La Santidad de Dios
La Santidad de Dios
La Santidad de Dios
conquistar los vicios que asaltaban mi carcter y crecer en gracia. Si bien este libro nos lleva a
reflexionar es de que como creyentes debemos ir tras una nueva pasin en y por Dios, con la
determinacin de conquistar cualesquiera que sean los vicios que estn gobernando nuestra vida.
Debemos comenzar a permitir que nuestro entendimiento se moldee y permitamos que Dios nos
de la forma correcta que necesitamos. En este captulo se puede meditar inmediatamente en las
palabras que escribi el autor: Tan pronto como las palabras salieron de la boca del Creador, las
cosas comenzaron a suceder. Creo que este trabajo ha tomado un giro en mi vida que ms que
cumplir un requisito para la clase, el leer este material me ha confrontado con mi realidad. Estoy
de acuerdo con el autor que seala que No hay honra, no hay reverencia ni hay asombro delante
de l.. Me impacta en gran manera estas palabras: El reino de Dios nunca vendr donde su
nombre no sea considerado santo. Su voluntad no se hace en la tierra como en el cielo, si aqu su
nombre es profanado. En el cielo el nombre de Dios es santo Esto debido a que muchas veces
creemos que Dios se mover en nuestras vidas pero llevamos vidas que tienen pecados ocultos de
los que no nos queremos desprender o al menos no estamos dispuestos o nos cuesta hacerlo.
Escuchamos a muchos hablar del reino de Dios que sea establecido pero sus vidas profanan la
Santidad de Dios en todos los sentidos y aspectos habidos.
Captulo 2: SANTO, SANTO, SANTO. Me impacta el anlisis que el autor hace acerca del
profeta cuando nos dice: El trabajo de profeta era de por vida; no se poda renunciar o jubilar.
Esto debido a que el trabajo primeramente del profeta era uno que haba sido designado por Dios,
realmente en ocasiones hemos sido como Uzas, creyndonos Dios y entramos al templo con
insolencia y arrogancia. Es cierto que el y la reverencia se han perdido. Recuerdo hacen muchos
aos atrs que iba a limpiar el templo y lo haca de una forma con mucho temor y temblor. Pero
lamentablemente leyendo este libro me siento que en algn lugar perd ese deseo hacia la
Santidad de Dios. En muchas ocasiones actuamos como Isaas, entramos al Templo en busca de
estar al servicio de Dios es cambiar nuestra personalidad pero en la vida privada no hemos
cambiado nuestro lenguaje, o nuestra forma de ser. Esto es preocupante, porque no estamos
siendo confrontados con la Santidad de Dios.
Captulo 3: El Misterio Temible. Al comenzar a leer este captulo reflexiono en el trmino
santo. Reflexiono en lo que yo siempre haba considerado que era su significado y como ahora el
autor le da otro enfoque que Las cosas santas son cosas separadas del resto, que han sido
apartadas de lo comn, consagradas al Seor para su servicio. Que fuerte escribir que muchos de
nosotros hemos sido llamados ministros y ni tan siquiera nos hemos consagrados. Nuestro Puerto
Rico necesita volver a tener ministros consagrados, purificados y de labios limpios. Esto me
entristece pero al leer y escribir me percato que nuestra nacin ha tomado tan liviano el asunto de
la Santidad de Dios. Slo Dios puede con su toque, hacer que lo comn se convierta en algo
especial, diferente y separado. De inmediato recuerdo aquella famosa cancin Inexplicable que
nos ensea que cuando Dios nos toca lloramos, cantamos y temblamos.
Captulo 4: El Trauma De La Santidad. En este captulo me llama mucho la atencin lo que
argumenta nuestro autor: La Biblia dice que Jess estaba durmiendo sobre un cabezal. Mientras
todos teman, Jess dorma plcidamente. Los discpulos estaban irritados. Sus sentimientos eran
una mezcla de temor y enojo. Ellos despertaron a Jess. No s qu crean ellos que l podra
hacer en esta situacin. El texto nos aclara que ellos ciertamente no esperaban que El hiciera lo
que hizo. En todo sentido la situacin era desesperada. Las olas se hacan ms grandes y violentas
cada segundo. Los discpulos no tenan idea de lo que Jess hara. Ellos eran como la gente en
cualquier lugar. Cuando la gente est en peligro y no saben qu hacer miran de inmediato a su
lder. El trabajo del lder es saber cul es el prximo paso aun si no hay posibilidad de un
prximo paso. "Los discpulos lo despertaron y le dijeron: Maestro, no notis que pereceremos?"
(Marcos 4.38). Admito que he actuado como los discpulos. Pero vergenza me da el saber que
me he enojado con Dios por cosas que deseo que l haga y me he olvidado del sacrificio que hizo
en la Cruz del Calvario. Dios tiene que escuchar quejas como stas de una humanidad ingrata
todo los das. El cielo es bombardeado con las constantes acusaciones de gente airada. A Dios se
le acusa de falta de amor, de crueldad, de lejana, como si l no hubiese hecho suficiente para
probar su compasin por nosotros.
Captulo 5: La Locura De Lutero. Es interesante como es iniciado este captulo Que Dios sea
Dios. Al comenzar este libro y hacer los resmenes, tuve una experiencia en donde comenc a
cuestionarme sobre si realmente he tenido una vida de Santidad, a lo cual tengo que responder
que he fallado muchsimo y al igual que muchos de mis compaeros me he sentido frustrado,
pero con un inmenso deseo de rectificar mis errores y entiendo que como bien ha expresado el
autor en este libro, esa Santidad y mi fracaso me perturban pero para bien como l lo expresa: Si
fijamos nuestra mente en la santidad de Dios, el resultado nos puede perturbar. El espritu de
Martn Lutero fue turbado debido al profundo conocimiento del carcter santo de Dios. Eso
mismo es lo que me est ocurriendo. He puesto mi mente en la Santidad de Dios y me puedo dar
cuenta que nadie la puede igualar. Recuerdo que el profesor Fitzpratick en una clase afirm:
Necesitamos levantar a los nuevos Lutero. Al principio no entend ni le di la importancia a esas
palabras que el profesor dijo en clase, pero al examinar este libro y leer este captulo puedo
entender claramente lo que l quiso decir en aquella maana. Necesitamos que as mismo como
Lutero fue formado en parte por su estudio sobre Dios, necesitamos estudiar quien es Dios y
sus atributos. Necesitamos ser como Lutero y hacer declaraciones fuera de lo comn. Hoy da
vivimos unos tiempos en donde la gente cambia de parecer constantemente, e incluso, dentro de
nuestras congregaciones no est la excepcin. Es lamentable ver ministros como cambian sus
posturas para daar a la humanidad. Pero debemos decir como indic Lutero Mi conciencia es
cautiva de la Palabra de Dios, por ello no puedo retractarme de nada, porque ir en contra de la
conciencia no es bueno ni es seguro. Esta es mi posicin, no puedo hacer otra cosa. Que Dios me
ayude. Amn. Ahora mismo me retumba las palabras del profesor Necesitamos a los Lutero.
Necesitamos ser como Lutero e ir a defender los verdaderos valores y la Santidad de Dios. Es
triste ver como hombres que han sido llamados por Dios no actan ante la presencia de Dios
como hacia Lutero confesar sus pecados diariamente. Lutero quera asegurarse de que ningn
pecado quedara sin confesar. Entraba al confesionario y se estaba all por horas diariamente. En
una ocasin Lutero se pas seis horas confesando los pecados que haba cometido el da interior.
Lutero examin el Gran Mandamiento, "Amars al Seor tu Dios con todo tu corazn, con toda
tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente;" y "Amars a tu prjimo como a ti mismo"
(Lucas 10:27). Entonces l se pregunt a s mismo, "Cul es la Gran Transgresin?" Algunos
responden esta pregunta diciendo que el gran pecado es matar, adulterar, blasfemar o no creer.
Lutero disenta. El concluy que si el Gran Mandamiento era amar a Dios con todo el corazn,
entonces la Gran Transgresin era no amar a Dios con todo el corazn. El vio un balance entre las
grandes obligaciones y los grandes pecados. La mayora de la gente no piensa de esta manera.
Ninguno de nosotros guarda el Gran Mandamiento por cinco minutos lamentablemente sino que
lo hacemos de una manera superficial, podemos pensar que lo hacemos, pero en los momentos de
reflexin descubrimos que no es as. Tampoco amamos a nuestro prjimo como a nosotros
mismos. Podemos hacer lo posible para evitar pensar profundamente sobre esto, pero siempre hay
una incmoda sensacin en el fondo de nuestra mente que nos acusa de quebrantar este
mandamiento todos los das.