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01 Las Regiones Geograficas de La Republica Argentina PDF

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Las regiones geogrficas de la

Repblica Argentina

(Aportacin a una clasificacin fundada en l a actividad humana)

POR EL
Dr. Mariano Zarnorano
Catedrtico y Director del Instituto d e Geografa
d e la Universidad N o r i o n u ! d e C u y o

E n mayo del ao 1960 el S.eminario de Geografa de nuestra Universidad


se vio honrado con !a visita del Dr. Mariano Zamorano, Director del 1nst.ituto
de Geografa de la. Universidad Nacional de Cuyo (Repblica Argentina) y Vi
cerrector, por aquel entonces, de dicho centro docente. Durante los das que es-
tuvo entre nosotros expuso en una clase, dada a los alumnos de la especialidad,
las caractersticas del viedo de Mendoza y pronunci una conferencia pblica
acerca de las regiones geogrficas de la Repblica Argentina. El ltimo da di
chos actos fue presidido por el Dr. Luciano de la Calzada, Decano de la. Facul-
tad de Filosofa y Letras. El conferenciante fu.e presentado por el Dr. Vil Va-
lent, Director del Seminario de Geografa, quien destac la personalidad cien-
tfica del profesor argentino y ~iibrayla favorable coyuntura de poder iniciar
una fructfera relacin entre nuestro Instituto geogrfico y el de la Universidad
Nacional d e Cuyo.
Hoy nos compIacemos en publicar el texto de dicha conferencia, de acuerdo
con la redaccin de,finitiva y la revisin que el propio autor ha realizado lti-
mamente (*).

(*)' Nota de la Redaccin.


Mariano Zamomno

LOS RASGOS GENERALES

Contemplada desde Europa, la Repblica Argentina evoca inmedia-


tamente dos rasgos resaltantes que se imponen a toda otra considerac:n
ms detallada: pas extenso y de poca poblacin.
E n efelto, la porcin continental sudamericana que abarca, represen
ta, en cifras redondas, 2.800.000 k m y l ) ) , con un largo y cada vez ms
aguzado desarrollo Norte-Sur, que llega a los 3.700 kilmetros, y un en-
sanchado desenvolvimiento en la parte septentrional, que supera los 1.203
kilmetros a los 30" de latitud. Quien recorre estas dilatas extensiones,
ajustado al patrn europeo de la densidad de la ocupacin humana, se
asombra de las distancias y de la soledad en los lugares donde, por dece-
nas de kilmetros, casi no se advierte huella de la presencia del hombre.
E n los arenales del Noroeste, en la estepa patagnica, en la horizontali-
dad aparentemente infinita de la pampa o en la aplastante extensin rl-
da de los Andes centrales y septentrionales se diluyen, se desdibujan, las
muestras de la actividad humana. N o podra ser de otro modo en un te-
rritorio tan escasamente ~ o b l a d o . El censo realizado en 1960 di como
resultado una cifra de 20.008.945 habitantes, lo cual arroja en ~romedir,
una densidad de 7,2 habitantes por kilmetro cuadrado. Si se tienen pre-
sentes las deficiencias en la distribucin de la ~oblacin,es comprensible
que enormes sectores dispongan de un escassimo ~otencialhumano. Bas-
(1) Segn las cifras manejadas por cl C e n ~ ode 1900, de a iicrdo con eslimacionrs del 111s
tituto Geogrfico Militar, diclia superfi-ie es exaclamente de 2 770.055 km2, con excliisin del
seclor Antirtico, islas Mal~inas y dems islas del secto Aiitr:ico. .
Las regiones geogrficas de la Repblica Argentina F-69

ta sealar que ciertas provincias de la Patagonia no llegan a un habitante


por km2 (Ro Negro 0,9; Chubut 0,6 y Santa Cruz 0,2). Si tales son
las condiciones actuales, a mediados del siglo pasado, con menos de dos
millones de hribitantes, el problema de la conquista del suelo era de una
esencialidad dramtica. Poblar esas extensiones constitua todo un pro-
grama de accin y a l se consagraron resueltamente los gobiernos de lo
que se denomina en la historia argentina perodo de organizacin nacio-
nal, posteriores al derrocamiento de la dictadura de Rosas en 1853.
E n la Argenrina, en consecuencia, lo fsico asume un papel relevante,
de una tangibilidad tal que abruma a la persona acostumbrada a frecuen-
tar los poblados campos europeos. Pero es menester aclarar que esa fisono-
ma, a lo largo y a lo ancho del territorio, no se da con caracteres mon-
tonos, sino con una diversidad fundada en el juego amalgamado del cli-
ma y el relieve. Hay que insistir en esa variedad, porque uno de los erro-
res ms difundidos es considerar a la Argentina como una inmensa plani-
cie, de clima poco matizado ( j clido! para algunos) que termina en el
contrafuerte occidental de la cordillera de los Andes.
Una muy somera presentacin de las circunstancias actuantes basta
para demostrar la gama de tipos climticos. Hay que tener en cuenta,
ante todo, que el territorio se dilata desde los 22" hasta los 55" de latitud
Sur y que, con el conjunto de los factores dinmicos, acta un elemento
tan poderoso como la ancha y elevada cordillera de los Andes. Por con-
siguiente, de Norte a Sur, se distinguen los atisbos tropicales en las zonas
cercanas a Bolivia, Paraguay y Brasil; las franjas subtropicales y templn-
das que se estiran hasta el Sur de la provincia de Buenos Aires; los
climas fros que se marcan con toda evidencia en las altiplanicies patag-
nicas y en las nevadas montaas de los Andes meridionales, hasta Tierra
del Fuego al Sur. Con todo, desde el punto de vista climtico, el rasgo
ms destacado es, tal vez, la existencia de la diagonal rida occidenta,
parte de la cual se alarga por el Pacfico y que llam la atencin a de Mar-
tonne en su difundido artculo (2). Diagonal rida que se explica por la
accin de los factores dinmicos, en combinacin con el relieve y la con-
figuracin del territorio, que pueden resumirse en :
.
- La actuacin de los dos centros anticic-onicos I ,

permanentes del
Atlntico y del Pacfico situados, grosso modo, entre los 25" y los 35" d e
latitud, si bien en invierno se desplazan ms al Norte. El del Atlntico
afecta al Nortc y Oeste del pas en verano, especialmente cuando desapa-
rece el puente de alta presin que lo une al del Pacfico en invierno. Pero
esa influencia, a causa de la distancia con relacin al Ocano, va decre-
(2) De MARTONNE,E . , L a regiones dridas de ArnPriea del S i r , rspr~cialnien!~
r.1 Nororslc
argentino. Revista Humanidadesi~, t . XXViil (Buenos Aires, t,d Unixersidad de 1.a Plale,
1938); p. 53-66
ciendo hacia el Oeste y sus ltimos efectos se manifiestan en la montas
de Aconquija, en Tucumn. Por lo dems, las lluvias de verano que pro-
voca, de tipo espasmdico, son insuficientes para dar humedad adecuada
a todo ese sector. Interviene en este caso, por otra parte, la estructura
fraccionada del relieve en el centro Norte. El anticicln del Pacfico ac-
ta a la latitud de la provincia de Mendoza, donde encuentra el obstcu-
lo de la mole andina, que detiene la humedad de que es portador.
-La influencia de los vientos planetarios del Oeste, que descargan su
humedad en la Cordillera austral y avanzan all a favor de la menor al-
titud y las brechas transversales que la caracterizan.
-La invasin peridica de masas de aire antrtico, sobre todo en in-
vierno y cuya presencia es excepcional en los meses de verano (enero a
marzo). Se producen, en el ao, unos 80 empujes polares.
-La formacin de un centro ciclnico en el interior del pas, en vera-
no. Suele desplazarse hacia el Este, hacia la provincia de Buenos Aires,
y origina entonces la afluencia de vientos del Norte, del Sudoeste (panz-
pero) y del Sudeste (sudestada).
Como conseciiencia, la Argentina (vase la fig. 1) presenta una fran-
ja hmeda atlntica que baja desde Misiones, Corrientes y Entre Ros
hasta el Sur de Buenos Aires, en la cual, a su vez, la humedad decrece
en sentido Este-Oeste, desde Misiones (1.600 mm. anuales en Posadas)
hasta el centro del pas, donde se sita la isoyeta de 500 mm. La excita-
cin orogrfica de las masas de aire atlnticas, en el Norte, en las sierras,
origina un segundo foco de humedad (954 mm. en la ciudad de Tucu-
mn, 1.437 mm. en Villa Nougus). Una tercera zona, la ms lluviosa, es la
Cordillera austral, sometida a los vientos del Oeste, desde Neuqun has-
ta Tierra del Fuego (1.035 mm. en Bariloche, 4.500 mm. en lago Quilln,
segn los registros de 1938-1940). Por el contrario, una ancha franja d e
srtica baja desde la Puna, por los Andes ridos y bolsones intermon-
tanos centrales, y se desva desde la Pampa central y la latitud del Sur
de Mendoza para englobar toda la Patagonia extrandina. Aqu los pro-
medios anuales de 200 mm. son comunes, incluso en la zona costera at-
lntica de la Patagonia.
En este amplio cuadro climtico pueden insertarse, tambin muy so-
meramente, los tipos de vegetacin correspondientes. La selva subtropi-
cal, densa y enmaraada, aparece con todos sus caracteres en Misiones;
en el Aconquija sube hasta los 1.500 m., en una angosta franja de unos
50 km. de ancho que se prolonga hasta Bolivia, y cuyo contraste es lla-
mativo con respecto a la vegetacin xerfila del Este inmediato (Chaco)
y del Oeste (faldas occidentales de las sierras, estepa arbustiva de la
Puna). Desde el ro Paraguay y Paran hacia el Oeste, se pasa poco a poco
Las regiones geog7ficar de la Repblica Argentina F-71

desde el bosque de Formosa, mezclado a veces con sabanas y selvas, has-


ta el de tipo xerfilo ms acentuado del Chaco occidental. Avanzan igual-
mente desde el Este otras formaciones hmedas : la estepa mesopotmica
de gramneas del Sur de Entre Ros, salpicada de algunos rodales, o la
definida pradera pampeana, con su formacin de pastos tiernos. Faltara
una ltima asociacin favorecida por la humedad: el bosque cordille-
rano patagnico, a ratos espeso e intrincado, con sus caractersticos N o -
t hofagus.
E n oposicin a todo esto, tenemos los tipos netamente xerfilos, cuyo
punto de partida puede fijarse en las formas arbustivas del centro, en las
llamadas provincixs del e s p n a l Y del m o n t e (Larrea sp., Prosopzs sp.) que
se degradan hacia el Oeste, a medida que ascienden por las faldas d e la
cordillera, hacia el Norte, con su arribo paulatino a la elevada altiplani-
cie punea, y hacia el Sur, sometidas al fro y los vientos patagnicos.
L a estepa, en su ms prstino sentido, en sus diversas formas, aparece
en estas tres derivaciones, reducida en muchas partes a raras manchas d e
vegetales en un contorno netamente desrtico, constituyendo las llama-
das estepa de meneo (MuLinum spinosum) y estepa de yareta (Azorella
yareta).
DIVISIONES D E L TERRITORIO ARGENTINO

IJa atencin centrada en lo fsico ha dado lugar a una cantidad de


delimitaciones parciales del territorio argentino, t n las cuales se otorg el
principal papel a las condiciones morfolgicas y a la hidrografa. Con
escasas variantes, desde los intentos de clasificacin del siglo pasado debi-
dos a Parish, Martn de Moussy, Buimeister y otros (3), hasta las divisio-
nes ms recientemente propuestas, se establecieron diversas regiones natu-
rales. Pero, adems, se complet el panorama de las divisiones de la Re-
pblica Argentina, atenindose en algunos sectores a la individualidad
manifestada por una vigencia histrica particiiiar. E n esas cuadros con-
figurados por lo fsico o lo histrico, se ha estudiado hasta el presente la
geografa argentina, incluyendo por supuesto los hechos relacionados con
la actividad del hombre. Con uno y otro criterio adquirieron arraigo, ma-
nifestado por la constancia de s u seialamiento, las siguientes regiones:
-La llanura chacoparnpeana, vasta y iiniforme extensin a prime-
ra vista, que penetra en el Norte como prolongacin de la misma regir,
paraguayo-boliviana, y marcha a confundirse por el Sur, a travs de una
zona de transicin, con las terrazas patagnicas. Desde el punto de vista
morfolgico es una planicie bien acusada, en la cual la escasa pendiente
es bien manifiesta en el Chaco y debe aceptarse como rasgo general, en
pequea escala, en la Pampa, si bien iin mayor anlisis permite estable-
cer ntidas diferencias (pampa ondulada. pampa deprimida, llanura in-
(3) FRENGUELLI, J . , Las grandes unidades fsicas d c l territorio a r g c n f i n o , rii Ccograja d e
la Repblica Argenfinu, t 111 (Buenos Aires, rd. Sociedad Argentina de Esludios Geogrificos,
1946); p. 5-114
Las ~egionesgeogrficas de la Repblica Argentina F-73

terpuesta con relieves inclusos, pampa alta) (4). Importa mucho destacar
que la morfologa climtica pone al descubierto an diversidad de mati-
ces. Pero, en resumen, la diferencia sustancial que tradicionalmente se
ha atribuido a la Pampa y al Chaco reside en los tipos de vegetacin que
los caracterizan, siendo el Chaco una llanura boscosa, donde el quebracho
es el rbol ms tpico, y la Pampa una llanura sin rboles, en la cual se
distingue una porcin oriental o Pampa hmeda, de pastos tiernos, y otra
occidental o Pampa seca, que marcha a confundirse con el piedemonte
de la Cordillera.
- La Mesopotamia, enmarcada por los dos mayores ros argentinos.

el Paran y el Urcguay, conformadores a su vez del Ro de la Plata, g


por otros cursos de agua menores (Iguaz, Pepiry Guaz, San Antonio).
Las dos grandes vas fluviales desempean, sin lugar a dudas, un papel
fundamental para las tres provincias que encierran: Misiones, Corrien-
tes y Entre Ros. Pero aqu tambin. desde el punto de vista fsico y con
una penetracin ms minuciosa, pueden indicarse subregiones: la meseta
de Misiones, que incluye asimismo el ngulo nororiental de Corrientes,
con su selva densa y sus formaciones de melfiros entrecortadas por la
erosin fluvial; el dominio anegadizo de los esteros, que ocupa el centro
Norte de la provincia de Corrientes: !as suaves ondulaciones o lomadas
del Sur de Corrientes y de la provincia de Entre Ros, que no superan
los 100 metros sobre el nivel del mar, pero cumplen una sealada funcin
divisoria hidrogrfica; y el delta del Paran, mundo particular, con su
madeja de islas y brazos del ro, cuya esfera de influencia llega hasta la
parte septentrional de la provincia de Buenos Aires:
- El Noroeste, denominacin sobre todo de raigambre histrica, po-

see una extensa parte de ese bloque rgido, la Puna, que se prolonga en
el altip'ano boliviano y en la Puna de Atacama chilena. Este enorme
bloque, elevado hasta iin nivel medio de 3.500 metros sobre el nivel del
mar, se presenta dividido en cuencas menores por medio de cordones
montaosos de c!ireccin sobre todo Norte-Sur. Vastos salares suelen ocu-
par estas depresiones conformando uno de los paisajes ms notables de
este desolado techo, de pobrsima vegetacin esteparia. A su lado, al Este,
hay dos cordones montaosos de orientacin meridiana (Precordillera
saltojujea, Sierras subandinas) cuyo interior presenta estrechos surcos
fluvijles, las quebradas (Humahuaca, Calchaqu, del Toro), y frtiles va-
lles (Lerma, Campo Santo). Las sierras circundantes suelen alcanzar a l
turas destacables (Nevado de Chai, 6.200 m.), que disminuyen, en cam-
bio, considerablemente en las boscosas sierras subandinas (2.000 m.).
(4) U ~ I S ,F . A . , ~lforfogrnfageizei'al (Iv las llanuras argenttnas, en Geografa d p la R e p ~ i -
blica Argentina, cit.; p. 115-198
E'-74 Mariano Zarnorano

- Las Sierras pampeanas representan una de las regiones naturales


ms controvertidas de la Argentina. Se insinan entre las dems regiones
naturales y, desde el centro del pas, entran en contacto con la casi tota-
lidad de ellas. Sus lmites y sus caractersticas, por lo tanto, se confunden
con las zonas inmediatas. N o obstante, constituyen en suma una regin
de fraccionamiento muy evidente, cuyas viejas estructuras fueron alte-
radas especialmente cuando se form la poderosa cordillera de los Andes.
Las elevaciones de bloques rgidos fallados (conocidos como sierras), se
mezclan a las zonas de hundimiento : campos, bolsones, valles. Las Sie-
rras pampeanas han sido agrupadas de distintos modos, en ncleos mon-
taosos que se extienden desde el Norte, en Tucumn, hasta Crdoba y
San Luis, y por el Oeste se acercan a la Precordillera andina. La vegeta-
cin, esteparia en general, se densifica ms en las alturas con las a s e
ciaciones arbustivas denominadas monte en el lenguaje local; pero en
cambio se retuerce y se calcina sobre todo en los secos bolsones septentrio-
nales, cubiertos de magra vegetacin psamfila y halfila. Aparece aqu
tambin, como un retazo que asciende hasta los 2.500 m. por las laderas
orientales del Aconquija, la llamada selva serrana subtropical.
- Los Andes ridos nacen al Sur de la Puna, a los 27" de latitud, pun-

to en el cual penetran en territorio argentino las cadenas terciarias que


forman la espina dorsal al Oeste de Amrica. Montaas que no tienen
parangn en Europa, en el tramo de las provincias de Catamnrca, La Rio-
ja, San Juan y Mendoza. Una cordillera imponente cuyo ancho sobrepasa
en algunas partes los 200 km., dividida nicamente por los valles longi,
tudinales qiie la separan de la Precordillera (Rodeo, Iglesia, Calingasta.
Barreal, Uspallata) y algunos pasos transversales que permiten llegar a
Chile. E n esta parte, adems, se encuentran los picos ms elevados de
Amrica (Aconcagua, 6.959 m.; Ojos del Salado, 6.885 m.) que se levantan
sobre cadenas de una altura media de 5.000 a 5.500 m. Con todo, el rasgo
ms notable es la aridez, abrumadora por doquier, que lleva el lmite d e
la nieve persistente hasta una media de 4.500 a 5.000 m. Muy altos se
ubican sus glaciares y nieves; abajo se desarrolla un amplio piedemonte,
con una caracterstica estepa arbustiva, cortado por los ros que descien-
den hacia el E. (San Juan, Mendoza, Tunuyn, Diamante, Atual) que
han permitido la constitucin de los oasis ms ricos de la Repblica Ar-
gentina. L a vegetacin se degrada cada vez ms hacia arriba, hasta lle-
gar al desierto d e altura.
- Los Andes ptagnicos presentan un vivo contraste con los que
acabamos de conocer. Tras una franja de transicin, situada aproximada-
mente entre los 35" y 40" de latitud, en que van apareciendo aula tina-
mente los elementos paisajsticos que definen a la Cordillera austral, en la
Las regiones geogrbficas de la Repblica Argentina F-75

provincia de Neuqun se funden los caracteres que han permitido califi-


car a estas montaas como ((la Suiza argentina)). L a altura general de
la cadena disminuye (mxima altitud: Lann, 3.774 m.), as como conse-
cuentemente, y con mayor razn hacia el Sur, baja el nivel de la nieve
permanente (3.000 m. al N., 800 m. en la Cordillera magallnica). De-
presiones de origen glaciar son ocupadas por los lagos ms renombra-
dos de la Argentina (entre ellos el conocido hTahuel Huapi y, en Santa
Cruz, los extensos Buenos Aires, P u e ~ r r e d n San
, Martn, Viedma y Ar-
gentino); en el Sur los glaciares descienden basta introducirse en sus aguas.
E n Santa Cruz, tambin, aparecen como un rasgo nico los campos de
hielo continental, al parecer remanentes de las glaciaciones cuaternarias.
Y a favor de una esGuctura cortada, con numerosos valles transversales,
los vientos Mmedos del Pacfico han dado lugar a la formacin de los
bosques australes, con las caractersticas araucarias y bayas meridionales.
- La Patagonia extranclina, rida, fra, ventosa, testimonio del ma-
cizo arcaico, que ha sufrido grandes vicisitudes geolgicas por movimien-
tos epirognicos. Si bien el trmino Patagonia es de origen histrico, con
l se alude hoy a una unidad fsica bien perfilada. Su desolada superficie,
con manchas de una pobre vegetacin esteparia, se abre en los amplios
valles fluviales trabajados por lcs ros que descienden de la Cordillera
patagnica. E n amplias extensiones hay todo un escalonamiento de mese-
tas, generalmente con ascenso hacia la cordillera. Sierras y depresiones
abundantes demuestran, igualmente, el vaivn geolgico d e esta parad-
jica franja seca pntagnica, adosada sin embargo a un ocano.
A modo de resumen cabe presentar el reciente enfoque clasificatorio
debido al Prof. Federico A. Daus, en el que puede advertirse la adop-
cin de esas delimitaciones fundadas en lo natural y lo histrico (vase
fig. 2).
Tal es, muy somera y elementalmente presentado, el variado marco
regional que tradicionalmente se ha aceptado en la Repblica Argentina.
Incluso cuando el ttulo suena a histrico (Noroeste, Patagonia), su in-
tencin subyacente, el punto de mira, es la resaltante presencia de lo fsi-
co. Se hace necesario, por lo tanto, decidir si los grupos humanos mere-
cen ser considerados y si ocupan algn lugar en esos marcos ofrecidos
por el medio.
L A CONQUISTA D E L SUELO

La conquista del suelo argentino no ha sido empresa fcil. Sus avan-


ces ms espectaculares responden al empuje migratorio de fines del siglo
pasado, que sirvi para ocupar zonas hasta entonces apenas holladas,
en concordanci;? con otras circunstancias favorables; o a la bsqueda de
nuevos campos de desarrollo, dirigida por las posibilidades tcnico-eco-
nmicas, hecho ste que se evidencia c o i nitidez en la Argentina en los
ltimos cincuenta aos. Paralelamente el crecimiento demogrfico e in-
dustrial, de aci!erdo con un proceso comn a otros pases, fue creando
el problema de la adecuada distribucin de esa poblacin.
L a conquista y colonizacin hispnica es, en cuanto a las proyeccio-
nes actuales que interesan a la Geografa, lri primera etapa en la confor-
macin de la fisonoma regional argentina. Incluso en lo que representa
como consolidacin de las escasas estructuras indgenas que se mantuvie-
ron a la llegada de los espaoles.
E n efecto, dos grupos indgenas principales intervinieron en el pro-
ceso osmtico de intercambio cultural con lo hispnico: los diaguitas
en el Noroeste y los guaranes en el Noreste. Los primeros, que haban
recibido no escasa influencia incaica, eran los ms evolucionados de la
Argentina. De espritu belicoso y tradicin guerrera, resistieron denoda-
damente la penetracin espaola.. Los guaranes se sometieron ms fcil-
mente y el apostolado religioso. que se ejerci all ms intensamente, cre
las misiones, una experiencia slngular de adoctrinamiento y conquista
del indgena. E n el resto de la actual Argentina vivieron, de un modo
muy disperso, algunas otras tribus de cazadores o recolectores, nmadas
Las regiones geogrficas de la Repblica Argentina F-77

o seminmadas. Slo a partir del siglo XVIII y especialmente en el XIX


se expandieron desde Chile los araucanos, quienes establecieron su su-
premaca en la Pampa y en la Patagonia y fueron los ltimos en resistir
a la dominacin del blanco. Su ocupacin de una extensa superficie
del pas ha tenido enorme gravitacin en las condiciones en que se efec-
tu el desarrollo de las mismas. Hoy los grupos indgenas, muy mengua-
dos en su nmero, no significan por s, demogrfica y culturalmente, una
presencia que ponga nota de importancia en el paisaje. Restos muy aisla-
dos de tobas y matacos en el Chaco, de collas en el Noroeste y de arauca-
nos en el Neuqun participan, casi completamente asimilados, de la vida
argentina. Pero la influencia indgena tiene otras maneras de manifestar-
se: en las tcnicas de construccin de muchas viviendas pobres del cam-
po, con sus paredes de quincha, es decir, los delegados muros de diver-
sos vegetales, recubiertos a veces de una capa de barro; en la disposicin
de muchos empinados pueblecitos del Noroeste, con sus callejas estre-
chas orladas de cercos pircados; en las modalidades agrcolas del mismo
Noroeste. en las que se reflejan los viejos sistemas de cultivo en terrazas
y el regado de acequias tradicionales, tan propio tambin dt. Mendoza;
en la supervivencia de ciertas industrias domsticas, textiles sobre todo,
que vegetan en un enconado afn de respeto por lo telrico. El guaran,
al igual que ocurre en Paraguay, es muy hablado an en Misiones y Co-
rrientes; el araucano tiene su reducto en Neuqun, donde se lo cultiva
como idioma y se guardan sus tradiciones. En muchos lugares del pas,
en fin, la toponimia ha recogido el paso de la raza dominada.
Todo este aliento indgena, materializado en tantas creaciones, ha
recorrido el tamiz del perodo hispnico, cernidor de tres siglos que trajo
adheridas muchas de sus manifestaciones. Desde el punto de vista de
la valoracin y explotacin del territorio, esta poca, con su estilo cultural
y econmico, podemos extenderla hasta pasada la mitad del s:glo XIX,
sobre todo porque siguieron subsistiendo trabas importantes para una
intensificacin de otro ordenamiento y porque faltaban elementos funda-
mentales para llevarlo a cabo eficazmente. Esa evolucin lenta, sln em-
bargo, prepar ya algunas bases slidas para el apresurado andar poste-
rior.
Muy concretamente, puede advertirse que durante la colonizacin es-
paola se afianz, como para mantener su fisonoma hasta nuestro siglo,
el estilo del Noroeste argentino. Precisamente es sta una regin histrica
cuya unidad se forj en los aos en que esta parte austral del continente
dependi del virreinato del Per, hasta 1776. Conviene insistir en que
la misma ciudad de Buenos Aires, fundada en 1580, fue una creacin
requerida por este dominador noroccidental y que, hasta la instalacin
F-78 Mariano Z m m

del virreinato, el rango de la hoy capital argentina fue equivalente a


otras ciudades de la ruta del Per. La importancia colonial del Noroeste
se patentiza en nuestros das en innumerables testimonios de todas cla-
ses y, muy especialmente, en las caractersticas de las ciudades, en su
trazado, en el contorno edilicio de su plaza central, en la arquitectura de
sus iglesias centenarias.. . Y tanto resuena el pasado espaol en los pue-
blos, donde se fusiona con lo indgena, como en las grandes ciudades que,
como Crdoba, bastin austral de esa tradicin, conserva an las arcadas
de su plaza mayor, las angostas calles de su corazn urbano, o la tradi-
cin embebida -as se renueve como construccin- en la Universidad
ms antigua del pas, fundada en 1613.
Ms importante an para nuestro objeto. es sealar que durante la
dominacin espaola se configuraron ya algunos de los ncleos econ-
micos que ms tarde tendran un desarrollo mucho mayor, en consonan-
cia con otra poca y otras condiciones. En Tucumn comenz entonces
el cultivo de la caa de azcar, introducida por los jesutas durante el
siglo XVII, y si bien tuvo un lapso de aletargamiento despus de la ex-
pulsin de la Orden (1767), recomenz con empuje en 1821, por iniciati-
va del obispo Jos Eugenio Colombres. E n Mendoza, a fines del siglo
XVI, se inici el cultivo de la vid, trada desde Per y Chile, al parecer
tambin por los jesutas. El vino de Mendoza fue motivo de comercio
bastante activo hacia Tucumn, Crdoba, Buenos Aires y Paraguay, si
bien su importancia global era reducida. Pequeos focos, en los oasis del
Noroeste, se constituyeron tambin entonces para explotacin del algo-
dn, tabaco o frutales, incluida la via, algunos de los cuales continan
an en nuestros das, con frmulas anacrnicas e nfima rentabilidad,
corno resabios no evolucionados. E n fin, en la marcha econmica de la
Pampa, este momento fij los primeros y necesarios pasos. La repro-
duccin extraordinaria e incontrolada de los ejemplares de ganado caba-
llar, vacuno y ovino trados por los primeros conquistadores, origin una
explotacin irracional -las llamadas vaquerhs- una persecucin sin
control del ganado, slo para aprovechar su cuero y sebo. Pero esta acti-
vidad destructiva, en sus largos aos de prctica, debi sigilificar mucho
para la incorporacin de costumbres que luego continuaron ejercitndose
en otras faenas bsicas del campo. Con la fundacin de las ciudades se
fueron creando nuevas estancias, que asumieron formas primitivas duran-
te ms de dos siglos, sin demarcaciones; pero donde comenz ya una
atencin cuidadosa de los animales y, en consecuencia, un preanuncio de
futuras explotaciones ganaderas. Por cierto que la actividad pastoril, aun
as rudimentaria, era la ocupacin prcticamente nica del hombre dei
Las regiones geogrficas d e la Repblica Argentina F-79

campo, ya que la agricultura fue una labor desdeada durante todo este
perodo.
Hasta mediados del siglo XIX, el panorama econmico no poda ser
otro que ste, de horizonte local y de concepcin rudimentaria. Las cir-
cunstancias polticas -anarqua, dictadura de Rosas- as como la vida
patriarcal de una nacin tan escasamente poblada (de 600.000 habitan-
tes era la estimacin de Woodbine Parish, en 1837, y de 1.200.000 la de
Martn de Moussy, en 1860) no exiga otra cosa. Adems, haba otro ele-
mento perturbador de un orden estable y de una consolidacin de las
fronteras: el indio, que discuta, de potencia a potencia, la efectiva po-
'sesin del suelo. Su ~ o d e rera considerable y el blanco no poda avanzar
con tranquilidad ms all de la lnea defendida con su sistema d e fuertes
y fortines, que iba por el Sur de Mendoza, San Luis, Crdoba y Santa Fe,
y no se separaba sin peligro sino algunas decenas de kilmetros de la
misma ciudad de Buenos Aires.
Una segunda etapa, de notable y rpido progreso, se produce en la Ar-
gentina entre 1890 y 1915. Tuvo una preparacin lenta de algunos de sus
elementos desde principios del siglo XIX, especialmente en el cumpli-
miento de ciertas condiciones previas al afianzamiento de la ganadera.
Hacia 1800 se instalaron los primeros saladeros, con lo cual se logr un
mayor aprovechamiento de los animales sacrificados y se hizo ms nece-
saria la constitucin de rebaos escogidos para utilizar su carne. Esto
llev, ineludiblemente, a un mejoramiento del ganado, que primero se
manifest en la importacin de ovinos, ya desde la presidencia de Riva-
davia, con miras a mejorar la lana. El gran paso, sin embargo, se dio des-
de 1848, cuando se introdujeron los reproductores de las grandes razas
bovinas (durham, hereford, aberdeen angus). A mediados de siglo, tam-
bin, se iniciaron las experiencias de colonizacin agrcola en la Pampa
y la Mesopotamia (Entre Ros, Corrientes, Santa Fe, Buenos Aires). La
c:)l(;nia Esperanza, fundada en 1853 en Santa F e por Aarn Castellanos,
iue una tpica iniciativa, con carctcrsticas particulares, de la conquista
de la Pampa para sus grandes posibilidades agropecuarias, por colonos
que all y en otras partes debieron, al mismo tiempo que el arado, empu-
ar el fusil para defenderse del peligro indgena.
A partir de 1880 comenz fundamentalmente el proceso que dara su
fisonoma actual a la Pampa. U n hecho decisivo fue la famosa ((conquista
del desierto)), llevada a cabo por el general Roca entre 1879 y 1883, cam-
paa en que el ejrcito abati definitivamente al indgena, arrinconn-
dole en lugares desde donde ya no constituy motiv de alarma para el
avance del blanco. Hacia la misma poca se tendieron, desde Buenos
Aires al interior, las lneas ferroviarias. Fue, por ltimo, el momento de
F-80 Mariano Zarnorano

mayor aflujo inmigratorio, y la Argentina incorpor un numeroso con-


tingente de extranjeros. Entre 1875 y 1950 ingiesaron en el pas nueve mi-
llones y medio de inmigrantes, de los cuales cuatro millones ya no lo
abandonaron. Italianos y espaoles representan el 75 % de los incorpo-
rados, y vienen luego los franceses, polacos, rusos y alemanes. De tal
modo, el porcentaje de extranjeros, que en 1869 era de un 12 % (primer
censo nacional), lleg en 1914 (tercer censo nacional) al 30 %.
Todas estas coyunturas favorables, adems de otras condiciones que
no sealamos en mritos a la brevedad, prepararon la eclosin, a fines
del siglo XIX y principios del XX, de algunas regiones geogrficas ar-
gentinas :
-En la planicie pampeana y en el Sur de Entre Ros, especialmente,
la agricultura tom poderoso impulso. Trigo, maz y lino, constituyeron
la triloga de productos que dieron prestigio exterior a la Argentina y la
calificaron en aquellos momentos como uno de los indicutibles graneros
del mundo. El cultivo del suelo, por supuesto. no sustituy a la vieja tra-
dicin ganadera. Por el contrario, como fenmeno econmico-social des-
tacablc, debe sealarse que la conquista agrcola se realiz bajo el signo
de una subordinacin a los intereses ganaderos, que graduaron entonces
la oportunidad de los cultives necesarios al privilegio primordial de la
actividad ~ e c u a r i a .Evidentemente, tambin. en respuesta a la consoli-
dac:,n operada en el comercio de las carnes. Esta afirmacin fue defini
tiva, en el orden mundial, con el advenimiento de los frigorficos. A base
de sus ganados finos. seleccionados con un acertado proceso de mestiza
cin, y favorecida por las nuevas tcnicas del fro, la Argentina conquis-
t una slida posicin en el concierto mundial que. pese a los inevitables
altibajos, no h a ~ e r d i d ohasta hoy. La inmensa ~ l a n i c i epampeana, con
sus 600.000 km' dc superficie, y los campos del Sur de la provincia de
Entre Ros, han sido el asiento principal de esa actividad agropecuaria.
Hoy los grandes frigorficos, ubicados en las proximidades de los puer-
tos, satisfacen sus demandas con el recurso de alrededor de 30 millones
de cabezas de ganado vacuno que hay en ese sector; debe contarse,
por otro lado, con no menos de 20 m i l l o n ~ s de ovinos, 3,s millones de
equinos y 3 milloncs de porcinos. Por su parte, la agricuitura, en un pe-
rodo difcil, de incertidumbre en la comercializacin, mantiene sin em-
bargo extensas superfices consagradas a los cereales (12.800.000 Ha. en
1962), a los oleaginosos (1.640.000 Ha.) y al lino (1.306.000 Ha.). E n con-
junto, hay en esta enorme superficie, conformada, una regin de cra d e
ganado fino y de cultivo d e cereales, con una organizacin que le es ca-
racterstica.
-En 1876 lleg el ferrocarril, a Tucumn. Se produjo entonces una
Las regiones geogrficas de la Repblica Argentina F-81

gran expansin de la industria azucarera. El nuevo medio de transporte


sirvi no slo para una ampliacin comercial del producto, sino tambin
para introducir los elementos destinados a la modernizacin de la indus-
tria. La provincia de Tucumn se convirti en el foco del cultivo y la
transformacin de la caa, cetro que mantiene y con el cual ejerce incon-
testable gravitacin econmica y social sobre las provincias vecinas. E n
el presente siglo se ha producido un aumento del rea cultivada, en gran
parte debido a la ocupacin de zonas ecolgicamente ms favorables, al
Norte, en Salta y Jujuy, as coino en la parte septentrional de la provincia
de Santa F e y en la del Chaco. De todos modos, transcurrido ms de me-
dio siglo, Tucumn sigue siendo el centro de esta organizacin regional,
moldeada por esta economa que se basa en la elaboracin del azcar. E n
cuanto al cultivo, concentra Tucumn 154.100 hectreas de las 213.500
plantadas en 1962 en el pas, y desde el punto de vista industrial se ubi-
can en esa provincia 27 de los 32 ingenios existentes. Todo este ordena-
miento asume, pues, un papel de protagonista en un amplio sector ar-
gentino le imprime un sello geogrfico peculiar.
-Tamb:n en coincidencia con una regin dedicada desde la poca
hispnica al cultivo, y a base de un afortunado conjunto de circustancias.
se reestructur en Mendoza el viedo. Elementos motores fueron aqu la
visin de gobernantes de fines de siglo que estimularon la industria con
medidas adecuadas y dieron impulso tcnico-legal al regado, la afluencia
de inmigrantes espaoles, italianos y franceses que proporcionaron brazos
y or:entacin tcnica, y la llegada del ferrocarril, en 1884, con sus posi-
bilidades de todo orden. L a evolucin se efectu en condiciones similares
en Mendoza y San Juan, las cuales siguen siendo hoy zonas donde la in-
fluencia del viedo es el soporte fundamental del pulso econmico. De las
245.100 hectreas dedicadas a la vid, corresponden a Mendoza 167.500
(68,3 04)y 46.200 a San Juan (18,896 ). E n el resto del pas, siempre de
acuerdo con las cifras de 1962, slo se destaca adems e1 alto valle del
Ro Negro, con 15.100 hectreas.
Llegamos as a un tercer y ltimo gran perodo, de los que han servido
para configurar las grandes lneas de la Geografa humana argentina. A
partir de comienzos del siglo, pero muy especialmente despus de 1920,
se inicia un avance hacia la conquista de nuevas regiones, siempre con el
objetivo de la produccin en masa, o bien se da el caso de una intensifi-
cacin en el aprovechamiento de lo ya existente, con ajuste a netas fr-
mulas de especulacin. Varios sectores sufrieron el impacto, y aun se pro-
dujo un reajuste para asegurar mayor rentabilidad en otros ya explota-
dos, como la Pampa :
-En toda una gran extensin, que desborda los lmites fsicos del
F-82 Mariano Zarnorano

Chaco en algunos puntos, o se retrae en otros, se h a constitudo el foco


ms importante de explotacin forestal del pas. Se destaca all el enorme
valor de la utilizacin del quebracho colorado chaqueo, que daba a la
Argentina una sealada preponderancia en la obtencin del tanino, en
lo cual lleg a proveer hasta el 65 0; del consumo mundial. Este quebra-
cho ha sido objeto de una explotacin irracional y en los ltimos aos el
ritmo de produccin ha decrecido casi en un 50 %, no obstante lo cual
sigue siendo un rengln significativo que gravita en el panorama regional
del Norte del pas, especialmente al Este de las provincias del Chaco y
Formosa. Del m;smo modo, Santiago del Estero es el centro del ms in-
tenso empleo de superficies boscosas, casi el 50 % de las explotadas en el
pas, orientado hacia ciertas especies -sobre todo quebracho colorado
santiagueo y quebracho blanco- para obtener lea y carbn vegetal.
-En 1917, el rea sembrada con algodn en la Argentina era de
3.075 hectreas. La dcada que se inicia en 1920 seala un notable acre-
centamiento de la importancia de este cultivo (3.350 Ha. en 1920 v
122.000 en 1930), que se ha mantenido en alza constante hasta llegar a
732.000 Ha. en 1958, aunque ha disminudo a 606.700 en 1962. La pro-
vincia del Chaco concentra habitualmente alrededor del 65 % de la pro-
duccin y con las zonas aledaas de Formosa. Corrientes y Santa Fe se
totaliza el 95 0/,. La pujanza que confiere a la regin la existencia relati-
vamente reciente de este textil, queda demostrada, entre otras cosas, por
el ndice de crecimiento medio anual de la poblacin registrada en los
ltimos censos. *Entre 1914 y 1947, es el Chaco quien tuvo el ms alto
registro entre todas las actuales provincias argentinas, con 48,8 % y le
sigui precisamente Formosa con 43 %. Entre 1947 y 1960, el Chaco ha
crecido poco en este sentido (16,7 %), pero Formosa ha mantenido un rit-
mo apreciable, con 34 %, prcticamente a la par de Buenos Aires (34.40/,)
y de Misiones (34,9 %). Pero no puede dejar de sealarse que en el cre-
cimiento demogrfico de la provincia de Buenos Aires incide poderosa-
mente la atraccin urbana, ya que es clara consecuenca de la concentra-
cin en los partidos aledaos de la capital Federal que, entre 1947 y 1960,
crecieron en un 118 %.
-En este orden de apreciaciones, pues, encontramos otro ejemplo de
la preferencia, en los ltimos cincuenta aos, por la implantacin de cul-
tivos indiistriales en zonas potencialmente prometedoras. Es el caso de
Misiones, que entre 1914 y 1948 tuvo un crecimiento anual medio de la
oblacin del 39 % y, entre 1947 y 1960, del 34,9 %, el mayor del pas.
Misiones es, por antonomasia, para los ojos argentinos, la comarca de la
yerbamate. Las plantaciones - q u e suplantaron su obtencin del palo-
yerba silvestre- abasteceran cmodamente las necesidades argentinas,
Las regiones geogmficas de la Repdblica Argentina F-83

de no mediar una limitacin que tiene por objeto continuar con la impor-
tacin brasilea y paraguaya, y mantener con ello un acuerdo en la ba-
lanza comercial. D e todos modos, la superficie ~ l a n t a d a ,que era insigni-
ficante a principios del siglo, lleg a 33.600 Ha. en 1928 y se ha estabili-
zado en unas 65.000 desde 1935. Misiones posee ms del 90 % de esta
extensin. El consumo requiere todos los aos la importacin de 20.000 a
25.000 toneladas.
-Otros nuevos cultivos industriales se han incorporado en las provin-
cias septentrionales de la Mesopotomia. Slo muy recientemente, por
ejemplo, el tabaco ha cubierto prcticamente las necesidades internas de
la Argentina en cuanto a la provisin de tabaco negro, en lo cual Corrien-
tes y Misiones son los centros especializados. Salta en el valle de Lerma,
se dedica al tabaco rubio. L a expansin de estos centros comenz hace
cuarenta aos (9.300 Ha. en 1928), y se intensific hace alrededor de
veinticinco (18.767 Ha. en 1939). De la estadstica ms reciente que po-
demos citar -45.500 hectreas cultivadas en 1962- correspondan
18.100 a Corrientes y 10.000 a Salta.
Han aparecido tambin como cultivos importantes el tung y el t. El
primero, ms antiguo, data de hace unos 30 aos y se lo encuentra en Mi-
siones y Corrientes. La superficie cultivada oscila, desde 1948, en las
50.000 hectreas (48.100 en 1962). De ellas se encuentran en Misiones
47.500, esto es, el 98,7 %. Igual gravitacin tiene Misiones en los muy
recientes cultivos de t. E n 1955 slo se registran 7.000 Ha.; en 1960,
30.900, de las cuales 29.300 se producen en esa provincia nortea. En fin,
no puede dejar de sealarse en esta extremidad NE. de la Argentina, el
cultivo del arroz cuya importancia se ha acrecentado slo desde 1930 y
que en 1962, sobre un total de 59.000 Ha., concentraba 43.700 en Corrien-
tes y Entre Ros.
Por consiguiente, yerbamate. tabaco, tung, arroz y t, constituyen cul-
tivos industriales, entre los cuales incluimos al arroz, por la coyuntura
econmica a que responde, y que han sido localizados en los ltimos 40
aos, sobre todo, en el centro Norte del rea cerrada por el Paran v el
Uruguay Dichos cultivos han ccntribuido a establece; formas particula-
res de interrelacin, frente a las que los paisajes naturales cedieron enor-
mes extensiones, y han creado tambin condiciones especiales socioeco-
nmicas, que dan un ordenamiento caracterstico a esta porcin del terri-
torio argentino. Todo ello, sin desmedro de los frutales ctricos que, en
esta rea subtropical, siempre han tenido asiento importante. Corrientes
es, desde hace tiempo, la principal productora de pomelos y naranjas dei
pas, as como Misiones se destaca en la de limones, y Entre Ros en 1s
de mandarinas.
F-84 Mariano Zarnorano

Todo lo mencionado en el aspecto agrcola demuestra una tendencia


hacia la diversificacin en el orden nacional. Y en este panorama, si bien
hemos querido destacar los cultivos que ocupan lugar prominente en
cada sector, no piiede dejar de mencionarse la difusin de otros que ocu-
pan extensiones importantes, sin ser los condicionantes principales de una
fisonoma regional. Dentro de estos lmites cabe citar, en plena zona
cerealista, al mijo (244.600 Ha. en 1962) v al alpiste (59.000 Ha. en
1962); a una forrajera de gran aceptacin como el sudan grass (607.600 Ha.
en 1962); y a los oleaginosas que, en ciertos momentos, han estado en
competencia: el cacahuete (288.500 Ha. en 1962) y el girasol (1.351.000 Ha.
en 1958). Este ltimo, cuyo producto es de gran demanda como aceite
comestible, y al que se hace entrar en rotacin a veces con los cereales,
constituye un notable caso de crecimiento espectacular, puesto que en
1934 haba slo 56.800 Ha. y en 6 aos pas a 505.600. Cabra mencio-
nar tambin el reciente avance del olivo, concentrado casi con exclusivi-
dad en Mendoza y San Juan, en algunos casos asociado con la vid.
-La paulatina ocupacin agrcola-ganadera del suelo argentino, evi-
dentemente la que le confiere una tipicidad ms expandida, se h a reali-
zado a travs de los aos con el signo.de una compenetracin, a veces for-
zada, y de una alternancia provocada por diversos motivos. L a alfalfa ha
sido la verdadera soberana y mentora de la introduccin de los cereales.
E l predominio ganadero, en la zona pampeana, la requera como base
para el desarrollo posterior de la produccin de carnes. Su incremento se
relacion estrictamente con el del lino y cereales, quienes la precedan
o acompaaban. Para ello se utiliz el rgimen del mediero, extranjero
que, por contrato, preparaba las tierras y deba dejarlas ya plantadas de
alfalfa, circunstancia que, por otra parte, provoc la atraccin de nuevos
inmigrantes a estas tierras (5). Cumplido el objetivo, las tierras eran des-
tinadas nuevamente a la recepcin de ganado. Eso explica los notables
cambios de la superficie ocupada con dicha planta, en su relacin con los
cereales y el lino, altibajos que caracterizan una gran parte de la activi-
dad agropecuaria pampeana en este siglo. Lo cierto es que, aun con estos
vaivenes, la alfalfa fue el cultivo ms importante a comienzos del siglo y
todava hoy representa aproximadamente el 25 % de toda la superficie
cultivada del pas. La continua valorizacin de estas tierras, la competen-
cia entre ganadera y agricultura para su posesin, y la influencia de!
mercado internacional, explican otro hecho : el desplazamiento del gana-
do menor hacia el Sur, hacia tierras menos feraces, ms baratas, aptas
para mayor movilidad de los ovinos y con condiciones adecuadas pard
(5) TBNEMBAUM,J . L . , Orientacin econmica d e la agriculfura argentina, Buenos Aires,
ed. Losada, 1946.
Las regiones geoqaficas de la Repblzca Argentina F-85

su alimentacin. E n realidad, se produjo entonces, a partir de principios


de siglo, una verdadera redistribucin regional del ganado. Y es sinto-
mtico que, en la zona pecuaria original, la raza merino haya sido reem-
plazada por la Ilncoln, de la cual puede aprovecharse la lana y la carne.
Para completar esta rpida visin del estado actual de la ocupacin
del territorio argentino, es necesario tener en cuenta otras circunstancias
que atraen o dificultan la presencia de los grupos humanos. Las ciudades,
como factores de aglomeracin y como elementos de incuestionable in-
filuencia regional, juegan tambin aqu su papel, del mismo modo que,
de consuno, actan las industrias, causa y efecto -la mayor parte de las
veces por inercia- de las grandes ciudades. A la inversa, en la Argenti-
na existen grandes extensiones en las que debido a dificultades opuestas
por la Naturaleza o a falta de empeo humano, las formas de ocupacin
son rudimentarias o se encuentran en una fase an embrionaria.
-Dentro de esta ltima apreciacin caben las actividades que dan sil
sello peculiar a una faja que, aproximadamente desde el Oeste de Neu-
qun, se alarga hacia el Norte, hasta Tucumn y Jujuy, dentro de la es-
fera de influencia de los sistemas orogrficos inmediatos. Hay all un
escaso aprovechamiento de las posibilidades mineras y, en parte por eso
mismo, una fuente de subsistencia que se nutre de una elemental vida
pastorl. La explotacin minera en la Argentina, pese a reservas incalcu-
lables, algunas de ellas ya determinadas, se debate an en :a impotencia
de factores limitativos de diverso orden, sobre todo de la falta de capita-
les y de espritu de empresa. N o faltan, sin embargo, las explotaciones
importantes y se han configurado dos zonas con mayor actividad: una,
a lo largo de la cordillera de los Andes, con variados yacimientos, como
los de Rinconada (estao, antimonio) y Aguilar (plata, plomo, zinc) en
Jujuy, Orn (petrleo) en Salta, a1 igual que Zapla (hierro) y Capillitas (co-
bre) en Catamarca; otra, en San Luis y Crdoba, en relac-n con las sie-
rras adyacentes, con produccin destacable en wolframio, cuarzo, mr-
moles, berilo, litio, fluorita y rocas granticas.
-En esta misma regin, los habitantes dividen a veces su tiempo en-
tre la actividad minera y una muy rudimentaria vida pastoril, consagra-
da especialmente al cuidado de rebaos caprinos y ov;nos, aunque no
falten los vacunos, estos ltimos sobre todo en relacin con las posibili-
dades de comercializacin con Chile. Lo distintivo es la ocupacin muy
rala, en focos dispersos, de esta extensa zona montaosa. Si ajustramos
los trminos, adems, se presentaran matices. formas variadas, que no
se corresponden exactamente con las europeas. E n el Sur, por ejemplo,
hay una trashumancia caracterstica, con largos desplazamientos estiva-
les hacia los pastos veraniegos (veranadas), en los que participan todos los
pobladores (6). Pero no faltan los movimientos de tipo vertical y corro
trayecto, correspondientes a una bien definida vida pastoril de mon-
taa (7).
-Queda por considerar, dentro del alcance de este artculo, el hecho
urbano, particularmente el resaltante caso de Buenos Aires. La Repbli-
ca Argentina posee varias ciudades en pleno proceso de crecimiento, q;ie
constituyen aglomeraciones considerables : Rosario y Crdoba, con mas
de 600.000 habitantes cada una, Tucumn, Mendoza, etc. Sin perjuicio
de establecer el rea de influencia de los distintos ncleos urbanos, como
centro1 de una organizacin regional, es evidente que integran ese orde-
namiento, participan consustancialmente en esa actividad y son. en mayor
o menor grado, la resultante de ella. E n el panorama nacional. en cam-
bio, el caso de Buenos Aires es diferente. Crece por s misma ms de lo
previsible y deseable, y h a concludo por convertirse en el centro de un
desequilibrio regional que representa uno de los ms serios problemas
que debe superar la Argentina de hoy. La gravitacin de Buenos Aires
en todos los rdenes, se ha agudizado en el presente siglo, hasta conver-
tirse en perjudicial. Sin entrar en el anlisis menudo, basta sealar el
grado de concentracin demogrfica e industrial que ha llegado a asumir.
N o se trata ya -hay que aclararlo- de lo que con criterio estrictamente
administrativo es la Capital Federal, sino del conjunto que, completado
por los partidos de la provincia de Buenos Aires que se le agregan hasta
formar una sola aglomeracin, es denominado el Gran Buenos Aires. E s
tas zonas aledaas han registrado el mayor porcentaje de crecimiento
demogrfico entre el cuarto y quinto censo nacional de la Argentina
(1947 y 1960). El Gran Buenos Aires, suma, pues, de la Capital Federal
y dieciocho circunscripciones administrativas, en 1960 tena 6.762.629
habitantes. Los p ~ r t i d o s bonaerenses crecieron en un 118 % (8). E n los
3.646 km2 de este Gran Buenos Aires vive el 33,7 % de toda la
argentina. La concentracin industrial es igualmente significativa: el
Gran Buenos Aires posee el 42,s % de todos los establecimientos indus-
triales del pas, el 47.7 % del perscnal, y el 62,8 % de las sumas inverti-
das en actividades industriales, si nos atenemos al censo de este tipo
realizado en 1954.

(6) D < u s , F. A., Trnslicirnaricin d c n i o n / n ~ i en Nrctr,iic'n, cn ((Anales dc la Socirdnd Argcn-


lirin de Estiidio? Ccngr5fico.>),1 . VIII. segiiiitln <.nlrrga ii3iiriioi Aii.(:s, ~111.Coiii, 1048); 1). 383-4LG.
.(7) ARRCHAGA, R. S . m , La liida pnsforil (le In S'it~ra tl(-1 C j n , . en icAnnles do1 Inslit~ilo
I<liiiro Nnrinii;il, t . 11 (Riienos Aires, ed. Minislrrio dc .Asiiiilos TCcnicos, 1049); p. 29-&4.
- (9 <;~r<;snno,R . , :La moiiic!e tlZrnogrnplii~~iicnrgeiitini: : Lr r<:rcfisr,mrnt dic S O seplerqbtp
1960, en <(Le$Cahiers d'Oiitre Mer., t. XIV, nim. 57 (.Bui.deos, ed. Instilut (le GEogiaphie de
' .
l a FacltC des Lettrs, 106t); pp. 85-97.
Las reqiones geogrhficas de la Repblica Argentina

CONCLUSIONES

Queda mucho por decir. Hay gran cantidad de otros factores no des-
preciables en la elaboracin de un ms minucioso cuadro regional de la
Repblica Argentina. Hay sectores de relativamente escasa extensin
que presentan caractersticas bien definidas, como es el caso notorio dei
Alto Valle del Ro Negro, afamado desde hace tiempo por sus vias y sus
frutales, desarrollados en un ambiente con rasgos propios. Igualmente,
otra regin con netos perfiles de diferenciacin, de vida humana encua-
drada en un ambiente natural muy especial, es el Delta del Paran. Y en
este orden de reconocimiento de zonas singulares lo mismo puede decirse
de algunos oasis insertos en regiones mayores, como sucede con varios
ros de la Patagonia, que han permitido un asentamiento humano con
signos peculiares.
Pero ahora tratamos simplemente de fijar los grandes conjuntos regio-
nales. Con un menor radio de accin y otro sentido unificador, cabra
detenerse tambin en focos menores de distintas actividades : viticultura
en Cafayate y Chilecito, cultivos ctricos de Taf Viejo o Simoca, petrleo
de Orn, etc. Desde otro punto de vista, adems, existen relaciones nece.
sarias v obvias entre todas las regiones que puedan sealarse y aun sim-
biosis evidentes, como sucede con la industria azucarera de Tucumn,
que utiliza en sus ingenios la lea de las zonas vecinas. Es del caso repe-
tir aqu lo que dice acertadamente Le Lannou: ((La realidad es el grupo
unido por el ejercicio de algunas actividades asociadas, en un complejo
F-88 Mariano Zamomno

provisto de una estructura personal y de un dinamismo propio, que ani-


ma una vida regional diferente de la vida regional del grupo vecino, aun-
que ligada a ella por muchos lazos de solidaridad)) (9).
Nuestro propsito, al intentar esta clasificacin, es justamente partir
de la realidad de esos ((grupos unidos)) en la asociada actividad de explo-
tar la tierra para su subsistencia y bienestar. Este es un punto de vista
esencialmente geogrfico, aglutinante de lo humano y de lo fsico, pero
con la mira, con la gua, del elemento organizador. El hombre, aun en
pases con las caractersticas de la Repblica Argentina, extensos y de
poca densidad de poblacin, no deja de traducir su accin en el moldea-
miento del marco natural que sirve de base a sus organizaciones. Los gru-
pos humanos se han entrometido en ellos, cada vez menos tmidamente,
y han provocado no pocas transformaciones. No han permanecido prisio-
neros de esos cuadros. En vastas superficies, la impronta es hoy de origen
humano y all donde su accin no ofrece asientos permanentes, ha tejido,
sin embargo, las mallas de la circulacibn, que anudan las distintas regio-
nes. No se trata de subestimar !as condiciones naturales. Son un punto
de apoyo indispensable, un sustrato ineludible de toda organizacin
geogrfica (10) y un componente que debe se1 atendido cuidadosamente
en las conexiones de los distintos factores que integran el ordenamiento
de un territorio. Tampoco es cuestin, por supuesto, de detenerse slo en
el paisaje, ya que ste no puede explicarse sin recurrir a hechos de estruc-
tura profunda, invisibles muchas veces, sino que, como dice Juillard ((es
evidente que la investigacin regional se coloca ms cerca de la realidad
humana cuando se funda en cuadros de actividades ms bien que en una
cierta constancia en la fisonoma)) (1 1). Dentro de una heterogeneidad de
factores, cuya coherencia interna y delimitacin espacial no puede ser
perfecta, hay que buscar el o los elementos directrices de la integracin.
Esas lneas conductoras las pone el hombre con su modo de apropiacin
del suelo y a ello hemos atendido: ((...la geografa est fundada en una
disposicin para considerar las cosas en funcin de la tierra, tiene un ca-
rcter de sntesis y hace entrar elementos variados en sus cuadros. Los
grupos humanos juegan en ella un gran papel, un papel creador)) (12).
Para delimitar, pues, con cierta aproximacin estos grandes conjuntos
~egionales,atendiendo a las especiales modalidades del territorio argenti-
-
(O) LE L A ~ N O ULo, GEographie h a m a i n c , Pars, Flanima ion, 1949; p 162.
(10) CHOLLEY,A., La Gdographie (Giaidc d e l'tiadiant), Pars, ed. Presses Uniie sitaires de
France, 1951; p. 48-49.
(11) JUILLARD, E . , La rdgion : cssai d c ddfinition, ~Annales de Gographiea, LXXI, ntme-
ro 387 (Pars, ed. Societ6 de Gographie, 1962); p. 496.
(12) EORRE, M . , Rcncontres d c la Gdographie et d e la Sociologirs, Pars, ed Ri*ihre, 1967;
p. 61.
Las regiones gecgrficas de la Repblica Argentina F-89

no, es necesario tener en cuenta sus caractersticas internas, que les con-
fieren un grado apreciable d personalidad (firmeza de asentamiento, g-
neros de vida, condiciones naturales, sistemas y tipos de cultivos, estruc-
tura social agraria, habitat, etc.). Es factible sealar subdivisiones me-
iiorts, as como fijar tambin organizaciones que desborden las fronte-
ras polticas. Como resultante de esta accin humana en la conquista
paulatina del suelo argentino, podran establecerse las siguientes regiones
geogrficas, que hemos representado en la figura 3 :

1.Regin de ganadera seleccionada y de cultivos de granos.


11.Regin de cultivos industriales tropicales y subtropicales.
111.Regin algodonera y de explotacin forestal.
IV. Regin azucarera.
V. Regin vitivincola.
VI. Regin de explotacin minera y de vida pastoril.
VII. Regin de ncleos econmicos fragmentados.
VIII.Regin de ganadera menor extensiva.
IX. Regin de explotacin del petrleo.
X. Regin de concentracin dem'ogrfica e industrial.

Seminario de Geografa de
la Universidad de Murcia.
Publicacin D. 3.
1.1 valle del ro Atuel, en la
I'iccoidillcra rle M<~iidoza.

Ida sierra de Arhala (Cbrd*


ha), constitii(1a por iin blo-
~ I I C ele\ado rle maleriales

:~~iIigiir~s.
Tr:cnsporte de la rna de
;rziicar en el ingenio Sanla
1.11ca (Tiiciiii>bn).

Lole d e ganado bovino d e


la r a 7 n eAberdeen Angusn
en la (,stnncia Snnlo Domin-
g o (Ro CebnIIos, (:6I'doba).

Un lpico rancho en Snn-


tiago rlrl Eslpro.

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