Teoría Del Ensayo
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Teora del Ensayo
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Teora del Ensayo
Las palabras, al igual que las costumbres, estn sujetas a la tirana de las modas. En nuestro
siglo, y con especial nfasis en los ltimos aos, tanto los escritores como los editores han dado
en denominar "ensayo" a todo aquello difcil de agrupar en las tradicionales divisiones de los
gneros literarios. Si a esto unimos la vaguedad del trmino y la variedad de las obras a las que
pretende dar cobijo, no debe extraarnos que las definiciones propuestas se expresen slo en
planos generales. El Diccionario de la Real Academia Espaola define el ensayo como "escrito,
generalmente breve, sin el aparato ni la extensin que requiere un tratado completo sobre la
misma materia". No es necesario un examen meticuloso para determinar lo inoperante de esta
definicin: slo hace referencia a la forma y, por otra parte, presenta al ensayo como a un
hermano menor del tratado, como algo que no lleg a desarrollar lo que tena en potencia. A este
particular no son tampoco de gran ayuda las antologas de ensayistas, especialmente las que
recogen escritores espaoles, pues o incluyen demasiados ejemplos sin verdadero criterio del
gnero, o representan puntos de vista parciales, por lo comn determinados por aspectos
temticos.1
En la bsqueda de una definicin o caracterizacin del ensayo, es no slo conveniente, sino
preciso, remontarse a la obra de Miguel de Montaigne, creador del gnero ensaystico segn la
posicin tradicional de la crtica literaria. Montaigne, en efecto, fue el primero en usar el trmino
"ensayo", en su acepcin moderna, para caracterizar sus escritos, y lo hizo consciente de su arte y
de la innovacin que ste supona. En el ensayo nmero 50 del libro primero, que titul "De
Democritus et Heraclitus", nos da una "definicin" que todava posee hoy algo ms que valor
histrico: "Es el juicio un instrumento necesario en el examen de toda clase de asuntos, por eso
yo lo ejercito en toda ocasin en estos ensayos. Si se trata de una materia que no entiendo, con
mayor razn me sirvo de l, sondeando el vado desde lejos; y luego, si lo encuentro demasiado
profundo para mi estatura, me detengo en la orilla. El convencimiento de no poder ir ms all es
un signo del valor del juicio, y de los de mayor consideracin. A veces imagino dar cuerpo a un
asunto balad e insignificante, buscando en qu apoyarlo y consolidarlo; otras, mis reflexiones
pasan a un asunto noble y discutido en el que nada nuevo puede hallarse, puesto que el camino
est tan trillado que no hay ms recurso que seguir la pista que otros recorrieron. En los primeros
el juicio se encuentra como a sus anchas, escoge el camino que mejor se le antoja, y entre mil
senderos decide que ste o aqul son los ms convenientes. Elijo al azar el primer argumento.
Todos para m son igualmente buenos y nunca me propongo agotarlos, porque a ninguno
contemplo por entero: no declaran otro tanto quienes nos prometen tratar todos los aspectos de las
cosas. De cien miembros y rostros que tiene cada cosa, escojo uno, ya para acariciarlo, ya para
desflorarlo y a veces para penetrar hasta el hueso. Reflexiono sobre las cosas, no con amplitud
sino con toda la profundidad de que soy capaz, y las ms de las veces me gusta examinarlas por
su aspecto ms inusitado. Me atrevera a tratar a fondo alguna materia si me conociera menos y
me engaara sobre mi impotencia. Soltando aqu una frase, all otra, como partes separadas del
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Teora del Ensayo
conjunto, desviadas, sin designio ni plan, no se espera de m que lo haga bien ni que me
concentre en m mismo. Varo cuando me place y me entrego a la duda y a la incertidumbre, y a
mi manera habitual que es la ignorancia" (289-290).
En Espaa, a pesar de que en el Tesoro de la lengua castellana de Covarrubias (1611), se
encuentra ya el trmino "ensayo", en ninguna de las tres acepciones que se incluyen, se hace
referencia a una composicin literaria. Para hallar la palabra "ensayo" con el sentido que le
proporcion Montaigne, habr que esperar hasta bien entrado el siglo XIX. En Covarrubias el
concepto se encuentra implcito en la voz "discurso": "Tmase por el modo de proceder en tratar
algn punto y materia, por diversos propsitos y varios conceptos".2 As lo emplearon nuestros
ensayistas del siglo XVII, especialmente Quevedo en Los sueos y Gracin en Agudeza y arte de
ingenio. La palabra ensayo, si bien aceptada en el siglo XIX para designar una composicin
literaria (en el Diccionario de la Academia Espaola aparece ya la definicin actual),3 es
considerada despectivamente en ciertos sectores de la crtica hasta bien entrado el siglo XX. En
1906 Baralt, en su Diccionario de Galicismos, seala acerca del trmino ensayo: "Aplicado como
ttulo a algunas obras, ya por modestia de sus autores, ya porque en ellas no se trata con toda
profundidad la materia sobre que versan, ya, en fin, porque son primeras producciones o escritos
de alguna persona que desconfa del acierto y propone con cautela sus opiniones" (209). De
forma muy semejante se expresa Mir y Noguera en 1908: "Modernamente han dado los escritores
extranjeros, ingleses, franceses, italianos, en llamar 'ensayo' al escrito que trata superficialmente
algn asunto, como si de l echase el escritor las primeras lneas. Esa palabra extica va
cundiendo entre nosotros. Extica digo, por la rareza y especialidad de su significacin. Porque la
voz 'ensayo' o 'ensaye' siempre quiso decir 'prueba, examen, inspeccin, reconocimiento'" (703).
En Iberoamrica, el ensayo, como gnero literario, parece adquirir madurez mucho antes, y lo
hace no tanto por la influencia directa de un Feijoo, de un Larra o de los pensadores franceses e
ingleses de la Ilustracin, cuanto por constituirse en una forma propia de expresin en las
reflexiones en torno a una identidad iberoamericana: as Bolvar, Bello, Alberdi, Mora, Montalvo,
Hostos, Mart, por citar slo algunos de los ensayistas ms conocidos del siglo pasado. En
Espaa, por el contrario, lo mismo que el siglo XIX fue el siglo de la novela, en el XX destaca el
ensayo. Y pese a las etiquetas, ms o menos acadmicas, con que fue en un principio considerado,
el ensayo haba ganado ya carta de naturaleza en Espaa a finales del siglo XIX. Ortega y Gasset,
que lo elev a una altura de prestigio en los crculos intelectuales, se expresa ya en 1914 de forma
muy distinta: "Se trata, pues, lector, de unos ensayos de amor intelectual. Carecen por completo
de valor informativo; no son tampoco eptomes son ms bien lo que un humanista del siglo
XVII hubiera denominado 'salvaciones'. Se busca en ellos lo siguiente: dado un hecho un
hombre, un libro, un cuadro, un paisaje, un error, un dolor, llevarlo por el camino ms corto a
la plenitud de su significado. Colocar las materias de todo orden, que la vida, en su resaca
perenne, arroja a nuestros pies como restos inhbiles de un naufragio, en postura tal que d en
ellos el sol innumerables reverberaciones" (Meditaciones 12). Esta "definicin" que nos entrega
Ortega y Gasset, tres siglos despus de que Montaigne nos diera la suya, sigue siendo
fundamentalmente la misma. La forma, el contenido, ha evolucionado; la esencia del ensayo es,
sin embargo, aquella que Montaigne le proporcion.
Las definiciones hasta aqu indicadas, si bien concretas en algunos aspectos, resultan, en
definitiva, insuficientes. Ms bien parecen indicar el pensamiento o carcter del escritor, que
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limitar y concretar un gnero. Los estudiosos de la literatura que con posterioridad se ocuparon
del ensayo, tampoco llegaron a una definicin satisfactoria. Bleznick, desde el campo de la crtica
literaria, seala con brevedad: "El ensayo puede definirse como una composicin en prosa, de
extensin moderada, cuyo fin es ms bien el de explorar un tema limitado que el de investigar a
fondo los diferentes aspectos del mismo" (6). Para Dez-Canedo, poeta, periodista y ensayista, "el
ensayo viene a dar denominacin literaria al escrito, difundido hoy preferentemente gracias a la
prensa periodstica, en que se discurre, a la ligera o a fondo, pues no son la inconsistencia y la
brevedad condiciones esenciales suyas, sobre un tema de cualquier naturaleza que sea" (III: 19).
Gmez de Baquero, crtico y ensayista, no llega, a pesar de ser ms explcito, nada ms que a
enfocar un grupo especfico de ensayos: "El ensayo es la didctica hecha literatura, es un gnero
que le pone alas a la didctica y que reemplaza la sistematizacin cientfica por una ordenacin
esttica, acaso sentimental, que en muchos casos puede parecer desorden artstico. Segn
entiendo el ensayo, su carcter especfico consiste en esa estilizacin artstica de lo didctico que
hace del ensayo una disertacin amena en vez de una investigacin severa y rigurosa. El ensayo
est en la frontera de dos reinos: el de la didctica y el de la poesa, y hace excursiones del uno al
otro" (140-141).
Esta dificultad en la definicin del ensayo no es nada nuevo en el campo de los gneros literarios:
otro tanto sucede con la novela, por ejemplo. Podramos, por el contrario, decir que es slo
muestra de la conciencia que el crtico tiene del valor individual de la obra de arte. Benedetto
Croce rechazaba las clasificaciones por gneros como algo impropio y extrao a la realidad de la
obra literaria. Pero, a pesar de su oposicin, l mismo reconoca la necesidad de ciertas
clasificaciones que sirvieran de orientacin: no reglas que limiten, sino caractersticas que unan. 4
Frente a la dificultad de una definicin satisfactoria, nos proporciona el ensayo gran riqueza en
caractersticas comunes. En las pginas que siguen se consideran las ms sobresalientes en el
contexto de los ensayistas hispnicos.
Notas
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Las palabras, al igual que las costumbres, estn sujetas a la tirana de las modas. En nuestro
siglo, y con especial nfasis en los ltimos aos, tanto los escritores como los editores han dado
en denominar "ensayo" a todo aquello difcil de agrupar en las tradicionales divisiones de los
gneros literarios. Si a esto unimos la vaguedad del trmino y la variedad de las obras a las que
pretende dar cobijo, no debe extraarnos que las definiciones propuestas se expresen slo en
planos generales. El Diccionario de la Real Academia Espaola define el ensayo como "escrito,
generalmente breve, sin el aparato ni la extensin que requiere un tratado completo sobre la
misma materia". No es necesario un examen meticuloso para determinar lo inoperante de esta
definicin: slo hace referencia a la forma y, por otra parte, presenta al ensayo como a un
hermano menor del tratado, como algo que no lleg a desarrollar lo que tena en potencia. A este
particular no son tampoco de gran ayuda las antologas de ensayistas, especialmente las que
recogen escritores espaoles, pues o incluyen demasiados ejemplos sin verdadero criterio del
gnero, o representan puntos de vista parciales, por lo comn determinados por aspectos
temticos.1
En la bsqueda de una definicin o caracterizacin del ensayo, es no slo conveniente, sino
preciso, remontarse a la obra de Miguel de Montaigne, creador del gnero ensaystico segn la
posicin tradicional de la crtica literaria. Montaigne, en efecto, fue el primero en usar el trmino
"ensayo", en su acepcin moderna, para caracterizar sus escritos, y lo hizo consciente de su arte y
de la innovacin que ste supona. En el ensayo nmero 50 del libro primero, que titul "De
Democritus et Heraclitus", nos da una "definicin" que todava posee hoy algo ms que valor
histrico: "Es el juicio un instrumento necesario en el examen de toda clase de asuntos, por eso
yo lo ejercito en toda ocasin en estos ensayos. Si se trata de una materia que no entiendo, con
mayor razn me sirvo de l, sondeando el vado desde lejos; y luego, si lo encuentro demasiado
profundo para mi estatura, me detengo en la orilla. El convencimiento de no poder ir ms all es
un signo del valor del juicio, y de los de mayor consideracin. A veces imagino dar cuerpo a un
asunto balad e insignificante, buscando en qu apoyarlo y consolidarlo; otras, mis reflexiones
pasan a un asunto noble y discutido en el que nada nuevo puede hallarse, puesto que el camino
est tan trillado que no hay ms recurso que seguir la pista que otros recorrieron. En los primeros
el juicio se encuentra como a sus anchas, escoge el camino que mejor se le antoja, y entre mil
senderos decide que ste o aqul son los ms convenientes. Elijo al azar el primer argumento.
Todos para m son igualmente buenos y nunca me propongo agotarlos, porque a ninguno
contemplo por entero: no declaran otro tanto quienes nos prometen tratar todos los aspectos de las
cosas. De cien miembros y rostros que tiene cada cosa, escojo uno, ya para acariciarlo, ya para
desflorarlo y a veces para penetrar hasta el hueso. Reflexiono sobre las cosas, no con amplitud
sino con toda la profundidad de que soy capaz, y las ms de las veces me gusta examinarlas por
su aspecto ms inusitado. Me atrevera a tratar a fondo alguna materia si me conociera menos y
me engaara sobre mi impotencia. Soltando aqu una frase, all otra, como partes separadas del
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conjunto, desviadas, sin designio ni plan, no se espera de m que lo haga bien ni que me
concentre en m mismo. Varo cuando me place y me entrego a la duda y a la incertidumbre, y a
mi manera habitual que es la ignorancia" (289-290).
En Espaa, a pesar de que en el Tesoro de la lengua castellana de Covarrubias (1611), se
encuentra ya el trmino "ensayo", en ninguna de las tres acepciones que se incluyen, se hace
referencia a una composicin literaria. Para hallar la palabra "ensayo" con el sentido que le
proporcion Montaigne, habr que esperar hasta bien entrado el siglo XIX. En Covarrubias el
concepto se encuentra implcito en la voz "discurso": "Tmase por el modo de proceder en tratar
algn punto y materia, por diversos propsitos y varios conceptos".2 As lo emplearon nuestros
ensayistas del siglo XVII, especialmente Quevedo en Los sueos y Gracin en Agudeza y arte de
ingenio. La palabra ensayo, si bien aceptada en el siglo XIX para designar una composicin
literaria (en el Diccionario de la Academia Espaola aparece ya la definicin actual),3 es
considerada despectivamente en ciertos sectores de la crtica hasta bien entrado el siglo XX. En
1906 Baralt, en su Diccionario de Galicismos, seala acerca del trmino ensayo: "Aplicado como
ttulo a algunas obras, ya por modestia de sus autores, ya porque en ellas no se trata con toda
profundidad la materia sobre que versan, ya, en fin, porque son primeras producciones o escritos
de alguna persona que desconfa del acierto y propone con cautela sus opiniones" (209). De
forma muy semejante se expresa Mir y Noguera en 1908: "Modernamente han dado los escritores
extranjeros, ingleses, franceses, italianos, en llamar 'ensayo' al escrito que trata superficialmente
algn asunto, como si de l echase el escritor las primeras lneas. Esa palabra extica va
cundiendo entre nosotros. Extica digo, por la rareza y especialidad de su significacin. Porque la
voz 'ensayo' o 'ensaye' siempre quiso decir 'prueba, examen, inspeccin, reconocimiento'" (703).
En Iberoamrica, el ensayo, como gnero literario, parece adquirir madurez mucho antes, y lo
hace no tanto por la influencia directa de un Feijoo, de un Larra o de los pensadores franceses e
ingleses de la Ilustracin, cuanto por constituirse en una forma propia de expresin en las
reflexiones en torno a una identidad iberoamericana: as Bolvar, Bello, Alberdi, Mora, Montalvo,
Hostos, Mart, por citar slo algunos de los ensayistas ms conocidos del siglo pasado. En
Espaa, por el contrario, lo mismo que el siglo XIX fue el siglo de la novela, en el XX destaca el
ensayo. Y pese a las etiquetas, ms o menos acadmicas, con que fue en un principio considerado,
el ensayo haba ganado ya carta de naturaleza en Espaa a finales del siglo XIX. Ortega y Gasset,
que lo elev a una altura de prestigio en los crculos intelectuales, se expresa ya en 1914 de forma
muy distinta: "Se trata, pues, lector, de unos ensayos de amor intelectual. Carecen por completo
de valor informativo; no son tampoco eptomes son ms bien lo que un humanista del siglo
XVII hubiera denominado 'salvaciones'. Se busca en ellos lo siguiente: dado un hecho un
hombre, un libro, un cuadro, un paisaje, un error, un dolor, llevarlo por el camino ms corto a
la plenitud de su significado. Colocar las materias de todo orden, que la vida, en su resaca
perenne, arroja a nuestros pies como restos inhbiles de un naufragio, en postura tal que d en
ellos el sol innumerables reverberaciones" (Meditaciones 12). Esta "definicin" que nos entrega
Ortega y Gasset, tres siglos despus de que Montaigne nos diera la suya, sigue siendo
fundamentalmente la misma. La forma, el contenido, ha evolucionado; la esencia del ensayo es,
sin embargo, aquella que Montaigne le proporcion.
Las definiciones hasta aqu indicadas, si bien concretas en algunos aspectos, resultan, en
definitiva, insuficientes. Ms bien parecen indicar el pensamiento o carcter del escritor, que
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limitar y concretar un gnero. Los estudiosos de la literatura que con posterioridad se ocuparon
del ensayo, tampoco llegaron a una definicin satisfactoria. Bleznick, desde el campo de la crtica
literaria, seala con brevedad: "El ensayo puede definirse como una composicin en prosa, de
extensin moderada, cuyo fin es ms bien el de explorar un tema limitado que el de investigar a
fondo los diferentes aspectos del mismo" (6). Para Dez-Canedo, poeta, periodista y ensayista, "el
ensayo viene a dar denominacin literaria al escrito, difundido hoy preferentemente gracias a la
prensa periodstica, en que se discurre, a la ligera o a fondo, pues no son la inconsistencia y la
brevedad condiciones esenciales suyas, sobre un tema de cualquier naturaleza que sea" (III: 19).
Gmez de Baquero, crtico y ensayista, no llega, a pesar de ser ms explcito, nada ms que a
enfocar un grupo especfico de ensayos: "El ensayo es la didctica hecha literatura, es un gnero
que le pone alas a la didctica y que reemplaza la sistematizacin cientfica por una ordenacin
esttica, acaso sentimental, que en muchos casos puede parecer desorden artstico. Segn
entiendo el ensayo, su carcter especfico consiste en esa estilizacin artstica de lo didctico que
hace del ensayo una disertacin amena en vez de una investigacin severa y rigurosa. El ensayo
est en la frontera de dos reinos: el de la didctica y el de la poesa, y hace excursiones del uno al
otro" (140-141).
Esta dificultad en la definicin del ensayo no es nada nuevo en el campo de los gneros literarios:
otro tanto sucede con la novela, por ejemplo. Podramos, por el contrario, decir que es slo
muestra de la conciencia que el crtico tiene del valor individual de la obra de arte. Benedetto
Croce rechazaba las clasificaciones por gneros como algo impropio y extrao a la realidad de la
obra literaria. Pero, a pesar de su oposicin, l mismo reconoca la necesidad de ciertas
clasificaciones que sirvieran de orientacin: no reglas que limiten, sino caractersticas que unan. 4
Frente a la dificultad de una definicin satisfactoria, nos proporciona el ensayo gran riqueza en
caractersticas comunes. En las pginas que siguen se consideran las ms sobresalientes en el
contexto de los ensayistas hispnicos.
Notas
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ENSAYO, 1220-50. Del lat. tardo exagium "acto de pesar (algo)"; voz afn a las clsicas exigere
"pesar" y examen "accin de pesar, examen" DERIV. Ensayar, h. 1140. Ensayista, S. XX,
imitado del ingl. essayist, deriv. de essay "ensayo", "artculo".
Joan Corominas
3. LA PALABRA "ENSAYO" Y SU USO EN ESPAA
La posicin de Juan Mir y Noguera ante el empleo del trmino ensayo es, a pesar del carcter
personal de la misma, indicador de la opinin de un gran sector de la crtica espaola a principios
del siglo XX: "La verdad sea, que al romance no le faltan vocablos propios para exprimir toda
suerte de conceptos. Ms propiedad contiene la palabra 'bosquejo' que la palabra 'ensayo'" (I:
704). No obstante, aun siendo cierto que el trmino "ensayo" comenz a usarse en Espaa como
designacin de un gnero literario durante el siglo XIX, y que lo hizo por imitacin del ingls,
tambin lo es que la voz "ensayo" figura ya en las primeras obras literarias castellanas y que fue
usada por nuestros escritores ms castizos: En el Poema de mio Cid aparece con los significados
de "probar, usar una cosa", "acometer", "esforzarse": "Si plogiese a Dios querralas ensayar" (v.
2376); "vist un moro, fstel ensayar" (Menndez Pidal, v. 3318). En el Libro de Alexandre con el
sentido de "dar fuerza": "Ensayando los vinos que azen ya ferviendo" (v. 2400d). El Arcipreste de
Hita la emplea en el Libro de buen amor: "Si agora cantasses, tod'el pesar que trayo / me tyraras
en punto, ms que con otro ensayo" (v. 1439cd). Bartolom de Torres Naharro en su romance
"Con temor del mar ayrado": "Lechuza me soi tornado / contra el sol y sus ensayos". Fray Luis de
Len en De los nombres de Cristo: "Sombra son sin duda, Sabino, y ensayos muy imperfectos de
amor los amores todos con que los hombres se aman" (I: 756). En la obra de Lope de Vega figura
repetidas veces: "Para no venir a errar/me quiero ensayar al vivo", o "Fue una ymagen, fue un
ensayo". El sentido de la palabra tambin se ampla hasta llegar a tener el significado general de
"hacer las pruebas de una comedia, cancin, etc., antes de ejecutarlo en pblico". As en Moratn:
"Ensayaba a sus compaeros en los papeles que haban de hacer con l", o "ya una noche de estas
pasadas se hizo un ensayo en la Barceloneta".5
En el siglo XVIII se utiliza ya el trmino ensayo en el ttulo de ciertas obras que pretenden as
mostrar una de las caractersticas primordiales, y cuyo significado evoluciona desde el mero
sinnimo de "prueba" o "tentativa" hasta en el siglo XIX representar a escritos
pertenecientes a un nuevo gnero literario.6 Se puede decir que a partir de la defensa del ensayo
de Valera (1868), con motivo de la obra de Laverde, y sobre todo con Ensayos y revistas (1892)
de Leopoldo Alas, la palabra ensayo adquiere ya una dimensin literaria peculiar. Con la
Generacin del 98 el trmino se universaliza y alcanza tal prestigio que para mediados del siglo
XX su uso se hace de nuevo impreciso, al dar cobijo a estudios cientficos, a tratados y a
monografas sobre todo en el campo de la crtica literaria y sociolgica.
Miguel de Unamuno, que se negaba a ser clasificado y que lleg a denominar a sus novelas
"nivolas", no duda en designar a ciertas obras suyas con el nombre genrico de ensayo: "Si mi
ensayo sobre la lectura y la interpretacin del Quijote ha escandalizado a los fanticos..."
(Soledad, 54). "Los ensayos que constituyen mi libro En torno al casticismo" (Soledad, 95).
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Teora del Ensayo
Refirindose a Viejos y jvenes dice: "Este ensayo va a ser, en su mayor parte, consecuencia..."
(72). Tambin su libro El caballero de la triste figura es clasificado del mismo modo: "Para
rellenar un poco ms este ensayo no vendra mal un estudio analtico" (84). No obstante, es
Ortega y Gasset el primer escritor espaol en considerarse a s mismo un ensayista, clasificando a
sus obras de ensayos: "Mis ensayos que suelen ir apareciendo segmentados" (Estudios, 154).
Ortega y Gasset designa igualmente a sus libros ms distintivos con el nombre de ensayos. En La
rebelin de las masas indica: "En este ensayo se ha querido dibujar un cierto tipo de europeo"
(161). En una nota del mismo libro seala: "Vase el ensayo del autor titulado Historia como
sistema" (10). As hace referencia tambin a El Tema de nuestro tiempo: "La intencin de este
ensayo era demostrar..." (132); al Trptico: "No se imputar al autor de este ensayo tendencia..."
(55); a Espaa invertebrada: "Este libro, llammosle as,...no se trata ms que de un ensayo de
ensayo" (11). En realidad la palabra ensayo llega a ser en Ortega y Gasset el trmino predilecto
para hacer referencia a sus escritos.
Recientemente, las mltiples acepciones de la voz "ensayo" y lo popular de su uso en los medios
editoriales, ha dado lugar a un obscurecimiento de su significado. Confusin que se aprovecha
para dar cabida bajo su proteccin a todo aqullo difcil de clasificar en los tradicionales gneros
literarios.
Notas
Carlos Fernndez Gmez, Vocabulario completo de Lope de Vega, 2 vols. (Madrid: Real
Academia Espaola, 1971). Con relacin a los mltiples usos que nos proporciona
Cervantes, consltese la copilacin del mismo autor, Vocabulario de Cervantes (Madrid:
Real Academia Espaola, 1962). Federico Ruz Morcuende, Vocabulario de D. Leandro
Fernndez de Moratn, 2 vols. (Madrid: Real Academia Espaola, 1945). Un estudio ms
detallado de los usos de la palabra ensayo puede encontrarse en Alfredo Carballo Picazo,
"El ensayo como gnero literario. Notas para su estudio en Espaa", Revista de Literatura
5 (1954): 93-156; y ms reciente en Manuel Alvar, "La turbada historia de la palabra
Ensayo", Dispositio 22-23 (1983): 145-168.
6
Los ttulos que a continuacin se anotan, ms que constituir una lista exhaustiva,
intentan caracterizar el uso de la palabra ensayo: Ensayos oratorios (1739), de Gregorio
Mayns y Siscar; Ensayo sobre los alfabetos de las letras desconocidas, que se
encuentran en las ms antiguas medallas y monumentos de Espaa (1752), de Jos Luis
Velsquez; Ensayo sobre el teatro espaol (1772), de Toms de Sebastin y Latre; Ensayo
de una biblioteca espaola de los mejores escritores del reynado de Carlos III (1787), de
Juan Sempere y Guarinos; Ensayo histrico apologtico de la literatura espaola (1789),
de Xavier LLampillas; Ensayo histrico-crtico sobre la antigua legislacin de los reinos
de Len y Castilla (1808), de Francisco Martnez Marina; Ensayos literarios y crticos
(1844), de Alberto Lista; Ensayos poticos (1844), de Juan Valera; Ensayo sobre el
catolicismo, el liberalismo y el socialismo (1851), de Donoso Corts; Ensayos religiosos,
polticos y literarios (1853), de Jos Mara Quadrado; Ensayos crticos de filosofa,
literatura e instruccin pblica espaola (1968), de Gumersindo Laverde; Ensayos sobre
el movimiento intelectual en Alemania (1875), de Jos del Perojo; Ensayo histricocrtico del teatro espaol (1876), de Romualdo Alvarez Espino; Ensayos y revistas
(1892), de Leopoldo Alas.
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Teora del Ensayo
[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 29-32.]
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Teora del Ensayo
A lo largo de estas pginas, y sobre todo en las secciones que siguen, se hacen con frecuencia
afirmaciones sobre la "sinceridad" y la "autenticidad" del ensayista; se dice que "el ensayista
expresa lo que siente y cmo lo siente", que "nos hace partcipes del proceso mismo de pensar", y
otras aserciones semejantes con las que se pretende establecer una aproximacin al carcter
dialgico del ensayo, a su retrica; pero sin ms desarrollo, estas expresiones podran ser
interpretadas como posturas impresionistas que desconocen la complejidad y dificultad que
conlleva todo intento de significar, de codificar un pensamiento (vase mi estudio Ms all de la
pos-modernidad). Es cierto que el lenguaje del ensayista, como el de cualquier otro escritor, surge
siempre en tensin en el seno de una lengua que lo aprisiona, que en cierto modo lo determina,
pero a la que tambin, en la medida de su fuerza creadora, supera y modifica. Todo acto de
escribir supone, adems, un proceso de codificacin de un pensamiento: se trata de expresar una
idea a travs de un sistema de signos que a su vez son incapaces de significar en s mismos, pues
slo inician un proceso (tericamente indefinido) de diferir el acto de significar en una cadena
interminable. Tal es la aportacin posmoderna a nuestro discurso narrativo actual: Cada
significante, se dice, parece ser a la vez significado de otro significante en una sucesin
repetitiva/circular que se convierte en un fin en s misma y que nos impide/pospone llegar al
significante original, con lo que la bsqueda se convierte en un juego intelectual, eso s,
dialgico, pero que se niega a s mismo valor cognoscitivo. Nuestra experiencia, sin embargo,
atestigua la existencia del dilogo y, por tanto, la posibilidad de significar.
La falacia del discurso posmoderno reside en la prdida de lo humano que lleva implcito. A
fuerza de diferir y diferenciar en un progresivo intento de precisin, se vela el objeto de la
bsqueda. El proceso es, en verdad, ilimitado, pero no por no alcanzar el primer significante, sino
porque lo humano, en lugar de ser algo hecho, es un hacerse. El ser humano no puede definirse
precisamente por serlo. El definirse sera observarse fuera de s mismo y por tanto dejar de ser.
Este estar siendo es lo que causa la serie indefinida de significantes/significados que se
prolongar tanto como el ser humano mismo. El significante original, el primario, el raz, del cual
derivan todos los dems, en la complejidad significante/significado, es lo humano, cuya
esencialidad, de la cual todos participamos y que fundamenta la posibilidad dialgica, al mismo
tiempo que as se reafirma, se pospone. Es decir, se reafirma en cuanto a su implicacin como
posibilidad de significado y se difiere en cuanto a la imposibilidad de una definicin que
significara su perfectividad, o sea, la paradoja de verse hecho desde un estar hacindose.
Implicamos, por tanto, al ser humano como referente original y necesario; y con ello, invertimos
el orden posmoderno y hacemos posible el discurso cognoscitivo y por lo tanto el dilogo. Es
decir, la complejidad significado/significante deja de ser un fin en s misma para convertirse en
un mtodo problematizador que fecunda el dilogo. En nuestra condicin de seres humanos todos
participamos, pues, de ese primer referente que nos permite acceso a una primera dimensin en el
acto de significar. Pero coloquemos esta afirmacin en perspectiva.
15
Teora del Ensayo
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Teora del Ensayo
el puente dialgico que incita el texto mismo. De todas las manifestaciones literarias, la
ensaystica se destaca, precisamente, por establecer de modo explcito este proceso. Las
reflexiones codificadas en el ensayo se generan en la confrontacin de dos sistemas, a la vez
antagnicos y dependientes entre s: el discurso axiolgico del estar (valores que dominan y
diferencian a la vez una poca de otra), y el discurso axiolgico del ser (la conciencia del autor de
su historicidad, de estar viviendo ante un horizonte de posibilidades e imposibilidades que
modelan su libertad). El ensayo hace del choque de estos dos sistemas axiolgicos el tema de su
reflexin. Su objetivo es, por tanto, problematizador, "deconstruccionista". El mensaje que se
codifica en el signo escrito no es algo hecho como el que pretende el texto depositario un
tratado, o incluso un artculo "acadmico" de crtica literaria, sino que el mensaje lo es slo en
la medida que lo es en el lector. Es decir, el ensayista problematiza un concepto (un supuesto
axiolgico), no con el propsito de significar en el sentido externo de definir (concepto
depositario), sino con el objetivo de incitar, inspirar a que el lector, en l y para l, signifique. De
este modo, al no tratarse de un mensaje depositario, tampoco importa el ensayista-autor, sino el
autor implcito: el autor en el lector.
La distincin entre comunicacin depositaria y comunicacin humanstica es de suma
importancia al hablar del ensayo. La obra literaria se realiza en la comunicacin humanstica, aun
cuando la crtica acadmica haya generalizado en las ltimas dcadas un sentido depositario de la
misma. En ambos casos el proceso hermenutico es diferente: la lectura depositaria busca la
recuperacin del discurso axiolgico del autor, la lectura humanstica desea su apropiacin; la
primera tiene como objetivo la reconstruccin de un sistema, la segunda la deconstruccin del
propio discurso axiolgico. La "apropiacin" en este sentido no significa aceptar (concepto
depositario), sino asimilar, o sea, cuestionar, problematizar, poseer, en una toma de conciencia de
nuestro discurso axiolgico del ser.
Esta comunin con el texto que hace posible la lectura humanstica, justifica tambin las
referencias a la "sinceridad" o a la "autenticidad" del autor, pues con ellas no hablamos del autor
legal de la obra (la persona que escribi el ensayo), aun en los casos en que pudieran aplicrsele
tales trminos, sino de cmo el lector, que no problematiza el signo, sino el mensaje, percibe al
autor implcito en el acto de hacer suyas y proyectar las reflexiones que lee. Tanto los ttulos
como el contenido de las secciones que siguen giran en torno a la comunicacin humanstica que
pretende el ensayo (para un desarrollo ms detenido de la hermenutica implcita en este
desarrollo, vase mi estudio Ms all de la pos-modernidad).
17
Teora del Ensayo
Por eso en nada, como en el estilo de un ensayista, puede advertise el latido de la poca, esa
momentaneidad de la historia que lo deposita en su valva.
Fryda Schultz de Mantovani
5. ACTUALIDAD DEL TEMA TRATADO
18
Teora del Ensayo
ensayista libere a su obra de la nota de caducidad que supone toda sujecin a un espacio y un
tiempo concretos. En el ensayo de Hostos anteriormente citado, se sealan explcitamente las
alternativas: "A los ojos de una historia filosfica, Ayacucho empez en 1533. A los ojos de la
crtica, Ayacucho empez en 1810. Slo a los mal abiertos de la narrativa empez y acab el 9 de
diciembre de 1824" (15). Al igual que Hostos, Jos Ortega y Gasset en su ensayo La
deshumanizacin del arte (1925) toma el pulso al momento artstico y adelantndose a su tiempo
medita sobre algo que en forma confusa comenzaba a hacer su aparicin en las mentes de una
minora culta. Hoy, setenta aos ms tarde, si bien el ensayo ha perdido su valor de actualidad
inmediata, e incluso se nos hacen patentes algunos "errores" de poca, sus reflexiones, sin
embargo, nos sugieren todava ahora, como entonces, fecundas proyecciones en nuestro discurso
axiolgico actual, vvida prueba del valor perenne del verdadero ensayo.
Los ensayistas de todos los tiempos siempre han sabido conjugar lo actual en el fondo de lo
eterno. Montaigne en su ensayo "Los canbales" reflexiona sobre Amrica, ya que para l "este
descubrimiento de un pas inmenso merece ser digno de consideracin" (200). Antonio de
Guevara se aproxima a sus contemporneos con frases todava hoy actuales: "A los lectores de
esta escritura ruego que ms lo noten que lo ran esto que aqu hemos dicho; pues le es ms sano
consejo al pobre hidalgo ir a buscar de comer en una borrica que no andar hambreando en un
caballo".7 Las reflexiones no tienen que girar necesariamente sobre temas filosficos o literarios,
cualquier aspecto es propicio, siempre y cuando las consideraciones sobrepasen el plano de lo
puramente mecnico. Angel Ganivet en su ensayo Granada la bella sabe afrontar problemas de la
vida cotidiana y, en una creacin esttica, darles carcter filosfico: "Con este modo de ver las
cosas, voy a pasar revista a las encontradas aspiraciones que luchan en el grave problema de la
transformacin de las ciudades, refirindome en particular a Granada" (I: 67). Por otra parte, el
ensayista, consciente de su funcin, llega a considerar un deber el reflexionar sobre aquellos
tpicos de actualidad: "Pues bien: hablemos de responsabilidades, ya que las responsabilidades
constituyen la obsesin, la monomana y el delirio de cuantos escriben fondos en los diarios"
(37), nos dice Ramiro de Maeztu; y de modo ms directo seala Octavio Paz: "Dije antes que sta
es una tarea urgente: en verdad, es el tema de nuestro tiempo" (Posdata, 101). La posicin del
ensayista queda definida en el ideal que Ortega y Gasset se propona al comenzar las series de El
Espectador: "En suma, quisiera ser 'El espectador' una pupila vigilante abierta sobre la vida" (I:
12). Y nada ms indicador de este proceso que las palabras que abren un ensayo sobre un tema en
apariencia trivial: "Dadas las circunstancias es tal vez lo ms oportuno escribir algo sobre el
vuelo de las aves anilladas" (La caza, 157). Estas son, en definitiva, las palabras claves que
traducen el concepto "actual"; dadas unas circunstancias, escribir sobre algo oportuno.
Notas
7
19
Teora del Ensayo
The essais are like an infinity of objects, some picked up in the street and others borrowed from
the showcases of a classical museum, all looked at in the same light and from the same angle,
and none of them fully examined from all sides.
H. V. Routh
6. EL ENSAYO NO PRETENDE SER EXHAUSTIVO
20
Teora del Ensayo
que alude explcitamente Ortega y Gasset. Algunos de sus ensayos, por ejemplo "Del epgrafe" o
"De funerales", son sutiles meditaciones que apenas ocupan media pgina.
El propsito del ensayista al internarse en la aventura de escribir un ensayo no es el de
confeccionar un tratado, ni el de entregarnos una obra de referencia til por su carcter
exhaustivo. Esa es la labor del investigador. El ensayista reacciona ante el discurso axiolgico del
estar que le impone la sociedad para insinuarnos una interpretacin novedosa o proponernos una
revaluacin de las ya en boga. Pero una vez abierta la brecha y tendido el puente del nuevo
entendimiento, el ensayista, como creador al fin y al cabo, deja al especialista el establecer la
legitimidad de lo propuesto, sin desistir l mismo a continuarlo en alguna otra ocasin. As
debemos interpretar a Rafael Altamira cuando nos dice: "Pero estas consideraciones se van
prolongando desmesuradamente. Hago punto aqu, creyendo que lo dicho basta para dar la
medida de todo lo que pudiera decirse sobre la materia" (199). O cuando Unamuno, ms conciso,
seala: "Ms de esto otra vez" (El porvenir, 133). En realidad, todo ensayo lleva implcito un
tema a desarrollar de ah el carcter dialgico del que hablaremos despus; se trata de una
semilla que pregona su potencialidad en el lector, y en el ensayista como lector de su propio
pensamiento; por ello seala Maritegui al recoger varios de sus ensayos en forma de libro: "Tal
vez hay en cada uno de estos ensayos el esquema, la intencin de un libro autnomo" (12).
Como el ensayo posee en s unidad, el ensayista, aun en los casos en que explcitamente indica su
deseo de continuar con el tema tratado, no se siente obligado a ello. Es ms, raramente lo hace. Y
en los casos en que las circunstancias le incitan a proseguir en torno al mismo asunto, los
sucesivos "captulos" son en realidad nuevos ensayos que representan otras tantas calas
independientes sin conexin alguna entre s, a no ser, en ocasiones, por la unidad superior del
tema tratado. Angel Ganivet ejemplariza dicho aspecto en los doce "captulos" que completan su
obra Granada la bella. Los propsitos expuesto en la introduccin lejos de ser resultado de un
proceso de meditacin y sntesis, son pensamientos apriorsticos en voz alta, de un escritor que se
siente reaccionar ante una situacin, pero que desconoce los caminos por los cuales sus
reflexiones le han de llevar: "Voy a pasar revista a las encontradas aspiraciones que luchan en el
grave problema de la transformacin de las ciudades, refierindome en particular a Granada. El
problema es heroico, y como no soy un hroe, claro est que no prometo dar la solucin. Me
limitar, si se me permite la llaneza del concepto, a pasarle la mano por encima" (I: 67). El
resultado, como era de esperar, es muy otro. Lo nico comn en los ensayos que forman los
captulos del libro es el estar dirigidos a un pblico especial: los granadinos. Lo dems, incluso la
ciudad de Granada, parece ser accidental.
En realidad, el elaborar una idea y llevarla a sus ltimas consecuencias requiere un proceso de
sistematizacin que raramente est dispuesto a seguir el ensayista. Su espritu es demasiado libre.
Escribe segn piensa, y su producin la considera tan unida a su mismo ser, que no cree
necesario, o quizs posible, el volver la vista atrs para modificar, adaptar o reorganizar lo ya
escrito. Unamuno ejemplariza este aspecto con palabras que bien podran aplicarse a la totalidad
de su propia vida: "Mi deseo era desarrollar todo eso, y me encuentro al fin de la jornada con una
serie de notas sueltas, especie de sarta sin cuerda, en que se apuntan muchas cosas y casi ninguna
se acaba" (En torno, 145). Esta peculiaridad del ensayo, lejos de ser un defecto, constituye uno de
los rasgos ms distintivos. El ensayista considera que su funcin es slo la de abrir nuevos
caminos e incitar a su continuacin. Ya en los comienzos del ensayismo espaol Antonio de
21
Teora del Ensayo
Guevara escriba: "Otras muchas cosas pudiera, seor, deciros en esta materia, las cuales deja de
escribir mi pluma por remitirlas a vuestra prudencia" (Epstolas, I: 198-199). Y la tradicin ha
sido continuada hasta nuestros das. Francisco Giner de los Ros anota: "No pretendemos, en
verdad, suplir aqu esta deficiencia, y s slo exponer algunas indicaciones sumarsimas para
llamar hacia tan interesante problema la atencin de pensadores ms competentes" (Estudios, 38).
O con ms precisin nos dice Ortega y Gasset: "Vaya esta breve nota sobre el 'amor corts' como
indicacin de lo que poda ser una fenomenologa de las especies erticas" (Estudios, 193).
De lo ya anotado se deduce que el ensayista en el proceso de su creacin no trata a priori de
limitarse a un aspecto concreto, sino que ello es el resultado final de sus reflexiones. Si tratara de
"limitarse", esto significara que de algn modo tomara en consideracin el "todo", y que el
resultado final slo sera una "parte", ms o menos completa en su particularidad. En efecto,
cuando el ensayista aplica la lupa de su ingenio a un tema, nicamente se preocupa en
transmitirnos lo que a travs de ella ve y siente, con el inevitable aumento, y por qu no, falta de
conexin que ello lleva consigo. Este proceso no es inconsciente, ni tampoco se oculta. Es, en
definitiva, lo que hace ms personal y sincero al ensayo, pues supone un momento de la
experiencia vital del ensayista. Maritegui es preciso en este sentido: "Otra vez repito que no soy
un crtico imparcial y objetivo. Mis juicios se nutren de mis ideales, de mis sentimientos, de mis
pasiones" (12). Esta es tambin la causa por la que al final de los ensayos el escritor como lo
hace Ortega y Gasset en la cita que sigue seala frecuentemente que lo terminado para el
ensayista supone slo el punto de partida para el lector: "El tema es inagotable. Yo lo he tomado
aqu unilateralmente, por una sola de sus aristas, exagerndolo" (Trptico, 165).
[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 41-44.]
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Teora del Ensayo
Der grosse und echte Essayist ist nicht nur Fachmann, er schreibt nicht in erster Linie als
Fachmann und nie fr den Fachmann.
Bruno Berger
7. EL ENSAYO Y EL ESPECIALISTA
El ensayista es el ltimo en aparecer en la historia literaria de un pas. Esta realidad que apenas
ha sido tenida en cuenta, puede llegar a ser una de las claves primordiales para la comprensin
del gnero ensaystico. Si el ensayo fuera algo incompleto, preliminar, lo lgico sera que
estuviera a la vanguardia de cualquier movimiento. Por qu, pues, se escribe cuando ya todo
parece estar hecho? En busca de una explicacin, traigamos a la memoria algunos de los temas
tratados por Ortega y Gasset: sobre Don Quijote, sobre la novela, sobre la deshumanizacin del
arte, sobre las masas, sobre el pasado de Espaa. En todos ellos encontramos un comn
denominador: versan sobre algo ya existente. Lo cual, lejos de suponer una nota negativa para el
gnero, es una de sus caractersticas decisivas. Su misma existencia depende no slo de un "algo"
ya creado, sino de que ese "algo" haya sido asimilado por los posibles lectores: sus escritos
abundan en referencias y alusiones que deben ser comprendidas para que estos adquieran su
verdadera dimensin. Antes de escribir Ortega y Gasset su ensayo "Meditaciones del Quijote",
fue necesario que un Cervantes lo concibiera y que un pueblo lo adoptara como a hijo predilecto.
Despus, viene el ensayista a dar nueva luz, a abrir nuevas ventanas a la comprensin, ya que,
con palabras de Fryda Schultz, "la mirada del ensayista ve lo que otros han descuidado o todava
no aciertan a ver" (18). As Alfonso Reyes, por ejemplo, en su ensayo "Discurso por Virgilio",
motivado por la celebracin en Mxico de su segundo milenario. Reyes recoge una frase del
anuncio oficial, "gloria de la latinidad", que proyecta en unas reflexiones que con ms propiedad
podran haberse titulado "Discurso al pueblo mexicano".
El especialista investiga y el ensayista interpreta. Tal afirmacin es sin duda exagerada y, por
tanto, inexacta: el ensayista es tambin un especialista, especialista de la interpretacin. A pesar
de ello puede servir para determinar dos procesos en el acercamiento a las cosas. El especialista
comunica sus descubrimientos despus de una rigurosa investigacin y lo hace con el
dogmatismo discurso depositario de quien se cree poseedor de la verdad. El ensayista, por el
contrario, siente la necesidad de decir algo, pero sabe que lo hace desde el perspectivismo de su
propio ser y por lo tanto nos lo entrega no como algo absoluto, sino como una posible
interpretacin que debe ser tenida en cuenta. El especialista, formado dentro de la tradicin, se
muestra reacio a cualquier interpretacin heterodoxa. El ensayista, libre de tal peso, afloja las
riendas al corcel de su ingenio en una revaluacin de lo establecido ante los valores del momento.
Los verdaderos ensayos pueden estar escritos por especialistas del tema tratado; generalmente,
sin embargo, no sucede as. El valor del ensayo no depende del nmero de datos que aporte, sino
del poder de las intuiciones que se vislumbren y de las sugerencias capaces de despertar en el
lector.
El ensayista es consciente de su limitacin y, sin ocultarla, no duda en mostrar sus ideas en el
mismo proceso de adquirirlas. Confa as en que alguna, aunque no sea nada ms que una, inspire
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Teora del Ensayo
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Teora del Ensayo
generalidad de los cultos'. Sea cual sea la especialidad de cada uno, la lectura de un ensayo no
requiere en ninguno la especializacin. A la generalidad de los cultos corresponde 'la generalidad
de los temas' que pueden tratarse en estilo de ensayo, y a la generalidad en el estilo mismo del
tratamiento. El ensayista puede saber, sobre el tema elegido, mucho ms de lo que es justo decir
en el ensayo. La obligacin de darse a entender no implica solamente un cuidado de la claridad
formal, sino la eliminacin de todos aquellos aspectos tcnicos, si los hubiere, cuya comprensin
implicara en el lector una preparacin especializada" (207).
[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 45-48.]
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Teora del Ensayo
Der Essayist muss keine Quelle eines Zitates nennen, und wenn er es doch tut, darf er auf
Erscheinungsjahr, Bandzahl, Seitenangabe oder gar lesart verzichten falls es ihm aus
besonderen Grden nicht wichtig erscheint. Souvern und wir drfen und brauchen diesen
Herrscher nicht einmal nach seiner Legitimation zu fragen, so wenig wie einen wirklichen
Herrscher.
Bruno Berger
8. IMPRECISION EN LAS CITAS
En la seccin anterior qued indicado que el pblico presente en la mente del ensayista es el
representado por "la generalidad de los cultos". No se pretende con esto decir que el ensayo no se
dirija tambin al especialista. Claro que s. Precisamente lo ensaystico, al no aspirar
exclusivamente a la comunicacin de datos, no encuentra lmites en los conocimientos del lector.
Por otra parte puede prescindir de las notas eruditas. El verdadero ensayista, por ejemplo, slo en
ocasiones muy especiales har uso de notas al pie de la pgina; y esto nos lleva al meollo de
nuestro tema: las citas, numerosas en los ensayos, tienen valor por s mismas en relacin con lo
que el ensayista nos est comunicando; importa destacar que alguien cre una idea, representada
en la cita, pero el "quin", y el "dnde" carecen en realidad de valor. No son las citas importantes
porque fulano o mengano las dijo, sino por su propia eficacia. Y el hecho de sealarlas como citas
es slo con el propsito de indicar que no son de propia cosecha, sino que forman parte del fondo
cultural que se trata de revisar.
Analicemos un ejemplo para determinar hasta que punto esta peculiaridad del ensayo est de
acuerdo con el carcter que hemos venido delineando: Ramiro de Maeztu comienza un breve
ensayo, escrito en 1898, en defensa del espritu espaol, con las siguientes palabras: "Das atrs
dijo Lord Salisbury, primer ministro ingls, en un discurso de cuya letra me he olvidado, pero
cuyo fondo se me ha grabado indeleblemente en la memoria" (35). El especialista pongamos
por caso un socilogo interesado en los discursos de la poca echar en cara a Maeztu la falta
total de datos precisos: fecha del discurso, lugar de publicacin, las palabras exactas del mismo.
Para el "no-especialista", para el que slo busca leer con placer las ideas por lo que representan y
por su exposicin artstica, tanto el da como el lugar de su publicacin carecen en absoluto de
importancia. Incluso podramos decir que Lord Salisbury es tambin secundario y que si se le
nombra no es por su individualidad, sino por lo que tiene de comn con su raza, por representar
una forma de pensar.
La imprecisin en las citas de los ensayos se relaciona comnmente con la exactitud en la
transcripcin de las mismas; pero son tambin frecuentes las imprecisiones en el autor, e incluso
en el autor y texto de una misma cita. Desde los comienzos de la tradicin ensaystica, los
escritores de ensayos podran haber dicho de sus citas empleadas, lo indicado por Maeztu: "de
cuya letra me he olvidado, pero cuyo fondo se me ha grabado indeleblemente en la memoria". La
inexactitud, por otra parte, no quita eficacia al contenido de la cita. Al contrario, la refuerza al
darle el peso de algo espontneo y sentido profundamente. Nada ms oportuno al propsito que
las siguientes palabras de Santa Teresa: "El mesmo Seor dice: Ninguno subir a mi Padre sino
26
Teora del Ensayo
por m (no s si dice as, creo que s), y quien me ve a m, ve a mi padre" (34). Y es que el
ensayista no cita con el propsito del cientfico. La nica exactitud que busca es en el contenido,
y slo en casos especiales el autor estar tambin en primer plano. As Unamuno nos dice en su
ensayo "Contra el purismo": "Hablando no s donde Spencer de la supersticin lingstica,
recuerda a aquellos indios que al ver las maravillas del arado lo pintarrajearon para colgarlo y
hacer de l un fetiche a que rendir adoracin" (Viejos, 15). Claro est que al lector le trae sin
cuidado si Spencer lo dijo o no, mucho menos importancia tiene el "dnde" o las palabras
exactas. Lo nico que importa es lo acertado de la comparacin, el resto es colorido; sin duda una
parte integrante del ensayo, pero nunca esencial. Incluso diramos que al transcribir el nombre de
"Spencer", el propsito de Unamuno no es slo el de indicarnos el autor de la cita, sino ms bien
el de aadir una dimensin nueva a su contenido por las conexiones que el lector culto pueda
llegar a establecer. En este aspecto, como en tantos otros relacionados con el ensayo, Ortega y
Gasset consigue con pasmosa sencillez, un equilibrio entre cita y autor, donde ambos, como
entidades distintas, se complementan en una unidad de significado superior. En un ensayo "Notas
de vago esto" nos dice con referencia al orgullo que los vascones sienten de su tradicin familiar:
"Recuerdo haber ledo en el padre Guevara no s si en sus cartas o en el Menosprecio de corte
y alabanza de aldea que, en su tiempo, todo el que... prefera pasar por noble se deca
vizcaino" (Notas, 145). Ortega y Gasset menciona a Guevara no con el propsito de darnos un
autor para su cita las mismas ideas se hallan tambin presentes en Cervantes y Quevedo, por
ejemplo, sino con explcita intencin de establecer una continuidad inalterable en el tiempo de
una forma de pensar.
Cuando el autor no aade nada a la cita, no la proyecta en una nueva dimensin, el ensayista lo
ignora completamente: "Un naturalista francs, cuyo nombre no recuerdo, ha iniciado una teora
nueva para explicar el triunfo de unos seres sobre otros" (Ortega, Notas, 9). Con ms frecuencia,
como hace Jos Mart en su ensayo "Mxico y Estados Unidos", por razones semejantes a las de
Ortega, el ensayista mantiene una actitud de indiferencia ante el nombre del autor: "El fatdico
desdn hacia la raza de color trigueo que un novelista simboliz ac hace pocos aos ..." (74).
En realidad esta caracterstica es tan antigua como el ensayo mismo, y una de sus diferencias
bsicas con el estudio cientfico, cuyo valor primordial es precisamente la aportacin de datos.
Montaigne omite el nombre del autor cuando la idea que cita es ya parte de la herencia cultural de
una civilizacin: "No es maravilla, dice un antiguo, que el azar tenga tanto poder sobre nosotros,
puesto que nosotros vivimos por azar" (320). Sbato lo omite porque desea que el lector de algn
modo se sienta aludido: "No recuerdo quin le deca a Gide que no lea nada para no perder su
originalidad" (24). Santa Teresa, en fin, se sirve de este recurso tan en concordancia con su
estilo sencillo para proyectar en sus escritos una sensacin de intimidad y espontaneidad:
"Decame poco ha un gran letrado que son las almas que no tienen oracin como un cuerpo con
perlesa" (9). Tanto Ortega y Gasset como Mart, Montaigne, Sbato y Santa Teresa piensan al
escribir, no en el crtico, a veces ms interesado en la exactitud de los datos que en el contenido
de estos, sino en el lector a quien no quieren recargar con detalles innecesarios.
Analicemos, en su contenido, las siguientes palabras de Prez de Ayala: "Despus de publicar don
Miguel de Unamuno no s cul de sus novelas, alguien, no s quin, le dijo: 'eso no es una
novela'. Y Unamuno replic: 'Pues llmela usted nivola'" (IV: 909). Pertenecen estas palabras a su
ensayo "la novela y la nivola", en el que trata de probar que lo bien escrito, lo que tiene
personalidad no necesita ser clasificado, pues sea cual sea la etiqueta que se le ajuste, no por ello
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Teora del Ensayo
aumentar o disminuir en su valor. En este ensayo, Prez de Ayala consigue dar a una cita
particular un valor universal, precisamente omitiendo el autor del juicio y la obra de Unamuno a
la que se refera. Prez de Ayala no pretende demostrar si tal o cual obra de Unamuno es o no
novela ni si el crtico que intentaba negarle la categora de novela llevaba o no razn. El se
propone tan slo reflexionar sobre la eficacia de las clasificaciones y sugerir que la obra de arte
tiene valor por s misma.
La tcnica de la cita ha evolucionado desde los comienzos de la tradicin ensaystica hasta
nuestros das. Antonio de Guevara, sin respeto al concepto depositario de la verdad, no slo
imaginaba fuentes ficticias y creaba escritores y filsofos, sino que atribua a stos y a los
conocidos de la antigedad, ideas de su propio ingenio. Es decir, subordinaba, hasta el extremo,
la cita al contenido, y su funcin era slo la de convencer al lector con el apoyo de una aparente
erudicin. Con Montaigne las citas dejan de ser ficticias, pero siguen siendo un soporte erudito.
Son como joyas que resaltan en el texto y ante cuyo deslumbre se eleva el valor y credulidad del
mismo. En Unamuno y Ortega y Gasset la cita se encuentra ya incorporada en el texto como parte
integrante de ste, sin que ello motive alteracin alguna en el ritmo de la prosa.
[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 49-52.]
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Teora del Ensayo
Je l'ay vou [les Essais] la commodit particulire de mes parens et amis: ce que m'ayant
perdu (ce qu'ils ont faire bien tost) ils y puissent retrouver aucuns traits de mes conditions et
humeurs, et que par ce moyen ils nourrissent plus entire et plus vive la connoissance qu'ils ont
eu de moy... Je veus qu'on m'y voie en ma faon simple, naturelle et ordinaire, san contantion et
artifice: car cst moy que je peins.
Michel E. Montaigne
9. LO SUBJETIVO EN EL ENSAYO: EL ENSAYO COMO CONFESIN
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Teora del Ensayo
Si como hemos indicado el ensayista se expresa a travs de sus sentimientos, slo lo basado en la
propia experiencia tiene valor ensaystico. De ah que en el ensayo no tenga cabida el
pensamiento filosfico sistemtico ni el objetivismo cientfico, en cuanto pretenden una
comunicacin depositaria. La verdad del ensayista no es un conocimiento cientfico ni filosfico,
sino que se presenta bajo la perspectiva subjetivista del autor y el carcter circunstancial de la
poca. "Mi crtica renuncia a ser imparcial", seala Maritegui, para aadir ms adelante:
"Declaro, sin escrpulo, que traigo a la exgesis literaria todas mis pasiones" (230-231). Por ello
no debe sorprendernos el estilo personalsimo de los grandes ensayistas, aspecto que, lejos de
causarnos confusin, debe reafirmarnos en lo esencial de esta caracterstica; ya que al mostrarnos
lo ntimo del escritor, su personalidad, forzosamente se proyecta en un estilo singular. Tal es el
recurso retrico de las siguientes palabras de Julio Cortzar: "Yo que escribo esto tampoco s
cambiar mi vida, tambin sigo casi como antes" (II: 10). Los ensayos de Unamuno, por ejemplo,
no son simplemente la expresin del Unamuno implcito, son su misma esencia.
Ante este contenido se nos da a conocer el verdadero alcance de la asociacin del ensayista con el
peridico. Para poder el ensayista vivirse en sus ensayos, es necesario que escriba regularmente,
que se sepa entre amigos, que converse con los lectores que asiduamente lo leen, no como el
escritor consciente y preocupado del valor de la palabra escrita, sino con la confianza que emana
de la charla de caf. Slo as estar incitado a escribir tambin de las cosas en apariencia triviales
y a entregrsenos en cada rasgo de su pluma. Si los ensayos son producto de la personalidad del
escritor, tambin lo son de las circunstancias, de la poca en que ste vive. Son, por as decirlo, el
termmetro de la sociedad.
El ensayista, en su doble aspecto de estilista y de pensador, nos importa por su humanidad, por la
fuerza de su persona. De otro modo no le permitiramos tratar temas pertenecientes generalmente
al campo de la ciencia o de la filosofa y evadirse al mismo tiempo de toda barrera que el
objetivismo impone. Incluso podemos decir que es el subjetivismo en la eleccin y desarrollo de
los temas lo que ms apreciamos en l. En la historia del ensayismo no es posible hablar de
escuelas, nicamente de ensayistas y de imitadores. Ningn ejemplo mejor que el del ensayismo
hispnico de la primer mitad del siglo XX, donde Unamuno, Maeztu, Azorn, Ortega y Gasset, en
Espaa, y Rod, Gonzlez Prada, Maritegui, Reyes, en Iberoamrica, por mencionar nicamente
algunos de los ms sobresalientes, poseen de comn slo el hecho de reaccionar ante unas
circunstancias semejantes. Sus personalidades, sin embargo, son distintas; de ah que los temas
que en cada caso eligen, as como la manera de tratarlos, sean tan diferentes en cada uno de ellos.
En el campo de la literatura, que es el reino del subjetivismo, se hace especialmente imperiosa la
crtica ensaystica. En las ltimas dcadas ha prevalecido una crtica seudo-objetiva, heredera del
cientificismo positivista del siglo XIX, donde la personalidad del autor se elimina hasta el
anonimato. Pero todo intento de reducir la literatura a mero objeto, a comunicacin depositaria,
se cierra asimismo las puertas de la comprensin. Cuando la crtica no es cientfica, sino literaria,
no es objetiva sino subjetiva, establece el puente de un entendimiento desde dentro, que hace
posible el discurso humanstico. El crtico no permanece fuera del texto y sobre el texto, sino que
lo acompaa: hace ensayo. Claro est, el escritor entonces se limita tambin en su campo de
accin. As lo seala Maritegui cuando inicia su ensayo "El proceso de la literatura" con las
siguientes palabras: "Me propongo, slo, aportar mi testimonio a un juicio que considero abierto"
(299). Al ensayista no le interesan, pues, los temas por los que no se siente atrado. Del mismo
30
Teora del Ensayo
modo la stira y la polmica no dan lugar por lo general a ensayos. En la crtica literaria actual, el
ensayo, a pesar de ser reducido y es que los ensayistas como artistas no son numerosos ha
alcanzado mayor prestigio y se tiene en ms estima que los estudios objetivos: srvanos como
ejemplo Dmaso Alonso, Enrique Anderson Imbert, Alfonso Reyes.
El subjetivismo es, segn lo indicado, parte esencial del ensayo. Es esta motivacin interior la
que elige el tema y su aproximacin a l; y como el ensayista expresa no slo sus sentimientos,
sino tambin el mismo proceso de adquirirlos, sus escritos poseen siempre un carcter de ntima
autobiografa. El "yo" del autor se destaca en todas las pginas, como estandarte que anuncia una
fuerte personalidad. As Julio Torri cuando nos dice: "Permitidme que d rienda suelta a la
antipata que experimento por las sensibilidades ruidosas" (15). Dentro de la individualidad
peculiar de cada ensayista, las notas autobiogrficas son frecuentes en todos los ensayos, con
independencia del tema de estos. Antonio de Guevara, engredo en su persona, nos comunica
desde su genealoga "Mi abuelo se llam don Beltrn de Guevara, y mi padre tambin se
llamaba don Beltrn de Guevara, y mi to se llamaba don Ladrn de Guevara, y que yo me llamo
agora don Antonio de Guevara" (Epstolas, I: 73) hasta sus caractersticas fsicas "Soy en el
cuerpo largo, alto, seco y muy derecho, de las cuales propiedades no tengo y de qu me quexar,
sino de qu me preciar" (I: 75). Ms distante en sus escritos, Ortega y Gasset evita a veces
proyectar su crecimiento emocional, para entregrsenos en el intelectual: "Durante diez aos he
vivido dentro del pensamiento kantiano: lo he respirado como una atmsfera y ha sido a la vez mi
casa y mi prisin" (Trptico, 65). El carcter autobiogrfico es tan antiguo como el ensayo mismo
y es precisamente en Montaigne donde llega a su ms alto grado: "Estas son mis fantasas, en las
cuales yo no trato de dar a conocer las cosas, sino a m mismo" (387). Por lo que podemos decir
que el ensayo en la prosa corresponde a la lrica en la poesa.
El ensayista, como muy bien dice Prez de Ayala, "se supone que est animado del deseo de
declarar...su sentir y pensar; que traza, en mayor o menor grado, su biografa espiritual y verifica
su confesin" (IV: 995). Interpretado de este modo, el escribir se convierte en una necesidad, en
una forma de realizarse; as anota Montaigne: "Yo no he hecho ms mi libro, que mi libro me ha
hecho a m" (648). El ensayista necesita, pues, de los ensayos como una exteriorizacin necesaria
para poder comprenderse; de ah su continuo: yo pienso, yo siento, yo amo, yo me alegro, yo
creo, etc., con que expresa su punto de vista, para hacerlo totalmente suyo. Cmo interpretar si no
la frase con que Prez de Ayala finaliza su ensayo "Confesiones y creaciones": "Y perdonad este
desahogo de amargura" (IV: 994). El carcter confesional de los ensayos, consecuencia directa
del subjetivismo, es caracterstica constante de stos, a pesar de que en diversas pocas haya sido
ms o menos mitigado por las circunstancias ambientales o la personalidad del ensayista. En las
letras espaolas ya se hace patente en Guevara "Yo mismo a m mismo quiero pedir cuenta de
mi vida a mi propia vida, para que, cotejados los aos con los trabajos y los trabajos con los aos,
vean y conozcan todos qunto ha que dex de bivir y me empec a morir. Mi vida no ha sido vida
sino una muerte prolixa" (Menosprecio, 175), y se presenta con mayor nitidez en Unamuno,
cuya obra es ya toda una pura confesin.
El tono confesional de los ensayos no es nada ms que una manifestacin del egotismo
connatural del ensayista. El escribe sobre el mundo que le rodea y su reaccin ante l. El "yo"
parece ser el centro sobre el que giran las ideas del ensayo, y sin embargo su egotismo no es
desagradable, porque slo ofende quien adopta una posicin de superioridad, y el ensayista es
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Teora del Ensayo
nuestro igual, dispuesto a considerar nuestras opiniones. Se nos entrega con pensamientos y
reflexiones en voz alta, como el amigo en busca de confidente. As, por ejemplo, el tono de
Alfonso Reyes cuando nos dice: "A este propsito, voy a contaros una modesta experiencia
personal" (109). Debemos tener tambin en cuenta, como seala Alexander Smith, "que el valor
del egotismo depende enteramente del egotista. Si el egotista es dbil, su egotismo es
despreciable. Si el egotista es fuerte, agudo, lleno de personalidad, su egotismo es valioso, y se
convierte en una posesin de la humanidad" (36).
[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 53-58.]
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Teora del Ensayo
Dass der Essay, seit Montaigne, wesentlich Dialog sei, ist in der gesamten Diskussion um die
Gattung ein Topos. Der Essay hat, noch unter dem usseren Anschein der sachlichmonologischen Abhandlung, dialogische Struktur: er spricht den Leser als Partner an, tituliert
ihn hufig und fingiert dessen Einwrfe. Der Essay ist wesentlich "Unterhaltung".
Ludwig Rohner
10. EL CARACTER DIALOGAL DEL ENSAYO
El ensayista es acusado con frecuencia de proporcionar a sus ensayos cierto aire coloquial. Y es
que lo coloquial se identifica las ms de las veces con lo vulgar. No obstante, aun dentro de los
lmites estticos que cada poca lleva consigo, el anlisis detenido de un texto literario parece
apuntar que lo "vulgar" no se encuentra en s, ni en el significado ni en el significante de la
palabra, sino que el tinte de vulgaridad lo adquiere sta cuando el escritor la usa
desacertadamente. Pero volvamos al principio. Al decir que el ensayo posee cierto aire coloquial,
slo pretendo resaltar su carcter conversacional. El ensayista dialoga con el lector. Por ello
seala Prez de Ayala: "He dicho muchas veces que mi manera de entender el periodismo
literario consiste en suponer, al momento que estoy escribiendo, no tanto que manejo la pluma
cuanto que mantengo una conversacin, de inmensurable radio, con todos esos amigos invisibles,
incgnitos y para m innominados, que son los lectores" (IV: 992).
Bien mirado pues, si el ensayista, en una proyeccin de su misma personalidad, transmite sus
pensamientos con la naturalidad que le impone el hacerlo al mismo tiempo que los piensa y segn
estos son pensados, no puede, ni debe evitar las expresiones coloquiales que con sencillez
emanen en su proceso. Cortzar asume en el texto que su lector hace signos de cansancio por la
prolongacin del ensayo y aade: "Soy sensible a estas insinuaciones pero no me ir sin una
ltima reflexin" (I: 157). Unamuno, del mismo modo, nos dice en un momento de excitacin:
"Y a quien le pareciere esto una paradoja, con su pan se lo coma, que yo no voy a explanarlo aqu
ahora" (Viejos, 11). Y lejos de producir en nosotros una mueca de rechazo, nos une, no ya slo
intelectual, sino emocionalmente tambin, a lo que nos comunica, con la sensacin de que nos
hace confidentes de algo que le oprime y que necesita desahogar ante el amigo.
Si hay alguna expresin comn a los ensayistas de todos los tiempos, es aquella que hace
referencia al carcter dialogal del gnero. El ensayista conversa con el lector, le pregunta sus
opiniones e incluso finge las respuestas que ste le da: "Oydo lo que hemos dicho y visto lo que
hemos contado, pregunto agora yo al lector de esta escritura: qu es lo que le paresce devra
escrevir destos tiempos mi pluma?" (Menosprecio, 157), nos dice Antonio de Guevara en los
comienzos de la ensaystica espaola. Angel Ganivet, ms moderno y directo, seala: "Para
terminar esta conversacin excesivamente larga que he sostenido con mis lectores, y
considerando que hasta aqu todo ha sido retazos y cabos sueltos, y que no estar de ms defender
alguna tesis sustanciosa, voy a sentar una que formular al modo escolstico" (I: 138). Tal
compenetracin y aparente intercambio de ideas con el lector es tan intenso, que el ensayista con
harta frecuencia evita hacer referencia al proceso de escribir al referirse a su obra, y prefiere
suponer que ha estado "conversando" con el lector (como Ganivet), o alude a lo que ste ha
"oydo" (como Guevara). Incluso, a veces, se dirige al lector con fingido enojo, as dice
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Teora del Ensayo
Montaigne: "Si mis comentarios no son aceptables, que otro comente por m" (104). Y es que el
ensayista no presenta nada terminado, sino que desarrolla sus ideas al escribirlas, y no lo hace en
la forma sistemtica del que expone algo preestablecido, sino al modo del que piensa en el
proceso mismo de escribir, y cuyo texto se presenta como un producto en el que el lector est ya
colaborando: "Y ya que nos hemos lanzado por este firmamento de los smbolos, recordaremos la
fbula ..." (Reyes 103). De ah que la lectura del ensayo no pueda ser pasiva. Nada hay en l
seguro. Todo parece provisional y sujeto a revisin. De hecho el ensayista espera la participacin
activa del lector y le exige que proyecte aquellas sugerencias apenas apuntadas en el ensayo y
vueltas a dejar en el rpido cabalgar de la "conversacin". Por ello son frecuentes las ocasiones
en que el ensayista interpela al lector: "Pues bien; yo pregunto a los lectores desapasionados"
(Altamira 110). O se excusa: "Perdn, lector, por la mucha largura y prolijidad que va explayando
este ensayo" (Prez de Ayala III: 637). Es decir, su ideal queda expresado en las palabras de
Unamuno: "Mi empeo ha sido, es y ser que los que me lean, piensen y mediten en las cosas
fundamentales, y no ha sido nunca el darles pensamientos hechos" (Mi religin, 14).
El ensayo es, en efecto, dilogo; pero en l el dilogo se establece con el lector, considerado ste
no como una persona determinada, sino como un miembro de "la generalidad de los cultos". De
ah la diferencia que existe entre el ensayo y el dilogo como forma literaria. Al tratar de escribir
un ensayo en forma dialogal, se corre el peligro de que el lector se convierta en espectador, por
ser incapaz de poner su pensamiento al nivel del de aquellos personajes del dilogo, y que por
ello adquiera una actitud pasiva que en el acto le hara perder inters por lo escrito, por lo que
"los otros" estn discutiendo. Tal reaccin parece en s lgica, ya que, incluso en los dilogos
entre dos personas, la identificacin del lector con uno de los personajes se hace muy delicada.
Por una parte, la libertad en el tratamiento del tema queda forzosamente restringida a la
contestacin de ciertas preguntas, le parezcan o no stas necesarias o apropiadas al lector. Por
otra parte, aun concediendo que uno de los personajes se identifique con el autor implcito, si el
lector posee una mente ms gil que la del otro dialogante, las preguntas de ste le parecern
infantiles, lentas o sin inters. Y si por el contrario el lector es ms tardo, las preguntas,
subconscientemente, le humillarn e impedirn meditar, o proyectar en su propio mundo interior
las sugerencias que se apunten en el transcurso de la exposicin. En cualquiera de estos casos lo
escrito dejar de ser ensayo. No quiere ello decir que la forma dialogal se oponga a la esencia del
ensayo (de hecho Platn llega a convertir partes de sus dilogos en verdaderos ensayos), sino ms
bien seala la barrera que la forma dialogal establece entre el escritor y el lector.
En realidad, la diferencia intrnseca entre el dilogo como forma literaria y el ensayo se encuentra
en que el primero indica explcitamente una posible interpretacin de lo expuesto por el autor,
mientras que en el ensayo hay varias interpretaciones a distintos niveles que se hallan slo
implcitas en la obra. Por ello, en tanto el dilogo se limita en la calidad del pblico a quien se
dirige, el ensayo deja abierto su radio de accin. En el dilogo, uno de los personajes se identifica
con el autor, pero los dialogantes secundarios establecen el carcter de los lectores a quienes se
destina. En el ensayo, por el contrario, como la interpretacin depende del lector individual, sea
cual fuere la agilidad mental de ste, encontrar en l un frtil campo de ideas; y slo el resultado
final podr variar en las diversas categoras de lectores. El propsito del ensayo, incitar al lector a
la meditacin, se cumplir independientemente del nivel de respuesta. En otras palabras, el
ensayo es un dilogo donde uno de los personajes es el autor y el otro es el lector. Adems, una
vez que superamos el aspecto superficial de la forma, y penetramos en la esencia de lo escrito, no
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Teora del Ensayo
es raro encontrar una inversin de los trminos formales: un dilogo dinmico por naturaleza,
puede llegar a adquirir un carcter esttico (as Fray Luis de Len en De los nombres de Cristo),
mientras que el ensayo, sin poseer la forma dialogal, comparte con el verdadero dilogo su
energa inmanente.
[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 59-62.]
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Teora del Ensayo
De todos [los ensayos], si son buenos, puede decirse que comienzan y acaban en cada pgina.
Los temas son varios y permiten, casi obligan, a una lectura guiada slo por el azar de la
ocasin. El ensayo es filosofa "da camera". Un libro que agrupe varios ensayos dispersos, o que
trate de un solo tema en estilo ensaystico, es como esas obras musicales que se llaman "suites"
en las que verdaderamente no hay continuidad [...] y a las que presta unidad solamente el estilo
del autor.
Eduardo Nicol
11. EL ENSAYO COMO FORMA DE PENSAR
La condicin peculiar del ensayo, que lo hace depender de una armoniosa simbiosis de la idea
con la "voluntad de estilo", queda, con harta frecuencia, errneamente caracterizada con aquellas
interpretaciones que slo lo consideran en uno de sus elementos, o en las que todo parece
subordinado a los conceptos que en el ensayo puedan exponerse. Observemos la siguiente
afirmacin de Eduardo Nicol: "Para el ensayista nato, el ensayo es una forma de pensar; para el
filsofo nato, el ensayo es una forma ocasional de exponer lo ya pensado con distinto artificio"
(208). En una primera impresin parece que tal aserto est de acuerdo con lo hasta ahora
expuesto en mi estudio. Un examen ms detenido nos har notar, sin embargo, la completa
independencia que Nicol establece entre el ensayista o filsofo y el ensayo. Y esto nos lleva al
meollo del asunto: Mientras que en la novela y en el teatro (la poesa en esto se asemeja ms al
ensayo) quizs es legtimo el establecer tales independencias, que a fin de cuentas quedarn
neutralizadas, por ejemplo, por los juicios de buenas o malas novelas, en el ensayo no es posible
mantener tal separacin. Estamos de acuerdo con Nicol de que para el ensayista el ensayo es una
forma de pensar. Y sin duda lleva razn cuando seala que el filsofo escribe lo ya meditado con
anterioridad; lo que no se puede hacer es llamar "ensayo" a lo escrito por ste, ya que se opone a
la esencia misma de la ensaystica. Veamos: puesto que el material a exponer est ya pensado, la
forma de hacerlo estar supeditada al pblico a quien se destina. Si ste es el de los profesionales
de la filosofa, nuestro filsofo se ver forzado a seguir una exposicin sistemtica y a hacer uso
del vocabulario tcnico pertinente. El resultado ser un tratado filosfico. Si el pblico a quien se
destina la obra es ajeno al gremio de los filsofos, como lo que se pretende exponer haba sido
meditado previamente con todo rigor, nuestro filsofo se ver obligado a resumir y a dar rodeos
para substituir aquellos trminos incomprensibles para la generalidad de los cultos. Tendr que,
en definitiva, escribir una obra de vulgarizacin y no un ensayo.
Cuando digo que el ensayo es una forma de pensar, quiero indicar que est escrito al correr de la
pluma, como dilogo ntimo del ensayista consigo mismo: "Para responder a las preguntas que
insistentemente quebrantan mi reposo he escrito este ensayo personal" (I: 30), nos dice Antonio
Pedreira en Insularismo. Por ello slo al ensayista le permitimos negarse o contradecirse en
aquello que unas lneas antes o en aquel mismo momento acababa de decir. As, no slo no
ofende sino que crece en nuestro aprecio Santa Teresa cuando de forma espontnea escribe
refirindose al alma: "De manera, que an no s yo si le queda vida para resolgar. Ahora lo estaba
pensando y parceme que no" (85). De este modo, por medio del estilo ensaystico, adems de
conseguirse el dinamismo y cercana del dilogo (como indicamos en la seccin anterior), se gana
igualmente en credibilidad. El lector de ensayos, al compenetrarse en la lectura, se siente ser
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Teora del Ensayo
testigo de la labor creadora del autor y, como tal, ms capaz de percibir el verdadero contenido de
lo escrito, con la vaga sensacin de ser tambin de algn modo obra suya. Pongamos de nuevo un
ejemplo tomado de Las moradas de Santa Teresa, obra cuyo valor esttico adquiere proporciones
insospechadas al analizarla desde el campo de la ensaystica: "Deseando estoy acertar a poner una
comparacin para si pudiese dar a entender algo de esto que voy diciendo, y creo que no la hay
que cuadre; ms digamos sta" (150). La comparacin, que parece salir de nuestras mismas
manos, no slo la aceptamos, sino que estaramos dispuestos a defenderla como algo propio.
Esta transcripcin del pensamiento segn fluye a la mente del ensayista, se opone, claro est, a la
sistematizacin del tratado. Pero el buen ensayo nos absorbe de tal modo en el proceso generativo
de las ideas que nos impide volver la vista atrs, evitando as cualquier intento de visin de
conjunto, por lo que el desorden que podra observarse en un anlisis meticuloso, es
imperceptible al lector. Srvanos Unamuno, ningn modelo mejor, en la aproximacin a esta
caracterstica del ensayo, ya que no slo la casi totalidad de su ensaystica ejemplariza este
aspecto, sino que l mismo se muestra consciente del mrito que su maestra supone: "Una vez
que me he decidido a escribir de cosas de tcnica literaria, ruego al lector no profesional que me
tolere, y desde ahora le aseguro que, aunque s por donde he empezado este ensayo o lo que
fuere, no s por donde lo he de acabar. Y de esto es, precisamente, de lo que quiero escribir
aqu; de esto de ponerse uno a escribir una cosa sin saber adnde ha de ir a parar, descubriendo
terreno segn marcha, y cambiando de rumbo a medida que cambian las vistas que se abren a los
ojos del espritu. Esto es, caminar sin plan previo, y dejando que el plan surja. Y es lo ms
orgnico, pues lo otro es mecnico; es lo ms espontneo" (Ensayos, I: 588).
Unamuno seala que el ensayo "es lo ms espontneo", pero debemos tener cuidado en la
interpretacin del trmino. La espontaneidad a la que Unamuno se refiere es, desde luego, la
etapa decisiva en el proceso de escribir un ensayo, mas no la nica. Esta espontaneidad sigue a
una profunda y quizs larga meditacin; y es seguida por una reexaminacin de lo ya escrito,
donde se pule el estilo y se precisan las ideas. El ensayista se siente reaccionar ante una situacin
y transcribe la reaccin misma con la espontaneidad con que es sentida; pero tal reaccin, a su
vez, es producto de una previa meditacin. De este modo debemos entender a Montaigne cuando
dice: "As como mis pensamientos se presentan, as yo los amontono, ya se precipiten en tropel,
ya se arrastren en fila" (388). Pues a pesar de tal aserto, una somera comparacin de la primera
versin de este ensayo, "Sobre los libros", 1580, con la edicin definitiva, 1595, pone al
descubierto la multitud de intercalaciones con que Montaigne fue perfeccionndolo. Para
aquellos que nicamente prestan atencin a lo superficial, una expresin de Ortega y Gasset tal
como: "Tenemos que concluir cuando empezbamos a empezar" (Notas, 105), al finalizar su
ensayo "Meditacin del marco", sera base suficiente para calificar de improvisacin a todo el
ensayo. Su lectura atenta, sin embargo, demuestra una intensa meditacin y profundidad de
contenido. De hecho la espontaneidad no reside en la esencia de lo que se dice, sino en el mtodo
y camino seguido. Cuando Julio Cortzar nos dice sobre sus reflexiones que "son cosas que uno
piensa cuando est embutido en una platea del teatro des Champs Elyses y Louis [Armstrong] va
a salir de un momento a otro" (II: 13), est yuxtaponiendo dos tiempos: lo meditado durante la
representacin en el teatro y la recreacin escrita posterior; y aunque la idea original era algo que
haba ido madurando entre un instante y el otro, el ensayista desea capturarla con la frescura de
su gestacin inicial. Por ello, de todos los gneros literarios, el ensayo es probablemente el menos
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Je me suis present moy-mesmes moy, pour argument et pour subject. Ainsi, lecteur, je suis
moy-mesmes la matire de mon livre.
Michel E. Montaigne
12. CONTINUACIN DE LOS ENSAYOS EN ORDEN CRONOLGICO
En el transcurso de este estudio el nombre de Montaigne se repite una y otra vez como
ejemplificacin de las caractersticas comentadas. Y es que Montaigne no slo fue el primero en
usar la palabra "ensayo" refirindose a una nueva modalidad literaria, sino que los Essais siguen
siendo todava hoy un modelo apropiado para caracterizar el gnero ensaystico. Montaigne
comenz a escribir sus ensayos a los 38 aos de edad, en 1571, y sigui escribiendo hasta 1592,
ao de su muerte. El mismo los recogi en tres libros divididos en captulos, donde cada uno de
ellos est formado por un ensayo dispuesto en orden cronolgico segn la poca en que fue
escrito. Montaigne llama captulos a cada uno de los ensayos, a pesar de que en ellos se trate de
los ms diversos temas, sin establecer ninguna aparente conexin que los enlace. Lo importante
en los Essais no es, sin embargo, que se hable "Sobre la tristeza", o "Sobre las costumbres de la
isla de Cea", o "Sobre los coches", sino que sea Montaigne quien lo haga. Y ste es precisamente
el vnculo de unin: el hombre de carne y hueso Michel de Montaigne. Es as como la divisin en
captulos adquiere toda su trascendencia y queda justificada su disposicin en orden cronolgico,
pues Montaigne mismo dej dicho en el prefacio del libro: "As, lector, soy yo mismo la materia
de mi libro". Podemos de este modo decir que los Essais son la verdadera autobiografa de
Montaigne. No una autobiografa en el sentido tradicional, en la que se da tanta importancia a lo
mecnico y a lo externo, sino ms bien una que representa el crecimiento emocional e intelectual
del hombre Montaigne implcito en los ensayos. De ah la importancia de reunir los escritos de un
ensayista siguiendo el orden cronolgico de su fecha de composicin, pues slo as se nos hace
comprensible la evolucin que tuvo lugar en el escritor como hombre. Es decir, podemos aplicar
al ensayista, con tanta propiedad como al poeta, las siguientes palabras de Octavio Paz: "Los
poetas no tienen biografa. Su obra es su biografa" (Los signos, 103).
En todo ensayo, por consiguiente, hay en potencia dos niveles de comprensin. Uno, primerizo y
en realidad incompleto, donde se considera el valor del ensayo per se, sin relacionarlo al autor ni
a su obra. Otro, ms fecundo, que presupone el primero y en el que el ensayo es estimado como
proyeccin del autor. De este modo la lectura de Espaa invertebrada, publicada en 1921, puede
hacerse independiente del hombre Ortega y Gasset, y sin relacionarla a otras obras suyas. El
libro, como verdadero ensayo, posee desde luego un valor permanente, pero no hay duda de que
adquiere su autntica dimensin al ser comparado con la Historia como sistema, que data de
1935, y con Una interpretacin de la historia universal, de 1948. Lo mismo podramos decir de
Facundo o civilizacin y barbarie, de Domingo Faustino Sarmiento, publicado en 1845 y cuyas
reflexiones, aunque se proyectan en el mbito argentino, tienen como verdadero protagonista al
mismo Sarmiento; pero el texto en s es nicamente un primer captulo de su "autobiografa"
intelectual que se complementa en Conflicto y armona de las razas en Amrica de 1883-1888. Y
es que si el ensayo es una forma de pensar donde el ensayista fija sus reflexiones al modo de
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El que escribe un ensayo se lanza a un etreo espacio, donde prcticamente nada cohbe ni
dirige su albedro.
Jos Ortega y Gasset
13. EL ENSAYO CARECE DE ESTRUCTURA RGIDA
En los estudios generales sobre la ensaystica se ha ponderado en exceso este aspecto peculiar
del gnero, cuyo estudio aun cuando constituyendo una de sus caractersticas primordiales, slo
puede ser significativo si se efecta desde un ngulo de comparacin. Con frecuencia se ha
mencionado la falta de estructura sistemtica en los ensayos para despus, despectivamente,
considerarlos como algo incipiente, primerizo; y es que las afirmaciones de los mismos
ensayistas slo deben de ser interpretadas en el conjunto de su obra. As, se cita frecuentemente a
Montaigne para destacar el carcter informal del ensayo, sin advertir que la afirmacin de que su
estilo es "un decir informe y sin regla, una jerga popular y un proceder sin definicin, sin
divisin, sin conclusin" (620), representa un formidable grito de libertad y de madurez.
Al decir que el ensayo no posee una estructura rgida, se pretende establecer una distincin entre
ste y aquellos escritos, destinados a la comunicacin depositaria, caracterizados precisamente
por una rigurosa organizacin tanto formal como de contenido. En esta categora entran entre
otros el tratado que la creciente especializacin moderna ha hecho prcticamente desaparecer
, el discurso, el artculo de las revistas especializadas, la monografa. Cito estas formas de la
prosa didctica para dar nfasis a lo inoperante de la extensin del escrito en el momento de
establecer diferencias. Por otra parte, en lo externo tampoco parece haber distincin entre dichas
formas de la didctica y el ensayo; para encontrarla hemos de sobrepasar lo superficial y penetrar
en su desarrollo y contenido.
En el tratado y por extensin en el discurso, en la monografa aunque en lo sucesivo no se
mencionen destaca lo metdico, mientras que en el ensayo prevalece lo aforstico. Esto de
ningn modo significa que el ensayo se escriba a tono de prueba, sino que para el ensayista el
mtodo, en la manifestacin mecnica del discurso depositario, es secundario y negativo, pues
entorpece la libertad creativa del escritor. En realidad el ensayista, como Unamuno, piensa que
"el lector sensato pondr el mtodo que falta y llenar los huecos" (En torno, 145). De ah que el
ensayo, en proyeccin orgnica, progrese por medio de asociaciones y de intuiciones en
oposicin al orden lgico que sigue el cientfico. Y por ello, mientras el cientfico, una vez
establecido el propsito de su investigacin, pierde en gran medida la libertad al verse forzado a
seguir el orden que su mtodo le determina, el ensayista es libre de continuar, aplazar o
simplemente interrumpir el tema comenzado, como Prez de Ayala seala en expresin cuyo
sentido es propio de la ensaystica: "Nos hemos extendido demasiadamente. En ocasin prxima
proseguiremos este deshilvanado palique" (III: 483). En el tratado la informacin se presenta sin
ambigedad, proyectando una sola posible interpretacin, mientras que el ensayista, cuyo
objetivo es problematizar el discurso axiolgico del estar, nicamente reflexiona sobre el tema sin
pretender imponer una posicin ni tratar de ser exhaustivo, y su ideal bien podra quedar
representado por las siguientes palabras de Unamuno: "Examinar digo, y mejor dira dejar que
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Teora del Ensayo
examine el lector, presentndole indicaciones y puntos de vista para que saque de ellos
consecuencias, sean las que fueren" (En torno, 51).
En realidad el ensayista se considera parte de la aristocracia de los escritores, despreciando en
cierto modo la labor metdica del investigador por considerarla como algo mecnico, carente de
ingenio y de valor esttico. De esta forma pueden ser interpretadas las siguientes palabras de
Ganivet: "Esas ideas, que sin orden preconcebido, y pudiera decir con desorden sistemtico, irn
saliendo como buenamente puedan, tienen el mrito, que sospecho es el nico, de no pertenecer a
ninguna de las ciencias o artes conocidas hasta el da y clasificadas con mejor o peor acierto por
los sabios de oficio; son, como si dijramos, ideas sueltas, que estn esperando su genio
correspondiente que las ate o las le con los lazos de la lgica" (I: 61-62). No debemos, sin
embargo, deducir de lo indicado que el ensayista sea ajeno al pensamiento cientfico; nada ms
lejano. Lo que sucede es que mientras para el cientfico lo esttico es accidental, para el ensayista
es esencial. El investigador busca como fin el exponer los resultados de su labor, por lo que
subordina lo artstico a la rigidez del mtodo, la claridad a la precisin tcnica: su objetivo es la
comunicacin depositaria. El ensayista es ante todo un escritor y como tal busca la perfeccin en
la expresin, contando con su propia personalidad para dar unidad a sus reflexiones: como obra
literaria se propone una comunicacin humanstica. "Aqu tolere el lector [nos dice Unamuno]
que, dejando por el pronto suspendido este oscuro cabo suelto, prosiga el hilo de mis reflexiones"
(En torno, 20). Y si bien resultara en vano el intento de buscar una uniformidad temtica o
estructural en el ensayo, el "yo" del autor est presente en cada una de sus frases; en tanto que en
el tratado se retrae hasta desaparecer en el anonimato. El tratado interesa por el tema sobre el que
diserta; en el ensayo es ms importante el autor que escribe, que el tpico sobre el cual escribe.
Esta posicin intermedia que hace al ensayo cabalgar a los lomos de lo cientfico y de lo esttico,
en la bsqueda de un difcil equilibrio, es lo que le da carcter al gnero y al mismo tiempo lo
relega a un lugar secundario en el momento de ser estudiado en los centros docentes. La literatura
espaola abunda en ejemplos al propsito, y quizs ninguno tan representativo como el de Ortega
y Gasset. Sus lectores estn de acuerdo en considerar su obra como algo excepcional tanto por las
ideas que expone como por el valor literario de sus escritos. No obstante, en los cursos de
literatura, ofuscados en los tradicionales gneros de teatro, poesa y novela, se omite a Ortega o
se le cita de pasada. Los filsofos, por su parte, desinteresados del valor esttico de un escrito,
prefieren concentrarse en los tratados en busca del orden lgico externo y la enseanza directa.
De ah que los "filsofos" lo posterguen a un plano secundario por considerarlo "literatura" y los
estudiosos de la literatura procedan del mismo modo por considerarlo "filosofa".
Hemos indicado ya que el ensayo carece de estructura rgida y que precisamente una de las
diferencias con el tratado es la falta del orden lgico que ste posee. No quiere esto decir, sin
embargo, que el ensayo carezca de concierto; lo que sucede es que ste es de disposicin distinta.
El ensayo es subjetivo y el tratado es objetivo. En el ensayo el orden es interno, es el del yosubjetivo del autor, mientras que en el tratado es el externo predispuesto por el carcter de la
misma investigacin. En el ensayo el orden es siempre ms real que aparente y se presenta tanto
ms obvio cuanto ms profundizamos en lo escrito. En el tratado el proceso inverso es ms
frecuente, y, adems, como depende de un sistema externo, est sujeto a la marcha del progreso
que lo har inevitablemente caduco. As, mientras se leen todava con valor actual los ensayos de
Montaigne o Bacon, los tratados que se escribieron en su poca han cado decididamente en el
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olvido. El valor permanente del ensayo se lo proporciona su carcter de ntimo dilogo entre el
pensar del autor implcito y las proyecciones que realiza el lector. El ensayista piensa ante
nosotros, y la dimensin humana que as consigue ser siempre un lazo de unin con el lector de
todos los tiempos, pues, repitamos, no es tan importante lo que dice como el ver palpitar a un ser
que se vive, y que precisamente por ello nos hace meditar en nuestra realidad ntima en relacin
con su circunstancia. Unamuno nos dice: "Al llegar aqu tenemos que traer a cuenta algn 'hecho'
que sirva de hilo central a nuestras reflexiones, que seguirn, sin embargo, sin atarse a l,
ondulando ac y all, fuera de maroma lgica, para engendrar en el alma del lector el nimbo, la
atmsfera de donde vaya surgiendo algn tema" (En torno, 63). Este es el secreto de la
permanencia del ensayo: el ser fragmentario, el ser incompleto sin la participacin del lector. Por
ello todo buen ensayo tiene siempre algo de actual, distinto para cada poca y para cada lector; es
la atmsfera de que nos habla Unamuno, que luego motivar infinitas intuiciones y proyecciones,
no tanto por lo escrito en el ensayo, como por la aportacin del lector eterno.
De este modo, aquello que en un principio pareca ser defecto del ensayo, vemos ahora que es
una de las caractersticas que lo hacen ser parte del discurso humanstico. El tratado, en busca de
la objetividad, se expresa en un monlogo didctico que se dirige al especialista con el propsito
explcito de mostrar algo concreto incluso en el caso de los tratados filosficos (tngase en
cuenta que no me refiero a los ensayos filosficos que son en definitiva ensayos y no tratados);
de ah que caduque tan pronto como el progreso lo supere o vare la mentalidad de la sociedad
que lo produjo. El tratado pretende ensear, es la dimensin depositaria de la educacin, el
ensayo sugerir, incitar; el tratado se expresa en trminos tcnicos como corresponde al
especialista, el ensayo se encamina a la generalidad de los cultos en un ansia de ser trascendental.
En conclusin, nada ms a propsito para cerrar las reflexiones de esta seccin que la siguiente
cita de Unamuno, extremada si se quiere, pero que en s encierra la esencia ensaystica: "Si
quieres, lector X, leer cosas coherentes, y transparentes y claras, y enlazadas lgicamente, y que
tengan principio, medio y fin, y que tiren a ensearte algo, bscalas en donde quieras, menos
aqu" (Soledad, 20).
[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 73-76.]
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There is one special peculiarity of structure that may characterize the essay... It is not, indeed, a
peculiarity that all essays have... but it is so far from uncommon that the student of the essay
needs to have its nature in mind from the beginning and to recognize its legitimacy, under the
proper circumstances. This is the quality of discursiveness.
Ralph D. O'Learly
14. LAS DIGRESIONES EN EL ENSAYO
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Teora del Ensayo
Dentro de la literatura hispnica podemos remontarnos a los comienzos todava incipientes del
ensayismo y ver como Antonio de Guevara aprovecha el haber recibido cecina (Libro I, Epstola
34), para divagar sobre el linaje montas y realzar su hidalgua por haber nacido en Asturias. Y
ya en el siglo XX, H. A. Murena, por ejemplo, bajo el ttulo "la voz de Saulo de Tarso",
reflexiona sobre la "propaganda" desde su nacimiento "como corolario de una iluminacin
religiosa superior", hasta su contexto actual como producto de la desacralizacin que promueve la
"propaganda enciclopedista" (76-77). Ortega y Gasset, por su parte, finaliza el ensayo "La forma
como mtodo histrico", con las siguientes palabras: "Sobre este asunto quera yo haber escrito el
presente captulo. Pero me encuentro al final con que slo lo he mentado en el ttulo. Qu le
vamos a hacer!" (Espritu, 31). Sin embargo, como lo que nosotros buscamos en la lectura de un
ensayo no son datos precisos sobre algo concreto, sino las reflexiones que un tema particular
pueda sugerir al ensayista, en realidad lo que menos nos preocupa es si ste trata o no
sistemticamente el tema propuesto. Ramn Prez de Ayala titula significativamente
"Divagaciones" un ensayo en torno a una representacin de La Bohme, pera de Giacomo
Puccini. Tanto el ttulo como el contenido del ensayo mismo ejemplifican esta caracterstica
genrica. Prez de Ayala en su ensayo no pretende darnos informacin sobre La Bohme (no
menciona ni autor, ni contenido, ni adaptacin); en realidad la pera constituye slo el incitante
que origina las relexiones que dan cuerpo al ensayo. En el ensayo mismo prefiere hablar sobre el
pblico, la opinin pblica y el teatro; ello le lleva a Larra y sus dudas sobre el pblico, para
afirmar l su existencia, lo que une seguidamente con Shakespeare y su conocimiento del
pblico, y los consejos que por boca de Hamlet da a los cmicos. En fin, termina el ensayo con
una meditacin sobre el significado del ser intelectual y del acto de pensar, que Prez de Ayala
une nuevamente con la pera La Bohme, cerrando de este modo el crculo que establece la
unidad del ensayo.
En secciones anteriores hemos ya mencionado el carcter conversacional del ensayo, el cual se
consigue precisamente mediante su estructura interior, emotiva, que hace que las ideas emanen
unas de otras como los eslabones de una cadena, sin que la direccin de sta se encuentre de
ningn modo predeterminada: "As voy divagando por la ndole de mi ntimo soliloquio" (83),
seala Antonio Caso en "Ensayo sobre el arrepentimiento". De ah que la siguiente expresin
muchas ms veces implcita que explcita en los ensayos de Giner de los Ros: "Lo que
acabamos de decir nos conduce a hablar de ..." (Ensayos, 69), sea una de las reglas primordiales
en el cdigo ntimo del escritor de ensayos. Esta es la unidad estructural por excelencia en la obra
de Montaigne, cuya frmula l mismo expresa con las siguientes palabras en el ya mencionado
ensayo sobre los coches: "Lo extrao de tales invenciones me trae a la mente esta otra
divagacin" (879). Otras veces parece que el ensayo es el resultado de una lucha interna entre la
digresin que quiere imponerse y el deseo del ensayista por mantenerse dentro del tema
propuesto; claro est que en estos casos las expresiones al propsito no son nada ms que
frmulas retricas con las que el ensayista justifica el interrumpir una digresin que no desea
continuar. Ortega y Gasset emplea con predileccin este recurso en su obra: "Pero todo esto anda,
por fortuna, muy lejos de nuestro tema actual", o ms adelante, "Es tema en que no quiero
entrar".8
Lo ms comn, sin embargo, es que el ensayista no avise al lector en el momento de internarse en
una digresin, y que ste no sea consciente de ello hasta el final de la digresin misma, cuando el
ensayista hace, con frecuencia, referencia a su deseo de regresar "al momento" que qued
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Notas
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tiempo, p. 18); "Pero no podemos entretenernos en este punto aunque es muy importante"
(Trptico, p. 174).
9
Santa Teresa, Las moradas, p. 40. Esta viene a ser la terminacin caracterstica de las
digresiones de Santa Teresa: "Pues tornemos ahora a nuestro Castillo", p. 16; "Pues
tornando a lo que deca", p. 135 y 153; "Pues tornando a este apresurado arrebatar", p.
160; "Pues tornando a lo que decamos", p. 230, etctera.
[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 77-82.]
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Teora del Ensayo
Si las reflexiones que voy a apuntar logran sugerir otras nuevas a alguno de mis lectores, a "uno
slo", y aunque slo sea despertndole una humilde idea dormida en su mente, "una sola", mi
trabajo tendr ms recompensa que la de haber intensificado mi vida mental.
Miguel de Unamuno
15. EL ENSAYO EN SU FUNCION DE SUGERIR AL LECTOR
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Teora del Ensayo
mayor razn habr de hacerse as en ensayos de este gnero, donde las doctrinas, bien que
convicciones cientficas para el autor, no pretenden ser recibidas por el lector como verdades. Yo
slo ofrezco 'modi res considerandi', posibles maneras nuevas de mirar las cosas. Invito al lector
a que las ensaye por s mismo; que experimente si, en efecto, proporcionan visiones fecundas; l,
pues, en virtud de su ntima y leal experiencia, probar su verdad o su error. En mi intencin
llevan estas ideas un oficio menos grave que el cientfico; no han de obstinarse en que otros las
adopten, sino meramente quisieran despertar en almas hermanas otros pensamientos hermanos"
(23-24).
De lo dicho se desprende el carcter filosfico de las reflexiones y sugerencias de que se vale el
ensayista en la composicin de sus ensayos. Y el trmino "filosfico" se emplea aqu en el
sentido primitivo y ms puro de la palabra. Es filosfico en cuanto se eleva lo particular al plano
de lo universal, en cuanto trata de profundizar en las primeras causas, en cuanto problematiza el
propio discurso axiolgico. Pero se diferencia de la filosofa como "ciencia" en que no es
sistemtico y, por lo tanto, no se encuentra sujeto a la caducidad que el paso del tiempo marca en
todo sistema. Lase a Santa Teresa o a Montaigne y se ver la frescura que sus escritos todava
poseen; lanse los escritos sistemticos, sean msticos o filosficos, del siglo XVI y se ver que
su inters para el hombre del siglo XX es nicamente el de documento histrico. Al sealar el
carcter filosfico del ensayo no pretendemos de ningn modo limitar su campo de accin, ms
bien al contrario. La variedad de los ensayos es tan grande como la variedad temtica misma: un
ensayo puede ser histrico, literario, poltico, sociolgico, autobiogrfico, etctera., segn se d
nfasis a temas histricos, literarios, polticos, etc. Las reflexiones pueden igualmente girar en
torno a problemas pertinentes a las matemticas, o a la fsica; se requiere nicamente que se
reflexione sobre un problema particular elevado al mbito de lo universal, en una manifestacin
personal y artstica. Ensayos son, y con igual fuerza sugieren al lector, "El sentido histrico de la
teora de Einstein", de Ortega y Gasset, y "Sobre la educacin" o "La moral y las emociones", de
Albert Einstein.
El ensayo, pues, no pretende probar nada, y por ello no presenta resultados, sino desarrollos que
se exponen en un proceso dialgico en el que el lector es una parte integral. El deseo de incitar
puede ser ligero e indirecto, como propone Ramn y Cajal en Charlas de caf: "No tiro, pues, a
adoctrinar, sino a entretener y, cuando ms, a sugerir. En conseguirlo aunque sea muy
parcamente, cifrar todo mi empeo" (14). En la mayora de los ensayos, sin embargo, el deseo
de sugerir a travs de una exposicin artstica es el fin primordial del ensayista. As nos dice
Unamuno: "Entremos ahora en indicaciones que guen al lector en esta tarea, en sugestiones que
le sirvan para ese efecto".10 Y con actitud desafiante seala Octavio Paz: "Mis palabras irritarn a
muchos; no importa, el pensamiento independiente es casi siempre impopular" (Posdata, 100).
En otras ocasiones las reflexiones tratan de motivar a los profesionales a emprender
investigaciones sistemticas sobre ciertos temas pobremente estudiados. Tal es el propsito de
Octavio Paz en El ogro filantrpico: "Mis reflexiones sobre el Estado no son sistemticas y deben
verse ms bien como una invitacin a los especialistas para que estudien el tema" (9); as tambin
la siguiente cita del ensayo "Preludio a un Goya", de Ortega y Gasset: "Quisiera incitar a nuestros
historiadores del arte para que acometiesen con resolucin esta empresa" (Goya, 31). En realidad,
el ensayo es el gnero literario que demanda mayor esfuerzo por parte del lector; nada en l es
seguro o terminado, da la impresin de que apenas se comienza un tema cuando el ensayista nos
lo abandona. Rafael Altamira dice al propsito: "Hago punto aqu, creyendo que lo dicho basta
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Teora del Ensayo
para dar la medida de todo o que pudiera decirse sobre la materia" (199). Y Santa Teresa ms
precisa: "Para un rato de meditacin basta esto, hermanas, aunque no os diga ms" (93).
Notas
10
Miguel de Unamuno, En torno al casticismo, p. 36. El deseo de sugerir se hace presente con
gran fuerza en todos los ensayos de Unamuno; son muy frecuentes las citas semejantes a la ya
anotada: "Sobre estas sugestiones metafricas medite el lector" (62); "Dejo este problema al
lector", El caballero de la triste figura (85); "No espere el lector hallar aqu ms que indicaciones
y sugestiones, meros puntos de reflexin que ha de desarrollar por s mismo" (11); "Si el lector al
contacto de estas deshilvanadas notas siente resucitar en su entendimiento un concepto, uno solo
y propio suyo, y lo vivifica, habr cumplido con el deber a que me obligo al escribir, y es lo
bastante"(36).
[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 83-86.]
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Teora del Ensayo
Der Essayist stellt keine fertigen Ergebnisse vor uns hin, sondern entwickelt diese in einem
dialogischen Prozess, an dem er uns als gleichberechtigte Partner teilnehmen lsst.
Klaus Gnther Just
16. EL LECTOR DE ENSAYOS DEBE SER MIEMBRO ACTIVO
Hemos sealado ya que una de las funciones primordiales del ensayo es la de sugerir al lector.
Ello, sin embargo, presupone la existencia de un lector dispuesto a proyectar en su propio mundo
interior lo que para l se inicia en el ensayo. Unamuno se expresa al particular en trminos
precisos: "Mi empeo ha sido, es y ser que los que me lean, piensen y mediten en las cosas
fundamentales, y no ha sido nunca el de darles pensamientos hechos" (Mi religin, 14). El
ensayista, en ocasiones, incluso elimina la posibilidad de una aceptacin pasiva de las reflexiones
desarrolladas; as Borges, cuando finaliza su ensayo "El sueo de Coleridge", con las siguientes
palabras: "Ya escrito lo anterior, entreveo o creo entrever otra explicacin" (226). Del mismo
modo que una obra de teatro es algo incompleto hasta que no ha sido representada y su verdadero
valor no lo tiene para el lector, sino para el pblico que presencia su representacin, de manera
semejante el ensayo necesita de un lector que lo medite; l es as el otro miembro preciso para
que tenga lugar el dilogo que se propone el ensayista. Si ahora reflexionamos sobre este aspecto,
comprenderemos por qu el ensayo es, ante todo, un fenmeno del siglo XX. Montaigne escribi
sus ensayos a finales del siglo XVI y con frecuencia se repite en las historias de la literatura que
su obra fue muy popular. Pero qu sentido damos al trmino popular? Fue popular slo en
cuanto sus ensayos fueron ledos por la minora culta. Las verdaderas obras populares en su
poca fueron las novelas pastoriles y de caballera. Y eran populares porque no slo las lean los
pocos que saban hacerlo, sino porque eran ledas en voz alta y escuchadas con avidez por el
pueblo. Esta es precisamente la diferencia que individualiza al ensayo; el ensayo no se escribe
para ser ledo en voz alta. Por ello, a pesar del prestigio que el gnero ensaystico adquiri
durante el siglo XVIII, slo en el siglo XX, y sobre todo en las ltimas dcadas, puede el ensayo
ser ledo e influir en el pueblo. No quiere esto decir que el ensayo sea lectura popular, pues el
pensar siempre fue prerrogativa de una minora, sino que al desaparecer la barrera del
analfabetismo, no queda tampoco limitado a los miembros de una determinada clase social.
As interpretado, el valor del ensayo depende en cada momento del lector y de las sugerencias
que a ste sea capaz de suscitar. Y un ensayo ser tanto mejor cuanto mayor y ms variado
nmero de personas reaccionen ante su lectura. El ensayista, por su parte, recuerda con frecuencia
al lector su deber de ser un miembro activo en el dilogo que se trata de establecer. Con este
propsito Ortega y Gasset seala: "Yo invito al lector preocupado de las cuestiones artsticas a
que lea lo que sigue y lo medite algunos minutos" (Mocedades, 69); Unamuno, todava ms
cercano a la esencia del ensayo, indica: "Examinar digo, y mejor dira dejar que examine el
lector, presentndole indicaciones y puntos de vista para que saque de ellos consecuencias, sean
las que fueren" (En torno, 51). Y es que Unamuno est "convencido de que lo que realmente se
aprende se saca siempre de propio fondo" (El caballero, 36). De aqu se desprende que la lectura
de ensayos sea una lectura lenta y llena de interrupciones, motivadas por las proyecciones que al
lector le sugieren las ideas que se desarrollan en el texto. Por otra parte, y en ello reside su valor
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Teora del Ensayo
social, el lector que reacciona ante un ensayo y cuyas reflexiones le conducen a un nuevo
entendimiento, se ve tambin impulsado a comunicarlo con aquellas personas cuya conversacin
frecuenta.
Recientemente, y paralelo al desarrollo de la tcnica moderna, ha surgido otra clase de ensayo
que no precisa de la palabra escrita. Me refiero al comentario radiofnico y en los ltimos aos al
comentario televisado. En ambos casos podemos hablar de ensayos y con ello referirnos a las
caractersticas aqu estudiadas. En un primer anlisis parecera que esta nueva modalidad de
ensayos contradice la anterior afirmacin de que el ensayo no se escribi para ser ledo en voz
alta. Un estudio ms profundo, sin embargo, nos pone de relieve las diferencias esenciales entre
el ensayo escrito y aquel otro radiado o televisado, y nos reafirma ms en la conviccin de que el
ensayo no es para ser escuchado sino ledo.
Consideremos por un momento un ensayo de Ortega y Gasset, "Lo que ms falta hace hoy", que
precisamente pertenece a esta nueva modalidad, ya que fue escrito para ser ledo por radio en
1935. Tanto el estilo como los propsitos de Ortega y Gasset al preparar este ensayo son
semejantes al de los otros muchos que escribi. l mismo seala casi al final de la lectura y
dentro de lo mejor de su tradicin ensaystica: "Los minutos que me han sido concedidos para
hablaros se van consumiendo y me encuentro con que no me quedan los bastantes para intentar
yo mismo la respuesta. Tal no era lo que estaba en mi propsito, sino, mas bien, traeros la
pregunta, despertar vuestra curiosidad por la gran cuestin y esperar que vosotros mismos, cada
uno de vosotros, ensayara la solucin del enigma" (Meditacin, 62-63). No obstante, el ensayo
mismo posee ciertas peculiaridades caractersticas de su modo de difusin: a) es breve,
comparado con aquellos que se destinan a un lector; y a pesar de su brevedad cinco pginas
viene a representar la extensin mxima de esta clase de ensayos; b) no posee digresiones del
tema nico que en l se desarrolla, y ste se presenta de un modo claro con un uso parco del
lenguaje aforstico. Cuando leemos un ensayo, podemos en cualquier momento detener la lectura
para proyectar una sugerencia, tomar unas notas o consultar un dato. El ensayo que escuchamos,
por otra parte, no puede ser interrumpido, y si en un momento determinado nuestra atencin se
detiene en proyectar un pensamiento, perderemos el resto del ensayo; toda reflexin ha de quedar
forzosamente para el final. De ah la necesidad de que el ensayo radiado o televisado sea breve.
Del mismo modo, en el ensayo escrito el lector, segn la profundidad del tema o del valor
sugestivo que para l tenga, puede volver a leer y releer un prrafo o una seccin tantas veces
como crea necesario; cuando escucha un ensayo esta posibilidad desaparece, por lo que ste ha de
ser ms ligero en su exposicin y limitarse a un tema concreto del que slo en raras ocasiones y
brevemente puede separarse. Es decir, el ensayista debe ser consciente de que toda reflexin que
pueda llegar a suscitar a travs del ensayo tendr que venir forzosamente despus de que ste
haya terminado; y como estas reflexiones son precisamente el resultado que el ensayista desea
alcanzar, en el ensayo radiado o televisado se ve forzado a sacrificar su libertad y poner lmites a
la extensin y complejidad del mismo.
[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 87-90.]
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Teora del Ensayo
Jeder Essay schreibt mit unsichtbaren Buchstaben neben seinen Titel die Worte: bei Gelegenheit
von...
Georg von Lukcs
17. DE CUALQUIER PRETEXTO PUEDE NACER UN ENSAYO
Si abrimos el libro de Azorn Castilla, y leemos los ttulos de los ensayos que en l se renen,
recibimos en un principio la impresin de una aparente vulgaridad en los temas propuestos. En
efecto, "Las nubes", "El mar", "La catedral" o "Una ciudad y un balcn", no parecen elevarse ms
all de lo consabido. Y, sin embargo, es precisamente lo cotidiano, lo ignorado por su continua
presencia, lo que proporciona a Azorn el punto de partida de su reflexin sobre el paso del
tiempo, sobre la eternidad. No es necesario, ni en la mayora de los casos apropiado, buscar lo
transcendental en lo raro ni en lo nuevo. El efecto, y el mrito, del ensayo es ms completo
cuanto ms cercanas a nosotros son las imgenes que se emplean en la aproximacin al tema
tratado. La pluralidad de reflexiones que en los distintos lectores llega a sugerir el ensayo "Una
ciudad y un balcn", difcilmente se podran conseguir mediante una disertacin filosfica sobre
el significado del tiempo. Las siguientes palabras, con que comienza Unamuno el ensayo "Viejos
y jvenes", exponen con brevedad su posicin al propsito, que es al mismo tiempo peculiar del
ensayista: "Las consideraciones que voy a exponer en estas lneas son tan vulgares y tan obvias,
que entran de lleno en el campo de las verdades de Pero Grullo. Ms he de repetir aqu por
centsima vez y espero no sea la ltima lo que he dicho lo menos noventa y nueve veces, y
es, que conviene refrescar lo que de puro sabido se olvida, y que el repensar los lugares comunes
es el mejor medio que tenemos para librarnos de su maleficio" (31). En realidad, slo en el
progreso de la tcnica, en las ciencias exactas, logra una generacin superar a la anterior; en las
ciencias del espritu, la superacin es slo aparente, pues lo que as consideramos resulta a la
postre ser nicamente un rechazo, ms o menos parcial, de lo pensado por la generacin anterior
y un nuevo replanteamiento de los problemas perennes en torno a la existencia del hombre. Cada
generacin hereda la responsabilidad de volverlos a replantear y proporcionar nuevas respuestas
ms de acuerdo con las circunstancias peculiares del momento histrico.
Si, como ya indicamos en secciones anteriores, la intencin del ensayista al escribir ensayos es la
de sugerir e incitar al lector a reflexionar, nada ms a propsito para tal fin que el hacerlo sobre
aquello que nos es comn en la vida cotidiana. De este modo, el ensayista no slo consigue ms
repercusin, sino que al versar sobre cosas aparentemente triviales, establece con ms claridad la
verdadera dimensin reflexiva del pensamiento humano. El ensayo de este modo es ms efectivo
que la especulacin filosfica, que se encierra en un mundo artificial de abstracciones; el
ensayista mantiene siempre su conexin con lo concreto y su relacin con la experiencia del ser
humano. No existe nada, por insignificante que se presente a nuestros ojos, que, en el desarrollo
reflexivo del ensayo, no pueda ser elevado a proporcionar una posible respuesta a alguna de las
preguntas persistentes sobre la existencia humana. Ningn ensayista mejor, en el momento de
ejemplarizar este aspecto, que Ortega y Gasset; la casi totalidad de sus escritos parten de
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experiencias. De cualquier tema puede nacer un ensayo. El ensayista no slo cuenta con el da
que transcurre ante sus ojos, tiene tambin a su disposicin los diez mil aos de la humanidad
para reflexionar; no hay tema que por vulgar deba desdear, ni que por elevado no pueda tocar.
"No nos dejemos arrastrar por apariencias; penetremos en la esencia y razn de las cosas"
(Estudios, 122), seala Giner de los Ros, y expresa as la necesidad de tener en cuenta uno de los
pocos requisitos a que se obliga el escritor de ensayos; si se le concede entera libertad en la
eleccin del tema y del punto de partida del ensayo, es con la expresa condicin de que en su
escrito debe sobrepasar el mbito de lo vulgar, debe transcender lo particular. Y debe conseguirlo,
ante todo, siendo autntico y personal, hasta el punto de mezclar lo autobiogrfico con lo
ensaystico, pues el ensayista debe ser en todo momento consciente de que el lector es atrado no
tanto por el tema tratado como por la aproximacin al mismo; ms que los datos expuestos le
interesa la fuerza de la personalidad del ensayista.
[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 91-94.]
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La libertad del escritor de ensayos en cuanto a la eleccin del tema puede nicamente
compararse a la del artista, y, al igual que ste, se gua en su produccin literaria por inspiracin.
Esta libertad, que le permite escribir tan slo cuando la inspiracin le incita a hacerlo, puede
explicarnos la causa de la diferencia que tan a menudo notamos en la calidad de los ensayos de
algunos escritores. Ramn Prez de Ayala puede ser calificado con justicia de ensayista. En sus
ensayos, sin embargo, encontramos algunos de calidad muy irregular; as, mientras unos pueden
ser considerados, por su estilo, por su contenido, y ms que nada por su perenne actualidad, como
modelos del gnero, otros, en realidad poco numerosos en Prez de Ayala, apenas son
exposiciones sin vida que se proyecte ms all de lo que se propone narrar. Y es que hay gran
diferencia entre la reflexin que espontneamente se nos ocurre al leer un libro o asistir a una
representacin teatral, y que perpetuamos voluntariamente en un ensayo, al comentario que nos
comprometemos a hacer sobre dicho libro u obra de teatro, antes de leerlo o de presenciarla. Son,
por tanto, la inspiracin y el entusiasmo lo que inyecta vida incluso en aquello que pareca
muerto, y es la libertad la mejor garanta con que cuenta el artista en su funcin creadora. Ahora
bien, como creador es libre en el elegir, pero como ensayista se diferencia de los que cultivan los
otros gneros literarios en que no es libre ante los datos.
El hecho de que el ensayista por una parte goce de libertad y elija por inspiracin, y que por otra
deba mantenerse dentro de los estrechos lmites de la "verdad", lgica o cientfica, proporciona al
ensayo un carcter peculiar que le permite cabalgar al mismo tiempo a lomos de la literatura y de
la ciencia. Es decir, segn la terminologa propuesta en este estudio, hace uso de elementos del
discurso depositario, pero persigue un discurso humanstico. Eduardo Nicol nos dice a este
propsito: "Porque el artificio es literario, pero el producto no es artificial o ficticio, no es pura
literatura, como la novela. El ensayista requiere inventiva, pero su ensayo no es pura invencin.
Feliz el novelista, que puede poner en las palabras y en los actos de sus personajes todas las
arbitrariedades que se le antojen, seguro de que as no disminuye su realidad humana; pues la
vida le ofrece ms variedad y abundancia de situaciones extremosas [...] El compromiso con la
verdad que tiene el ensayista no le obliga a desconfiar de esa fluencia de la imaginacin, pero s a
canalizarla. Puede decir algo de lo cual no est muy seguro, pero no debe inventar algo de lo cual
no pueda estar seguro nunca" (206). Esto hace que los lmites del ensayo sean vagos y que con
frecuencia se le confunda con los escritos eruditos. Estamos de acuerdo con Fryda Schultz de
Mantovani cuando dice: "Son las ideas el principal motor de los ensayos? S; pero las ideas
disparadas por el arco de la imaginacin" (14). Y esta imaginacin a la que se refiere Schultz, es
la imaginacin potica del ensayista, la que da valor esttico al ensayo. Hay crticos, filsofos,
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historiadores, etc. que se acercan en sus escritos al ensayo, al intentar en ellos una superacin
esttica; del mismo modo que por carecer de ella, hay pretendidos ensayistas que no pasan de
simples divagadores.
En una reduccin, quizs excesiva, pero que nos sirve para comprender este aspecto, se pueden
resumir en tres las caractersticas esenciales del ensayista: a) es un pensador; b) se nutre de la
tradicin, pero en lugar de enterrarse en ella, como el erudito, la usa para superarla; y c) escribe
en un estilo personal y de elevado valor esttico, que por s slo hace del ensayo una obra de arte,
independiente del mrito de su contenido. En el ensayo se reemplaza la ordenacin cientfica por
la esttica, y, como gnero literario, se acerca a la poesa, pues se modela a travs de la actitud del
ensayista sea sta satrica, cmica, seria, etc., por lo que lo potico constituye el trasfondo
del ensayo, aunque sta sea poesa del intelecto. De ah que el verdadero asunto del ensayo no
sean los objetos o los hechos tratados, sino el punto de vista del autor, el modo como stos son
percibidos y presentados; por ello, cmo se dice una cosa es tan importante como qu se dice.
Pero en este punto toda explicacin parece pobre; slo el texto mismo puede proporcionarnos una
gua, a modo de ejemplo, de cmo el ensayista crea y sostiene dicho equilibrio al mismo tiempo
que encierra en la unidad del ensayo las tres caractersticas anteriores. Veamos el siguiente
prrafo de "Nuestra Amrica" de Jos Mart:
Trincheras de ideas valen ms que trincheras de piedra. No hay
proa que taje una nube de ideas. Una idea enrgica, flameada a
tiempo ante el mundo, para, como la bandera mstica del juicio
final, a un escuadrn de acorazados. Los pueblos que no se conocen
han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear
juntos. Los que se ensean los puos, como hermanos celosos, que
quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene
envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una las
dos manos. Los que, al amparo de una tradicin criminal,
cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la
tierra del hermano vencido, del hermano castigado ms all de sus
culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devulvanle
sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el
honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el
pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor,
restallando o zumbando, segn la acaricie el capricho de la luz, o la
tundan y talen las tempestades; los rboles se han de poner en fila,
para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del
recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro
apretado, como la plata en las races de los Andes. (37)
El lenguaje metafrico, el giro aforstico, la yuxtaposicin de ideas, todo ello forma parte de un
estilo literario, de un conjunto armnico. La preocupacin de Mart por la causa cubana, su "tema
de nuestro tiempo", se encuentra aqu fundida en una filosofa iberoamericanista, "nuestra
Amrica", que transciende lo inmediato y que si recoge el sueo bolivariano de la
unidad/hermandad de los pases hispnicos, no lo hace en el sentido anacrnico del pasado, sino
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Teora del Ensayo
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Teora del Ensayo
Una vez consideradas en las secciones precedentes las caractersticas ms importantes del
ensayo, nos quedan ahora por examinar dos aspectos que proporcionarn, dentro de la brevedad
que aqu nos proponemos, cierta visin totalizadora al estudio del ensayo como gnero literario.
Me refiero a los aspectos, ms bien formales, de ttulo, extensin, forma y clasificacin del
ensayo, que trataremos seguidamente; y a la relacin del ensayo con los dems gneros literarios,
que se estudiar en la prxima seccin.
Ttulo del ensayo
Juzgado el ensayo como obra literaria, debemos igualmente tener presente que la relacin del
ttulo con el resto del ensayo es tambin una relacin puramente literaria. En un tratado
filosfico, crtico o histrico, por ejemplo, el ttulo tiene necesariamente que corresponder al
contenido y de hecho as sucede; el ttulo tiene en estos casos nicamente un valor informativo, y
tanto mejor ser, cuanto con ms exactitud identifique el contenido de la obra que encabeza. En
el ensayo, su funcin es literaria; por lo tanto, aun cuando en muchos casos el ttulo, en efecto, da
una indicacin, ms o menos exacta, del contenido, no siempre sucede as, ni un ttulo es mejor o
ms apropiado porque as lo seale. Montaigne, que en esto como en tantos otros aspectos del
ensayo, fue consciente del valor esttico de tales recursos estilsticos, seala: "Los ttulos de mis
ensayos no siempre abarcan la materia; a menudo ellos la indican nicamente por alguna seal...
Hay obras en Plutarco donde l se olvida del tema, donde el propsito de su argumento se
encuentra slo incidentalmente, sofocado en materia extraa: Ved las salidas en 'el demonio de
Scrates'; Oh Dios, qu escapadas tan gallardas, qu variaciones de belleza, y tanto ms cuanto
ms casuales y accidentales se nos presentan! Es el lector descuidado el que pierde mi tema, no
yo" (973). Y as sucede, en efecto, en la obra de Montaigne, uno de cuyos ejemplos ms notables,
como hemos sealado ya varias veces a lo largo de este estudio, es el de "Los coches", en el que
se establece un marcado contraste entre lo trivial del ttulo, a cuyo tema se dedica slo una
atencin muy marginal, y lo profundas y variadas de las reflexiones que en l se incluyen. En el
ensayo "Sobre la fisonoma", cuyo ttulo se refiere a la fealdad fsica de Scrates, apenas se trata
el tema hasta el final, si bien el ensayo comienza con un elogio de su carcter. En fin, dentro de la
literatura hispnica bstenos con recordar el ensayo de Unamuno "Mi religin", exaltacin de su
"yo"; o la meditacin mexicana de Alfonso Reyes en "Discurso por Virgilio"; o el sentido
pantesta del autor nico en "La flor de Coleridge", de Borges. El ttulo del ensayo, pues, al igual
que en los dems gneros literarios, es un recurso estilstico que el autor emplea consciente de sus
efectos artsticos.
Forma del ensayo
Si bien para que el estudio de la forma del ensayo pueda tener sentido, debe hacerse en su
relacin con los dems gneros literarios, parece conveniente aqu considerarla en su aspecto ms
general, y, en definitiva, preguntarnos si tiene el ensayo una forma caracterstica. Con frecuencia
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Teora del Ensayo
se ha dicho que el ensayo es en prosa lo que el soneto en poesa; pero esta comparacin, sin duda
muy sugestiva, tiene nicamente valor, y quizs ms que nada simblico, en lo que a la voluntad
de estilo se refiere; es decir, la brevedad del ensayo hace que en l se acumulen los recursos
estilsticos en un intento de perfeccin esttica. Por lo dems, nada ms opuesto a la libertad
formal del ensayo, que las estrictas reglas que gobiernan al soneto.
En el ensayo no existe regla, por esencial que nos parezca, que en alguna circunstancia, sea sta
excepcional si se quiere, no pueda ser suprimida. La forma del ensayo es orgnica, no mecnica.
Por ello, slo debemos hablar, al tratar este aspecto, de la forma artstica del ensayo, y aqu tienen
aplicacin las caractersticas ya estudiadas. No obstante, del mismo modo que al tratar de
caracterizar la novela no decimos que la forma dialogal sea una de sus caractersticas, si bien
reconocemos que hay numerosas novelas dialogadas, as tambin podemos afirmar que la forma
por excelencia del ensayo es la prosa, y que tanto el verso como el dilogo dramtico, si no se
oponen a la esencia del ensayo, s presentan a veces invencibles inconvenientes a la realizacin
de ste.
Extensin del ensayo
Cuando al tratar de una obra literaria prestamos excesiva atencin a su presentacin externa,
corremos el peligro de olvidar, en el proceso, el verdadero carcter de la creacin literaria, donde
la forma es siempre accidental. En el ensayo, quizs ms que en ningn otro gnero, ha dado pie
el aspecto de su extensin a las ms dispares especulaciones. Se ha tratado incluso de buscarle un
mnimo de pginas, sin las cuales no puede haber ensayo, y un mximo que no puede ser
sobrepasado sin que se desvirte. Claro est que tales intentos, preocupados slo por un prurito
de clasificacin mediante fciles referencias externas, olvidan la esencia misma del gnero
ensaystico. Partamos en nuestras reflexiones de la siguiente afirmacin de Essie Chamberlain:
"Una caracterstica corriente en el ensayo es su brevedad. El ensayista proporciona un conciso
tratamiento de su tema" (XXIII); hasta aqu la experiencia nos permite estar de acuerdo con lo
dicho. Sin embargo, Chamberlain dice a continuacin, al comparar los ensayos actuales con los
de pocas pasadas, "hoy, como el cuento, el ensayo es relativamente breve. Algunas veces es slo
un fragmento" (XXIII). De este modo, de lo que comenz siendo una observacin correcta de un
aspecto formal del ensayo, se pas a juzgar, contando tan slo con esta medida externa, la
caracterstica esencial de su unidad. Adems, cmo explicar la contradiccin implcita en tal
afirmacin? O es un ensayo, o sea, una totalidad, o es un fragmento, de ensayo si se quiere, pero
de ningn modo puede ser ambas cosas al mismo tiempo. La unidad del ensayo, lo hemos dicho
ya varias veces, no es externa sino interna, no es mecnica sino orgnica; la unidad del ensayo
que debemos buscar es la unidad literaria, la unidad artstica. Y sta es independiente del nmero
de pginas.
Se ha dicho con frecuencia que la extensin del ensayo debe limitarse slo a aquello que puede
ser ledo de una sola sentada. Aun cuando esta afirmacin es comnmente repetida por aquellos
crticos que de algn modo tratan el aspecto terico del ensayo, si se analiza detenidamente, se
hace forzoso reconocer que, fuera de un contexto particular, carece de valor concreto. En efecto,
si el ensayo se destina a la generalidad de los cultos, contar entre su pblico al lector ocasional
para quien diez o veinte pginas es todo lo que su poder de concentracin le permite leer de una
sola sentada; pero igualmente contar con el lector asiduo, cuyo poder de concentracin
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Teora del Ensayo
fcilmente llegar a las cien pginas. En realidad son muy pocos los ensayos que alcanzan tal
extensin. Pero si el nmero de pginas es ms reducido, no se debe a presiones exteriores de
unos posibles lectores, sino al carcter mismo del ensayo, cuyo propsito no es el de proporcionar
soluciones a problemas concretos, sino el de sugerirlas; o de manera ms simple todava, el de
reflexionar sobre nuevos posibles ngulos de observar un mismo problema. Esto incita al
ensayista a usar con predileccin de dos recursos estilsticos: brevedad en la exposicin y
profundidad en el pensamiento. Por otra parte, al no querer limitarse en la exposicin de sus
pensamientos a un estricto mtodo, que al reducir su libertad de creacin y poner nfasis en una
estructura externa podra convertir su obra en un tratado, prefiere el ensayista, por ello mismo, al
hablar sobre un tema de un modo prolongado, hacerlo mediante diversas calas, en s
independientes, aun cuando traten un mismo asunto. De este modo, ciertos ensayos que aparecen
en forma de libro con cien, doscientas o ms pginas, divididas en secciones o captulos, si se
analizan, no son uno sino varios ensayos sobre un mismo tema y agrupados en un libro. Srvanos
como ejemplo a este propsito los libros de Ortega y Gasset, Espaa invertebrada y La rebelin
de las masas, cuyas diversas secciones, que poseen sin duda unidad artstica, fueron
originalmente publicadas en el diario El Sol, y ledas y juzgadas como ensayos independientes,
que slo con posterioridad se ampliaron y recogieron en libro.
Clasificacin de los ensayos
En este aspecto, el ensayo, al igual que los otros gneros literarios, no ha podido librarse de los
ms variados intentos de clasificacin. Y del mismo modo que la agrupacin de las obras
literarias en gneros, es algo externo e independiente de la creacin artstica misma, as tambin
las clasificaciones del ensayo propuestas poseen nicamente valor editorial y, cuando ms, valor
didctico en cuanto a la ordenacin de los ensayos en un libro o a la presentacin de los mismos
al lector no iniciado. Si aceptamos esta interpretacin de las clasificaciones, stas slo sern
provechosas cuando proporcionen al lector una gua en la aproximacin al ensayo. En la prctica,
no obstante, al erguirse ellas mismas como fin, ms bien aportan confusin al concepto de
ensayo. Srvanos como ejemplo la que nos proponen Angel del Ro y Jos Benardete en su ya
clsico libro, El concepto contemporneo de Espaa. Antologa de ensayos. Ellos reconocen tres
grandes grupos: a) "El ensayo puro", b) "El ensayo potico-descriptivo", y c) "El ensayo crticoerudito". Al analizarlo, sin embargo, observamos que en estas tres grandes clasificaciones
incluyen todos los escritos en prosa excepto aquellos decididamente ficticios. Slo bajo la
primera clasificacin, "El ensayo puro", podramos incluir lo que nosotros aqu hemos
denominado ensayo. Lo que del Ro y Benardete denominan "El ensayo potico-descriptivo",
correspondera a la prosa potica que ya no es ensayo como lo prueba el ejemplo de Platero
y yo, que ellos mismos sealan. La tercera categora, "El ensayo crtico-erudito", segn del Ro y
Benardete "se diferencia del ensayo propiamente dicho en su extensin es casi siempre un libro
y en la importancia de su parte expositiva. Es obra de universitarios e investigadores y se da
en casi todas las disciplinas" (31). A este grupo pertenecen los tratados, que tampoco son ensayos.
Pero de estas diferencias especficas con otras formas de escritos hablaremos en la prxima
seccin.
Por lo general, las clasificaciones de ensayos, que suponen ya un discurso depositario del texto
literario, se han establecido a partir de dos aproximaciones distintas: a) aquellas que prestan
atencin a un aspecto predominante en el contenido, y que por ello mismo agrupan a los ensayos
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Entre dos formas de expresin, cualesquiera que stas sean, puede siempre trazarse una lnea
que una los dos puntos extremos que representan sus caractersticas esenciales; el punto medio
resultante (y por proyeccin cualquier otro) tendr forzosamente que definirse en funcin de los
dos extremos.
20. EL ENSAYO Y LAS FORMAS DE EXPRESION AFINES
Uno de los mtodos ms simples, y sin duda efectivo, de poner a prueba las caractersticas del
ensayo aqu estudiadas, es la comparacin sistemtica de ste con las otras formas de expresin
afines. Claro que una obra literaria no es ms o menos creacin artstica porque sea novela o
ensayo, por ejemplo, o porque no pueda definirse por poseer caractersticas de ambos gneros,
pero el hecho de reconocerlo as hace que nos aproximemos a la obra sin prejuicios que nos
impidan su verdadera comprensin. Consideremos un caso concreto en las letras espaolas, La
Celestina o Tragicomedia de Calisto y Melibea. Si guiados por su forma aparentemente
dramtica la supusiramos escrita para ser representada ante un pblico, prestaramos demasiada
atencin a supuestos defectos, como podra ser, entre otros, la dificultad escenogrfica.
Considerada como novela pareceran innecesarias ciertas tcnicas teatrales que en ella se
encuentran. En ambos casos, la aplicacin de una idea superficial preconcebida, imposibilitara
de gran modo la verdadera comprensin de la obra. Ahora bien, si la aproximacin a La
Celestina se hace desde el conocimiento de los elementos esenciales de la novela y de la obra
dramtica, sta adquirir su verdadera dimensin.
Entre dos formas de expresin, cualesquiera que stas sean, puede siempre trazarse una lnea que
una los dos puntos extremos que representan sus caractersticas esenciales; el punto medio
resultante (y por proyeccin cualquier otro) tendr forzosamente que definirse en funcin de los
dos extremos. Tal es la situacin, ms o menos lmite, que siempre encontramos en el anlisis de
una obra literaria. Volvamos a nuestro caso y supongamos una lnea horizontal (fig. I) en cuyos
extremos "A" y "B" localizaremos las caractersticas consideradas como esenciales de la novela y
de la obra dramtica. Supongamos ahora que La Celestina se encuentra en un lugar intermedio
"C".
(La Celestina)
C
(novela) A
B (drama)
(fig. I)
Es obvio que entre "A" y "B" no existe en ningn momento un punto de divisin, que nos fuerce
a decir aqu salgo de "A" (o sea, de lo que consideramos ser novela), y aqu penetro en "B" (es
decir, en el campo del gnero dramtico); nicamente contamos con una proyeccin que al
alejarse de "A" se le van atenuando los rasgos novelsticos, y que del mismo modo, al acercarse a
"B" aumentan tambin las caractersticas dramticas. Por otra parte, las caractersticas esenciales
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Teora del Ensayo
que atribuimos a un determinado gnero literario (o cualquier otra forma de expresin), son
siempre tericas y representan esos puntos extremos "A" y "B". La realidad de la obra artstica es
muy diferente y su lugar es invariablemente uno de los mltiples puntos intermedios.
Partiendo, pues, del principio bsico de que las caractersticas genricas son nicamente
conceptos tericos, aunque necesarios, y de que no existe una marcada lnea divisoria entre las
distintas formas de expresin, podemos, ahora, sealar con ms precisin el lugar ideal que
concedemos a las caractersticas atribuidas al ensayo. Supongamos, para mejor proceder a su
estudio, un sistema de coordenadas (fig. II) cuyo punto "A" sera el extremo subjetivo, el punto
"B" correspondera, entonces, al objetivo; en el extremo "C" colocaramos la preocupacin
esttica, la forma, y en su opuesto, punto "D", tendramos el fin didctico o preocupacin por el
contenido.
(fig. II)
En tal diagrama colocaramos el ensayo en el punto "E", o sea, en el cruce de ambas lneas; con
ello haramos referencia al equilibrio que en un ensayo prototpico habra entre la preocupacin
por la forma y por el contenido (es decir, que ninguno de ellos se sacrifique a causa del otro); o el
equilibrio deseable entre lo subjetivo y lo objetivo. Quizs podemos hacer comprensible el
diagrama si incluimos otras dos formas de expresin comnmente tenidas por opuestas: el poema
lrico, punto "G", y el tratado (uno sobre lgebra, por ejemplo), localizado en el punto "F".
Demos, ahora, posiciones en el diagrama (un poco arbitrarias por tratar de caracterizar toda una
obra) a cuatro ensayistas modernos, y tendremos una indicacin de la amplitud del radio de
accin en que los ensayos pueden proyectarse. Los ensayistas que vamos a considerar son
Unamuno, Alfonso Reyes, Azorn y Maritegui. Los cuatro parecen alejarse del centro ideal
donde colocamos el gnero ensaystico, y, sin embargo, sus ensayos han sido utilizados como
modelo repetidas veces a lo largo de este estudio. En Unamuno el elemento subjetivo se presenta
con gran fuerza, al mismo tiempo que parece existir un equilibrio entre la forma y el fondo; por
ello lo hemos colocado en la posicin intermedia "U". A Alfonso Reyes se le podra situar en un
lugar opuesto a Unamuno; ciertamente, el tinte subjetivo disminuye en gran medida, pero se
mantiene la preocupacin esttica; su punto en nuestro diagrama podra estar en "R". Azorn
parece mantener un equilibrio entre los extremos subjetivo-objetivo, pero su preocupacin por la
forma es ms notoria y a ella sacrifica, en ms o menos cuanta, el contenido; se le podra
localizar en el punto "Z". Maritegui, en los conceptos aqu considerados, se sita en direccin
opuesta a Azorn, su preocupacin se inclina hacia el contenido; por ello le podramos situar en el
punto "M".
Esta clasificacin que acabamos de exponer, y en realidad todo el diagrama, como
generalizacin, tiene que pecar necesariamente de arbitraria. Su valor, sin embargo, no reside en
lo correcto o errneo de uno de sus aspectos concretos, sino en la comprensin del ensayo que
nos proporciona con relacin a las cuatro preocupaciones bsicas en el quehacer ensaystico que
forman los extremos de nuestras coordenadas. Cuando a continuacin procedamos a comparar el
ensayo con otras formas de expresin, deberemos tambin tener presente el lugar ideal que el
ensayo ocupa en nuestro diagrama, y al mismo tiempo imaginar una lnea (al igual que lo hicimos
en el caso de La Celestina con la novela y el drama) que una el ensayo con la forma afn con que
se compara.
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Teora del Ensayo
El ensayo y la novela
En una primera impresin nos parecera superfluo el tratar de comparar, para establecer
diferencias o al menos una gradacin, la novela con el ensayo; sobre todo si al hacerlo
pensramos en las novelas de Prez Galds y en los ensayos de Ortega y Gasset. En efecto,
parece que, en el mundo terico al menos, las diferencias entre ensayo y novela son lo
suficientemente marcadas, como para que su clasificacin en uno u otro gnero no d lugar a
dudas. En la realidad de las creaciones literarias, sin embargo, la situacin es mucho ms
compleja. As, mientras Peter Earle y Robert Mead en su Historia del ensayo hispanoamericano,
consideran Historia de una pasin argentina como "el ensayo ms importante" de Mallea, la
Editorial Espasa-Calpe, al publicarlo, clasifica a la obra de novela; por el contrario incluye Amor
y pedagoga, de Unamuno, entre los ensayos y obras filosficas, en tanto que Eugenio de Nora,
aun reconociendo su carcter ensaystico, la estudia como novela. Lo que sucede es que ambas
obras pueden ser consideradas, segn el punto de vista con que se aproxime el clasificador, como
novelas o como ensayos. Pero antes de continuar desarrollando este aspecto, hagamos uso del
mtodo de aproximacin indicado al comienzo de esta seccin. Tracemos una lnea (fig. III) en
uno de cuyos extremos, "A", colocaremos la "meditacin", "la idea"; en el extremo opuesto, "B",
"la narracin", "la fbula". En el punto "A" se situara el concepto terico de ensayo, y en el "B"
el de novela (dejemos claro que estas consideraciones son tan solo una generalizacin que nos
ayudar en el momento de localizar las obras literarias individuales. De ningn modo se pretende
insinuar, por ejemplo, que pueda haber una novela sin ideas).
ensayo
(meditacin)
(idea)
novela
(fbula)
(narracin)
(fig. III)
De acuerdo con esta interpretacin, segn el punto "B" se vaya desplazando hacia "A", la
narracin y la fbula irn perdiendo vigor, mientras que paulatinamente se conceder creciente
nfasis a la meditacin y a las ideas; y la novela, por lo tanto, se ir convirtiendo poco a poco en
ensayo; el "yo" del narrador igualmente seguir un proceso de identificacin con el "yo" del
autor.
Considerada de este modo la proyeccin de novela a ensayo, dejan de tener sentido las polmicas
sobre si una obra pertenece a uno u otro gnero literario. En realidad, sern muy pocos los casos
que puedan situarse en los extremos "A" y "B"; Los ensayistas, aun los ms puros, intercalan
frecuentes ancdotas en sus ensayos, del mismo modo que en la lectura de las novelas hay que
tener presente la posicin ideolgica que el autor desarrolla. Adems, una obra puede ser
apreciada de diferente modo con el paso del tiempo; por ejemplo, El criticn, de Gracin, poco a
poco ha ido perdiendo para el lector moderno el valor ideolgico que pudo haber tenido para sus
contemporneos, al mismo tiempo que se da ms nfasis a la ancdota y su contenido alegrico.
Un caso opuesto nos encontramos en Civilizacin y barbarie, de Sarmiento, en cuya obra el
lector moderno da ms nfasis al contenido ideolgico. En fin, en la novelstica actual
iberoamericana, sobre todo, se estn experimentando nuevos mtodos de fundir lo novelstico y
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Teora del Ensayo
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Teora del Ensayo
trmino ensayo creado por su contemporneo Montaigne: "La palabra es nueva, pero el contenido
es antiguo. Pues las mismas Epstolas a Lucilo, de Sneca, si uno se fija bien, no son nada ms
que 'ensayos', es decir, meditaciones dispersas reunidas en forma de epstolas" (XI: 340). Aunque
se podra discutir sobre lo apropiado o no de tal afirmacin, y sobre los motivos que le llevaron a
Bacon a formularla, lo que s es indudable, es que las Epstolas de Sneca poseen abundantes
rasgos ensaysticos.
Las circunstancias externas fueron poco a poco limitando la necesidad de las epstolas (nos
referimos, por supuesto, a la modalidad de carta literaria), hasta hacerlas desaparecer en nuestra
poca.10 Primero fue la imprenta, luego la aparicin de los peridicos y mejoramiento de los
medios de comunicacin, y finalmente, la desaparicin del "ocio clsico" que ya Rod aoraba;
lo que en la antigedad era tan popular y en el siglo XVIII sirvi para proporcionar un supuesto
distanciamiento y objetividad, se vio paulatinamente relegado a las "cartas al editor" en el siglo
XIX y principios del XX, para terminar perdiendo, incluso aqu, su carcter reflexivo y
convertirse por necesidades de espacio y tiempo en meras notas informativas o, a lo ms, de
protesta. Pero, no obstante ser las epstolas una forma literaria que en la realidad prctica
desaparece con nuestro siglo, el elevado nmero de creaciones, de reconocido valor literario, que
se recogen bajo el ttulo de epstolas o cartas, y su uso frecuente para presentar al pblico
colecciones de ensayos requieren que se medite sobre las caractersticas peculiares de ambas
formas, para poder as establecer los elementos esenciales que las diferencian.
El ensayo y la carta difieren, ante todo, en el lector a quien se dirigen (en este intento de
determinar la forma epistolar en su relacin con el ensayo, no nos referimos al hacer uso del
trmino "epstola" o "carta", a todas aquellas obras que lo llevan en su ttulo; con l se representa
aqu nicamente el ideal terico de lo que llamamos forma epistolar). As, pues, la carta se dirige
a un solo lector, cuyas reacciones y sentimientos generalmente nos son bien conocidos; el ensayo
se destina a una generalidad de personas, cuya formacin, opiniones, necesidades, etc., varan
enormemente. Este aspecto, que podramos denominar bsico al establecer diferencias, unido al
propsito final (una obra literaria en el ensayo, comunicacin en la carta) que motiva uno y otro
escrito, son las fuentes de todas las dems diferencias. En efecto, mientras en la carta abundan
detalles particulares ntimos, el ensayo prefiere eliminarlos. En la carta domina, por tanto, lo
concreto; en el ensayo lo abstracto. Como el escritor de cartas tiene presente en todo momento al
lector y ste es un individuo concreto, el valor de su contenido es tambin ms particular; el
ensayo, por otra parte, se esfuerza por eliminar toda particularidad y proyecta un valor universal.
La carta posee, ante todo, un valor informativo, cuyo inters caduca con el tiempo; el ensayo
reflexiona tambin sobre lo actual, pero aportando a sus reflexiones el pasado y proyectndolas
hacia el futuro, por lo que se libra de la tirana del tiempo. La carta, en fin, se escribe en un estilo
ocasional, sin preocupacin esttica; el ensayo, como creacin literaria, posee ante todo voluntad
de estilo.
Estas posiciones, as contrastadas, representan, por supuesto, nicamente los extremos "A" y "B"
(fig. IV) de la lnea proyeccin ensayo-carta. Basndonos en ellas, sin embargo, se hace obvio,
por ejemplo, que las Epstolas a Lucilio, de Sneca, se encuentran mucho ms prximas del
punto "A" que del B", a pesar de su ttulo.
(ensayo) A
B (carta)
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Teora del Ensayo
(fig. IV)
En las letras espaolas, adems de las Epstolas familiares, de Guevara, muchas de las cuales son
verdaderos ensayos, y todas ellas ejercicios literarios, poseemos en el siglo XVIII un ejemplo
notable de ensayos presentados al pblico bajo la forma externa de epstolas. Me refiero a las
Cartas marruecas de Cadalso. Su posicin en la lnea "A-B" ha de situarse muy prxima al punto
"A". No obstante, el mero hecho de presentarse en forma de cartas, confiere a los escritos ciertas
caractersticas epistolares que limitan su efectividad como ensayos. En efecto, en las Cartas
marruecas, precisamente por su forma, muchas de ellas precisan de un marco, al cual en
ocasiones se subordina el propio contenido. Al mismo tiempo, al dirigirse stas a personajes
determinados, se limitan notablemente en el alcance de sus reflexiones. En resumen, un anlisis
de las Cartas marruecas, por ejemplo, slo tendr sentido si se efecta consciente de su situacin
intermedia en nuestra lnea imaginaria "A-B"; y su estudio habr de hacerse tanto en funcin de
los aspectos esenciales del ensayo como de la carta.
El ensayo y la autobiografa, la confesin, el diario
Con frecuencia se han considerado los ensayos como una especie de autobiografa; yo mismo a lo
largo de este estudio he insistido repetidas veces en su elemento subjetivo y carcter confesional;
e incluso una de las secciones lleva el subttulo de "El ensayo como confesin". En todos estos
casos, sin embargo, el trmino confesin haca slo referencia a la dimensin personal que hay en
el ensayo. La simple lectura de autobiografas o confesiones, incluso aquellas de San Agustn,
Santa Teresa o Rousseau, por ejemplo, que poseen indudable valor literario y frecuentes rasgos
ensaysticos, pone de relieve las diferencias bsicas entre dichas formas literarias y el ensayo.
Tanto en la autobiografa como en la confesin domina la forma narrativa, y a veces con la
misma complejidad y acumulacin de recursos estilsticos que en las mejores novelas. Ms
significativo todava, por su semejanza en esto al ensayo, es el modo como se introducen los
elementos personales. El ensayo en este aspecto es fragmentario; lo personal slo interesa en su
relacin con lo actual y nicamente en cuanto sirve para dar mayor luz a las reflexiones que se
proyectan. En la autobiografa como en la confesin se procede de un modo sistemtico a la
presentacin y desarrollo de la persona, que es aqu esencial, mientras que en el ensayo es
marginal. Por ello se sigue en ellas un orden cronolgico, a la vez que en el ensayo las notas
personales aparecen sin mtodo fijo ni propsitos de continuidad. Se puede decir a este particular
que mientras la forma del ensayo posee un carcter circular, aqulla de la autobiografa y
confesin lo es lineal. En ellas, en fin, se trata de resumir toda una vida a travs de ciertos
sucesos considerados como importantes, por lo que el tiempo verbal que domina es el pretrito;
en el ensayo, por el contrario, es el presente el que da carcter, y, lejos de ser el resumen de un
pasado personal, es el "yo" en su continuo llegar a ser el que preocupa y sobre el que medita el
ensayista.
El diario, dentro de su unidad de tiempo ms limitada, posee, en su relacin con el ensayo, las
mismas peculiaridades mencionadas a propsito de la autobiografa y de la confesin. A pesar de
ello, su inmediatez le acerca mucho ms al ensayo; y las frecuentes meditaciones que sugieren los
sucesos escritos, cuya impresin todava incita a reflexionar, constituyen rasgos ensaysticos.
El ensayo y la prosa didctica
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Teora del Ensayo
En aquellos estudios breves sobre el ensayo en los que se le trata de definir en trminos
generales, son frecuentes las expresiones que hacen referencia a la didctica, como la siguiente de
Gmez de Baquero: "El ensayo es la didctica hecha literatura" (140-141). Yo mismo he indicado
en otro lugar que "el ensayo es un escrito en prosa lindante con la didctica y la poesa" (314).
Tales afirmaciones slo tienen sentido dentro de contenidos generales que pretenden caracterizar
al ensayo mediante una amalgama de conceptos, quizs inapropiados si se analizan, pero que
sirven para proporcionar una visin impresionista del gnero, la nica posible en tales estudios
breves. El trmino "didctica" en las afirmaciones anteriores se usa slo en funcin del
contenido. Ahora, sin embargo, ms que este aspecto, que es el que precisamente motiva la
confusin entre el ensayo y la obra didctica, debemos tomar en cuenta los propsitos y el modo
como en ambos casos se manifiesta dicho contenido.
El propsito de la didctica es simplemente el de ensear, transmitir informacin; por ello el
autor se presenta como autoridad indiscutible sobre el tema tratado, y desde el principio se coloca
en un nivel de superioridad con respecto al lector. En el ensayo, por el contrario, la funcin del
contenido es nicamente la de sugerir, incitar a la reflexin; el ensayista, por ello, slo adelanta
opiniones y se nos presenta como nuestro igual, como un miembro ms a tomar parte en el
dilogo que desea establecer. En la obra didctica la informacin se introduce como cierta y se
entrega al lector para que sea aceptada en su totalidad, se pretende una comunicacin depositaria.
El ensayista, sin embargo, adelanta sus tesis como algo probable y digno de ser meditado, pero su
propsito, como se indic, no es tanto el de convencer como el de sugerir, se busca una
comunicacin humanstica. La didctica, como obra cientfica, posee una rigurosa estructura
sistemtica; en el ensayo, como obra literaria, la ordenacin es esttica. La didctica, en fin,
tiende a una objetividad absoluta, y la forma en todo momento se subordina al contenido, por lo
que su valor depende de la claridad y efectividad con que se presenta la informacin. El ensayo
es ante todo una obra de arte, donde el subjetivismo en la seleccin e interpretacin de las ideas
es algo esencial; su valor depender de la perfeccin artstica que se consiga en la exposicin y,
en funcin de su contenido, de las sugerencias que sea capaz de suscitar.
El ensayo y el tratado
Todo lo dicho anteriormente al comparar el ensayo con el concepto amplio de prosa didctica,
nos sirve, naturalmente, para caracterizar el tratado, que, en s, no es ms que una de las
manifestaciones de la didctica. Peculiar del tratado, y en ello diametralmente opuesto al ensayo,
es el intento de ser un estudio completo sobre el tema que versa, por lo que se presenta como un
todo en el que se exponen unas ideas ya pensadas, y entregadas a modo de resultado; mientras
que el ensayista, reconociendo que en lo absoluto no hay nada completo, presenta nicamente
una faceta, procura una cala, desarrolla un pensamiento; y se manifiesta en un continuo hacerse,
que lleva implcito las contradicciones mismas presentes en la vida. Morn Arroyo nos dice a este
propsito, refirindose al tratado filosfico, pero cuya peculiaridad es propia del tratado mismo:
"Toda filosofa es, en primer lugar, un trabajo de la mente; pues bien, si aslo el producto, y lo
expongo separado de la mente que lo piensa, har categora; si lo expreso con la vivacidad de lo
que est naciendo como un producto viviente, ser ensayo" (48). Este aislar el "producto de la
mente", que seala Morn Arroyo, es el proceso que sigue el escritor de tratados, por lo que la
personalidad del autor, el elemento subjetivo, se reprime hasta el anonimato, y es el tema el que
da carcter a la obra. En el ensayo, como hemos indicado repetidas veces, es la personalidad del
70
Teora del Ensayo
autor la que domina y a la que incluso se subordinan los temas. El tratado se dirige al especialista
y su verdad, con la que pretende ensear, es cientfica; el ensayista, por su parte, se orienta al
lector general, a quien slo le exige que se acerque a su lectura con curiosidad intelectual; sus
verdades son estticas y crean interpretaciones que nicamente se proponen formar. El tratado, en
fin, es monlogo cerrado, sistemtico, que persigue un fin preestablecido, que, a su vez, le fuerza
a seguir estrictamente el tema en cuestin. El ensayo es un dilogo, y, por lo tanto, abierto, y tan
asistemtico como la vida o el pensar mismo.
El ensayo y el artculo de crtica
El artculo de crtica, comn a todas las ramas del saber humano, es producto de la creciente
especializacin de nuestra poca, aunque sus antecedentes se remonten al siglo XVIII. Se
asemeja al ensayo ante todo en su extensin y tambin en el no pretender ser exhaustivo, en el
representar nicamente una cala entre las muchas posibles. Sus caractersticas esenciales, sin
embargo, son aquellas estudiadas bajo la prosa didctica y el tratado. El artculo crtico es, por as
decirlo, el primer eslabn en la proyeccin artculo-monografa-tratado, y se destina, como stos,
al lector especializado, nico preparado para la comprensin del vocabulario tcnico que en ellos
se emplea y desarrolla.
ensayo
A
artculo de crtica
(fig. V)
En nuestra comparacin con el ensayo nos ayudar imaginar de nuevo una lnea (fig. V), en
cuyos extremos situaremos el ensayo, "A", y el artculo de crtica, "B". En el punto "A" se
hallarn todas aquellas caractersticas que en teora concedimos al ensayo ideal, en su opuesto,
"B", aquellas otras que asignamos a la prosa didctica y, dentro de sus limitaciones, al tratado. Si
ahora nos ceimos al campo literario, ser fcil observar que muchos de los artculos que escribi
Larra, por ejemplo, en torno a temas literarios, en realidad estn muy prximos al punto "A".
Segn avanza el siglo XIX y XX tales artculos se van haciendo cada vez ms especializados:
lase a Montalvo, Valera, Clarn, Henrquez Urea, Alfonso Reyes, Mario Benedetti, etc., y se
descubrir como poco a poco sus escritos se dirigen a un grupo de lectores cada vez ms reducido
y selecto en su formacin literaria y filosfica. En las ltimas dcadas, incluso en aquellos
artculos de crtica que versan sobre filosofa, literatura, historia, etc., donde la materia misma
incita a la aproximacin ensaystica, domina, sin embargo, la despersonalizacin en nombre de un
supuesto objetivismo que intenta aplicar un mtodo cientfico en la explicacin y comprensin de
las ciencias del espritu. A pesar de ello, el artculo sigue todava hoy dando cabida a los ms
variados matices, por lo que el lugar que ocupa en la lnea-proyeccin "ensayo-artculo de
crtica", puede ser cualquiera de sus puntos intermedios, segn se d ms o menos nfasis a la
expresin artstica, segn se introduzca o elimine la posicin subjetivista del autor, segn, en fin,
se persiga una comunicacin depositaria o humanstica, es decir, segn se acerque a la didctica o
al ensayo.
El ensayo y el artculo costumbrista
71
Teora del Ensayo
En una cala ms profunda, para proyectar el mtodo aqu seguido a la luz de textos concretos,
vamos a desglosar el denominado "artculo costumbrista" desde la perspectiva del ensayo.
Es sin duda arbitrario, a pesar de su aparente aceptacin, el considerar como artculos de
costumbres donde lo de "costumbres" pretende significar algo genrico escritos tan dispares
en su contenido y estructura como "La nochebuena de 1836", de Larra, "Las tres tazas", de
Vergara y Vergara, "El retrato", de Mesonero, o "Pulpete y Balbeja", de Estbanez Caldern.
Tambin resulta caprichoso el pretender excusar tan obvias discrepancias acusando a unos o a
otros escritores de no comprender aquello sobre lo que escriban. As nos dice Jos F. Montesinos
refirindose a Mesonero: "Hacer este costumbrismo moralizante era en realidad trocar los frenos,
era olvidarse del primitivo propsito, que no fue predicar la sobriedad, la mesura o la diligencia,
sino estudiar el estado moral y los resortes morales de la sociedad presente. Con lo que se
comprueba que el costumbrismo 'moral' de Mesonero deja de ser costumbrismo, y ser lo que se
quiera, homila, disertacin tica o especulacin sociolgica" (63).
La variedad de escritos clasificados como costumbristas por sus mismos autores o por la crtica
literaria posterior es enorme; slo mediante el cotejo de stos con los distintos gneros literarios,
se podr llegar a la determinacin de ciertas caractersticas que puedan ser consideradas como
esenciales al costumbrismo. Unicamente as se podr trazar la tenue lnea que separa, por
ejemplo, el cuento costumbrista del artculo de costumbres, y que nos permita clasificar a
"Pulpete y Balbeja" como cuento, y determinar que La familia de Alvareda es, en efecto, como la
misma Fernn Caballero la denomina, una "novela de costumbres populares". Pero limitmonos
ahora a establecer las diferencias entre el ensayo sobre todo el ensayo costumbrista y el
artculo de costumbres. Correa Caldern en su excelente introduccin a Costumbristas espaoles,
y bajo el ttulo de "Anlisis del cuadro de costumbres", le atribuye las siguientes caractersticas:
Sin necesidad de someter tales caractersticas a un profundo anlisis, se desprende que varias de
ellas son igualmente comunes al cuento, sobre todo al cuento del siglo XIX; y que probablemente
todas serviran para caracterizar el gnero ensaystico. En la ltima de ellas, Correa Caldern
parece indicar que en el artculo de costumbres se desarrolla un "tema trascendental". Posicin
tanto ms extraa cuando haba de sealar ms adelante que el costumbrismo es "una especie de
literatura menor, de corto vuelo, a la que faltan alas para elevarse de lo corriente y moliente, de lo
72
Teora del Ensayo
diario y habitual" (LXXVII). Por otra parte sera difcil encontrar lo "trascendente" en los cuadros
costumbristas de El da de fiesta, de Zabaleta; y ya en el siglo XIX en "La feria de Mayrena", de
Estbanez Caldern; en "El martes de carnaval y el mircoles de ceniza", de Mesonero Romanos;
en "Entre usted que se moja", del colombiano Jos David Guarn; o en "Empeos y desempeos",
de Larra. Y, sin embargo, no podra decirse que ellos constituyen los prototipos del
costumbrismo?
Dejemos ahora de un lado las numerosas y contradictorias posiciones de la crtica, para buscar en
los mismos escritores llamados "costumbristas" los principios filosficos que sirvieron de
orientacin a la mayora de sus escritos. Mesonero Romanos se propone "escribir para todos en
estilo llano, sin afectacin ni desalio; pintar las ms veces; razonar pocas". 11 Hay aqu dos
afirmaciones de especial inters para nuestro propsito: 1) Va a pintar, y en Mesonero el trmino
"pintar" significa copiar sin rasgos que particularicen; y 2) evitar el razonar; lo que de ningn
modo significa que sus escritos carezcan de ideas o que escriba sin propsito definido. Hace con
ello slo referencia a su intento de evitar las reflexiones filosficas.
Larra, por el contrario, desea "una literatura hija de la experiencia y de la historia, y faro, por
tanto, del porvenir, estudiosa, analizadora, filosfica, profunda, pensndolo todo, dicindolo todo
en prosa, en verso, al alcance de la multitud ignorante an" (983). Pinsese ahora en Alfonso
Reyes o en Ortega y Gasset, por ejemplo, y nos daremos cuenta de que difcilmente se pueden
reunir en tan breve espacio ms rasgos distintivos del ensayo. Y si Larra piensa as, no es extrao
que luego nos diga al hablar de Mesonero: "Esta es la nica tacha que podemos encontrarle:
retrata ms que pinta" (994).
De las anteriores citas se desprende una diferencia bsica en la concepcin de lo entonces
llamado artculo de costumbres: Larra da nfasis a la meditacin en busca de lo trascendental;
Mesonero prefiere el colorido realista de la cmara fotogrfica. Estas diferencias no pretenden
sealar categoras de valores, sino simplemente establecer principios filosficos que despus
daran lugar a toda una gama de matices dentro de la obra de un mismo escritor, que abarcara,
por ejemplo en Larra, desde lo propiamente costumbrista, as en "Empeos y desempeos", a lo
decididamente ensaystico como en "La nochebuena de 1836".
No es siempre sencillo el poder determinar la posible lnea divisoria entre el artculo de
costumbres y el ensayo costumbrista. Pero si podemos sealar caractersticas peculiares del uno y
del otro, que, tomadas en conjunto, nos hagan ver las diferencias entre ambas expresiones
literarias: en el artculo de costumbres se retrata sobre todo el mundo fsico, mientras que en el
ensayo costumbrista se une a ello la razn y significado de su ser. El artculo de costumbres
prefiere lo particular a lo general; lo local a lo universal. El ensayo costumbrista proyecta lo
primero en lo segundo. Mientras el escritor costumbrista trata de distanciarse para retratar ms
objetivamente la realidad externa, el ensayista proyecta sta slo a travs de su subjetivismo
personal. Es cierto que lo actual es el objeto tanto del ensayista como del escritor de costumbres;
pero mientras ste slo pretende reflejar la vida cotidiana, sin "razonar" como dira Mesonero, el
ensayista separa lo actual de lo temporal, elimina lo que hay de caduco, y eleva su reflexin a un
plano trascendental. As, mientras el escritor de artculos de costumbres se entrega a la
descripcin minuciosa de cosas efmeras pensemos en El da de fiesta de Zabaleta, el
73
Teora del Ensayo
ensayista omite/supera los detalles que unen su escrito a una realidad temporal necesariamente
caduca.
Pero procedamos en nuestro anlisis de un modo ms sistemtico; para ello hagamos uso de un
diagrama en la forma de un tringulo "EAC", (fig. VI), cuya totalidad representar lo que
comnmente llamamos "costumbrismo", y en cuyos vrtices colocaremos las caractersticas
peculiares del ensayo, del artculo y del cuento. En el extremo "E" que hemos asignado al ensayo,
colocaremos "la meditacin", "la idea", "lo universal", "el propsito de trascender". En el punto
"C", en el que situamos el cuento, dominar "la narracin", "la fbula". Tanto el punto "E" como
el "C" representan extremos en la gama de posibilidades de la obra literaria.
En el caso concreto del "costumbrismo del siglo XIX" me refiero a lo que comnmente se
clasifica de literatura costumbrista, podramos ejemplificar lo anotado colocando en el extremo
"E" "La nochebuena de 1836", de Larra. En efecto, aqu slo hay una referencia que une el
escrito a una poca concreta: el ttulo. Lo dems es una reflexin que escapa a cualquier
limitacin en el tiempo o en el espacio. Incluso "Fgaro" se convierte en el "yo" del lector
meditabundo que lo leyere. Es, en una palabra, un ensayo. En el extremo opuesto, "C",
podramos situar a "Don Opando, o unas elecciones", de Estbanez Caldern, que es ante todo un
cuento. Por supuesto, no todos los "artculos de costumbres" pueden agruparse en uno u otro
extremo; por el contrario, lo ms frecuente es que ocupen lugares intermedios en la lnea "E-C".
As, por ejemplo, "La sociedad", de Larra, aun pudiendo ser considerado como ensayo, posee los
elementos rudimentarios de una ancdota, por lo cual se alejara un poco del punto "E" en
direccin al punto "C". De igual modo en "Los filsofos en el fign", de Estbanez Caldern, los
elementos caractersticos del cuento no son ya tan predominantes.
(fig. VI)
Semejante relacin podramos ahora establecer entre los puntos "E" y "A", pero bstenos para
imaginar la gama de posibilidades, dos ejemplos del mismo Larra: uno de ellos el ya sealado de
"La nochebuena de 1836" y el otro, colocado en el punto "A" o muy cercano a l, el artculo
titulado "Empeos y desempeos". En este ltimo Larra no consigue o no desea sobrepasar el
retrato de una estampa de la sociedad de principios del siglo XIX; es decir, escribe un cuadro de
costumbres, en el cual apenas si est presente la reflexin y la visin del autor se manifiesta
nicamente a travs de algunos juicios moralizantes. De ah que, aun cuando ambos se
encuentren bajo el ttulo comn de "artculos de costumbres", "La nochebuena de 1836" es un
ensayo, mientras que "Empeos y desempeos" es propiamente un artculo de costumbres.
Las diferencias entre el ensayo y el cuento costumbrista parecen obvias, y ms si para
establecerlas comparamos, por ejemplo, la obra de Larra con la de Estbanez Caldern. Resulta
ms difcil, y por ello mismo ms apta para establecer el carcter del ensayo, la distincin entre el
ensayo y el artculo de costumbres. Para ejemplificar tal diferencia vamos a considerar tres obras
que versan sobre un mismo motivo: "el objeto testigo de la historia". La primera es "El retrato",
de Mesonero Romanos, y que nos servir como ejemplo de un artculo de costumbres; la segunda
lleva por ttulo "Las tres tazas", de Jos Mara Vergara y Vergara, y la estudiaremos como
ejemplo de ensayo costumbrista; la tercera, de Germn Arciniegas, se titula "El lenguaje de las
tejas", y nos servir como modelo de ensayo propiamente dicho.12
74
Teora del Ensayo
El retrato. Mesonero Romanos hace referencia en "El retrato" a tres pocas: 1789, 1815 y 1831,
pocas de gran importancia en la historia del pueblo espaol, por cubrir un periodo de transicin,
de acelerados cambios tanto en el mbito intelectual como en el poltico y en el social. Mesonero,
sin embargo, haciendo caso omiso del significado histrico de lo que el retrato ha presenciado,
describe nicamente las andanzas de ste desde la posicin decorosa de presidir una sala, a un
rincn olvidado en las ferias. As las palabras finales de Mesonero: "En cuanto a m,
escarmentado con lo que vi en ste, me felicito ms y ms de no haber pensado en dejar a la
posteridad mi retrato: para qu? Para presidir un baile; [...] para criar chinches; para tapar
ventanas; pasa ser embigotado y restaurado despus, empeado y manoseado, y vendido en las
ferias por dos pesetas" (135).
Las tres tazas. Jos Mara Vergara y Vergara, escritor costumbrista colombiano contemporneo de
Mesonero, hace igualmente referencia en "Las tres tazas" a tres pocas de la historia de
Colombia, 1813, 1848 y 1866. Aqu, a diferencia de Mesonero, Vergara, junto a las descripciones
costumbristas que nada pierden en intensidad o colorido, incluye agudas reflexiones en torno a la
direccin histrica de Colombia, y por proyeccin, de Iberoamrica: la primera taza, en 1813, es
de plata y se sirve en ella chocolate; se toma en Santaf; todo ello hace referencia a la influencia
espaola de la Colonia. La segunda taza, en 1848, es de loza y se sirve en ella caf; la ciudad se
denomina ahora Santaf de Bogot; Colombia, Iberoamrica, es independiente y la influencia y
los gustos ingleses estn de moda. La tercera taza, en 1866, es de t; se pretende hablar francs al
tiempo que se desprecia lo castizo; se suprime el Santaf y la ciudad pasa a ser Bogot; reina un
ambiente de insinceridad que Vergara resume con las siguientes palabras: "En 1866, se convida a
tomar una taza de t en familia', y hay silencio, equvocos indecentes, bailes de parva, ninguna
alegra y mucho tono" (101).
El lenguaje de las tejas. Germn Arciniegas en "El lenguaje de las tejas" hace uso del mismo
motivo, el objeto testigo de la historia. Utiliza los techos de las casas como smbolos de los ciclos
histricos iberoamericanos:
Nos ha tocado a los americanos vivir en el campo de experiencias
sociales ms rico que pueda imaginarse, y por eso podemos ver de
un solo golpe techos grises de paja, tejados de barro cocido y
casitas de teja metlica, que representan los tres tipos de cultura
que se han turnado cronolgicamente en el pas. (255)
Y ms adelante aade:
Cuando el avin rueda sobre los paisajes de mi patria, veo, como ya
lo he dicho, las tres etapas de la historia nacional. La Choza es
suave, parda y gris, a veces con toques dorados, como convena a la
raza cobriza de los indios [...] De Espaa vino la teja morena y
granate, que es como el fuego de esa patria[,] cuando madura, entra
en reposo y se hace hogarea [...] Lo de ahora, el tejado de ahora,
ah est. Ruidoso, metlico, no tiene huella humana que recoger
[...] Como punto medio y fiel de nuestra historia, estn las tejas de
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Teora del Ensayo
barro. De tejas para abajo estn los indios, de tejas para arriba la
repblica. (275/276)
Mesonero escribe, pues, en "El retrato" un artculo de costumbres; predomina en l la descripcin
del estado del cuadro en distintas pocas; el colorido costumbrista est en primer plano. Vergara,
en "Las tres tazas", sigue siendo un escritor costumbrista, pero junto al colorido de las
costumbres que est presente en todo momento, hay un espritu inquisitivo, una invitacin a la
reflexin, una elevacin de los aspectos concretos a un plano superior donde los mismos detalles
adquieren valor universal; hay, en fin, una proyeccin que interpreta lo concreto costumbrista de
distintas pocas en el plano universal de la direccin histrica de un pueblo. Vergara escribe, en
una palabra, un ensayo costumbrista. Por ltimo, Arciniegas, en "El lenguaje de la tejas",
haciendo uso del mismo motivo, elimina en lo posible el colorido costumbrista para concentrarse
en los valores universales que le permiten establecer una interpretacin de la historia. Escribe un
ensayo.
Notas
10
[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 105-126.]
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Teora del Ensayo
78
Teora del Ensayo
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Teora del Ensayo
80
Teora del Ensayo
filipinos).
Alvar, Manuel. "Historia de la palabra ensayo en espaol". En Ensayo (Mlaga:
Diputacin Provincial de Mlaga, 1980), pp. 11-43. (Estudio sistemtico y
documentado del trmino "ensayo" en sus diversos significados, con nfasis en
el origen y desarrollo de la palabra ensayo para designar un gnero literario).
Alvar, Manuel. "La turbada historia de la palabra ensayo". Dispositio 22-23
(1983): 145-168.
Anderson Imbert, Enrique. "Defensa del ensayo". Ensayos (Tucumn: Talleres
Grficos Miguel Violetto, 1946), pp. 119-124. (Defensa del ensayo ante la
filosofa, motivada por el desdn que algunos profesores de filosofa muestran
hacia los ensayistas. Concluye diciendo: "Descreo, por lo tanto, del prejuicio de
que un ensayo no es tan digno como un tratado de filosofa". En el proceso de la
defensa incluye enjundiosas reflexiones que culminan en un conseguido intento
de definicin).
Anderson Imbert, Enrique. "Quin es el padre del ensayo?" Los domingos del
profesor (Buenos Aires: Editorial Cultura, 1965), pp. 1-3. (Niega que se pueda
conceder un origen concreto al ensayo, para lo cual comenta y compara los
ensayos de Montaigne con los de Bacon. Para l, el ensayo, "en tanto gnero
abstracto y universal, no existe sino en la cabeza de los profesores. Lo que s
existe son 'los ensayos', concretos, sigularsimos e irrepetibles en la historia de la
literatura").
Annimo. "The Ego in the Essay". Essays of Today. Editado por Rose A.
Witham. (Cambridge: The Riverside Press, 1931), pgs. 3-6.
Aparicio, Juan. "Ensayistas polticos y polticos ensayistas". La Estafeta
Literaria 322-323 (1965): 113-114. (No considera el aspecto terico. El estudio
se enfoca en los "ensayistas" gallegos y en el deseo de "deslindar ensayismo y
poltica como contradiciones antitticas").
Araya, Guillermo. "Fondo y forma de los 'genera dicendi'". Claves filolgicas
para la compresin de Ortega. (Madrid: Gredos, 1971), pp. 23-60. (Reflexin
sobre el concepto de gnero como aproximacin terica previa al estudio de la
obra de Ortega. Considera lo que l denomina a) gnero literario "productos
lingsticos [...] que valen fundamentalmente como fornas estticas"; y b)
gnero cogitativo "todo hablar vital guiado teleolgicamente por el criterio
verdad-error y que frage formas determinadas").
Arciniegas, Germn. "El ensayo en nuestra Amrica". Cuadernos 19 (Pars,
1956): 125-130.
Arciniegas, Germn. "Nuestra Amrica es un ensayo". Cuadernos 73 (Pars,
1963): 9-16. (Ambos estudios poseen un contenido semejante que se podra
representar mediante la unin de los dos ttulos en uno solo. Se contesta en ellos
a la pregunta: "Por qu la predileccin por el ensayo como gnero literario
en nuestra Amrica?" Para Arciniegas, el ensayo iberoamericano "no es un
divertimiento literario, sino una reflexin obligada frente a los problemas que
cada poca nos impone". En ambos estudios establece un paralelismo entre la
historia iberoamericana y los ensayos que aparecieron en cada poca. No
considera directamente el aspecto terico del ensayo).
Atkinson, Geoffroy. "La forme de l'essai avant Montaigne". Bibliothque
81
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82
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1926): 329-330.
Binkley, Harold C. "Essays and Letter-Writing". PMLA 41 (1926): 342-361.
Birkett, Norman. "Essay". Cassell's Encyclopaedia of Literature (London:
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Blasi, Alberto. "Hacia una caracterizacin del ensayo decimonnico". El ensayo
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Bleznick, Donald W. El ensayo espaol del siglo XVI al XX. Mxico: Ediciones
de Andrea, 1964, pp. 140. (Historia esquemtica de la ensaystica espaola. En
el captulo primero, "Naturaleza del ensayo" (pp. 6-9). Se propone una
definicin, se anotan algunas reflexiones sobre el ensayo y se delnea su
desarrollo histrico. En los captulos que siguen se estudian brevemente los
ensayistas ms sobresalientes, sus obras y se incluye, a continuacin de cada
uno, una bibliografa bsica).
Blinkenberg, Andreas. "Quel sens Montaigne a-t-il voulu donner au mot 'essai'
dans le titre de son oeuvre?" Mlanges de Linguistique et de Littrature
Romanes Offerts Mario Roques (Pars, 1950), Vol. I, pp. 3-14.
Boase, Alan M. "The Early History of the Essai Title in France and Britain".
Studies in French Literature Presented to H. W. Lawton (New York: Manchester
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Bonenfant, Joseph. "La pense inacheve de l'essai". Etudes Littraires 5
(1972): 15-21.
Borinski, Ludwig. "Die Vorgeschichte des englischen Essay". Anglia 83 (1965):
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Bradley, C. B. "The English Essay: Its Development, and some of its Perfected
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Brandes, Ursula. Der Essay als psychologische Quelle. Heidelberg, 1951.
Brchon, Robert. "Los ensayos". Armas y Letras 4, No. 1 (1961): 75-85. (Es un
ensayo en torno al ensayo, en cuyo desarrollo se le compara con la filosofa para
establecer su diferencia, y se le presenta como una forma de pensar. Seala
igualmente ciertas diferencias con la novela. Finaliza dando nfasis a una
caracterstica que l considera esencial, al sealar que sus ensayos "son, ante
todo, probablemente tentativas de comunicacin").
Brooks, Charles S. "Lazy Ink-Pots". Like Summer's Cloud (New York: Harcourt,
Brace and Company, 1925), pp. 183-193.
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Editado por Frederick H. Law (New York: The Century C., 1922), pp. 219-222.
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Bueno Martnez, Gustavo. "Sobre el concepto de 'ensayo'". El P. Feijoo y su
siglo (Oviedo: Universidad de Oviedo, 1966), pp. 89-112. (Se propone
"formular los criterios esenciales discriminatorios del ensayo y otras formas
literarias, as como determinar la raz de ciertos rasgos comunes a las obras
consideradas como ensayos". No consigue totalmente su propsito. Reflexiona
83
Teora del Ensayo
84
Teora del Ensayo
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Teora del Ensayo
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Teora del Ensayo
87
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Fadiman, Clifton. "A gentle Dirge for the Familiar Essay". Party of One (New
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90
Teora del Ensayo
e hispanismo y otros ensayos (Madrid: Historia Nueva, 1928), pp. 191-218. (Es
un estudio de la prosa periodstica y a travs de sta, como culminacin, del
ensayo. Al ensayo y su aspecto terico dedica especialmente la seccin tercera
de su estudio, "La crtica. De la crnica al ensayo" (pp. 208-218), que es una
serie de reflexiones en torno a ciertas caractersticas del ensayo: subjetivismo,
voluntad de estilo, carcter didctico, literatura de ideas).
Gmez Haedo, Juan Carlos. "La crtica y el ensayo en la literatura uruguaya".
Revista del Instituto Histrico y Geogrfico del Uruguay 7 (1930): 195-227.
(Panorama histrico del desarrollo de la crtica y del ensayo en Uruguay en el
siglo XIX y primer tercio del XX. No incluye consideraciones tericas sobre el
ensayo).
Gmez-Martnez, Jos Luis. "El ensayo como gnero literario: Una bibliografa
selecta de su estudio en el mundo hispnico" Los Ensayistas 1 (1976): 19-24.
(Posee 80 entradas y es la primera bibliografa comprensiva del aspecto terico
del ensayo en las letras hispnicas).
Gmez-Martnez, Jos Luis. "El ensayo y su funcin social". Dilogos 69
(1976): 14-15. (Junto a consideraciones tericas generales sobre el ensayo, se
estudia su carcter dialogal, su relacin con el peridico y su funcin en la
sociedad actual. Se reproduce en Teora de la crtica y el ensayo en
Hispanoamrica, La Habana: Editorial Academia, 1990, pp. 112-115).
Gmez-Martnez, Jos Luis. "El 'Premio Montaigne' y la ensaystica espaola".
Revista Mexicana de Cultura (18 de julio de 1976), p. 4.
Gmez-Martnez, Jos Luis. "El ensayo como gnero literario: estudio de sus
caractersticas". Abside 40 (1976): 3-38. (Estudio sistemtico de algunas
caractersticas del ensayo. Consta de las siguientes secciones: "Hacia una
definicin del ensayo", "Origenes y desarrollo del ensayo", "La palabra 'ensayo'
y su uso en Espaa", "Actualidad del tema tratado", "El ensayo no pretende ser
exhaustivo", "El ensayo y el especialista", "Imprecisin en las citas". Se trata de
una primera versin de algunas secciones de Teora del ensayo).
Gmez-Martnez, Jos Luis "El ensayo como gnero literario: estudio de sus
caractersticas". (Parte II) Abside 42 (1978): 200-233. (La primera parte apareci
en 1976; en sta se incluyen las siguientes secciones: "Lo subjetivo en el ensayo:
el ensayo como confesin", "El carcter dialogal del ensayo", "El ensayo como
forma de pensar", "Continuacin de los ensayos en orden cronolgico").
Gmez-Martnez, Jos Luis. "Teora del ensayo, un estudio bibliogrfico".
Cuadernos Salmantinos de Filosofa 4 (1978): 313-328. (Contiene 312 entradas.
Incluye estudios publicados en alemn, espaol, francs e ingls. Las entradas
de libros llevan una breve anotacin).
Gmez-Martnez, Jos Luis. Teora del ensayo. Salamanca: Universidad de
Salamanca, 1980. 165 pp. (Primera edicin de este libro).
Gmez-Martnez, Jos Luis. "El ensayo en la literatura costumbrista". El ensayo
hispnico. Editado por Isaac J. Lvy y Juan Loveluck. (Columbia: University of
South Carolina, 1984), pp. 83-91.
Gmez-Martnez, Jos Luis. "Teora del ensayo: una bibliografa anotada de su
estudio en el mundo hispnico". El ensayo hispnico. Editado por Isaac J. Lvy
y Juan Loveluck. (Columbia: University of South Carolina, 1984), pp. 171-197.
91
Teora del Ensayo
92
Teora del Ensayo
93
Teora del Ensayo
Jarauta, Francisco. "Para una filosofa del ensayo". Revista de Occidente 116
(1991): 43-49. (Sobre la dimensin "errante" de ensayo).
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Just, Klaus Gunther. "Essay". Deutsche Philologie im Aufriss. Band II. Editado
por Wolfgang Stammler (Berlin: Erich Schmidt Verlag, 1960), pp. 1897-1948.
Just, Klaus Gunther. "Versuch und Versuchung: Zur Geschichte des
europischen Essays". Ubergnge. Probleme und Gestalten der Literatur (Bern:
Francke Verlag, 1966), pp. 7-24.
Kayser, Rudolf. "Wegen des Essays". Die Neue Rundschau Vol. 2, No. 36
(1925): 1313-1318.
Klie, Barbara. Des deutsche Essay als Gattung. Berlin, 1944 (tesis doctoral).
(Divide el estudio en tres secciones: a) desarrollo y carcter del ensayo; b)
medios estilsticos y relaciones literarias; c) comparacin entre ensayismo y
periodismo).
Koremblit, Bernardo Ezequiel. El ensayo en la Argentina. Buenos Aires:
Direccin General de Relaciones Culturales, 1964, 29 pp. (Relacin de
ensayistas: no considera el aspecto terico del gnero).
Kostelanetz, Richard. "Essaying the Essay". Book Forum 1 (1974-75): 417-423.
Kruger, Horst. "Der Radio Essay: Versuch einer Bestimmung". Neue Deutsche
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Krutch, Joseph Wood. "No Essays, Please!" The Saturday Review of Literature
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Franz Ehrenwirth Verlag, 1974), pp. 121-127.
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Herzensachen (Mnchen-Leipzig: G. Mller, 1911), Vol. 2, pp. 430-439.
Lagmanovich, David. "Un ensayo de Ernesto Sbato: 'Sobre los dos Borges'".
Homenaje a Ernesto Sbato. Editado por Helmy F. Giacoman (New York:
Anaya-Las Amricas, 1973), pp. 275-293. (En la primera parte del estudio
desarrolla lo que entiende por ensayo a partir de la definicin de Anderson
Imbert y de las siguientes "caractersticas bsicas del gnero: 1) brevedad; 2)
amplio registro temtico; 3) aceptacin de la digresin; 4) recursos artsticos en
la exposicin de las ideas; y 5) punto de vista personal". En la segunda parte
analiza el ensayo de Sbato).
Lagmanovich, David. "Paul Groussac, ensayista del 80". Revista InterAmericana de Bibliografa 32.1 (1982): 28-46. (De las cinco partes en que
estructura el estudio, la primera, "Groussac en el ensayismo argentino", y la
tercera, "caracteres de lo ensaystico", contienen reflexiones tericas sobre el
ensayo).
Lagmanovich, David. "Hacia una teora del ensayo hispanoamericano". El
ensayo hispnico. Editado por Isaac J. Lvy y Juan Loveluck. (Columbia:
University of South Carolina, 1984), pp. 17-28. (Se aproxima en su estudio a
travs de cinco "funciones o variantes": la actitud testimonial, la conativa, la
dialogal, la bsqueda de la expresin, los desplazamientos temticos).
Lancelotti, Mario A. "Apuntes sobre el ensayo". Opiniones Latinoamericanas 3
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aumentada. New York: Eliseo Torres, 1974, 459 pp. (El libro "pretende ser una
coleccin de ensayos", y lo es en el sentido de que "el ensayo es el resultado de
una reflexin y de la voluntad de transmitir artsticamente las conclusiones o
impresiones que de ella se derivan". Se reflexiona sobre el concepto de ensayo
en las pginas 28 y 29 de la introducin).
Robb, James Willis. El estilo de Alfonso Reyes. Imagen y estructura. Mxico:
Fondo de Cultura Econmica, segunda edicin revisada y aumentada, 1978, 303
pp. (Aunque de modo directo slo hace una somera mencin al aspecto terico
del ensayo en la seccin "Definiciones y lmites", pp. 21-23, de la introduccin,
todo el libro, y en especial el captulo cinco, supone un intento de comprensin
de lo que es ensayo. Es de especial inters su clasificacin de los ensayos, pp.
180 y ss., donde sigue y ampla la de Jos Luis Martnez).
Robb, James Willis. "Variedades del ensayismo en Alfonso Reyes y Germn
Arciniegas". Thesaurus, Boletn del Instituto Caro y Cuervo 36 (1981): 1-14.
(Analiza varias manifestaciones ensaysticas de la obra de Reyes y Arciniegas.
Encabeza su estudio con unas reflexiones en torno al concepto de ensayo y de
acuerdo con Reyes seala que "la flexible forma del ensayo permite la
exploracin libre (sin compromisos formales ni pretensiones de agotar la
materia) de cualquier tema, en prosas de variable extensin y desde cualquier
punto de vista").
Robb, James Willis. "El ensayo: Alfonso Reyes y el centauro". Los Ensayistas 1,
No. 2 (1976): 5-6.
Robles de Cardona, Mariana. "El ensayo puertorriqueo en los ltimos veinte
aos". Asomante 20 (1964): 24-51. (Ambos estudios presentan una relacin de
ensayistas puertorriqueos y sus obras, sin que se conceda atencin al aspecto
terico del ensayo).
Robles de Cardona, Mariana y Margot Arce de Vzquez. "Veinticinco aos del
ensayo puertorriqueo (1930-1955)". Asomante 11 (1955): 7-19.
Rodrguez Monegal, Emir. "El ensayo y la crtica en la Amrica Hispnica". El
ensayo y la crtica literaria en Iberoamrica. Editado por Kurt L. Levy y Keith
Ellis (Toronto: Universidad de Toronto, 1970), pp. 221-227. (Este estudio, en el
que se equipara al trmino de crtico con el de ensayista, es una defensa del
valor de la crtica como obra creativa. Aunque algunas de las reflexiones sobre
la crtica tienen valor con relacin al ensayo, en realidad no se considera el
aspecto terico de ste).
Rohner, Ludwig. Der deutsche Essay. Materialien zur Geschichte und Asthetik
einer literarischen Gattung. Berln: Luchterhand, 1966. 927 pp. ("Seccin
introductoria": a) comparaciones entre Bacon y Montaigne; b) una apreciacin
histrica. "Seccin fenomenolgica", ejemplos divergentes de ciertos ensayistas.
"Seccin terica": a) estudio detallado del ensayo; b) estudio comparativo.
"Seccin de documentacin": textos temas, mtodos, documentos. Tanto el
estudio como la bibliografa se concentra nicamente en los ensayistas
alemanes).
Rohner, Ludwig. "Anfnge des Essays". Akzente 12 (1965): 303-321.
Rohner, Ludwig. "Versuch ber den Essay". Deutsche Essays, (Prosa aus zwei
Jahrhunderten) (Berln: Luchterland, 1968), Vol. I, pp. 7-24.
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Thompson, Francis. "The Essay: Ancient and Modern". The Real Robert Louis
Stevenson and Other Critical Essays (New York: University Publishers
Incorporated, 1959), pp. 286-291.
Toro, Fernando de. "El laberinto de la soledad y la forma del ensayo".
Cuadernos Hispanoamericanos 343-345 (1979): 401-416.
Torre, Guillermo de. "El ensayo y algunos ensayistas americanos". Cuadernos
53 (Pars, 1961): 166-170. (Considera el ensayo como "lo ms logrado y
caracterstico" de lo iberoamericano, si bien cree que no debe excluirse del
ensayo ninguna produccin por su contenido, al mismo tiempo que se debe
"exigir" "calidad literaria" para que un escrito sea tenido por ensayo).
Torre, Guillermo de. "Jos Ortega y Gasset: el ensayista literario". Las
metamorfosis de Proteo (Buenos Aires: Editorial Losada, 1956), pp. 43-50.
(Incluye una seccin, "Qu es el ensayo?" donde, junto a reflexiones varias,
ste es considerado como obra de arte. Se basa en los escritos de Ortega y
Gasset, pues en l "la parte de creacin no es inferior a la parte de reflexin").
Torres-Rioseco, Arturo. "El ensayo en la Amrica colonial". Cuadernos 71
(Pars, 1963): 36-42. (En la exposicin terica sigue a Jacob Zeitling,
Seventeenth Century Essays, y en la clasificacin de los ensayos a Angel del
Ro, El concepto contemporneo de Espaa. Considera como "elementos
esenciales del ensayo" su carcter de "gnero literario, brevedad de desarrollo,
uso de la prosa, facilidad y cierta 'liviandad' de tratamiento, carcter expositivo y
provocacin del sentimiento del autor").
Torri, Julio. "El ensayo corto". Tres libros (Mxico: Fondo de Cultura
Econmica, 1981), pp. 33-34. (Ensayo sobre la brevedad del ensayo).
Uhde-Bernays, Hermann. "Gedanken ber den Essay". Neue Literarische Welt 3,
No. 5 (1952): 2.
Upham, Alfred H. "The Personal Essay". The Typical Forms of English
Literature (New York: Oxford University Press, 1917), pp. 117-147.
Uribe Echevarra, Juan. El ensayo: estudios. Santiago: Editorial Universitaria,
1958, 255 pp. (Antologa de estudios sobre el aspecto terico del ensayo y su
desarrollo en el mundo hispnico. Incluye selecciones de: Julin Maras, Lidia
N.G. de Amarilla, Eduardo Gmez de Baquero, Medardo Vitier, Francisco
Maldonado de Guevara, Andr Gide, Alfredo Carballo Picazo, Angel del Ro,
Pilar A. Sanjun, Martn Alonso).
Valdivieso, Jorge H. "El ensayo de Octavio Paz y la Generacin del 98". Los
Ensayistas 2, No. 3 (1977): 21-25.
Varela, Jos Luis. "La 'literatura mixta' como antecedente del ensayo
feijoniano". El P. Feijoo y su siglo (Oviedo: Universidad de Oviedo, 1966). pp.
79-88. (Tomando como base el estudio de Alfredo Carballo Picazo, "El ensayo
como gnero literario", estudia el ensayo de Feijoo, y seala que tanto la voz
"discurso" como la expresin de "literatura mixta", poseen un significado
prximo al que se da actualmente al trmino ensayo).
Varela, Jos Luis. "Raz y funcin del ensayo espaol de hoy". Ensayo (Mlaga:
Diputacin Provincial de Mlaga, 1980), pp. 45-63. (Parte del supuesto de que
"cabe mantener, respecto a otros gneros, el carcter orientador y precursor del
ensayo en el orden formal y en el ideolgico, con lo que su funcin intelectual y
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[Esta versin electrnica sigue, con modificaciones menores, el texto de la segunda edicin
espaola de Teora del ensayo, de Jos Luis Gmez-Martnez (Mxico: UNAM, 1992).
Seccin 1, pgs. 179-221.]
Jos Luis Gmez-Martnez
Nota: Esta versin electrnica se provee nicamente con fines educativos. Cualquier
reproduccin destinada a otros fines, deber obtener los permisos que en cada caso correspondan.