FLUXUS
FLUXUS
FLUXUS
Fluxus no es:
--un momento en la historia, o
--un movimiento de arte
Fluxus es:
--una manera de hacer cosas,
--una tradición, y
--una forma de vida y muerte
Aquí, uno debe tener en mente que Fluxus fue algo que sucedió más o
menos por accidente. A finales de los años 50 los artistas de Fluxus
comenzamos a coalecernos, a veces pensando en nosotros mismos como
un grupo sin nombre, haciendo el trabajo que después se conocería como
Fluxus. No nos presentamos conscientemente al público como un grupo
hasta 1962, cuando George Maciunas organizó su festival en Wiesbaden,
proyectado originalmente como publicidad para la serie de publicaciones
que pensaba editar y que serían llamadas Fluxus. El festival causó gran
revuelo, apareció en la televisión alemana y se repitió en otras ciudades, lo
cual está bien documentado y no nos concierne aquí.
El punto al que quiero llegar es que, en conexión con dicho festival, los
periódicos y demás medios comenzaron a hablar de nosotros como "die
Fluxus leute" ("the Fluxus people"), y así aparecimos aunque éramos gente
de muy diferentes trayectorias. Knowles, Vostell y Brecht eran originalmente
pintores. Watts, básicamente un escultor. Patterson, yo mismo y Paik éramos
compositores. Williams y Mc Low, escritores (yo también lo era), y así. Allí
estábamos, diciendo que éramos la Gente Fluxus. ¿Qué significaba eso? ¿Si
se nos identificaba públicamente como un grupo, deberíamos volvernos
uno? ¿Qué teníamos en común?
El solo nombre, "Fluxus", sugiere cambio, estar en estado de flujo. La idea era
que siempre reflejaría las más excitantes tendencias vanguardistas de un
determinado tiempo o momento (la "Flux-actitud") y estaría siempre abierto
a nueva gente, para "juntarla". Lo que tenían que hacer era producir
trabajos de manera similar a lo que otros artistas Fluxus habían hecho.
Si, por otro lado, uno escucha las grabaciones existentes de música de Luigi
Russolo, por ejemplo, uno de los principales compositores futuristas, uno lo
encuentra mucho más convencional que lo que podía esperarse después
de leer el famoso manifiesto Arte de Rumori (Arte del ruido). Uno escucha,
para estar seguro, sorprendentes ruidos hechos sobre un altavoz -rugidos,
sonidos chirriantes y cosas así. Pero uno escucha esas sobreposiciones sobre
escalas más bien crudamente armonizadas.
Dada, cuando uno lo mira aislado, parece más único de lo que en verdad
es. De hecho, muchos de los artistas y escritores dadaístas venían del
expresionismo, y si uno compara los materiales de Dada con los de sus
antecesores inmediatos resultan menos excepcionales de lo que uno podía
haber imaginado. Tal vez es apropiado relatar una anécdota aquí. En los
años 50 y 60 la imagen periodística de Dada se había vuelto tan extrema,
tan alejada de la realidad de la obra, que Dada era considerado como el
límite de la extrema locura en el arte -lo más salvaje posible, lo más chusco,
simple e inexpresablemente lejano, en palabras de la época.
La respuesta a esto fue muy reveladora: yo habría dicho que esto "no era
realmente Dada": el material se veía demasiado conservador, lejos de
acercarse al expresionismo de los años de la anteguerra de 1914-1918, para
mofarse con la imagen que mis amigos y colegas de 1960 habían construido
en sus mentes sobre lo que suponían que había sido Dada. A su vez,
Huelsenbeck, en los tiempos en que hizo el Dada Almanach, no era un
conservador del todo; había publicado un virulento folleto izquierdista,
Deutschland Mub Untergehen! ("¡Alemania debe perecer!") y no veía
diferencia entre las innovaciones políticas y artísticas y el pensamiento
revolucionario.
Sus poemas fueron tan experimentales como los de otro dadaísta, Raoul
Hausmann, por ejemplo. En otras palabras, el mito periodístico había venido
a reemplazar la sustancia a tal grado que ésta se había hundido. Es por tal
razón que el mismo término "neo-Dada" se volvía naïve e inadecuado ahora,
cuando nosotros conocíamos mucho más acerca de Dada que lo que
había sido el caso en los años 50 y primeros 60.
Bien, para retornar a mis asuntos principales, con el paso del tiempo y el
ingreso del surrealismo a la conciencia popular, "surrealista" vino a ser más o
menos sinónimo de "fantástico" o de "onírico" en arte. El surrealismo popular,
entonces, tiene poco que ver con el surrealismo histórico, aunque algunos
críticos descuidados tienden a igualar las dos tendencias.
Pero dice poco sobre cómo hacerlo; es demasiado general. No dice nada
sobre por qué se debe hacer eso, ni cómo llevarlo a cabo, ni tampoco lo
que significa para Maciunas el "arte no realista". Cuando Maciunas
conjuntaba su manifiesto, yo esperaba que lo reescribiría de una manera
más persuasiva, menos estridente y con más puntos concretos. Ahora pienso
que hubiera sido un error hacer algo de ese tipo, porque el grupo se hubiera
dividido, tal como sucedió con los dadaístas, si nuestro programa pareciera
tan constreñido.
Cuando Ben Vauthier habla de Fluxus suele evocar los nombres de John
Cage y de Marcel Duchamp tan insistentemente que bien uno puede
preguntarse si él lo escuchó de otros artistas. En todo caso, no es la única
persona que maneja esto. En efecto, un editor de un periódico una vez se
tornó muy indignado hacia mí por indicarle que Cage no había sido el
verdadero fundador de Fluxus (y de los happenings también).
El hecho es que tanto Cage como Duchamp fueron muy admirados por
artistas de Fluxus. Duchamp es admirado enormemente por la
interpenetración en su obra del arte y la vida, la "dicotomía arte/vida", como
nosotros acostumbrábamos llamarla en los tempranos años 60. En 1919,
como es bien conocido, Duchamp exhibió un orinal como una obra de arte;
un simple, blanco y prístino objeto, clásico en su forma, cuando uno lo
separa de su función tradicional. Puesto que muchas piezas de Fluxus, muy
notablemente los performances, frecuentemente se caracterizan por su
similitud con aspectos muy ordinarios de la vida diaria, hay entonces una
clara conexión con el urinal de Duchamp.
Cage fue, antes bien, algo diferente. Algunos de nosotros (yo mismo, Brecht,
Maxfield, Hansen y otros) estudiamos con Cage. Pero en su caso, como
Duchamp, él se esforzaba hacia la "nobleza". Esta, para el, significaba lo
impersonal o lo transpersonal, con frecuencia obtenido por medio de
sistemas que empleaban la casualidad para trascender su propio sabor.
Para nosotros, la mayor contribución que hizo fue su manera de notación de
una pieza en la realidad externa, antes que sacarla de él mismo como
muchos artistas han hecho.
Mac Low, Brecht, Maxfield y yo usamos sistemas casuales, "estructuras
aleatorias", pero pocos de los otros artistas de Fluxus lo hicieron, al menos
con alguna frecuencia. Cage parecía encontrar simplistas los trabajos de
Fluxus, al menos cuando los vio por primera vez. Con frecuencia éstos
empleaban, y lo hacen todavía, un extremo minimalismo, lo cual no era uno
de los supuestos de Cage. Además, las piezas de Fluxus pueden ser
demasiado personales y eso las emplazaría más allá del límite de Cage.
Para resumir lo discutido hasta aquí, cuanto mejor conoce uno los trabajos
de Fluxus menos le recuerdan al futurismo, al dadaísmo, al surrealismo, a
Duchamp o a Cage.
iii. ¿Hay (o hubo) un programa de Fluxus?
¿Hay un programa de Fluxus?
Por otra parte, Fluxus no era la criatura del arte escénico de Nueva York, de
Alemania Oeste o de París, ni nada parecido. Desde su aparición fue
international. En cierto momento Maciunas intentó, al estructurar sus
propuestas de colecciones de Fluxus, renacionalizarlo, pero simplemente no
funcionó. También podría notar aquí que Fluxus, en pos de ser inclusivo,
conscientemente buscó incorporar a personas de tan diversas
procedencias como fuera posible, notoriamente mujeres y negros. En lo
último fue menos exitoso, incluyendo únicamente a Ben Patterson y el elusivo
Stanley "This Way" Bro[u]wn. Pero había varias mujeres: Alison Knowles, Mieko
Shiomi, Shigeko Kubota, Yoko Ono, Carla Liss y (después) Alice Hutchins. A
este respeto, Fluxus fue como el Dada de Berlín y Zürich, pero diferente al
futurismo, el Dada francés o el Surrealismo.
Como dije antes, La Monte Young escribió una pieza musical que podría
durar para siempre usando simplemente dos diapasones. Wolf Vostell
compuso una ópera Fluxus que emplea simplemente tres palabras de la
Biblia para su libreto. George Brecht escribió muchos eventos de Fluxus en su
serie Water Yam utilizando apenas unas cuantas palabras, tres en un evento,
veinte en otro, dos en un tercero, y así sucesivamente.
El "juego" cubre, por supuesto, una buena porción del territorio. Uno toca por
diversión, pero también hay el juego de un gato con un ratón, del agua en
una fuente, el juego de deportes de campeonato o del bridge. Todos tienen
su lugar en Fluxus, sobre todo el humor. Las vidas privadas de la gente de
Fluxus eran frustrantes; muchos eran pobres y los ánimos tenían que ser
mantenidos. Maciunas se orientó sobre todo hacia la comedia y incluso la
farsa. Había a menudo, entonces, algo desafiante en torno de las
juguetonas piezas de Fluxus, una calidad perdida ahora que Fluxus es mejor
conocido y hasta presentado como principalmente divertido y de juegos.
Esto, por supuesto, es una falacia y algo indecoroso. Otra suerte de juegos
son también parte del cuadro, y no puede entenderse la alta seriedad de
Fluxus sin reconocer esto.
Uno los oye decir, "me gustaron las piezas pequeñas, pero las grandes fueron
demasiado". Lo que uno puede esperar es que el fastidio, si acaso, será
temporal, mientras los receptores tratan, confiadamente, de ajustar su
horizonte al de la pieza. El fastidio es, por supuesto, no el objetivo de la pieza,
pero puede ser una fase necesaria en el camino a gustar de ella. Por
consiguiente, con tales piezas la longitud característica es adecuada para
permitirle al receptor consumir la fase aburrida y entrar en el espíritu del
evento después. Por eso es que las piezas de Fluxus son o bien inclinadas a
ser muy cortas (dos minutos quizás) o muy prolongadas (veinte minutos o
más).
En similar talante, no cada trabajo hecho por un artista de Fluxus debe ser
visto como una obra de Fluxus; naturalmente, los artistas de Fluxus hacen
otras clases de trabajo, así como un collagista también podría imprimir o un
compositor de música de piano podría probar el escribir algo para una
orquesta. De esta manera, también Fluxus difiere de música.
En el siglo diecinueve había también una tradición de juegos del salón que
a veces son muy cercanos a Fluxus. Mi Something Else Press, ya mencionada
como un proyecto editorial que fue de varias maneras una empresa de
Fluxus, publicó una colección de tales juegos de un William Brisbane Dick,
Dick's One Hundred Amusements. Fluxus puede haber desarrollado también
esta tradición de la cultura popular. En efecto, algunas de las piezas de las
colecciones de Rothenberg y de Dick han sido incluidas en performances
de Fluxus sin caer en mayor incongruencia.
No hay ninguna duda de que estas fiestas continuarán con tal de que
muchos de los integrantes del Fluxus original estén vivos. Uno podría
especular que la razón para esto es el típico interés por la comida por parte
de artistas pobres o hambrientos. Pero eso haría aparecer como secundario
al elemento de arte/vida, y para mí es un hecho que trabajos que están en
la frontera de arte y vida, de arte y no-arte, como los de Fluxus, no pueden
ajustarse siempre a la convención.
En ocasiones casuales, con públicos pequeños, las fiestas que usan el arte
de la comida son el equivalente a conciertos de música de cámara. Las
fiestas incluían no-delicadezas tales como gelatina "Jell-O" totalmente
insípida, al lado de hogazas de pan delicioso en forma de genitales, barras
de chocolate en formas igualmente sorprendentes, sopas azules y así
sucesivamente. Si o no tales comidas resultaban satisfactorias desde un
punto de vista estético no es la cuestión. El punto es, más bien, que los
aspectos no determinantes, pero que constituyen parte de la razón de ser
de Fluxus, aparecen lado a lado con los puntos formales característicos de
éste.
iv. Evaluación de las piezas de Fluxus
Lo importante aquí es que el artista está tan lejos como es posible de lo que
se manifiesta en el ojo o el oído del espectador u oyente. Cualquier
expresión es objetivizada y despersonalizada hasta el punto de volverse
transpersonal. Uno no ve, como sucede con tantas obras de arte, al artista
a través de su trabajo. Puede haber un estilo individual (la mayoría de los
artistas de Fluxus tiene uno), pero esa es también una cuestión diferente, más
semejante a tener el propio idiolecto que a presentar una visión subjetiva de
algo.
7) Desde el enfoque del significado hay poco que hacer, porque los
portadores del sentido son tan incidentales que pueden detectarse
bastante pocos elementos; la semiótica de una pieza de Fluxus resulta
demasiado mínima para ser problemática o incluso irrelevante. Por
supuesto, hay algunos de tales portadores, pero éstos sólo requieren de la
más simple identificación. Ningún patrón de comunicación sería probable.
Los procesos clave aquí son volver conscientes los dos horizontes, completar
el proceso de fusión (prestando estrecha atención a la performance), y
luego el descubrimiento de las alteraciones en el propio horizonte, cuando
uno advierte, por ejemplo, que la performance ha afectado lo que uno
piensa acerca de los frijoles, mantequilla, sonrisas o huevos. Tal crítica se
concentra en gran parte, por supuesto, sobre el espectador. El trabajo de
performance ignora al compositor original de Fluxus, que puede o no ser el
mismo que el performer.
Ahora podemos ver por qué el espectador puede disfrutar el concierto sin
saber por qué; instintivamente, él o ella están emparejando horizontes,
comparando expectativas, participando en el proceso; cuanto más
activamente lo hagan, probablemente más podrán disfrutar la experiencia.
Una pregunta puede bien suscitarse a estas alturas, una pregunta natural a
la vista de cualquier trabajo de arte poco familiar: "De qué es un ejemplo
esto que estoy viendo?" Eso es parte de descubrir el propio significado de
uno para una obra. Adoramos clasificar. Nos involucramos al nombrar de
cosas, adaptar la obra a su contexto, investigar su taxonomía. Por supuesto,
aunque yo estoy hablando sobre el trabajo de la performance, cualquier
trabajo de Fluxus -literario o artístico- tendría procesos análogos.
Pero si uno va a un concierto de música familiar, esta pregunta es
minimizada, porque uno sabe, antes poner un pie en la puerta, que si Chopin
está en el programa es probable que el concierto incluya un poco de
música romántica. Así, la taxonomía no es tan importante aquí. Por otro lado,
si uno enciende una radio y se encuentra a sí mismo disfrutando alguna
pieza desconocida, parte de la clave de disfrutar la pieza es responder a la
pregunta "¿De qué es esto un ejemplo?" Uno intenta deducir lo que es al
emparejarlo con experiencias similares en el banco de memoria personal y
así que disfrutar más aún el trabajo.
Tal vez la metáfora del "chiste" está implícita. ¿Pero qué pasarían si sólo
aparecen siete globos? Se molestaría uno, probablemente se sentiría
engañado. Parecería como si el compositor intentara ser demasiado listo. Lo
que no sería interesante. Sería como un chiste chapucero que se diluye en
el exceso de "listeza" y sólo divierte al que lo cuenta.
En una de las "páginas" de la serie de George Brecht "The Book of the Tumbler
on Fire" aparecen las palabras "anuncio verde" en letras de corcho sobre un
gran tablero de madera. Las letras y el tablero están pintados de rojo. Hay
un desplazamiento: ¿pudo la obra haber sido verde? Uno ajusta lo que está
viendo con lo que podría esperar ver. ¿Pudo la obra haber sido verde? Las
palabras dicen algo diferente de lo que uno esperaría del color.
Incluso, si la pieza hubiera sido pintada negro o blanco, los otros significados
aparecerían dentro de la dicotomía color/no-color. Los horizontes
trabajarían, y las implicaciones, aunque diferentes, seguirían un poco el
mismo modelo: ver, identificar lo que es, compararlo con lo que podría ser,
considerar, digerir, anticipar la próxima posibilidad, observar la
transformación de los propios horizontes de uno, y disfrutar el proceso.
Cada una de tales piezas es un ejemplo de las posibilidades. Cuando uno
ve esas piezas, uno imagina sus alternativas. Las alternativas están implícitas
en la pieza. El trabajo es, en este sentido, ejemplificador: no existe, tal como
lo hace la mayoría del arte, en su más definitiva y perfecta forma posible.
Existe en una forma que hace pensar en alternativas. Esto es válido para
muchos trabajos recientes, no sólo de Fluxus. Estimulan la creatividad del
espectador, oyente o lector, es decir, del receptor.
Así es con Fluxus. El estilo apropiado para Fluxus es el de más bajo perfil y
eficaz. Uno no engaña al público (ese no es el punto), sino más bien le
permite tener bastante información para descubrir el horizonte, y entonces
uno permite a la pieza hacer el resto. Nunca es conveniente bromear sobre
una pieza de Fluxus o comentar sobre ella de una manera evaluativa -
"Pronto tendremos una gran pieza de 1963 de Ben Vautier..." Eso constituiría
una intrusión y, lejos de hacerla más grata, la demeritaría.
Por su parte, las obras europeas de Fluxus, más típicamente que las
americanas, representan una tradición expresiva. Para construir un impacto
emocional uno normalmente necesita trabajar en una escala más allá de lo
mínimo, mientras que el minimalist uno es más típicamente americano o
japonés. Además, aun cuando un americano quisiera trabajar en una
escala más grande, financiar y obtener tiempo para el ensayo sería
problemático, así que la economía milita contra tales obras en América en
contraste con Europa.
¿Qué decir sobre otros aspectos del tema de la recepción -artistas, público
e instituciones? En cuanto a la recepción de Fluxus -su popularidad,
influencia y, en general, su aceptación- varía considerablemente, según
quién está viendo la obra. El área menos problemática es la del público en
general. Cuando una persona no sofisticada asiste a un evento o a una
exposición o una exhibición de trabajos de Fluxus, generalmente tiende a
tener una experiencia interesante y agradable.
Para la mayor parte del arte vanguardista uno necesita saber bastante de
historia del arte y incluso de procedimientos técnicos para poder fundir sus
propios horizontes y el placer de la experiencia. La dificultad aumenta a
partir de un cierto intelectualisrno progresivo del público, que tiene más
expectativas acerca de lo que quiere o debe pasar.
Un público con un bagaje de ideas hacia las que siente algún compromiso
tiene más que superar que un público sin ello, y entonces debe superar los
horizontes falsos para poder fundirlos con el placer de experiencia. Un
público con un compromiso fuerte hacia uno u otro juego alternativo de
ideas -intelectual o derivado de algún antecedente o moda- tiene que
aprender que esas ideas no son atacadas por las situaciones de Fluxus, sino
que simplemente pueden no ser pertinentes al trabajo, y esto toma tiempo.