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Gracia en S.agustin

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GRACIA en SAN AGUSTIN: Contra las dos epístolas de los pelagianos, Tomo 9, libroIII, pags.

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Libro III
Contra las dos epístolas de los pelagianos

Acerca del uso de la ley: Se acusaba a los cristianos de decir que el Antiguo Testamento no
fue dado a fin de justificar, sino para que fuera causa de pecado más grave.
Agustín responde: lo que nosotros decimos es que es efecto de la ley que se conozca lo que
Dios quiere que se haga, y que efecto de la gracia es que se cumpla la ley. Por la carne es imposible
que se cumpla la ley, por eso, la justicia de Dios se cumple en los que caminan no según la ley, sino
según el espíritu. La ley engendra para la esclavitud y, acrecienta, al prohibirlos, los deseos del
pecado, y por eso mata si no vivifica con su ayuda la gracia.
Acerca de los efectos del bautismo: No decimos que todos los hijos del siglo sean hijos del
demonio, sí, que los hijos del demonio son hijos del siglo. Sin embargo, no es cualquier tipo de
pecado el que hace a los hombres hijos del demonio. Pecan también los hijos de Dios, pero pecan en
cuanto todavía son hijos de este siglo; más en cuanto son por la gracia hijos de Dios, no pecan,
porque todo el que ha nacido de Dios no obra pecado.
Lo que nos hace hijos del demonio es la infidelidad. Los que no tiene fe son hijos del
demonio. La diferencia con los hijos de Dios es que estos confiesan sus pecados y Dios que es fiel y
justo perdona.
El bautismo limpia todos los pecados, pero no quita la flaqueza. No por el bautismo Dios nos
ha salvado ya con toda suerte de salvación. Una salvación sin posibilidad para pecar es la que se nos
dará en la redención.
Sobre los dos testamentos: Entendemos que en el Antiguo Testamento estaba ya figurado el
Nuevo. A Abrahán le fueron hechas las promesas y en él a su Descendencia, la cual es Cristo. Así
pues, el testamento ya validamente otorgado por Dios no puede ser anulado por la ley que vino más
tarde. Si de la ley dependiera la herencia, ya no procedería de la promesa.
Abrahán y los justos son hijos y herederos de Dios y coherederos de Cristo, no en virtud de la
ley, sino en virtud de la promesa.
Al Antiguo Testamento pertenecen los que, habiendo recibido la ley santa, y justa, y buena,
creen tener bastante con la letra para vivir; y por eso no imploran la divina misericordia. Guardaban
los preceptos de Dios por la codicia de alcanzar los bienes prometidos, y por el temor de perderlos.
En ellos obraba la avaricia y el temor carnal. El que de esta suerte guarda los preceptos, guardalos,
sin duda, contra su voluntad.
Los que están constituidos en gracia, a los cuales vivifica el Espíritu Santo, cumplen todo
esto en virtud de la fe que obra por la caridad con la esperanza de bienes no carnales, sino
espirituales; no terrenos, sino celestiales; no temporales, sino eternos; sobre todo creyendo en el
Mediador, mediante el cual no dudan de que se les concede el espíritu de gracia para guardar bien
estas cosas y poder alcanzar el perdón cuando pecan. Estos son hijos el Nuevo Testamento. Tales
fueron todos los antiguos justos, porque vivieron de la misma y única fe que nosotros vivimos,
creyendo en la encarnación, pasión y resurrección futuras de Cristo. Una misma es, pues, la fe de
aquellos que no eran aún cristianos en el nombre, pero sí en la realidad, y la de los que son y se
llaman cristianos.
La ley por el mismo hecho que no justifica, testifica la justicia de Dios revelada en el Nuevo
Testamento y hecha carne en Cristo. En el Antiguo Testamento se prometieron cosas terrenas, en el
Nuevo la promesa es celestial.
Acerca de los profetas y apóstoles: Dicen que no profesamos que todos los apóstoles y
profetas fueron enteramente santos, sino que comparados con los peores fueron menos malos. Lejos

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GRACIA en SAN AGUSTIN: Contra las dos epístolas de los pelagianos, Tomo 9, libroIII, pags.476-516

de nosotros afirmar tal cosa. Nuestra fe católica, distingue a los justos de los pecadores no en virtud
de las obras, sino de la fe, porque el justo vive por la fe. Sin ella, aún las que parecen buenas obras se
convierten en pecado.
Acerca del pecado en Cristo: Contra lo que se dice, nosotros proclamamos que Cristo no
tuvo ningún pecado ni en el alma ni en el cuerpo, y que, tomando carne en semejanza de carne de
pecado, por el pecado condenó el pecado. Cristo se llamó pecado porque se hizo sacrificio por los
pecados.
Acerca del cumplimiento de los preceptos: Nos acusan de decir que después de la
resurrección se obrará tal cambio, que los hombres comenzarán a cumplir los preceptos que aquí no
quisieron cumplir. Nos acusan de ello porque decimos que ahí no habrá absolutamente ningún
pecado. Decimos que no conduce allá el desprecio de los preceptos; porque el deseo de observar los
preceptos lo da en esta vida la gracia de Dios. La justicia de la ley se cumple en aquellos que no
caminan según la carne, sino según el espíritu. Cuanto más amamos a Dios más justos somos. Son
enemigos de la cruz los que dicen que se tiene la justicia por la ley. La sublimidad de la perfecta
justicia después de la resurrección se dará como premio, y no se mandará como precepto, a los que
aquí cumplieron los mandamientos.
Triple raíz de la herejía pelagiana: Niegan la realidad de los efectos del pecado original;
niegan que la gracia de Dios, por la que somos justificados se nos da gratis y no por nuestros méritos;
niegan que el hombre virtuoso tenga necesidad después del bautismo de que se le perdonen los
pecados mientras no se acabe esta vida.
La doctrina católica: La ley es santa, y justa, y buena; pero no es la gracia, y nada se hace en
virtud de ella sin la gracia, porque no se dio una ley que pudiese vivificar, sino que se dio en razón de
las transgresiones, a fin de encerrarlos, convictos de transgresión, bajo el dominio del pecado, para
que la bendición de la promesa se otorgara a los creyentes en virtud de la fe de Cristo. El libre
albedrío cautivo no tiene poder sino para pecar, mas no para obrar la justicia, si no fuera ayudado y
liberado por Dios.
Los maniqueos dicen que el sumo y verdadero Dios no es el autor de la naturaleza humana, ni
del matrimonio, ni de la ley. No creen que el pecado ha tenido principio en el libre albedrío y que de
él procede todo mal, así del ángel como del hombre. Apartándose de Dios prefirieron creer que la
naturaleza del mal es mala y eterna como Dios.
El hombre que nace, por ser un bien, ya que es hombre, rebate a Manes y alaba al creador;
mas en cuanto hereda el pecado original, rebate a Pelagio y pide un Salvador. El afirmar que debe ser
sanada la naturaleza es refutar a uno y a otro, porque no tendría necesidad de medicina si estuviese
sana, ni podría en manera alguna sanar si fuera un mal eterno e inmutable.
Decimos que la ley fue dada no para justificar a los impíos, sino para convencer a los
pecadores (v/s maniqueos); que el libre albedrío para el mal debe ser liberado por la gracia para el
bien y que aún los santos tuvieron necesidad del perdono del Señor (v/s pelagianos), y que en el libre
albedrío tuvo origen el mal que antes no existía (v/s maniqueos).

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