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Ciudad Como Texto - Butor

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oc

Michel Butor

La ciudad como texto

l. El testo de la ciudad

que ms me importarn son aqu 11


on
el texto mismo de la ciudad, qu m
Entindase aqu por texto de la ciud ,p ro
cantidad de inscripciones que la cubr n. i
las canes de una metrpoli moderna, I
Ib
me asaltan por todas partes: no 61 qu I
que me cruzo habla entre s, sino que br ti
los edificios, los letreros en la entrada d I
metro, en las palabras de los autobu
m
rmi
capaz de descifrarlos, saber dnde me en u ntr,
m
otra parte. Si me veo iletrado para ese qu h r, h m
perdido, impotente, entregado a un gu in ontrol
retorno a una triste infancia. Es, por lo g n ral, I
d I
occidental que desembarca en Tokyo, ignorndol todo o
todo del idioma. Por suerte, a veces acude en au ilio u o una
lengua intermedia, el ingls.
En algunas avenidas, las inscripciones se multipli n, inmensas; suntuosas, luminosas, intermitente cambiant ,
celebrando esto o aquello con caracteres conocido o d onocidos, claros u obscuros. En los escaparate, l etiquetas
indican los precios, precisan cantidades, origen ; en los restaurantes, estn los menes; en los museos, en ocasion ,
largos comentarios. Cualquiera que sea el lugar donde me
detengo, estoy sitiado, asediado, acometido por texto,
para dirigirme en el interior de esta cantidad me pueden
auxiliar determinados libros, los que logran depararme
un anlisis fisiolgico de este conjunto, gracias a plano a

i llego a una ciudad extranjera, Mxico por ejemplo, estoy


acompaado, acogido, seguido por texto. Me han hablado,
he ledo al respecto en diarios o libros, y a menudo, me he
provisto de documentacin para visitarla, facilitar ah mi vista
y mi vida: guas, manuales, libros de temas histricos.
Libros que le antes de mi llegada, aquellos que leo durante
mi estancia, lo que me prometo leer al regresar, y que a veces
leo realmente bastante despus, al acordarme, al preparar
otros viajes. A veces se completan con escritura: cartas que
he tenido que redactar para organizar la aventura, apuntes
que se toman a diario (esto no lo suelo hacer sino raras veces),
obra en proyecto.
Algunas ciudades tienen un peso literario enorme, se las
encuentra en casi todas partes, en algunos volmenes en casi
cada pgina. As sucede con Tokyo, me imagino, para siglos
ya de literatura japonesa, con Paris por supuesto para la francesa, y algunas ms que se quedan atrs, con Roma en el
primer lugar y luego, segn las pocas, las grandes capitales
antiguas o modernas: Atenas, Jerusalem, por una parte y, por
la otra, Londres y Nueva York. As podria elaborarse para
cada cultura un diagrama de presencia urbana. Cuando estoy
en la ciudad misma, los textos de los que me he provisto van
a funcionar, a ayudarme en mayor o menor grado. Algunos,
simplemente, irn agregndose a lo que veo como fondo u
otra faceta pero sin resultarme tiles en la vida cotidiana, los

.
Traducci6n: Florenc::e OUvier

....

menudo, a mapas, cuadros, que logran permitirme participar


activamente en esta circulacin, orientarme de referencia en
referencia; entonces sabr que talo cual nombre significa tal
o cual barrio, y cul es su estilo, cules sus recursos, sus seales, sus puntos notables.
A todo este texto manifiesto, conformado efectivamente
con palabras que pueden hallarse en los diccionarios, se
agrega una inmensa regin de cuasi texto, de escritura sorda,
gestndose, el conjunto de las seales y precisamente de estas
referencias: el semforo en el cruce nos dice que podemos pasar, la flecha que hay que dar vuelta, la barra blanca en su
disco rojo que el sentido es contrario, un ideograma nos indica
la destinacin de tal edificio; tal monumento vislumbrado al
cabo de una avenida nos permite comprender que para volver
a nuestro hotel hay que voltear a la izquierda. A los signos
repertoriado de la lengua, se agregan otros innombrables que
hay que aprender a descifrar, a manejar como los de una
lengua. Inclu o puede decirse que todas las partes de la ciudad
d alguna manera se designan mutuamente mediante un vocabulario qu ha de adquirirse y que en ocasiones pueden enseflarno I libro.

11. La ciudad como acumulacin de texto


iudad m o meno literarias en el sentido en que deflan un papel m o menos importante en el interior
d 1 lit ratura, al grado de que a veces resulta imposible
ah nd r n i rta investigaciones sobre los clsicos sin haber1 i it d , on ultado como se hace con los diccionarios. Hay
iud d m o m no librescas en la medida en que su lenu pr pi e t m o menos vinculada con los libros, en que
rmit n m o menos aprenderla; as una ciudad japon in ripciones en ingls, menos importante quiz
d d 1pumo d vista literario, resultar ms fcil de descifrar para un cidental, aunque no hable el ingls, que en caso
d n in luir ninguna. Podemos imaginar ciudades, basta
on r montarnos un tanto en el pasado, en las que el texto
erla m no manifiesto. En Tokyo, el occidental ms ignorante
qu hay texto en todas partes. En tal o cual ciudad africana
del iglo pasado, el explorador no poda discernirlo en ninguna parte; tena que trabajar a partir de seas. Pero sobre
lodo hay ciudades ms o menos textuales, segn la cantidad
de texto que acumulan.
Porque hasta ahora no he hablado, incluso cuando he
evocado seales y puntos de referencia, sino del texto ms manifiesto, del texto abierto, tendido, de la superficie. Las conversaciones que puedo or en la calle no representan sino un
muestrario ntimo en relacin con todo 10 que pueda decirse
dentro de las casas. Las inscripciones en las paredes son muy
breves respecto de las que se pliegan, se amontonan en sus
almacenes. Basta entrar en una librera! Si desplegara todas
las hojas apiladas; cunta superficie iY qu trayecto el de
todas estas lneas colocadas una tras otra!, tambin podra entrar en un comercio de discos, pero si me atengo solamente a
la inscripcin clsica, vea estas minas: las bibliotecas, archivos,
oficinas administrativas. Todas la habitaciones de este rascacielos estn atiborradas de papeles escritos o de microfilmes.
oc

El texto manifiesto es perpetuamente despertado por la lectura, pero el texto profundo, aqul que duerme entre las hojas
de un libro an no abierto, en los subterrneos de las reservas,
ese texto durmiente no tiene menos importancia, como
sabemos. Resulta esencial que pueda consultarse algn da.
Nada marcha si est perdido: ya no pueden aplicarse las leyes.
La funcin de la ciudad como acumulador de texto es tan
importante que podemos preguntarnos si no es sta su raz
principal. Las investigaciones arqueolgicas nos ensean que,
en todas partes en el planeta, las primeras grandes ciudades
son contemporneas de la invencin de la escritura en el sentido propio del trmino, cualquiera que sea su mundo. As, tal
vez no sea porque hay mucha gente en Iln lugar que el texto
se acumula ah, si no a la inversa. Sera porque en este lugar se repliega el texto que ah se instala la gente para servirlo
de alguna manera. La sede de la autoridad, no es tanto la del
gobierno, del jefe militar, del sacerdote, sino la de los archivos.

IlI. La ciudad como gnero literario


La ciudad puede considerarse como una obra literaria, que
incluye ciertamente partes no verbales -como una obra de teatro-, que tiene sus reglas propias y sus procedimientos de
composicin, de un gnero extraordinariamente abarcador
ya que, por medio de las bibliotecas, libreras, escuelas, etc., al
menos toda la literatura de una lengua puede aparecer como
uno de sus captulos, sus actos, sus sectores.

.e

...

En el interior de ese gran gnero cuntas diferencias de


estilo en Tokyo. Mxico. Nueva York o Paris!. cuntas diferencias incluso entre los distintos barrios de estas ciudades!
Pueden clasificarse stos segn su densidad de texto, representando las secciones de archivos la acumulacin mxima. segn
el grado de exposicin de su texto, la cantidad de texto que
ahi se da a ver al mismo tiempo -serian entonces los barrios
de negocios o ciertos barrios de placer los que se mantendrian
en la cspide-. segn la calidad del texto y su color, teniendo
cada profesin. por ejemplo. sus calles predilectas.
De una gran ciudad a otra del mismo idioma, cambian el
reparto del vocabulario y las frecuencias. As!. las estaciones
de Nueva York o de Londres no llevan los mismos nombres,
tampoco las estaciones de los suburbios a donde conducen
los trenes ms frecuentados. Por lo tanto. no escucharemos las
mismas palabras, no las veremos iguales en los letreros,
Ids carteles. los horarios. En un barrio elegante, la gramtica
difiere de la que se usa en una ciudad perdida; entre la gente
culta se usarn numerosos trminos desconocidos para los
ignorantes, se tendr otra relacin con los textos durmientes,
con la autoridad que mantienen.
En los suburbios de expansin rpida, se es a menudo obligado a nombrar las calles muy pronto; se elige entonces una
regin del vocabulario que va teir esta regin urbana. Asi, en
Mxico. el barrio burgus acomodado, aqul donde viven por
ejemplo los agregados de las distintas embajadas, Polanco,
tiene todas sus calles bautizadas con los grandes nombres de la
literatura occidental: para ir de la calle Eugene Sue a la calle
Edgar Allan Poe. puede pasarse por Homero u Horacio, y
se cruzan Tennyson, Alejandro Dumas, Alfred de Musset,
Anatole France. La Fontaine y Caldern de la Barca. En otra
parte, sern los Estados del gran vecino. Alabama, Alaska,
Arkansas. etc.... en otra parte aun. las zonas arqueolgicas.
Y todas esas palabras se repercuten. se amplifican. se ilustran
en los nombres de las tiendas. de las gasolinerias, de los hoteles; nos sumergimos entonces en una asombrosa riqueza de
evocaciones dirigidas.
El gnero literario que es la ciudad puede fcilmente compararse con la novela. Siendo en efecto el gran novelista aquel
que sabe dar a oir la voz de sus personajes, que debe otorgar
a cada cual un estilo particular. su estilo es. propiamente
dicho. un superestilo. una integracin de estos fenmenos estilsticos que bastarian perfectamente para caracterizar a un
orador o a un poeta lirico. Asimismo. el estilo de una gran
ciudad integra una prodigiosa cantidad de subestilos, los de
los pueblos yuxtapuestos o superpuestos.
Tales regiones controlarn las otras. encerrarn sus representaciones. las comprometern o las forzarn a la imitacin, y
esto puede desarrollarse de ciudad en ciudad, integrando tal
o cual ciudad una representacin de tal o cual otra, a menudo
como un fragmento que se hubiese desprendido con su estilo.
su lengua misma. Basta recordar el Little Tokyo de Los Angeles. los barrios chinos. italianos. puertorriqueos de Nueva
York.. Aqui empieza a plantearse el problema de su autoridad
relativa. de la influencia que tienen unos sobre otros.
Pero. qu gigantesca novela podria rivalizar con semejantes
conjuntos verbales? Intentamos al menos mimetizar sus fun

111 al men ,
ciones, sus nudos. su variedad. Desde el siglo
la novela moderna es fundamentalmente no ela de la ciudad,
descripcin de la ciudad que se difunde
cla en Olra
ciudad, o en relacin con ella.

W. Las murallas de la ciudad


Barrios ms o menos orales, ms o meno escrit ; el centro se
opone a los suburbios, pero esta oposicin no
ino la imeriorizacin de otra, esencial, la de la ciudad d I campo.
Si las ciudades antiguas estaban rodeadas d murallas. cier.
tamente era para protegerlas contra lo peligr d I lerior:
lobos. bandoleros y brbaros, pero tambin pa impedir que
el tesoro interno se diluyera. se esparciera.
Todo el campo viene a consultar a la iu d, c ntribu e

oo.

esta oscilacin entre centro y margen en la solemne bendicin


papal Urbi y Orbi, a la ciudad y la circunferencia. El mundo
esta dividido en dos mitades complementarias pero en absoluto equivalentes: es la ciudad, as suele pensarse, la que
sostiene todo el resto. Es lo que la sociedad francesa se esforz
en reproducir en su oposicin entre Pars y la provincia.
Todos los caminos llevan a Roma, decimos; y ya sabemos cun
difcil resulta ir en tren o por autopista de un punto de Frmcia a otro :;\n pasar por la capital.
La ciudad central bien puede tener satlites, delegaciones
en el corazn de tal o cual regin del campo, representada
adems en el interior de su recinto: puede existir en Pars un
barrio de bretones, otro de provenzales. Las ciudades secundarias sern consideradas por la capital como sus espejos,
sus ecos, sus manos, lo cual no hace sino exagerar la distancia, estimular: por un lado la omnipotencia, por el otro, el
obedecimiento absoluto.
Es casi el abismo que separa al creador de la criatura en
las religiones monotestas, y en stas se halla la oposicin ms
fuerte entre errancia marginal y centro del mundo: La Meca,
Roma, Jerusalem, por ms perdido que sea ese centro.
Mientras exista el politesmo, es decir mientras la ciudad
pueda aceptar en su seno las representaciones de otros centros
iguales, de sus lenguas y estilos escribindose en ideogramas-dioses, puede haber paz y equilibrio, pero, cuando el dios
se vuelve "celoso", si ya no puede tolerar cerca de su templo
el de otro, tampoco puede tolerarlo un poco ms lejos; es forzosamente el imperialismo. Hay que pasar por l, es la va, la
nica va. En la capital imperial, la oposicin centro-suburbio,
barrio intra y extra-muros, refleja la oposicin ciudad-eampo,
pero para mantener sta, un nuevo recinto ms amplio va
a distinguir el conjunto en expansin, a cuyo alrededor pueden desarrollarse nuevos suburbios, los que, a su vez, se vern
encerrados. Cada anillo es como una grada de ziggurat, un
piso de la torre de Babel pintada por Brueghel el viejo, donde
se dispone una clase de la sociedad. Para ir de una extremidad
a otra de uno de esos anillos, habr que pasar por los anillos
cntricos que cada vez ms darn a sentir su poder, multiplicarn las pruebas y humillaciones. Pronto slo se podr penetrar
en el recinto supremo a travs de intermediarios, de representantes, ser la Ciudad prohibida en el .:orazn de la ciudad. El
campesino se har representar por el de los suburbios, que a
su vez se har representar por el burgus, por el noble, y
as sucesivamente. Ese centro por el que forzosamente se debe
pasar, ya no podr pasar por l, ese pleno supremo ser vivido
como un vaco, ese centro del centro ser para la mayora de
los habitantes un centro perdido, el texto fundamental se tornar indescifrable para el laico. En el recinto de la ciudad sagrada del Vaticano, en el corazn de la Roma actual, sigue
hablndose, oficialmente, el latn.

a la edificacin de esos muros tabernculo. La ciudad es reconocida como ley, autoridad, centro, valor; sin ella, el campo
considera ya que no podra sobrevivir, que se deshara sin ese
nudo, ese lastre, esa reserva.
Oponindose lo escrito a lo oral, lo sagrado a lo profano, la
ciudad libro es antes que nada templo. El templo es en efecto
la primera forma de acumulacin del texto, es estela. Se
convierte en ciudad al desarrollar las contradicciones de su
servicio.
Oponiendo lo visible a lo difuso, lo claro a lo obscuro, las
impresionantes murallas son la expresin misma de esta diferenciacin. Hay que ver la ciudad de lejos, incluso hay que
orla, de ah las altas pagodas; las campanas, la enormidad
de nue tras catedrales.
La Roma cristiana nos depara una ilustracin fehaciente de

V. Inversin del texto de la ciudad


Cuanto ms celoso era el centro y su dios, tanto ms va a condenar a su pueblo al nomadismo, su prdida, ya sea fundadora
como la Hgira, la "huida", para el Islam, o debida a una
intervencin externa como la conquista romana para el ju-

o'

00

dasmo. Pero es un nomadismo en el roce de las ciudades, de


suburbio en suburbio, o de ruina en ruina. Estos nmadas
posturbanos desempearn un papel esencial en la transmisin, la diseminacin de los textos, .en la substitucin del
templo anclado por su equivalente mvil, que es el libro.
Los seguidores del dios celoso se nombran a s mismos los pueblos del libro.
La figura de la ciudad imperial como conjunto de recintos
concntricos se complica en cuanto hay un conflicto de autoridad en su interior e incluso en su exterior, cada potencia
querr su recinto propio. Basta recordar las "concesiones" occidentales de Shangai. Tambin se complica cada vez que el
desarrollo de uno de esos anillos se convierte en un obstculo
para la irradiacin del centro, 10 oculta. Entonces, la autoridad suprema podr hacerse excntrica, es 10 que sucede en la
Francia clsica en la creacin de Versalles para escapar al tumulto pernicioso, ejemplo seguido por numerosas otras naciones. A partir de ah, se produce una inversin: para ir a
consultar la autoridad, ya no se va hacia el centro de la ciudad,
se sale de ella.
El desarrollo de los medios de transporte y de informacin
va: a precipitar esta evolucin. Si se circula a pie o a caballo, el
camino ms corto para ir de un suburbio a otro es efectivamente pasar por el centro, cualesquiera que sean los atascos,
los embotellamientos. Si slo hay un ejemplar del texto, estela
o manuscrito, hay que ir a consultarlo donde est, cueste 10
que cueste. Pero si se perfeccionan los coches y las carreteras
.co

pronto, para ir de un punto del centro


rro ir . rpido
dndole la vuelta a la urbe, saliendo d
entrar all.
Si la imprenta nos multiplica los text fid di
, i el telfono nos permite conversacione a di tan " i la pren ,
el telex, la radio nos hacen llegar las n ti .
no
necesitaremos ir a los archivos mi mo ,
di undirn por
el espacio.
Entonces los centros de las antiguas iu d
pudrirse. Teniendo a disposicin u UL mvil
aviones, los ricos se instalan en una z n
rd
La antigua sede de la potencia se derrum
n rui
a los ms miserables, se convierte en la iudad
hasta presentar tanto peligro -<Ju
I \
transformarla en zona turstica.
Los suburbios se organizan con u
de tal forma que resulta cada v z m
centro contaminado, corrupto;
hu d
pacio, tan rpido a veces que 1 mu 11
nos percatamos con asombro d qu 1
entre ciudad y campo qued aboli
Ciertamente, en la mayor! d
lo que contina es el desarrollo d
ras, que concentran a menud
r
cin de un pas, por otra pan
pero lo que impresiona en la v lu i
inmensas a principios de e t i I ,
macin en una red urbana, qu pu
u
todo 10 que queda del campo, d 1d i rt in 1u i
nes ms o menos cntricas, per in qu p
centro absoluto, cualquiera qu
I unt
formacin correlativa a la d la inf rol i n u
en da, la escritura, cualquiera qu
u c;m~cu:r
zable, ya no es el nico medio pa f r
La potencia absoluta del c ntr n r I i
circundante haca que de cualqui r punt qu
existiera de hecho una direccin permiti ,
en los textos, en una linearidad tan fu rt
m
Slo existe una va, hay que ir de la prim
ltima. S, de hecho, jams pudo r nt
m
este modelo narrativo o discur ivo, no h d ~ d
nos siglos de habitar la enseanza de la lit tu
sobre todo en occidente. Para nosotro ,
t
rivalizar con el poder de una ciudad imperial
a ste, sino de apresurar la travesa hacia un n
dismo de lujo.
El campo o incluso el desierto detrs de la iudad,
ya se buscaba desde los jardines secreto de I
mperadc)res
acompandose la excentridad del palacio r I n
con el ordenamiento de un inmenso parque. Lu
los parques pblicos para todos los ciudadano. i la n
como la desarrollaran los pasados siglos e , por
la expresin de la gran ciudad clsica, son las nu \
mviles y abiertas, anillos y redes para las que I i
guos pueden proponernos numerosos bosquejos, 1 qu
en da nos toca elaborar para participar ms activam nt
metamorfosis de nuestro mundo de desgarramiento n ciudades rivales en un jardn de universal urbanidad. O

10

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