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Humberto Maturana

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Humberto Maturana

Teoría biológica del conocimiento


La mentira y el error

«Ya no tengo que tratar de ser honesto.»

«Soy honesto, no más. No me gusta mentir porque violo un acuerdo


fundamental con el otro.»

«Y sin embargo a veces miento. Y no justifico mi mentira.»

« Somos como hemos vivido.»

"La angustia está relacionada con las expectativas y se suprime eliminando las
exigencias."

Humberto Maturana revolucionó el mundo de la ciencia con su teoría


biológica del conocimiento, que afirma, entre muchas cosas, que no se puede
hacer referencia a una realidad independiente del hombre.
Su laboratorio en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile queda a
trasmano. Y para entrar en él hay que tocar una campana. El mismo abre la
puerta. Y es un mundo distinto el que hay tras la puerta de madera. Un
pizarrón rayado con signos ininteligibles, muchos libros, armarios antiguos.
Humberto Maturana conversa con un colega. Parece otro idioma. Imposible
entender de qué hablan con tanto entusiasmo. Es canoso, ruliento, de andar
armonioso y cuerpo menudo. Su mirada es algo inquieta. Viva. Comienza una
frase, se silencia un momento, y de pronto le comienzan a brillar los ojos y
cuenta algo increíble. Una historia mágica, que parece que recién hubiera
inventado. Y sus manos se mueven, los ojos de niño miran desafiantes y sus
palabras, precisas y moduladas, transportan a una realidad insólita. Es mágico
Humberto Maturana, con esa pinta de genio loco, de sabio griego, de niño
grande. Pero lo es sin querer serlo. Muy natural, muy cálido, muy acogedor es
este biólogo-genio, destacadísimo conocido en todo el mundo por sus teorías.

Nació hace 61 años. Sus padres se separaron cuando era muy pequeño. Dice
que era un niño común y corriente. Pero no era tan así la cosa. Era anteojudo y
le decían "guatón".Y se arrancaba todos los días del colegio. Se iba derecho
para la casa. La mamá me mandaba de nuevo al colegio al día siguiente. Y yo
me volvía a arrancar. Es que estaba mejor en mi casa... Era un niño pícaro y
no de muchos amigos. Con esto de irme del colegio aprendí a leer a los nueve
años", dice, y de inmediato agrega que "a los once años ya tenía ciertas
preocupaciones fundamentales. El lenguaje me interesaba. Me fascinaba la
idea de que uno pudiera usar el lenguaje para maldecir o bendecir. Que en la
brujería se hiciesen sortilegios y encantamientos con palabras... Que el
nombre de Dios fuese secreto según la tradición judía o, en general, que se
pensase en algunas culturas que el conocimiento del nombre íntimo de otro le
diese a uno poder sobre él o ella".

"Pensé que moriría"

Lo de los nombres le siguió dando vueltas. Varias veces en su vida se ha


cambiado de nombre. Un día decidió que se iba a Ilamar Sasha y no
Humberto. Y que iba a usar su apellido materno Romecín- en vez del paterno,
porque no había vivido mucho con su padre. Llegué al colegio un día y dije
"no me voy a Ilamar más Humberto Maturana, sino que Sasha Romecín". Y
eso debe haber sido muy serio, porque meses atrás me encontré con un antiguo
compañero y me gritó: "Sasha Romecín cómo te va?..." La verdad es que si no
me decían Sasha no contestaba ni a los profesores". Pero se cambió nombre
una vez más. Tubalcaín se puso. "No me atreví a ponerme Caín. Lo que pasa
es que estuve leyendo sobre Caín y encontré a Jehová completamente injusto.
Y pensé que él lo había provocado para que matara a Abel con su rechazo.
El le había provocado la envidia. Era Jehová el responsable de la muerte de
Abel. Y para reivindicar a Caín me puse Tubalcaín, que es el nombre de un
hijo de Caín. Tenía como 17 años". Después Ilegó a la universidad y no pudo
evitar Ilamarse Humberto Maturana. El año 48 entró a estudiar medicina a los
tres meses lo tuvieron que hospitalizar Y ahí volvió a cambiarse el nombre.
"Quería ponerme un nombre que no tuviera nada que ver conmigo, porque no
era yo el enfermo. Era otro señor. Y me puse Irigoitía. Y no hace mucho fui al
Hospital Salvador y me encontré con uno de los asistentes que me cuidaron en
esa época y me dijo "señor Irigoitía, qué gusto de verlo...". Estuvo bastante
grave. Lo único que le preocupaba era su madre, que sufría mucho por él.
Pensó que iba a morir. "Recuerdo que tenía una pieza solo. Tal vez me la
dieron porque yo había sido estudiante de medicina.
Esto era en el pabellón de los tuberculosos. Y un día se murió un enfermo de
una pieza cercana y lo sacaron en una camilla. Lo dejaron detenido frente a mi
puerta que estaba abierta. Yo lo miraba. Y escribí un poema" dice, y, con la
mirada fija y brillante, comienza a recitar la primera estrofa:
"Qué es la muerte para el que la mira /qué es la muerte para el que la siente /
pesadez ignota, incomprensible dolor que el egoísmo trae / para éste/ silencio,
paz y nada para ése. / Sin embargo el uno siente que su orgullo se rebela, que
su mente no soporta, que tras la muerte nada quede, que tras la muerte esté la
muerte. /El otro, en su paz, en su silencio, en su majestad inconsciente siente /
Nada siente / Nada sabe / Porque la muerte es la muerte / Y tras la muerte está
la vida / Que sin la muerte sólo es muerte".

¿Magia?

Comenzó a mejorar. Y lo trasladaron al sanatorio de Putaendo. Otro año de


reposo absoluto. Leía a escondidas. Dos libros en especial: Así habló
Zaratustra, de Nietzsche, y Evolución, una síntesis moderna, de Julián Huxley.
Se instalaba en el extremo del pabellón de reposo que era abierto. Desde allí
contempló todo el ciclo de cultivo de un campo de trigo, desde la preparación
de la tierra a través del crecimiento, la cosecha y la nueva preparación de la
tierra, mientras ojeaba sus libros clandestinos.

Y en toda la adolescencia tan especial nunca se enamoró?


-Sí, claro. Me enamoré profundamente de mi profesota jefa. Me encantaba, la
encontraba muy linda. Además era muy buena amiga mía. Yo debo haber sido
lo más impertinente del mundo. Andaba detrás de ella en cualquier
circunstancia. Me las arreglaba para ir a su casa a verla los días domingo.
Sabía dónde vivía y la iba a ver. A veces ella no estaba y me quedaba
conversando con su mamá a quien ayudaba a coser, pegando botones,
haciendo bastas... Hace poco yo estaba entrando a un banco y alguien me
tomó por detrás diciendo:
"Humberto Maturana. Di vueltas y era ella. La abracé como quien puede por
fin abrazar a alguien que ha querido abrazar siempre.

-Después se casó y tuvo un hijo.


-Sí. Me casé cuando estaba en primer año de medicina. Tres años después nos
fuimos a Inglaterra, y luego a Estados Unidos donde estudié biología.
Nacieron dos niños. Estuvimos juntos 20 años. Y después nos separamos.
Ahora Beatriz es mi mujer -dice y la mira. Porque mientras conversamos.
Beatriz apareció silenciosa y se sentó a escuchar. Es simpática Beatriz.

Después de convertirse en doctor en Biología en Harvard, volvió a Chile para


ser ayudante en la escuela de medicina. .Según cuentan, sus clases eran bien
sui generis...
-Mis clases eran bastante locas, parece. Yo había convencido al profesor de la
cátedra de que me dejase dictar un ciclo de seis clases sobre la organización de
los seres vivos y el origen de la vida. Y para eso, hacía de todo. Así una vez
Ilevé una culebra en el bolsillo, para mostrar cómo el desplazamiento de la
culebra dependía del terreno. Hablando del vuelo de las aves, me hice toda
una colección de pajaritos de papel que yo hacía volar subido al escritorio del
profesor. Un día él me vio tirando estos pajaritos de papel y se quejó...
En otra ocasión yo estaba hablando sobre la predictibilidad de los fenómenos
biológicos a partir de su regularidad. Tenía un anfiteatro Ileno. Entonces, de
pronto, meto la mano en el bolsillo y digo: "Aquí tengo un huevo para mi
almuerzo. Qué espera uno que salga de un huevo?" "¡Un pollo!", gritan todos.
Y en eso el huevo se me cae y sale de él un pequeño ratón.

¿Y cómo salió un ratón?


-Yo lo había metido dentro. El ratón corrió de un lado para otro, yo lo
perseguía... Yo hacía teatro en mis clases. Pero al mismo tiempo era terrible
porque aunque cada año hacía sólo cinco o seis clases no quería repetirme y
tenía que inventar algo nuevo. Tuve tanta fama de profesor entretenido que
venía mucha gente sólo a ver mi clase. La última clase que hice en medicina,
en el año 69, tenía un anfiteatro Ileno. Se sabía que era la última clase y hasta
el decano asistió a ella.

-Usted es un hombre de éxito, honestamente. ¿le gusta la fama?


-Honestamente sí y no. Hasta cierto punto es rico. Porque hay ciertas cosas
que se hacen accesibles. Por ejemplo, viajar. Yo he viajado mucho sin pagar
nada de mi bolsillo. AI mismo tiempo, yo no me creo la fama. Y es porque yo
sé lo que sé. Conozco el valor de lo que hago. Sé que lo que hago lo hago
bien. Pero no todo el mundo entiende lo que yo hago. Y la fama es como la
moda, es un entusiasmo pasajero que las personas tienen por algo en un
momento determinado en función de su propia fantasía. La fama es transitoria.
Es algo que la gente regala desde el entusiasmo y que se desvanece con el
entusiasmo que le dio origen. Yo creo que lo que yo he hecho, sin embargo.
perdurará más que la fama que yo tendré.

La responsabilidad

-El hecho de saber más sobre el hombre y el mundo, ¿le hace más fácil la vida
diaria?
-Mucho más fácil. Pero no tanto por los conocimientos específicos que yo
pueda haber adquirido, sino porque me di cuenta de que no puedo pretender
ser dueño de la verdad.
Los distintos conocimientos se validan de distinta manera. Yo he mostrado
que todas las ideologías, teorías y religiones parten de premisas que son
aceptadas a priori por el que las sostiene desde sus preferencias, no porque
sean necesarias. Si sabes esto no puedes sentirse dueño de la verdad, te liberas
de las exigencias y descubres que no tienes nada que exigirle al otro ni a ti
mismo. Tampoco entras al caos, porque la vida no es caótica, y descubres que
la armonía del vivir se hace en la convivencia, en la aceptación del otro.

-¿Somos responsables de lo que somos?


-En el espacio de la reflexión somos siempre responsables de nuestras
acciones porque siempre tenemos la posibilidad de darnos cuenta de lo que
hacemos. Además, el cómo somos es siempre el presente de nuestra historia.
Somos como hemos vivido. Cuando reflexionamos y nos damos cuenta de las
consecuencias de nuestras acciones, somos responsables de ellas. Más aún, las
cosas no pasan sin que tengan que ver con nosotros. Si tú me preguntas si los
16 años de gobierno militar en Chile han tenido que ver conmigo, si he
participado o no, yo digo que sí. Ciertamente. Las cosas que han pasado en
Chile son también mi responsabilidad. Yo he pagado impuestos, y he
respetado el toque de queda. Soy indirectamente partícipe de todo. Todos los
chilenos en Chile hemos contribuido a que Chile haya sido durante estos 16
años como ha sido. Y contribuiremos a que sea otra cosa, si queremos que sea
otra cosa.

Jesús, un gran biólogo

¿Cree en Dios?
-No.
¿Cree que el hombre es un ser trascendente?
-No. No tiene alma como una entidad independiente. Pero existe el alma
humana -dice y pone cara de misterio. Yo te voy a explicar. Pienso que los
seres vivos son sistemas que tienen sus características como resultado de su
organización y estructura, de cómo están hechos, y para que existan no se
necesita de nada más. Pero al mismo tiempo los seres vivos tienen dos
dimensiones de existencia. Una es su fisiología, su anatomía, su estructura. La
otra, sus relaciones con otros, su existencia como totalidad. Lo que nos
constituye como seres humanos es nuestro modo particular de ser en este
dominio relacional donde se configura nuestro ser en el conversar, en el
entrelazamiento del "lenguajear" y emocionar. Lo que vivimos lo traemos a la
mano y configuramos en el conversar, y es en el conversar donde somos
humanos. Como entes biológicos existimos en la biología donde sólo se da el
vivir. La angustia y el sufrimiento humanos pertenecen al espacio de las
relaciones. Todo lo espiritual, lo místico, los valores, la fama, la filosofía, la
historia, pertenecen al ámbito de las relaciones en lo humano que es nuestro
vivir en conversaciones. En el conversar construimos nuestra realidad con el
otro. No es una cosa abstracta. El conversar es un modo particular de vivir
juntos en coordinaciones del hacer y el emocionar. Por eso el conversar es
constructor de realidades. Al operar en el lenguaje cambia nuestra fisiología.
Por eso nos podemos herir o acariciar con las palabras. En este espacio
relacional uno puede vivir en la exigencia o en la armonía con los otros. O se
vive en el bienestar estético de una convivencia armónica, o en el sufrimiento
de la exigencia negadora continua. Yo creo que Jesús era un gran biólogo. El
hacía referencia a esta armonía fundamental del vivir sin exigencia, por
ejemplo, cuando al hablar a través de las metáforas decía: "mirad las aves del
campo, ni cultivan ni trabajan ni se esfuerzan y se alimentan mejor que los
humanos" y sin angustias su existencia es armónica en la vida y la muerte. O
cuando hablaba de las flores. O cuando decía que palabra entrar en el reino de
Dios uno tenía que ser como los niños, y vivir sin la exigencia de la apariencia
en la inocencia del presente, en el estar allí en armonía con las circunstancias.
Decir todo eso es comprender la biología del ser espiritual.

¿Como explicaría en términos cercanos, cotidianos, su teoría del


conocimiento?
-Podemos evocar la teoría biológica del conocimiento con algo cotidiano.
Todos los seres humanos tenemos dos tipos de experiencias fundamentales. La
mentira y el error. Todos sabemos cuando mentimos, pero no cuando nos
equivocamos. Porque el error es siempre a posteriori. Lo mismo pasa con las
ilusiones, como cuando uno va caminando en la calle y saluda a alguien que
creyó conocer, y luego se da cuenta de que no era la persona conocida. Ahí
está lo central, uno se da cuenta del error después, atendiendo a otras
dimensiones distintas de aquélla desde la cual reconoció a la persona y vivió
la experiencia, buena o mala, de encontrarse con ella. Esas experiencias
constituyen el fundamento del darse cuenta de que uno no puede hacer
referencia a una realidad independiente de uno. Yo no puedo distinguir en la
experiencia entre ilusión y percepción porque tal distinción es a posteriori. Sí
podemos ponernos de acuerdo. Y todos sabemos cotidianamente que el mundo
en el que vivimos es un mundo de acuerdos de acciones. Y que cada vez que
el otro no sabe algo, uno se lo puede enseñar, generando un acuerdo de
acciones. El problema no está en la convivencia, en los acuerdos, ni en el
darse cuenta de que no podemos hacer referencias a una realidad
independiente. El problema está en la creencia de que podemos hacer esa
referencia; en el apego a ella a través de creer que uno puede dominar a los
otros reclamando para sí el privilegio de saber cómo son las cosas en sí. Y
esto, que es el fundamento de la teoría que explica la biología del conocer, es
accesible para cualquier persona.

-¿Por qué sentimos angustia?


-La angustia está relacionada con las expectativas y se suprime eliminando las
exigencias. No es fácil, pero toda la prédica de Jesús es una invitación a
acabar con la angustia a través del desapego. Cuando dice que hay que ser
como los niños para entrar al reino de Dios hace referencia al desapego. ¿Qué
es el reino de Dios'? Un mundo sin angustias, porque es sin expectativas, sin
apariencias, sin pretender ser lo que no se es. Y está en la armonía de vivir en
el presente y no con la atención puesta en el resultado del hacer aunque se
trate de un hacer con el propósito de obtener un resultado.

-¿Y Usted es un hombre sin angustias?


-Yo creo que sí. Salvo cuando tengo problemas económicos. Fuera de eso, no
tengo angustias dice riendo.

-¿Usted sabe cómo es Humberto Maturana Romecín?


Mira, no sé cómo soy. Me doy cuenta cómo estoy siendo. Tengo ciertos
valores... ni siquiera sé si tengo ciertos valores. Los tenía antes, cuando niño
tenía valores. La honestidad, el honor.
Ya no los tengo como valores. No me preocupan. Ya no tengo que tratar de
ser honesto. Soy honesto, no más. No me gusta mentir porque violo un
acuerdo fundamental con el otro. Y sin embargo a veces miento. Y no justifico
mi mentira. La escojo. Por ejemplo, a veces voy a ver a un amigo al mediodía
y me pregunta si he comido. Y digo que sí, aunque no he comido nada. Es
mentira, pero no puedo Ilegar y decirle "No te preocupes, no importa que me
quede sin comer. Porque en ese momento se crea otro espacio del que no me
quiero hacer cargo. Cuando era chico Ilegaba a cualquier parte y me daban de
comer. Pero ahora no. Ya no puedes Ilegar de visita a un lugar sin anunciarte y
aceptar que te den de comer porque te comes la comida del día de tus amigos.

¿Qué es la felicidad?
-Supongo que el no tener aspiraciones ni deseos. Vivir la vida en la armonía
de sus circunstancias. Eso no quiere decir vivir flotando en el desorden o el
caos. Uno hace lo que hace porque quiere hacerlo, y si no resulta, hace otra
cosa.

-Suena como una vida desapasionada


Desapasionada en el sufrimiento, la felicidad no es estar en el jolgorio. Por
ejemplo, hace quince días la Fundación Andes nos llamó para decirnos que un
cierto proyecto que habíamos presentado había sido aprobado. Hoy recibimos
una carta que dice que no está aprobado. Lo que proponemos en el proyecto es
importante para nosotros. Tiene que ver con los computadores de la décima
generación. Los estamos diseñando, y no quiero que lo diseñen los japoneses.
Soy patriota. Este es un aparato que eventualmente puede aprender a vivir en
consenso como un ser vivo. Puede Ilegar a interactuar en el lenguaje. Es
importante operacional y conceptualmente. Yo podría sufrir por la negativa de
la fundación. Pero no. Mi actitud ha sido: si es así, estupendo, y si no lo es
estupendo también. La gente cree que la felicidad está en que todas las cosas
que uno hace le resulten bien. No es cierto eso. La mayor parte de las cosas
que uno hace anda más o menos. Algunas resultan bien y otras mal. La
infelicidad es el apego a que resulten bien. Como la mayor parte de las cosas
que uno hace no resultan tan bien, cuando resultan bien uno se entusiasma, se
ciega en la celebración y no ve los errores que comienzan a cometer. Así, uno
anda por la vida de salto en salto, de la angustia a la felicidad y viceversa. Yo
no ando así, por lo menos. Yo soy alegre justamente por eso.

-Pero me imagino que igual a veces sufre.....


-Sí, sufro a veces. Pero no tanto...

Dijo con su voz segura. Serena. Sabia a fin de cuentas.

Tomado: "El sentido de lo humano" ED. Dolmen Entrevista realizada por


Paula Escobar.

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