Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Presencia Inglesa en Huelva

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 284

La presencia ''inglesa'' en

Huelva: entre la seduccin


y el abandono
Agustn Galn Garca (Editor)


un
Universidad
l lnternacional
de Andaluca

A
2
un
i55
A

La presencia
''inglesa" en Huelva:
entre la seduccin y
el abandono
Agustn Galn Garca (Ed.)
EDITA:
UNIVERSIDAD INTERNACIONAL DE ANDALUCrA
Monasterio de Santa Mara de las Cuevas
Calle Amrico Vespucio, 2
Isla de la Cartuja. 41 092 Sevilla
www.unia.es

COORDINACIN DE LA EDICIN:
Universidad Internacional de Andaluca 1 Agustn Galn Garca

COPYRIGHT DE LA PRESENTE EDICIN:


Universidad Internacional de Andaluca

COPYRIGHT:
Los autores

FECHA:
2011

EDICIN:
500 ejemplares

ISBN:
978-84-7993-209-1

DEPSITO LEGAL:

MAQUETACIN Y DISEO:
Noelia Molero Acosa

IMPRESIN:

4
A Mr. Miguel Lpez Pavn, Marqus de
Cangreyers, que nunca vivi en Inglaterra
pero siempre quiso vivir como un ingls.

5
,
lndice
INTRODUCCIN 9

INGLESES, MINERA Y CULT\JRA.


ESlEBAN RUIZ BALLESTEROS 17

LOS INTERESES EXlRANJEROS EN LAS MINERAs


ANDALUZAS.
ANDRS SNCHEZ PICN 41

LOS ROTHSCHILD EN RO TINTO. PROPIEDAD Y CONTROL EN


EL GIGANTE MINERO.
MIGUEL A. LPEZ-MORELL 71

EL CONTROL SOCIAL Y SU HUELLA DOCUMENTAL. 11RIO


TINTO COMPANY LIMITED Y SU OFICINA DE REGISTRO DE
PERSONAL"
JUAN MANUEL PREZ LPEZ 103

UNA CIUDAD ENWELTA EN UNA NUBE DE POLVO: LOS


INGLESES Y LA CONTAMINACIN EN HUELVA EN LA PRIMERA
MITAD DEL SIGLO XX.
JUAN DIEGO PREZ CEBADA 133

LA HUELLA EN EL CUERPO: ACCIDENTES DE TRABAJO EN RIO


TINTO (19141960)
AGUSTIN GALN GARCrA 163

6
EL RASTRO INGLS EN EL PAISAJISMO Y LA JARDINERA DE
HUELVA.
ENRIQUE SNCHEZ GULLN 193

PRESENCIAS ARQUITECTONICAS Y URBANISTICAS INGLESAS


EN LA HUELVA DE HOY.
CONCEPCIN GONZLEZ GARCA DE VELASCO Y MIGUEL
GONZLEZ VILCHEZ 219

RACIONALIDAD DE LAS DECISIONES EMPRESARIALES Y


SOSTENIBIUDAD ECONMICA: EL CASO DE RIO TINTO
COMPANY LIMITED.
CARLOS ARENAS POSADAS 243

BIBLIOGRAFA GENERAL 257

CURRCULO VITAE PROFESORES 276

7
8
un
i55
A

,
INTRODUCCION
En la diligencia de apertura del Libro de visitas nmero 1,
correspondiente al perodo comprendido entre el 1 de octubre
de 1897 y septiembre de 1915, y habilitado para consignar en
l /as observaciones y prevenciones relativas al cumplimiento del
Reglamento de Polica Minera de 16 de julio de 1897\ escriba el
alcalde de Ro Tinto: "El presente libro, que consta de 600 folios
duplicados, rubricados por esta Alcalda, se destina por la Compaa
Ro Tinto Limitada, propietaria del establecimiento minero que da
nombre a este pueblo, a Libro de Visitas". Es muy probable que el
Sr. Alcalde sufriera un lapsus a la hora de escribir la diligencia de
apertura en cuestin; pero, si le traicion el subconsciente, es la
mejor prueba de la confusin y de la sustitucin de identidades que
la presencia de la Compaa provoc sobre las personas y sobre
las instituciones de "su comarca". Desgraciadamente aquella
suplantacin no ser exclusiva de las autoridades ni tampoco
ser privativa de la poca inglesa. Lo que comenz en 1873
arrastra sus consecuencias hasta hoy. El cobre sedujo al capital,
los responsables polticos del momento lo permitieron hasta los
entresijos ms profundos de la voluntad en el alma los habitantes de
la zona y el encarecimiento del mismo dara paso a una largusima
agona hasta su abandono definitivo.

En efecto, lo que se va a producir ser una autentica colonizacin


hasta abarcar el ltimo aspecto de la vida cotidiana de sus
habitantes, sin que se diera solucin de continuidad entre lo laboral
y lo personal, lo pblico y lo privado. Y es que simultneamente
a la extraccin del mineral, se fue tejiendo una autntica red de
influencias que buscaba la mxima eficiencia. Esta red, tramada
tanto en horizontal como en vertical, creci hasta convertirse
en una superestructura que venia a cubrir aquellos aspectos
que sobrepasaban la mera relacin laboral o la mera relacin
contractual. En el primer caso, de la empresa con los trabajadores
y, en el segundo, de la empresa con el propio Estado. Adornada
con polticas paternalistas de diversa ndole, la red llegara a ser
tan tupida y sus hilos tan resistentes que se integrara como un
elemento integrante del paisaje minero.

1
En los encabezamientos de las actas correspondientes y para el periodo que
abarca el libro mencionado, se hablar del "estableciendo minero que explota
la Compaa de Rio Tinto Limitada o, sencillamente, Acta de la inspeccin
girada a las Minas de Ro Tinto.

10
Tal vez, el que mejor haya plasmado esta cuestin sea Cobos
Wilkins, cuando escribe: "Y qu es /a Compaa?, eh, qu es /a
jodida Compaa?... Te Jo dir yo: un fantasma, un maldito fantasma
Por eso nos puede. Porque no hay odos a /os que hablarle, ni ojos
a /os que mirar. No tiene un corazn al que llamar con /os nudillos.
Ni siquiera un rostro al que darle la bofetada ... cmo se enfrenta
uno al tantasma?"2 .El fantasma de ayer tiene hoy nombre de
desidia, apata, abandono. Desgraciadamente su sombra aparece
an hoy sobre todo aquello que pretenda recuperar el esplendor
de la comarca.

Hoy, cuando el mundo est instalado en una especie de presente


permanente sin relacin orgnica alguna con el pasado del tiempo
en el que viven (E. Hobsbawm), se hace imprescindible detenernos
un instante y reflexionar sobre el ayer del que venimos; conocer en
qu medida la influencia inglesa ha condicionado nuestra historia,
lo sigue haciendo y qu podemos aprender de aquella experiencia.
La Historia, dice J.L. Gaddis, es progreso a travs de la transmisin,
de una generacin a otra, de las habilidades adquiridas. Por lo
tanto, conocimiento histrico, incremento de nuestras habilidades
y, si todo va bien, encarar mejor armados las dificultades que
encontramos da a da" (G. Duby). Con esta perspectiva hemos
organizado la obra que presentamos del modo siguiente:

La aportacin de E. Ballesteros quiere servir de contrapunto, de


provocacin e invitacin, al debate para que los procesos no sean
planos y mecnicos llevndonos a formas de pensamiento nico
que terminan arrasando la complejidad del devenir humano. No
podemos entender la provincia y sobre todo las zonas mineras
onubenses sin la presencia britnica, en este sentido sus ausencias
y presencias tienen un efecto indudable. Pero debemos estar
muy atentos para que la comprensin de la vida en las comarcas
mineras no quede reducida a "lo ingls", eclipsndose lo que de
rico, heterogneo, conflictivo y diverso tuvo la vida en las minas.
Ni la construccin de productos tursticos, ni an las iniciativas
patrimoniales deben hipotecar la memoria. Huelva no puede
permitirse el lujo de obviar su dimensin minera e industrial. Por

2 Cobas Wilkins, J. El corazn de la tierra. Plaza y Jans. 2001, 193.

11
su parte, A. Snchez Picn, nos hace un dibujo de la actuacin
de los inversores forneos en las mineras andaluzas, con especial
atencin hacia los capitales de origen britnico, despus de glosar
el debate historiogrfico sobre la repercusin del capital extranjero
en el desarrollo minero espaol, para terminar con algn apunte
sobre el legado, sobre todo desde la perspectiva del desarrollo
territorial, que ha dejado el ciclo minero en las comarcas donde se
despleg.

M. A. Lpez Morel analizar los ejes primordiales de la presencia


mayoritaria de los Rothschild en el accionariado de Ro Tinto, que
vino a coincidir con los aos de apogeo del yacimiento que ha dado
nombre hasta la fecha a la sociedad, hoy entre las tres mayores
empresas mineras del mundo. Sus conclusiones son rotundas: la
entrada de los Rothschild en Ro Tinto supuso un giro definitivo en
la gestin empresarial de la sociedad, abriendo las vas necesarias
para que se produjera su anunciado xito econmico desde, al
menos, los aos 90 del pasado siglo hasta los aos 30 del presente,
salvo en las coyunturas extremas inmediatamente posteriores a la
primera Guerra Mundial y la gran crisis de 1929; unos momentos de
apuro para la compaa en los que las casas Rothschild de Londres
y Pars tambin aportaran un inestimable apoyo.

El fantasma al que antes aludamos dejo una huella documental


extraordinaria mediante la introduccin de un sistema de control
del mercado de trabajo que tuvo su pieza clave en la Oficina de
Registro de Personal. Del mismo modo que la Compaa requera de
informacin econmica, financiera y analtica para tratar de obtener
la mxima rentabilidad de su negocio, organizara tambin una muy
eficiente red de informacin social que tendra su plasmacin en
diversas series documentales, algunas de las cuales analiza con
detalle J. M. Prez Lpez.

J. D. Prez Cebada aborda el coste medioambiental que trajo


consigo la expansin de las actividades mineras, un lado negativo
al que no han prestado inters los especialistas: los altos niveles
de contaminacin que tuvieron que soportar los habitantes de
esa ciudad y que dieron lugar a protestas y a pioneras medidas
legales en este mbito. Un problema de contaminacin local que
debe abordarse desde una perspectiva nacional e internacional. En

12
efecto, hay que tener presente que la explotacin de los yacimientos
onubenses debe enmarcarse en un proceso de internacionalizacin
del sector minero impulsado por las necesidades de recursos
estratgicos de la economa inglesa en los decenios finales del siglo
XIX. Gracias a su amplia red comercial, Gran Bretaa importar
materias primas estratgicas, como cobre y otros minerales, y
exportar, adems de bienes y servicios, contaminacin al resto
del mundo.

En esa red mundial, la cuenca minera asume el papel de centro de


abastecimiento de minerales, a la vez que experimenta un proceso
de degradacin medioambiental a gran escala. En una segunda
e inmediata fase, la contaminacin se extiende al exterior de la
cuenca, a la propia capital de provincia, convertida inicialmente
gracias al boom minero en un importante centro distribuidor, de
ah la importancia que adquieren las infraestructuras de transporte
(ferroviarias y portuarias especialmente) que entonces se construyen.
La proximidad de la cuenca y la red de transportes favorecen, a
su vez, la aparicin de una serie de industrias del ramo minero-
metalrgico o de sectores complementarios como el qumico. La
expansin de esas industrias y un desordenado crecimiento urbano
dan lugar a diversos problemas de contaminacin desde finales
del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. En realidad, las nubes de
polvos mineros originados en los trabajos de descarga en el Puerto
es una de las formas de contaminacin atmosfrica que sufre esta
ciudad durante la primera mitad del siglo XX.

Otro coste, tampoco evaluado de manera suficiente, ser lo


que aborde el que suscribe estas palabras de introduccin. Nos
referimos al coste que la siniestralidad laboral va a tener sobre los
propios trabajadores, la huella que va a dejar en su cuerpo y que se
saldar de manera muy poco gravosa para la Compaa. Trataremos
de dar a conocer el perfil del trabajador accidentado tanto en la
poca inglesa como, aunque sea a modo de aproximacin, en
la poca espaola. La reconstruccin de la evolucin estadstica
que la plantilla va a experimentar en este mbito, nos va a permitir
responder a algunas de las cuestiones planteadas: supuso el
cambio de propiedad de la empresa algn cambio con respecto
a la poltica de seguridad e higiene?; Cambiar el perfil del
trabajador accidentado? Se van a introducir mejoras significativas

13
en los departamentos ms peligrosos? Por otro lado, el propio
cambio de propiedad fue precedido de un proceso reflexivo sobre
la nueva orientacin que deba tomar la empresa, tanto en este
como en otros aspectos? Seguro que el lector ya ha encontrado la
respuesta.

E. Snchez Gulln rastrea otro tipo de huellas aparentemente


alejadas de las preocupaciones laborales o econmicas. Su
investigacin nos va a permitir localizar y descubrir especies
ornamentales vegetales novedosas, propias de usos y modas
anglosajonas ajenas a la cultura mediterrnea. Estrechamente
ligada a la arquitectura, nos adentrar tambin en el desarrollo
adquirido por el paisajismo ingls en los distintos enclaves mineros
de la provincia, nos da a conocer a algunos de los botnicos que
trabajaron por estas tierras y, para culminar su aportacin, realiza
un inventario detallado de las especies localizadas.

C. Gnzlez Vilches y C. Gonzlez Garca de Velasco nos


conducirn hasta lo ms visible de cuanto hoy podemos apreciar
de la herencia britnica: su arquitectura y su urbanismo. Nos
adentraremos en las viviendas que construy la Compaa de
Tharsis, las que hizo la Compaa de Riotinto, tanto en el barrio
de Bellavista, en Huelva o en Punta Umbra; conoceremos los
detalles de la nica construccin religiosa que se conserva y nos
presentarn al mximo representante de la esencia britnica desde
esta perspectiva, el arquitecto ingls Alan Brace.

Concluiremos, a modo de epilogo, con las reflexiones de C. Arenas


Posadas sobre la rentabilidad a largo plazo de las decisiones
empresariales asumidas por la compaa britnica y continuada
por la empresa espaola. La Rio Tinto Company Limited, empresa
considerada como de las ms importantes del mundo entre 1897 y
1908, a la que no se podra discutir la racionalidad de sus decisiones
teniendo en cuenta los elevadsimos dividendos -el37 por ciento por
trmino medio-, que se repartieron sus propietarios los Rothchild
en el periodo indicado y a los millones de pesetas que gastaron en
salarios directos e indirectos. Sin embargo, la racionalidad presente
puede llegar a tener consecuencias negativas en un futuro ms
o menos inmediato en funcin de que la actividad empresarial
sea ms o menos sostenible a medio o largo plazo, o de que las

14
races institucionales que establezca en su entorno garantice la
continuidad de ese o de cualquier proyecto econmico, por lo que
se puede concluir que una aparente racionalidad empresarial en el
presente puede ser perfectamente irracional en tnninos histricos.

No podemos terminar estas palabras de introduccin sin reconocer


y expresar nuestro ms sincero agradecimiento a la Universidad
Internacional de Andaluca por la implicacin y el impulso que dio
a este proyecto. La idea fue suya, ms concretamente del Prof.
Dr. Luis Cales Contreras, a la sazn, director de la Sede de Santa
Mara de la Rbida, que nos propuso analizar al presencia britnica
en la provincia de Huelva a lo largo de uno de los cursos de verano.
El debate propiciado entre los ponentes y con los propios alumnos,
algunos de los cuales se revelaron profundos conocedores del
tema en cuestin, hizo que el planteamiento inicial se enriqueciera
notablemente. La realizacin del curso en las aulas habilitadas por
la intervencin de los "ingleses" a lo largo de la geografa provincial
fue otro acierto. Y, por ltimo, la decisin de llevar aquellas
reflexiones al papel hay que adjudicarla tambin a la Universidad
Internacional. Los posibles errores en la edicin que presentamos
hay que achacarlos al que suscribe.

15
16
un
i55
A

''Ingleses", minera y
cultura. Un ensayo a
contracorriente
Esteban Ruiz Ballesteros.
rea de Antropologa Social.
Universidad Pablo de Olavide.
l. PRESENTACIN

La dimensin cultural de la presencia britnica en Huelva apenas se


pone en entredicho. Sin embargo a esta evidencia comnmente
asumida no se aade ms argumentacin que el protagonismo
britnico en el desarrollo minero. Desde mi punto de vista, para
profundizar convenientemente en este tema hemos de partir de la
asuncin de que la minera es, ante todo, un hecho cultural que
trasciende lo econmico y lo tcnico. Por eso resulta especialmente
oportuno delimitar algunos conceptos clave -"ingleses", minera y
cultura- para desde ellos analizar el papel de lo ingls en la minera
de Huelva y reflexionar consistentemente sobre su especificidad. En
este texto vamos a hacer especial hincapi en el caso de Riotinto.
El objetivo final no es otro que contextualizar el creciente uso de
lo ingls como distintivo provincial, un fenmeno emergente que
parte tanto de una particular consideracin del devenir histrico
como de un anhelo de futuro: de la construccin del patrimonio
cultural y del desarrollo turstico.

Los mltiples trabajos que los historiadores nos brindan sobre


la minera onubense en general y en torno a la de Riotinto en
particular (Arenas, 1999; Avery, 1974; Bernal, 1999; Ferrero, 1994,
2000; Flores Caballero, 1981, 2007; Galn, 1997; Gil Varn, 1984a;
Gmez, 1994; Harvey, 1981; Prez Cebada, 1999; Prez Lpez,
1994) constituyen uno de los pilares bsicos de esta reflexin. Pero
asimismo utilizo mi experiencia de investigacin sobre la minera
en la Cuenca Minera de Riotinto (Aragn y Ruiz, 1995; Escalera,
Ruiz y Alonso, 2002; Escalera, Ruiz y Valcuende, 1992, 1993,
1995; Iglesias y Ruiz, 1999; Ruiz, 1998, 2002, 1999c; Romero et
al. 2003; Ruiz y Rubio, 2008) y las breves incursiones que haya
podido realizar en el Andvalo (Tharsis y Calaas) (Ruiz, 1997). Por
ltimo, el estudio reciente de los procesos de patrimonializacin de
la minera en Andaluca (Hernndez y Ruiz 2005, 2006, 2008; Ruiz
y Hernndez, 2007; Ruiz, Hernndez y Fedriani, 2008) me ha sido
de gran ayuda para enmarcar la particularidad del caso riotinteo
y onubense.

18
11. ALGUNAS IDEAS PREVIAS

Muchas veces he presenciado el malestar de los escoceses porque


se les llame ingleses. Sin embargo es muy propio en Espaa que a
todos los que vienen de Gran Bretaa se les llame as. Imaginemos
por un momento que a los andaluces nos llamarn castellanos en
vez de espaoles. Seguro que nos incomodara y rectificaramos
-como hacen resignados los escoceses- a nuestros interlocutores.
El caso que nos ocupa adolece de esta incorreccin. La referencia
a los ingleses esconde una paradoja notable que sirve bien
como punto de partida para entender su impronta en las tierras de
Huelva. Todo el mundo habla de los ingleses en Huelva cuando
lo que quieren decir es los britnicos en Huelva"; una confusin
de la que si bien nos intenta sacar Cebos Wilkins con el ttulo de
uno de sus libro (Cebos, 2005), perdura no slo en el uso popular
sino tambin entre los propios acadmicos. Para un antroplogo
esta no es una circunstancia banal porque nos indica el nivel de
contacto efectivo, consciencia y conocimiento que tenemos de
esos extranjeros" que llegaron a nuestras tierras all por el siglo XIX
y que tuvieron un papel protagonista en el desarrollo de la minera
onubense. Pero todo queda envuelto en la paradoja: ni siquiera los
llamamos correctamente porque confundimos la parte con el todo,
y homogeneizamos lo que es -en esencia- muy heterogneo.

Por supuesto hubo ingleses, pero no fueron menos los escoceses


y galeses, en algunos casos con mayor protagonismo que los
propios ingleses. Baste consultar la historia oficial del inglesismo
en Riotinto (Avery, 1974). Parece claro que el espritu, el bagaje y la
maquinaria poltico-administrativa que los animaba a todos ellos,
responda mucho ms precisamente al trmino de britnico,
que no en balde es el adjetivo que sirve para denominar a todo un
imperio que se dej sentir tambin en Huelva. Por eso el ingleses
de mi ttulo va entrecomillado: es as como solemos llamar a lo
que en realidad se llama de otra forma. La curiosidad es que
destacamos a quienes ni siquiera llamamos correctamente. Esta
primera circunstancia nos sita ya de forma muy especial ante
nuestro objeto.

Al tratar sobre la minera en Andaluca siempre surge lo extranjero


como factor explicativo. Y esa extranjera se sustancia, entre otras,

19
con la etiqueta genrica de "lo ingls". Esto dice mucho sobre cmo
asumimos, entendemos y expresamos uno de los elementos, no
siempre reconocido en su justa medida, de la cultura andaluza: la
minera (Ruiz, 2001 a). La cultura minera en Andaluca1 tiene matices
y rasgos propios por muchas y variadas razones y a ella se asocia
lo ingls como eptome de extranjero. Los britnicos no han sido los
nicos extranjeros de nuestra minera, pero su presencia ha sido la
ms remarcada. Huelva es quiz el lugar dnde esta circunstancia
se acenta ms. Razones no faltan.

Pero de qu hablamos cuando consideramos, desde el punto de


vista social y cultural, el paso de los britnicos por Huelva? En este
punto me gusta evocar primeramente lo ms material y tangible,
aquello que tiene una huella fsica, una presencia incontestable
en el territorio. La huella britnica en Huelva tiene que ver con
ferrocarriles y embarcaderos, con una conexin sin precedentes
entre las comarcas mineras del Andvalo y Riotinto y el mar; con
el trnsito de mineral hacia el extranjero. Si quisiramos sintetizar
en una simple imagen qu ha sido la minera en Andaluca y,
sobre todo, su dimensin extranjera cabra fijarse en los muelles
de Riotinto en Huelva y de Alquife en Almera. Dos testigos del
sentido de una minera de capital y organizacin extranjera y
vocacin exgena, dnde lo fundamental era la manera de sacar
de este territorio su riqueza minera para alimentar las necesidades
industriales europeas.

Como envs de esta moneda, los enclaves mineros. Embarcaderos


y enclaves son los ejes axiales de la minera andaluza. Para m el
concepto "enclave" ha sido la herramienta analtico-comprensiva
fundamental desde que comenc a trabajar en torno a la minera.
Si los muelles alumbran el horizonte mundial del mercado minero,
los enclaves anclan la actividad a lugares y tiempos precisos. Pero
de una manera muy especial.

El mineral se encuentra donde se encuentra, y all hay que acudir a


conquistarlo, a arrancarlo. El enclave es la confluencia del mineral
con todo el dispositivo generado para extraerlo, para convertirlo en

1
Para una visin general ver Ruiz (coord.) (1999a) y Ruiz (1999b)

20
recurso, por tanto es crisol tambin de toda la gente que participa
de ese dispositivo. Pero el enclave tal como se funda se abandona,
su carcter de confluencia no es menor que el de movilidad,
provisionalidad, fugacidadytransfonnacin. Lacomunidad humana
que se asienta en cualquier enclave minero del mundo tiene una
existencia frgil, supeditada a la masa de mineral y su extraccin.
Los enclaves se fundan all dnde el mineral aflora y por tanto
surgen en lugares slo algunas veces ocupados anteriormente,
que desarrollan un sentido casi exclusivamente minero y que con la
minera florecen y se marchitan al ritmo de los trabajos y el mercado.
Huelva est salpicada de estos enclaves, hoy fantasmas de la
minera. Las minas tarde o temprano se cierran, sea por agotamiento
del mineral, por declive en los precios del mercado, o por los
excesivos costes de produccin. En definitiva todas las razones
son concluyentes: la mina, como mina, se agot. Constituyen por
tanto mundos en s mismos, cerrados, conectados con el exterior a
travs del cordn umbilical en que se convierte el ferrocarril antao
y hoy otros medios de transporte. Todo un mundo que surge de
la nada, con los das contados, de ambiente provisional y cuyo
producto es quiz de los ms abstractos e impersonales que haya
generado el ser humano: el mineral. La minera es una actividad
peculiar, industrializada antes que ninguna otra, global antes de que
el trmino se pusiera de moda, atemporal y dislocada como pocas.
Quiz por todo ello la ms inhumana de las actividades humanas,
la que en mayor grado desvincula a hombres y mujeres de lugares
y tiempos, la que ms perversamente desconecta a los humanos
del producto de su trabajo, la que en mayor grado erosiona sus
apegos y afectos por el lugar que habitan.

Qu es lo que de manera ms radical define a una cultura? Sin


duda, la forma en que sus integrantes se relacionan con el entorno
inmediato y entre s. Qu es lo relevante desde el punto de vista
cultural de una actividad humana? El sentido que da a la vida, y
de manera ms precisa si esa actividad humana se convierte en
un medio o en un fin en s mismo. Desde estas premisas podemos
reflexionar sobre la minera y la cultura, y ms concretamente sobre
la fonna en que entendemos que los britnicos han dejado una
impronta en estas tierras, han influido en el devenir de Huelva y su
minera.

21
Pero no podemos olvidar una circunstancia crucial: los britnicos y
la minera en Huelva son cosa del pasado. Habitan nuestras mentes
como hechos pretritos. Ms all de la apertura puntual de tal o
cual mina, la minera y los ingleses son historia, as lo vivimos
hoy, as lo representamos. Los britnicos y las minas abandonaron
la cotidianidad de forma traumtica y hoy se han convertido en
fantasmas con los que se quiere reconstruir un pasado que alumbre
el futuro. Sin embargo unos y otras forman parte de la cultura, pero
en qu medida? En ningn momento podemos olvidar que los
fantasmas son tambin seres reales que nos habitan de manera
tan intensa como convenimos que lo hacen las cosas materiales.
El patrimonio y la historia es el mundo preferido de nuestros
fantasmas, dnde los invocamos o exorcizamos.

111. LO cciNGLS~ EN HUELVA

La consideracin de lo ingls en Huelva descansa sobre el modelo


que nos ha dejado la historia de Riotinto. Este hecho admite poca
discusin. Por eso Riotinto servir para ilustrar de manera ms
precisa mi reflexin.

Bien estudiada parece la llegada del capital britnico a las tierras


onubenses desde mediados del siglo XIX (Ferrero, 2000) y cmo
este proceso de expansin del capitalismo britnico tiene en
Riotinto uno de sus enclaves seeros a nivel mundial (Arenas, 1999;
Avery 1974; Caballero, 1982 y 2007; Gmez, 1994). Riotinto es
antes eptome que un caso aislado, espejo al que asomar cualquier
otra aventura minera, referente comparativo insoslayable, vara
de medir de todas las minas onubenses y su devenir. Moneda de
cambio de una repblica que naca en la ms absoluta debilidad,
Riotinto se convirti en referente no ya de la minera andaluza, sino
de la minera britnica y, por tanto, mundial.

Cmo enraza esa cultura britnica en Huelva? A veces no s


si estamos ante un mito reciente o ante un hecho incontestable.
Es honesto que manifieste mi duda. Sobre todo porque muy
a menudo me invade la sospecha de que ese ccbritanismo
onubense descansara fundamentalmente en las trazas urbanas y
arquitectnicas que jalonan las minas y la capital provincial (ver

22
Gonzlez vnchez, 1981 ). Escaso bagaje cultural sera lo britnico
si quedara circunscrito a ladrillos y cerchas. Quiz la reciente
apuesta por la huella inglesa>> en Huelva descansa en un mito
esttico antes que en una reflexin socio-cultural consistente, en
el exotismo antes que en la cotidianidad. Pero todo a su debido
tiempo. Todava tenemos que hacernos una idea cabal del efecto
de lo britnico.

Cmo no imaginar la fascinacin de la llegada de una gente


extraa, que habla otro idioma, que se viste de manera particular,
que viven segn un modelo en muchos aspectos antitticos a los
habitantes de las minas? Pero por si fuera poco traen consigo
una serie de ideas en gran parte desconocidas sobre mtodos de
extraccin del mineral, de cmo organizar el trabajo y controlar a
los trabajadores, maneras inditas de ejercer la autoridad, formas
de relaciones socio-laborales desconocidas. La mina comienza a
forjarse como un mundo muy distinto al de la Sierra y el Condado.
En la privacidad, los britnicos construyen otra vida. Su Bellavista
conforma pronto un lugar de misterio, de efecto ambivalente: de
amor y odio al unsono, de atraccin y repulsa. Su aislamiento y
separacin hacen que se digiera mal que bien que el otro -esos
ingleses una y mil veces invocados- forma parte del nosotros.
Y sin embargo difcilmente se hubiera podido construir un nosotros
articulado -los mineros- sin ese otro que a fin de cuentas era el
ms otro de todos los posibles: el extranjero. La dinmica de
las identidades sociales tiene en este tipo de situaciones un lugar
comn y Riotinto ha sido una muestra preclara de todo ello (Baena,
2008; Escalera, Ruiz y Valcuende, 1992, 1993; Ruiz, 2002). La
alteridad inherente a los procesos de identificacin colectiva toma
cuerpo muy especialmente en estos contextos cerrados -enclaves-
con locales y extranjeros representando mundos diferentes.

Vajillas, encajes, muebles, fiestas, enseres, alimentos... , comienzan


a encarnar el mito. Las habladuras, el chisme y el comentario van
conformando una imagen sobre esa vida de los otros a las que
muy pocos y de manera tangencial tienen acceso. Sin embargo,
el pueblo tiene en ese otro el principal alimento simblico para
construirse a s mismo. Y ese otro termina dndole forma. Pero
ese juego simblico siempre esconde una paradoja radical: el otro
y el nosotros formamos parte del mismo sistema, son inextricables.

23
Podemos pensar que la diferencia, si bien evidente, se transmuta
en similitud, en mimetismo; o dicho de otro modo: el juego de la
diferencia difumina los parecidos.

La vida cotidiana de los mineros, ms all de lo estrictamente


laboral, comienza pronto a ser tratada como un elemento ms de
la produccin (Arenas, 1999; Galn, 1997). No slo se establecen
diseos urbansticos particulares para los campamentos mineros
y se construyen ncleos de poblacin especficos, sino que se
promueven algunos contextos de sociabilidad (casinos, teatros),
mientras se suprimen otros ya existentes. La pervivencia de
cosos taurinos en la comarca es una buena medida del nivel de
sometimiento a lo ingls ya que si bien en Minas de Riotinto
desparece por obra de la empresa, en pueblos vecinos como
Nerva o Zalamea perviven sin contratiempo alguno, ms an como
signo inequvoco de resistencia al sometimiento extranjero. Por
encima de todo ello se establece un sistema de control formal
e informal sobre la poblacin local. Los trabajadores de la mina
sienten estar permanentemente vigilados, tanto en el tajo como
en sus pueblos y aldeas; esa vigilancia se extiende tambin a sus
familiares. La comarca se asemeja a un panptico con la empresa
britnica ocupando el puesto de control. Pero hasta qu punto es
procedente confundir la empresa con lo britnico?

Lo britnico est presente en mltiples aspectos de la vida


laboral y privada, esto es innegable. Pero quiz su presencia ms
consistente resida en su misterio y secreto, en el muro que rodea
Bellavista, en el confinamiento de la vida privada britnica, en
costumbres de puertas adentro, en formas exticas de ocio y en
la visible arquitectura. La presencia de lo britnico en las calles del
Alto de la Mesa, en el Tringulo de Nerva o en el Paseo de Zalamea
queda difuminada, ms como teln de fondo que como escena. El
control de la empresa es ubicuo, pero asimismo la presencia de lo
britnico? Sin embargo lo ingls se convierte en el chivo expiatorio
al tiempo que anhelo social, en antagonista del pueblo tal como
levanta la envidia. Lo ingls es desde muy pronto la presencia
ausente que todo lo llena y tiene su encarnacin en la cccompaa:
ente de omnipresentes tentculos que alcanza toda la comarca. La
company funda una hegemona cotidiana fcilmente identificable
en los mltiples documentos que atesoran sus archivos en Riotinto

24
y Londres. Pero es sin embargo la literatura y el periodismo de la
poca quienes mejor nos la acercan en su dimensin ms sensible
(Ciges, 2003; Espina, 1996; Lunar, 1991 ). Ese carcter entre
foucaultiano y gramsciano que adquiere la compaa se entiende
bien si la asimilamos a la permanente presencia mental de la figura
del padre freudiano: proteccin y amenaza al mismo tiempo.

En toda sociedad, y ms an en una que -precisamente por su


carcter de enclave- tiende a ser ms cerrada que las dems,
los que detentan el poder irradian sus formas al conjunto de la
sociedad que se debate entre el rechazo y la resistencia, presa
de una seduccin inconfesable. De esta forma, el periodo de
presencia britnica efectiva en minas como Riotinto implicaba
paradjicamente tanto paternalismo como explotacin; as junto a
unas condiciones sanitarias y educativas ejemplares en la Andaluca
de la poca, se aplicaban sistemas de control y trabajo muy
intensos que hacan de la actividad laboral un infierno comparado
con el ritmo del trabajo rural. La razn jugaba a ser el principio
organizador de todo.

La racionalidad cientfica era un atributo que vena de fuera, lo


patrocinaba el staff de la compaa. El rigory la organizacin cientfica
del trabajo eran sin par para su poca y en estas latitudes; la lgica
capitalista-industrial tuvo en estas minas uno de sus laboratorios,
con frmulas que fueron exportadas con posterioridad a minas de
todo el mundo. Eso era el progreso, la confianza sin lmites en la
capacidad humana convertida en ingeniera, la posibilidad efectiva
de domear a la naturaleza y ponerla a su servicio. La mina es la
encarnacin de todo ello y los britnicos sus sumos sacerdotes.

Los britnicos trajeron el vapor que abra una potencia indita


de transformacin del medio, la posibilidad ilimitada de extraer
recursos, el avance imparable de la voluntad humana. No es difcil
imaginar como ese despliegue tcnico sedujo a los onubenses de
la poca. Se trataba sin lugar a dudas de un nuevo imperio que
pronto traz sus vinculaciones simblicas con aqul otro imperio
que haba revolucionado la vida de estas tierras situndola en la
vanguardia mundial. El imperio britnico se soaba civilizador,
heredero del imperio romano; as el temprano inters arqueolgico
no era ms que una bsqueda de legitimacin (Iglesias, 1999;

25
Iglesias y Ruiz, 1999): un imperio que suceda a otro y que no en
vano encontraba los restos gloriosos de aqul.

La colonia, como forma de dominacin extranjera, tom cuerpo


en la vida cotidiana, en la distancia que separaba ese mundo
industrial de los referentes agroganaderos de alrededor, de la
distincin moderna que supona trabajar en las minas frente al
atraso del trabajo en las haciendas, cortijos y fincas circundantes.
El ms modesto zafrero miraba por encima del hombro al porquero.
No vala para nada recapacitar: a este ltimo al menos le daba el
sol y el aire y su vida era "sana"; pero entonces se manejaban
otros parmetros. Las condiciones de salubridad de la comarca
dejaban que desear como atestiguan los propios procedimientos
mineralrgicos y las condiciones de trabajo (Ferrero Blanco, 1994;
Prez Cebada, 1999, 2001, 2008; Prez Lpez, 1994). Pero el
zafrero haba dejado su pueblo para no ser porquero. Frente a
todo ello el imperio britnico en Riotinto -que es como decir en
toda Huelva- pona sobre la mesa la etiqueta, el golf, el polo, el
ftbol y los finsimos bordados; en definitiva un mundo de lujo y
distincin que acompaaba a la organizacin cientfica del trabajo:
el progreso fruto de la eficiencia y la eficacia productiva. Esta era la
esencia de la seduccin, de la ambivalente relacin de amor-odio
que siempre articul a los mineros y los ingleses en una relacin
conflictiva por esquizofrnica.

De la imitacin a la lucha. Ese fue el debate de la sociedad


minera alrededor de lo britnico. Enfrentarse denodadamente
a la dominacin socio-laboral que impona la compaa colonial,
o buscar la forma de imitar lo britnico para progresar socio-
laboralmente? Y en esos mismos registros responda la compaa,
entre el paternalismo y la explotacin. Los episodios de esta
tormentosa relacin son mltiples: huelgas, paros, sabotajes ... ;
la historia del movimiento obrero y de la poltica empresarial en
Riotinto, en definitiva del conflicto sostenido que han mantenido
a lo largo del tiempo, es de una riqueza notable (Arenas, 1999;
Gil Varn, 1984; Rioja, 1985). En el imaginario popular esta
clsica conflictividad capitaVtrabajo ha quedado tintada por el
ms identitario tono de la lucha entre lo espaol y lo extranjero,
los sindicatos y los ingleses, personalizados en figuras ya mticas
como las de Browning y Egocheaga (Baena, 2008): el primero

26
recorriendo la comarca a lomos de su caballo con el winchester
siempre a mano; el otro arengando a las masas obreras en los
mtines de la plaza de toros de Nerva. Y los mineros que no saben
a ciencia cierta cual de las dos figuras les seduce ms. De esta
manera los ingleses" son paradjicamente, al mismo tiempo,
ejemplos de progreso y responsables de la dominacin colonialista.
As aparecen frecuentemente todava en el discurso popular de la
comarca.

Es todo ello realmente tan particular? Los juegos de semejanzas


y diferencias, de lo particular y lo comn, esconden a veces sutiles
trampas. Con toda esta cscara de formas de organizacin laboral,
de ocio, de urbanismo, de control, de esttica ... , me da la impresin
de que se olvida -deliberadamente?- a la propia minera. Por eso
las reflexiones que tratan sobre lo ingls terminan precisamente
en torno a este punto. Indudablemente con mayor profundidad en
las argumentaciones pero sobre mbitos del mismo tenor que los
que he tratado de exponer someramente. Espero no haber dejado
nada de lo sustancial fuera en esta primera parte de la reflexin.
Pero precisamente en este punto, al borde de la propia actividad
minera, es en el que me gustara hacer especial incidencia.

IV. LA ESPECIFICIDAD DE ceLO INGLS~

Ahora no cabe ms que emprender lo que en principio parecer


una digresin, pero que se tornar pronto en un necesario ejercicio
comparativo que desvele algunas paradojas sobre lo ingls" en
Huelva.

En Jerez de la Frontera lo britnico ha estado siempre presente


en la propia calle, y an hoy lo sigue estando: carteles y nombres
sobre los muros de las bodegas, las etiquetas de las botellas, la
denominacin de los tipos de vino (cream, pale cream), la propia
cultura ecuestre, la anglofilia esttica de los seoritos, algn que
otro vocablo de uso habitual, incluso una traduccin admitida del
nombre de su vino -sherry- que se utiliza habitualmente para un sin
fin de objetivos; todo ello es una muestra de la presencia viva de lo
britnico. No vamos a dedicar energa alguna a explicar la vinculacin
de la presencia britnica con el desarrollo vinatero en la ciudad o a

27
la significacin de los mercados del jerez en Gran Bretaa. No cabe
duda alguna, sin el papel protagonista de lo britnico en la ciudad
y en el vino hoy Jerez no podra ser lo que es. No obstante, siendo
Jerez una ciudad muy ocupada de su identidad, asunto este que ha
configurado una de las principales caractersticas de la poltica local
(Ruiz, 2000), nunca grupo o sector alguno ha esgrimido lo ingls
como sea de identidad, como factor de idiosincrasia local, ni
siquiera como elemento de identificacin. Todos reconocen el papel
de lo britnico en la cultura local y en el negocio vitivincola, pero
no al punto de integrarlo como distintivo local en s mismo. Cierto
que la presencia britnica efectiva se fue diluyendo con el tiempo,
pero siempre qued la anglofilia, sobre todo en la esttica derivada
de la figura del "seorito". Hubo un evidente antes y despus del
paso britnico por la ciudad. La mayora de las familias locales con
intereses vinateros terminaron emparentando con britnicos, en
una suerte de alianza entre productores y comercializadores que
termin revolucionando la produccin vinatera al modo en que los
britnicos revolucionaron la minera en Huelva (racionalizacin,
eficiencia, etc.). Los britnicos no pasaron fugazmente por las
albarizas y las bodegas, todo lo contrario. Como tampoco pasaron
superficialmente por las minas. Es ms, la ciudad de Jerez sigui
muy conectada con las islas britnicas. Qu hay de diferente entre
un caso y otro?

Se podra argumentar con la manera en que lo britnico arrib a


uno u otro territorio. En Riotinto se trataba de una compra global
de una mina al Estado, en Jerez de una penetracin mltiple de
iniciativas empresariales diversas. En Riotinto se deriv una
presencia encapsulada de los britnicos en la comarca, en Jerez
se fundieron con diversas familias pudientes locales. En Jerez se
fundaron distintas empresas, en Riotinto o en otras zonas mineras
slo exista una. Sin embargo en una y otra zona el antagonismo
capital-trabajo, empresas-obreros, alcanz el mismo nivel de
conflictividad; y asimismo lo britnico, como presencia efectiva, se
fue diluyendo con el tiempo, hasta que las empresas y sus directivos
fueron nacionales por ms que sus apellidos mantuvieran indicios
extranjeros. En definitiva, podemos seguir citando diferencias y
similitudes ms o menos matizadas que sin embargo a mi no me
parecen razones suficientes para explicar por qu en un sitio lo
ingls no alcanza nivel identitario y en el otro se reivindica como

28
distintivo cultural. Para m la clave est en algo mucho ms simple
y sutil -pero radical- como la diferencia entre el vino y el mineral. De
ello surge un arraigo y apego diferente en una y otra zona.

Como se ha apuntado ms arriba, las minas son un enclave fsico


y simblico, tienen un carcter de estrella fugaz, la provisionalidad
las marca radicalmente. Su paisaje ha sido permanentemente
desvalorizado, pasando a ejemplificar lo indeseable. Slo muy
recientemente -una vez ya muerta la actividad- se comienza
a valorar el paisaje minero (de nuevo la paradoja nos sirve para
entender la mina) (Ruiz, 1996). Lo minero es algo denostado,
acallado, tanto desde fuera como tambin desde dentro de las
propias sociedades mineras que si bien resultan conflictivas al
cierre de las explotaciones despus se van disolviendo al tiempo
que las generaciones de pensionados desaparecen.

El vino de Jerez y el cobre de Riotinto apuntan realidades sicas


y simblicas muy distintas. Ambas con los ingleses de fondo. El
vino lleva el nombre de la ciudad por el mundo, en su produccin ha
participado la ciudad como comunidad. El cobre tambin es fruto
de la comunidad (incluso ms que el vino), pero es un producto
abstracto, impersonal, que ni siquiera lleva el nombre del lugar
que lo produce. Una vez que entra en el mercado internacional
cualquier mineral, cualquier materia de origen minero, queda
despersonalizada, deslocalizada. De ah que vino y cobre sean
factores de apego muy distintos para los jerezanos y los riotinteos.
Para los primeros es un factor de apropiacin y apego encontrar e
identificar el vino producido en su tierra en casi cualquier parte del
mundo. Los segundos no sabrn nunca si el cobre de los cables
elctricos, frecuentes en cualquier lugar, ha salido de su mina. La
mina y sobre todo el trabajo en ella se difuminan en el devenir de
su producto. La via y la bodega, el trabajo de todos los que las
hacen posibles, se reafirma y multiplica en una botella de vino. Esta
diferencia no es trivial, sino radical.

Desde aqu es fcil comprender que las sociedades mineras -y


no digamos las ex-mineras- sufran desamparo en el ostracismo
de los enclaves que forman. Qu les queda para identificarse?
El mineral no se presta a la identificacin ya que se diluye una
vez sale de la comarca. Como sealo ms arriba el mineral (pirita,

29
cobre, oro, plata) esta sujeto a un proceso de deslocalizacin y
despersonalizacin que castra sus potenciales funcionalidades
identitarias.

Por otra parte tenemos el propio pa1sa1e minero que si bien


demonizado inconsistentemente (ver Ruiz, 2001 b) slo muy
recientemente se reivindica. Asistimos hoy por hoy a un proceso
tmido de revalorizacin e incluso naturalizacin del paisaje minero
(Ruiz y Rubio, 2008; Ruiz et al. 2009). Aqu slo podemos apuntarlo
pero este es un tema que requerira una atencin ms especial.

Por ltimo, no podemos obviar el bloqueo que ha experimentado


el apego de las comarcas mineras a uno de sus rasgos distintivos:
el movimiento obrero. Elemento patrimonial polticamente
incorrecto en los tiempos que corren sufre una suerte bien distinta
al auge que las propias empresas adquieren como referente de
identidad: resulta que celo ingls define ms y mejor la historia,
la cultura y el devenir de las comarcas mineras onubenses que el
movimiento obrero. Y mientras lo britnico aparece profusamente,
el sindicalismo -como fenmeno socio-cultural- queda olvidado en
el rincn ms oscuro del desvn. Sin embargo son dos referentes
paralelos que comparten -ambos- notables luces y sombras.

En esta coyuntura es donde encontramos anclaje a la seduccin


por lo britnico, al auge de celo ingls como referente identitario.
Lo ingls sugiere una estrategia eufemstica de apegarse a lo
minero obviando tanto la incomodidad del movimiento obrero
como incluso a la propia mina al resaltar a sus empresas. De este
modo se facilita una forma de vincularse al mineral a pesar de no
podernos reconocer en l. Mas ante todo, resulta una manera
polticamente correcta de patrimonializar la minera.

V. OTRA MIRADA PARA COMPRENDER EL SENTIDO DE


ocLO INGLS11 EN HUELVA

Qu hay de la cultura britnica en Huelva? Pienso que para


encarar con garantas esta pregunta habra que desmitificar algunos
presupuestos habituales. Por ejemplo contrastar crticamente la
mirada -quintaesencia de lo britnico- que nos propone Avery (1974)

30
con la que nos brinda Carlos Arenas (1999). Ambos trabajaron con
el mismo archivo, pero no encontraron ni cuentan lo mismo en
sus libros. Este ejercicio nos permitira complementar la idea de
que los britnicos nos trajeron el progreso -algo incuestionable--
con la idea de que ellos inauguraron tambin la corrupcin en los
trabajos mineros y sus concesiones, desmitificar el paternalismo
y su ~~altruismo, e incluso cuestionar las capacidades tcnicas
de la compaa. La historia debe escribirse de una forma plural si
nos queremos acercar a una comprensin integral de la realidad, y
hasta hace muy poco la historia de los ingleses pareca tener una
nica versin. Esto siempre es peligroso.

Evidentemente no abogo por inaugurar una historiografa anti-


britnica, no me reconocera en ese dislate; sino que propongo
justamente ir ms all de la simplificacin maniquea. La presencia
de los britnicos en las minas onubenses no es una cuestin de
ventajas o inconvenientes, de justicias o injusticias, de progreso
o explotacin. Es una consecuencia de su tiempo y desde esas
claves debe analizarse, pero eso no equivale a sesgar la mirada.
No se trata de un asunto de odios o amores, de gratitudes e
ingratitudes, sino ms bien de procurar un poco de frialdad ante
un hecho tan crucial para comprender el devenir de la minera en
la provincia y por tanto de la provincia en su conjunto. No puede,
por tanto, tomarse a la ligera, o servirse de tan slo algunas fuentes
estereotipadas.

Sobre el territorio onubense, reunidos por la minera, confluyen los


britnicos Oos llamados ingleses) y gente de toda la pennsula,
llamados espaoles por los britnicos y que slo trabajos como
los de Gil Varn (1984) nos han ayudado a comprender en su
heterogeneidad de proveniencia. Estas incursiones nos inducen a
pensar en la comarca como un autntico crisol cultural. Es esta
confluencia tan heterognea, que en el caso de Riotinto reuni a
britnicos y espaoles de todos los puntos de la isla y de la pennsula
(tambin portugueses), la que da forma social a la vida en las
minas. Es esta encrucijada, unos de la parte de la empresa y otros
de la parte del proletariado, lo que construye vida y entorno sobre
la comarca. Si queremos verlo como dos mundos quiz estemos
simplificando, porque lo verdaderamente interesante no son los
dos mundos en s, cada uno por su parte, sino cmo confluyen para

31
constituir la mina. De esta manera lo verdaderamente interesante
sera comprender apropiadamente el sentido del contexto cultural
minero del que forman parte -pero slo parte- ~~los ingleses.
Evidentemente se trata de insertarlos en la actividad minera, en
el modelo de organizacin de una empresa capitalista minera, en
la organizacin cientfica del trabajo, en el carcter colonial de la
presencia de estos tcnicos y sus familias en el suroeste andaluz ...
Desde esta aproximacin podemos comprobar que es el mundo
en torno a la produccin minera lo que crea realmente cultura,
entendida sta como una forma de relacin de los humanos con el
entorno y entre ellos mismos: la propia estructura como empresa
y las relaciones socio-tcnicas de produccin establecen un
marco social y cultural para la vida en una comarca minera; las
caractersticas biosicas del territorio hace el resto. Aliado de todo
ello lo ingls queda un tanto folklrico si se reduce a s mismo, si
se descontextualiza, si se le otorga una centralidad excesiva -que
es lo que habitualmente terminamos encontrndonos.

Somos capaces de determinar en la comarca de Riotinto los


elementos de la cultura britnica junto a los rasgos trados por los
obreros portugueses o gallegos? En qu se traduce en la prctica
esta perspectiva analtica?

Fundamentalmente en dar la vuelta a la forma de preguntarnos


por el paso de los britnicos en Huelva. Lo fundamental no es los
britnicos en s mismos y su supuesto mundo apartado de los
espaoles, sino ms bien el contexto, el clima, el trabajo en las
minas, la gente con la que se encontraron. Y no slo los cambios
que ellos indujeron, sino quiz tambin las transformaciones que
ellos mismos experimentaron a partir de esta experiencia minera
en Andaluca. Para ello nada mejor que acudir tambin a los relatos
autctonos y contemporneos sobre la vida en las minas, esos que
nos brindan Espina (1996), Ciges (2003) o Lunar (1991); pero sin
animo de encontrar en ellos una verdad revelada, sino ms bien
el contraste que se estaba produciendo al tiempo que los medios
de comunicacin al servicio de la empresa proclamaban que la
comarca estaba experimentando un progreso incontestable. El
contraste siempre ilumina el saber.

32
Las minas, con la llegada de los britnicos, vivieron un proceso
bien conocido en la literatura antropolgica sobre la construccin
de identidades sociales. El evidente fenmeno de la construccin
social del yo-nosotros frente a una paralela y necesaria construccin
del otro-ellos. Ese maniquesmo debe ser trascendido si queremos
comprender el papel de los britnicos en la cultura minera en
particular y en los rasgos culturales de la provincia de manera ms
general. Y no se trata de tomar partido por una de las versiones, sino
de integrarlas para una eficiente comprensin de la complejidad
inherente a ese tipo de situaciones socio-culturales en el ambiente
denso de un encalve minero. Los ~~ingleses en Huelva fueron
uno de los polos de esa tensin y difcilmente pueden entenderse
sin atender al sistema conflictivo del que formaban parte. Por
eso resulta del todo ineficaz preguntarse por lo ingls como si
hubiese tenido nunca relevancia propia o exclusiva. No podemos
describir ni comprender una moneda atendiendo tan slo a una
de sus caras. Lo britnico tiene lugar en un clima de conflicto y su
herencia no puede entenderse sin prestar atencin a ese conflicto:
el exotismo no puede separarnos de lo esencial.

Sin embargo las comarcas mineras tienen necesidad de


identificacin colectiva y lo curioso es que en algn caso hayan
encontrado oportunidad de fundarla en la exclusividad del cariz
britnico. Los mineros, de procedencia heterognea, de intereses
tan contrapuestos como comunes, precisan de otro para
cohesionarse. Los jefes han ejercido de gran contraste aglutinador,
cuando adems eran de lenguaje y cultura distinta -los ingleses-
pareciera que todo resultaba ms fcil, pero la propia historia ms
contempornea de Riotinto ha mostrado que la primera nmina,
el staff de la empresa, su personal tcnico de confianza, ha tenido
el mismo papel simblico y prctico frente a los empleados
de la compaa en general estuviera compuesta por britnicos
o espaoles (Ruiz, 2002). Las estrategias comunicativas de la
empresa y del movimiento obrero (Baena, 2008) dan pi a una clara
comparacin que trasciende la relevancia de que los jefes fueran
espaoles o ingleses, por encima de todo ello estaba la lgica de
la propia empresa, sus momentos histricos, y no tanto el carcter
de su accionariado o la nacionalidad de sus jefes.

33
Esa profunda imbricacin jefes/obreros ha marcado profundamente
la cultura minera, con ms significacin que la nacionalidad de
unos y otros que queda en este caso como una cuestin a mi juicio
ms secundaria en lo sustancial. Por eso el sistema cultural de la
mina se derrumba no cuando se vayan celos ingleses sino cuando
deje de existir esa tensin entre las dos partes definitorias de la
actividad minera: la empresa y los mineros. La empresa se va y los
mineros quedan ante su mina que entra en un letargo parecido a la
muerte. Esta circunstancia da pi a la melancola minera y en este
caldo de cultivo surge celo ingls como aoranza, como evocacin
de esplendor. Pero en realidad lo que define lo minero, la provincia
y sobre todo a las comarcas mineras es la propia mina, la minera
como actividad. Qu duda cabe que lo ingls es un elemento
relevante pero su encumbramiento obedece a otros intereses
distintos a la mera comprensin de la cultura minera.

Comprender el sentido de lo britnico en la cultura minera es


fundamental, pero reducir la cultura minera a celo ingls es una
mistificacin de consecuencias dolorosas. Ello nos lleva a la
necesidad de acercarnos al sentido de la minera en s misma como
actividad. Aunque parezca una obviedad, la minera es una forma
de relacin humana con el medio, y como tal deriva en actitudes
especificas de las personas que se ven envueltas en ella. Minera,
post-minera y forma de relacionarse con el entorno es un tema de
investigacin muy sugerente (Ruiz et al. 2009), tanto en comarcas
mineras en activo como desactivadas. La minera ha sufrido en
Andaluca uno de los procesos de demonizacin ms devastadores
que se recuerdan. Desde la poltica y la academia, siguiendo
irreflexivamente una doctrina ecologista simplificada, se han
cargado las tintas sobre la minera como si se tratase de la nica o
de la ms problemtica actividad humana con impacto en el medio.
Si esta fue la consigna en los 90, hoy ya las cosas pintan de otra
manera en cuanto el precio de los metales ha experimentado una
profunda alza y las empresas han presionado para que determinados
proyectos mineros se desarrollen. Por supuesto no podemos
caer en el juego de la maximizacin de beneficios empresarial a
toda costa, y mximo a costa de la seguridad ambiental. Pero lo
que nos interesa de este clima anti-minero que tuvo su cenit en
torno al accidente de la mina de Aznalcollar, es su efecto sobre
las comarcas mineras onubenses y sobre la consideracin de la

34
minera en general como algo intrnsecamente negativo, propio del
pasado y a eliminar, como si mltiples prcticas agrarias en boga
en Andaluca no tuvieran un efecto ambiental demoledor (Ruiz,
2001 b). Todo esto hizo necesario buscar otras salidas identitarias
a las comarcas y pueblos mineros, con consecuencias a veces
entre el delirio y el esperpento en un intento de contrapesar el peso
evidente de la minera y de la mina con elementos a todas luces
secundarios como el ftbol o la creacin artstica (Escalera, Ruiz
y Valcuende, 1992, 1993). Ahora asistimos a un movimiento de
ndole provincial pero con eco tambin en las propias comarcas
mineras que a veces dan la impresin de querer olvidar el sentido
minero para sustituirlo por el velo de lo ingls, como si la parte
pudiera hacernos olvidar al todo. Y lo ms curioso es que este tipo
de iniciativas parecen provenir a veces de un mayor entusiasmo
en las zonas costeras de la provincia antes que de las propias
comarcas mineras.

Y surge as la tentacin de rastrear con consistencia las trazas y


rasgos de lo britnico en estas comarcas, y en especial en Riotinto.
Un anlisis extensivo de las fiestas en la Cuenca de Riotinto resulta
esclarecedor. Ni siquiera en el propio municipio de Minas de
Riotinto hay traza significativa. Su fiesta principal, la esquila (Ruiz
y Delgado, 1996), no nos permite identificar elemento britnico
alguno. Lo ingls parece decantarse en torno al club ingls
de Bellavista, algunas recetas de repostera y celebraciones en
decadencia circunscritas al barrio donde habitaron los britnicos
y que posteriormente fue ocupado por los jefes de la empresa
nacionalizada (ya espaoles). Los pocos rasgos britnicos
perdurables parecen haber sido asimilados por aquellos grupos
socio-laborales que sustituyeron a ingleses, galeses y escoceses
en el gobierno de la minas. Del ftbol, el tenis y el golf poca
consecuencia consistentemente britanizante podemos sacar hoy
en da. Lo britnico se circunscribe de manera evidente al entorno de
Bellavista, en el que su urbanismo, su arquitectura, ciertos espacios
de sociabilidad formal (el club ingls) y algunas celebraciones en
decadencia conforman todo el bagaje de una cultura britnica en
las minas. El resto de la poblacin de la localidad, y no digamos
del conjunto de la comarca, ancla en lo britnico una construccin
discursiva muy generalista para explicar la historia de la comarca, y
slo desde esta orientacin cabe identificarse la efectiva presencia

35
"inglesa" en su cotidianidad. Como antroplogo no encuentro
una presencia consistente de lo britnico como rasgo cultural
definitorio. Riotinto pudo haber sido el Gibraltar econmico, pero
es evidente que nunca fue ni es un Gibraltar cultural.

VI. ceLO INGLS EN HUELVA

A nadie se le puede escapar que Huelva es una provincia de historia


y configuracin muy peculiar. Uno de sus elementos cohesivos y
articuladores es precisamente la minera. Para comprenderlo slo
hay que echar un vistazo siquiera someramente a la conformacin
de sus comunicaciones, a su historia antigua y contempornea,
al urbanismo de su capital, al carcter de dos de sus comarcas
principales: el Andvalo y Riotinto. Pero curiosamente la provincia
ha rehuido casi siempre de la identificacin con la minera, y en
momentos como el actual busca todava esos elementos perdidos
que la doten de esa cohesin ansiada que por otro lado es el anhelo
de casi todas las provincias andaluzas.

Ni el desarrollo reciente de la minera -sujeto a una desactivacin


total-, ni su posterior demonizacin por el ecologismo doctrinario,
han ayudado en absoluto a rehabilitar histrica y culturalmente a
la actividad minera. Minera es algo incmodo por lo que implica
ambiental, poltica y socialmente, sin embargo en su entorno se
han conformado muchas comarcas y pueblos de la provincia. Por
eso resulta especialmente doloroso que la minera est ausente de
tantos referentes oficiales.

Pero no hay mayor presencia que la ausencia, y tantas veces los


fantasmas resultan lo ms real en la vida de las personas y los
colectivos. La minera tiene algo de fantasmtico para la provincia
e incluso para las propias comarcas mineras que viven una suerte
de esquizofrenia entre la negacin de lo evidente y la asuncin
de lo estigmatizado. Se trata a fin de cuentas de un problema de
memoria histrica, pero de momento en nuestro pas memoria
histrica tiene slo un sentido y un campo de aplicacin.

Cultura minera? Lo ingls? No es posible lo segundo sin


tener firmemente anclado lo primero, de otra forma las trazas de

36
lo britnico en Huelva flotaran casi sin sentido. Entonces qu
buscamos hoy con estas ausencias y presencias inglesas en
Huelva?

De manera general cabra pensarse que el gran objetivo de esta


reactivacin de la sensibilidad por lo britnico tiene que ver con
un inters por comprender la cultura en la provincia. No puedo
dudar de ello, pero la forma en la que se considera celo ingls
me hace albergar dudas sobre lo que se persigue. Me parecera
que se busca lo ingls para comprender los rasgos culturales
de la provincia si con el mismo inters se pretendiera comprender
el sentido de lo minero en general y del movimiento obrero en
particular; y estos ltimos temas no entran tan alegremente en las
agendas promocionales. Es ms, cabe preguntarse si la sensibilidad
con lo britnico reposa tan slo en una lectura arquitectnica de
la cultura, habida cuenta de que los rasgos culturales britnicos
efectivos son, a todas luces, ms ausentes que presentes incluso
en comarcas estrellas del britanicismo como Riotinto.

Sin embargo, entiendo mejor el inters por lo britnico como


parte de un proceso general de patrimonializacin de la minera
con fines tursticos. Se trata de una estrategia muy oportuna dada
la necesaria reactivacin econmica de una buena parte de la
provincia. Pero no podemos negar que seran muchos los elementos
y argumentos mineros susceptibles de patrimonializacin. Tan
interesante histrica, social y culturalmente, resulta el Barrio de
Bellavista en Riotinto como el Alto de la Mesa, uno de los ejemplos
ms evidentes de campamento minero para obreros, adems tan
antiguo como aqul. Si el primero es una muestra del refinamiento
y el progreso en la calidad de vida que acompaan a la explotacin
obrera, el segundo es precisamente una evocacin de la forma de
vida de los obreros. Sin bien la potencialidad turstica de uno y otro
resultan diferenciales, su importancia patrimonial es exactamente
la misma. Esta vinculacin entre patrimonio, identidad y desarrollo
turstico en las zonas mineras de Andaluca ha sido estudiada
en los ltimos aos (Hernndez y Ruiz 2005, 2006, 2008; Ruiz y
Hernndez, 2007; Ruiz, Hernndez y Fedriani, 2008) revelndose
la necesidad de articular distintas vertientes de lo patrimonial si
aspiramos a desarrollar un turismo cultural consistente. Centrarse
en unos tipos de patrimonio -por ejemplo, el que hiciera hincapi

37
en lo britnico- dejando a otros en segundo plano -por ejemplo,
el que se centrara en los obreros y su mundo-, puede resultar a la
larga contraproducente.

Las ausencias y presencias ~~inglesas>~ en Huelva responden


qu duda cabe a una estrategia promociona! que encuentra en
lo ingls>~ una forma eufemstica de promocin de lo minero,
pudiendo soslayar aspectos de la cultura minera que resultan
desagradables al pensamiento y la esttica polticamente correctas
y a un edulcorado mercado del turismo cultural. Esta estrategia
puede tener su coste: el extraamiento de la propia poblacin de
las comarcas mineras sobre su imagen y producto turstico.

No est mal que se busque la promocin a travs de lo especfico


y lo extico, pero ello no tiene que suponer necesariamente una
difuminacin de otros aspectos de la minera. Es posible integrar la
preocupacin por la cultura minera, las polticas patrimoniales, la
necesidad de reactivacin econmica y la generacin de negocio
turstico; es ms, slo integrando todo ello ser factible alcanzar
los objetivos propuestos. Pero hay que prestar mucha atencin a
todos estos procesos, al peligro inherente de simplificacin. Las
perspectivas que a veces se utilizan para justificar la especificidad
de lo ingls>~ olvidan, cuando no ocultan, la dimensin minera
que esta detrs de la particular presencia britnica en las tierras
de Huelva. Cabrase argumentar muy crticamente -como hemos
visto ms arriba- que la herencia inglesa se evidencia hoy en
da muy poco, sobe todo si la comparamos con el significado y
la pervivencia cultural de la minera en general. Es ms, veo visos
en la actual tendencia discursiva sobre lo ingls a confundir la
minera y lo britnico, y eso me parecera un flaco favor a la historia
y el patrimonio de la provincia.

Quiz deba excusar esta visin escptica sobre un proceso


patrimonial con orientacin turstica que sin duda es oportuno y
necesario. Mi ensayo quiere servir de contrapunto, de provocacin
e invitacin al debate para que los procesos nos sean planos y
mecnicos llevndonos a formas de pensamiento nico que
terminan arrasando la complejidad del devenir humano. No podemos
entender la provincia y sobre todo las zonas mineras onubenses sin
la presencia britnica, en este sentido sus ausencias y presencias

38
tienen un efecto indudable. Pero debemos estar muy atentos para
que la comprensin de la vida en las comarcas mineras no quede
reducida a ~~lo ingls", eclipsndose lo que de rico, heterogneo,
conflictivo y diverso tuvo la vida en las minas. Ni la construccin
de productos tursticos, ni an las iniciativas patrimoniales deben
hipotecar la memoria. Huelva no puede permitirse el lujo de obviar
su dimensin minera e industrial.

39
40
un
i55
A

Los intereses
extranjeros en las
mineras andaluzas
Andrs Snchez Picn,
Universidad de Almera.
aspicon@ual.es
1. INTRODUCCIN

Ms all de la imponente actuacin de varios grupos de inversores


britnicos en la minera de las piritas de Huelva, encabezados
por una de los dos grandes empresas de la minera andaluza
(Riotinto Co., la otra sera Pearroya), los flujos de capital de esa
procedencia fueron fundamentales para financiar el ciclo expansivo
de las exportaciones de minerales que llega desde el ltimo tercio
del siglo XIX hasta los aos de la Primera Guerra Mundial. En
este texto1 intento presentar un panorama de la actuacin de
los inversores forneos en las mineras andaluzas, con especial
atencin hacia los capitales de origen britnico, despus de glosar
el debate historiogrfico sobre la repercusin del capital extranjero
en el desarrollo minero espaol, para terminar con algn apunte
sobre el legado, sobre todo desde la perspectiva del desarrollo
territorial, que ha dejado el ciclo minero en las comarcas donde se
despleg.

2. INVERSIN EXTRANJERA Y MODERNIZACIN


ECONMICA: UN DEBATE A PROPSITO DE LA MINERA

2.1. Una manifestacin de la primera fase de la


globalizacin.

Durante la primera globalizacin, en el medio siglo anterior a la


Primera Guerra Mundial, la inversin directa extranjera se extendi
por todo el mundo y su porcentaje sobre el PI B mundial se aproxim
al que se ha estimado para comienzos del siglo XXI, dentro de la
segunda oleada globalizadora (en torno al9-10 %), siendo en todo
caso superior al de las dcadas siguientes a la Gran Guerra2 El

1
Se trata de la versin escrita de la intervencin del autor en el Curso de
Verano de la Universidad Internacional de Andalucra celebrado en La Rbida
en agosto de 2009 sobre la presencia britnica en Huelva. Agradezco los
comentarios de los asistentes y, en particular, los de los coTegas Carlos
Arenas, Miguel ngel Lpez-Morell y Agustfn Galn. La temtica de este texto
se inscribe dentro del proyecto de investigacin del Ministerio de Ciencia e
Innovacin HAR2010-21941-C03-03 (subprograma HISl).
2
Comrn y Glvez Muoz, (2005) : "Reglas de juego, redes de oportunidad y
nacionalizaciones de empresas extranjeras durante el franquismo", en Tascn,
J., dir..: Redes de emp!9Sas en Espaa. Una perspectiva terica, histrica y
global. LID. Madrid, 2005, pp. 115-136.

42
coste de la autarqua creci particularmente entre 1890 y 1914, y las
mejoras en la movilidad de los factores, concretadas en el desarrollo
de nuevos y capaces medios de transporte, as como en el apogeo
del patrn oro, facilitaron el aumento de la integracin econmica
internacional a una escala indita hasta entonces. El papel de
la inversin extranjera en la financiacin del rpido crecimiento
experimentado en los pases en desarrollo en aquel tiempo ha
sido considerado decisivo por muchos autores3 La inversin se
concentr en los pases atrasados en los sectores suministradores
de las materias primas que demandaba la industrializacin europea.
Este patrn de inversin no se modificara hasta la segunda mitad
del siglo XX cuando las inversiones en pases desarrollados y en
sectores manufactureros comience a ser un destino preferente
en estos flujos de capital. En Espaa y tras el predominio de la
inversin extranjera en ferrocarriles durante la expansin que sigui
a la ley de 1855, la minera se convertira durante el periodo de la
Restauracin en uno de los principales destinos de las entradas de
capital forneo4

El predominio de las empresas extranjeras en las principales ramas


de la minera exportadora espaola terminara siendo incontestable.
En la minera del cobre y las piritas, donde las grandes sociedades
implantadas en la faja pirtica onubense (Riotinto, Tharsis, etc.)
dominaban la prctica totalidad de la produccin. En la minera
del plomo, donde en vsperas de la Primera Guerra Mundial, la
compaa francesa Pearroya controlaba ms de las dos terceras
partes de la produccin de lingote. O, finalmente, en la minera del
hierro que se haba extendido durante el ltimo tercio a las cuencas
del sur peninsular, con un predominio menor del capital forneo, ya
que se poda anotar una activa presencia de sociedades montadas
a partir de capital vasco, pero donde la presencia de compaas de
origen extranjero sigui siendo muy destacable hasta los aos de
la 11 Repblica5

3 Frieden, J. A. (2007): Gapitalismo global. El trasfondo econmico de la


historia del siglo XX. Crftica Barcelona. Williamson, J.G. y O'Roui'Ke, K. (1998):
Globalization and History. Crtica, Barcelona. The Evolution of a Nineteenth-
Century Atlantic Economy. Cambridge, Massachusetts. MIT Press.
4
Broder, A. (1981): Le rle des interets trangers dans la croissance de
I'Espagne au XIXeme siecle. These d'Etat, Sorbonne. Tortella {2008): "El
capital extranjero en la formacin del capitalismo espaol", en Tascn, J., ed ..
La inversin extranjera en Espaa. Madrid. Minerva Ediciones, pp. 31-47.
5 Nadal, J., Escudero, A. y Snchez Picn, A. { 2003) :"Orto y ocaso de una

43
La importancia de la penetracin extranjera fue tal que llegara
a oscurecer la historia inmediatamente anterior de la minera en
Espaa. Se ha difundido de este modo una versin reducida de la
expansin minera en Espaa que, desde este parcial punto de vista,
no sera significativa hasta la dcada de 1870 tras la aprobacin,
por los revolucionarios del sexenio, de la ley de Bases de diciembre
de 1868. A pesar de que Nadal hace 35 aos, y Chastagnaret
ms recientemente han advertido contra esta visin reduccionista
de la historia minera espaola, que no debera quedarse, como
subraya el historiador francs, en la "crnica gloriosa de las
grandes compaas extranjeras", y que debera atender tanto al
periodo que inaugura la primera legislacin minera privatizadora
Oa de 1825), como en el ms reciente, despus de la retirada de
los capitales extranjeros durante la segunda mitad del siglo XX,
predomina una mirada centrada en lo que pas en los 50 aos
siguientes a la ley de 18688

2.2. El liderazgo minero andaluz.

No obstante, es indiscutible que a pesar de la excepcional


movilizacin asociativa que con capitales fundamentalmente
nacionales se haba producido en torno a la minera del plomo del
Sudeste espaol (Aimera, Granada y Murcia) entre 1825 y 1868,
la irrupcin del capital extranjero para atender a una demanda
en aumento de materias primas por parte de las industrias
europeas, facilitara recursos que permiten anotar cifras rcords
en la extraccin y exportacin de minerales peninsulares. Tanto
en volumen como en empleo las minas espaolas y andaluzas
alcanzan sus cotas ms elevadas entre 1870 y 1914.

potencia minera". En Nadal, J. (director): Atlas de la industrializacin de


Espaa (1750-2000). Crftica. Barcelona. Capftulo 3, pp. 108-131.
6
Nadal (1975), Chastagnaret (2002). Una reivindicacin del peso nacional en la
minerfa del siglo XIX en Snchez Picn (2005).

44
OnHico1
V:tb 6e b s e~xiones minen~.$ esJoiH (t8!1
1935)
;film~ ,---~-----------,

~@~ ~---------~---~

'
.. ~..~
~.~
o '
.~
. ~ . ~.~
o '
" ~
"~
' 7-
o !
.. ~.~
,.,~,~
o '
. ~
.u-.~
(, '
. .
. ~~~.~
. ~~
(>
, ~~
'
m~
(.
.. .
' (> '

Fuente: E1aborado a palt/r de las Estadr5tlcas de ComercJo Exfl1rfor.


La Importancia mlnem de Anclalucfa en el contexto espaftol e
internacional 8llt fulll8 de toda duda. AntGS del ecuador del
siglo XIX. la producdn mlnem andaluza se habla encaramado
hasta una po!lici6n dominante en el panorama espal\ol que va a
conservar hasta bien errtrado el siglo XX. Se puede estimar que
el periodo que va desde 1825 a 1950, alrGdador de la mitad del
valor de la produccin minera espal!ola se obtuvo en las minas
y las fundiciones mendionalea. En 1845, la produccin andaluza
equlvalra ya al 46 % del total nacional, pofQ9fltaje que se
mantenla en los ao& anlrlo1118 a la Pl'im1118 GueiTa Mundial, en
pleno esplendor minero en todo el pafs, y que se lncrementerfa
a continuacin. En loa men:adas mundialaa de algunos de los
pmctpales meiBIBIIIa presencia andaluza cobraba especial relieve:
entre 1861 y 191O la regin aportsa casi la octava parte dal plomo
mundial o casi la tercera parte del cobre mundial. En el ceso del
plomo, del que Espat'ia llag a _.el primer productor mundial an
los atlo61870,1a produccin obtenida en las fundlc:lon86 andalum&
fue siempre mayoritaria en el contexto 911paflol. En lo que atal'le al
cobre, las plrttas de Huetva y &MIIa aporteban la ces! to!BIIdad de
la produccin espal!o&a. l..ot hierros del Mwquesado del Zenete an
Granada, por llltno, han contribuido con una fraccin lmpor1ente
y creciente de la produc:d6n espal!ola: al en los al\os 1920 osdlaba
entre el25% y el 50% del total, en la ltima dcada del siglo XX,
cuando se encaminaba hacia el cierre de sus ltimas instalaciones,
equivala a la totalidad de la extraccin nacional.

La evolucin del sector minero andaluz presenta una clara inflexin


en los aos de la Primera Guerra Mundial. Antes de 1914, desde
mediados del siglo XIX, se haba vivido una etapa de constante
expansin en la que los empobrecimientos de algunos criaderos
o las dificultades de todo tipo (tcnicas o econmicas) que hacan
entrar en declive a algunas reas mineras, eran rpidamente
compensados por la activacin de nuevos distritos que permitan
mantener al sector una tendencia ascendente, tanto en la
produccin como en el empleo. Despus de la guerra europea, por
el contrario, la cada de los precios internacionales y la disminucin
de las exportaciones, inaugurara un ciclo de depresivo en el
que la minera andaluza entra en declive hasta, prcticamente,
la actualidad7 Conviene, por lo tanto, aludir a los factores que
intervinieron en cada de las fases insinuadas.

La evolucin de la coyuntura minera va a venir marcada por la


marcha de la demanda internacional. La demanda interna resultar
irrelevante hasta la tercera o cuarta dcada del siglo XX. En
trminos monetarios el valor de las exportaciones espaolas de
plomo, cobre, piritas y mineral de hierro evolucion como aparece
en el grfico 1.

Cronolgicamente, en los casi 35 aos que van desde 1880 hasta la


guerra europea las exportaciones mineras peninsulares se elevaron
por encima de los 150 millones de pesetas anuales y progresaron
entre los 200 y 350 millones anuales, en la ltima dcada del XIX y
la primera del XX. El cambio de tendencia resulta drstico a partir
de 1914, desde donde el valor de las exportaciones mineras cae
en picado hasta retroceder a los niveles de los aos 1860 y 1870.

El modelo de expansin minera ha sido dibujado a grandes


rasgos por Escudero que subraya como principales factores que

7
En varios textos hemos desarrollado esta explicacin del liderazgo minero
andaluz: Snchez Picn (2004) y (2007).
8
Escudero (1996).

46
la favorecieron, el aumento de la demanda externa, las ventajas
competitivas de los criaderos andaluces, la modificacin del marco
legal y la presencia de fuertes inversiones de capital extranjero.

La demanda de minerales andaluces se comport de forma


inelstica hasta los aos de la Primera Guerra Mundial. Algunas de
las ramas industriales ms expansivas de la Europa del momento
dependan del abastecimiento de la materia prima andaluza.
As, la electrificacin incrementara el consumo y la demanda
del cobre extrado de las piritas de Huelva y de Sevilla, a la vez
que el desarrollo de la industria del cido sulfrico disparara las
necesidades del azufre extrado de las mismas menas. En el ramo
siderrgico, el crecimiento de la produccin de acero Bessemer
y Martn Siemens se hizo a partir del consumo de minerales de
hierro no fosforosos, abundantes en Vizcaya y explotados tambin
a partir de los aos 1890 en diversas sierras andaluzas (Penibtica,
fundamentalmente). Por su parte, la demanda de plomo continu
aumentando como consecuencia de la urbanizacin y del consumo
de las industrias metalrgica y qumica, aunque la progresin de
la produccin mundial y el agotamiento de los yacimientos ms
antiguos, indujo a fuertes cambios en la localizacin geogrfica de
los proveedores.

A esas ventajas naturales se sum la promulgacin de una legislacin


liberal que dio plena movilidad a los factores productivos. La Ley
de minas de 1868 y la ley de sociedades de 1869 suprimieron
antiguas rmoras institucionales tales como el retorno de las
minas al Estado en caso de no ser laboreadas, o las trabas a la
libre constitucin de compaas annimas. Poco despus, los
problemas de la Hacienda y la presin de los "lobbies" extranjeros
desembocaron en la venta de las minas de Riotinto a una compaa
britnica.

El boom tambin estuvo unido a las inversiones extranjeras. Grandes


empresas concentradas verticalmente con la industria europea del
acero, con la qumica y con la metalurgia del plomo solventaron
el principal escollo para el crecimiento del sector, construyendo
ferrocarriles mineros, lo que permiti entrar en el mercado a otras
compaas espaolas o forneas que los alquilaban.

47
La disponibilidad de un amplio ejrcito de reserva de mano de
obra en zonas agrarias prximas a las cuencas mineras, tambin
favorecera el crecimiento del sector. Se trataba de una minera
de una base energtica tradicional, que requera cantidades
importantes de trabajo humano ya que la mecanizacin fue muy
parcial hasta la segunda dcada del siglo XX, como consecuencia,
tal vez, de las restricciones energticas sealadas ms arriba. Los
requerimientos de mano de obra de las minas fueron cubiertos
en muchos casos con la fuerza de trabajo de origen agrario que
encajaba el trabajo en la mina dentro de las estrategias campesinas
de pluriactividad. En las primeras dcadas del desarrollo minero,
los obreros de los pozos lo eran temporalmente y en la mayora de
los casos no dejaban de ser campesinos.

A las ya citadas habra que aadir otras circunstancias favorables


a la expansin minera como el abaratamiento de los fletes o la
depreciacin de la peseta y que fueron un estmulo general para
toda clase de exportaciones, dentro de las cuales las mineras
supusieron entre 1880 y 1913 casi el 25 por ciento del total de las
espaolas.

La coyuntura minera se transforma, sin embargo, profundamente


en los aos de la Primera Guerra Mundial. Una primera cada
de las ventas fue consecuencia del encarecimiento de los fletes
por el conflicto blico. Pero el desplome generalizado una
vez alcanzada la paz, va a responder a razones de demanda
y de oferta. Entre las primeras, la incorporacin de nuevos
competidores (productores de cobre en Estados Unidos y Chile;
de plomo en Estados Unidos, Australia y Canad) o la renovacin
de los procedimientos siderrgicos o de obtencin de azufre, que
permitieron a los consumidores europeos dotarse de sustitutos de
la materia prima andaluza, dotaron de una mayor elasticidad a la
demanda internacional y abocaron a un descenso generalizado de
las cotizaciones. Por el lado de la oferta, el encarecimiento de las
explotaciones, como consecuencia del agotamiento de las capas
ms superficiales de los criaderos, se vea agravado por la subida
de los precios de la energa y de la mano de obra ya completamente
asimilada al perfil de la nueva clase trabajadora industrial. En este
contexto se justificar una profunda reestructuracin tcnica
de la minera andaluza impulsada desde el absoluto predominio

48
alcanzado por las grandes empresas mineras. Se ir imponiendo
una minera "a cielo abierto", cada vez ms intensiva en capital, con
una creciente mecanizacin de sus labores unida a la electrificacin,
y con un predominio de grandes empresas de capital forneo que
son el germen de algunas grandes compaas multinacionales de
la minera mundial en el siglo XX: la britnica Ro Tinto Company
Ltd., o la francesa financiada por los Rothschild, Soct Mnire et
Mtal/urgique de Pearroya, que controlan, a la altura de los aos
1920, el 50 % de las piritas y la casi totalidad de la produccin de
plomo andaluza, respectivamente.

2.3. El debate sobre la contribucin de la expansin


minera al desarrollo econmico.

Como dije ms arriba, la descripcin predominante del boom de la


minera espaola en el siglo XIX parte de la modificacin decisiva
en las reglas del juego y en la determinacin de los derechos
de propiedad que trajo consigo la legislacin liberal de 1868, en
primer lugar; por la respuesta al incremento masivo de la demanda
internacional de minerales y metales, debido a las transformaciones
industriales que se iniciaron en los pases ms desarrollados
durante el ltimo tercio del siglo XIX, en segundo lugar; y por el
protagonismo de las fuertes inversiones de capital extranjero
acometidas en los principales distritos mineros peninsulares, en
tercer lugar.

A partir de esta descripcin de la expansin de la minera en


Espaa, se ha articulado el debate sobre la contribucin del sector
al desarrollo econmico del pas. Las opiniones se han alineado,
en el transcurso de los ltimos treinta aos, en tres conjuntos de
argumentos. Al debate entre pesimistas y optimistas, resumido
hace no mucho tiempo por Escudero9 , hay que unir la resonancia
que en los aos setenta, sobre todo, tuvieron los planteamientos
procedentes del denominado estructuralismo latinoamericano.
Desde esta ptica, los postulados de la teora de la dependencia
econmica parecan especialmente indicados para explicar el

9
Escudero (1996}

49
desarrollo de un sector orientado hacia la exportacin de materias
primas con destino a los centros industriales de los pases first
comer y bajo el control de compaas organizadas con capital
extranjero. Las inversiones extranjeras en la minera habran
supuesto, as, una de las vas de insercin de sus economas
en un modelo de capitalismo perifrico caracterizado por un
crecimiento extravertido y subordinado a los intereses de los
centros consumidores de las materias primas. Esta modalidad de
integracin en los mercados mundiales tena el efecto perverso de
bloquear un crecimiento autocentrado, ya que en las relaciones con
el centro, la orientacin productiva de la economa perifrica hacia
actividades exportadoras, supona una transferencia "hacia afuera"
de los efectos multiplicadores de la inversin: retencin de un muy
escaso valor aadido, exportacin de los beneficios, deterioro en
las relaciones de intercambio entre los productos primarios y los
manufacturados, etctera10 La expresin colonizacin econmica
y la alusin a los centros mineros como la expresin de unos
verdaderos enclaves coloniales desconectados de su entorno1\
ha resultado adecuada para algunos de los especialistas que hace
ms de veinte aos se acercaron al estudio del funcionamiento de
muchas de las cuencas del medioda espaol en vsperas de la
Primera Guerra Mundial12

A mediados de los ochenta, dentro del debate provocado por


la revisin del fracaso de Nadal, se abrieron paso propuestas
radicalmente contrarias a los argumentos que se acaban de
exponer, en la evaluacin de la contribucin de la minera al
desarrollo econmico espaol. Se trata de un conjunto de
proposiciones que Escudero sintetiz dentro de lo que denomina
interpretacin "optimista" de la historia del boom minero espaol.
Para este grupo las consecuencias positivas del desarrollo minero
se manifestaron en los efectos de arrastre sobre determinados
sectores (industria de explosivos y marina mercante); la importante

1

Como principales exponentes de la teora del desarrollo desigual: Amin
(1974) y Emman uel (1972). Dentro del estructuralismo latinoamericano,
Prebisch (1950).
11 Castejn (1979)
12
El dominio de las empresas extranjeras fue analizado por Muoz, Roldn y
Serrano (1976). Referencias a la colonizacin econmica del sector en Nadal
(1975), p.121 y Snchez Picn (1983).

50
acumulacin minera autctona que servira para financiar algunas
industrializaciones regionales como la vizcana; la generacin de
empleo; los efectos positivos sobre la balanza por cuenta corriente,
la transferencia de tecnologa, o la mejora de las infraestructuras,
entre otros. La postura "optimista" se ha nutrido tambin de
argumentos contrafactuales como el elevado coste de oportunidad
que habra pagado la economa espaola en el caso de que no se
hubieran abierto los recursos del subsuelo a la inversin extranjera,
dado que estos hubieran permanecido inexplotados, por la ausencia
en el pas de factores como capital, tecnologa y empresarios; o
lo hubieran sido en una fecha tarda, a principios del siglo XX, a
cargo ya de empresarios nacionales, pero en un contexto menos
rentable, definido por unos mercados internacionales cada vez
ms saturados, con la consecuente disminucin de las cantidades
exportadas y de los precios percibidos.

Los que defienden una visin menos optimista Oos "pesimistas" en


expresin de Escudero) no recurren a las tesis de la dependencia
econmica para enjuiciar negativamente el impacto econmico del
desarrollo minero. Sostienen, incluso, una hiptesis similar en su
formulacin a la de los optimistas, aunque en un sentido contrario:
la del elevado coste de oportunidad que pag la economa espaola
al entrar en vigor la ley minera de 1868: la norma que abri de par
en par las puertas a la inversin extranjera. Destacan la escasa
acumulacin en manos locales; la baja presin fiscal y la raqutica
formacin de capital pblico; los dbiles efectos de arrastre; el
empeoramiento de la balanza de pagos por la repatriacin hacia
el exterior de los beneficios o el deterioro de las relaciones de
intercambio.

La controversia, planteada en estos trminos, supone una


aproximacin muy agregada al impacto econmico de la minera.
Chastagnaret ha destacado como las perspectivas macro alimentan
la hiptesis optimista, mientras que los anlisis sectoriales y
regionales proporcionan argumentos a los pesimistas13 Adems el
xito del plomo espaol en los mercados internacionales, supone
un ejemplo contundente de desarrollo minero sin el concurso del

13 Chastagnaret (1994).

51
capital extranjero. Desplazando a otros productores tradicionales de
plomo, no tardara mucho Espaa en alcanzar la segunda posicin
europea -tras Gran Bretaa- y la primera entre los exportadores.
Este vigoroso impulso a la produccin y exportacin espaola se
produjo por la movilizacin de miles de accionistas, de un lado, y
de docenas de emprendedores, de otro, que levantaron negocios
minero-metalrgicos por diferentes comarcas del sur de Espaa14

3. LA PRESENCIA DE LAS EMPRESAS DE CAPITAL


EXTRANJERO EN LAS MINERrAS ANDALUZAS

La geografa minera andaluza fue, a lo largo de ms de un siglo


de desarrollo extractivo, cambiante y plural. Los primeros datos
agregados de la produccin mineral regional, elaborados por
algunos de los miembros de las primeras promociones de
ingenieros de minas formados tras la Ley de Minas de 1825, son
del ao 1845. Entonces el 75 % del valor de lo producido por las
minas y las fbricas de fundicin (ramo del beneficio) situadas en
Andaluca corresponda a la provincia de Almera, en pleno apogeo
de la explotacin de los minerales de plomo y de plata de las
Sierras de Gdor y Almagrera. La minera andaluza tena, durante
el primer impulso que sigui a la liberalizacin del sector a partir de
la ley de 1825, una localizacin eminentemente penibtica. Durante
los siguientes cuarenta aos, la presencia de empresas de capital
britnico en la minera del sureste andaluz tyen su extensin hacia
la vecina Sierra de Cartagena en Murcia) fue prcticamente nula.
Controlados los circuitos mercantiles del plomo por los grandes
negociantes de origen espaol instalados en el puerto de Marsella,
principal plaza desde donde se reexpedan los metales para el
resto de los mercados europeos, los inversores ingleses, tras algn
intento fallido, no van a mostrar mucho inters por el negocio de las
galenas de Almera y Granada.

El panorama empresarial estara dominado por una plyade


de sociedades de capital local con una movilizacin de capital
modesta, acorde con el predominio de un minifundio minero e

14 Snchez Picn (2005).

52
industrial. Solo la influyente presencia de inversores procedentes
del ncleo industrial y mercantil malagueo (los Heredia, sobre
todos), centro neurlgico entonces de lo que algn historiador
llam "la anticipacin andaluza" en el proceso de industrializacin
espaol, dotara de dimensiones mayores a algunas de las empresas
metalrgicas ligadas a la transformacin de los minerales de plomo.

El inters de los inversores britnicos se despertara en los


aos centrales del siglo XIX en el distrito minero de Linares. La
extraccin del plomo linarense arrastraba una existencia lnguida
en comparacin con la fulgurante expansin de los yacimientos
costeros de las Alpujarras y Sierra Almagrera. Penalizada por unos
elevados costes de transporte hasta la costa y con un problema
de desage no resuelto, ni el mineral ni el metal de Sierra Morena
tenan presencia determinante en los mercados internacionales.

El agotamiento de las cuencas penibticas y la inviabilidad


tecnolgica y econmica del minifundio minero, iran relegando a
la provincia almeriense a lo largo de la segunda mitad del siglo
XIX. En el antiguo distrito de Linares sern las inversiones de una
serie de compaas britnicas las responsables de la reactivacin
minera. A las tres empresas promocionadas por la agencia "Taylor
& Taylor" (Pozo Ancho, Fortuna y Alamillos) se les unir en 1864
la instalacin integral organizada por Thomas Sopwith en torno
a la mina La Tortilla. La tecnologa moderna aportada por el uso
generalizado del vapor para las tareas de desage y la integracin
entre instalaciones mineras y metalrgicas, est detrs del xito del
plomo linarense. Pero tambin van a resultar decisivas las mejoras
en la red de transportes en la reactivacin de los riqusimos veneros
de la zona. La apertura del ferrocarril hasta Sevilla en 1865, dot
de un embarcadero prximo a la cuenca que desde entonces
tuvo un desarrollo fulgurante hasta la ltima dcada del siglo XIX.
La inauguracin a continuacin (en 1868 y 1873) de los enlaces
ferroviarios Belmez-Aimorchn y Belmez-Crdoba, aproximaron
las hullas del Guadiato a las fbricas de Linares. La primaca de
la provincia jiennense como primera productora de plomo se
afianzara, finalmente, con el crecimiento del vecino distrito plomero
de La Carolina.

53
Los principales centros mineros de Andaluca se haban traslado
hacia el norte, hacia Sierra Morena, con dos grandes distritos:
el plomfero de Linares-la Carolina y el pujante de la faja pirtica
sevillana y onubense en el suroeste de la regin, donde se haban
instalado las mayores empresas mineras del momento.

El despegue de esta cuenca minera estuvo unido a las inversiones


de capital extranjero. En 1866 un grupo de fabricantes ingleses de
sosa custica y otro de metalrgicos del cobre arrendaron las minas
de Tharsis a la sociedad francesa Compagnie des Mines de Cuivre
de Huelva, creando The Tharsis Sulphur and Copper Co. Ltd.,
empresa concentrada verticalmente con sus factoras britnicas.
Siete aos ms tarde, un consorcio financiero anglo-alemn
compr el establecimiento estatal de Ro Tinto, constituyendo
The Ro Tinto Co. Ltd. Ambas sociedades realizaron inversiones
necesarias para la produccin y comercializacin a gran escala
de las piritas: laboreo a cielo abierto, multiplicacin de teleras,
construccin de ferrocarriles mineros y tambin compras de
buques que salan de Gran Bretaa con carbn y regresaban con
piritas en bruto, desulfuradas o descobrizadas. Hasta 1913, el 58
% de la produccin fue obtenido por la Ro Tinto, la Tharsis extrajo
un 20 % y las pequeas empresas (la mayora de capital extranjero)
el otro 22 %. Por trmino medio, un 35 % de la produccin -las
menas ms ricas en cobre- se embarc en bruto para ser tratada
en el extranjero. El otro 65 % fue transformada in situ para obtener
azufre y cobre cuyo destino fundamental fue la exportacin, de
manera que un 98 % de la produccin sali al extranjero, siendo
los principales clientes USA y GB. La demanda se comport hasta
la Primera Guerra Mundial con gran rigidez, ya que el azufre de las
piritas era imprescindible para la industria qumica (cido sulfrico).
A partir de 1914 dos innovaciones tecnolgicas (el empleo del yeso
para el cido sulfrico) y la obtencin de azufre del gas, fueron
sustitutivos que hicieron desplomarse las cotizaciones y dotaron
de elasticidad a la demanda de piritas.

En cualquier caso, la geografa minera andaluza se haba alterado


radicalmente. En 1913, cincuenta mil de los 62.000 obreros de la
minera andaluza se afanaban en los tajos y galeras de las minas de
Jan, Crdoba, Sevilla y Huelva. La provincia de Almera aportaba
slo el 3,1 % del valor de la produccin minera andaluza, a una
enorme distancia de Huelva (35 %), Crdoba (30 %) y Jan (25 %).

54
4. UN DOMINIO ABSOLUTO? LA INVERSIN
EXTRANJERA FRENTE A LA "REGIS'mERIA" LOCAL.
Gr6fico2
Concesiones mineras en manos de sociedades extrafleras
(1909)

Fuente: Elabon1.do apalt/rde Mulfoz:. Roldln ySem1110 (1976}.

Los datos del grftOO 2 sustentan Blllios rep81011 a la idea de qua a


rab: de la legislacin liberal dal saxanio al subeuelo ee~ol pas
a estar controlado por el c:&:~ital exttanjem. El! toda Espai\a la.a
compai'ifas ext~ contmtamn en tomo a120% de la superfiCie
y dal rnam de concesiones demarcadas. La diversidad regional
o provincial ee muy slgnlllcatrva y recol19 situaciones tan dispares
como las de Crdoba. Jan o Huerve, donde el control forneo se
sita a entre 8140 y ei5D% de las minas y de la superllcte concedida,
mlentms que las provincias que protagonizaron la expensln
minera. enterfcr a la Irrupcin de loalnveraoree extnlnjeroa (VIzcaya.
Almerfa, Murcia o A&1urlas), presentan en 1909, 1nllnta anos
despus de la ley liberal de 1868, cesl el 90% de los registros y
sus hBCtreas en manos eapetlolas. En muchas reglones mln81'86
de la penhlula, la "facilidad pera conceder- y la "seguridad para
conservar" sirvieron, ms que al prop6811D de abrt a la Inversin
extranjera, como se ha ~ado hasta ahora. al de consolidar la
col'M11'816n de la pequetla mlnerla local en la t&glatreda. Se 1ndarfa
de la admlnls1mdn de loe derechos de acceso a las uplotactones
mineras para. mediante la prctica del amll'ldamlento, convertirse
en sociedades meramente rwrtlstai. Esta prctica dlflt:Utarfa la
reorganizacin del sector del plomo en los distritos mineros ms
antiguos, cuando los precios internacionales entren en declive, e
incluso la reconversin promovida por grandes empresas forneas.
En definitiva, la presencia del capital extranjero en la minera
espaola dependi ms que de la legislacin del 68, de la evolucin
de los mercados. La privatizacin de minas estatales como Riotinto
(1873), no formaba parte del paquete de medidas puesto en
marcha por el gobierno provisional revolucionario. Empresas de
capital extranjero en la minera del plomo ya se haban instalado
en el distrito de Linares en la dcadas de 1850, acometiendo
inversiones de envergadura. Adems, la cronologa de la entrada
de las gigantes del sector del plomo (1881: fundacin de Pearroya
o de la Compaa de guilas) se explica ms por las expectativas
internacionales y por las estrategias de los grupos inversores dada
la situacin de los precios, que por el efecto de la ley del sexenio.

5. MODALIDADES

La gran empresa britnica de Riotinto resultaba singular en todos


sus rdenes. Por lo tanto, aunque su tamao y su volumen de
produccin la apan a un puesto destacadsimo en el panorama de
las empresas extranjeras en la minera andaluza, su configuracin,
su organizacin y sus relaciones con las administraciones
resultaban singulares y poco representativas del devenir del resto
de las compaas formadas a partir de inversores de las Islas.

Cuando arrecien los vientos nacionalistas en plena guerra civil, en


1938, los directivos de Riotinto se esforzarn en subrayar este
carcter excepcional de su frmula de implantacin en la minera
hispana:
"The Rio Tinto Company is not an ordinary company working a
concession or mining tease in Spain. The company went to Spain at
the invitation of the Spanish Government, and bought outright from
it the mineral deposits and mines at Ro Tinto. The sale was made
to the Company by the people of Spain, acting through the Cortes,
some 65 years ago. This lapse of time has not change the rights of
the Company. n,5
Al margen de cualquier modificacin legal, alentada desde principios
de siglo por el nacionalismo econmico, desde Riotinto Co. se

15 PRO FO

56
insista en el carcter bilateral de su relacin con la administracin
espaola, no sujeta al rgimen concesional general establecido en
la legislacin minera del pas. Adems, al constituirse a raz de la
adquisicin de un antiguo establecimiento estatal, Riotinto Ce. se
organizara despus de la culminacin de la negociacin poltica,
pero no tendra que emplearse en mltiples transacciones con
propietarios autctonos de los derechos mineros, como ocurri
en otras zonas en las que se hubiera desarrollado una fase de
explotacin local anterior. Asimismo, los elevados requerimientos
financieros y tecnolgicos del negocio de Riotinto se sitan, desde
el principio, a una escala mucho mayor que la del resto de las
empresas britnicas en la minera andaluza.

En el gran centro de la minera del plomo andaluza a finales del siglo


XIX, el distrito de Linares- la Carolina, la situacin era diferente.
El predominio britnico nunca sera parecido al de Riotinto. La
integracin vertical entre la extraccin minera y la metalurgia sera
mucho ms dbil y la sociedad de Soptwich, por ejemplo, debi
recurrir con frecuencia al mercado, donde una buen nmero de
productores locales ofertaban sus menas, para abastecerse.
Adems, en el ramo metalrgico, empresas de mediano tamao
organizadas a partir de importantes casas comerciales e
industriales (Heredia, Figueroa, etc.) mantuvieron elevados niveles
de competencia hasta la absorcin por Pearroya. En definitiva,
la presencia inglesa en Linares, fundamental en la modernizacin
tecnolgica del sector, tanto por la inversin directa como por
su efecto demostracin, respondi en sus orgenes ms que a
complejas operaciones financieras de alcance multinacional, a la
actuacin de los pioneros ("adventurers minings") que recorran
los distritos mineros del continente a la caza de oportunidades de
negocio.

En las provincias de Mlaga, Granada y Almera, donde el mineral


de hierro penibtico atraera fuertes inversiones britnicas, las
empresas ms destacadas (The Marbella lron Ore Ce. Ltd, The
Alquife Mines and Railway y Baird's Mining) se hallaban integradas
verticalmente con compaas siderrgicas escocesas a las que
suministraran mineral a precios preferentes. Salvo el caso de la
compaa de Marbella (una sorprendente caso de longevidad: desde
1869 a 1934, a pesar de unos mediocres resultados econmicos),
las grandes compaas del Marquesado y Alquife trataron de poner

57
sendos centros mineros de extraccin del mineral de hierro al calor
de la coyuntura expansiva de los tres primeros lustros del siglo XX.
La distancia desde el centro de produccin al punto de embarque
(hasta Almera ms de 100 km) generara fuertes costes logsticos
que dificultaran el desenvolvimiento del negocio. A pesar de las
elevadas inversiones acometidas (vanse los dos embarcaderos
de minerales que han quedado como vestigio en las playas de la
ciudad de Almera) la incapacidad para internalizar el transporte (a
diferencia del proyecto de Riotinto), puso a estas compaas en
manos del deficiente servicio ferroviario prestado desde la lnea
de Sur de Espaa (ms adelante Ferrocarriles Andaluces). En todo
caso, se trataba de proyectos empresariales con mucha menor
disponibilidad financiera que los de las empresas del suroeste
andaluz y que incluso en el escenario de la minera penibtica, se
veran a menudo superados por los puestos en pie por industriales
vizcanos como Sota y Aznar o Chvarri.

6. LA RETIRADA DEL CAPITAL EXTRANJERO:


PRDIDA DE INTERS Y/0 XITO DEL NACIONALISMO
ECONMICO?

Cuadro 1

Las mayores sociedades mineras andaluzas entre las 200 mayores espaolas
clasificadas por activos netos (en millones de Ptas. corrientes).

1917
Razn social Activos Ao de Nacionalidad Puesto Provincia
constitucin (Anda/ucfa)

Ro Tinto 539 1873 GB 1 HU


SMM Pearroya 156 1881 FR 3 CO-J
Tharsis Sulphur
Copper
141 1866 GB 4 HU
Minas de Cala 34 1900 ES 6 SE
Alquife Mines 23 1902 GB 8 GR-AL
Pef'laCopper
Mines
21 GB 9 HU

58
Pyritesde
18 1899 FR 10 HU
Huelva

Minas del
Castilla de las 16 1901 ES 11 SE
Guardas

Compaa
Minera e
Industrial 14 1916 ES 13 AL
de Sierra
Almagrera

San Miguel
Copper Mines
11 GB 18 HU

Argentifera de
Crdoba
11 1896 ES 19 co
Argentifera de
Almagrera
10 1901 ES 20 AL

Huelva Copper
and Sulphur
10 GB 21 HU

Sopwith 10 1864 GB 22 J
Mines de
Cuivre de San 9 FR 23 Hu
Platn
Societ Miniare
d'Aimagrera 9 1901 FR 24 AL

1930
Razn social Activos Mode Nacionalidad Puesto Provincia
constucin (Andaluca)
SMM Peflarroya 859 1881 FR 1 Co-J
Ro Tinto 383 1873 GB 3 HU
Tharsis Sulphur
Copper
91 1866 GB 5 HU

Minera
Metalrgica 52 1920 ES 8 J
Los Guindos
Compaa
Andaluza de 29 1929 ES-FR 13 GR-AL
Minas

Minas del
Centenillo
18 1921 ES 18 J

59
Marismas de
17 1921 ES 19 SE
Guadalquivir

1960

Razn social Activos Ao de Nacionalidad Puesto Provincia


constitucin (Andaluca)

SMM Pearroya
3.434 1881 FR 2 CO-J

Espaola de
Ro Tinto
2.590 1954 ES 3 HU

lharsis Sulphur 541 1866 GB 8 HU


Fuente: Elaboracin propia a partir de Parejo (2009) y Carreras y Tafunell (1993).
Anuarios de Minas de 1912 y 1926.

El declive de la presencia extranjera en la minera andaluza queda


puesto de manifiesto en el cuadro 1. En 1917, en pleno apogeo de
la minera exportadora andaluza y de las inversiones forneas en
el sector, hasta 16 sociedades mineras que explotaban recursos
ubicados en la regin, aparecen en el listado de las 200 mayores
empresas industriales espaolas por volumen de activos. Su peso
dentro del sector manufacturero andaluz es, desde este punto de
vista, abrumador. Entre las 1O primeras compaas industriales de
Andaluca, siete son mineras y el primer puesto estaba ocupado
por la instalacin britnica de Riotinto. Por nacionalidades la
presencia britnica es tambin muy significativa: siete, el 44 %,
han sido constituidas en las Islas; cuatro, el25 %, son sociedades
organizadas con capital francs, y el resto, cinco en total, son
de capital espaol, en su inmensa mayora montadas a partir de
capitales industriales vascos. No queda rastro, entre las mayores
compaas mineras andaluzas, del capital local que tanta relevancia
tuvo a mediados del siglo XIX en el primer impulso de desarrollo
del sector. Por provincias, el predominio de las de Sierra Morena y
la cuenca pirtica onubense resulta indiscutible, aunque en la alta
Andaluca las inversiones realizadas en torno al hierro de Alquife y
el Marquesado, as como los intentos postreros de revitalizacin
de la minera de Almagrera, permiten situar en el ranking a varias
empresas.

16 Gmez Mendoza (1994).

60
En tomo a 1930 la situacin ha cambiado radicalmente. El peso
mlativo de las compailas mineras en el ranking eapailol de las
200 ha caJdo en picado. Solo hay siete empresas mineras entm
estas y el proceso de eapal\olizaci6n del panorama societario ha
avanzado de manera rotunda: CXJatro ya son de capital espat\ol,
el 57 %, mienlnl.8 que la pmsencia francesa queda concentrada
en el gigante Penarroya, y en Huetva Rlotfnto y Tharsls mantienen
su hegemona en la &J<trac(:in y el tratamiento de las piritas. La
lnvtii'Sin del signo de la coyuntura, con el fln del ciclo expansivo
de la mineri'a andalliZ8, en primer lugar; la salida de los inve1'80198
extranJeros hacia otras reglones mineras del mundo, en segundo
lugar. y la percepcin de qu& el rieago-paa haba aumentado ante
el empuJe cada vgz mayor del nacionalismo eoonmlco, en tercer
lugar. explican esta retirada del capital forneo de los negocios
mineros del paTs.

La lista de 1960 contlrma, de un lado, la prdida de protagonismo


de la minerla en el proceso de d888rrollo industrial espaol, visible
en el hecho de que solo 1reS sociedades mineras estn entm
las 200 mayores de Espaa, a la vez que anata el b'ascendental
cambio operado en una de las dos graneles damas" d& la mlnerla
andaluza: la conversin de Riotinto en una empresa nacional,
tras la espal\ollzacl6n de su capital social y su 111C0ns1ltucl6n en
1954w, No obstante, la debilidad del tejido manufactumro andaiLJZ
explica que todavfa en 1960 las 1IV8 principales flnnas de la mlnerfa
regional estn entra las tras primeras compafas de Andalucra por
el volumen de sus activos.
Grtlco2
Sociedades mineras de capMI extranjerc+ en la minera espaota
(1900 1959)

Ob&i
o 150 Q AierNtnall

! 100
O Bt:lig;t!l
. ~IO~'So."'$
oEntinu;;:rs

50

1912 1931 1959


"'''
Fuente: Elaborado a psrtlr de Mulfoz. Roldn y Serrano (1976).

61
Or6f'lco8
Participacin de las sociedades mineras en las 200 mayO<es
empresas
14

12

10

-
r--
-
-
- ~ ~

'
o
1&1) 1000
1 1 1
1WU
1 1
19?4
r

Or6f'lco4
Participacin de las aocidad&s mineras en laa 200 m ay orea
&lnpr~~Sas do Espal\a

1917 1930

1948 1960 1974

Con paracida informacin h&mOS &laborado los grficos 2, 3 y


4 <11 permiten connrmar la Impresin <le la nplclel. con la que
ae produJo la Altlrada da los lnt818S88 extrar1Jaros da la mll'llllfa
~ deePulis de la Pril'l'l8nl Guena Mundial, llllf como, 111'1

62
general, la prdida de peso de la minera en el conjunto de la
economa nacional. La cada entre 1917 y 1930 resulta drstica y
alcanza su punto ms bajo en plena autarqua. Despus de 1959
la liberalizacin de la economa espaola y las facilidades para las
inversiones de capital extranjero no tuvieron la suficiente repercusin
para que en trminos relativos el peso de la presencia fornea en
el sector aumentara significativamente. Se puede concluir que
para los inversores internacionales, despus de la Segunda Guerra
Mundial, el negocio de minas en Espaa y en Andaluca, que haba
sido uno de los ms atractivos durante la primera globalizacin,
haba perdido inters. El lgico y progresivo agotamiento de los
yacimientos, el incremento de los costes (especialmente agudo
ante las carencias energticas de la posguerra), y el cambio del
marco institucional (representado sobre todo por la ley de minas
de 1944, edificada sobre los argumentos que el nacionalismo
econmico haba puesto en pie desde principios de siglo), debieron
ser los factores decisivos de esta retirada.

No disponemos todava de una evaluacin precisa de la repercusin


del aumento de la retrica nacionalista en las decisiones de inversin
de los grupos que financiaban a las grandes compaas mineras.
Desde el regeneracionismo las crticas al dominio colonial de la
minera espaola haban sido frecuentes en los foros ms diversos.
La necesidad de iniciar una revisin de la legislacin minera se
apoyaba en un conjunto de argumentos entre los que descollaban
los referidos a la necesidad de nacionalizar o espaolizar a las
principales sociedades del sector17

Riotinto Ce. Ltd se terminara convirtiendo en el eptome de este


discurso. La presin nacionalista fue en aumento durante el primer
tercio del siglo XX desde las ms variadas posiciones ideolgicas,
hasta el punto de que terminara haciendo fortuna la expresin de
"Gibraltar econmico" aplicada a la gran empresa de las piritas
onubenses.

La compaa maniobr para contrarrestar esta atmsfera de


desconfianza que se espesara en los aos treinta. A pesar del apoyo

17
Bravo Villasante, F. (1919): "La nacionalizacin de la minera espaola",
Boletn Oficial de Minas y Metalurgia, 111, 30, pp. 1-37.

63
poco matizado hacia los sublevados en julio de 1936, la direccin
de Riotinto, que haba tenido que soportar una fuerte intensificacin
de la conflictividad en los ltimos meses del rgimen republicano,
se dirige, a los pocos das del inicio de la guerra, a los responsables
de la compaa en Londres en los siguientes trminos:
"You will observe that the general attitude taken up by the Authorities
in Seville is far from friendly towards British concerns in general and
the Minings Companies in the provincia of Huelva in particular''18

La colaboracin prestada durante el conflicto en el suministro de


minerales estratgicos para el bando rebelde no sera suficiente
para disipar la animadversin por parte de sectores influyentes del
nuevo rgimen. Adems, en el contexto de la guerra en Europa
y ante los requerimientos de Alemania, que as trataba de cobrar
parte de su ayuda durante la guerra espaola, la situacin de la
compaa britnica se tornara an ms difcil.

Los problemas se extenderan al resto de las compamas


britnicas, como nos confirma la documentacin de los distintos
departamentos del gobierno de Londres. La aprobacin de la
nueva Ley de Minas de 1944 sera un nuevo factor perturbador y
aumentara la percepcin de riesgo y de inseguridad jurdica entre
las compaas inglesas19 Para entonces, la presencia del capital
britnico en la minera meridional haba menguado drsticamente.
Tras la espaolizacin y reorganizacin del negocio de Riotinto
en 1954, solo la multinacional Pearroya (de capital francs)
permanecer algunas dcadas ms en Espaa pilotando la marcha
del sector del plomo pero con intereses cada vez ms repartidos
por el mundo. En el otro extremo de la geografa minera andaluza,
tambin en la dcada de 1950, se completa la naturalizacin de
los activos de las antiguas compaas britnicas responsables
de la explotacin del mineral de hierro del Marquesado (Granada)
y de la ereccin de sendos embarcaderos de minerales en la
ciudad de Almera. La escocesa Baird's Mining haba sido vendida
en 1929 a la hispanofrancesa Compaa Andaluza de Minas. En

18
T. Robbins. Commercial Manager Rio Tinto Company Limited, 16-09-1936.
Public Record Office (PRO) T160-1381.
19
FO 361 3969-1 (PRO).

64
1955, The Alquife Mines vendera su negocio a Agruminsa, una
empresa vizcana dedicada a la extraccin de mineral de hierro que
acometera las inversiones necesarias para confirmar al distrito
granadino como el responsable de la produccin de ms del 80%
del mineral de hierro espaol.

En el ecuador del franquismo, y con una legislacin que haba


dejado de ser amistosa para las compaas forneas, en vsperas
de la liberalizacin, las empresas de la minera espaola, integradas
en poderosos grupos industriales, ya eran bsicamente propiedad
de capital espaol y muchas de ellas contaban con una significativa
presencia de capital pblico a travs del holding deiiNI.

6. CONCLUSIN

El balance que podemos presentar a modo de conclusin trata de


conectar con algunas de las cuestiones planteadas en el debate
sobre el impacto del desarrollo minero en el crecimiento econmico
espaol. No podemos anticipar un balance global porque todava
quedan recursos por explotar en la historia de la minera espaola.
Por ejemplo, el proceso de retirada de los intereses extranjeros
y la agudizacin del viraje nacionalista en el primer franquismo,
est todava pendiente de investigacin. Tambin necesitamos
conocer mejor la articulacin de los intereses mineros locales,
bien organizados por lo general en agrupaciones de propietarios
mineros que harn, como se vio en el frustrado proyecto de un
nuevo cdigo minero en 1909, una activa accin de lobby, con los
de las compaas extranjeras que se instalan en muchos distritos
del sur de Espaa desde el ltimo tercio del siglo XIX y hasta 1914.

No obstante, el enfoque que encontramos ms prometedor es aquel


que tenga en cuenta ms la competitividad de los territorios que la
de las empresas. Una visita a las comarcas donde se desarroll la
minera desde su liberalizacin en 1825 hasta la desactivacin de la
mayor parte de las cuencas (entre 1930 y 1980, segn las regiones y
ramas extractivas) nos conduce a plantear el legado de la actividad
minera en una perspectiva que tenga en cuenta los efectos
dinmicos, en el largo plazo, de las importantes aglomeraciones
de actividad econmica que acompaaron al despliegue minero

65
en Espaa. Se tratara de observar a los distritos mineros como
sistemas productivos locales para avanzar en un anlisis, a partir
de los postulados de la teora del desarrollo endgeno, de las
aglomeraciones mineras y de su contribucin al desarrollo de
las capacidades y las competencias de los territorios. Se tratara
en suma de contrastar si, a pesar de que la localizacin de esta
actividad depende de la disponibilidad de ventajas absolutas, se
han generado sistemas productivos locales e, incluso, distritos
industriales en las reas mineras.

En el debate historiogrfico se defendi como uno de los efectos


ms beneficiosos para el desarrollo territorial la mejora indudable
de la dotacin de infraestructuras (puertos, ferrocarriles generales
y mineros) que ayudara a mejorar la posicin competitiva de las
zonas afectadas y a mejorar su accesibilidad y su integracin
econmica. Un reciente balance sobre una de las principales
infraestructuras asociadas al desarrollo minero, el ferrocarril,
conclua que aunque las inversiones en trazados ferroviarios,
uno de los objetivos preferentes del capital britnico, cumplieron
una funcin primordial en el modelo de crecimiento basado en las
exportaciones implantado en las comarcas mineras de Andaluca.
El trfico de minerales, soportado por el ferrocarril en el cenit de
la expansin minera, fue decisivo para la integracin del territorio
andaluz en las redes comerciales internacionales dominantes en
la poca. La minera colabor deterrninantemente en incorporar
a Andaluca al mapa del comercio mundial y en otorgarle un
protagonismo destacado en el avance del proceso de globalizacin
perceptible antes de la primera guerra mundial. Sin embargo,
ms all de su papel en la coyuntura expansiva de la minera
andaluza, la red ferroviaria ms vinculada a los flujos mineros,
ha presentado a largo plazo evidentes desventajas logsticas
que han ido marcando su obsolescencia y abandono. El impulso
minero al ferrocarril aportara, en suma, unas infraestructuras de
transporte con una dbil definicin como red (dada su marcada
unidireccionalidad como trazados volcados hacia el litoral) que
desde el principio se manifestara reacia a la articulacin con el
resto del sistema ferroviario. As, la progresiva desactivacin de la
minera en la mayora de las cuencas histricas, y el impacto de
otras modalidades de transporte (camiones) que han demostrado
mayor versatilidad, han ido condenando al abandono a buena parte
de los activos ferroviarios puestos en pie durante la expansin
minera.

66
En este momento el legado del desarrollo minero, ms all de la
importancia patrimonial de sus restos sicos y del valor identitario
de su referencia histrica en las comarcas donde se desarroll,
no parece haber mejorado las oportunidades para el crecimiento
sostenido en esas comarcas que se vieron sacudidas por una
oleada de inversiones que buscaban extraer los tesoros de sus
entraas.

BIBLIOORAF(A

AVERY, D.(1985): Nunca en el cumpleaos de la Reina Victoria.


Historia de las minas de Ro Tinto. Barcelona, Labor.

BERNAL GUTIRREZ, J. (2010): Un caso de colonialismo minero


britnico en el panorama liberal del Sexenio Democrtico.
Constitucin y fase inicial de The Marbella /ron Ore Company and
Limited (1869-1874). Tesis Doctoral. Universidad de Mlaga.

BRAVO VILLASANTE, F. (1919): "La nacionalizacin de la minera


espaola", Boletn Oficial de Minas y Metalurgia, 111, 30, pp. 1-37.

BRODER,A. (1981):Lerledesinteretstrangersdanslacroissance
de I'Espagne au X/Xeme siecle. These d'Etat, Sorbonne.

CHASTAGNARET, G. (2000): L'Espagne, puissance miniare dans


f'Europe du X/Xe siecle. Madrid. Casa de Velzquez.

COHEN, A. (2007): "Las minas de Alquife y el Cable Ingls", en


Snchez Picn, A. y Torres, R. de (coords.): El Cable Ingls de
Almera. Centenario del Cargadero de mineral El Alquife (1904-
2004). Consejera de Cultura de la Junta de Andaluca. Madrid, pp.
27-42.

COMN, F. y GLVEZ MUOZ, L. (2005): "Reglas de juego, redes


de oportunidad y nacionalizaciones de empresas extranjeras
durante el franquismo", en Tascn, J., dir.. : Redes de empresas en
Espaa. Una perspectiva terica, histrica y global. LID. Madrid,
2005, pp. 115-136.

67
CULLAR VILLAR, D. y SNCHEZ PICN, A. (dirs.) (2008): 150
aos de ferrocarril en Andaluca. Un balance. Consejera de Obras
Pblicas y Transportes de la Junta de Andaluca. Sevilla.

ESCUDERO, A. (1996): "Pesimistas y optimistas ante el boom


minero". Revista de Historia Industrial, 1 O, pp. 69-92.

HARVEY, C. E. (1981): The Rio Tinto Company. An economic history


of a leading international mining ooncern 1873-1954. Cornwall,
Alisan Hodge.

HARVEY, C. y TAYLOR, P. (1987): Mineral wealth and economic


development, foreign direct investment in Spain, 1851-1913. The
Economic History Review, XL, 11 (May-1987), pp. 185-207.

FLINN, M.W. (1955): British Steel and Spanish Ore, 1871-1914.


The Economic History Review, VIII, 1, pp. 84-90.

FRIEDEN, J. A. (2007): Capitalismo global. El trasfondo econmico


de la historia del siglo XX. Crtica Barcelona.

GMEZ MENDOZA, A. (1994): El "Gibraltar econmicon:Franco y


Riotinto, 1936-1954. Civitas. Madrid.

LPEZ-MORELL, M.A. (2005): La casa Rothschild en Espaa.


Marcial Pons. Madrid.

LPEZ MORELL, M.A., PREZ DE PERCEVAL, M.A. Y SNCHEZ


SUREZ, A. (eds.) (2007): Minera y desarrollo econmico en
Espaa. Barcelona. Sntesis.

MUOZ GARCA, J., ROLDN LPEZ, S. y SERRANO


MARTNEZ-ESTELLEZ, A. (1976): ce Minera y capital extranjero en la
articulacin del modelo de desarrollo subordinado y dependiente
de la economa espaola en la segunda mitad del s. XIX y primeros
aos del s. XX. Informacin Comercial Espaola, 514, pp. 59-89.

NADAL OLLER, J. (1972): cclndustrializacin y desindustrializacin


del sudeste espaol, 1817-1913~>. Moneda y Crdito, 120, pp. 3-80.

68
NADAL OLLER; J. (1975): El fracaso de la Revolucin Industrial en
Espaa, 1814-1913. Barcelona, Ariel.

NADAL, J., ESCUDERO, A. y SNCHEZ PICN, A. ( 2003) :"Orto


y ocaso de una potencia minera". En Nadal, J. (director): Atlas
de la industrializacin de Espaa (1750-2000). Crtica. Barcelona.
Captulo 3, pp. 108-131.

SNCHEZ PICN, A. (2004). "La minera en la historia econmica


andaluza contempornea", en Gonzlez de Malina, M. y Parejo,
A., eds: La historia de Andaluca a debate. 111. Industrializacin y
desindustrializacin de Andaluca. Barcelona. Anthropos, pp. 121-
144.

SNCHEZ PICN, A. (2007): "Un siglo de liderazgo minero" en


Historia de Andaluca, vol. 8. Fundacin Jos Manuel Lara y Ed.
Planeta. Barcelona, pp. 218-227.

SNCHEZ PICN, A. (2005): "Un imposible capitalismo: empresas,


tradiciones organizativas y marco institucional en la minera del
plomo espaola del siglo XIX". Revista de Historia Industrial, 29,
pp. 11-52.

SUDRIA, C. (1994): El IN/ en el sector de la minera. Orgenes y


evolucin. Fundacin Empresa Pblica. Programa de Historia
Econmica.

TORTELLA, G. (2008): "El capital extranjero en la formacin del


capitalismo espaol", en Tascn, J., ed .. La inversin extranjera en
Espaa. Madrid. Minerva Ediciones, pp. 31-47.

WILLIAMSON, J.G. y O'ROURKE, K. (1998): Globalization and


History. The Evolution of a Nineteenth-Century Atlantic Economy.
Cambridge, Massachusetts. MIT Press.

69
70
un
i55
A

Los Rothschild en
Ro Tinto. Propiedad
y control en el
gigante minero
Miguel A. Lpez-Morell,
Universidad de Murcia.
mlmorell@um.es
1. INTRODUCCIN

Llama la atencin que las obras clsicas sobre la historia empresarial


de la Ro Tinto Company, fundamentalmente la del que fue el
archivero de la empresa, David Avery (1974), y la del prestigioso
profesor Charles Harvey (1980) apenas profundicen en la relacin
de los Rothschild con la sociedad minera y apuntan tan solo su
intervencin en algunas decisiones espordicas en la direccin.
Algo parecido ocurri con la propia prensa de la poca, incluida la
espaola Revista Minera, que tambin daba por hecha esa relacin
y durante dcadas mencion a la famosa casa banca como los
dueos de Ro Tinto, sin aportar mayores datos. Tampoco hacen
mayor mencin de ello los historiadores "oficiales" de la familia
Rothschild, Bertrand Gille (1965 y 1967) y Niall Ferguson (1998),
o el principal estudioso de la nacionalizacin de los activos de
Ro Tinto en Espaa, Antonio Gmez Mendoza (1994), el cual, sin
embargo, deja claro que la decisin de la reversin de la mina a
manos espaolas estuvo en manos de los Rothschild. Pero poco
ms.

La razn de esta paradoja es sencilla y ha pasado desapercibida a


una larga lista de historiadores: la sede de Ro Tinto estuvo situada
hasta no hace mucho en el nmero tres de la mtica Lombard Street,
en pleno centro de la City londinense, justo en frente del tringulo
que forman el Royal Exchange, la Bolsa de Londres y el Banco
de Inglaterra, donde todava se encuentran las oficinas de Jardine
Matheson. Este local se sita a escasos metros de la sede de N.
M. Rothschild & Sons, en la calle St. Swithins Lane, donde reside la
rama britnica de estos banqueros judos desde su fundacin, en
1798, en un lugar conocido como New Court. Por lo tanto, toman
visos de credibilidad los testimonios de antiguos empleados de
la compaa minera que comentaban que los Rothschild solan
ir a almorzar a la sede de Ro Tinto. Ante tantas facilidades de
acceso, parece lgico que los Rothschild o sus empleados no
se molestaran en redactar sus instrucciones a la direccin de Ro
Tinto, cuando podan darlas en boca y trabajar fcilmente con la
misma documentacin de la compaa. En cambio, s encontramos
numerosos legajos de Ro Tinto en los archivos de la casa
Rothschild de Pars, que participaron en este negocio de la mano
de sus primos britnicos durante ms de 80 aos\ All estn, por

72
lo tanto, resumen de buena parte de los proyectos y operaciones
de la empresa, aparte de informes peridicos sobre produccin y
mercade>2.

Este trabajo pretende sintetizar los ejes primordiales de la presencia


mayoritaria de los Rothschild en el accionariado de Ro Tinto, que
vino a coincidir con los aos de apogeo del yacimiento que ha dado
nombre hasta la fecha a la sociedad, hoy entre las tres mayores
empresas mineras del mundo. No quisiera ser en este punto
reiterativo en cuestiones sobre las que he publicado extensamente
en una serie de trabajos previos que ir citando y que se pueden
encontrar en la bibliografa. No obstante, har mencin de los
hechos y algunas conclusiones parciales para aquellos lectores
que no estn familiarizados con la literatura y aprovechar para
mostrar alguna documentacin indita.

Destacaremos, en suma, que la presencia de los Rothschild fue


clave para el xito empresa, aunque tuvo mucho de contracclica
en el mbito de los modelos de grandes corporaciones industriales,
toda vez que supuso un reforzamiento del poder de los propietarios
en la empresa, frente a la estructura cada vez ms gerencial de
las empresas contemporneas de su tamao. Los Rothschild
lo consiguieron manteniendo en Ro Tinto un capital social
relativamente pequeo y una estructura piramidal de mandos
reducidsima en la alta direccin (un presidente con amplio poder
ejecutivo y un consejo de administracin de tan solo tres o cinco
miembros, sin divisiones operativas), que facilitaba el control de los
banqueros con una cartera que rond el 30-35% del capital. As
fue hasta, al menos, la llegada a la direccin de Sir Val Duncan, a

, Los fondos de la antigua casa Rothschild Frres (en adelante ARP) estn
depositados en el Centre des Archives du Monde du Travail, en Roubaix,
desde la nacionalizacin del banco en 1980.
2
Animo, por lo tanto, a futuros investigadores a visitar ambos archivos, repasar
e incluso refutar, en base a un estudio riguroso de las fuentes primarias, lo que
he podido publicar en los ltimos aos sobre la relacin de los Rothschild y
la Rfo Tinto Co. No puedo, sin embargo, aprobar iniciativas como el libro con
tftulo "Los Rothschild y la venta de las minas de Rfo Tinto en el proceso de
la Ley General de Desamortizacin de Madoz", publicado por Manuel Flores
Caballero en 2007, en el que no se aporta un solo dato, ni nuevo ni viejo, sobre
los Rothschild y se habla de un periodo veinte aos anterior a su entrada en
Rfo Tinto. La obra, en el que por cierto se recogen cifras mfas en el prlogo sin
citarme, es, de hecho, una reedicin tal cual de trabajos suyos de los aos 80.

73
finales de los aos 50, que llevar a Ro Tinto a convertirse en una
autntica empresa gerencial, multinacional, al estilo de las grandes
corporaciones norteamericanas. Entre tanto, la presencia de los
Rothschild se fue diluyendo en el accionariado de la sociedad, que
comenz a crecer a un ritmo exponencial hasta nuestros das, como
consecuencia de las continuas fusiones y adquisiciones que ha
enfrentado en los ltimos cuarenta aos. Hasta entonces y desde
1889 (y no en la fundacin de la sociedad, como insistiremos),
los Rothschild controlaron con mano de hierro los destinos de
la compaa minera y fueron sin duda los protagonistas de su
encumbramiento como la gran dama de las piritas.

2. EL NACIMIENTO DE LA RO TINTO CO. (SIN LOS


ROTHSCHILD)

La venta de las minas de Ro Tinto por parte de Estado Espaol, en


1873, fue consecuencia de una doble disyuntiva: por una parte, el
ideario de los liberales ortodoxos espaoles que tomaron el poder
tras la revolucin Gloriosa de 1868, los cuales, empezando por
el ministro Figuerola, nunca escondieron su aversin a la gestin
pblica de activos empresariales y no dudaron en plantear su
privatizacin; por otro lado, la desastrosa situacin de la deuda
pblica que heredaron a su llegada al poder no par de empeorar,
hasta tomar tintes dramticos, cuando se empearon en cuadrar
el presupuesto y poner al da las deudas histricas del Estado
espaol. No obstante, los polticos liberales tampoco regalaron
la mina y, cuando en 1871 se decidi su venta, un comit de
expertos realiz un trabajo encomiable, estimando con precisin
la riqueza de la mina y sus instalaciones, calculando los costes de
modernizar la explotacin y dotarla de un ferrocarril, las ganancias
por tratar y exportar medio milln de toneladas de piritas al ao,
la amortizacin de la mina y, finalmente, concluy emitiendo una
cifra: 104.357.769'45 pesetas.

La desorbitada cifra, que representaba un 18% de los ingresos


que pudo recabar el estado espaol ese ao, era inalcanzable
para cualquier empresario espaol de la poca y ech para atrs
a cualquier inversor internacional, a pesar del compromiso del
Gobierno de refrendar la venta con una ley especial por la que

74
cedera, en una decisin sin precedentes en la legislacin espaola,
el suelo y subsuelo de todo el yacimiento.

El retraso de dos aos en el proceso de venta fue en paralelo a


la inflacin desmesurada de la deuda del Estado, tras una serie
de emprstitos desafortunados8 A la altura de enero de 1873
Espaa es ya el pas ms endeudado del mundo por habitante,
as que tocaba liquidar activos, empezando por Ro Tinto. Tras
nuevas discusiones parlamentarias se redujo el precio en un 10%
(92.756.592 pesetas) pero, muy escptico con las posibilidades
de la subasta, el ministro de Hacienda Ruiz Gmez pidi a los
Rothschild que se animaran a hacer una propuesta. Los Rothschild,
que acaban de gestionar dos enormes emprstitos internacionales
para el gobierno espaol y haca dos aos que haban firmado un
convenio para comercializar por 30 aos el mercurio de la tambin
mina estatal de Almadn, dudaron, pero el ingeniero espaol Jos
Monasterio, gerente entonces de Almadn, les anim a pujar por
un activo que lo vala con creces. En consecuencia, tras una corta
negociacin se lleg a un pre-acuerdo de venta por 60 millones de
pesetas por el yacimiento4

Sin embargo, mientras los Rothschild negociaban, dos ingenieros


alemanes afincados en Huelva, Wilhelm Sundheim y Heinrich
Doesth, haban convencido en Londres a Hugh Matheson, un
comerciante-banquero cuya familia llevaba dcadas negociando
con extremo oriente, para que se llevara la subasta con el apoyo de
un grupo de empresarios y banqueros internacional entre los que
estaban Edwind Clark, de Clark, Punchard & Co, G.A. Shroeder y
L. G. Oyes, presidente y presidente adjunto del Deusthe National
Bank de Bremen, Martn Ridley-Smith, socio del grupo asegurador
londinense Smith, Payne y Smith y, por ltimo, William Macandrew,
consejero del Banco industrial Arthur Heywood, Sons & Co de
Liverpool5 El hecho es que su propuesta se present en solitario

3 Sobre estas operaciones, vase Martn Nio, La Hacienda Espaola y la

Revolucin de 1868 y Lpez-Morell, La Casa Rothschild en Espaa, captulo 6.


4 Cartas sucesivas de Weisweiller y Bauer, agentes de los Rothschild en Madrid,

a sus oficinas de Londres y Pars del 18 de noviembre al 2 de diciembre de


1872, Archivos Rothschild, Londres, en adelante ARL, Xl/1 09/11 O y 111 .
5 Avery, D., Not on Queen's Victoria Birthday, captulos 8 y 9. Para mayor
facilidad del lector, en adelante daremos las referencias de la edicin en
castellano de este libro: Nunca en el cumpleaos de la Reina Victoria. Historia
de las minas de Ro Tinto. Barcelona, Arbor, 1985.

75
a la puja y la venta se consum. De manera que el 29 de marzo
de 1873 el consorcio comprador inscribi en Londres la nueva
sociedad, bajo el nombre de Ro Tinto Company Limited, con Hugh
Matheson como primer presidente y Doestch, Oyes y Ewind Clark
como consejeros. No existe, por lo dems, ni una sola referencia
documental en ninguno de los archivos existentes de que los
Rothschild tuvieran que ver con la operacin, por lo que llama la
atencin que an hoy (enero de 201 O al escribir esta lneas) la web
corporativa de Ro Tinto siga sosteniendo lo contrario, as como
algunos autores mal informados.

3. LOS PROBLEMAS INICIALES DE LA RO TINTO CO.

El consorcio financiero dirigido por Matheson hizo en el yacimiento


de Ro Tinto exactamente lo que deba hacerse para hacer rentar
el establecimiento, como no lo haba sido hasta entonces, a saber:
construir y dotar un ferrocarril hasta el puerto de Huelva y un muelle
de carga all, para lo que se invirti un milln de libras (unos 25
millones de pesetas de la poca) e iniciar los trabajos para una
explotacin masiva a cielo abierto, que reclam inversiones por otro
milln y medio de libras (otros 37,5 millones). Los resultados, aunque
se demoraron un tiempo por las obras, fueron espectaculares.
La mina, produjo desde 1873 a un ritmo creciente y no tard en
superar las expectativas creadas. De manera que, esperndose
alcanzar las 635.000 toneladas de extraccin anual, en 1877 se
super esta cifra, para duplicarla en 6 aos, manteniendo un nivel
de produccin siempre entorno al 60% de la produccin nacional y
permitiendo a la mina de Ro Tinto destacar como el mayor centro
minero del mundo y primer productor mundial de cobre y piritas.

Sin embargo, las apabullantes cifras no pudieron esconder una


serie de importantes problemas que le impidieron actuar con
normalidad, si entendemos por normal la posibilidad de alcanzar
los beneficios prometidos a los primeros accionistas y de extraer
un porcentaje razonablemente alto del rendimiento potencial de la
mina.

En un primer momento, Matheson y sus socios no fueron capaces


de trasladar a la bolsa su entusiasmo por el proyecto y las pocas
acciones que se pusieron a la venta apenas se cambiaron al30%

76
de su valor nominal 6 En consecuencia, la recin estrenada Ro
Tinto Co. tuvo que empezar a endeudarse en grandes proporciones
para poder ir liquidando sus obligaciones financieras. El mismo
Matheson tuvo que conceder en 1875 un crdito a la compaa
de 1 milln de libras y dirigirse al gobierno espaol para modificar
los plazos del pago del resto de los pagars que quedaban por
abonar por la compra de la mina. Aunque en esta ltima gestin
la nueva compaa se alz con el nico xito financiero de todo el
periodo, ya que consigui que la conversin de los nueve pagars
pendientes en obligaciones al 5%, valoradas en 2.123.000 libras,
que tomaran los acreedores del Estado espaol. De esta manera,
se saldaba la deuda de la compra con una sensible rebaja: de las
famosas 92.756.592 pesetas (3.850.000 libras) la Ro Tinto slo
pag 60.463.000 ptas. (2.508.440 libras). No obstante, en 1877 la
compaa an tena que asegurarse unos beneficios de 220.000
libras anual poder pagar sus dbitos7

No fue fcil a Ro Tinto alcanzar esa cifra, dada la coyuntura


depresiva que arrastraban los precios internacionales del cobre
desde mediados de siglo (vase grfico 1). De hecho, la entrada de
Ro Tinto aceler esta cada, as como de la cotizacin del precio
de las piritas, que cay de 7 a 5 peniques por unidad de azufres. De
tal manera que el recin llegado tuvo que que alcanzar, en enero de
1978, un acuerdo con las hasta entonces principales productoras
mundiales de piritas, Tharsis y Maso & Barry para subir precios y
dividirse el mercado entre las tres9

e La empresa se constituy con un capital de 2.250.000 libras, dividido en


225.000 acciones. El consorcio comprador se reserv 101.700 acciones en
la suscripcin y 1.000.000 libras en concepto de traspaso de la mina (que
solo les haba costado un pago de 422.680 libras) a la nueva empresa (que se
pagara con otras 22.500 acciones, 600.000 en obligaciones al 8% y el resto
en metlico), por lo que el pblico solo pudo subscribir 98.300 acciones. Coll
Martn, S."Las empresas mineras del suroeste espaol, 1850-1914", en Anes,
Rojo y Tedde (eds.): Historia econmica y pensamiento social. Estudios en
homenaje a Diego Mateo Peral. Madrid, Banco de Espaa-Alianza, 1983, pp.
410-411; y Avery, Nunca en el Cumpleaos... pp. 145-146.
7
Coll, "Las empresas mineras... " p. 411; Avery, Nunca en el cumpleaos, p.
149 ; y Harvey, The Rfo Tinto Co .... p. 104.
8
Checkland, S.G. The mines of Tharsis. Roman, French and British enterprise in
Spain, Londres, GeorgeAIIen & Unwin, 1967, p. 144. El precio de las piritas por
unidad de azufre se refiere al precio por unidad dentro del porcentaje total de
pureza. Es decir, si en una determinada cantidad de piritas se detecta un 48%
de azufre tendremos que contabilizar 48 unidades. Con lo cual, a 7 peniques
la unidad por tonelada, el precio de estas piritas serfa de 336 peniques la

77
...
tilO

'"'
""
""' ~ ['., Ti
'" V -v.-, A !\J r-
'" \ " v-'
'"
"'

.. !
"~ ., ~

;

~
~

~ ~ ~ ~
N

! ! ! "
~ ! ! ii ! !
~ C.i'"llll> Et1lldlil!l<:el 1/ls~-. Eliplllla. 1989.

La geeal6n tcnea de la mtla tampoc:o file ~~- A peear


Clello'Oilmltl ob1lltlldo, la ~presa lo poc:o por modetrilar lo&
prc: ~~ pod~ y elgtA ldlzaldo ~ tlstaJaelol_.
an:eeas qll& habla utlllrlldo lo9 antfgoo ~01'8111 de la mina,
como lo&l/llloshomo&d$1af\Jnclc;~et~l-l!enaRomana y. sotntodo,
elslslllmad41cek:lnaclnd41pt!Wente~etas. Tampoc:o ~c;klt10
lo$ tlilblmllll lallor8119> t :lo& IA'l en Cll.ladrtla& d4l ~I!Ciore&
autnomll8 YC<lllttatacloneeapl$d$QOI!a". Pnc:omo. Rlo 11mo
w1181l'de8dl>1&86unc:ol'Cl'lloeo~el~ 1sl1eute Doel8cll!*'a
elueo dt W pat8tlt$d$ ~lento para IR~ del c:obr$
el$ 1118 ~ en la mtia. El Cll90 del acl*'do del hgeiWitQ akiomlln
era d4l lo ms ~rante. s1 tllll$1n08 en cuenta qll& la C<lli'l*11a
114111aba a w c:onMjerO eo.ooo llbrll8 ~- en c:or.cep~o

7S
royalty por un sistema que nunca se demostr efectivo e impeda
el desarrollo de otros procesos de extraccin 11 Hubo que esperar
hasta que Doetsch muriese en 1894 para poder dejar de utilizar
el proceso y que los ingenieros de Ro Tinto pudieran empezar a
experimentar con procesos de cementacin natural ms efectivos,
ms baratos y que, por aadidura, permitan ir abandonando las
viejas calcinaciones de piritas, que tanto dao haba hecho ya en el
medio ambiente y la paz social de la comarca minera12

4. EL CONTROL DE LOS ROTHSCHILD SOBRE RO TINTO

4.1. El asalto al accionariado.

En suma, el pobre resultado financiero y comercial de Ro Tinto


a lo largo de sus primeras dcadas de historia le convirti en una
inversin poco atractiva, incluso para los Rothschild, los cuales,
mientras tanto, participaron activamente en otras promociones
mineras como Pearroya (1 881 ), Le Nickel (1 883) o la mina
mexicana de cobre de Boleo (1 885). Sin embargo, en el ao 1887
los Rothschild encuentran, sin buscarlo, la oportunidad de entrar
en Ro Tinto. Curiosamente a partir de una operacin comercial
y financiera que ni proyectaron, ni dirigieron, ni tan siquiera
controlaron, pero que desequilibr el mercado mundial del cobre
a niveles desconocidos hasta entonces y puso en sus manos los
instrumentos que les llevaran a obtener el control de la Ro Tinto
Company.

El protagonista de dicha operacin fue Hyacinthe Secretan, director


de la Socit lndustrielle et Commercielle des Metaux, un gran
grupo industrial francs con siete fbricas modernas dedicadas
a la manufactura del bronce y los derivados del cobre. Secretan
ha pasado a la historia por organizar, con la ayuda del Comptoir

11
Harvey, C. "Business History and the enrepreneurship: the case of the Rio
Tinto Company, 1873-1939", en Business History, vol. XX, N 1. p. 1O.
12
Sobre el asunto de las calcinaciones la informacin ms completa se
encuentra en Ma Dolores Ferrero. Gapitalismo minero y resistencia rural en
el Suroeste Andaluz. Rfo Tinto, 1873-1900 y Avery. Nunca en cumpleaos,
caprtulo 10.

79
d'Escompte, el segundo banco ms importante de Francia, uno de
los principales monopolios globales de las materias primas, pero
tan clebre como efmero.

Uno de los primeros en dejarse llevar por el ambicioso proyecto


fue Matheson, viejo amigo de Secretan, que acept a fines de 1887
rebajar la produccin de Ro Tinto y venderle todo su cobre en los
siguientes tres aos a un precio muy superior al del mercado en
ese momento. Secretan tard un mes en negociar discretamente
con el resto de los grandes productores, hasta tener asegurado el
80% de la produccin mundial, con la promesa de pagar entre 61 y
70 libras la tonelada. Sin embargo, el empresario francs no calcul
correctamente su capacidad de control del mercado, abusando de
los precios. En consecuencia, fue incapaz de vencer el frente de
los manufactureros, que redujeron el consumo de cobre y el de las
minas incontroladas, que ante unos precios duplicados (entre 80 y
11 O libras) reabrieron o multiplicaron su produccin. El descalabro
de Secretn estaba anunciado, a pesar de los intentos del industrial
por buscar nuevos socios capitalistas para su sindicato, que se
colaps definitivamente en marzo de 1889, llevndose por delante
al Comptoir d'Escompte13

Durante este proceso Alphonse de Rothschild haba permanecido


hbilmente al margen, negndose a participar directamente
como miembro del Sindicato del cobre. Sin embargo, durante los
meses finales de la aventura especulativa de Secretan s accedi
a adelantarle fondos; lo suficiente como para no involucrarse
jurdicamente y estar al tanto de las operaciones, con lo que pudo
aprovechar la ocasin para hacerse con miles de acciones muy
baratas de Ro Tinto en pleno colapso del monopolio (el propio
sindicato haba acaparado el 70%), siempre de la mano de sus
primos de Londres, con los que compartan buena parte de
sus negocios al 50%. Caben pocas dudas de que al hundirse
definitivamente Secretan los Rothschild eran ya los mximos
accionistas de la Compaa. En contrapartida, tuvieron que aceptar

13 Lpez-Morell, La Casa Rothschild an Espaa ... , pp. 312-318.

80
30.783 toneladas de cobre por su deuda de 37.114.943 francos
con el Sindicato; lo que equivaldra a recibirlas valoradas a 65 libras
la tonelada, en tanto que el mercado se haba hundido a apenas
4014.

4.2. La asuncin de la tutela financiera de la RTCo y el


control del mercado.

No fue fcil para los Rothschild salir del aprieto, a pesar de los
intentos para llegar a un acuerdo de precios entre los productores
europeos y americanos que patrocinaron entre 1889 y 1891 , por lo
que la familia decidi tomar la iniciativa y lograr un arreglo definitivo
a su manera. Con este objetivo los Rothschild no dudaron en tomar
parte en una ampliacin de capital del otro gran productor mundial
de cobre, Anaconda, para hacerse con su control y patrocinar un
nuevo sindicato de productores, liderado por esta empresa y Ro
Tinto, mientras la Exploration Co., filial N.M. Rothschild & Sons,
presionaba al resto de los productores americanos para bajar la
produccin 15 El cartel se mantuvo durante seis aos operativo
y sirvi para aliviar substancialmente la situacin de las grandes
compaas del cobre, en tanto que se fueron liquidando los stocks
sobrantes, con una subida mantenida de precios (Vase grfico 1).
Ro Tinto perdera su papel decisivo en los mercados frente
a los productores americanos con la creacin en 1898 de la
Amalgamated Copper Co., que una a todos los productores de
Montana. Pero, por aquel entonces, la demanda de la industria
de guerra y la definitiva extensin de la electricidad haban dado
paso a la poca dorada del cobre, consolidando la subida de
precios. Ro Tinto tom entonces un cmodo papel secundario, de
acuerdo con la Metallgesellschaft alemana, socio de los Rothschild
en los oligopolios mundiales del plomo y el nquel. Otro acuerdo
especfico para el mercado Europeo con los otros productores de
la pirita, firmado en 1905, para delimitar zonas de venta, traera la
paz al mercado europeo, y volveran a renovarse en 1911 y 1916,
hasta fines de 1921 18

14
ARP. 132AQ 117 y Revista Minera. 24-3-1 889, p. 96.
15lnfonne sobre la industria del cobre en Montana (9-12-1894). ARP 132AQ
117. 2 carpeta. y Turrel, R. y Van Helten, "The Rothschild, the Exploration
Company and Mining Finance", p. 194

81
Arreglados los problemas de mercado, los Rothschild se replantean
sus relaciones con Ro Tinto desde su nueva situacin de privilegio,
con el objetivo puesto en hacer rentable su inversin en la empresa
a toda costa. Para conseguirlo, tendrn que atender a la resolucin
de los grandes problemas financieros de la compaa, que venan
hipotecando seriamente su solvencia, capacidad de inversin y la
rentabilidad de sus acciones. Para conseguirlo, N. M. Rothschild
& Sons tom las riendas de las cuentas de Ro Tinto y pas a ser
banquero oficial de la compaa. Su propuesta para saldar las
deudas de la compaa se basaba en tres medidas de choque:
recorte de la base imponible de su deuda, reconvirtiendo a la baja
los intereses de sus obligaciones a largo plazo; rentabilizacin de
su propia inversin, a partir del desdoblamiento de las acciones; y,
por ltimo, el establecimiento de fondos de reserva.

El programa de operaciones comenz en mayo de 1895, con la


emisin de 3.600.000 libras en obligaciones al 4%, que se logr
colocar a la par17 , probablemente por la confianza que produjo
la presencia de los Rothschild en la operacin, lo que permiti
amortizar todos sus bonos al 5% y reducir el pago anual de
intereses a solo 74.000 libras anuales. Segn lo previsto, al ao
siguiente pudo hacerse una oferta a los accionistas de Ro Tinto,
por la cual se canjearan sus acciones de 1O libras por una de
5 libras ordinaria y otra preferencial, tambin de 5 libras, que
garantizaba un inters anual del 5%. Si tenemos en cuenta que
la cotizacin de las acciones se mantuvo, gracias a la actividad
renovada del cobre, la jugada era maestra para los mximos
accionistas, que con las acciones ordinarias aseguraban el control
de la compaa en el porcentaje que ya tenan, se posibilitaba una
mayor rentabilidad si el beneficio suba y se les permita vender
a buen precio las acciones preferenciales que les correspondan.
Para evitar futuros apuros los Rothschild establecieron, tambin
en 1896, el primer fondo de reserva de la historia de la compaa;
unas discretas 100.000 libras, que iran creciendo hasta alcanzar
las 500.000 libras en 190518

16
Lpez-Morell y Jos M. O'Kean, "Buscando y construyendo monopolios.
Estrategias de los Rothschild en los mercados internacionales de los metales
no ferrosos (1830-1940)." en Primer encuentro de la AEHE- Barcelona- 9
septiembre 2009.
17
ARL, 000/401 (caja 1894-1898).
18
Harvey, Tha Rio Tinto Co., pp.105-107.

82
Figura 1: Acuerdo de 17-6-1895 entre Rro Tinto y los
Rothschild para la conversin de sus obligaciones en
circulacin.

Fuente: ARL, 000/401. Cortesa de ARL.

Para aquel entonces, los Rothschild ya tenan diseado una


toma efectiva del control diario de la compaa a travs de un
empleado de su oficina de Londres, Charles Fielding, que fue
impuesto como consejero y director general de Ro Tinto en 1900
y alcanz la presidencia en 1904. Los Rothschild aprovecharon la
ocasin y la altsima cotizacin de las acciones para cerrar una
pequea ampliacin de capital con las que poder amortizar del
todo las 2.989.740 libras en obligaciones que an circulaban19
Bast emitir 50.000 acciones ordinarias nuevas a un precio de 63
libras, con una comisin de una libra, que se repartiran a razn
de una por cada siete antiguas, de manera que los antiguos
accionistas tomaran 46.429 acciones, reservndose el sindicato

19
Carta-informe de James de Rothschild a los Rothschild de Londres. 3-9-
1905, ARP, 132AQ 104, dossier 1.

83
de venta las 3.571 restantes (que luego se convertiran en 8.000).
Los Rothschild presentaron a la suscripcin 107.000 acciones; de
ellas 45.000 pertenecan a la sociedad y 53.000 a los asociados y
a la familia inmediata y colateral. Un cupo que les dio derecho a
15.394 acciones nuevas, por las que pagaron 23.191.061 francos,
es decir, a solo 60'26 libras la accin. En total, tras la ampliacin
los Rothschild acumulaban 122.394 acciones de Ro Tinto, lo
que suponan el 32'63% de las acciones ordinarias20 y el control
indiscutido del accionariado y la compaa, vista la dispersin del
resto de las acciones entre tenedores franceses que mostramos en
el apndice.

4.3. Refonnas en la produccin.

Fielding, que dirigir durante dos dcadas el consejo de Ro Tinto,


en continuo contacto con los Rothschild, ser el encargado de
imponer reformas paulatinas a nivel tcnico una vez cerrada la
cuestin financiera y los problemas de mercado. Ests se centraron
en tecnologas ya conocidas y que ya haban intentado implementar
sin xito algunos ingenieros de la casa. El ms significativo fue
la incorporacin de los procesos de cementacin natural desde
inicios del siglo XX, utilizados haca tiempo por su rival Tharsis, que
permitieron recuperar cobre en la piritas pobres sin necesidad de
calcinar el mineral y conseguir un nuevo producto: la pirita lavada,
sin cobre, pero con todo su azufre, que se vendera directamente
a la industria qumica. Ro Tinto consigui elevar la produccin de
este sub-producto a 977.812 toneladas en 1912, que gracias a su
buen precio invadi el mercado con singular xito: valga el dato de
que en 1905 el 80% del cido sulfrico producido en los EEUU,
proceda de estas piritas de Ro Tinto. Por aadidura, en 1904 se
comenz la construccin en Ro Tinto una fbrica de superfosfatos,
con capacidad de elaborar 50.000 toneladas anuales.

Continuando las reformas, Fielding mand en 1901 construir


en la mina un nuevo complejo metalrgico para tratar las piritas
con ms cobre, compuesto de 2 altos hornos y 6 convertidores
Bessemer, para reemplazar la vieja fundicin de Huerta Romana

20lnfonne sobre la ampliacin de capital de 1905 (23-4-1929), ARP 132AQ


106, carpeta 3.

84
y roduoi' 1.11118 7.600 10 neladllla de ool:l!9 al 9696. Rolooi Mrti 6
tarnbi611 el pt es so de ~n de rtinen, deeecllandc> en la
mill!lfa ilteriot el tnl.dioional silstema de tl:llelee y pitatee por
011'0 m8 efeotivo de 001111 y J seoarga. ademlia de !'l'll~iear el
I'AlrMrO de 1118 - d& Mi)I01aOi6n aJ tlir& ltw. A 1118 c:ooa& Sur
y Malla San Diooisio (~en 1~ y No!1 (1883), 1& l!iguieron
la~ d& Ccwta dell.aQo (1~. la Del!! 1s (1Q06t y AlaJa;ya
(1~. &11907 88 ocn'4ll~ el PlllC 11 ~ de rnodeniiz8oi6n d$ 1M
~st!aoiloi~e& refcm181'1dc> y art'Clllartdo lo& homos de fl.lldlol6n d&
~ qu& en 11113 operai)lln con 2G0.688 tOI'Ielada& enUIIIes d&
~ OUpn>ell8, para dar una matad& 46.323 tcor ele ile de oobr&
8121.6196 de pu~.

"'"'=

:l umtw
! u oo.oco

'~ u u:u:oo
f ...,.,
'
c:::::::Jed.lw~ta:WO..a.boww, - l'JoiJlc(lllo\oitiJUlll$ - P~~Y.t~(n:.Uri"~
- -P.a IPNdlo:l' u ~~o - --- l'.:.1lol~a\"tl4as
Fuetrta.; SsR llldo l...U. A ft1Cf!k811!Jatofy d
tlwJ Rlo 71nto mlll8e:
- , _ on tlwJ e.ploflitbi lillm 1M rw 1"1\!itJcll times to
tlwJ 1960a. Lcud'"' 1httiMtltu!IMdMiriln(.nd~ 1987,
ll/plntlce&

85
4.4. Control de las instituciones.

El otro puntal del xito de Ro Tinto en esos aos fue su activo


intervencionismo sobre el poder poltico espaol, con el fin de
salvaguardar a la sociedad de cualquier iniciativa legislativa
inconveniente.

Los Rothschild se haban destapado como maestros en este


empeo en otros negocios en Espaa. As que desde la apertura
de su Agencia en Espaa, en 1835, los Rothschild tuvieron cuidado
en ir reclutando entre la clase poltica espaol a personajes
emblemticos, con el indisimulado fin de influir sobre el Gobierno
y dems instituciones del Estado en provecho propio y de sus
empresas. Como norma, estas clientelas polticas se repartan en los
consejos de administracin de estas empresas, muy especialmente
la ferroviaria MZA, en la que encontramos una interminable lista
de ministros de fomento, hacienda y hasta cuatro presidentes del
Consejo de Ministros (Alejando Mon, Eduardo Dato, Garca Prieto
y Bugallal). En Pearroya pesaron los Figueroa, Gonzalo y Alvaro,
Conde de Romanones, que eran adems accionistas de la firma
desde 1912, as como Jos Canalejas Casas y sus dos hijos, Luis
y Jos Canalejas Mndez, el gran reformista de la poltica espaola
de inicios del siglo :XX22

Esta estructura de influencia poltica se superpuso desde el


momento de la toma de control de la sociedad a la ya creada
por Ro Tinto desde su fundacin. ~sta, eso s, se haba montado
a un nivel ms modesto, pero con igual efectividad. As, el
diputado de cortes Daniel Carballo, se haba encargado de que
se aligeraran convenientemente las autorizaciones relativas a las
obras del ferrocarril, del puerto y la importacin de maquinaria
desde 1875, tan efectivamente que, fue incluido como fijo en
la nmina de la compaa hasta el ao 1889. Desde entonces y
hasta 1896 le seguira Enrique Bushell fecha a partir de la cual el
consejo lleg a la conclusin de que era ms rentable y discreto
que la compaa apoyara en adelante a los sucesivos candidatos
del partido conservador por Huelva y Valverde del Camino, con

22
Lpez-Morell y O'Kean. "Stable Network as a Source of Entrepreneurial
Opportunities: the Rothschilds in Spain, 1835-1931 ". Business History, Volume
50 lssue 2, 2008, pp. 163-184.

86
el compromiso de que estos diputados (con Manuel Burgos a la
cabeza) apoyaran a la Ro Tinto Co. en Madrid23 Entre tanto, Ro
Tinto mantuvo un representante oficial en Madrid, con la misin
de gestionar, directamente con el Gobierno, las cuestiones
administrativas relacionadas con los intereses de la compaa.
Este trabajo se encomend de 1873 a 1904 a Gabriel Rodrguez y
a su hijo Antonio; pero sera desde 1905, con Jos Valero Hervs,
cuando la compaa de Ro Tinto alcanzara el mximo nivel de
influencia en Madrid.

No obstante, al margen de estas actuaciones, encontramos


ejemplos sorprendentes de intervencionismo al ms alto nivel,
como el caso de Romanones en 1916, cesando fulminantemente
al ministro Angel Urziz cuando intent elevar los impuestos de
exportacin de piritas y cobre2". Tambin es bien conocida la buena
relacin de Eduardo Dato con el director general nombrado por
Fielding, W. Browning, que fue determinante para garantizar la paz
social en la comarca minera ante cualquier eventualidad.

5. LOS ROTHSCHILD Y LA HUIDA DE ESPAA


DE LA RO TINTO CO.

Tras tres dcadas de apabullante xito empresarial se produce un


claro punto de inflexin en el devenir de la Ro Tinto Co. en Espaa,
que podemos situar en 1920. Ese ao confluyen para la empresa
una serie de elementos muy negativos, como son la saturacin
del mercado mundial de cobre y piritas, que hundi los precios,
el aumento de la conflictividad en la mina, que tiene su cenit en la
gran huelga de 1920 y una serie de desencuentros con el gobierno
espaol, que conectan claramente con el creciente nacionalismo
econmico que surge de la gestin de Francesc Camb y se va
incrementando a lo largo de la dictadura de Primo de Rivera y
la Repblica. Todo lo cual oblig a Ro Tinto a reconsiderar sus
estrategias en Espaa y, finalmente, disear su huida del pas.

23 Avery, Nunca en el Cumpleaos ... Cap. 15 y Pea Guerrero, M.A.-


"Caciquismo y poder empresarial. El J?apel poltico de las compaas mineras
en la Provincia de Huelva (1898-1923)" Trocadero, n5, 1993, p.p.299-324.
24
Lpez-Morell, M. La Casa Rothschild en Espaa, p. 356.

87
La Primera Guerra Mundial result un buen negocio para la
compaa, a pesar de los pobres resultados de 1914 y 1915.
Los precios del cobre superaron la barrera de las 130 Iibras/Tm.,
compensando con creces el cese de las exportaciones a Alemania
y la bajada de la produccin (vase el grfico 2). El gobierno
britnico, adems, concedi un protagonismo destacado a Ro
Tinto en la reorganizacin del mercadOZ5 Sin embargo, el fin del
conflicto contrajo la demanda y cre un serio problema de stocks,
que el gobierno britnico intent amortiguar26. De hecho, aunque se
mantuvieron inalterados hasta diciembre de 1918, desde inicios de
1919 los precios no pararon de bajar hasta llegar en mayo a las 76
libras. La situacin de Ro Tinto y, en general del sector de las piritas
fue an ms delicada porque, ante la escasez de piritas durante
la guerra, la industria qumica norteamericana haba empezado
a hacer uso de su propio azufre nativo, obtenido por el proceso
Frash. En consecuencia, su consumo para la obtencin de cido
sulfrico subi en los EE.UU. desde el 3% del consumo en 1914
hasta el48% en 1919, a costa precisamente de las piritas27 Tharsis
aprovech la ocasin para anunciar que no estaba dispuesta a
renovar el acuerdo de mercado que conclua en 1921 , avisando
de una guerra comercial en toda regla, ahora que Ro Tinto haba
perdido buena parte de su clientela tradicional.

Para colmo de males para la compaa, en la mina la situacin


sociolaboral se haba deteriorado extraordinariamente por la
escalada inflacionista que sufri la Espaa de la poca. El director
de la mina, Walter Brownig, trat de aliviar la situacin aumentando
la subvencin a sus tiendas para sus obreros. Pero no bast
y la tensin fue aumentando a lo largo de 1919, para terminar
estallando a inicios de 1920. La huelga fue afectando a cada uno
de los departamentos, hasta paralizar la mina, a lo que la compaa

25
De hecho, fue el nico representante minero en la Comisin de Metales. Rio
Tinto negoci la venta de todo su cobre al gobierno britnico a 115 libras/Tm
y consigui subvenciones a sus exportaciones a los Estados Unidos. Archives
Nacionales, Pars, F-12-7680. Informe sobre Rio Tinto, 1916, ARP 132AQ 105,
2 carpeta y Harvey, The Ro Tinto Co, p. 168).
28
El gobierno britnico retuvo las grandes cantidades de cobre que tena
almacenadas y fue vendindolas poco a poco y con gran publicidad para
evitar la accin de los especuladores.
27
Revista Minera, 8-12-1918, p. 603, 1-1-1919, p. 11, 8-9-1919 p. 392 y 1-1-
1924. p. 9.

88
respondi con la expulsin de los lrderes sindicales, la solicitud al
gobierno de envo de tropas y una propuesta de un 10% de subida
salarial. Pero las demandas obreras van mucho ms lejos: se peda
un 70% de subida; menos horas de trabajo; alguna vacacin y bajas
por enfermedad; y un programa no discriminatorio de pensiones;
aparte de la readmisin de los obreros ya despedidos211

Fielding apoy sin reservas a Browning, insistiendo a los


Rothschild que la huelga era cosa de elementos "Bolcheviques,
financiados desde Mosc" y alegando que Ro Tinto pagaba los
sueldos ms generosos de la minera espaola29 Pero su figura se
fue debilitando en el consejo, por su incapacidad para entenderse
con Rutherford, presidente de Tharsis, para renovar el acuerdo de
mercado en vigor y las voces cada vez ms fuertes de la prensa
espaol y britnica (The Times public un artculo en octubre) en
los que se hablaba de brutalidad por parte de la empresa hacia
sus trabajadores y de aires de nacionalizacin contra Ro Tinto.
Fue notoria la organizacin de una campaa para evacuar 3.000
nios de Ro Tinto que hasta la familia real apoy. El mismo Dato,
presidente del Consejo de Ministros entonces, trat en vano de
persuadir a Browning para que tomara una postura ms transigente,
en tanto que el embajador britnico en Madrid, Sir Esme Howard,
luchaba para impedir que el gobierno tomara medidas legislativas
especiales contra la empresa30

La situacin creada horroriz a los Rothschild que vean que la


cotizacin de sus acciones se derrumbaba y que eran incapaces
de imponerse en los mercados internacionales como antao. Por
consiguiente, en junio de 1920 los banqueros tomaron la iniciativa,

28
Arenas, Empresa, Mercado ... Captulos 4-8 y Lpez-Morell, La casa
Rothschild.. ., pp. 385-388 y Harvey, The Rio Tinto Co..., pp.173-175. Desde
su nombramiento en 1908, Browning haba desarrollado un poltica laboral
dura, alternado la descarnada persecucin de la actividad sindical, con un
sistema de relaciones paternalistas con los empleados (escuelas, economatos
~hospitales de la compaa)
Carta de N. M. Rothschild a Rothschild Freres de 22-10-1920, ARL Xl-111-
155. Es posible que Fielding ocultara a los Rothschild un informe de los dos
subdirectores de la mina, Gordon Douglas y G.W. Gray, criticando duramente
la gestin d~ Browning del conflicto y, en general, de la mina, Avery, Nunca en
el Cumpleanos ... pp.298-300.
30
Harvey, C.-The Rio Tinto Co .... p.176.

89
exigiendo una inmediata remodelacin del consejo. Fielding
mantiene la presidencia, pero debe abandonar inmediatamente
las negociaciones con Tharsis y perder buena parte de sus
competencias ejecutivas a favor de los consejeros Lord Milner y
Sir Arthur Steei-Maitland31 , que comparten el carcter dialogante
en pos de un nuevo acuerdo de mercado. En cuanto a la mina, los
Rothschild exigen ms informacin e imponen el arbitraje de Sir
Rhys Williams, antiguo director de la Esperanza Sulphur & Copper
Company, buen conocedor de Espaa y de la realidad de la cuenca
minera onubense, que se traslad a Rotinto para realizar un amplio
informe con toda autoridad.

Williams pudo comprobar en vivo que las autnticas causas de


las huelgas nada tenan que ver con la actitud demaggica de
la prensa y los polticos espaoles, ni mucho menos con una
supuesta financiacin de los huelguistas por parte de alemanes
o rusos, ya que resida en graves problemas de subsistencia de
los trabajadores32, que se agrav todava ms con las huelgas,
hasta llegar a niveles de pura miseria. Antes incluso del conflicto,
un informe mdico de los 9.856 trabajadores de la mina evidenci
que, fruto de los avanzados niveles de desnutricin, un 63% de
los obreros eran completamente intiles para el trabajo, en tanto
que los mejores trabajadores se marchaban a otros yacimientos
como Pearroya, donde los salarios eran de un 40 a un 50% ms
elevados33

Aparte del completsimo informe de Williams, los Rothschild


demostraron estar muy bien informados por otras vas. Sin ir ms
lejos, la carta de Robert Rothschild a sus primos britnicos, que
reproducimos a continuacin (primera de cuatro pginas), tras
reunin con Paul Gal, Consejero Delegado de Pearroya, pone
sobre aviso de la mala imagen que ha cimentado la Ro Tinto Ce. a
todos los niveles en Espaa, aumentados por la queja de las lites

31
Harvey, C.The Rio Tinto Co... p. 171. Milner pas a ocupar al poco la
gresidencia.
El encarecimiento de los niveles de vida haba sido durante los ltimos seis
aos de un 125% (un 80% de 1914 a 1919 segn Harvey) y los salarios en Ro
Tinto haban subido slo un 35%.
33 Informe Rhys Williams, ARP 132AQ104, dosier 3 y Harvey, The Ro Tinto
Co ... p.178-181.

90
espaolas por la xenofobia de la empresa, que apenas aportaba
nada a la economa espaola y no integraba un solo tcnico o
gestor del pas. Robert Rothschild propona entonces incorporar
al consejo de Ro Tinto a un espaol, como haca tiempo haban
hecho en sus otras empresas en Espaa, para amortiguar en parte
las tensas relaciones con el gobierno84

Figura 2: Carta de los Robert Rothschild de 6-11-1920


~ fl.- hrl.., 1 , , ..._.,:. rua.

~::
1

=. : :, .,. """
~:. =-~. ~"~ CJpl-~ "~.
,.,.n..J peV !'&.,.... ,
ddl
,. 1\ !t.
'fGIIleJe ait.:ld.re, an~~tl .,_
n J" . . . . ,.._

np.a_
..... fi ' U au.,. ... -..,...r.-J~ riiiiMJc!-.._ ._,1~'
...., 'file l''-",. ' "ir -' .- 4A,.. b U d\ ~taln
Mtelr WI'IA. . . . pev la--" u aa..-aJ'- rl ~ &JM~. 1\.
j ~-..-da ._ -~'. .1 1,. ,,..._1},.. ..,,_,..,. p.;Nla ot-
MI_,, u~ ' n:r l'&rrllre .. lt. lla\.0. lla -~.

U "" ini.Ue ' " ' f"M-ur l a pi sr_., pnt.c. au- l'trl
Jr... ... ~lpe.a~ . - ! ,, ._,... .._r. f olcl ~ 11 ,rM..
-' .......,.... u~...., s~ ..,. s
L'.S.t )Oh!t~ ~~ an. ~t , .. ti.l tJUlt
Ji.- f't:o't.o, Qa'N~ ql ]1 lf.l 'JI.-~1 ,......~ l. l 'Z.,...1 4J...t.

t .. a.,...t . s. .&a.a.4-W......U. u 7
.... . JO'# '.1D _ , . l .. Uwtl ~._,.. ,, DI~
~,..- --ri&JII a''" ._u.
t..-:\ ~"M l'w1obh4 "-1.- M')l~ll . I.IIC'ZI ~~~
ttp..-J:, ptur &1Mt-4Jn, 'd. . .1.,.. diM IN a~Me ; 4M.t l a Di
ndlon ewn6ra.J, - .dldale~ ~-.;.. 11... l """"ttl
...., J" *I.Dh\n.WGn t\ fJ~n ~a.h e\ ' ' " lM ~Jt
...., vt,....._, tr.lu~ ow mt'" r,.,_, ""' ,_ ..... 1.. ..,..
pb, qo;M c. ,.,it ,._ lM .S Lrlow 4M ~ti....- w ~ ..._.... , '- r-
~ , 4p.1~ p< fni.... ...... ..u. .. ~'""'"" ....
. _ , ~_.. t M ~~w .,. l c.p-.11.

Fuente: ARL, X/-111-155. Cortesa de ARL

La situacin en la mina, parada en la produccin y sin rentar


prcticamente nada (ver grficos 2 y 3), se resolvi por puro
agotamiento de los trabajadores, que volvieron tras seis meses al
trabajo, ms que por la puesta en marcha de las medidas propuesta
por Williams35 Por lo que Browning aprovech la adquisicin
de nueva maquinaria para atacar un drstico plan de despidos,
empezando por los ms destacados sindicalistas.

84 Robert volvera a repetir su propuesta en 1924, pero la idea fue tajantemente


desechada por los miembros del consejo de Rio Tinto. Carta de Robert a N.M.
Rothschild & Sons (5-2-1924); ARP, 132AQ 1 04, dosier 4.
35 Esencialmente: subida de salarios, abandono de la poltica paternalista,
creacin de comisiones de investigacin mixtas de trabajadores y staff
britnico y apoyo al sindicato catlico, para deslegitimar a los sindicatos de
izquierda. Harvey, C. The Ro Tinto Co... p. 181.

91
la compaa, sin embargo, nunca digiri las consecuencias del
conflicto y sufri las iras de la clase poltica espaola por su
postura en las dos dcadas siguientes. Camb, que haba acuado
la frase de "Gibraltar econmico" para referirse a Ro Tinto, dio el
primer paso al sacar adelante en 1922 un arancel que multiplicaba
hasta por diez las tasas de exportacin de los productos de Ro
Tinto, a pesar de las presiones de los Rothschild y los directores
de la sociedad. Lo ms que se consigui fue una sensible rebaja
de las cantidades que barajaba el proyecto de arancel36 De hecho,
los cambios en la legislacin fiscal continuaron, amplindose a la
contribucin de utilidades y el impuesto del Timbre, de manera que
los impuestos a pagar por Ro Tinto al fisco espaol pasaron de
1.062.356 de pts en 1919, a 3.394. 788 de pts en 1923 y 11.840.420
de pts en 192837 Pero cualquier posibilidad de protesta de la
empresa se desmoron desde entonces cuando se destap ese
ao un monumental desfalco en sus partidas de exportacin,
mediando pagos a los funcionarios de aduanas. En total, Ro Tinto
fue condenada a pagar 1.122.000 libras (32.908.260 pesetas al
cambio), una cantidad imposible incluso para la tesorera de Ro
Tinto. El fondo de reserva se agot y los Rothschild se vieron
obligados a adelantar 500.000 libras en forma de prstamo38

Entre tanto, el calvario de la compaa se haba trasladado al


campo comercial. Finalizado en 1921 la vigencia del convenio con
Tharsis, sin acuerdo de renovacin, se tard dos aos, mediando
una guerra comercial, hasta llegar a un nuevo acuerdo en 1923
con ella, la sueca Orkla, Mason&Barry y la Socite de Pirites, que
result ser a todas luces inconveniente para los intereses de Ro
Tinto39

38 Romanones y los directivos de Pearroya, Chastel y Ledoux, presionaron

activamente al gobierno a favor de Rio Tinto. Cartas de Robert Rothschild a


Uonel Rothschild de 7 y 12-3-1922, ARL Xl-111-210.
37
Harvey, C.-The Rio Tinto Co ... p. 186.
38 "Informe del avance de 500.000 libras a Ro Tinto" Archivos Rothschild,

Pas, CAMT 132AQ 104, dosier 14. La RTCo. tuvo que crear una segunda
cuenta en su pasivo denominada "emergency account" por 200.000 libras,
que se unieron al medio milln prestado por los Rotdhild; ARP 132AQ 106, 38
carpeta.
38
Lpez-Morell, M, "El acuerdo de creacin de la Asociacin de Productores
de Piritas de 19 de julio de 1923: un ejemplo de organizacin de oligopolios
ante la crisis de la potsguerra". Revista de Estudios Regionales, 1997, n47,
pp. 265-291

92
Fue entonces cuando los Rothschild decidieron dar un nuevo giro
en la direccin de la empresa. Fielding, que segua insistiendo en
aprovechar los buenos costes de la mina para entablar una guerra
comercial a escala mundial fue apartado de las labores ejecutivas,
y se opt por un poltico experimentado, Sir Auckland Geddes,
amigo personal de Milner y Lionel Rothschild, que se incorpor
con consejero en 1924 y alcanz fulgurantemente la presidencia
un ao ms tarde, ante la rotunda negativa de los Rothschild
franceses a la vuelta de Fielding a la presidencia40 Su plan de
trabajo, encomendado por los Rothschild, se podra resumir en
tres ejes: devolver a Ro Tinto la direccin del mercado, modernizar
la direccin de la compaa, profesionalizndola, y buscar nuevas
inversiones para Ro Tinto fuera de Espaa, que ya solo recibira
inversiones para mantener los actividades corrientes.

El primer objetivo lo alcanz Ro Tinto generando en 1926, de


acuerdo con su viejo aliado la Metallgesellshaft, una nueva
organizacin que sustituyera en la asociacin vigente bajo las
condiciones que convenan a Ro Tinto: la European Pyrites
Corporation (EPC). La EPC logr persuadir durante 1927 a Masen
& Barry, Orkla y San Platn para que le cedieran los derechos de
venta de sus piritas a cambio de una bajada de la produccin. A
stas le siguieron acuerdos de delimitacin de zonas de compra
con la Socite des Pyrites, la norteamericana Cyprus y las minas
alemanas de Menggen y Oberungarishe. Cuando Tharsis quiso
darse cuenta, Ro Tinto la haba aislado y se vio obligada en 1929 a
firmar un nuevo acuerdo por el que se comprometan mutuamente
a no competir por la cartera de clientes del rival 41.

Para el segundo objetivo, Geddes fue aprovechando las vacantes a


cubrir en el consejo para ir incorporando a personas tcnicamente
bien preparadas y con dedicacin exclusiva a la compaa. As
ocurri en las dos primeras incorporaciones: la de R. M. Presten
y Charles M. Buchanan y, nombrados directores comercial y de

4 Carta de Lionel a Rothschild Frares (18-5-1925), y Telegrama de Rothschild


Freres a N.M. Rothschild & Sons de 19-5-1925; ARP 132AQ 104, dossier 2 y
132AQ 108, dossier 8.
41
Harvey, The Rio Tinto, p. 209; Avery, Nunca en el cumpleaos, pp. 312-313.
Checkland, The Mines of Tharsis, pp. 202-203. El acuerdo se firm has1a 1934
y, dado su xito, fue renovado.

93
finanzas, respectivamente-'2. Geddes les dio el mximo protagonismo
en la direccin de operaciones, dejando de lado a Fielding y Lord
Debing, los dos ltimos consejeros antiguos. Tambin se trajo de
Ro Tinto al ingeniero de minas G.W. Gray, para asesorar al consejo
en cuestiones tcnicas, y dio mayor protagonismo al viejo secretario
de la compaa, J.G. Macleod, que fue elevado a segundo director
de finanzas. Ambos terminaran siendo consejeros en 192943

Por ltimo, Geddes propuso un plan de inversiones internacional


alternativo a la mina y comenz recogiendo un proyecto diseado
por Steei-Maitland, que buscaba invertir en empresas qumicas
estratgicas. La escogida fue Davison Chemical una compaa
que posea 60 plantas en los Estados Unidos, que era uno de los
mejores compradores de piritas de Ro Tinto. En octubre de 1927
se lleg a un acuerdo por el se cerraba un abastecimiento de entre
180.000 a 250.000 toneladas de piritas al ao y se traspasaban
a Ro Tinto 60.000 acciones de Davison (un 20% del totaO, a
cambio de 420.000 libras. El acuerdo afect a la larga a una filial de
Davison, llamada Silica Gel Corp, que necesitaba apoyo financiero
para empezar un programa tecnolgico, con aplicaciones en las
refineras de petrleo y los vagones isotermos. Ro Tinto termin
invirtiendo en los dos aos siguientes ms de 1 milln de libras en
esta sociedad, que rebautiz como Silica Gel Holdings44

Pero, sin duda, donde Geddes mostr ms entusiasmo fue en las


posibilidades de los yacimientos mineros de Rhodesia, en la actual
Zambia, una zona casi virgen donde se agolpaban concesionarios
con pocos recursos para iniciar una inversin a gran escala. All
Geddes, con el apoyo explicito de los Rothschild, inici un programa
progresivo de inversiones a travs de la Mineral Separatin, una
empresa que posea el 50% de las acciones de Copper Ventures
Ltd. que, a su vez, era duea de la Rhodesian Congo Border
Concesin (en adelante RCBC), de la que tambin tom Ro Tinto
un buen paquete accionarial 45

42 Avery, Nunca en el cumpleaos, p. 31 O.


43 Harvey, C.-The Rio Tinto Co ... pp. 207-208.
44 ARP 132AQ 104, Carpetas 10 y 12; Harvey, C.-The Rio Tinto Co...p.p. 212-
213; y Avery, Noton Queen ... p. 430. (cito la edicin inglesa porque el apndice
2, en el que aparece esta informacin, no est contenido en la traduccin al
espaol de Labor).
45 Cartas de New Court a Rothschild Freres {18 y 21-2-1929). ARP, CAMT
132AQ 106, 2 carpeta y Avery, C.-Not on Queen Victorias Birthday, p. 431.

94
Los intereses de Ro Tinto en lo que se empez a llamar "Cinturn
del Cobre" africano eran compartidos por dos grandes compaas
mineras internacionales, con intereses contrapuestos: por un lado,
la Anglo American Corporation, una de las compaas pioneras
en la minera de los diamantes de Sudfrica, duea a su vez de
la Rhodesian Anglo American, con participaciones mayoritarias
en RCBC y la concesin B'wana M'kuba; y por otro lado, la
norteamericana American Smelting & Refining Co. (ASARCO) que,
a inicios de 1929, era el mayor accionista de la Selection Trush
y pretenda el ltimo gran yacimiento de Rhodesia, N'Changa48
El xito de Ro Tinto en la zona se bas fundamentalmente en su
poder aglutinador de los intereses britnicos frente a la amenaza
de la entrada de ASARCO y en su disponibilidad de fondos, que
Ro Tinto resolvi con la segunda ampliacin de capital de la
era Rothschild, de mayo de 1929. En total se volvieron a emitir
solo 50.000 acciones ordinarias nuevas a un precio entre 50 y 55
libras, que reportaron a la compaa unas 2'5 millones de libras.
Por supuesto, los Rothschild se encargaron de montar de nuevo
el sindicato de venta de acciones, en el que directamente ellos y
sus primos de Pars se encargaban de asegurar la venta de 15.000
acciones cada uno47

Con esos recursos, Ro Tinto pudo ampliar sus participaciones en


Rhodesia, fundamentalmente en la RCBC y financiar una ampliacin
de capital de N'Changa, con la que48 pudo evitar ser absorbida
por ASARCO y adquirir equipo para su mina y para que la RCBC
pudiera continuar el programa de prospecciones por su territorio
que estaba llevando a cabo49 El resultado de estos trabajos fue

48 Alfort, B. y Harvey, "Copperbelt Merger: The formation of the Rhokana


CorporationB, Business History Review, Vol. LIV, num.3 (1980); p.p.336-337.
47 Informe de Anthony de Rothschild (22-4-1929). ARP 132AQ 106, s carpeta;
Informe sobre la ampliacin de capital (abril1929) ARP 132AQ 104, 15 carpeta;
Alfort, B. y Harvey, c.- "Copperbelt Merger", p. 338; y Turrel, R. y Van Helten,
J.J.-The Rothschilds... pp. 198 y 205. En total tras la ampliacin de capital los
Rothschild aumentaron su porcentaje de participacin en accionariado de la
compaa hasta el36'2%, del que un 21'6% perteneca a la casa de Londres
~un 14'6% a la de Pas.
A fines de 1929 se form un sindicato de accionistas, formado por N.M.
Rothschild & Sons (30%), Ro Tinto (33%), Rothschild Frres (30%) y S.M.
Rothschild (7%) para vender 175.000 libras en acciones de la RCBC, a
travs de la Exploration Co.; Turrel, R. y Van Helten, J.J.-The Rothschilds, the
Exploration Co ... pp. 198 y 205.
49 Avery, Not on Queen .... p. 433.

95
provechoso y a inicios de 1930 los Rothschild de Londres escriba
a sus primos lo siguiente:
... "Hemos recibido hoy la visita de Sir Auckland Geddes y creemos
que es de gran inters para vosotros escuchar que nos ha informado
que las nuevas prospecciones en La Rhodesian Congo Borders han
dado como resultado la localizacin de una masa de puro sulfuro
que contiene cobre de un 10 a un 31%. Parece ser al menos una
ms de 39 millones de toneladas de mineral, aunque no debe ser
todo, eso supone, de estar ellos en lo cierto que se trata de las ms
rica minas de cobre que jams se han conocido en el mundo"50

Fue este el principal argumento de Geddes para conseguir un


acuerdo con la Anglo-American de Ernest Oppenheimer (que
posean intereses comunes con los Rothchild en la de Beers) para
cerrar un proyecto de fusin de las compaas RCBC, N'Changa y
B'wana M'kuba51, en plena crisis financiera internacional. La fusin
se concret a inicios de 1931 y por ella RCBC incrementara su
capital de 750.000 libras a 2.000.000 de libras y absorbera a las
otras dos mediante un intercambio de acciones52 y se rebautizaba
con el nombre de Rhokana Corporation, bajo la presidencia de
Geddes.

Por culpa de la crisis, la Rhokana tardara algunos aos en poder


rendir a su altura pero, en esencia, Ro Tinto haba redondeado
en apenas un ao el objetivo marcado53 En adelante, Geddes
acudira a las reuniones de los Productores y Exportadores de
Cobre como representante de Ro Tinto y la Rhokana. Por algo ms
de dos millones de libras Ro Tinto haba retornado por la puerta
grande al gran concierto mundial del cobre, consegua aliviar su
precaria situacin en Espaa y abra el camino para su definitiva
consolidacin como una gran multinacional.


5 Carta de la casa de Rothschild de Londres a la de Pas de 30-1-1930, ARL
Xl-111-429
51 Harvey, C.-The Rio Ttnto Co ... p.233.
52 Avery, D.- Not on Queen .... p.433.
53 Los Rothschild tambin persuadieron a Geddes de no dejarse llevar en
exceso por su intuicin en algunos proyectos. As, en mayo de 1929 Geddes
present con entusiasmo un proyecto de adquirir la compaa Lena Goldfields
LTD., que posea grandes yacimientos de oro en Liberia, con un coste de
500.000 libras, que los Rothschild de Pars rechazaron de plano. Informe
privado de 9-5-1929 de la Casa de Londres a la de Pars y respuesta de 13-5-
1929, ARL, Xl-111-392.

96
~t!l~ liii~l!il~
i 1 ""Q "' S S 21 8 Cl i l!;J!..,-i ..... llls-l:II;:J
f n.~!. 'ii !X a. a~
~ u!
;. ? ""

Jj i j~ fJf iti!~jal afJ!iiiii


, "" f" .,.1<( ! AfO

J ~ "'' ~~ Qd-$ g'.i


.t 1
i .. ~ i!Jiilf
ii i :1 ~~ !!~fl I~fii!l!
1!11. .:t .
>
~ t "" - - ---

' ! :;:;
~~ i~ !....: ~ ~
1
""
"" :..
Sf i' ..i:~~if"!S
i ! - \ll
r;,.. fil~ l
~ : j ~..., 1 y
11'

~~!!. J!!aJ H~~~


"" '(i"< o!
! ! iiJ
"'fio. 1t . ... 1
1 1 1 1 t ~~~~ Ui!hhi
i~ "" u.!
1 "" ~ ~
'<:

i o 1
"' : ;:, ; .. l!l. 1
m

!!l
En el aspecto comercial los Rothschild ofrecieron a la Ro Tinto Co.
toda su experiencia en el mercado de las materias primas. Desde
el momento de su toma de control de la direccin de la sociedad
Ro Tinto reform toda su poltica de ventas, diversificando sus
mercados, mejorando su red de intermediarios y consolidando
su liderazgo frente al resto de los productores, sobre los que la
compaa pudo ejercer toda su influencia para desarrollar con
la mayor eficacia un claro sistema de oligopolio comercial que
actu en su beneficio. Durante todo este periodo la relacin entre
la compaa y la familia de banqueros levant un flujo biunvoco
de contactos e informacin privilegiada entre ambos que ayud
a fomentar an ms su poder de intervencin en el mercado y la
especulacin sobre los valores burstiles del sector.

Por ltimo y para terminar, cuando a finales de los aos veinte


comenz a ponerse en evidencia el agotamiento del yacimiento de
Ro Tinto y la progresiva incapacidad de la Compaa a superponer
sus intereses a las obligaciones que le impona el Estado espaol,
la direccin de la Ro Tinto Co., con todo el apoyo financiero de la
familia Rothschild, comenz un completo proceso de inversiones
en otros pases que justificara el cese de las mejoras industriales
en la mina y la decidida intencin de no buscar los niveles ptimos
de produccin en tanto que no se recuperaran las condiciones
de explotacin eminentemente colonial que haba facilitado
la consecucin de su antiguos xitos financieros. Aunque esa
circunstancia ya nunca se volvera a repetir.

APNDICE. RO TINTO: ESA COMPAA FRANCESA

Resulta cuando menos sorprendente descubrir que el paradigma


de la empresa britnica en Espaa, la que introdujo en su mbito
de influencia todos los tpicos del British Rule y que era respetada
y temida por sus apoyos en el gobierno de la City, estuviera,
objetivamente hablando, en manos francesas. Y no nos referimos
solo al porcentaje de esa propiedad que se encontraba en manos de
la rama francesa de los Rothschild, sino al grueso de los tenedores
de acciones franceses de Ro Tinto, que durante la poca ms
brillante de la historia de la compaa acapararon la mayor parte
de las acciones ordinarias en circulacin y, por tanto, recibieron los
substanciosos beneficios que hicieron famosa a la empresa.

98
Ro Tinto era uno de los valores ms especulativos de la bolsa
de Pars, donde se mova la mayor parte de estas acciones de
portadores franceses. Probablemente en paquetes pequeos, que
circulaban con facilidad durante los mejores aos de la compaa.
Si descontamos el periodo del monopolio de Secretan, en el que
ya indicamos que el sindicato francs del cobre lleg a acaparar el
71 % de las acciones de Ro Tinto, el momento en el que se produjo
una mayor concentracin de estas acciones en manos francesas
fue tras la ampliacin de capital de 1905, en el que haba en Francia
264.000 acciones ordinarias de 375.000, que es alrededor de los
2/3 del total54.

Los Rothschild franceses y sus clientes gestionaban sus acciones


en Londres para escapar de las medidas de control de la bolsa de
Pars. No obstante, el grueso de las acciones de portadores segua
declarndose all, en el porcentaje y nmero que detallamos en la
tabla siguiente:

Acciones de la Ro Tinto Co. en manos de portadores


franceses. 1891-1933.
Periodo Acciones % Acciones %sobre
en Francia sobre el en Francia el total
(estimado) total (estimado)

325.000 acciones antiguas de 1O libras


1891-1894 160.000 49%
1894-1897 180.000 51%
Conversin 1897 325.000 acciones 325.000 acciones
ordinarias preferenciales
1-7-1897 a 1-7-1900 162.500 50% 65.000 20%
1-7-1900 a 1-7-1903 162.500 50% 65.000 20%
1-7-1903 a 1-7-1906 162.500 50% 65.000 20%
Ampliacin 1905 375.000 acciones 325.000 acciones
ordinarias preferenciales

54
Archivos Rothschild, 132AQ 1 06, 38 carpeta.

99
1-7-1906 a 1-7-1912 182.000 56% 32.500 10%
11 11
1-7-1912 a 1-7-1915 130.000 40%
11 11
1-7-1918 a 1-7-1921 121.875 37'5%
11 11
1-7-1921 a 1-7-1922 104.000 32%
11 11
1-7-1924 a 30-6-1927 90.000 24%
11 11
1-7-1927 a 30-6-1930 56.250 15%
Ampliacin 1929 425.000 acciones 325.000 acciones
ordinarias preferenciales
1-7-1930 a 30-6-1933 63.750 15% 19.500 6%
Fuente: ARP, 132AQ 104, doss1er 9.

Esta concentracin de valores en Francia caus a los servicios


financieros de la Rio Tinto Co ms de un quebradero de cabeza,
a cuento del compromiso adquirido de entregar ntegros los
dividendos, por lo que la compaa tena que abonar todos los
impuestos habidos y por haber en el pas galo antes de que la
Socit Gnrale, su banco en Pars, repartiera las ganancias
anuales. La situacin no fue fcil, porque la Ro Tinto, la Socit
Gnrale y el fisco francs no siempre se pusieron de acuerdo en
la cantidad a abonar. En 1913, Ro Tinto reclam 15.000 libras a la
Socit Gnrale por sobrepaga de impuestos de los aos 1909 a
1912, en los que la compaa haba pagado, en total, 5.512.576'41
francos (220.503'06 libras) en el pago de los intereses de sus
accionistas y presion amenazando con cortar el pago de tasas55
Sin embargo, la situacin no pas a mayores y se sigui pagando
rigurosamente.

En 1926 las circunstancias se repitieron cuando el gobierno galo


subi al 18% el impuesto sobre los beneficios de los valores
mobiliarios. Esta vez la compaa s se neg a pagar, argumentando
que los accionistas ingleses se estaban viendo perjudicados con
relacin a sus homlogos franceses. La casa Rothschild de Pars
tuvo entonces que intervenir, sugiriendo a sus primos que

55
ARP, 132AQ 104, 2 carpeta.

100
convencieran al consejo de que no insistieran en entrar en una
guerra con el gobierno francs que perdera seguro, exponindose a
una sancin sobre sus activos en Francia y a la retirada del derecho
a cotizar en la bolsa de Pars58 Uama, por lo tanto, la atencin
que esa presencia masiva en el accionariado nunca se tradujera
en una representacin especfica en el Consejo de Administracin
de la compaa, un hecho que no se cansaban de repetir la prensa
financiera especializada57

De manera que cuando a la presin de la Asociacin Nacional de


Portadores de Valores Mobiliarios para que un representante de los
accionistas franceses entrara en el consejo de administracin de
Ro Tinto, la compaa quiso dar la imagen y eligi a Etienne Castel,
presidente de Le Nickel, el Comptoir Siderurgique de France,
Vicepresidente de Pearroya y Caledonickel y consejero de otras
empresas vinculadas a los Rothschild. Incluir a un candidato suyo
fue la ltima gran jugada de la Casa para mantener definitivamente
el status quo que ellos mismos haban impuesto en Ro Tinto58

58 Cartas de Rothschild Freres del18, 19 y 23-9-1926; ARP 132AQ 1 04, dossier


9.
57
En 1920 la Revista Minera (pag 534) recoge dos testimonios significativos
de la prensa extranjera con relacin a la bajada del beneficio de Ro Tinto.
En el primero recoge un informe publicado por el Financia! Times en el que
asegura que poco inversores in~leses se quejarn de la prdida de dividendo
de dividendo de Ro Tinto sabiendose que la mayor parte de las acciones
estn en Francia; El diario francs L'Echo de Mines recoge la informacin del
peridico ingls y se interroga por la pasividad de los portadores franceses. En
este caso, no parece que terminara surgiendo ninguna reaccin.
58 "Cuestin de la nominacin de un administrador francs en Ro Tinto; ARP
132AQ 104, dossier 20.

101
102
un
i55
A

El control social y su
huella documental.
''Rio Tinto Company
Limited y su oficina
de registro de
personal''
Juan Manuel Prez Lpez,
Director Archivo FRT.
archivohistoricoriotinto@telefonica.net
El Archivo de la Compaa britnica The Rio Tinto Company Ltd
est a disposicin de toda la comunidad acadmica habindose
efectuado ya excelentes trabajos de investigacin histrica en l.

Durante los 82 aos que oper en Espaa, obtuvo unos beneficios


cercanos a los 54 millones de libras, de los que se repartieron
entre accionistas hasta 48 millones. Hasta 1954, fecha en que se
marchan, produjeron 111.119.996 TM. de mineral y 1.146.535 TM.
de cobre metal. Entre sus inversores a partir de 1889 se encontraba
la rama francesa de la Casa Rothschild.

Para ello, introdujeron un sistema de control del mercado de trabajo


a travs de la creacin de una Oficina de Registro de Personal con
su pertinente gestin documental apoyada en redes de informacin
social, as como una gestin eficiente de la informacin econmica,
financiera y analtica que le permitira tambin obtener la mxima
rentabilidad de su negocio.

En las pginas que siguen analizaremos algunas de estas series


documentales que sirvieron como instrumento de control social
desde la Oficina de Registro Personal creada, entre otras cosas,
para tal fin.

1. INTRODUCCIN. RIO TINTO COMO ENCLAVE MINERO


DE LARTCL

A partir de 1849, los financieros europeos de la pirita, comienzan


a comprar y arrendar las minas de la Faja Pirtica del SW Ibrico
debido fundamentalmente a dos causas.

En primer lugar, coincidiendo con el agotamiento del zolfo italiano,


que era de donde tradicionalmente se extraa el azufre, por el
desarrollo tecnolgico en el secto"l, que permiti extraer a la misma

1 En 1833 el francs Perret demuestra que el azufre contenido en las piritas


es aprovechable. En 1839 lhomas Farneer y Wick Low, utilizaron el azufre
contenido en las piritas, como base para la obtencin de cido sulfrico. Pero el
paso definitivo para su rentabilizacin econmica, se produjo en 1859, cuando
el sueco Henderson, consigue extraer cobre de las piritas desulfuradas.

104
vez, de la pirita onubense, por un lado azufre, para la obtencin de
cido sulfrico, y por otro cobre para el desarrollo de la industria
elctrica.

Y en segundo lugar porque estas innovaciones tecnolgicas van


a coincidir con una liberalizacin, por parte del gobierno, de la
legislacin minera2 , permitiendo e induciendo, gracias a estas
circunstancias favorables, una inversin masiva en la minera
andaluza. As pues estas compaas extranjeras vieron en las
minas, onubenses sobre todo, y por ende, en la construccin de
tendidos ferroviarios para su explotacin, unos de los sectores ms
atrayentes y por tanto receptores de su capital.

La Rio Tinto Company Umited, fue una sociedad de responsabilidad


limitada, que se constituy en Londres en 1873, con arreglo a
la legislacin britnicae integrada por un consorcio bancario,
Deutsche National Bank, de Bremen (Alemania), la casa Matheson
& Co, de Londres; los constructores de ferrocarriles Clark &
Punchard; Smith, Payne & Smith, de Londres; The Union Bank of
Scotland; A Heywood Sons & Co, de Liverpool; William Edward;
Ernest H Taylor; y Heinrich Doetsch y Wilhelm Sundheim, dos
empresarios alemanes residentes en Huelva, que adquirieron al
gobierno espaol las minas de Ro Tinto en la provincia de Huelva.
El precio de la compra fue 3.500.000 libras esterlinas (92.800.000
pesetas); el capital inicial era 2.250.000 libras (unas 56.250.000
pesetas), del cual slo la mitad estaba desembolsada en el
momento de la fundacin. El Deutsche National Bank de Bremen
tena casi un 25%, Matheson & Co un 20% y Clark & Punchard otro
20%, el resto se reparta entre los otros miembros del consorcio.
Posteriormente, hacia 1889 los Rothschild eran importantes
accionistas de Ro Tinto Co. Su domicilio social estaba en Lombard

2 En el gobierno de Espartero (Bienio Progresista 1854-1856), se van a


promulgar las leyes de Desamortizacin General de Pascual Madoz, que entre
otras cosas iba a permitir la venta de las minas ms importante de la Corona,
las minas de Rio Tinto; la ley General de Ferrocarriles de 1855 y la ley del
Crdito y Finanzas, para estimular el capitalismo espaol contemporneo.
La culminacin legislativa para la llegada de capitales extranjeros se va a
producir con la promulgacin de la ley de bases de 1868, ley muy favorable
que otorgaba la concesin minera a perpetuidad, por lo que vena a ser como
hacerlos propietarios del subsuelo.

105
St 3, Londres, y tena una oficina de representacin en Ventura de
la Vega 8, Madrid, y una oficina de explotacin en Ro Tinto, Huelva.
La RTCL empez explotando los yacimientos de cobre de la zona
y construy un ferrocarril que uni las minas de Rio Tinto, con
Huelva, habilitando tambin un muelle en el puerto de Huelva para
el transporte de mineral.

Las concesiones adquiridas fueron 23.000 acres (9.308 hectreas),


de los que cerca de 4.700 acres (1.902 hectreas), fueron
adquiridas en el contrato de compra-venta con el gobierno espaol,
y 18.300 acres (7 .406 hectreas) colindantes fueron adquiridos
posteriormente a varios propietarios privados. Las operaciones
de minera se realizan en un rea de casi 5 millas cuadradas
(12,95 Km2). Tambin aadquiri y explot otras minas de la zona,
estableciendo adems hornos y fundiciones tanto en Inglaterra
(Cwm-Avon y Port Talbot), como in situ.

El ferrocarril y los muelles empezaron a funcionar en 1876. Su


capital se aument a 3.250.000 libras en 1881 y a 3.500.000 en
1905.

La compaa oper con xito desde el principio, si bien no obtuvo


beneficios hasta los primeros aos de la dcada 1880.

Segn el Report Deputation from the Board de 1895, el mineral


extrado hasta entonces desde 1874, era de 23.152.177 TM. Es
sorprendente como se aproximaron en estos momentos, en cuanto
a las estimaciones de reserva de mineral, que fue calculado en
135.861.736 TM.

De sobra es conocido que Ro Tinto contribuy muy


significativamente con la Revolucin Industrial desde finales de
siglo XIX, suministrando materias primas estratgicas en dos de
sus sectores ms relevantes: la electricidad y la industria qumica.

A partir de 1880, Ro Tinto fabrica el 1O% del cobre mundial


aunque esta proporcin fue reducindose paulatinamente tras las
incorporaciones de nuevos minerales del continente americano, en
el extremo oriente y en el cono sur africano.

106
Durante la mayor parte del siglo XIX. The Ro 7into CompanyUmited
fue una de las mayoms compaflfas productoras de cobre, slo fue
e
superada por Anaconda o {Montana) en 1692 y por caJumet &
Hecla (Michigan) en 1895.

A principios del siglo XX, ocupaba la tercera posicin productiva,


tras Anaconcla y De 89ets, en el ranking de las sociedades mineras
de todo el mundo, en orden al capital Invertido, y al decimotercero
lugar entn:t las empresas industriales.

Del puerto de Huelva parta a comienzos de siglo, casi la mitad de


la pirita mundial, aportando Rfo Tinto una tercera parte del total,
llegando a genen:tr el 44% de la produccin mundial de piritas
hacia 1912.

A partir de 1908 se produce el declive de Rfo llnto, coincidiendo


con la cal'da del precio de la materia prifT'I8. producindose un
sometimiento de los Intereses mineros a las grandes corporaciones
indus1riales. Tras la Gran Guerra. muchas pequeas empi'8S8S
mineras se vieron forzadas a cerTar, llegando algunas de ellas a un
acuerdoen 1923 con la recin c:readaP}nttesPmducersAssoclatJon3,

8 La .AsodaciOn de Productores de Pfrttas quedO constituida en Londres, el


19 de Julio de 1923 con loa slgulerrt8s miembros, Rlo nnto C<lmpany Umlted,
'The Tharsls Sulphur & C<lpper Company, Umlted, Ortda Grube-Aktlebolaa,
Mason &Bar,7JJ,mlted y la Soclte Franca!&e des Pyrltes de Huelva. Para mS
Informacin \1-vr-EZ, 1997, 36!>-291)

107
para obtener alguna bonificacin. Estas grandes empresas crearon
esta asociacin como medida de proteccin de sus precios, ante
la crisis de posguerra que surge en el sector de las piritas, como
consecuencia de la perdida progresiva del mercado americano.

Estas sociedades industriales que transformaron todo el paisaje


primitivo y determin un desarrollo fabril sin precedentes en la cuenca
minera, determinarn a su vez el nacimiento de un proletariado que
muy pronto se organizar en sociedades sindicales para la defensa
de sus intereses laborales. En Ro Tinto desde finales de 1912 est
creado el sindicato minero adscrito en primer lugar a la Asociacin
Nacional de Ferroviarios para poco despus cambiar su afiliacin
al Asociacin Minera Espaola, ambos pertenecientes a la UGT.

Y como tendremos ocasin de comprobar posteriormente, la


gestin administrativa para la correcta explotacin del negocio
minero, conlleva paralelamente la produccin de series de
documentacin con un marcado carcter social, generado desde la
propia empresa para su mejor control. En contraposicin, tambin
aparecern nuevas tipologas documentales generadas desde
las propias asociaciones obreras, como medio de informacin y
difusin de las instrucciones emanadas fundamentalmente desde
el sindicato.

2. SISTEMA DE CONTROL A PARTIR DE LOS


DOCUMENTOS

Cuando llega la RTCL a la provincia de Huelva en 1873, instaura


un sistema de explotacin de "enclave minero" introduciendo
tecnologa extranjera y racionalidad econmica, con una cierta
independencia de las directrices polticas, sociales y econmicas,
tanto de su pas de origen, 1nglaterra, como de Espaa, conceptuado
nica y exclusivamente a la comarca de Rio Tinto como una colonia.

Valindose de la dbil legislacin liberal y la desidia de los distintos


gobiernos, acabarn asumiendo el control de los recursos
econmicos a travs de distintas actuaciones como, instauracin
de un paternalismo industrial, control de las instituciones sociales,
acaparamiento del poder poltico, y lo que aqu ms nos interesa, a

108
travs de un sistema de control de los trabajadores que tendr su
reflejo en una documentacin especfica.

Para ello crea en 1914 la Agencia de Trabajo u Oficina de Registro


de Personal. Sobre todo pretende, tambin un control burocrtico,
para hacer previsible el mercado de trabajo, es decir controlar la
oferta y la demanda de trabajo, pero sobre todo, analizar, encasillar
y conocer todos y cuantos aspectos personales del trabajador
puedan incidir en la marcha del trabajo. En esta Agencia de
Trabajo, era donde se gestionaban todos los asuntos del personal
confeccionando para ello unos expedientes personales muy
singulares. Se trata de 46433 expedientes, que estn formados por
documentos metidos en sobres de 15 x 15 cm.

ANTECEDENTES DE~ '

Nomb ~-"'-''~L-~~j~fJ.~

~~E~
Cada expediente tiene ordenados los documentos segn una
clasificacin que va desde la A hasta la L, y dentro de cada letra
por nmeros arbigos. No todos tienen todas las letras, pues hay
algunas que han quedado en desuso y solo se encuentran en los
expedientes ms antiguos, y en algunos expedientes se han ido
aadiendo algunas letras ms, con motivo de la adicin de algn
asunto surgido posteriormente como la "M", que informa del
contrato de trabajo instaurado a partir de la ley de 1931.

El orden y contenido de los documentos es el siguiente:

A. Hoja de servicio. Filiacin personal y resumen del reconocimiento


mdico. Departamentos donde ha trabajado, alta, baja, aos de

109
servicio, ocupacin, jornal, carcter, conducta, causa de la baja,
firma del jefe. Es un dptico que por dentro tiene hasta 20 renglones
para los distintos cambios de departamento u ocupacin, y que a
veces se agota y tienen que usar uno nuevo para seguir anotando
los cambios.

B. Peticin de trabajo. Lugares donde ha trabajado antes, jornal


que disfrutaba, clase de trabajo, tiempo en cada ocupacin, etc.,
huella dactilar, informe mdico. Autorizacin para trabajar en un
departamento especfico, reseando tambin el jornal que recibe.
Esta hoja est firmada por el Jefe de la Agencia de Trabajo.

C. Informes para la peticin de trabajo. De nuevo la filiacin,


domicilio, ocupaciones anteriores, causa de la baja, accidentes
sufridos, sociedades benficas a que pertenece, propiedades,
familiares que tiene trabajando en las minas, observaciones,
recomendacin.

D. Transferencias. Paso de un departamento a otro, con la fecha y


observaciones.

E. Historial del operario. Departamento, relacin de los trabajos


que haya desempeado en este Departamento, fecha de la ltima
peonada, causa de la baja. Se confeccionaba una hoja por cada
departamento u ocupacin que iba teniendo el trabajador.

Posteriormente repiten la letra "E" para expresar los antecedentes


del operario para informes mensuales de altas, donde se incluyen
datos de filiacin, alta del departamento, clase de trabajo, jornal
y resultados de las pruebas laborales a que era sometido por el
cambio de trabajo o departamento, informando si eran buenos
o malos, tanto en el trabajo como en la conducta. Indicando
finalmente su admisin o no con la firma del jefe de departamento.

F. Notification of alteration in rate of wages within standard scale.


Cambios de salario al pasar de una ocupacin a otra. Salario
ac-,tual. Salario propuesto, aos de servicio en la Compaa y
en la actual ocupacin. Fecha de la ltima subida. Fecha en que
empieza la presente subida. Informe de conducta y de trabajo.
Edad. Fecha del ltimo examen. Grupo. Clase. Puntos conseguidos

11 o
en el examen. Observaciones. Firma del Jefe del Departamento y
del Director de la Compaa.

G. Declaracin de haber disfrutado las vacaciones segn la ley de


21 noviembre 1. 931. Una hoja cada ao.

H. Informaciones diversas. Desde la primera que dice no haber


trabajado nunca en la Compaa de Ro Tinto, los sitios en que
ha trabajado, etc., hasta las solicitudes de reparaciones en la
casa, o los pases para viajar en el tren, ropa de trabajo, crditos
del Economato, sanciones, etc., o sea, su relacin humana, no
estrictamente laboral, con la Compaa. Es la parte ms rica del
expediente, sobre todo en el perodo que va desde la gestin como
director general de de Mr. Browning hasta la guerra civil.

l. Reconocimientos diversos e informes mdicos para socorros.

J. Declaracin ante testigos al ser colocado, de dos mdicos


que lo han reconocido, y le encuentran, o no, tal enfermedad,
generalmente anillos dilatados, o sea, propensin a la hernia, pero
tambin anquilostomiasis.

K. Accidentes de trabajo. Departamento, filiacin, ocupacin,


fecha, da de la semana, hora del da, hora de trabajo, fecha de la
ltima peonada, carcter de la herida, lugar del accidente, testigos,
causas (con detalles), encargado, accidentes durante los ltimos
12 meses, jornal ntegro, firma del Jefe del Departamento.

L. Permisos para habitar en casa de la Compaa como husped.

A su vez, estos expedientes personales, estaban clasificados


en numerosos grupos como, B1 a (Jubilados), B1 b (Servicio
Militar), B1 e (Bajas Provisionales), B2a (Socorros especiales para
marcharse), B2b (Indemnizados), B2c (Fallecidos), Jornales Fijos,
Mujeres Baja, Mujeres Alpargatera, Aprendices, Hombres Huelva,
Mujeres Huelva, Viudas, minas de San Miguel y La Ratera, Zumajo,
Rechazados hombres, Rechazados mujeres, y Listeros. Algunos de
los expedientes atienden a varias de estas clasificaciones.

111
Sin duda los documentos clasificados con la letra H son los ms
interesantes desde el punto de vista socio-poltico, ya que revelan
datos de carcter no estrictamente laboral como afiliaciones
sindicales y polticas y aspectos ms humanos del trabajador,
y sobre todo es donde se incluan los informes de control a que
eran sometidos por el servicio de guardera que tena instaurado la
Compaa.

Desde ella se gestionaba, como hemos apuntado, de forma


sistemtica todo lo referente a los asuntos laborales, salarios,
permisos, categoras, accidentes, filiacin, economato, casas,
seguros etc.; pero tambin otros muchos aspectos no laborales
como vida familiar, social, poltica, compras, amigos, visitas,
etc.

La Agencia de Trabajo fue creada en 1913, probablemente como


consecuencia de la huelga de Julio de ese mismo ao, que
desemboc en la huelga general desarrollada desde el 16 de
octubre al 18 de noviembre, pero no abri sus puertas hasta el
15 de Abril de 19144, primero en un edificio del Alto de la Mesa
y posteriormentas, en un edificio construido conjuntamente con el
Hospital Minero de El Valle&, entre los aos 1924 y 1927.

El director general que la cre fue W. J. Brwoning para centralizar


burocrticamente todos los asuntos relativos a la contratacin y a

4 Archivo de la Fundacin Rio Tinto (en adelante AFRl) Lag. 1857


5
Inventario de casas de 1950.libro 1992. AFRT
6 lbidem. Con un coste total de 779.743,70 pesetas (23.720 ~-

112
la gestin del personal, como medida de proteccin empresarial
contra la incipiente organizacin obrera que se estaba dando a
travs del sindicalismo minero.

La Agencia de Trabajo surge como implantacin del control


burocrtico que en estos momentos venan imponiendo casi
todas las empresas monopolistas para controlar sistemticamente
a todo el personal con documentos y fichas individualizadas,
abandonando el sistema contratacin por el jefe contratista a pie
de tajo, que era la primera poltica de contratacin por parte de
la empresa. A partir de 1913 los trabajadores contratados sern
perfectamente estudiados, analizados y encasillados antes de su
incorporacin a la plantilla de la Compaa. 1

3. CARACTERSTICAS DEL MERCADO DE TRABAJO


DE LARTCL

Pero qu clase de trabajador buscaba la compaa?, qu


aspectos controla para su seleccin, con la informacin obtenida a
travs de sus expedientes personales? por qu organiza de esta
forma sus recursos humanos?

Segn Arenas Posadas, citando a Osterman, "la gnesis de los


mercados internos de trabajo suele atribuirse a normas burocrticas
dictadas por las propias empresas para conseguir fijar, jerarquizar,
disciplinar o consensuar una determinada estrategia empresarial
con /os trabajadores" 7

Algunas de las circunstancias que condicionaron la formacin de


este mercado interno de trabajo fueron las siguientesa:

Endogamia laboral. (Datos familiares. Incluso se efecta una


pregunta en este sentido directamente). La compaa cree que
los lazos familiares influyen directamente en el comportamiento

7
Arenas Posadas, 2000,128-143.
8 Antes de 1913, Arenas lo llama "internalizacin espontnea" para pasar
a denominarse a partir de entonces "internalizacin burocrtica". (Arenas
Posadas, 2000, 128-143).

11 3
de los trabajadores, por lo que establecen para la contratacin
prioridades en las relaciones de parentesco. Adems, cuantos
ms miembros de una familia trabaje mayor ser el salario
obtenido entre todos y mejor ser la calidad de vida, y por lo
tanto menos contestatarios9

Evolucin hacia un origen autctono de los trabajadores. (Datos


de procedencia). Que ayuda a establecer unos mercados de
trabajos estables, donde la predecibilidad de la oferta y la
demanda eran ms fciles. Tambin es ms viable retener y
hacer ms maleable la voluntad de los trabajadores autctonos
que a los recin llegados de otros lugares, desestructurados y
no apegados a la tierra10

Plantillas ms jvenes, sanas y reducidas. Hemos encontrado


incluso informes con divisiones en letras (A, B y C) de los
trabajadores atendiendo a la fuerza de trabajo y las condiciones
fsicas. A la compaa le interesaban obreros fuertes y sanos
sobre todo en los departamentos de extraccin directa del
mineral. Controlan en su ingreso si el obrero tiene los anillos
inguinales dilatados para prevenir una posible hernia. Para
ello controla los accidentes y las enfermedades que padece el
obrero en los apartados "K" e "1" de los expedientes personales.
Incluso la Agencia de Trabajo, curiosamente siempre va a estar
ubicada aliado del hospital para hacer ms rpido y eficientes
los reconocimientos mdicos.

El personal ms dbil y de mayor edad fue desechado por


la Compaa a partir sobre todo de 1920, cuando se ejecuta
intencionadamente un programa de reduccin de trabajadores,,. El
que qued se fue empleado en servicios auxiliares que requeran
menos esfuerzos fsicos.

Disciplina y control. Se llevaba un control exhaustivo de las


faltas cometidas por los trabajadores y las amonestaciones

9 Para ms informacin ver Galn Garca, A. en "Estrategia familiar... "


10 Segn Gil Varn la primera oleada de trabajadores que llega a Rio Tinto
proceden del resto de Andaluca, Extremadura, noroeste espaol, sobre todo
de Zamora y Orense y del Algarve portugus.
11 Prez Lpez, 1997, 91-125.

114
y sanciones sufridas por stos, teniendo muy presente la
periodicidad de stas. Fundamentalmente en cuanto al
comportamiento laboral se refiere, anotadas tambin en el
apartado "H".

Lazos de fidelidad a la compaa. En el apartado H de sus


expedientes la compaa analiza un sin fin de aspectos
destacando el control poltico y social a que era sometido
el trabajador. (Sociedades a la que pertenece, afiliacin
al sindicato, grupo poltico, actividades polticas locales,
participacin en las huelgas, etc.).

En definitiva busca obreros fieles que incluso van a ser


recompensados con numerosos gestos por parte de la compaa
(cesin de huertos, mejores puestos intermedios, gratificaciones
salariales, etc.)

Las actividades sindicales y polticas eran marcados y agrupados


por la propia compaa en los expedientes con una clave
denominada B2a (socorros especiales para marcharse), que no
es otro cosa que la "condena" de estos trabajadores a la prdida
de su trabajo, pero no slo como medida eventual, sino que en el
futuro, el mercado laboral en las minas de Rio Tinto estara vetado
para estos hombres permanentemente.

Durante los 82 aos de dominacin britnica engrosaron la clave


B2a, 3604 trabajadores12 , que si bien es verdad que algunos pierden
su derecho de acceso al mercado de trabajo por causas ajenas al
movimiento social, nos da una idea de la conflictividad laboral que
se vivi en esta comarca.

Antigedad y capacitacin. La compaa estableci un sistema


de formacin entre los trabajadores. Los aprendices entraban
en la compaa con la categora de "nio", que duraba hasta
los 21 aos, stos iban adquiriendo la experiencia aliado de los
trabajadores ya experimentados. Adems instaur un sistema
de primas segn la rentabilidad y eficacia en el trabajo, que iba
premiando con el tiempo la adquisicin de la capacitacin.

12
Estadfsticas elaboradas en el AFRT.

115
Control de la distribucin geogrfica de los trabajadores.
Incluso estos aspectos que pudieran ser ms superficiales
fueron controlados por la Compaia. Efecta numerosas
listas de obreros clasificados por pueblos, que despus sirven
para seleccionar despidos. Entre 1918 y 1921, Nerva sufre
una reduccin de sus trabajadores en la minas del 41 ,3% 13
Debido a que estaba ms alejado del centro administrativo de
la Compafa, situado en el pueblo de Rfo Tinto, fue lugar de
preferencia para los asentamientos de la clase trabajadora y, al
mismo tiempo, para la mejor propagacin del sindicalismo.

As pues a travs de la
comprensin del significado
laboral y social de estos
expedientes podemos ilustrar
perfectamente el sentido de
las relaciones de poder en la
zona y el papel que stas han
tenido en la configuracin de
una cultura minera especffica.

La antigua Agencia de
contratacin que se erigi en
su da como autntico centro
de la actividad laboral y del
sistema de control que sobre
los trabajadores en particular,
y sobre el conjunto de la
sociedad comarcal en general, instaur la RTCL, centralizaba los
expedientes de todos los trabajadores y encauzaba asimismo toda
la informacin que sobre los mismos flua desde sus guardias,
capataces y directivos por las densas redes que tenan distribuidas
en toda la comarca, teniendo como vrtice a la propia Agencia.

Aunque si bien es verdad, que este sistema de vigilancia lo tiene


instaurado mucho antes de la creacin de la Agencia, sobre todo
desde la llegada de Browning, como podemos comprobar en los
escritos periodsticos de CigesAparicio14, cuando este se dirige alas

13 lbidem.
14 Navarro, 2003, 73-74}. Publicado en El Mundo 816081908.

116
minas con motivo de los hundimientos de Riotinto Pueblo de 1908,
annimamente es advertido que si descubren que es periodista la
compaa lo expulsara al momento. Y cuando pregunta que si algn
amigo suyo podra infonnarle, ste le contesta, " ... Son muchos los
que protestan pero me fo de muy pocos. N siquiera stos tienen
confianza en sus compaeros. Si le recomendase algunos de los
buenos, no escapara a la mirada de /os espas, ca/clanse en cuatro
mil o cinco millos que la Compaa estimula, y como ms o menos
pronto se ha de saber que es usted periodista, el duro Virgi/io que
le sirviese de gua en aquel infierno, sera perseguido, l y toda su
familia".

4.0TRAS SERIES DOCUMENTALES PARA EL CONTROL


BUROCRTICO

Igual de importantes que los expedientes de personal, para el


establecimiento de un sistema de control que la compaa llevaba a
cabo a travs de los documentos generados, son los denominados
por Gil Varn "legajos antiguos del stano" 15, que tambin fueron
generados por la Agencia de Trabajo, o recogidos por la red de
vigilancia de sta, como en el caso de los pasquines de huelga,
como medida de control para con los trabajadores. Se trata de
documentos de temtica muy variada pero casi toda referida al
personal o de asuntos relacionados con la competencia de gestin
del propio departamento, generada fundamentalmente a partir de
1914 como consecuencia de la creacin de la Oficina de Registro
de Personal.

Estos legajos tenan en su mayora un ndice de descripcin del


contenido con los siguientes ttulos:

Legajo 1805. Nmero de obreros trabajando. 1914-1932. GV-1.


Legajo 1806. Nmero de obreros trabajando. 1932-1971. GV-1.

15Lus Gil Varn. "Ro Tinto. Papeles socioeconmicos de una gran mina
andaluza en Rgimen Colonial. (Catlogo de legajos antiguos de la Oficina
de Registro}". Universidad de Sevilla. 1984. En un principio slo conocamos
estos legajos por el mencionado catlogo, ya que haban desaparecido,
posteriormente han sido reintegrados al Archivo casi en su totalidad.

11 7
Legajo 1807. Clasificacin de ocupaciones y jornales. 1914-1940.
GV-2.
Legajo 1808. Informes y Circulares sobre horas de trabajo y das
festivo. 1914-1954.GV-3.
Legajo 1809. Prensa. 1911 =1956. GV-4.
Legajo 181 O. Contratos de trabajo y permiso remunerado.
1928=1956. GV-6.
Legajo 1811. Correspondencia con autoridades. 1917-1944. GV-7.
Legajo 1812. Correspondencia con autoridades. (Continuacin).
1945-1958. GV-7.
Legajo 1813. Salarios y jornales fijos. 1914-1936. GV-8.
Legajo 1814. Church and Schools. 1915-1957. GV-9.
Legajo 1815. Informacin sobre jornales y precios de comestibles,
etc. en Riotinto y otras minas. GV.1 O.
Legajo 1816. Informe reservado sobre obreros. GV-11.
Legajo 1817. Gratificaciones.1914-1971. GV-12.
Legajo 1818. Conferencias, Correspondencia, etc. relacionado con
las huelgas. 1913-1921. GV-13.
Legajo 1819. Estado de jornales, ganancias y trminos medios.
1914-1940. GV-14.
Legajo 1820. Estado de jornales, ganancias y trminos medios.
1925-1945. (Continuacin). GV-14.
Legajo 1821. Reglas de accidentes. 1912-1942. GV-15.
Legajo 1822. Sub-comit de asuntos de labor. 1919-1925. GV-16.
Legajo 1823. Pedidos. 1914-1950. GV-17.
Legajo 1824. Aprendices. 1915-1954. GV-18.
Legajo 1825. Estados de la revisin fsica. 1918-1920. GV-19.
Legajo 1826. Casas. Houses and lands. 1914-1959. GV-20.
Legajo 1827. Staff ingls. 1912-1950. GV-21.
Legajo 1828. Solicitudes de empleo de ingleses. 1913-1931. GV-
22.
Legajo 1829. Departamento Mdico. 1913=1947. GV-23.
Legajo 1830. Limpiadoras. 1914=1947. GV-24.
Legajo 1831. Campo de Golf. Filn Norte y Huertos. GV-25.
Legajo 1832. Criadas de Bella Vista YVistaAiegre.1915. GV-26.
Legajo 1833. Pioneros. 1916-1921. GV-27. DIGITALIZADO.
Legajo 1834. Materiales. 1914=1933. GV-28. DIGITALIZADO.
Legajo 1835. Libreta de consumos. 1917-1920. GV-29.
Legajo 1836. Trabajo en Francia. 1918-1947. GV-30.
Legajo 1837. Permanent and mixed committee. 1917-1927. GV-31.

118
~ 183& Hcjlle de tMitga. 1913-1934. O\,L32,
U9ljo 1113&. ~~- 1V12-1931. ~
._....,1840.~ 1!i1211-11140. ~-
......., 1841. '"--1111 do! la Aelll'lda dol T.-o. 1814-11111!0. 0\1-
36..
lllgllljo 1842. C<lrni* PatlaioA. 1828-1Gae.. 0\1-38.
1eMc> 1&43.AIIIraoe - - 1a.1964. CN-37.
LeDelo 1844. Slnllcalo Cel<llco. 192a. GV-38.
Legejo 1845. ~- 18S0-1938. a\<-39.
l.egajC> 1&48.Aaurtoe \W1oa 1913-19&7. GV-40.
llllllfc> 1847. ~ 1909=1937. ~1.
l..egejo 1848. Ellcuela de~lllllee de Mn.. 181~1980, GV-12,
~ 1849.AIIurtoe Vllioe. 111821970, GV-eln.

.h. . .
~ 18150. Allurtoe Vllioe. 1112719156.
l..egejo 188$. CQ11f111enola, -poondllllolll. ~ 0011

.1\joj puM .... - lllgljae


- .X.:..- dio
11\wM ~ pero CUl
11'1 INli'Cado COI'W aoctlll.
ccmo lnlonnaG d& toa dlllbca
dredCIIIS d& llllt CCfi'CIII'!Iaa
lrinema 'PI opelll.l8l en tu
orina eolwel COII'f)Oitllmle
y actttua de toa obtetoe.
~~>~mee y ccneapondencls
de Ice ueollsmoa ollcilaiOMS
oomo 411 nettt:utr> de Rltotruu
Saolai"''. _,un_,.. dol
..... hlllme> ....... lilll'n..S
pclllcot, ~ "" la
~ a ncrtlclM paNcedu
en loe dlarlae da 111 Pf'(Mlcl a, la
CGfl8ljlC)I'Idencla cp lllillf:INO

y--
lllll!racciOndela.t-enEepallaconeiCcnaejodeActnHmlcl6n
en IJ>ncha ycon tu IIIJtollcladealaceleey ee alllit. ,...._de
llf'8llllll,loofclo iiiiCicln y lllltlt.lfallcu de cettcter lllllorlil, deloe aallnt
edlnciOn eoclillea-..toa.

119
Y en el desarrollo de su actividad represora de control de las
libertades obreras recogieron, publicaciones obreras, diarios de
huelga, pasquines y propaganda radical, informaciones emitidas
por la Compaa, actas de asambleas y mtines, etc.

A travs de la gestin de la informacin la Compaa desarroll


unas slidas estructuras de dominacin, valindose adems de
la propaganda en prensa, y sus recursos jurdicos para mermar la
capacidad de resistencia de los trabajadores organizados en torno
al sindicato como veremos despus.

La huelgas van a ser consecuencia, adems de por la precarias


condiciones sociales y laborales en que se encontraban los
mineros, por la concienciacin de algunos grupos de ellos de la
explotacin a que eran sometidos, interiorizando un sentimiento
comn de clase obrera contra la represin y dominacin del capital
extranjero.

De igual modo, gracias a otra serie documental, que hemos


denominado Fichas Tay/or, se ha puesto a la luz una informacin
vital para esclarecer el periodo tan confuso que va desde el
alzamiento militar hasta la toma de la cuenca minera por las fuerzas
nacionales, concluida el 26 de Agosto. Se trata de 1.292 fichas, de
color carmes, de unas dimensiones de 9,8 cms. de ancho y 1O, 1
cms. de alto, manuscritas en ingls, confeccionadas por Hasting
Edwin Taylor, asistente del jefe de la Agencia de Trabajo, informando
sobre los obreros desaparecidos, despus del alzamiento militar
del18 de julio. Hay dos clases de fichas en cuanto a la informacin
que facilitan. Las ms completas informan sobre el departamento
donde trabajan, del pueblo donde viven (en algunos casos
aparecen incluso la calle y el nmero), sobre la afiliacin sindical
o poltica, fecha de desaparicin o fusilamiento y observaciones
varias muy sustanciales de sus comportamientos y actitudes, as
como de las causas de su desaparicin como "dead", "shot by
troops", "condemned to death", "arrested". En las otras tan solo la
palabra "desaparecido" que algunas veces puede ser sinnimo de
fusilados. Algunos nombres se repiten en las dos modalidades. Hay
otro tipo de bajas de personal que en las fichas aparecen con tinta
roja, son unas abreviaturas que an no hemos podido determinar
que significan, "Emp. Sind".

120
En una primera aproximacin a estas fichas se puede determinar
que la mayora corresponden a trabajadores de ideologas
izquierdistas o "socialistas", que tuvieron alguna relevancia en el
sindicalismo minero (CNT, UGT.) y que muchos de ellos ya fueron
detenidos en los acontecimientos de la huelga revolucionaria de
Octubre de 1934.

Pero The Rio Tinto Company adems de la documentacin social


que hemos visto, gener una documentacin de carcter contable
para poder predecir la situacin en cada momento de los mercados
financieros y en su caso ejecutar una poltica econmica u otra.
Una de las series documentales que les permita una correcta
toma de decisin fue los Report & Accounts, emitidas ya desde
1873 anualmente, que van a variar en cuanto a su composicin
documental segn la fecha. Los primeros aos tan slo incluyen el
informe de los directores y una cuenta general de ingresos y gastos,
pero posteriormente va a ir incrementando con otos informes,
como el ya citado de los directores pero ms completos, adems
de las cuentas generales, el estado de la propiedad, produccin,
ferrocarriles y puerto, visita de los directores, instrucciones del
consejo, etc.

Los temas tratados en estos informes irn cambiando y ampliando


su informacin paulatinamente. Incluirn tambin estadsticas
acumuladas de las produccin de cobre y pirita, hojas de balance
a modo de cuenta de resultados y ganancias, y en algunos aos
las actas de la Junta de Accionistas, todo ello auditado por la firma
Turquand Young & Company, convirtindose asr en pionera de las
prcticas contables.

121
Para Avils16 el anlisis de estos Report & Accounts y su
comparativa con los desarrollos normativos britnicos permiten
concluir que The Ro Tinto Company Ltd. elabora una contabilidad
financiera avanzada, sometiendo a auditoria e inspeccin financiera
sus Cuentas Anuales desde 1873; elaboran un Balance y una
Cuenta de Prdidas y Ganancias desde 1877; y realizan estudios
comparativos con el ao anterior desde 1936, consolidando sus
cuentas desde 1948.

Y adems se adelanta en gran parte de los casos a las disposiciones


legales obligatorias, generando una documentacin contable
indita para la poca, aplicando las recomendaciones emitidas,
primero, por el lnstitute of Accountant in London y, desde 1880,
por ellnstitute of Chartered Accountant in England and Wales.

Otra serie importante generada en Londres son los Informes de la


Asamblea del Consejo y la Junta General de Accionistas que se
efectuaban con motivo de las visitas anuales de una Comisin del
Consejo de Administracin, instituidas por el propio Hugo Matheson
desde la constitucin de la compaa en 1873. Incluye los informes
de direccin, informes de ingenieros que visitan las minas y las
instrucciones anuales que el Consejo de Administracin daba para
la gestin en las minas.

Esta documentacin contiene, adems las siguientes series:


Reports by Board, Deputations and special Visits. (1873-1953),
General Meetings of Shareholders. (1873-1953) y Book of reports.
(1873-1920).

A partir de 1897 se le unieron a estos informes de direccin los


"Cost Statements", serie que perdura despus de las venta de
las minas en 1954 hasta 1963 (Libros MRT 560-824). Llamados
popularmente como los libros negros atendiendo al color de su
encuadernacin, nos dan una informacin valiossima. A saber,
desde el mineral producido por departamentos, estril removido,
etc. como sus costes, as como los costes de todos los servicios
necesarios para la explotacin minera.

16 Avils Palacios. (2006). Tesis doctoral. Indita.

122
Segn Avils esta informacin de costes que elabora RTCL, a
pesar de que los precios de venta estn fijados por mercados
internacionales, permiten conocer algunos datos para establecer
estrategias ptimas, tanto de extraccin como de beneficio de
mineral. As pues, la compaa respondera a las preguntas Qu
producir?, Cundo producir? y Cmo producir? atendiendo a
las condiciones de mercado, de forma que pudiera rentabilidad el
beneficio segn un proyecto de viabilidad empresarial trazado y
definido a largo plazo.

Estos estados de costes, o Cost Statement estn impresos y


la moneda con la que estn expresados es en reales de velln
hasta 1926 cuando empiezan a expresarse en pesetas. Adems
realizan anlisis comparativos, bien con cuantas autorizadas, bien
con ejercicios anteriores. El proceso de acumulacin de costes
se realiza aplicando un modelo anglosajn por departamentos,
en el que se distingue claramente entre los costes mineros o de
extraccin y costes metalrgicos o de produccin de los distintos
outputs, y los costes del perodo. stos ltimos se desglosan en los
Estados de Costes, si bien se incluyen en la Cuenta de Prdidas y
Ganancias en rbrica distinta.

Utiliza, por tanto, tcnicas que permiten el clculo del coste del
output con lo que se facilita el proceso de toma de decisiones,
gracias, en parte a la inclusin de medidas de eficiencia y actividad.
Debido a la necesidad de maximizar el beneficio empresarial,
se establece la exigencia de evaluar y controlar los procesos de
produccin administrados internamente.

5. SERIES DOCUMENTALES GENERADAS POR EL


ELEMENTO OBRERO

Por su parte y en contraposicin, los obreros empezarn a


asociarse en torno a los sindicatos, como medida de defensa
de sus intereses laborales, que les llevar tambin a generar
documentos como instrumentos de comunicacin y difusin de
sus directrices. Fundamentalmente, en cuanto a su tipologa,
sern comunicaciones internas entre las distintas secciones del
sindicato, correspondencia externa con otras instituciones, pero

123
sobre todo pasquines tipogrficos, fundamentalmente en los
periodos de huelga. Adems estas asociaciones obreras, desde
casi su creacin, editarn una multitud de publicaciones de
corte radical, como instrumento de lucha para con la compaa
y su director en estos momentos, W. Browning. Que permitirn
difundir en Andaluca y en el resto de Espaa la situacin en que
se encontraban los mineros de Ro Tinto. Esta prensa editada
en la comarca fundamentalmente por los rganos de direccin
del Sindicato (Partido socialista y UGl) y otos grupos polticos
y sindicatos (Sindicato nico, CNT, etc.), as como numerosos
periodos que empiezan a venir de fuera (El Socialista, La Libertad,
Nueva Espaa (anarquista), El pas (republicano), etc.) empezarn a
sembrar la semilla de la concienciacin poltica de la clase obrera.
Aunque los periodismos ms anti-britnicos eran ABC, que a pesar
de ser conservador es pro-alemn, El Da y El Socialista17

La Compaa, adems de los periodismo manejados por ella en la


provincia, como El Eco de Riotinto y La Provincia, tambin cont
con la ayuda de la prensa nacional como ~poca, Correspondencia
de Espaa, Diario Universal.

As pues cuando el recin creado Sindicato Minero organiza la


primera huelga dirigida desde los rganos de representacin obrera
en octubre de 1913, el medio de difusin y comunicacin de stos
va a ser a travs de los "pasquines", intitulados intencionadamente
por el comit de huelga como "diario de huelga"

Paradjicamente, estos pasquines han sido conservados hasta hoy


en la propia Agencia de Trabajo, hoy sede del Archivo Histrico,
gracias a que fueron recogidas en su momento por los "guardias",
ejerciendo su servicio de control e informacin del elemento obrero,
centralizado desde esta oficina por el director de la empresa.

Tambin se han conservado numerosos pasquines producidos por


agrupaciones polticas de distinta ndole, y numerosos grupos y
personajes variopintos, a favor y en contra de las acciones llevadas
a cabo por el Sindicato.

17
Informe Sir Williams Rhys. Noviembre 1920. AFRT (1 00-B-8).

124
La propia compaa, adems de los avisos y circulares oficiales,
lleg a utilizar este sistema de informacin y propaganda, tanto
finnada por ella como por sus representantes, o escondida tras
pseudnimos o con nombres de trabajadores supuestamente
independientes o con nombres de grupos peyorativos.

Este servicio de control e informacin, tena su culminacin en las


transcripciones de los mtines efectuadas por "espas" infiltrados
por la compaa en estos actos, que se daban, sobre todo en plaza
de toros de Nerva. Tambin se informaba a la Compaa desde
el representante gubernativo, que segn la ley tena que asistir a
estos actos, y desde el servicio de polica municipal establecido en
los distintos Ayuntamientos de la Cuenca Minera, que participaron
del clientelismo poltico instaurado por la Compaa.

Tanto lleg a ser el uso de este medio, que el mismo Comit de


Huelga18 , comunica a sus asociados que durante el conflicto se
llegaron a repartier medio milln de ejemplares entre circulares,
manifiestos, peridicos y diarios de huelga.

En cuanto a la prensa editada desde el sindicato, la mayora fue


creada y dirigida fundamentalmente por dos hombres, Eladio
Fernndez Egocheaga, presidente del sindicato de Riotinto y
miembro de la Escuela Societaria de Madrid, mandado a Riotinto
por el Partido Socialista para organizar a los obreros en torno a su
asociacin, y Flix Lunar Lpez, obrero llegado desde la sierra de
Aroche que paso a formar parte de los rganos de direccin del
sindicato, llegando a ser desterrado, igual que Egocheaga, por su
compromiso social.

La formacin de Egocheaga va a determinar su concepcin poltica


y social de lucha obrera. Cuando llega a Riotinto pretende instalar
un socialismo moderno, donde los sindicatos sean el ncleo
vertebrador de toda la accin obrera, con una fuerte estructura
de bases, para poder ofertar servicios como, almacenes obreros,
mdicos del sindicato, cooperativas para la produccin de alimentos
bsicos como el pan, creacin de cajas de resistencia permanentes;

18 Diario de huelga". "A todas las organizaciones obreras de Espaa y del


M

extranjero". 29-11-1913. AFRT. Leg. 1838.

125
que adems de permitirles independencia para ejecutar las huelgas,
sobre todo le permitiran eliminar el paternalismo industrial como
elemento de control burocrtico que venan ejerciendo todas las
grandes empresas monopolistas desde finales del siglo XIX.

Propugna una sociedad futura con las formas de produccin y


de consumo totalmente transformadas, donde se produzca la
expropiacin capitalista, mediante la revolucin social, apropindose
violentamente de todos los elementos de produccin, de cambio y
de transporte19

La praxis social que Eladio Fernndez Egocheaga propugna y


quiere llevar a cabo en Rotinto se puede resumir en una frase
suya sacada de uno de sus libros,"Ja fuerza es la madre de todo
derecho"20 , justificando que si la fuerza como medio de accin para
conseguir los objetivos deseados, es utilizada por el Capitalismo,
tambin puede ser utilizada por los partidos proletarios y por las
asociaciones de representacin obrera. Huye del idealismo que
ha venido caracterizando al partido socialista y defiende la accin
directa.

Esta ms cerca del socialismo corporativo ingls de principios de


siglo XX, que del socialismo moderado llevado a la prctica por la
UGT en Espaa, hasta la llegada de Francisco Largo Caballero
a la Secretara General en 1918, con tcticas de acercamiento y
unidad de accin con los anarcosindicalistas de la Confederacin
Nacional del Trabajo (CNl) y los comunistas.

En cuanto al sindicato que Egocheaga quiere crear en Riotinto,


es de corte revolucionario, el mismo llega a decir que "en el
seno de nuestro sindicato caben todos Jos sindicalistas, llmense
revolucionarios modernos o integrales". Siempre y cuando
antepongan los intereses de la organizacin obrera sobre
cualquier otro. Incluso no aceptando las injerencias doctrinales del
sindicalismo a escala nacional, como la UGT, si no coinciden con
los intereses particulares de la "organizacin minera".

19 EGOCHEAGA, 1914, 14.


2
o EGOCHEAGA, 1914, 16

126
El primer peridico en salir como rgano oficial de comunicacin
del sindicato, a parte de La Frontera que despus veremos, fue
"Accin Minera", que se nutra directamente de los fondos del
sindicato. Despus de numerosos retrasos apareca el nmero uno
el 19 de octubre de 1913, cuatro das despus del comienzo de la
huelga general, como vehculo de divulgacin de las estrategias de
huelga, as como medio de difusin de principios ideolgicos del
sindicato.

Accin Minera ser de tirada semanal, redactado en el Centro


Obrero de Nerva y dirigido por el propio Egocheaga. Ya tuvo la
intencin de editarlo en Junio de 1913, con el nombre de Accin
Ferrovaria21, pero al producirse el cambio de pertenencia del
sindicato a la Federacin Minera, tambin cambi el nombre del
peridico.

Pretenda ser de mbito provincial por lo que sera distribuido en la


Cuenca por los domicilios sociales de las distintas secciones del
Sindicato, en Valverde por el Crculo Republicano, en Huelva por
Manuel Buenaf, tambin componente de la comisin sindical y en
Tharsis y Corrales por los Centros obreros. De los dems puntos
de la provincia se encargara el administrador en Nerva, Francisco
Prez Carrasco. En su salida los ejemplares se repartan gratis entre
los asociados, despus cada nmero suelto costaba 5 cntimos
y la suscripcin mensual 25 cntimos, aunque ya en Octubre
de 1914 los precios han aumentado a 10 cntimos el ejemplar
y 40 cntimos la suscripcin, ya que nunca cubra su costo de
produccin. Segn el propio Flix Lunar su edicin fue deficitaria
y cada nmero costaba al sindicato 200 pesetas22 En este mismo
sentido se pronuncia Alonso Granado, director de "Alma Obrera" ,
llegando a decir que la publicacin de Accin Minera, es malgastar
el dinero, y que le lleva costado al Sindicato ms de 1000 pesetas23

21
"Sindicato de Riotinto. Las secciones de Nerva, Riotinto, El Campillo y
Zalamea". 5-06-1913. AFRT. Lag. 1838.
22
"A cielo abierto" Flix Lunar. Pg. 124. Se queja que Ego sustituyera su
vra Libre que dejaba suculentos beneficios por Accin Minera despus de la
huelga.
23
"A la opinin sensata" Alonso Granado. 26-08-1914. AFRT Leg. 1838.

127
Quizs por este motivo el impresor Emilio de Medio, propietario de
la tipografa Gutemberg de Nerva, se niega a seguir tirando Accin
Minera por "/a crecida suma que se me adeuda y que no pueden
negarme"24 Por su parte el sindicato alega que los motivos del
cambio de imprenta del Dr. Medio, se debe al trato de favoritismo
que ste ejerce en la redaccin de Vida Obrera.

De cualquier forma Accin Minera no pudo durar mucho tiempo en


la calle por los motivos econmicos que venimos aludiendo, por
lo que desapareci rpidamente, siendo sustituido por La Picota,
peridico que fue exclusivamente creado y redactado por Flix
Lunar, segn sus propias palabras25

Un caso especial es el peridico La Frontera, propiedad de Manuel


Navarro Martn, editado y publicado exclusivamente de sus
fondos para atacar a la Compaa, a sus empleados y jefes y a las
autoridades locales. Haba trabajado como listero en la Compaa
pero con motivo de su participacin activa en la huelga de 1888
contra las teleras, haba sido despedido. Desde entonces se
dedic intensamente a la crtica voraz contra la compaa, primero
con el Peridico "La Marsellesa" desde Huelva y despus con La
Frontera, una vez asentado en Nerva con los fondos que sacaba
de la taberna que estableci, a pesar de que estas actividades
periodsticas le costara su ingreso en la crcel de Huelva.Ya en
1911 conocemos el enfrentamiento frontal que se produce entre la
Compaa y La Frontera como consecuencia del ramal de ferrocarril
que pretende construir la compaa The Pea Copper Mines desde
las minas de Pea del Hierro hasta San Juan de Aznalfarache, una
vez que haba enlazado con el de Castillo de las Guardas, y a su
vez con el ferrocarril minero de Minas de Cala, proyecto al que
se opona la compaa de Ro Tinto26 , por ser perjudicial para sus
intereses.

La crispacin lleg a tal punto, que los alcaldes de Nerva y Riotinto,


prohibieron la venta de "La Frontera" 21 Tanto uno como otro eran

24
Suelto "Basta de Embustes" de Emilio de Medio. sin fecha. AFRT Leg. 1838
og. 251.
~5 LUNAR, 2001, 127.
26
PREZ, 2007, 291-319.
27
"Espaa Nueva" 6-03-1911.

128
empleados de la Compaa y el peridico "El Pas", tambin
hacindose eco de la prohibicin, y con el titular Qu pasa en
Huelva? se pregunta, no sin cierto sarcasmo, si en aquel pas,
refirindose a Huelva, la ley de imprenta y /as clases espaolas son
cosa muerta?, y s Obedece el alcalde rdenes de la direccin de
la mina u obra a capricho~

La Frontera era de tirada semanal y fue el que ms tiempo dur


publicndose. Al principio hizo las veces de peridico del sindicato
hasta que apareci Accin Minera, despus incluso va a ser crtico
con la gestin de Egocheaga y del Sindicato.

De la mano de Egocheaga se va a publicar el peridico ms satrico


y burlesco de cuantos aparecieron, nos referimos a "La Chinche",
editado en Sevilla, sala a la luz todos los mircoles, informando
de la Cuenca Minera pero con un tono humorstico que tuvo gran
aceptacin entre los lectores.
/liUILl~

" "~;.~~~---~-~~ Uerde


~1 ...
Nopo...-'o..&v-
~~

~""'~
o&1tdkoa-To.Mt.
r... t-....~r,_..,v...k.
lwflt.oolr.o*cd.E.!V~
~r-u~ ~lc~

d ~T'"!'""""~
Mol.......... tifti'IIK<irt
hoCJtKWOt.diD.tlr<t..do
,~.,.w..
......... ~Lop...:Jfl

r-,..._...,.,.._
.....JI,ooopor..,.,."""'oc:a
)'~'pn>pII&O.:ucft
~.... fi..ao y - ' o 8~-

!l.bwiiii!Ytwt~--

'""" .......... "' ...


qwo quluolu .................
PM..:~ d kolli
-

Sin renunciar a la lucha contra la compaa y a las cuestiones de


la actualidad, se estructur en columnas con frases ingeniosas,
apodos y pseudnimos que requeran la atencin constante del

2s "El Pas". 13-02-1911.

129
lector, donde el director y jefes de la compaa y las autoridades
eran constantemente objeto de burla. A Browning se le apodaba
"Pistola", al jefe del departamento mdico "Manguara", al alcalde
de Nerva "Troncho Verde", y un sin fin de motes ms que no hemos
podido determinar a quienes se refieren.

Segn Baena29 , estas publicaciones radicales, editadas por los


propios mineros, desvela una nueva dimensin de la prensa,
que es capaz de propiciar la alfabetizacin, la concienciacin
y el desarrollo de la clase obrera; un triple hito que es abordado
sin menospreciar la relevancia que adquirieron otras formas
alternativas de comunicacin, surgidas de las catacumbas obreras,
tales como las hojas sueltas, los diarios de huelga o las asambleas
multitudinarias.

As pues los peridicos obreros, fueron un instrumento de captacin


y movilizacin de los sectores populares, de la opinin pblica en la
cuenca minera de Riotinto, donde el periodismo era un fenmeno
incipiente en la dcada de 191 Oy, en consecuencia, an no se haba
implantado la prensa burguesa. Que es lo mismo que decir que se
trat de un modelo de comunicacin que iba a contracorriente,
sometido a la censura y a la vigilancia de la Compaa, pero que
tuvo una influencia y una penetracin social considerables, una
gran aceptacin de pblico.

8. CONCLUSIONES

En resumen, la RTCL se constituye en 1873 e instaura un sistema


de explotacin de enclave minero, con el objetivo de obtener
rendimientos a travs del beneficio de los minerales metlicos
del yacimiento onubense, mediante la venta directa de stos o el
tratamiento de los mismos a fin de producir cido sulfrico, cobre
metlico, sulfatos y superfosfatos, adems de metales preciosos
como el oro y la plata.

Para ello establece una triple estrategia, adems del control del
mercado de trabajo para predecir la oferta y la demanda de empleo;

29
BAENA, TESIS DOCTORAL, 2008.

130
la explotacin a gran escala de las minas, con la introduccin del
sistema de cortas, el desarrollo y aumento de la capacidad de
transporte con la construccin del ferrocarril y el establecimiento
de un control financiero con unas redes comerciales perfectamente
estructuradas desde la oficina central en Londres.

Tuvo una plantilla mxima entorno a las 15.000 personas e


implanta en Ro Tinto un modelo victoriano de explotacin colonial,
caracterizada por la falta de permeabilidad entre la poblacin
britnica y comarcal, as como por su estratificacin. Y sin tener
para nada en cuenta lo costes sociales que este sistema tena
para la poblacin minera. Como consecuencia de estos mtodos
de trabajo coercitivos y la implantacin de un mercado laboral
controlado burocrticamente, con intermediarios entre los ingleses
y la masa de trabajadores, los contratistas, acuciado con la llegada
de Fielding y Browning a partir de 1908, hicieron que hubiera poco
margen para las mejoras sociales por lo que se va a producir a partir
de 1913, con la llegada de nuevas corrientes ideolgicas de tintes
marxistas, la lucha obrera desde los rganos de representacin
obrera, con la creacin del sindicato y la irrupcin del partido
socialista en la provincia de Huelva.

Comienza as, una crisis de los mercados internacionales del cobre


y materias primas, agravado con la gran guerra, supondr para Ro
Tinto la prdida de algunos de sus mercados tradicionales como
Alemania, que junto a la dificultad de acceso al mercado americano,
obligarn a reducir la produccin para proteger sus precios.

Despus de la guerra se endurecern tanto los mercados


continentales como el americano, por lo que la compaa intensificar
el control de gastos de produccin, para ello establecer el programa
denominado "ECONOMrA Y EFICICIENCIA", creando el "Comit
general de Economa" y los "subcomits de Trabajo y materiales",
que como no poda ser de otra manera influye directamente de
nuevo en la reducciones de plantilla, por lo que el elemento obrero
se ver avocado a la convocatoria de nuevas huelgas.

Con respecto a los documentos que custodia el Archivo de FRT,


son una referencia obligada para conocer el desarrollo histrico
de la minera del cobre espaola en los siglos XIX y XX, como

131
un sector clave en el proceso de desarrollo industrial espaol. Y
adems de los estudios tradicionales de historia econmica que se
desprenden de l, se puede plantear estudios sociales acerca de las
condiciones laborales, relaciones de poder, formas de produccin,
sociabilidad obrera, manifestaciones ideolgicas y polticas de los
obreros, asentamientos geogrficos, distribucin de la poblacin,
urbanismo, etc.

No se trata pues de series donde solamente se revelan aspectos de


carcter administrativo, sino que transmiten en todo su conjunto la
cultura material de una sociedad vinculada desde sus orgenes a
la minera.

132
un
i55
A

''Una ciudad envuelta


en una nube de
polvo'': los ingleses y
la contaminacin en
Huelva en la primera
mitad del siglo XX
Juan Diego Prez Cebada,
Universidad de Huelva.
cebada@uhu.es
1. INTRODUCCIN

En uno de los expedientes que se han utilizado para la preparacin


de este trabajo, se utilizaba la expresin "una ciudad envuelta en
una nube de polvo" para describir la situacin de Huelva cuando se
proceda a la descarga de los minerales en los muelles de la ciudad.
Un episodio desconocido de su historia que pone en evidencia las
contradicciones del proceso de crecimiento econmico acelerado
que experimenta la ciudad desde finales del siglo XIX. Como es
sabido, el relanzamiento econmico de la ciudad desde finales del
siglo XIX estuvo estrechamente relacionado con el boom minero y
con la construccin de las instalaciones portuarias\ Los histricos
yacimientos mineros de la provincia, y muy especialmente Riotinto
y Tharsis, atrajeron al capital internacional, sobre todo ingls. El
centro portuario se convirti en una dinmica urbe industrial, a la
que acudan empresarios de media Europa. La gran expansin
de las actividades mineras tuvo, sin embargo, un lado negativo al
que no han prestado inters los especialistas: los altos niveles de
contaminacin que tuvieron que soportar los habitantes de esa
ciudad y que dieron lugar a protestas y a pioneras medidas legales
en este mbito.

Un problema de contaminacin local que debe abordarse desde


una perspectiva ms amplia, internacional y nacional. En efecto, hay
que tener presente que la explotacin de los yacimientos onubenses
debe en marcarse en un proceso de internacionalizacin del sector
minero impulsado por las necesidades de recursos estratgicos de
la economa inglesa en los decenios finales del siglo XIX. Gracias a
su amplia red comercial, Gran Bretaa importar materias primas
estratgicas, como cobre y otros minerales, y exportar, adems de
bienes y servicios, contaminacin al resto del mundo. En el primer
epgrafe se aborda ese problema y la larga experiencia acumulada
por ese pas en este campo.

En esa red mundial, la cuenca minera asume el papel de centro de


abastecimiento de minerales, a la vez que experimenta un proceso

1
la histrica relacin entre el Puerto de Huelva y las actividades extractivas
ha sido destacado por una buena parte de las investigaciones sobre historia
minera de la provincia. Un resumen actualizado es el de Febrero (1999).

134
de degradacin medioambiental a gran escala2 En una segunda
e inmediata fase, la contaminacin se extiende al exterior de la
cuenca, a la propia capital de provincia, convertida inicialmente
gracias al boom minero en un importante centro distribuidor, de
ah la importancia que adquieren las infraestructuras de transporte
(ferroviarias y portuarias especialmente) que entonces se construyen.
La proximidad de la cuenca y la red de transportes favorecen, a
su vez, la aparicin de una serie de industrias del ramo minero-
metalrgico o de sectores complementarios como el qumico. La
expansin de esas industrias y un desordenado crecimiento urbano
dan lugar a diversos problemas de contaminacin desde finales
del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. En realidad, las nubes de
polvos mineros originados en los trabajos de descarga en el Puerto
es una de las formas de contaminacin atmosfrica que sufre
esta ciudad durante la primera mitad del siglo XX. Humos, gases
txicos, partculas en suspensin, malos olores y ruidos formaban
parte de la vida de los onubenses de la poca. Antes de profundizar
en esos conflictos y en su relacin con la colonia britnica, en el
tercer epgrafe, conviene tener presente que la actuacin de las
autoridades locales va a estar mediatizada por el marco legal sobre
esta cuestin. Un problema de difcil solucin compartido con otras
ciudades espaolas desde el siglo XIX y que va a enfrentar a un
estado reacio a intervenir con las autoridades locales. La evolucin
de las legislaciones en materia higinico-sanitaria y la controversia
sobre las atribuciones de los ayuntamientos en esta cuestin sern
el objeto del segundo epgrafe.

2. CONTAMINACIN LOCAL, CONTAMINACIN GLOBAL:


EL CASO INGLS

Los primeros y ms acusados procesos de contaminacin tuvieron


lugar en Gran Bretaa, cuna de la Revolucin Industrial. Fue en
ese pas en donde por primera vez se combin un prodigioso
crecimiento econmico desde el siglo XVIII con un fuerte proceso

2 En otros trabajos se ha estudiado la evolucin de los episodios de


contaminacin en la comarca minera, relacionada con las grandes
compaas mineras como Rio-Tinto Company (PEREZ "Conflictividad social y
contaminacin atmosfrica ... ; "Historia de la contaminacin minera ... pp. 385-
387).

135
de degradacin del medio. Un proceso que se agudiz con el
tiempo pues, paradjicamente, se considera que el periodo ms
brillante de la historia econmica de Gran Bretaa (entre 1850 y
1880) es, desde el punto de vista de la utilizacin de los recursos
y de la energa, probablemente el ms ineficiente de la historia
mundial3 La intensidad energtica (consumo de energa en relacin
al PIB) se asoci en las dcadas finales del siglo XIX a los cambios
tecnolgicos, energticos y de organizacin que trajo consigo la
Segunda Revolucin Industrial y van a dar lugar en ese pas a los
peores ndices de contaminacin atmosfrica.

Por otro lado, la contaminacin es esencialmente un fenmeno


urbanas: es en las grandes ciudades inglesas en donde las
ms diversas formas de contaminacin se ponen en evidencia,
especialmente desde finales de siglo6 , y tambin donde se toman
las primeras medidas para reducir sus efectos7 Es tambin
en el marco urbano donde surgen las primeras protestas y se
forman organizaciones de ciudadanos crticos con el desarrollo
industrial y defensores de los valores naturales que, a finales de
siglo, entroncaran con las ligas antihumos de muchas ciudades
britnicas8

3 MCNEILL 2003, p. 379.


4 CLAPP 1994, p. 14; LUCKIN 2002, p. 220.
5 La polucin y la salud, y sus estrechas relaciones con el desarrollo urbano y
la construccin de infraestructuras, fueron las lneas de investigacin bsicas
sobre las que trabaj el gran especialista americano J. Tarr y que tanto han
contribuido a identificar un nuevo campo de estudios desde los aos noventa,
la historia medioambiental urbana (MELOSI1996, p. xxiiQ. Para Tarr la polucin
urbana debe ser entendida como el "producto de la interaccin entre tecnologa,
conocimiento cientfico, cultura y valores humanos, y el medio ambiente",
elementos a los que habra que aadir las polfticas medioambientales y
las tecnologas de control (TARR 1996, p. 7). En Europa su desarrollo fue
algo ms tardo y muy centrado, significativamente, en las investigaciones
sobre polucin. Vid., por ejemplo, BERNHARDT-MASSARD-GUILBAUD
2002, BERNHARDT 2004, SCHOTT-LUCKIN-MASSARD-GUILBAUD 2005,
MASARD-GUILBAUD 2007.
6 En conexin con las redes urbanas ("urban networks'1 que se organizan en
torno al cambio de siglo y que implican complejos planes de reordenacin del
espacio urbano, la creacin de una moderna red de transportes o la puesta
en marcha de nuevos servicios pblicos como la recogida de basuras, el
abastecimiento de aguas o la instalacin de nuevas redes de alcantarillado.
Una iniciativa, basada en las nuevas tecnologas, que va a modificar de forma
radical el medio en las grandes ciudades occidentales (TARR, The Search for
the Ultimate Sink... p. xxx)
7
Algunos ayuntamientos como los de Leeds o Derby fueron pioneros en la
elaboracin de normativas sobre humos en la primera mitad del siglo XIX.

136
Aunque lgicamente son los habitantes de las ciudades las vctimas
propiciatorias de este fenmeno9 , la contaminacin trasciende el
mbito urbano. Para la ecologa industrial, la ciudad industrial tiene
su propio metabolismo pues funciona como un gran ecosistema
que importa materiales y energa y exporta, adems de bienes
y servicios, contaminacin. El espacio necesario que cubre las
necesidades de la ciudad y que recibe los residuos industriales es
la denominada "huella ecolgica"10

La huella ecolgica se hace perfectamente perceptible en los


hinterlands de las ciudades11, que se ven sometidos a una fuerte
presin por los recursos, pero tambin en otras zonas ms
alejadas. As los paisajes rurales abundantes en recursos minerales
estratgicos, como el carbn o el cobre, se van a ver profundamente
modificados. De manera que si la explotacin del carbn dio lugar
a uno de los smbolos ms significativos de la Gran Bretaa del
siglo XVIII, el "black country", las cuencas de minerales no ferrosos,
sobre todo las del cobre, se terminarn por convertir en las ms
contaminadas del pas12

Por otro lado, si la lgica del capitalismo impone la conquista


de nuevos mercados fuera de las fronteras nacionales, se asiste
a otra fase en esa expansin de la contaminacin. El carcter
global de los cambios que el gnero humano estaba provocando,
y sealadamente los efectos de las actividades mineras, ya fue
destacado por uno de los padres fundadores del ecologismo

Diversas legislaciones estatales posteriores concedieron atribuciones en esta


materia a los ayuntamientos como la "Public Health Act" (1875), la YPublic
HeaHh (Smoke Abatement) Act" (1926) o la "Local Government Act" (1929)
~GLEN 1934, p. 13; CLAPP, op. cit., pp. 32-34).
Para GUHA (2000, p. 1 0-24) se trata de la primera de las tres corrientes, a
la que l denomina "Back to the Land", que confluirn posteriormente en
el movimiento ecologista moderno. Las caractersticas de las organizaciones
de voluntarios, de clase medias y altas, que reclaman un medio ambiente
limpio, relacionan en muchos casos salud y pobreza y convierten en popular
el trmino "air pollution" en THORSHEIM (2006, pp. 80-109). Vid tambin
CLAPP, op. cit, pp. 13-41, 45-50.
9 Diversas investigaciones han puesto en evidencia que, como ya acertara a
afirmar J. K. Galbraith, la contaminacin atmosfrica no afecta igualmente a
los ricos y a los pobres (MARKHAN 1994, p. 66).
10 REES, 1992.
11
TARR, "Urban History and Environment History'' ... pp. 29-30.
12 CROUZET 1999, pp. 61-62.

137
americano, George Perkins Marsh en 186413 Como efectivamente
ocurri en el sector de minerales no ferrosos ingleses a partir de
la segunda mitad del siglo XIX, la mundializacin de los circuitos
comerciales no slo implic la transferencia de los factores, sino
tambin la internacionalizacin de los fenmenos de polucin. En
ese sentido, los britnicos tambin fueron pioneros a la hora de
"exportar" la contaminacin fuera de las fronteras. En efecto, las
necesidades de cobre de la economa inglesa llev a algunas de
sus empresas a instalarse en la cuenca minera onubense (y en
otras zonas del mundo): su llegada no slo revolucion la economa
local sino que, casi simultneamente, provoc graves problemas
de contaminacin 14

En realidad, sera faltar a la verdad afirmar que fueron los ingleses


los responsables de la "introduccin" de la contaminacin minera
en la cuenca. Al menos desde mediados del siglo XIX se asiste
a graves problemas de contaminacin atmosfrica que dan lugar
al primer "Expediente de compensacin de daos en la minera"
que se conoce en este pas15 Sin embargo, no es menos cierto
que a partir de la llegada de los ingleses a la cuenca es cuando
los fenmenos de degradacin ambiental alcanzan una escala
sin precedentes. Por otro lado, el peso econmico de la colonia
extranjera en la ciudad, sobre todo britnica, y su relacin con las
actividades minero-metalrgicas, explican su protagonismo en los
episodios de contaminacin que se van estudiar en este artculo.

3. LA LUCHA CONTRA LA CONTAMINACIN URBANA EN


ESPAA

A finales del siglo XIX la ciudad de Huelva est experimentando


un cambio radical. El pequeo ncleo agrario y pesquero se est

13 PREZ, "La internacionalitzaci deis problemas de contaminaci minera" ... p.


24.
14 La contaminacin tambin puede superar las fronteras sin necesidad de
trasladar las instalaciones fabriles. Es interesante a este respecto sealar que
las primeras investigaciones sobre lluvia cida en la segunda mitad del siglo
XX tuvieron como objeto los efectos de los humos y gases industriales que
las chimeneas britnicas habfan liberado al aire durante dos siglos sobre los
bosgues escandinavos (COWLING, 1982, pp. 111A-116A)
15 P~REZ, "Lluvia cida y desforestacin en la mina ... "

138
convirtiendo en una activa ciudad industrial. Dos problemas,
asociados en esta etapa, preocupan a las autoridades: la
organizacin urbanstica y los problemas de orden sanitario
derivados de ese crecimiento. Problemas similares dan lugar en las
grandes ciudades europeas y americanas a conflictos relacionados
con la contaminacin y a las primeras actuaciones en este
mbito, segn se adelantaba. En Espaa, las instituciones locales
tambin libran una dura batalla con el estado por la asuncin de
responsabilidades en materia higinico-sanitaria. Una lnea de
actuacin que hunde sus races en la propia tradicin municipalista
espaola16, pero tambin en la normativa francesa, especialmente
en el Decreto napolenico de 15 de octubre de 181017

En el siglo XIX se entabla un controvertido debate sobre las


atribuciones que corresponden en este campo a los ayuntamientos y
que deriva en parte de las disposiciones emanadas de la Constitucin
de Cdiz de 1812. Por una parte, se considera que la preocupacin
sanitario-ambiental en Espaa se inicia con el Decreto de 23 de
junio de 1813 (Instruccin para el gobierno econmico-poltico
de las provincias) que concede a los ayuntamientos la "polica de
salubridad y comodidad" y con el Decreto de las Cortes de 8 de
junio de 1813 (Sobre el libre establecimiento de fbricas y exercicio
de cualquier industria til) que haca depender la instalacin de
esos establecimientos de "las reglas de polica adoptadas, o que
se adopten para la salubridad de los mismos"16 Sin embargo, ese
ltimo decreto es para otros "garante de la libertad de industria"
ya que su objetivo es "remover las trabas que hasta ahora han
entorpecido el progreso de la industria", entre otras las licencias
municipales19

De hecho, en este ltimo sentido, no se encuentran normas


generales sobre los problemas higinico-sanitarios que provocan

16 JORDANO 1995, pp. 37-38


17 MASSARD-GUILBAUD "la rgulation des nuisances industrielles urbaines
p8o0-1940 ... "pp. 55-57.
6 Otros hitos legales que reforzaran el papel de las ordenanzas municipales

en esta lnea seran la Ley de Sanidad de 1855, las Reales Ordenes de 11 de


abril de 1860 y 18 de julio de 1861 y la Ley de 1 B de marzo de 1897 (JUNCEDA
2001' p. 85).
19 CABRILLO 1994, p. 598.

139
las industrias en las ciudades durante el siglo XIX, en buena parte
por la falta de voluntad intervencionista del estado. El rechazo
parlamentario a la primera y nica iniciativa en esta lnea, el Proyecto
de Ley sobre establecimientos insalubres, peligrosos e incmodos,
presentado por un grupo de congresistas catalanes en 1877, es
buena prueba de elle>2. La multiplicacin de problemas de este
tipo obliga, no obstante, a la publicacin de distintas disposiciones
especficas a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Por ejemplo,
las RR. OO. de 11 de abril y 19 de junio de 1860, que establecen
normas para garantizar que no se produzcan incendios ni malos
olores en determinadas industrias e imponen criterios de lejana
del marco urbano para las nuevas instalaciones (150 m. de zona
habitada y 50 m. de carretera o ferrocarril, para las fbricas de
yeso). Tambin la R. O. de 11 de noviembre de 1863, que advierte
de la necesidad de fijar lmites al desarrollo de las mquinas de
vapor o la de 11 de enero de 1865 que seala una distancia mnima
a la ciudad de 500 m. para los almacenes de plvora21

Por otro lado, la interpretacin proindustrialista del Decreto de 8


de junio de 1813 fue utilizada reiteradamente por el gobierno. Una
actitud que queda refrendada en la Real Orden de 16 de febrero
de 1881 y, sobre todo, en la Real Orden sobre el establecimiento
de nuevas industrias e inventos de 8 de enero de 1884. La ley
distingua las razones por las cuales un ayuntamiento (o la autoridad
provincial en su caso) poda denegar una licencia de apertura de
un establecimiento industrial (riesgo de incendio, perjuicio a la
salud pblica o prohibicin previa por una ley anterior), pero, sobre
todo, insista en que se deba aquilatar detenidamente el proyecto
desde un punto de vista econmico y facilitar en todo lo posible su
realizacin 22

Pese a todo, desde principios del siglo XX se van a extender las


competencias de los ayuntamientos relacionadas con la salud y la
higiene, con una fuerte impronta francesa. En 1904 la Instruccin

20 BOUZA 2006. Tomando a Francia como modelo, el proyecto consta de 4


tftulos y 44 artculos en los que se regula la concesin de licencia, las formas
de inspeccin y las sanciones, as como se clasifican los distintos tipos de
establecimientos sujetos a esta norma.
21 ALMU~DANO 2001, pp. 229-230.
22 CABRILLO 1994, pp. 598-600; ALMU~DANO 2001, p. 230.

140
General de Sanidad (R. D. de 12 de enero) en sus artculos 140 a
145 otorga a los ayuntamientos la capacidad de conceder licencias
a las industrias que puedan contaminar el aire o los cauces
pblicos de las ciudades. Se sealan dos categoras de acuerdo
a la peligrosidad o insalubridad de las actividades y se ordena que
las ms contaminantes se siten ms all de 500 m. del recinto
urbano. Se solicita igualmente la realizacin de un reglamento
sobre vertidos y otro sobre higiene en las fbricas. Una norma
que vendr a desarrollarse en el Reglamento de obras, bienes y
servicios municipales de 14 de julio de 1924 y en el Reglamento de
Sanidad Municipal de 9 de febrero de 1925. Todas ellas quedaran
englobadas en el Reglamento de industrias incmodas, insalubres
y peligrosas de 17 de noviembre de 1925, legislacin vigente en
Espaa hasta 1961 23

El debate sobre las competencias en esta materia, ignorado


en muchos casos por el estado, fue impulsado por las propias
autoridades locales que son las que tienen que afrontar
directamente sus consecuencias. En realidad las Ordenanzas
Municipales ya venan asumiendo responsabilidades en este
campo desde el Antiguo Rgimen. En Barcelona, por ejemplo, ya
se prohibieron las fbricas de jabn intramuros por su insalubridad
en 178424 Desde 1835 se requera licencia para la instalacin de las
mquinas de vapor y se realizaban inspecciones en las fbricas. En
el decenio siguiente se asiste en la ciudad a una intensa discusin
sobre la localizacin de las chimeneas industriales y las mquinas
de vapor y las Ordenanzas Municipales de 1856, con carcter
pionero, recogen esas preocupaciones en su redaccin. En 1867
se plantea en el ayuntamiento la aprobacin de un Reglamento
de instalaciones industriales que abordaba cuestiones de higiene,
seguridad y comodidad de los vecinos, pero tambin consideraba
la posibilidad de ordenar de forma racional el espacio urbano y
situar los establecimientos industriales en una zona especfica25

Estas cuestiones tambin se discuten en la cuenca minera


onubense desde los aos setenta a causa de los problemas

23 JUNCEDA 2001, pp. 85-87; ALMUDANO 2001, pp. 230-233.


24
MARTr 2001, p. 274.
25 BOUZA 2006.

141
de contaminacin atmosfrica y fluvial que crean las grandes
compaas mineras. Significativamente, los vecinos de la cuenca
recurren por esta causa al Decreto de las Cortes de 8 de junio
de 181328 Inicialmente su posicin se vio reforzada. En efecto, la
inmediata respuesta legal a las movilizaciones que en 1888 dieron
lugar al denominado "Ao de los tiros", el Real Decreto de Polica
Minera de de 29 de febrero de 1889, daba la razn a los pueblos
que haban comenzado su campaa antihumos prohibiendo
esas actividades en sus trminos. Sin embargo, al ao siguiente
se publicaba el Reglamento Provisional para la indemnizacin de
los daos y perjuicios causados a la agricultura por las industrias
mineras que derogaba el anterior, imponiendo el criterio del estado
sobre el del ayuntamiento en este sentido27 y, muy especialmente,
dando fin a la controversia sobre los efectos de los humos en la
salud28

En este contexto cobra especial inters la publicacin en 1894


de una ordenanza municipal en la ciudad de Huelva en la que se
introducen varios artculos relacionados con la polucin urbana, as
como la resolucin de varios casos posteriores sobre esta materia.

4. HISTORIA DE LA CONTAMINACIN URBANA EN


HUELVA

4.1. "Una inspiracin platnica imposible de realizar'': los


artculos de la Ordenanza Municipal de 1894 relativas a
contaminacin.

La necesidad de elaborar una normativa debi derivarse de la


multiplicacin de instalaciones fabriles que podan presentar

28
Al gobierno, a las autoridades, a la prensa, a los representantes del pafs y a
los municipios de la provincia de Huelva por La Sociedad de Propietarios y el
Ayuntamiento de Calaas (1886), Huelva, Imprenta de F. Bueno y J. Hernndez.
Tambin hacen referencia en este sentido al artrculo 72 de la Ley Municipal de
1877, al artfculo 219 de la Ley de Aguas de 1879, etc.
27
Las tensiones entre el gobierno central y los ayuntamientos en la segunda
mitad del siglo XIX en torno a las atribuciones en materia de sanidad en
CABRILLO (1994, p. 598).
28 "Una derogacin que significarfa en la prctica el prematuro y circunstancial

cierre de la salubridad como primer presupuesto conservacionista" (JUNCEDA


2001 , p. 78)

142
problemas al vecindario, como las qumicas. Ese es el caso de la
solicitud de licencia de la fbrica de cido sulfrico, superfosfatos
y abonos minerales por parte de los sbditos alemanes Luis Clauss
y Bruno Wetzig en 189229 El trmite administrativo se iniciaba con
el informe del arquitecto municipal, que se inclinaba en este caso
por recabar informacin ms precisa sobre la fbrica: en concreto
exiga una nueva solicitud en la que se detallase cul es la cantidad
y el tipo de los gases nocivos para la agricultura o para la salud
que podan desprenderse de sus chimeneas. Asimismo se decide
que ese escrito se enve para su estudio a la Comisin de Obras y
de Sanidad.

Cinco meses despus, los empresarios envan al ayuntamiento


de nuevo la solicitud requerida, acompaada de un plano, en la
que exponen dos ideas: en primer lugar que la zona en donde se
construir la fbrica est situada en un espacio de marismas, una
zona de "uso industrial", rodeada por otras instalaciones de estas
caractersticas propiedad de importantes empresarios de la ciudad
como Guillermo Sundheim y de empresas como la compaa
ferroviaria MZA o la Compaa Riotinto, y alejada a ms de 700
metros del casco urbano; en segundo lugar, los gases que genere
el proceso de produccin ni por su clase ni por su densidad pueden
causar dao alguno a la salud, a la agricultura o a las industrias
prximas.

El arquitecto municipal entiende que ninguna de las leyes existentes


puede aplicrsela y que por hallarse a una distancia prudencial de
la ciudad y siendo de particular inters para la ciudad el fomento de
las inversiones fabriles, opina que no hay inconveniente para que
se conceda la licencia solicitada.

La Comisin de Obras y la Junta Local de Sanidad, una vez


inspeccionada la zona y comprobado que se halla a una distancia
mayor de 500 metros de zona habitada, ofrece tambin su parecer
favorable. Son apreciadas en este sentido las explicaciones
ofrecidas por los empresarios sobre el proceso de produccin

29 Archivo Municipal de Huelva, Leg. 897, "Expediente incoado a instancia


de D. Luis Clauss y D. Bruno Wetzig sobre construccin de una fbrica de
productos qurmicos".

143
de los abonos naturales, a partir de la trituracin y desecacin
de huesos y con un uso limitado de cido sulfrico, que parecen
garantizar la inocuidad de esa actividad. Por todo ello, y siempre
y cuando no se emitan otras sustancias que puedan considerarse
peligrosas, se concede la licencia bajo las siguientes condiciones:

18 Que se comprometan a no emitir gases perjudiciales a la


salud o la agricultura. En este caso, se procedera de inmediato
a la suspensin de sus actividades sin que la empresa pueda
pedir ningn tipo de compensacin o indemnizacin al
ayuntamiento.

28 Que de igual forma se actuar si se incurre por esta causa en


daos a terceros, debidamente probados.

38 Que la fbrica se obliga a cumplir las normas de higiene


bsicas y queda sujeta a la autoridad de la Inspeccin Municipal

Que la fbrica no concitaba el apoyo de los vecinos da fe una


reclamacin por parte de otro sbdito alemn, Otto Karsch, en
1893. Su peticin se basa en que la instalacin se halla rodeada de
casas habitadas y a muy poca distancia del casco urbano. Teniendo
en cuenta que se trata de una actividad de las denominadas
"insalubres", el peligro para los vecinos es evidente por todo lo
cual solicita que la corporacin municipal suspenda las obras que
en ese momento se llevan a cabo. En caso contrario se estaran
conculcando las leyes de higiene "tan recomendadas hoy ms que
nunca en todas las poblaciones cultas".

La reclamacin se envi a la Junta Local de Sanidad para que diera


su opinin. Aunque no se conoce el final de ese expediente, todo
hace pensar que no se tuvo en cuenta pues la instalacin qumica
de B. Wetzig (con el concurso de otro alemn, G. Weickert) fue la
primera gran fbrica de abonos de la provincia y se lleg a convertir
en uno de los smbolos de la modernidad econmica de la ciudad
en torno al cambio de siglo30

30
PREZ, "Bruno Wetzig Toepel.. ." pp. 370-374.

144
La falta de una normativa a la que atenerse en caso de conflicto,
tal como denuncia el arquitecto municipal, debi impulsar a
las autoridades municipales a incluir varios artculos sobre esta
cuestin en las ordenanzas elaboradas en 1894. As, el artculo
146 obligaba a solicitar licencia a todas aquellas instalaciones
fabriles que se quisieran radicar en la ciudad y que por su actividad
"puedan alterar o molestar la salida del vecindario, comprometer
la seguridad personal o inferir cualquier dao o perjuicio a las
propiedades". Con ms precisin se establecan las condiciones
necesarias para la instalacin de las mquinas de vapor (artculo
158) y, muy especialmente en el artculo 152, se asimilaban las
actividades del ramo metalrgico al resto de industrias peligrosas
por lo que se deban situar en las zonas indicadas especficamente
para estos establecimientos, esto es, en las afueras de la ciudad31
La expansin de la fundicin de metales de Thomas Morrison 32 , una
importante instalacin situada en una de las calles ms cntricas
de la ciudad va a ser la ocasin para contrastar la voluntad del
ayuntamiento en esta cuestin.

En 30 de abril de 1900 Thomas Morrison, y en su nombre su


arrendatario Carlos Daz, haban pedido al ayuntamiento la
correspondiente licencia para la construccin del edificio que
albergara esa fbrica. El edificio de nueva planta, localizado en
la Calle Almirante Hernndez Pinzn 16, incluira adems de un
espacio para vivienda, oficinas, almacenes y talleres de fundicin
y mecnico. Igualmente en los talleres se colocaran dos motores,
uno de gas y otro de vapor. El 2 de mayo la Comisin de Fomento
acuerda conceder la licencia, si se sigue la sealizacin del lugar que
deber hacer el arquitecto municipal y se hacen efectivas las tasas
que correspondan. Esa rpida tramitacin se ve complicada, sin

31 El artculo 152 declaraba que "Las fraguas de caldereros, herreros, cerrajeros


y los hornos y hornillos pertenecientes a las industrias que los requieran que se
establezcan en adelante, se situarn en los puntos indicados para los dems
establecimientos peligrosos. Los actuales permanecern en sus sitios, pero no
podrn trasladarse a otros puntos de la poblacin. Y como el lugar destinado
a los establecimientos peligrosos son las afueras dala poblacin, resulta que
todas las industrias a que el artculo se refiere han de establecerse fuera del
casco urbano de la ciudad". A. M. H. Leg. 897. "Informe de la Comisin de
Go~ernacin", pp. 3v.
32
PEREZ, "Thomas Morrison Spencer", pp. 341-34 7.

145
embargo, cuando seis residentes de la calles Almirante Hernndez
Pinzn, Zafra y Carretera de Gibralen, presentan un escrito el17 de
mayo en el que piden que el ayuntamiento reconsidere su opinin
y no permita la construccin de esa fbrica. Se trata de "industrias
no slo molestas sino peligrosas" y que, por consiguiente, deben
localizarse fuera del mbito urbano de acuerdo a las Ordenanzas
de 1894. Tres semanas despus, Carlos Daz enva al ayuntamiento
un pliego de 18 firmas de los vecinos que viven en torno a los
solares en donde se van a construir la fbrica con un pequeo
texto en el que manifiestan su apoyo a esa iniciativa empresarial.
Ambos documentos se trasladaron a la Comisin de Fomento para
su deliberacin. La decisin definitiva debi ser favorable a los
Morrison pues cuatro aos despus, y con la fbrica ya construida,
se volvi a reproducir otro conflicto similar.

En efecto, el25 de enero de 1904 de nuevo se enva una reclamacin


firmada por 14 vecinos de las calles prximas a la fbrica, entre
los que se encuentra el empresario local Manuel Vzquez Lpez,
en la que hace referencia al escrito del 17 de mayo. En ella se
afirma que se desconoce la resolucin tomada a ese respecto
por el ayuntamiento pero que, en cualquier caso, la fbrica se ha
levantado y, como se adverta, est causando graves problemas
al vecindario. Adems de los "daos continuos" que produce, los
vecinos se quejan del grave riesgo de incendio que se derivan de sus
actividades: segn dicen, por la chimenea de la fundicin escapan
continuamente restos incandescentes ("carbn encedido") que
caen sobre almacenes, tejados, azoteas y patios de las casas y
que amenazan con provocar un siniestro en cualquier momento.
Denuncian del mismo modo que a pesar de la gran inversin
en tecnologa realizada, hay cuestiones bsicas de seguridad
que no han sido tenidas en cuenta: as las mquinas se apoyan
directamente sobre muros antiguos que no han sido reforzados,
mientras los techos de los talleres son unas frgiles estructuras de
zinc. Por todo ello, exigen al ayuntamiento que en aplicacin de las
Ordenanzas esa fbrica sea trasladada a las afueras.

A ttulo personal uno de los firmantes, Juan Garca Orta, expone


las molestias que la fbrica provoca en otro documento fechado
el 26 de febrero de ese ao. En la azotea de su domicilio no se
puede tender la ropa, pues se impregna de inmediato de la

146
carbonilla que continuamente emite la chimenea de la fundicin y
su casa, sobre todo cuando sopla viento desfavorable, est llena
del humo de carbn. Adems, se queja tambin del "ruido infernal"
que producen las fraguas a cualquier hora del da. Y si no se ha
desatado un incendio es por el cuidado que ha tenido de no dejar
sustancias inflamables en patios o azoteas. De hecho, en la casa
de otro vecino, Manuel de la Corte, se ha producido un incendio al
quemarse por efecto de las chispas procedentes de la chimenea
unos colchones y ropas que tena depositados en su patio. Por
todo ello pide el cierre temporal de la empresa.

Con estos antecedentes, el Director de la Sociedad Thomas Morrison


Company Limited, Guillermo Morrison, se dirige al ayuntamiento un
escrito fechado en febrero de 1904. Ante las quejas expresadas por
varios vecinos, la empresa ha decidido iniciar trabajos en el horno
y la chimenea con el objeto de evitar las emisiones de humos y
carbonilla. El19 de marzo, en un nuevo documento al ayuntamiento,
el director del establecimiento confirma que los trabajos han sido
finalizados de forma que puede garantizar la total inocuidad de sus
actividades de la fundicin.

Va a ser en este caso la Comisin de Gobernacin la que se haga


cargo del caso y elabore un extenso informe. En primer lugar
repasa toda la informacin que obra en este expediente y admite
ignorar por qu la Comisin de Fomento no emiti ningn dictamen
en 1900 despus de las primeras protestas. Tras los comentarios
sobre la documentacin, se aborda la situacin legal en la que, a
su entender, debe en marcarse este conflicto y que queda definida
por los artculos 146, 152 y 158 de las Ordenanzas Municipales
de 1894. Se trata, en realidad, de un contundente examen crtico
de estos artculos. De acuerdo al primero, como se sabe, todos
los establecimientos industriales de la ciudad estn obligados a
demandar ante la corporacin municipal una licencia de apertura
para iniciar sus actividades. Sin embargo, no consta en las
oficinas municipales ni una sola solicitud de estas caractersticas
desde 1894, ni siquiera en el caso de industrias manifiestamente
peligrosas. Tampoco se ha cerrado ninguna instalacin industrial
por esta razn en el ltimo decenio. Se valora en ese sentido que la
fundicin de los Morrison fuera la primera empresa que cumpliera
el artculo 146, al cumplimentar ese trmite, pero tambin, y a la

147
vez, el 158, que es el que regula las condiciones para la instalacin
de mquinas de vapor. Tambin se pone en duda ("exagerada por
todo extremo") la calificacin de "peligrosa" para las actividades
metalrgicas, tal como se seala en el artculo 152, razn por la
cual estas industrias deben localizarse fuera de los lmites de la
ciudad. En este caso se razona que este ramo no ha sido objeto de
prohibiciones, ni que el legislador ni los tratadistas las consideran
"peligrosas", "nocivas" ni siquiera "molestas" en sentido estricto.
Todo lo ms se puede pensar que pueden crear ciertas molestias
al vecindario, razn por la cual los ayuntamientos regulan sus
actividades, pero en ningn caso han llegado a prohibirlas dentro
del casco urbano. Y en cualquier caso, desde un punto de vista
prctico, nada tienen que ver las fraguas ni hornos de fundicin
con instalaciones peligrosas e insalubres como plantas qumicas,
fbricas de fuegos artificiales, almacenes de explosivos, etc, que
en muchos casos se sitan en las grandes poblaciones sin que
suscite la oposicin del vecindario.

La crtica parte de un planteamiento bsico, "que es el determinante


de las facultades de esta Corporacin", a saber, "que deben
armonizarse los intereses pblicos y privados con el respeto debido
a la especulacin industrial". La primera parte de este principio es
un lugar comn en buena parte de la literatura de la poca sobre
este problema, pero no la segunda, esto es, la inclinacin por los
intereses industriales33 Como se declara abiertamente en el informe
de la Comisin esta idea se inspira en la Real Orden sobre el
establecimiento de nuevas industrias e inventos, que efectivamente
apuesta sin limitaciones por la promocin industrial en detrimento
de la proteccin ciudadana:

"la R. O. de 8 de enero de 1884 prescribe que se procure


por todos los medios que las leyes lo permitan facilitar el
planteamiento y desarrollo de las industrias tiles sin poner otros

33 "La idea ms repetida en discursos y dictmenes durante todo el siglo XIX


era la de armonizar intereses, la de someter los intereses particulares o de
grupo a /os de la ciudadana (BOUZA, 2006). Como se puede comprobar, el
segundo trmino de la afirmacin es radicalmente distinto al que propone la
Comisin. (La cursiva es ma).

148
obstculos que los que las mismas leyes establezcan, cuidando
de dejar siempre a salvo los derechos de los particulares y
Corporaciones que justifiquen reales y efectivos"34

Partiendo de esa disposicin legal, a la que en su op1n1on


complementa el artculo 590 del Cdigo Civil35 , el ayuntamiento
no puede impedir la instalacin de esa fbrica, atendiendo
especialmente a dos razones: su "utilidad notoria" y la inexistencia
de leyes generales que la prohban.

En el primer caso, se destaca que la iniciativa de los Morrison


no slo supone un evidente beneficio para la hacienda pblica,
sino sobretodo para la economa y el empleo local, con una
plantilla media de 11 O trabajadores. No hay, por otro lado,
objeciones desde un punto de vista de las leyes generales y la
nica limitacin existente a este respecto se encuentra en las
Ordenanzas Municipales. En este caso, su aplicacin contradice
los principios de carcter general y lesiona los derechos de los
ciudadanos. En este punto, la Comisin considera que el artculo
152 de las Ordenanzas es una "aspiracin platnica imposible de
cumplir'' opuesto a los intereses de la industria y, con ello, al propio
desarrollo econmico de la ciudad que necesita un marco legal
que favorezca la iniciativas empresariales. El anlisis legal y, sobre
todo, econmico que la Comisin realiza le sirve para proponer
que el inters pblico demanda que el ayuntamiento rechace las
reclamaciones presentadas por los vecinos en relacin a la clausura
o el traslado de la fbrica de los Morrison.

Por otro lado, y en cumplimiento de sus obligaciones, la Comisin


ha girado visita a esas instalaciones para comprobar el estado de

34
A. M. H. Leg. 897. "Informe de la Comisin de Gobernacin", pp. 3-3v.
35 Este artculo establece lo siguiente: "Nadie podr construir cerca de una
pared ajena o medianera pozos, cloacas, acueductos, hornos, fraguas,
chimeneas, establos, depsitos de materias corrosivas, artefactos que se
muevan por el vapor, o fbricas que por s mismas o por sus productos sean
peligrosas o nocivas, sin guardar las distancias prescritas por los reglamentos
y usos del lugar, y sin ejecutar las obras de resguardo necesarias, con sujecin,
en el modo, a las condiciones que los mismos reglamentos prescriban. A
falta de reglamento se tomarn las precauciones que se juzguen necesarias,
previo dictamen pericial, a fin de evitar todo dao a las heredades o edificios
vecinos".

149
stas. Advierte, de forma un tanto contradictoria, que no se cuenta
con normativa especfica y precisa que permita aplicar un "criterio
que pueda servirnos para apreciar si las instalaciones se hallan en
forma conveniente". A pesar de ello, tras un examen detenido se
ha podido concluir que las condiciones en las que se hallan las
mquinas y fraguas son las habituales en este tipo de industrias
y que el horno de fundicin, despus de los trabajos de reforma
realizados, no representa ningn peligro ni puede causar molestias
al vecindario.

Con arreglo a todo ello, el 25 de abril de 1904 la Comisin expone


una serie de conclusiones:

1a. Que no procede aceptar las reclamaciones de los vecinos


sobre el traslado de la fbrica de los Morrison.

28 Que el artculo 152 sea derogado por su manifiesta


incompatibilidad con la legalidad vigente y porque atenta
contra el inters pblico.

38 Que la fundicin de los Morrison se atiene a la legalidad y


que en su estado actual no produce daos o perjuicios a los
vecinos.

48 Que el ayuntamiento, en todo caso, deja expedita la va


legal para aquellos vecinos que se sientan perjudicados por
dicha fundicin.

4.2. La descarga de minerales, una fuente de emisin de


contaminacin.

Como se ha adelantado, la base de la riqueza econmica de la


ciudad fue desde finales del siglo XIX la minera y el Puerto. Sin
embargo, la intensa actividad portuaria tambin gener graves
problemas de contaminacin, relacionados inicialmente con el
carbn. La compraventa de carbn fue un lucrativo negocio en el
que participaron empresarios destacados de la ciudad, como Toms
Domnguez Ortiz, quien fue tambin Presidente de la Autoridad
Portuaria durante muchos aos. Existan depsitos flotantes en el

150
Odiel, que abastecan directamente a los barcos de vapor, como el
que posea este empresario desde 1913 hasta 1920 y que lleg a
descargar 4.000 Tm de este mineral en los primeros aos36 Pero
tambin depsitos situados en tierra, gestionados directamente
por sus propietarios o alquiladOS37

En 1916 una nutrida representacin de vecinos de las calles


aledaas al Puerto dirige un escrito al ayuntamiento en el que le
piden que interceda ante las autoridades portuarias en relacin
a la intensa contaminacin que produca el trfico de carbn. En
concreto se afirmaba que

"Todas las casas y viviendas de los que suscriben estn hoy


convertidas en semidepsitos de tizne de carbn que manchan
nuestras mercancas, perjudican nuestra salud, daan nuestras
ropas y muebles y hacen imposible la vida a lo que creemos
tener derecho" 38

La solicitud, firmada por 131 vecinos, reclama el traslado de los


depsitos de carbn que se localizaban en la zona portuaria y
en sus inmediaciones. Conscientes de la actividad y riqueza que
generan, no piden su cierre sino que se dispongan en lugares
apartados de las zonas habitadas, teniendo en cuenta las extensas
propiedades con las que cuenta el Puerto de Huelva.

Segn la nota que acompaa a este escrito y que cierra este


expediente, la intervencin del ayuntamiento no fue necesaria
pues los firmantes tuvieron la ocasin de reunirse con el Presidente
del Puerto que les ofreci "poner el adecuado remedio" a este
asunto. Se ignora cul fue el resultado final de esta entrevista
aunque lo cierto es que la carencia y caresta del carbn durante y,
especialmente, despus de la Primera Guerra Mundial hizo que este
negocio se hundiera en el Puerto de Huelva, y el mismo Domnguez
Ortiz abandonara su depsito en 1920. En este caso, el declive
de esa actividad debi reducir drsticamente la contaminacin y
no se conocen ms episodios de estas caractersticas a partir de
entonces.

36 P~REZ, "Toms DomnguezOrtiz" ... pp. 512-517.


7
3 MOJARRO 2008, p. 159.
38 A. M. H. Leg. 897. s. p.

151
Un asunto que concit mucha ms controversia en la ciudad fue el
que enfrent al ayuntamiento con las grandes compaas mineras,
entre ellas las inglesas Rio-Tinto Company y Tharsis Sulphur
and Copper Company, a propsito de las descarga de minerales
en la zona portuaria. Se trata de un original conflicto tanto por
el tipo de iniciativa tomada por las autoridades para reducir la
contaminacin, al tasar con un impuesto esa actividad, como por
el especial contexto histrico en el que se desarrolla, la Guerra Civil
y la inmediata posguerra39

El 25 de mayo de 1938 la Comisin Gestora del ayuntamiento


en sesin plenaria aprob la imposicin, con carcter no fiscal,
de un Arbitrio sobre mercancas no alimenticias y no envasadas,
productoras de polvo, publicado en el Boletn Oficial de la Provincia
en 3 de junio de 1938. El expediente se iniciaba con una propuesta
de la Alcalda a la Comisin, a la que acompaa una Memoria40
Ambos documentos inciden en dos cuestiones: las razones que
impulsan tal iniciativa y los fines que persigue. En el primer aspecto,
se razona que el impuesto gravaba una actividad, la carga y
descarga de mercancas, que produca gran cantidad de partculas
en suspensin que "enrarecen la atmsfera, con dao para la salud
pblica". Del mismo modo ensuciaban casas particulares y vas
pblicas y causaban molestias diversas al vecindario41 Teniendo
en cuenta que las infraestructuras de transporte, ferroviarias y

39 A. M. H. Leg. 549, "Expedientes jurdicos". "Delegacin de Hacienda.


Seccin Provincial de Administracin local. HuelvaR; "Carta enviada el 7 de
marzo de 1939. Excmo Sr. D. Gonzalo Queipo de Uano, General Jefe del
Ejrcito del Sur"; "Arbitrios varios. Memorias y solicitudes para crear arbitrios
por la produccin de polvo de mercancas no alimenticias. Declaraciones
contra el mismo"; "D. Guillermo Ducls por la Compaa Annima de Buitrn
reclamacin econmico administrativa acuerdo del Excmo Ayuntamiento
sobre pago de arbitrio de las mercancas no alimenticias productoras de
golvo".
0 A. M. H. Leg. 549, "Expedientes juridicos". "Arbitrios varios. Memorias y

solicitudes para crear arbitrios por la produccin de polvo de mercancas no


alimenticias. Declaraciones contra el mismo".
41 "El movimiento de mercancas en estado de desmenuzamiento, a veces en
polvo finsimo, y otras por su propia naturaleza, lleva a la atmsfera cantidad
excesiva de materias slidas, que, sobre impurificarla, con dao para la salud,
se depositan en las habitaciones y vas pblicas causando evidentes perjuicios
a personas y cosas, ya por la mera accin mecnica, ya por la qumica que
acompaa a las materias en suspensin". lbidem. "Memoria de imposicin de
un arbitrio no fiscal sobre mercancas no alimenticias productoras de polvo
daino para el vecindario", s. p.

152
portuarias, que mueven esas mercancas rodean casi en toda su
extensin la ciudad, sta "se halla envuelta casi constantemente
en una nube de polvo". Aunque tienen su origen en una actividad
legtima, al alterar la vida de las personas, causar incomodidades
e incluso tener efectos sobre la salud, el ayuntamiento debe
actuar para garantizar una compensacin por esos hechos.
Ante la dificultad de individualizar y contabilizar los perjuicios
ocasionados, es razonable que el ayuntamiento, representante de
la comunidad, grave esa actividad y reinvierta el producto de esa
exaccin en beneficio de la ciudad "con lo que se dara a cada uno
lo suyo, base de la justicia distributiva". Encuentra su base legal
esta iniciativa en el artculo 331 del Estatuto Municipal que permite
este tipo de imposiciones en materias que son de competencia
municipal, como en este caso la salubridad e higiene del municipio.

En cuanto a los fines, en la Memoria se especifica que no se trata


de limitar la iniciativa privada, y con ello el propio crecimiento
econmico de la poblacin, sino de reducir la contaminacin con
el objetivo de preservar la salud e higiene del vecindario. Por eso,
slo son objeto de gravamen las mercancas no alimenticias que a
su paso por la ciudad generen "polvos dainos". Con esta medida,
adems, disminuir el nmero de instalaciones contaminantes
existentes en el casco urbano, tanto porque stas se trasladarn
a las afueras como porque las restantes envasarn sus productos.

Inmediatamente fue impugnada por las ms importantes compaas


mineras de la cuenca. Como en otras ocasiones, stas se constituyen
en un grupo de presin ante las autoridades, encabezadas por las
multinacionales inglesas Rio-Tinto Company y Tharsis Sulphur and
Copper Campan~. Su argumentacin se basa en razones legales
y, sobre todo, econmicas. En el primer caso, centran su alegato
en los siguientes motivos: que los minerales no pueden estar
sujetos a este tipo de gravmenes pues la normativa obliga a hacer
explcitos tanto los fines que persigue como los motivos en que se
funda tal medida; que el impuesto tiene un fin fiscal evidente; que

42
Junto a ests firmaban la reclamacin la Sociedad Francesa de Piritas
de Huelva, La Compaa Annima de Buitrn, Arrendataria de San Telmo
Umitada, Compaa de Minas de Cobre San Platn e Hijos de Vzquez Lpez.

153
puede servir como antecedente a otros ayuntamientos y que es
al estado a quien corresponde imponer gravmenes a la industria
minera43

En cuanto a las razones de carcter econmico, retoman las


compaas la idea de que se trata de un impuesto con fines fiscales,
orientado a tratar de equilibrar el desastroso estado de las cuentas
municipales44 El verdadero motivo que les impulsa a impugnar la
medida no tiene que ver con el inters de las propias empresas,
sino con la situacin deplorable de un sector estratgico, el minero,
en un momento crtico para el pas. Se pone de manifiesto el peso
abrumador de economa minera en la provincia y las dificultades
para colocar en un mercado cada vez ms competitivo y en recesin
la produccin local. Como consecuencia, las explotaciones de la
provincia pasan por una situacin tan grave que cualquier nuevo
impuesto puede llevar a su declive definitivo y con ello afectar
a un pilar de la riqueza nacional. Sealan que, movidos por su
responsabilidad social, intentaron llegar a un acuerdo con el
ayuntamiento en torno a una contribucin "voluntaria y transitoria"
que sustituyera al arbitrio en discusin, pero rechazan de forma
tajante por las razones expuestas cualquier nueva carga fiscal.

La Delegacin de Hacienda rechaza la impugnacin en resolucin


fechada el 8 de agosto de 1938, confirmando que estn claramente
expresados tanto los fines como los motivos de esa iniciativa,
tal como exige el Estatuto Municipal; que se trata de imponer
gravmenes sobre el trfico de productos no alimenticios en toda
la poblacin (no slo en el Puerto) con objeto de "prevenir o reducir
en lo posible la produccin de polvos industriales que enrarezcan
el ambiente o le hagan insalubre" y, por lo tanto, tienen el objetivo

43 Las razones legales de la impugnacin se encuentran resumidas en las actas


del ayuntamiento correspondientes al dfa 1 de marzo de 1939. Una trascripcin
de dichas actas en A. M. H. Leg. 549. "Expedientes Jurfdicos". "Delegacin
de Hacienda. Seccin Provincial de Administracin local. Huelva". s. p.
44 "No se trata, pues, de una aplicacin normal y justa de las disposiciones que

regulan las facultades fiscales de los Ayuntamientos, sino un remedio heroico,


al margen de la teraputica municipal, para salvar con el mfnimo esfuerzo
aparente, una situacin econmica diffcil". A. M. H. Leg. 549. "Expedientes
Jurfdicos". "Arbitrios varios. Memorias y solicitudes para crear arbitrios por la
produccin de polvo de mercancras no alimenticias. Declaraciones contra el
mismo". s. p.

154
expreso de lograr mejoras de carcter higinico-sanitario; que el
ayuntamiento aplica un arbitrio no fiscal y que la legislacin no
excluye en este caso la posibilidad de allegar fondos, aunque
stos deben ser utilizados para mejorar la higiene, salubridad y
otros fines especificados en el Reglamento de Hacienda Municipal;
que el Estatuto Municipal permite las exacciones de las entidades
locales a la minera, aunque en todo caso este arbitrio no se carga
sobre la industria minera, sino sobre las mercancas no alimenticias
en general.

Las compaas mineras de nuevo interpusieron recurso ante la


decisin de la Delegacin de Hacienda, primero, y ante el mismo
Ministerio de Hacienda el 29 de agosto de 1938, despus. Los
representantes de las compaas afirman que la aplicacin de
arbitrios no fiscales debe contar con una normativa previsora
anterior; que no hay alternativa posible al envase de cereales
sin que peligre la viabilidad de las empresas; que las labores
de estibacin deben realizarse necesariamente en los muelles y
lugares establecidos para ello; que aun en el caso de que el polvo
de la pirita sea nocivo a la salud, algo que se niega tajantemente,
el objetivo del impuesto es fiscal por cuanto no se puede evitar
el efecto del polvo mientras no se cambie el emplazamiento del
Puerto; finalmente, se destaca de nuevo el perjuicio a los intereses
particulares y, ms all, a un sector que se considera de inters
nacional.

La respuesta del Ministerio no entra en esas cuestiones, sino que


examina cuales son las razones por las que se puede impugnar un
arbitrio con fines no fiscales45 Las conclusiones no dejan lugar a
dudas: el gravamen impuesto por la corporacin local tiene como
objetivo la mejora de las condiciones en materia de salubridad e
higiene, y entra por ello de lleno en el terreno de sus competencias;
no hay incongruencia entre los motivos y los fines que persigue,
pues se busca reducir los perjuicios a la salud pblica bien por

45 "Primero: por no ser los fines perseguidos por el Ayuntamiento competencia


legal de ste; Segundo: por manifiesta incongruencia entre los fines
propuestos y el arbitrio mismo; tercero: por lesionar injustamente inters
econmico legtimo". A. M. H. Leg. 549. "Expedientes Jurdicos". "Delegacin
de Hacienda. Seccin Provincial de Administracin local. Huelva". s. p.

155
el traslado de las instalaciones fuera del mbito urbano, bien por
el envase de las mercancas productoras de polvo; y, por fin, no
encuentra que se lesione gravemente ningn inters particular por
cuanto la imposicin no es excesivamente gravosa. Por todo ello,
se considera desestimado el recurso de las compaas mineras.

La resolucin final del Ministerio fue recibida con entusiasmo.


El Alcalde resalt la importancia de esa decisin y la enorme
"satisfaccin" que le haba producido, al mismo tiempo que hizo
partcipes de ella a diversas personalidades de la ciudad. Destac
la labor del Gobernador Civil, del Delegado de Hacienda, del propio
Secretario del Ayuntamiento y trasmiti su enhorabuena igualmente
al Jefe Provincial del Movimiento por su apoyo incondicional. El
esfuerzo de todos haba tenido como fin la defensa de los intereses
municipales en un tema tan importante como ste48

La normativa debi aplicarse con rigor, como se desprende del


caso de la Compaa Annima de Buitrn47 Guillermo Duelos, en
su nombre, solicit en noviembre de 1939 la exencin del impuesto
debido a que los minerales de esa compaa se descargaban en
San Juan del Puerto, a cuatro kms de la capital, en un embarcadero
situado en mitad del ro Odiel, distante de la orilla 250m. y por ello
de zonas pobladas. Adems, el mineral, del tipo "lavado" (con una
humedad entre el3% y el1 0%), y las labores de descarga, realizada
en cajas directamente a la bodega del barco, garantizaban que el
polvo producido era muy escaso y que apenas se extenda ms
all del propio barco. El ayuntamiento, sin embargo, entiende que
la zona en la que se encuentra el embarcadero est situada dentro

46
A. M. H. Leg. 549. "Expedientes Jurdicos". "Delegacin de Hacienda.
Seccin Provincial de Administracin local. Huelva". s. p. Tambin se agradeci
la ayuda prestada por el General Queipo de Llano. Se hace referencia en esta
carta a un argumento muy utilizado por las compaas y que oficialmente
siempre neg el ayuntamiento, esto es, el alivio financiero que este arbitrio
supona para la hacienda local: "La indicada resolucin por la justicia que
encierra nos ha llenado a todos de gran alegria pues viene a resolver en gran
parte la situacin econmica del ayuntamiento". lbidem. carta enviada el 7
de marzo de 1939. Excmo Sr. D. Gonzalo Queipo de Llano, General Jefe del
Ejrcito del Sur". s. p.
47
A. M. H. Leg. 549. "Expedientes Jurdicos". "D. Guillermo Ducls por
la Compa'la Annima de Buitrn reclamacin econmico administrativa
acuerdo del Excmo Ayuntamiento sobre pago de arbitrio de las mercancas no
alimenticias productoras de polvo" (4 de noviembre de 1939). s. p.

156
del trmino de Huelva y que hay un reconocimiento explcito de que
se produce polvo, aunque en pequeas cantidades. La empresa no
tiene en cuenta, sin embargo, la accin de los vientos ni los efectos
en los trabajadores que manipulan el mineral y en los transentes.
Por todo ello, procede a desestimar la propuesta de G. Ducls.

Las acciones legales contra esta medida se interrumpieron


durante unos aos pues el artculo 8 de la Ley de 18 de marzo
de 1938 impeda cualquier tipo de apelacin dando por cerrada la
va administrativa. Sin embargo, la Ley de 18 de marzo de 1944,
que vena a sustituir a la anterior, prevea que las resoluciones
administrativas podan recurrirse y esa es la va que van a utilizar
las empresas para reiniciar ese contencioso en 1946. Adems,
se modifica el procedimiento pues de acuerdo a la sentencia de
25 de mayo de 1944 del Tribunal Supremo, se poda iniciar una
reclamacin contra una exaccin en el momento en que sta se
incluye en los presupuestos municipales. Jos Snchez Mora, en
representacin de Rio-Tinto Company y del resto de compaas, va
a presentar hasta tres recursos contra los presupuestos municipales
de 1946, 1947 y 1948, que incluan ese arbitrio. Pero de nuevo se
van a encontrar con la oposicin del ayuntamiento y de su alcalde,
en primera instancia, y con la opinin contraria del Delegado
de Hacienda de la provincia, que va a rechazar tal recurso. Las
compaas trasladan el asunto entonces al Tribunal Contencioso-
Administrativo Provincial que se declara competente en 1949. Se
ignora la sentencia de dicho tribunal pues los diversos expedientes
que obran en el Archivo Municipal sobre este problema no ofrecen
ms informacin sobre este particular. El hecho es que, al menos
hasta ese ao, se sigui cobrando ese impuesto a las compaas48

5. CONCLUSIONES

La urbanizacin y la industrializacin son los dos factores de fondo


que ms influyen en la polucin. Como los organismos vivos, cuando
el consumo de energa y materiales de una ciudad (su metabolismo)

48 A M. H. Leg. 549. "Expedientes Jurdicos". "Delegacin de Hacienda.


Seccin Provincial de Administracin local. Huelva" , s. p.

15 7
se incrementa de forma acelerada, la capacidad de generacin de
residuos industriales se multiplica49 Bsicamente, eso es lo que
sucede en Huelva a finales del siglo XIX, inducida en buena parte
por la necesidad acuciante de cobre de Gran Bretaa: su rpida
industrializacin y la expansin urbana consiguiente provocan
graves problemas de contaminacin. Las autoridades municipales
se encuentran ante un problema que no tiene precedentes pero
que provoca tensiones sociales latentes a lo largo de ms de medio
siglo. Con el agravante de que, en varios casos, los problemas son
provocados por sbditos extranjeros, sobre todo ingleses. Por ello,
se ven obligadas a improvisar una serie de medidas, impulsadas
en muchos casos por la urgencia de los acontecimientos y por las
presiones de los agentes en juego.

En realidad, la aparente incoherencia de la actuacin de las


autoridades tiene bastante que ver con la ambigedad de la
legislacin sobre las atribuciones de los municipios en materia
higinico-sanitaria. Ambigedad que, en el fondo, responde a las
profundas diferencias de la opinin pblica sobre cmo abordar
un complejo problema. La legislacin que se toma como base
legal de sus actuaciones (los decretos 8 y 23 de junio de 1813
y las legislaciones posteriores que se basan en ellos) concede
efectivamente la "polica de salubridad y comodidad" a los
ayuntamientos, pero a la vez les impulsa a promover por todos los
medios las instalacin de industrias en sus trminos50 Las ciudades,
como Barcelona, van a solicitar reiteradamente, disposiciones ms

49 "Las condiciones medioambientales generadas por una urbanizacin


acelerada han sido de las ms funestas que haya experimentado el ser
humano" (MCNEILL 2003, pp. 346, 351)
50 Una ambigedad que tambin caracteriza a la legislacin francesa que

le sirvi de inspiracin, el decreto napolenico de 15 de octubre de 1810.


Aunque por un lado se considera que es una disposicin pionera en Europa en
la proteccin de los ciudadanos frente a las consecuencias indeseables de la
industrializacin, por otro se afirma que en realidad se trataba de reafirmar los
derechos de propiedad de los propietarios frente a las quejas de los vecinos
de las instalaciones industriales. Massard-Guilbaud defiende, en cambio, que
aunque fue inicialmente una medida orientada a la defensa de los intereses de
los propietarios de industrias, termina por convertirse en una til herramienta
para la proteccin del medio ambiente: "On peut clone dire qu'un texte
originellement destin a protger !'industrie fut utilis par les urbains comme
un outil de protection de leur environnement - meme si ni le mot ni le concept
n'existaient encor-" ("La rgulation des nuisances industrielles urbaines
(1800-1940} ... "p. 57).

158
precisas sobre esta cuestin, pero el estado se va a mostrar remiso
al respecto durante todo el siglo XIX. Es ms, en la segunda mitad
del siglo se va a inclinar por una interpretacin proindustrialista,
como las Reales Ordenes de 16 de febrero de 1881 y de 8 de enero
de 1884 ponen en evidencia. Esa situacin explica en parte por
qu el ayuntamiento de Huelva elabora una Ordenanza en 1894 de
carcter protector hacia sus ciudadanos, pero diez aos despus
deroga su artculo ms controvertido, el 152, basndose en una
actitud abiertamente proindustrialista.

Es interesante en este punto el anlisis de los contenidos de las


disposiciones locales. La ordenanza de 1894 se adelanta en varios
aspectos a la primera normativa nacional que trata de regular las
cuestiones higinico-sanitarias en nuestro pas, la Instruccin
General de Sanidad (R. D. de 12 de enero de 1904). El ayuntamiento
asume efectivamente la capacidad para conceder licencias a las
industrias y para su inspeccin, especialmente en el caso de que
se instalaran mquinas de vapor, pero sobre todo establece dos
tipos de establecimientos en cuanto a su peligrosidad, obligando
a los ms contaminantes a situarse fuera de la ciudad. En ste
ltimo punto, el ms controvertido, est tratando de solventar
un problema de organizacin del espacio urbano, situando los
establecimientos industriales que puedan representar algn
peligro para el vecindario en zonas habilitadas en el exterior del
casco urbano. La concentracin espacial de industrias en zonas
"ad hoc" era, en realidad, una prctica aplicada ya en las ciudades
de la Antigedad5 1, pero que va a ser recuperada en los pases
industrializados especialmente a partir de finales del siglo XIX52 En
Espaa esa tcnica de alejamiento tena una larga tradicin y van a
ser aplicadas de forma temprana en el sector minero53

Esta normativa pionera va a ser, sin embargo, papel mojado


porque, en realidad, nunca se aplic. O mejor dicho, en la primera

51 BRIMBLECOMBE 1987.
52 La ordenacin de eso espacios en Alemania ya se constata en 1869 y el
Npoles (Italia) en 1885. En Gran Bretaa, la "Public Health Act" de 1875
estableca esas zonas, aunque en la prctica algunas ciudades ya las haban
puesto en marcha. En Francia, en cambio, esta actuacin fue ms tarda,
probablemente en relacin con la menor autonoma local en este campo
(BERNHARDT-MASSARD-GUILBAUD 2002, pp. 22-24).
53 JUNCEDA 2001, p. 86.

159
ocasin que se puso en prctica, con ocasin de la construccin
de la fundicin de la firma inglesa Thomas Morrison Company
Limited, en 1904, el intenso debate a que dio lugar termin con la
derogacin del artculo 152. La razn que expuso el ayuntamiento
no deja lugar a dudas sobre su inclinacin pues acta de acuerdo
al principio de que "deben armonizarse los intereses pblicos y
privados con e/ respeto debido a la especulacin industrial". En
este sentido, no slo haca dejacin de su responsabilidad en
materia de ordenacin de los espacios industriales, que dejaba en
manos de la iniciativa privada, sino que declaraba sin asomo de
duda su voluntad proindustrialista.

En el conflicto de 1916 relacionado con el carbn, sin embargo, el


ayuntamiento muestra una postura pasiva, pues aunque se tramita
la protesta de los vecinos, se niega a intervenir pretextando que
es un asunto que est en vas de solucin pues el Presidente de
la Autoridad Portuaria, de quien depende la jurisdiccin de los
depsitos de carbn, ha accedido a reunirse con los afectados.

Ese perfil protector de los intereses ciudadanos que el ayuntamiento


asume con la Ordenanzas de 1894, se recupera cuarenta aos
despus, con ocasin del establecimiento del arbitrio sobre los
polvos mineros en 1938, una medida que, pese a ser tomada en
circunstancias excepcionales, se mantendr vigente al menos
hasta 1949. El alcalde, recabando el apoyo de las fuerzas vivas
de la ciudad, promueve una medida radical que soliviantar a
las poderosas compaas mineras internacionales (y tambin a
las nacionales) encabezadas por Rio-Tinto Company y Tharsis
Sulphur and Copper Company. En un contexto de regeneracin
nacionalista, la atrevida iniciativa encuentra incluso la adhesin del
General Queipo de Llano. En cualquier caso, deben destacarse
dos cuestiones de gran inters en este caso: el carcter preventivo
de la norma, pues se trata de que los minerales se envasen antes
de ser descargados y de que las empresas contaminantes por
propia iniciativa se siten fuera del recinto urbano; y, sobre todo,
la propia va, impositiva, que el gobierno local elige para persuadir
a las empresas de que no contaminen. Se establece, en efecto, un
impuesto que penaliza la contaminacin, un antecedente a escala
local de uno de los principios claves de las polticas ambientales
actuales: el principio contaminador-pagador.

160
En realidad, si es evidente que las empresas inglesas fueron
responsables de buena parte de los episodios de contaminacin
analizados, en cambio no se observa ningn sbdito de esa
nacionalidad entre los afectados ni, desde luego, se percibe entre
los grupos que protestan el grado de sofisticacin que las ligas
antihumos alcanzaron a finales del siglo XIX en ese pas. Por el
contrario, los grupos que protestan no estn bien organizados ni
cuentan con los medios, experiencia ni ideas de aquellos. Son
ms similares a los conflictos de proximidad actuales, tipo NIMBY
("Not in my Back Yard")54, esto es, personas que se asocian
coyunturalmente cuando un problema concreto de carcter
ambiental (o no) les puede afectar.

Finalmente, una cuestin para la reflexin que tiene que ver con
la inexistencia de referencias al conflicto de contaminacin ms
grave que se iba a producir en Espaa en esa poca y que haba
sucedido pocos aos antes de que se elaboraran las Ordenanzas
de 1894 a unos pocos km de distancia: el suceso conocido como
"Ao de los tiros" (1888). Ms llamativo si cabe tal olvido si se
tiene en cuenta que dio lugar a una de las normas sobre polucin
bsicas del ordenamiento legal espaol en este campo (Reglamento
Provisional para la indemnizacin de los daos y perjuicios causados
a la agricultura por las industrias mineras -1890-), y porque adems
el tribunal de arbitraje que establece lo preside el Gobernador
Provincial de Huelva y tiene sus sesiones en la propia ciudad. Una
situacin que parece responder, adems de a las diferencias entre
los conflictos de polucin que tienen lugar en las cuencas y los que
suceden en las ciudades, a ese proceso de "amnesia colectiva"
que afecta a la opinin pblica provincial en torno a los problemas
de humos en la cuenca despus de 1888 y que en este caso les
impide asumir sus consecuencias y adaptarlas al contexto urbano.

54 WHITE 2003.

161
"Los mineros, familiarizados con esa visin de cada hora, de cada
da, de cada ao, de cada vida, no sienten la impresin violenta
que experimentamos nosotros, los que franqueamos por primera
vez los umbrales de este infierno de explotacin burguesa. Lo
inhumano de este trabajo mprobo, mortfero, ellos, que son
vctimas de l, no lo sienten como nosotros" .(Federica Montseny
en Andaluca. Verano de 1932).

"A ti no te salva ni Mackay" (Expresin popular)1

162
un
i55
A

La huella en el
cuerpo: accidentes
de trabajo en Ro
Tinto (1914-1960)
Agustn Galn Garca,
Universidad de Huelva.
agutin@uhu.es
Dedicamos este volumen a valorar las presencias y sealar
las ausencias que provoc la llegada y estancia de los ingleses
en nuestra tierra. Es evidente que fue el hecho econmico el
que motivo esta venida y lo que justific su permanencia. Ms
concretamente fue la explotacin de las minas Ro Tinto, lo que les
va a unir a nuestro territorio y a nosotros con ellos. Nos toca ahora
entrar a comentar un aspecto directamente relacionado con el
modus operandi que aplicaron en la gestin empresarial "made in
England", y que trasladar su repercusin y sus consecuencias, no
ya en el subsuelo objeto de sus proyectos extractivos y el blanco
de todos sus deseos, sino que dejar una huella, tan indeleble
como la propia vida, en el propio cuerpo de los mineros; en su piel,
en sus huesos, en su carne, en su alma*.

Dicho de otra manera, trataremos de ver, en primer lugar, hasta


donde alcanz esta variable en la explotacin "inglesa" y, en
segundo lugar, si conoci una variacin significativa cuando la
empresa cambi de manos. Queremos saber si los ochenta aos
fueron suficientes para dejar huella indeleble en los gestores y
en los propios trabajadores, o, por el contrario, el cambio en la
propiedad supuso tambin la llegada de un nuevo estilo en la
manera de gestionar la seguridad de la explotacin. Aunque sobre
las primeras interrogantes que planteamos hemos presentado ya
algunas respuestas, lo que aportamos para la segunda mitad del
S. XX, son apenas, unas primeras conclusiones sobre la diferencia
en la percepcin, en el nmero, en las victimas, etc. que pudieron
darse entre una poca y la otra, bajo unos propietarios y otros.

No se le escapar al lector que a lo largo de aquellas largas dcadas,


mucho cambi la realidad internacional, espaola, andaluza,
comarcal, etc. Teniendo en cuenta esta circunstancia y las propias
limitaciones del espacio disponible, en lo que no sea referido
estrictamente al tema que nos ocupa, apenas si dibujaremos muy
ligeramente los rasgos necesarios para situarnos en el contexto
adecuado, ya sea desde el punto de vista poltico, econmico,
normativo, etc.

Este trabajo se enmarca dentro del proyecto de investigacin del Ministerio


de Ciencia e Innovacin HAR2010-21941-C03-03 (subprograma de HISl)
1
En referencia al Doctor Mackay, aunque en realidad hubo varios doctoras
con este apellido que trabajaron en el Hospital de Rio Tinto y en el de Huelva.
Debo la recuperacin de esta expresin a Alfredo Moreno, ex-trabajador de la
Compaa e historiados local.

164
1. MARCO NORMATIVO E INSTITUCIONAL

Desde este punto de vista, buena parte del periodo que nos
ocupa viene a coincidir con la construccin del aparato normativo
e institucional de la salud laboral en Espaa. A la proliferacin
legislativa, excesiva, especialmente en los primeros veinte aos
del siglo pasado, hay que sumar las aportaciones procedentes de
las distintas disciplinas que se fueron interesando por este mbito.
Juristas, higienistas, ingenieros, socilogos, psicotcnicos,
mdicos del trabajo, etc. fueron sumando sus contribuciones al
ritmo que marcaba aquella; sometida, a su vez, a los inevitables
vaivenes polticos. Paralelamente se iba sucediendo la creacin de
instituciones como la propia Comisin de Reformas Sociales, el
Instituto que vino a sustituirla, la Inspeccin de Trabajo, el Instituto
de Reeducacin de Invlidos del Trabajo, la Escuela Nacional de
Sanidad, el Instituto Nacional de Medicina, Seguridad e Higiene
en el Trabajo, el Servicio Mdico de Empresas, etc. y todo esto
acompaado de las correspondientes publicaciones peridicas,
monografas, concursos, creacin de sociedades profesionales,
etc.

Cuadro n 1.
Sntesis del marco nonnativo en el mbito de la seguridad e
higiene en el trabajo. 1873-1960.
1873 Ley Benot. Condiciones de trabajo en fbricas, talleres
y minas. Normas sobre el trabajo de mujeres y nios
menores de 1Oaos.
1878 R.O. sobre trabajos peligrosos para nios
1897 Reglamento de la polica minera
1900 Ley Accidentes de Trabajo. Condiciones de trabajo
de mujeres y nios. Aseguramiento de accidentes de
trabajo a travs de sociedades de seguros. Catlogo de
mecanismos preventivos
1902 Circular sobre andamiajes
1903 Creacin del Instituto de Reformas Sociales.
1906 Reglamento General de Seguridad e Higiene en el Trabajo.
Creacin del cuerpo Tcnico de Inspeccin del Trabajo.

165
1904 Ley de descanso dominical
1908 Creacin del Instituto Nacional de Previsin
1916 R. D. sobre reconocimientos mdicos previos a la
incorporacin al puesto de trabajo
1919 Adhesin a la Oficina Internacional del Trabajo
1922 Ley Accidentes de Trabajo
1924 Creacin de la Escuela Nacional de Sanidad
1931 Reglamento para aplicar al sector agrcola la Ley de
Accidentes de trabajo
1932 Ley Accidentes de Trabajo
1933 Reglamento de la Ley de Accidentes de Trabajo en la
industria.
1934 Incorporacin del IRS al Ministerio de Trabajo. Creacin
de una Inspeccin Medica del Trabajo y del Servicio de
Higiene del Trabajo
1939 Publicacin Revista de Trabajo
1940 Reglamento General de Seguridad e Higiene en el Trabajo
1942 Reglamentos de trabajo.
Seguro de Enfermedad.
1944 Creacin del Instituto Nacional de Medicina, Higiene y
Seguridad del Trabajo. Comits de seguridad e higiene
1948 Creacin de la Escuela Nacional de Medicina del Trabajo
1953 Reglamento de los Jurados de Empresa.
1956 Creacin los Servicios Mdicos de Empresa
1959 Creacin de la Organizacin de Servicios Mdicos de
Empresas
1960 Publicacin de la Revista de Seguridad.

166
Sin embargo, ni aquella proliferacin normativa encontraba el eco
esperado en la realidad de los tajos, ni el desarrollo institucional
lograba atender el basto territorio nacional; ya fuera la propia
Inspeccin de Trabajos2 , los mencionados institutos, las ctedras
de medicina, etc. su localizacin solo en ciudades como Madrid,
Barcelona, Valladolid o Valencia, etc, se demostraba claramente
insuficiente, no obstante lo avanzado de su planteamiento y lo
positivo de algunos de sus resultados. En otros trminos, y a pesar
de que, como veremos ms tarde, algunas grandes empresas
llevaron a cabo algunas campaas para reducir la siniestralidad, la
realidad era bien distinta; en los pequeos talleres, los cortijos, en
la pequea parcela, en los arrozales, en la mina, en las almadrabas,
etc. las preocupaciones no pasaban de manera prioritaria por
mejorar la seguridad. En esta misma dinmica se encontraban las
organizaciones sindicales a la hora de fijar sus reivindicaciones
ante la patronal y muy rara vez vamos a ver a aquella como primera
exigencia; la readmisin de los despedidos, la mejora salarial, la
reduccin de la jornada de trabajo, etc. sern las cuestiones que
ocupen las primeras posicioness.

Los primeros cuarenta aos del siglo, no obstante los regmenes


polticos tan distintos que se van a suceder, se van a caracterizar por
la ausencia de una reglamentacin general, de carcter preventivo,
pese a la abundancia de disposiciones legales referidas a esta
cuestin. Del mismo modo, las normas reparadoras se van a tratar
conjuntamente con las de carcter preventivo. Desde los Cuarenta
hasta finales de los Sesenta se aprecia una nueva etapa, que sigue
insistiendo en la accin legislativa pero ahora con un marcado
carcter unitario. Seguridad, higiene y prevencin aparecern de
manera integrada en las distintas disposiciones4

2
El ex ministro de trabajo Estadella defini su funcionamiento como
"satisfactorio desde el punto de vista tcnico, su personal es competentsimo
y su funcionamiento deplorable". En Arstegui, J. (Ed.) La Repblica de los
trabajadores. La segunda Repblica y el mundo del trabajo. Fundacin
Francisco Largo Caballero, Madrid 2007, p. 233.
3 Galn Garca, A. Estudio introductorio a la edicin facsmil de La prevencin
de los accidentes del trabajo. Palancar y Prez Botija, E. Consejea Empleo
Junta de Andaluca y Fundacin Mapfre. Sevilla, 2008, p. 'XJW.
4 Fernndez Marcos, L.: La poltica estatal de seguridad e higiene en el trabajo:

significado Del decreto de 1O de agosto de 1976. Revista Trabajo, 1976. N


53, p. 143. Esta insistencia en lo legislativo tiene mucho que ver con la teora
del riesgo profesional; es decir, si la empresa es la que genera el riesgo, debe

167
La contienda civil supuso, adems, un corte radical con las lneas
de trabajo, la difusin, las investigaciones, los planteamientos que
se venan haciendo desde los aos Veinte y muy especialmente
desde comienzos de la dcada de los Treinta. Los trabajos de
Palancar y Prez Botija, A. de Vicente Bueno, Mallart y Cut, Oller
Martnez, Rodrigo Bellido, Parriza Torres, Dantn Gallego, Jordana
de Pozas, etc. y las preocupaciones que se desprendan de los
mismos; tales como la importancia de la educacin en los niveles
educativos inferiores, la importancia de la psicotcnica para
mejorar la seleccin de los trabajadores y su correcta adecuacin
al puesto de trabajo a desempear, la conveniencia de hacer de la
prevencin un ejercicio continuado para lo que haba que recurrir
a las campaas, la cartelera, los comics, el premio para los
que cumplieran la norma y el castigo para los que no lo hicieran
(sistema bonus/malus), la pertinencia de asumir la prevencin
desde la gerencia de la empresa, etc. no se retomaran hasta bien
entrada la dcada de los Cincuenta y, como es lgico, bajo el
prisma del nuevo rgimen. Concebido este como un gigantesco
sindicato de productores5 , o, dicho de otro modo, excluidas las
organizaciones sindicales democrticas, habr que esperar hasta
la Ley de Convenios Colectivos Sindicales de 1958, que abri el
camino a cierta regulacin plural de las relaciones laborales, para
que los trabajadores pudieran abrir brechas en el monopolio estatal
de la seguridad e higiene8

Todos aquellos objetivos que al hilo de los cambios polticos se


iban sucediendo, solan venir normalmente acompaados de
grandes discursos, teidos, a su vez, de un marcado carcter
pico; "El Estado se compromete a ejercer una actuacin constante
y eficaz en defensa del trabajador, su vida y su trabajo" afirmaba
la declaracin 11 del Fuero del Trabajo; Mon Pascual, apenas tres

ser la encargada de proteger al trabajador y reparar los daos en caso de


accidentes. El estado debe limitarse a regular, establecer sanciones, etc.
Resultan muy clarificadoras las discusiones que sobre esta cuestin se vienen
dando de finales del XIX entre empresarios, organizaciones sindicales, juristas,
etc.
5 Primo de Rivera, J.A.: Obras completas. 1922-1936. Escritos y Discursos.
Madrid. Instituto de Estudios Polticos, 1976. p. 479
6 Fernndez Gmez, J.A.: La prevencin de riesgos laborales en la Dictadura.
En Trabajo y Salud. Desde la proteccin a la prevencin. Madrid, INSHT;
Fundacin largo Caballero y Fraternidad-Mutrespa. 2010, p. 128.

168
aos despus, deca "Este es el fundamento (proteger al trabajador
y darle el mayor prestigio profesionaO de la poltica social de
previsin, que como sol bienhechor abarca todas las pocas de la
vida del productor, desde la infancia a la senectud, pasando por la
juventud y la edad adulta. De la misma manera que el rayo fulmina
y abate rboles vigorosos y jvenes y robustos productores ...
el Estado ha debido establecer un sistema que permita no solo
reparar los efectos de la enfermedad o del accidentes sino en
prevenir los peligros del mismo"7

Claro que todo esto, tal y como queda recogido en el grafico


n 1, todo este viaje plagado de normas, instituciones, etc. se
vio acompaado en los Cuarenta y muy especialmente en los
Cincuenta, por un incremento de la siniestralidad como no se
haba conocido antes en nuestro pas. Si para la primera dcada el
nmero de los siniestros se multiplica por dos, para la segunda se
va a multiplicar por cinco8 , alcanzando la cifra simblica del milln
de accidentes y provocando un incremente, que, en trminos
absolutos, solo encontrar situaciones similares en los periodos
comprendidos entre 1985 y 1991, por un lado, y entre 1993 y 2001 ,
por otro.

De todo lo que acabamos de comentar, de esta manera tan breve,


fue testigo, agente y parte interesada la propia Compaa. La
cuestin que nos ocupa es saber si el tiempo transcurrido desde
su llegada fue suficiente como para generar un modelo propio de
gestin de la seguridad y la salud en el trabajo o, por el contrario,
el hecho de escamotear las estadsticas reales, aprovechar las
prioridades sindicales en torno al mantenimiento o recuperacin
del empleo y de mejora del salario, asumir los accidentes como

7
Mon Pacual, J.: La previsin social en relacin con el problema de la prevencin
de accidentes e higiene del trabajo. En Conferencias sobre prevencin de
accidentes del trabajo. Ministerio de Trabajo, Madrid, 1942. Mon Pascual fue
Jefe de la Inspeccin de Barcelona y profesor de la Escuela Social.
8 Aunque el aumento se achaca al crecimiento del sector industrial, se alude

tambin al carcter del trabajador espaol para terminar de explicarlo" ... muy
capacitado para acometer cualquier labor, no lo as tanto para tener la previsin
de pensar que tambin l puede accidentarse y ...esa confianza entraa una
mayor peligrosidad. Navarro Domfnguez, 0.: "Accidentes de trabajo. Su
significacin estadfstica y social. Revista Internacional de Sociologfa. Ao
XIX, Enero-Marzo, 1961, n 73, p. 57.

169
un hecho natural e inherente a la propia actividad econmica,
intercambiar riesgo por dinero; afrontar las indemnizaciones y no
introducir las mejoras necesarias, etc. formaba parte tambin de
su prctica habitual, al igual que en la mayor parte de las grandes
empresas espaolas9

2. DIFICULTADES ESTADSTICAS

Este es un apartado obligado al referirnos a la evolucin que conoci


la siniestralidad laboral nuestro pas a lo largo del s. XX. Mucho se
ha escrito ya sobre las dificultades de la poca para elaborar unas
estadsticas suficientemente representativas como para aceptarlas.
Ya hemos mencionado, por un lado, las dificultades emanadas del
propio procedimiento establecido, del alto grado de incumplimiento
por parte de las empresas y la propia administracin, ya sea en la
cumplimentacin de todos y cada uno de los trmites como en la
aplicacin de la ley cuando se trata de establecimientos pblicoS10
o privados11 , de la falta de recursos de la propia Inspeccin o del
Instituto de Reformas Sociales12

9
Galn Garca, A. Siniestralidad laboral enRio Tinto, 1913-1954. En Minea y
desarrollo econmico en Espaa.
10
" es de absoluta necesidad que la administracin de las minas de Almadn
remita mensualmente al gobierno civil de la provincia y mejor todava,
directamente al Instituto de Reformas Sociales, el estado de accidentes del
trabajo ocurrido durante el mes, para que sea posible conocer al da la clase,
el nmero, la importancia y las consecuencias de esos accidentes, dato que
en la actualidad es totalmente desconocido. No hay motivo para que una
dependencia del Ministerio de Hacienda no cumpla los preceptos de una Ley
que la obliga como a todas las dems, de la misma manera que la cumplen,
por ejemplo, y con una exactitud y una puntualidad dignas de nuestro elogio,
los establecimientos que dependen del Ministerio de la Guerra, que llevan
al dfa este interesante servicio ... Parece, en realidad, que la Administracin
pblica no tiene sobre este punto obligaciones que cumplir, y el infeliz obrero
se encuentra entregado a los azares de sus temblorosas y convulsas fuerzas".
Informe sobre las Minas de Almadn. Conclusiones presentadas a la
aprobacin del Instituto. Madrid, 1910.
11 "Conviene tener presente que las estadsticas son hoy ms verdad en lo que

a este punto se refiere y no debe extraarnos ver aumentar las cifras, pues con
anterioridad a la Ley de 1900 no se daba parte a la autoridad de la mayora de
ellos, hacindolo solo de los ms graves. Hoy, sobre todo las sociedades que
tienen asegurados sus riesgos en compaas de seguros, tienen necesidad de
dar cuenta hasta de la ms insignificante herida o lesin que produzca un solo
da de paro del obrero, de ah que aparezcan recargadas las cifras con relacin
a los anteriores". Len Castro, E. : Un poco de higiene y patologa minera.
Madrid, 1904, p.12.
12
Galn Garca, A. Estudio introductorio a la edicin facsmil de La prevencin

170
Dichas dificultades hemos de prolongarlas hasta bien en entrada la
Dcada de los Sesenta, momento en el cual los datos ofrecidos por
el Ministerio de Trabajo, a pesar de los cambios metodolgicos que
se van produciendo con el tiempo, nos ofrecen una situacin ms
cercana a la realidad. Eso si, los datos, en el mejor de los casos se
quedan a nivel provincial y no nos permiten descender a otro tipo
de anlisis18

Hay que decir no obstante que a lo largo de todo el primer tercio del
s. XX encontramos, en los especialistas dedicados a esta cuestin,
diversas estadsticas y frecuentes remisiones a publicaciones
peridicas del momento, tanto europeas como americanas, lo
que nos permite pensar que ellos si que tenan nociones de lo que
ocurra en otros pases. Claro que se trataba de estadsticas muy
parciales, unas veces, resultados de experiencias muy localizadas;
otras, elaboradas a partir de algn siniestro llamativo por el nmero
de sus vctimas, etc.

Hemos de pensar, por otro lado, que si estas estadsticas eran


conocidas por aquellos especialistas, aunque no las compartieran
y merecieran un juicio unnime de insuficientes y publicadas en
revistas de escasa difusin, tambin deban de conocerlas los
directivos, al menos, de las grandes empresas y de los sectores
especialmente peligrosos. A modo de ejemplo traemos aqu el
manual de P. Razous, ingeniero francs y uno de los autores ms
conocidos en nuestro pas durante la dcada de los Treinta, en el
que se hace eco de un artculo publicado en la Revista Engineering
donde se recogen los resultados obtenidos en una campaa
desarrollada en las fbricas metalrgicas de Estados Unidos
despus de que se conocieran los datos relativos a los accidentes

de los accidentes del trabajo. Op. Cit. p. XXV.


13
Situacin que se mantiene hasta el momento, lo que supone un claro
inconveniente a lo hora de adoptar polticas ajustadas a las necesidades de
cada territorio. Supone esto que, desde principios del siglo pasado y con los
matices apuntados, podemos conocer perfectamente el perfil del trabajador
accidentado y, sin embargo no podemos situar el lugar exacto del mismo.
Para ver como se vienen repitiendo sin solucin de continuidad determinados
comportamientos a nivel general Galn Garca, A. "Accidentes de trabajo en
Espaa. 1900-2007. El perfil de las vctimas". Seguridad y Medio Ambiente,
N 116 Cuarto trimestre 2009.

171
ocurridos en 1905. En aquel ao el nmero de accidentes pasaba
de 300%o, y el numero de jornadas perdidas por obrero era de
34,5; en 1913 no hubo ms de 115 accidentes por cada 1000
obreros y las jornadas perdidas se redujeron a 21 ,3 por obrero. En
el Departamento de Altos Hornos, las jornadas prdidas por obrero
pasaron, segn la misma estadstica, de 64 en 1907 a 34 en 1917;
y en las aceras, de 49,8 en 1907 a 21,8 en 1916 y a 17,5 en 191714

En nuestro pas podemos citar la experiencia llevada a cabo en


la Sociedad Espaola de Construcciones Babcok Wilcox15 , la que
desarrollo la Unin Cerrajera de Mondragn. S. A. que entre 1935
y 1941 redujo el nmero de accidentes de 163 a 22, el ndice de
frecuencia pas de 92,8 el primer ao a un 37,9 el ltimo y los
ndices de gravedad desde un 4,1 a un 0,4 para el mismo perodo;
o la que protagoniz la Compaa Euskalduna de Construccin
y Reparaciones de Buques, que, a partir del trabajo desarrollado
por su laboratorio psicotcnico, consigui disminuir el nmero de
accidentes con baja desde los 766 que se produjeron en 1932
hasta los 628 de 1939. Para los mismos aos lograron reducir el
ndice de frecuencia desde los 206 hasta 134. En lo que se refiere
a gastos correspondientes a las incapacidades derivadas de los
accidentes, conocieron un ahorro del44,6 %16

Los datos que publica Lasala nos permiten conocer las dimensiones
de las cifras nacionales y nos ofrecen tambin alguna referencia
internacional, referida siempre a la minera17

14
Razous, P. Curso de prevencin de accidentes del trabajo. Madrid, Ed.
Reus, 1933. No nos debe extra'iar que en este a'io se tradujera del francs y
se publicara un manual de prevencin de riesgos laborales. No era el primero
ni seria el ltimo; el ao siguiente se public en Vitoria La prevencin de
los Accidentes por los mtodos psicolgicos del ingeniero belga Fernando
Mercx. Tambin los autores espaoles prestaron la atencin debida a esta
cuestin. Baste recodar las obras de Palancar y Perez Botija, De Andrs
Bueno, etc. Otra cosas bien distinta es, al igual que ocurre hoy, que alcanzaran
la difusin suficiente como para suponer una reduccin efectiva en el
numero de accidentes. Para mas informacin sobre como se ha analizado
este fenmeno en nuestro pas es necesario consultar el magnifico trabajo
recopilatorio de Francisco Lpez, R. de, Los orgenes de la Prevencin de
Riesgos Laborales en Espaa y el comienzo del intervencionismo del Estado
hasta 1939. En Historia de la Prevencin de riesgos Laborales en Espaa.
INSHTy Fundacin Francisco Largo Caballero. Madrid, 2007, p.16-121.
15 Revista de Trabajo, N 28-29, 1942, p. 217-2305
16 Martos de Castro, F.: Los accidentes del trabajo y su prevencin. En
Conferencias sobre prevencin de accidentes del trabajo. Ministerio de
Trabajo, 1942, p. 10-36.
17
LASALA. A. Accidentes en las minas. (1912)

172
Resumen de los muertos y heridos graves en la industria Total obreros
minera 1910-1911 mineros.
Censo I.R.S.
1911
Fallecidos Heridos Fallecidos Heridos
Huelva 40 51 35 35 23.596
Jan 32 28 19 14 10.725
Oviedo 36 11 32 16 20.008
Vizcaya 21 70 15 7 18.874
Total 256 282 180 174 150.000
Resumen general de accidentes en los que se han visto afectados los
obreros mineros y metalrgicos. 1909.
Fallecidos Heridos Total obreros
mineros
Total % Total % 1.146.372
Inglaterra 1.577 1,36 159.109 10 218.829
Blgica 214 0,97 164 0,7 150.000
Espaa 256 1,71 282 1,88 327.041
Francia 366 1,1 45.343 2 159.150
Austria 172 1,08 2.043 12
Elaboracin propia a partir de los datos que ofrece L.asala, A. (1912) Los
accidentes en las minas18

Todava a comienzos de los Sesenta, la XIV Asamblea general de la


Asociacin Internacional de la Seguridad Social, an se lamentaba
la imposibilidad de establecer comparaciones a nivel internacional.
En ese mismo momento y en nuestro pas elaboraban estadsticas
sobre accidentes de trabajo, al menos, el Sindicato Vertical del
Seguro, la Direccin General del Seguro, la Caja Nacional de

18El propio Len Castro, como la mayor parte de los autores de al poca
no dan credibilidad suficiente a la estadstica oficial. "En 1902 las desgracias
ocurridas fueron 255 muertos, 310 heridos graves y 4.5271eves, cuyos datos
no son completos ni verdaderos a pesar de ser verdad oficial. Un poco de
op cit. Madrid, 1904, p. 12.

173
Accidentes de Trabajo y, por supuesto, el Ministerio de Trabajo.
El grado de coincidencia no era el deseado. Simultneamente se
plantea ya la necesidad de contar con datos por empresa1&.

Por otro lado, y en relacin directa con lo que hoy nos ocupa,
hemos de sealar que estas estadsticas venan acompaadas
con informacin realmente valiosa para la propia empresa; nos
referimos al coste, directo o indirecto, que tenia cada uno de los
siniestros producidos. Ya se haba verificado, por lo tanto, que los
siniestros ms costosos, por la frecuencia con que se producen,
son los leves. Con el grado de conocimiento que hoy tenemos
sobre lo que ocurra en las grandes empresas espaolas, ya fueran
mineras o de cualquier otro sector, podemos afirmar que este era
un asunto apenas considerado; no obstante que las publicaciones
especializadas venan sucedindose desde los aos Veinte y
procedentes especialmente de los Estados Unidos.

En definitiva, para el perodo que nos ocupa en este trabajo,


tenemos que hablar una estadstica oficial poco representativa, lo
que nos lleva necesariamente a trabajar con los datos que maneja
la propia empresa y que el mejor de los casos habr que cruzar con
las facilitadas por las fuentes citadas ms arriba.

El grfico siguiente, a pesar de los matices apuntados, nos permite


conocer la evolucin secular que ha tenido este fenmeno y centrar
mejor el arco cronolgico que queremos abarcar con este trabajQ2.

19 Lzaro Farnndez, M.: "Examen astadfstico comparativo da los accidentas


del trabajo en diversos pafsas". Revista de Trabajo.1966, n 1. p. 459ss.
20 Todavfa en 1966 se preguntaba E. Malboysson" Por qu sta indiferencia

anta un problema que ocasiona grandes prdidas econmicas? En El fomento


del aspfritu da seguridad en la empresa. Revista de Trabajo, 1966, no 1. p.
225-242.

174
--~-------------------------------------

--
..... __ Accidentes de trabajo en Espaa. 1901-2007
--,(-'--
,._ ___________________________________ ~ ___

----
...

-_ , --- -~
_., ... ........,........ _,..._ ,.---..
lJibonlcldn pmpla. pwtlr de lila ""*"ii'llc:as ofL t t

3. De la RTCL ala CEMIIT


Como muy bien ha eet!alado NIIV8/1'0 Dom~lll. la herencia
l~enutaquepnwoc:laaciM:Iadmneraen tlleMI,vfnodtDiititl'11ida
por la lmpollat!Cla de au 8iCUIIIclacl. eeto ea, por el mercado de
~que fUe capaz da glrl8!8t, por lu condlclonea de 1nlbep
qu& inpuso, por los dNideudos qu& reparti, por la irt\lencia que
e cl6, *".Y 8llto, ccmo asaatllci:l, ak:anz6 IIIJa mlDclmaa niWIIee
en 111 "~!poca ...,.. Una vez que eeta pes, lila menile!it&ciones
4piQIS dieron lugw alaa p-.-:'onee ~- ~ ahl ~no
nos flllllen teatos que descltlan 18& ccrdcloniiS de tnlbeiO a liiS
qu& ee 11feron eomelfdoe 1011 mlnetO& de la ~la a ft1alee del
a. )(1)( y pri nc:lploa dal XX y ~ IIPII1U ttsrvunae 1llil1fmanlos da lo
que ocunl6 a partF de los Cuarart:a o On<:UIIIrta del t1o10 pasado.

175
Afinnacin esta que podemos hacer extensiva, sin reparo alguno,
al conjunto de la minera espaola.

Proponemos en este apartado hacer un rpido recorrido por


estas circunstancias, aproximarnos a las causas que explican la
siniestralidad en este momento, confrontar la opinin de algunos
autores con los datos que facilita la propia empresa, y conocer con
cierto detalle lo que pueden dar de s la informacin que ella misma
guarda para el tema que nos ocupa. Veamos algunos de ellos:

"Sera muy hermoso producir una labor sin detrimento alguno;


pero en la prctica el riesgo de la vida es inevitable, y en
unas industrias ms que en otras, la exposicin al accidente
es constante; y all donde trabaja la maquina, funciona la
electricidad, se arranca la roca, se produce el explosivo, se
funde o moldea el metal, es imposible que trabajando uno y
otro da, expuesto a la cogida de una transmisin, al peligro de
un contacto, al hundimiento, a la explosin fortuita o a la grave
quemadura, no se produzca alguna vctima. Pues aumentemos
el peligro y entremos en la lucha con los elementos, y veremos
que el agua y la tierra no se dejan arrebatar sus riquezas sin
producir tal nmero de vctimas, que apena la satisfaccin
del fruto que se recoge; y las galernas en nuestras costas, y
las hecatombes en las minas, prueba la verdad de nuestro
aserto ... la Naturaleza es un coloso de tales energas que antes
de dejarse dominar cobra con usura a la humanidad los frutos
de la victoria22

El texto de Lasala deja entrever que ante una gesta de tanta


envergadura como es la propia actividad minera, el accidente
es inevitable. Por lo tanto, tienen que producirse y as hemos de
aceptarlo. Discurso muy extendido y claramente favorable a la
compensacin antes que a la prevencin.

Por su parte, el corresponsal del Noticiero Obrero indica que en las


Minas de Rio Tinto, no pasa un da

22
Lasala. A op. cit. P. 25.

176
" ... sin que haya alguna vctima que muera aplastada por la
mole de mineros o por la rueda de una locomotora y ningn
departamento se halla en las condiciones exigidas para el
trabajo con arreglo a la ley de accidentes del trabajo, y sin
embargo, ni los obreros hacen reclamacin alguna, ni hay
comisin que la haga y se atreva con la poderosa empresa de
explotadores ingleses.

Pone como ejemplo que unos das antes en la corta Filn sur
tres obreros que se encontraban almorzando en una caa fueron
aplastados por una enorme mole de mineras de ms de mil
toneladas, "aunque algunos peridicos hayan hablado solo de
veinte ... y la empresa no piensa abonar nada a la familia de los
fallecidos" 23

Estas condiciones no eran privativas, ni mucho menos, de la


comarca onubense.

No todos los centros mineros ofrecen las garantas de


seguridad deseables, sobre todo porque se ha autorizado la
direccin de labores a personas carentes de titulo profesional.
Tambin influyen en esta peligrosidad laboral la falta de capital
suficiente en las compaas, los particulares o trabajadores que
las toman a partido y la depreciacin que sufren los minerales,
especialmente el plomo. Por todo ello se busca el aumento de
ganancias en la disminucin de los gastos, cuando los jornales
no pueden rebajarse ms, la reduccin de gastos se consigue
economizando las fortificaciones y dems obras de defensa,
dando lugar a accidentes"24

El propio Albuera Guirnaldas, se hace eco de algunos testimonios


referidos a la minera del plomo jienense:

"La ropa que se ponen para bajar a la mina consiste en unos


gruesos calcetines de lana, zapatillas a rayas, pantalones
de lona hasta el tobillo, un jersey de abrigo de tipo marinero

23Corresponsal Domnguez, El Noticiero Obrero, 19 de marzo de 1901.


24
Memoria que acerca del estado de las clases obreras de a provincia de
Granada. Granada 1884. p. 15-16. En Albuera Guirnaldas, A.: El mundo del
trabajo en Andaluca, visto por los escritores (1875-1931). Servicio de
Publicaciones. Universidad de Mlaga, 2006. p. 146.

177
ajustado al cuerpo y sobre el mismo una chaqueta corta de
tipo brownholland, forrada de lana y franela; en la cabeza llevan
un gorro ajustado de hilo, y encima un sombrero hongo hecho
de lana, fieltro, arenisca y resina; este sombrero suena a metal
cuando se golpea y se utiliza para proteger la cabeza de la
cada de piedras o trozos de roca. Dice que es habitual en
Cornualles pero que en Espaa los mineros suelen trabajar con
la nica proteccin del gorro de hilo, que solo protege del polvo
y la suciedad.

" ... En un momento de su relato, el pastor Rose visita una


fundicin situada en pleno campo. Se trata de una compaa
francesa con empleados espaoles; observa las chimeneas y
a campesinos que cortan leos para transportarlos en burros
mientras oye el gemido del plomo. Algunos trabajadores de
superficie estaban calentando la comida con el plomo ardiente,
tomando as el alimento impregnado de partculas de plomo.
Habla tambin de la contaminacin de un pantano cercano y
del proceso de deforestacin de toda la zona por culpa de la
actividad minera25

Para el caso de Rio Tinto, los testimonios mas conocidos vendrn


de la mano de los conocidos Ciges Aparicio, Concha Espina o la ya
mencionada Federica Montsenf!6

Ciges Aparicio recoge el interesante testimonio de un minero


que trabaja en el que califica el peor sitio de la mina: "yo
preferira las doce horas diarias de la corta a la hora y media o
dos horas que puedo resistir abajo, en aquel infierno de calor y
de humo ... El humo nos ahoga y parece que se aplasta dentro
del pecho. Vamos casi desnudos, y el sudor nos sale a caos.

25 James Rose, H.: "Untrodden Spain and her Black Country'' En Albuera

Guinaldos, A. Ocit. p. P. 139.


28 Tambin aqu acierta Navarro Domnguez, cuando incide en el origen

geogrfico de los autores de dichos escritos. Todos ajenos a la comarca, con


facilidad, por lo tanto, para escapar al control social que aquella ejerca. La
obra de Flix Lunar "A cielo abierto" podramos incorporarla como excepcin
si no fuera porque la escribi en el exilio californiano. Ver sobre este asunto el
trabajo de Prez Lpez en esta misma obra.

178
Hay momentos en que la cabeza da vueltas y se siento que no
va a morir; entonces no hay ms alivio que llevarse a los labios
el botelln de aguardiente con agua que todos bajamos, y
seguir trabajando entre el humo apestoso que nos mata. Cada
momento nos retiramos unos para salir a respirar, y otros siguen
en nuestro puesto. Hay sitios donde apenas podemos resistir
un minuto, y si no salimos corriendo, en el segundo minuto
caeramos asfixiados... Un antiguo minero, ahora guarda,
exhibe ante el periodista sus heridas de trabajo en los pies,
producidas por el agua agria. El hombre tiene el cuerpo lleno
de redondas manchas negras, sello que en las carnes pone el
agua agria, el agua que se filtra por las masas de cobre: "Las
galeras estn rezumando; cada gota que nos cae encima es
una chispa que abrasa la carne". Aade que si no fuese por el
agua agria trabajaran en cueros:"nos cubrimos bien la cabeza
con cascos de sombreros viejos y nos ponemos un trajecillo
de bayeta, que es muy a propsito ara expulsar el agua. An
as, ya ve como tengo el cuerpo". Dice que anteriormente la
Cia. venda unas botas de goma de mala calidad, pero al poco
tiempo la goma estaba quemada y el agua abrasaba los pies;
los pies del minero eran llagas vivas. Hubo una huelga y as
termin esa explotacin"27

El penltimo de Concha Espina

"Otros empleados relacionados con el funcionamiento de las


minas tambin trabajan con deficientes medias de seguridad,
como es el caso de los guardafrenos que van en los trenes ...
van de pi sobre un estribo, sin resguardo ni asidero, y desde
all saltan a menudo a otros vagones en plena marcha dentro
de los peligros de recodos y descensos, en jornadas de quince
a diez y ocho horas, obligados a tan ruda tarea por la escasez
del personal"28

Y el ltimo de F. Montseny

27
Ciges Aparicio, M.; Los vencidos, p. 125 y p. 83.
28 El metal de los muertos, p. 108.

179
"Nerva da un contingente aterrador de tsicos. Es el trabajo
brutal de las minas, el mismo aire que se respira, cargado de
gases, lo que destroza los pulmones, lo que ataca primero la
pleura, despus la caja torcica. El contagio hace el resto ... El
pas de Ssifo. Las cuencas mineras, kilmetros y kilmetros
de tierra violada, abierta a tajos, ruegos enormes como
monstruosas plazas de toros. Los pueblos, sin un rbol, que
el carbono mortal de las minas agosta como a los hombres,
extienden sus agrupamientos en los bordes de las cortas, a los
lados de las carreteras, junto a las vas frreas que conducen el
mineral de las minas de Riotinto a Huelva ...

Tristeza indecible de estos cementerios, osarios de los


mineros, ltima etapa de su trgico viaje a travs de una
vida que la iniquidad social, la explotacin del hombre por el
hombre han convertido en un infierno. La circunferencia de
estas existencias, de la existencia general de estas multitudes
de parias irredentos, va de la cuna msera, en el fondo de las
casuchas de los mineros, hasta esta tumba blanca bajo el sol,
sin flores, que apenas crecen all, pasando por el calvario de
las minas que va destrozando los pulmones, envenenando de
txico la sangre, destruyendo a los hombres en plena juventud,
hasta que los sanatorios, creados por los donJuanes de pobres,
les recogen hechos un pingajo para amortajarlos o llevarlos al
cementerio, que estn -casualidad espantosa- a la vera de
ellos... An sin trabajar en las minas, por el aire y el contagio,
la muerte por tuberculosis es espantosamente frecuente en la
comarca. Las pleuresas se multiplican y los pobladores de los
pueblos mineros aceptan con trgica indiferencia, con dolorosa
sumisin al destino, todo est()29

Siendo este el panorama, entremos a comentar ahora, cuales


eran las causas ms frecuentes de los accidentes ocurridos, o al
menos, como se explicaban. Con carcter general, la mayor parte
de los autores apuntarn al factor humano como la principal causa
desencadenante de los accidentes.

29
Federica Montseny en Andalucra. Verano de 1932. Servicio Publicaciones
Universidad Huelva. 2000, p. 38ss.

180
El mencionado F. Mercx, despus de hacer un rpido recorrido por
lo que ocurre en Francia, Alemania, Blgica y Estados Unidos; lo
resume con absoluta claridad: "... los accidentes no llegan por sr
solos; sino que son provocados por las vctimas o sus compaeros
de trabajQ30.

En lo que se refiere a la minera, el mencionado Lasala se hace


eco del estudio elaborado por Mr. Viullemin, en el que la actividad
minera figura como la tercera actividad por nmero de accidentes,
precedida de la mar y el ferrocarril. En los que se producen en las
minas distingue tres causas, compartidas, en trminos generales,
por la mayor parte de los autores:

1. Casos fortuitos, ante lo cual lo nico que cabe es la previsin.


2. Deficiencias de los servicios; se incluyen aqu los
provocados por "incuria de los explotadores y negligencia
de sus representantes; a veces, una mal entendida economa
reduce el personal que debe velar por la vida de los obreros, o
regatea los medios de su seguridad, no entibando lo necesario
o prescindiendo de aparatos que, bien empleados, disminuirn
el peligro"
3. Por descuido, ignorancia o "desprecio por la vida" de los
obreros.

Albuera Guirnaldas, recoge algunas manifestaciones referidas


a pequeas explotaciones mineras de Jan; asumiendo las ya
sealadas, aade, la falta de proteccin y la falta de coordinacin
en la explotacin, "que mientras los mineros siguen un filn en una
galera con el techo protegido, una explosin en la zona inferior
puede dar lugar a un hundimiento mortal31

Por la bondad de los datos y por lo que aporta al planteamiento


de este trabajo, debemos detenernos en la perspectiva que sobre
esta cuestin nos ofrece D. Avery. El archivero de la Compaa,
encontrar la causa ms frecuente de los accidentes en los fallos

30La prevencin de los accidentes por los mtodos psicolgicos. Vitoria


1934, p. 12.
31
O p. cit. 197.

181
en el manejo de la dinamita y en el repentino derrumbamiento
de piedras. "Pegas sin explotar, olvidadas por negligencia de
los dinamiteros cobraban vctimas fcilmente; las lesiones leves
se deban principalmente al uso impropio de las herramientas,
produciendo heridas que e dejaba a los hombres sin trabajar un da
o dos como mximo... Aparte de los accidentes en la mina, haba
otros producidos en el ferrocarril y entre 1880 y 1900 las muertes
se dieron una media de cinco al ao. La mayora de los accidentes
ocurran en las playas de clasificacin durante operaciones de
maniobra o cuando hombres que se colgaban a los vagones (una
operacin prohibida) caan a las vas"32 Incluso cuando llegue el
momento del traspaso de la propiedad a manos del Estado espaol,
afirmar que "Aunque los accidentes mortales y las prdidas de
brazos o piernas son inevitables en asentamientos mineros, hacia
1954 el nivel de seguridad era causa de satisfaccin"33 Y en
efecto puede ser que el hecho de que entre un 25 y un 30 % de
trabajadores sufrieran un accidente estuviera dentro de lo normal,
o que el mismo ao 1954 murieran 4 trabajadores, a otros dos les
fueran reconocida la incapacidad parcial y a otros dos la total 54 Aqu
hemos de ceder al beneficio de la duda debido, fundamentalmente,
a que desconocemos lo que en este sentido estaba ocurriendo en
empresas similares a la que nos ocupa. De cualquier forma, si se
asuma como normal, aunque fuera Avery el que lo dijera, ya era un
indicio de lo que la Compaa pensaba al respecto.

Sea como fuere, la realidad es que aquellas causas, ms o menos


consensuadas, ms o menos disfrazadas, tuvieron, para el caso
de Ro Tinto, un trgico desenlace que quedaba recogido en los
libros registros en forma de atrapamientos, cadas, quemaduras,
asfixia, fracturas, destrozos generales, destruccin globo ocular,
conjuntivitis qumica, intoxicacin por gases, etc. Y esto tanto
para la poca inglesa como para la poca espaola, tal y como
tendremos ocasin de ver ms adelante. Pero veamos ahora

32
Federica Montseny en Andalucra. Verano de 1932. Servicio Publicaciones
Universidad Huelva. 2000, p. 3Bss.
33
Nunca en el cumpleaos de la Reina victoria. HiS1oria de las minas de Rfo
Tinto. Labor, 1985, p. 242.
34
lbiden, p. 382
32
AFRT. Libro 1364. Libro registro de muertes e incapacidades provocadas
por accidentes. 1933-1964

182
algunas Vlll1alllas del fenmeno que nos OCI.p!l para calibrar cual
fue la dmensl6n que alcanz en uno y ot1o momento y 111, en efecto,
hubo ccntlnuldad o no entre t.na t1poca y la 01ra.

a. EwDUdn de la plllntllla y -.. nsllcl6n con el nllmero de


ac:cfclenter.
14.000

Grafico 2. Plantilla y total de accidentes. 1913-1960

- PLAN TILLA

- TOTA.l DE AC(I[){IfTfS

6.000
- ltl'\eaf t.PlAI'fTIU.A)

-Ln~t (TOTAL OC
ACCIOOOTES)

Pwca 'tle ele 11 Jllln1lla 11 1 c..191S.1a.l


11108 10!6 11120 16!6 11144 1"'
1911 110% 191!9 1016 1947 20'l!o
1014 211(, 1030 13!6 1Qti0 229'
1917 5:1% 11195 1316 1953 25'Jr.
1820 ~ 1G 1816 1- 2f>9'
1928 21!6 1941 l!a!ltt 1959 ~
. ~
ldt 1808-19!111

&! 1!1818 811111ido h111moa de eetiii:Jiecer el manoa tre8 fuM bien


diferenciadas. la pt1mera de 1910 a 1924, en ela al pcroentiiJ&

c:orrrdclo
f'ln. loe dlllloe del petfoclo enn 1955 y 1980, N'RT. Lllloa
~ dil hcepltalzadoa 1318. 319.13.20. 1~. 1:122.1:t24.

183
de lnlbajadore6 acoidentadoa ir del1$181 23 9(,, La 8e(ll.fld-. d&
1Q26a 1Q36. 001_. un ti *ISOOCUISidembl&en el na mero d&
,,.,1
IIIOOidetillee, rrl oo' 101ellli oooi l&rfa tntr& el1 oy el1616 de lo8
~en la ten:~en~delaa que hoy no&OOI4)8, <leed& 1937 a
1800, en la trcntn entonoea emr.la etapa bltWioay la espatlola,
a lo larvo de la oual noe ~ manera ~tntr&el
20yel2416 el& la plaritila. B 001100idc>allo1964 y lo8891~ no
oonodero n pues, n., Qi'l Oll.i!lblo 8lgnlfloa!lvo ollllo que el n C'mlnl
de~ s. refiera. En Oln) klgar ya hemos~ su
peraleusmo oon lo8 dato8 (lenenlle8 pera el oon)Jnto del ll*'

En lo8 C l l - y dos allo& que abatoa el eetudo ee apeola.l.fl


oertti o IWKJoel en lo que ae reft ene al Ollgen QIICIG llitloo d& lo8
1nlbajadQee lliOOidermdoe. Pent. ell)ltner periodo. aloe que enan
c1t la OOII*Otl" le& ~alutegaJIOI$ del 11181'**> de lnlbejo
plo, par lo tenl!ll, m& -blee, oan ml!jonl8 811111r!oe y, en lo
que no& <*!pe hov. oan l'l'tllloe poelblldadlos de &utit' Mllldentee;
el w de la oomeroe. yel tener filmliare$ en 111. Etilp,_ oonooer
c6n\o ;J0;111M. eta.les dolllbe de una cuilln del trabo1Jo 'cuilln
c1t la pmenelln" que loe p..: oedet1tee d& otn1a .zona& no te/Mn,

sr-ldld -
atrao..p.IHI2.
. , Flo lHo. 1111&.11164'. En """"'c1e""' ,.,
184
Adems y en perjuicio suyo, el carecer de vnculos en el interior de la
Empresa les otorgaba una clara desventaja para tener que ingresar
en los departamentos ms peligrosos. Para el segundo perodo lo
que ha ocurrido es que el mercado de trabajo se ha consolidado
en el interior de la propia comarca y la inmensa mayora de los
trabajadores son de la propia zona. De ah que el mayor nmero
de accidentes se d entre estos. Como ya apunt Gil Varn, la
dcada de los cuarenta supuso un cambio de tendencia en lo que
a recepcin de mano de obra emigrante se refiere. No solo dejar
de atraer a trabajadores a sus explotaciones sino que adems
se convertir, como otras muchas regiones espaolas, en zona
de emigracin 87 A pesar de que la plantilla comenzar a crecer,
especialmente a partir de 1941, la Compaa ya no contar con
oferta suficiente como para atender a las necesidades de trabajo
que tiene la poblacin autctona38

Indirectamente, como es lgico, los extranjeros tambin disminuirn


su presencia y, por lo tanto, sufrirn menos accidentes; los
portugueses, en otro tiempo omnipresentes en la comarca, apenas
representan ahora el 0,5 % de los trabajadores accidentados; los
franceses con un 0,4 %ocuparn el segundo lugar de los extranjeros
y los cubanos, marroques y algn trabajador alemn, aportarn el
dato extico a una zona otrora internacional. Hay que decir no
obstante, que para los aos posteriores a la guerra civil, el origen
geogrfico de los trabajadores deja de ser un factor determinante
para su incorporacin o no a la empresa. Lpez Martnez lo apunt
incluso, refirindose al caso de los portugueses, para la Dcada
de los aos Veint~9 La razn es doble, vienen menos y se han
estabilizado los que llegaron antes40

37 Mineria y migraciones en Rio Tinto, 1873-1973. Crdoba, 1984, p. 106


38
Para conocer el trasiego de trabajadores onubenses hacia el entorno de
Pearroya ver Ferrer Rodrguez, A.; Fleta Gonzlez, A. y otros: "Desarrollo
minera e industrial. Migraciones y doblamiento en el entorno de Pearroya
(Crdoba) durante el primer tercio del S. XX: una perspectiva microanaltica.
Revista de Demografa Histrica, Vol. 23, N 1, 2005, pp.107-138.
39
Trabajadores portugueses en las minas de Ro Tinto. En Parejo Barranco,
A. y Snchez Picn, A (Eds): Economa Andaluza e Historia Industrial. Ed.
Azucara Mediterranea, Coleccin Flores de Lemus, 1999, p. 240.
40
Unos 2598 llegaron a residir en la comarca minera durante la segunda
dcada del S. XX para verse reducidos hasta los 582 a comienzos de los
aos Treinta. Y de estos, el 63 %, estaba ya casado. Lpez Mrtinez, A.L.: "Al
cruzar la Raya: migraciones de trabajo del Algarve a Andaluca. 1870-1936"
(En prensa). Agradezco al Prof. Martnez el que remitiera este trabajo antes de
su publicacin.

185
El orecimielto veoetali\10 < la pcillaoi6n y la 000801idaoiQ1 del
!Mi'**> de 1nlblljo 11101101)86,'ico que 8PW116 ~ P: :tae
lioienln el reetO". El monooutioo del CIObt'& en manoa <una sola
~ase. que adem& se euoag6 < que no surgielllli tuent
d& ttabe,io albiinl&titOII en la~ urielo a loe electO&< la
ooutaninaoi6n 80br& la fllloultura < la zona. expioan este
0811tio < tendMOia. Otra henincia in~Mtab!e e i14)1eaoi11Cibl&
pera ocnoe el hoy e: la CI.MIIloa M~era oo~.

SINIESTRALIDAD LABORAL ENRIO TINTO.


OISTRIBUCION POR EDADES. 1 908 .. 1960(% )

Alllla lam1111>'o el l'alj!MD que ae ha producido dlll n.:m.ro e


111' lcllllltliaenlnt loa~ ISCXWI... iilidkXiaenlnt loa 14 O 18
~~~los y laa49. ltapIII)OIIAonellded lllli'IOilltlle peru!Cirimero de loe
per1odoe. a. pina, an benMiclo da loa tratwjM m.6a ~
pera loa llllaa CQI ...iilidkXia entnl1855 Y 11180.. En el ialifiiiO dele.
ecild .n el eoo ea> llluaoadc> < tn1beJ0 euoonbsnO& lliiJte de la
apllcackln. B raalz) d8be llllllt en el~ qua la can1ldad e loa
m~eroe accldelitedoe y c:omprandlcloe en1nt loe a1 y loe 48 tienen

186
en la Masa San Dionisia y Alfredo; y en el peso que esta, a su vez,
tienen en el conjunto de los accidentes contabilizados. Por otro
lado, el 65 % de los trabajadores accidentados est casados, solo
un 30% siguen solteros y apenas un 1,4 es viudo.

En cuanto a la distribucin por grupos de edad en los distintos


departamentos, podemos decir que el tramo comprendido entre los
25 y 34 aos es el mayoritario entre las vctimas de los accidentes,
suponiendo en torno a un 40 % de los mismos.

d. Distribucin de los trabajadores accidentados por


departamentos.

Con objeto de poder comparar con el periodo anterior y tratando


de evitar la dificultad que supone el que la denominacin de
los departamentos vaya cambiando y que a la hora de recoger
el accidente no siempre se hace de la misma manera, hemos
reagrupado los departamentos por afinidad de los trabajos que
en cada uno de ellos haba que realizar. A modo de ejemplo, en
Alfredo hemos incluido los del Pozo del mismo nombre y la Masa
San Dionisia; en Zarandas-Lavadora, hemos aglutinado, adems
de estos dos, a Terreros y Precipitacin; en Locomotoras-Trfico
a locomocin, Trfico, tanto Huelva como mina y transporte. En
Gestin hemos querido denominar a todo lo meramente auxiliar
con respecto a la mina: caligrafa, dibujo, mdico, etc.

Una comparacin con lo que ocurra durante la primera mitad


del siglo, pone de manifiesto donde sigue estando el peligro en
la actividad de la Compaa. Ahora pueden entenderse mejor
los textos que aportbamos ms arriba y todas las estrategias
desarrolladas por los trabajadores para tratar de evitar el paso por
las cortas.

18 7
Distribucin de accidentes pro departamentos. 1908-1960 (%)
Departamentos 1908-1929 1954-1960
Alfredo 50
Cortas 82 Atalaya 8 60
Norte 2
Talleres 6
Ferrocarril 12 10
Trafico 4
Varios 6 24
o,
Elaboracton propta.

Para los aos Cincuenta la distribucin por departamento, con la


agrupacin mencionada, es la siguiente.

Distribucin de accidentes por departamentos 1954-1960


Departamentos TOTAL
Alfredo 50,23%
Construccin 11,08%
Fundicin 10,27%
Corta Atalaya 7,80%
Talleres 6,56%
Locomotoras - Trfico 4,17%
Zarandas - Lavadora 3,43%
Filn Norte 2,24%
Central Elctrica 1,90%
Surtidor de Aguas 0,79%
Gestin 0,57%
Almacn Minas 0,52%
Otros Departamentos 0,22%
Fbrica de cido 0,22%
TOTAL 8.475
o,
Elaboracton propta.

188
e. Gravedad de las lesiones y tiempo de duracin de las
bajas.

Este es un dato del que solo disponemos para la segunda mitad


de los Cincuenta, pero aunque solo sea a modo de avance, nos
parece interesante destacar que el 30,42 % de las bajas va a tener
una duracin de entre 5 y 1O das, el 21,92 % va a estar entre 1O
y 20 das de baja y el 16,41 estar entre los 20 y los 100 das. Y
todo esto a pesar de que la calificacin de los accidentes ser de
leve en un 98 % de los casos. Hay que tener en cuenta aqu una
cuestin que hoy nos puede parecer muy trivial, y es que al hospital
solo se acuda en caso de gravedad cierta. Por otro lado, esta es
una cuestin a la que necesariamente habr que volver cuando se
analice la cuestin de los costes que para la empresa tenia este
fenmeno43 Del mismo modo, habr que valorar el uso recurrente
del accidente"'.

Accidentes segn la gravedad de la lesin.1956-1960


1956 1957 1958 1959 1960 TOTAL
Leve 1799 1607 1693 1765 1558 8422
Grave 8 9 9 5 11 42
Mortal 6 o 3 5 5 19
TOTAL 1813 1616 1705 1775 1574 8483
Fuentes: AFRT. Libros Registros de hospitalizados 1318-1324 y Ubro
registro de muertes e incapacidades, 1364.
Elaboracin propia

Estos datos han de venir matizados por otra fuente de la misma


empresa. Nos referimos al registro de muertes e incapacidades

43 Una buena introduccin al asunto en Grimaldi, J. y Simonds, Ph.: La


seguridad industrial. Alfaomega, Mxico, 1991.
44 Tampoco podemos olvidar el uso recurrente que poda hacerse del

accidente. "El autor (Ciges Aparicio)recoge la opinin generalizada entre los


mineros de que la Cia. Solo indemniza en caso de muerte por accidente, no
por enfermedad. Un minero enfenno de los pulmones, enfennedad que ha
contrado tragando el humo de las teleras, le confiesa que tendr que recurrir
al accidente:"AI entrar en la contramina me las arreglar de manera que me
aplaste un liso... As podr cobrar mi madre la indemnizacin y no morirse de
hambre". En Al buera Guirnaldas, o p. cit. p.127 ss.

189
provocadas por accidentes de trabaje>45. A modo de avance
podemos decir que la media de trabajadores muertos como
consecuencia de un siniestro desde los aos treinta a los sesenta,
va a estar en 4, 2. Esto no impedir, que por ejemplo en el ao
1940 fueran 6 u 8 en el ao 1949 e incluso 6 ms 4 incapacidades,
2 totales y 2 parciales el mismo ao 1954, o, que an en 1963
fueran cinco los trabajadores que encontraron la muerte en el tajo.
Como es fcil de imaginar, los departamentos con mayor presencia
en semejante estadstica fueron S. Dionisia, Alfredo, Corta Atalaya
y Filn Norte. Los diagnsticos ya los avanzamos ms arriba:
Hemorragia cerebral, contusin abdominal, aplastamiento del torax
o fractura en la base del crneo.

4. CONCLUSIONES: CUANDO LA PROPIEDAD NO


IMPORTA

El 12 de agosto de 1954 la Junta General de Accionistas de la RTC


aprob la venta de sus propiedades en Espaa. Como ya afirm
Gmez Mendoza, los mviles econmicos de esta operacin
quedaron excluidos del todo, hasta el punto que ni siquiera
mereci un anlisis coste beneficio del rescate en el perodo 1939-
195446. El mantenimiento de un segundo Gibraltar era excesivo
para la salvaguarda de la mejor imagen de la patria y la vuelta a
"nuestras manos" resultaba obligada. No importaba que ya para
aquel momento los grandes yacimientos onubenses de piritas
(Ro Tinto, Tharsis, la Zarza, etc.) hubieran dado muestras ms
que evidentes de agotamiento. En sentido contrario, si que estaba
experimentando un importante crecimiento la industria metalurgia
espaola del cobre, motivado a su vez por el desarrollo industrial
del momento, lo que oblig a incrementar de manera progresiva la
importacin de menas cuprferas a partir de la dcada de 194047

Si el objetivo era puramente ideolgico y poltico, resultaba


coherente que, desde el punto de vista econmico, no se
hiciera ninguna excepcin con la nueva empresa, no obstante el
desembolso que se haba tenido que realizar. As, y seguimos de

45 AFRT. Libro registro de muertes e incapacidades1364.


48 Gmez Mendoza, A.: El Gibraltar Econmico. Franco y Riotinto, 1936-
1954. Civitas, 1994. p. 360ss. ".
47
Domenech, P.: La industria del cobre en Espaa. De 1900 a 1975. Revista
de Historia Industrial. N' 37, Ao XVII. 2008.2

190
nuevo a Gmez Mendoza, se vio envuelta en el entorno artificial
que fueron generando los sucesivos gobiernos y que la alejaba del
horizonte de los beneficios.

Desde el punto de vista de la gestin de la nueva empresa, en


efecto, se produjeron algunos cambios, no excesivamente
traumticos, por lo que parece. Como apunta el mismo autor, en
buena parte porque ya desde los Cuarenta la legislacin obligaba
a una sustitucin gradual de los directivos. En la misma direccin
se pronuncia Avery "Antonio Torres y sus colegas espaoles en
la Compaa Espaola de Minas de Ro Tinto, no se consideraron
al servicio de una nueva organizacin empresarial, sino como los
herederos en Espaa de la compaa britnica. No vean su historia
comenzando en 1954, sino en 1873... contradicciones que no
haban de forjarse, sino que ya existan. Y este punto de vista era
cierto, realmente, porque las gentes que trabajaban en las minas
eran mayoritariamente las mismas antes que despus de su venta,
con el mismo carcter y las mismas costumbres"48

Sea como fuera, si en lo econmico el rgimen no estuvo dispuesto


a hacer ninguna excepcin y en lo concerniente a la gestin los
nuevos responsables no haran sino continuar con los hbitos y
el modo made in nglan de proceder, era poco previsible que lo
relativo a la seguridad de los trabajadores pudiramos asistir a un
cambio de direccin. Lo mas probable es que se siguiera actuando
como se hacia un mes antes, un ao, quince o cuarenta. No hubo
tal cambio, y ah estn los datos para corroborar que en efecto
fue as. Al final, tendremos que darle la razn a D. Avery cuando
afirmaba que "hacia 1954 el nivel de seguridad era causa de
satisfaccin". Por lo tanto, herencia recibida, herencia aceptada y
herencia sufrida.

Aunque nos faltan estudios para conocer como evolucion la


siniestralidad laboral en nuestro pas durante los dos primeros
tercios del s. XX, casi podemos afirmar que el modo ingls de
proceder no fue en absoluto exclusivo de Ro Tinto, sino que fue
el patrn que siguieron la mayor parte de las empresas. Cuando
logremos entrar en las cortas y en las galeras, en los talleres de
fundicin o en las locomotoras, estaremos en condiciones de
afirmarlo con rotundidad, mientras tanto seguiremos invocando al
Dr. Mackay.
48 Nunca en el cumpleaos... p. 382

191
"No debe temerse a la inmigracin de nuevos estilos
ni de nuevos vegetales, el jardn mediterrneo ha sabido
adecuar caudales de novedades a lo largo de los siglos y,
si algo la caracteriza, es su capacidad de sntesis".
(GARCA GUARDIA, 1992)

192
un
i55
A

El rastro ingls en
el paisajismo y la
jardinera de Huelva
E. Snchez Gulln,
Paraje Natural Marismas del Odiel.
enrique.sanchez.gullon@juntadeandalucia.es
1.1NTRODUCCIN

La riqueza metalrgica de la provincia de Huelva ha atrafdo desde


la antigiledad la presencia de diversas culturas que han pasado
por este territorio dejando su huella desde la protohistoria con
una explotacin arqueometalrgica. A finales del siglo XIX durante
la Revolucin Industrial europea con la demanda de cobre se
incrementa la necesidad de este mineral como materia prima
estratgica intemacionaJ. A partir de este siglo la cuenca minera
de Huelva empieza a revalorizarse gracias a la faja pirftica del
Andvalo, cuya montera limonftica o "gossan", formada por xidos
e hidrxidos de hierro con mucha diferencia la ms importante de
la Pennsula Ibrica, lo que propicia la presencia colonial inglesa en
esta provincia. La Huelva britnica abarca desde el ao1866, con
la construccin de la va frrea y compra de las minas de Tharsis,
hasta la venta de las minas de Rfo linto en 1954. El auge de la
actividad minera con capital extranjero propici la construccin
de infraestructuras bsicas para esta explotacin: ncleos
residenciales para los tcnicos y operarios, as como puertos de
embarque del mineral y lneas ferroviarias para su transporte, que
quedaron integrados como elementos singulares de arqueologa
industrial del siglo XIX, y principios del XX.

El trabajo que presentamos, centrado principalmente en zonas


ajardinadas o de su influencia, ha permitido localizar o descubrir
especies ornamentales vegetales novedosas propias de usos y
modas anglosajonas ajenas a la cultura mediterrnea, que perfilan
un estudio ms profundo de este paisae humanizado de nuestra
provincia.

Fotografa 1. Jardn Bellavista. E. Snchez Gulln

194
2. LA BSQUEDA DE LA NATURALEZA: EL PAISAJISMO
INGLS

Los jardines son espacios culturales modelados al canon esttico


de la poca que se conforman como elementos de uso utilitario
para el ciudadano como zona verde y referencia monumental para
la ciudad. El eje principal por el que gira el concepto del paisajismo
ingls, es el elemento natural. La madre naturaleza se constituye
como piedra angular del diseo y de su estilismo. A partir del
siglo XVIII, se destierra la herencia renacentista y barroca, con
predominio del exceso de la geometra y formalismos de formas
en la jardinera, dando una vuelta de tuerca hacia una recuperacin
del elemento natural, concepto ya descubierto en la antigedad
en oriente en China y Japn hace ms de 2000 aos. La nueva
burguesa ilustrada hace sinnimo el concepto "naturaf' con
"libertad''. La monarqua anglosajona se convierte en abanderada
de la libertad frente a las monarquas absolutistas europeas. El auge
de fuerzas polticas progresistas burguesas, germen del partido
"Laborista", opuestos al viejo rgimen del "Partido Conservador y
Unionista", que representaban a una aristocracia oligrquica feudal,
hacen de la sociedad inglesa referente de la apertura de nuevos
conceptos e innovacin frente el mundo (GARCA, 2009). Por otro
lado, el clima de Inglaterra, de alta pluviometra, con predominio de
abundantes lluvias y nieblas, modela y propicia el uso ornamental
en su jardinera de plantas perennes, caducifolios, arbustos y
uso de plantas de temporada, como gefitos o bulbosas, as
como el uso generalizado de praderas de csped. Su ordenacin
espacial tiende a evitar las lneas rectas siguiendo el adagio "pues
a la naturaleza le horroriza la lnea recta", con adaptacin al medio
natural, como colinas, laderas, etc., incluso utilizando elementos
del medio integrados en estos diseos. Dentro del elemento
arquitectnico suelen aparecer puentes, pabellones, templetes,
fuentes, paseos, sendas con trazado sinuoso, etc., contrapunto
del jardn hispano-rabe que juegan con el agua con un uso
ldico, dividiendo el jardn en arriates, con figuras geomtricas o
"arabescos", con introduccin de numerosos rboles frutales, que
reflejan el ideal religioso musulmn de que el jardn es el smbolo
del paraso. El jardn andaluz hispano-rabe transmite la herencia
de la perspectiva de un pueblo nmada que pregonan la movilidad
y la condicin de huspedes que algunos pueblos tienen fuera de
su tierra de promisin (GARCrA GUARDIA, 1992).

195
La vegetacin juega un importante papel en el jardn ingls como
fuente de contrastes en sus diseos: "crear un jardn es pintar un
paisaje". El uso del colorido o cromatismo otoal, con introduccin
de elementos singulares a juego, como conferas perennifolias
con frondosas, e introduccin de color con plantas de temporada
(terfitos, bulbosas, etc.), colocados en grupos, parterres o
formando praderas. Muchas especies utilizadas coinciden
frecuentemente con especies provenientes de sus colonias de la
Commonwealth (Australia, Sudfrica, Amrica, Asia, etc.) (TABLA
1). El paisajismo ingls queda reflejado en la obra potica lrica
del iconoclasta ingls Alexander Pope (1688-1744), que describe
claramente este postulado paisajista:

"Si queris construir o plantar,


erigir columnas o trazar arcos,
elevar planicies o excavar grutas,
nunca habris de olvidar la naturaleza.
Pero considerad a esta diosa una beldad modesta;
No la adornis con artificios, pero tampoco la dejis
desnuda.
No expongis a la vista cualquier belleza,
Pues la mitad del arte reside en ocultarla con habilidad
Se llevarn la palma quien provoque alguna grata confusin
O incluso sorprenda, busque la variedad y oculte el cercado
Interrogad siempre al "genio loci.... "

Tras la revolucin industrial a finales del siglo XIX s cimenta una


jardinera urbana, se produce una socializacin de la jardinera con
uso de elementos que llegan hasta nuestros das con construcciones
de ndole social y nuevo mobiliario urbano (alamedas, plazas
ajardinadas, parques pblicos, farolas, bancos, columnatas,
kioscos, balnearios, etc.), prevaleciendo una sensibilizacin
social con criterios sanitarios de la vegetacin del jardn frente al
incremento demogrfico, y la contaminacin industrial. El jardn
se reduce al mbito del entorno personal. La nueva burguesa
da rienda a la construccin de edificios singulares como hoteles,
palacetes y quintas decimonnicas, con jardines enmarcados en
estas nuevas corrientes estilsticas europeas.

196
3. PARADIGMAS DE JARDINERA INGLESA EN HUELVA

La localizacin de jardines con un diseo puro de influencia inglesa


es harto difcil por no decir imposible en la actualidad, debido a su
destruccin, fragmentacin y eclecticismo con la jardinera local.
Aparecen algunas muestras interesantes de esta herencia inglesa
asociadas con la arquitectura britnica repartidas por la geografa
provincial desde Punta Umbra hasta Valverde del Camino (RAMREZ
COPEIRO, 1985; FLORES CABALLERO, 2004). En particular donde
sobresalen y podemos ver las mejores representaciones de esta
jardinera es en la cuenca minera y sobretodo en los municipios
de Tharsis, Riotinto, Huelva, Punta Umbra y Corrales. Para la
determinacin de las especies ornamentales detectadas se ha
seguido a LPEZ LILLO & SNCHEZ LORENZO, 1999, GUILLOT
(2009), y WALTERS & al. (1989-1997).

Fotografa 2. Pueblo Nuevo Tharsis. E. Snchez GuiJn

Fotografa 3. Chasmanthe floribunda. E. Snchez Gulln

197
3.1. El Pueblo Nuevo de Tharsis.

La explotacin minera de Tharsis se inici con capital francs por


Ernest Deligny en 1853, pasando en 1866 a formar parte de la
Tharsis Sulphur and Cooper Company, que en 1873 se constituye
la mayor empresa minera del mundo posteriormente superada por
la Rio Tinto Company Limited (RTCL) (GONZLEZ VILCHEZ, 2000).
La instalacin de la staff en Tharsis propici la construccin de una
zona residencial colonial en la zona denominada Pueblo Nuevo.
Esta zona concentra edificaciones de gran inters arquitectnico
con restos de una jardinera interesante para la provincia (SNCHEZ
GULLON, 2006). La ubicacin de esta poblacin en un valle con
laderas pronunciadas propici la construccin de jardines en
bancales o terrazas para aprovechar este espacio. En los bancales
se instalaron parterres con plantas ornamentales singulares como
el zumaque (Rhus labra), especie caducifolia de fuerte cromatismo
rojo otoal de origen norteamericano. En las aceras quedan como
testigo algunas especies "cimarronas" como Centranthus ruber,
Erigeron karvinskianus, la iridcea bulbosa Chaesmanthe floribunda,
e invadiendo setos y caminos, Asparragus asparragoides, especie
de liana de origen sudafricana que vuelva a aparecer en Huelva
tambin en otro punto de influencia inglesa en Corrales (Aijaraque).

Junto la entrada, quizs como pantalla visual del ncleo residencial,


aparece un bosquete de pinos canarios (Pinus canariensis), cipreses
(Cupresus sempervirens) y casuarina (Casuarina equisetifo/ia). Parte
del mismo se ha talado o podado de forma excesiva con afeccin a
este conjunto paisajstico. En laderas y de forma invasiva aparecen
diversas acacias (Acacia dealbata, Acacia retinodes). En la calle
principal se presenta una alameda de falsas acacias (Robinia
pseudoacacia), palmeras (Phoenix canariensis), sauce llorn (Sa/ix
babi/onica), casuarinas (Casuarina equisetifolia), pltanos (Piatanus
orientalis), y diversas cupresceas (Cupresus sempervirens var.
pyramdalis, Cupresus sempervirens var. horizontalis, Cupresus
arizonica, Platycladus orientalis, etc.), Callistemon sp., etc. En
esta avenida se localizaban algunos parterres con una gran
diversidad de rosales (Rosa spp.) y geranios (Pelargonum spp.),
que hoy prcticamente han desaparecido. Tambin en este punto
destacamos una magnfica fuente de forja de origen francs
de finales del siglo XIX todava funcional que corre riesgos de
desaparecer por abandono.

198
Fotografa 4.Piaza Bellavista. E. Snchez Gul/6n

Fotografa 5. Iglesia protestante Bellavista. E. Snchez Gulln

3.2. El Barrio de Bellavista de Riotinto.

En 1873 se compran las minas de Riotinto por parte de Quentell,


Taylor, Doestsch y Matheson, constituyndose la Rio Tinto
Company Limited (RTCL). Se construye una ciudad-jardn en el
Barrio de Bellavista de estilo victoriano con diseo de Alan Brace
destinada para la staff britnica (GONZLEZ VILCHEZ, op. cit.).
Este conjunto est catalogado como BIC (Bien de Inters Cultural).
Las casas se rodean de amplias zonas verdes integradas dentro de
un vallado de proteccin de la zona residencial colonial, con setos
labernticos donde aparecen algunas especies interesantes en la
jardinera local como magnolias (Magnolia grandflora), narcisos
(Narcssus tazzeta), membrillero japons (Chaenomeles specosa),
Chasmanthe floribunda, Solanum pseudocapsicum, Agapanthus

199
africanus, etc., llegndose a cultivar nenfares (Nymphaea alba).
Las rosas (Rosa spp.) cobraban un gran protagonismo en el
jardn con diversidad de variedades y cultivares, muchas de ellas
hoy desaparecidas. En las alamedas vuelven a aparecer falsas
acacias (Robinia pseudoacacia), palmeras (Washingtonia filifera,
Washingtonia robusta, Tachycarpus fortunei, Phoenix canariensis).
En algunas plazas aparece como singular el roble andaluz (Quercus
faginea). Los setos se recubren con evnimos (Euvonimus
japonicus), fotinias (Photynia serrulata), aligustres (Ligustrum
spp.), Pittosporum tobira, etc. En paredes, fachadas, patios, etc,
hiedras (Hedera maroccana, Hedera var. matizada), hierbadoncella
(Vinca difformis), parra virgen (Pathemocissus quinquefolia,
Pathemocissus tricuspidata), pasionarias (Pasiflora caerulea), Kerria
japnica, glicinias (Wisteria sinensis), etc. Sobresale en esta zona
una monumental columna conmemorativa dedicada a los ingleses
cados en la 1Guerra Mundial, realizada con piedra roja de "gossan"
que fue trada de la necrpolis romana de La Dehesa (COSOS
WILKINS, 2005). Este monumento se integra en el centro de un
crculo de cipreses de Arizona (Cupresus arizonica), anillo mgico
que rememora cierta influencia cltica (Stonnenge), neoclsica, u
oriental como un jardn minimalista japons zen.

3.3. El Barrio Reina Victoria o "Banio Obrero" de Huelva.

Se atribuye el diseo de esta zona residencial de "barriada-jardn" al


arquitecto R.H. Margan (GONZLEZ VILCHEZ, op. cit.), la obra fue
realizada por los arquitectos municipales Prez Carasa y Aguado. Se
construy para habilitar a los trabajadores y operarios de la RTCL.
Este centro histrico de la capital de Huelva tambin est declarado
BIC. Todo el conjunto tambin aparece con vallado perimetral de
las edificaciones. Su construccin presenta un estilo victoriano
con influencia eclptica centroeuropea y neomudejar, de una gran
belleza formal. Las calles se alinean numerndose con letras,
con alamedas de rboles de hojas perennes y setos arbustivos.
Dentro aparecen algunas plazas con falsas acacias (Robinia
pseudoacacia), falsos pimenteros (Schinus molle), sicomoros
(Ficus sp.), moreras de papel (Broussonetia papyrifera), jacarandas
(Jacaranda mimosifolia), palmeras (Phoenix canariensis), etc. En los
setos se localizan los arbustos aligustres, truhanillas o "seto ingls"
(Ligustrum ovalifolium, Ligustrum sp.), tuyas (Piatycladus orientalis),
etc.

200
3.4. El Hotel Coln o 11 Casa Coln" de Huelva.

El "Hotel Coln" se inaugur en 1892, a instancia de Matheson,


Doestsch y Sundheim, y la propia RTCL para conmemorar el
cuatrocientos aniversario del descubrimiento de Amrica. Tras
su compra por RTCL pasa a ser una zona residencial de la staff.
Tambin est catalogado como BIC. El edificio es de estilo victoriano
con clara influencia centroeuropea. Sus jardines tienen influencia
francesa y centroeropea. El elemento original de su jardinera
presenta elementos arbreos con palmeras (Washingtonia filifera,
Wasingtonia robusta, Tharchycarpus fortunei, Livistonia chinensis,
Phoenix canariensis, Phoenix dactylifera), araucarias (Araucaria
heterophylla), casuarinas (Casuarina equisetifolia), drago (Dracanea
drago), rbol de Jpiter (Lagestroemia indica), etc. Como elemento
central destaca una fuente de hierro forjado de gran belleza
emblemtica de este jardn.

Fotografa 6 . Plaza Rutherford de Corrales (Aijaraque).


E. Snchez GuiJn

3.5. Corrales (Aijaraque).

El despegue de la produccin minera de Tharsis propici la


creacin de una red de lneas ferroviarias que canalizarn la salida
del mineral hacia los muelles embarcaderos de la costa. Las
principales lneas trazadas se realizaron en el eje La Zarza/Tharsis/
Corrales, y Riotinto/Muelle del Tinto/Huelva. La lnea frrea de
Tharsis se debi a Willian Moore, en 1866 a instancias de Tharsis
Suphur and Cooper Company (GONZLEZ VILCHEZ, op. cit.). En

201
Corrales se construir una zona residencial y al efecto una factora
de trituracin y cribado de pirita, construyndose en 1920 una
estacin de ferrocarril funcional hasta 1999. El Muelle de Tharsis y
su embarcadero tambin est catalogado como BIC, al igual que
el Muelle del Tinto en Huelva. En este mismo municipio aparecen
otros edificios emblemticos como el Cinema Teatro, obra de 1953
de W.H. Rutherford 11, que fue director de laCia de Cobre y Azufre
de Tharsis Ltd., la Oficina de Pagos, el Casino Minero (1918), Muelle
de Tharsis, y la Central Trmica, construida en la segunda mitad
del siglo XIX. En esta poblacin aparecen algunos elementos de
jardinera sobresaliente con una buen representacin de palmeras
(Phoenix dacty/ifera) en la Plaza Rutherford. En este entorno se
han localizado algunas especies ornamentales novedosas como
Coreopsis tinctoria, compuesta anual utilizada en arriates, o la
trepadora Asparragus asparragoides, que tambin aparece en
Pueblo Nuevo de Tharsis. Prximos al embarcadero se localizan
diversas acacias interesantes algunas de ellas con comportamiento
invasor en la zona colonizando antiguos escombreras de mineral
(Acacia dealbata, Acacia longifolia, Acacia retinodes, Acacia
saligna, Acacia mearsi, Paraserianthes lophanta).

3.6. Las Casas de los Ingleses de Punta Umbra.

A finales del siglo XIX en 1880, por la mediacin de los alemanes


Wilheim Sundheim y Enrique Doetsch, con el presidente de
la RTCL, Matheson y los directores Carry Preble, se instala en
Punta Umbra una zona residencial como sanatorio veraniego, o
"casas de baos", construyndose una serie de casas de madera o
"bungalows" que ponen de moda como balneario la playa de Punta
Umbra a lastaffinglesa (GONZLEZ VILCHEZ, op. cit.). Estas casas
eran suspendidas del sistema dunar con pilares para evitar que la
arena mvil de la playa invadieran estas residencias (CARRERO,
1979; FLORES CABALLERO, 2004). Los accesos a las mismas se
realizaban por medio de una serie de "pistas" o caminos de madera
que tambin facilitaban el acceso hasta la playa. En el proyecto de
estas edificaciones participaron los arquitectos Clayton, Margan
y Alan Brace en 1881. Los bungalows presentaban marquesinas
de madera, con cortinas de esparto. Junto a estas construcciones
se plantaban "uas de len" (Carpobrotus edulis), para facilitar la
fijacin y estabilizacin de la arena, Bouganvil/ea glabra, jarzmn

202
(Jazminum spp.), dama de noche (Cestrum noctumum), dondiegos
de noche (Mirablis jalapa}, etc., especies con fragancia nocturna
paliativas para alejar la proliferacin de mosquitos de las zonas
hmedas prximas.

Fotografa 7. Narcissus tazeta. Fotografa 8. Csfendu/a


E. Sanchez GuiJn officinals. E. Snchez Gulln

Fotografa 9. Iris sp. E. Snchez Gulln

4. LOS BOTNICOS INGLESES Y LOS PRIMEROS


EUCALIPTOS DE HUELVA

En el diseo y mantenimiento de los jardines y restauracin


paisajfstica de Riotinto, despus de la prohibicin de las quemas
a "'cielo abierto" de las teleras, se contrata por parte de la RTCL al
botnico dans Kai Hase de la universidad de Copenhague, que
interviene plantando a partir de 1920 intensivamente el eucalipto,
y confferas (Pnus pinea, Pnus hafepensis, Pnus radiata, Pinus
pnaster, etc.), contribuyendo en el ajardinado de este entorno
a gusto anglosajn y centroeuropeo. Colaborador tambin con

203
RTCL en 1950 aparece el ingeniero forestal holands Thomas
F. Burguers, persona influyente en la primera mitad del siglo XX
que inici su periplo onubense contratado por la empresa N.V.
Handelmaastchappj Ibrica para poner en produccin varias fincas
de esta empresa en la costa de Huelva (VIUA, 2005). Fue un
precursor de sistemas botnicos centroeuropeos en la provincia. En
1929 realiza ensayos con 177 especies forestales y ornamentales
en el Arboretum de Villarejo (Aimonte), impulsando del cultivo del
eucalipto en la cuenca minera y el litoral (BURGUERS, 1954).

Con la cultura inglesa entraron en Huelva deportes novedosos


como el tenis, futbol, golf, crquet, etc., con construccin de zonas
deportivas al efecto como los primeros campos de "green'" de
Espai'ia, tenis, futbol, etc., y se debe tambin a los ingleses de
Riotinto ser los pioneros de la introduccin del eucalipto {Eucatyptus
spp.) en la provincia (SNCHEZ GULLN & al., op. cit.). Este
rbol de crecimiento rpido australiano se utilizaba para fabricar
vigas y traviesas para la mina. En 1878 todas las estaciones de la
va frrea de las minas de Riotinto estaban llenas de cultivos de
eucaliptos. A partir de esta fecha se extiende su cultivo por el resto
de la provincia (ANNIMO, 1878). En Bellavista aparecen diversas
especies (Eucalyptus robusta, Eucatyptus citriodora, Eucatyptus
po/yanthemos, Eucalytus cama/dulensis, Eucalytus g/obulus, etc.),
que tambin vuelven a aparecer junto el Parque de los Cipreses (El
campillo), las orillas del Rio Tinto, y numeroso puntos de la esta
geografa.

Fotografa 10. Pinus sylvestris. Fotografa 11. Parque da Jos


E. Snchez GuiJn Cipreses. E. Snchez GuiJn

204
5. LOS CEMENTERIOS INGLESES
El cementerio ingls expresa y proyecta un concepto espiritual
del regreso a la 11tnadre tierra", que es innato con el diseo
paisajista anglosajn (BARALLAT, 1885). Quedan tres buenas
representaciones de construcciones funerarias inglesas. La primera
aparece en Tharsis. Este cementerio se integra directamente en
el paisaje localizndose literalmente debajo de un centenario pino
pif'ionero (Pinus pinea). Un pequef\o vallado rodea esta edificacin
donde se pueden leer en algunas lpidas los epitafios de los
difuntos. La segunda muestra aparece en el Barrio de Bellavista
en Riotinto. Construido por AJan Brace, se esconde dentro de un
denso bosque de acacias, eucaliptos y casuarinas en las cercanas
de este ncleo residencial. El recinto aparece con un vallado muy
elaborado con piedras de "gossan" de gran belleza con lpidas
bien conservadas de reminiscencia cltica. Las especies vegetales
que aparecen integradas en la botnica funeraria de este recinto
se centran en arbustos perennifolios o caducifolios como evnimos
(Euovoncus japonicus), hiedra {Hedera maroccana), rusco ((Ruscus
sp.), Phladelphus coronarius, Yuca sp., Coronilla glauca, etc.
Las fonnaciones arbreas localizadas son cipreses (Cupresus
sempervirens), tuyas tplatycladus orentslis}, casuarinas (Cssuarina
equsetifolia), eucaliptos (Euca/yptus spp.), y algunas acacias
(Acacia spp.). COBOS WILKINS (2005, op. cit.), hace referencia
de la importancia que tiene este edificio singular. En su interior
aparecen algunos epitafios de una gran belleza lrica que recoge
este autor. Actualmente este cementerio est abandonado con
peligro de expolias y deterioros irreversibles. El ltimo conjunto
funerario aparece en el cementerio de Huelva, donde se ubica un
,.....-----:::o:::::--:----....,-._. apartado con sepulturas
de ingleses y alemanes
residentes en la
capital. Aqu aparece
destacables un bosquete
de pinos canarios
(Pinus canariensis),
cipreses {Cupressus
sempervirens), etc.,
fiiiiljlll!i~~~~~~~:Z.~~ con algunas lpidas
Fotograffa 12. Cementerio 1harss. clticas que recuerdan al
E. Snchez Gulln cementerio de Bellavista.

205
Fotografa 13. Cementerio Bel/avista. E. Snchez GuiJn

6. CONCLUSIONES

La provincia de Huelva conserva un rico patrimonio histrico de


la presencia inglesa durante casi un siglo. Este patrimonio se
concentra en los municipios de Tharsis, Riotinto, Huelva, Corrales
y Punta Umbra, con registros dispersos en la cuenca minera con
tres conjuntos urbanos emblemticos britnicos: Barrio Obrero
de Huelva, Barrio de Bellavista y Pueblo Nuevo de Tharsis. Estas
edificaciones y construcciones son testigos de una arqueologa
industrial del siglo XIX-XX, que han propiciado la entrada de estilos
novedosos arquitectnicos en la provincia, con diseos de jardines
al gusto britnico. Estos jardines ornamentales coloniales conservan
diseos originales y restos de especies vegetales nuevas para esta
provincia que se deben revalorizar como patrimonio histrico-
artstico. Se recomienda su preservacin buscando un equilibrio
entre la renovacin urbanstica y la conservacin de estos jardines
histricos, que representan un eslabn ms en la interpretacin del
paisaje de Huelva. Si, el paisaje es paisaje cuando induce emocin
y nos emociona. Sin emocin no hay paisaje. Todava podemos
emocionarnos con los destellos arquitectnicos que quedan en la
cuenca minera y diversos puntos repartidos de la provincia. Estos
elementos ornamentales de la jardinera inglesa son elementos
vulnerables que fcilmente pueden desaparecer por eliminacin
directa en restauraciones, o irremediablemente degradadas con
la introduccin de especies vegetales banales, no coherentes con
estos diseos.

206
Fotografa 14. Acacia saligna. Fotografa 15. Eucalyptus sp.
E. Sanchez GuiJn E. Snchez GuiJn

Fotograffa 16. Fresia refracta. Fotograffa 17. Columnata


Fotograffa E. Snchez Gulln Be/lavista. Fotograffa
E. Snchez GuiJn

Fotografa 18. Spanvds tricolor. Fotografa E. Snchez Gulln

207
Tabla 1.
Especie Familia Origen
Abies alba Miller (Pinceas) Europa
Abies pinsapo Boiss. (Pinceas) Andaluca
Abutilon pictum (Gillies ex.) (Malvceas) AmricaS
Walp.
Acacia cultriformis A. Cunn. (Mimosceas) Australia
ExG. Don
Acacia dealbata Link (Mimosceas) Australia
Acacia farnesiana (L.) Willd. (Mimosceas) Australia
Acacia karroo Hayne (Mimosceas) Sudfrica
Acacia longifolia (Andrews) Wild. (Mimosceas) Australia
Acacia mearsnsii De Wild. (Mimosceas) Australia
Acacia melanoxylon R. Br. (Mimosceas) Australia
Acacia podalyriifolia A. Cunn. (Mimosceas) Australia
exG. Don
Acacia retinodes Schlecht. (Mimosceas) Australia
Acacia saligna (Labill.) H. Wendl (Mimosceas) Australia
Acer negundo L. (Acerceas) E EE.UU.
Acer pseudoplatanus L. (Acerceas) Eurasia
Aesculus hippocastanum L. (H ippocastanceas) E Reg. Medit.
Agave americana L. (Agavceas) Amrica
Agave sisalana Perrine (Agavceas) Amrica
ex Engelm.
Ailanthus altissima (Mili.) (Simaroubceas) China
Swingle
Alcea rosea L. (Malvceas) siaW

Antholyza aethiopica L. Oridceas) Sudfrica


Aptenia cordifolia (L. f.} (Aizoceas) Sudfrica
Schwantes

208
Araucaria heterophylla (Araucariceas) E Australia
(Salisbury) Franco
Araujia sericifera Brot. (Asclepiadceas) Sudfrica
Argyranthemum frutascans (Compuestas) Canarias
(L.) Webb ex Schulz
Asparragus asparagoidas (L.) (Liliceas) Sudfrica
Druce
Asparragus sprangeri Regel (Liliceas) Sudfrica
Aspidistra lurida Ker-Gawler (Liliceas) China
Begonia semperftorans-cultorum (Begoniceas) cv
Berberis thunbergii DC (Berberidaceas) Japn
Bergenia crassifolia (L.) Fritsch (Saxifragceas) Asia
Bougainvillea glabra Choisy (Nictaginceas) AmricaS
Bougainvillea spectabilis Willd. (Nictaginceas) AmricaS
Brachychiton populneum (Schott & (Esterculiceas) Australia
Endl.) R. Br.
Broussonetia papyrifera (L.) Vent. (Morceas) Asia
Brugmansia arborea (L.) Lagerh. (Solanceas) AmricaS
Bryophyllum daigremontiana Raym. (Crasulceas) Madagascar
&H.
Bryophyllum delagoense (Eckl. & (Crasulceas) frica E
Zeyh.) Schinz
Buddleja davidii Franchet (Buddleyceas) China
Buxus sempervirens L. (Buxceas) Eurasia
Caesalpinia gilliesii (Hook.) (Caesalpiniceas) Argentina
Benth.
Calendula officinalis L. (Compuestas) Reg. Medit.
Calothamnus rupestris Schauer (Mirtceas) Australia
Callistemon rigidus R. Br. (Mirtceas) Australia
Camelia japonica L. (Teceas) Asia
Campsis radicans (L.) Seem. (Bignoniceas) E EE.UU.
Canna indica L. (Cannceas) Amrica
Trop.

209
Carpobrotus edulis (L.) N. E. Br. (Aizoceas) Sudfrica
Cassia corymbosa Lam. (Caesalpinceas) AmricaS
Casuarina equisetifolia L. (Casuarinceas) Asia
Polinesia
Catalpa bignonioides Walter (Bignoniceas) EE.UU.
Cedrus atlntica (D. Don) G. Don (Pinceas) frica N
Cedrus deodara (D. Don) G. Don f. (Pinceas) Himalaya
Celosia argentea L. var. (Amarantceas) Asia
cristata Kuntze
Celtis australis L. (Uimceas) Reg. Medit.
Centranthus ruber (L.) (Valerianceas) Reg. Medit.
DC.In Lam.
Cercis siliquastrum L. (Caesalpinceas) Reg. Medit.
Cestrum aurantium Lindl. (Solanceas) Amrica
Cestrum nocturnum L. (Solanceas) Amrica
Cestrum parquii L'Her (Solanceas) Amrica
Citrus aurantium L. (Rutceas) Asia
Consolida ambigua (L.) P.W. Ball & (Ranuncu lceas) Reg. Medit.
Heywood
Cordyline australis (G. Forster) (Agavceas) N. Zelanda
Hookerf.
Cortadeira selloana (Schult. & (Gramneas) AmricaS
Schult. F.) Asch
Cotoneaster horizontalis Decne (Rosceas) China
Cotoneaster lacteus W.W. Smith (Rosceas) China
Cupressus arizonica Greene (Cupressceas) S EE.UU
Cupressus sempervirens L. f. (Cupressceas) Reg. Medit.
horizontalis
Cupressus sempervirens L. f. (Cupressceas) Reg. Medit.
pyramidalis
Cupresus macrocarpa Hartw. (Cupressceas) California
Cycas revoluta Thunb. (Cycadceas) Asia

210
Chaenomeles speciosa (Sweet) (Rosceas) China y
Nakai Japn
Chamaecyparis lawsoniana (Cupresceas) WEE.UU.
(A. Murray) Parl
Chamaerops humilis l. (Arecceas) Reg. Medit.
Chasmanthe floribunda (Salisb.) Qridceas) Sudfrica
N.E. Brown

Deutzia scabra Thunb. (H idrangeceas) Asia


Dianthus barbatus L. (Cariofilceas) Europa S
Dianthus caryophyllus L. (Cariofilceas) Reg. Medit.
Diospyros kaki Thunb. (Ebenceas) China
Disphyma crassifolium (L.) L. (Aizoceas) Sudfrica
Bolus
Drosanthemum floribundum (Aizoceas) Sudfrica
(Haw.) Schwantes
Drosanthemum hispidum (L) (Aizoceas) Sudfrica
Schwantes
Eleagnus angustifolia L. (Eleagnceas) WAsia
Eleagnus pungens Thunb. (Eleagnceas) Asia
Eribotrya japonica (Thub.) (Rosceas) Asia
Lindley
Erigeron karvinskianus DC. (Compuestas) Mxico
Erysimum cheiri (L.) Crantz. (Crucferas) Europa S
Eschscholzia californica Cham. (Papaverceas) California
Eucaliptus spp. (Mirtceas) Australia
Euonymus japonicus L. f. (Celastrceas) Japn
Euphorbia pulcherrima (Euphorbiceas) Amrica C.
(Willd. ex Klotz) RA G.
Fagus sylvatica L. cv. (Fagceas) Europa
atropurpurea
Fagus sylvatica L. (Fagceas) Europa
Fallopia baldschuanica (Regel) (Poligonceas) AsiaC
Holub
Ferraria crispa Bunn. Oridceas) Sudfrica

211
Ficus benjamina L. (Morceas) sia
Ficus elastica Roxb. (Morceas) Asia Trop.
Ficus lyrata Warb. (Morceas) frica Trop.
Firmiana simplex (L.) W.F. Wight (Esterculiceas) sia
Fressia refracta (Jacq.) Ecklon Qridceas) frica S
ex Klatt

Gleditsia triacanthos L. (Caesalpinceas) Amrica N


Grevillea robusta A Cunn. (Proteceas) Australia
Gypsophyla paniculata L. (Cariofilceas) Europa Cy E
Hedera maroccana McAIIister (Araliceas) Marruecos
Helianthus tuberosus L. (Compuestas) Amrica N
Heliotropum arborescens L. (Verbenceas) Amrica S
Hibiscus mutabilis L. (Malvceas) China
Hibiscus rosa-sinensis L. (Malvceas) Asia
Hibiscus syriacus L. (Malvceas) Asia E
Hydrangea macrophylla (H idrangeceas) Asia
(Thunb.) Ser.
llex aquifolium L. (Aquifol iceas) Eurasia/
frica
lpomoea indica (Burm.) Merr. (Convolvulceas} Neotropical
lpomoea purpurea (L.) Roth (Convolvulceas} Neotropical
Iris albicans Langa Oridceas) Arabia
Iris germanica L. Qridceas) Reg. Medit. ?
Jacaranda mimosifolia D. Don (Bignoniceas} AmricaS
Jasminum officinale L. (Oleceas) Asia
Jasminum polyanthum Franch. (Oleceas) Asia
Jasminum primulinum Undley (Oleceas) Asia
Juglans nigra L. (Juglandceas) Amrica N
Kerria japonica L.) DC. (Rosceas) Asia
Koelreuteria paniculata Laxm. (Sapincceas) Asia
Laburnum anagyroides Medicus (Leguminosas) Europa S

212
L.agerstroemia indica L. (Litrceas) Asia
L.agunaria patersonii (Andrews) (Malvceas) Australia
G. Don
L.agunaria patersonii (Andrews) (Malvceas) Australia
G. Don
L.ampranthus spectabilis (Haw.) (Aizoceas) Sudfrica
N.E. Br.

L.antana strigocamara R.W. (Verbenceas) cvx


Sanders
L.aurus nobilis L. (laurceas) Reg. Medit.
L.avandula angustifolia Miller (labiadas) Reg. Medit.
Ligustrum lucidum Aiton (Oleceas) Asia
Ligustrum ovalifolium Hassk. (Oleceas) Japn
Lilium candidum L. (Liliceas) E Reg. Medit.
Lippia triphylla (L. Hr.) O. (Verbenceas) Chile
Kuntze
Lonicera japonica Thunb. (Caprifoliceas) Asia
Lunaria annua L. (Crucferas) Europa SE
Macfadyena unguis-cati (L.) A. (Bignoniceas) AmricaS
H. Gentry
Magnolia grandiflora L. (Magnoliceas) SE EE.UU.
Magnolia x soulangeana (Magnoliceas) cv.
Sould.-Bod.
Mahonia aquifolium (Pursh) (Berberidceas) Amrica N
Nutt.
Malephora lutea (Haw.) (Aizoceas) Sudfrica
Schawantes
Matthiola incana (L.) R. Br. (Crucferas) Reg. Medit.
Melia azederach L. (Meliceas) Asia Tropical
Mirabilis jalapa L. (Nictagincea) Amrica
Trop.
Monstera deliciosa Liebm. (Arceas) AmricaC
Morus alba L. (Morceas) Asia
Morus nigra L (Morceas) Persia

213
Myoporum laetum R. Br. (M ioporceas) N. Zelanda
Myrtus communis L. (Mirtceas) Reg. Medit.
Narcissus tazetta L. (Amarilidceas) Reg. Medit.?

Nymphaea alba L. (Ninfecea) Eurasia Africa


Ornithogalum arabicum L. (Liliceas) Arabia?
Oxalis articulata Savigny (Oxalidceas) AmricaS
Oxalis corymbosa DC. (Oxalidceas) AmricaS

Oxalis latifolia Kunth (Oxalidceas) Amrica


Trop.
Papaver somniferum L. (Papaverceas) Euroasia
Paraserianthes lophanta (Willd.) (Mimosceas) Australia
I.C. Nielsen
Parkinsonia aculeata L. (Caesalpinceas) AmricaS
Parthenocissus quinquefolia (L.) (Vitceas) E EE.UU
Planchon
Parthenocissus tricuspidata (Vitceas) Asia
(Sieb. & Zucc.) P.
Pasiflora caerulea L. (Pasiflorceas) CyS
Amrica
Pelargonium spp. (Geraniceas) S frica
Peperomia pereskifolia (Jacq.) (Peperomiaceae) AmricaS
HBK.
Philadelphus coronarius L. (H idrangeceas) Europa?
Phlomis fruticosa L. (Labiadas) Reg. Medit.
Phoenix canariensis Hort ex (Arecceas) Canarias
Chabaud
Phoenix dactylifera L. (Arecceas) N frica
Phormium tenax J. R. & G. (Agavceas) N. Zelanda
Forster
Photinia serrulata Undley (Rosceas) Asia
Phyllostachys aurea (Carri~re) (Gramfneas) Asia
A & C. Rivi~re

214
Phyllostachys nigra {Loddiges) (Gramfneas) Asia
Munro
Pinus canariensis Chr. Sm. (Pinceas) Canarias
exDC.
Pinus halepensis Mili. (Pinceas) Reg. Medit.
Pinus pinea l. (Pinceas) Reg. Medit.
Pinus ponderosa Doug. (Pinceas) WEE.UU
ex Lawson
Pinus radiata D. Don (Pinceas) California
Pinus sylvestris L. (Pinceas) Eurasia
Pinus wallichiana A. B. Jacks (Pinceas) Himalaya
Pittosporum tobira (Thunb.) (Pitosporceas) Asia E
Dryander
Platanus x hispanica Mili. ex (Platanceas) cv hbrido
Mnchh.
Playcladus orientalis {L.) Franco (Cupresceas) China
Plumbago auriculata Lam. (Plumbaginceas) Sudfrica
Populus alba L. (Salicceas) Eurasia Africa
Populus nigra L. (Salicceas) Eurasia Africa
Portulaca grandiflora Hook (Portulacceas) AmricaS
Prunus armeniaca L. (Rosceas) AsiaC
Prunus cerasifera Ehrh. (Rosceas) Asia
Prunus laurocerasus L. (Rosceas) AsiaC
Punica granatum L. (Punicceas) AsiaSW
Pyracantha coccinea (L.) M. J. (Rosceas) E Reg. Medit.
Roemer
Quercus faginea Lam. (Fagceas) WReg.
Medit.
Rhododendron ferrugineum L. (Ericceas) Europa
Rhus glabra L. (Anacardiceas) Amrica N
Robinia pseudoacacia L. {Leguminosas) EE.UU.
Rosaspp. (Rosceas) -
Salix babilonica l. (Salicceas) China

215
Salvia microphylla Kunth (Labiadas) Mxico
Schinus molle L. (Anacardiceas) Amrica
Trop.
Senecio angulatus L. (Compuestas) Sudfrica
Solanum bonariense L (Solanceas) Amrica S
Solanum jasminoides Paxton (Solanceas) AmricaC
yS
Solanum pseudocapsicum L. (Solanceas) AmricaS
Sophora japonica L. (leguminosas) China
Sparaxis tricolor (Schneev.) Ker Oridceas) Sudfrica
Gawlwe
Spireaea cantoniensis Lour. (Rosceas) China
Sternbergia lutea (l.) Ker-Gawler (Amarilidceas) Reg. Medit.?
exSprengel
Syringa vulgaris L. (Oleceas) Europa SE
Tamarix parviflora DC. (Tamaricceas) Reg. Medit.
Tamarix ramosissima Ledeb. (Tamaricceas) Asia
Taxus baccata L. (Taxceas) Eurasia
Thuja plicata Lambert (Cupresceas) Amrica N
Tilia cordata Millar (Tiliceas) Eurasia
Tilia tomentosa Moench (Tiliceas) Reg. Medit. E
Trachycarpus fortunei (Hooker) (Arecceas) China
H. A Wendl.
Tradescantia fluminensis Vell. (Commelinceas) Amrica S
Tradescantia pallida (Rose) (Commelinceas) Mxico
Hunt
Tropaelum majus L. (Tropaleoceas) Amrica
Trop.
Ulmus minor L. (Uimceas) Eurasia frica
Ulmus pumila L. (Uimceas) Asia
Viburnum tinus L. (Caprifoliceas) Reg. Medit.
Viola riviana Rchb. (Violceas) Europa S
Viola tricolor L. (Violceas) Europa

216
Viola x winrockiana Gams (Violceas) CVX

Washingtonia filifera (Linden) (Arecceas) EE.UU.


Wendl. f.
Washingtonia robusta Wendl. f. (Arecceas) Mxico
Weigela florida DC. (Caprifoliceas) E Asia
Wisteria sinensis (Sims) Sweet (Leguminosas) China
Yucca aloifolia L. (Agavceas) AmricaC
Yucca elephantipes Regel (Agavceas) AmricaC
Zantedeschia aethiopica (L.) (Arceas) Sudfrica
Spreng.
Zizyphus jujuba Mili. (Rhamnceas) China

217
218
un
i55
A

Presencias
arquitectnicas y
urbansticas inglesas
en la Huelva de hoy

Concepcin Gonzlez Garca de Velasco y


Miguel Gonzlez Vnchez
1. ANTECEDENTES

Las principales minas espaolas fueron explotadas a finales


del siglo XIX por empresas extranjeras, en su mayora inglesas.
Andaluca constituy el ms importante enclave minero britnico
de Espaa ya que las minas de pirita y cobre, las ms atractivas
para los ingleses, se encuentran casi exclusivamente en la faja del
Andvalo, que se extiende por las provincias de Huelva y Sevilla.
Tambin interesaron a los britnicos las minas andaluzas de hierro
existentes en las provincias de Granada, Almera y Mlaga, y
otras como las de plomo, concentradas en Jan, y al norte de la
provincia de Crdoba.

En Andaluca, las provincias mineras por excelencia son Huelva


y Almera, y en ellas se ubicaron las empresas inglesas ms
importantes. Las principales minas de pirita y cobre de la
provincia de Huelva fueron las de Tharsis y Riotinto, explotadas
respectivamente por las empresas The Tharsis Su/phur and
Copper Company Lted., constituida en Glasgow en 1866, y por
The Riotinto Company Lted., creada en Londres en 1873, llegando
a ser ambas, primero Tharsis y despus Riotinto, las empresas ms
importantes de produccin de cobre del mundo. La principal mina
de Almera explotada por los ingleses fue la de Alquife, a travs
de la empresa The Alquife Mines Company Lted., constituida en
Londres en 1901. Esta mina, aunque situada en la provincia de
Granada, embarcaba su mineral de hierro por el puerto de Almera.
Los tres grandes embarcaderos britnicos que estas tres empresas
dejaron, constituyen sin duda la mejor muestra de la arqueologa
industrial del hierro en Andaluca.

La mayor parte de las empresas mineras que trabajaron en Andaluca


construyeron poblados de viviendas para sus empleados, si bien
stas carecan en general de especiales valores ya que consistan
en albergues impersonales, de una cruja entre muros paralelos,
cubiertos por una techumbre de madera y teja, y de escasa
superficie y condiciones, la mayor parte de ellas ya desaparecidas
al abandonarse las explotaciones mineras.

Son las dos grandes compaas britnicas, Tharsis y Riotinto,


especialmente la segunda, las que construyen una arquitectura
residencial de gran inters que resumidamente pasamos a estudiar.

220
2. LAS VIVIENDAS DE LA COMPAA DE THARSIS
La empresa The Tharsis Sutphurand CopperCompanyLted, explot
las minas de Tharsis y Silos de Calaas, y en ambas ubicaciones
construy sus poblados mineros, constituidos en principio por
barracas de viviendas en hilera, y ms tarde por viviendas pareadas
de mejor calidad, destinadas al staff y a los empleados de mayor
nivel.

Las viviendas en hilera ocupaban unos 40 m2 cada una, en dos


crujas, en la primera de las cuales se instalaba un pasillo y un
dormitorio, mientras que la segunda albergaba el comedor (fig.
1). Existfa adems un patio trasero, en el que se instalaron con
posterioridad una pequefta cocina y un retrete.

Figura 1. Primitivas viviendas en Tharsis


(Archivo de Jos autores).

Las casas pareadas componran edificios exentos, compuestos


de dos viviendas de unos 75 m2 cada una, con vestfbulo, cocina,
comedor y dos dormitorios. Estas viviendas se situaron tambin
en disposiciones adosadas y aisladas, tanto en Tharsis como en
Silos de Calaas, y tambin en la barriada auxiliar de Corrales,
en el trmino municipal de Aljaraque, junto al embarcadero de la
compaiUa (fig. 2).

221
La implantacin de las casas en el
territorio se estableci en absoluta
proximidad a la explotacin minera
en la que se trabajaba, en general
un filn o corta a cielo abierto, con
lo que se evitaba el traslado de
los empleados de uno a otro lugar.
Las primeras casas de Tharsis se
agruparon por tanto junto a la futura
corta, mientras que las posteriores,
una vez decidida la permanencia de
Tharsis como ncleo principal de
la poblacin minera, constituyeron
agrupaciones en arco o semicrculo,
adaptndose a las rasantes
horizontales del territorio, que
Figura 2. Primitivas viviendas generaban espacios urbanos
en Corrales (Archivo de los interiores y que acabaron por definir
autores) la estructura urbanstica del pueblo
(fig. 3). En Silos de Calaas (mina de La Zarza) el casero, en su
mayor parte constituido por alineaciones de barracas, se dispuso
en el valle horizontal, al pie de un gran cerro y en el borde del
filn minero, adoptando una disposicin de viviendas en arco, en
filas paralelas, para un mejor reparto de la explanada natural y
sensiblemente horizontal elegida para la ubicacin y desarrollo de
la poblacin (fig. 4).

Figura 3. Configuracin urbana Figura 4. Configuracin urbana


del pueblo de Tharsis (Archivo del pueblo de Silos de Calaas
de los autores). (Archivo de los autores).

222
a. LAS YMENDAS DE LA COMPARIA. DE RIOTINTO
la empresa Riotinto Company L.imif9d aplic tambin la filosofl'a
antes expuesta con respecto a las viviendas de la mina, y conmy
numerosos poblados, cat.1a uno al pie de 111 ncleo de trabajo. Asf
surgieron el Alto de la M8611, la Dehesa. Naya. Atalaya, Mam y El
Valle, ste ltimo destinado a ser el principal ncleo de poblacin
de lo minas. Como C890 singular, la compallla construy aparte
el bardo doncle se aJolal'fa el stat'f Ingls de Rlotlnto, el pn~e109o
ncleo ~ctnriano de Baltavi9ta.

Pasamos a estudiar las ~vienciaiJ de estos ncleos de poblaciOn.

3.1. \/Mendas .,... obiet'OIJ en laa bantadu "*teras de


Rlollnto.

Estas be.rrla.das estallen conmklas en la proximidad de dos


filones de axplalacln minera, y se ccmponlan de montonas casas
Otganizadas en cuartalaclas o man:zanas. Situa.clas en disposicin
adosada y formando largas alineacicnea. las vMandas, de unos
40 m2 cada una, constaban de un comedor de paso, en el que
eldstlan una cocina Incorporada y dos dormitorios con luc:ea a un
corral trasero. PosterlormentB la compaflfa construy un 181retB en
el patSo de cada Yllllenda.

223
Las casas estaban construidas con muros de piedra de prfido del
lugar, forjados de madera y un pequei'\o doblado o espacio bajo la
cubierta de teja plana que, a veces, se iluminaba por una pequea
ventana abuhardillada (fig. 5). El conjunto de dos de estas casas
yuxtapuestas y comunicadas entre s, constitua la vivienda de
familias numerosas o de empleados distinguidos.

La disposicin urbana de estas casas era sencilla ya que, mientras


lo permitiera la orograffa, se situaban en alineaciones formando
calles paralelas de casas adosadas, yuxtapuestas tambin por
sus corrales traseros con las de la alineacin posterior. Este es el
caso del Alto de la Mesa, donde una pequef'\a meseta horizontal
permita la implantacin de varias calles paralelas, de longitud
considerable (fig. 6). Cuando el territorio horizontal se reduca a la
cota de coronacin de unos cerros empinados como en el caso de
La Dehesa, las casas se adaptaban a los espacios horizontales,
generando una poblacin de figura sinuosa, que ocupaba el mayor
espacio disponible (fig. 7).

---=--<::::::;--- """'0..x~.r"""~ ~- ...._


.~ -:.."lllt'.!lll11l!:: .,, (
..;;:=? c:==o~r---'~~~ Figura 6. Configuracn
~ ~--- :=:5:Z~
~ ~ ~-
utbana del pueblo del Alto
' r~
q ~= ;;:;-'3~'
2~~"""""'--~ de la Mesa (Archivo de los
-~ ~--
==
' 7 ,,

autores).

Figura 7. Configuracn
urbana del pueblo de La
Dehesa (Archivo de los
autores).

3.2. VIviendas brttnlcas en Bellavlsta, en Rlotlnto.

El caso de las viviendas de Bellavista, el barrio victoriano del staff


ingls, constituye quizs la muestra de arquitectura extranjera
ms interesante de Espaf'\a y requerirla de mayor espacio del que
disponemos en este trabaJo, por lo que remitimos para su estudio

224
al 1ibro Historia de la Arquitectura Inglesa en Huelva (1) en el que
se analiza con extensin. Se trata de una barriada genuinamente
britnica, en la que junto al club ingls, a la capilla victoriana y a
la mansin del gobernador britnico, se alinean las casas del staff,
que podrfamos clasificar en tres tipologfas distintas:

a) Un primer conjunto de viviendas entre medianeras, de dos plantas


y desvn, construidas a finales del XIX, al estilo de las barriadas
perifricas de la poca en las ciudades inglesas, construidas con
muros de carga, forjados y suelos de madera, escaleras laterales de
peldanos y entablados de madera, ventanales victorianos y cierres
de "bay-window", chimeneas britnicas en todas las habitaciones,
tejados empinados de teja plana, bajantes de fundicin exteriores,
etc.. , viviendas en las que se aprecia su autenticidad en cualquier
detalle constructivo (fig. 8).

Figura B. Primeras casas construidas en Be/lavsta


(Archivo Fundacin Riotinto).

b) Un segundo grupo de bungalows de una planta, de estilo


colonial, levantados sobre 191 O, con las mismas caracterrsticas
constructivas de las anteriores, y con deliciosos porches exteriores,
de pilarillos y arqueras de madera, cubiertos de teja plana (fig. 9).

e) Y una tercera ampliacin de viviendas unifamiliares aisladas


o pareadas, proyectadas por el arquitecto britnico Alan Brace
en 1928, en las que maneja con maestrfa los invariantes de la
arquitectura domstica inglesa de principios del siglo XX, y a las
que nos referiremos especficamente ms adelante.

225
"l !j

Figura 9. Gasas Bungalow,


en Be/lavista (Archivo de los
autores).

1
1
~=-~~~~~~~ -1
... o .. .. ~; --;; .. .. . - ' '

- - - - - - . - _J

4. LA CAPILLA EVANGLICA DE BELLAVISTA

En el conjunto urbano de Bellavista aparecen dos construcciones


singulares, la Capilla Evanglica, una de las obras ms interesantes
de la arquitectura de la provincia de Huelva, y el Club Ingls, hoy
sensiblemente desvirtuado.

La capilla evanglica de Bellavista se proyect en 1891, de una sola


nave, con un pequeo atrio y una sacrista posterior constituidos
en cuerpos salientes, y es una sencilla reproduccin de una capilla
presbiteriana de origen escocs, llamada en aquella tierra "'kirk"
Existen numerosos ejemplos de esta arquitectura en pequeas
poblaciones de Escocia y de lrtanda del norte, algunos construidos
en piedra, otros en ladrillo, algunos enlucidos y otros en fbrica
desnuda, pero todos ellos con el comn denominador de limitarse
a una nave sencilla, de planta rectangular, de ventanales ojivales,
cubierta a dos aguas con tejas cermicas o lajas de piedra y en la
que, con mucha frecuencia, aparece un pequeo atrio de acceso,
constituido en un cuerpo independiente, anexo a la capilla y
cubierto tambin por un tejado a dos aguas.

La cultura religiosa escocesa, puritana y austera, extrae del gtico


expresado en los arcos ojivales de sus puertas y ventanas y en
los faldones fuertemente inclinados, la respuesta espiritual que

226
pretende para la arquitectura de sus iglesias, y latransfonna en parte
de su propia esencia. Sus invariantes son su planta rectangular, sus
faldones a dos aguas de fuerte pendiente, sus ventanas ojivales
de traceras, el pequeo atrio adosado cubierto asimismo a dos
aguas, los pinculos en los extremos de las cubiertas, las pilastras
o contrafuertes exteriores, con frecuencia de seccin escalonada
de abajo a arriba, y los hastiales agudos en fachada. Adjuntarnos
a modo de ejemplo, la
imagen de la pequea
capilla de Ballydown
(fig. 1O), que nos
~ ....:.ff&<- recuerda en muchas
de sus caracterstica
a la de Riotinto, fiel
representante de
esta tipologfa de
arquitectura britnica, y
por ello depositaria de
un gran valor dentro del
patrimonio cultural de
Figura 10. Kirie en Bs/lydown, en Irlanda la provincia de Huelva.
del Norte (Archivo de los autot8S).

La capilla de Riotinto no tiene autor reconocido, ya que las figuras


de los maestros de obras britnicos (Morgan, Clayton y otros) y
del nico arquitecto Ingls (Aian Brace), que trabajaron para la
compaa, son posteriores. Ello nos indica que muy probablemente
fue construida siguiendo ejemplos publicados en libros patrones, al
igual que las primitivas viviendas de la primera fase de Bellavista, lo
que hace al edificio an ms fiel a los principios antes expresados,
en concreto los que constituyen los invariantes de las kirks antes
mencionadas.

Se trata en efecto de una sola nave a dos aguas, rematada en sus


extremos por dos pequenos cuerpos, uno a modo de atrio y el otro
como sacrista, ambos cubiertos tambin por tejados a dos aguas
(fig. 11 a 13). La nave principal tiene tres pilastras escalonadas a
cada lado, rematadas en pequeos planos inclinados a un agua.
Posee cuatro ventanas bajas en cada fachada lateral de la nave,
otras dos bajas en la fachada principal y dos altas en los testeros

227
de los hastiales, y tambin otras dos pequeas ventanas laterales
tanto en el atrio como en la sacristfa y su acceso lo constituyen una
puerta principal de entrada y dos puertas traseras correspondientes
a la sacrista. Las ventanas son ojivales, y su carpintera es asimismo
de dos hojas de vidriera ojival de tracera, defendidas por unas
contraventanas de lamas de madera, ms adecuadas al clima
de Riotinto que al britnico, y que le dan a la capilla un aspecto
colonial poco frecuente en sus modelos escoceses.

Figura 11. Planta de la capilla evanglica de Riotinto


(Dibujo de los autores)

Figura 12. Alzado frontal de la Figura 13. Alzado lateral de la


espilla de Riotinto (Dibujo de espilla de Riotinto (Dibujo de
los autores) los autores)

los muros son de fbrica de mampostera de pizarra del lugar,


llagueada con mortero de cal, con recercados en las ventanas,
esquinas y pilastras en ladrillo visto. La cubierta, de teja plana, se
remata con un adorno de cermica a modo de delicada crestera
longitudinal, que ocupa toda la cumbrera de la nave. El pequeo
cuerpo independiente del atrio tiene un arquillo ojival de ladrillo y
unos relieves asimismo en ladrillo en el hastial, bajo las pequeas
cornisas.

228
En el interior son de admirar
las preciosas cerchas de
madera, situadas sobre cada
ventana y sobre cada pilastra.
Se trata de cerchas de madera
esbeltas, de cartabones
curvos y pendoln central,
sobre las que descansan
correas horizontales y, sobre
Fig. 14. Detalle de las cerchas de stas, pequeos cabios en la
la capilla de Riotinto (Fotografa direccin del faldn para que,
de los autores). sobre ellos a su vez, descanse
el entablado interior, de
madera barnizada. Sobre este entablado existe otro entablado de
intemperie, sobre el que descansan las tejas planas. Las cerchas
arrancan de pequeas mnsulas de piedra que emergen de la cara
interior de los muros (fig. 14).

En las fotografas de poca de la capilla se puede contemplar el


rgano, que se encontraba situado en sus inicios en el presbiterio,
a la derecha de un retablo de madera que presida la capilla. Este
retablo ha desaparecido y el rgano fue trasladado en poca
posterior a los pies de la capilla, para lo cual se construy un
coro situado en un forjado a media altura descansando sobre una
gran viga de madera. A este forjado se asciende en la actualidad
por una escalera de fundicin, escalera de serie poco apropiada
para esta capilla, y que debera ser sustituida por otra de madera,
adecuadamente diseada e integrada en el conjunto. Por otra parte,
en el presbiterio se construy en los aos sesenta del pasado siglo
un muro exento que acta como fondo escnico, de trazado curvo
y con remate ojival, que oculta la pared original del presbiterio y
que se constituye en un elemento asimismo extrao, que no forma
parte del edificio primitivo y desvirta la imagen de su espacio
interior.

La capilla, cuyas fachadas, cubiertas y carpinteras se encontraban


extraordinariamente daadas por el paso del tiempo y la falta de
mantenimiento, ha sido recientemente restaurada en su exterior bajo
proyecto de los autores de este artfculo, tras lo que ha recobrado
su imagen primitiva (fig. 15 y 16), quedando todava pendientes de

229
llevar a cabo los trabajos de restauracin interior asf como los de
urbanizacin, que eliminarn la vegetacin inadecuada y dejarn a
la capilla rodeada de un acerado de proteccin e instalada sobre
una pradera verde que permita su contemplacin completa.

Figura 15. La capilla evanglica Rgura 16. Detalle de


de Riotinto restaurada (Fotograffa ventana de la capilla de
de los autores) Riotnto. (Fotografa de/os
autores)

5. EL ARQUITECTO INGLS ALAN BRACE

Hasta la llegada a las minas de Riotinto del arquitecto ingls AJan


Brace, en 1928, encargado por el presidente de la compaa
britnica de una segunda planificacin arquitectnica en Riotinto,
las casas y edificios que los ingleses habfan construido en las
minas no tenran autor reconocido y obedecran a los patrones de
libros gua y de tratados de construccin al uso en Inglaterra.
Pero la llegada de Alan Brace supone un soplo de aire fresco y
de autenticidad britnica, y sus construcciones pueden calificarse
como una muestra del mximo valor dentro de la arquitectura que
los ingleses dejaron en la provincia de Huelva.

Sus claros planteamientos estticos y constructivos se incluyen


sin duda entre lo mejor de la arquitectura onubense del siglo
XX, siendo paradjico que, an en un intento de adaptarse a las
peculiaridades arquitectnicas andaluzas, el arquitecto britnico
plasm en sus proyectos para la Riotinto Company Umited la

230
esencia de la arquitectura domstica britnica de la primera mitad
del siglo XX. En efecto, observamos cmo en sus diseos para
Riotinto el arquitecto ingls combina deliciosamente los arcos, la
teja rabe, la cal, totalmente ausentes de su trabajo en Inglaterra,
con los tejados empinados, la proporcin de huecos, la simetra,
la tipologa y ubicacin de carpinteras, los bajantes al exterior
o las chimeneas prismticas, detalles genuinamente britnicos,
componiendo un conjunto arquitectnico de gran belleza y calidad.
Su arquitectura es de proporciones poderosas, manifestando
siempre un clsico sentido ingls de la relacin entre elementos y
de la utilizacin de los mismos. Su clara solucin de las plantas, y en
especial el tratamiento de edificios en ladera se vieron claramente
expresados en la escarpada orografa de Riotinto, como en las casas
para el staff ingls en Marfn, hoy desgraciadamente desaparecidas
(fig. 17). Su dominio del dibujo era muy grande (fig. 18), por lo que
las incursiones en el campo del diseo eran frecuentes, llegando
a disear para sus obras en Riotinto todas las puertas, ventanas,
chimeneas, etc.. incluso el mobiliario y la decoracin de todos los
espacios interiores.

11 )> V. ~~-:__
- -

_,-11 ,_

[
h. nlr'II TFT: -
-_'_!!lit(~~, 3!ri!Y._ ~

Figura 17. Casas de A. Brace Figura 18. Dibujo de juventud


en ladera, en el poblado de de Alan Brace (Archivo de Jos
Marn (Archivo de los autores). autores).

Alan Brace completa el pueblo del Valle, formado por alineaciones


de casas impersonales sin ms remate en sus extremos que
las ltimas casas de las cuarteladas, colocando conjuntos de
edificios en sus esquinas. Se trata en todos los casos de viviendas
unifamiliares, en general de dos plantas, que se cubren por tejados

231
nicos, y en las que las tipologfas son prototipos estudiados para
su encaje por yux.taposicin. En estas casas se combinan las
Ideas de solidez, slmetrfa, proporciones y lenguaJe moderno de las
semldetached houses de la poca en Inglaterra (flg. 19}.
<i> ,] .' <F -

,,
-
).

Figura 19. VMendas de A. Braceen El vaJfe (Dibujo de los


autotes).

Asimismo disefta algunos edificios singulares, entre los que


destacan la posada, el mercado, la escuela, las oficinas de la
compaa y la "Guest House", hoy hogar del pensionista, quizs
el edificio britnico ms ortodoxo construido en Riotinto, dentro
de la con1ente de las detached houses de la poca (ftg. 20). Se
trata da un edificio de dos plantas, da clam. slmatrfa y proporciones
poderosas, con cubierta a cuatro aguas de fuertes pendientes y
elevado sobre la calle para ofrecer una entrada lateral a cota de
exterior; mientras su fachada principal est defendida por una tapia
de un metro de altura. En la planta baja se encontraban la sala de
estar, el esctoo, un gran comedor, dos cuartos de bafto y la zona
de servicio. En la planta alta, a la que se accadfa por una hermosa
escalera, se alojaban siete habitaciones, todas con chimenea y dos
cuartos de bao. En la actualidad el edificio ha sufrido diversas
transformaciones y modificaciones, no todas ellas ortodoxas, pero
todava conserva lo esencial de su arquitectura inglesa.

232
Figura 20. Plantas y alzados de la Guest House, en Riotnto
(Archivo de los autores).

Tambin en Riotinto dise AJan Brace la ampliacin de Bellavista,


con la construccin de 1O casas para los directivos britnicos, en
el contorno de una pequea plaza creada al efecto en el sector
suroeste de la urbanizacin, por detrs de las primeras casas
victorianas (fig. 21), manejando en este pequeo conjunto, tanto
el concepto de casas aisladas como el de casas adosadas, con
gran presencia de las invariantes de proporciones fuertes, tejados
empinados de teja plana, poderosas chimeneas prismticas
enrasadas a fachada, ventanas de planta alta aproximadas a las
cornisas, y otros diversos patrones forneos que el arquitecto
implanta en su actuacin en esta barriada (fig. 22).

Figura 21. Ampliacin de Bellavista, proyectada por A. Brace


(Archivo de los autores).

233
Figura 22. Vivienda de
AJan Brace en Bellavista
(Archivo de los autores).

Y en la ciudad de Huelva nos deja Brace la obra del hospital ingls,


quizs su mejor realizacin en la provincia, hoy por desgracia
desaparecida. Su planta constaba de dos edificios independientes
conectados por un paso cubierto, y dos pequeos edificios
exentos. El edificio principal daba su fachada al suroeste, por lo
que Alan Brace dispona en su planta baja una marquesina que
se extenda a todo lo largo de la fachada principal y se cubria con
una estructura de madera soportada por pilares de hormign. La
esttica del edificio es la inconfundible del arquitecto ingls (fig.
23), con el empleo de tejados poderosos de color rojizo, simetrfa
absoluta, proporciones poderosas, ventanales de cristalea
menuda con montantes independientes, los tres arcos de entrada,
las chimeneas caractersticas como las ya empleadas en Bellavista,
etc.. El edificio se termin en 1929 y funcion hasta finales de
los af'ios sesenta del pasado siglo. Tras pasar por una etapa de
abandono, en 1980 fue vendido y derribado para construir en su
solar el edificio del El Corte Ingls.

6. LA ARQUITECTURA INGLESA EN HUELVA

Brevemente apuntamos que la compaa minera de Riotinto


construy en Huelva, entre 1918 y 1923, la Barriada Reina Victoria,
obra del britnico R.H. Morgan, jefe del departamento de obras
de la empresa aunque no era arquitecto (AJan Brace no llegarla a
Huelva hasta 1928}, conjunto residencial en el que se alojarian los
empleados que atendan el embarque de mineral en Huelva, y las
labores administrativas de la compara en esta ciudad.

234
IIIVC\'Of'k).fp!TAJ..

Figura 23. El Hospital Ingls de Huelva, obra de A Brace


(Archivo de los autores).

Este proyecto, por razones administrativas y burocrticas, estuvo


firmado por los arquitectos onubenses Perez Carasa y Aguado,
aunque es fruto sin duda de la imaginacin desbordada de Margan
que crea una arquitectura singular en la que conviven elementos
britnicos con neomudjares, alpinos o regionalistas. Sus valores
paisajstico e histrico son indudables, pero el conjunto no puede
ser considerado una muestra de la arquitectura britnica en Huelva,
ms que por el origen de sus autores. la barriada ocupa una gran
manzana (fig. 24) y est constituida por 71 edificios de una sola
planta (que alojan tres viviendas individuales cada uno de ellos), y
por 7 edificios de dos plantas situados en torno a una plaza interior,
construcciones que se plantearon como fachada en la entrada
principal al conjunto, a la que se llegaba a travs de unas escaleras
de gran porte (fig. 25 y 26).

la Riotinto Company adquiri a finales del siglo XIX el edificio del


Hotel Coln, construido para las conmemoraciones de 1892 por
iniciativa de Guillermo Sundheim. Aunque este edificio fue desde
entonces la sede de las oficinas de la compaa britnica en Huelva,
no puede considerarse como una obra de arquitectura inglesa, ni
por sus orgenes ni por su estilo, ms prximo a connotaciones
francesas, con incorporacin de elementos coloniales.

235
--;:;: :::::;=:B-f"'~ ....::::- ""- "'""'~- ~
.-(n"' --~~--

Figura 24. Plano del barrio Reina Victoria, en Huelva


(Archivo de Jos autores).

Figura 25. Plantas de Figura 26. Vista de una casa de dos


casas de dos alturas en plantas en Huelva {Archivo de los
Hue/va (Archivo de Jos autores).
autores).

7. EL MUELLE EMBARCADERO DE RIOTINTO

La compaa inglesa decidi explotar las minas de pirita y cobre


a cielo abierto, en gigantescas cortas, y construy un tendido de
ferrocarril desde Riotinto a Huelva, donde proyect y erigi, en la
ra del Odiel, un gran embarcadero, considerado hoy da como una
de las mejores muestras de la arqueologa industrial del hierro en El

236
Espaa. Para su conocimiento remitimos al libro Los embarcaderos
de Tharss Riotnto y Alquife, en el que se analiza extensamente
este muelle britnico (2).

El proyecto del embarcadero de mineral de la compafa de Riotinto


fue encargado, al prestigioso ingeniero ingls George Bruce, que
present su trabajo ante el Puerto de Huelva en 1874. Dada la
horizontalidad del paisaje, y el escaso calado de la orilla de la ra
izquierda del Odiel, dise un artefacto de 1165 m. de longitud,
de los que la mitad aproximadamente discurrfan en tierra y la otra
mitad sobre el agua. A travs de una gran estructura de madera,
que en un momento determinado pasaba a ser metlica, Bruce iba
elevando la rasante del ferrocarril minero, hasta llevarlo a una altura
considerable, ya en el brazo sobre la rfa, por una plataforma central
ms elevada.

La locomotora se colocaba a la cola del convoy, empujndolo por


esta va ascendente, la cual, a partir de un determinado punto,
descendfa hasta el extremo, en el que los vagones frenaban y
volvfan a la playa, uno a uno, por gravedad, deslizndose a lo largo
de dos vas asimismo descendentes, situadas a los costados del
embarcadero. All eran frenados delante de las tolvas y espitas de
descarga, vertiendo el mineral a los barcos, y rodando de nuevo
hacia la playa, donde los esperaba la locomotora para regresar a
Riotinto. Este ingenioso sistema, que evitaba la necesidad de tener
gras para la descarga del mineral, le dio al muelle la envergadura
y aparatosidad y, como consecuencia, la grandeza de su imagen
en la tranquila orilla del Odiel (fig. 27).

Fgum. 27. El muelle de Riotinto en Huelva, en su esplendor


(Archivo Fundacin Riotinto).

237
muelle se inaugur en marzo de 1876 y se cerr en mayo de 1975,
despus de casi un siglo de existencia y funcionamiento intensivo.
En los aos sesenta se ejecut una reforma en el muelle para hacer
pasar bajo el mismo la carretera del Polo Industrial. Este paso, no
demasiado desconsiderado con la estructura (fig. 28), dur unos
aos hasta que, en una actuacin inculta y censurable, el muelle
fue seccionado en dos, quedando desde entonces desvirtuado.
Hoy da, aunque el muelle ha sido restaurado parcialmente, el
Ayuntamiento ha permitido que la ciudad de Huelva se acerque
con edificaciones de gran altura a las inmediaciones del muelle,
que ha perdido asf su perspectiva y la grandiosidad que le confera
su contemplacin en el pramo en que se asentaba {fig. 29).

Figura 28. Paso de circulacin Figura 29. Nuevos edificios


rodada bajo el muelle de cerca del muelle de Riotinto
Riotinto (Archivo de los autores). (Fotograffa de los autores).

8. LAS VIVIENDAS COLONIALES DE MADERA EN PUNTA


UMBRA

No queremos cerrar esta breve historia sobre la arquitectura


inglesa en Huelva, sin citar el fenmeno arquitectnico y social
que constituyen las casas de madera que la compaf'ifa inglesa
construy en Punta Umbra.

LaRotinto CompanyUmited decidi levantar en las playas de Punta


Umbra, desde 1884 a 1917, un total de catorce edificios de estilo
colonial, ejecutados en madera, con cubiertas de zinc, levantados
del suelo como palafitos, y rodeados de galeras sombreadas, que

238
fueron el origen de la actual Punta Umbra. Se construyeron como
casas de salud, lugar de descanso, y residencia veraniega del staff
ingls de Riotinto, lejos del ambiente sulfuroso y contaminado de
las minas (fig. 30 y 31). Para su conocimiento remitimos al libro
titulado La Gasa Museo de Jos Ingleses en Punta Umbra (3) .

Figura 30. Viviendas britnicas en Punta Umbra


(Archivo Fundacin. Riotinto).

Figura 31. Gasa inglesa en Punta Umbra


(Archivo Fundacin Riotinto).

Curiosamente, estas casas britnicas dieron lugar al nacimiento del


pueblo de Punta Umbra. En efecto, al amparo de la arquitectura
de estos bungalows, situados en forma de suave arco frente a la
playa de poniente, surgi una corriente estilstica de imitacin de
su arquitectura, que hoy podemos considerar como arquitectura
verncula original, y que ha perdurado en Punta Umbra hasta muy
recientemente, existiendo an, desaparecidas ya las casas de los
ingleses en 1978, unas cincuenta casas de inspiracin britnica
(fig. 32).

239
Figura 32. Arquitectura
espalfola en Punta Umbrfa
(Fotografa de los auto18S).

Los invariantes arquitectnicos de estas viviendas fueron los


siguientes:

a) Vivienda elevada, ejecutada totalmente en madera, forrada


de tablazn al estilo de las "weather-boarded houses" de
Inglaterra y rodeada de galeras o "verandahs" al estilo colonial,
protegidas por barandillas de madera.

b) Independencia entre zona habitable (que contena la sala y


los dormitorios), rea de cocina y zona de servicio, que quedan
separadas por una galea.

e} Cubierta inclinada de chapa de zinc, de pendientes no muy


fuertes pero de gran superficie, que resalta sobre el conjunto
de la edificacin

Las caractersticas constructivas de estas viviendas se pueden


asimismo sintetizar esquemticamente, de la siguiente manera:

a} Sustentacin a base de pilotes de hormign prefabricado,


que se ataban por un redondo en su interior atornillado a las
jcenas y al cimiento.

b) Jcenas de fo~ado de planta baja rectangulares, de madera,


con uniones a media madera, atornilladas a los pilotes en el
ensamble y entre sf por medio de chapas de hierro a ambas
caras.

e} Forjado de madera a base de rastreles rectangulares simples


y tablazn de pavimento clavado encima..

240
d) Estructura de madera formada por pilares cuadrados y
cerchas de madera, del tipo de pares con pendoln y tirante,
pares y tirantes o pares solamente, segn que el sector a cubrir
fuera el edificio principal, las cocinas o el retrete. La cubierta del
edificio, a base de chapa de zinc acanalada, cubra tambin las
marquesinas con la prolongacin de los faldones principales.

e) Cielo raso de madera ejecutado con tablazn .

f) Cerramientos de madera a dos hojas, la exterior de tablazn


superpuesta en escamas y la interior a base de paneles.
Tabiquera tambin de madera.

g) Carpintera en puertas y ventanas ejecutada en madera, con


elementos acristalados. Existencia de elementos especiales
como mamparas de vidrieras cuadriculadas en esquinas
combatidas por el viento, y celosas situadas en inodoros, de
lamas fijas y horizontales, de madera.

h) Marquesinas a base de pilarillos de madera. Mdulos


cuadrados de barandilla, triangulados, con listones de madera.

i) Escaleras a la molinera, de 45 de inclinacin. Los largueros


laterales, formados por tablones, iban anclados a chapas
de hierro, fijadas a su vez a dados de hormign. Barandillas
de largueros y cruces diagonales, con una anchura total de
escalera de 3'.

Los edificios estaban rodeados por unas galeras porticadas


cubiertas, ejecutadas en madera , y la totalidad de la edificacin
se encontraba instalada sobre una gran plataforma asimismo de
madera, que permita el movimiento de las dunas por debajo de la
casa, as como una mejor ventilacin del edificio.

En el ao 2002, el Ayuntamiento de Punta Umbra nos encarg


a los arquitectos autores de este trabajo, el proyecto de recrear
una de las primitivas casas de Punta Umbra, para lo cual nos
inspiramos en el prototipo de la casa no 14, diseada por el ingls
Clayton. Hoy este edificio est dedicado a museo etnogrfico de la
presencia inglesa en Punta Umbra (fig. 33 y 34).

24 1
Figura 33. Planos de la Casa Museo en Punta Umbra
(Dibujo de los autores).

Figura 34. Vista de/a Casa Museo en Punta Umbra


(Fotografa de los autores).

242
un
i55
A

Racionalidad de
las decisiones
empresariales
y sostenibilidad
econmica: el
caso de Ro Tinto
Company Limited
Carlos Arenas Posadas,
Universidad de Sevilla
carenas@us.es
Una de las ms persistentes lneas de investigacin en la teora
econmica es la referida a la racionalidad de las elecciones de
los agentes econmicos para todo tiempo y lugar. Es decir, la
que se cuestiona uno de los apriorismos que tratan de hacer de
la economa la fsica de la sociedad. Entre los antecedentes de
esta corriente crtica se encuentra la literatura institucionalista que
otorga a los individuos, los estados, las empresas, la posibilidad
de crear y sostener instituciones que enmarcan, condicionan las
decisiones y crean dependencia de la trayectoria hacia el futuro\
la obra de Polanyi y sus seguidores2 , la teora del "enraizamiento"
de los sistemas econmicos3 , las ideas de los regulacionistas
franceses y de los radicales norteamericanos y su concepto de
estructura social de acumulacin que abundan en la diversidad
de normas y valores que rigen el capitalismo tanto espacial
como social e histricamente', o la aportacin de quienes tras el
derrumbe del mundo sovitico se perciben que los capitalismos
difieren en su forma de organizar el trabajo, el bienestar social y
las relaciones laborales; diferencias que en virtud de su eficiencia
relativa les conceden una mayor o menor capacidad para competir
con ventaja en un mundo global5

Desde la historiograa econmica andaluza se ha discutido


largamente acerca de la racionalidad de la empresa latifundista; en
ese sentido ha habido autores que, con independencia de la crtica
hacia los efectos macroeconmicos y sociales que han tenido sus
decisiones, han considerado al terrateniente como un empresario
absolutamente racional y coherente con la defensa de sus intereses,
que es lo que cabe esperarse en toda sociedad capitalista6 No
es este el lugar para discutir sobre la racionalidad del latifundio;
s resaltar slo que las instituciones sociales, institucionales y
polticas promovidas y sostenidas -a veces a sangre y fuego-, por
la racionalidad de la explotacin latifundista tienen no slo una
proyeccin negativa sobre el crecimiento econmico -Andaluca
occidental pas de ser una de las zonas ms ricas del pas a

1 Nelson; Sampat, 2001.


2 Polanyi, 1997.
3 Beckert, 2003.
4 Me Donough, 2008.
5 Boyer, 2005a. Boyer, 2005b. Amable, 2007. Montes; Medina, 2009.
e Tedde, 1988

244
comienzos del siglo XIX a una de las ms pobres a comienzos
del siglo XX-, sino una proyeccin negativa hacia el futuro en
cuanto que cre dependencias de la trayectoria que an lastran la
economa andaluza a comienzos del siglo XXI.

En el presente trabajo, aplicaremos esta misma ptica a otra gran


empresa "andaluza": Rio Tinto Company Limited, una empresa
considerada como de las ms importantes del mundo entre 1897 y
1908, a la que no se podra discutir la racionalidad de sus decisiones
teniendo en cuenta los elevadsimos dividendos -el37 por ciento por
trmino medio-, que se repartieron sus propietarios los Rothschild
en el periodo indicado y a los millones de pesetas que gastaron
en salarios directos e indirectos7 Sin embargo, la racionalidad
presente puede llegar a tener consecuencias negativas en un futuro
ms o menos inmediato en funcin de que la actividad empresarial
sea ms o menos sostenible a medio o largo plazo, o de que las
races institucionales que establezca en su entorno garantice la
continuidad de ese o de cualquier proyecto econmico, por lo que
se puede concluir que una aparente racionalidad empresarial en el
presente puede ser perfectamente irracional en trminos histricos.

A la altura de 1872, Riotinto era, segn los agentes britnicos


que las estudiaron sobre el terreno, un yacimiento de enormes
posibilidades muy mal explotado por su dueo de entonces, el
estado espaol. Entre la adquisicin de la mina por el consorcio
londinense encabezado por Matheson y su devolucin al capital
nacional en 1954, pocos reparos se pueden poner a la racionalidad
y eficiencia de la explotacin de las minas por parte de los tcnicos
britnicos en cuanto al incremento de la produccin, la agilizacin
de los medios de transporte, la innovacin de las tecnologas de
la extraccin y la metalurgia, la organizacin del trabajo y de las
relaciones laborales y la gobernanza de la sociedad local.

7
Lpez-Morell 2005. Ver tambin captulo de Miguel ngel Lpez Morell en el
presente libro.

245
En el terreno de la extraccin y del primer tratamiento del
mineral, los ingenieros y tcnicos de la compaa fueron
personas extremadamente competentes en su oficio como puede
comprobarse hoy en el archivo y la biblioteca de la Fundacin
Ro Tinto. No vamos a hacer aqu referencia pormenorizada de
las innumerables innovaciones y mejoras introducidas para el
aprovechamiento de la pirita a partir de 18738 Citemos slo algunas
a ttulo de ejemplo: la introduccin de la minera a cielo abierto u
opencasts, la sustitucin de los pilares por las trincheras en la minera
de interior, la introduccin de perforadoras neumticas en el interior
o de palas excavadoras en el exterior con motivo de los trabajos de
corta Atalaya en 1906 -el 75 por ciento de los trabajos se hicieron
con excavadoras a vapor Bucyrus-, se fueron introduciendo en un
claro ejercicio de minimizar costes y optimizar beneficios en funcin
de las coyunturas del mercado de materias primas. La restauracin
y ampliacin de los sistemas de cementacin tradicionales en un
primer momento, la ereccin de plantas de fundicin del hierro con
hornos Bessemer y de las piritas en los primeros aos del siglo
XX, con cmaras condensadoras que permitan recuperar el azufre
lanzado al aire en la fundicin de la pirita, fueron algunas de las
innovaciones ms importantes en la metalurgia. Puede aadirse
que los precios del mineral, la dimensin del estril que tapaba
las vetas, la ubicacin exacta del mineral, la cantidad y calidad
del mismo, etc., fueron datos minuciosamente estudiados que
determinaban la racionalidad de las decisiones de stop and go de
las labores y el gobierno todo de la actividad minera.

El transporte del mineral por ferrocarril supuso otra de las grandes


transformaciones introducidas por la compaa inglesa tanto en el
interior del propio complejo minero -mines fines- como, sobre todo,
entre Riotinto y el puerto de Huelva, lugar de expedicin del mineral
a los mercados europeos -Main Une-.

El rea de la organizacin de la empresa, Rio Tinto Company


Limited tambin fue pionera en Espaa en el uso de los modernos
mtodos de gestin. Frente a las limitaciones del habitual
capital familiar, la creacin de RTCL fue el resultado de la suma

s Arenas, 1999.

246
de capitales y de saberes bajo la frmula societaria de una free
standing company, el modelo de empresa que protagoniz la
expansin del capitalismo britnico en la era victoriana. Gracias a
este modelo de empresa se pudo acometer al mismo tiempo obras
de la envergadura del ferrocarril a Huelva o las primeras cortas. Si
el grado de centralizacin de la direccin de la empresa, segn las
conocidas tesis de Chandler y Lazonick, es un signo de eficiencia,
la adquisicin de la mayora de las acciones de la compaa minera
en 1888 por la familia Rothschild para convertirla en la joya de
sus negocios, fue un paso adelante en la racionalizacin de la
gestin empresarial, desde el momento en que los accionistas
mayoritarios pudieron liberarse de los viejos compromisos iniciales
de la empresa matriz, acabando con graves problema de agencias
dentro de la compaa, como ocurri con la destitucin del socio
fundador Doetsch. Adems la llegada de los Rothschild rompi la
tradicional unidad entre propiedad y gestin, para entregar sta
en manos de hombres de confianza como Fielding que propuso
iniciativas cruciales para el negocio en un consejo de administracin
anteriormente reservado a los dueos. Bajo su direccin se tomaron,
al calor tambin de la onda expansiva del ciclo, decisiones tan
importantes como la ampliacin de las escalas de produccin o la
centralizacin de la gestin de la actividad minera anteriormente
separada entre los distintos departamentos. Racionales fueron
tambin las decisiones tomadas despus de la primera guerra
mundial al experimentar las materias primas un notable descenso
de sus precios en los mercados internacionales: en 1923, Rio Tinto
Company Limited llev a cabo el intento de cartelizacin de la
oferta con las primeras productoras reunidas bajo el ttulo de la
European Pyrites Company; en 1925, la compaa experimenta una
diversificacin de la actividad empresarial bajo la direccin de sir
Arthur Geddes, por la que la empresa britnica entra en el mercado
industrial norteamericano en empresas como la Davison Chemical
Corporation, del sector de los fertilizantes, o la Silica Gel dedicada
a la fabricacin de filtros antigases. Llegada la depresin de los
treinta, especialmente dura para las empresas exportadoras, Ro
Tinto vuelve a centrar sus principales esfuerzos en la minera con
la adquisicin de nuevas minas como Rhokana Corporation, en
Rhodesia, que se convirti en la nueva estrella de la corporacin9

9
Harfindhal, 1959.

247
Si la gestin econmica en relacin a las primeras actividades
de la empresa, la extraccin, metalurgia y venta de minerales
puede catalogarse de satisfactoria o muy satisfactoria en muchos
momentos, lo mismo puede decirse de la gestin de los recursos
humanos. No poca importancia tuvo la contratacin de ingenieros y
tcnicos en las ms importantes minas del mundo: los altos salarios,
cierta autonoma en la gestin de los respectivos departamentos,
un hbitat y un status crecientemente diferenciado de la poblacin
espaola, residencias vacacionales, etc., resultaron interesantes
estmulos para atraer tcnicos competentes. Mucho ms complejo,
como nos recuerda Avery, fue el reclutamiento y, sobre todo, el
gobierno de los muchos miles de trabajadores que figuraron en las
listas de obreros u ordinary pay rolls de la compaa a lo largo de su
historia, conformando plantillas que, desde los ochocientos obreros
iniciales, alcanzaron un mximo de catorce mil a la altura de 1912.
La racionalidad de la gestin de la fuerza de trabajo estuvo en unos
primeros momentos confiada a la eficiencia de la mano invisible, a
los mercados "manchesterianos" de trabajo. Mejores salarios que
en las minas y campos del entorno atraan brazos de los pueblos
ms pobres de la provincia y de otros lugares de Andaluca y de
Espaa; con estos procedimientos, una comarca cuyos ncleos de
poblacin apenas sumaban siete mil habitantes en 1873 pasaron
a sumar cincuenta mil en 191 O. Por otra parte, un sistema de
subastas por las que las distintas labores se ofertaban a los grupos
o "compaeras" de obreros garantizaba la mejor productividad y
el mejor precio del factor trabajo. Racionales fueron tambin los
mtodos para conservar suficiente mano de obra; una de ellas fue
la conversin de la entidad en un monopsonio en el mercado de
trabajo, a lo que contribuy, entre otras razones, la destruccin
del entorno agrcola y ganadero por causa de las emanaciones
de gas sulfuroso procedente de la calcinacin de las piritas al aire
libre. Racional tambin, sobre todo cuando se necesit consolidar
la plantilla a partir de 1897 en el inicio de una nueva revolucin
industrial que increment la demanda de materias primas, fue
la instauracin de polticas paternalistas de bienestar industrial.
Polticas de construccin de viviendas para obreros, economatos,
escuelas, hospitales, prestacin de servicios mdicos y
farmacuticos, etc., fueron diseados para facilitar la estabilizacin
y reproduccin de la mano de obra y como frmula inteligente
en la gestin econmica de la compaa. En este ltimo sentido,

248
mediante la aplicacin del paternalismo empresarial, asistimos a
una plenamente racional estrategia de recuperar parte del dinero
pagado en salarios -las cantidades pagadas en salarios volvan a la
empresa en forma de alquileres abonados por viviendas, de cuotas
mdicas o de alimentos y artculos adquiridos en los almacenes
de la compaa-. Todo paternalismo, como sabemos, contribuye,
adems, a reducir los costes laborales y a segmentar y controlar
la mano de obra dado que slo los ms dciles de los empleados
se harn merecedores de la graciosa contribucin de la empresa.

Racionales fueron tambin los diferentes mecanismos correctores


introducidos en la gestin de los mercados de trabajo cuando
estos no satisfacan las expectativas presentes o futuras de la
compaa. Momentos como stos se vivieron en 1888, entre 1909
y 1920, y durante la depresin de los aos treinta. En esos tres
momentos, la compaa tuvo que hacer frente a un exceso de
plantilla y a la presin de una poblacin que reclamaba empleo a la
nica empresa que, en la zona, poda suministrrselo. Una frmula
de corregir estos desequilibrios del mercado fue la segmentacin
de la mano de obra entre obreros prescindibles e imprescindibles.
Ligadas a esta estrategia no fueron ajenas las inteligentes ayudas
concedidas "para marcharse de las minas" a los obreros y familiares
excedentarios. En este mismo sentido, no creemos que fuera una
casualidad, ni ajeno a las decisiones racionales de la compaa,
que en los tres momentos citados, el problema de reduccin de
la demanda de mano de obra fuera resuelto mediante sendos y
trgicos conflictos laborales: el conflicto de los humos de 1888,
las huelgas de 1913, 1919, 1920 y 1934. El efecto inmediato de
cada uno de esos conflictos fue la drstica reduccin de la plantilla
existente, la liberacin de los compromisos paternalistas con una
parte de la poblacin y la consiguiente reduccin de los gastos
asistenciales en relacin a la comunidad minera.

Igualmente racionales fueron los mtodos para incrementar la


productividad del trabajo o la calidad de las relaciones laborales. En
relacin a la productividad, ya se ha apuntado que, en las subastas,
las tareas se otorgaban a las compaeras ms productivas y, a
partir de 1897, mediante la introduccin de nuevas mquinas que
reducan la demanda de trabajo; desde la primera guerra mundial
se implantaron mtodos "cientficos" de produccin escrutados

249
racionalmente desde la Agencia de Trabajo creada en 1909 y, en
la depresin de los treinta, con la introduccin de maquinaria para
compensar el aumento relativo del coste de la mano de obra. En
lo que respecta a las relaciones laborales, a la compaa le pareci
racional establecer un rechazo radical de cualquier organizacin
sindical en el interior de la empresa, estableciendo a cambio
mecanismos de consenso como la financiacin de mutualidades y
sociedades recreativas y, sobre todo, admitiendo la internalizacin
espontnea de las prcticas de contratacin, retribucin y
asignacin de tareas concedindoselas a capataces, listeros,
contramaestres, etc.. Ms tarde, tras la creacin de la Agencia de
Trabajo y tras las huelgas que con ella tuvieron lugar entre 1913
y 1920, la compaa puso en marcha la institucionalizacin de un
modelo verticalista de la relacin laboral -Comits Mixtos-, con
aquella parte de la plantilla que permaneci en las minas tras los
conflictos mencionados -la plantilla minera pas de doce mil a
algo ms de seis mil entre 1912 y 1921-. Slo con la repblica, la
Compaa acept la interlocucin con los sindicatos manteniendo
acuerdos con la UGT sobre la base del mantenimiento de los
puestos de trabajo a cambio de reduccin de los das trabajados;
unas relaciones que quedaron rotas para volver a la estrategia de la
confrontacin que desemboc en el conflicto de octubre de 1934.

Finalmente, consideramos tambin como perfectamente


racionales las estrategias diseadas para conseguir la mejor
gobernanza posible tanto a nivel nacional como local. A nivel
nacional, la ms racional de sus decisiones fue la de incluir en la
nmina de la compaa a prohombres de la clase poltica espaola,
parlamentarios, ministros y primeros ministros como Eduardo Dato,
figura especialmente valiosa en la "solucin" de las huelgas de
1913 y 1920. Igualmente racional fue plegarse al contexto poltico
cuando, primero, durante la dictadura de Primo de Rivera y, luego,
con la repblica, el Estado espaol intent influir en la gobernanza
de este otro Gibraltar britnico. A nivel local, Ro Tinto no tuvo
oposicin significativa a la hora de controlar de forma absoluta
los mecanismos de gobernanza. Las polticas paternalistas, la
perturbacin de los comicios municipales siempre con resultados
afines a sus candidatos, la manipulacin tambin de mecanismos
de concertacin como las juntas locales de reformas sociales, la
impagable ayuda de la iglesia catlica en la conduccin de las

250
ideas, la inclusin en nmina de pequeos propietarios y de las
familias ms notables de la comarca, la segmentacin de la mano
de obra, ms la vigilancia activa que los "guardias" o policas
privados hacan de los disidentes y la represin subsiguiente,
fueron algunas de las maneras en la que consiguieron tan absoluta
influencia sobre la poltica y las relaciones sociales en el mbito
local.

En definitiva, podemos valorar como muy racionales y eficientes


las decisiones adoptadas por Rio Tinto Company Limited en su
larga presencia al frente la principal explotacin minera del pas.

En la segunda parte de esta aportacin, veremos algunas de


las consecuencias que la mencionada racionalidad tuvo en el
largo y muy largo plazo sobre la comarca y sobre la sociedad
que en ella se ha asentado. Hace algn tiempo, la historiografa
espaola incorpor un debate sobre los efectos de las inversiones
extranjeras en la minera de nuestro pas. Aquel debate dividi a los
especialistas en "optimistas" y "pesimistas" en funcin de que sus
criterios fueran favorables o crticos a la intervencin extranjera.
Corra la poca en que las decisiones de los empresarios se
medan por el impacto macroeconmico que comportaban y, en
ese sentido, el debate se centraba en la titularidad de las minas,
en el hecho de si la inversin extranjera, el aporte de tecnologa, la
construccin de infraestructuras, la contratacin masiva de mano
de obra, la sustitucin del estado en el plano asistencial o educativo
y los impuestos a la hacienda pblica compensaban el hecho de
que dividendos y mineral salieran del pas sin apenas beneficiar, en
detrimento del capital y de la industria espaola. Con el tiempo, a
medida que el contexto en el que se pronuncian los historiadores
ha estado marcado por la globalizacin de capitales y mercancas
y ha sido crecientemente proclive a los planteamientos neoliberales
y de la economa de la oferta, el resultado ha ido inclinndose del
lado de los "optimistas", que podran aadir a su argumentacin
todo el bagaje de decisiones racionales que, con independencia de
sus efectos nocivos sobre el ecosistema o las condiciones de vida
de los trabajadores, hemos apuntado en el captulo anterior.

251
Nuestra posicin aqu no es de posicionarnos en ese debate; en
especial la de posicionarnos sobre si la cuenca minera hubiera
estado mejor explotada en manos nacionales en vez de en manos
extranjeras. Estimamos que el resultado hubiera sido prcticamente
el mismo y a la prueba est que pocas cosas importantes
cambiaron desde que en 1954, Ro Tinto se "naturaliz"; es decir,
pas a propiedad de los naturales del pas. Nuestra posicin es
situar el debate en los efectos econmicos y sociales que en el
muy largo plazo tuvieron las decisiones supuestamente racionales
de britnicos, antes, o de espaoles, despus. En este sentido,
no podemos, de momento, cuantificar el balance que resultara de
comparar los ingresos -beneficios, salarios, pensiones, subsidios,
impuestos, etc.,- con los costes pasados, presentes y futuros
legados por la actividad minera concebida de aquella manera
especfica. S podemos enumerar algunos de los costes histricos
que la explotacin de las minas dej a las generaciones presentes,
pasadas y futuras.

En primer lugar, hay que citar los cuantiosos costes de reposicin


que ha supuesto y seguirn suponiendo la restauracin de un
paisaje habitable, la minimizacin del impacto de la actividad
minera y de sus residuos sobre el ecosistema, la red hdrica y el
reaprovechamiento de esos recursos para actividades econmicas
de nuevo tipo, algunas de las cuales, como la agricultura o la
silvicultura, anteriores a la explotacin intensiva del yacimiento,
fueron en buena medida esquilmadas por una actividad minera
dirigida con mtodos racionales10

En segundo lugar, se puede hacer referencia a la sostenibilidad de


las empresas extractivas. Ya, en los aos finales del siglo XIX, el
General Manager, Rich, calculaba que las existencias de mineral
en Riotinto -a una ley de cobre decreciente-, permitiran desarrollar
la actividad minera durante un siglo, lo que quiere decir que, a
pesar de que an no se haba desmontado cortas tan importantes
como Atalaya, la mina y cualquier empresa ligada a ella tenan
fecha de caducidad,,_ En las circunstancias de una muerte o de

10
Prez Cebada, 2008.
11 Archivo Rio Tinto Zinc. Ote reserves. Informes de Williams Rich. 1896 y 1899.

252
un declive anunciado hubiera sido especialmente racional haber
ido modificando y diversificando el tejido productivo en la comarca
de manera que pudieran desarrollarse otras alternativas cuando
el minero dejara de ser el primer aprovechamiento econmico
de la zona. La teora econmica establece una relacin directa
entre diversificacin de las actividades econmicas y el desarrollo
econmico.

En tercer lugar, aadir que la posibilidad de aprovechamientos e


iniciativas econmicas alternativas a la propuesta por Ro Tinto
Company Limited era materialmente imposible por, al menos, dos
razones; una, por el hecho de que la compaa britnica funcionaba
como un enclave econmico en el que las externalizaciones a nivel
local, el efecto de arrastre sobre otras empresas a la manera de los
ventajosos distritos industriales eran, prcticamente inexistentes.
Ro Tinto no necesit de otras empresas en su entorno, ni dirigi
su actividad a la consecucin de ms valores aadidos que no
fueran la transformacin del mineral en productos semielaborados
que abarataran los costes del transporte. La transformacin
local de los minerales extrados hubiera otorgado a la comarca
mejores perspectivas de futuro con independencia de la inmediata
proximidad del yacimiento. Dos; Ro Tinto internaliz no slo
los mercados y procesos de extraccin, metalurgia, transporte
y exportacin sino que desalent, toda empresa en su entorno
que pudiera hacerle competencia o sustraerle la posibilidad de
recuperar el dinero desembolsado en forma de infraestructuras,
retribuciones o prestaciones. Podemos citar, a estos efectos,
la terminante prohibicin que apareca en los contratos de los
ingenieros de la empresa de realizar prospecciones o adquisiciones
mineras. Igualmente, la compaa desalent inversiones extraas en
aquellas actividades y servicios, mdicos, comerciantes, farmacias,
viviendas, etc., que pudieran sacar provecho de una parte del dinero
que la compaa gastaba en salarios. Si a la obstaculizacin de un
acumulacin alternativa de capital le unimos el hecho de que una
parte de la burguesa o de la pequea burguesa local entr desde
los primeros momentos en la nmina de la empresa britnica como
administrativos y gestores, el nivel del emprendimiento empresarial
en la zona result forzosamente bajo, lo que contribuy, todo
junto, primero, a impedir la diversificacin productiva y, segundo,
a fortalecer el carcter monopsnico del mercado de trabajo con

253
la consiguiente y progresiva dependencia de un solo empleador y
merma de los salarios.

En cuarto lugar, el monopsonio no slo evit que los trabajadores


utilizaran el mercado como frmula para mejorar sus ingresos sino
que contribuy a enraizar las estrategias de segmentacin que
la compaa britnica pretenda desarrollar entre los trabajadores
y en la entera sociedad. En ausencia de sindicatos fuertes, con
el pretexto del decreciente valor de las materias primas en los
mercados mundiales, la compaa trasladaba las incertidumbres
mercantiles a los trabajadores que no encontraron otra manera
de defenderse que aceptar tales mecanismos de segmentacin,
establecindose la disgregacin en la comunidad minera entre
obreros nativos y forasteros, rojos y amarillos, socialistas y
anarquistas, pobladores de Riotinto y de Nerva y otras aldeas
donde habitaban principalmente los trabajadores prescindibles.
En el muy largo plazo, podra establecerse efectos muy negativos
de aquella discriminacin sobre la cohesin social en la comarca,
sobre el capital social que constituye, al mismo nivel que el capital
financiero o humano, un recurso imprescindible para el desarrollo
econmico.

En quinto y ltimo lugar hay que referirse a las consecuencias


que a largo plazo tuvo el dominio de la compaa britnica sobre
la gobernanza nacional y local. A nivel nacional, gracias a sus
inversiones en obtener favores de la clase poltica y de los medios
de comunicacin, Ro Tinto se aprovech, salvo en momentos muy
concretos de la dictadura de Primo y de la 11 Repblica en la que
sinti o le pareci sentir el control del Estado, de un contexto de
/aissez faire que le permiti desde defraudar impuestos hasta no
modificar sus estrategias productivas -la ignicin de las teleras,
por ejemplo-, a pesar de la oposicin de la opinin pblica, de
tcnicos y empresas nacionales. A nivel local, el monopsonio, el
paternalismo y su corolario de una poblacin sumisa a sus criterios,
el control de las instituciones locales, el control ideolgico de la
poblacin y la amenaza sentida por la misma de perder lo poco
que reciba al menor atisbo de rebelda, facilitaron los objetivos de
la empresa. En definitiva, la ausencia de control democrtico sobre
la compaa hizo que ni el Estado ni la sociedad civil quisieran,
supieran o pudieran cambiar decisiones perfectamente racionales
de la empresa que, sin embargo, hipotecaban gravemente el futuro.

254
Concluimos diciendo que la eleccin racional del empresariado es
consustancial mente cegata, no ve a largo plazo, por lo que debe ser
conducida con el lazarillo del control institucional. Como anuncian
desde antiguo Veblen, Hodgson, Hayek o North las instituciones
son el cmputo de presiones y reglas del juego que limitan la
"eleccin racional", y que no son el fruto espontneo obtenido de
la naturaleza o del pasado sino, fundamentalmente, el producto de
una construccin social deliberada que los agentes econmicos y
sociales pactan o imponen en funcin de su fuerza relativa hasta
constituir un modelo especfico de sociedad y de capitalismo. El
nivel de eficiencia de cada modelo, de las instituciones inherentes
a los mismos, determinan los resultados econmicos de pases,
regiones o comarcas completando crculos virtuosos de desarrollo
o, por el contrario, aumentar la bola de nieve que conduce al atraso.
Creemos que las indelebles huellas que Ro Tinto Company Limited
dej en la cuenca minera al amparo de los rasgos caractersticos
del capitalismo espaol y andaluz siguen pesando sesenta aos
despus en detrimento del desarrollo econmico y social de la
comarca.

255
256
un
i55
A

Bibliografa general
Albuera Guirnaldas, A. (2006): El mundo del trabajo en Andaluca,
visto por los escritores (1875-1931). Servicio de Publicaciones.
Universidad de Mlaga.

Alfort, B.W. E. y Harvey, C. E. (1980): "Copper merger: the formation


of the Rhokana Corporation. 1930-32". Business History Review,
LIV. pp.330-358.

Almudano Palma, J.(2001):"La primera normativa legal espaola


sobre los efectos medioambientales de la industrializacin en las
ciudades". Eria, n. 56, pp. 228-233

Annimo (1878), "Crnica", Revista Montes 25, pp.59-63.

Aragn Romn, M. y Ruiz Ballesteros, E. (1995): Mina y Mineros.


Imgenes y significados de la Cuenca Minera de Riotinto. Fundacin
Riotinto, Sevilla.

Arenas Posadas, C. (1999): "Mercados, comunidades mineras


y construccin del estado: claves del "movimiento obrero" en la
minera andaluza (1860-1936). Demfilo no 32 "Cultura minera en
Andaluca". Fundacin Machado.

Arenas Posadas, C. (1999): Empresa, mercados, mina y mineros:


Ro Tinto (1873-1936). Servicio Publicaciones Universidad. Huelva.

Arstegui, J. (Ed.) (2007): La Repblica de los trabajadores. La


segunda Repblica y el mundo del trabajo. Fundacin Francisco
Largo Caballero, Madrid.

Avery, 0.(1974): Not in Qeen Victoria's birthday. Story of the Ro


Tinto Mines. Londres, Collins. Edicin en castellano (1985): Nunca
en el cumpleaos de la Reina Victoria. Historia de las minas de Ro
Tinto. Barcelona, Arbor.

Avils Palacios, M. C. (2006): "Anlisis de la informacin financiera


y analtica de The Rio Tinto Company Limited (1873-1954). Tesis
doctoral indita. Universidad Rey Juan Carlos. Facultad de Ciencias
Jurdicas y Sociales. Madrid.

258
Baena Snchez, F. (2008): "Agenda para una historia radical de la
comunicacin obrera. La construccin de la conciencia de clase en
la colonia britnica de las minas de Rio Tinto. (1913-1920)". Tesis
doctoral indita.

BARALLAT, C. (1885). Principios de botnica funeraria, Ed. Alfa


Fulla, Barcelona.

Bernal. A. M. (1999): "Minas de Riotinto: del olvido al liderazgo


mundial". Demfilo 32:37-50.

Bernhardt, C. (Ed.) (2004): Environmental Problems in European


Cities in the 19th and 20th Century., Munster-New York-Munchen-
Berlin, Waxman.

Bernhardt, C.-Massard-Guilbaud, G. (Eds.) (2002a): Le demon


moderne. La pollution dans /es societs urbaines et industrie/les
d'Europe, Clermont-Ferrand, Presses Universitaires Blaise-Pascal.

BOUZA, J. (2006): "La industria en la ciudad. Los esfuerzos de la


sociedad econmica barcelonesa de amigos del pas para armonizar
los intereses del progreso industrial y el bienestar ciudadano (1820-
1880)". Scripta Nova. Revista Electrnica de Geografa y Ciencias
Socia/es. Barcelona: Universidad de Barcelona, vol. 1O, nm. 218
(47). http://www.ub.es/geocriVsn/sn-218-47.htm.

Brimblecomble, P. (1987): "The Antiquity of Smokeless Zone".


Atmospheric Environment, Vol 21 , p. 2485.

Bravo Villasante, F. (1919): "La nacionalizacin de la minera


espaola", Boletn Oficial de Minas y Metalurgia, 111, 30, pp. 1-37.

Broder, A. (1981): Le role des interets trangers dans la croissance


de I'Espagne au X/Xeme siecle. These d'Etat, Sorbonne.

Broder, A.(1979): Le role des interets trangers dans la croissance


conomique de fEspagne: 1815 -1913. Etat, entreprise et histoire.
Universidad Paris X.

BURGERS, THOMAS F. (1954), Repoblacin con Eucalytus en las

259
sierras de Valverde y Zalamea, provincia de Huelva", Montes 54,
pp.173-176.

Cabrillo Rodrguez, F. (1994):"1ndustrializacin y derechos de daos


en la Espaa del siglo XIX". Revista de Historia Econmica. n. 3, pp.
591-609.

CARRERO, J. (1979). Historia de Punta Umbra (Hasta la constitucin


municipal). Punta Umbra, Huelva.

Chastagnaret, G. (2000): L'Espagne, puissance miniere dans


I'Europe du X/Xe siecle. Madrid. Casa de Velzquez.

Checkland, S.G. (1967): The mines of Tharsis. Roman, French and


British enterprise in Span, Londres, George Allen & Unwin Ltd.

Ciges Aparicio, M. (2003): Los vencidos. Estudio y edicin de


Navarro Domnguez, E. Diputacin Provincial de Huelva.

Clapp, B. W. (1994): An Envronmental History of Britan snce the


Industrial Revolution, London-New York, Longman.

Cobos Wilkins, J. (2001): El corazn de la tierra. Plaza y Jans.


Barcelona.

Cobos Wilkins, J. (2005): La Huelva britnica. Fundacin Lara,


Sevilla.

Cohen, A. (2007): "Las minas de Alquife y el Cable Ingls", en


Snchez Picn, A. y Torres, R. de (coords.): El Cable Ingls de
Almera. Centenario del Cargadero de mineral El Alquife (1904-
2004). Consejera de Cultura de la Junta de Andaluca. Madrid, pp.
27-42.

Coll Martn, 8.(1983): "Las empresas mineras del suroeste espaol,


1850-1914", en Anes, Rojo y Tedde (eds.): Historia econmica y
pensamiento social. Estudios en homenaje a Diego Mateo Peral.
Madrid, Banco de Espaa-Alianza, pp. 399-429.

Comn, F. y Glvez Muoz, L. (2005): "Reglas de juego, redes de


oportunidad y nacionalizaciones de empresas extranjeras durante

260
el franquismo", en Tascn, J., dir.. : Redes de empresas en Espaa.
Una perspectiva terica, histrica y global. LID. Madrid, 2005, pp.
115-136.
Cowling, E. B. (1982): "Acid precipitation in historical perspectiva".
Environment Science and Technology, Vol. 16, n. 2, pp. 110A-123A.

Crouzet, F. (1999): "Le naissance du paysage industrie!". En


Corvol, A. (Dir.) Les sources de listoire de renvironnement, Paris,
L'Harmattan, pp. 55-62.

Cullar Villar, D. y Snchez Picn, A. (dirs.) (2008): 150 aos de


ferrocarril en Andaluca. Un balance. Consejera de Obras Pblicas
y Transportes de la Junta de Andaluca. Sevilla.

Domenech, P. (2008): "La industria del cobre en Espaa. De 1900 a


1975". Revista de Historia Industrial. N' 37, Ao XVII. N 2.

Egocheaga, E. F. (1914): El derecho a la guerra. 18 parte: La guerra


capitalista". Riotinto. 1914.

Egocheaga, E. F. (1914): La guerra proletaria. Riotinto.

Escalera Reyes, J.; Ruiz Ballesteros, E. y Alonso Lorenzo, R.


(2002) "Transformaciones de la minera y proceso social en la
Cuenca de Riotinto" en J.L. Garca et altri Los ltimos mineros.
Un estudio antropolgico sobre la minera en Espaa. Centro de
Investigaciones Sociolgicas/Siglo XXI., pp. 111-167.

Escalera Reyes, J.; Ruiz Ballesteros, E. y Valcuende, J.M. {1992):


"Enclave econmico y sociedad local: la conformacin de la
identidad comarcal en la Cuenca Minera de Riotinto" en Revista de
Estudios Andaluces 18:137-159.

Escalera Reyes, J.; Ruiz Ballesteros, E. y Valcuende, J.M. (1993):


"Antropologa Poltica de las identidades Colectivas en la Cuenca
Minera de Riotinto" en E. Martn (coor.) Sistemas de identidades y
su expresin en las sociedades /oca/es. Tenerife, pp. 89-1 01.

Escalera Reyes, J.; Ruiz Ballesteros, E. y Valcuende, J.M. (1995):


Poner fin a la historia: desactivacin de la minera y crisis social en

261
la Cuenca de Riotinto. Instituto de Desarrollo Regional, Universidad
de Sevilla. Sevilla.

Escudero, A. (1996): "Pesimistas y optimistas ante el boom minero".


Revista de Historia Industrial, 1O, pp. 69-92.

Espina, C. (1996): El metal de los muertos. Edicin Universidad de


Huelva. Huelva.

Ferguson, N. (1998): The World's Banker. The History ofthe House


of Rothschild. Londres: Weidenfeld & Nicolson.
Fernndez Gmez, J. A. (2010): "La prevencin de riesgos
laborales en la Dictadura". En Trabajo y Salud. Desde la proteccin
a la prevencin. Madrid, INSHT; Fundacin Largo Caballero y
Fraternidad-M utrespa.

Fernndez Marcos, L. (1976): "La poltica estatal de seguridad e


higiene en el trabajo: significado del decreto de 1O de agosto de
1976". Revista Trabajo, N 53, p. 143.

Ferrer Rodrguez, A.; Fleta Gonzlez, A. y otros (2005): "Desarrollo


minera e industrial. Migraciones y doblamiento en el entorno
de Pearroya (Crdoba) durante el primer tercio del S. XX: una
perspectiva microanaltica". Revista de Demografa Histrica, Vol.
23, N 1, pp. 107-138.

Ferrero Blanco, M. D. (1994): Capitalismo minero y resistencia rural


en el suroeste andaluz. Diputacin de Huelva.

Ferrero Blanco, M. D. (1999): "Huelva se abre al mundo: la minera


y el Puerto (1853-1997)" en Monteaudo Lopez-Menchero, J. (1999)
El Puerto de Huelva: historia y territorio. Huelva. Autoridad Portuaria
de Huelva. pp. 127-144.

Ferrero Blanco, M. D. (2000): Unomodelodeminera contemporneo.


Huelva del colonialismoa la mundializacin. Universidad de Huelva,
Huelva.

Flinn, M.W. (1955): British Steel and Spanish Ore, 1871-1914~~. The
Economic History Review, VIII, 1, pp. 84-90.

262
Flores Caballero, M. (1981): La venta de la Minas de Riotinto.
Diputacin provincial, Huelva.

Flores Caballero, M. (2004), Presencia inglesa en Huelva, Punta


Umbra, Huelva.

Flores Caballero, M. (2007): La nacionalizacin de las minas de


Riotinto y la formacin de la compaa espaola. Universidad de
Huelva, Huelva.

Frieden, J. A. (2007): Capitalismo global. El trasfondo econmico


de la historia del siglo XX. Crtica, Barcelona.

Galn Garca, A. (1996): "Estrategia familiar y mercado de trabajo


en Riotinto. 1873-1936". En Castillo Castillo, S. (coord.). El trabajo
a travs de la historia. Madrid: Centro de Estudios Histricos (UGl)
-AHS.

Galn Garca, A. (1997): "Familia y trabajo en la comarca de Ro


Tinto. 1873-1936". Huelva en su historia 6: 125-136.

Galn Garca, A. (2006): "Siniestralidad laboral en Ro Tinto, 1913-


1954". En Prez de Perceval Verde, M.A., Lopez Morell, M.A.
y Snchez Rodrguez (Eds) Minera y desarrollo econmico en
Espaa. Sntesis, p. 257-269.

Galn Garca, A. (2008): Estudio introductorio a la edicin facsmil


de La prevencin de los accidentes del trabajo. Palancar y Prez
Botija, E. Consejera Empleo Junta de Andaluca y Fundacin
Mapfre. Sevilla.

Galn Garca, A. (2009):"Accidentes de trabajo en Espaa. 1900-


2007. El perfil de las vctimas". Seguridad y Medio Ambiente, N
116, Cuarto trimestre. Madrid.

Garca Aguilera, E. (2009), Gestin y organizacin de los recursos


naturales y paisajsticos, Crdoba.

Garca Guardia, G. (1992). Jardines de Andaluca 1, Ed. Rueda.


Madrid.

263
Gil Varn, (1984): Minera y migraciones enRio Tinto, 1873-1973.
Crdoba.

Gil Varn, L. (1984a): "Las luchas obreras en Riotinto 1888-1920".


En W AA Seis estudios sobre el proletariado andaluz. Ayto.
Crdoba, pp. 129-173.

Gil Varn, L. (1984): Ro Tinto. Papeles socioeconmicos de una


gran mina andaluza en Rgimen Colonial. (Catlogo de legajos
antiguos de la Oficina de Registro). Universidad de Sevilla.

Gille, 8.(1965): Histoire de Maison Rothschild. Ginebra-Pars,


Librairie Droz.

Glen, R. A. (1934): The Law Relating to Smoke and Noxious Fumes,


Manchester, The National Smoke Abatement Society.

Gmez Mendoza, A. (1994): El Gibraltar econmico. Franco y


Riointo 1936-1954. Civitas, Madrid.

Gonzlez Vnchez, M. (1981 ): Historia de la arquitectura inglesa en


Huelva. Universidad de Sevilla, Sevilla.

Guha, R. (2000): Environmentalism. A Global History. New York,


Longman.

Guillot Ortiz, D. (2009): "Flora ornamental espaola: Aspectos


histricos y principales especies", Bouteloa 8, pp 1-274.

Gutirrez Malina, J.L. (2000): Introduccin y notas a Federica


Montseny en Andaluca. Verano de 1932. Servicio Publicaciones
Universidad Huelva.

Harvey, C y Taylor, P. (1987): "Mineral wealth and economic


development, foreign direct investment in Spain, 1851-1913". The
Economic History Review, XL, 11 (May-1987), pp. 185-207.

Harvey, Ch. E. (1981): The Ro Tinto Co. An economic history of a


leading international mining concern. 1873- 1954. Cornwall. Ed.
Alisan Hodge.

264
Harvey, Ch. E.(1979): "Business History and the problem of the
entrepreneurship: the case of the Rio Tinto Company, 1873-1939".
En Business History, vol. XX, N 1. pp. 3-22.

Hernndez, M y Ruiz Ballesteros, E. (2005): "Apropiacin patrimonial


en contextos mineros de Andaluca". En Revista de Dialectologa y
Tradiciones Populares CSIC LX (2):103-127.

Hernndez, M y Ruiz Ballesteros, E. (2006): "Intervenciones sobre


el patrimonio minero en Andaluca: Anlisis de los procesos de
patrimonializacin". En Anuario Etnolgico de Andaluca. Consejera
de Cultura, Junta de Andaluca, pp. 241-254.

Hernndez, M y Ruiz Ballesteros, E. (2008): "El patrimonio como


proceso social. Intervencin, desarrollo y consumo del patrimonio
minero en Andaluca" en laki Arrieta (ed.) Participacin ciudadana,
patrimonio cultural y museos: entre la teora y la praxis, Servicio
editorial Universidad del Pas Vasco, San Sebastin pp. 129-148.

Iglesias Garca, L. (1999): La historia como instrumento al servicio del


poder. Revista Atlntica-mediterrnea de prehistoria y arqueologa
social2:309-333.

Iglesias Garca, L. y Ruiz Ballesteros, E. (1999): "La conformacin


del patrimonio minero en Riotinto" en E. Ruiz (coord.) Cultura
minera en Andaluca. Demfilo n 32. Fundacin Machado, Sevilla,
pp. 241-261.

Junceda Moreno, J. (2001): Minera, medio ambiente y ordenacin


del territorio, Madrid, Civitas.

Lasala. A. (1912): Accidentes en las minas.

Lzaro Fernndez, M. (1966): "Examen estadstico comparativo de


los accidentes del trabajo en diversos pases". Revista de Trabajo.
N 1.

Len Castro, E. (1904): Un poco de higiene y patologa minera.


Madrid.

265
Lpez Lillo, A. & J.M. Snchez de Lorenzo (1999): Arboles en
Espaa, Manual de identificacin, Ed. Mundi Prensa, Madrid.

Lpez Mrtnez, A. L. (1999): "Trabajadores portugueses en las


minas de Ro Tinto". En Parejo Barranco, A. y Snchez Picn,
A. (Eds): Economa Andaluza e Historia Industrial. Ed. Azucara
Mediterranea, Coleccin Flores de Lemus.

Lpez Mrtinez, A. L.: "Al cruzar la Raya: migraciones de trabajo


del Algarve a Andaluca. 1870-1936" (En prensa).

Lpez Morell, Miguel A.(1997): "El acuerdo de creacin de la


Asociacin de Productores de Piritas de 19 de julio de 1923:
un ejemplo de organizacin de oligopolios ante la crisis de la
postguerra". Revista de Estudios Regionales, n 47, pp. 265-291.

Lpez Morell, Miguel A.(1999):"Propiedad y control en la gran


minera andaluza: los Rothschild en Pearroya y Ro Tinto" en
PAREJO, Antonio y SANCHEZ PICN, Andrs (ed.). Economa
andaluza e Historia Industrial. Estudios en Homenaje a Jordi Nada/,
Motril Ed. Azukara Mediterrnea, pp. 245-261.

Lpez Morell, Miguel A.(2003): "Pearroya: un modelo expansivo


de corporacin minero-industrial, 1881-1936". Revista de Historia
Industrial, n 23, pp. 95-135.

Lpez Morell, Miguel A.(2004): "El papel de los Rothschild en la


evolucin de las finanzas pblicas espaolas durante el S. XIX".
Revista de Historia Econmica, num. 3., pp. 597-636.

Lpez Morell, M.A.(2005): "Huelva, enclave minero internacional".


En Huelva en los albores del siglo XX. Una retrospectiva a travs
de /as fotografas conservadas en el Archivo Histrico Provincial.
Huelva. Consejera de Cultura, Pp 29-44.

Lpez Morell, Miguel A (2006):"Grandes emporios mineros en


Espaa: Pearroya y Ro Tinto", en Prez de Perceval Verde, Miguel
A, Lpez-Morell, Miguel A y Snchez Rodrguez, Alejandro (Eds.)
Minera y desarrollo econmico en Espaa, pp. 177-200. Sntesis/
IGME, Madrid.

266
Lpez Morell, M. A., Prez de Perceval, M.A. y Snchez Surez, A.
(eds.) (2007): Minera y desarrollo econmico en Espaa. Barcelona.
Sntesis.

Lpez Morell, Miguel A y Jos M. O'Kean (2008): "La red de


negocios de la Casa Rothschild en Espaa como una estructura de
toma de decisiones y de gestin empresarial". Revista de Historia
de la Economa y de la Empresa, Nmero 2, pp. 41-64.

Lpez Morell, Miguel A y Jos M. O'Kean (2008): "Stable Network


as a Source of Entrepreneurial Opportunities: the Rothschilds in
Spain, 1835-1931". Business History, Volume 50 lssue 2, March
2008, pp. 163-184.

Lpez Morell, Miguel A y Jos M. O'Kean (2009): "Buscando y


construyendo monopolios. Estrategias de los Rothschild en los
mercados internacionales de los metales no ferrosos (1830-1940)".
En Primer encuentro de la AEHE - Barcelona - 9 septiembre.

Luckin, B. (2002): "Demographic, social and cultural parameters of


environmental crisis: the great London smoke fogs in the late 19th
and early 20th centuries". En Bernhardt, C.-Massard-Guilbaud, G.
(Eds.) Le demon modeme. La pollution dans les societs urbaines
et industrie/les d'Europe. Clermont-Ferrand, Presses Universitaires
Blaise-Pascal, pp. 319-238.

Lunar, F. (1991): A cielo abierto. De Riotinto a Norteamrica.


Asociacin Senabra, Nerva.

Malboysson, E. (1966): "El fomento del espritu de seguridad en la


empresa". Revista de Trabajo, n' 1. p. 225-242.

Markhan, A. (1994): A Brief History of Pollution, New York, St Martin


Press.

Marti Escayol, M. A. (2001): "Polticas ambientales y paisaje urbano.


Barcelona, siglo XVIII". En Preactas del// Encuentro sobre Historia y
Medio Ambiente, Huesca, pp. 273-277

Martn Nio, J. (1972): La Hacienda Espaola y la Revolucin de


1868. Madrid: Instituto de Estudios Fiscales.

267
Martas de Castro, F. (1942): "Los accidentes del trabajo y su
prevencin". En Conferencias sobre prevencin de accidentes del
trabajo. Ministerio de Trabajo. Madrid.

Massard-Guilbaud, G. (1999): "La rgulation des nuisances


industrielles urbaines (1800-1940)". Vingtieme Siecle. Revue
d'histore, No. 64, Numro spcial: Villes en crise?, Oct.-Dec., pp.
53-65.

Massard-Guilbaud, G. (Dir.) (2007): "Ville et Environnement". Histoire


Urbaine, n. 18, avril, pp. 5-140.

Mcneill, J. R. ( 2003): Algo Nuevo bajo el So/. Historia medioambiental


del mundo en el siglo XX. Madrid, Alianza Editorial.

Melosi, M. V. (1996): "Foreword". En Tarr, J. (1996): The Search for


the Ultimate Snk. Urban Pollution in Historica/ Perspectiva, Akron,
The University of Akron Press. pp. xxi-xxi-xxviii.

Mercx, F. (1934): La prevencin de /os accidentes por los mtodos


psicolgicos. Vitoria

Mojarra Bayo, A. M. (2008): El Puerto de Huetva durante la Dictadura


de Primo de Rivera (1923-1930), Huelva, Puerto de Huelva-
Universidad de Huelva.

Mon Pacual, J.(1942): "La prev1s1on social en relacin con el


problema de la prevencin de accidentes e higiene del trabajo". En
Conferencias sobre prevencin de accidentes del trabajo. Ministerio
de Trabajo, Madrid.

Muoz Garca, J., Roldn Lpez, S. y Serrano Martnez-Estellez, A.


(1976): "Minera y capital extranjero en la articulacin del modelo de
desarrollo subordinado y dependiente de la economa espaola en
la segunda mitad del s. XIX y primeros aos del s. XX".Intormacin
Comercial Espaola, 514, pp. 59-89.

Nadal Oller, J. (1972): "Industrializacin y desindustrializacin del


sudeste espaol, 1817-1913". Moneda y Crdito, 120, pp. 3-80.

Nadal Oller, J. (1975): El fracaso de la Revolucin Industrial en

268
Espaa, 1814-1913. Barcelona, Ariel.

Navarro Domnguez, E. (2008): "Los ingleses de Huelva en la


literatura espaola". En A Real Civilization. El legado ingls en la
provincia de Huelva. Navarro Dominguez, E., Ron Vaz, P. y Guinea
Ulecia, M. Punta Umbra, p. 234.

Navarro Domnguez, O. (1961): "Accidentes de trabajo. Su


significacin estadstica y social. Revista Internacional de
Sociologa. Ao XIX, Enero-Marzo, n 73.

Pea Guerrero, M. A. (1993): "Caciquismo y poder empresarial. El


papel poltico de las compaas mineras en la Provincia de Huelva
(1898-1923)", Trocadero, n 5.

Prez Cebada, J. D. (1999): "Conflictividad social y contaminacin


atmosfrica en la cuenca minera onubense". Demfilo. Revista de
Cultura Tradicional de Andaluca, n. 32, pp. 67-81.

Prez Cebada, J. D. (2001): "Lluvia cida y deforestacin en la


mina: el primer expediente de compensacin por daos causados
por efecto de la contaminacin atmosfrica (1847)".En Gonzlez
de Malina Navarro, M. y Martnez Alier, J. (Dirs) Naturaleza
transformada. Estudios de historia ambiental en Espaa. Icaria.
Barcelona, 239-264.

Prez Cebada, J. D. (2007): "Manuel Vzquez Lpez, Guillermo


Sundheim y Giese, Francisco Jimnez y Jimnez, Matas Lpez
Oller, Thomas Morrison Smith, Bruno Wetzig Toepe, Walter
James Browning Spencer, Antonio de Mora Claros, Jos Tejero y
Gonzlez-Vizcano, Toms Domnguez Ortiz". En Parejo, A. (Ed.)
Cien empresarios andaluces. Madrid, Lid Editorial, pp. 248-253,
302-307,319-324,325-329,341-347,370-374,458-462,489-493,
507-511,512-518.

Prez Cebada, J. D. (2009): "La internacionalitzaci deis problemas


de contaminaci minera: el Ganada durant la primera part del segle
XX". Recerques, n. 57, pp. 23-46.

Prez Cebada, J.D. (1999): "Conflictividad social y contaminacin

269
atmosfrica en la cuenca minera onubense" Demfilo 32:67-81.

Prez Cebada, J.D. (2008): Historia de la contaminacin minera en


Espaa. Boletn Geolgico y Minero, 119 (3): 383-398.

Prez Cebada, J.D. (coord.) (2001): Minera y Medio Ambiente.


Perspectiva Histrica. Servicio de Publicaciones de la Universidad
de Huelva.

Prez Lpez, J. M. (2007): "El ferrocarril de Pea. Dos modelos de


explotacin ferroviaria" En Romero, E. (Dir) Los ferrocarriles en la
provincia de Huelva. Dir. Universidad de Huelva y Asociacin de
Amigos del Ferrocarril Cuenca Minera de Ro Tinto.

Prez Lpez, J. M.(1996): "Crisis de empleo en las minas de Ro


Tinto. 1914-1920". En Castillo, S. (coord.). El trabajo a travs de la
historia. Pp.427-435.

Prez Lpez, J. M.(2006): "Evolucin de la compaas espaolas


desde 1955 a 2001". En Catlogo del Museo Minero de Rio Tinto.
Fundacin Ro Tinto. Sevilla. P 135-141.
Prez Lpez, J. M.(2008): Gua e instrumentos de descripcin
del Archivo Histrico Minero. Fundacin Ro Tinto. Consejera de
Cultura y Fundacin Ro Tinto. Sevilla.

Prez Lpez, J. M. (1994): Las calcinaciones al aire libre: "las teleras".


Los conflictos sociales de 1888. Fundacin Ro Tinto, Huelva.

Primo de Rivera, J. A. (1976): Obras completas. 1922-1936. Escritos


y Discursos. Madrid. Instituto de Estudios Polticos.

Ramrez Copeiro del Villar, J. (1985): Ingleses en Va/verde: Aspecto


humano de la minera inglesa en la provincia de Huelva, Huelva.

Razous, P. (1933): Curso de prevencin de accidentes del trabajo.


Madrid, Ed. Reus.

Rees, W. E. (1992): "Ecological footprints and Appropriated Carrying


Capacity: What Urban Economics Leaves Out". Environment and
Urbanization, n. 4, pp. 121-130.

2 70
Rioja Bolaos, A. (1985): "Historia de la luchas sociales en Nerva y
Riotinto". Nervae. Ayto. Nerva.

Romero, E.; Ruiz, E.; Prez, J.M.; Aguilera, E. y Aguilera, R.


(2003): "Informe BIC sobre la Cuenca minera de Riotinto para su
declaracin como sitio Histrico". Boletn PH, Instituto Andaluz del
Patrimonio Histrico 45:43-50.

Ruiz Ballesteros, E. (1996): "Paisajes de mina: crear espacio, sentir


el territorio" en P. Cantero (coord.) Huelva. Economa, Espacio y
Smbolos. Demfilo. Revista de Cultura Tradicional. n 20. Fundacin
Machado. Sevilla, pp. 167-175.

Ruiz Ballesteros, E. (1997): "Los trabajos de la mina. La pirita en


Calaas" en J.M. Mrquez (dir.) Artes, costumbres y riquezas en la
provincia de Huelva. Ed. Mediterrneo. Madrid Vol. 1pp. 273-288.

Ruiz Ballesteros, E. (1999b): "Cultura minera en Andaluca" en


E. Ruiz (coord.) Cultura minera en Andaluca. Demfilo n 32.
Fundacin Machado, Sevilla, pp. 9-36.

Ruiz Ballesteros, E. (1999c): "Intervenciones sobre el patrimonio


minero en Riotinto: de la identificacin colectiva al recurso
econmico" en J. Agudo y E. Fernndez (coords.) Patrimonio
cultural y museologa. Santiago de Compostela pp. 111-118.

Ruiz Ballesteros, E. (2000): Construccin simblica de la ciudad.


Poltica local y localismo. Mio y Dvila editores, Madrid-Buenos
Aires.

Ruiz Ballesteros, E. (2001a): "Minera, Cultura y patrimonio en


Andaluca" en S. Rodrguez (dir) Antropologa de Andaluca.
Hrcules de ediciones, La Corua. pp. 354-382.

Ruiz Ballesteros, E. (2001 b): "Cultura, medio ambiente y minera" en


Prez Cebada, J.D. (coord.) Minera y Medio Ambiente. Perspectiva
Histrica. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva,
pp. 27-47.

Ruiz Ballesteros, E. (2002): Minera y Poder. Antropologa Poltica

2 71
en Riotinto. Diputacin Provincial de Huelva.

Ruiz Ballesteros, E. (coord.) (1999a): Cultura minera en Andaluca.


Nmero monogrfico Revista Demfilo, Fundacin Machado,
Sevilla.

Ruiz Ballesteros, E. y Delgado Ramos, J.M. (1996): "La esquila de


Riotinto" en P. Cantero (coord.) Huelva. Palabras, Rituales y Fiestas.
Demfilo. Revista de Cultura Tradicional. Fundacin Machado.
Sevilla, pp. 127-143.

Ruiz Ballesteros, E. y Hernndez, M. (2007): "ldentity and


community. Reflections on the development of mining heritage
tourism in Southern Spain" en Tourism Management 28:677-687.

Ruiz Ballesteros, E. y Rubio de Miguel, E. (2008): "Lo natural y lo


contaminado: ironas del ro Tinto" en Oriol Beltrn, J. Pascual
e Ismael Vaccaro (coord.) Patrimonia/izacin de la Naturaleza. El
marco social de las polticas ambientales. Ankulegui, Donosti
pp.165-180.

Ruiz Ballesteros, E.; Hernndez, M. y Fedriani Martel, E.M. (2008):


"The development of mining heritagetourism: a systemic approach",
en Alejandro D. Ramos y P.S. Jimenez Tourism Development:
Economics, management and Strategy. Nova Science Publishers;
lnc: Nueva York pp. 121-143.

Ruiz Ballesteros, E.; Valcuende, J. M.; Quintero, V.; Cortes, J.A. y


Rubio, E. (2009): "Naturalizing the environment. Perceptual frames,
senses and resistance" en Journal of Material Culture 14:147-167.

Salkiend, L.U.(1987): A tecnical history of the Ro Tinto mines:


some notes on the explotation from the pre-Phoenician times to the
1950s. Londres, The lnstitution of Mining and Metallurgy.

Snchez Gulln, E. (2006): Aproximacin al paisajismo y jardinera


inglesa en Huelva", Bouteloa 1, pp. 34-41 www.floramontiberica.
org/Bouteloa/Bouteloa_01 .pdf.

Snchez Gulln E., J.M. Caraballo & F. Ruiz (2009): "Los arboretos

2 72
de eucaliptos histricos de Huelva", Bouteloa 6, pp. 115-133.

Snchez Gulln, E., J.M. Caraballo & F. Ruiz (2010): Una visin
histrica de los arboretos de eucaliptos de Huelva. Boletn del
CIDEU 8-9: 5-18.

Snchez Picn, A. (2004): "La minera en la historia econmica


andaluza contempornea", en Gonzlez de Melina, M. y Parejo,
A., eds: La historia de Andaluca a debate. 111. Industrializacin y
desindustrializacin de Andaluca. Barcelona. Anthropos, pp. 121-
144.

Snchez Picn, A. (2005): "Un imposible capitalismo: empresas,


tradiciones organizativas y marco institucional en la minera del
plomo espaola del siglo XIX". Revista de Historia Industrial, 29,
pp. 11-52.

Snchez Picn, A. (2007): "Un siglo de liderazgo minero" en Historia


de Andaluca, vol. 8. Fundacin Jos Manuel Lara y Ed. Planeta.
Barcelona, pp. 218-227.

Schott, D.-Luckin, B.-Massard-Guilbaud, G. (2005): Resource ofthe


City. Contributions to an Environmental History of Modern Europe.
Hampshire-Burlington, Ashgate.

TARR, J. (1996): The Search for the Ultimate Sink. Urban Pollution
in Historical Perspectve, Akron, The University of Akron Press.

Tarr, J. (2004): "Urban History and Environment History".En


Bernhardt, C. Environmental Problems in European Cities in the 19th
and 20th Century., Munster-New York-Munchen-Berlln, Waxman,
pp. 26-39.

Thorsheim, P. (2006): lnventing Pollution. Goal, Smoke and Culture


in Britain since 1800. Athens, Ohio University Press.

Tortella, G. (2008): "El capital extranjero en la formacin del


capitalismo espaol", en Tascn, J., ed .. La inversin extranjera en
Espaa. Madrid. Minerva Ediciones, pp. 31-47.

273
Tortella, T.(2000): Una gua de fuentes sobre inversiones extranjeras
en Espaa (1780-1914). Banco de Espaa.

Turrel, R. V. y Van-Helten, J. J.(1986): "The Rothschild, the


Exploration Company and Mining Finance". Business History, n2,
vol. XXVIII, pp.181-205.

Valcuende, J. M. (1998): Zalamea la Real: la tierra y la mina.


Diputacin Provincial Huelva.

Villa, J. (2005): Crnicas de las arenas, Fundacin Jos Manuel


Lara, Sevilla.

Walters, S.M. &AL. (1989-1997): The European Garden Flora, 1-5,


Cambridge, University Press, Cambridge.

WHITE, H. L. (2003): "Syndrome Behaviour and the Politics of


Environmental Justice". En Visgilio, G. R. and Withelaw, D. M.
(Eds). Our Backyard. A Quest for Environmental Justice, Rowman
and Littlefield Publishers. Lanham-Boulder-New York-Oxford. pp.
107-124.

Williamson, J. G. y O'Rourke, K. (1998): Globalization and History.


The Evolution of a Nineteenth-Century Atlantic Economy.
Cambridge, Massachusetts. MIT Press.

2 74
275
276
un
i55
A

Currculum Vitae de
los profesores
Carlos Arenas Posadas

CEU de la Universidad. Departamento de Economa e Historia


Econmica de la Universidad de Sevilla. Libros y artculos
publicados en relacin a Ro Tinto:

1999. "Mercados y cultura empresarial en Ro Tinto: el viraje de


1908". En Antonio Parejo Barranco y Andrs Snchez Picn.
Economa Andaluza e Historia Industrial. Estudios en homenaje a
Jordi Nada/. Pp 141-150 Universidad deAimera.

1999. Empresa, Mercados, Mina y Mineros. Rio Tinto 1873-1936.


Fundacin Rio Tinto, Universidad de Huelva.

1999. "Mercados, comunidades mineras y construccin del Estado:


claves del movimiento obrero en la minera andaluza". Demfilo.
Revista de cultura tradicional de Andaluca. 32

2006. "Trabajo y relaciones laborales en el despegue de la minera


mundial (1890-1940)". En Prez de Perceval, Lpez Morell y
Snchez Rodrguez. Minera y desarrollo econmico en Espaa.
Madrid, Sntesis.

201 O. "Padres y patrones. poder y mercado en la cuenca minera


de Riotinto. 1873-1936". Actas del 1 Congreso de Historia de Rio
Tinto. (en prensa)

Concepcin Gonzlez Garca de Velasco

Nacida en Sevilla, en 1974. Arquitecta en 1999. Dra. Arquitecta


en 2008, con la tesis titulada Caracterizacin de los Sistemas
Constructivos de los Embarcaderos Britnicos del Siglo XIX.
Influencia de su Tecnologa en la Ingeniera Civil Espaola.

Profesora Asociada en la Escuela Tcnica Superior de Arquitectura


de Sevilla desde 2000, en la actualidad es Profesora Colaboradora.
Miembro Investigador del Grupo de Investigacin TEP-205(2007/
TEP-205), Anlisis y Evolucin de Sistemas Constructivos y
Estructurales en la Arquitectura.

2 78
Investigadora del mundo de los embarcaderos britnicos, en
especial los construidos en Huelva, es autora de numerosos
trabajos y participante en congresos sobre este tema.

Adems de diversos trabajos individuales, Concepcin Gonzlez


Garca de Velasco y Miguel Gonzlez vnchez son autores en
colaboracin de los siguientes libros relacionados con Huelva:

Los embarcaderos de Tharsis Riotinto y Alquife. Sevilla, 2001.


El Hospital de la Merced en Hue/va. Historia de su Arquitectura y
Restauracin. Sevilla, 2002
La Casa Museo de Jos Ingleses en Punta Umbra. Sevilla, 2003.

Tambin son coautores de captulos en los siguientes libros


relacionados con Huelva:
Presencia Inglesa en Huelva. Huelva, 2002
Los ferrocarriles de la provincia de Hue/va. Un recorrido por el
pasado. Huelva, 2007.

Como arquitectos, han sido los autores del Proyecto y Direccin


de la Casa Museo de los Ingleses en Punta Umbra (2002) y del
Proyecto y Direccin de Restauracin de la Capilla Evanglica de
Riotinto (2009). Actualmente trabajan sobre un futuro Proyecto de
Restauracin del Club Ingls de Bellavista, en Riotinto.

Miguel Gonzlez Vlchez

Nacido en Granada en 1946. Arquitecto desde 1971 y Doctor


Arquitecto en 1977, con la tesis denominada Historia de la
Arquitectura de la Riotinto Company Limited en Hue/va, publicada
en 1981 y reeditada en 2000.

Arquitecto de la Universidad de Sevilla, Jefe del Servicio de Obras


y Proyectos desde 1983 hasta la fecha. En la actualidad es tambin
Profesor Honorario de la Escuela de Arquitectura de Sevilla.

Investigador de la arquitectura inglesa en Huelva, es autor de


numerosos trabajos y publicaciones, y participante en congresos y
conferencias sobre este tema.

279
Juan Diego Prez Cebada

Doctor en Historia por la Universidad de Sevilla y profesor titular


de la Universidad de Huelva, ha sido profesor e investigador
visitante en varias universidades americanas y canadienses
(Montana, Ottawa, British Columbia). Ha recibido diversos premios
y ayudas a la investigacin de entre los que destacan el Faculty
Research Award del Ministerio de Asuntos Exteriores de Canad
(2006). Es autor de ms de una treintena de captulos de libros y
artculos y de dos libros sobre historia agraria e historia ambiental.
Actualmente trabaja en la preparacin de un libro sobre la historia
de la contaminacin minera desde una perspectiva internacional.

Esteban Ruiz Ballesteros

Profesor titular de Antropologa Social en la Universidad Pablo de


Olavide de Sevilla. La cultura minera en Andaluca es uno de sus
mbitos de investigacin. Entre sus publicaciones sobre este tema
destacan el libro Minera y Poder. Antropologa Poltica en Riotinto
(1998, Diputacin Huelva), la coordinacin de Cultura minera en
Andaluca (1999, Demfilo) y los artculos "ldentity and community.
Reflections on the development of mining heritage tourism in
Southern Spain" (2007, Tourism Management) y "The development
of mining heritage tourism: a systemic approach" (2008, Nova
Science Publishers} [mail: eruibal@upo.es]

Enrique Snchez Oulln

Agente de Medio Ambiente en la Consejera de Medio Ambiente de


la Delegacin Provincial de Huelva, adscrito a la Unidad Territorial
Costas y Espacios Litorales, espacio centrado en el Paraje Natural
Marismas del Odiel y la Red de Espacios Naturales Protegidos de
Andaluca (RENPA), trabajo que ejerce desde hace ms de veinte
aos. Asesor del proyecto Flora Ibrica colabora con diversos
equipos de investigacin de varias universidades espaolas. Ha
publicado numerosos artculos botnicos en revistas nacionales
e internacionales, as como colaboraciones en captulos de libros
centrados en la conservacin de la flora de la provincia de Huelva.

280
281
282
283

También podría gustarte