CICSVA - Caminar Desde Cristo
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Instruccin
NDICE
Introduccin
Primera Parte
Segunda parte
Tercera parte
Cuarta parte
INTRODUCCIN
La sociedad actual espera ver en ellas el reflejo concreto del obrar de Jess, de
su amor por cada persona, sin distincin o adjetivos calificativos. Quiere
experimentar que es posible decir con el apstol Pablo esta vida en la carne
la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me am hasta entregarse por m
(Ga 2, 20).
Caminar en la esperanza
Al final del Ao Jubilar, para cruzar juntos el umbral del nuevo milenio, el
Santo Padre quiso recoger la herencia de las celebraciones jubilares en la
Carta apostlica Novo millennio ineunte. En este texto, con extraordinaria
pero no imprevista continuidad, se encuentran algunos temas fundamentales,
ya en cierto modo anticipados en la Exhortacin Vita consecrata: Cristo
centro de la vida de cada cristiano,11 la pastoral y la pedagoga de la santidad,
su carcter exigente, su alto grado en la vida cristiana ordinaria,12 la difusa
exigencia de espiritualidad y de oracin, actuada principalmente en la
contemplacin y en la escucha de la Palabra de Dios,13 la incidencia
insustituible de la vida sacramental, 14 la espiritualidad de comunin15 y el
testimonio del Amor que se expresa en una nueva fantasa de la caridad hacia
el que sufre, hacia el mundo herido y esclavo del odio, en el dilogo
ecumnico e interreligioso.16
Las Asambleas especiales del Snodo de los Obispos, con carcter continental,
que marcaron la preparacin al Jubileo, se interesaron por la contextualizacin
eclesial y cultural de las aspiraciones y de los retos de la vida consagrada. Los
Padres de la Plenaria no han intentado retomar un anlisis de la situacin.
Simplemente, mirando al hoy de la vida consagrada y permaneciendo atentos
a las indicaciones del Santo Padre, invitan a los consagrados y a las
consagradas, en sus ambientes y culturas, a dirigir la mirada sobre todo a la
espiritualidad. Su reflexin, recogida en estas pginas, se desarrolla en cuatro
partes. Despus de haber reconocido la riqueza de la experiencia que la vida
consagrada est viviendo actualmente en la Iglesia, han querido expresar su
gratitud y total aprecio por aquello que es y por aquello que hace (I parte). No
se han escondido las dificultades, las pruebas, los retos a los que hoy estn
sometidos los consagrados y las consagradas, sino que los han ledo como una
nueva oportunidad para descubrir de manera ms profunda el sentido y la
calidad de la vida consagrada (II parte). El llamamiento ms importante que
se ha querido recoger es el de un compromiso renovado en la vida espiritual,
caminando desde Cristo en el seguimiento evanglico y viviendo en
particular la espiritualidad de la comunin (III parte). Finalmente han
querido acompaar a las personas consagradas por los caminos del mundo,
donde Cristo contina caminando y hacindose hoy presente, donde la Iglesia
lo proclama Salvador del mundo, donde el latido trinitario de la caridad
ampla la comunin en una renovada misin (IV parte).
Primera Parte
LA VIDA CONSAGRADA
PRESENCIA DE LA CARIDAD DE CRISTO
EN MEDIO DE LA HUMANIDAD
Un camino en el tiempo
Las relaciones con toda la comunidad cristiana se van configurando cada vez
mejor como cambio de dones en la reciprocidad y en la complementariedad de
las vocaciones eclesiales.22 Es, en efecto, en las Iglesias locales donde se
pueden establecer indicaciones programticas concretas que permitan que el
anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida
profundamente mediante el testimonio de los valores evanglicos en la
sociedad y en la cultura.23
9. A imagen de Jess, aquellos a quienes Dios llama para que le sigan son
consagrados y enviados al mundo para continuar su misin. Ms an, la
misma vida consagrada, bajo la accin del Espritu Santo, se hace misin. Los
consagrados, cuanto ms se dejan conformar a Cristo, ms lo hacen presente y
operante en la historia para la salvacin de los hombres. 32Abiertos a las
necesidades del mundo en la ptica de Dios, miran a un futuro con sabor de
resurreccin, dispuestos a seguir el ejemplo de Cristo que ha venido entre
nosotros a dar su vida y a darla en abundancia (Jn 10, 10).
Hay que decir gracias, sobre todo a quien se encuentra en primera lnea. La
disponibilidad misionera se ha reafirmado con una valiente expansin hacia
los pueblos que esperan el primer anuncio del Evangelio. Nunca como en
estos aos ha habido tantas fundaciones, precisamente en momentos
agravados por la dificultad numrica que sufren los Institutos. Buscando entre
las seales de la historia una respuesta a las expectativas de la humanidad, la
osada y la audacia evanglica han empujado a los consagrados y a las
consagradas a lugares difciles hasta el riesgo y el sacrificio efectivo de la
vida.35
Dciles al Espritu
Segunda Parte
LA VALENTA PARA AFRONTAR LAS PRUEBAS
Y LOS RETOS
11. Una mirada realista a la situacin de la Iglesia y del mundo nos obliga
tambin a ocuparnos de las dificultades en que vive la vida consagrada. Todos
somos conscientes de las pruebas y de las purificaciones a que hoy da est
sometida. El gran tesoro del don de Dios est encerrado en frgiles vasijas de
barro (cf. 2Co 4, 7) y el misterio del mal acecha tambin a quienes dedican a
Dios toda su vida. Si se presta ahora una cierta atencin a los sufrimientos y a
los retos que hoy afligen a la vida consagrada no es para dar un juicio crtico o
de condena, sino para mostrar, una vez ms, toda la solidaridad y la cercana
amorosa de quien quiere compartir no slo las alegras sino tambin los
dolores. Atendiendo a algunas dificultades particulares, no se debe olvidar que
la historia de la Iglesia est guiada por Dios y que todo sirve para el bien de
los que lo aman (cf. Rm 8, 28). En esta visin de fe, aun lo negativo puede ser
ocasin para un nuevo comienzo, si en l se reconoce el rostro de Cristo,
crucificado y abandonado, que se hizo solidario con nuestras limitaciones y,
cargado con nuestros pecados, subi al leo de la cruz (cf. 1P 2, 24).41 La
gracia de Dios se realiza plenamente en la debilidad (cf. 2 Co 12, 9).
12. Las dificultades que hoy deben afrontar las personas consagradas asumen
mltiples rostros, sobre todo si tenemos en cuenta los diferentes contextos
culturales en los que viven.
Son problemas reales, pero no hay que generalizar. Las personas consagradas
no son las nicas que viven la tensin entre secularismo y autntica vida de fe,
entre la fragilidad de la propia humanidad y la fuerza de la gracia; sta es la
condicin de todos los miembros de la Iglesia.
13. Las dificultades y los interrogantes que hoy vive la vida consagrada
pueden traer un nuevo kairs, un tiempo de gracia. En ellos se oculta una
autntica llamada del Espritu Santo a volver a descubrir las riquezas y las
potencialidades de esta forma de vida.
El tener que convivir, por ejemplo, con una sociedad donde con frecuencia
reina una cultura de muerte, puede convertirse en un reto a ser con ms fuerza
testigos, portadores y siervos de la vida. Los consejos evanglicos de castidad,
pobreza y obediencia, vividos por Cristo en la plenitud de su humanidad de
Hijo de Dios y abrazados por su amor, aparecen como un camino para la plena
realizacin de la persona en oposicin a la deshumanizacin, un potente
antdoto a la contaminacin del espritu, de la vida, de la cultura; proclaman la
libertad de los hijos de Dios, la alegra de vivir segn las bienaventuranzas
evanglicas.
La formacin permanente
Por tanto, es muy importante que toda persona consagrada sea formada en la
libertad de aprender durante toda la vida, en toda edad y en todo momento, en
todo ambiente y contexto humano, de toda persona y de toda cultura, para
dejarse instruir por cualquier parte de verdad y belleza que encuentra junto a
s. Pero, sobre todo, deber aprender a dejarse formar por la vida de cada da,
por su propia comunidad y por sus hermanos y hermanas, por las cosas de
siempre, ordinarias y extraordinarias, por la oracin y por el cansancio
apostlico, en la alegra y en el sufrimiento, hasta el momento de la muerte.
La animacin vocacional
Tercera Parte
LA VIDA ESPIRITUAL
EN EL PRIMER LUGAR
Su experiencia del Espritu exige no slo que la conserven cuantos les han
seguido, sino tambin que la profundicen y la desarrollen. 60 Tambin hoy el
Espritu Santo pide disponibilidad y docilidad a su accin siempre nueva y
creadora. Solo l puede mantener constante la frescura y la autenticidad de los
comienzos y, al mismo tiempo, infundir el coraje de la audacia y de la
creatividad para responder a los signos de los tiempos.
21. Es necesario, por tanto, adherirse cada vez ms a Cristo, centro de la vida
consagrada, y retomar un camino de conversin y de renovacin que, como en
la experiencia primera de los apstoles, antes y despus de su resurreccin,
sea un caminar desde Cristo. S, es necesario caminar desde Cristo, porque de
l han partido los primeros discpulos en Galilea; de l, a lo largo de la
historia de la Iglesia, han salido hombres y mujeres de toda condicin y
cultura que, consagrados por el Espritu en virtud de la llamada, por l han
dejado familia y patria y lo han seguido incondicionalmente, hacindose
disponibles para el anuncio del Reino y para hacer el bien a todos (cf. Hch 10,
38).
El conocimiento de la propia pobreza y fragilidad y, a la vez, de la grandeza
de la llamada, ha llevado con frecuencia a repetir con el apstol Pedro:
Aprtate de m, Seor, que soy un pecador (Lc 5, 8). Sin embargo, el don de
Dios ha sido ms fuerte que la insuficiencia humana. Y Cristo mismo, en
efecto, se ha hecho presente en las comunidades que a lo largo de los siglos se
han reunido en su nombre, las ha colmado de s y de su Espritu, las ha
orientado hacia el Padre, las ha guiado por los caminos del mundo al
encuentro de los hermanos y hermanas, las ha hecho instrumentos de su amor
y constructoras del Reino en comunin con todas las dems vocaciones en la
Iglesia.
Toda la vida de consagracin slo puede ser comprendida desde este punto de
partida: losconsejos evanglicos tienen sentido en cuanto ayudan a cuidar y
favorecer el amor por el Seor en plena docilidad a su voluntad; la vida
fraterna est motivada por aquel que rene junto a s y tiene como fin gozar
de su constante presencia; la misin es su mandato y lleva a la bsqueda de su
rostro en el rostro de aquellos a los que se enva para compartir con ellos la
experiencia de Cristo.
Los votos con que los consagrados se comprometen a vivir los consejos
evanglicos confieren toda su radicalidad a la respuesta de amor. La
virginidad ensancha el corazn en la medida del amor de Cristo y les hace
capaces de amar como l ha amado. La pobreza les hace libres de la
esclavitud de las cosas y necesidades artificiales a las que empuja la sociedad
de consumo, y les hace descubrir a Cristo, nico tesoro por el que
verdaderamente vale la pena vivir. La obediencia pone la vida enteramente en
sus manos para que la realice segn el diseo de Dios y haga una obra
maestra. Se necesita el valor de un seguimiento generoso y alegre.
23. El camino que la vida consagrada debe emprender al comienzo del nuevo
milenio est guiado por la contemplacin de Cristo, con la mirada ms que
nunca fija en el rostro del Seor.70 Pero, dnde contemplar concretamente el
rostro de Cristo? Hay una multiplicidad de presencias que es preciso descubrir
de manera siempre nueva.
La Palabra de Dios
Oracin y contemplacin
Los monjes y las monjas, as como los eremitas, con diversa modalidad,
dedican ms espacio a la alabanza coral de Dios y a la oracin silenciosa
prolongada. Los miembros de los institutos seculares, as como las vrgenes
consagradas en el mundo, ofrecen a Dios los gozos y los sufrimientos, las
aspiraciones y las splicas de todos los hombres y contemplan el rostro de
Cristo que reconocen en los rostros de los hermanos y en los hechos de la
historia, en el apostolado y en el trabajo de cada da. Las religiosas y los
religiosos dedicados a la enseanza, a los enfermos, a los pobres encuentran
all el rostro del Seor. Para los misioneros y los miembros de las Sociedades
de vida apostlica el anuncio del Evangelio se vive, a ejemplo del apstol
Pablo, como autntico culto (cf. Rm 1, 6). Toda la Iglesia goza y se beneficia
de la pluralidad de formas de oracin y de la variedad de modos de
contemplar el nico rostro de Cristo.
Al mismo tiempo se nota que, ya desde hace muchos aos, la Liturgia de las
Horas y la celebracin de la Eucarista han conseguido un puesto central en la
vida de todo tipo de comunidad y de fraternidad, dndoles vitalidad bblica y
eclesial. Esas favorecen tambin la mutua edificacin y pueden convertirse en
un testimonio para ser, delante de Dios y con l, la casa y la escuela de
comunin.78 Una autntica vida espiritual exige que todos, en las diversas
vocaciones, dediquen regularmente, cada da, momentos apropiados para
profundizar en el coloquio silencioso con Aqul por quien se saben amados,
para compartir con l la propia vida y recibir luz para continuar el camino
diario. Es una prctica a la que es necesario ser fieles, porque somos
acechados constantemente por la alienacin y la disipacin provenientes de la
sociedad actual, especialmente de los medios de comunicacin. A veces la
fidelidad a la oracin personal y litrgica exigir un autntico esfuerzo para no
dejarse consumir por un activismo destructor. En caso contrario no se produce
fruto: Como el sarmiento no puede dar fruto por s, si no permanece en la
vid, as tampoco vosotros, si no permanecis en m (Jn 15, 4).
La espiritualidad de comunin
Tambin en relacin con las nuevas formas de vida evanglica se pide dilogo
y comunin. Estas nuevas asociaciones de vida evanglica, recuerda Vita
consecrata, no son alternativasa las precedentes instituciones, las cuales
continan ocupando el lugar insigne que la tradicin les ha reservado. (...) Los
antiguos Institutos, muchos de los cuales han pasado en el transcurso de los
siglos por el crisol de pruebas dursimas que han afrontado con fortaleza,
pueden enriquecerse entablando un dilogo e intercambiando sus dones con
las fundaciones que ven la luz en nuestro tiempo. 96
La novedad de estos aos es sobre todo la peticin por parte de algunos laicos
de participar en los ideales carismticos de los Institutos. Han nacido
iniciativas interesantes y nuevas formas institucionales de asociacin a los
Institutos. Estamos asistiendo a un autntico florecer de antiguas instituciones,
como son las rdenes seculares u rdenes Terceras, y al nacimiento de
nuevas asociaciones laicales y movimientos en torno a las Familias religiosas
y a los Institutos seculares. Si, a veces tambin en el pasado reciente, la
colaboracin vena en trminos de suplencia por la carencia de personas
consagradas necesarias para el desarrollo de las actividades, ahora nace por la
exigencia de compartir las responsabilidades no slo en la gestin de las obras
del Instituto, sino sobre todo en la aspiracin de vivir aspectos y momentos
especficos de la espiritualidad y de la misin del Instituto. Se pide, por tanto,
una adecuada formacin de los consagrados as como de los laicos para una
recproca y enriquecedora colaboracin.
Si en otros tiempos han sido sobre todo los religiosos y las religiosas los que
han creado, alimentado espiritualmente y dirigido uniones de laicos, hoy,
gracias a una siempre mayor formacin del laicado, puede ser una ayuda
recproca que favorezca la comprensin de la especificidad y de la belleza de
cada uno de los estados de vida. La comunin y la reciprocidad en la Iglesia
no son nunca en sentido nico. En este nuevo clima de comunin eclesial los
sacerdotes, los religiosos y los laicos, lejos de ignorarse mutuamente o de
organizarse slo en vista de actividades comunes, pueden encontrar la relacin
justa de comunin y una renovada experiencia de fraternidad evanglica y de
mutua emulacin carismtica, en una complementariedad siempre respetuosa
de la diversidad.
32. En esta relacin de comunin eclesial con todas las vocaciones y estados
de vida, un aspecto del todo particular es el de la unidad con los Pastores. En
vano se pretendera cultivar una espiritualidad de comunin sin una relacin
efectiva y afectiva con los Pastores, en primer lugar con el Papa, centro de la
unidad de la Iglesia, y con su Magisterio.
Hoy ms que nunca, frente a repetidos empujes centrfugos que ponen en duda
principios fundamentales de la fe y de la moral catlica, las personas
consagradas y sus instituciones estn llamadas a dar pruebas de unidad sin
fisuras en torno al Magisterio de la Iglesia, hacindose portavoces
convencidos y alegres delante de todos.
Cuarta Parte
En la imaginacin de la caridad
36. A lo largo de los siglos, la caridad ha sido siempre para los consagrados el
mbito donde se ha vivido concretamente el Evangelio. En ella han valorado
la fuerza proftica de sus carismas y la riqueza de su espiritualidad en la
Iglesia y en el mundo.118 Se reconocan, en efecto, llamados a ser epifana del
amor de Dios.119 Es necesario que este dinamismo contine ejercindose con
fidelidad creativa, porque constituye una fuente insustituible en el trabajo
pastoral de la Iglesia. En el momento en que se invoca una nueva imaginacin
de la caridad y una autntica prueba y confirmacin de la caridad de la
palabra con la de las obras,120 la vida consagrada mira con admiracin la
creatividad apostlica que ha hecho florecer los mil rostros de la caridad y de
la santidad en formas especficas; an no deja de sentir la urgencia de
continuar, con la creatividad del Espritu, sorprendiendo al mundo con nuevas
formas de activo amor evanglico ante las necesidades de nuestro tiempo.
La vida consagrada quiere reflexionar sobre los propios carismas y sobre las
propias tradiciones, para ponerlos tambin al servicio de las nuevas fronteras
de la evangelizacin. Se trata de estar cerca de los pobres, de los ancianos, de
los txicodependientes, de los enfermos de SIDA, de los desterrados, de las
personas que padecen toda clase de sufrimientos por su realidad particular.
Con una atencin centrada en el cambio de modelos, porque no se cree
suficiente la asistencia, se busca erradicar las causas en las que tiene su origen
esa necesidad. La pobreza de los pueblos est causada por la ambicin y por la
indiferencia de muchos y por las estructuras de pecado que deben ser
eliminadas, tambin con un compromiso serio en el campo de la educacin.
Anunciar el Evangelio
Servir a la vida
Difundir la verdad
Por la peculiar experiencia de los dones del Espritu, por la escucha asidua de
la Palabra y el ejercicio del discernimiento, por el rico patrimonio de
tradiciones educativas acumuladas a travs del tiempo por el propio Instituto,
consagrados y consagradas estn en condiciones de llevar a cabo una accin
educativa particularmente eficaz. Este carisma puede dar vida a ambientes
educativos impregnados del espritu evanglico de libertad, justicia y caridad,
en los que se ayude a los jvenes a crecer en humanidad bajo la gua del
Espritu, proponiendo al mismo tiempo la santidad como meta educativa para
todos, profesores y alumnos.128
40. Recomenzar desde Cristo quiere decir, finalmente, seguirlo hasta donde se
ha hecho presente con su obra de salvacin y vivir la amplitud de horizontes
abierta por l. La vida consagrada no puede contentarse con vivir en la Iglesia
y para la Iglesia. Se extiende con Cristo a las otras Iglesias cristianas, a las
otras religiones, a todo hombre y mujer que no profesa conviccin religiosa
alguna.
Para confirmar estas orientaciones, deseamos tomar, una vez ms, las palabras
de Juan Pablo II, porque en ellas encontramos el estmulo y la confianza que
tanta falta nos hace para afrontar un compromiso que parece superar nuestras
fuerzas: Un nuevo siglo y un nuevo milenio se abren a la luz de Cristo. Pero
no todos ven esta luz. Nosotros tenemos el maravilloso y exigente cometido
de ser su reflejo ... sta es una tarea que nos hace temblar si nos fijamos en la
debilidad que tan a menudo nos vuelve opacos y llenos de sombras. Pero es
una tarea posible si, expuestos a la luz de Cristo, sabemos abrirnos a su gracia
que nos hace hombres nuevos.147sta es la esperanza proclamada en la
Iglesia por los consagrados y las consagradas, mientras con los hermanos y
hermanas, a travs de los siglos, van al encuentro de Cristo Resucitado.
Notas
1
Cf. Juan Pablo II, Exhortacin Apostlica postsinodal Vita consecrata, Roma,
25 de marzo de 1996, 14.
2
Juan Pablo II, Carta Apostlica Novo millennio ineunte, 6 de enero de 2001,
9.
3
Juan Pablo II, Discurso a Caritas italiana (24 de noviembre de
2001): L'Osservatore Romano, 25 de noviembre de 2001, 4.
4
Juan Pablo II, Mensaje a la Plenaria de la Congregacin para los Institutos
de vida consagrada y las Sociedades de vida apostlica (21 de septiembre de
2001): L'Osservatore Romano, 28 de septiembre de 2001, p.9.
5
Ibid.
6
Cf. Ad gentes, 11.
7
Cf. Lumen gentium, 1.
8
Vita consecrata, 19.
9
Cf. Novo millennio ineunte, 29.
10
Vita consecrata, 4.
11
Cf. Novo millennio ineunte, 29.
12
Cf. Novo millennio ineunte, 30-31.
13
Cf. Novo millennio ineunte, 32-34.35-39.
14
Cf. Novo millennio ineunte, 35-37.
15
Cf. Novo millennio ineunte, 43-44.
16
Cf. Novo millennio ineunte, 49.57.
17
Vita consecrata, 111.
18
Cf. Vita consecrata, 16.
19
Cf. Lumen gentium, 44.
20
Vita consecrata, 22.
21
Cf. Vita consecrata, 87.
22
Cf. Lumen gentium, 13; Juan Pablo II, Exhortacin apostlica
postsinodal Christifideles laici, 30 de diciembre de 1988, 20; Vita consecrata,
31.
23
Cf. Novo millennio ineunte, 29.
24
Cf. Novo millennio ineunte, 45.
25
Cf. Vita consecrata, 32.
26
Vita consecrata, 31.
27
Cf. Vita consecrata, 28.94.
28
Vita consecrata, 85.
29
Cf. Novo millennio ineunte, 38.
30
Cf. Novo millennio ineunte, 33.
31
Cf. Vita consecrata, 103.
32
Cf. Vita consecrata, 72.
33
Cf. Novo millennio ineunte, 2.
34
Vita consecrata, 58.
35
Cf. Evangelii nuntiandi, 69; Novo millennio ineunte, 7.
36
Cf. Vita consecrata, 99.
37
Congregacin para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de
Vida Apostlica,Verbi sponsa, Instruccin sobre la vida contemplativa y la
clausura de las monjas, Ciudad del Vaticano, 13 de mayo de 1999, 7.
38
Ibid.; cf. Perfectae caritatis, 7; cf. Vita consecrata, 8, 59.
39
S. Agustn, Sermo 331, 2: PL 38, 1460.
40
Novo millennio ineunte, 49.
41
Cf. Novo millennio ineunte, 25-26.
42
Cf. Vita consecrata, 110.
43
Cf. Lumen gentium, cap. V.
44
Lumen gentium, 42.
45
Vita consecrata, 31; cf. Novo millennio ineunte, 46.
46
Cf. Congregacin para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de
Vida Apostlica, La vida fraterna en comunidad, Congregavit nos in unum
Christi amor, Roma, 2de febrero de 1994, 50.
47
Cf. Vita consecrata, 92.
48
Cf. Novo millennio ineunte, 45.
49
Cf. Congregacin para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de
Vida Apostlica, Orientaciones sobre la formacin en los Institutos
Religiosos, Potissimun Institutioni, Roma, 2 de febrero de 1990, 1.
50
Vita consecrata, 65.
51
Vita consecrata, 66.
52
Cf. Christifideles laici, 55.
53
Cf. Juan Pablo II, Homila en la Vigilia de Torvergata (20 de agosto de
2000):L'Osservatore Romano, 21-22 de agosto de 2000, 3.
54
Cf. Vita consecrata, 1.
55
Cf. Vita consecrata, 65.
56
Vita consecrata, 37.
57
Novo millennio ineunte, 40.
58
Cf. Novo millennio ineunte, 1.
59
Juan Pablo II, Homila (2 de febrero de 2001): L'Osservatore Romano, 4 de
febrero de 2001, p.4.
60
Cf. Mutuae relationes, 11; cf. Vita consecrata, 37.
61
Vita consecrata, 93.
62
Cf. Novo millennio ineunte, 31.
63
Cf. Vita consecrata, 20-21.
64
Cf. Novo millennio ineunte, 38.
65
Vita consecrata, 22.
66
Vita consecrata, 16.
67
Vita consecrata, 18.
68
Vita consecrata, 25.
69
Vita consecrata, 40.
70
Novo millennio ineunte, 16.
71
Vita consecrata, 94.
72
Novo millennio ineunte, 39.
73
Cf. Perfectae caritatis, 2.
74
Juan Pablo II, Homila (2 de febrero de 2001): L'Osservatore Romano, 4 de
febrero de2001.
75
Vita consecrata, 37.
76
Novo millennio ineunte, 40.
77
Juan Pablo II, Homila (2 de febrero de 2001): L'Osservatore Romano, 4 de
febrero de2001.
78
Novo millennio ineunte, 43.
79
Juan Pablo II, Homila (2 de febrero de 2001): L'Osservatore Romano, 4 de
febrero de2001.
80
Vita consecrata, 95.
81
Cf. Vita consecrata, 18.
82
Vita consecrata, 95.
83
Cf. Vita consecrata, 51.
84
Cf. Novo millennio ineunte, 25-27.
85
Cf. Vita consecrata, 23.
86
Vita consecrata, 38.
87
Novo millennio ineunte, 25.
88
Cf. Novo millennio ineunte, 37.
89
Vita consecrata, 93.
90
Novo millennio ineunte, 43.
91
Vita consecrata, 46.
92
Vita consecrata, 51.
93
Cf. Novo millennio ineunte, 43.
94
Vita consecrata, 51.
95
Novo millennio ineunte, 46.
96
Vita consecrata, 62.
97
Cf. La vida fraterna en comunidad, 62; cf. Vita consecrata, 56.
98
Cf. Novo millennio ineunte, 45.
99
Cf. La vida fraterna en comunidad, 70.
100
Cf. Vita consecrata, 54.
101
Cf. Lumen gentium, 12; cf. Vita consecrata, 46.
102
Vita consecrata, 46.
103
Cf. Vita consecrata, 98.
104
Juan Pablo II, en Los movimientos en la Iglesia. Actas del II Coloquio
internacional, Miln 1987, pp.24-25; Los movimientos en la Iglesia, Ciudad
del Vaticano 1999, p.18.
105
Cf. Novo millennio ineunte, 50.
106
Christifideles laici, 31-32.
107
Cf. Vita consecrata, 46.
108
Cf. Juan Pablo II, Exhortacin apostlica Ecclesia in Africa. Yaound, 14 de
septiembre de 1995, 94.
109
Novo millennio ineunte, 40.
110
Cf. Novo millennio ineunte, 15.
111
Vita consecrata, 76.
112
Novo millennio ineunte, 49.
113
Cf. Vita consecrata, 82.
114
Novo millennio ineunte, 49.
115
Novo millennio ineunte, 50.
116
Cf. Novo millennio ineunte, 50.
117
Juan Pablo II, Homila (2 de febrero de 2001): L'Osservatore Romano, 4 de
febrero de 2001.
118
Cf. Vita consecrata, 84.
119
Cf. Vita consecrata, Ttulo del Captulo III.
120
Cf. Novo millennio ineunte, 50.
121
Cf. Novo millennio ineunte, 58.
122
Cf. Juan Pablo II, Encclica Redemptoris Missio, Roma, 7 de diciembre de
1990, 1.
123
Cf. Juan Pablo II, Exhortacin apostlica postsinodal Ecclesia in Asia,
Nueva Delhi, 6de noviembre de 1999, 22.
24
Cf. Novo millennio ineunte, 40.
125
Cf. Vita consecrata, 83.
126
Cf. Novo millennio ineunte, 51.
127
Cf. Novo millennio ineunte, 23.
128
Cf. Vita consecrata, 96.
129
Cf. Vita consecrata, 98.
130
Cf. Vita consecrata, 99.
131
Cf. Vita consecrata, 100.
132
Cf. Vita consecrata, 101.
133
Cf. Ecclesia in Asia, 31. 34.
134
Cf. Ecclesia in Asia, 44.
135
Cf. Vita consecrata, 102.
136
Vita consecrata, 103.
137
Novo millennio ineunte, 56.
138
Cf. Novo millennio ineunte, 51.
139
Cf. Vita consecrata, 88-91.
140
Cf. Novo millennio ineunte, 51.
141
Cf. Novo millennio ineunte, 9.
142
Vita consecrata, 19.
143
Vita consecrata, 16.
144
Cf. Vita consecrata, 93.
145
Cf. Congregacin para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades
de Vida Apostlica, Potissimum Institutioni, Roma, 2 de febrero de 1990,
29.
146
Cf. Novo millennio ineunte, 31.
147
Novo millennio ineunte.