Hebert Marcuse
Hebert Marcuse
Hebert Marcuse
DE LA LIBERTAD
HERBERT MARCUSE
DIALCTICA DE LA LIBERTAD
2
Herbert Marcuse
Libro 65
3
DIALCTICA DE LA LIBERTAD
Coleccin
SOCIALISMO y LIBERTAD
Libro 1 LA REVOLUCIN ALEMANA
Vctor Serge - Karl Liebknecht - Rosa Luxemburgo
Libro 2 DIALCTICA DE LO CONCRETO
Karel Kosik
Libro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLTICO ARGENTINO
Silvio Frondizi
Libro 4 INTRODUCCIN A LA FILOSOFA DE LA PRAXIS
Antonio Gramsci
Libro 5 MAO Tse-tung
Jos Aric
Libro 6 VENCEREMOS
Ernesto Guevara
Libro 7 DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO - DIALCTICA DE LO IDEAL
Edwald Ilienkov
Libro 8 LA DIALCTICA COMO ARMA, MTODO, CONCEPCIN y ARTE
Iaki Gil de San Vicente
Libro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANO
Nstor Kohan
Libro 10 AMRICA NUESTRA. AMRICA MADRE
Julio Antonio Mella
Libro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del sur
Madeleine Riffaud
Libro 12 MARX y ENGELS. Nueve conferencias en la Academia Socialista
David Riaznov
Libro 13 ANARQUISMO y COMUNISMO
Evgueni Preobrazhenski
Libro 14 REFORMA o REVOLUCIN - LA CRISIS DE LA
SOCIALDEMOCRACIA
Rosa Luxemburgo
Libro 15 TICA y REVOLUCIN
Herbert Marcuse
Libro 16 EDUCACIN y LUCHA DE CLASES
Anbal Ponce
Libro 17 LA MONTAA ES ALGO MS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDE
Omar Cabezas
Libro 18 LA REVOLUCIN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero en
Francia 1789-1848. Seleccin de textos de Alberto J. Pl
Libro 19 MARX y ENGELS. Seleccin de textos
Carlos Marx y Federico Engels
Libro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionario
Iaki Gil de San Vicente
Libro 21 LA FILOSOFA BURGUESA POSTCLSICA
Rubn Zardoya
Libro 22 DIALCTICA Y CONSCIENCIA DE CLASE
Gyrgy Lukcs
Libro 23 EL MATERIALISMO HISTRICO ALEMN
Franz Mehring
Libro 24 DIALCTICA PARA LA INDEPENDENCIA
Ruy Mauro Marini
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Herbert Marcuse
5
DIALCTICA DE LA LIBERTAD
6
Herbert Marcuse
https://elsudamericano.wordpress.com
HIJOS
La red mundial de los HIJOS de la revolucin social
7
DIALCTICA DE LA LIBERTAD
CULTURA Y SOCIEDAD
ACERCA DEL CARCTER AFIRMATIVO DE LA CULTURA
(1965)
8
Herbert Marcuse
CULTURA Y SOCIEDAD
ACERCA DEL CARCTER AFIRMATIVO DE LA CULTURA1
I
La doctrina de que todo conocimiento humano, por su propio sentido, est
referido a la praxis fue uno de los elementos fundamentales de la filosofa
antigua. Aristteles pensaba que las verdades conocidas deban conducir
a la praxis tanto en la experiencia cotidiana, como en las artes y las
ciencias. Los hombres necesitan en su lucha por la existencia, del esfuerzo
del conocimiento, de la bsqueda de la verdad, porque a ellos no les est
revelado de manera inmediata lo que es bueno, conveniente y justo. El
artesano y el comerciante, el capitn y el mdico, el jefe militar y el hombre
de estado -todos deben poseer el conocimiento adecuado para sus
especialidades, a fin de poder actuar de acuerdo con las exigencias de la
respectiva situacin.
Aristteles sostiene el carcter prctico de todo conocimiento, pero
establece una diferencia importante entre los conocimientos. Los ordena
segn una escala de valores que se extiende desde el saber funcional de
las cosas necesarias de la vida cotidiana hasta el conocimiento filosfico
que no tiene ningn fin fuera de s mismo, sino que se lo cultiva por s
mismo y es el que ha de proporcionar la mayor felicidad a los hombres.
Dentro de esta escala hay una separacin fundamental: entre lo necesario
y til por una parte y lo bello por otra.
Pero toda la vida est dividida en ocio y trabajo, en guerra y paz, y
las actividades se dividen en necesarias, en tiles y bellas.
Al no ponerse en tela de juicio esta divisin, y al consolidarse de esta
manera la teora pura, conjuntamente con los otros mbitos de lo bello,
como actividad independiente al lado y por encima de las dems
actividades, se quiebra la pretensin originaria de la filosofa, es decir, la
organizacin de la praxis segn las verdades conocidas. La divisin entre
lo funcional y necesario, y lo bello y placentero, es el comienzo de un
proceso que deja libre el campo para el materialismo de la praxis burguesa
por una parte, y por la otra, para la satisfaccin de la felicidad y del espritu
en el mbito exclusivo de la cultura.
Entre las razones que suelen darse para referir el conocimiento supremo y
el placer supremo a la teora pura y desinteresada, reaparece siempre este
argumento. El mundo de lo necesario, del orden de la vida cotidiana es
inestable, inseguro, no libre. no slo fctica, sino esencialmente. El manejo
de los bienes materiales no es nunca obra exclusiva de la laboriosidad y
del saber humanos. La casualidad domina en este campo. El individuo que
haga depender su objetivo supremo, su felicidad, de estos bienes, se
transforma en esclavo de los hombres y de las cosas, que escapan a su
1
Cultura y sociedad. Buenos Aires. Sur. 1967.
9
DIALCTICA DE LA LIBERTAD
4
Platn, Leyes, 831. Cfr. J. Brake, Wirlschaften und Charakter in der antiken Bildung,
Frankfurt a. M., 1935, p. 124 y ss.
11
DIALCTICA DE LA LIBERTAD
5
Cfr. Studien ber die Autoritt und Familie, Scriften des Instituts fr Sozialforschung, t. V,
Pars, 1936, p. 7 y ss.
6
O. Spengler concibe la relacin entre civilizacin y cultura no como simultnea, sino como
una sucesin orgnica necesaria: la civilizacin es el destino inevitable y el final de toda
cultura (Des Untergang des Abendlandes, t. I, 23a edic., Mnchen, 1920, p. 48 y sg.). Con esa
reformulacin no se altera nada en la valoracin tradicional de la cultura y la civilizacin,
indicada ms arriba.
13
DIALCTICA DE LA LIBERTAD
14
Herbert Marcuse
15
DIALCTICA DE LA LIBERTAD
de la mayor parte de los hombres fue cada vez mayor. A las demandas
acusadoras la burguesa dio una respuesta decisiva: la cultura afirmativa.
Esta es, en sus rasgos fundamentales, idealista. A la penuria del individuo
aislado responde con la humanidad universal, a la miseria corporal, con la
belleza del alma, a la servidumbre extrema, con la libertad interna, al
egosmo brutal, con el reino de la virtud del deber. Si en la poca de la
lucha ascendente de la nueva sociedad, todas estas ideas haban tenido
un carcter progresista destinado a superar la organizacin actual de la
existencia, al estabilizarse el dominio de la burguesa, se colocan, con
creciente intensidad, al servicio de la represin de las masas insatisfechas
y de la mera justificacin de la propia superioridad: encubren la atrofia
corporal y psquica del individuo.
Pero el idealismo burgus no es slo una ideologa: expresa tambin una
situacin correcta. Contiene no slo la justificacin de la forma actual de la
existencia, sino tambin el dolor que provoca su presencia; no slo
tranquiliza ante lo que es, sino que tambin recuerda aquello que podra
ser. El gran arte burgus, al crear el dolor y la tristeza como fuerzas
eternas del mundo, quebr en el corazn de los hombres la resignacin
irreflexiva ante lo cotidiano. Al pintar con los brillantes colores de este
mundo la belleza de los hombres, de las cosas y una felicidad
supraterrenal, infundi en la base de la vida burguesa, conjuntamente con
el mal consuelo y una bendicin falsa, tambin una nostalgia real. Este
arte, al elevar el dolor y la tristeza, la penuria y la soledad, a la categora
de fuerzas metafsicas, al oponer a los individuos entre s y enfrentarlos
con los Dioses, sin mediacin social, en una pura inmediatez espiritual,
contiene, en su exageracin, una verdad superior: un mundo de este tipo
slo puede ser cambiado hacindolo desaparecer.
El arte burgus clsico alej tanto sus formas ideales del acontecer
cotidiano que los hombres que sufran y esperaban en esta cotidianidad,
slo podan reencontrarse mediante un salto en un mundo totalmente
diferente. De esta manera, el arte aliment la esperanza de que la historia
slo hubiera sido hasta entonces la prehistoria de una existencia venidera.
Y la filosofa tom esta idea lo suficientemente en serio como para
encargarse de su realizacin. El sistema de Hegel es la ltima protesta
contra la humillacin de la idea: contra el juego comercial con el espritu
como si fuera objeto que no tuviera nada que ver con la historia del
hombre. Con todo, el idealismo sostuvo siempre que el materialismo de la
praxis burguesa no representa la ltima etapa y que la humanidad debe
ser conducida ms all de l. El idealismo pertenece a un estadio ms
avanzado del desarrollo que el positivismo tardo, que en su lucha contra
las ideas metafsicas no slo niega el carcter metafsico de estas ltimas,
sino tambin su contenido y se vincula inseparablemente al orden
existente.
16
Herbert Marcuse
7
La Mettrie, Discours sur le bonheur. Ocuvres philosophiques, Berln, 1775, t. II, p. 102.
17
DIALCTICA DE LA LIBERTAD
II
La cultura afirmativa recogi, con su idea de la humanidad pura, la
exigencia histrica de la satisfaccin general del individuo.
Si consideramos la naturaleza tal como la conocemos, segn las
leyes que en ella se encuentran, vemos que no hay nada superior a la
humanidad en el hombre9
En este concepto se resume todo aquello que est dirigido a la:
noble educacin del hombre para la razn y la libertad, para los
sentidos e instintos ms finos, para la salud ms delicada y fuerte,
para la realizacin y dominio de la tierra.10
Todas las leyes humanas y todas las formas de gobierno han de tener slo
un fin:
que cada uno, sin ser molestado por el prjimo, puedan ejercitar sus
fuerzas y () un goce ms hermoso y ms libre de la vida.11
La realizacin suprema del hombre est vinculada a una comunidad de
personas libres y razonables en la que cada una tiene las mismas
posibilidades de desarrollo y satisfaccin de todas sus fuerzas. El concepto
de persona, que a travs de la lucha contra las colectividades opresivas se
ha mantenido vivo hasta hoy, abarca por encima de todas las
contradicciones y convenciones sociales, a todos los individuos. Nadie
libera al individuo de la carga de su existencia, pero nadie le prescribe lo
que puede y debe hacer; nadie fuera de la ley que se encuentra en su
propio pecho.
8
Op. cit., p. 86 y ss.
9
Herder, Ideen zur lhilosophie der Geschichte der Menschheit, libro 15, seccin 1 (Werke, ed.
por Bernhe Suphan, Berln, 1877-1913, t. XIV, p. 208).
10
Op. cit., libro 4, seccin 6 (Werke, t. XIII, p. 154).
11
Op. cit, libro 15, seccin 1 (Werke, t. XIV, p. 209).
18
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12
Kant, Ideen zur einer allgemeinen Geschichte in weltbrgerlicher Absicht, pargrafo 3
(Werke, ed. Cassirer, Berln 1912, t. IV, p. 153).
19
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18
Marx, Das Kapital, ed. Meissner, Hamburg, t. I., p. 326.
19
Hegel, Encyklopdie der philosophischen Wisserdechaften, t. II, #388.
20
Ibdem, # 387.
21
O. Spengler, op. cit. p. 406.
22
Herbert Marcuse
Con esta idea del alma las facultades, actividades y propiedades del
hombre no corporales (de acuerdo con la divisin tradicional,
representacin, sentimiento y apetitos) quedan reunidas en una unidad
indivisible -unidad que se conserva manifiestamente en todas las
conductas del individuo y que es la que precisamente constituye su
individualidad.
Este concepto de alma, que es tpico de la cultura afirmativa, no ha sido
acuado por la filosofa: las referencias a Descartes, Kant y Hegel indican
tan slo la perplejidad de la filosofa con respecto al alma.22 La idea del
alma encontr su primera expresin positiva en la literatura del
Renacimiento.
Aqu el alma es, por lo pronto, una parte no investigada de un mundo a
descubrir, al cual se extienden aquellas exigencias cuyo anuncio
acompa, en la nueva sociedad, el dominio racional del mundo por el
hombre liberado: libertad y autovaloracin del individuo. De esta manera,
el reino del alma, de la vida interior, es el correlato de las riquezas de la
vida exterior recientemente descubiertas. El inters por las situaciones
individuales, incomparables y reales -hasta entonces descuidadas-, del
alma, formaba parte del programa: de vivir la vida total e integralmente.23
La preocupacin por el alma tiene su influencia en la creciente
diferenciacin de las individualidades y aumenta la alegra vital de los
hombres por un desarrollo natural basado en la esencia del hombre.24
Vista desde la plenitud de la cultura afirmativa, es decir, desde los siglos
18 y 19, esta pretensin anmica se presenta como una promesa no
cumplida. La idea del desarrollo natural ha quedado; pero significa, sobre
todo, el desarrollo interno. En el mundo externo el alma no puede
desarrollarse libremente. La organizacin de este mundo, a travs del
proceso capitalista del trabajo, transform el desarrollo del individuo en
competencia econmica e hizo depender del mercado la satisfaccin de
sus necesidades. Con el alma, la cultura afirmativa protesta en contra de la
cosificacin para caer, sin embargo, en ella. El alma es protegida como el
nico mbito de la vida que an no ha sido incorporado al proceso social
del trabajo.
22
Es caracterstica la introduccin del concepto del alma en la psicologa de Herbart: el alma
no est en ninguna parte ni en ningn lugar, no tiene ni disposicin ni capacidad para
recibir o para producir algo. La esencia simple del alma es totalmente desconocida y lo ser
siempre; no es un objeto ni de la psicologa especulativa, ni de la emprica (Herbart,
Lehrbuch zur Psychologie, 150-1553; Smtliche Werke, publicadas por Hartenstein, t. V,
Leipzig, 1850, p. 108 y ss.
23
W. Dilthey, al hablar de Petrarca. En: Weltanschanung und Analyse des Menschen seit
Renaissance und Reformation, Gesammelte Schriften, t. II, Leipzig, 1914. p. 20. Cfr. el
anlisis de Dilthey, del paso de la psicologa metafsica a la psicologa descriptiva y analtica
en L. Vives, op. cit. p. 423 y ss.
24
Loc. cit. p. 18.
23
DIALCTICA DE LA LIBERTAD
25
O. Spengler, loc. cit. p. 407.
26
Herder, Abhandlug ber den Ursprung der Sprache 2a parte, 4a ley natural (Werke, t. V, p.
135).
24
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29
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37
Goethe, Der Sammler und die Seinigen (al final de la 6a carta).
31
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39
Nietzsche, Werke, t. VIII, p. 41.
33
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40
Die Kultur der Renaissance in Italien, 11a ed. de L. Geiger, Leipzig, 1913; especialmente t. 1
p. 150 y ss.
41
Kant, Kritik der praktischen Ternunft, 1a parte, libro I, captulo 3, Werke, t. V. p. 95.
42
Esta idea que subyace al concepto de personalidad ha sido expresada por Goethe de la
siguiente manera: Man mkelt and der Personlichkeit, vernunftig ohne Schou: Was habt denn
ihr aber was euch erfrent. Als eure liebe Persnlichkeit! Sie sei auch sie sei. (Zahme Xenien,
Werke, t. IV, p. 54). (Uno se queja de la personalidad, razonablemente, sin respeto. Qu
tenis, sin embargo, que pueda alegraros, salvo vuestra bienamada personalidad, cualquiera
que sta sea!).
34
Herbert Marcuse
III
Todo esto se modifica cuando para la conservacin de la forma existente,
del proceso del trabajo ya no es suficiente una simple movilizacin parcial
(en la que la vida privada del individuo permanece en reserva) sino que es
necesaria una movilizacin total en la que el individuo, en todas las
esferas de su existencia, tiene que ser sometido a la disciplina del estado
totalitario. Entonces la burguesa entra en conflicto con su propia cultura.
La movilizacin total de la poca del capitalismo monopolista no es
conciliable con aquel momento progresista de la cultura, que estaba
centrado alrededor de la idea de personalidad. Comienza la
autoeliminacin (Selbstaufhebung).
La lucha abierta del estado autoritario en contra de los ideales liberales
de humanidad, individualidad, racionalidad, en contra del arte y la filosofa
idealistas, no puede ocultar el hecho de que aqu se trata de un proceso de
autoeliminacin. As como la transformacin social en la organizacin de la
democracia parlamentaria al convertirse en estado autoritario de un Fhrer
es slo una transformacin dentro del orden existente, as tambin la
transformacin cultural del idealismo liberal en el realismo heroico se
realiza dentro de la cultura afirmativa; se trata de una nueva manera de
asegurar las antiguas formas de la existencia. La funcin fundamental de
la cultura sigue siendo la misma; slo cambian las formas como esta
funcin se realiza.
La identidad del contenido, a pesar del cambio total de la forma, se
muestra de manera muy clara en la idea de internalizacin. La
internalizacin: la transformacin de los instintos y fuerzas explosivas del
individuo en lo anmico, ha sido una de las palancas ms fuertes para
imponer disciplina.43 La cultura afirmativa haba superado los antagonismos
sociales en una abstracta generalidad interna: en tanto persona, en su
libertad y dignidad anmica, los individuos tienen el mismo valor; muy por
encima de las oposiciones fcticas se encuentra el reino de la solidaridad
cultural. Esta abstracta comunidad interna (abstracta, porque deja
subsistentes las contradicciones reales) se convierte, en el ltimo perodo
de la cultura afirmativa, en una comunidad externa igualmente abstracta.
El individuo es situado en una colectividad falsa (raza, pueblo, sangre y
tierra). Pero este vuelco hacia lo externo tiene la misma funcin que la
internalizacin: renunciamiento e integracin en lo existente, que se vuelve
soportable mediante una apariencia real de satisfaccin. La cultura
afirmativa ha contribuido en gran medida a que el individuo, liberado desde
hace ms de cuatro siglos, marche tan bien en las filas comunitarias del
estado totalitario. Los nuevos mtodos usados para imponer disciplina no
son posibles si no se eliminan los momentos progresistas contenidos en
los estadios anteriores de la cultura. Vista desde la ltima etapa del
desarrollo, la cultura de aquellos estadios se presenta como un pasado
feliz.
43
Cfr. Zeitschrift fr Sozialforschung, ao V, 1936, p. 219 y ss.
35
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46
Op. cit. p. 199.
47
Op. cit. p. 200.
48
Op. cit. p. 203.
49
Op. cit. p. 204.
37
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54
Programa del Partido Socialdemcrata Alemn de 1921 y del Partido Popular de Sajonia de
1866.
55
K. Kautsky, Die materialistische Geschichtsauffasrung, Berln, 1927, t. II, pp. 819 y 837.
56
Op. cit. p. 824.
57
Nietzsche, Werke, t. XI, p. 241.
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59
Ensayo publicado en el libro colectivo Science and Culture, compilado por Gerald Holton,
Houghton Mifflim Co., Boston, 1965. American Academy of Arts and Sciences. En Espaol
Ensayos sobre poltica y cultura. Barcelona. Ariel. 1970.
60
Background, teln de fondo cuyo sentido en este contexto acaso recogiera mejor
medio ambiente, y ground, fondo; juego de palabras sobre un uso lingstico difcil de
reflejar en castellano. (T.)
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CIVILIZACIN CULTURA
trabajo manual trabajo intelectual
da laborable da festivo
trabajo tiempo libre
reino de la necesidad reino de la libertad
naturaleza espritu (Geist)
pensamiento operativo pensamiento no operativo
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He discutido esta cuestin en mi libro One-Dimensional Man (Boston, Beacon Press, 1964),
Caps. 6 y 7. (El hombre unidimensional)
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del hombre de una sociedad que, por emplear un slogan, entrega las
mercancas a una parte de la poblacin cada vez mayor. Y eso implica
que nos estamos enfrentando con la liberacin de una sociedad donde la
liberacin carece aparentemente de una base de masas. Conocemos muy
bien los mecanismos sociales de manipulacin, adoctrinamiento y
represin a los que se debe esta falta de una base de masas, y la
integracin de la mayora de las fuerzas de oposicin en el sistema social
establecido. Pero debo subrayar una vez ms que no se trata simplemente
de una integracin ideolgica; que no se trata simplemente de una
integracin social; que precisamente se produce en una base fuerte y rica
que posibilita que la sociedad se desarrolle y satisfaga las necesidades
materiales y culturales mejor que nunca.
Sin embargo, el conocimiento de los mecanismos de manipulacin o de
represin, que llegan hasta el inconsciente mismo del hombre, no lo es
todo. Creo que nosotros (y emplear nosotros durante toda mi charla)
hemos sido demasiado vacilantes, hemos estado demasiado confundidos,
comprensiblemente confundidos, para insistir en las caractersticas
radicales e integrales de una sociedad socialista, en su diferencia
cualitativa de todas las sociedades establecidas: la diferencia cualitativa en
virtud de la cual el socialismo es en realidad la negacin de los sistemas
establecidos, independientemente de lo productivos o lo poderosos que
sean o puedan parecer. En otras palabras y ste es uno de los muchos
puntos en que estoy en desacuerdo con Paul Goodman, nuestro fallo no
ha consistido en haber sido demasiado inmodestos, sino en que hemos
sido demasiado modestos. Hemos reprimido, por decirlo as, mucho de lo
que deberamos haber dicho y de lo que deberamos haber acentuado.
Si hoy estas caractersticas integrales, estas caractersticas verdadera-
mente radicales que convierten a la sociedad socialista en una negacin
concreta de las sociedades existentes; si esta diferencia cualitativa
aparece hoy como utpica, como idealista, como metafsica, sa es
precisamente la forma en que han de aparecer estas caractersticas
radicales si han de ser realmente una negacin concreta de la sociedad
establecida, si el socialismo es en realidad la ruptura de la historia, la
ruptura radical, el salto al reino de la libertad: una ruptura total.
Demos un ejemplo de cmo esta consciencia o semiconsciencia de la
necesidad de una ruptura total as ha estado presente en algunas de las
grandes luchas sociales de nuestra poca. Walter Benjamin cita relatos
segn los cuales durante la Comuna de Pars, en todas las esquinas de la
ciudad de Pars haba gente que disparaba contra los relojes de las torres
de las iglesias, de los palacios, etc., y que consiguientemente expresaba
consciente o semiconscientemente la necesidad de detener el tiempo, de
que al menos haba que detener el tiempo predominante, la sucesin
temporal establecida, y que deba comenzar un tiempo nuevo un nfasis
muy fuerte en la diferencia cualitativa y en la totalidad de la ruptura entre la
nueva sociedad y la antigua.
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En este sentido, quisiera discutir con ustedes aqu los requisitos previos
reprimidos del cambio cualitativo. Hablo intencionadamente de cambio
cualitativo y no de revolucin porque sabemos de demasiadas
revoluciones a travs de las cuales se ha mantenido la sucesin de
represin: de revoluciones que han sustituido un sistema de dominacin
por otro. Debemos volvernos conscientes de las caractersticas
esencialmente nuevas que distinguen a una sociedad libre como una
negacin definitiva de las sociedades existentes, y debemos empezar por
formular estas caractersticas, sin que importe lo metafsicas, sin que
importe lo utpicas, e incluso dira sin que importe lo ridiculas que puedan
parecer a la gente normal en todos los campos, tanto a la derecha como a
la izquierda.
Qu es la dialctica de liberacin de que nos ocupamos aqu? Es la
construccin de una sociedad libre, construccin que depende en primer
lugar del predominio de la necesidad vital de abolir los sistemas de
servidumbre establecidos y, en segundo lugar y esto es decisivo, que
depende del compromiso vital, de la lucha, tanto consciente como
subconsciente e inconsciente, por los valores cualitativamente diferentes
de una existencia humana libre. Sin el surgimiento de esas necesidades y
satisfacciones nuevas las necesidades y las satisfacciones del hombre
libre, sin que importe lo vastas que sean, solamente se sustituira un
sistema de servidumbre por otro sistema de servidumbre. Y tampoco
puede considerarse el surgimiento y quisiera subrayar esto de esas
nuevas necesidades y satisfacciones como un mero subproducto, como la
mera consecuencia de unas instituciones sociales cambiadas. Lo hemos
visto ya, es un hecho de la experiencia.
El desenvolvimiento de las nuevas instituciones puede ser realizado ya, y
realizado por hombres con necesidades nuevas. Esto, de pasada, es la
idea bsica subyacente al propio concepto de Marx del proletariado como
agente histrico de la revolucin. Marx vea en el proletariado industrial al
agente histrico de la revolucin no solamente por ser la clase
fundamental en el proceso material de la produccin; no solamente porque
constitua en aquella poca la mayora de la poblacin, sino tambin
porque esta clase era libre de las necesidades competitivas agresivas y
represivas de la sociedad capitalista y, por tanto, al menos potencialmente,
era el portador de necesidades, objetivos y satisfacciones esencialmente
nuevos.
Tambin podemos formular esta dialctica de liberacin de una manera
ms brutal: como un crculo vicioso. La transicin de la servidumbre
voluntaria (tal como existe en gran medida en la sociedad opulenta) a la
libertad presupone la abolicin de las instituciones y de los mecanismos de
represin. Y la abolicin de las instituciones y mecanismos de represin
presupone el predominio de la necesidad de liberacin. En lo que
concierne a estas necesidades, pienso que hemos de distinguir entre la
necesidad de cambiar las condiciones de existencia intolerables y la
necesidad de cambiar la sociedad en su conjunto. No son en absoluto
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Al menos esta parte de los hippies, en los que la rebelin sexual, moral y
poltica forman un todo, es en realidad una forma de vida no agresiva: una
demostracin de una no-agresividad agresiva al sistema que consigue, al
menos potencialmente, la manifestacin de valores cualitativamente
diferentes, una transvaloracin de valores.
Toda educacin es teraputica: teraputica en el sentido de liberar al
hombre, por todos los medios disponibles, de una sociedad en que, tarde o
temprano, va a ser transformado en una bestia, incluso si no lo advierte. La
educacin, en este sentido, es teraputica, y hoy toda teraputica es teora
poltica v prctica poltica. Qu clase de prctica poltica? Eso depende
por completo de la situacin. Difcilmente cabe imaginar que aqu
discutamos esto en detalle. Slo les recordar las diversas posibilidades
de manifestaciones, de descubrimiento de modos de manifestacin
flexibles que puedan hacer frente al empleo de la violencia
institucionalizada; posibilidades de boicot y muchas otras cosas: todo lo
que en realidad tiene una posibilidad razonable de reforzar las fuerzas de
la oposicin.
Podemos prepararnos para ello como educadores, como estudiosos. Dir
una vez ms que nuestro papel es limitado. No somos un movimiento de
masas. No creo que en un futuro prximo veamos un movimiento de
masas as.
Quisiera aadir una palabra sobre el llamado tercer mundo. No he hablado
del tercer mundo porque mi tema era estrictamente la liberacin de la
sociedad opulenta. Estoy completamente de acuerdo con Paul Sweezy en
que sin colocar dentro de la estructura del tercer mundo a la sociedad
opulenta, sta no resulta comprensible. Creo tambin que, aqu y ahora,
debemos cargar el acento sobre las sociedades industriales avanzadas,
sin olvidar hacer todo lo que est a nuestro alcance, y de todas las
maneras posibles, por apoyar, terica y prcticamente, la lucha de
liberacin en los pases neocoloniales, los cuales, si no son la fuerza de
liberacin final, al menos contribuyen y se trata de una contribucin de
importancia al debilitamiento y a la desintegracin potenciales del
sistema imperialista mundial.
Nuestro papel como intelectuales es un papel limitado. En ningn caso
debemos hacernos ilusiones. Pero todava es peor sucumbir al derrotismo
ampliamente difundido que presenciamos. Hoy el papel preparatorio es un
papel indispensable. No creo ser demasiado optimista en general no
tengo fama de ser demasiado optimista cuando digo que podemos ver
ya los signos no solamente de que Ellos estn aterrorizados y angustiados,
sino que hay manifestaciones mucho ms concretas, mucho ms
tangibles, de la debilidad esencial del sistema. Por consiguiente, sigamos
adelante todo lo que podamos, sin hacernos ilusiones pero, ms an, sin
derrotismo.
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DIALCTICA DE LA LIBERTAD
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Herbert Marcuse
Profesor Lwenthal: El tema hoy propuesto por deseo del seor Marcuse,
Poltica y moral en la sociedad opulenta, ha de entenderse, segn creo,
en el sentido de sus ltimas palabras de ayer tarde. Moral quiere decir los
valores que subyacen a nuestra civilizacin y con los cuales confrontaba
Marcuse crticamente la realidad de nuestra sociedad. Y la consecuencia a
la que l llega en sus escritos y en su conferencia ltima dice:
La persona que es moral en el sentido de esos valores bsicos no
puede colaborar, ni siquiera crticamente, con el sistema coactivo de
la sociedad en que vivimos, sino que tiene que enfrentarse con ella en
el sentido de la oposicin total.
Me propongo criticar esa tesis, ponerla en tela de juicio. Como es natural,
aqu no puedo hacerlo ms que en forma de tesis categricas a propsito
de algunas cuestiones y ejemplos sueltos.
Recoger para empezar la cuestin por donde este sistema aparece como
una totalidad. Ello ocurre principalmente en la poltica exterior, y Marcuse
ha dicho ayer, recargadamente, que este sistema produce constantemente
guerras, aadiendo, pese a toda su crtica al contrapuesto sistema del
totalitarismo del Este, que ste, por lo menos, no es expansivo ni agresivo.
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Herbert Marcuse: Dice usted con razn, colega Lwenthal, que est lejos
de m la intencin de destruir y el gusto de la destruccin. Efectivamente,
mi nocin del placer es muy diferente de eso. Pero entonces no s por qu
era necesario sacar eso a relucir, puesto que las consecuencias de la
destruccin, de las que usted ha hablado, no se han visto hasta ahora -en
ninguna parte. Nada de una poltica de la destruccin sin situar cosa
alguna en el lugar de lo viejo. Creo que lo que yo y lo que la oposicin
tenemos en mente es muy distinto de una poltica de la destruccin por
obra de la destruccin.
Creo que es muy fcil razonar lo que quiero decir. Cuando en el lugar de
una crcel se quiere construir una casa de viviendas, hay que empezar
efectivamente por derribar la crcel, porque si no es imposible empezar
siquiera la construccin de las viviendas. En este punto dice usted, y con
razn: por lo menos hay que saber que se quiere construir una casa de
viviendas en el lugar de la crcel. Y creo que eso es exactamente lo que
sabemos. No es necesario tener ya el plano exacto del edificio nuevo para
empezar a derribar la crcel, siempre, desde luego, que se sepa uno
decidido y capaz de poner en el lugar de la crcel el edificio de viviendas, y
siempre que se sepa tambin cosa que me parece decisiva cmo ha
de ser en general una vivienda decente. Sobre los detalles, en cambio, es
perfectamente posible llegar a un acuerdo ms tarde. En ningn caso, ni
implcita ni explcitamente he postulado una poltica sostenida por el placer
de la destruccin.
Mucho ms serio me resulta lo que ha dicho usted acerca de los lados
positivos del sistema al cual nos oponemos. ste es precisamente el punto
con el que siempre tropiezo y en el que siempre pienso. Creo que aqu
empec por llamar la atencin acerca de toda la seriedad de este
problema. No estamos luchando contra una sociedad terrorista. No
luchamos contra una sociedad que haya mostrado ya su incapacidad de
funcionar. No luchamos contra una sociedad que est ya en
desintegracin. Luchamos contra una sociedad que funciona
extraordinariamente bien; y cosa ms grave luchamos contra una
sociedad que efectivamente ha logrado superar pobreza y miseria en una
medida desconocida en los estadios anteriores del capitalismo. Para un
hombre que piensa dialcticamente es desagradable decir que hay que
contemplar tambin la otra cara, porque no se trata de la otra, sino de la
misma.
Cmo es eso otro que en realidad es la misma cara? Es verdad: tenemos
hoy en los Estados Unidos libertades, tenemos hoy en los Estados Unidos
un nivel de vida, un confort inimaginable incluso para amplias capas de la
poblacin. Pero nosotros y nosotros no quiere decir slo el grupo
relativamente pequeo, de los intelectuales sabemos y sentimos al
mismo tiempo que tenemos otras cosas ms, a saber, no slo la guerra del
Vietnam, no slo una sociedad que impone en el mundo los regmenes
policacos y dictatoriales ms represivos, sino tambin una sociedad que
en la misma metrpoli trata a las minoras raciales y nacionales como a
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aclarado nunca si fue de verdad Corea del Norte la que atac, y que,
adems, tampoco se sabe exactamente la importancia que pudieron tener
las provocaciones sistemticas desde el Sur. Pero repito mi tesis que creo
perfectamente sostenible: hoy, y ante la gigantesca fuerza expansiva y
agresiva del sistema capitalista tardo, el totalitarismo del Este se
encuentra materialmente a la defensiva, y se defiende, adems, en forma
desesperada. Dije ayer que podemos y debemos criticar ese totalitarismo
desde la izquierda; pero su crtica, su ataque, no ha sido en modo alguno
de izquierda.
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Allgememer Studenten-Aufchuss, Comisin estudiantil general, el rgano corporativo o
sindical de los estudiantes alemanes (N. del T )
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Sozialtstischer Deutscher Studentenbund, Liga de los estudiantes socialistas alemanes, que
rompieron con el Partido Social Demcrata (SPD). (N. del T )
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El hecho fundamental de que ninguna sociedad puede existir sin que los
hombres se vean obligados a sacrificarse parcialmente, a renunciar a parte
de sus intereses, de sus instintos; dicho de otro modo: que en toda
sociedad de la historia, en la actual igual que, segn me temo, en la futura,
se da lo que Freud ha llamado la desazn o angustia en la cultura. Digo
que el intento de salirse de esa inquietud, esa angustiosa incomodidad o
inseguridad de la cultura, aunque es un deseo humanamente
comprensible, no es una alternativa poltica.
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Rudi Dutschke: Enlazando con lo que ha dicho Lefvre, yo creo que hemos
llegado a un punto tal que los huevos no bastan ya en modo alguno, o sea:
los huevos y los tomates eran en realidad formas de resistencia no
organizada destinadas a que la opinin pblica nos percibiera al menos.
Pero ahora hemos alcanzado ya una fase de nuestro proceso poltico en la
cual sera necio y retrgrado seguir con los huevos y con los tomates.
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Y esto tiene algo que ver con la cuestin de la mayora y la minora. Ahora
ya estamos aplicando en la prctica estos conceptos, no como conceptos
esttico-cuantitativos, sino como conceptos histrico-dialcticos, o sea,
como relaciones e interacciones alterables por los hombres. Estamos
empezando a romper el aislamiento en el que hemos permanecido durante
meses, o durante aos, y consiguiendo una ampliacin de nuestras
minoras.
Ya no somos los treinta o cuarenta ilusos que suean un mundo, ay!, tan
lejano; sino que de hecho hay ya aqu en la universidad un campo
antiautoritario de unos cuatro o cinco mil estudiantes; y en otras
universidades hay minoras tambin en ampliacin. Nos disponemos y
ste es el punto inmediato en el que se plantea la cuestin de la violencia
a empezar la campaa sistemtica por la expropiacin del trust
Springer, y con esa campaa vamos a penetrar en la poblacin. Esto es un
grado ms de ampliacin.
Hemos de entender que la minora cuya gnesis histrica podemos
mostrar al dedillo en Berln, desde la situacin de aislamiento completo,
sectarismo y petulante llevar-razn de los aos cincuenta ha
provocado una cierta difusin progresiva de la idea de que en esta
sociedad se pueden cambiar muchas cosas, no por acciones putchistas de
minoras conscientemente aisladas, sino por la accin de minoras que se
esfuercen sistemticamente por facilitar a sectores crecientes de la
poblacin consciencia de lo que pueden esperar en la universidad, y por
abrir y mantener un dilogo entre los hombres sumidos en la minora de
edad poltica y nosotros. Este proceso de ampliacin de nuestra minora,
que ya hoy es mayor que hace algn tiempo, conduce realmente a la nica
base de la transformacin social, a la ampliacin y masificacin de la idea
de liberacin, o sea, al nacimiento de mayoras a partir de las minoras por
medio de acciones como la expropiacin del trust Springer. acciones en las
cuales no estamos solos, sino que respecto de ellas ciertos sectores de la
poblacin sienten un innegable desasosiego ante la situacin de ese punto
de la sociedad, el punto, esto es, del dominio funcional de las masas por
manipulacin. En ese punto hemos de seguir trabajando para hacer
tendencialmente de la minora una mayora.
Herbert Marcuse: Querra volver brevemente al tema de la alternativa
concreta. Podemos trabajar por la transformacin de la sociedad
existente sin ofrecer una alternativa concreta? La alternativa concreta es
por el momento negacin, pero en la negacin misma se encuentra ya lo
positivo. Permtanme aducir un ejemplo. Si tuviera que dar respuesta en
Amrica a la pregunta qu queris realmente poner en el lugar de la
actual sociedad?, yo contestara: queremos una sociedad en la que no
haya guerras coloniales, en la que no sea necesario recurrir a guerras
coloniales, en la que no sea necesario levantar y sostener dictaduras
fascistas, en la que no haya ciudadanos de segunda y de tercera clase.
Todas esas formulaciones son negativas. Pero hace falta ser
completamente tonto para no ver que en esa formulacin negativa se
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Marguerite von Brentano: Querra aducir una cita, puesto que en estos
ltimos das se ha planteado la pregunta: queris destruir, mas qu habr
luego? Es una cita de buda en un poema de Brecht, la Parbola del Buda
sobre la casa en llamas:
No hace mucho vi una casa que arda. Su techo era ya pasto de las
llamas. Al acercarme advert que an haba gente en su interior. Fui a
la puerta y les grit que el techo estaba ardiendo, incitndoles a que
salieran rpidamente. Pero aquella gente no pareca tener apuro.
Uno me pregunt, mientras el fuego le chamuscaba las cejas, como
estaba el tiempo afuera, si llova, si no haba viento, si exista otra
casa, y otras cosas parecidas. Sin responder, volv a salir. Esta gente,
pens, tiene que arder antes que acabe con sus preguntas.
Verdaderamente, amigos, a quien el suelo no le queme en los pies
hasta el punto de desear gustosamente cambiarse de sitio, nada
tengo que decirle.
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Peter Gng:68 Los factores que determinan las guerra del Vietnam han de
entenderse como problemas internos vietnamitas; son la insoportable
situacin de la poblacin vietnamita, particularmente la rural y, en ntima
relacin con eso, la anticipacin de una situacin mejor, la experiencia de
que esa situacin insoportable se puede superar aplicando determinados
mtodos contra el poder establecido en el Vietnam. Contra esa
consciencia se encuentra, por de pronto, el poder establecido en el
Vietnam, reforzado por el poder imperialista de los Estados Unidos. Todas
esas fuerzas se oponen a la superacin de la miseria en el Vietnam, y han
podido cortar o interrumpir un proceso revolucionario en el pas.
Describamos brevemente estos factores.
Entiendo por situacin insoportable en el Vietnam la situacin y las
relaciones sociales en el campo, o sea, la estructura feudal consolidada
por el colonialismo francs, la cual mantuvo en la miseria a la mayor parte
de los campesinos vietnamitas y permiti a una minora aprovechar, para
uso privado exclusivo, los frutos del trabajo de esos campesinos, igualando
as tendencialmente su nivel de vida con el de los seores colonialistas.
Frente a eso:
Entiendo por forma de lucha del vietminh la supresin de esa estructura
feudal mediante una reforma agraria que consisti primero en la
expropiacin y la distribucin de las grandes propiedades, permitiendo as
que el fruto del trabajo de los campesinos quedara en manos de stos.
Este proceso de la revolucin vietnamita fue interrumpido, primero, por los
conocidos acuerdos de Ginebra, y segundo por el hecho de que los
Estados Unidos apoyaron al gobierno Diem y acabaron ponindose en su
lugar, con lo que se impidi a los campesinos vietnamitas el superar con
sus propias manos su miseria. Con esto el proceso revolucionario tom en
Vietnam la forma de una guerra nacional de liberacin, y precisa y
necesariamente en la forma de la guerra popular ya practicada en China:
una guerra que exige de cada campesino la experiencia hecha de que si
no lucha l mismo contra las estructuras feudales, no es posible
superarlas. La forma de esta lucha en el marco de la guerra popular
67
Los coloquios Moral y poltica en la sociedad opulenta y Vietnam: El Tercer Mundo y la
oposicin en las metrpolis, Universidad Libre de Berln, verano (europeo) de 1967.
68
Cfr. Peter Gng y Jrgen Horlemann, Vietnam, Genesis eines Konfliktes, Frankfurt am
Main, Suhrkamp. Peter Gng y Reimuth Reiche, Modelle der kolonialen Revolution,
Frankfurt am Main, Suhrkamp. (Nota de los editores alemanes.)
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Mensaje a los pueblos del mundo a travs de la Tricontinental, en Ernesto Che Guevara,
Obra revolucionaria, Mxico, 1967, pg. 647.
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que no son medios de la opresin, sino objetos de ella: entre los obreros,
en las organizaciones de base de los sindicatos. Pero en cuanto la
oposicin intelectual intenta romper su aislamiento y conseguir una
conexin con grupos situados en el proceso de produccin, el sistema,
como hemos visto en Berln, reacciona con mucha sensibilidad y pone sin
escrpulos fuera de juego las reglas democrticas. Las formas de la
resistencia pasiva y de la accin no violenta no me parecen eficaces ms
que muy mediatamente y a largo plazo.
En este punto me gustara recoger una idea aludida ya en una discusin
anterior: a causa de su integracin en la estructura econmica de los
estados capitalistas, los pases prerrevolucionarios se han de entender
como una clase dentro del sistema capitalista. Esta clase se ha decidido
por la revolucin. La eficacia de la oposicin depende de que se d cuenta
oportunamente de esa conexin universal y la actualice terica y
organizativamente. Paradjicamente, ha sido la contrarrevolucin la que ha
establecido el primer enlace entre ambos grupos. Para fundamentar y
justificar ideolgicamente la poltica imperialista se practica en los pases
prerrevolucionarios una poltica de instruccin pblica con la que se busca
un proceso de europeizacin. Escuelas, universidades e institutos de
cultura se ponen a disposicin de los pases neocoloniales con la intencin
de producir esa consciencia. Pero, contra sus intenciones, esas
instituciones han permitido a la intelectualidad del Tercer Mundo descubrir
y asimilar la teora crtica y enlazar con la izquierda europea.
Por otra parte, ninguna accin de los partidos comunistas de occidente ha
contribuido tanto a la difusin y la internacionalizacin de la oposicin
como la accin de los norteamericanos en el Vietnam. La protesta contra el
genocidio del Vietnam sobre todo teniendo en cuenta que las cosas no
van a limitarse probablemente a un Vietnam slo reproducir tal vez lo
que se ha perdido en Europa con la desaparicin de la clase obrera como
clase revolucionaria, a saber, la base de masas de la izquierda.
En este momento nos encontramos en un campo de tensiones entre la
teora y la prctica, lo cual plantea muchas exigencias de aguante y
tenacidad. La clara comprensin de la falta de perspectiva de una
revolucin inmediata no nos debe hacer sucumbir a la tentacin de
limitarnos a la teora. La renuncia a la prctica en beneficio de la teora
sera hoy un error tan grande como lo sera la provocacin prematura de
una revolucin. La contra-universidad es una excelente base para realizar
un trabajo intenso y luego amplio de clarificacin. Habra que estudiar la
tctica guerrillera respecto de su aplicabilidad a acciones en estos
ambientes, acerca de lo cual ha informado el profesor Marcuse con
ejemplos americanos. Tambin sern tiles provocaciones de sentido ms
bien terico, en el sentido de la revolucin, o sea, provocaciones
adecuadas para poner de manifiesto el peligro latente de este sistema, su
fascismo latente, desgarrando as el velo tan precioso para los dominantes
y tan caro para los dominados.
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Mensaje a la Tricontinental (mayo de 1967), publicado en Ernesto Che Guevara, Obra
revolucionaria, Mxico, 1067, pg. 642
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Alusin a la poltica del gobierno de la Alemania occidental. El Helgoland fue un buque
hospital enviado por el gobierno de Alemania occidental al gobierno ttere de Saign.
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Y en Europa?.
En Europa, no ocurre lo mismo, porque la poltica sigue estando
ampliamente determinada por la clase obrera. Y adems, hay grandes
diferencias de un pas a otro: Alemania est muy prxima al "modelo"
norteamericano, Italia bastante prxima, Francia est mucho ms lejos.
Yo conozco bien a Rudi Dutschke y sus compaeros, los muchachos de la
S.D.S., la organizacin de izquierda de los estudiantes. El es muy noble,
muy sensible, de ningn modo un demagogo. Y ha estudiado mucho, ha
reflexionado mucho: l y sus camaradas han establecido un slido vnculo
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