Defensa de Calama
Defensa de Calama
Defensa de Calama
Calama era un oasis forzoso para estas caravanas infamantes y su gente noble y hospitalaria que no
entenda de los odios y pasiones de la poltica
Un da, de pronto, esa paz de aldea se interrumpe en forma extraa con la llegada de varios
bolivianos que venan del Litoral. Eran bolivianos que haban escapado a la barbarie araucana en
Antofagasta. Todos han debido mirarse tratando de adivinar de qu se trataba. Primero alguien
asom la cabeza temerosa a la plaza
A los odos de algunos ya haba llegado la noticia de la invasin chilena. Por fin la intempestiva
llegada del Prefecto del Litoral, Zeverino Zapata, sac del sopor y la
Los de Calama recibieron la noticia como un desafo y la rechazaron de inmediato. Sus moradores,
habitualmente pacficos y serenos, se transformaron en cosa de segundos, y con los puos en alto,
indignados, lanzaron a los cuatro vientos su respuesta encarnada en una sola voz: Viva Bolivia!
Muera Chile! No pasarn!
Disipado el momento emotivo, sin embargo, comenzaron a circular otro tipo de preguntas que
corrieron de boca en boca: No tenemos armas! Nos exterminarn! Es preferible la muerte a
entregarse!
Ladislao Cabrera, un abogado de prestigio. Todos los vecinos dirigan la mirada para adivinar en su
rostro cul sera la decisin. Cabrera se reuni por breves minutos con los principales vecinos y la
respuesta no se dej esperar. No se abandonar el pueblo! El pueblo ser defendido. Era cierto, los
manes de la patria, Sucre, Santa Cruz, Ballivian estaban presentes en espritu en Calama, que en
ese momento era Bolivia toda.. Bellsimo y sublime espectculo fue aquel cuando los calameos
aparecieron con fusiles, escopetas, mosquetes, espadas, garrotes y la sonrisa en los labios.
No falt una sola persona en la cita de honor. El momento de hacer un recuento del armamento con
que se iba a enfrentar al ejrcito chileno, surgi la pregunta: con 33 fusiles Winchester, 8 Remington,
30 fusiles de chimenea, 12 escopetas de casa, 14 revlveres, 5 fusiles de chispa y 32 lanzas, tal el
material blico expuesto, se poda defender la plaza? La fuerza expedicionaria chilena que avanzaba
ya haca Calama estaba conformada de 1.400 hombres, un batalln de caballera y varias piezas de
artillera. .
En medio de esa multitud delirante sobresala un hombre alto, del rostro enjuto y abundante. Tena
todas las caractersticas del boliviano, emprendedor y decidido.
Un da antes de la fecha elegida por el enemigo, haba reaccionado indignado ante la debilidad de
uno de los principales, que crea un acto de locura lo que se pretenda hacer. Entonces le haba
espetado: "Soy boliviano, prefiero morir antes que huir cobardemente". El rostro melanclico y serio
delataba en Eduardo Avaroa.
El coronel Emilio Sotomayor, que se encontraba en Caracoles en conocimiento de que en Calama
se preparaba la defensa de la integridad boliviana, apresur la expedicin que deba culminar con la
toma de aqulla plaza. El hombre elegido para recibir el escupitajo del hroe era el coronel Eleuterio
Ramrez, quien parti a marchar forzadas y acampo en las inmediaciones de Calama con un
contingente numeroso y bien dotado de armas y equipos, al alborear del 23 de marzo
"Decid a vuestro jefe -contest Cabrera al mensajero chileno- que un boliviano jams se rinde.
Estamos resueltos a sacrificar nuestra propia vida por la patria, pero a rendirnos, jams
Defenderemos la integridad de Bolivia hasta el ltimo trance".
Eran 135 bravos legionarios del honor boliviano, armados de escopetas, carabinas, rifles y lanzas,
dispuestos a morir. Ladislao Cabrera se agigant al impulso de tanta osada y aprovecho el momento
y el frenes para instarlos a un juramento que no era necesario, pero que la circunstancia solemne as
lo
exiga:
"Juris defender la integridad de la patria con vuestra sangre y s es preciso hasta morir?" A una
sola voz estentrea los hroes contestaron: "S, juramos". Cumplir este rito, los defensores de
Calama se retiraron de la plaza con direccin a sus trincheras y puestos de combate en medio de un
loco entusiasmo. "En homenaje a la verdad -dice Cabrera en el informe elevado despus del
sacrificio- declaro que en sos solemnes momentos no vi palidecer a ninguno de los que se hallaban
en el campamento. Ms pareca que se preparaban a un festn que a un terrible combate en que iba
a correr torrente de sangre.
Las ocho piezas de artillera vomitaron fuego para intimidar a los defensores. Cabrera instruye que no
deba dispararse hasta que los enemigos estuviesen al alcance de sus armas. Dando por seguro que
el objetivo principal del invasor sera el vado del Topater para desplazar su caballera, escoge un
selecto contingente de valientes para que cuiden el punto, Jefe del grupo fue designado el Coronel
Fidel Lara y segundo comandante Eduardo Abaroa. Para la defensa del vado de Huayta, otro lugar
estratgico, fue elegido Jefe el Coronel Emilio Delgadillo.
Eran las siete de la maana y comienza el asedio chileno. El objetivo principal, como estaba previsto,
era el Puente de Topater. Un fuerte contingente arremete con furor, pero choca con la heroica
resistencia de los bolivianos, que les causa muchas bajas. Entretanto una gruesa partida de la
caballera chilena tambin era rechazada del vado de Huayta dejando varios muertos y heridos. Ante
tanta temeridad del enemigo se desorienta y vacila. Ramrez y sus inmediatos cambian miradas en
busca de alguna idea. El combate se intensifica reciamente, la artillera suena atronadoramente, la
caballera ataca repetidamente, pero los bolivianos se mantienen en sus puestos defendindose
como leones. Yalquincha, Topater y Huayta son los puntos ms asediados pero la resistencia no
cede. Pareciera que la superioridad del enemigo los enfureciera ms para hacer tanto derroche de
valor. Pero todo tiene su lmite. El nmero de defensores comienza a ralear y la municin a agotarse.
A las 11 de la maana, despus de cuatro horas de combate increble, las filas bolivianas estaban ya
casi diezmadas. Todo era ya intil. Los parques se haban agotado y los disparos aislados eran la
seal de que sacrificio habase consumado. Ese momento, Cabrera, Zapata y algunos sobrevivientes
emprenden la retirada al interior de Bolivia. A tiempo de hacerlo han debido escuchar todava el
insolente eco de un solitario rifle que segua disparando en alguna trinchera. Era que Avaroa
rubricaba en el puente la mxima epopeya del Pacfico.
En efecto, cuando todo ya estaba consumado y el ejrcito chileno era dueo de la situacin, haba
todava un lugar al que no tenan acceso. Un hombre ensangrentado y malherido, que apenas poda
ponerse en pie no permita acercarse al puente al enemigo, disparando de rato en rato su rifle,
entretanto un contingente del ejrcito invasor haba vadeado ya el Huayta. Era Eduardo Abaroa que
rodeado de cadveres segua luchando solo, sin ceder un palmo. Agitando en una mano sus rifle y en
la otra su revlver segua provocando al enemigo con palabras duras.
Sus ojos cargados de odio tambin disparaban destellos fulminantes contra los rotos ms audaces
que se aproximaban con gran precaucin. Haba llegado la hora del sacrificio total. Un escuadrn de
soldados chilenos avanza al lugar, decidido a acabar con la solitaria resistencia. Le intimidan
rendicin, pero Abaroa por toda respuesta dispara su arma. Una nueva descarga a quemarropa de
los chilenos hace impacto y su cuerpo se tambalea. Apoyada en una rodilla sigue agitando su rifle.
Los
chilenos
avanzan
y
lo
rodean.
-Por ltima vez, rndase... suena la palabra encolerizada del invasor. Y Abaroa, haciendo un
supremo esfuerzo, se agita y logra ponerse de pie y a tiempo de disparar por ltima vez su rifle al
enemigo,
le
lanza
aquel
terrible
apstrofe:
-RENDIRME YO? QUE SE RINDA SU ABUELA, CARAJO...
Los chilenos que recibieron la terrible afrenta, el mximo desafi, respondieron con una nueva carga
cerrada de sus fusiles y lo ultimaron con sus bayonetas, porque Abaroa pareca tener siete vidas.
Cuando los soldados comenzaron a festejar el triunfo alrededor del hroe al grito de viva Chile!,
todava escucharon el ltimo aliento del hroe:-MUERA!...
Calama es, sin duda, el ejemplo vivo de lo que fue aquella guerra: 10 contra 1.
Si con 500 hombres armados tuvimos necesidad de batirnos cerca de tres horas con slo ciento y
tantos cholos psimamente armados, qu suceder cuando se trate de batir una fuerte y bien
organizada divisin?"*