Bendición de Dragón
Bendición de Dragón
Bendición de Dragón
AMOR DE DRAGN
Cuando los dragones se aman se desatan los maremotos, los volcanes lanzan un fuego
endemoniado y los huracanes largan una furia que hace pensar que ha llegado el fin del
mundo. Por eso a veces, para amarse sin molestar a nadie, vuelan hasta el cielo ms alto,
donde las estrellas casi estn al alcance de la mano.
Y los dragones creen que el mundo queda en calma. pero se equivocan. Entonces caen
rayos y centellas, el cielo parece desplomarse con truenos aterradores, las estrellas
fugaces y los cometas de largas colas luminosas corren de un lado para el otro
sembrando el pavor, y los tornados enfurecidos se tragan medio mundo.
O la luna o el sol parecen borrarse lentamente en el cielo y todos dicen que hay un
eclipse, dando minuciosas explicaciones de cmo la tierra se coloca entre el sol y la luna
o la luna delante del sol y etctera etctera.
Vanas explicaciones. Las dicen los que nunca miran bien. Si mirasen bien veran
claramente la figura de dos dragones que se aman y que van tapando la luz de los astros
segn se acerquen o se alejen.
Cada vez que alguien piense que est llegando el fin del mundo slo tiene que abrir los
ojos de mirar bien. Los ojos grandes de mirar lejos. Y no creer en tonteras. Pero eso no es
nada fcil.
Silvia schujer
"Va a ser un da de sol", se dijo. Porque a travs de la ventana vio que el cielo estaba
celeste.
Pensando en el sol, el seor Poquito Prez se peg una ducha fresca y se visti
con ropa liviana: un pantaloncito corto, una remera de hilo y una gorra con visera.
Tambin prepar los anteojos negros, pero no se los puso hasta la hora de salir.
As que, para no morirse de fro en la calle (a veces, aunque haya sol hace fro),
adems de lo que ya se haba puesto, se calz un buzo, un pauelo de garganta,
guantes y un par de medias de lana.
Antes de salir a la calle, el seor Poquito Prez volvi a mirar por la ventana y el
celeste del cielo se haba vuelto gris. No slo no haba una hilacha de sol, sino que
las nubes, gordsimas, parecan a punto de explotar.
Y para no mojarse, encima de lo que ya tena, se puso una campera con capucha.
Sobre la campera, un piloto y sobre los zapatos -para no arruinarlos-, un par de
botasdegoma.
Eso fue muy fuerte para el lobo. Nunca lo haban comparado con
un conejo.
Te parece?
Los comentarios de Caperucita siguieron.
Caperucita segua.
Lloraba.
Cuando abuela dice Hace mucho tiempo, ese mucho tiempo se va lejos, a
caminos de piedra y carruajes con cortinitas y princesas y gatos.
Cuando dice Yo recuerdo, abuela regresa a una playa, se sienta en la punta del
muelle y juega a descubrir veleros de la mano de su padre.
Otras veces dice Yo creo..., y se le agrandan los ojos, pues vuelve a ver los trenes
que a los seis aos le parecan enormes, aunque vinieran al pueblo de vez en
cuando, pintados de azul y lentos. Porque en un tren vino el abuelo al pueblo.
Cuando dice Yo siento, abuela sabe lo que va a ocurrir. Por ejemplo: va a llegar
el cartero Fogn con una postal de la ta Elena que vive al otro lado del mundo,
cerca de los desiertos. O va a caer una lluvia ms tarde, una lluvia con nombre de
seor porque ella la llama don Aguacero. Esa lluvia se cuela por los huequitos del
techo y para recibirla abuela llena el piso de cacharros.
Cuando abuela dice Yo s, las palabras levantan desde sus pies un monumento,
o juntan pginas que andaban sueltas por ah, de cosas importantes o poticas, o
cosas claras que lo explican todo. Y se queda seria, y se le achican los ojos porque
est mirando con sus mil aos, o cien, o sesenta.
Ni las mejores maestras ni los doctores ni los cosmonautas saben las cosas que
una abuela sabe.
Las lluvias de estrellas s, eso s es posible, pero ella no las ve porque se queda
dormida.
Le decimos, a su silencio pesado, que ella fue una muchacha hace lunas y lunas.
Que se enamor del abuelo y aprendi a escribir para hacerle una carta. Puso la
hoja blanca sobre su corazn y as el abuelo supo cunto lo amaba.
Le decimos que debera dejar el silencio ah, junto al columpio, confundido y solo,
con su olor a noche.
Le decimos que el cartero Fogn acaba de llamar, que ha trado una carta para ella.
Una carta del Rey de los trenes lentos, desde una lejana intergalctica.
Y casi sin que nos demos cuenta nosotros, los nietos despistados, abuela volver a
sonrer.