Siren As
Siren As
Siren As
inmortalidad de un mito
(una visin comparatista)
Jos Manuel PEDROSA
Universidad de Alcal *
Resumen: Las sirenas son uno de los mitos ms fascinantes y perdurables de los que pueblan el ima-
ginario humano. Este artculo revisa su cronologa y su geografa, desde los orgenes hasta hoy. Y estu-
dia sus versiones en la literatura oral y en la literatura escrita.
Palabras clave: Sirenas; mitologa; literatura oral; literatura escrita; cuento; leyenda.
Abstract: Sirens and mermaids are one of the most fascinating and enduring of the myths that live in
human imagination. This article reviews its chronology and geography, from its origins to today. And
it studies versions in oral literature and written literature.
Key words: Sirens; mermaids; mythology; oral literature; written literature; folk tale; folk legend.
Este artculo fue publicado por primera vez dentro del volumen colectivo El libro de las sirenas, edi-
cin de Jos Manuel Pedrosa, Roquetas de Mar: Excmo. Ayuntamiento, 2002, pp. 29-99. Fue aquel un
libro que tuvo una difusin solo local, que est completamente agotado desde hace mucho tiempo, y
que muchas personas e investigadores me dicen que buscan de manera infructuosa. Esa es la razn que
me ha llevado a confiarlo a estas pginas que, con gran amabilidad, me ha ofrecido la Revista
Murciana de Antropologa. He preferido no introducir modificaciones, a pesar de que, en los trece
aos que han transcurrido desde su primera publicacin, han aparecido novedades bibliogrficas tan
importantes como la hermosa monografa de Carlos Garca Gual, Sirenas: seducciones y metamorfo-
sis, Madrid: Turner, 2014, un libro que yo mismo he reseado en la revista electrnica E-Humanista
28, 2014, pp. 817-821.
* Email: josem.pedrosa@uah.es
A lo largo del tiempo, las sirenas cambian de forma. Su primer historiador, el rapso-
da del duodcimo libro de la Odisea, no nos dice cmo eran; para Ovidio, son aves de plu-
maje rojizo y cara de virgen; para Apolonio de Rodas, de medio cuerpo arriba son muje-
res y, abajo, aves marinas; para el maestro Tirso de Molina (y para la herldica), la mitad
mujeres, peces la mitad. No menos discutible es su gnero: el diccionario clsico de
Lemprire entiende que son ninfas, el de Quicherat que son monstruos y el de Grimal que
son demonios.2
1 Jorge Luis BORGES y Margarita GUERRERO: Manuel de zoologa fantstica, Mxico: Fondo
de Cultura Econmica, reed. 1984, p. 142.
2 BORGES y GUERRERO: Manual de zoologa fantstica, p. 140.
3 Jos Manuel PEDROSA: Sirena, Enciclopedia Universal Multimedia, Madrid: Micronet,
diversas ediciones en CD-Rom.
Las informaciones que se tienen sobre las sirenas griegas son abundantes pero confu-
sas, y, en ocasiones, muy contradictorias. Homero, en el canto XII de La Odisea, sugiere que
las sirenas eran dos, aunque otras tradiciones defendan que eran tres. Platn, por su parte,
crea que eran ocho. Los datos sobre sus nombres son igualmente confusos. En un vaso de
cermica que contiene una representacin de ellas aparece el nombre de Imeropa. En otras
fuentes se documentan diversas tradas de nombres: por un lado, Thelxinoe, Aglaope y
Pasinoe; por otro, Partenope, Leucosia y Ligea. Otros nombres que se les atribuyeron fue-
ron los de Tels, Raedn, Molp y Thelxiope. Los once nombres que se conocen de ellas son
posiblemente expresin de diversas tradiciones locales, ya que se sabe que algunos de ellos
tuvieron vinculaciones muy especficas con lugares diversos. As, Partenope se halla estre-
chamente asociada a la fundacin legendaria de la ciudad de Npoles.
Tampoco hay demasiado acuerdo, en las fuentes griegas antiguas, sobre la genealo-
ga de las sirenas, lo cual avala que sus orgenes tradicionales venan de muy atrs. Platn
defendi que las sirenas eran hijas de las divinidades marinas Phorkys y Keto, hermano y
hermana unidos entre s por una relacin incestuosa de la que nacieron otros monstruos
como Escila, Echidna y las Graias. Pero la mayora de las fuentes antiguas consideran a
las sirenas como hijas de Achelos, una de las ms arcaicas divinidades griegas. Sobre su
madre, hubo autores que sealaron que eran hijas de Calope, la musa de la poesa pica,
o bien de Terpscore, la musa de la poesa satrica y de la danza. Y otras apuntan, en cam-
bio, hacia Strope, una mujer de la regin de Etolia por la que discurra el ro Acheloo.
Otra leyenda dice que las sirenas nacieron de tres gotas de la sangre de Aqueloo cadas al
suelo cuando Hracles cort al dios fluvial uno de sus cuernos.4
La descripcin literaria ms famosa de las sirenas es, sin duda, la que hizo
Homero en el canto XII de La Odisea, que muestra las andanzas de Odiseo (Ulises)
recin liberado, junto con sus compaeros, de la isla donde les haba retenido la
maga Circe. Sabedores del peligro de escuchar el canto de las sirenas quienes en
vez de placeres erticos, como suele creerse, prometan conocimientos sin lmi-
tes y de ser atrados hacia las rocas contra las que ellas querran estrellarles,
Odiseo tram la estrategia de tapar con cera los odos de sus compaeros, y de
hacer que le atasen a l al palo mayor de su nave, lo que le permiti ser el primer
hombre que escuch el canto de las sirenas al tiempo que se salvaba de la muerte:
Aunque las de Homero son, sin duda, las ms famosas sirenas de la antige-
dad y de cualquier poca, muchas otras fuentes clsicas ampliaron o desarrolla-
ron y, por supuesto, variaron los datos y creencias que existan sobre ellas.
Especial inters tiene el modo en que evolucion su imagen a lo largo de los
siglos: consideradas en tiempos arcaicos como mezclas de seres humanos (en
ocasiones varones) y de aves, hubieron de pasar los siglos antes de que se con-
solidase su modo de representacin ms habitual, como mujeres jvenes con el
cuerpo inferior en forma de pez:
Entre las explicaciones que se han dado de este hecho figura la influencia de la figu-
ra mitolgica de Oannes, monstruo hbrido con forma de hombre y de pez, smbolo al
mismo tiempo del mar y de la sabidura, que tras el diluvio habra enseado a los hom-
bres diversas artes, tcnicas y ciencias. Tambin pudo influir la figura del bblico Jons,
que tras ser engullido por el monstruo marino y devuelto a la tierra, desarroll dotes pro-
fticas como las que se atribuyeron ocasionalmente a las sirenas.
Todava el Phisiologus medieval afirmaba que las sirenas son animales marinos
mortferos que atraen con sus voces, cuya parte superior hasta el ombligo presenta forma
humana, y del ombligo para abajo, de voltil. Pero, en el arte romnico, la cola de ave
comenz a tener desarrollos muy complejos o a ser sustituida, cada vez con ms frecuen-
cia, por elementos decorativos vegetales y por colas de pez o de serpiente. En el claustro
romnico de Santo Domingo de Silos (Burgos) han quedado esculpidos tres tipos de
representacin diferentes. En un capitel del claustro bajo hay una sirena con cabeza de
mujer cornuda, boca de la que salen serpientes, largo pelo, cola de ave y patas de chivo.
Otro relieve, cronolgicamente algo posterior, representa a una sirena con cabeza de
mujer, cabello rizado, gorro frigio, cuerpo de ave, cola de reptil y pezuas de chivo. El
tercer tipo est esculpido en el claustro alto: aqu aparece la sirena con cabeza de mujer,
cuerpo y patas de ave, y alas extendidas. Otros muchos relieves romnicos ms tardos, y
tambin los gticos, iran incrementando gradualmente las representaciones de las sirenas
con colas de pez y no de ave.7
sa es la madre del agua. Tiene, dicen, un palacio abajo, hi lleva a los mozos. Todo
es de encanto. Por eso se llama La Quebrada del Encanto y todos tienen miedo de entrar
en la quebrada.8
La tendencia general del cristianismo fue, sin embargo, la de considerar a las sirenas como
seres intrnsecamente negativos, simbolizadores del mal, de la atraccin sexual, de la luju-
ria, de la carne y del mundo. Autores como Clemente de Alejandra pusieron mucho nfa-
sis sobre esta dimensin. Una tradicin cristiana consideraba que las sirenas eran las
mujeres de los ngeles rebeldes expulsados del Paraso a la tierra. San Isidoro, en sus
Etimologas, comenzaba afirmando que las leyendas decan que las sirenas eran tres seres,
mitad mujeres y mitad aves, grandes cantoras y msicas, que atraan a los navegantes
hacia rocas donde naufragaban. Sin embargo, l crea que tras estos relatos se esconda en
realidad la figura de prostitutas profesionales que, tras expoliar a los marineros de su bien-
es, les obligaban a simular naufragios para justificar sus prdidas materiales. En la misma
obra haca mencin el gran sabio medieval a las creencias en una clase de sirenas volado-
ras, muy rpidas y venenosas, que habitaban en Arabia.11
la bautizaron. Muy poco despus, la sirena muri, y el pueblo la convirti en una especie
de santa, a la que se conoci como Santa Murguen y se atribuyeron numerosos milagros.
Las crnicas y los libros de viajes medievales de toda Europa estn llenos tambin de
historias de sirenas. Se contaba, por ejemplo, que una expedicin de cruzados ingleses que
fue desviada hacia las costas asturianas por una tempestad en 1147 oy ntidamente las
voces, los gritos y las risas de sirenas. Tambin fue muy clebre el caso de la sirena de
Harlem, que fue encontrada por unos muchachos varada en un dique, hacia el ao 1403.
Segn las crnicas de la poca, aunque nunca aprendi a hablar, s pudo aprender a hilar
y a respetar la cruz, hasta que muri en su pecera al cabo de diecisiete aos. Otras leyen-
das dicen que en 1658 fueron encontradas ms sirenas en la desembocadura del ro Dee,
en Escocia. En 1728, el gobernador britnico de las islas Molucas asegur que haba visto
cmo algunos marineros de la costa de Borneo haban atrapado una sirena que se neg a
comer y muri, en consecuencia, al cabo de cuatro das. En el ao 1869, varios marineros
aseguraron que haban contemplado una sirena en la costa de las islas Bahamas, que se
haba comido las naranjas que la arrojaron, y que resisti con xito todos sus intentos para
atraparla.
En 1755, el escritor francs Benot de Maillet public un tratado sobre las sirenas que
demostraba la vigencia de sus leyendas en todo el mundo, incluidas frica, Asia y
Amrica.12
Las leyendas sobre sirenas han sido recogidas de manera tan abundante, a lo
largo de los tiempos y a lo ancho de innumerables pases, que resultara compli-
cado establecer una tipologa o intentar una ordenacin precisa de las mismas.
S que es posible, en todo caso, agrupar muchas de estas leyendas en torno a dos
ncleos argumentales que se repiten tantas veces, en tiempos y lugares tan dife-
rentes, que podra afirmarse que constituyen ciclos narrativos especficos y con
caractersticas propias. Se trata de las leyendas que intentan explicar el origen
de las sirenas a partir de una maldicin de su padre o de su madre; y de las que des-
criben la dificultad o la imposibilidad de la unin entre dos tipos de seres que, a
fin de cuentas, perteneceran a dos especies irreconciliablemente distintas: la de
las sirenas y la de los humanos.
Atendamos ahora al primer gran ciclo de leyendas.
Uno de los tpicos ms frecuentemente asociados a las sirenas, desde la Edad
Media y en innumerables tradiciones de todo el mundo, es el de que deben su apa-
riencia a una maldicin que su padre o su madre debi de lanzar, por alguna grave
falta cometida, contra ellas. El motivo est presente en todo el ciclo narrativo de
Melusina, una especie de sirena de tierra adentro y por lo general con cola no
A partir de hora, Melusina, te convertirs todos los sbados en serpiente del ombligo para
abajo; si encuentras a un hombre que te quiera tomar por esposa, debe prometerte que no
te ver ningn sbado, y si te descubre, que no lo revelar a nadie: as vivirs normalmen-
te, como cualquier mujer, y morirs de forma normal. Sea como sea, de ti descender un
noble linaje, que realizar grandes proezas. Pero si eres abandonada por tu marido, volve-
rs al tormento de antes hasta que llegue el da del Juicio Final; aparecers tres das antes
de que cambie de seor la fortaleza que construyas y que llevar tu nombre, y tambin se
te ver cuando algn descendiente de tu estirpe vaya a morir.14
13 Vase al respecto Jos Ramn PRIETO LASA: Las leyendas de los seores de Vizcaya y la
tradicin melusiniana, Madrid: Fundacin Ramn Menndez Pidal, 1995. Y tambin Jeanne Marie
BOIVIN y Proinsias MAC CANNA, eds.: Mlusines continentales et insulaires, Pars: Honor
Champion, 1999.
14 Jean dARRAS: Melusina o la noble historia de Lusignan, ed. C. Alvar, Madrid: Siruela,
1982, p. 8.
...la sirena era una muchacha que andaba siempre metida en el agua, y la madre le ech
esta maldicin: Que te hagas pez. Y se convirti en pez de la cintura para abajo.15
En Asturias tambin se han recogido leyendas que relacionan con una mal-
dicin el origen de las sirenas:
Pues, seor, que Serena era una moza con un nico defecto: linda como un sol, esbel-
ta como un mimbre, cantarina como un pjaro; pero tan aficionada a correr los peascos
de la mar a la busca de mariscos, que tena a su madre como loca...
Por Dios, mujer la suplicaba sta cuarenta veces al da, estte quieta en casa unos
momentos, que te pasas la vida entre las peas!...
Pero ella como si no!... Tanto, que su pobre madre acab por decirle una maana:
As permita Dios que te hagas pez!...
Y al meterse en el agua aquella tarde para coger un percebe, sinti Serena ganas de
nadar. Y al tenderse en el agua para hacerlo, vio sus piernas hechas cola, se toc las esca-
mas, y dio un grito: ya estaba cambiada en pez, como su madre le pidiera a Dios en un
momento de furia!... Mas no tard en consolarse revolcndose en el agua, y sentndose en
las rocas, y cantando dulcsimas canciones, y a veces engaando a los mortales atrados
por su voz, y vengando de ese modo la maldicin de su madre...
Esto le pas a Serena, y esto es lo que condensa la coplilla:
La sirena de la mar
es una moza gallarda,
que por una maldicin
la tiene Dios en el agua...16
Una joven muy linda, de cutis blanqusimo, prodigiosa esbeltez y cantarina en extre-
mo, tena irresistible aficin a recorrer los acantilados o escarpes ms peligrosos para pes-
car mariscos y tambin para satisfacer sin tasa su apasionada propensin a cantar escogi-
das arias.
Fue reprendida repetidas veces por su madre para evitarle una posible desgracia y
para que moderase sus ininterrumpidas cantinelas. Pero la chica, haciendo odos de mer-
cader, nunca tom en cuenta las amonestaciones maternales. Por el contrario, empecina-
da y presa de deleitacin, la enmienda no llegaba, limitndose a recordarlas como si fue-
sen triviales bagatelas. Y burlona o inconsciente sola tararear cancioncillas sobre los
peascos, embriagada de euforia.
Pero la madre, cansada y harta de tan tenaz desobediencia y avezamiento, le lanz en
un momento de arrebato la siguiente maldicin:
La Montaa tuvo un verdadero arquetipo de nadador excepcional, que por sus haza-
as fue objeto de un anlisis tan complejo que trajo a mal traer a los hombres de ciencia
dedicados a diversas disciplinas humanas dentro y fuera de Cantabria.
Se trataba de Francisco de la Vega Casar, espcimen conocido generalmente por El
hombre-pez de Lirganes, y que por ser considerado como el primer tragamillas de Espaa
mereci entre sus paisanos el dictado de El sireno, porque se crea que tena escamas,
cuando no posea ms que una piel granujienta y de notoria aspereza.
De este simblico aprendiz de tritn... sali una prolija literatura que dej una estela
peculiar y de colosales proporciones, desde que el benedictino P. Feijoo divulg su histo-
ria e inauditas travesas marinas.
Como nota curiosa, hacemos constar que, con motivo de la desaparicin de Francisco
de la Vega Casar, se reprodujo un transplante de la leyenda clsica sobre la maldicin que
ocasion la conversin de la bella marisquera en sirena.
La nuestra, parte de la poca en que el hombre-pez de Lirganes era un nio que no
sala del agua del ro aunque su madre le requiriera con urgencia, por lo que le maldijo
pidiendo a la Virgen que siempre permaneciese bajo el agua y se convirtiera en una
breca.19
Es muy fcil, y este mismo detalle lo demuestra, seguir la adaptacin de la historia del
hombre-pez en lo que tena de real, a las leyendas de los hombres marinos, unas puramen-
te mitolgicas y otras fantaseadas sobre los sucesos verdicos que ya hemos enumerado,
desde el tritn y la nereida hasta el peje Nicols. Los diversos relatos de las aventuras
marinas de Vega estn, en efecto, llenas de lances tomados de aquellas leyendas. Uno muy
significativo es el de que el origen de la desaparicin en el mar de nuestro anfibio fue una
maldicin de su madre: estaba el futuro nadador, siendo nio, bandose en el ro, y aqu-
lla le llam desde su casa; como no acuda, le maldijo, pidiendo a la Virgen que no salie-
ra nunca del agua que tanto le gustaba... El cura Hoyos aade una segunda maldicin
materna: un da en que el joven Vega llegaba a su casa, hambriento por el ejercicio acu-
tico, se comi parte de unos besugos que su madre tena reservados para la cena; al ente-
rarse ella, pidi a la Virgen que su hijo se conviertiese en besugo.20
20 Gregorio MARAN: Historia maravillosa del hombre-pez y su revisin actual, Las ideas
biolgicas del padre Feijoo, Madrid: Espasa-Calpe, 4 ed., 1962, pp. 223-243, p. 237.
21 Vase al respecto Jos Ramn PRIETO LASA: Las leyendas de los seores de Vizcaya y la
tradicin melusiniana, Madrid: Fundacin Ramn Menndez Pidal, 1995); y tambin Julio CARO
BAROJA: Las Lamias vascas y otros mitos, Algunos mitos espaoles, Madrid: Ediciones del
Centro, 1974, pp. 33-72; y PRIETO LASA: Versiones melusianas en la tradicin oral contempornea
del Pas Vasco, Anuario del Seminario de Filologa Vasca Julio Urquijo XXVIII, 1994, pp. 615-
630.
dos del siglo XVIII, el padre Fray Benito Jernimo Feijoo explicaba al respecto
siguiendo un relato del XVI de Diego Hernndez de Mendoza que:
...tomaron este apellido, porque haviendo visto un Cavallero unos hombres desnudos
tomando el Sol al abrigo de una pea, dio de improviso sobre ellos, y solo pudo coger uno,
que llev a su casa; y hacindole curar, se le cay un cuero gruesso, y escamoso, que tena,
descubriendo un rostro de muger hermosa, que le ense a hablar, y tuvo de ella un hijo,
de quien proviene esta familia, preciandose de este origen.22
Y Ramona Violant Ribera, quien realiz una importante tesis doctoral con
el ttulo de El matrimonio entre hada y mortal en el folklore de la zona pire-
naica (1959) en la que analizaba leyendas como la de La Dona daigua de
Valldarrs o la de La mujer de agua de Casa Blanch, entre otras muchas, se atre-
vi a trazar el siguiente modelo estructural de las mismas:
22 Fray Benito Jernimo FEIJOO: Carta 30: Reflexiones philosoficas, con ocasin de una Criatura
humana, hallada poco h en el vientre de una cabra, Cartas eruditas y curiosas, 5 vols., Madrid:
Herederos de Francisco del Hierro, 1742-1760) vol. III, pp. 358-383, pp. 380-381.
23 Mircea ELIADE: El chamanismo y las tcnicas arcaicas del xtasis, trad. E. de Champourcin,
Mxico: Fondo de Cultura Econmica, reed. 1996, p. 80.
24 Ramona Violant RIBERA: El matrimonio entre hada y mortal en el folclore de la zona pire-
naica. Resumen de la tesis presentada para aspirar al grado de Doctor en Filosofa y Letras, Barcelona:
Universidad, 1972.
El destino quiere que nuestra unin acabe aqu contest [ella]. No podremos vol-
ver a estar juntos. Cuida bien de tus padres y dales todo tu amor filial. La vida del ser
humano es corta y pasajera como la luz del sol que renace con el alba y se extingue al
ocaso. Juntos o separados, nunca podras vivir ms de cien aos. Qu necesidad hay de
llorar como nios? Yo te ser fiel, y estoy seguro de que t tambin. Aunque estemos en
lugares distantes, amndonos podremos seguir unidos en espritu. No tenemos por qu
estar juntos da y noche para ser felices. Si me eres infiel, tu prxima boda ser desgra-
ciada; pero si en verdad necesitas a alguien que te cuide, toma a una concubina. Tengo
algo ms que decirte: estoy embarazada. Te ruego escojas nombre para tu futuro hijo.
Si es nia, llmala Longgong [Palacio del Dragn], y si es nio, Fuhai [Mar Feliz]
respondi Maji despus de meditarlo.
La joven le pidi algo de recuerdo y l le dio un par de flores de loto de jade rojo que
haba conseguido en el pas de los rksasas.
Dentro de tres aos dijo ella, el da octavo de la cuarta luna, toma una barca y pon
rumbo a los mares del sur. Entonces te entregar a tu hijo. Toma esto aadi, sacando
25 Al respecto puede verse tambin Jos Manuel PEDROSA: Sirenas, Bestiario: antropolo-
ga y simbolismo animal, Madrid: Medusa, 2002, pp. 168-172. Stith THOMPSON, en su monumental
Motif-Index of Folk Literature: a Classification of Narrative Elements in Folktales, Ballads, Myths,
Fables, Mediaeval Romances, Exempla, Fabliaux, Jest-Books and Local Legends, ed. rev. y aum., 6
vols., Bloomington & Indianapolis-Copenhague, Indiana University-Rosenkilde & Bagger: 1955-
1958, catalog diversos motivos folclricos que aparecen de forma muy recurrente en las historias del
tipo de El matrimonio entre hada y mortal. Se trata de los motivos B 53.0.1 Una sirena bajo la forma
de una mujer; B 81.2 Una sirena casada con un hombre; B 81.9.1 Cabellera de la sirena le llega
hasta la cintura; B 81.13.11.1 Una sirena capturada por un pescador; B81.21 Una sirena tiene un
hijo con un ser humano; C 498 La nica palabra prohibida; C 984 Desgracias por haber transgre-
dido prohibiciones; D 1719.7 Poder mgico de una sirena; M 101 Castigo por haber roto prome-
sas (o juramentos); T111 Enlace entre un mortal con un ser sobrenatural.
una bolsita escamada llena de perlas. Te servir para que tu familia tenga comida y ropa
durante varias generaciones.26
Al cabo de tres aos, Maji se dirigi al lugar del mar que le haba indicado
su esposa, encontr all a un nio y a una nia mellizos que flotaban sobre las
olas, y los llev consigo a su pas. Un ao despus, la princesa Dragn visita-
ra brevemente a su esposo y, antes de la triste separacin definitiva, le volvi
a otorgar valiosos presentes.
Otra versin bellsima del tpico de El matrimonio entre sirena y mortal es
la que los hermanos Jakob y Wilhelm Grimm incluyeron entre sus Leyendas ale-
manas (1816-1818) con el ttulo de La doncella del ro Elba y la mujercita del ro
Saal. Una vez ms, el destino ms fatal en este caso especialmente sangrien-
to impedir que se consume el amor entre la desdichada ondina y el no menos
desdichado varn:
En Magdeburgo se sabe de una hermosa doncella del Elba, que a veces sala del ro
para comprar en la carnicera. Vesta como una mujer de la ciudad, pero muy limpia y pul-
cra, llevaba un cesto en la mano y se comportaba con modestia. No se la poda diferen-
ciar en nada de otras muchachas, excepto quien pona mucha atencin en saberlo: un
extremo de su blanqusimo delantal estaba siempre mojado, como seal de que proceda
del ro. Un joven oficial de carnicero se enamor de ella y la sigui hasta que averigu de
dnde vena y adnde volva: por fin, descendi con ella hasta dentro del agua. Ella dej
dicho a un pescador que acompaaba al enamorado, y que se qued aguardando arriba, en
la orilla, que si desde la corriente suba a la superficie un plato de madera con una man-
zana, que todo iba bien, pero que si no suba, no.
Pronto, sin embargo, salt hacia afuera un chorro rojo, como prueba de que a los
parientes de la doncella les haba disgustado el novio y le haban matado. Sin embargo,
sobre esto se cuentan tambin historias discordantes, segn las cuales la novia baj y el
joven se qued sentado a la orilla para esperar la contestacin. La joven quera bajar a
pedir a sus padres permiso para la boda, o hablar sobre el asunto a sus hermanos; en lugar
de respuesta, apareci arriba una mancha de sangre: la haban asesinado a ella misma.
Desde el ro Saal venan tambin a veces las ondinas a la ciudad de Saafeld y com-
praban carne en la tienda. Se las distingua solamente por los grandes y espantosos ojos,
y tambin por el borde empapado de sus faldas. Dicen que son personas robadas por las
ondinas, en lugar de las cuales dejaron las ondinas en tierra sus propias criaturas.
En Halle, frente a la puerta de la ciudad, se encuentra igualmente un estanque redon-
do, llamado el Estanque de la Ondina, del cual salen las mujeres y van a la ciudad a com-
prar lo que necesitan, y se las puede reconocer, como a las ondinas del Saal, en los bor-
des mojados de sus vestidos. Por lo dems, tienen vestidos, lengua y dinero iguales a los
nuestros.
No lejos de Leipzig se ha visto con frecuencia a una ondina por la calle. Ha ido al
mercado semanal con su cesta, junto a otras campesinas, a comprar alimentos. Del mismo
modo volvi despus; pero no hablaba ni una palabra con nadie; ni saludaba o daba las
gracias a ninguna persona por la calle; pero donde compraba saba tan perfectamente
como otras mujeres tratar y regatear. Una vez la siguieron dos de cerca, y vieron cmo
puso en un pequeo estanque su cesto, que en un instante desapareci en el agua junto con
la mujer. En los vestidos no haba ninguna diferencia entre ella y las otras, salvo que unos
dos palmos de sus enaguas estaban mojados.27
27 Jakob y Wilhelm GRIMM: La mujer del musgo y otras leyendas alemanas, eds. B. Almeida
y J. M Pedrosa, Oiartzun: Sendoa, 2000, nm. 60.
Muchas noches enlazaban sus brazos las cinco hermanas y ascendan en crculo sobre el
agua; precioso era su canto, ms dulce que nada humano, y cuando amenazaba la tempes-
tad y les pareca que los barcos podan naufragar, nadaban frente a ellos y cantaban con
voz deliciosa lo bien que se estaba en el fondo del mar y rogaban a los marineros que no
tuviesen miedo de bajar hasta all, pero stos no podan entender las palabras, crean que
era la tormenta, y no encontraban ningn atractivo en ver el fondo, porque cuando se hun-
da el barco, los hombres se ahogaban y slo como muertos visitaban el palacio del rey
del mar.29
La sirenita alz el tapiz de prpura que cubra la tienda y vio a la encantadora novia dor-
mir con la cabeza sobre el pecho del prncipe, e inclinndose, le bes la hermosa frente,
mir el cielo, donde la aurora se haca cada vez ms clara, mir el afilado cuchillo y fij
de nuevo los ojos en el prncipe, quien en sueos pronunciaba el nombre de su novia, slo
ella ocupaba sus pensamientos, y el pual tembl en la mano de la sirena. Pero entonces
lo arroj de s a las olas, que brillaron enrojecidas all donde cay, como si desprendiese
gotas de sangre en el agua. Una vez ms mir con ojos de agona al prncipe, se arroj del
barco al mar y sinti cmo su cuerpo se converta en espuma.30
28 GRIMM: El gramil, el anillo y la copa, en La mujer del musgo y otras leyendas alemanas,
nm. 70.
29 Hans Christian ANDERSEN: La sirenita, en La reina de las nieves y otros cuentos, trad. R.
Adell, Madrid: Alianza, reed. 1997, pp. 93-115, p. 98.
30 ANDERSEN: La sirenita p. 114.
A partir de 1980, yo haba estado varias veces en Copenhague y siempre haba cumplido
con el rito de rendir homenaje a la legendaria sirenita de Eriksen. Debo reconocer, sin
embargo, que slo en esta ltima ocasin me pareci advertir en su rostro, y hasta en su
postura, una casi imperceptible expresin de viudez...
GOLAUD
Oigo llorar a alguien... Oh! Oh! Quin hay al borde del agua? Una joven que llora
en la fuente! (Tose) No me oye. No veo su cara. (Se acerca y toca a MLISANDE en el
31 Mario BENEDETTI: La sirena viuda, en Cuentos completos, Madrid: Alfaguara, reed. 2000,
pp. 465-466.
Lucandro viva con una mujer muy joven y muy hermosa que se llamaba Serena. Nadie
en Belfondo saba desde cundo viva all esa mujer, ni de dnde la haba trado Lucandro,
ni si estaban casados o no.33
Se contaban en Belfondo muchas historias acerca de Serena, pero todas inventadas. Unos
decan que era hija de un rey, otros que no era la mujer de Lucandro sino su hermana, otros
que se la haba comprado a unos piratas berberiscos que la llevaban a vender como escla-
va. Hubo quien lleg a decir que practicaba la hechicera, que algunas noches de luna se
escapaba del castillo y que se la haba visto vagando por los campos en camisn, como un
alma en pena, recitando conjuros incomprensibles.34
Vuelve a ser silencio de piedra la oquedad, pero ahora un silencio natural, Glauka queda
unos instantes en suspenso y al fin da un paso hacia la salida... Pero ya no puede tenerse
de pie! Obligada a sentarse en tierra y alcanzadas sus piernas por la luna las ve entrelazar-
se, confundirse, cubrirse poco a poco de escamas, terminar en la media luna de la cola.
Vuelve a tener el cuerpo que tuvo... Aunque no, ya no es el mismo. Las escamas no relu-
cen y faltan a trozos, dejando ver una epidermis de pez; los pechos han perdido aquella
firmeza y cuelgan flccidos, los sedosos cabellos rojizos se han vuelto mustios y cano-
sos... Una vieja sirena, aunque sea imposible imaginar el envejecimiento de una inmortal.
Imposible, pero as sucede: Glauka es hora una vieja sirena...35
Hblame!
De qu?
Hblame de las mujeres de la camelia.
Ellas seducen a los hombres, en las montaas, en los umbrosos senderos, en los reco-
dos de los caminos, y a menudo en los pabellones terminados en punta...
T has visto alguna?
Por supuesto. Estaba sentada muy derecha en el banco de piedra de un pabelln cons-
truido en medio de un camino. Imposible evitarla. Era una montaesa muy joven, vestida
con una camisa azul claro de lino, los botones de tela a un lado, el cuello y las mangas
bordadas de blanco; llevaba un pauelo de batik elegantemente anudado. Sin quererlo,
aflojaste el paso y fuiste expresamente a descansar en el banco de piedra, frente a ella.
Como quien no quiere la cosa, ella te observ sin volver la cabeza, manteniendo apreta-
dos sus finos labios de un rojo brillante. Haba realzado sus cejas y sus ojos de un negro
de jade con un trozo de madera de sauce pasado por el fuego. Era perfectamente conscien-
te de su atractivo y, sin el menor disimulo, con sus relucientes ojos echaba unas miradas
embelesadoras. Es siempre el hombre quien se siente incmodo frente a ella. T tambin,
incmodo, te levantaste para irte. En ese umbroso camino desierto, ella ya haba conse-
guido hacerte perder el tino. Sabas perfectamente que no tenas ms que tres oportunida-
des sobre diez de poder amar a un tipo de mujer como ste, y las siete restantes temerla,
y no te atrevas a precipitar las cosas. Dices que fueron los picapedreros los que te advir-
tieron. Pasaste la noche en su refugio. Ellos se dedican a extraer piedra de la montaa y,
durante toda la velada, bebisteis aguardiente y hablaste de mujeres con ellos. Le dices que
no puedes llevarla all, pues no podras garantizar su seguridad. nicamente una mujer de
la camelia es capaz de dominar a esos picapedreros. Afirman que todas ellas saben prac-
ticar la acupuntura simplemente con sus dedos, un arte que les fue transmitido por sus
antepasados, y sus giles manos logran curar las graves enfermedades que los hombres no
pueden sanar, desde las convulsiones de los nios hasta la hemiplejia. Y por lo que se
refiere a los matrimonios, a las defunciones, a los secretos entre hombres y mujeres, todos
recurren a sus buenos oficios para que medien y arreglen las cosas. Cuando uno se
encuentra, en la montaa, una flor silvestre semejante, conviene contemplarla sin arran-
carla jams. Cuentan los picapedreros que, en cierta ocasin, tres hermanos confabulados
no les hicieron caso. Se encontraron, en un sendero, a una mujer de la camelia y se les
ocurri una maldad. Que ellos tres no iban a conseguir someter a una mujer? Tras poner-
se de acuerdo, se abalanzaron sobre ella y la arrastraron hasta una cueva. Como era una
mujer sola, no pudo presentar resistencia a estos tres mozarrones. Una vez que los dos pri-
meros terminaron de satisfacerse con ella, la mujer implor al tercero: El bien es recom-
pensado con el bien, el mal con el mal. T eres joven an, no te comportes igual que ellos.
Librame, te lo ruego, y te ensear una receta secreta. Descubrirs su utilidad ms tarde.
Podrs casarte y vivir a tus anchas. Presa de la duda, el hombre se apiad de ella y la
dej irse.
Tras esta evocacin de una vieja leyenda sobre los orgenes de las mujeres
de la camelia, se produce el acercamiento entre el caminante y la mujer que tiene
enfrente. se es tambin el momento en que ella adquiere una naturaleza ms pr-
xima a la de las sirenas, pues la seduccin y el encuentro sexual se producen en
el agua:
T dices que te levantaste para irte, pero no pudiste evitar volverte para dirigirle una
mirada, y que entonces viste sus dos mejillas y una flor roja de camelia prendida en su
sien...
Acrcate! Ella te hace una sea.
Sentada en una piedra, se saca con una mano sus zapatos de tacn alto y, con un pie
descalzo, tantea los guijarros con precaucin. Los dedos de sus pies blancos ondean en el
agua pura, como gruesos gusanos. T no comprendes cmo ha empezado la cosa. Inclinas
de repente su cabeza sobre los verdes juncos salvajes de la orilla del agua. Ella endereza
el talle. Buscas con tus dedos el clip de su sujetador y liberas sus redondos senos, de un
blanco difano bajo la luz del sol de medioda. Ves brotar el rojo pezn de sus pechos y
destacarse claramente bajo las areolas unas finas venillas azuladas. Ella lanza un gritito y
sus pies se introducen en el agua. Un pjaro negro de blancas patas, sabes que este pja-
ro se llama alcaudn, se posa sobre una roca pardusca, redonda como un pecho justo en
medio del riachuelo. A su alrededor, brilla la cristalina luz de la onda. Os metis los dos
en el agua, a ella le sabe mal mojarse la falda. Sus ojos hmedos y brillantes se asemejan
a la luz del sol que se refleja en el agua del arroyo. Terminas por apoderarte de ella, esa
bestezuela salvaje que se debate obstinadamente se vuelve de repente dcil entre tus bra-
zos y se pone a llorar sin ruido.36
Opelio mo...
Y de entre los olmos, maquis, naranjillos y pioles surgi desnuda una bella mujer de
largos cabellos cobrizos, piernas esbeltas, cintura moldeada por manos de artesano fino y
preciosos pechos que relumbraban como de cristal de plata a la luz de la medialuna que
se reflejaba en el agua transparente, como si todo fuera cosa de encantamientos, magias o
sortilegios.
Opelio grit gozosa, y se zambull en las aguas transparentes, perseguida por la luz
de la luna, como si fuera un sueo...
Nadaba ella como en sueos no tenidos. Cmo iba yo a soar con cosa tan linda y
jams vista? Era la primera vez que vea a una mujer desnuda. Daba ella vueltas en el
agua, girando su cuerpo como si fueran cristales. Nadaba de espaldas, lanzando atrs sus
brazos en forma acompasada, deslizando sinuosamente sus piernas, hacia atrs suave.
Hacia delante, dejando a flote sobre el agua la rosa oscura de su sexo, la suavidad adivi-
nada de sus muslos. Sus pechos ahora, de color rosa mbar, y su cabello, rodeando su
bello rostro ovalado, transfigurndose en suaves luces y en tenues sombras...
Opeliooooo... ooooo...
Asegurndome que el seor Opelio estaba aturdido y bien dormido, le acomod la
cabeza en el mullido pasto del estero. Desvistindome rpido, me lanc al agua y comen-
c a bracear con todas las fuerzas de mi alma hasta alcanzar a la diosa, quien alegremen-
te se lanz a mis brazos, apret su cuerpo contra el mo y, acariciando mi cuello con sus
bellas manos, me bes largamente... y fue el beso ms dulce y prolongado que recuerde
en toda mi vida. Gracias, donde se encuentre, don Opelio. Gracias por las ternuras y el
calor que recibi mi adolorido cuerpo en aquella mgica noche. Saqu a la diosa del
agua, y buscando un rincn de arena fina, rodeada por el aroma de avellanos, de peumos
y laureles, la hice ma en el sagrado nombre del seor don Opelio...
Yo la abrac con ms fuerza, intentando penetrar hasta el final del tnel azulado de
su magnfico cuerpo.
Cntame esa cancin del ro y la luna que se baa desnuda me susurr acezante al
odo, quemndome la piel con el fuego de su aliento y hacindome arder la sangre de
forma nunca antes sentida.
Yegita...! Yegita ma! fue lo nico que se me ocurri decir. Y con decirlo, fui
conminando a la diosa a consumar el amor, con nuevos y renovados ardores.
La separacin de los amantes llegar pronto como era, una vez ms, pre-
visible, en un caso de encuentro entre hada y mortal, y esta vez ser por volun-
tad de viajero:
37 Miguel LITTIN: El bandido de los ojos transparentes, Barcelona: Seix Barral, 1999, pp. 67-
71. Vanse adems las pp. 159 y 216 de la misma obra.
De pronto siento cmo Luciano me da con el codo. Vuelvo la cabeza y veo a una
mujer, que est inmvil, detenida junto a un rbol. Es muy hermosa, y est completamen-
te desnuda. El pelo se derrama ensortijado por sus hombros, su pecho y su espalda, y es
muy abundante. Abundante y tupido como el humo ms negro. Sus ojos brillan, sin embar-
go, como lavados con agua de lluvia. Sonre y se echa a correr. Tan rpido que, cuando que-
remos reaccionar, la hemos perdido de vista. Luciano y yo nos miramos perplejos, pregun-
tndonos quin puede ser y cmo ha podido alejarse a esa increble velocidad...
Reanudamos nuestra marcha y, un poco ms all, volvemos a verla en una rama. Est
colgada cabeza abajo, con su larga melena suspendida en el aire, grvida y oscura como
un enjambre. Me acerco para tocrsela, pero se incorpora y vuelve a escapar. Todo es
muy extrao porque, al girar la cabeza, veo que sigue all. Son dos, me dice Luciano
al odo. Y en efecto, hay dos muchachas. Estn slo a unos pasos de nosotros y juegan a
imitarse. Levantan las manos, agitan sus cabelleras y se ponen a girar como una figura y
su reflejo.
Ya no son dos las que nos siguen y atacan, sino que hemos llegado a contar cinco.
Aunque sea difcil precisar el nmero, pues son absolutamente idnticas y sus movimien-
tos muy rpidos. Cuando corren hacen con la lengua un ruido extrao y agudo, que inex-
plicablemente termina por gustarnos.
Me fijo en lo hermosas que son. Tienen facciones muy dulces, y su piel es muy fra
y tiene el tacto de los lagartos y de los peces.
Nos acercamos y escapan al interior del bosque. Todos los intentos que hacemos por
descubrir lo que hacen, o adnde van, son intiles, pues aun cuando tratamos de seguirlas
enseguida nos despistan. Una vez desaparecen por espacio de varios das. Las esperamos
en la orilla del arroyo y llegamos a pensar que ya no van a volver. Estamos a punto de
irnos nosotros tambin cuando vuelven juntas, formando una pequea tropa, que vemos
avanzar por el ro... Estn muy excitadas, y terminamos en el ro, chapoteando en el
agua.38
Hay algo que nunca te he contado continu. Me traje a una de esas muchachas, y
estuvo viviendo conmigo por espacio de un ao. En este mismo pueblo. Sin que nadie,
38 Gustavo MARTN GARZO: El valle de las gigantas, Barcelona: Destino, 2000, pp. 62, 63,
64 y 70.
salvo Luciano, sospechara su verdadera naturaleza. Pasado ese ao tuve que devolverla la
ro, pues el recuerdo de sus compaeras, de su vida en el Valle, no la dejaba vivir.39
Al poco rato de andar, los pies le dolan de tal forma que tuve que cagarla sobre mi espalda.
Y la traje aqu, a este mismo pueblo.40
Sus cantos tampoco desmerecan de los de las sirenas que fueron escuchadas
por Ulises:
Una vez la dej sola en la calle, esperndome mientras haca un encargo, y a mi vuelta
escuch un gran barullo. Varios conocidos corrieron hacia m. Est dentro del pozo, me
dijeron en un estado de gran confusin. Muy cerca haba una huerta, y la gente se arremo-
linaba alrededor del pozo, donde segn me diran luego se haba metido voluntariamente,
agarrndose a las piedras laterales. Le gritaban cosas y ella les contestaba desde abajo.
Estupenda deca, agua estupenda. El pozo era muy profundo y, al asomarme, slo
perciba su chapoteo, que desde el primer momento me pareci despreocupado, feliz.42
El motivo del ser humano por lo general una nia o un nio ofrecido
como don sacrificial a una sirena es bien conocido en muchas tradiciones del
mundo, como revelarn las leyendas de Guinea Ecuatorial y de Filipinas que
conoceremos ms adelante. Ahora nos limitaremos a reproducir una versin tra-
dicional andaluza del viejo cuento de la sirena posesiva y del amado escurridizo:
Eran unos padres que tenan un hijo. Y el padre era pescador y todos los das iba a
pescar. Un da vio que la red pesaba muchsimo y que apenas poda sacarla; cuando lo
consigui, vio en ella un pescado muy grande que le dijo:
Yo te voy a comer si no me ofreces traerme al primero que encuentres.
El pescador pens que sera como siempre la perrilla la que se adelantaba a recibirle
y sa le llevara. As que el pez se sumergi, se march hacia su casa; mas esta vez, en
lugar de la perrilla, quien sali fue su hijo.
El padre le pregunt que por qu se haba apresurado a salir a su encuentro, y el hijo
le dijo que, como tardaba, estaba con cuidado. El padre le cont lo que le haba pasado:
que haba sacado una sirena en la red y que le haba exigido le llevase al primero que en
su casa saliese a recibirlo.
El hijo conoci que su padre tena que cumplir su palabra; pero, antes de ir, quera ir
a un pueblecito inmediato para despedirse de unos amigos que en l tena. Yendo por el
43 Vase Antti AARNE y Stith THOMPSON: The Types of the Folktale: a Classification and
Bibliography [FF Communications 184], 2 revisin, Helsinki, Suomalainen Tiedeakatemia-Academia
Scientiarum Fennica: 1981, nm. 316.
camino, se encontr una hormiga, un lobo y un guila; todos tres estaban comiendo un
burro muerto; pero cada uno quera llevarse la mejor parte y no lograban partirlo. Cuando
lo vieron pasar lo llamaron y le dijeron les hiciera las particiones del burro. l lo reparti
dndole la carne al guila, los huesos al lobo y la piel a la hormiga. Cuando ya se marcha-
ba, volvieron a llamarlo y l temi si querran comrselo tambin; pero se acerc y le dije-
ron que queran darle las gracias y su recuerdo por su buena obra. El lobo le dio un peda-
cito de oreja que tena la virtud que, en sacndola y diciendo: Ay de m, lobo!, se con-
verta en lobo. El guila le dio una pluma para que dijese: Ay de m, el guila! y se
convirtiese en guila; y la hormiga una patita para que dijera: Ay de m, hormiga! y se
volviese hormiga.
Ya con estos regalos, se volvi a su casa y le dijo al padre que poda entregarlo a la
sirena. Aqul lo llev y al entregrselo toc la pluma y despus de decir las palabras Ay
de m, guila!, se volvi guila y se march del primer vuelo al palacio. Y la princesa, al
ver aquel pjaro tan bonito, lo hizo coger y lo coloc atado a los pies de la cama. Por la
noche se volvi hombre; la princesa se asust; pero l la tranquiliz y le cont su histo-
ria. El rey quiso se quedase en palacio y todos lo queran mucho; todas las tardes sala en
coche con el rey y la princesa, y otras veces a dar paseos en lancha por el mar.
Un da la sirena lo vio y le ech mano y se lo trag a vista del rey. El rey dijo que an
encontraba medio de sacarlo de la sirena. Como a las sirenas les gusta mucho el oro y la
plata, mand hacer un remo de plata, y un da salieron en busca de la sirena y le dijeron
que si les enseaba el joven aunque no fuese ms que medio cuerpo, le regalaran el remo
de plata. La sirena les ense la cabeza solamente, as que l nada pudo hacer todava;
mas la princesa le dijo que si se lo enseaba de medio cuerpo, le regalara un remo de oro.
La sirena dijo que s y al otro da se lo llevaron, y la sirena sac el medio cuerpo del joven,
que, hallndose en esta libertad, pudo tomar la forma de guila y se ech a volar. La sire-
na dijo:
Ah, pcaros, que me han engaado! Pero yo me vengar.
Y, al irse a volver a palacio la princesa, se abri la tierra y se la trag.
El guila, que vio lo que pasaba, dijo:
Pues yo habr de sacarla.
Y hecho un hombre de nuevo, le dijo a unos albailes que hicieran un agujero peque-
o en aquel sitio. Entonces sac la patita de la hormiga y dijo:
Vulvome hormiga y se entr dentro de un castillo y quiso volverse guila.
La reina lo conoci enseguida y cuando sali el gigante que la guardaba, el joven se
convirti en hombre y dijo a la princesa que se volviese ella tambin hormiga para salir
juntos. As lo hicieron y llegaron a palacio donde el padre se puso tan contento y permi-
ti al libertador de su hija que se casara con ella. Vivieron muy felices; pero siempre cui-
dando de no pasear nunca por el mar para no encontrarse con la sirena.44
Resulta curioso que, tan asociadas como estn las figuras y las representa-
ciones de las sirenas a la tradicin grecolatina especialmente a la griega, slo
una nmina relativamente escogida de autores clsicos Homero, Apolonio de
Rodas, Platn, Apolodoro, Pausanias, Higinio, Ovidio, Plutarco, y pocos ms
hicieran comentarios sobre ellas que fueran ms all de su simple mencin. Y que
fuera a partir de la Edad Media cuando sus descripciones y representaciones
aumentaron y se hicieron casi obsesivas en la literatura, e incluso en las artes
figurativas, de todo Occidente.
En la Edad Media y en el Renacimiento, los bestiarios, los libros de viajes
que muy bien podramos denominar libros de prodigios y de maravillas, los
de msica, los de filosofa y teologa que gustaban de identificar a las sirenas
con las seducciones y los engaos del mundo, los tratados mitogrficos y ale-
gricos, y, por supuesto, la escultura y la pintura en edificios religiosos y civi-
les, y los motivos decorativos en manuscritos y cdices y luego en impresos,
situaron a las sirenas entre sus tpicos ms cultivados. En pleno ncleo de la
Edad Media, Dante las identific en su Purgatorio XIX:16-24 con el pecado de
la Pereza:
45 DANTE ALIGHIERI: La divina comedia, ed. A. Echeverra, Madrid: Alianza, reed. 2000, p.
322.
46 Vase al respecto Nicasio SALVADOR MIGUEL: Las sirenas en la literatura medieval cas-
tellana, Sirenas, monstruos y leyendas (Bestiario martimo), ed. G. Santonja, Madrid: Sociedad
Estatal Lisboa 98, 1998, pp. 89-120; y Maxim P. A. M. KERKHOF: Sobre la sirena en la literatura
espaola del siglo XV, Studia in honorem Germn Orduna, Alcal de Henares: Universidad, 2001,
pp. 341-346.
Teodoro Gaza, varn de grande y varia doctrina en tiempo de nuestros padres, que
affirmava y contava, segn algunos escriven (sealadamente Alexandro de Alexandro, en
cuya presencia lo cont muchas vezes), que, estando l en Grecia, en la costa de la mar, y
aviendo passado una muy grande tormenta y tempestad estraa, la mar ech en la costa
alguna cantidad de peces, y entre ellos vio un pece o nereyda de rostro perfectamente huma-
no, de muger muy hermosa, y ass lo paresca hasta la cintura; y, de a? abaxo, feneca en
cola como de langosta, segn vemos pintada la que dize el pueblo serena de la mar. La qual
estava en la arena, biva, y mostrando gran pena y tristeza en su gesto. Y dize ms: que el
mismo Teodoro Gaza, tirando della y como pudo, la trastorn en el agua; la qual, como en
ella entr, comen a nadar con grande fuera y destreza y desaparesci, que nunca ms la
vieron.
No es de menos auctoridad y doctrina Georgio Trapesuncio; el qual, ass mismo, affir-
mava y contava aver visto l por sus propios ojos, andando passeando por la vera de la mar,
descubrirse en el agua un pez que todo lo que descubra, que era medio cuerpo, era de forma
de muger muy hermosa; de lo qual estaba l muy admirado y espantado. Y ass, se encubra
y descubra hasta que sinti que era vista, y se meti en el agua y no torn a salir ms.49
47 Vase Juan GIL: Mitos y utopas del Descubrimiento I Coln y su tiempo, Madrid: Alianza
Universidad, 1994, p. 42. Vase adems el comentario en p. 43: De dnde pudo obtener Coln esas
noticias? Forzoso es reconocer que no le cost mucho esfuerzo ni mucha imaginacin dar con ellas,
pues en una mapamundi como la catalana de 1375 aparecen las sirenas junto a las costas de la
Taprbana y ms all, en la isla de Jana, est acotada una comarca con el letrero regio femarum, error
evidente por feminarum, provincia de las mujeres, donde es de pensar que vivan libres y a su aire
aquellas lozanas hembras de armas tomar.
48 ERASMO DE ROTTERDAM: Elogio de la locura, ed. P. Rodrguez Santidrin, Madrid:
Alianza, reed. 2000, p. 66.
49 Pero MEXA: Silva de varia leccin, ed. A. Castro, 2 vols., Madrid: Ctedra, 1989) I, pp.
375-376.
Vimos salir de la abertura de una pea, primero un suavsimo son, que hiri nuestros
odos y nos hizo estar atentos, de diversos instrumentos de msica formado; luego sali
un carro, que no sabr decir de qu materia, aunque dir su forma, que era de una nave
rota que escapaba de alguna gran borrasca; tirbanla doce poderossimos jimios, animales
lascivos. Sobre el carro vena una hermossima dama, vestida de una rozagante ropa de
varias y diversas colores adornada, coronada de amarillas y amargas adelfas. Vena arri-
mada a un bastn negro, y en l fija una tablachina o escudo, donde venan estas letras:
SENSUALIDAD. Tras ella salieron otras muchas hermosas mujeres, con diferentes ins-
trumentos en las manos, formando una msica, ya alegre y ya triste, pero todas singular-
mente regocijadas.
Todos mis compaeros y yo estbamos atnitos, como si furamos estatuas sin voz,
de dura piedra formados.
Llegse a m la sensualidad y con voz entre airada y suave me dijo:
Costarte ha, generoso mancebo, el ser mi enemigo, si no la vida, a lo menos el gusto.
Y diciendo esto, pas adelante, y las doncellas de la msica arrebataron, que as se
puede decir, siete o ocho de mis marineros, y se los llevaron consigo y volvieron a entrar-
se, siguiendo a su seora, por la abertura de la pea.51
Od, nosotras venimos aqu por legiones y entonando armoniosos cantos, cual corres-
ponde a las Sirenas...
Lanzaos en las ondas del Peneo. Hay que nadar batiendo el agua y entonar cancin
tras cancin para el bien de la gente infortunada. Sin agua no hay dicha alguna. Si nos diri-
gimos presurosas en lucido enjambre hacia el mar Egeo, todo placer nos caer en suerte.53
Bien avanzado ya el siglo XIX, y casi apagados los rescoldos del romanti-
cismo, Arthur Rimbaud, en su inmortal poema Soleil et chair (Sol y carne), haca
una intensa evocacin de una sirena:
Y dcadas despus, en los inicios del XX, el britnico J. M. Barrie, las haca
cantar y nadar en su celebrrimo Peter Pan (1904):
52 Eduardo GALEANO: Memoria del fuego II Las caras y las mscaras, Madrid: Siglo XXI,
reed. 1996, p. 18.
53 Johann Wolfgang von GOETHE: Fausto, ed. M. J. Gonzlez y M. . Vega, Madrid: Ctedra,
1999, pp. 311 y 320. Vanse tambin las pp. 333 y 340-341.
54 Arthur RIMBAUD: Poesas completas, eds. G. Celaya, V. Vitier, A. Nez y D. Conte,
Madrid: Visor, 1997, p. 33.
gremente las unas a las otras con la cola y tratando de mantenerlas en el arco iris hasta que
estallan. Las porteras estn a cada extremo del arco iris y a las porteras slo se les permi-
te usar las manos. A veces hay cientos de sirenas jugando en la laguna a la vez y es un
espectculo muy bonito.
Pero en el momento en que los nios intentaban participar tenan que jugar solos,
pues las sirenas desaparecan inmediatamente. No obstante, tenemos pruebas de que
observaban secretamente a los intrusos y eran capaces de tomar alguna idea de ellos, por-
que John introdujo una forma nueva de golpear la burbuja, con la cabeza en lugar de la
mano, y las porteras sirenas la adoptaron.55
Quien piense que el siglo XX, el de las vanguardias, el que fue acumulando
casi sin reposo sobre todo en su primera mitad las renovaciones estticas ms
radicales de la historia, no se interes por el perfil venerable de unos seres que
hundan sus races en el ms viejo imaginario clsico, se equivoca. Uno de los
abanderados ms entusiastas e inconformistas de las vanguardias que revolucio-
naron el panorama de las artes desde los inicios de ese mismo siglo, el francs
Guillaume Apollinaire, eligi a las sirenas como uno de sus tpicos ms recu-
rrentes y de sus iconos principales. En su Bestiario, el poema dedicado a las sire-
nas deca:
55 J. M. BARRIE: Peter Pan, trad. N. de Tern Bleiberg, Madrid: Alianza, reed. 1998, pp. 101-
102; vanse tambin las pp. 42, 53, 73, 99, y 112-114.
56 Guillaume APOLLINAIRE: Poemas. El Bestiario. Alcoholes. Caligramas. Poemas diversos,
ed. A. Bartra, Mxico DF: Ed. Joaqun Mortiz, 1967, p. 61.
57 Guillaume APOLLINAIRE: Alcoholes. El poeta asesinado, ed. J. I. Velzquez, Madrid:
Ctedra, 2001, p. 123.
O en Vendimiario:
Preparemos la supresin del duelo y reemplacemos las lgrimas con sirenas tendidas de
un continente a otro.62
Por cierto, que aos despus, el gran pensador y narrador espaol Rafael
Argullol, volvera a inquietarse, en su coleccin de aforismos y reflexiones titu-
lada El cazador de instantes, por la simple posibilidad de que existieran las sire-
nas silenciosas:
El canto de las sirenas es peligroso, pero mucho ms peligroso es que las sirenas enmu-
dezcan. Sin su canto el silencio de la travesa se hace verdaderamente insoportable.65
Dentro del bar entr mariposeando Mr. Dedalus. Lascas, arrancando lascas de la ua
rocosa del pulgar. Lascas. Maripose.
Vaya, bienvenida de vuelta, Miss Douce.
Le cogi de la mano. Disfrut de sus vacaciones?
Magnficas.
Esperaba que le hubiera hecho buen tiempo en Rostrevor.
Esplndido, dijo ella. Mire qu fantoche estoy hecha. Echada en la playa todo el da.
Blancura de bronce...
Muy picaruela es usted, le dijo Mr. Dedalus presionndole la mano indulgentemen-
te. Tentando a infelices y simples varones.
Miss Douce de raso acaramel la retirada del brazo.
Vamos! Vamos! dijo. Usted simple? no lo creo.66
Tampoco han faltado sirenas en la literatura espaola del siglo XX. En uno
de los poemarios aurorales de la llamada Generacin del 27, el inspiradsimo
Marinero en tierra (1924) de Rafael Alberti, su presencia es continua:
66 James JOYCE: Ulises, ed. F. Garca Tortosa, Madrid: Ctedra, 2001, p. 299.
67 Rafael ALBERTI: Marinero en tierra. La amante. El alba del alhel, ed. R. Marrast, Madrid:
Castalia, 1972, pp. 79-80. Vanse adems las pp. 81, 134, 137, 141-142. Y tambin las menciones a
las sirenas en La amante, pp. 167, 175, y en El alba del alhel, pp. 240 y 252-253.
68 Jorge Luis BORGES: Obras completas I, Barcelona: Emec, reed. 1996, p. 81.
La joven mir al suelo. A los pies de la cama dorma apaciblemente la criada, sobre una
estera de mimbre parecida a la que utilizara ella de seguir en casa de sus padres. Aunque
echaba de menos a su madre, agradeca tener a alguien que la cuidase tan bien. Aquella
mujer le caa bien. Nunca haba conocido a nadie que contase cuentos tan maravillosos
como la historia de Joko Tarub que ella le explic. Joko Tarub era un pescador que, un da,
se enamor de una diosa que nadaba en el lago, se la llev a casa y se cas con ella. La
joven de la costa se dijo que sera maravilloso ser como una diosa y cautivar a todo el
mundo.69
En su juventud, l y sus hombres, con mujeres y nios y animales y toda clase de enseres
domsticos, atravesaron la sierra buscando una salida al mar, y al cabo de vientisis meses
desistieron de la empresa y fundaron a Macondo para no tener que emprender el camino
de regreso. Era, pues, una ruta que no le interesaba, porque slo poda conducirlo al pasa-
do. Al sur estaban lo pantanos, cubiertos de una eterna nata vegetal, y el vasto universo
de la cinaga grande, que segn testimonio de los gitanos careca de lmites. La cinaga
grande se confunda al occidente con una extensin acutica sin horizontes, donde haba
cetceos de piel delicada con cabeza y torso de mujer, que perdan a los navegantes con
el hechizo de sus tetas descomunales.70
Otra monumental novela de Garca Mrquez, El amor en los tiempos del cle-
ra, reelabora, en dos ocasiones y de modo sumamente original, el mito clsico de
las sirenas. La primera identifica tmidamente a los manates fluviales con las
sirenas, igual que siglos antes haban hecho los conquistadores espaoles:
Los manates de grandes tetas de madres que amamantaban a sus cras y lloraban con
voces de mujer desolada en los playones eran una especie extinguida por las balas blinda-
das de los cazadores de placer.
69 Pramoedya Ananta TOER: La joven de la costa, trad. G. Mndez, Barcelona: Destino, 2002,
p. 29.
70 Gabriel GARCA MRQUEZ: Cien aos de soledad, ed. J. Joset, Madrid: Ctedra, reed.
2000, p. 93.
El capitn Samaritano les tena un afecto casi maternal a los manates, porque le
parecan seoras condenadas por algn extravo de amor, y tena por cierta la leyenda de
que eran las nicas hembras sin machos en el reino animal. Siempre se opuso a que les
dispararan desde la borda, como era la costumbre, a pesar de que haba leyes que lo pro-
hiban. Un cazador de Carolina del Norte, con su documentacin en regla, haba desobe-
decido sus rdenes y le haba destrozado la cabeza a una madre de manat con un dispa-
ro certero de su Springfield, y la cra haba quedado enloquecida de dolor llorando a gri-
tos sobre el cuerpo tendido. El capitn haba hecho subir al hurfano para hacerse cargo
de l, y dej al cazador abandonado en el playn desierto junto al cadver de la madre ase-
sinada. Estuvo seis meses en la crcel, por protestas diplomticas, y a punto de perder su
licencia de navegante, pero sali dispuesto a repetir lo hecho cuantas veces hubiera oca-
sin. Sin embargo, aquel haba sido un episodio histrico: el manat hurfano, que creci
y vivi muchos aos en el parque de animales raros de San Nicols de las Barracas, fue
el ltimo que se vio en el ro.71
La segunda recreacin del mito de las sirenas que hay en El amor en los
tiempos del clera se aproxima ms al tpico de la mujer acutica que atrae a los
navegantes hacia la perdicin:
El nico ser que se vio desde el buque, fue una mujer vestida de blanco que haca seas
con un pauelo. Fermina Daza no entendi por qu no la recogan, si pareca tan afligida,
pero el capitn le explic que era la aparicin de una ahogada que haca seas de engao
para desviar los buques hacia los peligrosos remolinos de la otra orilla. Pasaron tan cerca
de ella que Fermina Daza la vio con todos sus detalles, ntida bajo el sol, y no dud de que
en realidad no existiera, pero su cara le pareci conocida.72
71 Gabriel GARCA MRQUEZ: El amor en los tiempos del clera, Barcelona: Mondadori,
reed. 1999, p. 475.
72 GARCA MRQUEZ: El amor en los tiempos del clera, p. 476.
...luch hasta el fin, incluso despus de que aquel hombre tan amado y deseado desapa-
reci definitivamente. Pero el tiempo es terco y pasa y todo vuelve.
73 Jos LEZAMA LIMA: Poesa completa, ed. C. Lpez, Madrid: Alianza, 1999, pp. 268-269.
74 MONTERROSO: La Sirena inconforme, Cuentos, fbulas y lo dems es silencio, Madrid:
Alfaguara, 1996, p. 213.
Iemany vive en las honduras del agua. All recibe las ofrendas. En el da de su fies-
ta, los pescadores de Baha navegan cantando alabanzas a la diosa coqueta y glotona, y
desde las barcas le prodigan halagos de perfumera y de confitera.
Cuando le gustan los regalos, ella brinda los favores de su amparo. Cuando los recha-
za, y devuelve a las arenas de la playa las flores blancas, los espejos, los abanicos, los pei-
nes, los perfumes y las golondrinas, los pescadores tiemblan, tendrn mal ao, ao de
pocos peces y mucho peligro, y ms de uno ser tragado en alta mar para que Iemany
calme sus furias y sus hambres de mujer.75
...Siempre fue ida. Pero volva. Varias veces la dieron por ahogada; pero volva.
La familia quera educarla:
Respir, Gara le decan. Hacele caso a la maestra, que ella sabe.
Y le decan:
Respirar es una cosa que hace mucho bien.
Entre el aire y el agua, ella prefera el agua; y no haba manera de corregirle la mana.
Al atardecer se hunda en el ro Olimar, y all en lo hondo se dejaba estar y se dejaba ir.
La luna se abra camino en la noche del agua, y las piedras pulidas del ro eran estrellas
de un cielo al revs. Gara las vea pasar, y vea pasar los peces, y los brazos de las algas
saludando, y en aquella luminosa oscuridad nadie poda encontrarla y a nadie deba obe-
diencia.
En lo mojado, Gara era. En lo seco, no. En lo seco, quera dormir. Dormir era lo
nico que quera. Echada entre las cobijas, soaba que cabalgaba un pez espada que se
volva tiburn, el tiburn se converta en ballena, la ballena era una isla, la isla se despren-
da del mundo. Y a bordo de la isla Gara navegaba por las olas del cielo.
Y fue. Pero no as. Se supo en los fogones.
En las noches de fro, los hombres se acurrucan, emponchados, en torno del fuego.
En ruedas de mate y caa, fuman y se cuentan mentiras que dicen la verdad. As se ven-
gan del fro y de la bobera de vivir, y as pasan el tiempo que el da ha juntado para que
lo pierda la noche.
75 Eduardo Galeano, con grabados de J. Borges, Las palabras andantes, Madrid: Siglo XXI,
reed. 2001, p. 137.
Gara era tema de fogones. Unos aborrecan a la machona que nunca se haba abro-
chado el pelo ni haba pedido una mueca; otros eran curiosos de la sirenita y haba quie-
nes admiraban a la amazona del agua.
En los fogones se deca que Gara cazaba patos por las patas. Los cazaba en la lagu-
na, desde abajo del agua. Sumergida, sin asomar la cabeza, Gara iba atando las patas de
los patos con un largo hilo. Cuando haba atrapado una buena cantidad, pegaba un tirn
desde las profundidades y nadando se los llevaba hasta la orilla. All llegaban listos para
ser desplumados.
Hasta que un da, se dijo en los fogones, un pato recin atado se asust y se ech a
volar y toda la bandada vol tras l, y tras los patos vol Gara, agarrada del hilo.
En los fogones se supo que la madre la vio pasar, prendida a la cola de esa gran come-
ta de patos que iba remontando cielo; y la vio perderse en las alturas.76
Dentro del cuento, naturalmente, haba algunos ruidos, que el nio oa con la imaginacin:
las palabras de los personajes, el canto de las sirenas, las voces lejanas de los marineros
y, sobre todo, el trajn de las olas. Fuera del cuento haba tambin otros ruidos, como por
ejemplo las campanadas del reloj, el piar de los pjaros...77
Mi padre usaba ese da una corbata color perla, con un alfiler que era una sirena de
coral.
Mi madre incluso insisti para que yo trajese la sirena
Ponte la sirena, Carlos
con la esperanza de resucitar el resentimiento complaciente en el que la vida de
ambos se haba convertido.
..........................................
Los viernes, como estoy acompaado, le presto menos atencin a la tulipa para que
mi novia imagine que estoy pendiente de ella. Se llama Berenice, un nombre que no le
encaja bien a las gordas. Dlia, por ejemplo, sera mejor. Hice la prueba.
Dlia
y mi novia en el acto
76 Eduardo Galeano, con grabados de J. Borges, Las palabras andantes, Madrid: Siglo XXI,
reed. 2001, pp. 306-309.
77 Luis LANDERO: Entre lneas: el cuento o la vida, Barcelona: Tusquets, 2001, p. 23.
Quin es Dlia?
toda erizada de celos. Me apetece explicarle
Deberas ser Dlia
pero, como la vida me ense que las personas son susceptibles, me callo. Me quedo
as callado una media hora a gusto hasta que de repente ella
Quin es Dlia?
me sacude el hombro y busca pelos en mi chaqueta, como si los pelos viniesen con el
nombre de su duea impreso.
.....................................................
Berenice insisti
Para qu quieres, dime, una corbata color perla?
y como no le respond se call despus de llamarme insensible. Por mi parte cerr los
ojos y me pareci ver una sirena de coral en el ro. Es bueno pensar en sirenas mientras la
tulipa de cristal esparce sobre nosotros una mansa y menuda claridad. Creo que por un
momento me sent feliz de ese modo: con los ojos cerrados abrazando a la sirena. Debe
de haber una sirenas ms gordas que las otras preguntando obstinadas
Quin es Dlia?
en las espumas del Tajo.78
78 Antnio LOBO ANTUNES: Una sirena de coral en el ro, Babelia, 16 de febrero de 2002,
p. 32.
S que se contaba de las sirenas. Y decan que venan por la noche. Eso s me acuerdo.
Mi abuela, que nos contaba de que en la Cuesta del Cantar, a la salida del pueblo, que
estaban las sirenas, que se llevaban los hombres. Los hombres guapos tenan que tener
mucho cuidao porque se los llevaban las sirenas. Ah que si se venan los muchachillos de
un pueblo a otro, no sabes?, en bicicleta, y iban, y bueno, pues los que se venan de La
Cala, que ahora lo han unido todo, pues los que se venan de La Cala al Rincn, por la
Cuesta del Cantar, haba una cruz all. Dicen que haban matao a un moro, y estaba la cruz.
Y bamos a ver a la reina mora porque estn las torres de los moros, las torres esas que
hacan los moros. Entonces, claro, haba una ventana as y otra ventana, y cae una enfren-
te de otra. Y entonces, las piedras hacan de que se vea una cara y decamos que era la
reina mora con el pelo colgando.
Y entonces decan que los hombres guapos que se los llevaban las sirenas. Porque,
como debajo estaba el mar, que se los llevaban las sirenas. Y apareci uno que despus
decan que si haba visto un alijo, no sabes? Y se haba tirao a cogerlo, un alijo de taba-
co, que era cuando aquello, no? Y que se haba tirao a cogerlo, y que se le haba roto un
botn de unos calzoncillos largos que llevaba puestos, y que se le haba cado el pantaln
y se haba cado y se haba ahogao. Y decan que haban sido las sirenas que se lo haban
llevao. Y la Guardia Civil deca que no, que haba sido que haba ido a coger un alijo de
tabaco.79
Que las sirenas tienen para muchas personas rango no de eco fosilizado de
un pasado clsico, sino de creencia viva y actualizada, fuente de emociones y de
miedos, lo prueba el hecho de que en ciertos lugares su simple mencin es utili-
zada para infundir miedo, como sucede, por ejemplo, en ciertas zonas de Canad,
en que se amenaza con las sirenas a los nios desobedientes80. Por otro lado, en
Per:
...en Viernes Santo, las mujeres no podan irse a baar al mar porque, si no, se volvan
sirenas.81
...el Viernes Santo no se lavaba nadie en el ro ni se baaba uno en el ro, porque decan
que una mujer se haba convertido por eso en sirena, en mitad mujer y mitad pescado.82
...De igual manera el bao... Entonces se poda baar con mucho ruido y bracear,
como se dice, en cualquier da, sin ningn problema. Pero en Semana Santa slo se poda
hacer hasta el martes. Ya el da mircoles, Jueves y Viernes especialmente, ya no se poda
uno baar libremente en el ro haciendo mucho ruido, porque se converta en pez, y un
pez sirena si era mujer, y otro tipo de pez si era hombre.
Se hacan comentarios que en el pasado haban personas que haban sufrido esa situa-
cin. Era lo que pues realmente creaba la negacin de poderlo hacer, no? Que alguien ya
le hubiese sucedido tal hecho. As es, como un elemento de la costumbre de la festividad.
Es ms, se planteaba de que aqul que lo hiciere tena la tendencia de estar todo el ao,
que todo el ao iba a estar haciendo ese tipo de cosa, es decir, iba a asumir algunos com-
portamientos asociados con esa actividad, porque haba quebrantado, digamos, un man-
damiento o una orden, una situacin de credo, digamos.83
Generalmente, la Ciguanaba se aparece donde hay agua. Siempre est en los ros o
en los chorros. Aparenta ser una muchacha hermosa. Cualquiera cae por su belleza. Se
puede escuchar a la Ciguanaba cuando se baa. O sea que uno la oye sha, sha, shaaa,
echndose agua. Pero la persona que se le acerca, esa persona, tiene problemas mentales.
All (en Guatemala), nosotros decimos que a esa persona se la gan la Ciguanaba. Se
enloquece o se muere.
Catarino era primo hermano con mi pap. l siempre iba a traerle el agua a su mam.
Se iba temprano, a las cinco o cinco y media para el riachuelo. Porque cuando l se iba a
trabajar, ya mi ta tena el agua en la casa. Pero un da, se levant muy temprano, no vio
la hora y se fue a traer el agua. Dicen que eran como las doce de la noche, pero, segn l,
ya estaba amaneciendo. Se fue, y cuando lleg all, l oa como si alguien se estaba baan-
do. Tambin se oa como si haba bastante gente, porque platicaban y se rean. El camini-
to era bien angostito, haba que bajar una bajada y era bien oscuro, porque haban muchos
rboles. Cuando l baj para sacar el agua, vio que estaba bandose una mujer. Era la
Ciguanaba. Su pelo era tan grande que le arrastraba. Entonces ella agarr su pelo y se lo
enroll a l en la cara, en el cuello, en todo... Dicen que Catarino se qued all sentado.
Cuando se levant, tom su cntaro vaco y no llev el agua. Mi ta dice que cuando
l lleg, ella se extra, porque slo tir el cntaro, y sigui recto para el monte. Ella lo
llamaba, y entre ella ms lo llamaba, l ms corra. En esos momentos ya eran como a las
cinco de la maana, pero no regres sino hasta como a las diez de la maana. Lo raro que
traa, eran los ojos saltados y bien brillosos. Tambin estaba bien atemorizado, como si
alguien le quera hacer dao. Mi ta ya le tena listo su desayuno y se lo sirvi. l le dijo
que le quitara esa comida de la mesa. Dijo que le haban prohibido comer, y apart la
comida con desprecio. Pas como tres das sin comer nada. El da que comi, mi ta le
haba servido carne, frijoles, tortilla y todo, pero l dijo que le haban prohibido comer
carnes, y que slo iba a comer tortillas con sal. De ah en adelante, slo eso era su comi-
da: tortillas con sal.
Se puso bien delgadito, delgadito. Ya ni se quitaba la barba ni el pelo. Se mantena
todo peludo. Se tir como al abandono. Despus se puso peor, porque se volvi agresivo.
No quera que nadie les visitara, slo pasaba encerrado en su cuarto. Mi ta dice que, en
el cuarto, se pona a hablar o a cantar, pero no se le entenda nada. Sala corriendo como
desesperado y diciendo que lo llamaban. Una vez, mi ta le pregunt que si quin lo lla-
maba. l le dijo que era la mujer con la que se haba baado. Catarino tiraba todas las
cosas de la casa y deca que eso no le gustaba a ella. Por ltimo, corra a las gallinas o las
mataba, y las iba a tirar lejos. l deca que en esa casa nadie deba comer carne, porque
estaba prohibido. l nunca ms volvi a comer carnes, nada. Perdi toda la memoria, ape-
dreaba a todos los animales: perros, gatos, coches, cerdos, etc. Mi ta ya no lo dejaba salir
del cuarto, porque era muy peligroso. Vecinos o amigos no los dejaban llegar por miedo
a su reaccin. Entonces, mi ta se record del da que Catarino no haba llevado agua. Mi
ta quiso curarlo, lo llev adonde una curandera. Le hicieron baos de siete montes, pero
nunca se mejor. El bao de siete montes es un bao que es una mezcla de siete hierbas.
Le dieron muchas tomas y baos de toda clase, en vano. Ya al final, le daban ataques o
desmayos de la debilidad. Catarino muri como diez aos despus. Se lo gan la
Ciguanaba.84
barca, sin nada, lleg a la playa agarrado a un tronco, lleg hasta la orilla nadando. Pero
lleg como loco, tonto, no conoca, no saba dnde estaba, no reconoca a su familia. Lo
nico que tena en la mente eran mujeres que haban visto ellos en el mar. Deca que eran
muy guapas, que ellos estaban en la barca, han pescado normal, y han escuchado unas
melodas que nunca antes haban escuchado, preciosas, suaves, una meloda muy suave.
Y se han quedado sorprendidos, preguntndose de dnde vena eso. Y han visto tres muje-
res en el mar. Y como que los hipnotizaron, se quedaron encantados con lo bonitas que
eran. Y la barca comenz a moverse de un lado para otro. Y han cado estos hombres al
mar, y las mujeres se han tirado encima de ellos. Y este marinero que cuenta esto se ha
podido salvar porque se agarr a un tronco, y los dems hombres desaparecieron. Y, cuan-
do l volte, no estaban ni las mujeres ni los hombres. Y nunca ms se supo del resto de
los marineros.
En la misma playa de Ancn hay tambin una escultura de una sirena de bronce igua-
lita que la de Copenhague. La sirena est sentada en unas piedras, y cerca est el muelle
de los pescadores. Se dice que un hombre se iba en direccin al muelle a trabajar, a pes-
car, y que ha visto a una mujer de pelo largo, acaricindole los cabellos a la sirena de bron-
ce. Cuando la mujer ha visto a este hombre, y el hombre tambin la ha visto, se han visto
los dos, la mujer se tir al agua. El hombre se desmay, y, al despertar, la mitad del cuer-
po la tena paralizada con hemiplejia.
Dicen que las sirenas son guapsimas, y que tienen los dientes puntiagudos, como los
pescados.85
En Hait, las creencias y los miedos acerca de sirenas estn tan vivas
que mucha gente piensa que, cuando alguien adquiere fortuna de manera repen-
tina y poco explicable, es porque le ha robado a la sirena el peine que procura
la fortuna:
Cada ro de Hait tiene su jefe: se llama Jefe del Agua. Ciertos lugares estn habitados
por reinas o sirenas. Alrededor de cada sirena viven anguilas que llevan muchos aretes de
oro. La sirena y su cortejo de anguilas salen solamente de noche. Ella se peina fuera del
agua cada noche con un peine nuevo, completamente de oro. Ciertas veces, olvida su peine,
y la persona que lo encuentra o lo roba vuelve a ser rica. Conoc a personas de quienes se
ha dicho que han encontrado el peine de la sirena, y por casualidad son personas ricas.
Hay personas que se ponen al lado del agua al anochecer, para ver llegar a la sirena,
y as robar el peine. Ciertas personas han sido cautivadas por la sirena que las lleva por
debajo del agua. Dicen que es un lugar muy bonito y que hay de todo: luz, comida, etc.
Hay personas que no quieren volver y hay otras que han vuelto a la tierra. Si uno quiere
volver a la tierra, tiene que hacer al revs todo lo que pide la sirena. Por ejemplo, ella te
pide de llevarle el peine, t le llevas el espejo; te pide agua para tomar, t le llevas un plato
de comida. En lo contrario, te guardar para siempre ella.86
85 Jos Manuel PEDROSA: Una coleccin de leyendas urbanas de Lima (Per), Revista de
Folklore 220, 1999, pp. 132-140, nms. 3, 4 y 5.
86 Edgard GOUSSE: Mitos y leyendas de Hait, en Literatura tradicional sin fronteras, pp.
85-106, pp. 103-104.
En el medio de la mar
o cantar la serena:
vlgame Dios, qu bien canta
una cosa tan pequea!88
La sirena catalana fue, al principio, una mujer como cualquier otra, pero
particularmente hermosa. Habitaba en un pequeo pueblecito de la costa y sola
pasar largas horas sentada frente al mar, entregada a dulces e ntimos pensamien-
tos. Rechazaba sistemticamente a todos sus pretendientes porque ella, cons-
ciente de su gran belleza, no es volia casar amb cap home que no fos tant brau
i tant valent como era la mar.
Cierto da, en una pequea barca, se alej bastante de la costa y sus padres
la esperaron intilmente. Al parecer, la barquita naufrag y la doncella pudo
casarse al fin con el mar. Con el paso de los aos, la mitad inferior de su cuerpo
se recubri de escamas, convirtindose as en una sirena.
La noche de San Juan, de tanta significacin en el folklore cataln, tiene
tambin su importancia para las sirenas. En algunos pueblos de la costa gerun-
dense existe la tradicin de que al llegar esa noche las sirenas acuden a la playa
y se envuelven en maravilloso velos. El mortal que logre apoderarse de esos
velos, siquiera sea de un fragmento, tiene asegurada la felicidad para toda la vida.
Tambin las sirenas tienen su reina. Aparte de ser la ms hermosa, se distin-
gue porque lleva en la cola un fantstico anillo incrustado en piedra preciosas
que se quita al llegar a la playa y que vuelve a colocarse cuando vuelve a lanzar-
se al gua. Eso es, por lo menos, lo que asegura una leyenda de Bagur. . .89
En realidad, no hay ninguna leyenda que se conozca sobre esta sirena, pero su pre-
sencia fascinante, su personalidad nica, y su extraa significacin obligan a considerar a
la sirena de Galligants como uno de los smbolos distintivos de la ciudad de Girona.90
En Jasjara, hay un estanque de aguas profundas consideradas malficas. Est habitado por
Sirenas, stas son apariciones. En las noches se oye msica indefinible. Si se deja una gui-
tarra desafinada, al da siguiente aparece a punto para ejecutar un concierto.
Cuando los espaoles fundan por primera vez la ciudad de La Serena, ven en el mar pobla-
do de gritos y gemidos acuticos. Las Sirenas o Serenas, de donde se le puso por nombre
a este pueblo La Serena.
Entre San Lorenzo y Cabildo hay un cerro llamado La Sirena, en el cual se aparece,
en las madrugadas, una bella mujer que se para sobre una piedra muy grande y se peina
con una peineta de oro que relumbra como una estrella.
En el cerro La Sirena, en la quebrada del Sapo, sale una neblina como un gran copo
que recorre la loma La Turca y se pierde en la quebrada El Carbunco. Vuelve a aparecer
en la quebrada Del Sapo y hace el mismo recorrido. Esto dura ms de media hora, mien-
tras la bella dama de la peineta de oro se baa en una vertiente que hay junto a la gran
roca.
La Roca de la Sirena. En Matanzas mora una nia de nombre Isabel a la cual todos
admiran, pero nadie del pueblo rinde de amor. Un da, el capitn de un barco que vena de
lejano, la conquista y cuando se supo que se casaba se alzaron los sortilegios por interme-
dio de un despechado que recurre a una bruja, que a la nia encanta, convirtindola en
roca marina y junto al mar est.
Por las noches reencarna y ayuda a los que se extravan a encontrar la senda, y que es
propicia a los navegantes.
La Cueva del Peregrino se encuentra en una roca que sirve de lmite a la playa de
Potrerillos. Nunca se ha podido explorar, porque el mar, muy bravo en esta regin, la
defiende.
Hace mucho tiempo existi un individuo que, por sus costumbres depravadas, se hizo
insoportable a las autoridades y a la gente que lo rodeaba, y pensaron imponerle un casti-
go. Despus de deliberar detenidamente, acordaron darle muerte botndolo al mar.
Un da salieron con l mar adentro, y muy lejos de la playa lo arrojaron al agua. No
saba nadar e irremediablemente morira. Pero nadie sabe cmo las olas lo llevaron vivo
a aquella roca, y cmo en esa cueva inexpugnable vivi muchos aos, sin alimentos ni
vestiduras. El mar fue su cmplice y se cree que las sirenas lo protegieron.
90 Carles VIV: Llegendes i misteris de Girona, Girona: Diputaci-Caixa, 1989, pp. 40-41.
En el grupo de unin de los ros Achibueno y Perquilauqun, exista una gran roca que
slo se poda apreciar en verano, ya que en invierno las aguas la cubran totalmente. En esa
roca se sentaba al atardecer una hermosa sirena rubia que peinaba sus cabellos con un peine
de oro. Esta sirena representaba la fecundidad del lugar, y ningn ser humano haba podi-
do observarla de cerca, pues cada vez que crean lograrlo, la sirena desapareca.
Cierto da de mucha calma en el verano, sobrevino una violenta tempestad, los veci-
nos aseguraban que grandes carretas cargadas con los tesoros de la sirena haban partido
del lugar hacia otro destino, la sirena desde esa fecha no se vio. Desde este da, la ruina
se apoder del lugar y nunca ms ha vuelto a ser lo que era.
El Cerro Name. En Parral, el cerro Name tiene al pie una laguna que es como mar, y el
cerro semeja un toro junto a la orilla. Name fue un gran seor que a una Sirena vino a bus-
car, y se encant, y hoy est echado como un animal. Ella es la reina de este lugar. Slo
la luna puede mirar a la Sirena cuando en la noche sale a peinar sus trenzas.
Cerca del ro Cato, en un aparte alejada del camino, sale en las tardes de los jueves una
nia muy hermosa que tiene los cabellos de oro y canta con muy linda voz. Algunas per-
sonas, atradas por el canto, se internan en la montaa en donde est la Sirena, y no vuel-
ven ms. No se sabe lo que sucede.
La Pincoya (voz quechua o aimar: significa princesa o esposa del Inca) es una sire-
na o ninfa que a veces anda acompaada por su marido, el Pincoy. Ambos son rubios. En
algunas ocasiones, abandona el mar y excursiona por ros y lagos.
Su misin es fecundar los peces y mariscos bajo las aguas y de ella depende la abun-
dancia o escasez de estos productos.
Atrae o aleja de la costa a los peces y mariscos.
Cuando un pescador ve de maana surgir de las profundidades de las aguas a la
Pincoya, y sta danza en la playa mirando hacia el mar extendiendo sus hermosos brazos,
hay alegra en todos, porque este baile es anuncio de pesca abundante. Si danza mirando
hacia la costa, alejar a los peces.
Si la Pincoya no favorece con pesca a un lugar, quiere decir que ha arrastrdo la abun-
dancia a otro ms necesitado.
Para ser favorecido por la Pincoya, es necesario estar contento. Por esto los pescado-
res se acompaan de amigos y amigas alegres y reidores.
Si se pesca o marisca con mucha frecuencia en el mismo lugar, la Pincoya se enoja y
abandona aquel frente, que luego queda estril.
El ao ... ven muchos indios y espaoles en el mar de Chilo que se acerca a la playa una
bestia que, descollndose sobre el agua, muestra por la parte anterior cabeza, rostro y
pechos de mujer, bien agestada, con cabellos o crines largos, rubios y sueltos; y en sus bra-
zos un nio.91
91 Oreste PLATH: Geografa del mito y la leyenda chilenos, Santiago: Nascimento, 1973, pp.
p. 17, 59, 69, 158, 189, 206-207, 210, 223, 359-360 y 380.
Cierta vez iban por un camino unos hombres con un arreo. Alojaron, en una noche,
en una quebrada, y por un portezuelo se les salieron las mulas y tomaron por la orilla de
una laguna. Y no les encontraron ms rastros durante tres das. Al cuarto da, el marucho
lleg a la laguna y donde hall en la orilla una sirena, duea de una gran riqueza. La sor-
prendi desnuda, peinndose. Quiso tirarse al agua, y no le dio tiempo el marucho, y la
habl. La salud y le pregunt ella qu andaba haciendo. El marucho le dijo que andaba
en busca de las mulas. Entonces ella le dijo que las tena en su finca. Que no le diga a nin-
guno de los compaeros y que vuelva al da siguiente a la madrugada. Que ella estara
transformada en vaca muy mala. Estara en la orilla de la laguna, y en cuanto l asome al
portezuelo, ella lo iba a atacar, pero que no tenga miedo, que la atropelle tambin l, que
la agarre de las astas y no se deje vencer.
El muchacho, en lugar de hacer lo que le indic la sirena, que atropellara la vaca, en
cuanto lo atropell la vaca tom disparando de vuelta hasta el lugar donde se encontraban
los compaeros. Muy enfermo estuvo todo el da, tirado en cama, hacindose el enfermo
por ver si la encontraba de nuevo a la sirena, al da siguiente. Al otro da a las doce fue de
nuevo a la laguna, pero ya no la encontr ms a la sirena, y la tropa de mulas estaba pas-
tiando a la orilla de la laguna. No pudieron viajar ese da, pero al siguiente, el muchacho
92 Marcos URRA SALAZAR: Anlisis funcional y semntico de la narrativa oral del sur de
Chile. Archipilago de Chiloe. Estudio comparativo con relatos orales europeos tesis, Madrid:
Universidad Complutense, 1991, pp. 412. Vase adems la descripcin de las sirenas que el mismo
autor hace en p. 413: Doncellas de extraordinaria belleza, libidinosas y de encantos irresistibles.
Hacen perder el juicio a los marinos que escuchan su canto. Si un marino las ve y descubre su mitad
pez, el galn se decepciona y la sirena llora, y entre sollozos le cuenta su desgracia. Si el cndido la
escucha, es arrastrado al fondo del mar, donde queda prisionero al servicio de sus caprichos.
volvi a buscar la sirena en la laguna, pero ya no encontr ni laguna ni nada. Tan slo
haba sierras y lugares desconocidos que l no haba visto nunca. Mientras tanto, los otros
compaeros no podan viajar porque cuando se levantaron ya no estaba el compaero, y
a gatas, a fuerza de gritos, pudieron encontrarse con l. Y recin le cont al patrn y a los
compaeros, que se lamentaban porque no les avis antes. Y el muchacho se volvi loco
pensando en la sirena.
Hay tambin historias sobre la sirena [sirina]. Sirena [sirina] le dicen aqu en
Caylloma. Las sirenas viven en las cadas escondidas de agua o en las lagunas o tambin
en algunos ros donde hay ranas y se forman lagunas. All viven, en lugares oscuros donde
hay ros.
La llamada sirena es una mujer hermosa, grande y de buenas carnes, o mediana, pero
con una cara linda, un pelo hermoso, tiene senos y tambin brazos; en la parte de abajo,
sus pies son como los de un pez, tiene aletas de pez.
Se te aparece vestida de una forma hermosa o a veces tambin desnuda, con la apa-
riencia de una joven hermosa. Por ejemplo, si eres un pescador de truchas y vas a un ro
a pescar, a veces te encuentras solo en una mala hora.
Entonces all, hermosamente sentada sobre una pea, en medio de un ro, est una
buena joven, una hermosa joven, peinndose la cabeza. Es la sirena. Si ella te ve enton-
ces te llama:
Ven te dice. Ven, aqu estoy, soy tu mujer.
Y si t no dices Jess y no piensas en tu Dios te acercas a ella y desapareces rpi-
damente.
Para tu vista es hermosa, para tus ojos est hermosamente sentada sobre una pea.
Pero no es una pea, slo para tus ojos lo es, pero no es as. Cuando te acercas desapare-
ces con ella en el ro.
Dicen que en el interior profundo y oscuro de esos ros est el pueblo de las sirenas.
All te lleva y desapareces para siempre, cuerpo y alma. All dentro vives junto a la sire-
na. Dicen que en el interior hay tambin aire, as, vives all con la sirena.
Hay muchas historias sobre la sirena. Tambin dicen que ocurre lo mismo en las lagu-
nas. Al borde de las lagunas las sirenas se lavan o estn all tendidas convertidas en jve-
nes. Sus piernas ya son como las de una joven, as convertida es igualita a una jovencita.
igualita, sus piernas, todo. All la encuentras durmiendo desnuda. A veces est cubierta
con una sbana blanca, con algo as, de mucha claridad, est cubierta y duerme. T te
acercas, a veces te antojas y vas con la idea de tirrtela, entonces inmediatamente desapa-
reces para siempre.
Tambin est en las cataratas de agua, all donde sale agua desde lo alto de las peas.
All se te aparecen de la misma forma. Pero siempre que hables con la sirena, desapare-
ces. Con qu te engaa? Canta, canta lindo. Con qu ms te engaa? Baila, baila lindo
cualquier msica, msica de ahora tambin.
As me han contado. Antiguamente, los que cantaban, los buenos cantores, hombres
o mujeres jvenes, si queran cantar bien iban y, a escondidas, sin dejarse ver, escuchaban
los cantos de la sirena. Aprendan sus cantos y despus, ese o esa joven cantaban igual.
Si t o cualquiera quiere aprender a tocar bien la quena o cualquier otro instrumento,
como el rondn o el rgano, entonces debes ir all donde has visto a la sirena y dejar all
tu instrumento. Lo dejas dos das o un da y medio cerca del lugar donde has visto a la
sirena. Despus vuelves a traer tu instrumento. Entonces. Antes no podas tocar, ya sea
una guitarra, una mandolina, un charango o cualquier otro instrumento; pero despus, ape-
nas pasan tus manos por el instrumento, solito empieza a tocar, as como lo que ahora
dicen grabadora, as sin saber cmo, comienzan a venir melodas a tu cabeza. Y mientras
tocas y tocas te salen las melodas, te conviertes en un buen msico. Y as, cuando ya eres
un buen msico, eres muy querido por las jvenes, las mujeres y tambin por las perso-
nas que te contratan.
La sirena es como decir familia del demonio. Hace que te paguen bien porque a la
gente le gusta lo que tocas, tocas excelentemente y por eso te pagan bien.
Ese instrumento que est sirenado, encantado por la sirena, lo puedes llevar al inte-
rior de un pueblo para tocar para un alferado, uno de esos que para los cargos. Ese hom-
bre te puede obligar a tocar en el interior de una iglesia.
Si llevas tu instrumento al interior de una iglesia, entonces tu instrumento se parte,
as, como si fuera un papel, se desgarra. Se raja y se parte por todos lados. Ya no suena
igual.
Pero si no lo llevas a una iglesia y duermes con tus compaeros msicos, entonces el
instrumento, como si fuera una persona, habla, ronca: qorr qorrr. Si es una guitarra dice:
trinn. Cuando todos estn durmiendo y dejas el instrumento sobre una mesa, al llegar
la mala hora, si es un rondn comienza a sonar: tlin tlin, suena igual, as como si fuera
un reloj; si es una guitarra suena tlinnnn. Suena como si alguien la estuviera tocando en
esas horas. Da miedo ese instrumento. S, da miedo, por eso dicen que est sirenado.
La sirena agarra ese instrumento y se pone a tocar y tocar de todo. Todo queda en el
instrumento como si hubiera sido grabado. Por eso es que los instrumentos encantados por
la sirena tocan lindo.
En la provincia de Caylloma mucha gente ha sido encantada por la sirena. La sirena
encanta a los msicos o a la gente que quiere hacerse rica, a los que quieren tener muchas
mujeres o las que quieren tener muchos hombres. A esas personas encantadas les llega en
algn momento la hora en que se los lleva. Por qu? Porque la sirena les ha ayudado.
Cuando esa persona estuvo encantada por la sirena pudo hacer muchas cosas. Ha hecho
de todo, ha trabajado, algunos incluso han robado o matado o cualquier otra cosa segn
sea lo que pidieron a la sirena. Entonces, en cualquier momento, la sirena se llevar a esa
persona como pago por el favor que le ha hecho.
En Caylloma muchos son los que as han muerto. Hubo un seor de Sibayo, del que
no recuerdo bien su nombre, pero era de aqu, de Caylloma. Era un seor algo mayor que
tocaba el arpa. Este hombre, as, descuidadamente, apenas a las justas agarraba el arpa, y
el arpa inmediatamente se pona a tocar. La gente se admiraba de este hombre: cmo es
que este artista puede tocar tan bien, decan. Aunque era un hombre algo viejo, hasta las
jvenes se enamoraban de l por lo hermoso que tocaba.
Tambin hubo uno que tocaba el bajo. se, muy borracho, se pona el instrumento en
la boca y tocaba mejor que todos los dems.
Despus murieron, o sea su instrumento se envejeci y ellos tambin murieron.
Porque tiene que morir junto con su instrumento. Su instrumento se envejece y tambin
el que lo toca muere, se enferma, se cae, o a veces tambin, mueren mientras tocan.94
En el pueblo de Uluazapa, hay unas posas. Es un ro que tiene unas cataratas, son cinco
cataratas. La ltima de ellas es la ms alta de todas. El agua cae como de unos veinte
metros de altura. El agua cae en pura roca. Abajo hay una piscina natural, grande y pro-
funda. Es tan profunda que nadie le puede dar fin. Dicen que a esa posa le pusieron el salto
de la sirena porque ah sala una muchacha encantadora. Dicen que a los hombres que
iban a baarse solos all, una sirena se les apareca en la parte bajita y comenzaba a lla-
mar al hombre. Comenzaba a seducirlo con algo en la mano, una manzana, creo. Y, cuan-
do el hombre se iba acercando para coger la fruta, para hablar con ella, ella se iba a lo pro-
fundo. Cuando ella estaba en lo profundo, el agua haca un remolino y ese remolino se tra-
gaba al hombre y desapareca. El hombre desapareca y nunca se volva a encontrar, ni
muerto ni vivo. Eso es el Salto de la Sirena.96
94 Andrs CHIRINOS RIVERA y Alejo MAQUE CAPIRA: Eros andino, Cusco: Centro de
Estudios Regionales Andinos Bartolom de Las Casas, 1996, pp. 164-170.
95 Leyenda recogida por m el 11 de junio de 2002, a Wladmir, de 25 aos, de Paraguay.
96 HERNNDEZ VSQUEZ: Mitos, leyendas, y cuentos de Amrica Latina, Literatura tra-
dicional sin fronteras, pp. 107-136, p. 128.
Las sirenas eran otra visin. Salan en el mar. Sobre todo los das de San Juan. Suban a
peinarse y a buscar hombres. Ellas eran muy zalameras. Se ha dado el caso muchas veces
de sirenas que se han llevado a los hombres, que los han metido debajo del mar. Tenan
preferencia con los pescadores. Los bajaban, y despus de tenerlos un cierto tiempo, los
dejaban irse. No s qu preparo hacan para que el hombre no se ahogara. sa es de las
cosas raras de la vida. De lo que queda oscuro.97
La sirena es una mujer muy bella que sale por all por la costa, y hace el amor con los
hombres. Pero esto es en secreto. Los pescadores que lo hacen y no lo ocultan, pierden
una parte del cuerpo.98
Es Aixa kandixa una seductora mujer encantada que habita en los ros de ocultas orillas y
aparece en los lugares alejados, ofreciendo agua al caminante solitario. Se casa con todos
los hombres con quienes se encuentra y le gustan. Al querer poseerlos los atrae con dul-
ces insinuaciones hasta subyugarlos, obligndoles a seguirla hasta el ro que habita, donde
los ahoga. Se la conoce por sus pies en forma de pezua y por los largos dedos de sus
manos delicadas.99
El jeque Abu lAbbs el Hidjzi cuenta esto que sigue, segn lo relat un mercader. Un
ao, un pez enorme se dirigi hacia l. Le atrapa por una agalla, lo engancha con el hilo,
y lo saca del agua; su agalla se abri y sali una hermosa joven, graciosa, blanca, de cabe-
llos negros, de mejillas coloradas, de ojos negros, la mujer ms hermosa que sea posible
imaginar. Desde el ombligo hasta la mitad de la pierna tena una especie de vestido que la
cubra por delante, y por detrs caa como un velo. Los hombres la llevaron a tierra. Ella
se puso a resoplar con su rostro, a arrancarse los cabellos, a morderse las manos, a chillar
como una mujer. Acab muriendo delante de ellos, y su cuerpo fue arrojado al mar.
Ibn Zoulaq cuenta en sus Anales que un espaol de Algeciras pesc una jovencita de her-
moso rostro, de cabellos negros, mejillas rojas, ojos bien rasgados, parecida a la luna en
la noche de su plenitud, llena de encantos. La ocult en su casa durante aos y la am apa-
sionadamente. Tuvieron un hijo que alcanz la edad de cuatro aos. Entonces quiso mar-
charse y llevarlo consigo. Cuando estaban en mitad del mar, ella cogi a su hijo y se arro-
j al agua con l. Poco falt para que el marido se arrojara detrs de ella, tan afligido se
qued, pero la gente del barco se lo impidi. Al cabo de tres das, ella apareci, arroj una
gran concha que contena perlas, y luego salud a su marido y le dej.100
Las leyendas acerca de sirenas que perviven en las culturas del centro de
frica son abundantsimas y estn llenas de inters. As sucede, por ejemplo,
entre los wolof de Senegal:
En las regiones costeras se habla de la existencia de sirenas, pero no se trata de una mujer
pez, es un lamentin, es una suerte de hipoptamo, que tiene senos y canta. Por esta razn
entr en la mitologa como si fuera una sirena. Se cuenta que es una princesa que se sui-
cid.101
Eran tiempos difciles. En aquel pueblo no haba agua, y la gente se lavaba con el
polvo seco que se amontonaba en el suelo. Fue en estas condiciones que una mujer dio a
luz; y, cuando su abuelo le explic que deba baar a su hija con el polvo del suelo, se
neg a ello. El viejo replic: Para qu crees que las gallinas se revuelven en el polvo
durante la estacin seca? Para limpiarse. Eso es lo que debes hacer con tu hija, puesto que
el mar queda muy lejos.
100 Traduzco de Ren BASSET: Mille et un contes, rcits, lgendes arabes, 3 vols., Pars:
Livrairie Orientale et Amricaine Maisonneuve Frres, 1924, vol. I, p. 192, nm. 58, y vol. I, pp. 209-
210, nm. 68.
101 Marcelo AGUAYO: Trabajo de investigacin etnogrfica: testimonios de Senegal, Guinea,
Espaa, Brasil, Uruguay y Chile, Literatura tradicional sin fronteras, p. 10.
La mujer prepar un barreo, lo llen de arena y limpi a su hija con ella. No le gus-
taba aquella manera de baar a la nia. Y, adems, todo el pueblo estaba repleto de inco-
modidades: no haba agua, pero tampoco tenan cuchillos, ni platos, ni comida... Eran
tiempos difciles.
As que aquella mujer cogi a su hija y se fue. Quera llegar al mar, donde tendra
agua para lavarse y pescado para comer. Y, efectivamente, en cuanto lleg a la costa se
puso a construir una casa. Entonces apareci una sirena, que le hizo una proposicin:
Tendrs todo lo que puedes desear si accedes a darme a tu hija.
La mujer estaba horrorizada con una proposicin tan poco afortunada. Pero la sirena
segua deleitndole los odos con palabras dulces y promesas de ensueo. De tal manera
que la mujer no se dio cuenta de que, mientras le hablaba, la sirena se haba acercado tanto
que pudo coger a su hija y meterse en el mar, donde se convirti en un pez.
La mujer llor desconsoladamente durante mucho tiempo. Y se arrepinti toda su
vida de no haberse quedado en su pueblo, con su abuelo, a pesar de las dificultades.102
La ltima leyenda que vamos a conocer, en nuestro recorrido tras las huellas
y los ecos de las sirenas en tantos lugares y tiempos, vuelve a abordar el moti-
vo del sacrificio de un ser humano a una sirena, y nos lleva, una vez ms, a un
escenario extico: el de las islas Filipinas:
Hay un puente que se llama el puente de San Juanico, y que conecta las islas de Samar y
Leyte, y antes de que hicieran el puente, la gente que iba a hacer el puente consult a un
brujo y el brujo dijo que haba que ofrecer a una mujer virgen, porque haba una serena
que viva en el agua entre las dos islas, y que estaba muy sola, por lo que pidi una don-
cella virgen para no traer la mala suerte a la familia que iba a hacer el puente, que era la
familia Marcos. La gente que trabaj para ellos y construy el puente cree que el brujo
arroj a la chica a las aguas.103
Para finalizar este largo estudio, nada mejor que poner de relieve, una vez
ms, la capacidad de pervivencia y de actualizacin de nuestro viejsimo mito
clsico a travs de alguna de sus adopciones por un arte musical tan moderno
como el pop, y en nuestro recin inaugurado siglo XXI:
Los cantantes de Eurythmics, Annie Lennox, y el hoy idelogo de las msicas del mundo,
Peter Gabriel, han compartido para un pequeo sello discogrfico alemn, Roof Music, un
proyecto hasta ahora indito en sus extensas carreras: la grabacin de un cuento musical.
102 Jacint CREUS, M Antonia BRUNAT y Pilar CARULLA: Cuentos bubis de Guinea
Ecuatorial, Malabo: Centro Cultual Hispano-Guineano, 1992, nm. 60.
103 Versin recogida por m a un informante de 25 aos, entrevistado en Madrid el 30 de mayo
de 1998.
The mermaid, la historia sobre las tribulaciones de una sirena para tener piernas como un
ser humano, cuenta con las ambientaciones sonoras de una compositora germana, Annette
Humpe, y las susurrantes declamaciones de Gabriel y Lennox, que apenas cantan unos
pocos versos. Esta singular rareza discogrfica tambin incluye la versin en lengua ale-
mana, en su caso a cargo de dos artistas mucho menos populares, Christa Fast y Bela B.104
104 Fernando NEIRA: Lenox y Gabriel, los cuentistas, El Pas, 26 de junio de 2002, p. 45.