el primer ao en la repoblacin R pesetas que, a
inters compuesto, suman al ao nR(1+t)n pesetas, y adems anualmente la suma
A+G+i en administracin, guardera e impuestos, resultar con el turno n una renta
lquida anual del suelo
(1)
Hallando el valor de n que hace mximo el de r obtendremos la poca de la cortabilidad
financiera que buscamos con arreglo a la definicin.
Fcil es ver que esta edad es tanto menor cuanto ms grande es el valor de t, as como
tambin que es pequea la influencia de los gastos de repoblacin, guardera,
administracin e impuestos, siendo, en cambio, muy grande la del valor del producto
principal y los intermedios; la alteracin del precio de la unidad de los diversos
productos es poco sensible, en general, si afecta a todos ellos, y ms importante cuando
slo afecta a los productos principales o a los intermedios.
8 En las masas donde se aprovechan los productos secundarios (jugos, cortezas, frutos,
etc.) hay que aadir al valor (1) de r, el resultado de sumar las rentas que por este
concepto se obtengan los aos m, m, m etc., del turno n, con los intereses que
produzcan hasta este ao; si llamamos s, s, s a dichas rentas, su suma ser el ao
n
= s(1 + t)n-m + s(1 + t)n-m +
es decir, que el suelo producir por este concepto cada n aos la renta que equivale a la
anual
(2)
Este valor de es lo que se llama tanto indicador por los alemanes (Pressler, Judeich) y
tanto de colocacin por los franceses. Si es menor que el t elegido, la edad de nuestra
explotacin ser mayor que la de la cortabilidad financiera, ocurriendo lo contrario si
es mayor que t y, por lo tanto, que en ambos casos obtenemos una prdida con la
realizacin del aprovechamiento a la edad n. Huffel hace una traduccin grfica muy
interesante sobre este punto. Sean (fig. 7) OX un eje de edades y OY otro de valores, y
representemos en valor S del suelo por la magnitud OS. Hasta una edad determinada OA
el valor V de la frmula (2) es cero; mas a partir de ella va creciendo segn la curva aR,
y el ao n = ON tendr el valor nn y, por tanto,
Y = Nn = S + Vn
Este mximo tiene lugar cuando las curvas Smr y SamR son tangentes, y entonces la
edad OM es la del turno financiero, puesto que la renta del suelo llega a su mximo, por
lo cual dicha edad es tambin la del mximo tanto indicador, Fcil es demostrar,
finalmente, que en el ao OM, el tanto indicador es igual al tanto de formacin del
valor del monte. En efecto trazando la tangente mT su coeficiente angular ser con
respecto a la curva SamR de formacin del valor
se trata es claro que siendo el tratamiento a turnos largos el que produce el menor tanto
de inters ser el ms propio para el Estado en los montes de proteccin. Si por
circunstancias legales el Estado es dueo de otros montes que no llenen este papel en la
economa social, debe aplicar la cortabilidad financiera, procurando el mximo
rendimiento del suelo, siempre y cuando la produccin de maderas de grandes
dimensiones, posibles de obtener slo con turnos largos, sea lo suficiente en el mercado
para evitar un oneroso tributo de importacin al extranjero.
La vida precaria de nuestras Corporaciones provinciales y municipales causada por
nuestro rgimen poltico centralista, aconsejara quiz en los montes pertenecientes a
estas entidades la adopcin del turno que ms satisfaciera de momento la demanda del
mercado; ms la necesidad de tutora del Estado engendrada por la incapacidad
administrativa de dichas Corporaciones, y la posibilidad de que muchos de estos montes
llenen tambin papel preponderante en la economa social, hace necesario, al menos en
Espaa, seguir con ellos el mismo criterio de explotacin que en las del Estado. Por
ltimo en los montes particulares, y salvo la adopcin de una cortabilidad extraforestal,
es sin duda el turno financiero, o sea la colocacin al mximo inters, el nico criterio
aceptable.
Hoy por hoy, la disminucin en la demanda de grandes piezas de construccin,
procedente del empleo del hierro, acero y hormign armado, hace casi general la
conveniencia de la cortabilidad financiera, salvo en los montes de proteccin, o en los
que por razones especiales haya que adoptar un criterio extraforestal de explotacin. Por
lo dems, en los primeros basta ordinariamente aplicar el turno correspondiente a la
edad en que igualan el crecimiento medio y el anual, para satisfacer tanto el fin de
proteccin como el de abasto del mercado de piezas de grandes dimensiones.
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Copyright Vicente Casals Costa, 2005
Copyright Scripta Nova, 2005
Ficha bibliogrfica:
CASALS, V. El turno forestal, la propiedad de los montes y la recepcin de la frmula
de Faustmann en Espaa, 1849-1918. Geo Crtica / Scripta Nova. Revista electrnica
de geografa y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de febrero de
2005, vol. IX, nm. 182. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-182.htm> [ISSN: 1138-9788]