BOCUHARD
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Hipólito Bouchard
Hipólito Bouchard (Saint-Tropez, Francia, 15 de enero de 1780 - Perú, 4 de enero de 1837) fue un
militar y corsario francés que luchó al servicio de la Argentina y del Perú.
Bouchard fue uno de los corsarios que cumplió un importante papel en las luchas por la independencia
argentina. Entre sus acciones más relevantes se encuentran los asedios a las costas de California y
Centroamérica, así como sus combates en las costas peruanas y ecuatorianas. Se caracterizó por un duro
carácter que lo llevó a protagonizar varios incidentes con su tripulación y a tomar feroces represalias
contra quienes se insubordinaban.
Sus acciones, en especial las realizadas en California y Centroamérica, no han merecido un juicio
unánime. Para los historiadores argentinos sus hechos constituyen actos heroicos destacables dentro de la
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historia naval argentina; otros, en cambio, debido a sus excesos lo acusan de ser simplemente un cruel
"pirata".
Tabla de contenidos
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1 Inicios
2 Campaña bajo las órdenes de Guillermo Brown
3 Su campaña al mando de La Argentina
o 3.1 Preparativos de la campaña
o 3.2 Comienza la expedición
o 3.3 Su paso por las Filipinas
o 3.4 Hawaii
o 3.5 Asedio de California y Centroamérica
o 3.6 Apresamiento en Chile
4 Campaña libertadora del Perú
5 Bibliografía
o 5.1 Notas
6 Véase también
7 Enlaces externos
Inicios [editar]
Bouchard nació el 15 de enero de 1780, en Saint-Tropez. Fue bautizado con el nombre de André Paul,
aunque en fecha desconocida lo cambió por Hippolyte. Hijo de André Louis Bouchard y Thérese Brunet,
desde muy pequeño se embarcó en buques pesqueros y mercantes. En 1798 se puso al servicio de la
marina francesa contra los ingleses, iniciándose así en la dura vida del mar. Tras realizar varias campañas
en Egipto y en Haití, bajo las órdenes de Charles-Victor-Emmanuel Leclerc, en 1809 llegó a Buenos Aires
en un barco francés, sólo unos meses antes del comienzo de la Revolución de Mayo.
Liberal y antimonárquico, rápidamente se inclinó hacia la causa independentista argentina poniendo sus
conocimientos navales a disposición de la Revolución, siendo nombrado por el gobierno segundo
comandante de la recientemente creada flota nacional argentina, liderada por Juan Bautista Azopardo. El
2 de marzo de 1811, en San Nicolás de los Arroyos, tuvo su bautismo de fuego defendiendo la bandera
argentina, al enfrentarse, al mando del bergantín 25 de Mayo, a la escuadrilla realista comandada por el
Capitán de Navío Jacinto de Romarate. Después de la acción de San Nicolás, Bouchard tuvo una
destacadísima actuación enfrentándose a las naves españolas que bloquearon Buenos Aires entre los
meses de julio y agosto de 1811. En marzo de 1812 se integró en el Regimiento de Granaderos a Caballo,
al mando de José de San Martín. Participó en la batalla de San Lorenzo, donde conquistó una de las
banderas del enemigo. En premio a su valor, la Asamblea Constituyente le concedió la ciudadanía de las
Provincias Unidas del Río de la Plata. En 1813 contrajo matrimonio con Norberta Merlo, con quien
formaría una familia.
Una de las campañas más prestigiosas de Bouchard fue la realizada bajo las órdenes de Guillermo Brown,
en la que asolaría las costas del Océano Pacífico, atacando El Callao y Guayaquil. El 12 de septiembre de
1815 se le otorgó patente de corso para ponerse al mando de la corbeta Halcón, un barco de construcción
francesa no muy sólido en su estructura. La corbeta había sido comprada al Estado argentino por el
conocido armador Vicente Anastasio Echevarría. Los oficiales de la nave eran principalmente franceses,
pero el Segundo Comandante, Robert Jones, era de origen inglés, y se contaba con la presencia de Ramón
Freire. Antes de zarpar se produjo un choque entre Bouchard y los oficiales, cuando el agente de la
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expedición, Severino Prudant, promovió el levantamiento de la plana mayor. Debido a la intervención de
Echevarría, el conflicto no pasó a mayores.
La flota de la campaña estaba compuesta por la fragata Hércules, al mando de Guillermo Brown; la
Santísima Trinidad, al mando del hermano de Brown, Miguel; la corbeta Halcón, al mando de Bouchard
y la goleta Constitución, al mando de Oliverio Russell. Las embarcaciones Hércules y Santísima Trinidad
partieron desde Montevideo hacia el sur el 24 de octubre de 1815; las otras dos embarcaciones zarparían
cinco días después. Las órdenes eran encontrarse en la Isla Mocha donde establecerían un acuerdo para
las operaciones.
Los hermanos Brown arribaron a la isla el 28 de diciembre, mientras que la Halcón lo hizo un día más
tarde. Al llegar, Bouchard manifestó su convicción de que la Constitución se había hundido. Comentó que
al pasar el Cabo de Hornos los azotó una tempestad durante catorce días. La nave comandada por Russell
se encontraba cargada con cañones de grueso calibre y una importante carga, por lo que creía que no pudo
resistirla. Ni la Constitución ni su tripulación volvieron a ser vistos.
En la isla, Brown y Bouchard acordaron, el 31 de diciembre de 1815, operar juntos durante los primeros
cien días de 1816. También acordaron la forma en que iban a ser divididas las presas: debían ser divididas
en cinco partes, de las cuales dos le correspondían a Brown por ser el comandante en jefe, una y media
para la Santísima Trinidad y la misma proporción para la Halcón. De allí Bouchard y Miguel Brown
partieron hacia las costas peruanas, mientras que la Hércules se dirigió al Archipiélago Juan Fernández
para liberar a algunos patriotas que se encontraban presos allí.
El 10 de enero volvieron a reunirse las tres embarcaciones, en las cercanías de El Callao. Los oficiales
decidieron comenzar un bloqueo y, no conformes, bombardearon la población, la fortificación y llegaron
a desembarcar en las playas. El día 11 apresaron el bergantín San Pablo, que fue utilizado para alojar a los
enfermos de escorbuto y a los prisioneros. El 13 apresaron la fragata Gobernadora, donde encontraron al
teniente coronel Vicente Banegas, oficial del Ejército Republicano de Nueva Granada, quien se sumó a la
plana. El 18 de enero capturaron cuatro embarcaciones: la goleta Carmen, el bergantín Místico y dos
naves más, una de las cuales fue saqueada y hundida. El 21 volvieron a bombardear las fortalezas, y por
la noche hundieron la fragata Fuente Hermosa. El 28 de enero apresaron dos importantes presas, las
fragatas Candelaria y Consecuencia. Al día siguiente decidieron partir hacia el norte, en busca de la boca
del Río Guayas.
El 7 de febrero arribaron a la isla Puná, en las cercanías de Guayaquil. Al llegar, Guillermo Brown les
ordenó a Bouchard y a su hermano que permanecieran fondeados para proteger a las siete presas que
habían tomado anteriormente. Brown se puso al mando de la Santísima Trinidad, con la que se disponía a
atacar Guayaquil. Al día siguiente, tomó y demolió el fuerte de Punta de Piedras ubicado a cinco leguas
de Guayaquil. Sin embargo, el día 9 de febrero fracasó al intentar tomar el castillo de San Carlos, siendo
capturado por las fuerzas realistas. Tras una dura negociación, los otros corsarios argentinos lograron
canjear a Brown por la fragata Candelaria, tres bergantines y cinco cajones de correspondencia que
transportaba la fragata Consecuencia. Al retirarse, los corsarios se llevaron las fragatas Hércules y
Consecuencia, la corbeta Halcón y la goleta Carmen. Debieron abandonar la Santísima Trinidad, ya que
se encontraba en malas condiciones.
A los tres días, Bouchard le informó a Brown de que su nave hacía agua y que sus oficiales habían
decidido regresar a Buenos Aires, por lo que solicitaba la liquidación del botín. En el reparto, Bouchard
obtuvo la fragata Consecuencia y la goleta Carmen, pero tuvo que dejar la Halcón y contrajo una deuda
de 3.475 pesos.
El marino francés decidió volver a Buenos Aires por el Cabo de Hornos. Nuevamente existieron
diferencias con su tripulación, que en ocasiones se solucionaban mediante la violencia. Debe remarcarse
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que en una ocasión se batió a duelo con un sargento mayor, lo que luego le produciría graves problemas
legales. Estas diferencias aumentaron cuando un oficial de la nave Carmen le informó que la goleta hacía
agua, a lo que el comandante contestó que igual debía pasar por el Cabo de Hornos porque no echaría la
embarcación a pique. En ese momento los oficiales de la goleta, inducidos por la tripulación, decidieron
desobedecer a Bouchard y cambiaron el rumbo hacia las islas Galápagos. La Consecuencia arribó a
Buenos Aires el 18 de junio de 1816.
Juan Martín de Pueyrredón, a cargo del gobierno argentino, le brindó un importante apoyo a Hipólito
Bouchard
Para la nueva campaña que iba a realizarse, Bouchard decidió utilizar la fragata La Consecuencia, que
había tomado durante su última campaña. Junto a su armador, Vicente Echevarría, decidieron cambiarle el
nombre a la embarcación, optando por La Argentina. Pero armar este barco no era una tarea sencilla, ya
que contaba con un importante tamaño: 464 toneladas de desplazamiento y 100 metros de quilla.
En lo que respecta a la tripulación, debían reclutarse 180 hombres. Esta tarea no era sencilla, ya que
Bouchard se había ganado la fama de hombre duro. Los integrantes de la plana mayor fueron: el capitán
Nathan Sommers; los primeros tenientes Guillermo Sheppard, Colverto Thompson, Daniel Oliver,
Guillermo Mills, Miguel Burgués y Luis Greissac; el teniente de infantería José María Píriz; los cabos de
presa Juan Arhens, Carlos Douglas y Martín Van Burgen; el cirujano Bernardo Copacabana; los pilotines
Tomás Espora, Juan Agustín Merlo y Andrés Gómez. Echevarría había solicitado al gobierno el uso del
uniforme de la marina de guerra por parte de los oficiales de la campaña, tanto como motivación como
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para mejorar el orden y el respeto a bordo. Los marinos eran, en su mayoría, extranjeros, aunque algunos
de ellos eran oriundos de las provincias de Corrientes y Entre Ríos. La infantería de desembarco era
inexperta y, en la gran mayoría de los casos, pisaban por primera vez una cubierta.
El 25 de junio, todavía con La Argentina en el puerto, se produjo un incidente a bordo. En medio de una
discusión, un marinero abofeteó al armero, lo que era considerado un acto de indisciplina. Al enterarse
Bouchard, dispuso el arresto del agresor, lo que produjo la protesta de sus compañeros. Uno de estos
marineros decidió atacar al comandante, por lo que el capitán Sommers debió matarlo. Pero esto no
produjo la calma de los marineros, quienes se concentraron en la batería del entrepuente hasta que fueron
desalojados por la infantería de marina a cargo de Sommers. Este episodio finalizó con dos muertos y
cuatro heridos.
Tras el episodio, Echevarría decidió enviarle una carta al gobierno, encabezado por el Director Supremo
Juan Martín de Pueyrredón, argumentando que la insubordinación se debía a la permanencia de la fragata
en el puerto, y que terminaría al abandonar Buenos Aires. Sin embargo, el gobierno se negó a permitir que
zarpase la embarcación. Dos días después, La Argentina zarpó hacia la Ensenada de Barragán, lo que
provocó el surgimiento de rumores acerca de la deserción de Bouchard. En realidad, la fragata había
abandonado el puerto en base a una disposición general que establecía que los buques que se encontraran
en el puerto porteño, por demoras en su cargamento u otras razones, debían abandonarlo para permitir que
los buques de guerra y baterías costeras pudieran actuar con mayor eficacia en caso de un ataque
enemigo.
La acción contra los barcos negreros se basó en la posición del país frente a la esclavitud, según la
libertad de vientres decretada por la Asamblea del año XIII
El 27 de junio de 1817 Bouchard obtuvo la patente de corsario argentino, comenzando así la etapa más
novelesca de su vida. El 9 de julio de 1817 (Primer aniversario de la Independencia Argentina), zarpó al
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mando de la fragata "La Argentina" desde la ensenada de Barragán para cumplir un crucero de corso
(patente de corso nº 116), que habría de durar dos años.
Al trazar el rumbo que seguiría la embarcación, Bouchard había planeado navegar en busca de la gran
corriente sur ecuatorial, que atraviesa el Atlántico hasta las costas africanas, lo que le permitiría bordear
el Cabo de Buena Esperanza con el fin de perseguir los navíos de la Compañía de Filipinas que
navegaban por las costas de la India. El 19 de julio se produjo un incendio en la nave que se extendió
hasta el entrepuente y puso en peligro la vida de muchos tripulantes. La tripulación debió trabajar durante
varias horas hasta poder controlar el incendio. Al llegar al Océano Índico, la nave se dirigió hacia el
nordeste hasta alcanzar la isla de Madagascar. Tras dos meses de viaje, La Argentina ancló en Tamatave,
al este de la isla.
Una vez instalados en Tamatave, un oficial británico se presentó a hablar con Bouchard. Su intención era
pedirle apoyo para evitar que zarparan cuatro buques negreros. Bouchard le ofreció todas sus fuerzas
disponibles para impedir el tráfico por parte de estos buques, de los cuales tres eran ingleses y uno
francés. El comandante ordenó que los cañones apuntasen a los barcos, mientras él, secundado por varios
hombres armados, ejerció el derecho de visita que aplicaban en África, desde 1812, Gran Bretaña y los
Estados Unidos. Allí descubrió que las sospechas del oficial británico eran reales, por lo que decidió
evitar que los buques dejasen el puerto. Antes de zarpar, Bouchard le explicó al comandante de una
corbeta británica, llamada Comway, la forma en la que había actuado y le encargó la vigilancia de los
buques. Después de este suceso, La Argentina levó anclas, no sin antes apoderarse de los alimentos de los
buques negreros y reclutando cinco marineros de la embarcación francesa.
La embarcación retomó el rumbo nordeste, para intentar atacar los buques españoles que navegaban por
la región. Durante este trayecto la tripulación se vio afectada por el escorbuto, debido a las deficiencias en
la alimentación. Producto de la gran cantidad de enfermos los trabajos de a bordo tuvieron que ser
concentrados, pero a los pocos días el mal había afectado a gran parte de la tripulación. El 18 de octubre
avistaron una fragata estadounidense que les comunicó que los buques de la Compañía de Filipinas no
traficaban hacía tres años en los puertos de la India. La Argentina siguió navegando rumbo a las Filipinas,
resistiendo varias tempestades que la acompañaron hasta el estrecho de Sunda, que separa las islas de
Java y Sumatra. El 7 de noviembre decidió fondear en la isla de Java para que los enfermos pudieran ser
tranquilamente atendidos.
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Tras alejarse de la isla, La Argentina continuó su trayecto hacia las Filipinas. Esta zona era muy peligrosa,
ya que la frecuente presencia de piratas malayos era potenciada por las malas condiciones en las que se
encontraba la tripulación. Los buques utilizados por estos piratas se caracterizaban por ser de poco calado,
llevar cañones en sus dos proas y utilizar una sola vela y fuertes remos.
El encuentro con algunos de estos piratas se produjo finalmente en la mañana del 7 de diciembre, cuando
el vigía avistó cinco pequeñas naves. Pero el combate no se produjo hasta el mediodía, cuando la nave
más grande se lanzó al abordaje. Bouchard decidió no utilizar sus cañones de babor y prefirió el combate
cuerpo a cuerpo. Tras derrotarlos, ordenó tomar el barco mientras el resto de las embarcaciones piratas
huían. El comandante convocó un consejo de guerra para juzgar a quienes habían sido tomados
prisioneros, sentenciándolos a todos a la pena de muerte, salvo a los más jóvenes. La forma de ejecución
fue la siguiente: los prisioneros fueron devueltos a su nave, a la cual se le habían derribado los palos, y se
procedió a disparar sobre la misma hasta hundirla.
Tras abandonar el estrecho de Macasar, La Argentina atravesó el Mar de Célebes y fondeó en la isla de
Joló. Tras reaprovisionarse, la nave se dirigió hacia Manila, ciudad que Bouchard pensaba bloquear. Antes
de llegar, se toparon con una fragata inglesa que se dirigía a ese puerto y el comandante decidió revisarla
para comprobar que no transportara cargamento enemigo. Bouchard pretendió ocultar su origen, pero el
capitán de la fragata comprendió el objeto de su presencia y, tras llegar a Manila, dio aviso a las
autoridades españolas.
El 31 de enero de 1818 La Argentina se encontraba en las proximidades del puerto. La ciudad contaba con
una muralla y poseía un fuerte, el de Santiago, que contaba con una poderosa artillería. Bouchard
comenzó a tomar barcos que se encontraban en la zona, siempre manteniéndose alejado de la artillería
española. Durante los dos meses siguientes tomó 16 barcos, mediante un cañoneo intimidatorio y un
rápido abordaje. Los habitantes comenzaron a desesperarse, ya que los precios de las mercaderías se
habían duplicado y hasta triplicado. El gobernador ordenó que se prepararan dos navíos y una corbeta de
guerra para ir en busca del corsario. Esta expedición fue retrasada adrede y, cuando finalmente partió, La
Argentina ya se había ido. Bouchard había zarpado el 30 de marzo ante la imposibilidad de conseguir
mejores presas.
Al poco tiempo de retomar el viaje, fue avistado un bergantín proveniente de las Islas Marianas. Al
percatarse de la presencia de La Argentina, el barco lanzó sus botes al agua, debido a la calma existente, y
se hizo remolcar hasta el puerto de Santa Cruz. La fragata argentina no podía acercarse al puerto debido a
su calado, por lo que Bouchard ordenó a Sommers, Greissac y Van Buren que utilizasen tres botes para
abordar la embarcación. Los tres oficiales, junto a varios tripulantes fuertemente armados, comenzaron a
acercarse al bergantín que todavía no había alcanzado el puerto. Debido a la velocidad de su bote,
Sommers se adelantó y logró alcanzar la embarcación cuando ésta echó el ancla, pero el boté volcó
debido al choque producido con el casco de la nave enemiga. Los tripulantes del bergantín, en lugar de
arrojarles cabos para tomarlos como prisioneros, decidieron atacarlos, lo que produjo la muerte de catorce
marineros. El resto pudo ser rescatado por los botes de Greissac y Van Buren, que regresaron a la fragata.
Bouchard estaba decidido a vengar las muertes, pero para hacerlo necesitaba una embarcación de poco
calado. Para conseguirla ordenó a Greissac que junto a algunos marineros tomase un bote y abordara
alguna de las goletas que navegaban en las cercanías del puerto. Una vez conseguida, la nave fue armada
con una carronada de a doce y otros cañones de menor calibre. El corsario argentino puso al mando a
Greissac y Oliver, que dirigirían una tripulación de 35 marineros. La goleta se lanzó al abordaje el 10 de
abril sin que se le opusiera resistencia alguna, ya que los tripulantes huyeron al puerto. Tras dispersar a las
fuerzas que los atacaban desde la costa, la goleta retiró de su fondeadero al buque capturado.
Una vez alejados de Santa Cruz, tomaron una goleta española cargada de objetos preciosos. Pero debido a
los fuertes vientos, sólo hubo tiempo para el envío de un oficial y ocho marineros para que tripularan la
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embarcación. La goleta se mantuvo a la vista hasta el 15 de abril, cuando se perdió todo rastro de ella. Las
sospechas apuntan a que el cambio de rumbo fue producto de una insubordinación producida por el valor
del cargamento.
El bergantín capturado en Santa Cruz se encontraba al mando del teniente Oliver. Producto de los vientos,
esta embarcación se había separado en varias oportunidades de La Argentina. Para evitar la pérdida de
otra embarcación, Bouchard le comunicó a Oliver que en el caso de separación debían encontrarse en el
puerto de San Ildefonso, ubicado al este de Luzón, y que lo esperaría allí durante quince días. La
separación se produjo y el corsario esperó durante el tiempo acordado en San Ildefonso, pero el bergantín
nunca apareció. Decidió continuar su travesía, ya que Oliver tenía la capacidad y la experiencia para
volver a Buenos Aires.
Conversando con el comandante de la goleta tomada en las cercanías de Santa Cruz, Bouchard averiguó
que los buques de la Compañía de Filipinas ya no se dirigían a Manila y que algunos buques operaban, en
cambio, en las cercanías de Pekín. Decidió navegar hacia China para intentar capturar alguno, pero ante la
falta de víveres y las malas condiciones climáticas se vio obligado a cambiar el rumbo hacia las Islas
Sandwich, actualmente conocidas como Hawaii.
Hawaii [editar]
El rey Kamehameha I
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El 17 de agosto de 1818, Bouchard arribó a la bahía de Kealakekua, donde se encontraba un pequeño
puerto, en la costa oeste de la isla de Hawaii. Al fondear, una canoa tripulada por nativos se les acercó y
les informó, en un rudimentario inglés, que en el puerto se encontraba una corbeta que pertenecía al rey
Kamehameha I, pero que anteriormente había sido española. También les indicaron que la noche anterior
había zarpado una fragata con rumbo desconocido.
Bouchard decidió perseguir la fragata, que pronto tuvieron a la vista porque la falta de viento la había
clavado en el mar. Le ordenó a Sheppard que tomara un bote y preguntara al comandante de la fragata
sobre la nave que se encontraba en el puerto hawaiano. Tras las indagaciones, Sheppard informó que se
trataba de la Santa Rosa o Chacabuco, una corbeta que había zarpado de Buenos Aires en los mismos días
que La Argentina. La tripulación de la Santa Rosa se había amotinado en las costas de Chile, y había
cambiado el rumbo hacia Hawaii.
Tras enterarse del destino de la Santa Rosa, Bouchard ordenó a la fragata regresar al puerto, ya que
sospechaba que entre su tripulación se encontraban algunos de los amotinados. Tras revisar la tripulación,
reconoció a nueve hombres que había visto en Buenos Aires y, como castigo, les puso una barra de hierro
que les aferraba los pies y las manos. Tras un interrogatorio averiguó que los líderes de la revuelta se
encontraban en la isla de Kauai.
Al llegar al puerto se encontró con la Santa Rosa prácticamente desarmada, por lo que decidió reunirse
con el rey Kamehameha I vestido con su uniforme de Teniente Coronel de las Provincias Unidas del Río
de la Plata. Durante el encuentro, Bouchard le demandó la devolución de la corbeta. Sin embargo, el rey
argumentó que había pagado por ella y que merecía una compensación. Diversos autores afirman que
durante esta reunión Kamehameha I reconoció la soberanía de las Provincias Unidas; no obstante, otros
autores desestiman esto argumentando que Bouchard en su diario nunca mencionó la firma de un
instrumento tan importante, y que resultaba lógico ya que el corsario no tenía la autoridad para hacerlo.1
Tras la negociación, el rey le entregó al corsario argentino pocos víveres, argumentando que su isla se
encontraba escasa de comestibles y que podía aprovisionarse en Morotoi. El 26 de agosto se hizo cargo de
la Santa Rosa, embarcación a la que tuvo que rearmar para darle utilidad. Tras comprar víveres en
Morotoi, el 1 de octubre fondeó en la isla de Kauai. Allí capturó a quienes habían realizado el motín de la
Santa Rosa, fusilando a los líderes y castigando con doce azotes al resto.2 Tras reaprovisionarse de
víveres, municiones y contratar a ochenta nuevos tripulantes, la flota partió rumbo a California.
Bouchard decidió navegar hacia las costas de California, donde esperaba aprovecharse del comercio
español. Sin embargo, las autoridades españolas conocían las intenciones del corsario ya que el 6 de
octubre la nave Clarion les había informado que dos naves corsarias se preparaban para atacar las costas
californianas.3 El gobernador territorial Pablo Vicente Solá, que residía en Monterey, ordenó retirar de la
ciudad todos los objetos de valor y que se transportaran a una distancia considerable las dos terceras
partes de la provisión de pólvora.
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El 20 de noviembre de 1818 el vigía de Punta de Pinos, ubicado en uno de los extremos de la bahía de
Monterey, avistó a las dos embarcaciones argentinas. Tras avisar al gobernador, se prepararon los cañones
de las costas, se puso en armas a la guarnición y se envió a la misión de Soledad a las mujeres, niños,
ancianos y personas incapacitadas para pelear.
Bouchard se reunió con sus oficiales para diseñar el plan de ataque. El oficial Corney ya había estado en
dos oportunidades en Monterey, por lo que conocía la profundidad de la bahía. Se determinó utilizar para
el ataque la corbeta Santa Rosa, ya que el gran calado de la fragata La Argentina podía producir que esa
embarcación encallase, y se concentró allí la tropa de desembarco. La fragata tuvo que echar al agua
varios botes para que la remolcaran lejos del alcance de la artillería española. Una vez remolcada,
Bouchard envió hacia la Santa Rosa al capitán Sheppard junto a 200 hombres armados con fusiles y
lanzas.
La corbeta Santa Rosa, al mando del oficial Sheppard, ancló a las doce de la noche en las cercanías del
fuerte. Debido al cansancio que sufrían los hombres, tras remolcar la fragata y remar hacia la corbeta,
Sheppard decidió no atacar de noche. Con la primera luz del día descubrió que había anclado demasiado
cerca de la costa, y que a pocos metros se encontraban la artillería española lista para atacarlos. El capitán
decidió abrir fuego, pero tras quince minutos de combate la corbeta debió rendirse.4 Desde la fragata,
Bouchard vio cómo sus hombres eran derrotados, pero también observó que los españoles no intentaron
apoderarse de la Santa Rosa ya que carecían de embarcaciones. El corsario ordenó levar anclas y moverse
en dirección al puerto. Sin embargo, debido al calado de la fragata, no podía acercarse lo suficiente como
para abrir fuego. A las nueve de la noche comenzaron las tareas para trasladar a la fragata a los
sobrevivientes de la corbeta.
En la madrugada del 24 de noviembre, Bouchard ordenó a sus hombres que se pusieran al mando de los
botes. En las embarcaciones, comandadas por Bouchard, se encontraban 200 hombres, 130 armados con
fusiles y 70 con lanzas. Desembarcaron a una legua del fuerte, en una caleta oculta por las alturas. La
resistencia del fuerte fue muy débil, y tras una hora de combate fue enarbolada la bandera argentina.5 Los
argentinos tomaron la ciudad durante seis días, en los que se apropiaron del ganado, quemaron el fuerte,
el cuartel de los artilleros, la residencia del gobernador y las casas de los españoles junto a sus huertas y
jardines.
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volvieron a la Santa Rosa. Bouchard debió entregar un prisionero, "el borracho Molina, del que se
hubiera librado la provincia a cualquier precio... El pobre Molina tuvo que aguantar la cólera del
gobernador, y fue sentenciado a 6 años de prisión después de recibir 100 azotes".6
El 16 de diciembre levaron anclas y se dirigieron hacia San Juan de Capistrano. Allí le solicitó víveres a
un oficial realista, quien le respondió "que tenía bastante pólvora y balas para darme".7 Ante esta
respuesta, Bouchard decidió enviar 100 hombres a tomar el pueblo. Tras una breve lucha, los corsarios se
llevaron algunos objetos de valor e incendiaron las casas de los españoles. El 20 de diciembre zarpó hacia
la bahía Vizcaíno, donde reparó los buques y les dio descanso a sus hombres.
El 17 de enero de 1819 navegaron hacia San Blas, puerto que comenzarían a bloquear el 25 de ese mes.
El 1 de marzo, mientras continuaba el bloqueo de San Blas, fue avistada una goleta. Las dos
embarcaciones comenzaron a perseguirla, pero no pudieron alcanzarla. Después de este incidente,
Bouchard ordenó zarpar hacia Acapulco sin perder la costa de vista. Al llegar, envió un bote con un
oficial para reconocer el lugar, observando la cantidad y calidad de los buques que allí se encontraban. El
oficial informó que en el puerto no se encontraba ninguna embarcación relevante, por lo que decidieron
seguir viaje.
El 18 de marzo partieron hacia Sonsonete, El Salvador. Tras enviar a un oficial para reconocer el puerto,
éste le informó que había naves relevantes para abordar. En ese momento navegó hacia el puerto y tomó
un bergantín que se encontraba en las cercanías. El 2 de abril llegó al puerto de El Realejo, en donde armó
dos botes con cañones de a cuatro y 60 hombres en total, comandados por el propio Bouchard. Sin
embargo, fueron descubiertos por el vigía del puerto, por lo que todas las tropas realistas se movilizaron
hacia el puerto. Además, habían protegido el puerto con cuatro embarcaciones: un bergantín, dos goletas
y un lugre. Tras un intenso combate, las tres naves fueron tomadas. Bouchard incendió el bergantín San
Antonio y la goleta Lauretana, ya que sus dueños habían ofrecido un bajo rescate por ellos, 6.000 y 4.000
duros respectivamente. Debido a su calidad, conservó el lugre, llamado Neptuno, y la goleta restante,
llamada María Sofía.
Tras combatir en El Realejo, volvió a avistarse la misma goleta con pabellón español que se les había
escapado en San Blas. La embarcación avanzó contra la Santa Rosa, cuya tripulación estaba compuesta
por inexpertos marineros hawaianos y pocos artilleros. Las dos primeras andanadas de la embarcación
realista dejaron tres muertos y varios heridos, tres de ellos graves. Cuando la nave argentina se dispuso a
repeler el abordaje, la goleta bajó el pabellón español y enarboló el de Chile. La nave, llamada Chileno,
estaba comandada por un capitán corsario apellidado Croll. Bouchard le solicitó que su cirujano curara a
sus heridos, pero el corsario chileno decidió alejarse.
El 3 de abril de 1819 finalizaba la larga expedición de Hipólito Bouchard. Decidió partir hacia Valparaíso,
para colaborar con la campaña libertadora de José de San Martín. Algunos historiadores han señalado que
la bandera de las Provincias Unidas del Centro de América está inspirada en la bandera argentina que
flameó en ese entonces en Centroamérica.8
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Thomas Cochrane encarceló a Bouchard bajo cargos de piratería.
El 9 de julio de 1819 fondeó en el puerto de Valparaíso la corbeta Santa Rosa junto a la María Sofía, que
en realidad se trataba de una nave de origen danés que contrabandeaba en Centroamérica. El 12 de ese
mes arribó el Neptuno y un día después La Argentina. Al llegar Bouchard, se le informó que pendía sobre
él una orden de arresto por decisión de Thomas Cochrane. El corsario respondió que el gobierno chileno
no tenía autoridad para juzgarlo y que sólo respondería por sus actos ante las autoridades argentinas.
Tras resistirse al arresto, Cochrane ordenó que la fragata fuera tomada por la fuerza durante la noche. En
ella sólo se encontraban Cochrane, Espora y unos pocos marineros, por lo que su toma no resultó una
tarea difícil. Si bien la patente de corso había vencido antes de atacar El Realejo, el encarcelamiento se
explica por la necesidad de recaudar fondos para la flota argentino-chilena que posteriormente libertaría
Perú.9 Se le inició un juicio por piratería, que comenzó el 20 de julio. A mediados de septiembre había
partido la escuadra chilena para intentar tomar El Callao. En ese momento, los defensores del corsario
decidieron acelerar el juicio y el tribunal resolvió el 9 de diciembre de 1819 la devolución de los buques,
diarios y demás papeles a Bouchard. Sin embargo, el dinero y las mercancías nunca fueron devueltos.
Al llegar al puerto, vio con desazón el estado en que se encontraban las embarcaciones: los cañones, al
igual que las velas, habían sido retirados para equipar otros barcos. Para obtener recursos, utilizó la goleta
para transportar arcilla hacia Buenos Aires. Para que no existiera ningún problema de tipo legal, el
armador Echevarría le pidió al Director Supremo José Rondeau que le extendiese cuatro patentes de corso
por un término de ocho meses. Para inclinar la voluntad del Director a su favor, Echevarría le expresó que
renombraría al lugre como General Rondeau.
Sin embargo, al no disponer de tiempo y medios suficientes para rearmar las embarcaciones, Bouchard
decidió utilizarlas como transporte. Para que no se asociara el nombre de la fragata con tan pobre destino,
le cambió el nombre de La Argentina a Consecuencia, nombre que tenía antes de tomarla. La
Consecuencia fue utilizada para transportar 500 hombres, entre los que se encontraban varios granaderos,
mientras que la Santa Rosa transportó ganado y armamento.
A pesar de que le había informado a Echevarría de que partiría hacia Buenos Aires, Bouchard decidió
sumarse a la campaña de liberación del Perú. Utilizó sus dos embarcaciones como transporte y le escribió
una carta a su armador pidiéndole que ayudara a su familia. Aquí comenzó la ruptura con éste, ya que
Echevarría sentía perjudicados sus intereses debido al largo período de prisión que había sufrido el
12
corsario y a los daños producidos en las naves. Por esta razón el armador decidió quedarse con los 25.000
pesos pagados por el transporte de arcilla.
En 1820 Bouchard se encontraba en Perú sirviendo a la marina chilena. En diciembre de ese año le
solicitó a José de San Martín, quien había asumido el Protectorado del Perú, que le permitiera volver a la
Argentina debido a su mala situación económica. Sin embargo, San Martín le exigió que se mantuviera en
Lima por cinco meses más. Para agravar su situación, no se le pagó por dos presas capturadas en Pisco,
cuyo valor ascendía a 95.000 pesos. En 1822 se encontraba en una situación no muy clara respecto a su
pertenencia a la marina del Perú, y las noticias de que Echevarría no estaba ayudando a su familia en
Buenos Aires produjeron la ruptura definitiva con éste.
Cuando lord Cochrane se apoderó de los caudales depositados en los buques de guerra bajo su mando
para cobrar los haberes adeudados, San Martín decidió combatir fuego con fuego. Por ello dispuso la
creación de la marina peruana, y puso a Bouchard al mando de la fragata Prueba, la más importante de la
escuadra peruana. Cuando Cochrane retomó sus reclamos pecuniarios, Tomás Guido le pidió que se
dirigiera a Chile y ordenó a Bouchard que se preparara a combatir en caso de que que el marino se
dispusiera a atacar. Sin embargo, Cochrane no lo intentó, probablemente al notar lo bien armada que se
encontraba la nave peruana.
Posteriormente continuó en aguas peruanas al mando de la Santa Rosa, ya que La Argentina había sido
vendida como leña. Pero la Santa Rosa sería finalmente incendiada durante la sublevación de la fortaleza
de El Callao en 1824. También participaría, en 1828, en la guerra contra la Gran Colombia. Tras la muerte
del Almirante Martín Jorge Guise, quedó a cargo de la marina peruana, pero se retiraría un año después de
que se incendiara la nave insignia, Presidente.
Tras el retiro, decidió hacerse cargo de la atención de las haciendas que le había adjudicado el gobierno
peruano, San Javier y San José de la Nazca, donde funda un ingenio azucarero. Hacía tiempo que había
perdido contacto con su familia, después de la expedición con Brown había convivido con su esposa sólo
diez meses, y no llegó a conocer a su hija menor que nació después de que iniciara su expedición
alrededor del mundo. En sus haciendas trataba a sus esclavos con la misma dureza con la que trataba a su
tripulación. Harto de sus castigos, uno de sus servidores le dio muerte el 4 de enero de 1837.
Los restos de Bouchard permanecieron perdidos hasta 1962, cuando fueron encontrados en una cripta
ubicada en una parroquia de la ciudad de Nazca, en Perú. El 6 de julio de ese año fueron exhumados y
repatriados a Buenos Aires por una comisión formada por la Armada Argentina y la Armada de Perú.
Bibliografía [editar]
De Marco, Miguel Ángel (2002), Corsarios Argentinos, Buenos Aires, Argentina. ISBN 950-49-
0944-2.
Cichero, Daniel E. (1999), El corsario del plata, Buenos Aires, Argentina. ISBN 950-07-1560-0.
Departamento de Estudios Históricos Navales de la Armada Argentina (1987), Historia marítima
argentina: Tomo V, Buenos Aires, Argentina. ISBN 950-9257-05-2.
Bartolomé Mitre (1909), Páginas de Historia, Buenos Aires: La Nación.
Notas [editar]
1. ↑ De Marco (2002), pag. 169
2. ↑ De Marco (2002), pag. 172.
3. ↑ De Marco (2002), pag. 177.
4. ↑ De Marco (2002), pag. 179.
5. ↑ De Marco (2002), pag. 180.
6. ↑ Bancroft, Hubert. "The works of Hubert Howe Bancroft", Volume XIX: History of California, Chapter XI:
Bouchard and the insurgents.
13
7. ↑ De Marco (2002), pag. 183.
8. ↑ De Marco (2002), pag. 190.
9. ↑ Mitre (1909), pag. 83
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Es un consuelo, al repasar nuestra desgraciada
historia, pródiga en traidores, corruptos,
incompetentes y malvados, encontrarse con
este francés iracundo que anduvo por los siete
mares liberando esclavos, soñó con rescatar a
Napoleón de su forzado exilio en Santa Elena y
fue amo y señor de California por cinco días,
amparado en el pabellón celeste y blanco. Una
historia apasionante, que nada tiene que
envidiarles a las hazañas de Sandokán, el
Corsario Rojo, Jack Aubrey o el Capitán Blood.
¡Al abordaje!
EL PARTO DE UNA REVOLUCIÓN
Los primeros meses de los gobiernos revolucionarios de Buenos Aires fueron muy difíciles. Sólo en el
frente marítimo, debían enfrentar a la poderosa flota que controlaba el Río de la Plata desde Montevideo
(de hecho, Buenos Aires fue bloqueada y bombardeada en 1811). La primera e improvisada armada
patria, confiada al mando del navegante maltés Juan Bautista Azopardo, había sido destrozada en San
Nicolás a principios de ese año. El propio jefe fue hecho prisionero, y pasó los siguientes diez años en una
prisión española.
¿QUÉ ES UNA PATENTE DE CORSO?
El corso era considerado entonces una legítima manera de guerrear (1). Con algo de cinismo, podría
decirse que permitía que la iniciativa privada participara en una guerra, asociada a un Estado beligerante.
Los ingleses lo emplearon por siglos contra sus enemigos, en especial España, y los norteamericanos le
dieron a la Pérfida Albión un poco de su propia medicina durante la guerra de 1812-1814. Al terminar
este conflicto, muchos corsarios con base en Baltimore continuaron en el negocio gracias a las patentes
de una nación en la que no habían estado ni estarían jamás: las Provincias Unidas del Río de la Plata.
La patente de corso era un contrato por el cual un Estado otorgaba a un particular el derecho de
atacar, apresar, saquear o destruir todo buque que enarbolara una bandera enemiga, a cambio
de permitirle quedarse con una cierta parte del botín obtenido. A veces el Estado emisor de la
patente aportaba la nave, o al menos pertrechos, víveres y una parte de la tripulación; el corsario (o su
armador) debía cargar con el resto de los gastos. La campaña no solía durar más de un año, al cabo del
cual se debían devolver al gobierno los bienes confiados, así como entregar las municiones y armas
obtenidas en las capturas en el mar.
En caso de naufragio, el corsario quedaba exento de todo reintegro. Debía llevar un registro de lo
sucedido en la campaña, así como debía izar, en el momento del ataque, la bandera del estado emisor de
la patente.
El corso hispanoamericano se inició en 1814, el año en que por fin se terminó con el peligro que
representaba Montevideo. Alcanzó su apogeo alrededor de 1818 y finalizó en 1823. Las naves bajo
pabellón argentino realizaron las acciones más importantes. Las principales zonas de actuación fueron el
Atlántico Sur y el Caribe, donde actuaron unos 60 corsarios, pero también hubo ataques en el Océano
Pacífico y hasta en el Mar Mediterráneo. En el apogeo del corso, la ciudad de Cádiz estuvo a punto de ser
bloqueada por naves hispanoamericanas.
Desde la Banda Oriental operaban más de 30 corsarios con patentes otorgadas por Artigas, quienes
capturaron naves españolas y, tras la invasión de 1816, portuguesas. En el Caribe actuaron naves de la
Gran Colombia y de México en combinación con los corsarios argentinos, siendo su base de operaciones la
isla Margarita. Los corsarios chilenos, armados luego de la independencia de su país con apoyo de
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marinos argentinos y británicos, hicieron varias presas del comercio realista con base en Lima
entre 1818 y 1820.
Las consecuencias más importantes del corso fueron las pérdidas y el estancamiento
comercial que causaron al comercio español: sólo los corsarios de Buenos Aires
capturaron unas 150 presas.
Entre los más destacados figuran el irlandés Guillermo Brown (el creador de la armada
argentina), el norteamericano David Jewitt (quien entre otras acciones destacadas tomó posesión de las
Islas Malvinas en nombre del gobierno de Buenos Aires en 1820) y el protagonista principal de esta
historia.
HIPPOLYTE BOUCHARD
André Paul Bouchard nació el 15 de enero de 1780 en Bormes (2) una localidad francesa cercana a Saint
Tropez. Era hijo de André Louis Bouchard, posadero y luego próspero fabricante de tapones de corcho, y
de Thérese Brunet.
André era un "niño inquieto y travieso", al que le gustaba conversar con las gentes del mar y quería ir a
la guerra. Bartolomé Mitre describe al Hipólito Bouchard adulto como de tez morena, cabello oscuro y
ojos negros rasgados, penetrantes y duros, que "despedían fuego".
Luego que Thérese enviudara, se volvió a casar y su nuevo esposo dilapidó su pequeña fortuna. André
(que en fecha desconocida se cambió su nombre a Hippolyte, Hipólito) por poco arroja a su padrastro por
la ventana.
Era 1798 Hipólito se fue de su casa y se enroló en la armada francesa. Sirvió en las desventuradas
campañas de Egipto y Santo Domingo y se desilusionó con el curso de la Revolución Francesa, y terminó
emigrando al Río de la Plata en 1809. Bouchard pronto comenzó a sentir simpatía por las ideas
expresadas por el sector más radical de la Junta de Mayo, liderado por Mariano Moreno, y puso sus
conocimientos navales a disposición de la Revolución.
Cuando el gobierno patriota enfrentó las primeras hostilidades en el Río de la Plata, Bouchard sirvió como
segundo de Azopardo en la primera escuadrilla argentina, comandando el bergantín "25 de Mayo". Tras la
derrota de San Nicolás, el 2 de marzo de 1811, fue injustamente acusado de cobardía e irresolución.
Sustanciado un proceso, terminó absuelto, reconociéndose que cumplió con su deber hasta que se vio
desamparado por su tripulación, que entró en pánico en pleno combate.
En el invierno de 1811, desde una lancha cañonera, Bouchard enfrentó a las naves que el virrey Elío
envío para bombardear Buenos Aires. Durante el año siguiente peleó en el Paraná, al mando de una
balandra (el "Bote de Bouchard") persiguiendo a las naves enemigas.
En marzo de 1812 ingresó a un cuerpo con la organización y disciplina propia del ejército napoleónico: el
flamante Regimiento de Granaderos a Caballo de San Martín. Como alférez, Hipólito Bouchard participó
en la batalla de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813, jornada en la que no pasó desapercibido: tomó
"una bandera que pongo en manos de V.E. y la arrancó con la vida al abanderado el valiente oficial D.
Hipólito Bouchard", en las propias palabras del Libertador. Bouchard siempre luciría con orgullo el aro en
la oreja, símbolo de los granaderos.
Acompañó a San Martín a reforzar el Ejército del Norte, hasta entonces comandado por Manuel Belgrano.
Luego fue al ejército de la Banda Oriental y, tras obtener licencia para volver a Buenos Aires, se le dio el
mando de la fragata "María Josefa".
En 1813 se casó con Norberta Merlo, hermana de su amigo Ramón e hija de un ex oficial español que se
había batido, ocho años antes, en Trafalgar. El matrimonio fue conveniente a los fines de ascender en la
escala social, emparentándose con una familia rioplatense.
Para entonces, Bouchard hablaba un particular híbrido de español de Buenos Aires y francés de Provenza.
Se reconocía su entrega incansable, a la vez que su temperamento exaltado: no era extraño verlo
pegando planazos con su sable a sus subordinados más indisciplinados.
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LA GUERRA DE CORSO EN EL OCÉANO PACÍFICO
Echevarría era un abogado rosarino de dilatada vida pública. Sus padres habían soñado
que fuera sacerdote, destino que se encargó de cambiar cuando decidió estudiar leyes y
se casó con su prima, provocando un escándalo que llegó hasta los tribunales.
Combatiente en las Invasiones Inglesas, dueño de una fortuna importante, estuvo desde
el principio de la Revolución, tras bambalinas, cerrando acuerdos y financiando a los
ejércitos patriotas. Echevarría sería un hombre providencial para Hipólito Bouchard, quien
sabía ganarse enemigos con suma facilidad.
Dos naves corsarias pusieron proa al Cabo de Hornos para actuar en el Océano Pacífico. Una tormenta
hundió el barco comandado por Oliverio Russell; Bouchard logró salvar el suyo, la corbeta "Halcón", y
rodear el Cabo, pese a la oposición de sus oficiales, que querían volverse y llevaron su insubordinación al
borde del motín.
A fines de 1815, en la Isla de la Mocha, Bouchard se reunió con Guillermo Brown para coordinar acciones
conjuntas. Fue un encuentro de temperamentos opuestos, que se proyectaban a las tripulaciones:
profesionales, respetuosos del orden y de su capitán, en el buque del irlandés; indisciplinados y
fuertemente enfrentados con el mando, en la nave del francés.
En la reunión acordaron que Brown sería el comandante general de la expedición. Bouchard debió
aceptar, pero no estaba de acuerdo con los desmesurados planes del irlandés, que decidió el bloqueo
nada menos que de la fortaleza española de El Callao.
Los tres barcos de la pequeña flota corsaria (la fragata "Hércules", el bergantín "Santísima Trinidad" y la
corbeta "Halcón") hostigaron las líneas de comunicación realistas. Entre otras hazañas, hundieron la
fragata "Fuente Hermosa" y capturaron una nave similar, la "Consecuencia", el 28 de enero de 1816. Ese
barco sería luego rebautizado con el nombre de "La Argentina", el buque que daría la vuelta al mundo al
mando de Bouchard.
En un ataque a Guayaquil, Guillermo Brown fue capturado por las fuerzas españolas. Bouchard y el
hermano de Brown, Miguel, negociaron un canje para recuperar al prisionero, a cambio de ceder gran
parte del botín obtenido.
Poco después, Bouchard informó a Brown que su barco hacia agua y que volvería a Buenos Aires.
Negociaron el reparto de bienes; a Bouchard le tocó en suerte la "Consecuencia", por la que cedió la
"Halcón", y mantuvo otra nave muy deteriorada, la "Carmen" o "Andaluz", para la que tenía otros planes:
se la dejó a los oficiales que habían intentado insubordinarse ...
COMIENZO DE LA VUELTA AL MUNDO
"El capitán, a cuya dirección iba fiada 'La Argentina' y su fortuna, reunía en sí, física y moralmente, las
cualidades y defectos de un héroe aventurero". Bartolomé Mitre, "El crucero de La Argentina. 1817-1818"
A mediados de 1816, Hipólito Bouchard desembarcó en Buenos Aires y se encomendó a los preparativos
de una nueva expedición corsaria, patrocinada otra vez por Vicente Echevarría.
Se hizo de los pocos recursos que el gobierno podía darle (sables de caballería, para una operación en el
mar...) y preparo su tripulación, en la que se destacaba un joven criollo que participó en su anterior viaje,
Tomás Espora, a quien esperaba un glorioso futuro en la marina argentina.
El primer inconveniente que debió afrontar la expedición ocurrió cuando todavía no había partido y casi
termina con la aventura antes de empezar. En la noche del 25 de junio de 1817, una discusión a bordo
del buque terminó en una pelea que debió ser reprimida por la infantería de marina, con el saldo de dos
muertos y cuatro heridos graves. El Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón suspendió la partida de
"La Argentina" y ordenó una investigación sobre las causas del motín. Nuevamente, la muñeca política de
Echevarría destrabó el conflicto. Dos días después de los incidentes, la expedición por fin pudo zarpar.
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"La Argentina" enfiló hacia África. En medio del mar se debió sofocar un incendio intencional, que casi
termina con la fragata. Para empeorar la situación, las diferencias entre los expertos marinos extranjeros
(principalmente británicos) y los criollos, para nada habituados a la dura vida del mar, amenazaban
ahondarse con la tensión de los días en el océano.
Cruzar el Atlántico les llevó poco más de dos meses. El 4 de setiembre de 1817, "La Argentina" atracó en
el puerto de Tamatave, en la costa oriental de Madagascar. Allí inspeccionó cuatro barcos (tres ingleses y
uno francés), ejerciendo el derecho de visita que Gran Bretaña y Estados Unidos aplicaban en África
desde 1812. Bouchard comprobó que se trataba de barcos negreros, y entonces liberó a los esclavos y
requisó los víveres. Cinco marineros de la goleta negrera francesa pidieron alistarse en "La Argentina", al
conocer que su capitán era francés y luchaba por la libertad. En cuanto llegó la corbeta de guerra
británica "Comway", Bouchard puso a su capitán al tanto de lo obrado y lo dejó al mando de las tareas de
vigilancia.
"La Argentina" entonces puso proa a Oriente en busca de navíos enemigos. Nuevamente debió afrontar
fuertes tempestades, y durante la travesía del Océano Índico buena parte de la tripulación enfermó de
escorbuto. Los alimentos empezaron a escasear: sólo quedaban galletas, demasiado duras para ser
masticadas por los enfermos, que debían mojarlas para poder comerlas. No había día que no arrojaran un
muerto al agua. El 18 de octubre, el capitán de un buque norteamericano les informó que hacía más de
tres años que las naves españolas de la Compañía de Filipinas no traficaban en los puertos de la India.
Hipólito Bouchard supo que debía llegar a dichas islas si quería encontrar españoles.
El 7 de noviembre, con una tripulación diezmada, "La Argentina" fondeó en la isla Nueva de la Cabeza de
Java. Desembarcaron a los enfermos y armaron tiendas de campaña. Tras unos días, fray Bernardo de
Copacabana, sacerdote betlemita que hacía de médico a bordo, decidió probar con un singular método
para recuperar a los enfermos: los enterró hasta el cuello en la arena. En palabras del propio Hipólito
Bouchard: "el que era pasado totalmente del escorbuto murió al cabo de una hora desde que se hallaba
en la tierra y los demás consiguieron mejorarse. Esta operación se repitió muchas veces hasta que los
pobres podían servirse de sus miembros".
Al mediodía del 7 de diciembre fueron atacados por piratas malayos, famosos por su crueldad. Bouchard
no tenía artilleros sanos para emplear sus cañones, y entonces ordenó a sus hombres enfrentar el peligro
con fusiles y armas blancas. El fuego nutrido impidió el abordaje de los piratas, cuyo comandante, al
verse derrotado, se clavó dos puñaladas en el pecho y se arrojó al mar. Cinco de sus oficiales lo imitaron.
Bouchard ordenó la toma de la nave y la reducción de los piratas derrotados. Otras cuatro embarcaciones
escaparon. Siguiendo los usos y costumbres del mar, Hipólito Bouchard convocó un consejo de guerra
que juzgó a los prisioneros. Probados sus crímenes (entre ellos, el asesinato de toda la tripulación de un
barco portugués que ya se había rendido), el consejo sentenció a muerte a los piratas, con excepción de
algunos menores que fueron recibidos como grumetes.
Los piratas malayos fueron devueltos a su nave, a la que se le aserraron sus palos. Luego, Bouchard
ordenó el fuego. Los piratas desaparecieron bajo las aguas gritando: "¡Alá! ¡Alá!".
Tras esta aventura, "La Argentina" soportó la calma de un mar sin vientos en el pasaje del estrecho de
Macasar hacia el Mar de las Célebes. Luego enfiló hacia la isla de Luzón y, más allá, Manila, la joya del
imperio español en Oriente, a la que pretendía bloquear.
18
Durante dos meses "La Argentina" bloqueó Luzón, hundió dieciséis barcos, abordó otros dieciséis y apresó
a cuatrocientos realistas. El bloqueo del comercio español causó en Manila una inflación del 200 % en dos
meses. Hipólito Bouchard decidió luego ir a China, en busca de más navíos españoles.
En el viaje a Cantón, "La Argentina" estuvo a punto de zozobrar por las fuertes tormentas que debió
afrontar, con la consecuencia de que varios tripulantes convalecientes murieron. Como agravante, los
víveres volvieron a escasear. Bouchard revió su plan y puso proa a las Islas Sandwich, las actuales
Hawaii, para reaprovisionarse y recuperar a su tripulación.
Uno de sus biógrafos (Julio Manrique, tripulante de "La Argentina") asegura que, en esos días, el
corsario francés meditó atacar la isla británica de Santa Elena y liberar a su admirado
Napoleón. La inconveniencia política del gesto y la presión de la tripulación para dirigirse a Hawaii le
habrían hecho renunciar a esa aspiración. Manrique es el único de todos los cronistas que menciona la
historia (hecho que, en mi opinión, no invalida su relato). Empero ¿quién sabe? tal vez sólo sea una
más de las leyendas que rodean la vida de Hipólito Bouchard.
NUESTRO HOMBRE EN HAWAII
El 18 de agosto de 1818, "La Argentina" fondeó en la bahía de Kealakehua, en una de las islas del
archipiélago hawaiano. Hawaii era entonces un reino independiente, gobernado por Kamehameha I, un
monarca benévolo y progresista, que había armado una pequeña flota con la que comunicaba las islas del
reino y comerciaba con China. Se había rodeado de asesores europeos, que lo aconsejaban en su trato
con las potenciales imperiales de la época.
Hawaii también era una especie de paraíso mahometano: se caracterizaba por la desinhibición sexual de
sus mujeres, bellas morenas de senos descubiertos, que siempre hicieron las delicias de los marinos que
arribaron a sus tierras...
Apenas llegó, Bouchard se encontró, atracada en el puerto, una nave que había sido comprada por el rey.
Tras prudentes averiguaciones, Bouchard descubrió que era la corbeta argentina "Santa Rosa", o
"Chacabuco", que se aprestaba a partir, también en afán corsario, cuando "La Argentina" dejó Buenos
Aires. La tripulación de la "Santa Rosa" se había rebelado frente a la costa de Chile y, tras desembarcar a
sus oficiales, peregrinó por el Pacífico hasta Hawaii. Los hombres se dispersaron por la isla, habían
tomado mujer y estaban adaptados a las costumbres locales. Ante la falta de tripulación, el capitán le
vendió el buque al rey Kamehameha y partió sin que se supiera más de su suerte.
Entonces, una ley del mar, que se aplicaba estrictamente, establecía que cualquier capitán que
encontrase marineros amotinados debía ejecutarlos sin dilación, para escarmiento y para evitar que el
ejemplo cundiese. En esa época los oficiales eran pocos; la mayoría de la tripulación de cualquier barco
estaba formada por levados, esclavos, condenados y capturados.
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Bouchard apresó a un grupo de hombres del "Santa Rosa" que estaban escapándose de las islas.
Comprobó que la corbeta estaba totalmente desmantelada, varada en el puerto, y decidió efectuar el
reclamo ante el propio monarca. Finalmente ambos llegaron a un acuerdo: el rey devolvía la nave,
aportaría hombres a la tripulación de Bouchard (unos cien) y éste indemnizaría a la corona por los gastos
de compra del buque.
En las memorias de José Piris, integrante de la expedición de Bouchard, se afirma que Kamehameha
firmó un Tratado de Comercio, Paz y Amistad con Hipólito Bouchard, en el que reconocía la independencia
de las Provincias Unidas del Río de la Plata. De haber sido así, Hawaii sería el primer país no
hispanoamericano en reconocer la independencia argentina, ya que recién en 1821 Portugal haría lo
propio, un año antes que Brasil y Estados Unidos y cuatro antes que Gran Bretaña. Empero, ni en la
bitácora de Hipólito Bouchard ni en ninguna otra fuente se asienta el reconocimiento de la independencia
argentina, hecho de gran magnitud para faltar en la crónica de los hechos.
Bouchard prosiguió la captura de los amotinados del "Santa Rosa" en Kaouai. En Oahu, la isla más grande
y rica de Hawaii, cargaron provisiones y atraparon a los últimos amotinados que se habían escondido en
los bosques (uno fue condenado a muerte y el resto a recibir azotes). Tras otorgar grados militares al rey
Kamehameha y nombrar algunos cónsules, decisiones para las que no estaba facultado, Hipólito Bouchard
partió hacia el este. Junto a "La Argentina" iba la nueva nave de la flota, la "Santa Rosa", al mando de
Peter Corney, ex marino a quien Bouchard conoció en Hawaii, regenteando la taberna del pueblo.
YENDO A CALIFORNIA
California era, en esos años, apenas un puñado de misiones franciscanas dispersas sobre la costa, donde
religiosos y nativos vivían plácidamente. La capital era Monterrey. Se cultivaba trigo, alfalfa y frutales, y
había una incipiente industria vitivinícola. Los vinos, junto a los cueros, el sebo y los manufacturados de
los ovinos eran los principales artículos de exportación. Aislados por el desierto, su comunicación principal
era marítima.
El 20 de noviembre de 1818, los vigías de Monterrey vieron arribar a "La Argentina" y a la "Santa Rosa".
De pronto, el viento cesó y la corbeta "Santa Rosa" quedó varada. El gobernador Solá había mandado
instalar dos baterías en la playa para proteger el desembarcadero: en quince minutos, la corbeta fue
acribillada y el puente argentino se llenó de muertos y heridos.
Era la madrugada del 24 de noviembre, con los hombres rescatados del "Santa Rosa", Hipólito Bouchard
desembarcó con 200 infantes y marineros, armados de fusiles o lanzas, además de algunos cañones. Las
primeras respuestas de los guardias fueron repelidas. Los apenas 25 soldados españoles huyeron
asustados.
Uno de los guerreros hawaianos que integraban la tripulación arrió la bandera española y enarboló la
enseña argentina. Desde esa noche, hasta el 29 de noviembre, California fue argentina.
Como era esperada la presencia corsaria, el gobernador había ordenado la evacuación preventiva de
mujeres y niños, además de los archivos y dinero de la Real Hacienda. Los esperados refuerzos de San
Francisco y San José no intentaron recuperar la ciudad, sino que esperaron la ida de los argentinos.
Las tripulaciones de "La Argentina" y de la "Santa Rosa" se dedicaron al saqueo. Los marinos hawaianos
tenían predilección por... los vestidos de las mujeres que encontraron en las casas. El ganado que no
podía llevarse, se mataba. Se incendió el fuerte, el cuartel de artilleros, la residencia del gobernador y las
casas de los españoles, pero se respetaron tanto los templos como las propiedades de los criollos.
Poco después atacaron el rancho El Refugio, la hacienda de los Ortega, contrabandistas conocidos de la
zona, quienes habían colaborado con las autoridades coloniales contra los patriotas mexicanos. Se repitió
el saqueo como en Monterrey (3).
Luego, los corsarios atacaron San Juan de Capistrano. Bouchard solicitó provisiones a cambio de no
hostilizar la población, recibiendo como respuesta una bravuconada del prior. Una partida saqueó la
misión, bien nutrida de licores, pero sin dinero ni tesoros, los que ya habían sido evacuados. El retorno de
estos hombres a "La Argentina" fue un tanto errático, por su grado de ebriedad (4).
20
La pequeña flota corsaria pasó de largo frente a San Diego y se refugió, para reparar los buques,
en la bahía Vizcaíno (hoy Key Biscayne, de siempre grato recuerdo para el tenis argentino).
Permanecieron en ese lugar hasta enero de 1819, cuando partieron hacia el sur, a rondar los
puertos de San Blas y Acapulco. Ya en América Central, atacaron Sonsonete, en El Salvador, y el
2 de abril, el Realejo, en Nicaragua, uno de los centros más importantes del comercio y la marina
colonial española, amén de principal astillero del Pacífico.
Bouchard decidió atacar el puerto con dos lanchas armadas de cañones y botes tripulados por medio
centenar de hombres. Entraron en el canal antes del amanecer, pero fueron descubiertos por el vigía al
salir el sol. Pronto todas las fuerzas enemigas estuvieron listas para su llegada, formando una doble hilera
de defensa, compuesta por un bergantín, un pequeño lugre y una goleta. Sin embargo, y con sus magros
recursos, los corsarios igual capturaron el puerto.
A la mañana siguiente, quemaron el bergantín y la goleta, insatisfechos por el pobre rescate ofrecido por
sus dueños, e incorporaron el pequeño lugre y la nave "María Sofía" (anclada en el puerto) a la flota de
Buenos Aires.
La aventura de Hipólito Bouchard en el Pacífico Norte terminó tras el enfrentamiento con un bergantín
que cañoneó a la "Santa Rosa", sembrando de muertos y heridos la cubierta. Sin "La Argentina"
(dedicada a la tarea de vigilar las presas capturadas en Realejo) Bouchard se disponía a un duro ataque
enemigo cuando, sorpresivamente, a poco de entrar en batalla, la nave agresora arrió la bandera hispana
y alzó la chilena. Era una embarcación corsaria, capitaneada por un tal Coll, que se había enfrentado a la
"Santa Rosa" creyéndola española. Indignado, Hipólito Bouchard pidió que le enviaran un cirujano para
atender a los heridos. Como respuesta, Coll se marchó.
LA LIBERACIÓN DEL PERÚ
Ante los daños de la "Santa Rosa" y, al tanto de que San Martín estaba por lanzar su campaña marítima
contra el poder español en Perú, Bouchard decidió dar por finalizada la expedición y enfilar hacia
Valparaíso. Cuando llegó al puerto, se encontró con desagradables sorpresas. Por orden del vicealmirante
escocés Lord Cochrane (el "Lord filibustero" como lo llamaba San Martín) fueron arrestados, causados de
piratería; el cargamento fue confiscado. Bouchard trató de resistir, pero la superioridad de sus
adversarios hizo inútil cualquier defensa. Se rindió y quedó detenido.
Se inició un tortuoso juicio, en el que su defensor fue Tomás Guido. San Martín, Sarratea, Echevarría,
O'Higgins, apelaron en su favor. Dado los débiles cargos del expediente, surge la idea de que la codicia de
Lord Cochrane fue el acicate para el despojo, como tiro por elevación a San Martín, con quien tenía una
sorda lucha.
Enfurecido ante la injusticia, el coronel Mariano Necochea, compañero de Bouchard en San Lorenzo, armó
un piquete de sus granaderos y tomó "La Argentina", desoyendo las amenazas de las autoridades. La
nave le fue reintegrada al capitán francés.
Una vez liberado, Bouchard recorrió "La Argentina"y se encontró con que los cañones y velas habían sido
retirados para equipar otras naves. No había ninguna embarcación menor, ni cabos, palos, vergas o
timón. La bandera celeste y blanca, ennegrecida, yacía en un rincón de la cubierta. La bodega estaba
vacía: todo lo ganado en la excursión en el Pacífico había sido saqueado.
Echevarría había conseguido nuevas patentes de corso y planeaba llamar a Bouchard a Buenos Aires,
para operar con sus flotas en el Litoral argentino, pero el marino tenía otros planes. Ni él, ni sus
subordinados, pretendían perderse la campaña libertadora al Perú. En una carta a Echevarría, Bouchard le
comunicó que había decidido participar en la expedición a la tierra de los incas, y le pidió que velara por
las necesidades de su familia (su esposa y sus hijas Carmen y Fermina) y se comprometió a reintegrarle
los gastos a su regreso. Echevarría se enfureció y se negó. La familia de Bouchard quedó librada a su
suerte.
Por los daños sufridos, tanto "La Argentina" como la "Santa Rosa" sólo hacían transportes de carga para
los ejércitos libertadores, desembarcados en Perú en setiembre de 1820. Parecía el fin. Al poco tiempo,
"La Argentina" fue desguazada y vendida como leña vieja. La "Santa Rosa" se incendiaría luego, en la
revuelta del Callao de 1824.
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Sin recursos económicos, Hipólito Bouchard se presentó al general San Martín y le rogó que lo
dejara regresar a Argentina. Pero el Libertador le pidió cinco meses más, tal vez pensando en
darle el mando de la marina peruana tras la liberación (el 28 de julio de 1821, José de San
Martín proclamó la independencia en Lima).
Cuando Cochrane se apoderó de los caudales limeños depositados en sus buques de guerra, con el
pretexto de cobrar haberes adeudados, San Martín organizó la marina de guerra peruana y le dio a
Bouchard el mando de la fragata "Prueba", la nave más importante de la flota. Lord Cochrane temió el
enfrentamiento con el héroe francoargentino y dio marcha atrás.
EL FINAL, LEJOS DEL MAR
Hasta 1828 Hipólito Bouchard siguió al servicio de la marina peruana. Entonces se retiró y se estableció
en las haciendas de San Javier y San José de Nazca, adjudicadas como recompensa por el Congreso
peruano. Bouchard fundó un gran ingenio azucarero, al que llamó "La Buena Suerte". Entonces, las
Provincias ya no más Unidas se desangraban en la guerra civil. El héroe de antaño nunca volvió a ver a su
esposa ni a sus hijas, y se volvió cada vez más hosco. Su cólera explotaba a cada momento y se
descargaba violentamente, justo él, el libertador de esclavos, contra los peones de sus haciendas.
En el anochecer del 4 de enero de 1837 golpeó a un sirviente, pero esta vez, hubo violentas protestas.
Hipólito Bouchard tomó un pistolón y su viejo sable de abordaje, pero fue tarde. Los sirvientes lo mataron
a puñaladas.
Sus restos estuvieron perdido por más de 120 años, hasta que en junio de 1962 fueron encontrados en
una cripta olvidada de una parroquia en Nazca, Perú. El 6 de julio de ese año, los restos fueron
exhumados por una comisión conjunta de las marinas argentina y peruana y repatriados a Buenos Aires,
a bordo de un crucero llamado "La Argentina". Hoy reposan en el Panteón de Buenos Aires.
NOTAS
(1) Una reliquia de estas épocas se encuentra en la actual Constitución argentina. El artículo 75 (que era
el 67 antes de la reforma constitucional de 1994), que dispone las competencias del Congreso, dice en su
apartado 26 (antes el 22): "Conceder patentes de corso y de represalias, y establecer reglamentos para
las presas".
(3) En Santa Bárbara pueden verse, en un largo muelle de la playa, altos mástiles con las banderas de las
naciones que alguna vez ocuparon California: España, Rusia, México, Estados Unidos y... Argentina. En el
segundo piso del County Court House hay un mural que representa la ocupación de 1818.
(4) A San Juan de Capistrano llegan, en la primavera boreal, las golondrinas que emigran desde
Argentina. En lo que hoy es Dana Point se sigue recordando el ataque de Hipólito Bouchard a San Juan de
Capistrano, con la Fiesta Anual del Pirata. Cabe aclarar que, para la mayoría de los textos anglosajones,
Bouchard es un mero pirata. Uno de los pocos que le hace justicia es Peter Uhrowczik, en su obra "The
Burning of Monterey: The 1818 Attack on California by the Privateer Bouchard", Cyril Books, 2001. Hasta
donde sé, no hay versión en español.
FUENTES
Libros
La mejor fuente posible, un siglo y pico después, sigue siendo la obra de Bartolomé Mitre, "El crucero de
la Argentina 1817-1819", incluida en "Páginas de Historia", que se puede descargar gratis (en formato
.pdf, 757 Kb) de http://www.e-libro.net/E-libro-viejo/libros_gratis.htm.
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"El Águila Guerrera". Pacho O'Donnell, Editorial Sudamericana, 1998.
Artículos
"Cuando Hawaii tuvo bandera argentina". Conrado Etchebarne Bullrich. La Nación, Suplemento Enfoques,
domingo 14 de setiembre de 1997.
Links
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el viaje de La Argentina
24
la Revolución se cae a pedazos
Art 1°. El gobierno concederá patente de corso a todo
individuo que solicite armar algún buque contra bandera
española.
Del Reglamento de corso, Departamento de la Guerra,
Buenos Aires, 18.11.1816