Espiritualidad en Aparecida y Partnerschaft
Espiritualidad en Aparecida y Partnerschaft
Espiritualidad en Aparecida y Partnerschaft
12: Nuestra mayor amenaza “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia
en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va
desgastando y degenerando en mezquindad”. A todos nos toca recomenzar desde
Cristo, reconociendo que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una
gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un
nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.
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3. Hoy y aquí, en el contexto de una globalización que excluye:
62: Conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, la
globalización sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos de
pocos, no sólo de los recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y
de los recursos humanos.
64: Por ello, frente a esta forma de globalización, sentimos un fuerte llamado para
promover una globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, por la
justicia y por el respeto a los derechos humanos.
65: Esto nos debería llevar a contemplar los rostros de quienes sufren… Una
globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres… Los
excluidos no son solamente “explotados”, sino “sobrantes” y “desechables” (ver 402).
El Cardenal Landázuri, que inició en el Perú la Partnerschaft, dijo: “Nadie es tan pobre, que no
pueda dar, ni tan rico, que no pueda recibir”. Pensemos en el interés creciente de nuestros
amigos de Friburgo por la pobreza y la violencia que hay en muchos países del África; al enviar
cada vez más apoyo a nuestros hermanos africanos, las Partnerparroquias no nos quitan nada, al
contrario, nos invitan a abrirnos más y más, a ubicarnos “del otro lado” de la solidaridad:
nosotros también podemos y debemos dar.
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4.1. Aparecida subraya un enfoque centrado en el encuentro con Jesús-Cristo
(apartado 6.1.1)
Jesús es el que nos presenta en su palabra y su acción al Dios Trino: “Yo soy el Camino,
la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Juan 14,6). En el prólogo de san
Juan leemos: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del
Padre, él lo ha contado” (1,18), texto capital, por el que comprendemos que Dios no es
definible por ideas o conceptos, sino que nos es presentado por sus obras, sus acciones o
“maravillas” en la historia humana, en particular en la vida y la persona de Jesús el
Cristo. Asimismo el Señor afirma que, tras su muerte y resurrección, será enviado el
Espíritu que conforta y consuela (Juan 14,16.26; 15,26; y 16,7).
135: La respuesta a su llamada exige entrar en la dinámica del Buen Samaritano (cf.
Lc 10, 29-37), que nos da el imperativo de hacernos prójimos, especialmente con el que
sufre, y generar una sociedad sin excluidos siguiendo la práctica de Jesús que come
con publicanos y pecadores (cf. Lc 5, 29-32), que acoge a los pequeños y a los niños
(cf. Mc 10, 13-16), que sana a los leprosos (cf. Mc 1, 40-45), que perdona y libera a la
mujer pecadora (cf. Lc 7, 36-49; Jn 8, 1-11), que habla con la Samaritana (cf. Jn 4, 1-
26).
En coherencia con la Buena Noticia (evangelio) Aparecida acentúa una actitud de gozo:
32: La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos
como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y
mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría de la buena noticia del
Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte, llegue a todos cuantos
yacen al borde del camino pidiendo limosna y compasión (cf. Lc 10, 29-37; 18, 25-43).
La alegría del discípulo... es una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y
capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor
regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor
que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es
nuestro gozo.
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Desde una mirada centrada en Cristo, la sección 6.2.1.indica los diferentes aspectos del
proceso de formación de los discípulos misioneros:
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Según 366, ello implica escuchar con atención y discernir “lo que el Espíritu está
diciendo a las Iglesias” (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios
se manifiesta, es decir, descubrir la voluntad del Señor en la realidad concreta en la que
vivimos y actuamos.
Como la Iglesia está al servicio del Reino, y por tanto de la humanidad y del “mundo”,
el n. 501 dice: los discípulos y misioneros de Cristo deben iluminar con la luz del
Evangelio todos los ámbitos de la vida social.
En el n. 148 hay una afirmación de gran valor: Al participar de esta misión, el discípulo
camina hacia la santidad. Vivirla en la misión lo lleva al corazón del mundo.
Así llegamos a los ns. 209 -211, que se refieren a la gran mayoría de quienes forman la
Iglesia e integran los equipos de la Partnerschaft: Los fieles laicos son los cristianos que
están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan
de las funciones de Cristo… Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el
pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo… (se cita Puebla 786:) Son «hombres de la
Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia» (n.
209). Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que con su
testimonio y su actividad contribuyan a la transformación de las realidades y la
creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio (…) Además, tienen el
deber de hacer creíble la fe que profesan mostrando autenticidad y coherencia en su
conducta (n. 210). Los laicos también están llamados a participar en la acción pastoral
de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y, en segundo lugar, con acciones en
el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado (n. 211).
309: La parroquia…, como desde hace años nos lo hemos propuesto en América
Latina, llegará a ser «comunidad de comunidades».
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favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia. Manteniéndose en comunión con su
obispo e insertándose al proyecto de pastoral diocesana, las CEBs se convierten en un
signo de vitalidad en la Iglesia particular.
Por cierto, hay que vivir y comunicar la experiencia del amor (n. 138) y de las
bienaventuranzas:
348: La gran novedad que la Iglesia anuncia al mundo es que Jesucristo, el Hijo de
Dios hecho hombre, la Palabra y la Vida, vino al mundo a hacernos “partícipes de la
naturaleza divina” (2Pe 1, 4), a participarnos de su propia vida.
350: Nuestros pueblos no quieren andar por sombras de muerte; tienen sed de vida y
felicidad en Cristo. Lo buscan como fuente de vida…Quieren vivir la plenitud del amor.
356: La vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la
existencia humana “en su dimensión personal, familiar, social y cultural”. Para ello
hace falta entrar en un proceso de cambio que transfigure los variados aspectos de la
propia vida... El texto señala modos cotidianos de la vida en Cristo que incluye la
alegría de comer juntos, el entusiasmo por progresar, el gusto de trabajar y de
aprender, el gozo de servir a quien nos necesite, el contacto con la naturaleza, el
entusiasmo de los proyectos comunitarios, el placer de una sexualidad vivida según el
Evangelio, y todas las cosas que el Padre nos regala como signos de su amor sincero.
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¿No es lo que muchos hacen con gran sencillez, constantemente?
Jesús invita a encontrarnos con Él, para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas
motivaciones (…), correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer
nuevas todas las cosas (n. 131)
Esta disponibilidad a vivir como Jesús y movidos por su Espíritu nos pone, ante el
imperativo de hacernos prójimos, especialmente con el que sufre, y generar una
sociedad sin excluidos (n. 135). Esta es la tarea esencial de la evangelización, que
incluye la opción preferencial por los pobres, la promoción humana integral y la
auténtica liberación cristiana (n. 146).
398: La opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres. Día a día
los pobres se hacen sujetos de la evangelización y de la promoción humana integral:
educan a sus hijos en la fe, viven una constante solidaridad entre parientes y vecinos,
buscan constantemente a Dios y dan vida al peregrinar de la Iglesia. A la luz del
Evangelio reconocemos su inmensa dignidad y su valor sagrado a los ojos de Cristo,
pobre como ellos y excluido entre ellos. Desde esta experiencia creyente compartiremos
con ellos la defensa de sus derechos.
363: La fuerza de este anuncio de vida será fecunda si lo hacemos con el estilo
adecuado, con las actitudes del Maestro, teniendo siempre a la Eucaristía como fuente
y cumbre de toda actividad misionera. Invocamos al Espíritu Santo para poder dar un
testimonio de proximidad que entraña cercanía afectuosa, escucha, humildad,
solidaridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social y
capacidad de compartir, como Jesús lo hizo. Él sigue convocando, sigue invitando,
sigue ofreciendo incesantemente una vida digna y plena para todos… Se trata de salir
de nuestra conciencia aislada y de lanzarnos con valentía y confianza (parresía) a la
misión de toda la Iglesia.
251: La Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo.
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257: También lo encontramos de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos
(cf. Mt 25, 37-40), que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe,
paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo.
259: Entre las expresiones de esta espiritualidad se cuentan: las fiestas patronales, las
novenas, los rosarios y via crucis, las procesiones, las danzas y los cánticos del folclore
religioso, el cariño a los santos y a los ángeles, las promesas, las oraciones en familia.
Destacamos las peregrinaciones, donde se puede reconocer al Pueblo de Dios en
camino. Allí el creyente celebra el gozo de sentirse inmerso en medio de tantos
hermanos, caminando juntos hacia Dios que los espera. Cristo mismo se hace
peregrino, y camina resucitado entre los pobres. La decisión de partir hacia el
santuario ya es una confesión de fe, el caminar es un verdadero canto de esperanza, y
la llegada es un encuentro de amor. La mirada del peregrino se deposita sobre una
imagen que simboliza la ternura y la cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla el
misterio, lo disfruta en silencio. También se conmueve, derramando toda la carga de su
dolor y de sus sueños. La súplica sincera, que fluye confiadamente, es la mejor
expresión de un corazón que ha renunciado a la autosuficiencia, reconociendo que solo
nada puede. Un breve instante condensa una viva experiencia espiritual.
Así nos encontramos con la urgencia de prestar real atención a las diversas culturas
que hay en el Perú, como vemos que hacen nuestros amigos de Friburgo. Debemos
alabar al Señor porque ha hecho de este continente un espacio de comunión y
comunicación de pueblos y culturas indígenas (n. 128), reconociendo la presencia de
los valores del Reino de Dios en las culturas (n. 374a). Como discípulos de Jesucristo,
encarnado en la vida de todos los pueblos, descubrimos y reconocemos desde la fe las
“semillas del Verbo”, presentes en las tradiciones y culturas de los pueblos indígenas
de América Latina. De ellos valoramos su profundo aprecio comunitario por la vida,
presente en toda la creación, en la existencia cotidiana y en la milenaria experiencia
religiosa, que dinamiza sus culturas (n. 529).