Gloria A Dios I PDF
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Hay muchas formas o tipos de oracin: de alabanza (Salmos 145 al 150), de accin
de gracias (por ejemplo, Salmos 18, 68, 135), de peticin (Salmos 20 y 22; el
Padre Nuestro es la frmula condensada de la ms grande oracin de peticin),
de arrepentimiento (Salmo 51), de confianza (23 y 131) de deseo (Salmo 63) de
alegra (el Magnificat de la Virgen), de entusiasmo por el plan de Dios (Efesios
caps.1 al 3), etc.
En realidad, las formas de oracin son tantas como mltiple y complejo es el
hombre y la vida humana y las situaciones de la historia. Porque orar es
comunicarse en transfusin de vida, pensamientos y cario con Dios tal cual l se
nos da a nosotros y tal cual nosotros estamos, somos y queremos ser en relacin a
l, a los dems y al mundo en su evolucin e historia concreta.
Cuando hablamos de formas o tipos de oracin corremos el riesgo de hacer
pensar que la oracin consiste en la comunicacin con Dios durante determinados
tiempos, aislables del resto de nuestra vida. La verdad es que en nuestra existencia
concreta existe una continuidad entre los ratos que llamamos de oracin y el resto.
Si el vivir cristiano es un vivir en la fe, la esperanza y el amor, este horizonte
enmarca y da sentido a toda nuestra existencia. Si, por otra parte, la oracin es la
expresin o el reverberar en palabras a Dios de nuestra vida de fe-esperanza-amor,
no hay corte posible entre sta y nuestra oracin. A la primera la podemos llamar
Oracin implcita, a la segunda explcita. Dems est decir que ambas se
entremezclan y se apoyan mutuamente. En estos apuntes nos concentramos en la
oracin explicita, pese a que sea inseparable de la otra.
2.
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Confianza. Para que exista y crezca la vida de oracin es indispensable que Dios
deje de ser para nosotros una idea abstracta o un mero Absoluto para explicar la
existencia del mundo, o un rbitro severo y lejano de nuestras buenas y malas
acciones. Sabemos que Dios es nuestro partner y no una abstraccin; sabemos
que su esencia mas intima es ser Amor y que quiere hacernos sus amigos (I Juan
4,8).
Nuestro Abb no es un dios sin voz ni palabras: nos habla en Cristo, su Palabra
viva; nos habla dentro de nosotros: aqu estoy. Y esto ayer, hoy y maana por la
fuerza viva y personal de su Espritu que nos atrae hacia Cristo y, en El, hacia el
Padre. As como nuestra fe es participacin de la fe de Cristo en su Padre (Rom.
3,22), tambin nuestra oracin es un orar en Cristo gracias a la presencia del
Espritu Santo en nosotros que nos diviniza y nos va haciendo cristiformes.
Nuestro Abb nos habla tambin en las Escrituras, mensaje privilegiado de Dios
para todos los hombres de todos los tiempos. Nos habla asimismo en la Iglesia,
tanto por medio del creyente ms simple y sencillo como a travs de la jerarqua de
la Iglesia. Nos habla tambin en los sucesos del mundo en que hoy vivimos y en los
dems, sean o no cristianos.
Vivimos inmersos dentro de todas estas palabras que Dios nos dirige, que no son
sino voces diferentes de su gran Palabra, Cristo. Por todas estas voces, que
percibimos en nuestro interior siempre que vivamos atentos, Dios se nos acerca,
viene, nos plantea tareas y desafos, inicia un dialogo que espera y exige una
respuesta de nosotros, respuesta que debe darse no slo en palabras sino en
hechos. Esta es la base de nuestra confianza que nos hace vivir atentos a las
voces de Dios y a querer responder en la oracin.
Buscar a Dios en todo. De lo dicho se desprende que no hay tema posible que no
pueda ser materia de nuestra oracin. Pero se convertir en verdadera oracin, y
no en algo al estilo de un noticiero de televisin, en la medida en que esos temas
los interioricemos y los enganchemos en la corriente de Dios. Encontramos a Dios
en todo cuando todo lo que somos, hacemos y recibimos lo vinculamos con el
Espritu de Dios, presente en nuestros corazones, y cuando nos abrimos a las
tomas de posicin y tareas que El suscita dentro de nuestra conciencia a propsito
de ese tema o situacin. A veces esa invitacin puede venir por una fuerte
atraccin interna del Espritu; otras, mediante las palabras o invitaciones de una
persona necesitada (donde hay un necesitado, est Cristo invitndonos a ir en su/
Su ayuda), o de alguien que tiene autoridad en la Iglesia para invitar, animar o
mandar.
Buscar a Dios en todo implica encontrarlo en nuestro interior, en el fondo de
nuestras vidas divinizadas por la gracia del Espritu Santo que nos mueve a un
constante ir ms all, a aceptar y realizar lo grande y lo pequeo, a vivir en un
esperar contra toda esperanza.
Presentarnos a Dios tal cual somos. Hay en nosotros una tendencia muy fuerte
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a disfrazarnos no slo frente a los dems sino ante nosotros mismos. Nos
resistimos a vernos tal cual somos y el primer modo de lograrlo es construir para
nuestro uso pblico y tambin privado una imagen nuestra que oculta o altera lo
que en verdad somos. En la oracin tendemos a presentarnos disfrazados ante
Dios: rincones de nuestras vidas que no los dejamos mostrarse ni ante nuestra
propia conciencia ni mucho menos ante Dios; falsas humildades que nos permiten
arrellanarnos en una vida poco valiente; fomentar el que poseemos una imagen de
un Dios severo y vengativo, para as tener motivos para perseverar en una actitud
de rechazo infantil de Dios y evitar encontrarnos con toda la ternura y exigencias
mucho ms radicales del Dios-Amor.
No es tarea fcil ir dejando los disfraces. Es tarea para toda la vida. La oracin es
el medio privilegiado para realizarla. Nos transparenta hasta llegar a sentirnos
desnudos, tal cual somos, con todas nuestras taras y cualidades frente a Dios. Si,
por ejemplo, no tengo ganas sino que me da profunda lata el hacer oracin, que
sta sea mi primera confesin y toma de contacto con Dios. As empezaremos en
una atmsfera de verdad.
Hacer silencio interior. Para hacer contacto con Dios presente en nuestro entorno
y en nuestro yo ms ntimo se requiere el silencio. Esto no slo por fuerza de las
leyes sicolgicas que nos aconsejan recogernos o concentrarnos para poder hacer
con fruto una tarea que exige reflexin; salir del aturdimiento y del bullicio de una
vida agitada. El silencio interior no consiste tanto en vaciar la conciencia de todo
pensamiento e imagen. Esto sera lo propio de una gracia especial, el xtasis o el
salir de s y del mundo circundante, gracia que por lo dems es considerada en la
mstica cristiana como una muestra de debilidad y de un nivel todava no bastante
alto de oracin). Lo que buscamos con el silencio es pacificar y ordenar todo lo que
en nosotros es memoria, sentimiento o pasin esclavizante; todo lo que nos impide
captar la presencia y voluntad de Dios.
El silencio interior se logra por un esfuerzo constante y tenaz que exige mucho
sacrificio. Su recompensa es que nos devuelve la posibilidad de que en nuestra
oracin est presente la vida cotidiana, las preocupaciones e ideales, la gente que
queremos mucho y que aumentemos este cario, el mundo con todas sus tareas y
desafos de todo orden. Gracias a esta ascesis del silencio, todo lo vemos en Dios,
bajo el sello de su Providencia; sin que por lo tanto las personas y las cosas nos
asusten o que los afanes egostas nos disminuyan y separen de nuestro verdadero
crecer. Porque en el silencio interior encontramos la voluntad de Dios, vivimos en
su paz: nella sua volonta e la nostra pace (Dante).
Asemejarse a Cristo. Cristo es el centro, meta, base y modelo de nuestra vida.
Para el cristiano, el Dios incognoscible e inalcanzable a toda imagen y concepto
humano, ha tornado carne y rostro concreto y visible en su Hijo querido, Jess
Cristo. De aqu que la oracin cristiana no pueda ser un dejarse absorber en un
Absoluto sin rostro ni rasgos ni historia conocida. El gran y eterno tema de la
oracin es Cristo. Porque Cristo tiene rostro corporal, la mstica cristiana no puede
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ser solo apoftica: buscar a Dios haciendo el vaco de este mundo, lo que sera
una profunda injusticia al mundo y a las personas que queremos. Pero porque el
dinamismo de Cristo, ms all de l, nos lleva siempre al Padre, la oracin cristiana
mantiene siempre esa nota de aventura, de marcha a tierras y horizontes nuevos,
de sed inagotable que slo el Inagotable puede calmar.
Como se nos presenta en los Evangelios y otros escritos bblicos, en las vidas de
los santos y de otras personas que ahora nos rodean, Cristo debe ser el tema
central de nuestra oracin. Hemos de procurar asimilar sus sentimientos,
aduearnos de su fe a toda prueba, su esperanza hasta en la muerte, su amor
hasta vaciarse y darse entero a su Padre por amor a nosotros. Sentimiento de
humildad y obediencia (Filipenses 2.5-10), de misericordia, de adoracin y
admiracin, de simpata hacia los dbiles y los pecadores. A todo esto nos conduce
una oracin centrada en Cristo. Segn la ley humana de que dos personas que se
quieren se dan de si uno al otro, as y mucho ms nos vamos configurando a
Cristo.
Crecer siempre en el amor. Santo Tomas dice que en nuestra oracin no son los
pensamientos, por muy sublimes que sean, sino el amor lo que llega y establece
contacto con Dios. Todo lo ms hondo de la tradicin cristiana no es sino un
reiterado establecer el primado del amor por sobre cualquier otra actividad porque
Dios es amor. La oracin es ese encuentro en amor con Dios y con todos los
dems que convergemos, unidos tambin por el amor, hacia El, que es la Fuente y
Meta del amor.
Al afirmar tan fuertemente esta primaca del amor no menoscabamos en modo
alguno el ejercicio del pensamiento, del abrir nuestra mente a visiones ms
profundas de Dios y de la realidad toda. El amor cabalga en la luminosidad de la
inteligencia, pero sta es espoleada a avanzar por la fuerza del amor. Cualquier
objeto de nuestra inteligencia ha de poseer la humildad para decirnos: deja que el
amor corra ms all de m; hay an mucho ms de la luz que yo te puedo ofrecer;
yo slo soy un signo que te indico dnde debe lanzarse la corriente de tu amor.
Si nos acostumbramos a hacer oracin explcita durante un cierto tiempo cada da,
llegaremos despus de unos meses a la constatacin de que en nuestra oracin
hay pocas ideas nuevas o aprovechables para la vida diaria, pero s el amor. Es lo
que sucede durante tantos perodos ms o menos largos de la vida matrimonial o
en el encuentro frecuente de personas amigas. La falta de novedad suscita la
tentacin de para qu seguir haciendo oracin. Esta tentacin puede ser fatal
para el crecimiento en la amistad con Dios, y con los dems en Dios, si olvidamos
la necesidad de alimentar diariamente el amor, pese a que no lo podamos medir ni
a veces siquiera sentirlo.
El amor quiere descansar junto al amigo, junto a Dios. Por esto no revolotear
inquietamente en pos de pensamientos nuevos. Vale lo de Ignacio de Loyola: No
el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas
internamente. Pero descansar junto al amigo no consiste en solazarse en los
propios sentimientos de afecto que yo pueda haber sentido en la oracin de otros
tiempos, en la de ayer o la de hoy. Dios es siempre mayor que nuestros
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sentimientos de amor a l. Si verdaderamente lo buscamos a l, no podemos
detenernos cmodamente en saborear el recuerdo de los momentos afectivos de
nuestra oracin. Tan pronto advirtamos que estamos deteniendo nuestra bsqueda,
que ya no queremos trabajar por conocer ms y servir mejor a Dios en el amor y
servicio de los dems, entonces debemos levantar la carpa y volver a ponernos en
marcha: fueron das bonitos de descanso junto a un lago, pero la fuerza del amor
nos impele a agrandar los horizontes y a seguir subiendo.
Los momentos supremos de dicha y de felicidad son raros en la vida de los
amantes; pasan la mayor parte de sus vidas separados, cada cual yendo a su
deber y a su trabajo. Es aqu donde el amor debe mostrar su fuerza y sostener a
los amantes en la travesa del desierto. Toma entonces las formas de la fidelidad, la
paciencia, el servicio humilde. Gracias al pensamiento de su mujer y sus nios,
muchos hombres soportan el vaco y la asfixiante monotona de una profesin que
desde ya hace tiempo le perdieron el gusto. Por amor a su marido, la mujer soporta
semanas enteras de soledad en la casa mientras l anda de viaje (Urs von
Baltasar). Algo semejante sucede en la vida de amistad con Dios en la oracin. Es
indispensable que el amor sea valiente, constante, libre, paciente, olvidado de s.
As tambin ha de ser nuestra oracin.
3.
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prolongado, un par de horas, a la oracin.
Lugar y postura. No hay ningn lugar o postura que impida absolutamente hacer
oracin, pero no todos ayudan de igual manera. Respecto al lugar, se debe preferir
un sitio donde no haya bulla ni distracciones y se est libre de interrupciones
innecesarias. Algunos preferirn su pieza, otros un jardn o caminar por el barrio;
para ciertas personas el lugar ms adecuado ser una iglesia o capilla. Jesucristo
iba con gusto a los cerros a hacer oracin... Tambin se puede rezar en la calle, en
la micro o en el auto. Pero es muy dudoso que stos sean los sitios ms aptos para
una oracin de mayor bsqueda y paz, para una oracin ms ntima en que Dios
nos hable con su presencia y atracciones desde el fondo de nuestro ser. Esos
lugares, en cambio, pueden ser muy adecuados para breves jaculatorias de
alabanza o de peticin, para pedir por la gente que pasa y verlos como compaeros
de ruta hacia Dios.
Otro tanto se puede decir de la postura ms conveniente. Algunos preferirn hacer
oracin de pie, otros caminando, otros sentados o tendidos en la cama. Para Dios
no hay posturas irrespetuosas pero s hay posturas que favorecen o desfavorecen
nuestro contacto real y amistoso con El. Nuevamente, aqu debe uno guiarse por la
experiencia. Una cosa cierta es que se requiere una postura ms recogida al
comenzar la oracin y en los momentos en que sta se hace ms ntima y afectiva.
Tambin en la vida de dos personas que se quieren se da una cierta liturgia de la
postura.
Comienzo. Es decisivo el no iniciar la oracin en un estado de conciencia difusa,
sin actualizar la presencia de Dios. Esto de ponerse en la presencia de Dios no ha
de entenderse como si Dios estuviese ausente hasta el instante en que enfocamos
la cmara de nuestra atencin hacia El. Es todo lo contrario: El est siempre
presente, con una presencia activa, delicada, amistosa. Somos ms bien nosotros
los que nos distraemos y alejamos de l y necesitamos reencontrarnos en su
Presencia.
Para actualizarnos ante Dios ayudar a veces no slo la concentracin interior (que
puede requerir desde un instante hasta varios minutos, segn sea nuestro estado
de distraccin, fatiga, aburrimiento, con que vamos a la oracin) sino adems
expresarla en palabras. As nuestros actos interiores, de suyo bastante voltiles y
escurridizos, se anclarn en la densidad de las palabras proferidas, adquiriendo as
mayor consistencia y duracin.
Tema de la oracin. Dijimos que el tema principal de nuestra oracin es
Jesucristo, el Rostro del Abba para nosotros. Para esto acudir a los Evangelios y
tomar los trozos que nos digan ms en el momento de comenzar la oracin. Pero
normalmente, si no hay temas demasiado personales del da, convendr ir
siguiendo una cierta secuencia de pasajes evanglicos segn un cierto criterio
unificador: Jess y los pecadores, Jess y su Padre, Jess y la oraci6n, Jess y su
preocupacin por los enfermos y necesitados, Jess y sus amigos, Jess y la
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eleccin y formacin de los apstoles, Jess y el sentido del dolor y la cruz, Jess y
las parbolas del Reino, Jess triunfador sobre las diversas formas de la muerte.
Como la oracin no es un mero estudio, es necesario que en su transcurso nos
sintamos vitalmente implicados y que conversemos con Dios de nosotros y de l.
Preguntas como las que plantea Ignacio de Loyola en los Ejercicios: Que ha
hecho Cristo por mi? Qu he hecho yo por Cristo? Qu puedo hacer yo por
Cristo? tienen esta funcin de implicarnos existencialmente en la oracin.
Veamos la importancia de presentarnos tal cual somos ante Dios. De aqu que
muchas veces nuestra oracin tendr por tema nuestra propia vida, lo grande y la
pequeez que hay en nosotros, nuestras fobias y filias, las dificultades que
experimentamos frente a personas o situaciones concretas.
Todo esto significa un trabajo: el que no trabaja, que no coma deca San Pablo a
los cristianos (2 Tes.3,10). No podemos rehuir esta cuota de esfuerzo.
La oracin es tambin una conversacin en que se intercambia -como entre
amigos- ideas y afecto. Hemos de procurar no ser ni hacernos aburridos, repitiendo
siempre las mismas cosas o, par falta de inters, permanecer en silencios que no
son precisamente msticos sino producto de nuestra flojera.
La intimidad e intercambio afectivo. Ya hablamos bastante sobre este punto. Lo
consigno aqu para volver a insistir en que es lo ms importante. El progresivo
discurrir sobre un tema o una escena del Evangelio nos ha de llevar poco a poco a
hacernos presente y a estar con Cristo. De este estar con brototar una
corriente de mayor amor, mas deseo de darse a Dios y a los dems.
El examinarse frente a Dios. Esto puede ser una forma de oracin: al comienzo
del da ver frente a Dios y con El qu es lo que uno va a hacer y cmo lo quiere
realizar. Buscar la manera de llenar mi da - actividad, encuentros, conversaciones
- un mayor sentido de Dios. Al final del da se puede hacer otro tanto, pero en son
de ver qu se ha cosechado: qu es paja, qu trigo, etc. Hacer todo esto con Dios,
como un nio escarba en la era junto con su padre. Agradecer lo bueno. Pedir
perdn por las faltas. Renovarse en la esperanza, la fe y el deseo de crecer en
amor. Dentro de estos exmenes es bueno que se preste especial atencin al
modo cmo se ha desarrollado la oracin.
4.
Dificultades en la Oracin
Me limito a sealar tres, casi sin explicarlas, sugiriendo tan slo alguna solucin.
Falta de Tiempo. Esta es la que ms alegamos para justificarnos de no poder
dedicar 30 minutos al da a la oracin. En el fondo no nos creemos a nosotros
mismos cuando damos esta excusa, pero es convincente para la exportacin,
tambin para la exportacin de nuestra propia conciencia superficial. Un reconocido
telogo norteamericano hablaba de los ateos por falta de tiempo. Esto es muy
real: existen! O dedicar tiempo a la oracin es ponerse en la pendiente del
atesmo por falta de tiempo. Sin duda tenemos dificultades de tiempo para orar.
Pero la respuesta est en ser verdaderos con nosotros mismos: Por qu huimos
de la oracin? Por falta de tiempo o porque le tenemos miedo? Tememos
encontrarnos con nosotros mismos, tememos encontrarnos con Dios. Tememos
esto ltimo, porque secretamente intuimos que si bien Dios nos puede dar apoyo y
compaa, su presencia es tambin exigente y nos lanza a tareas duras
precisamente porque nos quiere mucho y confa en que con su fuerza podemos
hacer muchas cosas.
Aridez o sequedad. Es bastante normal que atravesemos por perodos as. Ya
hablamos de esto. Tener valor, paciencia y constancia. No buscamos los consuelos
de Dios, sino al Dios de los consuelos. Y esto an cuando estamos secos y
desinteresados de las cosas de Dios. Acordarse del Salmo: Estuve como un asno
junto a ti, Seor . Pero en este estar como un asno hay una muestra y encarnacin
del amor en la sequa, lo que es quiz ms valioso que orar slo cuando la vida
nos sonre y todo resulta fcil.
Distracciones. Las hay superficiales y poco significativas. A estas se las puede ir
eliminando poco a poco mediante una cierta disciplina de concentracin mental.
Las hay ms de fondo, distracciones que se hacen muy presentes en nuestra
conciencia, porque son hechos, personas o situaciones que estn muy ligados a
nuestro ser. Respecto a estas distracciones, lo mejor no es tratar de eliminarlas por
decreto, o por un manotazo de atencin como quien espanta una mosca. Volver,
al igual que las moscas generalmente vuelven. Lo mejor es integrar estas
distracciones y convertirlas en tema de nuestra oracin. As la carga pasional que
las acompaa se ir poco a poco integrando en el conjunto de nuestra vida
orientada a Dios; lo desviado que hay en esa distraccin perder su acometividad y
veneno y lo bueno que all reside pasara a ser parte de nuestro ser.
Dentro del libro de los Ejercicios las "Reglas para sentir con la Iglesia" ocupan las
pginas finales (EE 352 370). Por los estudios del Padre Pedro Leturia sj, y
otros especialistas, sabemos que estas reglas tienen su germen inicial en las
grandes gracias que Iigo recibi en Manresa, pero que su redaccin corresponde
al perodo de Pars, hacia 1534, con algunos complementos posteriores, hasta
1541, en Roma. Sin embargo, el hecho de su tarda redaccin no explica el que
ocupen el lugar postrero. La razn de fondo es de ndole espiritual: son el
resultado de un proceso de identificacin con Cristo y con todo lo que El ama.
Los Ejercicios desarrollan una pedagoga espiritual que busca crecer en "...
conocimiento interno del Seor, que por m se ha hecho hombre, para que ms le
ame y le siga" (EE 104). Esta es la meta hacia la que se orientan las
contemplaciones de los misterios de la vida de Jess. Este conocimiento interno
del Seor tiene dos polos, que se interconectan por el vnculo unitivo del amor,
que posee la fuerza maravillosa de producir presencia recproca,
intercomunicacin de existencias.
El primer polo se dirige hacia Jesucristo. El deseo de conocerlo impulsa al
ejercitante a interesarse por todo lo suyo. La amistad se nutre y crece mediante el
contacto directo y cercano. Por su propia dinmica, busca conocer los sucesos,
palabras y sentimientos de Jess; las personas que lo acompaaban; sus
proyectos, con sus posibles xitos y fracasos. No se contenta con lo vago sino
que desciende hasta el detalle.
Pero esto no impide que, para evitar dispersarse en la multiplicidad, se
esfuerce en penetrar cada vez ms en la interioridad del Seor, en sus designios
y sentimientos ms profundos, hacia su Padre y hacia sus hermanos, hombres y
mujeres. De este modo, la peticin de conocimiento interno del Seor conduce
hacia aquel nudo y fuente de todo su querer, pensar, sentir y actuar que el
lenguaje bblico designa con la palabra primitiva "corazn".
El segundo polo de esta peticin es que el conocimiento del Seor se
internalice en el ejercitante. Que pase del plano del conocimiento abstracto o
erudito (EE 2: "el mucho saber") al plano personal en el que las cosas se sienten y
gustan internamente (EE 2), en el que Dios se comunica y opera inmediatamente,
llenando al ejercitante y "abrazndolo en su amor y alabanza" (EE 15).
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Las contemplaciones de los misterios de la vida de Jess, con sus
repeticiones, coloquios y aplicacin de sentidos, son el mtodo privilegiado de
oracin para fomentar este conocimiento interno que lleva a mayor amor y seguimiento.
As, el proceso de los Ejercicios conduce al ejercitante a una
identificacin creciente con el Seor y por lo tanto con la Iglesia.
La meditacin del Reino hace comprender internamente los dos grandes
amores de Jesucristo Nuestro Seor: el Padre y su glorificacin y los hombres y
mujeres, tambin los enemigos, y su designio de amor de llevarlos al Padre. Y lo
mismo se podra decir de todas las contemplaciones de la Segunda Semana,
especialmente de aquellas de ms explicito contenido eclesial como la vocacin
de los apstoles (EE 275), su envo a predicar (EE 281) y la institucin de la
Eucarista (EE 289).
Las contemplaciones de la Tercera Semana introducen en el misterio de que
no hay mayor amor que el dar su vida por sus amigos" (Jn 15,13), mientras que
la Cuarta Semana nos familiariza con el amor resucitador del Padre hacia su Hijo
y hacia todos y cada uno de nosotros, ya que destruyendo nuestro pecado y
nuestra muerte, nos vivifica en Cristo.
Sin darnos una teologa sistemtica sobre la Iglesia, Los Ejercicios nos
hacen acompaar al Seor construyendo su Iglesia con personas y acciones
concretas. Gracias a esto, la creciente identificacin con Cristo lleva consigo un
correspondiente crecer en identificacin con la Iglesia; conduce a que
desarrollemos en nosotros un "sentido verdadero" de Iglesia, que es no solo
conocimiento sino una especie de instinto connatural que brota del amor y gusto
interior.
El Cardenal Newman desarrolla el tema de cmo el amor concreto a un
amigo nos lleva a amar a los amigos de ese amigo. As se va extendiendo, en lo
humano, la universalizacin del amor.
Este hecho tan sencillo y a la vez tan portentoso es el punto de sustento
de todas las reglas ignacianas para sentir con la Iglesia: amar a los que Cristo
ama.
Cmo ama Cristo a la Iglesia? Cmo hemos de amarla nosotros?
De las numerosas imgenes de la Escritura y la tradicin, Ignacio retiene
dos especialmente aptas para expresar amor ntimo, fuerte y fecundo: la de
esposa y la de madre (EE 353, 363,365). Para l debiera haber continuidad en
el amor: Un ejercitante, lleno de amor al Seor y deseos de servirlo se volver
con igual amor hacia la que es la esposa de Cristo, la Iglesia, y tambin hacia
Mara, su madre y nuestra madre. Aqu radica la fuerza fundamental de estas
reglas: son el fruto natural del amor.
Existe una riqusima raigambre bblica en torno a la relacin Esposo esposa entre Dios y su Pueblo elegido, que el Nuevo Testamento lleva a su
culminacin en el Apocalipsis, en que la Iglesia purificada, la nueva Jerusaln,
baja del cielo, de junto a Dios, "engalanada como una novia ataviada para su
3
esposo" (Apoc 21, 2).
Pero Ignacio en estas reglas no piensa en la Iglesia del Reino final sino en
la Iglesia que ahora est combatiendo, la militante (EE 352). Es decir, en la
Iglesia que peregrina como Pueblo de Dios y que, en su marcha, se llena de
suciedad y de polvo; la Iglesia a cargo de una jerarqua compuesta por hombres
frgiles y pecadores, como Pedro. La Iglesia criticada y perseguida en todos los
tiempos por los que la consideran o bien demasiado materialista (EE 354:
confesin, sacramentos; 358: reliquias, indulgencias, candelas; 360: imgenes,
ornamentos) o excesivamente espiritual (EE 355, 356, 357); la Iglesia de las
devociones populares descritas en estas reglas y que provocan el rechazo y el
desprecio de las elites de todas las pocas. La Iglesia de los pobres, que son
los que tienen el sentido humano suficientemente desarrollado para gustar estas
prcticas.
A esta Iglesia estamos llamados a amar y defender; jams a atacarla:
"Alabar, finalmente todos preceptos de la Iglesia, teniendo nimo pronto para
buscar razones en su defensa y en ninguna manera en su ofensa " (EE 361).
Como vemos, Ignacio no se evade de la Iglesia del presente, idealizando la
Iglesia de los primeros cristianos o anticipando la Jerusaln celestial. Su consigna
es alabar, alabar, alabar. El motivo ltimo de esto es que Cristo ama as a esta
Iglesia militante, santa y a la vez pecadora.
Este motivo se apoya en la fe: "...creyendo que entre Cristo nuestro Seor,
esposo, y la Iglesia, su esposa, es el mismo espritu que nos gobierna y rige para
la salud de nuestras nimas, porque por el mismo Espritu y Seor nuestro, que
dio los diez mandamientos, es regida y gobernada nuestra santa madre Iglesia"
(EE 365). Slo la fe en la Iglesia como misterio de la presencia del Espritu
divinizador del Padre y del Resucitado puede lograr tal docilidad a la Iglesia. De
ah la fuerza de ese "creyendo", que emplea Ignacio.
Tras las palabras "regir" y "gobernar" se oculta el misterio de la inhabitacin
del Espritu en nosotros, que nos hace gustar la Contemplacin para alcanzar
amor: "...asimismo haciendo templo de m, siendo criado a la similitud e imagen
de su divina majestad..." (EE 235).
Lo mismo aparece expresamente en la carta que Ignacio escribiera al
Negus Claudio de Etiopa: "...es beneficio singular ser unidos al cuerpo mstico de
la Iglesia catlica, vivificado y regido por el Espritu Santo..." (Carta del 23 febrero
1555).
Concluyamos esta reflexin sobre la raz y fundamento del sentir con la Iglesia.
Las razones que Ignacio invoca para estar siempre dispuestos a defender y seguir
las directivas de la Iglesia, a seguir sus legtimas tradiciones y costumbres y a
respetar sus prcticas no son de sola conveniencia humana ni del orden
puramente jurdico e institucional.
Introduccin
Hace dos aos la Asamblea Nacional nos llam a organizarnos para crecer
como comunidad en misin. La cuenta de nuestra Presidenta Nacional nos ha
hecho ver que este llamado en buena parte ha sido recogido por la CVX y que se
ha concretado en varias iniciativas de diverso orden, tales como el
perfeccionamiento del sistema regional, con sus Estatutos correspondientes,
ciertas obras apostlicas de mayor envergadura del tipo de Escuelas. Colegios.
Misiones de verano, erradicacin de pobladores, campaas por la Beatificacin
del P. Hurtado. etc.
Evidentemente, no es el momento de abandonar este lema de Organizarnos
para la misin, pensando que ya hemos hecho lo suficiente, No, de ninguna
manera! Nos queda mucho por hacer! Pinsese en lo econmico, en la
comunicacin de informacin, en la difusin de CVX por el pas.
Pese a que todava falta mucho, una buena pedagoga aconseja no insistir
siempre en un mismo punto, sino que ir variando los temas. Porque existe una
gran interrelacin entre los diversos aspectos del desarrollo de la vida. Dicho en
otras palabras, que si queremos llevar adelante una dimensin - la de la
organizacin para la misin - hemos de empujar al mismo tiempo otras muchas.
En efecto, todas estn interrelacionadas.
El Lema de esta Asamblea
Una Asamblea de CVX tiene que promover la vida del movimiento dentro de
ciertos marcos establecidos en los Estatutos. As se ocupe de la cuenta de
actividades, de elegir el Consejo, de animar y trazar lneas para el futuro.
Para este ltimo objetivo (animar y trazar lneas), el Consejo Nacional, despus
de escuchar los pareceres de muchos, escogi como lema de esta Asamblea La
comunidad como camino para la misin. Y para ello hizo preparar diversas
ponencias y trabajos que ayuden a profundizarlo.
En este lema se trata de poner el acento en la pequea comunidad, pero sin
retroceder ni un paso en lo avanzado en estos ltimos aos respecto a que CVX
hay que vivirla tambin a niveles ms amplios, en distintos niveles concntricos:
mundial, nacional, regional, ciudad, un centro (NG 39).
A qu responde el que elijamos como tema a la pequea comunidad como
camino para la misin? Veo varios motivos para hacerlo:
2
pequeo y lo grande. Parece pues til
mostrar
que
la
comunidad
pequea se complementa y potencia con los crculos ms grandes.
3
Si Israel vive as, cumplir su tarea histrica de hacer que todos los pueblos se
conviertan a Yahveh y le rindan culto en el templo de Jerusaln.
El tercer Isaas describe en trminos poticos magnficos este momento:
Arriba. Resplandece, que ha llegado tu luz, y la gloria de Yahveh sobre ti ha
amanecido... Caminarn las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu
alborada. Alza los ojos en torno y mira: todos se renen y vienen a ti. Tus hijos
vienen de lejos y tus hijas son llevadas en brazos. T entonces, al verlo, te
pondrs radiante, se estremecer y se ensanchara tu corazn, porque vendrn a
ti los tesoros del mar, las riquezas de las naciones vendrn a ti. Un sin fin de
camellos te cubrir, jvenes dromedarios de Madin y Ef. Todos los de Sab
vienen portadores de oro e incienso y pregonando alabanzas a Yahveh (Is. 60, 16).
Tras la expresin santificado sea tu Nombre, que rezamos en el Padre
Nuestro, se encierra la misma idea de la salvacin de los pueblos paganos por
medio de la atraccin irresistible que ejerce sobre ellos el pequeo Israel, si vive
conforme al Seor.
El texto clsico de la Biblia para comprender el significado de santificar el
Nombre es el del profeta Ezequiel 36, 16-38. Se nos narra all una palabra de
Yahveh que dice que Israel se haba prostituido y apartado del camino de la
santidad. Que por esto, en su furor, el Seor lo dispers entre los pueblos
paganos. Pero, an peor, pese a su destierro entre los mismos paganos, los
israelitas profanaron su Santo Nombre, haciendo que se dijera de ellos: Son el
pueblo de Yahveh y han tenido que salir de su tierra (20).
4
lejos, a los que no creen, a los que tienen otros dioses.
Pero para esto no puede ser ni tibia ni mediocre. Debe ser purificadora como el
fuego, impetuosa como el viento, delicada y transparente como el agua ms pura
de las cordilleras. Ha de ser luz potente puesta muy en alto, que atraiga y alumbre
el camino a los que estn desorientados, fatigados y no saben adnde ir.
Cuando Jess ense el Padre Nuestro, santificado sea tu Nombre, le estaba
diciendo a sus discpulos: Ustedes, grupito pequeo, vivan a fondo las
Bienaventuranzas, vivan a fondo el modo de ser del Padre de los cielos. Sean
santos. Sean luz del mundo, luz fuerte, luz que atraiga y alegre a los que no creen
y los mueva a ponerse en camino hacia el Padre.
Les estaba diciendo: Ser comunidad de discpulos mos no es ser cualquier
cosa. No da lo mismo como se viva. Porque se trata de la honra de mi Padre. Si
viven tibia, flojamente, no slo se desacreditan ustedes, sino que desacreditan y
profanan el Nombre de mi Padre ante los pueblos que estn llamados a creer en
El por medio de ustedes.
En la anterior Asamblea Nacional desarroll el tema de la comunin y la misin
en las cartas de San Pablo. Dije esa vez que si Pablo fue el gran promotor de
comunidades misioneras, esto no lo invent l sino que lo recibi del Seor. Dije
que es Jess la fuente del comunitarismo apostlico y organizado de los primeros
cristianos. Jess que reuni y form a los Doce y a otros muchos, que los envo
en misin...les enseo a dar una clara preferencia a los pobres por ser los ms
amados del Padre, les seal los lugares a donde haban de ir, lo que deberan
llevar y decir, la duracin de su envo. Les enseo a vivir de una bolsa comn, a
reunirse, apoyarse, rezar juntos, amarse y perdonarse. Los estimul a buscarse
otros compaeros para la misin porque la mies es mucha.
Vimos tambin como el Jess resucitado extiende los limites de la misin a los
ms remotos confines de la tierra y los enva en la fuerza de su Palabra, del
Espritu de la fraccin eucarstica del Pan. Y con esto partieron y revolucionaron el
mundo.
Si .juntamos lo de la Asamblea anterior con lo expuesto ahora, vemos que para
la Biblia la fuerza misionera de las comunidades est ntimamente unida a la
santidad de sus vidas, santidad que no es slo de la esfera individual, si no que
toca a la comunidad en cuanto comunidad. El ser misionero no es un mero
activismo, sino que ha de brotar de una profunda conversin al Seor y del
dejarnos llenar de sus criterios, su verdad, su celo apostlico, su amor.
PARTE 2: El aporte de Christifideles laici a la dimensin misionera de las
comunidades.
Quiero ahora complementar las enseanzas de la Biblia sobre Comunidad,
camino para la misin con un par de consideraciones tomadas de la Exhortacin
Apostlica postsinodal Christifideles laici del Papa Juan Pablo II. Advertirn
ustedes que hay una semejanza y fidelidad radical entre el pensamiento del Papa
y la eclesiologa misionera de Jess y del Antiguo Testamento.
Tomen ese texto, de mucha profundidad, que les fue enviado a todos ustedes
5
como material de apoyo para la Asamblea. En l el Papa pone en relacin la
comunin con Jess y las comunidades misioneras. Dice:
La comunin con Jess, de la cul deriva la comunin de los cristianos entre s,
es condicin absolutamente indispensable para dar fruto: Separados de mi no
pueden hacer nada (Jn 15, 2). Y la comunin con los otros es el fruto ms
hermoso que los sarmientos pueden dar: es don de Cristo y de su Espritu.
Ahora bien, la comunin genera comunin, y esencialmente se configura como
comunin misionera. En efecto, Jess dice a sus discpulos: No me habis
elegido vosotros a m, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado a
que vayis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca (Jn 15. 16).
La comunin y la misin estn profundamente unidas entre s, se compenetran
y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunin representa a la vez la
fuente y el fruto de la misin: la comunin es misionera y la misin es para la
comunin. Siempre es el nico e idntico Espritu el que convoca y une a la
Iglesia y el que la enva a predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra
(Hch 8). Por su parte, la Iglesia sabe que la comunin, que le ha sido entregada
como don, tiene una destinacin universal. De esta manera la Iglesia se siente
deudora, respecto de la humanidad entera y de cada hombre, del don recibido del
Espritu que derrama en los corazones de los creyentes la caridad de Jesucristo,
fuerza prodigiosa de cohesin interna y, a la vez, de expansin externa
(Christifideles laici, 32 ).
De esta misin somos responsables todos, no slo los pastores, sino tambin
los laicos. El motivo de ser misionero es el amor: el amar a Cristo, el amar con el
amor de Cristo, el hacer que otros amen a Cristo. A esto impulsan los
sacramentos de la iniciacin cristiana. A esto mueve la liturgia.
Estas ideas las expresa en este bello texto: Es en la evangelizacin donde se
concentra y se despliega la entera misin de la iglesia, cuyo caminar en la historia
avanza movido por la gracia y el mandato de Jesucristo: Id por todo el mundo y
proclamad la Buena Nueva a toda la creacin (Mc 16. 15); Y sabed que yo estoy
con vosotros todos los das hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). Evangelizar - ha
escrito Pablo VI - es la gracia y la vocacin propia de la iglesia, su identidad ms
profunda (Evangelii nuntiandi 14) (ChL 33).
Hay una urgencia en el evangelizar: El imperativo de Jess: Id y anunciad el
Evangelio mantiene siempre vivo su valor, y est cargado de una urgencia que no
puede decaer. Porque la actual situacin, no slo del mundo, sino tambin de
tantas partes de la Iglesia, exige absolutamente que la palabra de Cristo reciba
una obediencia ms rpida y generosa. Cada discpulo es llamado en primera
persona; ninguno puede sacarle el cuerpo a su propia respuesta: Ay de m si no
predicara el Evangelio! (1 Cor 9, 16).
A los movimientos laicales - a nosotros - el Papa los exhorta a que cada uno de
sus miembros y el movimiento todo descubra cada vez con ms claridad la propia
vocacin y est ms disponible para vivirla en el cumplimiento de su propia
misin (ChL 58).
Dios me llama y me enva como obrero a su via; me llama y me enva a
trabajar para el advenimiento de su Reino en la historia. Esta vocacin y misin
personal define la dignidad y la responsabilidad de cada fiel laico y constituye el
punto de apoyo de toda la obra formativa, ordenada al reconocimiento gozoso y
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agradecido de tal dignidad y al desempeo fiel y generoso de tal responsabilidad
(lbid. 58).
Qu podemos concluir de estos textos del Papa? Pienso que la frase la
comunin es misionera y la misin es para la comunin (ChL, 32) encierra todo lo
ms fundamental. A esto hemos de aadir la dimensin de universalidad tanto
geogrfica como sectorial. En otras palabras, la comunidad esta Ilamada a
hacerse presente en todos los pueblos y en todas las dimensiones de la vida.
- Y esto que sucede con los individuos pasa tambin con las instituciones: los
individuos se desmatriclan de las instituciones a las cuales pertenecen. Caso
tpico es el de los jvenes profesionales que cambian de empresa por unos
dlares ms. Hay una prdida de confianza en las instituciones y en el tejido
social en su conjunto; un gran descrdito de la poltica.
- Esto lleva al desmembramiento y se pierde el sentido de la sociedad como un
cuerpo orgnico constituido por muchos miembros. Proliferan en cambio las
individualidades desarticuladas de un conjunto, que se comportan como
metstasis que se fagocitan mutuamente. Y de aqu se pasa a la fragmentacin
social, que se manifiesta en la dificultad de trazarse metas y objetivos
comunes; en la sensacin de constante disconformidad que el individuo siente
consigo mismo por pertenecer a la institucin tal o cual. Se pierde el sentido de
la justicia, la solidaridad y el honor.
-En una sociedad sin organicidad y fragmentada, las relaciones humanas se
hacen cada vez ms impersonales. Y por cruel irona, se producen las enormes
concentraciones de masa en los estadios, en que cada uno - o en grupsculos se desgaitan gritando (para liberar sus propias tensiones, no por causa de,
sino con ocasin de) a favor de un equipo de ftbol que la publicidad de la
sociedad de consumo ha hecho que se identifique con l.
2) Las crisis de la modernidad: una oportunidad para que en la CVX nos
renovemos como comunidad misionera. Las crisis no asustan ni aplastan a la fe
cristiana. El cristianismo naci y creci en medio de ellas:
-Las tuvo el grupo inicial de los discpulos de Jess: la crisis de Galilea, cuando
los propios apstoles queran sumarse al mesianismo poltico; la crisis de los
de Emas, que representaban a todos los que desesperaban de la
resurreccin.
-Las tuvo la iglesia primitiva: romper el encerramiento del gheto judeo-cristiano
a fin de abrirse al mundo total; facciones e inmoralidad de Corinto:
espiritualismos que rechazaban la carne del Verbo de Dios y buscaban
deleitarse en grupitos piadosos y esotricos; luchas dentro de las mismas
iglesias (Filipos) y sus propios .jefes (Pedro y Pablo).
-.Los siglos siguientes las conocieron en abundancia: crisis gnstica,
arrianismo, donatismo, renegar de la fe por las persecuciones imperiales,
conversiones por conveniencia, ctaros.
De todas estas crisis se vali el Seor para purificar y hacer madurar la fe de las
comunidades e iglesias cristianas y para hacerlas ms misioneras, capaces de
brillar ms como luz sobre el monte.
Lo mismo hemos de pensar ante la modernidad que nos asusta porque nos corroe
por dentro la voluntad misma de relacionarnos con el misterio del Absoluto
trinitario, nos anestesia el sentido solidario, nos paraliza ante una manera de
actuar que sea contracultural.
Hemos de entender la presente situacin de duda y hasto espiritual como una
oportunidad nica para salir de ella mas libres y renovados.
CVX nos ofrece todo lo que para ello necesitamos: estamos centrados en Cristo
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y en la participacin en el Misterio Pascual, tenemos el alimento de la Palabra y el
de la liturgia y enseanza de la Iglesia, nos dejamos guiar por el camino espiritual
slido y bien probado de los Ejercicios Espirituales, vivimos una vocacin que
nos abre y nos dispone a cualquier deseo de Dios en cada situacin concreta de
nuestra vida diaria (PG 5). Por tratarse de una espiritualidad y modo de vida
esencialmente apostlicos, CVX nos enva al apostolado en la Iglesia y en el
mundo sin lmites a priori. La Comunidad nos urge a proclamar la Palabra de
Dios a todas las personas y a trabajar en la reforma de las estructuras de la
sociedad tomando parte en los esfuerzos de liberacin de quienes son victimas de
toda clase de discriminacin y, en particular, en la supresin de diferencias entre
ricos y pobres (PG 8).
Podramos seguir enumerando todo lo que CVX nos ofrece para que cada
comunidad sea luz sobre el monte . Pero basta con haber recordado algunos de
nuestros textos queridos de nuestra tradicin comunitaria.
Que nos falta? Nos falta que nos dejemos convertir de veras. Que pidamos la
conversin a CVX para as poder apreciar y agradecer Io mucho que Dios nos da.
Nos falta que cada uno tome su pequea comunidad como su familia en Cristo:
que la cuide, la alimente, la ame y la haga crecer; y que as d testimonio ante el
mundo y sea luz que ilumine las neblinas y oscuridades del presente.
En Chile somos ms de 350 comunidades: Qu pasara si todas empezramos a
brillar?
Jerusaln, levntate que ya viene tu Luz! (Is 60. 1)
Introduccin
En este cursillo vamos a hablar de la espiritualidad apostlica de San Ignacio. La
primera conferencia de hoy estar dedicada a la gnesis y a las caractersticas
de la espiritualidad apostlica proveniente de San Ignacio, mientras que la
segunda tratar de configurar la imagen de Cristo que es el fundamento de su
experiencia espiritual.
No son pocos los problemas que encuentran los religiosos y los laicos que se
entregan activamente al apostolado. Partiendo de un caso concreto, tomemos en
retrospectiva teolgico-espiritual el conflicto que existe entre diversas tendencias
eclesiales de Amrica Latina, y que es causa de tensiones y malentendidos. Por
una parte se teme que los religiosos de Amrica Latina se vuelvan demasiado
horizontalistas en sus opciones por los pobres, descuidando la unin con Dios y
el vnculo con la jerarqua de la Iglesia. Mientras que los del otro lado piensan
que no se hace bastante por el pueblo del continente, especialmente por los ms
pobres; admiten que entre sus miembros haya defectos en lo que toca a la vida
del Espritu, pero no creen que la solucin sea disminuir la insercin social o su
presencia entre los ms pobres.
Diciendo esto, soy bien consciente de no haber tratado este problema en toda su
complejidad e implicaciones. Pero el limitarse a las lneas esenciales tiene la
ventaja de ayudar a comprender mejor cual es el punto de la controversia. A mi
parecer, hay en la Iglesia diversos modelos, diversas formas de entender la
espiritualidad apostlica y la vida religiosa apostlica. Para no pocos el modelo
monstico no en teora pero si en la realidad de las convicciones viscerales
es todava el nico slido y valid. El hecho de que la vida religiosa apostlica
no haya todava encontrado pacficamente su puesto en la Iglesia, no debe
atribuirse a mala voluntad o a limitaciones sea de los otros religiosos sea de los
obispos. La causa es que la espiritualidad apostlica, y por consiguiente, la vida
religiosa apostlica son fenmenos relativamente nuevos, que todava no
acaban de situarse dentro del conjunto de la espiritualidad y de la teologa. Esto
se debe a muchos factores herencia del pensamiento griego, justa
preocupacin ante las diversas formas de materialismo de los que ahora no
podemos tratar.
Una buena prueba de esta afirmacin es el hecho de que tambin los laicos
sufren de la misma enfermedad, esto es, de no poder encontrar el justo equilibrio
entre la accin y la vida de oracin, entre su papel como ciudadanos de la tierra
y las obligaciones que se derivan de su ciudadana cristiana. La Exhortacin
Apostlica Christifideles Laici denuncia con fuerza esta falta de unidad: "En
sus existencias no puede haber dos vidas paralelas: de una parte la vida llamada
"espiritual", con sus valores y con sus exigencias; de la otra, la vida llamada
"secular", o sea la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del
2
compromiso poltico y de la cultura... Se equivocan aquellos que, sabiendo que
no tenemos aqu una ciudadana permanente sino que buscamos aquella futura,
piensan por lo tanto poder descuidar sus deberes terrestres, y no se dan cuenta
de que, al contrario, la fe misma les obliga todava mas a cumplirlos, segn la
vocacin de cada uno... La separacin que se constata en muchos, entre la fe
que profesan y su vida cotidiana es constatada como uno de los errores ms
graves de nuestro tiempo (CL 59, con referencia a GS 43).
Los laicos son frecuentemente vctimas de esta falta de integracin entre la fe y
la vida cotidiana. Pensemos, por ejemplo, a un nivel domstico, en los
sufrimientos originados por el hecho de que uno de los cnyuges no comprenda
y no acepte que su compaero, en nombre de la fe, dedique tiempo y fuerzas a
compromisos apostlicos que van ms all del simple trabajo diario:
Hasta cundo vas a hacer de prroco!, le dice ella; "No me he casado con una
monja!", dice l. Cuntos sufrimientos en la familia, cuntas batallas, cunta
prdida de energa!
En la Iglesia de hoy hay inquietantes tendencias a esta falta de unidad entre fe y
vida. Mientras el Papa en sus viajes anima a todos a trabajar de forma
incansable por difundir el Evangelio y corregir de raz las situaciones humanas
de miseria y de injusticia, aparecen un poco por todas partes grupos que reman
en sentido contrario. Son movimientos que desconfan de la insercin cristiana
en el mundo, acusan a los catlicos sociales de ser materialistas, de haber
perdido el sentido de la transcendencia;... se desinteresan de los progresos
terrestres y de las calamidades que pesan sobre la sociedad humana. Segn
ellos, Dios no est all. Dios est en el cielo. Promueven lugares de refugio en la
oracin, preferiblemente hecha en lugares alejados del "mundanal ruido" que son
versiones modernas de la antigua espiritualidad medieval de la "fuga mundi".
Algunos van ms lejos, favorecen y propagan un tipo de oracin que no es sino
una evasin, que se asemeja al error quietista.
Pero tambin es verdad que existen en la Iglesia de hoy exponentes del error
opuesto al quietismo, esto es el activismo. Pero yo dira que es ms una
expresin de la debilidad humana que una corriente espiritual pensada y
militante. Hay personas religiosos, sacerdotes y laicos llenos de celo
admirable, siempre activos, siempre en movimiento. Pero que actan como
obsesionados, buscando el trabajo por el trabajo, sin dar tiempo para la
comunicacin con Dios, y se justifican diciendo que la urgencia del Reino no les
permite un tal lujo. Sus ejercicios de piedad son ms bien escasos y extrnsecos,
vacos del deseo verdadero de estar con Dios y de dejarse conducir por El.
Acudir a Ignacio de Loyola en esta situacin de la Iglesia tiene mucho sentido. El
no invent ni la espiritualidad apostlica ni la vida religiosa apostlica. No las
invent l porque las invent Cristo en el momento en que, movido por el
Espritu, se decidi a dejar Nazareth y salir a anunciar y realizar los signos del
Reino. A lo largo de los siglos que precedieron a Ignacio el Espritu del Seor
resucitado hizo salir a muchos otros de sus propios Nazarets para ir en busca,
3
siempre con Cristo, de las ovejas perdidas de Israel. Ignacio sera el primer
sorprendido si le dijsemos que a l debernos atribuir la espiritualidad y la vida
religiosa apostlicas. Sin embargo es verdad que Ignacio merece un puesto muy
particular en este sentido. De hecho l vivi el carisma del seguimiento de Cristo
con una transparencia inmensa e hizo de ella toda una experiencia vital y un
proceso pedaggico los Ejercicios Espirituales y las Constituciones de la
Compaa de Jess para ensearla y transmitirla a los dems. Ignacio tiene el
don de saber ir a lo esencial, combinando en la justa medida el pensar y el
hacer. O ms bien, orientando la teora a la prctica, las palabras a las obras y el
amor al servicio. Por todo esto el recuerdo de Ignacio puede ser muy
esclarecedor y til en las situaciones que vivimos en la Iglesia de hoy.
Me queda por explicar un pequeo punto de metodologa que tiene su
importancia. En el lenguaje corriente se habla de "espiritualidad apostlica" y de
"vida religiosa apostlica". Confieso que no me siento a gusto con este modo de
hablar. Porque tambin la espiritualidad monstica es apostlica. Y la vida mas
activa debera ser una contemplacin. La Christifideles Laici dice que todos los
cristianos deben ser apstoles. La Iglesia comunin es esencialmente comunin
misionera: "la comunin es misionera y la misin es para la comunin" (CL. 32).
En esta perspectiva no tiene mucho sentido reservar el nombre "apostlico" a un
cierto tipo de espiritualidad o de vida religiosa, cuando en realidad toda la Iglesia
y cada uno de sus miembros estn llamados al apostolado. Los expertos en
Ignacio afirman que San Ignacio no habla jams de "vida religiosa apostlica" o
de "espiritualidad apostlica" en el sentido que estamos acostumbrados a
hacerlo. El es mucho ms concreto y por eso prefera sencillamente la expresin
"seguir a Cristo" y "ayudar a las animas". Veremos en nuestro estudio como
Ignacio puede ayudarnos a encontrar una terminologa que no sea
discriminatoria y que haga, adems, de puente de unin entre todos los
cristianos, manteniendo al mismo tiempo su propia especificidad.
Pongamos as fin a la introduccin para pasar a la gnesis y las
caractersticas de la espiritualidad apostlica de Ignacio.
Gnesis y caractersticas
El hijo de Don Beltrn de Loyola, el paje de la corte del rey de Espaa, el
servidor fiel del Vice-Rey de Navarra aprendi desde su juventud a ponerse al
servicio de los dems: un Rey, un ministro suyo, un Vice-Rey, y siempre una
dama!
Como lo muestran estudios recientes, no se hace justicia a Iigo de Loyola si se
entiende en forma exclusiva aquello que l afirma de si mismo hasta la edad de
veintisis aos, o sea, que "era dado a las vanidades del mundo"
(Autobiografa.1). Que esa fuese su inclinacin dominante, no hay motivo para
dudarlo. Pero es preciso completar este cuadro con el trabajo que hace durante
los once aos pasados en Castilla al servicio del Rey, bajo la direccin de su
4
protector Velsquez de Cullar. El Ignacio que confiesa haber sido "muy buen
escribano" (Aut.11), haba adquirido junto a su protector toda una formacin de
tipo jurdico y administrativo, que era su manera de servir al Rey y que ms tarde
providencialmente le servira en el gobierno de la Compaa (ver Rogelio
Garca Mateo, "Formacin administrativa de Ignacio de Loyola en Castilla y su
personalidad" y P. de Leturia, Ignacio de Loyola en Castilla, Valladolid 1989,
129-141).
Cuando el caballero vido de honores, que en Pamplona resisti hasta la
temeridad al asedio de los franceses, fue en Loyola asediado por Dios durante
sus lecturas de la Vida de Cristo y de los Santos, una sola cosa vio y dese con
claridad: conocer y amar a Jesucristo emulando a los santos. De ah naci en l
el deseo de ir en peregrinacin a Jerusaln o de encerrarse en una cartuja por el
resto de su vida, dedicndose a la oracin y a la penitencia (Aut. 8 y 12). En
estos pensamientos se nota claramente el influjo del Cartujano, autor que estaba
leyendo, junto con su apasionado amor por Cristo y sus propsitos de hacer la
peregrinacin a Tierra Santa. Ignacio se siente llevado a vivir como peregrino
solitario o a abrazar la vida monstica. En l no hay todava ninguna traza de
querer ser apstol predicador, aunque en el castillo de Loyola hablaba
solamente de las "cosas de Dios", con lo que "haca provecho a las nimas"
(Aut.11).
De su estancia en Manresa datan los primeros testimonios del inters de Ignacio
por "ayudar a las nimas" (Aut.26). Pero se trataba de ayudas ocasionales a
gente que "le venan a buscar" y no era todava una orientacin que marcase su
vida. Lo mismo se puede decir del doble propsito de su viaje a Jerusaln, en
que lo principal es su devocin de estar en los mismos lugares en que Cristo
haba vivido, a lo que se aada el deseo de "ayudar a las nimas" (Aut.45). El
deseo estable de ayudar a las nimas brot en l cuando sinti que era voluntad
de Dios que abandonase Jerusaln. Pensando qu debera hacer, se decidi
finalmente a estudiar "para poder ayudar a las nimas" (Aut. 50). Entonces fue a
Barcelona donde comenz el estudio de la gramtica y al mismo tiempo busc
compaeros, que tuviesen el mismo ideal de ayudar al prjimo. A partir de aquel
momento en adelante la ayuda a las nimas disponindolas mediante los
Ejercicios Espirituales a ser guiadas por Dios y a trabajar con Cristo por el Reino
de su Padre ser para l la luz que le gua en todos sus desplazamientos:
Alcal, Salamanca, Pars, Venecia, Roma, hasta el fin de su vida. Con razn se
ha dicho que el ayudar a las nimas" como respuesta de amor a la llamada de
Cristo es el carisma fundamental, la gracia fundacional de Ignacio y de la
Compaa.
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No podemos sin embargo contentarnos con esta constatacin solamente
extrnseca de la gnesis de la gracia de Ignacio de "ayudar a las almas". La
mstica trinitaria nos permite entrar en ella ms a fondo. Desde los comienzos,
cuando Dios "le trataba de la misma manera que trata un maestro de escuela a
un nio, ensendole" (Aut.27), la experiencia espiritual de Ignacio lleva el sello
trinitario. De este tiempo dice que "tenia gran devocin a la Santsima Trinidad, y
as hacia cada da oracin a las tres Personas distintamente". Un da rezando a
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Nuestra Seora, se le empez a elevar el entendimiento, "como que vea la
Santsima Trinidad en forma de tres teclas". Esta imagen de un acorde sonoro le
vino acompaado de "lagrimas y sollozos y de mucho gozo y consolacin".
Recordndola 30 aos ms tarde, Ignacio dice que fue tanto "que no se poda
valer" y que "ni poda dejar de hablar sino en la Santsima Trinidad". Y hablaba
de ella "con muchas comparaciones y muy diversas, y con mucho gozo y
consolacin". Concluye diciendo "que toda su vida le ha quedado esta impresin
de sentir grande devocin haciendo oracin a la Santsima Trinidad." (Aut. 28).
Ignacio hablaba de Dios con un amor, gozo y riqueza de comparaciones que
encantaban a los que escuchaban sus conversaciones, prdicas o catequesis.
Abundan los testigos al respecto. Es una manifestacin de las gracias trinitarias
que recibiera de Dios. El Diario Espiritual, que recoge luces y gracias recibidas
en el ao 1544 y comienzos del 45, es otro testimonio impresionante de lo
mismo. Hay una gran continuidad entre las experiencias trinitarias de Manresa y
las del Diario, de 1544. Valga como prueba esta cita del da 19 de febrero: "Este
da, aun andando por la ciudad con mucha alegra interior, se me representaba
la Santsima Trinidad cuando vea sea tres personas o tres animales o tres otras
cosas" (Diario 55). Es la misma facilidad de 22 aos atrs para experimentar la
Trinidad con muchas comparaciones. La mstica de la Trinidad acompaa a
Ignacio desde su conversin hasta su muerte e imprime a su espiritualidad y a
su obra esos rasgos fuertes y a la vez tan finos que la han hecho inconfundible.
Dios se haca presente al convaleciente de Loyola y le enseaba como "trata un
maestro de escuela a un nio" (Aut. 27). Entre las cosas que Dios le enseaba
Ignacio menciona en primer lugar a la Santsima Trinidad, a la que aade la
creacin del mundo, la humanidad de Cristo y su presencia en el sacramento de
la Eucarista, Nuestra Seora y su funcin maternal de mediadora (Aut. 28 y 29).
El culmen de la enseanza de Dios lo constituye la experiencia espiritual del ro
Cardoner, cuando entendi y conoci muchas cosas de espiritualidad, de la fe y
de letras y recibi el gran regalo de la discrecin de espritus. Obtuvo entonces
"una grande claridad en el entendimiento,...una ilustracin tan grande, que le
parecan todas las cosas nuevas". Con su habitual don de introspeccin, Ignacio
evala esa gracia como la ms grande que jams hubiera recibido, mayor que
las dems "aunque las junte todas en una" (Aut. 30).
Pero qu nos dice la experiencia trinitaria de Ignacio acerca del "ayudar a las
nimas"? Para aclararnos esto hemos de iluminar las gracias de Manresa con la
visin de La Storta. Procuremos recordar en breves trozos el momento histrico
que vivan l y sus compaeros cuando Dios visita a Ignacio con esa visin.
En Junio de 1537 los compaeros reciben en Venecia la ordenacin sacerdotal.
y hacia finales de octubre, dada la imposibilidad de pasar a Jerusaln, se
encaminan a Roma para ponerse a las rdenes del Papa. Ignacio viaja a pie por
la va Cassia con Fabro y Lanez. Ha pospuesto la celebracin de la primera
Misa, para poder hacerlo el da de la Navidad en la baslica de Santa Mara
Mayor. En los ltimos meses haba experimentado muchas gracias y
consolaciones espirituales, "de aquellas que sola tener cuando estaba en
6
Manresa" y rogaba a la Virgen "que le quisiese poner con su Hijo". Fue entonces
cuando al llegar al lugar llamado La Storta, y entrando en una capillita para hacer
oracin, sinti un profundo toque de Dios en su alma "y vio claramente que Dios
Padre le pona con Cristo, su Hijo" (Aut. 95 y 96).
La frase un tanto enigmtica "ser puesto con su Hijo" nos la aclara el Padre
Lanez: A Ignacio le pareci "ver a Cristo con la cruz al hombro, y, junto a l, al
Padre que le deca: Quiero que tomes a ste por servidor tuyo. De modo que
Jess lo tom diciendo: Yo quiero que t nos sirvas. Por esta razn, cogiendo
gran devocin a este santsimo nombre, quiso que la congregacin se llamase
Compaa de Jess". (Lanez Fontes Narrativi de Sancto Ignatio II p. 133).
La visin de La Storta es a la vez una aceptacin, una confirmacin y una
misin, no slo de Ignacio como individuo sino del grupo entero de amigos en el
Seor y de lo que en l est germinando. Al pedir "ser puesto con su Hijo"
Ignacio ruega a Nuestra Seora por todos sus compaeros. El Padre y Jess se
dirigen a Ignacio y en l a todos sus amigos. Es la aceptacin del ofrecimiento
hecho en Pars y que ahora los tiene casi a las puertas de Roma. Tambin los
confirman, animndolos en su propsito de ser servidores de Cristo para la
causa del Evangelio. Son por ltimo enviados en misin: ir en pos de Cristo
cargando su cruz a servir en pobreza a todos los prjimos, dondequiera que el
vicario de Cristo desee mandarlos. Se necesitarn an tres aos para que las
gracias de La Storta se encarnen en la Compaa de .Jess. La accin
transformante de la Santsima Trinidad ha sido lenta 18 aos! pero muy
eficaz.
Con Ignacio comienza en la Iglesia un nuevo tipo de vida religiosa, la apostlica,
que fluye de la mstica trinitaria del amor en el servicio. Toda mstica es de amor.
El toque de Dios en la creatura produce siempre aquello de lo cual Dios est
lleno y lo constituye en su ser. Pero el amor se vive con nfasis diferentes, en
diversidad de formas: el amor exttico, el amor de unin nupcial, el amor
contemplativo. En Ignacio lo que predomina es la mstica del servicio amoroso,
el colaborar en el amor activo de las tres divinas personas: "Hagamos redencin
del gnero humano" (EE 107). Para l se trata siempre de "mas seguir e imitar al
Seor nuestro" (EE 109) en sus trabajos por el reinado del Padre (EE 95). El
termino clave del dialog de La Storta es "Yo quiero que t nos sirvas". La gracia
sublima en Ignacio su nimo naturalmente generoso y con ansias de servir a un
gran rey y a una alta dama.
El diario espiritual confirma esto mismo: Ignacio ora para que Dios le muestre el
modo de vivir la pobreza apostlica en las iglesias de la Compaa. La Trinidad
lo regala con inteligencias sublimes, que le producen grandes consolaciones y
afectos. Estas se inspiran en pasajes evanglicos de misin y tienen la misin
como meta: "como el Hijo primero envo en pobreza a predicar a los apstoles, y
despus el Espritu Santo, dando su Espritu y lenguas los confirm y as el
Padre y el Hijo, enviando al Espritu Santo, todas tres personas confirmaron la tal
misin" (11 febrero 1544). El partir en misin, el salir con Cristo a servir a todos,
es la nota dominante de su mstica. Servir en misin es extender activamente la
misin del Hijo y del Espritu Santo. Exige desposeerse de si, atender a las luces
de Dios y discernir cuidadosamente los espritus.
7
Junto con afirmar la mstica de misin, dialcticamente hemos de insistir en que
no se trata de un servicio cualquiera sino de un servicio de amor. Del amor
viene, por amor sirve y en el mismo servicio crece el amor. "En todo amar y
servir. (EE 233) es la expresin feliz de esta mstica trinitaria. Las pginas del
Diario que destilan las gracias de oracin recibidas en jornadas de intenso
quehacer a lo largo de un ao muestran con elocuencia cmo para Ignacio el
abrazo de unin es un envo a servir.
Ignacio haba sentido que Dios le enseaba como un maestro de escuela ensea
a un nio (Aut. 27). Este Dios es para l el Padre, el Hijo y el Espritu Santo, las
tres personas de la Santsima Trinidad. En los Ejercicios, la obra maestra de su
pedagoga espiritual, procurar que el ejercitante se sienta tambin conducido por
la Trinidad. La anotacin 15 cuando Ignacio alienta al que da Ejercicios a que
"deje inmediatamente obrar al Criador con la criatura, y a la criatura con su
Criador y Seor" es una reminiscencia de esa escuela divina de Manresa, que
lo acompa en La Storta y a lo largo de toda su vida. Esta va "es ms
conveniente y mucho mejor" (EE 15).
P. Juan Ochagava, SJ.
Cristo ayuda a las almas de muchas maneras. Cristo ayuda y salva a los
hombres con el trabajo callado en Nazaret, con el ayuno del desierto, con las
silenciosas noches de oracin en un monte, con las angustias de Getseman,
cada uno de estos aspectos siempre asumido en el ministerio pascual de su
pasin, su costado abierto y su resurreccin. De estas diferente percepciones de
Cristo nacen espiritualidades tambin diversas aunque todas complementarias
entre si y destinadas a que, en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia, El pueda
seguir manifestando la multiplicidad de las insondables riquezas de su Padre.
Cul es entonces la imagen de Cristo que opera en Ignacio y que determina su
modo de ayudar a las nimas?
Los Ejercicios son la sistematizacin del propio camino espiritual de Ignacio, nos
trazan con grande claridad los rasgos del Cristo que ms se le metieron en su
corazn. La imagen de Cristo de Ignacio: es el Cristo del Reino y de las Banderas;
el Cristo que sale a recorrer ciudades, aldeas y campos para anunciar a todos con palabras, seales y prodigios - el amor y la fuerza salvadora de Dios Padre
(EE 91), es el Cristo en accin.
La primera palabra que pronunci Jess al salir a predicar el reinado de Dios fue:
"Convertos..." (Mc 1, 14). Esta misma palabra reson en Iigo convaleciente en
Loyola y penitente en Manresa. Diariamente lea durante la Misa la Pasin
(Autobiografa 20) y fue el Seor crucificado quien le perdono su vida de pecado y
lo liber del tormento de sus escrpulos (Aut. 25). Por eso pide al ejercitante que;
ante Cristo colgado en la cruz, medite en los infiernos propios y ajenos de pecado
y se pregunte lo que ha hecho por Cristo, lo que hace por Cristo y lo que por
Cristo debe hacer (EE 53).
2
trabajo y aceptando desde ya las cruces y persecuciones que van ligadas al
ministerio del Reino (EE 97-98).
Los Ejercicios miran el mundo desde la visin trinitaria del Cardoner segn la cual
el mundo se origina en Dios, es redimido en Cristo y es reconducido al Padre por
los que lo siguen a El en la pena y los trabajos. El seguimiento apostlico de
Cristo se hace pues desde la mirada redentora de la Trinidad, mirada positiva y
esperanzada del mundo, que dice en un presente que se renueva da a da:
"Hagamos redencin del gnero humano" (EE 107).
A la luz del seguimiento de Cristo y del "ayudar a las almas" cobra pleno sentido
la definicin operacional que Ignacio hace de los Ejercicios en la anotacin primera y en el encabezamiento de las cuatro semanas: "No determinarse por
afecciones desordenadas",..."vencer a s mismo",..."preparar y disponer el
anima", "buscar y hallar la voluntad divina (EE 1 e 21). Tales objetivos no
apuntan al solo provecho personal del individuo sino al horizonte universal de
conquistar con Cristo todos los hombres, liberndolos de sus enemigos, y as
conducirlos al Reino del Padre.
Ignacio toca la misma medula del Evangelio cuando - en el contexto de la reforma
de la propia vida y estado - recuerda al ejercitante que "uno tanto se aprovechar
en todas las cosas espirituales cuanto saliere de su propio amor, querer e inters"
y quiera y busque "en todo y por todo, la mayor alabanza y gloria de Dios nuestro
Seor" (EE 189). Hacer Ejercicios significa pues abrirse a los proyectos del Dios
del magis que quiere ir en ayuda de las mltiples necesidades de los hombres y
de las mujeres del mundo de hoy: "Hagamos redencin del gnero humano" (EE
107).
No es un asunto de devocin privada. Como l lo escribe al Doctor Miona, "los
Ejercicios existen para poder hacer fructificar, ayudar y hacer aprovechar a otros
muchos" (Epist. I 113, del 16 noviembre 1536). Son esencialmente para el
apostolado, para seguir a Cristo en misin. Seguirlo hoy, haciendo presente por
nuestro medio sus gestos de ensear y sanar toda dolencia. Si a veces los
Ejercicios que hacemos no nos aprovechan, es porque hemos olvidado esta
dimensin, que para Ignacio es fundamental.
En las Constituciones Ignacio dir: "es la suma Providencia y direccin del Santo
Espritu... la que eficazmente ha de hacer acertar en todo" (Const. VII, c.2 (624)).
Guiado por el Espritu de Dios, el ejercitante es movido a poner las luces recibidas
al servicio efectivo de los otros con un amor eficaz. As se asocia al Dios `que
siempre trabaja" (Jn 5,17), que jams deja de cultivar su via.
4
Asia, son los compaeros de Ignacio que tipifican su carisma.
Por ser cristologa de misin a todos, a tiempo y a destiempo, es
consiguientemente cristologa de cruz, de la cruz del apstol. Este tema ocupa un
puesto central en los coloquios de las meditaciones del Reino y las Banderas y en
las Tres Maneras de Humildad. Ignacio recoge con toda fidelidad el mensaje
evanglico acerca de la cruz del discpulo. Si el discpulo es fiel y "no negocia con
la Palabra de Dios" (2 Cot 2,17), es seguro que, aun sin dar ocasin, recibir un
trato semejante al del Maestro: persecuciones y cruces. Ignacio considera que la
disposicin interior a aceptar "ser estimado por vano y loco por Cristo, que primero
fue tenido por tal" es marca de la libertad cristiana y condicin necesaria para
serle fiel en testimoniar y anunciar el Evangelio.
Las palabras "para ms le imitar y servir" (EE 167-168), con que Ignacio indica la
finalidad que persigue la tercera manera de humildad, sealan sin equvocos que
se trata de una disposicin en funcin del servicio apostlico. Por ello la hace
pedir insistentemente en los coloquios (EE 147, 156, 168). Este es el Cristo en
accin a quien estamos llamados a seguir y a quien Ignacio am y ama con todo
su corazn.
Juan Ochagava S.J.
*Sacramento de lo cotidiano
Celebrar Eucarista es celebrar el sacramento de lo cotidiano, de lo ordinario, de la
rutina. Dios se hace presente en el pan, en el vino y en el gesto de estar juntos un
grupo de hermanos. No necesitamos soar con las teofanas en las cumbres de las
montaas en el desierto, llmese el desierto del Sina o el de Atacama. Celebrar la
Eucarista es celebrar la presencia de Dios en lo ordinario. La fidelidad de Dios se ha
clavado en lo cotidiano. Es el amigo siempre a mano, siempre contento de
recibirnos, de acogernos, de fortalecernos, de estar con nosotros y de ser nuestro
alimento.
Celebrar Eucarista es recibir cada da de Dios. Cada da y los siete das de la
semana, recibirlos de Dios y trasformarlos: Dios nos hace el regalo del tiempo, del
trabajo, de la vida corriente y en esos signos sencillos, se los devolvemos a Dios con
agradecimiento. El Padre tambin trabaja, igual que nosotros (Jn 5,17). As nosotros
al ir de maana a hacer una visita al Santsimo, o en la tarde al devolver el da, le
entregamos todo, todo lo que El nos da. Necesitamos esa estampa, ese sello divino
sobre nuestra cotidianeidad, porque de otra manera nos empezamos a sentir vacos.
*Comunin fraterna del amor.
La eucarista es celebracin de la comunin en el amor. La Eucarista nos lleva a
niveles impensables de comunin con Dios y con el prjimo. Construye una unin de
vida y misin (koinona) que tiene los rasgos del himno paulino a la caridad: es
paciente, servicial, no envidiosa, no se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad;
todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1 Cor 13). Por esto no es
casual que en su primera carta a los Corintios Pablo nos ofrezca una secuencia entre
la Eucarista (cap. 11), los carismas del Espritu (cap 12), la caridad (cap 13) y los
dones y servicios en la comunidad (cap 14).
rista los ministros lo servimos. Ponemos a disposicin de ellos a Cristo para que por
El hagan pasar toda su vida a Dios. Y con ellos pasamos tambin los presbteros.
Nuestro sacerdocio es ministerial; o sea, es de servicio. En otra imagen, tornada de
la simbologa del Evangelio de Juan, es el sacramento del lavar los pies a la Iglesia.
Los ministros querernos ser servidores, sirviendo a los hombres en lo ms hondo que
ellos necesitan: hacer pasar a Dios sus vidas, su ser, todo lo que hacen, desean y
anhelan.
*Sacramento del Jess itinerante, el nico Apstol
La Eucarista hace presente a Jess, pero no nos imaginemos al Jess inerte, sino
al Jess actuante, el Jess apstol, el que hemos visto y acompaado enseando,
caminando, curando a los enfermos, haciendo gestos de cario a los nios, sanando
a los que estaban posedos del demonio, el Jess que predica, que infatigablemente
recorre de un lugar a otro anunciando el Reino. Ese es el Jess presente en la
Eucarista. No tenemos por que imaginarnos un Jess esttico, como tal vez se nos
quedo grabado de los santitos de Primera Comunin. La carta a los Hebreos dice que
Jesucristo nos habla desde el cielo. El, que es el mediador de una Nueva Alianza, y
que esta empeado en realizarla, nos habla con una sangre que tiene mas poder de
conviccin que la de Abel. Ese es el Jess eucarstico, el que Dios nos lo hace
presente en el sacramento (Hb 1,2; 12, 24 25)
En la Eucarista celebramos a Jess-Palabra, pero es Palabra fragmentada: La
Palabra inabarcable de Dios la variamos y dosificamos en los textos de la liturgia de
cada da. Cada Eucarista de Dios-Palabra, quiere estampar en nosotros esos
sentires, pensamientos y deseos del Jess/lglesia para que lo vivamos comunitaria
y personalmente.
Jess es palabra de Dios enviada al mundo. Las correras de Jess por Palestina,
enseando de pueblo en pueblo, son la expresin geogrfica del deseo ms interno
de su corazn: darse, darse a todos aquellos a los cuales el Padre lo enva. Celebrar
eucarsticamente la Palabra, es ser enviado por Jess y, en El, por el Padre:
Instituyo Doce para que estuvieran con El, y para enviarlos a predicar con poder de
expulsar los demonios (Mc 3, 14 15). La Eucarista nos enva con Cristo a anunciar
la Buena Nueva, de que el Reino est prximo, que nos convirtamos para revestirnos
del ser de Cristo.
La interiorizacin de la palabra no es completa mientras no la gustemos. Pero no
basta gustarla. Es necesario vivirla. Y no basta vivirla. Es necesario anunciarla a los
cercanos y lejanos y que sea recibida. Este ciclo de escuchar, interiorizar, gustar,
practicar viviendo, anunciar a otros y que estos la vivan y a su vez la gusten y la
anuncien a otros ms, es el ciclo de la Palabra en la Eucarista.
Jess, por medio de la Iglesia, de las necesidades y de los anhelos de los hombres,
nos reenva hoy a evangelizar. Ha de ser una evangelizacin que pesque, se
difunda y multiplique los anunciadores del Evangelio.
*Fuerza perfeccionadora de nuestra imperfeccin, fragilidad
La Eucarista es la celebracin del triunfo de Dios sobre nuestra debilidad (2 Cor 12,
9-10 ). No pienso tanto en el pecado, sino ms bien en esa experiencia diaria de que
todo lo que hacemos es provisorio, frgil, queda imperfecto,. Las cosas que
preparamos como sacerdotes, las homilas, las catequesis, las reuniones, la
conversacin, esta misma exposicin ma. Siempre quedamos con la impresin de
que todo lo que decimos y hacemos es incompleto. Sabemos que se necesitara
mucho ms pero no somos capaces, no llegamos al nivel de lo que la gente necesita
o de lo que el tema merece. Nos falta tiempo, ganas, fuerza. Sobre todo, nos falta
mayor entrega a Dios como sus ministros: faltas en la fe, en el amor, en el valor. En la
Eucarista nos ponemos con todo esto en la patena. En Cristo nuestros lmites se
expanden, se estiran. Nuestras obras apostlicas, llenas de fallas, el Seor las
perfecciona y hace que fructifiquen sesenta, ochenta, ciento por uno. Con su Espritu,
El da el incremento, El da el complemento, la perfeccin. Y nosotros quedamos como
siervos intiles. Con los aos, cuando llegamos a la feliz tercera edad, al palpar que
las fuerzas decrecen y que la tarea del sacerdote se hace ms y ms gigante, nos
gozamos que esto sea as; en que el Seor nos tome como siervos intiles. Es una
bendicin, un gran regalo que Dios nos hace.
*Eucarista y el martirio
La Eucarista es el sacramento de la presencia de Dios en Jess, Jess llam a los
apstoles para que estuvieran con El, y con El estamos. En la Eucarista el Seor
Dios nos regala la presencia de Jess su Hijo cuando nos preparamos a ella, cuando
la celebramos, cuando vivimos de ella, cuando lo reconocemos en los dems,
cuando adoramos la presencia callada, silenciosa del Seor en nuestras Iglesias y
capillas.
Desde el altar, desde la Palabra proclamada, desde la comunidad reunida en torno a
El, por la presidencia de su ministro sacerdote/dicono/obispo, Cristo nos invita y nos
enva a dar la vida, a ser mrtires. La Eucarista es un envo a ofrecernos hasta la
muerte, toda nuestra vida. Esto es lo que est detrs de la idea del sacrificio de
Cristo, por muchos: en favor de muchos, en favor de todos, en favor nuestro. Jess.
por la accin e impulso del Espritu eterno (Hb 9,14), se ofreci al Padre cargado de
nuestros pecados. Nosotros, cargando con el pecado de los hombres, nos ofrecemos
con Cristo para destruir ese pecado, clavarlo sobre el madero y aniquilarlo ah, como
dice la Carta a los Efesios. Nuestro sacrificio se convierte en fuente de vida. Cristo,
toma nuestras cruces y las llena de la energa de la resurreccin. Celebrar Eucarista,
es proclamar aquello que Juan Pablo II grit en el Parque Ohiggins: El amor es ms
fuerte.
La Eucarista es triunfo de todas nuestras alienaciones, de todos nuestros enemigos:
nuestro yo egosta, las ansias de dominio y de auto-exaltacin; los sueos de
grandeza, individuales, colectivos o grupales; las divisiones que habitan nuestro
corazn, las separaciones entre los hombres; las fuerzas del pecado estructurado. A
todas esas tuerzas opositoras vence la fuerza de Dios en el Cristo eucarstico.
2
La carta a Timoteo es enftica en afirmar que no hay ms que un Dios; y no
hay ms que un hombre que pueda llevar a todos los hombres a la unin con
Dios: Jesucristo. Porque Jesucristo se entreg a la muerte para pagar el precio de
la salvaci6n de todos (1 Tim 2, 5-6).
Aplicndolos a Mara, estos textos nos dicen que ella existe por, en y para
Cristo; y que ha sido redimida por la sangre y la gracia de su Hijo. El dogma de la
Inmaculada Concepcin, al proclamarla exenta de la culpa original, afirma
paradojalmente que la Madre del Redentor no dej de ser redimida por los mritos
de su Hijo, aunque en forma ms sublime que los dems (Lumen Gentium 53).
Es posesin constante y pacfica de la fe cristiana que Jess ocupa el centro en
todo, para por medio suyo llevamos al Padre. Esto vale tambin de Mara y ha de
expresarse en toda autntica devocin a ella.
El tratado de San Luis Grignon de Montfort (1673-1716) sobre la devocin a
Mara abre su primer captulo con esta afirmacin:
Confieso con toda la Iglesia que no siendo Mara sino una pura criatura
salida de las manos del Altsimo, comparada con su Majestad Infinita, es
menos que un tomo, o ms bien es nada... (Ver n. 14, Edic, BAC 1954).
Este Santo tan mariano - que ha influenciado todos los movimientos marianos
que le son posteriores - comienza con este himno a Jesucristo su discurso sobre
Mara:
El fin ltimo de todas nuestras dems devociones no debe ser otro que
Jesucristo nuestro Salvador, verdadero Dios y verdadero hombre; de lo
contrario, estas devociones seran falsas e ilusorias. Jesucristo es el alfa y
la omega, el principio y fin de todas las cosas. Nosotros no trabajamos,
como dice el Apstol, ms que para hacer a todos los hombres perfectos
en Jesucristo, porque slo en El habitan toda la plenitud de la divinidad y
todas las plenitudes de gracias, de virtudes y de perfecciones; porque slo
en El hemos sido bendecidos con toda suerte de bendicin espiritual;
porque El es nuestro nico Maestro que ha de ensearnos, nuestro nico
Seor de quien debemos depender, nuestra nica Cabeza a quien
debemos estar unidos, nuestro nico Modelo al que debemos
conformarnos, nuestro nico Mdico que ha de curamos, nuestro nico
Pastor que nos ha de alimentar, nuestro nico Camino que ha de
conducirnos, nuestra nica Verdad que debemos creer, nuestra nica Vida
que nos ha de vivificar y nuestro nico Todo que en todas las cosas nos
debe bastar... Dios no nos ha dado otro fundamento para nuestra
salvacin, para nuestra perfeccin y para nuestra gloria ms que a
Jesucristo; todo edificio que no descanse sobre esta piedra firme est
fundado sobre arena movediza y caer infaliblemente, tarde o temprano.
Todo fiel que no est unido a l, como un sarmiento lo est a la cepa de la
vid, caer, se secar y solo servir para ser echado al fuego...Pero, si
permanecemos unidos en Jesucristo y Jesucristo en nosotros, no
tendremos que temer condenacin alguna... Por Jesucristo, con Jesucristo,
en Jesucristo podemos todas las cosas: tributar todo honor al Padre en
unidad del Espritu Santo, hacernos perfectos y ayudar a nuestro prjimo a
3
marchar hacia la Vida (Tratado de la verdadera devocin, Edic. BAC
(1954), nm. 61, p. 273-274).
Hemos con esto dejado fuera o de lado a la Virgen? De ninguna manera,
porque existe un lazo necesario e inseparable entre Jesucristo y Mara. Cristo
est siempre con su Madre y ella con El.
Mara, por la gracia crstica que la llena, esta de tal modo transformada en
Cristo, que de por si no es nada; todo su vivir y actuar es Cristo. El vivo yo, no yo;
es Cristo quien vive en mi, de San Pablo (Gal. 2, 20), alcanza en ella una
intensidad y plenitud tan grandes que superan el nivel y la forma corno los
ngeles y los santos viven de Cristo, por Cristo y para Cristo. El amor de Mara a
Jess no se detiene en la persona del Hijo. Con Jess sube al Padre y se
extiende a la causa del Reino. Abraza as a toda la obra salvfica de Dios, a todos
los que en su Hijo son engendrados como hijos de Dios e hijos suyos.
Otro tanto se debe decir de la relacin de Jess a Mara, que se inserta en su
relacin primordial al Padre. Porque Jess, el Hijo, vive siempre en referencia de
ser y de amor hacia su Padre. Lo que lo constituye como persona divina es
precisamente el no ser ni vivir desde s y para s, sino recibindolo todo del Padre
y devolvindoselo en plenitud de amor, que es el Espritu. El Hijo es pura relacin
de recibir todo del Padre y drselo todo - el ser, la divinidad, el poder, su amor a
los hombres - en entrega obediente y amorosa. La radicalizacin ms fuerte del
Vos me lo disteis, a Vos Seor lo tomo de San Ignacio es Jesucristo.
Ahora bien, el don de ser hombre, vivir como hombre, querer con corazn de
hombre, poder entregarse a la muerte y resucitar como hombre para salvar a los
hombres, Jesucristo lo recibe del Padre, actuando el Espritu Santo, mediante su
Madre, la Virgen Mara.
Sin Mara no habra Cristo hombre ni aquella solidaridad radical de Dios con los
hombres que nos permite ser hijos en el Hijo (San Agustn). Mara tiene un lugar
nico e insustituible en la venida a la existencia y en la obra salvadora de Jess.
Por lo mismo ella ocupa un puesto inigualable en el amor de Jess. Jess
devuelve al Padre la madre que Dios le escogi. La ama con amor filial, lleno de
reconocimiento, gratitud, gozo, ternura. Jess ama tanto a su Madre, que le
comunica profusamente su ser, su seoro, su fuerza salvadora. Nosotros slo la
podemos amar con su amor. Somos hijos de Mara solamente por El y en El, y
Mara es nuestra madre solo en cuanto es la madre de Jess (L. Paulussen, SJ).
Como es constitutivo del ser del Hijo su relacin al Padre, tambin lo es la relacin
a la Madre. Es una relacin que no se agota con el nacimiento o con la infancia,
porque Jess, concebido en el tiempo, jams deja de ser hijo de su propia madre.
Qu podemos concluir de todo esto?
Primero, que Jesucristo debe ocupar el centro de toda espiritualidad cristiana
porque, El es el Centro de todo. El Padre centra y re-centra en El todas las
creaturas. Y tambin a Mara.
Segundo, y en unin con lo anterior, que Mara est involucrada en el continuo
darse de las tres personas de la Santsima Trinidad porque ella es parte esencial
4
de la historia de la encarnacin de Dios y de la salvacin de los hombres.
Tercero, que la centralidad de Cristo, lejos de impedir la devocin a Mara, la
exige y fomenta.
Cuarto, que todos los cristianos estamos llamados a concordar en estos puntos.
En esto no caben diferencias ni apelar a carismas diversos. El Concilio exhorta a
los telogos y predicadores a evitar toda falsa exageracin como tambin una
excesiva mezquindad de alma al tratar de la grandeza de la Madre de Dios. Y
recuerda a todos los fieles que la verdadera devocin no consiste ni en un
sentimentalismo estril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede
de la fe autntica; nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios y nos
impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitacin de sus virtudes (LG
67).
Quinto, que por lo tanto las diferencias entre las diversas espiritualidades y
movimientos cristianos no hemos de buscarlas, simplistamente, en el ser o no ser
marianos, sino en el aspecto particular del misterio de Cristo relacionado con
Mara que cada una hace resaltar, y en las expresiones y caminos pedaggicos
que cada cual se traza para encarnar y fomentar ese determinado aspecto.
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La espiritualidad de Ignacio es apostlica en el sentido ms literal de querer
hacer lo que hicieron Cristo y sus discpulos al trabajar por el reinado del Padre.
Para l, lo primero - aquello en que se concreta la Mayor gloria de Dios - es
ayudar a las almas. El Cristo de Ignacio es el Cristo en campaa, el Cristo en
accin. Su espiritualidad no quiere ser contemplativa en el monasterio sino
contemplativa en el mundo, en la accin con Cristo para ayudar a los hombres.
Su oracin ms tpica, aunque en ninguna forma la nica, es encontrar a Dios en
el trabajo por el prjimo.
Por lo mismo, la espiritualidad apostlica de Ignacio se caracteriza por un
intenso celo misionero: el magis, el bien ms universal, el ir a los ms
necesitados (Constituciones VII, c. 2). Exige por lo mismo mucha movilidad
apostlica, mucha disponibilidad para desinstalarse del propio lugar geogrfico,
estado espiritual, smbolos y devociones, status econmico, todo en funcin del
mayor bien del prjimo.
La imagen de Mara en la experiencia de Ignacio y en la corriente espiritual que
de l deriva tiene esta misma connotacin apostlica. Mara - pura gracia - lo llen
de consuelo y le limpi el corazn a este caballero qua empezaba a soar nuevas
hazaas (Aut. 10). Ante el altar de Nuestra Seora de Montserrat vela toda una
noche sus armas, las armas de Cristo, para iniciar su nuevo gnero de vida (Aut.
18). En sus iluminaciones de Manresa ve a Nuestra Seora vinculada al Hijo
encarnado y presente en la Eucarista (Aut. 29). En la visin de La Storta es ella
quien lo pone con su Hijo, es decir, hace que Ignacio y los suyos sean elegidos
por Dios como compaeros de Cristo y lleven la cruz en los trabajos del Reino
(Aut. 96).
Los Ejercicios Espirituales reflejan estas experiencias de Ignacio. Animan a
imitar a Cristo nuestro Seor y a nuestra Seora en el uso de los sentidos (EE
248), a profundizar y gustar de las oraciones vocales para dirigirse al Padre, al
Hijo y a nuestra Seora (EE 253). Ella est presente en todos los momentos
claves en que el ejercitante se apresta para seguir a Cristo y trabajar con El en la
pena y en la gloria (EE 95). La conversin a entregar la vida por Cristo (EE 53) se
profundiza en una repeticin y en un largo coloquio a nuestra Seora. El
ofrecimiento de seguir a Cristo en los trabajos del Reino se hace delante de la
Madre gloriosa, y de todos los santos y santas de la corte celestial (EE 98.). La
contemplacin de la encarnacin nos presenta el Si de Mara como el eco
humano a las palabras de la Trinidad Hagamos redencin del gnero humano.
En la meditacin de Dos Banderas - que prepara para ser fiel a Cristo en el
seguimiento y no tener que escuchar de El la pregunta Tambin vosotros
queris dejarme? (Jn 6, 66) - se pide a nuestra Seora que me alcance gracia
de su Hijo y Seor, para que yo sea recibido debajo de su bandera (EE 147).
Para la contemplacin del ministerio pblico de Jess Ignacio recomienda que
siempre se haga un coloquio a nuestra Seora, para poder conocer ms a Cristo
en el ministerio que contemplo, y as ms amarlo y servirlo hoy da en su Iglesia
(EE 159). Lo mismo aconseja para las contemplaciones de los misterios de la
pasin (EE 199) y, de un modo ms libre, para los de la resurreccin (EE225)
No cabe duda que la espiritualidad ignaciana ve a Mara asociada a su Hijo en
6
el trabajo de extender el Reino de Dios. Por este motivo Ignacio privilegia para
Mara el ttulo de nuestra Seora, que no es un trmino de cortesa sino designa
una accin: la accin de enseorear el mundo para Dios en la fuerza de
Jesucristo, el Seor resucitado. Con El y en El trabaja en la tierra para extender y
llevar a trmino el reinado de Dios sobre los hombres, dando as paso al reinado
definitivo del Padre, cuando ste sea todo en todas las cosas.(1 Cor 15, 24-28).
La omnipotencia de Dios se manifiesta no slo en su infinita fuerza creadora
sino tambin - y tal vez mucho ms - en que pueda de verdad necesitarnos.
Despus del Hombre Jesucristo, y en inseparable unin con El, Mara es la
creatura ms activa y eficiente en combatir las fuerzas del Maligno, que buscan
destruirnos, y en impetrarnos las gracias para marchar por el camino del Reino.
Ella muy eficazmente ayuda a las almas. De aqu que sea para Ignacio Nuestra
Seora.
Podemos ya concluir. La imagen de Mara de la espiritualidad ignaciana es
decididamente apostlica. Es nuestra Seora en misin, que nos atrae a trabajar
con Cristo, su Hijo. Es la Virgen en campaa por el reinado de Dios. Es la Madre,
que - junto con toda la madre Iglesia - ayuda a gestar, dar a luz y hacer crecer a
Cristo en todos los hombres y mujeres de la tierra. No es como una reina lejana,
que enva soldados a la batalla, permaneciendo ella en su palacio. Nuestra
Seora est implicada en todas las luchas de Cristo, su Hijo, y en todas nuestras
miserias y combates. Somos sus hijos, sus hermanos y colaboradores en la gran
tarea, qua le llena el corazn, el trabajo del Reino: el Seor hace en m
maravillas!
Los cristianos que se ayudan de la tradicin espiritual de San Ignacio tienen a.
nuestra Seora como su modelo de colaboracin en la misin de Cristo. Quieren
que sus vidas continen el s de Mara de la Anunciacin, continuado a lo largo de
toda su vida hasta la cruz y los gozos de Pascua y Pentecosts. Ven en la visita a
la prima Isabel una expresin de su deseo de ofrecer hoy a los hombres un
servicio eficaz. El Magnificat los inspira a hacerse solidarios con los empobrecidos
y humillados y a actuar liberadoramente en favor de la justicia en el mundo.
7
El primero es que, al acentuar la dimensin apostlica de nuestra Seora,
hagamos de Mara una persona-funcin, la busquemos slo como un medio de
trabajar mejor por el Reino, pero sin cultivar una relacin personal con ella. No es
este un peligro imaginario. S ha existido y existe respecto a Cristo (los luchadores
sociales que hacen de Cristo un valor, un proyecto, un lder), tambin se ha
dado y persiste en relacin a Mara.
Pero esto no sera en absoluto ignaciano. Lo ignaciano es relacionarse a ella
con un conocimiento interno, fruto de larga y atenta contemplacin y de mucho
amor, tal como se hace con Jess (EE 104, 109). Lo ignaciano es procurar verla
en los misterios de su vida terrestre, escuchar sus palabras y su silencio, observar
y contagiarse con lo que ella hace, reproducir en nosotros sus sentimientos. Lo
ignaciano es - a travs de la aplicacin de los sentidos interiores - deleitarse con
su dulzura, tocar la ternura de su corazn, robustecerse con su fe y su entrega,
llenarse de fuerza con la viveza de su celo del Reino de Dios. Lo ignaciano es
entablar con ella muchos coloquios, vale decir, conversaciones ntimas que son,
a la vez, de hijo a Madre, de servidor a su Seora, de amigo a amigo, de
hermano a hermana (EE 54, 199).
Esto se consigue dejando hablar el corazn, procurando sentir y gustar
internamente (EE 2), dando la prioridad a las voces del amor (EE 3). Sin esto la
relacin a Mara deja de ser real, no es personal, se funcionaliza. Y si caemos
en esto, atentamos contra la meta misma del apostolado cristiano, que no admite
ninguna dicotoma entre persona y funcin.
El otro peligro de esta espiritualidad es el no proponer formas concretas y
precisas de devocin a nuestra Seora. No porque Ignacio no las recomiende ni
menos porque l mismo no las haya practicado. Fue asiduo en visitar los
santuarios de nuestra Seora: Olatz, Arnzazu, Monserrat, Loreto, nuestra Seora
della Strada. Por donde pas hizo restaurar imgenes y fomentar oraciones y
alabanzas a Mara. En su habitacin se conservan tres hermosas imgenes de la
Sagrada Familia y de la Virgen con el Nio. En los Ejercicios recomienda las
peregrinaciones, las velas encendidas, las imgenes, los cantos y los rezos (EE
355 a 361). El considera indispensable que la devocin, que es fruto del Espritu,
llegue a darse formas concretas, en que se encame y se exprese para s y los
dems.
Si Ignacio rehus imponer formas concretas de devocin y culto a nuestra
Seora, esto se debe a causas ms hondas, ligadas a su espiritualidad. Por una
parte est su gran respeto a la accin inmediata de Dios en la creatura, sobre
todo cuando se trata de los gustos del corazn, como son las formas de
devocin. Pero por sobre todo est su constante atencin a las circunstancias de
tiempos, lugares y personas, que - conforme al tanto cuanto y al magis del
Principio y Fundamento - han de regular la presentacin de la praxis cristiana en
los pueblos de los cinco continentes, a los que el celo evangelizador de Ignacio se
abra.
Ni en la Compaa de Jess ni en las asociaciones y movimientos inspirados
por la espiritualidad ignaciana existe una forma obligada de devocin y culto a
Mara. No hay una imagen que sea promovida ms que otras. En frica negra
nuestra Seora es zul o bant. En India es delgada, morena y viste el sari.
8
Mientras que en China tiene los ojos oblicuos y la tez plida.
Pero al decir que no se impone una forma de devocin, se afirma que es
indispensable que existan muchas concreciones en que canalicemos el fuego del
amor a Mara. Pensamos en primera instancia en formas artsticas: poemas,
cantos, pinturas, estatuas, msica, capillas, santuarios y templos. Pero tambin en
otras concreciones que ataen ms directamente el servicio de los prjimos. La
historia presente y pasada conoce un sinfn de obras apostlicas que son una
alabanza de amor a Mara: escuelas y colegios, universidades, misiones, crculos
obreros, hospitales, ollas de pobres, revistas, libros, campaas en pro de un uso
humano y razonable de los bienes de la creacin. La CVX, continuacin post
Concilio Vaticano II de las Congregaciones Marianas que se remontan a Ignacio,
son en la historia un canto vivo a Mara.
Es vocacin y responsabilidad de los que honramos a nuestra Seora segn el
modo de ser de esta corriente de espiritualidad el continuar y enriquecer
creativamente esta herencia, todo para la obra del Reino de Dios,
2
dicho: "Por qu los jesuitas no hacen como el Opus Dei, creando un movimiento
laical de inspiracin ignaciana?.
Al igual que toda la Iglesia, desde hace un tiempo las CVX se han estado
planteando la cuestin de la visibilidad. Los pensamientos siguientes tienen como
finalidad continuar esta reflexin a la luz de la teologa.
3
Visibilidad al servicio del Reino
El llamado de Cristo a ser luz, a iluminar, a convertirse en "ciudad sobre el
monte" y "lmpara sobre el candelero" debe entenderse en el contexto de atraer
hacia el Reino de Dios a los dispersos y a los pueblos que viven en la oscuridad.
Es el contexto misionero del servicio al Reino lo que da sentido al llamado
a hacerse visible, a ser luz: "... para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen
a vuestro Padre, qu est en los cielos" (Mt. 5, 16).
El antiguo Israel esperaba que Dios mismo "santificara su Nombre"
recogiendo al Israel disperso de todas partes, renovndolo y convirtindolo de
nuevo en un pueblo santo (Ez. 36,19-32). Tal renovacin de Israel tendra una
incidencia directa sobre "la venida del Reino". Cuando Dios "santificara su
Nombre", Israel empezara a resplandecer con la luz de Dios y los pueblos
gentiles, atrados y fascinados por tal brillo, se pondran espontneamente en
marcha hacia el pueblo de la eleccin: "Arriba, resplandece, que ha llegado tu
luz!... Alza los ojos en torno y mira: todos se renen y vienen a ti! (Is.60, 1.4).
Es sabido que esta misiologa de la luz radiante, que pone en marcha a
los gentiles para que formen parte del Pueblo de la Alianza, es la que subyace en
los textos del evangelio de Mateo acerca de la "ciudad sobre el monte" y la
"lmpara sobre el candelero".
Las comunidades cristianas de los Hechos y las nuevas comunidades
misionadas de entre los gentiles se consideraban a s mismas como "el verdadero
Israel" y se sentan llamadas a resplandecer y a ser luz. Por esto posean una tal
fuerza misionera: "...gozaban de la simpata de todo el pueblo y el Seor
agregaba cada da a la comunidad a los que se haban de salvar" (Hch 2,47).
La efusin del Espritu sobre las comunidades (Hch 2,17-38),
acompaada de "muchos prodigios y seales" (Hch 2,43), las haca resplandecer
de muchas maneras: en la unin, en el compartir los bienes; en la accin, la
alegra, la sencillez, la celebracin de la eucarista (Hch 2,44-46); en la supresin
de las barreras sociales (Hch 2,17), en el amor fraterno, la hospitalidad (Hch
2,46), el coraje para proclamar a Jesucristo (Hch 4,33; 5,29), su dinamismo
misionero (Hch 6,7; 8,4;...).
Las acechanzas a la visibilidad
Aun el objetivo religioso ms sublime corre riesgo de pervertirse, cosa que
acecha particularmente a la bsqueda de visibilidad.
El evangelio testifica la lucha de Jess contra las exteriorizaciones
religiosas vacas, contra las formas sin alma y el celo sin amor: "Cuando oris, no
seis como los hipcritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas
3
4
de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo
que ya recibieron su paga" (Mt 6,5).
Jess pide a sus discpulos que oren "en lo secreto", que den limosna "en
secreto", sin que "la mano izquierda sepa lo que hace la derecha", que "no
practiquen la justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos". Entonces,
y solo entonces, el Padre del cielo los recompensar (Mt. 6, 1-6).
Jess condena el celo misionero de los escribas y fariseos, que los
llevaba a recorrer mar y tierra para hacer un proslito de entre los paganos, al que
convertan despus en un esclavo de sus muchas normas (Mt. 23, 15).
Lo que mueve a los fariseos - su levadura - es la hipocresa: "todas sus
obras las hacen para ser vistos por los hombres" (Mt. 23, 5). Haban creado toda
una red de estructuras de pecado "para ser vistos". Los discpulos de Jess
deben cuidarse de tal levadura (Lc. 12, 1).
La visibilidad por causa del Reino est constantemente amenazada por el
"deseo de ser visto". No es un peligro despreciable. San Ignacio nos advierte, en
las Dos Banderas, como de la "codicia de riquezas" se pasa al "vano honor del
mundo" y a "crecida soberbia" (EE 142). La codicia de poder apostlico e influjo
religioso puede ser ms sutil y temible que la bsquela de bienes materiales.
Contrariamente a Lucifer, Cristo enva por el mundo a sus discpulos para
que ayuden y enseen a todos el camino de la pobreza espiritual y actual; el
camino de lo no vistoso y de lo despreciable, que conduce a la humildad y a la
verdadera eficacia apostlica (EE 145-146).
Este es el camino de la knosis, del vaciarse de todo lo vistoso para
hacerse pequeo, libre opcin tomada por Jess en fidelidad a su Padre y para
sanar nuestra codicia, individual y colectiva, de autoexaltacin.
No se puede renunciar a querer ser "ciudad sobre el monte" y "luz sobre
el candelero". El deseo de pasar desapercibido y hundirse en el anonimato no es,
ya lo hemos visto, el camino de los discpulos.
La visibilidad es necesaria siempre. Pero lo importante es que sea
"visibilidad evanglica", que asuma los rasgos de la muerte y resurreccin del
Cristo pascual.
Las CVX quieren vivir "centradas en Cristo y en la participacin del
misterio pascual" (PG 4). En esto radica la respuesta a los interrogantes
planteados por la visibilidad. Respuesta que, bajo el impulso del Espritu Santo, se
revestir de mil concreciones diversas, que no se dejan encerrar en una sola
frmula o en una sola alternativa.
4
6
Siempre el discernimiento
Este breve bosquejo histrico, y la reflexin teolgica que lo precede, plantean a
las CVX de hoy da, como legtimas continuadoras de las Congregaciones
Marianas, algunos interrogantes de peso:
Qu pasa con las CVX, que desde su renovacin conciliar aun no logran ser
"ciudad sobre el monte" o "luz sobre el candelero"? Han perdido por el camino
algunos de los elementos que dieron a las Congregaciones Marianas, sobre todo
a las de los siglos XVI al XVIII, esa enorme fuerza apostlica que demostraron
al mundo?
Puede ser injusto ponerse estas preguntas porque ni las situaciones ni los
tiempos son comparables. Adems, es claramente objetable evaluar lo reciente
contra lo mejor de una silueta de cuatro siglos. Por otra parte, renunciar a
preguntarse es renunciar a encauzar la vida. En todo caso, las preguntas no
pretenden enjuiciar sino ofrecer pistas para ayudar a un discernimiento.
7
asociaciones laicales de los aos 50 al 60, se produjo en toda la Iglesia una
desconfianza hacia el apostolado asociado. Prosperaron, en cambio, pequeos
grupos, poco centralizados y volcados ms bien hacia el apoyo de sus propios
miembros (Movimiento Familiar Cristiano, Equipos Nuestra Seora, Encuentros
Matrimoniales, grupos de oracin). CVX nace en este tiempo (1968) y de entre los
medios sociales independientes, en que se vive ms fuertemente la dificultad de
crear formas asociadas de apostolado.
8
talentos recibidos y al mismo tiempo de las diversas situaciones sociales e
histricas en las que se est inmerso" (ChL 58). Este lenguaje resulta familiar a
CVX: ya que est en el corazn del PG 11 y del discernimiento ignaciano.
Conclusin
La visibilidad es una dimensin irrenunciable del ser y del actuar cristianos. Fluye
de la historia de la salvacin en que Dios entra en el mundo y se hace carne
visible y tocable. No es reducible a un mero impacto sociolgico o a clculos de
poder poltico. Su objetivo es el crecimiento del reinado de Dios.
Como todo lo cristiano, la visibilidad se ve siempre amenazada por el peligro de
cobarda o pusilanimidad, por el farisesmo y por los puritanismos que nos
dificultan convivir con lo menos puro y con ciertos grados de ambigedad.
La visibilidad de las CVX se teir necesariamente de algunas notas que fluyen
del modo ignaciano de concebir el apostolado, que no es el conventual ni el
monstico, y que se encuentran en los Principios Generales CVX o en las
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9
conclusiones de sus Asambleas Mundiales. .
Ser una visibilidad marcadamente apostlica y se medir particularmente por sus
opciones vigorosas por el bien ms universal, la necesidad ms urgente y los
medios menos socorridos. Se manifestar en la libertad de sus miembros para
dejar obras ya bien provistas y comenzar otras nuevas. Se deber buscar
preferencialmente "en la frontera", entre los marginados de la fe, de la libertad, de
la educacin, la salud, el dinero o el poder poltico.
Muy caracterstico suyo es el valor para hacer gestos y decir palabras portadoras
de luz, esperanza y consuelo. No retrocede ni se repliega ante los riesgos o
peligros, sino que combate con vigor evanglico. Confa que Dios quiere estar
presente donde nuestros temores lo sienten ausente.
Introduccin
Me corresponde esta maana presentar el tema general de la Asamblea,
formulado en el lema Organicmonos para crecer como Comunidad en Misin.
Este lema encierra cuatro ideas que se conjugan en una sola realidad: somos
comunidad; nuestra comunidad tiene como objetivo el envo... la misin; estamos
llamados a crecer; para lo cual tenemos que organizarnos mejor. Al destacar
estas cuatro ideas estamos con ello diciendo que CVX es y quiere ser cada vez
ms una comunidad eficiente al servicio del Reino de Dios.
Los tres primeros temas -la comunidad, la misin y el crecimiento- no son nuevos
en las Asambleas de CVX. Basta que ustedes echen una mirada a la hoja
resumen de las Asambleas que hemos tenido en Chile y se darn inmediatamente
cuenta de que han sido tratados otras veces.
Entonces por qu volver a hacerlo hoy da? Por varias razones de diferente peso
que se suman unas con otras:
(1) son temas eternos, porque tocan lo ms hondo de nuestro ser y de
nuestra vida;
(2) son temas ineludibles, porque siempre nos quedan grandes, nunca
podemos acabar de satisfacer las necesidades de los tiempos;
(3) De hecho, no estamos todos de acuerdo, ni siquiera en lo esencial,
de cmo entenderlos
(4) los nuevos desafos de los nuevos tiempos nos obligan a buscar
maneras tambin nuevas de afrontarlos.
El tema de la organizacin es relativamente ms nuevo. La palabra organizacin
puede despertar la sospecha de que estaramos queriendo dar a CVX un rostro
eficientista, reducible a las cifras, sujeto a la dictadura del predicamento de la
cantidad, a tono con el Chile de los jvenes tigres, esos eficientistas terribles e
incultos que pululan hoy da en las empresas del pas.
Que se busca cuando confrontamos a CVX con el desafo de la organizacin?
2
Se trata de distribuir relojes control, busca-personas, archivos y computadores
que tengan al da la ficha de cada miembro? O existe en ello algo ms de fondo,
algo que toca el corazn de la solidaridad cristiana?
Estos son los cuatro puntos que me toca introducir esta maana para que ustedes
los lleven a la oracin personal y a los grupos de reflexin. Mi tarea es motivarlos
para que ustedes los trabajen. Toca a ustedes profundizarlos, enriquecerlos y
buscarles las proyecciones que tienen en la vida de las personas y de la
comunidad CVX en todos sus niveles: secundarios, jvenes y adultos.
El estudio de estos temas no puede terminar esta maana sino debe continuarse
a lo largo de toda la Asamblea. Ayudar a esto la presentacin de Ren Cortzar
acerca de Los llamados de los tiempos y de la sociedad, como tambin la carta
del obispo Fernando Arizta sobre Desafos de la Iglesia a la CVX. Lo mismo las
palabras que nos va a dirigir Pablo Coloma sobre Las grandes lneas de los
Principios Generales. Es claro que el proceso de discusin y aprobacin de los
Estatutos Nacionales y la eleccin del Consejo Nacional, con los mandatos y
tareas concretas que le encargaremos, tienen muchsimo que ver con nuestro
lema Organicmonos para crecer como Comunidad en Misin.
Modo de proceder
Esta charla tiene dos pasos y una conclusin. El paso primero pretende
enriquecer nuestra capacidad de soar. Recurro para ello a la vida de las
Comunidades cristianas de la primitiva Iglesia, sobre todo a las que tuvieron
contacto con San Pablo, el hombre que evangeliz y unific dos mundos, el judo
y el pagano.
La Iglesia primitiva ha sido siempre una fuente de inspiracin para los
movimientos y asociaciones de revitalizacin cristiana. Les recordar cmo esas
comunidades del siglo I vivan muy solidariamente las dimensiones de la
comunidad (poner los bienes en comn, koinona), la misin, el crecimiento y la
organizacin.
El paso segundo escucha de los Principios Generales de CVX estos cuatro puntos
claves de nuestra vida de CVX, y piensa cmo se aplican en ella hoy. De ah
debiera salir un desafo capaz de movilizarnos, lo que es tarea para la reflexin
personal y el trabajo en grupos.
La conclusin recoge el meollo de lo expuesto y lo presenta en forma de
preguntas para el trabajo personal y grupal.
4
En realidad, la unidad nueva, a la que ellos se incorporan, es en un sentido muy
hondo anterior a ellos; les antecede. Est anticipada y preparada en el
pensamiento y designio de Dios Padre; ha sido fundada y salvada en Cristo por el
misterio Pascual; vive, crece y se cohesiona en el amor por el poder del Espritu
Santo.
4. Dispersa pero vinculada por el Espritu
Aunque la Iglesia viva dispersa por el mundo - en Tesalnica, en Corinto, en
Filipos, en Roma, en Jerusaln -, tenga cada cual sus propios obispos y
presbteros, viva y celebre Eucarista cada cual en su localidad, en su misterio
ms hondo sigue siendo una sola comunidad vinculada por el Espritu, un solo
Pueblo, un todo en el Seor Jess y en su Espritu: Del mismo modo que el
cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros, an siendo
muchos, forman un solo cuerpo, as tambin Cristo. Todos nosotros, ya seamos
judos o griegos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espritu,
para formar un nico cuerpo. Y a todos se nos ha dado a beber del nico Espritu
(1 Cor 12, 12-13).
5. Sustentada por el amor de Cristo
Para Pablo es tan grande el amor personal y salvador de Cristo a nosotros me am y se entreg por m (Gal. 2, 20) - que este amor es capaz de
sustentarnos en El no slo como individuos sino tambin como comunidades
locales unidas todas en la gran comunidad que es la Iglesia. De cada uno y de
todos estos niveles vale lo de la carta a los Glatas: Ahora no vivo yo, sino Cristo
vive en m (Gal. 2,20).
6. Las diferencias ya no cuentan
Pablo siente que esta unidad, desde Dios y en Cristo y su Espritu, que posee la
Iglesia, es tan poderosa que las diferencias ya no cuentan, no tienen ninguna
importancia. Han sido abolidas las que pudieran haber por razn de origen (judo griego), por posicin social (esclavo - libre) y por sexo (varn-mujer), para ser
ahora todos uno en Cristo Jess (Gal. 3, 26-29). Para Pablo la unidad siempre
triunfa sobre las fuerzas de disgregacin.
7. El smil del cuerpo y su organizacin
De la unidad en Cristo Jess pasa Pablo a la unin de la comunidad cristiana en
un solo cuerpo. Como en el cuerpo humano los diversos miembros del
organismo cumplen funciones en bien del conjunto y ninguno puede preferirse a
5
los dems ni se puede prescindir de ellos, as tambin en la comunidad de la
Iglesia. (1 Cor 12, 12-31).
El Espritu Santo reparte en su Iglesia ministerios y carismas diversos. Pablo
escribe que: A algunos Dios los ha puesto en la Iglesia, en primer lugar como
Apstoles, en segundo lugar como profetas, en tercer lugar como maestros (1
Cor. 12, 28). Los ministerios son para las funciones estructurales ms
permanentes (por ejemplo, el episcopado) mientras las funciones y carismas
apuntan ms a las personas. Todos se necesitan y se complementan
mutuamente.
Los individuos tienen que verse a s mismos como miembros, y contribuir a la
edificacin y salud del conjunto. As cada uno participa en la vida y tarea de los
otros: se alegra con sus victorias y sufre con sus dolores (1 Cor 12, 26). Pablo
prosigue el smil del cuerpo, detallando cmo las diferencias de los organismos de
la Iglesia son fuente de riqueza, siempre que los rganos se respeten unos a otros
y se armonicen en su funcionamiento.
8. La reciprocidad que nos debemos unos a otros
De la unidad en Cristo, en su cuerpo, saca Pablo las conductas del actuar
cristiano: estamos llamados a crecer siempre en el amor de unos con otros y
para con todos (1 Tes. 3,12), a vivir en paz y agradecidos (1 Tes 5, 12-13), a
tener una fe activa, un amor fructfero y una esperanza constante (1 Tes. 1, 3).
La Palabra del Evangelio libera de los prejuicios religiosos (Col 2, 16-22) y de
las barreras sociales (Gal. 2,11), lleva a relaciones personales transparentes
entre los hombres (Col 1,20). La gran oracin que recoge todo y ana a todos
para llevarnos al Padre es la Eucarista (1 Cor 11, 26-29).
El Espritu suscita en nosotros la oracin de intercesin por los cristianos (Rom 8,
26-27; Ef. 6, 18). En la Iglesia la oracin ha de ser por el adelanto universal del
Reino. Todos hemos de trabajar por la reconciliacin (2 Cor 5, 18-20) y visitar,
consolar y apoyar a los tristes y necesitados.
Pablo emplea mucho en sus escritos la expresin de reciprocidad uno(s) a
otro(s). Es impresionante la variedad de relaciones en que Pablo pide que
actuemos con perfecta reciprocidad. Sealo algunas:
estimando en ms cada uno a los otros (Rm 12,10)
tened un mismo sentir los unos para con los otros (Rm. 12, 16)
acogeos mutuamente (Rm 15, 7)
amonestaos mutuamente (Rm 15, 14)
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saludarse los unos a los otros con el beso santo (Rm. 16, 16)
esperar los unos a los otros (1 Cor 11, 33)
preocuparse lo mismo los unos de los otros (1 Cor 12, 25)
servirse por amor los unos a los otros (Gal. 5,13)
ayudarse mutuamente a llevar las cargas (Gal. 6, 2)
edificarse los unos a los otros (1 Tes. 5, 11)
vivir en paz unos con otros (1 Tes 5, 13)
hacer mutuamente el bien (1 Tes 5, 15)
soportarse unos a otros por amor (Ef. 4, 2)
soportarse unos a otros y perdonarse mutuamente (Col 3, 13)
Esta lista pone de manifiesto los vastos horizontes que abre Pablo a la solidaridad
cristiana. Sin dejar de reclamar para s su autoridad apostlica (por ejemplo, en 2
Cor 10, 7-9; 13,10), lo habitual para l es apelar a la responsabilidad recproca de
todos para construir comunidad. Esta responsabilidad mutua de todas las
comunidades y sus integrantes se ejerce en muchas actividades: en el culto (1
Cor 14, 26), en animar a los que estn desanimados y sostener a los dbiles (1
Tes. 5, 14), en la amonestacin (Rm 5, 14; Gal. 6, 1), en la oracin, en la caridad
y en la comunicacin de bienes materiales.
9. La comunicacin de bienes materiales
La comunicacin de bienes, basada en la unidad en Cristo, celebrada en la
Eucarista, abarca no slo los bienes espirituales sino tambin los materiales. Por
eso la Eucarista estaba ligada a los gapes, en que todos se encontraban,
convivan y los ricos compartan sus bienes con los pobres (1 Cor 11, 17-22).
Las riquezas son bienes que Dios ha concedido a los ricos para provecho de los
pobres; no deben ponerse orgullosos ni confiar en ellas; Dios se las proporciona
para que hagan el bien y as se hagan ricos en buenas obras (1 Tim 6, 17-19).
La institucin de las colectas manifiesta que los cristianos de las diversas iglesias
locales se sentan unidos todos y responsables los unos de los otros, todos
solidarios entre s. En la carta a los Filipenses aparece un Pablo lleno de gozo
porque esa comunidad le abri una cuenta de gastos e ingresos (Fil. 4,15). El
acordarse de los pobres de Jerusaln es para Pablo algo que pertenece al
ncleo del ser cristiano (Gal. 2,10; 2 Cor 8 al 9).
Esta mutua comunicacin de bienes materiales y espirituales (koinonein) imita
las actitudes de Cristo, que siendo rico se hizo pobre por nosotros para que nos
enriqueciramos con su pobreza (2 Cor 8, 9). Est ligada a la celebracin de la
Eucarista. No descansa hasta que se produzca en todos la igualdad (2 Cor 8,11-
7
15).
10. Comunidades misioneras
Las comunidades paulinas fueron enormemente misioneras. La novedad que los
hace gozar y celebrar el gozo es la experiencia del Espritu del Seor resucitado,
la filiacin divina prometida para los tiempos finales (Rm 8, 14; Gal. 4, 5-7). Esta
conciencia de ser amados hijos e hijas de Dios les produce a la vez el gozo de ser
hermanos y los impulsa a anunciar a otros tal dignidad y vocacin. En una
palabra, los hace ser misioneros.
La fuerza misionera de las comunidades proviene radicalmente de que en ellas se
vive el amor cristiano. Es un tema que Pablo no cesa de recordar: Con nadie
tengan otra deuda que la del amor mutuo (Rm 14, 8). Es un tema clsico en la
Biblia, que se inspira en la misionologa de la peregrinacin de los paganos, que
se halla en textos como Isaas 60 y otros muchos de este pensamiento.
Esta fuerza del amor cristiano crea un estilo de vida y expresiones que no se
conforman para nada con los modos y criterios practicados y valorados por
aquellos del mundo que no sienten como Dios. Dos caractersticas provenientes
del Sermn de la Montaa vale la pena no pasar aqu en silencio:
La primera es la renuncia radical de la dominacin y de las estructuras de
dominio vigentes en la sociedad. l prefiere venir a Corinto con amor y espritu
de mansedumbre y no con el castigo (1 Cor 4, 21). A los Tesalonicenses no
quiere mandarlos en virtud de su autoridad de Apstol de Cristo sino como una
madre que cuida con cario de sus hijos (1 Tes. 2, 7).
Porque el que est en Cristo es una nueva criatura. Pas lo viejo, todo es nuevo
(2 Cor 5,17). Las comunidades cristianas aparecen ante el mundo como
comunidades que van a contra-corriente. Pablo lo dice: No os acomodis al
mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovacin de vuestra
mente (Rm 12, 2). Su exhortacin mueve a dejar todos los modos del mundo:
...clera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca.
No os mintis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestos
del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto,
segn la imagen de su Creador, donde no hay griego ni judo, circuncisin e
incircuncisin, brbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo en todos... Y
por encima de todo revestos del amor, que es el vnculo de la perfeccin (Col 3,
8-14).
11. Mujeres discpulas y matrimonios evangelizadores
Pablo sigui la prctica de Jess de admitir que las mujeres trabajasen con los
discpulos en la tarea del Reino (Lc 8, 1). En las primeras dcadas las mujeres
actuaban como profetisas (Hch 21, 8s; 1 Cor 11, 5-16). A esto nadie se opona,
aunque la cosa era establecer ciertas normas para salir al encuentro de algunos
desrdenes.
El carisma de la profeca era muy rico entonces: adems del vaticinio de futuro,
cubra actividades como interpretar las cosas del presente a la luz de Dios,
consolar, exhortar, criticar y denunciar, proclamar la voluntad de Dios, mover la
comunidad hacia una meta u objetivo determinado.
Vemos que no era poco el ser profeta, y que estaba abierto a hombres y mujeres,
porque todo esto son dones del Espritu, el cual reparte a cada uno segn quiere
(1 Cor 12,11).
Pablo menciona nombres: Evodia y Sintique, que lucharon conmigo al servicio
del Evangelio. (Fil. 4, 2-3); Trifena y Trifosa, que trabajan en la obra del Seor
(Rom 16, 12. Aqu emplea un trmino tcnico para un duro trabajo misionero). Lo
mismo Mara (Rm 16, 6).
La actividad misionera de matrimonios es de enorme importancia en la Iglesia
primitiva. Los nombres de Aquila y Prisca (Rm 16, 3-5), de Andrnico y Junia (Rm
16, 7) aparecen siempre nombrados de forma conjunta, con lo que se indica que
ellos trabajaron como pareja en las misiones. Fueron una ayuda extraordinaria
para Pablo, quien los llama colaboradores suyos (Rm 16, 3) y siente que todas
las iglesias deben estarles agradecidas (Rm 16, 4). El nombre de Prisca es
antepuesto a veces al de su marido, lo que indica la especial significacin de esa
mujer para la misin del Evangelio (Rm 16, 3; 2 Tim 4, 19).
12. Concluyamos
Las comunidades cristianas de la primera Iglesia nos abren horizontes muy
nuevos y estimulantes. Pueden servirnos para que en CVX revisemos y
vitalicemos ms nuestra vida comunitaria y misionera, nuestro amor de unos por
otros, la necesidad de salir a llevar como misioneros este buen anuncio a la gente
que no lo conoce o que lo rechaza. Nos estimulan a hacer todo esto con ms
eficacia y organicidad. Nos ayudan a convencernos de que todos necesitamos de
los dems y a la vez somos su apoyo. Nos recuerdan la obligacin de sostener a
nuestros hermanos en la oracin.
10
4. El vnculo comunitario tiene un contenido -desde los Principios Generalesque se debiera expresar en un compromiso comn, en un comn estilo
de vida y en un especial reconocimiento y amor a Mara como nuestra
madre (PG. 7).
5. El lazo comunitario de la CVX es con la CVX una y total, y no slo con la
pequea comunidad o con una sola de sus ramas. Es por ello de una
amplitud enorme: Nuestra responsabilidad por desarrollar los lazos
comunitarios no termina en nuestra comunidad particular, sino que se
extiende a la Comunidad de Vida Cristiana Nacional y Mundial... (PG. 7).
6. Pero no tiene nada de un vnculo vago y etreo porque se concreta en
una comunidad bien particular: Nuestra entrega personal encuentra su
expresin en el compromiso personal con la Comunidad Mundial a travs
de una comunidad particular libremente escogida (PG. 7). Esta comunidad
particular, por el hecho de centrarse en la Eucarista, es a la vez una
experiencia concreta de unidad en el amor y en la accin y una base de
lanzamiento para solidarizar con la CVX de todo el mundo (PG. 7).
7. La CVX pretende ser una experiencia comunitaria que lance a sus
miembros ms all de ella misma: a las comunidades eclesiales
(parroquias, dicesis) de las que somos parte, a toda la Iglesia y a todas
las personas de buena voluntad (PG. 7). De este modo CVX acta como
un fermento de catolicidad, nos ayuda a ser ms catlicos.
8. Pero quiere ir an ms all de los lmites visibles de la Iglesia y
vincularse con los cristianos no catlicos, con las otras religiones y con
todos los hombres de buena voluntad, que no son otros sino aquellos en
que el Espritu del Seor est activo y es por ellos correspondido. Por esto
se siente impulsada a trabajar por la unidad de los cristianos y en pro del
dilogo entre las religiones de la tierra (PG. 8d). Por lo mismo siente una
comn preocupacin por los problemas y el progreso de todos... (PG. 6).
9. El ltimo resorte que mueve a la Comunidad de Vida Cristiana es la
misin, el apostolado: Nuestra vida es esencialmente apostlica (PG 8).
Lo que busca y pretende es trabajar con Cristo en traer el reinado de Dios
(PG. 12b). La inspiracin ignaciana hace que el campo de la misin de
CVX no tenga lmites a priori, sino que se extiende a la Iglesia y al mundo,
a los individuos y a la sociedad y sus estructuras (PG. 8).
10. Todo lo dicho exige que los miembros de CVX cultiven una generosa
disponibilidad para partir a servir all donde las necesidades de la Iglesia
11
pidan nuestra presencia (PG. 6).
11. En la CVX la comunin misionera se vive en un estilo de vida en que se
pide la simplicidad, la libertad frente a los medios, la pobreza evanglica, la
sed de la justicia en favor de los desposedos (PG. 8).
12
nuestra visin de lo que es CVX. Por esto tampoco coincidimos en el grado
y modo de organizacin que necesitamos para caminar a esa meta.
7. El que concibe la CVX slo como grupos de amigos, desconectados de las
otras comunidades, sin ms propsito que rezar un rato a la semana y
apoyarse en algunas dificultades personales, difcilmente va a necesitar
mucha organizacin. Le basta que su grupo funcione. Y si se deshiciere,
est en su mano reunir a otros conocidos y formar uno nuevo.
8. Pero el que quiere una CVX con visibilidad eclesial; que sea signo
perceptible de un estilo laical, el ignaciano; que sea creativa y audaz en lo
apostlico; y que sea capaz de aunar y potenciar las riquezas que le vienen
de ser a la vez Comunidad Mundial, Nacional, Regional y Local, ste
fcilmente comprender la necesidad de una adecuada organizacin.
9. Entre estas dos posturas extremas existe una gama muy amplia de matices
que hacen que la gente sea ms inclinada o ms contraria a la
organizacin. Existen tambin los fanticos de la organizacin, que echan a
perder todo porque siempre amenazan con aprisionar el espritu y provocan
fuertes reacciones en contra.
IV. Conclusin
La conclusin no me toca hacerla a m sino a los participantes de esta Asamblea.
Recuerdo nuevamente la necesidad de concretar esta visin de la comunidad, la
misin y la organizacin en propuestas que sean operativas, y discutirlas y
aprobarlas el da final
Les propongo estas preguntas para facilitar a las personas y a los grupos la
reflexin, de ninguna manera para impedir que se sigan otros caminos o que se
conversen otras ideas tal vez ms interesantes:
1. Cmo fortalecer la vinculacin entre las diversas comunidades que
constituyen una misma Regin? Entre los adultos, jvenes y secundarios
de la Regin? Entre todas las comunidades regionales para ser cada vez
ms Comunidad Nacional? Cmo sera una pedagoga adecuada para
que en CVX vivamos ms a lo paulino?
2. Cmo fortalecer la presencia y dedicacin de tiempo de quienes asumen
responsabilidades dentro de la CVX?
3. Cmo
hacernos
plenamente
responsables
de
las
necesidades
13
econmicas para la formacin, la celebracin, la vida comunitaria y el
servicio?
4. Cmo mejorar la comunicacin en todos sus pasos: que la
correspondencia salga, llegue, se lea, se reaccione activamente al pedido
de algn servicio? Cmo conocernos ms en ambientes adecuados?
Vale la pena el Boletn de CVX Nacional?
2
Que veo venir?
La historia muestra que a lo largo de los siglos los grandes cambios los
han hecho los Santos. En la Iglesia del siglo XXI, en que nos santificaremos
sirviendo al Evangelio y humanizando la tierra, percibo que la CVX tendr cada
da ms una palabra decisiva que decir. A esto la impulsa la espiritualidad
apostlica, tan trinitaria y a la vez tan terrenal. Durante estos cinco aos de
servicio a CVX me he encontrado con mucha santidad y veo venir mucha ms.
Esto me llena el corazn de alegra.
CVX ofrece un modelo peculiar de vivir en Iglesia la relacin entre
laicos, sacerdotes y religiosos/as. No quiere verlos separados o excluyndose
unos a otros sino que se integren y complementen entre s en lo que respecta a
espiritualidad, vida y apostolado. Por esto, siento que en un futuro no lejano la
CVX y la Compaa de Jess trabajarn ms en conjunto, animndose
mutuamente v atrevindose a lanzarse a empresas no soadas de mayor gloria
de Dios. Y palpo en el aire que, con otros muchos que se inspiran en San
Ignacio, formaremos una gran red apostlica, extendida por todo el mundo, que
sirva a la Iglesia para pescar para Cristo.
Al terminar mi servicio de Asesor nacional les he expresado mis motivos
de gratitud, mis preocupaciones y mis sueos. Estoy plenamente confiado que
el nuevo Asesor, P. Fernando Salas, los animar y acompaar en todo esto y
mucho ms lejos.
En cuanto a m - como sucede en Chile desde hace algn tiempo - yo
me voy y no me voy de CVX. Seis meses del ao estar en otro trabajo muy
exigente en Calera de Tango, y los restantes estar al servicio de CVX. Esto me
impide seguir con el acompaamiento espiritual a lo largo del ao, pero me
permite escribir, ofrecer cursos de formacin y Ejercicios Espirituales para CVX
durante los meses libres.
Que el Seor los bendiga y acompae!
2
misericordia, que por el gran amor con que nos am, estando nosotros muertos a
causa de nuestros delitos, nos vivific juntamente con Cristo - ya que por pura
gracia hemos sido salvados - y con l nos resucit y nos hizo sentar en los cielos
en Cristo Jess...! (Ef. 2,4-6).
Y cuando nos sentimos sobrepasados por las dificultades, nuevamente, qu lejos
estamos de esperar contra toda esperanza y de aceptar lo que no entendemos,
diciendo como Pablo: Quien nos separar del amor de Cristo? La tribulacin?,
la angustia?, la persecucin?...Pero si en todo esto salimos vencedores gracias
a aquel que nos am. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida...ni otra
criatura alguna podr separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jess
Seor nuestro! (Rm 8,35-39).
Mirando desde otro ngulo, el universo ha crecido y se ha estirado. Tiene 15.000
millones de aos desde el big bang inicial y hay en l cien mil galaxias de astros.
La formacin de una galaxia toma 3.000 millones de aos, y al sol de nuestra
galaxia le llevo 100 millones de aos el nacer. La nueva cosmologa cada vez ms
ve al hombre como parte integral, centro y meta de este gigantesco cosmos en
evolucin y abandona la idea del dios relojero o del dios tapa agujeros. S, el
universo ha crecido y se ha estirado, pero nuestra vivencia e idea de Dios ha
permanecido pequea, estrecha, la misma. No la hemos seguido cultivando, y por
eso la sentimos como una prenda de ropa que nos queda chica,...y un poco
ridcula. Sigue siendo verdad, con mayor fuerza que antes, lo que el P. Hurtado
deca hace muchos aos:
Muchos continan pronunciando el nombre de Dios: no pueden olvidar esas
enseanzas que desde pequeos les ensearon sus padres, pero se han
acostumbrado al sonido de la palabra DIOS, como algo cotidiano y se contentan
con ella sola, tras la cual no hay ningn concepto; o se contentan con el concepto
vaco de toda realidad, o al menos de toda realidad que pueda compararse en lo
grande y terrible, en lo tremendo y arrobador a la realidad: Dios.
Estos hombres no niegan a Dios, lo nombran, lo invocan, pero nunca han
penetrado su grandeza y la bienaventuranza (felicidad, dicha) que puede hallarse
en El. Dios es para ellos algo inofensivo con lo que no hay que atormentarse
mucho. La existencia de Dios nunca se ha interpuesto en su camino, gigantesca e
inaccesible como una montaa. Dios queda en el horizonte como un volcn que
est bastante lejos para no temerle, pero an bastante cerca para darse cuenta
de su existencia.
A menudo Dios no es ms que un cmodo refugio mental: todo lo que es
incomprensible en el mundo o en la propia vida se le achaca a Dios: Dios lo ha
hecho! Dios as lo ha querido!...
A veces Dios es un cmodo vecino a quien se puede pedir ayuda en un apuro o
en una necesidad. Cuando no se puede salir del paso, se reza, esto es, se pide al
bondadoso Vecino que lo saque del peligro, pero se volver a olvidar de l
cuando todo salga bien. Estos no han llegado hasta la presencia, hasta la
abrumadora proximidad de Dios.
Al hombre siempre le falta tiempo para pensar en El. Tiene tantos otros cuidados:
2
3
comer, beber, trabajar y divertirse. Todo esto tiene que despacharse antes que l
pueda pensar con reposo en Dios. Y el reposo no viene; nunca viene.
Hasta los cristianos a fuerza de respirar esta atmsfera estamos impregnados de
materialismo, de materialismo prctico. Confesamos a Dios con los labios, pero
nuestra vida de cada da est lejos de l. Nos absorben las mil ocupaciones,
gentes de la casa, del negocio, de la vida social. Nuestra vida de cada da es
pagana. En ella no hay oracin, ni estudio del dogma, ni tiempo para practicar la
caridad o para defender la justicia.
La vida de muchos de nosotros no es, acaso, un absoluto vaco? No leemos los
mismos libros, asistimos a los mismos espectculos, emitimos los mismos juicios
sobre la vida y los acontecimientos, sobre el divorcio, limitacin de nacimientos,
anulacin de matrimonios, los mismos juicios que los ateos?
Todo lo que es propio del cristiano, conciencia, fe religiosa, espritu de sacrificio,
apostolado, es ignorado y an denigrado: nos parece superfluo. Los ms llevan
una vida puramente MATERIAL, de la cual la muerte es el termino final. Cuntos
bautizados lloran delante de una tumba como los que no tienen esperanza!
La inmensa amargura del alma contempornea, su pesimismo, su soledad...las
neurosis y hasta la locura, tan frecuentes en nuestro siglo no son el fruto de un
mundo que ha perdido a Dios?
Ya bien lo deca San Agustn: Nos creaste, Seor, para Ti y nuestro corazn est
inquieto hasta que descanse en Ti.
Despus de esta descripcin del mundo contemporneo, el Padre Hurtado habla
del ansia de Dios: Felizmente el ser humano no puede vivir sin Dios.
Espontneamente lo busca, como el heliotropo busca el sol, y an en manifestaciones objetivamente desviadas. Y cuando lo han hallado, su vida descansa en
una roca inconmovible; su espritu reposa en la Paternidad divina, como el nio en
los brazos de su madre.
.
me voy a centrar en la primera persona de la Santsima Trinidad, el Padre. Porque
el Padre es el origen primero de todo y la meta ltima hacia la cual Cristo nos
lleva por la fuerza del Espritu Santo.
4
esto hace que deambule sin saber los nicos dnde que verdaderamente
importan: de dnde vengo y a dnde voy. Anunciar con conviccin y alegra que
Dios es nuestro Padre, que en El todos nos hermanamos, que de El venimos y
que a El vamos, y que Jesucristo es el camino que hemos de recorrer para llegar
a El, eso es devolverle al mundo su identidad perdida, es devolverle la fuerza para
sonrer y darnos todos la mano, es la Buena Noticia que enciende en los hombres
el amor a la verdad y les permite renunciar a la alienacin del dios-consumo y
llenarse de esperanza (Veritatis splendor, 106-108).
Sin la fe y el amor a Dios como Padre no tendramos nada que comunicar, nos
encontraramos vacos de una noticia sorprendente, nuestras palabras serian a lo
ms publicidad, pero no Buena Noticia.
As comenz Jess su tarea evangelizadora. En el bautismo el Padre le declar
todo su amor, y que este amor era extensivo a todos los hombres y mujeres (Mc
1,11). Y para que la palabra fuese ms que palabra, lo llen del Espritu (Lc 4,14).
Entonces comenz a ir por todas partes proclamando: El tiempo se ha cumplido y
el Reino de Dios est cerca; convirtanse y crean en esta Buena Noticia (Mc 1,
14-15).
Jess habla en trminos muy bellos de este Padre que lo ama a l y a nosotros.
Con la expresin Padre en los cielos quiere significar su grandeza, que consiste
en que nosotros seamos sus hijos muy ntimos. Su grandeza es su misericordia
que lo mueve a hacer salir el sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos
e injustos (Mt 5,45). Se juega por los pobres, los mansos, los que sufren, los
misericordiosos, los limpios, los pacficos (Mt 5, 1-10). Ama de un modo especial a
los nios y a los de corazn transparente (Lc 18, 15-17). Alimenta a los pajaritos
del cielo y viste de indecible belleza a las flores del campo (Mt 6, 26-30). Est
atento a los ruegos de sus hijos de la tierra y nos colma de cosas buenas (Mt. 7,
7-11).
Las parbolas de Jess son las fotos en colores de como es nuestro Padre del
cielo: generoso con todos, no se deja aprisionar por las mezquindades humanas
(Mt 20, 1-16: los obreros de la via), se alegra hasta el infinito con el encuentro de
la oveja perdida y el retorno del hijo prdigo (Lc 15, 4-7; 11-32).
La intimidad con su Padre es total y lo llena de gozo: Todo me ha sido entregado
por mi Padre, y nadie conoce quin es el Hijo sino el Padre: y quin es el Padre
sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Lc 10, 21-22). Su
alimento es hacer la voluntad del Padre que lo envi y llevar a cabo su obra
4,34). La vida eterna es conocer al Padre, el nico Dios verdadero, y a Jesucristo,
su enviado (Jn 17, 3).
La pasin de amor por su Padre es la raz y clave explicativa del ministerio pblico
de Jess. Por amor dcil a su Padre deja la paz del hogar de Nazaret y sale a lo
desconocido. Movido por el Espritu Santo que le da el Padre, empieza a ensear
y curar enfermedades en Galilea (Lc 4, 14-15), llama discpulos, los forma y los
enva. El celo de su Padre lo mueve a combatir la hipocresa de los fariseos y a
empuar un ltigo para limpiar el Templo. Su amor es hasta fiel la mxima prueba.
4
5
En una palabra, el Padre, el Dios lleno de amor compasivo (Mt 5,48 y Lc 6,36), es
para Jess el todo de su vida y nuestro todo.
Jesucristo, el rostro concreto del Padre
Felipe, el que me ha visto a m, ha visto al Padre (Jn 14, 9). Para mostrar al
Padre hemos de mostrar a Jesucristo, mirarlo a travs de los ojos, las palabras y
el corazn de Jesucristo. Si as no lo hacemos, volveremos .a fabricarnos
imgenes distorsionadas o monstruosas de Dios: el dios implacable que nos
pasa multas y decreta castigos, el dios tapa agujeros, el dios distante guardin
del sistema neo-liberal, el dios buen vecino, el dios viejito bonachn,
Esto quiere decir que para anunciar al Padre no basta hablar de l como creador
del mundo. Hemos de hacerlo - como lo hacen los Ejercicios Espirituales
moviendo a contemplar a Jesucristo que vive su vida en funcin de su Padre.
Cuando los Ejercicios nos invitan a pedir conocimiento interno del Seor, que por
m se ha hecho hombre, para que ms le ame y le siga (EE 104), el conocimiento
del Hijo es el nico que nos lleva a mejor conocer y amar al Padre. Pero a Cristo
no lo podemos conocer y amar sin el Espritu Santo, que pone en nosotros el
gusto de Cristo, que nos va cristificando y as al Padre. En otras palabras, la
evangelizacin del Padre ser trinitaria o no ser. Y se hace con y desde la
Iglesia.
Evangelizar como Cristo, con valenta evanglica, es algo contracultural. En
reaccin pendular a los aos heroicos de la lucha contra la dictadura, la gente de
hoy muy en particular los jvenes no quieren luchar. Se resisten a hacer lo
equivalente a lo que hizo Jess cuando dej Nazaret y empez a predicar. Son
poco sensibles a las cosas heroicas de apostolado y servicio social. Desconocen
los grandes problemas de la sociedad y les falta solidaridad. Su generosidad
corre por otros cauces, no los del bien comn.
Proliferan hoy voluntariados de toda suerte que piden a los jvenes ofrecer por
algn tiempo a los pobres algo de lo que la sociedad les ha regalado: tiempo,
liderazgo, estudios, cario. Pero proporcionalmente son pocos los que se la
juegan definitivamente por los pobres. El tiempo de voluntariado es ms una
experiencia buena para los jvenes que una conversin duradera a la solidaridad.
Los jvenes prefieren buscar la armona interior, la paz del alma, feeling
good. Les importa no caer en la droga, en el sexo fcil, no hacer tonteras. Pero,
oculto bajo brillantes y piadosas racionalizaciones, tienen pnico a remecer, a
pinchar, a producir el conflicto. Buscan guas espirituales que los ratifiquen en
este esplndido aislacionismo. Se olvidan del dicho del Padre Hurtado: Est bien
no hacer mal, pero est muy mal no hacer bien. Les falta el sentido de que
vivimos porque Alguien nos ha llamado a la existencia y nos encarga el servicio a
los hermanos, les falta el Padre.
Queridos
guas
y asesores
de CVX:
6
evangelizadora, recuperar al Padre! Se trata de que profundicemos y vivamos la
primera peticin del Padre nuestro: que el nombre de Dios sea santificado, es
decir, que sea reconocido como Padre de Jesucristo y Padre de nosotros todos.
Si los Gulas de CVX pretendemos evangelizar esto a nuestras Comunidades,
tenemos que comenzar por convertirnos nosotros mismos al amor del Padre.
Enamorarnos del Padre significa ante todo acoger su amor a nosotros, cosa que
viene primero y cuenta ms que todos nuestros deseos y esfuerzos por amarlo.
El P. Hurtado fue un enamorado del Padre, el Patrn suyo y de todos los dems
patroncitos. Se senta siempre en contacto con l. Nos describe as su
confianza: En Dios me siento lleno de una esperanza casi infinita. Mis preocupaciones se disipan. Se las abandono. Yo me abandono todo entero entre sus
manos. Soy de l y l tiene cuidado de todo y de mi mismo. Mi alma por fin
reaparece tranquila, serena... todo deja sitio a la tranquilidad en Dios, posedo
inefablemente en lo ms espiritual de mi alma. Dios: la roca inmvil contra la cual
se rompen en vano todas las olas. Dios, el perfecto resplandor que ninguna
mancha empaa. Dios, el triunfador definitivo est en mi. Yo lo alcanzo con
plenitud al trmino de mi amor. Toda mi alma esta en El... Estoy baado de su
luz. Me penetra con su fuerza. Me ama. (A.Lavn, vol. VI 2. ed., Pg.165-166).
Los Ejercicios nos muestran mil maneras de cultivar este amor confiado a Dios
como Padre. Los tres coloquios, que se hacen como un amigo habla a otro
amigo (EE 54), culminan siempre con la conversacin amorosa con Dios nuestro
Padre (EE 63). El Padre Nuestro hace de tren de aterrizaje al final de cada
contemplacin (EE 63, 126, 147) y es tema predilecto del Segundo modo de Orar
(EE 252). La Contemplacin para alcanzar Amor nos familiariza con este Padre
que nos colma de regalos, est siempre presente y trabaja viva y cariosamente
en nuestro favor (EE 234-236).
Pero los Ejercicios nos dicen que el amor se debe poner ms en las obras que en
las palabras (EE 230). No sacamos nada con hablar mucho del Padre Dios si
desmentimos con nuestro comportamiento lo que decimos creer. No sacamos
nada con profesar que todos tenemos un solo Dios y Padre y que todos somos
hermanos, si nos devoramos unos a otros en una competencia cruel.
La paternidad de Dios ha de impregnar todas la acciones de nuestra existencia,
todos los hilos y relaciones del retculo social de una humanidad que est llamada
por Dios a ser la extensin mstico-corprea de su Hijo muerto y resucitado para
salvarnos a todos; es decir, para conducirnos al Padre y llenarnos de Dios.
Dios es Padre tambin del kosmos material, de la tierra y los ros, las aves y los
mares, que son la casa del Padre para estar en ella con sus hijos. No olvidemos
que ecologa viene de oikos = casa. Toda esta creacin, tan bella y tan maltratada
por nosotros, espera ser liberada de tanta esclavitud y tanta mugre para servir de
morada digna, ahora, y eterna, despus, de Dios con sus hijos (Rm 8, 19-25).
Creo que la CVX no tiene tarea ms urgente que sta: la de evangelizar a Dios
como Padre de Jesucristo, Padre nuestro, Padre de todos y de cada uno. Padre
tambin del kosmos material, en que crece y se prefigura la patria del cielo.
6
7
Para concluir, quiero pedirle a todos los Asesores y Guas aqu presentes tres
cosas: Primero, que se dejen compenetrar ustedes mismos y que cultiven cada
da ms la visin del Padre que tiene Jesucristo. Segundo, que tomen la ayuda al
crecimiento humano, espiritual y apostlico de los miembros de las comunidades
que acompaan como una verdadera evangelizacin del Padre. Una comunidad
que vive la Buena Noticia del Padre irradia vida, energa y proyectos apostlicos,
como lo vemos entre nosotros. Tercero, estimulen a los miembros de sus
comunidades al servicio apostlico, sea en forma individual o asociada y
sugiranles los medios concretos de hacerlo.
III.- PREGUNTAS PARA LA REFLEXIN PERSONAL Y GRUPAL
1.- Cmo se experimenta el SENTIDO DE DIOS y la relacin a Dios Padre en la
comunidad de la cual soy gua o asesor?
2.- Reflexionar sobre el valor de la paternidad de Dios para la solidez del amor
humano y la familia.
3.- Reflexionar y compartir sobre el SENTIDO DE DIOS. Pensar proyectos para
enriquecer el deficiente SENTIDO DE DIOS.
4.- Cmo elaborar una pedagoga para interesar vitalmente (enganchar) a los
jvenes en servivios solidarios y apostolados que vayan ms all del mbito
privado afectivo?
5.- Cmo concretar en la comunidad que t guas lo relativo a los Ejercicios
Espirituales y la misin del gua?
iniciativa a continuar la obra de los Ejercicios. Recorran estas dos seoras los
pueblos y campos de la regin de Quillota y todo el valle del Aconcagua dando
Ejercicios. Trataban de detectar los lugares ms necesitados y all empezaban a
organizar los Ejercicios. Buscaban una casa grande, que pudiese alojar algunas
docenas de mujeres, reservando una para comedor y la otra para capilla. Si
encontraban algn sacerdote, le pedan que l dirigiese los Ejercicios e hiciese
las plticas, encargndose ellas de todo el resto. Pero si no lo encontraban, ellas
mismas tomaban el mando en base a lecturas que les hacan a las mujeres
(Enrich, ibid. 444 445).
Empieza por la enseanza del catecismo, que es donde se ponen las bases de la
fe cristiana. Prepara a los sacramentos y celebra con dignidad la Misa en el barrio
del Patronato.
El Patronato no se contenta con la formacin religiosa sino que busca un
crecimiento integral. Para ello tiene sus escuelas bsicas y medias, diurna y
nocturna. Cuida complementarla con la formacin artstica y social y con el juego:
junto a la capilla ha de levantar la escuela, junto al taller el saln social, el teatro,
etc., donde la literatura, la pintura, la msica completen la educacin.
A la labor religiosa y educativa, en sentido amplio, el Patronato aade obras
de ayuda, no aislada, sino organizada a los obreros. De ah las Cajas de Ahorros,
de Socorros Mutuos, la Cooperativa, etc.
No se queda ah en su esfuerzo de dar una slida formacin sino que intenta
establecer entre ellos la Congregacin Mariana. Es esta la ms segura garanta
de solidez que puede acompaar al obrero a lo largo de su vida (Ripoll, op.cit.
578).
La institucin se gobernaba por una junta autnoma. Sus miembros, segn
los Estatutos, deban ser congregantes y el Presidente deba formar parte de la
Junta Directiva de la Congregacin.
Entre los Patronatos de las Congregaciones ocup un puesto principal el de
San Estanislao. Era la Seccin encargada de las obras de apostolado social de
la Congregacin de caballeros y jvenes del Colegio de San Ignacio. Gozaba de
personalidad jurdica y dispona de fondos propios. Su fin era trabajar en favor del
perfeccionamiento y la regeneracin moral de las clases trabajadoras, y en
especial de los reos. Naci de las visitas dominicales de los congregantes a las
crceles. Fue una especie de Fundacin para el servicio de los reos salidos de los
establecimientos penales o para atender a sus familias durante su reclusin, que
con el correr del tiempo se fue ampliando a muchas otras obras en bien de los
obreros, como se deca entonces (Primer Congreso Pan-Americano...p.XI a XIII).
Este Patronato nos muestra que los congregantes no se quedaban en cosas
chicas. Para sus fines construyeron un edificio de dos pisos con 16
departamentos - el Asilo de San Estanislao de Kostka - y se estableci en l
una escuela a la que asistieron pronto 40 nios. El Instituto Nocturno San
Ignacio fue una de sus principales obras educacionales. La matrcula era de ms
de 430 alumnos. Se impartan los cursos bsicos y enseanza especializada en
Comercial, Industrial (Electricidad y Mecnica aplicada) e Ingls. Cre el
Secretariado Popular destinado a prestar servicios (mdicos, jurdicos, sociales,
etc.) a los obreros desocupados de las salitreras. Era atendido por un secretario
permanente, cinco mdicos y varios jvenes congregantes, ente ellos Alberto
Hurtado. Funcionaba todos los das de 16.30 a 17.30, con un promedio de 12
atenciones diarias. Promovi la obra de la Federacin de los Centros Juveniles
Catlicos, que naci el 1 de noviembre de 1920, al pie de la gruta de Lourdes.
Se reunieron 300 jvenes obreros y empleados afiliados a diversos Centros
Obreros y en la Convencin Anual juntaban ms de mil. Tuvo importancia en el
movimiento juvenil catlico de Santiago (Ibid. XIV).
11
Conclusin
Con esto hemos llegado al ao 1921 y hemos de detenernos aqu, sin poder
empalmar con el nuestro. No es fcil hacerlo porque este ltimo perodo es muy
complejo. Prefiero pues terminar aqu y que otros lo prosigan. Pero de lo dicho
podemos sacar algunas conclusiones, que nos pueden ser valiosas para nuestro
ser y actuar de CVX hoy da.
1 ) Como CVX caminamos precedidos de una caravana de antecesores que han
vivido, al igual que nosotros, su ideal de trabajar con Cristo por los dems en el
modo propio de CVX. Vibramos con sus triunfos y nos dolemos de sus
limitaciones que - aunque no sealadas lo bastante en esta exposicin ciertamente las hubo. Nos conmueve notar que, gracias a la CVX de los primeros
aos en Chile, estamos en una cercana tan prxima a San Ignacio, con el cual
nos vincula el P. Baltasar Pias, admitido en la Compaa en vida del Santo.
2 ) Descubrimos el valor apostlico de la trada Ejercicios Colegio
Congregacin = CVX y creemos que, renovar esta intuicin, puede ser de
inmenso valor para la nueva evangelizacin que buscamos emprender.
3 ) Impresiona la constante valoracin de los Ejercicios a lo largo de estos 400
aos. Las figuras de Doa Francisca y Doa Juana Febres, como la de Don Juan
Antonio Araoz, son un smbolo que desafa a la CVX de hoy a proseguir tal lnea
4) Desde el comienzo de nuestra historia la CVX se vio comprometida en el
trabajo y la lucha en beneficio de los ms dbiles y de los que son vctima de
discriminacin y de injusticia. Igual cosa, en servicio de Cristo en los enfermos y
encarcelados. En ella las palabras del Evangelio han dejado de ser declaraciones
13
vacas. Esa Congregacin Mariana del Fuerte Arauco tiene una gran fuerza
simblica: en las nuevas fronteras del mundo y de la Iglesia, dnde encuentra
hoy la CVX el Fuerte Arauco, al cual ella quiera ir para hacer presente el
Evangelio humanizador de Cristo?
5) La unin estrecha de la CVX con la Compaa de Jess, conservando cada
cual su propia autonoma, ha demostrado ser fecunda para ambas.
6) La vida del P. Hurtado en la Congregacin Mariana nos muestra que la CVX
vivida a fondo es un modo de vida que hace Santos de enorme poder benfico
para la Iglesia, la sociedad y todos los hombres. La santidad radical y callada de
las mujeres y los hombres que viven en la CVX de hoy es fuerza renovadora de
los chilenos en el siglo XXI.
14
Afectividad y Trinidad
+ Porqu se pide?
- Por amor a Cristo por estar con El, que est siendo
contradicho y burlado desde los pobres. El amor lleva a estar
con (= compadecer con Cristo).
- Porque este es camino de libertad: No hay mayor amor que
Este deseo nos desamarra de apegos y nos prepara a servir a
dar vida a otros.
+ Dinmica de la libertad:
- Uno desea, se ofrece, quiere y se determina
- Pero Dios nos elige y recibe en tal vida y estado
- Dios obra todo: nos elige, nos acompaa, nos da fuerza para
elegir y recibe nuestra eleccin. Pero suscitando y respetando
nuestro modo de libertad.
2
Ejercicios son todo lo mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y entender
tanto para que el hombre pueda aprovecharse a s mismo como para poder
fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos (Carta del 16 de noviembre de
1536).
No podemos insistir lo bastante en esta finalidad apostlica de los Ejercicios. El
aprovechar a los dems no debiera ser una especie de subproducto casual, que a
veces se da y otras veces no. Pertenece a la mdula ms ntima de los Ejercicios.
Recordemos el coloquio ante Cristo en cruz: Qu he hecho por Cristo? Qu
hago por Cristo? Qu debo hacer por l? (EE 53).Igualmente, la contemplacin
tan fundamental del Llamamiento de Cristo Rey Eternal es a estar con l y
trabajar con l (EE 95). Lo mismo Las Banderas, Los Binarios y los Tres modos
de humildad o amor: todo tiene un dinamismo apostlico. Sin ese dinamismo
apostlico, si ste no se despierta o si despus enmudece, es seal de que los
Ejercicios no han sido genuinos, no han asimilado lo substancial, no han sido
vividos en su dinmica ms rica.
El fruto que se espera de los ejercicios
Bien, despus de estas cosas introductorias entremos de lleno en el tema: Cul
es el fruto que se espera de los Ejercicios? No es otro sino Cristo, es llenarnos de
Cristo, amarlo cada vez ms, escuchar su llamamiento, convertirnos de todas las
redes y cadenas que nos aprisionan y que nos impiden seguirlo. Es ponernos bajo
su escuela para llegar a ser enviados suyos como fueron los 12 apstoles, como
fueron los 72 discpulos y como fue esa comunidad de ms de 100 seguidores
suyos que recibieron el Espritu Santo en Pentecosts y que se esparcieron
despus por todo el mundo, anuncindolo . El fruto de los ejercicios es Cristo,
llenarnos de l, trabajar con l, cargar con su Cruz, morir con l y resucitar con l
para que el mundo crea, es decir, para que el mundo tenga vida.
En palabras de San Pablo, el fruto de los Ejercicios es llenarnos de Cristo hasta
poder decir vivo yo, no yo, sino que Cristo es quien vive en m (Gal 2, 20). Es
que nuestra nica gloria sea el ser apstol de Cristo Jess (Rm 1, 1). Que nuestra
vida sea para anunciar a los dems el misterio del Padre. Y que para esto
estemos dispuestos a hacernos todo a todos para ganarlos a todos (1 Cor 9,19).
En otro enfoque, tomado de los Hechos de los Apstoles, el fruto de los Ejercicios
es acompaar a Jess desde el comienzo de su vida hasta su ascensin al Padre.
Recuerden el pasaje cuando los apstoles, despus de la Ascensin, regresan a
Jerusaln y ven la necesidad de llenar el hueco dejado por Judas. Entonces se
ponen a pensar con qu criterio buscaran a ese apstol que se unira a los Doce.
Y todos concuerdan en que tiene que ser alguno que halla acompaado a Jess
desde el bautismo de Juan hasta que Jess subi al cielo...para que junto con
nosotros d testimonio de que Jess resucit (Hch 1, 21-22).
El fruto de los Ejercicios es hacernos testigos vivos de toda la vida de Jess. Son
un acompaarlo desde el comienzo de su vida el evangelio de Lucas nos
3
retrotrae al S de Mara, a la Encarnacin, al nacimiento y vida oculta hasta su
final, cuando aleja su presencia visible y pasa la palabra a la Iglesia y al Espritu.
Acompandolo en las contemplaciones, llenamos de l las pupilas de nuestro
corazn y nos identificamos con l. As nos compenetramos de Jess, y nos
capacitamos para ser testigos suyos en nuestra vida.
5
Por promover la libertad, esta espiritualidad es siempre joven y rejuvenecedora,
renovada y renovadora. El Espritu de Dios, el Espritu del Resucitado es el que la
lleva, marcndola con sus propios rasgos: amor, alegra, paz, paciencia,
amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio (Gal 5, 22-23). Es una
espiritualidad fuerte, con la fuerza que viene de Dios para vencer todas las
resistencias: las propias y las del ambiente que nos rodea. Por lo mismo, no es
voluntarista, sino humilde y confiada. Pero no confiada en la confianza que brota
de nosotros sino en la confianza que viene de Dios. Para usar la mxima tan
querida de San Ignacio: Slo en l poner nuestra esperanza.
La lucha por la libertad
Vivir as es una guerra. Porque siempre combaten en m la mal entendida libertad
de proclamarme a m mismo dueo de hacer lo que me plazca y la libertad del
Espritu, que, sacndome de m mismo, me conduce a un aumento creciente de
comunin con Dios, con los dems y con toda la creacin.
Desde la Primera Semana los Ejercicios nos introducen en esta lucha. Por una
parte, el pecado de los ngeles, el pecado de los primeros padres, el pecado en la
historia, las estructuras de pecado, el mal ambiente en el mundo que respiramos;
y el pecado personal, con el que cada uno contribuye a aumentar este mal
ambiente que causa tanto dao y sufrimientos, a nosotros mismos y a los dems.
Y por otra parte, Dios y sus renovadas alianzas en Cristo, que vence la
destruccin y la muerte.
Las Banderas nos alertan sobre las estrategias de los bandos en lucha. La
fidelidad al estilo de Cristo y a su Espritu exige de nosotros combatir la soberbia,
esa tendencia a sentirnos por encima de todos los dems, cosa que requiere
muchas y permanentes conversiones. Y para que stas no queden en el aire,
hemos de plasmarlas en bien ponderadas elecciones y reformas de vida.
Para acertar en nuestras elecciones los Ejercicios nos ofrecen las reglas de
discernimiento. Las de 1 semana para los principiantes; las de 2, para los ms
deseosos de elegir en todo segn la voluntad del Seor. Pero como nuestro
progreso espiritual no es uniforme, porque siempre surgen reas nuevas, en las
que somos principiantes, y en otras retrocedemos y necesitamos recomenzar,
hemos siempre de echar mano tanto de las reglas de 1 como de las de 2
semana. Nunca estamos totalmente convertidos. Como las olas del mar que llegan
y se van, as nos vamos convirtiendo por oleadas, a medida que llegan a nuestra
conciencia nuevas olas paganas y las purificamos con el evangelio.
A estas conversiones ayudan tambin mucho las Notas para sentir y entender
escrpulos y suasiones de nuestro enemigo que, en el fondo, son consejos para
crecer en mayor verdad y sanidad espiritual y psicolgica y hacernos as ms
libres (EE 345-351).
6
Son elitistas los Ejercicios?
El fruto de los Ejercicios, en sntesis, es que el ejercitante salga de ellos decidido
con la gracia divina a vivir slo para Dios, encontrndolo, sirvindolo y amndolo
en todas las cosas. Que est ntimamente unido y configurado a Cristo. Que todos
sus deseos sean trabajar con l para que su Padre reine en este mundo. Por lo
mismo, vive dcil y atento a los toques misioneros del Espritu Santo, en esta
comunidad de la esposa de Cristo que es la Iglesia.
Pero no es esto algo para muy pocos, un soberano elitismo? Ignacio, que
dispuso que los jesuitas se comprometiesen con voto a trabajar con los nios e
ignorantes, no tena nada de elitista. Para hacer los Ejercicios completos busca
personas con subiecto, vale decir, de buena capacidad natural y de voluntad real
de buscar y servir a Dios en todo.
Pero l sabe que hay personas que no tienen las cualidades para hacer toda la
trayectoria de los Ejercicios, o porque no tienen la edad o por falta de salud o por
carecer de educacin u otras cualidades. Otras personas no son aptas para los
Ejercicios completos porque se limitan a llegar a un cierto nimo de contentar a
su nima y les falta la voluntad de hacerlos bien .
Pero a ninguno de stos Ignacio les cierra la posibilidad de hacer algunos
Ejercicios ms ligeros, reservando, eso s, los completos a los que desean
aprovechar en todo lo posible. De eso habla la anotacin 18. Hago notar que en
ningn momento dice Ignacio que estas personas sean de menor calidad espiritual
que los que pueden hacer todos los Ejercicios. Creo que es importante ese
respeto y pensar que cada persona tiene su camino.
El criterio que pone Ignacio para saber a qu personas dar los Ejercicios leves es
doble. Uno, que las personas hagan cosas que puedan descansadamente llevar.
Dos, que haga cosas que le aprovechen y no, que le hagan dao (Anotacin 18).
Ignacio no quiere que a las personas les impongamos cargas que en vez de
liberarlas las abrumen. En esto se muestra grande de verdad, hombre de Dios y
gran maestro de espritu.
Es muy importante no olvidar la anotacin 18. Tengamos claro que no toda la
gente tiene que hacer toda la trayectoria de 1,2, 3 y 4 semana. Lo que importa
es que las personas aprovechen, para lo cual no hay que proponerle Ejercicios
que no pueden descansadamente llevar.
Al actuar as, no negamos a nadie los Ejercicios, sino que invitamos a todos a que
hagan lo que realmente ms les aproveche. Se puede hacer perfectamente
Ejercicios con el primer modo de orar o con el segundo, con los exmenes de
conciencia, con las meditaciones sobre los mandamientos o los cinco sentidos.
En fin con textos litrgicos de la Iglesia, como el Credo o el Gloria. El padre Jos
Calveras, que fue el gran renovador de los E.E. en el siglo pasado, deca que
bastara un Gloria bien rezado por el 2 modo de orar para producir en muchos
7
los frutos que otros pueden obtener haciendo el recorrido completo de los
Ejercicios (de la tradicin oral).
Hay muchos caminos en la vida espiritual, y no necesariamente el camino de las
cuatro semanas completas es el mejor para todos. Es sin duda una gran bendicin
de Dios poder pasar 30 das de Ejercicios acompaando a Cristo, impregnndose
de l, llenando con l mi imaginacin, mi corazn , mis sentimientos, mis
sentidos, todo mi ser. Es una bendicin enorme, una especie de camping de
gratuidad con el Seor; a ratos duro como suelen ser los camping, pero que
produce mucha intimidad y deseo de trabajar por su causa del reino. Pero no
todos pueden hacerlo o no todos tienen esa vocacin.
Me parece muy importante recalcar la diversidad de formas como Ignacio y sus
compaeros daban los Ejercicios. De hecho, histricamente - como puede leerse
en Ignacio Iparraguirre, Historia de los Ejercicios, o en John OMalley, Los
primeros jesuitas -, los Ejercicios que ms se dieron en la Compaa temprana
fueron los de la Anotacin 18. Si a veces los Ejercicios que damos no producen
bastantes frutos, preguntmonos si hemos cuidado de regularlos segn las
necesidades y capacidades de las personas. En esta materia podemos actuar
contra la gracia o bien por exigir poco o por exigir en concreto ms de la cuenta.
Felizmente, en Chile hemos revalorizado los Ejercicios Populares. Pero siento que
hemos de dar nuevos pasos en la prctica de la Anotacin 18, extendindola al
mundo de los profesionales, los universitarios, los inicios del camino CVX y los
colegios.
Por lo dems, en esto de medir los frutos evitemos caer en exitismos atrayentes e
individualismos fciles. Quin puede saber que un ejercitante los hizo bien y dio
muchos frutos? En una Iglesia de comunin de los santos es difcil medir el fruto
solamente por lo que hace un individuo. Los frutos son comunitarios, la santidad
es comunitaria, la santidad de cada uno de ustedes, la del padre Hurtado, la de los
ejercitantes es comunitaria. Tambin los frutos apostlicos son comunitarios. Es
toda la Iglesia que acta y est presente en lo que yo oro y en lo que hago; y
tambin al revs.
Con esta reflexin sobre el elitismo completo lo que arriba dije sobre el fruto que
se puede esperar de los Ejercicios. Terminemos repitiendo lo principal de esta
charla: el fruto de los Ejercicios es Cristo, vivir con Cristo para el proyecto del
Padre, guiados por el Espritu Santo en una Iglesia que es de comunin y
participacin misioneras: para que el mundo crea (Jn 17, 21). Vivir as es una
lucha pesada, pero a su vez llena de bendiciones y de cosas hermossimas
La tarea que hoy el Seor les confa es nada menos que la de quererse y llenarse de gozo el
uno en el otro como Dios se quiere y como l los quiere, y la de regalar a otros este gozo de
vivir.
Es esto demasiado? La respuesta es:
S, sera demasiado si estuvieran solos para hacerlo. Pero no lo es, si la Trinidad los
acompaa y les da su fuerza para realizarlo.
S, sera demasiado si pretendieran llegar a esta meta de un salto, sin ajustes ni dolores.
Pero no es demasiado, si lo toman como una meta de por vida, a la que ustedes se acercan
poco a poco, paso a paso, ao tras ao, superando con valenta los obstculos, sabiendo
con humildad que no parten siendo perfectos en el amor, sino que el amor se construye en
una bsqueda paciente, marcada de cruces y esperanza, hasta llegar a la plenitud del amor
maduro.
Para mayor realismo y sobriedad, muy necesarios en los das grises, les recuerdo lo que
Ignacio de Loyola dice sobre el amor: "que ste ha de ponerse ms en las obras que en las
palabras". Y, aade, que las diferencias entre ustedes jams deben ser un impedimento sino
ms bien un estmulo para la mutua unin. Porque "el amor consiste en dar el amante al
amado de lo que tiene o puede; y lo mismo el amado al amante", lo que supone y bendice
las diferencias.
1 Jn 4, 7 12 nos traslada a las fuentes del amor,
La fuente del amor de ustedes, la de todo amor verdadero es nuestro Dios Trinidad: "...El
amor viene de Dios". No viene de nosotros mismos, por mucho que pensemos a veces que
algo tan humano no puede ser divino: "El amor consiste en esto: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que l nos am a nosotros y envi a su Hijo, para que,
ofrecindose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados. (...) Si nos amamos
unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor se hace realidad en nosotros".
Estamos cerrados a recibir verdades o valores que nos cuestionen y nos saquen de
nuestros propios credos personales. Ante la verdad de Dios, de un sabio o de la
sabidura acumulada por siglos, como postmodernos decimos: "la verdad que t me
propones es la tuya, pero la ma es la ma, y me quedo con la ma".
Vivimos en un continuo vitrineo y shopping de cosas religiosas, de experiencias
fuertes, de ansias insanas. Quisiramos estar siempre surfeando en la cresta de la
ola, de la novedad ms reciente y entretenida, por mucho que esta ola, como toda
ola, sea efmera y vaya a morir en la playa de las ilusiones pasajeras.
IMargarita y Jos: Pienso que les he dicho lo esencial para que puedan vivir con gozo y
realismo su vida de matrimonio. As podrn ser fuente de vida: el uno para el otro; para los
hijos que Dios querr confiarles; tambin para nosotros, que necesitamos que ustedes vivan
el regalo del amor que Dios les hace.
Esto es un proyecto hermoso pero a la vez exigente. Habr dificultades. Pero no se
inquieten ni se alarmen. Ustedes, parejita de recin casados, son llevados por Dios Padre en
sus dos Brazos, el Hijo Jesucristo y su Espritu Santo, para que venzan los vientos y las
lluvias y mantengan su casa firme sobre la roca.
Confen en El y hagan lo que El les dice para su bien. Amn.
1
LA ANUNCIACION/ENCARNACION
Homila en la fiesta del Da Mundial CVX 1996
En una fiesta como hoy, 25 de marzo, - si no hubiera sido por la decisin de una
mula - el pual destinado a clavarse en el corazn de un moro irrespetuoso con la
Virgen Mara qued para siempre colgando como ofrenda en el altar de nuestra
Seora de la iglesia de Monserrat, all arriba en las montaas de Tarragona.
Sabemos la historia y el personaje: es Iigo, el peregrino de Dios.
La Comunidad de Vida Cristiana, CVX escoge celebrar su Da Mundial en la
fiesta de la Anunciacin/Encarnacin (I) por lo central que es esta fiesta en la vida
y en la espiritualidad de Ignacio de Loyola; (II) porque seala muy bien nuestro
carisma indicndonos la direccin hacia dnde hemos de tener dirigida nuestra
mirada, nuestro corazn y nuestra accin.
En la vida y espiritualidad de Ignacio
Todos conocemos ese pasaje de la Autobiografa en que Iigo, con ese modo
encantador de contar de s en tercera persona, narra como la Virgen lo favoreci:
Estando una noche despierto, vio claramente una imagen de Nuestra Seora con
el santo nio Jess, con cuya vista por espacio notable recibi consolacin tan
excesiva, y qued con tanto asco de toda la vida pasada, y especialmente de
cosas de carne que le pareca habrsele quitado del nima todas las especies
(=imgenes) que antes tena en ella pintadas (A 10).
Con esta visitacin Mara san a Iigo del desorden de sus fantasas sexuales
hasta el punto que nunca ms tuvo ni un mnimo consenso en ellas y lo confirm
en sus deseos de entregarse a Cristo imitando a los santos.
A partir de este encuentro con Mara, el misterio de la Anunciacin/Encarnacin
ocupa un puesto fundamental en la espiritualidad de Ignacio. En los Ejercicios,
despus de la contemplacin del Rey eternal, Ignacio nos invita a contemplar y
seguir atentamente la direccin de los ojos de la Trinidad y la de Ios ojos de Mara
de Nazaret. Como sucede con las de los enamorados, estas miradas se buscan y
se encuentran.
Pero no se detienen en s mismas sino que se vuelven hacia el mundo, en el cual
estn tantas y tan diversas gentes... en tanta diversidad, as en trajes como en
gestos: unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra, unos
naciendo y otros muriendo (EE 103 y 106).
Ven con dolor que, si no mediase una intervencin radical de Dios, equivalente
a una nueva creacin, todos terminaran rechazando a Dios y a su amor,
odindose y matndose entre s, constituyndose ellos mismos en un infierno de
2
soledad y amargura sin fin. Es de ese encuentro creador entre la mirada de la
Trinidad y la de Mara de Nazaret de donde nos viene Jess, el Salvador, el Hijo
de Dios hecho uno de nosotros para salvar al mundo, para divinizar con su
Espritu el gnero humano y la entera creacin.
Seala nuestro carisma
Se dice entre la gente que la historia es maestra de vida, porque ella nos
ensea a vivir bien, caminando apoyados en los hombros de nuestros
antepasados, aprovechando de sus aciertos y evitando sus errores.
Inspirndose en los Ejercicios, siempre la CVX ha vuelto su atencin a este
misterio de la Anunciacin/Encarnacin. Lo prueban los nombres dados a las
comunidades que se fundan por todo el mundo y los cuadros que se pintan en las
capillas construidas por ellas.
Pero por sobre todo, lo prueba el enorme dinamismo evangelizador que, juntas
con la Compaa de Jess, las mueve a extenderse a todos los mbitos
geogrficos y culturales de la tierra. Lo prueba su valenta para reconciliar a los
que estn peleados y divididos. Lo prueba su cercana bienhechora a los pobres,
a los enfermos de los hospitales, a los prisioneros, a los sin casta.
Este mpetu apostlico de la CVX ha dado a la Iglesia muchos Santos y Santas,
que han sido y siguen siendo verdaderas centrales de energa que dan gloria a
Dios y desparraman el bien entre los hombres y mujeres de la tierra.
Queridos miembros de la CVX
Al recordar estas cosas no nos estamos echando incienso para auto
complacernos. Lo que buscamos es reconocer mejor tanto bien recibido, para
as poder en todo ms amar y servir a Dios y a los hombres.
La fiesta de hoy es un desafo y una misin a hacer como hizo Mara: colaborar
con la mirada de la Trinidad para encarnar en nuestro tiempo a Jesucristo. Somos
como Mara encarnadores de Dios; es decir, encarnadores de Cristo en nuestras
propias vidas y en la gente del mundo y en sus estructuras.
Para ello hemos de robustecer en CVX nuestra unin y sentido apostlico. As
haremos adelantar el reinado de Dios, lo que constituye nuestra ms grande
felicidad.
El Consejo Regional de Santiago nos esta llamando a buscar maneras concretas
de realizar esta tan enorme y desafiante tarea apostlica. Nos invita a que
bebamos ms generosamente de los Ejercicios Espirituales, a que nos formemos
mejor en lo humano, en lo social, en los contenidos de nuestra fe, a que
robustezcamos y hagamos ms visible nuestra identidad.
Y todo esto en miras a la misin de que Cristo se encarne ms en nosotros y en
nuestro mundo por la fuerza del Espritu que nos mueve.
Esto lo hacemos al unir nuestra mirada a la mirada de la Trinidad cuando se
3
junta con la de Mara, Nuestra Seora.
De la formacin a la misin
Es lgico y comprensible que en los primeros decenios a partir de esa fecha el
esfuerzo principal de CVX en Chile se haya puesto en la creacin de nuevas
comunidades y en su formacin.
Haba que crear nuevas comunidades porque las iniciales eran pocas. Hoy da
(1983) son numerosos en los niveles de secundarios y universitarios, pero menos
en el nivel de adultos. El crecimiento numrico ha llevado tiempo y energa.
Sabemos que los grupos que comienzan son inestables, cuesta llegar a
comunidades con miembros permanentes, en las crisis muchos entran y salen.
La formacin de los miembros CVX es larga porque los objetivos que se
persiguen son difciles. Los Principios Generales nos dicen: Nuestros grupos son
comunidades cristianas cuyo fin es formar hombres y mujeres, adultos y jvenes
comprometidos al servicio de la Iglesia y del mundo en cualquier campo de la
vida: familiar, profesional, cvico, eclesial, etc. Nuestros grupos son para los que
sienten una necesidad ms apremiante de unir su vida humana, en todas sus
dimensiones, con la plenitud de su fe cristiana y, de un modo especial, para los
que estn ocupados en asuntos temporales. Tratamos, pues, de realizar esta
unidad de vida, como respuesta al llamamiento de Cristo, dada desde dentro del
mundo en que vivimos (PG. N.3). Esta formacin, para llegar a un ideal tan
fuerte, no se puede apresurar, es lenta.
En Chile la dcada entre 1973 y 1983 se ha dedicado predominantemente a la
formacin de guas. Asesores y miembros: 14 folletos CVX, ejercicios, mini retiros,
jornadas de espiritualidad ignaciana, trabajos de verano, Mini Manila, misa
semanal, cursos de oracin, charlas, contactos internacionales, etc.
1
El sentido de la misin
La contemplacin del Reino: de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio nos
pone ante Jesucristo, que llama a todos a estar con l y trabajar con l para
extender el reinado de su Padre. Este llamado est en la base de la espiritualidad
CVX; es el impulso fundamental que la inspira, la razn de ser de ese nimo
valiente y generoso, el magis ignaciano, que ella quiere ver en sus miembros. En
su base estn los numerosos sgueme de Jess en los evangelios: a Andrs y a
Pedro, a Santiago y a Juan, a Lev, cuando estaba sentado en el mesn de su
negocio, y a los dems apstoles. Diversos sgueme que van marcando el
origen de la primera comunidad cristiana y que, a travs de los siglos, siguen
marcando el llamado a ser cristiano, que es seguir a Jess.
La misin en los Principios Generales
Los Principios Generales recogen este llamado cuando dicen: ...Dios se hizo
hombre, nacido de Mara, pare darse continuamente a todos los hombres e invitar
a todos los hombres a darse continuamente a l en Cristo y con Cristo. Despus
se refieren, en el nmero tres, a la finalidad de las comunidades CVX: la unidad
de vida como respuesta al llamado de Cristo dada desde adentro del mundo en
que vivimos. Se trata de preparar a los miembros para un apostolado eficaz,
especialmente en el ambiente diario, tratando de unir la vida humana, en todas
2
LG 17, 33; AA 4. 5.
De la formacin a la misin
Es lgico y comprensible que en los primeros decenios a partir de esa fecha el
esfuerzo principal de CVX en Chile se haya puesto en la creacin de nuevas
comunidades y en su formacin.
Haba que crear nuevas comunidades porque las iniciales eran pocas. Hoy da
(1983) son numerosos en los niveles de secundarios y universitarios, pero menos
en el nivel de adultos. El crecimiento numrico ha llevado tiempo y energa.
Sabemos que los grupos que comienzan son inestables, cuesta llegar a
comunidades con miembros permanentes, en las crisis muchos entran y salen.
La formacin de los miembros CVX es larga porque los objetivos que se
persiguen son difciles. Los Principios Generales nos dicen: Nuestros grupos son
comunidades cristianas cuyo fin es formar hombres y mujeres, adultos y jvenes
comprometidos al servicio de la Iglesia y del mundo en cualquier campo de la
vida: familiar, profesional, cvico, eclesial, etc. Nuestros grupos son para los que
sienten una necesidad ms apremiante de unir su vida humana, en todas sus
dimensiones, con la plenitud de su fe cristiana y, de un modo especial, para los
que estn ocupados en asuntos temporales. Tratamos, pues, de realizar esta
unidad de vida, como respuesta al llamamiento de Cristo, dada desde dentro del
mundo en que vivimos (PG. N.3). Esta formacin, para llegar a un ideal tan
fuerte, no se puede apresurar, es lenta.
En Chile la dcada entre 1973 y 1983 se ha dedicado predominantemente a la
formacin de guas. Asesores y miembros: 14 folletos CVX, ejercicios, mini retiros,
jornadas de espiritualidad ignaciana, trabajos de verano, Mini Manila, misa
semanal, cursos de oracin, charlas, contactos internacionales, etc.
1
El sentido de la misin
La contemplacin del Reino: de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio nos
pone ante Jesucristo, que llama a todos a estar con l y trabajar con l para
extender el reinado de su Padre. Este llamado est en la base de la espiritualidad
CVX; es el impulso fundamental que la inspira, la razn de ser de ese nimo
valiente y generoso, el magis ignaciano, que ella quiere ver en sus miembros. En
su base estn los numerosos sgueme de Jess en los evangelios: a Andrs y a
Pedro, a Santiago y a Juan, a Lev, cuando estaba sentado en el mesn de su
negocio, y a los dems apstoles. Diversos sgueme que van marcando el
origen de la primera comunidad cristiana y que, a travs de los siglos, siguen
marcando el llamado a ser cristiano, que es seguir a Jess.
La misin en los Principios Generales
Los Principios Generales recogen este llamado cuando dicen: ...Dios se hizo
hombre, nacido de Mara, pare darse continuamente a todos los hombres e invitar
a todos los hombres a darse continuamente a l en Cristo y con Cristo. Despus
se refieren, en el nmero tres, a la finalidad de las comunidades CVX: la unidad
de vida como respuesta al llamado de Cristo dada desde adentro del mundo en
que vivimos. Se trata de preparar a los miembros para un apostolado eficaz,
especialmente en el ambiente diario, tratando de unir la vida humana, en todas
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LG 17, 33; AA 4. 5.
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en una visin integrada con el resto del mundo. Subordinados a este fin estn los
intereses particulares: los intereses de las ideologas, de los grupos, del orden
econmico, de personalismos caudillistas, etc. En cambio, los partidos polticos
son diversas formas de concebir esta bsqueda del bien comn del pueblo en una
nacin determinada.
Las CVX, en cambio, tienen un campo ms vasto, su fin es ms amplio: es la
misin de la lglesia, la Evangelizacin Integral.
a. Poltica como imperativo de todo cristiano
El que el campo de la misin CVX sea ms vasto e integral no significa en
absoluto menospreciar la poltica. La accin
poltica y la poltica misma son un
imperativo de todo cristiano. Nadie puede pretender ser cristiano y persona si se
desentiende de lo poltico.
Nadie puede decir yo me basto a m mismo, y los dems que se arreglen. El
Magisterio de la Iglesia en el Concilio Vaticano II, en la Constitucin sobre la
Iglesia en el Mundo (Gaudium et Spes), condenan tanto el negativismo come el
abstencionismo poltico. No podemos tener una actitud de rechazo frente a lo
poltico; esto va contra el sentir de la Iglesia. Tampoco se acepta una actitud de
abstencionismo poltico, postura que no es legtima para ningn cristiano. En otras
palabras, la accin poltica es obligatoria: para cada cual segn su propia
vocacin.
b. La poltica de partidos en las CVX
1.- Como la Iglesia, la CVX no se identifica con ningn partido poltico. La Iglesia
rechaza el ser identificada con algn partido poltico. Desde fines del siglo XIX,
ha habido catlicos en Chile que mezclaron a la Iglesia con las disputas
polticas. Por los aos treinta del siglo XX una carta enviada por el entonces
Secretario de Estado del Vaticano, Eugenio Pacelli, quien despus fue el Papa
Po XII, aclara la situacin. Iba dirigida a los obispos y catlicos de Chile,
sealando que la Iglesia no debe identificarse con ningn partido poltico.
Tambin seala que los que tienen la representacin del servicio jerrquico, los
obispos y sacerdotes, no deben militar ni hacer campaas por ningn partido.
La CVX, sin identificarse con los intereses de los partidos polticos, ha de estar
abierta a cualquier modo de concebir el bien comn que sea compatible con la
visin cristiana del ser humano y de la sociedad.
2.- La CVX sirve a la poltica y los partidos polticos formando ciudadanos slidos,
2
3
cristianos ntegros, con una experiencia fuerte del Seor.
3.- La CVX debe preparar a sus miembros para el servicio pblico: como
profesionales eximios (Magis). La CVX est preparando ciudadanos, est
contribuyendo al bien comn de la nacin. Est haciendo esa gran poltica que no
se identifica con un partido determinado.
4.- Relacin de CVX con los militantes de diversos partidos polticos. CVX debe
abrir sus puertas a los catlicos de todas las posiciones polticas concordes con la
doctrina catlica. La Conferencia Episcopal de Puebla excluye como no
concordes con la visin cristiana a:
- el capitalismo liberal como sistema que atenta contra la dignidad de la
persona humana, que engendra estructuras injustas, que vive en
atesmo prctico, que cultiva la idolatra del lucro y del dinero.
- el colectivismo marxista, el anlisis marxista, la ideologa marxista.
- la doctrina de la seguridad nacional por ser totalitaria, por atropellar la
dignidad de la persona humana, porque no se armoniza con la visin
cristiana del ser humano.
5.- Tambin en CVX existe una limitacin adicional que responde solamente al
orden de la prudencia: se pide que los dirigentes de un partido no sean los
dirigentes-mximos de la asociacin. Ello para no dar cabida a confusiones
involuntarias. Y para mantener una necesaria pluralidad de opciones.
6.- CVX debe ser lugar de encuentro, dilogo, respeto; de caridad, y de altura
de miras para los que piensan distinto. Un lugar donde se puedan amar los unos
a los otros en un dilogo enriquecedor.
Es un error nefasto querer hacer coincidir el bien comn de la nacin con la
postura de un partido especfico. Hay que considerar que los partidos polticos
estn formados por personas que viven una historia, que se equivocan, que son
limitados. CVX cree que lo importante es posibilitar el dilogo de los que piensan
diferente pero coinciden en lo fundamental; el bien comn del pueblo desde la
perspectiva de Cristo y su Misin, cosa que para nada excluye que se dialogue
con los agnsticos y no creyentes.
CVX cree que de ese dilogo brotar algo mejor. Algo que puede tener ntima
relacin con su misin evangelizadora integral: un mejor servicio a todos que har
posible que en al pueblo se den condiciones ms humanas, ms ricas para vivir el
Evangelio. De lo dicho se desprende que no hay oposicin alguna en trabajar en
poltica y en CVX, mas an es deseable. Por qu? Porque el trabajo poltico,
3
4
para ser cristianamente llevado, necesita mucha fuerza evanglica, mucha fuerza
espiritual, mucho desposeerse de egosmos, mucho discernimiento para saber
distanciarse de posturas apasionadas. Y para eso, hay que estar muy unidos al
Seor y tambin crecer en un ambiente de dilogo. As se purifica el trabajo
poltico, no se lo distorsiona, no se convierte en algo absolutista y autoritario.
Este campo de lo poltico pienso que para los laicos tiene mucha trascendencia y
amplitud.
7,- La CVX -siguiendo al Papa y a Puebla - ensea a mirar mas all de las
realizaciones y aspiraciones de los partidos polticos de hoy, procurando - sin
irrealismo - aportar a la CIVILIZACIN DEL AMOR. Civilizacin del amor que, en
cierta manera, es una utopa, pero en el sentido rico de la palabra. Utopa no es
sinnimo de lo contradictorio, de lo que no tiene sentido. En griego, utopa
significa lo que no se da todava en este lugar, pero que siempre nos impulsa y
nos mueve a seguir avanzando hacia lo alto. Lo utpico es la fuerza dinamizadora
de la esperanza. Lo que nos impulsa a buscar ms y ms. En este sentido, la
civilizacin del amor es utpica. Slo la vamos a vivir plenamente en la Patria con
mayscula. Pero tenemos que irla viviendo y acercndonos a ella en nuestro trajn
de esta vida. Y CVX se suma a este esfuerzo.
8.- La crisis de nuestra Patria no es fundamentalmente una crisis econmica ni poltica. Es
mucho ms honda, mucho ms amplia. Es la crisis de los valores cristianos fundamentales.
Crisis del sentido de la dignidad y del respeto al otro. Crisis de la justicia por no vivir la
regla de oro: querer para los dems lo que quisiera para m. Es una crisis muy honda. Por
eso, la obra del cambio poltico no puede hacerse sin un cambio, una conversin profunda
que implica volver a los valores ms fundamentales a los cuales apunta la evangelizacin
integral.
EGOCENTRISMO Y TRINIDAD
Mini Retiro CVX, 2 Julio 1994
Les propongo, como materia de reflexin para esta maana de retiro, el tema
Egocentrismo y Trinidad.
Ciertamente es un tema actual, siempre presente, porque el egocentrismo est
en nosotros, lo llevamos dentro, nos sale al encuentro y ataca todos los das.
Turba nuestras relaciones con los dems, con nosotros mismos y con Dios.
Nos inquieta y entristece, nos hace vivir en competencia con los dems y nos
asla. As logra quitarnos la paz y la alegra.
Pensemos en algunas de las formas que puede tomar, y que de hecho toma, el
egocentrismo en m y en mi vida:
2
Cuando aqu hablamos de egocentrismo no pensamos en estas formas ms
fuertes, ms daadas del yo, y que resultan ms dainas a otros, cuales son el
orgullo, la soberbia y la arrogancia: el egocentrismo es un yosmo, un volver y
re-volver la atencin y el cario sobre s mismo ms de la cuenta.
Races del egocentrismo
Todo vicio es la exageracin de una fuerza positiva, constructiva, que se nos
dispara, produciendo dao a uno mismo y a los dems. As sucede con el
egocentrismo.
Porque somos criaturas de Dios, tenemos un valor intrnseco que estamos
llamados a reconocer, valorar, agradecer, amar y ponerlo al servicio de Dios y
de los dems. Dios pone en nosotros un sano amor a nosotros mismos que
llamamos autoestima y que nos mueve no slo a reconocer nuestra propia
dignidad, sino a conservarla, aumentarla y defenderla, si fuere preciso. El
aprecio de la propia dignidad es la autoestima justa porque el mismo Dios nos
ama y estima y nos llama a alegrarnos y gozar por ser sus hijos. Esto nada
tiene que ver con soberbia y arrogancia, sino con la verdad de lo que somos.
Recordemos que somos criaturas hechas a imagen y semejanza de nuestro
Dios Trinidad, lo que indica una accin de la Trinidad en nosotros, no slo all
al inicio del crear a Adn y Eva, sino ahora en cada uno de nosotros. Este amor
a nosotros mismos es reflejo del impulso del Espritu Santo, el lazo gozoso del
amor entre el Padre y el Hijo. Es natural y bueno que nos gocemos y vivamos
en paz y agradecidos a Dios por esto. De esto se trata cuando hablamos de
tener una buena autoestima. Cada uno tendr la suya particular, porque todos
somos diferentes. Y, a la vez, sentiremos nuestra autoestima personal como
necesitada de la de todos los otros, porque somos partes de un Todo mayor,
en el que nuestra riqueza es sumarnos y no anularnos unos con otros.
Pero esta es slo una cara de la medalla y no la verdad completa. Porque
tambin es verdad que nuestra naturaleza est herida, debilitada, oscurecida,
deformada y esclavizada por el pecado. Respira valores contaminados que la
daan, conspirando con el mal en el mundo, con el demonio y los enemigos del
hombre y de Dios. Por eso, nuestra autoestima muy fcilmente deja de estar
fundada en la solidez de la verdad y busca crecer a expensas de los dems.
Les robo algo para acrecentarme yo. Dejo de verme en la justa relacin a Dios,
a los santos, a los dems hombres, a la creacin entera. Como un sapo que se
infla absorbiendo aire, as me engrandezco a base de cosas que no poseo o de
deseos fantasiosos carentes de sustancia.
3
Si miramos la Trinidad, nuestro suelo original, siempre presente, descubrimos
que la grandeza de ser persona consiste, no en acaparar para s (Fil. 2, 3 11),
sino en darse al otro. Padre, Hijo y Espritu Santo viven en la eterna donacin
del uno al otro, en un permanente darse y recibir. Lo que constituye como
persona al Padre, fuente sin origen, es el traspasar todo su ser al Hijo. Y lo que
a ste lo constituye como persona divina es no tener nada propio, sino recibirlo
todo del Padre y devolverlo en el amor, que es el Espritu Santo. Viven en
comunidad, en familia, entregndose todo.
Esto rige tambin en el proyecto trinitario de hacer de nosotros una familia de
hijos en Cristo. La Trinidad est volcada a amarnos, respetarnos, servirnos, e
invitarnos a vivir con ellos y como ellos. Somos la pasin de la Trinidad. Dios
necesita de nosotros porque nos ama apasionadamente! La Trinidad es la
unidad en la humildad, en el salir de s. Nosotros llevamos esta huella trinitaria
como regla de vida. Por eso, el egocentrismo nos hacer sentir tristes, solos y
disminuidos. En cambio, nos realizamos y estamos alegres cuando vivimos en
comunin gozosa y servicial.
Est en la raz misma de Dios el no ser egocntrico sino amor comunitario. Y
as nos ha creado. Ninguna persona de la Trinidad se centra en s, sino vive
para las dems y esto se hace visible en Cristo, que es la Trinidad hecha
visible, manifestada. Los invito a buscar la Trinidad cuando contemplen
cualquier misterio de la vida de Jess: predicando, sanando, alabando al
Padre, sufriendo rechazos, muriendo en la Cruz o resucitando de entre los
muertos En cada uno de esos misterios est la Trinidad en accin, si la
sabemos mirar.
En los misterios del Glgora: all est Jess crucificado y muriendo, el Padre
transido de dolor y el Espritu Santo dndole fuerza para dar la vida por sus
hermanos y amigos (He 9, 14). Toda la Trinidad solidaria en el dolor!. Lo
mismo podemos contemplar en el gozo de la Resurreccin, en la maravilla de
Pentecosts, en la vida de la Iglesia naciente. Y tambin hoy, en todas partes
y en cada momento. Es preciso aprender a dejarnos alegrar y contagiar por la
fuerza creadora, salvadora y resucitadora de la Trinidad.
_____________________
Textos que nos pueden ayudar: Rom 12, 1 21; 1 Cor 12; Fil 2, 1 11; EE
58 y 59.
TEOLOGIA DE LA MISION
Junto con esto el Concilio dijo a la Iglesia que ella no poda misionar sola como si
fuese la nica enviada - sino que tenia que dar testimonio de Cristo, en unin con
sus hermanos cristianos separados (Unitatis redinteqratio) en profundo respeto,
dialogo de dar y recibir, y activa colaboracin con los hermanos creyentes de otras
religiones (Nostra aetate).
Desarrollo de la misionariedad desde el Concilio
Los aos de maduracin y asimilacin conciliar no han hecho sino acrecentar,
expandir y hacer ms difana la responsabilidad misionera de toda la Iglesia.
Ayud mucho a esto la Exhortacin Apostlica Evanqelii Nuntiandi del Papa
Paulo VI, que recogi la preocupacin y los trabajos del Snodo de Obispos de
1974 y que procur dar respuesta a estas tres preguntas honestas y acuciantes:
*Que eficacia tiene en nuestros das la energa escondida en la Buena Noticia?
*Hasta dnde y cmo esta fuerza evanglica puede transformar verdaderamente
al hombre de hoy?
*Con qu mtodos hay que proclamar el Evangelio para que su poder sea
eficaz?" (EN 4).
Renovadas por el Concilio y guiadas por Evanqelii Nuntiandi las Conferencias de
los Obispos del Asia, del frica y de las tres Amricas han impulsado la
renovacin post-conciliar en base a la tarea misionera y evangelizadora de toda la
Iglesia, de todos y de cada uno de sus miembros.
Es sabido que el leit-motiv de Puebla fue evangelizacin: Puebla se pregunta por
las races del Evangelio en nuestro continente, precisa el contenido de la
evangelizacin desde el punto de vista de la verdad sobre Jesucristo el Salvador
que esperamos; la verdad sobre la Iglesia Pueblo de Dios al servicio de la
.
comunin; la verdad sobre el hombre y su dignidad. En seguida, respondiendo a
la pregunta qu es evangelizar?" afirma el carcter universal de la misin y que
le pertenecen los mbitos de la cultura, la religiosidad popular, la liberacin y
promocin humana, el mundo de la sociedad y la poltica. Presenta a los
evangelizadores como formando una red de comunin y participacin en la cual
interactan la Jerarqua, la' vida consagrada y los laicos. Atribuye especial
importancia a la familia, a las comunidades eclesiales de base, a la parroquia y a
la Iglesia particular. Presenta todo el quehacer habitual de la Iglesia - la liturgia, la
catequesis, la educacin - como un dilogo de comunin y participacin para la
evangelizacin. Finalmente Puebla opta por que todo este esfuerzo evangelizador
vaya marcado por dos opciones preferenciales: por los pobres y por los jvenes, y
que para ello busque actuar con los constructores de la sociedad pluralista tanto
nacional como internacional.
Hay en esto una paradoja ya que tal vez nunca la Iglesia haba tenido una visin
tan rica y tan lcida de su responsabilidad misionera; y sin embargo vivimos una
situacin muy difcil respecto a los resultados. Se da una contradiccin enorme
entre la lucidez que ha ganado la Iglesia acerca de su carcter misionero y los
logros alcanzados, que son frgiles y comparativamente escasos.
Hemos hablado mucho de evangelizacin: hay documentos excelentes... Pero
esta misma abundancia destila en nosotros una sospecha. Porque cuando se
habla mucho de una cosa suele ser seal de que algo no anda bien. Cuando
las cosas marchan bien, sin problemas, la gente trabaja, produce y est
contenta. Qu ha pasado y qu pasa con la evangelizacin?
La verdad es que estamos en una crisis, que es antigua y tiene origen en
nombres solemnes que evocan esas fuerzas demonacas que aparecen en la
cartas de San Pablo: "elementos del mundo" (Col 2, 8), "principados",
"potestades" (Ef. 1, 21). Slo que en nuestra era moderna y post-moderna sus,
nombres son racionalismo", "positivismo", "secularismo", "nihilismo",
"consumismo". Son demonios viejos, que se especializan en fabricar mudos y
sordos. Tratan de hacer enmudecer a los creyentes, quitndoles el valor de
anunciar la Buena Nueva de Cristo; y distraen hacia otras cosas a los
potenciales oyentes del Evangelio convirtindolos, de hecho, en sordos
espirituales. Demonios viejos, que nacieron y se criaron en la Europa de los
siglos pasados y que se han esparcido y estn actuando desde hace tiempo por
todo el mundo.
fan al Espritu.
--Adems de divididos y temerosos ante el Concilio, hemos sido inconstantes. No
nos cuesta mucho trabajo hacer declaraciones y escribir documentos. A veces nos
entusiasmamos con lo que hemos escrito. Pero "otra cosa es con guitarra". Otra
cosa es dar a conocer con constancia, con amabilidad, con paciencia y con
pedagoga la teologa conciliar sobre la misin, y no cejar hasta que ella prenda en
las mentes y en los corazones. Pero no basta que sea conocida y aceptada. Es
necesario que nos convirtamos a ella y la vivamos. Una cosa no se conoce hasta
que no nos cambia la vida. Pero ni siquiera aqu hemos alcanzado la meta. Porque
para vivir de verdad la dimensin misionera de la Iglesia, es preciso que no nos la
guardemos para nosotros sino que - recordemos las parbolas de la perla y el
tesoro! - llenos de gozo la traspasemos a muchos otros, los cuales, a su vez,
repetirn este ciclo a otros ms.
Esto es lo que nos ha faltado en estos aos del post-Concilio y que nos falta
tambin hoy, cuando interpelados por el Santo Padre, estamos en vsperas de
comenzar nuestra Gran Misin de Santiago.
La mirada a la historia de por s no resuelve los problemas del presente, pero
ayuda a situarlos. Lo' que hemos dicho sobre los demonios antiguos y malficos,
que han apresado y deformado el dinamismo evangelizador de la Iglesia, nos sirve
para entender que se trata de un mal muy hondo y difuso, que requiere de
conversiones no solo personales sino tambin estructurales: cambiar la visin del
mundo, renovar los valores, fortalecernos ante los desafos, convertir nuestro
desnimo y desconfianza en operatividad llena de esperanza.
El aporte de Redemptoris missio (RM)
La encclica Redemptoris missio es un nuevo llamado al valor misionero y un
exorcismo contra estos viejos demonios que habitan en nuestros corazones y en
las estructuras de la Iglesia y del mundo moderno. Es un regalo excelente, que nos
refresca el aire, expande horizontes y nos estimula con fuerzas nuevas a dejarnos
tocar por el Evangelio y as partir a evangelizar.
En su diagnostico sobre la realidad misional de la Iglesia, se abre con esta
constatacin descarnada, lejos de todo triunfalismo,. : "La misin de Cristo redentor
confiada a la Iglesia, est an lejos de cumplirse. A finales del segundo milenio
despus de su venida, una mirada global a la humanidad demuestra que esta misin
se halla todava en los comienzos y que debemos comprometernos con todas
nuestras energas en su servicio". El Papa invoca a San Pablo, poniendo en la
conciencia de toda la Iglesia, su Ay de m si no predicara el Evangelio! (RM 1).
Esta nota de urgencia es lo primero y principal que hemos de recoger de la
encclica. Es de alta calidad doctrinal, pero no pretende tanto hacer un nuevo
aporte doctrinal a la eclesiologa y misionologa de la iglesia, tan enriquecida por el
5
El Papa polaco lanza esta frase desafiante a los pueblos ricos: si quieres luchar
contra el hambre, cambia tu estilo de vida, indicando a los pueblos ricos que para
convertirse en hermanos de los pobres, es necesario volver a una vida ms austera
que favorezca un nuevo modelo de desarrollo, atento a los valores ticos y
religiosos. La actividad misionera lleva a los pobres luz y aliento para un verdadero
desarroll mientras que la nueva evangelizacin debe crear en los ricos, entre otras
cosas, la conciencia de que ha llegado el momento de hacerse realmente
hermanos de los pobres en la comn conversin hacia el "desarrollo integral"
abierto al Absoluto" (RM 59. Citando a Paulo VI en Populorum progressio)
Misin y laicado.
La misin y el modo de hacer la nueva evangelizacin estn ntimamente
vinculados al modo de entender la Iglesia. Cuando yo era nio haba una
concepcin muy clerical de la Iglesia y los misioneros eran los Padres capuchinos o
redentoristas que venan al fundo; todos los dems ramos los misionados. La
Accin Catlica era definida como "la participacin de los laicos en el apostolado
de la Jerarqua"; lo que equivala a decir que slo los miembros de la Jerarqua
hacan el apostolado como cosa suya propia. Los laicos lo hacan slo en
prstamo de la jerarqua y su sacramento del orden, y no tanto en base del
bautismo y la confirmacin. Con una teologa as era de esperar que los laicos
fuesen dependientes de los sacerdotes y que estos se sintieren llamados a
conducir, mandar, dar rdenes.
Ese modelo verticalista y autoritario de la Iglesia el Concilio lo sustituy por el
modelo de Pueblo de Dios peregrino. Hay autoridad y Jerarqua en la Iglesia, pero
en conjuncin con todos los dems fieles. Ante el estupor que suscita en nosotros
el hecho de que en la Iglesia venimos de la Santsima Trinidad, en ella y con ella
vivimos y misionamos, y hacia ella como a nuestra Patria definitiva caminamos, lo
que primero resalta de nuestro ser es: la dignidad comn del ser y del quehacer
comn de todos como cristianos. En otros trminos lo primero y ms de fondo es
nuestro sacerdocio comn, que hace de todos un Pueblo de sacerdotes, profetas y
reyes. El sentido de la fe y los carismas son dones del Espritu de Cristo que
surgen del sacramento del bautismo y crecen con la vida cristiana alimentada en la
Iglesia con la Palabra y los dems sacramentos. El sacerdocio jerrquico es
llamado tambin por el. Concilio "sacerdocio ministerial", indicando as que toda su
funcin es de servicio: se ordena al sacerdocio comn de todos los fieles, a
alimentarlo, acrecentarlo, dinamizarlo, guiarlo.
En este modelo de Iglesia "Pueblo de Dios", la primera pregunta que surge al tratar
de la misin no es: Qu es lo especifico que puede hacer solo un cura y qu es
aquello que caracteriza la accin de un laico por comparacin al cura? No se niega
que esta pregunta, llegado el momento, pueda ser no solo til sino tambin
necesaria. Dentro de una Iglesia que se auto-comprende como "Iglesia Pueblo de
Dios, misionera en la comunin y la participacin" (Christifideles laici), la pregunta
primera es la ms directamente relacionada al Reino: Qu podemos hacer por el
Reino? Cules son los grandes desafos que todos juntos, cada cual con sus
dones y gracias particulares, hemos de acometer?
8
CONCLUSION
Les he presentado una panormica de las luces y las sombras que ofrece hoy la
situacin de la Misin en la Iglesia. La mirada a la historia - a nosotros que
estamos empeados en una nueva evangelizacin y en realizar , para ello una
9
Gran Misin en Santiago - nos alecciona a que trabajemos con hondura, con
constancia, con la sabidura que da Dios a los que no se apoyan en el brillo de las
ideas ni en entusiasmos pasajeros sino en la gracia. Ser misionero eficaz es
ponerse en sintona con el Espritu para ir a donde Cristo quiere ir, a los que El
quiere, como El quiere, a la velocidad que l - no nosotros - estima conveniente.
A esta luz podemos responder a las preguntas que dejamos planteadas al
comienzo de porqu la misin nos dinamiza y fascina. Al estar creados en Cristo y
ser llamados a vivir conformes a l, "ser-para-la-misin es el constitutivo
existencial ms hondo de nuestro ser de hombres y de cristianos, ya que el HijoEnviado es todo para la misin recibida de su Padre. Esto explica porqu tambin
nosotros encontremos tanto gozo, tanta plenitud en la misin, en el ir con "el
Enviado" a anunciar la Buena Noticia al mundo. Como para Jesucristo, la misin
es nuestro alimento, el agua que apaga nuestra sed. Por la misin vivimos y nos
desvivimos. Por esto "trabajar por el Reino", "servir en misin", son trminos que
ponen en nosotros vigor, alegra, fuerza, esperanza. Mientras que lo contrario - la
sensacin de que "nadie nos contrate" - nos sabe a desaliento y tristeza.
Ser misionero hoy es ir, no solos, sino con todo el Pueblo de Dios. No solo los
"agentes de la pastoral" (qu nombre horrible, como si fuera este grupo el que
conduce la vida de Cristo en Santiago) sino todos los catlicos. Pero tambin ir con
los evanglicos, con los que son o se han hecho ltimamente creyentes de otras
religiones. Esto, indudablemente, complica un buen poco las cosas. Pero nos pone
en una onda mucho ms evanglica.
Ser misionero hoy, como siempre, es ir con la Buena Nueva de la liberacin a los
pobres, a los jvenes sin rumbo en la vida, a los enfermos, a los que sufren.
Por ltimo, ser misionero de "nuevo ardor" es trabajar llenos de humilde
reconocimiento de que el Seor se sirva tomarnos a su servicio para ayudar a
hacerle hermanos suyos y nuevos hijos e hijas a su Padre de los cielos y a su
Madre Mara, Nuestra Seora. Y como es propio del sirviente humilde el cantar,
ser misioneros hoy significa hacer nuestro servicio con el corazn lleno de
agradecido amor, amor que irrumpe en un canto.
10
2
ideas Pienso en personas que puedan ir abriendo caminos con sus ideas y sus
compromisos por la sociedad y la cultura como don Enrique Alvear y don
Fernando Arizta, y otras que podramos tratar de descubrir en nuestro dilogo.
Cuando yo era estudiante jesuita estas personas eran Alberto Hurtado, Manuel
Larran y Helder Cmara, entre los curas pastores; Henri de Lubac y Karl Rahner,
entre los telogos; Leighton y Frei, entre los polticos de Chile y Konrad Adenauer
y Giorgio La Pira entre los extranjeros.
En esta misma lnea, conectmonos con las grandes figuras misioneras del
cristianismo: San Pablo, San Cirilo y Metodio, San Columbano, Santa Catalina de
Siena, San Francisco Xavier, San Toribio de Mogrovejo, Santa Teresa de Jess.
Los santos del cielo nos estimulan, nos muestran las virtualidades de la gracia
misionera de Cristo para la diversidad de personas, tiempos y situaciones.
Es central para ser buenos acompaantes espirituales que mantengamos vivo en
nosotros el ardor misionero. Sin esto no serviremos para ayudar a gente de CVX,
que tiene una vocacin esencialmente misionera. Si perdemos el ardor apostlico
se desdibuja nuestra propia identidad y caeremos en un "aburrimiento burgus"
que nos har vivir muy descontentos de nosotros mismos y de nuestro trabajo de
a.e.
Pero hay adems otra cosa. El a.e. no solo ha de tener fuerza misionera sino que
ha de poder encauzar al acompaado hacia posibilidades concretas de misin.
Necesita saber vincular a los acompaados con las necesidades. No se trata de
que l o ella sea una "agencia de empleos" apostlicos, pero s que puedan
sugerir personas o instituciones en que los acompaados concreten las llamadas
del Seor a la misin.
En cuanto a los acompaados/as
Lo fundamental es ayudar a que el acompaado viva y se mantenga en las
disposiciones de los Ejercicios Espirituales, que son la base de toda vida
apostlica: Sentido de la vida del Principio y Fundamento; reconocimiento de la
fuerza transformadora del perdn de Dios que se convierte para nosotros en
misin: Qu puedo hacer yo por Cristo?; continuar siendo tocado por Cristo Rey
que me llama a trabajar con El; adhesin a su Bandera en la libertad del tercer
binario.
Ayudar al acompaado a creer con fe muy honda que Dios lo necesita y que
quiere y puede darle un trabajo apostlico importante. Tan importante, que en
todo el mundo slo l lo puede realizar: cada cual, dentro del maravilloso y
misterioso conjunto del plan salvador de Dios, es insustituible, por lo tanto,
imprescindible. Este es el leit-motiv de Christifideles laici: "Id tambin vosotros a
mi via" (Mt.20, 3-4). La via es el mundo entero que debe ser transformado por
nosotros en vista de la venida definitiva del Reino de Dios. No hay nada que
dinamice ms la generosidad que el saberse llamado por una persona que
admiramos y saberse necesario para realizar cierta obra, el sentir que "no
estamos ociosos", que somas tiles para una obra de conjunto tan maravillosa.
3
Ayudar a que el acompaado cultive una espiritualidad del Cristo total; que
busque conocer, amar y servir a Cristo en todos los hombres y mujeres,
particularmente en los ms necesitados. Esto permite vivir una unidad entre la
amistad con Jesucristo y el servicio apostlico a los dems.
Esta espiritualidad del Cristo total, del Cristo Cabeza-miembros, del Cristo que
marcha con el Pueblo de Dios, ofrece una base slida para la magnanimidad y, al
mismo tiempo, para la humildad del apstol. Es Cristo, en efecto, el nico Apstol
del Padre en todos nuestros apostolados personales. El apostolado es uno por su
origen (Cristo), por la fuerza que lo impulsa (el Espritu Santo), por la institucin
visible que lo dirige (la Iglesia) y por la meta a que tiende (el encuentro con el
Padre). Este es el cuadro teolgico de la "Contemplacin del Llamamiento" y de
las Banderas (EE 91-98; 136-147).
Existe en la Iglesia la ms honda solidaridad apostlica de todos, hasta el punto
que podemos decir: lo que haces t lo hago yo"; "lo que hago yo, lo haces
tambin tu" (1 Cor 12, 12-31). Esto purifica nuestro apostolado de la enfermedad
de mirarnos de forma narcisista a nosotros mismos.
Esto crea, a su vez, un estilo de compaerismo en las tareas del Reino que es
muy fascinante y hondamente evanglico. Es la igualdad en el trabajo a la que
Cristo llama a todos: "trabajar conmigo... en la pena y en la gloria" (EE 95).
Esta unidad de todos en el nico Apstol, Cristo Jess, el miembro de CVX est
llamado a vivirla de forma ms explicita dentro de la Comunidad CVX. No solo en
la comunidad base - la pequea - sino en la regional, la de todo Chile, la del
mundo entero (PG 7: "lazos comunitarios"). El acompaamiento espiritual en CVX
ha de tener en cuenta esta riqueza Por este motivo lo recuerdo aqu. Es preciso
crear este "sentido de cuerpo CVX", que refuerza la identidad y concentra y
multiplica las fuerzas para la misin.
Porque el Cristo de la espiritualidad ignaciana es el Cristo del Reino y de las
Banderas; el Cristo que sale a recorrer ciudades, aldeas y campos para llevar a
todos el amor y la fuerza de Dios Padre, el acompaamiento espiritual que se da
en CVX debe llevar a ser contemplativos en la accin, privilegiando que cada uno,
como cristiano, est llamado a realizar los gestos, palabras y acciones que imitan
ms de cerca los gestos, palabras y acciones de Jess en su anuncio del Reino.
En la tradicin ignaciana el dicho del Padre Jernimo Nadal de ser
"contemplativos en la accin" se aplica como primer analogado a la accin
apostlica. De ah pasa en sentido derivado - en cuanto que todas las actividades
del cristiano son hechas en el Seor y acrecientan su obra "sea que comamos sea
que durmamos, somos del Seor" - y slo en sentido derivado, a las dems
acciones.
Las alegras del apstol (Lonce de Grandmaison, Ecrts spirituels I, 303-304).
4
"Siete es el numero indicador de plenitud: Todo el amor brota de las siete llagas
de su corazn. El apstol tiene alegras en plenitud. Siente a veces que Dios se
sirve de l: su palabra es escuchada, comprendida, operante.
5
Es la "alegra perfecta" de San Francisco de Ass. El apstol ve y siente que l
se ha fatigado, que ha hecho lo que est en su mano, todo lo posible,...y que el
resto toca a Dios... Que no hay ms que Dios y que l queda desnudo y pobre a
imagen de Jess sobre la Cruz"
El Buen Trabajo
Desde hace tiempo, la fundacin Trabajo para un Hermano ha estado
empeado en promover la idea del buen trabajo. Se entiende por tal un trabajo
2
que rinda no slo en trminos de rentabilidad y eficacia, sino primero y ante todo,
en trminos de crecimiento en humanidad.
El buen trabajo es el que brota de un corazn espiritualmente motivado y, por lo
tanto, alegre. Es el que es capaz de desarrollar la imaginacin y hacernos admirar
lo que producimos. Es el que abre nuestras manos para ayudar y unirnos con
otros. Es el que, por encima del valor econmico o artstico de la obra, valora al
operario que la realiza y descubre en todo trabajador un atisbo del misterio del
Dios que trabaja tanto en servicio nuestro.
El Dios trabajador
Tal vez nos choque la expresin Dios-trabajador. En nuestro lenguaje la palabra
trabajador nos evoca la imagen de un hombre o una mujer encorvados sobre la
lnea de montaje de una fbrica o con los pies hundidos en el fango.
Espontneamente no la asociamos ni con el gerente ni con el proyectista de una
empresa. Ni menos con el arte del pintor o el msico, ni con esos artistas del
desarrollo social que son los polticos. Y menos la asociamos con Dios.
No obstante, la Biblia pinta continuamente a Dios trabajando y nos narra los
trabajos de Dios. La creacin es su primer trabajo, completado en siete das (Gen
2, 1-3). El Salmo 104 (103) es un poema sublime al Seor que trabaja en el
universo
El Dios creador no es un trabajador solitario. Crea conjuntamente con la sabidura,
que es como su acompaante danzarina y juguetona (Prov. 8, 22-31). Y para el
Nuevo Testamento la creacin y la conservacin del universo es siempre accin
de las tres personas de la Trinidad Santa; que crea al hombre a imagen y
semejanza suya, dejando en todo la impronta del Cristo pascual (Jn 1, 1-3; Col 1,
15-20).
El Dios de la Biblia trabaja con gozo y se admira de la belleza y bondad de sus
obras: Vio Dios cuanto haba hecho, todo estaba... muy bien (Gen 1, 31). Es
cercano a la creacin y toda ella refleja su gloria y hermosura (Sb. 13, 3-7).
Todo lo que Dios hace es para el hombre, para que ste viva y sea servido en sus
necesidades: le hiciste seor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti
bajo sus pies ( Sal 8, 7). Es un amante tenaz de sus creaturas; busca como un
pastor a las ovejas perdidas, venda a las heridas y con amor misericordioso las
sana.
Los treinta aos de Jess en Nazaret, .como carpintero e hijo de carpintero,
son la encarnacin ms convincente de que Dios es un Dios-trabajador. En .sus
tres aos de vida pblica realiz otro gnero de trabajo, el de anunciador del
reinado del Padre, y lo hizo recorriendo todas las ciudades, campos y aldeas de la
Palestina con un celo y una dedicacin infatigables. Jess es el signo proftico de
cmo el Padre trabaja por conducirnos a Su Reino. Su Pascua, hecha de muerte y
de gloria, nos muestra que el aspecto doloroso de todo trabajo termina finalmente
en alegra y triunfo
La resurreccin, junto con la ascensin a los cielos, abren a la materia - cantera
sobre la cual se ejerce el trabajo humano - y a todo el universo material una gran
perspectiva de gloria y esperanza: la de ser liberada de su caducidad y participar
en la gloriosa libertad de los hijos de Dios (Rm 8, 20-21).
3
Esto nos anuncia no slo que llegaremos a los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra
purificados y santificados por nuestro trabajo, sino que reencontraremos all las
obras mismas que hayamos creado, aunque infinitamente mejoradas.
AO IGNACIANO
La Trinidad en
San Ignacio
"Alegrndome en ser de
todas tres"
La mstica de la Trinidad acompaa a Ignacio de Loyola desde
su conversin hasta su muerte e imprime un sello
caracterstico a su espiritualidad. Al celebrar 500 aos de su
nacimiento y 450 de la fundacin de la Compaa de Jess,
este artculo recorre su itinerario espiritual destacando la
accin de la Trinidad que lo impulsa a l y a la Compaa a
amar y servir en todo a Dios nuestro Seor. El autor es doctor
en teologa y actual asistente del Superior General de la
Orden, padre Peter-Hans Kolvenbach.
AO IGNACIANO
Mstica trinitaria
de amar y servir
En junio de 1537 los compaeros
reciben en Venecia la ordenacin
sacerdotal y hacia finales de
octubre, dada la imposibilidad de
pasar a Jerusaln, se encaminan
a Roma para ponerse a las rdenes
del papa. Ignacio viaja a pie
por la va Casia con Fabro y Lanez.
Ha pospuesto ta celebracin
de la primera Misa, para poder
hacerlo el da de la Navidad en la
baslica de Santa Mara Maggiore.
En los ltimos meses haba experimentado
muchas gracias y consolaciones
espirituales, "de aquellas
que sola tener cuando estaba
en Manresa" y rogaba a la Virgen
"que lequisiese ponercon su Hijo".
Fue entonces cuando al llegar ai
lugar llamado La Storta, y entrando
en una capillita para hacer
oracin, sinti un profundo toque
de Dios n su alma "y vio claramente
que Dios Padre le pona
con Cristo, su Hijo" (A 95 y 96).
La frase un tanto enigmtica
"ser puesto con su Hijo" nos la
aclara el Padre Lanez: A Ignacio
le pareci "ver a
M H H Bi Cristo con la cruz
alhombro, y, junto
a l, el Padre
que le deca:
'Quiero que tomes
a ste por
servidor tuyo'. De
este modo que
Jess lo tom
diciendo: "Yo
quiero que t nos
sirvas1. Por esta
razn, cogiendo
gran devocin a
este santsimo
nombre, quiso
que la congregacin
se llamase
Compafa de
i m H Jess" (Lanez
FN II p. 133)
La visin de La Storta es a la
vez una aceptacin, una confirmacin
y una misin, no slo de
Ignacio como individuo sino del
entero grupo de am igos en ei Seor
y de lo que en l est germinando.
Al pedir "ser puesto con su Hijo"
Ignacio ruega a Nuestra Seora
por todos sus compaeros. El
Padre y Jess se dirigen a Ignacio
y en l a todos sus amigos. Es la
aceptacin del ofrecimiento hecho
en Pars y que ahora los tiene
casi a las puertas de Roma. Tambin
loconfirman, animndolos en
su propsito de ser servidores de
AO IGNACIANO
La pedagoga trinitaria
de Ignacio
Ignacio senta que Dios le
enseaba como un maestro de
escuela ensea a un nio (A 27).
Este Dios es para l el Padre, el
Hijo y el Espritu Santo, las tres
personas de la santsima Trinidad.
En los Ejercicios, la obra
maestra de su pedagoga espiritual,
procurar que el ejercitante
se sienta tambin conducido por
la Trinidad. La anotacin 15-cuando
Ignacio alienta al queda Ejercicios
a que "deje inmediatamente
obrar al Criador con la criatura, y a
la criatura con su Criador y Seor"
-es una reminiscencia de esa
escuela divina de Manresa. Esta
va "es ms conveniente y mucho
mejor".
Poco se ha reparado en el gran
marco trinitario en que se inserta
el arco de las cuatro semanas de
Ejercicios. Es el marco de los
smbolos trinariosde la liturgiade
ios primeros siglos de la Iglesia.
No podra sarde otra manera dado
que los Ejercicios son re lectura
personalizada de la historia de la
salvacin. La primera semanatrata
de lo que se atribuye al Padre, que
es la creacin en general y el
hombre en particular, dejando un
lugarangelesydemonios. Cristo
aparece desde el fin de la primera
AO IGNACIANO
121
Hace unas semanas un joven me pregunt: "Qu puedo hacer para ayudar a la
Iglesia, que est tan desprestigiada, que dice y hace cosas tan mal, que por esto
tanta gente se burla de ella y la denigra?".
No se me ocurri sino decirle: "Renuvate t mismo; nete ms a Jesucristo;
profundiza la amistad con l. Porque t eres la Iglesia. Cambiar t es lo que est
en tus manos. Si das pasos en esto, Cristo brillar ms en tu rostro. Esto es
renovar la Iglesia".
La amistad con Jesucristo en los EE
De los EE se dice que son "para vencer a s mismo y ordenar su vida, sin
determinarse por afeccin alguna que desordenada sea" [EE, 21]. Pero si vamos
ms a fondo en ellos, se ve que detrs de este objetivo todo el asunto gira en torno
a la amistad con Jess. As los EE sugieren que el ejercitante converse con Cristo
en cruz "como un amigo habla a otro" (54). Apuntan a "que el mismo Criador y
Seor se comunique con el ejercitante abrazndolo en su amor y alabanzapara
disponerlo as por la va que mejor podr servirlo adelante" [15]. No se cansan de
pedir la gracia de crecer en un conocimiento ntimo del Seor a partir de la
contemplacin de todos los misterios de su vida para ms amarlo y seguirlo [104].
En una palabra, amistad en crecimiento siempre mayor.
Entienden esta amistad como "comunicacin de las dos partes"; como un dar y
darse; como un acompaarse y estar juntos, como trabajar juntos; como
reconocerse como don proveniente todo de Dios, con la entrega total del "Tomad,
Seor, y recibid" [231-237].
La amistad con Jess en la Biblia.
Los recientes estudios de la Biblia han meditado mucho el tema de la amistad de
Jess. En los evangelios sinpticos el dinamismo del encuentro con Jess exige
de parte nuestra un amor incondicional. La entrega de Jess a su Padre y a
nosotros es sin reservas; tambin lo es su llamado a seguirlo y preferirlo sin
reservas (Mt 10, 37). El texto de Lc 14, 26 es de una exigencia radical sin paralelo
en el judasmo. Se trata de una de las expresiones ms fuertes que Jess tiene
de s mismo. "Dado que habla, acta y es como Dios, Jess quiere ser amado
como l. Se trata aqu de un amor que supera el plano del amor paternal o filial"
(Peter Hnermann, Cristologa, (1997), Herder Barcelona, p. 454-463)
Este amor tan radical, que separa de los lazos de la amistad y la sangre, crea una
nueva familia de hermanos. Pero en los evangelios sinpticos su relacin con
Jess no es de "amigos colegas", no es paritaria, porque l es el maestro, ellos
los discpulos. La amistad es concebida como discipulado. Jess se les entrega
sin reservas y los ama; les da su Espritu que les otorga la fuerza para amar y ser
discpulos hasta la muerte. Este don del Espritu es presencia en ellos de Jess,
el dador, que los impulsa a ir creciendo siempre en el amor.
El evangelista Juan da un paso ms. La hora de la muerte, que es la hora de la
glorificacin, hace de los discpulos ms que discpulos, hace de ellos amigos "No
hay amor ms grande que dar la vida por los amigos. Sern amigos mos si hacen
lo que les mando. Ya no los llamo ms siervos, porque un siervo no est al
corriente de lo que hace su amo; los llamo amigos, porque les he comunicado
todo lo que he odo a m Padre" (Jn 1, 15). Con esto Jess est diciendo que en
su entrega a la muerte es tal su amor e identificacin con nosotros, pecadores,
que la asimetra del discpulo se convierte en la simetra de la amistad: "si hacen
lo que les mando".
La amistad con Jess confiere a los discpulos la misin del Maestro (Jn 17,18;
20,21). Llevaran a cabo las mismas obras que l, e incluso mayores (Jn 14,12).
Reciben el mismo gozo que Cristo (Jn 15,11), y obtienen, desde l, acceso
incondicional al Padre (Jn 16, 26). Su ser y el de Cristo, estn definidos por una
reciproca insercin (Jn 17, 26).
El seoro de Cristo se revela en una amistad verdaderamente incondicional y
escatolgica, que excluye toda relacin de servidumbre. La amistad de Cristo
supera aquella dialctica entre el amo y el esclavo, entre el seor y el siervo...
Ahora es el Seor quien, por amor al siervo, se encamina a la muerte y asume el
"trabajo de la Pasin" (labor passionis, con el matiz de un parto que lleva una vida
nueva).
Sin usar la palabra "amigo", san Pablo dice lo mismo: "Ya no soy yo quien vive,
sino que es Cristo quien vive en mi. La vida que ahora vivo...la vivo por mi fe en el
Hijo de Dios, que me am y se entreg por ml" (Gal 2, 20). Los creyentes estn
destinados por Dios Padre a reproducir "los rasgos de su Hijo, de modo que ste
fuera el mayor de muchos hermanos" (Rm 8, 29)...Quien se une al Seor, "lo dice
la Escritura, sern los dos un solo ser" (1 Cor 6, 17).
La amistad de Jesucristo es prenda de que nuestra vida tiene sentido y que lo
seguir teniendo mas all de la muerte. A la vez nos da la esperanza en la
salvacin de todos aquellos a los que estamos unidos en la vida, as como la
esperanza de que el mundo tambin participar de ese destino eterno
(Hnermann, 456-458).
El acompaamiento espiritual
Por extraa paradoja, nuestra cultura masificada y consumista necesita crearse espacios para
lo religioso y lo espiritual. En el comercio hay tiendas cuyas vitrinas ofrecen barritas de
incienso, tabletas para la oracin y toda suerte de estatuitas, imgenes y amuletos. Por
mucho que nos guste desentendernos de la parte institucional y comunitaria de la religin, lo
religioso sigue ah firme y est para durar. No hay caso, somos un animal religioso,
aunque a veces procuramos ocultarlo llamndonos indiferentes o agnsticos. Lo que no
quiere para nada decir que seamos creyentes, porque la fe es cosa de un conocimiento de
otro orden. Es natural que en este ambiente haya renacido el inters por los guas espirituales
y que la gente busque gurs, maestros, directores o, simplemente, acompaantes en el
camino hacia Dios.
Desde hace un tiempo la Iglesia ha enriquecido su enseanza sobre el acompaamiento
espiritual. Diversos carismas eclesiales han profundizado el tema y el Concilio y los Papas
han respaldado esas bsquedas. Hoy da sabemos con mayor claridad cul es el objeto del
acompaamiento espiritual. Es una ayuda una entre tantas otras y slo una ayuda - para
que el cristiano crezca en su capacidad de percibir y responder con fidelidad a las mociones
o llamadas del Espritu Santo, para construir as la Iglesia y una comunidad ms fraterna en
todas las esferas de la existencia humana sobre la tierra.
Ayuda a que cada uno aprenda a vivir segn la propia vocacin personal y la propia
misin. Trata que seamos fieles a la gracia, lo que significa no ir a la zaga ni tampoco
adelantarnos a la accin de Dios en nosotros. Ir a la zaga, quedarse atrs, es pereza,
cobarda, falta de docilidad.
Adelantarse presuntuosamente es otro modo de infidelidad. Lleva a orgullo, soberbia,
produce conflictos y, finalmente, defrauda. Es lo que San Juan de la Cruz, en "La Subida",
llama los pecados capitales interiores: soberbia, avaricia espiritual, gula de consolaciones,
envidia, lujuria de los placeres divinos, etc.
Ambos extremos no slo daan al individuo sino al crecimiento y bienestar del cuerpo de
Cristo que es la Iglesia. Tal vez una crtica que merezca la pastoral de estos ltimos
decenios es que hemos dado mucha doctrina, pero no hemos ayudado a los fieles
suficientemente a vivirla.
Los grandes textos conciliares, las mayores y ms orientadoras encclicas, las pastorales
episcopales y las mas inspiradas homilas pueden quedar en el papel, en nivel terico y no
pasarse a la prctica, sin esta ayuda del acompaamiento espiritual. "Cuando la Iglesia
1
vive plenamente a la altura de su misin no solo ensea a sus miembros las diferencias
entre vino nuevo y aejo, y entre corazones de carne y de piedra, sino que tambin ayuda a
preferir el vino nuevo y a que... sus vidas queden marcadas por corazones de carne'
(William Connolly, S.J., La direccin espiritual: meta y principios, Cuadernos de
espiritualidad ignaciana 3, Santiago, Junio 1980).
Esto es lo que subraya Paulo VI cuando afirma en Evangelii Nuntiandi que la
evangelizacin es un mensaje que afecta a toda la vida: "La evangelizacin no sera
completa si no tuviera en cuenta la interpretacin recproca que en el curso de los
tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre
(EN 29).
El acompaamiento espiritual ayuda a que las personas puedan escuchar y responder mejor
a las iniciativas que Dios, mediante el Espritu de Cristo, est tomando en sus vidas. As
sus vidas se convierten en un dilogo vivo y amoroso con Seor, que los llena de fuerza y
de gozo. De este dilogo surgirn elecciones y decisiones concretas con inmensa fuerza
cristificadora.
Hasta hace relativamente poco tiempo el acompaamiento espiritual era considerado tarea
slo para sacerdotes y religiosos/as. Las cosas han estado cambiando y hoy se ofrecen
cursos de acompaamiento y Ejercicios en que se forman indistintamente laicos junto con
religiosos/as y sacerdotes. Todos ellos constituyen en la Iglesia un verdadero ministerio, a
cuyo ejercicio son en una ceremonia de envo. Ya pas el tiempo en que el
acompaamiento espiritual era considerado como algo obsoleto, prdida de tiempo, rareza,
cosa para novicias de convento de contemplativas.
Lo que no es, pero que se necesita y ojal nunca falte
Hay una serie de elementos que pertenecen al crecimiento espiritual y que un buen
acompaamiento los ha de fomentar. As, por ejemplo, que la persona est abierta a un
crecimiento humano integrado, dinmico, sano. Que sepa superar y sobrellevar sus taras.
Que esa fe germinal sea elaborada en una catequesis rica y vivencial (Evangelios). Que se
conozca la realidad psicolgica, cultural, econmica, social, de los hombres que lo rodean
a fin de poder desarrollar una capacidad de vibrar y ayudar. Que se adquiera un buen
conocimiento de la doctrina y de los interrogantes morales y doctrinales que lo acompaan.
Algn tipo de sistematizacin de estos conocimientos, lo que constituyen las muy diversas
teologas. Conocimiento y experiencia de modos de oracin, de normas sabias de ascesis y
de escuelas de espiritualidad. Estar atentos a los planes pastorales de la Iglesia.
Todo esto y mucho ms son ingredientes que entran en la formacin y crecimiento de un
cristiano. El acompaamiento espiritual debe tenerlos en cuenta y saberlos cultivar. Sin
estos elementos es difcil que uno pueda enfrentar con lucidez los difciles desafos del
2
La oracin es la actualizacin - de mil maneras y de muy diversos niveles de conciencia de esa presencia y ese dilogo entre el Seor y el creyente, que es la meta de la sabidura
espiritual. Ahora bien, por oracin contemplativa entiendo aqu no la oracin mstica, ni la
oracin que trabaja mucho con imgenes, ni la oracin fcil y reposada. La entiendo como
en los Ejercicios Espirituales: consiste en dirigir ante todo la atencin a la persona de
Jesucristo, a sus acciones y palabras, y no a los propios problemas y ansiedades. "Ver las
personas, or lo que hablan, mirar lo que hacen" (EE 106 108). Conversar como un
amigo conversa con otro (EE 109).
En la oracin contemplativa (tres cuartas partes de los Ejercicios!) no hay un concentrarse
sobre s mismo, sino un salir de s para llenarse de la presencia, de la vista, de la realidad
de Cristo y, en Cristo, de su Padre. Este tipo de oracin ayuda a que el centro de gravedad
del ejercitante se desplace de l mismo al Seor. Qu importa que yo est seco si el Seor
conmigo y ante m no est seco? Este tipo de cambio de actitud lo va produciendo el hbito
de la oracin contemplativa, del salir de s para centrarse en el Seor. Y lo mismo podemos
decir de otras debilidades nuestras: falta de amor, estrechez de mente, dudas, temores, falta
de celo apostlico.
Si el acompaante espiritual logra que el acompaado se descentre de s para centrarse en
el Seor, dir que importan todas mis fallas si el Seor ama con fuerza, tiene planes
maravillosos, no vacila, es valeroso, busca a las ovejas por todas partes? Al centrarse en el
Seor la persona se atrever a todo contando con El.
Cuando el cristiano entra en esta actitud de la oracin contemplativa, experimenta una
creciente plenitud: no la suya sino la del Seor. Su corazn se expande. Su fuerza crece.
Su mundo se agranda y vibra con todos los dolores y gozos, con todos los amores y
proyectos del Corazn de Cristo. Se sentir con nimo para estar con el Seor y servirlo en
la pena y en la gloria, en las cruces de la vida y en las resurrecciones: en las suyas
personales, en las de la Iglesia, en las de los hombres de todo el mundo.
As el papel del acompaante se ir haciendo cada vez ms discreto y respetuoso hacia su
acompaado. No querr crear ningn tipo de dependencia malsana hacia l; todo su afn
ser propiciar ese dialogo tan tremendamente eficaz y apostlico de la criatura con su
Creador y Seor. As l crece en madurez y libertad cristianas: conducido por el Espritu de
Cristo, camina en creciente libertad; que el Seor sea todo en l, y ste en el Seor.
Acompaamiento espiritual y el aconsejar
Lo dicho aclara la diferencia entre el acompaamiento espiritual y el dar consejos u
orientaciones. Tienen mucho en comn y el acompaar espiritualmente requiere con
frecuencia el aconsejar.
Entre los puntos en comn sealara: En ambas situaciones dos personas se juntan para
5
hablar sobre la vida del que ha pedido ayuda. Ambas buscan solventar problemas mediante
cambios de actitud personal. Ambas fomentan un proceso de crecimiento y de mayor
libertad, ms que recetas para salir del momento. Ambas requieren una mutua confianza de
los dos participantes.
Pero hay diferencias importantes entre ambas cosas. La ms fundamental es que en el
acompaamiento el "director" procura que sea el Seor quien conduzca a la persona. Su
papel es ayudarla a que se disponga a escuchar al Seor con la mayor libertad y
generosidad posibles. El aconsejar, en cambio, aunque procure llevar al otro a la apertura y
conduccin por el Espritu del Seor, se queda afuera del santuario interior de la persona,
de ese centro insustituible donde la persona decide y se encuentra con su Dios.
Esto muestra que son diferentes. Y es importante tener clara esta diferencia para encauzar
debidamente al dirigido. Por ejemplo, en la direccin espiritual el director debe promover
que el dirigido ponga ante el Seor sus temores, resentimientos, culpas, ambiciones y
esperanzas. Frente al Seor, el dirigido recibir aceptacin, sentido, luz y fuerza.
Quines necesitan de acompaamiento espiritual?
El acompaamiento espiritual, lo hemos visto, es una ayuda, pero no es la nica manera
cmo el Seor puede ayudar a una persona a crecer en santidad para su servicio y alabanza.
Hay personas buenas y activas en la Iglesia, que hacen mucho bien, pero que funcionan en
base a ideas morales fijas, devociones y consejos que reciben de otros. No se inquietan por
sutilezas y son incapaces de entrar en un proceso fino de discernimiento. Siguiendo a San
Ignacio, no hay para qu perturbarlos con esta inquietud, sino ms bien hay que dejarlos
que vivan con fruto lo que descansadamente puedan llevar (EE 18).
En cambio hay personas que perciben su vida como un seguir al Seor y caminar
estrechamente con El, peleando con l las batallas del Reino; perciben sus invitaciones y
tienen luchas internas, experimentan estados contrarios de consuelos y desconsuelos (EE
176: segundo tiempo). Estas personas son aptas y pueden aprovechar del acompaamiento
espiritual. Es responsabilidad nuestra, como educadores en la fe, el ofrecerles esta ayuda.
Cunto debiera durar el acompaamiento?
Un buen acompaamiento espiritual no tiene por qu durar para siempre o largo tiempo. En
la vida espiritual - lo expresa muy bien el P. Leonce de Grandmaison (Ecrits Espirituelles,
I, pg. 56) el acompaamiento es "moralmente indispensable" durante los aos de
formacin. Tambin cuando se empieza a sentir un nuevo llamado en una vocacin ya
seguida y aceptada. Lo mismo en una crisis espiritual o en perodos de fervor muy intenso.
Pero en la vida hay perodos tranquilos, mesetas de panorama ancho, donde el Espritu de
6
Cristo gua en forma fcil de reconocer su accin (EE 177: tiempo tranquilo). En tales
situaciones no se ve la necesidad de prolongar un acompaamiento espiritual en forma
artificial.
"Una buena direccin espiritual debera tender a disminuir la necesidad de direccin,
debera cimentar la confianza de la persona en su propia habilidad para reconocer la
conduccin del Espritu. Una buena direccin debera tambin eliminar la aversin a una
direccin espiritual buena, de manera que la persona no vacile en buscarla de nuevo en
cuanto sintiera que le sera til" (W. Connolly, op.cit., p.30).
El Da Nacional de CVX
Celebramos esta tarde nuestro Da Nacional de CVX. Lo hacemos como
Comunidad de Santiago, que rene en una gran familia a mujeres y hombres de
todas las edades. Nos sentimos unidos a los muchos hermanos y hermanas del
pas, que hoy da festejan la gracia de ser CVX. No nos olvidamos de los
miembros lejanos, que desde otras tierras se unen a nosotros. Somos unos 4.500
cristianos que en este Chile querido deseamos vivir a la ignaciana, ayudndonos
unos a otros a conocer, amar y servir al Seor.
Celebrar es una accin muy humana y muy profunda. Es estar alegres, pero es
mucho ms que el simple jolgorio. Primero que nada, celebrar es agradecer.
Agradecemos al Padre Dios tanto bien recibido: el regalo de Cristo en nuestras
vidas, que renovamos en cada Eucarista; la presencia de su Espritu en nuestros
corazones, fuente de nuestras consolaciones y testigo de nuestras luchas,
derrotas y triunfos; los compaeros de comunidad, reflejos cercanos y cariosos
del Padre siempre preocupado y cercano. De un modo muy especial
agradecemos al Seor por los recin llegados a nuestra comunidad nacional:
Gracias por venir a juntarse con nosotros! Gracias por lo que de nosotros
esperan! Gracias por lo que nos dan, en primer lugar el don de ustedes mismos!
Celebrar es tambin juntos pedir perdn. Ya lo hemos hecho, mirando a la
calle, de frente a la ciudad. Hemos pedido al Seor perdn por nuestros temores,
inercias, desorganizacin, superficialidad, faltas de generosidad y audacia. El
perdn nos hace renacer, nos llena de fuerzas nuevas, de esperanzas y de amor
para realizar los proyectos a los que el Seor nos llama.
Celebrar es tambin presentarle a Dios nuestros deseos ms profundos.
Menciono algunos que como CVX sentimos con mucha fuerza:
Desde hace tiempo buscamos definir y robustecer nuestra identidad y ser
capaces de expresarla en signos adecuados. Ahora bien, nuestro deseo ms
profundo, el que marca nuestra identidad, es vivir una vida de seguimiento radical
de Cristo, de santidad sin recortes; crecer en conocimiento suyo para que ms le
ame y le siga (EE 104). Para ello tenemos el medio formidable de los Ejercicios
Espirituales hechos a fondo, tomndonos el tiempo necesario para que maduren
en nosotros los procesos de Dios. Ellos nos ayudan a caminar conducidos por el
Espritu, a hacer el aporte que Dios nos asigna en la realizacin del reinado del
Padre, a plasmar a Cristo en nosotros y en el mundo.
Vivir as es vivir el deseo de santidad, que hoy muchos tienen. CVX no es nada
menos que esto: un camino para vivir el llamado que Dios hace a cada hombre y
mujer de ser santo. Nuestro camino de santidad CVX fue el que recorrieron
1
Estos aos con ustedes han sido para m muy felices. Les agradezco la acogida y
el cario que me han dado. Les agradezco su entusiasmo por hacer que la CVX
crezca, madure y sirva. Creo que ustedes lo estn consiguiendo y que el Seor
les regala deseos y fuerza para hacer mucho ms.
Agradezco especialmente a todos los Presidentes y a los miembros de los
Consejos con los cuales me ha tocado trabajar ms de cerca. Lo mismo, a las
personas que me pidieron acompaamiento espiritual o que los acompaara en
Ejercicios. Quiero decirles que han sido para m canales de muchas gracias.
Agradezco muy de corazn a la Carmen Montero, a la Juanita Zunino y a la
Graciela por su servicio eficiente y desinteresado. Igualmente a la Vernica,
Djamila, Mireya, Mnica y Alejandra, a Dante y a Octavio.
Agradezco a todos los jesuitas que han puesto su corazn y entusiasmo para
colaborar con CVX. Soy un convencido de que esta colaboracin - que apenas
est comenzando a dar los primeros pasos - traer bendiciones enormes para
todos en la lnea que apunta la Congregacin General 34 de la Compaa de
Jess.
Desde esta tarde el P. Fernando Salas s.j. toma el ministerio de Asesor. Lo asume
con su estilo personal, lleno de ideas y de entusiasmo. Lo felicito y quedo feliz de
que l sea el nuevo Asesor Nacional y Regional de CVX. Yo seguir sirviendo a
CVX en los meses que me deja libre la Tercera Probacin. Que el Seor los
bendiga a todos!
Jesucristo "para que ms le ame y le siga" (EE 104). Vivir en CVX es vivir una
vida de seguimiento radical de Cristo, de santidad sin recortes.
Para ello tenemos un medio formidable: los Ejercicios Espirituales hechos a fondo,
tomndonos el tiempo necesario para que maduren en nosotros los procesos de
Dios. Volv hace poco del Per, de un Curso-Encuentro de CVX. La mayora
eran jvenes. Haba gente de la ciudad y del campo; indgenas de la sierra y
del Maran. Estaban "todas las sangres" como escribi uno de sus poetas. Me
impresion ver cmo tantos de ellos estaban marcados por los Ejercicios de ocho
das hechos en perfecto silencio y mucha oracin. S que para muchos es difcil
encontrarse este tiempo, pero no sera posible continuar en la vida diaria, con un
acompaante calificado, los Ejercicios de 3 o 4 das, hasta completar el proceso
espiritual?.
3
liturgia, moral, Encclicas de los Papas, espiritualidad ignaciana, vidas de Santos
de la Iglesia. Todos tenemos que agradecer a las personas que han trabajado
para habilitarla y a los que han regalado libros. La lectura es un medio insustituible
de formacin. El Padre Hurtado invitaba a "leer libros de valor,leer tomando
apuntes, leer conversando con otros y discutiendo las cosas que encontramos,
leer tratando de que otros lean lo que nos ha hecho vibrar".
4) La misin nos exige que pasemos a la accin, sin quedarnos slo en palabras o en
eternos procesos formativos. Por esto, como ltimo desafo les presento la necesidad de
que nos organicemos mejor para servir mejor. Mientras en todo
orden de actividades Chile se organiza mejor, reina todava entre nosotros un
estilo demasiado "huachaca". Pienso en eventos mal preparados, publicidad
ineficiente. Pienso en cartas que no llegan a los interesados, y que si llegan, es
como si no se leyesen, porque a menudo los lectores no registran el mensaje
de la carta ni lo transmiten a quienes est destinado. Pienso en las personas de
CVX que no saben hablar, no se les oye bien porque no modulan las palabras, presentan
las ideas en forma confusa y desordenada.
Si queremos servir mejor, hemos de organizarnos y buscar ser eficientes. Una
Comunidad es un cuerpo estructurado, no una masa invisible, amorfa e inasible.
La organizacin requiere objetivos de largo y corto plazo, equipos de personas,
responsabilidad en el cumplimiento de las tareas asignadas a cada cual,
puntualidad, capacitacin, recursos econmicos, evaluaciones, dar cuenta de los
logros anuales a las instancias pertinentes.
De todo esto nos falta un buen poco. Por otra parte, estoy convencido que
vamos mejorando y que en adelante progresaremos an mucho ms. Porque
no estamos trabajando para una empresa cualquiera, sin importancia, sino para
servir al desarrollo y crecimiento del reinado de Dios, que es la mayor de todas las
empresas, la Empresa que da sentido a todas las dems empresas humanas.
En esta Eucarista pidamos al Seor la gracia de poder responder con
generosidad a lo que l nos pide. Como Mara, atrevmonos a decirle en todo que
S.
.
2
Gene Rooney, que se orden junto conmigo y que trabaja en Chile desde hace
muchos aos, es testigo de todo esto.
Tuve la alegra de que mi mam y varios hermanos y cuados me pudiesen
acompaar. La ceremonia estaba toda cuidadosamente planificada, hasta la
baldosa en la que uno tena que estar de pie. Como ramos tantos y en esos
tiempos no haba concelebracin, la Misa del da siguiente la celebr en una
mesa arrimada a la pared del tercer piso de la biblioteca, entre estanteras de
colecciones de revistas teolgicas. Naturalmente, la Misa fue en latn, vuelto yo
a la pared y dndole la espalda a mi familia. As se estilaba antes. Gracias a
Dios que hemos progresado!
La actividad sacerdotal
En mis 50 aos de sacerdote me ha tocado hacer de todo: catecismo, prdicas,
clases, escribir artculos, dar los Ejercicios Espirituales de 1, 4, 8 y 30 das;
celebrar Misas, a veces en idiomas que yo no entenda, confesiones, uncin a
los enfermos y acompaar moribundos.
La Compaa de Jess invirti mucho tiempo y el esfuerzo de muchos jesuitas
para formarnos durante largos aos. A todos ellos hoy mi agradecimiento muy
especial. Despus me toc devolverle la mano y ayudar a la formacin y al
gobierno de los jesuitas.
Me ha tocado animar personas y comunidades, procurar hacer las paces entre
los que estaban peleados; y participar en infinitas reuniones de todo gnero. No
es que estas reuniones a uno lo hagan muy feliz, pero son el medio menos
malo de avanzar sin estridencias y con participacin de los interesados en las
asociaciones religiosas y educacionales.
En estas cosas lo que ms me nace es acoger y escuchar. Una mezcla de
timidez y gusto por las personas me facilitan el hacerlo. De aqu que haya
pasado buena parte de mi vida acogiendo y escuchando.
La teologa, - el ver y gustar las personas y los acontecimientos desde la
mirada de Dios encarnado en Cristo en nuestra historia, - me ha fascinado toda
la vida. Ensear teologa, - sea en la Facultad o en prdicas y Ejercicios o en
comunidades de CVX o a nios de capillas o en simples conversaciones ha
sido para m algo muy querido. Es el gusto de hablar de lo que verdaderamente
importa, y que hace que todo lo dems tambin sea importante.
Momentos fuertes en mi vida de sacerdote? S. La Misa de todos los das.
La vivo como la gran Palanca que levanta y transforma el mundo. Es el
momento en que unimos nuestras voces dbiles y desafinadas al gran Canto
de alabanza que entona Cristo a nuestro Padre comn. Es el bao del perdn
divino que lava todas nuestras suciedades e impurezas. Es el impulso de
esperanza que nos hace seguir siempre luchando por un mundo ms justo y
ms bello. Es la fiesta donde el Padre Dios hermana a los que vivimos
desavenidos a causa de nuestras cegueras y superficialidades. Est distrado
o atento; solo o con mucha gente, sienta devocin o no la sienta, la Eucarista
3
es el momento central de mi vida sacerdotal, porque en ella amamos a Dios
con el amor hasta la muerte de Jesucristo y porque hace caer la lluvia de las
bendiciones divinas sobre la humanidad entera.
Otro momento fuerte de mi sacerdocio se da cuando puedo ayudar a alguien a
orar, a entrar en contacto amoroso con Dios. Es bonito escucharlos contar
como brotan de ellos ros de agua viva, de paz y alegra, de consuelo y gozo,
tambin en el dolor.
Igualmente, cuando acompao a alguien a crecer en la libertad cristiana,
cuando una persona a lo San Pablo da el paso a vivir conducida no por la
letra que oprime sino por el Espritu de Cristo que trae el amor, la valenta y la
esperanza.
Qu otro ms? S, cuando en nombre del Seor de las misericordias
reconcilio al hijo pecador con la Iglesia y con Dios. Cuando puedo abrir los
brazos y el corazn para decirle las palabras de Jess: Anda en paz. No
vuelvas a pecar.
Esperanzas a los 80
Se puede soar a los 80 aos? Yo pienso que s, y de hecho tengo sueos y
esperanzas. Les cuento algunas, que seguramente son tambin las de
ustedes, y as podremos juntarlas y presentrselas hoy al Seor.
Respecto a Chile. Nos acercamos al bicentenario. Cuando en 1991 regres a
Chile despus de 8 aos de ausencia, percib que mi pas ya no era el mismo,
que en cosas muy profundas haba cambiado. En muchas para bien y en
otras, a mi juicio, ha habido un retroceso o, al menos, una evasin.
De cara al bicentenario, quisiera que este Chile, borracho de consumo,
tecnologa y superficialidad, se despertara de su mona etlica y aterrizase en la
realidad de que somos un pas donde hay desventajas enormes para los
pobres y los indgenas, donde la educacin est injustamente repartida, donde
se cultiva un urbanismo de apartheid que segrega a los que en Cristo somos
todos hermanos e hijos del mismo Padre de los cielos.
Qu sueos tengo respecto a la Iglesia? Son los mismos del Concilio
Vaticano II y los de Aparecida. Como nos dice Aparecida, sueo con que, junto
con reconocer agradecidos nuestros progresos en el Evangelio, nos atrevamos
a admitir nuestros malos pasos, retrocesos, errores y cobardas. No podemos
quedar indiferentes cuando la familia ya no logra trasmitir la fe de los padres a
sus hijos. No podemos aceptar que tantos catlicos vivan en tan profunda
ignorancia religiosa. Sueo con que la Palabra de Dios reencuentre un sitio de
honor en las casas de las familias, en las escuelas, capillas y movimientos.
Cuando esto suceda, lo dems vendr por aadidura porque la Palabra de Dios
es penetrante y poderosa.
Y para la Compaa de Jess? Mi profundo deseo lo veo expresado en las
palabras con que Monseor Francisco Valds se refera al Padre Hurtado:
4
Que seamos un fuego que enciende otros fuegos. Que mediante los
Ejercicios Espirituales de San Ignacio demos a conocer a Cristo y ayudemos a
muchos a ser sus discpulos misioneros. Deseo adems que cada vez se haga
ms estrecha, verdadera y fecunda la colaboracin de la Compaa de Jess
con otros, con los laicos en especial. Y para que esto sea posible, ruego a
Dios que los que sienten que el Seor los llama a la Compaa, consideren
muy seria y generosamente este llamado, que para m personalmente ha sido
fuente de amistad con Jesucristo y de muchas alegras en el servicio de Dios.
Amn!
Este mes de octubre rene dos hechos importantes: el cierre del Ao Eucarstico y
la canonizacin del Padre Hurtado. Tiene algo que ver el uno con el otro? A
primera vista, nada; pero, si los miramos en profundidad, muchsimo. Porque el
Ao de la Eucarista no busca otra cosa que reavivar nuestra fe en la centralidad
de Cristo resucitado y que hagamos nuestra su Bandera (EE 136-147). Y al P.
Hurtado, su santidad toda entera le viene de Cristo por la Eucarista.
Hace pocas semanas el Papa Benedicto 16, al dirigirse a un milln de jvenes
reunidos en Colonia, les habl de la Eucarista y us reiteradamente las palabras
cambio (Wandlung), transformacin (Verwandlung) y conversin#
(Umwandlung), para decir que la Eucarista es la fuerza que cambia
radicalmente nuestras vidas y nuestro mundo.
Hacindose interprete de anhelos humanos muy hondos, el Papa les dice: Desde
siempre todos los hombres esperan en su corazn, de algn modo, un cambio,
una transformacin del mundo. Y este anhelo lo conecta con Cristo y la
Eucarista. En el Cenculo, dice, haciendo del pan su Cuerpo y del vino su
Sangre, Jess anticipa su muerte, la acepta en lo ms ntimo y la transforma en
una accin de amor, que desde el exterior es violencia brutal, pero que desde el
interior se transforma en un acto de un amor que se entrega totalmente.
El Papa medita ms a fondo este acto de amor, y dice: Esto es propiamente el
cambio que acaeci en el Cenculo y que estaba destinado a suscitar un proceso
de transformaciones cuyo ltimo fin es la transformacin del mundo, de manera
que Dios sea todo en todos (1 Cor 15, 28)...Este es pues el acto transformador
central, el nico capaz de renovar realmente el mundo: la violencia se transforma
en amor y, por tanto, la muerte en vida. Porque este acto de Jess cambia la
muerte en amor, la muerte como tal, desde su raz ms honda, est ya superada;
en ella est ya presente la resurreccin. En adelante la muerte ya no puede ser
la ltima palabra.
Recurriendo a la imagen de la fisin nuclear, afirma que la Eucarista lleva la
victoria del amor a lo ms ntimo del ser: Solamente esta ntima explosin del bien
que vence al mal puede suscitar despus la cadena de transformaciones que
poco a poco cambiarn el mundo.
Transubstanciarnos en Cristo
Tambin el P. Hurtado piensa en la transformacin del mundo y de nuestras
propias vidas. Su pregunta Qu hara Cristo en mi lugar? es un desafo de
2
cambio. Atae tanto al individuo como a la sociedad en todos sus niveles, al
mundo entero. Y esta transformacin l la vincula a la Eucarista. Confa que la
Eucarista producir un cambio radical, superior a todo lo imaginable, que nos
involucre a todos y a todo. Para referirse a l acua la expresin
transubstanciarnos en Cristo, palabra sacada de la teologa eucarstica.
Con ella significa una transformacin profunda, no slo en nuestra conducta
externa, sino en nuestro mismo ser, en lo hondo de nuestro corazn, y que desde
ah trasforme las costumbres, la sociedad, el mundo entero. Es lo que pide a una
multitud de jvenes en un desfile de antorchas en el Cerro San Cristbal: Ser
apstol significa transubstanciarse si se puede decir as en Cristo. Otras
veces expresa esta misma idea con palabras equivalentes como transformarnos
en Cristo, convertirnos en Cristo, ser otro Cristo1.
Con el trmino transubstanciacin la teologa medieval afirma que en la Misa, por
las palabras del sacerdote que representa a Cristo, el pan y el vino pasan a ser el
cuerpo del Cristo Resucitado, se convierten en el Cristo Resucitado. Los dones
ofrecidos, y con ellos los que los ofrecen de corazn, dejan de ser lo que son y se
unen al Cristo glorioso y viven de su vida, se convierten as en l, se unen a su
dinamismo redentor, glorifican al Padre, cuya gloria es el bien de la humanidad.
Es lstima que por siglos esta palabra haya sido entendida tantas veces slo
hasta mitad de camino. La gente slo se pregunta por lo que le sucede a la
sustancia del pan y del vino cuando son consagrados. Dicen, y con razn, que
estos elementos, pese a permanecer en su apariencia tal cual, dejan de ser pan y
vino y se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo. En lo ms profundo de su
ser - en su sustancia - el pan ya no es pan, ni el vino es vino, sino el cuerpo y la
sangre de Cristo. Pero esa gente llega hasta ah, y no buscan ms all ni ven la
inmensa fuerza transformadora del mundo y de ellos mismos que tiene la
transubstanciacin.
Pero el camino completo de esta palabra quiere llevarnos ms all. Los
sacramentos nos los da Dios para nuestro bien. Lo principal de la Eucarista no es
que el pan y el vino se conviertan en Cristo, sino que nosotros nos transformemos
en l. Santo Toms de Aquino nos ensea a rezar para la comunin: Haz que
reciba no slo el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, sino lo que stos hacen y
significan. Qu es lo que la eucarista hace y significa? Que nosotros seamos de
Cristo, que nuestro ser sea el Suyo: Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive
en m (Gal 2, 20). Y si todos vivimos en l, todos formamos un mismo cuerpo,
respiramos la comunin de un mismo Espritu (koinona), pertenecemos a una
sola Iglesia y Dios es el Padre de todos.
Citamos siguiendo los Archivos del P. Hurtado. El primer nmero corresponde al del sobre; el segundo, al
del documento en ese sobre; el tercero, a la pgina del documento.Sobre 19, documento 26, pgina 2. Otros
textos de transubstanciacin: 2, 36; 19, 26; 41, 5; 50, 19. De transformarse en Dios (50, 4); transformarse
en Cristo: 68, 11. Unin a Cristo: (50, 3).
3
Es decidor el que, despus de haber intentado otros caminos, la teologa retome
hoy, ampliando sus horizontes, el trmino de transubstanciacin. No es un cambio
de cosas lo que se hace presente en el altar. No basta concentrarse en lo que le
pasa al pan y al vino. Lo central es el Seor resucitado, que se hace presente para
drsenos y transformarnos en l. Transubstanciacin significa nuestra
transformacin en el Cristo resucitado, unin a Aquel que hace nuevas todas las
cosas, que las transfigura, las transforma, las transubstancia por el hecho de
conducirlas a su ser o sustancia autntica, por recapitularlas en S para
conducirlas al Padre.
Un especialista del tema afirma: Es en el futuro de la nueva creacin y en la
transformacin densa, profunda de la realidad, que all acaecer, donde tendr
lugar la verdadera transubstanciacin del universo, de la realidad entera, de la que
es anticipacin en el tiempo y prefiguracin (real y no slo en figura) la
transustanciacin eucarstica. La verdadera sustancia de las cosas hemos de
buscarla no en el pasado, en los primeros pasos de la evolucin, sino en el futuro,
en la Nueva Creacin, aparecida ya y realizada en el Cristo Resucitado (M.
Gesteira Garza, La Eucarista, misterio de comunin (1983) 555).
En qu puede consistir esa transustanciacin en el Cristo glorioso? San Pablo
se refiere a la creacin nueva en Cristo como una transformacin de un cuerpo
humilde a un cuerpo de gloria (1 Cor 15, 51. 52), como irnos llenando de la gloria
del Seor, que es el Espritu (2 Cor 3, 18), como un deshacerse del hombre viejo
y un revestirse del nuevo (2 Cor 4, 16-18; Col 3, 10; Ef 4, 24), que lo mortal y
corruptible desaparezca y sea absorbido por la nueva vida en Cristo (2 Cor 5, 2-5).
San Juan expresa este proceso de transubstanciacin con la expresin pasar de
la muerte a la vida (Jn 5, 24; 3, 15-18; 1 Jn 3, 14). Este paso lo damos
escuchando la Palabra y alimentndonos del Pan de Vida: El que come mi carne
y bebe mi sangre, vive unido a m, y yo vivo unido a l;...el que come de este pan
vivir para siempre (Jn 6, 56. 58).
El Resucitado es el Crucificado. Por eso conserva sus llagas. l mantiene viva su
entrega de amor al Padre y a nosotros que lo llev a la Cruz: No hay amor ms
grande que dar la vida por los que uno ama (Jn 15, 13). Transustanciarnos en el
Resucitado significa por tanto que nos entreguemos a ese torrente de amor, que
en la medida de nuestra pequeez lo hagamos nuestro, que llevemos all nuestros
dolores, pecados y miserias para recibir consuelo y perdn, para que nuestras
vidas sean fecundas en frutos abundantes de amor y servicio.
La conversin de los dones apunta y exige la transformacin de las personas, que
no es menos honda y radical que la de los dones. Se trata de que en el Cuerpo de
Cristo, que es la Iglesia, seamos otros cristos, actuemos como Cristo, trabajemos
con los dems por el proyecto de Cristo de reunirle el reino al Padre. En otras
palabras, la eucarista slo ser de verdad tal, si nos cambia el corazn y nos llena
del pensamiento y el querer de Cristo.
4
La teologa de hoy ha redescubierto la dimensin csmica de la obra de
Jesucristo, el crucificado-resucitado. Por medio de l y para l Dios cre todas
las cosas (Col 1, 16). l tiene el primado tanto en el orden de la creacin como en
el de la salvacin (Ef 1, 3-14). Y porque la creacin se hace en la historia, hemos
de ver al Resucitado eucarstico metido a fondo en combatir las tinieblas de la
ignorancia, la injusticia, la deshumanizacin, y la desfiguracin de Dios (Jn 1, 3; 8,
12). La Eucarista no busca un intimismo desencarnado. S lleva a combatir con
Cristo contra la mentira y las injusticias. Es amor que se hace solicitud por todos.
Es compromiso de trabajar con l en pro de la creacin, liberndola de lo que la
desfigura y atormenta, a fin de que llegue a ser tierra gloriosa y libre de los hijos
de Dios (Rm 8, 21).
La Biblia nos dice que todo est llamado a ser transustanciado. No slo el pan y el
vino de las ofrendas, no slo los creyentes en Cristo Resucitado. La
transustanciacin es ley y destino para todo el universo: Vi un cielo nuevo y una
tierra nueva...Lo anterior ha pasado...Hago nuevas todas las cosas (Ap 21, 1.4.5).
Desde muy temprano los grandes pensadores del cristianismo miraron a la
Eucarista como la gran fuerza transformadora del hombre y todo el cosmos.
Ireneo de Lyon, por los aos 170, afirma que la ofrenda eucarstica tiene por fin
ltimo dar gloria al Nombre de Dios. Pero este nombre no es otro que Jesucristo,
que en la Eucarista da gloria al Padre y da gloria a los hombres. Los que
ofrecemos y recibimos el pan eucarstico, ya no somos mortales porque tenemos
la esperanza de la resurreccin, esperanza de la cual participa la creacin entera,
que acompaa al hombre en su destino eterno (Contra las herejias 4, 16, 6; 4, 18,
5; 5, 36, 1).
La eucarista es pues la accin de Cristo y nuestra por la que anticipamos la
transformacin definitiva y ltima de la entera creacin para gloria de Dios Padre.
La transformacin de los dones, su transustanciacin en Cristo y la nuestra con
ellos, realiza ya en primicias el destino ltimo del llamado de Dios a nosotros y el
universo. En el Resucitado eucaristizado estamos ya, pero todava no
alcanzando la meta final de la nueva creacin.
Que la eucarista tenga repercusiones csmicas, no significa que esto suceda sin
nosotros los hombres. Slo en la medida que nos cristifiquemos se cristificar el
mundo. Aqu no hay efectos milagrosos o automticos. La creacin entre tanto
gime y espera ansiosa que la liberemos de sus formas caducas y que la
hagamos participar de la gloria de los hijos de Dios (Rm 8, 20s). Esta es la lucha,
el combate que hemos de dar. La eucarista en el Resucitado es nuestra garanta
de que seremos valientes, fieles y generosos hasta, como Jess, dar la vida para
que demos frutos abundantes.
La eucarista dominical es nuestra Pascua, la fiesta en que la comunidad
celebra que nuestra vida est pasando a Dios Padre. Gracias a ella alcanzamos
nuestro ser (=sustancia) definitivos. En la expresin del Padre Hurtado, nos
transustanciamos en Cristo, para gloria de Dios Padre.
5
La Eucarista transformadora
Toda la espiritualidad del Padre Hurtado est basada en la centralidad de la
Eucarista, y en su fuerza transformadora: El Calvario ha sido siempre
considerado el centro de la vida cristiana . Esas horas en que Cristo estuvo
pendiente en la cruz han sido los momentos ms preciosos de la historia de la
humanidad. Por esas horas se abrieron las puertas del cielo, se confiri la gracia,
se redimi el pecado, nos hicimos de nuevo agradables a Dios. Ahora bien, la
Eucarista es la apropiacin de ese momento, es el representar, renovar, hacernos
nuestra la vctima del Calvario, y el recibirla y unirnos a ella. Todas las ms
sublimes ambiciones del hombre, todas ellas, se encuentran realizadas en la
Eucarista (50, 4)2.
La Misa es para el Padre Hurtado la oracin perfectsima: Tenemos nuestra
unin con Cristo y por Cristo con Dios en la comunin que es la corona de la Misa.
Tenemos nuestra unin mutua de caridad, al unirnos a Cristo a quien estn todos
unidos... (50, 3).
Pero l siente que la Eucarista es compromiso y tarea a convertirnos a Cristo y a
trabajar con l en la reconstruccin del mundo segn el evangelio: Esta
maravillosa presencia de Cristo en medio de nosotros debera revolucionar
nuestra vida. Ve que el mundo est cansado de palabras y que quiere hechos:
Quiere ver a los cristianos cumpliendo los dogmas que profesan.3
Esto lo lleva a exclamar: Oh, si furamos a la Misa a renovar el drama sagrado, a
ofrecernos en el ofertorio con el pan y el vino que van a ser transformados en
Cristo pidiendo nuestra transformacin! La consagracin sera el elemento central
de nuestra vida cristiana. Teniendo la conciencia de que ya nos somos nosotros,
sino que tras nuestras apariencias humanas vive Cristo y quiere actuar Cristo.
Y siguiendo la Misa aade: Despus de la comunin, quedar fieles a la gran
transformacin que se ha operado en nosotros. Vivir nuestro da como Cristo, ser
Cristo para nosotros y para los dems: Eso es comulgar! .
Glosando las palabras de la consagracin tom el pan, lo bendijo, lo parti, y lo
dio..., el Padre Hurtado quiere que cada uno se las aplique en su vida, que se
sienta pan de Cristo: tomados, pese a nuestra indignidad; bendecidos, lo
que significa que en sus manos valgo mucho, puedo mucho: valgo mucho! Con
su bendicin valgo lo que que l quiere que valga!; partido, gesto que nos invita
a unir nuestros dolores a los de Cristo para convertirlos en vida; y dado. De aqu
que cada uno de nosotros est al servicio del pueblo cristiano para darse.
Dejndome partir y dndome... en unin con Cristo (50, 22).
2
El P. Hurtado no alcanz a vivir la renovacin litrgica que desplaz el nfasis de la Cruz a la Resurreccin. Sin embargo su
pensamiento eucarstico respira por todos los poros unin y presencia al Resucitado y a veces lo explicita: La nica luz en la cual el
cristiano mira todo, es la luz de la eternidad, la luz de la Resurreccin bendita (Homila en los 25 aos de sacerdote de don Manuel
Larran, Obispo de Talca)
7
*Otro enfoque equivocado es ir a comulgar para pedir y obtener algo. En los
momentos difciles comerciamos con Dios. Y cuando no conseguimos lo que
pedimos, se nos producen verdaderas crisis, hasta la prdida de la fe. El Padre
Hurtado reacciona con enorme hondura a esta postura de muchos cristianos:
Qu distinta es la palabra de San Pablo: anunciaremos la muerte de Cristo hasta
que l venga! Llanamente, la Eucarista es para reafirmar nuestra fe en la
redencin de Cristo. No tanto para pedir, cuanto para profesar, agradecer, amar
(58, 15).
*Otra dificultad comn es la rutina, la poca o nula conciencia de lo que celebramos
y recibimos en la Misa, y que de hecho hace que saquemos poco provecho. En
esto el Padre Hurtado previene contra dos escollos: El de los que toman
demasiado a la ligera la preparacin que la Eucarista requiere y el de los que la
toman en forma inhumana.
Sobre los primeros dice: Unos... se lanzan a una vida sacramental meramente
rutinaria, confiados en el fruto del signo objetivo (ex opere operato), sin atender a
sus disposiciones personales interiores. Pero he aqu que se mecanizan..., no
perciben las gracias que esperaban haber debido recibir; ms an no salen de su
vida de pecado; y culpan de ineficacia al Sacramento (58, 15). Este error parte
de esperar frutos cuasi mgicos de los Sacramentos; esperar que se produzca
una especie de milagro en sus efectos. Pero Dios no acta as. l invita y quiere
que nos preparemos. El Sacramento es un alimento de la vida que existe y en la
medida que ella existe... El que recibe en gracia, recibe ms gracia... Sera pedir
un "milagro", tipo resurreccin de muertos, que un joven que no huye de las
ocasiones de pecado, que no cultiva su fe, ni su oracin, slo por la recepcin
mecnica del Sacramento se purifique (58, 15).
En palabras claras, inequvocas, concluye que para sacar provecho de la
Eucarista, necesitamos: Primero, llevar una vida interior seria: en gracia de Dios
y en correspondencia a la gracia y a las llamadas sucesivas de la gracia.
Segundo, aprovechar del Sacramento de la penitencia para crecer en gracia
mirndonos con los ojos de Cristo. Ms que para estar "en regla" hagmoslo para
humillarnos de nuestra pequeez, y para crecer, para expansionarnos a la
estatura normal de Cristo: mirarnos en sus ojos, juzgarnos por sus enseanzas.
Tercero, que procuremos crecer en el conocimiento interior de Cristo por la
lectura, conversacin seria, meditacin, oracin y por la prctica de la caridad.
Cuarto, que nos alejemos de lo que es anticristiano, antiesttico... La comunin
bien recibida nos ir empujando cada vez ms en ese sentido y de nosotros
depende corresponder a esos llamados para ir penetrando ms en el interior de
Cristo.
*El Padre Hurtado era ciertamente partidario de la Misa y comunin frecuente,
ojal diaria, pero con tal que no sea con una mira primariamente sentimental, ni
egosta, ni meramente rutinaria, sino en el deseo muy sincero de avivar la vida de
fe, amor, compasin con Cristo. El que lo come as vivir desde aqu vida eterna.
8
*Por eso dice al confesor que no empuje a ciegas, indistintamente a la Sagrada
Comunin. El ideal es que responda al nivel de su vida interior, al grado de su fe y
de su amor. Empuje a Cristo y que el amor a Cristo lo mueva a unirse a l en la
prueba mxima de su fe y de su amor. Esto no nos debe hacer caer en el otro
extremo de exigir una preparacin prcticamente imposible en la vida de comunin
cotidiana (58, 15).
Pedagoga activa
La pedagoga ignaciana es un camino activo que se lo aprende y se lo recorre
sobre todo hacindolo. Esto aparece desde el mismo titulo de "Ejercicios" y la
comparacin con los ejercicios corporales (1). Es todo lo opuesto a cavilaciones
etreas que no desembocan en nada, a discusiones tericas que no hacen a las
personas ms generosas y mortificadas. Es una espiritualidad en que el ser se
acrecienta con el hacer.
Busca "preparar y disponer el nima" para arrancar del corazn los apegos
desordenados. Pretende "buscar y hallar la voluntad divina" en la orientacin de
su vida (1). No se contenta con lindos sueos y deseos inoperantes. Va tras
objetivos: "hallar lo que buscan" (4).
Fiel a la verdad, primado de la afectividad.
La afectividad es lo ms valioso en la vida. Y tambin en la vida espiritual. Crecer
espiritualmente es crecer en el afecto efectivo a Cristo, ya que "afectarse" viene a
ser lo mismo que "apegarse" a El, "unirse" a El, desapegndonos - esto es,
desafectndonos - de los dolos, o sea, de los "afectos desordenados" que de El
nos apartan (1). En la vida espiritual no se trata de acumular muchos
conocimientos sino "de sentir y gustar de las cosas internamente" (2).
Porque es el amor el que penetra en el misterio de Dios, el que hace contacto con
El: cuando usamos de los actos de la voluntad afectando... se requiere de
nuestra parte mayor reverencia que cuando usamos del entendimiento
entendiendo". Esto vale particularmente en los momentos de coloquio ntimo "con
Dios nuestro Seor o con sus santos" (3).
De lo que finalmente se trata en los Ejercicios es que el ejercitante llegue a un tal
grado de docilidad y finura espiritual, que, sin necesidad de ser conducido por el
que los da, sea guiado inmediatamente por su Criador y Seor.
Ignacio lleva lo afectivo hasta el punto de pretender que sea Dios mismo quien se
comunique al ejercitante en un abrazo de amor y alabanza que lo disponga a
caminar "por la va que mejor podr servirle adelante" (15). En esta anotacin llamada la "anotacin mstica" - se muestra la meta afectiva de Ignacio. Pero,
como se desprende del texto, aun aqu el abrazo afectivo esta orientado al
servicio, fiel a su experiencia personal y a la mxima de que "el amor se debe
poner mas en las obras que en las palabras" (EE. 230).
Privilegiar lo afectivo no tiene nada que ver con emocionalismos irrespetuosos
de la verdad. Ignacio quiere que nos atengamos "fielmente a la historia" de lo
que vamos a contemplar o meditar. El entendido es que nos ciamos a la
verdad expresada en la Sagrada Escritura "con breve o sumaria declaracin"
2
CVX
DOCUMENTOS
Referencia: Boletn CVX Nacional. Ao 1992, n2. Chile.
Homila nuevo Asesor Eclesistico CVX Nacional P. Juan Ochagava SJ.
Como una gran Comunidad de Vida Cristiana, extendida desde el norte hasta
el extremo sur del pas, y que rene hombres y mujeres de diversas edades y
situaciones, celebramos hoy nuestro Da Nacional. Es el da en que
agradecemos a Dios todo lo que nos ha dado en el transcurso de este ao; en
que reafirmamos nuestra identidad espiritual y apostlica de ser en Chile una
comunidad al servicio del Reino; y en que pedimos la ayuda del Seor para
todos trabajar animosamente en las tareas que l nos pone delante.
De un modo muy especial agradecemos al Seor por los nuevos hermanos y
hermanas que se han integrado este ao a nuestra Comunidad en las regiones
de Chile donde est CVX. A todos ellos, y de modo muy especial a los nuevos
miembros de CVX de Santiago que aqu nos acompaan, los acogemos hoy de
todo corazn. Queremos transmitirles sin escatimar esfuerzos lo mejor de lo
que somos y tenemos: la vivencia de Cristo y la alegra de poder acrecentarla y
compartirla en comunidad, la espiritualidad ignaciana que nos alimenta y nos
ensea a caminar conducidos por el Espritu de Dios, nuestros anhelos, logros
y campos apostlicos, nuestros proyectos por mejorar siempre ms la calidad
de nuestra organizacin y de nuestra formacin en miras a una experiencia
comunitaria ms rica y a un mejor servicio. A la vez queremos decirles que
estamos abiertos a recibir de ustedes, nuevos miembros de CVX, lo mucho que
nos traen: ante todo, su apertura y disponibilidad para hacer camino juntos,
haciendo suyos los rasgos distintivos de nuestro modo y estilo de vida. Y
tambin lo indito de sus vidas marcadas por Dios, la fuerza de su juventud, su
cercana a personas de otros entornos que enriquecern a toda nuestra
Comunidad.
LA FIESTA DE LA PURSIMA
P. Juan Ochagava sj.
llena de su favor, pero sin que esto la haga ser menos criatura, menos mujer
pobre y sencilla (Hechos 1, 14).
Por esto los millones de nios, adultos y ancianos que aman a Mara y le llevan
flores, oraciones y lgrimas, no son unos devotitos sentimentales. Son personas
que perciben la fascinacin de Dios Padre por esa mujer en la que l, mediante el
Espritu Santo, realiza su pasin de estar con los hombres y de que su Hijo se
haga hombre, a fin de que todos vivamos para siempre la alegra de las bodas del
Cordero en el cielo nuevo y la tierra renovada (Apoc. 21, 1).
En esta fiesta de la Pursima celebremos nosotros lo que celebra Dios. Llamamos
a Mara la Pursima porque ella es todo amor y acogida a Dios y los dems. El
hecho de ser tan pura y tan bella, lejos de asustarla y alejarla de nosotros, dbiles
y pecadores, la acerca ms. As es el verdadero amor. Nosotros, egostas y
desconfiados, necesitamos que ella nos acoja cariosamente y que nos ponga con
su Hijo, para que l nos perdone y nos sane. Y as podamos amar y alegrarnos en
este Dios salvador que nos busca con lazos de ternura, con cuerdas de amor.
El Vaticano II
Por lo general un Concilio no crea sus ideas sino que las recoge de todas
partes, las discierne, las hace suyas y las propone a todos los fieles como caminos
a recorrer. La fuerza de un Concilio no viene tanto de los textos escritos sino de
las fuerzas vivas del Espritu de Dios, presentes ya desde antes en los hombres y
acontecimientos de la Iglesia y del mundo. Tengamos esto bien en cuenta al tratar
el tema de la colaboracin con los laicos.
Pero primero recordemos algunas de esas fuerzas anteriores al Concilio, y que le
proporcionaron el marco para abordar el tema de la colaboracin.
Recuerdo como uno de los momentos lgidos del Concilio el debate sobre la
Iglesia Pueblo de Dios. Fue una discusin larga y acalorada. Los opositores eran
fuertes: gente de la estructura jerrquica y verticalista del mando, personas de
formacin estrecha. Pero la marea conciliar a favor era tambin poderosa y mucho
ms convincente. Pesaba a su favor el exhaustivo estudio de Yves Congar
Jalones para una teologa del laicado como tambin los numerosos trabajos
bblicos y patrsticos sobre el Pueblo de Dios aparecidos por esos aos. Estaban
tambin las entonces llamadas teologas de las realidades terrestres, muy
ocupadas en la reflexin cristiana sobre el mundo. Adems hablaba por s sola la
experiencia de los movimientos laicales, tales como la Juventud Obrera Catlica,
las Congregaciones Marianas, la Accin Catlica, el Opus Dei,. Muchos Padres
conciliares sostuvieron con buenas razones que antes de hablar de la jerarqua se
tratase de lo que es comn a todos los miembros del Pueblo de Dios. Pienso en
hombres como de Smedt, Frinks, Lercaro, Suenens, Manuel Larran, Silva
Henrquez, Bernardino Piera.
Finalmente se tom la decisin de hacer un solo captulo para todo lo comn a los
cristianos. Considero que este nfasis en lo comn a todo el Pueblo de Dios
peregrino fue una de las decisiones ms importantes del Concilio. Fiel a la
consigna de Juan XXIII, subraya ante todo lo que nos une: un llamado, un
bautismo, todos sacerdotes, profetas y reyes y participando de diversa manera en
el nico sacerdocio de Cristo, todos llamados a la santidad y al apostolado, una
santidad para todos, no aislada sino en un solo y mismo Pueblo de Dios, salvacin
universal y que rene a todos aunque con distintos niveles de pertenencia,
principio de valorar la diversidad de las culturas e historias.
Este modo de ser Iglesia de colaboracin es un desafo para todos. Por esto el
Concilio recalca la necesidad del cambio y de la conversin de todos. El Decreto
2
(ChL 27). Todo esto slo es posible con laicos bien formados, despiertos y
comprometidos.
* Ser una Iglesia viva, fiel y creble que se alimenta en la Palabra de Dios y en
la Eucarista..
* Vivir nuestro ser cristiano con alegra y conviccin como discpulosmisioneros de Jesucristo.
* Formar comunidades vivas que alimenten la fe e impulsen la accin
misionera.
*Valorar las diversas organizaciones eclesiales en espritu de comunin.
*Promover un laicado maduro, corresponsable con la misin de anunciar y
hacer visible el Reino de Dios.
*Impulsar la participacin activa de la mujer en la sociedad y en la Iglesia.
*Mantener con renovado esfuerzo nuestra opcin preferencial y evanglica por
los pobres.
*Acompaar a los jvenes en su formacin y bsqueda de identidad, vocacin
y misin, renovando nuestra opcin por ellos.
*Trabajar con todas las personas de buena voluntad en la construccin del
Reino.
*Fortalecer con audacia la pastoral de la familia y de la vida.
*Valorar y respetar nuestros pueblos indgenas y afrodescendientes.
*Avanzar en el dilogo ecumnico para que todos sean uno, como tambin en
el dilogo interreligioso.
*Hacer de este continente un modelo de reconciliacin, de justicia y de paz.
*Cuidar la creacin, casa de todos en fidelidad al proyecto de Dios.
*Colaborar en la integracin de los pueblos de Amrica Latina y el Caribe.
*Que este Continente de la esperanza tambin sea el Continente del amor, de
la vida y de la paz!
Aparecida es una enorme cordillera, con cumbres muy altas de deseos! Los
deseos de Dios nunca son pequeos! Los deseos de Ignacio, salidos de los
Ejercicios, tampoco lo son: slo la Mayor Gloria de Dios, que equivale a decir
Toda la plenitud para la humanidad y la entera creacin.
1
FUNCION DEL GUIA: PLANIFICACION Y EVALUACION PERMANENTES (1993)
Introduccin
2
mayor fe, esperanza, amor, servicio. Han de ser un camino ms para nuestro
permanente redescubrir y reencantarnos con la Comunidad de Vida Cristiana,
CVX. Deben renovar en nosotros las grandes perspectivas del Principio y
Fundamento, la conversin, el seguimiento de Cristo a lo largo de toda su vida, la
esperanza pascual, la entrega de la Contemplacin para alcanzar amor. En ellas
ha de sobresalir la caridad, que es respetuosa, delicada, fiel, constante,
consoladora.
Para suscitar crecimiento, la planificacin y la evaluacin en CVX ha de ser
a la vez muy animosa ("grande nimo y liberalidad para con su Criador y Seor") y
muy realista. El nimo le vendr del Seor a travs de una intensa vida espiritual
que prolongue los Ejercicios. Tambin de las directivas de la CVX Mundial,
provengan stas de las Asambleas o del Presidente o del Asesor Mundial o
Nacional. El realismo ha de venirle de una muy detenida mirada contemplativa a
las necesidades y llamados del mundo que nos requiere, como asimismo a las
fuerzas con que contamos. Esto (significa en jerga ignaciana, que hemos de
realizar un muy serio discernimiento apostlico.
La planificacin y la evaluacin como todo en los EE - han de ser
personalizadas. Es decir, se han de adaptar a las fuerzas, llamados y
posibilidades de cada comunidad concreta. Puede, sin duda, ser algo que nos
dinamice, pero no algo que nos aplaste.
El medio' para esto es el discernimiento individual y comunitario: cuando
discernimos nos gua el Seor y El nunca nos sobrecarga.
La planificacin y la evaluacin de CVX han de ser eclesial. Es decir, han de
tener en cuenta las orientaciones marcadas por la Iglesia universal, por la del pas
y por la del Obispo local.
Como Guas de CVX hemos de estar atentos a estos aspectos y
caractersticas de nuestra planificacin y evaluacin permanentes.
3
que la etapa est por superarse.
Porque los objetivos y los medios son distintos en cada etapa, es evidente que
esto configura distintos puntos y diferentes medios de planificacin y de
evaluacin. Ya que lo que siempre ms importa planificar y evaluar es la claridad
y el logro de esos objetivos v medios.
Esto supuesto, hay sin embargo ciertas dimensiones generales que hemos
de tener .en cuenta como Guas.
2
sus fuerzas, sus impulsos, su alegra para vivir y trabajar.
(Aclarar la diferencia entre imitacin literal y trabajar segn el Espritu de
Cristo. Hablarles aqu del Prembulo para vivir la vida como Dios quiere que la
vivamos y Los tres binarios (EE 135 y 149-157). Tambin leerles de Alberto
Hurtado Siempre en contacto con Dios. Vivir bajo la accin divina).
El Dios de la Vida
No encontramos en ninguna otra religin del pasado o del presente una
afirmacin tan fuerte, profunda y amante de la vida, como la que hallamos en la fe
judeo-cristiana. La Biblia nos ofrece afirmaciones abundantes y muy bellas
acerca de lo que es la vida, su origen y fuente, el hombre como su centro y
principal depositario, el camino para vivirla bien (=la sabidura), la vida eterna.
El Dios Trinidad, Vida y fuente de la vida
El nombre personal de Dios YAHV, designa no solo la mera existencia (=Yo soy
el que es), sino una presencia viva y activa: Yo soy el que estar siempre con
ustedes para salvarlos (Ex.3, 14).
En el relato de la creacin se habla de Dios como de un plural: Dios crea por su
Palabra, que es Jesucristo; y por su Espritu, que se mueve poniendo orden en el
caos. De l brota la creacin y todos los seres vivos: vegetacin, animales,
hombre-mujer (Gen 1, 1-31). Al hombre-mujer le da el mandato de ser dadores de
vida en abundancia: tengan muchos, muchos hijos... (1, 28). En esto se
asemejan a El.
En los Salmos aparece reiteradamente la idea de que la vida la da Dios al
hombre: En Ti est la fuente de la vida (Sal 36, 9).
San Pablo, al inicio de sus cartas, alaba a la Trinidad, fuente de vida, de creacin,
de destino de vida eterna (1 Ts, 1 Cor, Gal, Col, Ef.).
San Juan ve a Dios en su eternidad como en dilogo amoroso con su Palabra,
vuelta hacia l y, a la vez, creadora y organizadora (Jn 1, 1-18). En otros textos
aparece el Espritu junto al Padre y el Hijo (Jn 14, 18-31; 16, 4-16).
3
San Ignacio en la Contemplacin para alcanzar amor, que es como un
compendio de la fe bblica -- nos presenta a Dios dndonos la vida y
conservndola con amor y delicadeza en cada momento. Nos invita a que en toda
vida reconozcamos a Dios trabajando para que esa vida exista y crezca siempre
ms. (Ejercicios Espirituales, 230-237).
Vida, muerte y resurreccin en la Palabra de Dios
Dios da la muerte y la vida, hunde en el abismo y saca de l (1 Samuel 2, 6).
Segn la antigua fe de Israel, al morir las personas continuaban viviendo en una
existencia oscura, disminuida, incomunicada. Fue bastante tarde, en el tiempo de
los Macabeos, cuando Israel lleg a la esperanza de la resurreccin de los
muertos. Y desde entonces, para ellos, la vida que da Dios nunca termina.
Cristo viene a que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Jn 10, 10). Este
concepto de la abundancia de vida, de gracia, de panes, de peces, de agua, de
Espritu, de dicha, de vino, de canto e himnos,. . . atraviesa toda la Biblia. As es
la vida que da Dios. Y es as, porque l es vida y amor superabundante.
Toda vida es santa: de aqu las purificaciones de las menstruaciones, el jurar
poniendo las manos sobre los genitales, el proteger la vida desde el feto.
La vida Dios nos la comunica por Cristo (Jn 11, 25; Rm 5, 10; 2 Cor 4, 10-11).
Convertirse a Dios es pasar de la muerte a la vida (Lc.15: hijo prdigo).
El destino final de todos y de todo es la vida eterna (Mt 7, 14; 18, 8-9; 19,16-17; Jn
3, 15; Rm 6, 22-23, etc.).
No slo no matar sino dar vida abundante
Slo a la luz de lo anterior podemos entender el dao que hay en el actuar contra
la vida. Pecar contra la vida es actuar contra Dios presente y trabajante en
nosotros, dndonos de lo que l es, dndonos vida. Pecar contra la vida es optar
por la esterilidad y la soledad amarga y amargante, ya que, por su raz trinitaria,
toda vida es social y sociable, un llamado a una comunin, a una fiesta eterna: la
Fiesta de la Vida.
Por esto el mandato de Dios es claro y preciso: No matars (Ex 20, 13), que
Jess lo hace an ms exigente: ...el que se enoje con su hermano, ser
condenado (Mt 5, 21-24). Jess ensea que el matar, la ira y el odio destruyen y
hacen dao a Dios y a los hombres. No solo el matar sino el agredir al otro sea
con golpes fsicos o con palabras injuriosas. En esta misma lnea Cristo prohbe la
venganza y exige a sus discpulos presentar la otra mejilla (Mt 5, 22-39) y amar a
los enemigos (Mt 5, 44). Lo que l pide es que demos vida.
La confirmacin ser el pacto por el cual ustedes se comprometen a acoger la
vida que Dios les da y a comunicarla en abundancia a otros en sus hogares,
ambientes de trabajo, vida sociala fin de que ellos tambin la disfruten y la
trasmitan a otros ms.
hacer. CVX rechaza toda forma de uniformismo impuesto por presin ambiental y
trata que sea el Espritu de Cristo, que sopla por donde quiere, el que seale a
cada uno de sus miembros el ritmo de su andar y de su darse a los dems.
Queremos pues que esta Jornada se desarrolle con los signos del Espritu:
-
del Seor,
Alegra, paz, confianza: que estos toques del Espritu de Cristo los acompaen.
Buen trabajo!
2
ayuda, el magis.
Estos tres puntos constituyen el ncleo embrional de la espiritualidad apostlica
que Ignacio aporta a la Iglesia de su tiempo y que la ensea por medio de los
Ejercicios Espirituales.
3
antes. De aqu que este texto, aparentemente tan conciso y descarnado, no
pueda ser comprendido sino a partir de la estructura general de los EE. Ya hemos
visto que el ncleo gentico de stos es la contemplacin del Reino, con su
Oblacin en miras a la eleccin. Lo que el PyF dice de la salvacin del alma y de
la indiferencia respecto a todos los bienes de la tierra no es otra cosa que la
actitud necesaria para elegir bien siguiendo a Cristo. Es un compendio muy
denso de la pedagoga espiritual del conjunto de los EE, y no se le puede
comprender sino a partir del llamado del Reino, que segn los antiguos
Directorios, tambin es llamado Fundamento. (Hugo Rahner, Ignatius von Loyola
als Mensch und Theologe, cap. 13, 251-312).
Para Ignacio slo Cristo puede ordenar nuestra vida (EE 53, 63). Slo en l
podemos alabar, hacer reverencia y servir a Dios. Slo l vive el magis hasta
el amor ms grande del dar la vida (Jn 15, 13). Por esto el elegir y desear lo que
ms nos conduce para el fin que somos criados se refiere, no a un deber neutro e
impersonal, a un imperioso deber ser, sino a elegir y desear con toda el alma a
Cristo, el Camino, Verdad y Vida, que nos conduce al Padre, que es el fin para el
que somos criados.
LA PRIMERA SEMANA
La Primera Semana de los EE, al igual que la primera predicacin de Jess (Mc 1,
15) se centra en el volver a Dios, en la conversin. Su dinamismo cristolgico lo
percibimos especialmente en los coloquios.
El primer Ejercicio acerca del pecado en la historia menciona a Cristo slo de
paso en el primer y segundo prembulo; y expresamente en el Coloquio. Pero en
la catequesis, la liturgia y la teologa de los tiempos de Ignacio estaba claro que el
pecado de los ngeles y de Adn y Eva tena como objeto a Cristo y que l es
nuestro Redentor. Por esto es para Ignacio tan obvio que en los Coloquios nos
dirijamos a l, ms que al Padre (EE 53, 65-71)
El Coloquio ante Cristo en cruz conmueve por lo vvido de esta mirada:
imaginando a Cristo nuestro Seor delante y puesto en cruzvindole tal y as
colgado en la cruz. Crea una relacin afectiva de intensa intimidad: como un
amigo habla a otro. Pasa de de un tono a otro: cundo.cundo, dicindonos
con ello que ante Cristo nos situamos en muchas y diferentes relaciones: de
amigo, de siervo, de culpable, de confidente. Enfatiza que el Seor est en la cruz
por mis pecados; y que a tanto amor corresponde un amor activo, que sirva: lo
que he hecho por Cristo, lo que hago; lo que debo hacer. (EE 53-54):
El Coloquio de misericordia brota desde la profunda verdad de reconocerse uno
4
como pecador, verdad ponderada en toda su malicia (EE 61), y acrecentada por
ubicarse quin es uno en relacin a todos los dems hombres, los ngeles, los
santos, la infinitud de Dios. Al terminar el proceso de los propios pecados, pasa
del dolor y las lgrimas al agradecimiento: razonando y dando gracias a Dios
nuestro seor porque me ha dado vida hasta agora. El coloquio se dirige al Cristo
del cielo, al Resucitado con todos los santos, como lo har en otros momentos
claves y solemnes de los EE (Oblacin del Reino, Contemplacin para alcanzar
amor).
El Triple coloquio se dirige a Nuestra Seora y a Cristo como mediadores ante el
Padre. La peticin a Nuestra Seora es para que me alcance gracia de su Hijo y
Seor; y a Cristo habla para que me alcance del Padre. Finalmente, es el
Padre quien concede la gracia pedida, pero los mediadores estn vivamente
interesados y tienen eficacia salvadora para socorrernos y ayudarnos a que nos
enmendemos a nosotros mismos y al mundo en sus mismas estructuras
desordenadas. Es una cristologa de limpieza total.
El quinto Ejercicio, del infierno (EE 65-71), termina en un coloquio con Cristo
centro de toda la creacin. Las almas de distribuyen en antes, en la vida y
despus de Cristo. Cristo ocupa el centro. De l parte toda fuerza salvadora
hacia delante, hacia atrs y durante su venida. Esto ser profundizado en la 1.
contemplacin de la 4 semana, cuando trata del descenso a los infiernos (EE
219).
Es cristologa que da primaca al amor: para que, si del amor del Seor eterno
me olvidar por mis faltas, a lo menos al temor de las penas me ayude para no
venir en pecado. Invita a agradecerle al Seor la tanta piedad y misericordia
que ha tenido conmigo, y lo mismo al Padre (Sobre este tema fundamental de la
economa cristiana, ver Jon Sobrino, El principio misericordia, (Santander, Sal
Terrae, 1992)
LA SEGUNDA, TERCERA Y CUARTA SEMANAS
Naturalmente, es en estas tres Semanas donde se concentra la fuerza cristolgica
de los EE. Desarrollan la experiencia inicial de Ignacio, llevndonos como l fue
llevado por sus lecturas a recorrer sin prisa toda la vida de Jess y ponernos a
su servicio.
Ignacio quiere que recorramos el entero camino de Jess, desde la encarnacin
hasta su partida al cielo. En esto los EE se cien al modelo que siguieron los
discpulos reunidos en el Cenculo para suceder a Judas Iscariote. Buscaron
testigos que hubiesen acompaado a Jess desde Galilea a Jerusaln: desde el
da en que Jess recibi el bautismo de Juan hasta que se march de nuestro
lado (He 1, 22). Testigo de Cristo es el que lo ha dejado todo por seguirlo
como Mateo, como los hijos del Zebedeo, como Pedro, como Andrs y que lo ha
acompaado paso a paso a lo largo de su ministerio del Reino, hasta el Calvario,
el clarear de la Pascua y la Ascensin. Esto quiere decir ser cristiano!
5
Los EE son un proceso para ayudarnos a dejar todo, escuchar el llamamiento de
Cristo y seguirlo con entusiasta fidelidad desde Galilea hasta Jerusaln. A este
amor entusiasta y fiel de Jess se encaminan las contemplaciones de la 2, 3a y
4 Semanas. Se trata de verlo con nuestros ojos, tocarlo con nuestras manos,
escucharlo con nuestros odos, cultivar en nosotros sus mismos sentimientos
interiores para ponernos enteramente a su servicio. A esto apuntan las
contemplaciones el modo de orar ms propio de los EE - con sus repeticiones,
coloquios y aplicaciones de sentido.
Pero Jess hoy ya no recorre visiblemente los caminos y las ciudades de nuestro
mundo. Quiere seguir hacindolo, s; pero en nosotros y por nosotros. Nos confa
que seamos los continuadores de su misin y nos promete acompaarnos por su
Espritu. Nuestra tarea es decirle s y descubrir dnde nos quiere. El seguimiento
de Jess hemos de descubrirlo nosotros.
Necesita, para ser adueada por cada persona singular, que el Espritu Santo, el
que completa la revelacin de Jess, toque a cada cual con sus luces y
mociones interiores para que asimile espiritualmente un cierto rasgo de Cristo
ms bien que otro. La regla de oro de las contemplaciones, todo su fruto, parece
consistir en mirar a Jess siempre y en todas partes, llenarnos de l y dejar que
sea su Espritu el que conduzca nuestras vidas.
Esto lo hacemos no slo llenndonos en la contemplacin del gusto de estar con
Jess, mirar sus facciones y escucharlo proclamar las Bienaventuranzas. Es
menester que averigemos dnde y cmo quiere que trabajemos con l por el
reinado de su Padre sobre los averiados hombres y mujeres de nuestro mundo.
Es preciso ir donde l el nico apstol del Padre nos quiera enviar para que
all llevemos su Buena Noticia de amor y misericordia. Esto supone que nos
dejemos conducir por el Espritu de la misin, el mismo Espritu que a lo largo de
su vida pblica impuls los desplazamientos de Jess.
Esto es lo que quiere hacer Ignacio en el bloque de las Elecciones, que viene
despus de la contemplacin de Jess de 12 aos, cuando permanece en
Jerusaln en el templo: comenzaremos juntamente contemplando su vida, a
investigar y a demandar a qu vida o estado de nosotros se quiere servir su divina
majestad (EE 135).
Es en este contexto de seguimiento de Cristo enviado del Padre (en griego,
apstolos), para hacernos apstoles con l y los otros apstoles, que en los
ejercicios realizamos las elecciones. En terminologa ms abstracta, podemos
definir los Ejercicios como una cristologa pneumtica de Cristo revelador del
Padre por su ser, sus acciones y palabras.
6
tierra. Los EE trabajan con un modelo cristolgico que es a la vez de abajo" y
de arriba", desde la Trinidad y desde Beln. Si no fuera por lo incmodo del
trmino, hablaramos de una Jesucristologa".
2)
Es Jesucristo, el Seor, el Kyrios (= titulo pascual), cuyo empeo ms
fuerte es reinar, es decir trabajar en la tierra para dar a conocer la Buena Nueva
y vencer el pecado, la muerte v los poderes enemigos, para lo cual llama
colaboradores, a fin de que todos juntos preparemos el Reino a su Padre, que es
a la vez el nuestro.
3)
Es una cristologa de seguimiento al Seor que nos llama, de discipulado.
Esto no excluye sino que incluye imitarlo a l. Pero no imitacin literal sino
creadora, conducida por el Espritu del Crucificado Resucitado.
4)
Es el Cristo que quiere que nos identifiquemos con El, con todo El, en el
servicio a los ms pobres. Los pobres son camino y sacramento de salvacin para
los que no son pobres, para los prepotentes, confiados en sus bienes. Esta haba
sido una muy antigua y conocida predileccin de Dios, su Padre la atestigua
todo el Antiguo Testamento - que Cristo la hace suya y nos la confa para que la
llevemos adelante.
5)
Cristo es la medida del hombre, del mundo y de su ordenamiento ms
profundo y verdadero. El nos quiere unidos a l, no en una neblina difusa, sino
pasando y reactualizando en nuestras vidas los misterios de su. vida: su
nacimiento, el exilio, vida. oculta de trabajo humilde, bautismo y ministerio del
Reino, predicacin, curaciones, persecuciones, Pasin, muerte y resurreccin,
imprimiendo en nosotros - gracias al conocimiento interno - sus mismos
sentimientos.
6)
Cristo nos pide que, al igual que l, nos dejemos en todo conducir por su
Espritu. Esto vale muy primordialmente de nuestra eleccin de vida. Pero
tambin de reformarla segn el modo y forma de ser del Seor (Fil. 2, 5-11). Es
pues una cristologa de discernimiento, que se nutre de la contemplacin de sus
misterios y de las mociones espirituales, en miras a que Cristo reine en nosotros
y se encarne en las situaciones concretas del hoy y del maana. Es una
cristologa, muy del Espritu, muy pneumatolgica; y por lo mismo, muy
encarnada, porque, a diferencia de otras religiones, en el cristianismo el Espritu
toma cuerpo, se encarna.
7)
Es una cristologa de lucha y combate entre la Bandera que empua
Cristo y la del enemigo del hombre que intenta destruir el reinado de Dios en la
creacin. Es el Cristo pobre y humilde, libre y valiente de las Banderas y
Binarios, que busca seguidores para enviarlos a ayudar a todos en suma
pobreza espiritual v actual y en una profunda humildad (EE 146).
8)
7
9)
10)
Es el Cristo presente en la Iglesia y en la humanidad hasta el final de los
tiempos, en lucha contra los poderes de este mundo, hasta que termine su obra y
entregue a su Padre todo lo que junto con nosotros, sus compaeros de trabajo,
hemos cosechado. En este sentido es una cristologa que une a la vez un fuerte
compromiso con el mundo y un claro anhelo y tensin hacia el Padre, hacia la
Vida eterna.
1
EL MUNDO COMO TAREA
(CAE, enero 1993)
2
de la mayor gloria de Dios. Hago notar que el magis se basa en el magis
del amor perdonador y supergeneroso de Dios; no en nuestra
generosidad.
3
Creo que no puede haber discernimiento genuino de la voluntad de Dios para
nosotros y para nuestro mundo si no tomamos esta perspectiva del clamor de los
pobres, tema tan de los profetas de la Biblia. EL CLAMOR DE LOS POBRES ES
EL CLAMOR DE DIOS. No es menos autntica mocin que la que me viene
desde dentro. Y REQUIERE SER ESCUCHADA, ACOGIDA, DISCERNIDA Y
TRADUCIDA A ELECCIONES.
Lo difcil del caso es que hay mucha ms injusticia y estructuras de odio,
acumuladas por generaciones, que las que podramos resolver si nos
decidiramos todos a acoger ese clamor y satisfacerlo ahora. Esto quiere decir
que junto con acoger este desafo y de intentar remediarlo en lo que est de
nuestra mano, deberemos convivir inevitablemente con situaciones de pecado
estructural. Y tendremos que aceptar con humildad, y con conciencia solidaria de
pecadores, que la cosa es as, sin desesperarnos.
En la prctica, para sensibilizarse con el clamor de los pobres, es necesario estar
cerca de ellos, con ellos; es necesario ir a ellos. Es necesaria nuestra insercin
entre los pobres y aceptar la gradualidad de los cambios que anhelamos.
Cuando la sociedad ha separado a los pobres ("fuerzas de servicio") de los ricos y
de la clase media, Cristo exige que restablezcamos el paso y el flujo de trnsito
entre los dos lados. Un papel providencial juegan las empleadas y jardineros para
que en los sectores donde viven los ricos no se pierda del todo la mirada a la
realidad de nuestro mundo y el sentido humano, clido y gratuito de la vida.
Pero el problema es que sus vidas se distorsionan y amargan con las tremendas
desigualdades que tienen que tolerar. Es pues necesario hacer esfuerzos
conscientes y graduales de "paso y "trafico" evanglico entre pobres y ricos.
Pasos y trfico graduales que no hieran ni daen a los pobres y que humanicen a
los ricos con lo que les falta: sencillez, dependencia, pobreza de espritu y
generosidad para "crear igualdad" (2 Cor).
C) La resistencia que crucifica.
La tercera manera de humildad se medita en los EE antes de entrar en las
elecciones y despus de haber acompaado varios das (= 5 das, de acuerdo a
EE 164) a Jess en su ministerio pblico, cuando ya haban comenzado las
persecuciones.
A m me queda muy claro que la cruz que predice el Maestro a sus seguidores es
la misma suya, cruz que viene de la fidelidad a la misin que le encomend el
Padre y a la que l nos invita para prepararle al Padre en nuestro mundo, hoy y
aqu, un Reino de hijos, amigos y hermanos.
La Tercera manera de humildad es, a mi juicio, el amor apostlico fiel, constante y
apasionado. No es slo el amor a Jess - en sentido intimista - sino el amor que
4
lleva a "trabajar con l en la pena y en la gloria". Donde ste amor existe - al igual
que le pas a Jess - surgen las contrariedades y persecuciones. El "seguimiento
radical" conlleva "perseguimiento" de parte del mundo, que no puede sufrir tanto
amor generoso.
Este "perseguimiento" surge casi siempre en conexin con la defensa evanglica
de los pecadores, de los ms pobres y de los excludos del reconocimiento social.
5
sociedad tomando parte en los esfuerzos de liberacin de quienes son
vctimas de toda clase de discriminacin y, en particular, en la supresin de
diferencias entre ricos y pobres. Queremos contribuir desde dentro a la
evangelizacin de las culturas. Deseamos hacer todo esto con un espritu
ecumnico, dispuestos a colaborar con iniciativas que trabajen por la unidad
de los cristianos. Nuestra vida encuentra su inspiracin permanente en el
Evangelio de Cristo pobre y humilde (PP.GG. N 8, d)
Como a Pueblo de Dios en marcha, como a Cuerpo de Cristo en continuo
crecimiento, nuestra fe y nuestro bautismo nos ponen frente al mundo como tarea
muy nuestra. Como tarea de irlo transformando en un lugar donde reine el Padre
y donde todos seamos y vivamos como hermanos en Cristo por la fuerza
poderosa del Espritu Santo. Y este llamado es a ir hacindolo poco a poco, paso
a paso, creciendo gradualmente en sentido social, y aprovechando para ello las
luces que nos va dando el Seor Resucitado en nuestro recorrido personal,
comunitario, eclesial e histrico.
EL DIOS DE LA ALEGRA
La Biblia no dice que Dios sea alegre, porque no est en su modo de pensar
el hacer juicios esenciales. Su pensamiento es ms funcional y descriptivo.
Como ejemplo, veamos 2 Cor 1, 3 7 Bendito sea Dios, Padre de nuestro
Seor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de todo consuelo. l es el que
nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que, gracias al consuelo
que recibimos de Dios, podamos nosotros consolar a todos los que sufren.
Porque si es cierto que abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, no
es menos cierto que Cristo nos llena de consuelo. Si tenemos que sufrir es
para que ustedes reciban consuelo y salvacin; si somos consolados es para
que tambin ustedes reciban consuelo y soporten los mismos sufrimientos
que nosotros padecemos. Y lo que esperamos para ustedes tiene un firme
fundamento, pues sabemos que si comparten nuestros sufrimientos,
compartirn tambin nuestro consuelo. En este breve trozo San Pablo repite
9 veces la palabra y el verbo "consolar" y describe la relacin de Dios hacia
nosotros con el ttulo hermossimo de "el Dios que siempre nos consuela".
Saqu del texto lo de las 4 alegras de Dios que ofreces al comenzar y a medio
camino