Cuando Los Artistas Pintaban La Historia de España
Cuando Los Artistas Pintaban La Historia de España
Cuando Los Artistas Pintaban La Historia de España
lHistoire de lEspagne
Stphane Pelletier
anexo a Calanda n 7, ao 2012
ene.
12 octubre
dic.
educacion.gob.es
ANEXO A CALANDA
Revista didctica de la accin educativa espaola en Francia
Autor del original francs
Quand les artistes peignaient lHistoire de lEspagne
Stphane Pelletier
Versin al espaol
Carlos Lzaro Mels
Editor
Jos Luis Ruiz Miguel
ndice
Primera parte:
Orgenes y evolucin de la pintura de historia en Espaa
1.
2.
3.
4.
5.
Segunda parte:
Las obras en su contexto de realizacin
La muerte de Viriato, Jos de Madrazo.
El ltimo da de Numancia, Alejo Vera.
La conversin de Recaredo, Antonio Muoz Degran.
La batalla de las Navas de Tolosa, Francisco de Paula van Halen.
Retrato de Fernando III, annimo.
La expulsin de los judos de Espaa, Emilio Sala y Francs.
La rendicin de Granada, Francisco Pradilla.
Cristbal Coln en el monasterio de La Rbida, Eduardo Cabo de la Pea.
Doa Isabel la Catlica dictando su testamento, Eduardo Rosales.
Juana la Loca, Francisco Pradilla.
Ejecucin de los comuneros, Antonio Gisbert.
Carlos V en Yuste, Miguel Jadraque.
La expulsin de los moriscos en Vinaroz, Pere Oromig y Francisco Peralta.
La batalla naval de Lepanto, Juan Luna y Novicio.
La rendicin de Juliers, Jos Leonardo.
La rendicin de Breda, o el cuadro de Las Lanzas, Diego Velzquez.
Auto de fe en la plaza Mayor de Madrid, Francisco Rizi de Guevara.
El dos de mayo de 1808, Joaqun Sorolla.
3
prembulo
Espaa es un pas europeo con un rico pasado plurisecular. Y su historia no ha dejado
indiferentes a los pintores del Sur de los Pirineos. Hay que precisar que al menos durante tres
siglos la pintura de historia goz de un protagonismo innegable y que era frecuente encontrar
reflejados en los lienzos los grandes acontecimientos o los protagonistas legendarios de la
Historia de Espaa. Se trataba de obras realizadas por encargo. En un primer momento fueron
encargos casi exclusivamente de los reyes, pero con el tiempo pasaron a ser ms ampliamente
institucionales.
El lector encontrar en este libro cuadros clebres de los grandes maestros de la pintura
espaola, pero tambin podr descubrir obras de artistas menos conocidos. Si la pintura de
historia predomin en la escena artstica durante mucho tiempo, en el caso de Espaa su
apogeo se sita esencialmente en el siglo XIX. No ser de extraar por lo tanto que la mayor
parte de los cuadros analizados aqu pertenezcan a este perodo.
En ningn modo es mi deseo emprender rehabilitacin esttica alguna de una expresin
artstica minusvalorada durante mucho tiempo, incluso aunque goce hoy en da de un nuevo
impulso, como demuestra el xito de las exposiciones que se organizan a ambos lados de los
Pirineos sobre pintores considerados hace tiempo como excesivamente academicistas. Sin
embargo, sera lamentable ignorar un gnero que supo producir obras de calidad como Las
Lanzas o La Rendicin de Breda de Velzquez, o las dos telas de Goya, El Dos de mayo de
1808 y El Tres de mayo, que constituyen, sin ningn tipo de duda, un punto de referencia y un
modelo. No son muchos los cuadros de historia que alcanzaron este grado de maestra en
pintura. No obstante, de los lmites que impona el academicismo surgan de vez en cuando
interesantes creaciones que conviene insertar en el contexto poltico, social e ideolgico de la
poca que las vio nacer. La importancia del lugar que ocupa la pintura histrica en el seno de
la historia del arte espaol, aunque solo sea cuantitativamente, as como los estrechos lazos
que sta ltima mantiene con la historia cultural de la Espaa contempornea, conforman los
ejes de reflexin de este libro.
La primera parte versa sobre la eclosin, la evolucin de la pintura histrica y su declive
progresivo en los albores del siglo XX.
5
La segunda parte propone un anlisis de veintitrs obras, elegidas entre las ms emblemticas de este estilo, proponiendo al lector un viaje a travs de la historia de Espaa de la
mano de sus pintores.
Las reproducciones respetan una periodizacin clsica, desde los primeros tiempos de
la historia con Viriato y el sitio de Numancia, pasando por la Edad Media y la Edad Moderna
hasta el final del siglo XIX, perodo de profundo desinters y abandono de la pintura de historia.
Teniendo en cuenta que se trata de una produccin pictrica de dimensiones considerables,
ha sido necesario hacer elecciones; elecciones que son necesariamente subjetivas. Sin
embargo, algunos perodos fueron ms representados que otros por los pintores. No es de
sorprender que el Siglo de Oro (siglos XVI y XVII) despertara un inters especial, tratndose de
la poca de la grandeza de la Espaa imperial. El ao 1808 y la Guerra de la Independencia
contra la invasin napolenica tambin dieron lugar a mltiples creaciones, desde Francisco
de Goya hasta Joaqun Sorolla, por no citar sino a los artistas ms clebres. Cada cuadro est
acompaado por un comentario iconolgico sobre el acontecimiento representado, as como
sobre la lectura, la interpretacin que el pintor propone del mismo. De un modo ms general,
el objetivo de esta obra consiste en dar a conocer cmo se concibi la fbrica pictrica del
imaginario histrico espaol, como una paleta nacional que trae a escena un pasado
reinterpretado, imaginado en tanto que portador de imgenes.
Esta obra pretende a su manera facilitar un mejor conocimiento de un rasgo singular del
patrimonio artstico espaol, muy rico pero todava mal conocido.
Primera parte:
Orgenes y evolucin
de la pintura de historia
en Espaa
1
2
La cration des identits nacionales. Europe XVIII-XIXme sicle, collection Points Histoire, 2001.
La fabrication des hros, obra colectiva, Maison des Sciences de lHomme, 1998.
Juan Antonio Vera, Mariana Pineda en capilla, 1862, Archivo del Congreso de los Diputados, Madrid.
A pesar de que hubo pintores de batallas con anterioridad, los historiadores del arte suelen
situar el nacimiento de la tradicin de la pintura de historia en el siglo XVII y la relacionan con
pintores como Nicols Poussin o Charles Le Brun, en el caso de Francia, o Diego Velzquez en
Espaa, cuya Rendicin de Breda (ms conocido como Las Lanzas), pintado en 1634-35, constituye un notable ejemplo del gnero, puesto que es mucho ms que una pintura de batallas
entre espaoles y holandeses herejes. En efecto, Velzquez deja de lado la convencin y el
3
Se trata de la novela, gnero literario relativamente joven, que servir como vector de difusin de una
nueva visin del pasado. Ver Anne-Marie Thiesse, op. cit., captulo 6.
4
La editorial Destino de Barcelona ha decidido reeditar estas 46 novelas histricas, organizadas en cinco
series, que constituyen un magnfico fresco de la Espaa del siglo XIX.
nfasis inherentes a este tipo de representacin para interesarse por lo que Claude Esteban
llama un modo de intercambio caballeresco entre dos grandes capitanes que conforman
nuevamente la imagen inmemorial del valor y del honor5. El mismo ao, Jos Leonardo (16011653), un pintor aragons de gloria ms efmera que la del gran maestro sevillano6, realiza dos
pinturas de historia para el Saln de Reinos del Casn del Buen Retiro en Madrid, inaugurado
en diciembre de 1633: La rendicin de Juliers y La toma de Brisach, cuya composicin y cromatismo revelan claramente la influencia de Diego Velzquez. Los ms grandes pintores del
reinado de Felipe IV contribuyen a la decoracin del Saln de Reinos, donde se encuentra el
trono y tienen lugar las recepciones oficiales. La monarqua espaola encarga de este modo a
Velzquez, al no menos conocido Francisco de Zurbarn, a Antonio de Pereda, al joven Jos
Leonardo, incluso al pintor y fraile dominicano Juan Bautista Mano7, as como al pintor de cmara de la corte, Vicencio Carducho, cuadros de gran formato que han de representar los
hechos de armas ms notables del reino de Felipe IV y de la poltica que haba puesto en marcha
quien an es su valido, pero que caer pronto en desgracia, don Gaspar de Guzmn, condeduque de Olivares. Finalmente, se seleccionan doce lienzos para ser expuestos en el Saln de
Reinos, al lado de temas mitolgicos (Los trabajos de Hrcules, pintados por otro gran sevillano,
Francisco de Zurbarn, fundamentalmente pintor del universo conventual y del silencio y por
tanto mucho menos inspirado por la mitologa) y de retratos ecuestres de la familia real. La
decoracin de este saln real constituye indudablemente un momento clave de la pintura de
historia espaola, pues se acude a los mejores pintores del reino para plasmar en los lienzos
la valenta de los ejrcitos y de los generales en la defensa de los intereses de la belicosa
Espaa catlica del rey Felipe IV8. De toda la dinasta espaola de los Habsburgo, el mecenazgo
artstico de Felipe IV fue incuestionablemente el ms importante, como demuestra la estrecha
relacin entre el monarca y Velzquez, como destac Bartolom Bennassar en su biografa del
pintor sevillano9.
Claude Esteban, Trois Espagnols, Velzquez, Goya, Picasso, Farrago, Tours, 2000, pg. 24.
Jos Leonardo (1605-1656) es un pintor castellano cuya carrera fue ms bien breve debido a una enfermedad mental degenerativa.
7 El museo del Prado le dedic una hermosa retrospectiva en otoo de 2009. Cf. Catlogo de la exposicin:
Juan Bautista Mano 1581-1649, Museo Nacional del Prado, Madrid, 2009.
8 Sobre el diseo iconogrfico del Saln de Reinos, nos remitimos a Bartolom Bennassar, Les lances de
Breda de Velasquez, Collection Une oeuvre, une histoire, Armand Colin, Pars, 2008, as como a Jonathan
Brown, El Saln de Reinos in El Palacio del Buen Retiro y el nuevo Museo del Prado, Museo Nacional del
Prado, Madrid, 2000.
9 B. Bennassar, Velasquez, Editions de Fallois, 2010.
6
10
Diego Velzquez, Retrato ecuestre de Felipe IV, detalle, 1634-35, Museo del Prado.
Pedro Berruguete encarna la influencia italianizante en la pintura espaola (pasa un tiempo en Urbino en
la corte de Federico de Montefeltro): dominio de la perspectiva, de la iluminacin, etc. Nos remitimos a
Pascal Torres Guardiola, La peinture en Espagne du XVme au XXme sicle, PUF, 1999.
11
contexto religioso profundamente impregnado del espritu del Concilio de Trento y de los preceptos de Carlos Borromeo, arzobispo de Miln, sobre las imgenes sagradas, la lucha contra
la hereja y la apostasa constituyera una de las fuentes de inspiracin de la pintura de historia.
La explicacin hay que buscarla en el hecho de que es esencialmente la iglesia post-tridentina
triunfante quien impulsa los nuevos proyectos iconogrficos en esta Espaa imperial sometida
al dogma de la piedad (pensemos en el magnfico San Serapio, de Francisco de Zurbarn
realizado como parte del encargo del convento de la Merced en Sevilla). En consecuencia, la
produccin cuantitativa de la pintura de historia stricto sensu, es decir, limitada a los episodios
propiamente histricos, es inferior a la de los cuadros de inspiracin religiosa que reflejan la
historia sagrada o incluso escenas tomadas de la mitologa greco-latina.
12
11
La inauguracin oficial tuvo lugar el 12 de abril en el Gran saln de la Casa de la Panadera en Madrid.
En cuanto a la creacin y los primeros decenios de esta institucin, es de referencia C. Bedat, LAcadmie
des beaux-arts de Madrid, 1744-1808, Toulouse, 1974, citado por Carlos Reyero, La pintura de historia
en Espaa, cuadernos Arte Ctedra, 1989.
12 Manual del pintor de Historia, Fontanet, Madrid, 1870.
13 El cuadro figura en la portada del libro.
13
personalidad y su talento, como fue el caso de Francisco Pradilla14 o de Antonio Gisbert, pintores
muy injustamente desconocidos fuera de Espaa.
Por lo tanto, no se puede hablar fidedignamente de estanqueidad a la hora de definir este
gnero y esta reflexin es especialmente vlida para el siglo XIX y sus ltimas dcadas, que
ven aparecer evoluciones artsticas destacables. Pero ya con Francisco de Goya, el gesto heroico
militar se ve relegado para dejar paso a personajes cotidianos que hacen, de algn modo, irrupcin en la pintura de historia. Se establece as una relacin indita entre el cuadro y el espectador. Esta observacin se aplica perfectamente a sus dos obras maestras del Museo del Prado
que son El dos de mayo de 1808 y El tres de mayo de 1808, que Goya pint tras la invasin
napolenica de Espaa y la terrible guerra de la Independencia que se prolong durante seis
aos. Se trataba de un encargo procedente de la Casa Real y fue un deseo expreso del rey
Fernando VII, ms especficamente.
Si la pintura de historia encuentra en las grandes exposiciones que se organizaban en la
Academia de San Fernando el marco preferente de su expresin, no es menos cierto que el
Estado espaol, principalmente a travs de las Cortes, importantsima institucin nacional, contribuye tambin enormemente a la difusin de esta pintura cuyo modo de expresin se encuentra ms o menos sometido al academicismo en funcin de los artistas elegidos. En este
sentido, Francisco Pradilla, cuya actividad creadora no se limitaba a la pintura de historia, consigui encontrar un lenguaje pictrico personal, como lo haba hecho antes que l el joven
pintor cataln Mariano Fortuny15, del que carecen casi totalmente muchos pintores cuyas obras
no llegan a desprenderse en la mayora de los casos del cors del academicismo. No es vano
poner de manifiesto que hubo magnficos cuadros de historia y que el menosprecio que sufrieron a partir de fines del siglo XIX no hizo sino desacreditar injustamente todo un gnero.
Por supuesto, los mejores cuadros son aquellos que consiguen superar el propio lmite que supone ser una pintura de historia sometida a cnones estrictos y castradores. En este sentido,
el filsofo y brillante crtico de arte que fue Hyppolite Taine escriba sobre Jean Auguste Dominique Ingres que algunos le haban reprochado errneamente su academicismo sin comprender
14
Francisco Pradilla Ortiz fue un pintor clebre en su tiempo; la rica coleccin privada Orts-Bosch incluye
particularmente varias de sus telas, entre las que destaca un Estudio de lirios y rocas, prueba de su
talento de pintor paisajista, as como una escena de gnero titulada Lavanderas italianas, en la que Pradilla
Ortiz hace prueba de un innegable dominio del cromatismo que encontramos en Doa Juana la Loca.
15 Se puede tener acceso directo a ciertos cuadros del pintor de Reus en el MNAC (Museu Nacional dArt
de Catalunya) en Barcelona. La gran exposicin sobre Mariano Fortuny organizada en 2004 por esta
institucin catalana posibilit el acercamiento a la riqueza creativa de este artista: pinturas de historia,
retratos, escuela orientalista de la que es exponente el magnfico Askari de 1860 o tambin Los hijos del
pintor en el saln japons, de 1874. Es de referencia el destacable catlogo de esta exposicin: Mariano
Fortuny, MNAC, 2004.
14
su profunda originalidad16. Sin llegar a retomar al pie de la letra esta apreciacin del autor de
Filosofa del arte, aparece en Doa Juana la Loca ante el sepulcro de su esposo pintado por
Francisco Pradilla el sello de un estilo personal, autntico, que emana de la capacidad del pintor
aragons para traducir la desesperanza profunda de la reina que no se separar del atad de
su esposo, Felipe el Hermoso, hasta su lugar de entierro. En este cuadro, Francisco Pradilla
trasciende el monocromatismo recomendado por las normas dictadas por Francisco Mendoza
a travs de la alternancia de colores clidos y fros. Precisamente es esta alternancia de tonos
lo que contribuye a crear ese halo mgico tan romntico que emana del conjunto del cuadro.
La tela supuso para su autor la merecida recompensa de la medalla de honor en la Exposicin
nacional de pintura de 1878. Sobre este mismo tema, debemos a Lorenzo Valls un cuadro de
gran formato (328 x 313 cm), realizado en 1866, Demencia de doa Juana de Castilla17, en el
que la reina est representada como escolta tenaz y permanente del cadver de su marido
adorado. El pintor traduce de maravilla la demencia de la reina que est convencida de que
ste ltimo est a punto de despertarse y que no se halla, en ningn caso, muerto. Lorenzo
Valls puede ser considerado como uno de los grandes maestros de la pintura de historia
espaola, a pesar de que el conocimiento del conjunto de su obra sea un tanto restringido.
Francisco Pradilla no poda ignorar la existencia de este cuadro cuando estaba realizando su
propia versin de Doa Juana la Loca puesto que la realiz once aos ms tarde.
15
16
En este contexto, la reina Isabel II encarga a tres pintores diferentes, Francisco de Paula
Van Halen, Francisco Galofre Oller y Francisco de Mendoza, obras que representaban diferentes
episodios de la vida de Isabel la Catlica para decorar los diferentes salones de los palacios
reales. Estos encargos respondan tanto a necesidades privadas como a una voluntad de proyeccin pblica. Los encargos del Estado espaol tenan como primer objetivo la decoracin
monumental de los principales escenarios del poder, a saber, los edificios del parlamento ya
citados, pero igualmente la de los lugares dotados de gran simbolismo para la nacin, como la
baslica de San Francisco el Grande de Madrid donde tenan lugar numerosas ceremonias oficiales (esta iglesia madrilea incluso sirvi durante algn tiempo como panten nacional). En
cuanto a la obra maestra de Antonio Gisbert titulada Fusilamiento de Torrijos y sus compaeros
en las playas de Mlaga (1887-1888), responda a un encargo del gobierno liberal presidido
en aquel momento por Prxedes Mateo Sagasta, con el fin de ilustrar la defensa de las libertades a travs del martirio del general liberal Jos Mara de Torrijos. Defensa de las libertades
muy terica, cuando es conocida la represin que este mismo gobierno ejerci contra el movimiento obrero en plena estructuracin en aquel momento. Pero se es otro debate (nos remitimos al cuadro de Ramn Casas La carga, que se analiza en la segunda parte de la obra).
Un real decreto firmado por Alfonso XII estipul incluso que el cuadro de Gisbert fuera expuesto
en el Museo del Prado para servir como ejemplo para las generaciones futuras. En sntesis, se
deseaba una pintura instructiva y didctica donde las hubiera. Habr que esperar hasta 2009
para que este cuadro encuentre su lugar de pleno derecho en el gran museo madrileo, donde
se puede contemplar actualmente en las salas dedicadas a la pintura espaola del siglo XIX.
Por otro lado, las diputaciones provinciales tambin efectuaban a su vez numerosos encargos de pinturas de historia, como la Diputacin de Barcelona, que encarg a Mariano Fortuny
el lienzo de gran formato La toma de Tetun, con la intencin de que el cuadro exaltara la grandeza de la conquista y colonizacin del Rif marroqu por las tropas espaolas, capitaneadas
por el General Prim contra el sultn de Marruecos. No era necesario que las escasas empresas
coloniales emprendidas en el siglo XIX por una Espaa en pleno declive en el plano internacional
encontrasen su eco en el arte oficial para asegurar su difusin? Mariano Fortuny acept desempear el papel de cronista grfico de la guerra colonial en Marruecos de 1860. Este mismo
ao pint La batalla de Wad-Ras, conservada en el Museo del Prado y que recuerda La prise
de la Smalah dAbd-el-Kader, realizada por el pintor francs Horace Vernet en 1845 (expuesta
en el castillo de Versalles). Si nos atenemos a la produccin de Mariano Fortuny, ste compuso
otro lienzo que exaltaba un pasado cataln ms lejano, ya que se remontaba hasta las conquistas del condado de Barcelona en la Edad Media: Ramn Berenguer en el castillo de Foix.
Del mismo modo que en la pintura castellana, la voluntad didctica quedaba patente puesto
que el cuadro deba ilustrar un episodio simblico, un acontecimiento clave de la historia
medieval catalana. Sin embargo, conviene tener en cuenta la dimensin propia de Catalua
17
(y, en menor medida, del Pas Vasco y de Galicia) que ve afirmarse en el ltimo cuarto del siglo
XIX una aspiracin de autonoma regional. En este sentido, la pintura catalana, en relacin con
las dems formas de expresin artstica como la poesa de Jacinto Verdaguer en un primer
momento y ms tarde la de Joan Maragall, contribuye plenamente a la valoracin y al despertar,
o al retorno al estado latente para algunos, de la consciencia regional. El mismo espritu regionalista parece vivir en algunas pinturas de historia de gran formato que adornan actualmente
la escalera de honor de la Universidad Central de Barcelona.
Mariano Fortuny,
Ramn Berenguer en el castillo de Foix, 1856,
MNAC - Museu Nacional d'Art de Catalunya.
Barcelona. Fotgrafos: Calveras/Mrida/Sagrist.
Si, a ttulo privado, la gran burguesa encarga pinturas de historia, se trata en la primera
mitad del S. XIX de un fenmeno ms bien marginal; los pedidos que surgen de la alta sociedad
se orientan ms bien hacia otras temticas, sin duda ms propicias a un uso privado de la pintura, como los numerosos retratos individuales o de familia que adornan las paredes de las
mansiones de las grandes ciudades espaolas. En la segunda parte de este siglo, aparecen
cuadros de historia de pequeo formato que responden a encargos privados. Este fenmeno,
de limitada extensin, poda corresponder a un deseo de hacer ostentacin de una adhesin a
los ideales nacionales, una voluntad deliberada por parte de ciertas lites polticas y econmicas
de demostrar que se sentan ligados a la historia nacional. Sea como fuere, es innegable que
18
hasta finales del S. XIX, la Corona y el Estado son, principalmente, quienes hacen pedidos de
pinturas de historia, mucho ms que esta clase social emergente que es la burguesa industrial
y financiera tan bien descrita por el novelista cataln Narcs Oller en su novela La fiebre del
oro (La febre dor), publicada en 1892.
Mariano Fortuny, La matanza de los Abencerrajes, 1870, leo sobre lienzo 73,5 x 93,5 cm,
Museu Nacional dArt de Catalunya (MNAC).
19
3. El sustrato ideolgico
El desarrollo de la pintura histrica en el siglo XIX no se comprende sino en funcin de un
contexto ideolgico impregnado de nacionalismo espaol ya que esta expresin artstica particular aparece como reflejo de la consciencia nacional en el momento de la tentativa de puesta
en marcha del Estado-nacin. Tentativa? Contrariamente a Francia, la Gran Nacin surgida
de la Revolucin Francesa, Espaa casi nunca haba sido hasta aquel momento un Estado nacional. Por ello, la tarea no era en absoluto sencilla. La nacin, en tanto que comunidad de adhesin, se fundamenta en una historia comn que puede buscar su fuente en criterios tanto
histricos, geogrficos y tnicos como culturales. En consecuencia, la idea nacional es una
construccin imaginaria formada a base de imgenes y de relatos. Esta empresa se cimenta
en la transformacin del pasado en un narracin coherente (algunos historiadores franceses
hablan de la novela nacional), capaz de hacer de cada nacin concreta el tema nico de la
identidad colectiva frente a otros imaginarios posibles. En este sentido, la historiografa del
momento jugar un papel importante al fijar los momentos clave de la historia de Espaa, al
elaborar un relato continuo, con la salvedad de algunas vicisitudes, de esta misma historia. El
siglo XIX espaol ve cmo se suceden las reediciones de la Historia general de Espaa del
padre jesuita Juan de Mariana, redactada en latn en 1592 (De rebus Hispaniae), mientras que
la primera edicin en castellano data de 1601. Esta obra constituy, de hecho, la referencia en
materia de historia de Espaa durante varios siglos. Se trata ante todo de una historia principalmente de acontecimientos, pero tambin moral, puesto que el autor propone en ella una
lectura de la historia de Espaa a travs de lo que a l le parecen ser los grandes episodios
histricos desde los orgenes hasta la muerte del rey Fernando de Aragn en 1516: Numancia,
Sagunto, el largo proceso de la Reconquista, las conquistas del rey Fernando III, la toma de
Granada Son precisamente estos acontecimientos fundadores de la nacin los que constituirn los temas de representacin favoritos de la pintura de historia espaola del XIX. Paralelamente a este manual de historia que contaba con ms de doscientos aos de existencia,
debemos al liberal catlico Modesto Lafuente Zamalloa otra Historia general de Espaa,
redactada entre 1850 y 1867 y cuyo xito fue casi inmediato: se considera que esta obra figura
entre las ms ledas de la segunda mitad del siglo XIX. Los casi treinta volmenes de esta
Historia general de Espaa representan una obra esencial en la formacin de la consciencia
nacional al inscribir el autor la historia de Espaa en la continuidad y en la unidad nacional y
religiosa, subestimando un poco la historia de los territorios de la corona de Aragn en beneficio
de Castilla. Esto era cuanto necesitaban los partidarios de un nacionalismo centralista, es decir,
castellano ante todo, para que el xito de la empresa estuviera asegurado ante sus ojos. La
intencin ms general de Modesto Lafuente era dotar a sus compatriotas de una verdadera
20
consciencia nacional. Es el gran promotor de una historia nacional bajo el reinado de Isabel II.
Asimismo, la Historia de Espaa de Antonio Cabanilles, que daba mayor relevancia a los grandes
hechos de la Edad Media, y la Historia de los Reyes Catlicos de Andrs Bernldez, publicada
en 1856, sirvieron ambas de fuente de inspiracin a los pintores espaoles. Muy alejadas de
una historiografa cientfica o epistemolgica rigurosa, estas obras constituyeron la fuente de
la que los principales representantes de la pintura de historia espaola obtuvieron la inspiracin
para responder a las exigencias de una nacin que en aquellos momentos iba en busca de un
pasado. Esta historia constituye un instrumento de identificacin y de unin nacionales, es una
historia a menudo mtica y legendaria, basada en sus hroes y en sus grandes hechos de
armas, sus episodios clave18. Siguiendo esta lgica, estos diferentes relatos de la historia espaola hacan caso omiso de las pequeas vidas de hombres y mujeres comunes para quienes la construccin del Estado-nacin no era ni la menor de sus preocupaciones cotidianas.
El paso de la pgina de historia al lienzo es muy rpido. Lo que proponen Jos Casado del
Alisal, Antonio Gisbert, Francisco Pradilla o Eduardo Rosales es, de algn modo, una Historia
ilustrada de Espaa, lo mismo que hicieron sus homlogos franceses Antoine-Jean Gros (pintor
oficial de la epopeya napolenica y discpulo de Jacques-Louis David) Horace Vernet (realiz
importantes pedidos para Louis-Philippe) o Paul Delaroche, que desarroll el contenido sentimental de la pintura de historia con la teatralidad y la grandilocuencia que lo caracteriza. Paul
Delaroche influy esencialmente en Casado del Alisal y Rosales.
18
Nations en qute de pass, dirigida por Carlos Serrano, Iberica-Essai, Presses de lUniversit de ParisSorbonne, Paris, 2000. No se puede dejar de sealar que los autores de esta obra reprodujeron el cuadro
de Francisco Pradilla, La rendicin de Granada, en la portada, prueba evidente de que la pintura de historia
del siglo XIX particip activamente en esta bsqueda del pasado espaol.
21
Juan Antonio de Ribera es el autor de un cuadro ms clebre: Cincinato abandona el arado para dictar
leyes a Roma (1806). Fue alumno de J.L. David, quien vea en l a uno de sus mejores discpulos.
20 Citado por Santos Juli, Historia de las dos Espaas, Taurus, 2005, pg. 32.
22
En el marco de esta construccin a la vez ideolgica y esttica, la pintura acadmica contribuye, si no a la creacin, al menos a la afirmacin y a la difusin de las grandes figuras
mticas en torno a las cuales la Nacin espaola intenta constituirse. Es el caso de Viriato en
el cuadro de Jos de Madrazo, La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos, que traduce, en un
estilo fuertemente neoclsico, la resistencia de este clebre ibero contra las tropas romanas.
No hay que precisar que el acento se pone en el espritu de resistencia patritica. De nuevo la
influencia esttica de Jacques-Louis David o de su discpulo Jean-Auguste-Dominique Ingrs
est patente ya que es imposible dejar de pensar en el clebre Juramento de los Horacios del
primero o en el esplndido Aquiles recibiendo a los embajadores de Agamenn del segundo.
La ciudad de Numancia, cuyos habitantes se opusieron tenazmente a la conquista romana,
constituye igualmente el tema de un cuadro pintado en 1881. Este mito nacional, que haba
inspirado tiempo atrs a Miguel de Cervantes una tragedia (La Numancia) es retomado por
Alejo Vera en la ms pura tradicin romntica ya que el artista escenifica magnficamente el
suicidio masivo de los numantinos ante los legionarios romanos que asedian la valerosa ciudad.
La destruccin de Sagunto, la antigua Saguntum, constituye igualmente un motivo recurrente
de esta pintura nacional. Adems, la unin de los reinos cristianos en la lucha contra los musulmanes, don Pelayo como hroe de esta lucha sin tregua contra los invasores infieles, la
figura del rey Fernando III el Santo, la batalla de Las Navas de Tolosa como unificadora de los
reinos cristianos contra los mahometanos, constituyen otros tantos temas predilectos de esta
pintura de historia espaola poderosamente didctica e instructiva, puesto que se trata de ilustrar los grandes momentos de la historia de la Patria. Comparar no es razonar, pero el valor
pedaggico de estas imgenes de historia no deja de recordar el papel que tuvo la pintura
religiosa en la poca de la Contrarreforma. Es sobre todo el reinado de los Reyes Catlicos, a
finales del siglo XV, y la reina Isabel de Castilla, ms particularmente, lo que da lugar a un
nmero considerable de cuadros cuyo mensaje poltico reductor, pero sin embargo muy claro,
es el de la unidad de Espaa. Una Espaa que se presenta como unida en torno a la fe catlica.
Se puede citar entre las innumerables telas que reflejan esta temtica el hermoso cuadro de
Francisco Pradilla Ortiz, La Rendicin de Granada, en el que el pintor no duda en trocar la
verdad histrica al representar a la reina Isabel en primer plano cuando es sabido que se encontraba ausente en el momento de la capitulacin del Reino Nazar de Granada. Pero la verdad
histrica importaba menos que el mensaje poltico o la verdad moral, tanto ms cuanto que se
trataba de un pedido del Presidente del Senado. Ms ampliamente, la representacin recurrente
de Isabel la Catlica durante el largo reinado de Isabel II (1843-1868) se carga evidentemente
con un valor simblico que tiene por objetivo legitimar la presencia de una mujer en el trono
de una Espaa en plena crisis carlista21.
21
Los Carlistas eran partidarios acrrimos de la ley slica que exclua a las mujeres de la sucesin a la
corona.
23
Las grandes batallas que permitieron a Espaa brillar en la escena internacional constituan
una temtica recurrente: Lepanto, por supuesto, que permita la exaltacin de un pasado
glorioso, fue una batalla representada hasta la saciedad, como hizo, por ejemplo, Juan Luna y
Novicio en 1887 con una versin cargada de movimiento. Ms contempornea es la representacin de la primera victoria militar de los espaoles contra los ejrcitos franceses del general
Dupont en la Batalla de Bailn. La Rendicin de Bailn de Jos Casado del Alisal (1864) es un
gran leo sobre lienzo (338 x 500) muy conseguido que, en trminos de matices cromticos y
de organizacin del espacio pictrico se inspira abiertamente en La Rendicin de Breda de
Diego de Velzquez y que figura entre las pinturas de historia espaolas ms interesantes. Sin
embargo, la interpretacin de este hecho histrico por Casado del Alisal pone de manifiesto
una exageracin, ya que el general espaol vencedor, Castaos, se descubre ante los franceses
Du Pont y Gobert que son los vencidos! En estas composiciones a menudo gigantescas, los
pintores slo dan una visin del campo de batalla en ocasiones excepcionales, focalizando la
atencin sobre un grupo de combatientes. En el cuadro de Casado del Alisal predomina una
tonalidad dramtica y realista. Casado haba vivido bastante tiempo en Pars y su pintura
aparece impregnada de la ms pura tradicin francesa; su estilo evoca a Girodet, Vernet o
incluso Grard. En 1880, Casado realizar otra tela, hoy considerada como su ltima obra
maestra, La leyenda del rey monje, consagrada a la leyenda de la Campana de Huesca, donde
predomina la figura sobrecogedora del rey Ramiro II de Aragn.
Jos Casado del Alisal, La leyenda del rey monje, 1880, Museo del Prado.
24
Gabriel Puig Roda, La expulsin de los moriscos, 1894. Propiedad. Diputacin Provincial de Castelln.
Museo de BB.AA. de Castelln.
25
5. El crepsculo de un gnero
El declive progresivo de la pintura de historia se sita ms o menos en los ltimos lustros
del siglo XIX y los historiadores del arte espaol consideran que el cuadro de Francisco Pradilla
titulado Cortejo del bautizo del prncipe don Juan, pintado en 1910, representa el final de esta
expresin artstica. Pradilla hace prueba en l de un gran dominio del gnero, de un refinamiento
sutil del dibujo y de una utilizacin notable del color, especialmente en los contrastes entre
sombra y luz. Pero este cuadro no era un encargo oficial; tena que servir como decoracin de
la vivienda de Luis de Ocharn y Mazas, un rico empresario y escritor vasco, amigo del pintor.
Francisco Pradilla, que estaba considerado como el gran maestro de la pintura de historia desde
el triunfo de Doa Juana la Loca ante el sepulcro de su esposo, contribuy a renovar considerablemente el gnero de la pintura de historia, hacindolo evolucionar hacia un estilo ms
decorativo y menos grandilocuente que en sus comienzos.
Francisco Pradilla, Cortejo del bautizo del prncipe don Juan, 1910, Museo del Prado.
26
de pintor de historia ms que el gran formato propio de este tipo de obras, puesto que su
cuadro mide 299.5 x 474 cm. Ya en 1894 otra tela de Ramn Casas, conservada en el museo
Reina Sofa de Madrid, Garrote vil, anunciaba esta evolucin hacia una nueva esttica que
abandonaba progresivamente los grandes temas de la historia para interesarse por una historia
ms inmediata, de un tiempo presente en el que el pueblo comenzaba a encontrar su sitio
como clase social. El comit rojo, cuadro magistral ejecutado en 1901 por otro pintor cataln,
Luis Graner y Arrufi, confirmaba plenamente esta tendencia al representar un grupo de proletarios que asisten a la lectura de un diario revolucionario o, siempre del mismo artista, La forja
(1894), en el que los proletarios cumplen con su dura labor para ganar el pan con el sudor de
su frente, nunca mejor dicho22. En 1892, el proletariado es el tema central del lienzo de Vicente
Cutanda titulado Huelga de obreros en Vizcaya as como el del cuadro de Jos Ura, Despus
de una huelga, pintado en 1895, ambos conservados en el Museo de Bellas Artes de Asturias.
Esta nueva tendencia que se manifiesta en este momento no se limita a Espaa; los cuadros
ms intrnsecamente naturalistas pintados por Henri Gervex o Jules Bastien-Lepage, por no
mencionar ms que la pintura francesa, datan de la misma poca. Igualmente en 1895, Joaqun
Sorolla realiza un hermoso lienzo impregnado de realismo sobre las duras condiciones del
oficio de marinero, Y dicen que el pescado es caro!
Joaqun Sorolla, Y dicen que el pescado es caro, 1895, Museo del Prado.
22
El pintor alemn Adolf von Menzel haba realizado en 1875 una tela titulada La forja o los nuevos cclopes
que goz de cierto xito.
27
La pintura de historia, en cuanto arte sin relacin directa con la sociedad de su tiempo,
haba comenzado su declive, sin lugar a dudas, como lo confirmaba el periodista y crtico de
arte Jacinto Octavio Picn en las columnas de la prestigiosa y cuidada publicacin La Ilustracin
Espaola y Americana, en 1897: El cuadro de historia, si no est muerto, porque los gneros
artsticos no mueren fcilmente, est pasado de moda. La afirmacin era irrefutable y la misma
consideracin poda aplicarse tambin a Francia, donde el arte acadmico se deslizaba cuesta
abajo a marchas forzadas. En consecuencia, esta expresin artstica, que haba ocupado el
primer plano de la escena espaola durante la prctica totalidad del siglo que se acababa,
sucumba poco a poco ante las pinceladas de artistas innovadores aquellos que eligieron
pintar la vida moderna que ms de un crtico encontr saludables. El hecho de que se tratara
de una expresin prcticamente institucionalizada contribuy profundamente a su descrdito
a ojos de las vanguardias artsticas que surgen a fines del siglo XIX puesto que stas desean
hacer tabla rasa de toda la pintura neoclsica. El escritor y filsofo vasco Miguel de Unamuno
llegar incluso a calificar la pintura de historia como horrenda y deshonrosa. Hay que precisar
que en Francia, en la misma poca, mile Zola mantena el mismo discurso. Vapuleaba y fustigaba en sus escritos crticos este arte acadmico que juzgaba de una mediocridad insalvable23. Si fuera preciso establecer una fecha, 1889 podra ser considerado como el ao del acta
de defuncin de la pintura de historia, porque ese ao el jurado internacional de la Exposicin
Universal de Pars ignor todos los cuadros que pertenecan a este gnero y decidi recompensar otro tipo de pintura en la que predominara la temtica social en vez de histrica. As, el
cuadro de Luis Jimnez Aranda La sala del hospital en la visita del mdico jefe recibi una
medalla de primera categora. El surgir de la pintura llamada social corresponde al desarrollo
paralelo del Realismo y, a fortiori, del Naturalismo en literatura. En este momento, los grandes
novelistas espaoles como Benito Prez Galds, Leopoldo Alas Clarn, Emilia Pardo Bazn o,
con una vena abiertamente naturalista, Vicente Blasco Ibez, estn redactando sus mejores
textos. De aqu en adelante, y de modo ms amplio, lo que se va a pintar es la vida moderna,
obreros, ciertamente, pero tambin motivos contemporneos del pblico, como estaciones,
velocpedos o la orilla del agua, mientras que la pintura de historia prefera altezas reales y
salones del trono, batallas y grandes personajes histricos, hroes nacionales. Los impresionistas liberan la pintura de las referencias cultas y permiten a todo el mundo apropiarse de su
arte. La desaparicin de la pintura de historia se debe a la vez a la falta de realismo que la
caracterizaba comnmente, pero tambin a su presencia excesiva en el marco de las exposiciones nacionales. En general, es durante las dos ltimas dcadas del S. XIX cuando la informacin sobre las nuevas tendencias artsticas aparecidas en Francia o en otros lugares se
propaga en Espaa, especialmente en Barcelona.
23 Nos limitaremos con citar este comentario asesino a propsito de los pintores Juan Lon Grme y William
28
Antonio Fillol Granell, Despus de la refriega, 1895, Museo de Bellas Artes de Valencia.
24
Sophie Cachon, Peintres pompiers, la fin du purgatoire?, Tlrama n 3175 del 20 de noviembre de 2010.
29
de historia se han instalado en una cierta memoria colectiva de los espaoles, aunque esta
afirmacin sea indudablemente menos cierta para las jvenes generaciones actuales.
30
Bibliografa indicativa
Sobre la pintura de historia:
CARLOS REYERO, La pintura de historia en Espaa, Madrid, Ctedra, 1989.
CARLOS REYERO y MIREIA FREIXA, Pintura y escultura en Espaa, 1800-1910, Ctedra, 1995.
La pintura de historia del siglo XIX en Espaa, obra colectiva dirigida por J.L. Dez Garca, Madrid, Museo del
Prado, 1992.
El siglo XIX en el Prado, catlogo de la exposicin epnima, Museo del Prado, 2007.
Triunfo y muerte del hroe, La pintura de historia en Europa, de Rubens a Manet, Museo de Bellas Artes de
Lyon, 1988.
JOS ENRIQUE GARCA MELERO, Arte espaol de la Ilustracin y del siglo XIX, Encuentro, Madrid, 1998.
ROSA LPEZ TORRIJOS, Mitologa e Historia en las obras maestras del Prado, Scala Books, 1998.
TOMS PREZ VEJO, Pintura de historia e identidad nacional en Espaa, Universidad Complutense de Madrid,
2001.
Sobre la historia de Espaa:
BARTOLOM BENNASSAR y BERNARD VINCENT, Le temps de lEspagne, les sicles dor, Hachette, 1999.
ANTONIO DOMNGUEZ ORTIZ, Espaa. Tres milenios de Historia, Marcial Pons, 2001.
JOSEPH PREZ, Histoire de lEspagne, Fayard, 1996.
E. TMIME, A. BRODER, G. CHASTAGNERET, Histoire de lEspagne contemporaine, Aubier Montaigne, 1979.
MANUEL TUN DE LARA, La Espaa del siglo XIX, Librera espaola, 1971.
31
Segunda parte:
Las obras
en su contexto de
realizacin
33
La muerte de Viriato
Este joven pastor de los montes de Lusitania, una de las provincias que constituan la
Hispania romana, lleg a ser caudillo de los lusitanos que se alzaron contra el propretor romano
Servius Galba en 149 A.C. De modo generalizado, en la pennsula Ibrica los Escipiones se
encontraron con una oposicin a menudo encarnecida.
Mientras Viriato y sus partidarios venan consiguiendo, unos aos mejor, otros peor, hacer
frente a las tropas romanas desde haca casi diez aos y controlaban una gran parte de Lusitania, el cnsul Quintus Servilius Caepio consigui sobornar a miembros de la guardia personal
del caudillo (Audas, Ditalcon y Minuro). Fue apualado mientras dorma. El asesinato de Viriato
anunci la prxima derrota de los lusitanos y la victoria de los romanos en esta parte de
Hispania pues el sucesor de Viriato, Tautanus, no tardara mucho en sucumbir, a su vez, al
cruzar el Betis.
El cuadro de Jos Madrazo representa este episodio preciso de las guerras lusitanas contra
los romanos. El pintor escenifica la muerte del hroe que luchaba contra la invasin extranjera.
Se trataba ni ms ni menos que de elevar Viriato al rango de hroe nacional hispnico contra
la opresin de Roma. De la historia al mito, no hay ms que un paso, que Madrazo da con facilidad. Como recuerda el historiador Joseph Prez, sera intil representar esta lucha de dos
siglos [contra los romanos] como una manifestacin de la voluntad de independencia de los
pueblos de la Pennsula y de sus capacidades guerreras, caractersticas de un temperamento
espaol por delante de su tiempo25. Para el historiador espaol Antonio Domnguez Ortiz,
tampoco hay que magnificar exageradamente a bandas dedicadas tradicionalmente al bandidaje, como seran las que acaudillaba Viriato26.
Jos de Madrazo, pintor de cmara del rey Carlos IV (a quien sigui hasta su exilio en
Roma), puede ser considerado con toda legitimidad como la primera figura del neoclasicismo
espaol. Lleva con Vicente Lpez la batuta de la escena artstica de la primera mitad del siglo
XIX espaol. La influencia de Jacques-Louis David en esta composicin es evidente, basta con
recordar su clebre Juramento de los Horacios (1785) expuesto en el Museo del Louvre. Aqu,
la regla clsica de las tres unidades parece respetarse, dado que la escena est extremadamente teatralizada. Las telas de la tienda donde ha tenido lugar el asesinato contribuyen a
dirigir la mirada del espectador hacia la escena principal. Pureza de lneas, luz difana, todos
los ingredientes del neoclasicismo se renen al servicio de la expresin del dolor y de la tragedia
25
26
34
que se ha abatido sobre los lusitanos, a pesar de que los personajes estn tratados como si
fuesen esculturas clsicas. La emocin est contenida, ms que en la pintura de David, pero
el dramatismo inherente a esta escena de asesinato no est menos presente. La corriente
romntica no hizo sino expresar su desdn hacia este Viriato, de muerte tan apacible27.
27
Pascal Torres Guardiola, La peinture du XVme au XXme sicle, Que sais-je, PUF, pg. 113.
35
Alejo Vera,
El ltimo da de Numancia,
1881,
432 x 317 cm,
leo sobre lienzo,
propiedad del Museo del Prado,
expuesto en la Diputacin provincial de Soria.
36
El ltimo da de Numancia
Segn los relatos mitolgicos, Numancia representa el smbolo de la resistencia celtbera
frente a Roma. Durante veinte aos (154-133 AC), numantinos y romanos agotaron sus fuerzas
en un enfrentamiento desigual que elev a los defensores de esta ciudad situada entre los ros
Duero y Tera a la categora de guerreros casi invencibles. Cuando las legiones romanas llegaron
a las llanuras castellanas donde se alzaba Numancia, la ciudad exista ya desde haca ms de
tres mil aos. Los legionarios, confiados por sus recientes hazaas durante las guerras Pnicas,
evidenciaban la voluntad de conquistar toda la pennsula Ibrica con el objetivo de debilitar
Cartago. La intervencin romana en Espaa no puede ser disociada del conflicto ms amplio
con Cartago28. Numancia constituy el primer obstculo con el que se encontr el cnsul
romano Catn en 196. A aos de guerra sucedieron aos de una paz relativa, de tratados
sucesivos antes de que surgieran nuevos enfrentamientos. En 154, los romanos retomaron sus
ataques, pero fue en vano: Numancia resista valerosamente. Un nuevo tratado de paz fue firmado entre las dos partes en 151; fue respetado hasta 143. Los diversos reveses sufridos por
las legiones romanas reforzaron el sentimiento de superioridad de los numantinos, pero el
orgullo de los romanos no poda soportar por ms tiempo tal ultraje. Escipin Emiliano (llamado
tambin Escipin el Numantino) supo poner fin a esta afrenta. Mand cavar un foso y construir
una muralla de nueve kilmetros de longitud para unir los diferentes campamentos romanos
entre ellos, haciendo as imposible cualquier abastecimiento para Numancia y, despus de
nueve meses de una resistencia heroica, sus habitantes abandonaron las armas y se rindieron
en 134. Fuera como fuera el desenlace de este episodio, el mito de la resistencia celtbera
haba nacido; se perpetuara en la memoria de los espaoles como la expresin misma de un
valor tenaz frente al invasor.
Este cuadro de finales del siglo XIX contribuye plenamente a la construccin de un mito
nacional que Cervantes haba ya encendido al escribir su clebre tragedia en cuatro actos:
La Numancia.
El lienzo del pintor castellano Alejo Vera exalta la insumisin de los numantinos que
lucharon hasta el ltimo momento para defender su ciudad. El suicidio colectivo de los personajes situados en el centro de la composicin se inscribe en la ms pura tradicin de la pintura
romntica: Antes muertos que cautivos! El cuadro est dotado de una gran teatralidad, una
escenografa, as como una gestual inherentes a este tipo de composicin. Sin embargo, tanto
la estructura de la ciudad antigua, de imponentes murallas, como las corazas de los legionarios
28
37
romanos no obedecen a ninguna verdad histrica. Las excavaciones arqueolgicas emprendidas en 1906 descubrieron una ciudad de dimensiones bastante ms modestas. En cuanto a
las corazas, son cuatro siglos posteriores y es probable que Alejo Vera se inspirara directamente
en la Columna de Trajano en su viaje a Roma en 1860. Este cuadro fue recompensado con una
primera medalla en la Exposicin nacional de Bellas Artes de 1881.
38
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La conversin de Recaredo
Recaredo I perteneca a la monarqua visigoda. Si es famoso en la historia espaola se
debe a su conversin al catolicismo y su abjuracin del arrianismo, que era la religin de su
padre Leovigildo y de sus antepasados. Bajo la influencia de Leandro, durante el tercer Concilio
de Toledo (en 589), Recaredo decidi convertirse para poner fin a las luchas religiosas que estaban despedazando su reino. El arrianismo era la religin de las lites aristocrticas visigodas
mientras que el catolicismo era la religin de las lites latinas y urbanas. Recaredo emprende
la alianza de estas dos culturas en el seno de la monarqua visigoda. Asistimos a la ceremonia
de su conversin en presencia de su esposa, la reina Baddo, as como del arzobispo Leandro,
a quien el pintor coloca en primer plano de esta escena que se desarrolla en la iglesia de Santa
Leocadia de Toledo, el 8 de mayo de 589.
A partir de este momento, slo los judos sern una excepcin a esta unidad en torno al
catolicismo. La fusin entre visigodos e hispano-romanos ya era posible y una nueva etapa se
abra en Espaa. Accediendo al estatus de religin de estado, la influencia del catolicismo se
fortaleci enormemente. Segn los historiadores, parece que esta evolucin se hizo sin demasiados impedimentos de importancia. As naca la alianza de trono con altar, una idea que va a
prosperar en la historia de la humanidad.
Toledo, gracias a su posicin geogrfica central y su carcter inexpugnable rodeada por el
Tajo, se haba convertido en la capital del reino en 555. En Espaa, la poca visigoda dur tres
siglos, aproximadamente, pero mantiene un relativo misterio. La invasin rabe de la Pennsula
en 711 tuvo mucho que ver, ya que tuvo como consecuencia la destruccin de importantes
documentos.
El valenciano Antonio Muoz Degrain realiz clebres pinturas de historia, como Los amantes de Teruel, conservado en el Museo del Prado. De su paleta surgieron tambin hermossimos
paisajes. Pablo Picasso, que fue alumno suyo en la Escuela de Bellas Artes de Madrid, lo tena
como uno de sus primeros maestros. De su estilo, es de resaltar que se sita a mitad de camino
entre el Romanticismo y el Realismo. Participa tambin en la decoracin de la baslica de San
Francisco el Grande en Madrid. Con La conversin de Recaredo, es posible hacerse una idea
bastante aproximada de sus innegables cualidades artsticas, particularmente en materia de
unidad cromtica y de reflexin sobre el uso de la luz.
Este cuadro responde a un encargo del Senado espaol para exaltar el papel de la religin
catlica en la historia de la nacin. En efecto, la historiografa del siglo XIX vea en esta conversin el primer signo de la unidad religiosa de Espaa, lo que tena un valor de smbolo. Esta
tela forma parte todava hoy en da de las colecciones de esta institucin, depositaria de un
40
rico patrimonio artstico. Sin embargo, ms que el valor patritico de esta composicin del
pintor valenciano, destacaremos su carcter algo misterioso que rompe con la mayor parte de
las pinturas de historia.
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Annimo,
Retrato del rey Fernando III de Castilla y de Len,
hacia 1620,
leo sobre lienzo,
Ayuntamiento de Sevilla.
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detalle de vestuario anacrnico, ya que la gorguera que lleva el rey no apareci en Espaa
hasta finales del siglo XVI. Habr que esperar a 1671 para que Fernando III sea canonizado por
el papa Clemente X.
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un innegable talento para plasmar los diferentes ropajes y la expresin de los personajes que
asisten a semejante escndalo inquisitorial. Entre los numerosos cuadros que tratan el tema
de la expulsin de los judos, el de Emilio Sala es, con mucho, el ms interesante, porque
demuestra la complejidad de aquella Espaa de fines del siglo XV.
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La rendicin de Granada
La toma de Granada por los Reyes Catlicos, Fernando de Aragn e Isabel de Castilla, pone
punto final a la conquista del reino de Granada, ltimo vestigio del poder musulmn de Al-ndalus, y al proceso de Reconquista que se extiende a lo largo de varios siglos. El pequeo reino
nazar del emir Abu al-Hasan Al (Muley Hacen en las crnicas cristianas) y despus de su hijo
Abu Abd-Allah (Boabdil el Chico) intent resistir durante diez aos a los ataques aliados de
aragoneses y castellanos. Hay que precisar que se trataba de una guerra intermitente pues los
combates cesaban en invierno a causa de la nieve. Tras la cada de Mlaga en 1487, el territorio
del reino de Granada se encontraba prcticamente reducido nicamente a su capital. Adems,
las rivalidades dinsticas entre el partido de los Zegres y el de los Abencerrajes haban debilitado considerablemente el pequeo emirato. Boabdil negoci en secreto la capitulacin y se
comprometi a entregar las llaves de Granada a los Reyes Catlicos. Boabdil es acusado de
traicin hacia sus correligionarios y se apresura en entregar la Alhambra a los Reyes Catlicos
el 2 de enero de 1492, antes de tomar el camino hacia un exilio definitivo en Marruecos. Para
la historiografa del siglo XIX, la toma de Granada fija el comienzo de la unidad de Espaa en
torno a una nica religin, la catlica.
Este lienzo de Francisco Pradilla y Ortiz responde a un encargo del presidente del Senado
espaol quien, en 1878, dirige una carta al pintor aragons pidindole que realice una obra
para mayor gloria de la unidad de Espaa. Francisco Pradilla incidir en la representacin de
los detalles, tanto si se trata de la naturaleza (los cipreses, el suelo lleno de barro en primer
plano), de los ropajes de los diferentes protagonistas (las tnicas, los magnficos brocados),
como de los caballos y de la arquitectura (el palacio de la Alhambra en ltimo plano sobre la
colina epnima) El artista demuestra un gran dominio pictrico, del que se desprende una
impresin general de realismo y sensualidad. La composicin del cuadro resulta de una gran
armona que deja patente la separacin entre vencedores y vencidos. Sin embargo, no se puede
ocultar que Pradilla decidi representar a la reina Isabel de Castilla en un lugar preeminente
en este acontecimiento histrico que es la entrega que Boabdil hace de las llaves de la ciudad
de Granada. Por el contrario, ninguna de las crnicas de la poca menciona su presencia en
esta ocasin. Es ms, Boabdil entreg las llaves de Granada al conde de Tendilla, el futuro
Capitn General de la Alhambra, y no a Fernando, como parece estar haciendo aqu. En estos
tiempos de construccin nacional la verdad histrica importaba menos que el smbolo, ya que
la tela fue ejecutada en 1882, poca en la que la Espaa de la Restauracin monrquica andaba
en bsqueda de pasado.
Incontestablemente, este cuadro forma parte de las ms clebres pinturas de historia
espaolas. Sin embargo, no escapar a las invectivas de las que ser objeto la pintura de
51
historia en su conjunto algunos aos ms tarde, bajo presin de las vanguardias. La rendicin
de Granada puede considerarse de algn modo el canto del cisne de un tema que vea aproximarse su inexorable decadencia.
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Este lienzo conoci un enorme xito, ya que Eduardo Cano obtuvo la primera medalla en
la exposicin nacional de 1856. Forma parte de los cuadros de historia ms reproducidos tanto
por sus cualidades pictricas como por el tema tratado, a saber: la fe de un hombre en su
increble destino.
55
Eduardo Rosales,
Doa Isabel la Catlica dictando su testamento,
1864,
leo sobre lienzo,
290 x 400 cm,
Museo del Prado, Madrid.
56
Eduardo Rosales no descuid los detalles, desde la tapicera mudjar que adorna la habitacin hasta los motivos de la alfombra que figura en primer plano. Por ltimo, el reloj colocado
sobre una mesita contra la pared del fondo recuerda que los das de la reina de Castilla estn
contados.
En la Exposicin nacional de 1864, Eduardo Rosales recibi una primera medalla. Fue de
nuevo recompensado con ocasin de la Exposicin universal de Pars, en 1867.
58
59
Jos Garca Melero, Lugar de encuentros de tpicos romnticos, Historia del Arte, tomo 12, 1999.
60
se va a extraer de la historia de Espaa las grandes figuras mticas que ratifican de algn modo
la legitimidad de la monarqua restaurada en 1874 tras una experiencia republicana de corta
duracin.
El xito de Juana la Loca fue inmediato: Pradilla recibi la medalla de honor en la Exposicin
Nacional de Bellas Artes de 1878. El joven pintor tuvo el mismo xito con ocasin de las
Exposiciones Universales de Pars y Viena.
61
Antonio Gisbert,
Los comuneros de Castilla en el patbulo,
1860,
leo sobre lienzo,
255 x 365,
Archivo del Congreso de los Diputados, Madrid.
62
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35
Antonio Domnguez Ortiz, Espaa. Tres milenios de Historia, op. Cit. pg. 133.
Nos referimos a las pginas que dedica a las Comunidades en su Histoire de lEspagne, op. Cit., pg.
186-190.
63
Maldonado aparece en primer plano; se dispone a subir al patbulo mientras un monje anciano
le presenta un pequeo crucifijo.
Gisbert construye esta escena dramtica alrededor de la figura de Padilla, pero los dems
personajes estn perfectamente repartidos en el cuadro y el conjunto demuestra un equilibrio
perfecto. Asistimos a los tres momentos de la ejecucin en funcin del lugar ocupado por los
condenados en el espacio pictrico. Adems, el dominio del dibujo es perfecto y la utilizacin
de una perspectiva en contrapicado permite al pintor hacer sentir al espectador la emocin
provocada por el cuerpo mutilado de Juan Bravo, como si estuviera asistiendo a la escena en
la Plaza Mayor de Villalar.
64
Miguel Jadraque,
Carlos Quinto en Yuste,
1877,
leo sobre lienzo,
146 x 194 cm,
Propiedad del Museo del Prado,
expuesto en la Casa de la Tierra de Salamanca.
65
Es el quinto titular del Santo Imperio Romano Germnico que lleva este nombre.
Espaa, Tres milenios de Historia, pg. 134.
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39
Ricardo Garca Crcel y al., Los moriscos, Cuadernos historia 16, n 225, 1985.
Antonio Domnguez Ortiz, Espaa, tres milenios de Historia, Marcial Pons, pg. 162.
68
poder local que velan por el buen desarrollo de la expulsin forzosa. Es de destacar el cuidado
con el que los pintores detallaron la representacin de las ropas de los moriscos y los navos.
El valor testimonial, del que emana la fuerza de este cuadro, prima sobre sus cualidades
propiamente pictricas.
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Jos Leonardo,
La rendicin de Juliers,
1635,
leo sobre lienzo,
307 x 381 cm,
Museo del Prado, Madrid.
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La rendicin de Juliers
Juliers (Jlich), en la Baja Renania, era una plaza fuerte holandesa cuyo inters estratgico
despertaba la codicia de los espaoles. En efecto, al tomar posesin de Juliers, se facilitaba el
acceso de las tropas y el transporte de mercancas por el Rhin. La ciudad estaba rodeada de
fortificaciones y de diques, como se ve en segundo plano en el cuadro. Tras un sitio a la vez
largo dur seis meses aproximadamente y oneroso, el general espaol Ambrosio Espnola
(descendiente de una rama de la familia Spinola de Gnova) obtuvo finalmente la rendicin de
la ciudad en 1622. Juliers figura entre las victorias espaolas debidas a este clebre militar
que recibir el ttulo de marques de Los Balbases en recompensa por su valenta.
Esta tela del pintor bilbilitano Jos Leonardo forma parte de un conjunto destinado a la
decoracin del Saln de Reinos del Palacio del Buen Retiro, sede del trono de Felipe IV. Este
palacio, edificado en 1630 y hoy desaparecido, serva como lugar de distraccin de la familia
real. El monarca realiz un pedido de una serie de cuadros que deban exaltar la grandeza de
la poltica imperial de Espaa, tanto en el plano militar como diplomtico. Por tal motivo, Jos
Leonardo es igualmente autor de otra pintura de historia dedicada a La toma de Brisach, pintada
tras La rendicin de Juliers, en aquel mismo ao de 1635. Se trata de dos episodios de la
guerra contra los Pases Bajos, un conflicto sobrevenido tras una tregua de doce aos entre
las dos naciones.
Fiel a la iconografa tradicional, Leonardo representa el acto de sumisin del gobernador
holands de Juliers que entrega al general Espnola las llaves de la ciudad, con la cabeza descubierta, el sombrero colocado en el suelo, al lado del bastn de mando, la rodilla en tierra
ante los vencedores espaoles. Desde lo alto de su caballo, Espnola tiende la mano para recibir
las llaves. Este acto de sumisin ocupa el primer plano, mientras que una amplia abertura a la
derecha del cuadro nos permite percibir el movimiento de retirada de las tropas holandesas
vencidas que no tienen otra eleccin sino abandonar la ciudad.
Jos Leonardo aparece aqu como un buen retratista y el dibujo cuidado de los dos caballos
est particularmente bien conseguido, as como los suntuosos colores de la ropa que llevan
todos los personajes. La influencia o la concordancia con las ideas de Velzquez parecen evidentes. Las similitudes con La rendicin de Breda del maestro sevillano son numerosas, en
particular las lanzas de los soldados que aparecen en ambos cuadros el de Velzquez es
clebre tambin con el ttulo de Las lanzas as como las banderas de los vencedores, que no
ondean en absoluto ya que el tiempo est en calma, en armisticio. Las lanzas tambin estn
presentes en La toma de Brisach.
74
Diego de Velzquez,
La rendicin de Breda (Las Lanzas),
1635,
leo sobre lienzo,
307 x 367 cm,
Museo del Prado, Madrid.
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el cielo y constituyen otras tantas pruebas de la dureza de los combates a los que ambas partes
se libraron durante varios meses. Por ello, el cielo y la tierra se confunden en tonos en los que
dominan los matices de gris. La perspectiva se genera por la ciencia del espacio y el degradado
de los colores.
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Francisco Ricci, nacido en Madrid, pero italiano de origen, pertenece a la escuela madrilea
del Barroco espaol que integra a pintores como Carreo de Miranda y Francisco Camilo.
Al margen de los encargos de la casa real, realiz numerosos frescos en las iglesias y conventos
de Madrid, probablemente por sus orgenes italianos.
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Reencontramos estas dos figuras heroicas en el relato de Arturo Prez Reverte Un da de clera, Seuil,
2008.
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popular del dos de mayo de 1808 es un tema recurrente en la pintura de historia espaola
del siglo XIX.
Joaqun Sorolla es uno de los grandes maestros espaoles de finales del siglo XIX y de los
primeros aos del XX. Claude Monet elogi a Sorolla por su investigacin sobre la luz, aunque
este ltimo no fuera un pintor impresionista. El luminismo que caracteriza su pintura posterior
constituye una de las vas de la modernidad espaola. En 1910, con ocasin de la Exposicin
Universal de Pars, Sorolla recibe el Gran Premio de los pabellones espaol y portugus, signo
de un reconocimiento que no ces de extenderse a lo largo de su carrera.
Francisco de Goya,
El dos de mayo de 1808,
leo sobre lienzo,
266 x 345 cm,
Museo del Prado, Madrid.
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En 1814, encontrndose falto de dinero, Goya propone al regente, el cardenal don Luis de
Borbn, pintar el alzamiento de los espaoles contra los mamelucos de Napolen, que tuvo
lugar el 2 de mayo de 1808 en la Puerta del Sol de Madrid. El 9 de marzo de 1814, recibe el
encargo oficial de plasmar en el lienzo las acciones o escenas ms destacadas o heroicas de
la gloriosa insurreccin contra la tirana. Como subraya adecuadamente el historiador del arte
Valeriano Bozal, es el dramatismo de la escena lo que el pintor aragons enfatiza en El dos de
mayo, marcando as la diferencia con los numerosos grabados sobre la Guerra de la Independencia que circulaban en aquel momento.44 El pueblo madrileo es el actor nico que se levanta
cuchillo en mano contra un ejrcito aguerrido. La sobreposicin de masas de color contrastadas
traduce perfectamente el carcter dramtico y sangrante de este enfrentamiento. A todas luces,
queda patente la fuerza evocadora de este cuadro.
44
Consultar el catlogo de la exposicin Goya, editado por el Museo del prado, 1996, pg. 412.
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Francisco de Goya,
El tres de mayo de 1808,
leo sobre lienzo,
268 x 347 cm,
Museo del Prado, Madrid.
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Francisco de Goya,
Escena de Inquisicin,
entre 1808 y 1812,
leo sobre tabla,
0,46 x 0,73 cm,
Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.
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Escena de Inquisicin
Abolido por la Constitucin de Cdiz en 1813, el Santo Oficio fue restaurado por el rey
Fernando VII a su vuelta del exilio en 1814, de nuevo se suprimi durante el Trienio Liberal y se
volvi a reactivar en 1823 antes de ser suprimido definitivamente por el decreto de 15 de julio
de 1834 firmado por la regente Mara Cristina. La Inquisicin espaola haba nacido en la poca
de los Reyes Catlicos para hacer frente a la cuestin de los judaizantes. A partir de entonces,
esta institucin garante del dogma catlico persigui a los moriscos, a los protestantes, a los
cristianos viejos sospechosos de brujera o de actos contra natura (el pecado nefando), as
como a heterodoxos de cualquier tipo. La Inquisicin era un tribunal eclesistico sometido a la
vez al Papa y al rey45. En la poca de Goya, el Santo Oficio sigue manteniendo a la sociedad
espaola bajo estrecha vigilancia, sobre todo a travs de una rigurossima censura46.
En este cuadro de pequeo formato, Goya representa una escena de Inquisicin que se
desarrolla en una gran sala abovedada donde el tribunal eclesistico est reunido frente a un
pblico compacto. Los condenados son fcilmente identificables gracias al sambenito que
visten as como al capirote que llevan en la cabeza, signos indiscutibles de ignominia. Estn
abatidos, miran fijamente al suelo mientras que frente a ellos se yerguen los miembros del
tribunal. Una vvida sensacin de opresin emana de esta escena en la que alternan, en un
juego sutil, luces y sombras. Visin negra y realista de aquella Espaa de principios del siglo
XIX donde domina an el oscurantismo, esta composicin de Goya fue seleccionada por la
Academia de Bellas Artes en 1885 para figurar entre los grabados publicados como Cuadros
escogidos de la Real Academia de Bellas Artes 47.
En los grabados de la serie de los Caprichos,
terminada en 1799, Goya hace una stira feroz de
la sociedad de su tiempo. La religin no es una
excepcin y el Capricho n 23, titulado Aquellos
polvos, representa a un condenado que asiste a la
lectura de la sentencia pronunciada por el Santo
Oficio en presencia de una masa de monjes satisfechos. Es el aspecto cruel incluso sdico lo que
Goya pone de manifiesto con l. Otro grabado, el
capricho n 24, No hubo remedio, trata tambin de
45
Annie Molini-Bertrand, Vocabulaire historique de lEspagne classique, op. cit. pg. 60.
Colette Rabat, Le temps de Goya, Editions du Temps, 2006, pg. 80.
47 Los Goyas de la Academia, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1996.
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la Inquisicin, lo que demuestra el inters que este gran creador dedic a estas cuestiones
esenciales para la poca. En efecto, Goya no permaneci impasible a las ideas preclaras
propagadas por la Ilustracin, la versin espaola del Siglo de las Luces.
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Antonio Gisbert,
Ejecucin de Torrijos y sus compaeros en la playa de Mlaga,
1887-1888,
leo sobre lienzo,
390 x 600 cm,
Museo del Prado, Madrid.
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Ramn Casas,
La carga,
1899-1900,
298 x 475 cm,
Museo de Arte Moderno de Olot, Gerona.
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La carga
El proletariado hace irrupcin en la pintura. Este lienzo del pintor cataln Ramn Casas
representa con toda claridad a la Guardia Civil, institucin creada en 1844, reprimiendo una
manifestacin obrera. En la segunda mitad del siglo diecinueve, Barcelona se transforma en
un importante centro industrial que atrae a masas de trabajadores procedentes sobre todo de
tierras del Sur de Espaa. Las ideas anarquistas de Proudhon y de Bakunin encuentran terreno
abonado para su expansin en el seno de esta clase obrera que crece imparablemente. La
huelga y la manifestacin son las dos armas de conquista social para estos trabajadores de la
industria textil o metalrgica cuya jornada laboral excede todava las diez horas. A menudo,
sus condiciones de trabajo son deplorables. En 1890, 16 000 obreros de Barcelona se declaran
en huelga para apoyar a sus camaradas de la ciudad vecina de Manresa, vctimas del cierre
patronal. Entre 1890 y 1910, oleadas de huelgas e incluso atentados anarquistas se abaten
sobre la capital catalana. Los enfrentamientos con las fuerzas del orden pblico, encargadas
de proteger los intereses de la burguesa industrial, son frecuentes. A veces, se producen autnticas batallas campales, con un rosario de vctimas, si no de muertos, entre los manifestantes. En este sentido, la escena reproducida en primer plano no deja lugar a dudas: el hombre
que yace en el suelo ha sido con toda seguridad abatido por los golpes de sable que le ha descargado el guardia civil a caballo. Est muerto o solamente herido? Sea como sea, la violencia
de la represin es innegable. Adems, el cuadro no se corresponde con ningn espacio geogrfico concreto: se trata de un paisaje industrial con las chimeneas de una fbrica en ltimo
plano. Recuerda Barcelona y el barrio de la Espaa industrial. En cuanto a las nubes de colores
rojizos que dejan entrever un claro azul (una esperanza?) parecen responder al tema planteado
por el pintor. En la misma poca, el pintor valenciano Antonio Fillol haba representado las
consecuencias de la represin brutal practicada por la Guardia Civil en un cuadro muy realista
titulado Despus de la refriega.
A pesar de que en el cuadro aparece la fecha de 1903 al lado de la firma del artista, Ramn
Casas lo pint con anterioridad, probablemente en 1899 ya que sabemos que quiso presentarlo
a la Exposicin Universal de Pars de 1900. Pretensin vana, pues la comisin espaola no se
dign seleccionarlo. El asunto de esta obra molestaba a ciertas consciencias. Por el contrario,
cuatro aos ms tarde, Casas obtuvo una medalla de primera clase en la Exposicin General
de Bellas Artes de 1903 y el Estado espaol adquiri el cuadro en esta ocasin. Ramn Casas
puede ser considerado con toda legitimidad como uno de los mejores pintores espaoles de
este cambio de siglo. Es, de algn modo, un punto de conexin entre siglos. Aparece como el
digno representante de la corriente artstica denominada Modernismo cataln (Art Nouveau en
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Francia) que inscribi la pintura espaola en su destino moderno. De aqu en adelante, la pintura
de historia clsica se sumir casi por completo en el olvido.
Esta nueva temtica social surge tambin en la pintura francesa de la misma poca ya
que en 1902 Andr Devambez pintaba La charge (La carga), un hermoso cuadro en el que la
polica dispersa sin contemplaciones una manifestacin en los grandes bulevares parisinos.
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Crditos fotogrficos
Imgenes cedidas por:
Museo del Prado: pgs. 12, 13,16, 17, 23, 24, 26, 27, 33, 36, 47, 56, 59, 65, 73, 75, 78, 81, 83, 85, 90
(tambin es la imagen de portada).
Coleccin del Senado: pgs. 39, 42, 50, 53, 70.
Archivo del Congreso de los Diputados: pgs. 10, 62.
Museo Reina Sofa: pgs. 30, 93.
Palacio de la Generalitat de Catalunya: pg. 18.
MNAC: pg. 19.
Museo de Bellas Artes de Castelln: pg. 25.
Museo de Bellas Artes de Valencia: pg. 29.
Excelentsimo Ayuntamiento de Sevilla: pg. 44.
Coleccin Fundacin Bancaja: 67.
Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: pg. 87.