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E. Gilson - San Agustin y Santo Tomas

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AO 21. N 7-8.

SEPTIEMBRE-OCTUBRE 1934

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La idea de Filosofa Cristiana


en San Agustn y en Santo Toms
N o se puede estudiar a San Agustn, cuando se tiene algunos
conocimientos de filosofa tomista, sin ser perseguido por la constante tentacin de comparar los dos sistemas. Se les siente parecidos como hermanos, pero, por esto mismo, se nota que ellos no'
son idnticos. Se dara mucho por hecho- para definir los parecidos y diferencias de estos sistemas si se pdiera ponerse de acuerdo acerca de sus conc~pciones respectivas de la filosofa. Desgraciadamente, el problema es por esencia inagotable, porque supone el perfecto conocimiento de dos sistemas inmensos, en los cuales hasta los matices forman parte de lo-esencial, y de dos personalidades ms vastas an que estos mismos sistemas. N o pr~ten
demos aqu traer sino sugestiones, abiertas a todas las correcciones, adiciones y supresiones que parezcan legtimas.
La idea que se hace uno de la filosofa en derecho no tiene
nada que ver con la filosofa. De hecho, esta idea tiene mucho
que ver con el hombre que la posee. A lo menos, .es lo que parece
evidente respecto a San Agustn. Ni una pgina suya en que no
se deje adivinar su poderosa person~J,lidad, estaba por decir: su
tem~peramento. En el buen sentido de la palabra, y tambin en su
mal sentido, es vn hombre de deseos. Desde su infa:ncia, y a travs de su vida' entera tiende hacia la Felicidad y hacia una
Felicidad absoluta, es decir, la Beatitud, entendiendo con esta palabra la posesin definitiva, sustrada a toda inquietud acerca de
su prdida posible, de un bien perfecto. Para que este fin pueda
ser alcanzado, dos medios son indispensables: el amor, que no es
otra cosa sino el movimiento mismo de un alma orientada hacia
el bien, y el conocimiento, puesto que, el bien supremo, siendo
Verdad, no puede colmar al alma del hombre con su alegra ms
que descubrindose en su plenitud a su intelecto. Gaudium de Veritate, he aqu el trmino. No podra haber desacuerdo acerca de
este punto.

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Por otra parte, es un hecho el que San Agustn se ha dirigido hacia este fin por caminos tortuosos, dolorosos, y que ha ganado su pan espiritual con el sudor. de su frente. Resumiendo brevemente su experiencia, cuya historia es demasiado conocida para
que la refiramos aqu, puede decirse que est toda contenida en
un esfuerzo violento del hombre por darse la beatitud y en la
constatacin trgica de su impotencia en drsela. Lo que imp<?rta,
por el contrario, poner de relieve, porque toda la obra de Agustn est profundamente marcada por ello, es el doble aspecto de
su experiencia : intelectual y moral.
En el orden del intelecto, Agustn tienta primero asir y poseer la verdad por sus solas fuerzas. Entre el Cristianismo que
se basa en un acto de fe y el :Maniquesmo que promete conducir
hasta la verdad por medio de la razn, no titubea: es el Maniquesmo el que elige. Cuando la doctrina de Manes se hunde por s sola en el pensamiento de Agustn, bajo el peso de su propia in. consistencia, es en el Academismo de Cicern donde encuentra
refugio: la razn no puede mucho, contentmonos o tratemos de
contentarnos con lo que puede darnos. El episodio famoso del borracho de Miln y con ms evidencia aun la historia ulterior de
su pensamiento, bastaran para probar con qu miserias secretas
esta resignacin aparente se sente inquietada. El maestro que
en este o.rden le libera es Sag Ambrosio, cuyas homilas de Miln
le revelan el profundo sentido de las Escrituras, el espritu escondido debaj~ de la letra, el bienestar de una aceptacin de la verdad, la cul verdad ha sido dada por D1os y ofrecida al hombre
para el apaciguamiento de su sed de conocer. Desde el da en
que el joven Agustn se hace inscribir como catecmeno, est en
posesin de una mitad de su filosofa. Sabe que la verdad no se
conquista con la fuerza, pero s que se acepta. Durante a,os
vanamente ha pretendido darse lo que no tena, en vez de tomar
con toda simplicidad lo que le ofreca Dio.s: es decir la revelacin,
interpretada por la J glesia y de la cual, por ms que la riqueza
infinita de s~ c~nten:ldo se le escap~, sabe desde entonces, de fuente segura, que contiene, con la verdad, el medio de la beatitud.
Pero no basta ver la verdad, es necesario abrazarla, es decixamarla, y no se est seguro de amarla si no cuando se la prefiere

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al resto. Hasta entonces es el resto lo que prefiere el futuro San


Agustn. Pena ms dolorQS, y ms sorprendente an que la pric
mera: el hombre, que por s solo no es capaz de conocer lo que
quisiera conoce;r, no es tampoco capaz por s solo de amar lo que
quisiera amar. La lectura de Plotino revela a la ip:teligencia de San
Agustn la pura espiritualidad de Dios y del alma, la irrealidad
de lo malo, la inferioridad del orden sensible y que la va de la
verdad va siempre dede el cuerpo al espritu, y del espritu .hacia
Dios. Ploti11o tiene razn. Lo sabe Agustn. Pero Plotino no es
para L ms que un mdico que describe sucesivamente la enfermedad, la salud, y no da remedios. Hay que desligarse de los
sentidos? Es cierto, ,pero cmo? Agustn .lo quer~a, en esto se
esfuerza; no lo puede. Y es entonces cu1tndo San Pablo le revela,
con el secreto .de la enfermedad, el del remedio. Leyendo las Epstolas,. Agustn descubre que el alma que sufre no le es propio, es
de los hombres todos desde la falta de Adn. La v,nidad de su
esfuerzo viene de que, siendo capaz de caer por s solo, crese
capaz de levantarse por s solo. El remedio aqu tambin es el
aceptar lo que Dios ofrece y que el hombre no puede darse.
Empeado en la concupiscencia y los desrdenes que ella engendra, Agustn contemplaba con envidia la serenidad de un Ambrosio y la fuerza de los Padres del Desierto ; de esta serenidad y
de esta fuerza ya conoce la fUf)nte . Es la gracia. Cual la fe da
al intelecto la verdad que le escapa, l~t gracia da al corazn la
pureza que l desea. Qon ella, el hombre no es capaz tan slo de
ver desde lejol' el t.rmino hacia el cual aspira, sino de alcanzarlo.
Lo que Plotino nos muestra, hasta ello J esuc:dsto nos conduce.
He aqu cual es la doble experiencia de Agustn y la fuente
de toda su filosofa. Se le pedira vanamente algo distinto : una
reflexin metafsica y abstracta acerca de los primeros principios,
una delimitacin razonada de lo, que entra en el dominio de la
filosofa; en cuanto filosofa compa;ra{la ya sea cpn la fe, ya sea
con las ciencias. Sin du.da ha tocado todos estos problemas, ha
dejado al pasar, preciosas sugestiones sobre la manera de resolverlos, pero no los ha considerado bastante de cerca para que se
pueda decir que los haya resuelto. En el fondo, vuelve simplemente, porque de ello toma conciencia, a la idea de una sabidura

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cristiana de la que San Pablo ha definido la Carta de una vez


por todas, y que se ha encarnado en Jesucristo, lleno de gracia
y de verdad. De aqu el Nisi cred.ideritis non intelligetis que San
Agustn no se cansar de repetir, significando esta :frmula en su
espritu, antes que todo, que quienquiera que tenga la :fe tiene
toda la verdad filosfica en su esencia, que la tiene con una seguridad inconmensurable con resp~cto a la seguridad que puede
ofrecer la razn, y que, por consiguiente, tiene en ella el punto
de partida ms seguro que cualquiera, para los anlisis, aclaraciones y profundizaciones ulteriores de la razn. Pero de aqu
tambin el Da quod jubes et jube quod vis, que completa la aceptacin de la fe por la aceptacin de la caridad. Como el intelecto,
ya tiene en la :fe el objeto total del conocimiento, la voluntad
tiene ya el objeto total de su amor en el acto de caridad. En
el amor de Dios q-qe Dios nos da, poseemos las prendas de la
beatitud :futura, y es por esto que toda la filosofa de Agustn,
y hasta su tica, se desarrolla ntegramente como la incansable
explotacin por el hombre de un doble don sobrenatural, una
vida cuya unidad profunda es la de Dios mismo en nosotros:
via, veritas et vita.

* *
Miremos ahora hacia Santo Toms de Aquino. Qu diferencia! Naci, vivi y muri en la luz. Ningn rasgo en l de
estas conversiones que :fecundan el alma de un San Agustn o
de un Pascal, pero tienden su pensamiento hasta atiesarlo y le
quitan la soltura de una razn de la cual la verdad es como el
clina natural. Hombre tal como los otros, ciertamente, pero que
Dios parece haber red~ido especialmente. La tarea agotadora
de reconquistarse sobre el error y el mal en que tantas almas
humanas se gastan, no pesa sobre sus hombros y le deja libre
enteramente para el bien y la verdad. La mirada recta, ocupando metdicamente lo real con este paso regular que sus amigos
le conocen, :fray Toms no descuida ms que el no-ser: sanctificatus in veritate, as va, siguiendo la verdd que le libera.
Nada desanima ms al historiador que un misterio tan trans-

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parente: una libertad cristiana fundada en la Inteligencia (1) .


El pensamiento que le rodea rro choca con ningn obstculo,
puesto que est aqu en su luga~, y sin embargo se extraa de
no avanzar. Es que la profundidad de Santo Toms no admite
progreso ni grados; entre su centro y el afuera, ninguna esta
cin intermediaria donde el hombre de "demi-coeur~' pudiera descansar. Cual San Agustn, Santo Toms es dueo en Dios de
todas las cosas, pero a ambos la posesin del mundo les viene de
la misma fuente por dos vas diferentes. Agustn ha pagado su
bien tan caro que lo aprieta contra l con una especie de temor;
abraza la verdad en el don de la fe como si estuviera siempre
por escaprsele. Despus de haber por fin . asido el todo tan
largamente deseado, se desinteresa de i~ parte. Por esto el amor
tiende siempre en l. a aventajarse al conocimiento, puesto que
este Pos a quien an no se puede conocer ntegramente, se
le puede ya. amar, ya amar todo entero. Santo Toms, l tambin,
quiere desde ya asir el todo por el amor, pero ningn temor le
aparta de asir por la inteligencia lo que ya puede asir del todo,
como ms tarde asir todo el resto. V a tranquilamente por el pensamiento al encuentro de la visin beatifica, pues conocer a Dios,
he aqu la vida eterna. Conocerle y conocindole volverse Dios
en cierto modo por la inteligencia, he aqu su mtodo; la libertad
de San Agustn es la de un liberto, la de Santo Toms es la de un
hombre libre.

*' *
,Cmo diferencias semejantes no ~e haran sentir en la idea
que se han hecho de la filosofa? Ambos son santos; ambos son
esencialmente telog9s; es decir, que estn de acuerdo enteramente acerca de la preeminencia de la ,fe. Santo Toms le atribuye el
mismo rol y la mis.ma dignidad qu~ S!J.n Agustn. La fe contiene
en s la totalidad del conocimiento saludable, hasta el punto de
que quien s~ contenta con ella posee en ella la substancia misma
(1)

La libertad franeificana es el libre uso y la posesin del universo


por el amor; presupone la integracin de todo amor en la Caridad.
La libertad dominicana es el libre uso y la posesin ntegra del
universo por el conocimiento intelectual; presupone la integracin
de toda verdad en la Verdad. Dos caminos, un solo fin.

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de los bienes que son de esperar. A diferencia de la filosofa, entrega su contenido a todos los hombres, ricos o pobres, sabios o
necios, porque a todos la salvacin est ofrecida. Y el filsofo
mismo encuentra en ella su ventaja y est destinado a beneficia:rse de ella. Por ms poderosamente inteligente que sea un hombre, no es ms que un hombre. La tarea de juntar por s solo
en un sistema la totalidad de las verdades necesarias a la salvacin que sean accesibles a la razn, sin entremezclar el menor
de esos errores que, mnimos en su principio, se vuelven destructores de lo verdadero por las consecuencias lejanas que ellos engendran, es una tarea de la cual no se puede decir que sea imposible en s, pero acerca de la cual hay que agregar que sobrepasa
prcticamente las fuerzas de cualquier hombre abandonado a sus
propios recursos. Hasta suponer que uno entre nosotros pudiese
llegar a hacerlo, no acertara en ello ms que tardamente, despus de haber consumido toda o casi toda su vida en tal empresa, y necesitamos ahora mismo la verdad, para poder desde el
principio atenernos a sus reglas.
Por ello, Santo Toms de Aquino, tanto como San Agustn
solicita y exige, para el ms gran beneficio del pensamiento filosfico, la accin reguladora de la fe y de la revelacin." Me pregunto en ciertos momentos si, por exceso de celo en servirle de
modo un poco indiscreto, algunos de sus intrpretes no han hecho de Santo Toms, baJo el pretexto de mejor servirle, una especie de racionalista cristiano, cosa que nunca ha querido ser, ni
que nunca ha sido. (2) Se han dejado impresionar en exceso por
el reproche, tantas veces. dirigido a la filosofa medieval, de confundir filosofa y teologa. Sus adversarios tantas veces la han
convencido de ser extraa en su esencia a toda filosofa, en nombre del solo principio Philosophia ancilla theologiae, que han credo hacer bien invirtiendo las proporciones en la medida en que la
doctrina pareca facilitarlo. De donde tantas exposiciones del to(2)

Me cuento yo tambin entre ellos, dejando por lo dems a cada uno


de los intresados el cuidado de saber si debe l mismo contarse entre eLlos. Por ello no he nunca aceptado dej:;tr reimprimir tales cuales
mis "Etudes de philosophie mdivale" ( Strasbourg 1921) \'Uyas pginas 95- 124, aunque contengan una ''ame de vrit '' me parecen
unilaterales y deficientes. Espero haber hecho oir una nota mas exacta en "Le thomisme ", 3. dicin, cap. II.

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mismo en las cuales la filosofa aparece como una disciplina por s,


separada en su esencia como en sus principios, obra exclusiva de
la sola razn y que por consiguiente no debe ms ni menos a la
fe que cualquier; otra ciencia. ( 3 )
Si se trata aqu de un mtodo apologtico, es peligroso como
intil, porque no respondiendo a los hechos est gravemente expuesta a verse a cada instante tomada en flagrante delito de
inexactitud. Aqu, como en cualquier parte, no hay nada provechoso sino la verdad. Cul es?
Es muy verdadero decir que existe en Santo Toms un plan
propiamente filosfico cuyo equivalel'te se discierne menos bien
en San Agustn. La razn ha de ser buscada, al parecer, en un
problema mucho ms general, del cua!'e1 de las relaciones de la
razn con la fe no e:;s sino un caso particular : el de la relacin
de la naturaleza con la gracia. Sera equivocarse completamente
si se sostuviera que San Agustn ha confundido los dos dominios,
pues no hay ni una pgina de las obras del Doctor de la Gracia
que no la presente como un don gratuito, destinado a restaurar,
completar y santificar la naturaleza, de la cual se distingue, por
consiguiente, como por definicin. Lo que, por lo tanto, se tiene
derecho a decir, segn creemos, es, desde luego, que si el Dios de
San Agustn no es ms envidioso de la naturaleza que el Dios
de Santo Toms, pues la ha creado buena y adornada de los dones necesarios a su perfeccin, ~an Agustn, al menos, es como
envidioso de la naturaleza en vista de Dios. Lo que ha creado Dios
es la naturaleza en su estado de bondad primitiva; lo que tiene
San Agustn delante de los ojos es la naturaleza corrompida por
el pecado.
Una naturaleza que, decada por culpa propia, pretende constantemente pensar, amar, obrar como si las consecuencias de su
cada no pasasen gravemente sobre ella. Cmo se habra olvidado de este hecho esencial? Su propia historia ,siempre delante
de los ojos, historia que narran sus Confesiones, estaba aqu para hacrselo recordar. El es quien, ms que cualquier hombre,
ha querido pasar sin la fe y la gracia, l es quien ha sufrido de
ello, quien ha fracasado, quien se ha rendido al final en el aban(3)

Subrayado por el traductor.

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dono de- s mismo y las lgrimas para echarse en los brazos de .


un Dios que nunca .de nosotros exige ms que lo que nos ha dado prirherament. De aqu este modo de desconfianza continua
que, segn lo vemos, tiene sin cesar acerca de la naturaleza; la
sospcha con que hiere el poder de la razn, la llamada o la llamada de nuevo continua que dirige en todas las ci:rcunstancias
hacia la luz de la fe.

A esta razn moral se agrega una razn ms propiamente filosfica.


Es. exl),cto que
San
Agustn
reconoce la. e:X:istencia
de. "!Jna
lil
.
'

.
naturaleza, sin la cual la gracia misma no tendra nada que salvar, pero, a diferenia de la naturaleza tomista, la naturaleza
agustiniana no tiene una carta metafsica definida. Resulta, a sus
ojos, mucho menos
S1, por ejem. de un 'derecho que de un hecho~
.
plo, se trata del hombre, su natura. era primitivamente la que
Dios le haba dado crendolo; hoy es ~iferente 1 corrompida como est J!Or el pecado, de manera que una nueva natura ha sucedido desde entonces a la antigua. Aunque se pudiera encontrar
aqu o all, en las pbras de San Agustn, la huella de un comienzo de reflexin ac~rca de la posibilidad al .menos metafsica de
una necesidad intrnseca de las esencias, no es este el plan sobre
el cual su deduccin prosigue de ordinario. Se siente que la
cosa es muy distinta en Santo Toms: formalissime semper loquitur div'us Thomas. Por razones llistricas, pero filosficas sobre
todo, las cuales no. es aqu: lugar de recordar, Santo Toms supone
siempre que un ser dado pos~e una ese~cia que le es propia y puede, en consecuencia, ejercer las operaciones .que proceden necesariamente de esta esencia. As, el hombre, animal razonable, es capaz,
por el hecho mismo de ser hombre, de ejercer las operaciones de la
razn. Esta decisin metafsica inicial no tiene solamente sus consecuencias en epistemologa y en moral; las tiene tambin, y tal
vez antes que todo, en el problema de las relaciones entr~ la fe
y la razn.
Se recuerda, sin duda, ese fan;wso pasaje de De libero arbitrio en que Agust~n, requerido por su interlpcutor de su1llinistrarIe una demostracin necesaria y puramente rE!-Ci9nal de la exist!3ncia de Dios, comienza por hacerle esta respuesta sorprendente:
''Si no fuese una cosa el creer, y otra el comprender, y si no tu-

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primeramente que creer lo que dteseamos c<>:mprendet de


grande y de divino, en vano el Profeta habra dicho: Nisi credideritis, non intelligetis. Por otra parte, Nuestro Seor mismo, por
medio de sus palabras y de sus actos, ha comenzado por exhorta:r
a cre.er a los que llamaba a la salvacin. Pero despus, hablando
del don mismo .que va a. dar a los creyentes, nos dice: ll.a vida
eterna consiste en el creer, pero ms bien: La vid eterna consiste en conocerte a T, el .solo Dios verdadero, y a aquel que has
enviado, Jesucristo. Adems, dirigindose a los que ya creen, dice esto: Buscad y encontra:ris. En efecto, por un lado, no. se puede llamar encontrado a aquello en que se cree sin saberlo, y por
otro lado, nadie se hace cap.az de encon,tra:r a Dios sin haber desde luego credo lo que va .conocer luego: neque quisquam inveniendo Deo fit idonus, nisi antea crediderit quod estpostea cogniturus. As, pues, obedeciendo a las rdenes del Seor, busquemos
con empeo; en efecto lo que buscamos con orden suya, lo encon~
traremos por indicacin suya, aJ menos en la .medida en que tales cosas pueden ser encontradas en esta vida y por sere~ tales
cuales somos nosotros~ '. ( 4 )
Se descubre as plenamente la diferencia especfica introducida por San Agustn entre la razn y la fe, y la submdinacin
de la razn a la fe en el interior mismo de su dominio propio.
Como buen agustiniano, San Anselmo ha formulado definitivamente la doctrina en su fides quaerens intellectum y ha hecho de
ella una aplicacin que ha permanecido, con razn, clebre en la
famosa demostracin de la existencia de Dios por la idea de lo
perfecto que expone el Proslogion. Se buscara .vanamente en
Santo Toms de Aquino una prueba del mismo gnero, como tampoco se podra encontrar la actitud con la cual se conforme. Para l la razn humana, en cuanto es razn natural, es competente
n virtud de su esencia para adquirir p0r s sola todos los conocimientos del orden propiamente natural. Jams dira con San
Agustn que nadie es capaz de encontrar a Dios por la razn sin
haber antes credo en :su existencia, puesto que Dios es causa del
orden natural y; como tal, requerido para su inteligibilidad m( 4)

San Agustn - De lib. arbitrio, II, 2, 6; Pat. lat. t. 32, coL 1243
SY.brayado por el traductor (Nota del traductor).

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tafsca completa. La interposicin por Santo Toms entre el acto


de fe y las conclusiones de la razn, de una razn dotada del poder natural de producir la verdad, de formular sus principio~ y
deducir sus consecuencias, hace que lo que depende de la razn
en el tomismo no puede al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto, ,depender de la fe. En, este sentido es verdadero decir que
existe una filosofa tomista que no es ms que filosofa, en aquello de que los principios sobre los cuales ella se apoya y las conclusiones que saca de estos principios dependen del orden de la
.,~<>la razn, excluyendo la revelacin.
"" Sin embargo, aqu mismo, Santo Toms est menos alejado
de San Agustn como parece al primer contacto. Lo que el tomismo agrega al agustinismo es un progreso tcnico de gran importancia que salva su esencia definindola. (5 )
Si, en efecto, se transporta al texto de Agustn que acabamos
de recordar, se encontrar en l formulada de la manera ms clara
la distincin del acto de creer y del acto de conocer : sed nos id
quod credimus, nosse et intelligere cupimus. A la inversa, si se refiere uno a la doctrina de la fe, se constatar sin pena que, distinguindose esencialmente del acto de conocimiento racional, por lo
tanto no est aislada ni condenada a quedar sin influencia sobre
el ejercicio del acto de conocimiento racional. Cual la mocin divina respeta la eficacia de las causas segundas, hasta el punto de
fundarla, ya que Dios mueve las naturas como naturas, tal tambin
la fe respeta la eficacia y la autonoma de la razn natural, ya
que, cuando .la mueve, la mueve como razn.
Por esto decamos primeramente que este problema es un
acto particular del problema de la naturaleza y de la gracia, y
tambin por ello, no menos que la filosofa agustiniana, aunque
disponga sus planos diversos segn una ordenacin diferente, la
filosofa tomista es una .filosofa cristiana en el pleno sentido de
la palabra, sin dejar de ser una filosofa en ea el pleno sentido
de la palabra. Que sea una filosofa pura y simple, nada ms
verdadero, puesto que respecto a todas las cuestiones que no interesan directa ni indirectamente, la obra de salvacin, no de~
pende ms que de la razn pura, sin tener, en cualquier sentido
( 5)

Lo que va en negrita ha sido sealado por el traductor.

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que sea, recurrir a las luces de la :fe. Tales conocimie1~tos pueden


ser, comparados, vanos y su investigacin intil, pero es posible,
y tomada en s, legtima. Que la :filoso:fa tomista sea todava pu-.
ramente :filos:fica en 9rden a las cuestiones que, accesibles a la
razn sola interesan a la salvacin, es igualmente cierto, puesto
que ninguna demostracin que de ellas se da hace intervenir el acto de :fe, ni en su principio, ni en cualquier momento de la deduccin. Por lo tanto, la razn tomista no se aisla ms de la :fe
que la razn agustiniana, pero en vez de impregnarse de ella por
lo que no podra aparecer a Santo Toms sino como una confusin de esencias, la razn se somete a la :fe como a una in:fluencia,
la razn no se destruye, se acaba, pue~ la :fe no destruye su esencia para substituirse a ella, no obra sobte la razn ms que para
con:ferirle su plenitud de razn. (6 )
Consideremos, en erecto, un conocimiento cualquiera, a condicin de que pertenezca al orden de los que son al mismo tiempo
:filos:ficamente demostrables e impuestos al hombre por Dios como artculos de :fe, Lo que Santo Toms ensea a este respecto
es que es imposible para el hombre saberlo y creerlo; en ef!'lcto,
si lo sabe, no cl'ee ms en ello, y si cree en ello, nD lo sabe toda"
va. Pues, o lo sabe, o lo cree, pero no podra hacer al mismo ti~m~
po el uno y el otro. Este hecho no impide que sea necesario creer
primero lo que en derecho pueda demostrarse, y ello en el sistema
de Santo Toms tal como el de San A~ustn. En erecto, estas ver"
dades demostrables no lo son ms .que en derecho, no lo son necesariamente de hecho por cada uno de n~sotros. Los errores y las
contradicciones de. los :filso:fos
lo prueban en demasa.
Quien,
.
.
pues, puesto en posesin de una verdad por la :fe ,adquiere de esta verdad una demostracin evidente, elimina d~ su espritu la fe
para substituirle la 1azn. Pero no lo hace ms qu~ en cuanto adquiere de esta verdad una demostracin. evidente, y si se toman
en su conjunto los conocimientos que podemos adquirir acerca de
Dios, la experiencia prueba que seran gravemente de:ficientes si
la certidumbre de la :fe no estuviese aqu para garantizarlos: ''.Ratio enim humana in r.ebus divinis est multum (Le:ficiens. Cujus
(6)

Estamos dichosos de encontrarnos plenamente de acuerdo con las


penetrantes notas del P. P. Monnot, en los Archives de Philosophie,
VII, 2 (1930) p. 181.

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signuni est, quia ;philosophi de rebus divinis naturali. investigatione perscrutantes, in multis erraverunt, et sibi ipsis contraria 1senserunt. Ut erg:o esset indubitata et certa cognitio apud htlmines de
Deo, oportuit. quod divina eis per modum fidei traderentur, quasi
a Oeo dicta, qui mentiri non potest ". (7)

*
,., *
As, cuandtl se reduce las dos doctrinas a sUS .principios, se
las encuentra completamente de acuerdo. El hombre parte necesariamente de la fe : necesse est credere Deum esse unum incorporeum, quae na.turali ratione a philosophis probantur (8 ), es lo
que se dira que Santo Toms concede si no lo hubiera dicho por
s mismo y sin tener que concederlo. El hombre que parte de la
ciencia tiende espontneamente hacia la ciencia: nam neque inventum dici potest, quod incognitum creditur, es lo que se podra
decir. que San Agustn concede si no hubiera tenido el cuidado de
afirmarlo el primero. As, en los dos sistemas, la filosofa cristiana se: presenta como una inteligencia de las cosas divinas que
se substituye progresivamente a una fe, en la medida al menos
en que es humanamente posible substituirla; e) en los dos sistemas, cualquiera que haya sido la accin de la fe que la precede
y la prepara, la ciencia que se ha constitudo como ciencia no dehe nada a la fe de su evi:de~.a cientfica: en los dos sistemas, en
fin, la fe queda siempre lista para volver a tomar eventualmente
el lugar de una ciencia desfalleciente, cua:ndo, asiendo la verdad
con mano demasiado floja, corre el reisgo de dejarla escapar.
Si, pues, existen desacuerdos entre el agustinismo y el tomismo, siendo los principios los mismos, es, sea a diferencias en el
grado de elaboracin de las doctrinas, sea a diferencias de temperamento entre sus autores, a lo que conviene referirlas. Por
las razones que hemos indicado, se buscara en vano en San Agustn una definicin precisa de la fe, de la ciencia, de la teologa
y de la filosofa tales como Santo Toms las distingue en la Suma; se le pedira en vano si la ciencia una vez constituda, ex1

(7)
( 8)
( 9)

Summa Theologica, IIa Uae, 4 - Resp. Cf. Cont. Gent. I - 4.


Summa Theologica, ibid, sed contra.
Subrayado por el traductor.

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cluye o no la fe, si se substituye con ella o si se agrega a ella.


Por otra parte, las diferencias profundas de sus vidas interiores
han determinado en San Agustn, y en todos los que le siguen, una
manera de pesimismo resp0cto a los recursos de la razn natural
que no se encuentra ciertamente en el mismo grado ni expresndose en el mismo tono en Santo Toms de Aquino. El obispo de IIipona, que tanto ha esperado y tan poco ha recibido de la razn,
es sobre todo admirado de lo que es incapaz de dar; el Doctor
Anglico, libertado como estaba desde el origen por la luz y seguro de su camino, ha podido gozar plenamente y sin temor ninguno del magnfico espectculo de lo que la razn, hasta desprovista de las luces de la fe, haba rev~l.ado de verdad a paganos
como Aristteles. En fin, y sobre todo," de acuerdo con Aristteles para admitir que todo conocimiento humano empieza naturalmente por lo sensible, no ser tentado de condenar la epistemologa peripattica como tachada de sensualismo y de atribuir al
desorden de un corazn, l, que no senta ningn desorden, lo
que pareca a su espritu la evidencia filosfica misma.
Por esto, tomistas y agustinianos no se entienden siempre
acerca del catlogo de las verdades de fe que la fe se reserva y
de las que puede asimilar la razn; no distinguen exactamente
del mismo modo el trabajo filosfico de una fe que tiende hacia la
inteligencia y el trabajo teolgico de una fe que se define y se
sistematiza en tanto que fe; no conciben del mismo modo el funcionamiento de una razn que para los unos es la razn de una
naturaleza corrompida, mientras ha conservado su esencia a los
ojos de los otros y para ellos no es ms que la raz.n de una naturaleza herida. De donde diferencias de familia espirituales,
acerca de las cuales es vano, y tal vez imprudente, desear
que desaparezcan, porque formulan en trminos abstractos diferencias concretas y vividas entr las experiencias religiosas
que ellas traducen. De aqu tambin la unidad mucho ms profunda an que manifiestan, porque esta unidad depende de la
identidad de sus principios y de la decisin que han tomado de
una vez para todas de arraigar su pensamiento en una mism'a
fe ...
ETIENNE GILSON

(La Vie Intellectuelle

Julio-Agosto 1930).

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