E. Gilson - San Agustin y Santo Tomas
E. Gilson - San Agustin y Santo Tomas
E. Gilson - San Agustin y Santo Tomas
SEPTIEMBRE-OCTUBRE 1934
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Por otra parte, es un hecho el que San Agustn se ha dirigido hacia este fin por caminos tortuosos, dolorosos, y que ha ganado su pan espiritual con el sudor. de su frente. Resumiendo brevemente su experiencia, cuya historia es demasiado conocida para
que la refiramos aqu, puede decirse que est toda contenida en
un esfuerzo violento del hombre por darse la beatitud y en la
constatacin trgica de su impotencia en drsela. Lo que imp<?rta,
por el contrario, poner de relieve, porque toda la obra de Agustn est profundamente marcada por ello, es el doble aspecto de
su experiencia : intelectual y moral.
En el orden del intelecto, Agustn tienta primero asir y poseer la verdad por sus solas fuerzas. Entre el Cristianismo que
se basa en un acto de fe y el :Maniquesmo que promete conducir
hasta la verdad por medio de la razn, no titubea: es el Maniquesmo el que elige. Cuando la doctrina de Manes se hunde por s sola en el pensamiento de Agustn, bajo el peso de su propia in. consistencia, es en el Academismo de Cicern donde encuentra
refugio: la razn no puede mucho, contentmonos o tratemos de
contentarnos con lo que puede darnos. El episodio famoso del borracho de Miln y con ms evidencia aun la historia ulterior de
su pensamiento, bastaran para probar con qu miserias secretas
esta resignacin aparente se sente inquietada. El maestro que
en este o.rden le libera es Sag Ambrosio, cuyas homilas de Miln
le revelan el profundo sentido de las Escrituras, el espritu escondido debaj~ de la letra, el bienestar de una aceptacin de la verdad, la cul verdad ha sido dada por D1os y ofrecida al hombre
para el apaciguamiento de su sed de conocer. Desde el da en
que el joven Agustn se hace inscribir como catecmeno, est en
posesin de una mitad de su filosofa. Sabe que la verdad no se
conquista con la fuerza, pero s que se acepta. Durante a,os
vanamente ha pretendido darse lo que no tena, en vez de tomar
con toda simplicidad lo que le ofreca Dio.s: es decir la revelacin,
interpretada por la J glesia y de la cual, por ms que la riqueza
infinita de s~ c~nten:ldo se le escap~, sabe desde entonces, de fuente segura, que contiene, con la verdad, el medio de la beatitud.
Pero no basta ver la verdad, es necesario abrazarla, es decixamarla, y no se est seguro de amarla si no cuando se la prefiere
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Miremos ahora hacia Santo Toms de Aquino. Qu diferencia! Naci, vivi y muri en la luz. Ningn rasgo en l de
estas conversiones que :fecundan el alma de un San Agustn o
de un Pascal, pero tienden su pensamiento hasta atiesarlo y le
quitan la soltura de una razn de la cual la verdad es como el
clina natural. Hombre tal como los otros, ciertamente, pero que
Dios parece haber red~ido especialmente. La tarea agotadora
de reconquistarse sobre el error y el mal en que tantas almas
humanas se gastan, no pesa sobre sus hombros y le deja libre
enteramente para el bien y la verdad. La mirada recta, ocupando metdicamente lo real con este paso regular que sus amigos
le conocen, :fray Toms no descuida ms que el no-ser: sanctificatus in veritate, as va, siguiendo la verdd que le libera.
Nada desanima ms al historiador que un misterio tan trans-
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,Cmo diferencias semejantes no ~e haran sentir en la idea
que se han hecho de la filosofa? Ambos son santos; ambos son
esencialmente telog9s; es decir, que estn de acuerdo enteramente acerca de la preeminencia de la ,fe. Santo Toms le atribuye el
mismo rol y la mis.ma dignidad qu~ S!J.n Agustn. La fe contiene
en s la totalidad del conocimiento saludable, hasta el punto de
que quien s~ contenta con ella posee en ella la substancia misma
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de los bienes que son de esperar. A diferencia de la filosofa, entrega su contenido a todos los hombres, ricos o pobres, sabios o
necios, porque a todos la salvacin est ofrecida. Y el filsofo
mismo encuentra en ella su ventaja y est destinado a beneficia:rse de ella. Por ms poderosamente inteligente que sea un hombre, no es ms que un hombre. La tarea de juntar por s solo
en un sistema la totalidad de las verdades necesarias a la salvacin que sean accesibles a la razn, sin entremezclar el menor
de esos errores que, mnimos en su principio, se vuelven destructores de lo verdadero por las consecuencias lejanas que ellos engendran, es una tarea de la cual no se puede decir que sea imposible en s, pero acerca de la cual hay que agregar que sobrepasa
prcticamente las fuerzas de cualquier hombre abandonado a sus
propios recursos. Hasta suponer que uno entre nosotros pudiese
llegar a hacerlo, no acertara en ello ms que tardamente, despus de haber consumido toda o casi toda su vida en tal empresa, y necesitamos ahora mismo la verdad, para poder desde el
principio atenernos a sus reglas.
Por ello, Santo Toms de Aquino, tanto como San Agustn
solicita y exige, para el ms gran beneficio del pensamiento filosfico, la accin reguladora de la fe y de la revelacin." Me pregunto en ciertos momentos si, por exceso de celo en servirle de
modo un poco indiscreto, algunos de sus intrpretes no han hecho de Santo Toms, baJo el pretexto de mejor servirle, una especie de racionalista cristiano, cosa que nunca ha querido ser, ni
que nunca ha sido. (2) Se han dejado impresionar en exceso por
el reproche, tantas veces. dirigido a la filosofa medieval, de confundir filosofa y teologa. Sus adversarios tantas veces la han
convencido de ser extraa en su esencia a toda filosofa, en nombre del solo principio Philosophia ancilla theologiae, que han credo hacer bien invirtiendo las proporciones en la medida en que la
doctrina pareca facilitarlo. De donde tantas exposiciones del to(2)
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naturaleza, sin la cual la gracia misma no tendra nada que salvar, pero, a diferenia de la naturaleza tomista, la naturaleza
agustiniana no tiene una carta metafsica definida. Resulta, a sus
ojos, mucho menos
S1, por ejem. de un 'derecho que de un hecho~
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plo, se trata del hombre, su natura. era primitivamente la que
Dios le haba dado crendolo; hoy es ~iferente 1 corrompida como est J!Or el pecado, de manera que una nueva natura ha sucedido desde entonces a la antigua. Aunque se pudiera encontrar
aqu o all, en las pbras de San Agustn, la huella de un comienzo de reflexin ac~rca de la posibilidad al .menos metafsica de
una necesidad intrnseca de las esencias, no es este el plan sobre
el cual su deduccin prosigue de ordinario. Se siente que la
cosa es muy distinta en Santo Toms: formalissime semper loquitur div'us Thomas. Por razones llistricas, pero filosficas sobre
todo, las cuales no. es aqu: lugar de recordar, Santo Toms supone
siempre que un ser dado pos~e una ese~cia que le es propia y puede, en consecuencia, ejercer las operaciones .que proceden necesariamente de esta esencia. As, el hombre, animal razonable, es capaz,
por el hecho mismo de ser hombre, de ejercer las operaciones de la
razn. Esta decisin metafsica inicial no tiene solamente sus consecuencias en epistemologa y en moral; las tiene tambin, y tal
vez antes que todo, en el problema de las relaciones entr~ la fe
y la razn.
Se recuerda, sin duda, ese fan;wso pasaje de De libero arbitrio en que Agust~n, requerido por su interlpcutor de su1llinistrarIe una demostracin necesaria y puramente rE!-Ci9nal de la exist!3ncia de Dios, comienza por hacerle esta respuesta sorprendente:
''Si no fuese una cosa el creer, y otra el comprender, y si no tu-
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San Agustn - De lib. arbitrio, II, 2, 6; Pat. lat. t. 32, coL 1243
SY.brayado por el traductor (Nota del traductor).
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signuni est, quia ;philosophi de rebus divinis naturali. investigatione perscrutantes, in multis erraverunt, et sibi ipsis contraria 1senserunt. Ut erg:o esset indubitata et certa cognitio apud htlmines de
Deo, oportuit. quod divina eis per modum fidei traderentur, quasi
a Oeo dicta, qui mentiri non potest ". (7)
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,., *
As, cuandtl se reduce las dos doctrinas a sUS .principios, se
las encuentra completamente de acuerdo. El hombre parte necesariamente de la fe : necesse est credere Deum esse unum incorporeum, quae na.turali ratione a philosophis probantur (8 ), es lo
que se dira que Santo Toms concede si no lo hubiera dicho por
s mismo y sin tener que concederlo. El hombre que parte de la
ciencia tiende espontneamente hacia la ciencia: nam neque inventum dici potest, quod incognitum creditur, es lo que se podra
decir. que San Agustn concede si no hubiera tenido el cuidado de
afirmarlo el primero. As, en los dos sistemas, la filosofa cristiana se: presenta como una inteligencia de las cosas divinas que
se substituye progresivamente a una fe, en la medida al menos
en que es humanamente posible substituirla; e) en los dos sistemas, cualquiera que haya sido la accin de la fe que la precede
y la prepara, la ciencia que se ha constitudo como ciencia no dehe nada a la fe de su evi:de~.a cientfica: en los dos sistemas, en
fin, la fe queda siempre lista para volver a tomar eventualmente
el lugar de una ciencia desfalleciente, cua:ndo, asiendo la verdad
con mano demasiado floja, corre el reisgo de dejarla escapar.
Si, pues, existen desacuerdos entre el agustinismo y el tomismo, siendo los principios los mismos, es, sea a diferencias en el
grado de elaboracin de las doctrinas, sea a diferencias de temperamento entre sus autores, a lo que conviene referirlas. Por
las razones que hemos indicado, se buscara en vano en San Agustn una definicin precisa de la fe, de la ciencia, de la teologa
y de la filosofa tales como Santo Toms las distingue en la Suma; se le pedira en vano si la ciencia una vez constituda, ex1
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Julio-Agosto 1930).