La Cultura Del Monte en El Este Catamarqueno
La Cultura Del Monte en El Este Catamarqueno
La Cultura Del Monte en El Este Catamarqueno
Ruth Corcuera
Desde las primeras crónicas sabemos que el este catamarqueño fue poblado
por conquistadores que llegaron a Santiago del Estero. De allí partieron las familias
que fueron beneficiadas con las Mercedes, que les otorgaban las tierras hasta donde
les alcanzara la vista. Lejos se encontraban utopías y fáciles riquezas....
Dentro del amplio espectro de las artes populares hacia el primer centenario en
la zona del noroeste argentino, señalaremos en este artículo una de las expresiones
que atraviesa la historia de la provincia de Catamarca: el arte del algodón.
1
Ver el trabajo de José A. PÉREZ GOLLÁN acerca del tráfico caravanero y los consiguientes intercambios
entre la Puna y el Chaco.
2
Corcuera, Ruth, Herencia Textil Andina, Dupont, Bs.As., 1987 y Ponchos de las Tierras del Plata, Fondo
Nacional de las Artes, Bs. As., 2000.
a comunicar esta tierra con Chile y el Pirú, y se fue sustentando esta ciudad" (Levillier
1920, 184).
Es Levillier, una vez más, quien señaló que "estábamos signados para el
trabajo, para el esfuerzo" y fue el algodón y el esfuerzo para conseguirlo, uno de los
hechos que nos marcó por siglos. Nuestros antepasados, cuando no podían
disponer de mano de obra indígena, la que en Catamarca fue escasa luego de las
grandes rebeliones (1630-1633 y 1658- 1666), debieron acudir a la mano de obra
esclava o a soluciones menos costosas. Así fue como numerosas familias recurrieron
a "conchabados" o a miembros de sus extensas redes para poder subsistir.
“La ubicación marginal de Catamarca y La Rioja, respecto del camino real que
iba de Buenos Aires al Perú, creaba a sus vecinos una sensible desventaja para el
aprovisionamiento de indumentaria importada de España, herramientas de labranza y
otros objetos, que llegaban en los navíos de registro autorizados por el Rey para
beneficio de la provincias. Los precios de las telas y paños de extranjería eran
carísimos, y las herramientas de hierro se vendían a un peso la libra. Por este y otros
motivos, el Cabildo catamarqueño hizo una presentación al rey Carlos II exponiendo
la situación desventajosa de Catamarca y La Rioja en el ámbito del Tucumán. Eso
sucedió el primero de diciembre de 1692.
Pero el tejido no fue considerado una labor "denigrante", sino un recurso más
dentro de la vida cotidiana de la sociedad criolla. "No existía casa ni rancho donde no
hubiese un telar" en el siglo XVII (Bazán, 1999).
El algodón precolombino
No obstante carecer de evidencias arqueológicas de algodón precolombino en
Catamarca, contamos con datos que nos permiten suponer su existencia. El algodón
es muy antiguo en el continente americano y se halla ampliamente documentada su
presencia en los yacimientos arqueológicos de la costa peruana (3.000 A.C). De
manera tal que el investigador Federico Engel consideró el algodón como elemento
que permite reconocer períodos arqueológicos. De acuerdo con ello, estableció un
período pre-cerámico sin algodón y otro con algodón. La domesticación habría
ocurrido durante el transcurso del tercer milenio antes de Cristo y las últimas
investigaciones dan cada vez cifras más tempranas respecto de su origen. Se
conocen cuatro especies cultivadas, dos de ellas (Gossypium arboreum y Gossypium
herbaceum) son originarias del viejo mundo, y las otras dos (Gossypium hirsutum y
Gossypium barbadense) son del nuevo mundo.
"El origen de los algodones del nuevo mundo ha sido un asunto de mucho
interés para los genetistas, desde que ellos han descubierto que estas dos especies
de Gossypium del nuevo mundo son haloplolipoides (Corcuera 1987, 20). Es decir,
ellas son híbridas resultantes de una suma del número de cromosomas de un algodón
cultivado en Asia y un algodón silvestre del nuevo mundo. La tendencia parece ser
considerar que hubo una fusión entre una planta silvestre peruana (Gossypium
raimondi) o un ancestro similar y uno asiático cultivado, probablemente el Gossypium
arboreum. Entretanto no es posible postular ninguna hipótesis de valor en relación al
problema.
Con el pasar del tiempo, el algodón, por su flexibilidad, fue reemplazando a las
fibras rígidas y semirrígidas, usadas hasta entonces, apareciendo técnicas que habían
tenido su campo se ensayo en la cestería, "las telas con técnicas como entrelazado y
anillado superan por su flexibilidad a las fibras usadas anteriormente y aparece el
Gossypium barbadense peruvianum (Engel, 1957,101).
3
MICHELI, Catalina Teresa: “Textilería de la Fase Punta del Barro”, en M. Cambier, La Fase Cultural
Punta del Barro, pág. 141-188. Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo Universidad de San
Juan. P. 143 y 170 menciona hilo de lana con alma de algodón y un hilo 4 cabos de algodón en Basurero
Norte Pág. 123:2 fechados de Basurero Norte: 320 +-60 +-DC y 410 +-DC . 1988 Textilería Incaica en la
Pcia. de San Juan. Los ajuares de los Cerros Mercedario, Toro y Tambillos. Instituto de Investigaciones
Arqueológicas y Museo Universidad de San Juan. San Juan. En pág. 30 menciona uso de algodón en ajuar
del Cerro El Toro.
Alen Lascano afirma que la gobernación del Tucumán, antigua Tucma,
conocía y tributaba algodón a partir de la dominación del incario y, siguiendo a
Garcilaso de la Vega, sostiene que fue durante el reinado de Viracocha que:
“curacas y lenguaraces concretaron un sometimiento pacífico, haciendo ver las
excelencias y hazañas de los Incas, tras lo cual, en calidad de presentes, mandaron
embajada al Cuzco con mucha ropa de algodón, mucha miel muy buena, cera y otras
mieses y legumbres de aquella tierra que de todas ellas trajeron parte, para que en
todas ellas se tomase la posesión; no trajeron oro ni plata porque no la tenían los
indios", (en Alem Lascano, 1992:33).
Los Jesuitas que nos han dejado una información muy amplia acerca de la
naturaleza de este continente, registraron la presencia del algodón silvestre. Entre
ellos debemos nombrar a Sánchez Labrador, quien lo menciona como existente en el
campo paraguayo cuando realizaba un viaje desde la misión de Belén -sesenta
leguas al norte de Asunción- a Chiquitos y expresó que los indígenas guaycurues
llamaban gota- mongo al algodón silvestre (Sánchez Labrador, 1910).
A comienzos del siglo XVI, numerosos guaraníes salieron del Paraguay hacia el
oriente boliviano y, a fines del siglo XVII alcanzaron Orán y sojuzgaron a los chans del
Alto Pilcomayo. Naturalistas como Tadeo Hanke, hacia fines del siglo XVIII y Alcides
D`Orbigny, en el siglo XIX, en sus recorridos por aquellos lugares señalaron la
4
Corcuera, 2000.
presencia del algodón salvaje. “Es posible suponer que aquellos guaraníes conocidos
como chiriguanos fueron difusores del barbadense típico de semillas arriñonadas que
actualmente vegetan el noreste boliviano hasta Salta y Formosa” (Carnevali 1970,
283). Los temidos chiriguanos conocieron el algodón pero quizás su ferocidad hizo
que, tanto los misioneros como los españoles establecidos tempranamente en Tarija,
Orán y Salta, no se apropiaran del conocimiento de ese recurso. Estamos inclinados a
creer que una barrera cultural pareció relegarlo al olvido.
En los jardines de Asunción del Paraguay, las plantas que dan capullos de
colores, productos de paciencia y jardinería, son orgullo de las propietarias 6.
5
Especial report the peruvian Textil Sector goes ecological, september, 1994
6
Comunicación personal del prof. Pastor Arena.
Respecto de la importancia del comercio del algodón, en Ponchos de la Tierra
del Plata, nos hemos ocupado de describirlo con mayor profundidad.
7
Asociación Lucha para la Parálisis Infantil.
algodón comenzaba a languidecer; el Virrey Sobremonte fue uno de los funcionarios
de la Corona que alentó la fabricación algodonera y señaló que la falta de agua para
riego era uno de los principales obstáculos a los que se enfrentaban las actuales
provincias del noroeste para hacer redituable esa producción.
Sin embargo, hacia 1862 las hectáreas dedicadas al cultivo llegaban solo a
cincuenta y, a fines del siglo XIX en un resurgimiento breve alcanzó a ochocientas
setenta y nueve hectáreas.
El siglo XX con respecto al arte americano, atrajo hacia el tema textil tomas de
posición que poseen incluso perfil político. Respecto de sus objetivos las Escuelas de
Artes y Oficios que empezaron a crearse habían nacido del temor por la “desvirtuación
de la identidad nacional a causa de las corrientes inmigratorias”. Pensamiento
compartido por numerosos hombres de la época.
Si la escuela tiene por propósito educar y no solo instruir, los saberes que debe
contemplar no son solo aquellos que conforman la currícula de lo que se conoce como
8
CORCUERA, Ruth y M.C. DASSO “Arte y persistencia. Reencuentro con la estética de la alteridad”
mimeo 2001, y CORCUERA, Ruth y M.C. DASSO “Globalización y mujer” en: Archideo, L
(ed.)Epistemología de las Ciencias Sociales. La globalización, CIAFIC, Bs.As. 2001, pp 181-218.
educación sistemática y formal, sino todos los que comprenden y explican el universo
de ideas: la oralidad, el diálogo con los mayores, la construcción del relato, la
imaginación y la capacidad creativa, el mundo del diseño y colores, la habilidad del
manejo de fibras e instrumentos y, lo que es aun más importante, la concepción del
tiempo, las “canciones y las plegarias”. Recuperar el arte del algodón en telar
posibilitaría no solo la adquisición de un oficio y su consecuente ingreso económico,
sino el desarrollo de aptitudes imprescindibles para la vida en sociedad y que exceden
la producción de una prenda. El compromiso y la responsabilidad que se establece
con la tarea y la satisfacción y el orgullo que provoca una obra bien acabada van más
allá de la confección de un poncho.
La denominada “mística docente” como otros rasgos de esta cultura del monte
catamarqueño se hace presente al observar los esfuerzos que hacía Juan Bautista
Quiroga desde el aislado puesto de Santa Lucía, en tener su biblioteca, sus libros de
aprendizaje de francés y la minuciosa cuenta de las ventas de ganado. Estas ventas
estaban destinadas a solventar los estudios de su hijo Roberto en la ciudad de San
Fernando del Valle de Catamarca. De estas libretas también se desprenden el tipo de
ropas en uso, como casimires catamarqueños (barracanes de Santa María), en este
caso de aspecto urbano y del transporte en épocas cercanas al primer centenario.
Roberto recibiría el prestigioso título de maestro. En 1909 Ricardo Rojas publicó la
Restauración Nacionalista y a partir de ella el arte indígena será observado por otras
ópticas. En su Silabario del Arte Americano (1930) subraya la concepción del tiempo
intrínseca en los textiles, en los cuales la ausencia de encuadramiento indica una
visión abierta, casi infinita y un concepto filosófico del tiempo diferente de la
cosmovisión de occidente. A Rojas lo seguirán otros estudiosos del arte. Numerosos
intelectuales se propusieron transferir al mundo de la escuela estas nuevas
apreciaciones con respecto al patrimonio cultural y aun más, al textil. Fue así como
aparecieron revistas con temas indigenistas, como es el caso de Viracocha, publicada
por Leguizamón Pondal y Gelli Cantilo en Buenos Aires hacia 1923, dirigida a los
niños 9.
9
Ramón Gutiérrez y Rodrigo Gutiérrez Viñales. Fuentes Prehispánicas para la conformación de un arte
nuevo en América. Pág. 85. En Temas de la Academia Nacional de Bellas Artes, 2000.
Sea para el culto, para la vida familiar de los españoles o criollos, los jóvenes
fueron incorporados a las artes del tejido, como era natural en esos tiempos.
Congregaciones y conventos actuaron como mediadores entre el patrimonio europeo y
las capacidades de las indígenas, luego de las mestizas y de las criollas. Los
documentos nos indican que las mujeres de familias españolas de arija – Bolivia – se
consideraban en el siglo XVIII habilísimas tintoreras. Es decir que los conocimientos d
eas viejas americanas habían hecho de ellas excelentes artesanas de este arte en un
medo nuevo. De Cuzco a Córdoba, el arte del algodón como el de la lana va a producir
un muestrario, el cual mediante la utilización de patrimonios de ambos mundos ha
sobrevivido como tejido criollo. Hacia fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX el
Obispo Fray José Antonio de San Alberto promovió en Córdoba y en el noroeste
argentino el tejido como arte y oficio y a ello se debe que sea recordado por las
tejedoras.
El interés de Alsina Alcobert por los materiales textiles hizo también que se
preguntase acerca de la existencia de algodón precolombino en Catamarca,
especialmente en Piedra Blanca, ya que había advertido ejemplares que crecían
espontáneamente. Gran parte de ellos eran de algodón blanco y de color vicuña que,
aunque mezclados y ahogados entre otras plantas, tenían un buen desarrollo y su
propietaria incluso hilaba y tejía el hilo color vicuña. Otro material en el que también
reparó, fue el conocido popularmente como “seda de coyuyo”, “lanita de monte” o
“purucha” 11. Sin embargo, no alentó la producción de este capullo que él denominaba
de bicho canasto, debido a que por ser una oruga polífaga, los pobladores creían que
podía perjudicar los algodonales, situación que no se da con el gusano de seda,
bombix moris, que se alimenta exclusivamente de morera. Fue con el apoyo de la
Universidad de Tucumán que logró instalar una industria serícola en Catamarca,
aunque el precursor en ese emprendimiento había sido Estanislao Maldones. Diversas
piezas, algunas de las cuales aún se conservan, demuestran el éxito alcanzado, con
esa industria serícola.
10
Prenda lujosa utilizada por las mujeres en la década del ’20 con motivos de l’ art déco.
11
Del orden de los lepidópteros , familia saturnidae, género rothschilda especie a definir.
Otra fundación de gran importancia para la cultura catamarqueña fue la creación
de la Escuela Regional de Maestros. Esta nucleaba a una juventud inquieta de
conocimientos, inteligente, desinteresada, como lo recuerdan las inolvidables páginas
de Los Regionales de Fausto Burgos.
La figura principal del Centenario fue Juan B. Terán y su creación más relevante
la fundación en 1912 de la Universidad Nacional de Tucumán. Para todas las Artes
Populares y su presencia alrededor de 1910, fue innegable la influencia de lo que se
llama la “Generación del Centenario”. La revalorización del Tucumán como elemento
dominante de ese pensamiento, no solo se limitaba a la actual provincia de Tucumán.
Para Terán, Rouges, Padilla y Lillo, del Tucumán formaban parte Salta, Jujuy,
Catamarca y Santiago del Estero. Este sería el corazón de la Nación Argentina y hacia
ese fin se orientaron los afanes de todos esos grupos. Si nos atenemos a aquello en
que no había casa en la cual no hubiese un telar, el tejido tuvo fuerte presencia.
Dentro del grupo de la Generación del Centenario se encontraba Fausto Burgos
(1888-1953), que tuvo una actitud destacada en todas las áreas del Folklore. Fue
Burgos quien difundió la obra de los peruanos Luis Varcarcel y Uriel García, a quienes
dedicó ensayos. Burgos tuvo gran intervención en los festejos de 1910 y décadas
después, con su esposa María Elena Catullo, publicó su libro sobre tejidos incaicos y
criollos 12.
12
“Notas para una antropología telúrica de la obra de Fausto Burgos” por Alberto Lagos Freire. En
Generación del Centenario y su proyección en el Noroeste Argentino 1900-1950. Ed. Centro Cultural
Alberto Rougés. Fundación Miguel Lillo, Tucumán 2003.
porque allí tuvieron su hábitat los indígenas antes de la llegada del español, y en ellas
se fundaron las primeras poblaciones blancas” 13.
Para el Centenario, tenían plena vigencia tres fuentes culturales con respecto a
este arte. La primera de ellas era la que ofrecía el monte, algodón castaño y seda
silvestre (rothchildia saturnidae). La segunda era el gran patrimonio heredado por
5.000 años de cultura andina, entre las que se destaca la gran habilidad hilandera a
partir de la riqueza en camélidos. La tercera fue el aporte ibérico en el campo de los
tejidos. La lana de oveja reemplaza en parte a los camélidos y aparece una nueva
estética de origen europeo.
Rafael Cano relata que estos personajes poseían una gran habilidad para sacar
las pieles en forma de bolsas a ciertos animales pequeños, como corzuelas, zorros,
gatos y chanchos del monte (jabalíes). De allí que los forasteros solían quedarse
embobados al detenerse frente a sus ranchos de quincha de jarilla, y ver estas bolsas
colgadas de los tirantes en las cuales conservaban: arrope, aloja, agua ardiente, y
pequeñas chuspas de cuero en la que tenían tabaco picado y chala planchada para
armar cigarro 14.
Devociones
13
Pág. 494 “La Generación del Centenario y su proyección en el Noroeste Argentino (1900-1950). Actas
de las III Jornadas. Tomo II . Ed. Centro Cultural Alberto Rougés. Fundación Miguel Lillo, Tucumán, 2000.
14
Catamarca del ochocientos. Ed. De Autor. Bs.As. 1961. Rafael Cano . Pág. 51-52.
Dentro de la utilización de las maderas del monte, un lugar especial le
corresponde a las tallas religiosas. Los habitantes del este catamarqueño fueron
naturalmente devotos y consecuentes con la Evangelización. El culto a la Virgen del
Valle, nacido durante las guerras calchaquíes se fue acrecentando con el tiempo. En la
campaña las sencillas tallas, objeto de devoción tuvieron permanente presencia.
Imágenes de la Virgen o de santos de factura muy simple sirvieron durante siglos para
sus devociones. Como señala J.X. Martíni, “no se trataba de una búsqueda estética,
porque su motivación primordial no era estética” 15 sino el diálogo sencillo y la
necesidad de mantener su amparo.
La investigadora Celia Terán acude a las palabras del crítico Achille Benito Oliva
que “en suma, el arte encuentra dentro de sí la fuerza para establecer la reserva
donde obtener la energía necesaria para construir las imágenes, y las mismas
comprendidas imágenes como extensiones de lo imaginario individual que asume un
valor objetivo y verificable de la intensidad de la obra. Porque sin intensidad no hay
arte”. 16
Este arte popular posee todas esas facetas, es una expresión simple de arte
sagrado.
15
Pág. 12. Martini. Celia Terán. Arte y Patrimonio en Tucumán. Siglos XVI y XVII. Ed. Telefónica y
Fundación Padilla.
16
Pág. 14. Martini. Celia Terán. Arte y Patrimonio en Tucumán. Siglos XVI y XVII. Ed. Telefónica y
Fundación Padilla.
Desde estos últimos datos al presente, las actividades artesanales han ido
cambiando, en cierta forma retomando la vida cotidiana de los inicios del poblamiento.
El monte vive del pastoreo de cabras y ovejas y la recolección de frutos silvestres
como algarroba, mistol y tuna para la elaboración de arrope. La falta de agua
imposibilita un desarrollo sustentable.
Un arte precioso y exótico como es del tejido de seda silvestre que aun existe en
los montes de Ancasti, no se puede circunscribir al arte textil, sino a las posibilidades
de vida de sus hilanderas y tejedoras. Señalamos que según nuestro conocimiento
este es el único sitio en América donde se sigue tejiendo este material 17.
Bibliografía
(2000) Actas de las III Jornadas. “La generación del Centenario y su proyección
en el Noroeste Argentino (1900-1950)”.T.II. Ed. Centro Cultural Alberto Rouges.
Fundación Miguel Lillo. Tucumán.
17
Este tesoro textil ya fue tratado ampliamente en Mujeres de seda y tierra.
Alén Lascano, Luis (1992), Historia de Santiago del Estero, Plus Ultra, Buenos
Aires.
Alsina, José (1989), Historia de un pionero de la industria textil. Vida y obra del
Ingeniero José Alsina Alcolbert. Editorial Campallán, Catamarca.
Callet Bois, Ricardo R. (1936) “Un ejemplo de la Industria textil colonial”. Boletín
del Instituto de Investigaciones Históricas Dr. Emilio Ravignani. Buenos Aires, año XIV,
Buenos Aire, año XIV, T XX.
Corcuera, Ruth (2000), Ponchos de las Tierras del Plata, Fondo Nacional de las
Artes. Verstraeten Editores, Buenos Aires.
Lago Freire, Alberto (2003), “Notas para una antropología telúrica en la obra de
Fausto Burgos”. En Generación del centenario y su proyección en el noroeste
argentino 1900-1950. Centro Cultural Alberto Rouges. Fundación Miguel Lillo,
Tucumán.
Michieli, Catalina (2001), “Textilería de estadio final de la fase Punta del Barro”,
en: Publicaciones 24 (nueva serie), Universidad Nacional de San Juan, San Juan.
Natural Cotton Colors from the High Jungle of Peru, Cámara de Comercio e
Industria Peruano-Alemán, Lima, 1997.
Perez Gollán, José Antonio (1998), Los señores del jaguar. Catálogo de la
exhibición, Museo Etnográfico, Buenos Aires.
Perez Gollán, José Antonio (2000), “Caminos sagrados” en: Catálogo de la
exhibición, Caminos sagrados, Are precolombino argentino. Fundación Proa - Banco
Velox.
Piquini, Alberto (1964) “El cultivo de las plantas útiles” en Parodi Lorenzo R.
Enciclopedia Argentina de Agricultura y Jardinería, vol II, Acme, Buenos Aires.
Terán, Celia (2000) Arte y patrimonio en Tucumán. Siglos XVI y XVII. Ed.
Teléfonica y Fundación Padilla.