Utopia 500 Años, Pablo Guerra (Ed.)
Utopia 500 Años, Pablo Guerra (Ed.)
Utopia 500 Años, Pablo Guerra (Ed.)
Pablo Guerra
Editor
Utopa:
500 aos
Utopia:
500 Years
Resumen
Utopa: 500 aos, tiene como objetivo homenajear la obra ms emblemtica de Toms
Moro por medio de diecisiete captulos que analizan luces y sombras, texto y contexto,
historia, actualidad y futuro del pensamiento utpico. Sin duda, la voz utopa, acuada por
el humanista cristiano y renacentista Toms Moro en 1516, ha ocupado un lugar privilegiado
en el mundo acadmico, filosfico e ideolgico a lo largo de cinco siglos. El texto que aqu
presentamos est organizado en cuatro ejes: Utopa, anlisis de la obra, El pensamiento
utpico en el marco de la historia de las ideas, Gneros literarios utpico y distpico y
Vigencia del pensamiento utpico. A travs de estos ejes, y con enfoque multidisciplinario,
se renen las contribuciones de autores de las tres Amricas, Europa y Oceana. En conclusin, esta es una obra colectiva que ana la perspectiva histrica, literaria, sociolgica,
filosfica y humanista que ayudar a discernir con espritu pluralista los aportes que las
utopas han generado en las sociedades contemporneas.
Palabras clave: distopa, filosofa, historia de las ideas, literatura social, Toms Moro, utopa.
Abstract
Utopia: 500 Years aims to honor the most emblematic work of Thomas More through seventeen chapters that analyze the strengths and weaknesses; text and context; and history,
present, and future of utopian thought. The word utopia, coined by the Christian and
Renaissance humanist Thomas More in 1516, has inarguably enjoyed a privileged status
in the academic, philosophical, and ideological spheres for over five centuries. The book
presented here is organized into four sections: Utopia, an analysis, Utopian thought
in the context of the history of ideas, Utopian and dystopian literary genres, and The
relevance of utopian thought. With these core ideas and the adoption of a multidisciplinary
approach, contributions from authors from North, Central, and South America; Europe; and
Oceania come together. In conclusion, this collective work that combines historical, literary,
sociological, philosophical, and humanistic perspectives will, in a spirit of pluralism, aid in
the discernment of the contributions that utopias have made to contemporary societies.
Keywords: dystopia, philosophy, history of ideas, social literature, Thomas More, utopia.
Editor
Pablo Guerra es profesor a tiempo completo en la Universidad de la Repblica (Montevideo,
Uruguay) e investigador activo del Sistema Nacional de Investigadores. Autor de numerosos
libros y artculos cientficos en las reas de economa solidaria, pensamiento comunitario,
sociologa del trabajo y desarrollo humano. El Fondo Editorial de la Universidad Cooperativa de Colombia ha publicado de su autora el libro Socioeconoma de la Solidaridad. Una
teora para dar cuenta de las experiencias sociales y econmicas alternativas (Bogot, 2014).
Editor
Pablo Guerra is a full-time professor at the Universidad de la Repblica (Montevideo, Uruguay) and an active researcher of the National System of Researchers. He has also authored
various books and scientific articles in the areas of solidarity economies, community thinking,
sociology of work, and human development. The Universidad Cooperativa de Colombia Press
has published the book Socio-economy of Solidarity. A Theory to Shed Light on Alternative
Social and Economic Experiences (Bogot, 2014) of his authorship.
Utopa:
500 aos
Utopia:
500 Years
Pablo Guerra
(Editor)
Utopa : 500 aos / Micaela Cuesta y otros. -- Edicin Pablo Guerra. -- Bogot : Fondo
Editorial Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia, 2016.
492 pginas ; 24 cm. -- (Coleccin investigacin en Economa social y solidaria)
Incluye ndice analtico.
ISBN 978-958-760-053-7
1. Ciencias sociales 2. Filosofa de las ciencias sociales - Historia - Siglo XX 3. Filosofa Historia 4. Utopas I. Cuesta, Micaela, autora II. Guerra, Pablo, editor III. Serie.
300.1 cd 21 ed.
A1539587
CEP-Banco de la Repblica-Biblioteca Luis ngel Arango
(digital): 978-958-760-054-4
http://dx.doi.org/http://dx.doi.org/10.16925/9789587600544
BY
NC
ND
Contenido
Pgs.
Prlogo ................................................................................................................ xi
Parte 1. Utopa, anlisis de la obra
Part 1. Utopia, literary work analysis
Micaela Cuesta
World Memories, Unraveling the Human Silencing in Utopia (1516): A Generic Review
of Mores Utopian Discourse, Thought and Political Theory in the Face of Todays World
Demetrio Anzaldo-Gonzlez
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Survival and Evolution of Narrative Strategies from Utopia in Utopian Trilogy by Pierre
Quiroule
Many Modernities and Utopia: From Thomas More to South Asian Utopian
Writings...............................................................................................................195
Barnita Bagchi
Hlne de Fays
10 The Rhetoric and the Historical Context of Thomas Mores Utopia as Keys
El contexto histrico y retrico de Utopa de Toms Moro como clave para entender
su mensaje poltico y su legado.
Vita Fortunati
Thomas Mores Utopia and the Ethical Theories Underlying Some Worldviews About
Development in the Latin America Progressist Turn in the 21st Century
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contemporneo.................................................................................................. 345
Beyond Mores Island, the Utopia of a Global Justice in the Contemporary Debate
Francisco Salgado
to Solidarity Economy..........................................................................................413
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Prlogo
Algo ms de cinco siglos atrs daba comienzo lo que con propiedad podramos
denominar: la primera fase de la globalizacin mundial. El Viejo Mundo una de
esas voces claramente europeocentristas, en el marco de un lento pero sostenido
avance hacia economas ms mercantilistas, se aventuraba en la bsqueda de rutas
alternativas para facilitar el contacto con las Indias. En este contexto se top con
un Nuevo Mundo, acontecimiento que dara inicio a un verdadero choque de
civilizaciones y de culturas configurado por relaciones de dominio y explotacin.
En la actualidad nos encontramos en una nueva fase de la globalizacin. Una
globalizacin capitalista en la que la exclusin y marginalidad parecen convivir a
sus anchas con el despilfarro lujurioso de los ms poderosos.
Y hace exactamente quinientos aos, Toms Moro nos regalaba su creacin ms
emblemtica, la utopa. Desde entonces, esta palabra, transformada en categora
de anlisis y en funcin social, representar como ninguna otra a generaciones
enteras de hombres y mujeres, de escuelas de pensamiento y de accin, de movimientos sociales que, inspirados por un ideal, se aventurarn como aquellos
navegantes del Renacimiento en los mares de cada poca y lugar con el propsito
de encontrar (construir) un nuevo mundo.
Curiosa creacin la de Moro. En un contexto de cambio de poca hacia la
modernidad, caracterizado, entre otros elementos, por una mayor tendencia hacia
la invencin de tcnicas y tecnologas aplicadas a la navegacin, a la produccin
o a la cultura, el entonces diplomtico en Flandes acuara esa expresin y con
ella un estilo literario, una perspectiva de pensamiento y cambio social, as como
una catarata de sueos y anhelos por un mundo ms justo y solidario, esto es,
ms feliz (eu-topa) y ms propia de ese humanismo cristiano que tanto le representa; un humanismo que basa su esperanza no exclusivamente en el ms all,
sino, como nos lo recuerda Mardones, encarnada en esperanzas histricas con
rasgos concretos (Mardones, 1983, p. 9). Perspectiva que ciertamente comparte
con otros contemporneos, caso de su amigo Juan Luis Vives, que tiene en De
subvencione pauperum (1526) un texto de referencia, lo mismo con sus tambin
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Prlogo
los autoritarismos (ver el captulo segundo del Libro II). Y es que como asegura
Ricoeur no hay grupo humano que pueda prescindir de la funcin utpica,
esto es, de aquella aspiracin por imaginar una sociedad diferente que nos saque
de las angustias e injusticias del presente. Esta funcin social de la utopa, a su
vez, debe distinguirse de aquellas construcciones ideolgicas, que como bien
seala Mannheim, sirven para estabilizar la realidad existente: la potencilidad
de la utopa consiste, por lo tanto, en la capacidad de generar accin colectiva
para cabiar el statu quo. O como dice Horkheimer, si la ideologa provoca la
apariencia, por el contrario la utopa es el sueo del verdadero y justo orden de
la vida (en Neusss, 1971, p. 11).
No es casual, sino causal, el contexto de descubrimiento del Nuevo Mundo
por parte de los europeos en la obra de Moro. Como no es casual, que ese
otro mundo se inspire en el nuevo mundo y a la vez inspire nuevos mundos.
Curiosamente, ser en este Nuevo Mundo que la obra de Moro se canalice en
acciones concretas, caso de los Hospitales de Don Vasco de Quiroga en Nueva
Espaa, o la Repblica de los Guaranes (misiones jesuitas) en la regin del Guaira;
aunque ser en el contexto europeo que el trmino se divulgue en el marco de
las disputas ideolgicas del siglo xix, en una suerte de nueva etapa histrica
post renacentista en la cual pensamiento y accin utpica cobran nuevos significados. Recordemos que Marx y Engels describen de manera algo despectiva
como utpicos a aquellos socialistas que no pudieron o no quisieron adoptar
su socialismo cientfico. Es con ellos que el calificativo de utopista comienza
a utilizarse como arma para rebajar el pensamiento del contrario, como mtodo
para pulverizar al adversario colocndole una etiqueta (Buber, 1955, p. 16).
Como el lector podr comprender, ser primero desde ciertas izquierdas y luego
desde las derechas, que el utopista ser condenado en nombre del pensamiento
cientfico, realista o incluso pragmtico.
En la actualidad, por su parte, nos podemos preguntar sobre el alcance de lo
utpico y su pertinencia, dado el contexto de cierto desencanto que notoriamente
ha inhibido los metarelatos propios de dcadas atrs, lo que ha llevado a Huyssen
a afirmar que la utopa se ha desplazado del polo futurista al polo de la rememoracin (Huyssen, 2002). Dicho de otra manera, aquella verdad del maana
(hermosa expresin acuada por Victor Hugo) correra el peligro de proyectarse
resignando su vocacin prospectiva y esperanzadora. Se trata por lo tanto de evitar
visiones nostlgicas (una suerte de conservadurismo) y a su vez, evitar utopas
abstractas que prescindan del anlisis de la realidad.
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Prlogo
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Pablo Guerra
Universidad de la Repblica
Montevideo, Uruguay
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Prlogo
Referencias
Baum, G. (1980). Religin y Alienacin. Lectura teolgica de la sociologa. Madrid: Ediciones
Cristiandad.
Bidegain, G. (2010). La Utopa de Toms Moro: una sociedad disciplinada. Revista Plyade,
3(6), 2-26.
Buber, M. (1955). Caminos de Utopa. Mxico: fce.
Hernndez, J. (2013). La religin de la Utopa (1516) de Toms Moro. Humanismo, barbarie
o modernidad? (en lnea) Instituto de Estudios Clasicos Lucio Sneca, en http://earchivo.uc3m.es/bitstream/handle/10016/17207/religion_hernandez_RPL_supl_2013.
pdf?sequence=1.
Huyssen, A. (2002). En bsqueda del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalizacin. Mxico: fce.
Mardones, J. M. (1983). Esperanza cristiana y utopas intrahistricas. Madrid: Ediciones sm.
Neusss, A. (1971). Utopia. Barcelona: Barral.
Tamayo, J. J. (1987). Cristianismo: profeca y utopa. Navara: Editorial Verbo Divino.
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Parte 1
Utopa, anlisis de la obra
Part 1
Utopia, literary work analysis
Resumen
Luc Boltanski y Laurent Thevenot releyeron en De la justification. Les economies de la grandeur
(1991), una serie de textos cannicos de la filosofa poltica con el fin de interrogar en qu medida servan de argumento para la justificacin de acuerdos y desacuerdos en torno a discursos
y prcticas sociales. Las obras escogidas deban, luego, enunciar principios de justicia e implicar
puntos de vista prcticos que orientasen la accin. Ellos habran de contar, asimismo, con una
generalidad tal, capaz de fundamentar o dar forma a tecnologas polticas. Dos condiciones que,
en disidencia con estos autores, creemos presentes, en distinto grado, en la cit de Toms Moro,
Utopa. El objetivo principal del presente captulo es hacer de este pasaje clsico de la tradicin
humanista del Renacimiento, materia de una interpretacin sociolgico pragmatista. Con la
ayuda de los desarrollos terico conceptuales de Boltanski y Thevenot, buscaremos identificar
los axiomas sobre los que se sostiene su orden normativo, tambin denominado por ambos cit.
Ciudad, entonces, como organizacin de justificaciones ideolgicas a las que se apela para lograr
el compromiso de los actores con el orden establecido. En lo que sigue, ensayaremos respuestas
a la pregunta desde las caractersticas formales de este relato, la cartografa y la gramtica poltica
que en l se disea, a fin de problematizar, hacia el final del captulo, la actualidad o anacrona
de sus argumentos: en qu sentido este texto puede ser contemporneo?
Palabras clave: crtica social, gramtica poltica, orden normativo (cit), pragmatismo.
Abstract
Luc Boltanski and Laurent Thevenot re-read in On Justification: Economies of Worth (1991) a
number of canonical texts in political philosophy in order to find out to what extent they serve
as an argument to justify agreements and disagreements on discourses and social practices.
The selected works should, then, lay down principles of justice and entail practical viewpoints
orienting action. They should also be general enough to lay the foundations for or shape political
technologies. Dissenting from other authors, we believe these two conditions are present, to
varying degrees, in Thomas Mores La cit, Utopia. The main objective of this chapter is to make
this classical passage from the Renaissance humanist tradition a subject of a sociological pragmatist interpretation. Appealing to Boltanski and Thevenots theoretical conceptual developments,
we will aim at identifying the axioms underlying its order, also called by both of them cit. City,
thus, as an organization of ideological justifications which are appealed to achieve the actors
commitment to the established order. Then, we will discuss answers to the question from the
formal characteristics of this text, cartography, and political grammar defined therein, in order to
problematize, by the end of the chapter, how contemporary or anachronistic these arguments
are: in which sense can this text be contemporary?
Keywords: social critique, political grammar, order (cit), pragmatism.
BY
NC
ND
Micaela Cuesta
Docente e investigadora de la Universidad Nacional de San Martn
y la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Doctora en Ciencias
Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Correo electrnico: micaelacuesta@yahoo.com.ar
Cuesta, M. (2016). Utopa, la cit. Una lectura sociolgico pragmatista de Toms Moro. En P. Guerra (Ed.), Utopa: 500 aos (pp. 3-25).
Bogot: Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia. doi: http://
dx.doi.org/10.16925/9789587600544
Chicago
un olvido de donde procede Utopa. Nadie puede reconstruir dnde est situada,
el fragor de la conversacin torn prescindible este dato. Este olvido se imprime,
como sabemos, en el nombre: de la voz latina nusquam a utopa (no lugar), u-topos
como no lugara segn uno de los traductores (Moro, 2003, p. 37), o mejor,
no llegaras, agregamos nosotros. De all a los juegos del lenguaje del dys-topos,
mal lugar, al eu-topos o lugar feliz. A ninguno de ellos nos es posible arribar, no
solo porque carecemos de las indicaciones y coordenadas necesarias para hacerlo,
sino tambin porque no hay momento feliz concebible ms all del sufrimiento,
ni sufrimiento sin alguna irrupcin de dicha.
El motivo del viaje se complementa en el texto de Moro con la condicin de
extranjera. Rafael ocupa, as, una posicin epistemolgica privilegiada, pues
como crea Tocqueville, segn seala Clause Offe:
Los extranjeros, al ser ajenos al conformismo de la ciudad investigada as como a
los convencionalismos cognitivos y a los mecanismos de autodefinicin que en ella
rigen, tienen una mirada ms sensible ante lo diferente y logran observar con ms
detalle que los propios habitantes del pas; ellos obtienen, adems, mayor confianza
de parte de los informantes locales, quienes tienden a revelar datos confidenciales
al forastero pues confan en que su pronta partida anular toda la peligrosidad que
entraan esos conocimientos. (2006, pp. 19-20)
Como dice Alfred Schutz: Queda invalidada no solo la imagen que trae acerca de la pauta
cultural del grupo al que se incorpora, sino tambin todo el esquema hasta entonces incuestionado de interpretacin, vigente en su grupo de origen (2012, p. 101).
realismo son las dos caras, que se observan mutuamente, con las cuales nace la poltica
moderna. El proyecto moderno del homo faber capaz de construir sobre la tierra por
voluntad propia el edificio en el cual convivir con sus semejantes, se presenta en la
utopa como proyecto crtico-contestatario, elaborado en forma racional. (2009, pp.
211-212) (original en italiano, traduccin de los autores)
Como tambin reconoce Piglia, fue Adorno el que ha llamado la atencin sobre la debilidad
de Ulises en Dialctica del iluminismo y por lo tanto sobre su astucia como defensa a lo
desconocido (Piglia, 2015 p. 51). Adorno junto a Horkheimer, agregamos, explicitaron
cmo la inteligencia, el saber, podan ponerse al servicio del engao y tambin del dominio.
All destruccin del sinsentido, de lo desconocido, supona no solo salvacin sino tambin
violencia y subordinacin. En palabras de los autores: El rgano del s mismo para superar
aventuras, para perderse a fin de encontrarse, es la astucia. El navegante Odiseo engaa a
las divinidades naturales como en un tiempo haca el viajero civilizado con los salvajes, a
quienes ofreca piedras de vidrio multicolor a cambio de marfil. Solo en ciertas ocasiones,
por supuesto, aparece en actitud de intercambio. Es cuando se dan y se reciben los dones
de la hospitalidad. El don homrico de la hospitalidad se halla situado en el medio entre
el intercambio y el sacrificio (Adorno y Horkheimer, 1994, pp. 101-102). A lo que ms
adelante agregan: Pero la astucia consiste en aprovechar la distincin en su beneficio. Se
aferra a la palabra a fin de transformar la cosa(p. 111).
Para el traductor Martn Guillermo Nicolini, por ejemplo, remite a embaucador pero
tambin a visionario. (Moro, 2003, p. 90).
Esta expresin es usada por Lewis Mumford (2013) cuando se refiere al mundo recreado en
Utopa de Moro.
10
slido, una supersticin es un hecho slido mientras la gente contine regulando sus
acciones conforme a esa idea, teora o supersticin, y no dejan de ser menos slidas
porque se transmitan mediante imgenes o sonidos. (2013, p. 26)
Recordemos que ya Durkheim reconoca valor a esta perspectiva sociolgica en sus lecciones
de 1913-1914. Si bien se distanciaba de algunos de sus principios (Durkheim, 2003). Como
dice Hans Johas: Para Durkheim el pragmatismo era una forma de irracionalismo, y se
asemejaba a la antigua sofstica. Su nica ventaja podra consistir en que presionaba saludablemente al pensamiento filosfico para que despertara del sueo dogmtico en el que
habra recado despus de Kant (1998, p. 64).
11
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vlida). Para que un orden sea reconocido como vlido han de aceptarse ciertas
reglas, pero tambin deben poder darse pruebas de realidad. Estas pruebas se
encuentran relativamente institucionalizadas. Es por ello que las crticas pueden
objetar o bien la puesta en prctica local de la prueba, o bien su formato mismo
(Boltanski, 2012a, pp. 47-50).
Seis son las ciudades que Boltanski y Thvenot describen. La primera tiene a
San Agustn como inintencionado diseador, y se trata del modelo de la ciudad
inspirada, cuya medida de grandeza est dada por aquellos que, en tanto santos,
acceden a un estado de gracia/revelacin propiciada por una vida asctica (santidad,
creatividad, autenticidad). El lazo social est fundado en la humildad de todos los
miembros, aun cuando sea el orgullo el que prime en la ciudad de los hombres.
Sin duda de las ideas de San Agustn se nutrir tambin la ciudad de Moro, pero
a diferencia de aquel la ascesis no ser su dato fundamental. La ciudad domstica concibe el lazo social a la manera de los hilos que mantienen unida a una
familia. En ella, la grandeza est sujeta a la posicin jerrquica en una cadena
de dependencias personales (Boltanski, 2012b, p. 16). Subordinacin, tradicin,
autoridad, respeto y lealtad constituyen sus palabras claves. Jacobo B. Bossuet es
quien da forma en sus escritos a este orden de justificacin. En Moro se menciona
la importancia de este principio de jerarqua que se traduce en el respeto a los
mayores, no obstante, no constituye el trazo esencial de su ciudad.
La tercer cit es la de renombre: lo que importa aqu es el honor, tal como lo
entendi Thomas Hobbes. En la ciudad de la opinin, grande es quien los otros
dicen que es grande, esto es, del parecer de muchos depende el crdito y la estima
de uno. El poder constituye para los muchos uno de los fundamentos o signos del
honor. En Jean Jacques Rousseau abrevan los principios de la ciudad cvica. Su
paz y el bien comn descansan en la autoridad de un poder soberano que, siendo
irreductible a una persona, se realiza en la convergencia de la voluntad humana
de los ciudadanos. Grande es, luego, quien representa a un colectivo y expresa
la voluntad general. La teora de los sentimientos morales desplegada por Adam
Smith, proporciona los cimientos de la ciudad mercantil. La grandeza la encarna
aqu el que se enriquece aprovechando y creando oportunidades de mercado para
otros. La ciudad industrial se construye, casi como respuesta confrontativa de
Saint Simon a la posicin de Rousseau, sobre la idea de un orden objetivo fundado
en una escala de capacidades profesionales.
A estas seis ciudades sera preciso sumar una sptima que Boltanski y
Chiappello consideran vigente en el capitalismo contemporneo: la ciudad por
proyectos. Sin autores tan claros y distintos, podra afirmarse que se nutre de la
reinterpretacin de Gilles Deleuze de la nocin de prueba y encuentro de Nietzsche
y Spinoza, respectivamente.8 Los pilares arquitectnicos de esta cit descansan en
el principio de conectividad, flexibilidad y riesgo (Boltanski y Chiapello, 2010a).
La red es, para estos autores, la metfora que condensa la forma de organizacin
social del trabajo en el mundo contemporneo, afn a un ethos anti-burocrtico al
que se asocia lo anti-autoritario, anti-jerrquico y no-violento.
Cada una de las ciudades, adems de los principios de equivalencia y jerarqua
mencionados ms arriba, est regida por las restricciones de no personalizar y
el imperativo de derramar. Estos regmenes, a su vez, traducen una gramtica
susceptible de ser analizada segn: (a) principio de equivalencia o principio superior comn; (b) relaciones naturales; (c) el estado de grandeza; (d) el repertorio de
sujetos y dispositivos; (e) el repertorio de objetos; (f) estado de pequeo; (g) relacin
de grandeza; (h) frmula de inversin; (i) prueba modelo; y (j) figura armoniosa
del orden natural (Boltanski, 2012b). La pregunta que surge es si Utopa podra
configurar otro modelo de ciudad a cuyos argumentos se podra apelar a fin de
justificar, renegar y/o transformar el orden que sostiene las prcticas hoy vigentes.
Puede la cit de Moro, en caso de constituir un orden especfico, relativamente
autnomo, disputar los sentidos hoy hegemnicos?
Los argumentos referidos a esta nueva forma que se expresan en los manuales de managment y en las justificaciones ideolgicas de los actores sociales se desarrollan en Boltanski y
Chiapello (2010b, pp. 153-237).
13
14
Muchos aos despus la idea de inmortalidad del alma, por oposicin a la de eternidad,
ser conceptualizada por Hannah Arendt como principio de accin poltica de la vita activa
(Arendt, 2012).
tal como Dios quera al crearnos. Pero esto incluye obedecer al instinto de ser razonables en lo que elegimos tanto como en lo que rechazamos. (Moro, 2003, p. 126)
11 Entre las acciones juzgadas con la pena de la esclavitud se encuentran, entre otras, el estupro,
el adulterio reiterado, y el deambular sin autorizacin ni permiso a fin de evadir las responsabilidades del trabajo.
15
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12 La funcin de los sifograntes consiste en ver que no haya nadie sentado por ah sin hacer
nada y lograr que cada cual se ocupe de su trabajo (Moro, 2003, p. 105). Aos ms tarde,
esta misma funcin la desempearan en las colonias, como la del Ro de La Plata, los
responsables de exigir a gauchos, negros o indios su papeleta de conchabo. La no portacin de este documento que certificaba ocupacin en tareas laborales, significaba entonces
acciones represivas y disciplinadoras. No obstante, a diferencia de lo que suceda en nuestro
continente, en Utopa, a las personas no se las explota hacindolas trabajar de la maana
a la noche como a caballos de tiro. Eso es simple esclavitud, y esto es lo que ocurre en la
mayor parte del mundo con la clase trabajadora (p. 105).
joyas y se preocupan por su autenticidad. Moro afirma: entre los placeres estpidos, adems del juego por el dinero, una especie de imbecilidad de la que han
odo hablar pero que nunca han practicado, la caza y la cetrera (p. 130). El que
se atormenta por atormentarse, en nombre de una virtud irreal agravia tambin
a la propia naturaleza.
En Utopa la relacin de grandeza establece que grande es el piadoso, es quien
entiende que es un error privar a alguien de un placer para disfrutarlo uno, pero
privarse uno mismo de un placer con el fin de lograr el bienestar de un tercero
es un acto de humanidad por el que siempre se gana ms de lo que se pierde
(p. 127). Grande es el que relacionndose con otro incapaz de entregarse a su fin
natural, consigue orientarlo e instruirlo en su realizacin. Grande es el que cuida
de otro sabiendo que esa entrega lo har dichoso.
La frmula de inversin equivale a aquello a lo cual se renuncia para obtener
el aprecio o estima del resto de los ciudadanos. En el caso de nuestra ciudad, se
renuncia a acumular (no importa si bienes, dinero u objetos). Pero ms relevante
an es la desestimacin completa de la pasin por el dinero que solo trae ambicin,
avaricia, soberbia y sufrimientos. Se da prueba de ello cuando se es razonable,
reflexivo y capaz de argumentar debidamente, con calma y elocuencia. La justificacin inteligente da muestra de un compromiso con la naturaleza sensata del
orden poltico social. Por otro lado, el dolor se convierte en prueba de la inmoralidad de un placer: observan la norma de que los placeres menores no deben
interferir con los placeres mayores, y que el placer no debe causar dolor, lo cual
consideraban inevitable si el placer es inmoral (p. 135). Por su parte, la figura
armoniosa del orden natural, es proporcionada por la deliberacin reflexiva sobre
todos los asuntos comunes. Moro as lo expresa:
En la esfera privada cumplir con lo que se promete, en la esfera de lo pblico, obedecer
las leyes con respecto a la distribucin de los bienes, los cuales constituyen la materia
prima del placer; siempre y cuando tales leyes hayan sido hechas por un legislador
sabio o aprobadas de comn acuerdo por toda la poblacin, sin haber sufrido presiones,
violencia o engao de ninguna clase. Dentro de estos lmites reconocen como razonable considerar los propios intereses, as como un deber moral consultar tambin
los de la comunidad. (2003, p. 127)
Las leyes en Utopa son pocas para que nadie pueda aducir desconocerlas,
y para que su interpretacin no quede en manos de una aristocracia de juristas
17
iluminados. Esta gramtica poltica es la que lleva a Moro, hacia el final del libro
segundo, a la siguiente afirmacin:
18
Es por esto que, cuando considero cualquier sistema social que prevalece hoy en el
mundo moderno, no puedo, y Dios me guarde, verlo ms que como una conspiracin
de los ricos para hacer prevalecer sus intereses, con el pretexto de estar en realidad
organizando a la sociedad. Inventan todo tipo de ardides y argucias, primero para
mantener a salvo sus ganancias mal habidas y despus para explotar al pobre al
comprar su trabajo al menor precio posible. Una vez que los ricos han decidido que
estas maquinaciones sean oficialmente aceptadas por el conjunto de la comunidad
() adquieren fuerza de ley. (p. 175)
13 Las reflexiones en torno a la guerra, tanto como las referidas al lugar del saber, como tcnica
o experticia, en la poltica (desplegadas en el Libro 1) mereceran un tratamiento aparte
especial.
La actualidad de lo anacrnico
La teora se ve as remitida a lo atravesado, a lo opaco, a
lo inaprensible, que como tal sin duda tiene en s algo de
anacrnico, pero que no se queda en lo anticuado, porque
ha podido darle un chasco a la dinmica histrica.
Theodor W. Adorno (2001, p. 51)
La pregunta por lo actual que ahora nos ocupa es la pregunta por aquello que
se contina en el presente y sigue siendo, implcita o explcitamente, fuente de
padecimiento y objeto de crtica. En el momento en que escribe Moro, el dinero
apareca como cifra de las formas generales ms variadas de la injusticia. Hoy
y despus de Marx sabemos, sin embargo, que el dinero no es ms que la
expresin, una emblemtica, de la equivalencia de trabajos humanos heterogneos que, producida a espaldas de los hombres, replica una desposesin y una
violencia originaria. En consecuencia, la creencia en que su abolicin supondra
el establecimiento de una repblica feliz, solo contribuira a confundir el dinero
con la base de la poltica y tambin, con la base de la economa, borrando con ello
su autonoma y diferencia. En la actualidad, la propia reificacin del dinero no
identificable ya en el brillo del oro, con su creciente evanescencia, de moneda
a papel, plstico, nmero o puro algoritmo, torna an ms ilegibles las relaciones
sociales que le dan forma. No obstante, por ms paradjico que pueda parecer,
estas transfiguraciones podran tambin propiciar un desplazamiento en la mirada
crtica. Atacar al dinero como hace Moro y, luego, Proudhom dice Friedrich
Jameson es una mala solucin utpica:
Estas ilusiones anticapitalistas son tan perniciosas como la propaganda aparejada de
los economistas polticos en favor del sistema: y ambas posiciones existen sobre la base
19
de que el dinero como hecho oculta y reprime la ley del valor de la que emerge. La
obsesin con el dinero como causa y enfermedad por igual nos condena a permanecer
dentro del sistema de mercado tal como es, dentro de la esfera de la circulacin como
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Lo que sera preciso condenar, luego, seran las relaciones sociales de explotacin, no reconocimiento e injusticia, que sostienen el sistema tal y como hoy
lo conocemos. Si lo que venimos de sealar puede ser definido como lmite de la
crtica de Moro, otros principios, en cambio, pueden reclamar an su utilidad. La
tarea consistira en salvar elementos que, presentes en la cit de Moro, no han sido
an funcionalizados por el capitalismo. Nos referimos, parafraseando a Boltanski
y Chiapello (2010a), a aquellos valores prcticos que resisten la inaudita capacidad metabolizadora del capital pues, recordemos que, para ambos autores, el
capitalismo se caracteriza por la habilidad de integrar lo que lo amenaza, y por
hacerlo de modo tal que redunda en el fortalecimiento de sus lgicas, antes que
en su subversin o debilitamiento14 .
Bajo estas coordenadas, si la dimensin hedonista presente en Moro, travestida
en consumo, funciona en la actualidad como elemento de dominio, la crtica al
egosmo, la avaricia y la acumulacin siguen contraponiendo alguna fuerza. En
efecto, a diferencia de la marca hedonista de la cultura contempornea, el principio de placer que prima en Utopa rechaza toda concepcin individualista y toda
connotacin consumista. Como antes establecimos en el estado del pequeo, una
accin orientada por el mero goce de acumular, o satisfacer necesidades ilusorias
es objeto de desprecio por parte de la comunidad utopiana. En el otro extremo se
sita la piedad que, distanciada del individualismo se aproxima a la produccin
de una accin comn. Con reminiscencias humanistas y cristianas, grande ser
afirmamos con Moro quien, preocupndose por otro y haciendo feliz a otro,
realiza tambin su felicidad. Pero, cmo hemos de leer esta alusin a la piedad?
Puede contener ella alguna potencialidad crtica que la torne vigente?
14 En este sentido Boltanski y Chiapello, ente otros, hacen hincapi en esta capacidad fagocitadora del capitalismo, en el hecho de que la crtica dirigida hacia l lejos de producir su
resquebrajamiento conduce a una metamorfosis que lo dota de un renovado vigor. De tal
suerte, el capitalismo contemporneo se habra reconvertido sirvindose de los principios de
aquello que los autores identifican con la crtica artstica una vez emancipada de la crtica
social o radical. (2010a, pp. 30 y ss.).
Una respuesta posible consistira en inscribir aquel trmino en una constelacin de conceptos: piedad, compasin, solidaridad, igualdad. Una de las autoras
ya clsicas que reflexion sobre estos tpicos es Hannah Arendt. Un pequeo
rodeo por Sobre la revolucin (2008) es reclamado por nuestro argumento. Arendt
analiza all la idea rousseauniana de compasin, la nocin de piedad en El gran
inquisidor de Dostoievski para desplegar su propio concepto de solidaridad.15 As,
Rousseau, consideraba que mediante la compasin los hombres se comunican y
refrendan el vnculo natural que los une. Pasin y compasin, esto es, la apertura
al padecimiento y la disposicin a padecer con otros, mantiene a raya el egosmo
vicio derivado de una depravacin tambin natural. El gran inquisidor de
Dostoievski, por su parte, es la obra que refleja segn Arendt las motivaciones
de la Revolucin Francesa: la compasin muda de Jess se une a la piedad locuaz
del gran inquisidor; compasin y piedad se tornan interdependientes.
La fuerza de la primera est sujeta al impulso de la propia pasin, es incapaz
de realizar generalizaciones y solo puede identificarse con un particular (se padece
con un otro). La piedad, en cambio, la suscita la atraccin por los hombres dbiles
de los que depende la propia posicin de poder, a ellos se los despersonaliza,
des-individualiza, homogeneiza bajo la figura abstracta del pueblo toujour malhereuxe. En medio de ambas se sita la marca de la divinidad de Jess que, para
Dostoievski, radica en, su capacidad para tener compasin de todos los hombres
en su singularidad, esto es, sin necesidad de reunir a todos en una entidad tal
como la humanidad sufrida (Arendt, 2008, p. 141).
La pasin y la compasin carecen, en esta interpretacin de Arendt, de
elocuencia. Son mudas o, ms especficamente, su lenguaje est compuesto de
gestos y semblantes ms que de palabras; y sin palabra, sin discurso, no hay disidencia, ni diferencia. De all que, para Arendt, la compasin sea, desde el punto de
vista poltico, tan irrelevante e intrascendente como el amor, pues ambos suprimen,
al subordinar la palabra, la diferencia que constituye el espacio intramundano
donde se inscriben los asuntos polticos humanos. Ambos tienden a la anulacin
de las mediaciones que supone el entre que se constituye en la convivencia y
exposicin a la mirada y escucha de otros.
De esta manera, en nombre de la compasin, no se impulsa a la accin transformadora de las condiciones materiales de vida que podran redundar en una
15 Remitimos aqu a un trabajo previo del que, a continuacin, reproduciremos algunos prrafos
significativos. Vase Cuesta, M. (2013).
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mitigacin del sufrimiento de los hombres. Si, eventualmente, algo de este orden
ocurriera, no sera realizado, afirma Arendt, mediante el largo y fatigoso proceso
de persuasin, negociacin y compromiso en que consiste el procedimiento legal y
poltico, sino a travs de prestar su voz al propio ser que sufre, que debe reivindicar una accin expeditiva y directa, esto es, una accin con los instrumentos
de la violencia. (p. 115). En el mutismo, en la ausencia de palabra pblica, la
compasin se encuentra, para Arendt, con la violencia. Tanto la una como la otra
frustran el discurso, obliteran el elemento co-originario que, junto a la accin,
configuran la trama de la poltica.
Quizs la piedad, adelanta Arendt, no es otra cosa que la perversin de la
compasin cuya contrafigura es la solidaridad. Si la compasin, en cierto modo,
es prerrogativa de una aristocracia, padecimiento de quienes no sufren por los
desgraciados (maleheureux), de las clases altas por el pueblo bajo, que se reconoce
ideolgicamente en el pathos de esa distancia; la solidaridad, en cambio,
afirma Arendt, promueve la emergencia de lazos comunitarios en la medida en
que fundan deliberadamente y, si as puede decirse, desapasionadamente, una
comunidad de intereses con los oprimidos y los explotados (2008, p. 117). La
solidaridad se separa de la compasin en otro aspecto: ella es capaz de realizar
generalizaciones, de abarcar conceptualmente, luego, a una multitud. La solidaridad es un afecto transversal que alcanza tanto a los ricos y poderosos, como a
los dbiles y pobres.
Gracias a su discontinuidad con el sentimiento, la piedad puede tener xito
all donde la compasin fracasa siempre: puede abarcar a la multitud y permitir
que la solidaridad salga a la luz. Para Arendt, en trminos estrictos, la solidaridad
es un principio que puede inspirar y guiar la accin, la compasin es una pasin,
y la piedad es un sentimiento (2008, p. 118). Habra as una ambivalencia en
la idea de piedad, ella puede suscitar la compasin o la solidaridad. Solo en el
segundo caso podr devenir inters dice Arendt, promover la organizacin
y conducir a la accin, mediada por la deliberacin, esto es, por la palabra. Ahora
bien, a diferencia de la compasin pero tambin del planteo inicial de Arendt sobre
la piedad, en Moro la piety se sostiene en el fundamento de la igualdad.
Esta referencia ineludible salva la crtica que, por un lado Arendt realiza a la
piedad, y por otro lado, Diego Tatin dirige a la solidaridad: solidaridad jams
produce igualdad; parte de la desigualdad, a la que considera natural, para no
afectarla en ningn momento, para incrementarla y perpetuarla. (2012, p. 10).
Unos prrafos antes, el filsofo cordobs, advierte sobre la funcin despolitizadora
16 A este propsito, en un artculo muy reciente Jrgen Habermas afirma: Con un esfuerzo
conceptual, es posible absolver a los llamados a la solidaridad de las acusaciones de estrechez
moral o de simple catlogo de buenas intenciones que los realistas acostumbran formular;
as, es posible demostrar, adems, que la solidaridad es un acto poltico y no una simple
forma de altruismo moral (Habermas, 2015, p. 6).
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Referencias
Adorno, T. W. (2001). Mnima Moralia, Madrid: Taurus.
24
udp
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Resumen
Los estudiosos no dudan en asignar a Utopa de Toms Moro un lugar eminente entre los ttulos
cannicos de la historia del pensamiento poltico. Esto es as en virtud de la lucidez con la que
el texto encara y desarrolla los problemas de fundamentacin del orden comn, ya de manera
frontal y detenida, ya en forma oblicua y entrelineada. Cun utpico/idealista es el libro de Toms
Moro, Utopa?; cun modernizador es el impulso que el autor intenta imprimir con su intervencin
filosfica? Con sus lgicas diferencias, de un lado se encuentra el grupo de intrpretes que ven
a Moro como un reformador erasmiano, orientado por los valores de un cristianismo primitivo;
y esto, sin ningn forzamiento conceptual, es razn suficiente para que algunos adviertan en l
claros indicios de un idealismo socialista, racionalista y modernizador. Con una perspectiva muy
distinta, se encuentran los que lo entienden como un conservador, moderadamente escptico,
emisor de un pensamiento lcido y crtico, pero de carcter decididamente realista a la hora de
recomendar lneas de accin poltica. En este cuadro de situacin, mi trabajo, afn en trminos
generales a la visin del segundo grupo, propone la siguiente hiptesis de lectura: en tanto pensador eminente de Occidente, Moro tiene pleno derecho a que se le reconozca una capacidad
especial para percibir y resemantizar las principales lneas de fuerza que atraviesan la consciencia
tico-poltica de su poca. Se concibe Utopa, en suma, como texto humanista pero antiutpico,
cristiano pero antimesinico. Una expresin temprana de asistencia al katejn schmittiano.
Palabras clave: crtica, modernidad, profetismo, teologa, utopa.
Abstract
Scholars do not hesitate in giving Thomas Mores Utopia an eminent place among the canonical
titles of political thinking history. This is so by virtue of the lucidity with which the text faces and
elaborates the foundation problems of common order, now frontally and thoroughly, now obliquely
and between the lines. How utopian/idealist is Thomas Mores book, Utopia? How modernizing
is the impetus the author attempts to lend with his philosophical intervention? With expected
internal differences, there is a first group of interpreters who consider More as an Erasmian reformer, oriented by the principles of a primitive Christianity; and this, with no conceptual artifice,
is sufficient reason for some to notice clear signs of a socialist, rationalist, modernizing idealism.
From a very different perspective, a second group regards him as a conservative, moderately
skeptic and spokesperson of a critical and lucid thought, but decidedly realistic when it comes
to recommending political action lines. In this framework, I propose in my work, generally related
with the viewpoint of the second group, the following hypothesis: as an eminent thinker in the
West, More is fully entitled to be acknowledged for his special ability to perceive and resemantize
the main force lines going through the ethical political conscience of his time. Utopia, in short, is
conceived as a humanist but anti-utopian text, Christian but anti-messianic. An early assistance
expression to Schmitts katechon.
Keywords: critique, modernity, prophetism, theology, utopia.
BY
NC
ND
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Galimidi, J. L. (2016). La utopa de Moro como crtica del profetismo intelectualista. En P. Guerra (Ed.), Utopa: 500 aos (pp. 27-54).
Bogot: Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia. doi: http://
dx.doi.org/10.16925/9789587600544
Chicago
Introduccin
Los estudiosos no dudan en asignar a Utopa de Toms Moro un lugar eminente
entre los ttulos cannicos de la historia del pensamiento poltico. Esto es as en
virtud de la lucidez con la que el texto encara y desarrolla los problemas de fundamentacin del orden comn, ya de manera frontal y detenida, ya en forma oblicua
y entrelineada. Es cierto que su forma de presentacin no es la del tratado expositivo, dado que el libro, en su edicin original, incluye dilogos, cartas, poemas,
ilustraciones y hasta la traduccin de un alfabeto.1 Y tambin sucede que en sus
pginas conviven personas, geografas y situaciones de pblica existencia real, junto
con otras ostensiblemente ficticias, pero de un protagonismo equivalente y an ms
relevante que aqullas. Como es el caso con muchos textos clebres (La Repblica,
de Platn, o Hiern, de Jenofonte, por citar ejemplos ilustres), el hecho de que uno
de los protagonistas de Utopa guarde una relacin de proximidad con el autor (por
homonimia, o por profesin, formacin acadmica, creencia religiosa, etc.), no
autoriza, sin ms, a adjudicarle la funcin de portar con plenitud y exclusividad su
voz y su persona. Por el contrario, la forma dialgica y ficcional propone al lector
cuidadoso por lo menos dos tareas: la de reconstruir la postura tico-poltica que el
autor est generando o nutriendo con su intervencin de escritura, y la de indagar
acerca de la relacin que puede existir entre la forma literaria en que se presenta
el texto y su contenido, la cosa misma que se est tematizando.
En cuanto a sus contenidos, Utopa se refiere con intensidad a, por lo menos,
las siguientes cuestiones: la constitucin de una sociedad poltica ptima; la deuda
ontolgica que las prcticas efectivas de dominio y de convivencia mantienen
respecto de los ideales que las animan; la responsabilidad del filsofo para con
Utopa, de Toms Moro, apareci publicada por primera vez, escrita en latn, por la casa de
Thierry Martens de Lovaina, en 1516. Agotado rpidamente, le siguieron tres ediciones ms
(Pars, 1517, casa de Gilles de Gourmont, y Basilea, marzo y noviembre de 1518, ambas,
por la casa de Juan Froben). Los estudiosos coinciden en afirmar que, despus de otorgar su
ltimo acuerdo a la segunda edicin de Basilea, el autor dej que el librito corriera su propia
suerte y se entreg de lleno a los asuntos de su nuevo empleo, en el servicio personal de
Enrique viii de Inglaterra. La edicin de Lovaina presenta este orden: Carta de Erasmo, por
el poeta (ficticio) Anemolio; Alfabeto de la lengua utopiense y poema en el mismo idioma,
traducido al latn; Carta de Pedro Giles a Jernimo de Busleyden; Carta de Toms Moro a
Pedro Giles indicada como Prefacio; Libro I de Utopa; Libro ii de Utopa; Carta de
Busleyden a Moro; Poema de Gerardo Geldenhouer sobre Utopa; Poema de Cornelio
Schrijver al lector; y Colofn de la casa Froben.
29
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Una convencin bastante admitida, que aqu seguiremos, consiste en referirse al autor de
Utopa como Moro, y al personaje del libro como Morus. La razn de esta distincin convencional, entendemos, consiste en que Morus aparece en el texto dialogando con un personaje
de ficcin, y aceptando como reales sus igualmente ficticios relatos sobre sociedades y tierras
desconocidas en Europa. Morus, por as decir, se contamina de ficcionalidad al aparecer en
el mismo universo de Rafael.
1983; Nendza, 1984; Wooton, 1998; Piaia, 2007; Saage, 2009). Estos ltimos,
obviamente, asumen la tarea de dar cuenta, en algn sentido, de las razones,
histricas o tericas, que llevan a Moro a proponer una ficcin tica con la que
no termina de acordar.3
En este cuadro de situacin, el presente ensayo, afn en trminos generales a
la visin del segundo grupo, propone la siguiente hiptesis de lectura: en tanto
pensador eminente de Occidente, Moro tiene pleno derecho a que se le reconozca
una capacidad especial para percibir y resemantizar las principales lneas de fuerza
que atraviesan la conciencia tico-poltica de su poca. Junto con la recuperacin
activa de los fundamentos del espritu clsico y del cristianismo primitivo gesto
que es propio del humanismo renacentista, no sera sorprendente que Moro
estuviera, de un lado, iniciando un dilogo que entiendo es polmico con
algunos aspectos despojadamente pragmticos, como los que asoman en ciertos
momentos de El prncipe maquiaveliano, y que habran de ser plenamente desarrollados despus por la doctrina hobbesiana, a la vez que atajando, del otro, el
mpetu rupturista y heterodoxo que est contribuyendo a desatar lo que ser el
desafo reformador luterano. Por razones de prudencia, las cuales Strauss (1952)
aconseja considerar como de suma responsabilidad, Moro se expresa risueamente
con ambigedades, ironas y hasta contradicciones, buscando entre lneas a su
lector emptico. Con este propsito, vuelve a disear, como lo hiciera Platn, una
ciudad ideal, a fin de mostrar las inconveniencias de abrigar la esperanza de su
realizacin. La repblica perfecta tambin se puede escribir como forma sofisticada
de argumentacin en contra del intelectualismo radical y de la consecuente tirana
del (supuestamente) sabio. Y animado por la conciencia de temporalidad lineal e
irreversible que el acontecimiento salvfico de Jerusaln imprimi al devenir histrico, Moro (con tarda razn poltica elevado a santo de la Iglesia Catlica) dobla
la apuesta, e inventa un sedicente filsofo que a la vez se presenta como profeta.
Pero esto ltimo, correlativamente, lo hace para mostrar que antes de la segunda
y definitiva venida de Cristo, toda pretensin meramente humana de santidad
refundadora no es ms que la mscara de una soberbia disolvente, pasin nefasta
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que la isla imaginada dice haber eliminado de raz. Utopa, en suma, como texto
humanista y sin embargo antiutpico, cristiano y no obstante, antimesinico.4
Mi exposicin se estructura en cuatro momentos. Comienzo con un breve
paneo sobre las diferentes significaciones que el lenguaje poltico no necesariamente
especializado atribuye a lo utpico, para luego detenerme en los argumentos de
dos filsofos clsicos del siglo xx: Leo Strauss y Eric Voegelin, quienes tematizaron
la cuestin con una mirada crticamente conservadora. Luego propongo una
direccin de lectura del texto Utopa con la que Moro estara tentando al lector
e inducirlo a simpatizar con la personalidad de Rafael y el rgimen insular; y,
finalmente, ofrezco como conclusin especulativa un recorrido alternativo,
menos explcito que el anterior, pero ms en lnea con los antecedentes platonianos y agustinianos que el propio Moro reconoce, y que lo llevan a desaprobar
los programas de reforma radical.
Valoraciones de lo utpico
En el lenguaje poltico la mencin de lo utpico evoca una variedad de significaciones que, afines en su ncleo conceptual, difieren y se enfrentan en cuanto a su
actitud evaluativa. De un lado, la recepcin favorable lo concibe como una situacin
armnica y sumamente benfica. Contenida potencialmente en las capacidades del
presente, la actualizacin de alguna dimensin de la utopa, como manifestacin
social, cultural, econmica o poltica, aparece como lo ms deseable, aunque con
una probabilidad de ocurrencia remota. La simpata por lo utpico, precisamente,
es correlativa de una incomodidad profunda con la carencia de visin y, por tanto,
de voluntad en la mayora de los agentes relevantes del pasado y del presente. En
defensa de sus posiciones de privilegio, las minoras poderosas escatiman desde
siempre el acceso efectivo de la poblacin en general a un espacio de plenitud fsica
y espiritual, pero tambin, y especialmente, pugnan por presentar como propia
de la naturaleza de las cosas una condicin general de pobreza y disociacin. Esta
condicin, dice la crtica utopista, podra ser decisivamente modificada para bien
si fuera considerada por la voluntad de una inteligencia generosa. Una variante
moderada de la valoracin positiva del ideario utpico consiste en reivindicar su
virtud heurstica y motivadora. En este sentido, la imagen de la utopa es poderosa
porque expande el horizonte y funciona como ideal regulativo. Lo actual, as, se
enriquece con la mera toma de conciencia de la distancia radical que lo separa de
lo ptimo.
Frente a lo anterior, existe el uso del adjetivo utpico con un sentido peyorativo, recprocamente acusatorio. Autodefinida como realista responsable, la
actitud intelectual y prctica que niega los supuestos beneficios de la bandera
utopista alega que la realidad efectiva de las cosas del poder es compleja y sumamente reacia a dejarse modelar y modificar por esquemas abstractos. Ignorar su
densidad opaca para enfrentarla con ilusiones resulta, cuanto menos, distractivo y dispendioso. Y, adems, puede derivar hacia alucinaciones con efectos
perversos, ya que no es inhabitual que, en nombre de la utopa, se estimule el
fervor inocente de adherentes que ponen sus esperanzas y energas (y, a menudo,
sus propias vidas) al servicio de una meta que, en verdad, no solo es incompatible
con la presente correlacin de fuerzas y relatos, sino con la condicin misma de
la sociabilidad de los hombres.5
La cuestin de los medios, se ve entonces, resulta central para la comprensin de la polmica en torno de lo utpico. La valoracin positiva del complejo de
ideas utopistas se afirma sobre una sensacin de certeza casi absoluta en cuanto
a la calidad superior de lo afirmado, y entonces, privilegiando el qu, se tiende a
dedicar menos cuidado argumentativo a los cmo. Esta operacin retrica (que en
el fondo es existencial) se desdobla en dos momentos. En cuanto al combate ms
discursivo que fctico con el presente, atribuye suma importancia al poder de la
voluntad y, espejado, minimiza la apreciacin de los costos que puedan tener que
afrontar los agentes comprometidos o siquiera involucrados con la empresa. Y el
mismo espritu totalizante se expresa tambin en la arquitectura de lo idealmente
ptimo. La condicin utpica es una dinmica de plenitud, un estado superior de
equilibrio tan valioso que hace de su esquema de preferencias un texto constitucional que solo corresponde escribir en roca. En la utopa el precio que se paga
A modo de ilustracin, con el fin de mostrar dos maneras divergentes de considerar el valor
de lo utpico como insumo ideolgico en un contexto histricamente concreto de accin
poltica, vase Buber (1955), y Vezzetti (2009).
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34
Strauss
Es bien sabido que Leo Strauss, filsofo judo, nacido y formado en Alemania, y
emigrado al mundo anglosajn (Inglaterra primero, Estados Unidos despus), en
ocasin del ascenso del nacionalsocialismo, considera que toda su reflexin est
orientada en torno al dilema que la dimensin teolgica le plantea a la filosofa
poltica (Strauss, 1997, p. 1). Strauss trabaj sobre los clsicos del pensamiento
poltico occidental, pero no escribi nada especficamente centrado sobre la Utopa
de Toms Moro. Sin embargo, en algunos episodios centrales de su produccin,
recurre a la mencin de lo utpico como si el concepto fuera integrante legtimo
de la constelacin de ideas nodales del acervo espiritual de Occidente y, en ese
sentido, relativamente independiente del libro en particular que acu el trmino
en cuestin. En Sobre La Repblica de Platn (Strauss, 2006, p. 94), precisamente, Strauss caracteriza la utopa como la afirmacin de la responsabilidad
infinita del hombre respecto de la calidad moral de los paisajes que habita, lo
cual conlleva la creencia de que todo mal, en ltima instancia, es un producto
voluntario, y que, por tal razn, podra llegar a cesar para siempre. Es una pasin
elevada, y el Scrates de Platn la impulsa con maestra al dialogar con sus discpulos preferidos. Dado que la filosofa poltica genuina es un desafo a las pautas
ancestrales de autoridad que acepta la ciudad en forma de mera doxa, resulta muy
adecuado entusiasmar el alma del joven aspirante a pensador mediante la noble
indignacin. Sin embargo, leyendo cuidadosamente a Platn, Strauss advierte que
es necesario reparar en la diferencia que existe entre un mero recurso retrico y
propedutico, y una tesis sustantiva y madura sobre las condiciones ptimas para
una buena vida. En este sentido, Strauss considera que La Repblica se propone
como cura para disuadir y no para propiciar las esperanzas de una vida ptima
por va de la realizacin del ideal. En fin, el Platn de Strauss es un crtico formidable del idealismo poltico.
El algoritmo que propone Strauss se puede ordenar de la siguiente manera.
Como punto de partida, Platn ofrece la opinin de un sentido comn decente
pero no demasiado reflexivo, en boca de Polemarco (La Repblica, Libro i). Como
principio que ordena la pluralidad de intereses que contiene una polis, dice el
hijo del dueo de casa donde se desarrolla el dilogo, la justicia es una especie
de comunismo no universal. Lo justo consistira en buscar el bien de los amigos
y de lo que es comn, en mantener una serena indiferencia para con los ajenos
y, llegado el caso, en administrar daos adecuados a los enemigos. La aparicin
de Trasmaco, en un primer momento, refuerza la razonabilidad de esta postura.
Ante la observacin capciosa de Scrates segn la cual resulta difcil asociar lo
que es bueno con el dao deliberado hacia otras personas, sugiriendo que no
es filosficamente conveniente reducir la concepcin de la ciencia poltica a un
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arte maquillado de la guerra, el adversario sofista se ofusca y advierte sensatamente, segn Strauss que en el mundo real toda ciudad, an la ms justa, tiene
enemigos potenciales, y que, por tanto, criticar el derecho poltico de persistir en
el ser equivale a aniquilar la idea misma de repblica en general. Sin embargo,
Platn muestra que el aparentemente sano sentido comn, si no est nutrido por
la emocin adecuada (en este caso, la pasin por lo sumamente bueno y verdadero), puede derivar hacia una postura extrema y nociva, que Strauss caracteriza
como la tesis de la ciudad, un positivismo legal abstracto, que se invalida a s
mismo. Trasmaco, insensible a la ertica que impulsa el ascenso dialctico hacia
la idea de Bien, argumenta que, en todas partes se acepta que lo justo consiste en
obedecer al gobernante establecido y a sus leyes. Y que esto es una muestra de
prudencia, ya que la estabilidad de un rgimen se apoya en la coincidencia del
podero real y de los instrumentos de mando. Pero esto equivale a poner la voluntad
del poderoso, cualquiera sea su calidad espiritual, como fuente ltima de justicia.
Dado que la prudencia, seala Strauss, se ejerce solo en primera persona, y para
exclusivo provecho de los propios, el planteo de Trasmaco, cuando se analizan
sus consecuencias conceptuales, lleva a que solo pueden tener sentido dos planes
generales de vida. El de los pocos que tienen carcter y aspiran a imponer tirnicamente su voluntad sobre todos los dems, y el de los muchos que no lo tienen,
y entonces se resignan a presenciar el combate interminable entre los primeros.
Ninguno de estos programas, concluye Strauss, puede resultar convincente para
las exigencias de Scrates.
La anttesis que ofrece La Repblica para el positivismo legal es la entrega al
bien comn. Y dicha entrega, que supera en nobleza e intensidad a la mera disposicin prudencial, solo tiene sentido si, por encima del establecimiento de una
ley lo cual siempre termina siendo algo abstracto que no hace genuina justicia
a cada situacin concreta, prima el criterio de un hombre sabio, quien puede
determinar lo que en cada caso es necesario. Pero el Platn de Strauss sugiere
entre lneas que tambin este escenario es de realizacin imposible: la plenificacin de una ciudad perfectamente buena supone la coincidencia del poder y
de la sabidura en la persona nica del rey filsofo. Sin embargo, por naturaleza,
el filsofo desprecia el ejercicio cotidiano del gobierno, porque considera que lo
nico necesario para su vida ptima es el amor inclaudicable por el conocimiento.
El filsofo tiene en poco los asuntos meramente humanos, y su prctica de la
justicia se limita a abstenerse de causar dao a sus conciudadanos; nunca entrara
voluntariamente en competencia con quienes se afanan en conseguir aquello que,
37
Voegelin
Eric Voegelin, como Strauss, nacido y formado en el mundo germnico y emigrado
a Amrica en ocasin de la Anschluss de Austria, es otro autor clsico del siglo
veinte que recela del recorrido del pensamiento poltico moderno. Con su atencin
centrada en la problemtica relacin que existe entre los complejos culturales y la
trascendencia, l tambin es crtico de la productividad tico-poltica de lo utpico,
pero, a diferencia de Strauss, trabaja directamente sobre el texto de Toms Moro
(Voegelin, 2000). Veamos un esquema del argumento en el que Voegelin presenta
la escritura del libro Utopa como un augurio epocal, anticipatorio de la pneumopatologa7 que, segn l, habra de amenazar la vida espiritual de Occidente.
Para Voegelin, el platonismo clsico y el cristianismo primitivo comparten
la suprema virtud de constituirse en visiones genuinas, porque ponen todo su
vigor en orientar el alma de los hombres hacia el realissimum summum bonum. Con
sus especficas vas de acercamiento a la eterna presencia de la fuente e.g. la
reflexin dialctica y la elaboracin conceptual de la gracia revelada, respectivamente ambas corrientes confluyeron en generar un orden pblico que presentaba
una conjuncin armoniosa de lo espiritual y lo temporal: la Christianitas y el cuerpo
mstico. La filosofa, en este contexto de socialidad tradicional premoderna, asume
En su estudio sobre el pensamiento de Strauss, Thomas Pangle advierte que es un severo error
de apreciacin interpretar, como lo hacen algunas corrientes ultramodernas, que Strauss estara
proponiendo una especie de sntesis entre idealismo platnico y voluntarismo nietzscheano,
para apoyar la accin de un intelectual de lite que se asocie con grupos dominantes conservadores y ejerza un poder detrs del trono. Dado que, segn Strauss, la filosofa de Platn
es una advertencia en contra de la colaboracin estrecha entre el filsofo y el poltico y,
ms en general, en contra de la ambicin poltica como programa de buena vida, mal puede
adjudicarse al profesor de Chicago la intencin de fundamentar con sus interpretaciones
una intervencin que propicie la realizacin, por va del dominio ideolgico, del reinado
de los filsofos (Pangle, 2006, p. 46). En la misma direccin de la lectura de Pangle, viendo
en la interpretacin straussiana de Platn una firme oposicin a toda forma de despotismo
ideolgico, cf. Smith, (2006, pp. 87-107). Para una lectura contraria, la cual ve en Strauss a
un decisionista que ejerce la filosofa como un modo eminente de actualizar la voluntad de
poder, cf. Lampert (1996).
39
40
Veamos cmo el arte literario de Moro busca condensar sin friccin aparente el
poder evocador de estas tres figuras.
El filsofo
El texto de Utopa est atravesado, ostensiblemente, por referencias directas a la
filosofa de Platn en general, y a La Repblica en particular. La sextina del poeta
Anemolio que recomienda el libro en sus ediciones anteriores es explcita: Utopa
es la repblica filosfica que tiene el mrito de hacer realidad lo que Platn solo
haba construido con palabras. Profundizando en esta direccin, advertimos que
el comienzo del relato de Moro es una cita/homenaje del comienzo del Libro i de
La Repblica: en ambos casos, despus de cumplir con los deberes religiosos para
con la comunidad, un grupo de amigos se rene en una casa para conversar filosficamente acerca de lo que en verdad es la justicia. El personaje Rafael, se nos
dice, es un viajero que por su espritu reflexivo nos recuerda ms a Platn que a
Palinuro. Para mencionar lo ms obvio, en fin, cuando Rafael se niega a participar
como consejero en el gabinete de algn monarca europeo, lo hace aludiendo a un
pasaje de La Repblica, en el que se da a entender que, si el sabio no logra convencer
a los necios de que se pongan a salvo de la tormenta, no tiene por qu soportar
l mismo las incomodidades de la intemperie (Moro, 1965, p. 103). Lo cual, a su
vez, estaba tomando en cuenta la observacin de Morus, quien, apelando a otro
celebrrimo motivo platnico, haba advertido que solo cabe esperar una convivencia poltica bien ordenada si la filosofa consigue hacerse un lugar cerca de los
principales (Moro, 1965, p. 87). En todo caso, y a efectos de nuestra exposicin,
podemos agrupar las referencias de Utopa a la matriz platnica en torno a dos
instancias: la lgica con la que se construye y fundamenta el rgimen utopiense, y
las vicisitudes por las que pasa el privilegiado transmisor del mensaje.
Para lo primero, es necesario sealar que lo platnico de la descripcin de la
vida de los utopianos no reside tanto, o tan solo, en sus prcticas e instituciones
concretas como la comunidad de bienes, el gobierno de los sabios, etc., sino ms
bien en la pretensin de haber conseguido un trnsito fluido, sin solucin de
continuidad entre los principios que dan cuenta de la verdadera naturaleza de la
condicin humana, de un lado, y las disposiciones polticas, jurdicas, econmicas
y sociales que mejor la expresan y protegen, del otro. Utopa es una polis filosfica platnicamente filosfica, porque all, en general, lo superior gobierna
sobre lo inferior, y el todo vale ms que la parte, al tiempo que la potencia en su
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Para la seccin que resume la filosofa prctica de los utopienses, cf. Moro (1965, p. 161 y ss.).
Creo, por mi parte, que el paralelo sustantivo es forzado, pero no puede dejarse de mencionar
la afinidad formal, al menos, que existe entre las muertes de Scrates y del propio Moro,
acontecidas ambas en ocasin de una acusacin poltica de subversin de las creencias
fundantes de las respectivas ciudades. Para un tratamiento platnico del peligro que corre el
filsofo en la ciudad, vase, adems de la Apologa de Scrates, la alegora del barco tomado
en motn por los marineros, Repblica, Libro vi.
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El sabio conquistador
El relato de Rafael acerca del momento inaugural de la vida ptima en la isla es
breve, pero deja entrever algunos supuestos interesantes. En tal sentido, pensamos
que otra figura ilustre que apuntala, sin ser mencionada, la legitimidad del orden
utopiense es la de Moiss. Nos dice el personaje viajero que el territorio, originalmente poblado por una nacin primitiva, era una especie de pennsula llamada
Abraxas. Sin mayores consideraciones, Rafael informa que fue conquistada en una
accin muy rpida por la gente del fundador Utopo, y que este, a fin de favorecer
la integracin entre triunfadores y derrotados, orden que miembros de ambos
grupos trabajaran, codo con codo, en la excavacin de un istmo. Los abraxienses
fueron invitados a participar del nuevo orden, y el relato da a entender que
este proceso de transculturacin se dio de manera casi inmediata, sin que haya
quedado memoria de huellas traumticas. Utopo aparece aqu en su doble funcin
de comandante en jefe de las fuerzas de la conquista y de legislador originario
(Moro, 1965, Libro ii).
Ahora bien, si se tiene en cuenta que los utopienses, segn el relato de Rafael,
rechazan explcitamente las acciones de expansin blica propias del power politics
(p. 199), cabe preguntarse cmo justifican ante s mismos la agresin cometida por
sus padres fundadores hacia un pueblo del que no tenemos noticia que hubieran
recibido dao o amenaza previos. Cmo es que ellos, tan filosficos, guardan
una memoria tan poco crtica respecto de un momento nodal de su historia como
comunidad poltica, y, en el mismo sentido, cmo es que Rafael no tiene nada para
opinar acerca de un origen que, por lo menos, podra verse como conflictivo? La
doctrina de la colonizacin con la que se manejan los utopienses puede darnos una
pista. Hay circunstancias demogrficas en algunas regiones de la isla por las que,
a veces, el nmero de habitantes que las autoridades consideran ptimo resulta
sobrepasado. Si los dems distritos de la confederacin no estn en condiciones de
recibir a sus connacionales, las autoridades deciden hacer uso de lo que ellos creen
es un derecho natural, y entonces buscan en los territorios extranjeros que tienen
a su alcance alguna extensin habitable que est despoblada, o bien ocupada por
pueblos que no hacen de ella un uso suficientemente productivo. Los excedentes
demogrficos de Utopa se instalan all, como colonias, invitando amistosamente
a los aborgenes a asociarse con plenos derechos ciudadanos a su forma de vida.
Y si estos no aceptan, entonces recurren al uso de la fuerza blica, que es tecnolgicamente superior a la de los primitivos lugareos.10 En retrospectiva, se puede
suponer, sin forzar el sentido del relato, que las huestes de Utopo consideraban
un derecho natural tomar posesin de la tierra de Abraxas, siempre que tuvieran
el cuidado de causar la menor cantidad posible de bajas. Y dado que no se nos
dice nada acerca de su procedencia geogrfica originaria, esta autoconcepcin de
superioridad moral e institucional se puede adjudicar a una creencia en su doble
condicin de nacin nmade con destino manifiesto. El paralelo con el Israel
bblico que condujo Moiss hasta la tierra de Canan, desde esta perspectiva, es
muy cercano. Si bien Utopo parece haber tenido el cuidado de respetar los derechos humanos de los vencidos, en lugar de ordenar su aniquilamiento como lo
hiciera el lder hebreo, se ve que ambos consideraban un deber superior instalar
a sus respectivos pueblos en una tierra de la que no eran primeros ocupantes. La
justificacin implcita de esa violencia reside en que, desde all, sus repblicas se
constituirn en luz para las naciones.11
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El profeta
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12 Vase la entrada Prophecy, en Eliade (1978) y tambin las entradas Prophecy (Ane),
Prophecy (pre and postexilic Hebrew) y Prophecy (Early Christian). De igual forma, en
The Anchor Bible Dictionary), Freedman ( 1992, pp. 447- 503).
13 Son varios los estudios que han prestado atencin al motivo del visionario o del profeta en
Utopa. Ver, por ejemplo, J. Hexter (1952); Schoeck (1979); o Wiener (1975).
hombres del poder son capaces de ir escuchando sin escndalo. Para negarse a
ejercer esta philosophia civilior, Rafael alega que la misin del convencido es decir
la verdad tal como l la conoce, y no deformarla segn la mala voluntad del
destinatario. Por algo, agrega, Jess ha ordenado a sus apstoles gritar desde los
terrados lo que l les ha susurrado en los odos (Moro, 1965, p. 100; Mateo 10:
27) . Ratificando esta impresin, los documentos de recomendacin de Utopa
abundan en referencias a la nueva isla como algo que, a pesar de existir en el
tiempo y en el espacio, alcanza, sin embargo, un grado sumo de excelencia y, por
tanto, de verdad. El poema laudatorio de Desmarais, por ejemplo, seala como
el regalo que la Repblica de Utopa le ha ofrecido al mundo consiste en integrar
en un solo pueblo y al mismo tiempo la suma de todas aquellas virtudes que el
resto de las naciones conocidas han exhibido de manera separada y en pocas
diferentes (Roma la bravura, Grecia la elocuencia, Francia la piedad, Marsella
la integridad, etc.) (Moro, 1965, p. 28). Tambin Busleyden, en su carta a Moro,
agradece a su amigo el servicio de haber dado a conocer la constitucin de una
repblica perfecta, a la que todos los hombres deberan aspirar (p. 32). Pero los
elogios ms sustantivos se encuentran, sin duda, en la carta de Bud a Lupset,
en la cual el francs retoma (anticipa, en verdad, si se considera el orden convencional de lectura), el contrapunto Europa-Utopa desarrollado entre los Libros
i y ii. Dice Bud, por una parte, que los utopianos han adoptado la verdadera
sabidura del cristianismo, tanto en la vida privada como en la pblica, observando, de este modo, principios divinos (p. 10). Y agrega, unas pocas frases ms
abajo, que aqulla es una verdadera Hagnopolis (ciudad santa), porque all los
hombres comparten una vida casi celestial, apenas por debajo del cielo mismo
pero muy por encima de la bruma y de las tormentas de este mundo conocido
(p. 12).14 Por otra parte, deplora la forma de vida que rige en Europa, en la cual
la ceguera de la opinin comn, viciada por ilusiones, hace que la gente crea
que para servir a la justicia basta con cumplir con la ley que all rige, sin advertir
que tanto las normas civiles, como los decretos reales o papales, agravados por
las interpretaciones amaadas y malintencionadas, contraran la regla de la
14 Tambin en un pasaje del Libro ii, en el que Rafael alaba la manera en que las leyes y
costumbres de Utopa impiden que los habitantes evadan sus responsabilidades laborales
y se entreguen al libertinaje en tabernas, lupanares y encuentros ntimos y secretos, la nota
marginal corrobora la apreciacin adelantada por Bud: Oh, repblica santa, digna de ser
imitada inclusive por los cristianos! (Moro, 1965, p. 146).
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La crtica de la soberbia
Ahora bien, incluso el ms entusiasta de los lectores de Utopa tiene que admitir
que hay ciertas caractersticas de la sociedad de la isla que no resultan fcilmente
elogiables para un europeo cultivado, creyente y razonablemente decente. Por
mencionar lo ms evidente: la falta de libertad para circular por el territorio, o para
decidir el tipo de vestimenta; la falta de un derecho serio a la intimidad; la pena de
muerte por faltas que no suenan tan graves; la eutanasia; la facilidad con la que los
utopienses se permiten tomar esclavos; la superioridad moral que sienten respecto
del resto de los pueblos de la tierra; la liviandad con la que instan a la traicin a
los sbditos de un monarca enemigo; la contratacin de mercenarios, etc.16 Ledo
ahora en modo no-ficcional, el libro tambin parece provocar, de manera deliberada, algunos interrogantes: por qu inventar la ficcin de una sociedad que no es
ptima, pero que se pretende tal?; por qu encomiar a un personaje que, apoyado
en la supuesta suprema bondad de esa perfeccin fallida, impugna la legitimidad
de la forma de vida que, en verdad, le diera existencia?; por qu, en fin, Moro,
el autor, tolera los insultos no demasiado indirectos de su personaje Rafael? En
trminos de lo que se vio ms arriba, por qu simular aprecio por una postura
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que, segn Strauss, ya fue analizada y criticada por Platn, y que, segn Voegelin,
podra estimular la celebracin atea del triunfo de la inmanencia?
Para simplificar los argumentos que Moro pone a nuestra disposicin, podemos
decir que resulta evidente que tanto los utopienses, como su se-dicente profeta,
incurren en el mismo pecado que denuncian como fuente de todos los males, y que
pretenden haber superado. Utopa y Rafael se impugnan a s mismos porque, entre
otras cosas, suenan terriblemente soberbios. Los isleos, porque a pesar de creer
en un dios providente, creador y benevolente, no han recibido la revelacin de la
palabra divina. En consecuencia, tampoco tienen cmo saber, en sentido fuerte,
que solo la gracia de la redencin puede limpiar el alma de los seres cados por
causa, precisamente, de la soberbia, que es la fuente de toda pecaminosidad, segn
la lectura agustiniana que venera Moro (Piaia, 2007). La conciencia de la propia
condicin pecadora tambin es, en cierta forma, un don del que los utopienses
carecen, y entonces, sin ser conscientes de ello, confunden lo indispensable con
lo suficiente. Un orden social, econmico y poltico que apunte a ser racional y
acorde con la naturaleza es algo muy conveniente, pero nunca puede ser garanta
absoluta de felicidad terrenal para el creyente. Correlativamente, tampoco tiene
sentido para el filsofo afirmarse en la conviccin de haber conseguido la formulacin del rgimen perfecto que se busca con el dilogo. Nada menos socrtico
que creer que la bsqueda ertica del conocimiento puede llegar a terminar en
posesin cierta del mismo. Utopa, la repblica filosfica, as, ofrece la paradoja
de que en ella la filosofa que en rigor, siempre es alguna forma de desafo a lo
establecido no se puede practicar ms que como adoctrinamiento.
Esa es, probablemente, la causa de la poca disposicin al dilogo genuino que
muestra Rafael. En ms de una ocasin el viajero se ha quejado de la reticencia de
las personas cercanas al poder para considerar con honestidad intelectual ideas y
esquemas novedosos. Sin embargo, nunca lo vemos a l mismo estimular el examen
crtico de lo que est trayendo como novedad valiossima. Hacia el final del Libro
ii, Morus nos confa que, despus de escuchar larga y atentamente el relato de
Rafael, se qued con muchas dudas, tena muchas preguntas y objeciones para
plantear, pero se abstuvo por cortesa, y as no abusar de la amabilidad de alguien
que deba haber quedado agotado despus de un discurso tan extenso (Moro, 1965,
p. 245). Pero, adems, y este es nuestro punto, porque tema que Rafael pensara
que Morus era como todos los dems, quienes se apresuran a buscar objeciones
ante cada novedad, a fin de evitarse el trabajo de la reflexin y, eventualmente,
del abandono de las antiguas creencias. Rafael, en otras palabras, haba dejado en
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Resumen
Este captulo explica dos de las grandes ausencias que se encuentran en Utopa (1516), de Toms Moro:
la notable ausencia de la mujer, y de otras minoras humanas. La figura femenina no se encuentra en
Amaurota, as como tampoco las de los hombres y mujeres de otras clases y razas del mundo. De all
que resulte necesario formularle al texto y a su crtica los siguientes cuestionamientos: por qu no
tienen un espacio las multitudes americanas y no americanas en la ciudad perfecta o Utopa?, en qu
lugar queda o existe la mujer? Una respuesta sencilla sera que entonces no importaban los otros ni las
otras. Ellas y ellos no son parte de la cultura dictada por ese pensamiento universal europeo mantenido/
abrevado en la ley del Padre. Los hombres letrados y pensantes blancos fsica o mentalmente de un solo
color, siguen controlando al mundo o, mejor, los mundos: el real y el virtual. La lectura que del mundo
hace Moro no concibe lo indio, indgena, negro, judo, rabe o asitico, ni sus pares femeninos. Utopa
se revuelve en su coto cerrado para leerse como un ejercicio de la creatividad humana, pero ya no lo
es ms. Utopa retoma en su perfecta concepcin solo algunos de los cambios socioculturales que
se dan al fragor de un inusual renacimiento. En esta lectura se propone la necesidad de cambiar ante
el desastre del pensamiento misgino, racista y sexista del patriarcado impuesto en nuestro mundo
desde la invencin de la ciudad nacida de la violencia fraticida.
Palabras clave: cosmomemorias, gnero sexual, literatura, mujer, patriarcado, utopa.
Abstract
This chapter explains two of the great absences in Utopia (1516), by Thomas More: the noticeable absence of women and other human minorities. Woman figure is not found in Amaurote, as well as the
figure of men and women from other classes and ethnicities in the world. Therefore, it is necessary to
formulate the following questions: why do not the American and non-American people have a place in
the perfect city or Utopia? What is the place of women? An easy answer would be that the others were
not important. They are not part of the culture driven by that universal European thought preserved/
nourished in the law of the Father. The literate and thinking white men, physically or mentally of the
same color, still control the world or, rather, the worlds: the virtual and the real one. Mores worldview
does not include indigenous, black, Jewish, Arabian or Asian men or women. Utopia develops in its
limited space as an exercise of human creativity, but it is not so anymore. Utopia takes up in its perfect
conception only some of the sociocultural changes arising from the clamour of an unusual Renaissance.
The need for a change against the imposed misogynist, racist and sexist thought in our world since the
invention of the city born from fratricide violence is revealed herein.
Keywords: world memories, sexual gender, literature, woman, patriarchy, utopia.
BY
NC
ND
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Demetrio Anzaldo-Gonzlez
Docente Asociado, Universidad de Missouri, Estados Unidos. Ph.D. en
Literatura Latinoamericana, Universidad de California, Irvine, Estados
Unidos. Correo electrnico: anzaldod@missouri.edu
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para que se entienda lo que se pretende que el silencio diga; y si no, dir nada el
silencio, porque se es su propio oficio: decir nada. (Zavala, 2005, p. 43)
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Hoy sabemos que no solo fueron las ideas y escritos de Sor Juana los que ensordecan, figurativamente, a los miembros de las aejas inquisiciones virreinales,
sino la llana presencia humana y habla magistral de una mujer entre los crculos
de la corte, la iglesia, la universidad, el convento y la sociedad en su conjunto;
es decir, los poderes masculinos reinantes de la poca solapados por las fuerzas
militares y militantes.
Una a una siguen desfilando a travs de la historia, prncipes, poetas, personalidades, intelectuales, creadores y autores sustanciales para quienes resultaba
y resulta muy difcil, acaso imposible, ver, sentir, or, oler, hablar y pensar en su
verdadera dimensin y humanidad los trabajos que rompen con su silencio y las
acciones todas de esta poeta del siglo xvii, en la respuesta dada a la envidia enmascarada de los hombres todos. Esos, sus disfrazados inquisidores pasados, al igual
que los ahora contemporneos, son mulos de sus apocados colegas, son los mismos
que disimulan el silencio oficial conservador, misgino y racista de un discurso
canonizado por la violenta cerrazn perfeccionada de las voraces autoridades
rapaces. Se contina siendo autista a conveniencia en los crculos oficiales para
desvirtuar las no disfrazadas alusiones en contra de los seores sordos, a quienes
proftica y filosficamente denuncia la poeta al enunciar sonora y gravemente:
Oh si todos y yo la primera, que soy una ignorante nos tomsemos la medida
al talento antes de estudiar, y lo peor es, de escribir con ambiciosa codicia de igualar
y aun de exceder a otros, qu poco nimo nos quedara y de cuntos errores nos
excusramos y cuntas torcidas inteligencias que andan por ah no anduvieran!
(Zavala, 2005, p. 64)
Porque para andar libres en ese mundo dominado por los poderes masculinos,
el mundo de los sordos, ciegos y mudos a conveniencia, se necesitara algo ms
que la presta calidad incendiaria de la escritura creada por este proclamado yo
femenino en singular y en plural consciente, contestatario y contradictorio ante el
pensar oficioso/oficial. La escritura est de-formada por una seudo primer mujer
ignorante, la cual no se queda en la falsa modestia utilizada para mantenerse a
resguardo y desviar esos ataques gracias al juego cnico de imitar y rebasar la
esttica barroca de la poca, sino que tambin tendr gracia y talento al aludir a
sus contemporneos directamente. Los sabios y santos que terminarn sin saber
leerla ni poder escribir en contra, porque no la han podido o no han querido
entenderla, demostrando una tcita ignorancia a la que no podrn disfrazar ms
por muy perfecta o utpica que esta sea. Dado que, con Juana (se) hace entrar en
contradiccin saber y decir. De hecho, Sor Juana los termina de reducir/exponer
al sealarles sus negligentes acciones y su parco intelecto y, por ende, el de los
dems hombres del mundo en el cual vive. Visualizndose, tomando esa palabra
masculina, la reutiliza para describirse sufriendo una, Qu me habr costado
resisitir esto? Rara especie de martirio donde yo era el mrtir y me era el verdugo!
(Zavala, 2005, p. 53).
Lo anterior es coincidente con una realidad textual que se constata mediante el
dinmico juego de silencios y sombras, entre las cuales se va conformando un yo de
mujer madre e hija a partir de las infinitas respuestas interiores que le dan forma
y contenido, aquello que Rosario Castellanos denomin, llanamente, un alegato a
su favor (Castellanos, 2003, p. 34). En s, esta, la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz
(1691) de Sor Juana, es una respuesta compuesta de las negaciones, revelaciones
y sacrificios hacia un yo femenino que nace de lo escrito, de manera autobiogrfica, en busca de su libertad personal y la de su pensamiento como mujer ante un
mundo hstil y cerrado en el nombre del Padre. La palabra de ella es, al igual que
la estrategia utilizada por Moro, una carta como pretexto idneo que le posibilita
dirigirse indirectamente a sus superiores y, por extensin, a la comunidad letrada
de la Nueva Espaa. Estamos trayendo otra voz versada en latn traducida al espaol
de La Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691), en un dilogo sordo para la utopa
masculina. Esta magna palabra de la monja mexicana Sor Juana Ins de la Cruz
Ramrez y Asbaje (1651-1695), es tambin un magno ejercicio del pensamiento que
se resiste a callar y habla de lo que existe en su realidad, a pesar de las previsibles
consecuencias que la ciudad de los hombres ofrece a la mujer que contradice al no
tan perfecto imperio varonil. Por haberle escrito a ella la Respuesta a Sor Filotea de
la Cruz, y a la clebre monja, se les desaparece durante ms de trescientos aos;
por el simple acto de hablar, pensar y escribir mejor que los hombres. Si bien se
ha reconocido ese acto el de la escritura profusa, fue a instancias y animada
por su preceptor que la conmina a redactar ese contundente ensayo/respuesta de
una mujer sabia consciente/cierta de las limitantes falsamente impuestas a las de
su gnero y condicin femeninas. Este escrito, a diferencia de Utopa, s responde a
las injustas sociedades de los hombres y mujeres, y s devela el ominoso y opresivo
silencio impuesto a la mujer por la santa, perfecta, divina voluntad del hombre.
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La Respuesta a Sor Filotea de la Cruz paga el precio del silencio femenino, pero su
acierto consiste en convertirlo en materia meta-literaria. El silencio de las mujeres
es precaucin, represin, autocensura, modestia; pero tambin resistencia pasiva,
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incluso lenguaje especfico. Por eso, si Fray Luis entiende la asociacin silencio-mujer
en un solo sentido, Sor Juana la dota de realidad polismica. De esta manera, la autora
mexicana rastrea la interpretacin dada a la sentencia de San Pablo Callen las mujeres
en las iglesias (Mulieres in Eclesiis taceant), demostrando el desvo de la verdad histrica ante la interpretacin interesada, poniendo en evidencia que ante la Historia, la
mujer es la Otra, que la ley histrica es una ley patriarcal (Ferrs Antn, s.f., p. 13)
decir, leer para comunicarnos los seres humanos de una manera ms completa o,
al menos, conocer del por qu de esas fallas en la escritura/lectura, o por qu de
las ausencias y por qu tantos y tan marcados silencios que muy pocos, como Sor
Juana Ins de la Cruz y otras pensadoras, se han atrevido a desafiar. Utopa bajo
este tenor no es ms una escritura utpica masculina sino, al contrario, por ello
mismo, una distopa, un discurso que necesita entenderse para mostrar su caducidad. Volteemos las hojas y descubramos el bosque ignoto para que, basndonos
en esta lectura genrica que tiende a lograr una lectura contestataria, rompamos o
develemos, por lo menos, el cerco dictado a todo pensamiento ancestral y actual.
El objetivo es poder mostrar de qu manera el pensamiento racista del poder y
control patriarcal se erige como la salvacin del mundo de la imaginacin y de
la vida real sin cortapisas. Para intentarlo hay que liberar el pensamiento de las
mujeres y de los hombres al unsono, hay que seguir develando ese control racional
disfrazado de bienestar y perfeccin que se impone como una carga pesada en el
quehacer del lenguaje, losa que se impone en la vida, lluvia ideolgica que se filtra
en las artes. Es decir, en toda cultura y forma de vida que se ha desarrollado y
que sigue, a pesar del cerco genocida, desarrollndose en nuestro planeta Tierra.
Utopa no es ms un texto perfecto, no es ms la utopa. Nunca lo fue, pero
ha logrado pasar como tal gracias a ese mismo control y dominio impuesto al
pensamiento y al lenguaje. Es tiempo de mostrar sus ausencias/carencias al intentar
una mejor lectura de sus re-veladas utopas, y de esas otras no utopas que existen
hasta en la im/perfeccin, en esa isla ignota e inaccesible. As que esta inslita y
marcada palabra, tan llena del vocero de las cosmomemorias y alentada por reconocidas y desconocidas voces, plantea esta otra relectura de manera desafiante y
genrica, y as con ella armar un ensayo que posibilite ver de otra manera la utopa
de un hombre renacentista loado y enlodado por su propia realidad a-histrica,
la cual fue contradictoria y perfectamente racista ante la realidad que seguimos
confrontamos en el mundo contemporneo. Las sociedades actuales no pueden
seguir soslayando la ignominia del pensamiento econmico, poltico, religioso y
militar, disfrazado de humanista y defensor de los derechos humanos que se sigue
practicando desde tiempos inmemoriales. A pesar del loable esfuerzo de Toms
Moro la justicia y libertad no se ha alcanzado ni en Amaurota ni en ninguna de
las ciudades del mundo actual.
Es momento de empezar a revalorar las pasadas realidades humanas silenciadas, de dialogar con una Utopa cuasi-fantasmal masculina y mostrar sus
condicionantes temporales y espaciales. El desafo dual, entonces, consiste en
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desentraar los complejos nudos de ideas e imgenes y palabras que los forman,
las mismas que los han hecho parte de la tradicin cultural y literaria. A la vez, el
reto es enfrentarse con la traduccin del libro, lo cual logra desestabilizar mucha
de la crtica literaria. No se puede obviar que originalmente Utopa fue escrita en
el latn del siglo xvi. Como si no fueran suficientes obstculos los generados por
las diferencias conceptuales, contextuales, lingsticas y temporales, se tienen
que reconsiderar las malas interpretaciones o degeneraciones que afectan a toda
lectura de este clsico del pensamiento renacentista europeo. De tal suerte que
el verdadero propsito de Utopa, para la mayora de las personas, se mantiene
fuera de alcance o comprensin, y su manera de verla y de entenderla cambie
al repasar en algn otro momento este libro ya tan ledo durante los ltimos
quinientos aos.
As que para lograr comunicarse, a tiempo y a destiempo, con esa inasible
palabra utpica, queriendo atraparla o al menos entenderla para bien y no para
mal, es muy posible que el presente no llegue a ser un propsito compartido por
los lectores, quienes como el mismo Toms Moro hacen gala del ingenio para
solazarse en el mundo que se han hecho o lo han hecho ellos a su imagen y semejanza, pero que no es el que se vive realmente en la historia. Como lo leen algunos
virtuosos en la obra, yo me persuado que fabric aquella poltica contra la tirana
de Inglaterra, y por eso hizo isla su idea, y justamente reprehendi los desrdenes
de los ms de los prncipes de su edad (de Quevedo y Villegas, 2007, p. 12).
Esto es lo que sigue comunicndose entre los lectores, quienes como Francisco
de Quevedo y Villegas (2007), dan el visto bueno al diestro ejercicio literario y
siniestramente siguen negndose a hablar de lo que no aparece en Utopa. Como
lo advierte y a la vez se divierte Quevedo en su alabanza a un colega consagrado
en la misma Utopa, se encuentra ese dejo burln pero altamente ingenioso de una
misma manera de ver la realidad y de aduearse de ella sin importar nada ms
que el yo masculino. Puesto que en Utopa, tambin, se convierte, se divierte el
ingenioso canciller britnico al hacer de esta obra un periplo doblemente desafiante para todo lector que se adentre en los muros de la ciudad perfecta, y en los
cuatro textos que cierran el paso a las vivencias otras de los brbaros hombres
que no son de la misma clase de la de los letrados hombres que, como Quevedo
y Moro, hablan solo de una manera perfecta y para un solo pblico: los dems no
importan o no hubo tiempo para hablar de ello o con ellos. Como asienta Rafael
Hitlodeo y el propio Toms Moro hacia el final del segundo libro:
Por todo esto, cuando traigo a mi memoria la imagen de tantas naciones hoy florecientes, no puedo considerarlas y que Dios me perdone sino como un conglomerado de gentes ricas que a la sombra y a nombre de la repblica, slo [sic]se ocupan
de su propio bienestar, discurriendo toda clase de procedimientos y argucias, tanto
para seguir, sin temor a perderlo, en posesin de lo que adquirieron por malas artes,
como para beneficiarse, al menor costo posible, del trabajo y esfuerzo de los pobres
y abusar de ellos. Y as que consiguen que sus maquinaciones se manden observar
en nombre de todos y, por tanto, en el de los pobres tambin, ya las ven convertidas
en leyes. (Moro et al., 2009, p. 176)
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Son las fallas ordenadas por las polticas y poderes dictados y controlados por los
mismos hombres que sostienen la inhumana colonizacin, el trfico de esclavos, de
mercancas y minerales que las violentas colonizadoras huestes guerreras llevaban
a la Europa imperial en nombre de la religin y el poder del hombre blanco. La
otra debacle/falla en la que cae, sigue cayendo la humanidad, no tiene cabida
plena en Utopa sino que se menciona tan solo de soslayo. En ese mundo nunca
se habla de lo malo que sucede en el mundo real; no se hablar de la violencia y
los genocidios pasados ni presentes ejercidos en contra de los habitantes de las
viejas y de las nuevas tierras que existen o existieron. No existe tal deseo, por el
contrario, el uso y la adecuacin de poderes apegados al orden social vigente tienen
su constancia ante el mutismo e indiferencia, ante este genocidio milenario que
sigue inmolando a los seres humanos como en el caso mexicano-americano que
se ha prolongado ms de la cuenta.
Ante la presencia de las nuevas personas se resquebraja ese orden perfecto,
pero no se rompe. Sin embargo, la conceptualizacin del orden patriarcal quedara
tambaleante. El control cerrado divinizado por el orden y la razn imperantes sigue
inmutable ante los dems. Es por eso tan necesario plantear el siguiente cuestionamiento: por qu no tienen un espacio las multitudes americanas y no americanas
en la ciudad perfecta o Utopa? Simplemente porque no importaban los otros ni las
otras, porque se les negaba toda humanidad en las perfectas e imperfectas ciudades
de los hombres. La divisin del mundo por el sistema neoliberal econmico solo
ha privilegiado, como en el pasado, a unas cuantas familias, pero nunca a la poblacin entera. Ellas y ellos no son parte de la cultura dictada por ese pensamiento
universal europeo, el cual se abreva en la ley del Padre. Los hombres letrados y
pensantes blancos, fsica o mentalmente de un solo color, siguen controlando el
mundo o, mejor, los mundos: el real y el virtual. Dueos de la palabra, nunca la
han cedido porque no aceptan las lenguas libres del mundo. La escritura que del
mundo hace Moro no concibe, desgraciadamente, lo indio, indgena, negro, judo,
rabe o asitico, y menos lo femenino. No piensa en otros seres que no sean los
utpicos, ni en otras entidades fuera de Utopa, aunque sepa que existen miles de
seres humanos conviviendo virtual y literalmente en los mundos reales e imaginados. Utopa se revuelve en su coto cerrado para leerse como un ejercicio de la
creatividad humana, pero ya no lo es ms. Si acaso, escasamente humana con
dejos de libertad y humanidad inciertas, muy limitadas ambas por cierto. Utopa
retoma en su perfecta concepcin solo algunos de los cambios socioculturales que
se producen al fragor de un inusual renacimiento no contemplado por los nuevos
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ideal, sino la misma dinmica de la representacin y de la construccin del pensamiento y de la imagen que se tiene sobre uno mismo. Es un discurso acerca de la
discursividad. (Prez Snchez, s.f., p. 46)
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Este absurdo es llevado al extremo al inmortalizarlo entre sus pares. Razn por
la cual el silencio hablado o lo no escrito por Moro en su misma palabra, margina
todo aquello que ha eludido o lo que teme nombrar, pero que existe a pesar de su
deseo y voluntad. Utopa es en s misma un ejercicio de la voluntad subjetiva que se
cubre hasta de sus ltimas consecuencias aparentando que habla de una sociedad
humana perfecta; pero que es tan solo el ejercicio poltico-literario del canciller
ingls y no de los seres humanos contenidos en el planeta. Las multitudes de seres
humanos no encuentran cabida en su mundo utpico. Toms Moro solamente
se permiti abogar y pensar en personas y hechos seleccionados a su criterio y
voluntad, tanto en su obra, como en la historia del mundo, con consciencia plena
de lo que haca con su ensayo epstola-utpico. Como un hombre de la monarqua,
preparado, consciente del mundo y sabedor de los poderes vigentes, Moro s saba
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de los viajes hacia la otra parte desconocida de la tierra; estaba enterado, no poda
no estarlo como anunciaba el vate argentino, de los quehaceres imperialistas y
racistas de su mundo. A travs de Rafael Hitlodeo, reconoce uno de los ms grandes
cambios que, a pesar de todo, salvaran a la vieja Europa: Amrica. La aparicin del
nuevo mundo y de la expansin/colonizacin europea de la cual Moro fue testigo y
partcipe, cambiaran al cercado mundo renacentista para siempre. A l le ofreci
la oportunidad de darle vida a su inventada realidad literaria, a su Utopa, obra
que encubri el orden homogneo de las cosas de la poca. Si bien no de la mejor
manera, tal como se ha observado en la anterior crtica y en los estudios recientes:
Utopa es la mejor de las repblicas, la ms humana y pacfica, la ms protectora y
clemente, pero tambin un sistema que para existir necesita proyectarse hacia fuera,
bajo formas extremas, las miserias de que pretende liberar a los seres humanos. De
modo caracterstico, el sistema defensivo de los utopianos es ms eficaz, y en ciertos
aspectos ms implacable que los sistemas ofensivos de pases organizados para la
guerra y la conquista. Una de las principales estrategias es usar mercenarios extranjeros vidos de dinero para las misiones de mayor peligro y hacer a la humanidad
un buen servicio con su exterminacin. Tambin necesita la igualitaria repblica
de esclavos atados con cadenas de oro para matar reses y retirar basuras. (Blanco,
2014, p. 169)
Las Malvinas en 1982 vuelve a mostrar que la colonizacin sigue sin cuestionarse
realmente por Las Naciones Unidas, onu, por citar uno de tantos ejemplos de
la violencia. Utopa no es ms que una distopa que cubre la expoliacin genocida a manos de los hombres de ese mundo racional europeo renacentista y de
sus descendientes, nuestros contemporneos que observan como esa utopa se
convierte en entropa:
En efecto, no se trata para Europa solamente de aceptar el fenmeno geogrfico y
natural representado por Amrica, sino de resolver el problema, urgente e inquietante,
de la imprevista irrupcin en la historia de una parte absolutamente desconocida y
adems muy numerosa de la humanidad. Esta irrupcin no slo [sic] desbarat los
conocimientos y el orden geogrfico y cosmolgico establecidos, sino tambin y sobre
todo, exigi que se asignara e esas poblaciones un lugar y un sentido en la historia
del gnero humano. El problema del origen y fin ltimo de las gentes indianas se
torn, desde los primeros tiempos del descubrimiento y a lo largo del siglo
xvi,
en
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Toms Moro existe y est en su Utopa por los cuatro costados, dentro y fuera
de la obra. Sin embargo, lo que se ve en la isla utpica no es reflejo de la realidad
del mundo del siglo xvi, sino una invencin del pensamiento mismo. En su libro,
Toms Moro enfatiza la culminacin del control y podero de la ideologa milenaria del hombre occidental que desconoce y destruye a todos los dems. Tal
como se puede observar al imponerse dentro de los espacios fsicos, mentales e
ideales descritos en las ciudades utpicas, el poder del hombre blanco cristiano
racional misgino y racista: el patriarcado. Utopa mantiene un disfraz perfecto con
formas de vida que resultan altamente sospechosas, dada tan sealada perfeccin.
O mejor, imperfeccin maquiavlica llevada a la utopa, porque ya no dan para
ms la ideas segn las cuales lo utpico es una imagen especular de la realidad
(Pea, 2002); o, la esperanza de un mundo mejor (Vidal, 2011, p. 77). Es todo
lo contrario, existe una notoria delimitacin en la Utopa que se resiste a criticar,
consciente y revolucionariamente, la realidad histrica en la que se ha formado y
a la que pertenece su creador. Los cambios existenciales que se han manifestado
en la vida social urbana, como se ha sealado, no encuentran cabida en el mundo
ideal de Moro.
Por todo lo anterior, es evidente que no se encuentra en Utopa el renacimiento femenino. La casi nula presencia activa de la mujer junto con la ausencia
de los diferentes grupos humanos en medio de los avatares de la existencia en
las ciudades utpicas instrumentadas por Moro, dejan un vaco que no se puede
dejar de tomar en cuenta al estudiar este texto angular de un proceso renacentista que aboga con claridad a favor de lo masculino. Estamos frente a un texto
que uni aparentemente los dos mundos, el de la imago y el de la episteme, pero
en realidad es uno mismo e idntico a la imitatio hasta la perfeccin, al mundo
creado por y para los hombres mismos y nadie ms. Contrario a lo que muchos
de sus lectores piensan al entrar o al salir de la Utopa, en esta lectura es evidente
que Toms Moro se escuda en una realidad imaginada que lo inmortaliza y
con la que logra fortalecer, sin lugar a dudas ni vacilaciones, un sistema social
masculino en el cual no se acepta lo diferente, ni mucho menos a los que no se
ajustan al modelo creado por el sistema jerrquico que se pretende universal y
perfecto. Ah y aqu no hay ningn espacio para los brbaros hombres ni para
las brbaras mujeres; ellas y ellos son invisibilizados y dejados, paradjicamente,
fuera de un espacio inexistente pero que es parte de nuestra realidad o de las
realidades mundiales. Caso contrario sucede con la visin compartida por Iain
Chambers quien enfatiza la multiplicidad de culturas y la presencia fundamental
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El discurso utpico es una manera sutil y segura de lograr que las cosas no
cambien en las sociedades histricas. De ah que sean los nuevos conglomerados
y sociedades capitalistas asociadas con los viejos monarcas y con los jvenes
dueos, en aquel entonces del resplandeciente capital econmico burgus, los
beneficiados indirectamente por la pluma y pensamiento del creador de Utopa.
La literatura de la utopa est desgastada, ha sido rebasada por la realidad misma
y por negarse a aceptar los cambios temporales y espaciales en las ciudades y
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sigue dndole lustre a una sociedad machista que es, en verdad, todo un desastre
mundial. Al internarse en esta literatura y teorizar con el concepto del gnero sexual,
se puede visualizar cmo en Utopa se mantienen fallidas representaciones de la
mujer y su imagen, las cuales siguen un conocido y altamente opresivo orden social
patriarcal. El orden masculino al que, valientemente, denunciaba el clebre Tao
Lao (un seudnimo de la sin par poeta Alfonsina Storni), en su artculo del 12 de
junio de 1921. Ella lo denomin El varn, un ser al cual ironizaba para mostrarles
a las damas y caballeros de la poca lo que segua escondido en el ambiente, lo que
ensombreca la ciudad portea dominada por los iluminados hombres:
As, que en los modernos tiempos, los hombres se quejan de que la mujer ha perdido
todas las ntimas bellezas que la adornaron, y las mujeres piensan que no hay varones
que merezcan este adorno, pues para ellos y por ellas este adorno exista. Mientras
tanto, actos, ceremonias, sentimientos que parecen cosa provisional, van alimentando,
con pequeos e inferiores rellenos, los grandes vacos de los corazones bien puestos,
que no quieren aceptar lo que est en el ambiente. (Storni, 1998, pp. 169-170)
fra deliberacin destruyen lo que las rodea y se destruyen a s mismas porque nada
les est vedado puesto que nada importa como Hedda Gabler, como la marquesa de
Mateuil; prostitutas generosas como la Pintada; ancianas a quienes los aos no han
aadido hipocresa como Celestina; amantes cuyo mpetu sobrepasa su objeto como
todas. Cada una a su manera y en sus circunstancias niega lo convencional, hace
estremecerse los cimientos de lo establecido, para de cabeza las jerarquas y logra la
realizacin de lo autntico. (Castellanos, 2003, pp. 17-18)
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En esta sociedad utpica, las mujeres seguiran siendo consideradas unos seres
inferiores o dbiles, y nunca lo suficientemente inteligentes para desarrollar las
funciones y trabajos encomendados permanentemente y solo a los hombres. Los
ejemplos de esa divisin genrica son demasiados y muy evidentes puesto que
para denigrar a los hombres tambin se emplea el adjetivo mujeril, adems de las
reiteradas descripciones de la labor femenina dentro del texto: las mujeres, como
ms dbiles, se ocupan en los menos penosos, como es el trabajo de la lana y el
lino (Moro et al., 2009, p. 105); las mujeres sirven a sus maridos (p. 112); las
mujeres () se ocupan de cocinar (p. 114); cada madre cra a su hijo (p. 114);
las mujeres no se casan antes de los dieciocho aos (p. 141); los encantos de
una mujer influyen menos en el marido que su honradez y respeto (p. 145). Las
detalladas descripciones del aspecto religioso practicado por los utpicos son dadas
por Rafael Hitlodeo a Pedro Egidio y a Toms Moro, y son muestras fehacientes
del control masculino que se ejerce sobre la poblacin femenil de Utopa:
Antes de acudir al templo en los das finales de fiesta las mujeres se echan en las casas a
los pies de sus maridos y los hijos a los de sus padres, confesando sus pecados, si acaso
ejecutaron alguna cosa indebida o dejaron de realizar con diligencia lo que estaban
obligados a hacer, y piden su perdn () Ya en el templo, los hombres se colocan a
la derecha y las mujeres, separadamente, a la izquierda, hacindolo de manera que
todos los varones de una familia queden delante del padre y de que la madre cierre
el grupo de las mujeres. (p. 171)
Los soles, el sol que ilumina a Amaurota y a sus cincuenta y tres ciudades
hermanas, muestran en su masculinizantes irradiaciones la (i)rracional reconstruccin de los espacios habitados, diseados y controlados por una sociedad
utpica patriarcal que reproduce (in)conscientemente las mismas fallas de la
sociedad inglesa histrica. En Utopa debe cambiarse la posicin de las cosas
porque no dejan ver la luz real de la vida. El lustre versado en la narrativa utpica
niega e inhibe el desastre humano que se ensaa con las mujeres en la vida real,
con plena consciencia de lo que se est escribiendo, y esto no se ha tomado en
cuenta en los cientos de estudios sobre la obra. El resplandor provocado por los
casi cinco siglos de luces que la iluminan, literalmente, sigue cegando a sus miles
de lectores; muchos de los cuales se adentran confiados y sin hesitar en ese mundo
fantstico inventado por un hombre, ya que creen reconocerse dentro del mismo
texto o aceptan lo ledo sin objetar. Hay, sin embargo, otras gentes que lo visitan
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por una simple curiosidad y son arrastrados por esa fama que el texto literario ha
generado en la historia y la literatura, sin realmente entender lo que significa o ha
significado. De esta manera, se empiezan a reconocer esas sombras al re-visitarse
parte de la crtica literaria alrededor de Utopa, en la que se descubre que son
muy escasas las personas que realmente han podido comprender y comunicarse
con el texto de Toms Moro. Y son mucho menos las personas o lectores que lo
desafan frontalmente.
Las complejidades ensambladas en la implementacin de esta narrativa utpica
y las dems estrategias narrativas con las que se recrean los cuatro textos que
forman el libro de Moro, son agobiantes, confusas y crean un pantanoso desafo
intelectual. Porque ese deseo anunciado por Moro en su Utopa, el de ver una
ciudad perfecta en la realidad histrica, no se ha realizado y sigue pendiente, o
en la pendiente perfecta, que fue donde se ubic Utopa al ponerla al frente de un
supuesto renacimiento de las ciencias y las artes que han llevado a la humanidad
a la debacle actual del mundo contemporneo. Ante este hecho real y contundente,
Amaurota no tiene cabida en el mundo moderno, puesto que nunca existi. Pero
si tenemos el pretexto idneo para sealar lo que existe tanto dentro, como fuera
de Utopa, el padre de esta tiene que escuchar la no utpica respuesta de otros
lectores y lectoras dada a su obra. Y aceptar el hecho de que hay otras lecturas, que
hay otras voces y otras maneras de pensarla, porque realmente tienen otro tono y
otro gnero. Hay que abrir otros espacios para dejar or las voces de las mujeres y
hombres olvidados por la historia que, paradjicamente, ellos y ellas mismas han
hecho, pero a los y a las que se les mantiene bajo este terrible silencio irracional
milenario machista.
La hazaa de convertirse en lo que se es (hazaa de privilegiados sea el que sea su sexo
y sus condiciones) exige no nicamente el descubrimiento de los rasgos esenciales
bajo el acicate de la pasin, la insatisfaccin o el hasto sino sobre todo del rechazo de
esas falsas imgenes que los falsos espejos ofrecen a la mujer en las cerradas galeras
en donde su vida transcurre. (Castellanos, 2003, p. 18)
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contar y recontar a los seres marginalizados por los poderes imperantes. Si hubiera
un mundo real, si de verdad existiera un mundo perfecto en el universo, este tendra
que ser diferente para que realmente fuera nuestro. No se pueden perder en el
olvido ni en el vaco oficial las vidas y voces de los que han habitado estas tierras
y estos tiempos. Las voces de las personas vivas y muertas no pueden ni deben
olvidarse. La literatura tiene que abrirse a otras miradas y a otros entendimientos.
Los seres humanos tienen que dirigir los sentidos hacia todas esas notorias fallas
en nuestras ideadas sociedades humanas. Tenemos que recontarnos y cambiar la
cuenta hasta completarla, sin tener ms ausencias. La idea es lograr eliminar dentro
de nuestras sociedades las injustas condiciones que entorpecen la vida humana,
porque esta, est demasiado incompleta a consecuencia de las indecentes urbes
planetarias masculinizantes. Es tiempo ya de cambiar la milenaria y malhecha
imperfeccin que causa genocidios, holocaustos, ayotzinapas: no ms utopas ni
entropas impuestas.
No podemos dejar pasar la oportunidad de hacer nuestra labor para cambiar
el lamentable orden social de las cosas. Se debe tomar consciencia para poder
leer crtica y de manera acuciante Utopa, as como toda esa literatura mundial a
fin de poder salir realmente libres de esas ciudades perfectamente falsas y lograr
descolonizarlas. Es necesario hablar con toda nuestra diversidad multicultural
humana del pasado y, sobre todas las cosas, la del presente por medio de las cosmomemorias. Se tiene que dialogar con las memorias. Las memorias, mitos, voces,
movimientos y testimonios que impugnan a las falsas utopas, a los falsos profetas
que propagan una perfeccin que no existe y que nunca ha existido. Utopa solo
debiera ser vista como lo que es, un cristal del pensamiento humano masculino
opaco y sin ningn brillo, que si bien se dice que habla de los derechos humanos
no lo hace para todas y todos los actores, sobrevivientes y espectadores de nuestras
sociedades humanas. En palabras del filsofo Manuel Garca Morente (1975): la
nica unidad no puede ser una unidad de identidad, sino que tiene que ser una
unidad de conexion, de compenetracin, que permita la diversidad; porque el ser
es, pero es, al mismo tiempo, diverso (p. 269). La realidad no es una sino mltiple
y diversa, al igual que la imaginacin: ambas cambiantes e imperfectas. Hay que
ir a la bsqueda de los espacios reales en donde no prevalezcan falsas utopas ni
idnticas historias personales, nacionales o universales. Es justo buscar el mejor
lugar y esos otros espacios urbanos en los que no haya ms lgrimas cuadradas
(Storni, 1998). No podemos seguir sustentando un mundo misgino, racista,
violento y sexista! No ms fallas humanas, todas somos personas diferentes y con
plenos derechos para abogar por nuestras vidas. Sigamos adelante caminando en
nuestras realidades imperfectas, pero conscientes de que estamos pisando firme
en un terreno minado al que habr que limpiar para que florezca en plenitud la
increble diversidad de las diferentes culturas, sociedades y voces humanas.
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86
4 Imgenes de la intemperie.
Resumen
La utopa, con sus descripciones de pases ideales, condensa en una imagen la bsqueda de una
perfeccin en particular la social y la poltica, como una suerte de refugio frente a la intemperie metafsica que instala en la historia la modernidad. Ante el infinito abierto que propone la
inmanencia del caos en el simple devenir de los acontecimientos histricos, un proyecto utpico,
ya como stira, sueo, pesadilla, o bien como modelo de explicacin ficcional del presente, busca
cerrar y acotar las mltiples posibilidades de este fluir que, como las aguas de Herclito, propone
un dilogo potico entre el cambio y lo inmutable. La misma mecnica del caos permite el libre
albedro dentro de un mundo que busca su determinacin. Nuestro trabajo se propone indagar
en esta inmanencia, la cual se despliega en la historia humana de muy diversas formas, pero cuya
imagen recurrente es el mundo ideal, no solo desde las concepciones ficcionales y polticas de la
utopa cuyo primer desarrollo exhaustivo, literario y autnticamente moderno fue Utopa de
Toms Moro, sino tambin las que desde otras disciplinas como la estadstica aplicada, han
considerado al hombre y a su historia como absolutamente determinadas por leyes frreas. Sus
mltiples, imprevisibles mutaciones posmodernas nos mostraran, en cambio, una singular sntesis,
una complejidad centrfuga que, lejos de constituir un Caelum Nostrum, para usar una expresin
de Peter Sloterdijk, conforma una intemperie tan descarnada como ambigua.
Palabras clave: atractor, caos, distopa, indeterminacin, ucrona, utopa.
Abstract
Utopia, with its descriptions of ideal countries, condenses in one picture the pursuit of perfection
particularly social and political as a kind of shelter to metaphysical exposure set by modernity
in history. Faced with the infinite uncertainty brought by chaos immanence in the evolution of
historical events, a Utopian project, as a satire, dream or nightmare, or as a fictional model explaining the present, seeks to narrow and delimit multiple possibilities of this evolution that, like
Heraclitus river, proposes a poetic dialogue between change and immutability. The same chaos
dynamic enables free will in a world looking for its own determination. Our work intends to look
into this immanency, which spreads out over human history in many ways, but whose recurrent
image is the ideal world, not only from fictional conceptions and policies of a utopiawhose first
thorough, literary and authentically modern elaboration was Utopia by Thomas More, but also
from other disciplines such as applied statistics which have regarded mankind and its history as
absolutely determined by strict laws. Its multiple, unexpected postmodern changes would shows
us, however, a unique synthesis, a centrifugal complexity that, far from constituting a Caelum
Nostrum, to use a Peter Sloterdijks expression, makes up exposure as brutal as ambiguos.
Keywords: attractor, chaos, dystopia, indetermination, uchronia, utopia.
BY
NC
ND
88
Del Percio, Daniel. Imgenes de la intemperie. La utopa y la mecnica del caos. En Utopa: 500 aos, Ed. Pablo Guerra. Bogot:
Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia, 2016. doi: http://
dx.doi.org/10.16925/9789587600544
MLA
89
90
Sobre la relacin entre el viaje y la utopa, consultar: Minerva, N. (2001). Viaggi verso utopia,
viaggi in utopia. Dinamica del movimento e della stasi. En V. Fortunati y O. Steimberg (Comps.),
El viaje y la utopa (pp. 201-212). Buenos Aires: Atuel.
Anaximandro, que fue compaero de Tales, dijo que el peiron contena la causa toda del
nacimiento y destruccin del mundo (Ps. Plutarco, Stromata 2; citado en Kirk, Raven y
Schofield, 1999, p. 162).
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Por ejemplo, Pierre Simon de Laplace, matemtico francs del siglo xviii, afirm que, conociendo la posicin y velocidad de todas las partculas del universo, podra predecir el futuro.
Su aplicacin literal al comportamiento humano llev a la conclusin de que no existe el
libre albedro, y la vida humana se encuentra completamente determinada (Crutchfield et
al., 1987, p. 16).
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inesperadas. Hay atractores predecibles como, por ejemplo, los sistemas simples o
mecnicos, en donde existe un lmite categrico para el cambio (la vida til de un
componente de un automvil, por ejemplo); y atractores caticos, que corresponden
a movimientos impredecibles (que, a nuestro entender, corresponden, entre otros
muy variados como el clima, a las Ciencias Sociales). Podramos adelantar aqu
que uno de los aspectos ms interesantes y caractersticos de la distopa o utopa
negativa es, precisamente, el intento de reducir un sistema complejo y dinmico
como una sociedad o la vida en general (en donde los gobiernos deben actuar
siempre atendiendo al sistema en su conjunto), a un sistema simple, mecnico
(en donde bastara actuar sobre el componente que se quiere modificar o sustituir).
Esta complejidad, que deviene en la bsqueda indefinida del atractor, podra
derivar en formas muy distintas, efectivamente opuestas: una complejidad
centrfuga enfrentada a una complejidad centrpeta. Esto es, la reafirmacin de
lo catico, en cierto modo a la deriva de su propia multiplicacin, o la bsqueda
de su sntesis. Esta encrucijada, si existiera en la realidad, ubicara al desarrollo
de la historia entre las opciones de un laberinto carente de centro y un itinerario
con un centro difuso pero imaginable.
Pero, como veremos, podemos conjeturar la existencia de ambos. De la primera
posibilidad, acaso encontremos un reflejo en la misma idea de Jorge Luis Borges de
infinito, que el autor argentino describe admirablemente en su ensayo Avatares de
la tortuga: Hay un concepto que es el corruptor y el desatinador de los otros. No
hablo del Mal cuyo limitado imperio es la tica; hablo del infinito (1983, p. 254).
Lo que carece de trmino es, efectivamente, corruptor del sentido, al vaciarlo de
finalidad. El papel de los atractores en estas formas tan diferentes de complejidad
es muy claro; podran profundizar esta idea de infinito (la complejidad centrfuga),
o bien limitar sus opciones, estableciendo una suerte de idea o imagen hacia la
que tienden las fuerzas del sistema complejo. En ambos casos, el atractor, como
acotan Crutchfield et al., no puede pensarse como centro del sistema, sino como
una tendencia, una forma a la que, luego de una sucesin infinita y, por ende,
imposible en el plano social, debera parecerse o incluso lograrse la identidad con
el sistema atrado: A grandes rasgos, un atractor es a lo que tiende, o a lo que es
atrado, el comportamiento de un sistema (1987, p. 20).
Pero son inmanentes estos atractores? En principio, sera sencillo afirmar
que no, que son construidos. Pero s podemos decir que lo es el espacio en donde
estos atractores existen y se desarrollan. Y aqu regresamos al concepto original
de caos como abismo inmanente, como bostezo previo al cosmos, que surge de
poblar ese vaco de infinitas posibilidades con una cantidad limitada pero variable
de caminos posibles. Lo inmanente al mundo no es ms que la posibilidad, impredecible o solo parcialmente predecible que, como un abismo a ser llenado por el
hombre, est all para que el hombre pueda actuar. De un modo casi metafsico,
la libertad aparece atada as al desierto de lo posible.4
Pero este proceso es claramente epocal: cada contexto histrico construira
su propia idea de atractor, por lo que su desarrollo, lejos de confluir hacia un final
previsible y mesinico, no solo se encuentra parcialmente indeterminado, sino que
es cambiante, como los paisajes imprevisibles del film Stalker. Y esto nos lleva a
una nueva visin de nuestras paradojas: es cada poca la que, al pensar su futuro,
se construye a s misma. El cumplimiento de los deseos es una mera excusa para
el viaje. En definitiva, lo que importa, lo que construye, es que el deseo pueda ser
articulado, y no su cumplimiento.
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primigenio de revelacin de lo oculto). Aun a riesgo de pecar de cierta simplificacin, podramos datar su nacimiento en el clebre poema de Parmnides y su
dilema sobre la naturaleza del ser y el ente. En estos atractores, el lugar, el tiempo
y el acontecimiento marcan el develamiento de una realidad, y abren el umbral
a un mundo nuevo. Este papel secundario de la historia del hombre frente al rol
principal de lo trascendente se invierte en los atractores histricos, cuyo sentido
consiste en proyectar hacia un lugar, tiempo y acontecimiento fuera de la historia,
el sentido propio del devenir de la misma, como idea en la que efectivamente se
cree, y que se expresa como impugnacin, stira o, ms simplemente, como la
bsqueda de un modelo de explicacin ficcional de la realidad profunda de una
poca. Es evidente que esta concepcin de atractor-utopa es la que se manifiesta
abiertamente con la Utopa de Moro. En efecto, esta obra podra ser considerada
como la expresin de un atractor histrico por diversas razones:
1. Se instala en un lugar inexistente, un nusquam, pero no mtico (como podra
haber sido, en otro tiempo, la Atlntida de Platn), ya que debe ser pensado
histricamente (lgos) y no mticamente (mythos).
2. Esta inexistencia es legitimada por dos elementos: su condicin de reducto
inaccesible, y la estructura de poder que se desarrolla dentro de l, la cual
conserva profundas similitudes con las estructuras de poder conocidas por el
receptor, de modo que resultan verosmiles para este.
3. La experiencia que sera posible adquirir en ese lugar es transferida al
lector de la poca a travs de un personaje-mediador que garantiza su valor de
verdad. En la poca de las utopas clsicas, este personaje suele ser un marino,
y el medio de transmisin, el dilogo socrtico.
4. Esta experiencia deviene sombra o reflejo negativo de experiencias y
expectativas previas del receptor. En efecto, la combinacin de su inexistencia
con su posibilidad genera un curioso efecto de extraamiento, el cual permite
habilitar una instancia de reflexin sobre la propia experiencia y las expectativas del receptor.
5. Tanto las experiencias como las expectativas son esencialmente histricas
y polticas, por lo que esta transferencia puede adquirir aspectos satricos (que
en parte la obra de Moro posee), ideolgicos (en cuanto la construccin de
Utopa responde a una ideologa precisa del autor), y utpicos (se contrapone
un modelo de explicacin ficcional del sentido de la historia a la experiencia
histrica propia del receptor).
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Qu significa esta intemperie? Peter Sloterdijk habla de lo poltico como una forma
de construccin de un nosotros cada vez ms amplio, la cual en un principio nos
cobijara de una intemperie esencial, intrnseca a la condicin humana: un nosotros que ha sido tribu, religin, etnia y Estado, y que a lo largo de los dos ltimos
siglos ha evolucionado hacia formas inquietantes, carcelarias.
La emergencia de lo poltico provoca el final de aquel estado de mundo expresin de Hegel en el que la coexistencia podra interpretarse exclusivamente por
el parentesco: la [nueva] poltica es el invento de la coexistencia como sntesis de lo
no-emparentado [...] La poca de los primeros imperios y de los antiguos dominios
ciudadanos [...] viene sealada por avances hacia formas ampliadas del nosotros.
Desde entonces, hay que pensar lo propio como resultado: cuando en esa poca los
seres humanos dicen nosotros piensan en una fusin de lo propio y lo no-propio en
un principio englobante [...] Se trata de crear un caelum nostrum, una bveda celeste
compuesta de cosas compartidas [...] Con el imperativo hacia las grandes formasnosotros comienza la era de las solidaridades artificiales con sus enigmas y fracturas:
la era de los pueblos y metapueblos, de las comunidades totmicas y naciones mgicas,
de las identidades corporativas y de los universalismos regionales. (2009, pp. 203-204)
Esto se hace evidente en la siguiente cita, de por s muy bergsoniana: el reloj es una
mquina [...] cuyo producto son los segundos y los minutos [...] disoci el tiempo de los
acontecimientos humanos, y contribuy a fomentar la creencia en un mundo independiente,
de secuencias matemticamente mensurables: el mundo especial de la ciencia (Mumford,
2009, p. 31).
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nacida en el siglo xx, mostraran los aspectos oscuros de la bsqueda de esa forma
nosotros al construir las herramientas tcnicas para lograrlo. La distopa, finalmente,
podra pensarse como la proyeccin ficcional de lo que esas herramientas tcnicas
produciran o producen.
De este modo, la estadstica y la biopoltica conforman mtodos de explicacin
cientfica de esta forma nosotros, mientras que la utopa y la distopa se constituyen en modelos de explicacin ficcional de una bsqueda material, concreta,
del cobijo de una intemperie, o de sus consecuencias y del costo a pagar por ella.
En la utopa de tipo moriano, como las tres emblemticas del Renacimiento,
Utopa de Moro, La Citt del Sole, de Campanella, y New Atlantis, de Bacon,10 encontramos efectivamente una serie de puntos en comn, que podramos resumir en
estos tres:
1. Determinismo, entendido como el control de la vida sobre cada individuo,
de su futuro, y de la fijacin precisa de las expectativas y de la experiencia
que este debe poseer. El aspecto ms importante de este determinismo ser la
educacin de los ciudadanos.
2. Ausencia de todo tipo de revelacin divina, lo que instala el poder exclusivamente en los hombres, tanto en su administracin efectiva como en sus
aspectos simblicos.
3. Estructura de poder que garantice los aspectos anteriores, y que cada una
de las utopas del Renacimiento desplegar segn su poca, contexto y capacidad del autor:
Utopa
10 Estas no son las nicas obras utpicas de la poca. En realidad, durante todo el siglo xvi y
buena parte del xvii se produjeron abundantes obras de este carcter. Entre ellas, podemos
destacar la obra del espaol Antonio de Guevara, Reloj de prncipes, de 1529, que posee
muchos rasgos en comn con Utopa, y que en cierto modo es ms osada y oscura que la
obra de Moro, en cuanto una de las leyes de esta repblica ideal obliga a todos los habitantes
(las mujeres al cumplir 40 aos, y los hombres a los 50) a ser sacrificados, ya que la vejez
sera corruptora del ser humano (todo un antecedente extremo de las ms nefastas formas
de la biopoltica). La Republica Imaginaria del italiano Ludovico Agostini, producto directo
de la Contrarreforma, fue publicada en 1591. Es una utopa no comunista, pero con algunos
rasgos que hoy denominaramos populistas.
La
Citt del Sole, de Campanella, en donde la ley es fijada con precisin
por los astrlogos: una utopa esotrica y pitagrica, que se legitima en la
ciencia de los astros.
New
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11 Mortimer Collins, en su obra Marquis and Merchant escribe: Conocida una hora de vida de
un hombre, un serafn antropomtrico poda calcular todo lo que ese hombre haba sido y
todo lo que podra ser (como se cita en Hacking, 2006, p. 258).
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teorizacin? La clave del problema acaso sea visible a la luz de dos trgicos acontecimientos que cambiaron dramticamente la idea de que existe un orden, al
menos posible, y que dicho orden respondera necesariamente a un bien para la
humanidad: el terremoto de Lisboa, de 1755, que destruy por completo una de
las ciudades ms ricas y cosmopolitas de Europa, y Auschwitz. Ambas catstrofes,
de diferentes modos, y en orden sucesivo, arrebatan al hombre la fe en las decisiones de Dios, primero, y en el hombre, despus. Susan Neiman observa (en el
ltimo captulo de su libro El mal en el pensamiento moderno que, sugestivamente,
lleva por nombre Sin hogar) esta misma intemperie metafsica, pero focalizada
desde el problema de la naturaleza del mal. Se trata de acontecimientos que nos
arrebatan la capacidad de pensar ms all, y convierten a la historia en un limbo.
Tanto Lisboa como Auschwitz ocurrieron en contextos de fermento intelectual masivo.
En ambos casos, la catstrofe derram el cubo de supuestos que ya eran precarios.
Pero en ambos casos los eventos mismos crearon fronteras entre lo que poda y lo
que no poda pensarse. (Neiman, 2012, p. 306).
13 Para ser justos con Adorno, entendemos que su reflexin debera leerse en realidad como
un planteo sobre el futuro de la poesa y el arte en general, trgicamente transformado por
la experiencia traumtica de la Sho, y no como un juicio definitivo. No obstante, se lo suele
interpretar de esta ltima forma.
viaje submarino, de Julio Verne (para mencionar una obra de ficcin), o Walden,
de Henry David Thoreau, desde la filosofa. El punto de inflexin en el modo
de expresar el pensamiento utpico fue, sin embargo, el Falansterio de Charles
Fourier, obra que requerira un anlisis particular, pero que, tal como hemos
anticipado en este ensayo, posee la particularidad de centrar en la satisfaccin de
los deseos individuales y no en su control y limitacin el camino hacia la sociedad
ideal.14 Esta actitud diferente de Fourier debera llamarnos la atencin sobre un
cambio que comienza a producirse: lo que atrae y despliega las expectativas de
los individuos ya no es comn a todos los hombres, como s en cambio podemos
postular en Moro, sino diverso, mltiple, y el camino a la utopa consiste en articular lo diverso, no en unificarlo. Esta apertura anticipa la visin de la utopa en
la post-historia, aunque ya sin la posibilidad (o la fe en la capacidad) de articular
lo diverso, sino como su expansin infinita.
La distopa o utopa negativa representa, en cambio, otro tipo de modernidad,
ya envejecida e incapaz de redefinirse, que expresa en realidad una historia sin
atractor. Al menos, este no es una idea o principio sino una estructura de poder.
Por tanto, no podemos decir que es una antiutopa en el sentido de inversin,
pues en gran medida la distopa replica los mecanismos de expresin del ideal,
pero se encuentra vaco de l. Una distopa sera entonces una estructura de poder
sin una idea central que atraiga su historia y la redima en su bsqueda. De aqu
la exacerbacin de sus elementos ficcionales: el panptico, la absoluta determinacin a travs de la pedagoga y los roles estrictamente pautados en la sociedad,
la biopoltica, el totalitarismo, el culto a la personalidad, frecuentemente cargado
de simbolismo religioso o teolgico, pero sin trascendencia. Como modelo de
explicacin ficcional, la distopa expresa una sociedad (no importa si del tamao
de un pueblo o de un planeta) que tambin se produce en un nusquam, pero que
es llenado desde el contexto con un contenido vaco pero cargado de voluntad
de poder.15
14 Para profundizar en los aspectos de la obra de Fourier, sugerimos consultar la obra de Beecher
y Bienvieu (1975), The Utopian vision of Charles Fourier, incluida en nuestra bibliografa. Por
otro lado, Fourier ejerci una profunda influencia sobre pensadores y escritores mucho ms
cercanos a nosotros, como Roland Barthes e Italo Calvino. Barthes le dedicar un captulo
en Sade, Fourier, Loyola, e Italo Calvino, distintos ensayos, y su libro de ficcin Las ciudades
invisibles posee evidentes vnculos con el autor del siglo xix.
15 Para ampliar, sugerimos consultar nuestros trabajos anteriores (Del Percio, 2012a y 2012b).
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Desde un ngulo diverso, pero convergente, Daniel Dei sostiene que la distopa
constituye la culminacin del proyecto de la modernidad. Dei elabora su teora a
partir de Lyotard, quien considera que la posmodernidad surge a partir de la crisis
de los relatos, entendiendo estos como narraciones que ubican al desarrollo humano
dentro de un horizonte de expectativas especfico (Dei, 2009, p. 89). Las races
de la posmodernidad estn en esta incredulidad insalvable, cuyo origen no es tan
diverso del que posee el arte contemporneo: el arte de una sociedad sin relato,
o bien, con multiplicidad de relatos desarticulados entre s (o, incluso, articulados
solamente por el mercado). Entendemos relato como una interpretacin de la
historia o, ms bien, su misma fundacin. La posmodernidad representara cierto
grado de incredulidad, al menos parcial, con respecto a este tipo de narraciones.
Esto nos enfrenta con el problema de la verdad dentro de esta narracin, ya sea
ficticia, utpica o histrica. La esencia de la verdad, y en particular, de la verdad
en la obra de arte, segn Vattimo:
Ante todo y ms fundamentalmente que conformidad de la proposicin con la cosa
es el abrirse de horizontes histricos y de destino en los cuales se hace posible toda
verificacin de proposiciones; trtase del acto en el que se instituye cierto mundo
histrico-cultural en el que cierta humanidad histrica ve definida de modo originario los rasgos portadores de su propia experiencia del mundo. [Ya que...] es ante
todo en el lenguaje donde se despliega la familiaridad originaria con el mundo que
constituye la condicin de la experiencia no trascendental pero siempre histricamente
finita y situada. (2007, p. 62)
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16 Entre las ms clebres ucronas, podemos citar The Man in the High Castle (El hombre en
el castillo), de Philip Dick; The plot against America (La conjura contra Amrica), de Philip
Roth; Nero italiano y Dea del Caos, de Giampietro Stocco (una curiosa visin de un fascismo
de larga duracin sin Mussolini); y, para citar a un latinoamericano, la serie de cuentos A la
sombra de los brbaros, del escritor argentino Eduardo Goligorsky, cuyo tema sugiere una
indefinida continuidad del peronismo en Argentina.
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Conclusiones
Acaso pueda resultar perturbador concluir que es el caos el factor que define la
libertad de la historia, la que busca ser determinada todo el tiempo por las acciones
de los hombres, pero a la que los pequeos detalles transforman y hacen mutar
constantemente. El resultado es este efecto paradjico: son estas mutaciones las
que reconfiguran la libertad del hombre. Una curiosa relacin dialctica, en la que
es imposible a priori determinar la forma de su sntesis.
Desde este punto de vista, es posible pensar la utopa y sus variantes ms
propias del fin de la modernidad, la distopa y la ucrona, como imgenes que el
hombre esboza sobre su destino, paisajes ms metafsicos que histricos, a pesar
de ser autnticos productos del devenir, que lo amparan de las inclemencias
de la historia. Estas imgenes de la intemperie, como sombras de un tiempo
determinado del cual constituyen el reflejo y el reverso, completan la identidad
de una sociedad en un tiempo y lugar especficos. Estas imgenes no pueden ser
sino ubicuas, transformndose continuamente en algo diferente, alejndose y
mutando, pero precisamente por ser esa parte imposible de la historia y de la
poltica, se vuelven paisajes que atraen el presente hacia su signo opuesto. Nueva
paradoja: es la propia naturaleza de esa imagen negativa de la intemperie la que
podra determinar el sentido del presente, el lugar voltil y fantasmtico que es a
la vez imn, destino e impostura de la historia. Desde esta visin, el mesianismo,
ya sea en poltica como en religin, no es ms que un intento de anclar en la figura
idolatrada de un hombre ese destino ideal y mvil.
Esta forma de pensar la utopa, como producto y a la vez remedio del Caos,
nos permite ver los fluidos vasos comunicantes que, desde Hesodo hasta la
posmodernidad, alimentan por igual a la antigedad, a la modernidad, y a sus
mltiples metamorfosis. El ncleo semntico encriptado tanto en el mito, esa
donacin de los dioses, como en la geometra perfecta de las utopas clsicas,
17 Para ampliar sobre los fundamentos tericos de la ucrona, sugerimos consultar nuestro
trabajo La Historia y sus dobles: identidad y contrafactura histrica en la novela The plot
against America de Philip Roth, incluido en la bibliografa (Del Percio, 2014).
producto del arduo trabajo del poder poltico desde el Derecho, la magia o la
ciencia, no estalla completamente en la post-historia de Vattimo, sino que pervive
en las formas hbridas de las utopas contemporneas. La distopa y la ucrona no
proponen mundos ideales, pero advierten sobre el abismo que puede abrirse en el
tiempo. Este ver lo invisible, y develar los caminos posibles del hombre, subyace
en todos los sentidos y formas imaginables de la utopa. Despus de todo, es lo
que se oculta a nuestra vista lo que nos impulsa a completar el mapa de nuestro
destino. Tarea, por cierto, tan humanamente inconclusa como digna. La utopa y
su cobijo no estn en un gratificante hic et nunc, ni en un ignoto nusquam, ni en
un insondable Apocalipsis, sino en el hombre mismo.
Referencias
Avils, M. (2009). La literatura utpica. En M. Avils (Ed.), Las palabras y el poder: Estudios
Clsicos sobre la Sociedad y la Poltica (pp. 249-300). Madrid: Dykinson.
Barthes, R. (1995). Mitologas. Mxico: Siglo xxi.
Beecher, J. y Bienvenu, R. (1975). The Utopian vision of Charles Fourier. London: Jonathan
Cape.
Blanco Martnez, R. (1999). La ciudad ausente. Utopa y utopismo en el pensamiento occidental.
Madrid: Akal.
Borges, j. L. (1983). Obras completas. Buenos Aires: Emec.
Campanella, T. (2006). La Citt del Sole. Roma: Newton.
Capanna, P. (1966). El sentido de la ciencia-ficcin. Buenos Aires: Columba.
Comparato, V. (2006). Utopa, lxico de poltica. Buenos Aires: Nueva Visin.
Corominas, J. y Pascual, J. (2000). Diccionario crtico etimolgico castellano e hispnico: a-ca.
Madrid: Gredos.
Crutchfield, J., Farmer, D., Pachard, N. y Shaw, R. (1987, febrero). Caos. Investigacin y
ciencia (edicin en espaol de Scientific American), 125, 16-29.
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Dei, D. (2009). Lgica de la distopa. Buenos Aires: Prometeo.
Del Percio, D. (2012a). Cuando la ficcin nos hace promesas: una aproximacin terica a
los vnculos entre el relato histrico y la literatura utpica. En Montezanti, M. (Ed.),
Actas de las X Jornadas de Literatura comparada (t. 1) (pp. 169-176). La Plata: unlp.
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Parte 2
El pensamiento utpico en el marco
de la historia de las ideas
Part 2
Utopian Thinking in the Framework
of the History of Ideas
Resumen
Vasco de Quiroga redact, en el siglo xvi, sus Reglas y ordenanzas, con el fin de dejar por escrito las
lneas maestras que deban de regir los pueblos-hospital de Santa Fe, los cuales l fund durante
el Virreinato de la Nueva Espaa (hoy Mxico). En esta obra se evidencia una clara influencia de
otro humanista contemporneo suyo, Toms Moro, y su obra Utopa. Sin embargo, es necesario
conocer los antecedentes que hicieron posible tal redaccin y comprender la aportacin del
propio Quiroga. A lo largo del captulo se muestran los orgenes de la formacin humana e intelectual de Quiroga; las circunstancias en las que trabaj para favorecer el desarrollo personal,
social y espiritual de los naturales; sus inquietudes sociales y jurdicas; cmo es que de abogado
con cargos pblicos dados por la Corona Espaola se convirti en el primer obispo de Michoacn
y su impacto como civilizador. En un segundo momento, se ofrece una comparacin entre las
Reglas y Ordenanzas y la Utopa. Finalmente, se muestra la herencia de Vasco de Quiroga desde
el siglo xvi hasta nuestros das, particularmente en la zona purpecha de Michoacn, lo cual
parece coincidir con los anhelos de Moro.
Palabras clave: pueblos-hospital, Reglas y ordenanzas, Vasco de Quiroga, Utopa.
Abstract
Vasco de Quiroga wrote, in the 16th century, his Rules and Regulations to set down the guidelines
that should regulate the pueblo-hospitals of Santa Fe, founded by him during the New Spain
viceroyalty, nowadays Mexico. In this work, the influence of another humanist from the same
time, Thomas More, and his work Utopia, is evidenced. Nevertheless, it is necessary to know the
precedents that made possible Quirogas writing and to understand his contributions. Along the
chapter, the early stages of Quirogas human and intellectual formation; the conditions under
which he worked to promote the personal, social, and spiritual development of natives; his social
and legal concerns; how, after being a public lawyer with positions given by the Spanish Crown,
he became the first Michoacans bishop and his impact as a civilizer are shown. Afterwards,
Rules and Regulations are compared with Utopia. At the end, Vasco de Quirogas heritage since
the 16th century is exposed, particularly in the Purepecha zone of Michoacan, which apparently
coincide with Mores desires.
Keywords: pueblo-hospitals, Rules and Regulations, Vasco de Quiroga, Utopia.
BY
NC
ND
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Introduccin
Los aos que le correspondi vivir a Toms Moro (Londres, 1478-1535) pueden
entenderse desde la perspectiva de un cambio de poca. Ante el desmoronamiento
de los slidos principios culturales del medievo, surgan nuevas perspectivas,
problemas y soluciones para la sociedad europea, tales como los nuevos descubrimientos geogrficos y las pugnas entre cristianos. Moro fue un hombre cuyo
nimo no desfalleca ante la adversidad, estaba anclado en la esperanza de que se
puede ofrecer un mundo mejor a las siguientes generaciones, lo cual engendra
una mentalidad utpica. Por esos mismos aos, desde la Espaa de la conquista,
otro hombre de semejantes disposiciones se presenta con el nombre de Vasco de
Quiroga (Madrigal de las Altas Torres, vila, 1470-Uruapan, 1565). A pesar de las
diferencias de mentalidad entre Inglaterra y Espaa, estos dos personajes coinciden
en un nimo emprendedor que los lleva a aprovechar su cultivada inteligencia en la
bsqueda de nuevas formas de colaboracin en la construccin de unas condiciones
de vida ms humanas. Don Vasco encuentra en la Utopa de Moro una inspiracin
a la hora de redactar las Reglas y ordenanzas de los pueblos hospitales, los cuales ya
haba fundado en el Valle de Mxico y en Michoacn.
Este captulo une la obra literaria de Moro y la propuesta llevada a cabo por
Vasco de Quiroga en Mxico. Las primeras pginas sirven de marco histrico;
posteriormente se presenta cmo fue posible que una utopa, escrita en Inglaterra
pensando una forma de vida que hiciera bien a las personas, pero irrealizable, con
don Vasco se convirti en una meta, en un ideal a alcanzar. Por esto, la tesis que
propone tiene dos aspectos. En primer lugar, muestra las dos grandes influencias
que recibi l al disear sus pueblos-hospitales en la Nueva Espaa, con el fin de
promover una mejor calidad de vida de los naturales, lo cual se lleva a cabo a partir
de la semblanza biogrfica de Vasco de Quiroga: por un lado, la formacin que
recibi de su familia, originaria de Galicia y, por otro, de la Orden Hospitalaria, de
la cual formaba parte (los hospitalarios promovieron algunos centros de acogida
para los peregrinos que se dirigan a Santiago de Compostela). Esta orden inclua
objetivos de salud y hospedaje, misin que se ver materializada en los futuros
pueblos-hospitales que construye Vasco de Quiroga en la Nueva Espaa. La otra
gran influencia que recibi el primer obispo de Michoacn, se origina en los
debates humanistas de su poca, entre ellos los desarrollados por la Universidad
de Salamanca con relacin a la legitimidad de esclavizar a los naturales, a partir
de la guerra justa. Al vivir en la Nueva Espaa, Vasco de Quiroga conoce la obra
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seala el ao de 1470, dado que se considera que muri a los 95 aos en 1565.
Sin embargo, recientes bigrafos han encontrado un texto de su autora en el que
menciona que en 1538 tena sesenta aos, por lo que tambin se considera posible
que haya nacido hacia 1478. En este caso, Moro y Quiroga habran coincidido en
el ao de su nacimiento. Don Vasco proceda de una familia noble, originaria del
Valle de Quiroga, Galicia, en donde posean mayorazgos y haciendas. Algunos de
sus familiares pertenecan por tradicin a la Orden Militar y Hospitalaria de San
Juan de Jerusaln, dedicados al resguardo de los pobres y peregrinos en centros
hospitalarios.1 La misin de esta orden en Galicia consista en otorgar refugio a los
peregrinos, por medio de la construccin de centros hospitalarios que brindaban
albergue, comida, servicios mdicos y proteccin militar. Ya que los conflictos
del medievo entre musulmanes y cristianos interrumpieron el peregrinar de los
cristianos hacia Jerusaln, en Europa se promovi la peregrinacin a Roma y a
Santiago de Compostela. Desde el siglo xii, la familia Vasco de Quiroga se relacion
con la orden, otorgando tierras para la construccin de centros hospitalarios en
Galicia y actuando a ttulo propio como administradores del Hospital, []bien
usufructuando sus propiedades en vida y actuando como simples encomenderos
de sus bienes (Arcaz, 1995, p. 267).
La Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusaln, de Rodas y Malta (hoy
conocida como la Orden de Malta), nace en 1048 en el marco de las cruzadas, con el fin de
ofrecer un servicio hospitalario y la defensa de la causa catlica. En torno a 1050 tuvo una
intensa y duradera presencia en Galicia y el camino de Santiago de Compostela. Para mayor
informacin, se puede consultar el libro de Isidro Garca Tato y Eleutino lvarez lvarez,
Las encomiendas gallegas de la Orden de Militar de San Juan de Jerusaln. Estudio y edicin
documental. Tomo ii-2 (2011).
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Carlos v. Tal situacin permiti a Quiroga analizar los conflictos suscitados entre
personas con distintas cosmovisiones. En esas tierras se encarg de la investigacin
sobre una serie de denuncias por abusos y mal trato de uno de los oficiales encargado de aquella administracin. Al respecto, J. B. Warren refiere que el territorio
de Orn tena poco de haber sido conquistado, de manera que la situacin entre
conquistados y conquistadores se encontraba en tensin. En 1526, Quiroga es uno
de los dos enviados espaoles a hacer la paz con un pas vecino de Orn (Aguayo,
1986). Posteriormente, la experiencia durante su estancia en frica le servir como
referencia al ejercer su cargo como oidor en la Nueva Espaa.
Vasco de Quiroga conoca a personajes de su poca con poderosas influencias, y
ser promovido gracias a la intercesin del doctor Juan Bernal Daz Luco2 quien
era miembro del Consejo de Indias, y de Juan de Talavera, Cardenal de Toledo,
dicesis primada de Espaa. Ambos personajes eran integrantes de la Corte de
Carlos v, y amigos de la familia Quiroga. Ellos ofrecieron a don Vasco tres posibles cargos de importancia: algn trabajo ligado a la conversin de los judos; la
gobernacin de una provincia espaola; o un cargo de justica en la Nueva Espaa
(Mundaca, 2010). Despus de varios das de reflexin, segn relatos de Cristbal
Cabrera, su secretario personal y primer bigrafo, eligi el nombramiento de oidor
en la Segunda Audiencia de la Nueva Espaa la cual estaba por formarse,
despus de la disolucin de la Primera Audiencia en 1530. Seguramente habr
vislumbrado el amplio horizonte que se le presentaba para ejercer una positiva
influencia en las tierras recin descubiertas.
Ese ao, cuando Vasco de Quiroga lleg a la Nueva Espaa, tena en sus
manos una doble misin: en primer lugar, investigar las denuncias hechas contra
Nuo de Guzmn, presidente de la Primera Real Audiencia,3 por el maltrato y
esclavizacin de indios; y en segundo, hacer valer la cdula real, promulgada por
Carlos v en agosto de 1530, por medio de la cual se prohiba la esclavizacin de
indios por guerra justa (Zavala, 1941). El presidente de esta Segunda Audiencia
Aproximadamente en 1528 Vasco de Quiroga realiz un viaje de Burgos a Madrid, junto con
Juan Bernal Daz de Luco, durante el cual discutieron acerca del libro Villano de Danubio,
en el que se relata un discurso contra la esclavitud y a favor de los derechos naturales de la
humanidad, el mismo texto que posteriormente cita en su libro Informacin en derecho.
Como consecuencia del maltrato y esclavizacin a los indios por la Primera Audiencia, se
dispersaron los indgenas huyendo comunidades enteras a zonas de difcil acceso para los
espaoles.
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sur llegaba hasta Ajuchitln a lo largo del ro Balsas; del lado oriente alcanzaba al
actual estado de Mxico, y por el poniente mantena frontera con parte del estado
de Jalisco (p. 189), y el ocano Pacfico.
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Entre los logros conseguidos fue la aprobacin del traslado de la sede episcopal
de Tzintzuntzan a un espacio ms cercano a la laguna de Ptzcuaro, dadas las
mejores condiciones para la edificacin de una ciudad. De igual forma, el cambio
de tutela de San Francisco por la de San Salvador, medida que permiti mayor
injerencia del obispado frente a los franciscanos y, por cdula real, la concesin
del escudo de armas para Michoacn.
A su regreso a la Nueva Espaa, el obispo Vasco de Quiroga particip en el
primer Concilio Provincial Mexicano, fechado en 1555. Previo a la convocacin
a este concilio, se llevaron a cabo las juntas eclesisticas en las cuales particip el
obispo de Michoacn tratando asuntos concernientes a la evangelizacin pacfica
de los naturales, y a la importancia de escribir un manual sobre cmo realizar los
bautismos de los indios adultos.
La segunda problemtica observada por Quiroga en la Nueva Espaa se relacion con la educacin de los naturales. Como medida de solucin, el obispo de
Michoacn centr sus esfuerzos principalmente en la promocin de oficios que
les permitiera comercializar sus productos y auto sustentarse. Quiroga se ocup
con especial atencin en la formacin cristiana de los indios adultos, a fin de que
se instruyeran en la doctrina antes de recibir el bautismo. Para ello supervis la
elaboracin del Manual para adultos, cuyo objetivo era ensear en la fe y evitar
futuras idolatras: El electo obispo de Michoacn, con mucho estudio y cuidado,
ha hecho un tratado en el cual se resume que no puede ni debe hacer dicho
bautismo, sino como se haca en la primera iglesia (Arce Gargollo, 2014, p. 42).4
Pablo Arce menciona que el Manual para adultos y el catecismo redactados
por Quiroga se enfoc tanto a lo terico, como a lo prctico. Lo prctico qued
de manifiesto en las instituciones sociales que fund, en las que los indios conocieron la virtud de la vida cristiana. Las principales instituciones que promovi
fueron los hospitales de la Concepcin y las huatperas,5 donde los indgenas
participaban del cuidado de sus enfermos, y se organizaron las visitas y los turnos
Vase Carta de fray Juan de Zumrraga al Consejo de Indias, Mxico 8 de febrero de 1537,
en Garca Icazbalceta (1947, p. 239).
Huatperas eran sedes para la reunin de las autoridades con el objetivo de deliberar sobre
los problemas comunitarios. Funcionaban como una repblica de indios (Arce Gargollo,
2014, p. 52). Espacio de los rituales festivos, serva para hospedar personas y cuidar a los
enfermos. Lo ms caracterstico es su capilla dedicada a la Virgen Mara, que suele localizarse
en contra esquina de la iglesia de los pueblos michoacanos.
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Esta confianza en las personas, esta fe humanista en tan vasto proyecto, orienta
la civilizacin de la Nueva Espaa e infunde a la empresa un alto rango moral.
Sin esperar ms tiempo, entre 1531 y 1535 Quiroga, con los medios que le
proporcionaba su cargo de oidor, realiz un proyecto experimental. Inici adquiriendo unos terrenos cerca de Tacubaya, hoy incorporadas a Ciudad de Mxico,
y promovi ah su primer pueblo-hospital. En 1533, camino a Michoacn como
visitador, funda en un sitio llamado Atamataho, un segundo. A partir de 1537, en
que se dispuso su nombramiento como obispo de esta regin, continu su labor
organizadora, creando otros centros hospitalarios de manera sistemtica en cada
uno de los pueblos habitados por indios y/o espaoles, aunque no de la misma
importancia que los pueblos-hospitales llamados de Santa Fe. Tambin promovi
en su dicesis la instruccin de los poblados, cada uno en distinto oficio o industria, con el fin de vincularlos unos con otros ante la necesidad del intercambio.
Siendo ya mayor, y sin haber abandonado su preocupacin por promover en
la prctica este modelo, redact sus Ordenanzas para el buen gobierno de estos
dos pueblos-hospital de Santa Fe del Valle de Mxico y de la Laguna de Ptzcuaro
en Michoacn, las mismas que mandaba cumplir cuando redact su Testamento
poco antes de morir, en 1565. Comenta Arce que ms que en la ejecucin misma
de estos proyectos, es en la redaccin de estas Ordenanzas que se manifiesta la
influencia de Moro sobre Quiroga: Concentrado en las instituciones creadas por
su esfuerzo personal, se limita a adaptarlas al admirado orden del humanista
ingls, con fidelidad minuciosa (Zavala, 2007, p. 14).
En la edicin facsimilar de las Ordenanzas, J. Benedict Warren reconoce que
Silvio Zavala fue el descubridor de la influencia de Toms Moro en el pensamiento
de Vasco de Quiroga, como consta en su dedicatoria (1999). Por ello, en el anlisis
comparativo entre La Utopa de Moro y las Ordenanzas de Quiroga, tomaremos
como referencia a Zavala, rescatando de cada uno los puntos esenciales de sus
propuestas. En primer lugar, la organizacin comunal; familias; campos y ciudades;
y la distribucin de los frutos. En segundo, los oficios tiles; moderacin de las
costumbres; y jornada de seis horas. Y en tercer lugar la magistratura (familiar
y electiva). De cada uno de estos tres puntos, se har una comparacin entre los
dos textos mencionados.
El estudio sobre las Reglas y ordenanzas de Quiroga ha sido multidisciplinar, sin
embargo, la edicin que public la Universidad Vasco de Quiroga (Morelia, Mich.)
recoge 42 ordenanzas, segn las que se haban encontrado, pero deja suponer que
originalmente pudieron ser ms. A continuacin se mencionar el fragmento en el
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que Moro se refiere en Utopa a los tres temas antes mencionados, y se describir
en seguida la propuesta de Quiroga al respecto.
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limpios y honestos, sin pinturas, sin otras labores costosas y demasiado curiosas.
La diferencia que admite depende del estado civil: las doncellas pueden ir con la
cabeza descubierta, mientras que las casadas han de ir cubiertas con manto; que
la aplicacin ha sido en concreto el reboso.
Otro asunto que retoma de Moro es la jornada de seis horas en la agricultura y en los oficios, de manera que a la semana resultan solo dos o tres das de
trabajo de sol a sol. Y es el rector del hospital, junto con sus regidores, quienes
disponen de la distribucin del trabajo. El resto del tiempo se ha de aprovechar
para su utilidad espiritual y corporal. Tambin hace una precisin con relacin a
las ganancias que se saquen despus de haber repartido el fruto del trabajo, y es
que se guarde el dinero en un cofre grande de tres llaves: una la tiene el rector,
otra el principal y otra el ms antiguo rector. Y las cuentas se harn anualmente
(Quiroga, 1999, p. 24).
Estos pueblos son amantes de las fiestas, as que don Vasco instituye principalmente las de la exaltacin de la cruz, San Salvador, la Asuncin y San Miguel, entre
otras. Destina una sala grande para que coman juntos y se regocijen los vecinos,
especialmente en Pascua y otras festividades. Se turna entre las familias el cargo
de aparejar estas comidas. Ordena la construccin de una enfermera grande, con
salas distintas para enfermos contagiosos y los que no lo son. Un mayordomo y
un despensero atendern la hospitalidad, para la cual se dan los mejores frutos
(Quiroga, 1999, p. 25). Esta distribucin de los edificios del pueblo-hospital incluye
un colegio para la instruccin cristiana y moral de los indios.
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familiar, existen regidores y un principal. Para elegirlos divide a todos los pobres
del hospital en cuatro grupos y a cada uno asigna cuatro candidatos; de ah los
padres de familia eligen por votacin secreta uno o dos que ejercern el cargo de
principal de tres a seis aos. El principal es la autoridad que sigue al rector en
orden de jerarqua. El rector se entiende que se trata de un eclesistico espaol.
De la misma manera eligen a tres o cuatro regidores, y su funcin es anual. As
mismo, el principal y los regidores designan a los oficiales necesarios para el
gobierno del hospital, y asignan las tandas de familias que han de ir a las estancias
rurales. Con la participacin de los pobres en las elecciones se consigue que ellos
no queden perjudicados en las decisiones comunes que se tomen. Desde luego,
toda esta forma de proceder tiene como fin el bien comn del hospital, las estancias
y todas las obras de la institucin. Las decisiones han de tomarlas una vez que
hayan pasado algunos das despus de la primera reunin. Entre sus funciones
est la de visitar los linderos y las tierras del hospital y renovar los mojones, as
como la de conservar las escrituras de las tierras.
En caso de que surja algn pleito entre los pobres o vecinos (Quiroga, 1999,
p. 23), el rector y los regidores harn las averiguaciones de manera que no sea
necesario acudir a un juez, sino que se sometan al fallo de estos y as evitar los
pleitos. En el orden penal, tienen la facultad de expulsar al malo o escandaloso
incorregible, al borracho y al perezoso. Salvo el rector del hospital, los dems
miembros del mismo son indgenas.
Conviene hacer notar cmo Quiroga respeta el sistema de Utopa, pero introduce la terminologa propia de los jurados, con el rgimen de los ayuntamientos o
consejos de los espaoles. Lo que se inici en Moro como un sueo ideal, Quiroga
tuvo la virtud de aprovecharlo en la cultura purpecha y proyectarla hacia una
nueva etapa de desarrollo real y sostenible. Cuando don Vasco lleg a la provincia
de Michoacn, recogi la obra de fray Martn de Jess y de fray Juan de San Miguel,
quienes haban comenzado un proceso no solo evangelizador de los naturales,
sino tambin civilizador, con el fin de integrarlos en la nueva sociedad que se
estaba conformando. Quiroga extendi esta labor y la realz de forma prodigiosa,
como comenta el cronista franciscano Larrea. Los indgenas se haban remontado
a la sierra y, por medio de la persuasin, Quiroga logr que iniciaran el regreso
a sus antiguos poblados y los reconstruyeran, rehaciendo pueblos que luego se
convirtieron en ciudades.
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como lo muestra la vestimenta de las mujeres purpechas. Sus formas de organizacin, convivencia y produccin sostenibles son las mismas que les enseara
a vivir Vasco de Quiroga, inspiradas en parte en la Utopa de Moro y fincadas en
los hbitos comunitarios de los purpechas.
El oficio que han desarrollado desde entonces es el de la alfarera, sobre el
que gira la vida econmica del pueblo, pues participa en l toda la familia: por
igual hombres, mujeres y nios. La pieza alfarera tpica del lugar es la ponchera
negra producto exclusivo de este pueblo, la cual se fabrica con greda negra.
Tiene un significado ceremonial desde su elaboracin, pues representa la fuente
de la casa y del pueblo: sin distincin de etnia, clase social o rango, quien bebe
de ella diluye las distancias y refresca la memoria, mantiene el pasado y fortalece los vnculos de unidad, conservando limpia la comunidad. De esa manera,
quienes fabrican las poncheras negras y las usan, se convierten en factor de
unidad, convivencia y respeto. Este es un elemento que ha ayudado a mantener
vivas las costumbres purpechas que les ense Tata Vasco, como cariosamente
se le recuerda.
La produccin de la actividad de la labranza del campo y el cuidado del ganado
es de autoconsumo y sustenta el esquema de organizacin basado en la participacin productiva, que todos sus miembros respetan por tradicin. El rea agrcola
cuenta ahora con un reciente sistema de riego, y todos participan en su labor de
manera rotativa (all se producen hortalizas de consumo de sus pobladores). Las
parcelas de agricultura temporal son de uso familiar y les corresponde trabajarlas
para la cosecha de maz, frijol y alfalfa, labor en la que ayuda la comunidad. La
ganadera local tambin se destina al autoconsumo y a la venta local. El ganado
vacuno se suelta la mayor parte del ao con el libre pastoreo por el cerro, y tambin
se utiliza para las yuntas del arado. La carne se destina tambin para su consumo
en fiestas familiares y comunales, cultivan gallinas y puercos en sus solares o traspatios, y los mantienen de los desperdicios vegetales del hogar. Dada la cercana
con el lago, tambin practican la pesca para su consumo.
El eje sobre el que gira la vida de las comunidades indgenas en Michoacn es
la fiesta. Por ello, tienen muchas celebraciones, pero respetan el mes de noviembre,
en el que no se realizan bodas, a fin de dedicarlo entero a rezar por las almas de
sus difuntos. As, la vida en este lugar es muy rica en todos los sentidos. En fin,
aqu se anota solamente lo que con claridad evoca la influencia ms palpable de
don Vasco.
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jvenes, pero temiendo que la migracin de sus hijos a las ciudades conllevara el
desarraigo de sus costumbres, prefirieron traer la escuela a su pueblo.
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Angahuan y su oficio
Como se ha mencionado, don Vasco de Quiroga dispuso que cada pueblo contara
con un oficio, de manera que sus productos pudieran comerciarlos con los pueblos
vecinos. El oficio por el que se distingue este pueblo, lo realizan las mujeres que
tejen rebosos, y luego los bordan de flores multicolores o los tejen con formas
variadas mezclando distintos tonos de hilos. Este pueblo conserv su lengua, sus
tradicionales vestidos y muchas de sus costumbres por propia conviccin, a pesar
de la forzada apertura al mundo exterior. Ha sido a partir de la ltima dcada
que ha sufrido cambios mucho ms profundos por la llegada de la televisin, y la
influencia de los jvenes que han migrado para trabajar en el pas vecino del norte,
introduciendo actividades que afectan la moral general y las buenas costumbres.
Organizacin social
La conformacin social est centrada en la familia. Cuando se constituye un nuevo
matrimonio, la chica pasa a ser parte de la familia de su esposo. Su suegra es como
su madre, sin que por ello pierda los nexos afectivos con su familia originaria.
Este nuevo matrimonio cuenta con el apoyo de sus padrinos de bodas, cuya
funcin es velar y ayudar a salir adelante a los jvenes esposos. La nueva pareja
sigue dependiendo del padre del esposo. De manera que se genera un crculo
de familias alrededor del que hace cabeza y, como se casan jvenes, puede llegar
a ser cabeza en una familia de unas 70 personas. As, los nios tienen padres,
hermanos, primos, tos, abuelos, y son cuidados por todos ellos, aunque dependen
en primera instancia de sus propios padres, y tambin reciben una tutela de sus
padrinos de bautismo. Esta conformacin de vnculos familiares, primeramente
de consanguinidad y posteriormente por padrinazgo, van generando lazos muy
fuertes en la comunidad. De ah resultan otras tareas de apoyo mutuo cuando se
requiere. Las bodas son ocasin para que entre todos ayuden en el desarrollo de
la fiesta de bodas y en la adaptacin de la vivienda de los nuevos esposos. El nacimiento de un nio es muy celebrado, pero del embarazo no se habla por temor
de que no llegue a buen trmino. Una especial ocasin de ayuda es cuando viene
la enfermedad o la muerte, y est establecido a quin le corresponde colaborar y
de qu manera. Una costumbre especialmente entraable es el de las visitas. De
manera que nadie ha de pasar solo una alegra o una pena, y la fiesta est unida a
las celebraciones, as como el rezo y la atencin al que lo necesita. La hospitalidad
es uno de sus grandes valores.
Las clases sociales dentro de la comunidad varan tambin, dependiendo del
tipo de trabajo que realizan y sus condiciones. Unos son los que tienen sus propios
medios de subsistencia y requieren de empleados para su desarrollo; otros son
los que tienen sus propios medios de subsistencia y los trabajan ellos mismos sin
ayuda de empleados; otros son los que trabajan empleados por otros; y, finalmente,
otros los que viven de la ayuda de sus familiares, como es el caso de las viudas. En
una misma familia extensa puede haber distintas clases sociales, pero no se nota
al vestir todas igual, y porque en general se ayudan unos a otros a salir adelante.
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Como es normal en toda sociedad, hay unos ms dotados que otros, unos que han
heredado mejores condiciones econmicas que otros, unos que son ms reflexivos
que otros, lo cual condiciona tambin sus oportunidades de desarrollo econmico
y social. Sin embargo, todos participan por igual en las fiestas familiares, que es
un medio de compartir lo que se tiene.
Conclusiones
La memoria de Tata Vasco sigue latente en estas tierras michoacanas junto con la
impronta del espritu humanista de la Utopa de Toms Moro. Estos anhelos por una
sociedad basada en la bsqueda comn del orden y el concierto, fueron concretados
en una serie de instrucciones prcticas que don Vasco de Quiroga plasm en sus
Reglas y ordenanzas, pero sobre todo, han sido apropiados por muchos mexicanos,
hombres y mujeres, a travs de sus usos y costumbres, lo cual ha generado toda una
forma civilizadora. Esta es la gran relevancia de lo que para Moro fue una Utopa.
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Referencias
Aguayo, S. R. (1986). Don Vasco de Quiroga. Pensamiento jurdico. Antologa. Mxico: Miguel
Angel Porra.
Arcaz, P. A. (1995). Implantacin y desarrollo territorial de la Orden de San Juan de
Jerusaln en Galicia (siglos xii y xv). En la Espaa Medieval, 18, 257- 274. Disponible en:
https://revistas.ucm.es/index.php/ELEM/article/viewFile/ELEM9595110257A/23376
Arce Gargollo, P. (2014). Vasco de Quiroga. Emprendedor y visionario social en el siglo
xvi.
Resumen
El objetivo de este captulo es revisar las tesis sobre la libertad, la esclavitud y la mejor comunidad
poltica para los indios americanos propuestas por el obispo de Michoacn, Mxico, y reformista
social, Vasco de Quiroga. En primer lugar, en este trabajo tratar de comparar las tesis de Quiroga
con las de importantes juristas humanistas como Gerson, Bud, Alciato y Connan. En mi opinin,
estos autores tienen una influencia determinante en la postura de Quiroga frente a los derechos
polticos de los pueblos autctonos en Amrica. En segundo lugar, analizar el papel prctico
que tiene la Utopa de Toms Moro en las comunidades que Quiroga intenta crear en el Nuevo
Mundo. El autor considera que Utopa describe el rgimen que mejor se adapta al carcter y las
necesidades de los indios americanos.
Palabras clave: comunidad civil, dominium, esclavitud, humanismo jurdico, libertad, Toms Moro.
Abstract
The objective of this chapter is to review the theses on freedom, slavery and better political community for American natives, proposed by the bishop of Michoacan, Mexico, and social reformer,
Vasco de Quiroga. Firstly, I will intend to compare Quirogas theses with those of important
humanist jurists, such as Gerson, Bud, Alciato and Connan. In my opinion, these authors exert
a determinant influence on Quirogas postures respecting political rights of the autochthonous
people in America. Secondly, I will analyze the practical role of Thomas Mores Utopia in the
communities that Quiroga attempts to create in the New World. The author considers that Utopia
describes the regime best suited for the character and needs of American natives.
Keywords: civil community, dominium, slavery, legal humanism, freedom, Thomas More.
BY
NC
ND
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Mndez Alonzo, M. (2016). Libertad, esclavitud y utopa en La Informacin en derecho de Vasco de Quiroga. En P. Guerra (Ed.), Utopa:
500 aos (pp. 147-165). Bogot: Ediciones Universidad Cooperativa
de Colombia. doi: http://dx.doi.org/10.16925/9789587600544
Chicago
Mndez Alonzo, Manuel. Libertad, esclavitud y utopa en La Informacin en derecho de Vasco de Quiroga. En Utopa: 500 aos,
Ed. Pablo Guerra. Bogot: Ediciones Universidad Cooperativa de
Colombia, 2016. doi: http://dx.doi.org/10.16925/9789587600544
MLA
Mndez Alonzo, Manuel. Libertad, esclavitud y utopa en La Informacin en derecho de Vasco de Quiroga. Utopa: 500 aos. Guerra,
Pablo (Ed.). Bogot: Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia,
2016, pp. 147-165. doi: http://dx.doi.org/10.16925/9789587600544
Introduccin
La intencin de este trabajo es analizar algunas de las ideas polticas del primer
obispo de la provincia de Michoacn en la Nueva Espaa, el jurista Vasco de Quiroga
(1470?-1565).1 Son precisamente estas ideas las que sirven de inspiracin para su
ms importante proyecto social: los pueblos-hospitales, comunidades en donde
se intentaban crear condiciones sociales ideales para la educacin cvica de los
indios michoacanos, y en las cuales se les enseaban profesiones tiles junto con
la religin catlica (Zavala, 1991, p. 9).
Las ideas de Quiroga deben necesariamente contextualizarse en el marco del
debate sobre los derechos de los indios del siglo xvi, en el que participaron los ms
destacados telogos, historiadores y juristas espaoles. A partir de la determinacin
de la naturaleza ontolgica y la situacin jurdica de los indios, se poda crear un
sistema poltico adecuado para las Indias (Hanke, 1959, p. 11).
En este contexto, para la creacin de su comunidad ideal, Quiroga se basa
en la Utopa de Toms Moro (Zavala, 1991, p. 8). Tratar de probar que la ms
conocida obra de Toms Moro tena una doble funcin operativa para Quiroga:
terminar con los abusos de los encomenderos espaoles, pero tambin afianzar
el dominio espaol en las Indias.
Se sabe que Vasco de Quiroga nace entre 1470 y 1488 en Madrigal de las Altas Torres, vila.
De familia noble y origen gallego, poco se sabe de su vida, aunque se piensa que realiza sus
estudios de bachiller en Salamanca, especializndose en los asuntos de Estado y oficios de
la corte (Serrano Gassent, 2001, p. 15). Para Arce (2007), Quiroga se destaca por su conocimiento del Derecho cannigo; como jurista conoce el Digesto, la ley romana visigorum,
pero tambin la obra de Cayetano, Jean Gerson, Bud, Erasmo y Toms Moro (pp. 13-14).
A estas obras, Serrano Gassent agrega la influencia de Bernal Daz de Luco, humanista de
la corte espaola, y El Villano del Danubio de Antonio de Guevara (2001, p. 17). En 1525,
sirve como juez en Orn, en ese entonces colonia espaola en el norte de frica, en donde
permanece hasta 1526. De acuerdo con Arce, es en Orn en donde Quiroga adquiere su
cultura jurdica (2007, p. 17). En 1530, cuando es nombrado oidor por la Segunda Audiencia
parte para el Nuevo Mundo, arriba a Mxico en 1531, y se dirige a Michoacn en 1533, en
donde ejerce como juez, y es consagrado obispo en 1538. Es en esta regin en donde se
destacan sus principales obras: la fundacin de los pueblos-hospitales y el Colegio de San
Nicols. Quiroga muere en 1565, y su obra tiene un gran impacto aun entre los pueblos
tarascos del estado de Michoacn, Mxico.
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Para Pagden, las ideas de Zavala caen en un lugar comn sobre los alcances del humanismo
en el proceso de evangelizacin del Nuevo Mundo. De un lado, relaciona al humanismo con
su papel crtico y reformista sobre la iglesia, adems de enfatizar el rol de ciertas disciplinas
humanistas como medio de mejora de la personalidad humana (1993, p. 134). Este papel
en apariencia disidente del humanismo se contrasta con el carcter poco liberal y conservador generalmente atribuido al tomismo, la filosofa predominante en Espaa durante el
siglo diecisis. Este lugar comn lleva a Zavala considerar que los pensadores tomistas, por
su conservadurismo, eran tambin simpatizantes de los proyectos coloniales de Espaa. En
cambio, los pensadores humanistas, opuestos a la filosofa escolstica y la Iglesia, se consideran
como crticos a los excesos de Espaa en la formacin de su imperio en ultramar (Pagden,
1994, p. 134).
De modo muy general, el dominium se puede definir como la capacidad de dar algn uso a
algn objeto, de lo cual se desprenden acciones que pueden derivar en algn beneficio propio,
como la enajenacin de alguna cosa o de un ser vivo. El dominium existe en sujetos con la
libertad suficiente para decidir el fin de algo (soy libre para tomar o no tomar posesin de algn
objeto; soy libre para vender o no vender mi casa). La libertad se puede entender como una
licencia, no siempre dirigida al bien personal (por ejemplo, sin ningn tipo de coercin hago
mal uso de mi tierra), que solo es limitada por la autoridad (Brett, 2003, p. 130).
Como ha sealado Gierke, la existencia de teoras que rechazan algn origen natural a las
leyes y al Estado no eran desconocidas durante el Medioevo, pero la opinin mayoritaria era
que existe en los hombres, como causa remota, un impulso natural hacia la vida regulada
por leyes (Gierke, 1958, pp. 57-58).
Resulta preciso tener en cuenta la importancia que tena para el juicio de una sociedad nueva,
como lo era en el mundo social de los indios naturales, la existencia de una herramienta de
tipo universal como la ley de la naturaleza. Para Strauss, esta resulta un intento por reconocer,
entre una pluralidad de nociones de bien y mal, principios reconocibles que se puedan
151
152
El anterior postulado resultaba comn para los estudiosos del derecho romano
del siglo xvi, para quienes las leyes que regulan a las sociedades humanas se las
imponan ellas mismas de modo que los ius gentium y ius civile se ligan a la
formacin de una civilizacin (Tuck, 1979, pp. 34-35) (traduccin del autor).
Por lo tanto, la existencia de derechos naturales (los cuales finalmente son polticos), dependen de la existencia de una comunidad reconocible que efectivamente
los ratifique.
Para Alciato (1492-1550), las obligaciones que parecen ser sancionadas desde
el derecho natural solo alcanzan una realidad fctica en el momento en que son
reconocidas por el ius gentium, incluyndose las obligaciones tambin entre padres
e hijos. Tanto el ius gentium como ius civile, segn Alciato (Tuck, 1979, p. 35),
aparecen junto con la comunidad civil. Por otra parte, nada sugiere la existencia
de contratos pre-sociales y derechos innatos en los hombres salvajes tal como
aparecen en opinin de muchos europeos los indios americanos, pues ellos
todava no tienen la necesidad de transferir dominium de ningn objeto, y an no
definen nada como suyo. Por lo tanto, los hombres en el estado de naturaleza no
tienen derechos a los cuales renunciar, ni los cuales reclamar (Tuck, 1979, p. 37).
Las anteriores ideas son mejor expresadas por Franois Connan (1508-1551),
para quien el ius naturale solo existe en los hombres salvajes y, sin embargo, desde
que la naturaleza lleva por s misma a la sociedad con otros hombres () los
hombres gradualmente de forma cautelosa se envuelven en la sociedad () para
llevar justicia, mantener los contratos y para evitar lastimar a otros (Tuck, 1979, p.
37) (traduccin del autor). Connan (Tuck, 1979, p. 37) considera que una caracterstica del hombre civilizado es la aceptacin racional para ser gobernado por el ius
gentium, mientras que el ius naturale es ms comn en individuos que no dejan de
vivir de forma feral. Para Connan, la nocin de dominium aparece conjuntamente
con el desarrollo de las primeras comunidades que son sancionadas por leyes.
153
154
Estas maneras todas de policas buenas y malas que pone Aristteles se refiere en el lugar
dicho Gerson [De origine juris, consideratione decimo tertia], yo las tengo cotejadas con las
que he visto con estos naturales; e las primeras tres [monarqua, aristocracia y timocracia],
libres y buenas, a mi ver no las hay entre ellos, y las otras postreras tres, serviles y malas,
todas las tienen, que ninguna les falta si no me engao, y entre algunos ni buenas ni malas,
sino que estn como bestias por los campos (de Quiroga, 1986, p. 106).
Esto podra deberse, como es expresado por James M. Blythe, a que nunca existi una
separacin tajante entre escritores escolsticos y retricos republicanos desde el siglo xiv. La
escuela escolstica no solo comparta lecturas comunes con el incipiente humanismo cvico,
sino que tambin incorporaba algunos principios republicanos en las teoras monrquicas
(2000, pp. 33-34).
De Seplveda va ms lejos que de Quiroga, al equiparar a los indios con los esclavos de
naturaleza, pues al ser individuos dominados por sus pasiones, han sido incapaces de
traducir los principios de la ley de la naturaleza en su vida moral. Lo anterior impide a los
indios ejercer las funciones y deberes que se esperan de un ciudadano. Considerando el
bien que podra significar vivir bajo las instituciones espaolas, Seplveda recomienda la
conquista armada: Porque los indios son a la menos eran, antes de caer bajo el dominio de
los cristianos, todos brbaros en sus costumbres y la mayor parte por naturaleza sin letras ni
prudenciaAhora bien, tales gentes [los indios], por Derecho Natural, deben obedecer a las
personas ms humanas, ms prudentes y ms excelentes para ser gobernadas con mejores
costumbres e instituciones; si, previa la admonicin rechazan tal autoridad, pueden ser
obligadas a aceptarla con las armas (de Seplveda, 1975, p. 61).
155
156
10 Eran entre s crueles, brbaros, feroces y aun son brbaras naciones, y sus principales, tirano
contra menores y maceoales que poco pueden, y tienen opresos, sin tener entre s polica
alguna que fuese libre o buena, como debe tener todo hombre razonable, humano, de
tres maneras que las pone Aristteles y Johan Gerson, doctor cristiansimo: De origine juris,
consideratione decima tertia () el cual no tenga intento al bien propio particular, sino al
pro e bien comn de todos (de Quiroga, 1986, p. 105).
11 Puesto que en entre algunos dellos haya algunas policas serviles y malas, si policas se les
puede llamar, las cuales no son por el libre albedro ni como paternal regimiento son guiadas
como las pasadas, sino como por fuerza tradas por yugo desptico y servil (de Quiroga,
1986. p.105).
Para de Quiroga, los defectos de los indios pueden ser atribuidos a que
todava viven en el estado de naturaleza, sin autoridad apropiada, ni leyes que
legislen las faltas en contra de la naturaleza y Dios. Esto tiene una implicacin
importante. Tal como Pagden (1994, p. 137) lo nota, de Quiroga da a los indios
dominium corporis sui, pero dado la ausencia de un Estado reconocible en las
Indias, los indios no pueden ser considerados como los primeros ocupantes, pues
no han logrado mediante un sistema de leyes reconocibles definir la propiedad
de la tierra que habitan.
12 Hay que recordar que en Espaa, hasta principios del siglo xvi, la regulacin jurdica de la
esclavitud se encontraba regulada por Las siete partidas. En este cdigo se defina, entre otras
cosas, las circunstancias sociales que definen a un esclavo, siempre tomando en cuenta
que los hombres nacen libres. Del mismo modo, Las siete partidas definan varias formas de
proteccin a los esclavos, as como las obligaciones de sus dueos hacia estos. Ms importante an, dentro de la legislacin espaola haba varias provisiones encaminadas a lograr
la libertad de los esclavos (Brady, 1966, p. 46).
157
No veo entre s guarden y tengan las condiciones que tienen los esclavos verdaderos
que pierden libertad, ciudad y familia, y son reputados nada de derecho civil, y para
ser y poder tener por esclavos verdaderos [] habrn de tener entre ellos la misma
condicin que los esclavos verdaderos, que es la ya dicha, porque quien tiene otra
condicin no es esclavo verdadero (de Quiroga, 1986, p. 136).
13 Resulta interesante que de Quiroga y Bartolom de las Casas coinciden en que la esclavitud
es un estado artificial tan solo definido por el ius gentium. A diferencia de Quiroga, las Casas
define la libertad como derecho ingerido, compartido por toda la humanidad: Porque la
libertad es un derecho ingerido en los hombres por necesidad y por s desde el principio de
la criatura racional, y es por eso de derecho natural, como se dice en la 1 distincin, Ius
naturale, donde se ve que existe una libertad para todos, y que la esclavitud es un acto accidental acaecido al ser humano por obra de la casualidad y de la fortuna () en consecuencia,
no estando demostrado que alguien o algo sea siervo, nuestro juicio debe ser favorable a su
libertad y segn su libertad. Hay que presuponer, por lo tanto, que el hombre es libre si no
se prueba lo contrario [] como dice el Digestum, De usufructu y Si cuius (de las Casas,
1997, p. 1255).
14 Esta manera y gnero de esclavos que nosotros tenemos, que pierden la libertad y ingenuidad,
ciudad y familia, que la mxima capitis disminucin y lo que se requiere es que concurra en
ellos de necesidad para ser verdaderos esclavos entre nosotros, que son reputados nihil de
derecho civil y para que los hijos de madre esclava, sean esclavos, y para que estn en poder
del seor y no puedan testar ni disponer de hacienda ni cosa alguna que sea suya, como
lo son los esclavos acerca de nosotros y como lo eran acerca de los ciudadanos romanos,
cuyas leyes en esto nosotros tenemos, aunque no como leyes sino como razones de sabios,
yo entre estos [los indios] no la veo, antes lo veo todo al contrario y que lo retienen todo:
libertad, familia, ciudad o lugar, que no mudan estado ni condicin y que no pierden cosa
della ni concurren en ellos las condiciones de esclavos, sino de libres, que es seal e indicio
grande que no son verdaderos esclavos, porque si lo fuesen, tendran las condiciones dellos,
pues los esclavos son de jure gentium como lo dice In potestate (de Quiroga, 1986, p. 127).
15 La conclusin ms cierta y ms segura que en esta materia hallo [] es que para que juntarlos,
ordenarlos, encaminarlos y enderazarlos [] y dexen ser gente brbara, tirana, ruda y salvaje
[] como estn siendo de s docilsimos a natura [] por mi parte, humildemente a Vuestra
Merced lo suplico, porque con tanto pienso que descargo mucho de lo que debo, porque si la
desorden y vida salvaje de aquestos naturales, se mandase por su Majestad ordenar conforme
a lo contenido en mi parecer particular sobre la discricin [cursivas aadidas], ellos no seran
de ellos agraviados aunque reyes y seores legtimos e naturales fuesen, antes los muy bien
librados y lo ms alto ganaran, y no sera quitarles sino ponerles y conmutarles ordenada la
cosa, en muy mejor y ms su utilidad y provecho, al de todos (de Quiroga, 1986, p. 118).
16 Y esta buena polica es necesaria para buena gobernacin en la solamente seglar, que
ser e la polica que es y ha de ser de obligacin, polica mixta que en todo ha de poner
orden y concierto, as en lo espiritual y en lo temporal, en que de necesidad se de proveer
en esta tierra y en este Nuevo Mundo por su majestad y por sus ministros, pues Dios lo ha
hecho apstol de lo uno y Rey de lo otro y dar para en todo un muy buen estado y corte de
repblica cristiana y catlica en que hay buena y general conversin y bastante sustentacin
para todos, espaoles y naturales [] y esto que sea por tales modos, medios y arte y por
tales leyes y ordenanzas que se adapten a la calidad y manera y condicin de la tierra y los
159
naturales della, de manera que ellos las puedan saber, entender y usar y guardar y capaces
dellas, y desta manera son las de mi parecer, sin los entrincamientos y escuridad y multitud
de las nuestras, que nos las sabrn ni entendern ni sern capaces dellas de aqu a la fin del
mundo, que ni se adaptarn cuando son nascidos, por qu no en vano, sino con mucha
causa este de ac se llama Nuevo Mundo [] porque es en gentes y cuasi en todo como
fue aquel de la primera edad de oro, que ya por la cobdicia de nuestra nacin, ha venido
ha ser de hierro y peor (de Quiroga, 1986, p. 108).
17 Y si as es que lo es propio destos naturales, no se les puede quitar, puesto que sean infieles
y se puedan y deban pacificar, para bien los instruir y ordenar, y que de slo que daban a
Motezuma que es lo que Su Majestad ha de haber por subceder en su lugar (de Quiroga,
1986, p. 110-111).
18 Que parece que con verdad por esto se pueda decir redeunt saturnia regna et quod, o
revolabit at [] que la edad dorada de aquellos entre estos naturales cuasi en todo y por
todo la tenemos para poder introducir e imprimir en ellos como cera muy blanda, y hombres
de tan buena, sana e simple voluntad y obediencia, todo cuanto bueno quisiremos sin
resistencia alguna, y a la doctrina cristiana y ms propia y aparejada para injerirse en gente
de tal calidad (de Quiroga, 1986, p. 194).
Ahora que este Nuevo Mundo parece que hay y se ve en aquestos naturales, con un
descuido y menosprecio de todo lo superfluo [] contentase con poco [] sin ser
solcitos por lo de maana, y con un muy buen menosprecio y olvido de todas las cosas
tan queridas y tan deseadas deste nuestro revoltoso mundo [] como dice Luciano
en el libro dicho de sus Saturnales [] si Dios desde arriba no lo enva y revela para
que se convierta y conserve, y viva y no perezca por mal recaudo una gente tan dcil,
tan mansa, tan humilde, tan obediente, tan nueva, tan rasa y tan de cera blanda como
aquesta para todo cuanto della hacerse quisiese. (de Quiroga, 1986, p. 189-191)
Para de Quiroga, el desinters de los indios por la riqueza los hace comportarse de modo ms virtuoso que cualquier otro pueblo en Europa. Esta idea se
relaciona con una de las principales tesis de la Utopa de Tomas Moro: cuando se
desvincula la nobleza con la riqueza tal como hicieron los habitantes de la Isla
de Utopa19 , los ciudadanos dedicarn sus esfuerzos nicamente a la consecucin del bien comn y la virtud (Skinner, 2010, p. 259). De Quiroga compara la
sencillez de los habitantes de la Utopa20 con la inocencia de los indios. Tambin
Quiroga considera que ambos pueblos se regan con estructuras polticas muy
simples bajo el principio ac reges sufragiis creemsus ipsisque ultro paremus.21 Por lo
cual, resulta necesario buscar un rgimen poltico con esas ventajas sociales, pero
sin dejar de servir al proyecto econmico espaol.22
La respuesta a su parecer se encuentra en la comunidad ideal descrita en
la segunda parte de la Utopa de Toms Moro (Zavala, 1991, p. 11). El tipo de
repblica descrita por Raphael Hythodeaus pareca la solucin perfecta para los
relativamente simples indios americanos (Pagden, 1994, p. 140). En La Utopa
fue posible mantener una ciudadana virtuosa, la cual se comportaba de forma
19 Estimo que dondequiera que exista la propiedad privada y se mida todo por dinero, ser
difcil que el estado obre justa y acertadamente (Moro, 1996, p. 71).
20 Por lo cual, cuando recomiendo en mi mente las sapientsimas e irreprochables instituciones
de Utopa, pas en todo se administra con tan pocas leyes y tan eficaces, que aunque se
premie la virtud, por estar niveladas las riquezas (Moro, 1996, p. 71).
21 Estos naturales no tenan ni tuvieron entre s rey ni seor, ni otro sucesor legtimo, sino como
aqu deca Luciano que aquellos lo tenan por la va electiva (de Quiroga, 1986, p. 192).
22 Bieventurados ellos si se le acertare a dar y diere orden en que se sustenten y se conserven
as [] de manera que no pierdan esta su buena simplicidad ni se les convierta en malicia
nuestra [] son de estimar en menos sino en ms las cosas de nuestra fe, fundadas en esta
humildad, simplicidad y paciencia y obediencia (de Quiroga, 1986, p. 192).
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162
23 Mucho celebro que una forma de Estado que yo deseara para la humanidad entera, les haya
al menos cabido en suerte a los Utpicos, quienes, regulando su vida por las instituciones
que he dicho, echaron los cimientos de una repblica a la vez felicsima y por siempre duradera [] Porque extirpadas en ellas las races de la ambicin y los partidos, estn sin temor
de discordias intestinas que por s solas bastan para arruinar las ciudades ms organizadas
(Moro, 1996, p. 138).
163
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165
Resumen
La utopa es, sobre todo, crtica social; en ella el discurso descriptivo se combina con uno crtico,
y ello permite denunciar una situacin injusta y mostrar, por contraste, una situacin distinta en
la que la injusticia ha desaparecido. Aunque la crtica social que se encuentra en Utopa no se
dirige al mismo sistema que la de Quiroule, las dos se sirven de la ficcin utpica para, desde
el humanismo y el anarquismo, revelar la falta de funcionamiento de un sistema poltico. En los
cuatro siglos que median entre la obra de ambos autores, el gnero utpico, sin embargo, se
vio sometido a numerosos cambios formales. Las estrategias narrativas de la utopa moderna no
servan para realizar una crtica al capitalismo y presentar un sistema poltico alternativo verosmil;
para ello, tuvo que nacer la ucrona, que muestra un futuro posible.
Palabras clave: anarquismo, crtica social, humanismo, utopa.
Abstract
Utopia is, above all, social critique; therein, the descriptive discourse merges with the critical one,
enabling to denounce injustice and to show, in contrast, a different situation in which injustice has
disappeared. Although the social critique found in Utopia does not refer to the same system as
the Quiroules one, both make use of Utopian fiction to reveal, from humanism and anarchism,
the lack of functioning of a political system. The Utopian genre, though, underwent several formal
changes through the four centuries between the works of both authors. The narrative strategies
of modern utopia were not useful to criticize the capitalism and present a plausible alternative
political system, to that end, uchronia originated, showing a possible future.
Keywords: anarchism, social critique, humanism, utopia.
BY
NC
ND
168
Hernndez Arias, R. (2016). Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule.
En P. Guerra (Ed.), Utopa: 500 aos (pp. 167-192). Bogot: Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia. doi: http://dx.doi.
org/10.16925/9789587600544
Chicago
Hernndez Arias, Roco. Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule. En Utopa: 500 aos, Ed. Pablo Guerra. Bogot: Ediciones
Universidad Cooperativa de Colombia, 2016. doi: http://dx.doi.
org/10.16925/9789587600544
MLA
Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule
Introduccin
Si la Utopa de Toms Moro puede considerarse la iniciadora del gnero en la
modernidad, es solo porque el contexto de escritura de su autor es tambin fundamentalmente moderno. El sistema de valores medieval que haba imperado durante
muchos siglos en Europa desapareca al mismo tiempo que esta dejaba de ser el
centro y la medida del universo. Amrica haba llegado a Europa y, con ella, una
inmensidad de posibilidades para la raza humana, una multiplicidad de nuevos
lugares en los que poda existir un ser humano no corrompido, otra forma de ser
humano no viciada por siglos y siglos de desarrollo errado.
Utopa nace como crtica a la Inglaterra de principios del siglo xvi, una crtica
social ya propia de tiempos modernos en la que Moro expone muy detalladamente
los problemas directos a los que se enfrenta su pas y, para aumentar el efecto
de la crtica, la contrasta con un modelo de organizacin social alternativo. La
sociedad utopiense que se describe en la famosa obra del ingls es una sociedad
feliz en la que no existe un reparto desproporcionado de la riqueza, en la que el
trabajo, a pesar de ser obligatorio, se combina con el desarrollo intelectual, lo que
permite alcanzar la estabilidad social. La isla de Utopa muestra otra humanidad
no avara, ms justa, cuya perfeccin depende directamente de su organizacin
poltico-social.
Esta misma idea, la de la una sociedad justa, ser el motivo que subyacer,
cuatro siglos ms tarde, en Sobre la ruta de la anarqua (1912), La ciudad anarquista
americana (1914) y En la soada tierra del Ideal (1924), triloga novelada en la que
Pierre Quiroule vuelca, bajo los preceptos del anarquismo clsico, una alternativa
de organizacin social que es, en ltimo trmino, parte de su programa de escritura.
La obra de Pierre Quiroule, en conjunto, est consagrada a la causa anarquista;
entre 1909 y 1925 Joaqun Alejo Falconnet publica en Buenos Aires un buen
nmero de novelas, obras de teatro y otras expresiones de literatura obrerista1 o
El concepto de literatura obrerista, acuado por Joseph Llunas i Pujals en 1893, hace referencia
al conjunto de obras que se difundieron a travs de los peridicos y editoriales creados por
los movimientos obreros de finales del siglo xix y principios del siglo xx. Se trata de un tipo
de literatura comprometido con una ideologa y con una causa social que pretende novelar,
teatralizar o relatar diversas experiencias de explotacin obrera, as como posibles soluciones
socialmente aceptables, con el objetivo de instruir a la masa obrera y volverla favorable a la
causa comunista, anarquista, socialista o sindicalista.
169
170
literatura obrera, en las que es posible rastrear muchos de los aspectos que no se
haban desarrollado en estas tres obras de raigambre utpica.
En cualquier caso, con Quiroule encontramos una forma de literatura crtica
que, al igual que la utopa de Moro, presenta un doble objetivo: el primero, ya
sealado, el de poner en tela de juicio la sociedad que los rodea, ya sea desde la
doctrina humanista o desde el anarquismo. El segundo, proponer un sistema alternativo. Aunque ambos sistemas sean completamente diferentes, los dos permiten
expresar un descontento con la organizacin poltica de su contexto social directo,
a la que consideran responsable del devenir de la humanidad. Aunque como
seala en su prlogo a Utopa Antonio Poch (2006), no sea posible identificar en
Toms Moro un antecedente justificado del movimiento comunista, la esencia de
ambas crticas es la misma, pues se basa en la premisa de que es la hostilidad del
medio poltico la que provoca comportamientos indeseables entre la poblacin.
Es posible, incluso, ir un poco ms all y afirmar que tambin los dos consideran
responsable de esta hostilidad al salto cualitativo que, en materia econmica, se
produce entre dos sectores opuestos de la sociedad. Lo que el marxismo llamar
a finales del siglo xix diferencia de clase para aplicarlo a la dicotoma burguesaproletariado, era en el siglo xvi un problema de avaricia, de la avaricia del poder
estamental. En la Inglaterra de la poca la riqueza estaba concentrada en manos
de una aristocracia ociosa, que acumulaba las riquezas y ahogaba al medio social,
ya fuera destinndole trabajos deshumanizantes o privndole por completo de un
trabajo al invertir su riqueza en explotaciones que no requeran trabajos manuales.
La avaricia y la ociosidad son a Utopa lo mismo que la burguesa es a las tres obras
de Quiroule: un motivo de crtica, pero tambin de expresin utpica, pues sin
este descontento no sera posible la imaginacin poltica que se encuentra en los
nuevos modelos de organizacin social, en Utopa y en La Ciudad de los Hijos del
Sol, pero tambin en la comuna La Floral de En la soada tierra del ideal (1924).
Si bien es cierto que ambos autores proponen un modelo alternativo de organizacin poltica con un objetivo muy distinto, el propsito de la obra literaria es
el mismo. Quiere esto decir que aunque Toms Moro nos describe Utopa para
reflexionar sobre la posibilidad de que exista otra humanidad regida polticamente
por la razn y Pierre Quiroule lo hace como va de anticipacin, los dos escriben
una utopa, los dos escriben sobre una sociedad que no est en ningn lugar,
aunque sea porque todava no ha llegado su tiempo, como ocurre con Quiroule.
Debido a esta diferencia fundamental entre Moro y Quiroule, reflexin frente
a anticipacin, la construccin de la obra se realizar de maneras diferentes,
Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule
aunque no sea este el nico motivo por el que las estrategias narrativas de ambos
autores se alejen. Y es que, adems, es necesario considerar, a la hora de realizar
un anlisis semitico, el peso del gnero de la novela, que provoca que, frente
a la utopa moderna que inicia el gnero, encontremos una triloga en la que se
conjuga ensayo y novela para crear una utopa novelada.
Por supuesto, esto no implica que muchos de los elementos narratolgicos de
Moro sean encontrados tambin en Quiroule, y es que, sin ellos, no sera posible
aplicar el adjetivo utpico a su obra. Cuando Moro inicia el gnero utpico sienta
ciertas bases de expresin narrativa que podrn encontrarse, ya sea diseminadas
o conjuntamente, en todas las fases de expresin de la utopa. Aunque con
Quiroule asistamos a lo que se ha denominado utopas del tercer ciclo,2 siguen
identificndose en ellas muchos rasgos del gnero como la existencia de un gua y
los recursos para crear verosimilitud. Adems, la mitologa y simbologa de estas
ciudades ideales muestra, en muchos casos, herencias y evoluciones del gnero,
como sucede, por ejemplo, con el protagonista de La ciudad anarquista americana,
llamado Utop en una clara referencia al texto escrito en 1516, hace ya cinco siglos,
por Toms Moro.
Antonio Poch, en su prlogo a Utopa (2006) utiliza esta expresin para referirse al socialismo utpico y a la serie de utopas libertarias que son fuente directa de la escritura de
Quiroule. Las obras de Robert Owen, Charles Fourier y Henri de Sant-Simon son, junto a
Looking Backward (1888) de Bellamy y News from Nowhere (1890) de Morris, una nueva
va de expresin utpica que, para Poch, supone que la ficcin crtica de la utopa se ha
transformado, al verse absorbida y como arrastrada en el dogmatismo del progreso, en el
mejor tiempo futuro, en el ideal realizable y factible, en el proyecto (lxxix).
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La raza negra, esclavizada hasta bien entrado el siglo xx fue considerada hasta mucho ms
all del siglo xvi una raza brbara que, por haber nacido en tierras ridas y trridas, no poda
desarrollar su intelecto y actuar con razn. Bartolom de Las Casas, el gran defensor de
los derechos de los indgenas americanos del siglo xvi, justifica en su Historia de las Indias
la esclavizacin de la raza negra y la defensa del pueblo indgena americano basndose,
precisamente, en esta idea que vincula el carcter y el grado de desarrollo del hombre con
las condiciones climticas del lugar del que procede.
Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule
Cuando Toms Moro redact su Utopa, lo hizo sin duda consciente de esta
larga tradicin que le hizo posible creer que all, al otro lado del Atlntico, donde
se hallaban comunidades salvajes, exista tambin otra humanidad que no forma
ya parte de un mundo soado o vivido de manera mstica, sino que deja por
entero al hombre el deber de emplear los dones de Dios a su servicio y en la vida
Esto, que se incluye aqu como metfora, es especficamente cierto en el caso de los
puritanos congregacionistas que se desplazaban desde la Inglaterra de Laud hacia el Nuevo
Mundo. Dios les ha ordenado la tarea (calling) de crear una nueva Inglaterra, ya que en la
vieja parece triunfar el Anticristo (Comparato, 2005, p. 133).
173
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terrenal (Comparato, 2005, p. 134). Quizs all s fuera posible encontrar una
comunidad justa y feliz en la que no se hubiera producido la degradacin total; si
en algn lugar del globo era posible encontrar una sociedad en la que la avaricia
no hubiera hecho mella, era en Amrica.
Y es que para Toms Moro, la acumulacin de riquezas era la causante de
los problemas sociales a los que asista la Inglaterra del siglo xvi. El programa
de reformas de Moro es claro: [] ponerle freno al monopolio de los ricos y
sus acaparamientos (Comparato, 2005, p. 67). La aristocracia ociosa no ya de
Inglaterra, sino de toda la sociedad moderna europea, haba provocado una situacin econmica y social que en el crculo humanista en el que se mova Moro6, era
objeto de profunda crtica; de la mano de la aristocracia moderna haba llegado el,
Estado de servidumbre de los campesinos; la invasin del ganado ovino (como en
la Mesta castellana), que desplaza y agota terrenos de labor; los agricultores retornados de la guerra, obligados por las circunstancias a dedicarse al robo y al pillaje;
la crueldad de la represin judicial del simple robo, castigado siempre con la horca;
los altos precios del oligopolio; la holgazanera, el egosmo y la petulante prepotencia
de las clases privilegiadas. (Poch, 2006, p. lvii-lviii).
Su crculo directo de amigos, es decir, de humanistas ingleses, inclua a John Colet y William
Lily, pero ms all de las fronteras insulares, mantena una relacin de amistad con Erasmo,
con el que intercambiaba correspondencia y con el que comentaba sus obras. De hecho,
como menciona Trousson (1995), fue precisamente gracias a Erasmo que existe la Utopa,
pues la mand publicar, en 1516, en la editorial de Thierry Martens, de Lovaina (p. 77).
Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule
John Morton fue mentor de Toms Moro y arzobispo de Canterbury. Defensor acrrimo del
catolicismo, era muy admirado por Moro, pero tambin por sus contemporneos.
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Aunque a la verdad, mi querido Moro (por decir lo que realmente pienso), me parece
que dondequiera las posesiones son privadas, donde todos miden todas las cosas con
el dinero, ah apenas si podr lograrse que con una repblica marchen las cosas justa
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Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule
en la vida y sustento comn, sin ningn intercambio de dinero, cosa sola sta por
la que se destruye radicalmente toda nobleza, magnificencia, esplendor, majestad,
como es pblica opinin, verdaderas glorias y ornamentos de la repblica. (p. 132).
177
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gracias a la influencia que tuvieron en Amrica Latina las ideas y las experiencias
Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule
Estos anarquistas espaoles, coetneos de Quiroule y portadores de sus mismas ideas, son
autores de algunos textos utpicos que deben ser tenidos en cuenta a la hora de estudiar la
utopa libertaria en conjunto. La Nueva Utopa (1890) de Ricardo Mella, El Pueblo (1909)
y El banquete de la vida (1936), de Anselmo Lorenzo, son obras en las que subyace el pensamiento utpico del anarquismo clsico que tambin puede rastrearse en Pierre Quiroule.
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como ya ocurra con los avaros aristcratas y los condenados ladrones de Moro,
divida a las personas en burgueses y proletarios. El pertenecer a una u otra clase
social condicionaba no solo la libertad, sino tambin la felicidad del individuo.
Quiroule estaba convencido de que el principio de la solidaridad es inherente a
la condicin humana y que la libre asociacin en pequeas comunidades permita
resolver todos los problemas en forma cooperativa e igualitaria (Ainsa, 1999, p.
188) y tras el proceso revolucionario, habra que implantar un sistema anarquista.
En Sobre la ruta de la anarqua relata el proceso revolucionario y la implementacin
de un sistema de este tipo en Europa, continente que abandonar en las dos obras
posteriores, quizs porque, como seala en su propio prlogo Al lector,
Claro es que si el sistema comunista10 se implantase en vastsimas regiones, en la
Argentina, por ejemplo, el peligro sealado no existira muy probablemente. Pero en
Francia, Italia, Espaa Alemania! [] naciones tan pobladas que su suelo apenas
alcanza producir lo suficiente para que vegete la poblacin nativa, la cuestin es
muy diferente (Quiroule, 1912, p. 12).
10 Este uso que Pierre Quiroule hace de la palabra comunista no debe interpretarse de manera
exacta, ya que esto supondra diferenciarlo de anarquismo y, en Amrica estas dos expresiones,
la marxista y la anarquista, no siempre [estn] bien diferenciadas ni claras a los propios ojos
de los autores tericos del continente (Ainsa, 1999, p. 180), como tampoco lo estn a los
nuestros.
Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule
11 Ntese que, en el caso de Quiroule, es mucho ms fcil identificar el objeto de la crtica que
motiva la obra que en el de Moro, ya que esta se realiza especficamente desde una doctrina
poltica que sienta las bases de lo que debe ser eliminado y de lo que debe implementarse
en su lugar. La utopa de Quiroule est condicionada por el anarquismo clsico, mientras
que la de Moro est tan solo motivada por el humanismo.
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Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule
Influido por la nocin de la Ciudad Ideal de raz medieval que haba entusiasmado
a Kropotkin, Quiroule estaba convencido de que el principio de la solidaridad es
inherente a la condicin humana y que la libre asociacin en pequeas comunidades
permita resolver todos los problemas en forma cooperativa e igualitaria (Ainsa,
1999, p. 188)
12 Adriana Petra (2006) identifica una correspondencia clara entre Las Delicias y Buenos Aires
(p. 41), cuya veracidad no implica cambio alguno para nuestro discurso, ya que, en cualquier
caso, Las Delicias era una ciudad burguesa.
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(Comparato, 2005, p. 208). Quiroule lo utiliza con este primer sentido, pues la
trama de la novela, que permite la descripcin utpica, se desarrolla en torno al
devenir de este aparato, destinado a liberar a los proletarios europeos de ese estado
de cosas tan brbaro [] desde hoy los forzados del trabajo pueden respirar de
alivio, pues cercano est el da en que la igualdad ser una hermosa realidad de
los dos lados del Ocano! (1914, p. 44).
A lo largo de esta trama se irn introduciendo numerosas crticas al sistema
capitalista, ya sea de manera implcita al describir Quiroule la ciudad anarquista
ideal en oposicin al antiguo rgimen capitalista, o de manera explcita, cuando
en medio del discurso narrativo-descriptivo encontramos digresiones ensaysticas
que pueden ser identificadas como discurso crtico. Esta alternancia enunciada
por Moreau (1986) que ya haba sido encontrada en Moro, es quizs la estrategia
discursiva que de manera ms marcada permaneci en el gnero utpico a lo largo
de los cuatrocientos aos que median entre la obra de los dos autores. Y es que la
oposicin crtica-descripcin que utiliz Moro en el siglo xvi se puede encontrar
a principios del siglo xx en el binomio ensayo-narrativa que se encuentra en las
tres obras de Quiroule.
Esta estrategia narrativa, por tanto, pervive en el gnero utpico, como lo harn
otras de las que hablaremos a continuacin. Sin embargo, antes es necesario sealar
un ltimo objeto de la crtica de Quiroule, extrado este de En la soada tierra del
Ideal (1924), la ltima de las obras de la triloga del que, publicada ya en los aos
veinte, no tuvo el mismo xito que las anteriores. En ella nos trasladamos ya a un
futuro lejano cuando la revolucin es ya leyenda: Acaso nos amenazan hordas
de brbaros anticomunistas, y sueas t con combatirlas y vencer con los mismos
milagrosos procedimientos astronmicos que la santa leyenda nos trasmiti?
(Quiroule, 1924, p. 6). En esta obra, la crtica se vuelve stira, pues la verosimilitud
interna de la obra nos sita en un futuro lejano en el que la comuna anarquista
est firmemente implantada. Aqu, en un tiempo y lugar imprecisos, aprovecha
Quiroule para introducir su crtica personal al sindicalismo. Tras el triunfo de la
revolucin, en aquellos tiempos lejanos, se haba instaurado un rgimen sindicalista que, menoscab completamente las ansias de libertad de un ncleo de
hombres que soportaban difcilmente esta dictadura del trabajo impuesto por las
circunstancias (Quiroule, 1924, p. 15). A esta frase se llega tras un dilogo entre
dos de los personajes de la obra, que bromean acerca de ir al sindicato, aunque
ya no existe en la prctica. La crtica al sindicalismo es clara: coarta el desarrollo
individual. Si bien es verdad que Quiroule le reconoce su lado bueno, por lo que
Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule
Semitica de la utopa
Al recapitular sobre lo dicho hasta el momento, habr que advertir que las diferencias entre los contextos de ambos autores, Toms Moro y Pierre Quiroule, son
lo suficientemente insalvables como para no ser posible que en Moro se encuentre
un primitivo comunismo. Sin embargo, tambin puede comprobarse que en
ambas obras, entre las que, recordemos, median casi cuatrocientos aos de gnero
utpico, existe una alternancia del discurso crtico y del discurso descriptivo. En la
Utopa ambos discursos se distribuyen de manera mucho ms uniforme y se puede
establecer una correspondencia entre crtica y Libro I, y entre descripcin y Libro
II; sin embargo, en Quiroule, es mucho ms difcil diferenciar cundo empieza y
finaliza cada uno de ellos.
En las dos primeras obras (1912 y 1914) existe un prlogo a los lectores donde
Quiroule realiza sus crticas directas, tanto al sistema capitalista, como a las otras
facciones de la lucha obrera en la que est inmerso;13 pero en la tercera de las obras,
el discurso crtico estar totalmente inserto en el texto narrativo. Quiroule, que
no se introduce a s mismo en la obra como personaje, cede entonces al narrador
omnisciente el timn de la crtica. Este, en la mayora de los casos y como ya ocurra
con Moro, recurre a la crtica indirecta que le permite la oposicin del mundo
conocido con el ideal de la utopa que describe. Sin embargo, existen tambin
otros en los que la crtica se hace explcita. Ya sealamos que en algunas ocasiones
Rafael Hythlodaeo haca un alto en su discurso descriptivo para introducir un
comentario. Lo que en el siglo xvi es posible a travs de un alto en el discurso,
permitido por estar este inmerso en el contexto del dilogo, se realiza, en el siglo
xx, mediante los recursos de los gneros narrativo y ensaystico.
13 En las Dos palabras de explicacin de La ciudad anarquista americana Quiroule realiza una
apelacin directa a Ramiro de Maetzu, al que cuenta entre los muchos que estn convencidos de la impotencia del pueblo en el orden intelectual para sustituir al rgimen actual
(Quiroule, 1914, p. 2).
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14 La caracterizacin de este trmino como primitivo tiene la funcin de facilitar la comparacin entre dos obras que, en el terreno de la ficcin, estn muy alejadas, ya que durante los
cuatro siglos que median entre ellas se producen grandes revoluciones narratolgicas, como
el nacimiento de la novela moderna, a la que s es aplicable este trmino sin restricciones. En
cualquier caso y dado que el pacto narrativo es, en fin, un recurso de verosimilitud, puede
utilizarse para esta forma literaria del siglo xvi que, aunque se sirve del dilogo platnico,
introduce una ficcin utpica.
Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule
15 Vittor Comparato (2005) nos remite a su nacimiento en el siglo xviii, cuando Louis-Sbastien
Mercier public su Lan deux mille quatre cent quarante (1770), en donde tenemos que
registrar la aparicin de mecanismos de extraamiento propios de los viajes en el tiempo,
que hoy nos resultan tan familiares (p. 168).
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16 Basta con observar el ejemplo de Ella y l. Preludiando el libre amar (Quiroule, 1924), publicado en Asuncin. Este escrito est destinado a divulgar las ideas anarquistas del amor libre
entre los campesinos paraguayos.
17 Vase, por ejemplo, Eduardo de Ezcurra (1891), En el siglo xxx; Francisco Piria (1898) El
socialismo triunfante o lo que ser mi pas dentro de 200 aos; Julio O. Dittrich (1908),
Buenos Aires en el 1950 bajo rgimen socialista.
Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule
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embargo, la alternancia del discurso crtico y descriptivo que Toms Moro cre
para el gnero en el siglo xvi se mantiene, aunque los recursos empleados para
ello sean diferentes.
Debemos ahora hacer referencia a otras herencias identificables en esta triloga
novelada, pues la huella de Moro no solo es palpable en la oposicin crtica-descripcin. Para completar esta ltima, el escritor ingls se sirvi de ciertas estrategias
que, aunque de manera intermitente, han permanecido asociadas al gnero. Entre
ellas, cabe destacar la figura del gua que, aunque en formas distintas, se mantiene
durante los cuatro siglos que median entre nuestros autores. En Utopa este gua es
Rafael quien, en tanto que testigo directo, es la ms acreditada fuente de la verdad
(Comparato, 2005, p. 56), pues al haber habitado en el seno de la sociedad descrita
durante cinco aos, puede dar cuenta de sus detalles. El gua de Moro es un viajero
que regresa para narrar sus experiencias, pero el del siglo xx es ya de otro tipo. La
descripcin en tiempo futuro no permite usar al navegante y, dado que Quiroule
no introduce recursos de la ciencia ficcin,18 nuestro gua es un habitante de la
sociedad ideal futura. En este contexto, si existiera un visitante del pasado, el gua
cumplira con su tarea explicando la sociedad actual, pero Quiroule no tiene otro
recurso que simular un asunto novelstico que permite a los personajes recorrer
los lugares ms importantes de la ciudad ideal y utilizarlo para insertar digresiones
ensaysticas que remiten a la fundacin de la ciudad o a su funcionamiento interno.
En el siguiente ejemplo, tomado de La ciudad anarquista americana, puede
comprobarse este recurso:
En la interseccin de dicha diagonal y de la calle de la Actividad, donde estaba el
barrio de los talleres, el inventor se encontr con una seccin de alumnos de ambos
sexos de la escuela Sud, guiados por un maestro. Estos estaban agrupados de a cuatro,
siendo cada grupo constitudo libremente y por los discpulos, segn sus amistades
y simpatas. (1914, p. 118)
18 Las ucronas, por lo general, dan cuenta de viajes al futuro para los que se emplean extraos
aparatos o raras pcimas que mantienen el cuerpo incorrupto, por ello se las vincula directamente con el gnero de la ciencia ficcin.
Pervivencia y evolucin de las estrategias narrativas de Utopa en la triloga utpica de Pierre Quiroule
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sigue siendo necesario y, por esto permanece en la ficcin narrativa, bajo la forma
que ms se adapte a sus necesidades, ya sea esta el dilogo platnico, la ucrona
indeterminada o la distopa que, cuando Quiroule escribe, est a punto de nacer.
192
Referencias
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Trousson, R. (1995). Historia de la literatura utpica: viajes a pases inexistentes. Barcelona:
Pennsula.
Parte 3
Utopa, gnero utpico y distpico
Part 3
Utopia, Utopian and Dystopian Genres
Abstract
This chapter sees Utopia as at once a place of dreams, a place of the good, and a place which is nowhere
to be found: paradox, ambiguity, and janus-facedness are embedded in a very modern punning coupling
of the good, eu, and the nonexistent, ou, made by Thomas More in his Greek neologism utopia, title of
his eponymous book, which was written in Latin (1516). Moored and yet in recent years unmoored from
its Eurocentric roots, utopia has become more than a word or a culture-specific term. I argue that the word
utopia was coined at a formative moment of European modernity, that the utopian mode crosses cultures,
and after a consideration of Mores Utopia then discuss in comparative perspective some keyworks in the
utopian mode from South Asia, especially India, written in the colonial period, in the 19th and 20th centuries.
How do we recognize a utopia in a non-European context: must it have that strong element of irony that we
find in Mores foundational work? Is utopia always part of a secularizing impulse, or does religious imagination
deserve a major place in our understanding of it? How do we make taxonomical distinctions between pieces
of prose fiction that we term utopian, and the many real-life utopian communities that have flourished globally? Is there, that is, a distinction to be made between fictional, ironic imagination in literary texts, and more
grounded utopian socio-political movements? In this chapter, I analyze certain strands in utopian thought
and writing from South Asia (a region comprising sovereign countries such as India, Pakistan, Bangladesh,
Bhutan, Nepal, and Sri Lanka), mainly India, and see how answers may be given. My emphasis is on texts
both fictional and non-fictional, and I take the literary aspects of those texts as important.
Keywords: colonial, India, multiple modernities, South Asia, Thomas More, utopia.
Resumen
Este captulo considera simultneamente a utopa como un lugar de sueos, un lugar de lo bueno, que no
se encuentra en ningn sitio: paradojas, ambigedades y duplicidades que se encuentran inmersas en un
juego moderno de palabras que une lo bueno, eu, y lo no existente, ou, propuesto por Toms Moro en
su neologismo griego utopa, ttulo de su libro epnimo escrito en latn (1516). Desligado en aos recientes
de sus races eurocntricas, utopa se ha convertido en algo ms que una palabra o un trmino de una cultura especfica. Afirmo que la palabra utopa fue acuada en un momento de formacin de la modernidad
europea y que la modalidad utpica es transcultural. Adems, despus de abordar Utopa de Moro, discuto
desde una perspectiva comparativa algunos trabajos clave en la modalidad utpica de Asia del Sur, especialmente de India, escritos en el periodo colonial, en los siglos xix y xx. Cmo reconocemos una utopa en
un contexto no europeo: debe tener el fuerte elemento de irona que encontramos en la obra fundacional
de Moro? Una utopa es siempre parte de un impulso secularizante o merece la imaginacin religiosa un
lugar mayor en nuestro entendimiento de ella misma? Cmo distinguimos taxonmicamente entre piezas
de ficcin que llamamos utopas y las numerosas comunidades utpicas de la vida real que han florecido
globalmente? Es decir, hay que distinguir entre movimientos ficcionales, la imaginacin irnica en los textos
y los movimientos sociopolticos utpicos cercanos a la realidad? En este chapter, analizo algunos aspectos del
pensamiento y escritura utpicos de Asia del Sur (una regin que comprende pases soberanos como India,
Pakistn, Banglads, Butn, Nepal y Sri Lanka), especialmente de India, e identifico posibles respuestas a estas
cuestiones. Hago nfasis en textos de ficcin y no ficcin, y considero importantes sus aspectos literarios.
Palabras clave: colonial, India, mltiples modernidades, Asia del Sur, Toms Moro, Utopa.
BY
NC
ND
196
Barnita Bagchi
Faculty member, Comparative Literature Section, Department of
Languages, Literature, and Communication, Utrecht University,
Netherlands. Ph.D., University of Cambridge, United Kingdom.
E-mail: barnita@gmail.com
Many Modernities and Utopia: From Thomas More to South Asian Utopian Writings
Introduction
This chapter sees Utopia as at once a place of dreams, a place of the good, and
a place which is nowhere to be found: paradox, ambiguity, and janus-facedness
are embedded in a very modern punning coupling of the good, eu, and the
nonexistent, ou, made by Thomas More in his Greek neologism utopia, title of
his eponymous book, which was written in Latin (1516). In recent years valuably
unmoored from its Eurocentric roots, utopia has become more than a word or a
culture-specific term (Dutton, 2010). I argue that the word utopia was coined at a
formative moment of European modernity, that the utopian mode crosses cultures,
and after a consideration of Mores Utopia then discuss in comparative perspective
some key works in the utopian mode from South Asia, especially India, written in
the colonial period, in the 19th and 20th centuries.
Mores Utopia is an intellectually playful work, deliberately playing with truthtelling status; using fantasy and fiction to make strong socio-economic, political,
and ethical critique; engaging in multiple debates; calling its traveller to the island
of utopia Hythlodaeus, which can mean dispenser of nonsense; creating multiple
refracting mirrors of contemporary Britain; and debating the virtues of Plato, that
great ur-utopian writer of The Republic, versus the more pragmatic Aristotle. In
Utopia, More already allows us, on the one hand, to take the possibility of social
experimentation and reforming society seriously, and, on the other hand, he argues
that these possibilities should be seen as a field of ethical and intellectual debate,
where the poise between fact and fiction is generatively precarious. In this sense, I
would argue, More allows us a sophisticated and ironic way into capturing literary
and social experimentation together: in his own life, as we well know, his ambition, faith, and agonizing over the ethical public role of the would-be counsellor
of princes (a charged debate in Utopia) led to his eventual conscientious objection
to King Henry viii, and Mores subsequent execution.
More titled his 1516 work Utopia. That punning oscillation in the word
utopia between the good and the impossible is key to understanding the utopian
mode as ludic, open-ended, and oscillatory between hope and fictionality. The
life of the writer of Utopia enshrines many of the ambitions and contradictions
of modernity in early sixteenth-century Europe. Thomas More was the son of Sir
John More, a prominent judge. Thomas studied at St Anthonys School in London,
then at Oxford under Linacre and Grocyn, leading Humanists of the day. He was
a Renaissance Humanist, participating with enthusiasm in expanding scholarship
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round Greek and Latin writing, and placing humanity at the centre of scholarship
and philosophy. More became a close friend of the Dutch Humanist and scholar
Desiderius Erasmus during the latters first visit to England in 1499. They enjoyed
a lifelong friendship and correspondence. On Erasmus third visit to England, in
1509, he wrote Encomium Moriae, or In Praise of Folly, dedicating it to More. Both
Utopia and In Praise of Folly are Humanist critiques of social and moral corruption
and evils. Both have a reforming impulse. Both have many ways of hedging and
riddling: e.g. the framing narrative, the overlap between play and truth. Both are
influenced by the satire, wit, and humour of the Greek writer Lucian, whose works
More and Erasmus translated.
More became a lawyer, but was torn between a monastic calling and a life
of civil service. While at Lincolns Inn, he determined to become a monk and
subjected himself to the discipline of the Carthusians, living at a nearby monastery and taking part of the monastic life. The prayer, fasting, and penance habits
stayed with him for the rest of his life. Deciding to serve his country in the field
of politics, he entered Parliament in 1504. He also married for the first time in
1504 or 1505. More attracted the attention of King Henry viii. In 1515 he accompanied a delegation to Flanders to help clear disputes about the wool trade. Utopia
opens with a reference to this delegation. In 1518 he became a member of the
Privy Council, and was knighted in 1521. More refused to endorse King Henry
viiis plan to divorce Katherine of Aragn in 1527. Despite this, after the fall of
Thomas Wolsey in 1529, More became Lord Chancellor, the first layman yet to
hold the post. He resigned in 1532, citing ill health, but the reason was probably
his disapproval of Henrys stance toward the church.
In 1534, More was accused of complicity with Elizabeth Barton, the nun of
Kent who opposed Henrys break with Rome. In April 1534, More refused to swear
to the Act of Succession and the Oath of Supremacy, new doctrines for the new
Church of England, the Protestant official church of England, to this day headed
by the king or queen. More was sent to the Tower of London on April 17. He was
found guilty of treason. He was then beheaded on July 6, 1535. Mores final words
on the scaffold were: The Kings good servant, but Gods First (More, 2016). He
was canonized by the Catholic Church as a saint by Pope Pius xi in 1935. His life
encompasses the tension between worldly and courtly ambition and principle that
is focused on and debated in Book I of Utopia.
Mores Utopia was written in Latin. It has two parts, of which the second,
describing the place, was probably written towards the close of 1515; the first
Many Modernities and Utopia: From Thomas More to South Asian Utopian Writings
part, introductory, was probably written early in 1516. Utopia was first printed
in Leuven, late in 1516, under the editorship of Erasmus, Peter Giles, and others
among Mores friends in Flanders. It was then revised by More, and printed by
Frobenius at Basle in November, 1518. It was reprinted at Paris and Vienna, but was
not printed in England during Mores lifetime. Its first publication in England was
in an English translation, made in Edward vis reign, in 1551, by Ralph Robinson.
Utopia is, then, a notably transnational work, cutting across nations, and written
in Latin, understood across European societies.
In the founding text of the modern utopian tradition, the travel narrative that
frames the description of the land of Utopia places that imaginary society in an
elsewhere of the present, carefully tied in to the real-life voyages of Amerigo
Vespucci. That More comes at a founding moment of modernity is evidenced by
his contextualizing the voyage to the island of Utopia by Hythlodaeus in highly
significant trips by European explorers to the so-called New World, trips that
would lead to trade and to colonialism and imperialism by European powers
such as Spain, Portugal, the Netherlands, and Great Britain. The elsewhere
found in Mores Utopia is nonetheless taken beyond the real-life lands encountered by Vespucci, as the travellers journey on past the equatorial no-mans-lands
into a new set of civilizations, distorting mirrors of those which are familiar to
them. So the discovery of the island of Utopia by Europeans is given a real-life
context, but More is careful to distinguish it from just dry fact. The journey is
also, however, distinguished from the more arrantly fictional travellers lore.
Hythlodaeus the world-traveller tells More, on a diplomatic mission to Bruges,
of Utopia: and Hythlodaeus means dispenser of nonsense. How seriously then
do we take the book? Play and speculation are far more central to Utopia than is
usually recognised.
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Multiple Modernities
More thus clearly uses fiction to open up a riddling, multiple set of questions
about society, with some possible answers, and makes us think of relative frames
of reference provided by different cultures coming into contact. It is now widely
recognized that utopia as an imaginative mode has been present across temporalities
and cultures, and is not to be viewed in Eurocentric terms. I have argued when
discussing Mores Utopia that utopia emerges in times of modernity, but that we
need to take into account many or multiple modernities.
The idea of multiple modernities presumes that the best way to understand the
contemporary world, indeed to explain the history of modernity, is to see it as a story
of continual constitution and reconstitution of a multiplicity of cultural programs.
These ongoing reconstructions of multiple institutional and ideological patterns are
carried forward by specific social actors in close connection with social, political, and
intellectual activists, and also by social movements pursuing different programs of
modernity, holding very different views on what makes societies modern. Through the
engagement of these actors with broader sectors of their respective societies, unique
expressions of modernity are realized. (Eisenstadt, 2000, p. 2)
Many Modernities and Utopia: From Thomas More to South Asian Utopian Writings
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actors in the civic sphere, such as Ramabai Sarasvati, Rokeya Sakhawat Hossain,
and Kashibai Kanitkar, all from the 19th and early 20th centuries. I use the first
names of the women writers in this chapter, following the usual convention used
in writing in India. Ramabai, an unusual feminist and converted Christian, ran a
number of communities for child widows, destitute adult women, the disabled,
prostitutes, and other marginalized groupings, in western India, and she also
wrote about her activities. Hers were little female utopia, energized by a leader
who broke the barriers of upper-caste Hindu widowhood. Rokeya S. Hossain ran
pioneering institutions such as schools for Muslim girls in eastern India, and also
wrote both fiction and non-fiction which argued that the oppression of women
cut across religions and races. Kashibai, a pioneering novelist from western India,
wrote a memorable feminist utopia. South Asia as a space of multiple religions and
languages, participating in charged transnational and transcultural encounters in
all periods of history but especially in the British colonial period, will be shown
to innovate forms of feminist utopian writing and practice that deserve far more
recognition than received.
Ramabai Sarasvati (1858-1922) was one of a number of pioneering Marathi
reformist women, women from the western part of India, in what is the presentday province of Maharashtra in India, of which the capital is Mumbai. Others like
Ramabai were Anandibai Joshee, Rakhmabai, Kashibai Kanitkar, Ramabai Ranade,
Yashodabai Joshi, Laxmibai Tilak, Manorama (Ramabais daughter), Baya Karve,
and Parvatibai Athavale. Most of these women were born between 1858 and 1870,
and were important figures in the social reform movement in late 19th century
and early 20th century India. The debate about social versus political reform (and
indeed the viability of these two being posed in mutual antagonism) emerged
and crystallized by the 1880s in South Asia. Gender and the condition of Indian
woman became the crux of the issue. Those working for greater equality and equity
between men and women in colonial India found that while the British colonial
State used the notion of the so-called degraded condition of Indian womanhood
to criticize Indians particularly when they demanded greater political liberty, the
revivalist, neo-patriarchal Indian nationalists felt hostile to movements for greater
female agency and autonomy.
Ramabai acted as a strong leader and founder of multiple institutions that she
managed and for which she raised funds, and which worked for the education
and welfare of women. Beginning with an earlier, more limited upper-caste target
group (the Brahmin child widows educated at Sharada Sadan, the Hall of Learning
Many Modernities and Utopia: From Thomas More to South Asian Utopian Writings
that she first founded), the work eventually focused upon a lower-caste, grossly
impoverished group of men and women (in Mukti Sadan, or Freedom Hall).
Corresponding with this, the educational program expanded; blind students were
taught Braille, and the inhabitants of the missions were taught a very wide range
of crafts and trades, including farming, dairy farming, tailoring, nursing, teaching,
embroidery, laundering, gardening, down to operating a printing press. It was
in this printing press that girls trained by Ramabai produced her posthumously
published translation of the Bible, which she made from Greek and Hebrew into
Marathi.
Ramabais work was partly sustained by foreign supporters, mainly Christian
women in the United States and Australia. She made Sharada Sadan, that first
widows home she founded, non-denominational, even though she was a converted
Christian by that time. Hindu, primarily Brahmin reformers, supported and helped
superintend this institution, until a hiatus developed between them and Ramabai:
the Hindu reformers charged Ramabai with proselytizing the widows, leading to a
break and administrative restructuring. The reasons for Ramabais break with the
Brahmin reformers has been analyzed most sympathetically by Uma Chakravarti
whose grounded understanding has highlighted Ramabais dual position of dissent
against caste oppression and the oppression of widows (Chakravarti, 1998). The
contention about Ramabais alleged proselytization broke in 1891, during a period
when influential upper-caste Hindu reformers were seeking to align women with
a mythical world of tradition, privacy, and spirituality, making the influence of
a feminist upper-caste woman turned Christian on Brahmin widows especially
threatening. Ramabai stuck to her guns when faced with the wrath of the Hindu
Brahminical (upper-caste) nationalists. When famine and plague broke out in
Gujarat and the Central Provinces in 1896, she moved to a plot of land she owned
in the village of Kedgaon near Pune, and here for the first time she started working
with primarily lower-caste women, particularly famine victims. Mukti Sadan, a
Christian institution, was opened here, along with Kripa Sadan (Hall of Mercy),
which housed sexually victimized women, blind women, and aged women. An
impressed Christian visitor commented that all the tasks in this female kingdom,
from beginning to end, are performed by women (Dnyanodaya, 1907, November
28, p. 380, quoted in Kosambi, 2003, p. 30).
Ramabai, I would argue, was a utopian actor whose female utopian communities critiqued Hindu upper-caste oppression of women. She was Christian in
an evangelical, vernacularized idiom in her mature years, and showed through
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204
her writing and action how women could break out of socio-religious shackles
and live in a cooperative world full of busy, active women holding down many
occupations and sustaining a veritable female kingdomall this in colonial India.
The answer to the question of whether utopian action and writing are always or
necessarily secularizing is in the negative, if we examine Ramabais work. As
regards irony, Ramabai did write with trenchant negative critique, even satire,
about practices oppressing women, especially Hindu upper-caste women. However,
it is in her utopian communities and activism that one sees a constant movement
and going beyond static horizons, self-critically, also a feature of irony. Ramabais
activist career is thus more full of a sense of utopia as an always-moving, never
fully achieved set of goals, even while an array of creative and useful practices
took concrete form from Ramabais imaginative vision of an Indian-led, feminist,
egalitarian Christian utopia. If we view Ramabais writing and oeuvre, one can
argue that no clear taxonomic distinction can be made between utopian social
experimentation and utopian literary experimentation: both work in interaction,
and both show open-ended, criticality towards existing social hierarchies, and a
sense of continual process.
Kashibai Kanitkar (1861-1948) wrote a feminist utopian novella in the language
Marathi, titled Palkhicha Gonda or The Palanquin Tassel, published in 1928, but
written in the late 1890s. This collocates issues of gender, family, conjugality,
parental relations, womens rights, education, and social reform. Centered round
three siblings, one brother and two sisters, the story has Rewati, the older of two
sisters, being given into an arranged marriage to a man of unsound mind who
rules a princely State. Rewatis family is deceived into this marriage, which the
grooms family needs since his State can only be ruled by a married man. Rewatis
life is now ruinedor so it seems. One of the highlights of the story is the symbol
of the palanquin tassel, which Rewatis mother invokes to describe the kind of
rich family she dearly wants her daughter to marry into, one in which the women
travelled in richly decorated or tasselled palanquins, in which the woman sat inside
in purdah, while she was carried along by men. When the hollowness of Rewatis
marriage is revealed, the tassel becomes a mockery of a symbol.
Rewati, however, in a sense turns her life around, making the palanquin tassel
the name and emblem of her husbands kingdom, and of her renovated life, rife
with sadness and contradictions though it remains. She has a supportive motherin-law and older brother: two authority-figures in the patriarchal family system she
inhabits. These two figures support Rewati when she emerges as the de facto ruler
Many Modernities and Utopia: From Thomas More to South Asian Utopian Writings
of the State, which is possible as she is the legal consort of the mentally unsound
male ruler, with whom she publicly appears and towards whom she behaves with
care and devotion, though he cannot function in normal life. Rewati institutes
several social reforms in the State that she now effectively rules over. This includes
Shibika College, where women in non-functional marriages are educated. Offices,
made hereditary, are passed on to both men and women. Women are given the
right to fully exercise control over their stridhan (womens wealth is the literal
translation) which a woman carried to her marital family from the natal one. A
plan is introduced to install a consultative committee, consisting half of women
and half of men, on the panchayat model (Gandhi would later popularize the
term panchayat, an age-old way for villages to govern themselves through a local
council). Brahmins are patronized and paid by the State, but discouraged from
living off the other subjects.
Rewatis sister Manu or Manikarnika meanwhile remains unmarried: a resounding verdict on marriage, which is nonetheless deeply attenuated by Rewatis
wifely devotion and constant public display of her husband as co-ruler. As this
account reveals, The Palanquin Tassel is all the more fascinating for the many ways it
parades its contradictions, limitations, and exclusions. We also find an evanescent
and dreamlike quality in the novella, which is emphasized by the concluding plot
device whereby Rewati, after a dream vision in which her grandfather appears
before her, is enjoined to leave the princely State with her siblings and husband:
the Hindu doctrine of karma is invoked here as elsewhere in the novel. Having
paid for her past life through her present tribulations and achievements, Rewati
and her siblings set out on a spiritual voyage round the world, leaving the State
she had ruled consecrated to the ideals and practices she had set out. This ending
then is not a secular ending, but steeped in spirituality, and veering away from
the concreteness of the reformist State Rewati has ruled. It is also ironic, as with
many other utopian works in South Asia, in the way that the literary work detaches
itself from and is skeptical in the end about the bulk of the argument about an
ideal, reformist, utopian state. In this sense, the self-skeptical, self-critical, ironic
strand in Mores Utopia is present in Kanitkars feminist utopia from India too.
Womens leadership and contribution in building up educational and welfarist
associations with utopian overtones (working for a dream, aware of the impossibility of achieving it fully, enunciating the principles of hope and of desire) took
on, in the hands of fictional women such as Rewati, and real-life women such
as Ramabai, powerful anti-patriarchal, and anti-orthodox religion contours. The
205
206
arguments for female education and female emancipation they made in their writing
and activism contested views of women as docile and submissive. Their utopian
writing and activism need to be seen in an integrated way in our taxonomy of
utopia, I have argued.
Ramabai argued in her American travelogue, published in 1889, that conservative, patriarchal forces sought, during the nineteenth century, to erase American
womens contribution to the constructive furtherance of welfarist work (Kosambi,
2003; Bagchi, 2009). Women such as Ramabai also contested colonialism through
their work and writing, in strategic ways: Ramabais choice of the United States,
for example, as her major source of support for her educational work in India
allowed her to bypass British interference in her work, and created new international networks and resources. Thus South Asian women active in the utopian
mode also had a transnational dimension to their work, whether they travelled
abroad, as Ramabai did (in England and the United States), or whether they did
not, but engaged in encounters with transnational ideas of womens emancipation,
like Kashibai, or connecting the emancipation of lower castes in India with the
emancipation of the slaves in the United States, as was done by Jotiba Phule, leader
of Indian lower castes who are often referred to as Dalits, literally meaning the
oppressed ones. Jotiba was the husband of the female utopian actor we discuss
next, Savitribai Phule.
Born in 1831, in Satara district of Maharashtra, Savitribai was married in
1840 to Jyotirao or Jotiba Phule. Educated from 1841 at the initiative of and partly
by Jotiba, Savitribai in 1847 took teacher training from a Normal School, and
on 1st January 1848 founded one of the first modern schools for girls in India at
Bhide Wada, in Pune. In 1849 she and her husband left her in-laws home, and in
1849-50, more schools were founded by them in Pune, Satara, and Ahmadnagar.
Savitribai founded, in 1853, an institution Balhatya Pratibandhak Gruh (Home
to Prevent Infanticide) at Pune, to prevent infanticide by pregnant widows on
whom childbirth had been forced, and targeting upper-caste or Brahmin widows
in particular (she prevented one such woman from committing suicide and
adopted her son) just as Ramabai had opened a school and home for Brahmin
child-widows. In this way the Christian Ramabai and the activist for lower-castes
Savitribhai also showed how much upper-caste Hindu women suffered in their
own elite contexts at the hands of patriarchy. In 1855 Savitribai helped found
a night school for farmers and labourers (for both females and males). She was
an active member of Satyashodhak Samaj (Society of Seekers of Truth), founded
Many Modernities and Utopia: From Thomas More to South Asian Utopian Writings
by Jotiba Phule 1873. She died in 1897 of the plague, because she was working
intensively during the plague outbreak to keep patients alive just as Ramabai too
worked with victims of the same plague and famine.
Savitribai and Jotiba worked locally, but Jotiba too had a transnational perspective: he published in 1873 the book Gulamgiri. With its title gulamgiri literally
meaning slavery or servitude, this book asked lower caste Indians to take inspiration from the abolition of slavery in America and the American Civil War: Indian
lower castes and black American slaves were in similar conditions of servitude,
it was argued (Phule, 1873/ 1980). Further, in Satsar (The Essence of Truth), a
journal which Phule published in 1885, of which two issues were published, Phule
defended Ramabai (Deshpande, 2002, pp. 206-210). Jotiba defended Ramabais
right to convert, and her right to get education herself and to ask for education,
including Western and Sanskrit education, for all other women. For more on
Savitribai and Jotiba Phule, readers may consult the work of R. Kshirasagara and
the late Sharmila Rege (Kshirasagara 1994; Rege 2010).
Savitribai and Jotiba worked busily as activists, while also writing. They
spoke up for the cause of people belonging to the lower castes and for equality
between men and women. They were not notably fixated on religion, but their
work and writing showed a continual sense of dynamism and a sense that utopia
has to be worked towards, and that it was not anything static or dogmatic that
they worked for.
Savitribai and Jotiba saw education as a key for utopian means, as did all the
other women discussed in this article. Rokeya Sakhawat Hossains Bengali novel
Padmarag, first published in Bengali in 1924, thus a few years before Kashibais
novel, also has female education at its heart. This novel posits a real-life reformist
and welfarist female utopia set in the heart of Kolkata: that community is titled
Tarini Bhavan, or Salvation Hall, and is led by the female figure of Tarini Sen, a
figure as philanthropic and self-sacrificing as Kashibais heroine in The Palanquin
Tassel. There is a similar emphasis on women being educated to earn their own
living, and perhaps an even stronger stress on the range of miseries found in heterosexual married womens lives, as an alternative to which the female refuge of
Tarini Bhavan is created, with powerful affective bonds among its inmates. Rokeya
wrote with trenchant, biting satire and irony (see Quayum, 2013, pp. 1-17), and was
haunted by a sense of pain, incompleteness, and plangency, a sense that building
feminist utopia was a constant endeavor in process (see the introduction by Bagchi
in Hossain, 2005, pp. vii-xxiv). The present writer has written, indeed, in great
207
detail about Rokeya Hossains feminist utopian fiction and activism elsewhere,
and readers may if they wish consult those works (Hossain 2005; Bagchi, 2009).
208
Many Modernities and Utopia: From Thomas More to South Asian Utopian Writings
mouth and didnt utter a word. Only the pages of books, stuffed
inside its stomach, raised a ruffling sound.
Outside, where the gentle south wind and the blossoming woods
were heralding spring, the young green leaves filled the sky with a
deep and heavy sigh. (Tagore, 1918/2004, n.p.)
209
210
bhavatyekanidam was the motto: where the world makes its home in a single nest.
This was, I would argue, the enunciation of a transcultural, even cosmopolitan
utopia which would have education at its core. Tagore, who expressed time and
again his belief in the need to reconcile East and West, and for the one to learn
and take elements from the other, created an Eastern university, for which he
speaks eloquently in Creative Unity (1922b). The foundation of this is the belief
that the earth is one single country. (Tagore, 1922b, n.p.)
Tagore argues that in the ideal university,
[] we can work together in a common pursuit of truth, share together our common
heritage, and realize that artists in all parts of the world have created forms of beauty,
scientists discovered secrets of the universe, philosophers solved the problems of
existence, saints made the truth of the spiritual world organic in their own lives,
not merely for some particular race to which they belonged, but for all mankind.
(Tagore, 1922b, n.p.)
In the university, the exploiting utilitarian spirit would not hold sway. Tagore,
[] formed the nucleus of an International University in India, as one of the best
means of promoting mutual understanding between the East and the West. This
Institution, according to the plan I have in mind, will invite students from the West
to study the different systems of Indian philosophy, literature, art and music in their
proper environment, encouraging them to carry on research work in collaboration
with the scholars already engaged in this task. (Tagore, 1922b, n.p.)
Tagore proclaims that Asia and India are in a period of renaissance and
reawakening, and need to spread the learning of the East for the enlightenment
of the world: What is needed to complete this illumination is for the East to
collect its own scattered lamps and offer them to the enlightenment of the world
(Tagore, 1922b, n.p.). Instead of the borrowed feathers that he believed Indian
universities of his time imparted to its students, he wishes to found a cosmopolitan
university grounded in awareness of the riches of Asian and Indian civilization. The
education imparted here would not be instrumental, but intrinsic; people would
not learn in order to make material profits, but learn for the sake of learning, and
then contribute in a meaningful way to the blossoming of societies and peoples.
A truly synthetic, multivocal education would be imparted in this educational
Many Modernities and Utopia: From Thomas More to South Asian Utopian Writings
211
212
For recent academic discussions which shed light on Tagores educational and creative
experiments, readers may consult Bhattacharya (2013), Fraser (2015).
Many Modernities and Utopia: From Thomas More to South Asian Utopian Writings
action, including political action, must have a dimension of play, beauty, freedom
dimensions which his utopia sought to nurture. Even the anti-colonial political
movements he supported, always within limits, should not become rituals, fetishes,
tyrannies, he believed. He nurtured these within his utopian community and his
creative work, from writing to painting. He also remained a Romantic ironist, with
his prizing of a constant process of becoming in human beings, with his scepticism about both nationalism and imperialism, and his sense of Santiniketan as a
utopian community where play, which prizes changes and oscillations, flourishes.
213
bottom. But it will be an oceanic circle whose center will be the individual always
ready to perish for the village, the latter ready to perish for the circle of villages, till
at last the whole becomes one life composed of individuals, never aggressive in their
214
arrogance, but ever humble, sharing the majesty of the oceanic circle of which they
are integral units.
Therefore, the outermost circumference will not wield power to crush the inner
circle, but will give strength to all within and derive its own strength from it. I may
be taunted with the retort that this is all Utopian and, therefore, not worth a single
thought. If Euclids point, though incapable of being drawn by human agency, has
an imperishable value, my picture has its own for mankind to live. Let India live for
this true picture, though never realizable in its completeness. We must have a proper
picture of what we want before we can have something approaching it. If there ever is
to be a republic of every village in India, then I claim verity for my picture in which
the last is equal to the first or, in other words, no one is to be the first and none the
last. (Gandhi & Brown, 2008, pp. 158-159)
Many Modernities and Utopia: From Thomas More to South Asian Utopian Writings
215
216
For more on Ambedkar and the Dalit movement, readers may consult Zelliot (1992) and
Mohanty (2004).
Many Modernities and Utopia: From Thomas More to South Asian Utopian Writings
His Dhamma, published in 1957 after Ambedkars death, spells out his radical, path
breaking reinvention of Buddhism: this branch of Dalit Buddhism is now known
as Navayana, or Renovation. Ambedkars key points of difference with traditional
Buddhism lay in his emphasis on Buddhas social conscience, his emphasis on
man and mans relation to other men being the center of the Buddhist Dhamma or
ethic; his belief that while souls may be reborn, they are also renewed out of parts
of many other souls in each new birth; and his spelling out of the role of the monk
or bhikkhu as a warrior and social activist in the social causes of the here-and-now.
Ambedkar squarely rejects metaphysics, and sees Dalit utopia as conscience-based,
egalitarian, action-oriented, and always in a process of becoming and change, with
self-irony a fundamental constituent of the utopian vision.
Conclusion
South Asian utopian writings are innovative, and reconfigure our definitions of
utopia. All the south Asian utopian writers and actors discussed here see their
utopia as contingent and in a state of dynamic change, not working towards static
goals. Irony is present particularly markedly in the utopian oeuvre of the literary
figures, notably Kashibai Kanitkar and Rabindranath Tagore; however, irony, in the
sense of Romantic irony, constantly taking a skeptical, processual stance towards
the utopian writer-actors own oeuvre, literary and activist, is present in all the
figures I have examined.
With reference to South Asian women utopian writers and activists, many of
whom are also educators, we see that the reinvention of tradition, use of transnational influences, and communities of utopian experimentation are all important
markers. We also see that all the women utopian writers I have discussed retool
and recreate religion in ways that enable inclusion of marginal social groupings,
from lower-castes (Dalits) to upper-caste (Brahmin) widows condemned to suffering
and austerity, to the disabled. All gendered subalterns, South Asian women utopian
writer-actors combine local and transnational idioms and resources. It is striking
how much these women were able actually to do: agency is strongly present in
their utopian work. For the males examined in this article, too, religion remains
important; this is especially true for Gandhi, Ambedkar, and Iqbal.
The article, while showing how diverse the utopian thought of Tagore, Gandhi,
Iqbal, and Ambedkar (four toweringly iconic public figures from 20th-century
217
218
South Asia) is, also shows that each goes beyond parochial nationalism to find his
own distinctive utopian vision, whether that is based in the ideal of a renovated
village driven by Satyagraha (Gandhi) moving in oceanic circles; a utopian set of
educational institutions enshrining cosmopolitan aesthetics and creativity (Tagore);
a cosmic, pan-Islamic, utopian vision of the world (Iqbal); or the activist, socially
conscientius Navayana Buddhist utopia of the here and now in which Dalits play
a leading role (Ambedkar). South Asia, with its plethora of religions, its caste
system in Hinduism, its long history of cultural contact with other civilizations,
and its ability to combine at any one time elements that seem to be from different,
incompatible time periods, to combine the archaic and the contemporary, as it
were, within its modernities, offers a distinctive set of trajectories for the utopian
imagination and utopian action; in the especially hybridized world set in place
after the onset of British colonialism, the figures discussed in this article offer
their own utopias responding to the alternative modernities that they lived in
and also helped to constitute.
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Abstract
In The End of History? (1989), Francis Fukuyama interpreted the end of the Cold War and the subsequent global spread of capitalism and liberal democracy, in the form of neoliberalism, as a sign that
humankind had reached the end of ideological conflict and the end of history. Not only did the former
socialist states of Eastern Europe adopt democratic political systems and capitalism but, with the exception of Cuba, the traditionally authoritarian governments of Latin America accepted the Washington
Consensus and undertook neoliberal reforms. Cristbal nonato (1987) by Carlos Fuentes, En quin
piensas cuando haces el amor? (1996) by Homero Aridjis, La ley del amor (1995) by Laura Esquivel and
Waslala: Memorial del futuro (1996) by Gioconda Belli are science fiction novels written in the last two
decades of the twentieth-century, and based on their authors understanding of the current state of
their native countries, they present different scenarios of what the future holds for Spanish America and
its people. They present technology as the factor that has made possible the application of neoliberal
political and economic policies and suggest that neoliberalism will lead to some progress and economic
growth. Overall, however, they denounce that it has had some very negative consequences for society
as a whole, and will continue to do so. These novels warn that, as they are currently implemented,
neoliberalism and technological development will not lead the areas nations to the utopian end of
history but rather turn them into dystopias.
Keywords: dystopia, end of history, futuristic narrative, neoliberalism, Spanish American science fiction.
Resumen
En El fin de la historia? (publicado en 1989 en ingls), Francis Fukuyama interpret el fin de la
Guerra Fra y el subsecuente despliegue global del capitalismo y la democracia liberal, en forma de
neoliberalismo, como una seal de que la humanidad haba logrado llegar al fin del conflicto ideolgico y el fin de la historia. No solo los Estados antes socialistas de la Europa Oriental adoptaron los
sistemas polticos democrticos y el capitalismo, sino que los gobiernos tradicionalmente autoritarios
de Latinoamrica, exceptuando a Cuba, aceptaron el Consenso de Washington y llevaron a cabo
reformas neoliberales. Cristbal nonato (1987), de Carlos Fuentes, En quin piensas cuando haces el
amor? (1996), de Homero Aridjis, La ley del amor (1995), de Laura Esquivel, y Waslala: Memorial del
futuro (1996), de Gioconda Belli, son novelas de ciencia ficcin escritas en las ltimas dos dcadas del
siglo xx, basadas en la perspectiva que sus autores tienen de la situacin de sus pases de origen. En
ellas se exponen diferentes escenarios futuros para Hispanoamrica y su gente; adems, se presenta la
tecnologa como el factor que ha posibilitado la aplicacin de normas neoliberales econmicas y polticas
y se sugiere que el neoliberalismo llevar en algn grado al progreso y al crecimiento econmico. En
general, sin embargo, en ellas se denuncia que estas polticas han tenido algunas consecuencias muy
negativas para la sociedad en conjunto, y las seguirn teniendo. Adicionalmente, se advierte que el
neoliberalismo y el desarrollo tecnolgico, como se estn implementando actualmente, no llevarn a
las naciones al utpico fin de la historia, sino que las convertirn en distopas.
Palabras clave: distopa, fin de la historia, narrativa futurista, neoliberalismo, ciencia ficcin de
Hispanoamrica.
BY
NC
ND
222
Hlne de Fays
Spanish Senior Lecturer, Department of Romance Studies, University
of North Carolina at Chapel Hill. Ph.D. Spanish American Literature,
University of North Carolina at Chapel Hill.
E-mail: hdefays@email.unc.edu
In his controversial article The End of History? (1989), Francis Fukuyama interpreted the end of the Cold War and the subsequent global spread of capitalism
and liberal democracy as a sign that humankind had reached the end of ideological
conflict and the end of history. Not everyone, however, agrees with Fukuyamas
utopian vision. A number of political, economic, and social critics have pointed out
that neoliberalism has not led to a more equal and prosperous world, but rather,
to more profound social divisions, violence and environmental destruction. The
question at the heart of this ongoing debate is whether the globalization of neoliberalism, and the idea of progress it entails, is ultimately beneficial or detrimental
to human society.
One way to approach this question is to examine how it is manifested in
contemporary artistic and literary creations. As Jerry Hoeg (2000) explains, society
and culture can be understood as communication systems that are mediated by
a special code, which he calls the Social Imaginary. More specifically, the many
different socio-cultural fields of a society such as the discourses of science, technology, politics, or the arts are all mediated by the same code and all societal
messages, including literary imagery, are products of the mediating ensemble
of societal codes which constitute that societys Social Imaginary (Hoeg, 2000,
p. 30). If Hoegs theory holds true, the political, economic and social realities
of Spanish America at the end of the twentieth century must be, in one way or
another, manifested in the novels written at that time. As such, novels like Cristbal
nonato (1987) by Carlos Fuentes, En quin piensas cuando haces el amor? (1996) by
Homero Aridjis, La ley del amor (1995) by Laura Esquivel and Waslala: Memorial
del futuro (1996) by Gioconda Belli, can serve as vehicles through which one can
analyze the discourses of politics, economics, and social change in the region.
Moreover, given that these are all science fiction narratives, they can serve as a
point of departure for the analysis of the future as envisioned by Fuentes, Aridjis,
Esquivel, and Belli.
223
224
critics this relationship is its defining trait. Robert A. Heinlein (1977) defines sf as
a realistic speculation about possible future events, based solidly on a thorough
understanding of the nature and significance of the scientific method (p. 9). For
him, it is important to differentiate realistic from fantasy sf because, while the first
refers to imaginary-but-possible future worlds, the second deals with imaginaryand-not-possible constructions (p. 6). Carl Malmgren (1991) also underscores
realism as a characteristic of sf when he points out the apparent need for sf discourse
to base its factors of estrangement in scientific possibility and to provide for them
a convincing scientific motivation or rationale (p. 6).
Still, sf is more than stories about science, and some critics do not even mention
science in their definitions. Darko Suvin (1988), whom Malmgren (1991) calls
the foremost theoretician of sf (p. 7), considers it to be a literary genre or verbal
construct whose necessary and sufficient conditions are the presence and interaction
of estrangement and cognition, and whose main device is an imaginative framework alternative to the authors empirical environment (p. 37; emphasis in original). Similarly,
Juan Ignacio Ferreras (1972) defines sf narrative as a romantic novel that projects
in a utopian future one of the determining relations of our society (p. 200). Finally,
some writers avoid referring to sf as a genre altogether and, instead, choose to
define the particular type they write. The legendary sf author Isaac Asimov
(1977), for instance, explains that his is actually social science fiction (p. 30)
because it is really concerned with the fictitious society it pictures (31). Thus,
he defines the genre as that branch of literature which is concerned with the impact of
scientific advance upon human beings (p. 29; emphasis in original). Having so many
definitions of sf can be counterproductive because, as Asimov (1977) laments,
ones own definition gets in the way of understanding the next mans viewpoint
(p. 29). Given the lack of consensus as to what sf actually is, the only alternative is
to adhere to one of the many available definitions or to provide a new one. I prefer
the latter option and define sf as a literary genre that projects forward in time to
represent a realistic, possible future society based on the authors understanding
of his or her own present.
In general, the future societies presented in sf novels tend to be shaped as either
a utopia or a dystopia. Epistemologically, the word utopia is derived from the Latin
ou-topos, meaning the place that is not ou not + tp(os) a place + -ia n. suffix
(Webster, 1989) but, in its common literary use, the term utopia has a different
meaning. It is used to describe the type of sf story that critic Darko Suvin (1988)
defines as a verbal construction whose necessary and sufficient conditions are
Literary utopias and dystopias may be set in any time period. A common type
depicts an idealized, or mythical, past era of human history such as the Golden
Age, Arcadia, or the lost Garden of Eden. In sf, however, utopias and dystopias
are almost always futuristic and realistic. This is due to the fact that the writers
eye is on the present (Asimov, 1977, p. 36) and the novel projects from what is
to what might be (Heinlein, 1977, p. 10). This connection of the future with the
present is what leads the reader to experience both the factors of cognition and
estrangement when faced with the futuristic world of sf. More importantly, the
225
futuristic aspect of sf makes it a good vehicle for social commentary and criticism.
As Heinlein (1977) explains,
[t]hrough science fiction the human race can try experiments in imagination too
226
These conflicts and the social dimensions of a sf novel are most evident in the
relationship its protagonist maintains with his or her society. For Ferreras (1972),
the sf hero is the foster brother of the traditional romantic hero, but a smarter
and more powerful brother (p. 166). By this, he means that the protagonist is a
man or woman in conflict with the world although the sf hero does not turn
away from his world, but rather feels rejected by society for being in some way
different. Ferreras also adds that despite having to face adversity, the sf hero
does not commit suicide, like a more traditional romantic hero, but rather fights
for survival. And, in order to survive he has to transform the universe; he has
to assassinate the old universe (p. 166). This utopian attempt of the sf hero to
resolve the inherent oppositions of society and to change a hostile world for the
better is characteristic of sf in general, yet it is particularly visible in Spanish
American sf.
sf
The utopian motivation of the sf hero is reminiscent of the ideals that have characterized Spanish American literature since its beginnings. Christopher Columbus
(1451-1506) has been considered one of the fathers of Spanish American letters
because he was the first to write about America, from America. As he expressed
in his diaries, when he first reached American soil, he thought he had reached
paradise on Earth. More importantly, however, he thought that he had discovered
that which Europe needed the most: a place to start anew. As Leopoldo Zea (1945)
explains, the end of the fifteenth century was a time of crisis for Europe. Caught
between the Middle Ages and the Renaissance, Europe was experiencing a spiritual
crisis; it was a time of war, turmoil and a general loss of faith. The old ideals were
becoming so distant that they seemed unreachable. New ideals had to be found,
new beliefs. The world had to be recreated (p. 48).
The innocence of the Indians regarding the ways of the West, the abundance of
precious metals, and the many qualities Columbus had attributed to America were
eventually revealed to be fabrications of his desire and imagination. Nonetheless,
the idealized traits he ascribed to the New World were repeated in the writing
of the Spanish conquistadors, clergymen, and colonists that came after him. For
many Europeans, America was the answer to the crisis. It revived the dream of
utopia and, in the years that followed its discovery, it became the location for an
assortment of fantastic projects as many Europeans travelled to the New World
convinced that they would find Arcadia, the Fountain of Youth, la Ciudad de los
Csares or El Dorado.
Amerigo Vespucci (1454-1512) was one of those hopeful Europeans who
thought of the New World as the Promised Land. After a prolonged journey
throughout the newly discovered territories, he returned to Europe to write about
America as the place where it was possible to find Paradise on Earth. Having read
Vespuccis accounts, Thomas More (1478-1535) also hinted in Utopia (1516/2001)
at a possible role for Spanish America in the foundation of a utopian society, and
that same year Bartolom de las Casas (1484-1566) suggested a similar destiny
for the New World (Durn Luzio, 1979, p. 7). The influence of these writers and
their utopian dreams on the society beginning to take shape in Spanish America
cannot be underestimated. Some hopeful Spaniards actually thought it possible
to carry out Vespucci and Mores vision. In a letter to the Real Consejo de Indias,
the prelate Vasco de Quiroga (1470-78?-1565) proposed to the Spanish Crown
that the ideas presented in Utopia (1516/2001) be put into practice in America
in order to turn the dream of a perfect republic into a reality (Imaz, 1946, p. 62;
Durn Luzio, 1979, p. 14).
Of course, history has shown that such lofty projects were never achieved and
the nascent society of the Spanish American colonies was far from perfect. Yet, the
tendency to idealize the American continent did not end with these early failures.
In the seventeenth and eighteenth centuries, even though the settlers accepted that
the New World was not Eden, Spanish American thinkers and writers continued to
be motivated by the utopian ideals of those that came before. According to Durn
Luzio (1979), perhaps to maintain the image originally created by Columbus, or to
be true to the cause of the Renaissance, the writers that followed him continued
to depict the New World from an idealized perspective. Despite everything, they
227
228
perpetuated the utopian quality that was ascribed to the new territories, adapting
it to the demands of the period (p. 19). With time, however, Spanish American
writers accepted the reality of life in the colonies and set their eyes on the possibilities the future offered. And it never looked brighter than at the beginning of
the nineteenth century.
For the critic Antonio Blanch (1984), utopian literature has been cultivated
primarily in times of crisis, when social beliefs are being restructured or great
political projects are taking shape (p. 40). It is not surprising, then, that the utopian
vision of Spanish America grew strong again with the independence movements
that started to gain strength in the early 1800s. By mid-nineteenth century, most
of the colonies had achieved independence and the leaders of the recently created
nations found themselves with the difficult task of assuming control of their countries and organizing their societies. This was a time for hope and optimism and,
in the decades that followed independence, the regions intellectuals and writers
refocused their attention on the continents future.
Given the history of the United States intervention in Spanish American
affairs, many novelists made the relationship between the southern region and
its northerly neighbor a central theme of their works. One of the first to present
such a preoccupation is the Guatemalan Francisco Lainfiesta. In A vista de pjaro
(1879/2013) he projects forward two centuries and presents what he imagines to
be Guatemalas future. The novel follows positivist and liberal ideals and focuses
on the progress of civilization. It is generally considered fantasy, because the
protagonist turns into a buzzard, but in La novela centroamericana (1982), Romn
Luis Acevedo considers it the first Central American novel to introduce elements
of sf in its narrative (p. 61). Lainfiestas protagonist describes all of the marvelous
advances made possible by technology and, on all accounts, the world depicted
is a utopia. Latin America has become one great republic, and because war was
abolished due to the general fear of the destructive power of weapons, the threat
presented by the United State was eliminated.
Along with novelists, Spanish American intellectuals also addressed the issue
of the future in their work. Perhaps the most renowned is the Uruguayan thinker
Jos Enrique Rod, who in Ariel (1900/1947) exhorts Spanish Americas youth to
celebrate their heritage, especially the spirituality that characterizes their nations.
He asks the young people to reject the usas democratic and materialistic values
and strive, instead, for the establishment of a new and ideal society ruled by an
enlightened aristocracy, an elite group grounded on its members intelligence,
education, and artistic spirit. An author of a later generation to echo Rods utopian
vision is the Mexican Jos Vasconcelos. In La raza csmica (1925/1997), he glorifies
the autochthonous values of Spanish America, which he considers to be based
on the fusion of values of the indigenous races and their cultures with those of
the European. Vasconcelos predicted that Spanish America would be the place
where all of the worlds races would come together to create a new and superior
race: a cosmic race.
Notwithstanding the utopian ideals evident in these texts, as Durn Luzio
(1979) points out, combining compromise and evasion, the best writers take up
the cause of the threaten continent (p. 9). Indeed, towards the end of the nineteenth century, an increasing number of Spanish American writers abandoned the
ideals of scientific positivism echoed in Lainfiestas novel to express antagonistic
feelings toward imperial powers. This is the case of Guatemalan Mximo SotoHall, who in 1899 published El problema (1899), a novel that discusses the future
of Central America and its relationship with the former colonial powers. Acevedo
(1982) calls it the first anti-imperialist novel written in Spanish America because
the problem that the novels title refers to is the increased cultural, economic and
political presence of the United States in the region (p. 75). Indeed, in contrast
to Lainfiestas optimism, Soto-Halls vision is far from positive. Set in 1928, the
narrative is a realistic anticipation of a future in which Central America has been
completely taken over by the usa. The novel presents the progress that has taken
place in the area thanks to North Americans superior technology. Yet, unlike A
vista de pjaro (1897/2013), El problema (1899) is not utopic, but dystopic. In this
novel, there is no happy future in sight. Central Americans are submissive to the
foreigners, the Spanish language has been replaced by English, the traditions and
spirit of the race are lost; they are traitors, some willing and others unconscious,
who act in favor of or in service to the annexationist cause (Vela, 1943, p. 428).
The utopia/dystopia dichotomy and the anti-imperialist trend evident in these
novels continued into the twentieth century. Three novels written in the early
1900s that address the future of Spanish America are Carlos Gaginis La cada
del guila (1920/1973) and Rafael Arvalo Martnez El mundo de los maharachas
(1938) and Viaje a Ipanda (1939). Like A vista de pjaro (1897/2013) and El problema
(1899), La cada del guila (1920/1973) is a realistic novel that discusses Central
Americas future. In this utopian narrative, the USA has colonized the region
and its inhabitants enjoy good health and a certain level of comfort. However, in
exchange for the material progress brought by the new colonial power, the locals
229
230
have adopted a submissive attitude vis--vis the North Americans; they have
converted to the Protestant religion and accepted English as their language. As a
result, they are suffering from the inferior status to which their culture has been
relegated. Within this setting, five men from five different countries that have
been victimized by the United States El Salvador, Japan, Germany, Honduras and
Costa Rica, combine their wealth and intelligence to fight against the imperial
power. As a team, they invent all sorts of technological objects, instruments and
weapons, which they use to fight against and defeat the United States. In a final
utopian twist, and after the allies declare victory over the North Americans, they
disarm the world and dissolve all remaining empires so that each country will be
free to choose its own destiny.
Arvalo Martnez novels present similar socio-political preoccupations, but
different ways to conceive the future. In El mundo de los maharachas (1938), the
protagonist, Manuol, shipwrecks near a country called Costa Dorada and is rescued
by its governor. As the visitor soon discovers, the Maharachas only differ from
human beings by having a long tail, but they are a race that has reached a level of
evolution much superior to humanity. Unfortunately, they are destined to disappear
and, in order to leave a record of their world and traditions for posterity, they ask
Manuol to write their history. The novel then, narrates the protagonists account of
the Maharachas marvelous world, in which, rather than crediting their political
order for their perfect utopian state, they attribute it to their spiritual development. In contrast, Viaje a Ipanda (1939) is a novel that focuses on Manuols visit
to the utopian country Ipanda and its political, social, and economic dimensions.
This time, it is not the superiority of the individual that the author wishes to
emphasize the Ipandese are men without tail that are no different than normal
men but rather the superiority of a social, economic and political regime that
has been rationally conceived (Acevedo, 1982, p. 251). Clearly anti-capitalist, the
government of Ipanda has abolished private property and ownership is merely a
function. Owners are considered public servants that must account to the State
for the use made of the property under their control. For Acevedo (1982), Viaje a
Ipanda (1939) reveals the authors ideology and his profound preoccupation for
the social and political problems of the contemporary world (p. 251). At a time
when Guatemala was suffering the fascist dictatorship of Jorge Ubico, Arvalo
represents a nation that can best be described as a socialist democracy founded
on the ideals of justice and equality. His novel keeps alive the dream of utopia for
Guatemalans and Spanish Americans at large.
Other literary works could serve as examples, but the ones mentioned above
suffice to illustrate the utopian trend that has characterized Spanish American
literature from its inception through the beginning of the twentieth century. In
contrast, and as Jean Franco explains in her introduction to the Special Issue on Fin
de Sicle in Latin America of Studies in Twentieth Century Literature (1990), for most
Latin American writers and intellectuals, the end of the twentieth century seemed
to evoke anxiety rather than hope, backward glances towards the past rather
than projects for the future (p. 5). She adds that the redemptive and totalizing
visions of progress, of national emancipation, which were closely allied to certain
concepts of originality, authorship and agency, now seem anachronistic (p. 5).
Apparently, by the end of the century the dream of utopia had been supplanted
by warnings of dystopia.
231
232
Needless to say, not all political analysts and intellectuals agreed with
Fukuyamas utopian interpretation of history, and in 1992 he published The End
of History and the Last Man (1992/1998) to further develop his theory and respond
to his critics. In this second text, he clarified that, as he understood it, by the end
of the Cold War the world had come to realize that the ideal of liberal democracy
could not be improved on (p. xi). Still, not everyone agreed and many pointed out
that the ideological conflicts of the world seemed far from over. That is, instead
of closing the book of history, the world was starting a new chapter; the chapter
that tells the story of the globalization of a new socio-economic system, which is
neither liberalism nor capitalism, but rather neoliberalism.
In his introduction to Noam Chomskys Profit Over People: Neoliberalism and
Global Order (1999), political analyst Robert W. McChesney explains that neoliberalism is a term used by academics and members of the community to refer to the
neo-conservative politics and economic processes whereby a relative handful of
private interests are permitted to control as much as possible of social life in order
to maximize their personal profit (p. 7). This new political economic paradigm
(p. 7) was officially presented in the 1990s in the economic plan for developing
nations known as the Washington Consensus as a doctrinal system based on
political and economic liberalism. As Daniel Yergin and Joseph Stanislaw explain
in The Commanding Heights (1998), this model was developed in Latin America,
by Latin Americans, in response to what was happening both within and outside
the region (p. 236). It was the product of a group of market-oriented economists
throughout the region, yet given that [m]any of them had gone north to earn
their Ph.Ds at institutions such as Harvard, Stanford, and Chicago (Yergin &
Stanislaw, 1998, p. 236) their ideas and opinions closely reflected those of the
United States.
In a way, the push for the global implementation of neoliberalism can be seen
as a utopian scheme. As Mario Margulis and Marcelo Urresti (1997) observe,
the term globalization suggests a certain spatial equality: underlying this concept
are the ideas of equidistance and equality of opportunities among the different
regions of the planet that would affect the economic, financial, communication
and political spheres (p. 23). As a matter of fact, supporters of neoliberalism
claim that its worldwide implementation will create a new and better economic
order. Their reasoning is that it will lead to a never-before seen expansion of First
World economic activity in the short run, with the benefits trickling down to the
rest of the world in the long run. They present neoliberal policies as free market
initiatives1 such as the liberalization of trade and finance, allowing the market
to set the prices, lowering inflation, and the privatization of State-held industries
and companies that are meant to encourage private enterprise and consumer
choice, reward personal responsibility and entrepreneurial initiative and undermine the dead hand of the incompetent, bureaucratic and parasitic government
(McChesney, 1999, p. 7).
In reality, however, wealth, communication, knowledge and power are concentrated in a handful of nations in the North (symbolic and geographic) that are
also home of the richest transnational corporations (Margulis & Urresti, 1997, p.
23). Jerry Mander agrees and in Facing the Rising Tide (1996) explains that the
beneficiaries of this new order business leaders, First World governments, and
a newly powerful centralized global trade bureaucracy (p. 3) offer the public a
consistently positive vision of initiatives that, in fact, are nothing more than largescale versions of the economic theories, strategies, and policies that have proven
spectacularly unsuccessful over the past several decades wherever they have been
applied (p. 3). Offering a similar opinion, McChesney (1999) calls neoliberalism
capitalism with the gloves off (p. 8) and points out that its consequences have
been mostly negative for the majority of the worlds population as it has led to a
massive increase in social and economic inequality, a marked increase in severe
deprivation for the poorest nations and peoples of the world, a disastrous global
environment, an unstable global economy and an unprecedented bonanza for the
wealthy (p. 8).
Even though the effects of neoliberalism have been the same just about
everywhere it has been implemented, nowhere are its contradictory consequences
more evident than in Spanish America. In the early 1980s, the region suffered from
a debt crisis without precedent, which the world noticed in 1982 when Mexico
announced that it would default on its loans. Clearly, as experts pointed out,
the ideas and concepts that had shaped Latin American economic systems had
failed (Yergin & Stanislaw, 1998, p. 235). In an attempt to save the region, the
International Monetary Fund (IMF), the World Bank (WB), and other international
lending agencies implemented an emergency program of loans, credits and other
Although as McChesney (1999) points out, there is no such thing as a free market given
that [m]ost of the economy is dominated by massive corporations with tremendous control
over their markets and that therefore face precious little competition of the sort described
in economic textbooks and politicians speeches (pp. 12-13).
233
234
comfortable home for their family, health care, and good nutrition. Meanwhile the
poor have a very difficult time satisfying their basic necessities.
Regardless of the position one takes, it is undeniable that neoliberalism changed
Spanish America in the last two decades of the twentieth century. What remains to
be seen, however, is whether this really is the end of history for Spanish America.
Are Spanish American nations truly free of conflict and ideological contradictions?
Have neoliberalism and technological development really created a better world
and a fairer society? What does the future hold for Spanish America now that they
have accepted neoliberalism? Is the dream of utopia still alive? One way to answer
these questions is by using Jerry Hoegs theory of the Social Imaginary to examine
the cultural, artistic and literary creation of Spanish America.
235
236
of the nation into which he is about to be born as he tells the story of his parents
search for meaning in the chaotic and grotesque Mexico of 1992.
Projecting further into the future, Aridjs En quin piensas cuando haces el
amor? (1995) is set in 2027. It relates the adventures of Yo Snchez, Facunda, and
the sisters Arira and Mara Sitges as they cross Moctezuma City (a metaphor for
Mexico City) on foot, returning from the funeral of Maras twin sister, Rosalba,
in the adjacent Netzahualcyotl City. Facunda points out, that this walk gives
them enough time for a thorough self-examination (p. 31). This is precisely what
Yo Snchez, the narrator, does. The long walk gives her time to tell the story of
her life and adventures next to her friends, as well as to reflect at length on the
deplorable state of Moctezuma City and its citizens. Through her narrative, it
becomes obvious that the Mexico that Yo and her friends know is not at the end of
history, but rather, it is a nation living a dystopian chapter of its troubled history.
The political and economic perspectives of Cristbal nonato and En quin
piensas cuando haces el amor? are fundamental to understanding the dystopias these
novels predict because they reproduce the hegemonic discourse of neoliberalism.
Although officially a democratic nation, it is clear that the ideal of democracy has
been corrupted in Fuentes future Mexico. The political dimension in Cristbal
nonato is represented by President Jess Mara Jos Paredes and his ministers
Ulises Lpez and Federico Robles Chacn. Paredes reached the presidency through
democratic elections, yet he is convinced that democracy cannot work in Mexico.
He believes instead that the country needs a traditional dictator and that the most
important duty of the president in 1992 is to choose his successor before dying (p.
412, p. 451). Robles Chacn, the Secretary of the sepavre (Secretara de Patrimonio y
Vehiculacin de Recursos / Secretariat of Patrimony and Vehiculation of Resources)
echoes Paredes political opinion. Like the president, the minister lacks democratic
ideals and has little faith in democracy. He believes that the government must work
to keep the common people from attaining any sort of power, no matter how noble
the idea might seem. Yet, unlike the president, Robles Chacn does not think that
a dictator should control Mexico. Instead, he argues that an enlightened minority
should govern the country (pp. 473-474).
The political reality in En quin piensas cuando haces el amor? is not as explicitly
revealed as in Cristbal nonato, yet, the narrators comments make it abundantly
clear that the political system of Aridjis future Mexico is strikingly undemocratic.
Yo describes Jos Huitzilopchtli Urbina, the President of the Republic of Mexico
for the 2024-2030 term, as a sadistic man more concerned with fulfilling his own
desires than with ruling the nation. She also reveals that Urbina had attained the
presidency by rising from the lowest levels of society and humanity, thanks to the
unofficial help of the nations Chief of Police and because a nacoteca a member
of the federal police force killed the oppositions candidate. Both of these actions
are enough to illustrate the corruption of democracy in Aridjis future Mexico.
Together, Mexicos undemocratic and corrupt politicians in Cristbal nonato
and En quin piensas cuando haces el amor? construct governments that are unable,
or unwilling, to find solutions to their nations ills. However, Mexican politicians
are not the only ones responsible for the dire situation in the nation. The crisis
that Mexico is suffering in Cristbal nonato is a direct result of the opening of
protected national markets to foreign interests, especially those of the United
States. For Adam Bradbury (1993), Fuentes Mexico is culturally, environmentally, and economically brutalized by its rulers prostration before Washington (p.
5). Alicia Rivero-Potter (1996) also observes that the pri (Partido Revolucionario
Institucional / Institutional Revolutionary Party) lets the United States have carte
blanche in Cristbal nonato due to the nations exorbitant debt, as well as to further
the pris own agenda (p. 313). Similarly, in En quin piensas cuando haces el amor?,
Mexico is in the middle of a political and economic crisis caused, in part, by the
interference of the United States.
The importance of the United States and other foreign powers in Mexicos political and economic crisis is great, but the narrators of both novels focus their attention on their national leaders inability or reluctance to find solutions. According
to Chomsky (1999), neoliberalism is a political and economic system rooted in
the power of corporate entities that are increasingly interlinked and reliant on
powerful states, and largely unaccountable to the public (p. 93). This situation
is evident in both Fuentes and Aridjis novels. In Cristbal nonato, Ulises Lpez
incarnates the relationship between the political and economic power structures
in Mexico. He represents the oligarchy that emerged out of the oil-boom of the
late 1970s and that has controlled Mexico ever since. A famous Mexican financier,
Ulises Lpez, became the Secretary of sepafu (Secretara del Patrimonio y Fomento
Nacional / Secretariat of Patriotism and National Undertakings) in Paredes government. He is in charge of promoting national economic development, yet dedicates
himself to capital flight and investing in transnational corporations (Juan-Navarro,
1991-1992, p. 36). Thanks to the opening up of the world markets, the superministro imports corn contaminated by a chemical agent that cannot be sold in the
United States. He stores it in Mexico, and later exports it to the Philippines where
237
238
that abound on the streets of Moctezuma City (p. 15). She also points out a group
of girls and women housewives, office workers, department store attendants,
schoolgirls, etcetera that practice occasional prostitution on the streets in order
to get the money they need to live (p. 28). Clearly, the degeneration of the city
and its people can be linked directly to the economic situation of the nation. The
unemployed and delinquent citizens that make up the urban mass can be seen as
victims of the corruption of a political and economic system that allows the rich
to get richer while the rest grows poorer.
Faced with the grim reality of their respective worlds, Cristbal and Yo react
in different manners. They both reject the status quo; yet, while Cristbal focuses
on ngels desire and attempts to change it, Yo seems to accept it. ngel, can be
seen as a typical sf hero, estranged from the society that he wants to change. For
most of this Mexicos youth, the deterioration of their environment is nothing
shocking. Having grown up in a dystopia, they accept its reality. ngel, however,
cannot. As Cristbal observes, culture and nostalgia have made his father different
(p. 497). The nostalgia he feels for the pristine Mexico glorified in Mexican poet
Ramn Lpez Velardes La suave patria (The Sweet Fatherland) leads him to
reinvent himself as a conservador romntico postpunk (conservative romantic
postpunk) (p. 163), or what ngeles calls a conservador anarquista (a conservative
anarchist) (p. 244). He longs to restore certain of the Mexican values emphasized
in Velardes poem. However, realizing that Mexicans have no channel through
which to express their discontent and change things peacefully, ngel decides to
join the members of the rock group Los Four Jodiditos (the Four Little Fuckups)
in their mission to destroy Acapulco a city that symbolizes all that is not La
suave patria (the Sweet Fatherland) (p. 247).
Unlike the protagonist of Cristbal nonato, in En quin piensas cuando haces el
amor? Yo appears to have resigned herself to the depressing reality of Moctezuma
City and does nothing to change its grotesque reality. Yo expresses her belief that
there is no hope for change when she declares: I arrived as a foreigner, scared to
live in a world that I did not make, but that I continue despite myself (p. 74). Her
defeatist attitude is confirmed by her lack of action; rather than doing something
to change a situation that has led to the breakdown of society and destruction of
nature, she simply closes her eyes to escape the vision. It appears, then, that Yo
understands the reality of the neoliberal world that ngel eventually learns with
the destruction of Acapulco: in the dystopia that Mexico has become there is
239
240
nothing an individual can do against the overwhelming powers of the political and
economic forces that work together to maintain the new status quo of neoliberalism.
Regardless of the difference in attitude on the part of their protagonists, both
Cristbal nonato and En quin piensas cuando haces el amor? end in a similar fashion:
the apocalyptic destruction of Mexico / Moctezuma City. In Fuentes novel, the
capital city is destroyed when the poor and violent masses that follow the messianic
Ayatollah Matamoros Moreno descend upon it to loot it and are massacred by
Mexicos armed forces. A large part of the remaining population perishes when the
rings of trash that surround the city catch on fire and consume the little oxygen
that was left in the polluted air. In Aridjis story, a powerful earthquake destroys
Moctezuma City and kills the majority of its inhabitants. The tragic end of both
novels seems to indicate that, for their authors, complete destruction is the only
way out of the dystopia that Mexico has become.
However, as Klac (1991) reminds us, a dystopia can also be seen as a utopia
gone wrong. It is the result of failed utopian dreams, yet it nevertheless implies
utopia as a subverted or suppressed desire, an initial impulse left unfulfilled (p.
3). It is precisely in the representation of Mexicos future as the anti-utopia of Lpez
Velardes impeccable and diamantine nation, that one can recognize the utopian
dream of Mexicans in both Cristbal nonato and En quin piensas cuando haces el
amor? The narrator of Fuentes novel points out this apparent paradox when he
states that, as human beings, we need an unjust world so we can dream about
changing it (p. 559). In other words, given that the nation depicted in Cristbal
nonato is unjust, corrupt and contaminated, Cristbal will be born in a country
that he can dream of changing for the better. The same idealistic undercurrent
is detectable in the dystopian Mexico of En quin piensas cuando haces el amor?
Although Yo never explicitly expresses any utopian desires, by consistently denouncing the destruction of life going on in Moctezuma City, she indirectly points to a
time when things were different and when Mexicans still believed that the future
would be better than the present. And, the fact that she survives the apocalypse
suggests that there is hope for a better future.
Laura Esquivels La ley del amor (1995) and Gioconda Bellis Waslala: Memorial
del futuro (1996) share some important characteristics with Cristbal nonato and
En quin piensas cuando haces el amor? All four are sf novels that present dystopic
future worlds. La ley del amor is situated in a highly technological and chaotic
twenty-third century Mexico City where the privileged and evolved sectors of
society live comfortable and pleasant lives, while the unevolved masses remain
poor and powerless. The novel tells the story of Azucena, who becomes an outlaw
when she is framed for the murder of the u.s. candidate for the Presidency of the
Planet. The narrative unfolds as she struggles to prove her innocence, which
she can only do by restoring the cosmic order that the murder has disrupted. In
contrast to Esquivels novel, the Nicaraguan Bellis Waslala: Memorial del futuro
takes place in an underdeveloped and poor Third World nation called Faguas (a
metaphor for Nicaragua) at an unspecified time in the future. It is a nation ruled
by anarchy and plagued by violence since the globalization of neoliberalism has
taken political and economic control out of the hands of the national government.
The people that are able to take advantage of the new political and economic world
order live well and control the poor majority through the use of force. Melisandra,
Waslala: Memorial del futuros protagonist, has lived most of her life protected
from the harsh realities of Faguas by a doting grandfather. The novel presents
her journey to find her mother, whom she believes is living in a mythical utopian
community called Waslala.
Just as Cristbal nonato and En quin piensas cuando haces el amor?, La ley del
amor and Waslala: Memorial del futuro question the status quo of the contemporary
world and the direction in which it is moving. They do so by presenting futures
in which neoliberalism and technological development have turned Mexico and
Faguas into dystopias. La ley del amor does not provide much information concerning the future political and economic organization of Mexico, but the narrative
suggests that the country has joined the ranks of the rich First World nations.
After the assassination of Mr. Bush the u.s. candidate for the Presidency of the
Planet the Mexican politician Isabel Gonzlez becomes the frontrunner for the
position. The title President of the Planet indicates the presence of an international governing body, and the fact that a Mexican politician is a candidate for the
position implies that Mexico has become part of the group of nations that participates actively in global affairs. There are also indications that a certain degree of
political and economic integration has taken place at an interplanetary level. Still,
in spite of this apparent progress, there is also evidence that differences in wealth
and technological development divide the people of the universe. While certain
planets possess the technology that makes interplanetary travel possible, others
remain underdeveloped and are exploited by the more advanced ones.
In Esquivels vision of the future, it appears that, thanks to technological
progress, the world has been able to achieve peace. Delinquents can be arrested
and punished within minutes of committing a violent act thanks to a computer
241
242
that can create a life-size model of any person using the slightest bit of biological
material. In order to control the populations criminal activities, the authorities
also recur to an apparatus known as the cmara fotomental, a machine that
takes photographic images of a persons thoughts and feelings. Additionally,
the government relies on the televirtual a television that uses virtual reality
technology to create a scene in which the viewer is inserted to control peoples
violent tendencies. As the narrator of La ley del amor points out, the government
allowed horrific programs to be broadcasted because they provided a channel
for the viewers violent and murderous urges, and it was therefore easier to keep
them under control (p. 121). Nevertheless, while the state uses these machines as
a means of social control, there are even more advanced apparatuses that render
the governments technology obsolete and allow criminals to act according to their
wishes and instincts. In other words, technology gives power to those who have
access to it, whether the government or criminals, while it is a means of repression
for the rest of society.
In contrast to Esquivels optimistic vision of Mexicos future role in global
politics and economics, Faguas is depicted in Waslala: Memorial del futuro as a poor
Third World nation suffering from a complete lack of technological development,
and thus is exploited by the rich First World. In exchange for having the worlds
governments forgive the countrys debt, Faguas has become an oxygen-producing
nation. As such it is not allowed to develop any type of industrial activity that could
cause pollution and threaten its forests, which provide clean air to the world. In
return, the first world provides Faguas with electricity and other material commodities. The arrangement was meant to be mutually beneficial, but Faguas lack of
development has become an excuse for its exploitation by the richer and more
industrialized countries. Also, and due to its isolation, it has become a refuge for
those that participate in illegal and unethical activities. As a result, one can carry
out scientific experiments on human subjects, develop and produce dangerous
drugs, deal in arms, and traffic in human organs without fearing punishment. The
insidiousness of this situation is best illustrated by the fact that Faguas has become
the garbage dump for the rich capitalist nations. As deplorable as the situation is,
however, were it not for the trash, the nation would have regressed to the Stone
Age. Indeed, given the ban on industrialization and technological development,
for most Faguans, the trash is the only way they can access technology. The
small appliances, televisions, computers, and many other objects thrown out by
the wealthy nations are valued commodities in the underdeveloped nation. The
243
244
beginning of the novel, neoliberalism is the dominant and accepted discourse. The
protagonist and her grandfather admire the advances of the First World, which
they considered the bastion of civilization and the example for Faguas to follow.
However, when Melisandra leaves the hacienda and experiences the reality of
Faguas first hand, her view of the world begins to change. She realizes that neoliberalism and unchecked technological progress have led the country to its present
situation and must be changed. Another ideology presented in Waslala: Memorial
del futuro is what is known to Faguans as comunitarismo. This combination of
communist and anarchic philosophies is also discredited because the different
communities that have formed following this ideology are uncoordinated and
cannot function as legitimate substitutes for the rule of the brutal Espadas. A third
alternative presented in Waslala: Memorial del futuro is radical feminism, whose
followers believe that women are better off isolating themselves in matrias, since
men, who are violent and corrupt by nature, drain women of their vital energy.
Bellis protagonist understands this reasoning, but rejects this ideology because
she does not believe men and women are enemies. She reaches the conclusion
that Faguas must find its own solution to its problems.
In the end, it is clear that, like Fuentes and Aridjis, by presenting the future
as a dystopia, Esquivel and Belli want to warn their readers of the negative consequences neoliberalism can have on Mexico, Faguas / Nicaragua, and the world at
large. But they do not do so by ending their novels with apocalyptic events. On
the contrary, both La ley del amor and Waslala: Memorial del futuro finish after their
protagonists discover the way to restore the dream of utopia for their nations. In
La ley del amor, Azucena finally understands the connections between the past,
the present and all the living beings on the planet. Her nemesis, the power-hungry
politician, Isabel Gnzalez repents for her many crimes and promises to protect
the Law of Love. And, as it turns out, getting Isabel to pronounce the word love
is all Azucena needed to do to restore the cosmic order and allow good to finally
triumph over evil. In Waslala: Memorial del futuro, Melisandra reaches the mythical
utopian community of Waslala buried deep in the jungle. There, she finds the
answers to her personal questions such as why her mother abandoned her as a
child as well as the solution to Faguas problems. More importantly, she revives
the dream of utopia when she decides to leave the jungle and return to the city
where she will lead her people in the creation of a better society. Melisandra tells her
mother that she has a duty towards her fellow citizens. To help her in her mission,
her mother gives Melisandra the annals written by the people of Waslala, which
she calls a memorial del futuro (p. 325). They contain a detailed record of what
the people did and how they did it, the errors and successes of their community.
These annals now belong to Melisandra and to Faguas, and represent a blueprint
for the reconstruction of the country and the eventual creation of utopia.
Conclusion
In the first half of the twentieth century, novels like Aldoux Huxleys Brave New
World (1932), George Orwells 1984 (1949) and Ray Bradburys Fahrenheit 451
(1953) warned the world of the possible abuses of non-democratic regimes that
were given uncontrolled access to modern technology. By the 1980s, however, it
seemed that the nightmare they predicted had been averted and that democracy
had won over authoritarianism. The end of the Cold War led Francis Fukuyama to
declare the end of history and the end of ideological conflict. To him, the dialectical
process of history came to a halt when capitalism and liberal democracy became
the dominant economic and political systems throughout the globe. It appeared
indeed that the majority of the worlds nations had reached an implicit ideological agreement. Not only did the former socialist states of Eastern Europe adopt
democratic political systems and capitalism but, with the exception of Cuba, the
traditionally authoritarian governments of Latin America accepted the Washington
Consensus and undertook neoliberal reforms.
Nevertheless, the contradictory results of neoliberalism in Spanish America
soon became a topic of debate among the areas intellectuals and writers. The dark
mood, anxiety and loss of faith that critics observed are especially noticeable in
Cristbal nonato, En quin piensas cuando haces el amor?, La ley del amor, and Waslala:
Memorial del futuro. By presenting dystopic worlds, these four novels warn their
readers of the dangers of neoliberalism and the technological development that
comes with it. Their messages are slightly different, however. By ending their novels
with the apocalyptic destruction of Mexico / Moctezuma City, Carlos Fuentes
and Homero Aridjis appear to say that there is nothing to be done against the
overwhelming power of the political and economic forces that support the new
neoliberal world order. Complete destruction is necessary to make way for the
construction of a better world. In contrast, by ending La ley del amor and Waslala:
Memorial del futuro with the restoration of the utopian dream, Laura Esquivel and
Gioconda Belli suggest that the world can still be saved. They remind us that, if
245
human beings are able to establish a positive relationship between society, technology, and nature, utopia remains a possibility.
246
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Abstract
I will address three main characteristics of Utopia: 1. The importance of the formal structure and
literary shape of Utopia, which are essential to grasp its political message, being the counterpart
of its philosophical attitude and methodological approach for analyzing and criticizing the real
world. I will argue that Utopia is a text which urges the hermeneutical search for truth besides
representing a possible plan or a model to imitate or to follow; 2. Utopia foregrounds the relevance
of rhetoric and communicative strategies in a society underlying the difference between public
and private speech. In this respect Thomas More stresses the function of calm and civil dialogue
based on mutual respect in an atmosphere of tolerance, where problems can be solved without
violence; 3. In Utopia Thomas More lets the values of humanitas emerge and stresses the strong
link between politics and ethics. Moreover, Utopia represents a new perspective where different
cultural traditions, such as the Greek, the Roman, and the Hellenistic, as well as the Judaic and
Christian ones converge and melt to build a new comprehensive and integrated synthesis where
all these elements are reinterpreted by a sophisticated intellectual of the Renaissance milieu.
Keywords: Rhetoric, historical context, satire, dialogue, litotes, humanistic culture.
Resumen
Me referir a tres caractersticas principales de Utopa: 1. La importancia de su estructura formal
y forma literaria, necesarias para comprender su mensaje poltico, que es la contraparte de su
postura filosfica y enfoque metodolgico para analizar y criticar el mundo real. Afirmar que
Utopa es un texto que insta a la bsqueda hermenutica de la verdad adems de representar
un plan ejemplar o modelo a imitar o a seguir; 2. Utopa pone en primer plano la relevancia de
las estrategias retricas y comunicativas en una sociedad que constituye la base de la diferencia
entre el discurso pblico y privado. Al respecto, Toms Moro enfatiza la funcin del dilogo civil
y tranquilo basado en el respeto mutuo en una atmsfera de tolerancia, donde los problemas se
pueden resolver sin violencia; 3. En Utopa, Toms Moro hace emerger los valores humanos y
enfatiza el fuerte vnculo entre la poltica y la tica. Adicionalmente, Utopa representa una nueva
perspectiva donde las diferentes tradiciones culturales, como la griega, la romana y la helenstica,
as como la juda y la cristiana, convergen y se integran para construir una nueva comprensin y
una sntesis integral donde todos estos elementos son reinterpretados por un intelectual sofisticado del mbito renacentista.
Palabras clave: retrica, contexto histrico, stira, dilogo, ltotes, cultura humanstica.
BY
NC
ND
250
Vita Fortunati
Full professor of English Literature, University of Bologna, Italy.
E-mail: vita.fortunati@unibo.it
Fortunati, Vita. The Rhetoric and the Historical Context of Thomas Mores Utopia as Keys to Grasp its Political Message and Legacy. En Utopa: 500 aos, Ed. Pablo Guerra. Bogot: Ediciones
Universidad Cooperativa de Colombia, 2016. doi: http://dx.doi.
org/10.16925/9789587600544
MLA
The Rhetoric and the Historical Context of Thomas Mores Utopia as Keys to Grasp its Political Message and Legacy
Introduction
The working hypothesis of my contribution is that in order to understand the
political message of Thomas Mores Utopia it is necessary to take into consideration its rhetoric. In fact in the work there is an intertwined link between shape
and content. The essay will analyze its literary devices: the use of dialogue and its
hermeneutical function, the role of its different characters, the use of satire and
irony, the symbolic value of the theme of journey.
As is the case for all the masterpieces of humanity, there have been many
interpretations of Thomas Mores Utopia, which have stratified in time. It was the
very structure of this golden booklet (libellus vere aureus) that has given rise to a
plethora of assessments that can be generally grouped in two main currents: the
first has stressed the Catholic faith of the author and has thus read Utopia as a
moral allegory, while the second has privileged his political and social proposal
based on common property and consequently seen Utopia as a political manifesto.
On the one hand, then, the interpretation supported by r.w. Chambers (1935),
according to whom Thomas More is the champion of Medieval Christianity, of
the communal values present in the life of the monasteries; on the other hand,
that proposed by K. Kautsky (1979), for whom More is an exceptional precursor
of modern socialism. The aim of my chapter is to demonstrate how the very structure of Utopia shows exactly that, more than a plan or a project to carry out or to
imitate, it is a method to analyze and criticize reality. Utopia then is not to be seen
as a model on which to reconstruct the political and social world, but as a text that
stimulates the discovery and the heuristic analysis of truth. The analysis of the
work shall foreground how the shape of Utopia is set between political philosophy
and rhetoric. Utopia configures itself as a textual device, a text construed thanks
to the skillful use of rhetorical tropes, of cryptic allusions and quotations, which
must be correctly deciphered by the reader.
251
252
that he wrote Book ii first and only later Book I, after he had gone back to London
in October 1515. The work is structured in two books, and is well adapted to
the utopists frame of mind: a first, negative, destruens part, which criticizes the
evils that beset Henry viiis England, a second, positive, construens part, in which
the political, economic and moral characteristics of the new island, Utopia, are
described and illustrated. This two-part structure underlines the close links existing between utopia and satire (Elliot, 1970), a genre that More was fond of, as the
explicit reference to Horaces poetics shows: his booklet, Utopia, was supposed to
amuse, entertain, but also instruct.
Utopia is a complex work; it represents the summa of various types of
knowledge, and reveals the familiarity with the various circles in which More,
because of his political offices and competence, had the opportunity of moving. As
attorney general and chancellor of the State he was well acquainted with the world
of law and of the courts, and as a politician he was a part of the Royal court, and
knew how to steer his course amongst intrigues and plots; as a thinker he enjoyed
the company of the humanists of his day and of the academic world and, having
taken part in important diplomatic missions, he did not hold cheap the world
of commerce and finance. It is from his vast knowledge of the different strata of
society that his great capacity for the lucid analysis of the evils of his world and
for their objective judgment is born, together with his ability of making many
linguistic styles and genres, such as jokes, satire, political essays and comedy,
interact simultaneously. In Utopia two discursive strategies are juxtaposed: the
first one is realistic and it is particularly evident in the first book structured as
a dialogue, when More anatomizes, with merciless clarity, the disastrous effects
of incipient capitalism, of the tyrannical regime of absolute monarchy and of the
corruption of the clergy. The second one is the one he started himself, consisting
in the speculative capacity of envisaging a completely different, other world, which
is nevertheless described with a richness of details and a precision that render it
believable. The strategy is descriptive and illustrates the political, economic and
moral features of the new Island of Utopia. The rigor, almost an obsession, and
the representational skill with which More describes an alternative society are
powerful strategies to persuade the reader of the reality of Utopia, the country
that does not exist.
The very long title of this short work On the best State of a Commonwealth and on
the new Island of Utopia A Truly Golden Handbook, No Less Beneficial than Entertaining
by the Most Distinguished and Eloquent Author Thomas More Citizen and Undersheriff
The Rhetoric and the Historical Context of Thomas Mores Utopia as Keys to Grasp its Political Message and Legacy
of the Famous City of London and the subtitle of the first book The First Book of the
Communication of Raphael Hythloday, Concerning the Best State of Commonwealth is
clear evidence of the complexity of this exceptionally dense and highly ambiguous
work. Not exceeding 150 pages in its final version, the work aims to be instructive as well as diverting, in accordance with the aesthetic principles of Horace
and Lucretius. The title itself openly declares the typical aesthetic precept of the
humanist More, which was also the attitude of his great friend Erasmus, of the
riso ludere, that is, to assert serious things by means of playing, as dictated by the
great lesson taught by the Greek writer Lucian.
In order to understand the sometimes-cryptic allusions and the rhetorical
games woven into Utopias narrative, one must insert it in the philosophical and
moral context of the circle of humanists such as Erasmus, Giles and Guillame Bud
that More was a part of. In the series of letters that preface and frame the 1518
Basil edition, in which the booklet appeared together with other texts i.e. two
litographies depicting the island of Utopia, the Utopians alphabet and the six-line
stanza signed by a certain Anemolio his humanist friends not only comment
and give their own interpretation of the text, but freely ask the question whether
More has invented or reported a real dialogue. In these letters a sort of utopian pact
is established between the text and the reader (Baczko, 1981, p. 865), who must
not only accept the rules of this subtle game, this bewildering mixture between
reality and fiction, but he must also be able to decode the unremitting semantic
challenges of the names More has given his characters and places. Book I begins
with the narrator More relating his trade mission in Bruges on wool business and
of his encounter, outside the church of Ntre Dame in Antwerp, with a foreigner
accompanied by his friend Peter Giles:
[] I chanced to espy this foresaid Peter talking with a certain stranger, a man well
stricken in age, with a black sun-burned face, a long beard, and a cloak cast homely
about his shoulders, whom, by his favor and apparel, forthwith I judged to be a
mariner. (More, 1999, p. 11)
253
254
the ancient and sage philosopher Plato (More, 1999, p. 12). Raphael is a sailor
and a philosopher, a well-read humanist, who knows Latin and Greek perfectly
and has read the classics. The setting moves from the churchyard to the garden of
Mores house. Raphael begins to relate his peregrinations and the teachings he has
learnt from unknown peoples: [...] so he rehearsed divers acts and constitutions
whereby these our cities, nations, countries, and kingdoms may take examples
to amend their faults, enormities, and errors (More, 1999, p. 15), among which,
of course, the island of Utopia mentioned in the title. However, before describing
this country the narrator More and the traveller Raphael Hythloday have a long
conversation regarding the intricate and delicate relationship between the philosopher, the intellectual and power. Such a debate originates from the question
Peter Giles asks to Raphael:
Surely, Master Raphael?, quoth he, I wonder greatly why you get you not into some
kings court. For I am sure there is no prince living that would not be very glad of you,
as a man not only able highly to delight him with your profound learning, and this
your knowledge of countries and people, but also meet to instruct him with examples
and help him with counsel. And thus doing, you shall bring yourself in a very good
case, and also be of ability to help all your friends and kinsfolk. (More, 1999, p. 15)
The Rhetoric and the Historical Context of Thomas Mores Utopia as Keys to Grasp its Political Message and Legacy
has deprived the industrious farmers of their land and destroyed their houses in
order to create pastures for sheep and the production of wool. Hythloday provides
an accurate analysis of the Enclosure Act, which forced countrymen to move to
towns and become vagrant, through the well-known quotation:
Forsooth, my lord , quoth I , your sheep that were wont to be so meek and tame and
so small eaters, now, as I hear , be become so great devourers and so wild , that they
eat up and shallow down the very men themselves. (More, 1999, pp.21- 22)
255
256
Raphael seems not to understand (or perhaps does not want to understand)
Mores proposal: he cannot distinguish diplomacy from simulation and, in his
opinion, the advice to adapt to circumstances becomes a sort of shield that protects
other peoples corruption. Raphael stands for radical change and, above all, for
one clear and overriding idea: that private property and money are the root of all
social evils.
Howbeit, doubtless, Master More ( to speak truly as my mind giveth me), where
possessions be private, where money beareth all the stroke, it is hard and almost
impossible that there the weal-public may justly be governed and prosperously
flourish. Unless you think thus: that justice is there executed where all things come
into the hands of evil men, or that prosperity there flourisheth where all is divided
among a few: which few nevertheless, do not lead their lives very wealthily, and the
residue live miserably, wretchedly, and beggarly. (More, 1999, p. 44)
The Rhetoric and the Historical Context of Thomas Mores Utopia as Keys to Grasp its Political Message and Legacy
at the very moment in which it is expressed. Moreover the use of this rhetorical
figure intends stressing the importance of the negative way to reach truth. The
subtle intellectual play does not exclude the seriousness of intent, but constitutes
a communication and persuasion strategy that was common practice amongst the
humanists at the time. Miguel Abensour has highlighted, taking up Lo Strasss
(1979, p. 244) essay, how More has used, with sophisticated mastery, the ductus
obliquus (Abensour, 2000), a technique of secret, encoded writing that enabled
thought to search for the truth without directly striking the current opinions of a
regime that tolerated no criticism, and thus avoided incurring in the dangers of
censorship.
The strategies of this particular type of writing are various: puns, false quotations, pseudonyms, and odd expressions. In this sense the cryptic form of utopia
created by More is, and will be for future utopists, a discursive strategy aimed at
expressing new, subversive thoughts, wanting to unhinge orthodoxy and strike
the foundations of the beliefs and the institutions on which society is built. The
prevailing figure of speech, in fact, is litotes, a rhetorical expedient through which
More gives his island names which disprove their meanings as soon as they are
pronounced. Therefore Anyder, the river, means waterless in Greek, the capital
city, Amaurot, means dark city and the philosopher and traveller Hythloday has
a surname that means a non-sense-peddler, while his name Raphael reminds
the reader of the double role of the archangel, who heals sufferers and, at the
same time, reveals and proclaims Gods works. Such subtle intellectual play does
not exclude a serious intentionality, but it builds up communicative strategies of
persuasion which were very common among the humanists of the time. At the
basis of the writing of Utopia there is, then, the conception More shared with
his friend Erasmus of saying serious things jocosely, and the dicere mendacium,
the value of lying in order to affirm the truth, according to the great teachings of
Lucian of Samosata. Even madness becomes a way of exposing the perversions of
society, according to a type of philosophical speculation that develops by means
of paradox (Fleisher, 1973, pp. 5-45).
In the first book, More and Hythlodays discussion on whether one should or
should not serve someone in power is clearly derived from Plato, and shows how
in Utopia one of the central problems is that of the rhetoric of communication in
a civil society, and how More identifies two of these, public and private rhetoric.
Regarding this issue, Mores epistle on how to translate in Latin the Greek term
logos, which appears in the first verse of Johns gospel, is illuminating: in Latin
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258
there are two terms, sermo and verbum. By sermo oral, colloquial speech (discourse)
is meant, while verbum means word that can also acquire the sense of intimate
thought, whereas in the Greek term logos, qualities such as wisdom and reason are
also included. Utopia presents in itself various forms of discourse: it is first of all
sermo, spoken discourse, the tale of a journey, a conversation, a dialogue amongst
friends. But Utopia is also verbum, a verbal construct, a discourse of thought, a
conceptual elaboration that More has Hythloday express. And it is also logos, since
it represents the supreme achievement of wisdom, of humanitas.
Because of all that has been said up to now, it is understandable how, for More,
rhetoric and dialectic are two twin arts and how he had a clear awareness that
every space called for different forms of communication. This is what happens
in Utopia, where two spaces are opposed: the garden and the court, the former is
where the dialogue amongst humanist friends takes place, a private space, protected
from indiscreet glances, the latter is public, exposed to the malevolent gaze of the
powerful. The space of the garden is that of friendship, of the societas amicorum
(Trapp, 1991), a light place where conversation, sermo, flows freely amongst people
who are fond of each other and share the same values of humanitas. The space of the
court is, instead, dominated by power relations and by pride, of , it is also beset by
public opinion, which prevents the search for truth and hinders the achievement
of real knowledge. In the first book, More expounds a lucid condemnation of the
tyrannical regime of the English monarchy that has reduced England to poverty and
indigence. From this point of view Utopia can be considered a sort of complement to
The History of King Richard the Third (1513), the tyrant par excellence, whose Hybris,
arbitrary power and insatiable lust for riches are the effects of unreasonableness
and the cause of all social ills. We cannot forget that since 1506 More and Erasmus
had worked together on a book based on Lucian, the Tyrannicida, whose thesis was
that a tyrant can be eliminated only by means of a radical act, such as the cutting
of the isthmus wrought by king Utopos in order to create Utopia.
The Rhetoric and the Historical Context of Thomas Mores Utopia as Keys to Grasp its Political Message and Legacy
Cicero the sense of the importance of dialogue as a maieutic instrument to attain the
truth. The first book, indeed, is structured round the device of the dialogue taking
place in Mores garden, with More himself, Peter Giles and Raphael Hythloday
as the speakers. Hythloday is, of course, the philosopher sailor who recounts his
peregrinations and the teachings he has acquired from visiting unknown peoples,
amongst whom, of course, there are the inhabitants of Utopia. Before describing
it, More the narrator and the traveller-character Hythloday indulge in a long
digression, introducing it thus as a dialogue in the dialogue, on several subjects
linked to the political issues of the day, such as the enclosures, that is the fencing
off of terrains up to then left free for common pasture, the disproportion between
crimes and their punishment, the corruption of the clergy and finally the delicate
relationship between the philosopher, the intellectual and power. Through this
dialogue the reader starts learning the way in which Mores thought develops, a
thought that continuously questions and reflects itself, making the reader understand how the principle of tolerance is both explicitly expressed in its contents and
transmitted through its structure (the formal device). This because, although in
the dialogue vital issues are debated and the two interlocutors find themselves in
antithetical positions, the discussion is carried through in an extremely balanced
way. Both speakers have ample space in which to freely express their different
points of view, in a serene and civilized dialogue that is underpinned by mutual
respect, in a climate of tolerance in which problems can be solved without recurring to violence.
The literary fiction Utopia is based upon is the complex and intricate relationship between More the author, More the narrator-character, and the fictional
character Raphael Hythloday. This because More the narrator-character intervenes both directly as persona in the dialogue of the first book, and in Raphael
Hythlodays final peroration, in the second book, in defense of Utopia.
The literary shrewdness and skill whereby Thomas More articulates this
relationship are unquestionable, as proved by the many interpretations the work
has generated among More scholars, who try from time to time to identify Mores
attitude with the ideas expressed by one character or another without keeping
in mind the complex literary structure that characterizes Utopia. In the opinion
of some critics, the character More has to be identified with More the author of
Utopia, his attitude thereby becoming antithetical to Hythlodays. Other critics
claim, instead, that the author used this literary device as a kind of mask in order
to give free expression to Hythlodays ideas.
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260
More the character and Raphael Hythloday represent, then, in Utopia two
differing positions: the first is the reformist one which chooses oblique means and
is characterized by an ethical sense of responsibility towards others; the second
Hythlodays is prophetic, visionary and radical, and does not accept compromises.
On the one hand, after a bitter harangue against the excessive luxury of nobles and
the despotism of kings, Raphael, the philosopher and humanist traveller, who has
refused to serve the powerful, upholds the principle on which Utopia is founded:
the abolition of private property and the common ownership of goods. On the
other, More the narrator/character, the politician that champions the necessity
of finding the middle ground, expresses his doubts on the possibility of realizing
a society where private property and money have been abolished:
[] therefore I, praising both their institutions and his communication, took him by
hand and led him in to supper, saying that we would choose another time to weigh
and examine the same matters and to talk with him more at large therein. Which
would God it might once come to pass. In the mean time, as I can not agree and
consent to all things that he said, being else without doubt a man singularly well
learned and also in all worldly matters exactly and profoundly experienced: so must
I needs confess and grant that many things be in the Utopian weal public which in
our cities I may rather wish for than hope after. (More, 1999, p. 123)
The dialogue form of the first book confers a lively tone to the language, while
the second books descriptive nature transforms the dialogue in an exposition
of the social, political and moral features of the island of Utopia. This structural
difference is characterized also by the diversity of style: in the first book, More uses
a type of Latin1 full of elliptical sentences, interrupted by parenthesis, in order
Thomas Mores work was first published in Latin in Louvain, towards the end of 1516,
under the title De Optimo Reipublicae Statu deque Nova Insula Utopia, libellus vere aureus
nec minus salutaris quam festivus clarissimi disertissimique viri Thomae Mori inclutae civitatis
Londinensis civis et Vicecomitis. It was published in Paris in 1517 and in 1518 another edition
was published in Basel, in the shop of Johann Froben, which included letters from Erasmus
of Rotterdam to Johann Froben, from Guillaume Bude to Thomas Lupet, from Peter Giles to
Jerome de Busleyden and from Thomas More to Peter Giles. The first English translation by
Ralph Robinson was published in 1551 under the title On the best State of a Commonwealth
and on the new Island of Utopia A Truly Golden Handbook, No Less Beneficial than Entertaining
by the Most Distinguished and Eloquent Author Thomas More Citizen and Undersheriff of the
Famous City of London.
The Rhetoric and the Historical Context of Thomas Mores Utopia as Keys to Grasp its Political Message and Legacy
to suggest the character of a living language, while in the second book Raphael
employs short, apodictic, simple sentences, repeated and factual expressions. The
language of the first book stresses its dramatic, almost theatrical component, which
emphasizes the contrast in Europe between the political and cultural diversity of
its countries, while the contrived simplicity of the second part plays a persuasive
role. In the second book More shows how the creation of a place that is other is
founded on the choice of a regulating principle, rationally applied to every single
aspect of the real, in this sense More confirms the laic trust in reason as an instrument capable of eliminating the contradictions of the present (More, 1971; Firpo,
1964; Comparato, 2005, pp. 63-70).
Moreover, a whole series of contrasting interpretations reveals Utopia as
an open-ended book: Utopia as the dream of a humanist philosopher highly
influenced by Plato, as an evangelical society based on the model of the first
Christian community, as a bitter satire against the politics of the time, and as a
sort of link between Platos aristocratic communism and modern communism.
Alongside the new moral values proposed by the humanist Thomas More (equality
among classes, abolition of private property and mutual tolerance among different
religious beliefs), other proposals are formulated that never aim to be definitive.
Accordingly, Thomas Mores work is to be read as an open ended exercise, aiming
at questioning the principle of authority. On the one hand, the study of Greek
by the humanists can be considered as a way of reducing the authority burden
of Latin culture. On the other, the Greek language offers the opportunity to play
with the polysemic nature of names, which would not be possible with the Latin
language. It has been rightly observed that the translation of the Greek term utopia
into the Latin word nusquam inevitably causes a loss in meaning (Quarta, 2015,
pp. 103-124) Moreover, the Platonic device of the dialogue, enriched by some
aspects of the culture of the time (drama and interludes, as well as legal disputes
in courts, given Mores profession as a judge), becomes in Mores hands a means
to stress once again the importance of the principle of tolerance.
The serene and even-handed dialogue between Hythloday and More is opposed
on purpose, in the first book, to the senseless and uncivilized fight that takes place
in the house of Cardinal John Morton, archbishop of Canterbury, during which
slanderous accusations, insults and abuse are sent flying between a monk and a
parasitic buffoon. These are, amongst other things, typical characters of satire, that
More has the merit of revitalizing with an unmistakably contemporary touch. This
technique of the dialogue in the dialogue, besides being a counter point to the
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262
The Rhetoric and the Historical Context of Thomas Mores Utopia as Keys to Grasp its Political Message and Legacy
It is also interesting to observe that Thomas More makes use of some of the
typical rhetorical strategies of travel literature. First, there is the use of the narrator
as eye-witness, giving an authenticity to the events described. Second, the other
place is described by means of the stylistic device of the estrangement, that is the
ability to look at, and describe the other reality from an external point of view, as
if it were an extraneous object. Raphaels attitude of total extraneousness towards
the reality he left is revealed in Book ii through the technique of the inversion of
values. In Utopia, gold, precious stones and refined clothes have no value, gambling
is unknown, class differences do not exist, and private property has been abolished.
In this way, the Utopians use of gold to make chamber pots or of precious stones
as childrens toys represents Mores criticism of the European colonialism, of the
gold fever which had galvanized great explorers and the Spanish conquistadores.
(More, 1999, p. 71) It is through the description of the new society that the critique
of the British society is performed.
The presumed systematic search for verisimilitude is articulated in Thomas
Mores Utopia by means of various external expedients: two maps of the island
(the first appeared in the 1516 edition, the second in the Basel edition, drawn by
Holbein) and the Utopian alphabet with a sample of verse written in a new language.
In this respect, it is necessary to highlight Thomas Mores concern about creating
a new form of language in the new society. Such willingness to invent new words
emphasizes a close relationship between the utopian text and magical-religious
utterances. There is a sort of kinship between utopia and rituality. In this case,
magic is seen as an evocation rite, in others as a rite of desecration rite (linked
to satire) that produces a systematic inversion of values. Moreover, the need to
create a new language highlights the need to provide people who have attained
perfection with a language free from imperfections. In More, the intellectual game
and the linguistic adventure also dominate his endless linguistic inventions and
puns. Thus the verse by the poet laureate Anemolius, Hythlodays nephew, puns
on the two meanings of Utopia: the same name can acquire a negative (ou) or a
positive (eu) meaning by simply modifying the initial letter. Accordingly, the same
pun is present in a sample of the Utopian language:
My king and conqueror Utopos by name,
A prince of much renown and immortal fame,
Hath made an isle that erst no island was,
Full fraught with worldly wealth,
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The Rhetoric and the Historical Context of Thomas Mores Utopia as Keys to Grasp its Political Message and Legacy
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reality, whereby the most obscure elements of human life, such as sex and crime
(in a word, evil) are not considered and therefore removed. This is the reason why,
in the twentieth century, the new concept of critical utopia has prevailed (Moylan,
1986, p. 46). This kind of utopia preserves the speculative and cognitive elements
linked to the idea of looking at reality from an outside point of view, but it no longer
considers reason as absolute and definite and abdicates the spirit of the system,
thus renouncing to the strong model offered by traditional utopia.
The Rhetoric and the Historical Context of Thomas Mores Utopia as Keys to Grasp its Political Message and Legacy
to the life of the State. Plato abolishes private property, not in order to establish
a society of peers, but an aristocratic community living off the labor of slaves
and serfs. His communism favors the ruling class with the aim of preserving its
morality, by not letting it occupy itself with earthly goods.
Platos society springs from an abstract idea of justice, creating institutions
that are the reflection of this ideal paradigm. More, instead, starts from a lucid
analysis of the evils of his days and from the acute consciousness that his society
was changing: feudal economy based on agriculture was about to be supplanted
by commercial capitalism and mercantile economy, which are based in towns. So,
Mores proposal of a communion of goods is not simply a method of distribution of
riches, but constitutes the foundation of equality and lays down the ethics of the
Utopians. Unlike Platos ideal Republic, Utopia has not got the hierarchical rigidity
of an archetype, and in this sense, Mores sense of the real of the otherwhere can
be linked to that infused by his contemporary Niccol Machiavelli in The Prince
(1516), and it is common to many treaties at the time on the various forms of
government and on the education and the role of rulers (Fortunati, n.d.).
More was also well acquainted with Aristotle, because he had attended Grocyns
lessons at Oxford: he had adopted the latters pragmatism, his experimental and
accumulative method and the idea of a community conforming to the laws of
nature. And in order to uphold his communitarian ideal, More makes Utopians
adopt a religious pluralism founded on a few rationally followed principles: the
immortality of the soul, the rewarding of goodness and the punishing of evil after
death. The Christian humanism of More is founded on the evangelical wisdom
attained from Biblical texts and from Classical philosophy. Utopians ignore
Revelation but believe in a supreme being. Tolerance is granted to all religious
faiths and any type of fanatical proselytism is forbidden, although preference is
given to humanitarian deism (More, 1999, pp. 106-107).2
Conclusions
To read Utopia without keeping in mind its historical context and the conceptual
re-elaborations of classical and medieval thought has produced anachronistic
On this topic see the Introduction by Margherita Isnardi Parente to Moro (2005, pp. xxviii-xxix).
267
268
and deviant interpretations. Too much emphasis should not be given to Mores
adhesion to Catholicism, and Utopia should not be read simply as nostalgia
for the monastic orders and the rural economy of the Middle Ages nor, on the
other hand, should one consider More as the speaker of a middle-class that was
hostile to the Church and the Aristocracy. Utopia is rather the work of a Christian
humanist who sees in authoritarianism the real social evil: his perspective is of
an ethical nature, because More claims the legitimacy of the search for happiness
on this earth, and the right to rationally criticize the society and the politics of
his times, inventing, by means of a speculative and rational activity, a society
founded and willed by men.
The contrasting interpretations spring from the very form of the text that, as
has been shown, is polysemic. Utopia is the ideal republic of a humanistic philosopher who was profoundly influenced by Plato, it is an Evangelic society that
has for model the first Christian communities, underpins a fierce satire against
the politics of the times and outlines a journey of initiation, leading to an internal
renewal (Prvost, 1969; 1978). It is an open text3: the new moral values described
by the humanist Thomas More equality between classes, the abolishing of private
property and the tolerance of differing religious faiths are proposed, without his
claiming them to be ultimate.
The complex balancing of the intentions of the author, the historical context
and the variety of critical interpretations seem to be the only guarantee against
distortions and strains in the analysis of Utopia, a text in which the modern
reader glimpses dangerous traces of dirigisme, authoritarianism, ethnic cleansing
and eugenics (More, 1965b, 2001). And in the eugenic rules there is revealed
also a patriarchal vision of society, which has constituted the main target of
feminist criticism. But for the contemporary reader the aspect that is the most
perplexing is the articulation of the discourse on the relationship with other
peoples and ethnic groups. If it is true that More exalts peace and stresses the
Utopians contrariness to violence and the shedding of blood, it is also true
that in their foreign policy they do not disdain from adopting means such as
diplomacy, cunning, and even corruption. If these means reveal themselves as
ineffective, Utopians engage in war, thus recognizing the principle of the bellum
iustum, which they dissemble skirting the use of arms personally, and employing
For the concept of Utopia as an open text in a political direction see Stephen Duncombe
introduction to his digital edition of Mores Utopia in More (2012).
The Rhetoric and the Historical Context of Thomas Mores Utopia as Keys to Grasp its Political Message and Legacy
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Parte 4
Vigencia del pensamiento utpico
Part 4
Validity of Utopian Thought
Resumen
La definicin de la utopa como irrealizable tal vez sea equivocada. Podra corregirse como, algo
posible que todava-no es, pero puede ser, ya que contiene los sueos soados en la vigilia y
las aspiraciones de la humanidad a un mundo con libertad, igualdad, justicia y dignidad. Esto
es posible a partir del relato de Toms Moro y del desarrollo del sistema filosfico elaborado
por Ernst Bloch. En este captulo se expone la lectura blochiana del texto de Moro, y se seala
que si bien hay pocas referencias a la obra del canciller ingls en la obra del filsofo alemn, el
contenido de su pensamiento fue fundamental para el desarrollo del pensamiento de este ltimo.
Palabras clave: Ernst Bloch, marxismo, Toms Moro, sueos soados despierto, utopa.
Abstract
The definition of utopia as something unreachable may be wrong. It could be changed to something possible which does not exist yet, but is still possible, because it comprises the dreams
dreamed during wakefulness and the mankinds hopes for a world of freedom, equality, justice
and dignity. This is possible based on both Thomas Mores narration and the development of
Ernst Blochs philosophical system. A Blochian interpretation of Mores text is presented in this
chapter and it is pointed out that, although the English chancellors work is barely mentioned in
the German philosophers one, his thought was fundamental for the development of his own work.
Keywords: Ernst Bloch, marxism, Thomas More, dreams dreamed awake, utopia.
BY
NC
ND
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Glvez, I. M. (2016). Ernst Bloch y la conceptualizacin de la utopa. En P. Guerra (Ed.), Utopa: 500 aos (pp. 273-292). Bogot:
Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia. doi: http://dx.doi.
org/10.16925/9789587600544
Chicago
Glvez, I. M. Ernst Bloch y la conceptualizacin de la utopa. Utopa: 500 aos. Guerra, Pablo (Ed.). Bogot: Ediciones Universidad
Cooperativa de Colombia, 2016, pp. 273-292. doi: http://dx.doi.
org/10.16925/9789587600544
Introduccin
Ernst Bloch fue llamado por Francisco Serra (1998) el filsofo de la utopa, ttulo
que tal vez podramos reclamar hoy para Toms Moro, ya que este ltimo fue el
creador del trmino y del gnero utpico. Hay una distancia de ms de cuatro siglos
entre ambos autores y, entretanto, se escribieron algunas utopas como la Ciudad
del Sol de Toms Campanella y La Nueva Atlntida de Francis Bacon, as como
experimentos concretos de creacin de sociedades utpicas como New Harmony
de Robert Owen en 1825, y los Falansterios de Fourier. Sin embargo, la literatura
utpica decidi otorgar este nombramiento a Bloch y no a Moro. Esto nos lleva a
analizar el por qu de tal denominacin, es decir, se buscar cul fue el estudio que
Bloch hizo del texto del canciller ingls, al punto que lo llev a alcanzar ese ttulo.
En este captulo no se trata de presentar la Utopa, ni la filosofa de la utopa.
Se trata, ms bien, nicamente de la presentacin del pensamiento de Moro a
travs de la lente de Ernst Bloch. Para esto analizaremos primero las referencias, y en segundo lugar los contenidos de esas referencias, todo ello en cuatro
puntos: 1. Anlisis de las referencias o faltas de ellas de Bloch a Moro; 2. Toms
Moro cre el trmino pero Bloch le dio el contenido conceptual; 3. Contenido de
utopa: relectura blochiana desde la perspectiva marxista, sobre todo insistir en
el aspecto socialista y comunitario de la isla de Utopa; 4. Finalmente muestra la
posibilidad de la utopa.
No hay referencias
Lo primero que se esperara encontrar es que Bloch manifestara con claridad su
deuda con Moro, y fueran por tanto abundantes en su obra las menciones a este
pensador. Sin embargo, sorprende que en la primera gran obra de Bloch, The Spirit
275
276
S hay referencias
A continuacin veremos algunas de las obras en las que Toms Moro es mencionado
explcitamente, pero tambin con la sorpresa que las referencias no son abundantes
ni centrales, o punto de partida para sus disquisiciones filosficas, sino unas ms
entre otras muchas, e incluso en grado menor en comparacin a las que realiza
de otros autores.
El principio esperanza, la monumental obra de madurez escrita en el exilio en
Estados Unidos, es la obra en la que se encuentra el mayor nmero de menciones
de Moro. Sin embargo, solo contiene 28 referencias a este autor. En cambio, hay
varios que lo superan con mucho, pues la mayor cantidad las tiene la Biblia con
ms de 350 citas de los libros o personajes bblicos, seguida de Goethe con ms de
150, luego Marx, Hegel, Kant, Lenin, San Agustn, Schiller, Shakespeare, Platn,
Aristoteles, Beethoven, Mozart y Wagner, en orden descendente.
277
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Sin embargo, haca falta la precisin del trmino, y en eso consiste el aporte
blochiano, en darle un contenido conceptual, el cual solo puede hacerse en el
contexto de una filosofa de la utopa. Bloch define la utopa como, rgano
metdico para lo nuevo. Condensacin objetiva de lo que est por venir (1980b,
p. 147). Esta definicin la inserta en el sistema filosfico que construye con este
propsito, y el cual da mayor importancia al futuro, al ser que todava no es. En
este sentido, su aporte consiste en introducir la palabra todava de modo que utopa
279
280
significara, el mejor lugar que todava no existe. Bloch traslada el concepto del
lejano espacio perdido en las islas del sur, al tiempo: es posibilidad todava perdida
en las penumbras del tiempo.
Desde el punto de vista antropolgico, Bloch sita al ser humano como el
sujeto de la utopa, encuentra la fuente de ella en los sueos diurnos, lo que se
manifiesta es el contenido de lo todava no consciente (opuesto a lo ya no consciente
de Freud), lo cual genera una esperanza docta, fundamentada, de la posibilidad
de ese futuro.2 Sobre el tema de los sueos Bloch comenta que ni siquiera las
utopas de la Edad Moderna de Moro, Campanella y Bacon o Fichte, desarrollaron
una psicologa de los sueos hacia el futuro, as como tampoco una gnoseologa
de lo real-posible en el mundo (Bloch, 1980b, p. 127).
Si bien las utopas surgen de los sueos soados en la vigilia, no se ubican
nicamente en el aire liviano de la imaginacin, sino que tambin responden
a las condiciones sociales de la poca anticipando el siguiente estadio: En San
Agustn influye la incipiente economa feudal; en Moro, el libre capital comercial;
en Campanella, el periodo manufacturero absolutista; en Saint Simon, la nueva
industria (Bloch, 1980c, p. 41). Bloch se refiere a que la utopa no solo responde
al pasado sino que, en cuanto orientada sobre todo al porvenir, de un modo anticipa el futuro real y concreto. Por esto se dirige a las utopas y rescata de ellas la
posibilidad del novum en la historia: La utopa de la libertad de Moro responde
en sus partes no comunistas a la forma parlamentaria subsiguiente de la poltica
interior inglesa (Bloch, 1980c, p. 42).
Bloch considera que los sueos soados en la vigilia de Moro se originaron,
por un lado, de la traduccin que hizo de los dilogos de Luciano de Samstata
(121-185 d. C.), pues existen ingredientes fantsticos parecidos a los que aparece
en la Vera historia; por otro, por los viajes a travs del ocano, el descubrimiento de
Amrica, la geografa legendaria, la isla venturosa, la abundancia de bienes, entre
otros hechos y relatos ms. Y concluye: desde los tiempos ms antiguos viene
hablndose de una vida mejor, como si esta existiera ya en algn lugar (Bloch,
1980b, p. 438). Habr que analizar ahora su contenido.
Todo esto lo he desarrollado con amplitud en mi tesis doctoral. Vase Glvez (2010).
281
282
283
284
libre de la familia, con tiempo libre para dedicarlo al cultivo de las necesidades
del espritu como el arte, la belleza y la fuerza corporal. Vivir segn la naturaleza
es considerado como virtud, y son cristianos por haber odo que Cristo aprob
la vida comunista de sus discpulos (Bloch, 1980c, p. 85). Hay libertad religiosa,
sin leyes pblicas que autoricen arrebatar una parte del jornal de los pobres (algo
que Marx llamar plusvala). Finalmente, Utopa es, en gran medida, algo no
llegado a ser terrenamente, algo proyectado en la tendencia humana a la libertad:
un mnimo en trabajo y Estado, un mximo en alegra (Bloch, 1980c, p. 86).
Bloch se proclam ateo desde muy temprana edad, contrario a Moro que era
catlico. Sin embargo, al ser el centro del pensamiento de Bloch el descubrimiento
de la utopa y del marxismo, no tiene problema el filsofo alemn en aceptar
incluso el pensamiento religioso. Descubre que la utopa de la libertad, la vida
comunitaria, la igualdad de bienes tambin est presente en la Biblia. Conoca
muy bien este libro porque form parte de su tradicin cultural, lo estudi
buscando semillas de utopa social en su contenido y en el anlisis posterior de la
religin, tal como lo expuso en Atesmo en el cristianismo. Este anlisis de la Biblia
fue retomado posteriormente en Europa a travs de la Teologa de la Esperanza
(Jrgen Moltmann),3 y en Amrica Latina por la Teologa de la Liberacin, pues
estos movimientos fueron encontrando un Dios liberador que critica duramente
la injusticia y desigualdad.
Bloch siempre se defini como marxista, pero sin pertenecer al Partido
Comunista. Estaba convencido de la propuesta de una nueva sociedad con justicia
y dignidad, tal vez no actual, pero s futura. Entre las alternativas posibles para su
regreso de Estados Unidos prefiri a Alemania Oriental, porque estaba seguro de
que ah se estaba viviendo el socialismo. Cuando lleg a Leipzig fue condecorado
por el gobierno por sus aportaciones a la filosofa, pero poco despus se volvi
crtico del rgimen. Critic la experiencia concreta de la Unin de Repblicas
Socialistas Soviticas (urss), y de Alemania Oriental, porque no correspondan
propiamente a lo propuesto en el marxismo. Fue acusado de revisionista, lo
Jrgen en Teologa de la Esperanza (1965) menciona explcitamente a Bloch en la introduccin: El Dios de quien aqu se habla no es un Dios intramundano o extramundano,
sino el Dios de la esperanza (Rom 15, 13); un Dios que tiene el futuro como carcter
constitutivo (E. Bloch), un Dios tal como le conocemos por el xodo y por las profecas
de Israel. Y de modo especial, Jrgen y Hurbon en Utopa y esperanza , Dilogo con Ernst
Bloch (1980). Jon Sobrino hace continuas referencias a Moltmann en Cristologa desde
Amrica Latina (1997).
Lo que interesa en la utopa es su orientacin a la felicidad, no la forma novelada en que se presenta (es aqu donde se vierte la mayor parte de la crtica a la
posibilidad de la utopa), por eso afirma Bloch: cuando se trata de utopas, estas
no tienen que ser contadas, sino pesadas (Bloch, 1980c, p. 109). Por eso, a lo que
apunta la utopa social es a una economa libre de empresarios, a la satisfaccin
de las necesidades, a la felicidad comunista y, en este sentido, comenta Bloch, solo
las utopas sociales del siglo xix con Owen Fourier y Saint-Simon son sucesoras
de la misma talla que Moro, con todo y sus diferencias, pues ms adelante aclara:
285
286
Posibilidad de la utopa
El relato de Moro queda en la imaginacin, como algo deseable pero imposible. La
forma de vida que ah presenta trastoca los valores de una naciente burguesa en la
que, desde sus inicios, se manifiesta la alta capacidad destructiva de la humanidad
al preferir el oro al ser humano, o ms an, a costa del ser humano. Esta situacin
cambia cuando se toma en cuenta el concepto blochiano de utopa referido a todo
aquello que est por venir, refirindose de manera clara a que la utopa no es un
relato, un sueo o un deseo, sino tambin una realidad futura, posible.
Bloch aclara que la utopa se encuentra en los sueos soados en la vigilia
debido a que busca algo mejor. Solo en los sueos soados en la vigilia el soador
287
288
289
Conclusiones
Bloch busca las huellas de todo lo que pueda ser utopa o prefiguracin de un
mundo mejor, y el concepto que mejor lo expresa es el de utopa. Se interesa ms
por el concepto que por el contenido novelesco del texto de Moro, lo reconoce como
autor del trmino pero lo proyecta al desarrollar una filosofa de la utopa. Recoge
las aspiraciones de libertad, igualdad y comunitariedad de Moro, las combina con
la aspiracin del marxismo y de la religin, y las proyecta como posibilidad en un
mundo futuro por construir.
Se pueden encontrar algunas coincidencias entre Moro y Bloch: ambos son
utpicos, ambos son crticos de la sociedad de su tiempo, ambos proponen la
posibilidad de construir una nueva sociedad con justicia y dignidad, ambos no
pasan de hacer un proyecto ideal. Esta posibilidad se qued en un relato en la
obra de Moro y, en cambio, Bloch la supera con mucho a travs de la elaboracin
conceptual. Pero sin la imaginacin de Moro no hubiera sido posible la conceptualizacin de Bloch. Herbert Read (1957) afirm que primero fue la imagen y despus
la idea, el arte antecede a la conciencia humana. La utopa de Moro anticip la
conceptualizacin posterior que hizo Bloch, y a otras realidades futuras. Aunque
el filsofo de la utopa se olvidara del canciller ingls, ningn texto moderno de
Occidente sobre la utopa podr negar la paternidad de Moro. Si bien Bloch no
menciona constantemente a Moro en sus textos, el pensador ingls y su escrito
siempre estn presentes como trasfondo en la obra de Bloch.
Todo pareca haber quedado en relatos imaginarios, no obstante, tambin hubo
experiencias concretas como los falansterios de Fourier en Mxico, New Harmony
y las cooperativas de Owen. Otros reconocen que las misiones de Vasco de Quiroga
en Michoacn y las reducciones jesuitas del Paraguay estaban inspiradas en este
modelo de sociedad prefigurado por Moro.
El rgimen de vida en las reducciones era comunitario y los bienes de las reducciones
(incluidas las tierras) pertenecan a la reduccin, sin que pudiesen ser enajenados y
es aqu quizs donde Martn Pinto y Gonzlez Matas se muestran ms originales al
Referencias
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jesuticas de los guaranes en el Paraguay. Una utopa hecha realidad. Recuperado de http://
www.eumed.net/rev/historia/06/jesuitas-guaranies.html Acceso 29/09/2015
292
Abstract
A centuries-old practice persists on the island of Java, Indonesia, whereby utopian prophecies
are used not only to critique the socio-political order of the day but also to outline an ideal form
of government for the future. The prophecy text is attributed to a 12th century king, Jayabaya.
This historical figure is celebrated as a just king (ratu adil) and as an incarnation of the Hindu
God Vishnu, who is said to manifest periodically in human form to restore the world to order and
prosperity. The prophecy predicts the present time of madness (jaman edan) will culminate in
a major crisis, followed by a restoration of cosmic harmony within a utopian society. Not unlike
the work of Thomas More, and the genre of western utopian literature in general, the political
concepts outlined in this Indonesian literary tradition have been a perennial source of inspiration
for political change.
Keywords: imagination, Indonesia, Java, prophecy, time, utopian literature.
Resumen
Una prctica centenaria persiste en la isla de Java, Indonesia, en la que profecas utpicas son
usadas no solo para criticar el orden sociopoltico actual, sino tambin para trazar una forma
ideal de un futuro gobierno. El texto proftico es atribuido a Jayabaya, un rey del siglo xii. Esta
figura histrica es reconocida como un rey justo (ratu adil) y como una encarnacin del dios
hind Vishnu, quien se manifiesta peridicamente en forma humana para restaurar el orden
mundial y la prosperidad. La profeca predice el presente tiempo de locura (jaman edan) que
culminar en una gran crisis, seguida de la restauracin de la armona csmica en una sociedad
utpica. A diferencia de la obra de Toms Moro y del gnero literario occidental en general, los
conceptos polticos esbozados es esta tradicin literaria indonesia han sido una fuente perenne
de inspiracin para el cambio poltico.
Palabras clave: imaginacin, Indonesia, Java, profeca, tiempo, literatura utpica.
BY
NC
ND
294
Reuter, T. A. (2016). The Once and Future King: Utopianism as Political Practice in Indonesia. En P. Guerra (Ed.), Utopa: 500 aos (pp.
293-315). Bogot: Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia.
doi: http://dx.doi.org/10.16925/9789587600544
Chicago
Introduction
This chapter presents an analysis of a long-standing socio-political practice on the
island of Java, Indonesia, whereby a set of classical utopian prophecies are used
to critique the political order of the day. This oral and textual tradition outlines
an ideal form of government and thus serves as a source of utopian aspirations.
Authorship of the most popular corpus of prophecies is attributed to a 12th
century king, Sri Aji Jayabaya. While this attribution cannot be verified historically,
Jayabaya is certainly a historical personage. He is famously credited with reuniting
and restoring the realm of Kediri in eastern Java after a period of division and
conflict, and with commissioning some of the greatest works of classical Javanese
literature (kekawin). The two large remaining royal houses of contemporary Java,
Yogyakarta and Surakarta, both trace their descent to King Jayabaya.
In a number of authentic royal inscriptions, dating back to the 12th century,
Jayabaya is celebrated as the epitome of a just king (ratu adil) and, indeed, as an
incarnation of Vishnu, the Hindu God who is said to manifest in human form
(menjelma) periodically at times of severe crisis in order to restore the world to
harmony, justice and prosperity (Buchari, 1968). This theme of the return of the
just king is central in the later texts of the prophecies.
The Jayabaya prophecies specifically predict a coming crisis of epic proportions,
which the text refers to as the time of madness (jaman edan). For the majority
of Javanese the description of this crisis, as provided in the prophecy texts (for
example, that women will wear mens clothing, and young people will cease to
respect their elders), closely resembles actual societal conditions of the present
day. This state of chaotic disorder and moral decay is predicted to culminate in
a major calamity, followed by a return of the king and a restoration of cosmic
harmony in the form of a utopian society. At various times, certain individuals
have proclaimed themselves as the new ratu adil, and a few of them gained some
recognition in connection with 19th century rebellions against Dutch colonialism.
While the achievement of Indonesian independence in 1945 brought to an end this
particular crisis of colonial domination, the majority of my Javanese interlocutors
believe that a deeper crisis of social injustice continues unabated until today, and
that the just king has not yet returned.
I shall illustrate that, similar to the work of Thomas More that is being
commemorated in this volume and similar also to the wider genre of utopian
literature that evolved from it in Europe and beyond, the utopian concept of just
295
296
prophets and others shape the future through the exercise of imagination. This
Javanese concept of budi reaches beyond the limits of rational thought and can
best be compared with the faculty of active imagination as described by Henry
Corbin (below).
While western utopian authors may not be systematically trained to develop
the spiritual faculty of prophetic foresight, readers often do credit them with a
special ability to predict what lies ahead, based on a special depth of understanding of the fundamental socio-psychological forces and historical dynamics that
shape human affairs now and into the future. And all utopian fiction is certainly
an exercise of creative intelligence insofar as it imagines the necessary conditions
for a better future. It is on this basis that a comparison is possible.
The aim of this chapter is to add some much needed cross-cultural diversity
to the study of utopianism, as well as using the comparative method to identify
some of the reasons for the universal appeal of utopianism.
Despite of the exceptional influence the Jayabaya corpus of prophetic utopian
literature has had on Javanese political thought, the only attention this literary
tradition has drawn in the west was from 19th century Dutch colonial government officials, who were rightly fearful of the prophecys inspirational role in the
Indonesian independence struggle.
The influence of this literature has been consistent from the colonial period
until now. Most contemporary Indonesians are still familiar with the prophecies
today, and many modern writers utilize the text as a resource or simply as an
excuse to reflect on the past, present, and future of their country. Consistently,
this literature has risen to new peaks of popularity every time there has been a
serious crisis in Indonesia, and each time it is interpreted anew to reflect the spirit
of the times. In the struggle leading up to Indonesian independence in 1945 and
ever since, for example, one widely recognized interpretation of the ratu adil (just
king) concept for todays world is that it signifies democracy.
Such consistent practical use of a body of utopian literature for articulating
changing popular aspirations for the future is very interesting because it has few
parallels in Western societies. Modernism and science, though they both have
utopian beginnings, have instilled such a powerfully realist attitude in the western
mind that political utopianism is often and all too easily dismissed, nowadays, as
a phantasy. While the phenomenon of creative imagination is not entirely ignored
by mainstream science, this important human faculty is not afforded the serious
epistemological status it deserves as a source of truth. Rather, imagination is more
297
readily associated with falsehood, with the unreal. As Henry Corbin (1977/1989,
p. 1) has aptly put it,
298
It is a long time [] since western philosophy [], drawn along in the wake of the
positive sciences, has admitted only two sources of Knowledge (connaitre). There is
sense perception, which gives the data we call empirical. And there are the concepts
of understanding (entendement), the world of the laws governing these empirical
data Yet the fact remains that between the sense perceptions and the [] intellect
there has remained a void. That which ought to have taken its place between the
two, and which in other times and places did occupy this intermediate space, that
is to say the Active Imagination, has been left to the poets. The very thing that a
rational and reasonable scientific philosophy cannot envisage is that this Active
Imagination in man should have its own noetic or cognitive function, that is to say,
that it gives us access to a region and a reality of Being which without that function
remains closed and forbidden to us. For such a science it was understood that the
Imagination secretes nothing but the imaginary, that is, the unreal, the mythic, the
marvelous, the fictive.
its very significant role in Indonesias political history and contemporary political
practice. The analysis of the religious cosmological foundations that support the
Javanese idea of futurology will be supported by a critique of modernist notions
of rationality, from the perspective of which prophetic and other forms of utopianism are all too easily dismissed. While there have been a number of studies of
millenarianism in Java (Kartodirdjo, 1970; Suwandi, 2000; Florida, 1995), this
social science-based literature tends to ignore the epistemological status of the
prophetic-utopian imagination, and thus tends to explain away the phenomenon
with narrow, functionalist arguments.
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300
quickly and are then out of print. Almost everyone today has heard of the essential
tenets of the prophecy and its utopian vision from such late editions.
In the course of my very extensive search for the original literary sources of
this tradition I collected, transcribed and translated more than sixty different
early handwritten versions in Javanese language and sometimes still in Javanese
script, some in prose and some in traditional poetic meters, adding up to about
1.000 pages of material. (Later, published versions of some of the same texts are
available in Indonesian language, but unfortunately these modern translations
are often incomplete or selective and their authors often do not even mention the
source document). The earliest complete written Jayabaya prophecy text I was
able to locate is from the royal library at the Pakualaman palace in Yogyakarta.1
The scribe notes that he is transcribing this text in the year 1835, and hence it is
evidently a copy of an earlier, 18th century text (date unknown).
In the foreword to the 1835 edition the scribe complains bitterly that his
predecessor has Islamised the ancient narrative, warning that such a shamefully
manipulation of sacred knowledge can lead to dangerous personal consequences for
the scribe and will confuse the public with false interpretations. It is not difficult
to see what the concerned scribe is referring to. For example, the text names the
Sultan of Rum (Constantinople / Istanbul) as the one who initiated the original
human settlement of Java rather than the Hindu saint Aji Saka, who is commonly
named as the founder of civilization in Javanese folk tradition and in classical
Javanese literature. A scribe in a royal library would have been well aware that
this modification of the text was a conscious act of historical revisionism.
Nevertheless, the 18th century Islamized text by and large still follows the plot
of an earlier, Hindu version, as is evident from what fragments of the original Hindu
version can still be found today in other manuscripts. Most written versions I was
able to collect show some signs of a superimposed Islamic theology and eschatology. Of these, the writings of the Surakarta poet and royal scribe Ronggowarsito,
who was the first to massively popularize the genre in the late 19th century, are
perhaps the most well-known today. Meanwhile, the oral versions of the Jayabaya
The text (local catalogue code 0061 / PP / 73; or Girardet 58560) is called Serat Piwulang and
the relevant subsection of this collection is called Jangka Jayabaya. An unnamed palace scribe
created this annotated collection from a variety of earlier manuscripts, upon the request of
King Paku Alam II (1829-1858).
301
302
prophecy I have been able to collect are more conservative, and retain most of the
earlier Hindu themes.
Reconstructing a hypothetical original version of the text would be a complex
philological project, rather than an anthropological one, and most likely to be
futile. It would also lead away from the purpose of understanding the prophecies
as they are read in Javanese society and used in politics. From this more practical
perspective, it could even be argued that the fusion of Islamic and Hindu ideas
in the prophecy texts did them no harm, but made them all the more inclusive
and effective as a means of political mobilization in a slowly Islamizing society. If
the texts have changed it is because Javanese society has also changed, and this
in itself is a perfect demonstration of how alive and strong this literary tradition
continues to be.
Jayabaya has been compared to Nostradamus in the Western world, but
the Jayabaya phenomenon is rather different in that his prophecies are not at all
marginal or confined to esoteric circles. They are an immensely popular, widely
respected and significant statement about the ideal political order of society, and
it is this that makes them so useful as a key for understanding Javanese society.
The prophecies first received attention in the West when one of the texts
was found and translated by a Dutch scholar in the mid 19th century (Hollander,
1848). This interest arose from the fact that one of the predictions in the prophecy
(which has been fulfilled) is that Java would be freed from the rule of the foreign
oppressors from Nusa Prenggi (Europe) with the rise of a Just King or Ratu Adil
who like Jayabaya would come to earth as an emissary of Allah (similar to the
Imam Mahdi of Middle Eastern Islamic prophecy) or, in the original Hindu version,
as a living incarnation of the supreme deity Vishnu. This prophecy inspired a
number of serious rebellions against the Dutch colonial regime. The most famous
one, perhaps, was under the leadership of Prince Diponegoro, who was widely
believed to be the predicted saviour or ratu adil at the time (Carey, 2012). Another
common designation for this saviour figure is satrio piningit, the hidden knight
or warrior. Rumours of the appearance of this figure circulate time and again,
until this very day, and with special frequency at times when the country is seen
to be in a state of crisis.
In order to gauge the influence of this textual tradition, I conducted an extensive search for references made to the Jayabayas prophecies in many hundreds of
newspapers and magazines published during the 20th century. I found abundant
evidence of the ceaseless attempts by Javanese journalists and magazine writers
to relate the texts to the current events and political struggles of their times.
Importantly, the research shows that a steep rise in the frequency of such references
occurred during every major political crisis of the 20th century.
The first and greatest of these crises was the struggle for national independence. The prophecies were incredibly important during the colonial period, and
were frequently mentioned in the political speeches and propaganda material of
the independence movement. Indeed, after the Japanese invasion that caused the
Dutch colonial government to flee into exile, the movements leader, Sukarno,
commissioned the publication through the Ministry of Information of a curious
book entitled The Role of the Jayabaya Prophecies in Our Revolution (Mataram, 1950).
When the Dutch made their short comeback attempt after the end of the Second
World War and the departure of the Japanese troops, they seized all copies of the
book at the printers, and destroyed them. The book was later reprinted and, in his
foreword (pp. 17-21), the former resistance leader, Sukarno now the first President
of independent Indonesia praises the prophecies of Jayabaya for inspiring the
liberation struggle. He also stresses, however, that the just king (ratu adil) of the
prophecies is not to be understood as a person (responding perhaps to the fact that
he himself was frequently seen as the ratu adil) but rather to a republican nation
state based on equity, justice and an ethos of service to the people.
This republican reinterpretation of the ratu adil concept is one shared by many
contemporary Indonesians, and yet the personalistic element characteristic of the
idea of just kingship was never quite relinquished. As much as it may rely on
institutionalization, a modern state too is rightly seen in Java to require a ruler or
a ruling class who are able to embody the abstract principles of democratic justice
within their moral attitude and thus to turn a mere theory into actual justice. Alas,
not every president or democratic government lives up to this moral standard.
Indeed, the prophecy text list a long succession of future heads of state claiming
to serve the people but failing to do so. Every time Indonesia has a new president
he is thus identified as one of the future rulers of variable merit already predicted
by Jayabaya. For example, interim President J. Habibie (1998-1999) was frequently
identified as the ruler whose brief reign the prophecy had predicted to last only
as long as the life of the maize plant (sepanjang umur jagung).
The second major crisis that sparked new interest in the Jayabaya prophecies
took place in 1965 when General Suharto replaced the charismatic founding
President Sukarno in a bloody military coup. Suharto was seen and saw himself as
more closely associated with the prophecies of Sabdapalon than those of Jayabaya
303
304
The use of terms such as curve, roundness or sphere in reference to higher dimensions
is ultimately only metaphorical because it is a concept derived from three dimensional
experience.
305
306
and yet full). Spiritual practice thus is said to make possible a direct encounter
with a deeper reality that is beyond time and yet includes it.
When a practitioner of Javanese mysticism displays a capacity to prophesize
the future accurately, this is regarded as one kind of evidence to show that their
inner Self (sukma) has awoken, they have merged with the divine intent, and hence,
they are able to see the future and past in the present from the higher perspective
of eternity. Note that it is not for a mere person to achieve such mastery of divine
powers. Any such claim would simply be regarded as a case of ego inflation in Java,
and attributed to incorrect use or deliberate abuse of spiritual practices. Rather it
is the divine cosmic self (tiyang) that achieves mastery over the finite personality
(wong) and manifests itself in this way, though perhaps with the conscious consent
of the person concerned. Note also that I am departing somewhat from Javanese
tradition, according to which it is futile to try and express such experiences in mere
words, and which, for that reason, prioritizes practical spiritual instruction instead.
Similar beliefs and practices may be found in some esoteric or New Age circles
in the West, but a very profound difference is that in Javanese society mystics enjoy
great respect and significant political influence. During my research on religious
change in Java, I was surprised to discover that, during their candidature, both
President Wahid and Megawati had visited sacred sites associated with the Jayabaya
prophecy, such as the Loka Moksa Jayabaya in the village of Pamenang, Kediri. In
doing so, they were following a tradition begun by the first president, Sukarno, or
perhaps earlier. The Loka Moksa marks the site where the prophet-king Jayabaya
is said to have vanished, having achieved moksa or spiritual liberation and hence
leaving no mortal remains behind.
These and other leading politicians also regularly visit spiritual leaders whose
knowledge of the prophecy is believed to be profound, not because they would
ever bother to study the actual texts but because they are believed to have direct
access to the spiritual (invisible, inner) world (alam gaib). In other words, they
are able to access the same source from which Jayabaya drew his knowledge of
the future in the first place. These contemporary Javanese masters of the spirit
world are responsible not only for reinterpreting but also for implementing the
prophecy, and thus they are believed to have the power to decide who will become
the next president.
Here the prediction of the future becomes inseparable from the making of the
future because the personal will and vision of such persons is said to be in alignment
with the divine intent (karsa) or inner momentum of the macrocosm. Whatsoever
307
308
Since the Renaissance modern science has provided the dominant model
of truth in Western society with regard to the natural world, while an equally
dominant and closely related model of human relations has been provided by
capitalism and its modernist Protestant ethos, as described in the classic work
of Max Weber (1904/1958). Gradually, the materialist rationalism of science and
capitalism have provided us with such a powerful description of the world as
it is, that any alternative ideas other cultures may entertain about the nature of
reality are routinely dismissed as a false proposition; as a mere belief. Among
many other things, this conservative attitude fails to consider that the prophetic
imagination helps us to change the world and shape the future precisely because
it is independent of objective facts. As Castoriadis (1998) has observed, the
imaginary is as important as our awareness of the manifestly real when it comes
to providing us with the motivation for engaging in action and social change.
In other words, what is merely believed today, may become tomorrows reality,
because both utopian and dystopian prophecies are often self-fulfilling, and fiction
becomes fact. This is why utopianism continues to have broad appeal even in the
most modernist societies.
What is held to be real in contemporary late modern society, following
Baudrillard (2005), is not in fact scientific in any case. It is rather an imagined
and increasingly simulated reality that has condensed into what Baudrillard
calls the hyper-real. To the extent that our reality is made to appear to us as a
natural state of affairs, rather than being recognized as a human creation based
on imaginative human actions in the past, Baudrillard shows that people in many
contemporary societies are prevented from re-imagining and recreating reality.
We find it particularly difficult to question and challenge the experience of the
hyper-real through new, active imaginings because this hyper-reality is so heavily
promoted and pressed upon us within a public space dominated by electronic
media. As our attention is drawn increasingly into the virtualised reality sphere
of a media landscape shaped by a small number of private owners, the imagination is not just paralysed but colonised by vested interests. For example, we are
still being distracted from paying heed to the deteriorating material conditions of
modern life by the widespread denial in the media of growing scientific evidence
of an impending environmental disaster. We have become entrapped in the iron
cage of a totalizing myth that still wears the mask of descriptive realism but is
no longer scientific in the genuine explorative sense, and which discourages us
An example is mediated imaginary created in on-line interactive cyber worlds, such as Call
of Duty, a game that has captivated the minds of tens of millions of young adults, teenagers
and children. The players are provided with the opportunity to make decisions within a virtual
reality scenario, but their imagination is not creative. Rather, the rules of engagements and
the imagery are all provided for them, and lead the players into a world wherein brutality
is normalised. Not even the international rules of warfare are enforced in this apocalyptic
scenario. Unthinking violence towards anyone designated from above as an enemy, including
civilians, and self-interested loyalty to ones own horde of fighters appears to be the only
moral principles. The popularity of this game is a mark of how appealing the apocalyptic
archetype has become in the collective unconscious of late modern society, or perhaps, what
kind of future we are actively being prepared for.
309
310
the prophecy texts consists of at least ninety per cent historical description of well
known past events and only ten per cent of future predictions. This is not dissimilar from the scientific approach to prediction, which is based on observation of
a sample set of past events with the aim of determining patterns of recurrence in
these events and defining these patterns systematically. In short, scientific predictions rely on the formulation of natural laws or, at least, where that is impossible,
on statistical description of observable historical patterns that are likely to recur
within future trajectories. Similarly, the prophecy texts first strive to establish a
historical pattern.
Observing the fluctuations of the political fate of the island of Java past,
present and future the texts describe regular alternations between righteous
and tyrannical governments. They also point to a second, more long-term pattern
or trend whereby the low points in these short cycles increase in depth and the
crises become more frequent. This observed pattern is predicted to continue into
the future, leading to a gradual decline of civilization and culminating in a major
cataclysm. This cataclysm is predicted to occur in the year 2100. The meaning of
this date is uncertain and disputed, however. To begin with, the meaning of this
number is unclear because several different calendars are used in Java. The main
task of the interpreter thus is to pinpoint where exactly the present moment is
being described in the text, which can then serve as a temporal anchor.
Some contemporary interpreters of the prophecy say that a massive natural
disaster will occur very soon, but a lot of this kind of commentary belongs within
the common order of doomsday predictions, which we are all well familiar with
from the millenarian Christian fringe in the United States and elsewhere (Hall,
2013). Current scientific research about climate change shows, however, that we
have not quite abandoned the art of prediction in the west and that dystopian and
utopian visions can also be based on science.
may produce positive outcomes in human terms insofar as they dare to posit a
future based on values and ideals rather than on observed facts.
It seems that, in this period of late modernity, we often find it difficult to give
ourselves permission to imagine and thus produce a new world more commensurate with our highest aspirations and most genuine needs because the world is now
located altogether outside of us, objectified and apprehensible only via the mental
mirror of a transcendental subject or Ego. In the world of Javanese prophecy, by
contrast, the enlightened subject (tiyang) knows the world directly because it is the
world; it knows from the position of an immanent subject inseparable from and
resonating with that greater subject that is the spirit of the entire universe. This is
a formless kind of knowing, without separation and hence without in-form-ation.
Fundamental human needs, such as creating happiness, beauty or goodness,
are not necessarily well served by modernist forms of rationality based on the
notion of a transcendental subject, nor by the instrumental rationality of a capitalist modernity that views everyone and everything as mere objects and lifes
purpose as a quest to reunite with this objectified world through consumption.
Seen from this perspective, our modern worldview contains a great deal of its own
irrationality and fetishism.
It may have once seemed reasonable to assume that a firm commitment to
scientific realism ought to ensure that our worldview is sound and objective.
However, such realism has caused us to lose sight of the deeper truth that as
Clifford Geertz (1973) famously observed worldviews are models for (achieving
goals), not just models of (reality). For example, if we think that inequality is a
natural consequence of market competition then it may seem natural and inevitable that the present economic system disadvantages the little people whose
fate is so often citied in the Jayabaya prophesies as the best barometer to measure
the quality of the government at any given time. Such pseudo-realism mythologises
reality, and arises from a failure to recognise how we choose to make certain conditions real, how we produce and reproduce them, until they gain the appearance
of natural phenomena. Utopia thus reminds us that Corbins active imagination is
an intrinsic human capability that serves as a necessary antidote to false realism,
and perhaps constitutes our only hope for escaping Max Webers iron cage.
The ideal political economy envisaged in Javanese prophecies is rather different.
It is essentially based on a spiritual model of righteous government, whereby a
governments success and the virtue of those at the top of the hierarchy, kings and
presidents alike, can be measured by the extent to which the wong cilik, the little
311
312
people, the man and woman in the street, are able to live in peace and prosperity
and freedom from oppression and usury. Jayabayas reign is reputed as a period
where such benign conditions prevailed, because he was an enlightened, spiritual
ruler and hence in tune with the needs of the many and with the cosmos as a
whole. The texts describe conditions very similar to those prevailing among the
Utopians in Mores work: The common people under Jayabayas reign and the
reign of all just kings are said to be taxed lightly, their hours of labor are short,
they do not suffer from the capricious deeds of powerful individuals but can rely
on the good sense and compassion of the king and his officials. The prophecies
thus envisage the possibility and describe the characteristics of government in a
new golden age, when once again the forces of light will rule supreme on earth,
though it may be preceded by a time of great turmoil. No more than a fanciful
dream, some may say. But woe be us if we do not dare to dream!
The dominant late modern discourse of instrumental rationality, of course,
is not uncontested in the West, nor is modern Java removed from its influence. If
I have somewhat dramatized the differences it is only for the sake of illustration.
Nevertheless, the degree to which the world of spirit is acknowledged in Java in
everyday life, and even in national politics, is quite remarkable. Nowhere is this
attitude more evident than in the great importance the Indonesian people and
national elite alike attribute to the prophecies of Jayabaya.
Whereas in the imagery of Thomas More utopia is a place far removed in space,
to Javas utopian thinkers it is remote in time. Javas cyclical utopia has occurred
before in golden ages past, such as the period of Jayabayas reign, and utopia is
bound to happen again when the next golden age supersedes our present age of
living dystopia, the age of madness (jaman edan). Then only can the world be
healed and restored.
Some Islamic versions of the prophecy text incorporate the idea of a judgement day derived from the Abrahamic tradition, an idea that was foreign to the
textual and mythic thought of Hindu-Buddhist-Javanese civilization. The classic
Javanese narrative spoke only of a world fallen into decay, destined to be restored
one day to renew the cycle. Note that Java is nevertheless familiar with the idea
that the world may one distant day reach the end of a greater cycle, the cycle of
Shiva the redeemer, when the universe and all existence will return to a state of
non-being (ketiadaan). Vishnu, the life giver, by contrast, is the master of the shorter
cycles by which the world is damaged and repaired, and the Jayabaya tradition is
undoubtedly Vaishnavite.
The title of this chapter, The Once and Future King, is of course an allusion
to T.H Whites famous rendition of the Arthurian literary tradition (White, 1958),
and I should at last explain the meaning of this reference. No matter whether it
is Javas Jayabaya or Britains Arthur, the just king, people say, is bound to return
at one time in the future. Justice is recognized in both narratives as an eternal
cosmic principle, and hence the just king is an archetype, a potential in the mind
of every man and woman, ever-present, immanent in the land itself. The just king
principle is thus said to reside eternally in the sacred space of utopia, that is, in
no particular place, while any particular manifestation of just government can
only last for a limited time, and often all too briefly, within this quotidian world.
This cluster of ideas is indeed an ancient Indo-European mythological theme
that made its way via India to Java. Thomas More is bound to have been familiar
with the western, Arthurian interpretation of this theme, which may explain some
of the parallels. His departure from such earlier, royalist models of just government
has much in common with the 20th century republican reinterpretations of the
Jayabaya corpus of literature and its ratu adil ideal in Java, at a time that marks
the entry of Indonesia into the fray of modernity.
In the final analysis, there can be no doubt that the utopian impulse is a
universal project founded upon our unique and sublime human capacity for
creative imagination.
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Resumen
Tras los imaginarios y paradigmas sobre el desarrollo, se puede identificar un conjunto de ideas movilizadoras en una perspectiva utpica o distpica que se encuentran en referentes de la modernidad, como
tambin en la etapa contempornea, y que son sustento de las ideas constantes que movilizan muchas de
las acciones y prcticas que inspiran la conformacin de los paradigmas relativos al desarrollo en el siglo xxi.
Su vinculacin con la historia de las ideas, mentalidades e ideologas que configuraron el mundo dominante
y las contraculturas que se manifiestan en la aldea global en grupos humanos, tradiciones y sistemas de vida,
evidencian el conflicto de cosmovisiones e ideas a ser abordadas a travs de un hilo conductor que exponga
cmo se hacen presentes las formas del trabajo y la autogestin, el cooperativismo, los mnimos sociales o
las rentas bsicas de subsistencia, la economa social y solidaria, as como el empoderamiento comunitario
y social en polticas de desarrollo planteadas por programas de gobierno y movimientos sociales en algunos
pases de Amrica Latina. Las teoras ticas del desarrollo buscan dar una respuesta normativa, lo cual implica
un intento por responder a algunos interrogantes, tales como, qu debe plantearse por (buen) desarrollo? O,
qu debe tenerse por un desarrollo autnticamente humano y sustentable, es decir, integral? Este captulo
se propone identificar ideas y prcticas en paradigmas de desarrollo inspiradas directa o indirectamente
en Utopa, de Toms Moro, a principios del siglo xxi en Amrica Latina, focalizando en la relacin tica y
desarrollo en su perspectiva de historia de las ideas.
Palabras clave: tica, izquierdas, progresismo, prospectiva, Toms Moro, utopa.
Abstract
Behind the imaginaries and paradigms about development, a set of mobilizing ideas can be identified from a
utopian or dystopian perspective found in reference points of modernity and contemporary period as well,
supporting the constant ideas which mobilize many of the actions and practices which inspire the formation
of development paradigms in the 21st century. Its connection with the history of the ideas, mentalities, and
ideologies which configured the dominant world and the countercultures expressed in the global village in
human groups, traditions and life systems, evidences the conflict of worldviews and ideas to address through
a guiding thread. This guiding thread must set forth how they are present in development policies proposed
by governmental programs and social movements in some Latin Americas countries: working and self-management forms, cooperativism, social minima or basic subsistence incomes, social and solidarity economy as
well as social and community empowerment. The ethical theories of development seek to give a regulatory
response, which means an attempt to answer some questions such as: what should be understood by (good)
development? Or, how should an authentically human and sustainable development, that is, comprehensive
be defined? This chapters purpose is to identify ideas and practices in development paradigms, inspired
directly or indirectly by Thomas Mores Utopia at the beginning of the 21st century in Latin America, stressing
the relation between ethics and development from its history of ideas perspective.
Keywords: ethics, left wing, progressivism, prospective, Thomas More, utopia.
BY
NC
ND
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Villarreal Durn, N. (2016). Utopa de Toms Moro y ticas subyacentes en algunas cosmovisiones del desarrollo en el giro progresista de
Amrica Latina en el siglo xxi. En P. Guerra (Ed.), Utopa: 500 aos (pp.
317-343). Bogot: Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia.
doi: http://dx.doi.org/10.16925/9789587600544
Chicago
Antecedentes
Las respuestas que se generaron en Amrica Latina a partir de las crisis de fines del
siglo xx y principio del xxi, conllevan un marco neo-desarrollista que tiene diferentes
nfasis en lo que se ha denominado el giro progresista, hoy en cuestionamiento,
en crisis o reformulacin. En este proceso emerge un vnculo entre la tica y el
desarrollo que nos interesa respecto a qu inspira la relacin Estado-comunidadmercado, en consideracin a las ideas fundamentales de Utopa, de Toms Moro.
La apuesta a un desarrollo autnomo e imaginario inclusivo e igualitario que parte
de una desigualdad estructural distpica.
Este captulo aborda la pregunta, cmo se articulan tica, desarrollo y utopa
en las propuestas de desarrollo de lo que va del siglo xxi en Amrica Latina? Esto
con respecto a las polticas pblicas que favorecen la economa social y solidaria,
la relacin entre trabajo y autogestin, el cooperativismo, los mnimos sociales
o rentas bsicas, y el empoderamiento comunitario en polticas de desarrollo.
Los imaginarios que movilizan los fundamentos filosficos, ideolgicos,
religiosos y tcnicos, suponen los sentidos subjetivos, espirituales, culturales y
polticos que generan adhesin, toma de decisiones y permiten dar cuenta de
varias dimensiones del desarrollo que tienen en las utopas una referencia. En
este sentido, la relacin de la historia de las ideas y la filosofa con las ciencias
sociales (economa, sociologa, ciencia poltica, derecho), encuentran en el humanismo y la tica un punto de encuentro como supuestos de polticas pblicas y
movilizaciones sociales.
La dimensin tica no es externa sino intrnseca a la misma idea de lo que
entendemos por desarrollo, esto es, las dimensiones que la constituyen en integralidad y transversalidad. Los valores ticos y humanistas, adems de ser un fin en s
mismo, influyen fuertemente en las posibilidades del desarrollo, el sub-desarrollo,
el des-desarrollo o post-desarrollo. Resulta pertinente entonces abordar el siguiente
interrogante: Qu es la tica del y para el desarrollo desde la perspectiva de la
Utopa de Toms Moro?
Si Toms Moro en Utopa ide una comunidad perfecta, basada en las
virtudes clsicas y la caridad cristiana, a fin de optimar la naturaleza humana
en el bien comn, de ello hay que distinguir la postulacin de criterios para la
convivencia autogestionada de la comunidad social, de la pretensin de control
autoritario. De igual forma, no se puede obviar la tensin utopa-distopa en el
abordaje del tema.
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La larga marcha que fue planteada primero por los movimientos sociales
en la dcada de los 90 en Bolivia y Ecuador, como alianza de fuerzas polticas
de izquierda y sindicatos en Brasil y Uruguay, o con otras caractersticas en
Argentina y Venezuela, adquiere bloques alternativos en la primera dcada del
siglo xxi. Estos proyectos alternativos, que podemos denominar como cuarta va,
hoy comienzan a encontrar lmites por temas estructurales y la aceleracin de
los cambios globales que reclaman un nuevo imaginario de horizonte utpico.
Marco terico
Parece pertinente abordar el tema de las utopas1 subyacentes en los proyectos
polticos que se vienen desarrollando desde principios de siglo xxi en Amrica
Latina, en la aparente tensin histricamente legitimada de la oposicin terica
entre Maquiavelo y Moro, quienes aparecen como referentes polticos opuestos. Sin
embargo, aunque hay diferencias claras, existen posibles cercanas y complementariedades que se pueden ver en el anlisis del devenir poltico y la bsqueda de
la consolidacin del poder republicano y democrtico por parte de la ciudadana,
acechada constantemente por el autoritarismo y la prdida de la centralidad del
valor de la libertad, la igualdad y la convivencia para una mejor sociedad. Ello
implica el desafo de analizar y comprender la intencin que subyace a la idea de
buena poltica y el ejercicio concreto de la misma, no solo en los gobiernos, sino
en todo el acontecer de la polis (Carracedo, 1990).
El canciller humanista Toms Moro muere en 1535 en Inglaterra, por cargos
de alta traicin, siendo uno de los ms brillantes juristas y polticos del siglo xvi
(Villarreal, 2015b). Fue un hombre culto, abogado, traductor, poeta y filsofo humanista. Enrique viii, rey de Inglaterra lamenta su muerte, pero esta era inevitable a
fin de salvar el orden poltico del Estado absolutista que emerga al comienzo de
la modernidad.
Los trminos y sus sentidos nos sealan cmo podemos analizar la poltica: utopa, ou (sin)
y topos (lugar) no es exactamente un lugar ideal, sino un lugar inexistente, por construir. Es
esperanza optimista de un mundo distinto. Distopa de dis (malo) y topos, es un pesimismo
ms extremo, un lugar indeseable, cataclsmico, apocalptico: anti-utopa. Eutopa del griego
eu (bueno) y topos, un mundo feliz y generador de bienestar, optimista. Atopa -de a (partcula
negativa) y topos, un lugar inexistente, ni bueno ni malo. Topia y Anti-utopa, lugar existente
e imposibilidad de cambio a un lugar distinto.
En el mbito de la poltica, Moro supo retomar las lecturas de clsicos grecolatinos tales como Platn, Aristteles y Marco Tulio Cicern, con las experiencias
prcticas del gobierno y el parlamento. Estas fuentes llevaron a Moro a escribir la
breve obra en la que analiza los problemas sociales fundamentales de la Inglaterra
de su poca. Postula en contraposicin una sociedad humana perfecta, en la cual
todos los hombres pueden desarrollar su naturaleza desde el bien comn, y a la
que denomin utopa (trmino creado por l).
Utopa significa literalmente en griego sin lugar (Moro, 2013, p. 36). Cmo,
pues, puede ser til un libro que describe una sociedad que no tiene lugar? Desafa a
sus contemporneos a buscar la felicidad a travs del cultivo de la razn y la prctica
del bien en el mbito pblico. Utopa est basada en la estructura del dilogo como
La Repblica de Platn, obra fundacional de Occidente, en la que se postula una
teora sobre el Estado, su finalidad y su funcionamiento para el bien y la justicia.
Thomas Moro considera que la suma de la felicidad de las personas fortalece
la constitucin del Estado. Concibe a la vez el ejercicio de la racionalidad de todos
los hombres, y con ella guiar sus pasiones para ser felices. Esta idea la retoma de
las escuelas ticas helenistas y el universalismo cristiano.
Imagina una isla en la que el rgimen social se basa en la obligatoriedad del
trabajo de seis horas diarias, pues el resto del tiempo los hombres lo deben utilizar
para cultivar sus mentes y espritus. En la isla no existe la propiedad privada. Cada
ciudadano recibe lo que necesita y todos trabajan comunalmente para evitar la
servidumbre y los conflictos. Incluso los metales preciosos pierden su valor en la
isla, pues son usados para hacer letrinas y cadenas para los condenados.
Con Utopa postula las bases que el Estado moderno debe tener, en una nueva
realidad socio-poltica, en contraposicin a las monarquas y al mundo que vena
del medievo. Entre estos fundamentos podemos mencionar:
Jerarqua de la razn sobre las pasiones y del dilogo sobre la fuerza.
Revaloracin de virtudes clsicas: prudencia, fortaleza, templanza y justicia.
Bsqueda de la felicidad personal en funcin del bien comn. Propiedad
comunitaria y no propiedad privada. Basado en una antropologa optimista.
Cultivo de la filosofa humanista como desarrollo intelectual y espiritual
de los ciudadanos. Austeridad y jerarquizacin de valores humanos sobre los
materiales. Igualitarismo para evitar conflictos por propiedad y capital.
Incorporacin de las virtudes cristianas como la caridad, la fe y la esperanza
en conjuncin con las virtudes clsicas griegas de la democracia y la razn.
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El estudio terico del concepto de utopa nos pone ante la necesidad de analizar
la relacin de este con otros conceptos tales como la relacin utopa-realidad como
totalidad concreta, y utopa-sujeto (es decir, la relacin entre las utopas y la subjetividad humana). A la vez, las figuras que ha tenido la utopa en el pensamiento
social de Amrica Latina.
Para algunos autores la conversin de la utopa en utopismo supone la concepcin fetichista de la trascendencia (la idealizacin de la vida social humana) que
atribuye a ese propio proceso una determinacin fctica absoluta, y al producto
idealizado, lo toma no como forma social humana, sino como resultado, cosa,
instrumento, etc. La inversin anti-utpica de la utopa se produce cuando la
ilusin trascendental se erige en institucin idoltrica (Acosta, 2005). La crtica
a esta ilusin es imprescindible para rescatar el lugar real de la trascendencia en
la realidad.
La utopa de la unidad latinoamericana es el ideal que define el sentido de
Amrica Latina a partir de su unidad como una sociedad identificable en su identidad, (lingstica, religiosa, cultural e histrica), y es el mito para enfrentar a las
fuerzas que lo disgregan desde fuera y desde dentro.
En este sentido el paradigma utpico de la unidad latinoamericana ha tenido
la ineludible funcin de la interpelacin, a la vez que pone bajo sospecha la utopa
que se busca imponer desde fuera y emerge cono anti-utopa de dependencia. La
cosmovisin de la unidad en Amrica Latina es amplia y rica, y es necesario tener
en cuenta el criterio actual que emerge: la reivindicacin de la reproduccin real
de la vida de nuestros pueblos. Tericamente, esta emergencia debe ser analizada
desde una perspectiva racional y material, la cual concibe el reconocimiento del
sujeto en el principio de vida, del otro, de su auto constitucin en una sociedad
donde quepan todos.
La unidad latinoamericana aparece en su contradiccin hoy como una utopa
revolucionaria ms que conservadora. Es la utopa de la unidad en la solidaridad,
por la esperanza y la defensa de la identidad cultural. La evaluacin crtica e histrica a esta utopa, como concepto trascendental, es una necesidad insoslayable
cuando la realidad que la gest no ha sido an trascendida.
La relacin intrnseca, complementaria y contradictoria, entre libertad e
igualdad, tiene en las sociedades actuales latinoamericanas tanto una dimensin
poltica, como una econmica y otra cultural, las cuales al disociarse relejan
visiones filosficas e ideolgicas ms profundas que deben ser abordadas desde
distintos planos.
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Los proyectos de trasformacin progresista en Latinoamrica muestran la recuperacin de la tica como motor dinamizador, tanto en las visiones como en las prcticas
y las postulaciones de buen vivir, el socialismo del siglo xxi, y desarrollo integral
y autnomo, ms all de los liderazgos de personalidades como Lula, Chvez,
Correa, Evo, los Kirchner, Mjica o Tabar.
La tica como reflexin de la filosofa de la prctica constituye un nivel en el
que la interrogacin principal a plantearse es por qu deben aceptarse o no los
principios, juicios o acciones formuladas como deber ser (proyecto utpico o
lo justo y bueno), cuestin que encuentra diversas respuestas en las diferentes
teoras ticas existentes.
El tema del desarrollo se encuentra ligado en sus inicios a nociones tales como
generacin de riqueza y progreso ideas de industrializacin y crecimiento,
lo cual implica un proceso de cambio estructural global. El desarrollo adquiere
un sentido como una etapa posterior al subdesarrollo, caracterizado por las diferencias existentes entre los dos sistemas o escenarios (Brtola y Ocampo, 2013).
En la filosofa de Enrique Dussel la tica, como prctica y reflexin, ocupa un
lugar central. Es condicin antropolgica-poltica y fundamenta toda una crtica
tica de la situacin socioeconmica de los pueblos en los pases subdesarrollados,
de las relaciones sociales de dominacin. La tica cumple la exigencia de la sobrevivencia de un ser humano autoconciente y autorresponsable. En la situacin actual
de la crisis ecolgica, del subdesarrollo y de otros problemas globales, la tica debe
servir a la concientizacin de estos problemas y su solucin.
De acuerdo con Dussel (1987), la fundamentacin de la tica3 proporciona
orientaciones para la comprensin de las consecuencias del subdesarrollo de los
pases de Amrica Latina y otras regiones perifricas, como uno de los problemas
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La interseccin, complementariedad o las dimensiones que hacen a los fundamentos del desarrollo en su dimensin tica, estn relacionados a la vez con condiciones de desafos prcticos y fundamentos tericos que las ltimas dcadas han
evidenciado. Tanto las crisis sociales, econmicas, ambientales y hasta culturales,
como la dificultad para que los sistemas productores de riqueza la distribuyan;
as como el manejo de los bienes naturales y el comportamiento de la especie
humana como parte o extraamiento de la naturaleza misma, reclaman un nuevo
paradigma. De igual forma, el conflicto entre valores abstractos e ideolgicos con
la gestin estratgica y poltica de decisiones para un bienestar sustentable, que
no sea solo circunstancial sino prospectivamente viable en lo material y cultural
como proceso democrtico (Apel, Cortina, De Zan y Michellini, 1991). Todo esto
genera institucionalidad y cultura como nuevas formas de vivir de las personas y
sociedades en identidades dinmicamente estables, y en sinergias posibilitadoras
y no depredadoras.
Abordar cada nivel por s mismo y en relacin con los otros es parte de la
metodologa. Si uno de los problemas de las dcadas de los ochenta y los noventa
del siglo pasado fue identificar desarrollo solo con crecimiento, en lo que va del
siglo xxi en Amrica Latina el desafo parece ser la tensin entre una utopa que
lo reduce a alguna dimensin no econmica, y el imaginario consumista que se
expresa en el dinamismo de las economas. Por lo que parte del dilema es cmo
se integran todas las dimensiones logrando sinergias y crculos virtuosos de forma
integral.4
Villarreal (2015b) plantea al respecto: Como fuentes encontramos la crtica a las estrategias
del desarrollo realizadas tras el colonialismo y la Segunda Guerra Mundial; los escritos de
Louis-Joseph Lebret y Denis Goulet; los debates filosficos angloamericanos sobre la tica
de reduccin del hambre; y los trabajos tericos sobre el desarrollo de Paul Streeten y de
Amartya Sen. La reflexin latinoamericana tanto desde la cepal como desde la filosofa y las
prcticas sociales. Los aportes de Naciones Unidas en varias Agencias con agendas especficas.
Asimismo los aportes de la enseanza social de las iglesias o la educacin popular y filosofa
en Amrica Latina. El filsofo y cientsta poltico David Crocker plantea que algunos autores
sitan el comienzo en 1940, activistas y crticos sociales tales como Gandhi en India, Ral
Prbisch en Amrica Latina y Franz Fanon en frica criticaron el desarrollo econmico
colonial y/o ortodoxo. Segundo, desde comienzos de los sesenta, el norteamericano Denis
Goulet, influenciado por el economista francs Louis-Joseph Lebret y cientficos sociales tales
como Gunner Myrdal, argumentaron que el desarrollo necesita ser redefinido, desmitificado
y arrojado al ruedo del debate moral (Goulet, 1971, p. xix). Enmarcado en su formacin
en filosofa continental, ciencia poltica y planificacin social as como en su experiencia
en numerosos proyectos de base en pases pobres, Goulet fue un pionero en encarar las
Desde un horizonte de valores que propulsan un desarrollo inclusivo, sustentable, dinmico, innovador y dinamizador de la libertad integral de personas y
sociedades, el tener no aparece como un fin en s mismo, sino un medio, una
posibilidad de ser para desencadenar bienestar y/o buen vivir como satisfaccin
integral. De esta manera, la riqueza econmica solo cobra sentido en virtud de lo
que nos permite hacer o ser. Este es el fundamento por el que los autores mencionados se enfrentan decididamente al enfoque unilateral del desarrollo como mero
crecimiento econmico, o a las propuestas que pretenden el sacrificio de derechos
individuales y polticos por derechos sociales. Deben darse a la vez las tres generaciones de derechos que tomen en cuenta tanto la universalidad de derechos,
la generacin de riqueza (que posibilita los niveles de acceso, no de posibilidad
socio-econmica, que es un supuesto), como la conservacin de la bio-diversidad
y el dilogo intercultural.
Los especialistas en tica (Rebellato, 1995) del desarrollo concuerdan hoy en
que la dimensin moral de la teora y la prctica del desarrollo es tan importante
como las dimensiones cientficas y polticas, as como las materiales y espirituales.
Esto con miras a no jerarquizar en las ciencias sociales y saberes afines uno sobre
los otros, aunque la ausencia de uno producira resultados no satisfactorios. Es as
que son condicin necesaria pero no suficiente en forma aislada todas las disciplinas que abordan, sistematizan y aportan saber desde dimensiones especficas,
sean la economa, la sociologa, la ciencia poltica, las ciencias ambientales y las
culturales, tales como la filosofa de prctica (Gargarella, 1999).
cuestiones ticas y los valores planteados por la teora, la planificacin y la prctica del
desarrollo (Goulet, 1977, p. 5). () El punto de partida de los principales referentes como
Lebret, Goulet, Crocker, Max-Neef, Martnez Navarro y Sen est en el reconocimiento del
desarrollo como campo multidisciplinar, inter y transdisciplinario, en el que se articulan y
hacen sinergia las dimensiones econmicas, polticas, sociales, ambientales y culturales, como
territorial, local y global que caracteriza el desarrollo (Crocker, 2001).
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Si las economas estatistas se trasformaron en dinmicas burocrticas y autoritarias, ms economas de mercado se habrn transformado en sociedades de
mercado, lo cual implica haber fagocitado todas las relaciones humanas, culturales
y sociales a las relaciones de mercado, hipotecando as las bases que consolidan
la autonoma relativa que genera la conciencia y la accin tica de personas y
sociedades.
La experiencia mixta de las experiencias progresistas latinoamericanas muestran visiones de desarrollo distintas, pero todas jaqueadas por el productivismo y
la dinmica que presenta la globalizacin actual. El eje bolivariano sobre todo
Bolivia y Ecuador buscan una autonoma de paradigma en el buen vivir como
diferencial. Mientras que Brasil, Uruguay, Argentina y Chile se inscriben ms en
una cuarta va de capitalismo social.
En tal sentido, dos grandes dinamizadores del desarrollo actual, son la obsolescencia programada y el consumismo como dinmica de vida. Esto ms all
de los problemas de las polticas de distribucin econmica e impacto ambiental,
mitigadas por las desigualdades producidas gracias a la acumulacin denunciada
por Thomas Pikkety (2014) o el papa Francisco (2013).5 Junto con el dilema tico de
los valores fundamentales para un desarrollo integral se requiere abordar los lmites
de las dos grandes variables que, al ser dinamizadoras del crecimiento econmico
y posibilitadoras de un tipo de calidad de vida, hipotecan la viabilidad de que
sea inclusivo y sustentable para toda la poblacin del planeta. Esto es, superar la
cultura de los satisfechos de la que habla el economista norteamericano John
Galbraith (Villarreal, 2014, septiembre 11).
Es necesario que las propuestas de desarrollo (Quenan y Velut, 2011) puedan
dar cuenta de una visin tica, y tomen en cuenta las posibilidades y lmites de los
paradigmas y proyectos, sobre todo del proceso poltico estratgico en el que se
inscriben para poder ser viabilizadores de la autonoma en la relacin de personas
Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que
excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egosta, se ha desarrollado una
globalizacin de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos
ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los dems ni nos interesa
cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura
del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todava no
hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen
un mero espectculo que de ninguna manera nos altera. (Francisco, 2013, p. N54).
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Conclusiones
Las experiencias de los gobiernos progresistas muestran que la articulacin tica y
desarrollo supone asumir la interdisciplinariedad y la fundamentacin de dimensiones que construyan los procesos que les permitan a las sociedades y personas,
en distintos niveles, apropiarse y ser actores activos a travs de organizaciones tales
como las instituciones pblicas y privadas que actan como agentes.
A fin de lograr un desarrollo integral hay que profundizar la democracia, pero
esta no se puede identificar en la economa solo con el crecimiento y el consumo,
pues la distribucin quedar colonizada por un sistema sin posibilidad de incidencia de los ciudadanos (Prez Adn, 1997).
Es necesario entonces profundizar los sentidos de la democracia (Mouffe, 1999).
La democracia debe ser vista como parte esencial del desarrollo, pero requiere ser
pensada no solo como expansin de las mayoras y resultados igualitarios, sino
tambin como capacidad de decidir, tanto de las personas, como de la sociedad,
las regiones y el mundo.
A nivel terico se ha ido avanzando a una integracin sistmica entre tica y
desarrollo ms all de la buena voluntad de plantear la tica como valor externo o
ideolgico, tanto en liberales como socialistas, a una visin dinmica que involucra
procedimientos racionales en escuelas distintas.
El proceso de elaboracin de procedimientos racionales requiere de un marco
dialgico que permita la interpelacin entre las distintas disciplinas, el cual tendr
nfasis en algunas de las dimensiones o en la integralidad del paradigma. Entre
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se combate. tica y desarrollo son parte del desafo que tenemos en el siglo xxi
para lograr dinmicas de acumulacin y cambio cultural en favor de sociedades
mejores, y la obra de Toms Moro aparece como un referente a ser reledo en busca
de respuestas a sociedades sustentables e integradas. En el 2016, a 500 aos de la
publicacin de Utopa, esta obra emerge como una oportunidad para renovar los
desafos de las visiones y motivaciones de una Amrica Latina ms digna, igualitaria
y libre para todos, en la construccin de horizontes utpicos constantes, nunca
acabados que interpelan prcticas, paradigmas y visiones ideolgicas.
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343
Resumen
Por qu Toms Moro escogi una isla para describir su utopa? Por qu no opt por una sociedad en su
conjunto? Qu encierra la isla y qu se queda por fuera? Qu idea de poltica sugiere esta escisin? Con base
en estas preguntas, el inters de este captulo se centra en un objetivo concreto: explicar el debate sobre las
posibilidades de una utopa global, ms all de la isla de Moro, como paradigma poltico. En efecto, la isla de
Moro representa una comprensin de la utopa, entendida como aquella posible al interior de los Estados; esa
perspectiva se contrapone a las propuestas de utopa global, las cuales a pesar de su marginalidad en la filosofa
poltica, toman fuerza en el escenario acadmico contemporneo, al tomar como principal objeto de discusin el
tema de la justicia. La estrategia argumentativa del captulo consiste en describir el debate contemporneo sobre
la justicia ms all de las fronteras estatales. Para ello, en primera instancia, se explica la propuesta cosmopolita
de justicia distributiva global defendida por Thomas Pogge y se valora analticamente la superacin del marco
intelectual tradicional de corte rawlseano en el que se instala. En un segundo momento, se describe la interpretacin de Thomas Nagel y David Miller, quienes optan por una interpretacin Estado-cntrica de la justicia,
y profundizan en el papel que cumple la soberana como condicin sine qua non de la justicia. Finalmente, se
presenta la interpretacin realista crtica, como una alternativa a la lectura cosmopolita y nacionalista liberal
del problema de la justicia global. Esta ltima vertiente de anlisis sera un argumento alterno a la comprensin
de la utopa dentro de los lmites de la Isla, segn el cual, en el escenario contemporneo la falta de acuerdos
entre las naciones frente a qu constituye lo justo y lo injusto, resulta conveniente en el propsito de socavar
las causas principales de las injusticias en el siglo xxi, de manera que se pueda apuntar a una utopa global, sin
desconocer la unidad bsica del Estado.
Palabras clave: democracia, derechos humanos, justicia global, soberana estatal.
Abstract
Why did Thomas More choose an island to depict his utopia? Why did he not opt for a society as a whole? What
does the island enclose and what is left out? What political idea does this division suggest? Based on these questions, the interest of this chapter focuses on a specific objective: to explain the debate about how likely a global
utopia is, beyond Mores island, as a political paradigm. Indeed, Mores island represents a comprehension of
utopia, understood as the possible one within states; this perspective opposes to those proposals of global utopia,
which in spite of their marginal character in political philosophy, become stronger in a contemporary academic
scenario, by making justice the main subject of discussion. The argumentative strategy in the chapter consists in
describing the contemporary debate on justice beyond state borders. To that end, first of all, the cosmopolitan
proposal of global distributive justice by Thomas Pogge is explained and, afterwards, it is analyzed how the traditional Rawlsean intellectual framework where it lies is surpassed. Secondly, a description of Thomas Nagel and
David Millers interpretation is given. They opt for a state-centric interpretation of justice, and look deeply into
the role that sovereignty plays as a sine qua non condition for justice. Finally, the critical realistic interpretation
is presented as an alternative to the cosmopolitan and nationalist understanding of the global justice problem.
This last analysis approach would be an alternative argument to the comprehension of the utopia within the
Islands limits. According to this argument, in the contemporary scenario, the lack of agreements among nations
regarding what is just or unjust, results convenient to undermine the main causes of injustice in the 21st century,
so that a global utopia can be aimed at without refusing to recognize the basic unity of the State.
Keywords: democracy, human rights, global justice, state sovereignty.
BY
NC
ND
346
Introduccin
El anlisis filosfico de las relaciones internacionales se ha movido como un pndulo
entre dos ejes: la realidad innegable de la guerra entre Estados, y la aspiracin
moral a la paz. Ante la inviabilidad de la realizacin prctica del proyecto de un
Estado global, del tipo propuesto por Kant en La paz perpetua (2014), en general
ha predominado una visin realista de las relaciones internacionales segn la cual,
en la arena internacional, los Estados se comportan como individuos egostas en
estado de naturaleza. El primero en plantear esta visin de las relaciones internacionales sera Hobbes, quien anuncia que las relaciones entre Estados modernos
se caracterizan por una hostilidad permanente.
Con el realismo hobbesiano como paradigma imperante y teln de fondo, el
filsofo del liberalismo poltico, John Rawls, asume en 1999 el que sera su ltimo
gran reto intelectual: reformular la antigua concepcin del derecho de gentes a
partir de una extensin de su concepcin de justicia como equidad, al campo de
las relaciones internacionales. En el Derecho de gentes (2001) busca formular una
teora para las relaciones internacionales de los Estados liberales. En esta obra
Rawls, por un lado, se mantiene cercano al paradigma realista hobbesiano, pues
reconoce que la aspiracin a un criterio moral universal y en consecuencia a
unos principios universales de justicia y a un gobierno mundial son irrealizables.
Por otro lado, se aleja lo suficiente de Hobbes para afirmar que al menos entre las
naciones liberales y otros pueblos decentes que respetan el terreno neutral de los
derechos humanos y tienen principios democrticos de justicia, es posible erigir
unas normas comunes para la supervivencia. Tales principios son para Rawls la
soberana absoluta de los Estados, la autodeterminacin poltica, la no-intromisin
en sus asuntos internos, el respeto a los derechos humanos bsicos y el principio
de la solidaridad humanitaria (2001, p. 37).
Es sobre el ltimo principio en el que recae toda aspiracin de los Estados
liberales a intervenir en la vida de los dems Estados, siempre que demuestren
estar en situaciones extremas de miseria y se trate de pueblos liberales o cercanos
al liberalismo, de tal modo que las naciones desarrolladas tienen el deber positivo
de apoyar a los menos desarrollados en trminos de una poltica de asistencia
social. No porque exista un deber moral de ayudar al que lo necesite, sino porque
se trata de una responsabilidad ideolgica entre los Estados liberales (2001, p.
12). El filsofo est en desacuerdo con trasladar la carga de la prueba sobre el
origen de la pobreza por fuera de los lmites estatales, ya que la pobreza, como
347
348
En World poverty and human rights (2002) Thomas Pogge desarrolla sus ideas
centrales sobre la bsqueda de principios globales de justicia. Afirma que si bien ha
existido un innegable progreso mundial en el rechazo a temas relacionados con la
esclavitud, la violencia domstica, el autoritarismo y el genocidio, como conductas
universalmente reprobables, no parece haber un mismo consenso alrededor de
la pobreza. Pogge se pregunta por qu si los Estados liberales estn de acuerdo
con erradicar la pobreza dentro de los lmites del Estado, no parece interesarles la
lucha por superar la pobreza en el resto del globo. Cuestiona as, sin demagogia:
Cmo puede ser que la mitad de los Estados en el globo continen en una situacin
de severa pobreza a pesar del enorme progreso econmico y tecnolgico del ltimo
siglo y a pesar especialmente de los valores morales que pregona la civilizacin
occidental. (Pogge, 2005, pp. 35-42)
Ante ello, el pensador propone volver a un principio propio de la misma tradicin liberal: Est mal daar gravemente a personas inocentes con el propsito de
obtener pequeos beneficios (p. 42), a fin de llevarlo al lmite de la aplicacin prctica. Desde ese principio, Pogge estructura un argumento consistente en demostrar
que existe un dao a los Estados pobres, en la medida en que las situaciones de
pobreza son evitables a travs del diseo de un orden global alternativo. La culpa
por el dao radica esencialmente en que tanto este, como su solucin, son previsibles para las potencias mundiales, las cuales, aunque no estn en obligacin, s
349
350
Desde esa perspectiva Dimitriu (2013) expone que, para Pogge, los pases
ricos daan a los pases en desarrollo de manera anloga al modo en que el amo
351
352
pobres es equivalente a la del amo y el esclavo (en el ejemplo anterior), pues con
el mantenimiento del orden institucional actual se est forzando a los pases en
desarrollo a una situacin de desventaja.2
La propuesta de Pogge es realizar una reforma al orden global, la cual derogue
las prerrogativas internacionales de reservas y prstamos y modifique la fisonoma
de instituciones como el Banco Mundial, el fmi y la omc, pues desde su perspectiva, estas instituciones son responsables por accin y omisin de la desigualdad
mundial. Pogge considera que una propuesta de justicia redistributiva global es
viable, en la medida en que el capitalismo ha generado unos niveles histricos
de acumulacin de los pases ricos tan alta, que no resultara exageradamente
costoso resolver el problema de la pobreza global. Con un pequeo aporte de
los pases ricos, el problema que ha causado ms muertes en la historia reciente
de la humanidad quedara resuelto. El planteamiento central de Pogge consiste
en la generacin de un tributo global llamado Dividendo Global de los Recursos
(drg), con lo cual se pueden hacer las reparaciones por los daos producidos por
el sistema econmico mundial.
El drg es la propuesta ms difundida por Pogge (1995, 2005 y 2010). Consiste
en el recaudo de una renta global segn la cual los Estados, aunque tengan un
control total en sus territorios, deberan pagar un dividendo proporcional al valor
de los recursos que decidan utilizar o vender (2010, p. 577). Esta idea es una
adaptacin de la propuesta del Nobel en economa James Tobin, quien propuso la
creacin de un impuesto global del 0,5% de las transacciones de divisas con el fin
de disuadir la especulacin monetaria. El drg de Pogge, si se aplicara nicamente
al petrleo, dejara un recaudo de 50 mil millones de dlares al ao.
Pogge dirige su propuesta a las sociedades desarrolladas y espera la adhesin
de los seguidores ms escpticos del liberalismo, al tratar de erradicar la pobreza,
incluso manteniendo intacto el orden institucional mundial. Espera la simpata
de sectores del liberalismo que de cierto modo justifican el statu quo de los pases
desarrollados, y le interesa, por ejemplo, conciliar su propuesta de justicia global
con la visin pragmtica liberal, afirmando que su solucin al problema de la
Este anlisis individual entre el deber de actuar de una manera diferente, si se es capaz de
prever que un comportamiento propio se puede evitar a fin de no generar daos en los derechos humanos de los dems, se denomina Anlisis moral interactivo, una idea heredada de
Rawls que Pogge (2005, 2008) destaca para explicar cmo se analiza moralmente un dao,
indistintamente de qu ocurra al interior o al exterior del Estado.
pobreza en el globo es tan eficiente (y, de cierto modo, tan pragmtica), que no
implicara una contradiccin a la concepcin moral privada que sustentan filsofos
como, por ejemplo, Richard Rorty. Sobre Rorty, Pogge (2010) afirma que representa la preocupacin general de las lites norteamericanas y europeas sobre las
propuestas redistributivas:
Un proyecto poltico factible sobre la redistribucin igualitaria de la riqueza requiere
que haya suficiente dinero para asegurar que, despus de la redistribucin, los ricos
sean capaces de reconocerse a ellos mismos, que todava crean que sus vidas merecen
la pena. (Rorty, citado en Pogge, 1996, p. 574)
Sin embargo, a esa preocupacin Thomas Pogge responde que, si bien las cifras
parecen altas, lo que realmente se requiere para atender a 1.300 millones de pobres,
son 75 mil millones de dlares; tan solo el 0,4 % del pib de Estados Unidos y los
pases de la oecd. Es decir, se podra resolver el problema de la pobreza extrema,
concedindole a los Estados ricos, la capacidad de seguir reconocindose a s
mismos.
Pogge ampla su idea con un argumento aparentemente irrefutable:
Hace cincuenta aos, la erradicacin de la pobreza extrema mundial hubiera requerido una ingente redistribucin de la renta global, imponiendo sustanciales costes
de oportunidad sobre las sociedades industrializadas avanzadas. Hoy, el cambio
requerido sera pequeo y el coste de oportunidad para los pases desarrollados,
apenas perceptible. (Pogge, 2005, p. 124)
353
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En el sentido en que todas las personas deben igual atencin moral a todas las restantes
personas.
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En sntesis, para Nagel sin justicia no puede haber un orden poltico soberano,
y sin soberana, no puede ser creada la condicin necesaria para la justicia poltica
(Nagel, 2010, p. 398). Nagel ha servido, en consecuencia, como smbolo de lo
que se denomina nacionalismo liberal,4 pues concreta la idea de poder soberano
como condicin sine qua non de cualquier criterio moral de justicia en un orden
poltico. En esa lnea, Buchanan (2010) explica, por ejemplo, que los gobiernos son
responsables por los intereses y preferencias de su pueblo soberano, no de toda la
humanidad ni de todas las personas cuyos intereses legtimos pueden ser afectados
seriamente por las acciones del gobierno (2010, pp. 1700-1703). El nacionalismo
liberal indica, en concordancia con su visin Estado-cntrica de la justicia, que
toda respuesta tica a la pobreza de otros Estados es una accin humanitaria de
asistencia o caridad, y no un acto de justicia (Buchanan, 2010, pp. 50-70).
Entre los mltiples adeptos a esta corriente se encuentra un terico que se
destaca por la agudeza de sus argumentos contra la versin cosmopolita de la
justicia: el filsofo de Oxford, David Miller. Para Miller el principal problema de
la tesis de Pogge, y en general de los cosmopolitas, es su desenfocada definicin
de ciudadana. La ciudadana para Miller se define en el establecimiento de relaciones reales entre personas en una ciudad; la versin cosmopolita asume que esa
relacin puede extenderse a la totalidad de la humanidad, bajo el eufemismo de
la conectividad y la interdependencia comercial, sin que quede claro cul es el
vnculo de pertenencia entre las personas relacionadas. Segn Miller, as el individuo hoy viva en una sociedad interconectada, esto no hace que esos vnculos
sean el equivalente a una relacin entre conciudadanos, pues lo nico que puede
generar ese estatus es la pertenencia comn a un Estado (Miller, 2010, p. 378).
David Miller se ubica muy prximo a Nagel en su visin Estado-cntrica de la
justicia, pero profundiza en la concepcin individualista subyacente a las teoras
liberales de la justicia, y con ello ampla el campo de accin en los trminos de
una pretensin sobre el valor moral de juzgar las cosas malas y buenas que le
pueden suceder a las personas, tal como lo expone Corts, sin importar quines
son y dnde viven en el mundo (2013, p. 114), pues estas son valoradas en todos
los casos de la misma forma. Sobre ese punto aporta un ejemplo, con el fin de
contradecir la visin cosmopolita de trato diferenciado para los Estados pobres:
357
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Maria Jos Guerra es clara al afirmar que ante la crisis financiera del 2009, Dominique
Strauss-Kahn, director del fmi, parecera que tiene una responsabilidad crucial y no los
ciudadanos y ciudadanas de a pie (Guerra, 2010, p. 610).
359
360
derechos humanos de sus ciudadanos, pero sin la efectiva capacidad para hacerlo.
Sin embargo, los actores que tienen la efectiva capacidad el fmi, el Banco Mundial,
la omc, no tienen ninguna obligacin de hacerlo (Lafont, 2008, p. 49). Esa es la
jaula en la que se encierran mutuamente cosmopolitas y nacionalistas. Una posible
salida a ese dilema sera el reconocimiento de capacidades efectivas de cambio para
los Estados, y la asignacin de obligaciones para las entidades financieras globales.
Esta posibilidad nicamente se puede concretar si se interconectan los intereses de unos con las capacidades de los otros, es decir, analizando sin prejuicios
el inters poltico, no moral, que dara un carcter obligatorio a las acciones de
los entes que estn en capacidad de generar algn cambio; estos son los bloques
econmicos y sus instituciones financieras mundiales. La organizacin de bloques
de Estados como lo son la Unin Europea, pero tambin el que conforman Brasil,
India, China y Sudfrica ( brics), o India, Brasil y Sudfrica (ibsa), o bien la Unin
de Naciones Suramericanas (unasur), son muestras de cmo el actuar de las
organizaciones econmicas interestatales es tambin un actuar poltico. Nagel
tiene razn: la soberana es condicin sine qua non de la justicia al interior de los
Estados, pero se equivoca si concibe la accin soberana como las decisiones que
se toman exclusivamente al interior de los mismos. Los bloques y los escenarios
de actuacin multilaterales son, ciertamente, espacios de conflicto de soberanas.
Y lo que deciden en esos espacios los pases desarrollados, se asume al interior de
los Estados pobres recurdese a Rawls (2003) libre de toda coaccin. Negar
esta situacin sera poco realista y proco prctico. Un ejemplo de esta situacin lo
aporta la filsofa espaola Cristina Lafont, fuerte crtica de Nagel y Pogge, quien
plantea que la divisin entre obligaciones primarias (al interior de los Estados),
y secundarias (internacionales), exime a los gobiernos de los pases ricos y a los
organismos internacionales de una responsabilidad efectiva con el cumplimiento
de los derechos humanos. Este dficit de responsabilidad con los dems Estados
se evidencia con claridad en las disculpas pblicas ofrecidas en el 2011 por el
ex presidente Bill Clinton, por haber presionado a un recorte en los precios de
importacin de arroz de Hait a los Estados Unidos, aun sabiendo que eso traera
una catstrofe humanitaria en el pas caribeo. Clinton justific su accin diciendo
que, como presidente de los Estados Unidos, tena que defender los intereses de
los ciudadanos que lo eligieron, incluyendo a los agricultores de Arkansas, quienes
se vean afectados por los bajos precios del arroz proveniente de Hait.
El problema de fondo que plantea Lafont y se introdujo en Latinoamrica por
el filsofo colombiano Francisco Corts, es el dficit de responsabilidad legal que
tienen los Estados desarrollados para cumplir con los derechos humanos, con
respecto a las obligaciones incuestionables que guardan con sus ciudadanos al
interior de sus Estados. No se discutir por ahora la propuesta del cosmopolitismo
dbil de Lafont. nicamente se seala que, en efecto, tiene razn al criticar la
visin Estado-cntrica de la soberana de Nagel, pues esta se encuentra en aprietos,
siempre que se enfrente a los mltiples ejemplos de actuacin internacional de las
soberanas, en trminos de relaciones de poder.
Estos cuestionamientos a Miller y Nagel no deben arrojar ciegamente a los
brazos del cosmopolitismo, como lo sugiere Luciano Venezia (2009), pues una
fuerte crtica al nacionalismo no constituye en s una apologa a la propuesta de
Pogge. Existe una tercera mirada, y es la que este captulo se propone demostrar
en el ltimo acpite.
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362
Por el contrario, Pogge (2010) ubica a los Estados Unidos y la oecd como los principales
aportantes en sus simulaciones del drg. No parece percatarse de que Brasil, Rusia, India y
China suman el 27% del pib mundial, ocupan el 22% de la superficie continental y renen
el 41, 6% de la poblacin mundial.
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antagonismos y salir del hermetismo liberal, a fin de que las alternativas previsibles sean realmente alternativas.
364
Conclusiones
En este captulo se ha intentado mostrar que la contienda entre cosmopolitas
y nacionalistas se desarrolla en arenas exclusivamente liberales, y eso limita las
posibilidades de interpretacin de la justicia global y la solucin al problema de la
pobreza en la mayor parte de los Estados del mundo. Esas limitaciones se derivan
de: 1. Privilegiar un individualismo metodolgico aun cuando se reconoce que
hay actores colectivos generadores de in-justicia; 2. De concepciones de dao por
omisin que minimizan las responsabilidades de quienes causan el mayor nmero
de muertes por ao en el mundo; y 3. De la negativa a transformar las instituciones
globales en su fisionoma y procedimientos, y con el fin de mantener un equilibrio
de poderes internacionales.
Estas limitaciones se concretan en la imposibilidad de realizar acciones por
fuera del universo moral liberal. Acciones estas efectivas en el propsito de realizar
los derechos econmicos y sociales de las personas en los pases pobres, por fuera
del sustento moral de un orden filantrpico y ms acorde con el accionar y los
intereses de los Estados ricos y la banca internacional.
Se propone en este sentido superar el dilema liberal de capacidades-obligaciones sumando actores al escenario poltico. Tal vez aquellos pueblos no civilizados
o indecentes que Rawls excluira de los principios mnimos de convivencia global,
generan hoy una presin tal en el vecindario liberal, que las mismas reglas de
juego y la inversin en los pobres del mundo se contempla como una obligacin
poltica del liberalismo, ms all de cualquier principio o ideal de justicia que se
pretenda esgrimir.
Lo cierto es que el mundo unipolar que se vislumbraba en los primeros aos de
la posguerra fra est a punto de caducar, y los Estados liberales y desarrollados de
hoy pueden ver una mayor justificacin para aliviar la pobreza en la necesidad de
salvaguardar su estilo de vida y sus instituciones de la intromisin en el capitalismo
de los pueblos indecentes del sur y del oriente. Esa es la base de una compresin
de la justicia entre Estados, desde una perspectiva realista crtica.
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Abstract
Issues of crime and punishment are central to political life, political theory, and utopias from Mores
Utopia to the present. Political orders must respond to the nexus of issues surrounding those who
threaten or harm others in the society. Once harm has occurred, how should the society and its
members react? Unless one inhabits a fantasy world in which every one is perfect and conflict
non-existent, threats, harms, and unjust actions will exist, and there needs to be some way for
the society and its members to reply. Mores Utopia treats justice, crime, and punishment with
a not untypical utopian method (Stillman, 2000). There is a critique of contemporary practice,
followed by one or more images of utopian societies in which the practices are different and at
least on the surface better than those of contemporary society. In part because many utopias
include more than one good society, the reader is invited to examine the different alternatives,
and thus can sometimes discover questions about the alternatives. In Utopia, contemporary
English practices are examined and criticized; the practices of the Polylerites are proposed as
one alternative; and Utopian practices are another. An attentive reader can compare, contrast,
and evaluate the differing practices of England, the Polylerites, and Utopia in order to develop
coherent, just, and humane methods of addressing crime and meting out punishments. Because
Hythlodays presentation of the three systems of punishment contains inconsistencies, the reader
can also ask what those dilemmas may say about Hythloday, the societies he presents, and the
issue of crime and punishment.
Keywords: crime, justice, More, Polylerites, punishment, utopia.
Resumen
Los temas de crimen y castigo son centrales en la vida y teora polticas y en las utopas desde
la Utopa de Moro hasta el presente. Los rdenes polticos deben responder a los nexos de los
problemas que rodean a aquellos que amenazan o perjudican a los otros en la sociedad. Cmo
deberan reaccionar la sociedad y sus miembros una vez ha ocurrido el dao? A menos que uno
habite un mundo de fantasa en el que todos son perfectos y no existen conflictos, amenazas,
daos o acciones injustas, debe existir alguna forma para que la sociedad y sus miembros respondan. La Utopa de Moro trata la justicia, el crimen y el castigo con un mtodo utpico no
atpico (Stillman, 2000). Hay una crtica de la prctica contempornea, seguida por una o ms
imgenes de sociedades utpicas en las que las prcticas son diferentes y, al menos aparentemente, mejores que aquellas de la sociedad contempornea. En parte debido a que muchas utopas
incluyen ms que una buena sociedad, al lector se le invita a examinar las diferentes alternativas
y as puede llegar algunas veces a preguntas acerca de estas opciones. En Utopa se examinan
y critican prcticas inglesas contemporneas; se proponen las prcticas de los Polileritas como
una alternativa; y las prcticas en Utopa son otra alternativa. Un lector atento puede comparar,
contrastar y evaluar las diferentes prcticas de Inglaterra, de los Polileritas y de Utopa con el fin de
desarrollar mtodos coherentes, justos y humanos para abordar el crimen y asignar castigos. Dado
que la presentacin que hace Hythloday de los tres sistemas de castigo contiene inconsistencias,
el lector tambin puede preguntar lo que esos dilemas pueden decir acerca de Hythloday, las
sociedades que l presenta y los aspectos de crimen y castigo.
Palabras clave: crimen, justicia, Moro, Polileritas, castigo, utopa.
BY
NC
ND
368
Hythloday relies on the Ten Commandments and Jesuss preaching of love. A more complete
reading of the Bible has led others to different conclusions.
369
370
A country that fears invasion or that is invading another country (or is defending its right to another countrys crown) needs a standing army, its ranks filled
with trained killers. So a State, like England, that is always prepared for war is
always training its young men in violence, which in times of need they may employ
for their own survival.
A country where the rich and powerful are more concerned with displaying
their status and increasing their wealth by any means possible generates unemployable and unemployed people. In England, the many idlers servants and
courtiers attached to a nobleman display his conspicuous consumption and
lavish praise on him. But they perform no socially useful service (other than
bolstering the status of the rich) and learn no social and economic skills (other
than fawning) by which they might live on their own; at the whim of the lord, in
times of economic crisis, or when a new heir succeeds, they are likely to be tossed
out of their jobs and left without the means to earn a living.
In England, the rich are enclosing the commons, driving small farmers into
destitution, destroying their independence, and leaving them no legitimate way
to earn a living. The crass avarice of a few is causing rising prices in necessities
(food and clothing) and a decay in farming, so that hideous poverty co-exists
with wanton luxury. With their idlers, with their policy of enclosure, the rich are
a main cause of unemployment, starvation, and theft. The English aristocracy is
not engaged in maintaining social organization and authority; the state of England
is out of joint, and one manifestation of the deep-seated structural problems is the
inhumaneness and ineffectiveness of the punishments meted out by the courts.
The very limited usefulness of the law More the author, indicates to the reader
through the character of the lay lawyer2. The lawyer tries to argue that what is
being done at present in England is sufficient and that the law including capital
punishment for theft is adequate. But Hythloday argues that a primarily legal
approach to crime is insufficient. Because the sources of crime are to be found in
poverty and joblessness, the law cannot address why crime occurs; and because
capital punishment the severe application of severe penalties is the contemporary
legal response, the law is operating outside of both the Biblical commandment not
to kill and the secular or sociological analysis indicating that thieves are driven
Later in his life, More seems to have wished that Utopia be kept inaccessible and to have
allowed or ordered a few instances of capital punishment for heresy. See Schuster, Marius,
& Lusardi (1973, p. 176).
by necessity, that they will starve if they do not steal, and that the death penalty
for theft therefore does not deter. Indeed, the problem of crime is primarily social
(or social, economic, and political), in which many factors are intertwined. So to
ameliorate the problem of crime one needs to improve many different dimensions
of society; and to improve punishment the interconnectedness of social and moral
life must be considered. As the lawyer prepares, in Cardinal Mortons presence, to
follow the usual method of disputants and give a fully articulated legal counterargument to Hythlodays presentation, Morton tells him to hold his answer until
tomorrow (2010, p. 39) and turns again to Hythloday, asking him What penalty
more beneficial to the commonwealth would you recommend?
371
372
Testament, the New Testament, and equity and justice, Hythloday defends the
Polylerites: their punishment for theft is hard labor, not death. But the Polylerites
also proliferate offenses which can bring the death penalty, (Bruce, 1996, p. 281)
offenses relating to slaves. Hythloday seems not to see or to worry about this new
set of capital crimes.
Bruce also points out how Hythloday slips from a relatively straightforward
presentation of punishment for crime to disciplinary practices; here is where
repression enters this text (Bruce, 1996, p. 278). Hythloday had argued for more
humane practices of punishment on the grounds of equity and justice; but now,
describing the Polylerites practices, he slides away from equity and justice to
discipline, surveillance, and repression: slaves who are obedient and patient can
have some hope to be pardoned. Indeed, as soon as slaves are placed under the
complete control of their overseers, discipline and repression not development
to the exercise of virtue seems almost inevitable.
Hythloday or the Polylerites also seem not to notice some of the contradictions
or tensions in their practices. Because slaves have their ears clipped in order to
identify them as slaves, even reprieved and freed former slaves would have clipped
ears, appear to be escaped slaves, and thus (appear to be) individuals with whom
free men should not interact in commercial transactions for instance. The physical
marking is for life, and so is the appearance of being a slave. On another point:
because informing on others leads to freedom, slaves might find it in their selfinterest to bear false witness against their fellow slaves and level false accusations.
Finally, it is not clear that the Polylerites practices would be effective and useful
in England. The Polylerites society is less violent than England: because they pay
tribute to the Persians for their defense, they do not have a standing army or fight
wars, and so do not have soldiers who have learned violence and need sustenance
when demobilized, unlike European countries. The Polylerites put their slaves to
good use, engaging them in public works or private employ; but the problem in
England is that there are not enough jobs, and so the Polylerite practice of hiring
out slaves would, if put in place in England, exacerbate unemployment for free
non-criminals. When Hythloday recommends the Polylerite practices for England,
he seems to overlook these two issues.
Hythlodays presentation indicates that for him the Polylerites system could
be applied to England: I added that I saw no reason why this method might not
also be adopted in England, and be more beneficial (More, 2010, p. 43) than the
current English practices. Cardinal Morton, who gives Hythloday a sympathetic
Hythloday complains about how the courtiers are sycophants, always agreeing with what
they think Morton thinks; perhaps that is why Hythloday seems not to notice that Morton
listened to him and proposed an experimental policy as a result of his audience.
The Council decides the seriousness of the crime and thus the legal penalty (More, 2010,
pp. 93-94), which seems to leave lots of room for arbitrariness.
Religious zealotry is punished not by slavery but by exile (More, 2010, p.107).
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374
slaves do the hunting and butchering, and slaves do the heavy work at meal-time.
Slaves contribute to the economic well-being of Utopia, but do not seem essential
to it: Utopia is not a society based on slave labor.
As in his discussion of the Polylerites, Hythloday allows his ethical concerns
to slide or be suspended; he forgets his religious, philosophical, and moral objections to capital punishment. It is all right, he says, to punish the worst offenses
by slavery,
[] since slavery is no less painful than death to the offender. Beside, putting criminals to work is far more advantageous to the state than slaughtering them forthwith.
If they rebel and kick against this treatment, unrestrained by prison or fetter, then
they are put to death like untamable beasts. (More, 2010, p. 94)
The language suggests that the Utopians and Hythlodayhave slid to thinking
of human beings as like animals6.
As in his discussion of the Polylerites, Hythloday also allows disciplinary
practices and repression to enter into the treatment of slaves. If a marriage partner
forgives an adulterous spouse they may live together as slaves; sometimes the
penitence of the one partner and the dutiful persistence of the other move the
Governors compassion and they are freed (More, 2010, p. 93). Similarly, those
who have been tamed by long misery may be pardoned. Indeed, Utopia seeks
to discourage crime by giving honors and rewards that can incite citizens to do
good deeds (More, 2010, pp. 94-95), or as the marginal note comments, Citizens
to be animated by rewards for good conduct.
Just as there seem some tensions or contradictions in the Polylerites treatment
of slaves, so too with the Utopians. In what may seem reasonable at first glance,
the slaves are set to tasks which citizens should not do: because hunting and
butchering are bloodthirsty and demeaning, the Utopians remove these tasks from
their citizens and give them to the slaves. The slaves serve as butchers: citizens
do not butcher because such a practice erodes mercy, the finest quality of our
nature (More, 2010, p. 70). The slaves hunt: as Hythloday states, you should
In a few pages in a few minutes of his oral presentation Hythloday goes on to talk about the
Zapoletes, hired by the Utopians as mercenaries, as an abominable and shameful people
(More, 2010, p. 101). The Utopians seem able to be very judgemental, and very demeaning
in their judgements, when they wish.
feel pity when you see a poor, weak, timid and innocent hare rent in pieces by
a strong, fierce, and cruel dog; so hunting is a job unworthy of free citizens,
because the hunter seeks nothing but pleasure from killing and mangling some
poor creature. Utopians think a hunters desire to see bloodshed either arises
from a cruel disposition or creates one as the effect of constant practice in savage
pleasure (More, 2010, p. 84).
But the advantages of protecting the citizens from being butchers and hunters
must come at a cost: the continuing moral degradation of butchering and hunting
is visited upon the slaves. Some slaves are serious criminals, and their tasks do
not aim to rehabilitate them or make them more virtuous but rather serve only to
make them worse human beings. This seems like a risky, even foolhardy policy:
the Utopians give criminals slaves tasks designed to lessen whatever small stock
of mercy, pity, and care for others they may possess: as a marginal note asserts,
By butchering beasts we learn to slaughter men (More, 2010, p. 70). And then
the Utopians insinuate slaves throughout their society and at vulnerable points:
slaves work in the kitchens, with the female Utopians preparing the meals; they
sometimes drive an ox-cart on which a Utopian is travelling; and two slaves live
in each agricultural family unit of about forty adults.
There is also another important ramification to protecting the citizens from
bloody work and making the slaves do the butchering: it means that the Utopians
hide from themselves what is involved in getting their food to the table. The
fruits and vegetables they know and understand well, because all Utopians have
to work on agriculture as well as in the city. But the slaughter and processing of
live animals for meat is kept under wraps7. At some junctures involving violence,
Utopia seems constructed on the hiding or the ignoring of important activities.
Finally, Hythlodays descriptions hide one important dimension of the penalty
of slavery for both the Polylerites and the Utopians. He does mention that the
Polylerites slaves can be whipped for infractions, but he does not mention who
does the whipping. Nor does he mention who in Utopia oversees the slaves, chains
them, sets them to work, and watches them at night. Who executes the repeat
Similarly, the Utopians when they go to war bend every effort not to have to fight themselves
(More, 2010, p. 102) and hire the Zapoletes to do their dirty work of killing; so much of the
slaughter of war is hidden from the Utopians. Their ideology that legitimates their founding a
colony on the unoccupied and unused land of the natives also serves to mask the violence,
figurative and actual, that the Utopians commit (More, 2010, p. 69).
375
376
adulterers? Who, when slaves rebel, puts them to death like untamable beasts?
Slavery (and capital punishment for crimes committed as a slave) bring with them
the need for slave-masters or overseers, the Simon Legrees of the Polylerites and
Utopia. But those are hardly tasks conducive to mercy, pity, or virtue, or worthy
of a citizen of a good society.
Conclusion
Justice, crime, and punishment are central to Mores Utopia. They constitute one
of the first topics discussed at length in the text, suggesting their importance, and
Hythlodays analysis is cogent. Crimes committed of necessity when the only alternative was starvation, poverty caused by war and enclosure, and cruel punishments
justified by lawyers weaving abstract arguments that is the image Hythloday
presents to Cardinal Morton. Mores Utopia moves towards ameliorating these
issues in the discussion of punishment by the Polylerites and the Utopians. Not
that either society has a blueprint to offer England: but their goals are worthwhile
a more humane system of punishment, built around the reduction of crimes of
necessity and economic inequality, and enhanced by a society that rather than
educating thieves aims to educate to virtue.
At the same time, what Hythloday suggests are clearly not perfect solutions.
Of course, utopias rarely offer perfection. Rather they suggest possibilities of
improvement. For Hythloday of course, any serious possibility of improvement
requires the elimination of private property. With or without the abolition of
private property, however, the internal shortcomings visible in the Polylerites and
Utopians practices of punishment suggest that neither could be adopted by most
countries as a blueprint or even as an overall general goal.
Nonetheless a reader interested in justice, crime, and punishment can also
look to Utopia for suggestions for reform: some of the specific practices may well
be applicable in specific circumstances and could be applied experimentally, as
Cardinal Morton suggests. Most notably, in both societies the punishment for the
initial crime is not death but labor. That lesser penalty seems more in accord with
both morality and expediency. Both societies also allow for ways of gaining freedom
for slaves; although both seem to demand from the slave humble submission to
discipline rather than virtue, the possibility of earning freedom seems a step in
the right direction8.
Nonetheless, in many ways both societies have serious shortcomings in their
practices. Both societies wish to mark the convicted as slaves by clipping off an
ear, by putting in chains. But both wish to put the slaves to work and hunting
or butchering when wearing gold chains seems difficult. Both wish to allow for
pardoning slaves but a clipped ear makes freedom unclear to others, and the
character traits developed or enhanced by hunting and butchering do not seem
conducive to the slave becoming a contributing free citizen.
The shortcomings extend beyond punishment to other social practices.
Engaging in extensive surveillance of slaves to assure that they are following their
disciplinary rules, Utopia extends discipline and surveillance beyond the convicts
to the society at large. Citizens act in public and so their actions are always monitored. The dining room provides a telling example: the old watch the young, men
watch women, and children and pregnant women are off to the side, quiet; and the
elders lead the younger in proper conversations. The surveillance of prisoners and
of diners finds echoes from the beginning of Hythlodays description of Utopia,
when the reader learns that garden gates do not have locks and so give admission
to anyone, so that nothing at all is private (More, 2010, p. 62).
Raising questions about Utopia, the tensions in punishment practices also lead
to questions about Hythloday. Because his presentations of punishment include
such obvious problems, a reader may wish to ask skeptical questions of just about
everything Hythloday says not that everything that he says is wrong or valueless, but that there may be issues, unseen by him, lurking in his descriptions and
enthusiasm. Indeed, a reader might also question how well Hythloday has thought
through his intellectual positions, including his quasi-Platonic argument that
advising rulers is fruitless because, after all, Cardinal Morton did listen to him.
Especially in the United States, where incarceration rates are high and capital punishment is
employed, Utopia has much to suggest. The limits to a purely or primarily legalistic approach
to crime; the importance of human life as a value; the need to combine theoretical and
practical reason to find a theoretically coherent policy that is useful; the irony of the Polylerites
cutting off an ear, as permanent a sign of past crime as are felony convictions in many states
which enforce continuing civic and economic disabilities; the irony of the Utopians failure
to think of how being a slave affects moral character; and the need to criticize what is and
think about its transformation or reform all these can be seen as ways that Utopia could
help inform a discussion of punishment and justice in the U.S.
377
378
At the same time, the tensions, problems, and contradictions within each
societys system of punishment, as presented uncritically by Hythloday, suggest
how difficult is the nexus of justice, crime, and punishment. Justice, crime, and
punishment entail coercion and violence, and so perhaps Utopia is suggesting that
there will always be problems with punishing justly and effectively. Hythlodays
critique of England looks towards a moral or ethical treatment of human beings, in
which capital punishment is forbidden. But at the same time punishment involves
coercion: slaves are told what to do, what space to occupy, how to comport themselves. In some ways that coercion in itself involves the exercise of power involves
treating others as objects, as less than human over others, and especially when
that power is backed by capital penalties it involves treating others as untamable
animals. And, of course, the way to handle animals is to try to tame them, by the
powers of surveillance and repression9.
At the beginning of his discussion with Cardinal Morton, Hythloday talks
about the need for punishment to be both just and practical (More, 2010, p. 34),
humane and advantageous (More, 2010, p. 42). But the problems of punishment
suggest that it may be difficult or impossible to reconcile justice and effectiveness.
The respect for human life demanded by justice may be too readily in tension with
the demand for effectiveness, which involves coercion or surveillance, discipline,
and repression. Theoretical reason may be able to come up with moral absolutes,
such as respect for human life and demands for effectiveness, which practical
reason in some circumstances cannot reconcile.
In other words, the problems, tensions, and issues that surround the Polylerites
and Utopians practices of punishment can inform interpretations of the societies,
Hythloday the narrator, and the overall issue of punishment. The societies have
flaws in their punishment practices even if some aspects may nonetheless suggest
effective reforms. Hythloday seems not to see some contradictions, perhaps because
he is too zealous in his support of the distant countries he has visited. And, finally,
justice and effectiveness may be in tension, at least for any nexus of justice, crime,
In foreign affairs the Utopians face a similar tension among justice, effectiveness, and violence.
They wish to impose justice in international relations; yet their means of imposing justice,
in the final analysis, rests on coercion and violence, which they regard with utter loathing
but which they enter into frequently. To re-establish justice they may fight a fierce war in
which flourishing nations were shaken or overthrown and many killed (More, 2010, p.
98), hardly an effective or expedient result. Violence leads to ambiguous morality in international relations as in issues of crime and punishment.
and punishment that can be imagined in Mores world. The treatments of punishment in Utopia lead not to definitive answers nor to closure, but to further sets
of questions and further examination of possibilities.
379
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16 Utopa y organizacin
Utopia and organization
Francisco Salgado
Resumen
El captulo parte de la reconsideracin de la utopa como mtodo sociolgico para el anlisis de
formas alternativas de organizacin. Las organizaciones existen en la sociedad, y por extensin,
las configuraciones y arreglos organizacionales pueden servirse del pensamiento utpico como
mtodo para encontrar nuevas alternativas a las predominantes; estas ltimas se basan en el clculo
utilitario de consecuencias y en la hegemona del mercado. Se puede, por tanto, discurrir sobre
otros espacios y dinmicas organizacionales, a la luz de la utopa como mtodo de bsqueda
sistemtica de formas alternativas en las cuales los seres humanos pueden organizarse. Se trata,
tambin, de constatar que existen otras maneras de pensar acerca de cmo los seres humanos
pueden organizarse, y que estas alternativas surgen primero en la mente del estudioso y en el
pensamiento utpico. Las utopas clsicas pueden ser vistas como imaginaciones mentales que
proponen diferentes enlaces con las principales variables de la organizacin. En este sentido, la
utopa puede presentarse como una investigacin sistemtica de principios alternativos de organizacin. El captulo aborda las obras clsicas de La Repblica, Utopa, La Ciudad del Sol y La Nueva
Atlntida, con relacin a las dimensiones del espacio organizacional en el pensamiento utpico.
Palabras clave: espacio organizacional, estudios organizacionales, organizacin, utopa.
Abstract
This chapter starts from the reconsideration of utopia as a sociological method for analysis of
alternative forms of organization. Organizations exist in society and, by extension, configurations
and organizational arrangements can make use of utopian thinking as a method to find new
alternatives to those prevailing; the latter are based on the utilitarian calculus of consequences
and the hegemony of the market. Therefore, it is possible to reflect on other organizational spaces
and dynamics, in light of utopia as a method of systematic search for alternative ways in which
humans can be organized. It also involves verifying that there are other ways of thinking about
how humans can be organized, and that these alternatives emerge first in the scholars mind and
utopian thinking. Classical utopias can be seen as mental images that propose different links to
the main variables of the organization. In this sense, utopia can be presented as a systematic
investigation of alternative organizational principles. The chapter addresses classical works: The
Republic, Utopia, The City of the Sun and The New Atlantis, in relation to the dimensions of organizational space in utopian thinking.
Keywords: organizational space, organizational studies, organization, utopia.
BY
NC
ND
382
Francisco Salgado
Profesor del Instituto de Estudios de Rgimen Seccional del Ecuador
(ierse) de la Universidad de Azuay, Cuenca (Ecuador), y del Doctorado en Gestin Tecnolgica de la Escuela Politcnica Nacional,
Ecuador. Doctor en Administracin, Universidad Andina Simn
Bolvar, Ecuador.
Correo electrnico: francisco.salgado@fulbrightmail.org
Utopa y organizacin
Introduccin
El captulo parte de una perspectiva de la utopa como un mtodo sociolgico para
el anlisis de formas de organizacin alternativas a la corriente empresarial funcionalista. La utopa, de u-topos sin lugar o lugar en ninguna parte, puede ser vista
como la capacidad de imaginar otros mundos, otras sociedades, otras formas organizacionales. Ruth Levitas (2010) recuerda el interesante hecho de la presentacin
que hiciera H. G. Wells reconocido autor de La Guerra de los mundos cuando
postulara a su membresa en la Real Sociedad de Sociologa. En ella, Wells plantea
la utopa como el mtodo distintivo y nico de la sociologa, en el sentido en que
las configuraciones sociales alternativas surgan como fruto del pensamiento utpico
en el ensamble de nuevas concepciones de las relaciones de poder y las estructuras
sociales. Las organizaciones existen en la sociedad, y por extensin, las configuraciones y arreglos organizacionales pueden servirse del pensamiento utpico como
mtodo para encontrar alternativas nuevas a las predominantes (estas ltimas se
basan en el clculo utilitario de consecuencias y en la hegemona del mercado). Se
puede, por tanto, discurrir sobre otros espacios y dinmicas organizacionales, a la
luz de la utopa como mtodo de bsqueda sistemtica de formas alternativas en
las cuales los seres humanos pueden organizarse.
Conceptuamos el espacio-dinmica organizacional como el sistema complejo
en el que las organizaciones actan en una sociedad histrica. Imaginamos la organizacin tanto como el actuar humano que organiza, como el sistema social por l
organizado. Las organizaciones son sistemas sociales en los que sus participantes
trabajan para el logro de determinados objetivos y actan animados por cierto
principio orientador. Estas organizaciones estn profundamente imbricadas en la
trama social y actan con su propia dinmica, inserta en la historia de su sociedad
concreta. Por ello, tomamos la organizacin tanto como un sistema social, como una
praxis social, as como el espacio concreto de trabajo, como el actuar que lo configura
histricamente. En este sentido, concebimos a las organizaciones como un tejido, en
el que cada una de sus tramas contiene fracciones de la sociedad en movimiento.
383
384
Se trata de constatar que existen otras maneras de pensar acerca de cmo los
seres humanos pueden organizarse, y que estas alternativas surgen primero en
la mente del estudioso y en el pensamiento utpico. Las utopas clsicas pueden
ser vistas como imaginaciones mentales que proponen diferentes enlaces con las
principales variables de la organizacin. Toms Moro (2004) escribe sobre las
formas alternativas de la democracia, la divisin del trabajo, la movilidad social,
la economa y el intercambio; as como del derecho y la moral, la educacin y el
control entre otras cuestiones. Similares abordajes se pueden llevar a cabo
analizando La Repblica (1975), obra en la cual, por ejemplo, en uno de los dilogos
relatados por Platn, su maestro Scrates propone mirar el mercado como el
espacio en el cual los seres humanos comparten el fruto de su trabajo. De igual
suerte, Campanella (2006), Bacon (2006) y otros autores de utopas renacentistas
como Rabelais (1910) o Harringhton (2014) han tratado en sus obras sobre las
dimensiones del espacio-dinmica organizacional, sea viajando a lugares lejanos
o transportndose en el tiempo hacia el pasado o el futuro.
En estas obras aparecen formas diferentes en las que es posible imaginar los
ensambles en los cuales los seres humanos pueden organizarse para trabajar juntos
en la bsqueda de objetivos comunes. El captulo abordar el anlisis de los textos
de Platn, Moro, Campanella y Bacon, sealando las dimensiones del espacio
organizacional en el pensamiento utpico. La eleccin de estos cuatro autores
parte de una consideracin cronolgica: al conmemorarse el quinto centenario de
la aparicin de Utopa, consideramos pertinente contrastarla con otras obras del
pensamiento utpico del mismo perodo del Renacimiento, e incluir la que podra
considerarse la obra primigenia en este mbito, surgida en la Grecia clsica. Para
considerarlas con la profundidad debida, se limita este estudio a las obras de La
Repblica, Utopa, La Ciudad del Sol y La Nueva Atlntida.
Casi diecinueve siglos transcurrieron entre el pensamiento utpico de Platn
y el de los renacentistas Moro, Campanella y Bacon. Estas utopas clsicas surgen
en dos momentos cruciales de la humanidad. En efecto, la Grecia clsica y el
Renacimiento son momentos de inflexin, etapas de cambio que dejaron significativa huella para el futuro del ser humano en sociedad. Pocas veces el cambio
ha sido tan fecundo y en tantos mbitos. Las ideas sobre la ciencia, el arte y la
democracia marcan un rumbo definitivo a partir de la poca clsica de los griegos.
En el Renacimiento se origina la modernidad, con su nfasis en la racionalidad
como clculo utilitario de consecuencias, y surgen la economa de mercado y el
Estado laico. El pensamiento e imaginacin de situaciones felices para los hombres
Utopa y organizacin
385
386
Utopa y organizacin
Tabla 1
Tabla comparativa de las dimensiones organizacionales en el pensamiento utpico
Caracterstica
La Repblica
Utopa
Nueva
Atlntida
I. Descripcin general
a. Autor
Platn
Toms More
G.D. Campanella
Francis Bacon
b. Lugar y fecha
de la primera
publicacin
Lovaina, 1516
Npoles, 1623
Londres, 1627
c. Ubicacin
fsica (real o
remota)
Calipolis, ciudad
hermosa, se ubica en
la Grecia clsica
Amaurota, capital
del reino de Utopa
Taprobana,
en una zona
equinoccial
Bensalem est
en el Ocano
Pacfico
d. Area
No se describe
240.000 Km2, en
forma de media
luna
50 millas
cuadradas,
en 7 crculos
concntricos
5.600 millas
de dimetro, o
24.304 millones
de millas2 un
continente
e. Poblacin
No se describe
60.000-96.000
habitantes por
ciudad
No se describe
No se describe
f. poca
375 a.c.
Establecida aprox.
300 d.C.
Principios del
siglo xvii
Inicio de la era
cristiana
(contina)
387
(viene)
Caracterstica
La Repblica
Utopa
Nueva
Atlntida
388
a. Trabajo
(jornada,
divisin de
trabajo)
Ciudadanos
ordinarios (artesanos,
productores);
auxiliares o
soldados, llamados
a veces guardianes
gobernantes
(los verdaderos
guardianes)
Actividad comn
a todos: la
agricultura; divisin
de trabajo porque
cada uno tiene otro
oficio; seis horas
jomadas de trabajo
Sistema de
divisin del
trabajo entre
hombres y
mujeres, sin
discriminacin.
Jomadas de
solamente 4
horas diarias.
Existe divisin de
trabajo, con alta
especializacin.
b. Ocio
El simposio, era el
espacio en que la
clase aristocrtica
poda dedicar
su tiempo a la
formacin, al cultivo
del ser, mientras
los esclavos y los
artesanos deban
dedicarse a las
tareas serviles y de
produccin.
El tiempo libre
est dedicado al
estudio.
No existe ociosidad
ni pereza.
El tiempo libre se
dedica al estudio
grato, a la lectura,
a la narracin,
a la escritura,
al paseo y a
alegres ejercicios
mentales y fsicos.
No se describe
h. Justicia y su
administracin
La justicia es el
objetivo fundamental
de la obra de Platn.
La justicia est
dedicada a ayudar al
ser humano.
La justicia es un
valor principal de la
sociedad.
Existen pocas leyes,
y casi nunca la
pena de muerte.
Las leyes de la
Ciudad del Sol
son pocas, breves
y claras. La pena
ms usual es
privar al reo de la
mesa comn.
Existen leyes
fundamentales,
basadas en
los principios
cristianos, de
gran detalle.
i. Educacin
La paideia es el tema
central de la obra de
Platn. Para que el
ser humano sea justo,
debe ser formado
integralmente, debe
salir de la caverna.
La educacin
es universal y
equitativa, en
beneficio de lo
pblico. Todos
se forman en
agricultura.
El sistema de
educacin
contempla todos
los aspectos.
Se atienen a un
libro integrador,
llamado
Sabidura.
Se da gran
importancia a la
educacin. Estn
en sintona con
lo que ocurre
en el mundo, y
lo desarrollan
mucho ms.
(contina)
Utopa y organizacin
(viene)
Caracterstica
Nueva
Atlntida
La Repblica
Utopa
j. Salud
La realizacin
del ser implica el
desarrollo de todas
las caractersticas del
ser. Por tanto, la salud
mental y fsica es
objetivo de la ciudadestado.
Se da una atencin
privilegiada a los
enfermos. La salud
es la base de la
felicidad del ser
humano.
Hay un gran
desarrollo
cientfico de la
medicina y la
utilizacin de
biotecnologa y
farmacopea.
k. Instituciones
No se describen
con claridad, pues
su objetivo es la
descripcin del ser
humano por medio
de una comparacin
con tipos de
ciudades.
La ciudad est
organizada por
distritos, consejo,
asamblea, familias.
La arquitectura
de la ciudad es
una exaltacin del
saber.
Existe la
asamblea, el
colegio de
magistrados.
Las artes estn
organizadas
de acuerdo
a potencia,
sabidura y amor.
Casa de Salomn:
imagen de la
universidad; era a
la vez seminario,
industria y
consejo de
gobierno.
La familia es
elemento esencial
del Estado, el
matrimonio con
una sola mujer,
mucha atencin
al matrimonio,
poco divorcio, se
aman y se confan
mutuamente,
respeto a los
ancianos.
Es una sociedad
patriarcal,
con leyes
rigurosas para el
matrimonio.
Existe igualdad
entre los gneros.
Existe
igualdad de
oportunidades
en casi todas las
actividades.
Las mujeres se
desempean en
roles cotidianos,
pero no en los
cientficos ni
administrativos.
Organizacin
familiar/
Parentesco/
Matrimonios/
Eugenesia
Roles de
hombres y
mujeres
En la clase alta se
elimina el parentesco
de sangre, se practica
el amor libre, la
eugenesia. Los hijos
son separados de
sus padres para
su formacin. La
educacin es una
funcin comunitaria.
Aparente igualdad en
los roles de hombres
y mujeres.
(contina)
389
(viene)
Utopa
Nueva
Atlntida
Se da mucha
importancia al
desarrollo de la
tecnologa. Hay
una avanzada
produccin y
anticipacin de
futuras tecnologas.
Tecnologa
altamente
desarrollada.
Tenan mquinas
de volar, carros,
submarinos,
laboratorios
biotecnolgicos,
y otros.
Optimismo
frente al progreso
cientfico y
tcnico. Tienen
automviles,
aviones,
submarinos;
biotecnologa,
meteorologa,
mquinas
virtuales.
Se busca el Bien
superior, la formacin
filosfica como
la realizacin
trascendetal.
Se respetan
diferentes
religiones,
libertad religiosa,
ecumenismo,
con la fe en Dios,
respeto honorable
a los sacerdotes.
Se practica una
religin sincrtica,
monotesta,
creen en la
inmortalidad del
alma.
Se practica la
religin cristiana,
con respeto de
culto.
Alteridad
Los extranjeros no
son ciudadanos.
Los ciudadanos
extranjeros son
apreciados. Hay
especial respeto a
las personas con
mucha experiencia.
Los extranjeros
son tratados con
magnificencia y
cortesa.
Paz/Guerra
Aspira a la paz
abomina la
guerra, pero en
excepciones
contrata
mercenarios
extranjeros.
Solo combaten
cuando se ven
provocados. Se
forman para la
guerra hombres
y mujeres.
No se describe
La mayor felicidad
radica en la filosofa.
Se busca el placer
bueno y honesto.
La virtud es vivir
segn la naturaleza.
La felicidad est
tanto en el cuerpo
como en el espritu.
La felicidad
consiste en
el desarrollo
integral del ser
humano, tanto
de su espritu,
como de su
cuerpo.
A nivel bsico,
la familia es el
elemento clave
de la felicidad. La
exaltacin de la
ciencia permite
un desarrollo de
toda la sociedad.
Caracterstica
La Repblica
Idea
anticipadora del
futuro
La preocupacin por
el bien pblico (res
pblica) por sobre el
inters particular, y la
propiedad colectiva
anticipan ideas
de las utopas del
renacimiento y las
socialistas.
390
Cosmovisin y valores
Religin
Felicidad
Utopa y organizacin
391
El trabajo
392
Todas las utopas describen implcitamente una clara divisin del trabajo. La base
de la sociedad y sus organizaciones est en el mundo del trabajo. En contraposicin
con esta divisin, no hay distincin entre los roles del hombre y la mujer en el
mbito laboral. En La Repblica el trabajo es la base para el origen de la sociedad
y el Estado (polis) con el objetivo del bien comn, el que se logra con base en una
clara especializacin laboral. En algunas de las utopas del Renacimiento Utopa
y la Ciudad del Sol se describe con claridad la jornada de trabajo, que de manera
interesante anticipa la reduccin de la jornada laboral vigente en la poca en que
fueron escritas, a fin de permitir mayor tiempo a la realizacin substantiva del ser
humano. En la Nueva Atlntida, no se describe expresamente la divisin del trabajo,
pero se la puede inferir por el alto desarrollo cientfico y tcnico logrado, el cual
exige una alta especializacin.
Lo que da origen a la sociedad, no es la impotencia en que cada hombre se encuentra
para bastarse a s mismo y la necesidad de muchas cosas que experimenta? [] As es
que, habiendo la necesidad de una cosa obligado a un hombre a unirse a otro hombre,
y otra necesidad a otro hombre, la aglomeracin de estas necesidades reuni en una
misma habitacin a muchos hombres con la mira de auxiliarse mutuamente, y a esta
sociedad hemos dado el nombre de Estado [] Ser preciso que cada uno ejerza en
provecho de los dems el oficio que le es propio? Que el labrador, por ejemplo, prepare
el alimento para cuatro, y destine para ello cuatro veces ms de tiempo y de trabajo?
o sera mejor que, sin cuidarse de los dems, emplease la cuarta parte del tiempo
en preparar su alimento, y las otras tres partes en construir su casa y hacerse trajes
y calzado? [] No todos nacemos con el mismo talento, y uno tiene ms disposicin
para hacer una cosa y otro la tiene para otra [] Cmo irn mejor las cosas, haciendo
uno solo muchos oficios, o limitndose cada uno al suyo? [] Se hacen ms cosas,
mejor y con ms facilidad, cuando cada uno hace la que le es propia en el tiempo y
sin cuidarse de todas las dems. (Platn, 1975, ii pp. 60-62)
Utopa y organizacin
Y en Campanella (2006):
Las artes mecnicas y especulativas son comunes a hombres y mujeres [] la diferencia de que los ejercicios ms pesados [] son ejecutados por los varones. Las
mujeres suelen dedicarse tambin a ordear las ovejas y hacer queso [] ( p. 19)
[] [el trabajo] realiza considerndola digna de toda honra [] no hay siervos []
las funciones y servicios se distribuyen a todos por igual, ninguno tiene que trabajar
ms que cuatro horas al da (p. 26) [] ningn defecto es motivo suficiente para que
estn ociosos los hombres [] El cojo presta servicio como centinela [] El ciego
carga la lana con sus manos y prepara plumas [] a la vez es ciego y manco pone a
contribucin su voz y sus odos. (pp. 27-28)
393
394
comern acostados ellos y sus hijos en lechos de verdura, de tejo, de mirto; bebern
vino, coronados con flores, cantando las alabanzas de los dioses; juntos pasarn la
vida agradablemente (ii-p. 64) [] Los verdaderos filsofos son aquellos cuyo espritu
puede alcanzar el conocimiento de lo que existe siempre de manera inmutable (ix-p.
303) [] Con ellos sucede lo que con los enamorados y anhelantes con relacin al
objeto de su anhelo y de su amor, porque aman todo lo que afecta a esta esencia, sin
despreciar ninguna parte, grande o pequea [] T sabes que cuando los deseos
se dirigen con violencia hacia un objeto, tienen menos vivacidad respecto a todo lo
dems, porque el torrente corre [] en esta sola direccin. Por consiguiente, aquel
cuyos deseos se dirigen hacia las ciencias slo [sic] gusta de los placeres puros, que
pertenecen al alma [] Un hombre en tales condiciones es templado y enteramente
extrao a la concupiscencia, porque las razones que obligan a los dems a correr con
tanto ardor tras las riquezas no tienen ninguna influencia sobre l (vi-pp. 200 201)
[] Entre los deseos y los placeres superfluos los hay que son ilegtimos. Estos deseos
nacen en el alma de todos los hombres [] pero se desvanecen enteramente a travs
de la razn. (Platn, 1975, ix-pp. 303- 304)
Propiedad
Todas las utopas plantean un rgimen de propiedad comunitaria, el cual parte de
un desprendimiento de los bienes materiales, una actitud estoica que desdea la
propiedad privada y privilegia lo pblico. Desde el planteamiento platnico de La
Repblica, segn el cual la clase alta de la sociedad los guardianes vive en un
Utopa y organizacin
rgimen sin propiedad privada, tambin en las utopas del Renacimiento Moro,
Campanella y Bacon proponen un ideal de sociedad con propiedad comunitaria
una idea anticipadora de la idea comunista como el culmen del inters por el
bien comn que las caracteriza.
En estas ltimas utopas, la propiedad se distribuye de acuerdo con las necesidades individuales, el a cada quien segn su capacidad, a cada quien segn sus
necesidades del pensamiento socialista posterior. En ellas se encuentra la prctica
de comer juntos en las ciudades, como una y misma familia. Por tanto, la propiedad
es comunitaria, no existe divisin entre lo privado en pblico. En este estilo de
vida, emulan a los primeros cristianos:
Quiero, en primer lugar, que ninguno de ellos tenga nada suyo, a no ser absolutamente
necesario; que no tengan, ni casa, ni despensa donde no pueda entrar todo el mundo
[] Que coman sentados en mesas comunes [] Porque, desde el momento en que se
hicieran propietarios de tierras, de casas y de dineros, de guardadores que eran []
y defensores del Estado se convertiran en sus enemigos y sus tiranos (iii-p. 120) []
Por lo tanto t, en calidad de legislador, despus de haber entresacado las mujeres
como lo has hecho con respecto a los hombres, las unirs, en cuanto sea posible,
segn sus caracteres. Ahora bien, unos y otros, como no poseen nada en propiedad
y todo es comn entre ellos, casa y mesa vivirn siempre juntos, y encontrndose de
esta manera confundidos en el gimnasio [] la inclinacin natural de un sexo hacia
el otro les llevar, sin duda, a formar uniones. (Platn, 1975, v-p. 169)
En Utopa:
Nada se considera de propiedad privada. (p. 131) [] [en] cada distrito hay un
mercado pblico donde se encuentra de todo [] sin que se le pida a cambio dinero
o prenda alguna (p. 157) [] A ninguna familia le falta nada para comer (p. 168)
[] Si a esto se aade que la riqueza est equitativamente distribuida [] ni un solo
pobre ni mendigo. (Moro, 2004, p. 171)
395
puede apropiarse cosa alguna ( p. 13) [] Son comunes las casas, los dormitorios,
los lechos y todas las dems cosas necesarias [] (p. 19) [] la comunidad hace a
todos los hombres ricos y pobres a un tiempo: ricos, porque todo lo tienen; pobres,
396
porque nada poseen y al mismo tiempo no sirven a las cosas, sino que las cosas les
obedecen a ellos. (Campanella, 2006, p. 26)
Utopa y organizacin
Ninguno puede recibir regalos de los dems, pues la comunidad les concede cuanto
necesitan. Y los magistrados cuidan mucho de que nadie reciba ms de lo que merece
pero tampoco le falte nada de lo necesario [] Todos los coetneos se llaman hermanos
unos a otros. (Campanella, 2006, p. 14)
397
398
Planificacin
El ms importante proyecto que planifica Platn en su Repblica es la ascesis:
las reglas y prcticas encaminadas a la liberacin del espritu del ser humano y
al logro de la virtud, a la bsqueda del bien que brilla como el sol. Su metfora
de la lnea divisoria entre doxa (mundo sensible), y episteme (mundo inteligible),
entre las ideas y las sombras, entre la opinin y la ciencia, tiene como umbral la
Utopa y organizacin
399
400
Organizacin poltica
Platn propone tres fases para construir el Estado ideal. Primero, se forma una
aristocracia del intelecto, a travs de la rigurosa formacin, de la ascesis. Segundo,
esta aristocracia se constituye en una sociedad de propiedad colectiva, sin propiedad
privada ni vida en familia. Finalmente, el filsofo es el rey de la ciudad. Muchos
han visto este tipo de organizacin poltica como totalitaria, una sociedad ms de
castas que de clases, cuya escala inferior la ocupan los artesanos, campesinos y
comerciantes; la media, los guardianes (defensores, protectores de la comunidad);
y la alta los filsofos. El filsofo y el tirano en La Repblica son completamente
opuestos: el primero justo, ordenado y armonioso; el otro sin ley, bestial y salvaje.
En las utopas de Moro y Campanella se encuentran sociedades con propiedad
comunitaria no existe la privada, una planificacin centralizada y una
economa racionalizada. Las utopas del Renacimiento comparten el paradigma
platnico segn el cual el gobernante ms idneo es el ms sabio, pero que acta
en un Estado que se organiza de maneras diferentes: una democracia representativa
en Moro, una tecnocracia autoritaria en Bacon, o una teocracia en Campanella.
Estas sociedades son autrquicas, aisladas de las dems naciones, y exhiben un
grado importante de militarizacin y control territorial.
As, En La Repblica se encuentra como:
Entonces es llegada la ocasin [] a aquellos [] que se hayan distinguido en las
ciencias y en toda su conducta [aristocracia] [] ocupndose casi siempre del estudio
de la filosofa, pero cargando, cuando llegue el turno, con el peso de la autoridad y
de la administracin de los negocios sin otro fin que el fin pblico, y en la persuasin
Utopa y organizacin
de que se trata menos de ocupar un puesto de honor que de cumplir un deber indispensable [] Despus de haber trabajado sin descanso en formar y dejar al Estado
sucesores dignos de reemplazarles, podrn pasar de esta vida a las islas afortunadas.
Este gobierno [] es posible, y slo [sic] lo es, cuando estn a la cabeza de los gobiernos
uno o muchos verdaderos filsofos, que [] poniendo la justicia por encima de todo
[] sometidos en todo a sus leyes y esforzndose en hacerlas prevalecer, emprenda[n]
la reforma del Estado (vii-pp. 266 267). Deseo saber cules son esos [otros tipos
de] gobiernos de que hablabas [] El primero [] es el de Creta y Lacedemonia
[timocracia]. El segundo [] es la oligarqua, gobierno expuesto a un gran nmero de
males. El tercero, opuesto enteramente al segundo y poco estimado, es la democracia.
En seguida viene la tirana, que no se parece a ninguno de los otros tres, y que es la
mayor enfermedad que puede padecer un Estado. (Platn, 1975, viii p. 270)
En Utopa se lee:
Cada grupo de treinta familias elige su juez, llamado sifogrante [] Cada diez sifograntes [] presididos por un protofilarca [] los doscientos sifograntes [] eligen
en voto secreto y proclaman prncipe a uno de los cuatro ciudadanos nominados por
el pueblo (pp. 133-134) [] Cada tres das [] presididos por el prncipe, se renen
en consejo (p. 135) [] todas las decisiones importantes son llevadas a las asambleas
de los sifograntes [] En ocasiones, el asunto se presenta al consejo de toda la isla
(p. 136) [] los sifograntes [] exentos oficialmente de trabajos manuales [] esta
clase intelectual [] (pp. 147-148) [] De aqu se lleva al mercado la carne limpia y
despiezada por los criados o siervos. Los utpicos no consienten que sus ciudadanos
se acostumbren a descuartizar a los animales (p. 159) [] Los utpicos no consideran esclavos a los prisioneros de guerra [] Son esclavos los ciudadanos de Utopa
convictos de un gran crimen. (pp. 227-228) [] Se los trata con toda humanidad;
slo [sic] que se los hace trabajar un poco ms debido a su mayor hbito de trabajo.
Por lo dems, tienen la misma consideracin de ciudadanos. (Moro, 2004, p. 229)
En la utopa de Campanella:
El jefe supremo es un sacerdote, al que en su idioma designan con el nombre de Hoh
[] Se halla al frente de todas las cosas temporales y espirituales. Y en todos los asuntos
y causas su decisin es inapelable [] Le asisten tres jefes adjuntos, llamados Pon, Sin
y Mor [] El Poder tiene a su cargo lo relativo a la guerra y a la paz, as como tambin
401
402
de las ciencias fsicas, matemticas y astrolgicas (p. 17) [] [a los triunviros] se les
va invitando [] a exponer las deficiencias existentes en la Repblica y a indicar qu
magistrados cumplen bien su funcin. (2006, p. 39)
Y en la de Bacon:
Por mi profesin soy Gobernador de esta Casa de los Extranjeros, y por vocacin
sacerdote cristiano; el Estado les concede permiso para que permanezcan aqu durante
seis semanas; y no se preocupen si sus necesidades exigen un plazo ms amplio, pues
la ley no es muy precisa acerca de este punto. (2006, p. 13)
Justicia
Aun cuando al final del Libro i de La Repblica se termina sin una definicin de
justicia, un anlisis cuidadoso de los detalles que Scrates argumenta con Polemarco,
nos llevan a diferenciar la posicin de Polemarco (para quien la justicia es la posibilidad de ayudar nicamente a los amigos), de la posicin de Scrates (quien plantea
que el hombre justo debe usar su sabidura para ayudar a todas las personas, sin
pensar en el supuestos beneficio que podr tener en el futuro). La formacin del
hombre justo es la idea platnica de la educacin. En las utopas renacentistas,
se proponen aspectos como los propuestos por Platn en su Repblica. Son tan
distintas de las instituciones del Renacimiento y de las actuales fundadas sobre la
propiedad privada que all no se conoce. En los casos de las utopas de Moro y
Campanella, se detallan las leyes para las principales actividades de la sociedad
haciendo nfasis en los asuntos que las sociedades de su poca consideraban tab,
tales como los relacionados con el matrimonio, la sexualidad, o la propiedad.
De esta manera, en La Repblica se encuentra:
Y as, cuando indagbamos cul es la esencia de la justicia y cmo deba ser el hombre
justo, suponiendo que exista, y cules la injusticia y el hombre injusto, qu es lo que
nos propusimos? Yo creo que nada ms que encontrar dos modelos completos, fijar
nuestras miradas en el uno y en el otro, para juzgar de la felicidad o desgracia que
Utopa y organizacin
acompaa a cada uno de ellos, y obligarnos a concluir con relacin a nosotros mismos,
que seremos ms o menos dichosos segn que nos parezcamos ms al uno o al otro
(v- p. 187) Se debe designar para magistrados a los que nos parezcan ms a propsito
para mantener las leyes y las instituciones en todo su vigor. (Platn, 1975, vi, p. 199)
En la obra de Moro:
El reincidente en el adulterio es castigado con la muerte (p. 237) [] Pero casi todos
los delitos son castigados con la esclavitud (p. 238) [] En todo crimen consideran
como algo realizado la tentativa del hecho (p. 239) [] Tienen muy pocas leyes []
quedan excluidos de Utopa todos los abogados [] todos all son expertos en leyes
[] (pp. 242-243) [] Castigan con la muerte (a los extranjeros) [] (2004, p. 256)
Educacin
En La Repblica, Platn plantea la educacin como paideia, la formacin integral y libre
del ser humano tanto en espritu como en cuerpo. Adems, enfatiza la importancia
del espritu para la formacin moral de los nios y jvenes, un proceso completo de
educacin que cultiva la mente, entrena el intelecto y forma el carcter. En las utopas
de Moro, Campanella y Bacon tambin se propone la formacin y el cultivo del saber
403
404
En la utopa de Campanella:
A la Sabidura compete lo concerniente a las artes liberales y mecnicas, las ciencias y
sus magistrados, los doctores y las escuelas de las correspondientes disciplinas. A sus
rdenes se encuentran tantos magistrados como ciencias [] Todos ellos se atienen a
un nico libro, llamado Sabidura, en el que con claridad y concisin extraordinarias
estn escritas todas las ciencias. Este libro es ledo por ellos al pueblo (p. 10) []
Fcil aprendizaje de las ciencias por medio de pinturas murales [] La Sabidura
hizo adornar las paredes interiores y exteriores, inferiores y superiores, con excelentes
pinturas que en admirable orden representan todas las ciencias. (2006, p. 11)
Utopa y organizacin
Y en Bacon se lee:
Cada doce aos salieran del reino dos barcos con objeto de realizar varios viajes []
para que pudieran dar a conocer el estado de los asuntos de los pases que visitaban;
especialmente las ciencias, artes, manufacturas e invenciones de todo el mundo; adems,
traernos libros, instrumentos y modelos de toda clase de cosas ( p. 26) [] Doce de
ellos [de la Casa de Salomn] navegan hacia pases extranjeros bajo la bandera de otras
naciones, trayndonos libros, resmenes y modelos de experimentos realizados en todas
partes. A estos hombres los llamamos los Mercaderes de la Luz, tres de ellos renen
los experimentos que se encuentran en todos los libros. A stos [sic] los llamamos los
Depredadores. Tres renen los experimentos llevados a cabo en las artes mecnicas, en
las ciencias liberales, y aquellas prcticas que no se incluyen en las artes. A stos [sic]
los llamamos los Hombres del Misterio. Tres ensayan nuevos experimentos, segn lo
juzgan conveniente. Los llamamos Pioneros o Mineros. Tres catalogan los experimentos
de los cuatro grupos anteriormente enumerados en ttulos y tablas, para iluminar
mejor la deduccin de las observaciones y axiomas extrados de ellos. Los llamamos
Compiladores. Tres examinan los experimentos de sus compaeros, concentrndose
en el intento de deducir de ellos cosas tiles y prcticas para la vida y el conocimiento
del hombre; e igualmente para sus obras, para la demostracin patente de las causas,
medios de adivinacin natural, y el rpido y claro descubrimiento de las virtudes y
partes de los cuerpos. Los llamamos Donadores o Benefactores [] tres de ellos que se
preocupan de supervisar y dirigir los nuevos experimentos, desde un punto de vista
ms elevado, y penetrando ms en la naturaleza que los anteriores. A stos [sic] los
llamamos Lmparas. Otros tres ejecutan los experimentos as dirigidos, y dan cuenta
a aquellos. Los conocemos con el nombre de Inoculadores [] tres que sintetizan los
descubrimientos logrados mediante los experimentos en observaciones, axiomas y
aforismos de ms, amplitud; los llamamos Intrpretes de la Naturaleza. (2006, pp. 46-47)
Salud
De manera directa o metafrica, todas las utopas conceden una importancia especial a la salud, tanto la del cuerpo como la de la mente. En La Repblica, Platn
compara su utopa del Estado deseable con el Estado sano, y su antpoda, el Estado
enfermo; adems, concibe la filosofa como una forma de cuidado con ternura del
alma, y a la gimnasia y la medicina como el cuidado del cuerpo:
405
El verdadero Estado, el Estado sano, es el que acabamos de describir [] [en contraposicin a] el Estado enfermo y lleno de humores (ii-p. 66) [] Que el mismo hombre
[que se ha formado en la filosofa y la msica] se dedique a la gimnasia, que se ejercite,
406
Utopa y organizacin
407
Instituciones
Las instituciones humanas que se proponen en La Repblica, tratadas alegricamente como el sol, la lnea y la caverna, son la ciencia, la ascesis y la paideia. Este
legado ofrece una gran riqueza simblica y argumentativa como programa para la
formacin del ser humano en las sociedades de todos los tiempos, incluida, por
supuesto, la contempornea. En las utopas del Renacimiento, las instituciones
ms importantes son aquellas que contribuyen al desarrollo del saber y los conocimientos, al tiempo que se destaca la amplia participacin de los ciudadanos en la
formulacin y aplicacin de las leyes, por lo que podemos afirmar que la confianza
en la justicia es una institucin fundamental de las sociedades utpicas de Moro,
Campanella y Bacon.
En La Repblica se lee:
Recuerda el hombre de la caverna: comienza por verse libre de sus cadenas; despus,
abandonando las sombras, se dirige hacia las figuras artificiales y hacia la luz que las
alumbra. En fin, sale de este lugar subterrneo para subir hasta los sitios que ilumina
el sol; y como sus ojos, dbiles y ofuscados, no pueden fijarse, desde luego, ni en los
animales, ni en las plantas, ni en el sol, recurre a las imgenes de los mismos, pintadas
en las superficies de las aguas y en sus sombras, pero estas sombras pertenecen a seres
reales y no a objetos artificiales como suceda en la caverna; y no estn formadas por
aquella luz, que nuestro prisionero tomaba por el sol. El estudio de las ciencias []
produce el mismo efecto. Eleva la parte ms noble del alma hasta la contemplacin del
ms excelente de los seres; como en el otro caso, el ms penetrante de los rganos del
cuerpo se eleva a la contemplacin de lo ms luminoso que hay en el mundo material
y visible [] El mtodo dialctico es el nico que, dejando a un lado la hiptesis,
se eleva hasta el principio para establecerlo firmemente, sacando poco a poco el ojo
del alma del cieno en que estaba sumido, y elevndolo a lo alto con el auxilio y por
ministerio de las artes de que hemos hablado [] Mi dictamen es que continuemos
llamando ciencia a la primera y ms perfecta manera de conocer; conocimiento
razonado a la segunda; fe a la tercera; conjetura a la cuarta; comprendiendo las dos
ltimas bajo el nombre de opinin, y las dos primeras bajo el de inteligencia; de suerte
que lo perecedero sea el objeto de la opinin, y lo permanente el de la inteligencia; y
que la inteligencia sea a la opinin, la ciencia a la fe, el conocimiento razonado a la
408
En Utopa, de Moro:
La isla cuenta con cincuenta y cuatro grandes y magnficas ciudades. Todas ellas
tienen la misma lengua, idnticas costumbres, instituciones y leyes (p. 120) []
Cada tres das, incluso con ms frecuencia si as lo piden las circunstancias, los
traniboros, presididos por el prncipe, se renen en consejo (p. 135) [] todas las
decisiones importantes son llevadas a las asambleas de los sifograntes (p. 136) []
La ciudad est compuesta de familias, y estas, en general, estn unidas por los lazos
del parentesco. (2004, p. 153)
Y en Bacon:
La Casa de Salomn, casa o colegio [] que constituye el alma de este reino (p. 16)
[] Fue la fundacin e institucin de una orden o sociedad [] fue la fundacin ms
noble [] Est dedicada al estudio de las obras y de las criaturas de Dios (p. 25) []
nuestro excelente rey aprendi de los hebreos que Dios cre el mundo y todo cuanto
encierra en seis das, y que, por lo tanto, al fundar esta casa para la investigacin de
la verdadera naturaleza de todas las cosas (por lo cual Dios tendra la mayor gloria,
como hacedor de ellas, y los hombres mayor fruto en su uso) le dio tambin este
segundo nombre. (2006, p. 26)
Utopa y organizacin
409
410
Referencias
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Utopa y organizacin
411
Abstract
The aim of the present chapter is to establish a link between solidarity economy and utopia
more precisely, to argue in favor of solidarity economy as an instance of a contemporary utopian
project. To that end, we will advocate a perspective of utopia that removes it from the usual
derogatory concept of an unfeasible project, and rely on Ernst Blochs theoretical framework as
a foundation to associate utopia with the idea of possibility as summed up in his concrete utopia
category. We will also discuss solidarity economy as a project rooted in the past (the co-operative
movement) that is rekindled in times of crises, with an emphasis on the Brazilian case. We will
posit that adhesion to solidarity economy may be identified, initially and in certain cases, with
the search for the resolution of survivorship issues, but is further sustained by a longing for more
radical societal changes. Driven by the hope of seeding a better future, solidarity economy participants reproduce not always consciously a social utopia that mobilizes hopes and actions in
the manner of concrete utopias.
Keywords: concrete utopia, co-operative movement, Ernst Bloch, solidarity economy.
Resumen
El inters de este captulo es establecer un vnculo entre economa solidaria y utopa, ms precisamente, argumentar a favor de la economa solidaria como un ejemplo de proyecto utpico
contemporneo. Para esto, propondremos una perspectiva de utopa que la sustrae del concepto
derogatorio usual de un proyecto inviable; y nos basaremos en el marco terico de Ernst Bloch
como fundamento para asociar utopa con la idea de posibilidad, como se resume en su categora
de utopa concreta. Tambin discutiremos la economa solidaria como un proyecto arraigado en
el pasado (el movimiento cooperativo), el cual es reavivado en tiempos de crisis, con nfasis en
el caso brasilero. Supondremos que la adhesin a la economa solidaria puede ser identificada,
inicialmente y en ciertos casos, con la bsqueda de una solucin a problemas de supervivencia,
pero que se sustenta adems en un anhelo por cambios sociales ms radicales. Impulsados por
la esperanza de sembrar un futuro mejor, los participantes de la economa solidaria reproducen
no siempre de manera consciente una utopa social que moviliza los deseos y las acciones en
la forma de utopas concretas.
Palabras clave: utopa concreta, movimiento cooperativo, Ernst Bloch, economa solidaria.
BY
NC
ND
414
Introduction1
Solidarity economy is the offspring of crises. Its roots date back to the experiences
of the nineteenth-century cooperative movement led by utopian socialists that
emerged as a response to the crisis begotten by the Industrial Revolution. On their
revival, in the closing decades of the twentieth century, those experiences were
renewed as a way of coping with the new context of a crisis of the capital, this time
in a neoliberal version.
Both at its inception in the nineteenth century and re-emergence in the
twentieth century, solidarity economy has stood out as a project transcending the
need for job and income generation. Despite being boosted by crises, solidarity
economy is more than merely a mitigating alternative. In fact, solidarity economy
is not concerned with minimizing the effects of a crisis, particularly an economic
crisis, but rather with constructing new civilizing alternatives.
Thus, although solidarity economy is a fruit of crises, it is not content to
adopt palliative measures, nor does it stop at denouncing and critically diagnosing
reality. Here lies its strength, its potential for change, its utopian vein: solidarity
economy is at once resistance and proposition, denouncement of the present and
anticipation of the future.
Such a dual dimension implies recognizing solidarity economy as both practice
and project; this recognition reveals the complexity underlying this realm made
of concrete experiences (practice) and visions of the future (project).
The key argument of this text is that the utopian dimension of solidarity
economy is a central aspect of those experiences, albeit very often neglected or
rebutted. We aim to examine utopia not only with the intent of valuing it as a
theoretical category, but also to determine how and to what extent it is associated
with solidarity economy.
Clearly, the concept of utopia adopted herein is not consistent with the usual
meaning of the term, which implies a delusional, impossible, naive undertaking.
Nor is it connected to the concept introduced in Thomas Mores book, in which he
named an idea that had no previous designation and that currently has multiple
interpretations.
Given the wide range of meanings for the word utopia and the predominance
of a certain interpretation of the term, it is important to define some premises
The original text in Portuguese was translated into English by Renato Nadal Souza.
415
416
sustaining the present paper. We argue in favor of the relationship between utopia
and solidarity economy considering that utopia is indeed a controversial and polysemic concept, but also a contemporary and scientific one, and that Ernst Blochs
concrete utopia category is appropriate to explain the social utopias of the twentyfirst century. Furthermore, we contend that solidarity economy encompasses,
from its inception, a utopian component that blends a dimension of critique of
the present with a dimension of projection of the future.
Drawing on those considerations, this paper is structured as follows: first,
we will offer a number of perceptions regarding the utopia category and discuss
the origin of the term, its chief definitions and controversies, and then proceed
to argue for the hypothesis of its ubiquitousness.
Further on, we shall explore the theoretical framework of Ernst Bloch in order
to support this investigation by taking a scientific and positive look at utopia. With
his philosophy, Bloch provides us with categories rich in innovative thinking in
which utopias are given a new status. He does so by reframing hope, reality, possibility; underscoring imagination, dreams, anticipation and the not-yet; recovering
the ethical and political significance of utopia, and by redefining the concept
itself. In contrast to the trivial definition that condemns utopia to impossibility
denominated abstract utopia by Bloch concrete utopia chooses engaged action
in a project for a better society. The relationship between production of utopias
and times of crises will also be examined.
We will then advance with the subject of solidarity economy, covering from its
birth to its resurgence and up to the present time, placing particular emphasis on
the Brazilian case. The main characteristics of solidarity economy and the reasons
justifying its status as a utopian project will be examined.
The argument for a dual nature of solidarity economy practice and project
will also be explored, as well as aspects revealing the dimensions of critique and
proposition that can give it the status of a utopian project.
Finally, we acknowledge solidarity economy as a social utopia, examine the
nature of this utopia relying on the teachings of Ernst Bloch, and conclude with
some considerations.
book. The first part, written in that year, is a critique of the English society; the
second, written one year previously, describes the island of Utopia supposedly
visited by one Raphael Hythlodaeus in his travels around the New World, with
detailed descriptions of the place and the routine of its inhabitants.
The word utopia is usually translated as a non-place, although even that
rendition has been disputed. According to Ansa (1984), there is a suspicion that
the word utopos is the result of a translation error, the original expression being
eu-topos, meaning happy place.
In that regard, Baczko (1985) raises the question: What is then the matter
with this key term throughout the text? Does it designate U-topia, a nowhere land,
a land that does not exist anywhere, or does it designate Eu-topia, that is, the
best country, superior even to the one that Plato had imagined? Or both things
at once... (p. 343).
Dubois (2009) supports Baczkos thesis: In fact, we do not know whether
utopia should be linked to outopia, the country of nowhere, or eutopia, the country
where one lives well. He goes on to conclude: Actually, these two meanings are
inseparable. (p.22).
Rather than delving into this debate, we should bear in mind that the original
inaccuracy regarding the etymology of the word and the meanings imposed on the
concept created a context whereby, quite often, controversies ultimately legitimate
a given view of the world.
The flexibility or lack of rigor in the use of the word utopia brings to mind
Bueys words of caution: Not only in Wonderland, but also down here, the ability
to denominate, to give names to things, is essential to learn about the world and
to change it (Buey, 2007, p. 7).
In view of that, despite the etymological inaccuracies, it is to this capacity of the
term utopia to designate projects of social transformation that we draw attention
in this text, and the aforementioned points serve well to underline how complex
and controversial the word and concept are, even in their most elementary aspects.
The utopia to which we refer is, therefore, the social utopia. Thus, it is essential
to clarify some points and address two aspects that are paramount to the defense
of utopia as a positive, scientific and political concept: the rejection of its identification with a project of perfect society and the affirmation of its critical and
propositional dimension and immanent character.
Indeed, one of the most common arguments used to disqualify the term utopia
concerns its identification with the idea of perfection, as in Keller (1991): Utopa,
417
418
present society and a project for a better future. Although the present warrants
a critical diagnosis, which is a relevant measure, such an analysis is insufficient.
Beyond denouncement and resistance, it is necessary to cross the imposed limits
and envisage the embryos of the future gestated in the present, thus fulfilling both
the dimensions of critique and proposition of a social utopia.
Further, we consider that imputing to utopia the capacity to envision a future
described in detail and typically with a happy perfect outcome corresponds to
what Jacoby (2007) designates the blueprint current of utopian thought, advocated by Thomas More and others. Counter to it stands the iconoclastic current,
represented, among others, by Ernst Bloch which is not concerned with images
and detailed features of a future scenario.
In line with this, Jameson (2006) points out that visions of the future provide
a diagnosis of the present and also play a critical-substantive role; Keller (1991)
states that denouncing the problems of a society enables an analysis of those
questions and encourages changes.
Horkheimer (1984) ponders: In fact, utopia has two facets; it is the critique of
what is and the representation of what should be (p. 83).
However, again there is no consensus on this matter; there are divergent views
regarding which of those dimensions is really consistent with a utopian project.
Ansa joins Neussus in the argument that a utopia is more often remembered
(hence, also more often judged) by its criticism of the present than its projection
of the future. Thus, it is for their negative dimension rather than the propositional
one that utopias are contested (1984).
Nevertheless, Ansa concedes that the faculty of critique is determined by
historical conditions:
Pero no se dice siempre con facilidad no a la sociedad en que se vive. Histricamente
ha habido perodos en que la tensin utpica, al violentar los lmites del orden
existente y proponer un orden alternativo, han hecho ms notoria la necesidad del
cambio. Si bien es evidente que para cada poca y para cada sociedad la serie de
opciones posibles est fijada y delimitada de antemano y que no se puede hablar en
cualquier poca de cualquier cosa [quoting Foucault], la tensin entre la realidad y
el paradigma del futuro puede llegar a ser muy grande. (Ansa, 1984, p. 21)
Ansa offers a major interpretative key: to what extent can we measure the
level of utopian tension of the present time and identify the existence of utopian
projects?
419
420
This leads us to the third point: the fact that we can find examples of the most
diverse utopian projects throughout history and this allows us to postulate the
omnipresence of utopia. Countless events could have justified the demise of hope,
yet it has persisted and has nurtured the formulation of utopias.
According to Buey (2007), today el espritu de la utopa tom a veces la forma
afirmativa del coraje moral en tiempos difciles (p. 318). In addition to this moral
courage, an understanding has grown that utopias are formulations intended to be
realized by a combination of imagination, action and science, and that the criteria
of feasibility is more relevant than a blueprint of the future.
Multiple experiences have resulted from such ubiquitousness: successful,
frustrated, discontinued, abandoned, unfinished ones. This serves to demonstrate
the vitality of the utopian energy opposing the lack of interest of theorists, the
trivialization of the meaning of utopia and adverse social and political settings.
Undoubtedly, there are times when utopia manifests itself more strongly;
however, it has been present throughout all historical periods and across societies. In light of this, rather than condoning the end of utopia, we postulate the
ubiquitousness of utopia.
Far removed from false impressions and some academic (and political) theses,
reality provides examples that highlight the vitality of utopian energies, particularly
through social movements. We perceive solidarity economy as a contemporary
social utopia among others that survive and thrive despite the attempts to ignore
or discredit them.
In the face of so much controversy, crystallized prejudices and historical
ambiguity, we are urged to respond to a question: why use this concept instead
of dropping it altogether in favor of another that more easily corresponded to our
intended meaning? Why not speak of projects for the future instead of insisting
on the word utopia? Here we rely on Abensour & Arantes (1990) for an insight:
We are well aware that if we start giving up on words we will eventually give up
on things. (p. 23).
So far, these considerations have helped us understand the complexity of the
subject, yet have been insufficient to allow us to advance theoretically. With that
in mind and with the intent in the task of revitalizing the concept, we now turn
to the perspective of Ernst Bloch, the author who provided the interpretative key
to support our contention.
We are thus cast into the universe of Bloch, in which dreams, hopes, imagination and utopias are given new meanings. On the beginning pages of the first
volume of The Principle of Hope, Bloch declares: Thinking means venturing beyond
(1986). The sense of venturing beyond denotes the richness and singularity of
Blochs understanding of reality.
Venturing beyond means not restricting oneself to what exists, nor clinging
to illusions. Venturing beyond means taking notice of that which is not apparent,
not yet fully visible, but real nevertheless. In Blochs words (1986):
[...] real venturing beyond never goes into the mere vacuum of an In-Front-of-Us,
merely fanatically, merely visualizing abstractions. Instead, it grasps the New as
something that is mediated in what exists and is in motion, although to be revealed
the New demands the most extreme effort of will. Real venturing beyond knows and
activates the tendency which is inherent in history and which proceeds dialectically.
(p. 4)
421
422
To reframe utopia, Bloch not only creates new meanings for old concepts such
as hope, dreams and imagination, but also introduces new analytical categories
among them the not-yet-conscious.
Imagination anticipates what is not yet there. Anticipation is the engine that
mobilizes hopes and changes them into daydreams guided by the expectation of
overcoming the present condition. Those dreams, unlike nightly dreams, anticipate a not-yet-conscious. And the potentiality unveiled by the not-yet sustains
the principle of hope, that is, the ability to anticipate a better future, to build and
invest in utopian projects.
In Blochs analysis, utopias are gestated in daydreams, which carry projections and anticipations of the future forged by human imagination. However, not
every daydream holds a utopian potential, as many of them produce unattainable
fantasies referred to as abstract utopias by Bloch. Such is the usual meaning of
the term, which was trivialized and became synonymous with impossibility and
even a certain degree of naivety.
Bloch does not deny this meaning of utopia, yet he dismisses the notion that
it is the only meaning:
[...] the category of the Utopian, beside the usual, justifiably pejorative sense, possesses
the other, in no way necessarily abstract or unworldly sense, much more centrally
turned towards the world: of overtaking the natural course of events. (Bloch, 1986,
p. 12)
What Bloch teaches us is that daydreams can originate concrete utopias, that
is, those that can be realized. This possibility is actualized by the presence of
subjective and objective conditions in which reality is informed by the movement
of tendency and latency. It should be noted that even when those conditions are
met, there is no guarantee of realization of a utopia. Unlike abstract utopias, which
are known to be unfeasible, concrete utopias find in the open-ended future a
possibility of fulfillment.
The concrete utopia category is the interpretative key whereby utopia can be
reframed and changed into a positive, contemporary and scientific entity, albeit
always controversial. In Blochs conception, concrete utopias represent emancipating and revolutionary praxis where there is no place for nihilism, skepticism or
determinism. Authentic hope does not degenerate into contemplation nor is content
to become a dream; it gives rise to utopias that can be made true through human
We will now explore the notion that solidarity economy is a social utopia that
manifests itself during times of change and carries elements of the old and the new.
423
424
Owen concluded that the improvements in the education, living and working
standards of his workers were insufficient to rid them from poverty, and thus the
philanthropist-businessman gradually became a utopian socialist. He realized, for
instance, that workers were alienated from their creation and that all wealth was
taken by the business owner, and he also became aware of the harms of private
property.
In 1821, Owen wrote a Report to the Lanark Committee in which he laid
out his plan: the design of villages of co-operation. In the authors perspective:
If labor, the source of all wealth, is the object of robbery in the bourgeois society, this
is characterized by generalized selfishness and the irrationality of individual accumulation, the co-operative system seems more consistent with justice and morality. In
community villages of 1200 persons, opposition and antagonism would disappear.
Labor, expenses, instruction would be the responsibility of the collective work [...]
(Russ, 1991, p. 35)
villages became Owens grand utopia; he trusted that their success would serve
as an example to be disseminated throughout society. Unable to convince the
government leaders to embrace that plan, he decided to participate in a similar
experiment at a place known as New Harmony in the United States, which he
did from 1825 to 1829. Among the most salient characteristics of New Harmony,
we highlight the choice for self-management as a way to promote the governance
of a democratic community, even though the practical results were not positive.
Contributing factors to the failure of New Harmony were the lack of a real
connection or common goal uniting the group and the reproduction of forms of
inequality with the constitution of two groups one of thinkers and another of
manual workers (Russ, 1991).
Back in Britain, Owen saw the dissemination and adoption of his ideas by
the trades unionism and co-operative movements, and thus he found himself
even closer to the aspirations of the working class. At the time, different types
of co-operatives had been established, from the so-called worker co-operatives
originated in the trades unions to those more closely inspired in the villages
of co-operation.
Around 1833, the workers co-operative movement suffered the attack of employers, and approximately one year later the movement lost impetus. Ten years later,
the co-operative movement took a second breath with the consumer co-operative
of the Rochdale Society of Equitable Pioneers. Established after a strike and from
an alliance between the co-operative movement and trades unionism, the Society
was founded in England in 1844 by 28 workers half of them owenites.
Although they did not invent co-operation (a virtuous trait found in ancient
civilizations and, as wee see it, an integral part of human relations), those pioneers
systematized the principles that have guided the co-operative movement to this
day. These principles are: 1) democratic control guaranteed by equal voting rights:
one member, one vote; 2) open membership, known as the open door principle; 3)
fixed interest rates on capital; 4) distribution of surplus proportional to members
purchases; 5) cash sales; 6) sales of pure, non-adulterated products, exclusively;
6) promotion of co-operative education, and 7) political and religious neutrality.
The original purpose of the Society was to establish a co-operative village from
the consumer co-operatives an intent that was soon forsaken by the pioneers.
What did take place was an increase in the range of the modalities offered. These
were expanded from consumption to production and retail and, with the growth
of those activities, co-operative branches were opened.
425
426
Both movements from the nineteenth and twentieth centuries represent the
workers reaction to the hardships imposed by capital. This response nurtured
aspirations more or less revolutionary regarding how far it could advance. It should
be noted that the focus of the present study is solidarity economy in Brazil, even
though it is not a country-specific phenomenon.
Under this new denomination, solidarity economy reclaimed the essence of
the co-operative movement in a time when Brazil was facing a crisis whose major
consequences were increased unemployment and poverty. Whether or not such
bleak effects prompted the return of the social experiences, this does not warrant
the hypothesis that solidarity economy serves that purpose only. Its virtue lies
not in accommodating the growing number of the excluded, but in introducing a
system that will not produce and reproduce exclusion. It is, therefore, an anticapitalist proposition founded on principles and values that propose and promote
a different way of living.
From its inception, one of the chief characteristics of solidarity economy has
been plurality. This quality is visible in the initial motives of workers for adhesion,
in the expectations nurtured regarding its future and persists in the multiplicity
of formats and palpable outcomes that mark the field of practical experiences.
Such heterogeneity, however, should not obscure what Gaiger points out as a
trait of the solidarity economy experience:
Indeed, these manifestations definitely have something in common regarding the
meaning they have for their direct protagonists. They express the impossibility and
the refusal of living by the precepts of capitalist economy and by the terms of their
intrinsic sociability; in other words, the refusal to abandon systems of living that
respect the connection between economic and social relations, insisting on retrieving
them or in taking action for its institution. (Gaiger, 2009, p. 87)
427
428
it offers those people who adopt it producers, savers, consumers etc. a better life.
(Singer, 2002, p. 114)
While economy should not be synonymous with profit, solidarity should not
be confused with philantropy. Arruda convincingly argues that economy should
reclaim its original sense of management of the household, which was left behind
in times of management of the capital. He recognizes it as a relational science,
but the relationship is not necessarily with capital, nor is it marked by selfishness,
but rather a relationship of care for the others. Here, the others take a broader
meaning: the whole of society. Hence, from this perspective, it is guided by solidarity instead of selfishness. (Arruda, 2006).
There is another important aspect of note with respect to solidarity: according
to Razeto (1990, p. 184), it becomes in fact a productive force and an economic
factor, denominated Factor C1. The author explains:
En sintesis, el Factor C significa que la formacin de un grupo, asociacin a comunidad, que opera cooperativa y coordinadamente, proporciona un conjunto de beneficios a cada integrante, y un mejor rendimiento y eficiencia a la unidad econmica
como un todo, debido a una serie de economas de escala, economas de asociacin
y externalidades, implicadas en la accin comn y comunitaria.
La letra C, con la que identificamos esta energa econmica, alude a que con ella
comienzan, en nuestro y en varios idiomas, numerosas palabras que significan: colaboracin, cooperacin, comunidad, compaerismo, comunin, compartir, confianza, y
muchas otras que comienzan con el prefijo co, que expresa el hacer y el estar juntos,
el hacer algo solidariamente. (Razeto, 1997, p. 2)
429
430
dimension to which others should be added, such as the efficiency and feasibility
that characterize the economic dimension.
In addition to solidary economic enterprises, solidarity economy in Brazil
relies on a supporting network that includes entities such as universities (especially through incubators of popular co-operatives), unions, churches and NGOs.
Solidarity economy is also present in the government at the municipal and state
levels depending on the inclinations of each administration and at the national
level with the National Secretariat for Solidarity Economy (senaes), instituted in
2003 and subordinated to the Ministry of Labor and Employment.
All three segments (enterprises, supporting network and government) are
represented at the municipal, regional and state forums and at the Brazilian Forum
of Solidarity Economy, which promotes the dialogue and articulation between the
subjects engaged in solidarity economy in Brazil.
As with the nineteenth-century experience, solidarity economy raises expectations regarding its society-changing potential. It is both a practice and project,
and the discussion about its limits and scope can invigorate utopian hopes against
a background of capitalist crisis.
The presence of utopian expectations is the encouraging factor at a historical
moment when utopian projects are rejected in the name of a supposed economic
rationality. Seeking past experiences to kindle future hopes is a far cry from
expressing nostalgic or anachronistic longings. Quite the contrary, it is a skillful
exercise in understanding the experiences of the past in light of the present time,
and then detecting elements that point to possibilities of transforming the future.
The relationship between past and future can be understood from Blochs
perspective, as pointed out by Vincent (2008):
Bloch thinks that, in the theoretical plane, it is necessary to establish new critical, nonlinear, more complex relations between the past, present and future. From the past,
we should above all retain that which received no attention, what was merely outlined
and then rejected, deformed in the morgue of the winners and the powerful, who are
always ready to cast a veil of oblivion over whatever is inconvenient to them. (p. 43)
Reconsidering the flow between past, present and future in those terms enables
us to identify utopian projects as the reproduction rather than production of
social utopias, since we see them as energies and ideas that are constantly renewed
and revolve around what we might call universal utopias.
431
432
factors of positive pressure are required that transcend the pressing economic
issues and encourage the choice for collective and solidary answers.
Thus, it is from the confluence of dissatisfaction with a given situation and the
design of propositions of alternatives for change that movements such as solidarity
economy germinate and become capable of implementing or renewing utopian
energies. Regarding this aspect, Gaiger (2004) underscores:
When [...] it comes to [...] producing and materializing new solutions, adopting highly
innovative if not absolutely original schemes, all resources become small and all the
social ballast, especially the energy contained in the idealizations and relationships
of trust, assume a determinant role. (p. 379)
Those factors are in line with the conditions that shape utopia, with the
negative pressure represented by criticism and the positive pressure provided by
a prospective vision.
Solidarity economy is the actualization of a latent process that remained so
since the decline of the co-operative experience of utopian socialism to finally
resurface, after such long incubation time, in Brazil over the last decades of the
twentieth century. There is no guarantee, however, that the present outcome is
definitive.
In light of the above, solidarity economy as we know it today can be understood as a concrete utopia, since it was gestated throughout a process that only
became visible when a favorable setting was found. However, what can be seen
is not the alpha and omega of its virtues: solidarity economy has not yet fulfilled
its potential. The existence of solidarity economy is not the closure of a process:
the future remains open and reflects projections authorized by the not-yet of
solidarity economy.
The realm of solidarity economy is quite heterogeneous, which supports our
belief that there is no consensus with regard to the expectations it elicits from
those engaged in it. A range of different perceptions exist and are situated between
two extremes: on the one hand, there are those to whom solidarity economy is
destined to replace capitalism in shaping a different society, and on the other hand,
those who see it as a provisional livelihood option.
Likewise, it is not appropriate to generalize and idealize the motives that
led to the adhesion to solidarity economy because utopia is not always the
first or primary factor for entry, although it can arise many times during a
433
434
of reality, we understand that the reality of solidarity economy includes that which
is not yet present, leaving the doors open for the materialization of utopias.
This understanding is shared by other authors who, alluding specifically to
solidarity economy, corroborate our hypothesis. Evoking Morin, Gaiger states:
Being realistic is not antagonistic to being utopian: because it means to see reality
as it is not but can be. (Gaiger, 2000, p. 192).
Along those lines, Arruda (2000) proposes:
Reality is not only what we see and live today. That is the current reality. But it also
carries another reality in itself, which I call potential; this is everything that is nourishing, nurturing, potentiating, and that can turn into reality given the proper conditions. And, to a great extent, we are the ones who provide such conditions. (p. 204)
Given this expanded concept of reality, the boundaries of the possible are also
extended, which is to a great extent a result of militant optimism and willingness
for action. In consonance with this, Souza (2000) ponders:
If we push the parameter of the Possible a little further, what seemed impossible may
be possible, even necessary, and surely it will be, eventually. Therefore, when it is
said that desire should not be confused with reality, reality should be understood as
this dynamic that opens up to new perspectives. (p. 240)
In this vein, Altvater gathers clues from Robert Musil and Ernst Bloch to
conclude: A scientific analysis of the world made real would be flawed if we did
not also explored and materialized, by praxis, the potentialities contained in it
(Altvater, 2010, p. 332).
To broaden the concept of the possible, to expand the concept of reality: how
to actualize those notions without slipping into fantasies or abstractions? The key is
to exercise our utopian capacity by designing projects that blend hope and reason,
undermining certainties and provoking changes; to invest in solidarity economy
despite difficulties that quite often come disguised as impossibility.
Moving away from both naive optimism and numbing pessimism and skepticism, we should be attentive to the accomplished changes and to how they are
materialized; this involves a process demanding unceasing patience and zeal.
The character of process mandated by the novelties developed through solidarity
economy should take into account Blochs warning note: Not everything is possible
or can be implemented at any time.
On the path to the New, we must usually, though not always, proceed step by step.
Not everything is possible or can be implemented at any time, absent conditions
not only hinder, they can also block. More rapid progress is of course allowed, even
demanded, where the stretch ahead shows no other dangers than over-anxiously or
pedantically imagined ones. [...] Everything is possible for which the conditions exist
in a sufficiently partial form, but this is precisely why everything is still factually
impossible for which the conditions do not yet exist at all. The goal-image then
proves to be subjectively and objectively an illusion; the movement towards it then
collapses. (Bloch, 1986, p. 205)
The future of solidarity economy, therefore, is not ensured even when all
demands have been met; the utopian exercise, even when it shapes a concrete
utopia, offers no guarantee in terms of predicted outcomes other than the willingness to act driven by imagination and by the search for new possibles.
Utopian investment, as it were, is required in all historical times, and more
strongly so when the future must radically diverge from the present. Assuming
the role of a model of post-capitalist development, solidarity economy guarantees
the break with the currently prevailing model and, without resorting to blueprints
for the future, places itself among the iconoclastic utopias.
To fulfill such a responsibility, solidarity economy is obligated to incorporate
demands and respond to the longings of an expressive and increasing portion of
society, thus avoiding the stigma that utopian projects are addressed to small and
isolated groups evoked by the image of an island such as that of Mores.
After a certain stage is reached, the realization of a utopian project does not
exclude politics and power. At a given point, the correlation of forces will lean to
one side or the other, and the utopian project should be ready to vie for the preference between the given possibilities. The present development policies are not a
product of chance, nor is globalized capitalism. They were historically conceived
and sanctioned, previously envisioned or wished for even if not exactly in the
shape they came to have. The fact is that historical processes are not inertial;
rather, they are driven by interests that are not always manifested.
It is always advisable to bear in mind that the new is born from the old. It is
equally important to remember that the conditions for either of them to become
435
436
stronger imply a certain degree of aggravation of the other. Meeting the demands
of the solidarity economy movement will be a small step towards its invigoration, thus preparing it for a future struggle in consonance with the latencies and
tendencies of the historical process.
Moreover, it is important to highlight some aspects that have been addressed
previously: a) the power of utopia lies not in its ability to distinguish the possible
from the impossible, but rather in expanding the limits of the former; b) solidarity
economy, as it is today, already represents the realization of a utopia; nevertheless,
it can be more than that; c) the fulfillment of the present demands of the solidarity
economy movement does not necessarily point to a devised or desirable future;
and d) utopia is capable of setting in motion a praxis that revolutionizes both
the material and the subjective conditions, thereby revolutionizing utopia itself.
Thus, it is legitimate to assume that a utopia that initially inspired a social group
does not remain the same throughout the journey, considering that the starting
conditions likely will have changed.
It should be noted that, among so many strengths (which do not exempt us
from acknowledging the difficulties), solidarity economy is capable of reclaiming
an aspect forgotten or challenged by capitalism: the ability to want and act for
the sake of a better future, to dream and hope, to believe that another economy
and another world are possible. This is not something negligible, as it brings
to light a scarcely explored and very important virtue of the solidarity economy
experiences: its appreciation of utopia (even more relevant because it takes place
within a context in which utopia has been declared dead or at least ineffective).
In line with that, Gutirrez (2005) states:
[] organic action and the community group have to be based on the social utopia,
that is, on the utopia conceived as the anticipation of a better society than the present
one. This utopian vision is, consequently, the mandatory reference that motivates
and nourishes the organic acting of the community group. (p. 31)
Final considerations
Utopia is an atavistic force that is impacted by circumstances but does not collapse
with them. Utopia has survived countless crises, changes, revolutions and wars
that have shaped human history and societies.
Having the status of a survivor, utopias show us that imagination and hope
are companions to humankind and that, while they could serve to fuel fantasies
and illusions, they can also mediate concrete changes in society.
Utopia can be understood as the ability to imagine, hope and believe in the
actualization of projects for societal transformations as long as they are steered by
437
438
moral and ethical values and set in motion by human action. Only when taken as
a whole do those traits characterize a utopia.
Utopia encompasses and reconciles a range of dimensions: critical and propositional; consciousness and dreams; politics and values; rationality and hope.
And, for a utopia to be practicable, we should add the foundations provided by
Bloch: objective and subjective conditions in consonance with the tendencies and
latencies of a given time.
We share the viewpoint of Ansa (1984) regarding the difficulty of saying no
to the society in which we live, and this entails an inhibition of critical capacity.
From this perspective, our assumption is that such capacity can be acquired or
enhanced over the course of certain types of experience such as that provided by
solidarity economy. This fact leads us to propose an inversion: instead of having
the critique as a pre-requisite for a utopia, in some cases critique can be an effect
resulting from experiences that propose changes to society.
Thus, as the perspective of change becomes more convincing, grounded on
the solid criterion of practical experience, any changes, however small, pave the
way to more ambitious ones. That is how critique and propositions move at the
same pace and reinforce each other.
The resurgence of the co-operative movement, renewed under the denomination of solidarity economy, proves the strength of a movement rooted in the
nineteenth century that found favorable conditions to manifest itself by the end of
the twentieth century. Those favorable conditions were a) the energy that subsisted
throughout that length of time; b) the conditions that elicited the release of that
energy; c) the recurring crises of capitalism and the increasingly faint belief that
capitalism is a fair and inevitable system. Along with those conditions came the
strengths of the solidarity economy movement in its own right a movement
that has been growing despite the many barriers that still prevent or hold back
achievements.
The confrontation of the practice and project of solidarity economy is often
inadvisable, particularly because the former is the product of a slow process that
faces the adversities and shortcomings inherent to a social experience that goes
against the grain of the predominant thinking, whereas the latter derives from a
generally exhortative discourse.
However, this symbiosis can be beneficial as long as the boundaries between
the two dimensions are well defined. Once understood as a not-yet, the project
dimension can serve as a beacon constantly pointing to the place to be reached
439
440
alternative in the face of the violent blows taken by the current system cannot
preclude critique. As with other authors, Altvater raises questions about the
potential of solidarity economy to provoke further changes, advance beyond the
microsphere and reach the level of revolutionary changes.
That interrogation is one of the strongest demands made on solidarity
economy, namely, its capacity to sustain an effective counter-attack against capitalism, thereby producing a civilizing revolution. Such an expectation cannot be
met in the present time, but it is in the present that the land is tilled and the seeds
are planted for something that could eventually blossom in times ahead.
Finally, a note regarding what we announced at the start of our reflections,
when we asserted that solidarity economy is the fruit of crises. We should make
it clear that we do not mean to support naive and generalizing assumptions that
such periods are beneficial or desirable, nor that life-changing solutions will
inevitably be produced.
Crises will be pregnant moments for the (re)production of utopias if there are
individuals willing to see the embryos of a better society, and from that vision are
capable of mobilizing their hopes and their actions to boldly undertake a utopian
project.
References
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442
ndice analtico
443
Captulos en espaol
Spanish chapters
444
ndice analtico
Entremundos en la historia de la
filosofa, 277
Experimentum mundi, 276, 290
Sujeto-Objeto. El pensamiento de
Hegel, 276
The Utopian function of Art and
Literature, 278, 286
Thomas Mntzer, telogo de la revolucin, 277, 283
Boff, L., 332
Boltanski, Luc, xii, 3, 11, 12, 13, 14,
20, 23
Borbn, Carlos III, 291
Borges, 94
Bossuet, Jacobo B., 12
Brann, E., 30
Brant, Sebastin, 150
Brockhaus, Heinrich, 286
Buber, M., 11, 33
Buchanan, A., 356
Bud, Guillaume, 47, 147, 149, 151,
153, 156, 253
Buen vivir, 327, 328, 331, 336, 339,
340
Butler, Samuel, 106
445
446
ndice analtico
447
448
ndice analtico
Freedman, D., 46
Freud, S., 280
Froben, Juan, 29, 48
Fuensalida, Luis de, 128
Funcin utpica, xi
Futuro, xii, 40, 42, 72, 89, 92, 93, 95,
96, 99, 102, 103, 167, 177, 180,
184, 187, 188, 189, 190, 276, 279,
280, 285, 286, 287, 289, 290, 322,
323, 325, 327, 338, 363, 384, 387,
390, 402, 409
449
450
ndice analtico
Intelectualismo radical, 31
Intemperie, 41, 87, 90, 91, 100, 101,
102, 106, 112
Intercambio, 98, 133, 177, 384, 397
Isabel la Catlica (Isabel I de Castilla),
172
Isla de Utopa, xiv, 14, 32, 40, 44, 45,
47, 49, 59, 65, 66, 69, 71, 74, 75,
80, 89, 161, 169, 173, 174, 175,
186, 191, 275, 279, 282, 283, 286,
321, 323, 345, 396, 398, 401, 408
Iusnaturalistas, 288
451
452
La Celestina, 79
Lafont, C., 359, 360, 361, 362
Las Siete partidas, 157
Leibniz, G. W., 91
Leipzig, 277, 284
Lenin, V., 276
Len, Fray Luis de, 64
Levitas, R., 383
Ley de la naturaleza, 151, 152, 155
Leyes, 11, 17, 36, 51, 57, 59, 67, 80,
87, 103, 123, 152, 153, 155, 156,
157, 160, 162, 176, 179, 281, 284,
323, 361, 388, 389, 401, 402, 403,
407, 408
Liberacin femenina, 289
Liberalismo, 40, 282, 287, 289, 347,
448, 352, 353, 354, 355, 364
Libertad, 13, 18, 42, 49, 60, 61, 63, 65,
68, 95, 99, 100, 112, 124, 129, 147,
151, 157, 158, 159, 160, 180, 184,
273, 278, 280, 281, 282, 283, 284,
285, 287, 289, 290, 291, 320, 323,
326, 327, 331, 334, 337, 339, 390
Libertad negativa, 42
Libre albedro, 87, 93, 95, 156
Libro de Buen Amor, 79
Lily, William, 174
Lisboa, terremoto de, 106
Literatura, 16, 60, 64, 71, 74, 76, 78,
79, 82, 84, 89
Literatura humanista, 150
Literatura obrera 169, 170
Literatura utpica, 69, 169, 275,
293
Locke, 288
Locke, John, 40, 45, 288
Lockeano, 40
Logan, G., 30, 31
Lorenzo, Anselmo, 179
Lupset, 47
Lutero, 48, 277, 283
Lyotard, Jean Francoise, 109
ndice analtico
453
454
Pablo, San, 64
Pagden, A., 150, 151, 154,
157, 160, 161
Pas de Jauja, 173
Pangle, Thomas, 38
Paraso, x, 89, 173, 188, 283, 291, 324
Parker, M., 409
Parmnides, 97
Partido Comunista, 284, 285
Pasado, 32, 58, 64, 68, 72, 84, 89,
92, 95, 96, 99, 110, 140, 177, 188,
190, 277, 280, 323, 324, 384
Patriarcado, 55, 59, 75, 79, 83
Paz, x, 12, 125, 288, 347, 387, 390,
401
Peirce, Charles Sanders, 10, 104
Pena de muerte, 49, 127, 388, 403
ndice analtico
Pensamiento nico, 59
Pensamiento utpico, iii, xii, xiii, xiv,
103, 107, 117, 271, 277, 278, 282,
283, 289, 381, 383, 384, 386, 387,
391, 393, 396, 409, 410
Pea, J., 355
Percio, Daniel del, 96, 107, 112
Pereira, G., 329
Prez Adn, J., 338
Prez Snchez, Luis, 69, 70
Petra, Adriana, 183
Philosophia civilior, 39, 47
Piaia, G., 31, 50
Piedad, 15, 20, 21, 22, 23
Piglia, Ricardo, 5, 6, 8
Pikkety, T., 336
Planeta, 65, 71, 77, 107, 327, 333,
336
Planetario, 40, 84
Platn, 9, 29, 31, 35, 36, 37, 38, 40,
41, 50, 51, 67, 73, 89, 97, 135, 136,
277, 281, 283, 291, 321, 383, 384,
385, 387, 388, 391, 392, 393, 394,
395, 396, 397, 398, 399, 400, 401,
402, 403, 404, 405, 406, 408
Caverna, 37, 40, 42, 43, 388, 477
La Repblica, 29, 35, 36, 37, 41, 42,
135, 321, 381, 384, 385, 386,
387, 388, 389, 390, 391, 392,
393, 394, 397, 399, 400, 402,
403, 404, 405, 407
Pobreza, 18, 32, 42, 126, 177, 324,
347, 348, 349, 350, 351, 352,
353, 354, 356, 358, 361, 362,
363, 364
Poch, Antonio, 170, 171, 174, 177
455
456
ndice analtico
Saage, R., 31
Sachs, I., 337
Saer, Juan Jos, 5
Saint Simon, Henri de, 12, 178, 280,
282, 285, 286
Salmern, Juan de, 126
Salud, 42, 121, 329, 389, 391, 405,
406
Samosata, Luciano de, 76, 150, 160,
161, 280
San Miguel, fray Juan de, 138, 141
Santiago de Angahuan, 122, 141
Stira, 87, 97, 184, 249
Schiller, F., 276
Schlozer, A. L., 103
Schmitt, Carl, 27, 32
Schoeck, R., 46
Schutz, Alf, 7
Segunda Guerra Mundial, 111, 330
Sen, A., 334
Serra, F., 275
Serrano Gassent, 149, 154, 155
Servidumbre, 76, 174, 321
Sexualidad, 82, 402 Sexo, 82, 190,
395
Shakespeare, W., 276
Sifograntes, 16, 401, 408
Simmel, Georg, 7
Sindicalismo, 184
Sindicatos, 184, 320
Sistema filosfico, 273, 279, 290
Sistema social, 18, 75, 179, 383
457
458
ndice analtico
Tor, 46, 51
Trasmaco, 35, 36
Tronti, Mario, 8, 9
Trousson, R., 103, 174, 266
Tuck, R., 152, 153
Yoran, H., 54
459
English chapters
Captulos en ingls
460
ndice analtico
461
462
ndice analtico
463
464
311
Hard labor, 255, 371, 372
Harder, H., 215
Hariwijaya, 304
Harmony, 209, 256, 293, 295
Harvard University, 232,
Heinlein, R. A., 224, 225, 226
Henry VIII, 197, 198, 252, 262
Heuristic, 251, 258, 262
Hindia Poetra, 211
ndice analtico
Idealist, 254
Idealistic, 240
Ideology, 230, 234, 244
Imaginary society, 199
Imagination, 195, 201, 218, 226, 227,
256, 293, 297, 298, 299, 308, 311,
313, 416, 420, 421, 422, 435, 437,
439
Imaz, E., 227
Imperialism, 199, 209, 211, 213, 215
Impossible, the, 197, 436, 437
Independence, 213, 228, 254, 264,
295, 297, 303, 370
India, 195, 197, 201, 202, 204, 205,
206, 207, 209, 210, 211, 212, 214,
215, 216, 313
Individualism, 265, 429
Indonesia, 211, 212, 293, 295, 296,
297, 298, 299, 300, 301, 303, 304,
307, 310, 312, 313
Industrial Revolution, 415
Industrialization, 242, 243
International Monetary Fund (imf ),
233, 235
Interplanetary, 241
Iqbal, M., 215, 216, 217, 218
Islam, 304
Islamic, 310, 302, 304, 312
465
466
ndice analtico
Oligopoly, 262
Orwell, George, 245
1984, 245
Outlaw, 241
Oxford University, 197, 267
467
468
ndice analtico
469
470
ndice analtico
Wages, 371
War, 200, 207, 226, 228,
254, 265, 268, 269, 303, 304, 369,
370, 372, 373, 376
Cold War, 221, 223, 231, 232,
234, 245, 307
Second World War, 303, 426
Watson, W., 307
Wealth, 205, 230, 233, 234, 238, 241,
242, 255, 256, 263, 370, 371, 424
Weber, Max, 308, 311
Welfare, 202
West, the, 201, 209, 210, 125, 216,
227, 231, 297, 302, 306, 310, 312
Western, 207, 211, 212, 231, 293,
296, 297, 298, 302, 307, 308,
313
Western Culture, 231, 243
White, T. H., 313
Wonderland, 417
Workers, 238, 239, 424, 425, 426,
427, 429, 431, 433
471
Yoedoprawiro, 304
El pensamiento idlico, la bsqueda del paraso perdido, la necesidad de imaginarnos un mundo distinto o la
forma de gobierno y de organizacin social ms perfecta posible, ha animado a intelectuales, a profetas, a
activistas, a polticos y religiosos, a hombres y mujeres
a lo largo y ancho del mundo. Utopa, de Toms Moro,
inaugur en 1516 un particular gnero literario en esa
lnea (el gnero utpico) y puso en escena este extrao
neologismo que ha inspirado a tantos humanistas (del
griego, o, no, y o, lugar; esto es, lugar que no
existe). Podemos armar, sin duda, que Utopa es una
de las mximas joyas literarias del Renacimiento, an
con inusitada vigencia en el contexto de un mundo que
necesita proyectos esperanzadores, que partiendo de
la crtica actual (tal como Moro hizo, de la mano de su
Rafael Hitlodeo, sobre la situacin de Inglaterra) arriesguen una mirada de futuro que permita hacer frente a
la desigualdad y los autoritarismos. No es casual, sino
causal, el contexto de descubrimiento del Nuevo
Mundo por parte de los europeos en Utopa. Como no
es casual, que ese otro mundo se inspire en el
nuevo mundo y a la vez inspire nuevos mundos.
ISBN 978-958-760-053-7