La Cábala y La Travesía Del Mal
La Cábala y La Travesía Del Mal
La Cábala y La Travesía Del Mal
3 outubro, 2008
En el Talmud est escrito que El hijo de David slo vendr en una poca
completamente culpable o absolutamente inocente (Sanhedrn, 38). Tendremos
entonces una oportunidad? La conviccin talmdica nos coloca frente a la
dialctica de culpabilidad y redencin, de catstrofe y esperanza; nos incita a una
lectura diferente del mal, nos exige que pensemos de un modo desacostumbrado,
y hasta quizs hertico. Se trata de reconocer en el mal, en su misteriosa
presencia histrica, el signo contradictorio de la salvacin. Suena a paradoja, a sin
sentido pero, por all, sospecho, tenemos que internarnos, porque tal vez sea
cierto aquello de que somos una poca fustica decidida a encontrar a Dios o al
Diablo antes de irnos, y la esencia ineluctable de lo autntico es nuestra nica
llave para abrir la cerradura.1
Pero tambin es posible, y as lo atestigua una venerable y ms que milenaria
tradicin, que, en el fondo, el mal y el bien se confunden. Podemos leer en Isaas
45:7: Yo que formo la luz y creo las tinieblas, doy salvacin y creo perdicin, Yo
Yahv, soy quien hace todo esto; ...suceder se pregunta el autor de Ams 3:6
alguna desgracia en una ciudad sin que Yahv la haya causado?. El texto
bblico nos confronta con aquello parece ilgico, nos obliga a interrogar el fondo de
las cosas y nos lanza hacia una inquietud fundamental: en Dios conviven el bien y
el mal y es intil buscar fuera de l lo que le pertenece. 2 En la creacin divina se
encierra el misterio de la iniquidad, entre sus pliegues labernticos se esconde la
clave de la maldicin que pende sobre la errancia histrica del hombre. Acaso
Walter Benjamin no estaba hacindose eco de esta tradicin cuando asimilaba
cultura y barbarie?
El Talmud relata3 que, luego de una prolongada discusin que se extendi a lo
largo de dos aos y medio, saturada de divergencias y polmicas y donde se
tensaron al extremo las posiciones, los sabios llegaron a esta conclusin: Sera
mejor para el hombre no haber sido creado; pero ya que lo ha sido, que examine
sus acciones. El mal est en la creacin no como un agente extrao y que se ha
enquistado en ella; forma parte de su esencia ms ntima. Cuenta la tradicin que
los sabios de la poca de Ezra imploraron que el poder de todo el itzar har, la
inclinacin del hombre hacia el mal, fuera eliminado para siempre; y Dios atendi a
este reclamo pero a travs de un profeta advirti: Cuidaos porque si destrus esto,
el mundo entero ser destrozado. La sentencia confundi a los sabios, que no
alcanzaron a comprender su verdadero sentido, pero, y para no hacer algo
irreparable, decidieron que el itzar har fuera impotente slo por tres das. No
hizo falta esperar demasiado pues ya en el primer da, relata el Talmud, recibieron
una leccin: se necesitaba un huevo fresco para curar a una persona enferma y en
toda la tierra de Israel no pudo hallarse ni uno solo, pues al eliminar la inclinacin
al mal ces toda la pasin y el impulso de cohabitar y procrear, de modo que hasta
las gallinas dejaron de poner huevos. Entonces los sabios liberaron de nuevo el
itzar har.
Extraa y sorprendente responsabilidad la del mal: hacer posible la continuidad de
la vida que se ve amenazada all donde ste desaparece. Sin el mal no hay vida y
tampoco salvacin. Una idea compleja, atrevida, revestida de heterodoxia y que
pone de manifiesto la esterilidad del bien, su sequedad constitutiva. Miremos de
frente el perverso destino, escriba Schiller. No en la ignorancia de los peligros que
nos acechan... sino slo en el conocimiento de ellos nos es posible la salvacin.
Un descubrimiento sorprendente e incitante que nos obliga a releer la historia, a
internarnos en zonas prohibidas. Me detengo en esta idea cargada de
significaciones: la esterilidad del bien tiene como corolario la fecundidad del
mal, o, mejor an, el mal preado al bien, motorizando la vida, despertando la
pasin. Podemos imaginarlo? Adn y Eva naciendo a la tragedia fulgurante de la
conciencia all donde el mal les insufl la pasin de la transgresin, all donde
inflam el deseo del cuerpo y del conocimiento. La historia naciendo de un acto
maldito; el pecado como postulacin de la inteligencia. El autodescubrimiento, la
ingenuidad insoportable del Paraso, la entrada dolorosa en el tiempo y en la
muerte, la deriva por una tierra yerma que slo el deseo del hombre lograr
transformar. Un nacimiento amparado por el ngel cado.
Verdaderamente cado del favor divino o, quiz, fiel cumplidor de sus oscuros
designios? Israel habla a Dios: cundo nos redimirs? l responde: cuando os
hayis hasta el ms bajo nivel, en ese momento os redimir (Midrash Tehillin al
Salmo 45:3). Adn y Eva inician el serpenteante camino hacia la redencin en el
momento de la catstrofe ednica; su humanizacin nace de las ruinas de la
felicidad, es el resultado de una prdida irreparable. Pero en esa inicial
desventura, en ese momento de prueba y soledad, enfrentados a la alquimia de
muerte y deseo, la pareja primordial construye la historia, va tejiendo lentamente
los hilos de la memoria y es capaz de articular su desgracia con el fulgor lejano de
la esperanza. Heinrich von Kleist, escribiendo en 1810, formul la figura del
regreso al paraso concebido como un camino circular y hacindose eco de una
antigua tradicin:
Hemos comido del rbol del conocimiento. Ahora el paraso est cerrado con
llave, y el ngel se alza tras de nosotros. Debemos viajar alrededor del mundo y
ver si por ventura est abierto de nuevo en algn lugar del lado de all...
Entonces, tendremos que comer de nuevo del rbol del conocimiento, a fin de caer
de nuevo en el estado de inocencia? Sin duda, contest. se es el ltimo
captulo de la historia del mundo.4
Entre la multitud de sectas gnsticas que poblaron la Alejandra de los siglos I y II
haba una que tena como smbolo mximo a la serpiente. Los ofitas, 5 tal era su
nombre, vean a la serpiente como la liberadora del hombre, como la gran
iniciadora capaz de abrir el espritu humano a la verdadera sabidura. Observando
el cielo en las noches alejandrinas, noches de una transparencia colmada de
estrellas, los ofitas reconocieron en la constelacin de la serpiente la escalera que
conducira al iniciado hacia el Pleroma, sacndolo de un mundo inferior creado por
un demiurgo intil.
La serpiente, enseaban los gnsticos, sedujo a la pareja primordial
proporcionndole el doble descubrimiento del placer y el conocimiento. Para el
gnosticismo de los ofitas la serpiente constituye una fuerza liberadora, un primer
gesto libertario, la rebelin contra una creacin fallida. El mal no est, pues, en el
ngel cado sino que es el resultado directo de una deidad inferior alucinada, el
infructuoso intento de imitar la verdadera y fulgurante creacin; y la serpiente inicia
a la pareja humana en el saber de esa falla. El mal emerge en tanto saber de esa
falla, y la historia, su escenario en el tiempo, ser el territorio de su imposible
resolucin.6 Los ofitas, viajeros espirituales en aquellas noches alejandrinas,
repudiaron doblemente la Creacin: primero por ser la obra de un plagiario y,
segundo, por haber lanzado al hombre a la desventura de la historia. All est el
mal y toda su extraordinaria fecundidad nacida de esa doble tragedia. Sin
embargo los hombres, pensaban los gnsticos, poseen en lo ms recndito de su
alma un pequeo fragmento de la verdadera luz divina, y siguiendo al tenue
resplandor de esa luz, algunos, los elegidos, podrn alcanzar la sabidura y
quebrar para siempre la maldicin demirgica. El misterio de las genealogas
aparece ante nosotros; siguiendo las huellas semiborradas que nos conducen
hacia los confines de la historia, hacia aquella trama laberntica de los comienzos
del cristianismo, nos encontramos con una de las principales matrices espirituales
y culturales que impregnarn algunas de las tradiciones de Occidente; se trata,
como deca Benjamin, de aprender a pasarle a la historia el cepillo a contrapelo.
Tanto la tradicin juda (como alcanzamos a vislumbrarlo en ciertos pasajes del
Talmud y de los Midrashim) como el gnosticismo (y sera importante aclarar que,
como lo demostr elocuentemente Gershom Scholem, es posible hablar de un
gnosticismo judo que impregn el pensamiento y el lenguaje de la cbala) 7
coinciden en la funcin creadora prometeica, del mal. Con una diferencia que no
debe descuidarse: mientras que para el judasmo el mal cumple una funcin
necesaria en el plan divino, en el gnosticismo, en este caso a travs del culto de la
serpiente, ese mismo principio funciona como un acto liberador y una protesta
contra la materialidad malsana de un mundo inferior; es, concretamente, un gesto
de rebelin contra el Dios del Antiguo Testamento.8 Mientras que el tronco
principal del judasmo rabnico desactiva el mal incorporndolo al misterio de Dios,
el gnosticismo construye a partir de la tentacin demonaca la ruta hacia la verdad.
La historia de las ideas, y especialmente la de aquellas ideas repetidamente
obturadas por los discursos hegemnicos, sigue caminos intrincados, confusos y
labernticos. pocas de esplendores que pasan vertiginosamente al olvido
absoluto; renacimientos extraos que vuelven a sintonizar una onda extraviada en
tiempos pretritos. Con el gnosticismo ocurre algo que no deja de llamar la
atencin: ferozmente reprimido y silenciado por los padres de la Iglesia (y tambin
por los maestros del Talmud), sus obras reducidas a cenizas, los nombres de sus
principales sabios demonizados y mil veces repudiados, vemos, sin embargo,
cmo siempre se las ingenia para reaparecer en otra escena histrica y bajo un
nuevo perfil que no hace ms que actualizar la prfida doctrina.
Podemos seguirle la pista, aunque no sin dificultad y confundiendo muchas veces
el camino, desde los albores en aquella fabulosa Alejandra saturada de espritus
msticos y de sutiles discusiones teolgicas, en un tiempo donde la amalgama de
Imperio Romano y cristianismo todava no se haba realizado permitiendo la
proliferacin de opiniones y creencias, pasando sorprendidos por la Persia
zorostrica y la devastadora influencia del dualismo ideado por la frtil imaginacin
de Man, sin dejar de percibir sus profundas huellas en los continuos debates del
judasmo palestinense (la gran mstica de la Merkab lleva las marcas indudables
del gnosticismo judo). Luego se produce un vasto enmudecimiento que se
extiende, al menos en el Occidente cristiano, por casi medio milenio. La palabra
imperial de la Iglesia acalla todas las otras voces, su gran capacidad de absorcin
y liquidacin termina por reducir a polvo la multitud de sectas judo-cristianas,
cristianas, neocristianas que pulularon en los primeros siglos, y el gnosticismo fue
convertido en el mal absoluto; la esencia destilada y potenciada del pecado se
encerraba en sus doctrinas herticas y en sus prcticas escandalosas
minuciosamente descritas por San Irineo. Son los malditos, los corruptos, aquellos
que cultivan prcticas contra natura, los herejes impenitentes que reaparecern un
u otra vez a lo largo de la Edad Media.
Ya Agustn, en sus piadosas Confesiones, intent el catlogo de sus lujurias
juveniles asocindolas con su inicial maniquesmo. Y, sin embargo, vemos cmo
en las llanuras blgaras, tierras surcadas por todos los pueblos venidos de ms
all de la historia, trnsito entre Oriente y Occidente, campo de batalla de brbaros
y romanos, de cristianos y musulmanes, camino de cruzados y de msticos
alucinados por la llegada del Fin de los Tiempos, en esa tierra antigua y saqueada
sin descanso, el espritu gnstico, la doctrina de Man, resurge poderoso y
amenazante a travs del movimiento popular de los bogomilos, que pregonaban
aquello mismo que estaba en los orgenes de las gnosis: el rechazo a todo
compromiso con un mundo maldito, la certeza de una creacin fallida nacida de la
inoperancia de un demiurgo frustrado. Una rebelin, tambin, contra los
detentores y usurpadores de la doctrina cristiana y contra los dueos de la riqueza
(en los bogomilos encontramos el germen de las rebeliones milenaristas que
sacudirn violentamente a Europa hasta el siglo XVII). Los bogomilos, habitantes
de esas llanuras cruzadas por la historia, se harn cargo de los viejos ritos
igualitarios y de las arcaicas ideas maniqueas; una rebelin de los desposedos
que a lo largo del siglo X signific la reaparicin en la superficie de la cultura de
Occidente de un discurso perturbador, extremo e irreducible. Y nuevamente el
silencio, la feroz represin nacida del miedo de los poderosos, el aparente olvido;
dos siglos sin escuchar las voces que reclaman como propia la herencia de
Baslides, de Carpcrates y de Man.
En otra geografa distante, del otro lado de Europa, en los pequeos valles
montaosos de la Occitania francesa vemos cmo una nueva secta intransigente y
revulsiva, los ctaros, retoman las enseanzas bogomilas, es decir, el antiguo
fulgor de la gnosis, las olvidadas prcticas antinomistas y la rebelin generalizada
contra los poderes establecidos, en la tierra y en los cielos. Tneles subterrneos
que atraviesan el tiempo y la geografa, el zigzagueo de una historia que le escapa
a cualquier determinismo (no deja de maravillarme ese itinerario oscuro, al que
casi no podemos seguir; imagino viajeros que transportan mercancas e ideas por
los caminos que unen a Oriente y Occidente; intuyo voces apagadas y secretas
que en desvencijadas posadas narran las antiguas doctrinas; voces de una
memoria persistente que la violencia de los poderosos no logra acallar para
siempre; descubro fascinado, cmo un hilo delgado va tejiendo la trama de la
historia).
Podemos sorprendernos al comprobar la estrecha relacin, la fluidez del
intercambio, que nacer en esa encrucijada pirenaica entre catarismo, gnosticismo
revitalizado y cbala judeo-espaola?9 Dispersin de saberes que, por los azares
de la historia, se encuentran en un punto y redefinen el sentido de la cultura. Otro
modo de interrogar la creacin, otra actitud frente a Dios. Hago especial hincapi
en la tradicin gnstica porque creo que en ella se expresa una de las fuentes
ejemplares que nos permiten pensar la cuestin del mal, y porque en el espesor
de sus doctrinas descubro la irradiacin de ideas esenciales que reaparecern una
y otra vez en Occidente. En esa experiencia indita, fantasmal, vemos cmo
ciertos espritus conjeturaron que no hay posibilidad de alcanzar la pureza sino en
la travesa del abismo. Se trata del mal, de su exuberante fecundidad, de su
funcin inicitica y liberadora. Es tema de herejes y heterodoxos, de discursos
marginales, de pensadores destemplados que ven lo que los dems hombres no
pueden o no quieren mirar. La positividad del mal como impulso a la devastacin
de una existencia equivocada, como un gesto de rechazo. El mal cay sobre el
mundo escribe Gershom Scholem no porque la cada de Adn actualiz su
presencia potencial, sino porque as fue ordenado, porque el mal tiene una
realidad propia. sta tambin era la doctrina del gnosticismo: el mal es por su
propia naturaleza independiente del hombre; est entrelazado en la textura del
mundo o, antes, en la existencia de Dios.10 El hombre, sostienen los gnsticos,
encuentra el ser en la efectividad creadora del mal; es en su radical intensidad,
casi en su extenuacin demirgica, que el iniciado puede encontrar el sendero de
la verdad (sta es la matiz de todas las formas posteriores de antinomismo
religioso, mesinico o poltico; la fecundidad de esta idea gnstica fertiliz
secretamente algunas de las prcticas ms revulsivas y ms significativas en lo
intelectual y en lo social de Occidente).
En el judasmo bblico, el mal, como deca Scholem, est entrelazado en la
textura del mundo, en la escritura de Dios hay un lugar destacado para l; pero, y
discrepando con la interpretacin gnstica, el judasmo ve en el mal no una
posibilidad de fuga de este mundo maldito, la manifestacin evidente de una
creacin degradada, sino la pluralidad de Dios, su extraordinaria e insondable
complejidad. A travs del mal, Dios acompaa al hombre en la oscuridad de la
vida para hacer posible la plenitud de la luz; aunque tambin constituye una seal
ante la vanidad de la vida, emerge como una seal que le muestra al hombre sus
propios lmites: Sabe de dnde vienes leemos en la Mishn -: de una gota que
se pudre; y hacia dnde ests yendo: hacia un lugar de polvo y gusanos (Avot
III:1). El pensamiento gnstico, salvando las distancias, tambin se hara cargo de
este pesimismo radical, pero a diferencia de la lectura rabnica, encontrara su
razn de ser no en el hombre, y en su insignificante pequeez pecaminosa, sino
en la misma creacin. All est la falla, el verdadero sin sentido, la presencia
ostensible del mal. Quiz por eso, para el gnosticismo, el estallido del mundo, la
certeza de su catstrofe, constituye una espera y un cumplimiento. En la
catstrofe est la seal, porque ella estuvo en el comienzo y nos espera cuando
concluya nuestro recorrido.
En el Zohar, el libro escrito por Moiss de Len en la Espaa del siglo XIII y muy
lejos de las influencias gnsticas y neoplatnicas, leo no sin admiracin la
profunda interpretacin que el cabalista realiza del mal: Las palabras de la Torah
residen slo ah, ya que no existe luz sino en la medida en que sta emerge de la
oscuridad. Cuando esa (otra) Parte es denominada, el Santo, Bendito Sea, se
eleva y es glorificado. Y no existe la adoracin divina sino en medio de la
oscuridad, ni el bien sino dentro del mal. Cuando una persona se interna en el
camino del mal y renuncia a l, entonces el Santo, Bendito Sea, se eleva en Su
gloria. Por lo tanto, la perfeccin de todo es la unin del bien y del mal y
posteriormente ascender al bien (...). sta es la adoracin completa (1909:II-
184). Intil insistir en la evidente matriz gnstica, una matriz que el judasmo
rabnico hizo lo imposible por extirpar pero que atravesando siglos y geografas
vuelve a la luz del da para influir decisivamente en la compleja entrada del pueblo
de Moiss en la modernidad.11
El autor del Zohar navega ente las aguas de dos tradiciones enfrentadas, intenta
fusionar aquello que el tiempo y la ortodoxia separ; su respuesta no conlleva la
radicalidad destructiva del gnosticismo pero tampoco se desentiende (como s lo
haba hecho Maimnides)12 de la presencia ejemplar del mal. El cabalista se hace
cargo de una antigua tradicin que el judasmo rabnico haba preferido desactivar,
alejndola lo ms posible de su corpus doctrinario. Toda creacin seala
Scholem era originalmente de naturaleza espiritual y, si no fuese por la
intervencin del mal, nada habra asumido forma material. 13 ste es el punto: el
mal como creacin pero tambin como destruccin de la naturaleza espiritual; un
conflicto arraigado en la misma fecundacin de la vida. Schelling realizar una
lectura, que va la influencia de la mstica de Jacob Boehme le permiti escudriar
lo los saberes gnsticos y cabalsticos, alo ms alambicada pero que denota ese
influjo. Schelling escribe M. H. Abrams desarroll el concepto del mal como
esencialmente divisin y conflicto, tanto dentro del hombre como entre el hombre y
la naturaleza, y valor la divisin inicial del hombre como una cada afortunada
que lo puso en movimiento en lo que l consideraba ahora como un curso espiral
hacia el mayor bien de una unidad merecida, que es un sntesis donde todas las
divisiones quedan aufghoben.14 Ya antes Milton haba poetizado aquello mismo
que preocup a Moiss de Len:
Estoy todo dudoso
De si he de arrepentirme ahora del pecado
Que hice y ocasion, o he de alegrarme
Ms mucho, que bien mucho mayor de aqu vendr,
Mas gloria para Dios, ms buena voluntad
De Dios hacia los hombres,
Y habr la gracia de exceder la ira.15
En la cbala espaola este conflicto no sali del estrecho crculo de estudiosos;
era materia de interminables discusiones eruditas, de lecturas oblicuas y msticas,
pero amparadas en las oscuras habitaciones de las juderas en las que los sabios
elaboraban complejas estrategias de interpretacin que resultaban ilegibles para el
pueblo comn. Un tema para iniciados; el silencioso desciframiento de la escritura
de Dios y la inesperada confrontacin con la presencia de las tinieblas que,
paradjicamente, hicieron posible que la luz se derramara sobre el mundo. La
catstrofe del la expulsin, el fatdico ao de 1492, dispers el secreto de los
sabios cabalistas y abri las compuertas para el encuentro explosivo con una
renovada esperanza mesinica.
Pese que desde sus orgenes el mesianismo judo se entrelaz con una teora de
la catstrofe, en los siglos que siguieron a la destruccin del Templo de Jerusaln,
la poca de la dispora, esa peculiar combinacin de esperanza redencional y
destruccin csmica fue confinada a los textos de estudio y prcticamente
desapareci del gran compendio talmdico. La trgica experiencia de la expulsin
de Espaa, el fin traumtico de Sefarad, la fatal vivencia de un segundo exilio,
gener las condiciones para una alquimia de mesianismo y catstrofe y liber a la
cbala de su confinamiento entre eruditos para desplazarse hacia los sueos
quilisticos del pueblo. En el interior de esta indita circunstancia histrica el
problema del mal cobr una significacin central.
La atroz experiencia del exilio se convirti en un signo cargado de profundas
connotaciones mesinicas que ya no involucraba slo a los estudiosos sino que,
ahora, se extenda al conjunto del pueblo judo. La catstrofe emergi como una
seal como una prueba que era necesario atravesar para alcanzar el reino
mesinico. Nuevamente la experiencia histrica se reuna, en una extraa
alquimia, con los antiguos textos apocalpticos. El camino, el verdadero camino
de la Creacin del Reino sostena Martn Buber en 1928 hacindose eco de la
tradicin mesinica no se recorre sobre la superficie del xito sino en el abismo
del fracaso.16 En medio del naufragio, cuando la tempestad arrecia, el dbil hilo
de la esperanza adquiere una trascendencia formidable; cualquier signo que
pueda ser interpretado a la luz de la venida del Mesas, cualquier crujido que abra
fisuras en la corteza de la historia constituye un gigantesco catalizador de la
voluntad. El abismo, la errancia, la dispersin, la ostensible presencia del mal en la
vida de los hombres no se convirtieron, como era esperable, en una parlisis
generalizada, en una triste espera de la catstrofe final e irreversible. Marcel
Proust, escribiendo en la otra encrucijada histrica, patentiz con palabras
conmovedoras aquello que estaba en el espritu de los cabalistas del siglo XVI: A
veces en el momento en que todo parece perdido tiene lugar la premonicin que
es capaz de salvarnos.17 La dialctica de catstrofe y redencin constituy en el
interior de la experiencia juda, el verdadero motor de la continua renovacin;
despus de los momentos ms traumticos de su historia, cuando penda sobre el
pueblo la amenaza de la destruccin, fuerzas invisibles, nacidas de antiguas
tradiciones, volvieron a salir a la luz para entrelazarse con las nuevas visiones.
El hombre, piensan los cabalistas, tiene que consumar el pecado en la doble
acepcin de la palabra, consumar: hacerse cargo de que l lo ha cometido y, a
partir de all, agotarlo en su significacin, consumirlo, es decir, negarlo all
donde ha sido realizado. Esta concepcin har nacer el tumultuoso mundo de las
tradiciones antinomistas, marcar con nuevos signos al mesianismo y colocar, en
el centro de la experiencia juda, la idea revolucionaria y revulsiva de la redencin
a travs del mal. Pero antes de internarme en este arduo problema quisiera
detenerme en su punto de partida, esto es, la visin cabalstica del pecado.
Cuando Adn cay en el pecado afirma Scholem siguiendo las fuentes msticas
-, arrastr al mundo en su cada y lo arranc del lugar que ocupaba. Por ello el
mundo se mezcl con el reino de las quelipot, que originalmente se encontraban
debajo de ste. As surgi el mundo material en el que vivimos y la existencia del
hombre como un ser en parte espiritual y en parte material. Y siempre que caemos
en el pecado provocamos la repeticin de ese proceso, de la confusin de lo
sagrado con lo impuro, del a cada de la Shejin y su exilio.18 El pecado del
hombre involucra a la Shejin y la arrastra en su cada, la lleva con l al exilio.
Esta idea que se hace presente sobre todo en Isaac Luria, el cabalista de Safed,
supone la sorprendente percepcin de que Dios mismo est exilado en el mundo,
que partes de su ser se hallan dispersos en la creacin y que comparte la
experiencia diasprica que vive el hombre; por eso, para el Rab Judah Lowe de
Praga el exilio y la redencin forman parte de un sistema de ley csmica que
relaciona la cada del hombre con el autoexilio de Dios en su propia obra. La
cbala de Luria, nacida despus del edicto de expulsin de 1492, implica una
profunda y revolucionaria reelaboracin de la tradicin mesinica. Luria hace el
esfuerzo intelectual, y fundamentalmente mstico, de vincular la experiencia
humana, sino como partes centrales del plan divino. De esta manera, el conjunto
de la creacin forma parte de este doble movimiento de estallido y renovacin. 19
Para el judasmo, y Luria se hace cargo plenamente de este supuesto, el pecado
de Adn compromete a todos los hombres e involucrar al conjunto de la obra de
Dios. El hombre, tal como era antes de su cada nos dice Scholem -, se concibe
como un ser csmico que contiene el mundo dentro de s y cuya posicin es ms
elevada an que la de Metatrn, el primer ngel.20
El Adn bblico se corresponde en el plano antropolgico al Adam Cadmon el
hombre mstico estn ntimamente relacionados entre s; su estructura es la
misma. A partir de esta correspondencia se explica que la cada de Adn
estuviera destina a arrastrar y afectar todo, no slo metafsica sino realmente. La
cbala de Safed da un paso an ms radical y afirma que es el hombre quien le
da el toque final al rostro divino; es l quien completa la entronizacin de /dios, el
Rey e el Creador mstico de todas las cosas, en su reino del cielo; es l quien
perfecciona al creador de todas las cosas!.21 La cada afecta tambin a Dios,
constituye una catstrofe csmica; por lo tanto, el exilio de los hombres en la
historia se corresponde con el exilio de Dios en el mundo, y la reconciliacin-
restauracin, el Tikun en la terminologa cabalstica, tambin involucra a la esfera
celestial.22
***
* Ricardo Forster escritor Filsofo. Professor da Universidade de Buenos
Aires, Argentina publicou W. Benjamin, TH. W. Adorno: el ensayo como filosofia,
1991, pela Editora Nueva Visin; Walter Benjamin y el problema del Mal, 2001,
pela Editora Altamira, e Fico Marrana, 2006, pela Editora da UFMG.
Arquivo Maaravi: Revista Digital de Estudos Judaicos da UFMG - Volume 1, n.
3 outubro, 2008|
Notas
1 MAILER citado por BERMAN, 1988, p. 28.
2 Scholem ha mostrado de qu modo conviven en la cbala tanto la concepcin
neoplatnica de un mal sin realidad objetiva con la otra perspectiva que postula
que los principios del bien y del mal existen juntos en la mente suprema de Dios
(Vase: SCHOLEM, 1994, p. 153-159.
3 Este relato talmdico se encuentra en BUNIM, 1989, p. 17.
4 KLEIST citado por ABRAMS, 1992, p. 217-218.
5 Para la historia de los Ofitas, vase: LACARRIRE, 1982, p. 67-68.
6 Si el mundo es el resultado de una catstrofe o de un accidente, si est
dominado por la ignorancia y regido por las potencias del mal, el gnstico se
siente ajeno a su propia cultura y rechaza todas sus normas e instituciones.
ELIADE, 1978, p. 364.
7 SCHOLEM, 1994, p. 17-42, 114-117; 1993, p. 45-75; IDEL, 1988, p. 1-16, 156-
del Exilio y la Redencin, o incluso como un gran mito del Exilio. Su contenido
refleja los ms profundos sentimientos religiosos de los judos de esa poca. Para
ellos, el Exilio y la Redencin eran, en realidad, dos grandes smbolos msticos
que apuntaban hacia el Ser Divino. Esta nueva doctrina de Dios y del universo
corresponda a la nueva idea moral de humanidad que postulaba: el ideal del
asceta cuyo objetivo es la reforma mesinica, la extincin de la imperfeccin
espiritual que a travs del ticn puede interrumpir el exilio, el exilio histrico de la
Comunidad de Israel y ese exilio interior en el que gime toda la creacin.
Scholem, 1993, p. 234.
23 SCHOLEM, 1993, p. 233.
24 SCHOLEM, 1993, 242.
25 SCHOLEM, 1993, p. 243.
26 ALBIAC, 1987, p. 40-41.