Barron, T.A. - (JM04) - El Espejo de Merlin
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EL ESPEJO DE
MERLIN
T. A. Barron
T. A. BARRON
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T. A. BARRON
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Sumido
en
EL ESPEJO DE MERLIN
brumosos
sueos
recuerdos
sombros
en ciudades legendarias muy brevemente he
vivido...
Bravos
mares
he
surcado,
de
esplendor
cristalino,
y de legendaria gloria me he revestido.
De un poema del siglo VI,
La cancin de Dyfyddiaeth
T. A. BARRON
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EL ESPEJO DE MERLIN
Prlogo
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PRIMERA PARTE
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1
Sombras
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2
El bolarva
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3
Secretos
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mismaqu!
Antes de que pudiera preguntarle de qu estaba hablando, una
enorme cabeza se elev por encima de los marjoletos que crecan
corriente abajo. Gwynnia! Cuando extendi su largo cuello escamoso,
su oreja tiesa parti varias ramas, provocando la cada de una lluvia
de hojas. Sali de entre los rboles, con las alas plegadas y apretadas
contra el inmenso lomo, y se agazap ante nosotros. La luz
anaranjada de sus ojos se reflej vivamente en el agua.
Un dragoterror! chill el bolarva, al tiempo que ocultaba la
cabeza bajo mi axila. Estamos condenamuertos, hasta el finltimo
de mismonosotros.
Tonteras repliqu. Ese dragn es amigo nuestro.
No te har dao aadi Hallia.
Al or la voz de su amiga, Gwynnia aporre enrgicamente el
suelo con su cola. Sin embargo, uno de sus golpes alcanz a un
marjoleto y lo arranc de cuajo. El rbol se desplom con gran
estruendo sobre el arroyo y esparci un aluvin de ramas y barro por
toda la orilla. Al verlo, el bolarva solt un alarido... y se desmay. Se
qued tendido en mi regazo, inerte como una tnica empapada.
Incluso sus colas, antes tan apretadamente enrolladas, pendan ahora
flcidas a su espalda. La cabeza de Gwynnia, ya casi sobre nosotros,
se lade con expresin intrigada.
Acarici la lisa piel del bolarva.
Este tipejo no tiene madera de aventurero. Creo que
deberamos mandarlo de vuelta por donde ha venido.
A las Marismas Encantadas? pregunt Hallia. Es el ltimo
lugar adonde deberas mandarlo.
Es de donde viene.
Pues ha sido muy listo por escapar! Es un lugar maligno,
mortfero, con trampas letales en cada recodo. Mi pueblo, como casi
todos los dems pueblos, con excepcin de los espritus de la
cinaga, lo evita siempre que puede.
Mira, est claro que necesita vivir cerca del agua. Y lejos de los
dragones. No s cmo ha llegado hasta aqu, pero seguro que lo
mejor es devolverlo a su casa.
Hallia neg con la cabeza y toc el hmedo dorso del bolarva.
Te digo que es una locura. Adems, esa maldita cinaga est
justo al otro lado de la isla.
Al detectar cierta inseguridad en su voz, me puse rgido.
No me crees capaz de conseguirlo?
Bueno... no. No lo creo.
La mir hoscamente, con las mejillas encendidas.
Saltar es una de las habilidades ms arriesgadas para un
mago. T mismo me lo has dicho.
Estrell un puo contra la orilla y me manch la tnica de barro.
Ya veo que no me crees capaz.
Y si lo mandas a otro lugar por error?
No cometer ningn error! En ese momento repar en mi
sombra, que pareca mover de nuevo la cabeza de lado a lado, y me
mord el labio. Y, si por casualidad me falla, por lo menos
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Muertedolor
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alturas?
Apret los dientes y me encorv para recoger mi cayado.
Oye, lo siento. No tena ni idea de que mi intento de Saltar
saldra tan mal. Arrepentido, oprim la nudosa curva del mango de
mi cayado. Olvid la primersima leccin, lo que Dagda llamaba el
alma de la hechicera: humildad.
Furioso conmigo mismo, introduje el cayado en mi cinturn.
Necesito otros cien aos de prctica, antes de volver a intentar
algo semejante. He podido mandarnos a otro pas, o incluso a otro
mundo!
Hallia neg con la cabeza.
No, no. Mis pies, mi nariz, todos mis huesos me dicen que an
estamos en algn lugar de Fincayra. Inspeccion los rboles
sumidos en sombras que nos rodeaban. Este bosque me recuerda
mucho a otro muy antiguo en el que estuve hace aos, cuando
todava era una nia cervata. La mezcla de rboles, su distribucin,
todo me resulta de lo ms familiar. Pero aquel lugar estaba mucho
ms vivo! Qu clase de enfermedad puede atacar a todo un bosque
como ste?
Ajjj refunfu una voz angustiada desde detrs de las
prominentes races de un cedro. Terribloso muertedolor.
Corrimos hacia all. El bolarva, con sus redondos ojos ms
apenados que nunca, se retorca entre las races. De sus pinzas
colgaban esquirlas de corteza y trozos de aguja de pino, su vientre
acolchado se estremeca al menor movimiento y sus bigotes se
curvaban con displicencia. Sin embargo, mi segunda visin, ms
aguda que la vista de una lechuza en el umbro bosque, no detect
rastro alguno de lesin.
Me acerqu a l y trat de arrancar una rama pegajosa de savia
de una de sus colas. El bolarva se encogi ms para apartarse de m.
Ya no tienes nada que temer lo tranquilic. El dragn no
est aqu.
Pero monstrumanos s! Levant el hocico y olisque el aire,
al tiempo que sus ojos se abran an ms desmesuradamente. Y
muypeor, verdaderosamente muypeorms, estamos en el sitiorroroso
donde menosmuy voyaquiero estar. Sucumbi a un ataque de
escalofros y gemidos. Sitiorroroso...
Hallia contena el aliento.
Acaso sabes dnde estamos?
Seguroso gimi el bolarva. N... no fraganciolis el
aromaticoso charcocieno?
No, yo no declar. Sea lo que sea eso de fragancieno.
Charcocieno! El bolarva cerr los ojos y mascujo :
Monstrumanos! Son verdaderosamente cortobtusos!
Lo sacud hasta que volvi a abrir los ojos.
Dnde crees que estamos, eh?
Nos lanz una mirada funesta.
En
el
arbolosque
oscuroso,
el
surlindero
de
las
Marismencantadas.
Me sobresalt.
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que penetraba entre las ramas altas se reflej en la hoja, que refulgi
intensamente Esto nos salvar de los palos peligrosos. O de los
bolarvas lloricas.
Hallia frunci el ceo.
Vamos. Buscaremos el camino devuelta a... aaaghhh!
Se llev ambas manos al cuello: intentaba arrancarse la sinuosa
y mortfera serpiente que se haba enrollado alrededor de su cuello.
Su rostro empez a amoratarse; sus ojos parecan querer salirse de
sus rbitas a causa del terror. Me precipit en su ayuda con la espada
en alto.
Muertedolor! aull el bolarva.
De improviso, algo pesado me golpe en los riones. Se desliz
con increble rapidez por mi columna vertebral hasta mis hombros.
Sin darme tiempo ni a gritar, unos poderosos msculos rodearon con
fuerza mi garganta.
Otra serpiente! Me qued sin aliento. Apenas poda vislumbrar a
Hallia, cada de rodillas, luchando con la serpiente que la estaba
estrangulando, cuando todo empez a darme vueltas. Tropec con
algo, consegu evitar una cada... pero solt la espada. Me dirig hacia
Hallia trastabillando. Tena que llegar hasta ella. Tena que lograrlo!
Mis dedos se enterraron profundamente en la fra carne que
cea mi cuello. Era dura al tacto, como un collar de piedra. A pesar
de mis esfuerzos, la serpiente segua estrujndome implacablemente,
enroscndose cada vez ms. Senta que mi cabeza estaba a punto de
estallar, mis brazos y mis piernas ms dbiles a cada segundo que
pasaba. Las descargas de dolor recorran mi cuello, mi cabeza y mi
pecho. No poda mantenerme en pie, no poda respirar. Aire...
Necesitaba aire!
Di un traspi y ca al suelo, sobre las agujas de pino. Me esforc
por incorporarme. Pero volv a caer de bruces, sin dejar de tirar de la
serpiente. Mientras tanto, una extraa oscuridad reptaba por encima
de m... y a travs de m. Todo dej de girar, dej de moverse.
Magia. Necesitaba usar mi magia! Pero me faltaban las fuerzas.
Algo afilado se clav en mi hombro. Not el corte y vi la sangre.
Mi espada. Haba cado encima de ella? De pronto, una vaga idea
alumbr en la creciente oscuridad. Con las escasas fuerzas que me
quedaban, intent contorsionarme para resbalar por la pendiente. Me
retorc dbilmente, pero el mundo se volvi ms oscuro. Not la hoja
que me sajaba la carne... y posiblemente algo ms.
Demasiado dbil para seguir luchando, dej de moverme. Un
ltimo deseo relampague en mi mente: Perdname, Hallia. Por favor.
De pronto, la presa de la serpiente se afloj. Inspir ansiosa y
entrecortadamente. Not un hormigueo en los brazos; mi visin
empez a aclararse. Encolerizado, me arranqu del cuello el cadver
seccionado de la serpiente. Enseguida vi a Hallia, tendida tan cerca...
Y tan inmvil.
As la espada por la empuadura y me arrastr hasta ella. La
serpiente que la haba atacado desenrosc de su cuerpo unos
centmetros y asom la cabeza por debajo de la barbilla de Hallia.
Sise furiosamente; sus ojos amarillos parecan bullir. Se abalanz
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hacia m...
En el momento en que yo bajaba la espada. La hoja estableci
contacto con un golpe seco. La cabeza de la serpiente sali volando
por los aires y rebot contra el tronco de un rbol, para caer al suelo
del bosque.
Solt la espada y me arrodill junto a mi amiga. Por favor,
Hallia!Vuelve a respirar! La sostuve por la nuca amoratada, casi tan
crdena como su tnica, y le mov la cabeza. Pero no reaccion. Le
acarici las mejillas; le oprim la mano helada.
Nada. Nada en absoluto.
Hallia! grite, mientras las lgrimas humedecan mis mejillas
. Vuelve ahora mismo. Vuelve!
No hizo el menor movimiento. No mostr el menor signo de vida,
ni siquiera el menor aliento.
Hundido en la desesperacin, me desplom sobre ella y apoy mi
rostro contra el suyo.
No te mueras susurr. No aqu. No ahora.
Algo me roz la mejilla. Otra lgrima? No..., unas pestaas!
Alc el rostro para mirarla, mientras Hallia inspiraba con
dificultad una vez. Luego otra. Y otra.
Al cabo de unos momentos, se sent, tosi y se frot el cuello
dolorido. Sus ojos grandes, castaos y profundos me acariciaron unos
segundos. Despus, se posaron en la espada teida de sangre en el
suelo y luego en la serpiente decapitada tendida entre las agujas de
pino.
Con los labios temblorosos, sonri fugazmente.
Tal vez dijo con voz ronca tu puntera no es tan mala,
despus de todo.
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Ya brotan las llamas
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ligeramente puntiagudas por arriba. Pero eran sus ojos lo que llamaba
la atencin: llameaban de ira contra la joven que osaba interponerse
entre l y el alto y nudoso pino cuyo tronco presentaba una mella en
forma de cua.
Aprtate, nia!
El hombre blandi el hacha ante Hallia y su tnica revolote a su
alrededor. Detrs de l haba una mujer con una expresin tan
descompuesta como su alborotado cabello. Sostena en brazos a una
nia de pocos meses que lloraba desconsoladamente y pataleaba con
sus flacas piernas.
Aparta! repiti, exasperado. Slo queremos un poco de
lea. Alz el hacha en actitud amenazadora. Y pronto la
tendremos.
Para eso no necesitis cortar todo un rbol objet Hallia, sin
arredrarse. Y menos uno tan viejo como ste. Adems, hay mucha
lea por el suelo aqu mismo. Espera, os ayudar a recoger una poca.
Est demasiado hmeda y no arder replic el hombre.
Ahora, hazte a un lado.
Me niego declar Hallia.
Todava resoplando por la carrera, me situ a su lado.
Lo mismo digo.
El hombre nos lanz una mirada asesina. Su hacha subi an
ms.
Nuestra hija necesita calor se lament la mujer. Y tomar un
bocado caliente. No ha comido nada desde ayer por la maana.
La expresin de Hallia se suaviz y la joven lade la cabeza,
desconcertada.
Por qu no? Dnde vivs?
La mujer titube e intercambi una mirada con su marido.
En un pueblo dijo al fin, con cautela no muy lejos de la
cinaga.
Te refieres a las Marismas Encantadas? pregunt, tras una
fugaz mirada a Hallia. No estaban muy lejos de aqu?
La mujer me mir de una forma extraa, pero no dijo nada.
Est donde est vuestro pueblo insisti Hallia, por qu no
estis all ahora?
Haciendo caso omiso del gesto del hombre indicndole que
guardara silencio, la mujer empez a sollozar.
Porque... lo han invadido. Ellos.
Quines?
El hombre cort el aire con su hacha.
Los espritus de la cinaga respondi, hurao. Y ahora
echaos a un lado.
En ese momento, el bolarva asom su bigotuda cara por el borde
del cabestrillo. En el acto, al ver el hacha, gimote sonoramente y
volvi a enterrarse apresuradamente en los pliegues de la tela.
Invadido? repet. No me suena que los espritus de la
cinaga hubieran hecho antes algo parecido.
La mujer intent que su pequea le chupara el dedo, pero la nia
lo rechaz.
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Enraizados
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su especie. Una criatura cuyo nombre, en la antigua lengua, era nynniaw pennent: siempre presente, nunca hallado.
Un rbol andante.
Con pesados y fatigosos pasos, el rbol andante se aproxim.
Detrs de l, un rastro de hierba hmeda centelleaba a la luz del sol.
Finalmente, cuando estaba casi sobre nosotros, se detuvo. Sin
apresurarse, las puntas ms remotas de las races del rbol rodearon
con delicadeza nuestros tobillos, oprimiendo nuestra piel con
suavidad. Hallia y yo sonremos, pues ambos percibimos la misma
clida sensacin ascendiendo por nuestras piernas y difundindose
por todo nuestro cuerpo.
En un tono profundo y exhalante, el rbol volvi a cantar:
Entrelazados, siempre apiados,
a merced del viento...
No nos ocultamos.
Si nombre tienes, de dnde vienes
no s, mas presiento
que somos aliados.
Porque amargado llor
al ver mis miembros talados,
pero ahora estamos, ya ves,
enraizados.
Enraizados.
La frase final pareci elevarse con una racha de viento que agit
a su paso las ramas de un grcil cedro prximo. Las encorvadas
ramas se enderezaron y volvieron a caer como en un aliento. Otros
rboles se sumaron a la cadencia y el aire se pobl de murmullos.
Pronto todos siguieron su ejemplo, hasta que todo el follaje susurraba
y sollozaba, balancendose al unsono. En poco tiempo, el bosque
entero pareca haberse unido al canto de celebracin.
De improviso, bruscamente, la msica cambi. Surgieron tonos
ms duros, ms graves; las ramas empezaron a entrechocar y a
gemir. A medida que la discordancia aumentaba, me record a uno de
los primeros gritos de dolor que haba odo de los rboles. Pero esta
vez el lamento reverber por todo el bosque, como si la tierra misma
se estuviera ahogando en una ola de sufrimiento.
Por encima de este sonido de fondo, el rbol andante alz de
nuevo la voz. Cant para nosotros, con palabras cargadas de pesar:
En hora aciaga llega la plaga:
hendiendo, royendo...
Y el bosque estraga.
Como una sombra, la vida escombra;
ser un fin horrendo.
Mi estirpe naufraga!
Sus hojas ya no respiran;
sus races estn muriendo.
Nuestros retoos expiran.
Su vida acaba.
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Su vida acaba.
Me sent cautivado, como nunca antes, por el espritu de este
rbol, y por tantos plantones que ansiaban vivir, cuya angustia sufra
tambin l.
Qu plaga es sa? grit. Es posible detenerla?
De improviso, el rbol se puso rgido. En todo el bosque, las
gimientes ramas enmudecieron, al tiempo que un nuevo sonido, un
redoble inexorable, resonaba en la distancia. Fue aumentando de
volumen, rtmico como un gran tambor, haciendo temblar la tierra y
los rboles arraigados en ella. Tanto si provena de algn punto del
bosque como de ms lejos, era evidente que se acercaba.
Rpidamente.
El rbol andante volvi a moverse. Sus races soltaron nuestras
piernas, se encorvaron rpidamente y se hundieron en el mantillo.
Mientras se enterraban en el suelo, las races vibraban, canturreando
en tonos montonos que reproducan las ltimas frases de la cancin.
Al cabo de un instante, los esbeltos ojos del rbol se cerraron detrs
de unos prpados de corteza. Cuando desaparecieron, tambin se
esfum cualquier signo de que aquello no fuera simplemente un pino
ms entre muchos otros.
Entretanto, el clamoroso rumor fue en aumento. Sobre nosotros
llovan esquirlas de corteza, desprendidas por las vibraciones. Not
que el bolarva se enroscaba formando una apretada bola en el
interior del cabestrillo y que su fila de colas se revolva ansiosamente
contra mi pecho. Una rama alta se quebr y cay con gran estrpito
entre capas de otras ramas, hasta estrellarse contra las races, muy
cerca de nuestros pies.
Hallia tir frenticamente de mi brazo.
Tenemos que irnos, joven halcn. Hay que salir de aqu!
Esperaobjet. Conozco ese ruido. Deberamos...
Pero ella ya se haba apartado de mi lado a la carrera. Vi sus
piernas, borrosas por el movimiento; su espalda, que se inclinaba
hacia delante; su cuello, que se estiraba cada vez ms. Su tnica
morada se volvi verdosa y luego cobriza y reluciente. Los msculos
de su espalda y sus piernas eran ahora abultados, mientras que sus
pies y sus manos se fundan en pezuas.
Hallia, ahora una cierva, brincaba entre los rboles. La observ
hasta que desapareci de la vista. Despus, yo tambin empec a
correr, pero no alejndome del ruido, sino todo lo contrario.
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Un ojo llameante
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gigante.
Haciendo acopio de valor, observ las moles que desfilaban a
buen paso ladera arriba. Ascendieron con notable velocidad, aunque
parecan inmensos y pesados como los rboles ms altos. No
obstante, a cada segundo que pasaba, su perfil era cada vez ms
ntido. Los impresionantes troncos se convirtieron en piernas, barrigas
y torsos; las pesadas ramas se transformaron en brazos cubiertos de
hirsuto vello. Aparecieron cuellos, mentones y ojos, junto con narices,
algunas afiladas como cspides y otras redondas como peascos.
Algunos gigantes iban escasamente vestidos, cubiertos por una
barba enmaraada y unos rados calzones tejidos con ramas
frondosas y manojos de hierbas. Sin embargo, otros llevaban chalecos
multicolores y vistosas capas. Entre sus largas melenas asomaban
pendientes hechos con norias y muelas de molino; en sus anchos
cinturones portaban tachuelas y dagas del tamao de un hombre
adulto. No obstante, pese a la gran diversidad de su indumentaria,
todos tenan una caracterstica comn: su asombroso y descomunal
tamao.
A medida que se acercaban, el ruido demoledor de sus pasos era
ms ensordecedor. Me apuntal con la ayuda de mi cayado y record
que, cuando estaba a los pies de mi amigo Shim, slo tena que
estirarme para tocar la ua de uno de sus peludos dedos de los pies.
Contempl mis propios pies, insignificantes en comparacin. Y
record haber visto mis huellas relucientes en la arena hmeda, el da
en que mi improvisada balsa me trajo de algn modo a las costas de
Fincayra. Ese da me pareca ahora muy lejano... y, al mismo tiempo,
muy prximo, al alcance de la mano.
Desvi la mirada hacia mi sombra. Como yo, se estremeca con
cada nueva oleada de vibraciones que sacuda el suelo. Slo que ms
que yo. Se contorsionaba y bamboleaba frenticamente, como un
reflejo distorsionado en el agua de un estanque removido por el
viento.
Mientras intentaba por todos lo medios permanecer erguido, el
bolarva asom media cabeza fuera del cabestrillo. Al ver a los
gigantes aproximndose, el horror le hizo expulsar todo el aire de los
pulmones. Una de sus pinzas se trab en el cuello de mi tnica. Me
mir con ojos brillantes por el miedo.
Ve-ve-verdaderosamente tartamude, mismah hay e-eenormaltos pasotruenosos gi-gi-gigantaplastan.
Asent mientras los observaba remontar la cuesta.
Por qu el monstrumano no hu-hu-huyecorre? Dio un tirn a
mi tnica. Yacorre!
Porque quiero hablar con ellos respond, gritando para
hacerme or en medio de aquel sesmo.
Los bigotes del bolarva se pusieron ms tiesos que la hierba
seca, cada uno en una direccin distinta.
Monstrumano! No puedequieres... no quieredebes... Se
volvi hacia la lnea de gigantes que avanzaba. Profiri un agudo
chillido, se desmay y resbal lnguidamente hasta el fondo del
cabestrillo.
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Flechas que traspasan el da
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Prdidas
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La palabra
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una calidez, una profunda y consoladora calidez que brillaba sin luz,
al tiempo que daba la bienvenida a la oscuridad.
Me volva a sentir completo y me incorpor apoyndome sobre
los codos. De pronto, un poderoso espasmo sacudi la caverna. El
suelo que me sostena se arque, se inclin y empec a resbalar
hacia abajo.
Ca dando tumbos por un laberinto de pasadizos, deslizndome
por innumerables curvas, rodando por lisas y resbaladizas rampas y
volando por sinuosos canales. Los pelos engrasados que recubran
todas las superficies hacan imposible detenerse. Y, a medida que
aumentaba mi velocidad, lo mismo le ocurra a mi pnico. Fui dando
tumbos blandamente contra esas paredes, con la delicadeza de un
guijarro rodando por una colina de musgo, pero qu habra al final?
Extend los brazos y las piernas, tratando de frenar mi cada, aunque
mi velocidad no hizo ms que aumentar.
Antes de darme cuenta, haba salido bruscamente por una
abertura. Y a la luz, sutil y cambiante. Aterric sobre un cojn mullido
y resistente, cubierto por pelos y con un fruto en la punta, y sal
despedido casi hasta el techo de una alta cmara. Cuando ca, volv a
rebotar y slo progresivamente acab detenindome. Por fin,
consegu quedarme sentado.
A una distancia similar a la longitud de un brazo humano, una
cara redonda me examinaba. La mitad estaba sumida en sombras y la
otra en la temblorosa luz verde que fluctuaba por la caverna. Pero sus
bigotes eran inconfundibles. El bolarva! Y detrs de l, vi otro rostro,
uno que no esperaba volver a ver.
Hallia! Ests a salvo!
Sdijo con alivio. Igual que t.
El bolarva lanz un bufido.
Tipicoso
de
monstrumanos.
Ni
soluna
frasepalabra
agradeciamable.
Apart la mirada de Hallia con un esfuerzo.
Esto..., gracias, por supuesto. Si no conocieras este lugar...
Acarici la alfombra hmeda que se extenda bajo nuestros pies. Por
cierto, dnde estamos?
Dudapreguntas, dudapreguntas rezong el bolarva, mientras
golpeaba el acolchado suelo con dos de sus colas desplegadas.
Prontenseguida digocontesto, o quizavers. Pero mismahora es
momentocasin para barrofregar.
Frunc el ceo.
Barrofregar?
La espontnea risa de Hallia arranc ecos de las relucientes
paredes verdes.
Creo que s a qu se refiere. Y me encantara.
Le dirig una mirada de desconcierto, pero ella se limit a
devolverme una sonrisa.
Rodendose con sus seis brazos, el bolarva cerr los ojos para
concentrarse. Inspir profundamente y empez a tararear una
meloda en tonos agudos y animados. Una meloda cuyas notas
ascendan, fluctuaban y se entrelazaban, exactamente lo que iban
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EL ESPEJO DE MERLIN
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EL ESPEJO DE MERLIN
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EL ESPEJO DE MERLIN
Me coloqu a su lado.
Aunque eso tampoco lo describe bien. Puede que sea una de
esas cosas que simplemente no pueden explicarse con palabras.
Qu errorestupidez resopl el bolarva. Hay una
descripalabra perfectuosa.
Molesto, lo fulmin con la mirada.
Muy bien, adelante. Si existe una palabra, cul es?
Los bigotes del bolarva se curvaron hacia arriba ligeramente.
Adorabloso.
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SEGUNDA PARTE
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EL ESPEJO DE MERLIN
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Un sendero grabado en el corazn
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Mene la cabeza.
De verdad, no lo entiendo. Alc la vista hacia el techo de la
cmara para observar las oleadas de luz que lo recorran como una
cascada. Por qu quieren matarnos?
Hallia solt un bufido desde detrs de su escudilla de sopa.
Porque son espritus de la cinaga.
No, no, hay algo ms. Ya oste a la mujer del bosque. Nunca
antes se haban comportado de una forma tan desalmada.
Verdadosamente canturre el bolarva, mientras se acariciaba
los bigotes. Pero yahora son muchomuy lisiamalvados.
Cuando apur su cuenco, Hallia tena una expresin sombra.
Quizs ahora, por alguna razn, los espritus son peores. Pero
siempre han sido la plaga de las marismas. Incluso en la antigedad,
cuando mi pueblo realiz el viaje hasta el rbol Ardiente, incluso
entonces, los espritus de la cinaga se aseguraron de que algunos no
regresaran jams.
El rbol Ardiente? pregunt. Qu es eso?
Un prodigio respondi. Un rbol que crece en el corazn de
las marismas y que siempre est en llamas, desde antes de que el
primer cervatillo viniera a corretear por esta tierra. Su serena
mirada me absorbi por completo. Hace mucho tiempo, cuando los
fincayranos an tenan alas, la raza de los hombres ciervo era
numerosa. Tanto que viva en todas partes donde creciera la hierba,
se dice que incluso en las orillas de la Isla Olvidada, al oeste. Excepto
en un lugar: este mismo pantano. Pero, para demostrar su valor,
cuando alcanzaba la edad adulta, todo hombre y mujer ciervo vena
solo a este lugar y pasaba tres das completos junto al rbol Ardiente.
Su frente se surc de arrugas. Y aunque los espritus de la
cinaga slo atacan de noche, consiguieron sorprender a muchos.
Y por eso pregunt con suavidad se abandon ese rito?
Hallia neg con la cabeza, sacudiendo su suelta melena, y clav
la vista en el suelo.
Eso se debi, segn me cont mi padre, a la misma maldad
que nos cost las alas a todos. Y mientras tu especie fue condenada a
recordar la cada con el dolor en la espalda, en el punto donde deban
brotar las alas, la ma recibi un castigo distinto. Para nosotros, el
rbol Ardiente, smbolo de nuestro valor y nuestra libertad perdidos,
siempre acecha en nuestros sueos. Aunque han vivido muchas
generaciones desde que el pueblo de los hombres ciervo viaj hasta
aqu, se dice que cualquiera de nosotros es capaz de encontrar
todava el camino, puesto que el sendero est grabado para siempre
en nuestro corazn.
Imprim un movimiento circular a mis hombros entumecidos, sin
dejar de meditar sobre sus palabras. Para mi desaliento, mi sombra se
apart de m de un salto y empez a bailar sobre las luminosas
paredes, haciendo volatines y dando saltos mortales, girando sobre s
misma con la ligereza de una semilla area. Aunque nadie ms se
haba percatado de sus rotaciones, yo saba que mi segunda visin no
me haba engaado. Aquella sombra, una vez ms, se burlaba de m!
Dese poder arrancrmela de cuajo. S! Y arrojarla al rincn ms
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Demasiado silencio
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Ector
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El dogal de sangre
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Disculpa aceptada.
Cunto tiempo durar tu elixir? pregunt Hallia.
El semblante del nio se nubl.
No lo s, pero tengo la impresin de que no mucho.
Hallia me cogi la mano y me tante con la mirada.
Es tu oportunidad de salvarte, joven halcn. Ven. Deja tu
espada para ms tarde. Con suerte, encontraremos la salida de estas
marismas antes de que la ocasin haya volado.
Baj la vista hasta la vaca funda de mi espada. A pesar de la
escasa luz, las gemas moradas centelleaban. Era la vaina de una
espada mgica, la espada de un mago... y de un rey. Un rey cuyo
reinado perdurar en los corazones mucho despus de que haya
desaparecido de la tierra.
No dije, apretndole la mano. No puedo hacer eso. Sobre
todo no ahora. Hallia, en esta cinaga hay algo malo, algo
definitivamente perverso. Es distinto de todo lo que ocurra antes. Y
mi espada slo es una parte de eso. Ahora lo s, con la misma certeza
que reconozco tu cara. No puedo decir qu es en realidad, pero tengo
la extraa sensacin de que ya me he tropezado antes con ello.
Hallia retir la mano.
Poco bien podrs hacer si te mueres! Si logramos llegar a
Cairpr o a tu madre, la sanadora, ellos quizs an estn a tiempo de
salvarte. Despus, podrs volver aqu, si te apetece.
Puede que para entonces ya sea demasiado tarde.
Sus prpados se entornaron.
Qu expectativas intentas cumplir, joven halcn?
Inspir profundamente.
Las mas.
Me dirigi una hosca mirada con la duda reflejada en sus ojos.
Apoyado en mi cayado, inspeccion la humeante descomposicin
que nos rodeaba. Y repar, por primera vez, en que los sonidos de la
cinaga haban empezado a orse de nuevo. Por all, un extrao
balido. Y all, un profundo borboteo gutural. Una serie de graves
aullidos gimoteantes reson por las marismas. Pronto, comprend, se
les uniran otros ruidos. Y otros seres.
Vamos propuse. Tenemos que encontrar refugio antes de
que caiga la noche. Hice una sea a Ector. Y cuando digo
tenemos, pretendo incluirte a ti. Quieres venir con nosotros?
El nio se frot el mentn pensativamente.
Durante un tiempo.
Hallia me frot el pecho con suavidad con el dorso de la mano.
Y tambin me incluye a m?
Por supuesto; es decir, si es lo que decides.
Sus redondos ojos pestaearon.
Es lo que decido.
Entonces, vmonos. Seal hacia la loma cubierta de
matorrales, ahora slo un oscuro montculo recortado contra un fondo
casi igualmente oscuro. Esperemos que esos matorrales sean lo
bastante frondosos para ocultarnos.
Emprend la marcha, seguido de cerca por los dems. Forzando al
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La leyenda de la niebla susurrante
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mar. Arrastrados por las corrientes, nunca fueron hallados con vida, o
ni siquiera hallados. Slo quedaban sus huellas en la arena, que se
desvanecan bajo la luz de la luna.
Shallia haba odo contar todas las historias. Pero tambin haba
odo, con mucha ms claridad, la lejana llamada de las olas. Cmo
poda ser peligroso aquel susurro, siendo lo bastante tranquilizador
para hacerle olvidar por un rato su afliccin? Slo de pensar en cerrar
los odos a aquel sonido se senta ms triste y solitaria que nunca. Y
por eso cada noche, cuando su abuela dorma, Shallia se escabulla
furtivamente y en silencio hasta la orilla.
Cada noche se sentaba all, observando, mientras la oscuridad
lquida se derramaba en la gran escudilla del mar. A veces, cerraba
los ojos y se imaginaba que su padre y su madre regresaban a su
lado, saliendo de las sombras. O un amigo de verdad, alguien que la
conoca tan bien que no necesitaban recurrir a las palabras para
conocer los pensamientos del otro. No obstante, saba que se trataba
slo de sueos, no ms verdicos que los relatos de su abuela.
Una noche, Shallia sigui el recorrido de la luna llena hasta el
mar, pisando caracolas rotas y restos de madera arrastrados por la
marea. Cuando la turba dej paso a la arena, una enorme ola se
estrell contra la orilla y retumb como un trueno. Lentamente, la ola
se retir, arrastrndose por encima del arrecife. Shallia vio que su
roca, empapada de espuma, resplandeca de un modo sobrenatural.
Se encaram a su asiento cubierto de percebes. La luz de la luna
refulga sobre las olas; de cada cresta brotaban cabelleras de niebla.
La salobre brisa jugaba con los bucles de Shallia y ella se estremeci.
No tanto por el relente como por otra cosa, una sensacin que no
lograba identificar. En parte incertidumbre, en parte esperanza, en
parte miedo.
Contempl el mar abierto. Esa noche, la niebla se revolva ms
que el agua y formaba descabelladas siluetas de pantomima antes de
disolverse de nuevo y desaparecer. Vio un rayo de luna atravesar un
bucle de niebla, revelando durante medio instante formas dentro
de las formas, sombras dentro de las sombras. Y siempre, desde
algn punto del ocano, el susurro continuo aumentaba de volumen y
se desvaneca.
Ms tarde, una oscura y pesada masa de niebla se acumul a lo
lejos. Shallia la observ con el corazn desbocado mientras empezaba
a avanzar a gran velocidad hacia la costa. Hacia ella. El susurro era
cada vez ms audible, hasta ahogar el sonido del impetuoso mar.
Shallia se tens. Deba saltar de la roca y volver corriendo a la
cabaa? Pero sus dedos se limitaron a aferrar la piedra con ms
fuerza.
La oscura masa se aproximaba y descenda hacia el suelo. De su
frente sobresalan unos grandes brazos que se retorcan sin parar,
extendindose y estirndose en direccin a Shallia. El susurro se
convirti en un rumor continuo y luego en un fragor.
De pronto, la masa entera se detuvo. La niebla se cerna sobre la
solitaria nia, abrazndola, temblando ligeramente donde sus
contornos se confundan con el aire. Pero la niebla no se acerc, no
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Los queljies
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Un muro de fuego
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Rosales en flor
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Un gran poder
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TERCERA PARTE
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Las brumas del tiempo
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desconcierto.
De algn modo, el Espejo sabe explic quin lo ha
atravesado. Te ayuda a encontrar el camino de regreso; del mismo
modo, cuando volvamos a atravesarlo, mi maestro nos conducir el
resto del camino.
Mi confusin aument.
Atravesarlo?
Se alej de m sin aadir nada ms. De hecho, durante el resto
del recorrido, nadie dijo nada, excepto de vez en cuando para
maldecir las ramas que se trababan en nuestras ropas o las nubes
sulfurosas que nos abrasaban los pulmones. En medio de nuestro
silencio, los aullidos de las marismas parecan ms cercanos que
nunca. Pero me quedaban pocas fuerzas para preocuparme por eso.
Mi cuerpo estaba cada vez ms dbil y mis piernas ms entumecidas.
Todo lo que llevaba encima el cayado, las botas, incluso la espada
pareca ms pesado a cada paso que daba.
Qu terrible error haba cometido al utilizar la llave! No slo
haba imposibilitado la misin de Ector; probablemente me haba
condenado a muerte a m mismo. Y para qu? Nimue an rondaba
por las marismas. Quizs era menos poderosa, ahora que los espritus
de la cinaga la haban abandonado, junto con los poderes que ella
les haba otorgado, pero segua siendo tan tortuosa y vengativa como
siempre. An poda sentir su malvola presencia, tan tangible como
mi cayado. No consegua librarme de la sensacin de que todava no
haba completado sus planes con la cinaga o conmigo.
Finalmente, nos acercamos a lo que pareca ser un arco de piedra
toscamente labrado. Unas enredaderas de hojas moradas se
enroscaban alrededor de dos columnas de piedra que soportaban el
travesero. Una cortina de tupido musgo, goteante de humedad,
colgaba de la parte superior.
Alcanc a los dems con esfuerzo. Me situ al lado de Hallia y mi
visin fue atrada por el arco... y por el cambiante espejo que
enmarcaba. Su luna reluca de una forma extraa al reflejar nuestros
rostros, aunque se vean en sombras y deformados, casi
irreconocibles. En todo momento, el espejo se combaba y burbujeaba,
como si no fuera en absoluto un espejo, sino una cortina de niebla. De
hecho, unos oscuros efluvios se arremolinaban en sus profundidades,
muy distintos, sin embargo, a los vapores de las marismas.
Pues la niebla del interior del espejo se mova siguiendo un
patrn, casi se dira que por voluntad propia. Las nubes se
aglutinaban en apretados nudos, luego se desenredaban, slo para
retorcerse otra vez en nudos, que a su vez se deshacan y revelaban
brumosos paisajes, atisbos de valles, de viviendas, de colinas a medio
formar; despus, todos los paisajes se combinaban, se fundan unos
con otros, hasta formar un nico nudo que volva a desatarse. El
proceso se repeta una y otra vez, pero siempre con nuevas
variaciones.
Ese espejo... empec a decir, sin dejar de examinar mi reflejo
deformado. Est casi vivo.
Ector asinti enrgicamente.
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Voces
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de
impotencia,
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inspir
una
ltima
vez,
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halcn.
De algn lugar de la habitacin me lleg un breve graznido y un
aleteo. El anciano no pareci reparar en ellos y sigui observndome.
La escasa luz fluctuaba sobre sus facciones y los pelos dispersos de
su barba.
Es un extrao nombre. Por qu otros nombres se te conoce?
Escrut los oscuros ojos del anciano.
Casi todos me llaman slo Merln.
De nuevo, el graznido reson, esta vez mucho ms fuerte. El
anciano empez a ponerse nervioso.
No, muchacho. Quiero saber tu nombre, no el mo.
Me envar.
Ese es mi nombre.
Merln? Se inclin para estudiarme ms de cerca, mientras
tamborileaba con sus huesudos dedos en el suelo. Eso es imposible.
No, inconcebible.
Ector sac una mano de entre sus andrajosas ropas y me toc la
rodilla.
De verdad eres... Merln?
Por supuesto! declar, sorprendido. Por qu no iba a
serlo? Y por qu ha dicho que su nombre es Merln?
Porque es verdad. De pronto, el rostro del nio se ilumin
como una tea. Pues claro, tiene que ser eso! Os llamis igual
porque l, mi buen maestro, es en realidad... t mismo.
Yo? pregunt, estupefacto.
Tu yo ms viejo.
Me qued boquiabierto.
El anciano me mir, anonadado.
El nio, mientras, nos contemplaba a los dos, embelesado.
No lo entendis? Ambos sois Merln, pero de tiempos
diferentes. Solt una carcajada. Saba que haba algo extrao en
ti, joven halcn. Eres extraamente parecido a mi maestro! Siento no
haberte dicho nada, ni siquiera mi verdadero nombre. l..., quiero
decir, t yo ms viejo me dijo que no confiara en nadie que me
encontrara en las marismas.
La cabeza me daba vueltas.
Quieres decir que tu nombre no es Ector?
Se pas una mano por los rizos.
No. Vers, es mi padre quien se llama Ector, sir Ector del
Bosque Silvestre. Mi verdadero nombre es... Arturo.
Nunca antes haba odo aquel nombre, pero sent una
inexplicable agitacin en lo ms profundo de mi ser.
Y por qu lo llamas..., digo, me llamas maestro?
Porque suena mejor que tutor o profesor. Pero s que me
ensea, todo tipo de cosas, algunas bastante..., bueno, inusuales.
Incluso
estrafalarias.
Sonri
forzadamente,
avergonzado.
Caramba, incluso me ha dicho que algn da me ensear cmo
arrancar una espada de una... Bueno, nunca lo creeras.
Di un respingo, porque una vieja mano me haba agarrado el
muslo.
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La danza de la luz
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La Isla de Merln
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estival.
Las palabras me llegaron como una clida lluvia de verano, pero
ni aun as consegua creerlo.
Ni siquiera puedo dominar mi escuchimizada sombra, por
mucho que lo intento. Cmo pueden entonces mis elecciones
cambiar algo realmente en el mundo exterior?
Bueno dijo el mago con un suspiro, mientras inspeccionaba
las ramas que lo sostenan. En cuanto a tu sombra, puedes dejar de
intentarlo y simplemente empezar a ser.
Ser? A ser qu?
Y en cuanto a tus elecciones prosigui, ya has influido en el
mundo con ellas. De una manera indeleble, debo aadir. Piensa en
ello, muchacho! En tu breve estancia en Fincayra, cunto ha sido,
tres aos? Has despertado a los gigantes ocultos, encontrado una
nueva manera de ver, demolido un castillo entero, resuelto el acertijo
de un orculo, derrotado a las malvadas criaturas que devoran la
magia, llevado en tu interior el espritu de tu hermana, curado a un
dragn herido y mucho ms. Y eso es slo el principio! Si no recuerdo
mal, te has convertido en ciervo, en piedra, en halcn volador, en
rbol, en racha de viento e incluso en pez.
Hizo una pausa para mirar de reojo a Arturo, el cual se terminaba
una tarta de frutas y pasaba a la siguiente.
Un pez murmur para s mismo. S, s, eso podra ser
exactamente lo que necesita en esta etapa.
Sus brillantes ojos se volvieron rpidamente hacia m.
T tienes elecciones, muchacho. Y con las elecciones, poder. Un
poder inestimable.
Muy a mi pesar, sent un dbil destello de renovadas esperanzas
en algn lugar de mi interior. De veras haba hecho yo todo eso?
Aunque saba que la traicin de Nimue me haba derrotado, al parecer
para siempre, an me senta curiosamente distinto. Ms fuerte, de
algn modo. Me revolv en mi asiento para sentarme ms erguido.
Entonces me asaltaron oleadas de dudas.
Puede que yo haya hecho todo eso en Fincayra, pero y aqu,
qu? En este lugar llamado Gramarye. sta es la tierra que queras
salvar y ahora no puedes.
Bajo la escrutadora mirada del mago, los cristales que recubran
las paredes y el techo parecieron relucir con mayor intensidad.
Me ocurra lo que me ocurra, o a ti, muchacho, habremos
cambiado para siempre este lugar, esta isla, igual que t has
cambiado para siempre la isla que ahora es tu hogar. No me cabe la
menor duda! Incluso he odo decir que, para mucha gente, ya no se
llama Gramarye, ni siquiera ese trmino moderno, Bretaa; en
absoluto, prefieren llamarla la Isla de Merln.
Sonri casi imperceptiblemente.
Dudas de lo que digo? Entonces escucha estas palabras,
escritas por un poeta llamado White que no nacer hasta dentro de
ms de mil aos:
No es comn tierra, extranjero,
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refulgir.
En cuanto quieras, muchacho.
Se sacudi una hoja arrugada de la barba y la arroj a un lado.
Recuerda esto sobre las semillas... y tambin sobre los magos:
pueden transformar el mundo, oh, s, pero slo hasta cierto punto, y
por el camino, el portador de estas semillas se transforma a su vez.
Sus cejas coincidieron en el centro de su frente.
Y hay algo ms que debes saber. Acerc su cabeza a la ma y
baj la voz hasta que no era ms que un susurro. A pesar de todas
sus confabulaciones, todas sus traiciones, Nimue no contaba con este
resultado: nos hemos conocido, t y yo! Y como nos hemos conocido,
estamos prevenidos.
No comprendo.
Se humedeci los labios.
Tienes una larga vida por delante, muchacho. Sin contar con
los aos que sumars cuando aprendas a vivir hacia atrs! Eso te
proporciona un arma que an podra triunfar de algn modo sobre
Nimue, sobre cualquier conjuro, por poderoso que sea. Es un arma
que puede deshacer cualquier nudo, destruir cualquier monumento,
arrasar cualquier reino... o construir uno nuevo a partir de las cenizas.
Mir furtivamente el hacha de guerra apoyada contra la pared,
que centelleaba dbilmente con la cambiante luz.
A qu arma te refieres?
Al tiempo. Dio una palmadita al tronco de rbol que tena
debajo. El tiempo te concede, nos concede, una oportunidad. Nada
ms y nada menos. Mi destino quiz no sea el tuyo! No lo
comprendes? An tienes libertad de eleccin, como yo antes. Pero
ahora sabes cosas que yo no saba. Por eso tal vez, slo tal vez, elijas
ms sabiamente de lo que lo hice yo... y evites las trampas de Nimue,
por muy tentadoras que sean, cuando llegue el momento.
Sintiendo un aleteo de esperanza, estrech su mano tendida. Mis
dedos, mucho ms lisos y rotundos, rodearon los suyos. Nuestras
manos tenan un tacto muy diferente y, sin embargo, muy parecido.
Not la vibrante pasin, junto con la incertidumbre, de la juventud... y
la profunda sabidura, y un escepticismo distinto, de la edad. Sent el
peso de la tragedia, y la angustia de la prdida, que me aguardaban.
Y sent algo ms: el mnimo aliento de una posibilidad.
La presin del mago aument bruscamente. Sacudi la cabeza y
luego la dej inmvil, como si escuchara una voz lejana con la
esperanza de captar algunas palabras o frases. Al cabo, me solt la
mano.
Es hora, lamento decirlo, de que te vayas.
Estudi su preocupada frente.
Qu sucede?
Hallia murmur. Est en peligro. Dio un respingo y se
frot la sien. En grave peligro.
Me levant de un brinco de mi escabel.
Entonces, devulveme all.
Lo intentar respondi, mientras saltaba a su vez de su
asiento arbreo. Pero no es tan sencillo. Para que salga bien,
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Tneles
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Una prueba de lealtad
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para vosotros.
Varios de los espritus de la cinaga parecieron titubear; dos o
tres de ellos bajaron sus arcos. Pero el resto permaneci en su sitio,
con las armas preparadas, enfrentndose cara a cara con la
hechicera. Lo que nadie haba observado, sin embargo, era que
durante su discurso, Nimue haba levantado lentamente la mano,
hasta sealar con ella el punto donde Hallia y yo estbamos tendidos
en el suelo. De pronto, advert que un resplandor rojizo apareca en la
punta de su dedo ndice extendido.
Cuidado! grit. Nos ataca!
Demasiado
tarde,
nio
de
teta
mago
replic
despectivamente, sin apartar la vista de la lnea de espritus de la
cinaga. Ahora, ex aliados mos, comprobaremos vuestra lealtad.
Os parece bien, eh? Escuchad mis condiciones, pues slo os las
ofrecer una vez: soltad vuestras armas ahora y no os har nada. Os
doy mi palabra de honor. Mi nica presa ser la vida de estos dos
asesinos que tanto dao me han hecho.
Hizo una pausa para dejar que sus palabras hicieran mella en los
oyentes.
De lo contrario, si en vuestra obstinacin decids atacarme, os
lo advierto: tendr el tiempo suficiente antes de que vuestras flechas
me alcancen para mandar una llamarada a vuestro amigo mago y a
su doncella. La punta de su dedo pareca echar humo y crepitar.
Quiz no tenga la suerte de matarlos a ambos, pero os prometo que
al menos uno de ellos morir, con toda seguridad.
Mientras Hallia y yo permanecamos inmviles, un grave
murmullo se elev entre los espritus de la cinaga congregados. Me
devan los sesos buscando cualquier cosa, lo que fuera, que nos
sacara del apuro. Pero cualquier intento de moverme, por no hablar
de atacar, sin duda provocara que Nimue liberase sus llamas
retenidas y nos incinerase a Hallia y a m. Me pareci observar que
Gwynnia tambin haba llegado a la misma conclusin terrible.
Aunque sus ojos brillaban de angustia, permaneca completamente
inmvil, incluso con las alas en tensin y pegadas a la espalda.
Al cabo de un rato, los espritus de la cinaga volvieron a guardar
silencio. Sus brillantes ojos centelleaban entre los jirones de niebla
que se entreteja alrededor de sus cambiantes siluetas. Aunque yo
estaba seguro de que la hechicera, como yo mismo, esperaba que
elegiran retirarse y salvarse, no cedieron. Claramente, haban
decidido poner a prueba la determinacin de Nimue... y, de paso,
tratar de salvarnos la vida a Hallia y a m.
El rostro de la hechicera se deform en una colrica mueca. Su
dedo crepit con ms intensidad y desprendi una fina columna de
humo ascendente. Mi mano oprimi la de Hallia, mientras mi mente
buscaba con desesperacin alguna manera de escapar.
Un ligero movimiento a mi lado atrajo mi atencin. Mi sombra!
Al instante, le dirig una silenciosa orden: Aunque no vuelvas a
obedecerme nunca ms, debes hacerlo ahora! Ve a detenerla, si
puedes.
La sombra pareci titubear y se encogi hasta presentar slo una
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Su propia historia
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barrofregado.
Los ojos de Hallia brillaron, radiantes como la luz lquida en la
que una vez nos habamos sumergido.
Eso respondi sera de lo ms adorabloso.
FIN
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