El Valor Del RESPETO
El Valor Del RESPETO
El Valor Del RESPETO
El tacaño respondió:
– ¡No hay más que hablar! Si tú perdiste una bolsa con mil
monedas y ésta tiene sólo quinientas, significa que no es tu bolsa.
Dásela a él, pues no tiene dueño y es quien la ha encontrado.
Había una vez un conejo que se llamaba Serapio. Él vivía en lo más alto de una montaña
con sus nietas Serafina y Séfora. Serapio era un conejo bueno y muy respetuoso con todos
los animales de la montaña y por ello lo apreciaban mucho. Pero sus nietas eran diferentes:
no sabían lo que era el respeto a los demás. Serapio siempre pedía disculpas por lo que ellas
hacían. Cada vez que ellas salían a pasear, Serafina se burlaba: 'Pero mira que fea está esa
oveja. Y mira la nariz del toro'. 'Sí, mira que feos son', respondía Séfora delante de los otros
animalitos. Y así se la pasaban molestando a los demás, todos los días.
Un día, cansado el abuelo de la mala conducta de sus nietas (que por más que les enseñaba,
no se corregían), se le ocurrió algo para hacerlas entender y les dijo: 'Vamos a practicar un
juego en donde cada una tendrá un cuaderno. En él escribirán la palabra disculpas, cada vez
que le falten el respeto a alguien. Ganará la que escriba menos esa palabra'.
'Está bien abuelo, juguemos', respondieron al mismo tiempo. Cuando Séfora le faltaba el
respeto a alguien, Serafina le hacía acordar del juego y hacía que escriba en su cuaderno la
palabra disculpas (porque así Séfora tendría más palabras y perdería el juego). De igual
forma Séfora le hacía acordar a Serafina cuando le faltaba el respeto a alguien. Pasaron los
días y hartas de escribir, las dos se pusieron a conversar: '¿no sería mejor que ya no le
faltemos el respeto a la gente? Así ya no sería necesario pedir disculpas'.
Llegó el momento en que Serapio tuvo que felicitar a ambas porque ya no tenían quejas de
los vecinos. Les pidió a las conejitas que borraran poco a poco todo lo escrito hasta que sus
cuadernos quedaran como nuevos. Las conejitas se sintieron muy tristes porque vieron que
era imposible que las hojas del cuaderno quedaran como antes. Se lo contaron al abuelo y él
les dijo: 'Del mismo modo queda el corazón de una persona a la que le faltamos el respeto.
Queda marcado y por más que pidamos disculpas, las huellas no se borran por completo.
Por eso recuerden debemos respetar a los demás así como nos gustaría que nos respeten a
nosotros'.
- Debemos tratar a los demás como quisiéramos que nos traten a nosotros
- Serapio
- Serafina y Séfora
4. Recuerda alguna vez en que sentiste que alguien te faltó el respeto (puede ser alguna vez
en que alguien se burló de ti por algo). ¿Cómo te sentiste en ese momento?
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El respeto es la base fundamental para una convivencia sana y pacífica entre los miembros de
una sociedad. Para practicarlo es preciso tener una clara noción de los derechos fundamentales
de cada persona, entre los que se destaca en primer lugar el derecho a la vida, además de otros
tan importantes como el derecho a disfrutar de su libertad, disponer de sus pertenencias o
proteger su intimidad, por sólo citar algunos entre los muchos derechos sin los cuales es
imposible vivir con orgullo y dignidad. El respeto abarca todas las esferas de la vida, empezando
por el que nos debemos a nosotros mismos y a todos nuestros semejantes, hasta el que le
debemos al medio ambiente, a los seres vivos y a la naturaleza en general, sin olvidar el
respeto a las leyes, a las normas sociales, a la memoria de los antepasados y a la patria en
que nacimos.El respeto comienza en la misma persona, esta basado en la percepción que ésta
tenga sobre si misma.
Tener un gran respeto por uno mismo conlleva tener un gran respeto hacia los
demás. Reconocemos nuestros recíprocos derechos.
Tu derecho a tener tu propio punto de vista, tu derecho a cambiar de opinión sin tener que dar
explicaciones, tu derecho a crear un mundo propio en el que poder vivir. Respeto hacia los demás
supone tener respeto por sus decisiones y por sus sentimientos. Respetar las decisiones de los
demás o sus sentimientos no significa que estemos de acuerdo ni que los compartamos, significa
que aceptamos que la otra persona tiene derecho a tener sus propios sentimientos y a tomar
sus propias decisiones, sean o no adecuadas para mí y sean o no iguales que los míos.
Para ser respetuosos son imprescindibles por lo menos
estos dos puntos:
Tratar a los demás con la misma consideración
con que nos gustaría ser tratados.
Valorar y proteger todo aquello que nos produzca
admiración.
¿Qué nos impide tener respeto?:
estableciendo tus propias normas, sin tener en cuenta a otros nos puede traer consecuencias.
Cada uno de nuestros actos va a tener un efecto en nosotros y en los demás, como en el
cuento, las malas acciones del chico perjudicaron a todos incluido a el mismo, que ya no lo
querían cerca del cuentacuentos, nos pasará a nosotros que después de una mala acción
nos vendrán muchos problemas, uno de ellos será probablemente quedarse solo.
Al final, lo importante será reaccionar a tiempo, portarse bien, pedir perdón e intentar arreglar lo
que hemos estropeado, creo que estas son buenas cosas que se pueden transmitir con este
cuento.
Había una vez una aldea a la que llegaba en primavera un personaje llamado cuentacuentos. Lo
llamaban así porque vivía de ir contando cuentos de aldea en aldea. Decían que se sabía de
memoria más de mil cuentos, y debía de ser verdad porque cada vez que aparecía contaba
cuentos nuevos. Nunca repetía ninguno. A veces los niños le pedían que se inventara una
-¿a qué no sabes un cuento sobre una loba que adopto a dos gatos recién nacidos?
Era una cosa que acababa de suceder en la aldea. El hombre pensaba un poco y se inventaba el
cuento que habían pedido con absoluta facilidad. Era prodigioso. Por eso siempre que llegaba
estaba rodeado de niños y hasta de personas mayores, a las que también les gusta escuchar
cuentos.
En la aldea vivía un chico bastante listo pero un poco bruto que tenía dos hermanos pequeños. Y
Cuando llegaron un día al sitio donde aquel hombre se sentaba siempre porque había una piedra
redonda y plana muy cómoda, ya estaban todos los lugares ocupados y nuestro chico y sus
el otro se enfadó y comenzaron a pelearse. El publico protesto por el escándalo, separaron a los
-vámonos, vámonos –le dijeron sus hermanos, que conocían demasiado bien el carácter de su
hermano mayor.
Pero el chico volvió al corro, donde el hombre de los cuentos estaba contando una historia muy
bonita con muchos personajes y ¿sabéis lo que hizo? Lo nunca visto. ¡Agarro su cuaderno de
cuentos y lo rompió!
Aunque aquellos cuentos no se ven, todo el mundo se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
Oyeron un gran estrépito como el de un cristal que se rompe en mil pedazos, y como las
personajes saltaban por los aires gritando “ayayay”, cada uno con su voz, y como luego caían
Todo el público se quedo asombrado por lo que acababa de pasar, pero en cuanto los niños y los
mayores se les pasó el susto, comenzaron a reñir al chico que había hecho algo tan malo como
-no pienso hacer nada de eso –respondió el chico, enfadado. Y se marchó a su casa arrastrando
Cuando los padres se enteraron de lo que había sucedido, riñeron a su hijo, pero este seguía
Esa noche estaba el chico durmiendo en su cama, cuando oyó unas voces lastimeras cerca de él.
Eran los personajes del cuento roto, que venían a quejarse. Tenían chichones y brazos y piernas
rotos por todas partes. Y eran tantos, que el cuentacuentos se quedo sin personajes y tuvo que
marcharse del pueblo. Así que los niños se quedaron sin cuentos.
-oh –dijo una bruja buena –debes pedirnos perdón y arreglarnos para poder actuar.
-y yo estoy tan magullado que no puedo asustar a nadie –añadió el ogro.
-dejarme en paz –respondió el chico –tengo mucho sueño. Mañana tengo que ir a la escuela.
Pero los personajes del cuento volvieron a la noche siguiente para darle una lección a aquel
chico. Apenas este había cerrado los ojos, cuando de pronto comenzaron a oírse en su
Después de tres noches sin dormir, el chico les dijo a todos aquellos personajes invisibles pero
tan molestos:
-¡está bien, está bien! Venid todos el domingo al taller de mi padre y os arreglaré. ¡Malditos
monigotes!
Y los reparó tan bien que los dejó como nuevos. La bruja ya podía volar otra vez con su escoba,
el ogro recobró su terrible aspecto, los enanos y gnomos se volvieron saltarines, y el pirata tenía
a contar el cuento más maravilloso del mundo a aquellos niños a los que había dejado tan tristes
el año anterior. Aquel iba a ser el cuento más bello y original de todos. Pero cuando nuestro
chico se acercó al corro todo el mundo lo echó de allí. No iban a dejar que rompiera el cuento de
nuevo. El protestó y se fue. Se subió a un árbol cercano desde allí escuchó el mejor cuento de su
Y así, cada primavera el chico solo tenía derecho a escuchar la historia subido en el árbol. Hasta
que un día se cansó de estar allí arriba solo y un día madrugó mucho para coger un buen sitio
sin tener que empujar a nadie ni pelearse. Las personas del público hablaron entre ellas y
aceptaron al chico en el corro, porque se iba a portar bien había llegado el primero para coger
sitio.
¡Iba a estar en primera fila! ¡Y nadie lo iba a echar de allí! Estaba muy contento.
Autor:
Edades:
A partir de 4 años
Valores:
-No olvides, Don Ratón, que ningún gato te ataca porque sabe que eres mi
amigo -decía siempre que salían a pasear.
Pero Don Ratón ya estaba muy lejos, así que no hubo respuesta. Don Gato,
que no había descubierto la marcha de su compañero, siguió llamándole.
-¿Dónde te has metido, Don Ratón? Tienes que ayudarme a limpiar mi cama,
y a despistar a las señoras mientras cojo algo de sus cocinas para la cena.
-No insistas, Don Gato. Don Ratón se ha ido -le dijo Doña Paloma-. Se debió
hartar de sentirse un miserable y se fue. Aunque parece que tú te las vas a
apañar bastante mal sin él.
Don Gato se dio cuenta de lo injusto y soberbio que había sido con su amigo.
-¿Sabes hacia dónde fue? -preguntó Don Gato a Doña Paloma-. Tengo que
pedirle perdón a mi amigo.
Doña Paloma le indicó a Don Gato la dirección por la que se había ido Don
Ratón, que no paró de correr hasta que lo encontró.
-Amigo, no t e vayas -le dijo
Don Gato a Don Ratón-. Siento haber sido tan estúpido. Somos compañeros,
nos necesitamos el uno al otro.
-¿Eso significa que no puedes vivir sin mí? -preguntó Don Ratón.
Don Gato y Don Ratón no volvieron a tener ningún gran problema, salvo
pequeñas discusiones que se solucionaban aplicando la única regla que debe
existir para que cualquier relación entre dos individuos funcione: el respeto
mutuo.