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Interculturalidad en América Latina

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ISSN: 2011-8643 | Vol. 1 | No. 2 | 2007 | pp. 393-401

Interculturalidad en las
representaciones de
Amrica Latina
Magaly Vega Rodrguez1

Resumen
Amrica Latina ha buscado siempre la forma de ser representada autnticamente para desprenderse de la tutela epistemolgica de Occidente.
Un exitoso ejercicio epistemolgico en el que sea Amrica Latina, que
controla los significados que subyacen a sus prcticas polticas, sociales
y culturales, es un paso importante en el reconocimiento de las muchas
humanidades que somos, que hemos construido y que mantenemos
en existencia. Es una clara evidencia de que las culturas no pueden ser
pensadas jerrquicamente, sino como una red de interdependencias en
cuyo fundamento se encuentra la afirmacin de la interculturalidad.

Palabras clave
Cultura, identidad cultural, formas de representacin, cdigos epistemolgicos, estudios poscoloniales.

Abstract
Latin America has always sought a way of being authentically represented
in order to free itself from the epistemological tutelage of the West. A successful epistemological exercise in which it is Latin America that controls
the meanings that underlie its social, cultural and political practices would
be an important step in the recognition of the many humanities we are,

Filsofa de la Universidad de La Salle, candidata a Magster en Filosofa de


la Pontificia Universidad Javeriana. Miembro del grupo de investigacin
Filosofa, Cultura y Globalizacin, reconocido por Colciencias y clasificado
en categora A. magalyvega81@gmail.com

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MAGALY VEGA RODRGUEZ

have constructed and keep in existence. It is a clear evidence that cultures cannot be thought of hierarchically
but rather as a web of interdependencies that has interculturalism as a basis.

Key words
Epistemology, interculturalism, epistemology, Latin America.

Introduccin
No es nuestra naturaleza humana la que
es universal, sino nuestra capacidad para
crear realidades culturales y luego actuar
conforme a ellas.
Sidney Mintz
Desde la poca de la Colonia incluso hasta ahora,
hemos intentado demostrar nuestra humanidad a
Occidente, como si fueran los hombres occidentales los proveedores de la calidad de humano,
como si fuera Europa quien legitimara la humanidad de los dems pueblos; como si fueran los
dueos absolutos y nicos de la humanidad y de
la verdad. Este marcado eurocentrismo que ha
guiado la Historia Universal tambin gui las historias locales en Amrica Latina. Incluso quienes
defendieron en la Colonia la humanidad de los
indgenas lo hacan slo en tanto estos ltimos
eran potencialmente europeos y cristianos.
Sin embargo, compartiendo el argumento de
Hardt y Negri, la humanidad no es slo una, son
simultneamente muchas (Hardt y Negri, 2001:
143). Por esta razn cualquier tipo de etnocentrismo debe ser descartado, y todas las divisiones
binarias que resulten de l son por tanto obsoletas,
pues situar a alguna cultura como el culmen de los
procesos civilizatorios es desconocer las historias
locales y los procesos que se entretejen al interior
de stas. Categoras jerrquicas como centro/periferia, hegemona/subalternidad, Primer Mundo/
Tercer Mundo, siguen alimentando el eurocentrismo que criticamos y reducen la complejidad de las
actuales estructuras de poder del sistemamundo
global. Insistir en la categorizacin binaria de las
culturas es entender el mundo desde formas
antiguas de poder (como el colonialismo)) de las
cuales perduran hoy elementos; sin embargo,

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reducir el poder global actual a ese tipo de estructuras es negarnos de entrada, la posibilidad
de pensar formas alternativas de poder (Hardt y
Negri, 2001: 168).
El actual aparato de poder est articulado por el
mercado mundial que incluye a todos los pases
de la Tierra, regulando y administrando todas las
redes globales de circulacin (Hardt y Negri, 2001:
253). Es el primer sistemamundo global en al
menos cuatro sentidos especficos que Quijano
explica as: 1). Cada uno de los mbitos de la existencia social est articulado por formas de control
que a su vez forman una sola estructura; 2). Cada
una de esas estructuras est bajo la hegemona
de instituciones producidas en el proceso de
desarrollo del patrn de poder; 3). Estas instituciones (Familia, Empresa, Estadonacin, etc.)
tienen relaciones de interdependencia las unas
con las otras; 4). Toda esta estructura constituye
el patrn de poder mundial que por primera vez
cubre a toda la poblacin del planeta (Quijano,
2003: 214).
Segn Quijano esta globalidad implica un marco
comn de orientacin valrica y un escenario
bsico de prcticas comunes para todas las
sociedades del planeta. Tambin supone una
desterritorializacin de las prcticas sociales que
ahora estn en contextos mundializados de accin
(CastroGmez, 1998: 192). Amrica Latina, as
como las dems sociedades del planeta, ya no se
puede situar geogrficamente como treinta aos
atrs: lo que significa la latinoamericaneidad
no se encuentra slo observando lo que sucede
dentro del territorio histricamente delimitado
como Amrica Latina (Garca Canclini, 2002: 27);
el subcontinente debe pensarse ahora desde el
horizonte de la aldea global que desancla las

INTERCULTURALIDAD...

prcticas sociales de sus contextos locales para


insertarlas en contextos desterritorializados de
accin (CastroGmez, 1998: 192); esto es, las
despoja de todo sentido tradicional para ponerlas
a funcionar en un marco comn de accin cuya
orientacin valrica es global, como nos recuerda
Quijano.
En este sentido debemos entender la formacin
hbrida de la cultura y de las subjetividades, que
ya no se limita a ningn lugar especfico sino que
se adapta a la movilidad de los sujetos y de las
comunidades (Hardt y Negri, 2001: 144145). Sin
embargo, las prcticas culturales y sociales deben
buscar la reterritorializacin de las acciones en
condiciones locales para definir las representaciones locales de la sociedad. Esta reterritorializacin
es necesaria en cuanto logra definir la valoracin
de dichas acciones en el marco de los intereses
particulares de cada comunidad.
Uno de los grandes aportes de los estudios poscoloniales fue hacernos ver cmo los sistemas
expertos de representacin estn vinculados con
geopolticas de poder y la manera como el conocimiento ayud a la consolidacin hegemnica de
los sistemas representacionales (CastroGmez,
1998: 169). Las instituciones acadmicas hegemnicas producen discursos y representaciones sobre
el otro que justifican polticas de subordinacin de
las periferias, construyendo discursivamente una
imagen de las culturas que legitima las divisiones
binarias ya nombradas y la tutela de los pases
superiores sobre estos que son estudiados
por ellos.
La academia internacional y sus teorizaciones
sobre el otro funcionan como afirmacin de una
serie de diferenciaciones que siguen situando al
centro por encima de la periferia. La concentracin
de medios y recursos otorgan a esta academia una
investidura de Centro que apelando a alteridades, marginalidades, subalternidades, legitima su
facultad simblica y representativa. La autoridad
terica de la funcincentro reside en ese monopolio del poderderepresentacin segn el cual,
representar es controlar los medios discursivos

que subordinan el objeto de saber a una economa


conceptual declarada superior (Richard, 1998:
250). De este modo las representaciones sobre
Amrica Latina, sobre lo otro, funcionan en la
Internacional acadmica como un argumento que
justifica la superioridad de las culturas europeas
y la norteamericana sobre las tercermundistas.
Estas nuevas jerarquas que se instauran en el
marco de la globalidad, habilitan a la academia
centro para patentar los cdigos de figuracin
terica que otorgarn legitimidad a sus objetos
de estudio y a las representaciones sobre stos
(Richard, 1998: 255).
De este modo, muchas de las representaciones
ms recientes sobre Amrica Latina, siguen cargando el lastre de la legitimacin externa, como es
el caso de algunas propuestas poscoloniales, estudios subalternos y de los estudios de rea que
se produjeron en la academia internacional bajo los
cdigos representacionales del nuevo centro. La
intencin de estos ejercicios era representar la voz
del subalterno, del latinoamericano, en la academia
internacional para buscar representaciones ms
fieles sobre stos. Sin embargo, lo que consiguieron fue hacer que estas polticas de representacin
redujeran y simplificaran la cuestin de la identidad
a una formulacin monocorde de una condicin
determinada (Richard, 1998: 262).
An las teoras producidas en Amrica Latina tenan
que justificar sus efectos de verdad ante una cierta poltica de interpretacin impuesta siempre por
la academia hegemnica (CastroGmez citando
a Spivak, 1998: 173). Quiero insistir en que estas
polticas de interpretacin y de representacin refuerzan la generacin discursiva (que se extiende
a planos reales) de mbitos de exterioridad que
insisten en la idea de categorizaciones binarias
vigente an en los aparatos metropolitanos de
produccin del saber (CastroGmez 1998: 173).
Estos son los riesgos que se corren al producir
identidades en contextos mundializados de accin.
El pretendido acceso a las redes globales del
conocimiento hace pensar que las producciones
tericas latinoamericanas de hecho hacen parte del

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debate general, pero en realidad, son codificadas


para mantener el argumento de la diferencia y la
exterioridad. As pues, hablar sobre Amrica Latina
y hablar desde Amrica Latina abre una brecha
de diferenciacin en las representaciones sobre
el subcontinente.
No podemos desconocer la importancia de los
discursos de identidad y del trabajo del latinoamericanismo filosfico contemporneo, pues
stos avanzaron en la investigacin acerca de la
sociedad latinoamericana y se inscribieron desde
el principio en una lucha constante por el control
del sentido y de los significados que nos constituan como latinoamericanos; como nos recuerda
Eduardo Mendieta: no puedo referirme a Amrica
Latina sin referirme a su lucha perenne por definirse y pensarse a s misma conjuntamente con y
ms all de Europa (Mendieta, 1998: 163).
Por esto hablar desde Amrica Latina se hace
urgente en tanto las representaciones se extienden, o mejor, subyacen a todas las prcticas
sociales, polticas, econmicas y culturales del
subcontinente. En este sentido se hace necesaria
la produccin de teora local que d cuenta de un
conocimiento situado autntico, que responda
a las necesidades y a los requerimientos de la
cultura latinoamericana; un pensamiento que
sin renunciar a la universalidad es expresin de
un ethos particular determinado (Botero Uribe,
1993: 8); un conocimiento que pueda establecer
conexiones epistemolgicas entre el lugar geocultural y la produccin terica (Mignolo, 1996: 19).
Una revisin constante del propio juego de enunciacin (Richard) que haga posible que Nuestra
Amrica encuentre por fin la representacin de
su significante.
Este tipo de teora local debe conducir a repensar
la identidad, ya no como una instancia fija y natural
que debe ser descubierta por las disciplinas, sino
como una construccin activa de las comunidades, como posicionamiento: las prcticas de
representacin siempre implican las posiciones
desde las cuales hablamos o escribimos: son
posiciones de enunciacin (Hall, 1999: 131). Se

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hace necesario entonces concebir la cultura no


como patrimonio cultural a conservar, sino como
un proceso abierto y dinmico controlado por los
sujetos y con el fin de asegurar la mejor realizacin
de los mismos (FornetBetancour, 2004: 64).
Para Santiago CastroGmez Amrica Latina
no es representable en cuestiones de identidad,
pues no es posible hablar de un nosotros en
un continente tan hbrido como el nuestro y en
un contexto globalizado como el actual. Estoy de
acuerdo con CastroGmez al anotar tan insistentemente que Amrica Latina es representable
como multiplicidades en pugna, pero no sigo su
argumento cuando afirma que sta es la nica
posibilidad de representacin de Latinoamrica,
pues nos impide la construccin de un posicionamiento como sociedad. As como CastroGmez
resalta la existencia de posiciones de sujeto
mltiples, distintas de las identidades, as tambin
podemos hablar de posiciones de sociedad
al enfrentar las mismas condiciones culturales,
polticas y econmicas. Las diferencias al interior
del subcontinente son evidentes, y sera ingenuo
pretender homogeneizar mediante el discurso lo
que es Amrica Latina, ms an con los retos de
desterritorializacin que nos trajo la globalizacin;
pero es claro que la realidad cultural y social, desde Mxico hasta Argentina, est atravesada por
condiciones histricas sincrnicas que nos sitan
en el mismo nivel ante la centralidad discursiva
europea y estadounidense.
Quiz una de las ideas en las que han coincidido
la mayora de los discursos identitarios es en la
importancia que dan al mestizaje como primera
clave para la formulacin de la identidad. Y no
dudo que el mestizaje, adems de un elemento
comn en los pases latinoamericanos, sea tambin, por su naturaleza, un obstculo para pensar
en trminos de homogeneidad al subcontinente.
Pero al hablar de nosotros no nos referimos a
entidades homogneas reunidas bajo un epteto.
El nosotros latinoamericano se conforma en las
coincidencias de origen y colonizacin, en las
caractersticas comunes que compartimos por el
evento de 1492, en el devenir histrico compartido

INTERCULTURALIDAD...

entre los pueblos latinoamericanos y del Caribe.


Se trata de una revaloracin del nosotros latinoamericano que deja de funcionar como instancia
fija, para convertirse en lugar de enunciacin
comn desde el cual habla y se representa Amrica Latina.
Las identidades son construcciones sujetas al
devenir histrico y cultural, y estn, por lo mismo,
sometidas a constantes transformaciones. Por
esto las identidades no deben funcionar como
aparatos homogeneizantes, sino, insistimos, como
puntos de identificacin de las comunidades y
los sujetos (Hall, 1999: 135). Estos puntos de identificacin deben contemplar por supuesto tanto la
diferencia al interior de la cultura, como la similitud
que sta proyecta al identificarse bajo una misma
representacin2.
Pensar la identidad incluye pensar lo que se es,
as como lo que se est siendo y lo que se puede
llegar a ser (Hall, 1999: 134). Por esto la cuestin
de la identidad no es la sola nomenclatura de
latinoamericanos, sino todo lo que implica esta
posicin.
Una redefinicin en estos trminos de Latinoamrica, conduce sin duda a reafirmar el lugar de Amrica Latina en la globalizacin, un lugar propio desde
el cual habla y se expresa con una plena conciencia
de lo que es, de lo que ofrece y de lo que puede y
debe ser. Un locus enuntiationis, tarea de la teora
local, que defina, represente y resignifique al subcontinente latinoamericano. Pero debemos aclarar
que este posicionamiento latinoamericano no pretende un enfrentamiento con la globalizacin como
lo sugiri Beverley. Hace unas pginas mostramos
cmo la globalizacin cubre a la totalidad de la poblacin; Amrica Latina, por supuesto, no est por

Las identidades estn enmarcadas por dos ejes o


vectores que operan simultneamente: el vector
de la similitud y la continuidad, y el vector de la
diferencia y la ruptura. La diferencia persiste dentro
y a lo largo de la continuidad, pues sin relaciones de
diferencia, las representaciones no seran posibles. De
esta manera la significacin depende del constante
reposicionamiento de sus trminos diferenciales (Hall,
1999: 135 y ss)

fuera de la globalizacin ni debe enfrentarse a ella.


Pertenecemos al sistemamundo global cuya crisis
es evidente, por lo que el fin de la consolidacin
de nuestro posicionamiento no es otro que definir
la forma en que Amrica Latina se relaciona en las
redes de interdependencia del sistemamundo, y
establecer estrategias de resistencia que garanticen una participacin equitativa de las sociedades
en l (Mignolo, 2000: 311).
Estas estrategias de resistencia que podemos
construir desde lo discursivo, se alimentan incluso de los elementos que la globalizacin pone a
nuestro alcance, elementos, en su mayora, de
tipo cognitivo (CastroGmez 1998: 197). Los mecanismos de desanclaje y anclaje3 ocurren en la
dinmica de la globalizacin y las representaciones
que surgen de ellos estn por lo mismo situadas,
obviamente en Amrica Latina, pero ella misma,
tambin en el sistemamundo global, esto es:
la epistemologa producto de este conocimiento
situado, lejos de reemplazar las epistemologas
occidentales, abre la posibilidad de pensamientos
alternativos que operen junto al occidental en un
mismo marco global.
No se trata pues de enfrentarse a la globalizacin,
sino de aprender a negociar con ella. Y aprender
a negociar implica saber qu se est negociando
y cmo se est haciendo; implica por lo mismo,
definir una posicin al respecto y un locus enuntiationis en el que estn definidas las necesidades
histricas y sociales del subcontinente. Se trata de
interpretar desde una perspectiva particular los
procesos globales en los que Amrica Latina est
involucrada, para asegurar una posicin ante estos
procesos. Con la produccin de teora local los
pases latinoamericanos se juegan no solamente
la consolidacin de su identidad, su autoconocimiento y su reconocimiento, sino tambin su lugar

La globalizacin desancla las relaciones sociales


de sus contextos locales (tradicionales) y las inserta
en mecanismos desterritorializados de accin, pero
tambin provee a los sujetos de competencias
reflexivas que les permiten reterritorializar esas
acciones en condiciones locales (postradicionales)
de tiempo y lugar (CastroGmez, 1998: 194).

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posible en la aldea global, por lo que ninguna sociedad puede darse el lujo de no tener su propia
investigacin acerca de s misma (Colciencias,
1997: 287).
Este locus enuntiationis se convertir en el espacio
en que se articulen las propias representaciones
de Amrica Latina, controlando la produccin de
estas representaciones y controlando tambin los
significados que actan detrs de cada accin
poltica, econmica, social y cultural del subcontinente. Es un lugar de enunciacin que asegura
la efectividad de las elecciones y negociaciones
que constantemente tendremos que hacer para
seguir definiendo lo que somos y lo que hemos
venido siendo (CastroGmez 1998: 197).
La lucha por la creacin de sentido en esta globalizacin, es una lucha por la supervivencia de
las diferencias, y por lo mismo de expresiones
culturales variadas y ricas en significacin. Es una
lucha por no sucumbir ante la cultura de masas
norteamericana que est en constante expansin.
No perecer ante el modelo cultural del mercado
global es reafirmar esas muchas humanidades
que existen simultneamente en el marco de la
globalizacin. Por eso el nosotros latinoamericano persiste en la lucha para mostrar interpretaciones alternativas a la occidentalista del devenir
histrico que no es exclusivo del capital.
La tarea de la filosofa y de las ciencias sociales no
puede pensarse en un plano nicamente discursivo. Ms arriba insistimos en la responsabilidad
parcial de las humanidades en la legitimacin
de polticas de subordinacin en los pases perifricos. Es innegable, pues, la complicidad
que existe entre la discursividad de las ciencias
sociales y las estructuras de poder. Por esto la
indagacin constante del objeto de conocimiento
que es Amrica Latina puede ampliar la maniobrabilidad poltica del subcontinente, mejorando sus
escenarios de negociacin, y abriendo, asimismo,
posibilidades para pensar formas alternativas de
poder en las que Amrica Latina y el mundo entero
no negocien ms sobre el presupuesto de suma

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cero, sino en busca de una hegemona distinta


(CastroGmez).
El afianzamiento de la masa molar latinoamericana
mediante la consolidacin del locus enuntiationis
permitir al continente asumir una posicin de
sociedad ante el capitalismo y la globalizacin,
definiendo y reconociendo su condicin y lugar
en el sistemamundo.
Los intentos representacionales de Amrica Latina
han definido el quehacer de su filosofa y ciencias
sociales; los discursos de identidad dan cuenta
del afn de autorrepresentacin que ha acompaado a los hombres latinoamericanos como a
los de ninguna otra sociedad en tal magnitud. La
epistemologa y cultura occidentales funcionaron
en estas representaciones como nico referente,
por lo que Amrica Latina, en sus intentos de
autoidentificacin, se pensaba cohesionada a
la tradicin occidental codificndose baja estos
presupuestos, como lo evidencia la tradicin de
los discursos de identidad.
La academia europea (y ahora tambin la estadounidense) ha creado y manejado los cdigos
epistemolgicos y los ha extendido territorialmente
haciendo que cada nueva representacin y cada
nueva expresin del conocimiento deba ser
legitimada por sus paradigmas. La produccin
del conocimiento local latinoamericano ha procurado desmontar esta pretendida universalidad
occidentalista sin desconocer la tradicin epistemolgica y filosfica, sino reconocindose como
una autntica expresin del ethos particular del
subcontinente; haciendo evidente la posibilidad
de formas de conocimiento alternativas que desarticulen el concepto de universalidad.
La administracin de los cdigos epistemolgicos
permiti a Europa controlar la forma como cada
sociedad se comprenda a s misma, para as articular ciertas estrategias polticas y econmicas
de dominacin en estas regiones. La complicidad
entre los sistemas expertos de conocimiento y la
maniobrabilidad del Norte en las regiones peri-

INTERCULTURALIDAD...

fricas, subyace a todas las prcticas sociales y


culturales en la historia desde el encuentro de los
dos mundos. Es por esto que pensar en formas
de autorrepresentacin autnticas y situadas, es
abrir la posibilidad de controlar los significados
que Amrica Latina asume al tomar posicin ante
el devenir histrico; es articular ejercicios epistemolgicos que regulen y determinen el lugar de
enunciacin latinoamericano en el actual sistema
mundo.
Algunos intelectuales asumen la globalizacin
como un neocolonialismo4, hacindonos pensar
nuevamente en divisiones binarias del tipo Primer
Mundo/Tercer Mundo, que descartamos por ser
obsoletas. Sin embargo, la globalizacin debe ser
pensada en trminos de alternativas posibilidades
para que ella misma no prolongue el sistema capitalista y la forma en que ste reduce a perifrica la
participacin de los pases y las comunidades de
Asia, frica y Amrica Latina. El marco comn que
nos ofrece la globalizacin debe ser pensado en
sus acepciones ms positivas como posibilitador
de una red de interdependencias que ayude en la
transicin del capitalismo a una nueva estructura
poltica y econmica que presente las mismas
oportunidades a todas las sociedades.
La negociacin con la globalizacin tiene que ver
precisamente con una nueva forma de asumir
las posibilidades de la aldea global y tomar los
elementos que se nos presentan para construir
nuevas oportunidades. Se trata de producir teoras
locales que articulen una verdadera representacin
global en la que las diferencias no sean contempladas dentro del sistema como lo otro de lo
que se es, sino como condicin de posibilidad
de un sistemamundo global como el actual (recordemos que segn la definicin de Wallerstein

La globalizacin no es una nueva forma de


colonialismo, ni imperialismo. S crea en su desarrollo
neoliberal, nuevas modalidades de dependencia y
subordinacin. [] Como en los procesos de apertura
de las economas y las culturas nacionales se vinculan
a menudo pases que tuvieron relaciones coloniales
o imperialistas, algunos tienden a interpretar las
asimetras de la globalizacin como neocolonialismo
o neoimperialismo (GarcaCanclini, 2007: 2)

del sistemamundo, ste se basa en una extensa


divisin del trabajo y mltiples expresiones de la
diversidad cultural5).
Esto explica nuestra insistencia en la identidad
cultural como un elemento fundamental en la
consolidacin del locus enuntiationis que articule
las representaciones del subcontinente desde su
contexto histrico, social y cultural, ya que la construccin y reconocimiento continuos de la identidad
pueden debilitar o fortalecer el lugar desde el cual
habla, negocia y acta Amrica Latina en la aldea
global.
En esta construccin la identidad debe ser entendida como un proceso ms que como una instancia
que las prcticas culturales representan; como
nos insiste Hall, las prcticas de representacin
son posiciones de enunciacin que dan cuenta de
la identidad como puntos de identificacin (Hall,
1999: 131 y ss).
Una cultura nacional no es folclor, ni una alabanza
al pueblo, ni un populismo abstracto que cree
que puede descubrir la verdadera naturaleza de
un pueblo. Una cultura nacional es el conjunto
de esfuerzos hechos por un pueblo en la esfera
del pensamiento con el fin de describir, justificar y

Wallerstein define el sistemamundo como un


sistema social con fronteras, grupos, normas que lo
legitiman y dan coherencia hacindolo autosuficiente.
El sistemamundo se diferencia de los sistemas
sociales pequeos por su tamao, primariamente,
pero tambin en que ste se basa en una extensa
divisin del trabajo y en gran diversidad cultural. En
el actual sistemamundo capitalista tambin existen,
sin embargo, las nociones de centro y periferia. El
centro dirige y acumula la riqueza global, mientras
se expande en la periferia que es objeto de una
explotacin sistemtica; tambin existe las regiones
semiperifricas que sirven de espacio promotor de
nuevos centros. En el actual sistemamundo hay
tres presiones estructurales que lo estn llevando a
un desplome sistmico inevitable: 1. El agotamiento
de la fuerza de trabajo barata en el mundo; 2. El
agotamiento ecolgico; 3. La democratizacin del
mundo por las frecuentes demandas respecto a los
impuestos que han alimentado el sistema capitalista.
Esta crisis representa para Wallerstein que tenemos
ante nosotros y en nuestras manos la posibilidad de
un mundo mejor (Gandsegui, 2002).

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elogiar la accin a travs de la cual ese pueblo se


ha creado y se mantiene a s mismo en existencia
(Hall, 1999: 145).
Nuestra Amrica es, pues, el conjunto de todos
los esfuerzos hechos por autorrepresentarnos
autnticamente, por ser dueos de nuestras
representaciones, de nuestros significados, de

nuestras identidades, de nuestra humanidad.


Nuestra Amrica es la preocupacin compartida
por nuestro destino comn como subcontinente,
por nuestra participacin justa y digna en los procesos histricos actuales; es una de las muchas
humanidades que somos y cuyo esfuerzo arduo
la mantiene an en existencia.

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