El Castillo Kafka
El Castillo Kafka
El Castillo Kafka
Guy de
Maupassant
(1850-1893)
0á
SUICIDAS
Guy de Maupassant
1
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Una carta escrita poco antes de morir, por uno de los muchos
que "se suicidan sin motivo", cayó en mi poder. La juzgo
interesante. No descubre ningún derrumbamiento, ninguna
miseria espantosa, nada de lo extraordinario que se busca
siempre para justificar una catástrofe; pero pone de relieve la
sucesión de pequeños desencantos que desorganizan
fatalmente la existencia solitaria de un hombre que ha perdido
todas las ilusiones y acaso explique —a los nerviosos y a los
sensitivos, al menos— la tragedia inexplicable de "suicidios
inmotivados".
Leámosla:
"Son ya las doce de la noche. Cuando haya escrito esta carta, voy a
matarme. ¿Por qué? Trato de razonar mi determinación, para darme
cuenta yo mismo de que se impone fatalmente, de que no debo
aplazarla.
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"Nos engañan estúpidas y agradables ilusiones que se renuevan sin
cesar.
3
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"Todo se repite sin cesar y de un modo lamentable. Hasta la manera
de introducir —al volver cada noche— la llave en la cerradura; el sitio
donde siempre dejo las cerillas; la mirada que al entrar esparzo en
torno de mi habitación, mientras el fósforo se inflama. Y todo me
provoca —para verme libre de una existencia tan ruin— a tirarme por
el balcón.
4
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abundancia —lo cual es también una dicha. Un estómago enfermo
conduce al escepticismo, a la incredulidad, engendra sueños terribles y
ansias de muerte. Lo he notado con frecuencia. Es posible que no me
matara esta noche, haciendo una buena digestión.
5
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porque sólo ver la escritura olvidada y de pronto reconocida, los lanza
en un océano de recuerdos; quemen esos papeles que matan; cuando
estén hechos pavesas, pisotéenlos para convertirlos en impalpables
cenizas... Y si no lo hacen así, los anonadarán como acaban de
anonadarme y destruirme.
6
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diferente. Sobre todo me obsesionaba con un traje de seda rameado, y
recuerdo que un día, llevando aquel traje, me amonestó dulcemente:
'Roberto, hijo mío, si no procuras erguirte un poco, serás jorobado
toda tu vida'.
"Quedaba por ver una carta fechada hacía medio siglo. Me la dictó el
maestro de escritura:
'Mamita de mi alma:
hoy cumplo siete años.
A esa edad ya se discurre; ya sé lo que te debo.
Te juro emplear bien la vida que me has dado.
'Tu hijo que te adora, Roberto'.
7
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"Me había remontado hasta el origen. El recuerdo era desconsolador.
¿Y el porvenir? Quise profundizar en lo que me faltaba de vida, y se
me apareció la vejez espantosa y solitaria, con su cortejo de achaques y
dolencias... ¡Todo acabado para mí! ¡Nadie junto a mí!
"El revólver está sobre la mesa... Es tentador... "¡No lean nunca las
cartas de otros tiempos! ¡No recuerden viejas memorias!..."
------
FIN
8
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