Amen Tia
Amen Tia
Amen Tia
INDICE
PROLOGO
1. HORROR EN COVENTOWN Julieta P. Carrizo
2. TIC-TAC Tere Oteo Iglesias
3. 900 Tere Oteo Iglesias
4. LOS FANTASMAS NO EXISTEN Laura Morales
5. TODAS TUS MENTIRAS Kassfinol
6. INVITADOS Cintia Ana Morrow
7. EL SONIDO DE LA MUERTE Vanesa Vzquez
8. POSESIN Carmen de la Cuerda
9. EPPUR SI MUOVE Israel Santamara Canales
10. BIENVENIDA, HERMANA Laura Lpez Alfranca
11. EL LABERINTO Angy W. Mhe
12. MUERTE VIVIENTE Angy W. Mhe
13. TIEMPO Nieves H. Hidalgo
14. EL CDIGO DEWEY Nieves H. Hidalgo
15. OJO POR OJO Jos Vte. Garca
16. AGUA MANSA Leonor aez
17. EL CUERPO Leonor aez
18. LA UA Francisco Escao
19. EL NGEL MALDITO Itsy Pozuelo
20. ANGUSTIA Haizea Lpez
21. EL GEMELO IMPERFECTO Rhodea Blasn
22. DESPIERTA Misha Baker
23. SOLO UN JUEGO Misha Baker
24. LA ENAMORADA DE JOHN DAHMER Marcos Llemes
25. FASE DE NEGACIN Marcos Llemes
~HORROR EN COVENTOWN~
-Julieta P. Carrizo-
I
Delicia
La pastelera Delicia se alzaba en la esquina de las calles veintitrs y
diecisiete, justo frente a la plaza de los artesanos y en la lateral del mercado
callejero. Era un lugar de ensueo, sacado de algn libro antiguo. La vidriera
decorada con enormes tortas de distintos colores, roscas rellenas de crema,
bocados cubiertos de chocolate, panes recin horneados, pero sobre todo, la
especialidad de la casa: pasteles rellenos. La duea, una mujer regordeta de unos
cincuenta aos, llevaba toda su vida horneando masas y panes y sus manos
haban adquirido la perfeccin del oficio, todo en Delicia era como su nombre
rezaba: delicioso.
Cuando llegu al pueblo, con mi cmara en una mano y mi libreta de notas
en la otra, lo primero que me recomendaron fue visitar la pastelera. Estaba
famlico despus del largo viaje por carretera, y a pesar de encontrarme
anonadado por la irrealidad de aquel pueblo, primero quera comer algo.
Mika, la duea, me atendi con una sonrisa en el rostro, aunque pude notar
cierta incomodidad al ver que yo era extranjero. Era muy sencillo notarlo, dado que
era el nico en kilmetros a la redonda que usaba jeans, una remera polo color
verde y zapatillas blancas. El resto de los hombres vestan con sencillos
pantalones de pana y camisas a cuadros; y las mujeres, vestidos largos con
mangas de diversos colores, como cualquier grupo de campesinos de mediados
del siglo XIX. Si mi vestimenta no era suficiente indicio, las dudas acababan
cuando me bajaba de mi auto, un viejo Citron azul, que contrastaba vivamente
con las antiguas carretas tiradas por caballos.
Antes de mi viaje, como todo buen escritor, me haba documentado sobre el
pueblo, y asombrosamente aquella gente no era una comunidad amish, como
haba credo en un principio. Simplemente era un pueblo que, debido a su
aislamiento y al cierre de una carretera local, haba quedado detenido en el
tiempo, abandonado del resto del mundo y haba tenido que aprender a sobrevivir.
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Aqu tiene una joven de poco ms de veinte aos dej mi pedido sobre
la mesa. Su largo cabello rubio le enmarcaba el rostro, plido, sonrosado, con
delicadas facciones, labios carnosos y grandes ojos azules. Era la visin de un
ngel.
Gr gracias balbuce como un idiota, pensando que nunca haba visto
mujer ms bella. Ella ocult su risa con una mano y sus mejillas se encendieron
an ms
De dnde viene? pregunt intrigada.
De Portland respond dedicndole mi mejor sonrisa. Vamos!, que soy
un hombre apuesto, o por lo menos as me lo han dicho las mujeres, a qu vena
ahora eso de hacerse el idiota? A ella se le iluminaron los ojos, seguramente
imaginando lo que sera vivir all, intentando dilucidar si algn da podra salir de
aquel lugar, y pensando qu diablos haca alguien como yo en un pueblo como
ese. Soy escritor. Estoy aqu por un libro que escribo y me interes por sus
costumbres.
Sera magnfico que escribiera sobre Coventown dijo la joven con voz
afable. Tal vez as la gente volvera a venir a este lugar, la carretera se
habilitara nuevamente y saldramos de este aislamiento.
Genevive llam la duea a la dulce mesera. La muchacha asinti y sus
mejillas se tieron de rojo, al parecer haba dicho algo que no deba.
Con su permiso mascull dando media vuelta y alejndose con un
contonear de caderas. La mir hasta que desapareci detrs de una puerta.
Centr mi atencin en el plato que haba sobre la mesa: una tarta de carne
humeante junto a una taza de caf. El placer cuando prob aquel plato fue
indescriptible, en cuntos restaurantes de clase haba comido hasta ahora, sin
sentir el verdadero sabor? La delicadeza de la masa contrastando con el sabor
fuerte de la carne, bien condimentada y acompaada por unas papas fritas. Decid
que durante mi estada Delicia se convertira en mi segunda residencia.
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este lugar. Debe irse cuanto antes, es usted un buen hombre y no quisiera que le
pasara nada malo.
Iba a replicar pero ella no me dio tiempo, se volte y corri con rapidez
hasta la entrada de la casa. La puerta se cerr con estruendo dejndome algo
aturdido.
Comenc a andar pensando en Genevive. En realidad su amenaza no me
importaba, ya estaba acostumbrado a no ser bienvenido en muchos lugares, era el
hecho de no haber pasado ms tiempo con ella lo que me mortificaba. Esperaba
que su invitacin a acompaarla a su casa terminara en algo ms que en una
simple caminata, pero al parecer, me haba equivocado.
Mis pies me llevaron por el mismo camino que haba recorrido junto a la
muchacha y me encontr de nuevo frente a Delicia. El local estaba cerrado, y a
decir verdad, tan desolado como las calles mismas, que de pronto se haban
vaciado como si alguien hubiera borrado a la gente del lugar. Me acerqu a la
vidriera y mir hacia adentro, en realidad para deleitarme con la exposicin ms
que para espiar. Pero quiso el destino que viera algo ms, algo que despert mi
instinto de investigador.
Mika, la duea, acarreaba bolsas pequeas que sacaba de una heladera de
mano hacia el interior de la cocina. Las bolsas eran transparentes, manchadas de
color rojo. A su lado, un hombre alto y canoso, sacaba de otra heladera bolsitas
con un espeso lquido rojizo y las dejaba sobre una bandeja. Mika se detuvo junto
a l, le tom de la mano y se la bes. Luego tom la bandeja y entr en la cocina.
El hombre se quit el sobretodo que lo cubra y pude distinguir que llevaba un
guardapolvo blanco y un estetoscopio colgando del cuello.
La pregunta se dispar en mi cerebro, antes inclusive de que pudiera
pensarla. Qu haba en aquellas bolsas?
Al da siguiente despert en mi habitacin con la extraa sensacin de que
alguien me estaba vigilando. Me levant apresurado al darme cuenta de que haba
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Alguien me llamaba, la voz dulce de una mujer. Con la vista nublada mir
hacia la puerta y all vi a Genevive que se acercaba corriendo hacia m. Sus
brazos me envolvieron antes de desmayarme.
II
Circus Umbrae
Cuando abr los ojos me encontr con el precioso rostro de Genevive que
me miraba preocupada. Intent incorporarme, asustado, esperando que la visin
de Mika haciendo pastelitos con fetos an estuviera all, pero en cambio, me
encontr en una habitacin de color azul, con los rayos dorados del sol
adentrndose por la ventana.
Qu? murmur. Ella me apoy una mano en el hombro y me oblig
a recostarme.
Shhh tranquilo, necesita descansar dijo con su voz dulce y tranquila.
Me dio de beber agua y despus se sent junto a m. Lo he trado a mi casa,
creo que aqu se encontrar a salvo.
Qu diablos sucedi en el hospital? Quines eran esas personas?
Qu haca Mika? no pude terminar la frase, era demasiado terrible como
para decirlo en voz alta.
Le dije que lo mejor era que se fuera. En este pueblo pasan cosas muy
raras seor escritor, y no quera que usted participara en ellas. Es una buena
persona.
Dime lo que sucede aqu Genevive repliqu tomndola de los brazos.
La obligu a que me mirara y sus ojos se llenaron de lgrimas.
No somos todos iguales, no quiero que piense que soy como ellos. Las
personas como yo nos encontramos prisioneras en este lugar. No podemos irnos
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por miedo a llevar la maldicin con nosotros, y debemos quedarnos y ver como
todo esto sucede sin poder mover un dedo call y por unos minutos me
pregunt si iba a continuar. Todo comenz a principio de los aos veinte. La
carretera llevaba ms de quince aos cerrada y el pueblo se haba venido abajo
irremediablemente. Ya nadie pasaba por aqu, ni turistas, ni vendedores, ni
proveedores. La gente se encontraba totalmente aislada, as que tuvieron que
aprender a sobrevivir. Cultivaron la tierra y aprovecharon a los animales, no exista
el dinero, ya que slo se comerciaba por medio del trueque, despus de todo,
quin quera monedas si no poda comprar nada, si necesitaban cosas tan
bsicas como ropa, un caballo, una rueda? Entonces lleg un circo, si as como lo
oye, uno de esos circos ambulantes de varias carretillas que llegaron y se
apostaron a los alrededores del pueblo. La gente estaba animada, si aquel circo
haba podido llegar hasta aqu, por qu no los turistas? El pueblo se reuni en la
plaza y fue a tropel a conocer el nuevo espectculo, pero grande fue su sorpresa
cuando se encontraron con una enorme feria montada como si llevara aos en ese
lugar. Los recibi el Gran Maestre, como se haca llamar, y los condujo a travs de
la feria. All vieron puestos de tiro al arco, de tiro al blanco, pruebas de fuerza,
caza de patos, carreras de ratones; espectculos como la casa de los espejos, la
mujer barbuda, el hombre ms fuerte del mundo, contorsionistas, malabaristas,
equilibristas, payasos y hasta unas siamesas unidas por el torso. Todo fue alegra
hasta que el Maestre los llev a conocer al Divino Maestro, o el adivino del circo.
Cuentan que el hombre tena un aspecto terrorfico, que era el demonio en
persona y cuando posabas los ojos en l podas ver a las almas arder en las
llamas del infiero. El hombre hizo acercar al alcalde y le dijo que poda ofrecerle
aquello que todos queran: prosperidad. El alcalde acept, sin pensar que estaba
haciendo un pacto con el diablo, y al poco tiempo, la noticia de un circo fantstico
se extendi por todo el condado. Vinieron de los pueblos vecinos a verlo, inclusive
desde ms lejos, y Coventown volvi a ser grande y hermosa como en otros
tiempos.
Pero entonces algo terrible sucedi, los nios comenzaron a desaparecer,
los animales moran descuartizados, las plantas se marchitaban y la tierra
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tus hijos juegan en las tardes, es un animal salido del averno con sed de
sangre?.
El esqueleto desapareci detrs de una puerta y el carro se puso en
marcha nuevamente. En la siguiente estacin nos encontramos con una mujer de
mediana edad que horneaba un pastel, no me hizo falta mirar mucho ms para
reconocer la imagen: un horno enorme calentaba en una esquina y la mujer
regordeta meta a un nio en la bandeja principal y cerraba la puerta. Los gritos
ahogados y la risa macabra de la anciana hicieron que Genevive comenzara a
sollozar. El carro sigui y las imgenes tambin: una muchacha joven con las
manos cubiertas de sangre, rodeada de cadveres, con objetos volando a su
alrededor; un nio de unos cuatro aos cubierto de barro sala de una tumba junto
a otros ms; un perro grande, como un lobo, rasgaba la carne de su vctima; un
hombre con un hacha que descuartizaba a una familia entera; un grupo de
muertos vivientes que azotaba un pueblo; una mujer fantasmagrica aterrorizaba a
un nio. Las imgenes eran tan reales que por un momento dud de si aquellos
muecos no eran en verdad personas, o si por lo menos, un alma maligna les
daba vida propia.
Nos adentramos en la oscuridad. Al final se vea una luz rojiza que se iba
haciendo cada vez ms fuerte. El carro se detuvo cuando estuvimos frente a la
ltima estacin: un cuarto rojo adornado con juguetes para nios: pelotas inflables,
ositos de peluche, muecas de trapo, soldaditos con vida propia, bailarinas en
cajas de cristal. La msica de circo comenz a sonar en los parlantes y entonces
una enorme caja que haba en medio se abri con un estrepito. Primero sali la
cabeza, pero no fue hasta que vi la totalidad que no sent el verdadero terror.
III
Payaso`s Inferno
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No se preocupe, ella estar bien. Ver, la dulce Genevive fue una de las
primeras en volverse loca cuando el pueblo se contamin. Un da estaba baando
a su hijo cuando algo en su cabeza hizo click y el mundo cambi. Ella vio todo
tal cual era, las almas de los condenados, los demonios que vagaban por la tierra,
la maldad en su estado ms puro. Entonces enloqueci, su hijo no poda vivir en
un mundo donde la hediondez de la humanidad rezuma a travs de cada roca, de
cada ser viviente. Lo ahog en la baera y despus lo enterr en el jardn.
No, eso no negu dando un paso hacia atrs.
Hace demasiado tiempo que nadie viene a este pueblo. Ellos no
recuerdan, estn condenados a vivir sus historias una y otra vez. Un da
despiertan y la han olvidado, y entonces llevan una vida normal, hasta que por
algn lado la locura se desata y todos terminan igual: muertos. Es el precio que
eligieron pagar por su codicia, qu precio ests dispuesto a pagar t?
Mir hacia atrs, calculando los pasos que faltaban para llegar a los reles y
as poder huir de aquel siniestro personaje. Pero entonces un grito desgarrador
lleg desde la oscuridad, all donde Genevive haba desparecido. Me llamaba
desesperada, peda mi ayuda. Sin pensarlo le di un fuerte empujn al payaso y
corr hacia la abertura.
Al entrar la oscuridad me envolvi por completo y sent que el piso
desapareca bajo mis pies. Una carcajada diablica me acompa mientras caa,
esperando estrellarme y sentir crujir los huesos de mi cuerpo. Vi una fuerte luz roja
ascender desde abajo y alcanzarme, abrazndome con el calor del fuego.
Grit.
Despert mareado, atontado y adolorido. Me incorpor despacio, esperando
encontrarme con alguna herida, pero estaba en perfecto estado. Mir a mi
alrededor y vi que estaba en una habitacin con las ventanas tapiadas. La nica
luz provena de los rayos anaranjados que ingresaban entre las rendijas de las
tablas y los agujeros que haban hecho los roedores. En la habitacin haba varios
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bancos diseminados sin ton ni son, papeles abarrotando el piso, y en una pared un
enorme pizarrn. No me cost mucho darme cuenta de que estaba en una
escuela. Cmo haba llegado all?
Sal del aula y me encontr con un largo pasillo en penumbras.
Genevive! grit. No saba lo que aquel payaso quera de nosotros,
pero no crea nada de lo que me haba dicho de la muchacha. Haba jugado con la
prdida de su hijo para atraparla, y no me ira hasta encontrarla.
Recorr el pasillo despacio, esperando que mis ojos se acostumbraran a las
sombras y figuras que haba ante m. Entonces sent el ruido de un motor, una
muchedumbre que gritaba, aullidos lejanos, llantos desgarradores.
() tomaron las armas, mataron a la mitad de los locos y a la otra la
encerraron en la antigua escuela.
Las palabras que Genevive me haba dicho aquella maana resonaron en
mis odos justo en el momento en que la multitud comenzaba a aparecer.
Hombres, mujeres, nios, bebs, animales. Todos ellos, todos los locos, todos los
malditos, empezaron a salir de las distintas habitaciones. Apenas cadveres, casi
nada de humanos, con los ojos sumidos en locura y la mirada perdida, vidos de
sangre. All entre ellos vi esos ojos amarillos con las pequeas pupilas, la boca
retorcida, la nariz roja, el cabello de fuego.
Me volte y corr en direccin opuesta hasta toparme con una puerta. Entr
al despacho y cerr detrs de m mientras escuchaba la voz del payaso que se
elevaba de entre las voces de los condenados.
Qu es lo que quiere, seor escritor? Qu est dispuesto a dar?
Me acurruqu debajo del armario y me tap los odos para no escuchar
nada ms. Los minutos pasaron y sent que la multitud llegaba a la puerta y
comenzaba a aporrearla. Ya nada me quedaba, ya no tena tiempo. En un intento
desesperado saqu mi libreta y me puse a escribir.
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IV
Un Pacto
Aqu estoy, atrapado, con una horda de muertos vivientes, de locos
campesinos, esperando para abrir la puerta y deshacerse de m. Es curioso que
en este momento piense qu ser de Genevive, despus de todo es una
muchacha que apenas conoc unas horas.
La puerta se abre de un tirn y siento que alguien me toma de la chaqueta y
me arrastra hacia afuera. Tengo los ojos cerrados, no necesito ver cmo llegar la
muerte, pues ya s que est cerca. Los siento a mi alrededor, los huelo, los
escucho. Pasos, jadeos, ruidos de huesos, algn grito ahogado.
No temas es la voz de ella la que me hace sobresaltar y abro los ojos.
All est Genevive, acuclillada junto a m con una sonrisa en el rostro. No entiendo
cmo puede estar as cuando se encuentra rodeada de aquellos seres. A ella
parece no importarle. Ven, levntate me da la mano y me ayuda a ponerme
de pie. Ahora lo s, ahora lo entiendo. Lamento haberme enterado de esta
forma, lamento haberte involucrado en todo esto, pero en el pueblo olvidamos lo
que somos, lo que hicimos, y eso nos hace sufrir. Ahora tengo a mi hijo conmigo, y
mientras estemos todos aqu, nos encargaremos de que lo maligno que hay en
este pueblo no salga. T lo has visto, sabes lo que significa, verdad?
No quera creer. Me parece una locura a esta edad creer que el infierno
es algo real, que la maldad es tan palpable como yo respondo mirndola
fijamente. Tampoco quiero creer que ella lleva casi cien aos encerrada all,
reviviendo su historia. Es un fantasma? No, demasiado real.
Qu es lo que ms deseas? Acaso no viniste aqu a buscar una
historia? Creo que la has encontrado, simplemente debes decirme si ests
dispuesto a pagar el precio.
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Qu precio?
Creo que lo sabes, no hace falta que te diga quin es l Genevive
seala al payaso que espera pacientemente en un rincn. De pronto lo veo, una
ilusin de cmo ser mi vida, mi triunfo literario, mis libros convertidos en bestsellers, las pelculas
Es muy sencillo, slo debes aceptar y este lugar estar abierto a ti para
que lo uses. Toda la sabidura, todas las historias, todo lo que nadie nunca
imagin ser para ti, para que puedas escribirlo.
Es demasiado tentador. Cmo decir que no? Cmo negarme a aquello
que he venido a buscar?
Podrs escribir sobre lo que quieras, sobre todo lo que has visto aqu,
sobre todo lo que vers cuando no sepas por donde continuar. La puerta estar
abierta para ti, pero nunca nombres este lugar.
Asiento en silencio y Genevive sonre.
Ah, y una cosa ms. Utiliza tu verdadero nombre para escribir, es con el
que te hars famoso la miro incrdulo y ella me acaricia la mejilla. Vamos,
dilo, di tu nombre en voz alta. Quiero escucharlo de ti.
Mi nombre es vacilo, tomo aire y levanto la barbilla. Stephen King.
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~TIC - TAC~
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~900~
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-Laura Morales-
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Noche del 31 de octubre. Tantas leyendas hablan de esa noche infernal que
ya no sabrs qu creer.
Rocky, Mara, Rei, Paul y Louis, tras mucho tiempo planeando, acabaron de
decidir que se reuniran en el cementerio de Asborith. Estaban dispuestos a pasar
la noche all con sus cmaras de vdeo. Estos amantes del cine queran preparar
un corto para el concurso del 3 Festival de Verano de Roche. Ya haban
participado en los anteriores y no haban tenido suerte. Si le gustaba al jurado y
ganaban, conseguiran una beca cada uno en la mejor escuela de cine del pas:
Triple M.
Vamos chicos, en media hora darn las doce y quiero estar all ya se
quej Rocky.
La chica mont en el todoterreno, en el asiento del conductor, mientras que
sus amigos terminaban de guardar sus cmaras y petates en el maletero del
vehculo.
El camino al cementerio fue bastante raro. Haba mucha tensin entre ellos.
Cuando llegaron a la alta verja de hierro oxidado del camposanto, Rocky
haba puesto el freno de mano, pero se qued unos segundos mirando el volante.
Ninguno de sus amigos dijo nada. Ni siquiera se movieron de sus asientos.
Louis, el ms gallito de los cinco, abri primero la puerta y sali. Finalmente
los dems le siguieron. Sacaron sus linternas y faroles, las mochilas con las
cmaras, los vestuarios y maquillaje, la mquina de niebla y toda la parafernalia
que iban a usar en su vdeo.
Queran demostrar que el miedo tan solo era producto de nuestra mente.
Paul se acerc a la verja, que para su sorpresa, no tena ningn candado,
por lo que no tuvo que usar la cizalla para romper las cadenas o lo que hiciese
falta.
Se adentraron en el oscuro cementerio. Sus linternas alumbraban hacia
todas partes, vigilando no encontrarse con los sepultureros o algn animal
desagradable. Por suerte, estaban solos.
Mara y Rocky iban escoltadas entre los chicos, Rei y Paul iban delante y
Louis detrs.
Llevaban tiempo soando con ese momento, pero ahora estaban muy
asustados.
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La luna, que estaba escondida entre las nubes, hizo acto de presencia,
iluminndoles el camino.
Tened cuidado, no pisoteis ninguna tumba advirti Mara.
Por qu? pregunt Rei, curioso.
No sabis que si pisis una tumba, el espritu del muerto te atrapar y
morirs? sus amigos se asustaron. En serio no conocais esa leyenda?
sus amigos negaron. Yo no pienso comprobar si es cierta o no, as que vosotros
veris.
Los cinco vigilaron cada uno de sus pasos. En ms de una ocasin a punto
estuvieron de pisar alguna lpida del suelo.
Llegaron a un pequeo claro, cercano a un mausoleo hecho con mrmol
blanco. Aquel sera el lugar donde montaran el campamento.
Mientras los chicos preparaban las cmaras y la mquina de niebla, Rocky
y Mara se cambiaban de ropa. Mara hara de espritu perdido y Rocky sera la
protagonista. sta maquill a su amiga como un autntico espectro: piel
blanquecina, ojos con lentillas blancas, ojeras, el pelo rubio despeinado, ropa
desgarrada y cubierta de sangre.
Una vez termin con ella, fue su turno, Mara la maquill y pein su pelo
castao.
Despus decidieron gastar una broma a los chicos.
Mara se escondi entre unas tumbas cercanas y con la cabeza ladeada se
acerc a ellos, con un rugido gutural, que le sali realmente bien.
Los chicos se encogieron del susto y corrieron hasta el mausoleo, donde
Rocky se mora de la risa.
Paul, al descubrir que era todo una broma de las chicas se enfad mucho,
pero en cuanto recibi un beso en la mejilla de Rocky, la chica de la que estaba
secretamente enamorado, el cabreo desapareci.
Dios santo! Rocky, parece un fantasma de verdad!dijo Louis,
observando de cerca el rostro de Mara, que sonrea, mostrando una dentadura
postiza un tanto asquerosa Este corto va a ser la caa! Eso si, no quiero que
sea como las pelis esas de los que graban con sus cmaras todo, como si una
bruja les persiguiese.
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Paul! Eres un idiota! Dijo Mara a la vez que le propinaba una colleja
Vaya susto!
Ay! Joln, estabais tan serios que mi cuerpo me lo peda je je je.
Dejaos de tonteras respondi Rocky Rei, prosigue por favor.
Gracias. Espritus! Queremos hablar con vosotros. Hay alguien ah?
Esta vez el vaso comenz a moverse. Todos abrieron los ojos muy
asombrados y siguieron los movimientos del vaso.
S...I S, vale, sigamos. Eres hombre o mujer?
El vaso volvi a moverse.
H...OMBRE Hombre. Vale. Eres algn familiar nuestro?
Nuevamente, el vaso se movi.
NO No. Quieres preguntarnos algo?
VAMOSAJUGAR Vamos a jugar? A qu?
MUERTE Muerte? Vamos a matar animales? Un
sacrificio!
El vaso comenz a moverse solo, ninguno de ellos tena el dedo puesto. El
espritu pareca enfadado.
Dinos tu nombre! grit Esther.
LUCIFER
Todos, asustados, apartaron las manos del vaso y la ouija, ponindose en
pie, excepto Louis.
Pero qu idiotas! Os lo habis credo! Habl Louis, ponindose
tambin en pie y carcajendose como nunca lo haba hecho Qu crdulos!
Has sido t? quiso saber Mara. El chico asinti sin dejar de rerse.
Pedazo de anormal! Vaya susto nos has dado! Rei le golpe en el
brazo, sin que Louis pudiera dejar de rer.
De pronto el vaso estall en mil pedazos. Los jvenes, incluido el bromista,
se asustaron tanto que se abrazaron unos a otros y miraron a todas partes. En el
exterior del cementerio se form una espesa niebla, y una gelidez insoportable
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Corri mirando hacia atrs unos segundos. Estaba tan metida en su papel
que tropez con una lpida.
Corten! grit Rei. Descansemos, ahora hay que maquillar a Paul. Y
Mara, ahora es cuando atrapas a Rocky le orient el chico a la muchacha.
Tras un rato de descanso, las dos chicas maquillaban a Paul, para
convertirle en otro espectro mientras, Rei y Louis preparaban otra cinta para
grabar.
Poco despus continuaron con el rodaje donde lo haban dejado. Rocky
repiti la carrera, tropezando nuevamente con otra tumba y cay al suelo.
Al levantar la vista, se encontr con Mara, que la miraba fijamente.
Rocky grit y llam a Paul. La chica era buena actriz y consigui levantarse
mientras luchaba por contener las lgrimas ficticias, sin ser consciente de que sus
rodillas estaban magulladas.
Entonces Paul, convertido en fantasma apareci tras el cuerpo de Mara.
Me llamabas? dijo l, con voz gutural.
Rocky se llev las manos a la boca, para ahogar un grito.
T...ella no pudo articular palabra, por el miedo fingido.
S, soy uno de ellos. Y te quiero a mi lado. Para siempre.
Mara se haba escondido fuera del plano y se haba situado tras su amiga,
que no se haba percatado y la asust de verdad al rozar su cuello con sus manos.
Corten!grit Louis esta vez. A ver, Mara, ahora haremos un plano a
cmara lenta, como si le partieras el cuello a Rocky. Ya aadiremos el sonido y
vuestras voces. Accin!
Mara hizo lo que Louis le haba ordenado y su amiga cay al suelo con
brusquedad, golpendose en la frente con una piedra escondida bajo la niebla.
La chica se quej y se llev las manos a la frente. Cortaron de inmediato la
grabacin al ver que se haba hecho una buena brecha.
Paul, aun disfrazado de fantasma, corri en busca del botiqun. Sac
alcohol y una gasa y le cur la herida, mientras le miraba a los ojos. La muchacha
apart la mirada, sonriente.
Chicos, qu hora es? pregunt Louis.
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Los ojos de Mara, que eran de un azul cielo, se pusieron negros y tras unos
segundos, se tornaron blanquecinos. Entonces notaron cmo dejaba de resistirse
y cay al suelo, inerte, con la cara desencajada de terror.
Aquel espectro haba cumplido su misin, anclar su alma al camposanto.
Ya solo quedaban los tres muchachos.
Rei quera salir de all inmediatamente por lo que se dirigi a las cmaras,
para recoger las cintas y salir disparado de all, pero se vieron rodeados de almas
en pena, seres semitransparentes y con rostros espantosos, trozos de carne
colgando, mostrando sus huesudas mandbulas, con las cuencas de los ojos
vacas y cuerpos esquelticos.
Paul se acerc al mausoleo e intent forzar la puerta. Estaba tan asustado
que no saba, que al entrar, jams volvera a salir.
Tras unos minutos la puerta cedi y se adentr en el lugar, en cuyo interior
haba una gran tumba de mrmol.
Rei y Louis haban visto a su amigo entrar y corrieron tras l. Una vez
dentro, la puerta se cerr sola, con un fuerte estruendo.
Los gritos de auxilio y terror de los amigos fueron amortiguados por el aullar
de los lobos.
contra las lpidas, mientras que a los muchachos los encontramos dentro del
mausoleo. La puerta posiblemente se cerrara y murieron asfixiados.
Hay leyendas sobre ese cementerio. Dicen que los espritus moran sin
hacer dao a nadie, y que cada 31 de octubre, a partir de las doce, el Diablo sale
de su escondite y da vida a esos espectros. Usted qu cree?
El miedo puede jugarte malas pasadas As que vigila por dnde vas
advirti el guardia.
Los ojos del agente se volvieron completamente negros.
O al menos eso es lo que el periodista crey ver
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-Kassfinol-
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aires de satisfaccin.
Cmo sabes t que tengo una doble vida? Tienes pruebas de eso?
al pronunciar las preguntas Tania se dio cuenta que estaba aceptando las
insinuaciones de Santiago. Desafortunadamente no se le haca fcil intentar
soltarse y mantener su mentira inteligentemente. Su ira se increment y le dijo en
susurros llenos de irona. Eres un gran hijo de puta, un metido Por qu mejor
no te buscas una mujer? Te doy un consejo enfoca tu vida en la tuya y deja de
meterte en la de los dems... Acaso te gusta Renzo? Qudatelo, pero djame
en paz!
Santiago muy sonriente se arrodill para tenerla cerca. Ella no saba lo que
le esperaba, l estaba realmente excitado por toda la situacin. Si Tania pudiera
verlo, se dara cuenta que la ereccin de Santiago era prominente.
No hago, ni har eso que me pides, porque sinceramente a m me gusta
esto el susurro de Santiago fue acompaado por el profundo corte que le hizo a
Tania, con una afilada daga, entre la rodilla y su tobillo, recorriendo as todo el
muslo haciendo que la sangre se desbordara alrededor del cuerpo de una Tania
petrificada por el dolor. Los gritos de la increble sensacin dolorosa retumbaron
por todo el lugar.
Eso si as es que me gusta vamos grita mucho ms Vamos
grita ms fuerte! dijo Santiago mientras hunda de nuevo el arma cortante a lo
largo del vientre de una Tania agonizante.
Los espasmos de su cuerpo se vean notoriamente, estaba claro que la
prdida de sangre y el fro de la habitacin no era una buena combinacin.
Auxilio que alguien me ayude dijo Tania movindose en su propia
sangre.
Santiago la abraz para poder quitarle la venda que cubra sus ojos.
Mrame, quiero que sepas quin realmente soy soy el asesino. Ese del
que hablbamos hace unos das nadie se ha dado cuenta de quin en realidad
soy debes estar contenta de enterarte pues la verdad siempre trae felicidad
o no es as?
Sultame, te lo suplico las lgrimas de Tania empezaron a correr por su
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~Invitados~
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Hoy sal de la habitacin. Agarr la bolsa y camin por los pasillos, baj las
escaleras, llegu a la puerta principal. El espacio vaco era ms grande desde
abajo, y no se vea el cementerio. Camin por la tierra, entre los camiones, y vi las
marcas que dejan los gatos. Llegu a la casucha y golpe la puerta de chapa. El
seor me abri. Al fin, dijo y me estir la mano.
Le di la bolsa y me hizo seas de que entrara. Nos paramos junto a una
ventana que tena la casucha, era mucho ms chica que la ma, la de la
habitacin. Miramos juntos hacia el cementerio. Son ciento diecinueve rboles,
me coment. Y vimos como los gatos empezaban a salir de las tumbas.
***
Llevo unas semanas viviendo en la casucha con el seor. No s qu
pensarn de m los del hotel porque aunque los primeros das me sonaba el
telfono todo el tiempo, despus ya no son ms. A veces cuento las ventanas
hasta dar con la que es mi habitacin, creo ver mis cosas y a la gente de la
limpieza.
El seor prepara t todo el tiempo. Tiene una estufa a gas donde calienta el
agua, tambin hace arroz y sopas. No s si come eso porque no tiene dientes, o
es al revs. De cualquier manera, su dieta tambin me est afectando a m porque
los pantalones me empiezan a quedar holgados y siento los dientes flojos. Me los
toco con la lengua constantemente mientras l revuelve el arroz. Tengo ganas de
gritarle: Quiero carne!, pero s que no me contestara.
Un da me habl, me cont sobre los gatos. Me dijo: Ven que te cuento
una historia, y empez.
Una vez haba un gato salvaje que vena viajando desde lejos. Se le hizo
de noche mientras cruzaba un monte y, como no saba bien dnde estaba, se
qued a dormir ah. Por la maana vio que estaba cerca de un pueblo. Entonces le
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dio curiosidad y se acerc, observ a la gente, olfate sus ollas y recibi caricias.
Se qued a vivir all, en la comodidad.
Pero su espritu salvaje lo traicion, no pudo entender que el gato dejara
de cazar, que no araara cuando los nios tiraban de sus bigotes, que no le
mostrara los dientes ni a los ratones. Y una noche, mientras dorma, lo atrap en
un sueo turbulento.
El gato se sacuda con los ojos cerrados, sin poder despertarse. Mova la
cola que se acercaba peligrosamente a la chimenea. Se le prendi fuego. Corri
por la casa y por el pueblo intentando apagarla, sin darse cuenta que a su camino
iba incendiando todo lo que tocaba. El pueblo era de caas, as que se quem y,
puesto que era muy tarde y todos dorman, tambin se quemaron sus habitantes.
El gato aull de pena cuando vio lo que haba hecho. Y no volvi a
moverse, se muri sentado sobre las cenizas del pueblo que lo haba acogido. Los
seres humanos hicieron un cementerio en ese lugar y nunca ms recibieron gatos
en sus casas. En cambio, los gatos salvajes del mundo vienen al cementerio cada
da. Bajan a las tumbas a lamerle la cara a los muertos con la esperanza de
despertarlos.
Lo mir cuando termin de contar la historia. Eso es absurdo, le dije.
Pero no le interes demasiado mi respuesta. Se puso a comer arroz. Pens en
aquella vez en que me mand un gato a la habitacin, en una bolsa. De repente
no entenda nada. Me desesper. Por qu me mand un gato?, le pregunt
casi gritando.
Al principio pens que no me hablaba porque no era conversador. Y
despus me fui dando cuenta que, en realidad, me usa de oyente. No tiene
conversaciones conmigo, son monlogos. No me responde las preguntas que
hago. Le pregunt lo del gato en la bolsa muchas veces, tambin lo del arroz.
Nada. Un da lo sacud, tomndolo violentamente de los hombros. Pero me mir
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como si no me viera. Sonri su sonrisa sin dientes y tuve que soltarlo. Es como un
nio este seor.
Algunas noches dormimos, cuando hay pocos gatos. Porque al seor le
gusta mirar a los gatos por la ventana, no s si los aprecia o, simplemente, los
controla. Y los camiones aparecen y desaparecen sin que yo vea a nadie que los
maneje. Esto es todo muy raro.
Hoy no me pude acordar por qu vine hasta ac. Miro la ventana de mi
habitacin con un poco de nostalgia ahora. Tengo ganas de decirle al seor que lo
abandono, con sus gatos y su arroz. Con mis preguntas y sus respuestas que no
existen.
Me arm de coraje y volv a la habitacin de hotel. No dije nada, solo me
alej cuando el seor de la casucha sali con las bolsas, a buscar a los gatos.
Atraves la puerta giratoria y el hombre de la recepcin estir el cuello como para
preguntarme algo. Yo saqu de mi bolsillo la llave magntica y se la mostr,
ofendido por su desconfianza. Tom el ascensor y camin por los pasillos.
La habitacin estaba igual. Lo primero que hice fue ir al bao, me quera ver
en el espejo. Me encontr flaco, peludo y de tonalidad griscea. Una inusual
cantidad de champs y jabones se acumulaban en hilera al costado de las
canillas. Como si la gente de la limpieza los hubiera seguido poniendo da tras da.
Pero nadie los us.
Tena 422 correos electrnicos que no abr. Fui hasta la ventana para mirar
de nuevo al espacio vaco y a los camiones. No encontr la casucha, me di cuenta
de que ya no me era tan fcil orientarme desde ac arriba. Un camin me vio y me
pareci que se esconda detrs de los otros. Fue yendo marcha atrs, lentamente,
hasta quedar tapado. Detrs de los camiones, volv a ver el cementerio. No haba
nada ms.
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Estoy pensando que todo esto parece una locura. Ahora que estoy limpio,
afeitado y que hace das que solo como carne, me entr la duda de lo que estuve
contando. El terreno vaco, los camiones y la casucha (s, la volv a encontrar) me
parecen tan lejanos desde la habitacin.
Hoy vi al seor, parado junto a los camiones. Mir hacia donde estaba yo,
pero no salud con la mano ni hizo seas. No hay nada que me indique si lo que
cont fue cierto. Desde que volv a la habitacin no s si alguna vez fui hasta esa
casucha o no. Y cmo explico lo de los champs y los jabones? Ojal me hubiera
quedado esa maldita bolsa, me indicara que no estuve alucinando.
Estoy mirando el cementerio por la ventana. Ya cont los rboles dos
veces, y s, son ciento diecinueve. Voy a esperar a que se haga de noche, para
ver a los gatos saliendo de entre las tumbas. Tiene que ser verdad.
No s qu es lo que veo por la ventana del hotel. Al principio pensaba que
iba a haber casas, puertas, autos. Pero solo hay un espacio vaco y luego los
rboles esos que forman un bosque. Un bosque! Es que es inslito. No lo puedo
creer.
Ah mir bien el bosque. No es un bosque, es un cementerio. Pero, en
medio de las tumbas y los sarcfagos, hay rboles. Me pregunto si las races le
hacen algo a los muertos ah enterrados. Se deben estar metiendo en los cajones,
abriendo las tapas.
El espacio vaco sigue vaco. Pero ahora hay unos camiones y ayer, cuando
se pona el sol, distingu una casita de chapas. Hasta me parece ver gente.
El hombre que est en la puerta de la casucha me estaba mirando. No s
cmo puede verme si estoy detrs de estos vidrios oscuros. Se qued ah parado
mirndome y despus se meti dentro de la casa. Bueno, lo que se dice una casa,
no es Es un cuadrado de chapas, no puede tener ms de dos metros de alto.
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***
Llevo unas semanas viviendo en la casucha con el seor. No s qu
pensarn de m los del hotel porque aunque los primeros das me sonaba el
telfono todo el tiempo, despus ya no son ms. A veces cuento las ventanas
hasta dar con la que es mi habitacin, creo ver mis cosas y a la gente de la
limpieza.
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El seor prepara t todo el tiempo. Tiene una estufa a gas donde calienta el
agua, tambin hace arroz y sopas. No s si come eso porque no tiene dientes, o
es al revs. De cualquier manera, su dieta tambin me est afectando a m porque
los pantalones me empiezan a quedar holgados y siento los dientes flojos. Me los
toco con la lengua constantemente mientras l revuelve el arroz. Tengo ganas de
gritarle: Quiero carne!, pero s que no me contestara.
Un da me habl, me cont sobre los gatos. Me dijo: Ven que te cuento
una historia, y empez.
Una vez haba un gato salvaje que vena viajando desde lejos. Se le hizo
de noche mientras cruzaba un monte y, como no saba bien dnde estaba, se
qued a dormir ah. Por la maana vio que estaba cerca de un pueblo. Entonces le
dio curiosidad y se acerc, observ a la gente, olfate sus ollas y recibi caricias.
Se qued a vivir all, en la comodidad.
Pero su espritu salvaje lo traicion, no pudo entender que el gato dejara
de cazar, que no araara cuando los nios tiraban de sus bigotes, que no le
mostrara los dientes ni a los ratones. Y una noche, mientras dorma, lo atrap en
un sueo turbulento.
El gato se sacuda con los ojos cerrados, sin poder despertarse. Mova la
cola que se acercaba peligrosamente a la chimenea. Se le prendi fuego. Corri
por la casa y por el pueblo intentando apagarla, sin darse cuenta que a su camino
iba incendiando todo lo que tocaba. El pueblo era de caas, as que se quem y,
puesto que era muy tarde y todos dorman, tambin se quemaron sus habitantes.
El gato aull de pena cuando vio lo que haba hecho. Y no volvi a
moverse, se muri sentado sobre las cenizas del pueblo que lo haba acogido. Los
seres humanos hicieron un cementerio en ese lugar y nunca ms recibieron gatos
en sus casas. En cambio, los gatos salvajes del mundo vienen al cementerio cada
da. Bajan a las tumbas a lamerle la cara a los muertos con la esperanza de
despertarlos.
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canillas. Como si la gente de la limpieza los hubiera seguido poniendo da tras da.
Pero nadie los us.
Tena 422 correos electrnicos que no abr. Fui hasta la ventana para mirar
de nuevo al espacio vaco y a los camiones. No encontr la casucha, me di cuenta
de que ya no me era tan fcil orientarme desde ac arriba. Un camin me vio y me
pareci que se esconda detrs de los otros. Fue yendo marcha atrs, lentamente,
hasta quedar tapado. Detrs de los camiones, volv a ver el cementerio. No haba
nada ms.
Estoy pensando que todo esto parece una locura. Ahora que estoy limpio,
afeitado y que hace das que solo como carne, me entr la duda de lo que estuve
contando. El terreno vaco, los camiones y la casucha (s, la volv a encontrar) me
parecen tan lejanos desde la habitacin.
Hoy vi al seor, parado junto a los camiones. Mir hacia donde estaba yo,
pero no salud con la mano ni hizo seas. No hay nada que me indique si lo que
cont fue cierto. Desde que volv a la habitacin no s si alguna vez fui hasta esa
casucha o no. Y cmo explico lo de los champs y los jabones? Ojal me hubiera
quedado esa maldita bolsa, me indicara que no estuve alucinando.
Estoy mirando el cementerio por la ventana. Ya cont los rboles dos
veces, y s, son ciento diecinueve. Voy a esperar a que se haga de noche, para
ver a los gatos saliendo de entre las tumbas. Tiene que ser verdad.
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-Vanesa Vzquez-
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Lo ltimo que vio fue la sonrisa siniestra y los ojos apagados y sin vida de la
mujer cubierta de velos negros que se abalanz sobre l.
Los gritos de ambos se escucharon durante segundos, antes de que el
silencio imperase en la casa.
Un silencio que sonaba a muerte.
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~Posesin~
Carmen de la Cuerda
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23 de octubre de 1966
Hoy me ha sucedido algo extrao y aterrador. Volva a casa en el autobs
y, de pronto, he visto reflejada en el cristal de la ventanilla a una mujer que se
diriga hacia m, abrindose paso entre la gente con una ansiedad desesperada.
Me he vuelto hacia ella asustada, pero haba desaparecido.
Ms tarde he vuelto a verla en varias ocasiones. Unas veces, a travs del
cristal de los escaparates, otras por el rabillo del ojo, pero jams he conseguido
verla de frente.
Qu me est pasando? Dios mo, aydame. No puedo hablar de esto con
nadie, porque si yo misma creo que me estoy volviendo loca, qu pueden pensar
los dems?
24 de octubre de 1966
Esa mujer siniestra no se ha separado de m. Vaya a donde vaya, siempre
est conmigo y aunque no la vea, siento su presencia a mi lado. Su calor
abrasador humedece mis mejillas y su olor nauseabundo me envuelve
constantemente.
25 de octubre de 1966
Ahora estoy segura de que no he imaginado nada. Esta maana, mientras
me peinaba, he visto el reflejo de esa mujer junto al mo en el espejo. He podido
observar claramente cada una de las arrugas que surcaban su rostro, las venitas
azules que recorran sus prpados y la mancha negruzca de su pmulo derecho.
Pero lo que me ha horrorizado ha sido el profundo odio de su mirada y esa sonrisa
que me ha recordado a un lobo hambriento.
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He quitado todos los espejos pues no soporto volver a verla de nuevo. Sin
embargo, no puedo dejar de pensar en ella. Por qu me ha elegido a m? Qu
es lo que quiere?
10 de noviembre de 1966
He sido incapaz de volver a escribir hasta ahora. Ha sucedido algo tan
espantoso que no creo poder explicarlo con palabras. Pero debo dejar constancia
de lo que ha pasado aunque las entraas se me retuercen de angustia.
Hace unos das volv a mirarme en un espejo y contempl aterrorizada
como la imagen de esa mujer se funda con la ma hasta ser slo una, y sent que
penetraba en mi cuerpo. Ahora est dentro de m e intenta apoderarse de mi
voluntad. Continuamente me susurra cosas malvadas y obscenas. Trata de
convencerme para que haga lo que ella quiere, pero eso no va a suceder. Mi
espritu tiene que prevalecer.
20 de noviembre de 1966
Dios, por qu no has querido ayudarme? Yo nunca haba hecho dao a
nadie. Pero ella, esa mujer oscura, me ha posedo completamente. Cmo ha
podido hacerlo? Estaba paseando por el parque y de pronto ha comenzado a
controlar mis brazos y mis piernas, los mova a su antojo sin que yo pudiera hacer
nada por impedirlo. Ha hecho que me acercara a un nio que jugaba solo
haciendo dibujos con una tiza sobre el camino de pizarra. Mi mano ha cogido una
piedra redonda y lisa y, ese demonio que llevo dentro, ha comenzado a golpear la
cabecita del pequeo hasta que la sangre me ha salpicado la cara, el cuello y las
manos. Entonces he recuperado el control y tirando la piedra, he huido de all,
limpindome como he podido con la chaqueta.
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A pesar de que estaba horrorizada por lo que haba pasado, pens que
haba sido una suerte que me hubiera puesto ese vestido negro que lograba
disimular la sangre. Una suerte o ha sido ella la que me ha inducido a vestir as?
22 de noviembre de 1966
Ha vuelto a suceder. Esta noche, me he escondido entre los arbolillos que
crecen junto al portal y cuando ha aparecido esa vecina que siempre me mira con
desprecio, me he abalanzado sobre ella y le he rajado la cara. He sentido la
cuchilla abrindose paso a travs de la carne, arriba y abajo, a lo largo de todo su
rostro, pero s que no he sido yo porque ni siquiera he notado los golpes que me
daba para desembarazarse de m. Por fin, he tirado la cuchilla y he escapado,
escondindome entre las sombras.
Al llegar a casa, me han acometido unas nauseas incontenibles y he
vomitado hasta que me he sentido completamente vaca. Por qu Dios permite
que me suceda todo esto?
28 de noviembre de 1966
Por fin todo va a terminar. No puedo dejar que el monstruo que habita
dentro de m vuelva a actuar. No despus de lo que ha sucedido hoy.
He salido a pasear creyendo que mi espritu haba logrado vencer, pues
desde la ltima vez que escrib, me he sentido totalmente libre. Sin embargo, sin
saber por qu, he cogido un aguja de tejer y, al acercarme a un anciano que
reposaba en un banco, la he sacado y se la he clavado en el cuello. Y mientras
contemplaba fascinada la sangre deslizndose por su garganta, he comprendido
que jams llegara a ser libre. Por eso, he cogido el cuchillo de la cocina y me he
abierto el vientre para obligarla a salir, para que se enfrente a m cara a cara.
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2 de diciembre de 1966
He despertado en un lugar extrao y por un momento he pensado que
haba sido un sueo, pero en seguida me he dado cuenta de que todo era real
pues, al moverme, he notado el tirn de los bordes de la herida de mi vientre. Y
tambin he sentido las ataduras que me cean las muecas y tobillos.
Algo despus ha venido una enfermera y me ha soltado para que pudiera
comer y me ha proporcionado papel y lpiz para poder continuar mi narracin.
5 de diciembre de 1966
Hoy me han quitado las ligaduras y han dejado de darme calmantes. Por
fin, estoy completamente despierta y me siento feliz porque ha desaparecido todo
rastro de la mujer oscura. Ya soy libre de nuevo.
8 de diciembre de 1966
sta es la ltima vez que voy a escribir en mi diario. Despus de desayunar,
he pedido un espejo para arreglarme un poco el pelo. La enfermera me ha trado
un espejo pequeo, con un desconchn en la parte de arriba, y lo ha colocado en
la bandeja donde me sirve la comida para que pudiera verme bien. Slo he visto
reflejada mi cara. Un rostro surcado de arrugas, con finas venas azules en torno a
los ojos y con una mancha negruzca en el pmulo derecho.
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~Eppur si muove~
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Putas. Todas putas. Sin excepcin. Absolutamente todas y cada una de las
mujeres que posan sus pies sobre la superficie de este maldito mundo son unas
autnticas zorras, y ninguna de ellas merece ser salvada de esta generalizacin
tan banal y sin lugar a dudas reaccionaria. Ella tena diecinueve aos y era
estudiante de Medicina, alumna ma, para ms seas, a la que imparta como si se
tratase de una ms mis clases de Bioestadstica. Una tarde de mediados de
noviembre coincid con la chica en la cafetera de la Facultad. Por casualidad, por
uno de esos azares del destino, pueden llamarlo como prefieran. De manera
inconsciente le pregunt si estaba o no contenta con la carrera, cuestin que a
priori podra parecer una gilipollez en grado sumo para cualquiera, pero que, por el
contrario, fue el desencadenante de cuanto ocurri con posterioridad. Despus de
que por cortesa la invitara a un caf, sin ningn tipo de intencin deshonesta por
mi parte, entablamos una conversacin que se prolong durante horas, en la que
comprobamos estupefactos que haba una evidente atraccin por ambas partes
que, por supuesto, no tardamos en negarnos a nosotros mismos. Los dos ramos
conscientes de lo que cada uno empezaba a sentir por el otro, sentimiento que se
acrecent conforme fueron pasando los das y nuestras miradas dejaban de
manifiesto lo que a todas luces era obvio, por mucho que no quisiramos admitirlo.
Yo le sacaba ms de treinta aos y, dejando a un lado el hecho de que era
mi alumna, desde siempre haba sido un soltero empedernido, de esos que
buscan consuelo de manera itinerante entre todas aquellas divorciadas y
solteronas que crean encontrar en m una nueva tirada de dados por cortesa del
siempre infame Eros, solo el tiempo justo como para darse cuenta, quizs
demasiado tarde, de que mi egosmo y cobarda innatos me imposibilitaban el
sacar adelante una relacin ms all de lo meramente fsico. Con esta joven en
cambio, todo fue diferente desde el principio. Decidimos mandar los prejuicios a la
mismsima mierda y, un da que ya no podamos aguantar ms, hicimos el amor
apasionadamente (existe en realidad otra forma de hacerlo?) en el cuarto de
bao de la tercera planta. Volv a experimentar sensaciones que crea ya
olvidadas y que ella revivi de las cenizas cual ave fnix, con la nica ayuda de
sus labios, de sus dedos, de sus sensuales curvas de mujer, y de una lujuria
75
***
Saqu la petaca que llevaba encima y, sin soltar el volante con la mano
izquierda, la abr con la diestra, dando un par de sorbos que me hicieron recuperar
de nuevo el control de la situacin. Mientras el whisky recorra mi garganta en
direccin descendente, record el cadver que llevaba oculto dentro del maletero,
el cuerpo de la que hasta haca poco menos de unas horas haba sido mi
compaera, mi amante, mi discpula, mi musa, mi amor. Le haba quitado la vida
despus de que me hubiera amenazado con sacar a la luz nuestra relacin y
arruinar por completo lo ms importante que tena y tengo, es decir, mi carrera.
Desde luego no era delito el que un profesor universitario mantuviera relaciones
con una alumna (en un colegio o instituto la situacin sera en cambio muy
diferente), pero ello s que dejara mi reputacin por los suelos, haciendo que
todos mis compaeros me sealaran con el dedo y hablaran mal de m a mis
espaldas. No poda permitir que destrozara todo cuanto haba logrado a costa de
aos de duro trabajo y esfuerzo, as que, en un injustificado e injustificable ataque
de ira, la golpe con todas mis fuerzas por la espalda con una rplica en bronce
de Asclepio/Esculapio que tena en mi despacho, cuyo impacto en la cabeza fue
decisivo y le caus la muerte en el acto. Luego llegaron los llantos y
remordimientos, pero era ya demasiado tarde. Tanto para ella como para m...
Esa noche estaba lloviendo a cntaros y a duras penas poda ver nada al
volante mientras atravesaba la carretera a toda velocidad. El negro de la noche y
la tromba de agua que estaba cayendo en aquel momento eran, por encima de
76
todo, los mejores aliados con los que poda contar a tales horas de la madrugada.
Aquello que estaba a punto de hacer me segua pareciendo algo tan monstruoso
que estaba moralmente obligado a agradecer toda la ayuda posible que me
ofrecieran los elementos, la cual me permitira salir airoso de mi horrible proyecto
al aportarme una cierta ventaja tctica en lo que vendra a ser la ocultacin de
pruebas. Tena que asegurarme de que nadie llegase a descubrir jams, bajo
ninguna circunstancia, que fui yo el responsable directo de su muerte. Tanto eso
como el que la asesin tan solo porque quera que me hiciese cargo del hijo de
ambos que ella albergaba en su vientre, lo que me hizo volver a sentir ese miedo
atroz, cuasi infantil, que puede inducir a un tipo normal y corriente a hacer lo
impensable, a hacer locuras ms bien propias de un psicpata y no de un
destacado experto que contaba con un historial inmaculado y que nunca haba
roto un plato. Para nuestra desgracia, hay ocasiones en que uno no controla lo
que hace y son otros los factores que imperan en nuestras acciones por encima
del sentido comn...
Obviamente no solo no me senta orgulloso de lo que haba hecho, sino que
adems estaba aterrorizado, y quizs por ello dejaba que el alcohol fuera el que
me ayudase a soportar dicha carga. Ello por supuesto no hara que
desaparecieran las pruebas de la canallada que haba perpetrado, pero s que
conseguira hacer todo ms soportable para m. Cualquiera sabe que hoy en da el
hacer dao a una mujer est al mismo nivel que el lastimar a un judo a finales de
la dcada de los cuarenta, y que la sociedad no tendra piedad conmigo ni
entendera las circunstancias que me obligaron a hacer lo que hice, as que no me
quedaba otra alternativa. Par en seco. Tom la pala de los asientos traseros y
comenc a cavar, mientras la lluvia me atizaba con fuerza como si me estuviese
recordando, a modo de castigo, la culpa que por siempre jams me iba a
acompaar hasta el fin de mis das, el estigma que, grabado a fuego en mi frente,
me recordara que era un vulgar criminal, un asesino desalmado que haba dado
muerte, sin ningn tipo de escrpulos, tanto a la persona a la que ms quera en el
mundo como a nuestro hijo nonato. El esfuerzo era bastante prolongado, y yo
interpretaba el ir descendiendo en profundidad con aquel instrumento como una
77
fruicin, como si la venganza no fuera el motor que impulsara sus acciones, sino
algo tan bsico como la simple necesidad de alimentarse. Con la extremidad
inferior que an estaba libre consegu zafarme de mi antigua pupila, propinndole
un puntapi en plena cara que no solo la despoj de varios de sus ahora rojizos y
afilados dientes, sino que adems le dej el maxilar superior al aire, lo que le
proporcionaba un aspecto, an si cabe, ms amenazador. Incapaz de hacer frente
a aquella cosa, que en cierto modo se pareca a mi pareja pero que no era ella,
sal huyendo en direccin al bosque, en lugar de dirigirme hacia mi vehculo en
donde no solo iba a estar a salvo, sino que podra regresar a la ciudad y acudir al
hospital ms cercano en el que, con un poco de suerte, contendran la hemorragia
y me suministraran la medicacin pertinente.
Atravesaba los rboles a toda velocidad, o al menos la mxima que me
permita la cojera producida por la mordedura que acababa de recibir. Como
mucho llevara corriendo un cuarto de hora, aunque se me hizo tan largo el
trayecto que tuve la sensacin de estar anclado en un eterno bucle en el que el
paisaje se repeta una y otra vez sin cesar, sin llegar a escapar del todo de las
garras de mi perseguidora. Por fin dej atrs aquel frondoso bosque, pero no tard
en comprobar la veracidad del dicho que reza que, por muy mal que le fuesen a
uno las cosas, siempre podan ir peor. Me encontraba justo en el borde de un
abismo. No saba si mi sentido de la orientacin me haba jugado una mala
pasada o si yo no tena ni idea de que hubiese un barranco en dicha zona, como
de hecho as era. Haba acudido a ese sitio tan solo porque se encontraba en
mitad de ninguna parte, no porque yo dispusiera del ms elemental conocimiento
de la topografa regional. Volver atrs era una opcin que ni siquiera poda
contemplar. La criatura andaba tras mis pasos y tarde o temprano me acabara
topando de bruces con ella, por lo que quizs lo mejor que poda hacer era
esperar preparado en aquel sitio, tratando de defender mi posicin e integridad
fsica con uas y dientes. Era una verdadera lstima que hubiese dejado la pala
junto a mi coche o que no tuviera a mano un palo o algn objeto contundente con
el que, al menos, dejar fuera de combate a ese monstruo sediento de sangre... de
mi sangre...
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vsceras nada ms quedar estas expuestas al aire. Pens, al borde del colapso,
que quizs era justo lo que me mereca por haberme comportado con ella como
un autntico hijo de puta. En cierto modo, el festn que se estaba brindando a
costa de mis rganos internos era una especie de justicia potica, una retribucin
a ttulo pstumo, una vendetta para todas aquellas mujeres que, a lo largo de la
historia, vieron como determinados hombres destruyeron sus sueos e ilusiones,
haciendo aicos por el motivo que fuese tanto sus sentimientos como sus propias
vidas. De este modo, Medea, Dido de Cartago, Desdmona, mi chica y todas
aquellas que fueron vctimas del amor que, de manera altruista, entregaron a un
representante de la masculinidad, vieron vengadas en mi persona el injusto sino al
que fueron condenadas por el falocratismo imperante.
Comenc a ahogarme en mi propia sangre al mismo tiempo que mi vista se
nublaba. No senta nada, ni siquiera tristeza ante la grotesca visin que se
presentaba ante m. Estaba asistiendo atnito a un siniestro espectculo en el
que, a pesar de ser el protagonista principal del mismo, contemplaba los hechos
desde el gradero, como si me encontrara sentado junto al pblico que, riendo y
haciendo comentarios absurdos en voz baja, disfrutaba de lo lindo mientras
despedazaban sin piedad a ese espantapjaros misgino miserable, odioso y
odiado por todos que, por otra parte, era yo y solo yo, que me estaba dejando la
piel sobre el escenario, y nunca mejor dicho. La joven introdujo su mano sana por
lo que haba sido mi estmago y extrajo por ah, tras tirar de l con todas sus
fuerzas, mi corazn, que segua latiendo como si nada, mientras que ella clavaba
sus mugrientos dientes en l, destrozndolo de idntico modo en que yo hice lo
mismo con el suyo. An bombeaba sangre, sonre mientras encontraba un
perverso doble significado en la recurrente cita de Galileo, tanto en lo referente a
la recin adquirida condicin de no muerta de mi pareja como al grotesco y
antinatural latido que estaba visualizando. Con esta excusa tan estpida para dar
sentido al ttulo del presente relato, cierro el mismo con la conviccin de que
ninguno de ustedes se atrever jams a hacerle dao a una mujer, tanto por las
convicciones ticas y morales que pueda poseer cada uno al respecto, como por
las consecuencias, las cuales son incalculables, con las que, a modo de
82
represalia, os harn pagar por todo aquello que les hayis podido hacer. Tenemos
que tener todos muy claro que siempre sern ellas las ltimas en rer y lo harn
mejor que nosotros, aunque sea con nuestros intestinos colgando inertes de sus
ensangrentados y ptridos labios...
83
~Bienvenida, hermana~
84
Algo azul.
Se gir preocupada, crea haber odo una voz pero no era posible, no
haba nadie excepto ella y el martilleo en su cabeza. Volvi a colocar el tocado y
sus pies decidieron encaminarse hacia el interior del bosque.
Volvi a mirar a sus espaldas pensado que haba odo un golpe seco y
fuerte, pero no haba nadie, slo la oscuridad. Avanz un paso con la cabeza
girada y comprob con horror que a cada poco que avanzaba, aquel terror informe
iba devorando el camino a sus espaldas. Y con el cuerpo tenso por el pnico,
corri a travs del sendero intentando huir de aquello que la persegua, pero
cuanto ms se adentraba, ms oscuridad se encontraba a su alrededor.
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Sus pies gritaban doloridos por la tierra que les hera y debilitaba, pero la
joven les ignoraba as como a su respiracin agitada y al incesante latido de su
corazn. Entonces, uno de sus tobillos se torci y aterriz en el suelo,
ensucindose la cara y el vestido. Se apoy en las manos para levantarse y
entonces vio que llevaba un anillo oxidado... pero no recordaba que lo llevara
antes, ni lo haba notado en sus dedos siquiera.
Algo viejo.
El suelo lati y ella se levant aterrada, pero como siempre, estaba sola. Se
apoy contra un rbol y se llev las manos al pecho, comprobando que su corazn
ya no se mova... y que all dentro pareca no quedar nada, salvo un enorme vaco
que a la vez estaba lleno de pesar y horror.
Algo prestado.
marrones, llevaba la cabeza gacha usando sus oscuros y rados cabellos para
cubrir su rostro y estaba llena de calvas; su vestido blanco estaba manchado y
agujereado... y usaba un palo negro a modo de pierna y ste la obligaba a caminar
con rigidez. Pronto comenz a escuchar su voz, que a sus odos era como el tacto
de las zarzas a su piel, dolorosa y penetrante, y a su nariz llegaba un olor acre y
repulsivo, como a grasa quemada. Mientras se acercaba, la desconocida alz la
cabeza y la joven grit aterrada ante lo que vio. Sus dedos eran tan delgados
porque no haba carne alguna que los cubriera, su pierna de madera era en
verdad sus huesos carbonizados que le impedan caminar con normalidad. En su
sucia cara surcada por dos ros de eternas lgrimas brillaba una sonrisa blanca de
inocente melancola, y en una de sus mejillas se vea un rastro de su calavera. Al
tiempo que sus dispares ojos, uno deformado hasta el punto de parecer una bolsa
con sangre y el otro que simplemente era la negra espesura de la cuenca vaca, la
miraban expectantes y felices.
La estaba buscando, desde haca una eternidad... y no la iba dejar marchar.
Mi amor susurr con aquella horrible voz mientras segua
aproximndose haca la joven, dnde estabas? Llevo tanto tiempo
aguardndote... tanto tiempo
Antes de que la muchacha pudiera darse cuenta, aquel terrible espectro se
haba acercado tanto a ella que su olor a carne, cabellos y telas requemadas le
inund el estmago producindole arcadas.
Pero al fin has venido...
Aprtate! consigui gritar la joven con la voz ahogada. En un mismo
impulso, empuj al espectro y ech a correr a travs del bosque.
No, por favor, no vuelvas a abandonarme, no vuelvas a llevarte mi
corazn El viento le trajo las ltimas palabras como si de un murmullo se
trataran. Y tal vez si ella hubiera tenido lo que tanto buscaba se habra apiadado
de aquella infeliz... o quizs no.
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Corri hasta que sus pobres pies lloraron sangre encima de la tierra y ni
aun as se detuvo. El bosque le traa ecos de otras voces que se aproximaban,
qu lugar era aqul al que haba ido a parar? Qu clase de maldad haba
cometido para encontrarse all? De la oscuridad comenzaron a emerger otras
figuras tristes y patticas que caminaban al ritmo de aquel latido incesante. Otras
mujeres vestidas de blanco, con sus manos alzadas buscando a aquel amante
desaparecido, sus caras estaban baadas por el mismo polvo spero del suelo,
limpias all por donde caan sus lgrimas, sus ojos slo eran esferas
sanguinolentas un tanto deformes y sus pies manchaban el camino que haban ido
recorriendo.
Todas guardaban las distancias sin entorpecer el paso de sus compaeras,
susurrando con horribles quejidos, clamando por aquellos a los que buscaban. La
joven se abraz a s misma y se encogi tanto como pudo, agarrando su cuerpo
mojado y glido, evitando siquiera rozar con su aliento acelerado a las dems
figuras... y ninguna le prest la menor atencin, pareca ser que nadie crea ver en
ella a la persona perdida.
La muchacha cerr los ojos intentando alejar todo lo que la rodeaba,
recordando, aunque slo fuera por un instante, que ella tambin deseaba
encontrar a alguien... una persona que se haba ido para siempre. Su vaco estall
de dolor y de la impresin tuvo que abrir los ojos al notar como sus lgrimas,
turbias y dolorosas, escapaban por sus mejillas y caan al suelo. Ella sigui su
mismo camino y dej que la tierra hiriera sus piernas a travs de la tela mojada.
Desahog su sufrimiento gimiendo, oy cmo al incesante goteo de lloriqueos
propios y ajenos, le acompaaban el de las lgrimas sangrientas de las muecas
o cuellos de algunas de aquellas mujeres, el de la carne asada desprendindose
de sus huesos carbonizados e, incluso, del ruido sordo que hacan las piedras que
llevaban algunas en sus bolsillos al ser golpeadas entre s.
Baj la mirada mientras intentaba volver a secarse las manos y vio con
horror que su llanto haba escrito en la tierra una frase.
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Bienvenida, hermana.
Utilizada y mancillada te creste, al ser abandonada ante el altar. Fue tu dolor tan
grande, que pensaste que tu corazn dej tu cuerpo cuando siempre creste que
perteneca a tu amante maldito.
Fue tu pesar tan daino, que decidiste prescindir de la vida y de tu memoria... y al
final, la existencia decidi enviarte aqu junto al cuerpo del beb no nacido que
albergas en tu tero muerto. Al nico lugar donde pueden venir las que son como
t.
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Ya no hay salida por la que escapar, la ltima la creste tomar cuando permitiste
que el ro os ahogara a ti y a tus penas por toda la eternidad. Ahora slo te queda
vagar en este lugar maldito, hasta que aceptes la verdad.
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~El laberinto~
-Angy W. Mhe-
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Comienzo a correr, con todas las fuerzas que consigo sacar de mi rgido
cuerpo, y no me detengo. Ni siquiera me atrevo a mirar atrs por si el nio me
persigue. Corro y corro sin parar, no s durante cunto tiempo, pero dejo de sentir
las piernas.
A mi alrededor la neblina por fin comienza a aclararse, y al final consigo
salir de ella completamente y regreso al boscoso y oscuro laberinto. Pero su voz
contina persiguindome, y no me atrevo a detenerme. Zigzagueo entre las
paredes hasta dejar de reconocer el camino, y llego a un punto en el que vaya a
donde vaya todo me parece igual. De vez en cuando me cruzo con un alma
perdida, pero no me importa, porque cierro los ojos y sigo corriendo sin parar,
incluso cuando dejo de orle.
No s cunto tiempo ha pasado; pero finalmente, me he detengo. Me dejo
caer sobre la hmeda hierba y comienzo a jadear con violencia. Cuando logro
recuperarme, me incorporo y observo a mi alrededor. Me encuentro en algn lugar
en las profundidades del laberinto, un lugar que no reconozco. Me he vuelto a
perder.
***
La enfermera observ con lstima a la plida y ojerosa mujer que se
acercaba a ella, la misma que en ese momento levant la cabeza y la contempl
anhelante, con los ojos cargados de absurda esperanza. Se mordi el labio. No le
gustaba tener que arrebatrsela.
Perdona, est?
La enfermera neg con la cabeza, y la interrumpi cortante. Cuanto ms
breve y rpido fuera el encuentro, mejor.
No, no hay cambios.
Pero l
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~Muerte viviente~
-Angy W. Mhe-
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pedir ayuda, llamar a la polica, al ejrcito, o lo que sea. Y hasta hace poco todo
era tan normal por qu ha ocurrido esto? Cundo exactamente ha
empezado? Cuando los zombis irrumpieron de pronto en clase? Cuando
comenzaron los gritos fuera? O tal vez mucho antes.
Y sigo corriendo, demostrando una resistencia desconocida hasta entonces,
mirando al frente, slo al frente, intentando no fijarme en la masacre a mi
alrededor. La conciencia me pide que ayude a los dems, pero dudo mucho poder
salvarme ni siquiera a m misma. Cuerpos ensangrentados se lanzan hacia m sin
parar, no tengo ni idea de si an estn vivos o si son ya muertos vivientes, pero
los golpeo igualmente. Para m ahora todos son enemigos. S que estoy siendo
egosta, pero es la nica manera. No s si para convertirse en uno de ellos basta
con un mordisco o primero hay que morir, pero no me gustara quedarme a
comprobarlo. De todos modos, si es la primera opcin, yo ya estoy perdida.
Y sigo corriendo.
Golpe a golpe, mi barra de metal se ha ido tiendo de sangre, y yo misma
tambin. No quiero verme. Al contrario que al principio, ahora ya no dudo en matar
a todo aquel que se me ponga por delante. Me limito a sobrevivir, dejndome
llevar por el pnico ms absoluto y una extraa rabia que me insta a escapar de
aqu. Esto no es una pelcula. Est sucediendo de verdad, me repito una y otra
vez. Tengo que salvarme. Tengo que hacerlo!
He conseguido llegar a la planta baja, pero est completamente infestada
de zombis, muchsimos ms que en los pisos superiores. Apenas puedo respirar,
debido al olor a muerte y a la carrera que me he pegado, pero mi determinacin
me obliga a seguir. Joder, estoy completamente cubierta de sangre, an caliente y
viscosa.
De pronto una mano se aferra a mi brazo.
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A mis espaldas, por fin logran destrozar la puerta. Me giro y veo que la
primera que entra es la chica que me aferr antes, ahora convertida en zombi. Ja.
Ja, ja, ja. Me ro a carcajadas mientras me dejo caer de rodillas. Me rodean. Uno
de ellos se lanza hacia m y me muerde en el cuello. Grito. Como un disparo de
salida, todos los dems vienen tambin. Lloro. Me tienen atrapada. No s describir
lo que es esto. Me muevo, pataleo, chillo. No reconozco mi voz, es inhumana. Me
muerden, y sangro por todas partes. Estoy ardiendo en las llamas del infierno.
Esto va ms all de la vida y de lo real. Mi cerebro no puede procesar este
martirio, este horror, este sufrimiento. Estoy siendo devorada viva.
Alzo mi mano hacia el techo, intentando aferrarme a algo inexistente,
mientras ruego ayuda a Dios, a alguien que pueda liberarme. Pero no viene nadie.
Quiero irme, irme a otro sitio, quiero parar esto, quiero que todo se vaya y
desaparezca.
Por qu sigo viva? Por qu estoy resistiendo tanto? Por qu sigo viva!?
Y sigo gritando, y gritando, y gritando, hasta que terminan de destrozarme
la garganta. No. NO!!
***
El ataque fue repentino. Los mdicos llegaron con rapidez y, tras una dura
persecucin por la escuela, finalmente consiguieron retener a la alumna en una de
las aulas de la planta baja. Fue sedada inmediatamente con tranquilizantes.
Acaba de ser ingresada en un hospital cercano, aunque an no se conoce
con certeza qu clase de crisis demencial sufri. Despus de la revisin fsica se
destinar a la paciente al departamento de psicologa.
En total ha habido ocho heridos, dos de ellos en estado grave. Han sido
ingresados en hospitales, a peticin de los padres, diferentes al de su atacante.
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~Tiempo~
-Nieves H. Hidalgo-
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pelo. Grit aterrada volvindose y agitando las manos para alejar a lo que fuera
que estaba a su espalda, aunque no encontr nada, slo aire.
Cloeh la observaba en la oscuridad, sus ojos no necesitaban luz para verla,
la negrura y las tinieblas eran su elemento cuando la inexorable fecha se
acercaba.
Tic-tac, tic-tac; el tiempo se agotaba.
El noveno da de cada ao, ese era el momento sealado. Cazador o presa.
Aunque no era una pelea justa, ella nunca sera la vctima, no mientras el reloj
continuara gobernando el tiempo, su tiempo.
Dana, cojeando y casi sin respiracin por el pnico que la invada, continu
avanzando por el tnel donde se encontraba hasta que descubri un punto rojo en
la pared, casi en el techo por lo poco que iluminaba el haz escarlata. Se pregunt
qu sera, aunque no era tan estpida como para detenerse a averiguarlo, saba
que su vida estaba en peligro.
Corre! dijo una aguda voz de mujer demasiado cerca de ella.
Y eso hizo, corri despavorida alejndose de la voz que haba credo sentir
a su espalda. Se precipit a la carrera a ciegas hasta que tropez con algo y cay
al suelo. Se levant apoyando las manos sobre la tierra y descubri que esta
estaba manchada de algo viscoso. Una idea lleg a su mente, un recuerdo de algo
que crey descubrir ms atrs en el tnel: sangre.
Cloeh rea en silencio viendo a la joven huir. Luego mir hacia la cmara
sabiendo que sus hermanas tambin observaban la escena, se deleitaban con
ella. Nunca pensaron que adaptarse a la tecnologa moderna sera tan divertido,
ahora podan seguir todos los movimientos de sus presas, como lo estaba
haciendo Cloeh en ese momento.
Vea a Dana arrodillada en el suelo, tanteando a su alrededor buscando la causa
de su cada. Pronto descubrira el miembro inerte con el que haba tropezado.
Observ cmo la joven reconoca el cuerpo mediante el tacto, sus manos
recorrieron la carne y la piel con escaso vello, manchadas de sangre, hasta llegar
a los dedos. No pudo evitar rer a carcajadas cuando Dana grit al descubrir que
era una pierna humana, slo la pierna separada del resto del cuerpo. La vio
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Dana no se detuvo, ni siquiera cuando vio otro punto rojo en la pared, continu
corriendo sin saber a dnde iba.
En su carrera a ciegas choc de frente con algo metlico, en aquella
ocasin sus manos no guiaban sus pasos, pero, aunque el impacto haba sido
doloroso, la alegra de haber encontrado una puerta superaba todo. Tante el
metal que cerraba la entrada, palpndolo, buscando la forma de abrirlo, pero no
haba cerradura ni picaporte, nada para aprehenderlo y tirar de l, slo los
remaches que lo contorneaban. Frustrada, golpe violentamente la puerta, aunque
era consciente de que no poda perder ms tiempo all, as que palp alrededor de
nuevo y descubri que el camino se acababa a un lado, pero el otro continuaba en
la oscuridad.
Camin por ese lado, avanzaba por el nuevo corredor rpidamente con las
manos por delante de ella para evitar chocar otra vez. No saba cunto haba
avanzado, para ella haban sido kilmetros sumidos en la angustiosa situacin en
la que se encontraba, sin embargo, lona saba que haban sido slo unos metros.
Ahora era ella quien la observaba, la mayor de las tres hermanas. Cloeh haba
sido dbil, no haba previsto su reaccin, la imprudencia y temeridad de la
juventud.
Tic-tac, tic-tac, tic-tac.
Sonaba una voz amenazante reverberando por las paredes, aterrando a
Dana. No era consciente de lo cerca que se encontraba lona, slo saba que esa
voz era distinta de la de su agresora. Dos voces de mujer, tres risas siniestras de
quienes sin motivo la atacaban, al menos para ella no existan motivos que
pudieran justificarlo.
El reloj avanza y se acaba el tiempo. Tu tiempo.
La voz resonaba por todo el lugar, recorriendo cada centmetro de su piel
aterrndola ms. Qu significaba eso? Era una psicpata que la haba
secuestrado y estaba jugando con ella? Era una pesadilla? De nuevo nada
contestaba a sus preguntas mientras hua.
Continu avanzando rpido, casi corriendo, todo lo veloz que le permita su
propio cuerpo herido y la oscuridad. Rezaba mientras las lgrimas inundaban sus
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ojos, nunca haba sido creyente, pero no haba mejor momento para apelar a una
ayuda superior. Dios, Al, Ra, Zeus, Minerva Cualquiera le serva, cualquiera
que la sacase de all.
lona la observaba en su huda, acechando en la oscuridad y el silencio.
Oli el miedo de Dana, un olor salado y corpreo que impregnaba el ambiente, un
olor que conoca desde la infancia. Miedo y terror, esos haban sido sus juguetes,
y los de sus hermanas. Condenadas a estar juntas, bendecidas a pasar sus vidas
unidas. Y como era la mayor de las tres, la que ms experiencia tena, saba que
el nuevo reto que se encontraba a escasos metros de la joven sera una grata
diversin para ellas. Y as fue, Dana cay de rodillas al tropezar con algo que
yaca en el suelo. Sus manos tocaron un contorno al levantarse, manos que
nuevamente estaban llenas de sangre. Ummm, ese lquido celestial que les daba
vida y las condenaba. Roja y caliente, oscura y fra, tibia y espesa; no importaba,
la sangre era vida, era muerte, era tiempo.
No quieres jugar con tus amigos? pregunt riendo lona. A ellos
tambin se les acab el tiempo.
Dana era muy consciente de que estaba cerca, demasiado cerca y no vena
a salvarla. Tena que salir de all, alejarse, ms an cuando ese cruel comentario
haba confirmado sus sospechas, el objeto que la hizo caer era un torso humano,
sin brazos ni piernas, ni siquiera cabeza. Y no quera pensarlo, pero saba que sus
manos haban tocado el corazn expuesto en el pecho, lo que quedaba del
msculo cardiaco apualado por las costillas desencajadas. Aguantando las
arcadas se levant y continu caminando, corriendo, guindose slo por lo que
tocaba con sus manos impregnadas con alguna sustancia: sangre,
descomposicin del cuerpo, vsceras... De nuevo las arcadas llegaban a su
garganta, un sabor amargo se repeta igual que la siniestra risa reverberaba por el
tnel. Pero no se detuvo, no poda permitrselo. Corri hasta que dio con un muro
de frente. Tante a los lados, pero nada, no haba salida.
Maldita sea!, maldijo. Volvi sobre sus pasos siendo consciente de que
volvera a toparse con aquello que pareca partes de un cuerpo humano, aunque
111
eso no le preocupaba tanto como saber que tambin poda encontrarse con la
duea de la siniestra risa.
Camin insegura y fatigada, cansada por la prdida de sangre y la angustia,
arrastrando los pies ahora para esquivar los trozos desmembrados, despacio para
no pisarlos. No es que sortearlos fuera a resolver la situacin en la que se
encontraba, pero su mente no podra asimilar mancillar un cuerpo de esa forma,
aunque ya hubiera sido mutilado. Al menos esperaba que esa brutalidad hubiera
sido post mortem.
Lleg a los restos y los sobrepas pasando por encima, dedicndole una
oracin entre sus rezos. Una vez dejados atrs, fue tanteando el muro buscando
la puerta mientras caminaba rpidamente. Tambin rezaba por llegar a esta y
poder abrirla, pero, sobre todo, por no encontrarse con nadie ms, ni vivo ni
muerto, no podra soportarlo.
En el camino de regreso vio ms puntos rojos luminiscentes por encima de
su cabeza sobre el muro. Cmaras? Podran ser cmaras? La estaban
observando? Pero quin? Y por qu?
Corre, pequea, corre. El tiempo se agota.
Una tercera voz la aterr, tambin de mujer. Era Retis, que ahora se
encontraba vigilando sus pasos en la distancia. Ella no era tan imprudente como
Cloeh, pero tampoco tan excesivamente cauta como lona. Quera jugar con la
presa, ella tambin quera divertirse, aunque mantena las distancias. Dana las
haba sorprendido con su leve ataque, pero ese era el aliciente, eso les haca
esperar impacientes la caza. El noveno da de cada ao era el verdadero reto, el
tiempo se agotaba, era una carrera contrarreloj por la supervivencia. Aunque la
caza no se limitaba a esos das, necesitaban ms, era su droga, la razn de su
existencia. El sabor de la adrenalina y del miedo haca ms sabrosa la carne, un
aroma que se paladeaba en los msculos tensos de las presas.
Dana haba llegado a la puerta y buscaba desesperadamente la forma de
abrirla hasta que oy un zumbido y not una leve presin sobre el metal. La puerta
se haba abierto unos milmetros, suficiente para dejar pasar un atisbo de luz en
su contorno.
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Guiada como una rata en un laberinto, fue lo que pens, aunque no tena
ms opciones. Introduciendo los dedos por el lateral, tir de ella con todas sus
fuerzas, pero esta era mucho menos pesada de lo que crea y al abrirla tan
bruscamente la intensa luz de su interior la ceg.
Aturdida por la luminosidad despus de tanto tiempo sumida en la
oscuridad, se frot los ojos hasta que estos dejaron de llorar y el dolor se atenu lo
suficiente para que, parpadeando lentamente hasta acostumbrarse a la nueva
iluminacin, pudo abrir los ojos. Una gran sala se presentaba ante ella, a su
espalda, el lgubre corredor por el que haba venido. Deba entrar? Tena ms
opciones? Con paso indeciso salv el escaln del marco de la puerta y entr en la
gran sala. Y, en cuanto estuvo dentro, la puerta se cerr tras ella con un sonoro
golpe. Se dio la vuelta e intent abrirla sin xito, ahora estaba atrapada all, donde
quiera que fuera ese nuevo lugar.
Era una sala circular grande y vaca, rodeada de espejos que le devolvan
su propio reflejo: plida, con la camiseta y los vaqueros sucios por la tierra, llenos
de sangre seca y otra todava lquida que escapaba de sus heridas. La pierna
estaba vendada con su propia camisa, ahora roja por la hemorragia no contenida.
La herida del abdomen tambin segua sangrando, poda verlo a travs de la
camiseta desgarrada. Y de su brazo corra un hilo de sangre hasta llegar al dorso
de la mano y los dedos para luego caer al suelo goteando.
Tic-tac, tic-tac, tic-tac.
Tres voces al unsono resonaron por toda la sala repitiendo esa letana.
Retrocedi pegndose a la puerta, no haba nada en la sala, nada, slo ella
y los grandes espejos del suelo al techo, rodendola y devolvindole su reflejo
aterrado.
Uno de esos grandes espejos, el que estaba frente a ella, pareca distinto a
los dems, ms bien era su forma de encajar con los de al lado lo que lo haca
diferente.
Con precaucin, notando el cansancio y el dolor que la invadan, pero
tambin la adrenalina que an corra por sus venas, se acerc a este y lo toc.
Entonces el espejo se movi girando noventa grados dndole as acceso a una
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nueva sala. Desde donde estaba poda ver que esta era ms pequea y oscura,
iluminada parcamente por destellos en tonos verdosos procedentes de varios
monitores que mostraban imgenes de corredores y pasillos adustos y vacos.
Visin nocturna de la gruta desierta que haba recorrido, desierta salvo por los
cuerpos desmembrados que llenaban el suelo. Un torso de hombre, una cabeza
de mujer, las pequeas piernas de un nio, sangre
Se llev las manos a la boca tapndosela, ahogando un grito y las arcadas
que retornaron al ver los trozos de cadveres. Dana haba pasado por all, la
estaban vigilando en su desesperada huda, pero quines?
No tard mucho en averiguarlo, escuch un ruido sordo a su espalda y vio
con asombro que otro espejo se mova girando ciento ochenta grados. Dada la
vuelta completa, en su lugar apareci un gran reloj de arena roja, un reloj cuyos
ltimos granos caan sobre la duna formada en el cubculo inferior. Tic-tac, Tictac, tic-tac. A eso se referan sus captoras, pero qu significaba?
Ms espejos se movieron apareciendo tras ellos altas y estilizadas mujeres
cuya complexin era imposible. De cintura extremadamente delgada pero de
voluptuosos senos y caderas. Aun as, su belleza era indescriptible: largos
cabellos dorados recogidos en trenzas adornaban sus cabezas, resaltando sus
ojos celestes tan transparentes que se confundan con el blanco globo ocular. Sus
vestidos de gasa variaban en tonos malvas y purpreos resaltando la palidez de
su piel. Hermosas y etreas hasta que hablaron:
Tic-tac, tic-tac, tic-tac. El tiempo se acab dijeron al unsono.
El corazn de Dana se aceler ms an, presa del pnico. Las voces de
aquellas hermosas mujeres eran las que haba escuchado a lo largo del laberinto
en el que se encontraba cautiva. Intentaba comprender cmo alguien de
apariencia tan celestial poda ser tan cruel y terrorfico.
Adelfas, la imagen de esas flores lleg a su mente, hermosas pero txicas,
letales.
Una buena metfora para describir a Cloeh, Retis y lona; al menos hasta
que el tiempo se agotara.
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Sin dejar de vigilarlas, Dana desvi los ojos para mirar el extrao reloj y vio
cmo los ltimos granos cruzaban el istmo central cayendo inexorablemente al
otro lado.
Entonces la apariencia de esas mujeres (o diosas por lo que ella saba)
cambi tornndose completamente distinta: horribles criaturas, bestias encorvadas
con la piel agrietada y podrida. Ojos negros como la oscuridad que le haba
rodeado. Los ropajes que cubran sus repugnantes cuerpos parecan estar hechos
de piel curtida piel humana. Y sus manos terminaban en largas y afiladas garras
como cuchillos, las mismas que le haban herido.
Mir detenidamente a una pese al horror que senta, pero el rostro araado
de una de esas criaturas llamaba su atencin hipnotizndola. Cuatro marcas
ensangrentadas que haban levantado la carne ptrida de su cara, cuatro marcas
que correspondan a sus uas cuando se defendi de Cloeh en el tnel. Esta le
devolvi la mirada, aunque no haba furia ni venganza en sus ojos, sino diversin y
regocijo.
Dana, aterrada, retrocedi hasta chocar con el primer espejo que se haba
girado, ahora de nuevo en su lugar formando una pared nica con los dems. No
haba escapatoria, fuera cual fuera, ese era el final, y no iba a ser bueno, no para
ella.
Tic-tac, tic-tac, tic-tac. Es la hora cantaban las hermanas al unsono.
Sin darle tiempo a reaccionar, ms rpidas de lo que Dana jams hubiera
pensado viendo su nuevo aspecto, las tres criaturas se abalanzaron sobre ella y,
agarrndola entre todas, la acercaron hasta el gran reloj. Cloeh la sujetaba
fuertemente por los hombros inmovilizndola al hundir sus garras en la nueva
herida, provocndole un dolor extremo. Era a la que haba araado y ahora Dana
estaba pagando lo que le hizo, tal y como sentenci en aquel ttrico corredor.
Retis se acerc al reloj y levant la tapa superior exponiendo el vaco de
esa parte.
El hedor de la sangre y la muerte escaparon de su interior recorriendo la
sala. Dana percibi la pestilencia con desagrado, las hermanas disfrutaron de ese
aroma tan conocido y delicioso para ellas. Mientras, lona, con una sonrisa
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funesta en su horrible rostro, mostrando los dientes negros y podridos que su boca
contena, la agarraba por las muecas sin ninguna delicadeza. Sus garras se
hundan en la piel de la joven, desgarrndola brutalmente, haciendo que la sangre
manase a chorros cayendo dentro del reloj, y, al hacerlo, este volva a llenarse de
arena, de toda la que haba estado en la parte inferior que ahora ascenda,
desafiando la gravedad, colmando la otra mitad. Arena roja y lquida como la
sangre de su presa, de su vctima.
Dana senta cmo se le escapaba la vida a la vez que la sangre, luchaba
por mantener los ojos abiertos, creyendo an que tena alguna esperanza de
sobrevivir a ese monstruoso episodio, aunque no la tena, ninguna esperanza,
ninguna posibilidad.
Observ el reflejo de las horribles criaturas en los espejos, cambiando,
mutando rpidamente para volver a ser las hermosas damas que vio la primera
vez. Etreas y delicadas, bellas y crueles al mismo tiempo.
Hermanas, un nuevo ao llega. La cuenta atrs comienza de nuevo
anunciaba lona.
Con sumo esfuerzo, con el ltimo que su casi extinta vida le permiti, Dana
levant la vista hacia la que haba hablado, hermosa y de belleza sobrehumana,
cruel y aterradora.
Por qu? pregunt con el ltimo aliento intentando comprender el fin
de todo aquello, aunque no lleg a or la respuesta.
El sacrificio es necesario para sobrevivir explic Cloeh sonriendo cruel
y siniestramente.
Pero la caza manifest satisfecha Retis, la caza es nuestra diversin.
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-Nieves H. Hidalgo-
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Kailer utiliz la sbana de la cama para limpiarse con ella los guantes,
despus retrocedi unos pasos y contempl satisfecho su obra. Lo primero que
veran cuando descubrieran el cadver sera el cdigo escrito en la pared situada
sobre la cama, quizs tardaran en comprender qu significaba, o tal vez no, eso
no le importaba. Lo que s le interesaba era imaginar lo siguiente que descubriran:
el cuerpo inerte yaciendo sobre el colchn, colocado al revs, con la cabeza en los
pies de la cama, de modo que pudiera contemplar el cdigo, especialmente
porque le haba cortado los prpados. Y finalmente se percataran de las falanges
distales de cada mano, amputadas y situadas alrededor del cadver. Ese era su
ritual, aquel era el mensaje.
Sonri complacido delatndose ante aquella imagen, no slo porque haba
calmado a la bestia de su interior, esa que le ordenaba hacer justicia, sino porque
aquello ya se haba convertido en algo ms. Era un juego, la polica estaba
desconcertada y no tena ninguna pista, y los medios le adoraban. El asesino del
cdigo Dewey, le haban bautizado los peridicos, muy acertado, pues la nica
conexin entre las vctimas era el cdigo escrito en la pared perteneciente al
Sistema Dewey de catalogacin de bibliotecas. Raza, sexo, edad, residencia, nivel
econmico, nada tenan en comn, tampoco era relevante para l, escoga sus
vctimas por algo muy concreto.
No obstante, por muy lejos que estuvieran de atraparle, no era buena idea
permanecer en aquel lugar ms tiempo del necesario, ya se regocijara
recordndolo cuando estuviera en casa. Recogi las pocas cosas que haba
usado y que no se encontraban dentro del maletn, se quit los guantes de cuero
negro y los cambi por otros exactamente iguales, dejando los de ltex debajo
como capa de seguridad. Lo mismo hizo con la camiseta que llevaba, cambiando
la manchada por una limpia y guardando la primera, junto con los guantes sucios,
en una bolsa hermtica. Se visti con un mono azul de trabajo con el logotipo de
una empresa falsa en la espalda, se cal una gorra para que le cubriera la cabeza
y el rostro, ayudado por unas grandes gafas de sol, y despus cerr el maletn. Se
dirigi a la puerta, pero antes de abrirla escuch atentamente, buscando algn
sonido, algn movimiento que le indicara que alguien ms se encontraba all, pero
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no escuch nada, por lo que sali a paso rpido del apartamento aunque con
calma, como quien sale a comprar el peridico.
Nueve, se repeta mentalmente mientras se diriga a la furgoneta; nueve
era el nmero de vctimas a las que haba matado, y todas se lo merecan.
Antes de regresar a casa hizo dos paradas, la primera fue en una calle
prcticamente sin trfico, donde se quit el mono de trabajo quedndose con la
ropa informal que llevaba debajo. La otra parada fue en el hospital. Kailer iba
varias veces a la semana a leer para los pacientes, sobre todo para los nios all
hospitalizados, y cargado como iba siempre de libros, le haban cedido un
pequeo almacn situado en el stano al que se acceda fcilmente desde el
aparcamiento y que estaba situado junto a los ascensores.
Por ello el personal de seguridad no se extra al verle llegar, ni nadie le
detuvo cuando entr por una puerta donde un gran cartel avisaba: Slo personal
autorizado. La misma entrada que daba acceso a su almacn guiaba tambin
hacia el depsito de residuos biolgicos sanitarios, un lugar lleno de contenedores
que seran destruidos con cido o quemados para evitar posibles contagios.
Despus de todo, la justicia divina deba de existir, pues la directora del
hospital le haba cedido aquel almacn para facilitar su altruista labor con la
lectura sin saber que el acceso a ese lugar tambin le proporcionaba un modo
perfecto de deshacerse de las pruebas que pudieran relacionarle con los
crmenes.
Libre de cualquier indicio del ritual que haba llevado a cabo poco menos de
una hora antes, regres a casa y esper pacientemente viendo el canal de
noticias. En cualquier momento alguien descubrira el cadver y sera el momento
de regresar a la escena del crimen. Quera, necesitaba, ver la expresin de
incertidumbre del detective Orso, el agente encargado del caso, cuando saliera de
aquel apartamento y tuviera que enfrentarse a los periodistas vidos de conocer
ms detalles.
Pocas horas despus la cadena de televisin que estaba viendo interrumpi
su emisin para alertar de la aparicin de una nueva vctima, entonces Kailer
regres a la escena del crimen. Aparc a unas calles del edificio y anduvo hasta
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llegar al lugar para luego situarse entre el gento que all se agolpaba, l sera un
curioso ms, no despertara ninguna sospecha.
No haba pasado demasiado tiempo cuando el detective Orso sali del
permetro acotado por la cinta policial pasando por debajo de esta, momento en
que los policas uniformados no pudieron contener por ms tiempo a los reporteros
que comenzaron a acribillarle con una lluvia de preguntas esperando obtener
algn tipo de informacin. La contrariedad se reflejaba en el rostro del detective,
analizaba mentalmente todas las pistas que tena, que no eran demasiadas. Kailer
observaba la escena, viendo cmo contestaba las preguntas sin llegar realmente a
desvelar nada; era inteligente y locuaz, eso tena que reconocerlo, aunque no por
ello iba a salvarse, no despus de lo que haba hecho.
Orso dio por concluida la improvisada rueda de prensa y se dirigi a su
coche, entonces, en un momento de arrogancia, Kailer se permiti el lujo de
separarse del grupo para pasar a su lado y saludarle bajando gentilmente la
cabeza. El detective le devolvi el saludo tras unos instantes, su expresin
delataba que no saba quin era, pero la educacin le impeda ignorarle a pesar
de las circunstancias.
Mientras caminaba de regreso a la calle donde haba aparcado, Kailer
imagin qu dira Orso si llegaban a capturarle:
Hemos detenido al Asesino del cdigo Dewey. Su verdadero nombre
es Kailer Rillers, un genio, un verdadero hroe que ha hecho justicia con aquellos
que haban maltratado
No, Orso no le vea as, al contrario, para l era un monstruo, un demente
que no imparta justicia. No entenda lo que haca, no apreciaba el bien que estaba
haciendo, la misin que tena.
Kailer era un amante de la lectura desde que poda recordar. Le habra
gustado crecer en una casa llena de libros, ojal sus padres hubieran sentido su
misma pasin por la lectura, pero no fue as. Lo ms parecido a un libro que hubo
en su casa fueron las revistas del corazn que su madre sustraa de la peluquera
del barrio, y ni siquiera se molestaba en leer los artculos, se limitaba a mirar las
fotos para luego poder criticar al personaje famoso de turno junto con las vecinas.
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En cuanto a su padre, lo ms cerca que este haba estado de un libro fue cuando
montaba o intentaba arreglar algn electrodomstico en casa, consultando los
manuales, y no lo haca l mismo, apenas saba leer, Kailer era quien lea las
instrucciones siempre.
Aunque lo malo no era la ignorancia voluntaria de sus padres, lo peor era
que no le permitan leer, de hecho, se lo haban prohibido. Alegaban que era una
prdida de tiempo, que poda estar haciendo algo normal como los dems nios
o algo productivo como ellos Nunca lleg a descubrir qu era lo productivo que
hacan sus progenitores, tampoco le vea inters a correr por las calles sin ningn
destino o a tirar piedras a los rboles. No, l era diferente a los otros nios, lo
saba, y aunque los aos de infancia haban sido difciles por ello, por los insultos
y abusos de estos, con los aos aquello careci de importancia.
Desde muy joven, su padre decidi que la escuela entraba en su concepto
de perder el tiempo, nada que pudieran ensearle all lo preparara realmente
para la vida. As que, a pesar de las protestas de Kailer, que fueron pocas ya que
la educacin paterna era frrea y muy agresiva, comenz a trabajar con l,
pasando por cientos de empleos mal remunerados y peor cualificados.
Crindose en semejante ambiente fue algo natural que cuando Kailer
descubri las bibliotecas, estas se convirtieran en su refugio. Eran un lugar donde
se senta sereno y sosegado, en paz; un lugar donde olvidar las palizas, los gritos
y las constantes peleas.
Un lugar que encerraba miles de lugares, millones de historias y de
personajes, de vidas muy distintas a la suya, o incluso si eran parecidas a la suya,
poda distanciarse y vivirlas desde un lugar seguro. Por ello, cada vez que poda,
en cuanto tena un poco de tiempo, se refugiaba en alguna biblioteca, dejaba que
su magia le atrapase mientras las horas pasaban sin que siquiera se diera cuenta.
De adulto no tena vida social, lo ms parecido a amigos eran los
bibliotecarios que ya le conocan debido a su asiduidad o el personal del hospital.
Pero le gustaba la vida que tena, no necesitaba a nadie, slo a sus amados libros
y las bibliotecas, que eran su santuario, su templo donde evadirse del rido mundo
en el que se vea obligado a existir cada da. Y como su lugar sagrado, no
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consenta que nadie profanara aquel santo lugar si no era para regocijarse en el
deleite de la lectura. Malditos niatos que acudan all como quien iba a un bar,
niatos y no tan jvenes, todos ellos pagaran el precio por mancillar su amado
santuario. As comenz su misin, su particular purga de individuos que no
merecan vivir.
La primera vez que seg una vida fue un ataque de ira, algo inconsciente y
compulsivo, no fue planeado, simplemente tuvo que actuar. Su primera vctima fue
aquella muchacha que tanto revuelo haba formado en la biblioteca coqueteando
con los jvenes que la miraban. Comentarios en voz alta, risas, sillas en continuo
movimiento, le estaban desquiciando. La bibliotecaria le haba llamado la
atencin varias veces sin ningn resultado, el propio Kailer le pidi educadamente
que bajase la voz y ella respondi rindose de l. Pero dejar caer los libros a posta
al suelo, autnticas obras de arte como La Divina Comedia o La Odisea,
estropendolos con cada golpe, slo para que los viciosos que la rodeaban se
recrearan la vista con su ropa ceida al agacharse, eso fue la gota que colm su
paciencia. Aquella puta peda a gritos que le rebanase la garganta, que pusiese
paz al dolor de escuchar su propia voz. Y as lo hizo, aunque no sucedi en su
amada biblioteca.
De vuelta a casa esa misma noche, caminaba por la calle cuando escuch
un ruido procedente de un callejn cercano. Inmediatamente se puso alerta, se
producan muchos atracos en aquella zona, sin embargo, lo siguiente que escuch
hizo que la tensin se transformase en ira: escuch la voz de aquella maldita zorra
que tanto alboroto haba formado en la biblioteca. Se acerc a la entrada del
oscuro callejn y observ la escena: la chica estaba vistindose mientras discuta
con uno de los tipos que la haban agasajado horas antes. Ella gritaba algo sobre
que no poda dejarla all y que no era una cualquiera para que la tratase de aquel
modo, aunque el hombre la ignoraba y se alejaba de ella saliendo por el otro lado
de la calle.
Su voz era tan estridente al gritar que le haca dao en los odos, pero la
frase le hizo gracia y no pudo evitar rerse, aunque no supo que lo hizo con tanta
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para vigilar la entrada y esperar a que Orso saliera. Pasaron tres largas horas en
las que Kailer no se movi de su asiento mientras vigilaba, hasta que por fin el
detective sali del edificio y se subi en su coche para marcharse a casa
terminando la jornada laboral. Kailer lo sigui a una distancia ms que prudente,
incluso lo perdi en un par de ocasiones, aunque no importaba, conoca su
direccin, en la biblioteca se poda obtener todo tipo de informacin, incluida la del
padrn municipal, donde figuraba la direccin de los residentes.
Finalmente llegaron al bloque de apartamentos, Orso entr en el edificio
mientras Kailer dej pasar el tiempo tranquilamente, mejor que se confiara. Al
cabo de media hora, vestido con el mono de trabajo de la empresa falsa y cargado
con su maletn, entr en el portal. Mientras suba a la segunda planta record la
rueda de prensa que el detective haba dado en la comisara despus del hallazgo
del quinto cadver, ya saba qu eran aquellos nmeros que el asesino dejaba
escritos con sangre, el cdigo Dewey, incluso mostr a los medios varios libros en
cuyos lomos figuraban tales cdigos en etiquetas. En un primer momento le
admir por descubrirlo, pero toda la admiracin se desvaneci cuando arranc una
de las etiquetas y lo desafi con el mensaje que le envi:
Es un loco, un demente que mata a personas inocentes por esta tontera
deca Orso al tiempo que mostraba el papel plastificado con el cdigo.
Suponemos que es un fantico, un obseso del orden y las categoras, pero eso no
justifica sus macabras acciones.
No, no y no. No haba comprendido el mensaje, no eran inocentes, el
cdigo no era una tontera. Iba a pagar por pensar as, e iba a pagar en aquel
momento, ya no iba a esperar ms.
Lleg a la puerta del apartamento de Orso y abri la cerradura con una
copia de la llave. En sus distintos empleos haba aprendido cosas muy tiles para
estas situaciones, como, por ejemplo, sacar un molde de la llave introduciendo
una resina maleable en la cerradura. Abri la puerta despacio y de la misma forma
la cerr, no quera delatar su presencia hasta que no fuese el momento idneo.
Con un gran cuchillo en una mano y la cinta adhesiva industrial en la otra recorri
sigiloso el apartamento hasta llegar al despacho.
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La madre esperaba desde haca ya varias horas. Por su cabeza slo rondaba
una idea: hacer justicia! Deseaba ms que ninguna otra cosa en el mundo ver a
esa infame desde que de madrugada encontrara a su nico hijo colgado de una
soga. En el suelo la foto arrugada de aquella maldita que le haba roto el corazn;
sobre la mesa, una simple nota: Sin ella no soy capaz de vivir!.
Rota y desgarrada de dolor, baj el cuerpo de su hijo y lo acost con
delicadeza en su cama. Durante muchos minutos no se movi de su lado. Le
susurr preguntas sin respuesta, le cant al odo y le acarici con ternura de
madre. Poco a poco, con el paso de las horas, el dolor se fue convirtiendo en odio
impuro y tenaz. Con los sentidos fuera de la razn, cogi la arrugada foto del suelo
y sali de casa.
Ya no hay remedio, pero s que habr expiacin pens.
Cegada por el rencor, la madre acech con desesperada paciencia.
Cuando se abri la puerta del adosado consult la arrugada foto y confirm
que era ella. Arranc lanzndose con demente decisin. Unos segundos despus
la joven estaba tirada en el suelo, desmadejada como una mueca rota. En el
rostro de la madre ya se reflejaba la sonrisa del triunfo y del deber cumplido.
Entonces fue cuando vio salir de la casa a otra joven gritando. Volva a ser ella de
nuevo! Al espanto inicial le sigui un nuevo desprecio.
Con determinacin dio la vuelta y volvi a enfilar el coche hacia aquella
maldita zorra. Lo hara cuantas veces hiciera falta.
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~Agua mansa~
-Leonor aez-
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gir el picaporte y abri las hojas de madera maciza para dejar entrar el terrible
vendaval que azotaba las calles de Magadanskaya.
Rfagas de viento helado, agua y hojas se colaron al clido hall de entrada
junto con una mujer empapada, frgil, plida, de pmulos altos, nariz respingada y
mentn y labios muy finos. La mujer no deba pasar de los 40 aos pero sus
grandes ojos grises le daban un aspecto de nia melanclica y hurfana.
Yuri se qued petrificado por unos segundos. Conoca a Olga a la
perfeccin, como la palma de la mano. Es ms, la haba visto nacer, crecer y
desarrollarse hasta convertirse en toda una mujer. Pero su aspecto demacrado le
llam la atencin. No haba pensado verla jams tan desmejorada.
El viento dio una voltereta y dej la puerta bien cerrada detrs de Olga. Yuri
sali de su estupor y despacio comenz a acercarse a la mujer. Quiso extender
una mano para acariciar aquellas blancas mejillas congeladas pero la mujer con
un manotazo se las apart.
No te atrevas siquiera a tocarme, infame! estall sin miramientos Olga.
Yuri no dio crdito a sus odos y la situacin le pareci divertida. Una
sonrisa asom tmida a sus comisuras pero murieron enseguida al ver la furia en
los ojos de su visitante.
Cmo te atreves a terminar conmigo de esta manera!? chill ella.
Despus de tantos aos y de tanto sufrimiento. Acaso no merezco algo mejor?
Yuri se quit los lentes y los limpi con la manga de su sweater como era
costumbre. Ella comenz a pasearse de una punta a la otra de la habitacin.
Tengo derecho le respondi calmadamente el hombre. Eres ma.
Siempre lo fuiste y siempre lo sers. No importa el por qu.
Olga se detuvo en seco. Apret los puos tensa y descarg su ira sobre la
prominente nariz de Yuri.
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te supliqu pero nunca vali de nada. Y luego de superar mi enfermedad y mis dos
intentos de suicidio, te atreves a terminar conmigo de esta manera?
La mujer le sujetaba fuertemente el brazo a Yuri pero ste se deshizo del
apretn sin miramiento. Se puso de pie recuperado y apart de un empujn a la
mujer que lo acosaba con sus insensatas acusaciones. Todo lo que suceda era
imposible, ridculo. Deba dejar de beber tanto vodka.
Jams admitira en voz alta que siempre haba estado prendado de su
belleza y que gracias a ella l haba se haba labrado una buena carrera en el
mundo de las letras. Muchas veces haba jugado a ser Alexey, todos los escritores
jugaban con la imaginacin y vivan aventuras imposibles. Si, lo aceptaba, haba
estrujado a Olga al punto de sacarle cada centavo que posea y con ello haba
vivido ms que dignamente pero esto ya era una locura! Olga era simplemente
un
Un objeto contundente se estrell contra su cabeza. Y lo sinti penetrar en
su crneo repetidas veces hasta que todo a su alrededor se apag.
Olga se mir las manos teidas de carmes y solt por fin la piedra que
serva de pisapapeles en la mesita junto al telfono. Mir a su alrededor y
encontr las escaleras que llevaban al estudio de Yuri o mejor dicho Alexey.
Abri por completo la puerta que estaba arrimada y enseguida se sent
frente a la computadora del escritor. Yuri haba escrito las palabras EL FIN con
mayscula y el cursor an titilaba al final de la letra n.
Olga dud unos instantes pero luego comenz a teclear torpemente hasta
aadir casi cuatro prrafos ms a la historia.
Alexey arroj sobre la tumba de Olga las blancas calas que haba llevado
a modo de ofrenda, en muestra de su arrepentimiento para con ella por todo lo
que le haba negado, por todo lo que le haba hecho sufrir. Saba muy bien en el
fondo que jams podra amar a otra mujer. Olga lo era todo para l. Lentamente,
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Alexey se alej del cementerio y camin absorto por la carretera durante varios
minutos.
Detrs de una peligrosa curva, un auto a toda marcha atropell el frgil cuerpo del
hombre. Alexey no sinti nada, salvo la clida mano de Olga que sujetaba la suya.
Ella vena a buscarlo para no separarse nunca ms de su amado.
EL FIN
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~El cuerpo~
-Leonor aez-
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Marcos sinti que se le aflojaban los intestinos. No daba crdito a sus ojos.
Era imposible que ella estuviera all. Intent retroceder, pero su espalda encontr
el lmite de la habitacin. Sus pies resbalaron intilmente sobre la alfombra y
comenz a sollozar como un nio.
Camila torci el cuello a un ngulo imposible, semejando un pjaro que
observa curioso retorcerse a un gusano. Sonri, o al menos la mueca desdentada
le ofreci una burlona imitacin de dicha accin. Aquel ser, extendi sus huesudas
manos, de uas largas y llenas de tierra, hacia Marcos. ste gimoteaba y negaba
con su cabeza, como si con ese gesto pudiese negar todos sus pecados.
Acaso su mujer haba venido del ms all para vengarse por todo lo que l
le haba hecho? Pero si la muy zorra se lo tena merecido. Cada vez que ella lo
miraba con esos ojitos de cordero, l haba interpretado que se mereca una
paliza, por cada comida que no haba sido de su agrado, le haba sacado un
diente de una sola trompada...las veces que ella se haba negado a acostarse con
l la haba violado y vejado de mil y un formas diferentes...se lo tena merecido! Y
en la oportunidad que le haba pateado el vientre una vez, se enter que estaba
preada, y jams se sinti tan omnipotente, tan viril y poderoso con la pordiosera
que se arrastraba herida y suplicante, sin siquiera osar devolverle el agravio...
Marcos patale enrgicamente cuando se vio arrastrado por Camila hacia la
cocina de la casa. Senta tanto terror que no intent siquiera moverse de la silla en
donde la forzuda mujer lo haba atado. Con los ojos bien abiertos, Marcos observ
como su difunta esposa le preparaba una comida ms que extraa. Solo apareca
su desnuda y esqueltica espalda en el reducido campo de visin. Pero el
repetitivo tintineo de los utensilios de cocina golpear contra las ollas le pareca
estremecedor. Por fin pareci poner en la hornalla el guiso que preparaba con
tanto esmero. Camila se dio la vuelta y se qued all vigilndolo.
Uno que otro gusano le sala de la boca y correteaba por su desfigurado
rostro. Todo su cuerpo pareca estar en descomposicin. Marcos se atragant con
su propia bilis al ver el men que le ofreca ella con una retorcida mueca. En el
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~La ua~
-Francisco Escao-
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Mi primera novia era hermosa, bella, casi perfecta! Era muy alta, ms que
yo; sus pechos eran firmes y grandes, sin resultar exagerados; tena una
impresionante cabellera larga y lisa, de color castao claro, y sus ojos eran
almendrados y de un azul que unos das estaba ms oscuro que otros. Al ser su
padre noruego y su madre francesa, de la parte del sur, resultaba espectacular y
rara su hermosura. Por una parte, intimidaba a veces con la frialdad de su mirada,
lo imponente de su estatura y de sus curvas, que resultaban casi solemnes, como
si estuviesen ms all del alcance de la mano del hombre. Pero por otra parte, la
sangre mediterrnea la dot de vida all donde la belleza slo poda ser fra, y
evit que por ejemplo tuviera la piel lechosa y extenuada de las muchachas del
norte. Ella era casi perfecta, pero resultaba cercana.
Apenas dir nada de su carcter, pues este relato mo incumbe slo a su
belleza fsica. Espero, por tanto, haber proporcionado ya una idea de su especial
hermosura. Pero por si no fuera as, y para resumir, dir que a m siempre me
pareci que en ella se conjugaban la voluptuosidad mediterrnea con la
delicadeza, y acaso contencin, de las mujeres nrdicas. Estas dos caractersticas
suyas suavizaban su aspecto de diosa de los placeres carnales. Y es que pareca
pasear con cierta ingenuidad por el mundo su cuerpo rebosante de sensualidad;
pero inflamaba la imaginacin de todo el que la miraba. Aunque ella, ya digo, no
pretenda encandilar. Muestra de ello es que llevaba siempre vestidos sencillos
poco escotados. Nunca mostraba, ni queriendo ni sin querer, las partes ms
deseables de su cuerpo; aunque le era imposible ocultar la forma de sus pechos o
las curvas de sus caderas. Y no es que no pensase en el sexo, sino que lo viva
con naturalidad y discrecin.
Cuando cumpla yo diecisiete aos me encontr con que este ser que
acabo de describir era todo mo. Pensaba, a veces asustado: me ha elegido a m!
Y era como si el sol hubiese elegido una porcin de tierra en la que quedarse
eternamente.
Me gustaba Helga (as se llamaba ella), me gustaba mucho; y no era en el
sexo en lo que ms pensaba cuando estaba con ella. Muchas veces me la
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ser perfecta... Aunque sobre todo la odi por tener aquella ua, que iba a
convertirse para m en una obsesin, en una nube negra sobre aquel cuerpo que
me perteneca. Es ahora, pues, cuando he de pasar a describir mis emociones en
los siguientes y tumultuosos das que siguieron al fatal descubrimiento.
Al ver la ua, tuve que disimular mi fiera decepcin. Tambin estaba
enfurecido conmigo por no haber descubierto antes la desagradable tara. Y es
que, como nos conocimos en invierno, no tuve ocasin de ver sus pies. Aunque,
quin hubiese imaginado lo que le ocurrira a uno de ellos, dada la perfeccin del
cuerpo que conducan por el mundo?
Me contuve, como dije, de expresar mis emociones; pero a partir de
entonces me mostr fro con ella; aunque ella no debi de darse cuenta, o es que
no le import, pues Helga no era tan poco muy clida que digamos.
Despus de que hicimos el amor y de estar un rato tumbados y abrazados,
lo que ms dese fue irme de la cabaa; de pronto quera estar solo. Necesitaba
comprender mis emociones y pensar. Me preguntaba si no me habra excedido en
mi horror ante la visin de la ua de Helga. Quiz s... Sin embargo, a partir de
aquella noche, evit, siempre que ella se desnudaba para m, mirar sus pies. Y
eso me torturaba: iba a dejar que esa minucia de su anatoma afectara a mi
relacin con ella? La luz de su belleza, no habra de cegarme para cualquier
defecto de su cuerpo? El optimismo que siempre trae para m la maana, me hizo
ser ms razonable, aunque slo de puertas hacia adentro, como se dice; y mis
sentimientos se templaron. Despus de todo, tambin la quera.
Pero el cambio, me gustase o no, ya se haba producido. Helga perdi el
pudor normal del principio, aunque nunca tuvo demasiado, y comenz a adquirir la
costumbre de pasearse, cuando estbamos solos, completamente desnuda.
Adems, le gustaba ir descalza; quiz porque libre de ropa se senta tambin libre
de convenciones, a gusto con su belleza telrica por lo que tena de mediterrnea.
Yo luchaba por no mirar sus pies, por no encontrarme con la ua, para que
as no se derrumbase ante m su hermosura ideal, su perfeccin. Pero era
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imposible, juro que era imposible. Pareca como si una repentina y siniestra fuerza
que atentaba contra mi amor me obligase a mirar, a mirar... Y con cada mirada yo
soportaba menos aquel defecto, y menos an lo perdonaba! Pero qu culpa
tena ella? Qu saba Helga de mi temperamento ardiente y artstico, de mis
exigencias y entrega para con la belleza? Deba haberme avisado de su defecto
como se le avisa a la persona que va a compartir el futuro con nosotros de alguna
anomala de nuestro carcter, incluso de alguna enfermedad? Pero yo no poda
culparla a ella! No quera!
Trat de olvidar, lo prometo: lo digo otra vez. Me volqu ms en ella, para
llenarme de sus encantos, para que stos me hicieran olvidar la existencia de
aquella ua maldita. Pero no fue fcil.
Empec a soar con la ua. Buscaba excusas para pedirle a Helga que no
caminase descalza y se cubriese los pies. Pero es que ella no se daba cuenta de
que me repugnaba su ua anmala? Cmo era que viva con normalidad aquella
tara de su cuerpo?
Despus de aquella primera entrega amorosa, vinieron ms. Casi cada da
nos ambamos, y yo cada vez intentaba no ver la ua, no pensar en ella... No
entiendo por qu me obsesionaba tanto! Una vez incluso la llegu a sentir. Me
roz con ella la pierna... y estuve a punto de estropearlo todo, de mandar al traste
nuestra relacin, de pecar contra la belleza...
Creo que di un repullo y Helga me pregunt qu me pasaba. Por suerte
siempre he sido de inventiva rpida y le dije que me haba dado un calambre en la
pierna. Y no ocurri nada. Helga no se dio cuenta de la verdadera causa de mi
reaccin.
Supongo que decirle a una mujer que no se quite los calcetines para hacer
el amor es ofensivo, sobre todo cuando se es tan perfecta como Helga. Una mujer
quiere que se la ame entera, que se la adore como a una diosa, sin despreciar
ningn recoveco de su cuerpo... ninguno. Y a m me parece lo correcto. Pero yo le
ped alguna vez a Helga que no se quitase los calcetines... Le dije que lo pasara
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me tranquiliz por completo. Quedamos, en fin, en que volvera con Helga para
concretar la mejor solucin. Pero os podis creer que cuando despus me
imagin a otro hombre viendo, observando, y tocando! aquella parte ms o
menos ntima de mi novia sent unos celos ardientes? Saba tambin la impresin
que ella causara en el mdico cuando ste la tuviese delante de sus ojos. Pero
era algo por lo que deba pasar si quera que mi relacin con Helga fuese perfecta.
Ya solo quedaba decrselo a ella.
La cita con el doctor me puso muy nervioso, pero el pensar en hablar con
ella avivaba ms mis nervios. Ahora no entiendo aquella tensin, y veo mezclado
en el apuro que me daba hablarle a Helga de su defecto mi sempiterno asco por la
ua. Cuando se habla de algo se trae continuamente a colacin su realidad. Me
iba a sentir violento; adems, no s por qu, crea que yo iba a ser la primera
persona en hablarle de su tara; precisamente su novio! Y adems para
eliminarla! No era asunto fcil. As estaba yo de nervioso.
Y fue encontrndome en ese estado que volvimos a la cabaa del lago.
Adems estaba yo especialmente excitado porque llegaba el verano, poca del
ao en que me siento posedo por extraas fuerzas que fueran a empujarme a
hacer cosas que no quiero. Fue idea de Helga. Quera pasar un ltimo fin de
semana en aquel rincn del mundo antes de sumergirnos en los exmenes (por
entonces ambos ramos estudiantes). Se dieron, pues, unas circunstancias
especiales; dicho vulgarmente, la atmsfera que creamos aquella vez en la
cabaa estaba cargada. Helga pareca tambin poseda por una excitacin
especial; le brillaban los ojos azules como nunca antes le haban brillado, y su piel
estaba ms encarnada que nunca. Excepto antes de ver su ua, no la haba
deseado tanto como aquella vez en la cabaa. Es ahora, pues, cuando he de
pasar a describir lo que ocurri aquella noche...
No sin miedo e inseguridad sostengo ahora la pluma. Miedo porque debo
revivir todo otra vez, y no s si ello le sentar bien a mi pobre y cansado cerebro, a
pesar de que la principal intencin de relatar mi historia con Helga era, si no
recuerdo mal, aliviar mi alma de cierto peso nebuloso e inconcreto. Inseguridad
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porque apenas recuerdo nada de lo que sucedi. El relato de lo que sigue ser
reconstruido a partir de lo que le, cuando pude, en los peridicos, y de lo que me
contaron, queriendo o sin querer, algunas personas. Otra fuente son los sueos,
en mi caso pesadillas: creo que a veces he recordado en sueos todo lo que
ocurri; pero al despertar deba de olvidrseme, porque luego volva a estar
confuso. Igualmente nunca estoy seguro de que la espantosa escena con la que a
veces sueo se corresponda con lo que ocurri aquella noche de junio.
153
-Itsy Pozuelo-
154
Oscura, oscura es el alma del ser que habita en el bosque prohibido. Observa con
odio a todo el que pasea por sus terrenos. Con soberbia se acerca. l es superior
a cualquiera de los que se atreven a pasear por all. Re. Aunque son seres
inferiores, admira la valenta con la que se adentran. Sern tan valientes cuando
l est frente a ellos? Claro que no, nadie sera tan idiota como para no
doblegarse a las peticiones de aquel que podra matarlos con un solo chasquido.
Despacio camina hasta ellos. Quiere disfrutar de las caras de desconcierto que se
producen cuando descubren que no es un mito, que l existe. La perplejidad se
hace patente en sus rostros, sus ojos abiertos como platos dejan paso al terror, al
miedo por no conocer cul ser su paradero, no saber qu ser de ellos.
Algunas leyendas dicen que es un vampiro; otras que es un lobo, en
realidad ninguna podra acercarse a la cruda realidad. Ellos que sonrean, que
contaban chistes e historias de miedo pensando que todo era palabrera, ahora
tiemblan de miedo al escuchar ruidos que no pueden llegar a advertir qu los
produce. l disfruta de su juego. Parte del grupo se dispersa, corren asustados.
De dnde provienen todos los sonidos que llegan hasta sus odos? Ser un
animal quin los produce? De ser as Qu bestia podra producir un estruendo en
todo el bosque? Qu animal hara temblar la tierra bajo sus pies? Solo una
manada en estampida, y por ms que miran a su alrededor no ven nada. Qu
ser extrao poda hacerles temblar de miedo sin tan si quiera mostrarse?
No tendramos que haber venido lloriquea Idoia. Os dije que el
bosque estaba maldito.
Vamos a tranquilizarnos y buscar al resto dice Gara fingiendo
tranquilidad pero no serva de nada, las palabras de Idoia estaban en la mente de
los tres jvenes.
El bosque est maldito. Lo haba repetido varias veces y nadie la crey,
ahora estaban en mitad de la nada, asustados, temiendo por su vida y por la de
sus amigos. Qu sera de ellos? Dnde se habran metido?
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Cansado de jugar se para ante ellos, quiere que puedan ver su oscura
belleza antes de morir. Entonces... la ve. Con un gesto de amargura se acerca.
Ella atemorizada tiembla, puede notar el aliento de aquel ser en su nuca. Todos se
quedan inmviles, ante sus ojos se encuentra el ser ms hermoso que hayan visto
jams. Su largo cabello negro le tapa parte de la cara, pero an pueden apreciar
sus profundos ojos grises. Su cuerpo esculpido avanzada despacio, posa sus ojos
en los de ella y como hipnotizado avanza. Uno de los chicos aprovecha para
intentar salir corriendo pero antes de que pueda dar dos pasos, l alza la mano y
el chico se desploma ante la mirada atnita de Idoia que corre hasta su amigo
llorando, Gara se mantiene petrificada observndole, no puede dejar de mirarle,
algo en l la atrae como un imn pero el miedo que siente no la deja ir hasta l.
Por un segundo mira hacia atrs en busca de su amigo y lo ve tirado en el
suelo. Quiere ir pero sus pies no se mueven. Se siente agobiada, aterrada. Quiere
salir corriendo, ver qu le ocurre a su amigo, abrazar a Idoia que llora
desconsolada, pero sus pies no acceden a sus rdenes. El tacto suave y clido de
quin ha matado a su amigo la hace estremecer.
No me hagas dao susurra con los ojos cerrados.
Mrame le ordena.
Quiere obedecer pero no puede, no se siente preparada para afrontar
aquella terrible situacin, siente que con solo mirarlo podra acabar con su vida.
No sabe qu hacer, cmo actuar. Siente su cuerpo temblar, mostrar lo que ella no
es capaz de decir con palabras.
El ser maldito la coge del cuello y la eleva. Gara nota el tacto de su piel,
siente que su cuerpo se suspende en el aire, que sus pies no tocan el suelo pero
puede respirar con normalidad, la nica dificultad que se encuentra es la de su
propia agitacin por el terror que siente.
Por qu no est asfixindose?
156
Abre los ojos Gara la orden se introduce por sus odos como una bella
meloda. Tiene una voz armoniosa, dulce, clida, ardiente. Todo lo que aquel ser
no es.
Con dificultad cumple la peticin del ngel oscuro, cree haber soado con
l pero pronto descarta la idea, ni en sus sueos hubiera podido imaginar
semejante belleza. Mira haca al suelo y se da cuenta de que est a miles de
kilmetros, que el bosque se ve como un punto insignificante. Por instinto se
agarra al brazo que la sujeta en el aire. Siente vrtigo.
Que no me suelte, que no me suelte, se repite una y otra vez.
No te soltar responde a su silenciosa splica. Ve en su cara el vrtigo
que le produce la situacin y la agarra por la cintura atrayndola hasta l. Excusa
perfecta para poder tenerla cerca, para poder olerla sin sentir que est cambiando,
que se est ablandando ante una humana insignificante. Por un momento Gara se
siente a salvo. Rpido desaparece la sensacin al recordar que con solo soltarla
puede morir, que matarla, como ha hecho con su amigo, no sera ningn trabajo
para el ngel malvado.
Quiere llorar, descargar la frustracin que siente, pero no le regalar sus
lgrimas.
Eres para m le murmura al odo.
Jams echa su espalda hacia atrs para mirarle directamente a los
ojos.
Morirs le dice como recordndole quin manda. Quin es el ser
superior.
Eres un monstruo escupe las palabras con asco. Prefiero morir antes
que doblegarme el resto de mi vida ante ti.
Sin esperarlo, la besa.
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~Angustia~
-Haizea Lpez-
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Observo, absorta, como las gotas de lluvia colisionan con fuerza contra el
cristal. Me pregunto si dejar de llover y, mientras tanto, diviso a travs de la
borrosa pelcula que ha creado el aguadero en el cristal a mi Ford rojizo en el
aparcamiento, esperndome. Bajo la mirada hacia mi mueca y la clavo en las
agujas del diminuto reloj. Hace treinta minutos que podra haber salido de este
maldito despacho y aqu sigo, esperando. No dejar nunca de llover?
El silencio se ha adueado de toda la oficina. Reina por doquier, con
libertad, sin que nadie se interponga. Slo quedamos el viejo Smith y yo, as que,
supongo, que seguir reinando por mucho tiempo. Me levanto de mi silla, camino
en crculos con desesperacin y me vuelvo a sentar tras mi escritorio. Que deje
de llover, por favor!
Intento sacar el lado positivo a mi situacin y me recuerdo que, este tiempo
que estoy dedicando a no hacer nada, me ser recompensado en mi nmina.
Bien! Mientras no salga del edificio y no pase la tarjetita por la mquina, se dar
por hecho que he estado trabajando. Pero mi felicidad mengua con rapidez
cuando pienso en mi casa, mi manta calentita, mi sof con la pelcula de sbado
noche en la televisin
Cmo es que sigue aqu, Karen? Hace cuarenta minutos que finaliz su
jornada me pregunta el viejo Smith.
Hombre, si sabe hablar! Qu sorpresa!
Le sonro sin muchas ganas y respondo que tengo una buena pila de
trabajos por finalizar. l me devuelve la sonrisa, un poco menos forzada que la
ma, y me pregunta si quiero un caf.
Yo tambin tengo trabajo por terminar, no me gustara quedarme dormido
me dice, risueo.
S, claro. Gracias respondo con sequedad.
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Todava llueve, mierda! Tendr que coger el autobs y dejar el coche aqu.
Mientras recojo con rapidez mis pertenencias y atrapo mi abrigo, me pregunto
cmo narices me las apaar maana para llegar al trabajo sin vehculo del que
valerme.
Con el clima tan seco que tenemos aqu, menuda est cayendo re el
viejo Smith, mientras pulso el botn que llama al ascensor. Ha venido en
coche?
No, en autobs miento.
Quiere que la acerque a su casa?
S, s, s! Toma ya, por fin algo bueno!
Oh, no! No quiero molestarle
No es ninguna molestia, mujer. No se preocupe.
A pesar de que los das lluviosos soy incapaz de sostener el volante entre
mis manos, no sufro ningn reparo si otra persona lo agarra y maneja por m. Me
permito sonrer y ser feliz unos instantes, porque, al fin de cuentas, llegar a casa
antes de lo que tena previsto haca dos minutos.
Nos subimos al ascensor y el seor Smith se desabrocha los primeros
botones de la camisa. La verdad es que, aqu dentro, hace calor. El aire
acondicionado no est puesto y el ambiente parece saturado de todas las
personas que le han hecho uso a lo largo del da.
Cada vez hacen estos trastos ms pequeos grue, malhumorado.
S respondo. Tiene razn.
Observo como la lucecita roja del panel baja a travs de los nmeros con
rapidez cuando el ascensor pega un frenazo en seco y tengo que agarrarme a la
pared para no caer redonda al suelo. Todo se queda en tinieblas, hasta que un par
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Cunto tiempo cree que podemos estar aqu encerrados antes de que
se nos termine el oxgeno?
Qu? No me lo puedo creer! Qu me acaba de preguntar? Me est
poniendo histrica Pero qu narices le pasa a ese hombre?
Hay sistemas de ventilacin, hombre. Creo que sera imposible que
ocurriese algo as le digo.
Creo que ms que decrselo a l, lo he dicho para tranquilizarme a m
misma.
Cada vez est peor, ms blanco, ms mojado, ms nervioso. Saco mi
carpeta y le ayudo a abanicarse, porque l parece incapaz de sonsacar fuerzas
para hacerlo.
Miro el reloj de refiln para que el seor Smith no se d cuenta. No quiero
preocuparle, pero ya llevamos veinte minutos aqu encerrados.
Estoy mareado me dice, nervioso.
Tranquilcese, no pueden tardar mucho ms.
No tengo aire susurra, alarmado. Karen, me falta el aire.
Le observo con preocupacin. Est ponindose Morado!
Dios mo! Dios mo! grito, atacada. Seor, por favor, tranquilcese!
Respire hondo, por favor!
No puedo no hay no hay. Me falta aire susurra.
El sudor cae a chorretones por su morada frente y no puedo evitar perder
los estribos y echarme a llorar. Estoy histrica! Qu le pasa?
Qu le ocurre?, Cmo que le falta aire? pregunto, asustada. Por
favor, respire hondo y guarde la calma! Nos sacarn de aqu de un momento a
otro, se lo prometo!
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No hay nada que temer, no hay nada que temer, no hay que temer me
repito, una y otra vez, en voz alta.
Pero eso no sirve de nada, no me ayuda. Cada vez estoy peor y siento que,
de un momento a otro, acabar desmayada, en suelo, junto al seor Smith. Vuelvo
a agarrar mi carpeta, pero esta vez me abanico a m misma.
El tiempo pasa con lentitud; ya llevo cuarenta y cinco minutos encerrada en
el ascensor y tengo la extraa sensacin de que, s, el aire se agota. El seor
Smith tena razn, cunto tiempo podr aguantar metida en esta caja?
Coloco con delicadeza mi bolso bajo la cabeza del anciano y vuelvo a
preguntarme si estar bien o no.
Si est muerto, no consume mi oxgeno. Y si est vivo, respira de forma
uniforme y con suavidad, as que tampoco me roba mucho.
Pero qu narices acabo de decir en voz alta? Me estoy empezando a
asustar de m misma. Me estoy volviendo loca o qu?
El aire llega con ms dificultad a mis pulmones y el cansancio se apodera
de m. Cincuenta minutos encerrada. Me tumbo en el suelo, me desabrocho el
reloj de mi mueca y lo dejo en el suelo, frente a m. Observo cmo las agujas se
mueven, cmo el tiempo no se ha paralizado aunque yo crea que s. Cincuenta y
cinco minutos encerrada.
No hay aire, no hay oxgeno, no puedo respirar. Voy a morir, lo s No
puedo creer que vaya a morir as! Hubiese preferido otro accidente de coche o, en
realidad, me hubiese dado igual cualquier otra cosa antes que esto. Cmo
muri?, preguntarn mis padres, impactados. Asfixiada en un ascensor,
responder la polica; no pudieron socorrerla a tiempo.
Sigo observando mi reloj mientras lloro desconsoladamente. Una hora y
cuarto. S que si me pongo nerviosa respiro de manera irregular y ms
agresivamente, lo cual consume ms oxigeno; pero no puedo evitar hacerlo.
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-Rhodea Blasn-
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EL ASCENSO
(Captulo 1)
El pueblo estaba cubierto por el manto negro de la fra noche del largo
invierno.
Los habitantes del lugar haca horas que se haban refugiado en el calor de
sus hogares, por lo que las calles permanecan vacas. El enjuto hombre se mova
elegantemente enfundado en un grueso abrigo de pao de color gris perla,
confeccionado a medida por uno de los mejores sastres de la localidad. En su
rostro se reflejaba la alegra que le haba supuesto la agradable noticia recibida
pocas horas antes de finalizar la largusima jornada de trabajo. Haba conseguido
el ansiado ascenso por el que tanto haba trabajado! Una efmera llamada en la
que, la profunda voz del jefe de su departamento, se lo confirm escuetamente a
travs del telfono interior de la empresa para la que trabajaba. Cuando colg el
rojo auricular telefnico se arrellan en su silla, mirando fijamente la pantalla del
ordenador y con las manos cruzadas a la altura de su nuca sujetando su cabeza
llena de sueos. Se retras notablemente en abandonar la oficina, ya que lo
coloc todo en un orden impoluto, y, antes de apagar las luces, mir desde el
umbral de la puerta, apoyado en el marco, que ningn objeto estuviese fuera del
sitio que debiera ocupar. Cuando se sinti satisfecho del orden conseguido puls
el interruptor, apag las luces y se dirigi tranquilamente a la salida.
Al llegar a la calle, not el glido aire nocturno cortndole su hermosa cara,
se subi rpidamente el cuello del abrigo, y decidi dirigirse rpidamente a su
pulcro apartamento, decorado meticulosamente durante aos y que haca pocos
meses haba finalizado de pagar. Le gustaba vivir solo. Estaba orgulloso del orden
que haba logrado alcanzar despus de numerosos ensayos, distribuciones y de
probar con diferentes modelos de decoracin, en los que haba invertido mucho
tiempo y dinero. Nunca haba sido ms feliz que desde el momento en el que
haba tomado la firme decisin de buscar su propia independencia. Despus de
estos ltimos tiempos estaba convencido de haberlo conseguido. Se haba
171
mueble y llev su mano a la cesta para ver qu le haba podido quedar all,
aunque segua considerndolo una posibilidad remota. La introdujo con lentitud,
movindola de lado alado, y, de repente, se sobresalt. Le pareci tocar algo.
Retir raudamente su mano, sin saber qu hacer.
Qu poda guardar aquella cesta que l no haba dejado all? se
pregunt con indecisin.
LA SORPRESA
(Captulo 3)
No saba qu era ni qu poda ser. Volvi a introducir su mano en el
receptculo y lleg al fondo. Entonces, al moverla, se tropez con la cosa. La
cogi entre sus dedos y not que su forma era redondeada y pareca estar
caliente; y su texturapareca ser viscosa. La movi sensiblemente en su mano,
para ver si poda acertar qu poda ser aquello, pero no saba de qu se trataba.
Es como una gran canica que parece estar rodeada de mocos pens
sin acertar a ocurrrsele de qu se trataba.
Sac la mano toda pringosa, dejando aquello en donde lo haba
encontrado, y trat de quitarse el abrigo intentando no mancharlo con la sustancia
que le resbalaba por entre los dedos. Se adelant ligeramente unos pasos y lo
colg en el perchero despus de colocarlo en una percha para evitar que se
deformase, utilizando para ello la otra mano que mantena perfectamente limpia.
Dirigi sus pasos, con su mente pensativa, hacia el bao para lavarse las
manos. Sopesaba posibilidades que le resultaban totalmente increbles y que
desechaba al momento. Su concentracin era total y sus movimientos eran
mecnicos. Quera ver lo que estaba fuera de lugar en aquella cesta, pero no
poda permitirse hacerlo antes de que sus manos volviesen a encontrarse limpias
174
con reservas el fondo de la cesta y vio lo mismo. Cmo poda ser posible?
Cuando sali de casa no dej nada all. Estaba empezando a sentir falta de aire:
como si sus pulmones no recibiesen el suficiente oxgeno para respirar.
Apoy su espalda en la pared contraria y sinti como el sudor le quemaba
su frente y sus sienes no dejaban de producir un latido doloroso. Una persona tan
limpia y ordenada como l no poda dar crdito a lo que vea en su propia casa.
Un hogar que haba basado nicamente en la pulcritud y en su tranquilidad.
ANSIEDAD
(Captulo 5)
No saba el tiempo que haba pasado, cuando not que comenzaba a tener
claros sntomas de miedo. Estaba comenzando a sufrir una crisis de ansiedad, lo
que le haca sentir un grado mayor de temor. Durante una poca pasada de su
vida, que prefera olvidar, haba padecido cuadros de ansiedad generalizada que
le haban condicionado en sus estudios, en su trabajo y en su relacin con los
dems. Siempre iban asociados a una severa enfermedad mental que su hermano
gemelo padeca desde su ms tierna infancia y que le mantena incomunicado en
un hospital psiquitrico. Desde que haba dejado de visitarlo y haba roto con su
antigua novia por presionarlo demasiado en la relacin que mantenan, las crisis
de ansiedad haban desaparecido. Ahora saba que estaba a punto de explotar a
causa de una, por lo que intent volver a mirar en la cesta para pensar mientras su
mente estaba lcida, aunque sus piernas llevaran largo rato temblando.
Al acercarse nuevamente al mueble, mir con sus ojos adiestrados para ver
los ms nfimos detalles y fue entonces cuando reconoci perfectamente lo que
estaba all posado y llenando de fluidos aquella cesta de bamb que tanto le
gustaba.
Pero si es un ojo! exclam sorprendido y enfadndose consigo mismo
por no haberse dado cuenta antes.
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LA COCINA
(Captulo 6)
Se dirigi a la cocina a beber un vaso de agua y cuando encendi la luz lo
que vio crey que era la escena de una pelcula macabra sacada de contexto. El
jarrn de cristal en el que siempre tena flores frescas, no contena ninguna. Pero
tampoco se encontraba vaco. Era una estampa sobrenatural, que nunca esper
poder ver en su casa. De su boca redonda sobresala la parte final de un delgado
brazo, sesgada a la altura del antebrazo. La rigidez de los dedos separados entre
s le haca parecer ramas secas con un punto de color rosa en su final. Entonces
se dio cuenta de que aquellas uas perfectamente delineadas y pintadas
representaban la mano de una mujer. No alcanzaba a comprender qu haca esa
mano en su casa y se preguntaba en dnde estaran las flores que siempre
compraba en la floristera de la esquina. Al girar levemente sus ojos observ
asustado una fuente de horno, situada encima de la cocina, en la que haban
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colocado un pie, con las uas pintadas en el mismo tono rosceo que las de la
mano, apoyado perfectamente sobre su planta, cortado a la altura de la pantorrilla.
Estaba adornado con patatas pequeas peladas y colocadas a sus lados, y
adobado con una especie de salsa rojiza, como si estuviese esperando que
alguien lo cocinase.
Al seguir mirando, sin dar crdito a lo que vea y cada vez ms ansioso, vio
la mesa. Sobre ella, de un vaso de tubo con agua sobresala un enorme mechn
de largo cabello color rojizo. Qu horror! Era pelo pelirrojo, como el de su antigua
novia. Qu haca all? Sobre la mesa en la que desayunaba, coma y cenaba
todos los das. Quin sera capaz de colocar aquellos miembros amputados all?
Qu clase de broma pesada era esta? Estaba en su casa, en donde nadie poda
entrar. Deba ser su remanso de paz, y en su hogar estaba a punto de sufrir un
infarto. El corazn pareca quererle salir por la boca producindole un dolor
inaguantable.
No puedo seguir mirando ms. Voy a desmayarme coment en alto con
la intencin de tranquilizarse a s mismo.
Cuando se iba a ir de la cocina algo en lo que no se haba fijado antes le
llam poderosamente la atencin. Haba algo colocado en un plato situado encima
de una mesita auxiliar que utilizaba muy pocas veces, pero desde donde se
encontraba no poda ver qu era. Tema acercarse, pero necesitaba lo que all
haba. Con pasos muy pequeos y siempre con su hmeda espalda pegada a la
pared alicatada con azulejos cermicos color crema, mirando en todas direcciones
y sin saber muy bien a qu temer, se fue acercando al lugar que deseaba ver.
Le llev varios minutos llegar porque le temblaba todo el cuerpo. Pareca
que sus rganos internos no dejasen de bailar dentro de su cuerpo de una forma
imparable, debido a la tensin nerviosa que estaba soportando; las gotas de sudor
resbalaban de igual forma por su cara que por su espalda: las notaba caer una a
una hacindole dao por el sendero que recorran hasta que moran en la
plaqueta. Quin querra hacerle tanto dao?
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EPILOGO
(Captulo 7)
Una multitud ingente de personas rodeaban un cadver cado al vaco
desde su apartamento, situado en el piso octavo del edificio y escoltado por la
polica del pueblo. Llevaban varias horas de la fra noche esperando por el forense
quien todava tardara en llegar, ya que deba desplazarse desde la ciudad ms
cercana. Los vecinos hablaban entre s del hombre muerto, a quien conocan por
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ser parco en palabras y por tener una clara obsesin relacionada con el orden y la
pulcritud.
Poco antes de llegar el mdico que habra de certificar su muerte, se
present en el lugar un hombre idntico al que permaneca en el suelo cubierto
con una manta. Explic de manera muy simple:
El difunto era mi hermano gemelo. Llevaba muchsimos aos internado
en un psiquitrico del que se haba escapado esta tarde, y, despus de matar y
descuartizar a la que en pocas pasadas haba sido mi novia, se dirigi aqu para
matarme a m, pero yo esta noche fui directo al cine despus del trabajo explic
al tiempo que mostraba una entrada del cine del pueblo.
Tranquilcese le dijo un polica, estas cosas no son agradables y no
debera estar usted aqu. Puede ir a descansar al hotel, ya que maana deber
cumplimentar todo el papeleo correspondiente a esta defuncin.
Me ir a descansar. Estar en el hotel si me necesitan. Muchas gracias
por su ayuda y comprensin.
El hombre se gir y se encamin hacia el hotel. Caminaba ligeramente
encorvado hacia delante y tena un leve tic nervioso, apenas perceptible, en la
comisura del lado derecho de la boca. Cuando dio la vuelta a la esquina, a la
altura de la floristera, sonri y se dijo a s mismo.
Nunca pens que fuese tan fcil acabar con mi hermano gemelo perfecto.
Me ser fcil presentarme en la empresa y trabajar en su puesto de trabajo.
Achacar lo que desconozca a la muerte de mi queridsimo hermano.
Cuando lleg al hotel lo primero que hizo antes de irse a dormir, fue llamar
al hospital psiquitrico en el que llevaba tantos aos viviendo para comunicar su
propia muerte. Un estpido suicidio que le haca sentir muy triste mientras reciba
las condolencias de quien le hablaba desde el otro lado del hilo telefnico.
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~Despierta~
-Misha Baker-
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Murphy despert inquieto, una vez de tantas esa noche. Mir a la persona
que tena a su lado, Natalie dorma plcidamente, respirando con calma, siguiendo
el comps de los sueos. Ella era la primera con la que repeta alcoba desde
haca ocho meses. El abandono de su mujer le marc de forma profunda, no por
dejarle, sino por la ausencia de motivos. Ni siquiera se despidi, cuando lleg de
trabajar su parte del armario estaba vaca, la maleta desaparecida y una nota: Te
quiero, pero no puedo aguantar ms. Tus conductas me dan miedo, ya no puedo
vivir as.
Miedo? Miedo de qu? l la haba tratado como una princesa, cuando
sus padres la rechazaron por quedarse embarazada de l, Murphy la recogi en
su casa, la cuido y, cuando perdi el nio, quin la arrull con palabras de amor
durante su estancia en el hospital? Ella vea sombras en cada esquina, buscando
una justificacin para abandonarle. Era hora de olvidarla, dejar de pensar en ella.
Tambin tena derecho a un futuro, quizs con Natalie.
Senta que alguien le espiaba, como si unos ojos le observaran con
descaro. Viendo que as le era imposible conciliar el sueo, Murphy decidi
levantarse. Acarici el pelo de Natalie y sali de la habitacin. Baj las escaleras
hasta el piso inferior. Murphy pens que un vaso de leche le templara los nimos
y, quizs, podra dormir alguna de las cuatro horas que le quedaban antes de
levantarse. Cogi uno de los vasos del fregadero y calent la leche en el
microondas. Instintivamente, puso las manos al lado de las rendijas de ventilacin.
Le gustaba el calor que desprenda en sus manos.
Murphy la voz le susurr al odo como un lamento amargo, helndole el
lbulo derecho. Sobresaltado, gir sobre s mismo. Pero no haba nadie, como
deba ser. Sobre todo despus de or esa voz. Marion Vazquez, la nica mujer que
le haba hecho ms dao que su mujer, un recuerdo reprimido.
La fiesta de graduacin marca un antes y un despus para todo ser
humano. De forma mucho ms profunda que pueda imaginar cualquier
adolescente. Durante todo el ltimo ao, l y Marion haban estado tonteando, que
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si me gustas, que si no te quiero. Murphy estaba en las listas de los populares, ella
lideraba el equipo de ajedrez. Mundos incapaces de unirse en el mbito
estudiantil. Pero todo cambiaba el ltimo da, en esa fiesta de ilusin, juerga y
desenfreno. Murphy haba ido con la pechugona de turno, ms interesada en sus
posibilidades de ser reina del baile que en la actitud de su compaero. No le fue
difcil escabullirse una vez se terminaron sus esperanzas, borracha en humillacin
y alcohol. Marion ni siquiera necesitaba excusas, haba ido sola, con un bonito
vestido azul cielo. Nadie se fij en su desaparicin, igual que tampoco se
percataron de las furtivas y obsesivas miradas que le dedicaba a su secreto y
futuro amante, unas que se veran recompensadas.
Marion haba reservado una habitacin en un motel asqueroso, pero estaba
cerca y no hacan preguntas. Ni siquiera vieron a Murphy entrar en la habitacin
103. Marion ya estaba all, sentada en la cama, viendo el televisor. Si el vestido no
fuera tan largo, hubiera podido ver sus suaves piernas rozando el colchn
mugriento. Con la misma rapidez con la que se lanz a sus brazos, el vestido se
desliz por su piel, dejndola al descubierto. El resto de la noche, fue inolvidable.
Pero una vez despunt el alba... an no saba porque las cosas se torcieron tanto.
Ya ms calmado, quiso volver a su cama y descansar lo que su mente le
permitiera. Se ech junto a Natalie y, tras exhalar un largo suspiro, cerr los ojos.
Murphy, no intentes ignorarme la voz de Marion volvi a sobresaltarle.
Sonaba igual que aquella noche, esa voz tan joven e infantil.
Sal de mi cabeza, maldita voz dijo en un susurro, para evitar despertar
a Natalie. Marion est muerta.
Lo s, Murphy, lo s. Toda mujer con la que te acuestas pierde la vida.
Que maldicin la tuya.
De qu ests hablando?
Mira a tu lado, Murphy.
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duerme en el jardn, sin ojos que abrir Marion comenz a rer, Murphy senta el
verdadero pavor fluyendo por sus venas. De repente, el semblante del fantasma
cambi. Sus muecas estaban libres, las manos de la joven ahora repasaban su
desnudo torso masculino. Aun as, estaba paralizado. Por qu no me
escuchaste, Murphy? Por qu continuaste? Yo te quera. Yo te quiero.
T te suicidaste esa noche, la que decidimos estar juntos. Qu quieres
de mi, Marion? sus ojos ya estaban anegados en lgrimas Me reserv para ti,
y t me traumatizaste.
Yo, Murphy, yo te traumatice? Me violaste. Me besaste, me llevaste a la
cama, entonces no me sent preparada. Pero me ignoraste, entraste en m
desoyendo mis gritos, mis suplicas. Ah naci el monstruo, el ser que nadie podr
amar.
Las manos de Marion se resbalaron por la piel de su inesperado antiguo
amante, junto a ellas el resto de su cuerpo. Murphy vio esos ojos tan cerca de los
suyos antes de que sus labios rozasen con suavidad aquello que no debera estar.
El beso fue fro, senta como su piel se congelaba ante el contacto. Estaba
empezando a perder el control... o quiz lo volva a recuperar.
Solo yo te amo, Murphy. Nadie ms te querr tanto como yo lo he hecho
todos estos aos que me han parecido milenios. Esperndote...
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~Solo un juego~
Misha Baker
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Quien le hubiera dicho a Nikolai que a sus trece aos asistira al funeral de
su mejor amigo, Dimitriv. Le haba dejado solo unas horas antes de que su madre
le encontrara, desfigurado por la mueca de terror dantesca que ahora era su
rostro. Decan que ni el forense le pudo devolver un semblante ms halageo,
por eso nadie haba visto su cuerpecito reposando en el atad. Su tez ya no
reflejaba la paz y la alegra que caracterizaban a su amigo. Nikolai no lo entenda,
si Dima estaba perfectamente cuando se fue. Qu diablos le haba pasado?
Hasta el mdico pareca perplejo, la autopsia revel que haban sido causas
naturales, pero, un nio de trece aos muerto por ataque cardaco poda ser
normal? Lo dudaba.
La madre de Dima se acerc a l tras el entierro. Record las palabras de la
suya, no eran momentos para bromas, como si l no fuera consciente de lo que
pasaba. Ni siquiera tena ganas de hacerlas. No quera estar all, el traje le picaba
y el pequeo atad le daba escalofros, aunque ya no lo viera, lo senta. All dentro
estaba su amigo. Para siempre.
Siento mucho su perdida, seora le dijo haciendo una dbil reverencia.
T eras el mejor amigo de Dimitriv. Estoy seguro de que quera que
tuvieras esto de un bolso mediano sac un juego de consola. Lo reconoci, ese
mismo da Dima se jact de haberlo conseguido por un buen precio. Tena
ganas de jugar contigo, pero antes quera probarlo solo, lo haca cuando no
pudo seguir y l no la forz. No era una situacin cmoda, recogi el juego sin
mirarlo.
Est segura de que es lo que quiere?
No te preocupes, querido. Es solo un juego, no significa nada para m.
Nikolai se ech en la cama una vez pudo desembarazarse del traje y los
zapatos. El da haba sido triste, gris. Pos su vista en el juego de Dima, lo haba
recogido con tanta prisa por salir de esa situacin que ni se dio cuenta de lo que
tena en la mano. No lo conoca, ni de revistas, ni de Internet y mucho menos en la
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Un nuevo da y otro entierro, dos das seguidos. Algo iba mal en las calles
de Mosc, pens Yuri mientras lanzaba al atad la segunda rosa negra en lo que
iba de semana. Primero Dimitriv Steklov, ahora Nikolai Korovin, con muertes
extraas pero naturales. Por lo menos lo natural que podan ser un infarto y un
suicidio en pre-adolescentes. Iba a marcharse cuando la madre del segundo se
acerc a l. La conoca de las veces que fue a merendar a su casa.
Eras uno de los pocos amigos de mi hijo. Quera agradecerte lo bien que
lo has tratado con esto. A los nios os gustan los videojuegos, verdad?
Yuri miro la caja negra que la mujer le tendi. Solo era un juego...
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-Marcos Llemes-
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Volvi a mirarla y Delilah haba apartado la vista del techo para fijarse en el
rostro del hombre.
Ella era blanca como la leche, su cabello negro envolva su cuerpo desnudo
en un contraste perfecto y sus ojos, de destellante verde, eran como las lujosas
esmeraldas que John nunca podra comprar. Era una verdadera Afrodita de los
tiempos modernos, imposiblemente hermosa.
No ests enojada? Pregunt John.
No dijo ella, apenas elevando la comisura de sus finos labios resecos.
John Dahmer la observ con ms detenimiento. A pesar de que la amaba
desde haca muchos meses, era la primera vez que Delilah estaba en su cama,
acostada, desnuda
Eres hermosa Lilah solt, sin darse cuenta de haberlo pronunciado en
voz alta.
Lilah me encanta que me digas as, cundo se te ocurri?
Desde que conozco tu nombre. Es una pena que hasta ahora no pude
decrtelo.
Es adorable dijo ella, simptica.
Nuevamente, el desgarrador recuerdo retumb en su cabeza. Se odi a s
mismo al no poder reprimir aquella sucesin de imgenes que brotaban de la
nada.
Aferr su cabeza por encima de las orejas y convirti sus manos en puos.
Luego fueron garras.
Era el momento de un sptimo trago.
No te tortures. S que lo hiciste porque me amas.
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Ella sonri framente, sus movimientos y acciones eran tan artificiales que
resultaban escalofriantes para cualquiera, a excepcin de John Dahmer.
Tienes razn, John. T eres capaz de todo. Eres como Dios.
Yo soy Dios, Lilah.
John Dahmer separ las piernas de Delilah y comenz a mecerse sobre
ella, en movimientos repetitivos. Despus de tanta obsesin, despus de tantas
noches soando despierto, despus de tantas pastillas antipsicticas, estaba
sucediendo. No era ninguna alucinacin. Era real!
No lo poda creer
Y las cosas haban pasado tan rpido que casi lo asimilaba. Una
emboscada. Cuatro golpes secos. Un corte. Un par de horas troceando carne y
metindola en la bolsa. Y ahora Lilah era suya.
No lo poda creer No lo poda creer
Al cabo de varios minutos la vista de John, nada ms un poco ntida, apunt
al cuello de su Lilah. Lo bes con extrema delicadeza, mientras ella jadeaba
libidinosamente.
Ya no sangra Me alegra que ya no sangre
Fue hasta su boca y la bes con romntica intensidad, pero no tard mucho
en volver a su cuello. Descubri que era lo que ms lo apasionaba de ella.
Tampoco duele, Lilah? Le pregunt, pasando su lengua por el
profundo corte
No, ya no. Ya no duele nada respondi Delilah.
Te amo, Lilah.
Te amo, John.
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~Fase de negacin~
-Marcos Llemes-
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murmullo dolido. Vea la verdad detrs de la mentira, y nunca se sinti tan aliviada
y contenta.
Sonri. Su mirada se humedeci y sus manos no dejaron de temblar. La
nia estaba vestida de blanco. Reconoca incluso el vestido bordado, de tela ligera
y suave, que haba comprado a los siete meses de embarazo. Ya no estaba
acostada, inerte, fra y ligeramente azulada, sino que reposaba sentada
alegremente sobre su falso cajn de muerto. Su rostro articulaba una sonrisa sin
dientes y sus ojos, cerrados por completo, formaban en conjunto con sus rasgos
pequesimos y delicados una expresin adorable.
Gloria dijo su to, observndola pasmado, ocurre algo?
Qu raro, no? dijo ella, simpticamente. En su tonalidad, se
vislumbraba una meloda orgullosa. Yo esperaba que pudiera sentarse despus
de los cuatro meses, pero
Nuevamente no pudo terminar la frase. Una carcajada orgullosa se escap
de su interior y todos la miraron.
Se voltearon de tal forma hacia ella que el cajn ya no le era visible. Gloria
se sinti molesta con ellos, pero no dej de sonrer. Su hija a menos de
veinticuatro horas de haber nacido ya poda sentarse. No escuch a nadie
presumir de ello antes, sera la primera en contrselo a todo el mundo.
De repente, sinti el peligro. Al verla con una sonrisa de oreja a oreja, varios
familiares acudieron al lugar donde estaba. Plenamente preocupados por su salud,
se le acercaron otros ms. Pero Gloria no entenda sus acciones, as como ellos
no entendan la suya.
Los vio como un obstculo. Lo haban sido desde el principio. Qu
lograban ellos con aqul teatrito? De quin lloran si su hija estaba sonrindole
desde el atad? Pensndolo bien, por qu su hija estaba dentro de un atad? Y
principalmente, por qu el doctor haba dicho que se iba a morir? Vaya
incompetencia la salud pblica.
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