Vida Criolla en El Xvi
Vida Criolla en El Xvi
Vida Criolla en El Xvi
EN EL SIGLO XVI
Primera edicin, 19 $3
LA VIDA CRIOLLA
EN EL SIGLO XVI
EL COLEGIO DE MXICO
Vietas e ilustraciones
de
ELVIRA GASCN
N D I C E
CAP. PG.
I. U n a vieja ciudad y u n m u n d o n u e v o 7
El humanismo en accin, 10; Desde lo alto del caballo, 13;
Decadencia de los mercados, 17; Los alrededores de M-
xico, 20; La ciudad en 1580, 22; La naturaleza y los in-
dios, 27; Las postrimeras del siglo, 28; La crnica de un
poeta satrico, 32; El Mxico de los gambusinos, 39; Un
parntesis: el del paisaje, 4 3 ; La ciudad en el grabado an-
tiguo, 45
II. La vida colonial 49
Duelos, tmulos y responsos, 5 1 ; Culminacin del pero-
do caballeresco, 53; Fiestas eclesisticas, jerarqua y eti-
queta, 56; Significacin y linaje de los caballos, 59; La
voz y el silencio de Mxico, 6 1 ; Movimiento, viajes y
aventuras, 63; La navegacin trasatlntica, 66; Medici-
na, enfermedades y muerte, 70; La cultura colonial, 77;
El universo mgico de los libros, 79 ,
III. H u m a n i s m o vs. codicia, u n a lucha sin victoria . . . 81
Zumrraga, la contradiccin de su tiempo, 84; Un muer-
to para el mundo, 89; El humanismo en los colegios, 92;
De espaldas a la vida, 94
IV. El m u n d o de la luz 96
La caridad universal de Bcrnardino lvarez, 99; El sier-
vo de Dios, Gregorio Lpez, 103; Felipe de Jess, el santo
criollo, 109
V. El m u n d o de las tinieblas 117
Los mrtires de las antiguas religiones, 121; Los judos
en la Nueva Espaa, 122; Crcel, sueos y tormento, 126;
Libertad, nueva prisin y consuelos epistolares, 131; El
auto de fe, 135; El obligado eplogo, 147
VI. El espaol, conquistador y conquistado 150
Razn y sinrazn de una fama, 152; La bsqueda del tiem-
po perdido, 154; La metamorfosis del conquistador, 157;
El plido sol de la gloria, 162; Grandezas y miserias de
la victoria, 164; El "indiano perulero", 166
C321J
322 NDICE
CAP. PAG.
VII. Los Avila, u n a familia de emplazados 170
Un comensal privilegiado, 175; Escrutinio en la casa de
Alonso, 178
V I I I . M a r t n Corts, segundo M a r q u s del Valle de O a -
xaca : . . 182
Un pequeo monarca indiano, 186; El criollo en su salsa,
189; Paraso criollo, fantasmas y guerras de papel, 191
IX. El paraso criollo y la serpiente 198
La lnea de sombra, 204; Una mascarada, principio de la
conjuracin, 208; Espejismo de palabras, 209; Llamarada
de petate, 213
X. La ceniza en la frente 216
El esplendor criollo, 218; Los infantes de Aragn, qu
se hicieron?, 221; Pequea borrachera de tirana, 224; Li-
teratura criolla y otros excesos, 226; "Deshojadas clave-
llinas y anochecidas pavesas", 227; Honras de los criollos
por sus muertos, 230
XI. Tragedia, expiacin y moraleja < 233
Un cordero entre lobos, 234; Preparacin al drama, 239;
El impo reinado del folletn, 240; All fu el crujir de
d i e n t e s . . . , 243; La historia se repite, 245; La serpiente
se muerde la cola, 247
XII. Los criollos en el espejo de su prosa 252
Un paisaje, un herbolario, una nodriza, 257; Retrato del
criollo palaciego, 263; El Palacio, mirador y laboratorio,
267; Mxico, madre de extraos, 270; El infierno buro-
', crtico, 273; El caballero y el nuevo rico, 274; La enco-
mienda, la amada encomienda, 276; El historiador de las
Indias, 279
XIII. La poesa y el h o m b r e colonial 284
El primer poeta mexicano, 287; Un pico sin pica, 291;
La poesa social, 297; El extranjero en su patria, 299; Su-
pervivencia del hombre colonial, 303
REFERENCIAS 307
I: UNA VIEJA CIUDAD Y UN MUNDO NUEVO
EL HUMANISMO EN ACCIN
LA CIUDAD EN 1 5 8 0
Es tierra de confusin,
' es caos do estn las maraas,
es un imperio de vivos
y un Anticristo en palabras.
Por todos los versos de sus coplas asoman caras negras. Ne-
gros con librea, negras vendedoras de frutas y rosquillas, mulatas
con pauelos amarrados a la cabeza que bailaban la chacona y
la charumba, ya matizan de un nuevo color la geografa de Am-
rica. Las mujeres hacan tertulia en la tienda del confitero o,
como en nuestros das, se reunan en sus casas para jugar apasio-
nadamente a las cartas. Naturalmente abundaban los aventure-
ros Oquendo es uno de ellos y los simuladores. Un da
festivo desfila por las calles un gran seor de jubn negro, cami-
sa de encaje, "una esmeralda en el pecho", "espada y daga do-
rada", y a la maana siguiente poda vrsele cruzar la calle
desierta, con un calzn lleno de mugre y
. . . Bien de mi alma,
soy soltero, a nadie sirvo,
Jernimo a m me llaman,
y la hacienda que tengo
toda la cubre mi capa,
y respondiendo dir,
seora, a vuestro demanda,
lo que de la tierra siento,
mi vida y mis esperanzas.
nente servicio que les prestaba los mova a perdonarle sus otros
pecados. Por lo dems, la visin que el criollo tena de las Indias
no era mejor que la de Oquendo. l pint el infierno de Am-
rica y logr escapar aunque ligeramente chamuscado. Los crio-
llos, imposibilitados de fugarse, se consuman en su interior, a
fuego lento.
EL MXICO DE LOS GAMBUSINOS
LA NAVEGACIN TRASATLNTICA
isla, suspira el fraile, pensara sin duda que era el paraso terrenal
por su gran hermosura", los funerales de los que moran a
bordo, constituan el espectculo de un viaje trasatlntico nor-
mal. Con frecuencia, la peste y la tempestad hacan de aquellos
navios verdaderas embarcaciones fantasmas, atades que arras-
traban un conjunto de muertos zarandeados por las olas del mar
indiferente.
Juzgada desde Amrica, la navegacin era parte esencial de
la vida. Todo lo bueno y todo lo malo lo esperaba la Nueva
Espaa de la llegada de las flotas a Veracruz. El barco traa la
noticia, el cambio, el gobernante, el arzobispo, el visitador, el in-
quisidor, el hierro, el azogue, el libro, el vino y sobre todo el
papel, el papel sellado, la gruesa y crujiente hoja escrita que
contena la ordenanza, la cdula, el fallo del pleito, la carta
familiar, el poder o la ruina.
LA CULTURA COLONIAL
Justo es cantarles a esos que tal afirman con tanta ligereza e inep-
titud, aquello de Pablo: T quin eres que juzgas al siervo ajeno y
9* HUMANISMO v. CODICIA
DE ESPALDAS A LA VIDA
Vio tanta devocin en los indios, que dio por bien empicados los
trabajos padecidos por mar y por tierra, viendo en aquellos pobrecitos
la devocin tan inflamada como en los verdaderos cristianos de la
primitiva iglesia, y era cosa para alabar a Dios verles salir en proce-
sin y hincados de rodillas y llorando pedir la bendicin, ofreciendo
muchos ramilletes y guirnaldas hechas de flores odorferas, y pan y
fruta, huevos y gallinas, conforme a su posibilidad y pobreza.
fuga. De los doce, la justicia prendi a tres y los ahorca sin mu-
chas consideraciones. Entre tanto Bcrnardino lvarez se ha re-
fugiado en la casa de una mujer "no de Jeric, sino del barrio
de Necaltitln", que lo tiene muchos das escondido, le lleva
noticias de sus perseguidores y al ltimo le proporciona dinero,
armas y un caballo. Bernardino toma el camino de Acapulco,
embarca en una nao rumbo al Per y despus de una larga au-
sencia reaparece en la Nueva Espaa. N o es el mismo. Se fue
sin pelo en la cara, pobre y huyendo de la justicia, y regresa
barbado, serio y rico. Son dineros ms de treinta mil pesos
"dados de Dios", segn explicara luego, es decir, ganados no
con cartas marcadas ni con la espada, sino en el comercio indiano,
recorriendo los Andes, del Callao caliente al Cuzco fro donde
las arcadas espaolas y las tejas se levantan sobre las piedras la-
bradas de los palacios incaicos.
El mercader, deseoso de traer a la familia, escribe a su madre
envindole mil pesos. La vieja no necesita nada; tiene algn
dinero, la vida para ella carece de atractivos y quiere morir en
paz entregada a la oracin en su tranquila villa de Utrera. La
carta de la anciana, que Arce toma como el rayo que derrib
de su caballo a Saulo, est llena de consejos y recomendaciones.
Cuando Bernardino termina de leerla se encuentra en el prin-
cipio del buen camino. Podra edificar una casa, beber vino en
copas de plata, vestirse de brocado, pero en lugar de gozar de sus
riquezas, el indiano se corta el pelo, elige u n silicio y un sayal
y entra de sirviente en el hospital de la Pursima Concepcin
fundado por Hernn Corts. Diez aos largos transcurren cui-
dando a los enfermos, socorriendo a los pobres y a los presos.
Para un arrepentido vulgar aquel gnero de expiacin habra
sido suficiente. El hospital y la crcel suponen la otra cara de
la sociedad; all iban los indios casi deshechos, los mestizos des-
nudos, los ltimos bribones. Una vida no alcanzaba a remediar
tantos males. Bernardino lvarez, sin embargo, tiene la ambi-
cin de su tiempo y su ardiente caridad se proyecta a' todos los
necesitados. H a observado que los enfermos, al ser dados de alta,
o mueren en la calle o carecen de fuerzas para trabajar y sufren
graves privaciones. A fin de resolver el problema, con los restos
de su fortuna y dinero, que obtiene de limosna, erige el hospi-
102 EL MUNDO DE LA LUZ
que ste es el camino real por donde se poblaron las sillas del
cielo". Frente al pequeo grupo de mrtires un soldado llevaba
en un asta escrita la sentencia imperial:
Por cuanto estos hombres vinieron de los Luzones con ttulo de
embajadores, y se quedaron en Kioto, predicando la ley de los cristia-
nos, que yo prohib los aos pasados, mando que sean justiciados
juntamente con los japoneses que se hicieron de su ley. Y as estos
veinticuatro sern crucificados en Nagasaki. Y vuelvo a prohibir la
dicha ley en lo futuro, porque venga a noticia de todos; y mando se
ejecute. Y si alguno fuera osado a quebrantar este mandato, sea
castigado con toda su generacin. El primer ao de Keycho, a los
diez das de la undcima luna.1"
En Nagasaki, el da en que deba ejecutarse la sentencia, los
padres Rodrguez y Passi confesaron a los veintisis condena-
dos dos se haban sumado en el camino y los acompaaron
hasta la colina sembrada de trigo en que estaban dispuestas las
cruces. La cruz japonesa era distinta de la cristiana. Montaban
al ajusticiado en un travesano central y se le suspenda de cinco
argollas. Dos retenan los pies abiertos a los extremos del ma-
dero, dos sujetaban los brazos y la quinta cea el cuello de la
victima. En cuanto Felipe vio la cruz que se le haba asignado,
corri hacia ella diciendo: "Oh dichoso navio! Oh dichoso ga-
len San Felipe!, que te perdiste para que se ganase Felipe.
Oh prdida, no prdida para m, sino la mayor de las ganan-
cias!" "
Este ingenioso juego de palabas un tanto impropio del mr-
tir, se tomara como una colaboracin posterior de sus bigra-
fos si no supisemos la forma en que gustaban de hablar los
criollos. Felipe mostr una conmovedora fidelidad a su lenguaje
natal aun en el momento solemne de morir por su fe en medio
de una muchedumbre pagana. El forzado y elaborado retru-
cano era en l una segunda naturaleza y la llev consigo al
Japn, sin que las circunstancias dramticas de su martirio lo-
graran alterarla.
Al clavarse la cruz en el suelo el joven novicio resbal y
qued suspendido del cuello. Ahogndose, con las piernas y los
brazos desollad os, entendi que iba a desmayarse, lo cual restaba
mrito a su martirio y rog se le enderezara. El verdugo cnton-
116 EL MUNDO DE LA LUZ
EL OBLIGADO EPLOGO
en los dos ocanos. Este inmenso territorio ofreca desde las nie-
ves eternas de los volcanes, los bosques de coniferas y las tierras
fras de las altas mesetas, hasta los maravillosos climas inter-
medios de las altas cordilleras y las costas tropicales. Era, pues,
un reino, un desmesurado campo experimental donde un hombre
tenaz y dotado de iniciativa poda ensayar con xito todas las
industrias y los cultivos conocidos en el mundo. Esto fue cabal-
mente lo que hizo Corts. En Veracruz y en Guerrero estableci
ingenios de azcar, inici el cultivo de la seda en Yautepec, que
despus se extendera a diversas provincias, foment la cra de
ganados, sembr trigo, camo, lino y algodn, explot las minas
de Zacatecas y Taxco y los placeres de oro de Tehuantepec
En 1540, el estado de sus pleitos lo oblig a pasar a la Corte.
Su estilo se volvi jeremaco. Peda slo una
partecica de un gran todo con que sirvi a su Majestad sin costar tra-
bajo ni peligro en su real persona, ni cuidado de espritu de proveer
como se hiciese, ri costa de dinero para pagar la gente que lo hizo, y
que tan limpia y lcalmente sirvi no slo con la tierra que gan, pero
con mucha cantidad de oro y plata y piedras de los despojos que en ella
hubo.
Bernal atribuye las desventuras que cayeron sobre Corts "a
maldiciones que le echaron los soldados por no haber remunerado
sus servicios tan largamente como pretendan", ya que de otra
manera no se poda explicar el hecho de que un oscuro fiscal
le fuera ms dificultoso "que ganar la tierra a los enemigos".
De 1540 a 1547, el ao de su muerte, Corts es una sombra
de s mismo. El hombre que inici su vida como aventurero y
soldado de fortuna termina sus das entregado a melanclicos
pensamientos. N i siquiera el largo pleito en que se ha consu-
mido parece interesarle. El 3 de febrero, en una ltima carta
dirigida al Emperador, solicita una rpida sentencia
porque a dilatarse, dejarlo he perder y volverme he a mi casa, porque
no tengo ya edad para andar por mesones, sino para recogerme a acla-
rar mi cuenta con Dios, pues la tengo larga, y poca vida para dar los
descargos, y ser mejor dejar perder la hacienda quel nima.
EL "INDIANO PERULERO"
U N COMENSAL PRIVILEGIADO
EL CRIOLLO E N SU SALSA
LA LNEA DE SOMBRA
El
s
y a la marquesa se le serva el vino en un jarro mayor que los
otros, tambin pintado con el inquietante jeroglfico. N o haba
concluido la cena cuando los oidores ya tenan en sus manos
uno de estos jarros. Nueva prueba de culpabilidad era esa va-
sija recin salida del torno del alfarero indgena. La orgullosa
corona y la R mayscula slo podan traducirse por un impe-
rativo Reinars con que la voluntad de los criollos unga al he-
redero de Hernn Corts.
Levantados los manteles, de nuevo la mojiganga recorri
la ciudad. Los criollos, alumbrados con hachas, se combatan
arrojndose esferas de barro T llenas de flores o de ceniza, que
paraban con las adargas, y en estas escaramuzas los sorprendi
el da. Olorosos a vino, blancos de ceniza, volvieron las riendas
cuidando de no atropellar a los soolientos mercaderes que se
dirigan a escuchar la primera misa.
ESPEJISMO DE PALABRAS
LLAMARADA DE PETATE
EL ESPLENDOR CRIOLLO
Los primeros das de julio estuvieron llenos con los ecos del
bautismo. El juego de la conspiracin haba concluido y slo
se le recordaba como u n desahogo que no trajo para nadie con-
secuencias desagradables. La ciudad recobr su perezoso ritmo
de otros aos. Los tres oidores, entregados en apariencia a des-
pachar activamente los numerosos pleitos que a diario llovan
sobre los tribunales, en realidad no haban hecho otra cosa que
reunir probanzas en contra de los criollos. El 14 de julio sobre
222 LA CENIZA EN LA FRENTE
PREPARACIN AL DRAMA
LA HISTORIA SE REPITE
El hombre con tan grave oficio que mataba hombres y daba vida
a los que l quera, venir despus a darle tan grandes tormentos, y
abrirle, desnudndolo en cueros vivos, echndole a plaza todos sus inte-
riores, que no era parte de su gravedad y cargo y hbito del seor San-
tla
go, ni la hacienda que tena, ni nobleza de sangre para dejarle de
revolver en unas muy sucias esteras llenas de brea, y liarle y ponerle
donde no fuese causa y la diese para tener de l asco los muy asquerosos
grumetes y pajes de la nao, sino que todos se tapaban las narices y
volvan las cabezas huyendo de su mal olor y por no verle. Y que el
2W TRAGEDIA, EXPIACIN Y MORALEJA
sonas .
El proceso termin felizmente. Los Gmez, temiendo que
Juan se marchara a Espaa gozaba de libertad bajo fianza,
pidieron se acelerara el juicio y al ltimo la Inquisicin no slo
no les confisc sus bienes a los dos hermanos sino que se limit
a recoger los papeles motivo del enredo, dndoles una severa
reprimenda.
Surez de Peralta, un aristcrata cuyo escudo de armas
ostentaba el orgulloso lema Slo su virtud le ofende, fuerza
ajena no le toca ni le prende, amante de los caballos y de las
aves de cetrera el mayorazgo, de acuerdo con sus afirmacio-
nes, gastaba aualmente dos mil ducados en sostener halcones y
nebles, y que a lo largo del Tratado sostiene orgulloso su
condicin de hidalgo, no vacilaba en condenar a su padre a las
llamas del infierno con el propsito de adular a los descen-
dientes de Corts, ni en recurrir por razones monetarias a lo que
hoy llamaramos, sin eufemismos, un chantaje.
En Surez de Peralta viven curiosamente mezclados dos tipos
al parecer incompatibles: el del seor feudal y el del picaro. Su
Tratado de la caballera de la jineta y brida, compuesto en 1580
y dedicado al duque de Medinasidonia, lo escribi, segn sus
propias palabras, "a causa de ser el ejercicio [de la caballera]
tan til y necesario a los caballeros y seguirse a Su Majestad un
gran servicio y fortaleza en sus reinos, especialmente en las
Indias", lo cual supone que Surez, cuando el Renacimiento se
habia extinguido en Espaa y la Reforma arda con un seco
crepitar de sarmientos, imaginbase dentro del mundo arcaico
y encantado de la caballera indiana. Tena sus armas y su
LOS CRIOLLOS EN L ESPEJO DE SU PROSA 257
Los pocos datos que nos han llegado sobre la vida de Dorantes
le resultaban desfavorables. Tampoco son halageos los juicios
formulados acerca de la Sumaria relacin que constituye toda su
obra. En tanto que Pedro Henrquez U r e a 8 lo califica de his-
toriador excelente, Ramn Iglesia 9 llega a preguntarse si mere-
ca ese ttulo y Ernesto de la Torre, 10 a quien debemos el mejor
estudio de su mamotreto, afirma que lo escribi movido del in-
ters econmico.
El hijo del hombre que resucitaba a los muertos en los desier-
tos tjanos es un fanfarrn que "alardea de historiador documen-
tado" y "todas sus informaciones se reducen" a un mal extracto
de tres o cuatro autores conocidos no slo de Gomara, como
asienta Iglesia. Sin duda le falta capacidad para elaborar un re-
lato, y carece de un criterio firme, "pues nada oportunas resultan
en su obra, destinada a poner de relieve los mritos de los con-
quistadores, las diatribas contra sus crueldades que parecen to-
madas de los escritos del Padre Duran".
N o es esto todo. Iglesia califica a Dorantes de
EL INFIERNO BUROCRTICO
rranza nos autoriza a pensar que las deas de los criollos eran
las mismas de los espaoles cuando stos se hallaban privados de
las granjerias coloniales. Unos y otros por igual odian a los adve-
nedizos, desprecian a los indios y a los mestizos y se lamentan de
su incapacidad para enriquecerse valindose del engao y de la
adulacin. Sin embargo, Oquendo, Surez y Dorantes, a quienes
identifica el mismo resentimiento, pertenecen a dos mundos di-
ferentes. Oquendo no puede disimular el orgullo de sentirse un
espaol, un miembro privilegiado del Imperio capaz de rerse
de sus propias instituciones y de criticarlas acerbamente. Los
criollos, en cambio, se expresan siempre como vctimas de un
sistema vejatorio, y si por un lado recurren a la pica con objeto
de asegurar sus derechos a la encomienda, por el otro no vaci-
lan en atacar a la Colonia burlndose de su principal enemigo.
Un clebre soneto annimo del xvi pinta el orgulloso desdn
con que los criollos vean a los advenedizos:
Viene de Espaa por el mar salobre
a nuestro mexicano domicilio
un hombre tosco, sin algn auxilio,
de salud falto y de dinero pobre.
Y- luego que caudal y nimo cobre,
le aplican en su brbaro concilio
otros como el, de Csar y Virgilio
las dos coronas de laurel y robre.
Y el otro, que agujetas y alfileres
venda por las calles, ya es un Conde
en calidad, y en cantidad un Fcar;
y abomina despus el lugar donde
adquiri estimacin, gusto y haberes:
y tiraba la jbega en Sanlcar!
Claro est que no toda la poesa es petrarquista o refleja las
luchas sociales de la poca. Aun los "pocos y mutilados resi-
duos" que nos quedan de la abundancia antigua haba ms
poetas que estircol, afirma un contemporneo revelan el vi-
gor que el xvi imprimi a las manifestaciones de la vida. Cier-
tamente se haba llegado a un gran refinamiento y entre aquella
LA POESIA Y EL HOMBRE COLONIAL 299
EL EXTRANJERO EN SU PATRIA
1
Juan Surez de Peralta, Tratado del descubrimiento de las Indias
(Noticias histricas de la Nueva Espaa); Nota preliminar de Fede-
rico Gmez de Orozco, Mxico, 1949.
2
George Kubler, Mexican Architecture o{ the Sixteenth Century,
Yale University Press, 1948. De acuerdo con el testimonio de los pri-
meros pobladores, la famosa traza o plan maestro no se haba estable-
cido en 1523.
3
Memoriales de fray Toribio de Motolinia, Mxico, 1903. "La
sptima plaga fue la edificacin de la gran ciudad de Mxico, en la
cual los primeros aos andaba ms gente que en la edificacin del
templo de Jerusalem . . . Apenas poda hombre romper por algunas ca-
lles y calzadas, aunque son bien anchas; y en las obras a unos tomaban
las vigas, y otros caan de alto, sobre otros caan los edificios que
deshacan en una parte para hacer en o t r a s . . . Todos los materiales
traen a cuestas: las vigas y piedras grandes traen arrastrando con so-
gas; y como les faltaba el ingenio e abundaba la gente, la piedra o
viga que haban menester cien hombres, traanla cuatrocientos, y es
su costumbre que acarreando los materiales, como van muchos, van
cantando y dando voces; y estas voces apenas cesaban de noche y de
da, por el grande hervor con que edificaban la ciudad los primeros
aos."
4
lbid.
8
Edmundo O'Gorman, Reflexiones sobre la distribucin urbana
colonial de la ciudad de Mxico, XVI Congreso Internacional de Plani-
ficacin y de la Habitacin, Mxico, MCMXXXVIII.
8
Deca Moya de Contreras al Rey en su venenoso informe sobre
Cervantes de Salazar: "Ha veinticinco aos que est en esta tierra a
la cual vino lego en opinin de buen latino, aunque con la edad ha
perdido algo de e s t o . . . Es amigo de que le oigan y alaben y agrdate
la lisonja; es liviano y mudable y no est bien acreditado de honesto
y casto, y es ambicioso de honra, y persudese que ha de ser obispo,
sobre lo cual le han hecho algunas burlas. Ha doce aos que es can-
nigo; no es nada eclesistico, ni hombre para encomendarle negocios".
Citado por Jos M. Gallegos Rocafull en El pensamiento mexicano en
os siglos XVI y XVII, Centro de Estudios Filosficos de la Universi-
dad Nacional Autnoma, Mxico, 1951.
7
Mxico en 14, Tres dilogos latinos que Francisco Cervantes
de Salazar escribi e imprimi en Mxico en dicho ao. Los reimprime
C309}
310 REFERENCIAS
20
Joaquin Garca Icazbalceta, Un creso del siglo XVI en M-
xico, t. II de Opsculos Varios, Imprenta de V. Ageros, Editor. Cer-
ca de Sto. Domingo N " 4, Mxico, 1896.
21
Edmundo O'Gorman, Op. cit.
CAPTULO II
1
J. Huizinga, El otoo de la Edad Media, Revista de Occidente,
Madrid, 1947.
2
Ibid.
3
Notas al Quijote de Clemencin. Citado por Manuel Orozco y
Berra en el Prlogo de su Noticia histrica de la conjuracin del Mar-
qus del Valle (aos de 1565-1568). Tipografa de R. Rafael, Ca-
dena N* 13, Mxico, 1853.
4
Joaqun Garca Icazbalceta, Tmulo imperial de la gran ciu-
dad de Mxico. Reimpresin de esta obra de Cervantes de Salazar,
t. VI de Opisculos Varios, Imp. de V. Ageros, Editor. Cerca de
Sto. Domingo N* 4, Mxico, 1898.
4
Ibid.
8
Juan Surez de Peralta, Tratado del descubrimiento de las Indias.
7
Bernal Daz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de
la Nueva Espaa; Introduccin y notas por Joaqun Ramrez Cabanas.
Mxico, 1944.
8
Juan Surez de Peralta, Op. cit.
9
La similitud de estos festejos con otros medievales del mismo
orden es evidente. Bhler, en su Vida y cultura en la Edad Media
(Seccin de Obras de Historia, Fondo de Cultura Econmica, Mxi-
co, 1946), menciona el siguiente episodio: "En las bodas de Jorge el
Rico celebradas en Baviera, en 1475, en medio de la plaza, haba dos
grandes barricas, una de vino tinto y otra de blanco y sus cocinas
provean al pueblo".
10
Juan Surez de Peralta, Op. cit.
11
Ibid.
12
Jos Toribio Medina, Historia del tribunal del Santo Oficio
de a Inquisicin en Mxico, Imprenta Elzeviriana, Santiago de Chile,
1905.
13
Alfonso Toro, La familia Carvajal.
" Ibid.
15
Ibid.
16
Eugenio de Salazar, Epstola al insigne Hernando de Herrera
en que se refiere al estado de la ilustre ciudad de Mxico, incluida en
312 REFERENCIAS
CAPTULO III
I
Citado por Jos M. Gallegos Rocafull en El hombre y el mun-
do de los telogos espaoles de los Siglos de Oro, Editorial Sytlo, M-
xico, 1946.
Humanismo mexicano del siglo XVI; introduccin, seleccin y
versiones de Gabriel Mndez Planearte, Imprenta Universitaria, M-
xico, 1946.
3
Jos M. Gallegos Rocafull, O/, cit.
* "Vuestra Magestad escriba el Obispo a Carlos V envi
presidente y oidores y agora hay stos y ms, presidenta y oidoras,
que stas se han sentado en los estrados reales, estando ellos presen-
te . . . y certifico a V. M. que propiamente stas tienen el cargo de la
justicia . . . porque no se les niega cosa." Joaqun Garca Icazbalceta,
Don Fray Juan de Xumrraga, Primer Obispo y Arzobispo de Mxico;
edicin de Rafael Aguayo Spcncer y Antonio Castro Leal, Editorial
Porra, S. A., Mxico, 1947.
5
Ibid.
4
Marcel Bataillon, Erasmo y Espaa, Fondo de Cultura Econ-
mica, Mxico, 1950.
7
Ibid.
8
Joaqun Garca Icazbalceta, Don Fray Juan de Zumrraga,
primer Obispo y Arzobispo de Mxico.
9
Ibid.
10
Ibid.
II
Posiblemente en ese mismo ao de 1J37, fray Julin Garcs,
primer obispo de Tlaxcala, escriba en su famosa carta a Paulo III:
"Ya es tiempo de hablar contra los que han sentido mal de aquestos
pobrecitos, y es bien confundir la vansima opinin de los que los
fingen incapaces y afirman que su incapacidad es ocasin bastante
para excluirlos del gremio de la Iglesia . . . Esta voz realmente que es
de Satans, afligido de su culto y honra se destruye, y es voz que
sale de las avarientas gargantas de los cristianos, cuya codicia es tan-
ta, que, por poder hartar su sed, quieren porfiar que las criaturas ra-
cionales hechas a imagen de Dios son bestias y jumentos, no a otro
fin que los que las tienen a cargo no tengan cuidado de librarlas de
las rabiosas manos de su codicia, sino que se las dejen usar en su ser-
vicio, conforme a su antojo".
12
Gabriel Mndez Planearte, Op. cit.
13
Ibid.
14
Ibid.
314 REFERENCIAS
" Ibid.
16
Ibid.
" Ibid.
CAPTULO IV
1
Relacin breve y verdadera de algunas cosas de las muchas que
sucedieron al padre fray Alonso Ponce en las provincias de la Nueva
Espaa.
2
Juan Daz de Arce, Libro de la vida del prximo evanglico el
Vener. Padre Bernardino lvarez, patriarca, y fundador de la Sagrada
Religin de la Cbaridad, y S. Hiplito Mrtir en esta Nueva Espaa,
confirmada, y aprobada por Ntro. Sirio. Padre el Seor Inocencio Duo-
dcimo, reimpreso en Mxico en la Imprenta Antuverpiana de D. Cris-
tval y D . Phclipe de Ziga, y Ontiveros, calle de la Palma, ao
de 1762.
3
Francisco Losa, La vida que hizo el siervo de Dios Gregorio
Lpez en algunos lugares de esta Nueva Espaa, y principalmente en
el pueblo de Sancta Fee, dos leguas de la ciudad de Mxico, donde fue
su dichoso trnsito. En Mxico, en la Imprenta de Juan Ruyz, 1613.
4
Johannes Bhler, Vida y cultura en la Edad Media.
5
Fernando Ocaranza, Gregorio Lpez, el hombre celestial, Edicio-
nes Xchitl, Mxico; 1944.
6
Manuel Romero de Terreros y Vinent, Marqus de San Fran-
cisco, Florccillas de San Felipe de Jess, Imprenta de Jos Ballcsc,
y de Regina 88, Mxico, MCMXVI.
7
Eduardo Enrique Ros, Felipe de Jess, el santo criollo.
8
Ibid.
9
Marqus de San Francisco, Op. cit.
10
Ibid.
CAPTULO V
1
Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en M-
xico, El Colegio de Mxico, 1950.
* Ibid.
3
Ibid.
* Ibid.
5
Alfonso Toro, La familia Carvajal.
REFERENCIAS 315
6
lbid.
7
Julio Jimnez Rueda, Herejas y supersticiones en la Nueva
Espaa (Los heterodoxos en Mxico), Imprenta Universitaria, M-
xico, 1946.
8
Joaqun Garca Icazbalceta, Don Fray Juan de Zumrraga, pri-
mer Obispo y Arzobispo de Mxico.
9
Los datos acerca de los Carvajal los he tomado, salvo indicacin
en contrario, de la erudita obra de Alfonso Toro La familia Carvajal.
10
Autobiografa de "El Mozo" rescatada por Alfonso Toro y
que se publica como apndice en La familia Carvajal.
11
Para escribir lo relativo a la sentencia y ajusticiamiento de
Luis de Carvajal aprovech el relato de fray Alonso de Contreras que
figura ntegro en el tantas veces mencionado libro de Alfonso Toro.
12
Lamentaciones de Jeremas, cap. IV. "Spiritus oris nostri
Christus Dominus captus est in peccatis nostri: cui diximus: In
umbra tua vivcmus in Gentibus".
CAPTULO VI
1
Bernal Daz del Castillo, Historia verdadera.
2
Carlos Pcreyra, Hernn Corts, Coleccin Austral, Buenos Ai-
res, 1947.
3
Lucas Alamn, Disertaciones sobre la historia de la Repblica
Megicana, Jus, Mxico, 1942.
4
lbid.
5
Hernn Corts, Cartas de relacin de la Conquista de Mxico,
Madrid, Calpe, 1922.
8
Luis Gonzlez Obregn, Los precursores de a Independencia
mexicana en el siglo XVI.
7
Lucas Alamn, Op. cit.
8
lbid.
9
Carlos Pereyra, Op. cit.
10
Postrera voluntad y testamento de Hernando Corts, Marqus
del Valle, Introduccin y notas de G. R. G. Conway, Editorial Pedro
Robredo, Mxico, 1940.
11
lbid.
12
Carlos Pereyra, Op. cit.
13
Postrera voluntad y testamento de Hernando Corts, Marqus
del Valle.
11
lbid.
316 REFERENCIAS
CAPTULO VII
1
Luis Gonzlez Obregn, Los precursores de la Independencia
mexicana en el siglo XVI.
2
Bernal Daz del Castillo, Historia verdadera.
3
lbid.
* Luis Gonzlez Obregn, Op. cit.
lbid.
* Juan Surez de Peralta, Tratado del descubrimiento de las In-
dias.
T
lbid.
8
lbid.
9
lbid.
10
lbid.
11
lbid.
12
Luis Gonzlez Obregn, Op. cit.
13
Dorantes de Carranza, Sumaria relacin.
14
El juego era una de las ocupaciones favoritas en el xvi. Los
criollos, al menos, probaron ser buenos descendientes de los soldados
que se jugaban en una sola noche, a los dados o con naipes hechos
de las piel de los tambores, el botn cobrado en Tenochtitln. Las
crnicas y los procesos los mencionan con frecuencia entregados al
juego, y de este vicio no escapaban las mujeres. En las stiras de Rosas
de Oquendo se las puede ver con las cartas en la mano apostando
crecidas sumas. Los picaros, entre los que se contaba Bernardino l-
varez, el fundador del hospital de los Convalecientes, vivan desplu-
mando al prjimo con barajas marcadas. La tendencia al juego era
de tal manera irresistible, que un severo judo, escribano de Vera-
cruz, Diego de Ocaa, oblig a su hijo por medio de un solemne
juramento a no tocar los naipes ni los dados hasta que cumpliera cua-
renta aos de edad. A esa edad podia jugar diariamente hasta dos o tres
reales, y si as no lo cumpla es sta una clusula de su testamento
caera "sobre l la maldicin de Dios Todopoderoso". Publicaciones
del Archivo General de la Nacin, t. VII, Mxico, 1923.
" Manuel Orozco y Berra, Noticia histrica de la cotijuracin
del Marqus del Valle.
REFERENCIAS 317
CAPTULO VIII
1
William Thomas Walsh, Felipe 11.
1
lbid.
3
lbid.
4
lbid.
s
Luis Gonzlez Obregn, Los precursores de la Independencia
mexicana en el siglo XVI.
8
Manuel Orozco y Berra, Noticia histrica de la conjuracin del
Marqus del Valle.
7
lbid.
8
Juan Surez de Peralta, Tratado de las Indias.
9
lbid.
10
lbid.
11
lbid.
12
Manuel Orozco y Berra, Op. cit.
13
lbid.
CAPTULO IX
1
Joaqun Garca Icazbalceta, Don Fray Juan de Zumrraga,
primer Obispo y Arzobispo de Mxico.
2
Manuel Orozco y Berra, Noticia histrica de la conjuracin del
Marqus del Valle.
3
Luis Gonzlez Obregn, Los precursores de la Independencia
mexicana en el siglo XVI.
* lbid.
5
lbid.
6
lbid.
T
Las alcancas "eran unas bolas de barro endurecidas al sol, lle-
nas de ceniza o de flores y cuyos tiros se resistan parndolos con las
adargas". Manuel Orozco y Berra, Op. cit.
* El plan de la conspiracin, al que nosotros hemos dado la for-
ma dialogada para facilitar su lectura, figura en los procesos respecti-
vos publicados por don Manuel Orozco y Berra.
8
Manuel Orozco y Berra, Op. cit.
318 REFERENCIAS
CAPTULO X
1
Luis Gonzlez Obrcgn, Los precursores de a Independencia
mexicana en el siglo XVI.
2
Fray Juan de Torquemada, Monarchia Indiana, con el origen y
guerra de los indios occidentales, de sus poblaciones, descubrimiento,
conquista, conversin y otras cosas maravillosas de la misma tierra . . .
En Madrid en la oficina y a costa de Nicols Rodrguez, 1723.
3
Juan Surez de Peralta, Tratado del descubrimiento de las In-
dias.
CAPTULO XI
1
Manuel Orozco y Berra, Noticia histrica de a conjuracin del
Marqus del Valle.
2
Ibid.
3
Juan Surez de Peralta, Tratado del descubrimiento de las Indias.
* Ibid.
5
Ibid.
6
Ibid.
7
Luis Gonzlez Obregn, Los precursores de la Independencia me-
xicana en el siglo XVI.
8
Manuel Orozco y Berra, Op. cit.
CAPTULO XII
1
Justo Zaragoza refiere todos los incidentes de sus investiga-
ciones en la introduccin que escribi para la primera edicin de la
obra de Juan Surez de Peralta. El largo ttulo original: Tratado del
descubrimiento de las Indias y su conquista y los ritos y sacrificios y
costumbres, etc., lo cambi por el de Noticias histricas de la Nueva
Espaa, Madrid, 1872.
2
Federico Gmez de Orozco. Nota preliminar en la edicin
de 1949.
3
Alfonso Reyes, Letras de la Nueva Espaa.
4
Alfonso Reyes, Ibid.
5
Alvar Nez Cabeza de Vaca, Naufragios y comentarios, Co-
leccin Austral, Buenos Aires, 1946.
REFERENCIAS 319
6
Ernesto de la Torre, "Baltasar Dorantes de Carranza y la Su-
maria relacin", en Estudios Je historiografa Je a Nueva Espaa, El
Colegio de Mxico, 1945.
lbid.
8
Pedro Henrquez Urea, Las corrientes literarias en la Amrica
hispnica, Biblioteca Americana, Fondo de Cultura Econmica, M-
xico, 1949.
9
Ramn Iglesia, en la Introduccin a Estudios de historiografa
de la Nueva Espaa.
10
Ernesto de la Torre, Op. cit.
11
Joaqun Garca Icazbalceta, Opsculos.
12
Ramn Iglesia, Introduccin citada.
13
Luis Gonzlez Obrcgn, en el Prlogo a la Sumaria relacin
de Baltasar Dorantes de Carranza.
CAPTULO XIII
1
Citado por Alfonso Reyes, Captulos Je literatura espaola.
2
Alfonso Reyes, Letras Je la Nueva Espaa.
3
IbiJ.
4
lbid.
5
Ramn Iglesia, en la Introduccin a Estudios Je historiografa
Je la Nueva Espaa.
6
Alfonso Reyes, Op. cit.
7
Baltasar Dorantes de Carranza, Sumaria relacin.
8
Joaqun Garca Icazbalceta, Francisco Je Terrazas y otros poe-
tas del siglo XVI, t. II de Opsculos Varios, Imprenta de V. Ageros,
Editor. Cerca de Sto. Domingo N* 4, Mxico, 1896.
9
Francisco de Terrazas, Poesa, edicin, prlogo y notas de An-
tonio Castro Leal, Biblioteca Mexicana, N* 3, Mxico, 1941.
10
Poetas novohispanos. Primer siglo: 1521-1621; Estudio, selec-
cin y notas de Alfonso Mndez Planearte, Imprenta Universitaria,
1942.
11
Las dcimas de Terrazas descubiertas por Edmundo O'Gorman
en el Archivo General de la Nacin figuran en las Poesas ya citadas.
12
Jos Rojas Garcidueas, El teatro de Nueva Espaa en el si-
glo XVI, Mxico, 1935.
13
lbid.
" lbid.
15
Alfonso Reyes, Op. cit.
320 REFERENCIAS
16
Ibid.
17
Irving A. Leonard, Los libros del Conquistador.
18
Jos Rojas Garcidueas, Op. cit.
19
Antonio Castro Leal, Prlogo citado.
20
Jos M. Gallegos Rocafull, El pensamiento mexicano en los
siglos XVI y XVII. Me valgo en este caso particular de la sntesis
ofrecida por Gallegos Rocafull, pero he consultado las obras de Silvio
A. Zavala sin las cuales no es posible referirse a la encomienda mexi-
cana en el siglo XVI.
21
Jos E. Iturriaga, La estructura social y cultural de Mxico,
Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1951.
N D I C E
CAP. PG.
I. U n a vieja ciudad y u n m u n d o n u e v o 7
El humanismo en accin, 10; Desde lo alto del caballo, 13;
Decadencia de los mercados, 17; Los alrededores de M-
xico, 20; La ciudad en 1580, 22; La naturaleza y los in-
dios, 27; Las postrimeras del siglo, 28; La crnica de un
poeta satrico, 32; El Mxico de los gambusinos, 39; Un
parntesis: el del paisaje, 4 3 ; La ciudad en el grabado an-
tiguo, 45
II. La vida colonial 49
Duelos, tmulos y responsos, 5 1 ; Culminacin del pero-
do caballeresco, 53; Fiestas eclesisticas, jerarqua y eti-
queta, 56; Significacin y linaje de los caballos, 59; La
voz y el silencio de Mxico, 6 1 ; Movimiento, viajes y
aventuras, 63; La navegacin trasatlntica, 66; Medici-
na, enfermedades y muerte, 70; La cultura colonial, 77;
El universo mgico de los libros, 79 ,
III. H u m a n i s m o vs. codicia, u n a lucha sin victoria . . . 81
Zumrraga, la contradiccin de su tiempo, 84; Un muer-
to para el mundo, 89; El humanismo en los colegios, 92;
De espaldas a la vida, 94
IV. El m u n d o de la luz 96
La caridad universal de Bcrnardino lvarez, 99; El sier-
vo de Dios, Gregorio Lpez, 103; Felipe de Jess, el santo
criollo, 109
V. El m u n d o de las tinieblas 117
Los mrtires de las antiguas religiones, 121; Los judos
en la Nueva Espaa, 122; Crcel, sueos y tormento, 126;
Libertad, nueva prisin y consuelos epistolares, 131; El
auto de fe, 135; El obligado eplogo, 147
VI. El espaol, conquistador y conquistado 150
Razn y sinrazn de una fama, 152; La bsqueda del tiem-
po perdido, 154; La metamorfosis del conquistador, 157;
El plido sol de la gloria, 162; Grandezas y miserias de
la victoria, 164; El "indiano perulero", 166
C321J
322 NDICE
CAP. PAG.
VII. Los Avila, u n a familia de emplazados 170
Un comensal privilegiado, 175; Escrutinio en la casa de
Alonso, 178
V I I I . M a r t n Corts, segundo M a r q u s del Valle de O a -
xaca : . . 182
Un pequeo monarca indiano, 186; El criollo en su salsa,
189; Paraso criollo, fantasmas y guerras de papel, 191
IX. El paraso criollo y la serpiente 198
La lnea de sombra, 204; Una mascarada, principio de la
conjuracin, 208; Espejismo de palabras, 209; Llamarada
de petate, 213
X. La ceniza en la frente 216
El esplendor criollo, 218; Los infantes de Aragn, qu
se hicieron?, 221; Pequea borrachera de tirana, 224; Li-
teratura criolla y otros excesos, 226; "Deshojadas clave-
llinas y anochecidas pavesas", 227; Honras de los criollos
por sus muertos, 230
XI. Tragedia, expiacin y moraleja < 233
Un cordero entre lobos, 234; Preparacin al drama, 239;
El impo reinado del folletn, 240; All fu el crujir de
d i e n t e s . . . , 243; La historia se repite, 245; La serpiente
se muerde la cola, 247
XII. Los criollos en el espejo de su prosa 252
Un paisaje, un herbolario, una nodriza, 257; Retrato del
criollo palaciego, 263; El Palacio, mirador y laboratorio,
267; Mxico, madre de extraos, 270; El infierno buro-
', crtico, 273; El caballero y el nuevo rico, 274; La enco-
mienda, la amada encomienda, 276; El historiador de las
Indias, 279
XIII. La poesa y el h o m b r e colonial 284
El primer poeta mexicano, 287; Un pico sin pica, 291;
La poesa social, 297; El extranjero en su patria, 299; Su-
pervivencia del hombre colonial, 303
REFERENCIAS 307
Este libro se acab de imprimir el
da 2$ de junio de 19J3, en los ta-
lleres de la "Editorial Galatea", H i -
ginio Arias Urzay, calle de Manuel
Gutirrez Njera, 179, M x i c o ,
D. F. Se tiraron 2,000 ejemplares,
y en su composicin se utilizaron
tipos Garamond de 11:12 y 10:11
puntos. Se encuadern en la Encua-
demacin El Progreso, Czda. Obre-
ro Mundial, 727. La edicin estuvo
al cuidado de Al i Cbumacero.