233 D 65434 Andre Green
233 D 65434 Andre Green
233 D 65434 Andre Green
Andr Green
Pentti Ikonen
Jean Laplanche
E ero Rechard t
Hanna Segal
Daniel Widlocher
Clifford Yorke
Amorrortu editores
Buenos Aires
Indice general
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A propsito de la interpretacin de la
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Prefacio
Daniel WidlOcher
ciacin Psicoanaltica Internacional, para que establecieran, ms all de las barreras lingsticas.
sistemas de comunicacin y de trabajo profundizado en comn. En este mismo espritu se convino en reunir peridicamente a psicoanalistas especializados en un mismo tema de investigacin.
con el fin de establecer una confrontacin de diferentes corrientes de pensamiento que solan desconocerse entre ellas y de difundir esos trabajos
al conjunto de la comunidad psicoanaltica. El
Simposio de Marsella fue la primera concrecin
de este proyecto.
La eleccin del tema era importante. Se trataba de reunir psicoanalistas, fuera alrededor de un
tema de investigacin nuevo. fuera alrededor de
un tema clsico pero controvertido. Al elegir el
de la pulsin de muerte. se opt por Jo segundo.
Presentado por Freud en 1921. en Ms all del
principio de placer, es ciertamente uno de Jos conceptos ms discutidos de la teora psicoanaltica.
No es correcto, en efecto. situar Jos conceptos nuevos introducidos por el psicoanlisis en un mismo plano epistemolgico. Muchos de ellos responden a una perspectiva esencialmente operatoria
y definen un procedimiento para aislar nuevos datos clnicos de observacin. Tal es el caso. por
ejemplo, de los conceptos de sistemas primarios
y secundarios de pensamiento (no ligados y ligados) o de la compulsin de repeticin. Otros permiten clasificar operaciones de pensamiento y
modalidades de la accin. Tales Jos de libido y de
agresividad. El concepto de upulsin de muerte"
responde a una tercera finalidad. Se trata en realidad de formalizar una teora general que organice en un sistema explicativo ms vasto la nter-
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l. Prembulo
Como he tenido muchas veces ocasin de expresarme sobre la cuestin de la pulsin de muerte, desde Vocabulario del psicoanlisis con J.-B.
Pontalis' ( 1967) y desde Vida y muerte en psicoanlisis ( 1970) hasta Problemticas IV, me limitar a proponer, en estas notas previas a la discusin, un esquema que reagrupa cierto nmero de
tesis; marcar algunos contornos para hacer ms
perceptibles las diferencias y las opciones.
2. Preliminares
2.1. La nocin de Todestrieb es introducida por
Freud en cierto momento de su obra. Ella plantea eminentemente, para todos aquellos que la
adoptan o la rechazan. la necesidad de situarse
frente a la teorizacin freudiana y a su historia.
Debemos encontrar una posicin clara entre dos
obstculos opuestos:
adoptar el trmino pulsin de muerte dotndolo de un contenido (p.ej .. agresividad) que no
responde ni a las experiencias contempladas por
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no pueden ser eludidas porque estn ligadas a dificultades del objeto mismo. Es necesario entonces hacerlas trabajar", es decir, llevar la contradiccin al extremo para tratar de encontrar, en
otro nivel, una formulacin que modifique el planteamiento mismo del problema;
histrica e interpretativa: la historia del pensamiento freudiano no es ni una simple cronologa
en que los descubrimientos (clnicos y/o especulativos) se agregaran unos a otros, ni tampoco una
dialctica cuyo estadio final coronara las dificultades en una sntesis suprema. El pensamiento
de Freud est destinado l mismo a los fenmenos del apres-coup, de la represin y del retorno
de lo reprimido, de la repeticin, etc. Por ltimo,
en ms de un punto, la evolucin del pensamiento refleja la evolucin de la Cosa misma" (p.ej.,
Freud abandona" las pulsiones de autoconservacin para reintegrarlas en otro nivel, del mismo
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2.5. Estas diversas notas, si se las hace utrabajaru, imponen una interpretacin del pensamiento freudiano en dos direcciones:
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3.2. La pasividad respecto de la pulsin no implica una concepcin biologizante de esta. La nocin de concepto-limiten entre lo biolgico y lo psquico es una nocin confusa, que recurre al dualismo clsico y discutible de lo psquicon y lo
somticon.
Que la pulsin se genere sobre un lmite, sobre
la lnea de articulacin entre lo autoconservativo
y lo sexual, no implica que sea ella misma un serlmite.
Que lo biolgico, lo autoconservativo, se encuentre, de maneras diversas, representado en el
conflicto pulsional, no implica que la pulsin sea
una fuerza biolgica ni implica tampoco "la exigencia de trabajan ejercida por lo somtico sobre
lo psquico.
Si hay exigencia de trabajan, la concebimos como la ejercida por el ello, verdadero "cuerpo extrao internan (o conjunto de cuerpos extraos internos), sobre el organismo del yo que sigue siendo ante todo un yo-cuerpon.
(Estas formulaciones implican evidentemente
una reevaluacin del destino de lo biolgico y de
su metabolizacin, tanto en el ser humano como
en el pensamiento psicoanaltico.)
3.3. La nocin de un ello o de un inconciente
primarios, no reprimidos, nos parece ligada a una
falsa apreciacin del lugar de lo biolgico en psicoanlisis.
La hiptesis de un ello no-reprimido concebido
como absolutamente primero (~<todo lo que es conciente fue primero nconcienten) conduce a todas
las aporas de una tentativa de reconstruir el mundo humano a partir de una mnada en principio
21
.//
pulsiones st'xuall's
pulsiones slxualf's
dt \'ida
ele muerte
/~
libido
libido
del yo
22
'"-"-,
de objeto
23
G)
G)
G)
19141915
1915-1918
1919
sexualidad
de objeto
...-+
y narcisista
sexualidad
de objeto
...-+
y narcisista
pulsin de
sexualidad
no ligada
y demoniaca
pulsin de
muerte
Eros=
vida
sexualidad
(nica "pulsin" genuina)
----+
* [Buenos
25
26
__,.
odio al pecho
29
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4.9. Esta oposicin slo se concibe, sin embargo, sobre la base de una energa libidinal comn.
Ello implica que entre el proceso primario y libre y el proceso secundario y ligado existen formas intermedias y pasajes posibles. Pero una disimetra fundamental persiste porque la pulsin
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5. Algunas observaciones
5.1. Una teora de "la agresividad debera ser
necesariamente pluridimensional, teniendo en
cuenta al menos tres factores:
el "tramo de actividad inherente a toda accin,
sea ella autoconservadora o libidinal;
la deflexin de la pulsin de muerte sobre el
mundo exterior (sadismo);
los componentes agresivos de la relacin especular.
5.2. La ausencia de "la idea de muerte en el ello
(como la ausencia de toda idea que implique lo
negativo, p.ej., la castracin, es decir, en ltima
instancia, la ausencia de toda "idea-den) no es incompatible con la angustia de muerte en el yo.
Esta es la percepcin del peligro proveniente del
trabajo interno de la pulsin de muerte.
5.3. En el nivel del yo, la muerte psquica puede revestir al menos dos aspectos:
l. La destruccin del yo por el desbordamiento, la invasin, el igualamiento introducido por
la pulsin sexual no-ligada;
2. La evitacin de las tensiones (D. Lagache)
por el yo narcisista; se trata de una conservacin
a toda costa de la homeostasis en el empeo de
ahorrar toda sobrecarga pero tambin toda hemo-
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Ego
Ego
o
Nirvana de la pulsin
Nirvana
del yo
La pulsin no tiene sino una manera de alcanzar el nivel= 0: la descarga completa. El yo tiene
cuatro o seis medios para mantener la homeostasis: aceptar una descarga o un aumento de tensin moderados, evitar una descarga o una tensin excesivas, evitar la descarga y la tensin aun
cuando ellas fueran moderadas.
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Estas dos ltimas eventualidades corresponderan al Nirvana bdico, tan diferente de la devastacin esquizofrnica como el silencio de un convento de lamas difiere del de Hiroshima.
5.4. Se puede sostener que el miedo de castracin es la manera -culturalmente normativade ligar la angustia. Qu ocurre entonces con el
miedo de morir, en el sentido de la relacin del
individuo con el acontecimit=nto de su muerte biolgica y psquica?
Puesto que tiene su sede en el yo, como todo
afecto, sera el miedo de morir una elaboracin
de la angustia ms innombrable, de origen interno, gracias a la nica representadn posible: la
de un peligro para la vida? Se ligara as Todesangst (angustia de muerte o angustia-muerte) en
Lebensgefahr?
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Al final de Martn Eden, de Jack London, Martin se suicida ahogndose. Al hundirse bajo el
agua. intenta automticamente nadar. "Era el instinto automtico de vivir. Dej de nadar. pero en
el momento en que sinti que el agua pasaba por
encima de su boca. movi bruscamente las manos para remontar a la superficie. "Es la voluntad de vivir", pens. y este pensamiento fue acompaado de un rictus sarcstico".
London hace resaltar claramente el odio y el
desprecio que Martin siente por esta parte de s
mismo q~e tiene el deseo de vivir. ""La voluntad
de vivir". pens con desprecio". Como se ahogaba. experiment un dolor desgarrante en el pecho. ,<'El dolor no es necesariamente la muerte".
Este pensamiento giraba sin cesar en su conciencia vacilante. Era la vida -los tormentos de la
vida-. ese sentimiento horrible de sofocacin. Era
el ltimo golpe que la vida poda asestarle".
Todo dolor viene del hecho mismo de vivir.
Freud describe el instinto de muerte como una
pulsin biolgica que empuja a retornar a lo inorgnico; el organismo reacciona a toda perturbacin con la tentativa de recuperar el statu quo. *
Siempre estuve en desacuerdo con la traduccin de Trieb
por instinto. Pienso. con Bettelheim, que la traduccin per-
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Pienso que Freud destac de manera parcialmente defensiva el aspecto biolgico, lo que permite
a otros, y a veces a l mismo, presentar sus ideas
sobre el instinto de muerte como una especulacin biolgica: l esperaba que su formulacin fuera considerada chocante y encontrara gran resistencia, lo que efectivamente ocurri. Sin embargo, no debemos olvidar que fueron consideraciones puramente clnicas sobre la compulsin de
repeticin, el masoquismo, el aspecto mortfero
del supery melanclico, etc., las que motivaron
sus especulaciones. El conflicto entre el instinto
de vida y el instinto de muerte podra ser formulado en trminos puramente psicolgicos. El nacimiento nos depara la experiencia de las necesidades [besoins]. Puede haber dos reacciones en
relacin con esta experiencia, y ambas estn, desde mi punto de vista, invariablemente presentes
en cada uno de nosotros, aunque en proporciones variables. Una de estas reacciones consiste
en buscar la satisfaccin de las necesidades: es
la sed de vida la que conduce a la bsqueda del
objeto, del amor, y, finalmente, a la solicitud hacia
el objeto. La otra es la tendencia a aniquilar, la
necesidad de aniquilar el s-mismo qute percibe
y experimenta, as como todo lo que es percibido.
Pienso que la destructividad hacia el objeto primario no es slo, como la describe Freud, un desvo de la destruccin de s al exterior -por importante que ello pudiera ser-. sino que el deseo
de aniquilacin est dirigido desde el comienzo
a la vez contra el s-mismo que percibe y el objefecta es la palabra francesa pulson"; el trmino ms prximo
en ingls seria drive.
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interrupcin. La paciente haba comenzado hablando de una reunin del CND* a la que hubiera querido asistir, y no lo haba hecho; se quej
de su pasividad, de su incapacidad de hacerse cargo de ella misma para hacer las cosas que tena
ganas de hacer o que debera hacer. Luego habl
brevemente de su miedo a una guerra nuclear,
en particular de la cuestin de saber de quin es
el dedo que aprieta el botn. Una de las razones
que le haba impedido asistir a la reunin era la
siguiente: no haba tenido ganas de llamar a una
amiga de la cual sospechaba que la miraba de arriba; hablando de esto, continu con el tema de
otros diversos temores persecutorios, difusos, que
se referan manifiestamente ms o menos a todos sus objetos. Yo tena el sentimiento de que
el espacio analtico se llenaba de objetos persecutorios de ndole muy fragmentaria. Senta que no
era til estudiar separadamente esos fragmentos
de proyeccin y de persecucin y me interes ms
en dos elementos presentes en la sesin. Uno de
ellos -el hecho de que se sintiera incapaz de enfrentar algo que desaprobaba y de oponerse a
ello- estaba representado por su incapacidad de
asistir a una reunin del CND. El segundo elemento era la ausencia de toda alusin al trmino del
trimestre, que se aproximaba. Yo pensaba que el
incremento del sentimiento de fragmentacin y
de persecucin se relacionaba con la inminencia
de las vacaciones, y se lo hice notar. Su reaccin
fue violenta e inmediata. Dijo: "Odio las ltimas
sesiones, no puedo soportarlas. Querra tener que
apretar el botn, simplemente, y que todo desa* Organizacin antinuclear.
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to de muerte. El no estableci, como debi hacerlo a continuacin M. Klein, el lazo con la angustia, siendo esta, en el origen, una respuesta a la
amenaza del instinto de muerte. As, el trabajo
del instinto de muerte suscita el temor, el dolor
y la culpabilidad en el yo que desea vivir y permanecer intacto.
Pero existe tambin el problema del placer en
la experiencia del dolor. Es el problema del cual
se ocup Freud cuando estudi el masoquismo.
El placer en el dolor es, para m, un fenmeno
complicado. Es, en parte, la pura satisfaccin de
un instinto. El instinto de muerte, como el instinto de vida, busca la satisfaccin, y la satisfaccin del instinto de muerte (a falta de muerte) est en el dolor._ El paciente C tuvo el sueo siguiente: se hallaba en una cueva profunda, sombra,
hmeda, extremadamente deprimido y oprimido.
En el sueo se pregunt: uPor qu quiero permanecer aqu?. Este tipo de sueo sombro no era
nuevo; habamos tenido a menudo ocasin de
analizar su identificacin melanclica con su padre, que era minero y que haba muerto en un
accidente de la mina. Lo nuevo en el sueo consista en la forma de la pregunta, que ya no era
uPor qu tengo que permanecer aqu?)! sino uPor
qu quiero perm~necer aqu?. Este sueo lo llev a tomar aguda conciencia de su masoquismo
primario inconciente. Como en el paciente B, haba, por supuesto, elementos de tero en el sueo, pero era un tero de muerte, previo al tero
de vida, porque un tero de vida implicaba una
posibilidad de nacimiento y de vida.
A experimentar placer en el dolor concurre tambin la satisfaccin del triunlb obtenido por esta
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est al servicio del instinto de muerte. Esto es particularmente manifiesto en las perversiones. Un
frgil equilibrio se establece entre las fuerzas de
vida y de muerte. y la perturbacin de este equilibrio en el proceso analtico es percibida como
una gran amenaza. El paciente D tuvo el sueo
siguiente: Haba un espacio donde todo, y todo
el mundo, estaban inmviles, casi muertos. Alrededor de este espacio, a intervalos regulares, armas nucleares eran dirigidas hacia el exterior. En
caso de que alguien se aproximara a esta zona,
las armas se dispararan automticamente. En este espacio. entre la gente casi muerta, estaban mis
padre:;~~. Este sueo es una ilustracin muy evocadora de un estado de nimo que describe Betty
Joseph como uestados vecinos a la muerte",* donde la vida puede continuar a condicin de que nada viva. de que nada funcione realmente. El sueo est destinado a amenazar al analista: si se
aproxima a esta zona, el equilibrio mortfero. asegurado por la perversin sexual. resultar roto y
una destructividad lil>re de todo freno ser movilizada.
Desde la publicacin del libro de M. Klein, En-
vidia y gratitud, el problema de la interrelacin
entre el instinto de muerte y la envidia ha preocupado a los analistas, en particular a los kleinianos. M. Klein comprob que la envidia y el instinto de muerte tienen en comn un rasgo esencial. Tanto el uno como el otro atacan a la vida
y a las fuentes de vida. Pero M. Klein simplific
la relacin diciendo que la envidia es una mani* B. Joseph. Adiction to near-death,'JnternationaJ Journal
of Psycho-Analysis, 63, 1982, pg. 4'9.
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[estacin exterior del instinto de muerte. La envidia es necesariamente un sentimiento ambivalente, ya que est enraizada, como M. Klein misma lo hizo notar, en la necesidad y la admiracin.
Pero, como entqdos los sentimientos ambivalentes, puede haber en ella predominio de fuerzas libidinales o destructivas. La envidia primaria que
describe est dominada por el instinto de muerte. Y bien, hay un lazo ntimo entre el instinto de
muerte y la envidia: si el instinto de muerte es
una reaccin a una perturbacin provocada por
las necesidades, el objeto es percibido a la vez como una perturbacin que crea la necesidad, y como el nico objeto capaz de anular esta perturbacin. En tanto tal, el pecho que se necesita es
odiado y envidiado. Y uno de los dolores que debe ser descartado por la aniquilacin de s y del
objeto es provocado por la toma de conciencia de
la existencia de este objeto y de la envidia que
suscita. La aniquilacin es a la vez la expresin
del instinto de muerte en la envidia y una defensa frente a la experiencia de envidia por medio
del aniquilamiento del objeto envidiado y del smismo que desea y envidia al objeto. Pero la medida en que el instinto de muerte se centre en las
manifestaciones de envidia y la medida en que
se manifieste de otro modo puede variar de individuo a individuo.
Se objeta a menudo al concepto de instinto de
muerte el hecho de que ignore el ambiente. Esta
observacin es absolutamente errnea, ya que la
fusin y las modulaciones de las pulsiones de vida y de muerte que habrn de determinar el desarrollo eventual forman parte de las relaciones
que 'se desarrollan con el primer objeto; y eviden48
49
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""''
de acontecimientos
psquicos -algunos destructivos. otros que no lo son si se atiende a la inten,cin- son las formas diferentes de una sola y misma lucha que tiende a un estado de paz, es decir,
a la eliminacin de lo que es vivido como perturban te.
A propsito del pensamiento terico de Freud
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La cuestin consiste en saber ahora cul es esta perturbacin que activa las fuerzas destructi54
56
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ra restaurar la ligazn y resolver la situacin. Estos factores pueden consistir en un estmulo potente y/o sexualmente prolongado, en una etapa
de crecimiento psquico y/o fsico, como la pubertad, en el curso de la cual la libido narcisista es
estimulada, o incluso en experiencias de xito social (uEl xito se le subi a la cabeza,). Es el paradigma de la neurosis propiamente dicha.
IV. En un plano cualitativo, nuevos estmulos,
como nuevas etapas del desarrollo psicosexual,
pueden crear una situacin de confusin y de
caos. La ameba de la libido del yo -para utilizar
la metfora de Freud- no sabe dnde emplazar
sus nuevos seudpodos (uQu hacer con las heces?, con el Falo?", etc.). Experiencias nuevas y
extraas, vividas durante la infancia, como la de
la separacin, pueden provocar crisis de la economa libidinal. An ms adelante en el curso de
la existencia, nuevos acontecimientos y nuevas
circunstancias que amplan la esfera de la vida
pueden tener la misma significacin, aun cuando menos intensa. Se puede llamar a esto el paradigma del traumatismo del desarrollo.
V. El paradigma del conflicto significa, en el plano de la economa libidinal, que cuando un conflicto es actualizado, algunos de sus componentes se ven amenazados; puede ocurrir que uno u
otro abandone sus investimientos. Esto plantea
un problema de economa libidinal: esta parte de
la libido que ha sido ya ligada por los contenidos
psquicos, las funciones y las estructuras, es descapturada y vuelve a ser libre, mvil y no ligada.
Una parte del s-mismo organizado y del mundo
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Eplogo
Aparece ltimo en el equipamiento filogentico del hombre: el dominio del pensamiento es una
suerte de neo-formacin con la cual no tenemos
costumbre de vivir. La imagen dada por Freud de
una lucha entre los procesos frgiles de la vida
y la naturaleza inorgnica y esttica debera, en
realidad, ser traspuesta en una batalla obstinada
entre el mundo del espritu y el antiguo mundo
fsico que lo rodea. El esfuerzo psquico de expansin y desarrollo, y la lucha por la posesin psquica de su propio cuerpo se enfrentan constantemente con las fuerzas que restringen el esfuerzo, comprendido en ello el deslizamiento hacia la
muerte psquica. Todo contenido o funcin psquica que, de un modo u otro, no realice sus funciones de ligazn de la libido catica y no ligada.
es rechazado y aniquilado, obliterado y desinvestido. La situacin es la misma que aquella en que
un beb destruye la imagen de la madre cuando
esta imagen no provee ya seguridad contra el sufrimiento que causa su ausencia. Winnicott llam a esto wet blanketing (Winnicott, 1974). Estos procesos de desinvestimiento pueden ir muy
lejos en la psicosis. En lugar de vivir los contenidos psquicos, el psictico vive a veces en un estado de excitacin difusa. est psquicamente casi muerto. Sin embargo, las representaciones de
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la pulsin de muerte pueden, por otra parte, poner coto a una inestabilidad energtica de Eros.
Ellas construyen las estructuras de la vida y
aumentan, la maniobrabilidad de la libido. Eros
y la pulsin de muerte forman en conjunto un sistema binario particular donde el uno no existe jams, y no puede existir, sin el otro. Juntos, pueden crear una infinidad de formas de vida y de
muerte.*
Bibliografa
Apel. K. O. (1968), "Hermeneutik, Ideologienkritik: Entwurf einer Wissenschaftslehre in erkenntnisantropologischer Sicht. Man and World. l, pgs. 37-63.
Fischer. C .. Kahn, E. y Davis D. M. (1973), "A psychophysiological sludy of nighlmares and night lerrors,
J. Nerv. and Mental Disease, 157, pgs. 75-98.
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14. [<ntroduccin del narcisismo, en Obras completas, vol. 14, Buenos Aires: Amorrortu editores (AE),
1979.]
Freud, S. (1915), .. rnstincts and lheir vicissitudes". SE,
14. ["Pulsioncs y destinos de pulsin, en AE, vol. 14,
1979.]
Freud, S. ( 1920), Bcyond thc plcasurc principie. SE. 18.
[Ms all del principio de placer, en AE. vol. 18. 1979.]
Freud, S. (1925), "Negaiion". SE. vol. 19. (La negacin,
en AE. vol. 19, 1979.]
Habermas, J. (1965), "Erkenntnis und lntresse ... Mcrkur, 19, pgs. 1139-53.
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l. La discusin del concepto de pulsin de muerte hoy debe tomar como eje dos rdenes de reflexin:
l. La interpretacin retrospectiva de lo que
Freud quera designar y significar por medio de
este concepto tardamente introducido en su teora. Esta interpretacin requiere que distingamos
tres aspectos en juego, cuyas relaciones es necesario entrelazar:
a. La enseanza progresiva de la experiencia clnica que ha trado consigo _una reevaluacin de
los mecanismos de base que se suponen en el fundamento de la psicopatologa.
b. La reflexin sobre los fenmenos culturales
presentes y pasados, y sobre ciertos factores que
influyen en su determinismo, a distancia de los
hechos observables, por un lado; por el otro, la
especulacin metacientfica sobre los fenmenos
naturales que constituyen el objeto de la biologa.
c. La articulacin de hiptesis surgidas de los
dos aspectos precedentes; ella conduce a la insercin del concepto de pulsin de muerte en el seno de un modelo terico llamado del aparato psquico de lasegunda tpica, cuya creacin sigue
de cerca a la ltima teora de las pulsiones. Es
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II. Cualesquiera que sean las divergencias sobre la interpretacin de los hechos clnicos y las
teoras postuladas para explicarlos, todos los psicoanalistas se reconocen en el postulado fundamental del conflicto psquico. Los desacuerdos solamente aparecen cuando se trata de precisar
la naturaleza de los elementos en conflicto, las
modalidades de este y las consecuencias que de
l se desprenden. Hemos llegado a una situacin
en la cual ya no se puede decir que haya un con-
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senso establecido sobre la hiptesis de un conflicto originario que oponga dos grandes tipos de pulsiones -como expresin de las potencias psquicas primitivas y matriciales-. En efecto, uno de
los argumentos aducidos con ms frecuencia por
los adversarios de la pulsin de muerte consiste
en sostener que no est claro cmo encuadrar las
caractersticas descritas para la pulsin sexual si
se las aplica a las pulsiones de muerte (fuente, empuje, meta, objeto). Ms radicalmente la bibliografa psicoanaltica actual contiene muchas tomas
de posicin, sea contra la idea de que las pulsiones representan el elemento ms basal del psiquismo, sea al extremo de sostener la inadecuacin y la inutilidad del concepto de pulsin. Lo
que la mayora de estos crticos no consideran es
que la tesis del conflicto pulsional fundamental
responde en Freud a una exigencia: dar razn del
hecho de que el conflicto es repetible, desplazable, trasponible y que su permanencia resiste a
todas las trasformaciones del aparato psquico
(conflictos intersistmicos, o intrasistmicos, o entre libido narcisista y objetal, o entre instancias
1!
y realidad exterior, etc.). Es esta comprobacin
la que obliga a Freud a postular tericamente un
conflicto original, fundamental y primero, quepone en juego las formas ms primitivas de la actividad psquica: ella explica su inflexibilidad en
cuanto al dualismo pulsional.
La audacia terica de la hiptesis freudiana de
la pulsin de muerte ha conducido a los analistas
a discusiones apasionadas sobre esta cuestin y
ha desviado la atencin de ellos del hecho de que
Freud no la opone ya a las pulsiones sexuales sino a las pulsiones de vida ,que l llamar en ade68
lante Eros o pulsiones de amor (Esquema del psicoanlisis). Este ligero deslizamiento semntico
conduce a Freud a hablar ya no de pulsiones sexuales sino de funcin sexual como medio de conocer a Eros, con el cual ella no se confunde. En
cambio. Freud admite que no poseemos indicios
anlogos a lo que representa la libido para la funcin sexual que nos permitieran conocer la pulsin de muerte de manera tan directa.
III. Dado que la pulsin no nos es cognoscible
ms que por sus representantes psquicos, que no
confundimos ahora con los representantes-representacin, extraemos la conclusin, a ttulo
de hiptesis, de que la funcin sexual -y sumanifestacin, la libido- es la representante del
Eros, de las pulsiones de vida o de las pulsiones
de amor. a condicin de comprender que esta funcin de representante no posee todas las propiedades de Eros, lo que, entre parntesis, plantea
muchos problemas clnicos y metapsicolgicos sobre las relaciones entre Eros y sexualidad.
La cuestin verdadera consiste en tratar de dar
una respuesta al enigma que Freud dej abierto:
cul sera la funcin que podra jugar el papel
correspondiente de representante de la pulsin de
muerte 1si tenemos en cuenta que para l la autodestruccin constituye su expresin fundamental mientras que la hetera-destruccin no es sino
una tentativa de aliviar la tensin interna, punto
de vista discutido por numerosas teoras posfreudianas? En lo que a m concierne, adhiero plenamente a la hiptesis de que la funcin autodestructiva desempea para la pulsin de muerte un papel que corresponde al de la funcin se-
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con derecho interrogarnos para saber si estas manifestaciones en su conjunto no seran referibles,
en parte o en totalidad, a lo que Freud designaba
como masoquismo originario, primario, cuya localizacin era para l endopsquica, previa a toda exteriorizacin. Sin embargo es verdad que
ningn argumento clnico constituye una prueba en favor de la pulsin de muerte porque todo
cuadro clnico es susceptible de interpretaciones
diversas y no podra ser una expresin directa del
funcionamiento pulsional. El problema, a partir
de la experiencia clnica, sigue siendo terico. Y
en esto estoy de acuerdo con J. Laplanche.
IV. La 1hiptesis que quisiera formular implica
dos presuposicior'Ies:
l. Es imposible decir algo acerca de la pulsin
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mos, en efecto, slo al funcionamiento concurrente de actividades en relacin con los dos grupos
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timiento y la tendencia
sin de muerte.\
desobjetalizant~_c!e
la pul-
V. Los mecanismos de defensa contra la angustia y los dems afectos penosos desorganizadores
pueden ser tambin reinterpretados a la luz de
las reflexiones sobre el conflicto entre pulsiones
de vida y pulsiones de muerte. Es necesario, en
esta perspectiva, hacer la distincin previa entre
defensas primarias y defensas secundarias del yo.
Las defensas primarias constituyen una categora de la cual la represin es el prototipo (Verdrangung). Esto se ha enriquecido posteriormente por
el descubrimiento de otros mecanismos anlogos
tales como la desmentida correlativa del clivaje
(Verleugnung), la forclusin (Verwerfung), la denegacin (Verneinung), en tanto que las otras defensas deben ser consideradas como secundarias
para reforzar o culminar la tarea de estos mecanismos primordiales.
Sin embargo, cuanto ms nos acercamos a la
represin propiamente dicha ms la polarizacin
ligazn-desligazn se acompaa de una religazn
en el inconciente gracias a otros mecanismos (desplazamiento, condensacin, doble inversin, etc.).
Ms nos alejamos de la represin y ms comprobamos la puesta en juego de otros tipos de defensa primarios (clivaje, forclusin) que la desligazn tiende a imponer, limitando o impidiendo la
religazn. As, para no mencionar slo un caso
abundantemente tratado en la bibliografa psicoanaltica, el de la identificacin proyectiva, su funcin parece ser reforzar la desmentida del clivaje
que empuja a la desobjetalizacin, y esto pese a
la aparente objetalizacin que intentan la proyec-
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cin y la identificacin con las partes proyectadas. Por destructiva que sea su accin, es sobre
todo en tanto ataque a los lazos (Bion, Lacan) como se manifiesta su tendencia en ltima instancia desobjetalizante. El xito del desinvestimiento desobjetalizante se manifiesta por la extincin
de la actividad proyectiva que se traduce entonces sobre todo por el sentimiento de muerte psquica (alucinacin negativa del yo) que precede
a veces de cerca a la amenaza de prdida de la
realidad externa e interna. Un paralelismo interesante se ha sealado entre la forclusin -el rechazo radical-, que se supone en la base de las
estructuras psicticas, y un mecanismo correspondiente, que por va de hiptesis se situara en
el fundamento de las desorganizaciones somticas graves (P. Marty) y que se traducira en perturbaciones del funcionamiento mental, caracterizado por la pobreza de las actividades psquicas o la carencia de su investimiento. Nos
referimos aqu, desde luego, a funcionamientos
asintticos que dan menos testimonio del cumplimiento del proyecto que de su orientacin hacia el logro de su meta ltima: el desinvestimiento desobjetalizante.
La denegacin, que se expresa a travs del lenguaje, ocupa sin duda un lugar particular en esta
categora, en tanto parece recubrir al conjunto del
campo ocupado por cada uno de los otros trminos. Por eso participa tanto del par ligazn-desligazn como de la sola desligazn, segn Freud
lo haba indicado.
Estas observaciones requieren nuestra atencin. Revelan que las caractersticas que marcan
los modos de accin de las pulsiones (ligazn-
77
78
A propsito de la interpretacin
de la pulsin de muerte
Eero Rechardt y Pentti Ikonen
des totalmente nuevas de interpretacin en el trabajo clnico. Seguimos entonces las sendas del
pensamiento de Freud a fin de comprender cmo
las diferentes formas. a menudo contradictorias,
de ese deseo de paz podan realmente funcionar,
y lo que ese desorden pona verdaderamente en
juego. El encarnizamiento en hacer cesar el desorden ofrece a la interpretacin clnica un punto de vista totalmente novedoso y diferente del
concepto de agresin que tiende a la destruccin.
Pero es verdad que la destruccin es tambin una
manera de poner fin al desorden. La desorganizacin provocada por un objeto o una fuente exterior al s-mismo puede ser resuelta por la destruccin. Muerte y destru:cin son medios extremos de poner fin a la desorganizacin, pero no
son los nicos.
Ahora bien, en qu consiste esta desorganizacin tan insoportable para nuestro psiquismo? En
los textos de Freud, y especialmente en aquellos
que relatan las experiencias traumticas, leemos
que la lbdo es desorganizadora cuando est sin
meta y no ligada, lo que hemos precisado en nuestra prepublicacin (Rechardt, Los destinos de la
pulsin de muerten). El desorden y la agitacin de
-la vida provienen de Eros. La libido no ligada se
manifiesta especialmente en las fases precoces del
desarrollo, los estados regresivos y la psicopatologa grave; pero ella es tambin producida por
los dinamismos psquicos durante todas las fases
de la existencia. En nuestro trabajo clnico psicoanaltico encontramos constelaciones psquicas
en las cuales la amenaza de una libido no ligada
es el problema central; en estas situaciones, las
relaciones de objeto, las experiencias traumticas,
81
83
84
cuadro l.
Nivel
de las funciones
e instintos
vitales
' Desarrollo
, progresivo
' de la funcin
simblica
Satisfaccin
Placer
:Funcin simblica
t t
de las necesidades i
vitales
:
: Satisfaccin
expansivo
sin meta:
libido.
sexualidad
1
1
Desligazn:
Falta de
objeto
Trauma
Confiicto
Desarrollo
Exceso de
estimulacin
(neurosis
actual]
Privacin
(dormir. etc.)
1
1
:Perturbacin
:cuadroll
Funciones
de repliegue.
de eliminacin.
de parlisis
~
~
: Op!icin contra
Jla libido no ligada: /
: pulsin de muerte.
' Masoquismo primario
: uNarcisismo negro"
86
Proceso
de ligazn
Cuadro lil
Desligazn
(ver arriba)
El proceso simblico separa los contenidos psquicos de sus contactos.de origen. Otros contenidos son entonces susceptibles de representarlos
tambin. Este fenmeno se llama derivacin metonmica en la escuela psicoanaltica francesa.
Con relacin a ello. el placer puede incluso ser representado por algo diferente de la gratificacin
producida por las funciones vitales originales. Es
as como la sexualidad psquica humana toma forma. En lugar de una bsqueda del placer producida por una funcin claramente definida, el espritu humano es ocupado por una pulsin difusa, por la libido que busca una forma.
Existe una relacin dialctica entre el proceso
simblico y la sexualidad. El proceso simblico
deja al placer en libertad de fijarse sobre las conexiones ms diversas. La sexualidad en <stado
mvil permite a su vez al proceso simblil'n alcanzar dominios aun ms vastos.
Podemos suponer que en el plano vital existen
tambin funciones de expulsin y de repliegue cuya meta es proteger la existencia. El proceso simblico permite, aun a estas. liberarse de sus conexiones de origen. Las formas de trastornos de
expulsin y de repliegue se expanden y devienen
una pulsin difusa que se manifiesta bajo la forma de una oposicin a toda forma de desorden
y al exceso de libido no ligada. La sexualidad psquica (contrariamente a la sexualidad biolgica)
es libre, no ligada a esquemas de estmulos especficos de descarga; del mismo modo, la pulsin
de muerte psicolgica es libre", no ligada a esquemas de estmulos especficos de terminacin.
tanto externos como internos.
En sus formas elementales, esta pulsin se ma-
87
Cuadro ll.
Pulsin de muerte
Inmovilidad total
. Destruccin
'
<U
P..
Muerte
Angustia
Ira
Odio
Repulsa
Vergenza
Envidia
Culpabilidad
Apata
,..1
1
Estoy cansado
No quiero
Eso no sirve para nada
Estoy acorralado
Estoy impaciente
No me gusta eso
ele.
~
1
1
1
1
1
Libido
88
'
ro
.o
...
3...
O)
P..
El proceso de ligazn
89
90
te modelo parte del concepto de una energa indiferenciada descrita en trminos cuasi fisiolgicos.
Esta energa originalmente monista se diferencia
en pulsin agresiva y pulsin sexual (Hartmann
et al .. 1949). En este sistema, no hay lugar alguno para el modelo de la pulsin de muerte. El
modelo psicolgico del yo ofrece una explicacin
seductora de una comunicacin psicosomtica
directa cuando las fases precoces del desarrollo
(Jacobson, 1954; Schur, 1955). Pero en cambio
las posibilidades interpretativas en clnica psicoanaltica se ven restringidas (vase el cuadro IV).
La interpretacin de Laplanche propone un concepto monista de la pulsin pero en el plano psicolgico. La nica pulsin es la sexualidad psquica, que se diferencia en pulsin sexual de vida, ligada, y en pulsin de muerte, no ligada.
Melanie Klein no precisa si la pulsin de muerte que ella concibe es biolgica o psicolgica. Sus
discpulos, como Segal (vase esta publicacin),
parecen inclinarse en el sentido de una interpretacin psicolgica. La pulsin de vida y la pulsin
de muerte son ambas activas de manera autnoma. La dominacin de la una o de la otra es lo
decisivo.
Nuestra interpretacin es la siguiente: existe en
el psiquismo humano un antagonismo de base entre la libido no ligada y la pulsin de muerte. La
pulsin de muerte no puede ser conceptualizada
de manera aislada sino nicamente en su relacin
con la libido no ligada que es sentida como un
desorden. Toda libido en exceso es desorganizante
y es tratada por medio de la ligazn y/o la eliminacin.
Cuando se considera la pulsin de muerte a par-
93
Sexualidad
Energa inclifcrenciada /
~Agresin
J. Laplanchc
M. J{fcin
Instintos de muerte/
Ikonen y Rechardl
-!,
Libido no ligada
94
tir del desarrollo de la teora psicoanaltica, debemos mantener siempre presente en nuestro espritu que la proposicin de una disociacin activa
ha sido, desde el comienzo, y ello sigue siendo verdadero, el punto central del pensamiento psicoanaltico. Saber lo que ha sido disociado, por qu,
de qu forma, y cmo es posible lograr una integracin: he ah una tarea constantemente presente en el trabajo y la bsqueda psicoanalticos.
Es tal vez esto lo que Freud desarroll en su teora de la pulsin de muerte; un modelo de proceso disociativo de consecuencias tericas y clnicas extremas que tiende a una metapsicologa nuclear anloga a las doctrinas de los elementos
primarios en qumica o a aquellas de la fsica nuclear.
Es probable que Green haya tenido algo similar en mente cuando redact su informe que versa sobre el modelo del conflicto que est en la base tanto de la teora psicoanaltica general, como
de aquella de la pulsin de muerte.*
Bibliografa
Apel. K. O. (1968), uHerrneneutik, Ideologienkritik: Entwurf einer Wissenschaftslehre in erkenntnisantropologischer Sicht, Man and World, l. pgs. 37-63.
Eiss!er, K. ( 1972). "Death drive, arnbivalence and narcissisrn", Psychoanal. St. Child, 26, pgs. 25-78.
Freud. S. ( 1914). n narcissisrn: an introduction, SE,
14. [Introduccin del narcisismo", en Obras comple Esta investigacin ha sido financiada por la Fundacin Irjo Jahssons.
95
96
Teora y prctica
No puedo comprender a los conferencistas que
no apoyan sus hiptesis sobre bases clnicas. Pien-
97
98
yarse en observaciones repetidas que versen sobre diferentes pacientes y hechas en circunstancias diferentes. La ley de la ueconoma de hiptesis" conduce a pensar que, para la pulsin de muerte, la formulacin ms apropiada y ms aplicable
provendra de materiales y de observaciones que
nos son provistos en condiciones y circunstancias
variadas.
El hecho es que el material comunicado por la
doctora Segal y por otros -desde luego que brevemente, en vista de esta discusin- se presta
a interpretaciones variadas porque las vietas estn tomadas aisladamente y no en el contexto sea
de la vida del paciente, sea de un informe ms
frondoso del anlisis. Ayer, hablando con el doctor Rosenfeld sobre el anlisis de una joven mujer que haba hecho varias tentativas graves de
suicidio, se me hizo claro que aquello que, para
m, era una interpretacin-salvataje poda ser sin
embargo comprendido de diferentes maneras, la
mayora de las cuales no requeran referencia alguna al concepto de pulsin de muerte. Estuve
tentado de retomar hoy ese caso clnico, algo dramtico, pero me di cuenta de que as no hara ms
que cometer la falta de delicadeza de la cual justamente me quejaba. Es precisamente la observacin repetida y prolongada de la experiencia
psicoanaltica, reforzada por el estudio de lo normal en el adulto y en el nio, la que forma la base indispensable para las formulaciones tericas.
Agregar que, si se considera el problema de la
pulsin de muerte, debemos encaminarnos hacia
el estudio de nios golpeados y maltratados, de
las heridas, accidentes y enfermedades, al menos
de las que ocurren durante el primer ao de vida,
99
hacia el estudio de hijos pequeos de madres depresivas, de nios ciegos o sordomudos, etc. La
necesidad de todo esto les parecer ms evidente
en un instante.
La pulsin de muerte
Quisiera ahora mostrar el tipo de cuestiones que
deberamos plantearnos, desde mi perspectiva,
cuando nos interrogamos sobre la pulsin de
muerte. Basndonos en nuestra experiencia clnica cotidiana, nos interrogaramos sobre los puntos siguientes:
lOO
2. En ciertos estados depresivos o en la despersonalizacin, esta tonalidad se pierde y un sentimiento de muerte cobra preeminencia. Estas condiciones patolgicas permitiran pensar que el
principio de Nirvana est operando. Sin embargo, pienso que existen otras explicaciones posibles: en particular la que introduce los conceptos
de inhibicin libidinal y agresiva, susceptible de
aportar una conceptualizacin adecuada sin recurrir al concepto de principio de Nirvana.
Si consideramos la utilidad del concepto del
principio de placer/displacer, y el equilibrio relativo que el nio pequeo mantiene con las experiencias de sufrimiento y las de placer, no debemos sin embargo considerar al beb nicamente
de manera aislada. Hay que tomar tambin en
cuenta el equilibrio entre aquello que alimenta li101
102
Mesa redonda
Moderador
D. Widl6cher
Participantes
J. Laplanche. H. Segal
E. Rechardl y A. Creen
103
104
municacin de Andr Green. Me temo que comenzar por manifestar un acuerdo, pero terminar
inmediatamente en un desacuerdo ... Mi acuerdo reside en que me gusta enormemente lamanera con la cual l ha articulado pulsin de vida y
de muerte con las funciones objetalizantes y desobjetalizantes. Aprecio este punto porque concuerda con mi propia tesis que es, creo, diferente
de las de ustedes y sin duda tambin de la de Herbert Rosenfeld. Considero que el narcisismo primario es totalmente la expresin de la pulsin de
muerte. Debido a ello, no hay narcisismo libidinal ms que en el narcisismo secundario. Todo
narcisismo es una expresin de la pulsin de
muerte. esencialmente en la medida en que es
des-objetalizante. Un amor de s intenso no es lo
mismo que el narcisismo; el amor de s es bsqueda de vida e incluso de una vida en la muerte. Creo que utilizo el trmino narcisismo de manera muy diferente de los franceses en la medida
en que ellos consideran, me parece, este trmino
en todas las acepciones de Freud (libido narcisista, etc.) en tanto que yo considero, por mi parte,
que el narcisismo en su conjunto est fundado en
la pulsin de muerte.
Mi segunda observacin concierne a la diferencia fundamental que veo entre el clivaje y la depresin. En la depresin, observamos un retorno
hacia un proceso de ligazn, pero segn un modo particular: el simbolismo. Por la depresin y
por la funcin simblica, justamente, nos apartamos de la psicosis para entrar en la neurosis. La
etimologa griega de smbolo significa <juntar con><,
es decir, "ligar><.
Consideremos ahora el problema de la especu106
108
Usted ha escrito.
DW
111
tinto de muerte como violencia, por el otro el retorno al Nirvana. Podemos verdaderamente poner juntos estos dos movimientos? Hay all una
ambigedad que vemos ya en Freud. Quisiera preguntar a Andr Green si, para l tambin, se trata de una ambigedad.
Quisiera retomar el ejemplo clnico dado por
Rosenfeld. Cuando el analista dice a su paciente.
a propsito del silencio que sigue al relato de su
sueo, que para l es claro que en el curso de esta sesin ella no va a poder entrar en contacto con
l y que ella quiere permanecer sola, rehusando
el trabajo analtico, y cuando a la sesin siguiente la paciente entra en un estado de rabia, no es
posible para m decidir si el silencio era una defensa contra la rabia o si esta ltima resulta del
hecho de que ella se siente forzada por el analista
a entrar en relacin con el objeto.
AG
cin inmediata. Este debate, necesariamente rpido, est dedicado a cuatro intervenciones densas. En efecto, su propsito debe ser sobre todo
marcar claramente las diferencias, ms que dar
la impresin de una convergencia artificial. Hace
un momento, Daniel Widlcher nos deca que no
sera asombroso si un participante abandonara el
coloquio diciendo que en definitiva no vea la necesidad de admitir la pulsin de muerte. Ocurre
que muchos lectores, despus de haber tomado
conocimiento de Vida y muerte en psicoanlisis,
me dicen que yo no admito la pulsin de muerte,
y, en efecto, en cierto modo, debo reconocer que
formulo la teora de las pulsiones de una manera
nueva y en trminos que podran prescindir del
de muerte.
DW Quisiera subrayar lo que acaba de decir
J. Laplanche. Pienso que tiene absoluta razn. Me
parece que en el fondo l no cree en la pulsin
de muerte. Quisiera a este respecto interrogar
tambin al doctor Rechardt. Me pregunto si l
en efecto cree en la pulsin de muerte. Hanna Segalle dijo hace un momento que ella no crea en
el Nirvana y que el movimiento hacia lo noorgnico es un proceso violento, muy diferente del retomo hacia aquello que lo inanimado
puede tener de apaciguante. Entonces planteo
la pregunta al doctor Rechardt: el retomo al
Nirvana puede ser todava llamado pulsin de
muerte?
EERO RECHARDT Para comenzar, dir que no
creo en nada. Para m el concepto de pulsin de
muerte es un instrumento. Se trata de saber
113
114
Bien, jestamos de acuerdo sobre los desacuerdos! Lo que yo sostengo es que para comprender
la clnica y el conflicto psquico, para comprender tambin el descubrimiento progresivo en la
teora psicoanalitica de las implicaciones de esta
clnica, es necesario tener una concepcin dualista. Pero este dualismo est fundado en un monismo de base. En otros trminos, es necesario
retener una concepcin que opone dos tipos de
funcionamiento mental, y encontramos all la oposicin entre sistema ligado y sistema no ligado.
Para m, la idea del funcionamiento mental ligado es totalmente conforme a lo que Andr Green
llama objetalizacin. En este punto, el acuerdo entre nosotros no es artificial. Se trata de marcar
la oposicin entre "objetalizacin y "desobjetalizacin. La gran diferencia, en mi opinin, es que
no concibo una desobjetalizacin total hasta un
punto cero. Un punto tal no puede ser considerado sino de manera asinttica. Lo que opongo entonces a la objetalizacin y a la pulsin de objeto
(donde vera un sinnimo de la pulsin de vida)
es lo que prefiero llamar pulsin de indicio, es decir, el momento en que el objeto es reducido a un
simple indicio de s mismo. El objeto deviene indefinidamente trasponible, es decir, desplazable
sobre otros. Es el momento en el cual la muerte
del objeto est presente, donde el placer es buscado por s mismo y simplemente sobre un sigJL
115
HS
Se podra afirmar lo mismo del complejo de
Edipo. Sin Freud ninguno de nosotros hubiera sido lo bastante genial para producir ese concepto.
Quiero decir algo a propsito de las observaciones de D. Widl6cher. Ahora que el doctor Rechardt ha precisado su posicin, estoy totalmente de acuerdo con l. Y sin embargo, la idea de
Nirvana me hace pensar en algo diferente: l habla de instinto de muerte sin mencionar la muerte. Esto me parece extrao. El problema que se
me plantea consiste en saber de qu manera pensamos estar en condiciones, al final de nuestra
116
JL
117
poco a poco con la nocin de yo. Lo que ha faltado bastante hasta el presente en esta discusin
es el uso del modelo topogrfico, estructural. Slo por una utilizacin de la tpica freudiana se
puede situar exactamente el funcionamiento de
los diferentes modos de pulsin. Pr:ecisamente, el
modo de funcionamiento ligado es ms bien patrimonio del yo. Quedara por considerar la cuestin del funcionamiento libre de la energa intelectual, es decir, el trabajo intelectual.
AG Quisiera aprovechar la intervencin de J. Laplanche para retomar cuestiones que D. Widlcher plante al comienzo; creo que este es el momento.
Quisiera recordar a D. Widlcher que en el Congreso de Viena, en 1971, donde se haba decidido
hablar de la agresividad, la cuestin de la pulsin .
de muerte fue apenas citada, salvo por los analistas kleinianos, y en una perspectiva diferente de
la de Freud. Se trataba de un tema tab. No se
tena derecho a hablar de ello, y uno era muy mal
visto si lo mencionaba. Sobre esta cuestin de la
agresividad, que retoma el primer punto de Widlcher, respondo que es necesario efectivamente
descartar la teora de la heteroagresividad primaria ... Por qu? Porque la experiencia psicoanaltica nos ensea que uno no se agrede sino a s
mismo. Es decir que incluso cuando se mata a
alguien, es una parte de s la que se mata, o que
uno se defiende del deseo de matar una parte de
si. Esta es la gran diferencia entre la concepcin
psicoanaltica de la criminalidad, con relacin a
la de la justicia. Bion hablara aqu de vertex diferentes.
119
Quisiera decir unas palabras sobre la compulsin de repeticin. Creo que hay confusin en este punto. La compulsin de repeticin no caracteriza en nada a la pulsin de muerte. La compulsin de repeticin es caracterstica de todo
funcionamiento pulsional. Pasche la ha llamado
el instinto del instinto. lo que me parece muy
justo. Sin duda, la compulsin de repeticin es
ms acentuada cuando se trata de la pulsin de
muerte.
Quisiera ahora retomar el punto muy importante abordado por Jean Laplanche sobre la pulsin
de indicio. Creo hallarme cerca de su inspiracin
cuando considera los diferentes reordenamientos
conceptuales y los diversos modelos que Freud
utiliza en el curso de su obra. Me parece que todo
parte, en Freud, del modelo clnico de la perversin. De all la concepcin del nio perverso polimorfo, de all la concepcin de la pulsin parcial.
de all la concepcin del placer de rgano. Sin embargo -es en todo caso la manera en que yo interpreto la evolucin de la obra freudiana- me
parece evidente que al fin de su vida. Freud presta cada vez ms atencin a las relaciones entre
perversin y psicosis, como lo atestigua la atencin acordada al clivaje. El aborda el problema
del clivaje con relacin al fetichismo, y lo retoma
inmediatamente en el Esquema con relacin a la
psicosis. Algo se ha agitado" en el pensamiento
de Freud. Despus de Freud se puede afirmar sin
exageracin que su modelo de la perversin no
ros satisface ya mucho. Por otra parte, el anlisis de.la perversin demuestra que ella no es en
modo alguno una expresin directa de la pulsin
sexual. La perversin da testimonio de la presen120
cia de aspectos destructivos considerables, e incluso en las perversiones de tipo banal. Adems,
la petrificacin del objeto del perverso, o del objeto de la perversin, su carcter annimo, intercambiable, despersonalizado en el sentido estricto, su utilizacin sin ninguna consideracin y sin
identificacin con su deseo propio, son caracte- .
res que cuestionan el modelo de la perversin en
Freud. Por mi parte, me inclinara a ver all un
proceso de desobjetalizacin que pone de relieve
la carencia narcisista del perverso y, como algunos lo han sostenido, su defensa frente a una amenaza de regresin psictica.
DW Antes de dar la palabra a Eero Rechardt,
quisiera volver sobre un punto. No he querido hacer mo necesariamente el nexo con la heteraagresividad.
AG
121
122
c1on. Lo cual desde mi punto de vista no invalida la tesis de lo anobjetal e incluso de la nada
pura. Tal vez, en este punto, damos muestras de
occidentalo-centrismo.
Hay ciertamente un debate, pero es el resultado de interpretaciones diferentes. La de Hanna
Segal recae sobre la clnica, la de Jean Laplanche, sobre la manera de comprender a Freud. Para Freud, la pulsin es conservadora y por ello est
ligada a la compulsin de repeticin. Pero concedo de buen grado que la compulsin de repeticin
es ms fuerte cuando se la liga a la pulsin de
muerte. A este respecto se podran incluso evocar,
como lo he hecho anteriormente, el duelo estructuran te factor de cambio y el duelo imposible
-siempre infiltrado de elementos destructivos, la
melancola opuesta al duelo-, factor de repeticin. Pero la melancola, Freud lo ha mostrado
bien, consiste en una relacin de identificacin
narcisista con el objeto; ella pone en juego la incorporacin oral caniblica que incluye identificacin del yo con el objeto perdido. Y sobre todo
retengo esta expresin de Freud: fijacin fuerte,
dbil investimiento del objeto. Pese a las apariencias, el duelo melanclico repetitivo de la psicosis peridica no es conservador: no conserva al
objeto ms que para poder continuar destruyndolo. Cultivo puro de la pulsin de muerte, dice
Freud.
AG
123
124
125
AG
JL
ER Quisiera agregar algunas palabras a propsito de la compulsin de repeticin. Ha habido recientemente una discusin en nuestra sociedad
respecto de este tema y se confrontaron dos puntos de vista: el primero consista en que la compulsin de repeticin es una propiedad fundamental de la pulsin en general, y en particular de la
sexualidad. Existe una tendencia repetitiva en toda pulsin. El otro punto de vista, defendido por
mi colega Ikonen y yo mismo, consiste en que es
la vocacin de una tendencia propia de la pulsin
de muerte el dar forma a lo que no lo tiene. Esta
no es tal vez la pulsin de muerte ms precoz,
pero es una de las ms importantes. Su aspecto
positivo radica en el hecho de que la repeticin
es asegurada al comienzo por la madre. Las experiencias repetidas son progresivamente canalizadas y domeadas por el nio; rpidamente, este utiliza el juego con esa finalidad repetitiva, lo
que deviene una funcin del yo. Se trata enton-
126
ces de una funcin que est al servicio de la supervivencia. La pulsin se trasforma luego en una
suerte de compulsin ciega a repetir lo dbil y no
estructurado. Pero esta compulsin ciega puede
contribuir o no al desarrollo normal. Ella puede
entonces tener una funcin destructora respecto
del yo. Pero es su aspecto positivo el que da la
posibilidad de repetir en la situacin psicoanalitica. En efecto, uno de los ms importantes factores de esta situacin es poder repetir sin fin lo
que era dbil y catico, lo que produca angustia,
etctera.
127