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Horacio Quiroga

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HORACIO QUIROGA

KLEMPN FAIX Dra

Comentario del cuento En la noche de Horacio


Quiroga
El tema del cuento es otra vez, como en otros muchos cuentos de Horacio Quiroga, la
relacin entre el hombre y la naturaleza: una lucha cruel que afronta el hombre contra un
enemigo invencible, o al menos, que parece invencible. Nadie como Quiroga -quien pas
largos aos en medio de la selva y tuvo que vencer da a da las condiciones inhumanas,
las enfermedades y la miseria en la selva misionera- sera capaz de sugerirnos con tanta
eficacia las diferentes facetas de la confrontacin del hombre con la naturaleza. A veces
los animales, otras veces la enfermedad, en otras ocasiones el clima, todos estrechamente
relacionados con la naturaleza, son los elementos que dificultan la vida humana. Por
consiguiente, este tema est relacionado muy de cerca con otro muy frecuente en el autor:
la muerte, que tambin tiene sus races en su vida, pues Quiroga se tuvo que enfrentar
infinitas veces a ella, y difcilmente se olvida de esta atroz experiencia en su obra
literaria.
As, desde el punto de vista de la temtica, En la noche (publicado en Anaconda en 1923)
sigue la lnea iniciada por los cuentos anteriores de Quiroga. Pero ms que a ninguno,
este cuento se parece especialmente al cuento titulado A la deriva (publicado ya en 1912
en Fray Mocho, y recopilado en Cuentos de amor, de locura y de muerte en 1917). En En
la noche tambin utiliza Quiroga la expresin "a la deriva", siendo el narrador quien se
encuentra en esta situacin sobre el Paran y cuya aventura sirve como punto de partida
para la historia intercalada que constituir en realidad el ncleo del cuento, donde a su
vez los dos protagonistas tambin irn a la deriva. La utilizacin de este vocablo ser
una seal por parte del autor, para subrayar la relacin que media entre En la noche y A
la deriva? No se puede descartar esta posibilidad, aunque algunos rasgos del cuento
basten ya para establecer tal analoga. Aqu tambin se trata de un viaje a travs de un ro
"salvaje" -el mismo ro, el Paran- en una barca, con un hombre sufriendo a causa de la
mordedura de un animal (en aquel caso una vbora, aqu una raya). Sin embargo, frente a
uno de los cuentos ms conocidos de Quiroga y muchas veces analizado [1], este otro
parece menos conocido, o por lo menos menos analizado; aunque M.A. Feliciano Fabre
lo evoque como "una de las ms vigorosas pginas descriptivas" entre los relatos de la
naturaleza [2].
La naturaleza ocupa un lugar especial en los dos cuentos, pues el espacio donde tienen
lugar los acontecimientos es el ro, y su papel es absolutamente decisivo en la historia.
Pero en En la noche el autor acenta an ms la importancia del espacio. Siendo fiel a su

mtodo que ms tarde describir en su Declogo del perfecto cuentista (publicado en la


revista El Hogar en 1925), cuya quinta preceptiva dice: "No empieces a escribir desde la
primera palabra adnde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras lneas tienen
casi la importancia de las tres ltimas". Empieza este cuento con el siguiente prrafo:
" Las aguas cargadas y espumosas del Alto Paran me llevaron un da de creciente desde
San Ignacio al ingenio San Juan, sobre una corriente que iba midiendo seis millas en el
canal, y nueve al caer del lomo de las restingas."
Uno de los elementos esenciales del cuento es, por lo tanto, el escenario, el ambiente
peligroso del Paran.
Algunos prrafos despus, el autor sigue enumerando detalles aterradores: describe la
acumulacin de troncos, pajas podridas y animales muertos en el agua; la corriente que se
apodera de estos restos y los arrastra velozmente dndoles vueltas; los acantilados con los
que choca el ro formando rpidos que atrapan a los barcos; y aade: "una cosa es el
Paran bajo o normal, y otra muy distinta con las aguas hinchadas".
En la historia intercalada Quiroga dedica un prrafo entero a la descripcin del ro:
"Ahora bien; el Paran estaba hinchado con sucias aguas de crecientes que se alzaban por
minutos. Y cuando las lluvias tropicales se han descargado simultneamente en toda la
cuenca superior, se borran los largos remansos, que son los ms fieles amigos del remero.
En todas partes el agua se desliza hacia abajo, todo el inmenso volumen del ro es una
huyente masa lquida que corre en una sola pieza. Y si a la distancia el ro aparece en la
canal terso y estirado en rayas luminosas, de cerca, sobre l mismo, se ve el agua revuelta
en pesado moar de remolinos."
En resumen, todo contribuye a crear una imagen terrible: tanto los adjetivos ("cargado",
"espumosos", "hinchado", "sucio", "inmenso", "revuelto"), como las referencias a la
cantidad ("seis millas y luego nueve", "inmenso volumen del ro", "masa lquida", "una
sola pieza") y al tiempo ("las aguas se alzaban por minutos").
La descripcin del Paran en el otro cuento, A la deriva, es diferente, aunque tambin se
menciona, por ejemplo, que "la corriente del ro corre seis millas" y tambin encontramos
todo un prrafo destinado al ro, pero ah predomina el carcter fnebre, lgubre, negro,
agresivo del ambiente, reinando en l "un silencio de muerte". Como lo explica Jaime
Alazraki [3], en A la deriva el ro "cobra toda la magnitud de un smbolo: es (...) un
anticipo del destino fatal del protagonista". Ah, pues, el ro adems de ser el espacio
natural, simboliza la muerte. En En la noche la naturaleza no tiene este papel simblico,
pero es tambin mucho ms que un espacio natural: se erige en el gran enemigo del
hombre y se convierte en un personaje, un protagonista del cuento.
Efectivamente, en la historia referida del hombre y la mujer, uno de los actantes es el ro:
su fuerza se enfrenta con la de la pareja burguesa. Pero esta fuerza es natural, no depende
de una voluntad expresa, como en el caso de las personas. Este es el rasgo que diferencia

a los dos actantes: contrariamente a la naturaleza, la pareja -y sobre todo la mujer- lucha
por un objetivo, que es salvar al marido y por ello quiere llegar a un pueblo para
encontrar el remedio contra la picadura de la raya. La pareja tiene, pues, un lugar de
destino concreto, hacia el cual -en el fondo- le mueve su voluntad. En cambio, el ro es
una fuerza natural que se comporta segn las leyes naturales y no obedece a ninguna
voluntad. Por esta razn, el sujeto de la historia es la pareja o la mujer burguesa, mientras
que el ro es ms bien el antisujeto o el dador negativo.
Vale la pena recordar que el ro no siempre jug este papel negativo en la vida de la
pareja, pues como se dedican al trfico ribereo, el ro es tambin la fuente de todos sus
bienes. Antes de la picadura de la raya y la lucha con el Paran crecido, el ro era para
ellos un dador positivo, aunque la vida de los burgueses era muy dura y llena de fracasos
diarios. En la historia que constituye el ncleo del cuento el Paran se comporta como un
dador negativo, pero despus -debido tal vez a la victoria alcanzada- se convierte
verdaderamente en un dador positivo, pues es tambin gracias a las posibilidades del
comercio sobre el ro que desde entonces la pareja vive bien, son felices, se establecieron
y tienen "un boliche lucrativo".
Pero la victoria de la pareja sobre la naturaleza no es evidente; ya que no solamente
tienen que enfrentarse con los elementos naturales del ro, mucho ms fuertes que ellos
mismos -sta es la conclusin que podemos sacar de todas las descripciones del Paran-,
sino que, adems, se aade otro factor, la noche, cuya importancia la demuestra el hecho
de integrar el ttulo del cuento.
La noche es, por una parte, elemento de unin entre las dos historias -la primera y la
intercalada-, pues el narrador de la primera parte del cuento no puede seguir su viaje
porque llega la noche; y es en ese momento cuando se encuentra con la pareja y
recuerdan otra noche, en la que la pareja tuvo que enfrentarse con la naturaleza. Pero la
noche evoca adems un ambiente cerrado, donde tenemos que actuar a tientas, donde no
nos puede ayudar nadie, porque estamos solos en la oscuridad. En este ambiente todo se
vuelve ms difcil, pero tambin ms peligroso; mas si llegamos a alcanzar nuestra meta,
el hecho de haberlo realizado en la oscuridad aumenta el valor de la victoria.
En cierto sentido, la noche tambin se convierte en ayudante de la mujer, pues aislndola
de todo, le permite concentrarse mejor, de tal modo que puede reunir todas sus fuerzas
para remar. En esta tarea tan ardua no puede dejar lugar a los sentimientos y as no vuelve
la vista al or los lamentos que se le escapan a su marido, porque -como bien sabe el
marido- esto le quitara sus fuerzas para seguir adelante. Al decir Quiroga que la mujer
solamente se fija en guardar la distancia que la separa de la costa, fuera del sentido
concreto de la palabra, se refiere tambin a la distancia que media entre el dolor del
hombre y la voluntad de la mujer; distancia que quiere guardar ella y por eso ni piensa, ni
oye, ni siente nada. Slo en el momento de or un grito ms alto, "un verdadero clamor de
tortura", se acerca la mujer a su marido y le dice sollozando: "Pero no grites...No puedo
remar!" y el hombre le contesta "Comprendo... Pero no puedo! (...) No puedo! No
puedo! No puedo!". La desesperacin -expresada mediante la repeticin- llega en ese
momento a su punto culminante, y la mujer queda tambin inmvil, muerta, pero al cabo

de unos segundos logra reunir sus ltimas fuerzas y volver a remar. Es un momento
decisivo, porque:
"Lo que la mujer realiz entonces, esa misma mujercita que llevaba ya dieciocho horas de
remo en las manos, y que en el fondo de la canoa llevaba a su marido moribundo, es una
de esas cosas que no se tornan a hacer en la vida."
El tratamiento del tiempo en el cuento subraya esta afirmacin. El autor narra un episodio
de la vida de esta pareja burguesa que contrasta con el presente: antes eran pobres
-tuvieron que luchar para ganarse el pan- y hoy viven en el bienestar, satisfechos, "a
expensas del trabajo de cualquier otro". La distancia temporal entre el pasado lejano y el
presente demuestra tambin que la heroicidad de la pareja, hoy acomodada, no se volver
a repetir nunca.
El fragmento anteriormente citado expresa tambin que la mujer pudo realizar un acto
que jams en la vida volvera a realizar, de donde podemos deducir que segn el autor, en
la vida de cada uno de nosotros puede llegar un momento en el que llevamos a cabo algo
que sobrepasa ampliamente nuestras capacidades, una maravilla que logramos realizar
por alguna razn, pero que nunca ms podremos hacer. Pero pensar en ese momento en
que lo hicimos siempre nos llenar de orgullo y siempre reconfortar nuestro nimo. La
burguesita misma lo dice: "Pero ahora me morira cien veces antes que intentarlo
siquiera. Eran otros tiempos; eso ya pas!", si bien al recordar lo pasado est orgullosa
de lo que ha hecho.
El cuento sugiere tambin que hasta los ms dbiles deben ser capaces de esta gran
hazaa, ya que aqu el que sale vencedor de la lucha es tambin un ser dbil. En primer
lugar, frente a la grandeza de la naturaleza, el hombre en s ya es dbil. No solamente se
tiene que enfrentar con dos elementos naturales -el ro salvaje y la noche-, sino tambin
con su propia debilidad o, como dice Quiroga, con su propia miseria:
"Todo: el ro creciendo y el espejismo nocturno que volcaba el bosque litoral sobre la
canoa (...); la extenuacin de la mujer y sus manos, que mojaban el puo del remo de
sangre y agua serosa; todo: ro, noche y miseria la empujaban hacia atrs."
En segundo lugar, no se trata simplemente de un ser humano, sino de una mujer. Quiroga
llama la atencin sobre este detalle al decir:
"(...) tuvo lugar entonces la lucha ms vigorosa que pueda entablar un pobre ser humano una mujer!- contra la voluntad implacable de la Naturaleza."
No es por pura casualidad, pues, que la raya haya picado al hombre y no a la mujer, y el
que est destinado a luchar sea ella y no l. La prueba es ms grande y la hazaa mucho
mayor, pues la fuerza mxima de la Naturaleza tiene como adversario una fuerza mnima.
La lucha es, por tanto, heroica: a pesar de la aparente superioridad de los elementos
naturales, la mujer es capaz de enfrentarse a ellos. La heroicidad de la mujer queda

expresada en varias ocasiones: la historia es una "epopeya nocturna", lo que el autor


cuenta es "el herosmo a la espalda de los mseros comerciantes".
El tercer rasgo de la mujer es que es una burguesa. Este detalle debe poseer importancia,
porque el autor lo menciona en varias ocasiones: al aparecer el hombre y la mujer dice
que son unos "pulcros burgueses", luego se pregunta "Y era sa la mujer, aquella
burguesita arrobada de xito y de pulcritud?". Parece increble que una mujer acomodada
llevara a cabo una hazaa tan grande. Por eso es necesario explicar un poco el pasado de
la pareja, pasado lleno de dificultades y de fracasos que los obliga a enfrentarse da a da
con las dificultades. Siendo unos burgueses tpicos, uno de los motores de la pareja es "el
amor nativo al centavo que ya llevaban en sus entraas", pues "hubieran afrontado el
Amazonas entero, ante la perspectiva de aumentar en cinco pesos sus ahorros". Pero el
amor al dinero no hubiera sido suficiente para realizar la hazaa; tiene que haber algo
ms, otro motivo que empujar a la mujer a luchar contra la naturaleza invencible.
"Y mientras quedbamos de nuevo mirando el ro oscuro y tibio que pasaba creciendo,
me pregunt qu cantidad de ideal hay en la entraa misma de la accin, cuando
prescinde en un todo el mvil que la ha encendido..."
Se plantea aqu la posibilidad de que detrs de la accin humana se esconde un ideal, y es
ese ideal el que nos lleva adelante. Frente a una fuerza infinitamente mayor que la
nuestra, lo nico que nos puede ayudar es una fuerza interior, bien escondida en el fondo
de la accin. En ese momento ya no somos conscientes de lo que debemos hacer, slo lo
hacemos automticamente, sumergindonos en la accin misma para que nada pueda
distraer nuestra atencin, pero en el fondo est "el ideal" que mueve nuestros brazos sin
que seamos conscientes de ello. Para realizar este ideal es necesario olvidarse por un
momento de las circunstancias externas -acordmonos de la mujer que intenta no prestar
atencin al sufrimiento y al dolor de su marido en el momento de remar-. Es una idea
muy original que no se ha planteado en A la deriva, puesto que all no hay lugar para un
mensaje positivo: el protagonista se encuentra en una situacin irreversible en la que no
puede hacer nada; no tiene ni la posibilidad de actuar, es un ser pasivo que slo sufre las
consecuencias de la lucha fatal con la naturaleza.
A pesar de la similitud de los dos cuentos en cuanto al tema y a la situacin en que se
encuentra el hombre en el seno de la naturaleza salvaje y peligrosa, la gran diferencia
entre los dos es que En la noche se ofrece una respuesta mucho ms positiva a la
problemtica, al permitir que el hombre salga vencedor de la lucha.
Adems del tema, debemos hablar tambin de la estructura y otros elementos de En la
noche. Tal como dice Jaime Alazraki [4] los cuentos quiroguianos trascienden
ampliamente sus temas y su xito se debe "menos a sus asuntos que a lo que Quiroga ha
hecho con ellos". Esto se manifiesta claramente si comparamos A la deriva con En la
noche, pues a partir de un tema parecido el autor supo llegar a dos concepciones
completamente diferentes, mediante una construccin o estructura tambin diferente.

Mientras que en A la deriva hay una sola historia, en En la noche nos encontramos frente
a un marco dentro del cual est intercalada otra historia. El cuento comienza con una
narracin en primera persona del singular -un yo-; mientras que en la historia intercalada
este mismo narrador cuenta la aventura nocturna de una pareja en tercera persona, lo que
permite introducir en el cuento dos tipos de conocimiento: uno subjetivo -donde el
narrador expresa sus experiencias o consideraciones personales-, y otro objetivo -que
permite contar los acontecimientos externamente-.
Por tanto, el cuento comienza con una historia marco, relativamente larga, contada por un
hombre que -obedeciendo a las rdenes de su maestro de ro- quiere atravesar el Paran
crecido para demostrar su valenta. Todava no ha llegado a realizar su aventura, cuando
se encuentra con la pareja cuya historia constituir en realidad el ncleo de todo el
cuento. El objetivo de esta primera parte -hasta el encuentro con la pareja burguesa- no
es, pues, hablar de la aventura del narrador, sino preparar el terreno a la historia
intercalada: describir detalladamente la monstruosidad del Paran salvaje (sobre todo
durante la crecida) y la inmensa fuerza que requiere enfrentarse con l; ofrecer, adems,
una primera imagen de la pareja burguesa que protagonizar la historia intercalada.
En la segunda parte del cuento la narracin se lleva a cabo en tercera persona, por lo que
todo parece ms impersonal, objetivo y autntico. Lo que le pasa al hombre y a la mujer
est descrito objetivamente, para que la historia exprese por s misma -sin aadirle
comentarios personales- cmo es posible vencer a la naturaleza. Slo se cuentan los
hechos vistos desde fuera sin referirse a los sentimientos de los personajes. Una narracin
en primera persona no podra excluir comentarios personales.
Al finalizar la gran hazaa de la historia intercalada, volvemos un momento al marco
donde nos encontramos otra vez con la pareja satisfecha y sonriente. Pero ya no vamos a
asistir a la aventura de nuestro narrador, ya que el tema del cuento no es su aventura sino
la hazaa realizada por la mujer burguesa. Sin embargo, en el ltimo prrafo, nuestro
narrador est presente otra vez, efectuando un comentario, una reflexin. Es como una
conclusin, semejante a la que remataba los exemplum de la Edad Media. En realidad, la
aventura que cuenta el narrador podra servir tambin de ejemplo a otras generaciones o a
l mismo, demostrando que s es posible vencer a la naturaleza, a pesar de lo difcil que
parezca.
La estructura de A la deriva es completamente diferente: avanza desde el primer
momento hacia el fatal desenlace, y no se incluyen otros hilos en la narracin. Es un
cuento mucho ms corto, concentrado, por lo que el efecto que produce es mucho ms
inmediato e intenso. Ser sta la razn por lo que En la noche se ha analizado mucho
menos, o sea, ha merecido menos fama? Ser que la primera parte del cuento dedica
demasiado tiempo a la descripcin, a la introduccin del tema? Probablemente, desde este
punto de vista A la deriva es un cuento ms logrado. Pero la visin que se nos ofrece En
la noche no resulta menos interesante, puesto que entre tantos cuentos de Quiroga que
dan una imagen pesimista sobre la situacin del hombre, aqu nos enfrentamos a un
cuento que cree en la felicidad posible, despus de haber vencido a una naturaleza

salvaje; aunque la victoria se logre una sola vez en la vida. Pero aqu hay alegra,
satisfaccin de dos personas que han logrado lo que queran alcanzar:
"Ambos sonrean, por lo dems, tranquilos, limpios y establecidos por fin con un boliche
lucrativo, que haba sido su ideal."

[1] "A la deriva" ha sido analizado, entre otros, por Jaime Alazraki (1973) y Maria E.
Rods de Clrico-Ramn Bordoli Dolci (1977).
[2] M.A. Feliciano Fabre: Horacio Quiroga, narrador americano, Editorial Cordillera,
San Juan, Puerto Rico, 1963.
[3] Jaime Alazraki: "Relectura de Horacio Quiroga", in: El cuento hispanoamericano
ante la crtica, Ed. Enrique Pupo Walker, Madrid, Castalia, 1973, p.72.
[4] Jaime Alazraki (1973),op.cit., p.66.

A la Deriva
El hombre pis algo blanduzco, y en seguida sinti la mordedura en el pie. Salt adelante,
y al volverse, con un juramento vio una yararacus que, arrollada sobre s misma,
esperaba otro ataque. El hombre ech una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de
sangre engrosaban dificultosamente, y sac el machete de la cintura. La vbora vio la
amenaza y hundi ms la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cay
de lomo, dislocndole las vrtebras. El dolor en el pie aumentaba, con sensacin de
tirante abultamiento, y de pronto el hombre sinti dos o tres fulgurantes puntadas que,
como relmpagos, haban irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Mova
la pierna con dificultad; una metlica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le
arranc un nuevo juramento. Lleg por fin al rancho y se ech de brazos sobre la rueda
de un trapiche. Los dos puntitos violetas desaparecan ahora en la monstruosa hinchazn
del pie entero. La piel pareca adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su
mujer, y la voz se quebr en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.
- Dorotea! -alcanz a lanzar un estertor- Dame caa!
Su mujer corri con un vaso lleno, que el hombre sorbi en tres tragos. Pero no haba
sentido gusto alguno.
- Te ped caa, no agua! -rugi de nuevo- Dame caa!
- Pero es caa, Paulino -protest la mujer, espantada.
- No, me diste agua! Quiero caa, te digo!
La mujer corri otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre trag uno tras otro dos
vasos, pero no sinti nada en la garganta.
- Bueno, esto se pone feo... -murmur entonces, mirando su pie, lvido y ya con lustre
gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pauelo la carne desbordaba como una
monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedan en continuos relampagueos y llegaban ahora a la
ingle. La atroz sequedad de garganta, que el aliento pareca caldear ms, aumentaba a la
par. Cuando pretendi incorporarse, un fulminante vmito lo mantuvo medio minuto con
la frente apoyada en la rueda de palo. Pero el hombre no quera morir, y descendiendo
hasta la costa subi a su canoa. Sentse en la popa y comenz a palear hasta el centro del
Paran. All la corriente del ro, que en las inmediaciones del Iguaz corre seis millas, lo
llevara antes de cinco horas a Tacur-Puc. El hombre, con sombra energa, pudo
efectivamente llegar hasta el medio del ro; pero all sus manos dormidas dejaron caer la
pala en la canoa, y tras un nuevo vmito -de sangre esta vez- dirigi una mirada al sol,
que ya traspona el monte. La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque
deforme y dursimo que reventaba la ropa. El hombre cort la ligadura y abri el pantaln
con su cuchillo: el bajo vientre desbord hinchado, con grandes manchas lvidas y
terriblemente doloroso. El hombre pens que no podra llegar jams l solo a TacurPuc y se decidi a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque haca mucho tiempo que
estaban disgustados. La corriente del ro se precipitaba ahora hacia la costa brasilea, y
el hombre pudo fcilmente atracar. Se arrastr por la picada en cuesta arriba; pero a los
veinte metros, exhausto, qued tendido de pecho.
- Alves! -grit con cuanta fuerza pudo; y prest odo en vano- Compadre Alves! No me
niegues este favor! -clam de nuevo, alzando la cabeza del suelo.
En el silencio de la selva no se oy rumor. El hombre tuvo an valor para llegar hasta su

canoa, y la corriente, cogindola de nuevo, la llev velozmente a la deriva.


El Paran corre all en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros,
encajonan fnebremente el ro. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto,
asciende el bosque, negro tambin. Adelante, a los costados, atrs, siempre la eterna
muralla lgubre, en cuyo fondo el ro arremolinado se precipita en incesantes borbollones
de agua fangosa. El paisaje es agresivo y reina en l un silencio de muerte. Al atardecer,
sin embargo, su belleza sombra y calma cobra una majestad nica.
El sol haba cado ya cuando el hombre semitendido en el fondo de la canoa, la pierna le
dola apenas, la sed disminua, y su pecho libre ya, se abra en lenta inspiracin.
El veneno comenzaba a irse, no haba duda, Se hallaba casi bien, y aunque no tena
fuerzas para mover la mano, contaba con la cada del roco para reponerse del todo.
Calcul que antes de tres horas estara en Tacur-Puc.
El bienestar avanzaba, y con l una somnolencia llena de recuerdos. No senta ya nada ni
en la pierna ni en el vientre. Vivira an su compadre Gaona en Tacur-Puc? Acaso
viera tambin a su ex-patrn mster Dougald y al recibidor del obraje.
Llegara pronto? El cielo, al poniente, se abra ahora en pantalla de oro, y el ro se haba
coloreado tambin. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer
sobre el ro su frescura crepuscular en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre.
Una pareja de guacamayos cruz muy alto y en silencio hacia el Paraguay.
All abajo, sobre el ro de oro, la canoa derivaba velozmente de un remolino. El hombre
que iba en ella se senta cada vez mejor, y pensaba entre tanto en el tiempo justo que
haba pasado sin ver a su ex-patrn Dougald. Tres aos? Tal vez no, no tanto. Dos aos
y nueve meses? Acaso. Ocho meses y medio? Eso s, seguramente.
De pronto sinti que estaba helado hasta el pecho.
Qu sera? Y la respiracin...
Al recibidor de maderas de mster Dougald, Lorenzo Cubilla, lo haba conocido en Puerto
Esperanza un Viernes Santo.
Viernes? S, o jueves...
El hombre estir lentamente los dedos de la mano.
- Un jueves...
Y ces de respirar.

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