Concilio de Trento La Justificación
Concilio de Trento La Justificación
Concilio de Trento La Justificación
TRENTO
LA JUSTIFICACIN
SESIN VI
PROEMIO
Ante todas estas cosas declara el santo Concilio, que para entender bien y
sinceramente la doctrina de la Justificacin, es necesario conozcan todos y
confiesen, que habiendo perdido todos los hombres la inocencia en la
prevaricacin de Adn, hechos inmundos, y como el Apstol dice, hijos de
ira por naturaleza, segn se expuso en el decreto del pecado original; en
tanto grado eran esclavos del pecado, y estaban bajo el imperio del
demonio, y de la muerte, que no slo los gentiles por las fuerzas de la
naturaleza, pero ni aun los Judos por la misma letra de la ley de Moiss,
podran levantarse, o lograr su libertad; no obstante que el libre albedro
no estaba extinguido en ellos, aunque s debilitadas sus fuerzas, e
inclinado al mal.
CAP. VII. Que sea la justificacin del pecador, y cules sus causas.
Mas aunque sea necesario creer que los pecados ni se perdonan, ni jams
se han perdonado, sino gratuitamente por la misericordia divina, y mritos
de Jesucristo; sin embargo no se puede decir que se perdonan, o se han
perdonado a ninguno que haga ostentacin de su confianza, y de la
certidumbre de que sus pecados le estn perdonados, y se fe slo en
esta: pues puede hallarse entre los herejes y cismticos, o por mejor
decir, se halla en nuestros tiempos, y se preconiza con grande empeo
contra la Iglesia catlica, esta confianza vana, y muy ajena de toda
piedad. Ni tampoco se puede afirmar que los verdaderamente justificados
deben tener por cierto en su interior, sin el menor gnero de duda, que
estn justificados; ni que nadie queda absuelto de sus pecados, y se
justifica, sino el que crea con certidumbre que est absuelto y justificado;
ni que con sola esta creencia logra toda su perfeccin el perdn y
justificacin; como dando a entender, que el que no creyese esto, dudara
de las promesas de Dios, y de la eficacia de la muerte y resurreccin de
Jesucristo. Porque as como ninguna persona piadosa debe dudar de la
misericordia divina, de los mritos de Jesucristo, ni de la virtud y eficacia
de los sacramentos: del mismo modo todos pueden recelarse y temer
respecto de su estado en gracia, si vuelven la consideracin a s mismos,
y a su propia debilidad e indisposicin; pues nadie puede saber con la
certidumbre de su fe, en que no cabe engao, que ha conseguido la
gracia de Dios.
Pero nadie, aunque est justificado, debe persuadirse que est exento de
la observancia de los mandamientos, ni valerse tampoco de aquellas
voces temerarias, y prohibidas con anatema por los Padres, es a saber:
que la observancia de los preceptos divinos es imposible al hombre
justificado. Porque Dios no manda imposibles; sino mandando, amonesta
a que hagas lo que puedas, y a que pidas lo que no puedas; ayudando al
mismo tiempo con sus auxilios para que puedas; pues no son pesados los
mandamientos de aquel, cuyo yugo es suave, y su carga ligera. Los que
son hijos de Dios, aman a Cristo; y los que le aman, como l mismo
testifica, observan sus mandamientos. Esto por cierto, lo pueden ejecutar
con la divina gracia; porque aunque en esta vida mortal caigan tal vez los
hombres, por santos y justos que sean, a lo menos en pecados leves y
cotidianos, que tambin se llaman veniales; no por esto dejan de ser
justos; porque de los justos es aquella voz tan humilde como verdadera:
Perdnanos nuestras deudas. Por lo que tanto ms deben tenerse los
mismos justos por obligados a andar en el camino de la santidad, cuanto
ya libres del pecado, pero alistados entre los siervos de Dios, pueden,
viviendo sobria, justa y piadosamente, adelantar en su aprovechamiento
con la gracia de Jesucristo, qu fue quien les abri la puerta para entrar en
esta gracia. Dios por cierto, no abandona a los que una vez llegaron a
justificarse con su gracia, como estos no le abandonen primero. En
consecuencia, ninguno debe engrerse porque posea sola la fe,
persuadindose de que slo por ella est destinado a ser heredero, y que
ha de conseguir la herencia, aunque no sea partcipe con Cristo de su
pasin, para serlo tambin de su gloria; pues aun el mismo Cristo, como
dice el Apstol: Siendo hijo de Dios aprendi a ser obediente en las
mismas cosas que padeci, y consumada su pasin, pas a ser la causa
de la salvacin eterna de todos los que le obedecen. Por esta razn
amonesta el mismo Apstol a los justificados, diciendo: Ignoris que los
que corren en el circo, aunque todos corren, uno solo es el que recibe el
premio? Corred, pues, de modo que lo alcancis. Yo en efecto corro, no
como a objeto incierto; y peleo, no como quien descarga golpes en el aire;
sino mortifico mi cuerpo, y lo sujeto; no sea que predicando a otros, yo me
condene. Adems de esto, el Prncipe de los Apstoles san Pedro dice:
Anhelad siempre por asegurar con vuestras buenas obras vuestra
vocacin y eleccin; pues procediendo as, nunca pecaris. De aqu consta
que se oponen a la doctrina de la religin catlica los que dicen que el
justo peca en toda obra buena, a lo menos venialmente, o lo que es ms
intolerable, que merece las penas del infierno; as como los que afirman
que los justos pecan en todas sus obras, si alentando en la ejecucin de
ellas su flojedad, y exhortndose a correr en la palestra de esta vida, se
proponen por premio la bienaventuranza, con el objeto de que
principalmente Dios sea glorificado; pues la Escritura dice: Por la
recompensa inclin mi corazn a cumplir tus mandamientos que
justifican. Y de Moiss dice el Apstol, que tena presente, o aspiraba a la
remuneracin.
CAP. XVI. Del fruto de la justificacin; esto es, del mrito de las
buenas obras, y de la esencia de este mismo mrito.